Sobrino Jon - La Fe en Jesucristo

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Este libro es la continuación de Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús, que publicamos en 1991. Entonces escribí una larga introducción sobre el porqué y el para qué de un nuevo libro sobre Jesucristo, habiendo ya tantos. Ahora, al presentar La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, quisiera compartir también con el lector las preguntas que me han surgido al escribirlo, teniendo en cuenta que en los siete años que van de aquel libro a éste ha habido muchos cambios en la temática y, sobre todo, en la sensibilidad teológica. Se hacen notar los cambios de paradigma, y a veces se pregunta uno si queda algo importante que no ha cambiado porque hay en ello algo de meta-paradigmático.

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La fe en Jesucristo

Jon SobrinoLa fe en Jesucristo

La fe en JesucristoEnsayo desde las vctimasJon Sobrino

Edit. TrottaMadrid 1999

www.elortiba.orgJon Sobrino

Jon Sobrino S.J. (27 de diciembre de 1938). Telogo jesuita vasco. Nacido en Barcelona durante la guerra civil en una familia vasca, entr en la orden catlica de los jesuitas a los 18 aos de edad. Viaj a El Salvador en 1957. Ms tarde curs estudios de ingeniera en la universidad jesuita de San Luis, en los Estados Unidos y teologa en Frankfurt, Alemania. Volvi a El Salvador como profesor universitario de teologa en la Universidad Centroamericana "Jos Simen Caas", la cual ayud a fundar. Fue estrecho colaborador del arzobispo de San Salvador scar Romero, asesinado en 1980.

El 16 de noviembre de 1989, por encontrarse en Tailandia dictando una conferencia, Jon Sobrino escap de ser asesinado en un ataque por agentes del estado salvadoreo en el cual seis de sus compaeros jesuitas (Ignacio Ellacura, Segundo Montes, Juan Ramn Moreno, Ignacio Martn Bar, Amando Lpez, y Joaqun Lpez y Lpez ) y una mujer (Elba Ramos ) y su hija menor de edad (Celina) murieron asesinados.

Prolfico autor, ha desarrollado su contribucin en la cristologa, eclesiologa y espiritualidad de la liberacin.

En 26 de noviembre de 2006, la Congregacin para la Doctrina de la Fe, continuacin institucional de la Inquisicin, emiti una Notificacin aprobada por el Papa Benedicto XVI con el propsito de "llamar la atencin acerca de ciertas proposiciones que no estn en conformidad con la doctrina de la Iglesia presentes en las obras del P. Jon Sobrino. Tales proposiciones se refieren a cuestiones metodolgicas y cristolgicas. Sus obras cuestionadas son: Jesucristo liberador: lectura histrico-teolgica de Jess de Nazaret y La fe en Jesucristo: ensayo desde las vctimas. Bsicamente la Congregacin para la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Ratzinger hasta su asuncin como Papa, acusa a Jon Sobrino de falsear la figura del Jess histrico al subrayar en demasa la humanidad de Cristo, ocultando su divinidad[1].

El 11 de marzo de 2007 el arzobispo de San Salvador, Fernando Senz dio a conocer la sancin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe, contra Sobrino[2], la cual implica la prohibicin de ensear en instituciones catlicas -Sobrino es profesor de la Universidad Centroamericana de El Salvador- y el retiro del nihil obstat (visto bueno eclesial) a sus obras. Consecuentemente con la resolucin de la Congregacin de la Fe, las autoridades eclesisiticas quedaran habilitadas para sancionar a Jon Sobrino con la prohibicin de dar clases en centros eclesiales o de publicar libros sin permiso previo de la autoridad eclesistica.

La amplitud de la obra de Sobrino y el impacto de la Teologa de la Liberacin hacen suponer que el debate sobre estos y otros temas conectados permanece esencialmente abierto.

Obras

Resurreccin de la verdadera Iglesia. Los pobres, lugar teolgico de la eclesiologa, 1984.

Jess en Amrica Latina. Su significado para la fe y la cristologa, 1985,

Liberacin con espritu. Apuntes para una nueva espiritualidad, 1985. (Geist, der befreit: Anstsse zu einer neuen Spiritualitt, 1989).

Compaeros de Jess. El asesinato-martirio de los jesuitas salvadoreos, 1989.

Sterben muss, wer an Gtzen rhrt: das Zeugnis der ermordeten Jesuiten in San Salvador: Fakten und berlegungen, 1990.

Jesucristo liberador. Lectura histrico-teolgica de Jess de Nazaret (1991)

Santo Domingo 1992. IV. Generalversammlung der Lateinamerikanischen Bischofskonferenzen. Werden - Verlauf - Wertung, 1993.

Befreiungstheologie als intellectus amoris (con Martin Maier), 1994.

Mysterium Liberationis. Grundbegriffe der Theologie der Befreiung (con Ignacio Ellacura), 1995/1996.

Qu queda de la Teologa de la Liberacin?, 1997.

La Iglesia samaritana y el Principio-Misericordia, 1998.

La fe en Jesucristo: ensayo desde las vctimas, 1999.

(Wikipedia, la enciclopedia libre)

ndice

4ndice

14INTRODUCCIN

151. LA FE EN JESUCRISTO

162. LA PERSPECTIVA DE LAS VCTIMAS

172.1. Vctimas, pobreza, indiferencia e hipocresa

182.2. Lo meta-paradigmtico en la cristologa

202.3. Es posible asumir la perspectiva de las vctimas?

23I.- LA RESURRECCIN DE JESS. RESURRECCIN DE LAS VCTIMAS

231.- LA PERSPECTIVA. UN SEGUIMIENTO RESUCITADO Y LA ESPERANZA DE LAS VCTIMAS

241. VIVIR EL SEGUIMIENTO DE JESS COMO RESUCITADOS

261. RESURRECCIN DE JESS Y VCTIMAS

282.- EL PROBLEMA HERMENUTICO (I): LA RESURRECCIN, UN PROBLEMA ESPECFICO PARA LA HERMENUTICA

281. LA PROBLEMTICA DE LA HERMENUTICA

302. LO ESPECFICO DE LA HERMENUTICA DE LA RESURRECCIN

302.1. La resurreccin como accin escatolgica de Dios

312.2. La barrera del lenguaje

322.3. Un crculo hermenutica trinitario

333. DIVERSOS ENFOQUES HERMENEUTICOS

333.1. La teologa protestante europea

333.1.1. R. Bultmann: la seriedad de la existencia

363.1.2. W. Marxsen: proseguir la causa de Jess

383.1.3. W. Pannenberg: esperanza en el futuro anticipado

413.2. La teologa catlica europea

433.3. Enseanzas de la teologa europea

453.4. La teologa latinoamericana de la liberacin

463.- EL PROBLEMA HERMENEUTICO (II): PRINCIPIOS HERMENUTICOS DESDE LAS VCTIMAS

471. LA ESPERANZA DE LOS CRUCIFICADOS: EL TRIUNFO DE LA VIDA SOBRE LA MUERTE

481.1. La esperanza de vida en la Escritura

481.1.1. Fe en un Dios de vida histrica

491.1.2. La comunin con Dios ms all de la muerte

501.1.3. El triunfo escatolgico de Dios sobre la injusticia

521.1.4. La esperanza que se expresa en la resurreccin de Jess

541.2. Rehacer la esperanza de las vctimas en el presente

541.2.1. Los destinatarios de la esperanza: las vctimas de la historia

541.2.2. La universalizacin del destinatario por analoga

551.2.3. El escndalo que debe superar la esperanza

561.2.4. La esperanza necesaria en la actualidad

572. LA PRAXIS DE RESUCITAR A LOS CRUCIFICADOS

582.1. La disponibilidad a una praxis en los relatos de apariciones

592.2. La praxis necesaria en el presente: bajar de la cruz al pueblo crucificado

613. EL MISTERIO DE LA REALIDAD: LA HISTORIA COMO PROMESA

623.1. Positivismo, existencialismo, historia universal

633.2. El misterio de la promesa

654.- EL PROBLEMA HISTRICO (I): LO REAL DE LA RESURRECCIN DE JESS

661. LOS RELATOS SOBRE LA EXPERIENCIA PASCUAL

661.1. El acontecimiento de la resurreccin en s mismo

671.2. Las apariciones

691.3. El sepulcro vaco

702. LA REALIDAD DE LO QUE SE NARRA Y SU SIGNIFICADO

712.1. La experiencia de gracia: se les concedi ver a Jess

722.2. La realidad escatolgica: el fin de los tiempos

732.3. Volver a Jess

752.4. El inters por los santos lugares

753. HISTORIA Y FE

775.- EL PROBLEMA HISTRICO (II): LA ANALOGA DE EXPERIENCIAS PASCUALES A LO LARGO DE LA HISTORIA

781. SOBRE LA POSIBILIDAD DE EXPERIENCIAS PASCUALES ANLOGAS EN LA HISTORIA

791.1. La posibilidad vista desde la teologa actual

811.2. Experiencias pascuales anlogas a lo largo de la historia

821.2.1. Experiencias de ultimidad en la historia

841.2.2. La dimensin cristolgica de la experiencia

862. CELEBRACIN DE LA PLENITUD HISTRICA: VIVIR YA COMO RESUCITADOS

862.1. La nueva creatura en el Nuevo Testamento

872.2. La celebracin de la plenitud a lo largo de la historia

882.2.1. Libertad como triunfo sobre el egocentrismo

892.2.2. El gozo como triunfo sobre la tristeza

906.- EL PROBLEMA TEOLGICO (I): LA REVELACIN DE DIOS

911. EL DIOS QUE RESUCITA A LOS MUERTOS: UN NUEVO CREDO HISTRICO

911.1. La estructura de la revelacin de Dios en el Antiguo Testamento

921.2. El Nuevo Testamento

932. UN DIOS JUSTO, PARCIAL Y LIBERADOR DE LAS VICTIMAS

932.1. La parcialidad liberadora de Dios en el Antiguo Testamento

942.2. La parcialidad liberadora de Dios en el Nuevo Testamento

953. UN DIOS EN LUCHA CON LOS DOLOS

963.1. La resurreccin como triunfo de Dios sobre los dolos

973.2. La praxis antiidoltrica para corresponder a Dios

974. UN DIOS-MISTERIO: EL DEUS MAIOR Y EL DEUS MINOR

984.1. La in-accin y la accin de Dios

984.2. Alteridad y afinidad

1004.3. Dejar a Dios ser Dios

1015. UN DIOS EN CAMINO: LA FUTURIDAD DE DIOS

1015.1. El futuro como modo de ser de Dios

1045.2. Caminar humildemente con Dios en la historia

1056. UN DIOS MISTERIO: LA DOXOLOGIA

1056.1. Afirmaciones histricas, kerigmticas y doxolgicas

1066.2. La entrega del yo al misterio de Dios

1077.- EL PROBLEMA TEOLGICO (II): LA REVELACIN DE JESS

1071. EL ORIGEN DE LA FE EN JESS

1081.1. Discusin teolgica sobre la fe prepascual en Jess

1091.2. Fe en Jess antes de pascua

1091.2.1. Formulaciones de fe durante la vida de Jess?

1101.2.2. La relacin de ultimidad de Jess con respecto al reino de Dios

1121.2.3. La relacin de ultimidad de Jess con relacin al Padre

1121.3. Reflexin sistemtica sobre la fe en Jess antes de pascua

1152. FE EN JESS DESPUS DE PASCUA

1162.1. La va de la praxis

1182.2, La va terica: el origen de la cristologa

1182.2.1. Prxima venida o exaltacin.

1202.2.2. Verdad y salvacin

122II: TTULOS CRISTOLGICOS EN EL NUEVO TESTAMENTO RELECTURA DESDE AMRICA LATINA

1228 LOS TTULOS Y SU PROBLEMTICA

1221. EL DINAMISMO DEL ACTO DE FE CRISTOLOGICO

1242. LA RELACIN DE JESS CON DIOS A LO LARGO DE SU VIDA

1263. LOS TTULOS CRISTOLGICOS EN EL NUEVO TESTAMENTO

1263.1. Riqueza y peligro de los ttulos

1273.2. Uso correcto e incorrecto de los ttulos

1304. LOS ttulos cristolgicos en la actualidad

1304.1. La necesidad de ttulos cristolgicos a lo largo de la historia

1314.2. La aportacin de los ttulos del Nuevo Testamento a lo fundamental de toda cristologa

1324.3. Necesidad de recuperar hoy lo fundamental de los ttulos del Nuevo Testamento

1339.- EL SUMO SACERDOTE. EL MEDIADOR: LO HUMANO SIN AADIDOS, PERO CON CONCRECIONES

1331. LA REVOLUCIN TEOLOGAL DE LO SACERDOTAL: DIOS ACCEDE AL SER HUMANO

1341.1. Distanciamiento y acceso a la divinidad

1351.2. Revolucin en la realidad de Dios

1361.3.Revolucin en la realidad sacerdotal

1371.4.Breve determinacin de la realidad sacerdotal teologal

1382. LA REVOLUCIN CRISTOLOGICA: EL VERDADERO SACERDOTE? SE ES JESS

1392.1. El primer momento: la importancia del ttulo sumo sacerdote

1402.2. El segundo momento: la concrecin polmica del sacerdocio desde Jess

1402.2.1. La polmica contra la eficacia del culto anglico

1412.2.2. La polmica contra la eficacia del culto veterotestamentario

1422.2.3. La salvacin que trae el sumo sacerdote

1443. LA HUMANIDAD VERDADERA: MISERICORDIA, FIDELIDAD, ENTREGA, SOLIDARIDAD

1443.1. Lo humano sin aadidos

1453.2. Lo humano con concreciones: misericordia, fidelidad y entrega

1473.3. Lo humano como solidaridad

1473.4. Dos consecuencias para la cristologa

14810.- EL MESAS. MANTENER LA ESPERANZA DE LOS POBRES.

1491. LO CENTRAL DEL MESIANISMO: LA ESPERANZA DE LOS POBRES

1491.1. La esperanza del pueblo en el Antiguo Testamento

1501.2. La expectativa del mesas en tiempo de Jess

1511.3. El desarrollo del ttulo en el Nuevo Testamento

1522. DESMESIANIZACION Y RE-MESIANIZACION DEL MESAS EN LA ACTUALIDAD

1532.1. La sospecha teolgica: des-mesianizacin

1542.1.1. Mediador sin mediacin: hacia un mesas sin reino

1562.1.2. Prioridad del Hijo sobre el mesas

1572.2. La urgencia teolgica: re-mesianizacin

1572.2.1. Un Cristo liberador

1592.2.2. Un mesas crucificado: el misterio mesinico

16111.- EL SEOR. EL SEORO DE CRISTO, ESPERANZA Y TEODICEA

1611. ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL KYRIOS

1652. REFLEXIONES SOBRE EL SEORO DE CRISTO

1652.1. La comprensin cristiana de el Seor Jess como frmula de fe

1662.1.1. Ortodoxia y ortopraxis

1662.1.2.La posibilidad de maldecir a Jess

1672.1.3.El escndalo. Cristo Jess: un kyrios crucificado

1682.2. El seoro como servicio humilde y sin triunfalismo

1682.2.1. Poder y servicio en Jess de Nazaret

1692.2.2. El servicio desde la humildad

1702.3. El Seor como principio configurador de vida e historia. La esperanza

1702.3.1. El seoro de Cristo que configura al creyente

1712.3.2. El seoro de Cristo sobre la comunidad eclesial

1712.3.3. El seoro de Cristo sobre el cosmos

1722.4. El seoro de Cristo y la pregunta de la teodicea

1722.4.1. El cuestionamiento de la teodicea

1732.4.2. El Seor tiene un cuerpo en la historia

1742.4.3. La responsabilidad de hacer presente a Cristo en la historia

1752.4.4. El seoro de Cristo y la construccin del reino

1752.5. La lucha contra los seores de este mundo

1762.5.1. La conflictividad del Kyrios

1772.5.2. El conflicto en el presente

17812.- HIJO DE DIOS/HIJO DEL HOMBRE/SIERVO DE YAHV. EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS Y EL DIOS QUE VENA EN EL HOMBRE

1791. LAS TRADICIONES DE JESS COMO HIJO DE DIOS

1811.1. La tradicin del hijo de Dios: el hombre que vena de Dios

1831.2. Primer contrapunto: la tradicin del Hijo del hombre

1851.3. Segundo contrapunto: la tradicin del hijo amado, el pais Theou

1851.3.1. El hijo y el siervo

1871.3.2. Cristo y el doulos

1892. LA TRADICIN DEL HIJO

1892.1. ha perspectiva dogmtico-formal

1902.2. La perspectiva existencial-concreta

1923. RECONSIDERACIN DEL PADRE Y DE LOS HIJOS E HIJAS

1923.1. La crtica al concepto de padre

1943.2. La crtica al concepto de hijos e hijas de Dios

1943.2.1. Breve digresin sobre la creacin de Dios

1953.2.2. El misterio del Hijo amado

19713.- LA PALABRA. VERDAD Y BUENA NOTICIA

1981, ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL LOGOS

2001.3. El Nuevo Testamento

2002. EL PRLOGO DE JUAN: MEDITACIN REFLEXIVA

2012.1. Preexistencia y divinidad

2012.2. Mediadora de la creacin

2042.4. La salvacin

2042.5. La revelacin

2052.6. La iniciativa de Dios. La gracia

2063. JESS, PRESENCIA DE DIOS EN NUESTRA HISTORIA

2063.1. La afirmacin fundamental: podemos conocer a Dios

2073.2. La dialctica de la revelacin: pasado y presente

2083.3. La dialctica entre verdad y buena noticia

2113.4. Revelacin como triunfo de la verdad sobre la mentira

2113.4.1. El maligno es asesino y mentiroso

2133.4.2. Quin nos liberar de este mundo de mentira?

21414.- JESS COMO EU-AGGELION

2141. JESS, EU-AGGELION Y ORTOPATA

2151.1. Tres acepciones de eu-aggelion

2161.2. El modo de ser de Jess como eu-aggelion

2171.3. El nuevo Adn como teorizacin del eu-aggelion histrico

2181.4. El Jess buena-noticia en las cristologas actuales

2202. LA NECESIDAD DE EU-AGGELION EN LA ACTUALIDAD

2202.1. Lo que hoy impacta de jess

2212.2. Mantener a Jess como eu-aggelion: los testigos actuales

2222.3. El eu-aggelion de la mesa compartida

225III.- LA CRISTOLOGA CONCILIAR

22515: INTRODUCCIN. RADICALIZACIN DEL MEDIADOR, JESUCRISTO, Y DEBILITAMIENTO DE LA MEDIACIN, EL REINO DE DIOS

2251. LA PERSPECTIVA DE LAS VCTIMAS

2282. LA NOVEDAD CON RESPECTO AL NUEVO TESTAMENTO: MERMA EN EL PRINCIPIO REALIDAD

2292.1. De la historia de Jess a su realidad transcendente

2322.2. Cristologa y praxis

2332.3. Cristologa y comunidad

2363. LA CONSTANTE: EL INTERS SALVFICO

2363.1. El inters de salvacin como dimensin formal de la cristologa

2383.2. Los lmites de esta soteriologa

2394. EL OLVIDO CRISTOLGICO DEL REINO DE DIOS

241Excurso EL CRISTIANISMO EN EL MUNDO GRECO-ROMANO

2411. CAMBIO EN EL MODO TERICO DE PENSAR

2421.1. La aporta que da que pensar

2431.2. La prioridad de la especulacin

2441.3. El uso de la categora naturaleza

2451.4. Relacin entre frmulas dogmticas y Nuevo Testamento

2461.5. Concepto y narracin

2482. CAMBIO EN LA AUTOCOMPRESIN COMO RELIGIN

2492.1. Cristianismo y Estado en los inicios de la Iglesia

2502.2. Hacia una religin poltica del Imperio

2512.3. La Iglesia desde el poder

2523. INCULTURACIN, LO CULTURAL Y LO CONTRACULTURAL

2523.1. Inculturacin, helenizacin y politizacin

2543.2. Lo cultural y lo contracultural

2553.3. El olvido del reino y de lo contracultural

2553.4. La teologa y el poder

25616.- UN DIOS QUE PUEDE SUFRIR. PATHOS DE AUDACIA Y HONESTIDAD

2571. LAS PRIMERAS REFLEXIONES DE LA DIVINIDAD DE CRISTO Y SUS PROBLEMAS

2602. NICEA Y SU SIGNIFICADO

2602.1. Una frmula de fe ya creda

2612.2. Precisiones y novedad conceptuales

2612.3. Absolutez de la realidad: lo divino y lo no-divino

2622.4. El contenido de la divinidad de Cristo

2632.5. El inters salvfico

2633. LA NOVEDAD TEOLOGAL

2643.1. La parcialidad en Dios

2653.2. Dios y el sufrimiento

2684. EN QU CRISTO CREEN LAS VCTIMAS: EN EL DE ARRIO O EN EL DE NICEA

2684.1. Prembulo sobre la teodicea

2704.2. En qu Dios creen las vctimas. Aproximacin histrica

2714.3. La salvacin de un Dios crucificado. Aproximacin terica

27417 -. UN CRISTO HUMANO. PATHOS DE REALIDAD

2751. LA INTUICIN DE LA POCA

2772. VERE HOMO: EL PATHOS EN FAVOR DE LO HUMANO

2772.1. La negacin de la carne de Cristo

2782.2. El pathos: la lucha contra el docetismo y el gnosticismo

2802.3. El debate conceptual

2812.3.1. El alma de Cristo

2822.3.2. La voluntad humana de Cristo

2833. LECCIONES PARA LA ACTUALIDAD

2843.1. Contra el docetismo recurrente

2853.2. La necesidad: recuperacin de lo dialctico y concreto de la humanidad

2853.2.1. Falta de dialctica de lo humano

2853.2.2. La falta de concrecin de lo humano

2863.3. La interpelacin a ser real

28918.- DIOS EN LA HISTORIA. PATHOS DE LA TOTALIDAD

2891. LA CULMINACIN (PROVISIONAL) DE UN PROCESO

2932, BREVE HISTORIA

2932.1. El debate antes de Calcedonia

2952.2. La frmula de Calcedonia

2962.2.1. La relacin de lo humano y lo divino

2982.2.2. La unidad de Jesucristo

2993. CRTICAS, LIMITACIONES Y REINTERPRETACIN

3003.1. Falta de concrecin

3003.1.1. Lo universal no revelatorio

3003.1.2. Revelacin: la relacin expresada en los cuatro adverbios

3013.1.3. De nuevo la limitacin: falta de concrecin en la relacin

3023.2. Falta de historia

3023.2.1. Perfeccin e imperfeccin

3033.2.2. La cruz como sacrificio o como entrega

3053.2.3. Ser y hacerse

3063.3. Falta de relacionalidad

3073.3.1. Relacionalidad con respecto al Padre: filiacin como entrega

3083.3.2. Relacionalidad con respecto al reino: la praxis

31019.- LECTURA FORMAL Y DOXOLGICA DE CALCEDONIA. EL SEGUIMIENTO DE JESS COMO PRINCIPIO EPISTEMOLGICO

3111. UNA FRMULA HOLSTICA

3121.1. La tradicin bblico-cristiana

3131.2. Calcedonia como frmula holstica

3131.2.1.La explicacin especulativa de K. Rahner

3141.2.2.Tres tesis previas

3151.2.3. Jess, smbolo real del Logos

3161.3. Jesucristo y la unificacin de los seres humanos

3172. UNA FRMULA DOXOLGICA

3182.1. Una epistemologa especfica

3192.2. El seguimiento de Jess: el camino prxico a la doxologa

3192.2.1. El seguimiento como fuente de conocimiento

3202.2.2. La entrega de la razn

3222.2.3. La verbalizacin de la experiencia cristolgica

3232.3. Seguimiento y Espritu en el conocimiento de Cristo

3252.3.1.Espritu de lo nuevo

3252.3.2.Espritu de verdad y vida

3262.3.3. Espritu de xtasis

328Eplogo RECORDAR Y CAMINAR

3291. COSAS PARA RECORDAR

3291.1. La originalidad indeducible del Dios de Jess

3301.2. La centralidad del reino de Dios

3321.3. El status teo-logal de los pobres

3342. CAMINAR

3342.1. El futuro de Dios

3352.2. Una fe en camino

3362.3. Caminar en la historia

INTRODUCCIN

Este libro es la continuacin de Jesucristo liberador. Lectura histrico-teolgica de Jess, que publicamos en 1991. Entonces escrib una larga introduccin sobre el porqu y el para qu de un nuevo libro sobre Jesucristo, habiendo ya tantos. Ahora, al presentar La fe en Jesucristo. Ensayo desde las vctimas, quisiera compartir tambin con el lector las preguntas que me han surgido al escribirlo, teniendo en cuenta que en los siete aos que van de aquel libro a ste ha habido muchos cambios en la temtica y, sobre todo, en la sensibilidad teolgica. Se hacen notar los cambios de paradigma, y a veces se pregunta uno si queda algo importante que no ha cambiado porque hay en ello algo de meta-paradigmtico. Voy a compartir las preguntas que me han surgido en forma de breves reflexiones sobre el ttulo del libro, pero antes resumamos su contenido.

El libro tiene tres partes. La primera versa sobre la resurreccin de Jess, la segunda sobre la cristologa del Nuevo Testamento a partir de los ttulos, y la tercera sobre las frmulas de los primeros concilios. En ellas analizamos lo que dicen los textos bblicos y conciliares sobre la realidad de Jesucristo, y lo hacemos desde perspectivas especficas y con una finalidad determinada. As, analizamos la resurreccin de Jess desde la esperanza de las vctimas con la correlativa revelacin de Dios como Dios de las vctimas y desde la posibilidad de vivir ya como resucitados en las condiciones de la existencia histrica. Analizamos los ttulos cristolgicos desde el trastrueque que hace Dios y que se manifiesta en Jesucristo de lo que es mediacin, mesianismo, seoro, filiacin, para concluir que la verdad de Dios en Jess es ante todo buena noticia. Analizamos, finalmente, las frmulas conciliares desde su dimensin formal: cmo presentan la totalidad de la realidad y su unidad diferenciada (el holismo, pudiramos decir, tal como se entenda en la poca), cmo relacionan a Dios y lo humano, a Dios y el sufrimiento. Analizamos, pues, la divinidad desde el trastrueque que hace Jess. Y analizamos las frmulas tambin como frmulas doxolgicas, que exigen un proceso del conocimiento, a lo que aadiremos un camino histrico. Ese camino es el seguimiento de Jess, de tal manera que ste alcanza una dimensin epistemolgica.

Ah termina el libro. No analizamos la historia de la cristologa, las de la Edad Media, las que surgieron alrededor de la Reforma, sobre todo la de Lutero. Tampoco analizamos las cristologas sistemticas actuales, aunque varias de ellas sobre todo las que podemos llamar clsicas (surgidas en las teologas progresistas, polticas y de la liberacin) estn incorporadas, de una u otra forma, en nuestro discurso teolgico; ni analizamos los nuevos ensayos cristo-lgicos que hoy se llevan a cabo a partir de las culturas indgenas y afro-americanas, del gnero, la ecologa y el dilogo interreligioso. Estos ensayos nos parecen, en su conjunto, necesarios y positivos, y desde la teologa de la liberacin lo son porque introducen en la cristologa las variadas formas de alteridad, no slo la que genera la opresin. A todo ello, sin embargo, slo haremos breves alusiones.

Como se puede apreciar por lo dicho, este libro no est pensado como libro de texto o como un manual que exponga y analice ordenadamente el cmulo de conocimientos cristolgicos que la Iglesia ha ido declarando a lo largo de su historia. Es ms bien un ensayo, en el que intentamos exponer y analizar los que nos parecen ser puntos fundamentales de la cristologa, permanentes y recurrentes. S intentamos escribir desde la realidad de la fe, desencadenada por el acontecimiento de Jesucristo, y desde la realidad de las vctimas en el presente. Digamos una palabra sobre ambas cosas.

1. LA FE EN JESUCRISTO

En este libro seguimos hablando sobre Jesucristo, pero de una manera diferente a como lo hacamos en el anterior. La vida de Jess, en efecto, est escrita desde la fe, pero, con todo, Jess de Nazaret es un dato objetivo exterior a nosotros, dato que en principio puede ser analizado y teologizado en s mismo. La resurreccin, sin embargo, no es una realidad histrica como la de Jess, sino que es una realidad distinta, histrico-escatolgica, de modo que los textos sobre ella expresan ante todo la experiencia y la fe reales de los testigos. Y las cristologas neotestamentarias y conciliares son ya claras reflexiones de fe, afirman quin es Jesucristo una vez que ya existe fe en l. En otras palabras, los textos sobre Jesucristo son de dos tipos: unos, que presentan la historia de Jess (aunque sea leda desde la fe), y otros, que presentan la historia de la fe de unos seres humanos (aunque tiene un referente, Jesucristo, que la origina). Y aqu est la discontinuidad fundamental entre los dos libros.

Esa fe es fe en Jesucristo, obviamente, y los textos expresan, verbalizan y teorizan quin es ese Jess que ahora es credo como Hijo de Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento y a lo largo de la historia la fe en Jesucristo no significa slo tomar postura ante su realidad (divina y humana), sino que expresa, de manera novedosa, lo que es esencial a toda fe religiosa: tomar postura ante la totalidad de la realidad. Expresa, en concreto, cmo los seres humanos depositan confianza en una realidad absoluta que otorga sentido a la existencia, y a la vez estn abiertos y disponibles ante el misterio inmanipulable de la realidad; cmo escuchan promesas y buenas noticias, y a la vez se encarnan en desencantos y crueldades, cargando con la realidad. En definitiva, expresan cmo viven en la historia a la intemperie y, a la vez, arropados por un misterio inefable...

Los textos que hablan de Jesucristo nos introducen en su realidad, pero esa su realidad nos pone en relacin con una constelacin de realidades. De ah que la fe en Jesucristo no consiste slo en tomar postura ante su realidad (si es divino o no, si es humano o no), sino en tomar postura (a partir de l) ante la realidad en su totalidad. Vemoslo en un ejemplo.

Hay textos que hablan de Jesucristo como Seor, la fe as lo acepta y la teologa (en este caso la paulina) explica en qu consiste ese seoro. Pero adems, al aceptar que Cristo es Seor, el creyente est tomando postura ante una constelacin de realidades, ms all de la realidad de Cristo. Acepta, por ejemplo, que es posible vivir con libertad y con esperanza en la historia, pues las dominaciones y potestades ya han sido vencidas en principio, pero con la humildad de que Dios no es todava todo en todo y con la honradez de mantener la pregunta de la teodicea: cmo compaginar seoro de Cristo y miseria en este mundo. Acepta que en la liturgia hay que reconocer a Cristo como Seor, pero aade que hay que reproducir en la historia su praxis servicial, abajada, crucificada. Acepta que personas y comunidades pueden configurarse segn la realidad del Hijo, pero sin que eso les desve del humilde seguimiento de Jess. Acepta que de la cabeza le viene al cuerpo la vida, pero tambin que Cristo-cabeza ha dejado, en un sentido, en nuestras manos su incorporacin en la historia, y as su seoro. As pudiramos seguir, pero lo que nos parece importante es recalcar que los textos cristolgicos no slo hablan de quin es Cristo, sino que, cuando se toma postura ante l, remiten a una constelacin de realidades ante las que hay que tomar postura. La fe en Jesucristo es ms que fe en l.

Los textos cristolgicos neotestamentarios y conciliares expresan, pues, tambin la fe totalizante de unos seres humanos. sta es la razn de nuestro modo de proceder al analizarlos, ponindolos en relacin con realidades, de entonces y de ahora, realidades de las que est hecha la vida y la fe de los seres humanos. De ah que nos preguntemos, por ejemplo, por la posibilidad de experiencias actuales reales, anlogas a las de las apariciones, por la posibilidad de vivir como resucitados en la historia, es decir, por la posibilidad del reverbero histrico de lo que de triunfo hay en la resurreccin de Jess; por la posibilidad de una lectura calcedoniana de la estructura de la realidad. El lector juzgar de la fortuna de estas reflexiones, pero lo importante es remitir los textos sobre Jesucristo (y sobre Dios) a algo real. Es cierto que fides ex auditu, y por ello hay un momento en la fe de pura acogida y aceptacin, sin poder controlar su contenido. Pero tambin es cierto que la fe realizada es cosa real y se comprende cotejndola no slo con textos sino con realidades.

Por eso este libro no es estrictamente un libro de cristologa: anlisis conceptual de la realidad de Jesucristo, aunque en l se analicen textos en que esa realidad nos viene expresada. Si se quiere, presentamos a Jesucristo como una parbola abierta, y depende de nosotros aceptar o no su significado. Y como todos los seres humanos no slo los cristianos se confrontan y tienen que tomar postura ante las realidades que hemos mencionado, quizs planteamientos como los de este libro pudieran ser tiles para otros, no slo para creyentes. El imaginario cristiano formula problemas ltimos y les da una respuesta especfica, que no tiene por qu ser aceptada por todos, por supuesto. Pero pensamos que puede ayudar a formular los problemas que son de todos: qu esperar, qu hacer con la cruz, qu celebrar...

2. LA PERSPECTIVA DE LAS VCTIMAS

La segunda reflexin es sobre el desde dnde de este libro. Es cierto que existe una cierta universalidad en el sujeto creyente y en el objeto, Jesucristo, pero de ello no se deduce que la reflexin pueda comenzar desde lo universal. Todo pensamiento est ubicado en algn lugar y surge de algn inters; tiene una perspectiva, un desde donde y un hacia dnde, un para qu y un para quin. Pues bien, el desde dnde de este libro es una perspectiva parcial, concreta e interesada: las vctimas de este mundo. Todo ello viene exigido por la revelacin de Dios y tambin por la realidad del mundo actual, aunque esto se decide siempre dentro de un crculo hermenutico. El argumento en favor de esta perspectiva es, pues, en ltimo trmino, indefenso, pero en nuestro mundo es razonable y necesario. Por ello, aunque nos alarguemos un poco y no suela ser habitual en un libro de cristologa, a modo de recordatorio queremos comenzar con un breve excurso sobre las vctimas.

2.1. Vctimas, pobreza, indiferencia e hipocresa

Recordemos aunque debiera ser innecesario la actual situacin de nuestro mundo como mundo de vctimas, su ocultamiento y la cultura de indiferencia ante l. Y si en el subttulo usamos la palabra vctima (o, a veces, la expresin todava ms fuerte de pueblos crucificados) es para que, al menos en el lenguaje, recobremos la interpelacin que antes expresaba el trmino pobre. Veamos cmo est hoy este mundo de pobreza.

Pobreza, en primer lugar, es la realidad en que vive una grandsima parte de seres humanos encorvados bajo el peso de la vida: sobrevivir es su mxima dificultad y la muerte lenta su destino ms cercano. Pobreza es, entonces, dificultad grave de subsistir como especie humana, y en esa situacin estn alrededor de 3.000 millones de seres humanos, como dice el informe del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) de 1996 y en varios lugares va a ms. 89 pases estn hoy peor que hace diez aos, y algunos de ellos peor que hace treinta. Es ya un lugar comn hablar de los seres humanos que no cuentan para el aparato productivo. Ha aparecido la subespecie de los no-existentes, los sobrantes, los excluidos.

En segundo lugar, la desigualdad dentro de la especie prohbe usar el lenguaje metafrico, pero esencial en la fe cristiana, de familia. En el mismo informe se dice que el abismo entre pueblos ricos y pobres va en aumento. El patrimonio de las 358 personas cuyos activos tienen un valor superior a 1.000 millones de dlares supera hoy el ingreso anual del 45 por ciento de la poblacin mundial. Por lo que toca al futuro, y si todo marchase bien, pases como Costa de Marfil pueden tardar 65 aos en llegar a los niveles de ndice de desarrollo humano de los pases industrializados, pero otros, como Mozambique y Nger, tardarn ms de dos siglos. Todo esto indica que la familia humana ha fracasado. Epuln y Lzaro se distancian todava ms, de modo que James Gustave Speth, funcionario de Naciones Unidas, dice que estamos pasando de lo injusto a lo inhumano. Y esta opresin interna a la especie humana acaece y es captada cada vez con mayor crudeza a otros niveles de la realidad humana: las razas, culturas, religiones, el gnero... ha. familia, no slo la especie humana, est en quiebra.

En tercer lugar las races fundamentales de esta pobreza son histricas: la injusticia estructural. Pobres son los empobrecidos, indgenas son los privados de identidad cultural... Lo mencionamos porque ahora se silencia y porque las soluciones que se proponen estn basadas sobre la misma injusticia estructural. De tener xito esas soluciones slo podran mejorar la vida de una parte del planeta (el 40 o el 50 por ciento), con lo cual alguna instancia tendr que tomar la cruel decisin de determinar qu pueblos vivirn y cules no. La solucin ofrecida es una mala solucin, lo cual para Ignacio Ellacura era peor que tener slo problemas. La solucin ofrecida es imposible, porque no es universalizable, y es inhumana, porque, como dice Prez Esquivel, el capitalismo naci sin corazn.

Todo esto era realidad en 1968 por citar la fecha simblica de Medelln y sigue siendo realidad en 1999, aun con expresiones distintas, pero la verdad sobre la pobreza se maquilla hasta anularla. El informe del PNUD de 1997, por ejemplo, ha podido ser presentado como mensaje de esperanza: en dos dcadas es posible erradicar la pobreza, lo cual lleva a que en la conciencia colectiva se encubra su escalofriante contenido. Y lleva tambin a ignorar lo que dijo Walter Franco, experto de Naciones Unidas, cuando se public el informe: est en declive la voluntad internacional de cooperacin. La injusticia que produce la pobreza necesita del encubrimiento y del olvido, y recurre a la mentira institucionalizada. El lenguaje encubre la realidad (pases en vas de desarrollo, poblacin de escasos recursos) para ocultar situaciones de aberracin inhumana. Se ha hablado de guerras en Centroamrica, lo cual es verdad, pero con ello se encubre la represin y el terrorismo (tambin y sobre todo de Estado), siendo as que esto no debe ser subsumido bajo el concepto ms civilizado y aceptado de guerra, pues la represin estatal no est tanto en la lnea del operar blico, sino en la del holocausto. Encubrimiento burdo, pero real es tambin el que los agentes de esta violencia y de su injusticia originante (represin y guerra) sean organizaciones e instancias muchas veces aceptadas en el mundo occidental, propuestas incluso como modelo a los pases del Tercer Mundo: gobiernos y oligarquas locales {business community) animados y apoyados en el caso centroamericano por el gobierno de Estados Unidos, su ejrcito, la CA... Y cuando el encubrimiento no tiene xito, entonces necesita de la amnista, la de los militares sobre todo, los perdonados de siempre, como dice Mario Benedetti. La pobreza, por ltimo, es la forma de violencia ms duradera y es tambin la violencia que se comete con mayor impunidad. Ante holocaustos y masacres a veces hay Nrenbergs, pero no los hay ante la depredacin del continente latinoamericano o ante el expolio del continente africano. A qu Tribunal pedir cuentas de los 35 o 40 millones de seres humanos que anualmente mueren de hambre o de enfermedades relacionadas con el hambre? Y lo ms irritante es que hoy es posible eliminar la pobreza... sta es la perspectiva.

2.2. Lo meta-paradigmtico en la cristologa

Todo esto debiera ser inocultable e interpelante. Pero no lo es. Hace pocos aos deca J. B. Metz que se est difundiendo una posmodernidad cotidiana de los corazones que arrumba la pobreza y la miseria del llamado Tercer Mundo en una mayor lejana sin semblante-. En la actualidad se extiende un ambiente psico-social, cultural, filosfico incluso, que, a la hora de la verdad, no hace central a las vctimas en cuanto tales, siendo as que stas siguen siendo el gran relato a los ojos de Dios. Para describir este ambiente del espritu de nuestro tiempo basten estas palabras de Pedro Casaldliga, que, al menos ledas desde El Salvador, ponen el dedo en la llaga:

Algunos creen que ya es hora de cambiar nuestros paradigmas. Y hasta les parece que los mrtires estorban en esta memoria postmoderna o postmilitante. Al aire de la decepcin, amigos y enemigos vienen lanzando tres preguntas provocadoras: qu queda del socialismo?, qu queda de la teologa de la liberacin?, qu queda de la opcin por los pobres? Espero que no acabemos preguntndonos qu queda del evangelio...

Espero, aadimos nosotros, que no acabemos preguntndonos qu queda de las vctimas.

En medio de esta cultura light siempre me viene a la mente I. Ellacura. Se preguntaba l por el signo de los tiempos (es decir, por aquello que caracteriza a una poca y en lo que se hace presente Dios) y responda que ese signo es siempre el pueblo crucificado, despojado de vida, aunque vare la forma de su crucifixin. Es este siempre verdad, la gran verdad a lo largo de la historia, o es formulacin exagerada, comprensible en la poca de inicios de los ochenta, pero ya superada? sta nos parece ser la pregunta esencial, y es la que suele quedar encubierta en la actualidad.

Aceptamos que ha cado el socialismo, que las revoluciones en Amrica latina no han tenido xito, o no de la forma que muchos esperaban. Aceptemos incluso que somos una aldea planetaria y que se ha impuesto la globalizacin. Esto, sin embargo, nada dice todava sobre si existe algo meta-paradigmtico en el cristianismo que se deba mantener a travs y en contra de los cambios. Dicho de otra forma, nos preguntamos si existe algo que, aunque tenga que responder ante los cambios, tiene la capacidad de potenciar lo positivo, operar contraculturalmente, desenmascarar pecado y encontrar bondad en cualquier paradigma.

Tambin en el Nuevo Testamento hay diversidad de visiones segn tiempos y lugares, pero algo se mantiene como central. El amor y defensa de Dios a los dbiles de este mundo y la condena del pecado y de los opresores que los producen. Esto ltimo qued formulado como asesinato y mentira, y por este orden (Juan), como oprimir la verdad y actuar con arrogancia ante Dios (Pablo), como servir al dinero y aborrecer a Dios, como poner cargas intolerables (Jess). Esto no ha cambiado a lo largo de la historia: la arrogancia ante Dios (suicidio del espritu), y la opresin, el dar muerte al otro (homicidio). Volviendo a nuestro mundo, los cambios no han hecho cambiar el peso de lo real. Por eso nos parece peligroso apelar, precipitadamente, al cambio de paradigma.

Volvamos a la pregunta desde la cristologa. Hay algo en ella de meta-paradigmtico? La respuesta es un s convencido, y su contenido central es la relacin entre Jess y los pobres, entre Jess y las vctimas. Esto ya lo han dicho otros, aunque sea por implicacin, al preguntarse cmo hacer teologa despus de Auschwitz. Y han respondido que no es posible hacer teologa pasando por alto Auschwitz. Auschwitz es, pues, meta-paradigmtico, es una forma poderosa de recordar la relacin esencial entre Dios y las vctimas.

Los seres humanos, sin embargo, somos dados a olvidar y somos capaces de estropearlo todo. Incluso podemos utilizar el recuerdo de Auschwitz para dar la impresin de que, aunque horrible, es cosa del pasado, y podemos proclamar que en el nuevo paradigma ya no tienen por qu estar centralmente presentes los Auschwitz recientes, los nuestros. Auschwitz fue la vergenza de la humanidad hace medio siglo. Centroamrica, Bosnia, Timor del Este, los Grandes Lagos, la muerte por hambre y, ahora, por exclusin de decenas de millones de seres humanos siguen siendo la vergenza de la humanidad en nuestros das.

Pues bien, estas vctimas son las que operan como perspectiva de nuestra reflexin. No ofrecen una solucin mecnica a la comprensin de los textos cristolgicos, por supuesto, pero s aportan sospechas, preguntas y luces que hacen que los textos sobre Jesucristo den ms de s. De ah, por ejemplo, que desde ellas expresemos nuestra preocupacin recurrente por la devaluacin y la desaparicin del reino de Dios. No lleg, pero s lleg el mediador, lo cual llev a que las cristologas se centrasen en la persona de Cristo e ignorasen la causa de Jess, que es el reino de Dios para los pobres. El reino qued reducido a la persona de Jess o a su resurreccin. Fue sustituido espuriamente, y a veces pecaminosamente, por la Iglesia. Su destinatario fue unlversalizado, y los pobres perdieron centralidad histrica y teologal.

Y tambin desde las vctimas la reflexin cristolgica se hace ms prxica, mistaggica y existencial.

2.3. Es posible asumir la perspectiva de las vctimas?

La perspectiva de las vctimas es necesaria para la teologa, pero es posible? sa es la pregunta personal que me he hecho muchas veces y que ahora quiero explicitar. Creo yo que los seres humanos nos dividimos en dos grandes grupos: aquellos que dan (y damos) la vida por supuesto y aquellos que lo que no dan por supuesto es la vida, y en mi opinin segn se est en uno u otro de los grupos mencionados se ven las cosas de diferente manera. Cmo se comprenden los derechos humanos, la democracia, la libertad, instituciones como la banca, el aparato de justicia, la fuerza armada... vara grandemente segn se est en uno u otro grupo. Y esto creo yo que vale tambin en lo sustancial para la comprensin de la religin, de la Iglesia, de la fe, de la oracin, de la esperanza... En definitiva, de la vida y de la muerte.

Esta dificultad de asumir la perspectiva de las vctimas lleva tambin a una paradoja que, en lo personal, me ha hecho pensar y que quiero simplemente exponer: los privilegiados de Dios y destinatarios primarios de su revelacin, los pobres y las vctimas, no pueden hacer teologa (en el sentido en que sta se entiende convencionalmente). Y los que podemos hacer teologa somos los no-pobres, no-vctimas. Entonces, podemos los no-vctimas hacer teologa cristiana desde la perspectiva de las vctimas?

Lo que puede ocurrir es algo anlogo a la Horizontsverschmelzung (entrelazamiento de horizontes) entre la fe de las vctimas, campesinos, hombres y mujeres sencillas, y la de lderes religiosos, pastores y pensadores ms estudiados. Y creo y espero que eso ha ocurrido de alguna forma. En el sufrimiento de la opresin y la esperanza de la liberacin, ambas formas de fe, histrica y existencialmente distintas, pueden converger. Entonces, en la solidaridad con las vctimas, en el llevarse mutuamente en la fe, se abren los ojos de las no-vctimas para ver las cosas de diferente manera. Que esa nueva visin coincida a cabalidad con la de las vctimas es algo que, pienso yo, nunca llegaremos a saber del todo. Pero creo que nuestra perspectiva puede cambiar porque las vctimas nos ofrecen una luz especfica para ver lo que llamamos objetos de la teologa: Dios, Cristo, gracia, pecado, justicia, esperanza, encarnacin, utopa... Los pobres y las vctimas aportan a la teologa algo ms importante que contenidos: aportan luz para que los contenidos puedan ser vistos adecuadamente.

Terminemos. La perspectiva de las vctimas ayuda a leer los textos cristolgicos y a conocer mejor a Jesucristo. Por otra parte, ese Jesucristo as conocido ayuda a conocer mejor a las vctimas y, sobre todo, a trabajar en su defensa. Un Dios y un Cristo parciales hacia ellas llevan a hacer teologa en defensa de las vctimas, en lo cual la cristologa se juega su relevancia en el mundo de hoy. Y lleva tambin a introducir al pobre y a la vctima en el mbito de la realidad teologal, no slo tica, en lo cual la teologa se juega su identidad.

Esto nos parece esencial para la teologa y para la fe. En el Nuevo Testamento se relacion al pecador teologalmente, valga la redundancia, con Dios: Dios justifica al impo, perdona al pecador por gracia, y as la teologa hizo central la realidad del pecado y del pecador. Hoy hay que insistir en otra relacin teologal, la relacin entre pobre y Dios: Dios ama al pobre por el mero hecho de serlo, y as la teologa debe hacer central al pobre y a la pobreza. De esta manera se enriquece la fe cristiana y se lleva a cabo de mejor manera la tarea de bajar de la cruz a los crucificados de la historia.

Y una ltima observacin. Seguimos haciendo a las vctimas centrales en la fe y en la teologa para ir contra la corriente que trata de ignorarlas, como hemos dicho. Pero hay algo ms profundo. Los pobres y las vctimas de este mundo son, por los valores que tienen muchas veces y por lo que son siempre, sacramentos de Dios y presencia de Jesucristo entre nosotros. Ofrecen luz y utopa, interpelacin y exigencia de conversin, acogida y perdn. Con esto acabbamos nuestro anterior libro al hablar de la salvacin que nos trae el pueblo crucificado, la soteriologa histrica que deca Ignacio Ellacura. Y cuando a esas vctimas las llamamos mrtires es que reproducen la vida y muerte de Jess, y son una poderosa luz.

Al mantener a las vctimas en el centro de la teologa, no queremos ser obsoletos obstinados ni masoquistas impenitentes. Queremos ser honrados con la realidad y responsables ante ella. Y queremos ser cristianos que ofrecen una buena noticia: Dios y su Cristo estn presentes en nuestro mundo, y estn no en cualquier lugar, sino all donde dijeron que iban a estar: en los pobres y vctimas de este mundo. De esta manera, pensamos, se puede hacer teologa, y cristologa, como intellectus amoris la praxis de liberar a las vctimas y como intellectus gratiae, desde la gracia que se nos ha dado en ellas. A todo ello este libro quisiera ser un modesto aporte, poner un granito de arena.

San Salvador

Enero, 1999

I.- LA RESURRECCIN DE JESS. RESURRECCIN DE LAS VCTIMAS1.- LA PERSPECTIVA. UN SEGUIMIENTO RESUCITADO Y LA ESPERANZA DE LAS VCTIMAS

La resurreccin de Jess es un acontecimiento escatolgico, la irrupcin de lo ltimo en lo historia. Es, pues, una realidad de alguna forma totalizante, y por ello no es accesible en directo, sino desde una determinada perspectiva, que de hecho suele cambiar a lo largo de la historia. En este captulo introductorio queremos hacer explcita, desde la realidad del Tercer Mundo, cul es esa perspectiva especfica. Y para ubicarla mejor entre otras muchas, vamos a comenzar recordando, aunque slo sea a grandes rasgos, lo que la teologa reciente ha dicho sobre la resurreccin de Jess.

Con anterioridad al concilio Vaticano II, la teologa catlica no hablaba prcticamente de la resurreccin de Jess ni en la cristologa ni en la soteriologa, sino que la relegaba a la apologtica como portento sin igual, y en la espiritualidad se converta en anticipo y recordatorio del final de nuestra existencia, con la posibilidad de salvacin y condenacin, lo que llevaba a la desvalorizacin de la historia.

En un radical cambio de paradigma, alrededor del concilio la teologa comenz a retomar la resurreccin de Jess como realidad central-. Con ello se superaron, en principio, varios males: el dolorismo de una teologa y la crueldad de una soteriologa (mal) basadas en la cruz, y el sacrificialismo unilateral de la liturgia, la cual, a partir de entonces, lleg a ser ms enteramente pascual. Adems, la investigacin bblica super un modo de presentarla como acontecimiento mtico y pudo mostrar su relevancia ante las exigencias del pensamiento moderno y su antropologa. La resurreccin de Jess mostraba, en efecto, el valor de la corporeidad, pues Jess resucit en la totalidad de su ser, no a la manera griega de alma liberada del cuerpo; la sociabilidad, pues, al resucitar como primognito, apuntaba a la resurreccin final de todos los seres humanos; la cosmicidad, y aun la evolucin hacia un punto omega, al recordar con Isaas y el Apocalipsis el advenimiento del nuevo cielo y la nueva tierra, lo cual es todava ms importante hoy que se habla del Cristo csmico. Y revalorizaba sobre todo el futuro y la esperanza, realidades centrales en el pensamiento utpico de hace unas dcadas.

Estos progresos teolgicos son indudables, pero no han sido suficientes. A nuestro modo de ver, se da ahora una especie de estancamiento en la teologa de la resurreccin, y, entre otras, las razones nos parecen ser estas dos. Una es que, aunque la resurreccin remite al futuro de la historia, no parece decir nada importante acerca del presente, en cuanto presente. La otra es que, aunque la esperanza redescubierta por la nueva teologa es importante, es una esperanza precipitadamente universal y no recoge imparcialidad que le es esencial, pues la resurreccin de Jess es esperanza, en directo, para las vctimas.

Para que la resurreccin de Jess pueda mantener su identidad y relevancia nos parece necesario adoptar una nueva perspectiva que, recogiendo la novedad de la teologa postconciliar, vaya ms all de ella. Segn lo dicho, esta nueva perspectiva debe incluir dos cosas. La primera, que la resurreccin de Jess sea, de alguna manera, una realidad que afecte eficazmente a la historia en su presente, lo cual supone la posibilidad de vivir ya como resucitados en la historia y la posibilidad de rehacer la experiencia de ultimidad implicada en las apariciones, con todas las analogas del caso, por supuesto. La otra, y ms fundamental en el Tercer Mundo, es comprender la resurreccin de Jess en su relacin esencial con las vctimas, de modo que la esperanza que desencadena sea, ante todo, esperanza para las vctimas. Vemoslo un poco ms en detalle.

1. VIVIR EL SEGUIMIENTO DE JESS COMO RESUCITADOS

Quisiera comenzar esta reflexin con un recuerdo personal. Hace casi treinta aos, en una eucarista en que unos jvenes jesutas hacan sus votos religiosos, Ignacio Ellacura habl del seguimiento de Jess, pero a ello aadi que debemos vivir ya como resucitados en la historia. Dado como era l a historizar la fe cristiana, no constituy una sorpresa que historizase el seguimiento en lo que ste tiene de encarnacin, misin y cargar con la cruz. Pero lo de vivir como resucitados en la historia me llam poderosamente la atencin, pues con ello relacionaba el seguimiento de Jess con lo plenificante y lo escatolgico. Y, a la inversa, vena a decir que el lugar de verificar sin alienaciones y autoengaos si y de qu forma participamos ya en la realidad escatolgica es el seguimiento de Jess y no otra cosa. En otras palabras, la resurreccin de Jess, en su realidad propia, se puede vivir en el presente; y, dentro de ese presente, en el seguimiento. Sin embargo, esto no es nada obvio y encuentra dificultades de varios tipos que hay que esclarecer y a las que, en lo posible, hay que responder.

En el Nuevo Testamento, en efecto, la resurreccin de Jess y las apariciones en que se muestra es presentada en radical discontinuidad con respecto a nosotros. Por lo que toca a la realidad objetiva, la resurreccin es la aparicin de lo escatolgico, y por ello la Resurreccin es algo nico en la historia. Por lo que toca a la captacin subjetiva, el creyente se ve esencialmente remitido al testimonio de quienes tuvieron la experiencia pascual, los cuales no pretendieron nunca hacer que otras personas gozaran de visiones parecidas. Y esa discontinuidad se radicaliza con el retraso de la parusa: la plenitud que para los discpulos se inici ya con las apariciones del Resucitado y que poda palparse se nos ha convertido de nuevo en promesa. En conclusin, entre la realidad de la resurreccin, incluida la experiencia de las apariciones, y nuestra propia realidad parece existir un abismo insalvable.

Por otra parte, el Nuevo Testamento hace otro tipo de afirmaciones que van en direccin distinta. La resurreccin de Jess, a travs de la efusin del Espritu, ya configura la historia en el presente. Esa accin es considerada en la teologa lucana de forma puntual y prodigiosa, mientras que es cotidianizada por Pablo. Preguntarse por la presencia del Resucitado en la historia no sera, pues, nada nuevo, aunque el Nuevo Testamento tambin hace notar los peligros de comprenderla slo como accin del Espritu tal como aparece en el ejemplo clsico de los cristianos de Corinto, a quienes Pablo tiene que corregir severamente.

Pero, adems de la crtica a este espiritualismo de la resurreccin, a nuestro modo de ver, apelar al Espritu no expresa todava con la radicalidad debida la relacin entre resurreccin y presente, si no se historiza y concreta adecuadamente esa accin del Espritu. El problema fundamental es si la resurreccin se hace presente, especficamente, en el seguimiento de Jess y no en cualquier lugar y de cualquier manera. No se trata simplemente de que el Espritu se haga presente en la historia a travs de acciones novedosas y poderosas (carismticas), sino adems de configurar resucitadamente la estructura de encarnacin, misin y cargar con lo oneroso de la historia.

Nuestra argumentacin en favor de esta tesis no es sustancialmente bblica, sino producto de la reflexin. Y es que si la realidad de la resurreccin de Jess no se hiciera de alguna forma presente en la historia, permanecera como algo totalmente extrnseco a nosotros, algo no historizable ni verificable en forma alguna, como s lo es el seguimiento de Jess. Y no dejara de ser paradjico y hasta absurdo que en la historia hubiese acaecido lo escatolgico y que no la configurara de alguna forma.

Nuestra perspectiva presupone, pues, que el Resucitado se puede hacer victoriosamente presente en el seguimiento del Crucificado, de modo que el seguimiento puede estar transido ya ahora de lo que en la resurreccin de Jess hay de triunfo. De esto hablaremos en detalle en los siguientes captulos, pero, por decirlo desde el principio, en el seguimiento de Jess puede acaecer un como reverbero histrico de su resurreccin con dos elementos esenciales: 1) lo que en la resurreccin hay de plenitud, aun en medio de las limitaciones de la historia, y 2) lo que en la resurreccin hay de victoria contra lo esclavizante de la historia. A esto alude la siguiente cita: Se mencionan aqu los dos elementos en los que hemos insistido (plenitud en la contingencia), pero, para que no queden en su nuda abstraccin, hay que concretar qu significa plenitud escatolgica y soportar los golpes de la caducidad.

Por lo que toca a la plenitud escatolgica podemos decir, con cierta audacia, que el reverbero en la historia del triunfo del Resucitado es la esperanza, la libertad y el gozo en el seguimiento de Jess. Por lo que toca a la caducidad en medio de la cual acaece la plenitud y a lo que hay que soportar, la esperanza acaece contra la resignacin, el desencanto, la trivialidad; la libertad acaece contra las ataduras que la historia impone al amor: riesgos, miedos, egosmos; el gozo acaece contra la tristeza. La plenitud, pues, llega a ser no slo en tiempos de caducidad sino contra la caducidad. Con mayor precisin, se hace presente no slo contra el todava-no de lo limitado, sino contra el ciertamente-no de lo opresor y deshumanizante.

Es evidente que el intento de concretar la presencia de la resurreccin en la historia es audaz y tiene su peligrosidad, pero nos parece que sera ms peligroso comprenderla como algo totalmente extrnseca a nuestra realidad presente. Esto supondra que en la historia habra acaecido lo escatolgico, pero que ello no configurara nuestra vida presente a no ser en la esperanza.

1. RESURRECCIN DE JESS Y VCTIMAS

En el kerygma primitivo la resurreccin es anunciada en unidad con la cruz de Jess (cf. 1 Cor 15, 3s.), pero no slo en el obvio sentido de yuxtaposicin lgico-cronolgica sin muerte no puede haber resurreccin, sino en un sentido mutuamente explicativo: a quienes vosotros asesinasteis. Dios resucit (Hech 2, 23s. par.). Y esta relacin se mantiene en el Nuevo Testamento en la identificacin del Resucitado con el Crucificado (Jn 20, 25-28).

Mantener esta relacin (transcendental) entre cruz y resurreccin es decisiva para la comprensin del misterio pascual y lo que tiene de revelacin y de salvacin. De ello hablaremos en los siguientes captulos, pero tener en cuenta esa relacin es tambin importante y quizs la teologa no suele detenerse en esto suficientemente para determinar el lugar adecuado de comprensin de la resurreccin de Jess. Si es cierto que resurreccin (realidad histrico-escatolgica) dice relacin esencial a muerte (realidad histrica), no parecer desatino hacer de sta lugar para comprender aqulla. Y no slo eso. Como en el Nuevo Testamento no se habla slo de muerte, sino de cruz de Jess, sern los crucificados de la historia el lugar ms apto para comprender la resurreccin de Jess, los que introducen en ella la necesaria dialctica, y los que posibilitan que se vayan desplegando las diversas dimensiones de sta.

Algo de esto aparece, aunque slo sea a la manera de insinuacin, al final del evangelio (anti-triunfalista) de Marcos. No hay en l apariciones, sino slo el mandato: id a Galilea, y all lo veris (Mc 16, 7). Sea como fuere lo ocurrido geogrfica e histricamente. Galilea es el lugar de lo pobre y de lo pequeo. Y ah, segn Marcos, se dejar ver el Resucitado. Es por eso lugar teolgico. ste no es fundamentalmente un ubi categorial, sino un quid substancial, y desde l las fuentes del conocimiento teolgico dan de s una u otra cosa. Pues bien, esa Galilea es la que permite leer los textos de la resurreccin de una determinada manera y es la realidad que dirige a esos textos las preguntas ms atinadas. Por eso es tambin el lugar en que los textos dan ms de s. Dicho en forma de tesis, la cruz es el lugar teolgico privilegiado para comprender la resurreccin, y otros lugares lo sern en la medida en que anlogamente reproduzcan la realidad de la cruz.

Para nosotros Galilea es El Salvador, que bien puede servir como ejemplo de muchos otros pueblos crucificados (los Grandes Lagos, Timor Oriental... en el momento de escribir estas lneas). En esa realidad concreta, y por su propia naturaleza, surgen las preguntas importantes en torno a la resurreccin: qu posibilidad hay hoy de comprender y de rehacer la experiencia de los primeros creyentes, aunque sea de forma anloga; qu posibilidad existe de vivir ya como resucitados en la historia y qu de la dimensin de triunfo, tal como aparece en la resurreccin de Jess, puede hacerse realidad en la historia; qu esperanza y con qu realismo tiene un pueblo crucificado de ser tambin un pueblo resucitado; qu hay de verdad en la fe de que Dios es un Dios de vida, de que hizo justicia a una vctima inocente resucitndola de la muerte y de que al final Dios ser todo en todos...

Estas preguntas por Dios y por la justicia, y otras similares, son las que surgen en el mundo de cruces, y no simplemente si hay supervivencia tras la muerte. Se trata del problema humano de la esperanza, pero no de cualquier esperanza, sino de la esperanza de las vctimas. Las palabras de campesinos salvadoreos que vamos a citar y que pueden multiplicarse no usan lenguaje de cruz y resurreccin, pero a ello apuntan en lenguaje de muerte y de vida. En tiempo de cruz se preguntan:

Cuntas veces no decimos que Dios acta en nuestra historia... Pero, padre, y si acta, cundo acaba esto? Y tantos aos de guerra y tantos miles de muertos? Qu pasa con Dios?.

Y hablan tambin sin ingenuidad, teologalmente, de resurreccin. Esto decan en 1987:

Nosotros somos unas comunidades abandonadas por nuestra dicesis. Nunca ha habido preocupacin por nosotros. De lo que s estamos claros es que Dios no nos ha abandonado ni nos abandonar jams. Pues hemos podido experimentar su cercana y su acompaamiento en los momentos ms duros que hemos vivido a lo largo de esta guerra, donde lo nico que se nos ha ofrecido ha sido la muerte. l nos ha ofrecido y dado la vida-.

Hemos expuesto en esta introduccin cul es el inters que gua nuestro anlisis: poder vivir como resucitados en la caducidad de la historia en el seguimiento de Jess, y tener la esperanza de las vctimas de que Dios triunfar sobre la injusticia. sta es la perspectiva. Digamos para terminar que no tenemos nada especial que ofrecer a la investigacin y al debate exegtico de los textos. Por ello, aunque los analicemos un mnimo, la novedad que podamos ofrecer consiste en la luz que d la doble perspectiva que hemos mencionado.

En primer lugar, abordaremos el problema hermenutico que ofrece la resurreccin no slo por ser un acontecimiento acaecido en el pasado y en un horizonte cultural distinto al actual, sino porque de ella se afirma que es la irrupcin de un acontecimiento escatolgico. No es obvio que un hecho escatolgico pueda ser comprendido, y por ello hay que averiguar bajo qu condiciones puede serlo para saber, dicho en palabras sencillas, de qu estamos hablando.

En segundo lugar, abordaremos el problema histrico: qu es lo que realmente acaeci. No ofreceremos ninguna novedad exegtica, pero s haremos algunas reflexiones sobre la realidad de los cambios ocurridos a los discpulos y su significado, y sobre la necesidad y el sentido de hacer (o no hacer) hoy nosotros una experiencia (anloga) a la de las apariciones.

Por ltimo, abordaremos el problema teolgico, es decir, qu dice la resurreccin de Jess sobre Dios, sobre Jess y sobre los seres humanos.

2.- EL PROBLEMA HERMENUTICO (I): LA RESURRECCIN, UN PROBLEMA ESPECFICO PARA LA HERMENUTICA

1. LA PROBLEMTICA DE LA HERMENUTICA

La resurreccin de Jess no es presentada en el Nuevo Testamento como la vuelta de un cadver a la vida cotidiana ni como ser arrebatado al cielo, sino como la accin de Dios en la que lo escatolgico irrumpe en la historia y en la que se comienza a manifestar la verdadera realidad de Jess. En este sentido en el Nuevo Testamento la resurreccin de Jess es narrada como acontecimiento sin precedente en ningn otro acontecimiento histrico. Por ello no es ni puede ser descrita como acontecimiento intrahistrico, pero es descrita, sin embargo, como acontecimiento percibido en la historia y que afecta decisivamente a la historia.

Si esto es as, hay que preguntarse cmo pudieron los discpulos captar la resurreccin de Jess, sobre lo cual hay que decir dos cosas que se relacionan dialcticamente. La primera es que, segn el Nuevo Testamento, se les concedi la capacidad para hacer esa experiencia en las apariciones, experiencia que es presentada en discontinuidad con cualquier otra, incluso de revelaciones, visiones o vocaciones. Y la segunda, en la direccin opuesta, es que por el mero hecho de haber expresado esa experiencia en un lenguaje o, dicho con mayor precisin, en una variedad de lenguajes: resurreccin, exaltacin, vida, hay que presuponer que lo acaecido a Jess responde, de alguna manera, aunque superndola, a alguna expectativa basada en la naturaleza de los seres humanos, pues sin ella nada real hubiesen podido captar.

Pero, adems, se impone la pregunta de qu es necesario que hoy ocurra en nosotros para poder entender lo que los primeros discpulos dijeron experimentar y expresaron en el lenguaje de resurreccin. Se trata de entender el texto, se acepte o no despus la realidad. Es el problema hermenutico: cmo poder comprender un texto que no es directamente comprensible en s mismo, y ello no slo por razones generales de que estamos ante un texto del pasado, escrito bajo presupuestos culturales distintos y aun ajenos a los de nuestro mundo (por ejemplo, un lenguaje sobre ngeles, un muerto que se aparece, ascensin a los cielos...) todo lo cual significa la necesidad de superar la distancia en el tiempo, sino por la razn especfica de ser un texto que pretende expresar una realidad escatolgica, lo cual supone la necesidad de superar una distancia metafsica.

Pues bien, para determinar los presupuestos que hoy son necesarios para comprender dichos textos pensamos que hay que tener en cuenta tres cosas. La primera es que de alguna forma esos presupuestos estn exigidos por los mismos textos que hablan de la resurreccin de Jess (por ejemplo, la necesidad de esperanza), es decir, que no hayan sido arbitrariamente decididos de antemano por nosotros. La segunda es que de alguna forma aparezca en ellos la dimensin cristolgica (el que la esperanza surja por lo acaecido a Cristo), pues los textos relacionan esencialmente la irrupcin de la escatologa en la historia con lo acaecido a Cristo. Y la tercera es que esos presupuestos puedan ser realizados hoy de alguna forma por el lector (que la historia de veinte siglos no haya hecho imposible la esperanza de que el verdugo no triunfar sobre la vctima, por ejemplo), pues de otra forma el texto permanecera mudo, como es obvio.

En esta determinacin de los presupuestos ya est actuando, inevitablemente, el crculo hermenutico. Que los textos puedan ser ledos hoy como exigiendo tal o cual cosa (la esperanza, por ejemplo, como acabamos de mencionar) puede deberse, en parte al menos, precisamente a que existen tales textos que han configurado la propia autocomprensin del ser humano como ser de la esperanza. As, es evidente que en Amrica latina la tradicin de Jesucristo resucitado ha facilitado, al menos en parte, el que se genere esperanza en el compromiso, el que se formulen utopas, el que se afirme que la ltima palabra la tiene la vida, la justicia, la verdad, el amor... Pero tambin es verdad cosa que no se suele tener tan en cuenta en otras latitudes que la esperanza histrica real, expresada en mucho amor y mucho compromiso, ayuda a comprender al menos si no a aceptar los textos del Nuevo Testamento.

Investigar cules son los presupuestos para poder entender hoy de qu se trata cuando los discpulos afirman que Jess ha sido resucitado y que se han encontrado con el Resucitado es tarea importante, pero queremos aadir que para el creyente, adems, no es optativa. Sera un contrasentido, en efecto, afirmar que la resurreccin es central en nuestra fe y no entender siquiera de qu se est hablando cuando se la menciona. Adems, al analizar los presupuestos estamos esbozando lo central de una antropologa cristiana. Y como esos presupuestos versan sobre realidades antropolgicas centrales se convierten en posibles mediaciones de la experiencia de Dios. Las reflexiones de estos captulos no versan, pues, slo sobre hermenutica, sino, en definitiva, sobre cmo vivir cristianamente.

En este libro nos interesa analizar cules son los presupuestos hermenuticos fundamentales desde la realidad de las vctimas, pero eso lo analizaremos en el siguiente captulo. En ste queremos hacer dos cosas. La primera es recordar algunas realidades fundamentales para tener en cuenta en el anlisis de la hermenutica con relacin a la resurreccin de Jess. Y la segunda es analizar cmo abordan el tema algunos telogos europeos, protestantes y catlicos los que podemos llamar clsicos y algunos telogos latinoamericanos-, aadiendo tambin brevemente su visin sobre la historicidad de la resurreccin de Jess. Presentamos estas diversas respuestas por el valor intrnseco que tiene cada una de ellas, pero para aprender tambin nosotros cmo tratar el tema.2. LO ESPECFICO DE LA HERMENUTICA DE LA RESURRECCIN

Sobre la problemtica especfica de la hermenutica al abordar la resurreccin de Jess queremos mencionar tres cosas fundamentales.

2.1. La resurreccin como accin escatolgica de DiosAl hablar de la resurreccin de Jess, lo primero que hay que recalcar es que lo acaecido a Jess es presentado directamente como accin de Dios. El hecho que atestigua primigeniamente el Nuevo Testamento es que Dios ha resucitado a Jess (Rom 10, 9). Con esto se quiere decir que la resurreccin de Jess, aunque le afecte esencialmente a Jess, es ante todo una realidad teologal, que, en directo, expresa y revela algo nuevo y decisivo acerca de Dios. En formulacin concreta, la resurreccin dice que Dios ha confirmado la verdad de la vida de Jess, le ha dado definitividad para siempre y lo ha exaltado. Y como ese Jess es vctima inocente es el Crucificado, su resurreccin expresa no slo el poder de Dios sobre la muerte, sino, en directo, el poder de Dios sobre la injusticia que produce vctimas. La resurreccin, pues, versa sobre Jess, pero en directo revela y manifiesta la realidad de Dios:

El misterio inefable de Dios que todo lo abarca sin ser abarcado se nos manifiesta de un modo visible y perceptible nicamente en la figura de un hombre: el hombre Jess.

sta es la dimensin teologal, y por ello ltima, ante la cual todo ser humano tiene que tomar postura de alguna forma. Que acepte o no la existencia de algo ltimo es una cosa; que eso ltimo se formule como la justicia hacia las vctimas puede variar, por supuesto. Pero eso no quita que alguna vez en la vida de los seres humanos aparezca la pregunta por lo que sea ltimo, y tambin que en ella el ser humano se pregunte especficamente por el futuro de las vctimas.

Pero hay que recordar tambin que el Nuevo Testamento habla de la resurreccin como de la insercin de jess en la vida definitiva se es el primer efecto de la accin de Dios, que nunca es mencionada o comprendida como rapto al cielo (caso de Elias, Henoc) ni como la vuelta de un cadver a la vida cotidiana (como pudieran comprenderse los relatos evanglicos sobre lo acaecido a Lzaro, a la hija de Jairo...)- Con esto se afirma que la resurreccin de Jess es un acontecimento escatolgico, es decir, no es slo accin de Dios, sino una realidad en la que acaece lo ltimo, y esto no slo ni principalmente en sentido temporal (lo que acaece al final de la historia), sino primariamente en sentido metafsico (manifestacin de lo que sea la realidad ltima). Pero ello implica tambin que la resurreccin no debe ni puede ser comprendida como milagro que apuntara automticamente a Dios".

La conclusin es que por ser accin de Dios, y accin cualitativamente distinta a otras acciones divinas que narra la Escritura, tambin el problema hermenutico aparecer de forma nueva y sin paralelo. No es lo mismo tratar de comprender (e interpetar) milagros que comprender (e interpretar) la resurreccin. La interpretacin existencial que Bultmann hace de los milagros, por ejemplo, aunque fuese correcta, no se puede extrapolar para comprender la resurreccin.

2.2. La barrera del lenguaje

Para formular la realidad de este acontecimiento escatolgico y la experiencia de l por principio no hay lenguaje adecuado. El hecho de la resurreccin [...] no es nombrable por un lenguaje que siempre procede por comparacin y universalizacin. Pero, aunque inadecuado, desde una perspectiva bblica se ofrecen diversas posibilidades de lenguaje en base a realidades anlogas. As, ya en el Antiguo Testamento se hablaba del justo arrebatado a Dios al final de su vida (Gen 5, 24; 2 Re 2, 11), de la exaltacin del siervo de Yahv (Is 52, 13ss.) y de la que ha quedado consagrada: la resurreccin de entre los muertos (Is 26, 19; Dan 12, 2).

De hecho el Nuevo Testamento hace uso de una pluralidad de lenguajes: Jess vive, ha sido visto, se ha aparecido..., modelo lingstico basado en la vida. Jess ha sido exaltado, est sentado a la diestra del Padre, vendr a juzgar al final de los tiempos..., modelo basado en la exaltacin. Jess ha sido resucitado, elevado por Dios de entre los muertos..., modelo basado en el cambio radical implicado en el pasar del estado de sueo al de vigilia, despertar del sueo.

Ningn lenguaje es, pues, adecuado para expresar la realidad de la resurreccin de Jess, y de ah que sea verosmil y necesaria la proliferacin de lenguajes; pero hay que recalcar tambin la importancia del hecho en s mismo. El que de hecho y menos de derecho no baste un solo lenguaje y el que ste no pueda ser unvoco ni adecuado ya es una forma de apuntar a que lo acaecido a Jess es algo nico, escatolgico, en el sentido de lo radicalmente nuevo, aquello, por tanto, para lo que simplemente no hay lenguaje adecuado. Puesto en trminos de lo que se quiere negar, se dice que la muerte no fue el final de la vida de Jess. Puesto en trminos de lo que se quiere afirmar, se dice que Jess sigue poseyendo entidad propia en el presente no slo en el recuerdo de los suyos, realidad que es positiva, insuperable y definitiva.

Todo esto significa que ante la resurreccin de Jess aquellos seres humanos y tambin nosotros hoy nos encontramos ante una barrera del lenguaje. Y la razn para ello est no slo en que nos encontramos ante una realidad-lmite, como puede serlo la libertad, el amor, el mal, la gracia..., sino ante una realidad-lmite de tipo escatolgico: los discpulos afirman haber experimentado lo escatolgico en la historia, y ante ello todos los lenguajes resultan inadecuados. (Esta sencilla constatacin es ya una forma de introducirnos en el mensaje de la resurreccin a la manera de la teologa negativa: la imposiblidad de encontrar un lenguaje adecuado exige tambin la disponibilidad a un cierto no-saber, que es necesario para saber del misterio ltimo y de lo que la resurreccin tiene de participacin en l.)

Por otra parte, la variedad de lenguajes supone tambin riqueza", de modo que entre todos ellos y asintticamente se pueda comprender un poco mejor qu es lo que le ocurri a Jess y qu es la experiencia pascual, de la misma forma en que la variedad del lenguaje es necesaria para introducirnos, aunque sea asintticamente, en el misterio de Dios. El lenguaje de resurreccin (en cuanto expresa cambio radical) tiene la ventaja de hacernos mirar hacia atrs y nos remite por su naturaleza a la vida histrica de Jess y a su cruz como punto de referencia de lo que, a la vez, se mantiene y se supera con la resurreccin: el Resucitado no es otro que el Crucificado. El lenguaje de exaltacin tiene la ventaja de recordar algo especfico del Dios bblico: trastocar la realidad, abajar al poderoso, ensalzar al oprimido y a la vctima. Se humill a s mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz, por lo cual Dios le exalt (Flp 2, 8s.; cf. Hech 2, 22-36; como actitud ms universal, cf. Lc 1, 52: el Magnficat; 6, 20-26: las bienaventuranzas y malaventuranzas). El lenguaje de vida tiene la ventaja de expresar que la muerte y la negatividad no tienen la ltima palabra sobre la historia, sino que sta pertenece a la positividad y a la vida, sobre todo cuando se dice de Jess no slo que vive, sino que vive para siempre (Heb 7, 24s.). La costumbre nos ha hecho perder perspectiva de este simple hecho y, as, hoy nos referimos normalmente a lo acaecido a Jess prcticamente slo con uno de los posibles lenguajes, el de la resurreccin, trmino consagrado que utilizaremos tambin nosotros, aunque desde el principio hay que caer en la cuenta de que es uno entre varios lenguajes posibles y de la necesidad de explicar su origen y significado en una determinada tradicin, pues de otra forma poco ayudar a comprender lo acaecido a Jess. Para la hermenutica esto significa que el lenguaje usado para describir el acontecimiento debe ser tenido en cuenta, por supuesto, ya que es el nico acceso que tenemos a comprender su contenido, pero significa tambin que posee una gran limitacin y que hay que complementar el lenguaje con otro tipo de realidad para comprender lo que se narra como sucedido.

2.3. Un crculo hermenutica trinitario

Con la resurreccin de Jess el Nuevo Testamento proclama no slo una novedad cristolgica, sino que anuncia una novedad plurivalente en tres dimensiones. La primera novedad, como queda dicho, es sobre el mismo Dios. El Dios que resucita a Jess no es ya simplemente Yahv. Es un nuevo Dios por la novedosa accin escatolgica que ha realizado en Jess; y a partir de ella se le ir comprendiendo trinitariamente. La segunda novedad es la de Jess. De lo acaecido a l se pasar a reflexionar sobre su propia realidad, y de ah se llegar a la proclamacin de su indisoluble unin con Dios. La tercera es sobre nosotros, los seres humanos. En lenguaje narrativo se dir que a quienes estuvieron en vida con Jess se les ha dado la gracia de verlo y la misin de testimoniarlo, se les ha dado el Espritu para conocerlo y seguirlo, lo cual constituye en germen la nueva creatura de la que hablar Pablo.

Si al acontecimiento total de la resurreccin le compete esa triple realidad, entonces hay que tenerla en cuenta tambin en la hermenutica, y de una manera precisa. Como en todo el Nuevo Testamento, la iniciativa proviene de Dios, y de ah que el crculo (hermenutico) tiene un origen. Pero dicho esto, hay que volver a la circularidad: el Dios nuevo es el que posibilita la realidad del hombre nuevo, y es el hombre nuevo el que puede conocer al Dios nuevo. Conocer la novedad en Jess aparece concomitantemente con la novedad del ser humano posibilitada por el nuevo Dios.

Esa novedad del ser humano debe ser lo ms abarcadura posible para entrar en sintona con la realidad del Jess que es resucitado y del Dios que lo resucita. No se trata slo de una Horizontsversch-melzung, fusin de horizontes, en el sentido de que se lleguen a entrelazar horizontes culturales, sino de una fusin de realidades. Por ello, en los captulos siguientes abordaremos el problema hermenutico desde la realidad total del ser humano (esperanza, praxis, saber y celebracin). Dicho en lenguaje trinitario, el Padre resucita a Jess y derrama su Espritu sobre nosotros. ste es el acontecimiento total, y desde dentro de l, podremos comprender la accin de Dios que resucita a Jess. Y es que el Espritu est en nosotros, hacindonos conocer.

3. DIVERSOS ENFOQUES HERMENEUTICOS

Antes de analizar qu tipo de hermenutica exigen y posibilitan las vctimas, recordemos las posturas de algunos autores clsicos europeos, a las que aadiremos, ms brevemente, las de telogos latinoamericanos. En su da, el trabajo pionero de los telogos europeos caus un gran revuelo porque deslegitimaba una visin ingenua de la resurreccin de Jess. Ahora podemos ver sus aportaciones y sus limitaciones con mayor serenidad y provecho.

El anlisis que vamos a ofrecer puede resultar largo y tedioso, por conocido, pero sigue siendo importante porque de estos clsicos aprendemos dos cosas. Una es la necesidad de abordar el tema, y la ayuda que ofrecen para ello por aceptacin, negacin y superacin. La otra es que los presupuestos hermenuticos que elaboran son realidades antropolgicas (seriedad ante la existencia, praxis, esperanza...), con lo cual captar la resurreccin es ya una forma de vivir.

Comenzamos con el anlisis de cuatro de los clsicos europeos: Bultmann, Marxsen, Pannenberg y Rahner.

3.1. La teologa protestante europea

3.1.1. R. Bultmann: la seriedad de la existenciaBultmann prescinde por completo de que la resurreccin sea un acontecimiento histrico. En cuanto exegeta piensa que la tumba vaca es una leyenda y que las tradiciones que narran apariciones corpreas de Jess son invenciones de las comunidades, sobre las cuales no hay ningn indicio en Pablo, a quien por otra parte critica con dureza inesperadamente por las intenciones apologticas que observa en 1 Cor 15, 6: Despus se apareci a ms de quinientos hermanos a la vez; de los cuales todava la mayor parte viven. La conclusin es que de lo que acaeci al mismo Jess nada se puede decir histricamente. El acontecimiento de pascua, en cuanto resurreccin de Cristo, no es un acontecimiento histrico; como acontecimiento histrico slo es captable la fe pascual de los primeros discpulos. Las apariciones pueden ser explicadas por el historiador como visiones subjetivas.

Esto no significa, como se piensa a veces, que Bultmann no acepte en ningn sentido que Cristo haya resucitado l mismo. En lo que insiste es en que lo importante para el creyente es el significado que ese acontecimiento tiene para la fe y no tanto su facticidad. Y la razn de su insistencia, que proviene ms de su teologa sistemtica que de su exgesis, es la siguiente: el hombre moderno ilustrado no puede aceptar la resurreccin ni, en general, la imagen del mundo que ofrece el Nuevo Testamento. La resurreccin de Jess, formulada como la vuelta de un muerto a la vida aunque Bultmann no la equiparara a la resurreccin de Lzaro es un acontecimiento mtico, inaceptable para el hombre ilustrado.

Dicho todo esto, sin embargo, Bultmann recalca que la resurreccin de Jess es central para la fe cristiana. Como histricamente nada se puede saber de ella, hay que aceptarla simplemente en la fe. Pero y aqu asoma por necesidad el problema de la hermenutica esa fe no es la mera aceptacin de una verdad, sino que es la fe que comprende. Slo que para poder comprender hay que reinterpretar el mensaje de la resurreccin. Como es sabido, y en esto es pionero, Bultmann reinterpreta el Nuevo Testamento y lo hace existencialmente.

La autocomprensin existencial del ser humano pecador en cuando cerrado en s mismo y salvado en cuanto abierto a Dios es lo que posibilita que el anuncio del acontecimiento de la resurreccin de Jess pueda tener sentido y pueda ser comprendido en su realidad verdadera. Para ello, la resurreccin de Jess tiene que estar esencialmente relacionada con su cruz, y sta tiene que ser comprendida como posibilidad de salvacin. La razn que da Bultmann para que la cruz pueda ser salvacin es, simplemente, que as es predicada. Y si se pregunta qu es, entonces, lo que aade la resurreccin a la cruz, la respuesta es que es verdad que la cruz es salvacin. Desde este punto de vista, la resurreccin no es otra cosa que el significado de la cruz y aceptar la resurreccin de Jess es creer que la cruz ha sido un acontecimiento salvfico. La cruz revela la existencia del hombre como existencia pecadora, pero al mismo tiempo como acogida por Dios,

Esta comprensin de la resurreccin de Jess no es en directo cristolgica, sino antropolgica. Cristo resucita en el kerygma, es decir, vive en cuanto su cruz y resurreccin predicadas ponen al ser humano en la ineludible situacin de decidir sobre el sentido de su existencia o como pecadora-cerrada o como salvada-abierta y otorga al hombre la posiblidad de una existencia abierta.

Sobre esta postura de Bultmann y sus implicaciones ha habido innumerables discusiones. En concreto se le ha criticado que opera una reduccin de la resurreccin al sentido que pueda tener (geschichtlich) y no asienta la realidad que le pueda competir en s misma (historisch). K. Barth le critica que no se puede reducir la resurreccin de Jess identificndola simplemente con el surgir de la fe en esa resurreccin, sino que, a la inversa, la resurreccin es fundamento de la fe. Ms radical es la crtica de W. Pannenberg, pues, como afirma programticamente, el que haya o no resucitado Jess, es una cuestin histrica.

Paradjicamente, los telogos catlicos actuales despus del primer susto han sido ms positivos hacia Bultmann por haber dirigido la atencin al significado de los hechos sin quedarse en la mera facticidad, de lo cual la teologa catlica estuvo ayuna durante mucho tiempo. Pero mantienen la crtica fundamental contra la exagerada separacin de hecho y significado. L. Boff cuestiona que la relacin de la resurreccin con la historia sea tan irrelevante como l piensa, postulado que lleva a graves limitaciones y se remonta a la radicalizacin del principio luterano de la sola fides, sin fundamento bblico^. Y en la misma lnea va la crtica de Gonzlez Faus.

Hasta aqu una breve exposicin crtica del pensamiento de Bultmann. Por lo que toca a este captulo, sin embargo, lo importante es que con Bultmann se inaugura una nueva poca en la comprensin de la resurreccin con consecuencias positivas. Una es la insistencia en la necesidad de un presupuesto para comprender lo narrado sobre la resurreccin de Jess: sin algo previo, el texto queda mudo. Y otra es el contenido de eso que es previo: la interpretacin existencial de la vida. Esa interpretacin tiene una limitacin importante: la exagerada separacin entre hecho y significado, entre lo historisch y lo geschichtlich. Pero hay que ver tambin lo importante y an actual de la interpretacin existencial.

Con su interpretacin Bultmann encuadra la realidad de la resurreccin en un marco soteriolgico: sin un inters previo por la salvacin (y contra la condenacin) el texto no dice nada. Y esa salvacin (o condenacin) son realidades ya en el presente: podemos vivir ya ahora con autenticidad, sin que, desde la perspectiva salvfica, la resurreccin de Jess remita slo al final de nuestras vidas. Indudablemente, cada teologa entender la salvacin de manera especfica la teologa de la liberacin no la reducir a la existencia individual autntica, sino que la comprender de forma integral, pero lo importante es haber relacionado intrnsecamente resurreccin de Jess y salvacin.

Adems, el presupuesto tras la interpretacin existencial es aceptar la seriedad de la existencia: la posibilidad de que sta sea autntica o inautntica. Recobrar en tiempos de postmodernidad, de provisionalidad, de ausencia de pasin y utopa el inters por la salvacin en presencia de la posible condenacin nos parece de suma importancia. Tal como van las cosas en nuestro mundo, pensamos que este recordatorio bultmanniano se hace cada vez ms importante: hay que tomar en serio la existencia, la posibilidad de salvacin y de condenacin, como sea que stas se entiendan. Bultmann lo formula en el lenguaje que cree el ms adecuado por responder a los textos mismos del Nuevo Testamento, pero lo fundamental sigue siendo el recordatorio de la seriedad con que hay que tomar la existencia.

3.1.2. W. Marxsen: proseguir la causa de Jess

W. Marxsen- tiene en comn con Bultmann el escepticismo histrico para establecer lo que realmente ocurri y el inters pastoral de hacer comprensible la resurreccin de Jess al hombre moderno ilustrado. Para ello, sin embargo, no se concentra en la desmitologizacin de los textos y la consecuente interpretacin existencial, sino en lo que aqullos tienen de llamada a la accin y al compromiso en la prosecucin de la vida y obra de Jess.

Marxsen, en su anlisis de la resurreccin, parte de las apariciones, que para los discpulos tuvieron carcter histrico y ciertamente causaron un gran impacto sobre ellos. La novedad de su anlisis consiste en que encuentra en el Nuevo Testamento diversas posibles interpretaciones Interpretament, como dice en lenguaje tcnico de ese hecho. Una de esas interpretaciones de las apariciones es que Jess resucit, es decir, que algo le ocurri al mismo Jess antes de las apariciones. Eso que ocurri es formulado como resurreccin en el Nuevo Testamento en el lenguaje de la apocalptica, lo cual, a su vez, es slo una posible interpretacin de lo ocurrido a Jess, facilitada y sugerida por la antropologa del pensamiento judo que piensa la totalidad del ser humano en unidad de espritu y corporeidad. En suelo helnico, por ejemplo, la interpretacin personal de la resurreccin pudiera haber sido formulada de forma distinta; Jess ha sido liberado de la crcel del cuerpo.

Junto a esta interpretacin personal Marxsen menciona otra de tipo funcional, que es para l ms primigenia. Como base neotestamentaria aduce 1 Cor 9, 1, en que Pablo habla de haber visto al Seor: la visin no tiene que ver ahora con la realidad de la persona de Jess, sino que es la fundamentacin de su apostolado. Las apariciones tienen, pues, como finalidad fundamentar los ministerios, y ante todo el de la predicacin: l nos mand a predicar (Hech 10, 40ss.).

En una frmula concisa, que ha hecho historia, Marxsen formula el objeto de la predicacin de la resurreccin de Jess con estas palabras: la causa de Jess sigue adelante {Die Sache Jesu geht weiter). En ella se dice que, aunque Jess no est ya presente en la historia de forma visible, su misin prosigue ahora a travs de los testigos de las apariciones. Se dice tambin que esa misin de Jess no es separable de su persona y que, por tanto, sin la experiencia de haberle visto, no hubiera sido posible proseguir su causa. Se dice, por ltimo, que sin esa experiencia de haber visto a Jess todo hubiera terminado. Sin embargo, se insiste en que esa experiencia no tiene por qu ser expresada, necesariamente, como resurreccin de Jess, lo cual Marxsen considera, adems, peligroso.

Las crticas a Marxsen han sido duras y desde diversos frentes. Se le ha criticado sobre todo la contraposicin que hace entre hecho e Interpretament (como en el caso de Bultmann). Pero tambin es importante valorar el aporte de su Interpretament para la hermenutica, aunque Marxsen no lo haya enfocado desde esta perspectiva, sino desde la perspectiva histrica de averiguar qu es lo que ocurri.

Cmo lo fundamenta es discutible, pero a travs de ese Interpretament Marxsen hace una afirmacin radical sobre lo que es la vida cristiana aun despus de la resurreccin de Jess. Esa vida es proseguimiento, y como Marxsen no olvida a Jess die Sache Jesu la vida cristiana es proseguimiento de Jess. Segn esto, para los discpulos vivir lleg a significar sustancialmente proseguir la causa del Jess histrico. As, la afirmacin Jess ha resucitado es una justificacin de la propia misin de los discpulos, y los relatos de apariciones son exigencia y justificacin de la misin: proseguir en la historia la actividad y doctrina del Jess histrico.

Si esto es as, si la resurreccin es tambin fundamentacin y exigencia de misin aunque no se reduzca a ello, Marxsen nos pone en una pista fructfera para la hermenutica: para comprender la resurreccin de Jess ser necesaria la disponibilidad a la misin. Ser necesario tomar en serio la existencia con su posibilidad de salvacin y condenacin (Bultmann), ser