Seguridad afectiva y autonomía

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ESCUELA DE PADRES “Ser padres; Aprendiendo Día a Día” EAT Alcobendas- San Sebastián de los Reyes

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ESCUELA DE PADRES“Ser padres; Aprendiendo Día a Día”

EAT Alcobendas- San Sebastián de los Reyes

GARANTÍAS DE UN DESARROLLO SANO: LA SEGURIDAD AFECTIVA Y EL DESARROLLO DE LA

AUTONOMÍA.

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Son muchas las variables que inciden en un buen desarrollo de los niños y las niñas. De todos es conocido que si gozan de personas que les quieran, y además, los contextos en los que se desenvuelven son seguros, estimulantes y alegres -es decir facilitan el desarrollo de la autonomía-, tienen asegurada una evolución saludable.

El cómo se combinen estos dos factores –seguridad afectiva y desarrollo de la autonomía- incide de manera significativa en el estilo educativo, y en los rasgos generales de la evolución de los niños. Hay estudios que han mostrado estas relaciones, pudiéndose predecir aspectos globales de la evolución de niños/as según sea el estilo y la calidad –o carencia- de las relaciones padres hijos en torno a estas dos variables.

La seguridad afectiva

Quisiéramos detenernos en primer lugar en el factor más nuclear del desarrollo: la seguridad afectiva.

Diferentes observaciones y estudios han llegado a la conclusión de que sin afecto la evolución queda muy condicionada, bien sea mermando el desarrollo, al retrasarse la aparición de la sonrisa, el habla, el gateo, el caminar...; o evolucionando de una manera insana: los niños que no se sienten queridos tienen menos defensas para las enfermedades, un pobre concepto de sí mismos y con frecuencia se autoagreden de diferentes formas, manifestando conductas poco ajustadas.

Por el contrario los niños y las niñas que reciben cariño y se sienten muy especiales para algunas personas (padres,...) logran buen desarrollo en las diferentes áreas y se manifiestan alegres y activos en los ámbitos donde se desenvuelven.

Se podría pensar que la gran mayoría de las personas tuvieran cubierta las necesidades de afecto porque son muy pocos los niños que no tienen padres o familiares que les quieran. Y por lo tanto, estarían en buenas condiciones

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para desarrollar la autonomía. Sin embargo, no siempre el cariño de los padres (o de quienes hagan esa función) llega a los niños de forma adecuada.

Estamos haciendo referencia a que es sano el cariño que damos a nuestros hijos cuando:

- dejamos vivir y no asfixiamos,- protegemos pero dejamos autonomía,- somos sensibles a las necesidades del niño y no sólo

“a que no llore”,- estimulamos pero no presionamos,- acompañamos pero no exigimos,- damos estabilidad y no nos dejamos llevar por el

estado de ánimo,- nos pasamos buenos ratos con los hijos- les dedicamos tiempo jugando, hablando, viendo

juntos alguna película, riéndonos,…- cubrimos sus necesidades pero facilitamos que ellos

aprendan a satisfacerlas...En ocasiones, sin embargo, puede utilizarse el

cariño como pretexto para:- chantajear a los niños- cubrir las necesidades de adulto más que las de los

niños, - proyectar los propios miedos, socavando la

autonomía de los hijos,- descargar en los niños una serie de frustraciones,

cuando no una utilización de ellos, para mostrar los desencuentros entre los padres,...

- tener dominio sobre alguien- ….

Y a veces, lo que ocurre es que no entendemos las reacciones de los hijos porque tampoco nos paramos a identificar las razones de nuestras propias conductas y respuestas.

El desarrollo de la Autonomía

Cuando hablamos de autonomía estamos haciendo referencia por un lado, al desarrollo de las capacidades para desenvolverse por uno mismo; y por otro, a ir adquiriendo una madurez afectiva y moral que permita

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actuar con independencia y acorde con la ética personal que cada uno va construyendo.

Es decir, es un proceso largo y complejo que se da a lo largo de la vida y está íntimamente ligado a la seguridad afectiva que se vaya logrando.

Se entiende bien la interacción entre seguridad y autonomía, si observamos que cuando nos sentimos queridos tendemos a fiarnos de las personas que nos quieren y nos estimulan, … y damos los pasos que nos piden para agradarles, para jugar con ellas, para ser como ellas,…

Posteriormente, se irán dejando estas dependencias emocionales y se empezará a hacer las cosas por decisión propia; pero uno de los estímulos más potentes para aceptar el reto de crecer a pesar de las frustraciones que conlleva el proceso de socialización (normas, límites,...) es esa relación afectiva que se tiene con los padres.

Y es esta relación especial que se construye entre padres e hijos la que condiciona, al menos en los primeros años, el modo de situarse el niño en la realidad y su reacción ante los diferentes retos que le plantea el contexto social en el que vive. Las respuestas de los padres a las necesidades de los niños, las iniciativas que toman para estimularle, el modo de abordar los conflictos, de expresar ternura, de jugar y de pasarlo bien... irán conformando las conductas de los niños.

Se puede señalar que dar seguridad afectiva a los hijos, estimulando su comportamiento autónomo supone:

- Reflexionar sobre nuestras acciones y actitudes educativas, permitiéndonos matizar lo que entendemos por “querer a nuestros hijos” y “ facilitarles ser autónomos”,

- Aprender a conocer y satisfacer las propias necesidades buscando un modo adecuado de cubrirlas, evitando “utilizar” a los niños.

- Entregarse a los hijos, pasando buenos ratos con ellos a través del juego, la expresión de cariño, la dedicación de algún tiempo a descubrir el mundo, a escuchar sus preocupaciones, a leer cuentos, a bailar, cantar, reír juntos,...

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- Diferenciar el cariño que permite o prohíbe todo, del que se rige por pautas, que excepcionalmente pueden eludirse, pero que requiere mantener firmes, aunque esos límites provoquen frustración a los niños.

- Encarar los conflictos como algo natural en cualquier proceso de crecimiento, no como un drama. Mantenerse pacientes y serenos en los momentos de crisis es algo que podemos aprender.

- Proteger a los hijos, servirles de contención, valorar sus logros, y, sobre todo CONFIAR en ellos, en su evolución Y también en nosotros.

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