Roja & Negra

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Roja & Negra El caso Arnott al desnudo Bajos fondos, aristócratas y celebri- dades en medio de tramas macabras. Pag. 2 Winslow lo hizo de nuevo Otra historia de narcos mexicanos, pero en clave Coyote y Correcaminos. Pag. 3 Nunca el crimen tuvo más glamour Conozca Roja & Negra, la colección de novelas policiales más inquietante del mercado editorial argentino. Grandes desesperanzas. Los nombres más importantes de la novela negra de los últimos años, reunidos en una serie de libros rojo shocking. A estas alturas, no resulta arriesgado afirmar que la novela negra ha sido y es el escenario perfecto donde se muestran y demuestran los distintos modos mediante los que el ser humano ha materializado la necesidad de asesinar, a ser posible, sin pagar las consecuencias; un impulso, este, que define y condena a la especie y que se ha mantenido prácticamente inmutable, tanto a través de la historia como en las distintas sociedades. Así, las diferentes situaciones en que se encarna esta tendencia —el brutal asesino bíblico, el aristocrático investigador victoriano arrodillado junto a un muerto de biblioteca, el detective privado que recibe una paliza en un callejón de una ciudad corrupta, el médico forense que «lee» un cadáver aún fresco, el milenarista asesino en serie que suma víctimas por amor al arte, el abogado criminalista consciente de que las leyes no se rompen pero sí se tuercen, el descifrador de sacros y milenarios manuscritos apocalípticos— no son más que variaciones de una música tan antigua como el mundo. Roja & Negra es una colección de novelas rojas y de novelas negras dirigida por Rodrigo Fresán, que abarca todas las posibles texturas del género —investigando tanto las pistas más novedosas como los rastros más veteranos— y cuyo objetivo es atraer a los más dedicados y especializados amantes del género y a los lectores interesados en leer una novela de calidad, donde la sangre no se derrama en vano. ¡BIENVENIDOS A ROJA & NEGRA! Diario de la mañana. Buenos Aires, junio de 2011. Año 1, N° 1 R

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La mejor colección de policiales contemporáneos

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Roja & Negra

El caso Arnott al desnudoBajos fondos, aristócratas y celebri-dades en medio de tramas macabras.Pag. 2

Winslow lo hizode nuevoOtra historia de narcos mexicanos, pero en clave Coyote y Correcaminos.Pag. 3

Nunca el crimen tuvomás glamourConozca Roja & Negra, la colección de novelas policiales más inquietante del mercado editorial argentino.

Grandes desesperanzas. Los nombres más importantes de la novela negra de los últimos años, reunidos en una serie de libros rojo shocking.

A estas alturas, no resulta arriesgado afirmar que la novela negra ha sido y es el escenario perfecto donde

se muestran y demuestran los distintos modos mediante los que el ser humano ha materializado la necesidad de asesinar, a ser posible, sin pagar las consecuencias; un impulso, este, que define y condena a la especie y que se ha mantenido prácticamente inmutable, tanto a través de la historia como en las distintas sociedades. Así, las diferentes situaciones en que se encarna esta tendencia —el brutal asesino bíblico, el aristocrático investigador victoriano arrodillado junto a un muerto de biblioteca, el detective privado que recibe una paliza en un callejón de una ciudad corrupta, el médico forense que «lee» un cadáver aún fresco, el milenarista asesino en serie que suma víctimas por amor al arte, el abogado criminalista consciente de que las leyes no se rompen pero sí se tuercen, el descifrador de sacros y milenarios manuscritos apocalípticos— no son más que variaciones de una música tan antigua como el mundo.Roja & Negra es una colección de novelas rojas y de novelas negras dirigida por Rodrigo Fresán, que abarca todas las posibles texturas del género —investigando tanto las pistas más novedosas como los rastros más veteranos— y cuyo objetivo es atraer a los más dedicados y especializados amantes del género y a los lectores interesados en leer una novela de calidad, donde la sangre no se derrama en vano.

¡BIENVENIDOS A ROJA & NEGRA!

Diario de la mañana. Buenos Aires, junio de 2011. Año 1, N° 1

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Se completa la trilogía de Jake Arnott

El gentleman del crimen

Los hechos reportables son: Tony Meehan, periodista de información general y escritor

–fantasma– de vidas de gángsteres. Dedicado a grabar conversaciones con viejas glorias de los Swinging Sixties londinenses, a menudo acaba siendo testigo de los avatares que han llevado a la cárcel a más de uno de la estirpe de Harry Starks. Y de los te-jemanejes que se llevan entre manos una vez han conseguido salir de ella.Julie McClusky. Joven –pícara– per-dida con trauma por conocer. Aspi-rante a actriz: interesada en Bertolt Brecht. Un día sale del cine con su novio, un intelectual un poco hincha-do pero interesante a quien le fascina el mundo de los bajos fondos: Julie acaba de ver Pulp Fiction de Quen-tin Tarantino y algo se mueve en su subconsciente. Parece recordar que, en realidad, su padre no abandonó a su madre y a la niña que ella supo ser. He aquí otra madeja por destejer.Gaz. Gángster, drogadicto, vago, in-dolente. Padre de dos niñas consu-mido por la ebullición de las fiestas rave y el consumo de pastillas sinté-ticas típicas de los noventa. Desape-gado de la realidad, confuso, se pone delante del espejo que jamás quiso ver. Y un día cruza una frontera de la que no podrá regresar.¿Y si Julie conociera a uno de los gángsteres que hablaron para Tony?;

quizás Gaz acabe trabajando para el novio de Julie algún día; puede que hasta el mismísimo Harry Starks vuelva a hacer acto de presencia. Es-tas son los líneas de acción que se abren en la grandísima Crímenes de película a la hora de juntar a los per-sonajes y tranformar al libro en un espléndido modelo de novela coral.Con cierta inspiración distópica –re-ferencias a George Orwell y Aldous Huxley incluídas–, Jake Arnott cie-rra su trilogía sobre la escena cri-minal en Londres con una inusitada capacidad para jugar con la ficción y la realidad. Por fin metido de lle-no en la década de los noventa, el dolor profundo y los traumas de los gángsteres de Londres laten en estos Crímenes de película –lo que más se ajusta al juego conceptual del truecri-me original, sin duda alguna.Primero fue Delitos a largo plazo (The Long Firm, 1999), después vino Canciones de sangre (He Kills Cop-pers, 2001); y es Crímenes de película (truecrime, 2003) la que remacha el clavo de esta magistral “Long Firm Trilogy” cockney, profunda, distraí-da, sencilla y audaz.

Con “A” de ArnottEn una enciclopedia de la novela ne-gra que sea a la vez pop y rigurosa, la letra “A” podría ser, sin ir más lejos, para el asesinato: como una de las

bellas artes, como una pulsión social, como una malformación de la men-te o como el crimen en el callejón. Como cada uno quiera. Podría ser para Archer, Lew Archer; bien mere-cido lo tendría uno de los detectives, si no el detective, más psicoanaliza-ble de las letras negras. Pero antes de poner a Archer en la “A” sería justo dejarle la “M” completa al señor Ross Macdonald, ¿o no?Quizás el adulterio seria una alterna-

tiva al asesinato. Pero no. La “A” no podría ser para nadie más. Swinging Sixties. Los gángsters que escucha-ban a los Talking Heads. Aristócratas disolutos, actrices en horas bajísi-mas, el grito desgarrado de un hooli-gan desde el rincón de la página. East End. London calling. Arnott. Jake Arnott. Nunca antes el mundo de los suburbios tuvo más glamour. Delitos a largo plazo, Canciones de sangre y Crímenes de película lo acreditan.

Con la reciente aparición de Crímenes de película se cierra una de las sagas más audaces de la literatura policial con-temporánea: la magistral “Long Form Trilogy”, londinense, profunda, sencilla y bestial, todo por el mismo precio.

Un caballero. Jake Arnott. el hombre que le dió glamour a noir.

“Lo interesante de los ingleses es que jugamos con todo”¿Hay manera de comprender la mente criminal? ¿Se propuso un trabajo en ese sentido?No estoy seguro de que exista algo así como una personalidad criminal. La sola formulación de la idea me retro-trae a las teorías de Cesare Lombroso y su tipología de los delincuentes. Todo el siglo XX se opuso a esta idea, y se for-mularon muchas teorías de cuño radi-cal para entender las cosas de otra ma-nera. Harry Starks no se considera un outsider, está seguro de estar dentro de la sociedad. De hecho, se lo dice al cri-minólogo que le da clases en la cárcel: “Nuestro problema no es que estemos fuera de la ley, es que estamos dentro”. Lo interesante de los ingleses es que trivializamos todo, jugamos con todo. Pero si nos fijamos en la historia del im-perio vemos una tremenda sensibilidad

en el modo en que se comportan los caballeros. Harry se comporta como un caballero. Y hay algo interesante en la misma palabra. El gentleman, el hom-bre amable.

Volvamos a los 60, la pregunta pue-de parecer tonta, pero, ¿eran aquellos mejores tiempos o menos aburridos?No se me da pensar si las cosas fueron mejores o peores. Aquella fue una épo-ca de posibilidades, de expectativas de cambio, en la que se esperaban trans-formaciones revolucionarias. Hay mu-cha gente que dice que la era de Mick Jagger fue una época excitante. No es-toy tan seguro de que la realidad del Swinging London se experimentara en otros sitios, creo que ésa no era la reali-dad de las clases trabajadoras, que nada tenían que ver con todo aquello.

Los viejos policías hablan incluso con nostalgia de los delincuentes de anta-ño. ¿Le parece que hoy el delito es di-ferente?Creo que hay profundas diferencias entre el crimen organizado del pasado y el actual. Es algo que supongo. Me suelen preguntar eso, si se están dando cambios. Creo que incluso en tiempos de Harry las cosas estaban cambiando. Los policías estaban más cerca de los delincuentes, pues funcionaban al mis-mo nivel, en cierto sentido eran socios, había entre ellos lo que se llama códigos de honor. Esa noción del caballero que dominaba Londres. Pero hoy el proble-ma no me interesa demasiado.

(Fragmentos de una entrevista realizada por Marcos Mayer y publicada en el suplemento Cultura del diario Perfil.)

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Don Winslow, maestro del narcomex

Narcos animados de ayer y hoy

Tim Kearney no es un tipo con suerte. La clase de tipo sin suerte que cuando se decide a robar una

casa, acaba tropezando con un aspersor del jardín mientras trata de escapar con el botín. No lo pasó nada bien en Irak (es un ex combatiente de la Primera Guerra del Golfo), y, aunque no lo echa de menos, tampoco puede decirse que su vida lejos de las trincheras sea ma-ravillosa. Está en la cárcel, cumpliendo condena por un delito que no cometió, cuando degüella a un ángel del infierno llamado Stinkdog, desatando su propio infierno. Porque está a punto de volver a la calle y de iniciar una huida hacia ninguna parte, perseguido por un pu-ñado de ángeles que no tienen nada de celestiales. Vida y muerte de Bobby Z no es la últi-ma novela de Don Winslow, pero sí que es la última que ha llegado a librerías. El autor de El poder del perro y El invier-no de Frankie Machine hace en Vida y muerte de Bobby Z su primera incursión en la frontera entre Estados Unidos y México, ese desierto de los horrores en el que todo trato es un buen trato para el hombre poderoso (y corrupto) y un mal trato para la humanidad. Aparecen en esta historia, publicada originalmen-te en 1997, los temas que Winslow desa-rrollaría más tarde en El poder del perro: la droga, la mafia, el estado corrupto, el individuo que nada puede hacer contra todo eso sino dejarse arrastrar hacia la más oscura y terrible de las perdiciones.

Y lo hace jugando con el mito del do-ble. Porque Tim es también Bobby, un pérfido traficante que está siendo bus-cado por la DEA, mejor dicho, no lo es, pero se parece tanto que los agentes de la DEA le proponen un trato: él será Bo-bby para ellos y ellos le salvarán de una muerte segura a manos de los Ángeles (del Infierno). ¿Y qué pasa con el autén-tico Bobby Z? Pues el auténtico Bobby Z está muerto. Ha muerto en extrañas circunstancias en uno de los calobozos de la comisaría de policía. Pero el tipo tenía un trato pendiente con la mafia mexicana y la policía no quiere perder la oportunidad de desbaratar un trato multimillonario.Así que Tim se hará pasar por Bobby, pero entonces algo saldrá mal, y Tim iniciaría una huida por el desierto (en el límite entre Estados Unidos y México) con la Muerte (encarnada en un mon-tón de traficantes rabiosos, la policía y, por supuesto, los citados Ángeles) pi-sándole los talones. En Muerte y vida de Bobby Z se atisba el primer encon-tronazo de Winslow con le género y el universo narcomex que se ha converti-do en marca de la casa. Los volantazos son muchos (y están por todas partes), de manera que el lector no podrá ha-cer girar la página sin miedo a que todo estalle por los aires y el bueno (y des-afortunado) de Tim se convierta en un montón de polvo (muerto, claro).

(Publicado originalmente en elmundo.es)

Sus libros combinan una mirada profunda y documentada al submundo de la droga en la frontera México-EE.UU. con un ritmo alocado que recuerda al Coyote y el Correcaminos.

Ultravelocidad. La clave de la última novela de Winslow publicada en Roja & Negra es la aceleración permanente.

Koryta y su homenaje a los maestros del género

Cuando el cadáver del investiga-dor privado Wayne Weston es en-contrado en su casa y su mujer y su hija de cinco años desaparecen sin dejar rastro, los detectives Lincoln Perry y su socio Joe Pritchard son contratados por el padre de Wes-ton para descubrir la verdad acerca de su muerte. Esas son las claves de Esta noche digo adiós de Michael Koryta.Un cadáver que se niega a enfriarse; un detective cínico, pero sentimen-tal; una hermosa mujer con proble-mas que, por supuesto, trae proble-mas; mafiosos rusos violentos pero con modales; agentes de policía que infunden poca o ninguna confian-za y un triste y solitario desenla-ce final… Con su primera novela, Michael Koryta rinde homenaje a los grandes maestros del géne-ro, Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Ganadora del premio St. Martin Press/ Private Eye Writers of America a la primera mejor novela protagonizada por un detective, y finalista del prestigioso premio Ed-gar de novela policial, Esta noche digo adiós sorprendió a la crítica (“He aquí un nuevo talento de la novela negra.” Chicago Tribune) y a autores de la talla de Michael Con-nelly (“Simple y llanamente, uno de los mejores entre los mejores”) y Lee Child (“Tremendo debut de primera clase”).Esta noche digo adiós es la prime-ra novela de la serie protagonizada por los detectives Lincoln Perry y Joe Pritchard.

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Los cuentos completos de un maestro

El caso Ross Macdonald

E staba sentado en el Hollywood Hawaiian Hotel / mirando mi taza de café vacía / pensando en que la

gitana no había mentido / todos los marga-ritas con sal de Los Angeles / yo me los voy a beber / y si California se desliza hacia el océano / como los místicos y las estadísticas aseguran que sucederá / yo predigo que este motel se mantendrá en pie / hasta que yo pague mi cuenta”, canta Warren Zevon en “Desesperados Under the Eaves”.La idea y la imagen y el sentimiento son ciento por ciento Zevon, no en vano considerado el maestro del llamado ca-lifornian noir en lo que a escribir can-ciones se refiere. Y el sentimiento y la imagen y la idea son, también, ciento por ciento Ross Macdonald, maestro del californian noir a secas y creador del in-olvidable detective privado Lew Archer.Y nada se pierde y todo se relaciona: Wa-

rren Zevon (fallecido en 2003) inspiró el personaje de Lew Ashby en la segunda temporada de la serie de televisión Ca-lifornication. Y el Lew de Ashby es un sentido homenaje y guiño cómplice y palmada amistosa al muy conocido he-cho de que Zevon fue, hasta el final, un fan de Ross Macdonald y de su detective Lew Archer. Y, también de que Zevon supo ser vecino de Macdonald, quien, una noche tan terrible como absurda, lo salvó de suicidarse.(...) Ross Macdonald –en una conver-sación con Warren Zevon, intentando sacarlo del agujero negro en el que el songwriter había caído o se había arroja-do de cabeza– insistió en que “se sentía culpable” por todo lo que había con-seguido escribiendo y añadió que “los escritores estamos demasiado bien pa-gados”. Entonces, año 1979, Macdonald

era huésped habitual de las listas de best sellers y –desde la publicación de La mi-rada del adiós, diez años atrás– uno de los pocos autores de thrillers que había conseguido críticas admiradas en la pri-mera página del suplemento de libros de The New York Times o en la portada de Newsweek, así como la admiración de colegas y el respeto de narradores “lite-rarios” como Reynold Price y Elizabeth Bowen y Osvaldo Soriano, de Iris Mur-doch y Donald Barthelme y Joyce Carol Oates y Haruki Murakami y John Fowles y pensadores como Marshall McLuhan.(...) Pensar en Ross Macdonald como en el tercer hombre. El blanco móvil que si-gue a las siluetas de Dashiell Hammett y Raymond Chandler.Del primero, Macdonald rescata cierta sequedad a la hora de mirar y el apellido de su detective, que coincide con el del socio de Sam Spade asesinado en las pri-meras páginas de El halcón maltés.Del segundo, Macdonald explora (de una manera mucho más profunda y casi arqueo-antropológica) el paisaje califor-niano, así como la sensibilidad de cierta comedy of manners y esa imposibilidad de no involucrarse afectivamente del in-vestigador con los investigados que nos dice hola en El largo adiós.¿Y cuál es la novedad que aporta Mac-donald? ¿De qué manera hace evolucio-nar al homo noir y lo convierte en un ser más inteligente y más sensible? ¿Cuál fue

la estrategia utilizada por aquel que dijo querer “escribir lo mejor que pudiera so-bre los problemas de la vida y la muerte en nuestra sociedad; y el molde de Wil-kie Collins y Graham Greene y Dashiell Hammett y Raymond Chandler parecía ofrecerme toda la soga necesaria para mi cometido”?Fácil de precisar pero muy difícil de lle-var a cabo: lo que inaugura y enciende Archer es una formidable potencia psi-cológica y una muy particular velocidad. En sus historias, todo sucede muy rápido y con mucha precisión. Así, Archer es un detective con modales de psicoanalista/ médium y ojos de rayos X a quien, sí, le preocupa el “quién lo hizo” y el “por qué lo hizo” pero, además y por encima de todo, el “por qué no pudo dejar de ha-cerlo”. La respuesta a esto último –en el mundo según Macdonald– está y viene siempre desde un pasado de aguas tur-bulentas o estancadas pero jamás pota-bles. La mecánica de sus novelas siem-pre ejecuta los mismos movimientos: alguien contrata a Macdonald para que destape las cañerías del presente y, claro, apenas Archer entra en acción (y en re-flexión) comienza a salir a flote toda la mierda del ayer y se comprende que las faltas de los padres son el combustible que mueve a los delitos de los hijos.

(Fragmentos del prólogo de Rodrigo Fresán para El expediente Archer.)

Si hay un nombre en la novela negra que merece estar junto a los de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, es el de Ross Macdonald. Con ese pseudónimo, Kenneth Millar creo la saga de Lew Archer, un detective que sumó complejidad y espesor psicológico a sus predecesores y que capturó a los amantes del género y sedujo a los círcu-los intelectuales. El expediente Archer, de Roja y Negra, recopila por primera vez sus cuentos completos.

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