Soberanía Alimentaria, nº 02, julio 2010
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8/3/2019 Soberana Alimentaria, n 02, julio 2010
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SoberanaAlimentaria
BiodiversidadyCulturas
JULIO 2010/NM.2
MujercaMpesina
europaylaagricultura
eloligopoliolcteo
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Soberana Alimentaria, Biodiversidad yCulturas es una publicacin trimestral parael Estado espaol de inormacin, debate y
reexin sobre temticas rurales bajo unaptica poltica de Soberana Alimentaria. Uninstrumento de pensamiento crtico hechopor las manos y para las manos de las gentesque integran los movimientos campesinos quedefenden un mundo rural vivo.
La obra que ilustra la portada vuelve a ser una pintura del artista Rafael Zabaleta. Un retrato de Las espigadoras del campoandaluz que siempre tuvo presente en su obra, gran parte de la cual, puede contemplarse en el Museo Zabaleta, en su localidad denacimiento, Quesada (Jan), a quienes agradecemos su colaboracin, igual que a su amilia. Las espigadoras es un apunte de leo/lienzo echado hacia 1949.
Las otograas que orman parte de esta revista pertenecen a tres exposiciones dierentes elaboradas por organizacionesamigas, que demuestran el inters creciente por dar a conocer la realidad de la mujer en el mundo rural.
Algunas de las otograas corresponden al proyecto Mujeres Campesinas del Sur, promovido por Entrepueblos y el Grupo deSoberana Alimentaria y Gnero, realizado en el 2009 en avor de las luchas de las mujeres campesinas por la soberana alimentariaen Andaluca. El Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero promueve iniciativas de ormacin, sensibilizacin e investigacin entorno al derecho de los pueblos a construir modos equitativos y sostenibles de produccin, distribucin y consumo de alimentos,atendiendo al protagonismo de las mujeres del Sur y del Norte en estas luchas. Abierto a la participacin de personas y entidadesinteresadas, est constituido por Ecologistas en Accin, CIC-Bat, Veterinarios sin Fronteras, La Ortiga, Red Andaluza deSemillas, Universidad Rural Paulo Freire Sierra de Cdiz y la Universidad Rural Paulo Freire Sierra de Huelva. La autora de estasotograas que ilustran el trabajo emenino en el campo andaluz es Carmen Caballero Prado, otgraa mexicana que harealizado exposiciones y reportajes de otograa social en Espaa y Mxico, especialmente relacionadas con las mujeres y supapel en el desarrollo comunitario y la soberana alimentaria.
Por otro lado contamos con otograas de la exposicin Mujeres Campesinas, derechos y realidades elaborada por laorganizacin Mundubat. Las dierentes otograas estn situadas en comunidades de Colombia, Bolivia, Chiapas y Guatemala,e intentan aproximar esas realidades campesinas para alcanzar el reconocimiento de aquellas y aquellos que luchan por losderechos campesinos y en especial por los derechos de las mujeres campesinas. La autora es del otgrao Enrique PimoulierLaspeas, en tres ocasiones Premio Internacional de Fotograa Humanitaria Luis Valtuea
Y por ltimo contamos con la colaboracin del sindicato EHNE-Naarroa que nos cede algunas otograas que present a fnalesdel mes de abril en el planetario de Pamplona en su exposicin Miradas de mujeres rurales que rene las otograas de 22 mujeres
en su labor de cada da procedentes de dierentes pueblos de Navarra. Las imgenes pertenecen a la otgraa de Bera, RaquelRico Lpez.
La otograa de la contratapa trasera es una gentileza de David Fit, tomada durante una estancia en Bolivia.
Les invitamos a que se comuniquen con el equipo redactor ([email protected]) y nos envensus experiencias, sugerencias y comentarios as como aportaciones grfcas para prximos nmeros. Los artculosfrmados son responsabilidad de sus autores. El material aqu recogido puede ser divulgado libremente, aunqueagradeceramos que citaran la uente.
Las organizaciones que coeditamos la revista Soberana Alimentaria, Biodiversidad y Culturas somos:
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OrganizaciOnescOeditOrasLa Va Campesina
Plataorma RuralFundacin Agricultura Viva-COAGGRAIN
OrganizaciOnescOlabOradOras
ACSUR-Las SegoviasAmigos de la TierraEcologistas en Accin
EntrepueblosIngeniera Sin Fronteras ValenciaMundubatVeterinarios Sin Fronteras
Xarxa de Consum SolidariFundacin Biodiversidad
cOmit editOrial-Paul Nicholson.
-Jernimo Aguado Martnez.-Eduardo Navarro.-Henk Hobbelink.
-Helen Groome.-Beln Verdugo Martn.-Marta G. Rivera Ferre.
-Ismael Sanz Remn.-Fernando Fernndez Such.
-Carlos Vicente.
cOOrdinacinyedicinGustavo Duch
[email protected]: +34 616 114 005
arteymaquetacin
www.mareavacia.com
direccinpOstal:GRAINc/ Girona 25, principal
08010 Barcelona
www.sOberaniaalimentaria.infO
Depsito Legal B-13957-2010ISSN 2013-7567
EDITORIALMujer y campesina.
AMASANDO LA REALIDAD
El lugar que nos corresponde. La mujer campesinaen el Estado espaol.
Las desigualdades de gnero en el trabajo dentrode las fncas agrarias amiliares.
Defniendo derechos, para defnir qu igualdad degnero y en qu condiciones.
EN PIE DE ESPIGA
Qu poltica agraria comn necesitamos?La leche es ma. Datos y reexiones sobre el
oligopolio lcteo.PALABRA DE CAMPO
Versos para el campo.Resea del libro Las mujeres alimentan al mundo.
ATAQUES Y RESISTENCIAS
Mujeres entre dos oros. Seminario Campesinas pornuestros derechos.
La algarroba, el chocolate de Eivissa.Palestina: una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra?
Amplifcar la deensa del territorio: UniversitatdEstiu de lHorta.Preservar la biodiversidad, cuidar nuestros tomates.VII Foro por un mundo rural vivo.
DE UN VISTAZO Y MUCHAS ARISTAS
La presidencia espaola europea y la agricultura.
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Soberana Alimentaria
Biodiversidad y Culturas
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Mujer y campesina
Personas: hombres y mujeres. Campesinado: hombresy mujeres. En teora, todas las personas tenemosderechos, los mismos para todos y todas, indepen-dientemente de la raza, el sexo, la religin o la condicin
social. En la prctica todo es muy distinto. La mujer, porser mujer, se encuentra ante una realidad discriminatoria
inherente a la actual organizacin socioeconmica y cultu-
ral que prima al hombre rente a la mujer, a lo masculino
rente a lo emenino, a lo productivo rente a lo reproduc-
tivo. El campesinado, por su ubicacin en la escala social,
por su condicin de proveedor de alimentos, tambin se
encuentran bajo este modelo capitalista, que prima lo
industrial rente a lo rural, la ciudad rente al campo, la
velocidad rente al sosiego. Hombres y mujeres por tanto
que son discriminados, invisibilizados en el conjunto de
la cadena agroalimentaria y en el conjunto de la sociedad.
Pero si los hombres campesinos son discriminados e invi-
sibilizados, las mujeres y campesinas lo son doblemente:
por ser campesinas y por ser mujeres. Una realidad mucho
ms dura y dicil que la de sus compaeros de lucha por
la soberana alimentaria.
Una situacin que en este nmero de la revista
Soberana Alimentaria, Biodiversidad y Culturas queremos
contribuir a descubrir, porque todo lo que no se publica
parece que no existe, y esta doble desigualdad, estos
mecanismos de invisibilizacin (algunos claros, otros mssutiles), esta atroz situacin de injusticia diaria surida por
cientos de miles de mujeres cada da necesita ser denun-
ciada. Slo tras la inormacin viene la toma de concien-
cia, paso previo para la organizacin y la lucha por el
reconocimiento del papel de las mujeres campesinas en la
alimentacin y en la supervivencia y sustentabilidad de un
medio rural vivo. Una lucha que todos y todas, hombres y
mujeres, campesinos y campesinas, tenemos que incorpo-
rar en nuestro imaginario colectivo para la construccin
conjunta de un mundo justo.
En el primer artculo Ainhoa, Mariana, Mari Carmen,Lupe, Isabel Vilalba, Marina, Evangelina, Magui e Isabel
Lisa nos hablan de sus experiencias como mujeres (y)
campesinas (y) madres, ganaderas o rederas, integrantes
Editorial*
de dierentes organizaciones que deenden la soberana
alimentaria. Mujeres de dierentes edades y orgenes que,
a travs de la evolucin de su lucha, sus vivencias y su
toma conciencia, nos permiten tener una idea clara de la
realidad de la mujer en el campo espaol e internacionaly en las organizaciones agrarias, el trabajo que realizan,
las nuevas dicultades y los logros conseguidos. En este
conversatorio de mltiples voces y en los otros artculos
de este nmero que abordan la perspectiva de gnero,
encontramos elementos comunes de discriminacin que
se repiten y repiten: invisibilidad, incoherencia entre
discurso institucional y realidad, disconormidad con lo
se nos presenta como modelo. Elementos que nos hacen
refexionar sobre cules deben ser los puntos donde se ha
de poner el oco en la lucha por la igualdad. Es por ello
que conscientemente, la revista ha decidido incluir cada
uno de los ejemplos y anlisis a los que hemos tenido
acceso, an sabiendo que pudiera parecer reiterativo.
Como diran en televisin as son las cosas y as se las
hemos contado. Pero son historias que a pesar de las
barreras, y en algunos casos, de la incomprensin, dejan
lugar al optimismo y a las posibilidades de cambio. La
lucha por la soberana alimentaria tiene que caminar de la
mano de las luchas eministas, en una sinergia potente y
transormadora
Ftima nos explica cmo se materializa en la unidad deproduccin agraria amiliar la discriminacin de gnero, es
decir, la doble discriminacin por ser Mujer y Campesina.
E incorpora un elemento de refexin muy relevante:
como la perpetuacin del sistema patriarcal tradicional
disraza de normalidad lo que en s es una iniquidad y
un trato injusto hacia la mujer en los dierentes trabajos
realizados, tanto en el mbito domstico como en el pro-
ductivo agrario. Un hecho agravante es la consideracin
del trabajo de las mujeres imprescindibles para el manteni-
miento de la produccin agraria, como una prolongacin
del trabajo domstico, como ayuda amiliar. Precisamenteese disraz de normalidad, de lo que se ha hecho toda
la vida, hace ms dicil la salida del modelo de muchas
mujeres, que parece que estaran traicionando la tradicin.
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Como igual de importante es tambin la desigualdad
en la toma de decisiones sobre la productividad agraria. La
consecuencia de todo ello es, en muchos casos, la migra-
cin de la mujer a la ciudad. Se pone en juego de esta
manera la pervivencia del medio rural, su propia sustenta-bilidad. Es evidente que para evitar la muerte del campo
es necesario modicar patrones de uncionamiento de la
propia unidad amiliar agraria, reconociendo el papel de
las mujeres, distribuyendo las cargas domsticas y produc-
tivas y posibilitando su participacin igualitaria en los dis-
tintos espacios habilitados para ello. Vamos pues a romper
con la alsa normalidad y las malas tradiciones.
En el artculo de Helen refexionamos sobre cmo
se denen en la prctica los derechos por la igualdad de
gnero en la bsqueda de la soberana alimentaria. Al con-
trario de lo que se tiende a pensar, no es la bsqueda de
la igualdad con los hombres sin ms, no es slo conseguir
que las mujeres tengan el mismo poder que los hom-
bres. En las actuales estructuras de distribucin injusta
del poder, se trata de cambiar aquellas que encorsetan
al hombre en un rol y a la mujer en otro, las estructuras
que denen el poder desde la opresin de un individuo a
otro individuo (sea el opresor o el marginado, hombre o
mujer). Es trabajar por un empoderamiento de las mujeres
en otros esquemas de reparto de poder dierentes, donde
lo colectivo como el acceso a los recursos productivos olo reproductivo como el mantenimiento de las semillas
tengan el reconocimiento que merecen en la creacin de
una nueva sociedad, a la vez que se garantiza el ejercicio
y el cumplimiento de los derechos de todas las personas,
independiente de su gnero.
Este nmero pretende ser una pequea contribu-
cin ms, entre muchas otras, para que las mujeres que
viven del campo o de la mar, puedan decir soy Mujer y
Campesina, soy Mujer y Pescadora, con orgullo por su
condicin sexual y su posicin social. Buena lectura.
*
Es por ello queconscientemente, larevista ha decidido
incluir cada uno de losejemplos y anlisis alos que hemos tenidoacceso, an sabiendoque pudiera parecer
reiterativo.
Exposicin Mujeres Campesinas, derechos y realidades
elaborada por la organizacin Mundubat.
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*amasandolarEalidad
El lugar que nos
corresponde
SomoSinviSibleS?
En mi inancia nos cuenta MariCarmen vea como la escuela,en pocas concretas del ao, sequedaba casi vaca. Slo permaneca-
mos los hijos e hijas de empresarios
del pueblo, de maestros y maestras,
o jornaleros del pueblo que trabaja-
ban casi todo el ao en trabajos ms
especializados como la tala del olivaro la siega, como era el caso de mi
amilia. El resto eran amilias que
partan a la recoleccin del algodn
desde septiembre hasta diciembre
aproximadamente y a continuacin,
de enero a marzo a la recoleccin de
la aceituna en Crdoba o Jan. Al
nal tenas compaeros y compaeras
que participaban en la escuela de 2 a
3 meses.
A los 12 aos mi amilia empez
a desplazarse a la recogida del algo-
dn a la zona del bajo Guadalquivir
donde el ranquismo haba distribuido
La mujer campesina en el Estado Espaol
Sumando experiencias y argumentos de un grupo de mujeres del campo espaol se dibuja la rea-
lidad discriminadora que nuestra sociedad ha mantenido y mantiene sobre las mujeres cam-
pesinas en todas las eseras. Este artculo cuenta con los aportes de Ainhoa Iturbe, Mariana
Cunchillos, Mari Carmen Garca, Lupe Aguerre, Isabel Vilalba, Marina Carrasco e Isabel Lisa.
tierras a amilias numerosas. Fue en
esa zona donde empec a escuchar
sobre las movilizaciones en contra de
las maquinas que nos quitaban el tra-
bajo y nos dejaban sin ese jornal para
mantener nuestras amilias. Se inici
la mecanizacin del campo, el arran-
que del olivo, la utilizacin de herbi-
cidas y la utilizacin de mtodos para
ahorrar mano de obra en el campo.Si ueron expulsados cientos de
trabajadores del campo, las primeras
uimos las mujeres. Primero porque
hacamos el trabajo cuando ms alta
de mano de obra haba y segundo
porque los trabajos ms especializados
siempre eran los hombres los que lo
realizaban. A nosotras no se nos consi-
deraba ni siquiera jornaleras, ramos
amas de casa segn las estadsticas, y
entre nosotras mismas no tenamosconciencia de ser trabajadoras.
Las mujeres campesinas hemos
sido invisibilizadas durante siglos
explica Ainhoa. Por ejemplo, aqu
en el Pas Vasco segn el cdigo oral
vizcano, el padre poda escoger a uno
de los hijos para que ste heredase
todos los bienes. En general se elega
al hijo mayor, rara vez a otro, y menos
a una hija si la amilia tena varones.
Los dems hermanos y hermanas se
vean en la necesidad de buscar algn
trabajo asalariado, emigrar a otrospases, ingresar en el seminario o aco-
gerse a la tutela del hermano mayor
en una posicin subordinada dentro
del casero. Esta prctica se elev a la
categora de costumbre y, aunque no
est escrita en la ley, adquiri uerza
como tal. Este sistema de herencia tra-
dicionalmente ha obligado a muchas
mujeres del mundo rural a salir de
sus casas muy jvenes.
Este hecho ha supuesto que lasmujeres se sintiesen subordinadas a
los intereses y actividades del marido
que en la mayora de los casos no solo
Conversatorio
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*Perles
Ainhoa pertenece a la ejecutiva de EHNE Bizkaia y es responsableagroambiental. Se dedica a la huerta ecolgica en el pequeo pueblo
de Ajangiz de Bizkaia, con venta directa en el mercado de Gernika yen una asociacin de consumo responsable, adems de complemen-tarlo con actividades de agroturismo. Es madre de una hija y un hijo.
Mariana, vive en Irurozki, un pueblo de Navarra, con su compa-ero y es madre de Haritz. Es responsable de la ganadera de la fnca
que avorece la recuperacin de dos razas en peligro de extincin.
Tambin se encarga de un huerto ranqueado por un par de secuoyas.Desde hace un ao es miembro de la ejecutiva de EHNE Naarroa.
Mari Carmen naci en El Coronil, un pueblo en la campia deSevilla, de jornaleros y jornaleras, con los que ha desarrollado tantosu actividad proesional como sindical. Pertenece a la ejecutiva delSindicato Obrero del Campo de Andaluca, siendo la responsable de
la accin sindical y del asesoramiento a temporeros y temporeras.Es madre de dos hijas y desde hace 3 meses, abuela de una nia.
Lupe Aguerre, nacida en Roncal, vive actualmente en elValle del Romanzado (Navarra). Despus de muchos aos
implicada en movimientos eministas ha iniciado, con su com-paero, una inca de vacas de carne junto con una hpica
que orece recursos para el conocimiento del Valle.
explotaciones a su nombre. Hay
algunas pocas que son cotitulares. El
resto estn a nombre de los hombres.
Esta invisibilidad ha llegado hasta
nuestros das. Toda la vida trabajando
y no tienen un slo da cotizado enla seguridad social. La explotacin
agrcola o ganadera est a nombre de
su marido y en caso de tener algn
problema con l, puede quedarse en
la calle, sin casa, sin explotacin ni
trabajo, sin subsidio de paro. Es decir,
en la prctica mendicidad.
Lo mismo ocurre en Navarra
aade Mariana excepto en algu-
nos valles donde la herencia sigue la
lnea de las mujeres, las tierras estnmayoritariamente bajo la propiedad
del varn. Tampoco las mujeres cam-
pesinas de Navarra estn inscritas en
la seguridad social. Tal como estn las
cosas los benecios que genera una
nca no permite la cotizacin de ms
de una persona. Y entonces siempre
cotiza el varn. En cambio -puntua-
liza Lupe- los negocios secundarios o
paralelos que se aaden a los agrco-
las, como el turismo rural o la trans-ormacin de alimentos, suelen estar
a nombre de las mujeres. Pero slo
para que no se pierdan las subvencio-
nes a la agricultura que se conceden
cuando la persona ejerce de agricultor
a ttulo principal.
Pienso dice Isabel Lisa que el
esquema tradicional del medio rural
(el hombre agricultor y la mujer ama
de casa aunque trabajando tambin
en el campo) nos ha generado unadependencia econmica que ha pro-
vocado poco respeto social hacia las
mujeres, adems de hacernos perder
la conanza en nosotras mismas.
Tenemos los derechos y capacidades
(sigue)
era el titular de la propiedad del case-
ro sino tambin el titular de la nca
agrcola que regentaba, lo que supo-
na para con la mujer la desigualdad
de papeles con respecto al otro sexo.
La direccin de la nca, as como latoma de decisiones recaan sobre el
marido, quedando as invisibles los
papeles econmicos y sociales de la
mujer agrcola y ganadera tanto uera
como dentro del hogar.
En toda la historia del Pas Vasco,
han sido muy pocas las campesinas
reconocidas como tales. Segn datos
ociales, por cada dos hombres que
trabajan en la agricultura, slo trabaja
una mujer. Pero sabemos que de cadadiez mujeres del casero, por lo menos
ocho trabajan en la agricultura. De
estas, el 68% trabaja sin cotizar en
la seguridad social. Es anecdtico
el nmero de mujeres que tienen
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para hacer las cosas nosotras mismas
sin tener que depender de nadie y
ocupando otros papeles en la sociedad
rural.
S aade Isabel Vilalba, pero
se trata de una invisibilidad intencio-nada, directamente relacionada con
el hecho de que no tengamos a nivel
legal, ni social, un reconocimiento
claro como trabajadoras, pese a la
dureza y a las interminables jornadas
de trabajo. Ya slo en Galicia 35.000
agricultoras y ganaderas son consi-
deradas ayuda amiliar, sin que se
les reconozca ningn tipo de dere-
cho laboral propio y personal, como
la participacin en los derechos deproduccin, ayudas y dems bienes
de la explotacin agraria o el derecho
a que los ingresos tambin vengan a
nuestro nombre.
Para nalizar en estos aspectos
Ainhoa comenta que si bien es cierto
que la globalizacin liberal capitalista
se apoya en la divisin sexual del
trabajo (adjudicando a las mujeres el
trabajo gratuito e invisible: la educa-
cin de los nios y nias y el cuidado
de las personas enermas o ancianas,
es decir, el trabajo reproductivo) en
el sector agrcola es an ms perverso
porque en muchos casos a las mujeres
campesinas ni siquiera se les reconoce
el trabajo de carcter productivo querealizan como proesionales agrarias.
Por tanto, las agricultoras y ganade-
ras que trabajan en la explotacin
amiliar son invisibles, doblemente,
porque no se les reconoce el tra-
bajo domstico ni el de las tareas
productivas.
Mientras no se resuelve esta alta
de consideracin a nivel laboral, se
mantienen adems eectos devastado-
res en la salud de las mujeres apuntaIsabel Vilalba puesto que no existe
una poltica ecaz de prevencin de
riesgos en el trabajo que tenga en
cuenta las especicidades del orga-
nismo emenino, incluso en cuestio-
nes tan sensibles como la manipu-
lacin de agrotxicos, directamente
relacionada con incidencias en el
sistema hormonal o con malormacio-
nes congnitas.
Si ueronexpulsados
cientos detrabajadoresdel campo,las primerasuimos lasmujeres.
Perles (cont.)
Isabel Vilalba es responsable de la Secretara das Mulleres y miembrode la Ejecutiva Nacional del Sindicato Labrego Galego, donde coordina
el rea de Soberana Alimentaria y Servicios al Medio Rural. Es cotitular
de una granja en la que, con su compaero, producen leche y alubias.Viven con su hija de cuatro aos, su hijo de siete y la abuela Maruxa.
Marina es una joven almeriense involucrada en un proyectode recuperacin de pueblos abandonados en los valles nava-
rros. Se trata de ocupaciones colectivas que buscan otros mode-los de convivencia para enrentarse a la realidad actual. Marina,
agricultora ecolgica, es madre de Alaia, de dos aos.
Isabel Lisa, es madre y viticultora del Somontano (Aragn). Hace
unos aos, junto con su padre, se han decidido a ampliar el tra-bajo haca la ganadera porcina en ecolgico. Como ella dice elbalance es muy positivo: tengo un gran maestro que es mi padre
y una gran modelo que es mi madre, que como mujer del mediorural me ha hecho ver que yo, como ella, poda ser agricultora.
SomoSSupermujereS?Yo llevo todo el peso de la casa,
las compras, la limpieza y desde luego
la crianza de los nios, adems tengo
mi trabajo en la huerta, en la gana-
dera o en el campo es un comen-
tario que se repite parecido entre la
mayora de las mujeres. Adems de
trabajar dos o tres veces ms que el
hombre, participar o llevar adelante
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sociales son espacios dominados por
los hombres. Ellos conducen las rela-
ciones de toda la amilia.
Destaca la experiencia de Marina,
que vive y trabaja en un pueblo de los
cinco ocupados en el valle y explica
que la realidad es muy dierente, las
cuestiones de limpieza, de comida,
etc. se hace entre todos y todas, y
todas las decisiones se toman en
asambleas organizativas. An as elmachismo lo encontramos en aspec-
tos y comportamientos ms sutiles.
Siempre hay quien se extraa de que
no haga lo que se espera que haga.
laSmujereSenloSSindicatoSMuchas de las mujeres con las
que estamos compartiendo este art-
culo coinciden en la importancia de
modicar tambin las pautas orga-
nizativas en los sindicatos agrcolas.Las organizaciones van avanzando
a dierentes ritmos e intensidades
en los cambios que han de llevar a
la igualdad de gnero en su uncio-
namiento. Nos cuentan que en los
rganos de gobierno la presencia
de mujeres es minoritaria, as como
entre las personas aliadas que siguen
siendo mayoritariamente los hom-
bres. De hecho no es de extraar que
en algunas parejas, la participacin
de la mujer en actividades sindi-
cales sea renada por su cnyuge.
Motivos por los cules, como explicaMariana dentro del sindicato han
conormado un grupo de mujeres
para conseguir que se vea ms todo
el trabajo que hace la mujer en el
campo, que no quede ah en segundo
plano, como que no hacemos nada.
Y que todo ese trabajo conlleva una
serie de derechos a nivel proesional
y social que debemos reivindicar.
Y Lupe aade que es importante
encontrar espacios propios para lasmujeres, para saber quines somos
cada una de nosotras. Para cambiar
las cosas, primero hemos de recuperar
Esimportante
encontrarespaciospropios paralas mujeres,para saber
quines somoscada una denosotras.
tareas agrcolas signica
enrentarse, cara a cara, con
un mundo hecho por los
hombres y para los hombres.
Cosas tan simples como dice
Mariana: No puedo encar-garme por completo de mi
ganadera porque todas las
puertas en los cercados estn
pensadas para la uerza de
un hombre. La tecnologa
tambin es machista. En
la misma lnea Isabel Lisa
detalla que como agricultora
considero que los avances
tecnolgicos tienen que
ayudar a igualar y acilitar laslabores agrarias.
Tambin el dcit impor-
tante de servicios pblicos
en el mundo rural se ceba
con las mujeres. La alta
de guarderas, por ejemplo,
repercute ms sobre las
mujeres y acaban siendo ellas
las encargadas de acilitar
y acompaar a los nios y
nias en su tiempo libre. En
realidad, comentan varias
mujeres, todas las relaciones
Isabel Vilalba, de la ejecutiva nacional del Sindicato Labrego Galego.
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nuestra identidad, que tambin eso el
machismo dej por el camino.
Mari Carmen nos da una visin
ms completa de su realidad en el
Sindicato. Fue la necesidad de orga-
nizarnos, para poder seguir viviendodel campo, lo que me llevo a entrar
en el SOC, el Sindicato Obrero del
Campo, una organizacin con dos
luchas. Por un lado asegurar una
distribucin justa de los puestos de
trabajo que surgan en las ncas
(incluyendo trabajo para las mujeres)
y por otro, a avor de una reorma
agraria en Andaluca. El que los
hombres y mujeres sin tierra tuvi-
ramos el derecho de la tierra parael que la trabaja. Y en la lucha se
ocupaban tierras tanto pblicas como
privadas. Denuncibamos la propie-
dad de la tierra de los terratenientes
que slo la queran para cotos priva-
dos y las tierras pblicas que estaban
abandonadas.
La impresin inicial ue encon-
trarme en una organizacin de
varones donde las mujeres tenamos
una participacin muy uerte en la
lucha y en las movilizaciones pero
en el terreno organizativo, al igual
que otras muchas organizaciones,
estaba dominada por hombres. Las
reuniones se hacan en un horario
en que para las mujeres era muy
dicil participar, algunas reuniones
eran muy largas e incompatibles con
nuestras cargas de trabajo y otras se
hacan en bares, donde la participa-cin de mujeres estaba mal vista. Vea
como las mujeres hacamos lo que
los hombres haban decidido en sus
reuniones. Aunque se hacan asam-
bleas para aprobar todos los temas lo
cierto es que ninguna mujer hablba-
mos en pblico, por vergenza, por
miedo a decir una tontera y porque
no estaba bien visto ser polmica.
Cuando empec a participar en el
Comit local mi sensacin era quenos ninguneaban, y que slo se nos
valoraba para hacer bulto, ms
uerza en la lucha, pero sin creer
realmente que ramos necesarias en
ese debate organizativo y estratgico.
Fue nuestra imposicin de
participar en las campaas de aseso-
ramiento, la primera reivindicacin
como mujeres. Pero tenamos otrabatalla que librar, nuestra propia
autoestima. Tantos aos de cultura
machista nos haca pensar que ellos
lo hacen mejor que nosotras, que
nunca vamos a estar a la altura de
nuestros compaeros, en esas
organizaciones machistas muchas
mujeres se quedaron en el camino.
Las dicultades para nuestro
reconocimiento han sido muchas. Por
una parte la misma gente del pueblovea mal una mujer sola entre tantos
hombres; en las reuniones tus compa-
eros no conan en ti para muchos
temas; la aceptacin de nuestro
compromiso tambin se cuestiona, tu
compaero o est contigo en la orga-
nizacin o dicilmente acepta que tu
participes activamente en la organiza-
cin; soportbamos la incomprensin
de muchas compaeras que en vez
de entender que la participacin de
nosotras es undamental, te criticaban
a veces incluso ms que los hombres;
para demostrar que puedes asumir
responsabilidades como los hombres
te sobrecargabas de tareas, adems de
no poder equivocarte nunca; no se
nos reconocan nuestro papel de lide-
razgo, se cuestionaban nuestras crti-
cas y planteamientos, escuchbamos
aquello de que nos va a contar unamujer de los problemas de los jornale-
ros; y nalmente, pareciera que slo
como mujeres puedes ser responsable
del rea de gnero o secretara de
la mujer.
Los cambios en estos aos han
sido muchos pero queda mucho para
conseguir una verdadera igualdad en
las organizaciones agrarias- continua
Mari Carmen. Las responsabilidades
y los cargos siguen siendo otorgadosa hombres con mayor acilidad, hay
muy pocas mujeres participando
activamente en los estamentos
Los cambiosen estos
aos han sidomuchos peroqueda muchopara conseguiruna verdaderaigualdad en las
organizacionesagrarias.
organizativos, aunque en las movili-
zaciones seguimos siendo mayora. El
liderazgo es masculino y hay compa-
eros que aun hoy no valoran de la
misma manera un hombre que una
mujer. Al contrario tambin hay que
reconocer que hay compaeros que
valoran tu trabajo y estn cambiando
su percepcin de cmo tiene que ser
un mundo ms igualitario donde los
hombres y mujeres tengamos los mis-
mos derechos y oportunidades.
Para Isabel Vilalba su participa-
cin en el sindicato siempre me ha
llenado mucho y de un modo espe-
cial un proyecto hecho por y parael mundo rural, al cual considero
verdaderamente mi sitio en el mundo.
Durante todos estos aos en la organi-
zacin me he sentido una persona pri-
vilegiada: por la dimensin humana
de mis compaeras y compaeros,
las posibilidades de participacin
en eventos como el Foro Mundial
de Soberana Alimentaria en Mali y
otros muchos, las refexiones y el tra-
bajo de la Va Campesina, el trabajode alianzas con la Marcha Mundial de
Mujeres Desde que he sido madre,
me cuesta bastante sacar tiempo para
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es undamental para que el punto de
vista de las mujeres est presente y en
plano de igualdad. Y adems corro-
bora Isabel Vilalba es lo justo, puesto
que en nuestra base social las mujeres
representamos, al menos, el cincuentapor ciento. En el ltimo congreso de
la organizacin se ha aprobado que
la representacin de las mujeres sea
paritaria en todos los organismos
del sindicato. Desde nuestro punto
de vista, todo el trabajo que estamos
haciendo desde la base, posibilitando
que cada da ms compaeras cuenten
con la inormacin y los medios para
poder participar y aportar ms, est
ortaleciendo nuestro trabajo comoorganizacin de un modo que est
siendo valorado muy positivamente
por compaeras y compaeros. De
todos modos, hay mucho camino
por andar y tambin muchas ganas
de hacerlo, puesto que es uno de
los aspectos que ms satisacciones
nos aporta a muchas de las personas
que compartimos este proyecto que
se llama Sindicato Labrego Galego.
Pienso que incorporar el punto devista eminista en las luchas agrarias
en plenitud va a ortalecernos dentro
de las organizaciones y con el resto de
la ciudadana.
laSnuevaSmujereScampeSi-naSvanganandoderechoSpero
aparecennuevaSdificultadeS.Son muchos los esuerzos para
alcanzar la igualdad entre gneros en
el mundo rural. Y los logros aunqueinsucientes estn ah, como explica
Mari Carmen. Las mujeres jorna-
leras trabajbamos sin derechos no
cotizbamos el rgimen especial agra-
rio mientras que hoy estamos en el
Ainhoa Iturbe. Bajo el peso de qu desigualdades vivimos?
Desde el punto de vista econmico: La titularidad es condicin necesaria para ser benef-ciario de cualquier medida de omento, tanto nacional como de poltica agraria comn, ascomo para el disrute y el uso de los derechos de carcter econmico ligados a la explota-
cin (cuotas de produccin, derechos de pagos...). Siendo esto as, el 6 de Marzo de 2009 seaprob el Real Decreto sobre titularidad compartida, una reivindicacin de hace ya 20 aos
de las organizaciones de mujeres rurales como CERES. No obstante, aun no se ha producidola necesaria derivacin de los cambios legislativos. Solamente se ha aprobado un Registro
Administrativo al que las Comunidades Autnomas debera aportar las solicitudes, pero altainters y voluntad para dar ese paso. Slo cuando se cree un verdadero Estatuto jurdico
ser posible para las mujeres del campo obtener su reconocimiento y derechos derivados.
Desde el punto de vista social: La afliacin de mujeres al Rgimen Especial Agrario se havisto sometida a una permanente accin de sabotaje legal en base a solicitar continuos
justifcantes de la veracidad del trabajo emenino en la explotacin agraria, particularmentecon innumerables pegas burocrticas cuando la mujer que desea el alta, lo quiere hacer
por Cuenta Propia y tiene ms de 40 aos. La mujer es una parte importante de la poblacinactiva agraria que ha estado o sigue estando inravalorada y que nunca aparece en los anua-
rios de estadstica de ningn organismo ofcial. Su labor se reduce a ser el complementobsico de la explotacin agraria amiliar, sin que socialmente se les reconozca su aporte.
Desde el punto de vista proesional: La titularidad est ligada a derechos departicipacin, al derecho de representacin y de voto tanto en las asociacio-
nes proesionales agrarias como en las juntas, los consejos de las coopera-tivas, las asociaciones de los proesionales o de los productores etc.
mis seres queridos, para la organi-
zacin y para m. De todos modos,
considero que las personas que como
yo, que tenemos cargas amiliares,
tambin somos importantes en las
organizaciones. As que sueo quetiene que existir alguna manera de
hacerlo. En el SLG somos un equipo
de personas y todas tenemos nuestro
papel, creo que estamos construyendo
otros modos de relacionarnos die-
rentes de los liderazgos tradicionales
estandarizados. Tereixa Ledo, com-
paera de la organizacin y dinami-
zadora undamental, denomina estas
ormas de trabajo, representadas, por
ejemplo, por nuestras compaerasLidia Senra o Carmen Freire, lideraz-
gos entraables, segn la conceptua-
lizacin de Marcela Lagarde.
Ciertamente la presencia de muje-
res en cargos de alta responsabilidad
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*Isabel Vilalba.
Las responsabilidades del modelo patriarcal
En la actualidad ms de mil millones de personas pasan hambre en el mundo mientras las
grandes extensiones dedicadas al monocultivo, con el nico fn de obtener mercancasbaratas que aseguren una acumulacin de capital sin precedentes por parte de las grandescorporaciones transnacionales, causan gravsimos problemas sociales y medioambientales,
problemas considerados por el modelo neoliberal como eectos colaterales admisibles.
Las mujeres de todas las partes del mundo somos expulsadas por un modelo deproduccin de alimentos industrializado, responsable de la destruccin de la agri-
cultura amiliar. Los pueblos no tienen ninguna capacidad para decidir lo quequieren comer y en muchas partes del mundo ni siquiera pueden concebir pol-
ticas agrarias que les garantice el hecho de alimentar a su poblacin.
Este modelo que desprecia cuestiones bsicas como la salud de las personas es pro-undamente machista y slo concibe a las mujeres como mano de obra barata o como
responsables de la uncin reproductiva de nuestras sociedades. En los balances de losgurs de la economa y en las cuentas de benefcio de las empresas nunca aparece cuanti-fcado y pagado el trabajo necesario para la supervivencia de la sociedad, tareas asumidas
casi de modo exclusivo por las mujeres de modo precario y sin remuneracin alguna.
La mayora de las personas que asisten a los mercados locales y erias siguensiendo mujeres, por ello somos tambin las principales aectadas por el pro-
ceso generalizado de eliminacin de estos espacios y su substitucin por gran-
des superfcies, as como por la expulsin de nuestros productos de los merca-dos, ayudndose de herramientas como una legislacin hecha a medida de lasindustrias, con normas incumplibles por parte del pequeo campesinado.
La alimentacin se convierte en una gran posibilidad de negocio a escala mundial yla consecucin de alimentos producidos con el menor coste posible se convierte en
un objetivo undamental. Las mujeres somos, una vez ms, uno de los sectores dela poblacin con ms difcultades para acceder a recursos bsicos para poder pro-ducir alimentos como la tierra, el agua, el crdito, las semillas o la energa. Por ello,
la pobreza y el hambre tienen en muchos casos rostro de mujer campesina.
censo agrario y hemos conseguido la
baja por maternidad. En el campo hay
menos discriminacin por el hecho de
ser mujer para trabajar en dierentes
recolecciones como aceitunas, meloco-
tn, etc. Se han creado inraestructuras
pensando en nuestra realidad aunque
siguen altando servicios pblicos
como las guarderas para la acogida denuestros hijos en horas de trabajo.
Pero los mecanismos para aba-
ratar costes son perversos, continua
Mari Carmen. Ahora hay que desta-
car una nueva eminizacin de la
mano de obra que conlleva la agri-
cultura intensiva, como es el caso de
la llegada de muchas mujeres inmi-
grantes para el cultivo de la resa en
Huelva. Se hacen contratos en origen
mayoritariamente a mujeres con
hijos o hijas a su cargo, para que seanms dependientes econmicamente.
Que provengan del medio rural, para
garantizar que estn acostumbradas
a trabajar. De Europa del Este para
garantizar que van a trabajar a
cualquier precio y en cualquier
condicin. Las dividen por nacionali-
dades (rumanas, polacas, marroques,
blgaras, etc.) de orma que no se
comunican entre ellas, las instalan
en ncas valladas donde solo pueden
salir hasta ciertas horas, para garan-tizar que al da siguiente no estn
cansadas, les prohben llevar o dejar
entrar gente extraa a la nca para
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que los sindicalistas no puedan inor-
marlas, y contratan mujeres sucien-
tes como para que estn en constante
competencia pensando que su lugar
de trabajo puede ser cubierto por otra
trabajadora sino rinden. Muchas deestas mujeres son pequeas campesi-
nas en sus pases de origen, que han
tenido que abandonar sus tierras y
su gente por este mismo modelo de
agricultura intensiva y globalizada.
Son las grandes invisibles del campo.
Las nuevas jornaleras.
Ainhoa tambin explica que la
mayora de las mujeres campesinas
son muy mayores. Cuando hace unas
dcadas muchos hombres del caseroempezaron a compaginar el trabajo
con la jornada de la brica, ueron
ellas las que tuvieron que asumir
gran parte de la carga del trabajo
agro-ganadero. Fueron ellas las que
se encargaron de la pervivencia de los
conocimientos ancestrales. No han
asistido nunca a una clase de la uni-
versidad, no tienen ningn ttulo ni
reconocimiento, pero conocen cuando
recoger la mazorca de maz desti-
nada a semilla, saben cules son los
pimientos adecuados para semilla
Conocimientos cada vez ms escondi-
dos, pues parece que nadie se percata
de ello o nadie quiere darse cuenta.
Cada vez que muere una campesina,
muere una semilla, muere una parte
de la sabidura de nuestro pueblo; el
resultado maravilloso de generaciones
de pruebas, allos y aciertos realizadospor nuestros antepasados.
Por otro lado contina Ainhoa
estn las campesinas de reciente
incorporacin al campo, con nues-
tras propias iniciativas y nuestros
derechos, pero nos alta el conoci-
miento de nuestras predecesoras: qu,
cundo y por qu se hacen las labores.
Tenemos nuestros derechos pero no
tenemos conocimientos, por eso es
undamental que las mujeres campe-
sinas jvenes recojamos esos conoci-
mientos de las mujeres campesinas
mayores.
feminizarloSdiScurSoSNo hay cambio en el camposin la esencia emenina porque las
mujeres que estamos en el campo
estamos ms conectadas a la tierra
arma Lupe. Llegamos a sentir
la tierra, y la tierra es energa eme-
nina, y podemos llegar a sentir lo
que la tierra quiere. El cambio tiene
que venir desde la energa emenina.
Necesitamos entender a la tierra
para mejorar nuestra relacin conella. Si las mujeres partiramos de
cero no cultivaramos igual que los
hombres. Se ha impuesto una agri-
cultura masculinizada de dominacin
y superioridad sobre la naturaleza.
Marina aade que es importante que
ese enoque emenino se incorpore,
tanto en hombres como en mujeres,
adems de en la propia agricultura en
el trabajo y en las luchas que hay en
las organizaciones donde siguen pre-
dominando comportamientos machis-
tas. O peor, donde hay propuestas de
cambio que olvidan estos aspectos o
repiten mecanismos de poder organi-
zativos nada transormadores. Este
sistema ha captado el discurso de
la igualdad de gnero en lo terico
No haycambio en
el campo sinla esenciaemeninaporque lasmujeres queestamos en
el campoestamos msconectadas ala tierra.
arma Mari Carmen pero en lo
prctico queda mucho por hacer.
La reivindicacin de la soberana
alimentaria expone Isabel Vilalba
ha servido para unir las refexiones
y las propuestas de miles de mujeres
de todo el mundo. Muchas mujeres
campesinas trabajamos conjunta-
mente para analizar los impactos de
Evangelina Martnez.
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la agricultura industrial en nuestras
vidas y construir este nuevo derecho
ciudadano. Paralelamente, la presen-
cia de mujeres de otros sectores y de
mbitos urbanos, por ejemplo a travs
de las alianzas con la Marcha Mundial
de Mujeres (MMM) nos ha servido
para llegar con nuestras propuestas
a nuevos espacios y, sobre todo, paraortalecer la lucha eminista tambin
con la perspectiva de las mujeres
del medio rural. Esta colaboracin
Y en otros pases?Magui Balbuena
Las mismas necesidades de espacios propios para las mujeres campesinas las
encontramos en expresiones organizativas en otros pases. Aqu tenemos el ejemplode la organizacin paraguaya CONAMURI (Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales
e Indgenas), a partir de una conversacin con su dirigenta Magui Balbuena.
En 1975 la represin de la dictadura de Stroessner lleg hasta las comunidades campesinasindgenas y tambin a las escuelas de las Ligas Agrarias (modelos educativos propios
del campesinado) que concluy con las matanzas de la Pascua Dolorosa en 1976 y latotal desarticulacin de las Ligas Agrarias dejando sin capacidades a los movimientosagrarios campesinos del Paraguay. A partir de ah todos los esuerzos se encaminaron
a la rearticulacin campesina nacional. En 1980 se constituye el Movimiento CampesinoParaguayo (MSP) y se encauzan las luchas por la tierra, se coordinan movilizaciones
campesinas y, a los cinco aos se unda en su interior la Coordinadora de MujeresCampesinas. A pesar de disponer de una estructura nacional propia e independiente,
algo impensable en las antiguas Ligas Agrarias, su trabajo en el seno del MSP y en lasorganizaciones que surgieron despus de la cada de la dictadura, result insufciente para
los colectivos de mujeres. Por ello en 1999, en el Da Mundial de la Mujer Rural, en Asuncinms de 300 mujeres trabajadoras rurales e indgenas de aproximadamente 100 comits de
mujeres de diversas organizaciones y comunidades de casi todos los departamentos delpas, se renen ormando la CONAMURI, con el mandato de trabajar en las reivindicaciones
y propuestas de las mujeres campesinas e indgenas: la deensa de sus derechos, elreconocimiento de su trabajo y la bsqueda de alternativas rente a la angustiante
situacin de pobreza, discriminacin y exclusin por razones de clase, etnia y gnero.La experiencia de trabajo colectivo y en alianzas de CONAMURI ha demostrado la
importancia de una organizacin de estas caractersticas que aade la igualdadde gnero como una lucha contra un modelo de opresin y discriminacin en
el que se sustenta buena parte del capitalismo. En palabras de Magui Lo queatrasa el desarrollo de las luchas colectivas contra el capitalismo y el
patriarcado, lo que atrasa la lucha a avor de la soberana alimentaria, es lamentalidad y conducta machista de muchas de nuestras organizaciones
ha permitido colocar la soberana
alimentaria como tema central en
varios encuentros internacionales de
la MMM. De todos modos, pensamos
que la soberana alimentaria es una
propuesta eminentemente eminista,
puesto que promueve conceptos
y modos de hacer que las mujeres
hemos tenido desde siempre.Por ello se coincide en deender
que los discursos de la soberana
alimentaria deben de llenarse de
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eminismo, de recuperacin de la
memoria o de trabajo por la igualdad
olvidando deniciones, corrientes
y connotaciones. Es un enoque
muy enriquecedor, revolucionario y
transormador tanto en la bsqueda
de nuevas relaciones sociales ms
justas e igualitarias, ms all de la
bsqueda y control del poder, comopor la importancia de deender otro
modelo de produccin de alimentos
en armona con la naturaleza.
Las mujeres en la pescaEvangelina Martnez
Para conocer la realidad de las mujeres en el sector pesquero contamos con
Evangelina Martnez Sotelo responsable de las rederas de Cangas (Galicia).
Las rederas somos las personas encargadas de la elaboracin, montaje y repa-racin de todos los aparejos utilizados para la pesca. Hasta hace bien poco real-
mente ramos invisibles. Hasta tal punto que cuando bamos al mdico y nos pre-guntaban, en nuestro propio pueblo, cual era nuestra proesin y decamos queramos rederas, no saban que era eso. Algo tan esencial como pensar quien
hace los aparejos de pesca no era conocido, ni desde luego reconocido, segura-mente porque mayoritariamente es un trabajo que realizamos las mujeres.
Hasta hace bien poco las rederas como yo que trabajamos con artes como el cerco (redes
muy selectivas), realizbamos el trabajo directamente en los muelles, a la intemperietanto si llova o haca ro. Las mujeres que trabajan en aparejos de artes menores (como la
volanta o el trasmallo) lo han venido haciendo en los propios domicilios, en ratos libres. Esdecir, existe un colectivo de mujeres seguro que no se permitiera si ueran hombres en
un trabajo sumergido, ilegal que slo les genera explotacin a ellas y problemas a nosotras.
Ante esta doble realidad nuestros esuerzos se centraron en hacernos visibles pornosotras mismas constituyendo en el 2004 una Federacin Gallega de Mujeres Rederas.
Desde la Federacin venimos exigiendo a las administraciones su apoyo en, por unlado dignifcar nuestro trabajo (cotizamos como autnomas) y, por otro, regular y lega-
lizar el trabajo de las mujeres en su domicilio que adems de desprestigiar a nuestraproesin generan una competencia desleal provocando unos precios de nuestro tra-bajo tan bajo que slo benefcia a los armadores y los comercios de eectos navales.
Nuestro trabajo ha tenido resultados avorables. Hemos conseguido algunos progra-mas de diusin para dar a conocer nuestro trabajo, organizamos durante unos aos
una cooperativa para comercializar directamente nuestro producto fnal y hemos con-seguido unas naves para tener un lugar de trabajo acondicionado y el reconocimientoproesional de nuestro ejercicio. Pero an siendo imprescindibles para que los barcos
puedan pescar, es habitual escuchar a vosotras os alimentan vuestros maridos.
La conclusin es obvia, la agri-
cultura desempeada por las mujeres
ha sido siempre en primer lugar para
producir alimentos, no para generar
benecios como explica Isabel
Lisa. Viejas realidades para reorzar
el lema acuado desde la Soberana
Alimentaria, los alimentos no son
una mercanca.
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En este artculo se analiza la construccin y perpetuacin de las discriminaciones de gnero en el medio
rural, y ms especcamente en las unidades agrarias. Veremos que las desigualdades de gnero no son
privilegio del medio rural, ni son ms uertes en este contexto, pues estn presentes en igual medida en
las ciudades. Sin embargo, hay que tener en cuenta las especicidades de los contextos rurales y de las
ncas agrarias, y cmo stas conorman los escenarios de las relaciones y de los mandatos de gnero,
tanto en las eseras pblica y productiva, como en el espacio personal y domstico, pues las relacio-
nes de gnero no siguen pautas idnticas de discriminacin y subordinacin en contextos dierentes.
elmecaniSmodelainviSibilidad
En la construccin de las desigualdades en las relacio-nes de gnero, quizs el mecanismo ms poderosoy ms sutil sea la invisibilizacin. Cuando conse-guimos percibir las desigualdades es mucho ms cil
cambiarlas o al menos rebelarse contra ellas, y tanto los
hombres como las mujeres, la gran mayora, tenemos la
voluntad de no discriminar socialmente a las mujeres y de
reducir las injusticias de gnero. Pero el arraigo milena-
rio del patriarcado, con una socializacin dierenciada yjerarquizada de nios y nias y de hombres y mujeres,
hace que las relaciones de dominacin/subordinacin
entre hombres y mujeres ormen parte de lo que se per-
cibe como la normalidad de la vida cotidiana, con sus
dierentes maniestaciones en todas las culturas. La natu-
ralizacin de las prcticas sociales de subordinacin de las
mujeres hace que su arraigo sea ms proundo, y aumenta
su complejidad por las mltiples dimensiones materiales y
subjetivas que estn estrechamente imbricadas.
La divisin sexual del trabajo, como parte de las estruc-
turas de gnero, consiste en la asignacin de tareas y de
espacios-tiempos dierenciados a hombres y a mujeres. Los
hombres son, histricamente, responsables por el mbito
productivo, por el espacio pblico y el eje central sobre
el que se construye su vida y su identidad es el trabajo,
entendido como trabajo econmicamente retribuido. Las
mujeres, sin embargo, tienen asignado el mbito repro-
ductivo, el espacio domstico, y sus vidas y sus identidades
estn construidas sobre la centralidad de la amilia, espe-
cialmente de la maternidad y de su uncin social como
cuidadoras. Como seala Marcela Lagarde, las mujeres son
socializadas como seres-para-otros, mientras los hombres
como seres-para-s.
Aunque las condiciones de vida de muchas mujeres,indudablemente, hayan cambiado en las ltimas dcadas
en la mayor parte de los pases, principalmente entre los
considerados desarrollados, el ejercicio de dominio sobre
las mujeres es una realidad constante, y se observa que
los mecanismos son cada vez ms sutiles. As, se constata
cmo las relaciones de gnero siguen siendo discriminato-
rias incluso en las sociedades y condiciones ormalmente
ms igualitarias.
La invisibilidad es una marca undamental en la perpe-
tuacin de las desigualdades de gnero, no slo por la di-
cultad que entraa el hacerlas perceptibles y reconociblespara hombres y mujeres, sino tambin porque la propia
invisibilizacin es un mecanismo polidrico, con muchas
caras, de reproduccin de la subordinacin emenina.
Las desigualdades degnero en el trabajodentro de las fncas agrarias amiliares
Ftima Cruz-Sousa
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Por ejemplo, el acceso tardo de las mujeres al mundo
laboral asalariado, la discriminacin salarial y la alta de
reconocimiento social y econmico a su trabajo, se refeja
en la invisibilizacin de su aportacin productiva a la
sociedad e, incluso, en las amilias, donde la renta de las
mujeres tiene una consideracin secundaria y complemen-taria, mientras los hombres aportan la renta considerada
principal. Al considerarse la actividad proesional de las
mujeres como secundaria y la renta complementaria en
relacin a las de los varones, las mujeres asumen que su
tiempo tiene que ser elstico y permitirles realizar todas
las tareas, tanto laborales como domsticas, sintindose
incluso culpables, por su incapacidad para poder con
todo. La sociedad, y tambin las mujeres, todava tienen
muy interiorizado que las actividades proesionales de
los hombres estn por encima de las responsabilidades
domsticas.La consideracin proundamente arraigada del tra-
bajo domstico como no-trabajo tambin se apoya en la
invisibilidad de las labores domsticas y de cuidados, que
se hacen ms perceptibles cuando dejan de ser realizadas.
Para ser ms grca, precisamente el polvo que se ha
quitado de los muebles es el que no se puede ver. Con la
invisibilizacin del espacio domstico como espacio pri-
vado y protegido, se invisibiliza tambin a las personas
asignadas a l y a su trabajo, garantizando la obediencia a
los mandatos y la subordinacin a los visibles.
elcontexto: lafincaagrcola.La modernizacin de la agricultura y su integracin
en el mercado internacional, ha llevado a una transor-
macin radical en los modos de produccin tradicionales.
El modelo de produccin dominante, en el marco de la
mundializacin neoliberal de la economa, ha impuesto
una agricultura intensiva, con alta mecanizacin y el uso
masivo de productos qumicos, ms ajustados a los mode-
los industriales y empresariales competitivos para una
economa de mercado. En este proceso de transormacinde la agricultura tradicional a industrial, se ha producido
una apropiacin masculina de la produccin agraria, as
como una revalorizacin de aquella parte del sector que
se acerca ms a los estndares de las grandes empresas
El polvo que se haquitado de los muebleses el que no se puedever.
agrarias, con mayores cotas de poder, reconocimiento
social y econmico.
Con la modernizacin de la agricultura y su mecaniza-
cin, los hombres asumen el protagonismo como trabaja-
dores y empresarios agrarios, mientras las mujeres asumen
una posicin social subsidiaria como mujeres de o hijasde. Mientras las mujeres se ocupan de lo domstico, los
hombres se ocuparn de la produccin destinada al comer-
cio, transormando la actividad productiva en dinero, en
moneda corriente. La modernizacin de la agricultura,
incluyendo la llamada revolucin verde, ha marcado-
como dice Rosario Sampredro- las pautas de disociacin
entre el espacio de lo productivo (conectado con el mer-
cado, y por tanto uente de poder, prestigio, autonoma, de
existencia social en n) y el espacio reproductivo (espacio
del trabajo no mercantil, gratuito, sin existencia social).
Por otro lado, en las explotaciones agrarias amilia-res el proceso de modernizacin se ve limitado o condi-
cionado por las disponibilidades econmicas. As, en la
mayora de las explotaciones agrarias amiliares se da
una modernizacin a medias: hay incorporacin de
maquinaria agrcola y de tecnologa, pero, en el esuerzo
de adecuacin a la economa de mercado y de garantizar
la supervivencia, no se puede prescindir de la mano de
obra amiliar. En este escenario, mientras los hombres se
desarrollan como productores y pequeos empresarios
agrarios, las mujeres tienden a asumir los roles tradicio-
nales de gnero y con ello la exclusividad en las tareas del
espacio reproductivo, pero sin abandonar realmente las
tareas productivas, donde se quedan relegadas al calica-
tivo de ayuda amiliar agraria, sin protagonismo social,
trabajando como mano de obra invisible.
En la llamada agricultura amiliar, precisamente la
organizacin de los procesos productivos en base a las rela-
ciones amiliares vuelve ms dicil la separacin entre las
eseras productiva y domstica, y los tiempos y espacios
estn ms interconectados. La estructura amiliar se die-
rencia de otras estructuras sociales, entre otros aspectos,por la vinculacin entre relaciones econmicas y aectivas,
y por la jerarquizacin de las relaciones entre hombres
y mujeres y entre adultos, jvenes y nios/as, siendo el
padre de amilia la gura que, directa o indirectamente,
ocupa el lugar central de poder en la toma de decisiones y
en el control de los recursos.
Las mujeres que se ocupan de la ayuda amiliar en
las explotaciones agro-ganaderas, ven cmo su actividad
es asumida como una prolongacin de las tareas doms-
ticas, sin el reconocimiento como actividad laboral o
productiva. Segn el estudio realizado por Vera y Rivera(1999), el 70,6% de las mujeres que conviven en explo-
taciones agro-ganaderas trabajan o ayudan en las labores
productivas. Ni siquiera el que haya hijos conviviendo
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en el hogar, parece ser relevante respecto a no trabajar o
no ayudar; dirase que, cuando hay un negocio amiliar,
las mujeres trabajan en l, sin distincin por subgrupos o
segmentos de edad. Con datos publicados en el Anuario
sobre la Agricultura Familiar en Espaa 2009, tenemos
que en el ao 2005 slo el 21,21% de los titulares jees deexplotacin son mujeres, mientras que el 70,38% de los
cnyuges son mujeres:
Mano de obra emenina en lasfncas agrarias (%. 2005)
Titulares jeas de explotacin 21.21
Cnyuges 70,38
Otras amiliares 25,48
Asalariadas fjas 16,01A tiempo parcial 21,01
A tiempo completo 12,88Fuente: Instituto de la Mujer (2007)
ladoblejornadaEl trabajo domstico tiene una gran plasticidad e inde-
nicin de tareas, adems de una serie de ambigedades
que le hacen particularmente proclive a la invisibilidad y a
la poca consideracin social. Entre otras caractersticas, no
tiene una jornada temporalmente delimitada, sino que se
dilata indenidamente durante todo el da y todos los das
del ao. Al no ser un trabajo remunerado, adems de no
proporcionar derechos laborales, tampoco hay una valo-
racin cuanticable del cansancio, dedicacin, esuerzo
y habilidades que conlleva. El cotidiano de las mujeres
rurales est marcado por una situacin de trabajo perma-
nente y continuada, con gran diversidad de tareas, que
incluyen la creacin de las condiciones de reproduccin de
la amilia y, as, de la reproduccin de la uerza de tra-
bajo necesaria a las actividades propiamente productivas
(Silva y Portella, 2006, p. 135).Lo que actualmente se denomina como doble jornada
o doble presencia, es un esuerzo de compatibilizacin
que resulta en el desempeo yuxtapuesto de dos jornadas
de trabajo, una de trabajo reproductivo, incluyendo las
tareas domsticas y de cuidados de las personas depen-
dientes, y otra de trabajo productivo, generando bienes y
servicios destinados al mercado.
La doble jornada no es una caracterstica especca del
trabajo emenino agrario, tambin las mujeres asalariadas
y empresarias soportan una doble jornada, ocupndose del
trabajo domstico y del trabajo proesional; sin embargo,el trabajo que realizan uera del hogar tiene una remune-
racin econmica y una delimitacin y reconocimiento
social distintos a lo domstico. Mientras, en el caso de las
mujeres agricultoras, el trabajo agrario se invisibiliza al ser
considerado parte del trabajo domstico y de la gratuidad
de las labores realizadas en el marco de la amilia y para la
amilia.
Las normas que rigen los procesos de produccin en la
agricultura amiliar se establecen tambin como continui-dad del espacio amiliar, a partir de las relaciones aecti-
vas y de lealtad entre los miembros de la pareja y de la
amilia, con un uerte peso de los modos de hacer trans-
mitidos por las generaciones anteriores. Los cambios e
innovaciones introducidos en los modos de produccin, en
el uncionamiento del hogar y en los papeles sociales que
asumen hombres y mujeres en la nca agraria, a menudo
se encuentran con resistencias, pues son considerados
como traiciones a esos compromisos velados de lealtad
amiliar.
QuintomalaSdeciSioneS?Otra caracterstica de las desigualdades de gnero en la
agricultura amiliar es el desequilibrio en la participacin
de hombres y mujeres en la toma de decisiones sobre la
actividad productiva. La aportacin de las mujeres a la
produccin al ser considerada como una ayuda, tiende
a la alta de legitimidad para posicionarse en las nego-
ciaciones cotidianas y en las decisiones que respectan al
mbito productivo. Vera y Rivera indican que solo el 41%
de las mujeres que trabajan o ayudan en las explotaciones
amiliares participan en la toma de decisiones reerentes a
la produccin.
Segn el estudio realizado en el 2006 por Silva y
Portella, hay un consenso entre las mujeres sobre el
hecho de que los hombres, en los papeles de marido y
padre, dominan el trabajo de las mujeres y de los hijos e
hijas y concentran las decisiones sobre la produccin; no
habiendo una planicacin colectiva de la produccin que
involucre a la amilia, lo que incluira las decisiones sobre
siembra, cultivo, cosecha, comercializacin y usuructo de
la renta. El control del dinero por los hombres reduce y,en muchos casos impide, la autonoma de las mujeres.
El simbolismo y las estructuras de gnero inciden
directamente en la toma de decisiones, en la temporaliza-
cin y en la priorizacin de los gastos e inversiones que
se realizan. Se establece, explcita o implcitamente, una
determinada jerarquizacin en la toma de decisiones sobre
gastos e inversiones en el contexto amiliar, en la cual lo
productivo prima sobre lo reproductivo y lo masculino
sobre lo emenino. Por ejemplo, suele ser menos cuestio-
nable la necesidad de invertir muchos miles de euros en la
compra de una nueva cosechadora o de otra maquinariaagrcola, que 400 o 500 euros en un lavavajillas o para
cambiar la lavadora. El razonamiento es muy sencillo: la
maquinaria agrcola es necesaria para el trabajo, o es
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para el benecio de toda la amilia y el lavavajillas
o la lavadora, no? Pero en el trabajo de quin se piensa?
Quin marca los criterios de prioridad?Incluso en el caso de que las mujeres asuman la con-
dicin de titulares de la explotacin amiliar, no siempre
consiguen participar en igualdad de condiciones de las
decisiones, pues la naturalizacin de los papeles de gnero
hace que habitualmente los hombres de la casa tengan
ms protagonismo en el mbito productivo, y muchas
mujeres asuman como dice Garca Bartolom alsas
titularidades.
de empresarias, de trabajadoras y no dejan de asumir
las responsabilidades y demandas del mbito domstico
y amiliar, con mucha dierencia de sus compaeros
varones.
eneleSpaciofamiliarAunque las estructuras y relaciones amiliares vienencambiando signicativamente en las ltimas dcadas, la
amilia sigue siendo el lugar privilegiado de reproduccin
de los papeles tradicionales de gnero y de ejercicio de
dominio masculino sobre las mujeres. Y la agricultura
amiliar se convierte precisamente en el espacio de pro-
duccin dentro de las redes amiliares de relaciones. No es
casual que las relaciones intraamiliares sean el lugar de
expresin ms brutal de la violencia de gnero y, a la vez,
el espacio ms dicil de incidir desde las polticas pblicas
de igualdad.Los vnculos aectivos y amiliares y las estrechas
relaciones vecinales caractersticas de los entornos rurales,
parecen avorecer la invisibilizacin de las desigualdades
e, incluso, de la violencia de gnero. En los confictos y
divergencias intraamiliares, al ser considerados como
problemas de la esera privada, reerentes a la intimidad
de la pareja o de la amilia, se tiende a pensar que debe-
ran ser resueltos dentro del ncleo amiliar, generando un
proceso de aislamiento y retroalimentacin de los modos
de relacin, para bien y para mal.
La organizacin amiliar no se caracteriza precisamente
por ser un espacio democrtico y de negociaciones que
lleguen al consenso entre todos sus miembros. Las rela-
ciones amiliares se basan en una mayor vulnerabilidad
de las mujeres y de los nios y nias. As, la agricultura
amiliar se caracteriza precisamente por la subordinacin,
la continuidad e interrelacin entre los mbitos produc-
tivo y reproductivo, entre el trabajo y la amilia. En la
agricultura amiliar, el trabajo de las mujeres se constituye
en un ciclo continuo entre produccin y reproduccin,
con implicaciones para la organizacin y para el uso deltiempo y del espacio y para la denicin del valor del
trabajo explican Silva y Portella.
En el valor del trabajo reside precisamente la mayor
desigualdad, no es slo que hombres y mujeres desarrollen
actividades distintas por asignacin del trabajo a uno u
otro sexo, sino que las actividades realizadas por las muje-
res tienen un valor social y econmico inerior al de los
hombres, independientemente de sus caractersticas o de
las habilidades que requieran.
elxodoruralLa transormacin de las relaciones de gnero hacia
un reparto ms equitativo de poder y del trabajo entre
hombres y mujeres es un proceso lento, y no aecta a
En el caso de lasmujeres agricultoras,
el trabajo agrariose invisibiliza al serconsiderado parte deltrabajo domstico.
Por supuesto, hay muchas verdaderas titulares de
explotaciones agrarias, pero, desde luego, muchas menosde las que desearan, y que desearamos para el medio
rural. Y las verdaderas titulares adems se enrentan a la
doble o triple jornada de trabajo, pues asumen los papeles
Exposicin Miradas de mujeres rurales
de la organizacin EHNE-Naarroa.
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todas las mujeres por igual, ni igualmente a los dierentes
contextos. La va de la emigracin ha constituido un atajo
para cambiar la posicin social de las mujeres en el medio
rural, ampliar sus posibilidades de libertad y de introducir
cambios en la vida cotidiana, accediendo a un cierto ano-
nimato en las ciudades y, en gran medida, a menos presinsocial y amiliar para el cumplimiento de los mandatos de
gnero tradicionales. As, el xodo rural emenino y, sobre
todo, el abandono de la actividad agraria, ha sido y sigue
siendo una puerta hacia una mayor autonoma personal y
proesional.
En una expresin muy acertada, Sarah Whatmore
arma que las mujeres han votado con los pies, al uti-
lizar la huida del medio rural como estrategia de cambio.
Sin embargo, esa no es una estrategia que benecie ni al
medio rural, ni a la agricultura amiliar. Muy al contrario,
observamos una creciente masculinizacin y envejeci-miento del medio rural y, especialmente, de las explota-
ciones agrarias. La sostenibilidad del medio rural exige un
cambio en las relaciones de gnero y que se creen espacios
sociales acogedores para las mujeres, principalmente
para las jvenes, posibilitando su desarrollo personal y
proesional en condiciones materiales y subjetivas ms
igualitarias.
Ftima Cruz-Souza
Departamento de Psicologa de la
Universidad de Valladolid
*
Bauman, Z.: Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Editorial Gedisa, 2003.
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Vera, A. y Rivera, J.: Contribucin invisible de las mujeres a la economa: el caso especfcodel mundo rural. Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Instituto de la Mujer.1999.P
arasaberms
Exposicin Mujeres Campesinas del Sur
promovida por Entrepueblos
y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.
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H
istricamente, muchos hombres han disrazado su
reaccin a las luchas de las mujeres por sus dere-
chos como una arenta a su masculinidad, aunque
en el ondo lo que realmente les cuestiona estas luchas
es la ostentacin masculina del poder en exclusiva en la
casi totalidad de las mltiples acetas de la vida diaria:
el trabajo, el dinero, el hogar, el deporte, la cultura, el
gobierno.... Sobre esto, para avanzar haca una sociedad
con plenos derechos para las mujeres, los hombres van
a tener que refexionar con honestidad sobre el grado de
interiorizacin de pautas machistas y poder puramente
masculino que mantienen. Conviene recordar que el
machismo no es lo mismo que masculinidad. El machismo
se basa en la creencia de que todo lo masculino es superiora lo emenino. La masculinidad es lo que dene la esencia
de ser hombre y es, por tanto, un trmino maleable segn
las pautas de cada cultura y manipulable segn los deseos
del poder de cada momento. Pero ciertamente, mientras
que el machismo es hiriente, la masculinidad no tiene por
qu serlo.
Uno de los ms recientes pasos dados por las mujeres
en lucha hace tambalear an ms el poder masculino,
el poder de los hombres, por el cuestionamiento de las
propias caractersticas de ste: el reconocimiento por parte
de muchas mujeres de que no les interesa igualarse enpoder a los hombres en el contexto de la tipicacin actual
de poderes. Qu ganan las mujeres como colectivo si su
empoderamiento supone mantener repartos injustos de
poder, como lo hace el reparto individualista del poder
por los hombres? As, para avanzar haca una sociedad con
plenos derechos para las mujeres tambin hay mujeres
que tienen que refexionar con honestidad sobre el origen
de su poder actual y si dicho poder es sustentable en un
uturo en que se quieren derechos para todas y todos.
As son cada vez ms las mujeres, incluyendo las muje-
res campesinas, que se preguntan por qu derechos estoy
luchando? La refexin es que no quieren la igualdad con
los hombres sin ms. Por ejemplo:
En el contexto de la soberana alimentaria, la
mayora de las mujeres campesinas a nivel mun-
dial, hortelanas, ganaderas, cerealistas, viticultoras,etc. en el Estado espaol y Europa, no aspiran a ser
grandes terratenientes para igualarse a los terra-
tenientes masculinos de toda la vida. No quieren
ostentar el poder que supone sobre los recursos que
alberga la tierra y sobre las personas que trabajan
esas hectreas. Llegar a tener el poder de la Duquesa
de Alba en el campo espaol no es el objetivo de la
lucha de las mujeres campesinas ya que no supon-
dra una igualdad de derechos para el colectivo de
mujeres. Lo que quieren las mujeres campesinas es
un acceso garantizado a suciente tierra para podersacar un jornal digno del campo en condiciones de
sustentabilidad productiva y eso s, en igualdad de
condiciones que los campesinos. Que nadie diga
Helen Groome
Defniendo derechos,para defnir qu igualdad de gnero y en qu condiciones
Muchas acciones han realizado las mujeres a lo largo de la historia para mejorar su situacin y
muchas pginas se han escrito sobre ellas. Todas han estado buscando empoderarse de alguna
manera (dotarse de poder, sea econmica, sea legal o de otra ndole) y con una nica ligazn: ser opri-
mida por ser mujer. La mujer campesina no es excepcin, aunque su lucha refeja las caractersticasespeccas de su ubicacin social y geogrca en cada momento de la historia. Por qu nos niegan
nuestros derechos tan sistemticamente a las mujeres? De qu derechos estamos hablando?
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que, por ser mujer, no pueda acceder a la tierra,
recurso indispensable para una produccin agraria
en sintona con la soberana alimentaria.
La mayora de las mujeres campesinas no aspira
a controlar mercados enteros de semillas, para quetodas las dems personas del campo tengan que
comprarles todos los aos sus semillas y as empo-
derarse en base a apoderarse de porcentajes altos
del germoplasma mundial. No quieren convertirse
en dueas de casas comerciales como Monsanto
(Presidente masculino), Pioneer (Presidente
masculino) o Syngenta (Comit Ejecutivo 100%
masculino). El empoderamiento por el que luchan
las mujeres campesinas es por el derecho de guar-
dar, sembrar e intercambiar sus semillas campesinas
locales, algo, a la vez, imprescindible para realizaren la prctica en el campo la losoa de la sobera-
na alimentaria. Que no quedan sus semillas ni en
manos masculinas, ni en manos empresariales, aun-
que uesen stas ltimas emeninas. El derecho de
gestionar sus propias semillas es un derecho bsico
para el empoderamiento digno de las mujeres como
campesinas o de las campesinas como mujeres.
Conviene recordarque el machismo
no es lo mismo quemasculinidad.
Para una agricultura en sintona con la sobera-
na alimentara hay que mantener o recuperar los
cultivos que hacen un uso sustentable del agua.
Las mujeres campesinas no se benecian de (sino,
muchas veces son desplazadas por) las grandes
presas para enormes extensiones de monocultivos
en regado, cuyas cosechas se venden en mercadoslejanos, algo que corresponde a un modelo agro-
industrial desarrollado e impuesto principalmente
por hombres. La lucha de las mujeres campesinas
es por su derecho de acceso garantizado al agua
que necesitan sus pequeas huertas para la produc-
cin local de alimento y para el consumo local de
alimentos. No es cuestin de apoderarse de toda el
Exposicin Mujeres Campesinas del Sur promovida por Entrepueblos
y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.
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agua para algunas pocas mujeres, sino que toda per-
sona campesina tenga acceso al agua que necesite,
sean hombres, sean mujeres.
Exigir poder pero para empoderarse en iguales de con-
diciones que sus hermanas y hermanos para avanzar hace
una soberana alimentaria es, quizs, uno de los pasos ms
desaantes que han tomado las mujeres campesinas. Este
es uno de los puntos de contacto que tienen las mujeres
campesinas con las luchas de las mujeres urbanas: el dere-
cho a una alimentacin adecuada, suciente y equilibrada.
Si las mujeres campesinas no tienen el derecho como
mujeres y como campesinas a los recursos bsicos y nece-
sarios para proveer alimentos sanos, las mujeres urbanas
pierden parcelas de poder, como el derecho de elegir comoalimentarse.
Es un desao al sistema imperialista, es un desao
al paternalismo y es un desao en toda regla al modelo
agroindustrial. Es desterrar el esquema imperante del
patriarcado: la orma de organizacin de nuestra sociedad
en la que mandan los hombres, desde la imposicin de
lo masculino, an a costa de marginar incluso a muchos
derechos de signicantes nmeros de hombres. Lo que
exigen las mujeres campesinas es una manera de ver la
lucha de las mujeres que empoderar tambin a muchos
hombres.Hay que insistir que no se trata de una lucha entre
hombres y mujeres, o entre hombres sensibles a los plan-
teamientos emeninos y hombres insensibles. Ms bien
se trata de buscar un empoderamiento de las mujeres,
dotarles a las mujeres de poder, dentro de un esquema
de reparto ms justo del poder entre toda la poblacin,
masculina y emenina, a la vez que garantizar el ejercicio
y el cumplimiento de los derechos de todas las personas,
independiente de su gnero. De esta manera, tantos los
hombres como las mujeres podrn realizarse como per-
sonas de una manera mucha ms satisactoria que siendo
marginadas o marginadores. Es precisamente sobre esta
cuestin de la realizacin personal que muchos hombres
tendrn que refexionar proundamente. Cmo persona,
en cuerpo y alma, qu se siente un hombre cuando logra
librarse del machismo en todas las acetas de su vida para
respetar a las mujeres y compartir derechos con ellas?
No hace alta decir que las luchas de las mujeres cam-pesinas no terminan en el campo. Estn llegando tambin
a la casa: el derecho de compartir la carga del trabajo
domstico, el derecho a mantener la integridad e invio-
labilidad del propio cuerpo, el derecho al descanso y a la
cultura... Son tambin puertas de contacto con las mujeres
urbanas.
Si esto es eminismo, que se llame as. Son mujeres
campesinas en lucha.
Helen Groome
del Consejo Editor
*
Es undesao al
sistemaimperialista, esun desao alpaternalismo yes un desaoen toda regla
al modeloagroindustrial.Exposicin Miradas de mujeres rurales
de la organizacin EHNE-Naarroa.
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*
Qu poltica agrariacomn necesitamos?Durante los ltimos aos se han constatado
las difcultades por las cuales pasan los agri-
cultores y agricultoras, dejando en evidencia
que la Poltica Agraria Comn (PAC) euro-
pea actual modifcada sucesivamente por
las indicaciones y acuerdos alcanzados en la
OMC (Organizacin Mundial del Comercio)
y en los dierentes acuerdos bilaterales
entre la UE y pases terceros ha sido inca-
paz de resolver los problemas del sector.
Basada en un modelo de desregulacin y
liberalizacin de los mercados, surge la nece-
sidad de elaborar una nueva poltica agraria
comn, basada en la soberana alimentaria,
social y solidaria. Una nueva PAAC (Poltica
Agraria y Alimentaria Comn) que ponga
en el centro a la ciudadana europea y noa los intereses de las transnacionales.
Este ao 2010 es clave omentar un amplio
debate pblico dentro de la Unin Europea
para que sean redefnidas las prioridades y
mecanismos de la poltica agrcola y alimenta-
ria ms all del 2013. En este artculo la revista
Soberana Alimentaria, Biodiversidad y
Culturas responde a la consulta pblica sobre
la PAC lanzada por la Comisin Europea.
EnpiEdEEspiga
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Exposicin Mujeres Campesinas del Sur
promovida por Entrepueblos
y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.
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productos que consumimos. Una inormacin objetiva,
veraz, ecaz y suciente sobre sus caractersticas esencia-
les, el proceso productivo que han seguido y sus precios de
origen. Para la ciudadana es importante que los mecanis-
mos de nanciacin sean claros, rigurosos y consecuentes
con los principios de la soberana alimentaria.Exigimos tambin romper con polticas sujetas a un
modelo neoliberal que perpeta la explotacin de las
personas y en su mayora de las mujeres, que son las que
menor acceso tienen a los recursos productivos y econ-
micos, generando graves situaciones de dependencia. Esta
dependencia econmica perpeta la violencia domstica
dentro del medio rural. Requerimos polticas integrado-
ras que tengan en cuenta esta realidad y se dote a la PAC
de acciones positivas y de presupuestos con enoque de
gnero.
porQueSneceSariocambiarla pac?Porque la poltica agraria desarrollada hasta el
momento ha considerado la eliminacin de empleo en
el sector agrario como algo positivo que avoreca la
competitividad de la agricultura, sin tener en cuenta las
consecuencias sociales y econmicas que este declive ha
supuesto en muchas zonas rurales. En muchos casos esta
evolucin ha comprometido el desarrollo de los territorios
rurales, cortando el vnculo entre agricultura e industria
agroalimentaria y provocando la deslocalizacin de pro-
ductos agrarios, cooperativas y empleo.
Porque la PAC hasta ahora ha impulsado la liberaliza-
cin absoluta de los mercados agrcolas, gobernados hoy
por un capitalismo sin rostro humano, que ha provocado
que los productos agrarios se hayan convertido en moneda
de cambio de los intereses de multinacionales agroindus-
triales y empresas nancieras y de servicios. Haciendo
porQueSneceSariala pac?
Porque la agricultura es una actividad econmicabsica e imprescindible, puesto que es necesaria paraque los ciudadanos y ciudadanas de Europa y delmundo puedan ejercer el derecho bsico a la alimentacin.
Porque es necesaria una poltica agrcola que orezca unmarco estable al sector agroalimentario europeo capaz de
compensar las variaciones de los mercados agrcolas, cada
vez ms especulativos y carentes de control democrtico.
Porque consideramos que los objetivos que han justi-
cado la creacin de la PAC como son el abastecimiento
alimentario y la mejora del nivel de vida de los agriculto-
res y agricultoras siguen siendo vlidos, pero necesitan
ser ampliados para interconectar de modo equilibrado las
cuestiones sociales, medioambientales, culturales y econ-
micas de la UE. Por eso mismo, lo que Europa necesita es
un modelo social de agricultura que garantice la sobe-rana alimentaria en la UE y en el mundo. Una poltica
generadora de empleo, vertebradora del territorio, con
proyeccin de continuidad, garantizando la produccin de
alimentos de calidad, y preservando el medio ambiente y
la diversidad de la agricultura europea.
QueSperalaciudadanadela pac?Los ciudadanos y ciudadanas de la UE deseamos una
PAC que deenda una agricultura sostenible y diversa,
que nos garantice el suministro de alimentos de calidad
a precios razonables. Una agricultura que contribuya a la
proteccin del medio ambiente, al bienestar de los anima-
les y a la biodiversidad en las dierentes zonas rurales de
la UE. Una agricultura que genere empleo y vida en el
medio rural en Europa si