Ruiz, Silvia. “Rosario Castellanos, Ensayista Como Pocas”

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Cartaphilus 4 (2008), 164-176 Revista de Investigación y Crítica Estética. ISSN: 1887-5238 - 164 - ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS NOTAS PARA ENTENDER LA OBRA ENSA- YÍSTICA DE ROSARIO CASTELLANOS LUGAR ESPECIAL Rosario Castellanos Figueroa nace el 25 de mayo de 1925 en el D.F. Recién nacida, se la lle- van a Comitán, Chiapas, tierra con una gran po- blación indígena, ahí pasó su infancia y parte de su adolescencia. En esas tierras mágicas, contó con la compañía cotidiana de una nana indígena que la introdujo en una cosmovisión muy distin- ta a la de los padres de Rosario, blancos, acomo- dados y “decentes”. LA MUERTE DE MARIO Tuvo un hermano menor, Mario, que murió de siete años, lo que la marcó de tal forma que nunca pudo ser una persona “independiente” de Mario. Escuchemos a Rosario, en una entrevista concedida al Dr. Samuel Gordon: Un día mi hermano se levantó –porque jugába- mos con lo que soñábamos, con lo que inventá- bamos y con lo que oíamos, ya con todo en un nivel de locura completo-, que él había soñado a la Virgen, y que la Virgen le había dicho que no, que a él no, que a él no le iba a pasar nada. En- tonces, yo rápidamente soñé a Dios, y le dije que Dios me había dicho que él sí, que él sí se va a morir. Como una semana después de esta historia, amanece mi hermano gravísimo. ¡Que tiene un ataque de apendicitis... que [sic.] barbaridad!... ¿qué hacemos, lo llevamos a México?... ¿lo ope- ramos?... Total, en lo que discutían, se murió. […] lo que [sus padres] me echaron en cara a mí hasta que cumplí dieciséis años en que me di cuenta y me enfrenté a ellos, era que yo los había obligado a vivir. Porque si yo me hubiera muerto junto con mi hermano o no hubiera estado ahí estorbando ellos hubieran podido morirse a gus- to y ya. 1 POSICIÓN DE LA FAMILIA Su padre era dueño de una plantación de ca- fé y de un ingenio azucarero. Por lo tanto, eran ricos, y tenían una buena posición social. Su pa- dre, un cacique, contrataba a muchos indígenas tojolabales y tzeltales y Rosario veía cómo eran tratados. Debido a nuevas leyes en el país, el pa- dre perdió casi todas sus tierras. Rosario apren- dió a escuchar cuidadosamente las palabras de su padre pero, definitivamente, no estaba de acuerdo con él cuando decía que los indios no merecían tener tierras propias. El padre de Rosa- rio trataba a los indios que trabajaban para él más como esclavos o animales que como perso- nas y consideraba que todos (chamelas y lacan- dones, tzeltales y tzoltziles eran unos salvajes e ignorantes). Hoy se puede oír entre algunos indígenas de la zona de Comitán lo que, por tradición oral les ha llegado de aquellos tiempos y ellos se refieren a la abuela de Rosario como “Doña Chayota”; en cambio, a Rosario Castellanos los habitantes de Comitán siempre la han llamado y la siguen lla- mando cariñosamente “doña Rosario”. Los blancos, por el contrario, sobre todo, los varones, tenían el derecho de mandar, de dirigir a los indígenas, de darles trabajo con poca paga y, por supuesto, el derecho de pernada. 1 Gordon, Samuel. “Rosario Castellanos: cuando el pasado maneja la pluma con ira”, en Cuadernos de Jerusalén, Jerusalén, núm 2-3, novimebre de 1975, pp. 34-40.

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Ensayo

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  • Cartaphilus 4 (2008), 164-176 Revista de Investigacin y Crtica Esttica. ISSN: 1887-5238

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    ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

    NOTAS PARA ENTENDER LA OBRA ENSA-YSTICA DE ROSARIO CASTELLANOS LUGAR ESPECIAL Rosario Castellanos Figueroa nace el 25 de

    mayo de 1925 en el D.F. Recin nacida, se la lle-van a Comitn, Chiapas, tierra con una gran po-blacin indgena, ah pas su infancia y parte de su adolescencia. En esas tierras mgicas, cont con la compaa cotidiana de una nana indgena que la introdujo en una cosmovisin muy distin-ta a la de los padres de Rosario, blancos, acomo-dados y decentes.

    LA MUERTE DE MARIO Tuvo un hermano menor, Mario, que muri

    de siete aos, lo que la marc de tal forma que nunca pudo ser una persona independiente de Mario. Escuchemos a Rosario, en una entrevista concedida al Dr. Samuel Gordon:

    Un da mi hermano se levant porque jugba-mos con lo que sobamos, con lo que invent-bamos y con lo que oamos, ya con todo en un nivel de locura completo-, que l haba soado a la Virgen, y que la Virgen le haba dicho que no, que a l no, que a l no le iba a pasar nada. En-tonces, yo rpidamente so a Dios, y le dije que Dios me haba dicho que l s, que l s se va a morir.

    Como una semana despus de esta historia, amanece mi hermano gravsimo. Que tiene un ataque de apendicitis... que [sic.] barbaridad!... qu hacemos, lo llevamos a Mxico?... lo ope-ramos?... Total, en lo que discutan, se muri.

    [] lo que [sus padres] me echaron en cara a m hasta que cumpl diecisis aos en que me di

    cuenta y me enfrent a ellos, era que yo los haba obligado a vivir. Porque si yo me hubiera muerto junto con mi hermano o no hubiera estado ah estorbando ellos hubieran podido morirse a gus-to y ya.1

    POSICIN DE LA FAMILIA Su padre era dueo de una plantacin de ca-

    f y de un ingenio azucarero. Por lo tanto, eran ricos, y tenan una buena posicin social. Su pa-dre, un cacique, contrataba a muchos indgenas tojolabales y tzeltales y Rosario vea cmo eran tratados. Debido a nuevas leyes en el pas, el pa-dre perdi casi todas sus tierras. Rosario apren-di a escuchar cuidadosamente las palabras de su padre pero, definitivamente, no estaba de acuerdo con l cuando deca que los indios no merecan tener tierras propias. El padre de Rosa-rio trataba a los indios que trabajaban para l ms como esclavos o animales que como perso-nas y consideraba que todos (chamelas y lacan-dones, tzeltales y tzoltziles eran unos salvajes e ignorantes).

    Hoy se puede or entre algunos indgenas de la zona de Comitn lo que, por tradicin oral les ha llegado de aquellos tiempos y ellos se refieren a la abuela de Rosario como Doa Chayota; en cambio, a Rosario Castellanos los habitantes de Comitn siempre la han llamado y la siguen lla-mando cariosamente doa Rosario.

    Los blancos, por el contrario, sobre todo, los varones, tenan el derecho de mandar, de dirigir a los indgenas, de darles trabajo con poca paga y, por supuesto, el derecho de pernada.

    1 Gordon, Samuel. Rosario Castellanos: cuando el pasado

    maneja la pluma con ira, en Cuadernos de Jerusaln, Jerusaln, nm 2-3, novimebre de 1975, pp. 34-40.

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    Cuando mueren sus padres, Rosario recibe algunas tierras que le haban quedado a su pa-dre, de las muchas que tena. Rosario decidi en-tregrselas a los indios de Chiapas.

    LA NANA Tuvo una nana, Rufina, que era indgena tzel-

    tal y que tena una hija de la edad de Rosario, Mara, as que la nia Rosario aprendi a hablar tzeltal y se cri oyendo las leyendas y las histo-rias de los indgenas tzeltales; el mundo mgico de los indgenas era parte de su mundo y vea como algo natural todo lo que le contaba la na-na Rufina, as que la cosmovisin y la cosmogo-na de Rosario era, naturalmente, ms amplia que la de sus padres. Para Rosario el mundo in-dgena no era malo ni aterrador, mucho menos repulsivo, por el contrario, era un mundo muy rico y lleno de sorpresas. Rosario Castellanos mostr, ms tarde, el profundo respeto que sen-ta hacia los pueblos indgenas cuando fue pro-motora cultural directora del Instituto Chiapane-co de la Cultura y el Instituto Nacional Indigenis-ta; oportunidad que provecho para promover las culturas indgenas y la alfabetizacin bilinge. Tambin dirigi un grupo de teatro tzeltal-tzoltzil.

    Tanto estaba identificada Rosario con el mundo indgena de Chiapas que, en su novela Baln Cann dice, hablando de la opresin a los indgenas: [...] Y, entonces, colricos, nos despo-seyeron, nos arrebataron lo que habamos ateso-rado: la palabra, que es el arca de la memoria [...].2 No es raro, entonces, que ella plantee en sus obras el enfrentamiento entre la cultura in-dgena y la cultura de los blancos, mestizos o la-dinos, como se les llama en Chiapas.

    Rosario, gracias a su nana Rufina, reconoci que el castellano que hablaban sus padres no era la lengua de los indgenas, sino algo impues-to, como tantas cosas. La nia adivin que su nana, como el resto de los indgenas guardaba secretos y viva y pensaba cosas que no comuni-caba a los seores blancos, como si se portaran

    2 Castellanos, Rosario. Obras completas. Mxico, Fondo de

    Cultura Econmica, 1989, p. 19.

    con los patrones justo como ellos lo esperaban, pero no como realmente eran.

    EDUCACIN ESPECIAL A los 16 aos fue a la Ciudad de Mxico a es-

    tudiar el bachillerato y, despus entr a estudiar Derecho en la UNAM, pero, desert de esta ca-rrera y decidi estudiar Filosofa (su tesis docto-ral es la base de Mujer que sabe latn, pues abor-daba ya el tema feminista), al mismo tiempo, asista como oyente a clases de Literatura (meses antes de terminar sus estudios, murieron sus pa-dres); fue de las primeras mujeres en tener acce-so a la educacin universitaria y siempre se sinti muy orgullosa de ello. De hecho, una de sus grandes preocupaciones fue hacer ms accesible la educacin tanto a las mujeres como a los ind-genas.

    En 1950, obtuvo la beca del Instituto de Cul-tura Hispnica y permanece en Madrid 1951 y 52 estudiando esttica y estilstica y leyendo a San-ta Teresa y a San Agustn.

    SU MATRIMONIO Se casa en 1958, ya grande para la poca, se

    divorcia en 1971; tuvo un hijo, Gabriel, despus de varios partos de nios muertos.

    De la maternidad, Rosario tena sus muy per-sonales convicciones, as, afirma:

    Soy madre de Gabriel: ya usted lo sabe, ese nio

    que un da se erigir en juez inapelable

    y que acaso, adems, ejerza de verdugo.

    Mientras tanto lo amo3

    A partir de su divorcio, se nota que su pen-samiento es ms libre y ms maduro, tambin ms atrevido y desenfadado. Nahum Megged, uno de sus crticos, afirma que ella entr enton-ces en una segunda poca como escritora, lo que l llama su momento lrico.

    3 Ibid, p. 289.

  • ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

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    Contexto histrico MUNDO: Rosario creci en medio de conflictos mun-

    diales, de polarizaciones: la Guerra Fra, Occiden-te v.s. Oriente, comunismo contra capitalismo, Estados Unidos contra la Unin Sovitica, la Gue-rra de Corea, la de Yom Kipur, entre Israel, Egipto y Siria... y se construa en muro de Berln.

    Mxico: Lzaro Crdenas, con sus leyes de reparticin de la tierra, iniciadas por Zapata y Pancho Villa. Sociedad tradicional y anquilosada, porque la Guerra afect en lo econmico, pero no socialmente, como en Estados Unidos, que oblig a las mujeres a ocupar los puestos que los hombres dejaron vacos.

    En el Mxico de Rosario las mujeres acaba-ban de obtener el derecho al voto y la pldora anticonceptiva empieza a circular en Mxico de manera oculta, casi clandestina.

    En cuanto al contexto literario, Jos Emilio Pacheco agrup a esos autores bajo el nombre de Generacin del 50. En el Mxico de los aos 50, el mundo cultural mexicano era presidido por figuras como David Alfaro Siqueiros y sus ideas comunistas (no hay que olvidar que decir comunista, en ese Mxico, era decir algo sinies-tro y amenazador que nadie entenda fuera de los crculos intelectuales); Dolores Castro, Alfon-so Reyes, Bonifaz Nuo, Jaime Sabines, Emilio Carballido, Luisa Josefina Hernndez, Juan Rulfo y Efrn Hernndez (Amrica, en donde publica sus primeros ensayos y algunos cuentos); en La-tinoamrica, Tito Monterroso, Ernesto Cardenal, Csar Vallejo, Miguel ngel Asturias, Bruno Tra-ven, entre otros. Adems de la influencia en el mundo entero de Simon de Beauvoir, Susan Son-tag y el existencialismo francs ya consolidado.

    SOLEDAD La soledad se vuelve una especie de refugio

    anti-conflictos, adems de que ella, desde nia, al quedar sin su hermano, aprende a estar consi-go misma y a disfruta de la soledad como la gran fuente de inspiracin para la vida. Prefera los li-bros a los juegos, casi no tena amigas y el mun-

    do de los adultos le resultaba incomprensible y hostil.

    Destino

    Matamos lo que amamos. Lo dems no ha estado vivo nunca. Ninguno est tan cerca. A ningn otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos. Matamos lo que amamos. Que cese ya esta as-fixia de respirar con un pulmn ajeno! El aire no es bastante para los dos. Y no basta la tierra para los cuerpos juntos y la racin de la esperanza es poca y el dolor no se puede compartir. El hombre es animal de soledades, ciervo con una flecha en el ijar que huye y se desangra. Ah, pero el odio, su fijeza insomne de pupilas de vidrio; su actitud que es a la vez reposo y amenaza. El ciervo bebe el agua y la imagen se vuelve antes que lo devo-ren (cmplice fascinado) igual a su enemigo. Damos la vida slo a lo que odiamos.4

    Rosario supo poner en dilogo su formacin

    filosfica con su interior y con sus preocupacio-nes; sobre todo, puso a su brillante inteligencia a dialogar con sus dolores ms profundos y con una sensibilidad que le impeda estar ajena al mundo. Las herramientas?: La palabra, la irona, la soledad y la necesidad de llenar un vaco que ella misma no poda nombrar.

    VOCACIN DE DENUNCIA Castellanos escribe casi siempre para denun-

    ciar los graves problemas de la sociedad mexi-cana de su tiempo (algunos todava presentes). Algunos la llamaron escritora indigenista, pues ya haba una tradicin de indigenistas y ella, por la temtica de sus novelas, poda caber muy bien ah, aunque ella nunca quiso identificarse con ese sello, porque hablaba de muchas cosas ms: de discriminacin de la interiorizacin y de la desigualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, sobre el tema indigenista, ella afirma:

    Uno de los defectos principales (de la corriente indigenista) reside en considerar el mundo ind-

    4 Castellanos, Rosario, Poesa no eres t. Obra potica 1948-

    1971, Mxico, FCE, 1975, p. 171.

  • SILVIA RUIZ

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    gena como un mundo extico en el que los per-sonajes, por ser las vctimas, son poticos y bue-nos. Esta simplicidad me causa risa. Los indios son seres humanos absolutamente iguales a los blancos, slo que colocados en una circunstancia especial y desfavorable... Los indios no me pare-cen misteriosos ni poticos. Lo que ocurre es que viven en una miseria atroz.5

    As, hablando con Emmanuel Carballo sobre Lvida luz, dice:

    En ella llegu propiamente a la frialdad, a pesar de que escrib los poemas en estado de fiebre... en ellos reflexiono sobre el mundo, ya no como objeto de contemplacin esttica sino como lu-gar de lucha en el que uno est comprometido. All se reflejan las experiencias que tuve en Chia-pas en mi trabajo para el Instituto Indigenista. En esos lugares la lucha ha llegado a extremos des-garradores de brutalidad.6

    LA IRONA Si hay algo que caracteriza la escritura de Ro-

    sario es el uso de la irona, no como un recurso meramente estilstico, sino como lo que algunos llaman, estrategia subversiva. Ella utiliza el len-guaje como un arma cuyo matiz irnico puede manejar y expresar emociones que no quiere manifestar directamente, puede comunicar pen-samientos que es mejor no presentar de manera directa. As, por ejemplo, sobre la maternidad deca:

    En el claustro materno est sucediendo un hecho misterioso, una especie de milagro que, como todos los milagros, suscita estupefaccin; es pre-senciado por los asistentes y vivido por la prota-gonista, con temor y temblor. Cuidado. Un mo-vimiento brusco, una imprudencia, un antojo in-satisfecho y el milagro no ocurrir. Nueve inter-minables meses de reposo, de dependencia de los dems, de precauciones, de ritos, de tabes.

    5 Carballo, Emmanuel. Protagonistas de la literatura mexica-

    na. Mxico, Secretaria de Educacin Pblica, 1986, p. 516.

    6 Ibid, pp. 523-524.

    La preez es una enfermedad cuyo desenlace es siempre catastrfico para quien la padece.

    El precio est pagado? No por completo an. Ahora el hijo va a ser el acreedor implacable. Su desamparo va a despertar la absoluta abnega-cin de la madre. Ella velar para que l duerma; se nutrir para nutrir; se expondr a la intemperie para abrigar. [...] Loor a las cabecitas blancas! Gloria eterna a la que nos am antes de cono-cernos! Estatuas en las plazas, das consagrados a su celebracin, etctera. 7

    Rosario decide abordar los temas, por ms

    dolorosos que sean, con humor, con un giro ir-nico, porque es una forma de enfrentar a la muerte en todas sus manifestaciones. Ah est presente la fuente interior de Castellanos, su va-lor para enfrentar el dolor con una sonrisa sin de-jar de lado los grandes problemas sociales, pol-ticos o culturales. Con la irona se puede abordar todo, con el humor podemos rernos de nosotros mismos. Por ejemplo, pensando en el donjua-nismo de su exmarido, les habla a las mujeres mexicanas con estas palabras: [...] su virtud, car-dinal es la paciencia y si la ejercita [...], ser re-compensada [...]: a los noventa aos, su marido ser exclusivamente suyo (si es que ha sabido evadir los compromisos y usted ha tolerado sus travesuras). Le aseguramos que nadie le disputa-r el privilegio de amortajarlo.8

    Sin embargo, el humor de Rosario no es de ligereza, es de profundidad, de agudeza. La mofa, la irona, la burla fina y el sarcasmo y la stira son propios de lo que se podra llamar el estilo de Castellanos. Veamos:

    Ante esto yo sugerira una campaa: no arreme-ter contra las costumbres con la espada flamgera de la indignacin ni con el trmolo lamentable del llanto sino poner en evidencia lo que tienen de ridculas, de obsoletas, de cursis, de imbciles. Les aseguro que tenemos un material inagotable para la risa. Y necesitamos tanto rer porque la ri-sa es la forma ms inmediata de la liberacin de

    7 Castellanos, Rosario, Obras..., pp. 570-571. 8Castellanos, Rosario, El uso de la palabra, Mxico, Ediciones

    Exclsior, 1974, p. 30.

  • ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

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    lo que nos oprime, del distanciamiento de lo que nos aprisiona.9

    EL MENOSPRECIO

    Yo pertenec a este tipo de nios que usan pre-maturamente anteojos, son precoces, aman las palabras y la sinceridadcon un ltimo agravan-te: era nia. Y tal vez consciente de mi culpabili-dad doble, peda constantemente perdn por mi presencia escondiendo las manos detrs de la espalda y los pies debajo de la silla.10

    Su inseguridad o su tendencia a hacerse me-

    nos y a considerar que lo que ella pensaba no era relevante la haca ser reticente a la publica-cin de sus ensayos. Cuenta Dolores Castro que eran sus amigos quienes la presionaban, hasta la amenaza, para que entregara sus libros a la im-prenta. Gracias a esos amigos, empez a publicar ensayo, despus se comprometi con el peridi-co Exclsior y public durante 11 aos (hasta su muerte) crtica, reseas y ensayos de muy diver-sos temas en la pgina editorial. Al parecer, pu-blic alrededor de 500 ensayos de lo que enton-ces se llamaba periodismo cultural.

    Un ejemplo de cmo se vea a s misma son estas palabras que forman parte de una entrevis-ta que le hizo, en 1964, Emmanuel Carballo, el gran crtico mexicano: Yo que jams razono, que no tengo ninguna capacidad lgica y sobre todo en este caso ninguna instruccin religiosa, me pongo a criticarla y a parecerme todo absur-do e irracional y por eso mismo inaceptable.11

    Incluso, como crtica literaria, no se conside-raba una especialista, siempre habl de s misma como una crtica improvisada. Escuchmosla en De gustos no hay nada escrito: Y como sobre gustos no hay nada escrito es sobre gustos lo

    9Castellanos, Rosario, Mujer que sabe latn, Mxico, SEP-

    Diana, 1979, p. 39 10 Citado en Urrutia, Elena, Rosario Castellanos: despertar

    de la conciencia feminista, en Revista de la Universidad, Mxico, Nm. 1605, p. 76.

    11 Carballo, Emmanuel, Op. Cit., p. 520.

    que escribimos los crticos improvisados de Mxico.12

    Y, otro ejemplo, hablando de Virginia Woolf: (Virginia Woolf) con la que Francisco Zendejas, Dios lo bendiga!, me ha comparado, y Dios le depare una larga vida para que siga cometiendo este tipo de equivocaciones a mi favor.13

    LO QUE DICEN SUS CRTICOS Rosarios es obligadamente citada cada vez

    que se habla de la literatura mexicana del siglo XX, desde Carlos Fuentes hasta el Subcoman-dante Marcos, todos alaban su amor por Chiapas y por la palabra como portadora de denuncia y de reflexin inteligente. Al respecto, Martha Ro-bles afirma que [...] no trat de modificar la rea-lidad sino de tener consciencia de ella para al-canzar la condicin primera del cambio social.14

    Eduardo Meja, escritor del prlogo al se-gundo tomo de las Obras completas del FCE, 1998, dice que Rosario Castellanos es una de las escritoras ms polifacticas que hayan existido en Mxico. Escribi narrativa, poesa, teatro, crti-ca y ensayos con la misma eficacia en todos los gneros, sin menoscabo de ninguno de ellos, aunque haya destacado ms en la narrativa y en la poesa.15

    Jos Emilio Pacheco dice: Que lean sus li-bros quienes no han tenido acceso a ellos y los relean quienes los conocieron.16

    LA ACADMICA Cuando volvi de Espaa, imparti cursos en

    universidades mexicanas y estadounidenses. UNAM, Facultad de Leyes en Chiapas, Universi-dad Iberoamericana; en Estados Unidos imparti cursos en Wisconsin, Colorado e Indiana.

    12 Castellanos, Rosario, Obras..., p. 471. 13 Ibid, p. 815. 14 Robles, Martha, Rosario Castellanos, en Escritoras de la

    cultura nacional II, Mxico, Diana, 1989, p. 178. 15 Meja, Eduardo, Prlogo a Castellanos, Rosario, Obras...,

    Vol. II, p. 5. 16 Pacheco, Jos Emilio, Prlogo a Castellanos, Rosario, El

    uso de la palabra p. 11.

  • SILVIA RUIZ

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    Como acadmica, investigadora y creadora, tena una visin personal en torno a las relacio-nes entre la academia y la creacin, a diferencia de los vientos de su poca que llevaban ms bien un fuerte desprecio de los creadores hacia los acadmicos. Ella afirmaba: Reconozcamos nicamente que el investigador no es enemigo del poeta y que en muchos casos ha sido su complemento y su aliado. As podremos aceptar, si repugnancia, la posibilidad de que Alfonso Re-yes, erudito, pueda ser tambin Alfonso Reyes creador.17

    Obra Tesis: Sobre cultura femenina (1950) Poesa: Lvida luz (1960) y Poesa no eres t (1972) Novela: Baln Cann (1957); Oficio de tinie-blas (1962) y Ciudad Real (1960) Cuento: lbum de familia (1971) Teatro: Tablero de damas (1952) Ensayo: Juicios sumarios: ensayos (1966); Mu-jer que sabe latn (1973), El uso de la palabra (1974); El mar y sus pescaditos (1975); Decla-racin de fe (1977). Obras completas II, FCE, 1998.

    TEMAS DE SUS ENSAYOS Pocas escritoras y escritoresse posiciona-

    ron en la vida intelectual de Mxico como ella, porque nunca se neg a dar opinin frente a los debates polticos y culturales de su sociedad lo-grando un impacto real en el pensamiento de muchos mexicanos, y mexicanas de esferas cul-turales y polticas.

    Sus temas preferidos fueron: la literatura universal y la literatura mexicana, sin embargo los dos grandes temas de Rosario fueron: la si-tuacin de la mujer (su historia, su imagen, sus posibilidades de liberacin), el problema indge-na con sus desigualdades sociales (racismo, cla-sismo, desigualdad de oportunidades, el no re-

    17 Castellanos, Rosario, Obras..., p. 417.

    conocimiento de la dignidad de las culturas in-dgenas, su alfabetizacin, etc.)

    Por la literatura mexicana senta pasin, y deca, en Mujer que sabe latn: En qu espejo se contempla lo lejano, lo no presente pero aspira a materializarse?... Ese espejo que es cada pgina, cada libro que nos devuelve lo que habamos perdido y aorbamos... Hay que leer literatura mexicana...18

    ENSAYOS CRTICOS Meja afirma que:

    Aunque nunca fue liviana en sus juicios, Rosario Castellanos nunca se crey ensayista, y fue en es-te gnero donde menos hizo por tener recono-cimiento. Escribi muchos prlogos [...] sin pre-tender sentar plaza de conocedora ni de erudita. Sus prlogos son verdaderas introducciones a los temas tratados, invitaciones a la lectura, pero tambin son ms que eso: reflexiones agudas, in-teligentes, pero no definitorias.19

    Fue muy reticente y muy rigurosa para pu-

    blicar ensayos, en 1966, la U. Veracruzana le pu-blica el primer volumen de ensayos mayores y crticas, Juicios sumarios.

    En 1973 publica Mujer que sabe latn (con ba-se en su tesis) y, pstumamente aparece El mar y sus pescaditos que ya haba dejado seleccionado y casi totalmente preparado.

    Sus textos de crtica la muestran como una crtica elegante, fina, no protagnica pero rigu-rosa e implacable, con la misma fuerza con la que dejaba ver los aciertos de una obra o de una edicin, de la misma manera dejaba ver los de-fectos de las obras.

    Cumple, por vocacin, con el principal requi-sito para ser crtico: es, desde nia, una lectora voraz, lea de todo y de todos los gneros; lea sobre poltica y cultura, sobre literatura y educa-cin, lea filosofa y sobre problemas sociales concretos; lea a los nuevos escritores y a los cl-

    18 Castellanos, Rosario, Mujer que sabe latn p. 210. 19 Meja, Eduardo, Prlogo a Obras, p. 9.

  • ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

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    sicos. Segn Meja crtica implacable, era tam-bin generosa, as por ejemplo, el cario que le profesa a Dolores Castro no le quitaba minucio-sidad a la lectura de su poesa,20 lo que confirma Lolita y, aade que por eso muchos la buscaban para que les diera opinin sobre su obra y otros, por el contrario, preferan no mostrarle sus tex-tos.

    La crtica de Rosario va de la abstraccin filo-sfica al humor, a la burla y a la irona.

    Sus reseas crticas no pretendan erigirse como criterio ltimo, no le gustaba tomar parti-do sino, ms bien, compartir con los lectores sus impresiones mas no con crticas impresionis-tas, sus palabras pretendan orientar al lector, ms que convencerlo.

    La Rosario ensayista nos deja tres lecciones, a juicio de Meja: 1) la amabilidad, que es clari-dad e inteligencia para el lector (trataba de hacer lucir al autor del que hablaba y, hasta donde era posible, ocultarse ella, lo que nos habla de una nula tendencia al protagonismo narcisista de muchos crticos; 2) el rigor: no perdonaba nada, cualquier error era sealado, no para incomodar, pero si como parte de su compromiso con los lectores; 3) la vocacin: que es una invitacin a la lectura: lanlo, quera que sus lectores se acerca-ran al libro comentado, ms all de los homena-jes a los autores en cuestin.

    Sobre un libro recientemente publicado, de Alfonso Reyes, escriba as:

    (Alfonso Reyes) Solemne como los hroes clsi-cos a los que resucita; sensual, de una sensuali-dad jocunda, como Salambona; grave en la evo-cacin de los amigos muertos; corts en la corte-sa, esa cualidad tan mexicana; traviesa como los ngeles con joroba; nostlgica en las soledades; desengaada meditacin sobre el mundo; pat-tica intuicin de la muerte.21

    De los libros de ensayos de Castellanos, cabe

    sealar que el ms importante por su temtica y porque engloba ensayos mayores sobre un solo

    20 Ibid, p. 5. 21 Ibid, p. 471.

    tema, la mujer, es Mujer que sabe latn; sta es una coleccin de artculos en los que, a pesar de ser la mujer el gran tema, la poltica, la cultura, la economa y la sociedad no estn fuera sino, por el contrario, es la mujer quien se encaja en todos esos mbitos.

    Por supuesto, en Mujer que sabe latn encon-tramos la presencia del humor de Rosario como en los siguientes textos que corresponden al en-sayo La mujer y su imagen en el que, despus de hacer un recorrido histrico, aterriza en la mujer mexicana de su tiempo y sus relaciones con los hombres, relaciones que, claramente son de sometimiento:

    Son feos, se declara, los pies grandes y vigorosos. Pero sirven para caminar, para mantenerse en posicin erecta. En un hombre los pies grandes y vigorosos son ms que admisibles; son obligato-rios. Pero, en una mujer? Hasta nuestros ms cursis trovadores locales se rinden ante el pie chiquito como un alfiletero. Con ese pie [...] no se va a ninguna parte. Que es de lo que se trataba, evidentemente.

    La mujer bella se extiende en un sof, exhibiendo uno de los atributos de su belleza, los pequeos pies, a la admiracin masculina, exponindolos a su deseo. Estn calzados por un zapato que algn fulminante dictador de la moda ha decretado como expresin de la elegancia y que posee to-das las caractersticas con las que se define a un instrumento de tortura. En su parte ms ancha aprieta hasta la estrangulacin; en su extremo delantero termina en una punta inverosmil a la que los dedos tiene que someterse; el taln se prolonga merced a un agudo estilete que no proporciona la base de sustentacin suficiente para el cuerpo, que hace precario el equilibrio, fcil la cada, imposible la caminata. Pero quin, sino las sufragistas, se atreven a usar unos zapa-tos cmodos, que respeten las leyes de la anato-ma? Por eso las sufragistas, en justo castigo, son unnimemente ridiculizadas.22

    Y, ms adelante afirma:

    22 Ibid, p. 566.

  • SILVIA RUIZ

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    Las uas largas impiden el uso de las manos en el trabajo. Las complicaciones del peinado y el ma-quillaje absorben una enrome cantidad de tiem-po y, para esplender, exigen un mbito adecuado. El que protege contra los caprichos de la intem-perie: la lluvia, que deshace el contorno de las ce-jas, tan cuidadosamente delineado con un lpiz; que borra el color de las mejillas, tan laborioso, tan artsticamente aplicado; que degrada los lu-nares, distribuidos segn una calculada estrate-gia, en irrisorias manchas arbitrarias; que exhibe las imperfecciones de la piel. El viento, que des-ordena los rizos, que irrita los ojos, que arremoli-na la ropa.

    El hbitat de la mujer bella no es el campo, no es el aire libre, no es la naturaleza. Es el saln, el templo donde recibe los honores de sus fieles con la impavidez de un dolo. Anttesis de Pigma-lin, el hombre no aspira, a travs de la belleza, a convertir una estatua en un ser vivo, sino un ser vivo en una estatua.23

    Rosario Castellano logr el ideal del crtico:

    no dejarse llevar por simpatas o antipatas, no involucrar su pensamiento poltico con el del au-tor del libro comentado, leer sin prejuicios, en-trar a cada libro con una inocencia absoluta, dis-puesta a dejarse deslumbrar, creyendo siempre en el autor. Adems, el rigor crtico no la condujo al silencio, como ha sucedido en Mxico con la mayor parte de los buenos crticos, que terminan alejndose de la creacin, y acumulan rencor contra los que siguen escribiendo.

    Castellanos tiene tambin varios ensayos au-tobiogrficos de los que llama la atencin el que, adems de la sinceridad que la caracterizabas, su timidez la llevaba a no hacer autopromocin, el desenfado y el humos con los que hablaba de s misma hacen que vaya, una vez ms, contraco-rriente, ya que en los aos 60 lo de moda era hacer autopromocin abierta. Ella, por supuesto, opta por hablar de s misma simplemente na-rrando los hechos o expresando sus opiniones pero como eso: opiniones, y nunca con juicios apodcticos con pretensiones de verdades abso-lutas. Tal vez por esto es que es tan grato leer los ensayos autobiogrficos de la Castellanos.

    23 Ibid, p. 567.

    LUCHA POR LA IGUALDAD Puede decirse, con verdad, que Rosario Cas-

    tellanos fue pionera en defender el trabajo y los derechos de la mujeres y, desde esta perspectiva, pionera en lo que despus ser llamado el dis-curso de gneros, se podra decir tambin que ella haca un Feminismo a la mexicana, como titula uno de sus ensayos; adems de ser de las pocas voces, si no es que la nica voz femenina que defenda la dignidad indgena en Mxico. Esto la coloc en la sociedad mexicana como una mujer rebelde y de avanzada, lo que estaba bien para una extranjera, pero no para una mexi-cana.

    Una de las grandes preocupaciones de Rosa-rio fue el racismo, pues en el mundo de Rosario, la raza afecta y determina la posicin social de una persona: ser moreno, pertenecer a la etnia tzeltal o tzoltzil o lacandona o chamela, en Chia-pas es ser inferior y, por definicin no tener de-recho a nada, tener siempre un amo y obede-cer ciegamente.

    Lo mismo pasa con las mujeres, atadas a cos-tumbres absurdas y dominadas de mil formas. Ser mujer, en la poca de Rosario era ser inferior, as, por el simple hecho de haber nacido mujer. Ella estaba convencida de que [...] la desigual-dad de las mujeres se sustentaba no en la natu-raleza, no en la biologa sino en la larga tradicin cultural de sometimiento [...] al hacer invisible el trabajo de las mujeres, al minimizar sus ideas y participacin social, poltica, cientfica y econ-mica [...].24

    Las mujeres, a diferencia de los indgenas cargan con el mito, con el estigma del mal en las mismas entraas y necesitan de alguien que controle su torpeza y su maldad intrnseca. El amo suele echar mano de mil estrategias para contener la tendencia al mal que es natural en el sexo femenino. Todas las mujeres son Eva, por lo tanto, no son dignas de confianza; por otra parte, las mujeres decentes no salen de su casa y no

    24 Tapia, Margarita, Rosario Castellanos: ser por la palabra,

    en Humanismo mexicano del siglo XX I, Toluca, UAEM, 2004, pp. 157-159.

  • ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

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    andan por ah diciendo lo que piensan porque, a decir verdad, no piensan.

    ESCRITORA PRECOZ Rosario dice:

    Escribo porque yo, un da, adolescente, me inclin ante un espejo y no haba nadie.25

    Desde nia escriba poesa y empez a pu-

    blicar muy joven, a los 15 aos, en Chiapas. Des-de nia fue tambin una gran lectora. Rosario reconoca entre sus lecturas favoritas a Sor Juana Ins de la Cruz, el Popol-Vuh y el Chilam Balam, las cartas de la marquesa Caldern de la Barca, Muerte sin fin, de Gorostiza y, confiesa:

    [...] Or hablar entre dientes a la Diosa del maz en los poemas de Pellicer. Y morir escuchando los murmullos de Comala (se refiere a Rulfo). Y resu-citar entre el sonido y al furia de unos cuantos poetas: Sabines, Bonifaz Nuo, Juan Bauelos. Falta alguien? Lo sabr despus...

    MUERTE TRGICA El 7 de agosto de 1974 muere electrocutada,

    en Israel, siendo embajadora de Mxico (1972-1974).

    A su muerte, Jaime Sabines (1926-1999), poeta chiapaneco escribi:

    Cmo te quiero, Chayo, cmo duele

    pensar que traen tu cuerpo! as se dice

    (Dnde dejaron tu alma? No es posible

    rasparla de la lmpara, recogerla del piso

    con una escoba? Qu, no tienen escobas en la Embajada?)...

    Recado a Rosario Castellanos

    25 Castellanos, Rosario, Poesa no eres t, p. 293.

    En conclusin, Rosario Castellanos no se cre-a escritora, no se crea ensayista, no pensaba que lo que dijera, pensara o escribiera fuera rele-vante y, mucho menos, significativo para nadie y, sin embargo, sabemos que se trata de todo lo contrario: que marc una poca, que caus cambias con la fuerza y la lucidez de sus palabras, que como poeta, como dramaturga, como na-rradora y como ensayista regal a Mxico y al mundo las mejores pginas escritas por una mexicana sensible y comprometida. A pesar de lo que podamos decir, siempre estar Rosario di-cindonos:

    Soy la autora de eso que los otros leen, comentan. De eso de lo que se apropian sienten como cuyo y lo recitan a su modo y lo interpretan como se les pega la gana. Yo no puedo hacer nada para impedirlo, para modificarlo. Yo estoy aparte, se-parada para siempre de lo que alguna vez alber-gu dentro de m como se alberga... no, me niego a hacer el smil convencional, el hijo, con el que siempre se compara la obra. Entonces carezco de la ms mnima experiencia de lo que es la mater-nidad. Pero en cambio s lo que es una enferme-dad. Quedamos, pues, en que albergu el dstico dentro de m como se alberga una enfermedad.

    Y ahora estoy curada de ella. Pero expuesta al asalto de tantas dolencias. Ya no es un perro el que ladra alrededor de m pidindome que lo nombre. Soy yo misma la que quiero verme re-presentada para conocerme, para reconocerme. Pero cmo me llamo? A quin me parezco? De quin me distingo? Con la pluma en la mano ini-cio una bsqueda que ha tenido sus treguas en la medida en que ha tenido sus hallazgos, pero que todava no termina.26

    26 Castellanos, Rosario, Obras..., p. 194-195.

  • SILVIA RUIZ

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    SELECCIN DE CITAS DE ROSARIO CASTELLA-NOS SOBRE TEMAS DIVERSOS

    Todas las citas son tomadas del volumen Obras completas. El captulo y la pgina aparecen entre parntesis.

    FEMINISMO En la historia de Mxico hay tres figuras en las que encarnan, hasta sus ltimos extremos, diver-sas posibilidades de la femineidad. Cada una de ellas representa un smbolo, ejerce una vasta y profunda influencia en sectores muy amplios de la nacin y suscita reacciones apasionadas tanto de adhesin como de rechazo. Estas figuras son: la Virgen de Guadalupe, la Malinche y Sor Juana. (Otra vez Sor Juana, 467) A lo largo de la historia [...] la mujer ha sido ms que un fenmeno de la naturaleza, ms que un componente de la sociedad, ms que una criatu-ra humana, un mito. (La mujer y su imagen, 564) El creador y el espectador del mito ya no ven en la mujer a alguien de carne y hueso, con ciertas caractersticas biolgicas, fisiolgicas y psicolgi-cas; menos an perciben las cualidades de una persona que se les semeja en dignidad aunque se diferencia en conducta, sino que advierten slo la encarnacin de algn principio, generalmente malfico, fundamentalmente antagnico. (La mujer y su imagen, 564) Sol que vivifica y mar que acoge su ddiva; viento que esparce la seminal y tierra que se abre para la germinacin; mundo que impone el orden sobre el caos; forma que rescata de su inanidad a la ma-teria, el conflicto se resuelve indefectiblemente con el triunfo del hombre. (Un hombre en as-censo: Sergio Galindo, 565) [...] a lo largo de los siglos, (la mujer) ha sido ele-vada al altar de las deidades y ha inspirado el in-cienso de los devotos. Cuando no se la encierra en el gineceo, en el harn a compartir con sus semejantes el yugo de la esclavitud; cuando no se la confina en el patio de las impuras; cuando no se la marca con el sello de las prostitutas; cuando no se la doblega con el fardo de la servi-

    dumbre; cuando no se la expulsa de la congrega-cin religiosa, del gora poltica, del aula univer-sitaria. (Un hombre en ascenso: Sergio Galindo, 565-566) La mujer no slo mantiene sus nexos con poten-cias oscuras: es una potencia oscura. Nada la har cambiar de signo. Pero s puede reducrsela a la impotencia. Por lo pronto [...] en un plano estti-co. (La mujer y su imagen 568) [...] Aparece y se maneja aqu el concepto de lo que Virginia Woolf llamaba "el hada del hogar, dechado en el que toda criatura femenina debe aspirar a convertirse. (La mujer y su imagen, 568) La osada de indagar sobre s misma; la necesidad de hacerse consciente acerca del significado de la propia existencia corporal o la inaudita preten-sin de conferirle un significado a la propia exis-tencia espiritual es duramente reprimida y casti-gada por el aparato social. ste ha dictaminado, de una vez y para siempre, que la nica actitud l-cita de la feminidad es la espera. (La mujer y su imagen, 569) As, se le despoja de la espontaneidad para ac-tuar, se le prohbe la iniciativa de decidir; se le en-sea a obedecer los mandamientos de una tica que le es absolutamente ajena y que no tiene ms justificacin ni fundamentacin que la de servir a los intereses, a los propsitos y a los fines de los dems. (La mujer y su imagen, 569) Se ha acusado a las mujeres de hipcritas y la acusacin no es infundada. Pero la hipocresa es la respuesta que a sus opresores da el oprimido, que a los fuertes contestan los dbiles, que los subordinados devuelven al amo. La hipocresa es la consecuencia de una situacin, es un reflejo condicionado de defensa [...] cuando los peligros son muchos y las opciones son pocas. (La parti-cipacin de la mujer mexicana en la educacin formal, 877) LIBERACIN [...] pese a todas las tcnicas y tcticas y estrate-gias de domesticacin usadas en todas las latitu-des y en todas las pocas por todos los hombres, la mujer tiende siempre a ser mujer, a girar en su rbita propia, a regirse de acuerdo con un pecu-liar, intransferible, irrenunciable sistema de valo-res. (La mujer y su imagen, 572)

  • ROSARIO CASTELLANOS, ENSAYISTA COMO POCAS

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    Con una fuerza a la que no doblega ninguna coercin; con una terquedad a la que no conven-ce ningn alegato; con una persistencia que no disminuye ante ningn fracaso, la mujer rompe los modelos que la sociedad le propone y le im-pone para alcanzar su imagen autntica y con-sumarse y consumirseen ella. (La mujer y su imagen, 572) Pero hubo un instante, hubo una decisin, hubo un acto en que la mujer alcanz a conciliar su conducta con sus apetencias ms secretas, con sus estructuras ms verdaderas, con su ltima sustancia. Y en esa conciliacin su existencia se insert en el punto que le corresponde en el uni-verso, evidencindose como necesaria y resplan-deciendo de sentido, de expresividad y de her-mosura. (La mujer y su imagen, 573) VIRGEN DE GUADALUPE En la Virgen de Guadalupe parecen concentrarse nicamente elementos positivos. Es, a pesar de su aparente fragilidad, la sustentadora de la vida, la que protege contra los peligros, la que ampara en las penas, la que preside los acontecimientos fastos, la que hace lcitas las alegras, la que salva, en fin, el cuerpo de las enfermedades y el alma de las asechanzas del demonio. Cmo ni querer-la, reverenciarla, convertirla en el ncleo ms en-traable de nuestra vida afectiva? Esto es preci-samente lo que hacen los mexicanos, y llegan hasta el punto de desligar sus creencias religiosas de la personalidad de la Virgen de Guadalupe pa-ra salvaguardarla en caso de que esas creencias entren en conflicto con otras o sufran una crisis, o ante ciertas presiones circunstanciales tengan que ser ocultadas. Es clsico el caso de nuestros ateos a los cuales no se les presenta ningn obs-tculo de conciencia para hacer su peregrinacin anual a la Villa. (Otra vez Sor Juana, 467) MALINCHE El caso de la Malinche podra considerarse como el diametralmente opuesto. Encarna la sexuali-dad en lo que tiene de ms irracional, de ms irreductible a las leyes morales, de ms indiferen-te a los valores de la cultura. Como de todas ma-neras la sexualidad es una fuerza dinmica que se proyecta hasta el exterior y se manifiesta en actos, aqu tenemos a la Malinche convertida en uno de

    los personajes claves de nuestra historia. Traidora la llaman unos, fundadora de la nacionalidad otros, segn la perspectiva desde la cual se colo-quen para juzgarla. Como no ha muerto, como todava alla por las noches, lamentando sus hijos perdidos, por los rincones ms escondidos de nuestro pas; como an hace sus apariciones anuales, disfrazada de gigante, en fiestas de indi-os, sigue ejerciendo su fascinacin de hembra, de seductora de hombres. (Otra vez Sor Juana, 467-8) SOR JUANA Yo no entiendo de esas cosas; Slo s que aqu me vine Porque, si es que soy mujer, Ninguno lo verifique. Confesin tan explcita, propsito tan evidente, constituyen la piedra de escndalo para los admi-radores de Sor Juana. O pasan ante ella sin verla y prefieren hacer caso omiso de un testimonio que, en el ltimo de los casos, tiene el valor de ser de primera mano y prefieren seguir construyndola a su gusto. Damisela frvola de corte virreinal, p-jaro que se deja aprisionar en las redes de un amor imposible del cual no puede escaparse sino pidiendo asilo a los sagrados muros de un con-vento. All encuentra el consuelo de la soledad y desahoga su nostalgia en sonetos y otras menu-dencias. Como todos los elegidos de los dioses, Sor Juana muere joven, y colorn colorado, el cuento se ha acabado. (Otra vez Sor Juana, 468) CRTICA Hemos visto en al actualidad producirse un fe-nmeno con parte de la obra de Alfonso Reyes. Con parte, nada ms. Porque su labor de investi-gacin es tan formidablemente vasta y, en cierto sentido, tan exclusiva para los especialistas del tema, que la crtica (esa crtica que en Mxico con tan honrosas excepcioneshacemos los im-provisados) no se atreve con ella. Le basta poner los ojos en blanco para imitar una admiracin que no implica conocimiento; o levantar los hom-bros con un gesto de indiferencia que bien puede ser disfraz de la envidia; o en ltimo tr-mino declarar que Alfonso Reyes es un erudito, no para aludir a su saber sino para nulificar sus dotes creadoras. (De gustos no hay nada escrito, 470)

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    CRTICA ACADMICA [Universidad de Veracruz] Sus facultades se enor-gullecen de unos de los cuerpos docentes ms idneos y activos; no se regatea el dinero cuando se trata de llevar a cabo una obra que valga la pena, y por encima de los pequeos chismes, de la envidia de los ineptos o de la censura de los poderosos, se manifiesta un criterio serenamente objetivo para ser aplicado a los productos de las ciencias y de las artes. (Un hombre en ascenso: Sergio Galindo, 474) CRTICA FILOSFICA Pero el mayor ejemplo que corre una libertad no es la de ser oprimida por la contraccin de la le-yes naturales o sociales sino la de ser disuelta en la anarqua de lo amorfo. Lo mismo que la palo-ma de Kant, que necesita para su vuelode la resistencia del aire, as tambin el acto libre para adquirir un contorno netoha de discurrir en causes estrictos; ha de contar con un marco de referencia concreto en inmediato; ha de definirse en su choque contra los obstculos. (Un hombre en ascenso: Sergio Galindo, 564) El mundo creado por Dios y el mundo creado por el hombre coinciden, porque son razonables o susceptibles de racionalizacin. (Un hombre en ascenso: Sergio Galindo, 565) ESCRITORA El escritor no es cualquier persona que escribe si-no la persona que tiene facilidad para escribir. Alguien que hace un ensalmo, que dice un conju-ro y de inmediato suscita la ocurrencia feliz, el ra-zonamiento convincente, la comparacin certera. Su actividad tiene la apariencia de un juego, de un acontecimiento que se desarrolla fuera de los mbitos de este mundo en el que la pesadez es una condicin y la gravedad una ley. (El escritor y su pblico, 729)

    Para el escritor autntico, escribir es una disposi-cin de la naturaleza a la que se aade un hbito de la voluntad. Y ese hbito es una conquista del trabajo arduo, un resultado de la paciencia lcida. Detrs de cada pgina tersa, de cada texto orde-nado, deleitoso, ntido, se ocultan las infinitas ta-chaduras, los borrones inconformes, los cestos llenos de papeles desechados. El aprendizaje consume tiempo, exige sacrificios y muy frecuen-temente rinde fracasos. (El escritor y su pblico, 729) El escritor no lo es si no ponen en entredicho lo que ha heredado; si no vuelve de revs las con-signas que se le imponen; si no hurga ms all de lo que los tabes permiten. En resumen, si no se atreve a estar solo. (El escritor y su pblico, 732) [...] A partir de entonces el escritor, que poda haber halagado, irrita, incomoda. Se incrusta en la tribu como una piedra en un zapato. (El escri-tor y su pblico, 733) LITERATURA Decid celebrar mi decimotercer aniversario con el regalo de dos libros: uno de poemas y otro de... cmo se llama eso que es como un cuento pero ms largo y en el que no intervienen ni hadas ni duendes ni fantasmas y que sucede en casas co-munes y corrientes, a personas semejantes a no-sotros y a las personas que conocemos? El dueo de la librera a quien iba dirigida la peti-cin me dijo que eso se llamaba novela. (Notas al margen: el lenguaje como instrumento de do-minio, 977)

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