San Francisco de Asís - Johannes Joergensen

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SAN FRANCISCO DE ASÍS SU VIDA Y SU OBRA por Juan Joergensen Traducción del R. P. Antonio Pavez, O.F.M. Editorial Difusión Buenos Aires, 1945, segunda edición

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Vida de San Francisco de Asís

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SAN FRANCISCO DE ASSSU VIDA Y SU OBRApor Juan JoergensenTraduccin delR. P. Antonio Pavez, O.F.M.Editorial DifusinBuenos Aires, 1945, segunda edicin

PrlogoT. de Wyzewa y F. Gamissans, o.f.m.,Johannes Joergensen, historiador y poeta de San Francisco.

Libro primeroEL RESTAURADOR DE IGLESIASI. El joven convalecienteII. Infancia y juventudIII. La prisin de PerusaIV. La visin de EspoletoV. El beso al leprosoVI. El crucifijo de San DaminVII. Francisco renuncia a su padreLibro segundoEL EVANGELISTAI. Los primeros discpulosII. El derecho de predicarIII. Rivo-TortoIV. La Porcincula y los nuevos discpulosV. Santa ClaraLibro terceroEL CANTOR DE DIOSI. Sermn a los pjarosII. Las misiones de ItaliaIII. La indulgencia de la PorcinculaIV. Los captulos de PentecostsV. El Cardenal HugolinoVI. Las misiones extranjerasVII. La cruzada de San FranciscoVIII. Los primeros disgustos. Captulo de las EsterasIX. Las Admoniciones y las ReglasX. La lucha por la PobrezaXI. La Tercera OrdenXII. La Regla de 1223XIII. El Pesebre de GreccioLibro cuartoEL SOLITARIOI. Las cartas de FranciscoII. El ejemplo cristianoIII. Las lecciones cristianasIV. El gran milagroV. La bendicin a Fray Len y el adis al AlvernaVI. El Cntico del SolVII. El Testamento y la muerteVIII. Las lgrimas de Fray Jacoba

Prlogo:JOHANNES JOERGENSEN,HISTORIADOR Y POETA DE SAN FRANCISCOpor Teodoro de Wyzewa y Francesc Gamissans, o.f.m.Entre las ms prestigiosas biografas de san Francisco de Ass escritas a finales del siglo XIX y principios del XX -cuando se produce un renacer del estudio de las fuentes franciscanas, propiciado por Paul Sabatier y el centro franciscano de Quaracchi (Italia)-, destaca la que escribi el dans Johannes Joergensen. Aqu vamos a ofrecer un perfil de la vida y personalidad del autor, tomado mayormente del P. Pavez, y, tomada del P. Gamissans, una breve presentacin de la excelente biografa:San Francisco de Ass. Su vida y su obra.I. PERFIL BIOGRFICOJohannes Joergensen naci de una familia protestante de marinos en Svendborg, isla de Fiona (Dinamarca), el 6 de noviembre de 1866.A la edad de 16 aos se traslad a Copenhague con objeto de dar comienzo a sus estudios universitarios. En el mundo del pensamiento arda por entonces la fiebre del positivismo y el darwinismo que invadieron el saber humano en el ltimo tercio del siglo XIX. Surgieron del poderoso avance de las ciencias experimentales y empricas, y llevan en su esencia la negacin de todo lo no verificable o de sentido trascendente.Despus de cursar, con extraordinario lucimiento, las Humanidades en la Universidad de Copenhague, a los veinte aos de su edad se entreg con ardor al estudio de las ciencias naturales y al examen de los ms recientes problemas de la zoologa comparada, adquiriendo cuantioso caudal de doctrina positivista que muy pronto hizo servir a la causa materialista, darwinista y anticristiana, cuyas huestes diriga en los pases escandinavos el profesor Georges Brandes. Poco tard en llegar a ser uno de los jefes principales de este movimiento, agrupndose en torno suyo una verdadera falange de universitarios que saludaban con frvido entusiasmo cada escrito del joven maestro. El mismo Dr. Brandes le felicit muchas veces por el valioso contingente que le aportaba, consagrndose todo entero al triunfo de sus ideales.Sin embargo, no fue mucho el tiempo que el ardoroso polemista dur en la brecha. Su inteligencia era demasiado clara, y bastante sano su corazn para que no viera lo falso y peligroso del sistema a que haba empezado a servir con tan generosas convicciones, dignas de ms noble objeto y empleo. Al cabo de un ao de rudo combatir comenz a cejar en la demanda y acab por condenarse al silencio y entregarse a nuevos y ms profundos estudios, emprendiendo viaje cientfico y artstico por Alemania e Italia y dejando a sus compaeros de lucha en la ms ansiosa expectacin.Cuando regres a su patria anunci que iba a publicar sus impresiones deturistaen un libro, que apareci en los primeros meses de 1895 con el ttulo deEl libro de viaje,y en el que, a vueltas de algunas descripciones pintorescas en que daba libre vuelo a su fantasa de poeta, el entusiasta defensor de las teoras brandesianas se deshaca en alabanzas de la hermosura, grandeza y santidad de la religin catlica.Empezaba por describir las principales etapas de su excursin. Entrando en Alemania, en vez de irse a las grandes capitales de estilo moderno, de costumbres refinadas, prefiri visitar las pequeas ciudades, donde ms intacta y virgen se conserva el alma alemana de otros tiempos. Detvose en Nuremberg, admirando las obras artsticas medievales en que abundan los monumentos de aquella ciudad, especialmente las iglesias y el museo Germnico. Las imgenes de la Virgen sobre todo le cautivaron el alma, hacindole concebir vehementes sospechas contra el valer y excelencia de aquella cultura que l tanto se haba afanado por elogiar y propagar. Luego llam su atencin la dulzura y cristiana ingenuidad de las costumbres bvaras, tan opuestas a las del mundo materialista en que l se haba educado y de que iba hastindose cada da ms.De Nuremberg pas a Rothemburgo, la ms castiza de las ciudades alemanas, donde recibi anlogas impresiones estticas y morales que en la estacin precedente, parecindole cada vez ms cierto que aquella vida, a un tiempo mismo intensa y modesta, en todo conforme con la tradicin antigua, era el verdadero ideal de su propia vida. Saliendo de Rothemburgo se fue a visitar a un pintor amigo suyo, que se ocupaba en decorar los muros de la famosa abada benedictina de Beuron, donde se le ofreci por primera vez ocasin de contemplar de cerca la vida monacal, que no conoca ms que de odas y al travs de relatos de enemigos apasionados. All le embisti tenazmente la idea de que esa vida monstica, contra la cual haba alimentado tan siniestros prejuicios, no era menos noble y digna de respeto que la que haca la dorada juventud de Copenhague alrededor de la ctedra del Dr. Brandes, y de que la decantada cultura moderna no era ya condicin tan indispensable, como l se haba figurado, al bienestar de los individuos y de los pueblos.Por fin sali de Alemania y entr en Italia y, consecuente con su sistema de evitar el bullicio de las grandes ciudades, se dirigi a Ass, la ciudad de los recuerdos santos, de las tradiciones sencillas y puras, donde hasta las piedras hablan al viajero de alma ingenua y soadora el lenguaje de la poesa y del herosmo cristiano en su ms alto grado. Poco a poco la asidua lectura de losFioretti(Florecillas) y de laLeyenda dorada,el grandioso espectculo de las ceremonias del culto catlico, el trato constante y fraternal de los religiosos franciscanos le fueron revelando y ratificando la pureza y legitimidad del ideal moral por l entrevisto en Nuremberg y en Rothemburgo.Hallse un 1 de agosto en el perdn de Santa Mara de los ngeles (Indulgencia de la Porcincula), donde le sucedi un caso extrao, y fue que, mientras una muchedumbre de peregrinos oraba y entonaba cnticos piadosos ante el ara del perdn, observ que un grupo de extranjeros que ocupaban una de las tribunas de la gran baslica estaban rindose despreciativamente de la devocin de aquellas buenas gentes y glosndola a simples efectos de la ignorancia y del atraso. El joven viajero mir con repugnancia el acto incivil de aquelloscivilizados,y todas sus simpatas se fueron tras los devotos ganadores de la indulgencia, y l mismo acab por acompaarlos, cayendo de rodillas, casi sin advertirlo, ante el altar de la capilla de la Porcincula, de donde a poco se levant avergonzado y sali de la Iglesia. Pero -son sus propias palabras- sali llevndose la ntima persuasin de que tambin l acababa de recibir all algo as como unperdnde San Francisco.Se volvi a la ciudad y, a medida que iba divisando las torres y techos, y la imponente arcada que circunda elsacro convento,y el campanario que se yergue sobre la triple iglesia de Cimabue y de Giotto, ms claro iba viendo que nunca en su vida haba entrado en su alma tamao caudal de gozo y de pura felicidad.As y todo, no crea an. Con todas las emociones catlicas de Ass y las emociones potico-histricas de Nuremberg y Rothemburgo, no lograba an triunfar de su pertinaz escepticismo. Su imaginacin era presa de las nuevas maravillas que ante ella se desplegaban; su razn se inclinaba ante la evidencia de la inanidad de sus dudas y de sus certidumbres; pero el reacio era su corazn, que persista negndose a abrazar las nuevas ideas religiosas: extrao drama interno, que l describa con absoluta sinceridad y con manifiesta e irresistible simpata hacia las cosas y personas que haba tratado en su viaje, pero que l no vea sino como a travs de misterioso velo, pugnando intilmente por acercarse a ellas y entrar en su dichosa compaa.Por fin, un da de 1898, su propia continua reflexin sobre su conciencia le revel la verdadera causa que le separaba de la fe cristiana: su aversin al milagro, que l mismo se esforzaba por mantener y fomentar. Observ que haba en l una formal voluntad de no creer y de apoyar con positivos argumentos su propia incredulidad. No haba tal lucha entre la luz y la justicia de una parte, y de otra los dogmas absurdos y opresores de la religin. No. Todo esto vio claro que no era ms que un montn informe de ftiles pretextos a que l recurra para cohonestar su aversin a las verdades eternas. El paso al catolicismo tuvo lugar en Copenhague a finales del ao 1898, cumplidos sus 30 aos. Vivira luego algo ms de otros sesenta.J. Joergensen estaba verdadera y definitivamente convertido al catolicismo. Al ao siguiente crey que deba explicar a sus antiguos compaeros de lucha antirreligiosa los motivos de su conversin, lo que hizo en forma de respuesta a los reproches de un amigo, en un breve escrito que intitulLa mentira de la vida y la verdad de la vida. Vosotros creis -deca a los materialistas daneses- que vais buscando la verdad, la felicidad, la libertad; pero esos no son ms que pretextos para excusaros de examinar con seriedad el problema de vuestra vida. Yo tambin he corrido tras estos objetos con ms febril ansiedad y perseverancia que vosotros, sin parar un momento hasta encontrarlos, y no los encontr nunca hasta el da en que me arroj en los brazos de la fe cristiana.De ms est advertir que no por haber renunciado Joergensen a sus antiguas ideas, dio tambin de mano a su profesin de hombre de letras: la prosigui con ms ardor que antes. Apenas convertido public un interesante estudio histrico-esttico sobre la abada de Beuron y una coleccin deParbolas,que es acaso su obra potica ms pura y acabada. Otras son:El ltimo da, Los enemigos del infierno, El fuego eterno, Eva(novela), etc., etc.; pero ninguna de estas iguala en bellezas literarias ni en tesoros de descripcin pintoresca a su hermoso libro de lasPeregrinaciones franciscanas,superior, por la delicadeza y profundidad del sentimiento religioso, alLibro de viaje.El ex-compaero de luchas de Mr. Brandes, trado a la fe cristiana por el espectculo de las ceremonias franciscanas de Ass y la lectura de los antiguos bigrafos de san Francisco, volvi de nuevo a Italia a visitar todos los lugares que conservan vestigios y memorias del gran Patriarca, el santo favorito de su devocin y amor; y las impresiones de este viaje son las que nos describe en susPeregrinacionescon ese estilo suyo sobrio, delicado, lleno de uncin a la vez cientfica y piadosa.Pero este libro de lasPeregrinacionesno era ms que una introduccin a otro de ms aliento y de mayores proporciones, en que el joven converso iba a derramar a manos llenas los tesoros de su erudicin, discernimiento histrico, exquisita poesa y, ms que todo eso, de su devocin filial al Santo bendito de sus ms ntimos amores, el Serfico Patriarca de los pobres, a cuya especial intercesin l atribua el haber dado con la luz y la felicidad despus de larga noche de dudas y de falsa cultura. Este libro es:San Francisco de Ass. Su vida y su obra.Johannes Joergensen muri en su ciudad natal, Svendborg, el 29 de mayo de 1956. Fue voluntad suya morir donde naci; que sus huesos volviesen a Dinamarca; que reposaran en la tierra de su linaje. El nonagenario escritor y poeta, si tuvo cuna protestante, vida azarosa luego y conversin sincera despus, descansa ahora en paz en tumba catlica.

II. LA BIOGRAFA SAN FRANCISCO DE ASSPensador, historiador, escritor y periodista, J. Joergensen era de natural romntico y sentimental, poeta inspirado y muy ledo. En todas sus obras hagiogrficas armoniza la poesa con la verdad histrica. As lo lleva a cabo en las biografas de santa Catalina de Siena, Don Bosco, Charles de Foucauld, santa Brgida y otras. Por lo que se refiere aSan Francisco de Ass,hay que aadir su especial devocin al santo, quien, a su juicio, fue tambin un poeta y un converso.1. Caractersticas de la obraEl libro sobre elPobrecillo de Assde J. Joergensen sali en original dans y en Copenhague el ao 1907. Fue inmediatamente traducido a varias lenguas; en castellano gozamos de dos versiones distintas: la de R. M. Tenreiro (Madrid 1925, 3. ed.), y la de A. Pavez (Santiago de Chile 1913; Buenos Aires 1945); en nuestro trabajo citamos esta ltima por considerarla ms lograda. Precede una larga introduccin y una concienzuda investigacin (no incluida en las traducciones al castellano) sobrelas fuentes franciscanascomo haban hecho ya Paul Sabatier y los acreditados historiadores franciscanos de Quaracchi, con quienes mantuvo una sincera amistad. Estudia con suma detencin el enorme cuerpo documental, compulsado en archivos y bibliotecas. En estas fuentes de informacin apoya su relato histrico, que lleva a cabo mediante los mtodos modernos de crtica interna y externa, como quien aspira a que se le d fe en lo que afirma y sostiene.Raoul Manselli, investigador de primera fila, escribe: La prueba ms lgida de amor a Francisco y a Ass la dio Johannes Joergensen, uno de los lricos ms grandes de la literatura danesa, cuando quiso dedicarse a historias del Medievo, a fuentes, a herejes y estudiosos, para aproximarse ms al santo, al que le acerc sobre todo su condicin de cristiano y alma de poeta. Se entreg con tesn y humildad a la elaboracin de la biografa delPobrecillo de Asscon plena conciencia de la dificultad que entraaba.En la Introduccin del libro sita a san Francisco en el marco de su tiempo, describiendo el escenario y entorno poltico, civil y religioso de la poca y los pueblos en los cuales el santo desenvolvi su fecunda accin apostlica. Lo que sin duda hace ms amable su obra es el caudal de sentido potico de que se halla impregnado su espritu cuando narra hechos concretos. No poda ser de otro modo tratndose delPobrecillo de Assque, si no fue un poeta acadmico, lo fue en los actos de su vida y en aquel simptico y penetrante amor a la naturaleza. Joergensen articula armnicamente los hechos en doble clave, histrica rigurosa y estilo lrico, dado que de otra manera sera mutilar dos veces al Creador. Lo bello es el resplandor de lo verdadero, filosofaba Platn, y Joergensen lo entiende as cuando lo describe en suSan Francisco,y lo siente incluso en s mismo y en todos sus libros.2. Parangn entre Johannes Joergensen y Paul SabatierEs interesante hilvanar un parangn entre Johannes Joergensen, catlico, y Paul Sabatier, protestante. Sabatier conquist fama mundial por suVie de Saint Franois d'Assise. Se le considera como uno de los pioneros en el descubrimiento y estudio crtico-interpretativo de lasfuentes franciscanasdurante aquella poca. Increment sus estudios con otras obras y trabajos, especialmente con la edicin de textos franciscanos primitivos e inditos.Joergensen fue contemporneo de Sabatier y ambos fueron amigos personales. Son considerados como dos polos de atraccin, con influjos diversos. Manselli asevera que la mayora de los bigrafos posteriores a Sabatier y Joergensen, no pueden sustraerse del crculo mgico de los dos.Si bien eran amigos, difieren substancialmente en la interpretacin de hechos importantes de la vida de san Francisco. Veamos algunos.El bigrafo dans acenta la humanidad delPobrecillo de Ass. Quizs no se detiene del todo en la experiencia mstica del santo, debido a que no posea una preparacin teolgica cabal. Se concentra ms en valorar el alma potica del que fue trovador de Ass. Cierto que algunas pginas llegan al lmite extremo, ms all del cual la historia corre el riesgo de convertirse en novela, pero cabe no sealar lagunas de calibre ni una predisposicin intencionada cuando distingue la simple leyenda de la rigurosa historia. Por otra parte, como alguien ha escrito, la leyenda es la quinta esencia de la historia porque nos da su espritu...Sabatier, por el contrario, influido por el positivista Renn, del cual recibi el encargo de escribir una biografa de san Francisco, se cie estrictamente a los textos primitivos, algunos descubiertos por l mismo. Este mtodo le induce a negar el mbito sobrenatural inverificable; al mantener vivo el escrpulo de una investigacin erudita, se cie a testimonios crticamente discutibles por unos, pero avalados por otros.Otra divergencia de opinin: J. Joergensen presenta un Francisco con una incondicional adhesin al papa de Roma y a la Santa Sede. Fundamenta su argumentacin en las palabras del santo fundador contenidas en la Regla: El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al seor Papa Honorio y a sus sucesores cannicamente elegidos y a la Iglesia romana (2 R 1,2).Sabatier, por el contrario, en su clebre biografa franciscana, presenta al santo como un hombre liberal y liberado de la tirana de Roma, vctima del poder absolutista -tanto en lo temporal como en lo espiritual- representado por los pontfices Inocencio III y Honorio IV. Fundamenta su tesis en el Testamento del santo cuando dice: Nadie me mostraba qu deba hacer, sino que el Altsimo mismo me revel que deba vivir segn la forma del santo Evangelio (Test 14). El historiador protestante da a estas palabras un sentido restrictivo de reproche a la jerarqua eclesistica, tanto de Ass como de Roma. Esta visin indign a la Curia vaticana, que incluy su obra en elndicede libros prohibidos. Hay que reconocer, sin embargo, que Paul Sabatier rectific en parte sus criterios en ediciones posteriores de su libro.Otro aspecto discrepante entre los dos historiadores es la interpretacin que dan de la experiencia religiosa de Francisco. Joergensen, que se considera fiel a los bigrafos contemporneos del santo, revela a Francisco como el hombre que descubre a Cristo y se esfuerza en imitarle incluso en los ms mnimos detalles hasta ser llamadootro Cristoen la tierra ("alter Christus").Sabatier, por el contrario, describe al santo como un simple profeta laico, denunciador, como hemos dicho, de los abusos del poder civil y religioso. Volviendo a su escepticismo, niega la estigmatizacin del santo, un evento mstico no dado en anteriores siervos de Dios, avalado por algunos contemporneos, como san Buenaventura, Doctor de la Iglesia, digno de toda reputacin. Asimismo no admite el hecho de la indulgencia de la Porcincula o del "perdn de Ass".Por lo que se refiere a este ltimo acontecimiento, Joergensen, al principio, tampoco lo reconoca como un hecho histrico, pero luego se retract, convencido de los serios argumentos de los historiadores franciscanos de Quaracchi y en particular del prestigioso investigador alemn, E. Holzapfel, especialista en historia franciscana y amigo de Joergensen. Lo expres ste con suma humildad en laPresentacinde la edicin italiana de su libro: Mi primera idea ha cambiado en esta edicin, inducido y convencido por los argumentos de mi estimadsimo padre Eriberto Holzapfel. Segn los mejores crticos modernos el hecho de los estigmas en san Francisco es histricamente uno de los ms demostrados; negndolo se renunciara a prestar fe a cualquier otro documento de valor indiscutible.Finalmente, por lo que a los escritos de san Francisco se refiere, Joergensen y Sabatier son unnimes en darles valor histrico, pero difieren en su interpretacin: el primero pone el acento en textos poticos y de ms calor humano; el segundo se cie a resaltar la influencia e intromisin de la Curia romana en los mismos, especialmente en la Regla.En resumen: no es excesivo afirmar que J. Joergensen percibi en Francisco de Ass un convertido frente a las inquietudes juveniles del siglo XIII, un trovador en busca de la verdad y del bien, y un cantor de las maravillas de la creacin. En su vida, Joergensen, como Francisco, acept con humildad la llamada divina a la conversin; los dos, ms o menos a la misma edad.3. Estilo literario de JoergensenJohannes Joergensen no se cansa de afirmar que, desde siempre, Francisco amaba la poesa y el canto, incluso antes de su conversin. Despus, su lirismo mstico se inspira en la naturaleza toda. Para apreciar este fenmeno debidamente, es menester comprender las relaciones del santo con las maravillas de la creacin. Todo ser era para l una viva palabra de Dios. La creatura le serva para comprender al Creador y este sentimiento lo llenaba de una perenne alegra y de un incesante anhelo de rendirle gracias. Para sostener esta opinin, Joergensen cita un texto de lasfuentes franciscanas:Nosotros que estuvimos con l veamos que era tan grande su gozo interior y exterior en casi todas las criaturas, que, cuando las palpaba o contemplaba, ms pareca que moraba en espritu en el cielo que en la tierra (EP 118).Joergensen, poeta como el santo, se detiene con predileccin en el estudio del famoso poema de Francisco:Cntico de las criaturas o del Hermano Sol,la primera flor de la poesa italiana, escrito en su idioma nativo. Le dedica un captulo entero en el que comenta primero las verdaderas relaciones de Francisco con el mundo creado, que difieren absolutamente del pantesmo. Su actitud ante la naturaleza fue pura y simplemente la del primer artculo del Credo de la Iglesia. Luego compara esteCnticocon el bblico que entonaron Ananas, Azaras y Misael, con la diferencia de que Francisco aade la bondad y utilidad de cada cosa. Despus de transcribir el texto original italiano del Cntico, termina con una breve consideracin sobre el hecho de que algunos de los compaeros delPobrecillo de Assanduvieran por el mundo -como verdaderos juglares de Dios- entonando la nueva cancin.Los mejores crticos aseveran el carcter potico de laVida de san Franciscode Joergensen, no apartndose un pice sin embargo de los datos rigurosamente histricos. Lo constata Manselli: Joergensen, uno de los lricos ms grandes de la literatura danesa, lleg a san Francisco no por sugerencia de un Renn como Sabatier o por estudios de teologa o de derecho, sino a partir de la poesa y de la inquietud espiritual. Ha consagrado pginas densas de poesa, en las que se palpa la viveza del recuerdo y la nostalgia. En resumen, el libro refleja la nostalgia e inquietudes interiores que el autor experiment en su propia vida.Quizs este ltimo fenmeno ha contribuido a la gran difusin de su obra, vertida a la mayora de las lenguas europeas. Todava hoy ocupa un lugar importante entre las mltiples biografas que se han escrito del santo de Ass.

[Teodoro de Wyzewa,Juan Joergensen,enJ. Joergensen,San Francisco de Ass,Santiago de Chile 1913, pp. XVI-XXIII.-F. Gamissans,Johannes Joergensen. Historiador y poeta de S. Francisco,enVerdad y Vida60 (2002) 159-168]

Libro primero*EL RESTAURADOR DE IGLESIAS

Nunc latebat in eremis, nunc ecclesiarum reparationibus insistebat devotus.Pasbalo ya escondido en las ermitas, ya ocupado devotamente en restaurar iglesias.(San Antonino de Florencia).

Captulo IEL JOVEN CONVALECIENTEHace de esto setecientos aos, una maana cierto joven de la ciudad de Ass, que empezaba a convalecer de larga y penosa enfermedad, despert de su nocturno sueo. Los postigos de la ventana de su pieza estaban an cerrados; sin embargo, afuera, a pesar de que era muy temprano, brillaba la luz de la madrugada, y la campana de la vecina iglesia de Ntra. Sra. del Obispado haba dado ya la seal para la primera misa. Por la rendija del postigo penetraba hasta la cerrada alcoba un poderoso rayo de sol. El joven conoca bien este rayo matinal, pues haca ya varias semanas que le vea llegar a su lecho de convaleciente.Muy luego llegara su madre a abrir los postigos, y la luz penetrara en la pieza con toda su deslumbradora intensidad. Despus le traeran el desayuno y se le arreglara la cama (sta era bastante ancha y l tena costumbre de mudarse al otro lado mientras se compona aqul en que haba dormido). Ya poda tenderse sobre ella, fatigado an, pero feliz, a contemplar el hermoso cielo de otoo, azul y despejado, y a escuchar el ruido que hacan, al caer sobre el pavimento de la calle, las aguas sucias arrojadas por los moradores de las casas vecinas. Ms tarde entrara ya directamente el sol a iluminar primero el muro de la derecha, despus el centro de la enlosada cmara, y cuando la plena luz diera en el lecho, sera llegada la hora del almuerzo; despus del cual vendran de nuevo a cerrar los postigos, y nuestro joven tomara su siesta al abrigo de la dulce y silenciosa semi-oscuridad de su pieza. Terminado este reposo volvera de nuevo la luz, aunque el sol ya se habra retirado de la ventana; nuestro convaleciente vera all a lo lejos, hacia el confn del inmenso valle, las montaas veladas por sombras azules, que bien pronto se cambiaran en ese manto rojizo, sanguneo, con que se cubre el horizonte en las tardes de otoo. Al caer con toda rapidez la noche, oira el ruidoso balar de los ganados, conducidos a los establos, entre canciones y risas, por los sencillos pastores. Con qu ntimo placer haba escuchado esas cantinelas populares de la Umbra, acompasadas, extraamente expresivas, exquisitamente tiernas, que hoy da mismo ensayan y modulan a la continua aquellos modestos campesinos, llenando el alma de quien los oye de cierta misteriosa mezcla de tristeza y melanclica dulcedumbre! Por fin, se extinguiran los cantares y vendra la noche. Por encima de los lejanos montes surgira, de repente, una sola y grande estrella, cuya aparicin indicara el momento de cerrar los postigos y de encender la lamparilla, que el enfermo se haba acostumbrado a dejar arder hasta el rayar del alba durante las interminables noches de fiebre en que temerosas pesadillas le turbaban el dulce sueo.La maana aquella, sin embargo (bien se lo acord el joven inmediatamente), las cosas no iban a ser de la manera que queda descrita; porque se era precisamente el da en que l iba a dejar por primera vez el lecho del dolor. Cunto gozaba con la idea de que, al fin, iba a volver a andar por los dems sitios de la casa, viendo y tocando objetos cuya privacin haba sufrido por tan largo tiempo y de los cuales haba estado a punto de despedirse para siempre! Resuelto estaba a bajar hasta el entresuelo y penetrar en la tienda de su padre a ver entrar y salir los clientes, y acaso tambin a dar una palmada a los empleados ocupados en desenvolver y medir las grandes piezas de terciopelo, de brocado, o de hermosos tejidos de lana etrusca.Ocupada su mente con tan dulces ensueos, se abre de pronto la puerta: es su madre, que viene a hacerle la acostumbrada visita; entra y abre los postigos; el enfermo observa con jbilo que, adems del desayuno, trae un lo de ropa.Te he mandado hacer un traje nuevo, mi querido Francisco, dijo ella, al mismo tiempo que depositaba el paquete al pie del lecho. Terminada la refeccin, el joven empez a vestirse, mientras la madre, inclinada sobre el umbral de la ventana, miraba la campia. De repente exclam: Qu hermosa maana!, qu cielo ms esplndido! All diviso todas las casas de Bettona, cual si el valle que nos separa se hubiese abreviado; a medio camino, rodeada de viedos, Isola Romanesca, semeja unaislaverdadera acariciada por las ondas de un ro. De todas las chimeneas se levantan al cielo, rectas y trasparentes, columnas de humo: as sube hacia el techo de la iglesia el humo fragante de los incensarios. Oh Francisco mo!, en maanas como sta la tierra y el cielo se me figuran un templo engalanado para una fiesta solemne, en que toda la creacin acude a alabar y dar gracias a su Hacedor.Francisco segua silencioso, pero una vez aderezado, murmur: Dios mo!, cun dbil estoy!.-- Consecuencias de la enfermedad -se apresur ella a contestar-. Mientras uno permanece en cama se imagina poderlo hacer todo; pero apenas se ponen los pies fuera del lecho, se advierte la debilidad; lo s bien por experiencia propia, hijo mo; por eso he cuidado de traerte bastn.Toma, en efecto, de sobre la mesa un hermoso bastn barnizado, con empuadura de marfil, y lo da al joven, quien, apoyado en l y en el brazo de su madre, abandona el triste aposento.En media hora la madre y el hijo anduvieron todas las habitaciones de la casa. Al entrar en la tienda, los saludaron llenos de cordial regocijo los dependientes: Buenos das, seora Pica! Bienvenido el seor don Francisco! Pero luego sinti ste la necesidad de ir ms lejos, a saludar los campos y las vias, el cielo abierto y el panorama todo del extenso y frtil valle.Detvose fuera de la puerta de Ass, junto al camino que, por el pie del monte Subasio, conduce a Foligno. Afirmado en su bastn tendi por el valle la cansada vista. Todo era un inmenso campo de vias; los vstagos trepaban de un rbol a otro; los granados y azules racimos doblaban con su peso los sarmientos bajo el exuberante follaje. Cercanos estaban los das de la ruidosa vendimia y de la recogida del vino en las bodegas. Ms abajo, pero an sobre la pendiente ladera, empiezan los olivares que se despliegan por todo el valle, cubrindolo como de un tapiz de seda de color de plata. De trecho en trecho, sombreadas por pardas nubes, brillan blancas casitas, y las ms lejanas parecen apenas pequeas piedras.Francisco tena la vista fija en este grandioso panorama, y sin embargo, fenmeno singular!, no lo vea. Aquel desbordado gozo que antes experimentaba ante el espectculo de los risueos colores del paisaje, de las aristas de los montes, que parecen penetrar en el cielo azul, ya no existe para l. Dirase que su corazn, poco antes tan joven y vigoroso, haba envejecido por arte de encantamiento; lleg a asaltarle la idea de que nunca ms iba a gozar con la vista de ninguna cosa de este mundo. Parecile demasiado ardiente el sol, y fue a refugiarse a la sombra de un muro; pero un momento despus esta sombra se le antoj demasiado fresca, y torn a buscar el calor del sol. La bajada le haba fatigado mucho; sinti hambre, y aun deseo de saciarla con una buena cena y un buen vaso de vino... Se aterroriz con la idea de que su juventud terminaba; de que ya no le alegraran ms tantas cosas que haban sido y l se imaginaba que seran siempre todo su encanto y su tesoro: el esplendor del da, el azul del cielo, la verdura de las campias, todos los primores de la naturaleza, por que tanto l haba suspirado durante los das y las noches de su convalecencia, como suspira un rey proscrito por tornar a sus antiguos dominios; todo esto se le devolva ahora y, al recibirlo en toda su real belleza, se desvaneca en sus manos, se reduca a fragmentos, a polvo y ceniza; como de las palmas triunfales que se distribuyen el domingo de Ramos se saca la ceniza que el sacerdote pone en la frente de los fieles el primer da de cuaresma, aadiendo estas palabras tan tristemente verdaderas: Acurdate, hombre, de que eres polvo. Polvo!, polvo!, todo no es ms que msero polvo y ceniza, corrupcin y muerte, vanidad de vanidades.Largo rato estuvo all de pie Francisco ocupado con tales pensamientos, fija la mirada en la inmensidad, viendo cmo todo lo existente se marchitaba ante su vista. Por fin, se volvi a la ciudad a pasos lentos y apoyado en su bastn.Sin duda alguna ha lucido para l el da en que dice el Seor que sembrar de espinas el camino; la hora aquella en que mano misteriosa escribi en el muro de una sala de festn palabras de muerte.Sin embargo, como todo el que se halla en los comienzos de su conversin, nuestro joven no piensa slo en sus propias faltas, sino tambin en las ajenas. Acto seguido de percatarse del cambio que se ha obrado en su ser, se le va el pensamiento a los amigos en cuya compaa ha estado ah mismo tantas veces, gozando de la hermosura del grandioso panorama. Qu insensatez la de ellos, poner el corazn en cosas tan deleznables!, se dijo con cierto aire de superioridad, mientras tomaba resueltamente el camino de la casa paterna.

Captulo IIINFANCIA Y JUVENTUDFrancisco tena entonces veintids aos. Era el mayor de los hijos de uno de los hombres ms opulentos de Ass, el comerciante Pedro Bernardone.No era esta familia originaria de Ass; porque Bernardone, el padre de Pedro, proceda de Lucca, donde era miembro de una boyante familia de tejedores y mercaderes de gneros, los Moriconi. La madre, doa Pica, era an de ms lejano origen; su cuna se haba mecido en la hermosa Provenza, la regin de las poticas leyendas. All la haba conocido don Pedro, probablemente en uno de sus viajes mercantiles; de all la trajo, en calidad de prometida, a la pequea ciudad italiana asentada sobre la falda del monte Subasio.1Ass es una de las ciudades ms antiguas de Italia. Tolomeo la menciona con el nombre deAssision;en ella naci el poeta Propercio, 46 aos antes de Jesucristo. Le llev la luz del cristianismo S. Crisplito, o Crispoldo, discpulo inmediato, segn la leyenda, del apstol S. Pedro, lo mismo que S. Bricio, obispo de Espoleto, de quien se dice que, por orden del prncipe de los apstoles, consagr a Crispoldo obispo de Vettona (hoy Bettona) el ao 58 de nuestra era, confindole la direccin espiritual de todo el distrito comprendido entre Foligno al sur y Nocera al norte. Sea de esto lo que fuere, parece cierto que Crispoldo padeci martirio en la persecucin de Domiciano. Igual suerte corrieron ms tarde otros tres misioneros de la Umbra: los santos Victorino ( 240), Sabino ( 303) y Rufino, que fue el principal apstol de Ass (AF III, p. 226, n. 1).En honor de este ltimo santo se construy en Ass, hacia la mitad del siglo XII y segn diseo de Juan de Gubbio, la hermosa baslica, de estilo romano, deSan Rufino,y, luego de terminada su fbrica, la hicieron catedral de la ciudad en reemplazo de la antigua llamadaSanta Mara del Vescovato,situada un poco ms abajo de la residencia episcopal.En esta antigua iglesia catedral de San Rufino existe an hoy la fuente bautismal, de estilo tambin romano, donde, un da (quieren decir que el 26) de septiembre del ao 1182, el hijo primognito de D. Pedro y Da Pica recibi el santo bautismo.Una tradicin que no se remonta ms all del siglo XV nos cuenta que, habiendo llegado Pica a sentir los primeros sntomas del embarazo, fue presa de agudos dolores que se prolongaron por mucho tiempo, sin que ningn cuidado ni remedio fuera parte a facilitar el anhelado alumbramiento; hasta que un da llam a la puerta de su casa un peregrino, quien dijo a la sirvienta que sali a recibirle que la seora no se vera libre de su aprieto mientras no la trasladasen de su cmodo aposento al establo de la casa, reemplazando el mullido lecho en que yaca por las pajas destinadas a los animales. Puesto en prctica sin tardanza el consejo, la enferma exhal el angustiado grito del parto, dando a luz con toda felicidad un hijo, cuya primera cuna fue, por consiguiente, lo mismo que la del Salvador, un haz de pajas en humilde establo.Bartolom de Pisa escribi a fines del siglo XIV suLiber Conformitatum(Libro de las Conformidades), encaminado todo a consignar las semejanzas entre San Francisco y Jesucristo; en el cual libro no hace la menor mencin de esta historia, siendo as que entraba tan de lleno en el plan y objeto de su obra. Pero Benozzo Gozzoli pint, en el muro de la iglesia de San Francisco de Montefalco el ao 1452, el nacimiento del Santo en el referido establo. Sedulio, autor de unaHistoria Seraphicaimpresa en Amberes en 1613 cuenta que l mismo vio en Ass dicho establo transformado definitivamente en capilla.Esta capilla existe an con el nombre deSan Francesco il Piccolo(el pequeo San Francisco), y sobre el dintel de su puerta de entrada se lee esta inscripcin:Hoc oratorium fuit bovis et asini stabulum,In quo natus est Franciscus, mundi speculum.Este oratorio fue establo de bueyes y asnos, donde naci Francisco, espejo del mundo.Dicha capilla est a corta distancia del solar que ocupaba la casa paterna de San Francisco y en el que se levant en el siglo XVII la llamadaChiesa Nuova,modelo perfecto del estilo barroco. Los Bolandistas suponen que la capilla fuese parte de la casa de Pedro Bernardone; que Francisco naci all en efecto, pero que en seguida, durante la infancia del santo, la familia dej de ocupar aquel sitio.2Posible es tambin que la leyenda deba su origen sencillamente al origen de la capilla: el pequeo San Francisco.Tan legendaria como esta tradicin del nacimiento en el establo, es otra que nos ha conservado Wadingo, segn la cual el mismo peregrino que aconsej la traslacin de la enferma a las pajas se present en la catedral en el momento del bautismo del infante y le tuvo en la pila. En la iglesia de San Rufino se conserva an hoy da una piedra en que se ven grabadas dos huellas como de pies, y el sacristn no se descuida en advertir al visitante, mostrndole dicha piedra, que all fue donde, durante el bautizo de Francisco, estuvo de pie el peregrino, o ms bien dicho, el ngel que, bajo forma de tal, asisti a la ceremonia.El ncleo alrededor del cual se formaron estas leyendas es, sin gnero de duda, cierto relato que se encuentra ya en un manuscrito antiguo de la Leyenda de los Tres Compaeros.Refiere el manuscrito que, verificado el bautismo del recin nacido, al volver de la iglesia la comitiva, un peregrino lleg a tocar a la puerta de la casa, manifestando deseos de ver al infante. La criada que acudi al llamado se neg, naturalmente, a satisfacer tal deseo; pero el desconocido replic que no se marchara sin ver al nio. Don Pedro no estaba a la sazn en casa, y la sirvienta tuvo que llevar a la seora misma el recado del extranjero, y de ella recibi, con gran estupefaccin, la orden de llevar el nio a la puerta, donde aguardaba el extrao personaje, quien al recibirle en sus brazos, como en otro tiempo hiciera con el infante Jess el anciano Simen, exclam: Hoy han nacido dos nios en esta misma calle; el uno, que es ste que tengo en mis brazos, ser uno de los mejores hombres del mundo; y el otro, uno de los ms perversos (TC 2, nota).Bartolom de Pisa aade que el peregrino estamp la seal de la cruz en la espalda izquierda del infante y en seguida recomend a la nodriza que le cuidase con sumo esmero, porque el diablo pondra a contribucin todas sus artes para aduearse de l. Dicho esto, desapareci, y nadie volvi a verle jams.El primognito de D. Pedro Bernardone recibi en el bautizo el nombre de Juan. Bernardone se hallaba a la sazn en Francia, y a la vuelta plgole cambiar de nombre a su hijo, llamndole Francisco. Este sobrenombre, si raro, no era entonces absolutamente inusitado; que tal se llamaba(Via Francesca)un camino que, arrancando de la iglesia de San Salvador de los muros (hoy casaGualdi), conduca hacia la parte occidental de la ciudad y remataba cerca de San Damin. Este camino se menciona con dicho nombre en una bula firmada por el Papa Inocencio III el 26 de mayo de 1198, es decir cuando Francisco tena 15 aos de edad y no era an posible que hubiese hecho mritos bastantes para que su nombre se pusiese a una va pblica.Varias hiptesis se han excogitado para explicar el susodicho cambio introducido por Bernardone en el nombre de su hijo. Unos le asignan por causa el afecto que el comerciante profesaba a Francia, patria de su mujer y teatro de sus excursiones mercantiles; deseaba naturalmente que su hijo saliese todo un francs; que lo fuese de nombre ya que lo era de origen. Pudo ser tambin que Pedro, como desaprobando la eleccin de nombre hecha por su mujer, quisiese enmendarla de esa manera, por cuanto S. Buenaventura dice expresamente que fue doa Pica quien escogi el nombre de Juan. Y fue no un Juan Bautista vestido de lana de camello, sino un elegante, discreto y amable francs. Nada tiene de inaceptable esta suposicin si se da por cierto que fue el padre quien hizo el cambio.Pero otros aseguran que el hijo de Bernardone no recibi el nombre de Francisco sino mucho despus, siendo ya adolescente, a causa del uso que haca de la lengua francesa, aunque, por otra parte, consta que nunca lleg a hablar francs con entera correccin.En todo caso, nuestro joven debe haberse familiarizado con esta lengua desde su infancia. En edad temprana aprendi tambin el latn. Esta parte de su educacin fue confiada a los sacerdotes de la iglesia de San Jorge, vecina a la casa del mercader. (La iglesia de San Jorge estaba donde hoy est Santa Clara. De sta a laChiesa Nuova,edificada sobre el solar que ocupaba la casa de Francisco, hay muy corta distancia).El primer bigrafo del santo, Toms de Celano, pinta un cuadro harto poco edificante, de la educacin de los nios en aquella poca; porque dice que apenas dejaban el regazo materno, daban en manos de compaeros de ms edad, que les enseaban no slo a hablar, sino a hacer cosas inconvenientes, y aade que, por puro respeto humano, ninguno se atreva a conducirse honestamente. Dicho se est con esto que de tan malos principios no se podan esperar buenos resultados; a una infancia corrompida tena, por fuerza, que suceder una juventud envuelta en desrdenes. Para semejantes mancebos el cristianismo tena que reducirse a un puro nombre, y toda su ambicin se cifraba en aparecer peores de lo que eran en realidad (1 Cel 1).Pero Toms de Celano era poeta y retrico, y no sabemos a punto fijo qu valor atribuir a estas afirmaciones suyas. Acaso ellas no se refieren ms que a lo que l haba visto en el pas donde pas su infancia, Celano, pequea ciudad de los Abruzos. Por lo dems, de los otros bigrafos antiguos, el nico que trae semejante cosa es Julin de Espira, y no hace ms que copiar a Celano.Como an hoy da es costumbre en Italia, Francisco empez muy temprano a ayudar a su padre en los quehaceres de su tienda. Bien pronto descubri maravillosas aptitudes para el comercio, mostrndose, al decir del citado Espira, ms ducho y vido que su padre. Era, pues, todo un comerciante hecho y derecho. Faltbale, sin embargo, una cualidad esencial a todo individuo de su oficio: la economa. Francisco era extremadamente prdigo.Para penetrar las causas de esta prodigalidad es menester hacerse cargo del tiempo en que se desarroll la adolescencia del hijo del mercader de Ass.Eran los fines del siglo XII y principios del XIII, o en otros trminos, la edad de oro de la caballera. La Europa entera soaba entonces con la vida caballeresca de las cortes provenzales y de los reyes normandos de Sicilia. En Italia las pequeas cortes de Este, de Verona y de Montferrato rivalizaban con las repblicas de Miln y de Florencia a ver quien organizaba ms esplndidos torneos y justas. Los ms ilustres trovadores franceses, Raimbaud de Vaqueiras, Pedro Vidal, Bernardo de Ventadour, Peirol d'Auvergne, recorran la pennsula en incesantes torneos, de corte en corte, de fiesta en fiesta. Por todas partes repercutan los ecos de los cantares de gesta, de los romances y serventesios provenzales, y se escuchaban con avidez los relatos de las expediciones del rey Arturo y de los caballeros de la Tabla Redonda. Hasta las ms insignificantes aldeas tenan suscorti,consagradas al cultivo de lagaya ciencia.El hijofrancsde Pedro Bernardone estaba, pues, fatalmente destinado a recibir su influencia de este movimiento. Para su padre, italiano econmico y parco en deseos, no haba ms ideal que el dinero y el lucro; pero por las venas de Francisco corra tambin sangre provenzal, que le impulsaba a derrochar los caudales paternos en el lujo, en continuos ruidosos banquetes y fiestas.Su propio carcter y sus riquezas le colocaron naturalmente a la cabeza de la juventud alegre de su pueblo natal. Toms de Celano afirma que su destreza en ganar dinero corra pareja con la vanidad febril que gastaba en dilapidarlo. No es extrao, pues, que bien pronto se rodease de muchedumbre de amigos, no slo asisienses, sino de las ciudades vecinas, como que luego le veremos ir a visitar a un camarada suyo en Gubbio, separada de Ass por distancia considerable.La juventud regocijada de Ass era entonces lo que ha sido la de todos los tiempos y pases: se entregaban a menudo a comidas opparas, en que se ahitaban de viandas y menudeaban las copas, y salan despus a recorrer de noche y en grupos las calles de la ciudad, cantando a voz en cuello y molestando a los pacficos vecinos de Ass. El austero fraile menor de Celano delata sin miramientos los pecados de aquella loca juventud: Vestidos de blanda seda, iban por las calles chanceando, cantando y declamando sandeces.Hace algunos aos, me hallaba yo en Subiaco, en los montes Sabinos. Acababa de visitar elSacro Specoo sea la clebre gruta de San Benito y el convento de Santa Escolstica. Hacia el medioda entr en una hostera a almorzar, antes de tomar el tren que deba llevarme a Roma por Mandela. Sirvironme el almuerzo bajo una enramada dispuesta sobre abrupta roca, desde donde, por entre las caas del pajizo comedor, se divisaban las copas de unas higueras de anchas hojas doradas por el sol; ms lejos, el valle por donde el Anio dilata su argentada espuma entre rocas de un gris amarillento; y ms all todava, la ciudad de Subiaco con sus orgullosas torres de atrevidas flechas, como soberbia fortaleza en la cima de escarpada montaa.A este paraje tan ameno como imponente, ceido de belleza y majestad, haba llegado una turba de jvenes con el mismo objeto que yo, a almorzar. A cielo descubierto y en un sitio desde el cual se dominaba el magnfico valle, se les haba preparado la mesa, con blanqusimas servilletas, bien abastecidosfiaschiy copas llenas de rojo vino. Era de ver la agitacin de los camareros, que se cruzaban ac y acull con enormes platos de macarrones en ambas manos. Menudeaban las risas y los cantos de los alegres comensales, aunque sin degenerar en gritos descompasados; los brindis no se hicieron esperar; cada uno pronunci el suyo, a cual ms entusiasta y regocijado; cada brindis era saludado con unnimes estruendosas carcajadas y aplausos...Tal me figuro que seran los banquetes que presida el hijo de Pedro Bernardone: rebosantes de gozo, pero conformes con las leyes de la decencia y de la cortesana. Si el venerable franciscano celanense hubiese conocido las groseras y prosaicas orgas de los jvenes septentrionales, que se jactan de ser hijos de las musas, y no son ms que hijos de Baco, tengo para m que se habra guardado de pronunciar tan severa sentencia contra los festines de la juventud de Ass, animados por una alegra franca, genial, delicada como el vino generoso que se cosecha en las laderas de los montes umbrianos... Pero no; Celano ignoraba todo aquello, y por eso no vacila en contarnos que, de todos aquellos disipados jvenes, Francisco era el peor, el que gobernaba y perda a los dems. Aquella dorada juventud se lo pasaba de fiesta en fiesta. Por la noche recorran las calles cantando al son del lad o de la viola, hechos otros tantos trovadores o juglares desocupados y vagabundos. Francisco haba llegado, en su admiracin por la gaya ciencia provenzal, hasta procurarse un traje de juglar, que luca en las reuniones de sus camaradas. Segn los Tres Compaeros, estaba tan lleno del vano deseo de atraer a s la atencin de los dems, que sola presentarse a veces con vestidos mitad de tela fina, mitad de vil y grosera (TC 2).Es probable que Bernardone admitiera desde muy temprano a Francisco en calidad de socio comercial. Lo cierto es que el joven dispona siempre de sumas considerables de dinero, las mismas que derrochaba en sus placeres, sin que le hicieran mella alguna las amonestaciones que de cuando en cuando le diriga su padre, quejndosele de que ms pareca el hijo de un gentilhombre que de un mercader. Por lo dems, estos reproches no parecan muy sinceros, puesto que no iban acompaados de diligencia alguna para enmendar al delincuente. Ni se mostraba ms severa doa Pica, quien, cuando alguna comedida vecina le afeaba los extravos de su hijo, se limitaba a contestarle: Abrigo la esperanza de que ser un da hijo de Dios.Sin embargo, mucho se engaara quien pensase que las diversiones de Francisco eran inmorales en el sentido propio y vitando de la palabra. En sus relaciones con el otro sexo era ejemplar, y bien lo saban y tenan en cuenta sus amigos, pues harto se guardaban de soltar en su presencia palabra menos honesta, y si tal vez alguno lo haca, l al punto se tornaba serio y aun mostraba enojo. Como todo joven de corazn puro, Francisco miraba con gran respeto el misterio de la generacin (TC 3).En trminos generales, la conducta de Francisco era decente y compuesta. Lo nico que en l lamentaban sus padres era su demasiada aficin a los amigos. Con frecuencia aconteca venir donde l algn compaero, y aunque estuviera sentado a la mesa, se levantaba al instante a recibirle y con l se iba fuera de casa. Su misma prodigalidad tena su lado hermoso y laudable, pues se extenda por igual a los camaradas y a los pobres. Francisco no era del nmero de esos sibaritas vulgares que nunca tienen dos centavos para un pobre, pero tienen siempre centenares de pesos para banquetes en que abundan exquisitos licores. Si soy generoso y prdigo -gustaba decirse a s mismo- con mis amigos por la prontitud con que veo que ellos corresponden a mis obsequios, con cunta mayor razn no deber serlo con los pobres, cuando Dios ha prometido pagar centuplicado lo que por ellos se haga? Estas palabras resumen el pensamiento capital que informa la Edad Media, traduccin a un mismo tiempo candorosa y profunda del gran principio evanglico: Lo que hiciereis con el menor de mis hermanos, los pobres, conmigo lo hacis.Cierto da en que, atareado en la tienda de su padre, casi sin advertirlo despidi bruscamente sin socorro a un mendigo que lleg a pedirle limosna, sinti su corazn como traspasado por agudo pual. Si este hombre -se dijo- hubiese venido a m de parte de alguno de mis nobles amigos, de un conde o de un barn, yo, sin duda, le habra alargado el dinero que me peda3; pero he aqu que ha venido en nombre del Rey de los reyes, del Seor de los seores, y yo no slo le he despedido con las manos vacas, sino con la vergenza en el rostro. Resolvi, pues, no negar en adelante cosa alguna que se le pidiese por amor de Dios;per amor di Dio,como dicen an hoy los mendigos en Italia. Dos de sus bigrafos, el Annimo de Perusa y S. Buenaventura, agregan a este episodio la circunstancia de que Francisco ech a correr tras el mendigo y, alcanzndole, le dio la limosna que acababa de negarle (cf. LM 1,1; AP 4; TC 3; 1 Cel 17).Acaso esta caridad suya para con los pobres fue lo que le granje el extrao homenaje que nos refiere S. Buenaventura: haba a la sazn en Ass un hombre por extremo original, casi un loco, si no un loco rematado, quien, cada vez que topaba con Francisco por la calle, se quitaba la capa y, extendindola en el suelo, le rogaba que pasara sobre ella. Otro raro personaje (si no es el mismo anterior) dio en recorrer la ciudad gritando sin descanso:Pax et bonum!:Paz y bien! Y esta voz se apag luego despus de la conversin de Francisco; por donde la leyenda ha credo ver en ella algo as como un presagio de la aparicin del gran Santo, que pronto iba a presentarse anunciando a los hombres la paz con todos sus bienes (LM 1,1; TC 26).Finalmente, nuestro joven parece haber tenido siempre un profundo sentimiento de la naturaleza; sentimiento que deba tardar un siglo an en hallar, por primera vez desde los das de la antigedad clsica, su verdadera expresin literaria en las obras de Petrarca, y alcanzar el pleno y exuberante desarrollo que ostenta en la vida y en la literatura modernas. De tal sentimiento, pues, estuvo siempre animada el alma semi-provenzal de Francisco, de quien cuenta Celano que se deleitaba en la belleza de los campos, en el encanto de los viedos, en todo cuanto la naturaleza encierra de ms grato a la vista (1 Cel 3). Ni es aventurado tener este sentimiento como una parte de la herencia materna de nuestro joven, como que constituye un elemento esencial de su personalidad, y si iba a sufrir menoscabo con la crisis moral determinante de la conversin de Francisco, ese menoscabo deba ser transitorio. Toda buena planta ha menester de poda para obtener su pleno desarrollo; la planta generosa del temperamento de Francisco tambin deba cortarse hasta la raz, para surgir con toda su savia, en toda su pujante lozana. Un mstico alemn ha dicho que ningn hombre puede cobrar verdadero amor por la creacin a menos de comenzar por la renuncia de ese amor en aras del amor de Dios, en trminos que la creacin parezca muerta para l, y l muerto para la creacin.

Captulo IIILA PRISIN DE PERUSAA nuestro joven le toc vivir en poca de guerras. El emperador guerreaba contra el Papa, los prncipes contra los reyes, los burgueses contra los nobles, ciudades contra ciudades. Acababa de nacer Francisco cuando Federico Barbarroja se vio obligado por la paz de Constanza (25 de junio de 1183) a otorgar a las ciudades lombardas todas las libertades porque haban luchado victoriosamente en Legnano (1176). Pero el sucesor de Barbarroja, Enrique II (1183-1196), reforz nuevamente el poder imperial en Italia, y Ass (que, tomada en 1174 por el arzobispo Cristin de Maguncia, canciller del imperio alemn, reconquist ms tarde, en 1177, sus franquicias comunales y el derecho a tener cnsules propios) se vio obligada a renunciar a sus derechos municipales y a someterse a Conrado de Urslingen, duque imperial de Espoleto y conde de Ass.Un ao despus de la muerte de Enrique, fue elevado al trono pontificio Inocencio III y acto continuo emprendi resuelta y vigorosamente la defensa de las ciudades italianas. El duque Conrado tuvo que acudir a Narni a rendir homenaje al Papa, y los burgueses de la ciudad de Ass aprovecharon su ausencia para atacar la fortaleza germnica, que desde la cima deSasso Rosso(roca roja) amenazaba a la ciudad. La fortaleza fue invadida y destruida completamente, de suerte que cuando llegaron los enviados del papa a posesionarse de ella a nombre de su seor, no hallaron ms que informes ruinas, que son las que ahora se ven en la parte ms alta de Ass. Despus de este hecho los asisienses resolvieron, para ponerse a cubierto de toda invasin extraa, rodear de muros la ciudad. Todos pusieron manos a la obra con tal ardor y entusiasmo, que antes de mucho lograron levantar esas murallas, cortadas a trechos por soberbias puertas y protegidas por formidables torres, que an hoy da infunden respeto al viajero que las contempla. Francisco tendra entonces unos 17 aos, y no es aventurado sospechar con Sabatier que fuese uno de los ms activos colaboradores de aquella empresa patritica y que en ella adquiriese el hbito de acarrear piedras y de manejar la plana, que tan til le iba a ser muy pocos aos despus.Por cierto, la parte ms penosa y ruda del trabajo, tanto de demolicin como de edificacin, toc a la gente del bajo pueblo, a losminores,como se les sola llamar. En esta obra adquiri el pueblo de Ass conciencia de su fuerza; por donde, despus de vencer al enemigo exterior, al tirnicotudesco,se volvi contra los tiranos domsticos, cuyas fortalezas, que eran sus propias moradas, estaban esparcidas por la ciudad. La guerra civil no tard en estallar; las casas de los nobles fueron sitiadas por la burguesa; varias de ellas, incendiadas: la derrota de la nobleza era inminente. Por fin, apel sta a un recurso extremo: llam en su auxilio a la poderosa repblica de Perusa, vecina y antigua rival de Ass, prometindole, si le ayudaba en aquel apurado trance, reconocerle soberana sobre su patria.Perusa se hallaba entonces en el apogeo de su grandeza y poder, y se apresur a aprovechar la ocasin que se le ofreca de aduearse de Ass; envi, pues, sus ejrcitos a favorecer a los sitiados nobles. Por su parte, los burgueses de Ass, lejos de cobardear, se aliaron con los pocos nobles que haban permanecido fieles a su ciudad natal y salieron al encuentro de los invasores. Ambos ejrcitos trabaron combate en el valle que separa las dos ciudades, cerca del puente San Juan(Ponte San Giovanni). El xito favoreci a los perusinos, y numerosos asisienses cayeron prisioneros, entre ellos nuestro Francisco, quien, por su posicin social y sus maneras distinguidas, logr ser tratado como noble en la prisin. Idntico tratamiento ordenaban muchas antiguas leyes comunales francesas que se diera a los burgueses honorables.La batalla del puente San Juan fue en 1202, y el cautiverio de Perusa dur un ao entero, durante el cual Francisco mostr un nimo tan alegre y regocijado, que era la admiracin de sus compaeros; mientras stos penaban, l no haca ms que cantar y decir donaires, y si alguien le echaba en cara tan extraa actitud, l contestaba: No sabis que me aguarda un grandioso porvenir y que vendr un da en que todo el mundo me rendir homenajes? Empezaba ya a apuntar en l esa segura confianza en sus destinos, esa conviccin serena del magnfico porvenir que le estaba reservado, en que todos sus bigrafos creen ver uno de los rasgos ms sobresalientes del carcter de Francisco en los aos de su juventud.Por fin, en noviembre de 1203 se firm la paz entre los dos partidos beligerantes. Los burgueses de Ass prometieron resarcir los daos que haban causado en las propiedades de los nobles, y stos se comprometieron a no pactar en lo sucesivo alianza alguna con otros pueblos sin autorizacin de sus conciudadanos. En consecuencia, Francisco y sus compaeros fueron puestos en libertad.Hermoso papel haba desempeado en la prisin nuestro cautivo: no fue slo, como queda dicho, el apstol de la alegra y del buen humor, sino tambin un ngel de paz. Porque haba en la crcel un caballero que, con su trato intemperante y soberbio, se haba atrado el odio de todos los camaradas, excepto el de Francisco, quien, al contrario, le trat siempre con tanta benignidad y tan ingeniosa paciencia, que lleg a conseguir que el grosero y orgulloso personaje reconociera sus faltas y buscase la compaa de los dems, de quienes se obstinara en permanecer alejado.Pero esa larga y forzada convivencia con los nobles le comunic tambin cierto gusto por la vida y las ocupaciones aristocrticas, como lo demostr durante los tres aos siguientes a su cautiverio (1203-1206). En este lapso de tiempo Francisco no fue ni quiso ser otra cosa que un asiduo cultivador de lagaya cienciaprovenzal; entonces fue cuando se lanz al torbellino de las fiestas y de los placeres, de donde slo una mortal enfermedad vino a sacarle, aunque no definitivamente todava.

NOTAS:*) El autor, J. Joergensen, a veces menciona las "leyendas" o "leyendas antiguas" al referirse a episodios de la vida de San Francisco. Tngase en cuenta que en tales ocasiones el autor usa el trmino "leyendas" no en el sentido de Relacin de sucesos que tienen ms de tradicionales o maravillosos que de histricos o verdaderos, sino en el sentido de Historia o relacin de la vida de uno o ms santos; concretamente se refiere al grupo de las mejores fuentes biogrficas primitivas de San Francisco, entre las que se encuentran laLeyenda Mayorde San Buenaventura (LM), laLeyenda de los Tres Compaeros(TC), laLeyenda de Perusa(LP), laLeyenda (o vida) de Santa Clara(LCl), etc.1) Octavio, obispo de Ass, refiere en susLumi sulla Portiuncula(1701) que el ao 1689, hallndose l en Lucca, tuvo en sus manos un manuscrito antiguo del cual copi lo siguiente: Haba en Lucca dos hermanos comerciantes llamados losMoriconi. El uno de ellos se qued en Lucca y el otro, de sobrenombre Bernardone, se traslad a la Umbra y fij su residencia en Ass, donde se cas y tuvo un hijo a quien puso el nombre de Pedro, quien, heredero de fortuna cuantiosa, se cas a su vez con una joven de noble familia llamada Pica, y de este matrimonio naci San Francisco.Wadingo (Annales,I, p. 17) trae un rbol genealgico de los Moriconi, que llega hasta la cuarta generacin despus de S. Francisco. El propio analista refiere (ibid. p. 18) que los superiores de Ass certificaron el ao 1534 que en esa poca vivan all mismo dos descendientes de Pedro Bernardone, los hermanos Antonio y Bernardone, y que ambos vivan de la caridad pblica. VaseActa Sanctorum,Oct. II, pp. 556-557, y Cristofani,Storie d'Assisi,I, pp. 70 y sig.2)Acta Sanctorum,Oct. II, pgs. 556-558.3) Por estas palabras venimos en conocimiento de que Francisco sola prestar dinero a sus camaradas

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