Rich in Years Es

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espiritual

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  • Publicado por Plough Publishing HouseWalden, Nueva York

    Robertsbridge, InglaterraElsmore, Australiawww.plough.com

    2014 por Plough Publishing HouseDerechos reservados.

    Traduccin de Juan Segarra PalmerLa foto de la cubierta: Corbis Images

    Texto bblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versin Internacional 1999 por la Sociedad Bblica Internacional

    Derechos reservados.

    print isbn: 978-0-87486-805-0 web pdf isbn: 978-0-87486-576-9

  • Mi esposa Verena y yo les dedicamos este libro a nuestros padres, Heinrich y Annemarie Arnold y Hans y Margrit Meier. Porque ambas parejas permanecieron fieles en el matrimonio y fieles a Jess, sus vidas fueron abundan-temente plenas hasta la vejez, y tocaron a miles de personas.

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    Prlogodel Cardenal Sen OMalley

    En este libro, Johann Christoph Arnold, una vez ms, nos ha llevado el sentido del amor de Dios que dura todos los das de nuestras vidas. Aqu comparte una meditacin sobre lo que Teilhard de Chardin llam la disminucin pasiva: la expe-riencia humana de envejecer y sufrir.

    Lo que es notable en estas pginas es como Arnold une tantos de las corrientes que aparecen en sus libros anteriores. Por ejemplo, se extiende en los temas del matrimonio y la sexualidad humana en su libro Sexo, Dios y matrimonio. Describe el amor de marido y mujer que est dentro del presente y al mismo tiempo est relacionado con el amor eterno de Dios.

    De modo semejante, desarrolla ms su libro Setenta veces siete que seala que la base de la paz es centrarse

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    en el perdn y la misericordia, recordndonos de la misericordia que cada uno de nosotros recibimos. Nos llama a permitir que la misericordia nos transforme por medio del perdn, y as entremos a la vida eterna.

    Tambin Arnold hace hincapi en la importancia fundamental de la oracin: No importa cunto tiempo nos queda por delante, debemos utilizarlo para llevar a otros a una relacin con Dios, una relacin profunda y devota. sta es tal vez el mejor regalo que podemos dar. La obra de Arnold refleja el corazn del Lumen Fidei (La luz de la fe). En ste el Papa Francisco abraza la obra de su predecesor, el Papa Benedicto xvi y su interaccin importante de las Escrituras con las tradiciones, y al mismo tiempo aade su propia perspicacia. Dice:

    Por tanto, es urgente recuperar el carcter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la caracterstica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente ms primordial, tiene que venir, en definitiva, de DiosLa fe, que

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    recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo.

    Para mantenerse con esta visin la Iglesia Catlica Romana se ha emprendido el evangelio renovado un proceso de renovacin por medio de las bendi-ciones del Espritu Santo que nos lleva a ser testigos revitalizados del evangelio. Como el Papa Benedicto xvi nos hace recordar, esta renovacin est estre-chamente relacionada con la llamada a la unidad, a cruzar las fronteras religiosas entre todos los segui-dores de Jess.

    La pobreza espiritual de muchos de nuestros contem-porneos que ya no perciben como privacin la ausencia de Dios de sus vidas representa un desafo para todos los cristianos. En este contexto, a nosotros, creyentes en Cristo, se nos pide volver a lo esencial, al corazn de nuestra fe, para dar juntos testimonio del Dios vivo al mundo, o sea, de un Dios que nos conoce y nos ama, en cuya mirada vivimos; de un Dios que espera la respuesta de nuestro amor en la vida de cada da (Discurso del Santo Padre Benedicto xvi a la

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    plenaria del consejo pontificio para la promocin de la unidad de los cristianos, 15 de noviembre de 2012).

    Es una alegra reconocer en este libro de Johann Christoph Arnold una manifestacin de lo que el Papa Francisco y el Papa Benedicto describen. La obra del pastor Arnold y la comunidad a la que pertenece, el Bruderhof, son testimonios al vnculo de la fe que nosotros, que somos cristianos, compartimos.

    Cardenal Sen Patrick OMalley, O.F.M. Cap. Arzobispo de Boston

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    IntroduccinJohann Christoph Arnold

    A mi esposa y a m nos encanta hacer caminatas y, a travs de los aos, hemos conocido inconta-bles personas en el camino. Algunos son jvenes y vigorosos, con equipo nuevo y paso juvenil. Tal vez acten como si supieran lo que estn haciendo pero, en muchas maneras, son ingenuos y carecen de expe-riencia. Otros caminan con la certeza y confianza que vienen de haber atravesado este terreno anteriormente. Y otros, francamente, estn perdidos. No saben de dnde vienen ni hacia dnde se dirigen.

    Esta es nuestra experiencia humana. En el libro El progreso del peregrino, John Bunyan compara la vida a un viaje largo. El peregrino de Bunyan conoce su meta final, pero constantemente lucha contra los peli-gros en el camino: las distracciones tentadoras, bestias

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    feroces, y pantanos sin camino. A menudo el camino es angosto, bordeado de riscos acantilados y abismos de cadas repentinas. En la medida en que el peregrino se acerca al final, lo atacan ms que nunca. La vida tambin es as. En la vejez comenzamos a perder nues-tras facultades de maneras en que los jvenes ni tan siquiera pueden imaginar. La enfermedad, la soledad y la muerte misma nos acechan cada vez ms.

    Cada viaje est plagado de dudas acerca de si llega-remos al destino. A menudo nos lastimamos en el camino. Destrozados y desorientados, luchamos por seguir adelante. Esto siempre se hace ms difcil si caminamos solos. La forma ms segura de mante-nerse sano y salvo en el camino es ayudarnos los unos a los otros. Seamos viajeros veteranos o novatos, todos estamos juntos en este camino. Y, como cual-quier caminante avezado les dir, la forma ms fcil de desorientarse es lanzarse por cuenta propia.

    Cuando experimentamos dificultades, adquirimos un conocimiento del camino que puede y debe ser compartido con los dems. Conocemos las vistas ms espectaculares y la importancia de detenerse para apreciarlas. Conocemos los manantiales secretos

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    que nunca se secan, y donde podemos detenernos a descansar sin peligro. De igual modo, nosotros que hemos alcanzado la vejez podemos ser fuente de sabi-dura, esperanza e inspiracin para otros. Es por eso que escrib este libro. He tropezado con frecuencia y he perdido el camino ms veces de las que quisiera admitir pero, s s lo que podra hacer que el viaje sea menos atemorizante y ms satisfactorio. Espero que las historias en este libro les animen a seguir adelante. Por eso les dedico este libro a mis compaeros ancianos, con el deseo de que tengan la fuerza para continuar ayudando a otros peregrinos.

    Todo caminante avezado lleva consigo una brjula. Tal vez no la use durante muchos das pero, cuando lo haga, rpidamente lo encaminar. En mi propio viaje, la gua ms importante para mantenerme en el camino ha sido la oracin. Cuando me vuelvo hacia Dios, y les doy la espalda a mis preocupaciones acerca del camino por delante, l orienta mi corazn de nuevo hacia la meta final. Tambin la paz del corazn surge de una prctica diaria del perdn y del servicio a los dems. Estas son herramientas que podemos utilizar mientras seguimos adelante.

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    En fin de cuentas, es Dios y no nosotros, quien determina cunto tiempo pasamos en el camino. Cada uno de nuestros viajes comienza al nacer y termina con la muerte. Algunos de nosotros caminamos durante aos, perdiendo el camino ocasionalmente para luego volver a encontrarlo. O regresamos para ayudar a alguien que se ha quedado rezagado, tal vez preguntndonos si no estamos desperdiciando nuestro tiempo precioso. Otros viajan por slo un corto tiempo, pero aun as, quin puede decir que ellos no han alcanzado la meta que Dios les ha puesto?

    Cada uno de nosotros, a la larga, llega al final, y ah Jess estar velando y esperando que lleguemos. l sabe cuando comenzamos y ha velado por cada paso nuestro. Nos juzgar si le hemos pasado por el lado o ignorado a un viajero en dificultades sin extenderle la mano de ayuda. Pero nos recompensar por cada obra de amor que hayamos hecho por los dems, y nos dar la bienvenida con los brazos abiertos: Vengan a m todos ustedes que estn cansados y agobiados, y yo les dar descanso (Mateo 11:28).

  • Rudi HildelEstoy envejeciendo, pero no me mimes!

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    1Envejecer

    Envejeced junto a m!, todava nos aguarda lo mejor,el final de la vida, por el cual la primera fue hecho: nuestros tiempos estn en Su manode l que dice: Todo, lo he ordenado;la juventud solo muestra la mitad; confiad en Dios: observa todo, sin temor!.

    Robert Browning

    Ese es uno de los poemas favoritos de Ellen Keiderling, una antigua secretaria ma que fue de gran ayuda con mis otros libros. Aunque ya no trabaja para m, sigue siendo una participante activa de mi iglesia y a menudo contribuye cuando existe la oportunidad para una discusin abierta. Cuando primero me inspir para escribir este libro, Ellen escribi lo siguiente:

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    Aunque tengo ochenta aos y estoy batallando contra la vejez, no quiero regresar a los veinticinco. stos son los mejores aos de mi vida.

    En mi vejez, s que es importante que alguien me ayude. Cmo Jess le dijo a Pedro: De veras te aseguro que cuando eras ms joven te vestas t mismo e ibas adonde queras; pero cuando seas viejo, exten-ders las manos y otro te vestir y te llevar adonde no quieras ir ( Juan 21:18). Ciertamente me estn llevando adonde no quiero ir, y esto es difcil aceptar.

    No siempre me gusta cuando la gente me da rdenes y se preocupa por m. En verdad, no me hace falta ayuda para vestirme, pero lo agradezco. No me gusta cuando la gente camina conmigo a todas partes, pero lo agradezco porque me estoy poniendo vieja. Y me siento tan contenta de estar en paz. Es muy cierto lo que dice Browning, no tengo razn alguna de tener miedo.

    No todos somos como Ellen. El temor a la muerte, junto con el temor de envejecer, nos llena la mente, pero no queremos hablar sobre el asunto. Qu es lo que estamos tratando de evitar? Shakespeare expres estas verdades sencillas en su drama. Escribi (todava

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    me acuerdo de estas lneas, por haber tenido que memorizarlas en la escuela secundaria):

    Todo el mundo es un teatro,y todos los hombres y mujeres simplemente actores.Tienen sus mutis y sus entradas

    (Como gustis)

    Apgate! Apgate! velita de mi vida! Qu es la vida? slo una sombra, un histrin que pavonea y se fastidia por el teatro,y a quien se olvida despus.Es la fbula de un necio, vana y ruidosa,que significa nada.

    (Macbeth)

    A muchos nos preocupa, que no importa cun exitosa haya sido nuestra vida, se desvanecer a nada y pronto se la olvidar. O tal vez temamos perder la mente, la memoria y la independencia. Tambin tememos la soledad, el dolor y el sufrimiento. Muchos se preocupan de no haber vivido la vida como debieran haberla vivido. Pero todo esto se puede vencer. Envejecer no tiene que ser una crcel de desnimo y desesperanza. Nos puede presentar oportunidades nicas, en las

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    que el significado y propsito de la vida encuentran su cumplimiento, y donde podemos expresar el amor que siempre hemos querido expresar, pero que por alguna razn jams habamos logrado hacer.

    Nuestra sociedad ha perdido la perspectiva sobre el envejecimiento. Los adelantos en la medicina nos han dado un falso sentido de inmortalidad. Pareciera que pensamos poder vivir para siempre y nos enorgu-llecemos en estirar los lmites de la edad, pero al hacer esto, expulsamos a Dios de nuestra vida. Al idolatrar la juventud, la vitalidad y la salud fsica, nos obsesio-namos con aumentar el tiempo de vida, mientras que a Dios lo que le importa es profundizar el significado de la vida.

    Existe toda una industria dedicada a ayudarnos a rebelarnos contra los sntomas fsicos del enveje-cimiento. Los incontables cosmticos, frmacos y programas de ejercicio diseados para los ancianos tratan de convencernos que ser joven es la nica manera de ser. Pero, siendo realistas, ya para la poca en que llegamos a los aos setenta, todos hemos comenzado a perder algunas de nuestras facultades. El cabello se nos pone canoso (si es que nos queda

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    alguno), la piel se vuelve ms arrugada y el paso ms lento. Por qu somos incapaces de aceptar esto?

    No hay duda de que Dios nos acepta cuando envejecemos. En las Sagradas Escrituras queda meri-dianamente claro que Dios ama a los viejos y los tiene en alta estima. No debiramos nosotros hacer lo mismo? Una vida larga es una bendicin de Dios y viene acompaada de una responsabilidad hacia la prxima generacin.

    Existen muchas historias en las que Dios usa personas ancianas para lograr sus propsitos. Abrahn tena cien aos y Sarah noventa cuando naci su hijo Isaac. Moiss tena ochenta aos cuando sac pueblo de Dios de Egipto. Zacaras y Elisabet estaban bastante adelantados en aos cuando les naci Juan el Bautista. Si tuviramos algn un concepto minscula de los diseos de Dios, viramos que enve-jecer no tiene que ser un lento deterioro. No tenemos que suponer que ya pasaron nuestros mejores das.

    Aquellos que conservan un sentido de aventura mientras la salud se les deteriora podrn enfrentar las humillaciones de la vejez con gracia y buen humor. John Hinde, quien renunci una prometedora carrera

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    de negocios en Lloyds of London para unirse a una comunidad agrcola rural, era una de las personas a quien buscaba emular durante mi niez. Despus de haber vivido toda una vida, me dijo:

    Cuando tena veintin aos, la vida era una gran aventura. Ahora, de alguna manera, todo es tan sose-gado. Claro est, a los ochenta y tres aos no tengo el mismo deseo de aventura que tena a los veintiuno. Pero, cuando te pones a pensarlo, envejecer es una aventura! Es algo que hay que encarar con arrojo. Uno pierde una cosa tras otra, se vuelve cada vez ms dependiente, ms estpido y todo tipo de cosas, pero aun as debe ser una aventura.

    John y Ellen estn hablando de lo que muchos llaman la segunda infancia. Para algunos esto es un trmino negativo, pero no para ellos. En vez de aferrarse a facultades perdidas, acogieron un nuevo espritu de nio. Este espritu era y sigue siendo importante para Jess. Despus de todo, l dijo que si queremos entrar al reino de los cielos tenemos que volvernos como nios (Mateo 18:3).

    Claro est, no todo el mundo tiene un punto de vista tan positivo sobre llegar a viejo. Nunca es fcil

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    aceptar el proceso de envejecimiento y el final de la vida que se avecina.

    Un buen amigo mo desde la niez, Rudi Hildel, era un viudo octogenario. Quera preservar su indepen-dencia aunque era obvio que necesitaba ms ayuda con sus actividades cotidianas. Tuvimos muchas conversa-ciones acaloradas acerca de cmo l se senta mimado, cuando l, lo que deseaba, era sencillamente que lo dejaran en paz. En una ocasin me dijo:

    S, estoy envejeciendo y la gente se preocupa cari-osamente por mi salud, pero puede ser demasiado. Este exceso de preocupacin es un problema para m. Constantemente me preguntan: Verdaderamente puedes ir a solas?, Te puedo dar la mano?, Ten cuidado, te puedes resfriar!, Cuidado, te puedes caer y fracturar la cadera!.

    La veta terca de Rudi casi le causa su ruina. l tena una motoneta elctrica y cuando se hizo evidente que ya no poda manejarla con seguridad, su yerno le quit las llaves. Pero Rudi engatus a uno de sus nietos para que se la encontrara y pronto estaba manejando de nuevo. Luego, la familia consigui un electricista para que incapacitara la motoneta de manera ms

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    permanente pero, una vez ms, Rudi convenci a un nieto para que le hiciera un trabajo de reparacin clan-destina y de nuevo estaba en la carretera. Unos das ms tarde, mientras iba bajando un camino empinado de gravilla, perdi control de la motoneta y empez a cruzar una cuneta y bajar por un terrapln. Slo la presencia de un transente, que por suerte se encon-traba en el rea y que agarr con fuerza la parte de atrs del asiento, evit una catstrofe.

    Fue slo entonces que Rudi se dio cuenta de la peli-grosidad de su veta independiente. La motoneta fue retirado en un lugar seguro y, aunque al principio estuvo reacio, Rudi aprendi a aceptar ser empujado en una silla de ruedas.

    Eileen Robertshaw, una britnica llena de energa, gozaba de una salud excelente a una edad avanzada. Practicaba la natacin con regularidad hasta despus de alcanzar los ochenta aos. Pero, con el tiempo, encontr la bendicin oculta en el hecho de tener que depender de los dems.

    Parece que hay dos tentaciones en medida que enve-jecemos. La primera es aprovecharnos de cualquier

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    ayuda que se nos ofrezca y volvernos perezosos e indul-gentes con nosotros mismos. La otra es estar demasiado aferrados a la independencia. Ceder a la primera nos hace blandengues y egostas, mientras que ceder a la segunda puede absorber nuestra fuerza y atencin a expensas de nuestras relaciones con los dems.

    La segunda, por lo menos en mi caso, se debe a la vanidad. Yo me senta orgullosa de que poda hacer algo que otros de mi propia edad, o an ms jvenes, no podan hacer tan fcilmente como yo. Al igual que toda vanidad, es absurda. No constituye ningn mrito de mi parte si an retengo alguna facultad u otra y, en todo caso, es poco amable porque me estoy poniendo por encima de los dems.

    Cuando por fin decid conseguir alguien que me cuidara, me enriqueci la vida de maneras que no haba imaginado. Al volverme ms dependiente, tena ms tiempo y oportunidades para compartir con los dems. An si no me haca falta un brazo extendido, aprend a decir, Verdaderamente no me hace falta, pero me encantara disfrutar de tu compaa. Mi filosofa es la siguiente: sigue adelante todo lo que puedas mientras puedas, pero no dejes que sea algo que te asle.

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    Envejecer, como descubrieron Rudi y Eileen, cierta-mente conlleva una batalla porque tanto de lo que hemos conocido se est acabando. El poeta gals Dylan Thomas recogi esto en su famoso poema, No entres dcilmente en esa buena noche, al escribir:

    La vejez debe arder y despotricar al concluir el da; enfurcete, enfurcete contra la muerte de la luz.

    Se podra argumentar que la mayora de nosotros estamos tratando de encontrar la paz en vez de la furia en la vejez, y a mi modo de ver, la luz nunca se muere. Sin embargo, dar el todo hasta el ltimo aliento es ciertamente algo a lo cual debiramos aspirar. Esto es una paradoja: la muerte es el enemigo final, y tenemos que luchar contra ella con todas las fuerzas de la vida, no obstante, sabemos que Cristo ha vencido la muerte y, por lo tanto, no hay porqu temer.

    Llegar a viejo puede ser un don, pero nicamente si nos entregamos al plan de Dios. Entonces podemos dejar de quejarnos acerca de las cosas que ya no podemos hacer y darnos cuenta que Dios est encon-trando nuevas maneras de usarnos. Con este don de Dios podemos darles nimo a muchos otros. Cuando

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    encontramos la paz de Jess, sta reemplazar con creces las cosas que antes hacamos para nuestra satisfac-cin personal. An con nuestras capacidades mentales y fsicas reducidas, tenemos muchas oportunidades para trabajar por la humanidad y por el reino de Dios en la tierra al vivir los dos mandamientos principales de Jess: Ama al Seor tu Dios con todo tu corazn, con todo tu ser y con toda tu mente, y Ama a tu prjimo como a ti mismo (Mateo 22:3739).

  • Jos DreherPor qu tememos la eternidad?

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    2Aceptar los cambios

    Lenta y sigilosamente, casi inadvertida, la vejez alcanza a todos. Durante la mayor parte de mi vida ni tan siquiera quera pensar en esa. Entonces comenzaron a aparecer los obstculos, tratando de hacer que redujera la marcha. Primero, perd la voz y no pude hablar durante meses. Luego, tuve problemas cardacos. Ambos ojos requirieron ciruga y qued completamente ciego de un ojo. Despus, la audicin se me deterior. Pareciera que una cosa despus de la otra se estaba descomponiendo.

    Me siento agradecido que mi esposa y yo todava caminamos varias millas a diario. Todava puedo leer y escribir a mquina lo suficiente como para hacer mi trabajo. Aun as, cuntos de nosotros somos como el amigo mo que en una ocasin sentenci: Mi cuerpo

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    est envejeciendo, pero yo no!. Estoy seguro que muchos se encuentran en estados de negacin simi-lares. Claro, es difcil dejar ir todas las actividades que acostumbrbamos hacer. Se nos puede hacer difcil aceptar nuestro papel cambiante en la familia o en el trabajo segn otros van asumiendo nuestras responsa-bilidades. Esto puede causar que nos sintamos intiles y deprimidos.

    Tener un sentido del humor acerca de las vicisitudes de la vejez es ms importante de lo que pensamos. La risa puede alegrarles el da a todos aquellos a nuestro alrededor que piensan que estn demasiado ocupados con asuntos importantes para estar de bromas. A veces la risa es la nica respuesta cuando se nos olvida el nombre de alguien o dnde fue que dejamos las llaves. Mi mdico, que es ms viejo que yo, en una ocasin dijo a modo de broma: Todas mis amistades caminan ms rpido que antes. Tambin hablan ms rpido y en voz ms baja. Incluso aparecen un poco ms borrosos. Todo est cambiando. O ser yo?. Como mi amigo Pete Seeger le gusta cantar:

    La vejez es de oro, es lo que se dice,pero a veces me pregunto, al arrastrarme a la cama

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    con los odos en un cajn, los dientes en una tazalos ojos en la mesa, hasta que me despierte

    Un asunto que no es motivo de risa es la prdida de movilidad, comenzando con la necesidad de usar un bastn hasta llegar a los andadores, las sillas de rueda y estar encamado. Todas stas usurpan nuestra indepen-dencia y encontramos que actividades que antes eran fciles ahora requieren esfuerzo y fortaleza. No en balde dice la calcomana de parachoques: La vejez no es para cobardes!.

    Hay otros aspectos de envejecer que son an ms difciles de soportar: la muerte de la pareja o el inicio de la demencia. Una enfermedad ataca de repente y uno se ve confrontado por su propia mortalidad. Estos son temores muy reales, con los cuales he lidiado personalmente.

    A menudo, tambin tenemos remordimientos acerca del pasado. Tal vez sentimos que no tuvimos xito en nuestra carrera, no ganamos el dinero que pudiramos haber ganado, o no ascendimos al nivel que merecamos. Tal vez deseemos haber criado a nuestros hijos de manera diferente. A modo personal,

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    siento que he perdido demasiadas oportunidades para expresarles amor a otros.

    Pero pensar demasiado sobre esto slo crea amar-gura y nos asla de los dems, inclusive de nuestros familiares queridos. La mejor manera de lidiar con los desastres o enredos que hayamos formado en nuestra vida o con las cargas difciles que llevamos es aceptar la gracia de Dios de cara al futuro.

    Tal vez sta sea la clave para aprovechar al mximo los ltimos aos de vida. En vez de concentrarnos en nuestros remordimientos, podemos optar por darle gracias a Dios por la vida que hemos vivido. Meister Eckhart deca que con el avance de la vejez, al final debera quedar solamente una frase en nuestro vocabu-lario: Gracias. Ese sentimiento de agradecimiento no viene fcilmente. Pero cuando llega, nos damos cuenta de que est comenzando una fase emocionante de nuestra vida en la cual todava podemos contribuir, de diferentes maneras, al bien de la humanidad.

    Leslie Underwood, una soltera de sesenta y cinco aos de edad, que pertenece a mi iglesia, ha sido ciega desde su juventud. En vez de rebelarse contra las

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    dificultades adicionales del envejecimiento, descubri una forma mejor.

    La vejez es una bendicin para m. La gracia de Dios y la sabidura me han llevado a una vida ms tranquila. Y me doy cuenta de que la vejez puede ser un regalo que se les da a los jvenes. Alguna vez has observado cmo los nios muy jovencitos se sienten atrados hacia los viejos? No es eso parte del plan de Dios?

    Cuando muera, espero que sea visto como un regalo para aquellos que estn tan temerosos y perplejos acerca del final de su vida. Yo antes pensaba en la muerte como un valle de transicin, oscuro y misterioso, que se deba evitar. Pero desde que me convert en cristiana, hace unos quince aos, la eter-nidad se convirti en algo real, y gran parte de mi temor hacia la muerte ha desaparecido. Espero en las promesas del Seor y de verdad puedo decir, Muerte, dnde est tu aguijn?.

    Todava tengo mis lamentos acerca del pasado. Mi vida no fue fcil. Me crie en un ambiente catico donde haba alcohol, violencia, ausencias de mis padres y abandono. Pero pude ir ms all de m misma al convertirme en trabajadora social y ayudar a

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    personas que otros no queran. Para algunos de ellos, el temor a la muerte era ms real e inmediato que el mo. Ahora vivo con otros cristianos y el temor y la desconfianza estn decreciendo gradualmente, reem-plazados por la aceptacin y el amor, que conducen a la paz espiritual.

    A menudo me pregunto cmo ayudar a una persona mayor a aceptar y abrazar la voluntad de Dios. Es tan importante ayudar a los dems en vez de pensar nica-mente en nosotros mismos. Si dejamos pasar estas oportunidades, nos ensimismamos y perdemos de vista a los dems. Fcilmente perdemos la perspectiva y nos convertimos en personas amargadas o enojadas. Ms que nada, tenemos que aprender a perdonar las heridas causadas por otros. Cuando perdonamos, nos libe-ramos y comenzamos a ver incontables oportunidades para contribuir.

    La jubilacin del empleo puede proveer el tiempo para hacer estas contribuciones. Lamentablemente, muchos se aproximan a la jubilacin como una poca para realizar sus sueos, para su propio placer, o como una poca que hay que temer, llena de soledad y horas vacas. No hay ni una duda de que representa

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    un cambio drstico: por ejemplo, aprender a convivir con la pareja nuevamente despus de aos de haber estado fuera de la casa durante gran parte del da. Tal vez extraemos las responsabilidades y autoridad que tenamos en el trabajo. O sencillamente nos hace falta mantenernos ocupados. Pero si encontramos algo por el cual vivir, una causa o propsito que necesita dedicacin y esfuerzo, entonces siempre tendremos una razn para levantarnos por la maana. En estos ltimos aos, he encontrado satisfaccin en conversar con estudiantes de secundaria y universitarios acerca del perdn y la reconciliacin como parte de un programa titulado A romper el ciclo.

    No hay que estar en buena condicin fsica para servir. Siendo octogenario, Peter Cavanna, quien dominaba varios idiomas, iba una vez a la semana a visitar a los confinados en la crcel. Cuando se trasla-daban a los confinados a otras crceles, l se mantena en contacto con ellos por correspondencia. Con el tiempo, sostuvo correspondencia con casi cuarenta prisioneros, tanto en ingls como en espaol. Su correspondencia con ellos no slo los animaba a ellos, algo que a menudo le expresaban, sino que tambin

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    le brind satisfaccin en sus ltimos aos de vida. A menudo le contaba a los que se encontraban a su alre-dedor cmo les iba a sus corresponsales.

    Todos podemos encontrar algo que nos brinde un sentido de satisfaccin. Es tan importante dar gracias cada da por algn pequeo detalle de belleza, ya sea un amanecer, el cantar de un pjaro o la sonrisa de un nio! Tal vez haya una planta en la ventana o un alimentador para pjaros en el balcn que necesite atencin. Nunca pierdas la oportunidad de ofrecerle una sonrisa o una palabra amable a otra persona, sea un amigo, un extrao o tu pareja. Si todava podemos leer, ahora que por fin tenemos tiempo para hacerlo, podemos ponerlos al da con los clsicos de la litera-tura o simplemente escuchar buena msica clsica. A m siempre me han encantado las obras de composi-tores como Bach y Handel.

    Siempre he disfrutado de compartir una buena comida y una cerveza fra con la familia y las amis-tades en los fines de semana. Habr algo ms maravilloso que compartir el pan con otros? Como dijo Jess: Porque donde dos o tres se renen en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos

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    (Mateo18:20). Todo lo que lleva a comunidad aade riqueza a nuestras vidas.

    Claro est, desarrollar comunidad requiere tiempo. Pero eso es otra cosa que he aprendido en mi vejez: dejar de estar corriendo de una cita a otra y, en vez de eso, sacar ms tiempo para compartir con mi esposa, mis hijos, mis nietos y los otros nios del vecindario. El tiempo dedicado a la soledad tambin es valioso. El silencio contemplativo al aire libre en apreciacin de la creacin de Dios es beneficioso para el alma y cuerpo. A veces, simplemente ser es ms impor-tante que hacer.

    Jos Dreher, un primo de mi esposa, es un ejemplo excelente de alguien quien, a pesar de muchas difi-cultades, encontr satisfaccin al final de su vida en sencillamente ser. Nosotros nos criamos juntos en Paraguay. La vida en la selva era emocionante, pero tambin difcil. Cuando Jos era un adolescente su madre falleci inesperadamente, dejando atrs nueve hijos. Esto lo afect a l profundamente.

    Unos aos ms tarde, Jos se mud a los Estados Unidos. Entabl amistad con una joven, y se compro-metieron para casarse. Entonces, unos das antes de la

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    boda, rompi el compromiso y regres a Paraguay sin tan siquiera despedirse de su prometida y sus amistades.

    Luego nos enteramos que se haba convertido en vaquero y viva en la zona rural. Se asent, se cas con una mujer paraguaya, y crio una familia. Entonces, otra tragedia lo atac. Su primer hijo falleci en la infancia. l sigui adelante como buen soldado hasta que su segundo hijo falleci de cncer a los veintids aos. Al ao, su esposa muri de un corazn quebrantado.

    Jos saba que su vida no era lo que debiera ser. Comenz a buscar algn tipo de resolucin, alguna paz en su corazn, y despus de casi cuarenta aos regres a los Estados Unidos. Rpidamente hizo las paces con todos a quienes haba herido cuando se haba ido tan repentinamente aos atrs.

    Asombrosamente, Jos no se pasaba pensando sobre sus fracasos anteriores o las terribles desgracias que haba sufrido. En vez de eso, constantemente expre-saba su agradecimiento por todo lo que la vida le haba brindado. Comenz a dar clases de artesana en un programa de horario extendido despus de clases para transmitir sus conocimientos de carpintera y trabajo en cuero. A Jos le encantaban los nios y les enseaba

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    a apreciar las maravillas y bellezas de la naturaleza y a respetar la creacin de Dios.

    Poco tiempo despus, a l tambin le diagnosti-caron cncer. Pero una vida difcil en tierras escabrosas lo haba curtido y sufri sin quejarse. Viva comple-tamente en el presente, sin rumiar el pasado ni temindole al futuro. Los nios venan a verlo en bandadas; le rodeaban la cama con dibujos en crayola y racimos de flores raquticos. Segn se acercaba el final de su vida, su rostro emanaba agradecimiento, en vez de amargura. Era un hombre que estaba en paz con su creador.

    Todos tenemos que aprender a buscar la manera de jugar las cartas que la vida nos ha deparado. A volver nuestra atencin hacia otras personas, el dolor fsico y las relaciones rotas pueden ser redimidos. Alice von Hildebrand, una antigua profesora de filosofa en Nueva York, es nonagenaria. A ella se le ha hecho ms fcil aceptar la vejez porque tiene una razn para vivir.

    Cuando todava enseaba, viajaba en el tren subte-rrneo y observaba las caras de la gente: aburrimiento, desesperanza y tristeza. Todo esto en el pas ms rico del mundo!

  • Aceptar los cambios

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    Pero en el momento que tienes una relacin con Dios y le das gracias por tu existencia, por amarte, por ser tu salvador, entonces puedes establecer una relacin hermossima con las dems personas. Uno se ama y apoya mutuamente. Uno se da cuenta que el significado de la vida no est en los lujos y la diver-sin, sino en ayudar. Una vez comienzas a irradiar alegra, tarde o temprano la gente se va a preguntar: Cul ser su secreto? Y entonces, suavemente, sin predicar, sin decir Yo soy mejor que t. Sencillamente compartes. Despus de todo el signifi-cado de la palabra evangelio es el mensaje feliz.

    Eso es lo nico que podemos hacer. Evidentemente, hay momentos de oscuridad y de desnimo. Hay ocasiones en que perdemos vista de la hermosura del cielo porque hay nubes. Pero un buen da sales de eso. Estamos hechos para la alegra. No esperes el Paraso en esta tierra. Pero s, hay significado, y ste es el amor de Dios.

    Todos podemos encontrar tal significado en nuestra vida. Cuando lo hagamos, tambin encontramos la fortaleza y la gracia para aceptar los cambios que acompaan la vejez.

  • Alice von HildebrandEstamos hechos para la alegra.

  • Combatir la soledad

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    3Combatir la soledad

    An aquellos entre nosotros, quienes aparentan tener la vejez soada, admitiran que los sentimientos de vacuidad y soledad nos afectan a todos. Cuntos ancianos cenan solos cada noche o viven solos en centros de vida asistida, apoyados econmicamente por hijos que estn a millas de distancia? Puede ser que algunos de ustedes estn leyendo este libro en un hogar de ancianos o ence-rrados en sus propios apartamentos.

    Dentro de cada uno de nosotros existe un anhelo por vivir en comunidad, por compartir lo que tenemos con otros. Dios nos ha creado como seres comunita-rios, no como ermitaos. No importa si somos viejos o jvenes, si estamos enfermos o saludables. Nos corres-ponde estar acompaados, y este compaerismo nos

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    da plenitud. Naturalmente, esto es algo que sabemos de forma innata. Muchos veteranos me dicen que han regresado en mltiples ocasiones a servir en las fuerzas armadas en ultramar, motivados por el sentido de familia y comunidad que tenan por sus compa-eros de armas. Ex miembros de pandillas tambin me han dicho que los lazos con su familia de la calle eran ms fuertes que con su familia biolgica. En las escuelas, los entrenadores y maestros a menudo encuentran que son los nicos que les proveen una familia a sus estudiantes.

    Segn la sociedad se vuelve ms fragmentada, con frecuencia son los viejos los que ms sufren. Les duele la falta que les hace sentirse parte de una familia y comunidad. En mi experiencia, nos hace falta vivir en entornos comunitarios, donde no solamente podemos ser atendidos, sino que podemos continuar contribuyendo, amando y compartiendo. En Glatas se nos dice que debemos ayudarnos unos a otros a llevar nuestras cargas, y as cumpliremos la ley de Cristo (Glatas 6:2). Esto significa dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y cuidar al enfermo.

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    Ken Johnson, un mdico jubilado, trabaj fuera del pas durante muchos aos. Despus de regresar a los Estados Unidos, al cabo de un tiempo, fund varias organizaciones que encaraban los asuntos de cuidar los ancianos.

    La vejez no debiera ser un retraimiento de la corriente general de la sociedad. Sin embargo, los viejos mismos contribuyen al estereotipo social de su inutilidad. En vez de mirar con anticipacin hacia una vida ms placentera, pero con significado todava, o de hacer una diferencia en las vidas de otros, muchos aceleran el proceso de envejecimiento compartiendo nica-mente con otras personas de la tercera edad, sentados frente a la televisin durante horas, comiendo meriendas, ojeando slo los titulares de los tabloides, y tomando mltiples pastillas de los muchos mdicos que visitan con regularidad. A causa de esto, muchos se deprimen o sucumben al alcoholismo.

    En toda comunidad existen personas muy ancianas con discapacidades serias que viven solas, sin apoyos familiares, sociales y financieros adecuados. Sus hijos y nietos estn dispersos a grandes distancias o viven en lugares con espacio insuficiente para poder acomodar a un padre anciano. Pero, envejecer con dignidad

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    depende muchsimo de la familia de tres generaciones o su equivalente en vecinos y comunidad que susti-tuyen a la familia extendida.

    Para lidiar con estos problemas, visualic un conjunto de las iglesias, templos y mezquitas de la nacin, organizando coaliciones locales de fe para reclutar y adiestrar voluntarios, muchos de ellos ancianos tambin, para atender las necesidades de personas con discapacidades serias y apoyos sociales inadecuados y, al hacer esto, cumplir con su destino espiritual. Todas las grandes religiones del mundo convocan a sus fieles a socorrer a los desamparados.

    En nuestros programas los voluntarios manejaban la correspondencia de la persona; se aseguraban que los cheques fueran al banco, que se pagaran las cuentas de las utilidades, y que hubiera suficiente comida en la nevera. Los voluntarios cobraban vida con tareas sencillas: llevar a un anciano a la oficina del mdico, hacer reparaciones menores a escalones y pasamanos o cambiar una bombilla.

    Los ancianos que reciban esta atencin experimen-taban un alivio de su sentido de inutilidad y abandono. Sentan restaurada su dignidad. Podan recibir un bao caliente. Tenan el pelo y la ropa arreglados. Eran

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    personas que importaban porque alguien les haba demostrado preocupacin por su bienestar. Aquellos quienes desconfiaban de los trabajadores sociales del gobierno confiaban y esperaban con anticipacin las visitas de la gente de la iglesia.

    En una ocasin, uno de los cuidadores me escribi diciendo que, antes de ser voluntario, ocupaba el da haciendo cosas como visitar a los nietos. Estaba contento con eso, pero deca que desde que se haba convertido en voluntario, se senta especial porque, ahora alguien verdaderamente depende de m.

    Los beneficios de esos programas fueron enormes aunque no se haca nada importante. Todo se trataba de un pequeo, pero importante, servicio de amor para otro ser humano. Hay personas de todas las profe-siones que sirven con gallarda durante aos; pueden ser famosos, importantes y tener muchos amigos, sin embargo, en la vejez ellos tambin son olvidados rpidamente. Dios tiene una medida diferente del valor humano. En la medida que vamos envejeciendo, debemos reconsiderar cmo valoramos las contri-buciones de cada cual. No tenemos que sobresalir ni ostentar nuestros logros ante los dems.

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    De maneras pequeas, Charlie Simmons hall una nueva felicidad en su vejez. Sus contribuciones a la sociedad no eran grandes, pero s eran importantes. Residente de toda la vida de la ciudad de New York, se mud al norte del estado despus de su carrera como chofer de camiones y autobuses. Despus de que falleci su querida esposa, Margie, comenz a venir a compartir con nosotros durante la cena y los servicios de adoracin.

    No pas mucho tiempo antes de que Charlie se senta completamente en su casa. No perdi ni una oportunidad para sealarles a las personas la paz y alegra que haba encontrado en su fe sencilla, como la de un nio, y se dio cuenta cuando otra persona estaba atravesando un mal da. A menudo deca que mantena un perfil bajo, pero lo deca rindose, ya que saba que nada podra estar ms lejos de la verdad: meda sobre seis pies de altura, prefera proclamar algo a los cuatro vientos y no soportaba cuando la gente susurraba. Le gustaba decirle a la gente en voz alta: T cantas muy bien, o Te ves bien para tu edad, o Me parece que has bajado de peso!.

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    Le encantaba contar historias, como la de la ocasin en que se comi treinta y cuatro panqueques en una competencia y tuvo que descargarlos detrs de un rbol de camino a casa el cual l alegaba estaba creciendo asombrosamente bien a causa de ello o cuando se durmi durante la colecta en la iglesia y de todos modos le sacaron el cheque del bolsillo. Pero se encontraba en su mejor forma cuando se acercaba a los dems: trayndoles flores, o helados, o manzanas de la localidad para su cumpleaos o aniversario.

    Charlie senta un amor profundo por Jess. Despus que comenz a asistir a nuestra iglesia, convers con l en muchas ocasiones acerca del bautismo de adultos y el perdn de los pecados. Tampoco tena ningn temor de dar testimonio de Jess. Durante los servi-cios de la iglesia siempre responda con un amn en voz alta cuando alguien predicaba. Y siempre que cantbamos un himno, invariablemente conclua el ltimo verso con un fuerte Alabado sea Dios!

    Charlie me demostr cun fcil puede ser combatir la soledad y la depresin. Las posibilidades son ilimitadas. Hay algn nio cerca de ti que necesita

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    compartir individualmente con un adulto? Invtalo a jugar un juego, aydalo con la asignacin escolar, o lele un cuento. Puede ser que a una vecina anciana le haga falta alguien que la acompae a una cita, o tal vez slo le haga falta que alguien se recuerde de ella con una tarjeta en su cumpleaos. Es slo cuando nos aferramos al pasado, y utilizamos nuestra antigua medida para valorarnos, que nuestros cuerpos nos parecen decrpitos ante la comparacin. Si fijamos la atencin en lo que podemos dar, y no en nuestras limitaciones, seramos capaces de aceptar nuestro nuevo papel.

    Parte de lo que puede hacernos dudar en depender ms de otras personas es que pensamos que podemos representar una carga para ellos. Para Charlie, con su personalidad extrovertida y bulliciosa, esto no era un problema. Pero no todos tenemos esa confianza. Tal vez tu propia familia ha hecho sentir que eres una carga, o has sido echado de una empresa u organiza-cin antes de que pensaras que te haba agotado tu utilidad. Yo conozco personas que son profundamente amadas y atendidas, pero aun as sienten que son una carga, porque hay que hacer todo por ellos. Estos

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    sentimientos de culpa son reales, pero no son imposi-bles de superar si podemos encontrar la humildad que acepte y acoja nuestra nueva condicin.

    Charles Sinay descubri esto cuando una enfer-medad lo incapacit despus de toda una vida de ensear y ayudar a otros, y l mismo tuvo que encon-trar cmo aceptar ayuda. Para recibir esa ayuda, tena que estar fsicamente con otras personas, en comu-nidad. Al principio esto se le hizo difcil, pero con el tiempo sus sentimientos de incapacidad y depresin se convirtieron en alegra.

    Charles era amante de los idiomas y, despus de recibir varias licenciaturas avanzadas, estuvo aos enseando ingls en lugares como Corea, Japn, las islas del Pacfico y Amrica Central. Aunque era un lingista consumado, su amor ms grande lo guar-daba para los incontables nios, a quienes les ense a travs de los aos. De hecho, fue el trabajo de maestro lo que le comprometi la salud y le acort la vida significativamente. Despus de aos de descansar el codo sobre el borde de los escritorios de los nios, mientras les brindaba asistencia individual, desarroll una bursitis que se infect gravemente y lo llev a la

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    unidad de cuidado intensivo cuando la infeccin se le extendi al corazn y los pulmones.

    Cuando estaba perdiendo la salud, Charles se comu-nic con mi iglesia y pregunt si sera posible que l fuera bautizado y perdonado por sus pecados. Era una persona profundamente espiritual que senta una indig-nacin creciente por la apata de las iglesias ante las injusticias en el mundo. Adems, se senta cada vez ms atrado hacia la comunidad cristiana segn se describe en los primeros captulos del libro de los Hechos.

    Una pareja de nuestra congregacin fue a visitarlo en el hospital. Estuvieron das discutiendo los funda-mentos ms importantes de la fe: el arrepentimiento, la confesin y el perdn de los pecados. Charles entenda que la necesidad ms grande de la humanidad era la necesidad del perdn. A travs de esas conver-saciones, Charles se dio cuenta que necesitaba tener mucha ms compasin y comprensin por su padre autoritario, quien haba sido profundamente lacerado internamente por sus experiencias durante la guerra de Corea. Tambin senta una culpa individual por perder la esperanza en la vida durante sus momentos ms difciles.

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    Luego de varios das, Charles fue bautizado. En el cuarto del hospital las palabras de Jess cobraron realidad para un hombre enfermo: No son los sanos los que necesitan mdico sino los enfermos Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores (Mateo 9:1213).

    Al final, Charles vino a vivir a mi comunidad. Al principio l se senta abrumado al ser inmerso repen-tinamente en un ambiente rebosante de gente y actividad mientras que haba estado acostumbrado a un estilo de vida mucho ms contemplativo. Aunque a veces era independiente y distanciado, pareci captar la importancia de rodearse a s mismo con creyentes que pudieran ayudarse mutuamente durante pocas de dificultades. Varios meses ms tarde nos dijo:

    A veces cuando me encuentro apesadumbrado por el pecado, comienzo a rebuscar mi alma y mente y encuentro todo tipo de excusas que actan como un ungento o blsamo en la herida. Pero lo que ms me ha ayudado es un verso de uno de los Salmos. Me ha brindado consuelo durante muchos aos. Sencillamente dice: Qudense quietos, reconozcan que yo soy Dios. Cuando me permito quedarme

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    quieto dejo de tratar de agarrar la soga como alguien que se ahoga y simplemente yo me dejo ahogar encuentro que me rescatan, ya sea directa-mente a travs de Dios o a travs de otra persona que Dios enva.

    Durante muchos aos yo haba estado buscando algn tipo de comunidad. Pero creo que despus de que me enferm, no estaba buscando comunidad tanto como sintiendo lstima por m mismo. Estaba cansado de entrar y salir del hospital, de necesitar oxgeno y medicamentos y de no hacer las cosas que haca antes. De repente, me recogieron del hospital y me trajeron aqu. Pero aun as, no era comunidad lo que estaba buscando. Lo que estaba buscando era un lugar donde pudiera hacer las paces con Dios y morir.

    Despus de estar aqu, rodeado de gente, aunque fuera por solo pocas semanas, mi plan empez a cambiar. Empec a sentir el resentimiento hacia el cambio. La gente me molestaba. Todava quera aferrarme a mi plan de slo hacer mi paz con Dios y morir porque no poda hacer muchas de las cosas que me gustaban hacer.

    Pero finalmente, ya no poda ms con eso de sentir resentimiento o rechazar a la gente. Lo que

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    verdaderamente quiero es pedir Perdn con letra mayscula. Hay cosas que no puedo hacer, pero he aprendido que hay tantas cosas nuevas que s puedo hacer. Si ha habido algn momento en mi vida cuando ms fcil ha sido ver la cara de Cristo en la gente que me rodea, ha sido aqu. Quiero vivir lo ms que me sea posible.

    La historia de Charles demuestra la importancia del vecindario y la comunidad. No importa cun exitoso o independiente hayamos sido anteriormente, cuando empezamos a darnos cuenta que nuestras facultades han mermado, debemos recurrir a los dems. Entonces encontraremos el propsito que tan desesperadamente necesitamos.

  • Padre Aldo TrentoNunca eres tan viejo que no puedes servir a otros.

  • Encontrar propsito

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    4Encontrar propsito

    La mayora de la gente reflexiona acerca del significado de envejecer o buscan propsito y resolu-cin al final de la vida. Muchos se hacen la pregunta: Cmo puedo lograr que mis ltimos aos sean ms placenteros, ms emocionantes?. No sera mejor preguntar: Cmo podra Dios utilizar mis ltimos das para su propsito?.

    Tal vez Dios nos pueda utilizar mejor cuando damos en vez de recibir. La vejez provee muchas opor-tunidades singulares para dar, sin importar cules sean las circunstancias de uno. En innumerables ocasiones he visto como personas de mi edad hacen cosas impor-tantes. A menudo pienso en las muchas abuelas que mantienen sus familias unidas y en todos los abuelos que sirven en juntas o comits sin remuneracin.

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    Dedican muchas horas de servicio a la iglesia, su club Rotario, organizacin de veteranos o comedor de beneficencia local. A menudo cuidan los nietos mien-tras sus hijos estn en el trabajo y no pueden costear el servicio de guardera infantil.

    Los servicios sencillos que estas personas realizan son de valor incalculable y no solamente en trminos de lo que producen. Mucho de lo que contribuyen los ancianos no se puede medir en dlares y centavos. Dios nunca pregunta: Cunto dinero ganaste?, o Cunto xito tuviste?, o Cunta influencia tuviste sobre la gente?. No hay nada en la vida ms esencial que dar y servir.

    Particularmente podemos darles a los nios, ya que tenemos el tiempo para dedicarle a un nio aten-cin personal. Por ejemplo, con nuestra abundancia de conocimiento de historia mundial o de algn otro tema, podemos darle tutora a un nio que necesite ayuda especial. Mis propios hijos se beneficiaron gran-demente de ayuda como esa en temas tales como las matemticas y la historia.

    Los nios enriquecen a travs de su contacto con nosotros, y an sin darnos cuenta o desearlo, podemos

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    convertirnos en ejemplo para ellos. Estas relaciones no tienen que ser complejas; mi esposa y yo hemos descubierto que a veces lo nico que la gente nece-sita es alguien que les escuche. Pero si podemos hacer ms, debemos hacerlo. Cuando llevemos a un nio o un adolescente a pescar, dar una caminata, a un evento deportivo o un concierto, forjamos una amistad que permanecer con ese nio durante toda su vida.

    El apstol Pablo nos dice que uno de nuestros deberes cuando envejecemos es transmitir sabidura a la prxima generacin.

    A los ancianos, ensales que sean moderados, respe-tables, sensatos, e ntegros en la fe, en el amor y en la constancia A los jvenes, exhrtalos a ser sensatos. Con tus buenas obras, dales t mismo ejemplo en todo. Cuando ensees, hazlo con integridad y seriedad, y con un mensaje sano e intachable. As se avergonzar cualquiera que se oponga, pues no podr decir nada malo de nosotros (Tito 2:2, 68).

    En aos recientes, he hecho un esfuerzo mayor por cumplir con esto, dedicndoles ms tiempo a mis nietos en la esperanza de ser una influencia positiva en

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    sus vidas. Les he enseado a varios de ellos a manejar, y las horas en el vehculo, aunque a veces no aptas para cardacos, proveyeron muchas oportunidades para compartir experiencias de vida.

    Cuando uno de mis nietos, Timothy, estaba en la escuela intermedia, lo invit a que nos acompaara a mi esposa y a m en nuestras caminatas matutinas porque quera ensearle pensamiento crtico. Me haba olvidado de las circunstancias precisas hasta que l escribi sobre una de estas excursiones unos aos ms tarde en la escuela superior.

    Mientras caminbamos, Opa present su argumento. Comenz sonando muy razonable. Sabes, Timothy, me parece que es hora que dejes de cuidar abejas. Son una carga para tu padre, no te han producido gran cosa, y son demasiado trabajo para tu familia. A m me gusta la miel pero, por lo que he visto, no vale el precio de las colmenas o el gasto de dinero y el tiempo que requiere criar tus propias abejas. Ahora bien, dime lo que t piensas.

    Era un clido da de primavera. Poda escuchar a los pjaros cantando y oler el asfalto mojado despus de

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    la lluvia maanera. Bueno, siempre he disfrutado de cultivar abejas. Hacen miel buena. Disfruto trabajar con mi pap. Ehhh no s.

    Entonces se agit. Cmo que no sabes? Usa la cabeza! Piensa! Acabo de decir algo con lo que no ests de acuerdo. Y ahora, qu vas a decir?.

    Yo estaba destruido. Qu se supona que hiciera? Despus de todo, quin discute con su abuelo? Miraba al suelo.

    Bueno, qu vas a decir?.En ese instante record algo que haba ledo en una

    ocasin acerca de la importancia de tener poliniza-dores. Opa, le un ensayo hace mucho tiempo. Si mal no recuerdo, deca que si nadie cultivaba abejas, el mundo se acabara en siete aos. Ahora, refuta eso si puedes!.

    l se puso contento. Madre ma! yo no saba eso!. Y entonces se puso serio. Escchame, Timothy, te voy a decir por qu te hice esa pregunta. Quiero que crezcas sabiendo cmo pensar. A ti te gusta leer, y eso es formidable. Pero Dios te dio una mente y tienes que aprender a utilizarla. La manera en que vas a aprender a utilizarla es comunicndote con los dems. Nunca te olvides de eso.

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    Nunca lo olvid. Continuamos la caminata y Opa sigui hablando en voz cada vez ms alta: Yo pienso que Dios ni tan siquiera cre las abejas! Son un invento del diablo! Explcame porqu Dios creara algo con un aguijn!. Yo estaba un poco nervioso, pero escuch a mi Oma rerse y cuando mir al rostro de Opa, vi que tena un destello de sonrisa en los ojos.

    Los encuentros como ste tienen valor para el futuro y hay que atesorarlos. Las sociedades antiguas entendan esto mejor que nosotros. Kent Nerburn escribe acerca de un anciano nativo americano que dijo:

    Si visualizas la vida como una lnea recta, en la que los muy jvenes y los viejos son dbiles y aquellos en el medio son fuertes, y si piensas que para ser impor-tante hay que ser til, no ves el valor de los muy jvenes y de los viejos. Los ves como cargas, en vez de como dones, porque no pueden usar las manos para serles tiles a la comunidad.

    Pero tanto los muy jvenes como los viejos tienen otros dones Los viejos tienen la sabidura que viene de la experiencia. Han viajado lejos en el camino de la vida y nos imparten conocimiento acerca de nuestro

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    propio camino por delante. Han vivido lo que noso-tros todava estamos esperando por aprender

    Comprendes esto, cmo los nios son un don para los ancianos y como los ancianos son un don para los nios? Cmo es que completan el crculo de la vida al igual que la maana y la tarde completan el crculo del da?

    Otro servicio valioso que podemos brindar es nuestra experiencia con las muchas preguntas difciles de la vida. El personaje bblico de Job nos plantea, Entre los ancianos se halla la sabidura; en los muchos aos, el entendimiento ( Job 12:12). A veces la juventud posee un aura de invencibilidad, pero sta queda destrozada rpidamente ante los fracasos y esperanzas incumplidas. Cuando los jvenes se embarcan en el camino de la vida y comienzan pasar por malas rachas, nosotros podemos proveerles balance y restablecerles la confianza. Ya sea que lo vean as o no, las personas que han atravesado muchas tormentas poseen mucha sabidura.

    Padre Aldo Trento, un sacerdote en el Paraguay que trabaja con los pobres, ha presenciado esto de primera mano.

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    La grandeza de la vejez es que el viejo tiene sabidura, que es fundamental para los jvenes. Un joven, que est por enfrentar la vida, tiene miles de problemas, no? Cuando veo a un anciano ms adelante, veo cmo l camina, seguro, y cmo desmitifica tantos problemas que hay. Uno se siente ms seguro, no? Si tengo que irme a hablar con uno, voy con una persona de mayor edad. Me siento ms ayudado. No solo me comprende, tambin me indica el camino Me junto a un joven. Qu me dice? S? Qu me dice? No? No tiene experiencia. Experiencia significa no sola-mente hacer, ms tambin juzgar. Che, cuando yo pienso en los ancianos, en su sabidura, que han expe-rimentado, que han juzgado Por eso te dicen: Hijo mo, ste es el camino. Te conviene. Esto para m es la figura del anciano: acompaarnos en la vida.

    Tambin podemos inspirar a los jvenes con nuestra fidelidad, dedicacin y entusiasmo en cosas pequeas. Vince y Jean DeLuca son una pareja anciana de un pueblo vecino. Los conoc por primera vez en uno de los partidos de ftbol de la escuela superior de mi hijo cuando me prestaron un paraguas durante un agua-cero inesperado. Vince haba jugado en el equipo de

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    ftbol aos atrs, y l y Jean todava asisten a cada partido. l siempre est presente para animar a los jugadores, agradecerles sus grandes esfuerzos, celebrar sus victorias y acompaarlos en las derrotas, siempre recordndoles que existe una vida ms all del ftbol.

    Vince se hizo cargo del negocio de lavandera fami-liar cuando su padre falleci. Su padre le ense a trabajar duro y siempre dar lo mejor de s al cliente. Hasta el da en que se cas, le entreg a su padre todos los cheques que recibi. El da de bodas su padre lo sorprendi, dndole una libreta de banco con todo el dinero.

    Vince y Jean continuaron administrando su negocio hasta hace unos aos, cuando ambos eran ya octo-genarios. Siempre fue algo ms que una lavandera. Era un lugar donde la gente poda ir a compartir sus problemas y encontrar un odo atento, compasin, nimo y, a menudo, apoyo material o financiero.

    Cuando conoc a Vince, ya tena sesenta y pico de aos, y le expres mi asombro por las horas que trabajaba. Yo solo trabajo media jornada, me dijo. No puedo esperar la llegada de cada nuevo da!. Se levantaba cada da a las cinco de la maana, se iba

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    al trabajo con un almuerzo en la lonchera y cerraba el negocio para regresar a casa despus de las cinco de la tarde. Para Vince, un da de doce horas era medio da de trabajo.

    Pero Vince y Jean no se detuvieron ah. Ahora que ya no tienen el negocio, dedican sus das a servir de voluntarios en la localidad, sirviendo de mentores para voluntarios ms jvenes e inspirndoles a aplicarse bien en cualquiera que sea la vocacin que escojan. Segn Vince y Jean van envejeciendo y debilitndose fsicamente, tal parece que se vuelven ms fuertes espi-ritualmente. En fin de cuentas, su inteligencia y xito son poco comparados con la paz, sencillez y alegra tranquila que brindan.

    A Vince y Jean todava no les hace falta que los cuiden; todava gozan de buena salud y tienen el cuerpo sano. Pero, cuando comencemos a necesitar ms ayuda, debemos recordar este punto importante: al permitirle a otros la oportunidad de cuidar a noso-tros, en realidad podemos darle a los que dan. Al hacerlo, podemos ser un ancla para ellos en tiempos tormentosos. Jerome (nombre ficticio), un cuidador de personas dependientes, ayudando a los ancianos en

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    sus hogares, descubri esto en una coyuntura crtica de su vida.

    Me senta realizado en mi trabajo, pero mi matri-monio estaba naufragando. Despus de mucha introspeccin, mi esposa, Judy, decidi dejarme y llevarse nuestros cuatro hijos. Nos separamos, posible-mente de manera permanente.

    Fue en ese momento que mis visitas diarias para atender en casa a una pareja anciana, a quienes llamar Tom y Rose, comenzaron a adquirir mayor signi-ficado. En retrospectiva, fueron una bendicin en medio de la conmocin interior que senta. Visitaba su hogar a menudo, y llegamos a conocernos muy bien. No haban vivido una vida fcil. Tom combati en la Segunda Guerra Mundial, pero no le gustaba hablar sobre ello. Picapedrero retirado, ahora tena diabetes y utilizaba un andador. Rose haba sufrido un derrame cerebral y adems padeca de artritis.

    Hasta ese momento yo haba mantenido la rela-cin en un plano profesional. Les lavaba la ropa, ayudaba a baarse y ocasionalmente les preparaba la cena (les encantaban las comidas picantes mexi-canas e italianas). A m se me requera utilizar un uniforme de hospital en todo momento, lo cual hice

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    hasta que Rose me pidi que, por favor, me presen-tara a trabajar en su casa en jeans y camiseta para que fuera como alguien de la familia, pues no queran alguien del personal mdico con ellos. Entonces me pidieron que compartiera con ellos a la hora de comer, dicindome que de lo contrario no se sentan bien. Les expliqu acerca de la poltica de la empresa con relacin al uso del uniforme, mantener una rela-cin profesional, y no aceptar regalos de parte de los clientes. Tom me dijo: Por qu no se olvida de la agencia! ste es nuestro hogar, no de ellos. Yo soy el que pongo las reglas en esta casa. T te puedes consi-derar como uno de la familia.

    Claro est, se dieron cuenta de que algo andaba mal cuando mi esposa y mis hijos me dejaron. Me dijeron que cuando yo quisiera, ellos estaran dispo-nibles para m y que poda decirles lo que fuera. Esa noche durante la cena les dije que ahora estaba solo y no estaba seguro de lo que el futuro me deparara. Me dijeron que haran todo lo que pudieran para ser sensibles durante esta poca difcil. Preguntaron acerca de nuestros votos matrimoniales y me hablaron acerca de los de ellos: Hasta que la muerte nos separe. En eso tenamos algo en comn: mi esposa

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    y yo nos habamos prometido lo mismo. Ellos crean que las cosas entre nosotros se resolveran.

    Recordaron una poca difcil a principios de su propio matrimonio, que aun as haba sobrevivido ms de cincuenta aos. Me aseguraron que oraran por Judy y por m, y estoy seguro que lo hicieron.

    Al cabo de un tiempo, su oracin fue contestada. Cuando por fin pude reunificarme con Judy y nues-tros hijos unos meses ms tarde, record el tiempo en que Tom y Rose me cuidaron a m, mientras aparen-temente era yo el que los cuidaba a ellos. Su fe en m y en Dios me ayud ms de lo que soy capaz de expresar. Siempre recordar el pasaje bblico que Rose me ley un da particularmente difcil: Que aunque nuestro corazn nos condene, Dios es ms grande que nuestro corazn y lo sabe todo (1 Juan 3:20).

    Tal vez, como ancianos, lo ms importante que podemos ofrecer es la oracin. El papa Benedicto xvi habl sobre este tema hace unos aos en un hogar de ancianos en Roma. (Me he reunido con Benedicto en varias ocasiones y en una de ellas, antes de ser elegido papa, bendijo a mi nieto Timothy).

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    A veces, a una cierta edad, sucede que se mira al pasado, aorando cuando se era joven, se tenan energas lozanas, se hacan planes de futuro. As que la mirada, a veces, se vela de tristeza, considerando esta fase de la vida como el tiempo del ocaso. Esta maana consciente de las dificultades que nuestra edad comporta, deseara decirles con profunda conviccin: es bello ser anciano!

    Queridos hermanos y hermanas ancianos, a veces los das parecen largos y vacos, con dificultades, pocos compromisos y encuentros. No se desanimen nunca. Son una riqueza para la sociedad, tambin en el sufri-miento y la enfermedad. Y esta fase de la vida es un don igualmente para profundizar en la relacin con Dios No olviden que entre los recursos preciosos que tienen est el recurso esencial de la oracin: hganse intercesores ante Dios, rogando con fe y cons-tancia. Oren por la iglesia, tambin por m, por las necesidades del mundo, por los pobres, para que en el mundo no haya ms violencia. La oracin de los ancianos puede proteger al mundo, ayudndole tal vez de manera ms incisiva que la solicitud de muchos.

    Hace unos aos, una iglesia de la vecindad estaba esforzndose en busca de una manera de llegarles a sus

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    jvenes. Organizaron compaeros de oracin: por un ao parearon a un anciano con un adolescente. No se reunan; lo nico que tenan era el nombre de la otra persona por quien orar a diario. Al final del ao la iglesia celebr un banquete en el cual los compaeros de oracin se conocieron. Me dijeron que estaban asombrados por cunto una idea tan sencilla haba promovido una conexin genuina y afectuosa entre jvenes y viejos.

    En ocasiones un programa como ese puede llevar a amistades duraderas, pero esto no siempre es posible. Aun as podemos tocar el corazn de cada persona con quien nos encontramos, no importa cun breve sea el encuentro. Parafraseando una historia que mi padre escribi cuando joven:

    Por qu no utilizamos nuestro tiempo de una manera mejor? No estamos conscientes de cun corto es el tiempo que tenemos? El don ms grande que tiene cualquier persona es una relacin con los dems y con Dios. Cada cual debe buscar un verdadero encuentro con cada persona que encuentra. Es decir, un verda-dero entendimiento de lo que es lo ms profundo en esa otra persona. Un encuentro como ese no

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    desaparece con el tiempo, que es fugaz, sino que permanece con nosotros y tiene valor duradero. Cada persona que conocemos es una oportunidad de acer-carnos ms a la verdad.

    Si esto es lo nico que podemos hacer en la vejez, debe ser suficiente. Esto puede ser un papel difcil de aceptar. Hasta Pablo luchaba con el deseo de morir y estar con Cristo y a la misma vez el deseo de perma-necer y ayudar a aquellos en la tierra a quienes conoca y amaba (Filipenses 1:2224). No importa cunto tiempo nos queda por delante, debemos utilizarlo para llevar a otros a ms profunda relacin en oracin con Dios. sta es tal vez el mejor regalo que podemos dar.

    Winifred Hildel, una mujer vibrante de setenta y nueve aos de edad que haba sido mi vecina durante muchos aos, recibi una operacin quirrgica del corazn relativamente comn. Pero surgieron compli-caciones, y falleci repentinamente en el hospital. Esto represent un shock para su familia, quienes haban esperado que regresara a su casa dentro de unos das. Unas semanas ms tarde, el cirujano principal le escribi la siguiente carta a su marido,

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    Rudi, demostrando como la profunda fe en Jess de Winifred haba afectado las vidas de muchos con los cuales haba tenido contacto.

    Gracias por haber tomado de tu tiempo durante esta poca tan difcil para recordarme en tus pensa-mientos. Tu carta es sumamente importante para m y me ayuda a reafirmarme en que yo, como mdico, no soy el que toma la decisin final de la vida y la muerte. Es la voluntad de nuestro Dios quien nos gua a cada uno de nosotros a casa.

    Winifred era una persona encantadora. Cuando habl con ella, estaba claro de que posia abundante vida y deseosa de compartir su entusiasmo con todos los que la rodeaban. Mientras ella estaba acostada en el hospital, rodeada de tantas amistades y familiares cantando y llorando, saba que ella haba provocado muchsimas almas y yo tena un gran deseo de que se curara. Senta que perderla dejara un enorme vaco en esas vidas. Ahora veo que, aunque estoy seguro que la extraan, no ha dejado atrs ningn vaco. Al contrario, ha dejado un legado de alegra, msica y amor para ti y tus hijos. Esto hace que su prdida sea un poquito ms aceptable para m.

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    No puedo despedirme sin decirles cmo tu fe y la fe de tu familia nos ha afectado a todos aqu en el hospital. Nunca antes habamos presenciado la expre-sin del amor de Dios y el amor del uno por el otro de la manera en que las vimos alrededor de la cama de Winifred cada da. La tarea de cuidar por los enfermos nos causa cansancio y desgaste y, a veces, perdemos contacto con nuestros sentimientos. Se derramaron muchas lgrimas en la unidad cuando Winifred falleci algo que no ocurre muy a menudo. Se derramaron porque fuimos renovados y recordados de porqu estbamos llamados a estar ah. Gracias por esa renovacin.

    An al morir, podemos llevar a otros a Dios. La manera en que vivimos nuestra vida y enfrentamos la muerte puede tener un gran efecto en los que se quedan atrs. Henry Ward Beecher en una ocasin cavil:

    Cuando el sol por fin cae bajo el horizonte al principio del atardecer, la evidencia de su trabajo permanece por un rato. El cielo contina resplandeciendo durante una hora despus de su partida. De igual forma, cuando la vida de una persona buena o grande llega a su ocaso final, el cielo de este mundo permanece

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    iluminado hasta mucho despus de que haya desapa-recido de la vista. Una persona as no muere de este mundo, porque cuando se va, deja mucho de s atrs y, aun estando muerto, contina hablando.

    No importa nuestra edad o salud, ninguno de nosotros verdaderamente sabe cunto tiempo nos queda para tocar las vidas de aquellos que nos rodean. Con ms razn debemos pedirle a Dios que nos ayude a utilizar la fuerza que nos queda para su propsito.

  • Christel KlverAl estar con nios, te vuelves a ser un nio de nuevo.

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    5Mantener la fe

    Segn vamos envejeciendo, inevitable-mente nos volvemos ms achacosos. Esto trae consigo la incomodidad y la frustracin, seguidos por el dolor fsico y la angustia mental. A nadie le gusta sufrir; todos hacemos lo posible por evitarlo. Pero en este mundo existe mucho sufrimiento y pecado. No hay manera de evadirlo. Despus de todo, Adn y Eva despus de desobedecer a Dios, fueron desterrados del jardn del Edn con la promesa de una vida de sufri-miento para ellos y su descendencia. Dios le prometi a la mujer, Multiplicar tus dolores en el parto, y dars a luz a tus hijos con dolor. Desears a tu marido, y l te dominar. Y al hombre le prometi, Te ganars el pan con el sudor de tu frente (Gnesis 3:1619).

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    Si nos esforzamos demasiado en evitar la enfer-medad y el dolor, nos perderemos un aspecto importante del envejecer: el poder redentor del sufri-miento. Un aspecto de este poder es la manera en que nuestro sufrimiento nos abre las puertas al de los dems. Otro aspecto es la forma en que el sufri-miento nos puede hacer voltear hacia Dios. Padecer sufrimiento puede compararse con refinar el oro en el fuego, preparndonos para nuestra meta final, que es estar plenamente unidos a Dios. El telogo cuquero, Thomas R. Kelly, cuyos escritos influyeron a varios de mis amigos en su bsqueda de Jess, tena un entendi-miento profundo de esto:

    A travs del sufrimiento el corazn se estira y engran-dece. Pero, ay de la agona de este engrandecimiento del corazn para que uno pueda estar preparado para entrar en la angustia de los dems! Como dogma, la cruz es especulacin sin dolor alguno; como sufri-miento vivo, la cruz es angustia y gloria. Sin embargo, Dios, del patrn de su propio corazn, ha plantado la cruz en el camino de la santa obediencia. Establece en los corazones de aquellos quienes ama el milagro de la

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    disposicin de acoger el sufrimiento y reconocerlo por lo que es el sello final de su amor misericordioso.

    Hoy da, Damien y Mara se ren al recordar la pri-mera vez que sus miradas se encontraron. Teniendo en cuenta todo lo que han sufrido, la alegra que emanan es extraordinaria. Cuando hicieron sus votos matrimoniales, hace cincuenta aos, no se hacan ilusiones. Desterrados a una leprosera aislada en el campo remoto del Paraguay, estaban rodeados de compaeros lisiados y desfigurados, vctimas de la enfermedad. Se preguntaban uno al otro si todava se amaran an cuando se les doblaran los dedos y secara y agrietara la piel.

    Por los primeros aos de la enfermedad, cuando todava no tenan tantas complicaciones, los medi-camentos para tratar la lepra fueron donados para la distribucin gratis a los leprosos. Pero, una admi-nistracin corrupta demand que los pacientes pagaran por los medicamentos. Cundo, por fin, Damien y Mara pudieron conseguir los medica-mentos, ya era demasiado tarde; el dao a sus cuerpos estaba hecho. Damien se deprimi y se desesper de

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    la vida pero, cuando comenz contemplando la natu-raleza que le rodeaba y las estrellas del cielo, encontr paz, esperanza y la fuerza para perdonar. Ahora, los dos no guardan rencor.

    Damien es un artesano talentoso, a pesar de sus manos lisiadas y dedos torcidos. Despus de una cuidadosa observacin del sol, tall un reloj solar de una piedra y lo puso en su jardn. Este reloj marca la hora, da y mes del ao con precisin. Ahora su vista est fallando. En un ltimo intento de terminar tallando una figura de madera de Francisco de Ass, sin querer, cort los dedos del santo. Hoy da se entre-tiene atender con esmero su jardn en el pedacito de tierra situado frente a la cabaita de madera que consi-deran su hogar. Mara, confinada a una silla de ruedas y con una pierna amputada, no muestra nada de auto-compasin. Damien declara con orgullo: Ella es la administradora de la casa y maneja todo.

    El amor entre ellos es notable y tierno. Damien dice, Mantenerse juntos es dialogar, entenderse y no andar mal ni un da. Nunca dejan que el da termine sin resolver sus diferencias. La prdida de audicin de ambos crea retos nuevos, pero a menudo comprenden

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    intuitivamente las necesidades y pensamientos del otro, sin ni siquiera hablar. Cada da nos amamos ms y nos entendemos mejor.

    Si el sufrimiento no nos lleva a Dios, nos conducir a la desesperanza y desesperacin. Viktor Frankl, el psiquiatra austriaco que estuvo tres aos en Auschwitz, descubri lo que entenda era el asesino ms grande de la gente: la prdida de la esperanza. Frankl observ que aun cuando una persona era saludable, sucumba rpi-damente si perda la esperanza o una razn para vivir:

    El prisionero que perda la fe en el futuro en su futuro estaba condenado. Con la prdida de la fe en el futuro perda, asimismo, su sostn espiritual; se abandonaba y decaa y se converta en el sujeto del deterioro fsico y mental. Por regla general, ste se produca de pronto, en forma de crisis, cuyos sntomas eran familiares al recluso con experiencia en el campo. Todos temamos este momento no por nosotros, lo que no hubiera tenido importancia, sino por nuestros amigos.

    De manera similar, Friedrich Nietzsche observ que aquel que tiene un porqu vivir puede soportar cual-quier cmo. He servido de consejero para muchos

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    que carecen de este porqu, este propsito. Al vivir en un infierno y no ver salida, sienten la tentacin de pensamientos suicidas o de la eutanasia, o como se le dice eufemsticamente, una muerte con dignidad.

    Pero aun cuando la compasin es el motivo, est mal tomar cualquier vida humana. Dios nos cre a todos en la imagen de Dios. Dado que l nos dio la vida, slo l tiene el derecho de terminarla. El suicidio es una forma de rebelin contra Dios, una declaracin de, No hay esperanza para m. Mi problema es demasiado grande an para Dios. El suicidio niega que la gracia de Dios sea mayor que nuestra debilidad.

    Si nos encontramos en una situacin como sta, siempre podemos buscar a Dios y pedirle su compa-sin y misericordia. Aun cuando no aguantamos ms, sin saber qu hacer, Dios nos quiere dar nueva esperanza y valor, no importa cun profundamente sintamos que le hayamos traicionado. Dios est dispuesto a perdonar todo pecado. Solamente nos hace falta tener la humildad de pedrselo. Cuando alguien se siente tentado por pensamientos suicidas, lo ms importante que podemos hacer es demostrarle

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    amor y recordarle que l, y cada uno de nosotros, fue creado por Dios y que todos tenemos un propsito que cumplir.

    Puede ser atemorizante, pero tambin gratificante, ayudar a alguien atravesar una depresin suicida. Mira por ejemplo, a Hugo Stahel, a quien conoc desde la infancia y que en muchas maneras fue un segundo padre para m. Hugo era un hombre alto y trabajador, pero las dificultades que atraves durante la vida por poco lo derribaron. Su hijo mayor se suicid a los vein-tinueve aos de edad. Esto fue devastador para Hugo y su esposa, y lo atorment durante el resto de su vida.

    En sus ltimos aos de vida, Hugo padeci de muchos males, fsicos y espirituales. Perdi a la esposa. Luchaba con pensamientos suicidas e inclusive hizo algunos intentos. Yo pas muchas horas con l escuchndolo, recordndole que su muerte sera devas-tadora para su familia y todos los que lo conocan y queran. Hugo tena una fe fuerte, pero a menudo dudaba de la presencia de Dios. Dudaba que pudiera ser perdonado por intentar poner fin a su vida. Sin embargo, en la medida que su fuerza fsica disminua, su fe creca y, al final, la oracin y el amor parecan

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    vencer todo lo dems. Hugo muri en paz y tranqui-lidad a los ochenta y siete aos.

    El suicidio y la eutanasia son las medidas ms drsticas que nosotros, como seres humanos, tomamos para evitar el sufrimiento. Aun cuando nunca tengamos esos pensamientos, a menudo hacemos todo lo posible por evitar el sufrimiento a toda costa. Con dema-siada frecuencia, cuando enfrentamos una situacin mdica, como nos ocurre a muchos de nosotros, sola-mente acudimos a profesionales, en vez de hacernos la pregunta: Qu es lo que Dios quiere de m?, o Qu es lo que Dios me est diciendo a travs de este problema?. El temor a una enfermedad grave o a la muerte ciertamente juega un papel, y tal vez muchos de nosotros sintamos ms temor que nos atrevemos a admitir. Si tan slo pudiramos librarnos de este temor y concentrarnos en Dios!

    La medicina juega un papel importante en la vida de la mayora de los ancianos, pero puede ser tanto una maldicin como una bendicin. La sobre medi-cacin en la vejez puede ser deshumanizante, y los que se asienten a cada prueba o procedimiento

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    diagnstico abren una caja de Pandora. Se descubren problemas que en verdad no son problemas, es decir, son condiciones que la persona pudiera tener al morir, pero no morira a causa de ellas. Y, una vez descubierto estos problemas, el doctor est obligado a resolverlos. Ah comienza la pendiente resbaladiza en la que una prueba lleva a la otra. Tarde o temprano una de estas intervenciones puede resultar ser fatal a causa de una infeccin, complicacin quirrgica o interac-cin entre medicamentos.

    Deberamos preguntarnos si no estamos siendo engaados por la ciencia mdica. Hoy en da prc-ticamente cualquier rgano del cuerpo puede ser reemplazado o reparado, y se esgrimen muchos buenos argumentos a favor de ello. Pero no olvidemos que en un pasado no muy distante, la gente viva y mora sin recibir mucha atencin mdica. Aunque su expecta-tiva de vida era ms corta, vivan sus vidas fructferas y productivas, tal vez ms que hoy en da.

    Durante toda mi niez, Christel Klver y su familia eran mis vecinos cercanos. Sus hermanos eran algunos de mis mejores amigos; estaban conmigo en las buenas y en las malas. Christel, quien era una maestra vigorosa

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    de preescolar, fue atacada por la esclerosis mltiple cuando tena poco ms de cuarenta aos. Esta lenta-mente la transform de una mujer activa y capaz a una persona que dependa cada vez ms de las medi-cinas. Tal vez los medicamentos la ayudaron, pero a la larga ella entenda que tal vez estaban impidiendo que viviera una vida ms plena. Una de las personas que la cuidaba recuerda:

    Cuando yo vine a cuidar a Christel, ella no tena control sobre la parte inferior del cuerpo. Estaba pade-ciendo espasmos y dolor, y haba comenzado a perder el mpetu para mantenerse mentalmente y espiritual-mente activa. ste haba sido su caracterstica ms sobresaliente antes que la atac la enfermedad. Estaba tomando muchos medicamentos. stos ayudaban a contrarrestar los problemas bsicos pero tenan numerosos efectos secundarios. Estaba perdiendo la memoria y su sentido del tiempo y de la cronologa.

    Ella comenz a preguntarse: He puesto ms fe en la medicina que en Dios? Decidi reducir o eliminar todos excepto uno o dos de los medicamentos y trata-mientos. No fue una decisin fcil, y luchamos junto con ella sobre las posibilidades de un resultado desco-nocido. Fue un paso de fe.

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    Sorpresivamente, Christel dio un giro. Continuaba teniendo algunos espasmos, pero eran menos frecuentes que antes. Se volvi ms despierta, ms alerta, y su conversacin era ms animada y amplia. Hubo mucha oracin por su situacin, y ella haba peleado muchas batallas interiores adems de soportar la enfermedad. Nunca olvidaremos este milagro de sanacin de una naturaleza diferente a la que hubi-ramos imaginado. A pesar de su condicin, Christel irradi alegra y amor por el resto de su vida.

    Hace unos aos, experiment algo que me hizo reconsiderar mi dependencia en la medicina y los profesionales mdicos. Fui a hacerme un chequeo cardaco rutinario y me dijeron que me haca falta una ciruga cardiaca mayor. No slo eso, sino que me dijeron que tenan que operarme inmediatamente. No haba tiempo para prepararme.

    Despus de la ciruga, pasaron varios das en los que pens que no iba a sobrevivir. Hubo momentos en los que no saba si iba a volver a ver a mi familia. Pero el personal mdico permiti que mi esposa y yo compartiramos momentos preciosos. Por primera vez en mucho tiempo, nos preguntamos: Estamos

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    preparados para separarnos? Y si no nos vemos maana?. Fue redentor poder pedirnos perdn el uno al otro. Lloramos mucho juntos, y tambin nos remos un montn.

    Gracias a Dios, el resultado de la ciruga fue posi-tivo, aunque no he recuperado del todo. Durante ese periodo, a menudo escuchaba el Elija de Mendels-sohn, la historia de uno de los grandes profetas de Dios. Un aria en particular me toc: Encomienda al Seor tu camino; confa en l, y l actuar. Es difcil verdaderamente someterse a Dios. Va contra la natura-leza humana. Nos rebelamos y nos resistimos porque significa dejar ir el control y desmantelar nuestro poder personal.

    Durante la poca de esta prueba, record el perso-naje de Job en el Viejo Testamento. He aqu un hombre que tena todo lo que el mundo valora: esposa, propiedades, hijos, xito y posicin. Pero Dios le permiti a Satans poner a Job a prueba para ver si an amaba a Dios sin riquezas terrenales. Pronto lo perdi todo, hasta la salud. Sus amigos, y an su esposa, se burlaban de l y le decan que maldi-jera a Dios. Pero como alab a Dios y se someti a

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    su voluntad, a la larga todo le fue restaurado en an mayor medida.

    Todava no tengo el corazn saludable. Los mdicos me podran ofrecer otra ciruga de corazn abierto con reemplazos de vlvulas, y tal vez vivira unos diez o veinte aos ms, pero no voy a optar por esa ruta. En su lugar voy a trabajar por el reino de Dios hasta que mis vlvulas se fallen y entonces cantar alabanzas a Dios. Si trato de prolongar la vida porque le tengo miedo a la muerte, qu ganar? No importa si vivo slo un da ms, o diez aos ms, todo tiene que ser para su alabanza y gloria.

  • Dick DomerEl mundo tiene que cuidarse a s mismo ahora!

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    6Vivir con la demencia

    Aunque los achaques de la vejez usualmente comienzan como meras inconveniencias, pronto asumen proporciones ms serias. Es lo mismo con el deterioro de nuestra mente: lo que comienza como incidentes de olvido y distraccin comunes y corrien-tes a menudo progresan hasta convertirse en los estra-gos de la demencia, de la cual la forma ms comn es el Alzheimer. Esta enfermedad ha ocupado mi atencin cada vez ms, ya que varios miembros muy queridos de mi iglesia han sido afligidos por ella en aos recientes.

    Para la mayora (si no todos) de nosotros, la posi-bilidad de perder la mente es aterrorizante. Pero tal vez sea porque, como sociedad, estamos abordndolo de manera equivocada. A lo mejor la gente le tendra menos miedo si no tuvieran que preocuparse tanto de

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    quedar confinados a un pabelln en un hogar de ancia-nos. Tal vez debemos valorizar y atesorar a los afligidos por esta enfermedad en vez de institucionalizarlos. En mi iglesia, tratamos de integrarlos lo ms posible a la vida y actividades de la congregacin. Los miembros jvenes se turnan para ayudar a cuidarlos los fines de semana o sencillamente pasar los ratos con ellos.

    Siempre que sea posible, se debe enfrentar un tras-torno como el de Alzheimer con paciencia y amor en un entorno familiar. Puede ser difcil, pero la alterna-tiva es mucho peor. La manera en que se almacenan a las personas con demencia en las unidades del cuido a largo plazo es algo que yo no le deseara a nadie, parti-cularmente a un ser querido. Por otro lado, incontables familias no tienen otra opcin a que enviar a sus padres a una institucin de ese tipo. No en balde sienten culpas, dolor y vergenza por tener que hacerlo. Sin embargo no existe solucin sencilla para tal necesidad. O ser que s existe?

    Por difcil que pueda ser, a menudo me pregunto qu sucedera si, como sociedad, decidiramos concen-trarnos ms en un aspecto positivo de la enfermedad: volver a ser como nios. La gente que padece de

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    demencia puede ser un tesoro, no solamente una carga. El Alzheimer no tiene que ser una experiencia de vergenza, sufrimiento y un infierno para las personas envueltas. Como me dijo Detlef Manke, un pastor que trabajaba con pacientes de Alzheimer en Alemania:

    Si alguien quiere aprender a servir, que cuide a alguien que tiene Alzheimer. Si alguien quiere aprender a ser compasivo, que comparta con gente que tiene Alzheimer, porque no hay nada ms maravilloso y gratificante que recibir su amor cuando los haces sentirse comprendidos en todo sentido.

    Tambin nos ensean a vivir totalmente en el presente y esto de por s puede ser una aventura. Pueden estar tristes o molestos en un momento y en el prximo instante todo es maravilloso. El cuidador tiene que estar dispuesto a contestar la misma pregunta cada par de minutos.

    Y siempre hay que respetarlos como personas ricas en aos y experiencias. Si pensamos que hablan tonte-ras, los tontos somos nosotros. Simplemente no tenemos la llave al mundo de riquezas que habitan.

    Slo aquellos que encuentran esta llave experimen-tan las llamadas ventanas que se abren an en las ltimas etapas de Alzheimer. Estas ventanas abren

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    directamente a la eternidad. Habiendo vivido esto una y otra vez a travs de los aos, estoy convencido que al nivel ms profundo, la enfermedad no puede tocar el espritu de la persona.

    Como sugiere Detlef, en vez de tratar de ayudar al paciente de Alzheimer a entender nuestro mundo, nosotros debiramos tratar de entender el de ellos. Claro est, saber esto no quiere decir que sea fcil hacerlo. Un miembro de mi iglesia me provey un entendimiento ms profundo sobre el asunto. Cuando el padre de su esposo desarroll demencia, la condicin progres rpidamente y fue algo bastante desagradable y difcil.

    La enfermedad se manifest en todo tipo de compor-tamiento fuera de lo comn. Se desapareca de la casa y su cuidador lo tena que seguir y tratar de regresarlo, pero era muy difcil razonar con l. Estaba asediado por el convencimiento de que la gente estaba conspi-rando contra l y a veces se pasaba tres o cuatro horas dando vueltas en su habitacin buscando en gabinetes y debajo de los muebles para ver si haba alguien ah escondido. A veces se tornaba violento an contra su esposa anciana. Resista todo esfuerzo para ayudarlo

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    con su higiene personal. Durante un intento de ducharlo, le dio un puo a mi esposo en la nariz tan fuerte que mi esposo pens que su padre le haba roto la nariz. Durante sus ltimas semanas de vida, rehu-saba acostarse a dormir. Permaneca sentado en su silln toda la noche. Los esfuerzos de su cuidador para persuadirlo de que se quitara los zapatos y se acostara en la cama fueron intiles.

    Ver a nuestro padre atravesar tanto tormento nos puso de rodillas en oracin. Estbamos muy desva-lidos en nuestros esfuerzos de cuidarlo debido a su resistencia enrgica. Slo podamos ir un da a la vez y tratar de no mirar demasiado hacia el futuro. Tenamos que recordarnos una y otra vez que ste no era el esposo y padre que conocamos y ambamos, sino alguien que padeca de una enfermedad mental, igual que la gente padece enfermedades fsicas.

    A travs de todas las tormentas, mi suegra se mantuvo firme en su promesa de permanecer al lado de su marido hasta que la muerte los separara. Nunca dej de esperar que las cosas mejoraran. Su fidelidad y espe-ranza sirvieron de tremendo testimonio para nosotros.

    La vida de mi suegro lleg a su fin relativamente de pronto. Rehus todos los medicamentos, y luego

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    toda comida y bebida. Entr en coma y falleci poco despus. Luego de haber partido, nos hicimos eco de las palabras de Ma