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I. Kant nace en 1724 y muere en 1804, en la ciudad prusiana de Königsberg. Procede de una familia de artesanos, que le educa en el pietismo. Ya postgraduado, debe ganarse la vida con clases particulares. A los 45 años consigue el puesto de profesor ordinario de Lógica y Metafísica en la Universidad de su ciudad. El relativo desahogo de este puesto le permite acometer la elaboración de su sistema filosófico. Fue provinciano, disciplinado y riguroso en sus costumbres. Simpatizó desde el principio con los ideales ilustrados. Obras: Suelen dividirse en tres períodos: pre-crítico, crítico y post-crítico. En su primera etapa acepta la filosofía y metafísica dogmática de sus maestros, Leibniz y Wolff. Sus obras importantes pertenecen al período crítico: Crítica de la razón pura -KRV-, (1781, 17872); Crítica de la razón práctica -KPV-, (1788) y Crítica del juicio (1790). Escribió múltiples obras y artículos menores. La filosofía kantiana (“Idealismo transcendental”) es un intento original de superar, sintetizándolas, las dos corrientes filosóficas fundamentales de la modernidad: el racionalismo y el empirismo (al afirmar que el conocimiento se limita a la experiencia, Kant se aproxima al empirismo, y al afirmar que no todo el conocimiento proviene de la experiencia se acerca al racionalismo. La obra de Kant es la culminación filosófica del siglo XVIII y ha de ser comprendida desde los ideales e intereses de la Ilustración. Newton y Rousseau, tuvieron una influencia notable en su filosofía: Newton representó el éxito definitivo que se puede alcanzar si limitamos la ciencia al conocimiento de los fenómenos; Rousseau reforzó en Kant la convicción de la autonomía de la moralidad frente a las leyes que rigen el mundo objetivo y la pertenencia del hombre a dos mundos o reinos, el Reino de la Naturaleza y el del Espíritu. La filosofía kantiana es una filosofía crítica que investiga la posibilidad y límites de la Razón tanto en su aspecto teórico como en su dimensión práctica. Trata de responder a tres grandes preguntas: ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué debo hacer? Y ¿Qué me cabe esperar? Que se resumen en una pregunta antropológica: ¿Qué es el hombre?

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Kant teoria. es la teoria de kant.

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I. Kant nace en 1724 y muere en 1804, en la ciudad prusiana de Königsberg. Procede de una familia de artesanos, que le educa en el pietismo. Ya postgraduado, debe ganarse la vida con clases particulares. A los 45 años consigue el puesto de profesor ordinario de Lógica y Metafísica en la Universidad de su ciudad. El relativo desahogo de este puesto le permite acometer la elaboración de su sistema filosófico. Fue provinciano, disciplinado y riguroso en sus costumbres. Simpatizó desde el principio con los ideales ilustrados.

Obras: Suelen dividirse en tres períodos: pre-crítico, crítico y post-crítico. En su primera etapa acepta la filosofía y metafísica dogmática de sus maestros, Leibniz y Wolff. Sus obras importantes pertenecen al período crítico: Crítica de la razón pura -KRV-, (1781, 17872); Crítica de la razón práctica -KPV-, (1788) y Crítica del juicio (1790). Escribió múltiples obras y artículos menores.

La filosofía kantiana (“Idealismo transcendental”) es un intento original de superar, sintetizándolas, las dos corrientes filosóficas fundamentales de la modernidad: el racionalismo y el empirismo (al afirmar que el conocimiento se limita a la experiencia, Kant se aproxima al empirismo, y al afirmar que no todo el conocimiento proviene de la experiencia se acerca al racionalismo. La obra de Kant es la culminación filosófica del siglo XVIII y ha de ser comprendida desde los ideales e intereses de la Ilustración. Newton y Rousseau, tuvieron una influencia notable en su filosofía: Newton representó el éxito definitivo que se puede alcanzar si limitamos la ciencia al conocimiento de los fenómenos; Rousseau reforzó en Kant la convicción de la autonomía de la moralidad frente a las leyes que rigen el mundo objetivo y la pertenencia del hombre a dos mundos o reinos, el Reino de la Naturaleza y el del Espíritu.

La filosofía kantiana es una filosofía crítica que investiga la posibilidad y límites de la Razón tanto en su aspecto teórico como en su dimensión práctica. Trata de responder a tres grandes preguntas: ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué debo hacer? Y ¿Qué me cabe esperar? Que se resumen en una pregunta antropológica: ¿Qué es el hombre?

CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

Kant se va a preguntar en la “Crítica de la Razón Pura” si es o no posible la Metafísica como Ciencia, al considerar que esta parte esencial de la Filosofía arrastra dos graves deficiencias. En primer lugar, la Ciencia progresa, y una prueba evidente la constituye la Física newtoniana, que se alza en el siglo XVIII como un modelo de conocimiento riguroso. Sin embargo, en la Metafísica continúan debatiéndose los mismos problemas desde los griegos. Como consecuencia de lo anterior, se produce la segunda deficiencia: los científicos se ponen de acuerdo, mientras el más escandaloso desacuerdo impera entre los metafísicos. Ante esa situación, Kant plantea en el prólogo de su obra que ya es hora de delimitar, de una vez por todas, las pretensiones de cientificidad de la Metafísica.

Para llevar a buen puerto dicha tarea, habrá primero que preguntarse cómo es posible el conocimiento en general, o, más concretamente, ¿cómo es posible el conocimiento científico?; es decir, bajo qué condiciones se hace posible dicho conocimiento (y por éste entiende Kant el que nos proporcionan la Matemática y la Física).

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Toda ciencia es un conjunto de juicios o proposiciones en los que se afirma o niega algo, y ese algo es susceptible de ser verdadero o falso. Pues bien, habrá que delimitar, en primer lugar, cuáles son los juicios característicos de la Ciencia.

Para Kant, por un lado, los juicios pueden ser analíticos o sintéticos, según que el predicado esté o no contenido en el sujeto: el juicio analítico no hace sino esclarecer el significado del sujeto mediante el predicado, pero no proporciona conocimiento nuevo acerca del mundo (“Un todo es mayor que sus partes “). El juicio sintético, sin embargo, establece una síntesis o reunión de dos elementos que no se encontraban previamente relacionados, y por ello amplían el conocimiento sobre el mundo (“El ser humano es mamífero”).

Por otro lado, los juicios pueden ser “a priori” o “a posteriori”, según su modo de verificación, es decir, según que su valor de verdad pueda conocerse antes o después de consultar con la experiencia. Pues bien, aparentemente en principio, todos los juicios analíticos son “a priori”, pues no necesito consultar con la experiencia para verificarlos, y parece que los sintéticos serán “a posteriori”. Pero Kant demuestra que muchos juicios de las ciencias, a pesar de ser sintéticos, son, paradójicamente, “a priori”; es decir, aun cuando amplían nuestro conocimiento del mundo, sabemos, antes de consultar con la experiencia, si son verdaderos o falsos. Si afirmo: “En los triángulos rectángulos, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos”, éste es un juicio de tipo sintético, pues, por más que yo analice el concepto de “hipotenusa”, no encuentro nada en él que lo relacione con el cuadrado de los catetos. Pero, a pesar de ser un juicio sintético, no necesito verificarlo en la experiencia, lo sé “a priori”, sin necesidad de consultar la experiencia.

Por tanto hay que demostrar qué condiciones hacen posibles los juicios sintéticos “a priori” en la Ciencia; es más hay que matizar de qué condiciones se trata. El planteamiento kantiano es trascendental, no empírico; es decir, él no se está refiriendo a condiciones particulares y puramente fácticas (que afectan a cada individuo en cada situación concreta). Kant se está refiriendo a condiciones universales y necesarias para todo individuo (que no pueden no darse), a condiciones “a priori”: éstas son las condiciones trascendentales de conocimiento. La investigación de estas últimas dará lugar a la filosofía transcendental.

La “Crítica de la Razón Pura” está dividida en tres partes.

-En la Estética Trascendental, Kant intenta dar respuesta a la pregunta: qué condiciones trascendentales hacen posible los juicios sintéticos “a priori” en las Matemáticas.

-En la Analítica Trascendental, pretende responder a la cuestión: qué condiciones trascendentales hacen posible los juicios sintéticos “a priori” en la Física.

-En la Dialéctica Trascendental, por último, Kant aplicará esas condiciones a la Metafísica para responder a la cuestión de si ésta es o no posible como ciencia (recordemos que responder a esta pregunta constituye la pretensión inicial de la obra).

En su apartado inicial (Estética), Kant estudia la primera facultad de conocimiento, la sensibilidad, y concluye que la Aritmética y la Geometría (Matemática) son posibles como ciencias porque se fundan en las formas “a priori” de la sensibilidad. Lo que hay

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que explicar es el carácter apriorístico de los juicios de la Ciencia (su aspecto sintético lo demuestra el progreso de la misma). Pues bien, Kant afirma que los juicios científicos son “a priori”, a pesar de ser sintéticos, porque se fundan en aquella parte del conocimiento que está dada “a priori”, y a esa parte la llama “condiciones trascendentales de conocimiento”. Las “formas puras a priori de la sensibilidad” son el espacio y el tiempo; esto quiere decir que no son cosas en sí mismas sino sólo nuestro modo de percibir. No derivan de la experiencia, sino que son condiciones de posibilidad de ésta. Así, los juicios sintéticos de la Geometría son posibles “a priori” porque se fundan en la forma pura “a priori” de la sensibilidad externa, el espacio. Y lo mismo con la aritmética respecto al tiempo (el tiempo se basa en la sucesión y ésta en el número).

En la Analítica Trascendental, Kant estudia el entendimiento y concluye que la Física es posible como ciencia porque se funda en los conceptos a priori del entendimiento o categorías. La sensibilidad nos proporciona intuiciones (impresiones espacio-temporales estructuradas); el entendimiento nos proporciona conceptos puros o categorías; las categorías son los modos mediante los que nosotros pensamos el mundo, pero no están sacadas de la experiencia, sino que son anteriores a ella. Son el modo que tenemos de estructurar y aglutinar los datos de la experiencia para poder comprenderla. Por tanto, existirán tantas formas de aglutinar las intuiciones como formas posibles de relación entre un sujeto y un predicado, es decir, como formas posibles de juicos. Kant deduce las categorías a partir de la clasificación aristotélica de los juicios, y concluye que han de ser doce.

En la Dialéctica Trascendental, última parte de la obra, se intenta resolver la cuestión de si es o no posible la Metafísica como ciencia (aquí Kant emplea el término “dialéctica” en sentido sofístico, como arte de la apariencia y de la ilusión). Kant ha demostrado, en las dos partes anteriores, que para que se dé auténtico conocimiento debe producirse la síntesis de intuiciones y categorías. Es decir, sólo puede haber conocimiento cuando se aplican los conceptos puros a las intuiciones (o los fenómenos). Para Kant, los conceptos sin intuiciones son vacíos, las intuiciones sin conceptos son ciegas.

El problema de la Metafísica es que pretende aplicar las categorías del entendimiento, no a las intuiciones (impresiones espacio-temporalmente organizadas que derivan de la sensibilidad), sino a aquello que se supone que las produce (Ser, Sustancia). A “eso” que suponemos causa mis intuiciones lo llama Kant “cosa-en-si”‘ o noúmeno. Pero, según Kant, nosotros no podemos saber cómo es el mundo al margen de nuestra manera de estructurarlo (de nuestras “formas a priori” de conocimiento); luego la “cosa-en-sí está más allá de toda experiencia posible (aquí Kant enlaza con el fenomenismo de Hume).

La Metafísica, por tanto, no es posible como ciencia; sus errores derivan de que trata de sevirse de las categorías, que sólo funcionan en el ámbito de lo fenoménico, para aplicarlas a la “cosa-en-sí’, y por ello producen la ilusión de un verdadero conocimiento (porque su discurso es lógicamente correcto). Kant le concederá a la Metafísica, finalmente, que, aunque sus ideas no constituyen conocimiento en el ámbito de la Razón Teórica, juegan, sin embargo, un importantísimo papel en el ámbito de la Razón Práctica (Ética).

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LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO MORAL

La actividad racional humana no se limita al conocimiento científico ¿Qué puedo conocer? Pues también necesitamos saber cómo hemos de obrar. Nuestra razón posee una función moral que Kant plantea en su Crítica de la Razón Práctica. La Razón Teórica formula juicios y se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón Práctica ofrece imperativos y se ocupa de cómo debe ser la conducta de los seres racionales.

A semejanza de la primera Crítica, en la Crítica de la Razón Práctica busca fundar la posibilidad de un juicio sintético a priori de carácter práctico, al que Kant denomina imperativo categórico. Así como en la Crítica de la Razón Pura partía de un hecho: la condición de ciencias de las matemáticas y la física; del mismo modo La Crítica de la Razón Práctica parte de un hecho: la ley moral que es universal, ya que todos actuamos con conciencia de la bondad o maldad de las acciones y todos nos reconocemos obligados por leyes absolutas, independientemente de nuestro ideal moral particular.

Crítica de Kant a las éticas materiales:

Hasta Kant las éticas habían sido materiales, frente a todas ellas, su ética es formal. Son materiales aquellas éticas según las cuales la bondad o maldad de la conducta depende de algo que se considera Bien Supremo (sea espiritual o material): los actos serán buenos cuando nos acerquen a él y malos cuando nos alejen de él. Toda ética material parte de que hay bienes, cosas buenas para el hombre, determina cuál es su bien o fin supremo y establece las normas o preceptos para alcanzarlo. Pero los preceptos de toda ética material son hipotéticos, empíricos, por lo que no valen absolutamente, sino sólo de un modo condicional, como medios para conseguir un fin. Kant creerá que los imperativos hipotéticos no reflejan la auténtica experiencia moral porque ésta es sometimiento a un precepto universal y necesario, y dichos imperativos no pueden ser universales y necesarios. Dado que las éticas materiales extraen su contenido de la experiencia empírica y que ésta nunca puede dar universalidad ni necesidad, dichas éticas únicamente podrían fundamentar mandatos a posteriori, particulares y contingentes, pero nunca imperativos universales y necesarios, que son los verdaderos preceptos morales. Además, las éticas materiales son heterónomas: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera

La ética formal de Kant

Podemos caracterizar la ética kantiana a partir de sus tres rasgos siguientes: • Es formal: la materia del imperativo es lo mandado, la forma el grado de universalidad del imperativo. La tesis esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable. • Es autónoma: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes, y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones

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morales son autónomas. Kant considera que sólo allí donde encontramos acción moral encontramos libertad: cuando nos conducimos moralmente el fundamento de determinación de nuestra voluntad no nos viene de fuera, del mundo, o de la religión, sino de nosotros mismos, de nuestra conciencia, pues es nuestra razón práctica la que nos da el criterio de la conducta buena y permite la determinación de nuestra voluntad. En la experiencia moral somos autónomos porque la ley a la que nos plegamos está en nosotros mismos. • El fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación: para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha de hacerse por deber. El rigorismo kantiano implica el deber por el deber, aunque vaya en contra de mi felicidad y de las personas que quiero, y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción, universalidad que impide aceptar excepciones en la validez del impe- rativo categórico. Este imperativo prescribe una acción como buena de forma incondicionada, manda algo absolutamente, declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco. Sólo el imperativo categórico es imperativo de la moralidad. Kant dio varias formulaciones generales del imperativo categórico, entre las que destacan la “fórmula de la ley universal”, y la “fórmula del fin en sí mismo”, que ordena tratar a la humanidad, tanto propia como ajena, siempre como un fin en sí mismo.

Postulados de la Razón Práctica

El Idealismo Trascendental rechaza la posibilidad del conocimiento metafísico (de Dios, el alma, la libertad...); pero Kant no negará todo acceso a esa realidades, sólo el intelectual, el conocimiento científico, pues únicamente cabe la ciencia de la realidad fenoménica. Pero para Kant hay otra experiencia que puede vincularnos con lo metafísico: la experiencia moral. Y ello a partir de los llamados postulados de la Razón Práctica o proposiciones que no pueden ser demostradas desde la razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender la moral estos postulados se refieren precisamente a la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios. Aunque desde la perspectiva de la razón teórica se concibe al hombre como sometido a la ley de la causalidad y necesidad natural, desde la perspectiva de la razón práctica podemos defender la existencia de la libertad pues la libertad es la condición de posibilidad de la acción moral (únicamente de las acciones libres podemos predicar valor y responsabilidad moral); la libertad es la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes que son dadas por su propia razón; libertad equivale a autonomía de la voluntad. Con el postulado de la libertad, Kant muestra que el hombre pertenece a dos reinos: el fenoménico (o Mundo Sensible), en donde todo está sometido a la causalidad, y el nouménico (o Mundo Inteligible o Reino de los Fines) en donde rigen las leyes morales (la esfera de la libertad). Por otra parte, Kant llama “Sumo o Supremo Bien" a la síntesis de virtud y felicidad, y defiende que su realización última es la condición de posibilidad de la moralidad: nuestra conducta moral carecería de sentido si no existiese la posibilidad de realizar la santidad; en éste mundo no la podemos realizar, luego debe existir otra vida en donde tenga cumplimiento perfecto el afán moral. Postulado de la inmortalidad del alma: la tesis del Supremo Bien permite la defensa de la inmortalidad del alma, pues la virtud necesita de un tiempo infinito para su realización plena. Postulado de la existencia de Dios: en este mundo no coincide la realización de nuestra felicidad con la realización del bien por tanto debemos pensar que existe Dios ya que únicamente Él puede hacer que coincidan las leyes que rigen la realización de la felicidad con las leyes morales.

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