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Salomón Lipp Universidad McGill HISTORIA Y FICCIÓN: EL CASO ÁRABE-ISRAELÍ La relación entre historia y ficción se presta a una multiplicidad de variaciones e interpretaciones, porque los dos componentes de la ecuación participan de una naturaleza fluida y dinámica. La historia, puede decirse, no se escribe. La historia se reescribe continuamente, conforme con los intereses subjetivos de los grupos diversos de la sociedad. Lo mejor que podemos esperar o anticipar es que el historiador adopte normas y criterios "objetivos" en cuanto le sea posible. En el proceso de investigar, utiliza documentos, datos científicos, biografías, diarios, cartas, periódicos, etc. También puede hacer uso —pero con mucho cuidado— de lo que se llama comúnmente historia oral, i.e., informes que se han transmitido de una generación a otra, cuentos legendarios acerca de las grandes figuras históricas que en cierto modo se han convertido en mitos. En este sentido desempeñan un papel significativo la imaginación humana y la tendencia a romantizar y glorificar. En fin, la historia puede compartir varios elementos de su corpus con la mitología, de manera que se puede decir que la historia posee facetas imaginativas o novelescas. Otro factor que agrega más sustancia a esta perspectiva es el hecho que el historiador mismo es un ente de carne y hueso, influido por sus circunstancias, su modo de pensar, sus actitudes. Es verdad que utiliza todos los datos necesarios para escribir, como, e. g., las fuentes y los recursos históricos después de haberlos investigado, pero luego es posible que los interprete según los dictados de su formación ideológica. Podemos, pues, tener dos historiadors que trabajan con el mismo material, pero que, según su orientación filosófica o política, producen dos textos distintos. O, aun mejor, el mismo historiador puede cambiar y reescribir su historia, dentro de un intervalo de algunos años o décadas, para satisfacer las exigencias de una línea política que se ha cambiado, agregando o acentuando ciertos elementos y suprimiendo otros. El historiador, en este caso, ha creado algo; ha escrito ficción. ¿Qué podemos decir de la ficción misma, e.g., de una novela histórica? En este caso, el escritor debe mantener el equilibrio necesario

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Salomón LippUniversidad McGill

HISTORIA Y FICCIÓN: EL CASO ÁRABE-ISRAELÍ

La relación entre historia y ficción se presta a una multiplicidad devariaciones e interpretaciones, porque los dos componentes de laecuación participan de una naturaleza fluida y dinámica.

La historia, puede decirse, no se escribe. La historia se reescribecontinuamente, conforme con los intereses subjetivos de los gruposdiversos de la sociedad.

Lo mejor que podemos esperar o anticipar es que el historiadoradopte normas y criterios "objetivos" en cuanto le sea posible. En elproceso de investigar, utiliza documentos, datos científicos, biografías,diarios, cartas, periódicos, etc. También puede hacer uso —pero conmucho cuidado— de lo que se llama comúnmente historia oral, i.e.,informes que se han transmitido de una generación a otra, cuentoslegendarios acerca de las grandes figuras históricas que en cierto modose han convertido en mitos. En este sentido desempeñan un papelsignificativo la imaginación humana y la tendencia a romantizar yglorificar. En fin, la historia puede compartir varios elementos de sucorpus con la mitología, de manera que se puede decir que la historiaposee facetas imaginativas o novelescas.

Otro factor que agrega más sustancia a esta perspectiva es el hechoque el historiador mismo es un ente de carne y hueso, influido por suscircunstancias, su modo de pensar, sus actitudes. Es verdad que utilizatodos los datos necesarios para escribir, como, e. g., las fuentes y losrecursos históricos después de haberlos investigado, pero luego esposible que los interprete según los dictados de su formación ideológica.Podemos, pues, tener dos historiadors que trabajan con el mismomaterial, pero que, según su orientación filosófica o política, producendos textos distintos. O, aun mejor, el mismo historiador puede cambiary reescribir su historia, dentro de un intervalo de algunos años odécadas, para satisfacer las exigencias de una línea política que se hacambiado, agregando o acentuando ciertos elementos y suprimiendootros. El historiador, en este caso, ha creado algo; ha escrito ficción.

¿Qué podemos decir de la ficción misma, e.g., de una novelahistórica? En este caso, el escritor debe mantener el equilibrio necesario

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para asegurarse que escribe ficción y no historia. Pueden aparecer en sunovela figuras históricas, pero sólo como personajes secundarios. Si éstosson los protagonistas, ya no es ficción la obra; es biografía. Lospersonajes principales tienen que ser creados por el autor. La documen-tación y el comentario social son importantes sólo si contribuyen alargumento de la obra literaria. En otras palabras, la ficción que se centraen la historia, o sea, la novela de realismo documental, utiliza materialesde temática histórica, pero para retener los elementos literarios ycualidades estéticas, tiene que mostrar cómo la historia influye yacondiciona la personalidad de sus protagonistas, revelar el desarrollode las relaciones entre ellos, y elaborar los conflictos interiores queresultan. Las técnicas diversas que emplea el novelista para realizar estoconstituyen el arte literario, y le dan al autor el derecho de llamarsenovelista y no historiador, aunque él también puede manipular datoshistóricos.

¿Qué sacamos de todo esto? Que la historia, en ciertos aspectos,puede ser ficción, y que existe el peligro de que la ficción puedaparecerse a la historia. En fin, bien se puede preguntar: ¿Es que el autorestá novelando la historia o historiando una novela?

Claro que en el transcurso de nuestra discusión puede surgir unaserie de preguntas afines como, por ejemplo: ¿Es obligatorio, en unanovela histórica, escribir sólo acerca de lo que está situado en el pasado,y que no toca el presente? ¿Se puede aplicar el término "histórico" a lossucesos que tienen lugar durante la vida del autor que los trata? En otraspalabras, ¿Es válido hablar de la historia en cuanto a lo que se estádesarrollando ahora, a la historia que se hace? O ¿Es que lo que se estáhaciendo todavía no es historia?

Apliquemos esta formulación a nuestro caso concreto, tematransversal como indica el programa y que puede servir como ilustraciónde lo que vamos diciendo. La serie de guerras árabe-israelís tiene susrepercusiones en la literatura de Hispanoamérica, específicamente en elcaso de la Argentina. Dos autores han abordado el problema: BernardoVerbitsky (Etiquetas a los hombres) y Marcos Aguinis (Refugiados: crónicade un palestino); lo han hecho desde dos ángulos distintos.

¿Cómo se reflejan los hechos históricos en estas dos obras? En el casode Verbitsky (fallecido en 1979), se trata de uno de los más renombradosautores judío-argentinos contemporáneos. Su novela es una especie deodisea que posee —sospechamos- fuertes toques autobiográficos. El

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protagonista, Cherniacoff, es un escritor judío-argentino que buscadefinir su identidad judía. Esta búsqueda lo lleva a Israel, Italia, Franciay la Unión Soviética. En cada caso viene en contacto con individuos quesiguen discutiendo el "eterno" problema judío. En esta ponencia nosinteresan sólo su visita a Israel y las discusiones interminables sobre elconflicto árabe-israelí. Interesante para el lector es la dedicatoria queescribe el autor (escrita hace veinte años): "A la memoria de loscombatientes árabes y judíos, muertos en una guerra que el mundo debíaevitar y cuya reanudación tiene la obligación de impedir."

Lo novelesco en Etiquetas parece de menor importancia. Verdad queaparecen personajes primarios y secundarios. Pero lo que más destaca esel drama de ideas. Etiquetas sirve como pretexto para presentar losdiversos puntos de vista que se chocan unos con otros respecto a laescena contemporánea del Cercano Oriente. Cherniacoff, representantede la vieja izquierda, toma parte en las largas conversaciones dialécticasen las que defiende a Israel contra el anti-sionismo contemporáneo. Asíque además de darnos una caracterización de los personajes y susconflictos psicológicos, Verbitsky se sirve de discusiones que tienen lugaren los restaurantes, en la universidad y en el kibbutz. Para prestar másautenticidad al argumento, introduce cartas y reminiscencias personales,artículos de la prensa y referencias históricas.

En este período crítico de la vida Cherniacoff trata de conciliar su serjudaico con su orientación socialista. "¿Es indispensable -se pregunta—que un socialista, para seguir siéndolo, se junte con los árabes en sucampaña de odio contra Israel? ¿Por qué es el fanatismo árabe másrespetable que el de los judíos?"1 Cherniacoff está en contra de toda clasede fanatismo: contra los comunistas que son anti-Israel, y también contralos sionistas que son enemigos de la Unión Soviética. Lo que el mundono puede tolerar, piensa Cherniacoff, es que los judíos ya no desem-peñan su papel histórico de víctimas pasivas. En Israel se encuentra conterroristas israelís, con izquierdistas árabes que buscan la destrucción deIsrael y con israelís y árabes que quieren un acuerdo entre los dospueblos. Cherniacoff sufre del dilema del liberal que trata de adoptaruna postura racional y no dejarse arrastrar por un nacionalismoextremista. Hay que juzgar la creación del estado de Israel —concluye—dentro del marco histórico del antisemitismo mundial. Frente a este odioirracional, la razón individual se derrumba. Israel ha cambiado la cosa.Ahora los judíos tienen la opción de ser ciudadanos de un solo país, el

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suyo, que tiene raíces históricas.Las discusiones siguen cada vez más acaloradas. La creación del

estado judío, dicen algunos, ha resultado en un aumento del antisemi-tismo. Otros insisten que Israel ha servido para despertar el nacionalismode los árabes. Alguien se queja: ¿Por qué lamenta continuamente laprensa mundial la expulsión de miles de árabes del estado judío, peronadie dice nada acerca de la expulsión de los judíos de las tierras árabes?Daniel, izquierdista argentino y futuro yerno de Cherniacoff, decide salirde la Argentina e inmigrar a Israel. "La existencia de Israel no amenazala del mundo árabe, y no obstacularizará ni retrasará la revolución en elCercano Oriente. Al contrario, la apresura ... La desaparición de Israel...significará un retroceso para la humanidad. Quiero contribuir aevitarlo."2 Kogan, uno de los personajes principales, enfatiza lo queVerbitsky ha escrito en la dedicatoria: "La gran mayoría del país ...quiere paz ... quiere negociaciones ... quiere convivir en paz con losárabes."3

Y ¿Cómo se explica el título del libro? Para juzgar al individuo, omejor dicho, para culparle de algo, es necesario convertirlo en unconcepto abstracto. Es más fácil condenar y odiar si no lo percibimoscomo individuo concreto, sino que, más bien, le ponemos una etiqueta,verlo como la encarnación de una culpa genérica.

La novela de Marcos Aguinis, médico y cirujano, Refugiados: crónicade un palestino, es un noble esfuerzo por comprender el conflicto árabe-israelí. Lo interesante es que Aguinis, judío-argentino, escribe esta noveladesde el punto de vista de un árabe palestino. El autor presenta latragedia del árabe, sus emociones y su sufrimiento, y trata casidesesperadamente de encontrar una solución racional al conflicto, ya tanviejo y complicado. La justicia exige que se examinen las dos perspec-tivas. Aguinis cree que los árabes palestinos han sido mal tratados, peroal mismo tiempo sostiene que Israel tiene el derecho de existir.

Menos discursiva que Etiquetas, la trama de Refugiados es másdramática y posee más elementos conflictivos entre los personajesmismos. El refugiado palestino innominado es un estudiante de medicinaen Alemania. Aquí se encuentra con otros árabes, con israelís, judíoslatinoamericanos, médicos antisemitas y alemanes anti-nazis. Sedesarrolla una sucesión de incidentes electrizantes, inclusive el asesinatode Myriam, sobreviviente del Holocausto, de quien está enamorado elpalestino. Ocurren malentendidos entre ellos, pero existe la esperanza de

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que algún día podrán caerse las murallas.A través de la obra se nota un cambio sutil en el palestino. Gracias

a sus múltiples contactos con israelís y árabes de toda índole, se aumentasu tolerancia, y pierde su mentalidad cerrada. Rechaza las maniobras delos árabes fanáticos. El refugiado relata sus experiencias y reminiscenciasen la primera persona, y al final de la obra está convencido que el estadode Israel es un aspecto íntegro de la lucha por la liberación del TercerMundo.

Se repiten aquí en las discusiones que siguen muchos de losargumentos que se encuentran en Etiquetas como, por ejemplo: Jordaniaes un estado palestino de modo que ya existe uno, y los árabes no tienenque formar otro; los refugiados palestinos son un instrumento para hacerpropaganda política. Se habla con pasión, a veces violenta; se ataca conuna sátira mordaz. Por ejemplo: "La afirmación nacional de los judíos sellama racismo, expansionismo, agresión. El propósito árabe de arrojarlosal mar, una noble corriente progresista."4

La evolución del pensamiento del narrador queda bien ilustrada porlo que escribe en su diario: "La vida del hombre está jalonada poreslabones. A veces, al penetrar en uno nuevo, adquirimos conciencia dela densa ignorancia que teníamos en el eslabón anterior. Las sorpresasson tan fuertes que pueden hacernos dudar si la persona que vivía unmomento antes era la misma."5 En estas pocas líneas está la esperanza deque se realice en el futuro no muy lejano una conciliación entre losárabes y los israelís.

En el caso de las dos novelas queda una pregunta clave: ¿Hasta quépunto han permitido los autores entrar en su obra un exceso deargumentación basada en los hechos históricos, para así diluir la calidadliteraria? Como ya se ha dicho, en este tipo de ficción hay que ejercermucho cuidado para no trastornar el equilibrio delicado que existe entrela ficción y la historia.

Claro que en la literatura de esta índole es indispensable incluirreferencias históricas. Pero lo que importa aquí es: ¿Cómo se utilizanestos materiales? ¿Se emplean primordialmente para predicar en pro deuna ideología, o sirven para desarrollar la caracterización del personajey avanzar la trayectoria de la trama literaria?

Desde este punto de vista, parece que Verbitsky ha sido excesiva-mente entusiasta. Ha tenido demasiadas oportunidades en su novelamonumental de quinientas páginas, para extender los límites permisibles.

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En cambio Aguinis, en su obra mucho más breve, ha logrado evitar estatentación. Hay más elementos narrativos, así que el lector no quedaabrumado por la cantidad de discursos.

Sin embargo, en los dos casos se percibe un fenómeno semejante: latransformación gradual de la personalidad. En cada caso, el protagonistatermina afirmando una esperanza, la de la paz y armonía entre dospueblos.

Notas

1 Bernardo Verbitsky, Etiquetas a los hombres. (Barcelona: Editorial Planeta, 1972)222.

2 Verbitsky 366.3 Verbitsky 150.4 Marcos Aguinis, Refugiados: crónica de un palestino. (Buenos Aires: Editorial

Planeta Argentina, 1976) 107.5 Aguinis 180.

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