Rivarola - Mitre - 1921

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    CLlc Libraryo the

    ^nuicrsnu of Curantobu

    THE VARSITY FUNDFOR THE PURCHASE OF BOOKS IN

    LATIN-AMERICAN HISTORY

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    MITREUna dcada de su vida poltica

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    RODOLFO RIVAROLA

    MITREUna dcada de su vida poltica1852 - 862Ensayo sobre la formacin de su personali-

    dad nacionalUn hombre semejante mereceque e le consagre un libro po-pular que ande en todas lasmanos, y forme con su ejem-plo varones justos y animosos

    (B. Mitre, Historia de Belgrano)

    EDITORRevista Argentina de Ciencias PolticasViAMONTE 1287 - Buenos Aires

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    ieUNIIS PUBIIOUCIONES DEL AUTORjurdicasExposicin y ctica del Cdigo penal argentino.Buenos Aires, 1890, 3 vol. in-8'.Proyecto de Cdigo penal para la Repblica Argenti-na, precedido de una Exposicin de motivos (encolaboracin). Buenos Aires, 1891, p. 494.La justicia en lo criminal. Organizacin y procedi-miento. Buenos Aires, 1899, 1 vol. in-S?, p. 253.Instituciones del derecho civil argentino. Buenos

    Aires, 1901, 2 vol. in-S?.Proyecto de un Cdigo penal para la Eepiblioa Ar-gentina (en colaboracin). Buenos Aires, 1906.Dereclio penal argentino. Parte general y de la legis-lacin actual comparada con las reformas proyec-tadas y con la Ugisladn de lengua espaola!.

    1 vol. p. 650, 1910, Madrid, Hijos de Reus, edi-tores. Buenos Aires, Librera de Mendesky.

    HISTRICAS Y POLTICASPartidos polticos unitario y federal. Ensayo de pol-

    tica. 1 vol. Buenos Aires, 1905, p. 124. Flix La-jouane y C^a., editores.Del rgimen federativo al unitario. Es^ltdio sobre or-ganizacin poltica de la Argentina. Buenos Ai-

    res, 1908, 1 vol. in-89, p. XXXII-461. LibreraMendesky.El presidente Senz Pea y la moralidad poltica ar-gentina. Buenos Aires, p. 56, 1914.Filosofa, Poltica, Historia. Buenos Aires, 1917. 1

    vol. in-89, p. 184. Librera La Facultad.

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    EDUCACIONALESLa Ficultad de ciencia jurdicas y 8ooiale$ y mSeccin de pcdaf/oga. Buenos Aires, 1906, p. 129.Facultad de ciencias jurdicas y mcUiles y su Rcccinde pednjoyia en 1D07 y IDOS. Bueno Aire, \9\'.i.

    p. 7G.Facultad de ciencias juri

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    Este libro ha sido escrito en ocasin del cente-nario del General D. Bartolom Mitre, para serpresentado a la Junta de Historia y NumismticaAmericana, en sesin pblica de homenaje a suprimer presidente. Designado el autor para tomarparte en el acto y honrado a la vez por La Nacininvitndole a colaborar en el nmero extraordi-nario que publicara en la circunstancia, dispusode escaso tiempo para componerlo. No deberapor esto darle mayor publicidad, y no lo harasin su convencimiento de ser de utilidad educa-tiva cuanto se refiera a la personalidad que hatomado como asunto.Creador y civilizador por excelencia. Mitre, en-tre tantas cosas que cre o contribuy a crear, secuenta la Junta que ha tomado parte en el home-naje. He aqu las palabras con que lo dijo su ac-tual presidente, doctor don Ramn J. Crcano:La Junta de Historia y Numismtica naci deilustre abolengo. Un grupo de hombres de esp-ritu selecto se reuna peridicamente a conversarsobre temas de historia y numismtica. El gene-ral Mitre presida con frecuencia estas reuniones,que elevaba con su presencia, animaba con su pa-labra y nutra con su saber. Se ocupaba el tiem-po en cosas altas y tranquilas. Un libro, una me-dalla, temas de investigacin y estudio, se anali-zaban sin retraimiento ni reserva, con entera in-dependencia, con el inters y encanto de la inti-midad y recproca confianza. Cada uno pensabacomo quera. El general pareca cuidarse de quela gravitacin de su autoridad no detuviera nin-guna iniciativa, no apagara ninguna espontanei-dad. El mismo encenda las dudas, sealaba losvacos, requera el examen y alumbraba el camino.El entretenimiento sali de la instructiva dis-quisicin y produjo algunas monografas. Empezel trabajo expansivo y til y se pens en el tra-

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    8 RODOLFO RlVAROLAbajo regular. Surgi entonces la Junta, cuya sig-nificacin la lleva en bu nombre, al principio sinms carta orgnica que la propia costumbre. Pri-mer presidente fu el general Mitre, y ha queda-do nuestro presidente perpetuo. El silln que locupaba no est vaco, porque lo llena una granmemoria.De la celebracin del acto dio cuenta La Nacindel da 26 de junio:Junta de Historia y Numismtica AmericanaDirase que loa hombres de letras se hubierandado cita para acentuar la significacin del so-lemne homenaje que la Junta de Historia y Nu-mismtica Americana tribut ayer a su primerpresidente, el general Mitre. Porque fu tan nu-trida la concurrencia de intelectuales de nota,que el acto evidenci el consorcio del pensamien-to argentino en la demostracin al procer. De suyoreducido para dar cabida a tanto pblico, en elque figuraban destacadas damas de alcurnia ydistincin, el local de la biblioteca del Museo Mi-tre, en donde se llev a cabo el acto, apenas per-miti el acceso a parte de los adherentes. El res-to debi ubicarse fuera, pues nadie se dispuso aabandonar la casa, maguer el contratiempo, ex-teriorizando as, con su presencia en el Museo,una magnfica solidaridad de sentimientos.Y, durante todo el desarrollo del homenaje, esacaracterizada concurrencia vivi instantes de pro-fundo recogimiento espiritual. Pareca que el al-ma del patricio, vagando por el recinto, impresio-naba los corazones. El auditorio, presa de ntimaemocin, entrevea menos lejana la ausencia delciudadano augusto y ms prximas las evocacio-nes de la sala. Cuando el presidente de la Junta,Dr. Crcano, dirigindose a los miembros de lafamilia del general, seal la inefable satisfac-cin de que pudiesen asistir al juicio definitivode la posteridad, que entregaba el laurel de la glo-ria, el pblico palpit en un mismo latido, quetraduca orgullo patrio.La brillante disertacin del doctor Crcano,reafirm los prestigios de su autor. Examinada enconjunto, revela maestra en los grandes trazos.Analizada en detalle, denota la solidez de sus con-

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    MITRE 9ceptos. No fu dable al orador substraerse a suvibracin interior. De ah que sus palabras brota-sen con uncin. Vuelto al pasado, logr mostrara la egregia figura en sus mltiples manifestacio-nes. El ltimo prrafo de su discurso sintetizsus ideas. Ahora se agolpa en esta casa dijo otra multitud: los nios de las escuelas. El generalcontina cuidando de los destinos de la Repbli-ca. La asamblea ratific el aserto con un pro-longado aplauso.Terminada la disertacin del Dr. Crcano, ocu-p la tribuna el Dr. Rivarola, quien mantuvo fir-me el diapasn emotivo. Desde otro punto de vis-ta, se ocup de la obra imperecedera del generalMitre, explicando al auditorio, en frases preci-sas, el alcance del estudio histrico que al res-pecto haba verificado. Publicamos el trabajo delDr. Rivarola en nuestro nmero especial. Bastaleerlo para advertir el acierto del mtodo a quese ha ceido y lo minucioso de su investigacin.Tuvo el orador pasajes imborrables, que deter-minaron el sostenido aplauso de la concurrencia.No es bien para un pueblo, ni servicio que se lehace expres empequeecer a sus grandeshombres. Si no los tuviramos, tendramos queinventarlos. Si los tenemos, levantemos en alto sunombre, su figura, su pensamiento y su accin;que si hubiera quienes ambicionaran mayor gran-deza y gloria, que suban ms arriba, que sean msperfectos, ms puros y ms nobles, que piensen

    con mayor rectitud y obren con mayor justicia.Tambin para ellos ser justa la posteridad.Una vez que el Dr. Rivarola dio trmino a sudisertacin, el pblico se disgreg, visitando lasdependencias del Museo. Pero fu tan descollan-te el homenaje, que su memoria no se esfumar,quedando vinculada a los grandes recuerdos deesta celebracin centenaria.

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    DISCURSO PRELIMINARSu influencia en los destinos

    del pas es tan activa hoy comoJ'er, y para determinarla desdeque se inici en la vida poltica,sera necesario escribir la histo-ria filosfica de la Repblica, demedio siglo, por lo menos. (J. J.Biedma. Bartolom Mitre.)

    La historia es ms que satisfaccin de curio-sidad. Es, entre otras cosas, conciencia decontinuidad de un pueblo, de una raza o dela humanidad. Puede ser todava ms circuns-cripta que en lo que atae a la vida de unpueblo y comprender slo la de un grupode hombres, la de una familia, la de un hom-bre. Puede extenderse a ms que a la huma-nidad: ser historia de la creacin o historiade la naturaleza. Diramos que abarca todoel horizonte del saber; y habramos dicho po-co, pues advertiramos la tenacidad con queel saber adquirido ha pugnado por pasar ellmite del conocimiento posible, en la histo-ria de la filosofa, y aun en la historia dela ciencia.La inquieta humanidad que hormiguea en

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    12 RODOLFO RIVABOLAla costra terrestre, revel en todas las pocasansiedad de explicacin del presente por elconocimiento del pasado. Hubo tambin entrediversos amores, el amor a la verdad. No sa-bemos por qu la humanidad prefiera la ver-dad a la fantasa. Mejor dicho, no sabemos sitiene tal preferencia. Las obras de ficcin fue-ron bellas sin cuidarse de corresponder a larealidad, en el conocimiento de la cual asen-tamos la verdad. La pintura, la escultura, lapoesa, crearon mundos de belleza y de men-tira, tan hermosos como el cielo azul, que noes cielo ni es aziil. El teatro y la novela in-ventaron lo que nunca sucedi, y nos hicie-ron participar de emociones, dolores y ale-gras, por hechos que no ocurrieron. Estomundo de ficcin es tambin realidad por loque crea; y como tal, historia del arte.En la incesante labor humana, toma cadacual la parte que le asignan su inclinacin ysu destino. Al sentirnos atrados por la histo-ria nos dominan anhelos de verdad. Nos acom-paan a la vez convencimiento y fe en quetodo tiene explicacin en algo que le precedey en algo que coexiste. Queremos representa-cin de los hechos pasados que correspondana la realidad de lo ocurrido, y as se trasmitaa quien interese la narracin. Pero intentamosagregarle lo que no se ve, y slo la razn pre-tende agregar, esto es, lo que se nombre como

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    causalidad, o hecho determinante de la exis-tencia de otro hecho. No nos basta decir exac-tamente lo ocurrido; queremos saber cmo ypor qu ocurri. Si esto es pretensin de fi-losofa o exigencia lgica, no nos interesa;basta comprobar que la sentimos, y que pre-tensin o exigencia semejantes imponen ma-yor rigor en tomar la verdad como aspiraciny gua.

    En, el estudio que a la vez someto a la con-sideracin de la Junta de Historia y Numis-mtica en cumplimiento de su voluntad, y en-trego al juicio del pblico, sobre la gloria na-cional que fu el General D. Bartolom Mitre,me propuse hallar explicacin de cmo y porcules circunstancias, el joven oficial que atreinta aos de edad asisti a la batalla deCaseros, al mando de cien hombres, llega diezaos despus a ser la primera personalidadnacional y ocupa indiscutidamente la presi-dencia de la Repblica. A este problema res-ponde el subttulo de mi trabajo Ensaya so-tre la formacin de la personalidad nacionalde Mitre.Los hombres pblicos que llegan a posicio-

    nes directivas superiores de la poltica, tienenen su favor la presuncin de ser representati-vos de anhelos, aspiraciones o positivas necesi-dades de la vida colectiva. Tal presuncin de-ba contarse en favor de Mitre. La inves-

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    14 RODOLFO RIVAROLAligacin deba dirigirse en el sentido de sabera cules anhelos, aspiraciones o necesidades,respondi con la inteligencia, el sentimiento yla voluntad determinantes de su accin. Lanacin careci de Estado nacional bajo el do-minio de tiranas y de caudillos de cada pro-vincia, jue hicieron papel de seores feuda-les e invocaron soberana sin otra justifica-cin que la fuerza de que disponan, el acata-miento que les prestaban dcilmente los pue-blos que tenan bajo su gobierno, y el aisla-miento determinado por la extensin del terri-torio y la escasez de la poblacin. Recordisque Sarmiento escribi entonces: el mal queaqueja a la Repblica Argentina es la exten-sin ... Recordis tambin la feliz vulgari-zacin que tuvo el aforismo de Alberdi: EnAmrica gobernar es poblar. La frase delprimero importaba desear que el territoriofuese ms pequeo para que los pocos cente-nares de miles de habitantes dispersos en tresmillones de kilmetros cuadrados estuvieranreunidos en espacio que por ser ms estrecholes aproximara ms. Recurdese que la pobla-cin de todo el pas, del Atlntico a los An-des, desde Bolivia, Paraguay y Brasil al ex-tremo Sur, apenas llegaba a la mitad de laque hoy cuenta la ciudad de Buenos Aires.Los lmites del territorio nacional no podanestrecharse cercando y concentrando la po-

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    blacin. La fantasa no lo admitira y menosan la realidad posible. El remedio estaraen poblar. Para poblar, abrir el pas a la in-migracin europea. Para que esto mismo fue-se posible asegurar la vida, la propiedad, la li-bertad y el honor de los habitantes, mediantela justicia afirmada sobre la base de la orga-nizacin del Estado nacional.La idea nacional no haba muerto. El sen-timiento de la unidad nacional, debilitado alextremo, anmico, o asfixiado por la pertur-badora imagen de la soberana local, palpitsiempre bajo las promesas de unin consig-nadas en tratados sin nimo de realizarla,bajo el nombre de Confederacin, que mante-na vagamente la nocin del vnculo comn,y el dictado de Argentina con que los federa-les la vivaban. En aquella Confederacin sinDieta, sin Consejo, sin Congreso, sin cuerporepresentativo, sin gobierno general, hubo to-dava otro factor de unidad que debi oportu-namente influir en la elaboracin de una con-ciencia nacional : me refiero a la posicin dela Confederacin Argentina como Estado Na-cional en las relaciones internacionales. Elgobernador de Buenos Aires, a quien estuvoconfiada la representacin exterior tuvo porella, ante los Estados extranjeros, carcter dejefe del Estado, con poderes de monarca ab-soluto, si se tiene en cuenta la efectiva ca-

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    16 RODOLFO RIVARLArencia de un parlamento nacional. Esto dioa Rosas positiva preeminencia en la Confede-racin. Su actitud frente a la intervencin eu-ropea en el Ro de la Plata, en los ltimosaos de su dictadura, consolid su influenciaen el interior. No son de extraarse las mani-festaciones condenatorias del pronunciamien-to de Urquiza en 1851, ni pueden mirarse co-mo exclusivamente hijas del temor; ms bienlo fueron de satisfaccin, complacencia y sin-cera adhesin de quienes sintieron en la ac-titud ante el extranjero, estmulos del ins-tinto de la patria, que en el caso y para ellosera ya la Argentina toda y no el estado pro-vincial o soberana local.Erraramos en nuestra apreciacin que ex-

    plica el advenimiento y el xito del hombrepblico por el slo carcter representativo desentimientos o ideas de la colectividad, si loconcibiramos como el slo agente de una vo-luntad que no es la suya. Destruiramos o lenegaramos todo mrito de iniciativa perso-nal, en lo que no habra que reparar si nolo tuviera : cerraramos los ojos ante la rea-lidad que la historia pone de manifiesto paramostrar lo contrario. La accin del hombrepblico es ms que simple resultante de fuer-zas concurrentes que la determinen. No se lle-ga a tal posicin sino por iniciativa de pensa-miento y accin, salvo extraordinarias cir-

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    DISCURSO PRELIMINAR 17cunstancias que son como juguetes o capri-chos del destino, que conducen a un hombrems all de cuanto l mismo pudo soar ensueos de ambicin.Con este criterio distinguimos lo verdaderoy lo falso en la cualidad representativa delhombre pblico. O l inici el pensamiento({ue arraig en la conciencia colectiva, median-te labor empeosa, de cada da, de cada horao escaso en recursos de pensamiento y volun-tad, fu llevado por la corriente, dirigido y nodirigente.La adjudicacin del mrito en la aplica-cin de esta lgica, exige conocimiento dehechos, suficientemente preciso para confiaren las relaciones que la observacin logre ad-vertir entre ellos.

    As el hombre pblico es y debe ser un di-rector espiritual. Las palabras dichas por ladquieren repercusin que no alcanza jamsel slo pensamiento filosfico. Pero ellas y susactos deben corresponder a las cualidades delpueblo al cual impresionan, y slo a este t-tulo tienen la propiedad de la semilla que caeen suelo frtil.Hay en las palabras, actitudes y empresasde Mitre, sobre toda otra consideracin, ele-vadsimo sentimiento y conciencia moral. Noya en documentos pblicos que podra de-cirse calculados para impresionar a las gen-

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    18 RODOLFO RIVABOLAtes, como alguna vez ul- arri con polticos in-feriores a su destino, sino en todo lo quedice y en todo lo que hace. Fluyen en suscartas, en sus discursos, en sus improvisacio-nes, en sus juicios histricos, conceptos que sereproducen en circunstancias tan diversas,que es fuerza reconocer que brotaban espon-tneamente de su alma y palabras que vibra-ban en sus labios como armonas de clarsimaconciencia moral.

    El amor a la verdad que da entereza paradecirla y que es preciosa prueba de energase hallar afirmado como cualidad de su ca-rcter, que no admite atenuacin ni disimu-lo, sobre todo cuando se trata de asumir res-ponsabilidades, por hechos colectivos en quetom parte. En ninguna circunstancia, y me-nos si se trat de un riesgo personal, eludini acudi a subterfugio alguno que indujeraen error sobre su intencin y su accin. Enlas pginas estrechas de mi Ensayo, rpida-mente escrito, se hallar ms de una vez jus-tificada esta observacin. Tan grande bellezade su espritu tendr completa verificacincuando se analice las otras pocas de su viday es esta la ocasin de decir que se trata deuna vida siempre abierta a la atencin deLpueblo, como si las viejas paredes y techode su casa hubieran sido de cristal sin man-cha.

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    Nadie se encuentra ms expuesto a la ca-lumnia que los hombres que ocupan posicio-nes espectables, sea en la poltica o en otrasfases de la actividad social. Hay en las bajasmanifestaciones de mezquindad humana unfondo de envidia de quienes no llegaron adonde otros, y placer morboso en aceptar co-mo cierto cuanto pueda daar la reputacinajena. La calumnia crece hasta imponerse co-mo verdad an en espritus superiores queno debieran prestarle odos. De cuanto pudola serpiente morder la lima en el caso de Mi-tre slo hay en las pginas que he recorridouna protesta enrgica contra la imputacinde haber intervenido el gobierno de BuenosAires en los crmenes de San Juan, formula-da solamente en supuesto de haberla acogidoel general Urquiza. Todo lo dems pasa comoaguas servidas en la cloaca oculta bajo el pa-vimento limpio.La lealtad con amigos y adversarios, costara decir con enemigos, es otra mani-

    festacin de valor moral que resaltar en elestudio de su vida y de su incesante mezclar-se en la historia de la poca, y de que hayejemplos en el trabajo que he compuesto.La rectitud de su juicio y su perseveran-cia en lo que entiende, con vistas de pro-funda previsin, el inters del pas, sur-

    gen vivamente en la resistencia que pone a

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    las pasiones, intransigencias y violencias deaquellos con quienes ms de cerca convive enlas luchas polticas siempre prontas a dirimirse por las armas.

    El ideal del ciudadano, o la imagen del ciu-dadano ideal, estuvo en su mente como unaluz ({ue guiara su conducta. Las frases lau-rel cvico, virtud cvica, deber cvica, coronacvica y otras anlogas que se repitieron tan-tas veces en sus escritos y discursos, denun-cian cunto influy en l la clara concepcinde la democracia, mientras actu en un me-dio que entonces se apartaba tanto o ms quehoy del ideal republicano. Cuando el autordel Espirita de las leyes buscaba el principiofundamental, razn explicativa que lo hicieraposible o esencia de cada forma de gobierno,no hall para la democracia otro principio si-no la virtud. No la obediencia, ui el temor,ni el estmulo de honores o distinciones, niotro mvil interesado, sino la virtud de cadaciudadano; y al definirla, hall que la vir-tud como principio de aquella forma orgni-ca de la sociedad consista en amar la demo-cracia. La glosa tendra que agregar la defi-nicin de este amor por un sentimiento de res-peto sincero y de leal cumplimiento de lasinstituciones que dan a una sociedad carcterdemocrtico; por la conciencia de cada ciu-dadano de lo que debe al cumplimiento de

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    DISCURSO PRELIMINAR 21a ley como pacto obligatorio comn, de loque debe a la libertad de los dems, a todaslas libertades y derechos que la constitucinargentina ha recogido de la filosofa polticay moral para trasladarlo a su prembulo y ala declaracin de garantas y derechos indi-viduales.La vida de Mitre vale por un tratado demoral cvica y deber escribirse como leccin

    de amor a la democracia mientras entendamospor sta la prctica virtuosa de la forma re-publicana representativa.

    Esta vida moral exj)licar su nacionalismo,es decir su conciencia y su amor a una patriaargentina frente a los sentimientos localistasen lo que tuvieron de mezquinos y contribu-yeron a debilitar la iniciacin y realizacinde las instituciones republicanas.La realidad es muchas veces cruel ante elsentimiento por el ideal. El genio del mal sehalla en lucha eterna con el genio del bien. Nosatisface a la virtud del creyente encerrarsey meditar en el mal y en el bien y en la reden-cin y en Dios. La virtud no se satisface conmisticismo ; exige herosmo ; impone la ac-cin. Mas la virtud del hroe no consiste envociferar y destruir; debe acompaarle lamagnanimidad que aconseja contemplar ladebilidad humana y conducirla al bien porel perdn, el olvido de las faltas, la toleran-

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    22 RODOLFO BIVABOLAcia, la concordia. Debemos perdonar para serperdonados, como dice la oracin sagrada re-petida por la humanidad en todas las len-guas por millones de millones de veces a tra-vs de los siglos, para depurar las almas deodio y de rencor, y hallar en la bondad con-suelo y alivio, como placer de viajero sedien-to que encuentra en su camino fuente de aguacristalina y pura.El acaso ha reunido en la edicin de Aren-gas de Bartolom Mitre dos documentos, unoa continuacin de otro, que imponen reflexinsobre este aspecto de su virtud cvica y de sumoral humana. Corresponden a poca poste-rior a la particular de mi escrito; pero debocitarlos como comprobacin de lo que afirmo.Son estos documentos el Manifiesto revolu-

    cionario de octubre de 1874, y La poltica deconciliacin^ discurso pronunciado en el ban-quete del Comercio, en 1877. Es el primerorequisitoria elocuente y enrgica contra losmedios reprobados puestos en juego y la ac-cin coercitiva de los gobiernos electorales enlas provincias, contra los fraudes inau-ditos y notorios cometidos con el concurso delpoder oficial y las violencias de la fuerza p-blica en los comicios, contra los poderesfalsos que privaban del derecho de sufragioa la mayora de los ciudadanos, y su acepta-cin por los poderes pblicos que se hicie-

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    DISCURSO PRELIMINAR 23ron solidarios del fraude, excluyendo a losverdaderos representantes del pueblo, y con-tra el entronizamiento de una oligarquaoficial que ni mayora era, compuesta de par-tidarios sin conciencia que consideraban elpoder como una propiedad exclusiva de ellosy declaraban lcitos todos los medios para con-servarlo, aun a despecho de la voluntad po-pular.Mitre no haba conspirado. Haba desar-mado a los que queran lanzarse al terreno

    de la accin, y haba declarado en nom-bre del patriotismo que la peor de las vota-ciones legales vala ms que la mejor revolu-cin. Esta declaracin pacfica empeor lasituacin de los vencidos en la lucha presi-dencial. Se neg todava ponerse al frente delos trabajos revolucionarios; pero declar quesi se produjera el hecho se pondra al fren-te de la revolucin en toda la Repblica paradarle significado y cohesin nacional. La re-volucin se produjo. Mitre cumpli su com-promiso. Fu vencido, hecho prisionero y en-carcelado en Lujan. El presidente del Se-nado, Dr. Adolfo Alsina, haba dicho en sudiscurso al presidente electo, Dr. NicolsAvellaneda, aludiendo a la revolucin: Re-corred las leyes penales, traed a la mano laexperiencia propia, y ellas os dirn cmo se

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    24 IlOI>OI.rO BIVABOLAcastiga a los traidores y cmo se somete a losrebeldes.La revolucin u vencida, su jefe prisio-nero y condenado ; pero el goljierno no pudosubsistir sobre la revolucin que continu la-tente bajo su planta. Fu este el origen dela poltica de conciliacin, que Mitre apoyy en la ([ue pronunci su discurso de 1877,tan breve como rebosante de belleza moral.

    Xos hemos salvado, dijo, de perdernos enesos caminos obscuros en que los pueblos seanonadan con las revoluciones estriles y losgobiernos corruptores, en que se disipan lasfuerzas de la vida. En medio de las tinieblasun puente misterioso se tendi sobre el abis-mo que nos separaba, y pudimos comunicar-nos, reconocindonos como hermanos, unidospor el instinto de conservacin y por nuestrosdeberes para con la patria comn. Esta es lapoltica de la conciliacin, que al fin se haconvertido en la fraternidad; esta es la pol-tica de la honradez, que es la mejor y la mshbil de todas las polticas.Y antes de terminar agreg : Yo pido unbrindis para los magistrados que de lo altodel poder la han iniciado, han cooperado po-derosamente a su desenvolvimiento y estnobligados a llevarla a buen trmino. Hago vo-tos para que despus de realizar su obra enla parte que les corresponde y despus de ha-

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    DISCURSO PRELIMINAR 25ber cumplido sus promesas para con el puebloy sus deberes para con la ley, desciendan enbrazos del pueblo y sean estrechados en elloscon amor, y encuentren en su seno el noble,el digno reposo de la labor cumplida, pu-diendo decir cada uno de ellos: Di la paza mi pas, y la he dado a mi propia concien-cia.

    Sirva este ejemplo y las consideracionesque le preceden, para suplir lo que la rpidaresea de mltiples acontecimientos de la d-cada histrica que es tema de estas pginas,no ha permitido decir en cada caso. El lectorinteligente suplir tanta deficiencia.

    Por mi parte declaro ver en Mitre la con-juncin de todas las fuerzas espirituales quehacen de un hombre, el director, el maestro,el gua, el ejemplo, el modelo, el ideal de unpueblo. Declaro tambin que si este pueblolleg a escucharle, a seguirle y a amarle, esporque en el hondo misterio de eso que lla-mamos conciencia colectiva, palpit en la obs-curidad el sentimiento moral que poco a pocofu moviendo hacia la luz, como evocado porla inspiracin del profeta. Imaginmoslo ro-deado de informes masas de gentes, en el va-lle sombro y rojizo, enrojecido por la san-gre que el crimen y la guerra fratricida de-

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    26 RODOLFO BIVABOLAiTuiiiaroii. Imaginmoslo incitando a los ex-traviados y perezosos a subir la cuesta abrup-ta mediante el esfuerzo y el orden. Poco o na-da habran valido los destellos de su genio,si en aquellas gentes no hubieran instintos einclinaciones a la vida civilizada; si algo nohubiera precedido y alguien no hubiera ade-lantado ya la tarea. Sin el gua nuevo lasgentes se habran hundido otra vez en som-bras y sangre; sin elementos ya preparadospara la vida civilizada, el gua habra sucum-bido en la tristeza, la desesperacin y el des-tierro, mirando de lejos la imagen de una pa-tria perdida, como la miraron Rivadavia ySan Martn, o muriendo en ella, herido el co-razn por tanta pena, como Manuel Belgrano.Y no olvidemos que al decir pueblo y gen-tes, decimos ya algo ms que la reunin delgrupo nativo. El mal de la extensin estabaen cura por el remedio de poblar con euro-peos. El pueblo que ascendi la montaa nofu todo de ciudadanos; fu adems de hom-bres del mundo que quisieron buscar en tie-rra argentina aire de libertad bajo luz de jus-ticia. As ascendi la spera cuesta, la mu-chedumbre de la tierra y de diversas tierrasguiada por el profeta que iba a la cabeza al-zando en alto las tablas de la ley.Ninguna hora y ningn tiempo como elpresente para que su recuerdo, su imagen y

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    DISCURSO PRELIMINAR 27SU espritu sean an y continen siendo guay enseanza, y sea su influencia en los des-tinos del pas tan activa hoy como ayer.Ninguna ocasin como sta en que la insensi-bilidad moral por el grande ideal argentinode una patria comn para cuantos quisieranhabitarla, vuelve a veces la mirada torva con-tra la insignia azul y blanca que sube haciala cumbre atrada por la simpata del color.Ninguna ocasin como sta, en que cuan-tos amamos la tierra en que nacimos, y la so-ciabilidad que nos educ en el consorcio hu-mano y afectuoso con hombres de todas lasregiones y de todas las razas del mundo, queparticiparen de nuestro ideal y amaren lo quenosotros amamos, advertimos desviacionesmalignas que pasan de la torpeza de la pa-labra al hecho del delito, y as atentan contrala vida como corrompen, perturban y destru-yen bajo el extravo mental de nuevas ideaso ignorancias viejas, instituciones destinadasal mayor bien de sociedad, al progreso en elorden, y a la paz en la justicia.Ninguna ocasin como sta, en que anhelosde virtud republicana, de moral cvica, deperfeccin democrtica, sienten desencanto odesorientacin, y buscan sin hallarlo el rum-bo comn, para que salgan nuevamente a laluz, doctrinas, mximas y ejemplos de recti-tud en la accin, que salvaron en das ms

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    28 RODOLFO BIVASOLAdirL'ik? y I ir mayor angustia la nacin argen-tina. Entonces hubo que traer doctrinas,mximas y cjcmj)los de accin, de la vida mo-ral y del sacrificio por la patria, de hroesmilitares y civiles, que se llamaron entreotros, Belgrano, San Martn y Rivadavia.Mientras la accin de estos ltimos se alejaen el tiempo sin perder el perfil ni la gran-deza de su gloria, dos figuras nuevas se handestacado ya, ms prximas en el tiempo: L'r-quiza, ([ue prepar y consum el derrocamien-to de la tirana y puso sobre cimientos firmesla constitucin nacional, y Mitre que prepa-r y realiz la unidad moral de la nacinque por la fuerza de la moral, y no por la mo-ral de la fuerza, por la magnanimidad de sualma, la bondad de su carcter, la culturasuperior de su inteligencia, y la visin clar-sima de una Argentina grande por cualida-des morales, cre con la palabra y el ejemploen la accin, este ideal que sirva de uninpara todos los corazones, en las horas inciertasque nos depare el destino.No es bien para un pueblo ni servicio quese le hace, empequeecer a sus grandes hom-bres. Si no los tuviramos tendramos que in-ventarlos. Si los tenemos, levantemos en altosu nombre, su figura, su pensamiento y suaccin, que si hubiere quienes ambicionarenmayor grandeza y gloria, que suban ms arri-

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    DISCURSO PRELIMINAR 29ba, que sean ms perfectos, ms puros y msnobles, que piensen con mayor rectitud yobren con mayor justicia. Tambin para ellosser justa la posteridad.

    25 de junio de 1921.

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    MITREEnsayo sobre la formacin de sti

    personalidad nacional

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    CAPITULO T1852.Mitre en Buenos Aires. La ciudad rosista.

    Las provincias resistas.

    1. Mitre en Buenos Aires. 2. La batalla de Ca-seros divide dos pocas de historia argen-tina. 3. La ciudad rosista. 4. Las pro-vincias rosistas. 5. Homenajes a Rosas.6. Urquiza y Mitre.

    1. El tres de febrero de 1852, Bartolom Mi-tre asisti a la batalla de Caseros, con gradode teniente coronel, al mando de un escuadrnde artillera, de cien hombres. En esta accinde guerra, que divide dos pocas de historiaargentina, mereci el ascenso al grado de co-ronel. Tena entonces treinta aos de edad,y ms de la mitad los haba vivido ausente dela patria.No haba sido un proscripto, pero habaconocido la suerte de los proscriptos. Habavivido la vida material y espiritual de aqu-llos. Lo dijo en 1857 en los discursos parla-mentarios sobre el enjuiciamiento de Rosas:cHe estado siempre del lado de los proscrip-tos y de las vctimas. Este es mi partido, ya

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    34 RODOLFO RIVABOLAque se ha hablado de partidos y ya que cadacual tiene (|ue levantar su bandera en estadiscusin. ...He dicho (jue somos del par-tido de los proscriptos de todo gnero, de losproscriptos del suelo y de los proscriptos dela libertad en el seno mismo de la patria, delos que hemos venido llenos de amor por lajusticia y sin rencores en el alma.Su grado de teniente coronel lo tena delgobierno de Montevideo, en donde hizo suprimera etapa de carrera militar, y en cuyadefensa se hall hasta 1846. Forzado a ale-jarse por consecuencia de disensiones interna^de la ciudad sitiada, haba recorrido Bolivia,Per y Chile, como soldado y como periodis-ta, conquistando simpatas, admiraciones yamistades imperecederas, a la vez que perse-cuciones y destierros, ganados en luchas porideales de justicia.Cuando Urquiza preparaba la campaacontra Rosas, Mitre regres al pas, y encompaa de Sarmiento se alistaron los dosen lo que se llam el Ejrcito Grande, y par-ticiparon en la victoria contra Rosas.El 20 de febrero de 1852 tuvo lugar la en-

    trada triunfal del Ejrcito libertador, en laciudad que fu asiento de la tirana.

    * *

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    [ITBE 352. Decir la actividad de Mitre en la dcada

    (lue corre desde aquel da hasta el 12 de oc-tubre de 1862 en ([we ocup la presidenciade la Repblica, sera narrar la poca msdifcil de la historia nacional. Tal propsitose halla fuera de las pretensiones de este es-crito. Pero hablar de Mitre, mostrarle hoy alpueblo argentino en honor y homenaje a supatriotismo, a su inteligencia, a su energamoral y a sus virtudes cvicas, sin referir si-quiera en lneas generales, el ambiente pol-tico y los graves problemas de aquel tiempo,sera exhibirle en el vaco.

    Forzoso ser, pues, hablar de sucesos y dehombres, con lo que mueve a los hombres, elideal, la ambicin, las altas y las bajas pasio-nes, el error y el acierto, la derrota y la vic-toria, lie aqu por qu ser inevitable dis-traernos a cada momento, de la contempla-cin del personaje para mirar las figuras, elpaisaje y el panorama en cuyo centro le ha-llamos.He dicho que Caseros divide en dos pocasla historia argentina. Desear el lector exi-gente que sean definidos aqu los caracteresrespectivos de una y otra. Tambin lo desea-ra quien escribe. Mas la definicin de carac-teres requiere uso de trminos que a la vezreclaman definicin. No todos entendemos lasmismas pal fibras como significativas de las

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    36 KODOI.FO BIVAROLAmismas cosas, particularmente cuando no setrata de cosas materiales, nicos y verdaderossustantivos, sino de ideas que califican he-chos, y pretenden ellas mismas sustantivarsecuando son por naturaleza, espirituales, y se-mejantes a adjetivos, como expresin de jui-cios. Muchas cosas que entonces parecieronterminar, sera hoy aventurado decir quepara siempre concluyeron. Lo veremos muypronto con referencia al mtodo de gobierno,tan peculiar de aquella poca y (jue subsisteo renace peridicamente para asumir la for-ma desptica temida por el joven diputadoMitre, en las famosas sesiones de juniode 1852.En cuanto a estructura de gobierno paratodo el pas, debi terminar entonces el modoo rgimen de simple confederacin en que nohubo administracin nacional, estado nacio-nal, ni nombre de nacin argentina, pero sobediencia y sumisin a Rosas, encargado delas relaciones exteriores y reconocido jefe su-premo de una confederacin. Las provinciastenan gobernadores que se titulaban tambincapitanes generales. Haban llegado al poderpor cualquier acto de audacia o mrito rela-tivo al momento y medio en que lo ocuparon.Quedaron en el gobierno por sucesivas reelec-ciones. Fueron fruto del estado social a la vezque de la anterior estructura administrativa

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    I MITRE 37colonial, determinada ella misma por escas-sima poblacin diluida en interminable passin medios de transporte.

    Diez aos de esfuerzos por asegurar la in-dependencia mediante las de Chile y Per, yla tradicin de un gobierno central al cualrespondan autoridades administrativas y ju-diciales, locales, haban sostenido la idea yparcialmente el hecho de un gobierno comn.Cuarenta y dos aos despus de la revolucinde Mayo de 1810, el modo normal de gobier-no, era el de gobernadores perpetuados en elmando, a manera de dueos de las provin-cias, desde las cuales trataban como y en lasformas de soberanos del derecho internacio-nal de las monarquas absolutas, los asuntosinternos.

    El ms importante de los tratados, ms quepor sus efectos positivos, por la influenciaque se le atribuy en la organizacin ulterior,fu el de 4 de enero de 1831, celebrado enSanta Fe entre los gobiernos de Buenos Ai-res, Entre Ros y Santa Fe quienes nom-braron sus respectivos diputados. A l adhi-ri luego el gobierno de Corrientes, por lo quese le conoce con el nombre de tratado cua-driltero. All se expres el propsito, norealizado en veinte aos, de reunir un Con-greso General Federativo para que arregle

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    Ja adinijiistraciii general del pas bajo elsistema federal.

    :l. lie dicho (iiie el 20 de febrero de 1H52tuvo lugar la entrada triunfal del EjrcitoLibertador, en liuenos Aires.

    Cul fu la disposicin de nimo con quela ciudad vencida con su tirano, recibi alejrcito vencedor? El pronunciamiento deUrquiza contra Rosas tuvo lugar formalmen-te en 1*' de mayo de 1851 ; pero desde antesde aquella fecha, Rosas saba de la diligenciacon que Urquiza preparaba la reaccin. SiRosas pudo formar un ejrcito de 25.000 hom-bres, en la poblacin escassima de enton-ces (1) para resistir a la invasin del Ejr-cito Grande, no puede admitirse ni imaginar-se que aquella fuerza se organizara, y se pre-sentara en el campo de batalla, sin que algu-na inspiracin espiritual la moviera, y queesta inspiracin no viniera del corazn de laciudad que debi creerse amenazada por unenemigo que la conquistara. Es ilusin con-traria a toda verosimilitud, suponer que laciudad fuera enemiga de Rosas. Los que vi-vieron y pudieron vivir en ella, cuando otros

    (1) La ciudad no contaba 90.000 habitantes yla campaa agregaba escasamente otros 150.000.

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    MITRE 39eran perseguidos y expatriados, no fueronde la misma opinin ni tuvieron los mismossentimientos contra quien fu a juicio de losltimos, tirano sanguinario.El doctor Rufino de Elizalde, que sera

    despus y en el resto de su vida una figuranacional prominente, en enero de 1851, es-cribi un folleto con el propsito de convencera todos los argentinos, segn el doctor M.Ruiz Moreno (La Organizacin Nacional, I,215) que don Juan Manuel de Rosas habaorganizado la Confederacin sobre las mejo-res hases del sistema federal.

    El Dr. Vlez Srsfield vivi en Buenos Ai-res sin que la tii'ana le fuese pesada. El doc-tor Miguel Esteves Sagu, public por entre-gas, su excelente tratado de procedimientosjudiciales. En la portada se lee la dedicato-ria Al Gran Rosas. Al dar a luz las ltimasentregas, Rosas haba cado, y el autor escri-be una pgina de satisfaccin porque ha des-aparecido la tirana ; pero l haba vivido, yparticip activamente en poltica despus deCaseros.No; la ciudad no era una vctima que pro-testara de la tirana. No la senta en los lti-mos aos. No siempre el despotismo es tir-

    nico ; y aunque lo fuera, hay mucha gente quevive bien bajo la tirana. Para Buenos Airesde entonces, Rosas era el Gran Americano que

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    40 R0I>OI.K0 RIVABOLAresisti la inlcrveiicin europea, y no fu do-minado por ella. Los que se haban ido o ha-ban sido obligados a irse, eran inmundossalvajes unitarios. La frase estaba en cuan-to se lea. En el cintillo punz, que la llevabaimpresa en letras negras; en los diarios publi-cados en todo el pas; en letras rojas en elpapel sellado, en todo documento y an enla correspondencia privada. La juventudportea haba crecido desde la escuela, vi-vando a la federacin argentina y dandomueras a los salvajes unitarios.Es posible que muchas personas, como lastres tan ilustradas que he nombrado por vade ejemplo, pensaran que aquello no tenaforma de gobierno civilizado. No podemostomar opiniones sueltas, por juiciosas quefueran, como expresin del sentimiento co-lectivo. Cunta opinin individual adversacondena a quienes defraudaron la confianzapblica con promesas de redencin y simu-lacin de virtudes y de talentos de que care-can! Cuando procuramos explicacin de c-mo es posible que permanezcan en el gobier-no quienes no fueron dignos de ocuparlo, laencontramos en mltiples factores de la co-lectividad, comenzando por aquellos ciuda-danos para quienes el orden de cosas subsis-tente les La servido de beneficio lucrativo,de buen negocio o simplemente de recurso

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    MITRE 41de vida, para concluir en los pacficos yegostas propietarios, comerciantes, profesio-nales y universitarios, capaces de la murmu-racin en privado e incapaces de mostrar enpblico el juicio propio sobre los hechos quejuzgan y condenan en privado.La ciudad que haba consentido por tan-tos aos el poder personal y absoluto de Ro-sas, protestaba tumultuosamente en la barrade la Sala de Representantes, en las famosassesiones de junio, cuando el joven y enton-ces desconocido, por haber pasado quin-ce aos en expatriacin, orador y recien-te ministro del gobierno de Buenos Aires, elDr. Vicente Fidel Lpez, deca con vivaz yfogosa elocuencia:No hemos podido constituir el nombre si-quiera de nacin. Por qu? Porque hemoscarecido de esa cohesin de los nimos y deese respeto a los intereses comunes que ligalas voluntades en el mantenimiento de unaidea, y que hace la fuerza material de lasinstituciones. Entre nosotros siempre ha fal-tado, es preciso confesarlo. Este pueblo seha arrastrado a las plantas de un dictador,tirano atroz, que haca andar errantes a losciudadanos, y ha pagado los puales y losagentes que llevaban por misin la de per-seguirlos en el extranjero como a bestias fe-roces, tan slo porque haban sido y eran par-

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    42 RODOLFO BIVAROLAtidarios de las libertades coiisiiiucionales deese mismo pueblo. .. .Amo al pueblo deBuenos Aires, en donde he nacido, agregaba,y por eso es que me empeo en que salga delfango de las malas pasiones que lo postraronen la tirana en que se ha mecido por veinteaos.., Los hombres de dos provincias(aluda a Entre Ros y Corrientes) fueronlos que abandojiando sus hijos y mujeres a laorfandad y al duelo, iniciaron libertar estepueblo, que ya pareca que ni qiiejnu ser li-bertado y se hallaba muy hien con I abyec-cin y deshonor en qive estaba:.La barra interrumpi con gritos contra elministro, cllese, abajo y toda suerte deinjurias. Pero no haba dicho el ministro,bajo forma agresiva, lo que era cierto? Noes que la tirana, o el simple despotismo, o elsimple abuso de autoridad, o la simple des-viacin de formas establecidas para el gobier-no que debe asegurar las libertades individua-les, se explica por lo que el doctor Vicente Fi-del Lpez llamaba falta de cohesin, ausenciade solidaridad, o mezquino egosmo de los quepueden pasarlo mejor porque son o simulanser ms dciles y mansos, o porque tienen laadulacin, cuando hablan con el dspota, enlos labios que de el murmuran cuando no es-tn en su presencia?

    # * *

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    4. No se cambia en un da el sentimiento dela masa popular y menos an si tiene que ele-varse de uno inferior a otro superior. Desdeel pronunciamiento de rquiza haban recru-decido las injurias procaces contra los salva-jes unitarios, en toda ocasin y en todo mo-mento en que haba que hablar o escribircualquier cosa que otro oyera o leyera. Laslegislaturas o salas de representantes de lasprovincias haban declarado por ley, a rqui-za loco y traidor. Era para ellas traidor a Ro-sas, y traidor a la patria unindose al extran-jero, ya que en la empresa de Urquiza coad-yuvaran los gobiernos del Brasil y del Uru-guay.No era, pues, la ciudad de Buenos Aires lanica en que los sentimientos de adhesin aKosas fueran manifiestos y capaces de susci-tar entusiasmos y admiracin. As se habaformado el alma cvica de entonces. En octu-bre de 1842 el Rector de la Universidad deCrdoba, Dr. Estanislao Learte, contestandouna nota del gobierno de la Provincia en quele ofreci retratos de Rosas para colocar en lasaulas, escriba as : El Rector, Exmo. Seor,se congratula de que la juventud estudiosa deesta Universidad Mayor, tenga a la vista elhonroso retrato de Nuestro Restaurador delas Leyes y Libertador de Crdoba, porqueser un estmulo para que se esfuercen los

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    jvenes en imitar las altas virtudes con queest adornado este gran Argentino; y de es-te modo, impresos en los corazones de ellossus virtudes, desde sus primeros aos, el pasreportar grandes bienes con hombres imbui-dos desde su infancia en las virtudes cjue de-ben adornar a los buenos ciudadanos argen-tinos (I. Garzn, Crnica de Crdoba, III,p. 146.)En 12 de noviembre de 1849, con motivode una de las renuncias que Rosas presenta la Legislatura sin que le fueran aceptadas,la de Crdoba dirigi una comunicacin AlExmo. Gobernador y Capitn General de laProvincia, Brigadier General D. Manuel L-pez en la que deca haberse instruido no sinsobresalto de la renuncia que hace de la Su-prema Magistratura de aquella benemrita yheroica Provincia, el Exmo. Sr. Gobernadory Capitn Gral. de ella, Encargado de las Re-laciones Exteriores, Paz y Guerra de la Con-federacin Argentina, Ilustre Restaurador deLeyes, Brigadier General en Jefe de susExrcitos, D. Juan Manuel de Rosas. El do-cumento abunda en laudatorias: esclarecidoAmericano, Ilustre Republicano... nun-ca ha triunfado un pueblo con ms gloria, detodos sus enemigos interiores y exteriores quebajo la direccin del ilustre, sabio y entusias-ta Genio que lo preside ... el inmenso sa-

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    MITRE 45crificio que el Gran llosas ofrece a su Patriaen la continuacin de sus servicios . . . la vi-da y el honor de nuestra amada Patria queel Gran Rosas nos ha enseado a amar y pro-teger con sus virtudes y magnfico exemplo...eminentes servicios que le recomiendan anuestra eterna gratitud y le merecen el tiernoy justo ttulo de Padre de la Patria . .Despus de otras hiperblicas y adjetiva-das frases, deca el triste documento

    Los R. R., por aclamacin, han resueltoestampar su firma al pie de esta nota, ha-ciendo una excepcin en el presente caso,para manifestar sus convicciones y profundaadhesin al Ilustre Gral. Rosas.

    Para qu repetir aqu las firmas? El lec-tor podr hallarlas en la citada Crnica deldoctor Garzn (t. III, p. 217).En la ley de 25 de agosto de 1851, sobreel levantamiento de rquiza, dada por la Le-gislatura de Crdoba, despus de calificarlode rebelin, de traicin a la patria y a lacausa de toda Amrica, deca el artculo 3:Que tal es la conducta del envilecido cabeci-lla, salvaje unitario, loco Justo Jos de r-quiza, cuya ridicula ambicin es una insul-tante amenaza a la independencia de los pue-blos de la Repblica. Con estas y anlogasdeclamaciones, la ley concedi facultades ili-mitadas al gobernador de la provincia, sin

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    46 RODOLFO KIVABOLA])cr.jiiir)(> (le las medidas j^enerales que adop-tase el Supremo Jefe d** 1m VK'-nn ]). JuanMajuicl de Rosas.En 20 do noviembre de 1851 tan prxi-mo ya el da de Caseros, el doctor Cce-res, que haca de agente diplomtico del go-bernador de Crdoba cerca de Rosas, le in-formaba del nimo con que Buenos Aires re-cibira a Urquiza. No se trata de un docu-mento pblico, sino de una inlormacin pri-vada, del archivo del gobernador Lpez, da-da a conocer por el seor Garzn

    Eta provincia ofrece una actitud verda-deramente imponente y gloriosa. Tod-os losciudadanos en armas, posedos del ms ardo-roso entusiasmo, obedeciendo a la voz delilustre general Rosas, forman el muro inex-pugnable de la voluntad nacional, en el quese estrellarn las infames agresiones del ale-voso gobierno brasileo y las degradadas in-tentonas del loco, traidor, salvaje unitarioUrquiza. Xo dude V. E. que si este coliar-de, traidor, corrompido, se atreve a insultarcon su inmunda presencia esta tierra de ho-nor, recibir en ella el tremendo castigo quele deparan sus crmenes atroces. . . Por lasGacetas que le remito, se impondr V. E. deluniforme pronunciamiento de las provinciasde San Juan, Mendoza, San Luis, Santa Fe,

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    MITRE 47Salta y Tucumii, y en estos momentos liallegado la de La Rioja.

    # * *5. Recurdese la descripcin que hace el

    doctor Saldas en su Htoria de la Confe-deracin Argentina, de las demostracionesque recibi Rosas en ocasin de la empresade Urquiza: Una de las que llam justamen-te la atencin fu la que tuvo el 9 de juliocon motivo de la tradicional solemnizacindel aniversario de la Independencia. Contrasu costumbre desde que subi al gobierno, Ro-sas resolvi mandar en jefe ese da la para-da militar de fuerzas de lnea y milicias dela capital (ms de 8.000 hombres). ...Po-co despus apareci Rosas por el Paseo deJulio, al frente de la divisin Palermo. Elpueblo nacional y extranjero corri a su en-cuentro. Una enorme masa humana cubriel ancho espacio y lanz esos ecos que con-mueven el suelo con la fuerza de un cataclis-mo y vibran en los aires entre ondas que sus-tenta el entusiasmo. Estrechado una vez mspor esa masa que sin cesar lo aclamaba ; enla imposibilidad de dar un paso porque to-dos queran aproximarse a l y vitorearlopersonalmente; acusando en la rara palidezde su rostro la emocin que lo embargaba,Rosas dej hacer al pueblo; y aquello habra

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    48 BOl>OLFO blVABOLAiiiLcirumpido probablemente la.s ceremoniasoieialcs de a(iucl da, si uno de los ayudan-tes de campo no bubiese, a duras penas, abier-to con los soldados el camino por el cual Ro-sas sigui a pie hasta la Catedral, adonde lle-gaban los funcionarios pblicos, el cuerpo di-plomtico y las corporaciones civiles y mili-tares, para asistir al tedeum. Concluido s-te, son el clarn de rdenes y Rosas, dandofrente a la pirmide de Mayo, mand a echaral hombro las armas, y levantando la espa-da, con voz estentrea, dijo: A la tierra ar-gentina, salud ! Gloria perdurable a los pa-triotas ilustres que acordaron virtuosos el ju-ramento santo de nuestra independencia delos reyes de Espaa y de toda otra domina-cin extranjera ! El pueblo aclam este re-cuerdo patritico con verdadero entusiasmo;y las manifestaciones se sucedieron en todoese da, recorriendo las calles, dirigindosea Palermo o a los teatros.Habra que transcribir veinte pginas ms,en que aparecen tantos hechos y tantos nom-bres propios todava conocidos, para conve-nir en que era exacta la apreciacin del ju-risconsulto doctor Esteves Sagu en un estu-dio publicado en La Gaceta Mercantil, el 19de agosto de 1851, en que demostraba queno era posible el triunfo de la faccin delos unitarios con sus aliados del Brasil y de

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    MITRE 49Montevideo, reelutados por Urquiza contrawim sociedad entera que rodeaba a Rosas.Lase los nombres citados por Baldas en

    el tomo V, pginas 261 hasta el final delcaptulo, y dgase despus si es posible ima-ginar que pocos meses ms tarde, la batallaperdida por Rosas y su fuga necesaria parano caer en poder del adversario, hubieranbastado para cambiar el alma portea; y quepudiera presenciar la misma ciudad, conigual alegra, la parada del 9 de julio de 1851y el desfile del 20 de febrero de 1852.

    Agregese todava el espritu localista,acentuado por componerse el ejrcito vence-dor en su gran mayora de entrerrianos ycorrentinos. Apenas puede imaginarse hoyqu vehemencia tena el sentimiento provin-cialista a los treinta aos de haber comenza-do la disolucin nacional, y despus de vein-te de dominio personal de los caudillos enBuenos Aires y en cada una de las provin-cias.Agregese an, los excesos de la victoria co-mo los ha narrado Saldas ; los fusilamientos

    de prisioneros, el ms emocionante de to-dos el del coronel Chilavert. Si acaso los he-chos, cuya prueba recogi el historiador, enparte por tradicin oral, no ocurrieron exac-tamente como l los narr, su narracin de-

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    50 RODOLtX) RIVAROLAbi ser conforme a lo que entonces fu con-viccin comn de la ciudad.Las manifestaciones pblicas en la entra-da del vencedor no fueron las entusiastas dela parada del 9 de julio: en las de febrero,la curiosidad atrajo a las gentes; pero hubosilbidos e imprecaciones. .

    6. No existe detalle o dato alguno que in-

    dique la mnima vacilacin del general Ur-quiza en su propsito de formar la unin na-cional bajo el imperio de la Constitucin. Elpronunciamiento del 1" de mayo de 1851, laalianza con el Brasil y el Uruguay, la cam-paa militar que termina en Caseros, su re-tirada despus de la revolucin de septiem-bre de 1852, su segunda campaa de Cepe-da, el pacto de noviembre de 1859, su propiaactitud en Pavn, en que es vencido l, ven-cedor de Caseros y Cepeda, y se retira de lacampaa, eu todo momento, la unin nacio-nal, la paz interior, el imperio de la Cons-titucin, fueron como ideas fijas, precisas ensu mente, a cuyo servicio puso su voluntadinquebrantable, su sagacidad, llamada mu-chas veces astucia, y cuanto medio de accinlo condujera al fin supremo.

    Tal fu, como se ver luego, la concordan-cia de pensamiento poltico en que con l

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    se encontr, en la empresa de ];i organizacinnacional, quien llegara a ser, con veinte aosmenos de edad que la suya, su gran adversa-rio en los medios o circunstancias de la ac-cin, su cooperador y aliado en otros momen-tos, y por ltimo, quien consumara la ohrapor los dos anhelada, y sera el gran ciuda-dano en cuyo homenaje nos unimos hoy naclnales y extranjeros en el juicio sobre elpasado y el presente de la tierra argentina.

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    CAPITULO IIProblemas de la Organizacin nacional. Historiaexterna del acuerdo de San Nicols. Mitreperiodista, diputado y nombrado catedrticode estadstica.1. Complejidad de causas en los fenmenos so-

    ciales. 2, El problema de la organizacinnacional. Primera solucin propuesta. 3.Segunda solucin: acuerdo de gobernadoresex-rosistas. 4. Reaccin civilizadora delgobierno de Buenos Aires. Mitre catedr-tico de estadstica. 5. La libertad deimprenta: Mitre funda Los Debates.

    1. No puede explicarse la actitud de Mi-tre en su iniciacin poltica al regresar alpas, y su iniciacin parlamentaria inmedia-ta, si no se tiene presente la situacin gene-ral de la poltica interna y especialmente elsentimiento de la ciudad, apenas esbozados enel captulo precedente. La historia de la d-cada 1852-1862, en que sern actores princi-pales Urquiza y Mitre, no podr escribirsesin trazar previamente y con exactitud, e]cuadro social y poltico del pas, en la prime-ra de aquellas fechas. Este ligero y rpidoestudio no pretende ser historia ni presume

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    54 ROI>Ol.rO RIVA BOLAhiiri l

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    la ciudad (20 y 21 de junio de 1880), sealocomo distrito de la capital el territorio com-prendido entre el Puerto de las Conchas yel de la Ensenada, y entre el Ro de la Pla-ta y el de las Conchas, hasta el puente deMrquez y desde ste, tirando una lnea pa-ralela al Ro de la Plata, hasta dar con elde Santiago. En el rosto del territorio perte-neciente a la provincia se organizara por leyespecial una provincia.

    Entre las ventajas que esta solucin pare-ca ofrecer en aquel momento, debe recor-darse la de que Buenos Aires (ciudad) ha-bra quedado bajo la inmediata y exclusivadireccin ide la legislatura nacional y delpresidente de la Repblica, y se habra ini-ciado entonces la administracin nacional,con lo que deca el artculo 3: todos los es-tablecimientos de la capital son nacionales.

    Perfectamente lgica, habra chocado conel vehemente sentimiento localista de la ciu-dad. Ocho aos ms tarde, el informe de lacomisin revisora de la Constitucin, en laConvencin ad hoc de Buenos Aires, paraadoptar la Constitucin Nacional, se ex-pres as : La provincia de Buenos Ai-res, que desde 1816 reclam sus prerro-gativas de tal, renunciando al honor deser capital de la Repblica, no poda serdespojada de su ser provincial, con grave

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    56 RODOLFO BIVABOLAj)crjucio (k' .^us iiilirL\s(.'}? luealcs y euii ;;ra-vcs inconvenientes para la misma Nacin; so-bre todo cuando se haba dispuesto de su te-rritorio y de su propia capital sin su consen-timiento y contrariando su voluntad expresa.Alude este informe de 1860 a la ley quedi(3 el Congreso Constituyente de Santa Fe,inmediatamente de sancionada la Constitu-cin Nacional, el 4 de mayo de 1833. Fu suscripto el informe por Bartolonu Mitre, Dal-macio Vtez Srsficid, Jos Mrmol , Anto-nio Cruz Obligado y Domingo F. Sarmiento.

    Difcil y slo ejecutable por la violenciahabra sido la solucin propuesta en 1852.En 1862 el general Mitre, electo presidentede la Repblica, rectific su pensamiento an-terior. Poco antes de entrar en ejercicio dela presidencia el Congreso dict la ley que fc-deralizaha la provincia por el trmino de tresaos y que no fu consentida por la legisla-tura provincial.

    * *o. Abandonado el pensamiento por conse-

    jo, i[UQ el general Urquiza acept, de las per-sonas a quienes reuni en consulta, surgiel de proponer el Acuerdo en la forma en queluego fu realizado. De esta opinin fueronlos doctores Valentn Alsina, Dalmacio V-lez Srsfield (que luego lo combatiran te-

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    MITRE 57iiazmeiite), Francisco Pico, Jos BenjamnGorostiaga, Vicente Fidel Lpez y generalGuido. El nico voto en contra fu del doc-tor Pujol, que insisti en su primera propo-sicin .

    Sobre este punto pueden verse interesantesdetalles y comprobaciones en la obra del doc-tor Martn Ruiz Moreno.A quines deba convocarse para propo-nerles bases de reorganizacin del pas?Asombrar ol saberlo a aquellos que no

    conocen estos particulares de la historia ar-gentina : a los mismos gobernadores y capi-tanes generales de las provincias, que pocosmeses antes hicieron dictar por sus legislatu-ras sumisas las actas de adhesin a Rosas yde condena contra Urquiza por loco, salvajeunitario, etc.He transcripto en el captulo anterior uiiespcimen de Crdoba. Tomo ahora de unopsculo re

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    58 RODOLFO RIVAROLAordena darle en todos los actos y documts.])blieoH.

    ]a misma legislatura, con los mismos hom-bres, que dict en Crdoba la ya citada ley,bajo el imperio del gobernador don ManuelLpez, sancion la de 27 de febrero de 1852,cuyo artculo '"? dijo:La Provincia de (Jrdoba reconoce al ex-celentsimo seor Gobernador Capitn Gene-

    ral de la heroica Provincia do Entre Ros, Ge-neral en Jefe del Ejrcito aliado de vanguar-dia, Brigadier General don Justo Jos deUrquiza, como al libertador de la Repblicadespotizada por la odiosa dominacin del ti-rano don Juan Manuel Rozas.La Provincia de Crdoba reconoce en el

    ilustre don Justo Jos de Urquiza, la misinde regenerar y organizar la Repblica, pro-moviendo la convocacin de un Congreso Na-cional que la constituya de conformidad conlos decretos de 1" de mayo de 1851, publi-cados en la heroica Provincia de Entre Ros.

    Gobernadores que concurrieron al Acuer-do haban sido jefes de las provincias con-federadas segn el sistema contra el cual de-ba producirse la reaccin : el general D. Ce-ledonio Gutirrez era gobernador de Tucu-mn desde el 4 de octubre de 1841; el coro-nel D. Pedro Pascual Segura, gobernadorde Mendoza, lo haba sido ya de 1845 a 1847

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    - MITRE 59D. Manuel Vicente Bustos, lo era de La Rio-ja desde 1849 y lo haba sido tambin en1841 ; el general D. Nazario Benavides eragobernador de San Juan desde 1836, con in-terrupcin de unos meses en 1841 ; el gene-ral don Pedro Lucero era gobernador de SanLuis desde 1841. Todos ellos se sometieron in-mediatamente de la victoria al general ven-cedor y gobernador de Entre Ros.El Acuerdo fu suscripto el 31 de mayo de1852 por los nombrados, ms el general Ben-jamn Virasoro, de Corrientes, pronunciadocontra Rosas, el general Urquiza como go-bernador de Entre Ros y representante deCatamarca, y el doctor Vicente Lpez, comogobernador de Buenos Aires, ya con nom-bramiento y eleccin en la legislatura pro-vincial. Adhirieron por acto adicional sus-cripto en Palermo el 1? de julio del mismoao, el gobernador y capitn general de laprovincia de Salta, don Toms Arias; el go-bernador y capitn general de la provinciade Jujuy, don Benito Barcena y el plenipo-tenciario del gobierno de la provincia deCrdoba, doctor Genaro Carranza.

    4. Mientras se tramitaba y se celebraba lareunin de gobernadores en San Nicols, elnuevo gobierno de Buenos Aires procuraba

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    ()0 RODOLFO BIVABOLAimpulsar activamontc la reaccin civilizado-ra de la sociedad )()rtea. Entre los ms im-portantes decretos de aquel tiempo, se cuen-tan el que derog otro de 1838 por el cual seliaba ordenado que los estudiantes de la Uni-versidad costearan los gastos de esta ltima :el (pie restableci la libertad de imprenta,poniendo en vigor la ley de 8 de mayo de1828 ; el que dispuso que las propiedades em-bargadas o vendidas por decreto de Rosas de16 de septiembre de 1840, fueran devueltasa sus dueos; el que restableci la Sociedadde Beneficencia ; el que reconoci la validezde diplomas profesionales y estudios expedi-dos por establecimientos nacionales de ense-anza de la Kepblica Oriental del Uruguay;el que cre la escuela normal de enseanzaelemental y el que organiz la Facultad deMedicina, designando a ocho profesores, losdoctores -Salustiano Cuenca, Luis Gmez,Teodoro Alvarez, Martn Garca, Juan JosMontes de Oca, Juan Antonio Fernndez.Francisco J. Muiz y Nicanor Albarellos.

    Estos decretos, segn la materia, llevaronlas firmas de los ministros doctor ValentnAlsina, Jos Benjamn Gorostiacra, Juan Ma-ra Gutirrez y Vicente Fidel Lpez.La referencia que acabo de hacer y la oca-sin de este trabajo exigen recordar aqu el(le 27 de mayo de 1852, refrendado por el

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    MITRE 61ministro clon Juan Mara Gutirrez, que dis-puso crear una ctedra de estadstica y nom-brar catedrtico de estadstica al coroneldon Bartolom Mitre, con el sueldo de dosmil pesos anualesalgo menos de doscientospesos de hoy.

    El decreto demostraba la necesidad de estactedra e indicaba el mtodo para su ense-anza y la manera de utilizarla en la admi-nistracin : El pas carece de individuoscontrados a la estadstica; y no puede crear-se por esta razn una oficina de este ramo,como sera de urgente necesidad. Para lle-gar a este fin y para preparar elementos quepudieran servir en adelante, tanto a la per-feccin del gobierno de la Provincia, comodel general de la Confederacin, ha credo elgobierno necesario crear una ctedra paraensear la ciencia de la estadstica, en su teo-ra, aplicaciones y relaciones con los princi-pios fundamentales de economa poltica . .

    .

    El catedrtico ensear la teora de estaciencia en lecciones orales: redactando y pu-blicando sus lecciones por el peridico ofi-cial, teniendo en mira de hacer sentir eficaz-mente la necesidad del cultivo de esta cien-cia en toda sociedad civilizada. Mostrar lospuntos de contacto que tienen de la econo-ma poltica los hechos estadsticos, y cuida-r con especialidad de hacer aplicaciones

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    62 RODOI.rO RIVAROI.Aprcticas en cada una de las lecciones que lateora haya explicado. (V. Prado y Rojas,Leyes y decretos de la Provincia de BuenosAires, n. 1497).No recuerdo haber liallado otra referenciaa la designacin de este cargo, sino una alu-sin del mismo Mitre, en carta al doctor Uhi-dislao Fras. Kpidamente los .sucesos polti-cos cambiaron la respectiva situacin del go-bierno

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    MITRE 63poco a poco los restos de libertad de impren-ta que quedaban en el pas. Prohibi la pu-blicacin de todo peridico sin permiso delgobierno, lo cual era poner en manos de s-te el medio de que, o no existieran peridi-cos o hacerlos callar cuando as le acomoda-se . . . Prohibi al extranjero el establecerimprenta o administrarla... Para hacercesar estas monstruosidades que han duradoveinte aos; para restituir al ciudadano elgoce legtimo de sus derechos y para asegu-rar al extranjero el de aquellas franquicias,que no siendo nocivas es un absurdo negr-selas ... se declar abolido el decreto de 1de febrero de 1832 y restablecida en su tota-lidad la ley de 8 de marzo de 1828, nica dis-posicin que regir por ahora en la materia.La ley que entraba en vigor nuevamente,defina los abusos de la libertad de imprenta(artculo 1*?), exclua de ellos los impresosque slo se dirijan a denunciar o censurar losactos u omisiones de los funcionarios p-blicos en el desempeo de sus funciones, ysometa al juicio por jurados la responsabi-lidad del editor.De esta libertad restablecida por el gobier-no provisorio de Buenos Aires, designado di-recta y personalmente por el general Urqui-za, sin ms autoridad propia que la de jefede la fuerza victoriosa, naci una prensa de

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    64 RODOI.FX) RIVAROLAcarcter especial, poltica y vigorosa, a lavez que principista y doctrinaria, siemprecombatiente y pobre, tribuna individual degrandes ciudadanos, de la cual fu tal vez l-timo representante Sarmiento, en El Nacio-nal, seis aos despus de haber sido presi-dente de la Kepnl)lica.

    El primer nmero de Los Debates apa-reci el jueves I*" de abril de 1852. Comoera usal entonces preceder toda publicacincon algn lema, el diario llev el siguiente:Viva la Confederacin Argentina. Comosubttulo: Diario de intereses generales: po-ltica, comercio, literatura. De su primer ar-tculo con los ttulos de Profesin de fejusticia y libertad, recogemos los siguien-tes prrafos:

    . . . Honor al general Urquiza, que haasociado su gloria militar a la gloria civilms pura y ms hermosa que tiene la patriade los argentinos!Gracias a l, la libertad de prensa se le-vanta hoy erguida por la fuerza invenciblede sil vitalidad, como el acero templado, quedoblegado por la fuerza vuelve a adquirirsu forma primitiva apenas cesa la presin.

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    tirse en el terreno pacfico de la inteligen-cia y de la ley, llevando la luz del debate ra-zonado sobre todas las cuestiones vitales quehoy se agiten, y tengan relacin con los in-tereses generales del pas.. .Todas las cuestiones de organizacin na-

    cional sern consideradas del punto de vistadel derecho pblico federativo. El federa-lismo es la base natural de la reorganiza-cin del pas.Todos los antecedentes constitucionales

    del pas son federales.Todas las cuestiones econmicas, tales co-

    mo navegacin de los ros, sistema de adua-nas, percepcin de las rentas, etc., no sonotra cosa que cuestiones federales que debenresolverse por el mismo sistema que las hahecho surgir.

    Todos los tratados interprovinciales hansido hechos sobre la base del pacto federal.Al pie de la pgina, en lugar de folletn,

    la poesa del fundador y director del diario:A mi hija Delfina.

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    CAPITULO IIIIniciacin parlamentarla de Mitre.El Acuerdode San Nicols y las sesiones de junio de 1852en la legislatura de Buenos Aires.1. El Acuerdo de gobernadores en la Sala de Re-presentantes, Descripcin de la Sala porAristbulo del Valle. 2. Mitre inicia eldebate. Tono de su discurso. 3. Los re-

    plicantes. Segundo discurso de Mitre. 4. La barra decide el rechazo del Acuer-do y determina los sucesos ulteriores. Re-nuncia el gobernador Dr. Vicente Lpez.1. Ya instalada la legislatura de Buenos

    Aires, llamada entonces Sala de Represen-tantes, en la cual ocup una banca el jovendiputado Bartolom Mitre, el gobernadordon Vicente Lpez deleg el mando en elgeneral don Manuel Guillermo Pinto y fua San Nicols para asistir a la conferenciade gobernadores. No someti previamente ala legislatura el asunto tan grave que moti-vaba su viaje : fu, como recientemente la de-legacin argentina a la Asamblea de Ginebra,sin ley ni autorizacin legislativa. No pudoentenderse que las supliera el simple aviso

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    que tli de u auseneia, a la legislatura. I*e-ro suscripto ya el Acuerdo y dada ya por laJunta de Representantes la resolucin de 12de junio para que no se cumpliera ni se eje-cutara decreto u orden que emanaren de fa-cultades o poderes constituidos por el Acuer-do mientras ste no tuviera sancin de laSala (le Representantes, el Poder Ejecutivodirigi el 14 de junio a la misma el mensajeexplicativo y fundado en que solicitaba san-cin legal para su ejecucin. Este documen-to llev la firma del gobernador Vicente L-pez y de los ministros Juan Mara Gutirrez,Jos Benjamn Gorostiaga, Casto Cceres yVicente Fidel Lpez.No podra hoy describirse la Asamblea ala cual se someta el Acuerdo de gobernado-res, sino por lo que no sera otra cosa msque un cuadro de imaginacin. Difcil fuera,con todo, que superase en colorido al que tra-z en sus lecciones de Derecho Constitucio-nal, en 1895, Aristbulo del Valle, que ha-ba pasado de las agitaciones de la polticaa lo que era entonces la serena tranquilidadde la ctedra. Remito al lector que puedahacerlo a la conferencia magistral de la cualslo transcribo este fragmento:

    Los que tenemos el recuerdo vivo del es-trecho recinto de la legislatura y hemos co-nocido a los representantes que ocupaban las

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    MITRE 69bancas, podemos imaginarnos la escena delmomento, si llenamos las tribunas con la ju-ventud apasionada y turbulenta que apare-ca en la vida pblica dirigida por Adolfo Al-sina, que a cada momento alzaba rugiente elgrito de pasin para aplaudir o reprobar.En las bancas de los diputados se destacabaen primera lnea, al lado de Mitre que recor-daba los diputados de la Gironda, con susideales y su coraje cvico, con su palabra l-rica y su belleza varonil, la de ese viejoprudente como Ulises, segn deca Sarmien-to (del Valle se refiere a Vlez Srsfield)que acababa de llenar el mbito de la Cma-ra con las enseanzas de su sabidura, y quehaba dado firmeza a los arrebatos de la mul-titud, motivando en grandes causas la in-quietud pblica. Tras ellos se distinguadon Pastor Obligado, cuya entereza de carc-ter se mostr en el gobierno de Buenos Ai-res, cuando lleg el perodo lgido de la lu-cha, y Prtela, que retena con esfuerzo lafrase amenazadora que le llegaba a los la-bios, y Esteves Sagu, que no poda mante-nerse en calma y se rebulla en su asiento;y en gran masa los representantes de la bur-guesa portea acaudalada, algunos de loscuales se contaron siempre entre los adver-sarios del despotismo y ahora llevaban a suscongneres al contagio de sus ideas.

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    70 RODOI.KO BIVABOLAKii el asiento minHterial estaba Juan ala-

    ra Gutirrez, poeta, matemtico, sincero pa-triota y gentilsimo caballero, sin voz parala tribuna poltica, pero dotado de todos losencantos de la palabra en la conversacinprivada ; a su lado se sentaba Gorostiaga, quehaba llamado la atencin desde el primermomento con su entrecejo olmpico y con eltrueno de su voz. Pero no era en ellos que sefijaba la mirada del pblico que se amon-tonaba en la barra y de los diputados que si-mulaban ms reposo del que tenan, sino enun tercer personaje que ocupaba el ltimositio en un banco ministerial ; de cuerpo pe-queo, pero bien proporcionado, cuya cabe-za ofrece modelo de expresin y fuerza inte-lectual; la frente alta, la mirada incisiva,investigadora y firme. Es el doctor VicenteFidel Lpez, hijo del gobernador y su minis-tro de Instruccin Pblica, ministro de Re-laciones Exteriores del Director provisorio yautor del acuerdo de San Nicols.

    * 2. Tales fueron el escenario y el ambiente

    para la iniciacin parlamentaria de Mitre,en la sesin del 21 de junio. Su palabra esserena, respetuosa y a la vez de profundaconviccin y energa : Me atrevo a ser el pri-mero que alce la voz en esta discusin, no

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    MITRE 71porque crea tener mucho que decir para ilus-trar el juicio de mis honorables colegas, si-no porque nada necesito oir para formar miconciencia, y dar mi voto cuando llegue elcaso de hacerlo. Mi conciencia est irremi-siblemente formada. Mi voto ser por la noadmisin del tratado que va a discutirse.

    El primer argumento que revela el an-lisis del discurso, es que el Acuerdo se pro-pona la organizacin nacional sobre la ba-se de una dictadura irresponsable, que cons-titua propiamente un poder desptico; yal decir esto, agregaba el orador: me en-cuentro naturalmente en el terreno de la ver-dadera discusin, colocado frente a frentede la gran figura y del gran principio quese levantan en este tratado como dos colo-sos. La gran figura es la del general Urqui-za revestido de una autoridad que no tieneprecedentes en nuestra historia. El granprincipio es el de la autoridad en la ley com-prometida con facultades omnmodas que ex-ceden a las que tenemos nosotros que somoslegisladores, y a las que tiene el mismo pue-blo, fuente de todo poder y de toda razn.No era exacto el argumento de no hallar-se precedentes del poder dictatorial, cuan-do tan en uso haban estado las facultadesextraordinarias; pero era de peso el afirmarque la misma legislatura habra carecido de

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    atribuciones para acordarlo. Contina el ra-zonamiento insistiendo en que el Acuerdocreaba una dictadura, pero no se expresa encontra de aquel a quien se confa: Hablode la autoridad sin referencia a la )ersonadel general en Urquiza, en quien se pretendeencarnar la ley que le crea dictador parahacerle cambiar la corona cvica que rodeasus sienes por una de cartn dorado que ldebe pisotear bajo su planta como el smbo-lo de un principio desptico que se quierehacer prosperar a su sombra. Es cierta-mente de efecto la siguiente pregunta queaade: Si el general Urquiza no existiesehoy en la Repblica, se habra creado unaautoridad con facultades omnmodas? Si-guiendo el argumento personal, dice todavaSe me dir que el general Urquiza no abu-sar de esa inmensa autoridad depositadaen sus manos. As lo creo yo tambin. Pe-ro yo me refiero a la cosa y no a la perso-na ; examino el principio y prescindo delhombre. Si abusase de ella sera un tirano,y no puede ni debe serlo el que ha triunfa-do en nombre y en inters de la libertad.Pero no es esta, seores, la cuestin. Aunqueno use, no abuse, siempre ser un dspota,porque dspota es todo aquel que no tieneley que le d norma, entidad que le sirvade contrapeso, o poder ante el cual sea real

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    y positivamente responsable de sus accio-nes.Critica despus la fuente de autoridad conque ha sido celebrado el Acuerdo, y se pre-gunta quines lo han instituido ; si son loslegisladores de la Provincia; si son los dipu-tados de un Congreso Nacional ; si son los ple-nipotenciarios del pueblo soberano, o si sonlos delegados de algunas de estas entidadessoberanas fuentes de todo poder; y contes-ta: Nada de eso, seores; son simplementelos gobernadores de las provincias, de losque hay muchos todava que gobiernan confacultades extraordinarias ; son los goberna-dores de las provincias, y no de todas, queen su mayor parte ni aun facultades paratratar han tenido.En previsin del argumento que se le harasobre la brevedad del trmino que deba du-rar el poder as conferido, declara protestarcontra el principio y no consentirlo ni porun da, ni por una hora, ni por un instante.Solo en su peroracin, la frase se hace decla-matoria y emocionada con el recuerdo de laguerra civil, del imperio de la fuerza bru-ta y de la brbara ley del cuchillo contra elcual es necesario fortalecer los principiossalvadores de la libertad del hombre queconstituyen lo que se llama dignidad hu-mana.

    * * *

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    74 RODOLFO BIVASOLA3. Le replicaron, en primer lugar, el minis-

    tro de Gobierno y luego el diputado doctorFrancisco Pico, explicando el Acuerdo y jus-tificndolo con el anlisis de sus disposicionesy por la necesidad positiva de la organiza-cin nacional.Uso por segunda vez la palabra el diputado

    Mitre. Su discurso breve parece ms serio yeficaz que el primero. Contrariamente a loque en seguida sucedera, es decir, el usode la violencia que hara fracasar el primerensayo parlamentario de la nueva poca. Mi-tre comenz con estas palabras conciliatoriasy de respeto a las dignsimas personas quele haban replicado:Empiezo por dar gracias al cielo, a pe-sar de las contrariedades de la poca, por ha-ber llegado a una poca feliz en que los com-bates sangrientos de los campos de batallase han convertido en la lucha pacfica de laopinin, en que a la espada y la lanza sehan substituido las armas reparadoras de lapalabra y de la razn. S, seores, demos gra-cias al cielo porque ya las disidencias de opi-niones no se dirimen por medio de la lanza,y en que el modo distinto de ver y discutiruna cuestin no es un motivo de rencor yde muerte. De distinto modo de pensar queel seor ministro que habl antes y del dipu-tado que acaba de hacer uso de la palabra.

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    MITRE 75me honro darles el nombre de amigos y reco-nocer en ellos patriotismo y rectitud. El ho-norable diputado que me ha precedido en lapalabra (el seor Pico) no necesitaba since-rarse de las calumnias de que ha sido elblanco. Son imputaciones estpidas (se re-fiere a las que venan del lado rosista), queno pueden alterar el concepto de probidad ypatriotismo de que goza. Compaero de cau-sa y de infortunio, lo he conocido en el des-tierro, y jams ha dado motivo alguno paraque se dude de l, ni como hombre pbliconi como hombre privado. Yo por mi parte,jams he dudado de l en esta ocasin, niha llegado a mis odos que nadie haya pues-to en duda la rectitud de su proceder. Pue-de equivocarse, puede sostener una opininerrnea, pero esto no es motivo para dudarde l. El mejor testimonio que puedo darlede esto, es que los que no pensamos comol piensa, nos honraramos en tenerlo de nues-tra parte en esta discusin, tanto a l, comoa mi amigo el seor ministro a quien me hereferido antes; repito que nos considerara-mos honrados con su cooperacin . .

    Aparte de la esperanza en que la palabray la razn substituyeran a las armas, inspi-ra simpata la rectitud de Mitre al defenderla personalidad de sus adversarios contraagresiones que partan de quienes formaban

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    76 RODOLFO KIVABOLAcontra del Acuerdo por odio al vencedor dela ciudad. Este rasgo de gentileza y caballe-rosidad no fue ocasional en aquel momento;se le encuentra repetido en las luchas de agi-tadas ])asiones en que fu actor, y debe tenr-selas como signo o expresin de su propio ca-rcter y altura moral.Aun respecto de n^uiza, sus juicios deaquel momento son opuestos al ambiente ro-sista confundido con el de los unitarios re-patriados en un solo sentimiento: el odio aUrquiza. Por esto, dijo: Nosotros conveni-mos, y esta es mi creencia, que el generalUrquiza no abusar de su poder, que su per-sona es una garanta ; pero eso no quita queyo no me considere 'suficientemente auto-rizado para dar mi voto a la autoridad deque se le pretende investir, y de que yo pien-so que esa autoridad es inaceptable, porquees contra el derecho escrito y contra el de-recho natural, y porque ni el pueblo mismopuede crearla.Al final de su discurso, como se le hu-biera inculpado que slo hubiera ledo una

    vez el documento que con tanta decisin re-pudiaba, para dar muestra de deferenciadijoa mi honorable amigo con quien estoyen disidencia, he ledo, por segunda vez, elTratado. Mientras l hablaba yo lea. Voy aexponer el resultado de mi segunda leetu-

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    MITRE 77ra. En el anlisis que sigue desde este pun-to manifiesta conformidad con algunas clu-sulas del instrumento en debate. Sus disi-dencias fundamentales fueron las que aquresumo

    1" Que las provincias no estaban en com-pleta libertad para constituirse; muchas es-taban mandadas por gobernadores con facul-tades extraordinarias.

    2? Contra el artculo 7", que determinabalos sentimientos que deban estar animadoslos diputados que se eligieran. La clusulasptima del Tratado a la cual se refera elorador, expresaba ingenuamente en su pri-mera parte un deseo y para que ste no sefrustrara los gobernadores se encargaban detutelar a los electores; los inscriptosdecala clusulausarn de todos sus medios pa-ra infundir y recomendar estos principios yemplearn toda su influencia legtima a finde que los ciudadanos elijan a los hombresde ms probidad y de un patriotismo mspuro e inteligente.Como quiera que tengamos hoy que son-rer ante la sencilla confesin y protestemoscontra toda tutela o intervencin oficial enla designacin de candidatos, fuerza es con-venir, recordando a los santos varones de laConvencin Constituyente de 1853, que quie-nes resultaron electos tuvieron las condicio-

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    78 RODOLFO RIVABOLAnes intelectuales y morales que la elusulaexiga.

    3? Contra el artculo 8"? en cuanto reserva-ba a cualquiera de las provincias, es decir, asus gobernadores, retirar sus diputados cuan-do lo creyesen oportuno, debiendo en estecaso substituirlos inmediatamente.4? Contra los artculos 9" y 10 que autori-zaban al encargado de Relaciones Exterio-res para disponer de los fondos necesariospara realizar lo acordado, sin previa autori-zacin legislativa.

    5? Contra el artculo 14, que facultaba encaso de perturbarse la paz interior de la Re-pblica, a intervenir sosteniendo las auto-ridades legalmente constituidas, para lo cuallos dems gobernadores prestarn su coope-racin y ayuda en conformidad al Tratadode 4 de enero de 1831. Lo que este artculoimportadeca el diputado Mitrees una li-ga de gobiernos que se comprometen a sos-tenerse mutuamente, y las ligas de gobiernono son los mejores medios para mantener elorden.Terminado el anlisis del Acuerdo, tiene

    todava estas palabras de consideracin pa-ra el hombre en quien se quera depositartanta confianza: Bastante he dicho ya pa-ra demostrar qu es una autoridad despti-ca, y aunque lo repito, la persona del general

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    Urquiza sera una garanta de que esa auto-ridad no se convertira en sus manos en ti-rnica, no por eso dejara de ser despticay como tal inaceptable.

    4. Lo que mediante el Acuerdo se habanpropuesto sus autores, era crear y cumplir unsistema de legalidad en el gobierno, a partirde la fuente no legal del xito en un actode fuerza que se llam la victoria de Caseros.Hay algo anterior a la legalidad que cons-tituye lgicamente grave obstculo paraaquel propsito : el hecho de que el poder ac-tual del dueo de la victoria no emane deformas legales, sino de la posesin -de lafuerza. Para llegar a la organizacin cons-titucional de la Repblica el acto de fuer-za fu necesario. La campaa contra la tira-na no se realiz en virtud de una ley es-crita. El vencedor quera establecer las for-mas de la legalidad y legitimar un gobiernogeneral de la Nacin mediante una consti-tucin escrita. Bien lo justific la sanciona-da el 1? de mayo de 1853, que luego sera,con la breve revisin de 1860, la misma obracivilizadora bajo la cual se ha desenvueltola prosperidad del pas, a pesar de la torpe-za con que la manejaron tantos hombres in-

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    80 MDOLFO UIVABOLAaptos y sirvi para aviesas intenciones dedominio personal.

    Para llenar el proposito de este escritoqueda fuera del plan profundizar las cues-tiones que surgen al contemplar aquellos su-cesos. Bastar decir que no se desenvolvila contienda en lucha pacfica de razones ypalabras como esperaba Mitre. Los diputadosy los ministros fueron elocuentes, cultos ycorteses. Tenan muchos motivos de recpro-ca estimacin. Desgraciadamente fu consen-tida la intervencin de la barra apasionada,rosista y tal vez en mnima parte, unitariade todas maneras localista portea, ya ene-miga de Urquiza y de los entrerranos, susvencedores en la batalla de la vspera.En esta oportunidad el penltimo nme-ro de la primera poca de Los Debates, aun-que no refiere los excesos de la barra en laprimera sesin de la Sala, contiene la si-guiente advertencia, que revela un esfuerzomalogrado de Mitre para que el debate con-tinuase en orden:

    Al pblicoSe suplica encarecidamente a todos los

    seores que asistan en la barra a las sesionesde la H. Sala de Representantes que obser-

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    ven el ms religioso silencio, sin aplaudir,aprobar ni desaprobar con demostraciones deningn gnero.

    Esto importa nada menos que la libertaddel debate. Importa aun ms; pues se quitatodo pretexto especioso que pueda servirpara ejercer actos de poder.

    El buen juicio del pblico debe ser bas-tante slido para despreciar provocaciones,que por lo menos son irritantes y de mal to-no, y que autorizan a que se crea que llevanun fin secundario. Callemos, porque puedetal vez desearse que hablemos ms de lo ne-cesario.En la sesin del da siguiente, 22 de ju-nio, combati el Acuerdo el doctor VlezSrsfield y lo defendi el ministro VicenteFidel Lpez. Del Valle, a quien acudo comotestigo de tradicin, refiere cmo, las quecalculo yo, pocos centenares de personasdel pblico violaban groseramente la liber-tad parlamentaria del ministro. Dice Del Va-lle: La muchedumbre de la barra estalla;palabras torpes se oyen de todos lados; milbocas airadas quieren levantar la frase delorador, tanto ms dura cuanto ms verdi-ca . . . La clera de las tribunas llega alparoxismo. De todas partes se oyen protes-tas, gritos, imprecaciones. Vlez suplica alministro que excuse las expresiones injurio-

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    sas, si desea ser escuchado en silencio y evi-tar el desorden. Extrao concepto del orden y de la invio-

    labilidad de la palabra en el recinto del Par-lamento la de aquel sabio jurisconsulto quehaba sido ya diputado en el Congreso de1826! Lo que pudo hacer y debi hacer fupedir a la presidencia que hiciera respetaral orador en el uso de la palabra, y que des-alojara la barra si no lo respetaba. Pero espretender demasiado en aquella incipienteedad parlament-aria.La intervencin de la barra determin elcurso de aquellos sucesos.Del Valle se pregunta si existi d