Setenta cartas de amor y un ataque de hipo

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Setenta cartas de amor y un ataque de hipo. O bien setenta ataques de hipo y una carta de amor. Autor: Getzemaní González Castro

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  • Setenta cartas de amor y un

    ataque de hipo

    Getzeman Gonzlez Castro

    Producciones Erotxicas S. A.

    Maravato de Ocampo, Michoacn, Mxico.

    8 de octubre del 2014.

  • Dedicado a Yuliett Echeverra Bobadilla

    Habiendo hecho Pausanias aqu una pausa, (),

    corresponda Aristfanes hablar, pero no pudo verificarlo por un hipo que le

    sobrevino, no s si por haber comido demasiado, por otra razn.

    Figraseme, que hasta ahora los hombres han ignorado enteramente el poder del

    Amor [dijo Aristfanes]; porque si lo conociesen, le levantaran templos y altares

    magnficos, y le ofreceran suntuosos sacrificios, y nada de esto se hace, aunque

    sera muy conveniente; porque entre todos los dioses l es el que derrama ms

    beneficios sobre los hombres, como que es su protector y su mdico, y los cura de los

    males que impiden al gnero humano llegar la cumbre de la felicidad. Voy

    intentar daros conocer el poder del Amor, y queda vuestro cargo ensear los

    dems lo que aprendis de m.

    Platn, El banquete

  • I

    La piensa mi whisky, la suea mi whisky, el corazn se descalza de vrtigos y se

    arroja a la hoguera literaria del pensarla. La ama mi whisky, en la perversin

    trasparente del hielo, en el sabor que me escoce el tutano de mundos

    maravillosos. Estar borracho es estar herido de belleza, estar borracho es estar

    clavado en el rincn ms imperceptible de sus pensamientos.

    S que soy una partcula en su vida, pero tambin soy escritor, lo que quiere

    decir que para m hasta el ms mnimo cambio cuenta; los detalles, slo los

    detalles, hacen reales las historias. Una cortina descorrida, una puerta

    entreabierta, una huella en la arena, un nombre en un rbol, un cepillo de dientes

    en un vaso, todos esos detalles hacen historias, cuentan historias. En ese camino

    estoy yo, escribiendo, leyendo, siendo parte de una historia en la que

    involuntariamente participa. Puede que un da sea protagonista de su historia de

    amor, puede que no; tomo el riesgo, tomo mi whisky y me siento a contemplar la

    lluvia Esta noche quisiera abrazarla y decirle las veces que la he encontrado, sin

    saberlo, en los libros que he ledo

    Salud.

    II

    El tiempo ulula rompiendo su anforita de sorpresas As su presencia en mi vida

    y el naufragio insurrecto de pensarla en fras tardes de Octubre.

    A sus ojos deportivos, puede que sea un perezoso, pero no hay mejor deporte

    que leerla en todos mis libros y abrazarla con todos mis pensamientos.

    Me interno voluntariamente en el hospital de su espritu porque su presencia

    es una especie de blsamo que borra las laceraciones inclementes de la existencia.

    Por eso me abrazo a su fantasma con tanta fuerza que hasta siento su calor

    palpitando en mi piel.

    Qu ms te puedo decir? Slo que la tarde es fra y el espacio se cuartea como

    una fruta madura de cuya esencia se escapa un perfume que sabe evaporarse en el

    horizonte

  • III

    La llamo Plutarca Elas Calles, la llamo Emiliana Zapata, la llamo Porfiria Diaz, la

    llamo Juana de Arco o Sirenita. De cualquier manera la amo, tenga usted el

    nombre que tenga.

    La llamo Anais Nn, Alejandra Pizarnik, Hildegarda, Elosa, porque esas

    mujeres no le pidieron permiso a nadie para amar y hacer su obra. Nuestro amor

    es prohibido y qu? A quin le pedir permiso para amarme? A la Iglesia, al

    Estado, a la sociedad, a su novio, a sus amigas, a su esposo, a la moral, a su

    sindicato?

    Todo es maravillosamente absurdo en el amor, todo es hermosamente

    errneo. Al menos en este amor tan forajido, tan indmito, tan cnico, tan

    sincero, que siento, cada segundo de mi tiempo, por usted.

    IV

    Una humareda a lo lejos me recuerda que todo desaparece, que la vida es fugaz y

    voltil como la dinamita. Aun as me abrazo a pensarla como un Scrates se

    abraza a su cicuta.

    En usted me juego la literatura y, por lo mismo, la vida.

    Qu le puedo decir de esos gemidos de demonio que aplastan mis venas, de

    esos alaridos de ngel que se adhieren a mis huesos? Quererla es la ms hermosa

    contradiccin, y su luz es tanta que me quema los ojos, las esperanzas, las

    ilusiones y, en cambio, su sombra es tan densa que me cobija del fro y me hace

    sentir tan poderoso

  • V

    El olvido es absurdo y, sin embargo, saludable. Pero yo prefiero seguir enfermo

    porque he convertido la agona en arte y los dolores ahora son caricias

    espirituales. El olvido es la cura, por eso prefiero la locura, la muerte, la

    pesadumbre. Es la nica manera de amarrarla a mi memoria, usted Diana

    Cazadora, Pescadora de Sueos, Venus que surge del agua cuando mi alma es un

    ro que no deja de fluir salvajemente por el universo; mi alma es un mar y de ah

    va surgiendo su imagen, sirena, y beso con devocin su salada dulzura.

    Si a veces implosiono es slo para redecorar las paredes de mi corazn y as

    nunca, nunca salga de l.

    VI

    Y quin soy yo? Su proxeneta, su filsofo, su poeta, su cuenta pendiente, su

    altercado, su golpe de Estado, su prncipe, su incesto, su ogro.

    Y quin soy yo? El brillo en sus ojos, la humedad entre sus piernas, la ecuacin

    imposible, su msico, el poster de su alma, la implosin de su silencio, el orgasmo

    lejano, la pintura fresca, el sueo que se multiplica frente al espejo.

    Y quin soy yo? El mueco de trapo al final de la pesadilla, su olvido, su pecado,

    su cigarro consumido por la noche, su chisme, su guitarra rota, su nada, sus

    palabras, esas palabras que, aunque me niegue, la volvern a hacer sonrer cuando

    las relea

  • VII

    Pienso en cuntas vidas nacieron y murieron, en los aos y milenios que el

    tiempo tuvo que girar su rueda para que alguien tan hermosa como usted

    surgiera Y en mis desvaros ms paroxsticos incluso me pregunto si el

    universo no es slo un pretexto para su presencia.

    La contemplo y muero, la contemplo y nazco. Evoco desde el fondo de mi

    infierno el veneno que me d paz: todo es intil. Se impone en mis sueos y cada

    clula de mi cuerpo vuelve a anhelarla

    VIII

    Amor de belleza intrnseca en el respirar, amor de campo de batalla en medio de

    la cantina. Amor de dioses chimuelos, de intransigentes demonios, de espumas

    rotas en las olas de la sangre. Amor de espejos trasparentes en los que la literatura

    se masturba. Amor de eclipses de bocas sucias en el poema ms enfermo de la

    epidermis. Amor de corpsculos borrachos en el bar del olvido. Amor epilptico

    y desnudo en el bosque de la muerte. Amor de telaraas en la moral, de espritus

    libres y fracturados. Amor de esqueletos bailarines en el tango del silencio. Amor

    de lugares imposibles, geografas nihilistas, de cada libre en la conciencia

    despierta del diablo. Amor honesto y, por lo mismo, monstruoso; amor

    verdadero y, por lo mismo, ftido, vomitivo, esclertico. Amor que golpea fuerte

    los tambores en el ritual canbal de las almas. Amor con el revlver cargado de

    morfina, con la funda en la cuenca de los ojos del pecado. Amor escondido,

    secreto, asustado como un animal terrible, como un leviatn tmido. Amor sin

    seguro social, sin cuenta del banco, sin hipoteca, sin mensualidades ni plazos

    fijos. Amor moribundo, plido, vagabundo, parapljico, enfermo, sin ms estufa

    que el corazn y ese hotel que nos nombra.

  • IX

    En los altares del amor se crucifica el Yo sin por ello abandonar la individualidad.

    Cuando el amor florece como nenfar no est anclado a ningn principio, su

    destino es fluir con la misma ley del universo. Qu importa mi presencia ante la

    inmensidad de su luz? Qu importa mi Yo ante el cobijo de su sombra?

    Como otros queman incienso, enciendo mi Yo ante su altar; la llamo mi Diosa y

    me hago cenizas rezndole. Y la ceniza de mis huesos, an sa, la ama.

    En mi amor no hay egosmo porque no hay posesin. Entre las posibilidades

    infinitas de mi desapego, de mi libertad, por todo, elijo amarla, amarla como

    nenfar, fluyendo del alma del cosmos hacia su belleza.

    X

    Le confieso a mi copa de mezcal el amor que siento por usted; siento la ternura

    salvaje del maguey, su sabidura milenaria resbalando lentamente por mi

    garganta, acariciando con su fuego abrasador (abrazador) cada rgano de mi

    cuerpo, zambullirse en la entropa de mi cerebro. Le confieso al mezcal, al

    corazn del maguey, este amor tan artesanal y tan ritual como lo que bebo y

    sueo.

    Estar borracho es contemplar la desnudes de las clulas, la sangre en procesin

    a travs del ter, la luna cayendo como kamikaze en las pupilas abiertas,

    infinitamente abiertas, de la lucidez ms despiadada. Este cario no puede ser del

    todo tierno, es violento y caliente, como la muerte; potico y desmesurado, como

    la vida.

    Soy escritor, me digo, para justificarme frente a m mismo, para sentir que mi

    vida no es un completo sinsentido, pero es eso, precisamente (escribir), lo que me

    hace creer que la vida no tiene ningn sentido. Es importante, es capital, pero no

    tiene sentido. Debe vivrsele, pero sin un porqu o para qu. Lo que s contradice

    a lo que siento.

  • Puede que ya lo sepa pero los huesos, cuando se fracturan, sanan y quedan

    dursimos, menos vulnerables de lo que eran antes de la fractura; algunos

    maestros en artes marciales incluso se fracturan los huesos a propsito, con el fin

    de tener un cuerpo ms slido. Pues bien, as mi corazn fue fracturado y ahora

    es difcil que se vuelva a romper, sin embargo, no es invulnerable, el dolor se

    queda guardado dentro de barrotes de acero, como un tesoro secreto, el

    sufrimiento que lo purifica todo.

    XI

    Tanta gente por ah, agitada y loca, chocando entre s, recreando la imagen

    catica del big bang. Yo tengo la libertad discreta de no mandar ni obedecer a

    nadie. Por ello mismo la pobreza me acecha, me acusa, me azota. Pero me siento

    rico a su lado, pensndola, cuando su imagen celeste viene a habitar mis

    sentimientos. Entonces nos imagino como Zelda y Fitzgerald, despilfarrando el

    dinero y el talento, gastando la vida en fiestas llenas de gente hipcrita y estpida.

    Amndola me siento rico, millonario, porque el amor que siento por usted todo

    lo puede, todo lo consigue, todo lo derriba, todo lo arriesga. Amndola me siento

    vivo, excesivamente vivo y tambin a punto de morir, en el ltimo estertor Slo

    en esa contradiccin, en esa vorgine de vida y muerte, es que se puede ser

    libre Y la libertad es tanta que el dinero es lo de menos.

    XII

    Qu satisfaccin he de buscar ms all de sta simple, sencilla y primitiva de

    amarla? Por qu usted? Ser por la insoslayable belleza de su espritu que

    recorre como un ngel sdico la impdica beatitud de mis letras? Ser por su

    corazn que es la orquesta del caos, la meloda de la tormenta o la noche de

    fauces asesinas que con su sed de sangre redime estas manos que no la tocan,

    estos labios que no la besan, estas lgrimas que no se evaporan en su espalda?

  • He de buscar un propsito racional si la abrazo como se abraza a un fantasma,

    como se abraza al suicidio lejano, al poema que se incendia por las carreteras?

    XIII

    Sueo rojo o escarlata, sueo de vientre de rosas abierto a los espurios del deseo,

    sueo insomne entre sonrisas dormidas. Mi espritu hace malabares en los

    rincones ms prohibidos del amor, entonces su presencia y ausencia se

    encuentran en estas manos que escriben.

    Me abismo en la visin contempladora, es la obra de arte, el vrtigo de un

    espritu autrquico en el lquido amnitico de la nada. Espuma y deseo, dos

    espejos vacos que se encuentran en su nombre, espacio blanco que revela su

    belleza, su levedad.

    La vida se termina, las ltimas conexiones neuronales se pudren. Mi

    imaginacin es un punto luminoso en donde sus pezones siempre estn erguidos.

    Es usted un puente del que me arrojo, como un suicida, para despertar en el

    sueo que me suea.

    XIV

    Cuando le digo ma, quiero decir que soy suyo. Cuando me digo suyo, quiero

    decir que usted es ma. He multiplicado los significados de las palabras porque no

    s cmo expresar este sentimiento que clava agujas en mi espritu. Sin embargo

    ningn lenguaje alcanza para expresar el amor que derrama los lmites. Hay una

    doble identificacin. Hay das en que slo soy un espejo que le muestra lo

    hermosa que es, soy un vaco que se llena de su esencia.

    Una doble dialctica nos arroja ms all del lenguaje, ms all de una vulgar

    posesin. Estamos en la cima de la metfora donde los ptalos del corazn nos

    acarician la conciencia con su fulgor divino. Las heridas y la distancia son un

    pretexto para saber que es real este sentimiento que, en su sencillez provinciana,

  • desborda el universo, desborda significados, barreras. Rompe tiempos. Rompe

    distancias.

    En la belleza de su mirada el espritu de mis palabras es ave fnix que muere y

    revive, suea y re, llora y vive. As la siento, a mi lado, desde hace tres

    eternidades que me fij en usted y se clav en mis huesos como la ms hermosa

    cancin

    XV

    Y anochece en los libros que leo, en la msica que escucho, en los poemas que

    escribo. Se asoma en los cuentos ms inciertos, en las metforas ms osadas, en

    las notas buenas. Anochece a travs de la luna, del espejo del lago, en las estrellas

    de la sangre, acampa, invierte, deviene. Usted se revela: musa de mis sueos

    pornogrficos, actriz de todos mis puntos de fuga, arco iris de la alianza con la

    lujuria. Y anochece, a travs de mis dedos que le escriben como acaricindote la

    entrepierna, con mis dedos que le escriben como abriendo sus piernas y

    acariciando los muslos por debajo de su vestido. Y anochece en mi sonrisa ms

    picara, en mi ereccin ms potente, en mis ensoaciones ms locas. La encuentro

    en mis pelculas, en mis videojuegos, en las revistas que compro En mis

    historietas y mi alma, deviene con todos mis sentidos, siento su olor, me

    embriago en esa alucinacin, en la descarga de droga que su recuerdo supone.

    XVI

    Hemos tensado las cuerdas demasiado y puede que eso haga sonar buenos

    acordes o puede, tambin, que se rompa este instrumento que finamente

    labramos llamado amor.

    Me siento abrazado a usted en una lgrima infinita de nostalgia. El corazn es

    un espejo que se rompe y el alma se me escapa, pero es su imagen en mi sangre el

    nico barbitrico que me tranquiliza. Mi vida es un barco inservible que se mece

    en la marea de su recuerdo. La quiero tanto que no quiero estar con usted, la amo

  • tanto que giro y giro para perderme, para no encontrarla, para amarla por

    siempre aun en esta distancia que ha aprendido a acariciar las manos.

    XVII

    Saber, a travs de la mera intuicin, su dicha llena mi corazn de soles nuevos.

    Si he de ser sincero su sonrisa es el faro que ilumina el universo. Su alegra es el

    canto del poeta que vive dentro de cada quien. Su risa es la redencin de una vida

    disipada en la ms ensoadora voluptuosidad. Siento su belleza rasgando cada

    msculo de mi cuerpo y me disuelvo placenteramente en el ritual de su beatitud.

    Amo cada fibra de su cuerpo, cada gesto de su espritu. Soy un loco y un devoto

    delirando en los versos ardientes que su mirada supone.

    Deje que las nubes se acerquen, hermosa, mientras mi amor la cobije nada le

    daar. Sienta la libertad de la inmortalidad a travs de mis palabras, sienta estos

    mitos que curan los rincones ms obtusos de la imaginacin.

    Djeme habitar en su conciencia y le prometo dos cosas: primero que nadie la

    amar con tanta pasin como la amo yo, y segundo que la proteger de todos los

    monstruos habidos y por haber en esta vida.

    Nada me hace tan feliz como que sea feliz: nada me satisface ms que

    satisfacerla. Mi voluntad hasta ahora imperiosa y egosta se sacrifica con gusto

    ante el movimiento potico de sus manos, ante su mirada incisiva que me da

    existencia, ante su pecho que se agita cuando me lee Ya no puede negarme, me

    noto en el carnaval de sus palabras, en su sonrisa, en el deseo discreto de sus

    labios Este sbado por la noche.

    Suyo

    El cazador cazado.

  • XVIII

    Lo ms saludable es dejarlo pasar, dejar que se escape de mi mano como el agua

    clarsima y pura que tomo del ro. Dar la vuelta y continuar mi camino Y estoy

    aqu, prefiriendo la enfermedad, aferrndome a la galera oscura de mi alma que

    la llama desde las tinieblas de la noche. Me juego la sangre en esta espera intil de

    sus labios, en la podredumbre megalmana de la esperanza. Lo fcil, lo noble, es

    saber decir adis, incluso decir adis antes de decir hola. Y, sin embargo, estoy

    deslizando mi espritu sobre su nombre, cual si se tratara de un tablero gija, la

    invoco, platico con las sombras que la envuelven. Sueo que levanta su vestido y

    me dispara galaxias en las pupilas. Sueo: esa anomala de la vida, esa absurdidad

    sublime. Lo ms saludable es morir; y vivo, me aprisiono como cualquier idiota a

    la respiracin con la insulsa ilusin de comer de sus labios el fruto de la vida,

    algn da.

    XIX

    Si he perdido el miedo a la muerte a qu otra cosa le temera? Este amor es como

    entrar en una casa en llamas, como arrojarse desde lo alto de un peasco. Y qu

    es el amor sin ese delicioso vrtigo de la incertidumbre, sin contar los minutos

    mirando un reloj que, inclemente, deja caer sus manecillas como guillotinas?

    El amor que no se parece a la muerte no me interesa, y aqu estoy muriendo sin

    miedo, como un suicida flotando en agua tibia, con las venas abiertas a la vida, en

    una ataraxia que nos recuerda el movimiento de las estrellas He perdido el

    miedo a la muerte gracias a este amor, por eso me da libertad, por eso me da

    vida

  • XX

    Quin la deletrea con tanta precisin como yo? La evoco del fondo del silencio

    para esculpir su espritu. Y, sin embargo, camina por senderos oscuros y

    precipitaciones nebulosas. Se acerca a mi hoguera sigilosamente; s que tambin

    siente su alma horizontada a mi alma. Nadie la conoce mejor que yo, nadie sabe

    el infierno que es quererla y nadie se adapta mejor a sus llamas. Pero huye, se

    escondes, es la pequea Desconocida del Universo, pinta hologramas y se injerta

    en ellos: es un fantasma de sonido que llega desde una galaxia paralela. La amo:

    esa es la paradoja, la estupidez, la noche que se descuartiza en los labios del

    leviatn. Es insano y aqu estoy, guerreando, apostando por usted siempre, a

    travs de todos los libros, de todas las vidas, yo siempre apostar por usted.

    XXI

    Djeme perderme, es el suplicio, en sus ojos. Esta distancia duele como cuchillos

    entre las costillas; sin embargo, permita mantener la prudencia y que mi espritu

    gire insurrectamente en su mirada. Mis palabras tan desvalidas slo pretenden

    abonar su piel para que despus yo, en mis arrebatos juveniles, siembre en ella

    mis besos.

    No espere siempre cartas escritas, a veces una parvada de pjaros en el cielo es

    lo que pongo para usted, es mi carta, es mi manera de declararle mi amor. Hay

    que estar atentos, un espritu sensible y comprensivo como el suyo sabr

    entenderme. Djeme habitar, se lo ruego, de vez en cuando en sus manos, yo

    quiero ser la meloda cuando toque su piano invisible

  • XXII

    El amor es un secreto que se fecunda entre dos bocas, un eco de eternidad casi

    rota, un instante que es puente entre dos puntos que no dejan de alejarse y de

    acercarse al mismo tiempo. El amor es efmero, indeterminado, humano.

    Secuestra enamorando, libera ms all de lo que otros encierran. El amor eterno,

    el amor absoluto, no me interesa Lo que a m me gusta es el amor de hoteles de

    paso, de oscuridades, de perversidades, de sonrisas maliciosas y lgrimas

    solamente de placer.

    El amor no tiene remordimientos ni piedad ni orgullo, ni crceles ni censores.

    Es libre, infinita, interminablemente libre: nunca muere porque nunca acaba de

    nacer, es un suspiro, una brisa que refresca, un calor que envuelve, una ola que

    regresa, una cancin que empieza y que termina a la mitad, un eterno retorno de

    la sangre, un ms all del orden, un ms ac del progreso: un punto luminoso en

    medio de la mediocridad.

    El amor que yo ofrezco no promete, desea. No est acabado, est naciendo y

    siempre nace, es creado y siempre se crea: no es finalidad, es comienzo perpetuo,

    lava hirviente, gris abraso, no est centrado, es rizomtico, no es unidad, son

    fragmento que besan todas y cada una de sus estrellas

    XXIII

    Se aproximan las estrellas en crculos pequeos, yo las observo posadas en su

    nombre de luces estticas iluminando los barcos de mi pensamiento. Usted es

    como esa nia que juega en el bosque mientras el lobo no est, pero despus

    descubre que efectivamente no est, y lo extraa, me extraa, a su lobo.

    En estas manos que le escriben se guarda un gemido caliente de sensaciones

    reprimidas. Su recuerdo es una orqudea posada en mis manos y extiendo los

    dedos para acariciar el viento en una ceremonia desesperada

  • Si no la amara esta lmpara se apagara junto con mi vida, pero la lmpara

    arde como un sol a medianoche, contra todo pronstico el sol penetra la

    medianoche y yo me abrazo a su imagen, enamorado y perdido

    XXIV

    Se aproxima la noche en cardmenes de luces hipnticas, yo la observo posada en

    su nombre que es sortilegio y resurreccin en la sangre. Mi distole es un tambor

    que la invoca en el ritual del deseo. Usted es como esa nia pequea que juega a

    alcanzar al conejo y cuando, por azar o por rabia, lo alcanza, se llena de espanto.

    En estas manos que le escriben se condensan los enunciados ms hmedos; estas

    manos guardan la esencia de sus gemidos, liberan el suspiro del diablo que se

    identifica con el estertor de la moral. La amo: ese es el crimen Su recuerdo es

    un rbol que llena de savia caliente mi pensamiento, es fuego griego que sigue

    ardiendo an bajo el mar de mi literatura. No me importa ms que usted, quiero

    morir borracho de su cuerpo, perdido en sus desiertos

    XXV

    El amor anda por los callejones; el amor anda siempre escondido, es una herida

    secreta, es una huella borrada, es un suspiro. Pasa sin dejar rastro, sin que ningn

    radar de crticas lo perciba. El amor se oculta debajo de las sbanas en horas

    prohibidas, cuando todos creen que duerme.

    El amor de avenidas no me interesa, no es amor, es convenio social. No ser su

    novio ni su esposo, porque mi amor es verdadero, pleno, infinito, ilimitado

    Qu vanidosas las parejas que se pasean por las avenidas creyendo que encarnan

    el amor, eso es ridculo y vulgar.

    Mi amor es de callejones, antes que ostentoso es detallista, como un buen

    pintor que no pinta un mural enorme de formas chatas en su alma, pero s un

    cuadro modesto, lleno de hermosura y detalles, un amor potico.

  • XXVI

    Y quin soy yo? Su impostor, su fuga, su pecado, su olor secreto, su escultor, su

    sacerdote, su anarquismo, su posicin sexual, su error, su esclerosis, su medicina

    maldita.

    Y quin soy yo? El laberinto de msica de su alma, el callejn oscuro de sus

    deseos, el cine porno de sus sueos, el grito afnico de sus muslos, el viernes de

    literatura, el agosto de sus abriles, la hoja etrea en el otoo de sus manos.

    Y quin soy yo? Su espritu disimulado, su incesto insomne, su noctvago

    suspirar, la sangre caliente de sus labios, el juego sin fin, el ajedrez de espumas

    silvestres, la savia que cicatriza sus madrugadas, el sol que inocula de luz sus

    fuerzas La inevitable biblia perversa, esa que, aunque no quiera, vuelve a leer

    una y otra vez, aunque lo sabe incorrecto

    XXVII

    Quin la conoce mejor que yo? Y sin embargo es la eterna desconocida. Una

    contradiccin que agita los hilos del pensamiento y la sangre. Se acercas a mi

    hoguera con cautela, es una nia asustada que tiembla de miedo enlutada en su

    vestidito prpura o magenta. Empero siento su alma enlazada a mi alma en el

    infinito que gotea nostalgia y angustia. Nadie conoce mejor el desastre que es

    quererla y la quiero porque s apostar por usted. Es ms fcil y menos primitivo

    amar a otras mujeres, y la amo a usted porque de todos los universos que he

    explorado, el que hay en sus ojos me ha hechizado con ese fuego que no deja de

    explotar y evaporarse Amarla es amar al universo entero a travs de su

    presencia.

  • XXVIII

    Djeme habitar, es el rezo, en sus ojos. Esta ausencia duele en las muelas del

    espritu; empero, permtase la locura de dejar que mis letras inoculen su mirada

    en los significados ms absortos, que mis metforas dilaten su pupila hasta que

    quepa todo el universo en su cuerpo. Mis palabras, siempre mis palabras, tan

    peripatticas, son la piel detrs de la piel, que esconde la mscara para besar sin

    ser besado y amar sin ser amado

    No espere que siempre se lo escriba, a veces a los poetas nos resulta ms fcil

    enviar una jaura de lucirnagas o una noche de cielo claro. A veces le digo que la

    quiero cuando usted ve las hojas de un rbol de limn y es que no hay ni una sola

    partcula en el universo a travs de la cual no exprese este amor por usted

    XXIX

    Y amanece tambin en la espuma de mis huesos, en el ltigo de mis

    pensamientos. Y amanece en el poema de mi sangre, en los hologramas de mis

    deseos, en la niebla de mi pueblo y en la primera cancin de la maana. Estoy

    aqu despertando y el amor que siento por usted despierta conmigo.

    Quin me conoce mejor que usted? A veces nazco en sus palabras, o en

    alguna de sus sonrisas. Nazco en los gestos de sus manos, esos inconscientes y, sin

    embargo, tan necesarios. En horas delirantes salgo en medio de sus libros, en

    alguna cancin de la radio, en su bebida favorita, en sus sueos.

    Me gusta leerte, leer su vida sin palabras; aunque no comprenda, aunque no

    entienda, soy un apasionado de su redaccin. Me siento a contemplarla, hermoso

    diamante, y dejo que las horas pasen como pasa una lanza atravesndome la

    carne, que pasen los espacios como pasan las granadas de fragmentos poticos,

    que pase todo para que est en mis brazos. En este ajedrez csmico el mismo

    Dios, algn da tengo fe la pondr junto a m.

  • XXX

    El suicida le ha perdido el miedo a todo, ha dejado de significar con verdades

    absolutas el mundo, entonces qu es el amor sino una especie de suicidio? Me

    arrojo a pensarla, a usted, como un suicida se arroja de un puente, de ese mismo

    puente que fueron mis manos para tocarla y que ahora son abismo por acariciar

    slo el fantasma de su ausencia. La adoro, tengo que escribirlo para no asfixiarme;

    usted es mi suicidio, mi entrada csmica al centro de la vida; la contemplo como

    una pulsin de vida a travs del sentimiento del autoanulamiento No es acaso

    que uno busca morir para renacer en los brazos que siempre estuvo buscando?

    He perdido el miedo a todo, a todos, puedo decir en voz alta lo que siento por

    usted. Todo es ridculo. Todo es intil. Caigo una y otra vez, revivo cada que

    usted sonre. No s nada y lo s todo, amarla es una iluminacin estril

    XXXI

    Sueo prpura o magenta, sueo de ojos abiertos en noches blancas. Mi espritu

    camina sobre el precipicio de sus recuerdos, sobre una cuerda floja, entonces la

    alborada y su imagen se reconocen en estas manos que escriben.

    He contemplado su imagen como una visin eidtica: hago un retrato de su

    hermosura en cada clula de mi cuerpo.

    Las horas pasan, mi conciencia se pulveriza, el sol me encuentra imaginando

    sus muslos y su vientre; es un universo al que me arrojo a adorar, as como

    Empdocles se arroj al volcn Etna slo para demostrar que hay algo ms all de

    lo evidente.

  • XXXII

    La quiero con esa intermitencia propia del verbo y ese veneno, insoslayable, de la

    sangre. Un eco que recorre todos los rganos del cuerpo en un rompecabezas

    hipntico. Apenas inconexo, no s qu le pasa a mi mente. La quiero entre

    sombras y luces, briznas que bailan sobre la palma del destino. Ensueos, muertes

    y suero. La quiero, como una enfermedad clavada en los huesos que ya no sabe

    quitarse, un campo de batalla de suspiros negros y blancos. La quiero, flor que me

    regala sus perfumes secretos, sus laberintos sempiternos, a la orilla del poema,

    desnuda y abierta, la quiero ms all de lo que el querer permite. No es una carta

    de amor, es mi rendicin, mi entrega de armas. Ponzoa, lunas y cigarros. La

    quiero en ese conjuro del verbo desear, tatuada en el humo de mis sentidos,

    abocada a las delicias ms perniciosas de un corazn que late libre, perversamente

    libre, estas simples letras.

    XXXIII

    Amanecer abrazado a usted, esta maana, con sus cabellos enredados en mis

    sueos. Y seguir soando, con sus labios hmedos y sus manos clidas. Ver cmo

    tiembla de belleza y ternura; recorrer las lneas de su cuerpo con mis manos,

    acariciar las partes ms ntimas de su alma. Amanecer amndola, esta maana,

    todas las maanas, mientras en la cocina huele a caf recin hecho y pan caliente.

    El mundo se inunda de olores sublimes y msica ambiental. El canto de los

    pjaros en la huerta y usted, amaneciendo aqu, junto a m, amaneciendo a travs

    de usted, del olor de su piel y del tacto dcil y artstico de su carne.

    Amanecer sujetado a usted, tocndola an dormida. Besando cada horizonte y

    cada cielo de su cuerpo. Encilado en sus muslos. Aferrado a sus pechos de tibia

  • leche, como gotas de roco que llenan de vida mi sentido del gusto. Enmaraados

    en el ocaso del amor, fulgores que renacen de su espalda desnuda, de su cuello

    palpitante. Besar su oreja, pequea e indiscreta, con el valor de un guerrero.

    Meter mis dedos, ldicos, suaves, en sus profundidades para hacerla suspirar y

    gemir. Amanecer abrazndola a usted, callndola a besos para que el mundo no

    se entere de nuestro despertar, de que ya estamos aqu, lucferos y voraces,

    dispuestos a conquistar.

    Amanecer pegadito a usted, con mi virilidad endurecindose entre sus nalgas.

    Montarme, cabalgarme, ya dispuesta, Venus hermosa, manantial de vida que se

    desparrama en las orillas de mi pensamiento. Jugar. Gemir. Apretar. Penetrar.

    Sonrer. Apostar. Verla desnuda sobre m, sacrificada en el ritual de la lujuria.

    Nalguearla. Entrar. Amanecer con usted y a travs de usted toda la belleza del

    mundo, como una ola poderosa que rompe la piedra, venga, dispuesta a arrasar

    todo a su paso. Se venga, se vaya, regrese, espere. Amanecer a travs de usted a la

    ambrosia de los dioses, al amor por la vida, al refugio de la muerte, al poema que

    suda ensueo.

    XXXIV

    Un poema de amor es un ro incesante, en medio de la noche, un ro de fuego

    encendido pero, tambin, luna y orgasmo, piedras preciosas y sillas tejidas,

    eternidad ladrada sobre cantera. El poema de amor es la rosa que tiembla de fro

    bajo la luna de Maravato en el onomstico de los ngeles guardianes del delirio.

    El poema de amor es usted mirando por la ventana en la madrugada,

    contemplando el viento que le habla de vocablos lejanos en la piel del destino. El

    poema de amor es indeterminado, nunca se deja de escribir o vivir, slo somos

    parte efmera de su eterno fluir. El poema de amor es un gimnasio para el alma en

    la inquietud crepuscular de las gardenias. El poema de amor es el combate, a

    veces estril, por hacer sonrer al ser amado en la ataraxia embelecedora del

    verbo. El poema de amor ojal algn da lo pueda escribir, perfecto, para

  • abrazarla y palpite en mi pecho todas esas palabras que no nos atrevemos a

    decirnos.

    XXXV

    Las palabras no alcanzan, las palabras se atragantan, se evaporan, se diluyen de

    nuevo dentro de mi sangre Se asoman, se esconden. Cmo expresar ese

    imperio de suspiros cansados que es pensarla? Dejar que el cielo moreliano se

    congele en una lgrima de nostalgia por aquello que nunca se tuvo Abrir de par

    en par mi alma al suave batir de alas de su nombre, as defino al infinito. El

    infinito es su nombre alado que agita sus alas en mis huesos. Y mis huesos se

    vuelven espuma de tanto soarla.

    No s querer, como la quiero a usted, sin querer esa etrea saudade que posa

    su patria en mis manos El dolor me recuerda, por lo menos, que es real, aunque

    no la pueda abrazar

    XXXVI

    Se dice que llamemos al pan pan y al vino vino. Acaso no encierra ms verdad

    una metfora bien planteada? Pocos valoran ese esfuerzo. Un adjetivo no es,

    acaso, ya, un argumento? La gente no entiende las maravillas del lenguaje. Yo

    trato de extraer de l su jugo, pues ninguna palabra es vana o fea si se le sabe

    poner en el lugar exacto para expresar un sentimiento franco.

    Por eso le digo, sinceramente, que declararle en forma potica mis

    sentimientos me parece ms honesto, ms valiente y ms pulcro que llamndole

    al pan pan y al vino vino.

  • XXXVII

    Tengo ganas de ser cursi y decirle que la esperar siempre bajo la luz de la luna.

    Que escribir en la arena de la playa, de todas las playas, un poema que hable de

    su beatitud y las fibras que estremece.

    Un suspiro sin premura. Un poema danzante. Un rosal insomne. Una nube

    enamorada. Una gaviota borracha. Un soplo de luz. Una ciudad ardiendo. Un

    caminante de espirales. Una lectora enamorada. Un beso bajo la manga. Una

    tarde de invierno. Quiero hablarle de todo, recrear el universo en su pupila y en

    su mente.

    Tengo ganas de bailar al comps de sus risas; de jugarme la sangre por su arte.

    Tengo ganas de hundirme en sus brazos, de invernar en sus brazos y protegerla, a

    su vez, del fro de vivir. Quiero decirle que es mi musa y que la quiero.

    XXXVIII

    La fotografo, desnuda, en un cuarto de hotel. Es un sueo, lo he soado hoy en la

    madrugada. El cuarto es sucio, pero una luz brillante entra por el ventanal; es

    Rusia, es medioda, es una fotografa llena de contrastes en contenido y forma.

    Usted tiene un sombrero de hongo; me parece que, pese a nuestra voluntad,

    estamos en La insoportable levedad del ser. El onirismo atrae. Usted se recuesta y

    deja al descubierto sus pezones erguidos como lanzas que perforan al poema.

    Abre sus muslos, obscena, me deja ver su pubis bellamente recortado; con sus

    manos toca sus rodillas, sonre, se entristece, se pone seria. Posa. Yo no dejo de

    disparar en rfagas con mi cmara. Trae zapatos negros de tacn, el sombrero

    tambin es negro. De lo dems est completamente desnuda. Le pido que se

    voltee e inclina su espalda para resaltar la curva de sus nalgas y hacer ms

    profundo ese pequeo declive de su espalda baja. Su espalda tiene los trazos

    exactos, yo la capturo desde diferentes ngulos hasta que, por azar o por suerte,

    pueda capturar en un solo disparo toda la perfeccin de su belleza. Se muestra

    coqueta. As, boca abajo, acaricia con sus dedos su cltoris, se lo mima con calidez

  • y ternura. Entonces yo me preocupo en capturar su cara de placer, su boca

    entreabierta, sus ojos brillantes y luego sus ojos cerrados, sus prpados apretados.

    As est perfecta, plena, con los ojos cerrados como si se hubiera dejado caer a un

    precipicio y sintiera lentamente el calor de la muerte lamiendo los huesos. Hay

    msica de Charlie Parker y Miles Davis. Bluebird. Entonces una parvada de

    pjaros azules entran por la ventana para posarse sobre su cuerpo desnudo. Tomo

    una ltima fotografa. Despierto.

    XXXIX

    Le propongo la noche, el fuego, las lilas, las orqudeas, los poemas de Alejandra

    Pizarnik, le propongo la patria inventada, lo profundo y lo pattico, la

    contradiccin que, por lo mismo, no sabe mentir. Le propongo el tango, el verso,

    los libros, los sonetos de Quevedo, le propongo en todas las horas, en todos los

    sitios que nuestra imaginacin pueda inventar y habitar.

    Le propongo el da, el oasis, las risas, la pltica amena, el caf, la cerveza, la

    filosofa perenne, el teatro trgico, la pintura surrealista, los acordes, las

    canciones, el amor, el sexo, los lunares, los laberintos de la piel, los juegos del

    verbo, la religin de la humedad, le propongo el empirismo de Hume y la

    percepcin de Berkeley.

    Le propongo la inhibicin, la libertad, el poema desnudo, lo prohibido, lo mal

    visto, le propongo la luz de la oscuridad y la oscuridad de la luz, el punto de fuga,

    el contraste, la lectura, el beso, la caricia, la esttica que, por su sueo, nos abraza

    en lo onrico. Le propongo el rock, el bossa nova, la oscuridad, los callejones

    desrticos, las azoteas, el alcohol, el tabaco, los momentos nicos, la lucidez, la

    huida. Le propongo los poemas de Sabines y de Benedetti, aunque los odie, por

    usted los odio menos. El realismo visceral, el incendio, romper lo imposible, tocar

    el cielo, le propongo, a la Anas Nn con Henry Miller, a lo Doa Florinda con el

    Profesor Jirafales.

    Le propongo la noche, el espritu, el alma, la filosofa oriental, la fsica

    cuntica, la teologa del diablo, el temblor, la liviandad, el eclipse de cuerpos, el

  • corazn delirando, la lujuria, la ternura, la filosofa nihilista y existencialista, el

    goce, la luna, sobretodo la luna y las estrellas Se las propongo.

    XL

    Le escribo, Madame, porque mi alma se desborda, mi alma se muestra, salta, se

    arrebata, se estremece con su presencia, con los signos de su presencia. Mi alma

    registra sus signos vitales y eso hace que se desborde por medio de la escritura. La

    amo y ese pacto secreto con el propio amor, me hace mostrrmele, as, cnico y

    sonriente, triste y dbil, me le muestro tal cual soy, a travs de estas palabras que

    si tienen un anhelo, es slo besarla. Le escribo, Madame, como besndola. Le

    escribo para hacerle el amor a travs de las palabras, que sepa que la deseo, que la

    extrao, que la necesito, que no se vaya, que tengo fro y slo la calidez de su

    belleza me lo puede quitar. Le escribo porque desde que usted entro en mi vida,

    mi alma hace todo lo posible por mostrrsele, por abrir las ventadas para que

    usted, acaso, se pueda enamorar de ella

    XLI

    Yo creo que estamos en estas tierras de una manera azarosa y contingente, y sin

    embargo, la observo y me parece imposible que usted, por algn motivo, no

    existiera. Todo est conectado de una manera misteriosa es mi nueva creencia!

    Porque usted existe, aunque su cuerpo sea abrazado por otro, aunque sus labios

    sean besados por otro, usted existe y me alegro por ello.

    Celebro sus triunfos y lloro sus fracasos.

    Crame que yo no le exijo nada. Mi amor es puro y sincero, lo que quiere decir

    que es desinteresado y desapegado. No le negar que la sueo incluso desde antes

    de conocerla, no le negar que dara media vida por poder hacerle el amor y

    acariciarla mientras duerme, pero no son condicionales para este sentimiento que

    naci de la manera ms salvaje y sdica imaginable. Usted es el fantasma perfecto:

    an sus sombras me llenan de calor la vida.

  • XLII

    El universo nace y se evapora despacio; nada es lo que fue, nada es. Imposible

    prometer y jurar en donde lentamente nos desfragmentamos. Pero tambin

    puede que el viento nos arrase con su furia; deshacindonos en el viento es que

    descubrimos que siempre fuimos cenizas. Slo le exijo que sea libre, pero toda

    exigencia es una tirana porque tambin es libre si es ma. Ah es donde se devela

    el corazn infinito del suicida, del desapegado de las cosas y las personas. Cioran

    deca que viva para desprenderse de todo lo que amaba. Y amaba la vida,

    entonces viva para desprenderse de la vida. Todo queda, todas las posibilidades

    se revelan ante el vaco. El anarquista autntico tambin es el que se sabe vaco:

    las posibilidades se abren frente a sus ojos y l hace lo que quiere, incluso

    obedecer. Es una estupidez creer que slo es libre el que desobedece; si se obedece

    bajo ninguna coercin sobre nuestra vocacin entonces estamos en la noche ms

    blanca del mundo Qu maravilla tener un lienzo para pintarlo como

    queramos! Puede que los trazos no sean perfectos pero son nuestros!

    Si le escribo es porque no conozco otro modo de hacerla libre. Si le escribo es

    porque no conozco otro modo de desprenderme de usted. Es paradjico que estas

    palabras que nos atan sean las mismas que nos separan. Cada carta mide un

    nuevo abismo entre usted y yo; pero mi regalo (es definitivo!) es regalarle alas a

    su soledad como dice ese poema genial de Pizarnik. Puede que mi intento sea

    pobre y mi amor poco, pero yo siento al Universo colisionando en el tutano de

    mis huesos cuando pronuncio su nombre; expreso los pedazos que quedan en

    este espejo roto en el suelo: cada uno es una carta firmada con una nostlgica

    lgrima y una sonrisa pequea pero sincera.

    PD: Las canciones son poemas snicos, ecos y olas, espuma y noria. Las canciones

    me recuerdan a usted y el espacio se rompe.

  • XLIII

    Djeme perderme, es la splica, en la pasin de su alma. Esta ausencia suya se

    multiplica como una parvada de pesadillas para contaminar mi sangre. Los versos

    caen despacio en la guillotina del silencio. Y la quiero. Y la necesito. Y la amo. La

    quiero como quiere la alborada al roco, en la suave patria de las orqudeas; la

    quiero como el tiempo quiere al espacio, en la orga incgnita de la vida. Y la

    necesito, desnuda, bebiendo mi sangre, esculpiendo un nido en mi pecho. La

    necesito entre mis dedos, como un soneto, un poema surrealista y hermoso que

    crucifica la razn en pos de la pasin. Y la amo, pero no de ese modo tradicional

    de amar. La amo con su naturaleza entera, la amo con lo que soy, con lo que fui,

    con lo que ser; la amo tambin con esa subversin abierta, con lo que no fui, no

    soy y nunca ser; la amo as, loca y descaradamente, por lo que usted fue, por lo

    que es, y por lo que ser. Amo tambin lo que no es, esos fantasmas posibles que

    hieren de erotismo mis sbanas.

    Acaso sabemos algo ms del amor? Por ahora no puedo hacer ms que escribirle

    o dejarle de escribir; es tan vlido buscar el brillo sanador de su mirada, como

    buscar el olvido y la podredumbre para estos fragmentos sueltos. Acaso quisiera

    algo ms, escribirte cielos con parvadas de pjaros, horizontes bellsimos,

    cascadas, lunas menguantes o un simple signo en la calle que la haga sonrer...

    Escribirle algo que la haga sentir bien, escribirle con las palabras y sin ellas...

    porque la amo, y no s hacer ms, no se me ocurre ms....

    XLIV

    Mi espritu se sumerge en las ms exquisitas fantasas. Es entonces cuando la

    puedo ver, Cazadora de estrellas, lanzando sus redes hacia donde humildemente

    orbita este coyote solitario. Es usted Caperucita, entonces, y se enoja porque me

    confunde con el Lobo Feroz y espera que yo le haga la corte. No lo hago. La

    observo y mi alma se estremece con la belleza que emana de su ser: vislumbro su

    esencia y me quedo absorto. Usted se enoja, me toma por bobo; esperaba un

  • demonio seductor y sanguinario. Yo an no me descarto de ningn adjetivo pero

    por ahora slo abrazo la meditacin. Sigue cazando estrellas, yo la miro alejarse y

    sonro. S que no ser la ltima vez que la vea y s, tambin, que me he

    enamorado de usted.

    Su Coyote Feroz.

    XLV

    Ya no distingo qu es lo que intuyo, qu es lo que pienso, qu es lo que siento,

    qu es lo que necesito. He quemado mi vida en el fuego de un cigarro, he bebido

    mi muerte en el sabor amargo de una cerveza. He probado muchas drogas, a

    ninguna me he hecho adicto, slo a las legales, no porque sean legales, sino

    porque me gustan, revitalizan mi espritu. No s cmo despedirme, no s cmo

    decir adis y retirar mis caballos y torres en este ajedrez del amor. Inclino mi rey

    en smbolo de derrota y contino. Quisiera decir eso que dice la gente

    enamorada: no puedo vivir sin ti, te necesito ms que a mi vida, sin ti me

    muero. Pero todo eso es mentira, y soy demasiado inteligente como para saber

    que es mentira. Hasta lo ltimo que supe su nombre no es oxgeno, as que no la

    necesito para vivir. Yo quise construir un nido de palabras para usted, pero no se

    puede porque, es cierto, a las palabras se las lleva el viento. Pero si se las lleva es

    slo para dejrselas a quien s las merezca. Si algo he aprendido en mi efmera

    vida de escritor es eso: nada escrito se desperdicia. Aunque uno dedique sus

    poemarios a una persona, al final resulta que uno escribe para alguien que an no

    conoca.

    Es tiempo de muerte y desolacin. Todo es podredumbre y mierda. Si me

    atrevo a hablar de amor es porque David Lynch dijo que slo se puede buscar el

    amor en medio del infierno. No s en qu crculo estamos, hay tantas cosas que

    no s y que quisiera saber. S de su valor como ser humano, que alguien la har

    todo lo feliz que merece; y s de mi valor como ser humano y la belleza de la

    soledad para gente tan quisquillosa como yo. As que con esta carta nmero

  • cincuenta y cinco, me despido de la manera ms simple posible. Sin elaboradas

    metforas ni versos endecaslabos, no le digo hasta luego, sino adis.

    XLVI

    Quisiera que fuera tan real como la sangre que me nombra, como los huesos que

    me sostienen, como el espritu que me habita. Que fuera tan cercana como los

    poemas que la llaman, como la cama que la desea, como la msica que la

    desnuda. Quisiera que fuera tan ma como este corazn que la ama, como estas

    manos que le escriben, como estos labios que se mueren sin sus besos. Que fuera

    tan infinita como el arte, como el poema, como la luz, anidada entre mis brazos

    XLVII

    Amor de distancias fracturadas, de sueos descalzos de amor. Amor que se

    alimenta de amor. Amor necio, terco, infinito. Amor teatro de sombras. Amor

    entraable, extraable. Amor de suspiros irreconciliables. Amor abismo oscuro.

    Amor de libertades csmicas, de viaje al centro de la tierra, de veinte mil leguas

    de viaje submarino. Amor de son cubano. Amor literario, musical,

    cinematogrfico. Amor de poema de Bukowski. Amor de cancin de Morphine.

    Amor de pelcula de Roberto Benigni. Amor que hace a las grandes muertes

    chiquitas. Amor de barquito de papel naufragando en medio de un charco. Amor

    inocente y perverso. Amor de dos nios jugando una guerra contra el mundo.

    Amor de garganta maldiciendo la poltica. Amor revolucionario, contestatario.

    Amor incestuoso, prohibido, delicioso. Amor sdico, grosero, que come con la

    boca llena. Amor de serpientes y escaleras. Amor que no se cansa de buscarla.

    Amor de noche y de da. Amor clavado en mi mdula, mimetizado en mi alma.

    Amor de arrancarle el vestido. Amor de hacerle el amor. Amor de cambiar el

    destino. Amor primero, ltimo, eterno. Amor de paloma mensaje en el corazn.

  • XLVIII

    Buenos das, apologa de mis deseos, encuentro de espectros de rosas, bosque de

    flores silvestres, lucirnaga de eternidades rotas; buenos das, multiplicidad de

    belleza, erosin de la conciencia, poesa tierna en las venas del poeta, boca de

    espritus danzantes; buenos das, amor, buenos das.

    Buenos das, etlica alma de paloma enamorada, msica de oasis dulce,

    espejismo en el desierto de mi corazn, noche salvaje de elixir salvaje, polen de

    dioses lujuriosos, espuma noctvaga de lo indeterminado.

    Buenos das al crepsculo de sus manos, a la magia de su sonrisa, al sadismo

    hipntico de sus piernas; buenos das, amor, buenos das.

    XLIX

    Amanzcame, ms all del tiempo y el espacio, en esa infinita gota de roco

    matutina, mientras se desvistes de ilusiones salvajes con los ltimos residuos del

    sueo. Permtame ver su sonrisa al despertar, amplia como un horizonte

    interminable, lleno de aves de letras, pequeas, apenas perceptibles para el ojo

    entrenado.

    Amanzcame, enrollando sus piernas en mis pensamientos, jugando con su

    boca mis primeras cartas, moviendo sus manos sobre el tablero de ajedrez de mi

    espritu. Encileme el alma en diminutas capsulas poticas; me gusta as,

    desinhibida y fantaseando, con sus pezones duros y su piel blanda. Enmarzcame

    de rocos matutinos, djese caer sobre mi vida como una sbana de rosas blancas,

    llenando de alegra los sitios ms recnditos de mis temores.

    Amanzcame, que quiero hacerle el amor desde la primera hora de la maana

    hasta la ltima de la noche, en un desfile de sensaciones y msica; quiero acariciar

    su entrepierna mientras le recito un poema al odo. Y as abrazarme a usted, con

    la mayor tranquilidad del mundo, en medio de nuestra locura y nuestro amor.

  • L

    Si no fuera discreto le dira que quiero hacerle el amor en cada cine, en cada

    teatro, en cada callejn, en cada avenida, todo el tiempo, en todo lugar, toda la

    vida. Sentir su corazn vegetal envolvindome con su ramaje de suspiros y

    gemidos; quemar orqudeas en su boca, en cada beso. Acariciar sus piernas y su

    espritu insumiso debajo de la mesa en el desayuno, la comida, la cena y una que

    otra colacin. Le dira que quiero hacer tibia su vida y caliente su sangre, en la

    Iglesia del Santo Sepulcro, en Bodh Gaya, en Fe bah', en Uttar Pradesh, en

    Kodesh Hakodashim, en cada lugar sagrado, para que quede claro que usted es

    mi nica diosa. Que me abrace con sus piernas y su arrecife clido; y yo la besara

    completa, cada centmetro, como poeta que busca versos en cada poro de su piel.

    Investigara los mapas de su deseo para, as, fabricarle cuentos y orgasmos cada

    noche. Pero no se lo puedo decir. Eso no se le dice a una dama, y yo soy un

    caballero discreto

    LI

    Muchas mujeres buscan a un hombre con un trabajo estable y sustento

    econmico; un hombre que diga amar su trabajo, sea guapo y sea, en una palabra,

    material para presentarle a los padres. No creo, sin embargo, que usted sea

    participe de esa superficial y vanidosa eucarista.

    Yo tengo muchas cosas en contra en esos convencionalismos; un pobre

    escritor qu sustento econmico pueda tener? Un hombre feo que presuncin

    puede suponer frente a familiares y amigos? Un hombre que abiertamente

    declara odiar el trabajo, qu garanta moral representa para los sistemas

    capitalistas que nos gobiernan? Lo nico que puedo ofrecer, pese a mis mltiples

    contradicciones, es honestidad; una honestidad que me ha rumiado los huesos y

    ha acabado con mi salud y mis relaciones interpersonales. Soy como un nio

    llorando bajo la lluvia, qu puedo ofrecerle? Lstima? No la quiero. Tengo la

    dignidad de la libertad, modesta, limitada, pero dignidad al fin y al cabo. Para m

  • es ms valioso el que un muchacho me compre un poema para regalrselo a su

    novia y sta premie el regalo con un beso y abrazo sincero.

    Es cierto que a todo aquel que no participa en la poltica se le llama ocioso,

    empero, los poetas tambin contribuimos desde nuestra trinchera para el bien de

    la humanidad; pues en la vanidad del dinero, muchos se olvidan de poner un

    espejo frente a s mismos para contemplar su maravilloso espritu.

    LII

    He despertado a la orilla de todos los precipicios; lumen despedazado en los ojos

    del espritu: su cuerpo se presenta como un lujo de amaneceres poticos. Su

    cuerpo que no es mo pero que se ha mimetizado con mi deseo. Sus piernas que

    amo y adoro, el ritual de sus pechos, el soberbio optimismo de su sonrisa, el rezo

    de ngeles de su mirada y los pedazos de niebla de su sexo a mi lengua. Todos los

    insomnios cuelgan de sus nalgas. Y me gusta as, saliendo purificada en el agua

    del deseo, escurriendo la galaxia por cada poro de su piel.

    He despertado abrazndola con el pensamiento; erecto, soando con

    laberintos interminables donde usted y yo somos dos entes que sonren y se

    arrojan al indeterminado camino del placer. Siento su espritu adosado a su

    cuerpo, entonces no hay manera de amarla sin desearla, sin esperarle cada

    maana, cada noche, cada tarde. Mis manos quieren esculpirle infinitos gemidos,

    mi lengua quiere explorarle eternos suspiros, mi alma quiere verla arqueada y

    abierta en la hoguera de la poesa, en el paroxismo del amor.

    LIII

    Los pjaros ebrios de amor muestran su cinismo. Vuelan sin direccin en la

    noche ms negra del corazn. Estamos a la espera de que nuestro cadver se

    termine de fecundar; vemos las horas haciendo crac en los huesos. Hay

    onomatopeyas de monstruos mitolgicos en la respiracin del insomnio. Los

    poemas nos vienen a informar que estamos muertos. A m y a mis soledades que

  • se multiplican como mscaras y espejos, como orqudeas incendiadas en medio

    del destino. Estas soledades que son como clavos fijndome contra la pared de la

    nostalgia.

    Veo mi alma y es una galera oscura de momentos petrificados. Nuestra

    primera mirada, nuestro ltimo adis. La vea de lejos como un cazador

    enamorado de su presa, como un cazador esperando ser cazado. No entiendo que

    exista el amor sin muerte, no entiendo que exista el amor sin el deseo. Las yemas

    de mis manos se mueren de no tocarla, mis labios se mueren de tanto no besarla,

    mi alma se muere de no danzar al comps de su alma. Y mi espritu que dara la

    mitad de su conocimiento porque esta noche bailara su espritu, con l, un tango

    bajo la luz de la luna.

    Los pjaros cantan, a media noche, de su voz salen estrellas y lunas, luces

    brillantes que me ciegan y me tranquilizan Quisiera verla, escribir mis cartas en

    la comisura de sus labios. Pero estas soledades son enjambre, ad absurdum,

    cayendo en la cuenca de los ojos del muerto que en otro tiempo llev mi nombre.

    No dejo de extraar cada uno de sus gestos, de los versos que, sin saberlo,

    dibujaba en mis sueos para que los demonios no vinieran.

    LIV

    He pensado de un tiempo a la fecha que publicar libros es un atentado contra la

    integridad de los rboles. No dudo de mi capacidad como escritor, o tambin

    puede que dude muchsimo de la capacidad de los dems, que me parecen malos

    escritores a mi lado. Soy mi escritor favorito, y sin embargo se publican

    muchsimos libros que en mi opinin son una mierda. Qu culpa tienen los

    rboles de nuestros delirios de grandeza? Ninguna. No soy un defensor de la

    naturaleza y los animales, si lo fuera ya me habra suicidado. Los defensores

    apasionados deberan predicar con el ejemplo y eliminar el virus que destruye la

    flora y la fauna, el virus que es la propia vida humana. Ningn ser humano tiene

    derecho a quitarle la vida a otro ser humano, pero todos tenemos el derecho al

    suicidio, es nuestra nica libertad. Un verdadero defensor pues, por lgica,

  • debera suicidarse: es la consecuencia racional de su postura. No es mi postura.

    Me gustan los rboles y me gustan los animales, pero cada quien que se rasque

    con sus propias uas.

    Toda forma de inteligencia es cruel. Slo los sabios son como las piedras, los

    admiro pero no puedo ser como ellos. La inteligencia, en cambio, es cruel, los

    delfines son crueles, los simios son crueles, los humanos mientras ms

    inteligentes ms crueles: seguimos ese curso. Estoy pensando en publicar varias

    cosas que he escrito, incluso estas cartas si es que en una revisin exhaustiva

    encuentro valor literario en ellas y no slo un arma (cruel) para seducirla a mis

    brazos, a mis labios, a mi alma.

    No s por qu escrib esto, creo que es una determinacin que he tomado y

    quera compartirla con alguien que sea importante para m. Usted me importa.

    Un beso.

    LV

    Entre libros la quiero, porque no s querer de otra manera, al lado de Sabines y

    Pizarnik y Cioran y Borges, la quiero. La quiero leyendo a Roberto Bolao, a

    Efran Huerta, a Octavio Paz, a Cristina Rivera Garza, a Xavier Velasco. La quiero

    tambin entre Gadamer y Deleuze, entre Sartre y Beckett. No s querer de otra

    manera... Guardo el mejor recuerdo de usted entre mis libros de Henry Miller y

    mis Antologas de poesa vanguardista latinoamericana. Entre novelistas rusos, la

    quiero. Tambin la pienso con todos mis libros de literatura ertica, de poesa

    maldita, la leo en los pequeos poemas en prosa de Baudelaire. Pero tambin la

    leo en las novelas desesperadas de Goethe. No s, no sabra querer, de otra

    manera.

    Incluso entre humoristas la quiero, ya sea leyendo (s leyendo) a Woody Allen,

    a Groucho Marx o a Andr Breton y su famosa Antologa de humor negro, o

    leyendo a Jorge Ibargengoitia o a Kierkeggard con su diario de seductor y yo,

    iluso de m!, le mando cartas para seducirla, tratando de imitar el arte de la

    seduccin que mis novelistas, poetas y filsofos favoritos aplican. La quiero

  • ahora, la querr siempre, mientras me queden ojos para leer y espritu para soar,

    porque la quiero como me ensearon a querer los libros, con esa gracia y, acaso,

    con esa pasin y sabidura...

    LVI

    La noche danza, si existe la noche y si existe la danza, si es que no slo es una

    invencin de mis letras. Una cobarda. Porque yo estoy aqu pudrindome en mis

    huesos, en mi carne, en mi grasa. Porque la noche no es noche para quien no

    puede dormir: es un interminable pasillo de pesadillas. O puede que no exista eso

    tampoco. Tampoco la danza, todo es estpidamente esttico. El mundo est

    estacionado en una hora podrida. Con qu o con quin suea la estatua que

    tiene el crneo de Dios en una mano y el crneo del Diablo en la otra? Se

    desfragmenta la realidad, se evapora el tiempo. Me abrazo a fantasmas y lloro

    como un nio. La realidad es nada. O puede que ni La Nada exista, ni el vaco, ni

    la palabra.

    LVII

    Cierro los ojos y caigo al xtasis del vaco. Una luna cuelga de mi sangre cuando

    la pienso. Pero a veces contemplo el inmenso palacio de la soledad y la falta de

    significados. Al ver ese especio como solar, pienso en la libertad. Slo hay libertad

    en la posibilidad y nunca en el hecho; por eso me gusta este juego en el que soy, y

    no soy, su amante, al mismo tiempo.

    Contemplo el techo, veo el da a travs de mi ventana. Los ejercicios del ocio

    me sanan el espritu. Pienso en usted. Ojal sepa encontrarme, ojal construya un

    camino a mis brazos que tiemblan de miedo y deseo, de nostalgias ocultas y amor

    violento. Cierro los ojos y la veo desnuda, jugando a las cartas, y no s ms

    Ojal estuviera aqu.

  • LVIII

    El tiempo es una cajita de recuerdos. As la vida me hace pensarla an en esta

    lluvia de junio. Acaso le he dicho todo lo que callo y he callado todo lo que he

    dicho? Si su belleza es una flecha que atraviesa mi corazn, acaso no puedo

    cantar catica y contradictoriamente lo que su presencia significa en mi mundo?

    Ante el cosmos estamos arrojados, pero secretamente, guardo el sentimiento de la

    infinitud en mi alma, porque es infinito el amor que siento por usted, rosa

    silvestre.

    Y en fin, yo tambin soy flor pero aplastada vorazmente por este granizo que

    no cesa y, sin embargo, no deja de ser perfecto porque an en medio de la

    tormenta yo la pienso, y sonro.

    LIX

    Perdn si mis ltimas cartas son depresivas. Slo me s pocos chistes y la mayora

    no dan risa. Hay uno que me gusta por la irona: le dan a un tipo un regalo de

    cumpleaos, est curioso de lo que ser y no se fija al cruzar las vas del tren; pasa

    el tren y le corta las piernas, pero no se quiere morir sin saber qu ser su regalo,

    se arrastra hacia l y lo abre: son unos zapatos.

    Como puede leer, mi humor es negro, suele ser cruel pero es el nico que

    ensea cosas. Es como Tales que se cay en un pozo por ir viendo las estrellas. A

    los poetas nos gustan las estrellas porque son bonitas e intiles como la poesa,

    pero los buenos escritores tambin ven lo que hay frente a ellos, sea un tren o un

    pozo, y estrenamos los zapatos mientras vemos las estrellas.

    Hay otro chiste ms bien perverso. Dos monjas secuestradas, el convento no

    paga el rescate, entonces, para que no sea tiempo perdido, los secuestradores las

    violan Una exclama Perdnalos Dios mos, porque no saben lo que hacen! y

    la otra exclama Que perdone al tuyo porque el mo s se mueve sabroso! Hay

    un trasfondo sexual y filosfico, casi en todo; he pensado mucho tiempo que a los

    masoquistas se les hace ms fcil adaptarse a este mundo y sus devaneos Pues

  • no s, son los chistes que se me ocurren, pocas veces hago rer contando chistes.

    A la gente le gusta creer ciegamente en el bien, en la buena fe de las personas

    Yo quisiera ser as, pero para m la vida siempre est inclinada al lado oscuro.

    LX

    Su ausencia se multiplica como una parvada de soles oscuros en el cielo. Agua

    bendita, la llamar, del primer bautizo: cuando le pusieron al mundo mundo y al

    alma alma. Su ausencia es un estilete invisible en el tutano. Le llora mi sangre, si

    la sangre llora. La extraa mi poema, si es que el poema extraa. No s decir,

    cmo nombrar esta multiplicacin de nadas? Cmo nombrar a este fuego que

    congela sin gemidos, ni frases, ni signos, ni onomatopeyas? Mi cadver va por la

    autopista de sueos rotos, los agujeros de los ojos la extraan. Camino por

    callejones ocultos dejando mi ltima carne y mi ltima alma en huellas que

    borrar la nieve de diciembre. Cmo decirle, holograma sagrado, que si me falta

    usted me falta todo? Y si la tuviera, si viniera a habitar este espritu maltrecho y

    descalzo tendra, como dice Blake, el infinito en la palma de la mano.

    LXI

    La busco con palabras rotas, pequeos fragmentos de silabas inconexas que

    deliran en medio del poema. La busco en los pecados de los sueos, en las

    virtudes de la pesadilla, ms all de la conciencia, en la calidez de mis verbos. La

    busco en el jardn secreto de mis deseos, en la luna menguante de mi alma, en la

    voz transparente del destino, en el fuego abrasador de la duda. La busco porque la

    aoro ms all de mi razn, en los brazos de la imaginacin, en el delirio de lo

    posible. La busco en los suspiros embalsamados del tiempo, en la forma de mis

    manos, en el espritu de mis cartas, en la magia del da que no termina de

    amanecer sin su belleza. La busco en los poemas que leo, en la msica que

    escucho, en las pelculas que veo, tratando de resolver acertijos imposibles,

  • multiplicando las dimensiones del espacio. Pero no la encuentro, ya he olvidado

    la forma de buscarla, o simplemente estoy harto de no encontrarla

    LXII

    Amanece a travs de su belleza, las gotas de roco que tiemblan en las hojas

    piensan en usted, la recuerdan con ese aspecto zigzagueante como quien se

    despierta de un largo sueo. Y sin embargo, el tiempo, qu es el tiempo? Eso que

    se evapora en sus manos, frente a sus ojos. Sus manos que son mi patria, y sus

    ojos que son el poema que me acaricia el espritu con su luz natural. Entonces yo

    sera vapor que busca entrar en el laberinto de su cuerpo, en los espejos rotos de

    su alma.

    Amanece dentro de mi sangre como una indmita sensacin; est en las flores

    y en el cielo, es el oxgeno que hace respirable este rincn del mundo; suea con

    el fuego y es un incendio su espritu, una hoguera de corazones abandonados. Yo

    me arrojo a la metfora de su nombre, al iridiscente significado de su perfume.

    Me arrojo, sin temor y sin piedad, a esa constelacin de estrellas deliciosas que va

    desde sus hombros hasta sus caderas y que, lo s, slo es visible para m.

    Amanece su belleza y qu es el espacio? Una alucinacin colectiva que

    desemboca en el tiempo. Todo es vapor y ensueo, una ilusin y una nada.

    Estamos sentados esperando al destino, pero propongo ponerle otras letras, otros

    pasos, otras huellas en la arena, otra memoria para la piedra. Deshabitemos ese

    enmudecimiento de huesos, porque sus palabras son un milln de lunas en mis

    leucocitos, porque du belleza es la causa sui que todo lo re-significa desde que

    est en el mundo... Y yo la vi.

  • LXIII

    Aunque todo sea agua y humedad, yo la evoco como un Herclito enamorado:

    usted es fuego siempre vivo, siempre cambiante, nunca igual. Usted le dio el

    perfecto ritmo a esta vida. Todo est vivo gracias a que usted est viva.

    Qu sentido tendra que las flores existieran si no fueran para adornar, como s

    que adornan, su cabeza? Y su inteligencia, por supuesto, no ha pasado

    desapercibida. No podra quererla si no fuera usted tan inteligente.

    Respndame una vez, una ltima vez, estas cartas. No encuentro otro modo de

    cortejarla, es un abismo el que nos separa y an as, le confieso, amo ese abismo,

    amo esa distancia, pues me hace extender, cuan largos son, mis brazos para

    rodearla. Aunque usted no sienta mi calor, yo estoy ah.

    LXIV

    Dice Berkeley que ser es ser percibido. Puede que escriba por eso, o por hacer

    interminable el desfile de inutilidades que ya azotan la mente humana. Puede que

    me manifieste tan slo para que se note cuando ya no lo haga ms, aunque si es

    tan distrada como yo notar que me fui hasta que est de regreso. No ser yo

    quien exalte las propiedades de la poesa, pero tampoco quien las menosprecie. El

    poeta es tan importante como el cientfico, el ingeniero o el presidente, es decir,

    innecesario, sobrevalorado, contingente, inservible. Pero escribo porque lo dems

    me aburre o me asquea, no tengo otro modo de mostrarte los espejos rotos de mi

    alma Y se los quiero mostrar porque no conozco otra manera de amar,

    compartir heridas y, sin embargo, seguir peleando Ojal que juntos contra el

    mundo.

  • LXV

    Las miradas como un juego detrs del juego, o fuego, laberinto, hoguera. Las

    miradas como ensoaciones de monstruos lnguidos gruendo en la sangre ms

    opaca del destino. Miradas rojas, verdes, azules, negras, amarillas, magenta,

    prpuras. Miradas como revlveres recorriendo la piel suave de los muslos

    inocentes. Miradas de sur a norte, de sudeste a oeste y otra vez al norte, prdidas,

    arrojadas, vanas, enamoradas. Miradas sin patria, bajo un puente, incendiando su

    alma para calentarse en el fro invierno. Miradas como un pozo de signos

    paradigmticos, un poemario de relojes rotos. Miradas que son silencio. Miradas

    que son llamada. Miradas que son una rosa silvestre. Miradas que son un campo

    abierto a la creacin de realidades alternativas. Las miradas como escribiendo el

    da en que sus labios y mis labios se crucifiquen en el sadismo del beso.

    LXVI

    Su ausencia se multiplica en los espejos rotos de mi vida. Cada imagen suya me

    llama y me repele. Digo alma, qu anomala es el alma! Digo amor qu

    estupidez es el amor! Pero estoy aqu mirando los rosales de mi casa, amndola

    con mis anomalas y mi estupidez, con mis extravagancias y mi locura, abismado

    en la contemplacin de la muerte de las flores, como mueren mis poemas y mis

    cartas, arrojados a la glida soledad, sin labios clidos que reclamen su

    inspiracin

    LXVII

    Djeme amarla desde todos los ngulos, desde todos los infinitos, desde todos los

    sueos; amarla con perversin y ternura, con espritu y semen, con alma y sangre,

    en este ritual del tiempo, de la luz. Djeme acampar en su voz, injertarme en sus

    deseos hasta hacer florecer bellezas nuevas entre sus piernas, a un lado de sus

    abismos.

  • Djeme amarla a todas horas, en todos los lugares, epistemolgicamente,

    fenomenolgicamente, nihilistamente, surrealistamente, salvajemente,

    dulcemente, contradictoriamente, locamente. Djeme erizarle la piel, a horas

    prohibidas, en todos los laberintos del universo, en todos los precipicios de la

    razn.

    Djeme amarla, aunque usted no me ame. Djeme tocarla y hacer de su cuerpo

    mi mejor poema, y hacer de su alma mi mejor cancin Danzar el comps de

    sus sueos cuando renacemos en el roco de la maana.

    LXVIII

    Apreciemos, amada ma, el otro lado del amor. Pues son necias las personas que

    slo pueden entender el amor como posesin. El amor es inmortal en el no

    encuentro. Acaso no se da el caso de que un joven mira a una joven y, tan slo

    con verla, se da cuenta de que la ama y, sin embargo, no le dirige la palabra y se va

    de paso? Y pocas personas valoran ese amor como un acontecimiento nico,

    sabio y hermoso. Pocas canciones y pocos escritores hablan de ello.

    Otros estpidos dicen que el que no acta es cobarde; no tienen conocimiento,

    por supuesto, de la sabidura oriental segn la cual el no hacer es mejor que el

    hacer.

    Usted me dir, entonces por qu me escribe?, y yo le contestar que porque

    mi escritura, pese a todo, se parece a un silencio sublime. O eso quiero que

    parezca.

    El joven hipottico que le digo, puede que encuentre otra persona y se case y

    tenga hijos, pero siempre guardar en su corazn, como un secreto, aquel

    hermoso amor no realizado, amor puro, sincero, honesto, pleno de vaco, como el

    Nirvana o el Satori. Ms que un acto de cobarda es un acto de supremo valor,

    pues qu mayor muestra de amor hacia la persona amada que no importunarla

    con nuestra presencia?

  • LXIX

    Mi corazn son como un insecto pequeito aplastado por un pie gigante. Como

    cuando el nio perverso aplasta al grillo: cascarn roto, tripas, vsceras, sangre; un

    charco imperceptible, un crimen perfecto, sin huellas ni restos porque se limpia el

    zapato en el tapete y ya est. As mi corazn son y supe que, por medio de un

    sonido, las cosas se volvan reales. Antes del dolor no saba que tena un alma,

    antes de su ausencia no saba que haba sido feliz con usted. Tenemos que perder

    algo para valorarlo, dicen, pero yo nunca dej de amarla, en las buenas, en las

    malas y en las peores; sin embargo un mar de mierda azotaba constantemente la

    torre gigante que quisimos construir con nuestro amor, en nuestra arrogancia

    nos cremos faro y no nufragos, nos creamos analistas de riesgos y no

    accidentados. El amor siempre es un accidente y un mal entendido. Curarnos y

    aclarar las cosas nunca ha sido la respuesta.

    LXX

    Amor de perro enloquecido en la sangre. Amor construyendo con los huesos su

    imagen. Amor que la ama con todo el amor. Amor de universo derretido en cada

    palabra. Amor prohibido al que todo le est permitido. Amor de madera tallada,

    de cobre forjado, de bronce bajo el sol ardiente. Amor que se madura con la

    locura y el anhelo. Amor de noche penetrante al fiero cuchillo del guerrero. Amor

    que ama con severidad y disciplina su belleza. Amor de Troya gimiendo brasas

    por una mujer. Amor que llora en las esquinas al amparo de una farola borracha.

    Amor de yerba creciendo en la oscura poesa del bosque. Amor de hojas secas

    otoales quebradas en los pasos del invierno. Amor entorpecido e imperfecto,

    amor que no sabe ser amor. Amor que es tormenta sobre la ciudad sagrada.

    Amor enfermero. Amor que desea lamerte las llagas y curar su alma. Amor

    suicida con un cuchillo de aire. Amor que solloza versos por calles tristes. Amor

    que le alla a la luna poemas de amor.

  • Lo primero y lo ltimo

    Yo quiero a una mujer como usted, que me haga temblar al mismo tiempo de

    miedo y devocin, que me haga injertar versos en el muro de los lamentos, que

    me desborde el alma por los dedos, por la piel. Una mujer duea de s misma,

    entregada al dulce suspiro de su inteligencia, desnuda de prejuicios estpidos,

    abrazada a estos huesos que no dejan de soarla. Yo quiero a una mujer como

    usted, no para casarme o jurar estar siempre a su lado, sino para amarla ahora, en

    un ahora que se presume infinito, en la orga del tiempo, el espacio y el amor.

    Una mujer que no pide permiso para entregarse, que ejerce su libertad en los

    linderos del paraso, que alucina novelas de romance nunca escritas, adherida al

    impulso de estas manos que no dejan de adorarla Yo quiero, se lo confieso, a

    una mujer como usted, tan bonita como usted, tan inteligente como usted, tan

    hermosa y dulce, tan perversa y santa, que se quite la ropa como se la quita usted,

    que se ponga el alma como se la pone usted. Una mujer para amarla con todas las

    estrellas, las lunas, los soles, los poemas, las pelculas, los libros, los sueos, una

    mujer como usted para amarla con todo lo que conozco y desconozco, con todo

    lo que quiero conocer a su lado.

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    a nombre de

    Getzeman Gonzlez Castro.

    Octubre del 2014.