Springer, Nancy - El Ciervo Blanco

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EL CIERVO BLANCO N N a a n n c c y y S S p p r r i i n n g g e e r r

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el ciervo blanco

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  • EL CIERVO BLANCO

    NNaannccyy SSpprriinnggeerr

  • Ttulo original: The White HanTraduccin: Albert Sol 1979 by Nancy Springer 1986 Ediciones Martnez Roca S. A.Gran Via 774 - BarcelonaISBN 84-270-1011-7Edicin digital: ElfowarRevisin: MelusinaR6 09/02

  • Prlogo

    Hace mucho, mucho tiempo, tanto que el hechizo del Principio todava imperaba,exista un pequeo pas llamado Isla. Bien podra haber sido el mundo entero paraquienes lo habitaban; vastos ocanos lo rodeaban igual que el espeso Bosque rodeaba acada aldea. Ms all del Bosque, en la Desolacin, las Cinagas o las Marcasmontaosas del mar, caminaban an los Antiguos; y dioses, fantasmas y todos losmoradores de las colinas huecas no eran extraos al umbro entramado rns all de laspuertas del castillo. Fue en esos tiempos cuando se dio comienzo al Libro de los Soles,aunque los Reyes del Sol lo conocieran slo vagamente; y un destino que vena de lejosempez a cumplirse cuando una dama, bella como la luz del sol, am al Rey de la Lunaen Laureroc.

    Aqu hay DragonesTal como era en tiempos de Bevan, Prncipe de Eburacon.

  • LIBRO UNO - La Piedra que Habla

    Canto a la dama, la doncella de alas ligeras.Dorada como la luz del sol es Ellid Dacaerin; Suave como el alba es la hija de Eitha.Brillante como una espada es su libre capricho; Orgulloso como el halcn vuela su

    espritu Indomable como el fuego es la hija del dragn; Hermosa como el fuego la luz desu rostro.

    Ms amada que el oro es la doncella de Dacaerin; Ms clido que el oro es el brillo desus ojos.

    Ms larga que la vida es la promesa de la dama; Ms grande que los mundos la valade su amor.

    1

    Era una oscura noche sin luna, y la oscuridad era an mayor dentro de la estrecha torrede Myrdon. Ellid se estremeci en su reducido lecho de paja, tanto por la oscuridad comopor el fro. Jams haba sido tan desgraciada. En el gran saln de su padre, antorchas yvelas llameaban siempre para alejar a las cosas que se mueven en la noche: lasgimientes damas blancas y el traicionero pouka que atrae a los viajeros incautos a sumuerte en pozos o en ttricos pantanos. Los negros espacios de la noche torbellineabancon seres similares, y en la msera celda de su cautiverio Ellid senta a su alrededor losgiles habitantes del aire. Desnuda como estaba en el abismo de la noche, se apartabaen vano de su presencia.

    Pero cuando oy ruido de golpes y araazos cerca de ella, Ellid no grit. Ante ningnpeligro se habra levantado para llamar a los toscos hombres que rean y coman abajo.Lo nico que hizo fue erguirse y escuchar atentamente. Los sonidos venan de la altaventana enrejada, ahora slo un recuerdo en la oscuridad.

    Quin est ah? susurr Ellid, y se sobresalt violentamente cuando en laoscuridad lleg una queda respuesta.

    Un amigo replic la voz, una voz varonil pero tan dulce como el canto. Os loruego, seora, no gritis.

    Dudando entre la esperanza y la consternacin, Ellid guard silencio. Oy un rechinarcuando los barrotes quedaron sueltos, y un golpe cuando el extrao se dej caer al suelo.Se acerc, inseguro, y luego se detuvo.

    Seora dijo en voz baja, aqu se est tan oscuro como en el Pozo de Pe. He deencender una luz. No os asustis.

    Ellid mir.Las madres me protejan! dijo sin aliento.Dos manos brillantes y esbeltas tomaron forma en las tinieblas, manos circundadas por

    una luz fantasmal. Llamas plidas ondulaban en las puntas de los dedos. Las manos sealzaron formando una copa, y Ellid atisbo tras ellas un rostro, los huecos oscuros de losojos y una firme mandbula. La mandbula se endureci an ms y las manosdescendieron.

    Canallas! musit el visitante. Que os hayan desnudado as!Se acerc ms hasta poder tocar la spera pared a su lado, y sus manos dejaron la luz

    en la piedra, como el espectro de una estrella. A su dbil brillo, Ellid poda ver tenuementeal extrao. Con todo, estim que era esbelto y un poco ms alto que ella. El extrao searrodill delante de ella.

    Esto no os doler dijo con voz baja y melodiosa, y ella sinti sus dedos en lamueca.

  • Eran clidos, como lo es la carne del hombre; y eso la tranquiliz un poco.Inexplicablemente, los grilletes cayeron de su brazo. El extrao se levant y dio un pasoatrs. Ellid se acurruc contra la piedra como un animal acosado. Desnuda como estaba,prefera su propia suerte a este misterioso visitante nocturno. No era un guerrero, por sutalla; poda lanzarse contra l, quiz golpearle contra la piedra si, de hecho, perteneca algnero humano... Pero cuando se preparaba a saltar, l sac la tnica y se la ofreci ensilencio.

    Se levant y se puso el spero tejido. Apenas le llegaba a las rodillas, pero su calor eracomo un abrazo. El extrao trajo un rollo de cuerda y pas un lazo a su alrededor.

    Os bajar lentamente le dijo. Seguid el camino con cuidado... y, a menos quetodo vaya mal, esperadme abajo. Estis lista?

    Saba que ahora estaba obligada a confiar en l. Trep a la ventana y sali por ella sindecir una palabra, apresurndose para que l no intentara tocarla para prestarle ayuda.En la ventana no quedaba ni un resto de los barrotes para estorbarle el paso. Se agarr aldintel mientras la soga se tensaba, y luego se apoy en su delgada resistencia parapercibir su camino de descenso. Por primera vez esa noche, Ellid se sinti agradecida porla oscuridad, no slo porque esconda su huida, sino porque le impeda ver el turbadorabismo debajo de ella.

    Luch por no pensar en l, ni en las extraas manos que la sostenan, sino en susenemigos, los hombres de Myrdon. Sigui con precaucin, esquivando ventanas,pegndose al muro. Cuando por fin sinti el fro suelo bajo sus pies descalzos, tuvo quetantearlo durante unos momentos de incredulidad antes de, por fin, soltar la soga de sushombros.

    Ellid tir de la soga y sinti el tirn de respuesta arriba, a lo lejos. No habra podidodecir por qu no se apresur a alejarse. Mucho mejor sera dar tumbos sola a travs de lanoche que aferrarse a un brujo, cuyas manos rompan el hierro y encendan fuego. Perono era por cobarda por lo que Ellid era llamada la hija de Pryce Dacaerin. Mantuvo tensala cuerda y esper al hombre con quien tena cierta deuda de gratitud, el hombre de lasmanos clidas y la voz suave...

    Casi tan deprisa como sus pensamientos, l estuvo a su lado, descendiendo por lasoga. Para su renovado asombro, l dio un tirn a la soga y sta cay por s sola. Laenroll rpidamente y se la colg al hombro. Luego, movindose con seguridad hasta enlas tinieblas de la medianoche, la cogi de la mano y ech a andar. Ni un punto de luzapareci en los muros; muy probablemente los centinelas se haban unido al ebrio festnque resonaba desde el gran saln debajo de la torre. Las puertas estaban aseguradas,por supuesto. La extraa escolta de Ellid alz la pesada viga y empuj con suavidad laspuertas de madera. Luego, l y la dama se deslizaron a travs de ellas y ningn grito lessigui.

    La primera y dbil luz del alba les encontr leguas ms all, pues el extrao andabarpidamente y con seguridad incluso en la ms densa sombra de los rboles. Ellid lesegua de cerca, incapaz de ver los agudos guijarros que cortaban sus pies descalzos, lacabeza agachada ante las ramas que amenazaban con perforarle los ojos. La claridadgriscea que se filtraba ahora en el Bosque le mostraba slo la espalda de quien andabadelante de ella, una espalda desnuda por encima de los pantalones de cuero y tan pulidacomo el acero. Pero cuando coronarn una escarpadura, se enfrentarn sbitamente alsol naciente. Ardi de lleno en sus rostros mientras el suelo descenda bajo sus pies.

    Ellid alz los brazos con agradecimiento. Su compaero, en cambio frunci el ceo y sevolvi.

    Venid dijo. Aqu todo el mundo puede vernos.Emprendi el descenso de la empinada ladera y ella le sigui, contemplndole con

    curiosidad. Era esbelto y bastante joven, quiz tanto como ella. Sus ojos, bastante

  • separados, eran tan oscuros y brillantes como carbones. Su cabello era de un negroreluciente y su piel de un lustre plido, como la luz de la luna; la sangre lata en su interiorcomo la marea. Haba visto cmo sus labios se volvan de un rojo oscuro al morderlos. Surostro era extrao y sin tacha, como una cara en un sueo. Ellid nunca haba visto tandesnuda belleza en un hombre; incluso a la luz del da tuvo que mirarle con recelo.

    En las sombras del profundo barranco hallarn un estrecho arroyo. El joven se arrodillpara llenar su odre. Ellid se sent y sumergi en el agua sus pies, que empezaban adolerle.

    Te hace dao la luz? pregunt, rompiendo el largo silencio.Me acostumbrar a ella con el tiempo replic speramente l. De todos modos,

    debemos hallar refugio pronto, mi seora. La luz no trae suerte a los perseguidos.Ellid hizo acopio de valor y luch por levantarse. Pero la bsqueda no fue larga. En la

    cima de a siguiente elevacin creca un bosquecillo de altos abetos, con ramas quebarran pesadamente el suelo. Ms all haba un espacio soleado. El extrao alz unagruesa rama verde para que Ellid se deslizara abajo.

    As est bien dijo al llegar a su lado. Podemos ver lo que se acerque porcualquier lado. Mi seora, comeris?

    Le ofreci un pastelillo de avena y miel, como los que la gente del campo colocaba enlos viejos altares. Ellid lo mir con sorpresa, pero se lo comi agradecida.

    Te debo mucha gratitud por liberarme dijo al terminar.Su compaero emiti un sonido de autntica pena.Ah, seora le dijo con emocin, hace das que os habra ayudado! Os he

    seguido desde el da en que os raptarn del dominio de vuestro padre... Fuertes torres depiedra hacen descuidados a los hombres, pero en el camino su vigilancia era buena. Nopude acercarme.

    La guardia haba sido ciertamente buena. El rostro de Ellid se torci con amargura anteel recuerdo de los diez das de viaje en aquella lastimosa carreta, las burlas, las esposas,los azotes y la comida pestilente. El primer da le cortaron el pelo para humillarla. Y al finaldel viaje la despojarn hasta de su humilde ropa...

    Su rostro enrojeci al recordarlo. Sus ojos encontrarn los de l nublados por la pena.Mi seora, os violarn?Ellid ri speramente.No! No. Al menos eso no lo hiciern. Para hombres como esos, la carne echada a

    perder no vale nada, y me atrevo a decir que pensaron que mi valor para mi padre es elmismo. As que tuvieron mucho cuidado de mantener intacta la mercanca, aunque nofueron demasiado amables en el transporte.

    Y tampoco yo en mi rescate aadi amargamente el extrao de ojos oscuros. Avos, que merecis todo lo bueno, os he ofrecido una camisa de mendigo, un mendrugoprestado y las duras piedras por sendero.

    Ellid Alaligera, me han llamado los bardos! Si pudiesen verme ahora!Ellid sonri con tristeza ante la visin de sus pies doloridos y ensangrentados. Y

    con todo, mi suerte ha mejorado mil veces. Os debo todo agradecimiento. Qu nombrepuedo daros, a vos que me habis ofrecido vuestra amistad?

    Respondo a mi Seor murmur l, como otros hijos de hombre.Ellid frunci el ceo asombrada y no dijo ms, porque saba que no iba a darle el

    tratamiento de esclavo. El sol de abril era clido a travs de las ramas de abeto, y elespeso lecho de sus agujas cadas era suave. Ellid estir sus doloridos miembros.Mientras caa dormida vio al joven de negro pelo apoyarse en el tronco de un rbol,montando guardia sobre su sueo.

    Despert horas despus, alertada por algn ligero sonido o el sentido del peligro. Noprecis la mano de su compaero en el hombro para advertirla de que guardara silencio.

  • En la ladera de la colina, abajo, cabalgaban los exploradores de Myrdon, tanteandoperezosamente los arbustos con sus lanzas.

    Observando tensamente, Ellid no pudo dudar de que se dirigan hacia los abetos.Esperar o huir? Las dos salidas parecan desesperadas. Pero justo cuando Ellid seencoga por la desesperacin, los hombres que se aproximaban gritaron y se apartaronde su rumbo. Ellid qued boquiabierta: el ciervo era una pura llama blanca, con unresplandor como de corona de plata en su cabeza; era la criatura ms bonita que jamshubiera visto.

    Por un momento permaneci quieto, como una estatua, antes de alejarse. Y todos losjinetes de Myrdon galoparn tras l.

    As de ligeramente se aparta a los hijos del hombre de sus intenciones sealsecamente el joven de ojos oscuros.

    Dormiris ahora? pregunt Ellid con frialdad. Yo vigilar.Su corazn senta dolor por el huidizo ciervo blanco.El extrao no durmi, sino que se sent junto a ella en silencio. Nada ms sucedi

    aquella tarde. Al crepsculo, los fugitivos se arrastraron hacia adelante y descubriernque se haban refugiado en un bosquecillo sagrado. El hogar del dios estaba marcado conun altar de piedra. Sobre l yacan las ofrendas de algn lugareo, unas manzanas delao pasado, picoteadas por los pjaros. El joven las recogi y le ofreci una a Ellid. Ellafrunci el ceo.

    No temes a la venganza de los dioses, t que saqueas sus viandas?No, as est bien respondi l con vaguedad. Comed.Ella cogi de su mano lo que no habra cogido del altar aunque hubiera estado

    mundose de hambre. Pero la comida hizo poco para calmar sus penas aquella noche.Tena los pies hinchados y supurantes, y las sandalias de suela de madera que sucompaero le haba dejado eran incmodamente grandes. La atormentaron, hacindolatropezar y resbalar hasta que se las devolvi a su propietario, prefiriendo desafiar a lasrocas. Su escolta fren el paso para aliviarla, pero en unas cuantas horas la cabeza ledaba vueltas por la fiebre y el dolor. Sigui tambalendose, medio inconsciente,agarrndose al cinturn de su compaero tanto para apoyarse como para seguir el rumbo.

    Apenas se dio cuenta de que haba cado y luchaba por levantarse. Aturdida, se sintialzada del suelo y depositada sobre unos hombros clidos y suaves. Baj la cabeza ydej de luchar.

    Muchas leguas al norte, Cuin, hijo de Clarric el Sabio, cabalgaba al lado de su cejijuntoto, Pryce Dacaerin Pryce de las Fortalezas, como le llamaban los hombres.Marchaban lentamente, pues a sus espaldas iba un ejrcito y deban acompasar su pasoal de los soldados de a pie. Cuin se impacientaba ante el retraso. Senta un ansiadolorosa de correr, todo lo que pudiera su caballo, hacia la vil torre donde Marc de Myrdontena su sucio nido. Qu le podan estar haciendo a Ellid aquellos rufianes!

    No la deshonrarn, si es oro lo que esa rata de Myrdon quiere de m le haba dichoPryce Dacaerin. Confrmate, hijo de mi hermana.

    Y con toda probabilidad era el oro lo que deseaban. Todo el pas de Isla pululaba enextorsiones parecidas. Que alguien recordara, no haba existido un Gran Rey quemantuviera el orden desde que Byve haba encontrado su destino. Clanes, pequeosjefes y reinos miserables punteaban el pas, cada uno encerrado en su propia fortaleza ysu retazo de campos; a su alrededor, el Bosque salvaje les envolva con su laberinto.Cada verano las bandas de saqueadores partan como navos por mares procelosos...Quiz no era el oro lo que buscaba Marc de Myrdon, reflexion Cuin. Quizs hara de Ellidun pen en algn escurridizo juego de poder, quiz la esgrimira para retorcer la nariz a

  • Dacaerin... En verdad, habiendo visto por una vez su hermosura, no la arrastrara a sulecho? Cuin cerr los puos ante tal idea.

    Cuando la hubieran rescatado, desposara con alegra a su hermosa prima, inclusoaunque la hubiesen deshonrado. Mientras cabalgaba, Cuin la imagin: una criaturaesbelta y llena de luz, como un pjaro del bosque o un huidizo ciervo moteado. Susmaneras eran libres como el viento, algo tozuda en realidad, pero nunca le falt lacortesa que brota del corazn. Durante muchos aos haban sido buenos camaradas, yaunque ella no le haba dado el s, segua sin haberle dicho que no. Verdaderamente,todo el mundo esperaba que se casaran; poda decirse que ella era suya por derecho denacimiento. El clan de Cuin se aferraba an al viejo modo de reconocer el linaje a travsde la mujer. As l, el hijo de la hermana, era heredero del dominio de su to. Pero por suboda con Ellid tambin el hijo de su to podra compartir el dominio; lo que era justo. Yaunque a Cuin no le gustaba ser dirigido, en esta cuestin era todo obediencia...

    Pues Ellid, hija de Eitha, tena el rostro de una flor por su hermosura y el cuerpo de unapaloma por su gracia, su mente era tan veloz como una espada y su espritu tan brillantecomo un acero iluminado por el cielo.

    Cuin aceler el paso hacia la torre de Myrdon con la angustia en el corazn, pues laquera mucho, como la querra hasta su muerte.

    2

    Cuando Ellid despert se encontr baada por el sol, yaciendo bajo una mantaandrajosa encima de un espeso lecho de hojas. No muy lejos arda un fuego con unpuchero de hierro colgado encima. Sobre su cabeza haba un tejadillo improvisado... Ellidse sent para mirar alrededor, y boque involuntariamente cuando el dolor la asalt. Eljoven del pelo negro se acerc, surgiendo tras un muro de piedra.

    Qu pasa? pregunt.Me duele, eso es todo.Ahora Ellid poda ver que se hallaba en el interior de un edificio circular, en ruinas y

    medio librado a la intemperie. Ms all ondulaban los rboles; no poda distinguir ms. Suliberador le trajo un tazn de hojalata lleno del humeante lquido del puchero. Era unexcelente estofado de carne sazonado con hierbas. Carne de conejo, pues percibi laspieles tendidas a secar no muy lejos.

    La cura para vuestros dolores est al alcance de la mano le dijo el joven cuandohubo terminado. Seora, dejad que os transporte de nuevo.

    La levant, manta incluida, y la sac al exterior con una facilidad llena de gracia. Losojos de Ellid se ensancharon. Ante ella se alzaban elevadas agujas de piedra cincelada,murallas y parapetos y todos los salones y recmaras de una regia fortaleza: todo estabaen silencio, asolado por el fuego y el clima y medio escondido por el verdor. El cuarto delque haban salido no era sino una pequea casa de guardia, empequeecida por el muroexterior.

    En alguna poca pasada ste haba sido un castillo como jams los haba visto Ellid;no, una ciudad deba de haber ocupado estos muros. Diez de las fortalezas de su padreno lo habran rellenado.

    Qu sitio es ste? exclam.Eburacon replic l, y su voz suave vibr al pronunciar esa palabra.El hogar perdido de los Grandes Reyes. Relatos de esa poca dorada le haban sido

    narrados a Ellid junto a la chimenea. No les haba prestado gran atencin, ella que tanardientemente viva a su propio tiempo: de qu le serva que el pas no siempre hubieraestado devastado por guerras insignificantes? Pero, con todo, el nombre reson en suinterior como una cancin medio olvidada. Permaneci silenciosa, maravillada, mientras el

  • joven de ojos oscuros la transportaba rpidamente a travs del vasto y ruinoso patio dearmas.

    Finalmente, llegaron a unos pulidos escalones de piedra que descendan hasta unbosquecillo amurallado de hayas plateadas; grandes peascos de piedra blancaasomaban entre los rboles. En el fondo de la hondonada doblaron una esquina de piedray llegaron a un extrao estanque burbujeante cuyo ptreo lecho haba sido desgastadopor el tiempo. Delgadas espirales de vapor se elevaban desde la superficie. El compaerode Ellid la deposit en el borde y sumergi sus manos, finamente modeladas, en el agua.

    Hay un maravilloso poder de fuerza y curacin en este manantial seal, yaunque estuviera sucio, el calor os aliviara de vuestro sufrimiento. Quedaos en l tantotiempo como gustis, mi seora. Aqu no hay ojos para veros, pues este lugar est bienguardado por las sombras del pasado. Y cuando hayis terminado, llamadme; estarcerca.

    Ellid aguard hasta que sus pisadas se hubieron desvanecido bien lejos antes dequitarse la manta y su arrugada tnica. El agua estaba caliente y pareca pincharle. Entren ella con precaucin, pero en un momento se relaj, deliciosamente consolada. Tomasiento en un reborde bajo la superficie, tan segura como en una silla, y el agua fluy msall de sus pies desde alguna fuente oculta en el fondo. De todas las obras de lanaturaleza jams haba conocido Ellid ninguna tan maravillosa. Se dej empapar por elcalor hasta que el sudor perl su cara.

    Luego trep al exterior, se puso la tnica y emprendi cautelosamente el camino devuelta.

    Encontr a su compaero recogiendo lea seca en el patio.Mi seora! exclam, apresurndose hacia ella. No deberais andar con los pies

    en tal estado! No conozco vuestro nombre le dijo ella remilgadamente, y no poda llamaros.Llamadme como queris! gru l.Vamos, mi seor dijo mientras le contemplaba afable, aunque bastante seria.

    Cul es?Por el tiempo que duran diez exhalaciones, la examin con sus ojos que eran tan

    oscuros y profundos como pozos.Mi nombre es Bevan dijo por fin. Hijo de Byve, Gran Rey de Eburacon. Nacido

    de Celonwy y adoptado por sus parientes bajo las colinas huecas. Mano de Plata, as mellaman.

    Entonces os he dado un ttulo demasiado humilde llamndoos seor dijo Ellid convoz dbil, pues sois uno de los dioses.

    Dioses! Ri amargamente, aunque no de ella. Semidioses. Todos se hanempequeecido ahora hasta la estatura de los mortales, o menos an, y a una vida dealgunos centenares de aos. En los das de gloria del reino de mi padre, semanas defestivales y sacrificios apenas bastaban para honrarles. Ahora los campesinos miserablesaraan el suelo y se mueren de hambre por traer alguna pequea ofrenda a sus altares.Mucho han fluido las mareas del tiempo desde que los hijos de la diosa madre Duvcedieron las tierras iluminadas por el sol a las Madres del hombre.

    Recogi a Ellid y volvi con ella al campamento, l cuya estatura era apenas superior ala suya, y aunque era delgado la llevaba con ligereza. La deposit en el suelo y llen uncuenco con agua para sus pies, bandolos cuidadosamente y frotndolos con hierbasexprimidas. Ellid contempl los movimientos de sus hombros desnudos y sus manos,maravillosamente diestras, y no hall nada que decirle.

    No dijo Bevan rompiendo al fin el silencio, ya no soy un dios, mi seora. Heunido mi suerte a la del pueblo de mi padre. Yo que camino bajo la luz debo vivirrpidamente y morir pronto, como lo hara un hombre.

    Pero por qu? jade ella.

  • Quiz Duv lo sabe. Yo no, excepto que mi corazn arda dentro de m para volver acasa, a una gente y un lugar que nunca he conocido... Ir a casa para morir.

    Probablemente os parecer poco tiempo dijo Ellid en un murmullo, un tantodesconcertada por esa conversacin sobre la muerte, pero deben quedaros anmuchos ms aos que la vida de un hombre. Aunque no me atrevo a decir que no sois tanjoven como aparentis.

    Apenas lo s. El tiempo se mueve de un modo diferente en los castillos iluminadospor antorchas del interior de la tierra. En realidad, casi parece inmvil. Bevan lacontempl, excitado. Cuntos aos del hombre han transcurrido desde que mi padrecamin del mismo modo que yo?

    Algo ms de cien aos respondi ella rpidamente. Ms que la vida de cualquierhombre.

    Pues, a pesar de todo, se hallaba con buena salud cuando me fui, aunque un tantodesanimado. Y cuando yo nac l ya era de avanzada edad. Entre el pueblo de mi madrese me tiene por joven, mi seora.

    El Gran Rey Byve de Eburacon vive todava? interrog Ellid. La gente le dabapor muerto...

    En el incendio del asedio. Cierto, oscuros son los poderes del Pel Blagden, pero esanoche perdi su presa. Bevan se detuvo un instante, y sus ojos cobraron un brillo dedureza. Ese es otro que an vive, mi seora.

    Pel Blagden? susurr ella. El seor del manto?Cierto. Hay dioses y dioses, seora. Pel Blagden es uno de los que no pusieron su

    dedo en el Acuerdo.Entonces ningn voto le ata, para no poder caminar bajo la luz...As es. Camina bajo muchas formas y lleva muchos nombres. Se alimenta de la

    contienda y de la sangre del hombre, y amontona tesoros con la codicia del dragn.Empaa con la vergenza el recuerdo de la poca grande y llena de gracia... Bevan seestremeci. Basta! Ya hay suficiente mal en que carezca de vendajes para vuestrospies dijo mientras le sonrea, la primera sonrisa que haba visto en aquel rostro grave yplido, y le sentaba muy bien. Comeris algo, mi seora?

    Tomaron estofado de conejo con cebollas y races de zanahorias silvestres; Ellid nohabra podido desear nada mejor. Despus no tuvo nada que hacer salvo sentarse al solen el patio mientras Bevan exploraba entre las ruinas. Regres con frreas puntas delanza y espadas ennegrecidas, pero sin una hebra de tela; toda se haba podrido aosantes.

    Cogi una espada y cort un arbolillo, susurrndose en una lengua extraa antes decortarlo. Le dio forma hasta encajarlo estrechamente con una punta de lanza, atndolo,con los cordones de sus sandalias. Luego, sin decir una palabra, se alej hacia el Bosqueque les rodeaba. Ellid se tendi all mismo y se qued dormida.

    Despert con una extraa sensacin de paz y llena de tensin, tan espesa y tangibleque casi se poda flotar en ella como en el agua tranquila. El ciervo blanco estaba inmvilcontemplndola a no ms de unos diez pasos de distancia. Sus ojos eran grandes ydespejados, de un ardiente tono oscuro, como el de los rescoldos. Las astas de sucabeza eran plateadas y estaban curiosamente retorcidas en la forma de una corona queirradiaba. Ellid mir y mir como si aquella visin fuera a no tener fin, y el ciervo ledevolvi la mirada. Haba manzanos creciendo en el patio, restos de lo que haba sidouna vez un huerto regio en los jardines de Eburacon. El venado se gir majestuosamentey se desliz entre los fragantes troncos; ptalos blancos se desparramaron encima deella. Ellid se estir y descubri que Bevan estaba de pie, a su lado.

    Es primavera murmur l, y los manzanos de Eburacon florecen.La gente dice que sus frutos son de oro dijo Ellid como ausente, y que comerlos

    es la muerte.

  • Bevan frunci el ceo.Nadie puede venir aqu, pero me pregunto por qu dicen eso! Manzanas tales me

    pareceran el mejor de los alimentos.El ciervo blanco se detuvo bajo las nveas flores del ms grande de los rboles, y Ellid

    le mir con amor.Permanecieron en las ruinas de Ebucaron durante varios das. Los pies de Ellid curaron

    con rapidez, y pronto pudo ir, calzada con mocasines de piel de conejo, a recoger leapara el fuego y agua para cocinar. El lugar estaba lleno de manantiales de agua dulce. Seremansaban en profundos estanques donde peces gordos y perezosos apenas si seapartaban de una sombra humana; Bevan los coga con sus manos desnudas y giles.Obtena conejos de sus trampas, y al segundo da mat un ciervo moteado: Ellid llev unafalda de esa piel. Coman bien, pues los brotes tiernos y verdes eran abundantes paraquien los conociera. Bevan recoga grandes y deliciosas brazadas de ellos.

    Trajo tambin setas y Ellid no temi al veneno en nada de lo que l le daba.Las elijo bsicamente por el olfato le explic. En realidad, a menudo cierro los

    ojos para encontrarlas mejor. Ya sabis que necesito poca luz. El pueblo de mi madrerecoge su alimento en las sombras y bajo la luz de la luna...

    Y hacen nudos en las crines de los caballos se burl ella, y vuelven estriles alas vacas.

    l sonri amargamente.Todas las cosas en que la suerte del hombre se tuerce caen sobre la cabeza de los

    hijos de Duv! Pero, en verdad, muchos que caminan a sus anchas en la penumbranocturna se marchitaran a la luz del da. Hay una frgil y peligrosa belleza en la noche.

    Ellid saba que Bevan vagabundeaba a menudo en la oscuridad. Tena algo de lafiereza del gato, amistoso durante el da pero huidizo, esbelto y grcil para merodear en lanoche. Eso no la asombraba: acaso su madre no era santa patrona de la luna?Probablemente era de ella de quien Bevan haba sacado su hermosura finamenteesculpida, su rostro de sombras y luz lunar. Ellid le miraba a menudo; conoca las lneasde su delicada nariz, el sombreado de sus mejillas y su grave boca. Sus ojos erangrandes y profundos como cielos nocturnos, y algunas veces igual de solitarios. Cuandose sentaba, silencioso y apartado de todo, le pareca que se haba abandonado a smismo y partido a un lugar que estaba cerrado para ella, algn reino secreto... Imaginabaque de tal modo recobraba fuerzas, y no necesitaba del sueo. Su rostro se iluminaba conla llegada del anochecer, y no haba sueo en sus ojos centelleantes.

    Una vez, despertando de su propio sopor, Ellid le oy muy cerca, hablando en unalengua que le era extraa; a quin o a qu no lo saba.

    Veis con frecuencia al pueblo de vuestra madre en la noche? le pregunt al dasiguiente mientras caminaban juntos.

    Nunca replic l sin inmutarse. No ver ms a mi madre ni a su pueblo, a menosque elijan morir como yo lo he hecho.

    Ni a vuestro padre? pregunt asombrada.Ni a l. Ahora me hallo totalmente separado de ese mundo.Entonces os hallis muy solo dijo Ellid con lentitud. Por qu vinisteis, mi seor?

    A rescatar nobles doncellas de torres?Por qu no me llamis Bevan? replic l.Cuando me llamis Ellid le sonri ella. Vamos, mi seor, qu os trae al mundo

    de los hombres?A fe ma que no lo s! Bevan no dirigi la mirada hacia ella al hablar, sino hacia

    los rboles lejanos. El extrao, extrao mundo de los hombres. El primer da, cuandollegu, el sol naciente me hiri como una espada. Pero al medioda me encentaba mejor,y viaj hasta un lugar donde haba hombres atareados sembrando la tierra. Les observ

  • desde la sombra de los rboles, y no dese nada mejor que trabajar con ellos, tocando laclida tierra. Por ltimo me acerqu...

    Qu sucedi? pregunt Ellid quedamente.Se quedaron mirndome. Despus se aproxim un hombre gordo y me pregunt qu

    asunto me traa all, y pareci tomar a mal que no hubiese ninguno. Me llevaron a esamisma torre vil de Myrdon, mi seora, y me encadenaron como a un perro junto a lapuerta de la cocina, me desnudaron y apedrearon y me ofrecieron los restos de la comida.Esa noche, cuando todo estuvo tranquilo, me quit la cadena, encontr alguna ropa y memarch. Unos soldados viajaban hacia el norte al da siguiente, y yo les segu para ver dequ se trataba aquello, pero no volv a mostrar mi rostro. Los hombres son un puebloextrao.

    Ellid se encontr sin nada que decir.No podais... ensearles a ser ms corteses?No. Bevan le sonri con pena. Muchas cosas se pliegan a mi contacto y mi

    palabra, seora; piedra, acero y fuego cedern ante m. Pero sobre los hombres tengoescaso poder, a menos que me lo concedan libremente... De todas las cosas, el hombrees la ms tozuda.

    Caminaron un tiempo en silencio.Pero los hombres no siempre fueron tan hoscos se atrevi a decir finalmente Ellid.Cierto, eso he odo dijo Bevan deteniendo sus pasos y sentndose frente a ella.

    Cuando gobernaban las Madres, como la Gran Madre Duv que les haba concedido latierra, entonces en la mayor parte de ella reinaba la paz, no es cierto? Las mujerestienen la inclinacin hacia la crianza, no hacia la destruccin; no puedo entender por qucedieron el gobierno a los hombres.

    Cuando los hombres, adivinaron que ellos tambin eran los creadores de los nios dijo Ellid, todo se hizo ruinas. As me lo ha contado mi madre, aunque eso fue hacemucho.

    Cierto, qu hombre deseara dejar su tierra al hijo de su hermana antes que al nioque l mismo ha engendrado? Bevan mir hacia adelante, hablando como quien tieneante s el objeto de su discurso. Malos tiempos fueron aquellos! El primo guerrecontra el primo y los hermanos se casaron con las hermanas para compartir la herencia.Hasta los padres se volvieron contra las hijas... Y ahora la gran rueda ha girado,ciertamente. Las viejas artes femeninas de la crianza, han sido olvidadas; los bardosglorifican slo las hazaas guerreras. El hijo toma su nombre del padre, y su madre se haconvertido en una mera criada. El matrimonio aleja a las mujeres de los suyos, y secomercia con ellas y se las roba como si fueran ganado.

    No en la casa de mi madre! Ellid habl alto y con orgullo. Guardamos las viejascostumbres.

    Lo hacis dijo Bevan volviendo de su ensueo con un esfuerzo desgarrador.Pero Pryce Dacaerin es un seor duro y de frreo puo. Muchos son los soldados quemantiene a su servicio.

    Como debe hacer. Pero no hallaris torturadores en la casa de mi padre. Y tampocose han olvidado las viejas cortesas. Ningn extranjero deja de vaco la puerta de mipadre, y se rinde honor a quien le es debido, a los dioses y a las mujeres. En todos losasuntos de mi padre, la bendicin de mi madre le acompaa siempre.

    Entonces Pryce Dacaerin es un hombre que debe ser honrado al igual que su mujer.Bevan no pudo ocultar del todo su diversin ante el apasionamiento de Ellid. Dndeestaba cuando se os llevaron?

    Muy lejos, en Wallyn, hacia el oeste dijo Ellid tiesamente, como estoy segura deque bien lo saba Marc.

    No lo dudo continu, sus ojos oscuros ahora llenos de seriedad. Queris muchoa vuestro padre, no es cierto?

  • S.Poda verle con los ojos de la mente: un hombre esbelto y nudoso, ms alto que la

    mayora de la gente; su cabello color rojo halcn se erizaba como una criatura viva. Le viocabalgando su bayo rojo, pero dnde? Cont los das. Cinco para que el mensajerollegara a Wallyn trayendo unas noticias que eran como un bofetn en la cara.

    Una semana o ms para que su padre regresara a sus dominios y reuniera a su gente.Incluso ahora apenas si habra empezado el viaje de diez das hacia Myrdon. El coraznde Ellid suspiraba por l.

    En una semana estaris de vuelta con l le dijo Bevan, y se alej por el Bosque.Ellid se sent y le contempl marcharse sin hacer ningn comentario; ya estaba

    acostumbrada a sus maneras poco ceremoniosas.Bevan volvi al campamento horas despus, trayendo unos urogallos para la cena.Hay nuevas seal despus de ayudar a Ellid a limpiar y desplumar las aves de

    que vuestro noble padre march de Caer Eitha hace tres das, en gran nmero y a pasoforzado. Se dice que ya ha llegado a las encrucijadas.

    Ellid se qued mirndole, completamente cogida por sorpresa. Bevan responda a unade sus preguntas antes de que pudiera formularla.

    Los espritus de los rboles me lo dijeron explic tranquilamente. No viajan, porsupuesto, pero oyen todo el parloteo de los pjaros. Y hace das envi sombras... seressin cuerpo, que superan al viento en su velocidad. Han trado el informe.

    Mi padre debe de haber cabalgado duramente! murmur Ellid.Poda acaso pensar en vos y conformarse con menos? Por un momento la

    mirada de los ojos de Bevan al contemplarla fue tan suave como la luz crepuscular, luegosuspir: Haba concebido esperanzas de aguardar hasta que vuestros pies estuvierancompletamente curados y calzados adecuadamente, y hasta que os hallarais en posesinde todas vuestras fuerzas. Pero ahora debemos irnos enseguida. Ocurrirn cosas malassi Dacaerin llega a Myrdon sin noticias vuestras.

    Mis pies estarn lo bastante bien en tanto pueda ver las piedras! declar Ellid.Entonces debemos viajar de da. Bevan la mir con ojos llenos de turbacin.

    Osara decir que Marc de Myrdon sigue buscndonos, y aunque no lo hiciera, haysuficientes rufianes en las cercanas! No ser cosa fcil, mi seora.

    Aun as dijo ella.Aun as. Saldremos maana temprano. Ahora venid a mi lado y prestad atencin.Traz un mapa en el polvo del suelo.Caer Eitha..., el Camino Salvaje..., la torre de Myrdon. Estamos aqu, al este. Iremos

    hacia el norte y el oeste, as, para mantenernos alejados de las partidas de Marc y teneresperanzas de encontrar a vuestro padre. Si mantenis una lnea entre el sol poniente y laestrella vespertina, en algn momento cruzaris el camino...

    Pero, mi seor susurr Ellid, no estaris conmigo?Estar, si no somos descubiertos. La mir de frente, lleno de sinceridad. Pero si

    llega a haber combate, mi seora, debis huir a toda prisa y seguir sola. No acudis a mpara que os salve de la fuerza fsica, pues no tengo habilidades de guerrero. Debisprocurar solamente salvaros vos misma. Prometdmelo.

    Ella le mir como paralizada.Ellid! le urgi l.Lo prometo murmur.As est bien. Ahora debis comer bien, y dormir bien. La maana llegar pronto.Ellid tom su alimento en un silencio cargado de ansiedad. Casi no se haba dado

    cuenta de lo feliz que haba llegado a ser en Ebucaron. Aun estando ansiosa por reunirsecon su padre, se hallaba apenada por dejar un lugar tan pacfico. Fuera de la invisiblepared que rodeaba este lugar protegido, haba un mundo de insensatas contiendas. Ellid

  • haba vivido en ese mundo toda su vida sin apenas un estremecimiento; pero ahora, elpensar en l, la llenaba de temor. Formas terrorficas se agolpaban a su alrededor comoaquella noche en la torre, pero esta vez eran formas de humana maldad. Ellid no se lohabra confesado ni a s misma; el ms negro de los terrores era el miedo de perder aBevan.

    Mientras las sombras se espesaban, se ba por ltima vez en el clido manantial.Pero el agua no poda curar la angustia de su espritu. Cuando cay la noche, se dirigi asu lecho de hojas y se tendi, inquieta, contemplando la negrura. El sueo tard en llegary, cuando por fin vino, no sac ningn bien de l; las pesadillas la atormentaron. Lepareci que se hallaba una vez ms en manos de los hombres de Marc, pero esta vez noera capaz de afrontarlos con la firmeza anterior. Llor cuando la abofetearon, y ellosrieron. La desnudaron y ella se acurruc delante de ellos, gimiendo, odindose a smisma; luego comprendi que pretendan violarla.

    Grit y se debati salvajemente, retorcindose para liberarse de las duras manos quetiraban de ella en todas direcciones. Era intil; alguien la haba agarrado por loshombros...

    Ellid! Ellid! Soy yo, Bevan!Viendo su plido rostro a la dbil luz de las brasas, no pudo entender en un principio

    dnde se encontraba. Despus, ella, que no haba, flaqueado ante los malos tratos deMarc, agach la cabeza y llor indefensa. Bevan la acogi entre sus brazos.

    No s por qu estoy llorando dijo Ellid con voz ahogada.Porque sientes pena. No es bastante? Bevan se apoy contra la pared y la acun

    en su pecho. La pena se convertir en piedra si no lloras. Pens que ocurrira antes.Llora hasta cansarte.

    Llor apoyada en el cuello de su tosca camisa de campesino, sintiendo su calor y sudelgadez bajo la tela. Qu extrao era que alguien tan ligero pudiera ser tan fuerte, llevarsu carga por ella cuando le era imposible! Qu distancia la haba transportado...?Cuando se cans de llorar, se recost tranquilamente con su mano en el cuello de l.Sigui tendida mientras la felicidad se deslizaba como un animalillo en la oscura cabaa.A duras penas respiraba, para no asustarla.

    Ellid? susurr Bevan.Luego, lenta y cuidadosamente, la dej en el suelo, creyndola dormida. Sinti que le

    besaba la cara; sus labios eran ligeros como las alas de una mariposa nocturna sobre susprpados. Luego se march y en un momento, le pareci, lleg la maana.

    Tan pocas eran sus posesiones que para empezar su viaje no tenan sino que comer yechar a andar. Bevan at una espada oxidada a su cintura. Ellid llevaba su mantaharapienta, una cuchara y un tazn de hojalata. Bevan tom su lanza para que le sirvierade bastn y, sin mediar una palabra, emprendieron la marcha. Caminaron sin inquietudhasta llegar a los grandes tmulos donde yacan los huesos rotos de las sombrasguardianas. Entonces se miraron el uno al otro, apretaron los dientes y, msprecavidamente, siguieron adelante. Eburacon estaba ahora detrs de ellos.

    3

    No haban viajado ms de medio da cuando ocurri lo que Bevan estaba temiendo.Fue, con seguridad, la ms extraa batalla nunca entablada. Cuando Bevan y Ellid

    atravesaban un valle boscoso, dos hombres a caballo surgieron de una escarpadura.Huye, Ellid! grit Bevan, y arroj su lanza.

  • El tiro se desvi ampliamente. Corri en lnea recta hacia los jinetes que picabanespuelas, gritando locamente, dando tirones a la pesada espada que se enganchaba ensu cinturn.

    Aunque entrenados para la guerra, los caballos se asustaron y uno resbal en elabrupto terreno, haciendo caer a su jinete pesadamente al suelo. El otro hombre,luchando por conservar el equilibrio y agitando la espada sobre la cabeza, se empallimpiamente en la hoja de Bevan. Los caballos, aliviados de sus cargas, se sacudieronviolentamente y se alejaron. Bevan se quedo mirando las formas tendidas ante l, y Ellid,que haba llegado junto a l, las mir a su vez.

    Crea haberte ordenado huir le dijo l, sin vehemencia.No hubo tiempo! respondi ella aturdida. Qu le ha sucedido a se?Bevan se acerc a examinarle.Creo que se ha roto el cuello inform. Ellid, coge los caballos y mantente alejada

    de aqu.Los caballos estaban pastando a escasa distancia. Ellid se acerc a ellos con

    delicadeza y pudo coger fcilmente sus riendas.Bevan estaba desvistiendo los cadveres. Slo un distintivo de tela les sealaba como

    hombres de Myrdon. Lo desgarr. Por lo dems, llevaban la abigarrada indumentariacomn en su pas. Una tnica estaba manchada de sangre. Hizo con ella una bola, queescondi entre los arbustos, y regres junto a Ellid con su botn.

    Ten le dijo bruscamente. Ponte esto para cubrirte.Ella se apart y se visti con la tnica, pantalones hasta la rodilla y sandalias. Las

    ropas eran demasiado grandes y estaban an repugnantemente calientes de su anteriorpropietario, pero ella torci el gesto y se las puso tan bien como pudo. Cuando volvi,encontr a Bevan tambin cambiado y rebuscando una camisa para l en la impedimentade los caballos.

    Ests hecha todo un apuesto mozo dijo l como saludo. Crees que podrscabalgar?

    Ellid contempl los caballos con desnimo. Eran animales de batalla, tan duros ylevantiscos como sus antiguos dueos, y aparejados slo con ronzales y mantas, pues lassillas y los estribos no haban sido an concebidos. Adems, nunca haba montado enningn caballo, ni en el ms manso.

    Deberas saber que una mujer no debe montar a caballo! le dijo a Bevan.Daara la... zona virgen.

    El lanz un bufido.Eso lo dicen los hombres.Ella se le qued mirando.Quieres decir que... las Madres montaban a caballo, en esos tiempos?Las Madres, y mi madre, aunque no recientemente. No hay demasiados corceles

    bajo las colinas huecas. En realidad, nunca he montado a caballo, pero debo intentarlo;carezco de zona virgen repuso con tranquila burla en la mirada.

    A Ellid no le gustaba que se rieran de ella, as que le mir furiosa y escogiinmediatamente su caballo, al que mont subindose a un tocn. Bevan mont el otro yencabez de nuevo su interrumpido viaje.

    Marcharon en silencio, agachndose para esquivar las ramas, concentrndose en sunuevo modo de viajar. Cuando los caballos se rebelaban, Bevan les hablaba en suextrao lenguaje y les correga como si fueran nios desobedientes. Al anochecer atarona los animales y acamparon. Ellid guard un silencio glido, y Bevan permaneci grave,como de costumbre. Haba mantas y pan en las bolsas de los caballos; Ellid agradeci lacomida y el calor.

  • Pero, una vez ms, aunque yaca en el lecho ms cmodo que haba conocido enmuchos das, Ellid no pudo conciliar el sueo.

    Finalmente se levant y mir a su alrededor con ojos aguzados por la noche. En lacumbre de una colina cercana pudo distinguir a Bevan sentado bajo la tenue luz de la lunaen cuarto creciente. Ellid pens que jams haba visto una figura tan solitaria. Quince dasantes no habra osado aventurarse en la oscuridad ni siquiera con un candelabro en lamano, pero esta noche ascendi la abrupta y boscosa colina sin pensarlo dos veces.

    A medida que se aproximaba pudo or a Bevan cantando quedamente:La Muerte es un Rey horrible;El Destino es su novia.Y yo, extraamente, he escogidoServir en su mesa,Bailar en su boda...Bevan interrumpi su canto cuando Ellid lleg a la cima. Le tendi la mano y le hizo

    sitio en su roca.La sangre de ese hombre de Marc sigue derramndose en mi mente dijo un rato

    despus. Es eso lo que te aflige tambin, hija de Eitha?Ella neg con la cabeza.Entonces, qu es lo que te hace vagar en la noche, Ellid?Puede que Duv lo sepa! habl ella con ligereza. La gente me ha dicho siempre

    que la noche est llena de toda clase de males.Cierto, as es dijo Bevan pesadamente, pero es el mismo mal que hay en el

    da... el mal de los hombres. Mira ah!En las cumbres de las colinas que los rodeaban surgan chispas de luz, doquiera que el

    terreno estuviese despejado. Era la vspera del primero de mayo, el festival de Bel, el diosconsorte, y por todo el pas la gente encenda hogueras contra el hambre y laenfermedad... Ellid ri en voz alta. Esa noche entre todas las dems, deca la gente, losdemonios del Otro Mundo se afanaban en sus viles tareas, y slo el ms intenso de losfuegos poda mantenerlos alejados. Pero ella estaba sentada junto a un brujo de blancasmanos bajo la tenue luz de una luna en cuarto creciente, y se senta tan segura como sinunca hubiera dejado el gran saln de su padre.

    Bevan sonri ante su alegra, pero no haba contento en sus ojos.Por qu te res? le pregunt, genuinamente sorprendido.Por una locura. Ellid se calm. No debera haberme redo, Bevan, en tanto que

    tu corazn est apenado.No, es mejor rer. Yo tambin debera rer, pensando en m mismo, qu estpido

    soy! He abandonado los hermosos salones del pueblo de la luz lunar para unirme a unpueblo que se esconde detrs de las hogueras... Qu locura la ma! Cmo puedoesperar hacerme amigo de gente tan suspicaz, yo que soy una criatura tan extraa? Soycomo un leproso que cuelga su choza entre el cielo y la tierra, no siendo parte de ninguna.No tengo parientes, y nadie me toca...

    Ellid toc su hermosa mano, apretada en un puo sobre la piedra. l se sobresaltcomo un ciervo.

    Excepto una persona, la propia hija de las Madres dijo l quedamente. EllidCiasifhon te llamaramos en mi lengua, Ellid Alaligera. Pero este da has estado irritadaconmigo, mi seora.

    Mayor locura la ma. Tom su puo en sus manos y lo acarici. Algrate, Bevan.El tembl bajo su caricia, buscando sus labios con un estremecimiento en los suyos. Su

    beso la atraves como el fuego; nunca haba conocido una sensacin comparable. Y cadauno colm los brazos del otro. Creyern que su pasin llenaba la noche.

  • Pueden los besos mortales ser siempre tan dulces? musit Bevan por ltimo,maravillado.

    Creo que se estuvo entre los mejores dijo Ellid desfallecida.Si se fuera todo el consuelo que este mundo de los hombres puede ofrecerme, ya

    sera suficiente.Ellid fue tarde a su lecho esa noche y se durmi sonriendo. Al da siguiente ella y

    Bevan cabalgaron silenciosamente, pues de vez en cuando haba ojos que lesobservaban. Atravesarn pueblos y terrenos despejados, perdidos entre el desorden delvasto Bosque. Comieron los pasteles de miel que hallaron ante los altares de los pueblosy abrevaron sus caballos en los pozos sagrados; la gente se apartaba ante ellos y lesceda el paso.

    Cuando cay la noche se sentaron en silencio, dejando que sus labios hablaran sinpalabras, y luego Bevan parti a vagabundear en la noche como era su costumbre. Por lamaana se besarn y siguiern cabalgando. Pero ese da no cabalgaron hasta la noche,pues a media tarde encontraron el Camino Salvaje.

    Acamparon en la espesura del bosque, sobre una colina cercana a la senda. Ellid vigilel Camino mientras Bevan sala a cazar. Regres al anochecer con conejos y noticias.

    Se dice que tu padre est a menos de un da de marcha al norte le cont. Bienpodramos esperarle aqu.

    Cocinaron los alimentos y comiern sin hablar.Comparte mi lecho esta noche le dijo Ellid cuando hubieron terminado.Mi cuerpo te desea respondi Bevan con sencillez, pero te devolver a tu padre

    como doncella.Ella alz la cabeza orgullosamente.En tiempos pasados, las mujeres de mi linaje yacan con quien queran, y no rendan

    cuentas a nadie.Lo s dijo l, pero ahora no es entonces. Y yo, un saqueador de altares, no es

    muy probable que llegue a ser tu esposo, aunque no ser por falta de quererlo... Notienes ningn enamorado, Ellid?

    Cuin, que es mi primo y el heredero de mi padre replic ella con lentitud, medesposara gustosamente. Pero no estamos prometidos; siempre le he dado largas conexcusas... Tiene un corazn valeroso y leal, y hemos sido durante mucho tiempo losmejores amigos. En verdad que apenas puedo explicarme a m misma por qu no le hedado mi promesa. Pero ahora creo que ya lo s.

    Terminars por casarte con l murmur Bevan, como hablando para sus adentros.Quizs. Ella le contempl con firmeza. Su gente y la ma lo esperan. A pesar de

    todo, jams sent por l lo que siento por ti, Bevan hijo de Byve. Y como estoy viva y soyuna mujer, mi cuerpo debe responder a mi corazn.

    No yacer junto a ti le dijo Bevan cansadamente. Sera un cobarde si sembraraall donde no puedo esperar permanecer... Ellid, sabes que soy tuyo, si no en todo, s enalma. No puedes contentarte con eso?

    Ella le mir, sentado, grave y plido bajo la plateada luz de la luna.Mano de Plata te llaman murmur. Pienso que tu alma est en tus poderosas

    manos tanto como en el resto de tu ser.

    Bevan, ven y tcame, y sabr que nos hemos amado.l se levant y fue con ella hasta su lecho bajo las sombras de los rboles. Se tendi a

    su lado en la oscuridad y la acarici con sus manos que podan derretir el acero; su tactoera tan clido y estremecedor como el manantial curativo de Eburacon. Se tendi a sulado mientras ella conciliaba el sueo bajo su mano, y segua tendido all cuando elladespert bajo la aurora gris, aunque saba que el sueo era un desconocido para l. La

  • bes a esa plida luz, luego se levant y se alej, y ella cerr fuertemente los ojos para nover llegar ese da.

    Ah estn dijo Bevan.En la lejana, Ellid pudo ver claramente el reflejo de muchas lanzas brillando al sol del

    medioda. El dragn rojo, la ensea de su padre, ondeaba sobre ellas. Bevan suspir y selevant para montar su caballo. Entumecida, Ellid fue a buscar el suyo, pero Bevan ladetuvo tomndola del brazo.

    Cabalga delante de m por esta vez dijo, en bien de tu zona virgen.Sonri torcidamente, pero Ellid no pudo responder a su sonrisa; careca del don de los

    bufones para burlarse del dolor.Bevan la sent a la jineta y mont detrs de ella, estrechndola contra su pecho.

    Aguardarn en silencio mientras la negra masa de hombres y monturas se aproximaba.Mi padre va a su cabeza dijo Ellid, en el bayo.Bevan asinti.Quin monta el ruano junto a l?Cuin.Esperarn hasta que la vanguardia entr en el desfiladero justo bajo su campamento.

    Ellid haba recostado la cabeza en el hombro de l. Bevan la bes con ternura.Si vivo, Ellid, hija de Eitha le prometi, vendr a ti.Ella le abraz un instante ms y alz luego la cabeza. Bevan puso el caballo a medio

    galope. Cuando salieron al descubierto alz su mano derecha en prueba de amistad. Elejrcito se detuvo mientras sus lneas se daban la vuelta para recibir al extrao. PryceDacaerin puso la mano en la empuadura de su espada. Junto a l, el moreno Cuin sehallaba igual de tenso.

    Padre mo! llam Ellid.Pryce Dacaerin se qued mudo de alivio y sorpresa.

    Apenas tuvo tiempo de susurrar un Hija! antes de que el extrao de ojos oscuroshubiera llegado a su lado y la dejara en sus brazos. Pryce la abraz fuertemente y luegola tom por los hombros y la contempl. Su pelo estaba mal cortado y se la vea algodelgada, pero tambin claramente intacta.

    Padre dijo, aqu hay alguien que me ha dado su amistad. Te ruego que le tratescon bondad.

    Era un joven de pelo negro como el cuervo, por su corpulencia no pareca un guerrero,pero haba algo poderoso en su tranquila manera de montar su gran caballo.

    Cualquier recompensa que pueda conceder es tuya si la pides dijo Pryceimpulsivamente.

    No pido ninguna recompensa, seor replic el otro, excepto que me escuchis.Raro es el hombre que permitir que un joven, y a la vez extrao, pretenda instruirle.

    Haba le dijo Dacaerin.Andad con precaucin, mi seor. Alguna maldad se trama en Myrdon. Cuando fui a

    buscar a mi seora, vi una gran estructura de madera que haba sido sacada del gransaln, con una fuerte guardia alrededor. Pens que quizs haban puesto en ella a sucautiva hasta que o hablar a los centinelas. Hablaban de la dama en la torre y de lo queestaban vigilando; la ruina de Dacaerin, as lo llamaron, y rieron de la bienvenida que ibana daros. No s de qu puede tratarse.

    Alguna mquina nueva, dira yo replic Pryce. Pens que era extrao que Marcme desafiara as, pero esto lo explica todo. Ha puesto sus manos en algn juguete y tieneque jugar con l... No aceptaris alguna recompensa ma, vos a quien os debo tantoagradecimiento?

    Algn da, quiz. Hoy no.

  • Quedaos y comed con nosotros, al menos le urgi Pryce con la cortesa de aquelque espera verla rechazada.

    No, debo partir. Mi seor, mi seora, os deseo todos los bienes.Salud e hizo girar rpidamente su caballo, pero Ellid le llam, una llamada clara como

    una splica.Bevan!Hizo girar de nuevo su caballo para darle la cara.Mi seora?Qu iba a decirle delante de todos?Muchas gracias dijo por fin, y le contempl alejarse cabalgando hasta que las

    sombras entrelazadas del Bosque le acogieron.

    Su pueblo se agolp rodendola, pero ella apenas les escuch. _l solo te liber de la torre de Myrdon? pregunt Cuin.S dijo ella.Hija, eres an doncella? le pregunt Pryce Dacaerin.S dijo ella de nuevo, y se asombr vagamente de la pregunta.Cuin le dijo Dacaerin a su sobrino, escoge una docena de buenos hombres para

    que te acompaen, y llvala con cuidado a casa.Cuin le mir en silenciosa protesta.Cierto dijo Pryce speramente, s que ansias acelerar con tu espada el destino

    de Marc. Pero no hay nadie en quien pueda confiar tan bien para verla de vuelta al ladode su madre, y an no eres su hombre para que la venganza deba ser tuya. Vete ahora.

    Cuin se mordi los labios y fue a escoger a su tropa. En una hora, Pryce Dacaerinmarchaba de nuevo hacia Myrdon, y Ellid cabalgaba hacia el norte sobre un almohadndetrs de Cuin, hijo de Clarric. Estaba silenciosa y sus ojos perdidos en la lejana, pues enlos linderos del Bosque haba visto inmvil al ciervo blanco.

    4

    Tres das despus, Pryce Dacaerin lleg a la torre amurallada de Myrdon y dispuso suejrcito alrededor. Luego, con la extraa y despectiva cortesa de la guerra, cabalg ensolitario hasta las pesadas puertas y con un bramido le pidi a Marc parlamentar. Marcgrit una rplica insultante desde la plataforma de su torre. El mezquino seor de Myrdonquiso mantener el engao de que segua teniendo cautiva a Ellid, pero pronto descubrique Pryce estaba mejor informado. Dacaerin exigi una enorme suma de oro comoexcusa. Al fallar esto, como saba que sucedera, desafi a Marc en combate singular.Marc lo rechaz con acusaciones de que planeaba una traicin y conmin a Dacaerin aque le cogiera si poda. Tras un intercambio final de gritos de amenaza e indignidades,Pryce cabalg de regreso hacia su expectante ejrcito. Ya casi era de noche. Por lamaana se entablara el combate.

    Dacaerin dispuso una rgida guardia esa noche, y no temi que los centinelas fueran adormirse en sus puestos, pues todo el campamento estaba inquieto e impaciente. Elpropio Pryce senta escasos deseos de dormir y estuvo sentado hasta muy tarde en sutienda, dando instrucciones a sus capitanes. Por fin les mand a sus lechos y permaneciante la tienda, estudiando la noche. Sin una luz ni el menor ruido de pisadas, una sombraapareci ante l y una voz dijo: Mi seor?

    Pryce retrocedi de un salto y desenvain la espada.Quin va? Deja que te vea!Contempl asombrado al delgado joven de pelo negro que penetr en la claridad del

    fuego.

  • Vos! Me habis sobresaltado. No estoy acostumbrado a que se me acerquen ahurtadillas. Cmo llegasteis aqu?

    Perdn, mi seor. El rostro de Bevan era grave y lleno de ansiedad. Por cortesadebera haber acudido a los centinelas, pero la verdad es que ni se me ocurri. Soy comoun gato, mi seor; en la noche voy a donde me place.

    Igual que fuisteis a la celda de la prisin de mi hija.Igualmente.Venid y sentaos junto al fuego. Qu queris de m?Bevan tom asiento, pero se mantuvo un tanto alejado de las llamas.Durante unas cuantas noches, mi seor, he merodeado junto a la fortaleza de

    Myrdon. La vigilancia es buena, pero esta noche por fin me deslic al tejado de esa grancasa de madera. Lo que tienen cautivo all es algn ser vivo y de gran tamao. Lo orespirar. No pude verlo ni hablarle, para deciros algo ms.

    El sanguneo rostro de Pryce Dacaerin palideci ante estas noticias. Aunque jamshaba visto a ninguna de las enormes y antiguas criaturas que los hombres llamanenemigas, saba que tales seres acechaban an en las vastas tierras salvajes de Isla,especialmente en las abruptas comarcas del norte y el oeste.

    Su aliento era clido? pregunt.No, mi seor. Mal podra tratarse de un dragn de fuego y estar en una jaula de

    madera. Un grifo, quiz, o un wyvern. Algn ser fro de la tierra o del agua.Cmo habr podido ese cobarde de Marc obtener tal tesoro? musit Pryce.Mediante alguna superchera dijo Bevan, inclinndose hacia delante, lleno de

    excitacin. Mi seor, ahora s os pedira una recompensa.Hablad.Cuando lo suelten sobre vos, sea lo que sea, ordenad a vuestros hombres que

    retrocedan y mantengan quietas sus armas. Dejad que yo me enfrente a l.Pryce le mir con sorpresa y compasin.No estis hecho para la guerra dijo.No, mi seor. No soy hbil con las armas, pues deseo ser amigo de todos los que

    buscan la amistad. Dejad que le hable, quiero decir. Espero que pueda desviar su ira.

    Dacaerin sacudi cansadamente la cabeza ante tal locura. Pero haba prometido larecompensa y deba dar su consentimiento.

    Cmo os llam mi hija? pregunt por ltimo.Bevan.Alguien nacido de noble cuna que no tiene herencia. Pryce Dacaerin medit el

    nombre. Qu buscis, Bevan? Gloria? Probar fortuna, quiz?No la gloria, por cierto. Aunque no negar que yo tambin tengo cierta disputa con

    Marc de Myrdon. Los ojos de Bevan brillaron oscuramente, como negros carbones quechisporrotean momentneamente en las llamas. Luego sonri dbilmente, como riendo deuna broma privada, pues saba que el noble jams entendera sus verdaderas razones.Digamos que busco el favor de los dioses?

    Entonces que los dioses os defiendan por la maana replic con sequedadDacaerin, y sonri amargamente mientras vea marcharse a su visitante.

    Haba visto cmo ste y su hija intercambiaban una larga mirada, y juzg que supersona o su dote eran lo que Bevan tena en mente. Poco adivinaba que esa noche eljoven de ojos oscuros pensaba ms que nada en la solitaria forma de alguna gran criaturade la tierra, aprisionada en la oscuridad, tras los muros de Myrdon.

    A la maana siguiente, temprano, Pryce Dacaerin se prepar a lanzar sus huestescontra las duras murallas de Myrdon. Pronto vio a Bevan sentado tranquilamente sobre sucaballo, al borde del Bosque. A Dacaerin le irrit que el joven no se ofreciera a combatir,

  • pero por el momento no haba trabajo para jinetes, slo la dura labor de las escaleras deasalto. Pryce se encogi de hombros y le volvi la espalda al silencioso espectador.

    A mitad de la maana muchos heridos yacan bajo los muros, cuando los capitanes deDacaerin trajeron la noticia de que los hombres de Myrdon hacan rodar una gran jaula demadera hasta las puertas. Pryce no sinti reluctancia en retroceder como habaprometido. Si los hombres de Marc aparecan por las puertas, tanto mejor; poda traer asus jinetes para aplastarlos. Retir sus tropas hasta la lnea del Bosque y aguard.Finalmente las pesadas puertas se abrieron con un crujido y apareci la jaula, tan grandeque llenaba toda la apertura.

    Desde arriba, alguien solt un cerrojo. La caja fue empujada a travs de la puertamientras los hombres de Myrdon atisbaban precavidamente desde detrs. Luego, con unruido de friccin y el crujir de la madera, la criatura salt hacia delante.

    Hijo de los grandes abismos! musit Bevan.Era un dragn marino, lejos ahora de la espuma salada y los acantilados occidentales

    de su hogar. No tena alas, siendo una criatura que nadaba, pero en su esbelta cabeza sealzaba una cresta afiligranada. Estaba totalmente recubierto de escamas plateadas quebrillaban con un centelleo cegador bajo la luz del sol; era tan alto como dos casas, y, apesar de todo, saltaba con la agilidad de un gatito. Pryce Dacaerin pens que nuncahaba visto nada tan temible. Sinti que sus ejrcitos se encogan de miedo al verlo.Detrs del dragn, los hombres de Myrdon lanzaron vtores y le siguieron en su avance.Pero Bevan cabalg ante l con los ojos deslumbrados por su belleza.

    Todos los hombres se quedaron mirndole, sorprendidos de que pudiera obligar a sucaballo a aproximarse a tan terrorfica criatura. Pero una vez estuvo ms cerca, baj de sumontura y la dej marchar al galope. El dragn de plata se inclin sobre l, siseando,contemplndole con sus planos ojos color amatista. Bevan le habl y luego cogi laespada oxidada de su cinturn para lanzarla bien lejos, girando, hacia el campo debatalla.

    Locura! musit Dacaerin.O irmelheteyn, kish elys a, that ondde?Bevan estaba hablando en la vieja lengua

    de la tierra: (Oh, hermoso mo, qu te han hecho?).El dragn movi con brusquedad su brillante cola, cuyo temblor narraba la historia de

    su rabia. La fra y retumbante ira del mar tormentoso estaba en su muda comunicacin, ytambin el oscuro peligro prpura de los tranquilos abismos, la indignacin de una vieja ehirviente fuerza elemental ahora prostituida por los hombres. Pero, por encima de todo, deesos ojos violetas duros como guijarros, Bevan aprendi de la descendencia de losAntiguos que caminaron antes que las Madres o la diosa madre Duv. Pues el dragn erahembra, la hija de aquellos cuyas hembras, fuertes y altaneras, jams fueron domadas, yorgullosamente haba engendrado a su hija: orgullosamente, hasta que llegaron loshombres de Myrdon y la separaron de ella.

    O, irmelbeteyn susurr Bevan, y sus oscuros ojos se llenaron de una piedad queera como el blsamo de la tranquila diosa de la noche. Oh, dulce y salvaje hija del mar!

    Bevan avanz y el vientre del dragn se peg al suelo para recibirle, emitiendo unspero y resonante grito, y el dragn repos su cabeza en el hombro de Bevan.

    El silencio despus del grito fue como un golpe. Los hombres de ambos ejrcitospermanecieron como heridos por el rayo mientras Bevan acariciaba las rielantesescamas.

    Quienes te han hecho dao se refugian detrs de ti murmur Bevan, y no tuvo quedecir ms.

    El dragn alz su cabeza. Bevan mont en sus lisos hombros, agarrndose a la crestade su curvado cuello. El dragn marino se alz en toda su talla, gir con gracia mortfera y

  • carg sobre las fuerzas de Myrdon. Pryce Dacaerin se qued mirando slo un momentoantes de lanzarse con sus tropas al combate.

    El dragn marino atac y mat con desesperado poder. A sus pies flua la sangre dehombres y bestias. En su elevado asiento, Bevan estaba a salvo de cualquier golpe, perose hallaba tan indefenso como el que cabalga sobre una ola, impotente para ayudar a laimplacable venganza de su montura. El dragn fluy como una marea, derramndosesobre sus enemigos. Ni en el sitio de Eburacon, donde el Gran Rey Byve rompi suespada y perdi su corona, debi verse tan desesperado fervor. Byve no haba tocado unarma desde aquella noche de maldad... Bevan se estremeci y cerr sus oscuros ojos a lacarnicera que le rodeaba. Extrao era el hado que haba enviado al hijo de Byve a otraescena igual de sangrienta derrota.

    Pues la derrota de los soldados de Marc fue rpida y total. Abrindose paso entre losmutilados restos, Pryce Dacaerin encontr al joven de pelo negro sentado con la cabezadel dragn reposando en su regazo.

    Apartad vuestra espada si vens aqu le dijo Bevan sin ceremonias al verleaproximarse. El acero le hace dao.

    Sin otro comentario, Dacaerin entreg su arma a un criado, y se agach luego junto aBevan para examinar al poderoso animal que ahora yaca en el suelo como un gigantescofardo. El cuerpo de plata, una vez pulido y liso, ahora se hallaba maltrecho y desgarrado,pero Pryce no pudo ver ninguna herida mortal.

    Su corazn la ha abandonado dijo Bevan en respuesta a la pregunta noformulada. Le robarn a su pequea mientras cazaba en el mar...

    Una cosa diminuta, apenas ms grande que una vaca. La usaron para atraerla, fuerongastando su fuerza milla tras otra, agotndola, y cuando la hubieron enjaulado ladegollaron antes sus ojos. Tambin la atormentaron con el acero; pues incluso la visindel hierro o el acero significa la agona para los Antigos. Cuando por fin la soltaron,estaba dispuesta a cobrar venganza en cualquier cosa que llevara el nombre del hombre.

    Excepto en vos seal Dacaerin.Bevan no le replic, limitndose a acariciar la erizada cabeza de finos rasgos pese a su

    gran tamao. Un instante despus el dragn exhal su ltimo aliento y el destello plateadose borr de sus ojos.

    La rata de Myrdon se ha refugiado en su ptreo nido dijo Dacaerin rompiendo elsilencio. Vendrais conmigo para buscarle?

    Bevan sinti un irnico asombro ante tan inesperado regalo de Dacaerin. Quizs lsenta cuan poco le importaban los caminos de la guerra. Le habra gustado despreciar lamal intencionada cortesa de Pryce, pero aquel hombre era el padre de Ellid. Y realmentehaba motivos para desear la muerte de Marc...

    No dejis que toquen al dragn dijo Bevan.Dacaerin dispuso centinelas alrededor del cuerpo del dragn marino. Luego, con un

    squito detrs de l, entraron en la torre de Myrdon. En el gran saln, grupos de hombresy mujeres desconsolados aguardaban una vida de servidumbre, estrechamente vigilados.Pryce Dacaerin pas ante ellos sin mirarlos apenas y se dirigi hacia las escaleras. En lashabitaciones superiores, algunos hombres seguan resistiendo.

    La mayora se rindieron fcilmente. Marc de Myrdon se hizo fuerte ante la puerta de sucmara del tesoro, y no se rindi, pues saba que no poda esperar ni la dudosa mercedde la esclavitud. Dacaerin desenvain su espada, pues tal era su derecho de sangre, y suansia fue copiosamente satisfecha. Con el tercer golpe hizo volar la espada de Marc, ydespus se tom largo tiempo en su venganza, con estocadas que no mataban y nisiquiera dejaban inconsciente. Marc se haba convertido en un aullante bulto que yaca enel suelo de la torre mucho antes de que, por fin, quedara inmvil. Bevan le observ conrostro duro y tenso. Haba olvidado cmo odiar a Marc.

  • Venid! dijo Pryce cuando por fin hubo terminado. Examinemos los despojos!Apart el cuerpo de Marc con su bota. Se necesitaron varios hombres para forzar los

    cerrojos de la puerta de la cmara del tesoro. Pryce y sus seguidores irrumpieron en lapenumbrosa habitacin, llenos de jbilo ante la visin del oro finamente trabajado que seapilaba junto a las paredes.

    Mira eso! exclam un hombre.En el centro del cuarto se alzaba una forma de la altura de un cliz, de un brillo rojo

    dorado, ribeteada con perlas; era tan alta como un altar, y enorme era su peso. En sucima haba una piedra ms grande que la cabeza de un hombre, del color de la tierra,redondeaba y pulida. Bevan permaneci en la puerta, pero cuando su mirada la encontrfue hacia ella y coloc sus manos encima, como un sacerdote. Una voz tan profundacomo los abismos del tiempo reson en la habitacin.

    Te saludo, Gran Rey de Isla! Te saludo, heredero de Byve y de Veril y de lospoderosos hijos de las Madres!

    Los hombres se sobresaltaron, asombrados, pero Bevan permaneci tan inmvil comolo estaba la piedra.

    Protege al ciervo blanco, hijo de Byve enton la piedra con voz vieja como eltiempo. No dejes nunca que tus ojos contemplen el mar, pues la sangre del Otro Mundolos inundara. Que tus herederos puedan mantener siempre Isla contra el mal del este. Labendicin de la Gran Madre sea contigo. Tres veces te saludo, Gran Rey de Isla!

    Como alguien liberado de un trance, Bevan retir las manos y se apart de la piedra.Guardad esto para vosotros dijo Dacaerin firmemente a sus hombres y les mand

    fuera de la cmara.Cerr la pesada puerta tras ellos y se volvi hacia Bevan.Qu significa esto? pregunt.Esta debe de ser la Piedra del Destino murmur Bevan, que se alzaba

    antiguamente entre las hermosas fuentes de Eburacon...Que grita con voz de hombre para proclamar la venida del Autntico Rey termin

    Dacaerin impaciente. Eso ya lo s. Pero quin sois?Bevan suspir, encarndole.Byve, el Gran Rey, no muri en el saqueo de Eburacon replic. Yo soy su

    heredero. Pero no pienso reclamar tal derecho.

    Extrao es el hado que trajo la Piedra que Habla a mis manos.No tan extrao, en realidad. Las ratas de Myrdon eran lacayos del seor del manto

    en esa poca. Probablemente l les arroj esta baratija como recompensa... Dacaerinhablaba como ausente, cual si luchara con muchos pensamientos. Pero no os erapreciso tocarla hoy, mi seor.

    Bevan le mir con sequedad.No soy seor, por el momento replic. Ni soy tan estpido. Pero creo que no

    podra haberme apartado de ella. Fue como si me arrastraran.Aun as. Pryce hizo un esfuerzo por calmarse. Cules pueden ser vuestros

    planes, Bevan de Eburacon?Planes? Bevan casi sonri. Soy una criatura de las tierras salvajes, mi seor.

    Acaso el ciervo planea sus das?Se volvi hacia la enorme puerta y la abri con slo tocarla. Dacaerin dio un salto para

    seguirle.Bevan, dejad que os ayude cuando lo necesitis dijo Dacaerin lleno de ansiedad.Bevan asinti distradamente. Pryce Dacaerin fue hacia la puerta pero cuando pasaba

    junto a la Piedra que Habla, vacil. Precavidamente, puso la mano encima y la apart degolpe cuando un dolor penetrante le atraves. Maldijo en voz baja y mir furtivamente

  • hacia la puerta para ver si Bevan lo haba notado. Pero el joven del pelo negro como elcuervo haba desaparecido.

    Habra sido mucho esperar de la humana flaqueza que los hombres de Dacaeringuardaran secreta la maravilla de la Piedra. Unos minutos despus de que abandonaranla cmara del tesoro, la torre de Myrdon zumbaba con excitadas habladuras.

    Los ms leales de los hombres de Dacaerin decan que sera l el Gran Rey, pues,quin poda imaginarse como tal a un joven delgaducho y sin la fuerza de un guerrero?No haba sido sino un medio para que la Piedra hablara, un sacerdote o un vidente. Esoshombres insistan en que la Piedra haba dicho heredero del Gran Rey Byverefirindose slo a un sucesor. Pryce Dacaerin era el hombre destinado a ello: acaso nose haba comportado como profetizaba la Piedra?

    Otros pensaron en el poder de Bevan, que carente de armas, haba desviado aldragn, y sos declararn que l deba ser el autntico heredero de la propia sangre deByve.

    Un hombre que haba estado en la cmara del tesoro lleg a jurar que la Piedra habadicho hijo de Byve. Se burlaron cruelmente de l: acaso Byve no llevaba muerto cienaos o ms? Y si alguna vez tuvo un hijo se tratara de un bastardo pues, que se supiera,jams se haba casado. Pero incluso un bastardo de Byve sera alguien con un poder aconsiderar. Durante muchos das continuaron las conversaciones en torno a la apenasrecordada figura de Bevan.

    Pryce Dacaerin pens eso y muchas cosas ms. Si su hija se casaba con el muchacho,la hara eso una Reina y a l un consejero del Rey? O debera intentar apropiarse delas palabras de la Piedra y construir un trono con ellas? Pryce Dacaerin haba llegado aacumular sus respetables posesiones aprovechando toda oportunidad, y haba derrotadoa ms de un peligroso contrincante. Ms an, senta cierto desagrado hacia el esbeltojoven de pelo oscuro. Haba sentido la lejana de Bevan, su incomodidad y sus evasivasllenas de gracia. Pero tambin haba percibido los arcanos poderes del Prncipe, tandistintos de los de l, y tema desafiarle abiertamente. Con todo, no consegua pensar enotro poder que pudiera amenazarle a l y a toda Isla.

    Las nuevas de la Piedra que Habla viajaron, como lo hacen todas las noticias, de modomisteriosamente veloz, hasta que llegaron a odos del dios encapuchado que mora en elms oscuro de los valles, el seor del manto que ya era viejo cuando Pryce Dacaerin eraun nio. Y l se levant, lleno de ira y agitacin: saba muy bien que la Piedra del Destinono hablaba en nombre de alguien tan insignificante como Pryce Dacaerin.

    5

    Caer Eitha no era sino una ptrea fortaleza en forma de caja, situada en un clarosolitario como una isla entre el mar del Bosque circundante. Pryce Dacaerin hababautizado el feo castillo con el nombre de su esposa, como un hombre que sita a sumujer entre sus posesiones. Mandaba en otras fortalezas a las que bautiz con losnombres de su hija y su hermana, su madre y sus parientes La insignia del dragn rojoondeaba sobre todas ellas. Sin duda, Pryce Dacaerin era el hombre ms poderoso esosdas en Isla. Marc de Myrdon haba sido un loco al desafiarle. Pero, con todo, haballegado al mximo de lo que poda abarcar, y ningn hombre le llamaba todava Rey.

    Fue a Caer Eitha donde Cuin, hijo de Clarric, llev a su prima Ellid. Cuando llegaron allun ceo permanente se haba asentado en su apuesto rostro, pues Ellid haba sido comouna desconocida: silenciosa, solitaria y distante. Ni siquiera le haba dado un beso comosaludo. Su madre tambin percibi el cambio en su hija, y dijo que estaba cansada de susordalas. Cuin deseaba pensar lo mismo, pero la sospecha le acosaba; ms an porquese negaba a darle cuerpo. Slo en el malhumor hallaban salida sus dudas.

  • Una semana despus de su llegada a casa, Cuin vio a Ellid dirigindose sola hacia elBosque. Frunciendo el ceo, se apresur a seguirla; no era la primera vez que se habamostrado inquieta ltimamente.

    No deberas salir sola, Ellid dijo agudamente cuando la hubo alcanzado.No tengo miedo respondi ella, aunque en su voz no haba nada de su antiguo

    fuego.Y qu hay de m? Estoy encargado de vigilarte hasta que regrese tu padre. Si te

    ocurre algo malo, me desollar.Cuin se qued mirndola, los labios tensos por la exasperacin. Saba que no era feliz;

    slo la desgracia poda hacer tan dcil a Ellid. Con mucho, habra preferido verla sollozara que le encarara tan silenciosamente. Su amor por ella casi le asfixiaba.

    Si deseas caminar dijo por ltimo, malhumorado, coger a Flessa y teacompaar.

    Flessa era el halcn de Cuin. La sombra de una sonrisa se agit en los rgidos labiosde Ellid, pues saba que Cuin tena cosas mejores que hacer que pasear a su halcn entan pobre compaa. Pero l vio esa sonrisa como una luz en medio de la oscuradesolacin.

    Espera slo un momento exclam, y corri a recoger el pjaro.Pasearn por los linderos del Bosque. Apenas hablarn, pero Cuin estaba alegre

    porque ella caminaba a su lado. Los conejos coman la hierba que creca al pie de losrboles. Por dos veces Cuin le sac la capucha al halcn, rojo como una llama, y en cadaocasin ste regres fielmente con la pieza. Pero la tercera vez se desvi de su cursocomo una chispa atrapada por el viento y se lanz hacia las cimas de los rboles.

    Cuin lanz un grito de ira y dolor, pues muchas horas de paciente trabajo se habangastado en el entrenamiento de aquel pjaro.

    Qudate aqu... No! Regresa! le dijo a Ellid, y se lanz a la persecucin del aveentre los rboles.

    Pero Ellid, al igual que su primo, no amaba obedecer.Voy contigo replic, y entr en el Bosque pisndole los talones.Se abrieron paso jadeando y presurosos. Pronto vieron al halcn posado en lo alto de

    un gran pino, brillando como el fuego a la luz del sol. Cuin silb y agit el reclamo, pero elpjaro se desvaneci como un relmpago hacia el refugio de la espesura. Cuin mascull.Un profundo barranco interrumpa el camino. Se deslizaron rpidamente hacia abajo yremontaron la pendiente opuesta, agarrndose uno a otro con las manos. Entonces Cuinboque sorprendido y casi se cay. Un ciervo blanco apareci de un salto por encima del, dio otro salto y se desvaneci.

    Ellid se lanz hacia aquel lugar como si le hubieran crecido alas.Bevan? grit con voz semejante al canto de la alondra.Debatindose ms abajo, Cuin oy la suave llamada de respuesta.Aqu.Cuando Cuin logr incorporarse, descubri al extrao de pelo negro inmvil bajo un

    haya plateada, y a la dama besndole: un beso como Cuin jams haba visto.No estamos siendo corteses con tu primo le dijo Bevan amablemente cuando pudo

    hablar.Cuin! exclam Ellid, y tendi las manos hacia el silencioso espectador.Pero Cuin se apart de ella.Esperar farfull, y se alej andando a ciegas, olvidado ya el pjaro.Le hemos causado pena dijo Ellid llena de dolor. Pero mucha ms le he

    ocasionado estos quince ltimos das. Ahora sabe la razn.Se sentaron y hablaron un rato. Bevan le cont todas las nuevas, incluso las de la

    Piedra que Habla.

  • Es una dura sentencia, no poder contemplar el mar se apen.Ellid le mir con extraeza. Para ella, como para la mayora de la gente, el mar era un

    nombre lleno de horror. En pocas anteriores, se deca, los dioses haban expulsado aseres monstruosos de la faz de la tierra, y las oscuras olas del ocano hervan todavacon ellos. El gigantesco dragn que gobernaba el abismo, deca la gente, haba crecidotanto que toda Isla apenas sera bastante grande para que posara sobre ella su garra. Sialguna vez surga del abismo... Ellid tembl, pero luego se acord de que tambin anteshaba temido a la noche.

    Me gustara llevar el plateado dragn marino de regreso a un sitio adecuado para sudescanso dijo Bevan. Pero tu padre la honr adecuadamente. Cuando la dejalzaban grandes tmulos para ella y los muertos. Myrdon ser allanada cuando hayanacabado.

    Isla no la echar en falta replic Ellid. Era una fortaleza intil para todo lo que nofuera la guerra y sus usos. Mi padre no desea tal castillo.

    La delicada boca de Bevan se frunci, pues no tena tan alta opinin de PryceDacaerin.

    Puede que no te vea durante cierto tiempo le dijo, de modo algo oscuro.Por qu? pregunt ella sorprendida.A duras penas saba el porqu, qu peligro le persegua o qu llamada le arrastraba,

    pero senta que deba viajar.No me gusta el sol naciente respondi con ligereza. Me parece que por un

    tiempo debo seguir al sol poniente. Ahora que tengo los caballos, puedo aprender mejor aconocer a esta extraa tierra de los hombres.

    Ellid estaba confusa pero no dijo nada ms. Bevan la bes largamente y se levant.Ven dijo. Debemos volver con Cuin, aunque nos recibir framente.Le encontraron no muy lejos, sentado. Bevan se acuclill ante l.No quera afrentaros as, mi seor le dijo quedamente. Cuando os atraje hacia

    aqu, nunca supuse que la dama os seguira. Aunque deb suponer que podra hacerlo.Cuin alz lentamente la cabeza para mirarle.Me atrajisteis? Qu queris decir?Bevan emiti una extraa llamada y alz su mueca. El halcn apareci con la

    velocidad del relmpago obedeciendo a su invocacin. Hasta Cuin se apart cuando lasgarras se dirigieron hacia la blanca carne de Bevan, pero Flessa se nivel delicadamentey pleg sus alas resplandecientes. Bevan lo sostuvo frente a su cara, estudindolo, losparpadeantes ojos dorados a unos centmetros escasos de los de l.

    Luego lo devolvi al brazo de Cuin, cubierto de cuero.Habra regresado a vos sin que se lo mandarais le dijo. No necesitis correa o

    capucha para obligarlo a que se quede a vuestro lado, Cuin, hijo de Clarric el Sabio.Por toda rplica, Cuin le mir con frialdad y se levant para situarse junto a Ellid.Ven, prima.La bendicin de las Madres os acompae, mi seora dijo Bevan quedamente

    mientras ellos se alejaban.Cuando Ellid se volvi a mirar, Bevan haba desaparecido. Ni el eco de una pisada

    pudo orse para sealar su marcha.Ellid y Cuin caminarn en silencio hasta que alcanzarn la pradera.Siento que no pudiera decrtelo exclam por fin. Le amo, Cuin.Pero yo he estado junto a ti estos aos dijo l con rudeza.Cuin, t eres mi buen y fiel amigo. Por favor, qudate conmigo. Nadie debe saber

    nada de esto.Cuin estaba dispuesto a estallar de angustia y humillacin pero, con todo, no poda

    rehusar la peticin de Ellid.

  • As sea le prometi por ltimo cansadamente. Pero Ellid, me dirs quin es,para que le ames con tal ternura?

    Es lo que has visto replic ella con ojos tan grandes y brillantes como un cielo llenode sol. Es el seor de las aves, las bestias y todas las cosas de la tierra.

    Cuin enrojeci por toda respuesta, y la dej en las puertas. Trep hasta su incmodocuarto, donde le puso la capucha a su pjaro y lo at a la percha. Luego se sent, unoscelos rojos como la sangre tieron su espritu. Cmo poda Ellid preferir tal mendigoimberbe a l! Pero Cuin no llor por la prdida de la dama, pues estim que an noestaba vencido, y estaba muy lejos de hallarse dispuesto a ceder el campo. Cuin era elhijo de alguien a quien llamaban Sabio, y aunque an ignoraba el valor de la serenidad desu padre, haba aprendido el valor de la tenacidad. Permanecera al lado de su dama;cuando le necesitara, all estara. Quizs an llegara a descubrir que su viejo amor podaservirle mejor.

    Cuin apret las mandbulas mientras planeaba sus acciones, y su rudo rostro deguerrero se endureci como la roca. La suya era la perseverancia del silencioso. Sufrasegn el cdigo del guerrero, y jams pens afligir a su dama con el fuego que hacaarder su corazn.

    Las noticias que los hombres de Dacaerin trajeron a su regreso de Myrdon nadahicieron por apaciguar la ira de Cuin: dragones de plata y piedras parlantes, maldita sea!Slo poda pensar que tena por rival a un hechicero lleno de trucos, y hervainteriormente con orlo mencionar. Adems, Pryce Dacaerin pareca tan interesado porBevan como la propia Ellid, y proporcionalmente distante con Cuin. Su esposa, Eitha, unamujer agradable y amante de la paz, cumpla sus labores con el ceo fruncido por elasombro. Cuin retuvo su lengua, sujet su ira y aguard su momento.

    Vea a Ellid tan a menudo como poda, aunque slo fuera para sentarse junto a ella,caminar a su lado o darle los buenos das. Y en cuanto a Ellid..., soaba.

    A principios de junio llegaron los hombres oscuros, en nmero de doce. Dacaerin norehusaba su hospitalidad a ningn viajero, aunque no le gust el aspecto de aquella genteque se embozaba en sus capas incluso bajo el calor del verano. Su jefe era uno que sehaca llamar Ware, un emisario de algn ignorado seor del sur que buscaba al recinllegado heredero de Byve para rendirle honores. Dacaerin le replic honestamente queno haba visto a Bevan en casi un mes entero y que ignoraba dnde podra hallarse. Ellidy Cuin guardaron silencio. Aunque los cetrinos extranjeros trataban con ahnco dehacerse agradables, algo en ellos hablaba tan fuertemente de peligro que hasta lossirvientes les rehuan. No caban grandes dudas en la mente de Cuin sobre la clase dehonor que deseaban rendirle a Bevan.

    Se quedaron varios das, holgazaneando y escuchando detrs de las puertas. Cada daque pasaba, Cuin hall ms difcil mantener su desinteresada cortesa. Crea saber dndepoda encontrarse a Bevan, pues lea en Ellid con tanta claridad como en una veleta;jams le haba conocido tal inters en las puestas de sol. Y aunque Cuin saba que nopoda traicionar a Bevan ante los hombres oscuros sin herir profundamente a Ellid, la ideasegua tentndole: qu dulce modo de librarse de su rival! El diminuto deseo, tan ajeno asu leal naturaleza, le persegua casi hasta la obsesin. La mera visin de uno de losencapuchados visitantes era como veneno para l; les evitaba como a enfermos deviruela. Pero le pareca que estaban en todas partes.

    Basta! grit Cuin para s mismo al quinto da. Ir a la casa de mi padre yabandonar esta madriguera de locura.

    A toda prisa, sin provisiones o despedidas, ensill su caballo y lo dirigi velozmentehacia su feudo familiar de Wallyn, que estaba a una semana de viaje hacia el oeste. Pero,una vez fuera del alcance de Caer Eitha, redujo el paso. No le sera de gran utilidadagotar a su caballo con bastantes das de viaje por delante. El camino, como todos los

  • que conoca, atravesaba el viejo Bosque que recubra toda la tierra entre las risiblesfortalezas de los hombres. Los viejos rboles eran altos y gruesos, con toda clase devegetales aferrndose a ellos. Ensombrecan el camino de modo que ste era como untnel, perdido en la penumbra del principio al fin. Cuin march con precaucin rayana enel temor, amonestndose en voz baja por escuchar ruidos.

    Haba recorrido este camino con anterioridad. Despus de todo, no era un aprendizatolondrado!

    Una hora despus, los jinetes encapuchados surgiern de la penumbra detrs de l.Cuin se volvi hacia ellos y desenvain su espada, pero eran ocho contra uno; no pudomatar siquiera a uno de ellos, no lleg ni a derramar sangre, aunque algunas estocadassuyas hicieron blanco. Le desarmarn diestramente y le apartarn del camino. Por finllegaron a un pequeo claro que rodeaba a un roble gigantesco, y all se detuvieron.

    Ahora inquiri uno al que Cuin conoca como Rebd, dnde est?Dnde est quin? inquiri Cuin a su vez.Aquel a quien vas a buscar! Acaso es por mero placer por lo que cabalgas bajo la

    umbra espesura? Dnde est el Prncipe del cabello negro?Cabalgo hacia Wallyn replic Cuin, furioso por tener que contar sus asuntos a tales

    individuos.Pero los hombres encapuchados lanzaron fras risotadas.Sin un mendrugo siquiera? replic Rebd. Vamos, joven seor, decidnos dnde

    se oculta. Pensad que pronto os lo habremos sacado.A fe ma que no sacaris nada de m! se inflam Cuin ante la amenaza.

    Excepto mi maldicin y la afilada punta de mi espada cuando volvamos a encontrarnos!Pero los hombres encapuchados se rieron tambin de esto.Quien es sacrificado al roble no puede maldecir a los sacerdotes del dios del manto.

    En realidad, sers uno de nosotros este da a menos que nos digas lo que queremossaber.

    Cuin les contempl sin hablar. Poda mantenerse impasible ante el dolor y la muerte; lehaban enseado a soportar tales cosas. Pero Rebd hablaba de un mal que durantemucho tiempo haba credo borrado del mundo de los hombres.

    Hblanos del heredero de Byve orden Rebd.No tengo nada que deciros musit Cuin.Qu poda decirles? Por ningn odio personal entregara a Bevan a tales seres. Si

    descubran que Ellid le amaba! Cuin antes habra muerto que ponerla en peligro de talmodo, pero ni siquiera la misericordiosa muerte iba a ser su destino, o eso pareca.

    Los encapuchados sostuvieron a Cuin y le desnudaron hasta la cintura. Sus manoseran como peces fros sobre su carne;

    tembl bajo su contacto.Le atarn las muecas y le colgarn de la rama de un viejo roble. Encendiern una

    hoguera bajo su pies balanceantes.Piensa en Ellid, se dijo.Calentarn las hojas de sus espadas en el fuego y le abrazarn con ellas, dibujando

    lentamente sobre su pecho las forma de antiguas runas malficas. Sus rostros grisescomo la arena; eran cual rostros de cadveres bajo los capuchones.

    Piensa en Ellid, hermosa como un halcn bajo el sol. Esto seres haran de m unacriatura ante la que huira llena de terror y repugnancia... No importa, mientras no latoquen. Piensa en ella.

    El roble necesita sangre dijo Rebd.Calentaron las puntas de sus ya fras espadas y resiguieron los contornos de sus

    costillas con los aceros. Riachuelos de clida sangre cayeron sobre las hojas y el musgo.Rebd hizo girar a Cuin como si fuera un pedazo de carne y abri un estrecho crculo justobajo sus tensos omoplatos.

  • Piensa en Ellid y no digas ni una palabra...Hijo de Clarric seal Rebd, dejaremos que sepas la clase de criatura que sers

    cuando prestes servicio al seor de roble.Se quit la capa y, por primera vez, Cuin grit y apart el rostro; no poda soportar

    aquella visin. Que le arrancarn el corazn si queran, pero contemplar a quiencaminaba por la tierra sin l...

    Hblanos del hijo de Byve, jefecillo.No tengo nada que deciros susurr Cuin, desviando la mirada.Entonces debemos colgar tu corazn del tronco del roble.Cuin les oy acercarse; se tens contra ellos igual que su prpados cerrados se

    tensaban contra su mera visin. Piensa en Ellid..., pero sus pensamientos fueroninterrumpidos por una voz suave y tan sobrecogedora como el salto de un gato.

    Me buscis, criados del seor del manto?Cuin abri los ojos de golpe. Rebd estaba delante de l, una forma horrenda en verdad,

    pero la vista de Cuin fue ms all de l y los otros, hacia Bevan, sentado en su corcel conla espada desenvainada. Mientras Rebd giraba velozmente para encararle hizo que sucaballo se lanzara hacia el claro. Al asombrado Cuin le pareci que Bevan brillaba con unfuego blanco. Carg contra los encapuchados sacerdotes de Pel antes de que pudieranmoverse para impedirlo, y liber a Cuin con slo tocar la cuerda que le sujetaba..

    Los hombres oscuros se dirigieron entonces contra Bevan. l les golpe con su espadaque parpadeaba con una llama plida. Parecieron aterrarse; y se apartarn de sus torpesestocadas. Pero se le acercarn por detrs, y Cuin no vea cmo podra prevalecer.

    Una fuerza repentina y rabiosa inund a Cuin. Gritando, cogi un tizn del fuego y lohundi de lleno en la cosa que no haba sido capaz de mirar: la oscura y purulentacaverna que era la espalda de Rebd. Rebd aull y se derrumb. Cuin tom su espada yse lanz sobre los dems, enfurecido por el recuerdo de su propia sangre. Degoll a dos yBevan o su montura haban derribado a dos ms cuando los tres restantes perdieron elcoraje y huyeron a pie persiguiendo a sus caballos encabritados.

    Sin una palabra, Bevan desmont y decapit a los que yacan en el claro. Cuin podrahaber soportado ver su sangre, pero le estremeci que no hubiera ni una gota. Mareado,se agarr al spero tronco del roble y luego se fue deslizando hasta yacer sobre susraces. Vio cmo Bevan dejaba el claro, espoleando a su caballo detrs de unas huidizasfiguras oscuras. Luego pens