Sabes Athos

download Sabes Athos

of 29

Transcript of Sabes Athos

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    1/29

    Relatos sobre identidad nietos y reencuentros

    A

    K

    Bombara - Singer / Rivera - Wernicke

    Andruetto - Istvansch / Méndez - Bernasconi

    libroscopio

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    2/29

    Relatos sobre ident idad n ietos y reencue ntros

    Bombara - Singer / Rivera - Wernicke

    Andruetto - Istvansch / Méndez - Bernasconi

    Qlibroscopio

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    3/29

    índice

    Introducción 7

    Ma nuel no es Superman

     

    ¿Sabes, Athos? 29

    Los herm anos 53

    Querido

     Melli

      75

    Ganas de saber MÁ S 100

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    4/29

     ntroducción

    Los cuentos, por lo general, salen de la imaginación de los escritores, y la imaginación, como

    sabes, puede brotarte de algo que te haya ocurrido, de algo que te hayan contado o, por ejemplo, de

    tan solo mirar por la ventana.

    Los relatos que vas a leer en este libro son resultado del trabajo de och o de los más imp ortan tes

    escritores e ilustradores argentinos, después de que escucharon a cada uno de los protagonistas de las

    historias, de ser atravesados por esas palabras y de volcar en sus papeles o teclado las palabras y las imá-

    genes de la forma que a ellos les resonaron.

    Estos protago nistas, que po r estos días rond an los 30 años de edad, fueron víctimas, cuand o eran

    mu y chiquitos en algunos casos hasta estaban en las panzas de sus mam as), de la etapa más cruel de la

    historia de la Arg entina. E n

      1976,

     el gobiern o que hab ía sido elegido dem ocrática me nte fue desplazado

    por la fuerza, por militares que decidieron los destinos del país.

    Y los de la vida de la gente.

    Porqu e m uchas de las cosas que estos militares y sus cómplices civiles hicieron, p odría n inscribir-

    se entre las más aberrantes que sufrió la humanidad.

    A estos chicos, los de los relatos de este libro, les robaron su identidad. Les falsificaron sus nom-

    bres, les mintieron acerca de cuál era su historia y de quiénes eran sus familiares. Les robaron su iden-

    tidad e hicieron desaparecer a sus padres sin saberse, hasta hoy, dónde está la mayoría de ellos.

    A medida que los años pasaron, esos chicos, que se calcula son cerca de 400, fueron creciendo

    con las familias a las que fueron entregado s. Algunos de ellos qued aron con los propios m ilitares asesi-

    nos;

      otros chicos, con familias cómplices de esos militares. Y también hubo personas que recibieron a

    los chicos sin saber cuál era su origen.

    7

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    5/29

    Los gobiernos militares se sucedieron sum and o cada vez más desastres a nuestra historia. Cu an do

    se vieron cercados por nuevas protestas de la gente en reclamo de sus derechos, inventaron una guerra

    que costó más vidas de jóvenes inocentes.

    Fue quizá ese el último intento de los militares por sostenerse, pero terminó en realidad desmo-

    ronando su gobierno.

    Desde ese momento el país recuperó la democracia, fue cambiando de gobernantes, avanzando,

    retrocediendo y volviendo a avanzar en el castigo a los responsables de los graves delitos cometidos.

    Lo que nunca cambió fue el empuje y la energía de las abuelas y familiares de todos esos niños, que

    los buscaron y los buscan incansablemente para contarles la verdad y darles todo el amor que también

    hubieran querido darles sus

     papas.

    La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo cumplió 35  años a la cabeza de esa búsqueda irrenun-

    ciable. Ya lograron devolver la identida d y la verdad a más de cien persona s.

    Esas personas, robadas de tan chicas, hoy podrían tener hijos de tu edad. Con este libro que-

    remos acercarte al me nos cinco d e esas historias narradas en cuatro relatos). Cu atro de chicos que

    lograron conocer la verdad y repensar sus vidas. La última, la de una chica que logró hacerlo pero que

    aún le falta encontrar a su hermano mellizo, robado cuando era bebé junto con ella.

    Es duro pero muy importante conocer estas historias. Como en diferentes etapas de nuestro

    crecimiento, es necesario atravesar un tema doloroso para saber, entender, evitar que se repita y poder

    construir una sociedad mejor.

    El mayor deseo de los que hicimos este libro tiene que ver con que el futuro que te toque vivir

    como adulto sea más feliz y más justo, y como es imposible edificar algo así sobre el barro de la mentira,

    te contamos y esperamos que cuentes estas historias para ayudar a quienes todavía viven angustiados o

    confun didos, entre las dudas de sus orígenes.

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    6/29

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    7/29

     

    Iris Rivera -

     María

     W ernicke

    ¡>v

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    8/29

    Te cuento porque no miras para otro lado cuando te hablo. Desde que eras cachorro

    me escuchas. Yo también era cachorrita cuando me trajeron, más cachorrita que

    vos. Y te cuen to porque no se lo decís a nadie. Y porque me encan ta dormirme

    arriba de tu panza.

    Aparte, hay cosas que ni me acuerdo, pero vos  tenes mem oria de perro. ¿Te acordás

    cuando yo cumplí tres y todavía no caminaba? Mentira que no caminaba.

    Cuando nadie me veía sí caminaba, y me enseñ aste vos. Me agarraba de tu collar

    ¿te acordás, A thos? Vos me enseñaste. Y no le contaste a nadie.

    También decían que yo no hablaba. A las personas no les hablaba, pero a vos sí.

    Y a la Pantera Rosa le hablaba, y al Margarito Tereré. Me los había regalado mamá

    peluca para el Día del Niño ¿te acordás?

    Yo hasta ahora siempre tuve un solo cumpleaños, ¿viste, Athos? Ah ora dicen que

    capaz voy a tener

     dos.

     Porque yo cumplo un día, pero no es el día que nací, nací

    otro día ¿entendés? No, yo tampoco, pero las señoras dijeron eso y lo decían serias.

    Espera,

     después te digo qué señoras.

    La Pantera Rosa y el Margarito también me escuchan y tampoco cuentan. Fíjate

    cóm o m e miran ¿viste? Vos, la Pan tera y el Margarito son los que m e miran, por eso

    les cuen to.

    Las abuelas dijeron eso. Tres abuelas eran, pero no eran todas mías. Una sola dice

    que es mi abuela, las otras son las amigas. La mía es la que tiene el medallón.

    ¡No sabes, Ath os Cu ando m e quiso dar un beso, yo la agarré del medallón y tiré

    fuerte. Y mam á peluca, que vos ya sabes que le digo peluca porque es postiza, dijo

    no seas atrevida.  Pero

     la abuela que dice que es mi abuela dijo

     déjela señora la bebé

    que busco

     me

     tironeaba del

     medallón.

    3

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    9/29

    Lo del medallón las hizo quedar m udas. A la que dice que es

    mía, a las amigas que vinieron con ella y a mi mam á peluca,

    la postiza.

    Vos acordate, Athos.

     Yo

     soy adoptada com o vos ¿te

    acordás? A vos te compraron en la veterinaria y a mí me

    encontraron. Mam á peluca me enc ontró, en la puerta de la

    Ca sa Cuna. Ya sabes, le dicen "cuna", pero no es una cuna,

    es una casa, bueno... un hospital, ahí curan a los chicos.

    Pero yo no estaba enferma, estaba abandonada nada más.

    Y mam á peluca me encontró.

    >

    tffltf

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    10/29

    Yo le digo peluca y le digo postiza, pero ella dice que

    es mi mamá del corazón, no de peluca. Pero yo le digo

    peluca porque es com o una peluca que va encima del

    pelo tuyo. Ella se ríe, pero yo no lo digo para que se ría.

    Son lindas las pelucas, así  tenes más pelo: el pelo de la

    peluca y el pelo tuyo que está abajo. Aparte, con

    peluca pareces otra persona. ¿Vos entendés? Bah, no

    sé. . .  porque yo no la tengo a mi mamá que no es

    peluca y eso es feo, vos  sabes.

    Estoy pelada de mam á desde chiquita. Pelada y con

    peluca. ¿Vos decís que parezco otra persona? No ¿no

    es cierto? Yo quisiera saber si me parezco a la cara

    de ella, pero no me acue rdo

    de la cara que ella tiene.

    EVA-

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    11/29

    •41ÍÍTÍ3? ?

    í?f- ??3pf

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    12/29

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    13/29

    ¡Ay

     Athos ¿Te acordás que dije que estoy pelada de mam á? ¡Ahora estoy

    peluda de abuelas No te rías, Ath os. D icen que yo la tuve siempre a esta abuela

    del medallón y que casi seguro que es mi abuela de en serio, no de peluca. Ella

    dijo que desde que su nieta desapareció, está buscando a su hija. Y que la nieta

    le desapareció a los ocho meses, que es la misma edad que yo tenía cuando me

    abandonaron. Yo estoy pelada de papá también, ya sabes. ¡Y mira si mi mamá llega a

    ser la hija de esta abuela medallón, Athos Ay, no sé, la cosa es que estoy pelada de

    papá y mamá, y peluda de abuelas. N o te rías con la cola, Athos.

    Una cos a.. . ¿cómo es que dicen que desaparecí? ¿De qué hablan? La gente no

    desaparece. En los trucos puede desaparecer un conejo, una palom a... pero es truco.

    Y aparecen al minuto. N o es que desaparece el conejo, es que el mago lo esconde

    sin que te des cuen ta. D espués te exp lico... o te muestro un mago en la tele. Lo

    que yo digo es que la gente y los perros nacen, viven, se mueren y después ... ¿Vos

    crees en el cielo, Athos? Una cosa ¿habrá cielo para perros? no te preocupes.

    Lo que yo digo es que la gente y los perros siempre están en algún lado.

     O

      están

    vivos arriba de la tierra o están muertos abajo de la tierra. Me parece que los perros

    deben ir al mismo cielo que la gen te. .. Después pregunto.

    Ni siquiera las cosas desaparecen, Athos. La cartera de mamá peluca no desapareció:

    se la llevó el ladrón del tren ¿claro? Y el peine verde no había desaparecido, estaba

    abajo de la cama ¿te acordás que vos lo trajiste con los dientes?

    A mi papá y a mi mamá no los encuentran. ¿Y por eso van a decir que

    desaparecieron? Es que no me entienden, Athos. No entienden porque no escuchan

    como me escuchas vos. Yo digo que están vivos o están m uertos o están escondidos.

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    14/29

    ¿Por qué aullas, Athos? ¿Te asustaste de que dije muertos? La abuela del medallón

    también se asustó de esa palabra. Yo digo que se asus tó porque la voz le temblaba

    cuando dijo que no estaba segura. N o sé, tamp oco está segura de que yo soy yo.

    Y tampoco debe e star segura de que haya cielo para perros. La abuela medallón no

    está segura de casi nada, al final, la pobre. Será por eso también que llora.

    Vos sí estás seguro de quién soy ¿no, Athos? Con peluca o sin peluca, vos sabes que

    soy  yo. No te parezco otra persona ¿no? Me duermo en tu panza, te tiro de la oreja

    y no te due le... como siempre. Espera que ya vengo.

    ¿Sabes qué? Yo también estoy segura. Me miré un rato largo al espejo... y

     sí.

     Soy

    yo. Pero la gen te no se conv ence fácil de las cosas fáciles. Son raros ¿viste? Más

    raros que vos y que yo, por lo menos. Para saber si yo era yo me tuvieron que sacar

    sangre, ¿a vos te parece? Hiciste bien en querer morderlos, lástima que te ataron.

    ¡Te

     los querías comer Al policía y al doc to r... bah, no sé si era doc tor o enfermero,

    qué sé yo, pero sacó la jeringa. Y vos me defendiste.

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    15/29

    Ay no

     sabes

     lo que pasó después ... porque te ataron en el fondo. Lo que pasó

    es que yo también los quise morder. Los quise morder y los mordí. Bah... al

    docto r solo lo mordí. E ntonces mam á peluca dijo que la sangre me la sacaba

    ella, que para eso es doctora también. Así, sí. A ella la dejo porque es doctora

    y porque me encontró en la Casa Cuna y porque puso mi cuna en su casa. ¡Ja

    Me salió un chiste. O   un versito, no sé. Algo de risa.

    Ahora hay que esperar el resultado del análisis para saber si yo soy  yo. Se te ríe

    la cola, A thos. Tenes razón.

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    16/29

    ¡Ay,

     Athos, no era ¡Dicen que no era yo, Athos ¡Dicen que yo no soy yo Acá

    traigo a la Pantera y al Margarito para que escuchen los tres. Nos abrazamos todos

    y se los digo en secreto. Vengan conmigo abajo de la mesa, la del mantel hasta el

    piso. N o quiero que sepan que u stedes saben. ¿E stán preparados? B ueno: dicen que

    yo no soy Bettina, que soy Candela. ¿C ómo voy a ser Candela si tengo cara de

    Bettina?

    Miren la cara de Bettina que tengo. ¿O me ven otra cara, ustedes? A th os ... ¿la

    Pantera y el Margarito me miran más fijo... ¿o me parece a mí? ¿Me e stá

    cambiando la cara, Athos? ¿No es cierto que no? Ah, ya sé ¡Espérenme acá Voy

    a buscar el espejito que m e regaló mam á peluca.

    Ahora  sí. ¡Y claro que sí Claro que tengo la misma cara de antes. E stá asustada mi

    cara, pero es la de antes. ¡Qué tonta ¡Si vos no chum baste Hub ieras chumbado

    mucho si yo no fuera yo ... H asta me hubieras mostrado los dientes. Qu é tonta .

    Q ué bien me esperaron escondidos, eh. Ah ora nos quedamos quietos. Seguro

    piensan que desaparecimos como las palomas y los conejos, ja.

    No estoy llorando mucho, A thos. Es poquito. Es porque pensé en las palomas y los

    conejos. Y en un mago que sea malo y no los aparezca

     más.

      ¡Me haces cosquillas

    con la lengua, Athos Está salada mi cara ¿no?

    ^

     

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    17/29

    :^íiótX

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    18/29

    Athos, m e llevan a Rosario. La abuela m edallón, m e lleva. No sé si la quiero a la

    abuela medallón y no sé si la voy a querer. H ac e poquito que la conozco. Parece

    buena , pero hace poco. Ella sigue diciendo que la conozco de bebé, pero yo ni

    siquiera me acuerdo. Ella dice que cóm o me acordé del medallón, entonces. Q ué sé

    yo cóm o me acordé, A thos. No es que yo sé todas las cosas sobre

     mí.

     ¿Vos sabes

    todas las cosas sobre vos? Por ejemplo: de tu m amá y tu papá  ¿sabes algo? Capaz

    que sí  porque sos perro.

    Ay  Athos, ojalá yo también fuera perro. O  un lobo como Colmillo Blanco. Capaz

    que  sería un lobo que muerde. O sería un perro malo... porque no me están

    gustando las personas, eh. Mejor no pienso en magos malos porque me dan m ás

    ganas de m order. Para colmo la abuela medallón me llama Candela y para o tro

    colmo no te puedo llevar a vos a Rosario.

    Al Margarito y a la Pantera   sime los dejan llevar, pero ellos ni siquiera chumban.

    ¿Quién me va a llamar Bettina allá en Rosario? Dicen que voy a tener otro perro

    allá. Pero a mí qué me importan los otros perros. ¿Acaso el otro perro va a saber

    decir Bettina con los ojos, como vos?

    N o quiero ir a Rosario y mamá peluca tam poc o qu iere que vaya. Ella dice que sí

    quiere, que es por mi bien y esto y lo otro. Pero yo sé que no quiere porque se le

    ponen las cejas para abajo cuando lo dice.

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    19/29

    Vení, vamos atrás del pilar, vení, agáchate.

      ¿Sabes

      por qué mamá

    peluca me deja ir? Porque a ella la obligan. ¿Y

     sabes

      por qué la

    abuela medallón me lleva? Porque a ella la obligan también. Mamá

    peluca quería que me quedara con ella y la abuela medallón

    también quería que me quedara con mamá peluca. La abuela

    medallón quería venir a visitarme a Buenos Aires cada tanto, no

    llevarme a Rosario con ella. ¿Por qué nos obligan a las tres?

    Ya sé, A tho s. Vos no ente nd és quién nos obliga. Lo que pasa

    es que a vos nunca te llevaron al Señor Juez. Vos  tenes

    suerte, A tho s. El Señor Ju ez vive atrás de un escritorio,

    vive sentado ahí toda la vida, me parece. Y tiene las paredes

    llenas de libros con tapas de cuero.

    No te asustes, no es cuero de perro. Cuero de vaca es, pobre vaca.

    Ya no es más una vaca viva, es una vaca muerta. No te asustes de

    que dije mue rta. Es una vaca que la m ataron para sacarle el cuero

    ¿a vos te parece? Encima no es una vaca muerta como cualquier

    vaca muerta: es una vaca matada.

    A mí no me dan miedo las vacas matadas. Las que me dan miedo

    son las personas qu e m atan a las vaca s y a las personas m atada s.

    Y entonces el Señor Juez dice que leyó todos esos libros. Pero yo

    digo que es mentira o que, si los leyó, no sabe leer bien. ¿Cuánto

    habrá tardado para leerse todos, no? No importa. Capaz que lee y

    come y duerme en esa silla toda la vida. No importa. Lo que yo digo

    es que no aprendió nada.

    41Í4

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    20/29

    J L

      I

    • I l i l i l í I *

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    21/29

    ¡Volví, Atho s, volví Athos, Athos, A th os ...   ¿sabes lo que

    había en Rosario? ¡Mi otra cuna, Ath os ¡Mi cuna en mi cuarto

    rosa con  elefantitos  grises Y me acordé de los elefantitos. ¡Me

    acordé La abuela medallón lloró cuando yo me acordé. A mí

    también me vinieron ganas de llorar, y claro ¿no? Y fotos de mi

    papá y mi mamá con Candela en brazos ¡con Candela que soy

    yo

    Sí que soy yo me parezco, m e parezco. Estoy igualita a mi

    foto de ocho meses cuando mamá peluca me en contró.

    Y muchos libros, había. Una biblioteca grande que me la pienso

    leer entera. Ningún libro era de vaca matada, me

     fijé

     bien.

    Lo feo es que allá las tías... tengo tías ¿sabes Atho s?, pero

    me ven y lloran. Y hay una que no me quiere mirar. La abuela

    medallón también llora. Lloran mucho allá en Rosario, Athos,

    no

     sabes.

     Lloran porque no aparecen mi papá ni mi mamá. ¿Vos

    decís que también lloran porque se emocionan de mí? Mi papá

    tiene bigote y barba en las fotos, y mi mamá tiene sonrisa. ¿Vos

    crees que están m atados mi mam á y mi papá? N o ¿no? Capaz

    que están escondidos esperando para venir a buscarme.  Yo digo

    que están escondidos del peligro, porque mamá peluca dijo que

    ellos habrán tenido mucho peligro y capaz que el peligro sigue.

    No sé, Atho s. Cap az que están esperando que se termine el

    peligro.

    Me van a anotar en ot ra escuela allá en Rosario. Y si me anotan,

    la mae stra y los chicos me van a llamar Candela y voy a ser

    43

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    22/29

    Candela todo el día. Y a la noche también. El lío es cuando sueño, no

     sabes.-Una

    vez soñé que era Bettina y cuando m e desperté era C andela. Ahora que estoy en

    Buenos Aires, capaz que pasa al revés. Esto es un lío, Athos. ¿No te parece a vos

    que es un lío? Ah, me olvidaba: tengo otro perro allá. Se llama Jali, pero te juro que

    a ese Jali no le cuento nada, nunca m e dorm í en su panza, ni le tiro de la oreja ni lo

    miro.

      ¡Cómo te extrañé , Athos Vení, vamos atrás del bombeador, hacete chiquito.

    Dame la oreja y escucha: ¿sabes lo que dijo el Señor Juez ahora? Q ue yo tengo que

    vivir la mitad de la semana en Buenos Aires y me tengo que llamar Bettina. Y dijo

    que la otra mitad de la semana tengo que vivir en Rosario y me tengo que llamar

    Candela. Que tengo que ir a dos escuelas distintas, con dos maestras distintas, con

    chicos distintos y con deberes distintos. Y que tengo que tener dos perros distintos.

    Tenerlos dijo, no quererlos, menos mal. ¡Mentira que ese Señor Ju ez leyó tan tos

    libros

    ¿no? Libros sobre perros seguro que no leyó. Y tampoco libros sobre chicos.

    Y tam poco habrá leído libros sobre

     vacas. . .

      si no, las tapas de los libros que tiene,

    no serían de cuero de vaca m atada.

     O

     habrá leído un solo libro sobre cómo poner

    tristes a los perros, a los chico s... y las vacas.

    .•- *

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    23/29

    ¿Sabes qué, Athos? Cu ando sea grande, me parece que no voy a querer vivir con

    personas. Capaz que vivo con vos, cuatro gatos, seis sapos, ocho ranas, tres

    tortugas y un m urciélago. M e encan tan los murciélagos. Ya

     sabes.

    Me va a gustar juntar animales abandonados. Si están enfermos, mejor, así

     los

     curo.

    Ca paz que estudio para ser veterinaria. Porque los animales no pueden ir solos al

    doctor ¿viste?

     ¿O

     vos fuiste alguna vez solo al doctor? ¿Ves que no?

    También voy a vivir con el Margarito y la Pan tera. Y con todos mis libros que yo sí

    los leo y los entiendo. Co mo Colmillo

     Blanco

    que es largo y ya lo empecé a leer de

    nuevo. Todo lo entiendo, casi todo .

    No sé si voy a tener una casa grande o chica, Athos . N o importa, basta que entren

    los gatos, los sapos, las ranas, las tor tug as y el murciélago. Y

     vos,

     Athos. Vos entras

    primero y atrá s entra n ellos en fila ¿dale? El murciélago en tra volando.

    Lo que sí va a haber en mi casa es un espejo alto has ta el techo. Para verme, por si

    me olvido de que yo soy yo ¿entendés?  Y si no, vos me haces aco rdar y listo.

    Y capaz que de ta nto leer, encu entro un libro sobre cóm o poner co ntento s a los

    perros y a las va ca s. .. ¿Habrá libros sobre cómo poner con ten tos a los chicos,

    Ath os? ¿Vos qué decís?

    AT HOS

      H

      Y

    °

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    24/29

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    25/29

    Cómo se  escribió este  cuento

    Jimena hoy

    Cuando conocí a Jimena Vicario, ya sabía de

    ella por los noticieros, por los diarios, por comen-

    tarios de gente que la conocía.

    Nos presentaron un mediodía en un bar y

    quedamos sentadas una frente a la otra. Le pedí

    permiso para tomar apuntes en un cuaderno que

    saqué de mi bolso y Jimena dijo

      claro có mo no.

    Tenía tan to p ara decir que llené más de diez hojas.

    Lo primero que le escuché fue

      mi historia es

    más larga que muchas.

      Había cumplido 36 años,

    pero parecía haber vivido much os m ás.

    Jimena nació en Rosario en 1976 cuando el

    país,

      como dice la escritora Graciela Montes, se

    estaba convirtiendo en "un gran cuartel" donde

    el que no se quedaba calladito y marcaba el paso,

    corría el riesgo de que "se lo comiera el lobo", de

    desaparecer para siempre, de no contar el cuen-

    to .  Jimena no hablaba todavía y no podía contar

    nada, pero hoy puede.

    Cuando tenía 8 meses, sus padres venían te-

    niendo miedo de que algo así de grave les pasara,

    y pensaron que lo mejor era salir del país.

      Quisie-

    ron irse

     -d ice Jimena-

    porque n o querían vivir bajo

    una dictadura.

     Así, su madr e viajó con ella a Bue -

    nos Aires para tramitar el pasaporte. El pasaporte

    se gestionaba en la Central de Policía, pero esa

    era justamente una de las tantas bocas que tenía

    el lobo entonces. Jimena y su madre, sin saberlo,

    se estaban metiendo en la boca del lobo... y la

    madre no fue devuelta. Nunca más.

    48

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    26/29

    Jimena, la beba de 8 meses, fue dejada en la

    Casa Cuna como si sus padres la hubieran aban-

    donado. Mientras esto ocurría en Buenos Aires,

    en Rosario, el padre también era secuestrado por

    uno de los llamados "grupos de tareas" que res-

    pondían al gobierno militar. Tampoco se supo

    más.

      En mi cuaderno de notas, esto aparece su-

    brayado dos veces.

    Jimena, esa beba abandonada en Casa Cuna,

    fue encontrada por Susana, quien trabajaba en ese

    Hospital de Niños. Se corría la voz de que estas

    cosas estaban pasando. Se decía que los padres, la

    mayoría parejas jóvenes, eran secuestrados y que

    los hijos pequeños y hasta los bebés que nacían

    en cautiverio eran dados en adopción. Todo en

    secreto, fuera de la ley. Esto resultaba tan impen-

    sable que mucha gente no lo podía o no lo que-

    ría creer. Cuando Susana encontró a Jimena y la

    mostró a sus compañeros de trabajo, la pregunta

    que muchos se hicieron fue

      qué hacemos  con esta

    nena.

      El miedo ya se había instalado en la gente

    de tal forma que no faltó quien respondiera

     dejala

    donde la encontraste.

      En mi cuaderno, esto está

    encerrado en un círculo. La historia de Jimena

    me estaba pegan do fuerte y no me sentí dispuesta

    a dejarla d ond e la encontré.

    Susana, que era soltera y no tenía pareja,

    tampoco aceptó semejante consejo y se propuso

    adoprarla. Como desconocía su nombre, la llamó

    Romina.

      Un juez que, según Jimena, estaba en-

    terado de quién era ella, le dio la adopción plena

    a Susana. De allí en más, la beba pasó a ser legal-

    mente

      Romina.

    Romina cumplió un año y cumplió dos sin

    mostrar que podía caminar sola. Recién a los tres

    años se decidió a hacerlo en público. Para hablar,

    esperó hasta los cuatro años: hoy ella dice que no

    hablaba con las personas, pero sí con su perro y

    con sus muñ ecos.

     N o quería que las personas supie-

    ran que caminaba y que hablaba

    dice hoy,

     pero sí

    lo hacía y hasta aprendí

     sola

     a

     leer.

    Los animales, los muñecos y los libros eran su

    refugio. Eran sus compañeros, con ellos se enten-

    día. La Jimena de hoy cuenta esto con ojos que

    brillan.

    A Susana le preocupaba la forma en que la

    nena iba creciendo sin caminar ni hablar, y lo

    consultó con especialistas, pero ni los médicos

    ni los psicólogos de entonces estaban preparados

    para entender y ayudarla. Jamás había pasado

    algo así.

    Susana no le ocultó a la nena que era ado ptada

    y, más mal que bien, Romina siguió cumpliendo

    años. Conservaba la esperanza de que sus padres

    vinieran a buscarla. Creía que, si no venían, era

    porque podía ser peligroso para los tres.

    49

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    27/29

    Mientras tanto, su abuela de sangre, Darwinia,

    la mad re de su madre, estaba buscándolos. Bus-

    caba a su hijo, a su nuera y a Jimena. Y no era la

    única: había toda una organización buscando a

    hijos y nietos desaparecidos durante la dictadu-

    ra militar. Darwinia los buscaba con el apoyo de

    Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras la búsqueda

    seguía,  Romina  cumplió cinco años, seis, siete.

    En

      1983,

      cuando el gobierno militar entregaba el

    poder a uno elegido   legalmente  por los ciudada-

    nos,

      Romina cumplió ocho años. Coincidiendo

    con esto, Darwinia, con la ayuda de Abuelas, dio

    con el paradero de una n ena que pod ía llegar a ser

    su nieta. Así fue como se presentó en la casa de

    Susana para saber si esta nena, a quien llamaban

    Romina, era o no era su nieta Jimena.

    Romina no esperaba a una abuela, sino a

    sus padres. Y tampoco le hizo gracia que le tu-

    vieran que sacar sangre para salir de dudas, por

    eso tuvo una rabieta. Pero Susana le propuso ser

    ella misma quien le sacara sangre para el análisis

    de ADN. Susana sabía hacerlo porque formaba

    parte de su  ttabajo  en el Hospital de Niños. Y

    Romina aceptó.

    El resultado del análisis no dejó dudas: Romi-

    na era Jim ena V icario y Darwin ia era su abuela, la

    madre de su madre desaparecida. Su abuela. Esta

    nena tenía ocho años cuando recibió la noticia.

    Semejante noticia debió partirla en dos, o eso fue

    lo que yo sentí  mienttas  escuchaba el relato de

    boca de Jimena ya ad ulta.

    Otra vez fue necesaria la decisión de un juez

    y este juez consideró que Susana había ocultado

    información sobre la beba y entonces anuló la

    adopción. Así fue como la nena, que de pronto

    supo que su nombre era Jimena, viajó a Rosario

    para conocer a su familia biológica. Allí encon-

    tró que habían guardado su moisés, su habita-

    ción, sus cosas. Cuando vio su cuarto preguntó:

    ¿las paredes no e ran

     color rosa

      con

     elefantitos grises

    Y sí, así era. Al ver la mesa do nde comían, Jime na

    recordó dónde se sentaba cada uno. Recordó lu-

    gares,

      olores, canciones que le cantaba su madre.

    Su memoria de los ocho meses estaba

      dotmida,

    pero no se había borrado.

    Jimena seguía siendo una nena y estaba en un

    subibaja de emociones. Sentía sin entender. ¿Ella

    era de acá o era de allá? Se había criado con Susa-

    na, la quería como a una mamá, iba a la escuela

    en Buenos Aires donde tenía compañeros y ami-

    gos,  pero ahora se enteraba de que su familia de

    sangre estaba en Rosario. Al Juez que "entendía"

    en la causa, se le ocurrió una "solución" rarísima:

    la nena tendría que pasar la mitad de la semana

    en Rosario con su abuela Darwinia. Eso quería

    decir: en otra escuela, con otros compañeros y

    otra maestra. Y  tendría que decir "presente" cuan-

    do

     escuchata

     el nom bre Jimena. La otra mitad de

    la semana, la nena tendría que pasarla en Bue-

    nos Aires con Susana y, por decisión d e este juez,

    tampoco en su escuela de siempre. Tampoco vería

    a sus compañeros ni a su maestra. En esta otra

    5

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    28/29

    escuela nueva, tendría que decir "presente" cuan-

    do escuchara el nombre Romina. Hay un triple

    subrayado en mi cuaderno de notas.

    A las dos familias, este dictamen les pareció

    una locura, pero el juez puso sello y firma y no

    hubo más que obedecer.

    Eso sí, tanto acá como allá,  Jimena-Romina

    tenía un perro. Eran dos perros en realidad, eran

    dos escuelas, eran dos familias, eran dos grupos

    de compañeros... Sin embargo esta nena que em-

    pezó a vivir dos vidas, en ningún m om ent o dud ó

    de que ella era una sola persona. Una sola per-

    sona enojada, furiosa, dolida que sufrió y sigue

    sufriendo de una herida que no cierra.

    Jimena Vicario dice hoy:

     mi vida la

     estropearon

    cuando mataron a mis padres y se ofrece para con-

    tar su historia a quienes quieran escucharla.  No

    me interesa que se acuerden de mí  —dice-, pero sí

    que no se olviden de que algo as í

     pasó.

     Que lo sepan

    y que no se  olviden

    dice.

    La historia de Jimena m e partió a mí tam bién,

    de un modo que ni se compara con la manera en

    que la partió a ella. Pero lo suficiente como para

    que aceptara narrarla por escrito: una forma de

    ayudar a que no sea olvidada. Saber que algo así

    pasó y no olvidarse, es lo primero para que no

    vuelva a pasar. Para que no pase nunca más. Para

    que nun ca m ás alguien tenga que preguntarse, en

    la Argentina ni en ninguna otra parte,

     ¿qué hace-

    mos con esta  nena?

    l c s  conmemorativas de profesores

    estudiantes y ciudadanos desaparecidos

    -

    \Oi:i

    E l . ARDO  SAID

    E

     J'JARDO  SAhklURJO

    AQUÍ  ESTUDIAR

    I V  TOMAS

      i-ARTON

    Jü \;\

      CAR,

      OS  ANUREl

    SERGIO

      ARCUSCHIN

    N'OEMI  JANSENSON

    ROBEN bENCHOÁM

    ,* .

      C L A U D I O

      BRAVERMAN

    • k  CARLOS  CAPOM/vN

    r^j'BI

    RON

    Do

      24-11-1976

    Do U  6  Í976

    ON

    Do  8 - 6 -  9 A»

    I Ti  Do ¿340-1976

    D

     > (8-9-1976

    D o

      13-9-Í97E

    A S ,

      2 5 - 7 4 9 7 7 -

    D o

      3 0 - 1 0 - 1 9 7 6

    D o  2 8 - 3 - Í 9 7 t

    __^^ttf

    | U / 7 *

      .

    —  J

    W^Z

      '

    F

      m&m  ü

    i fM

    *•••

      ••' •-

  • 8/17/2019 Sabes Athos

    29/29

    Quien soy: relatos sobre identidad, nietos y reencuentros / María Teresa Andru etto ... [et.aL

    ilustrado por Pablo Bernasconi... [et.ai.]. - 1a ed. - Buenos Aires: Calibroscopio, 2013.

    104 p.:  i l . ;  26x21  cm.

    ISBN 978-987-1801-63-3

    1.  Narrativa Argentina. 2. Relatos. I. And ruetto, María Teresa II. Bernasco ni, Pablo, ilus.

    CDD A863

    Quien soy

    Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros.

    Textos: Paula Bomba ra, Iris Rivera, María Teresa And ruetto, Mario Méndez

    Ilustraciones: Irene Singer, María Wemicke, Istvansch, Pablo Bernasconi

    Ilustración

     y diseño de tapa: Istvansch

    Idea

     original:

     Walter

      Binder

    Edición:

     Laura Giussani y Judith

     Wilhelm

    Diseño y armad o: M aría Inés González

    Corrección: Pilar Muñoz Lascano y Diego Dente

    © de los textos:

    Paula Bo mbara, Iris Rivera, María Teresa And ruetto, Mario Méndez

    © de las ilustraciones:

    Irene

     Singer, María Wernicke, Istvansc h, Pablo B ernasconi

    © de las fotografías:

    Gentileza de Abuelas de Plaza de Mayo págs.

     9 24 26 70 71 72 73 97 101

     y

     103)

    Paula Sansone págs. 24 y 26)

    Damián Neustadt pág. 101)

    Uri

     Gordon págs. 27-51 y 98)

    © Calibroscopio Ediciones,

     2013

    Aguirre 458  1414) - Buenos Aires

    Telefax 54

     11) 4855-8657

    [email protected]  

    www.calibroscopio.com.ar

    ISBN 978-987-1801-63-3

    Libro de edición argentina

    Esta edición de

     5.000

     ejemplares se terminó de imprimir

    en Casano Gráfica, Ministro Brin 3932, Remedios de Escalada,

    Buenos Aires, en julio de 2013.

    Todos los derechos reservados.

    Queda pro hibida la reproducc ión total o parcial de esta obra sin la autorización previa, y por

    escrito, de la editorial. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

    mailto:[email protected]://www.calibroscopio.com.ar/http://www.calibroscopio.com.ar/mailto:[email protected]