Rousseau- El Origen de La Desigualdad de Los Hombres

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    2002, Editorial LIBSAel San Rafael, 428108 Alcobendas (Madrid)Te!.: (34) 91 6572580Fax: (34) 9165725 83e-mail: [email protected]

    ISBN: 84-662-0177-7Depsito Legal: M-39.846-01

    ContenlboINTRODUCCIN 7Discurso sobre las ciencias y las artes 19Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres .. 53El contrato social 175CRONOLOGA 301BIBLIOGRAFA 309

    Derechos exclusivos de edicin. Esta obra no puede serreproducida en prte o totalmente, memorizada ens is temas de archivo o transmitida en cualquier forma omedio electrnico, mecnico, fotocopia o cualquier otro,sin la previa autor izacin del edi tor .Impreso en Espaa/Printed in Spain ......... .

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    1OISCURSOSOBRe

    el oRIGenbe la beslGualbabentRe los homBRes

    Non in depravatis sed in his quaebene secundum naturam se habent,

    considerandum est quid sit naturale.AIuSTTELES: Poltica, lib. 1, cap. n.

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    blSCURSOSOBReel oRICjenbe la beslCjualbabentRe los homBRes

    Es del hombre de lo que tengo que hablar y el tema que examino meensea que vaya hablar a hombres, porque no se proponen cuestio-nes parecidas cuando seteme honrar laverdad. Defender, pues, conconfianza, la causa de la humanidad ante los sabios que me animana ello y no quedar insatisfecho de m mismo si me hago digno deltema y de mis jueces.

    Concibo dentro de la especie humana dos formas de desi-gualdad; una que llamo natural o fsica, porque est establecida porla naturaleza, y que consis te en la di ferenc ia de aos , de salud, defuerza corporal y de cualidades del espri tu o del alma; otra que sepuede llamar desigualdad moral o polt ica, porque depende de unacierta convencin y est establecida, o al menos autor izada , por el

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    leAn- lAcques RousseAu...... : .

    consentimiento de los hombres. Esta ltima consiste 'en diferentesprivilegios de los que algunos disfrutan en detrimento de los dems,tales como ser ms ricos, ms honorables , ms poderosos que ellos ,o incluso hacerse obedecer.

    No se puede uno preguntar cul es la fuente de la desigualdad natural , porque la respuesta se encontrara enunciada en la definicin misma de la palabra. Menos an sepuede buscar sino seraposible que hubiera algn lazo esencial entre las dos desigualdades;porque sera como preguntar, en otros trminos, s i aquellos que gobiernan valen necesariamente ms que aquellos que obedecen y silafuerza del cuerpo o del espri tu , la sabidura o la vir tud se encuentran siempre en los mismos individuos, proporcionalmente a su poder o a su riqueza: pregunta apta quiz para ser enarbolada entre esclavos que simpatizan con sus amos, pero que no conviene a hombresrazonables y libres que buscan la verdad.

    De qu se trata exactamente en este Discurso? Desituar enelprogreso de las cosas el momento en que, por suceder el derechoa laviolencia, la naturaleza se viosometida a la ley; de explicar porqu cadena de prodigios el ms fuerte pudo resolver servir al dbil yel pueblo comprar una t ranquilidad en mente al precio de una fel icidad real.

    Todos los filsofos que han examinado los fundamentos de lasociedad han sentido la necesidad de remontarse al estado natural ,pero ninguno de ellos lo ha logrado. Unos nr:- ~~dl~racilado en suponer que el hombre conoca lanocin de lojusto y de 1 ' injusto en esteestado, sin preocuparse de mostrar en qu medida 11.ba de poseeresta nocin y ni siquiera en qu leera til . Otros han , ,blado del derecho natural que cada uno tiene de conservar lo qm le pertenece,s in explicar lo que entendan por pertenecer; otros, de.. ,do en principio autoridad alms fuerte sobre elms dbil, han hecho n(lC::~~nseguida al gobierno, sin pararse a pensar en el tiempo que iebi

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    blSCURSO SOBRe el ORI(jen be lA beslCjuAlbAb.. U-'Ij

    lranscurri r antes de que el sent ido de las palabras autoridad y gobierno pudiera exist ir entre los hombres. Todos, en fin , a lhablar sincesar de necesidad, de avidez, de opresin, de deseos y de orgullo,han transplantado al estado natural las ideas que haban tomado delasociedad. Hablaban del hombre salvaje y retra taban alhombre civil .Ni siquiera a lamayor parte de los nuestros seles pas por la imaginacin el dudar de la existencia pasada del estado natural, mientras que es evidente, al leer los Libros Sagrados, que el primerhombre, por haber recibido luces y preceptos directamente de Dios,ya no se encont raba en ese estado y que, aadiendo a los escritos deMoiss la fe que les debe cualquier filsofo cristiano, es necesario negar que, incluso antes del diluvio , los hombres no se hayan encont rado nunca en el puro estado natural, a menos que hayan cado enl a causa de algn acontecimiento extraordinario . Paradoja hartoembarazosa de defender y completamente imposible de probar.

    Empecemos, pues, por apartar todos los hechos, porque notocan la cuestin. No hay que tomar las investigaciones en que sepuede entrar altra tar este tema por verdades histricas, s ino por razonamientos hipotticos y condicionantes; ms aptos para esclarecer la naturaleza de las cosas que para mostrar su verdadero origen,y semejantes a los que hacen todos los das nuestros fs icos sobre laformacin del mundo. La religin nos ordena creer que, puesto queDios mismo ha sacado a los hombres del estado natural, inmediata'11ente despus de la creacin, stos son desiguales porque l haquerido que lo fueran; pero no nos prohbe hacer conjeturas, sacadas nicamente dela naturaleza del hombre y delos seres que lo circundan, sobre lo que hubiera podido llegar a ser elgnero humanosihubiera seguido abandonado a sus propios recursos. Esto eslo quese me pregunta y lo que propongo examinar en este Discurso. Comoel tema se refiere al hombre en general , tratar de adoptar un lenguaje que convenga a todas las naciones o, mejor, olvidando eltiempo y el lugar, para no pensar ms que en los hombres a los que hablo, me imaginar a m mismo en el l iceo de Atenas repitiendo las

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    mismas lecciones de mis maestros, con los Platones y Jencrates dejueces y con el gnero humano de oyente.

    iOh, hombre!, cualquiera que sea la comarca de donde procedas, sean cuales sean tus opiniones, escucha. He aqu tu historia

    - tal como he credo leerla, no en los libros de tus semejantes quemienten, s ino en la naturaleza, que no miente nunca. Todo lo quevenga de el la ser verdad. No habr ms mentira que lo que, siendomo, yo haya mezclado aqu sin querer. Los tiempos de los que vayahablar son muy remotos. Cunto has cambiado! Es, por as decido,la vida de tu especie lo que te vaya describi r aqu, segn las cual idades que has recibido, la que tu educacin ytus costumbres han podido depravar pero no han podido destruir. Existe una edad en la queel hombre como individuo quis iera pararse, y yo lo s; buscars laedad en que desearas que tu especie se hubiera parado. A disgustocon tu estado actual, por razones que auguran mayores descontentos a tu desgraciada posteridad, quiz querras poder retroceder; yeste sentimiento debe halagar a tus antepasados, suscitar la crticade tus contemporneos y provocar el espanto de aquellos que tenganla desgracia de vivir tras de ti.

    PRIMERA PARTE

    Por importante que sea para juzgar torrectamente elestado naturaldel hombre el considerarlo desde sus orgenes y examinarlo, por asdecirlo, en el primer embrin de la especie, no seguir su organizacin a travs de sus desarrollos sucesivos. No me detendr a investigar en el sistema animal , lo que pudo ser al principio para llegar aser lo que es finalmente; no examinar si, como piensa Aristteles,sus uas alargadas nofueron alprincipio garras ganchudas; sino eravelludo como un oso y si por andar a cuatro patas [1], sus miradas,or ientadas al suelo y limitadas a un horizonte de algunos pasos, noindicaban a la vez el carcter y los lmi tes de sus ideas. No podra

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    formar sobre este tema ms que conjeturas vagas y casi imaginarias.La anatoma comparada ha efectuado muy pocos progresos todavay las observaciones de los naturalistas son an demasiado inciertascomo para que se pueda establecer sobre tales fundamentos la basede un razonamiento slido; de esta manera, sin recurri r a los conocimientos sobrenaturales que tenemos sobre este punto y sin considerar los cambios que han debido sobrevenir en la conformacin delhombre, tanto interior como exterior , y a medida que adaptaba susmiembros a usos nuevos y se nutra con alimentos nuevos, sin recurrir a todo esto, le supondr conforme a todo tiempo, como lo veohoy, andando sobre dos pies, sirvindose de sus manos como hacemos nosotros con las nuest ras, dir igiendo sus miradas a toda la naturaleza y midiendo con sus ojos la vasta extensin del cielo.

    Aldespojar a este ser as constituido de todos los dones sobrenaturales que ha podido recibir y de todas las facultades artificiales queha podido adquirir gracias a largos progresos, al considerarlo, en unapalabra, tal como ha debido salir de las manos de la naturaleza, veo aun animal menos fuerte que algunos, menos gil que otros, pero, despus de todo, el ms ventajosamente organizado'Y>Yl:l_~almlndo suhambre bajo un roble, apagando su sed en el pr imer arroyo, encontrando un lecho alpie del mismo rbol que leha proporcionado elalmuerzo; ya estn satisfechas sus necesidades.

    Latierra, abandonada a su ferti lidad natural [2] y cubierta debosques inmensos que elhacha nunca mutil, ofrece a cada paso almacenes y retiros a los animales de todas las especies. Loshombres,dispersos entre s, observan, imitan su industria y se alzan as hastael ins tinto de las bestias, con la ventaja de que cada especie t iene elsuyo propio y que, como el hombre no tiene quiz ninguno que lepertenezca, se los apropia todos, se nutre, igualmente, con la mayora de los diversos alimentos [3] que los dems animales sereparteny, por consiguiente, encuentra su subsistencia ms fcilmente queningn otro.

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    Por estar acostumbrados desde la infancia a las intemperiesdel aire y al rigor de las estaciones, ejercitados en la fatiga y forzados a defender su vida y su presa, desnudos y sin armas frente a lasdems fieras, o a escapar de ellas corriendo, los hombres se formanen un temperamento robusto y casi inalterable. Los nios, como traen al mundo la excelente constitucin de sus padres y la fortalecencon los mismos ejercicios que la han producido, adquieren de estamanera el vigor de que es capaz la especie humana. La naturaleza secomporta con ellos exactamente igual que la ley de Esparta con loshijos de los ciudadanos; vuelve fuertes y robustos a aquellos que estn bien constituidos y hace perecer a todos los dems; distinta encuanto a este aspecto de nuestras sociedades, donde el estado, alhacer a los hijos onerosos para sus padres, los mata indistintamente antes del nacimiento.

    Como el cuerpo del hombre salvaje es el nico instrumentoque ste conoce, lo emplea en diversos usos, para los cuales los nuestros estn incapacitados por falta de ejercicio, y es nuestra industriala que nos arrebata la fuerza y la agilidad que la necesidad obliga aadquirir . Sihubiera tenido un hacha, quebrara su puo ramas tanfuertes? Sihubiera tenido una honda, llanzara con tanta rigidez unapiedra con la mano? Si hubiera tenido una escalera, ltrepara a unrbol con tanta ligereza? Si hubiera tenido un caballo, se lanzaratan rpido a la carrera? Dad tiempo al hombre civilizado para reunir todas sus mquinas alrededor suyo: es indudable que sobrepasara fcilmente al hombre salvaje; pero si queris ver un combatean ms desigual, ponedlos frente a frente desnudos y desarmadosy reconoceris enseguida cul es la ventaja de tener siempre a disposicin todas las fuerzas, de estar siempre dispuesto a cualquieracontecimiento y de llevarse siempre a smismo todo entero, por asdecirlo [4].

    Hobbes pretende que el hombre es intrpido por naturalezay que no busca otra cosa ms que atacar y combatir. Un filsofo ilus-

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    blSCURSO SOBR t ORICjn b td bSICjUdtbdb .

    tre piensa, por el contrario, y Cumberland y Pufendortf lo asegurantambin, que no existe nada tan tmido como el hombre en estadonatural y que est siempre tembloroso y dispuesto a huir al menorruido que le choque, al menor movimiento que perciba. Esto puede .ser as para los objetos que desconoce y no dudo de que seasuste portodos los nuevos espectculos que sele ofrecen, toda vez que no pueda distinguir elbien y elmal fsicos que debe esperar de ellos ni comparar sus fuerzas con los peligros que tenga que correr; circunstancias raras en elestado natural, donde todas las cosas marchan de unaforma muy uniforme y donde la faz de la tierra nol~t sometidallos cambios bruscos y continuos que causan las pasiones y la inconstancia de los pueblos reunidos. Pero como el hombre salvajevive disperso entre los animales y se encuentra pronto en el.~aso demedirse con ellos, enseguida compara y, sintiendo que los superams en habilidad que ellos a len fuerza, aprende a no temerlos ms.Coged un oso o un lobo y oponedlo a un salvaje robusto; gil, valientecomo son todos, armado con piedras y con un buen palo; y veris queelpeligro ser por lo menos recproco y que despus de varias experiencias similares, las fieras, a las que nos les gusta atacarse mutuamente, atacarn de mal grado al hombre, al que habrn encontradotan fiero como ellas. Con respecto a los animales que tienen realmente ms fuerza que l habilidad, est frente a ellos en el caso delas dems especies ms dbiles, las cuales no dejan de subsistir; conuna ventaja para el hombre, a saber que, no menos dispuesto parala carrera que ellos y encontrando en los rboles un refugio casi asegurado, t iene en todo momento lafacultad detomar o dejar y laeleccin dela huida o del combate. Aadamos que no parece que ningnanimal haga la guerra al hombre por naturaleza, salvo en el caso dedefensa propia o de hambre extrema, ni siente hacia l una de esasantipatas violentas que parecen anunciar que una especie est destinada por la naturaleza a servir de pasto a otra.

    Otros enemigos ms temibles, y para defenderse de los cuales elhombre no posee los mismos medios, son las enfermedades na-

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    turales, la infancia, lavejez y los males de toda laya; tristes signos denuestra debil idad, de los cuales los dos primeros son comunes a todos los animales y elltimo pertenece principalmente alhombre quevive en sociedad. Observo incluso, con respecto a la infancia, que lamadre, como lleva a su hijo siempre con ella y en todo lugar, tienemucha ms faci lidad para alimentado que las hembras de otros animales, las cuales se ven forzadas a ir y venir sin cesar y con muchotrabajo, por una parte para buscar su sustento, y de otra, paraamamantat:.o alimentar a sus cras. Esverdad que si la mujer muere, el nio corre gran riesgo de morir con ella; pero este peligro escomn a cien especies ms, cuyas cras no se encuentran rpidamente en estado de ir a buscar su alimento ellas mismas; y si la infancia es ms larga entre nosotros, como la vida es ms larga tambin, todo queda todava ms o menos igualado en este punto [5],aunque haya otras reglas sobre la duracin de los primeros aos ysobre el nmero de cras [6], reglas que ya no entran en este tema.En los ancianos, que actan y sudan poco, la necesidad de alimentos disminuye proporcionalmente a la facultad de proveer de ellos;y como la vida salvaje aleja de ellos la gota y el rema, y la vejez es,de todos los males, aquel que las ayudas humanas pueden consolarmenos, se apagan al fin sin que nadie se percate de que dejan deexistir y casi sin percibido ellos mismos.

    Con respecto a las enfermedades, no repetir los vanos y falsos alegatos que contra la medicina hace la mayora de la gente sana;pero preguntar si hay alguna observacin slida a part ir de la cualsepueda concluir que, en los pases donde este arte est ms abandonado, la vida media del hombre es ms corta que en aquel los dondese cultiva con elcuidado ms grande; cmo podra ser esto as, sinoscreamos ms problemas que remedios nos puede dar la medicina! Laextrema desigualdad en la forma de vida, el exceso de ociosidad enunos, el exceso de trabajo en otros, la facil idad para excitar y satisfacer nuestros apetitos y nuestra sensualidad; los alimentos demasiado rebuscados de los ricos, que les nutren con jugos calenturien-

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    tos y les postran con indigest iones, la mala alimentacin de los pobres, de la que carecen incluso la mayora de las veces y cuya faltales lleva a sobrecargar vidamente el estmago cuando llega el caso;el no dormir, los excesos de toda clase, los trastornos inmoderadosde todas las pasiones, los esfuerzos y elagotamiento de la mente, losdisgustos y las innumerables penas que se experimentan en todos losestados y por los cuales las almas estn rodas perpetuamente. Heaqu las funestas garantas de que la mayora de nuestros 'males S01'vobra nuestra y de que los habramos evitado casi todos conservandola forma de vida sencilla, uniforme y solitaria que la naturaleza nosprescriba. Si nos ha destinado a estar sanos, me atrevo casi a asegurar que el estado de reflexin es un estado antinatural y q~e elhombre que medita esun animal depravado. Cuando se piensa en labuena const itucin de los salvajes, al menos de aquel los que no hemos perdido con nuestros fuertes l icores, cuando se sabe que casinoconocen ms enfermedad que las heridas y la vejez, se s iente la tentacin de creer que fcilmente se podra elaborar la historia de lasenfermedades siguiendo la de las sociedades civiles. Por lo menossta es la opinin de Platn que, a par ti r de ciertos remedios empleados o aprobados por Podali ro y Macan en elasedio de Troya, considera que varias enfermedades que estos remedios deban excitar noeran conocidas entonces entre los hombres.

    Con tan pocas fuentes de males, el hombre en el estado natural no tiene ninguna necesidad de medicinas y menos an de mdicos; la especie humana no es tampoco, a este respecto, de peorcondicin que todas las dems y es fcil saber si los cazadores encuentran muchos animales que han recibido heridas considerablesmuy bien cicatrizadas, que han tenido huesos e incluso miembros rotos y recuperados sin ms cirujano que el t iempo, sin ms rgimenque su vida ordinar ia y que no por eso estn ms imperfectamentecurados, gracias a no haber sido atormentados por incisiones, envenenados por drogas ni extenuados por ayunos. En fin, por til quepueda ser entre nosotros la medicina bien administrada, siempre es

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    cierto que si el salvaje enfermo y abandonado a sus propios recursosno tiene otra esperanza que la naturaleza, por contra no tiene nadaque temer que no sea su mal, lo que hace que su situacin sea confrecuencia preferible a la nuestra.

    Guardmonos, pues, de confundir alhombre salvaje con loshombres que tenemos a la vista. La naturaleza trata a todos los animales abandonados a sus cuidados con una predileccin que parecemostrar de qu manera est celosa de este derecho. El caballo, elgato, eltoro, incluso elburro tienen en su mayora una estatura mayor, todos poseen una constitucin ms robusta, ms vigor, fuerza yvalenta en los bosques que en nuest ras casas; pierden la mitad deestas ventajas al volverse domsticos y se dira que todos nuestroscuidados para tratar y alimentar bien a estos animales no conducensino a degenerarlos. As ocurre con elhombre: alvolverse sociable yesclavo, se vuelve dbi l, miedoso, escurridizo y su forma de vidamuelle y afeminada acaba por enervar a la vez su fuerza y su valenta. Aadamos que entre la condicin salvaje y la domstica, la diferencia de hombre a hombre debe ser ms grande todava que de bestia a bestia; porque como elanimal y elhombre han sido tratados porigual por la naturaleza, todas las comodidades que elhombre se otorga dems sobre los animales que doma son tantas causas particulares que le hacen degenerar sensiblemente.

    La desnudez, la carencia de habitacin y la privacin de todas estas inutilidades que creemos tan necesarias no constituyentanta desgracia para estos hombres primitivos ni, sobre todo, un obstculo tan grande para su conservacin. Sino tienen la piel velluda,es que no la necesitan en las regiones clidas y en las regiones frasenseguida saben apropiarse de las de las bestias que han vencido; sino tienen ms que dos pies para correr, t ienen dos brazos para procurarse ayuda y subvenir a sus necesidades; sus hijos empiezan a andar tarde quiz y con gran esfuerzo, pero las madres los llevan confacilidad; ventaja de la que carecen otras especies donde la madre,

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    blSCURSO SOBRE l ORICjn b la bslCjualbdb .

    al ser perseguida, seve constreida a abandonar a sus cras o a acoplar su paso al de stas. En fin, a menos que consideremos ciertasayudas de las circunstancias, singulares y fortuitas, de las cuales hablar seguidamente y que perfectamente podan no llegar nunca, estclaro de cualquier forma que el primero que se hizo vestidos o unacasa se dio cosas poco necesarias, puesto que se haba arreglado sinellas hasta ese momento, y que no se ve por qu no hubiera podidosoportar, hombre yahecho y derecho, un tipo de vida que soportabadesde la infancia.

    Solo, ocioso y siempre cerca del peligro, al hombre salvajedebe de gustarle dormir y debe detener elsueo ligero como los animales que, como piensan poco, duermen, por as decido, durantetodo eltiempo en que no piensan. Como su nica preocupacin casies su propia conservacin, sus facultades ms ejercitadas deben deser aquellas que tienen por objeto principal elataque y la defensa, yasea para subyugar a su presa, ya sea para guardarse de ser la de ot roanimal: por elcontrario, los rganos que no seperfeccionan sino porla molicie y la sensualidad deben quedar en un estado tal de tosquedad que excluye en ltoda clase de delicadeza, y como sus sentidosse encuentran divididos en este punto, tendr el tacto y el gusto enextremo rudos; la vista, el odo y el olfato en extremo sutiles. Tal esel estado animal en general y tal es, segn los relatos de los viajeros,el de la mayora de los pueblos salvajes. De esta forma, no hay queextraarse de que los hotentotes del Cabo de Buena Esperanza descubran a simple vista barcos en alta mar, tan lejos como los holandeses pueden con lentes, ni de que los salvajes deAmrica olieran lapista de los espaoles, como habran podido hacer los mejores perros, ni de que todas estas naciones brbaras soporten sin esfuerzosu desnudez, agudicen su gusto a fuerza de pimienta ybeban licoreseuropeos como si de agua se tratase.

    Hasta aqu no he considerado ms que al hombre fsico. Tratemos de mirarlo ahora por la vertiente metafsica y moral.

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    En cualquier animal no veo ms que una mquina ingeniosaa la cual la naturaleza ha dado sentidos para superarse a el la mismay para guardarse, hasta cierto punto, de todo lo que tiende a des-truirla o a molestarla. Percibo precisamente las mismas cosas en lamquina humana, con la diferencia de que la naturaleza sola hacetodo en las operaciones de la bestia , mientras que el hombre parti -cipa en las suyas en calidad de agente libre. La primera elige o re-chaza por instinto, el segundo por un acto de libertad; lo que haceque la bestia no pueda apartarse de la regla que le est prescrita,aunque constituya una ventaja el hacerla as, y que el hombre se ale-je con frecuencia de el la en perjuicio propio. De esta forma una pa-loma morira de hambre cerca de un recipiente l leno de las mejoresviandas y un gato sobre montones de fruta o de grano, aunque unoy otro pudieran nutrirse perfectamente con el alimento que despre-cian, si seles pasara por la imaginacin el intentar lo . Tal esla formaen que los hombres disolutos se l ibran a excesos que les provocan lafiebre y la muerte; porque el espritu deprava los sentidos y la vo-luntad sigue hablando cuando la naturaleza ya se ha callado.

    Cualquier animal tiene ideas, puesto que tiene sentidos, com-bina incluso sus ideas hasta cierto punto y elhombre difiere en pocode la bestia a este respecto. Algunos filsofos han adelantado inclu-soque hay ms diferencias de hombre a hombre que de bestia a bes-t ia; luego no es tanto el entendimiento lo que hace entre los anima-les la dis tincin especfica del hombre, como su calidad de agentelibre. La naturaleza gobierna a cualquier animal y la bestia obedece.El hombre experimenta la misma impresin, pero se reconoce l ibrede acatar o de resistirse; y es sobre todo por consciencia de esta li-bertad por lo que se muestra la espir itual idad de su alma: porque laf s ica explica en cierto modo el mecanismo de los sent idos y la for-macin de las ideas; pero en la potestad de querer, o mejor, de ele-gir , y en elsent imiento de esta facul tad no encontramos ms que ac-tos puramente espirituales que no se explican por las leyes de lamecnica.

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    blSCURSO SOBReel ORICjen be la besICjualbab .

    Pero, aunque las dificultades que acompaan todas estascuestiones nos dieran lugar a discutir sobre la diferencia entre elhombre y el animal, exis te otra cual idad muy especfica que los dis-t ingue y sobre la cual no puede haber disputa, y esla facultad de per-feccionarse; facultad que, con ayuda de las circunstancias, desarro-l la sucesivamente todas las dems y reside tanto en la especie comoen el individuo, mientras que un animal, al cabo de unos meses, esya 10 que ser toda su vida y su especie, al cabo de mil aos, 10 queera en el primer ao. Por qu el hombre solo est sujeto a volversetonto? No es acaso que vuelve as a su estado primitivo y que, mien-tras que la best ia, que no ha adquirido nada y que no tiene tampoconada que perder, se queda siempre con su instinto, el hombre, alperder por la vejez o por otros accidentes todo 10 que su perfectibi-lidad le haba hecho adquirir, cae de esta manera an ms bajo quela bestia? Sera tr iste para nosotros el vemos forzados a admiti r queesta facultad dist int iva y casi i limitada esla fuente de todas las des-gracias del hombre; que es esto 10 que le saca, con el paso del tiem-po, de esta condicin originar ia, en la cual dejar a correr das tran-quilos e inocentes; que es esto 10 que, al hacer florecer cOlJliossiglossus luces y sus errores , sus vicios y sus virtudes, 10 vuelve a la largasu propio tirano y elde la naturaleza [7]. Sera horroroso vemos obli-gados a alabar como ser bienhechor a aquel que sugiri al habitantede las riberas del Orinoco la utilizacin de esas tabletas que pone Xnlas sienes de sus hijos y que les aseguran por lo menos una parte desu estulticia y de su felicidad original.

    Elhombre salvaje, librado por la naturaleza nicamente a suinst into, o mejor indemnizado quiz por aquel que le fal ta, con fa-cultades capaces de suplir ste en principio y de elevarlo luego muypor encima de el la, empezar, pues, por las funciones puramenteanimales [8]: ver y oler ser su primer estado, comn a todos losanimales. Querer y no querer, desear y temer sern las primeras ycasi las nicas operaciones de su alma, hasta que nuevas circuns-tancias provoquen nuevos desarrollos .

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    Por mucho que digan los moralistas, el entendimiento humano debe mucho a las pasiones que, segn opinan todos, le debentambin mucho a est: por su actividad nuestra razn se perfecciona; no buscamos el conocimiento sino porque deseamos disfrutar yno se puede concebir por qu aquel que no tuviese deseos ni temores se esforzara en razonar. Las pasiones, a su vez, estn originadaspor nuestras necesidades y su progreso por nuestros conocimientos;porque no se pueden desear o temer las cosas ms que a causa de lasideas que sobre ellas se pueden tener o por el sencillo impulso de lanaturaleza; y el hombre salvaje, privado de cualquier clase de luces,experimenta slo las pasiones de esta ltima clase; sus deseos no vanms all de sus necesidades fsicas [9J; los nicos bienes que conoceen eluniverso son el alimento, una hembra y elreposo; los nicosmales que teme son eldolor y elhambre; digo eldolor y no la muerte; porque el animal no sabr nunca lo que es morir y el conocimiento de la muerte y sus terrores es una de las primeras adquisiciones del hombre, efectuada al alejarse de la condicin animal.

    Si fuera necesario, me sera fcil apoyar esta intuicin con hechos y hacer ver que en todas las naciones del mundo los progresos delespri tu son proporcionales precisamente a las necsidades que lospueblos han recibido de la naturaleza o a las cuales los han sometidolas circunstancias y, por consiguiente, a las pasiones que los llevabana subvenir a estas necesidades. Mos~rara en Egipto las artes que nacen y se extienden con los desbordamientos del Nilo; seguira su progreso entre los griegos, donde se las vio germinar, crecer y elevarse hasta los cielos entre las arenas y las rocas del rtico, sin poder enraizaren los bordes frtiles del Eurotas; observara que, en general, los pueblos del Norte son ms mdustriosos que los del Medioda, porque nopueden arreglarse sin serlo, como si la naturaleza quisiera as igualarlas cosas, dando los espritus la fertilidad que niega a la tierra.

    Pero sin recurrir a los testimonios inciertos de la historia,quin no ve que todo parece alejar del hombre salvaje la tentacin

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    y los medios para dejar de serlo? Su imaginacin no le pinta nada;su corazn no le pide nada. Sus mdicas necesidades se encuentrantan a mano y est tan lejos del grado de conocimientos necesariospara desear adquirir otras ms grandes, que no puede tener ni previsin ni curiosidad. El espectculo de la naturaleza le es indiferente a fuerza de serIe familiar. Siempre el mismo orden, siempre lasmismas revoluciones; no leda idea de extraarse de las ms grandesmaravil las; y no es en l donde hay que buscar la filosofa que necesi ta elhombre, para saber observar una vez lo que ha visto todos losdas. Su alma, a la que nada inquieta, se deja llevar por elnico sentimiento de su existencia actual, sin ninguna idea sobre el futuro,por prximo que pueda estar, y sus proyectos, l imitados como su horizonte, apenas se extienden hasta el final del da. Tal es, todavahoy, el grado de previsin del Caribe: vende por la maana su lechode algodn y por la noche viene a llorar para comprarIo de nuevo,por no haber previsto que lo necesitara para la noche siguiente.

    Cuanto ms se medita sobre este tema, ms se agranda anuestra vista la distancia entre las sensaciones puras y los conocimientos sencil los; y es imposible concebir que un hombre, nicamente con sus fuerzas, sin el socorro de la comunicacin y sin elaguijn de la necesidad, pueda salvar un intervalo tan grande.Cuntos siglos habrn pasado antes de que los hombres tuvieran laoportunidad de ver otro fuego distinto del fuego del cielo? Cuntascasualidades habrn necesitado para aprender los usos ms comunes de este elemento? Cuntas veces lohabrn dejado apagarse antes de adquirir el arte de reproducirlo? y cuntas veces quiz cadauno de estos secretos habr muerto con aquel que lo haba descubierto? Qu diremos de la agricultura, arte que exige tanto trabajoy previsin; que depende de otras artes, que evidente~ente no espracticable sino en una sociedad como mnimo ya cread,". y que nonos sirve tanto para extraer de la tierra alimentos que sta proporcionara sin ayuda, como para someterla a nuestras preferencias, queson ms de nuestro agrado? Pero supongamos que los hombres se

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    ~_ .Jean- Jacques Rousseau II1blSCURSO SOBReel oRICjen be La beSICjualbab ~,

    hubieran multiplicado tan rpido que las producciones naturales nobastaran para alimentarlos; suposicin que, dicho sea de paso, cons-tituira una gran ventaja para la mano de los salvajes; que estos hom-bres hubieran vencido el odio mortal que todos t ienen hacia un tra-bajo continuo; que hubieran aprendido a prever su necesidades alargo plazo, que hubieran adivinado cmo hay que cultivar la tierra,sembrar elgrano y plantar los rboles; que hubieran descubierto elarte de moler el trigo y de fermentar la uva; todo lo que han necesi-tado aprender de los dioses , por no concebir que lo hayan aprendi-do el los mismos; despus de esto, qu hombre sera lobastante in-sensato para atormentarse en el cultivo de un campo que se verarrasado por elprimero que pase, hombre o best ia, a quien conven-ga la cosecha? y cmo se podra resignar cada cual a pasar la vidaatado a un trabajo penoso, cuyo fruto es tanto ms probable que nose pueda recoger cuanto ms se necesite? En una palabra, cmoesta situacin podr llevar a los hombres a cult ivar la t ierra, en tan-to no est repartida entre ellos, es decir, en tanto no se destruya elestado natural?

    Aunque quisiramos suponer un hombre salvaje tan hbil enel arte de pensar como lo pintan los fi lsofos; aunque siguiendo suejemplo nos lo imaginramos incluso filsofo, descubriendo l sololas verdades ms sublimes, elabor~dose, gracias a cadenas de razo-namientos muy abstractos, mximas de just ic ia y de razn sacadasdel amor al orden en general o de la voluntad conocida de su Crea-dor: en una palabra , aunque le supusiramos en elespri tu tanta in-tel igencia y tantas luces como debe tener y le encontrramos de he-cho pesadez y estupidez, qu utilidad sacara la especie de toda estametafsica, la cual no poda comunicarse y morira con el individuoque la hubiese inventado? Qu progreso podra hacer elgnero hu-mano esparcido en los bosques entre los animales? y hasta qu pun-to podr~n perfeccionarse e ilustrarse mutuamente los hombres, loscuales, a l no tener domicil io f ijo ni necesidad uno de otro, se trope-zaran apenas dos veces en sus vidas, sin conocerse y sin hablarse?

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    Pensemos cuntas ideas debemos aluso de la palabra; cun-to ejercita y facilita la gramtica las operaciones del espritu; y pen-semos en los esfuerzos inconcebibles y en el t iempo infini to que hadebido de costar la primera invencin de las lenguas; unamos estasreflexiones a las precedentes y veremos cuntos millares de siglos sehabrn necesitado para desarrollar sucesivamente en el espritu hu-mano las operaciones para las cuales estaba capacitado.

    Permitidme reflexionar un instante sobre los inconvenientesdel origen de las lenguas. Podra contentarme con citar o repetir aqulas investigaciones que ha hecho el abad de Condillac sobre estetema, las cuales confirman plenamente mi intuicin y,quiz, me die-ron la idea. Pero la forma en que este f ilsofo resuelve las dificul ta-des que l mismo se propone sobre el origen de los signos institui-dos, mostrando que ha supuesto lo que yo pongo en tela de juicio, asaber, una especie desociedad ya establecida entre los inventores dellenguaje, creo, alremitir a sus reflexiones, deber unir a ellas las maspara exponer las mismas dificultades con la claridad que conviene altema. La primera que se presenta es imaginar cmo pudieron l legara ser necesarios; porque al no tener los hombres ninguna corres-pondencia entre el los ni ninguna necesidad de tenerla, no se conci-be la necesidad de este invento ni su posibilidad, si no era indispen-sable. Podra decir, como muchos otros, que las lenguas han nacidocon el comercio domstico de los padres, de las madres y de los ni-os: pero adems de no resolver esto las objeciones, equivaldra a co-meter el error de aquellos que, al razonar sobre el estado natural,t ransportan las ideas recogidas de la sociedad, ven siempre a la fa-milia reunida en una misma habitacin y a sus miembros guardarentre ellos una unin tan ntima y permanente como ocurre entre no-sotros, a los que estn unidos por intereses comun~; mientras queen este estado primit ivo, al no tener casa, ni cabaas ni fl ropiedadde ninguna clase, cada uno se alojaba al azar y con frecuencia du-rante una noche nicamente; los machos ylas hembras seunan for-tuitamente segn se encontraran, segn la ocasin y el deseo, sin

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    que fuera la palabra un intrprete muy necesario para las cosas quetenan que decirse : se abandonaban con la misma facilidad [10]; lamadre amamantaba primero a sus hijos por necesidad propia; des-pus, como la costumbre se los haba hecho querer, los a limentabaen provecho de ellos; en el momento en que tenan fuerza suficien-te para buscar su pasto, no se demoraban en abandonar a la madre;y como no haba casi otro medio de volver a encontrarse que no fue-ra el de no perderse de vista, pronto se encontraban en el ext remode no reconocerse incluso los unos a los otros. Considerad tambinque el n io , que debe explicar todas sus necesidades y , por consi-guiente , t iene ms cosas que decir a su madre que lamadre a suhijo,debe hacer elmayor gasto alinvento y que la lengua que emplea debeser en gran parte obra suya; lo que multiplica las lenguas tanto comoindividuos hay para hablar las, a lo que contr ibuye tambin la vidaerrante y vagabunda que no deja tiempo a ningn idioma para adop-tar consis tencia, porque el mero hecho de decir que la madre dic taal nio las palabras que deber uti lizar para pedir le talo cual cosa,muestra perfectamente que se ensean lenguas yaformadas, pero nonos ensea cmo se forman.

    Supongamos vencida esta primera dificultad: salvemos porun instante el espacio inmenso que debi exist ir entre e l estado na-tural puro y la necesidad de las len~uas; y busquemos. suponindo-las necesarias [11], cmo pudieron empezar a establecerse. Nuevadificultad peor an que la precedente; porque si los hombres hannecesitado la palabra para aprender a pensar, ms necesidad han te-nido an de saber pensar para encontrar el arte dela palabra; yaun-que se comprendiera cmo los sonidos de la voz se han tomado porintrpretes convencionales de nuestras ideas , quedara an por sa-ber cules han podido ser los intrpretes de esta convencin para lasideas que, al no tener un objeto sensib le, no podan indicarse por elgesto ni por la voz, de manera que a duras penas se pueden formarconjeturas soportables sobre el nacimiento de este arte de comuni-car los pensamientos y de establecer comercio entre los espri tus:

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    blSCURSOSOBRe el oRICjen be la besICjualbab .

    ate subl ime que est ya tan lejos de su origen, pero que el filsofove todava a una distancia tan prodigiosa de la perfeccin que no .existe hombre lo bastante osado como para asegurar que llegue al-gn da, aunque las revoluciones que eltiempo trae necesariamentese suspendieran en beneficio suyo, aunque los prejuicios salieran delas academias o se callaran ante el las y que stas pudieran ocuparsede este objeto espinoso, durante siglos enteros y sin interrupcin.

    Elprimer lenguaje del hombre, e l lenguaje ms universa l, elms enrgico y el nico necesario, antes de necesitar persuadir ahombres en asamblea, es e l gr ito de la naturaleza. Como este gritono se poda arrancar sino por una especie de instinto en las ocasio-nes apremiantes, para implorar ayuda en los grandes peligros o con-suelo en las enfermedades graves , no era muy uti lizable en el cursoordinario de la vida, donde reinan sentimientos ms moderados.Cuando las ideas de los hombres empezaron a extenderse y a multi-plicarse y se estableci entre ellos una comunicacin ms estrecha,buscaron signos ms numerosos y un lenguaje ms extenso: multi-plicaron las inflexiones de lavozy unieron a stas los gestos, que, porsu naturaleza, son ms expresivos y cuyo sentido depende menos dela predeterminacin. Expresaban los objetos visibles, pues, y aque-l los que impresionan el o do con sonidos imita tivos: pero como elgesto no indica sino los objetos presentes o fciles de describir y lasacciones visibles; como no tiene una utilizacin universal, puesto quela oscuridad o la interposicin de un cuerpo lo vuelven intil y comono excita la atencin, sino que la exige , los hombres idearon alf in susust ituc in por las art iculac iones dela voz que, aun sin tener la mis-ma relacin con ciertas ideas, son ms apropiadas para representar-las todas , en tanto que signos insti tu idos; sust itucin que no pudollevarse a cabo sino por consenso comn, y de una forma bastantedifcil depracticar por hombres cuyos rganos rudos no estaban ejer-citados todava, y ms difcil an de concebir en s rinsma, mesto queeste acuerdo unnime debi estar motivado y la palabra parece ha-ber sido muy necesaria, para establecer e luso de la palabra.

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    {)ISCURSOSOBReel oRlqen be la beslqualbab ~,

    Hay que considerar que las primeras palabras que utilizaronlos hombres poseyeron en su espritu un significado mucho ms extenso que elque tienen aquellas que seemplean enlas lenguas yaformadas, y que al ignorar la divisin del discurso en partes constitutivas dieron en principio a cada palabra elsentido deuna proposicincompleta. Cuando empezaron a distinguir el sujeto del atributo yelverbo del nombre, lo que no fue un mediocre esfuerzo de genialidad,los sustantivo s no fueron en principio sino nombres propios, elinfinitivo fue elnico tiempo de los verbos y,en loque respecta a los adjetivos, la nocin no debi de desarrollarse sino muy difcilmente,porque todo adjetivo esuna palabra abstracta y las abstracciones sonoperaciones penosas y poco naturales.

    Cada objeto recibi primero un nombre particular, sin teneren cuenta elgnero ni las especies, aspectos que estos primeros fundadores no podan distinguir; y todos los individuos se presentaronaislados en su esp ritu, como estn en el cuadro de la naturaleza. Siun roble sellamaba A, otro roble sellamaba B:de manera que cuanto ms limitados eran los conocimientos, tanto ms extenso lleg aser eldiccionario. La molestia detoda esta nomenclatura no sepudosubsanar fcilmente: porque para clasificar a los seres bajo denominaciones comunes y genricas era menester conocer sus propiedadesy diferencias; hacan falta observaciones, definiciones, es decir, historia natural y metafsica, an ms de lo que podan tener los hombres de aquella poca.

    Por otra parte, las ideas generales no pueden introducirse enel espri tu ms que con ayuda de las palabras y el entendimiento nolas comprende sino gracias a proposiciones. Es una de las razonespor las que los animales no saben formarse tales ideas ni adquiri rnunca la perfectibilidad que depende de ellas. Cuando un mono vasin dudar de una nuez a otra, se piensa que t iene la idea general deesta clase de fruta y que compara su arquetipo con estos dos individuos? No, sin duda alguna; sino que la vista de una de esas nueces

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    le evoca en la memoria las sensaciones que ha recibido de la otra ysus ojos, modificados en cierta forma, anuncian a su gusto la modificacin que va a recibir. Cada idea general es puramente intelectual;por poco que tenga que ver la imaginacin, la idea se vuelve enseguida particular. Intentad trazaras la imagen de un rbol en general,que nunca lo lograris; a pesar vuest ro lo habris de ver pequeo ogrande, despojado o frondoso, claro u oscuro, y s i de vosot ros dependiera el no ver en l ot ra cosa que loque seencuentra en todo rbol, la imagen ya no se parecera a un rbol. Los seres puramenteabstractos se ven igualo no se conciben s ino por el discurso. La definicin misma del tringulo os da idea justa de ello: tan pronto comoelaboris la figura de uno en vuest ro espri tu, se t rata de tal tr ingulo y no de otro y no podis evitar el hacer resal tar las lneas o colorear el plano. Hay, pues, que enunciar proposiciones, es menesterhablar para tener ideas generales; porque tan pronto como se parala imaginacin, el espritu no funciona sino con ayuda del discurso.Silos primeros inventores no han podido dar nombres ms que a lasideas que ya posean, de ello se deduce que los primeros sustantivosnunca han podido ser ms que nombres propios.

    Pero cuando, por medios que yo no concibo, nuestros nuevosgramticas empezaron a extender sus ideas y a generalizar sus palabras, la ignorancia de los inventores tuvo que someter este mtodoa lmites harto estrechos; y como en principio haban multiplicadodemasiado los nombres de los individuos por no conocer los gneros ni las especies, elaboraron luego muy pocas especies y gneros,por no haber considerado los seres en todas sus diferencias. Para irms lejos en las divisiones, hubiera sido menester ms experiencia yms luces que las que podan tener y ms investigaciones y trabajoque el que queran emplear. Ahora bien, sihoy incluso se descubrencada da especies nuevas que se nos haban escapado hasta este ma-lmento, pensemos cuntas debieron de ocultarse a h'ombres que con-sideraban las cosas por su aspecto primero. En cuanto a las clasesprimitivas y a las nociones ms generales, es superfluo aadir que

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    debieron de escaprseles tambin: cmo, por ejemplo, habran po-dido imaginar o comprender las palabras materia, espritu, sustan-cia, modo, figura, movimiento, puesto que nuestros filsofos, que lasutilizan desde hace tanto tiempo, tienen tantas di ficultades paracomprenderlas ellos mismos, y que, como las ideas que se relacionancon estas palabras son puramente metafsicas, no encontraban nin-gn modelo de stas en la naturaleza?

    Me paro en estos primeros pasos y suplico a mis jueces queinterrumpan aqu la lectura; para, sobre la invencin de los nicossustantivos fsi!l

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    en elindividuo a las cualidades que pueden estorbar su propia con-servacin y virtudes a aquellas que pueden favorecerla; en cuyo casohabra que considerar ms virtuoso a aquel que res istiera menos alos sencillos impulsos de la naturaleza. Pero sin apartarnos del sen-tido ordinario, viene muy a propsito que suspendamos eljuicio quepodramos formar sobre esta situacin y que desconfiemos de nues-tros prejuicios hasta que, con la balanza en la mano, se haya exami-nado si hay ms virtudes que vicios entre los hombres civilizados, osisus virtudes son ms ventajosas que funestos son sus vicios, o sielprogreso de sus conocimientos es una indemnizacin suficiente porlos daos que se hacen mutuamente a medida que se inst ruyen conelbien que deberan hacerse o si, mirndolo bien, no estaran enunas ituacin ms felizde no tener mal que temer ni bien que esperar denadie sino elde estar sometidos a una dependencia universal y eldeverse obligados a recibi r algo de aquel los que no estn obligados adarles nada.

    Sobre todo no vayamos a concluir con Hobbes que, por no te-ner ninguna idea sobre la bondad, el hombre es malo por naturale-za, que es vicioso porque no conoce la virtud, que niega siempre asus semejantes servicios que no cree deberles ni que, en virtud delderecho que con razn se atribuye sobre las cosas que necesita, seimagina locamente que es el nico propietario del universo entero.Hobbes ha visto muy bien el defecto de todas las definiciones mo-dernas del derecho natural: pero las consecuencias que saca de lasuya muestran que latoma en un sentido no menos falso. Al razonarsobre los principios que establece, este autor debera decir que, comoelestado natural es aquel donde elcuidado por nuestra conservacines menos peIjudicial para la del prjimo, este estado es, por consi-guiente, elms propicio para la paz y el ms conveniente para elg-nero humano. Ydice precisamente locontrario, por haber hecho en-trar a despropsito, en la preocupacin por conservarse del hombresalvaje, la necesidad de satisfacer multitud de pasiones que son obrasdela sociedad y que han hecho necesarias las leyes. Elmalo, dice, es

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    blSCURSO SOBReel oRICjen be la beslCjualbab .

    un nio robusto; queda por saber si el hombre salvaje es un nio ro-busto. Aunque lo admitiramos, qu concluira? Que si, al ser ro-bus to, este hombre fuera tan dependiente de los dems como sien-do dbil, no existira exceso al que no se librara, que pegara a sumadre cuando tardara demasiado en darle la teta, que estrangularaa un hermano pequeo cuando ste lo incomodara, que mordera lapierna de otro de ellos cuando seviera golpeado sin querer o moles-tado; pero ser robusto y dependiente son suposiciones contradicto-rias en el estado natural; el hombre es dbil cuando es dependientey se emancipa antes de ser robusto. Hobbes no ha visto que la mis-ma causa que impide a los salvajes util izar su razn, como preten-den nuestros jurisconsultos, les impide al mismo tiempo abusar desus facul tades, como l mismo pretende; de manera que se podradecir que los salvajes no son malos precisamente, porque no sabenlo que es ser buenos; porque ni el desarrol lo de las luces ni el frenode la ley, sino la t ranquilidad de las pasiones y la ignorancia del vi -cio es lo que les impide actuar con maldad: Tanto plus in ilisprofi-cit vitiorum ignoratio, quam in his cognitio virtutis. Por otra parte,existe un principio que Hobbes no ha visto y que, alhaber sido otor-gado al hombre para dulci ficar , en ciertas circunstancias, la fero-cidad de su amor propio o el deseo de conservarse antes del na-cimiento de este amor [13], temple el ardor que tiene hacia subienestar con un horror innato a ver sufrir a sus semejantes. No creotener que temer ninguna contradiccin aldar alhombre lanica vir-tud natural que haya estado forzado a reconocer el detractor msapasionado de las virtudes humanas. Hablo de la piedad, disposicinconveniente para seres tan dbiles y sujetos a tantos males como so-portamos; virtud tanto ms universal y tanto ms til al hombrecuanto que precede aluso detoda reflexin ytan natural que las bes-tias mismas den algunas veces signos sensibles de ella. Sin hablar dela ternura de las madres hacia sus cras ni de los pel igros que desa-fan para preservarlos, se observa todos los das el horror que sien-ten los caballos al rozar con elpie un cuerpo vivo; un animal no pasasin inquietud cerca de un animal de su especie muerto; hay incluso

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    algunos que les hacen una sepultura; y los tristes mugidos del ganado que entra en una carnicera anuncian laimpresin que recibe porel horrible espectculo que ve.

    Vemos con agrado cmo el autor de la fbula de las Abejas,forzado a reconocer en el hombre a un ser compasivo y sensible, sesale, en el ejemplo que da, de su estilo fro y suti l para ofrecernos lapattica imagen de un hombre encerrado que observa cmo, fuera,una fiera arranca a un nio del seno de su madre, rompe con su dentadura asesina sus dbiles miembros y desgarra con las uas sus entraas palpitantes. Qu horrorosa agitacin no experimentar estetestigo de un acontecimiento al que no leliga ningn inters personal? Qu angustias no sufrir alver esto, por no poder socorrer a lamadre desvanecida ni al nio que expira?

    Tal es elpuro movimiento dela naturaleza anterior a toda reflexin: tal esla fuerza de la piedad natural, que las costumbres msdepravadas apenas pueden destruir, puesto que vemos todos los dasen nuestros espectculos cmo se enternece la gente y llora las desgracias de un hombre desafortunado que, siestuviera en lugar del tirano, agravara ms an los tormentos de su enemigo. Mandeville hapercibido muy bien que, con toda su moral, los hombres no habransido ms que monstruos si la naturaleza no les hubiera dado la piedad como apoyatura de la razn: pero no ha visto que de esta nicacual idad nacen todas las virtudes sociales que quiere discuti r enellos. En efecto, qu es la generosidad, la clemencia, la humanidadsino lapiedad aplicada a los dbiles, a los culpables o a la especie humana en general? La benevolencia y la amistad incluso son, bien miradas, producto de una piedad constante, fijada sobre un objeto particular; porque desear que alguien no sufra, qu es sino desear quesea fel iz? Aunque fuera cierto que la conmiseracin no es ms queun sentimiento que nos pone en el lugar del que sufre, sentimientooscuro y vivo en el hombre salvaje, desarrol lado pero dbi l en elhombre civi l, qu impor tancia tendra esta idea para la verdad de

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    blSCURSOSOBRel oRlqn b l a bSlqualbab .

    lo que digo, sino la de dade ms fuerza? En efecto, la conmiseracinser tanto ms enrgica cuanto ms ntimamente se ident ifique elanimal espectador con el animal que sufre. Ahora bien, es evidenteque esta identificacin ha debido de ser infinitamente ms estrechaen el estado natural que en el estado de razn. La razn es lo que engendra elamor propio y lareflexin lo que lofortalece; es sta la querepliega al hombre sobre s mismo; la que lo separa de todo lo quele estorba y le aflige: lafilosofa es lo que lo asla; por ella dice en secreto, alver sufrir a un hombre: perece si quieres, yo estoy seguro.Aparte de los peligros de la sociedad entera, no hay nada que turbeel sueo tranquilo del filsofo y que lo arranque de su carne.

    Podemos estrangular impunemente a nuestro semejante bajosu ventana; no tiene ms que taparse los odos con las manos y argumentarse algo para impedir a su naturaleza, que serebela, elidentificado con aquel que estamos asesinando. Elhombre salvaje no tiene este talento admirable; y a falta de sabidura y de razn, siemprelo vemos librarse atolondradamente al primer sentimiento de humanidad. En los disturbios, en las disputas callejeras, el populachose congrega, elhombre prudente se aleja: la canalla, las mujeres delmercado son las que separan a los que estn peleando y las que impiden que las personas honradas se deguellen mutuamente.

    Es cierto, pues, que la piedad es un sentimiento natural que,almoderar en cada individuo la actividad del amor a s mismo, concurre en la conversacin mutua de todas las especies. Nos l lama aayudar irreflexivamente a aquellos que vemos sufrir: es ella la que,en elestado natural, ocupa ellugar de las leyes, de las costumbres yde lav irtud, con la ventaja de que nadie se ve tentado de desobedecer su dulce voz: es ella la que disuadir a cualquier salvaje robustode arrebatar a un dbil nio o a un anciano enfermo el alimento adquirido con esfuerzo, si lmismo espera poder encontrar elsuyo enotra par te; es ella la que, en lugar de esta mxima sublime de justi cia razonada: Trata alprjimo como quieres que te traten a t i, ins-

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    pira a todos los hombres esta otra mxima de bondad natural, mucho menos perfecta pero ms til quiz que la precedente: Haz elbien con el menor dao posible al prjimo. En una palabra, es eneste sentimiento natural mejor que en argumentos sutiles donde hayque buscar la causa del horror a causar dao que experimentaracada hombre, incluso independientemente delas mximas de la educacin. Por ms que Scrates y dems espritus de su temple adquieran la virtud a travs de la razn, hace tiempo que el gnerohumano no existira ya si su conservacin hubiera dependido nicamente de los razonamientos que lo componen.

    Con pasiones tan poco activas y con un freno tan saludable,los hombres, ms huraos que malvados y ms atentos a guardarsedel dao que podan recibir que tentados de hacrselo a los dems,no estaban sujetos a rencillas muy peligrosas: como no tenan ninguna clase de comercio entre ellos y, por tanto, no conocan la vanidad, ni la consideracin, ni la estima, ni el menosprecio, no tenanla menor nocin de lo tuyo y lo mo, ninguna verdadera idea sobrelajusticia, consideraban los golpes que podan recibir como un daofcil de reparar y no como una injuria que hay que castigar, y no soaban siquiera con la venganza si no era quiz maquinal e inmediatamente, como el perro que muerde la piedra que alguien le arroja;sus disputas no habran tenido desenlace sangriento si no hubierantenido objeto ms sensible an que la pitanza: veo uno ms peligroso todava, del que necesariamente debo hablar.

    Entre las pasiones que excitan el corazn del hombre, existeuna que esardiente, impetuosa, que hace a un sexo necesario alotro,pasin terrible que desafa todos los peligros, echa por tierra todoslos obstculos y que en sus furores, parece destinada a destruir elgnero humano y no a conservado, como es su funcin. Qu llegarna ser los hombres, presos de esta rabia desenfrenada ybrutal, sin pudor, s in templanza, que se disputan cada da sus amores a costa desu propia sangre?

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    0",""'0 ""R l 0"' ''"" oe U oe",,",[bAb ~Hay que admiti r en pr incipio que cuanto ms violentas son

    las pasiones, ms necesarias son las leyes para contenerlas: pero adems de que los desrdenes y los crmenes que causan todos los dasentre nosotros nos muestran bastante la insuficiencia de las leyes aeste respecto, sera conveniente examinar si estos desrdenes no hannacido con las leyes mismas; porque entonces, aunque fueran capaces de reprimidas, como mnimo habra que exigir que pararan undao que no existira sin ellas.

    Empecemos por dist inguir lo moral de lo fsico en el sent imiento amoroso. Lo fsico es ese deseo general que lleva a un sexo aunirse al otro; lomoral en elamor esun sentimiento facticio; un nico objeto exclusivamente o que al menos le otorga, para el objetopreferido, un grado ms elevado de energa. Ahora bien, es fcil verque lo moral en elamor esun sentimiento ficticio; ha nacido del usosocial y celebrado por las mujeres con mucha habilidad y cuidadopara establecer su imperio y hacer dominante al sexo que deberaobedecer. Como este sentimiento est basado en ciertas nociones demrito o de belleza que un salvaje no se encuentra en estado de poseer y sobre comparaciones que no puede hacer, debe de tratarse deun sent imiento inexistente para l . Porque como su esp ritu no hapodido formar ideas abstractas de regularidad y de proporcin, sucorazn no es susceptible tampoco de los sentimientos de admiracin y de amor que, incluso sin notado, nacen de la aplicacin deestas ideas; escucha solamente eltemperamento que ha recibido de lanaturaleza y no el gusto que no ha podido adquiri r y cualquier mujer es buena para l .

    Limitados a lo fsico en el amor y lo bastante dichosos comopara ignorar las preferencias que irritan su sentimiento y aumentansus dificultades, los hombres deben sentir menos frecuente y vivamente los ardores del temperamento y, por tanto, tener menos discusiones entre ellos y menos crueles. La imaginacin, que hace tantos destrozos entre nosotros, no habla a corazones salvajes; cada uno

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    espera apaciblemente el impulso de la naturaleza, se libra a ella sineleccin, con ms placer que furor, y una vez satisfecha la necesidad,todo el deseo se apaga.

    Esindiscutible, pues, que el amor, al igual que las dems pasiones, ha adquirido en la sociedad este ardor impetuoso que contanta frecuencia lo vuelve funesto para los hombres, y es tanto msridculo el representar a los salvajes degollndose mutuamente sincesar para saciar su brutalidad, cuanto que esta opinin es directamente contraria a la experiencia y que los caribes, de todos los pueblos existentes elque hasta ahora seha alejado menos del estado natural, son precisamente los ms pacficos en sus amores y los menossujetos a celos, aunque vivan en un clima abrasador, que parece darsiempre ms actividad a estas pasiones.

    En cuanto a las inducciones que sepodran sacar envarias especies animales de los combates de los machos, que ensangrientan entodo tiempo nuestros corrales o que hacen resonar en primavera nuestros bosques con sus gritos cuando se disputan la hembra, hay queempezar por excluir a todas las especies en las que la naturaleza ha establecido manifiestamente relaciones distintas delas nuestras en cuanto a la potencia relativa de los sexos: as los combates delos gallos noforman induccin para la especie humana. En las especies donde laproporcin est mejor guardada, es~oscombates no pueden tener mscausa que la escasez de hembras con respecto alnmero de machos, olos intervalos exclusivos durante los cuales la hembra rechaza constantemente la proximidad del macho, lo que nos devuelve a la primerarazn; porque sicada hembra no soporta al macho ms que dosmeses al ao, a este respecto es como si el nmero de hembras fuerainferior a cinco sextos. Ahora bien, ninguno de ambos casos se puedeaplicar a la especie humana, donde el nmero de hembras sobrepasageneralmente al demachos y donde nunca se ha observado, incluso entre los salvajes, que las hembras, como ocurre en otras especies, tengan perodos de calor y perodos de exclusin. Adems, entre varios de

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    blSCURSO SOBRe l ORIGn b la bslGualbab

    estos animales, como toda la especie entra en efervescencia a la vez,llega un momento en que el ardor es comn y se provocan tumultos,desrdenes y combates: momento este que no ha lugar entre la especie humana, donde el amor no es nunca peridico. No se puede conecluir , pues, a partir de los combates de ciertos animales para la posesin de las hembras, que ocurrira lo mismo con elhombre en estadonatural; y aunque incluso se pudiera sacar esta conclusin, como estas disensiones no destruyen a las dems especies, se debe pensar almenos que no seran mucho ms funestas para nosotros; y parece, desdeluego, que causaran menos destrozos que los que causan en la sociedad, sobre todo en los pases donde, como se da todava mucha importancia a las buenas costumbres, los celos de los amantes y lavenganza de los esposos provocan cada da nuevos duelos, asesinatosy cosas peores; donde eldeber de fidelidad eterna no sirve para formaradlteros y donde las mismas leyes de la continencia y del honor extienden necesariamente el desenfreno y multiplican los abortos.

    4\- Concluyamos que, al errar en los bosques sin indust ria, sinlenguaje, sin domicilio, sin guerras y sin lazos, sin necesidad de sussemejantes, aligual que sin deseo alguno de hacedes dao, quiz sinreconocer a ninguno de ellos individualmente, elhombre salvaje, sujeto a pocas pasiones y bastndose a s mismo, no tena ms sentimientos niluces que los propios de su estado, no experimentaba sinosus verdaderas necesidades, no miraba ms que lo que crea interesante y su inteligencia no progresaba ms que suvanidad. Si por casualidad descubra algo, tanto menos poda comunicado cuanto queno reconoca ni siquiera a sus hi jos. El arte mora con su inventor;\no exista la educacin, ni el progreso, las generaciones se multipli-caban intilmente; y como cada uno parta siempre del mismo punto, los siglos corran con toda la tosquedad de los primeros tiempos,la especie era ya vieja y elhombre todava un nio.

    Si me he extendido tanto en la suposicin de esta condicinprimitiva ha sido porque, altener angustiosos errores y prejuicios in-

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    veterados que destruir, he cre do necesario escarbar hasta la ra z ymostrar , en la pintura del verdadero estado natural, cun lejos estla desigualdad, incluso natural, de tener en este estado la realidad einfluencia que pretenden nuestros escritores.

    En efecto, se puede ver fcilmente que entre las diferenciasque distinguen a los hombres, a lgunas estn tomadas como naturales, cuando son slo obra de la costumbre y de los diversosgneros de vida que los hombres adoptan en la sociedad. De estamanera, un temperamento robusto o delicado, y la fuerza o la debilidad que de ldependen, vienen con ms frecuencia de la formadura o afeminada en que se ha sido educado que de la constitucinprimitiva de los cuerpos. Igual ocurre con las fuerzas espiri tuales ,y no solamente la educacin pone diferencias entre los esprituscultivados y aquellos que no lo son, sino que aumenta la que existe entre los primeros, segn la proporcin de cultura ; dejad que ungigante y un enano anden por la misma carretera, que cada pasoque den ambos otorgar una nueva ventaja algigante . Ahora bien,si comparamos la diversidad prodigiosa de educaciones y de gneros de vida que reina en los diferentes rdenes del estado civil conla sencillez y uniformidad de la vida animal y salvaje, donde todosse sustentan con los mismos alimentos, viven de la misma manera y hacen exactamente las mismas cosas, comprenderemos cunmenor debe ser la diferencia de hombre a hombre en el estado natural que en el de la sociedad y en qu medida la desigualdad natura l debe crecer en la especie humana por la desigualdad de institucin.

    Pero aunque la naturaleza afectara en la distribucin de susdones tantas preferencias como se pretenden, qu ventaja sacarande ello los ms favorecidos, en detrimento de los dems, en un estado de cosas que no admitira casi ninguna clase de relacin entreellos?All donde no hay amor, para qu servir la belleza? Para qusirve elespri tu a personas que no hablan y la astucia a las que no tie-

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    blSCURSOSOBReel ORICjen be la beslCjualbab H"H.' Inen negocios? Siempre oigo repetir que los ms fuertes oprimirn alos dbiles ; pero que alguien me explique lo que seentiende por la palabra opresin. Unos dominarn con violencia, otros gemirn esclavizados a todos los caprichos de stos: he aqu precisamente lo queobservo entre nosotros, pero no veo de qu manera esto podra decirse de los hombres salvajes, a los que, sino fuera con muchsimo esfuerzo, nunca llegaramos a hacer comprender lo que es esclavitud nidominacin. Un hombre podr arrebatar a otro las frutas que ste harecogido, la caza que ha matado, el antro que le serva de asi lo; perocmo llegar a hacerse obedecer? y qu cadenas de dependencia podrn establecerse entre hombres que no poseen nada? Si me echande un rbol, soy libre de ir a otro; si me atormentan en un lugar,quin me impedir dirigirme a otra parte? Que exis te un hombrede fuerza bastante superior a la ma y, adems, lo suficientemente depravado, perezoso y feroz como para constreirme a remediar su subsistencia mientras l se queda ocioso? Debe resolver no perderrne devista un solo instante, tenerme atado con gran cuidado mientras duerme, por miedo a que me escape o que le mate: esdecir, que se ve obligado a exponerse voluntariamente a un esfuerzo mucho ms grandeque lo que quiere evitar y que el que me procura a m mismo. Despus de todo esto, que suvigi lancia serelaja un momento? Que unruido imprevisto lohace volver la cabeza? Doyveinte pasos dentro delbosque, mis hierros estn rotos y no me vuelve a ver en toda su vida.

    Sin prolongar intilmente los detalles, diremos que cada unodebe ver que, como los lazos dela esclavi tud estn formados slo porla dependencia mutua de los hombres y de las necesidades recprocas que los unen, es imposible esclavizar a un hombre sin haberlopuesto antes en el caso de no poder vivir s in otro hombre; s ituacinque, al no existir en el estado natural, deja libre de yugo a todos yhace vana la ley del ms fuerte.

    Despus de haber probado que la desigualdad es apenas sensible en el estado natural y que su influencia es casi nula, slo me

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    queda mostrar su origen y sus progresos en los desarrollos sucesivosdel espr itu humano. Despus de haber mostrado que la perfectibi-lidad, las virtudes sociales y las dems facultades que elhombre natural haba recibido en potencia no podan desarrollarse nunca porel las mismas, que necesitaban para ello la ayuda fortui ta de variascausas ajenas que podan no nacer jams y sin las cuales no habraevolucionado desde su condicin primitiva; me queda por considerar y aproximar las diferentes casualidades que han podido perfeccionar la razn humana, al deteriorar la especie, alvolver malvado aun ser hacindolo sociable y traer de tan lejos al fin al hombre y almundo al punto en que estn.

    Confieso que, como los acontecimientos que debo describirhan podido ocurrir de varias maneras, no puedo decidirme a elegirsino por conjeturas; pero adems de que estas conjeturas pueden llegar a ser razones, cuando son las ms probables que se pueden sacar de la naturaleza de las cosas y los nicos medios para descubrirla verdad, las consecuencias que quiero sacar de las mas no sernpor el lo conjeturales, puesto que, sobre los principios que acabo deestablecer, no se podra formar ningn otro sistema que no me proporcionara los mismos resultados y del cual no pudiera sacar las mismas conclusiones.

    Esto me dispensar de exten,der mis reflexiones sobre la manera en que ellapso de tiempo compensa lapoca verosimilitud de losacontecimientos; sobre la potencia sorprendente de las causas liger s imas cuando actan sin tregua; sobre la imposibi lidad en la quenos encontramos, por una parte , para destruir c iertas hiptesis , si ,por otra, no estamos en estado de dad es el grado de certeza de loshechos; sobre el hecho de que, al estar dados dos hechos reales quedeben unirse por una sucesin de hechos intermediarios, desconocidos u observados como tales, es la historia, cuando se tiene, la quedebe dar los hechos que los unen; en su defecto , es la f ilosofa la quedebe determinar los hechos similares que pueden unidos; en fin, so-

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    blSCURSO SOBR l ORICjn b la bSICjualbab .

    bre el hecho de que, en lo que concierne a los acontecimientos, la similitud reduce los hechos a un nmero de clases distintas muchoms pequeo delo que uno se imagina. Mebasta ofrecer estos objetos a la consideracin de mis jueces: me basta haber hecho de formaque los lectores corrientes no hayan necesitado considerados.

    SEGUNDAPARTE

    Elprimero que, tras haber cercado un terreno, decidi decir: Esto esmo y encontr a personas lo bastante simples para creede, fue elverdadero fundador de la sociedad civil. Qu de crmenes, guerras,asesinatos, qu de miserias y horrores habra ahorrado algnero humano aquel que, arrancando los patos o llenando elfoso, hubiera gritado a sus semejantes: Guardaras de escuchar a este impostor; est is perdidos siolvidis que los frutos son de todos y que lat ierra noes de nadie. Pero segn parece, las cosas haban l legado ya al puntode no poder durar ms as como estaban; porque esta idea de propiedad, que depende de muchas ideas anteriores nacidas sucesivamente, no se form de repente en el espritu humano. Se necesi taron muchos progresos, adquiri r mucha industria y muchas luces ,transmitidas y aumentadas de edad en edad, antes de llegar al trmino del estado natural. Volvamos a tomar las cosas desde ms atrse intentemos unir bajo un solo punto de vista la lenta sucesin deacontecimientos y de conocimientos, en su orden ms natural.

    El primer sentimiento del hombre fue el de su existencia, suprimer cuidado el de su conservacin. Los productos de la t ierra leproporcionaban todas las ayudas necesarias , e l inst into le llev ausadas. Como el hambre y dems apet itos le hacan experimentaruna a una diferentes maneras de existir, hubo una que le invit aperpetuar su especie; y esta tendencia ciega, desprovista de cualquiersent imiento de corazn, produca slo un acto puramente animal .Una vez satisfecha la necesidad, ambos sexos no se reconocan ms

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    y el nio mismo no signi ficaba nada para la madre tan pronto comopoda vivir sin ella.

    Tal fue la condicin del hombre recin nacido; tal fue lavidade un animal limi tado en pr incipio a meras sensaciones y que apenas sebeneficiaba de los dones que le ofreca la naturaleza, lejos depensar arrancarle nada; pero pronto se presentaron dificultades,hubo que aprender a vencerlas: la altura de los rboles, que le impeda llegar a sus frutos, la concurrencia de los animales que intentaban alimentarse con ellos, la ferocidad de aquellos que lo queranmal, todo esto le oblig a aplicarse a los ejercicios corporales; huboque volverse gil, rpido en la carrera, vigoroso en el combate. Lasarmas naturales, que son las ramas de rbol y las piedras , estuvieron pronto en sus manos. Aprendi a salvar los obstculos de la naturaleza, a combatir, en caso de necesidad, con los dems animales,a disputar su sustento a los hombres mismos o a indemnizarse de loque era menester ceder al ms fuerte.

    A medida que el gnero humano se extenda, las labores semultiplicaron con los hombres. Ladiferencia deterreno, de clima, deestacin pudo forzarlos a adoptarlas en su manera de vivir. Aos estriles, inviernos largos y duros, veranos abrasadores que lo consumen todo les exigieron una nueva industria. En las riberas del mary delos ros inventaron la caa y elanzuelo y se convirtieron en pescadores e ictifagos. En los bosques se hicieron arcos y flechas y seconvirtieron en cazadores y guerreros. En los pases fros se cubrieron con las pieles de las bestias que haban matado. El trueno, un volcn o cualquier feliz casualidad los hizo conocer elfuego, nuevo recurso contra el rigor del invierno: aprendieron a conservar esteelemento, a reproducirlo luego y, finalmente, a preparar con l lascarnes que anteriormente devoraban crudas.

    Esta aplicacin rei terada de seres diversos a s mismo y lade los unos a los ot ros debi engendrar naturalmente en el espri-

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    l>lscuRSO SOBREl ORKjn b la bslqualbab . .."-----

    tu del hombre la percepcin de ciertas relaciones. Estas relacionesque expresamos con las palabras grande, pequeo, fuerte, dbil, rpido, lento, miedoso, osado y otras ideas parecidas, comparadas encaso de necesidad y casi sin pensar en ellas, produjeron finalmen~te en l alguna clase de reflexin o, ms bien, una prudencia maquinal que le indicaba las precauciones ms necesarias para su seguridad.

    Las nuevas luces que resultaron de este desarrollo aumentaron su superioridad sobre los dems animales, al hacrsela conocer.Se ejerci t en tenderles t rampas, les dio el pego de mil maneras y,aunque varios lo sobrepasaban en fuerza en elcombate o en rapidezen la carrera, lleg a ser , con el tiempo, amo de los que podan servirle y azote de los que podan perjudicarlo. As, la primera miradaque se ech a s mismo le produjo elprimer movimiento de orgullo;as, sabiendo apenas distinguir los rangos y alcontemplarse en elprimero de ellos a travs de su especie, se preparaba ya a pretenderloindividualmente.

    Aunque sus semejantes no eran para l lo que son para nosotros y aunque no estableca ms comercio con ellos que con los dems animales, no se encontraron olvidados en sus observaciones.Las conformidades que el tiempo pudo hacerle percibir entre ellos,su hembra y l mismo le hicieron pensar en aquel las que no vea y,alver que todos secomportaban como lmismo habra hecho en circunstancias parecidas, concluy que su manera de pensar y de sentir era totalmente conforme a la suya y esta importante verdad, establecida en su espr itu, a causa de un presentimiento tan seguro yms rpido que la dialctica, le hizo seguir las mejores reglas de conducta que le conviniera adoptar con ellos para beneficio y seguridadpropios.

    Instruido por la experiencia en que elamor albienestar es elnico mvil de las acciones humanas, se encontr en estado de dis-

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    tinguir las escasas ocasiones en que el inters comn deba obligarle a contar con la asistencia de sus semejantes y en aquellas, msescasas todava, en que la competencia deba hacerle desconfiar deellos. En el primer caso, se una a ellos en un rebao o todo lo msen alguna clase de asociacin libre que no obligaba a nadie y que duraba tanto como la necesidad pasajera que la haba creado. En el segundo, cada uno intentaba aventajar al otro, ya a fuerza abierta sicrea poderle, ya por habilidad y astucia si se consideraba el msdbil.

    He aqu cmo los hombres pudieron adquirir insensiblemente cierta idea ruda sobre los compromisos mutuos y sobre las ventajas de cumplirlos , pero slo en la medida en que poda exigirlo el inters presente y sensible; porque la previsin no significaba nada paraellos y lejos de ocuparse de un futuro lejano, no pensaban siquiera enelmaana. Sisetrataba de tomar un ciervo, todos saban que para ellodeban quedarse fielmente en sus puestos; pero si una liebre acertaba a pasar cerca de uno de ellos, no se puede dudar de que la persiguiera sin escrpulos y que, despus de haberla alcanzado, le importara muy poco hacer errar la suya a sus compaeros.

    Es fci l comprender que tal comercio no exiga un lenguajemucho ms ref inado que elde las cornejas o los monos, los cuales seagrupaban ms 9 menos igual. Gritos desarticulados, muchos gestosy algunos ruidos imitat ivos debieron de componer durante muchotiempo la lengua universal , uniendo a lo cual, en cada comarca, algunos sonidos articulados y convencionales cuya institucin, comoya he dicho, no es muy fcil de explicar, se tuvieron lenguas particulares pero toscas, imperfectas y tales como ms o menos poseen hoytodava diversas naciones salvajes. Recorro como una flecha multitud de siglos, forzado por el t iempo que fluye, por la abundancia decosas que tengo para decir y por el progreso casi insensible de losprincipios; porque cuanto ms lentos en la sucesin era los acontecimientos, tanto ms rpidamente se describen.

    .......nO' ..n.

    ()ISCURSOSOBReel oRICjen be l,l beslCjU,llMb nnlllEstos primeros progresos pusieron finalmente al hombre

    en estado de hacer otro ms rpidamente. Cuanto ms se iluminaba el espritu, ms se perfeccionaba la industria . Al cesar pronto de dormirse en el primer rbol o de retirarse en cavernas, se encontraron cier tas clases de piedras duras y cortantes que sirvieronpara cortar madera, abrir la tierra y confeccionar cabaas de ramajes que se recubrieron con arcilla y barro. sta fue la poca dela primera revolucin que conform el establecimiento y la dist incin de las familias y que introdujo cierta clase de propiedad; dedonde quiz nacieron ya muchas rencil las y combates. Sin embargo, como los fuertes fueron verosmilmente los primeros en hacerse habi taciones que se consideraban capaces de defender, es decreer que los dbiles encontraron ms fcil y seguro el imitarlosque no intentar desalojarlos; y en cuanto a los que ya posean cabaas, ninguno debi de intentar apropiarse de la de su vecino,menos porque no le perteneca que porque le era intil y no podaarrebatarla sin exponerse a un combate muy vivo con la familiaque la ocupaba.

    Los primeros desarrollos del corazn fueron efecto de unanueva situacin que reuna en una misma habitacin comn a losmaridos y las mujeres, a los padres y los hijos; la costumbre de convivir hizo nacer los dulces sentimientos conocidos por los hombres, elamor conyugal y elamor paterno. Cada familia fue una pequea sociedad tanto ms unida cuanto que el apego recproco y la l ibertaderan sus nicos lazos: entonces se estableci la primera diferencia enfmanera de vivir de los dos sexos, que hasta ahora no haban tenido sino la misma. Las mujeres se volvieron ms sedentarias y seacostumbraron a vigilar la cabaa y los nios, mientras que elhombre iba a buscar la subsistencia comn. Ambos sexos, a parti r de unavida un poco ms muelle, empezaron tambin a perder algo de suferocidad y de su vigor: pero si, separadamente, cada uno se volvimenos apto para combatir con las fieras, por contra les result msfcil unirse para resisti rlas en comn .

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    En este nuevo estado, con esta vida sencilla y solitaria, con necesidades muy limitadas y con los instrumentos que haban inventado para subvenir a ellas, los hombres, que disfrutaban de gran ocio,lo emplearon en procurarse varias comodidades desconocidas parasus padres; y ste fue el primer yugo que se impusieron sin querer ylaprimera fuente de males que prepararon a sus descendientes; porque adems de que continuaban ablandndose detal manera elcuerpo y el espritu, la privacin de estas comodidades, que haban perdido casi todo su atractivo a fuerza de ser habituales y que habandegenerado al tiempo en verdaderas necesidades, fue mucho mscruel que dulce haba sido su posesin; y uno se senta desgraciadoal perderlas, sin ser por ello feliz al poseerlas.

    Aqu se entrev un poco mejor que el uso de la palabra se establece o se perfecciona insensiblemente en el seno de cada familiay se puede conjeturar tambin que ciertas causas particulares pudieron extender ellenguaje y acelerar su progreso alhacerla ms necesario. Grandes inundaciones o temblores de tierra cercaron deaguas o precipicios los cantones habitados; revoluciones del globodesgajaron y cortaron en islas porciones de continente. Se concibeque entre hombres aproximados de esta manera y forzados a vivirjuntos debi formarse un idioma comn, mejor que entre aquellosque erraban libremente por los bosques de tierra firme. Deesta manera es muy posible que despus de sus primeros ensayos de navegacin los insulares hayan trado entre nosotros eluso de la palabra;y es al menos muy verosmil que la sociedad y las lenguas hayan nacido en las islas y se hayan perfeccionado antes de ser conocidas enel continente.

    Todo comienza a cambiar de aspecto. Los hombres, erranteshasta ahora en los bosques, al haber tomado un asentamiento msfijo, se aproximan lentamente los unos a los otros, se unen en diversas manadas y forman finalmente en cada comarca una nacin particular, unida por costumbres y caracteres, no por reglamentos ni le-

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    yes, sino por el mismo gnero de vida y de alimentos y por la influencia comn del clima. Una vecindad permanente no puede dejarde engendrar finalmente cierta relacin entre familias diversas. Jcvenes de distinto sexo viven en cabaas vecinas, el comercio pasajero que exige la naturaleza pronto trae consigo otro no menos dulcey ms permanente a causa de la frecuentacin mutua. Se acostumbra uno a considerar diferentes objetos y a hacer comparaciones; seadquieren insensiblemente ideas de mrito y de belleza que producen sentimientos de preferencia. A fuerza de verse, no se puede unocontentar con no verse de nuevo. Un sentimiento tierno y dulce seinsina en el alma y basta la ms leve oposicin para provocar un furor impetuoso: los celos despiertan con el amor; la discordia triunfay la pasin ms dulce de todas recibe sacrificios de sangre humana.

    A medida que las ideas y los sentimientos se suceden, que elespritu y el corazn se ejercitan, el gnero humano contina domndose, las relaciones se extienden y los lazos se aprietan. Se acostumbraron los hombres a congregarse ante las cabaas o alrededorde un gran rbol: el canto y la danza, autnticos hijos del amor y delocio se convirtieron en la diversin, o, mejor, en la ocupacin de loshombres y de las mujeres ociosos y agrupados. Cada uno empez amirar a los dems y a querer ser mirado l mismo y la estima pblica tuvo precio. El que cantaba o bailaba mejor; el ms bello, el msfuerte, elms hbil o el ms elocuente fue elms considerado y stefue el primer paso hacia la desigualdad y al mismo tiempo hacia elvicio: de estas primeras preferencias nacieron por un lado lavanidadyel desprecio, por otro la verguenza y la envidia; y elfermento provocado por estas nuevas levaduras produjo finalmente compuestosfatales para la felicidad y la inocencia.

    Tan pronto como los hombres comenzaron a apreciarse mutuamente y tan pronto como la idea de la consideracin estuvo conformada en su espri tu, cada cual pretendi tener derecho a ella y nofue posible ya faltar impunemente a nadie. De ah salieron los pri-

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    meros deberes de la urbanidad, incluso entre los salvajes, y de ahcualquier perjuicio voluntario se consider ultraje, porque con eldao que resultaba de la injuria, el ofendido vea con frecuencia eldesprecio a su persona como algo ms insoportable que eldao mismo. De esta manera, cada uno castigaba el desprecio que le habantestimoniado de forma proporcionada al caso que se haca a s mismo y las venganzas fueron terribles y los hombres sanguinarios ycrueles. He aqu precisamente el grado al que haban l legado la mayora de los pueblos salvajes que conocemos; y es por no haber distinguido suficientemente las ideas y notado cun lejos estaban yaesos pueblos del estado natural, por lo que algunos se han apresurado a concluir que el hombre es naturalmente cruel y que necesi tapolica para apaciguarse, mientras que no exis te nada ms dulce quel en su estado primitivo, cuando, situado por la naturaleza a igualdis tancia de la estupidez del bruto que delas luces funestas del hombre civil, y l imitado igualmente por el instinto y por la razn a guardarse del mal que le amenaza, se contiene de hacer dao a nadie porpiedad natural, sin que nada le lleve a ello" incluso despus de haberIo sufrido l. Porque segn el axioma del sabio Locke, no puedehaber injuria all donde no hay propiedad.

    Pero hay que notar que estando la sociedad empezada yay lasrelaciones establecidas entre los hombres, exigan de ellos cualidades diferentes de las que posean pdr su const itucin primitiva; quealempezar a introducirse la moralidad en las acciones humanas yalser cada cual nico juez y vengador de las ofensas que haba recibido, antes de las leyes, la bondad que convena al puro estado natural no era ya la que convena a la sociedad recin nacida; que eramenester que los castigos fueran ms severos a medida que las ocasiones de ofender eran ms frecuentes, y que era competencia delterror a las venganzas elhacer las veces de freno de la ley. As, aunque los hombres hubieran llegado ya a ser menos resistentes y, aunque la piedad natural hubiera sufr ido ya alguna alteracin, este perodo del desarrollo de las facultades humanas, que se encuentra a

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    bIs CURSOsOBRe L ORIGen be La bsIGuaLbab .

    medio camino entre la indolencia del estado primitivo y la petulanteactividad de nuestro amor propio, debi ser la poca ms dichosay ms duradera. Cuanto ms se piensa en ello, ms seencuentra queeste estado era elmenos sujeto a revoluciones, elmejor para elhombre [1], Yque ste debi de sali r de lpor alguna fatal casualidad quenunca hubiera debido suceder para beneficio de todos. Elejemplo delos salvajes, que han sido encontrados casi todos en este punto, parece confirmar que el gnero humano estaba hecho para quedarsesiempre en l, que este estado es la verdadera juventud del mundo yque todos los progresos ulteriores han sido, aparentemente, tantospasos hacia la perfeccin del individuo y, de hecho, pasos hacia la decrepitud de la especie.

    En tanto los hombres se contentaron con sus cabaas rsticas, en tanto se limitaron a coser sus vest idos de pieles con espinaso raspas , a adornarse con plumas y caracolas, a pintarse elcuerpo devarios colores, a perfeccionar o embellecer sus arcos y sus f lechas , atallar con piedras cortantes algunas barcas de pescador o toscos instrumentos de msica; en una palabra, entanto no se agruparon msque en trabajos que una sola persona poda hacer y en artes que norequer an el concurso de var ias manos, vivieron l ibres, sanos, buenos y felices, tanto como podan serIo por su naturaleza, y continuaron disfrutando entre ellos de las dulzuras de un comercio independiente: pero en el mismo momento en que un hombre necesit elsocorro de otro; en elmismo momento en que alguien se dio cuentade que era til tener uno solo provisiones para dos, la igualdad desapareci, se introdujo la propiedad, eltrabajo sehizo necesario y losinmensos bosques se transformaron en campos alegres que fue menester regar con elsudor de l