Sin olvidarte

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Prologo

Liam tiene una vida buena, una que

puede ser correcta según muchos puntos

de vista, pero desde los 11 años tiene la

sensación de que algo le falta.

Tiene novia, un trabajo, amigos y mucha

gente que lo quería, ¿Qué podía ser ese

algo?

Mientras tanto, sus sentimientos hacia

Evie (su novia) comienzan a disminuir

lentamente, ¿será esa la razón?

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Qué nerviosa se sentía, le temblaban las

piernas. No recordaba, o eso creía, haber

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pasado un día tan emocionante como

ese. Su cumpleaños número doce. No

podía dejar sus manos quietas y se

mordía el labio, nerviosa.

Sí, estaba nerviosa. Su padre le había

dicho que su regalo estaba escondido en

las caballerizas. Se podía imaginar

perfectamente cuál era su regalo. 

Respiró profundamente y entró al lugar.

Aquel familiar olor a caballo y paja entró

por su nariz. Lo respiró más aun… quizás

fuera la última vez que lo hiciera. Entró

del todo y miró a su alrededor, para luego

volver a mirar al frente. Su regalo estaba

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ahí. Una amplia sonrisa se impactó en su

rostro, y sin poder evitarlo apresuró sus

pasos hacia él. 

Siempre quiso un caballo blanco y al fin

lo tenía. Mordió sus labios, de nuevo, y

comenzó a disminuir el paso. Un nuevo

sentimiento acaparó toda su emoción.

Miedo. Tenía miedo. Era lindo, pero era

muy grande, para ella, y no sabía cómo

iba reaccionar.

—No le tengas miedo —escuchó como

alguien le hablaba.

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Giró para encontrarse con él. Le dedicó

una tímida sonrisa y sus mejillas se

enrojecieron. Siempre se enrojecía

cuando él estaba cerca. Sentía aquel

lindo cosquilleo en el estómago y sentía

aquellas molestas ganas de tomarle la

mano y no soltarlo. 

— ¿Qué haces aquí? —le preguntó y se

armó de valor para mirarlo. 

Su amiga, Lola, siempre le decía que un

niño se da cuenta de que una niña gusta

de él cuando esta no lo mira a los ojos.

Tenía que mirarlo si o si.

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—Te estaba buscando. Mañana te vas

irás, y no sé cuando nos volveremos a

ver —le dijo él.

Ella sintió que las cosquillas se hacían

más seguidas y algo parecido a la

angustia se coló entre sus emociones.

Sabía que no iba a volver por mucho

tiempo. Su padre había decidió enviarla a

estudiar a Londres. Lo iba a extrañar

tanto.

—No pienses en eso. Volveré —dijo

dulce.

— ¿Cuándo?

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—No lo sé. Pero volveré.

—Mi madre dice que Lotres…

—Londres —lo corrigió esbozando una

pequeña sonrisa.

—Lo que sea —continuó —Queda muy

lejos… tomé prestado un mapa del señor

Leonard para cerciorarme. Y pues, queda

muy lejos ¿Y si te pasa algo? ¿Y si me

necesitas? —preguntó él con

impaciencia.

—Habrá mucha gente para cuidarme,

salvaje —dijo divertida. 

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Él no pudo evitar sonreír, dejando ver su

falta de un diente, el canino, el último de

leche. Salvaje, apodo que ella le había

puesto un día que ambos jugaban en los

matorrales del campo y él se había

comportado tal y como ella lo había

llamado.

—Sé que habrá mucha gente cuidándote

—continuó. Se rascó la nariz y luego el

mentón. Se sentía nervioso —Pero son

gente desconocida…

—Mi amiga Lola está allá —comentó.

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—Esa niña exasperante… —murmuró.

Ella rió por lo bajo.

—Me gusta que utilices las palabras que

te he enseñado —le dijo. 

—Odio esas palabras que me enseñaste

—aseguró

—En la escuela se ríen de mí por tu

culpa…

—No conozco a tus compañeros de

escuela. Nunca los has traído a la casa o

me has hablado de ellos.

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¿Por qué? —ella caminó un poco hacia

un costado acercándose,

inconcientemente, al caballo. 

—Porque son todos unos idiotas…

—¡Eso es una palabrota! —ella lo regañó

divertida.

—Solo saben pelearse y buscarme

pelea. Porque saben que siempre les

gano.

—Porque eres un salvaje.

—Exacto.

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Ella comenzó a jugar con la punta de su

vestido, apretándolo y arrugándolo en la

palma de su mano. Las cosquillas de su

estomago aun no se iban. 

—La señorita Katherine dice que ella

podría enseñarte en casa como a mí…

—No, eso es para niñas.

Ella lo contempló en silencio por unos

cuantos segundos. Tenía ganas de

decirle muchas cosas. Sabía que dentro

de un par de horas ya no se las podría

decir. 

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—¿Vas a extrañarme? —le preguntó

ella. 

Volvió a caminar hacia el caballo, y

entonces chocó con él. El inmenso

animal chilló e hizo un relinche. Ella lo

miró asustada, pero de pronto sintió una

mano que tomaba la suya y la apartaba

un poco de la fiera. 

—Es un potro salvaje, como yo —le dijo

él.

Ella giró la cabeza para observarlo.

Ahora estaba a su lado y sostenía su

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mano. Al parecer no tenía ninguna

intención de alejarse o soltarla. 

En eso Lola se había equivocado. Él no

era como los demás niños… A él no le

molestaba tomarla de la mano, tampoco

que ella lo hiciera tomar el té o que le

enseñara como hablar apropiadamente.

—No sé porque papá lo compró justo

ahora que me voy —se lamentó.

—Lo hizo para que no le tomaras cariño

y no te doliera tanto dejarlo… ¿Cómo

quieres llamarlo?

—¿Es niño verdad? —inquirió.

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—Macho… se dice macho.

—Lo que sea —dijo ella tratando de

imitar la expresión de él cuando le decía

así. Él rió quedamente —Quiero que se

llame White. 

—¿Quieres tocarlo? —preguntó. 

Miró nerviosa al caballo y volvió la mirada

a los ojos que chorreaban miel que

estaban frente a ella. 

—No lo sé… tengo miedo.

Él tomó con más firmeza la mano de ella,

para acercarla con cuidado al caballo. 

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—White —lo llamó él, por su nuevo

nombre. El caballo levantó un poco la

cabeza y los miró.

—Así es como te llamas ahora, caballo.

Se acercaron más. El animal parecía

tranquilo. Pero a ella no la convencía. Él

estaba detrás de ella y todavía sostenía

su mano. Estiró sus manos hasta que la

de ella se apoyó primero en el hocico de

White. El caballo se quedó quieto,

recibiendo la caricia. Él hizo que ella

moviera la mano un poco más. 

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— ¿Lo ves? Él no te hará daño. Sabe

que eres su dueña —le dijo.

Lo miró a los ojos. Parecía ese príncipe

del cuento que ella siempre leía. Un

príncipe un poco particular, ya que

siempre estaba jugando en el barro o con

los animales. Pero era tan lindo. Lo iba a

extrañar, de todo esto a él era al que más

iba a extrañar.

—¿Lo vas a cuidar por mí? —le

preguntó. Él se alejó para que ella

continuara acariciando a su nuevo

caballo por si sola. 

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—Claro que si, cuando vuelvas no lo vas

a reconocer de lo lindo que va a estar —

dijo con una sonrisa. 

Ella sonrió y se alejó del caballo para

acercarse a él. Vio que algo brillaba

colgando en su pecho. Semisonrió. Hacía

casi dos meses que él había cumplido los

trece. 

—¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó.

Él asintió y lo buscó. Alzó a la vista una

pequeña medallita de oro en forma de

caballo. Ella la tomó para mirarla.

—Siempre la vas a cuidar, ¿verdad?

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—Siempre voy a cuidarla. Siempre voy a

cuidar todo lo que tenga que ver contigo.

Porque… porque… —dejó de hablar.

—¿Por qué? —quiso saber ella.

Él sintió aquel tonto cosquilleo en la boca

del estomago. Parecía que se acababa

de comer un enjambre de mariposas.

—Porque yo te quiero, enana —se animó

a decir al fin.

Ella sintió una felicidad que nunca había

sentido. Él sacó algo del bolsillo de su

pantalón y se lo tendió. Ella lo tomó

apresuradamente y sin dudarlo abrió la

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pequeña cajita. Sus ojos no podían creer

que lo que estaban viendo.

—¿Lo compraste? —dijo anonadada. 

—Si —asintió él tímidamente —Dijiste

que te gustaba cuando fuimos la última

vez al pueblo. Y estuve ahorrando desde

entonces para comprártelo.

—¿Por eso estabas haciéndole

mandados al señor de la panadería?

Él solo asintió. Ella sacó el pequeño

anillo que tenía una piedrita violeta en el

medio y se lo puso. Sintió un nuevo

dolor… nunca lo había sentido. Iba a

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extrañarlo tanto. Lo miró fijo a los ojos.

Esos ojos hermosos ojos miel, sin

comparación alguna.

—Yo también te quiero, salvaje —le dijo

en tono dulce.

Con cuidado se acercó a él, se puso en

puntas de pie y apoyó sus labios sobre

los suyos. Ambos cerraron los ojos,

compartiendo así su primer beso.

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Capítulo 1. 

Años después.

¿Cómo podía ser posible que se le

perdiera aquella cadenita? ¿Cómo? Él no

era descuidado, jamás lo había sido. Y

ahora no la encontraba la pequeña

cadena en forma de caballo por ningún

lado. No quería perder aquel recuerdo de

los mejores años de su vida. Siendo un

niño él había sido muy feliz… Ahora

también lo era, pero desgraciadamente

nunca iba a ser igual. 

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Se maldijo a si mismo… ¿Dónde podría

haberla dejado? Ya la había buscado en

todos lados: la caballeriza, su cuarto, el

baño, el gallinero, la cocina, la casa

grande.

Se detuvo a pensar un poco. Quizás la

había dejado en la casa de Evie. Aunque

a decir verdad hacía como una semana

que no iba a ver a su novia y la cadenita

la había perdido ayer. Soltó un suspiro. Y

se sentó con cuidado en una de las sillas

de la 

cocina.

—¿Buscabas esto? —preguntó ella. 

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Al instante él levantó la vista y se puso

de pie. Casi corrió hacia donde estaba su

madre con la mano levantada y

mostrándole lo que había estado

buscando desde hacía tantas horas. 

—¿Dónde estaba? —quiso saber

mientras se la quitaba de la mano.

—La dejaste tirada cerca del horno

anoche, después de que lo arreglaste.

—No la dejé tirada. Seguramente se me

cayó…

Se la volvió a poner, y se sintió aliviado.

Sus bonitos recuerdos ahora estaban de

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nuevo con él. 

Liam Payne era un hombre de campo.

Había nacido allí, se había criado allí y

pensaba morir allí. Él no se consideraba

una persona mala, y estaba muy

orgulloso de lo que había logrado en

todos esos año en los campos Streep.

Siendo muy joven con apenas 15 años,

su jefe lo había nombrado encargado del

lugar, cuando había decidido irse a vivir a

la cuidad. Y desde entonces Liam había

llevado adelante los asuntos de aquella

conocida estancia. Pero a pesar de

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dejarle toda la responsabilidad, Leonard

Streep iba a verlos todos los años en las

vacaciones de verano. Se quedaba allí

unos dos meses y luego volvía a su

agitada vida de negocios. Liam siempre

se preguntaba como era que ese hombre

no se había vuelto loco viviendo en la

cuidad, siendo que él también había

nacido y criado en aquel campo. Pero lo

sabía, Leo era un gran hombre que se

adaptaba a cualquier situación de

cambio. Y Liam lo admirada… lo

admiraba y lo quería como a un padre.

Por eso mismo cada vez que el jefe

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llegaba todo el mundo estaba como loco

arreglando y preparando todo.

—Es como la decimoquinta vez que

pierdes ese colgante, Liam —lo regañó

ella pero no del todo. Le besó la frente y

se acercó a las hornillas para revisar la

comida que estaba preparando. La cena

siempre comenzaba a prepararse antes

del atardecer.

—No es a propósito —aseguró él —Al

parecer no le gusta estar en mi cuello.

Maggie sonrió y lo miró de manera

tierna. 

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— ¿Ya está todo listo? Mira que hoy

llega el señor Streep.

—Sí, todo está listo.

—Más te vale, Liam…

—Mamá… bien sabes que me gusta que

el jefe venga a encontrar todo en orden y

en perfecto estado.

—Si, lo sé. Pero solo te pregunto para

que estés completamente seguro. No

quiero que nada salga mal. Leonard… —

sacudió la cabeza —Digo, el señor

Streep se merece lo mejor.

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Liam puso los ojos en blanco. Si había

alguien que se ponía quisquillosa con la

llegada del jefe en aquel lugar, esa era

su madre. Todos los trabajadores huían

de ella despavoridos. Se ponía

insoportable, histérica y sobre todo

intratable. Liam creía saber la razón de

sus nervios. Aunque ella jamás llegara a

admitirlo, él sabía que su madre sentía

algo especial por ese hombre. Y cuando

volvía al campo, ella parecía perder los

estribos. Los únicos que podían con ella

en días así eran Cameron y él. 

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Cameron Payne era más que un primo

para Liam. Era como su hermano menor.

El rubio se había mudado a vivir con ellos

cuando su padre, había muerto en un

accidente de campo. Liam y Maggi eran

la única familia que le quedaba. 

Payne entró a la cocina y se detuvo a

mirarlos. Liam le sonrió y se puso de pie.

Pero dejó de sonreír al ver la cara de

preocupación y frustración que tenía su

primo.

—¿Qué sucedió? —le preguntó al

instante.

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—White —murmuró el rubio

simplemente.

Liam resopló. ¿Otra vez aquel caballo?

¿Cuándo iba a ser el día en que el corcel

blanco no le diera dolores de cabeza?

—¿Qué hizo ahora? —quiso saber.

—Le ha dado un buen susto al pobre de

Peter, casi lo golpea. Luego rompió su

bozal, rompió un par de mecheras en las

caballerizas, salió hecho una fiera, saltó

la cerca y se metió por el bosque. 

Liam cerró los ojos y se masajeó el

puente de la nariz. Ese caballo no

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cambiaba más. No había forma de que lo

adiestrara. El muy cabeza dura jamás se

terminaba de comportar. Solo le gustaba

ser un caballo salvaje. Pero ¿Quién

podría culparlo de ser así?, Nadie. 

El castaño se había encargado de

criarlo… y jamás le había puesto

verdaderamente los límites. Además de

que se parecían demasiado. Podría

decirse que hasta White estaba

mimetizado con Liam. 

Por ejemplo: cuando él estaba enfermo,

White también parecía estarlo. Cuando

se sentía enojado, el caballo también.

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Cuando estaba contento, también él.

Cuando se sentía atrapado, frustrado por

el trabajo y quería salir corriendo y dejar

todo en manos de alguien más… White

hacía destrozos y huía al medio del

bosque.

Al parecer hoy el caballo también se

había mimetizado con él… aquello que

White había hecho era lo mismo que

Justin quería hacer. Huir. Y no sabía

exactamente por qué. La mayoría de las

veces cuando su jefe venía al campo, él

estaba contento. Pero hoy no era así.

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Hoy se sentía extraño. Algo le decía que

pronto se sentiría más extraño aun. 

Giró para mirar a Maggi y le entregó una

sonrisa galante. Ella casi siempre se

quedaba tranquila cuando él le sonreía

así.

—¿Te dije que llamó, Evie? —le

preguntó. Liam frunció el ceño.

—No, no me lo habías dicho —resopló —

¿Qué te dijo?

—Que está enojada contigo porque no le

devuelves las llamadas y ya no la vas a

ver…

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—¿Le dijiste que estoy muy ocupado? —

inquirió mientras se acercaba a donde

estaba parado

Cameron y le hacía una seña de que

comenzara a caminar.

—Si, se lo dije… pero dice que como ella

es tu novia tendría que ser tu prioridad. 

Liam soltó un lento suspiro. A veces Evie

era demasiado ‘inmadura’. Y él sentía

que

necesitaba un respiro.

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—En la noche iré a verla… si vuelve a

llamar dile eso.

Su madre asintió y ellos dos salieron de

la casa. 

—Tú no estás realmente enamorado de

Evangelina —habló Cam mientras ambos

caminaban hacia la caballeriza. Liam iría

a buscar a White.

—¿Por qué lo dices? —preguntó

extrañado.

—Porque si la amaras realmente… le

harías un espacio aunque te estuvieras

muriendo. Solo estás con ella por

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costumbre. Y créeme cuando te digo que

eso no es amor.

—¿Y tú que sabes del amor? —inquirió

divertido el castaño. 

—Yo estoy enamorado. Solo que soy un

maldito cobarde y no me animo a

decírselo. 

—¿Y por qué no te animas, tonto?

—Liam, es la hija de un acensado.

¿Acaso no has visto como terminan ese

tipo de romances? Si ella llegara a tener

algo con un simple trabajador como yo,

su familia sería capaz de darle la espalda

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y dejarla en la calle… en este caso en

medio del campo. 

Liam esbozó una pequeña sonrisa y

despeinó un poco el cabello del rubio.

Cam apenas tenía 19 años y ya sufría de

aquella manera tan pasional.

—Gretta no es de esas que

menosprecian a los chicos. Es más,… tú

también le gustas.

Cameron solo sonrió de medio lado.

—Como saberlo las mujeres son tan

difíciles y cambiantes que podría

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simplemente tenerme un cariño… como

el que se le tiene a una mascota…

—Tú no eres su mascota.

—A veces parece.

— ¿De qué hablas?

—Solo dejémoslo así. Tenemos que

irnos ya. Empieza a oscurecer.

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Capítulo 2.

Buscaron por un largo rato y solo

quedaban algunos minutos de luz.

Estaban por rendirse. Pero Liam no

pensaba hacerlo había prometido cuidar

del caballo a aquella niña que se había

mudado. Aquella tarde que

intercambiaron regalos. Aquella tarde

que dio su primer beso. Tomo la cadena

que colgaba de su cuello y suspiro.

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—Liam, si no nos vamos ahora no

podremos regresar. No habrá luz que nos

guie.

— ¿Podemos buscar tan siquiera un

poco más?

—Te doy 5 minutos.

—Es lo que necesito.

Recorrió el camino hacia donde se había

escondido antes, y por fin ahí lo vio.

Parado en medio del claro, con la luz de

la luna iluminándolo como si fuera el

estelar de un espectáculo. No llevaba

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una silla puesta así que lo tendría que

montar a pelo.

— ¿Por qué insistes en escapar? No

podemos escapar. Y sabes que te

encontrare. Pero de cualquier modo, ¿de

qué estamos escapando? — se sintió

extraño, no por estar hablando con

White, sino por estar incluyéndose a sí

mismo en aquella conversación.

Salvaje.

Pero que… ¿Qué estaba pasando? Jure

escuchar…

¿Lo vas a cuidar por mí?

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¿Qué le estaba sucediendo?

Tengo miedo…

Liam cerró los ojos y recordó aquella

escena pero no como si él estuviera en

ella, sino como si la estuviera viendo

aquella niña de cabello castaño y ojos

grises. El, parado frente a ella. Aquel

beso. Abrió los ojos y sin darse cuenta

tenía una lágrima en la mejilla, habían

sido tiempos muy lindos, ¡como le

encantaría volver a ellos!

Sintió nostalgia por esa relación que

nunca paso, por esos momentos que

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pudieron vivir. Pero sobre todo por

aquello que si vivió, momentos con la

que fue su mejor amiga, momentos que

sin duda no se repetirían jamás, pues ella

se encontraba lejos.

Con otro suspiro, subió al caballo y

cabalgo de vuelta a las caballerizas.

Al llegar a su casa se encontró con que

el señor Streep ya estaba allí. Él era un

hombre alto que posiblemente fue muy

atlético en su juventud, ahora aún se

podía ver un poco el reflejo de aquello.

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Con el cabello negro con algunas canas

y una sonrisa de comercial. Lo volteo a

ver con aquellos ojos azules que podrían

dar escalofríos.

—Señor. ¿Cómo se encuentra?

—Liam ¿acaso me vas a recibir así?

—señor, no sé qué es lo que esperaba…

—Pueden pasar a cenar… — dijo mi

madre entre nerviosa y emocionada.

—por supuesto, Margaret.

—Puede llamarme Maggie… si quiere —

sus mejillas se encendieron.

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Después de aquello, Maggie sirvió la

cena. Y comieron en silencio. En aquella

ocasión sin saber por qué, Liam se sintió

más incómodo y nervioso de lo usual.

Capítulo 3

Esa misma noche en una casa cercana.

Evie se veía a sí misma en el espejo. No

era fea. Tenía cabello castaño y ojos

grises. Su piel era cambiante, como la de

todos. En invierno era pálida y en verano

su piel se veía un poco tostada. En esta

ocasión, como era otoño, su piel estaba

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poniéndose cada vez más blanca y había

algunas pecas en su cara.

Comenzó a escribir su canción favorita

en el cuaderno que usaba para sus

cosas personales.

Uhoo oh sí, 

La da da una 

No me malinterpreten, 

Me encanta lo que soy 

No quiero ser ingrato 

Probablemente suena extraño 

Me encanta el papel que desempeñan 

Las canciones que cantan 

Pero con toda la fama 

Las cosas que parecen tan simples, 

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de repente, llegan tan lejos de 

Deseo que pudieran ver que debajo de ... 

Yo solo soy una chica normal! 

A veces soy perezoso 

Me aburro 

Me da miedo 

Me siento ignorado 

Me siento feliz, me pongo tonta 

Me ahogo con mis propias palabras 

Puedo hacer preguntas, tengo sueños 

Y todavía quiero creer 

Cualquier cosa puede pasar en este mundo, 

Para una chica normal 

Al igual que usted, como yo 

Para una chica normal 

Al igual que usted, como yo 

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¿Cómo estás? 

Hola, Adiós 

Un día aquí, Un día 

Y otra vez es tiempo de ir 

Miss popular siempre en el camino 

Pero mi mejor pie adelante 

Tengo que seguir adelante con el show 

Una pose para la portada de una revista 

Cada que llego, llego alto y cinco de 

Ellos me pagan más grande que la vida 

(Yeaheaaaa) 

Yo solo soy una chica normal! 

A veces soy perezosa 

Me aburro 

Me da miedo 

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Me siento ignorado (Sí) 

Me siento feliz, me pongo tonta 

Me ahogo con mis propias palabras 

Puedo hacer preguntas, tengo sueños 

Y todavía quiero creer 

Cualquier cosa puede pasar en este mundo, 

Para una chica normal 

Por lo tanto, dar todo o nada en absoluto 

Vuelve sobre su sentir cuando 

Usted tropezar y caer 

Un poco de suerte puede ir un largo camino 

Así que no te preocupes por lo que la gente

dice 

¿Quién sabe cuando el viento puede soplar 

Para una chica normal .. (Mmmm) 

Yo solo soy una chica normal 

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A veces soy perezosa 

Me aburro 

Me da miedo 

Me siento ignorado 

Me siento feliz, me pongo tonta 

Me ahogo con mis propias palabras 

Puedo hacer preguntas, tengo sueños 

Y todavía quiero creer 

Cualquier cosa puede pasar en este mundo, 

Para una chica normal 

Al igual que usted, como yo 

(Sí) 

Para una chica normal 

Al igual que usted, como yo 

Para una chica normal 

(Mmmmm) 

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Para una chica normal 

Como yo, te gusta ...

Al terminar de escribirla, sonó el timbre.

Al bajar supo quién era al instante. Su

novio. A diferencia de los primeros

meses, llevaba ya un tiempo sin sentir

más que afecto o cariño cuando lo veía,

cuando lo besaba no sentía lo que antes

sintió, y lo comprobó en ese instante

cuando le dio un beso corto de

bienvenida.

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Ya nada era lo mismo, el seguía igual de

guapo, ella exactamente igual, pero

ninguno de los dos sentía lo mismo que

antes si es que el alguna vez sintió algo

fuerte, pues era bien sabido de la

relación que tuvo con Mayra, la hija del

inspector y sobrina del dueño.

Decidió por fin hacer algo al respecto, y

quería quedar con su dignidad intacta

pues si el la terminaba a ella, sería malo,

al menos para ella.

- Evie… no sé cómo decirte esto, te

quiero, pero siento que algo falta

en mi vida y…

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- No hables, yo tenía algo que

decirte.

- Pues dime- dijo aliviado.

- Hace ya mucho tiempo, hablando

sinceramente que te noto extraño y

también ya hace tiempo que no

siento lo mismo, la verdad me

parece que deberíamos terminar…

- Gracias.

- ¿Por qué?

- Por ahorrármelo, realmente

buscaba una forma amable de

decírtelo…

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- Calla, lo mejor será que te vayas a

tu casa, ya está oscuro.

- Te quiero.

- Y yo a ti.

- Espero que sigamos siendo

amigos.

- Yo también.

- Bueno, Ev, me retiro, que pases

buena noche.

- Igual tu Liam.

Y entonces se retiró. Al contrario de lo

que ambos pensaron, esa noche no hubo

lágrimas. Ambos fueron sinceros y

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ninguno salió lastimado. Ningún corazón

roto. Eso era bueno para ambos.

Capítulo 4

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Dos años después

Su primo había conseguido la chica que

quería, Evie estaba comprometida.

Todos tenían ya 21 años.

El seguía con el mismo sentimiento de

que algo le faltaba.

Aquella tarde cabalgaba con White en los

alrededores del lago.

Ahí recordó miles de momentos de niño,

nadando con Mayra, paseando, lanzando

rocas y haciendo todo tipo de cosas que

hacían los niños, alguna vez de sentaron

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en la orilla y discutieron sobre el por qué

los patos se habían ido por el invierno…

Suspiro.

Lindos recuerdos de lindos tiempos.

Regreso montado en White y esa noche

se fue a dormir con una sensación

extraña.

Epilogo

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Días después…

Liam se encontraba aquella tarde en las

caballerizas, mientras el atardecer

ocurría afuera, el cepillaba a White y se

quitaba hojas secas de las botas. Y ese

era el único sonido.

De repente justo cuando el sol

proyectaba montones de sombras en la

caballeriza una voz dulce penetro aquel

espacio de tranquilidad.

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-¿Quién anda ahí? – y se escucharon

pisadas, un grito ahogado y de nuevo la

voz - ¿acaso eres tú, White?

Y de entre las sombras proyectadas por

el sol salió una chica, rubia con el cabello

ondulado suelto, y ojos azules y

relucientes brillando en su cara. Tardo un

segundo en reconocerla. Ella se acercó

lentamente al caballo blanco y Liam bajo

la protección de las sombras la observo

con una sonrisa.

-White… soy yo… ¿no me reconoces?

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-Lo he cuidado todo este tiempo, tal

como me lo pediste…

-¡Salvaje! – ella le rodeo el cuello con los

brazos y al separarse se vieron a los

ojos.

Viendo algunas lágrimas saliendo de los

ojos de la chica y entendió una frase que

decía su rostro. “aun te quiero”

Y esas tres palabras lo hicieron entender

por qué sentía que algo le faltaba. Lo

había descubierto. Y el sentimiento había

desaparecido.

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