SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, DESDE LA ESCUELA; PARA EFECTIVIZAR EL BIEN COMÚN
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SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, DESDE LA ESCUELA; PARA EFECTIVIZAR EL BIEN COMÚN.(*)
POR: LIC. JUAN ALBERTO CHUNGA ESPINOZA
Hace unos años atrás, leí una maravillosa frase del experto educador brasileño Paulo
freire la cual anoto “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.
Una frase que engloba seguramente muchas reflexiones otras tantas preguntas y por
consiguiente más de una respuesta respecto a la relación educación y sociedad. Y todo que
permita, valorar la importancia de la escuela; para construir una sociedad con participación,
justa, bienestar y desarrollo sostenible para todos. Y de quiénes son los actores principales
para construir tal cometido: ¿nosotros en el presente o los que vienen detrás de nosotros? Y
por supuesto que todos coincidiremos que es tarea de todos y en todo momento y contexto.
Esto implica despertar el interés por la participación, sentido de propósito, compromiso, amor
por el prójimo, empatía, respeto a las normas y justicia; lo que permitirá concebir, promover y
fortalecer el bien común.
¿Y desde dónde empezamos? Una pregunta por demás, pertinente que permite
esclarecer a toda persona y sociedad, que todo propósito colectivo que asegure el bienestar
del mismo; en el presente y el futuro, es a través; de la educación, y; que por ende, el factor
fundamental de tal proceso formativo democrático en busca del bien común, es desde la
escuela por su formalidad, por sistematización y por la congregación de realidades distintas
que encontramos en cada estudiante. Una sociedad democrática, desde la Escuela; para
efectivizar el bien común, si es posible.
Somos los maestros, padres de familia, instituciones de todo el ámbito de la sociedad
responsables de construir una realidad distinta, basada en la ciudadanía; con participación,
libertad, respeto por nuestros y los derechos de los demás; pero también por los deberes y
sentido de propósito para edificar el bien común. La escuela es, debe ser, tiene que ser
siempre; el epicentro de esta revolución social. El cambio, la transformación para ser un país
con bienestar para todos; si es posible, con una educación participativa.
“La consolidación de la democracia y el Estado de derecho, su hegemonía cultural en
todos los ámbitos de la vida social y el fortalecimiento de sus instituciones, requiere de
nosotros un comportamiento más ciudadano y responsable del derecho del otro. Exige,
asimismo, la capacidad de cooperar y comunicarnos con más eficacia, con mayor asertividad y
genuina apertura intercultural. Vivir en el acuerdo, con respeto a las reglas, con equidad y
solidaridad, necesita convertirse en un hábito social. Revertir el statu quo nos exige también
aprender a cumplir metas anticipando y enfrentando situaciones adversas, así como
preparándonos para aceptar y enfrentar el conflicto o la divergencia como episodios
ineludibles de la vida social.” (Marco Curricular-MINEDU).
El desafío que se propone el Estado, a través del Ministerio de Educación, de lo que
debe ser el presente y futuro, desde la escuela no debe ser mera retórica, o una inspiración
sobre papel; sino que debe encontrar su concreción con la responsabilidad que nos toca a los
maestros y maestras para asumir con eficiencia y eficacia la tarea para la que nos hemos
preparado y debemos siempre sostener. Por supuesto, esto requerirá un proceso; logrando en
primer orden la sintonía, la armonía, el sentido de cultura organizacional y de calidad humana
que pretendemos; comprender todo esto nos da luces de lo que queremos alcanzar,
efectivizarla; nos permitirá construir aquella sociedad anhelada desde nuestros estudiantes,
quienes con seguridad tendrán el bienestar que hoy exigimos y que no dudemos sabrán
sostener. Democracia participativa, desde la escuela; para convivir con sentido de propósito
en nuestra comunidad.
Como muy bien señaló Pitágoras "Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres. Pero quien educa a los maestros y maestras para ser un claro
ejemplo de lo que se pretende. Esto implica que la escuela debe contar con maestros que
respeten las reglas, las normas; que brinden afecto, que se involucren en los temas que
afectan a cada estudiante, pero sobre todo ; poder focalizar los problemas que aquejan al
conjunto de la sociedad, para así darles a los estudiantes estrategias que les permita trabajar
en equipo; en pos de las soluciones probables, pero; que además, entiendan que también
ellos son parte de la solución, con la asimilación de habilidades y actitudes que los haga
competentes y personas al servicio de su país . Educarles con ejemplo, que se observe como
su maestro o maestra puede no solo “saber” sino además efectivice frente a ellos “el saber
hacer”, El ejemplo arrastra, motiva, educa y transforma. Y esto también es una de las
características de la democracia, desde la escuela para lograr el bien común y contar con
ciudadanos de calidad. La comunidad educativa debe serlo y no seguir siendo una mera
apariencia, si lo conseguimos; no dudemos, que para todos se nos hará fácil obtener la
sociedad que deseamos.
Muchos de nosotros hemos experimentado o sido testigo de excepción de alguna
experiencia, donde se ve al maestro o maestra encargar al estudiante crear un poema, un
cuento; pero sin embargo este educador o esta educadora, no evidencia que él o ella ya hayan
creado su cuento o poema o al menos lo haya intentado y muchos somos testigos que existen
maestros que tienen grandes dificultades para efectivizar tal capacidad de escribir o una
maestra que les dice a sus estudiantes hay que ser puntuales y sin embargo la ven llegar
siempre después que ellos. Entonces cabe preguntarnos, será posible que nuestros niños y
niñas puedan asumir con entereza un reto o enfrentar un problema o una situación compleja
dentro de su comunidad, si observan que sus maestros no evidencian tal propósito. Y desde
este punto, ¿concebirá el estudiante que es probable ser parte de la solución de los problemas
que aquejan a su comunidad? si lo que han descubierto es que sus maestros les mienten,
respecto a la acción en la solución de problemas o encargos. Por otro lado será posible,
conseguir que nuestros estudiantes sean mejores ciudadanos en la convivencia, en la
participación y buscando el bien común; si se observa maestros y maestras en conflictos
internos, que jamás participan de las acciones de su comunidad o frente a un problema
usando el diálogo, Seguramente muchos concordaremos que así no lograremos construir una
sociedad democrática, por ello es; como se sostiene, es importante empezar desde la escuela,
para educar; pero desde la conciencia del maestro y la maestra como ejemplo de ciudadano
que participa en los asuntos institucionales como en asuntos públicos para lograr el bien
común de la comunidad educativa como de la sociedad en general, respetándose así mismo y
a los demás.
Marcia Prieto en su publicación “EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA EN LAS
ESCUELAS: UN DESAFÍO PENDIENTE” escribe “Una de las funciones de la escuela, es,
entre otras, educar para la democracia, y está referida al desarrollo de las capacidades y
habilidades para una convivencia social fundada en la solidaridad, la participación y el respeto,
entre otros valores. Esta función es crítica para efectos del desarrollo de la autoconciencia y la
responsabilidad social, dado que permitirá a los estudiantes participar como sujetos solidarios
y críticos, en la escuela y en la sociedad. Al respecto el director general de la UNESCO (1993)
afirmaba que la educación para la democracia implica el empoderamiento de todos los
individuos para participar activa y responsablemente en todos los ámbitos de la vida política y
social.”
Conseguir que nuestros estudiantes adquieran las competencias para enfrentar los
retos de este siglo y que transmitan a las próximas generaciones saberes de calidad; es sentar
las bases de la verdadera democracia social.
“La democracia en la escuela es un valor social que hay que promover
decididamente con todas sus consecuencias. Los centros deben desarrollar una cultura
democrática global que implique a todos sus miembros (estudiantes, docentes, madres,
padres y personal no docente) y abarque todos sus ámbitos (pedagógico, organizativo, de
gestión, etc.). La democracia se aprende. Por ello la escuela debe promover actividades que
estimulen la participación de los diferentes colectivos en la toma de decisiones, el debate
constructivo, el ejercicio de libertades, el cumplimiento de normas, etc. El papel de los equipos
directivos es determinante.” Señaló acertadamente Rafael Porlan, Coordinador de la
Campaña de Difusión del Manifiesto pedagógico; No es Verdad. (Revista Cuadernos de
Pedagogía Nº 405).
En conclusión, de lo vertido; espero dejar en claro que hablar de una sociedad
democrática ideal, con ciudadanos que se respeten así mismos y a los demás, que participen
en asuntos públicos y se encumbren hacia el bien común es imprescindible evaluar si se ha
logrado democratizar de manera óptima las escuelas con estudiantes que se les permita
criticar, reflexionar, debatir incluso fiscalizar las acciones de sus maestros y maestras y de
quien los dirige, ya que es desde este espacio; donde se inicia la construcción de la sociedad
justa, con equidad, igualdad e inclusión
Responder a la demanda social o al encargo social, desde la escuela permite que
los maestros y maestras tengan bien presente que la diversidad de realidades que portan los
estudiantes y la divergencia entre grupos propio de estas diferencias; se configura como la
principal ventaja para entender lo que significa aprender y saber convivir para alcanzar la
participación en los asuntos públicos y el bien común.
(*) Presentado en el curso de didáctica en la Pontificia Universidad católica del Perú.
REFERENCIAS CEPEDA GARCÍA
La Escuela como Espacio para la Construcción del Bien Común II Taller de
Capacitación Docente
MARCO CURRICULAR MINEDU
VERSIÓN 2014-2015
MARCVIA PRIETO“EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA EN LAS ESCUELAS: UN DESAFÍO
PENDIENTE”
Instituto de Educación, Universidad Católica de Valparaíso, Chile
RAFAEL PORLANCoordinador de la Campaña de Difusión del Manifiesto Pedagógico; No es Verdad.
(Revista Cuadernos de Pedagogía Nº 405).