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    ESCRITOS COMPLETOS

    DE ASIS

    SANTA CLARA

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    Escritos de Santa Clara de Ass

    ESCRITOS COMPLETOS DE SANTA CLARA DE ASS

    ndice:

    Benedicin [BenCla]Carta I a Santa Ins de Praga [CtaCla1]Carta II a Santa Ins de Praga [CtaCla2]Carta III a Santa Ins de Praga [CtaCla3]Carta IV a Santa Ins de Praga [CtaCla4]Carta a Ermentrudis [CtaCla5]Regla [RCl]Testamento [TestCl]

    BENDICIN [BenCla]

    1En el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo.2El Seor os bendiga y os guarde. 3Os muestre su faz y tenga misericordia devosotras. 4Vuelva su rostro a vosotras y os d la paz (cf. Nm 6,24-26), a vosotras,hermanas e hijas mas, 5y a todas las otras que han de venir y permanecer en vuestracomunidad, y a todas las dems, tanto presentes como futuras, que perseveren hastael fin en todos los otros monasterios de Damas Pobres.6Yo, Clara, sierva de Cristo, plantita de nuestro muy bienaventurado padre sanFrancisco, hermana y madre vuestra y de las dems hermanas pobres, aunqueindigna, 7ruego a nuestro Seor Jesucristo, por su misericordia y por la intercesinde su santsima Madre santa Mara, y del bienaventurado Miguel arcngel y de todos

    los santos ngeles de Dios, de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todoslos santos y santas, 8que el mismo Padre celestial os d y os confirme sta susantsima bendicin en el cielo y en la tierra (cf. Gn 27,28): 9en la tierra,multiplicndoos en su gracia y en sus virtudes entre sus siervos y siervas en suIglesia militante; 10y en el cielo, exaltndoos y glorificndoos en la Iglesia triunfanteentre sus santos y santas.11Os bendigo en vida ma y despus de mi muerte, como puedo y ms de lo quepuedo, con todas las bendiciones 12con las que el Padre de las misericordias (cf. 2Cor 1,3) ha bendecido y bendecir a sus hijos e hijas en el cielo (cf. Ef 1,3) y en latierra, 13y con las que el padre y la madre espiritual ha bendecido y bendecir a sushijos e hijas espirituales. Amn.14Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, 15y

    sed siempre solcitas en observar lo que habis prometido al Seor.16El Seor est siempre con vosotras (cf. 2 Cor 13,11), y ojal que vosotras estissiempre con l (cf. Jn 12,26; 1 Tes 4,17). Amn.

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    CARTA I A SANTA INS DE PRAGA [CtaCla1]

    1A la venerable y santsima virgen, doa Ins, hija del excelentsimo e ilustrsimo reyde Bohemia, 2Clara, indigna servidora de Jesucristo y sierva intil (cf. Lc 17,10) delas damas encerradas del monasterio de San Damin, sbdita y sierva suya en todo,

    se le encomienda de manera absoluta con especial reverencia y le desea queobtenga la gloria de la felicidad eterna.3Al llegar a mis odos la honestsima fama de vuestro santo comportamiento religiosoy de vuestra vida, que se ha divulgado egregiamente, no slo hasta m, sino por casitoda la tierra, me alegro muchsimo en el Seor y salto de gozo (cf. Hab 3,18); 4acausa de eso, no slo yo personalmente puedo saltar de gozo, sino todos los quesirven y desean servir a Jesucristo. 5Y el motivo de esto es que, cuando vos hubieraispodido disfrutar ms que nadie de las pompas y honores y dignidades del siglo,desposndoos legtimamente con el nclito Emperador con gloria excelente, comoconvena a vuestra excelencia y a la suya, 6desdeando todas esas cosas, vos habiselegido ms bien, con entereza de nimo y con todo el afecto de vuestro corazn, lasantsima pobreza y la penuria corporal, 7tomando un esposo de ms noble linaje, el

    Seor Jesucristo, que guardar vuestra virginidad siempre inmaculada e ilesa.8Cuando lo amis, sois casta; cuando lo tocis, os volvis ms pura; cuando loaceptis, sois virgen. 9Su poder es ms fuerte, su generosidad ms excelsa, suaspecto ms hermoso, su amor ms suave y toda su gracia ms elegante. 10Ya estisvos estrechamente abrazada a Aquel que ha ornado vuestro pecho con piedraspreciosas y ha colgado de vuestras orejas margaritas inestimables, 11y os ha envueltotoda de perlas brillantes y resplandecientes, y ha puesto sobre vuestra cabeza unacorona de oro marcada con el signo de la santidad (cf. Eclo 45,14).12Por tanto, hermana carsima, o ms bien, seora sumamente venerable, porque soisesposa y madre y hermana de mi Seor Jesucristo (cf. 2 Cor 11,2; Mt 12,50), 13tanesplendorosamente distinguida por el estandarte de la virginidad inviolable y de la

    santsima pobreza, confortaos en el santo servicio comenzado con el deseo ardientedel pobre Crucificado, 14el cual soport la pasin de la cruz por todos nosotros (cf.Heb 12,2), librndonos del poder del prncipe de las tinieblas (cf. Col 1,13), poder alque estbamos encadenados por la transgresin del primer hombre, yreconcilindonos con Dios Padre (cf. 2 Cor 5,18).15Oh bienaventurada pobreza, que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan!16Oh santa pobreza, que a los que la poseen y desean les es prometido por Dios elreino de los cielos (cf. Mt 5,3), y les son ofrecidas, sin duda alguna, hasta la eternagloria y la vida bienaventurada! 17Oh piadosa pobreza, a la que el Seor Jesucristose dign abrazar con preferencia sobre todas las cosas, l, que rega y rige cielo ytierra, que, adems, lo dijo y las cosas fueron hechas (cf. Sal 32,9; 148,5)! 18Pues laszorras, dice l, tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del

    hombre, es decir, Cristo, no tiene donde reclinar la cabeza (cf. Mt 8,20), sino que,inclinada la cabeza, entreg el espritu (cf. Jn 19,30).19Por consiguiente, si tan grande y tan importante Seor, al venir al seno de laVirgen, quiso aparecer en el mundo, despreciado, indigente y pobre (cf. 2 Cor 8,9),20para que los hombres, que eran pauprrimos e indigentes, y que sufran unaindigencia extrema de alimento celestial, se hicieran en l ricos mediante laposesin del reino de los cielos (cf. 2 Cor 8,9), 21saltad de gozo y alegraosmuchsimo (cf. Hab 3,18), colmada de inmenso gozo y alegra espiritual, 22porque,

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    por haber preferido vos el desprecio del siglo a los honores, la pobreza a lasriquezas temporales, y guardar los tesoros en el cielo antes que en la tierra, 23alldonde ni la herrumbre los corroe, ni los come la polilla, ni los ladrones losdesentierran y roban (cf. Mt 6,20), vuestra recompensa es copiossima en los cielos(cf. Mt 5,12), 24y habis merecido dignamente ser llamada hermana, esposa y madredel Hijo del Altsimo Padre (cf. 2 Cor 11,2; Mt 12,50) y de la gloriosa Virgen.25Pues creo firmemente que vos sabais que el Seor no da ni promete el reino delos cielos sino a los pobres (cf. Mt 5,3), porque cuando se ama una cosa temporal,se pierde el fruto de la caridad; 26que no se puede servir a Dios y al dinero, porqueo se ama a uno y se aborrece al otro, o se servir a uno y se despreciar al otro (cf.Mt 6,24); 27y que un hombre vestido no puede luchar con otro desnudo, porque esms pronto derribado al suelo el que tiene de donde ser asido; y que no se puedepermanecer glorioso en el siglo y luego reinar all con Cristo; 28y que antes podrpasar un camello por el ojo de una aguja, que subir un rico al reino de los cielos (cf.Mt 19,24). 29Por eso vos os habis despojado de los vestidos, esto es, de las riquezastemporales, a fin de evitar absolutamente sucumbir en el combate, para que podisentrar en el reino de los cielos por el camino estrecho y la puerta angosta (cf. Mt

    7,13-14).

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    Qu negocio tan grande y loable: dejar las cosas temporales por laseternas, merecer las cosas celestiales por las terrenas, recibir el ciento por uno, yposeer la bienaventurada vida eterna (cf. Mt 19,29).31Por lo cual consider que, en cuanto puedo, deba suplicar a vuestra excelencia ysantidad, con humildes preces, en las entraas de Cristo (cf. Flp 1,8), que os dignisconfortaros en su santo servicio, 32creciendo de lo bueno a lo mejor, de virtudes envirtudes (cf. Sal 83,8), para que Aquel a quien servs con todo el deseo de vuestraalma, se digne daros con profusin los premios deseados.33Os ruego tambin en el Seor, como puedo, que os dignis encomendarnos envuestras santsimas oraciones (cf. Rom 15,30), a m, vuestra servidora, aunque intil(cf. Lc 17,10), y a las dems hermanas, tan afectas a vos, que moran conmigo eneste monasterio, 34para que, con la ayuda de esas oraciones, podamos merecer la

    misericordia de Jesucristo, y merezcamos igualmente gozar junto con vos de lavisin eterna.35Que os vaya bien en el Seor, y orad por m.

    CARTA II A SANTA INS DE PRAGA [CtaCla2]

    1A la hija del Rey de reyes, sierva del Seor de seores (cf. Ap 19,16; 1 Tim 6,15),esposa dignsima de Jesucristo y, por eso, reina nobilsima, seora Ins, 2Clara,sierva intil (cf. Lc 17,10) e indigna de las Damas Pobres, le desea salud y que vivasiempre en suma pobreza.3

    Doy gracias al esplndido dispensador de la gracia, de quien sabemos que procedetoda ddiva ptima y todo don perfecto (cf. Sant 1,17), porque te ha adornado contantos ttulos de virtud y te ha hecho brillar con las insignias de tanta perfeccin,4para que, convertida en diligente imitadora del Padre perfecto (cf. Mt 5,48),merezcas llegar a ser perfecta, a fin de que sus ojos no vean en ti nada imperfecto(cf. Sal 138,16).5sta es la perfeccin por la que el mismo Rey te asociar a s en el tlamo celestial,donde se asienta glorioso en el solio de estrellas, 6porque, menospreciando lasgrandezas de un reino terrenal y estimando poco dignas las ofertas de un

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    matrimonio imperial, 7convertida en mula de la santsima pobreza en espritu degran humildad y de ardentsima caridad, te has adherido a las huellas (cf. 1 Pe 2,21)de Aquel a quien has merecido unirte en matrimonio.8Como he sabido que ests colmada de virtudes, renuncio a ser prolija en laexpresin y no quiero cargarte de palabras superfluas, 9aunque a ti no te parezcasuperfluo nada que pueda proporcionarte algn consuelo. 10Sin embargo, porque

    una sola cosa es necesaria (cf. Lc 10,42), sta sola te suplico y aconsejo por amor deAquel a quien te ofreciste como hostia santa y agradable (cf. Rom 12,1): 11queacordndote de tu propsito, como otra Raquel (cf. Gn 29,16), y viendo siempre tupunto de partida, retengas lo que tienes, hagas lo que haces, y no lo dejes (cf. Cant3,4), 12sino que, con andar apresurado, con paso ligero, sin que tropiecen tus pies,para que tus pasos no recojan siquiera el polvo, 13segura, gozosa y alegre, marchacon prudencia por el camino de la felicidad, 14no creyendo ni consintiendo a nadieque quiera apartarte de este propsito o que te ponga algn obstculo en el camino(cf. Rom 14,13) para que no cumplas tus votos al Altsimo (cf. Sal 49,14) en aquellaperfeccin a la que te ha llamado el Espritu del Seor.15Y en esto, para que recorras con mayor seguridad el camino de los mandamientos

    del Seor (cf. Sal 118,32), sigue el consejo de nuestro venerable padre, nuestrohermano Elas, ministro general; 16antepnlo a los consejos de los dems yconsidralo como ms preciado para ti que cualquier otro don. 17Y si alguien tedijera otra cosa o te sugiriera otra cosa, que impida tu perfeccin o que parezcacontraria a la vocacin divina, aunque debas venerarlo, no quieras, sin embargo,seguir su consejo, 18sino, virgen pobre, abraza a Cristo pobre.19Mralo hecho despreciable por ti y sguelo, hecha t despreciable por l en estemundo. 20Reina nobilsima, mira atentamente, considera, contempla, deseandoimitarlo, a tu Esposo, el ms hermoso de los hijos de los hombres (cf. Sal 44,3), que,por tu salvacin, se ha hecho el ms vil de los hombres, despreciado, golpeado yflagelado de mltiples formas en todo su cuerpo, muriendo en medio de las mismasangustias de la cruz.21

    Si sufres con l, reinars con l; si lloras con l, gozars con l; si mueres con len la cruz de la tribulacin, poseers con l las mansiones celestes en el esplendorde los santos (cf. Rom 8, 17; 2 Tim 2,12.11; 1 Cor 12,26; Sal 109,3), 22y tu nombreser inscrito en el libro de la vida (cf. Flp 4,3; Ap 3,5), y ser glorioso entre loshombres. 23Por lo cual, participars para siempre y por los siglos de los siglos, de lagloria del reino celestial a cambio de las cosas terrenas y transitorias, de los bieneseternos a cambio de los perecederos, y vivirs por los siglos de los siglos.24Que te vaya bien, carsima hermana y seora, por el Seor tu esposo; 25y procuraencomendarnos al Seor en tus devotas oraciones, a m y a mis hermanas, que nosalegramos de los bienes del Seor que l obra en ti por su gracia (cf. 1 Cor 15,10).26Recomindanos tambin, y mucho, a tus hermanas.

    CARTA III A SANTA INS DE PRAGA [CtaCla3]

    1A la hermana Ins, su reverendsima seora en Cristo y la ms digna de ser amadade todos los mortales, hermana del ilustre rey de Bohemia, pero ahora hermana yesposa (cf. Mt 12,50; 2 Cor 11,2) del supremo Rey de los cielos, 2Clara, humildsimae indigna esclava de Cristo y sierva de las Damas Pobres, le desea los gozos de la

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    salvacin en el autor de la salvacin (cf. Heb 2,10) y todo lo mejor que puedadesearse (cf. Flp 4,8-9).3Reboso de alegra por tu buena salud, por tu estado feliz y por los prsperosacontecimientos con los que entiendo que te mantienes firme en la carreraemprendida para obtener el premio celestial (cf. Flp 3,14), 4y respiro saltando detanto gozo en el Seor, por cuanto he sabido y compruebo que t suples

    maravillosamente lo que falta, tanto en m como en mis otras hermanas, en laimitacin de las huellas de Jesucristo pobre y humilde.5Verdaderamente puedo alegrarme, y nadie podra privarme de tanta alegra,6cuando, teniendo ya lo que dese ardientemente bajo el cielo, veo que t, sostenidapor una admirable prerrogativa de la sabidura que procede de la boca del mismoDios, echas por tierra de manera terrible e inopinada las astucias del taimadoenemigo, y la soberbia que arruina la naturaleza humana, y la vanidad que vuelvefatuos los corazones humanos, 7y cuando veo que abrazas estrechamente con lahumildad, con la fuerza de la fe y con los brazos de la pobreza, el incomparabletesoro escondido en el campo del mundo y de los corazones humanos, con el quese compra a Aquel por quien fueron hechas todas las cosas de la nada (cf. Mt 13,44;

    Jn 1,3);

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    y, para usar con propiedad las palabras del mismo Apstol, te considerocolaboradora del mismo Dios y apoyo de los miembros vacilantes de su Cuerpoinefable (cf. 1 Cor 3,9; Rom 16,3).9Quin, por consiguiente, me dir que no goce de tantas alegras admirables?10Algrate, pues, tambin t siempre en el Seor (Flp 4,4), carsima, 11y que no teenvuelva la amargura ni la oscuridad, oh seora amadsima en Cristo, alegra de losngeles y corona de las hermanas (Flp 4,1); 12fija tu mente en el espejo de laeternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria (cf. Heb 1,3), 13fija tu corazn enla figura de la divina sustancia (cf. Heb 1,3), y transfrmate toda entera, por lacontemplacin, en imagen de su divinidad (cf. 2 Cor 3,18), 14para que tambin tsientas lo que sienten los amigos cuando gustan la dulzura escondida (cf. Sal 30,20)que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes lo aman (cf. 1 Cor

    2,9).15

    Y dejando absolutamente de lado a todos aquellos que, en este mundo falaz einestable, seducen a sus ciegos amantes, ama totalmente a Aquel que por tu amor seentreg todo entero (cf. Gl 2,20), 16cuya hermosura admiran el sol y la luna, cuyasrecompensas y su precio y grandeza no tienen lmite (cf. Sal 144,3); 17hablo de aquelHijo del Altsimo a quien la Virgen dio a luz, y despus de cuyo parto permaneciVirgen. 18Adhirete a su Madre dulcsima, que engendr tal Hijo, a quien los cielosno podan contener (cf. 1 Re 8,27; 2 Cr 2,5), 19y ella, sin embargo, lo acogi en elpequeo claustro de su sagrado tero y lo llev en su seno de doncella.20Quin no aborrecer las insidias del enemigo del gnero humano, el cual,mediante el fausto de glorias momentneas y falaces, trata de reducir a la nada loque es mayor que el cielo? 21En efecto, resulta evidente que, por la gracia de Dios, lams digna de las criaturas, el alma del hombre fiel, es mayor que el cielo, 22ya que

    los cielos y las dems criaturas no pueden contener al Creador (cf. 1 Re 8,27; 2 Cr2,5), y sola el alma fiel es su morada y su sede (cf. Jn 14,23), y esto solamente por lacaridad, de la que carecen los impos, 23como dice la Verdad: El que me ama, seramado por mi Padre, y yo lo amar, y vendremos a l, y moraremos en l (Jn14,21.23).24Por consiguiente, as como la gloriosa Virgen de las vrgenes lo llevmaterialmente, 25as tambin t, siguiendo sus huellas (1 Pe 2,21), ante todo las de lahumildad y pobreza, siempre puedes, sin duda alguna, llevarlo espiritualmente en tu

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    cuerpo casto y virginal, 26conteniendo a Aquel que os contiene a ti y a todas lascosas (cf. Sab 1,7; Col 1,17), poseyendo aquello que, incluso en comparacin conlas dems posesiones de este mundo, que son pasajeras, poseers ms fuertemente.27En esto se engaan algunos reyes y reinas del mundo, 28pues aunque su soberbiase eleve hasta el cielo y su cabeza toque las nubes, al fin se reducen, por as decir, abasura (cf. Job 20,6-7).29Y en cuanto a las cosas que me has pedido que te aclare, 30a saber, cules seranlas fiestas que tal vez nuestro gloriossimo padre san Francisco nos aconsej quecelebrramos especialmente con variedad de manjares, como creo que hasta ciertopunto has estimado, me ha parecido que tena que responder a tu caridad. 31Tuprudencia ciertamente se habr enterado de que, exceptuadas las dbiles y lasenfermas, para con las cuales nos aconsej y mand que tuviramos toda ladiscrecin posible respecto a cualquier gnero de alimentos, 32ninguna de nosotrasque est sana y fuerte debera comer sino alimentos cuaresmales slo, tanto los dasferiales como los festivos, ayunando todos los das, 33exceptuados los domingos y elda de la Natividad del Seor, en los cuales deberamos comer dos veces al da. 34Ytambin los jueves, en el tiempo ordinario, segn la voluntad de cada una, es decir,

    que la que no quisiera ayunar, no estara obligada.

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    Sin embargo, las que estamossanas ayunamos todos los das, exceptuados los domingos y el da de Navidad.36Mas en todo el tiempo de Pascua, como dice el escrito del bienaventuradoFrancisco, y en las fiestas de santa Mara y de los santos Apstoles, no estamostampoco obligadas a ayunar, a no ser que estas fiestas caigan en viernes; 37y, comoqueda dicho ms arriba, las que estamos sanas y fuertes comemos siemprealimentos cuaresmales.38Pero como nuestra carne no es de bronce, ni nuestra fortaleza es la de la roca (cf.Job 6,12), 39sino que ms bien somos frgiles y propensas a toda debilidad corporal,40te ruego, carsima, y te pido en el Seor que desistas con sabidura y discrecin deuna cierta austeridad indiscreta e imposible en la abstinencia que, segn he sabido,t te habas propuesto, 41para que, viviendo, alabes al Seor (cf. Is 38,19; Eclo

    17,27), ofrezcas al Seor tu obsequio racional (cf. Rom 12,1) y tu sacrificio estsiempre condimentado con sal (cf. Lev 2,13; Col 4,6).42Que te vaya siempre bien en el Seor, como deseo que me vaya bien a m, yencomindanos en tus santas oraciones tanto a m como a mis hermanas.

    CARTA IV A SANTA INS DE PRAGA [CtaCla4]

    1A quien es la mitad de su alma y relicario de su amor entraable y singular, a lailustre reina, a la esposa del Cordero, el Rey eterno, a doa Ins, su madre carsimae hija suya especial entre todas las dems, 2Clara, indigna servidora de Cristo e

    sierva intil de las siervas de Cristo que moran en el monasterio de San Damin deAss, le desea salud, 3y que cante, con las otras santsimas vrgenes, un cnticonuevo ante el trono de Dios y del Cordero, y que siga al Cordero dondequiera quevaya (cf. Ap 14,3-4).4Oh madre e hija, esposa del Rey de todos los siglos!, aunque no te haya escrito confrecuencia, como tu alma y la ma lo desean y anhelan por igual, no te extraes, 5nicreas de ninguna manera que el incendio de la caridad hacia ti arde menossuavemente en las entraas de tu madre. 6Este ha sido el impedimento: la falta demensajeros y los peligros manifiestos de los caminos. 7Pero ahora, al escribir a tu

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    caridad, me alegro mucho y salto de jbilo contigo en el gozo del Espritu (cf. 1 Tes1,6), oh esposa de Cristo, 8porque t, como la otra virgen santsima, santa Ins,habiendo renunciado a todas las vanidades de este mundo, te has desposadomaravillosamente con el Cordero inmaculado (cf. 1 Pe 1,19), que quita los pecadosdel mundo (cf. Jn 1,29).9Feliz ciertamente aquella a quien se le concede gozar de este banquete sagrado (cf.

    Lc 14,15; Ap 19,9), para que se adhiera con todas las fibras del corazn a Aquel10cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejrcitos celestiales,11cuyo afecto conmueve, cuya contemplacin reconforta, cuya benignidad sacia,12cuya suavidad colma, cuya memoria ilumina suavemente, 13a cuyo perfumerevivirn los muertos, y cuya visin gloriosa har bienaventurados a todos losciudadanos de la Jerusaln celestial: 14puesto que l es el esplendor de la eternagloria (cf. Heb 1,3), el reflejo de la luz eterna y el espejo sin mancha (cf. Sab 7,26).15Mira atentamente a diario este espejo, oh reina, esposa de Jesucristo, y observa sincesar en l tu rostro, 16para que as te adornes toda entera, interior y exteriormente,vestida y envuelta de cosas variadas (cf. Sal 44,10), 17adornada igualmente con lasflores y vestidos de todas las virtudes, como conviene, oh hija y esposa carsima del

    supremo Rey.

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    Ahora bien, en este espejo resplandece la bienaventurada pobreza, lasanta humildad y la inefable caridad, como, con la gracia de Dios, podrscontemplar en todo el espejo.19Considera, digo, el principio de este espejo, la pobreza de Aquel que es puesto enun pesebre y envuelto en paales (cf. Lc 2,12). 20Oh admirable humildad, ohasombrosa pobreza! 21El Rey de los ngeles, el Seor del cielo y de la tierra esacostado en un pesebre. 22Y en medio del espejo, considera la humildad, al menosla bienaventurada pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que soport porla redencin del gnero humano. 23Y al final del mismo espejo, contempla lainefable caridad, por la que quiso padecer en el rbol de la cruz y morir en elmismo del gnero de muerte ms ignominioso de todos.24Por eso, el mismo espejo, puesto en el rbol de la cruz, adverta a los transentes

    lo que se tena que considerar aqu, diciendo:25

    Oh vosotros, todos los que pasis porel camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor!(Lam 1,12); 26respondamos,digo, a una sola voz, con un solo espritu, a quien clama y se lamenta con gemidos:Me acordar en mi memoria, y mi alma se consumir dentro de m! (Lam 3,20).27Ojal, pues, te inflames sin cesar y cada vez ms fuertemente en el ardor de estacaridad, oh reina del Rey celestial!28Adems, contemplando sus indecibles delicias, sus riquezas y honores perpetuos,29y suspirando a causa del deseo y amor extremos de tu corazn, grita: 30Llvame enpos de ti, correremos al olor de tus perfumes(Cant 1,3), oh esposo celestial! 31Correr,y no desfallecer, hasta que me introduzcas en la bodega (cf. Cant 2,4), 32hasta quetu izquierda est debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente (cf. Cant2,6), hasta que me beses con el sculo felicsimo de tu boca (cf. Cant 1,1). 33Puesta

    en esta contemplacin, recuerda a tu pobrecilla madre, 34sabiendo que yo hegrabado indeleblemente tu feliz recuerdo en la tablilla de mi corazn (cf. Prov 3,3; 2Cor 3,3), tenindote por la ms querida de todas.35Qu ms? En cuanto al amor que te profeso, que calle la lengua de la carne, digo,y que hable la lengua del espritu. 36Oh hija bendita!, porque la lengua de la carneno podra en absoluto expresar ms plenamente el amor que te tengo, ha dicho estoque he escrito de manera semiplena. 37Te ruego que lo recibas con benevolencia ydevocin, considerando en estas letras al menos el afecto materno por el que, a

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    diario, ardo de caridad hacia ti y tus hijas, a las cuales encomindanos mucho enCristo a m y a mis hijas. 38Tambin estas mismas hijas mas, y principalmente laprudentsima virgen Ins, nuestra hermana, se encomiendan en el Seor, cuantopueden, a ti y a tus hijas.39Que os vaya bien, carsima hija, a ti y a tus hijas, y hasta el trono de gloria del granDios (cf. Tit 2,13), y orad por nosotras.40Por las presentes recomiendo a tu caridad, en cuanto puedo, a los portadores deesta carta, nuestros carsimos el hermano Amado, querido por Dios y por loshombres (cf. Eclo 45,1), y el hermano Bonagura. Amn.

    CARTA A ERMENTRUDIS [CtaCla5]

    1A Ermentrudis, hermana carsima, Clara de Ass, humilde sierva de Jesucristo, ledesea salud y paz.2He sabido que t, oh hermana carsima, con la ayuda de la gracia de Dios, hashuido felizmente del cieno del mundo; 3por lo cual me alegro y me congratulo

    contigo, y de nuevo me alegro, porque t, con tus hijas, caminas valerosamente porlas sendas de la virtud.4Carsima, s fiel hasta la muerte a Aquel a quien te has prometido, pues serscoronada por l con la corona de la vida (cf. Sant 1,12). 5Breve es aqu nuestrotrabajo, la recompensa, en cambio, eterna; que no te confunda el estrpito delmundo que huye como una sombra (cf. Job 14,2); 6que no te hagan perder el juiciolos vanos fantasmas de este siglo falaz; cierra los odos a los silbidos del infierno y,fuerte, quebranta sus embestidas; 7soporta de buen grado los males adversos, y quelos bienes prsperos no te ensoberbezcan: pues estos piden fe, y aquellos la exigen;8cumple con fidelidad lo que has prometido a Dios, y l te retribuir.9Oh carsima, mira al cielo que nos invita, y toma la cruz y sigue a Cristo (cf. Lc9,23), que nos precede; 10porque, tras diversas y numerosas tribulaciones, por lentraremos en su gloria (cf. Hch 14,21; Lc 24,26). 11Ama con todas tus entraas aDios y a Jess, su Hijo, crucificado por nosotros pecadores, y que su memoria no seaparte nunca de tu mente; 12procura meditar continuamente los misterios de la cruzy los dolores de la madre que est de pie junto a la cruz (cf. Jn 19,25). 13Ora y velasiempre (cf. Mt 26,41). 14Y la obra que has comenzado bien, llvala a cabo conempeo, y cumple el ministerio que has asumido en santa pobreza y en humildadsincera (cf. 2 Tim 4,5.7).15No temas, hija, Dios, que es fiel en todas sus palabras, y santo en todas sus obras(cf. Sal 144,13), derramar su bendicin sobre ti y sobre tus hijas; 16y l ser vuestroauxilio y vuestro mayor consuelo; l es nuestro redentor y la recompensa eterna.17Oremos a Dios la una por la otra (cf. Sant 5,16), pues as, llevando cada una la

    carga de la caridad de la otra, cumpliremos con facilidad la ley de Cristo (cf. Gl6,2). Amn.

    REGLA [RCl][Bula del Papa Inocencio IV

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    Inocencio obispo, siervo de los siervos de Dios, a las amadas hijas en Cristo, Clara,abadesa, y las otras hermanas del monasterio de San Damin de Ass, salud ybendicin apostlica.La Sede Apostlica suele acceder a los piadosos deseos y satisfacer conbenevolencia las honestas peticiones de quienes elevan a ella sus preces. Ahorabien, por vuestra parte se nos ha suplicado humildemente que confirmramos con

    autoridad apostlica la forma de vida que os dio el bienaventurado Francisco y quevosotras aceptasteis espontneamente, segn la cual debis vivir comunitariamenteen unidad de espritus y con el voto de altsima pobreza (cf. 2 Cor 8,2), forma quenuestro venerable hermano el obispo de Ostia y de Velletri tuvo a bien aprobar,como consta ms ampliamente en la carta redactada con tal motivo por el mismoobispo. As pues, accediendo a los ruegos de vuestra devocin, teniendo porratificado y grato cuanto ha hecho a este respecto el mismo obispo, lo confirmamoscon autoridad apostlica y lo corroboramos con la proteccin del presente escrito,haciendo insertar en l, palabra por palabra, el tenor de la misma carta, que es elsiguiente:Rainaldo, por la misericordia divina obispo de Ostia y de Velletri, a su amadsima

    madre e hija en Cristo madonna Clara, abadesa de San Damin de Ass, y a sushermanas, tanto presentes como futuras, salud y bendicin paterna.Ya que vosotras, amadas hijas en Cristo, habis despreciado las pompas y deliciasdel mundo, y, siguiendo las huellas del mismo Cristo y de su santsima Madre (cf. 1Pe 2,21), habis elegido vivir encerradas en cuanto al cuerpo y servir al Seor ensuma pobreza para poder dedicaros a l con el espritu libre, Nos, encomiando en elSeor vuestro santo propsito, queremos de buen grado y con afecto paternosatisfacer benvolamente vuestros votos y santos deseos.Por lo cual, accediendo a vuestros piadosos ruegos, confirmamos a perpetuidad, conla autoridad del seor Papa y la nuestra, para todas vosotras y para las que ossucedan en vuestro monasterio, y corroboramos con la proteccin del presenteescrito la forma de vida y el modo de santa unidad y de altsima pobreza (cf. 2 Cor

    8,2), que vuestro bienaventurado padre san Francisco os dio de palabra y por escritopara que la observarais, anotada en las presentes letras. Es la siguiente:]

    [CAPTULO I][En el nombre del Seor! Comienza la forma de vida de las HermanasPobres]

    1La forma de vida de la Orden de las Hermanas Pobres, forma que elbienaventurado Francisco instituy, es sta: 2guardar el santo Evangelio de nuestroSeor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad. 3Clara, indignasierva de Cristo y plantita del muy bienaventurado padre Francisco, prometeobediencia y reverencia al seor papa Inocencio y a sus sucesores cannicamenteelegidos y a la Iglesia Romana. 4Y as como al principio de su conversin, junto consus hermanas, prometi obediencia al bienaventurado Francisco, as prometeguardar inviolablemente esa misma obediencia a sus sucesores. 5Y las otrashermanas estn obligadas a obedecer siempre a los sucesores del bienaventuradoFrancisco y a la hermana Clara y a las dems abadesas cannicamente elegidas quela sucedan.

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    [CAPTULO II][De aquellas que quieren tomar esta vida, y cmo deben ser recibidas]

    1Si alguna por inspiracin divina viniera a nosotras queriendo tomar esta vida, laabadesa est obligada a pedir el consentimiento de todas las hermanas; 2y si la

    mayor parte da su consentimiento, obtenida la licencia del seor cardenal protectornuestro, podr recibirla. 3Y si ve que debe ser recibida, examnela diligentemente ohaga que sea examinada de la fe catlica y de los sacramentos de la Iglesia. 4Y sicree todo esto y quiere confesarlo fielmente y guardarlo firmemente hasta el fin, 5yno tiene marido o, si lo tiene, tambin l ha entrado ya en religin con laautorizacin del obispo diocesano, y ha emitido ya el voto de continencia; 6y si, enfin, la edad avanzada o alguna enfermedad o debilidad mental no le impide laobservancia de esta vida, 7expngasele diligentemente el tenor de nuestra vida.8Y si fuera idnea, dgasele la palabra del santo Evangelio, que vaya y venda todassus cosas y se aplique con empeo a distribuirlas a los pobres (cf. Mt 19,21, yparalelos). 9Si esto no pudiera hacerlo, le basta la buena voluntad. 10Y gurdense la

    abadesa y sus hermanas de preocuparse de sus cosas temporales, para quelibremente haga ella de sus cosas lo que el Seor le inspire. 11Con todo, si buscaconsejo, envenla a algunos discretos y temerosos de Dios, con cuyo consejo susbienes se distribuyan a los pobres. 12Despus, cortados los cabellos en redondo ydepuesto el vestido seglar, concdale la abadesa tres tnicas y el manto. 13Enadelante no le sea permitido salir fuera del monasterio sin causa til, razonable,manifiesta y digna de aprobacin. 14Y finalizado el ao de la probacin, sea recibidaa la obediencia, prometiendo guardar perpetuamente la vida y la forma de nuestrapobreza.15No se conceda el velo a ninguna durante el tiempo de probacin. 16Las hermanaspodrn tener tambin manteletas para comodidad y decoro del servicio y deltrabajo. 17Y la abadesa provalas de ropas con discrecin, segn las condiciones de

    las personas y los lugares y tiempos y fras regiones, como vea que conviene a lanecesidad. 18A las jovencitas recibidas en el monasterio antes de la edad legal,crtenles los cabellos en redondo; 19y, depuesto el vestido seglar, vstanse de paoreligioso, como le parezca a la abadesa. 20Mas cuando lleguen a la edad legal,vestidas de la misma forma que las otras, hagan su profesin. 21Y tanto a stas comoa las dems novicias, la abadesa provalas con solicitud de una maestra escogida deentre las ms discretas de todo el monasterio, 22la cual las forme diligentemente en elsanto comportamiento y en las buenas costumbres segn la forma de nuestraprofesin.23En el examen y admisin de las hermanas que prestan servicio fuera delmonasterio, gurdese la forma antes dicha; stas podrn llevar calzado. 24Queninguna resida con nosotras en el monasterio si no ha sido recibida segn la formade nuestra profesin. 25Y por amor del santsimo y amadsimo Nio envuelto enpobrecillos paales, acostado en un pesebre (cf. Lc 2,7.12), y de su santsima Madre,amonesto, ruego y exhorto a mis hermanas que se vistan siempre de ropas viles.

    [CAPTULO III][Del oficio divino y del ayuno, de la confesin y comunin]

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    1Las hermanas que saben leer recen el oficio divino segn la costumbre de losHermanos Menores, por lo que podrn tener breviarios, leyendo sin canto. 2Y aaquellas que por causa razonable no puedan alguna vez decir sus horas leyendo, lesestar permitido como a las dems hermanas decir los Padrenuestros. 3Mas aquellasque no saben leer, digan veinticuatro Padrenuestrospor maitines; por laudes, cinco;4por prima, tercia, sexta y nona, por cada una de estas horas, siete; por vsperas,

    doce; por completas, siete. 5Digan tambin por los difuntos, en vsperas, sietePadrenuestroscon el Requiem aeternam, y en maitines, doce, 6cuando las hermanasque saben leer estn obligadas a rezar el oficio de difuntos. 7Y cuando muera(emigre) una hermana de nuestro monasterio, digan cincuentaPadrenuestros.8Las hermanas ayunen en todo tiempo. 9Pero en la Natividad del Seor, cualquieraque sea el da en que caiga, podrn tomar dos refacciones. 10Las jovencitas, lasdbiles y las que prestan servicio fuera del monasterio, sean dispensadas, conmisericordia, como le parezca a la abadesa. 11Pero en tiempo de manifiestanecesidad no estn obligadas las hermanas al ayuno corporal.12Confisense al menos doce veces al ao con permiso de la abadesa. 13Y debenguardarse de introducir entonces ms palabras que las que conciernen a la

    confesin y a la salud de las almas.

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    Comulguen siete veces, a saber: la Natividaddel Seor, el Jueves Santo, la Resurreccin del Seor, Pentecosts, la Asuncin de labienaventurada Virgen, la fiesta de san Francisco y la fiesta de Todos los Santos.15Para dar la comunin a las hermanas sanas o enfermas, le estar permitido alcapelln celebrar dentro.

    [CAPTULO IV][De la eleccin y oficio de la abadesa, del captulo, de las oficialas y de lasdiscretas]

    1En la eleccin de la abadesa estn las hermanas obligadas a guardar la forma

    cannica.2

    Y procuren ellas mismas con presteza tener al ministro general oprovincial de la Orden de los Hermanos Menores, 3el cual, mediante la palabra deDios, las disponga a la perfecta concordia y a la comn utilidad en la eleccin quehan de hacer. 4Y no se elija a ninguna que no sea profesa. 5Y si fuera elegida o dadade otro modo una no profesa, no se le obedezca, si antes no profesa la forma denuestra pobreza. 6En falleciendo la cual, hgase la eleccin de otra abadesa. 7Y si enalgn tiempo apareciera a la generalidad de las hermanas que la abadesa no essuficiente para el servicio y utilidad comn de las mismas, 8estn obligadas lasdichas hermanas, segn la forma antes mencionada, a elegirse, cuanto antes puedan,otra para abadesa y madre.9Y la elegida considere qu carga ha tomado sobre s y a quin tiene que dar cuentade la grey que se le ha encomendado (cf. Mt 12,36; Heb 13,17). 10Esfurcese tambinen presidir a las otras ms por las virtudes y las santas costumbres que por el oficio,para que las hermanas, estimuladas por su ejemplo, la obedezcan ms por amor quepor temor. 11No tenga amistades particulares, no sea que, al preferir a una parte delas hermanas, cause escndalo en todas. 12Consuele a las afligidas. Sea tambin elltimo refugio de las atribuladas (cf. Sal 31,7), no sea que, si faltaran en ella losremedios saludables, prevalezca en las dbiles la enfermedad de la desesperacin.13Guarde la vida comn en todo, pero especialmente en la iglesia, el dormitorio, el

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    refectorio, la enfermera y en los vestidos. 14Lo que tambin su vicaria est obligadaa guardar de manera semejante.15La abadesa est obligada a convocar a sus hermanas a captulo por lo menos unavez a la semana, 16en el que tanto ella como las hermanas debern confesarhumildemente las ofensas y negligencias comunes y pblicas. 17Y las cosas que sehan de tratar para utilidad y decoro del monasterio, hblelas all mismo con todas

    sus hermanas; 18pues muchas veces el Seor revela a la menor qu es lo mejor. 19Nose contraiga ninguna deuda grave, sino con el consentimiento comn de lashermanas y por una necesidad manifiesta, y esto mediante procurador. 20Y gurdesela abadesa y sus hermanas de recibir depsito alguno en el monasterio, 21pues deah surgen muchas veces turbaciones y escndalos.22Para conservar la unidad del amor mutuo y de la paz, todas las oficialas delmonasterio sean elegidas con el consentimiento comn de todas las hermanas. 23Ydel mismo modo sean elegidas por lo menos ocho hermanas de entre las msdiscretas, de cuyo consejo deber siempre servirse la abadesa en las cosas querequiere la forma de nuestra vida. 24Tambin podrn las hermanas y debern, si lespareciera til y conveniente, remover alguna vez a las oficialas y a las discretas y

    elegir a otras en su lugar.

    [CAPTULO V][Del silencio, del locutorio y de la reja]

    1Desde la hora de completas hasta la de tercia, las hermanas guarden silencio,exceptuadas las que prestan servicio fuera del monasterio. 2Guarden tambinsilencio continuo en la iglesia, en el dormitorio, y en el refectorio slo mientrascomen; 3se excepta la enfermera en la que, para recreo y servicio de las enfermas,siempre les estar permitido a las hermanas hablar con discrecin. 4Podrn, sinembargo, siempre y en todas partes, insinuar brevemente y en voz baja lo que fuera

    necesario.5No sea lcito a las hermanas hablar en el locutorio o en la reja sin permiso de laabadesa o de su vicaria. 6Y las que tienen permiso, no se atrevan a hablar en ellocutorio si no estn presentes y las escuchan dos hermanas. 7En cuanto a la reja, nose permitan ir all si no estn presentes al menos tres hermanas designadas por laabadesa o su vicaria de entre las ocho discretas que son elegidas por todas lashermanas para el consejo de la abadesa. 8La abadesa y su vicaria estn obligadas aguardar ellas mismas estas normas sobre el hablar. 9Y lo dicho, en la reja que sucedararsimamente. Y en la puerta, de ningn modo.10A dicha reja pngasele por el interior un pao, que no se remueva sino cuando seexponga la palabra de Dios o alguna hermana hable con alguien. 11Tenga tambinuna puerta de madera muy bien asegurada con dos cerraduras de hierro diferentes,con batientes y cerrojos, 12para que se cierre, mxime de noche, con dos llaves, unade las cuales la tendr la abadesa, y la otra la sacristana; 13y permanezca siemprecerrada, a no ser cuando se oye el oficio divino, y por las causas antesmencionadas.14Antes de la salida del sol o despus de la puesta del sol, ninguna deber enabsoluto hablar con nadie en la reja. 15Y en el locutorio, mantngase siempre pordentro un pao, que no se remueva. 16Durante la cuaresma de san Martn y lacuaresma mayor, que ninguna hable en el locutorio, 17sino al sacerdote por causa de

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    la confesin o de otra necesidad manifiesta, lo que se reservar a la prudencia de laabadesa o de su vicaria.

    [CAPTULO VI][Que no se han de tener posesiones]

    1Despus que el altsimo Padre celestial se dign iluminar con su gracia mi coraznpara que, siguiendo el ejemplo y la enseanza de nuestro muy bienaventuradopadre san Francisco, yo hiciera penitencia, poco despus de su conversin, juntocon mis hermanas le promet voluntariamente obediencia.2Y el bienaventurado Padre, considerando que no tenamos miedo a ningunapobreza, trabajo, tribulacin, menosprecio y desprecio del siglo, antes al contrario,que los tenamos por grandes delicias, movido a piedad, escribi para nosotras unaforma de vida en estos trminos: 3Ya que por divina inspiracin os habis hechohijas y siervas del altsimo y sumo Rey, el Padre celestial, y os habis desposado conel Espritu Santo, eligiendo vivir segn la perfeccin del santo Evangelio, 4quiero yprometo tener siempre, por m mismo y por mis hermanos, un cuidado amoroso y

    una solicitud especial de vosotras como de ellos.

    5

    Lo que cumpli diligentementemientras vivi, y quiso que fuera siempre cumplido por los hermanos.6Y para que jams nos apartsemos de la santsima pobreza que habamos abrazado,ni tampoco lo hicieran las que tenan que venir despus de nosotras, poco antes desu muerte de nuevo nos escribi su ltima voluntad diciendo: 7Yo, el hermanoFrancisco, pequeuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altsimo Seor nuestroJesucristo y de su santsima Madre, y perseverar en ella hasta el fin; 8y os ruego, misseoras, y os doy el consejo de que siempre vivis en esta santsima vida y pobreza.9Y protegeos mucho, para que de ninguna manera os apartis jams de ella por laenseanza o consejo de alguien.10Y as como yo siempre he sido solcita, junto con mis hermanas, en guardar lasanta pobreza que hemos prometido al Seor Dios y al bienaventurado Francisco,11

    as tambin las abadesas que me sucedan en el oficio y todas las hermanas estnobligadas a observarla inviolablemente hasta el fin: 12a saber, no recibiendo oteniendo posesin o propiedad por s mismas ni por interpuesta persona, 13nitampoco nada que pueda razonablemente llamarse propiedad, 14a no ser aquel tantode tierra que necesariamente se requiere para el decoro y el aislamiento delmonasterio; 15y esa tierra no se cultive sino como huerto para las necesidades de lasmismas hermanas.

    [CAPTULO VII][Del modo de trabajar]

    1Las hermanas a quienes el Seor ha dado la gracia de trabajar, despus de la horade tercia trabajen fiel y devotamente, y en trabajo que conviene al decoro y a lautilidad comn, 2de tal suerte que, desechando la ociosidad, enemiga del alma, noapaguen el espritu de la santa oracin y devocin, al cual las dems cosastemporales deben servir. 3Y lo que producen con sus manos, la abadesa o su vicariaest obligada a asignarlo en el captulo ante todas. 4Hgase lo mismo si haypersonas que envan alguna limosna para las necesidades de las hermanas, a fin deque se haga memoria de ellas en comn. 5Y todas estas cosas sean distribuidas parautilidad comn por la abadesa o su vicaria con el consejo de las discretas.

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    [CAPTULO VIII][Que nada se apropien las hermanas, y del procurarse limosnas y de lashermanas enfermas]

    1Las hermanas nada se apropien, ni casa, ni lugar, ni cosa alguna. 2Y comoperegrinas y forasteras (cf. 1 Pe 2,11) en este siglo, sirviendo al Seor en pobreza yhumildad, enven por limosna confiadamente, 3y no deben avergonzarse, porque elSeor se hizo pobre por nosotras en este mundo (cf. 2 Cor 8,9). 4Esta es aquellaeminencia de la altsima pobreza, que a vosotras, carsimas hermanas mas, os haconstituido herederas y reinas del reino de los cielos, os ha hecho pobres de cosas,os ha sublimado en virtudes (cf. Sant 2,5). 5Esta sea vuestra porcin, que conduce ala tierra de los vivientes (cf. Sal 141,6). 6Adhirindoos totalmente a ella, amadsimashermanas, por el nombre de nuestro Seor Jesucristo y de su santsima Madre,ninguna otra cosa jams queris tener debajo del cielo.7A ninguna hermana le est permitido enviar cartas ni recibir algo o darlo fuera del

    monasterio sin permiso de la abadesa.

    8

    Tampoco le est permitido tener cosa algunaque la abadesa no le haya dado o permitido. 9Y si sus parientes u otras personas leenvan algo, la abadesa haga que se lo den. 10Mas ella, si lo necesita, que puedausarlo; si no, que lo comparta caritativamente con alguna hermana que lo necesite.11Pero si le enviaran dinero, la abadesa, con el consejo de las discretas, haga que sela provea de lo que necesita.12Respecto a las hermanas enfermas, la abadesa est firmemente obligada ainformarse con solicitud, por s misma y por las otras hermanas, de lo que suenfermedad requiere en cuanto a consejos y en cuanto a alimentos y a otras cosasnecesarias, 13y a proveer caritativa y misericordiosamente segn las posibilidades dellugar. 14Porque todas estn obligadas a proveer y a servir a sus hermanas enfermascomo querran ellas ser servidas (cf. Mt 7,12) si estuvieran afectadas por alguna

    enfermedad.15

    Confiadamente manifieste la una a la otra su necesidad.16

    Y si lamadre ama y cuida a su hija (cf. 1 Tes 2,7) carnal, cunto ms amorosamente debela hermana amar y cuidar a su hermana espiritual?17Las que estn enfermas descansen en jergones de paja y tengan para la cabezaalmohadas de pluma; 18y las que necesiten escarpines de lana y colchones, quepuedan usarlos. 19Y dichas enfermas, cuando sean visitadas por quienes entran en elmonasterio, que pueda cada una de ellas responder brevemente algunas buenaspalabras a quienes les hablan. 20Pero las dems hermanas que tengan permiso paraello, no se atrevan a hablar a quienes entran en el monasterio, sino en presencia dedos hermanas discretas que las escuchen, designadas por la abadesa o su vicaria.21La abadesa y su vicaria estn obligadas a guardar ellas mismas estas normas sobreel hablar.

    [CAPTULO IX][De la penitencia que se ha de imponer a las hermanas que pecan, y de lashermanas que prestan servicio fuera del monasterio]

    1Si alguna hermana, por instigacin del enemigo, pecara mortalmente contra laforma de nuestra profesin, y si, amonestada dos o tres veces por la abadesa o por

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    las otras hermanas, 2no se enmendara, coma en tierra pan y agua ante todas lashermanas en el refectorio tantos das cuantos haya sido contumaz; 3y sea sometida auna pena ms grave, si as le pareciere a la abadesa. 4Durante todo el tiempo en quesea contumaz, hgase oracin a fin de que el Seor ilumine su corazn para lapenitencia. 5Pero la abadesa y sus hermanas deben guardarse de airarse yconturbarse por el pecado de alguna, 6porque la ira y la conturbacin impiden en s

    mismas y en las otras la caridad.7Si ocurriera alguna vez, lo que Dios no permita, que entre hermana y hermana, poralguna palabra o gesto, se produjese un motivo de turbacin o de escndalo, 8la quehaya sido causa de la turbacin, de inmediato, antes de presentar la ofrenda (cf. Mt5,23) de su oracin ante el Seor, no slo se prosterne humildemente a los pies dela otra, pidindole perdn, 9sino que, tambin, ruguele con simplicidad queinterceda por ella ante el Seor para que sea indulgente con ella. 10Mas la otra,recordando aquella palabra del Seor: Si no perdonis de corazn, tampoco vuestroPadre celestial os perdonar (cf. Mt 6,15; 18,35), 11perdone con liberalidad a suhermana toda la injuria que le haya inferido.12Las hermanas que prestan servicio fuera del monasterio no permanezcan largo

    tiempo fuera del mismo, a no ser que lo requiera una causa de necesidadmanifiesta. 13Y debern andar con decoro y hablar poco, para que puedan siempreedificarse quienes las observan. 14Y gurdense firmemente de tener sospechosasrelaciones o consejos con alguien. 15Y no se hagan madrinas de hombres o mujeres,para que, con esta ocasin, no se origine murmuracin o turbacin. 16Y no seatrevan a referir en el monasterio los rumores del siglo. 17Y estn firmementeobligadas a no referir fuera del monasterio nada de lo que se dice o se hace dentroque pueda engendrar escndalo. 18Y si alguna, por simplicidad, faltara en estas doscosas, quede en la prudencia de la abadesa el imponerle penitencia conmisericordia. 19Pero si lo hiciera por costumbre viciosa, la abadesa, con el consejo delas discretas, impngale una penitencia segn la calidad de la culpa.

    [CAPTULO X][De la amonestacin y correccin de las hermanas]

    1La abadesa amoneste y visite a sus hermanas, y corrjalas humilde y caritativamente,no mandndoles nada que sea contrario a su alma y a la forma de nuestra profesin.2Mas las hermanas sbditas recuerden que, por Dios, negaron sus propiasvoluntades. 3Por lo que estarn firmemente obligadas a obedecer a sus abadesas entodo lo que al Seor prometieron guardar y no es contrario al alma y a nuestraprofesin. 4Y la abadesa tenga tanta familiaridad para con ellas, que stas puedanhablar y obrar con ella como las seoras con su sierva; 5pues as debe ser, que laabadesa sea sierva de todas las hermanas.6Amonesto de veras y exhorto en el Seor Jesucristo que se guarden las hermanasde toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia (cf. Lc 12,15), cuidado y solicitud deeste siglo (cf. Mt 13,22), detraccin y murmuracin, disensin y divisin; 7sean, encambio, siempre solcitas en conservar entre ellas la unidad del amor mutuo, que esel vnculo de la perfeccin (cf. Col 3,14).8Y las que no saben letras, no se cuiden de aprenderlas; 9sino que atiendan a quesobre todas las cosas deben desear tener el Espritu del Seor y su santa operacin,10orar siempre a l con puro corazn y tener humildad, paciencia en la tribulacin y

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    en la enfermedad, 11y amar a esos que nos persiguen, nos reprenden y nos acusan,12porque dice el Seor: Bienaventurados los que padecen persecucin por la justicia,porque de ellos es el reino de los cielos(Mt 5,10). 13Mas el que persevere hasta el fin,ste ser salvo(Mt 10,22).

    [CAPTULO XI][De la custodia de la clausura]

    1La portera sea madura de costumbres y discreta, y sea de una edad conveniente, ydurante el da permanezca all en una celda abierta y sin puerta. 2Asgnesele tambinuna compaera idnea que, cuando sea necesario, haga en todo sus veces.3La puerta est muy bien asegurada con dos cerraduras de hierro diferentes, conbatientes y cerrojos, 4para que se cierre, mxime de noche, con dos llaves, una delas cuales la tendr la portera, y la otra la abadesa. 5Y de da, no se deje nunca sincustodia y est firmemente cerrada con una llave.6Pero cuiden con sumo esmero y procuren que la puerta nunca est abierta, sino lo

    menos que de manera congruente sea posible.

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    Y no se abra en absoluto acualquiera que quiera entrar, sino a quien le haya sido concedido por el sumoPontfice o por nuestro seor cardenal. 8Y no permitan las hermanas a nadie entraren el monasterio antes de la salida del sol, ni permanecer dentro despus de lapuesta del sol, a no ser que lo exija una causa manifiesta, razonable e inevitable.9Si para la bendicin de una abadesa o para la consagracin de alguna hermanacomo monja o tambin por otro motivo, se hubiera concedido a algn obispocelebrar la misa dentro del monasterio, que se contente con unos acompaantes yministros lo menos numerosos y lo ms honestos que pueda. 10Y cuando seanecesario que algunos entren en el monasterio para hacer un trabajo, la abadesa consolicitud ponga entonces en la puerta a la persona conveniente, 11que la abra slo alos asignados al trabajo, y no a otros. 12Gurdense con sumo cuidado todas las

    hermanas de ser vistas entonces por los que entran.

    [CAPTULO XII][Del visitador, del capelln y del cardenal protector]

    1Nuestro visitador sea siempre de la Orden de los Hermanos Menores segn lavoluntad y el mandato de nuestro cardenal. 2Y sea tal, que se tenga plena constanciade su decoro y costumbres. 3Su oficio ser corregir, tanto en la cabeza como en losmiembros, los excesos cometidos contra la forma de nuestra profesin. 4A l leestar permitido hablar con varias y con cada una de las hermanas, estando en unlugar pblico para que pueda ser visto por las otras, acerca de las cosas quepertenecen al oficio de la visita, como le parezca ms conveniente.5Pedimos tambin un capelln con un compaero clrigo de buena fama, discreto yprudente, y dos hermanos laicos amantes del santo comportamiento y decororeligioso, 6para ayuda de nuestra pobreza, como siempre hemos tenidomisericordiosamente de dicha Orden de los Hermanos Menores, 7y lo pedimos a lamisma Orden, como gracia, por el amor de Dios y del bienaventurado Francisco.8No le est permitido al capelln entrar en el monasterio sin compaero. 9Y cuandoentren, que estn en un lugar pblico, de modo que siempre puedan verse el uno al

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    otro y ser vistos por los dems. 10Para la confesin de las enfermas que no puedan iral locutorio, para dar la comunin a las mismas, para la extremauncin, para larecomendacin del alma, sales permitido a los mismos entrar. 11Mas para lasexequias y la celebracin de la misa de difuntos, y para cavar o abrir la sepultura, otambin para acomodarla, que puedan entrar personas en nmero suficiente eidneas, segn el prudente juicio de la abadesa.12Con miras a todo lo dicho, las hermanas estn firmemente obligadas a tenersiempre como gobernador, protector y corrector nuestro, al cardenal de la santaIglesia Romana que haya sido asignado a los Hermanos Menores por el seor Papa,13para que, siempre sbditas y sujetas a los pies de la misma santa Iglesia, establesen la fe (cf. Col 1,23) catlica, guardemos perpetuamente la pobreza y la humildadde nuestro Seor Jesucristo y de su santsima Madre, y el santo Evangelio, quefirmemente hemos prometido. Amn.

    [Dado en Perusa, a 16 de septiembre, en el ao dcimo del pontificado del seorpapa Inocencio IV (1252).A nadie, pues, en absoluto le sea permitido infringir esta escritura de nuestra

    confirmacin o con osada temeraria ir contra ella. Mas si alguno presumiera intentaresto, sepa que incurrir en la indignacin de Dios omnipotente y de losbienaventurados apstoles Pedro y Pablo.Dado en Ass, a 9 de agosto, en el ao undcimo de nuestro pontificado (1253).]

    TESTAMENTO [TestCl]

    1En el nombre del Seor. Amn.2Entre los otros beneficios que hemos recibido y recibimos cada da de nuestroesplndido benefactor el Padre de las misericordias (cf. 2 Cor 1,3), y por los quems debemos dar gracias al Padre glorioso de Cristo, 3est el de nuestra vocacin,por la que, cuanto ms perfecta y mayor es, ms y ms deudoras le somos. 4Por locual dice el Apstol: Reconoce tu vocacin (cf. 1 Cor 1,26). 5El Hijo de Dios se hahecho para nosotras camino (cf. Jn 14,6), que con la palabra y el ejemplo nosmostr y ense nuestro bienaventurado padre Francisco, verdadero amante eimitador suyo.6Por tanto, debemos considerar, amadas hermanas, los inmensos beneficios de Diosque nos han sido concedidos, 7pero, entre los dems, aquellos que Dios se dignrealizar en nosotras por su amado siervo nuestro padre el bienaventurado Francisco,8no slo despus de nuestra conversin, sino tambin cuando estbamos en lamiserable vanidad del siglo. 9Pues el mismo Santo, cuando an no tena hermanos nicompaeros, casi inmediatamente despus de su conversin, 10mientras edificaba la

    iglesia de San Damin, donde, visitado totalmente por la consolacin divina, fueimpulsado a abandonar por completo el siglo, 11profetiz de nosotras, por efecto deuna gran alegra e iluminacin del Espritu Santo, lo que despus el Seor cumpli.12En efecto, subido en aquel entonces sobre el muro de dicha iglesia, deca en altavoz, en lengua francesa, a algunos pobres que moraban all cerca: 13Venid yayudadme en la obra del monasterio de San Damin, 14porque an ha de haber en lunas damas, por cuya vida famosa y santo comportamiento religioso ser glorificadonuestro Padre celestial en toda su santa Iglesia.

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    15En esto, por tanto, podemos considerar la copiosa benignidad de Dios para connosotras; 16l, por su abundante misericordia y caridad, se dign decir, por medio desu Santo, estas cosas sobre nuestra vocacin y eleccin. 17Y no slo de nosotrasprofetiz estas cosas nuestro bienaventurado padre Francisco, sino tambin de lasotras que haban de venir a la santa vocacin a la que el Seor nos ha llamado.18Con cunta solicitud, pues, y con cunto empeo de alma y de cuerpo no

    debemos guardar los mandamientos de Dios y de nuestro padre [Francisco] paraque, con la ayuda del Seor, le devolvamos multiplicado el talento recibido!19Porque el mismo Seor nos ha puesto como modelo que sirva de ejemplo y espejono slo a los otros, sino tambin a nuestras hermanas, a las que llamar el Seor anuestra vocacin, 20para que tambin ellas sirvan de espejo y ejemplo a los queviven en el mundo. 21As pues, ya que el Seor nos ha llamado a cosas tan grandes,a que puedan mirarse en nosotras las que son para los otros ejemplo y espejo,22estamos muy obligadas a bendecir y alabar a Dios, y a confortarnos ms y ms enel Seor para obrar el bien. 23Por lo cual, si vivimos segn la sobredicha forma,dejaremos a los dems un noble ejemplo y con un brevsimo trabajo ganaremos elpremio de la eterna bienaventuranza.24

    Despus que el altsimo Padre celestial se dign iluminar con su misericordia y sugracia mi corazn para que, siguiendo el ejemplo y la enseanza de nuestrobienaventurado padre Francisco, yo hiciera penitencia, 25poco despus de suconversin, junto con las pocas hermanas que el Seor me haba dado pocodespus de mi conversin, le promet voluntariamente obediencia, 26segn la luz desu gracia que el Seor nos haba dado por medio de su admirable vida y enseanza.27Y el bienaventurado Francisco, considerando que si bien ramos frgiles y dbilessegn el cuerpo, no rehusbamos ninguna necesidad, pobreza, trabajo, tribulacin omenosprecio y desprecio del siglo, 28antes al contrario, los tenamos por grandesdelicias, como a ejemplo de los santos y de sus hermanos haba comprobadofrecuentemente en nosotras, se alegr mucho en el Seor; 29y movido a piedad hacianosotras, se oblig con nosotras a tener siempre, por s mismo y por su Religin, un

    cuidado amoroso y una solicitud especial de nosotras como de sus hermanos.30Y as, por voluntad de Dios y de nuestro bienaventurado padre Francisco, fuimos amorar junto a la iglesia de San Damin, 31donde el Seor, en poco tiempo, nosmultiplic por su misericordia y gracia, para que se cumpliera lo que el Seor habapredicho por su Santo; 32pues antes habamos permanecido en otro lugar, aunquepor poco tiempo.33Despus, escribi para nosotras una forma de vida, sobre todo para queperseverramos siempre en la santa pobreza. 34Y no se content con exhortarnosdurante su vida con muchas palabras y ejemplos al amor de la santsima pobreza y asu observancia, sino que nos entreg varios escritos para que, despus de sumuerte, de ninguna manera nos apartramos de ella, 35como tampoco el Hijo deDios, mientras vivi en el mundo, jams quiso apartarse de la misma santa pobreza.36Y nuestro bienaventurado padre Francisco, habiendo imitado sus huellas (cf. 1 Pe2,21), su santa pobreza que haba elegido para s y para sus hermanos, no se aparten absoluto de ella mientras vivi, ni con su ejemplo ni con su enseanza.37As pues, yo, Clara, sierva, aunque indigna, de Cristo y de las hermanas pobres delmonasterio de San Damin, y plantita del santo padre, considerando con mis otrashermanas nuestra profesin tan altsima y el mandato de tan gran padre, 38y tambinla fragilidad de las otras, fragilidad que nos temamos en nosotras mismas despusde la muerte de nuestro padre san Francisco, que era nuestra columna y nuestro

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    nico consuelo despus de Dios, y nuestro apoyo, 39una y otra vez nos obligamosvoluntariamente a nuestra seora la santsima pobreza, para que, despus de mimuerte, las hermanas que estn y las que han de venir de ninguna manera puedanapartarse de ella.40Y as como yo siempre he sido diligente y solcita en guardar y hacer guardar porlas otras la santa pobreza que hemos prometido al Seor y a nuestro bienaventurado

    padre Francisco, 41as tambin aquellas que me sucedan en el oficio estn obligadashasta el fin a guardar y a hacer guardar, con el auxilio de Dios, la santa pobreza.42Ms an, para mayor cautela me preocup de hacer corroborar nuestra profesinde la santsima pobreza, que hemos prometido al Seor y a nuestro bienaventuradopadre, con los privilegios del seor papa Inocencio, en cuyo tiempo comenzamos, yde otros sucesores suyos, 43para que de ninguna manera nos apartramos nunca deella.44Por lo cual, de rodillas y postrada en cuerpo y alma, recomiendo todas mishermanas, las que estn y las que han de venir, a la santa madre Iglesia Romana, alsumo Pontfice y, de manera especial, al seor cardenal que fuere designado para laReligin de los Hermanos Menores y para nosotras, 45a fin de que, por amor de

    aquel Dios que pobre fue acostado en un pesebre (cf. Lc 2,12), pobre vivi en elsiglo y desnudo permaneci en el patbulo, 46haga que siempre su pequea grey (cf.Lc 12,32), que el Seor Padre engendr en su santa Iglesia por medio de la palabray el ejemplo de nuestro bienaventurado padre san Francisco para seguir la pobrezay humildad de su amado Hijo y de la gloriosa Virgen su Madre, 47guarde la santapobreza que hemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre sanFrancisco, y se digne animarlas y conservarlas siempre en ella.48Y as como el Seor nos dio a nuestro bienaventurado padre Francisco comofundador, plantador y ayuda nuestra en el servicio de Cristo y en las cosas quehemos prometido al Seor y a nuestro bienaventurado padre, 49quien tambin,mientras vivi, se preocup siempre de cultivarnos y animarnos con la palabra y elejemplo a nosotras, su plantita, 50as recomiendo y confo mis hermanas, las que

    estn y las que han de venir, al sucesor de nuestro bienaventurado padre Franciscoy a toda la Religin, 51a fin de que nos ayuden a progresar siempre hacia lo mejorpara servir a Dios y, de manera especial, para guardar mejor la santsima pobreza.52Y si en algn tiempo ocurriera que dichas hermanas abandonaran el mencionadolugar y se trasladaran a otro, que estn, sin embargo, obligadas, dondequiera que seencuentren despus de mi muerte, a guardar la sobredicha forma de pobreza, quehemos prometido a Dios y a nuestro bienaventurado padre Francisco.53Con todo, tanto la que est entonces en el oficio [la abadesa] como las otrashermanas sean solcitas y providentes para que, en torno del sobredicho lugar, noadquieran o reciban ms terreno del que exija la extrema necesidad como huertopara cultivar hortalizas. 54Y si en algn lugar conviniera tener ms tierra fuera de lacerca del huerto, para el decoro y aislamiento del monasterio, no permitan que se

    adquiera ni tampoco reciban sino cuanto exija la extrema necesidad; 55y que esatierra no se cultive ni se siembre en absoluto, sino que permanezca siempre balda einculta.56Amonesto y exhorto en el Seor Jesucristo a todas mis hermanas, las que estn ylas que han de venir, que se apliquen siempre con esmero a imitar el camino de lasanta simplicidad, humildad, pobreza, y tambin el decoro del santocomportamiento religioso, 57tal como desde el inicio de nuestra conversin nos lohan enseado Cristo y nuestro bienaventurado padre Francisco. 58A causa de lo cual,

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    buena fama (cf. 2 Cor 2,15), tanto entre los que estn lejos como entre los que estncerca. 59Y amndoos mutuamente con la caridad de Cristo, mostrad exteriormentepor las obras el amor que tenis interiormente, 60para que, estimuladas por esteejemplo, las hermanas crezcan siempre en el amor de Dios y en la mutua caridad.61Ruego tambin a aquella que tenga en el futuro el oficio de las hermanas que seaplique con esmero a presidir a las otras ms por las virtudes y las santascostumbres que por el oficio, 62de tal manera que sus hermanas, estimuladas por suejemplo, la obedezcan no tanto por el oficio, cuanto ms bien por amor. 63Seatambin prvida y discreta para con sus hermanas, como una buena madre con sushijas, 64y, de manera especial, que se aplique con esmero a proveerlas, de laslimosnas que el Seor les dar, segn la necesidad de cada una. 65Sea tambin tanbenigna y afable, que puedan manifestarle tranquilamente sus necesidades, 66yrecurrir a ella confiadamente a cualquier hora, como les parezca conveniente, tantopara s como para sus hermanas.67Mas las hermanas que son sbditas recuerden que, por Dios, negaron sus propias

    voluntades.

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    Por eso, quiero que obedezcan a su madre, como lo han prometido alSeor, con una voluntad espontnea, 69para que su madre, viendo la caridad,humildad y unin que tienen entre ellas, lleve ms ligeramente toda la carga quepor razn del oficio soporta, 70y lo que es molesto y amargo, por el santocomportamiento religioso de ellas se le convierta en dulzura.71Y porque son estrechos el camino y la senda, y es angosta la puerta por la que seva y se entra en la vida, son pocos los que caminan y entran por ella (cf. Mt 7,14);72y si hay algunos que durante un cierto tiempo caminan por la misma, sonpoqusimos los que perseveran en ella. 73Bienaventurados de veras aquellos aquienes les es dado caminar por ella y perseverar hasta el fin (cf. Mt 10,22)!74Por consiguiente, si hemos entrado por el camino del Seor, guardmonos deapartarnos nunca en lo ms mnimo de l por nuestra culpa e ignorancia, 75para que

    no hagamos injuria a tan gran Seor y a su Madre la Virgen y a nuestrobienaventurado padre Francisco, y a la Iglesia triunfante y tambin a la militante.76Pues est escrito:Malditos los que se apartan de tus mandamientos(Sal 118,21).77Por eso doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Seor Jesucristo(Ef 3,14), paraque, teniendo a nuestro favor los mritos de la gloriosa Virgen santa Mara, suMadre, y de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todos los santos, 78elmismo Seor que dio el buen principio, d el incremento (cf. 1 Cor 3,6-7), y dtambin la perseverancia final. Amn.79

    Para que mejor pueda ser observado este escrito, os lo dejo a vosotras, carsimas y amadas

    hermanas mas, presentes y futuras, en seal de la bendicin del Seor y de nuestrobienaventurado padre Francisco, y de la bendicin ma, vuestra madre y sierva.

    Santa Clara de Ass. Escritos. Santa Clara de Ass. Escritos.

    bienhechor, el mismo Padre de las m r 1,3) esparci el olor de lano por nuestros mritos, sino p a y gracia del esplndido