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A riel historia Aspectos sociales del traje en América La prisión del vestido Aída Marnez Carreño Arid 9 Desde 101 primeros estudios de 11 hl 1111 l Id l 1 1111 veatldo, como las piedras predoaa , 111 1\ 1 l I sido un símbolo del podeJ,"'Mdi tll 11 1 l 1 1 social. Aún en las más priij\itivu et1p1 ,h l I h1 t 11 de la cultura, todos los 1f1ebloe han h l h1, h 1 \1 u t sacerdotes, caudillos y rey;p un lnstrum nh l 11 , íl u prestigio y su autoridad. b,a púrpura, el ar11111 o 111 d 1 1 coronas, hasta los más míllfl'OI adornos corpoi ,h.: hen 1 11h.t como objeto despertar ? los súbditos, s11t1in1rntu d reverencia, temor o respe,. Todo esto explica porqut la socioloa y la histori , hn n tenido estos símbolos comé una de las fuentes par,, rccon trul el carácter de las sociedades y sus formas de difcrenc tlu:I, n social. En nuestra propia ipstoria tenemos un ejemplo de l I fenómeno. España trajo a tmérica desde los primeros año d I descubrimiento su esque a de sociedad aristocrática. Frent a la población indígena, egra o mestiza el español debf a afirmar su diferencia y superioridad a través de ciertos sfrrtbc,JoEl vestido fue uno de ellos. De ahí que las leyes y las costumbres reglamentaran su uso y que, a las llamadas "castas" les fuera prohibido usar ciertos trajes, adornos y materiales para confeccionarlos como la seda y el oro. En este bien escrito y bien documentado ensayo de Aída Martínez sobre la historia del vestido en Colombia y América, podemos seguir no sólo el fenómeno de la influencia del traje, en nuestra historia social, sino también el contrapunto de las influencias culturales españolas, francesas e inglesas en el desarrollo de nuestra cultura, vistas a través del fenómeno del vestido y la moda durante el siglo XIX. Jaime Jaramillo Uribe Ariel historia

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A riel

historia

Aspectos sociales del traje en América

La prisión del vestido

Aída Martínez Carreño

Arid 9

Desde 101 primeros estudios de 11 hl 1111 l Id l 1 1111 veatldo, como las piedras predoaa , 111 1• •\ 1 l I sido un símbolo del podeJ,"'M• di tlfül 11 1 l 1 1 social. Aún en las más priij\itivu et1p1 ,h l I h1 t 11 de la cultura, todos los 1f1ebloe han h l h1, h 1 \1 u t sacerdotes, caudillos y rey;p un lnstrum nh l 11 , íl u prestigio y su autoridad. b,a púrpura, el ar11111 o 111 d 1 1 coronas, hasta los más míllfl'OI adornos corpoi ,h.: hen 1 11h.t como objeto despertar ? los súbditos, s� 11t1in1rntu d reverencia, temor o respe,. Todo esto explica porqut la sociología y la histori , hn •n tenido estos símbolos comé una de las fuentes par,, rccon trul el carácter de las sociedades y sus formas de difcrenc tlu:I, n social. En nuestra propia ipstoria tenemos un ejemplo de l I fenómeno. España trajo a tmérica desde los primeros año d I descubrimiento su esque a de sociedad aristocrática. Frent a la población indígena, egra o mestiza el español debf a afirmar su diferencia y superioridad a través de ciertos sfrrtbc,Joi¡ El vestido fue uno de ellos. De ahí que las leyes y las costumbres reglamentaran su uso y que, a las llamadas "castas" les fuera prohibido usar ciertos trajes, adornos y materiales para confeccionarlos como la seda y el oro.

En este bien escrito y bien documentado ensayo de Aída Martínez sobre la historia del vestido en Colombia y América, podemos seguir no sólo el fenómeno de la influencia del traje, en nuestra historia social, sino también el contrapunto de las influencias culturales españolas, francesas e inglesas en el desarrollo de nuestra cultura, vistas a través del fenómeno del vestido y la moda durante el siglo XIX.

Jaime Jaramillo Uribe

Ariel historia

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La Prisión del Vestido

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CAPÍTULO V

El traje nacional

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La moda internacional trasladada a las capitales colom- bianas en el siglo pasado profundizó la brecha entre las

gentes de los sectores urbanos y quienes vivían en el campo, y reforzó las existentes entre ricos y pobres. En los capítulos anteriores hemos revisado su difusión a partir de la evolución de la industria, el comercio y las relaciones internacionales; nos concentraremos en éste en revisar algunas peculiaridades regionales del vestido.

En 1852 la Comisión Corográfica dirigida por Agustín Codazzi inició una gran investigación del territorio nacional, documentada con dibujos que recogen, entre otras infor- maciones, las modalidades regionales del vestido y conforman el mejor documento existente sobre el tema en Colombia. Es indispensable remitirse a ese conjunto de acuarelas para obtener una visión amplia sobre el vestido nacional en el período documentado. Su examen nos permite afirmar que durante el siglo pasado los hombres de clase alta, los de sectores populares y los indígenas tuvieron vcs ti do« diferenciadores y una sola prenda común: la ruana. La l'xhh-11 cia y supervivencia de la ruana, su aceptación y uso gl'lll'I il1

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z.,do en hispanoamérica y la disparidad de opiniones sobre su origen, justifican rastrear su historia.

Ponchos y ruanas

En Argentina, Chile, Perú, Bolivia y Uruguay se denomi na poncho a "una manta rectangular, generalmente de lana, con una abertura al centro para pasar la cabeza, de manera que la prenda descanse sobre los hombros, cubriendo el pecho, la espalda y los brazos, pues se extiende hasta poco más abajo de las rodillas ... ", En esencia es la misma prenda que en Venezuela, Colombia y Ecuador se llama ruana y en México, zarape (jaronga o gabán cuando son más pequeños), cuyos colores, materiales y dimensiones han variado según el Jugar y la época, y cuyo origen no ha sido totalmente resuelto pese al interés que suscita.162 Expongo a continuación los motivos por los cuales estimo que la n!ana resultó de la simbiosis cultural iniciada con la Conquista española, y que se trata de una prenda mestiza, tan indígena como española.

Aportes americanos a la configuración de la ruana

En América prehispánica (desde México al Perú) se usa- ron las mantas de diversa manera: amarradas en el hombro, sujetas con uno o más alfileres de metal (tupu), o simplemente llevándolas sobre los hombros y dejando la tela suelta alrede- dor del cuerpo. No existe evidencia material en piezas textiles, de cerámica, o de metal anteriores a la Conquista, que demues- tre que las mantas tuvieran orificio de ninguna forma para

162 Dos diferentes posiciones son la de Liborio Zerda, que la considera derivada de la manta chibcha y la de Orlando Fals Borda, que la percibe como una imitación de la ropa de los yanaconas quichuas, que a su vez la habrían copiado de una prenda de los indios de Chile.

N. uno de los cronistas describe introducir la cabeza. mg · ile a la ruana l mantas que se asrrm una manera de usar as 1 giones australes de una pieza l lay testimonios del uso en as r; rna similar a la ruana. de cuero o de piel col?cªf ª e� �: identifica la ruana aparece

La abertura longitu mal q _ oles llamaron camiseta, d l · as que os espan en el uncu e os me 1 dib · s de Poma de

l. t d cumentada en os 1 UJO prenda amp jarnen e lo d n verse muestras anteriores y A 1 163 de la cua pue e · 1· ya a y b . . to en los museos especia iza- contem poráneas al D:scu nm1en el mismo telar se dejaba la dos· se tejía del tamano exacto, Y en , l delantero y ' t . mente se uman e abertura central; pos enor. asar los brazos Se dife- la espalda, salvando el espacie paral�terales

que la ajustan al renda de la ruana P?r las( co::::adamente de 1.80 x 1.80) la cuerpo. La manta muisca, ap 1 ape mexicano se hacían . . (1 60 1 1 O) y e zar ' _ yacolla mcatca · x · . d t la de indéntico tamano. uniendo a lo largo dos piezas e e ener abertura. Podría- Su única diferencia con la ruana es no � s tejidas estaba el mos entonces afirmar qufelt� e::�o�:ez;to

que la definió. germen de la ruana pero a a a

Antecedentes hispánicos de la ruana

La variedad de mantos fue una caracter�stica del tr��� - di eval: sus diferentes nombres provienen unos . .

cspanol me i ' d l abe· arrito zorama. ferucc1. .. , 1 , manto- otros e ar · ' d atín -capa, d . el y barragán al forra o en mobatana distingue al forra o en p11· de uso común cuya

El to fue prenda mascu ina l�na. ma� , l aterial con que estaba confec- nqueza variaba segun e rn donado. E _ doptó la capa y sus varieda-

En el siglo XVI en spana se a tabardo capote y bernia (la des tuvieron nombres como cap lubz, dores �saban el capotillo

d. · )· los artesanos Y a ra 1 más or mana , 1545 llegaron acompañan< P de dos haldas. Las gentes que en

163 Guarnan Poma de Ayala, Felipe. Op. cit.

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,, l'l•dro Fernández de Lugo, Gobernador de Santa Marta, encontraron a los españoles que allí habían quedado "vestidos con mucha pobreza ... (con) un capotillo de dos aguas sobre la camisa y greguescos de lienzo de la tierra ... ".

Ese capotillo, usado desde el siglo X en España y descrito como un "manto completamente cerrado con un agujero para meter la cabeza, descendiente de la paenula romana", 1M está documentado por los dibujos que hizo el alemán Cristóbal Weiditzdurante su viaje a la península en la primavera de 1529, que dan pie para asignar un aporte hispánico a la génesis de la ruana de la cual se diferencia por la forma circular de la abertura.

¿Por qué la ruana?

La Conquista y el consecuente establecimiento de las encomiendas, verdaderos cataclismos sociales, produjeron cambios en la indumentaña de los indígenas; para comenzar, los encomenderos y doctrineros se ocuparon en hacer vestir a aquellos que permanecían desnudos, para cumplir lo dispues- to en las Leyes de Indias: "Que los indios se empleen en sus oficios, labranzas y ocupaciones y anden vestidos ... Ya encar- gamos a los doctrineros que persuadan a los indios a lo referido en esta nuestra Ley y especialmente que anden vestidos para más honestidad y decencia de sus personas" (Carlos V 1552).

El soporte económico de la encomienda se fundamentaba en la producción agrícola, cría de ganados, minería y tejidos; sobre su producto se fijaron las tasas anuales de tributo de los pueblos indígenas a sus encomenderos. Esas tasas repercutie- ron de varias maneras en las costumbres de vestuario de los indígenas durante los siglos XVI y XVII:

164 Bernis Madrazo, Carmen. Indumentaria Medieval Española, Centro de Estudios Históricos Diego de Velásquez, Madrid, 1956. Esta descripción también corresponde al denominado capote de monte.

a) La tasa en mantas fue generalmente de �n� pieza P('.t' indio; esta se cumplió en regiones como la Prov1�c1a de Tu�p en donde había posibilidad de obtener algodon y pose1an conocimiento del tejido, o en pueblos como Pasto en donde los naturales, "tienen mucho algodón y lo benefician y labran e hilan y tejen y hacen cantidad de mantas, que dan ª, sus encomenderos" .1�� Otras provincias como la de Santafe, en donde anteriormente se había tejido, viraron hacia la produc- ción de alimentos y las actividades agrícolas y ganaderas.

b) La obligación de vestir a los indios encomendados Y la conformación de las tasas elevó la demanda de mantas; es el caso de la provincia de Popayán (tasada en 35.280 mantas entre 1558 y 1559), en donde algunos pueblos no .pudieron cu�plir lo tasado por no tener algodón o no saber tejer: par� su?hr esa carencia los pueblos dieron a los encomenderos indios que trabajaran en las minas con cuyo trabajo se pagara el valor de las mantas, que finalmente debían obtenerse en los pueblos de tejedores. , .

e) Como además de tejer lo que debían tnbutar y pre�t�r servicios al encomendero, los indios proveían la manutenc1on de su familia se hizo excesiva la carga de trabajo de los hombres (teje; fue actividad netamente masculina, mientras que las mujeres se ocupaban del hilado). En los pueblos en donde los indios no alcanzabana cumplir la tasa de mantas, lo: encomenderos intentaron exigirla a las mujeres, lo cual quedo expresamente prohibido, 1549 (" Que las indias. no sean encerradas para que hilen y texan lo que han de tnbutar sus

id ") man os .... d) Como resultado de la disminución de mano de obra Y

de una mayor demanda se redujo al número de mantas disponibles y se desarticuló el mercado de, trueque e� que a cambio del excedente en mantas se obtema el algodón: ello presionó la introducción de la lana, materia prima fácil de

165 "Relación de Popayán 1559, 1560", Anónimo, en Relacio11c•s /11 1,1,,,,.

geográficas ... r op. cit.

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\ 1111-.q;,tir en zonas frías y templadas, con lo cual se indujo a un 1 ,1111lno en el vestuario.

Al analizar los puntos anteriores nos encontramos con dos situaciones diferentes: Primera: Los encomenderos de las zonas de tejedores

extrajeron de sus pueblos la mayor cantidad de mantas para negociar con los de los sectores mineros, y no es raro que los indios tejedores, como en el caso de Pasto, aparecieran como "gente mal vestida y mísera".

Segunda: En manos de los encomenderos las mantas adquirieron un nuevo valor, diferente al que habían tenido en la anterior economía de trueque; con su intermediación en cada transacción se aumentaba el precio de las mantas así: del indio tejedor al encomendero, de éste mediante venta a los indios de pueblos no tejedores para el pago del tributo a los encomen- deros y de éstos a sus indios como pago de servicios en vestuario.

Cuando finalmente los indígenas las recibían de mano del encomendero, las manJas habían aumentado su precio consi- derablemente, tanto que ni aun en los pueblos que las produ- cían pudieron continuar usándose las dos piezas que habían conformado su-vestido antes de la Conquista. Dice el cacique de Tunnequé en el Memorial de Agravios dirigido a Felipe II, en 1584 sobre la situación de los indios: " ... están tan pobres y míseros c.¡ue no pudiendo vestirse como solían de ropa de algodón que es lo que tienen, cubren ahora sus carnes con unas mantillas que hacen de lana ... " 166 con lo cual estaba, sin saberlo, documentando el nacimiento de la ruana, un vestido surgido de la pobreza. En ella se sumaron la tradición de los tejedores indígenas y la de los labradores españoles. De esas dos expe- riencias nació una prenda nueva, que llegó con el tiempo a identificar tanto al indio como al mestizo.

166 Diego de Torres, Cacique de Turmequé. "Memorial de Agravios" en Rojas, Ulises. El caciqu¿ de T11r111eq11é y su época, Tunja: Imprenta Departrtmcntal de Boyacá, 1965.

Joven indio de Alm'.1guer .. (Acuarela c.1870. José Mana Cutiérrez)

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Aguactl español (Dibujo c. 152'.1- Crist<ib,11 We1J1tz)

Mujerc, hrnena-, (Grabado S XIX}

Primeras noticias de la ruana

Jorge Juan y Antonio de Ulloa la describen en 1734, como "una manta de xerga con un agujero en medio por donde entran la cabeza", denominándola capisayo, nombre que en el siglo XIII daban en España a un manto ordinario de origen humilde. Esa definición la repite a fines del siglo XVIII el geógrafo italiano Julio Ferrario. La primera mención y descrip- ción con los nombres de ruana y poncho ( dos prendas diferen- tes), la encuentro en Fray Juan de Santa Gertrudis167 hacia 1756: " ... diéronnos un pedazo de jerga abatanada de dos varas y media de largo y una vara de ancho, abierta por en medio para pasar la cabeza ... a esto que allá es común entre gente pobre llaman capisayo. Mas en siendo de 3 varas y vara y media de ancho, lo llaman mana. Estas ruanas son vestimenta común para ir a caballo. Desde Honda hasta la Plata las usan muy finas de un tejido de algodón muy fino y tupido de bastante cuerpo. Estas ruanas no se tejen en telar, sino a mano apretando el tejido con una macana ... Estas se usan entre gente rica con color blanco, mujeres, señoras, clérigos y caballeros. Estas su fábrica es en Tunja ... ".

" ... Mas de esta especie de vestimenta para ir a caballo hay todavía dos especies, y éstas las llaman ponchos. La una es de lienzo fino de algodón delgado teñido de azul. Este lo bordan, ya de algodón, ya de lana o también de seda de diversos colores. Todo alrededor le clavan fleje también de diver- sos colores de a 4 dedos, y a la abertura del cuello también ... Otros en lugar del fleje, le clavan cinta ancha de seda fruncida. Esta especie por lo regular la usan las señoras, clérigos y caballeros. La fábrica de estos ponchos bordados está en Riobamba y Cuenca ... ",

"La otra es de un tejido de lana del cuerpo de una jerga gruesa muy tupido. Esto también en tejido sin telar a mano con macana y forman unos listados de diversos colores. Otros en

167 Santa Gertrudis, Fray Juan de. Op. cit., pág. 43.

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lugM de los listados forman, muchas labores de follaje y flores y estos son los más preciosos ... Su fábrica está en la serranía de Cajamarc:, y e� l�s provincias de Cajabamba, Guamachuco y Guayas... . Coinciden estas descripciones con la de un criollo ecuatoriano, Antonio de Alcedo,168 quien en 1786 define el poncho como " ... manta cuadrada que usan en la América Meridional y particularmente en el Perú y Reino de Chile para andar a caballo ... " y añade: "hay algunos bordados de sedas y de_ oro y plat.a costo�ísimos; también los suelen usar algunas senoras... , sin relacionarlo con la manta, ni con el vestido indígena.

La etimol?gía de la palabra poncho no es clara y no existe en la lengua qm�hua. Respecto a la denominación neogranadina de ruana es posible que sea adecuada la versión según la cual por usarse en su hechura tejidos ordinarios procedentes de Ruan o roanes, esa voz pasó por extensión a designar la prenda; también proviene del nombre de la tela, bayeta, el no1;1bre de otra prenda similar pero de mayor tamaño:" el bayeton. (�n 1573 una vara de paño fino costaba hasta 12 pesos, una de pano de la tierra de 2 a 3, y una de ruan valía 1 y medio). Dos argumentos adicionales desvirtúan la posible autenticidad americana �e la ruana: carencia de nombre indígena y uso de telas extranjeras en su confección.

Ya para fines del siglo XVIII estaba muy extendido su uso y se encuentran ruanas en inventarios de ropas en juicios y testamentarias; el jesuita Antonio Iulián'" la observa en Santa Mart� y la considera" vestido poco conocido y nada usado en los remos de Europa en tierras y tiempos de calores, todo el mundo, hombres y mujeres, campesinos, que llaman orejones, caballeros seglares y eclesiásticos, todos van a caballo con su ruana de algodón blanca y hermosa: sólo que tal cual la lleva bordada de seda de colores, como una que vi de un ilustrísimo

En los dibujos de trajes hechos por el Obispo Jaime MartínezCo;mpañon que guarda la Biblioteca Nacional de Colombia, se aprecia una ru,111,1

profusamente bordada. AHNC, Colonia, Miscelánea, Tomo 111, F. 298. 171

170

lh I

señor obispo (Martínez Compañon, probablemente) ... no hay mejor capa que una ruana ... no da fastidio ni abruma ni pesa como la capa ... a los que de los reinos de Europa pasamos a la América nos choca mucho a primera vista y hiere la fantasía una ruana; mas después conociendo la utilidad y comodidad

l d 1 , " 110 B. de ella, nos hacemos a su uso, como os e pa1s... . ien diferente, la opinión de las autoridades sobre la ruana está contenida en un documento de 1777: " ... El uso de ruanas en estos reinos es parte muy principal del desaseo: ella cubre la parte superior del cuerpo y nada le importa al que tapa ir desaseado o sucio en el interior: descalzos de pie y piernas se miran todas las gentes y sólo con la cubierta de la ruana, que aunque en efecto es mueble muy a propósito para cuando se camina a caballo debería extinguirse para en todos los demás usos; y así los maestros y padres han de procurar quitarla enteramente a sus discípulos y hijos haciéndolos calzar y vestir de ropas cortas como sayos, anguarinas y casacas sin permitir- les tampoco capas pues que éstas son tanto o más perjudiciales que las ruanas para el aseo de los artesanos; y se hallarán con aquel traje mucho más abrigados en los parajes fríos y más desembarazados en los ca]orosos. Y para que así se verifique aplicarán los jueces toda su diligencia tomando las mejores

· d · ' t 1 e " 111 prov1 encías y que mas o por unas es par zcan... .

No lograron las devaluadas autoridades neogranadinas desterrar lo que dos siglos antes habían hecho surgir: la ruana, uniforme y símbolo del mestizo, nacida en la pobreza, fue también el vestido de la Independencia que presidió triun- fante los primeros años de una República que, en momentos de snobismo, llegó a importarlas de Inglaterra y de Estados Unidos.

Uniforme de los ejércitos de la Gran Colombia, orgullo de orejones sabaneros, expresión de conflictos sociales entre "los

Alcedo Bejarano, Antonio. Diccionario geográfico histórico de las Indias Occidentales, Madrid, 1786-1789. [ulián, Antonio. La Perla de la América, Provincia de Santa Marta, pág. 127, Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1951.

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do l,·v�l.i y los de ruana", el XIX . v1¡;, ne,.; viene al caso el �ue el siglo de su mayor '{ . , comentario a una b d .

,1111n11 1 orres de Ménd bli o ra el pmtor b, e 1, 1851) porque rné ez pu ícado en E/ Pasatiempo (noviem- , as que una a . . , dt·-. Mtísticas constituyn . preciacion sobre las cálida- 1 •. 1 . ' " una revista de la d f . oca es a mitad de . l s mo as ementnas comienza a declinar:sig o, con referencia a la ruana que ya

Sobre el cuadro "Dama de B , " ... Cubre su cabeza u . agota en traje de montar".

de jipijapa fina de cuyas an:�::º:,�:ombJero de paja de Italia o

transparente, verde o t , pon e un velo de leve gasa las injurias del aire l urqut para preservar el terso cutis de ··· a mano derech l �argas enaguas de montar de color a eva�ta y sostiene las interior blanca i guarnecida de os�uro, deJando ver la ropa haya hecho esa misma mano , enca1.es bordados que quizá del breve pie calzado e l y mas abajo todavía la extremidad E . on e e gante botí h n la izquierda levanta el fuete d l�.º c arolado zapato. manos estrechamente a·ustad e afiligranado puño ... las cabritilla de color naraJ . d as en un par de guantes de blancos puños sobre la nja o rema.tan su adorno con dos hilo y seda, de color az,�ªnf?·/ en fin, una finisimn mana de hombros y por encimad� :u's as,tae directamente sobre sus otro género blanco con s a vue ve el cuello de muselina u , us correspond · t 1 pespuntes, botonadura i demás ien es ca ados, encajes, el traje para salir al campo el adornos de o�de�anza. Este es buen tiempo para los y 1 qTue se usa ordmanamente en el _, paseos a equend 1 . •• Cedro... traje mixto de i , ama, a a piedra ancha, l'legante ... Por lo que res e t

n11tge�a y europeo, cómodo y diferente pues la rigu p c a ad raje de ciudad, este es asunto

rosa rno a euro " l y L'nlonces nada de ruana n d d pea es a que se estila, No obst,mll• la fidelid d , a a e sombrero alón o de paja. h h. ª con que nuestro co t · � sa ido prL'sentar este ti o local rnpa nota Torres

d1ferenci,1s entre su dib . p I , nosotros hallamos algunas h · 1 UJO y as nuev · an t1doptado gt•neralm t as y recientes modas que l ' en e nuestras · · a ruana se Ita a/10/ido . pa1sanitas ... El uso de casi enteramente s titu , por una capita corta o escl . us i yendose esa de figura redonda y ab t nada que apenas llega a la cintura,

' o ona a por delante: la tela ordinaria-

111?

mente es de merino o filalia, verde oscuro, color de pasa, etc., pero siempre en armonía con las enaguas y el cuello forrado de terciopelo de un color semejante. Se olvidó también el Sr. Torres de la pequeña corbata negra o de color que ciñe flojablemente la garganta y por sobre la cual vuelve el cuello del camisolín a manera de la antigua moda de los hombres. Los sombreros que más se usan son de fieltro o panza de burro (palabra que no debemos usar hablando del traje femenil) con adornos de plumas, cintas, millarés y otros que hagan juego y buena casa con el resto del atavío. Los negros con adornos lacres o negros son los preferidos para el grande uniforme de ciudad mientras que para el campo se prefieren de un gris claro a color de rosa muy caída ... a primera vista sería dificil decir a qué clase de nuestra sociedad pertenece este individuo feme- nino, pues es de notarse que en materia de equitación o de paseos a caballo los progresos que han hecho nuestras costum- bres han acercado y casi confundido las dos clases media y alta".

El abandono de la ruana en que hace énfasis el anterior comentario, no implicaba el de otras prendas del vestuario nacional. El cuadro costumbrista de David Guarín, Un día de San Juan en Tierra caliente, publicado en 1857, traza otra imagen:

" ... con un calentano que les describa quedarán todos porque si alguno usa silla, zarnarros, espuelas y todos esos aderezos que llevamos por aquí no por eso deja de ser una excepción entre los suyos ... ninguno se pone zamarras o ruana, si llevan una camiseta, esa va por delante en la silla ... el más rico usa espuelas de plata pero pegadas al puro calcañar ... lo que sí llevan todos es el machete que va metido por debajo de la coraza de la silla y cuya punta y manija con ribetes de plata dan indicios de la calidad del señor que lo lleva ... las mujeres todas usan pa,íoló11 colorado o azul, tienen camisas muy bordadas y enaguas de fula con su arandela al pie ... unas montan en silla como hombres y otras en sillones colorados con galones blancos y cantoneras de plata ... muy pocas había que no tuvieran zarcillos, gargantilla y rosario de oro con una camisa ricamente bordada de seda de colores, con el cabello

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l" l 1 ,d l11s,11m•11tc abandonado sobre sus hombros y por último, con un vombrcrito negro con plumas y dos lazos de cinta color corcz.i. .. " (El Neogranadino, mayo 1857).

La prensa recogía el combate que en términos de vestuario se planteaba entre las costumbres locales y la moda internacio- nal. Es inútil cualquier comentario respecto a la tendencia que resultó privilegiada, pero cabe aquí referirnos a las modas que fueron unánimemente rechazadas como el uso del panta- lón propuesto por Amalia Bloomer, y a las que pese a las críticas frecuentes se aceptaron, como el corsé, "la primera condición para una toilett elegante", los pufs y el quitrín,

. caricaturizados grotescamente por Alberto Urdaneta.

La mantilla

Las observaciones relativas al uso de mantos en el traje español hechas en relación con la ruana son también punto de partida válido para revisar la presencia y evolución de la mantilla en el traje hispanoamericano.

Confluyen en ella tradiciones arabes y españolas. Las mujeres moriscas por precepto religioso se cubrían la cabeza y la cara con una tela de lino, algodón o seda llamada almaraja o almalafa que dejaba visibles únicamente los ojos. Más flexible en cuanto forma y dimensión, el manto de las españolas tuvo numerosas variables que se han clasificado así:172

- Mantos cortados en forma de capa que se acoplan a la forma de los hombros.

- Mantos amplios de gran ruedo cortados como segmento del círculo. Estos se llevaron en el siglo XVI y como demandaban mucha tela estaban reservados a las mujeres de categoría.

- Mantillos más pequeños, posiblemente semicirculares, fueron los más comunes pues requerían de menos tela.

- Mantos con manera para sacar los brazos. - Mantos y mantillos de aletas, hechos con 3 paños.

172 Berniz Madraza, Carmen. Confrontar las obras citadas.

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1

Mujer envuelta en pañolón (Fotografía c. 1870)

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Araucanos (Lito¡;rafí,1 S XVIII)

Gentes Jl'I Perú (l.ito¡;raf1,1 S. XVIII)

Los mantoncillos cortos usados en los siglos XIV y XV e denominaron mantonin« en Castilla y mantonet en Cataluña y Aragón; otros nombres como mantillo, mantilla, bernia, lo/111, capuz, tabardo y manteo designan modalidades de la prenda, cuyo uso pasó de las clases altas al pueblo. A finales del siglo XVI las mantillas eran muy comunes y se confeccionaban en géneros de diversas calidades desde tela de plata, cetí, damas- co, terciopelo, brocado, grana, raso, tafetán, seda, hasta chamelote, paño o lienzo. En un óleo de la época atribuido a Sánchcz Coello que muestra el puerto de Sevilla a finales del siglo XVI, se puede observar su uso generalizado del cual estaban excluidas las negras, a quienes se prohibió desde 1573.

La mantilla de paño azul o negro, suspendida o envuelta alrededor de la cabeza, que cubre los brazos y parte de las caderas, común en España fue también la corriente en la Nueva Granada durante todo el siglo pasado; algunas de sus variado· nes recibieron otros nombres como: paúuelon o pañolón dado a un trozo de tela cuadrado, que se doblaba en diagonal y llevaba flecos en el orillo. El adorno de los bordes del pañolón con cintas anudadas en macramé, común en Colombia, se encuentra en las islas Baleares (Ibiza). En México el rebozo, era largo, recto, con flecos en las puntas algunas veces de sedas finas y muy bordado; en el Ecuador fue una tela velluda siempre de color muy vivo.

El uso difundido de las grandes mantillas llegó a confor- mar una especie de disfraz tras de cuya uniformidad se escon- día la identidad de la portadora. Felipe U las condenó pero las señoras, con pretexto de conveniencia y de pudor, las conser- varon. Felipe V intentó que hombres y mujeres reformaran la costumbre de ir embozados; en 1766 Carlos III mandó por un bando que no fuera en todo el reino "ningún rostro embozado ni oculto". A finales del siglo XVIII, tras la Revolución France- sa, se dio en España un retorno hacia las modas populares que se recuerda como "el rnajismo" con el cual revivió la mantilla; lapetrimetra (o joven a la moda) la llevaba con el vestido de corte imperio o complementando la basquiña. Esa nueva versión di! la mantilla, blanca o negra, se hacía en tela transparente, 1: n

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blonda o con encaje en el orillo y se llevaba preferentemente sobre una gran peineta de carey. Goya retrata a muchas aristócratas que, en trance de majismo, lucen la mantilla.

Fue típico de las mujeres de Cádiz usar la mantilla negra cubriendo con ella la cara a excepción de un ojo, con lo cual quedaba la portadora totalmente tapada; las mujeres de algu- nas ciudades de los Andes, principalmente de Lima, se hicie- ron célebres por ese atuendo que en el siglo XVIII era símbolo de ambigüedad y estímulo a la imaginación picaresca. Tapa- das, según un viajero inglés, asistían algunas señoras a los bailes que ofrecía el Vicepresidente Santander en 1823, bien porque no tuvieran un vestido apropiado, bien porque no quisieran ser reconocidas y entonces simulaban la voz.

Treinta años después, un periódico conservador, El Pasa- tiempo, entre galante, humorístico y crítico de las innovaciones políticas, manifestaba una "profunda adhesión a la mantilla" elevándola a la categoría de símbolo de un pasado de buenas costumbres y oponiéndola al reformismo de los gólgotas -librecambistas y librepensadores- a los cuales identificaba con la gorra: " .. .la mantilla es la delicia de las damas, encubri- dora de tres o cuatro caricaturas ambulantes, de más de ocho parches y paperas respetables; la cómplice de muchos coque- teos contrabandistas, traducidos en sonrisas hechiceras y pi- cantes miradas; y sobre todo, la auxiliadora perpetua de ese doce farniente nacional, que en buen neivano llamamos la pere- za ... ¡Cuán socorrida es la mantilla! Si la capa es un dije para el cachaco perezoso, la mantilla es para la dama bogotana una verdadera panacea ... mejor que el sufragio universal... ¿ Quiere la señorita visitar a sus amigas? toma su mantilla. ¿Se va al mercado a buscar flores? la mantilla es su amparo. ¿Entra a las iglesias a orar por elprójimo? la mantilla escucha sus plegarias. ¿ Va a la procesión a ver los santos varones? la mantilla la acompaña fielmente.¿ Va al cementerio a algún entierro? la mantilla la consuela en su dolor, y enjuga sus bellas lágri- mas. ¿Recorre la calle del comercio en busca de adornos, prendas y juguetes? la mantilla protege su rubor contra las miradas tormentosas del profano Mercurio ... donde quiera la

Morisca (Dibujo c. 1529. Cristóbal Weiditz)

Tapada limeña _ (Acuarela s. XVJl. Baltazar [aime Martínez Companon)

í

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1 1

La suma de esta superposición de formas y estilos dio una

impresión de continuidad; su vigencia, es cierto, se prolongó en Colombia más que en otros lugares y todavía viva en la década del ochenta la describen los últimos viajeros del siglo, unas veces sorprendidos,

11 •• .la mantilla negra de tan extrai·"'

impresión para nosotros, que todas ellas acostumbran a porwr se ... encontrando en 1a mantilla el mejor recurso para cscond1·1

su tocado incompleto y su cabellera despeinada, sin ímpcdh 1 la vez que su cara pintada y sus inquietos ojos nq;1 n

- Las mantillas españolas de origen morisco, de \os siglos XVI y XVII,

colocadas desde la cabeza (de terciopelo, paño o bayeta, oscuras y

pesadas). - La restauración de su uso a finales del siglo XVIII con el revivir del

"rnajismo" (transparentes, adornadas con encajes, colocadas sobre

el peinetón o con flores en el cabello). - Los chales de cachemira que acompañan el vestido Imperio a

comienzos del siglo XIX (muy largos, en lanas suaves y

estampadas). - Chales o mantellinas más pequeñas y flotantes que acompañan la

moda romántica, hasta 1840 aproximadamente. (Color unido, telas

suaves y delgadas, tonos pálidos o rojo fuerte). - Grandes mantillas desde los hombros hasta el borde de la falda al

estilo de la Emperatriz Eugenia, usados hasta 1870 aproximadamete

(seda o lana suave, bordadas y con largos flecos).

mantilla es deleite, el pabellón político, la compañera oblif,,1d,1 de la dama ... y no se diga que por ser de uso tan cornun

adolece de vulgaridad; porque si ella tiene sus épocas de humilde condición, en que por lo común encubre miserias, resabios y travesuras de mal gusto, logra también de buenos

tiempos en que suele ser indisputablemente la reina de la situación. Es en la Semana Santa cuando la mantilla llega a su

apogeo ... Entonces ella se presenta bajo mil formas, desarrolla todo su poder misterioso y ostenta todo su lujo, su travesura y su importancia colosal...".

En la aparente continuidad de la mantilla hay que distin-

guir varias etapas:

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Camisas y enaguas en la Zona Andina

17

alrededor encaje o fleje, uno y otro con juntas. No usan jubón, si sólo se rebozan con rebozo de bretaña o clarín con su punta de encaje. Para salir de casa usan manto de tafetán y saya de lo mismo, su media de seda con cuchilla labrada, y en lugar de

zapato calzan pantojas ... ". Un siglo después Manuel Ancízar encontrará a las señoras de Vélez con "camisa profusamente bordada de colores, enaguas de bayeta fina, alpargatas nuevas

y sombreros de jipijapa con ancha cinta negra ... que sujeta la mantellina de paño que llevan flotando para lucir la camisa y el rosario de oro ... ". Las camisas masculinas también se adornaron con bordado en algunas regiones andinas, costum- bre que desapareció en la primera mitad del presente siglo. Las últimas blusas (ya no camisas) bordadas sobreviven en el vestido de las mujeres indígenas de Otavalo (Ecuador),

quienes pese al inevitable debilitamiento de sus tradiciones llevan y exhiben por el mundo ( con los textiles que venden), ese

rezago del vestuario Renacentista. Con respecto a las naguas, palabra taína que se encuentra

en las crónicas de la Conquista, aparecen en relaciones de

ropa desde el siglo XVI, aun cuando cambiada por enaguas. Su significado también varía entre una prenda exterior de tela de color y otra hecha de lienzo blanco, usada debajo de la saya, la basquiña o el guardapiés; todas ellas están resumidas actual- mente en la palabra falda (antiguamente falda fue la cola del vestido).

- El guardapiés, siempre fue prenda exterior y la palabra en

algunas oportunidades parece denominar una especie de delantal de tela fina muy adornado con encaje, que llegaba hasta el borde del vestido, de moda entre los siglos XVII y

XVIII. - La pollera usada en Bolivia, el Ecuador y el sur de

Colombia es alternativamente prenda interior o exterior; en éste caso es muy ancha y fruncida en la cintura, adornada con bordado o encajes.

- Faldellín, también tiene las dos acepciones, y cuando era

prenda exterior, consistía en dos faldillas separadas, abil•rt,1s

de arriba hasta abajo que se amarraban a la cintura; d1l e el H;ttner, Alfred. Op. cit., pág. 73_ D Espagnat, Pierre Recue d d I Santa Certrudis, Fray]�:� ; aONuev� Granada, Vol ,IIJ, pág. 100.

e. P· cii., Tomo I, pag. 141.

m l ll",11 en lo suficiente ,, in t · · · , Y o ras con adm · · , 11

qui1.'r.1 <.Jue sea la decisión de la tir . iracion: ... cual- 1 '.ms, el tocado que sienta . 1 ana umversal, la moda de Sl' armoniza con ese ambie�=J�: a aª .s,uramericana, el q�e más

luego, la mantilla ... rr .174 P sien Y de fe es, Y sera desde

¿Influyeron las guerras? . Fu negras el refugio adecuad . l 1 eren tal vez las mantillas

Mantillas y - l o para as penas y los lutos?

pano ones sobrevivi ¡ · 1 pasaron definitivamente cua d l ieron e s1g o XIX y sólo nes de Manila hacia 1920· denla o �e?aron los coloridos manto-

rezagos que en versione� v�eJa prenda aún hoy quedan neos abrigan a las campes'· matdena l les y colores conternporá- mas e as zonas frías.

La camisa fue originalment . indica el origen de la 1 b e ��a prenda interior: así lo

Pª a ra, camtsia "p 1 mos en la cama" scgé 1 id ' orque con e la yace-

' e, un si oro de Se ·11 A . vestidoexterior (brial ropa 1' bé ) f vi a. medida que el l

. , , u on se ue vol · d d a camisa se hizo visible L . vien o escotado,

mujeres de la aristocracia :s ca1!'\sas bordadas que usaron las

aunque pasaron de moda c;�;no a entre l�s siglos XV y XVI, durante trescientos años , �nuaron llevandose en América buen observador de las damas. d ray � uan de Santa Gertrudis, 175

los detalles del traje feme . s, es�nbeconminucia de modisto de las señoras una ca �mo en artagena en 1756: " ... el tra1·e

... misa con lab d que es de hilo d ores e seda de colores y tres dedos de an;hooroyy P I lata,d tamdbién, formando un cuello de

' a a cai a e un lado t que llaman pechitos. y en las fald � o ro un cuadrado de ancho Sobre la e . 1 as un encaJe de cuatro dedos · am1sa con as m · _ con los remates de encaje . t angas sin punos anchas, , vis en un fustán de bretaña y

173 174 175

./

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1 1l,1d1, ',.inl.1 Ccrtrudis: " .. .los faldellines de las pobres son de b, l l,1 lh· la tierra y no llevan más que un guardapolvo, su ,illuaz.i y abajo un ribetico de una cinta estrecha, y arriba otro dt• cinta 1:'ás ancha con sus tiras para atarse. Mas lo que hace l 111 tura Vlen� sesgado, formando una media luna, y a lo largo no alcanza sino hasta la mitad de las pantorrilla". Esta prenda amarrada en el �uello, según Soledad Acosta de Samper, la usaban las m_u1eres para lavar en los ríos y es quizá el origen del _lla�ado chingue (en Santafé en el siglo XVIII a las mantas ordmanas las denominaban chingadas).

-: En los A�des nororientales predominó la enagua negra, recogida en pliegues pequeños y en su versión más lujosa adornada con flores bordadas con sedas de color, hilos metáli- cos y lentejuelas (argentería).

- En Guatemala, algunos lugares de Ecuador .y en el dcpartam,ento del Cauca se conservó el anaku indígena, que es un rectangulo de tela con el cual se envuelve el cuerpo de la cintura hacia abajo.

. La falda y la camisa fueron las dos piezas que dieron urndad al vestido típico colombiano y sus variantes locales están d��as por difer�ncias de color, material y adornos, que no modifican sustancialmente la esencia del traje.

El carriel antioqueño

Antes de que el traje tuviera bolsillos los hombres llevaron bolsas o carteras de diferentes materiales, formas y tamaños para portar sus �al ores; l� mochila indígena ( chuspa en quichua), hermosa y funcional, tejida en diversidad de formas, tamaños y materiales es el aporte más puro, permanente y útil del vestuario precolombino al contemporáneo.

En el siglo XVI, los hombres usaron en España carteras cuyas variedades recibían nombres como bolsa, escarcela o guarniel, este último descrito como un cinturón con bolsillos de cuero o cabritilla para guardar dinero; en el Diccionario de la

Lengua Castellana se lo define como "bolsa de cuero que lt ,ll'll los arrieros sujeta al cinto con separaciones para llevar p,1p_l·I, dinero, etc.". Iconográficamente está documentado en las pm turas del llamado "Maestro de los Reyes Católicos", en donde se aprecia como una especie de cartera de cuero doblado dejando pliegues en su interior, cerrada en el frente con una correa del mismo material y una hebilla que asegura la tapa o último doblez. Sus .adornos podían ser cordones, botones, borlas costuras o bordes en colores contrastantes; el portador la llevaba suspendida de la cintura mediante una correa. Dice Ruth Matilde Anderson'" que este tipo de cartera se encuentra en pinturas de personajes identificados como altos sacerdotes judíos.

El grupo antioqueño, cuyo ascendiente judío paree� muy fuerte, tiene como pieza original de su atuendo el denomma�o carriel o guarniel, de forma similar aunque de mayor tamano, que llevan colgando del hombro mediante una correa. Por su sólida construcción y por la posibilidad de dotarlo de un bolsillo "secreto" ofrece mayor seguridad en el transporte y cuidado de valores, razón que debió influir en su desarrollo y uso, si se recuerda que la minería fue la actividad más impor- tante de la región, durante el período colonial y después de la Independencia. Para el transporte de granos o arena� :ºn oro las mochilas tejidas hubieran resultado muy poco eficientes.

Otra costumbre relativamente difundida fue la de llevar bolsillos secretos en el traje con la intención de proteger de una requisa o un asalto los valores trasportados en metálico.

La manta guajira

Algunos grupos indígenas que rechazaron la C�nquista_Y la Colonia desarrollaron un vestido libre de la influencia hispánica en el cual se pueden percibir los aportes de otros

176 A nderson, Ruth Matilda.Hispanic Costume 1480-1530, pág. 86, l lasp1111tl

Society of América, 1979.

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176

pueblos Es el caso de los pobladores de la península de la ( ,11.,¡i 1.1, Id bus de indígenas nómades entre el extremo norte de ( 1 lombia y las regiones limítrofes de Venezuela.

Durante el siglo XVIII la rebeldía de los guajiros fue .ipoyada por holandeses, ingleses y judíos porque convenía al crecimiento de su comercio en las Antillas. Los gobernadores de Santa Marta se quejaron constantemente de ello:" ... Los que más frecuentan las costas guajiras son los ingleses y holande- ses cuyos tratantes a cambio de ganado y palos de tinte les facilitan armas, pólvora, lienzo que llaman coleta, listados y quincallería con otras frioleras como arpones para la pesca ... ". Todavía semidesnudos en el siglo XVIII, según la descripción hecha por [ulián,"? cuando se vestían para presentarse en público lo hacían de modo "curioso y diverso del que usan otras naciones del Nuevo Reino, tanto las de tierra fría como de países cálidos", en el que ya perfilaba el vestido actual: las mujeres " ... pobre y humildemente vestidas, con un manta de algodón cosida a manera de saya o basquiña, y ... los varones (llevando) sobre el vestido interior, que consiste en una media camisa de algodón, que llaman allíchamarreta ... una especie de clámide o manta de varios colores terciada sobre el hombro, y les va a caer sobre los calzones, que también son de algodón hasta media pierna ... de un lado la mochila ... ".

Su territorio, abierto al mercado ilegal de géneros les permitió disponer de ellos en abundancia y si se añade que en la zona baja de la Guajira se cultivó algodón del cual fueron excelentes tejedores, se suman dos factores que debieron inci- dir en el desarrollo de su vestido amplio y largo, adecuado a las necesidades impuestas por un territorio desértico, de alta radiación solar y clima ardiente. La manta, vestido particular de las mujeres guajiras tiene similitudes con el traje de algunas regiones desérticas del A frica, Jo cual no implica forzosamente, un proceso. de aculturación; puede tratarse más bien de la respues ta aislada que grupos no relacionados entre sí dan a necesidades similares. Sin embargo, no debe desconocerse

177 [ulián, Antonio. Op cit., p,\g 223.

Nc¡;ros de Cub,, (Litografía S XVIII)

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Detalle de un tcxlil nigerianu

"Mola" Kuna (Isla de San Bias, Panamá)

que según estudios recientes los habitantes de la zona tienen un alto porcentaje de sangre africana;178 la pintura facial protec- tora del sol, la mochila tejida y unas sandalias de cuero adornadas con borlas de lana, complementan una indumentaria que aunque reciente, si se compara con el vestido de ancestro español, identifica su etnia y diferencia grupos familiares y jerárquicos.

El vestido antillano y caribeño

El descenso demográfico de la población indígena en el siglo XVI y la continua introducción de africanos hasta el siglo XIX dieron a la zona del Caribe una composición étnica diferen- te a la del interior del continente en donde la mezcla racial fue principalmente de blanco e indio; el vestido caribeño, condicio- nado por la función de la etnia mayoritaria, tuvo otra secuencia y aún con las mismas prendas básicas, calzones, camisa y

--enaguas fue más escaso y más pobre, generalmente de lienzo blanco; por disposición real las mujeres negras sólo podían llevar mantos blancos o azules y no podían usar joyas de oro, ni perlas. Según documento citado por Jaime Jaramillo, la condición de mulata de una familia de Cartagena era comprobable por el hecho de que las mujeres usaban del vestuario " ... que corresponde a su calidad, cual es el del paño y pañito, y no del manto y saya que a las mujeres blancas corresponde ... ¡'. 179

El traje de los esclavos variaba de acuerdo con el oficio desempeñado y quienes servían en las casas podían estar ricamente vestidos con libreas galoneadas de oro si ello

178 Los estudios de la Unidad de Genética de la Universidad Nacional. indican que entre los habitantes de la Guajira el 41.9% es componente indígena, 29.5% caucásico y 28.6'.7í, es negro.

179 Jaramillo Uribe, Jaime. "Mestizaje y diferenciación social", pág. 2cn en Ensayos de Historia Socinl, Tomo 1, Ln sociedad Neogm11adinn, Bogul I

Tercer Mundo Editores, 1989.

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conn 1h111,1 ni esplendor del amo y , 1 l 1s s1•11111,1s competían entre , SPd -gun a gunos testimonios, si a ornando ric t csd ivos vn determinadas fi t L I amen e a sus . es as. a situació d I Ias 1111n,1s O las haciendas era d'f n e personal de . 1 ercnte y abunda I b V.il�1oncs sobre la . d n as o ser- cuas1 esnudez de la bl · ,

de J,1s frecuentes quejas de esclavos s fº. ación negra; u�a de la ropa imprescindible. e re aciona con la carencia

Tal vez para contrarrestar esa . . tuvieron marcada aficié J . s pnvac10nes los negros . ton a os traJes de f t 1 .

J�yas vistosas; en los primeros años d I urde co orido .Y a !as Richard Bache a las mu· e ª n ependenc1a dice , jeres negras en y 1 descalzas, "jamás les falt d e�ezue a, aunque pendiente; muchas IJev:::s�:�� e abalonos :ºn una cruz cruz que por lo general es de oro as colgadas junto co� la de oro, co11ares brazaletes b ·11 o de pla.ta ... o neos zarcillos

L , f ' Y n antes pernetas" ª in irna condición en 11 · losafricanosconservarcaract��e: ega�on a Am�rica impidió a nativas con la b ·11 propiosdesusmdumentarias

, n ante excepción del turbante En Af . uso y forma ti · ·t· . · nea su 1 . rene s1grn 1cac1ones culturales· entre Jo H , as mu1eres comienzan a us J - ' s erero,

ello que están listas pa ar o a los 18 anos significando con ra casarse y para I y b como se anuda señala el estatus d 1 os . oru a la manera

grupo o región de roe . , e a mujer además de su todos los lu ares de edcncia. El t�rbante tuvo vigencia en Unidos hast! las costa:de�\���í�:;�ion t�gra_. desde Estados bahianas lo usaron de d . Y e . rasil, en donde las conservó muchas de su!ran ·C:.1!mens1ones; en Martinica como se anuda comunic� ��:;r��te:d: ex�resivas y según más simple, un pañuelo doblado e . , ensajcs. En su forma frl•ntc o en la nuca I n tnangulo Y atado sobre la

En el área del C�r�:���X;ºc�;an hombres _Y mujeres. compuesto por falda bl d P n de un vestido recatado

· ' Y usa e manga larg · . msccncias de los vestidos de las in I a, que tiene rerru- el siglo X(X se h 1. d 1 . f5 esas Y holandesas durante ' ª tga o a a acción de l · · tantos en las Ant'JJ 5 os m1s10ncros protes-

1 as. e excluye de es . modestos el de 1 . · e conjunto de trajes as mu1eres de Panamá.

.. , 179

El vestido panameño

El vestido típico de la mujer panameña es un caso especial cuyo antecedente podría encontrarse en una vestimenta par- ticular de las mujeres libres, (mulatas y zambas) cartageneras, conforme a una descripción hecha hacia 1716: " ... Una camisa muy delgada (que enrejan sacando muchos hilos en cruz) con cabezón de encaje muy ancho guarnecido de arrugadas puntas al aire del mismo lienzo, ahugeradas y labradas de varios colores el cual subiendo sobre los hombros cae a la mitad de la espalda y el pecho; y a las mangas regulares acrecientan otras pequeñas con los mismos labrados que ellas llaman abadejas y sirven de larguísimas vueltas que siempre traen colgando; y el brazo hasta la sangradura desnudo, pero enredada la muñeca en brazaletes de muchas sartas de corales mezclados con cuentas de oro y cuartillos de plata. Sobre ello se fajan el estómago con bandas de algodón, sedas, plata u oro, en que gastan más dinero que en todo el vestuario. Una saya morada o amusca que llega al tobillo despedazada desde los pliegues con picaduras ... átanla a las caderas con dos grandes cintas sobresalientes que cuelgan casi hasta el suelo ... debajo se visten otra saya de color alegre con las mismas guarniciones que se asoma entre las picaduras confusa y hermosamente. No usan más calzado que unas chinelas de pieles tachonadas de tisú o de entorchados de seda, plata y oro en que meten los pies desnudos ... en las orejas unas ajorcas de perlas y rosetas de oro ... fuera de éstas unos arillos con flores de oro esmaltado y remates de perlas o aljofar ... echan al cuello cadenas y rosarios de oro de mucho valor que se despeñan hasta la cintura ... "1R0•

Se refuerza la percepción de que en éste llamativo traje puede estar el origen de la pollera panameña con la lectura de una descripción que relaciona el vestido de la panameña con el de la cartagenera en los siguientes términos: " ... llevan una finísi-

180 Otero D'Costa, Enrique. "Diario viajero del príncipe de Santo Buono", Traducción publicada en Boleün de Historia y Anlígfledades, Nos. 371 a 379, Bogotá, 1946. ·

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1 sn

111,1 1,11111•,,1 c on muy preciosos encajes en todas sus aberturas, 1111,1 f'ºI h·r ,t corta que no les pasa de las pantorrillas, fajándose �1111 �g11,1I gracia que las de Cartagena: llevan en el cuello 111l 11u tos rosarios y cadenas de oro, diferentes todos entre sí 1�,1r.1 L1ue hagan armonía. Igualmente usan de muchos relica- rrus, brazaletes de oro o tumbaga, de coral, de abalorios, etc. s.u calzado no es menos gracioso ... " .181 La riqueza y exuberan- cia de este vestido correspondía a la intensa vida comercial de los puertos caribeños en donde abundaban mercaderías y dinero.

El vestido de los kunas

. Quizá el aporte más original al vestido regional en Colom- bia está constituido por las molas, exclusivas del vestido de los indígenas kunas, de la zona del Darién. Como en el caso de los guajir�>s, el grupo de los kunas no pudo ser sometido por l�s autoridades españolas y conservaron sus costumbres sin mezcla hasta comienzos del siglo XVIII; por entonces aún tenían la misma indumentaria que había descrito Pascual de Andagoya en 1514: (las mujeres) " ... muy bien vestidas con mantas bordadas que se alargan hasta cubrir los pies pero los brazos y el bust� están descubiertos ... ", Entre 1675 y 1725 los kunas tuvieron contactos con los piratas y se aliaron a ellos en contra de los españoles; al operar como auxilia- res de los contrabandistas, debieron recibir elementos corno telas de algodón, tijeras y agujas, con que más tarde llegaron a de- sarwllar las molas; éstas debieron comenzar a hacerse hacia firw.s del siglo XVIII y sólo en la siguiente centuria empiezan a s�·r identificadas como un traje étnico, que con algunas varia- cronos es aún vigente.

181 Histona de los trajes que todas las naciones del mundo usan actualmente con una breve noucia del carácter y principales costumbres de los naturales de cada J-'IIÍS extractada de los viajeros más modernos por O.T.V., Tomo III, Madrid, 1805.

181

La idea general, dice Mari Lyn Salvador, 182 es que la �ola nació de la transferencia de la pintura corporal al vestido: motivos como pájaros, bestias, hombres, árboles, co� que los kunas adornaban cualquier parte del cuerpo y especialmente la cara, debieron pintarse en el vestido; primero al borde de la falda y más tarde en la blusas para, finalmente, adoptar una técnica totalmente nueva para ellos: la aplicación de telas de colores para lograr esas mismas imág.en�s '. La cuestión a resolver es si los kunas desarrollaron md1v1dualmente esa técnica, o si existió algún intercambio que la propició.

La aplicación de telas, según es.pecialista� del Museo Británico 183 se encuentra en toda el Afnca en vestidos ceremo- niales, es�andartes y banderas y con certeza _es nativa �e allí. Su mayor tradición se encuentra en el occidente, mas con- cretamente en Dahomey. un país de guerreros y artesanos -talladores de madera, orfebres, tejedores, bordadores Y hace- dores de aplicaciones- situado en la que se denominó �osta de los Esclavos, de donde provinieron grandes contingentes humanos llegados a las costas colombianas. Aún ahora, en la capital, Abomey, los artesanos decoran las tel�s aplicánd?_les

viejos motivos de sus guerras y hechos h�ro1cos. Los runos aprenden la historia y las leyendas del pa1s con la ayuda de esas telas con figuras aplicadas.

Pese a las malas relaciones de los kunas con los grupos negros del Pacífico, dada su proximidad no puede descartarse un intercambio de experiencias; en 1850, cuando los ku�as

emigraron del Darién a las islas de San Bias ya se habían apropiado de la técnica de aplicación de telas. Actualm�nte las molas no sólo individualizan e identifican la cultura, smo que con su venta en el mercado internacional de artesanías, aportan ingresos a las mujeres que las trabajan.,"'"

J 82 Salvador, Mari Lyn. The clothing arts of the Cuna of San Bias, Pa,111111,I

183 Picton, [ohn y Mack, John. African textiles, pág. 169, New York: h "" Editions, Harper & Row, Publishers, 1989.