SPECULUM JUNIO DE 2015 Volumen 9, nº 6 · desórdenes alimenticios en las mujeres es… ¡el...

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1 Hace unos 523 años la dieta seguida en las travesías atlánticas no era “la dieta de moda” sino la dieta de la necesidad (como lo sería hasta que en los 60-70 se empezó a ligar claramente dieta-delgadez como algo buscado expresamente). En aquella época los barcos llevaban un encargado de repartir el alimento diario (el despensero), cuyo trabajo consistía en repartir primero los alimentos cercanos a corromperse para que se gastaran antes, proveer a todos de manera que nadie se quedara sin ración y pesar y medir muy bien todos alimentos. Otra figura era el alguacil de agua, encargado de suministrarla y cuyo reparto lo hacía “echando el agua de una tina a boca de escotilla, donde todos reciban y la vean medir”. Cuando se llegaba a costa, el alguacil bajaba a tierra para buscar el agua necesaria. El desayuno era a base de bizcocho o galleta marinera (pan de barco), ajo, sardina salada o queso, agua y vino. El almuerzo (la comida fuerte del día a las 11 horas) consistía en carne, pescado o queso. La ración media al día por persona era: 1 o 2 libras de bizcocho, 1/2 libra de carne, pescado o queso, 1/3 de libra de arroz en menestra con legumbres secas, 3/4 de vino y 1 litro de agua. El bizcocho o pan de barco, se tomaba mojado en vino por su dureza. El vino era esencial en los viajes marítimos y procedía de la zona jerezana (unos 15 grados). Se proporcionaba 3/4 de litro por persona al día y se usaba por ser resistente a las travesías, sobre todo el oloroso, que se conservaba mejor por la mayor concentración de alcohol. En el viaje de vuelta se sustituía por ron. El agua se dañaba con el calor, de hecho, los marineros solían decir que “se mareaba”. Tras tres días sabía a podrida, colonizada por bacterias y se bebía tapándose la nariz y colada con un trapo. O sea una dieta a prueba de estómagos resistentes. Y todo eso sin sustitutivos como el biManán. El Dr. Picazo (Cádiz) es todo un experto en estas “dietas de la mar” propias de aquella época. Si se pregunta por la calle cuál es el motivo de que una persona esté obesa, la mayoría de la gente responde que es porque come demasiado. Pero la pregunta importante sería: ¿por qué come demasiado?”. En 1994 Jeffrey Friedman había identificado la hormona que nos dice cuándo debemos comer y cuándo es momento de parar. Este tipo de trabajos mostraron que el peso era un rasgo regulado por genes, de un modo similar a la estatura, y que pensar en manipularlo de una manera significativa a partir de dietas puede ser algo más complicado que una cuestión de voluntad y buenos hábitos. Millones de años de evolución nos han dejado una herencia genética que busca un equilibrio entre los riesgos de morir de hambre y los inconvenientes de estar demasiado gordo para cazar o huir de los depredadores. El centro de control de este mecanismo se encuentra en el cerebro, encargado de gestionar las señales que envía el organismo y el entorno para mantenernos con vida el mayor tiempo posible. Uno de los mecanismos clave de ese sistema es el hambre, un acicate necesario para enfrentarse a la caza de un mamut, pero un enemigo mortal en un mundo con comida por todas partes. Recientemente dos equipos independientes de científicos publicaron dos trabajos que han tratado de desentrañar las redes neuronales que gestionan la información y los impulsos relacionados con el alimento. Así, han comunicado el descubrimiento de un circuito que inhibe y controla las ganas de comer. Este mecanismo, regulado por una proteína bautizada como MC4R, podría convertirse en una diana para crear un fármaco que ayudase a controlar el apetito y la obesidad, al reducir el sufrimiento del hambre asociado a la dieta. Los “interruptores del hambre” se activan cuando la pérdida de peso alcanza entre el 5% y el 10% de la masa corporal, y ello explicaría en parte por qué al principio una dieta puede funcionar para después acabar en fracaso debido a un apetito permanente que nos quiere devolver a lo que considera nuestro peso normal. LA COMIDA DE COLÓN INTERRUPTORES DEL HAMBRE SPECULUM JUNIO DE 2015 Volumen 9, nº 6

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Hace unos 523 años la dieta seguida en las travesías atlánticas no era “la dieta de moda” sino la dieta de la necesidad (como lo sería hasta que en los 60-70 se empezó a ligar claramente dieta-delgadez como algo buscado expresamente). En aquella época los barcos llevaban un encargado de repartir el alimento diario (el despensero), cuyo trabajo consistía en repartir primero los alimentos cercanos a corromperse para que se gastaran antes, proveer a todos de manera que nadie se quedara sin ración y pesar y medir muy bien todos alimentos. Otra figura era el alguacil de agua, encargado de suministrarla y cuyo reparto lo hacía “echando el agua de una tina a boca de escotilla, donde todos reciban y la vean medir”. Cuando se llegaba a costa, el alguacil bajaba a tierra para buscar el agua necesaria. El desayuno era a base de bizcocho o galleta marinera (pan de barco), ajo, sardina salada o queso, agua y vino. El almuerzo (la comida fuerte del día a las 11 horas) consistía en carne, pescado o queso. La ración media al día por persona era: 1 o 2 libras de bizcocho, 1/2 libra de carne, pescado o queso, 1/3 de libra de arroz en menestra con legumbres secas, 3/4 de vino y 1 litro de agua. El bizcocho o pan de barco, se tomaba mojado en vino por su dureza. El vino era esencial en los viajes marítimos y procedía de la zona jerezana (unos 15 grados). Se proporcionaba 3/4 de litro por persona al día y se usaba por ser resistente a las travesías, sobre todo el oloroso, que se conservaba mejor por la mayor concentración de alcohol. En el viaje de vuelta se sustituía por ron. El agua se dañaba con el calor, de hecho, los marineros solían decir que “se mareaba”. Tras tres días sabía a podrida, colonizada por bacterias y se bebía tapándose la nariz y colada con un trapo. O sea una dieta a prueba de estómagos resistentes. Y todo eso sin sustitutivos como el biManán. El Dr. Picazo (Cádiz) es todo un experto en estas “dietas de la mar” propias de aquella época.

Si se pregunta por la calle cuál es el motivo de que una persona esté obesa, la mayoría de la gente responde que es porque come demasiado. Pero la pregunta importante sería: ¿por qué come demasiado?”. En 1994 Jeffrey Friedman había identificado la hormona que nos dice cuándo debemos comer y cuándo es momento de parar. Este tipo de trabajos mostraron que el peso era un rasgo regulado por genes, de un modo similar a la estatura, y que pensar en manipularlo de una manera significativa a partir de dietas puede ser algo más complicado que una cuestión de voluntad y buenos hábitos. Millones de años de evolución nos han dejado una herencia genética que busca un equilibrio entre los riesgos de morir de hambre y los inconvenientes de estar demasiado gordo para cazar o huir de los depredadores. El centro de control de este mecanismo se encuentra en el cerebro, encargado de gestionar las señales que envía el organismo y el entorno para mantenernos con vida el mayor tiempo posible. Uno de los mecanismos clave de ese sistema es el hambre, un acicate necesario para enfrentarse a la caza de un mamut, pero un enemigo mortal en un mundo con comida por todas partes. Recientemente dos equipos independientes de científicos publicaron dos trabajos que han tratado de desentrañar las redes neuronales que gestionan la información y los impulsos relacionados con el alimento. Así, han comunicado el descubrimiento de un circuito que inhibe y controla las ganas de comer. Este mecanismo, regulado por una proteína bautizada como MC4R, podría convertirse en una diana para crear un fármaco que ayudase a controlar el apetito y la obesidad, al reducir el sufrimiento del hambre asociado a la dieta. Los “interruptores del hambre” se activan cuando la pérdida de peso alcanza entre el 5% y el 10% de la masa corporal, y ello explicaría en parte por qué al principio una dieta puede funcionar para después acabar en fracaso debido a un apetito permanente que nos quiere devolver a lo que considera nuestro peso normal.

LA COMIDA DE COLÓN

INTERRUPTORES DEL HAMBRE

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JUNIO DE 2015 Volumen 9, nº 6

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Hemos leído hace unos días un interesante artículo protagonizado por Hadley Freeman, periodista de The Guardian. En resumen, se centra en el mundo de las modelos y su influencia en la anorexia nerviosa. Unos de sus comentarios hace referencia a un tal Dr. Aric Sigman, al parecer un mediático psicólogo que tenía un consultorio en el programa infantil de televisión Live & Kicking. Al parecer el tal Sigman dio un discurso afirmando que “la verdadera clave para luchar contra los desórdenes alimenticios en las mujeres es… ¡el hombre! “Saber lo que piensan los hombres puede servir como antídoto para las suposiciones que alimentan el descontento del cuerpo”, apostilló. Y más: “a los hombres les gustan las curvas femeninas, lo que lo cambia todo, señoras”. El prestigioso psicólogo educativo de primer nivel (así se le presenta) habla de la anorexia como el “miedo a ser sexualizada”. La periodista, sin embargo, replica: ¿por qué dejé de comer?, porque era infeliz, porque no sabía cómo expresarlo de viva voz, porque no comprendía que era posible atender mis propias necesidades, porque tenía miedo de crecer. Y al hablar de epidemias de TCA habría que preguntarse por qué hay tanta gente infeliz, por qué resulta tan difícil hablar de los sentimientos y ello no se enseña, por qué hay tantas personas que creen que lo que piensan o sienten importa poco, etc. Lo que resulta increíble es que todavía circulen médicos o psicólogos que anden de foro en foro “interpretando” la anorexia, dando visiones más o menos ocurrentes del tema, sin base científica alguna y quedándose tan anchos. Además llegan a alcanzar puestos y calificativos de relieve cuando detrás de su verborrea y aspecto de psicólogos profundos no hay nada, absolutamente nada sustancial. Todo cuento y palabrería. Eso sí, son capaces de llenar auditorios al igual que los políticos. Y todo para decir nada o más bien nada. Ahora nos sale Sigman a “curar” la anorexia con un buen modelo-macho. Anda ya. Además de insustancial, carca.

LIBRE DE CULPA

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La Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), que trabaja con centros educativos para prevenir estos trastornos, ha detectado casos de adolescentes que utilizan la autolesión para que el dolor les quite el hambre en seis institutos catalanes, dos más que en el curso anterior. La directora de la entidad, Marta Voltas, ha dicho que estos centros llamaron a la asociación “muy preocupados” porque en una misma clase había hasta ocho chicas que se habían hecho cortes en las piernas y los brazos para no engordar. Los institutos observaron cierto “contagio” a través de las redes sociales donde las chicas “se recomendaban que si tenían mucho hambre se hicieran un corte en la pierna”, una práctica frecuente que era aislada hace 15 años. “Es fácil que las conductas de riesgo en adolescentes se expliquen y que otras chicas lo quieran probar si existe mucha preocupación por el cuerpo”, que es el motor básico que hace que quieran adelgazar, ha explicado la directora, quien también ha señalado que “hay intereses económicos en la industria de la moda; hay mucho interés en la insatisfacción corporal porque aumenta mucho sus ventas”. Desde el año 2000, ACAB tiene el “Programa de Prevención y Promoción de la Salud”, que busca “conseguir un mayor desarrollo emocional” de los jóvenes con talleres para alumnos de 12-16 años. Después de cada sesión, la asociación detecta 1-2 alumnos con algún trastorno de conducta alimentaria o con alto riesgo de sufrirlo, cifra que se ha mantenido estable aunque sí han crecido las conductas de riesgo. También asesora a profesores para detectar posibles trastornos y a las familias, puesto que “una comida completa al día con los padres previene en un 33% la aparición de un trastorno de conducta”. La jornada intensiva (que realizan la mayoría de los centros educativos catalanes) puede favorecer las conductas de riesgo: “Hay muchos adolescentes, algunos de solo 12 años, que comen solos en casa y no están acompañados como en el comedor escolar”. La Asociación también trabaja con “vacunas psicológicas” para proteger a los adolescentes. ¿Qué son estas vacunas? Pues por ejemplo una adecuada autoestima, habilidades de comunicación, la asertividad, una adecuada imagen corporal, etc.

“TU IMAGEN ES

IMPORTANTE, NO

TE OBSESIONES”. LESIONES CONTRA EL HAMBRE

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ACOSO ESCOLAR Y ANOREXIA

El bullying se ha convertido en un verdadero peligro, cuyas secuelas tienen la misma magnitud que las drogas o que la llamada violencia machista. Y la gran mayoría de las veces pasa desapercibido, entre otros motivos porque muchos centros educativos todavía consideran que el acoso escolar es cosa de niños. Y puede que sí, que de niños sea, pero ¡vaya niños! La cuestión es que la tormenta emocional que se genera en el acosado puede acabar expresándose de muchas formas, incluido el suicidio como ya ha ocurrido en ocasiones. Pero también puede condicionar la aparición de un trastorno alimentario (por cierto, la tercera causa de muerte en adolescentes). Ahora parece que son muchos los profesionales, por ejemplo psicólogos y educadores, que apuntan a la familia como la gran fuente de educación básica, primaria, algo mucho más envolvente para la persona que la “enseñanza”. Claro que tampoco falta, como casi nunca, la manifestación de la hipocresía. Muchos “expertos” que ahora abogan porque la familia ponga límites, establezca horarios, etc., hace unos cuantos años propugnaban una “educación en libertad”, entendiendo por libertad una especie de laissez faire en la que los niños acaban más asilvestrados que educados. Luego el niño, rey de la casa, se va haciendo mayorcito y, en no pocas ocasiones, tiene atemorizada a la familia simplemente con una síntoma, una actitud, una mirada o un comentario. Este asilvestrado va al colegio como quien va de caza. Interrumpe, “pasa de todo”, molesta, insulta y, cómo no, llegado el caso también acosa. Si es amonestado “se chiva” a los papás tergiversando los hechos para quedar como víctima. Si los papás no le dan la razón, brota lo peor del tirano (la ira y agresividad del incomprendido), así que conviene darle la razón y raudos acudir al centro escolar a pedir explicaciones airados por la afrenta vivida. Si el profesor de turno sigue en sus trece es posible que los papás acaben quejándose en la inspección educativa y el inspector trate de “apaciguar” la cosa. Para abreviar, suele ocurrir que el asilvestrado sale de rositas. Mientras, alguien, en su cama, esa misma noche, puede que llore en silencio porque la insultan llamándola gorda, entre otros el asilvestrado protagonista de estas líneas. Más allá de llorar un día y otro, puede decidir “hacer algo” para que ya no la llamen gorda jamás. ¡Pobre infeliz! Sn querer, buscando la felicidad, puede acabar metida en el peor de los infiernos. Si al asilvestrado le dan un toque, puede que cambie de presa. Pero la víctima seguirá sufriendo y, quien sabe, si pensando que esta vida no vale la pena, para después actuar en consecuencia. Y el tirano crecerá. Se hará mayor, ya no asilvestrado sino hecho una fiera. Y el colegio o instituto se acabarán (los asilvestrados generalmente lo acaban pronto), y buscará otra víctima, tal vez una mujer maltratada. Podría ser una película pero la realidad hace que cualquier película, por dura que sea, resulte una cosa de niños (buenos) al lado de dicha realidad. Eduquen.

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Hoy puede sonarnos a chino o, incluso, a un idioma desconocido, “no contactado”. Pero el caso es que psicoanalistas como Freud y Lacan tenían su propia “interpretación” acerca de la anorexia. Lejos de lo que hoy se conoce, su visión “profunda” de la psicología humana les hacía interpretar los trastornos mentales y la anorexia no fue una excepción. Resumir aquí sus posiciones es imposible pero sí resulta práctico mencionar lo básico de sus tesis al respecto. Freud consideraba la anorexia como un mecanismo histérico. La histeria es un dispositivo en el cual ante una representación penosa viene una escisión, señalaba; la representación queda inhibida pero sale de otro modo que en apariencia nada tiene que ver con la representación rechazada. Por ejemplo, Emmy von N. (1893) una paciente de Freud, presentaba angustia por comer “en exceso” o beber agua (sólo tomaba chocolate con leche y bebidas muy espesas). Esta repugnancia por la comida o a cierto tipo de bebidas, como el agua mineral, eran acompañadas por expresiones de asco y horror. Para Freud la anorexia constituía un conjunto de síntomas que componían la histeria y que también se relacionaban con la melancolía así como con la pulsión oral. Si los síntomas son analizados caso por caso, es más correcto ubicar el término “anorexias” porque no se trata de una sola manera de manifestarse sino que responden a la singularidad de cada sujeto. En la anorexia mental, como Lacan la llamaba, el síntoma da una satisfacción sustitutiva en lugar de simbólica a lo que no falta, es decir, el objeto de satisfacción. Se ve a la madre como toda potencia, conteniendo en su cuerpo todos los objetos primitivos reunidos, los síntomas son el intento por simbolizarlos, es por eso que la anorexia es un “deseo de comer nada” y “no de no comer nada”. Mientras que a la madre se la ve como toda potencia, el niño se refleja en el espejo como impotencia, lo que le suscita depresión. En este punto, el niño genera un poder, el único posible contra toda potencia con el que produce la dimensión del negativismo en forma de acción, que se dirige a atacar esa dependencia del niño hacia la madre, de ahí su negativismo a comer. La madre todopoderosa fracasa en su poder pues es el niño quien ejerce ahora el dominio: “se alimenta de nada”. Sea como sea la reacción que pueda suscitar leer todo ello, el caso es que hoy nos movemos por otros derroteros. Pero sin lugar a dudas estos psicoanalistas fueron ingeniosos, eso no se puede negar. Y hoy siguen teniendo discípulos.

EL IDIOMA DE FREUD Y LACAN

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Hemos decidido… que la frase de García Márquez es tan bonita, que será el punto final de nuestro Boletín.

-La ilusión no se come –dijo la mujer -No se come, pero alimenta –replicó el coronel

El coronel no tiene quien le escriba. Gabriel García Márquez, 1928

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El Instituto de Ciencias de la Conducta, además del trabajo habitual que lleva a cabo en Psiquiatría y Psicología, desarrolla un programa específico para los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Deseamos que esta página sea un lugar de encuentro en el que plasmar la realidad de nuestro quehacer clínico cotidiano. Es nuestro interés invitar a la REFLEXIÓN sobre los múltiples aspectos que confluyen en patologías como la ANOREXIA y la BULIMIA NERVIOSAS tan devastadoras en nuestros días. También la SOBREINGESTA COMPULSIVA y la OBESIDAD reciben atención específica en nuestro programa.

- Continúa el trabajo clínico-asistencial. - Continúan los trabajos de investigación. - Continúa la actividad docente.

REVISTA TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA