Roseberry- Imágenes Del Campesinado

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1 UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ANTROPOLOGICAS SEMINARIO ANUAL DE INVESTIGACIÓN “Teoría y metodología en la investigación antropológica de las prácticas y los procesos políticos” 2015 Profesor a cargo: Dra. María Inés Fernández Alvarez Equipo Docente: Lic. Sandra Wolanski; Lic. Santiago Sorroche; Lic. Leila Litman; Lic. Dolores Señorans; Prof. Florencia Pacífico Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia social y construcción de hegemonías”. Instituto de Ciencias Antropológicas Viernes 15 a 19 hs. Imágenes del campesinado en la consciencia del proletariado venezolano. Publicado originalmente en: Roseberry, W (1985) “Images of peasant in the consciousness of the Venezuelan proletariat”. En: Anthropologies and histories: Essays in culture, history and political economy. New Brunswick, Rutgers University Press, pp. 55-79. Traducción preliminar de Santiago Sorroche para el seminario “Teoría y metodología en la investigación antropológica de las prácticas y los procesos políticos” En un libro influyente, y controversial, James Scott sugirió que los campesinos tienen una “economía moral” por la cual ellos evalúan los efectos destructivos del capitalismo y de las extracciones crecientes del estado colonial 1 . Basada en una ética de la subsistencia, la economía moral demanda que aquellos que se apropian de la plusvalía de los campesinos ofrezcan garantías para la supervivencia continua del hogar campesino. Aunque los ordenes precapitalistas pueden ser vistos como explotadores, en el sentido marxista, ellos pueden estar basados en relaciones de patrón-cliente, que ofrecen garantías de supervivencia y puede que no sean percibidas como explotadoras por parte de los campesinos, quienes disfrutan esas garantías. La intrusión del capitalismo o la formación de un estado colonial puede romper los lazos sociales de la vieja economía moral, erosionar las garantías de supervivencia, aparecer como 1 NdeT. La palabra estado aparece en el original en minúsculas por lo que he decidido mantenerlo de esa manera.

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS

DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ANTROPOLOGICAS

SEMINARIO ANUAL DE INVESTIGACIÓN “Teoría y metodología en la investigación antropológica

de las prácticas y los procesos políticos” 2015

Profesor a cargo: Dra. María Inés Fernández Alvarez

Equipo Docente: Lic. Sandra Wolanski; Lic. Santiago Sorroche; Lic. Leila Litman; Lic. Dolores Señorans; Prof. Florencia Pacífico

Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia social y construcción de hegemonías”. Instituto de Ciencias Antropológicas

Viernes 15 a 19 hs.

Imágenes del campesinado en la consciencia del proletariado venezolano. Publicado originalmente en: Roseberry, W (1985) “Images of peasant in the consciousness of the Venezuelan proletariat”. En: Anthropologies and histories: Essays in culture, history and political economy. New Brunswick, Rutgers University Press, pp. 55-79. Traducción preliminar de Santiago Sorroche para el seminario “Teoría y metodología en la investigación antropológica de las prácticas y los procesos políticos” En un libro influyente, y controversial, James Scott sugirió que los campesinos tienen

una “economía moral” por la cual ellos evalúan los efectos destructivos del capitalismo

y de las extracciones crecientes del estado colonial1. Basada en una ética de la

subsistencia, la economía moral demanda que aquellos que se apropian de la plusvalía

de los campesinos ofrezcan garantías para la supervivencia continua del hogar

campesino. Aunque los ordenes precapitalistas pueden ser vistos como explotadores, en

el sentido marxista, ellos pueden estar basados en relaciones de patrón-cliente, que

ofrecen garantías de supervivencia y puede que no sean percibidas como explotadoras

por parte de los campesinos, quienes disfrutan esas garantías. La intrusión del

capitalismo o la formación de un estado colonial puede romper los lazos sociales de la

vieja economía moral, erosionar las garantías de supervivencia, aparecer como

                                                                                                                         1 NdeT. La palabra estado aparece en el original en minúsculas por lo que he decidido mantenerlo de esa manera.

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explotación para los campesino y provocar rebeliones (Scott, 1976; cf. 1977; Popkin,

1979; Adas, 1980).

El análisis de Scott de la política campesina en el Sudeste Asiático abreva

explícitamente en el trabajo de E. P. Thompson y otros que han enfatizado en la

economía moral de los campesinos, artesanos y proletarios de la Inglaterra y Francia de

los siglos XVIII y XIX. Esta literatura ha enfatizado la presencia activa de tradiciones,

valores y comunidades precapitalistas en la clase obrera temprana –tradiciones que

fueron transformadas con la revolución industrial y en términos en los cuales la

experiencia industrial fue evaluada, criticada y resistida (Thompson, 1963:63; 1971;

Hobsbawn, 1959; Rudé, 1964). La literatura ha tenido una importante función

correctiva en relación con la historia económica marxista y no marxista, en la cual el

capitalismo es generalmente considerada la historia de los capitalistas, la historia de

aquellos que han ganado. Sin embargo, mucho más importante que la recaptura de la

historia de quienes han perdido, la literatura de la economía moral ha creado la base de

una nueva teoría de la consciencia. Ha renovado la noción de tradición, no como un

peso muerto del pasado, sino como la fuerza activa y moldeadora del pasado en el

presente.

Aunque a la literatura sobre la economía moral, particularmente aquella referida a la

experiencia europea, se la debe considerar como un avance en nuestra comprensión

histórica, hay una tendencia a tratar el pasado de los campesinos o artesanos sin

ambigüedad o en términos acríticos. Por ejemplo, cuando Thompson analizó las

nociones tradicionales de tiempo en su ensayo “Tiempo, disciplina de trabajo y

capitalismo industrial” el abrevo libremente de ejemplos tanto de los Nuer como de

otros pueblos primitivos sin distinguir cuidadosamente sobre estas sociedades, la

naturaleza de sus tradiciones, valores, experiencias y comunidades, y las tradiciones de

los campesinos y artesanos que iban a experimentar en carne propia la revolución

industrial en Inglaterra. En “Work, Culture and Society in Industrializing America2”

(1976) Herbert Gutman agrupo bajo la simple etiqueta de “preindustriales” una amplia

gama de tradiciones campesinas y de artesanos de diferentes partes de Europa y Norte

América y, todo esto, de diferentes momentos históricos. James Scott (1976), por su

parte, tiene la tendencia a exagerar su caso, romantizando el pasado capitalista e

                                                                                                                         2 Los textos que han sido traducidos se citan con su nombre en español, manteniendo en inglés los que no. Sin embargo las páginas de las citas corresponden a la versión en inglés de los trabajos citados.

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ignorando las fuerzas del desorden y la explotación que precedieron el capitalismo y el

estado colonial.

Uno debe, entonces, cuestionar la distancia que han viajado estos teóricos desde la

teoría de la modernización. Aunque ellos adoptan una postura mucho más crítica hacia

las transformaciones capitalistas que lo que lo hacen los teóricos clásicos de la

modernización, ellos tienen puntos de partida muy similares para sus trayectorias

históricas –un orden tradicional relativamente homogéneo e indiferenciado. Más

importante aún para nuestros propósitos: esta debilidad tiene consecuencias

desafortunadas para el entendimiento de la conciencia. Aunque ellos están en lo

correcto de hacer el foco en la fuerza activa del pasado en el presente, sus enfoques

acríticos del pasado los dejan en una posición desventajosa para comprender las

imágenes, valores y sentimientos contradictorios que se le presentaron al proletariado

emergente.

En El campo y la ciudad Raymond Williams señala la dificultad en datar la

desaparición de un pasado rural idílico. En cualquier siglo que indaguemos, este

parecerá que ha desaparecido hace poco tiempo o que se encuentra en proceso de

desaparecer. En un pasaje que tiene una relevancia especial para la literatura de la

economía moral, el observa:

Tomé primero la idealización de una economía “natural” o “moral” en la cual

muchos han creído, como un contraste con el cruel avance del capitalismo. Había

muy poco que era natural o moral sobre eso. En el simple sentido técnico, lo que

era una agricultura de subsistencia “natural”, aún sin ser afectada por la

economía de mercado, lo cual ya es dudoso y sujeto a muchas excepciones;

aunque parte de este énfasis puede ser fácilmente aceptada. Pero el orden social

dentro del cual esta agricultura era practicada era tan dura y brutal como

cualquiera que fuera experimentado luego. Incluso si excluimos las guerras y el

bandolerismo al cual se encontraban comúnmente sujetos, los incontables miles

que cuidaban las cosechas y criaban el ganado solo para ser saqueados y

quemados y llevados con sus muñecas atadas, esta economía, incluso en períodos

de paz, era un orden de explotación del tipo de las más profundas: una propiedad

en el hombre así como en la tierra,; una reducción de la mayoría de los hombres

a animales de trabajo, atados por el tributo y el trabajo forzado ó “comprados y

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vendidos como si fueran bestias”; “protegidos” por la ley y la costumbre solo

como los animales y arroyos son protegidos, para producir más trabajo, más

alimentos, más sangre; una economía dirigida, en todas sus relaciones de trabajo,

a una dominación física y económica de un tipo significativamente total. (1973:

47-48)

Pero, algunos arguyeran, la “economía moral” no tiene porque haber existido en el

pasado; puede ser percibida en el pasado desde la perspectiva de un presente

desordenado. Las imágenes de una economía moral pueden ser una imagen llena de

sentido incluso si “lo que verdaderamente pasó” era menos idílico. Pero como lo

sugiere Williams, las percepciones del pasado van a depender en las posiciones relativas

de quienes las perciben; diferentes idealizaciones y evaluaciones van a emerger

dependiendo de las distintas experiencias de la “dominación física y económica de un

tipo significativamente total”.

En un comentario sobre Culture and Enviroment (1977 [1933]) de Frank R. Leavis y

Denys Thompson, Williams se enfocó en este punto sobre el pasado a través de la

evaluación de la conciencia en el presente: “Lo que es verdad, voy a argumentar, es que

tanto un número de nuevos tipos de trabajo insatisfactorio han venido a la existencia;

como de entretenimiento barato, o de división social. Contra estos deben establecerse

nuevos tipos de trabajo satisfactorio y ciertas formas de organización social. Entre todos

estos y otros factores el balance debe ser hecho mucho más finamente de lo que el mito

nos permite” (1960: 279).

En hacer hincapié en estos pasajes, no quiero sugerir, como tampoco Williams, que el

orden del capitalismo industrial representa, mirándolo bien, progreso para la humanidad

y avances para la clase trabajadora. Mi punto tiene que ver con nuestro acercamiento a

la conciencia. Muy a menudo los teóricos de la economía moral mientras señalan la

importancia del pasado en el presente analizan una transición relativa y sin

ambigüedades desde un pasado ordenado a un presente desordenado. Nosotros en

cambio necesitamos ver un movimiento de un pasado desordenado a un presente

desordenado. Contando con tal punto de partida podemos evaluar las contradicciones

inherentes en el desarrollo de la conciencia de las clases trabajadoras y, de esta manera,

apreciar que el pasado provee tanto las experiencias que pueden hacer que la transición

sea vista de manera positiva como también las que lo hacen de forma negativa. Solo

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entonces podemos ver a la economía moral como una fuente para la protesta y la

acomodación, la desesperación y la esperanza.

Teniendo esto en mente, me voy a volcar a la historia social de un segmento del

campesinado venezolano. A diferencia del campesinado que a la mayoría de los

antropólogos les resultan familiares, los campesinos que examino tienen raíces

históricas relativamente poco profundas. Se formó en el Siglo XIX con la emergencia

de la economía cafetalera y fueron sometidos a un proceso de proletarización en el Siglo

XX con el surgimiento de la economía petrolera venezolana. Esta breve existencia

histórica, íntimamente relacionada con los desarrollos cíclicos del mercado mundial

corresponden a otro punto central de El campo y la ciudad: que tanto el campo como la

ciudad (y yo agregó campesinos y proletarios) son cualidades siempre cambiantes y,

como cualidades, deben ser entendidas en el contexto de la historia capitalista

(Williams, 1973:302 y ss.)

Antes de enfocarme en lo específico, voy a ofrecer algunos comentarios introductorios.

Primero, dejar en claro que no pretendo analizar al campesinado venezolano como un

todo. El campesinado venezolano nunca ha existido como un todo sino, solamente, en

sus partes regionalmente diferenciadas. Me concentro, entonces, en el campesinado

productor de café de los Andes3, el cual ofrece un número particular de características

únicas. Mi propio conocimiento del campesinado de los Andes se basa en una

investigación de campo desarrollada en una pequeña, y especializada, región –el distrito

Boconó del estado de Trujillo (Roseberry, 1983)4. Segundo, a pesar de tal limitación no

voy a brindar un resumen pormenorizado de la historia del campesinado. Tales detalles

se pueden encontrar en otros trabajos. Aquí simplemente voy a resumir aquellos

aspectos de su historia que son necesarios para el análisis cultural. Tercero, mi análisis

del campesinado y la conciencia proletaria no esta basado en las presentaciones de

ideas, opiniones o concepciones que me fueron expresadas por individuos; tampoco se

basa en el comportamiento de los campesinos y proletarios en elecciones, sindicatos o

cualquier otro movimiento o evento político relacionado. Esto es, más bien, un intento

de esbozar las posibilidades culturales que se les presentan a los campesinos y                                                                                                                          3 La región de los Andes, en Venezuela, esta ubicada al oeste del país, justo debajo del lago de Maracaibo. 4 Nota al pie 1

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proletarios venezolanos en su historia social –los elementos constitutivos de su

conciencia política.

Analizaré estas posibilidades culturales con cuatro conjuntos simbólicos, que, a

diferencia de la moda imperante en el análisis cultural, son presentadas como pares de

opuestos: café y petróleo; atraso y desarrollo; campo y ciudad; y dictadura y

democracia. Esto es apenas un grupo esotérico de imágenes, pero los significados

atados a ellas son elementos constitutivos de la conciencia política. Al discutir cada

conjunto, en primer lugar trazo la historia política y económica que produce y conecta

estas imágenes. Luego me concentro en las imágenes en si mismas y discuto la forma en

que estas son presentadas a los venezolanos, sin distinguir entre diferentes percepciones

de clase. En el proceso, voy a intentar bosquejar las materias primas disponibles para el

análisis cultural.

Café y petróleo

El campesinado de los Andes surgió en el siglo XIX con el crecimiento de la economía

cafetalera. Al momento de la independencia, no era central para la economía

venezolana, la cual se basaba en las plantaciones de cacao para exportación en las

tierras bajas. Las áreas productoras de cacao fueron desbastadas durante la guerra de

independencia y, de manera rápida, el café desplazo al cacao como la principal

exportación venezolana. Tal cambio no llevo a que se produjeran de manera inmediata

mayores trastornos políticos, económicos o demográficos. Los dueños de las

plantaciones en las tierras bajas costeras y centrales pudieron expandir sus tenencias

hacia las tierras altas circundantes, plantando café y desplazando los huertos (conucos)

de sus arrendatarios y esclavos. Solo hacia finales del siglo XIX los Andes –que habían

estado relativamente despoblados y que durante la colonia producían primariamente

para los mercados regionales- emergió como una importante región productora de café.

Para el final del siglo, Maracaibo, que era parte de los Andes, era un puerto importante,

la región producía más de la mitad de las exportaciones venezolanas y, así, los Andes

capturaron el poder nacional en Caracas (Lombardi y Hanson, 1970; Carvallo y

Hernández, 1979; Rangel, 1968, 1969; Roseberry, 1983)

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Debido a que los Andes no se encontraban densamente poblados durante el período

colonial, la formación de una economía cafetalera no pudo llevarse adelante sin un

intenso proceso migratorio. Campesinos y mercaderes de otras partes de Venezuela

(especialmente de los llanos ganaderos del sur, en declive a través del siglo XIX), como

también inmigrantes de Europa del sur, se asentaron en tierras baldías nacionales o en

los nuevos pueblos y ciudades de la zona templada donde el café era plantado. Los

migrantes ingresaron en ciertas áreas que eran virtualmente despobladas y otras que

tenían una larga historia colonial. La interacción entre migrantes y residentes, la

economía cafetalera y la colonial, es importante para comprender la diferenciación

regional en los Andes y las batallas políticas del siglo XIX entre liberales y

conservadores. Sin embargo, tal detalle no es crucial para el presente análisis. Lo que es

más importante es la relativa pequeña escala de producción que se llevó adelante en la

mayoría de la zona templada donde se producía café. La diferenciación regional debe

recalcarse aquí también, pero con la disolución de las formas coloniales de propiedad de

la tierra, se creó un campesinado propietario. Estos campesinos, junto con aquellos que

no eran propietarios, pero ocupaban las tierras baldías nacionales, se volvieron los

principales productores de café. La mayoría, entonces, ingreso en relaciones directas

con comerciantes que les prestaban los fondos necesarios para comenzar con la granja

cafetalera, y que les posibilitaban mantenerse hasta la primera cosecha, y que por lo

tanto permitió establecer una reclamación sobre los productos del cultivo. El

campesinado de los Andes, entonces, era muy único en muchos aspectos. A diferencia

de otras partes de Venezuela, donde predominaban las grandes granjas y los campesinos

eran dependientes, en los Andes se estableció un campesinado relativamente

independiente. A diferencia de los otros lugares donde los terratenientes eran política y

económicamente dominantes, los comerciantes controlaban a los Andes productor de

café. Esto no quiere decir que los terratenientes no existían, lo que quiere decir es que la

relación comerciantes-campesinos definía la economía andina (Rangel, 1968; 1969;

Roseberry, 1980;1983).

Las brillantes posibilidades históricas que enfrentaron los pioneros que habían

establecido sus propias granjas y se las pasaron a sus hijos, comenzaron a apagarse en el

siglo XX. La economía cafetalera, alcanzo sus límites espaciales alrededor del cambio

de siglo. El endeudamiento se volvió un problema, especialmente durante las

depresiones cíclicas del mercado mundial, por ejemplo el virtual cierre del mercado

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durante la 1era Guerra Mundial y, especialmente, durante la crisis de los años 30. La

gran depresión puede ser vista como dentro de una serie de crisis cíclicas en la

economía del café. Sin embargo, dos aspectos de la situación venezolana hicieron que

sea única. En primer lugar, el hecho de que los limites efectivos a la producción de café

se habían alcanzado, significo que la respuesta más favorable a la crisis –incrementar la

producción a través de la expansión espacial- estaba solo disponible para extenderse

sobre tierras menos productivas. Segundo, para 1930, el café había sido desplazado por

el petróleo como la exportación dominante. Los desplazamientos económicos

estuvieron acompañados de los desplazamientos políticos, incluso cuando los Andes

siguieron manteniendo posiciones formales dentro del poder estatal. Los granjeros y

comerciantes empezaron a enfrentar las ejecuciones de las hipotecas, la pobreza y, en

algunos casos, la hambruna y el abandono de la economía cafetera. Los cercanos

campos petroleros en la cuenca del Maracaibo, atrajo a algunos migrantes de los Andes,

aunque la mayoría fueron hacia Caracas o la ciudad de Maracaibo, para participar de la

expansión comercial y gubernamental que acompañaban la transformación de

Venezuela. Esto no quiere decir que la economía cafetalera desapareció. De hecho la

cantidad de tierras sembradas con café en los Andes se vieron incrementadas en las

décadas que siguieron a la crisis, incluso a medida que la productividad y la producción

total declinaron, lo que muestra que la expansión se dio sobre tierras cada vez menos

aptas. A excepción de los centros urbanos de los Andes que participaron de la expansión

económica y gubernamental de la Venezuela de ese momento, la mayoría de los

distritos o perdieron población, de un censo a otro, o tuvieron niveles muy bajos de

crecimiento poblacional. Hijos e hijas abandonaron la zona, agravando la situación para

aquellos campesinos cafetaleros que se quedaron.

La naturaleza de la transformación petrolera será discutida en el próximo apartado. Aquí

me voy a concentrar en la economía cafetalera y en el campesinado que la caracteriza,

como también en las imágenes que presenta para una economía moral. Primero, la

relativa independencia del campesinado productor de café de los Andes debe ser

matizada. Sin embargo, es notable la desaparición de este campesinado de la conciencia

política de la Venezuela contemporánea. Tanto en las versiones oficiales de la historia

venezolana como también en las versiones alternativas de la izquierda, el paisaje rural

ha sido reducido a una oposición relativamente indiferenciada entre los terratenientes y

los arrendatarios, con relaciones de peonazgo que definen la existencia social del

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campesinado. Hay algún debate sobre la importancia del latifundismo en los Andes, en

parte debido a la tendencia a ignorar la diferenciación regional y a agregar estadísticas

de nivel estatal. Sin embargo, uno debe pensar que el campesinado productor de café

del siglo XIX puede servir como la base para la construcción de una economía moral

que apunta hacia un pasado ordenado. Un número importante de factores operan contra

esta memoria histórica, pero solo menciono aquellos relacionados con la economía

cafetalera y el campesinado. El más importante es el proceso de desarrollo de la

economía cafetalera. La expansión y esperanzas del tardío siglo XIX dieron paso a un

relativo estasis a comienzos del siglo XX y finalmente a la crisis y colapso de 1930.

Durante la crisis de los precios, a comienzos del siglo XX, un periódico local de los

Andes arremetió con una nota de desesperación:

“Con raras excepciones ¿cuál es la capital, que ha sido formada por productores de café,

incluso cuando los precios eran de 36 o 40 pesos los cien kilos? Ninguna. Y cuando el

mercado presenta precios bajos nuestros campos son inexplicable y dolorosamente,

descuidados. Muchos de nuestros hacendados tienen que abandonar sus granjas e ir en

busca de nuevas formas de supervivencia; otros se quedan en sus haciendas en una vida

lánguida y dura, sin fuerza para moverse a ellos mismos. (El Renacimiento, Boconó,

Venezuela. 4/03/1904)

La gente que experimento los años del colapso eran los hijos e hijas, nietos y nietas de

los pioneros del siglo XIX. Durante los años de la crisis, sus obligaciones de deuda los

estaban llevando a la ejecución de las hipotecas. Su conciencia y memorias no serían de

independencia sino de una dependencia abyecta.

Esto nos lleva a una característica crucial del campesinado de los Andes que no que lo

separa de otros campesinados analizados por la literatura de la economía moral. Los

economistas morales llegan a considerar al campesinado como si pareciera tener unas

profundas raíces históricas. El desarrollo capitalista o el colonialismo se entromete en

ese campesinado e interrumpe sus tradiciones y formas de organización. No hay

sentido, sin embargo, de considerar al campesinado de los Andes como precapitalista.

Más bien, el mismo se originó en el siglo XIX, a medida que la región estaba siendo

incorporada al mercado mundial. No estaba orientado hacia la subsistencia, sino a la

producción de mercancías. Desde el principio su destino estuvo atado al desarrollo

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cíclico del mercado mundial. Debido a la diferenciación interna dentro del

campesinado, algunos productores pudieron prosperar, tomar ventaja de los periodos de

altos precios, establecieron relaciones de deuda con los más pobres y crearon un cojín

protector que les posibilitó absorber el golpe de los periodos en los que los precios

disminuían. Sus iguales menos afortunados podían sobrellevar los períodos de precios

altos pero sufrían durante las caídas. Dada su relación con los comerciantes –las cuales

eran esenciales si la familia producía café- su establecimiento como campesinos era

simultáneamente el establecimiento de una relación con una forma de capital. Mientras

uno puede legítimamente argumentar sobre si esa relación era capitalista o no

capitalista, hay poca evidencia histórica para caratularla como precapitalista. La

economía del café presenta materias primas para una economía moral que puede

orientarse desde un pasado ordenado, pero también lo hace para una conciencia que lo

hace desde un pasado desordenado.

Atraso y desarrollo

Si no fuera por el petróleo, Venezuela hubiera encajado perfecto en el estereotipo de

país subdesarrollado –exportando una o dos materias primas agrícolas y exportando

bienes manufacturados. En un nivel, la extracción y exportación de petróleo

simplemente reemplazo la exportación de materias primas agrícolas por una mineral sin

afectar la base del modelo de importación-exportación. De hecho, Venezuela se volvió

más dependiente en un solo producto de lo que había sido en el caso del café o el cacao.

Un número de cuestiones, sin embargo, eran diferentes en relación al petróleo. En

primer lugar, trajo aparejado mayores ganancias de las que eran posibles con la

producción agrícola. Durante la década en la que el petróleo reemplazó al café como la

principal exportación, la porción del valor total de la exportación a la que el café

contribuía solo decayó un nivel minúsculo antes de que la caída de la producción real se

produjera. Segundo, a diferencia de los productos agrícolas y otros productos minerales,

el petróleo se encontraba menos sujeto a fluctuaciones cíclicas de la demanda o del

precio en el mercado mundial, al menos durante esas largas décadas de expansión.

Finalmente, era un recurso del cual el mundo desarrollado era tan dependiente que

permitía a los países productores pudieran, ocasionalmente, ejercer cierta presión y

control en el mercado internacional, como quedo demostrado por el éxito obtenido por

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la OPEP en la década del 70. Resumiendo, muchas más cosas se volvieron posibles con

el petróleo de lo que hubiera sido con el café.

Mientras que la extracción de petróleo posibilitó el escape de las posibles formas típicas

de subdesarrollo, sería un error relacionar automáticamente al café con el atraso y al

petróleo con el desarrollo. La economía petrolera venezolana simboliza

simultáneamente el desarrollo y el atraso de Venezuela. La economía cafetalera nunca

estuvo bajo control extranjero. Las casas de importación-exportación en las ciudades

puertos eran propiedad de extranjeros residentes –alemanes e ingleses- y sus hijos

venezolanos, pero la producción se mantenía en manos venezolanas. Incluso cuando un

extranjero controlaba algún aspecto de la producción o venta, el extranjero no era una

corporación; el patrimonio venezolano no había sido vendido. En contraste, el

otorgamiento de las concesiones a la anglo-holandesa Shell o a la Standard Oil

Corporation, introdujo todo un nuevo capitulo en el subdesarrollo venezolano. Las

primeras leyes que regulaban las concesiones fueron escritas por los representantes de

las compañías y clamaron por un modesto pago de regalías al gobierno de Venezuela,

pero la mayor parte de la extracción se llevó adelante por empresas extranjeras para

alimentar la acumulación de capital extranjera. En resumen, el crecimiento de la

economía petrolera significo la inserción de Venezuela en el sistema imperialista.

Un tipo de desarrollo, sin embargo, se llevó adelante en Venezuela. En la sección

previa, me referí a la “expansión comercial y gubernamental” de la economía

venezolana. Ahora debemos darle contenido a esa frase. La riqueza del petróleo fue

distribuido primariamente por el Estado. Incluso en los primeros años, cuando las

compañías petroleras pagaban regalías modestas al Estado, las sumas generadas

permitían una enorme expansión del aparato gubernamental. A medida que la

producción, y el porcentaje de regalías adeudadas al Estado, se incrementaron con las

décadas, llevo a que el aparato se volviera aún más grande. Para servir a los miembros

de la creciente burocracia, y sus familias, los comerciantes de bienes de consumo

proliferaron. Un resultado a remarcar de la transformación petrolera, fue entonces, el

crecimiento de una clase media urbana, que dependía de los ingresos provenientes del

gobierno o del comercio. Sin embargo, la estructura industrial venezolana era débil. Fue

solo a través de esfuerzos que comenzaron en 1940 en función de “esparcir el petróleo”

que el creciente Estado comenzó a enfocar sus recursos hacia la estimulación de una

producción diversificada. La inversión y desarrollo industrial fueron promovidos a

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través de una política de substitución de importaciones que comenzó en 1959. En 1974

el Estado empezó a alentar la industria básica (por ejemplo petroquímicas) en empresas

públicas o mixtas. Pero incluso con estos intentos recientes de estimular el desarrollo

industrial, Venezuela se volvió un país urbano, esencialmente no industrializado5.

Esto se ve reflejado en las estadísticas sobre la distribución del PBI y de la población de

acuerdo a los sectores: primario (agricultura, minería), secundario (manufacturas,

construcción y trabajo público), terciario (comercio, transporte y servicios), La

distribución del PBI entre los sectores se han mantenido relativamente estables debido a

la importancia de las ganancias del petróleo en el sector primario. Sin embargo, de 1959

a 1969 hubo un significativo deslizamiento en el sector primario (bajó del 38 al 28% del

PBI), un incremento mínimo en el sector secundario (del 17 al 20 %) y un gran aumento

proporcional en el sector terciario (del 45 al 52%) (Banco Central de Venezuela, 1970).

Sin embargo, si dividimos a la población económicamente activa entre estos mismos

sectores, se nos presenta un cambio mucho más dramático: en 1950, el 46% trabajaba

en el sector primario, para el año 1971, solo el 22% lo hacía. El sector secundario,

también aquí, se mantuvo bastante estable (pasando del 17 al 20%), mientras que

quienes trabajaban en el sector terciario pasaron del 34 al 42%. El mayor incremento se

dio en un grupo que confundió a los censistas y que hablaremos más adelante. Los

“otros” residuales pasaron del 3 al 16%. La caída en el porcentaje de personas

involucradas en el sector primario puede ser explicado por la declinación en el sector

agrícola, el cuál cayó del 43% de la población económicamente activa al 20.3

(Ministerio de Fomento de Venezuela, 1971).

Las estadísticas nos hablan de una cambio dramático que ocurrió en la estructura

poblacional venezolana; uno de los aspectos de ese cambio será discutido en la próxima

sección. Las estadísticas también nos indican la sesgada economía venezolana - la

abrumadora carga del petróleo en el primer sector y de los servicios del gobierno y del

comercio en el tercero. Pero esto los solo pueden darnos una pista, de la calidad de vida

que llevó a Darcy Ribeiro a escribir sobre “la “puertoricanización” de Venezuela”

(Ribeiro, 1972:288). El se refiere, por un lado, a la importancia histórica de las

compañías petroleras, y por el otro, al aumento de la importancia de las multinacionales

en la industria y comercio venezolanos desde 1959. El también destaca las

                                                                                                                         5 Nota número 2.

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transformaciones culturales que –especialmente en las áreas urbanas como Caracas o

Maracaibo- afectaron el lenguaje, el vestir, las relaciones sociales, el arte, el cine y otras

manifestaciones culturales.

El bosquejo de la evolución económica en este siglo y de las macro estadísticas

tampoco muestran las luchas que han sido libradas alrededor del sector petrolero. Los

esfuerzos para “esparcir el petróleo” en los 40, incrementaron las regalías que recibía el

Estado, la substitución de importaciones y la industrialización en los 60 y 70 y,

finalmente, la nacionalización de las empresas petroleras en 1976 están asociadas a una

serie de movimientos políticos que serán mejor desarrollados en nuestra discusión sobre

la democracia y dictadura. Las luchas le dieron contenido social a las imágenes de

atraso y desarrollo. Venezuela ha sido definida como una economía petrolera la mayor

parte del siglo XX. En la venta del patrimonio venezolano, en la dominación de las

multinacionales, la influencia cultural de Nueva York, Miami o París, el sector petrolero

aparece representado como el atraso de Venezuela. En las primeras luchas obreras en

los campos petroleros, en los intentos de redefinir la relación entre el Estado y las

corporaciones, en la nacionalización del hierro y el petróleo, en el intento de crear y

mantener la democracia, el sector petrolero se irgue como la posibilidad de lograr el

desarrollo. Con el petróleo envolviendo tanto el desarrollo y el atraso, el café y el

pasado agrícola ocupan una posición ambigua. Quedan, entonces, relegados a una

tradición relativamente ahistórica, en gran parte desprovista de contenido social y de las

valuaciones positivas y negativas que se colocan en el petróleo. Esto posibilita actitudes

aún más contradictorias en relación al campo.

Ciudad y campo

Quizás no hay otro marcador más visible de las transformaciones acaecidas en

Venezuela que la urbanización. En 1936, el 35% de los venezolanos vivían en zonas

urbanas; para 1971 ese porcentaje había ascendido al 77%. La mayor parte de la

concentración urbana se ha dado en Caracas, pero el fenómeno no esta limitado a la

capital. Incluso en los estados de los Andes, que una vez fue predominantemente rural y

una de las principales fuentes de migrantes para Caracas u otros centros urbanos, se ha

vuelto predominantemente urbano. Si bien los estados de los Andes han sido una de las

principales fuente de migrantes, no han sido los únicos. Los migrantes que llegaron a la

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ciudad vinieron de diferentes regiones y con una variedad de experiencias rurales. Un

factor en el proceso de urbanización ha sido el estancamiento del sector rural, en el cual

la economía cafetalera es solo uno de los ejemplos más visibles. Otro factor se vincula a

la transformación de la economía política venezolana y la expansión de los servicios

gubernamentales y de comercio mencionados más arriba.

La gente que se movilizó de las áreas rurales a las urbanas se insertó en esas esferas en

crecimiento. Esto es menos cierto para los campesinos y sus hijos e hijas, que lo que lo

es para los hijos e hijas de la clase media de los pueblos y ciudades del interior. A pesar

de lo mencionado tales oportunidades no están totalmente cerradas para los campesinos.

La primera experiencia urbana para estas personas suele ser ir a vivir con un pariente a

un centro provincial mientras que asiste a la escuela secundaria. Esto puede abrir

puertas dentro del establecimiento educativo o para posiciones de bajo nivel en otros

lugares de la burocracia, mientras que una persona con un mayor grado educativo y

conexiones políticas puede convertirse en maestro de grado. Para una hija pequeña, las

primera experiencia urbana puede ser vivir en un centro provincial o en Caracas con una

familia que la ha contratado como empleada domestica. Por otro lado, el movimiento de

un hombre joven puede incluir varias estadías en lo de parientes mientras busca trabajo

durante los tiempos muertos de la temporada agrícola. El puede, eventualmente,

quedarse en la ciudad. El trabajo que el encuentre, si lo encuentra, probablemente no sea

en la industria. Puede que sea en el comercio; puede ser en pequeñas industrias que

proveen servicios a la creciente población de desempleados; puede que sea una serie de

trabajos cortos en la construcción, el comercio, y pequeñas industrias. Este último grupo

es la categoría que desconcertó a los censistas. Una creciente literatura sobre estos

migrantes en otras partes de América Latina nos dice que su marginalidad es un “mito”

(Perlman, 1976; Lomnitz, 1977). Esto particularmente claro a medida que prestamos

atención a las pequeñas industrias que eluden las macro estadísticas. Ya que

elocuentemente no podemos etiquetarlos como “marginales”, tampoco podemos

subsumirlos bajo el rotulo de “proletariado”, en el sentido de una población trabajadora

que esta integrada en una economía industrial. El movimiento del campo a la ciudad no

es, en la mayoría de los casos, un movimiento de campesinos a proletarios sino de

campesino a “otro”. El sector industrial esta demasiado constreñido para poder absorber

a la población trabajadora, y la porción de la población a la que absorbe no acaba,

nuevamente estoy hablando en general, de salir de las granjas.

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La evidencia física del desempleo y subempleo de los migrantes puede ser encontrado

en los ranchos o barrios carenciados que trepan por las laderas de las montañas o que

cuelgan de las paredes de los lechos de los ríos en los pueblos de tamaño modesto y en

las grandes ciudades. La existencia de los ranchos no debe ser entendido solamente en

los términos de la condición económica de sus residentes, algunos tienen una historia

más larga. Con el tiempo, las casas de cartón, dieron lugar a baldosas de hormigón y

techos de zinc; con el tiempo el agua y la electricidad, junto con los servicios de salud y

educación públicas, se fueron introduciendo (o puede que el rancho desaparezca en un

alud. O puede que sea desplazado por un proyecto de viviendas estatales, al cual los

habitantes de los ranchos no pueden acceder debido a su coste). Además de brindarnos

información sobre el desempleo y subempleo, los ranchos también son indicativos de un

desordenado crecimiento urbano. Arriban más migrantes de los que una ciudad puede

absorber, y ellos encuentran lugar creándoselo. Los servicios de la ciudad siguen a un

paso lento y son constantemente llevados más allá de sus capacidades.

Aún así, no hay discusión que una ciudad como Caracas es adecuada al menos que uno

mencione que es un lugar excitante. Esta es una verdad obvia para quienes pueden

permitirse disfrutar de sus restaurantes y clubs, quienes pueden comprar la última moda

neoyorkina o parisina, o quién puede estar una tarde discutiendo sobre marxismo en un

cafetín –pero estas personas y sus memorias históricas no son centrales para nuestro

análisis. La ciudad también puede ser un lugar emocionante para quienes cuyas

posibilidades son más limitadas. Incluso cuando el trabajo urbano es limitado, uno

siempre tiene la chance de conseguir alguno, la cual puede no existir en el estancado

campo. Más aún, las pequeñas industrias pueden ofrecer algunas oportunidades para una

riqueza modesta. La ciudad también ofrece otras oportunidades. Por ejemplo, para una

mujer joven puede encontrar escolarización en un lugar como Barquisimeto o Caracas

siendo paso necesario para que ella se libere de su familia sin que sea necesario que se

case.

Esta pequeña discusión ha indicado algunas de las imágenes contradictorias que se

presentan con la noción de ciudad y campo. En la sección de café y petróleo, indique

que la imagen del campesino y el campo que emergían de la economía cafetalera es una

que refiere a una pasado desordenado, pero los migrantes se mudan de un campo

desordenado a una ciudad desordenada. La ciudad que se presenta a sí misma como un

símbolo de la Venezuela moderna, la cual también crea su opuesto crítico: la campiña

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pastoral. El café –la campiña, y los campesinos, las cuales sirven como símbolos de una

pasado agrícola, son los contra símbolos del presente. Ellos evocan a un semirecuerdo

de una Venezuela prepetróleo, preurbana y premoderna. Este símbolo es menos efectivo

para los migrantes recientes para quienes el atraso del campo es parte de su experiencia

vivida. Para alguien que nació en la ciudad, quien quizás sea hijo de padres criados en el

campo, o para alguien que ha vivido en la ciudad por número de años, puede que el

campo tenga una valoración positiva. El campo es capaz de llevar su peso porque, como

lo señalé anteriormente, el petróleo y la ciudad, que es producto de la economía

petrolera, simultáneamente simbolizan el atraso y el desarrollo. El campo, purgado de

su propia historia, aparece representando a la verdadera Venezuela.

Esto se hace evidente en la música popular venezolana, la música de protesta raramente

celebra a la ciudad. Cuando, alguna vez, se refiere a la ciudad lo hace a los ranchos, “las

casas de cartón”. La ciudad es un objeto de protesta junto con el imperialismo, la

economía petrolera en general, el Estado e instituciones similares. El campo, sin

embargo, tiene numerosas referencias. Puede que también se objeto de protesta, cuando

las canciones hacen referencia a la explotación de los campesinos, tanto en el pasado

como en el presente, pero también sirve como un contrapunto del presente con la

evocación de la simplicidad de la vida campesina, las virtudes positivas del trabajo

agrícola, como también la vida diaria y las relaciones de las familias campesinas.

Además de la música de protesta, la producción de folklore como una mercancía

industrial también hace volver al pasado rural. La música folklórica reciente puede,

nostálgicamente, hablar de “las calles de mi ñiñez”. Más importante, los temas

tradicionales del folklore –amor, naturaleza y la familia- toman lugar en un paisaje rural

y son presentadas en estilos regionales distintivos, tales como la tonada de los llanos y

los valses de los Andes. Tanto en los discos como en los programas televisivos se

celebra un pasado donde las regiones importaban. En un sentido, la urbanización

desordenada crea una imagen de una campiña homogeneizada, desnuda de historia y

diferenciación regional. En otro sentido, especialmente en la música popular, las

afiliaciones regionales son reafirmadas como diferencias en estilos y temperamentos.

No pretendo ingresar en una discusión profunda sobre la música popular venezolana, lo

que quiero indicar, simplemente, es que la naturaleza desordenada del desarrollo de

Venezuela, incluyendo el desorden urbano de la ciudad, como en el caso de Caracas,

hace evocar una imagen del pasado sin desordenes. Esta imagen puede ganar su

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expresión debido a que la mayoría de las urbanidades tienen alguna conexión con el

campo donde ellos, o sus padres, se criaron. Los lazos de parentesco los conectan con

las regiones rurales y ellos retornan a sus lugares de origen, o de sus padres, para

celebrar la navidad o la semana santa. Algunas ciudades provinciales organizan

reuniones en las cuales los antiguos habitantes son invitados a participar en una

celebración que dura todo el día. Mientras están allí, los residentes urbanos pueden ir a

una casa de campo en un paseo, donde se prepara el sancocho (una sopa típica), se bebe

mucho ron y el ideal del mundo rural es confirmado.

Dictadura y democracia.

El último par simbólico requiere que nos movamos en una dirección diferente de

aquella que estaba implícita en nuestra discusión sobre el campo y la ciudad. No

obstante, es una dirección esencial si vamos a unir los variados tópicos de esta

discusión. Las líneas principales de la historia política venezolana del siglo XX son

ampliamente conocidas y pueden encontrarse en una amplia gama de literatura

disponible en Norte América6. Simplemente voy a indicar algunas características clave

y esbozar algunas importantes conclusiones para nuestro análisis cultural.

El café fue desplazado por el petróleo durante la dictadura de Juan Vicente Gómez,

quien rigió de1908 a 1935 y quien, paradójicamente, llego al poder como un cultivador

de café del estado de Andino de Táchira. El supervisó la transformación que removió al

café de su posición privilegiada en la economía. A pesar del hecho de que los oriundos

de los Andes sostuvieron cargos de poder en el ejercito y el gobierno, todo el período de

regencia de los andinos representan una progresiva perdida del poder político y

económico de los habitantes de los Andes y de la economía del café. La transformación,

y la clase media emergente que la acompaño, creó un incipiente movimiento

democrático. Su primera expresión fue una protesta estudiantil en la Universidad

Central, el más famoso de los cuales ocurrió en 1928 y estuvo dirigido por quien mas

tarde fundaría el partido de democracia social Acción Democrática (AD), que luego se

volvió el partido político dominante. Una serie de partidos políticos surgieron tras la

muerte de Gómez, aunque el poder político se mantuvo en manos de los andinos hasta

                                                                                                                         6 Nota al pie 3.

  18

1945, quienes concedieron mayores libertades democráticas que su antecesor. Acción

Democrática llego al poder en un golpe, al cual sus miembros siguen refiriéndose como

la revolución del ’45. El partido organizó entonces la primera elección presidencial

venezolana basada en el sufragio universal, en la cual el novelista Rómulo Gallegos fue

electo. Su administración fue derrocada en 1948, por medio de un golpe de estado, poco

tiempo después de que algunas medidas progresivas fueran aprobadas, entre ellas una

serie de leyes de reforma agraria y otra que requería el pago del 50% de las regalías

obtenidas por las empresas petroleras. Pérez Jiménez se convirtió en el hombre fuerte de

la junta hasta las demostraciones masivas acaecidas en 1958 y que lo forzaron a escapar,

marcando el comienzo de un período democrático que dura hasta nuestros días.

Acción Democrática ha dominado este período, aunque los dos partidos mayoritarios –

AD y Democracia Cristiana COPEI (Comité para la organización política y elecciones

independientes) intercambiaron posiciones cada cinco años en las elecciones generales

entre 1968 y 1988. Cuando AD llegó al poder en 1959, muchos de sus principales

lideres mantenían su compromiso con la democracia, pero habían abandonado las

perspectivas radicales de su juventud. Rómulo Betancourt, y sus seguidores, definieron

su proyecto en términos naciónalistas. Ellos extraerían incluso más ganancias de las

compañías petroleras –del 60 al 80% durante los años 60-, y gradualmente asumieron el

control sobre el sector petrolero por una serie de pasos que culminaron en 1976 con la

nacionalización. Ellos iniciaron y participaron de la formación de la OPEP. Instituyeron

las políticas de substitución de importaciones para estimular la industrialización. La

diversificación, “esparcir el petróleo”, fue una preocupación de AD desde 1940, pero la

diversificación e industrialización no excluía la participación de las multinacionales. La

dirección de las nuevas inversiones extranjeras viró drásticamente de la extracción de

hierro y petróleo a la industria y el comercio después de 1959. Acción Democrática

celebró la inversión extranjera como parte de su intento de alterar el curso del desarrollo

venezolano.

Un número de miembros de AD, como también de otros partidos (incluyendo al partido

comunista) estaban desilusionados con el proyecto de AD y comenzaron un movimiento

guerrillero en el campo durante los años 60. El movimiento nunca atrajo muchos

seguidores como los lideres esperaban. Una de las razones principales se debió al

intento de organización del campesinado y su romantización durante una década donde

se encontraban en proceso de desaparecer. Para el fin de la década del ’60, la población

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económicamente activa involucrada en la agricultura era solo el 20% de todos los

venezolanos. Sin embargo, lo que era más importante, es que muchos campesinos

simpatizaban con AD, esto nos lleva a un punto crucial para entender la cultura y la

política venezolana. La fuerza inicial de AD era en organizaciones populares de

campesinos, trabajadores y otros sin representación en una Venezuela atrasada y

dictatorial. Hay dos aspectos relacionados a esta cuestión. El partido debía su existencia

y apoyo a esas organizaciones, trabajadores y campesinos que se organizaron y actuaron

políticamente por primera vez a través del partido. Estas bases de apoyo no eran

ignoradas por AD, incluso si estas no estaban bien atendidas. Una de las primeras

medidas aprobadas cuando AD llegó al poder en 1959 fue la ley de reforma agraria –

débil pero sin embargo se presentaba como una reforma.

Hay en la formación de Acción Democrática y en la historia política de la cual es parte

un aspecto que generalmente eluden aquellos que se encuentran en la Izquierda cuando

ridiculizan a la democracia venezolana. Tres momentos estaban simbólicamente unidos

en AD: desarrollo, democracia y la organización de la gente trabajadora. Acción

Democrática brindó definiciones particulares y parciales para el desarrollo y la

democracia, pero le fue posible imponer aquellas definiciones a través de sus

organizaciones. Las imágenes del atraso y desarrollo en la economía petrolera están

asociados con las imágenes de dictadura y democracia. El atraso de la economía

petrolera es visto como un legado del pasado, de los dictadores que vendieron el

patrimonio de Venezuela y quienes, como sucedió, también estaban asociados con la

economía del café. La lucha por el desarrollo es simultáneamente presentada como una

lucha por la democracia.

Esta asociación simbólica ha ejercido un enorme poder en la consciencia política de los

campesinos venezolanos, proletarios y “otros” pero hay dos tipos de debilidades en tal

asociación que requieren nuestra elaboración –la potencial falla del desarrollo y de la

democracia. Dado el hecho de que el período democrático ha durado tres décadas, tales

fuentes de debilidad se han vuelto aparentes y han dado más lugar para movimientos de

izquierda y derecha que los que tenían en la década del 60. La falla de la democracia

resulta, en parte, del hecho de que los lideres políticos y los voceros de AD y de otros

partidos generalmente persiguen sus propias metas y carreras. Los partidos y sus

facciones pueden perseguir sus propios intereses y candidaturas debatiendo en el

congreso sin fin sobre temas triviales. Hay una impresionante disipación de la energía

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en la democracia venezolana, y durante los períodos de crisis económica, cuando el

desarrollo del país parece en peligro, la “democracia” puede ser vista como un lujo que

no es esencial. La falla de los lideres, quienes persiguen sus propios fines, para asistir al

“desarrollo” del país llevan a poner en cuestión a la “democracia” y les brinda espacio

organizacional a la derecha.

El fracaso en alcanzar resultados en relación al desarrollo proviene en parte del hecho

de que los partidos democráticos multiclase, como AD, persiguen proyectos clasistas. El

proyecto de clase de AD, esta asociado con una incipiente burguesía industrial. La

forma de desarrollo por la que ellos abogan se aproxima mucho a la noción de F. H.

Cardoso de desarrollo dependiente asociado –con una conexión entre sectores de capital

local, estatal y multinacional en la diversificación de la economía venezolana (Cardoso

1973, Cardoso y Faletto, 1979). A diferencia de otros ejemplos de estos modelos, el

vinculo entre desarrollo y democracia es más un símbolo, y Venezuela a logrado, hasta

el momento, escapar de las formas de gobierno más autoritarias que se vinculan con este

modelo. La mayoría de la explicación sobre esta cuestión descansa en el sector

petrolero. Como he indicado, la riqueza del petróleo ha sido canalizada por el estado

dentro del sector terciario, y parte de la expansión ha sido una que contemplo los

servicios sociales, subsidios para productores agrícolas, organizaciones de vendedores,

y proyectos de viviendas. Los demócratas son, por lo tanto, simultáneamente capaces de

producir desarrollo dependiente y, al mismo tiempo, incorporar segmentos

significativos de la población venezolana al Estado a través de los servicios sociales. No

obstante, el intento de promover industria básica se ha encontrado, en los últimos años,

con la caída de las ganancias del petróleo, haciendo que el Estado retire fondos de los

servicios sociales. La fortuna para estos dos partidos mayoritarios no están claros. Un

proyecto de clase puede que no sea más fronterizo con un proyecto democrático. Los

viejos vínculos entre democracia y desarrollo, están entonces en peligro, dando espacio

organizacional tanto para la izquierda como para la derecha.

¿Podemos entonces poner estas imágenes, cambiantes y contradictorias, del pasado,

presente y futuro venezolano dentro de un cuadro coherente? Para responder a esta

pregunta, me voy a dirigir hacia el análisis cultural propuesto por Raymond Williams en

Marxismo y literatura (1977, 108-127 y ss.) A diferencia de la mayoría de la

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antropología reciente, la noción de cultura desplegada por Williams no puede ser

separada de la economía política. Como indique en los capítulos 1 y 2, Williams hace

foco en la construcción de una “cultura dominante” que no es un sistema cultural o

estructura coherente e integrado, sino un incipiente conjunto de experiencias vividas,

sentimientos y relaciones dentro de un orden político y económico de dominación.

Debido a que no es un sistema cerrado, este se encuentra en proceso constante de

construcción y reconstrucción. Y aunque muchos de sus elementos pueden ser

considerados como constitutivos de una cultura dominante, uno a los que hace

referencia Williams es de una relevancia central para la literatura de la economía moral:

la tradición como una tradición selectiva –una versión (de hecho, la versión dominante)

de la historia de la gente (Ver capítulos 1 y 2). Entender a la tradición como selectiva es

importante cuando consideramos uno de los puntos centrales de Williams sobre la

cultura dominante –que ningún orden de dominación es total. Siempre hay un conjunto

de relaciones y experiencias que están excluidas y que pueden servir como puntos

alrededor de los cuales formas culturales alternativas, e incluso opuestas, pueden

emerger. Con la creación de una cultura alternativa, un elemento básico debe ser una

tradición alternativa –una reinterpretación y reescritura de la historia, concentrándonos

en eventos y relaciones excluidas de la versión dominante y apuntando a un conjunto

diferente de posibilidades históricas.

Williams claramente sugiere un análisis cultural que va más allá de los enfoques que se

aproximan a la cultura como sistemas simbólicos o un conjunto de valores y

significados compartidos. El ha atado su noción de cultura a un proceso histórico y a

estructuras y relaciones de clase. Sin embargo, no hay un sentido en el cual la cultura

dominante y la emergente estén linderas a una particular posición de clase. Las

imágenes de la tradición venezolana que han sido discutidas en este ensayo no son

especificas de una clase. Una cultura o discurso de clase nunca esta dado; debe ser

construido a partir de las materias primas culturales presentadas por la historia, de la

“tradición” que esta siendo usada para construir las formas culturales tanto dominantes

como emergentes. Es en este sentido, que referí en el título de este ensayo a la

consciencia del proletariado. Puedo, analizando la historia venezolana, indicar los tipos

de imágenes que han sido usadas para crear un orden hegemónico o cultura dominante.

También puedo indicar que tipos de imágenes se encuentran disponibles para una

contrahegemonía. En ambos casos, la creación cultural y la formación de la consciencia

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son procesos políticos. Una cultura emergente debe ser creada utilizando elementos del

presente y el pasado que han sido excluidos de la cultura dominante o dándole nuevos

significados a los elementos que no han sido excluidos.

Por lo tanto, el primer punto que debe dejarse en claro sobre la cultura dominante en

Venezuela, es que esta es política. La conexión entre desarrollo y democracia creada por

Acción Democrática es tan profunda que configura los términos para el debate político.

El principal partido opositor, COPEI, acepta esta vinculación e impugna políticas

particulares. La mayoría de los partidos socialistas también aceptan este vinculo pero

argumentan que los partidos dominantes no son realmente democráticos ó que su forma

de desarrollo no es realmente desarrollo. En cierto punto, esta vinculación y los

aspectos asociados de la cultura dominante están conscientemente promovidos y pueden

ser vistos como constituyentes de la ideología dominante. Profesores de historia que

simpatizan con AD escriben libros de historia que muestran un movimiento desde la

degradación a la democracia y del atraso al desarrollo. Toda historia es un movimiento

hacia el progreso que se disfruta en el presente. También hay una constante

manipulación de las emociones en el uso que de ellas hacen en la televisión,

manifestaciones públicas, y actos estatales. Por ejemplo, las contradictorias imágenes

del campesinado y el campo –imágenes que tensionan la explotación del pasado o la

calma pastoral y la independencia- pueden ser expresadas simultáneamente y jugar una

contra otra. Las celebraciones oficiales del aniversario de la ley de reforma agraria

romantizan al campesinado venezolano aunque enfaticen el “pasado” de explotación. A

pesar de esto, la cultura dominante no puede simplemente dejarse de lado como la

manipulación consciente de la ideología de la clase dominante. Cuando estas historias

son escritas, o cuando el pasado es desfavorecido en su comparación con el presente, los

ideólogos están manipulando un aspecto de las experiencias vividas de los campesinos y

proletarios. El movimiento del campo a la ciudad, de campesino a proletario u “otro”, o

del atraso al desarrollo pueden ser experimentados como progreso7.

                                                                                                                         7 Nota al pie 4.

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