Sobre PROCLO y Traducción del Timeus
-
Upload
aguirrefelipe -
Category
Documents
-
view
65 -
download
7
Transcript of Sobre PROCLO y Traducción del Timeus
Sobre el autor (s. V) ver aquí: "Himnos de Proclo". Este fragmento se ha
traducido de la edición inglesa de Thomas Taylor, Commentaries of Proclus on the
Timæus of Plato (de 1820), reproducida en dos volúmenes por Kessinger
Reprints, Montana, USA.; los paréntesis cuadrados y notas son de Taylor,
conocido platonista. Sobre la vida y obra de Proclo puede consultarse la
introducción al primer volumen de su obra Teología Platónica en la edición
francesa de Les Belles Lettres (Théologie Platonicienne, París 1968), que se basa en
la biografía de su discípulo y sucesor Marinus. Se dice que el Pseudo Dionisio
Areopagita fue alumno de Proclo o de alguno de sus disc ípulos (ver E. R.
Dodds, Proclus: The Elements of Theology, Clarendon Press, Oxford USA, 1992 y
también Los griegos y lo irracional, Alianza Ed., Madrid 1989, etc.; ver
asimismo: Proclus, A Commentary on the First Book of Euclid's "Elements", Princeton
Univ. Press, NJ, USA 1992). En castellano, la nota sobre el autor en el Apéndice
2: "La Escuela de Pitágoras y la Academia de Platón" del libro de nuestro director
Federico González:Hermetismo y Masonería (Kier, Buenos Aires 2001), de donde
extraemos estos datos.
SOBRE EL TIMEO DE PLATON
PROCLO
Fragmento
Es pues necesario, antes que cualquier otra cosa, que tomemos
conocimiento de algo manifiesto en relación con la oración, cuál es su
esencia, y cuál su perfección, y desde dónde se comunica a las almas.
Pues en verdad el filósofo Porfirio, cuando describe aquellos entre los
antiguos que admitían la oración, y aquellos que no, nos conduce de
una opinión a otra, y dice, en resumen, que aquéllos cuya enfermedad
concuerda con la primera clase de impiedad, no obtienen ningún
beneficio de la oración, pues no admiten que haya Dioses, ni tampoco
lo obtienen aquéllos que laboran bajo la segunda clase y subvierten
completamente la providencia al conceder ciertamente que hay Dioses,
pero negar sus energías providenciales. Que tampoco se benefician de
ella quienes admiten en verdad la providencia de los Dioses pero
afirman que producen todas las cosas a partir de la necesidad. Pues
ninguna ventaja hay ya que pueda derivarse de la oración, si las cosas
de naturaleza contingente están desprovistas de toda existencia. Pero
que quienes afirman que los Dioses atienden providencialmente a todas
las cosas, y que muchas de las generadas son contingentes y no pueden
subsistir de otra manera, admiten realmente la necesidad de las
oraciones, y reconocen que ellas corrigen nuestra vida. Porfirio añade
también, que la oración incumbe especialmente a los hombres que son
dignos de ello, a causa de su contacto con la divinidad. Ya que lo
similar gusta de asociarse con lo similar: y el hombre recto es lo más
semejante a los Dioses. Y siendo que quienes abrazan la virtud se
hallan en custodia, y están incluidos en el cuerpo como en una prisión,
deben rogar a los Dioses poder emigrar de aquí. Además, puesto que
somos como niños arrancados a sus padres, hemos de implorar que
podamos retornar a nuestros verdaderos padres, los Dioses. También se
parecen a quienes están privados de padres y madres aquéllos que no
piensan que sea un requisito orar y volverse hacia los Dioses. Todas las
naciones que han destacado en sabiduría, se han aplicado
diligentemente a la oración; en la India los Brahmanes, en Persia los
Magos, y entre los griegos los más teólogos, aquéllos que instituyeron
los ritos iniciáticos y los misterios. Los Caldeos adoraban toda otra
divinidad y asimismo la virtud en sí de los Dioses, a la que
consideraban una Diosa; tan lejos se hallaban de desdeñar el culto
sagrado, por cuenta de la posesión de la virtud. Y sumado a todo esto,
siendo como somos parte del universo, es lo propio que anhelemos al
universo. Pues una conversión al todo difunde la salvación a cada cosa.
Por eso, si posees virtud, has de invocar a lo que con antecedencia
comprende toda virtud. Ya que aquello que es el todo bien, será
asimismo para ti la causa del bien más apropiado. O si exploras un
determinado bien corporal, hay un poder en el mundo que comprende
a todo cuerpo. Es necesario entonces que la perfección se derive de él a
las partes. Y este es el resumen de lo que Porfirio dice sobre este tema.
El divino Jámblico sin embargo, no considera que una historia de este
tipo corresponda a lo que aquí es propuesto a consideración. Pues
Platón no habla ahora sobre los ateos, sino de aquellos que son sabios,
y capaces de conversar con los Dioses. Tampoco habla de los que
dudan acerca de las obras de la piedad; sino que a aquéllos que desean ser
salvados por quienes son los salvadores de los todos, les entrega el poder de la
oración, y su admirable y sobrenatural perfección que trasciende cualquier
expectativa.
Conviene no obstante, que al traducir lo que él dice a lo más usual y
conocido para el lector, hagamos claro su significado y asentemos los
argumentos referidos a la oración de acuerdo con la doctrina de Platón.
Por aquí entonces debemos comenzar: todos los seres son la progenie
de los Dioses, por quienes son producidos sin intermediario, y en
quienes se encuentran firmemente establecidos. Pues la progresión de
cosas que perpetuamente subsisten, cohesionada a partir de causas
permanentes, no solamente es perfeccionada por una cierta
continuidad, sino que subsiste inmediatamente a partir de los Dioses,
desde quienes todas las cosas son generadas, por distantes que puedan
hallarse de las divinidades. Y esto no deja de ser cierto, aun cuando sea
lo afirme de la materia misma. Ya que no existe cosa de la que esté
ausente una naturaleza divina, sino que está presente igualmente en
todas las cosas. De ahí que aunque consideres al último de los seres, en
él hallarás asimismo la divinidad. Pues el uno está en todas partes; y a
consecuencia de su absoluto dominio, cada cosa recibe su naturaleza y
coherencia de los Dioses. Y así como todas las cosas proceden de estos,
de la misma manera, no están separadas de los Dioses, sino que
radicalmente permanecen en ellos, en tanto que causas y sostenedores
de su existencia. Pues ¿hasta dónde pueden alejarse, siendo que los
Dioses comprenden principialmente todas las cosas en su abrazo? Ya
que todo aquello que se sitúa como separado de los Dioses carece de
todo tipo de subsistencia. En realidad todos los seres son contenidos
por los Dioses y residen en sus naturalezas, por medio de una
comprensión circular. Y de ahí, mediante un asombroso modo de
subsistencia, todas las cosas proceden, y ni están ni en verdad pueden
ser separadas de los Dioses; porque toda progenie cuando es arrancada
de sus padres, inmediatamente vuelve a la inmensa vastedad de la no-
entidad. Pero aún así, en cierto aspecto están establecidos en ellos; y,
en pocas palabras, continúan en sí mismos, mas subsisten en los Dioses.
Desde ahí, como quiera que sea, habiendo procedido, es necesario se
vuelvan y retornen, imitando la evolución hacia la luz, y la conversión
de los Dioses a su causa, de modo que ordenados conforme a la tríada
perfectiva, puedan de nuevo ser contenidos por los Dioses y las
unidades primeras –de quienes recibirán así una cierta perfección
secundaria, gracias a la cual serán capaces de reorientarse a la bondad
de las divinidades, para que, radicados primero en ellas, puedan de
nuevo a través de la transmutación establecerse en ellas, formando
cierto círculo, que se origina y termina en los Dioses.
Todas las cosas por tanto, a la vez subsisten en los Dioses y se vuelven
a ellos, recibiendo su poder de las divinidades, junto con una doble
impresión de acuerdo a su esencia; la primera, que pueden habitar allí,
la segunda que, habiendo procedido de ellos, pueden convertirse [a sus
causas]. Y estas cosas podemos observarlas no sólo en las almas, sino
también en las naturalezas inanimadas. Pues ¿qué otra cosa genera en
éstas una simpatía con otros poderes, sino los símbolos que les han sido
asignados por naturaleza, algunos de los cuales están vinculados aésta, y
otros a aquélla serie de Dioses? La naturaleza, suspendida
sobrenaturalmente de los Dioses, y distribuida según sus órdenes,
inserta también en los cuerpos la impresión de su alianza con las
divinidades. En algunos, impresiones solares, en otros lunares, y en
otros de nuevo, el símbolo de algún otro Dios. Y también éstos en
verdad, se vuelven hacia los Dioses; unos, a los Dioses sencillamente,
otros a determinados Dioses en especial; la naturaleza perfecciona así a
su progenie de acuerdo a las diferentes particularidades de las
divinidades. El Demiurgo del universo por tanto, con mucha mayor
prioridad, imprime estos símbolos en las almas, gracias a los cuales
pueden ser capaces de morar en sí mismas, y de nuevo volverse a los
orígenes de su ser. A través del símbolo de la unidad les confirió la
estabilidad; a través del intelecto, les ha dado a conocer el poder de la
metanoia.
Ahora bien, para ésta la oración es de la mayor utilidad. Pues atrae a
ella misma la beneficencia de los Dioses, a través de esos inefables
símbolos que el padre de las almas ha diseminado en ellas. Del mismo
modo, une a aquéllos que oran con aquéllos a quien se dirige la oración;
asocia el intelecto de los Dioses con las palabras de los que oran; excita
la voluntad de quienes perfectamente comprenden el bien y su
abundante comunicación; es la fabricante de la divina persuasión; y
establece en los Dioses todo cuanto poseemos.
Sin embargo, para una perfecta y verdadera oración, se requiere en
primer lugar un conocimiento de todos los órdenes divinos a los que se
aproxima el que ora. Pues nadie accede a los Dioses de manera
adecuada a menos que tenga el conocimiento de sus peculiaridades. Por
eso el oráculo advierte, que el primer lugar en el culto sagrado lo tiene una
ardiente concepción. Pero en segundo lugar, se requiere una conformación
de nuestra vida con aquello que es divino; y esto acompañado de toda
pureza, castidad, disciplina, y orden, por medio de los cuales,
presentados nuestros asuntos a los Dioses, atraeremos su beneficencia,
y nuestras almas quedarán sujetas a ellos. En tercer lugar, es necesario
el contacto, conforme al cual tocamos la divina esencia con el ápice de
nuestra alma, y llegamos al borde de una unión con ella. Pero aquí
todavía se requiere una adhesión capaz de aproximarla: pues de esta
manera la reclama el oráculo, cuando dice: el mortal que se acerca al fuego
poseerá una luz de los Dioses. Ya que ella imparte en nosotros una mayor
comunión, y una más manifiesta participación en la luz de los Dioses.
En último lugar, la unión tiene éxito al establecer al uno del alma en el
uno de los Dioses, y provocar que nuestra energía se convierta en una
con la energía divina; conforme a lo cual ya no somos nosotros mismos,
pero sin embargo estamos absorbidos en los Dioses, subsistiendo en la
divina luz, y circularmente comprendidos por ella. Y este es el mejor
final de la auténtica oración, con objeto de que la conversión del alma
pueda juntarse con su permanencia, y que toda cosa que procede
del uno de los Dioses, pueda de nuevo ser establecida en el uno, y la luz
que está en nosotros pueda ser comprehendida en la luz de los Dioses.
La oración pues, no es una pequeña parte del entero ascenso del alma.
No lo es tampoco para quien posea superior virtud, el buscar el bien
que procede de la oración; sino que al contrario el ascenso del alma se
efectúa a través de ella, y junto con ésta, la piedad hacia los Dioses, que
es la cima de la virtud. Tampoco, en resumen, debe orar ningún otro que quien
es trascendentalmente bueno, tal como dice el huésped ateniense [en Platón].
Pues para alguien así, conversar con los Dioses deviene lo más eficaz para el
logro de una vida feliz. Pero lo contrario es lo que suele ocurrirle
naturalmente al vicioso. Ya que no es lícito para lo puro ser tocado por
lo impuro. Por eso, es necesario que quien generosamente entra en el
ejercicio de la oración, deba procurar que los Dioses le sean propicios, y
excitar en sí mismo concepciones llenas de luz intelectual. Puesto que el
favor y la benignidad de seres más exaltados, es el estímulo más efectivo
para su comunicación con nuestras naturalezas. Y se requiere continuar
sin interrupción en el culto de la divinidad. Pues [de acuerdo al
oráculo] los Dioses rápidos(1)perfeccionan al mortal constantemente
dedicado a la oración. Es necesario también observar un orden estable
en el cumplimiento de los trabajos divinos; ejercer aquellas virtudes que
purifican y elevan al alma desde la generación, junto con la fe, la verdad
y el amor; preservar esta tríada y la esperanza del bien, esa inmutable
recepción de la divina luz, y segregar cualquier otra búsqueda, para que
así, deviniendo solos, podamos asociarnos con la solitaria deidad, y no
esforzarnos en unirnos con una multitud al uno. Pues el que esto
intenta, efectúa justo lo contrario, y se separa a sí mismo de los Dioses.
Ya que así como no es legítimo en conjunción con la no-entidad
asociarse al ser, así tampoco con una multitud es posible unirse
con el uno. Tales son por tanto los particulares que deben conocerse en
primer lugar en lo que concierne a la oración; a saber, que su esencia
congrega y enlaza las almas con los Dioses, o más bien, que une todas
las naturalezas secundarias a las primarias. Pues como dice el gran
Teodoro, todas las cosas oran excepto la primera.
Ahora bien, la perfección de la oración, comenzando desde los dioses
más comunes, termina en la unión divina, y acostumbra gradualmente
al alma a la divina luz. Su energía eficaz vuelve a llenarnos con el bien,
y hace que nuestros asuntos sean comunes con los de los Dioses.
Respecto a las causas de la oración también podemos inferir: que hasta
donde son efectivas, son los poderes eficaces de los Dioses, convirtiendo
y llamando hacia lo alto al alma hasta los Dioses mismos. Que en tanto
finales o perfectivas, son los inmaculados bienes del alma, de donde
derivan como frutos del estar establecidos en los Dioses. Que en
tantoparadigmáticas, son las causas primordiales de los seres, que
proceden del bien, y están unidas a él, conforme a una unión inefable.
Que en tanto formales, asimilan el alma a los Dioses, y dan perfección al
todo de su vida. Y que hasta donde son materiales, son las impresiones o
símbolos insertados por el Demiurgo en las esencias de las almas, con
objeto de que puedan ser estimuladas a una reminiscencia de los Dioses
que las produjeron, como hicieron con cuanto existe.
Además, asimismo podemos definir los modos de la oración, que son
varios, de acuerdo a los géneros y especies de los Dioses. Ya que la
oración es, o bien demiúrgica, o catártica, o vivífica. La demiúrgica es la
ofrecida para obtener lluvias y vientos. Pues los demiurgi son las causas
de su generación. Las oraciones de los atenienses en procura de vientos
que promuevan la serenidad del tiempo se dirigen a estos Dioses. La
oración catártica es la que se ofrece con el propósito de apartar las
enfermedades originadas a partir de la pestilencia, y otras
destemplanzas contagiosas; tal como tenemos escrito en nuestros
templos. Y lavivífica es aquella con la que rendimos culto a los Dioses,
quienes son la causa de la vivificación, atendiendo al origen y
maduración de los frutos. Así pues las oraciones son de naturaleza
perfectiva, porque nos elevan a estos órdenes de los Dioses. Y quien
considera parecidas oraciones de diferente manera, fracasa en el
aprehender propiamente la naturaleza y eficacia de la oración. Pero de
nuevo, en relación con las cosas por las que oramos: aquellas oraciones
que tienen en vista la salvación del alma, obtienen el primer lugar; las
que conciernen al buen temperamento del cuerpo, el segundo; y
clasificadas en tercer lugar, las que se ofrecen por el cuidado de asuntos
externos. Y finalmente, en relación con la división de los momentos en
que elevamos las oraciones, ella concuerda o bien con las estaciones del
año, o con los centros de la revolución solar; o establecemos
multiformes oraciones de acuerdo con conceptos de ese orden.
Timeo: "Pero, oh Sócrates, todos aquellos que tan siquiera participan
del menor grado de templanza, [es decir: de sabiduría] invocan siempre
a la divinidad en el impulso hacia cualquier empresa, ya sea ésta
pequeña o grande."
¿ Veis aquí qué clase de hipótesis refiere Platón a Timeo; qué clase de
auditor de ella presenta, es decir Sócrates; y qué comienzo de discusión
ha descrito? Pues en verdad la hipótesis se refiere a la entera
fabricación de las cosas; y se prepara al auditor para ser conducido a
ella de acuerdo al intelecto uno y a la teoría de los todos. De ahí que
también excite a Timeo a la oración. Pero el comienzo de la discusión,
al ser impelido desde la invocación a los Dioses, imita de este modo la
progresión de los seres, que morando primero en los Dioses, reciben así
una generación desde los mismos. No obstante, ya que se dice que
"todos los que participan en el menor grado de templanza invocan siempre a la
divinidad en el impulso hacia cualquier empresa, tanto sea pequeña como
grande," veamos a partir de qué clase de concepción efectúan esta
invocación de los Dioses en cada cosa en que se comprometen. Pues no
es probable que aquellos en quienes reina la templanza no obtengan
verdaderamente su fin viendo el ámbito al que tienden. Y aquellos que
establecen a un puro intelecto como guía de su teoría; quienes
depositan lo bello y el bien entre las prerrogativas del alma, y no en los
asuntos humanos ni en las fortunas externas; y quienes perciben el
poder de la Providencia extendiéndose a través de todos los seres, y
armonizando todas las cosas con el universo de modo que tanto el todo
como las partes puedan subsistir de la manera más bella, y que nada
pueda quedar desamparado de la providencia que procede desde la
deidad a todas las cosas; estos verdaderamente aprehenderán la ciencia
concerniente a los Dioses. Y de nuevo, dándose cuenta de que esto es
así, llamarán, muy adecuadamente en cada acción, y de acuerdo a cada
energía, a la divinidad como co-adjutor de su impulso, presentando sus
producciones al universo en conjunción con los todos y estableciéndose
a sí mismos en la bondad de los dioses. Pues las cosas que aparecen
como pequeñas, disfrutan de la providencia de los Dioses, y son
grandes en tanto que están suspendidas de ellos; y asimismo, las cosas
que son grandes en su propia naturaleza, cuando se separan a sí mismas
de la divinidad se ven como perfectamente pequeñas y sin dignidad.
Estas cosas pues, la templanza las enseña a las almas, no a la manera de
un cierto hábito humano, ni aproximándose a lo que se llama
continencia, sino en tanto que divinamente inspirada energía del alma,
que se convierte a ella misma y a la divinidad, percibiendo las causas de
todas las cosas en los Dioses, y desde ahí observando tanto las demás
cosas, como lo que así procede [a una visible subsistencia], a través de
lo cual, como auxiliares, también podemos recurrir a los Dioses, por
medio de los dones que ellos insertan en nosotros. El alma también,
cuando de este modo se ha convertido a sí misma, encuentra símbolos
de los Dioses en todas las cosas, incluso en la más pequeña, y a su
través convierte cada una en familiar y afín y aliada de los Dioses.
Como sin embargo, los Dioses producen el todo de nuestra esencia y
nos dan una naturaleza automotivada en orden a la elección del bien,
su poder productivo es particularmente manifiesto en nuestras energías
externas; aunque cuando consultamos, requerimos su providencial
atención (lo que los atenienses manifiestan honrando a Júpiter
Consejero), y cuando escogemos, pedimos su asistencia; con objeto de
que mediante la consulta podamos descubrir lo que es ventajoso; y no
podamos, al elegir, ser llevados por la pasión al borde de lo que es peor;
sino que más bien, tanto cuando actuamos, como en nuestros impulsos,
podamos percibir que la naturaleza automotiva posee el poder más
pequeño, y que toda ella permanece suspendida de la providencia de los
Dioses. De ahí que Timeo también diga, que aquéllos que son
templados invocan siempre a los Dioses, en el impulso hacia cualquier
empresa. Ya que en nuestras elecciones, en verdad, somos más capaces
de separar la providencia de lo que está en nuestro poder; pero no
somos capaces de hacerlo en nuestros impulsos, porque en éstos
tenemos menos energía automotora. Puesto que aquello que está en
nuestro poder no es tan extenso como la providencia de los Dioses; sino
que como frecuentemente hemos dicho, lo superior energiza primero a
las naturalezas secundarias, y junto con ellas y posteriormente a ellas, y
en todos los aspectos, comprende las energías de los seres subordinados.
Pero, dice el epicúreo Eurímaco, ¿cómo podemos evitar proceder hasta
lo indefinido, si en el impulso hacia cualquier pequeña cosa, se requiere
de la oración: pues aunque fuéramos a orar, necesitaríamos otra
oración, y no habría donde detenerse? Y Porfirio disuelve la duda como
sigue: que no se dice que sea necesario orar para toda cosa, sino en el
impulso hacia cada cosa. Somos impelidos entonces hacia las cosas,
pero no lo somos hacia los impulsos, no hay pues una progresión a lo
indefinido. ¿O todavía permanece la duda? Ya que si somos impelidos a
la oración, también en esto deberíamos necesitar la oración y un
impulso hacia ésta de nuevo, de modo indefinido. Así pues, es mejor
decir, que quien ora con respecto a cualquier cosa, antes de eso,
agradece a los Dioses, por haberle otorgado un poder de volverse a
ellos, y porque en verdad el bien sea comunicado a las demás cosas por
medio de la oración, pero a la oración a través de ella misma. No se
requiere por lo tanto otra oración, ya que ésta comprende el bien en
ella misma, y procura la comunión con una naturaleza divina.
"Es necesario pues, que nosotros mismos hagamos esto, nosotros que
estamos a punto de hablar de cierto aspecto concerniente al universo,
de si ha sido generado, o si es sin generación, a menos que seamos
perfectamente ignorantes."
Timeo pone de manifiesto cuán admirable es la hipótesis, pero
elegantemente se preserva a sí mismo como un hombre prudente,
buscando el término medio entre la ironía y la arrogancia. Pues
habiendo dicho primero, que aquéllos que en menor grado participan
de la templanza, invocan a la divinidad en el impulso hacia toda
empresa sea grande o pequeña, mucho exalta ahora el tema que ha
propuesto a discusión, al oponer a una pequeña cosa un discurso sobre
el universo. Pero con precaución dice, no que él mismo ha llegado a la
cima de la templanza [o sea de la sabiduría]; pues es lo contrario, a la
participación en la templanza en el menor grado; sino que él no es
perfectamente ignorante. Y esto lo dice a partir de la hipótesis, y en
orden a poder mostrarlo, de que el poder y la ciencia que posee,
provienen del trabajo mismo, y no de sus propias discusiones. Su teoría
pues, será concerniente al universo, en tanto que producido por los
Dioses. Pues el mundo puede ser examinado de múltiples maneras; ya
sea de acuerdo con su naturaleza formal-corpórea, o en tanto que lleno
de almas totales o parciales; o en tanto que participa del intelecto.
Timeo no obstante, considera la naturaleza del universo, no de acuerdo
sólo a estos modos, sino particularmente de acuerdo a su progresión
desde el Demiurgo; en lo cual también la fisiología aparece como una
cierta teología; porque las cosas que tienen una subsistencia natural,
tienen en cierto aspecto una divina hyparxis, en tanto que generadas
por los Dioses. Y así esto debe ser determinado.
Se acostumbra sin embargo a dudar acerca de por qué Platón añade
aquí de cierto aspecto: pues dice, "aquéllos que están a punto de hablar de
cierto aspecto concerniente al universo." El más superficial de los intérpretes
dice, que el universo es en cierto aspecto inengendrado, y en cierto
aspecto producido. Por lo tanto la discusión es muy propiamente en un
cierto aspecto, la de si es inengendrado, y en cierto aspecto, la de si es
generado. No obstante Platón no correlaciona to ph, en un cierto aspecto,
con las palabras inengendrado ygenerado, sino con las palabras a punto de
hablar. Ahora bien, el divino Jámblico dice que la discusión es en cierto
aspecto sobre el universo, y en cierto aspectono; pues la materia, siendo
indefinida en el mundo, puede ser considerada variadamente. Contra
esta interpretación sin embargo, puede decirse, que to phestá
correlacionado con algo más, y no con el universo. Quizá sea mejor
decir, con nuestro preceptor, que las palabras se enuncian muy
diferentemente. Pues las palabras demiúrgicas que proceden del
intelecto son de una clase, como las que el Demiurgo profiere a los
Dioses jóvenes: ya que Platón dice, "que el alma habla, moviéndose hacia sí
misma." Aquellas que se examinan en la ciencia, son de otra clase. Y son
de otra las adjudicadas a la tercera hipóstasis desde el intelecto, y otras
las que proceden externamente en procura de las disciplina y la
comunicación con los demás. Por eso, conociendo Timeo que aquellas
son palabras demiúrgicas que emplea el Demiurgo, pero que son
científicas las que él está ahora a punto de decir, aunque pre-asumidas
en sí mismo, e igualmente que hace uso de las palabras externas para
Sócrates solo, teniendo eso en cuenta, dice que empleará las palabras en
un cierto aspecto acerca del universo. Pues una cosa es utilizarlas
intelectualmente, otra científicamente, y otra, por amor a la disciplina;
y ph indica esta diferencia en las palabras.
De nuevo pues, en relación con las palabras "si fue generado, o es sin
generación", los intérpretes que dicen que Platón habla sobre el universo,
de si fue generado a partir de una causa, o si es inengendrado, con
objeto de que examinándolo como generado podamos percibir la
naturaleza que contiene, leen la primera con una aspirada, pero la
segunda con una suave pronunciación. Y el platónico Albino piensa,
que siendo el mundo perpetuo,(2) de acuerdo a Platón, tiene un
comienzo de generación, por lo cual también es más redundante en
cuanto al siendo, pues, esto en verdad siempre es, pero el mundo
además de existir siempre, tiene un comienzo de generación, en orden a
que pueda existir siempre, y ser generado. No que sea generado según
un modo que esté de acuerdo con el tiempo, pues en este caso el
mundo no existiría siempre; sino que, en breves palabras, posee la
relación de generación, teniendo en cuenta su composición a partir de
cosas varias y desemejantes. Siendo necesario referir su hipóstasis a otra
causa más antigua que él mismo, a través de la cual, existiendo siempre
primariamente, el mundo es en un cierto aspecto, y siempre es, y es no
sólo generado, sino también inengendrado. [Esto pues afirma Albino],
aunque Platón no dice en ninguna parte de lo que sigue que el universo
sea en cierto aspecto generado y en cierto aspecto inengendrado. Otros
también, leen ambas partes con una aspirada, con objeto de que Timeo
pueda decir que, va a hablar con respecto al universo sobre hasta dónde es
generado, y hasta dónde es inengendrado; equivocándose en lo mismo que
los anteriores; a menos que afirmen que el universo fue generado de
acuerdo con la forma, pero inengendrado de acuerdo a su nodriza [la
materia]. Pues así dice también Timeo, que su nodriza es inengendrada,
pero que el mundo fue generado, recibiendo forma de la divinidad.
Ahora bien, Porfirio y Jámblico leen ambas partes con un aliento suave,
con el objeto de que lo que se dice pueda ser si el universo fue generado o
es inengendrado. Pues esto es lo que hay que considerar, antes que las
demás cosas; ya que contribuye en el más alto grado a la consumación
de la entera fisiología el admitir rectamente si el mundo fue engendrado
o no lo es. Siendo que, a partir de esta hipótesis, estaremos en posición
de ver cuál es la naturaleza de su esencia y de sus poderes, como nos
será manifiesto poco más adelante. La discusión por tanto,
concerniente al universo, será por amor de la disciplina, y procederá
desde este principio, de si el mundo fue generado, o si es sin
generación; y a partir de aquí, las demás cosas deberán quedar
entretejidas según un orden consecuente.
"Es necesario, pues, que invocando a todos los Dioses y Diosas,
roguemos que lo que afirmemos pueda ser particularmente agradable a
su divinidad, y que en el discurso que siga podamos ser coherentes con
nosotros mismos."
La división macho y hembra comprende en sí misma todas las
plenitudes de los órdenes divinos. Pues la causa del poder estable y de
la semejanza, lo que provee el ser, y aquello que es el primer principio
de transformación para todas las cosas, están comprendidos en el
macho. Pero lo que emite desde sí mismo toda la variedad de
progresiones y separaciones, medidas de vida y prolíficos poderes, está
contenido en la hembra. Por lo tanto, Timeo, elevándose a sí mismo a
todos los Dioses, comprende con mucha propiedad todos los órdenes
de ellos, al dividirlos según estos géneros. Una división así, además, es
la que mejor se adapta a la teoría propuesta. Pues el universo está lleno
de este doble género divino. El cielo tiene con respecto a la tierra (si es
que podemos asumir los extremos) el orden del macho a la hembra;
porque el movimiento de los cielos difunde los principios productivos y
los poderes a toda cosa [sublunar], y la tierra recibiendo los eflujos que
de allí proceden, queda parturienta con ellos y genera toda la variedad
de animales y plantas. Entre los Dioses de los cielos también, a unos se
los distingue de acuerdo al macho, pero a otros conforme a la hembra.
Y de esos poderes que de modo inengendrado gobiernan la generación,
unos pertenecen al primero y otros al segundo ordenamiento. En
resumen, el coro demiúrgico es abundante en el universo, y hay muchos
ríos de vida, de los cuales algunos exhiben la forma del macho, y otros
las características de la hembra. ¿Por qué hablar ahora de esto? Desde
las unidades liberadas (hénadas), tanto masculinas como femeninas,
proceden diferentes órdenes en el universo. De ahí que sea muy
apropiado que quien entra en la discusión acerca del universo, invoque
a los Dioses y las Diosas, siendo que de ambos recibe el universo su
plenitud, y les suplique que lo que diga sea coherente, y especialmente,
que esté de acuerdo con su divinidad. Pues éste es el fin más sublime de
la teoría, el ascender hacia un intelecto divino; y como todas las cosas
están comprendidas en él, el ordenar la discusión de las cosas de
acuerdo a esa causal comprehensión. El segundo objeto de aquélla, y
consecuente con éste, es que la entera teoría reciba su completitud de
una manera acorde con el intelecto humano y la luz de la ciencia. Pues
el todo, lo perfecto, y lo homogéneo, pre-existe en un intelecto divino;
pero lo parcial, e insuficiente con respecto a la divina simplicidad, es
inherente a un intelecto mortal.
¿Por qué no obstante, dice Timeo, que es necesario orar, y
magníficamente proclama que los Dioses y las Diosas han de ser
invocados, y sin embargo no ora, aunque se le presenta una
oportunidad de hacerlo, sino que inmediatamente se vuelve hacia la
discusión propuesta? Respondemos que se debe a que algunas cosas
tienen comprendido su fin en la pura voluntad misma; pero otras,
difunden otra energía después de la voluntad, y a través de la acción
cumplen lo que era el objeto de ésta. Y en verdad, una vida conforme a
la filosofía depende de nuestra voluntad, y una deficiencia en ello, es
contraria a la voluntad misma. [Pero las consecuencias resultantes de
una vida en trato con las acciones externas, no son dependientes de
nuestra voluntad;] pues el fin de ellas no se sitúa en nosotros. Podemos
pues, justamente, clasificar a la oración entre el número de cosas que
tienen su perfección en la voluntad. Porque querer orar, es un deseo de
convertirse a los Dioses. Y este deseo conduce por sí mismo al alma, y
la asocia con la divinidad, lo que es el primer producto de la oración.
De ahí que no sea propio en primer lugar querer, y luego orar, sino que
quien quiere orar, quiere al mismo tiempo tener a la oración como la
medida de su voluntad, algunas personas ciertamente en mayor grado,
y otras en menor. Yendo más lejos, también eso es la obra de una
oración auténtica: con respecto a aquellas cosas por las que oramos,
para que sean comunes con los Dioses, al mismo tiempo con los
poderes que con las energías, y para nosotros que las efectuemos en
conjunción con los Dioses. De esta manera, si alguien ha de orar a los
poderes que amputan la materia, y borran las manchas surgidas de la
generación, deberá él mismo en particular esforzarse en efectuarlo, a
través de las virtudes catárticas; alguien así en conjunción con los
Dioses, cumplirá por entero la disolución de sus ataduras materiales.
Esto es por tanto lo que efectúa aquí Timeo. Pues aquéllas cosas que
pide a los Dioses que cumplan, él mismo las completa, disponiendo el
entero discurso de acuerdo al intelecto humano, pero de modo que esté
en conformidad con el intelecto de los Dioses.