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Directoras Editoras ResponsablesAlicia CamposAna María Rocchietti
Coordinadora de RedacciónMaría Andrea Runcio (Universidad de Buenos Aires)
Coordinación de EdiciónMaría Victoria Fernández (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)
Asesora EditorialMaría Cecilia Stroppa (Universidad Nacional de Rosario)
Comité CientíficoDr. Antonio AustralDra. Martha BechisProf. María Teresa CarraraLic. César Gálvez MoraDr. Luis Guillermo LumbrerasLic. Lutgarda Reyes ÁlvarezDra. Ruth Shady SolísDra. Teresa Vega
Comité Evaluador María Laura Gili (Universidad Nacional de Villa María)Juan Vilela Puelles (Instituto Nacional de Cultura, Dirección Regional La Libertad)Víctor Piminchumo Hurtado (Instituto Nacional de Cultura, Dirección Regional La Libertad)
Comité EditorialGimena Ávalos (Universidad Nacional de La Plata)María Teresita de Haro (Centro de Investigaciones Precolombinas)María Concepción Godoy (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Rubén Blanco (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Horacio Nieva (Biblioteca Nacional)
Coordinadores de Sección de Reseñas BibliográficasFlavio Ribero (Universidad Nacional de Río Cuarto)César Borzone (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Jorgelina Di Iorio (Universidad de Buenos Aires-CONICET)
Revisión de EdiciónSilvana Salerno (Centro de Investigaciones Precolombinas)
Diseño y DiagramaciónOdlanyer Hernández de Lara (Cuba Arqueológica)
A TINRevista del Centro de Investigaciones Precolombinas
NNúm. 9 • Mayo de 2010
ISSN: 1852-4915
ANTI es una publicación anual del Centro de Investigaciones Precolombinas que tiene como objetivos: 1. Conformar un lugar e intercambio entre diferentes especialistas a nivel nacional e internacio-nal, así como también diferentes instituciones del campo de la historia, antropología, arqueología, etno-logía, y ciencias sociales en general; 2. Ofrecer un espacio para que investigadores y académicos pue-dan publicar sus producciones; 3. Construir un medio de comunicación a través de la difusión de investi-gaciones y ensayos; y 4. Jerarquizar la actividad aca-démica.
Dirección postalAyacucho 632. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.CP. C1026AAF. Argentina.
E-mail: [email protected]
Los artículos reflejan exclusivamente la opinión de los autores
© Anti. Centro de Investigaciones Precolombinas.
nti llega a su número 9 y perfecciona su estética y su
contenido. Nació con la finalidad de unir perspec-
tivas sobre el mundo andino y altiplánico desde una
ciudad de la llanura rioplatense. Mientras la revista se desa-
rrollaba esa misma ciudad y su conurbano se llenaba de migran-
tes de ese origen. Ahora Anti es una publicación que contribuirá
a la Interculturalidad. Mientras la revista intentaba perdurar
gracias a muchas inteligencias y manos anónimas, los Pueblos
Originarios de la Argentina -muchísima gente de origen quechua
y aymara- comenzaron a tener visibilidad social y política por su
voluntad de recuperar genealogías e historia. Ahora Anti ofrece
trabajos que les puede servir para sus utopías.
En fin: Anti ha latido por la investigación del pasado lati-
noamericano y latirá por los nuevos mundos por venir.
A
Los signos de los Cuatro Vientos: arte
rupestre de la provincia de Córdoba,
Argentina.
Ana María Rocchietti
Ocupación humana en la región
tumbesina: su impacto en la fauna
silvestre.
Luis Enrique Pollack Velásquez
Herederos de Chan Chan. No se trata del
patrimonio cultural. Problemas en torno
a la gestión e intervención en sitios
arqueológicos con estructuras
arquitectónicas monumentales.
María Laura Gili
Huaca San Idelfonso y la ocupación
Moche en la margen norte del valle Bajo
de Moche, costa norte del Perú.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
Rumichaca, un sitio de producción para
el intercambio.
Álvaro Hernán Castañeda Mesía
Sinsicap y Simbila: tradiciones alfareras,
continuidad y problemas actuales.
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea
Runcio y César Gálvez Mora
Circuito arqueológico de La Libertad.
Chan Chan, Huaca de La Luna y El
Brujo. Aspectos y recomendaciones.
María Laura Gili y Graciana Pérez Zavala.
Informe del proyecto: el problema de la
educación intercultural bilingüe. Entre
los institutos de formación docente y la
práctica en las comunidades, provincia
de Maynas, Región Loreto, Perú.
María Laura Gili.
Cuenca del Amanzonas peruano.
Actualidad antropológica.
Gilda Arias Montes, Celeste Bolmaro, Raúl
Bolmaro, César Borzone, Graciela Elsesser,
Maria Teresita de Haro, Olga Graciela
Lima, Alejandro Pisnoy, Adrián Sabbatella
y Graciela Vielmas.
Informe dirigido al Instituto Nacional de
Cultura, Departamento La Libertad,
Perú.
Celeste Bolmaro, Raúl Bolmaro, César
Borzone, Graciela Elsesser, Maria Teresita
de Haro, Olga Graciela Lima, Adrián
Sabbatella y Graciela Vielmas.
Normas editoriales
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LOS SIGNOS DE LOS CUATRO VIENTOS: ARTE
RUPESTRE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA,
ARGENTINA
Ana María Rocchietti
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Departamento de Historia. Facultad de Ciencias
Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto y Centro de Investigaciones Precolombinas
RESUMEN
Este trabajo describe e interpreta un sitio rupestre, localizado en una de las faldas del cerro
Intihuasi, Sierra de Comechingones, Provincia de Córdoba, Argentina mediterránea. La
investigación destaca el contenido mitológico y libidinal de los signos y propone para ellos
una alegoría fundada en el concepto de la muerte.
Palabras clave: arte rupestre, mito, libido.
ABSTRACT
This work describes and interprets a rock art site located at one of the skirts of the hill
Intihuasi, Comechingones Mountains, Province of Cordova, Mediterranean Argentina. The
investigation emphasizes the mythological and libidinal content of the signs and proposes
for them an allegory been founded on the concept of the death.
Key words: rock art, myth, libido.
l arte rupestre que podemos
encontrar en la Provincia de
Córdoba, en el centro de la Re-
pública Argentina fue realizado en los
recovecos de las piedras redondeadas de los
tafones graníticos -salvo excepción- desa-
rrollando expresiones cuyos mitemas tam-
bién fueron constantes.
Entre las obras de mayor belleza y
envergadura documental se encuentra una
pintura y grabado ubicado en el Cerro
Intihuasi, Pedanía Achiras, Departamento
E
Ana María Rocchietti
4 • Centro de Investigaciones Precolombinas
de Río Cuarto. En relación con él ofre-
ceremos nuestra perspectiva sobre el arte
arqueológico de los indígenas que poblaron
esta región fundada en tres principios:
1. el sitio rupestre se constituye a partir de
una convergencia -muchas veces dramá-
tica- entre las rocas, sus entornos y los
dibujos, 2. el mitema rupestre fundamental
se refiere a la vida, la muerte y la sexua-
lidad, 3. la discursividad corresponde a un
sistema de racionalidad históricamente
delimitado y lo que importa de ella no es lo
que representa sino lo que transforma (Lévi-
Strauss, 2007).
CERRO INTIHUASI: ALERO DEL
ABRA CHICA
Este sitio rupestre está emplazado en 33º
03’ 41.5’’ LS y 64º 51’ 26.4’’ LW, en la
pendiente norte del cerro Intihuasi (Figura
1), un acotado afloramiento granítico en el
piedemonte oriental de la Sierra de
Comechingones.
Figura 1. Cerro Intihuasi
El tafón es una enorme mole que apoya
sobre un plano oblicuo que delinea el
terreno cayendo en ángulo abrupto hacia un
arroyo que no posee nombre y que bordea la
falda septentrional del cerro. Está atrave-
sado por diaclasas profundas. Sobre las que
ha actuado el trabajo disolvente de la
erosión hídrica que las ensancha. La exfo-
liación interna que le otorga un desarrollo
netamente curvo. La planta del tafón in-
cluye una extensa cámara que abre en los
laterales noroeste y sudeste (Figuras 2 y 3).
Ha servido de refugio a pumas y a otros
animales. Describe, de ese modo, tres
orientaciones ambientales y en dos de ellas
está el arte.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 5
Éste tiene características notables tanto
en la narrativa como en el diseño. El sitio se
halla sobre un afloramiento sobreelevado en
el terreno, rodeado por sedimento y grandes
rocas dispuestas de manera anárquica.
Todos los bloques buzan hacia el norte y
noroeste. El lugar es umbrío y sobresaliente.
Cada vez que registramos un mito,
estamos frente a una erótica, ante una
construcción pasional, secreta, no evidente,
que expresa asimismo una lógica sacrificial
(que está presente en todas las sociedades
desde los tiempos primordiales y que toma
muchas formas distintas) y una lógica
lúdico-transformacional que articula el rela-
to con todas sus posibles configuraciones.
Pero se trata -también- de una erótica
constitutiva y seminal que está dotada de fe
(es decir, de creencia) y, por lo tanto, de
verdad “en” y “para” el sujeto.
El mito es parte de un movimiento
existencial -y por consiguiente, histórico- de
ordenamiento cósmico y de captación pul-
sional erótica. Solamente el desasosiego
existencial podría volverse fuente de un
pensamiento que debe aprehender lo vivien-
te y su movimiento existencial de la femi-
neidad, la masculinidad, la sexualidad, de lo
viviente y de lo no viviente en su magnitud
primordial.
En él se encuentran dos escenas: una de
humanos vestidos y armados, animales y un
puma devorando a un camélido y otra en la
que un humano con tocado se halla solitario
en la pared. No son mutuamente visibles.
Muy próximo a un gran bloque lateral que
enmarca la entrada al alero, hay un pequeño
mortero que estaba colmado de sedimento -
y, por tanto, oculto- relacionado con el cual
había un percutor o quizá mano de mortero
(aunque tiene los rastros de percusiones en
uno de sus polos) casi esférico, cuyo tamaño
encaja perfectamente con su boca. Aunque
no había relictos de pigmento su función
debió estar destinada a él.
La riqueza de dibujos en el panel de la
orientación retiniana que denominamos 1 es
notable, tal como puede apreciarse en la
figura 4.
Se observan dos humanos enmascara-
dos, con largo traje rígido, realizados por
raspado en la pared y un concierto de
animales pintados (camélidos, un ñandú,
pumas y víboras) entre poligonales curvas y
rectas, abiertas y cerradas. La sucesión de
dibujos (o sintagma) es la siguiente:
manchas blancas muy débiles
animal en blanco
serpiente en blanco
Ana María Rocchietti
6 • Centro de Investigaciones Precolombinas
Figura 2. Alero del Abra Chica. Vista desde el sudoeste
Figura 3. Planta del sitio Alero 2 del Abra Chica
escena animal atacado por pumas (éstos
en blanco, aquél en rojo)
superposición cola de puma, línea ver-
tical (grabada), poligonal cerrada recta
blanca
humano enmascarado, armado, graba-
do, con puma en blanco, por encima de
su cabeza pero separado de aquél
superposición de animal (Rhea) sobre
camélido en blanco
venado sobre camélido en blanco
Rhea sobre camélido en blanco
humano enmascarado, armado, graba-
do, junto a poligonal curva cerrada (en
ocho).
OA1
OA2 OA 3
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Centro de Investigaciones Precolombinas • 7
Figura 4. Friso de la orientación retiniana 1 del Alero del Abra Chica 2, 1/5 del tamaño original
En la parte alta de la escena recono-
cemos, de izquierda a derecha:
poligonal recta, cerrada, en blanco
poligonal, curva, con círculos o man-
chas en su interior y apéndice, en blanco
zorro en blanco
poligonal curva cerrada con círculo en el
interior y apéndice, en blanco
víbora en blanco
víbora, en blanco
mancha en blanco (quizá residuo de
animal)
camélido, en blanco
Ana María Rocchietti
8 • Centro de Investigaciones Precolombinas
Este sitio rupestre contiene varias su-
perposiciones: en sentido estricto, trans-
parencia y oclusión (Arnheim, 1986). La
figura 5 las muestra.
En el primer caso una línea raspada
atraviesa la cola de un puma atacante y lo
conecta -de ese modo- con una poligonal
cerrada y recta. En el segundo, un venado o,
quizá, un cérvido está superpuesto a un
camélido, en color blanco. En el tercero, en
el mismo tono pero más tenue se inscribió
un animal (ave) sobre otro animal (camé-
lido). En el cuarto, se desarrolla una oclu-
sión que vincula a félidos con un camélido
(los primeros en blanco, el otro en rojo).
Esta oclusión es -a la vez- un microrrelato
porque describe el acoso de los pumas
contra un animal indefenso. Por último, la
oclusión de dos camélidos incompletos por
absorción de la pintura por la roca asimila la
figura a la costumbre de esta fauna a
agruparse o a la disposición impuesta por la
cría de delimitar el rebaño. Estos signos
también fueron realizados en blanco.
A B C
D E
Figura 5. A y B, superposiciones en sentido estricto; C. transparencia; D. y E. oclusiones
En la pared contigua, fue dibujado por
raspado un humano con tocado (una especie
de bonete que le cubre la cara), con brazos
extendidos en cruz y piernas apenas insi-
nuadas. Por debajo fue grabada una línea
que semeja una especie de línea a tierra. Se
halla inmediatamente por encima de una
curvatura convexa-cóncava de la pared,
sobre una superficie de roca homogénea
pero no preparada. El dibujo es muy nítido
y el grabado le dio una coloración cercana
al ocre claro debido a los cristales de fel-
despato. Este efecto lo destaca de la tonali-
dad gris del granito (Figura 6).
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 9
Figura 6. Humano con tocado o máscara
Hemos sistematizado este registro como
integrante del estilo Cuatro Vientos, mani-
festación frecuente en el sur de la Sierra de
Comechingones. Tiene por temas caracterís-
ticos os que consignamos en cuadro 1.
SÍNTESIS
Este sitio tiene intensidad narrativa. No
solamente los enmascarados (¿con orejas de
puma?) presiden la escena sino que a su
vera se desarrolla el drama del ataque de un
animal por varios pumas (animal poderoso
en la mitología sudamericana); su desgarro
es sugerido por su color rojo que no
podemos asociar sino con la sangre.
El puma (Felis concolor) es un animal
pequeño, solitario, carnívoro, predador ge-
neralista y oportunista. Lo reconocemos en
el dibujo por su cabeza redonda, sus orejas
erguidas. Posee cinco garras retráctiles en
las patas delanteras y cuatro en las pos-
teriores y cuando ataca coloca su cola
extendida (conducta que despliega siempre
hacia el cuello de la víctima, a la que ataca
con sus garras. Es capaz de dar grandes
saltos y de hacer carreras cortas, se refugia
en zonas con pastizales o vegetación densa.
El venado (Hippocamelus) que constatamos
en este panel se identifica por sus astas, es
un mamífero rumiante, herbívoro, de patas
delgadas y pequeñas. El zorro (Volpe) es un
carnívoro solitario, corredor, de visión
nocturna.
Lo viviente aparece aquí dinámico, reali-
zando actos de crueldad o muerte o disper-
sándose en un ambiente cuyo detalle no
figura, diurnos y nocturnos, agresivos o
indefensos. Allí, los humanos tiene hege-
monía completa por tamaño, por destaque,
Ana María Rocchietti
10 • Centro de Investigaciones Precolombinas
por centralidad en la escena. Ellos, en
cambio, fueron dibujados estáticos, rígidos;
pueden estar vivos o muertos, ser hombres
del mundo de los vivos u hombres del
mundo de los muertos.
En este panel se constata que percibir no
es simultáneo al acto de interpretar. Son dos
esfuerzos no equivalentes, no completos, no
seguros. Las dificultades sensoriales (por
desaparición o absorción de la pintura)
impiden esbozar una apreciación definitiva
de lo que se ve, salvo de la parte central de
la escena. Podemos presumir que el resto de
ella abundaba en animales. Lo interesante es
que aquí los animales están sueltos, no
alineados, dispersos por la pared. Podría-
mos pensar que la cantidad insólita de
pumas desordenan y destruyen un universo
natural primariamente armónico o que
simplemente la escena describe un espec-
táculo habitual y doméstico en esa tierra
serrana.
Sin embargo, debemos recordar que un
signo es cualquier cosa puesta en lugar de
otra cosa y que vale por esa cosa (Auroux,
1998: 85). Asimismo, “signo” se vincula
con dos sentido de uso habitual en las
disciplinas esotéricas y médicas: adivina-
ción y síntoma (ibídem: 86). Ambos de-
bieran ser considerados cuando juzgamos lo
que vemos y su relato general. En el arte
rupestre, el signo nunca podrá volverse una
totalidad bien identificada y este panel lo
demuestra de manera especial.
Tendríamos, entonces, varios núcleos de
narración:
1. humanos estáticos con atributos de
puma, enmascarados y armados
2. animales dinámicos cuya postura no
relata nada
3. pumas entre animales a los que atacan
4. víboras y zorros, a los cuales podría-
mos suponer como peligrosos y tam-
bién competitivos con los humanos en
torno a los pequeños animales (el zorro)
La relatividad de los signos está
subordinada a su capacidad elocutiva (de
decir y de no decir). En este panel, el relato
lo sostienen los animales (dinámicos,
atacados), los humanos parecen -más bien-
estatuas hieráticas o modelo de viviente que
necesita apelar a la potencia natural-
sobrenatural de los pumas puesto que se
mimetizan con ellos. Ellos están en el centro
de un bestiario móvil. Las metáforas1 y las
metonimias -dos formas complementarias
de desplazar un significado desde un
significante a otro significante- violentan
esa relatividad sintagmática porque ellas
ocultan, tapan, desplazan lo que cada dibujo
dice, de allí que sobredimensionen el carác-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 11
ter mágico-adivinatorio de cualquier ritual.
La metáfora identifica dos términos entre
los cuales existe cierta semejanza. La
metonimia -en verdad, una clase de metá-
fora- expresa “una parte del todo”: por
ejemplo, un animal completo por su huella.
Ambas podrían aplicarse a este panel en
dos elementos gráficos: 1. las superpo-
siciones (animal sobre animal, línea sobre
cola de animal, pintura sobre pintura,
grabado sobre pintura) ya que podríamos
suponer que ellas matan el signo anterior o,
por el contrario, que lo potencian, 2. el traje
de los humanos que culmina en orejas de
animal como parte simulada del animal
total.
Esta obra permite, asimismo, hacer una
lectura más problematizada de su relato.
Para eso podemos evocar algunos concep-
tos de la semiótica de las imágenes (y de los
signos en general). Ésta ha descubierto, a lo
largo de su desenvolvimiento en el siglo
XX, la importancia de dos dimensiones de
lo sígnico: la denotación y la connotación.
No se trata solamente de una cuestión
sistematizadora sino que involucra lo que
los signos dicen y no dicen. La denotación
es el proceso de lectura o momento de la
captación de los elementos constitutivos de
los signos e imágenes (significados, signifi-
cantes, datos comunicados, cohesión refe-
rencial, todo lo que abarca el signo en su
estructura). La connotación, en cambio,
constituye una lectura que desborda la
denotación: son los significados agregados,
las metáforas las valoraciones personales y
subjetivas. Donde termina la denotación
empieza la connotación y es ella la que nos
permite abordar lo emotivo, lo simbólico, lo
mítico-ideológico (Cf. Dellera, 1996; Zec-
chetto, 2006). No se trata de un contenido
individual solamente sino -y prioritaria-
mente- social y cultural.
La connotación siempre altera la deno-
tación, la “fuerza” y forma parte de la
“interpretación” y de los imaginarios. Con-
siste en la parte predicativa e ideológica de
la denotación que queda reducida a su
carácter informativo extensional (Zecchetto,
2006: 146).2
Podemos suponer la presencia de una
estructura elemental y otra profunda de lo
representado (Greimas y Courtés, 1992). La
primera alude a la forma más simple de
significación que surge de la presencia de
los elementos operantes en el relato (este
arte rupestre) y, la segunda, a los procesos
de afirmar y negar que también generen
significaciones.
Los mitos, ante todo, son la materia de
las formaciones fantasmáticas del pensa-
miento humano, un juego de imaginación,
Ana María Rocchietti
12 • Centro de Investigaciones Precolombinas
deseo y plasma lingüístico, casi autode-
terminadas. La matriz sociológica mantiene
a raya esta otra matriz libidinal porque tiene
un costo alto: el borde de la alucinación, el
delirio y la pérdida de realidad. Pero, no
obstante, sin ella no podría la sociedad
reconocerse como tal ya que de ella manan
las creencias y acreencias que la mantienen
unida bajo una ideología. Es más: tienden a
formar sistema, como la lengua. Si no se la
mantiene bajo control, tenderá a sustituir a
aquella otra más material y afectaría la
reproducción de la vida humana en el
sentido de Malinowski: los hijos, la comida,
el abrigo, la educación, el arte. Impediría el
funcionamiento social. Los mitos se
comportan como los sueños. Pero los mitos
son relatados y los sueños son soñados,
reprimidos, proyectados, dichos. Unos y
otros pueden hacer las veces de “pantallas”
(Butler, 2009), de superficie blanca sobre la
cual eventualmente se proyecta el deseo
humano ya sea porque ha sido reprimido y
sortea las vallas de la prohibición (Lévi-
Strauss sostenía que el principal es el
incesto), ya sea porque fluyen porque sí, por
el solo hecho de existir y ser parte de su
naturaleza expresarse con carácter de
fantasía o arte.
Cada vez que registramos un mito,
estamos frente a una erótica, a una cons-
trucción pasional, secreta, no evidente, que
expresa asimismo una lógica sacrificial (que
está presente en todas las sociedades desde
los tiempos primordiales y que toma
muchas formas distintas) y una lógica
lúdico-transformacional que articula el
relato con todas sus posibles configuracio-
nes. Pero se trata -también- de una erótica
constitutiva y seminal que está dotada de fe
(es decir, de creencia) y, por lo tanto, de
verdad “en” y “para” el sujeto.
CONCLUSIONES
El mito es parte de un movimiento
existencial -y por consiguiente, histórico- de
ordenamiento cósmico y de captación pul-
sional-erótica. Solamente el desasosiego y la
imaginación podrían volverse fuente de un
pensamiento que debe aprehender lo viviente
y su contenido de femineidad, masculinidad,
sexualidad, lo viviente y lo no viviente en su
magnitud primordial.
NOTAS
1. En griego: “recibir un nuevo nombre”.
2. La visión actual de este problema lo
expresa la afirmación de que todo lenguaje
se construye a través de la diferencia, es
decir, a partir de aquello que no afirma. De
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 13
ese modo, sostiene Castoriadis (1992), el
sentido de la imagen es anterior a la obra
misma, el sentido opera a espaldas de la
imagen, en el magma de simbolizaciones
individuales y sociales. El código, entonces,
es el conjunto de operaciones de producción
de sentido en el interior de una materia
significante dada y el imaginario, apoyán-
dose en él, forja un modelo del mundo.
TEMA IMAGEN ORGANIZADORA
Cacería Puma
Animales en “tropa” Camélidos
Animales agitados (¿anuncio de
lluvias?)
Ñandúes
“Adentro-afuera” Poligonales cerradas
Parte por el todo o Huellas e
improntas
Huella de puma
Huella de ñandú
Huella de mano humana
Huella de pie humano
Orden nomádico o constela-
ción (¿de estrellas?)
Constelación de puntos
Orden lineal (¿sucesión tem-
poral de ciclos o días?)
Surcos
Cuadro 1. Temas del estilo Cuatro Vientos
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Arnheim, R.
1986 [1971]. El Pensamiento visual. Paidós.
Buenos Aires.
Auroux, S.
1998. La Filosofía del lenguaje. Editorial
Docencia. Buenos Aires.
Castoriadis, C.
1992. La institución originaria de la
sociedad. Tusquets. Buenos Aires.
Butler, J.
2009. Dar cuenta de sí mismo. Violencia
ética y responsabilidad. Amorrurtu. Buenos
Aires.
Dellera, O.
1996. Los signos en la sociedad. Paulinas.
Bogotá.
Ana María Rocchietti
14 • Centro de Investigaciones Precolombinas
Greimas, A. J. y J. Courtés.
1982. Semiótica. Diccionario razonado de
la teoría del lenguaje. Gredos. Madrid.
Lévi-Strauss, C.
2007 [1975]. La vía de las máscaras. Siglo
XXI. México.
Zechetto, V.
2006. La danza de los signos. Nociones de
semiótica general. La Crujía. Buenos Aires.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 15
Ana María Rocchietti
16 • Centro de Investigaciones Precolombinas
OCUPACIÓN HUMANA EN LA REGIÓN TUMBESINA:
SU IMPACTO EN LA FAUNA SILVESTRE
Luis Enrique Pollack Velásquez
Facultad de Ciencias Biológicas, Universidad Nacional de Trujillo (Perú)
RESUMEN
La primeras poblaciones humanas se asentaron en las cuencas de los valles costeros que
pertenecen al Bosque Seco Ecuatorial y conforman la Región Tumbesina, una área de
endemismos importante a nivel mundial. Nos propusimos estudiar el proceso de ocupación
humana en los bosques y su impacto en la fauna silvestre en el departamento La Libertad. Hemos
analizado crónicas, cerámicas, mapas y registros actuales. Las evidencias muestran que los
pobladores Mochica y Chimú, de cosmovisión holística, preservaron los bosques e hicieron uso
de ellos en forma responsable: caza selectiva y pastoreo controlado. Durante la conquista
española se produjo la extracción indiscriminada de leña y carbón para uso doméstico, industrial
y fundición de metales, llegando hasta la extinción y avance de la desertificación. En los últimos
cincuenta años se promueve el cambio de uso del suelo para ampliar la frontera agrícola con
cultivos de no tradicionales, destruyendo el ecosistema de bosques con la consecuente pérdida de
biodiversidad. En el marco del desarrollo sostenible, proponemos la creación de reservas
comunales para restaurar, proteger y conservar los bosques de algarrobo por los servicios
ambientales que brindan a nuestro planeta.
Palabras clave: Ocupación humana, Región Tumbesina de endemismos.
ABSTRACT
The first human populations settled in the basins of the Peruvian coastal valleys that belong to the
Equatorial Dry Forest and they form the Tumbes Region, an area of important endemism at world
level. We intended to study the process of human occupation in the forests and their impact in the
wild fauna in La Libertad department. We have analyzed chronic, pottery, maps and current
Luis E. Pollack Velásquez
16 • Centro de Investigaciones Precolombinas
registrations. The evidences show that Mochica and Chimú residents -who had holistic vision of
cosmos- preserved the forests and use them in responsible form. During the Spanish conquest it
took place the indiscriminate extraction of firewood and coal for domestic, industrial use and
foundry of metals arriving until the extinction and advance of the desertification. In the last fifty
years the change in the use of land promoted to enlarge the agricultural frontier with non
traditional cultivations, destroying the ecosystem of forests with the consequent biodiversity loss.
In the mark of the sustainable development, we propose the creation of communal reservations to
restore, to protect and to conserve the locust forests due to the environmental services that they
gives to our planet.
Key words: human occupation, Tumbes Region of endemism
INTRODUCCIÓN
ace unos 10.000 a.C. se movili-
zaban por la zona norte, pequeños
grupos de recolectores y cazado-
res nómades; posteriormente los pobladores de
las culturas Cupisnique, Mochica y Chimú,
entre los años 200 al 850 d.C., tuvieron como
sus principales centro de ocupación y asenta-
miento urbano a los valles de la costa norte,
que pertenecían a las principales cuencas
hidrográficas del Perú en donde primero
formaron aldeas y posteriormente grandes
centros urbanos (Canziani 1989; Castillo y
Uceda 2007).
La población en conjunto se desplazaba
siguiendo el movimiento de las manadas de
animales, combinando la caza con la recolec-
ción de frutos y raíces, sin excluir la pesca y la
recolección de mariscos. En un determinado
momento, modificaron su modo de vida y
decidieron asentarse en campamentos donde
comenzaron a realizar actividades productivas
que en un principio se centraron en el cultivo
de algunas plantas -que posteriormente logra-
ron adaptar para el desarrollo de la agricultura-
la domesticación de animales silvestres, la
pesca con instrumentos, herramientas y embar-
caciones en caletas y el desarrollo de una
minería incipiente. Cabe destacar que los pri-
meros asentamientos se conformaron en aldeas
en donde resolvieron algunas necesidades
domésticas como descansar, comer, abrigarse,
dormir y hacer vida en comunidad, mas no
como un centro de trabajo. Además está
demostrado que el hombre precolombino ha
convivido con las aves y otros animales por
milenios y que durante todo este tiempo ha
H
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 17
modificado los ecosistemas para satisfacer sus
necesidades (Canziani 1989; Hocquenghem
1998; Rostworowski 2005).
Estos valles costeros, pertenecen al Bosque
Seco Ecuatorial (B.S.E.) ubicado entre los
paralelos LS 03º56’-13º11’ y LO 75º09’-
81º21’, correspondiéndole una superficie apro-
ximada de 42.570 km2, que va desde los 0
hasta los 1000 m.s.n.m., en una franja de 100 a
150 km. de ancho, con una temperatura y
precipitación promedio anual de 22º C y <120
mm., respectivamente. La distribución de estos
bosques es amplia e incluye la parte central y
sur de la costa de Ecuador, desde el sur de la
provincia de Esmeraldas, extendiéndose hasta
los departamentos del norte de Perú: Tumbes,
Piura, Lambayeque, La Libertad y Ancash,
que en conjunto presentan dos tipos de hábitat:
Desierto Pacífico y Bosque Seco de Sabana
(Brack 1986; Hocquenghen 1998; Flanangan
et al. 2005; Venegas 2005; DarwinNet 2005;
Novoa et al. 2010).
En esta faja costera existe una vegetación
típica conformada por bosques estacionales
secos de “algarrobo” Prosopis pallida, “espi-
no” Acacia macracantha, “zapote” Capparis
scabrida y otras plantas arbustivas propias del
B.S.E. así como paisajes muy áridos con
algunos matorrales y lomas costeras situadas
sobre las primeras estribaciones de la Cordi-
llera Occidental. Las zonas de mayor vegeta-
ción son los montes ribereños de las cuencas
hidrográficas de los ríos Tumbes, Piura, La
Leche, Reque, Zaña, Jequetepeque, Chicama,
Moche, Virú, Chao, Santa, Casma y Huaura
(Hocquenghem 1998; Mostacero et al. 2007;
La Torre-Cuadros y Linares-Palomino 2008).
El algarrobo (Prosopis spp.) está considera-
do como un árbol de tronco leñoso, con ramas
ascendentes abiertas de color verde claro a
oscuro, unas especies provistas de espinas y
otras sin ellas; es de tallo alto erguido o subin-
clinado sinuoso, que permanece verde todo el
año pues aprovecha las aguas subterráneas,
debido a que posee raíces muy largas y sus
frutos son vainas de color amarillo ámbar de
un sabor dulce intenso (Mostacero et al. 2002).
El desarrollo de estos bosques está influen-
ciado por la confluencia de las corrientes de
Humboldt y El Niño, que junto a su topografía
variada, propician una diversidad de climas
locales que en muchos de los casos están
precedidas de una precipitación pluvial mode-
rada que producen ambientes tan disímiles
como desiertos y bosques tropicales en distan-
cias muy cortas entre ellas, que luego del pro-
ducto de un singular proceso evolutivo ha
mezclado flora y fauna de ambientes áridos
costeros, de la biota andina y de los bosques
lluviosos tropicales que a su vez han condicio-
nado la existencia de especies endémicas,
alrededor del 20% de 6300 especies de plantas
Luis E. Pollack Velásquez
18 • Centro de Investigaciones Precolombinas
y alrededor del 10% de 800 especies de aves
que son de rango restringido (Uceda 1994;
Hocquenghem 1998; DarwinNet 2005; La
Torre-Cuadros y Linares-Palomino 2008).
Asimismo este ecosistema se ve influencia-
do por la presencia del Evento “El Niño”, que
es considerado como una invasión de aguas
cálidas desde las profundidades del oeste y que
dan como resultado una profunda alteración en
las características físicas del Océano Pacífico
Tropical, cuyos efectos han tenido un impacto
en la infraestructura y economía de los pue-
blos. Sin embargo, las evidencias nos muestran
que las primeras poblaciones aprendieron de
sus primeros efectos y ya en adelante se esta-
blecieron en lugares donde sus efectos eran
menos devastadores, como lo muestran las
construcciones de la cultura Chimú, en parti-
cular la ciudadela Tschudi. Esta situación se
alteró con el crecimiento desordenado de las
ciudades como consecuencia de las migracio-
nes de comuneros que abandonaban sus tierras
en busca de nuevas posibilidades de subsisten-
cia. En nuestra historia existen registros de
eventos extraordinarios del Evento “El Niño”
que ocurrieron en los años 1578, 1721, 1828,
1878, 1891, 1925, 1965, 1973, 1983 y 1998.
La fauna de esta ecoregión está constituida
por muchas especies endémicas que se encuen-
tran en alguna situación de amenaza, como es
el caso del “cocodrilo americano” Crocodylus
acutus, “cañán” Dicrodon holmbergi; “pava
aliblanca” Penelope albipennis, “cortarramas
peruano” Phytotoma raimondii, “minero pe-
ruano” Geositta periviana, “aguilucho dorsi-
gris” Leucopternis occidentalis, “perico maca-
reño” Brotogeris pyrrhopterus, “estrellita de
esmeraldas” Acestrura berlepschi ; el “oso
hormiguero” Tamandua americana, “ratón
orejón gerbito” Phyllotis gebillus, “murciélago
longirostro peruano” Platalina genovensium,
“tigrillo” Leopardos pardales, “puma” Puma
concolor, “otorongo” Pantera onca, “oso de
anteojos” Tremarctos ornatus, “venado de cola
blanca” Odocoileus virginianus, “venado colo-
rado” Mazama americana, “sajino” Pecari
tajacu, “perro peruano sin pelo” Canis fami-
liaris, “ardilla nuca blanca” Sciurs stramineus,
“viscacha” Lagidium peruanum, entre otras
(Ministerio de Agricultura 2004; Pacheco et
al. 2009).
Las especies endémicas son aquellas que
están restringidas a ciertas áreas, en éste caso
hemos adoptado la definición de rango-
restringido de especies para aquellas que tie-
nen un rango mundial de menos de 50.000
km2, aun cuando esta información puede ser
considerada como referencial, puesto que exis-
ten muchos vacíos en el conocimiento de la
dinámica poblaciones de las especies que se
encuentran en alguna condición de amenaza
establecida por la Unión Internacional de
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 19
Conservación de la Naturaleza (Stattersfield et
al. 1998; Schulenberg, et al. 2010).
Respecto a su estado de conservación, los
bosques secos de la Región Tumbesina son
uno de los ecosistemas más amenazados a
nivel mundial; en la actualidad se calcula que
su extensión se encuentra entre 1 a 5% de la
cobertura original. Esta situación ha sido
causada por la presión humana con una
población en continuo crecimiento -alrededor
de unos ocho millones de personas- que
impulsada por la expansión urbana y amplia-
ción de la frontera agrícola, genera demandas
para satisfacer necesidades de servicios bási-
cos de saneamiento, vivienda, alimentación,
esparcimiento, caza y pesca e industrias
extractivas petrolera y minera; todo ello está
ocasionando la fragmentación y destrucción
del hábitat y hacen que las especies se
encuentren en alguna condición de amenaza,
provocando la pérdida de biodiversidad en
forma alarmante (Holcquenghem 1998; Schu-
lenberg et al. 2010).
En la política moderna de un país, que tiene
como su visión estratégica el desarrollo
sostenible de su pueblo, la creación, preser-
vación y restauración de los espacios que
albergan gran diversidad biológica, belleza
paisajística, expresiones históricas y culturales,
son compromisos inmediatos que se tienen que
asumir puesto que tienen un valor incalculable
por los servicios ambientales que presta al país
que lo posee y que lo ubica en ventaja
competitiva con respecto a los demás, pero
también ese beneficio redunda en toda la
humanidad (Plenge 1997; Novoa et al. 2010).
En tal sentido, el objetivo de nuestra
investigación fue realizar un estudio prelimi-
nar del proceso de ocupación humana en los
bosques y su impacto en la fauna silvestre en
el departamento La Libertad, en casos muy
específicos de las culturas Mochica y Chimú.
En perspectiva de conocer y revalorar las
técnicas tradicionales que permitieron la
supervivencia de especies y la preservación de
los ecosistemas porque fueron considerados
como espacios sagrados, pero que hoy sabe-
mos que son los lugares que nos brindan
servicios ambientales esenciales para la vida
del planeta y cuyo valor en muchos casos se
pretende desconocer o sencillamente se afirma
que son invalorables. Es así que la conserva-
ción del Bosque Seco Ecuatorial es una prio-
ridad en la estrategia para la conservación de
la biodiversidad, la mitigación y adaptación al
calentamiento global.
METODOLOGÍA
El trabajo se realizó a través de consultas de
tesis de pre y postgrado, libros, artículos de
revistas especializados en el tema, el análisis
Luis E. Pollack Velásquez
20 • Centro de Investigaciones Precolombinas
de algunas páginas Web de Museos de España
como el Museo Cervantes Virtual, las pinturas
de Martínez de Compañón y en la visita virtual
de los Museos de Arte; visitas guiadas en el
Museo Larco Herrera, el Museo Tumbas
Reales de Sipán y el Museo de Arqueología de
la Universidad Nacional de Trujillo; también
se contó con la asesoría del Licenciado Luis
Sánchez Gavidia.
Figura 1: Mapa de ubicación y dominio de la Cultura
Mochica. Fuente: Museo de Arqueología de la
Universidad Nacional de Trujillo (2010)
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En nuestra hipótesis preliminar se postula
que los primeros cazadores y recolectores se
asentaron en las zonas más ricas en cuanto a
biodiversidad se refiere: los valles de las prin-
cipales cuencas hidrográficas de la Vertiente
Occidental de nuestro país. Si hacemos una
superposición de los mapas que nos muestran
el fenómeno de ocupación de las culturas
Cupisnique, Mochica y Chimú (Fig. 1), la
conquista española (Fig. 2) y el mapa actual de
la Región Tumbesina de Endemismos (Fig. 3),
podemos afirmar que existe una coincidencia
muy alta entre ellos. Nuestra apreciación
concuerda con la propuesta de Hocquenghem
(1998) respecto a que los primeros pobladores
de Tumbes y Piura lo hicieron en las cuencas,
que son los lugares de mayor abundancia de
especies.
En principio, el movimiento de los habitan-
tes nómades y posteriormente los primeros
asientos humanos mediante las aldeas y luego
con el desarrollo de los centros urbanos, nos
muestran que ellos se ubicaban en los valles de
los principales ríos de la costa norte de Perú,
como es el caso de los ríos Piura (Vicus), La
Leche, Lambayeque (Sipán, Pampa Grande),
Zaña, Jequetepeque (San José de Moro, Pakat-
namu), Chicama (El Brujo), Moche (Huacas
del Sol y la Luna), Virú (Huancaco, Castillo
Tomabal), Chao, Santa (Castillo de Santa,
Guadalupito) y Nepeña (Pañamarca). Todas
estas zonas han tenido como vegetación típica
los bosques de algarrobo y arbustos, las comu-
nidades de monte ribereño y en algunos casos
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 21
las comunidades xerofíticas y lomales. En la
costa norte, en Pampas de Paiján y Pampa de
los Fósiles (Cupisnique), se han encontrado
evidencias que muestran diferentes tipos de
puntas y de herramientas líticas así como res-
tos de campamentos. Existen evidencias que
utilizaron los espacios entre los bosques para
la siembra de productos de primera necesidad
así como de algunas cucurbitáceas que les
sirvieron para la elaboración de utensilios para
beber y depositar otros objetos (Canziani
1989; Hocquenghem 1998).
Figura 2: Mapa del Obispado de Trujillo. Fuente:
www.cervantesvirtual.com
Durante la llegada y establecimiento de los
españoles en nuestro país, las ciudades se
construyeron alrededor de los representantes
de los poderes civil, político y religioso y
también alrededor de los centros de produc-
ción, que en su momento era netamente
extractiva y que estaban expresados en una
industria incipiente y minería en proceso de
expansión. Y fueron los bosques de algarrobo
que sirvieron de sustento para la obtención de
leña y carbón a fin de cubrir las necesidades de
energía, que en su mayoría era utilizada en la
fundición de metales, así como también para la
actividad doméstica; con estas actividades se
diezmaron extensas áreas de bosque (Rostwo-
rowski 2005).
Figura 3: Mapa de ubicación de la Región Tumbesina.
Fuente: DarwinNet (2009)
Los bosques del occidente de Ecuador y
noroccidente de Perú, conforman lo que se
denomina la Región Tumbesina de Endemis-
mos (Fig. 3), una de las áreas más importantes
a nivel mundial. Aquí han sido registradas 55
especies de aves endémicas y muchas especies
de flora y fauna exclusivas de esta Región. Sin
Luis E. Pollack Velásquez
22 • Centro de Investigaciones Precolombinas
embargo, se calcula que más del 70% de los
bosques originales ya han desaparecido, por lo
que se considera una de las cuatro prioridades
de conservación a nivel mundial según
BirdLife Internacional (Naturaleza & Cultura
2003).
Los ríos del sistema hidrográfico del Pací-
fico están caracterizados por crecidas tempora-
les, generalmente en verano, y son ríos de
corto recorrido que tienen sus nacientes en la
región andina. Muchos de ellos permanecen
secos durante gran parte del año como es el
caso de los ríos La Leche, Zaña y otros ríos
que tienen un régimen irregular.
En el B.S.E. las comunidades más impor-
tantes son: los bosques secos, que crecen en
zonas de colinas, dependen de las lluvias, son
caducifolios y se caracterizan por la presencia
de árboles de “ceibo” Eriotheca discolor,
“guayacán” Tabebuia impetigiosa, “hualtaco”
Loxopterygium huasango, “papelillo” Bou-
gainville peruviana y el “uveral” Cordia lutea.
Las sabanas, que tienen como principales
especies arbóreas el ceibo, el hualtaco, el
espino, el algarrobo y algunas cactáceas. Los
bosques de galería que crecen junto a los ríos y
cauces secos dependiendo del agua subterrá-
nea, que están conformados por matorrales y
árboles como “algarrobo” Prosopis pallida,
“espino” Acacia macracantha, “suce” Salix
humboldtiana, “pájaro bobo” Tessaria integri-
folia y “carrizo” Arundo donax (Franke et al.
2005; DarwinNet 2009; Mostacero et al.
2002).
Respecto al manejo de la fauna, que es el
tema que nos convoca, todas la evidencias
existentes desde los Cupisnique, pasando por
los Mochica, hasta los Chimú, nos muestran
que estos pobladores han observado con
mucho detenimiento la naturaleza, que les ha
permitido entender los ciclos de los diferentes
pisos ecológicos y el rol de cada uno de los
componentes faunísticos lo que les permitió
vivir en armonía con la naturaleza. La icono-
grafía Mochica nos muestra la labor de los
recolectores de caracoles y tunas que la lleva-
ban a cabo en las comunidades lomales para la
obtención de proteína de origen animal, frutos
y fibra de origen vegetal (Fig. 4).
Figura 4: Recolectores de caracoles y tunas en
comunidades Lomales (Lavallée 1970)
Así como también se muestran escenas en
las cuales se rinde tributo a los grandes señores
mediante la ofrenda de los productos de la
pesca y colecta de mariscos en una escena
donde aparecen la “llama” Lama glama, como
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 23
animal de carga, perros, un zorro, un mono
degollado y un personaje estilizado como un
venado, cola de reptil y un tocado con la
representación de un cóndor que muestra la
relación del poder (Fig. 5).
Figura 5: Ofrenda de moluscos para el Gran Señor
(Lavallée 1970)
Para abastecerse de productos de primera
necesidad y ricos en proteínas los pobladores
Mochicas y Chimú fueron diestros en las
faenas de pesca, no solo de orilla sino también
de alta mar; es por ello que construyeron sus
balsas o “caballitos de totora” y otros aparejos
como sogas, “paletas” y anzuelos utilizando
espinas y otros objetos (Fig. 6, 7 y 8).
Figura 6: Escena de pesca con la ayuda de “caballito
de totora” y otros aparejos (Lavallée 1970)
Asimismo se presenta un conocimiento
muy detallado de los ecosistemas, con preci-
siones que en la actualidad nos sorprende; este
es el caso de la representación de un “totoral”,
que en la actualidad ha sido caracterizado
como un humedal, en el que se puede apreciar
a todos los elementos: la flora “totora” Scirpus
californicus, los peces y las aves en sus dos
microhábitat, el nido de “totorero” o “junque-
ra” con sus crías, posiblemente Phleocryptes
melanops y la “garza blanca chica” Egretta
thula (Fig.9).
Figura 7: Representación estilizada un pescador
utilizando un anzuelo (Lavallée 1970)
Figura 8: Captura de lobos marinos (Lavallée 1970)
Figura 9: Escena de pesca en un humedal (Lavallée
1970)
Luis E. Pollack Velásquez
24 • Centro de Investigaciones Precolombinas
En los ceramios la observación era más
completa, porque el artesano tenía una idea del
conjunto, de la secuencia y del espacio en el
que se desarrollaba la actividad y se presen-
taban las actividades vitales para la supervi-
vencia tanto del hombre como de las especies,
como es el caso de aves rapaces alimentándose
de pequeños reptiles y peces, pero también
escenas en las que se muestra el impacto de los
roedores que se encuentran en reproducción en
los terrenos de cultivo y en las plantas cose-
chadas. En la primera imagen superior izquier-
da presentada se puede apreciar a un personaje
utilizando la cerbatana para la captura de aves
y pequeños mamíferos, a continuación recolec-
tores de caracoles, un personaje ahuyentando
lobos marinos, aves de humedales capturando
peces; en el nivel inferior un personaje frente a
un venado, un cóndor con un reptil en las
garras, la representación de un pez y roedores
alimentándose de vegetales y en proceso de
reproducción (Fig. 10).
Figura 10: Cerámica mostrando diferentes actividades
de la vida diaria
Una mención particular merecen las comu-
nidades lomales en las zonas desérticas, que
fueron utilizadas para la obtención de alimento
como los “caracoles” Scutalus proteus y de
materia prima que era utilizada en la fabri-
cación de utensilios como las puntas, agujas,
anzuelos, piedras para moler. Asimismo se
constituyen en corredores biológicos que le
dan continuidad a las zonas ecológicas entre la
costa y los valles interandinos (Uceda 1994).
La representación de los mamíferos ha
tenido una consideración muy especial. Para el
caso de los camélidos ellos les servían de
fuente de alimento pero también eran utiliza-
dos en el transporte y carga; los monos servían
como alimento, los felinos como alimento y
símbolo de poder y los perros eran utilizados
en la cacería y en ceremonias mágico religio-
sas. Un particular detalle los constituyen las
ardillas (Fig. 11) que han sido representadas en
los frisos del Palacio Tschudi de Chan Chan.
Se podría entender su abundancia por el hecho
de que en sus alrededores ha existido un
extenso bosque de algarrobo que tenía cone-
xión con la loma del Cerro Campana y el
contrafuerte andino, que como sabemos en la
actualidad es utilizado como un corredor
biológico por los animales que migran de las
partes altas hacia las lomas en donde encuen-
tran alimento principalmente en las tempo-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 25
radas de setiembre a diciembre, donde la
vegetación es abundante (Fig. 12).
Figura 11: Frisos del Palacio Tschudi del Complejo
Arqueológico Chan Chan (izquierda) en la que se
presentan una “ardilla de nuca blanca” (Sciurus
stramineus) (derecha). Fuente: Luis Pollack (2009)
Figura 12: Cerámica con representación de mamíferos.
A. Venado. B: monos. C: felino. D: cánido. Fuente:
Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera
Otro escenario que ha sido muy bien
representado es el de las zonas áridas, en el
que se puede apreciar frutos de “espino”
Acacia macracantha y “boa” Boa constrictor
que depredan “lagartijas” Microlophus sp. y
“cañanes” Dicrodon holmbergi; es conocido
que las lagartijas construyen sus madrigueras
en las partes duras y arcillosas de los arenales,
en donde también llegan las boas para
conseguir su alimento consistente en pequeños
roedores, huevos de aves y lagartijas (Fig. 13).
Figura 13: Escenario de paisaje desértico en el que una
boa depreda a una lagartija. Fuente: Lavallée (1970)
En el paisaje desértico cabe un comentario
adicional puesto que los Mochicas y posible-
mente los Chimús, se constituyeron en reco-
lectores y consumidores de animales menores,
principalmente las lagartijas (Fig. 14). Las
lagartijas, más comúnmente conocidas como
“cañanes”, pertenecen a la especie Dicrodon
guttulatum y su consumo se evidencia en
fogones, ceramios y representaciones de la
iconografía. Aquí se puede comentar que en
nuestro trabajo de investigación es muy
posible que estemos trabajando con la misma
especie. En las Figuras 15A y B se pueden
observar las grandes coincidencias morfoló-
A B
C D
Luis E. Pollack Velásquez
26 • Centro de Investigaciones Precolombinas
gicas, con la salvedad del color, pero los
diseños son los mismos. Esta actividad era
realizada por un grupo familiar en la que la
labor de colocar las trampas, que eran confec-
cionadas con carrizo (Fig. 16), la realizaban
los padres y la colecta en pequeñas bolsas era
realizada por los hijos; esta experiencia se fue
transmitiendo a lo largo de las generaciones y
aún perdura hasta la actualidad en algunas
poblaciones de San Pedro de Lloc, Virú y
Chao (Gálvez et al. 1999; Pollack et al. 2007).
Figura 14: Diferentes especies de lagartijas
representadas en la iconografía Mochica. Fuente:
Lavallée (1970)
Figura 15: Representación del “cañán” (Dicrodon
guttulatum). A) Iconografía Moche. Lavallée (1970). B)
Foto reciente de un “cañán” en semicautiverio. Luis
Pollack (2009)
Cuando se trataba de animales mayores,
como por ejemplo los venados, la iconografía
nos muestra una faena en dos grandes momen-
tos y lógicamente en ambientes diferentes. Por
un lado el acarreo a cargo del personaje con
ayuda de un instrumento parecido a una
“paleta” que hace a un ejemplar de venado
macho; de acuerdo a la imagen (Fig. 17A) es
muy posible que se trate de la especie Mazama
americana “venado colorado” macho, tenien-
do como fondo una red confeccionada con
lana, árboles de “espino” Acacia macracantha
y unas plantas de tuna que son propias de
ambientes desérticos cerca de las lomas. En la
otra imagen (Fig. 17B y C) se observa a un
personaje con vestimenta distinta, pero esta
vez armado de una “estólica”, una especie de
lanzador de dardos; en esta escena se aprecia
un perro, que posiblemente sirvió para ahuyen-
tar, la red de lana, el árbol del “algarrobo”
Prosopis pallida y un ejemplar macho de
“venado de cola blanca” Odocoileus virginia-
nus. Esto nos da una idea respecto a la selec-
ción del sexo que tuvieron para realizar la
captura y al hábitat de cada uno de ellos.
Sin embargo, a partir de la conquista espa-
ñola, se puede apreciar el inicio de una caza
indiscriminada de especies, hecho que ha sido
retratado en las pinturas de Martínez de Com-
pañón (Fig. 18, 19 y 20) en donde se muestran
diferentes escenas de cacería de aves, venados
y del oso de anteojos, respectivamente. Las
dos primeras especies podrían ser utilizadas en
la alimentación, pero en el caso del oso de
A B
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 27
anteojos, es muy probable que esté asociado a
la cacería pensando que se trata de un animal
agresivo que se “comía” a la crías de los
animales, hecho que es insólito porque el oso
de anteojos es herbívoro y solo en condiciones
muy particulares, como su defensa, puede
agredir a otros animales.
Figura 16: Trampa confeccionada con carrizo
“chinchorro” que se utiliza en la actualidad para
capturar “cañanes”. Fuente: Luis Pollack (2009)
En los últimos años el impacto que vienen
recibiendo los bosques de algarrobo es
impresionante, por un lado tenemos la tala
para obtener leña como fuente de energía (Fig.
21); por el otro, la obtención de carbón, que se
utiliza principalmente en el negocio de los
restaurantes que preparan “pollo a la braza”
(Fig. 22) y la quema de los últimos reductos de
bosque en la zona de Virú por parte de las
empresas que se dedican a la agroexportación
(Fig. 23).
Figura 17: Escena de acarreo y cacería del venado en
su hábitat: A) Mazama americana. B y C) Odocoileus
virginianus. Fuente: Lavallée (1970) y Luis Pollack
(2010)
Como se puede apreciar en la presente de
investigación, se ha aprendido muy poco de la
experiencia ganada por los pobladores preco-
A
B
C
Luis E. Pollack Velásquez
28 • Centro de Investigaciones Precolombinas
lombinos (Culturas Cupisnique, Mochica y
Chimú) con respecto al ecosistema, su biodi-
versidad y la conservación y vida en armonía
con la naturaleza. Entre las principales ame-
nazas que presentan estos ecosistemas son la
pérdida de hábitat por ampliación de la fron-
tera agrícola, tala de árboles para la obtención
de leña, preparación de carbón vegetal y el
sobrepastoreo (Hocquenghem 1998).
Figura 18: Captura de aves utilizando trampas con
carrizo y semilla. Fuente: Martínez de Compañón
(1782-1785)
La propuesta de creación de Reservas
Comunales para restaurar, proteger y conser-
var los bosques de algarrobo, se sustenta en la
existencia de pequeñas áreas de bosque y
médanos en la faja costera de La Libertad, que
albergan especies endémicas y que se encuen-
tran en algún estado de amenaza, amparados
en la normatividad del Servicio Nacional de
Áreas Naturales Protegidas. Además porque
los Gobiernos Locales bajo el principio de su
gestión con Responsabilidad Ambiental están
en la obligación de cuidar estos ecosistemas y
comprometer a la comunidad para que asuman
este reto y encuentren en ellos una fuente de
sustento económico, ya sea a través de la
elaboración de artesanía, obtención de produc-
tos para consumo, la oferta turismo vivencial,
el guiado a estudiantes, público en general y
apoyo logístico a investigadores.
Figura 19: Captura de venados utilizando lanzas
clavadas en el suelo. Fuente: Martínez de Compañón
(1782-1785)
Otra forma que podría promoverse es la
educación a los pobladores para que utilicen
cocinas o fogones con ramas pequeñas y la
boza del ganado y en el mejor de los casos que
se puedan implementar otras formas de
obtener energía, como por ejemplo los paneles
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 29
solares, con un diseño adaptado a la economía
de las familias con el apoyo de la inversión
privada o iniciativas de Organizaciones No
Gubernamentales.
Figura 20: Captura del oso de anteojos (Tremarctos
ornatus). Fuente: Martínez de Compañón (1782-1785)
Luego de la última reunión de los países
implicados en la emisión de los gases de efecto
invernadero (Copenhague 2009), los compro-
misos asumidos son muy débiles. Los posibles
escenarios si la temperatura se elevara en 1º o
2º C, mostrarían efectos devastadores para las
diferentes especies de flora y fauna y mucho
más para los humanos. En esa perspectiva
nuestra propuesta está orientada a que la con-
servación del Bosque Seco Ecuatorial, es una
prioridad en la estrategia para la conservación
de la biodiversidad, la adaptación y mitigación
del calentamiento global.
Figura 21: Tala del bosque de algarrobo para obtener
leña en el Bosque El Cañoncillo. Fuente Luis Pollack
(2009)
Figura 22: Obtención de carbón en el Bosque de Virú.
Fuente: Luis Pollack (2009)
BIBLIOGRAFIA
Brack, A.
1986. Las ecorregiones del Perú. Boletín de
Lima (44): 57-70.
Luis E. Pollack Velásquez
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Figura 23: Quema de los médanos de Zaraque por
parte de la Empresa Alpamayo. Fuente: Luis Pollack
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HEREDEROS DE CHAN CHAN. NO SE TRATA DEL
PATRIMONIO CULTURAL. PROBLEMAS EN TORNO
A LA GESTIÓN E INTERVENCIÓN EN SITIOS
ARQUEOLÓGICOS CON ESTRUCTURAS
ARQUITECTÓNICAS MONUMENTALES
María Laura Gili
Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Villa María.
Investigadora Adscripta CIP.
RESUMEN
El presente trabajo se realiza en el marco del Convenio Interinstitucional de Apoyo Mutuo entre el
Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, el Centro de Investigaciones
Precolombinas, ambos de la ciudad de Buenos Aires, Argentina y el Instituto Nacional de Cultura
La Libertad de la ciudad de Trujillo, Perú. Realizamos trabajo de campo en base a la observación de
estructuras y ambientes arqueológicos monumentales, ubicados en la costa norte peruana,
testimonio de los pueblos Mochica y Chimú. Los complejos visitados están siendo intervenidos
según criterios patrimoniales consecuentes con políticas culturales internacionales elaborados por
UNESCO, ICOMOS, entre otros. Es un caso privilegiado de observación de acciones de gestión
cultural y políticas patrimoniales vinculadas a sitios arqueológicos insertos en poblaciones nativas.
Aquí revisamos el caso del Complejo Arqueológico Chan Chan.
Palabras clave: bienes culturales, guiones museográficos, historia, gestión
ABSTRACT
The present work carries out in the frame of the inter institutional agreement of mutual support
between the Joaquin V. Gonzalez Institute of Professorship, the Center of Pre-Columbian
Investigations (Buenos Aires city, Argentina) and the Regional Office of Culture – La Libertad
(National Institute of Culture) (Trujillo city, Peru). We realize field work on the basis of the
observation of structures and archaeological monumental environments located in the northern
Peruvian coast that give testimony of Mochica and Chimú peoples. The complexes that were visited
María Laura Gili
34 • Centro de Investigaciones Precombinas
are being controlled according to patrimonial consistent criteria according to international cultural
policy elaborated by UNESCO, ICOMOS, among others. It is a privileged case for observing
actions and cultural heritage policies for cultural management linked to archaeological sites inserted
in native populations. Here we check the case of Chan Chan Archaeological Complex.
Key words: cultural goods, museum outline, history, management
COMPLEJO ARQUEOLÓGICO CHAN
CHAN: CONTEXTUALIZACIÓN
ARQUEOLÓGICA
a costa norte de Perú es un espacio
geográfico de 700 km. de largo y 200
km. de ancho compuesto de llanuras
desérticas, colinas, cerros elevados y ríos
surcando valles en dirección E-O generalmente.
Los años en que se reitera el fenómeno climá-
tico denominado El Niño, las lluvias se intensi-
fican y, con ellas, el caudal de agua de los
cauces fluviales permanentes, que normalmente
permanecen secos. Esto incide notoriamente en
la arquitectura prehispánica monumental, en
adobe, predominante en el área.
Entre los 0-500 m.s.n.m. predomina el clima
tropical, al norte; templado, en el centro y sur.
La fauna es variada y abundante en peces,
mamíferos y aves marinas. Elementos estos
siempre presentes en la decoración de muros
arqueológicos. Entre los 500-2300 m.s.n.m. se
presentan valles interandinos, entre quebradas y
relieves accidentados. En los valles se realizan
cultivos y despliegan centros poblados; se
cultivan frutas como la lúcuma, chirimoya,
guayaba, palta, etc.
La economía de costa se basó en la agri-
cultura y la domesticación del agua con el
desarrollo de complejos sistemas hidráulicos
asociados a centros ceremoniales de espectacu-
lares dimensiones.
A su vez, el Perú norcosteño es una región
próspera en monumentos arqueológicos fabrica-
dos en tierra, barro, adobe o adobón. Campana
Delgado (2000), quien realizara un exhaustivo
estudio de las tecnologías constructivas norcos-
teñas, señala una serie de condiciones básicas a
tener en cuenta para establecer un patrón de
análisis en las tecnologías de tierra empleadas
en la construcción; dichas condiciones, deben
buscarse en sitios que:
a. den evidencia de construcciones tempra-
nas,
b. muestren diversidad de procesos de po-
blamiento con materiales diferentes,
c. evidencien etapas constructivas y proce-
sos experimentales.
Según el autor, el Valle de Moche, puede
ser entendido como un espacio experimen-
L
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 35
tal antiguo (Campana 2000: 13-15). Si bien
siempre fueron utilizadas como técnicas
constructivas las estructuras en adobe, sobre
el siglo IX de la era, comienza a desarro-
llarse allí el reino Chimú, que concluiría
con un gran centro ceremonial en Chan
Chan, hacia el 1450. Con anterioridad, en-
tre el 100 al 600 d.C., la cultura mochica se
había desarrollado en la región.
La economía chimú se sustentó en la
agricultura y cría de animales complemen-
tadas con pesca, caza y producción artesa-
nal. Se destacaron en sus construcciones las
técnicas urbanísticas e hidráulicas, también
en el trabajo de los metales y en la produc-
ción de tejidos.
El Complejo Arqueológico Huacas del
Sol y de la Luna y el Complejo Arqueoló-
gico El Brujo, Huaca Cao Viejo, son ejem-
plos de la cultura moche en la región de la
costa norte peruana.
El Complejo Arqueológico Chan Chan,
perteneciente a la cultura chimú, fue ocupa-
do durante unos 600 años hasta la anexión
del Reino Chimor al Tahuantinsuyo, por los
Inka, sobre el 1470 d.C. Abarcó unos 15
km², entre palacios y construcciones inter-
medias, barrios populares y cementerios en
las inmediaciones, murallas, caminos e
instalaciones agrícolas en la periferia. Una
extensa red de canales cubría el área desde
los ríos a la costa desértica, abasteciendo de
agua las zonas de regadío. También utili-
zaron el agua del subsuelo por medio de los
huachaques o cisternas.
Su extensión original era de 20 km²,
aproximadamente; su extensión actual (zo-
na intangible) es de 14.15 km²; tiene una
altitud de 16 m.s.n.m. y se sitúa a 550 km.
de Lima y a 5 km. de la ciudad de Trujillo.
UNESCO la incorporó en la lista del patri-
monio mundial el 28 de noviembre de 1986.
La Ciudad Sagrada de Chan Chan es el
asentamiento urbano más grande del reino
Chimor. Está situada en la margen derecha
del valle de Moche, en el actual distrito de
Huanchaco, provincia de Trujillo, departa-
mento de La Libertad. El complejo arqueo-
lógico se divide en dos grandes áreas: área
nuclear (ciudadelas, anexos, subanexos,
arquitectura intermedia y barrios populares)
y área marginal (graneros, depósitos, cami-
nos, pirámides, diques, lagunas, murallas
limítrofes y de circunvalación, cementerios,
acequias, huertos).
Su disposición urbanística da cuenta de
una fuerte estratificación social, con edifi-
cios diferenciados según la posición econó-
mica-social de sus pobladores. A su vez, las
áreas amuralladas poseen un solo acceso,
denotando mayor control en el ingreso y
egreso de personas. Las paredes de los
María Laura Gili
36 • Centro de Investigaciones Precombinas
palacios fueron decorados con relieves y
pinturas. Los últimos estudios estiman que
los distintos palacios se fueron construyen-
do a medida que moría uno de los reyes.
Cada nuevo gobernante hacía construir un
nuevo recinto y el anterior quedaba como
templo, custodiando la momia del anterior
jefe.
Los comienzos de Chan Chan como urbe
se remontan al siglo X de nuestra era. Los
relatos tradicionales le adjudican su funda-
ción al personaje mítico Taycanamo o
Tacaynamo, creador del reino Chimú. Sus
descendientes fueron quienes gobernaron
hasta mediados del siglo XV, cuando el
reino Chimor cae bajo el dominio Inka,
entre el 1460 y 1480.
A fines del siglo XIII, Chan Chan era el
centro urbano más extenso de América del
Sur, y a mediados del siglo XV (1450 d.C.)
el reino de Chimor ocupó más de 1000 km.
de la costa peruana, sobre un área de 40.000
km². Dentro de este territorio hubo un gran
número de poblaciones asentadas entre el
río Zarumilla (Norte) y el río Chancay (Sur)
y desde el Pacífico hasta la parte baja de la
Cordillera de los Andes.
La arquitectura monumental en adobe de
Chan Chan, evidencia la culminación de un
proceso constructivo particular a la región
norcosteña y al valle de Moche, específica-
mente. Allí, las influencias recibidas por
otros grupos representan instancias de in-
vención, evolución y desarrollo de tradicio-
nes tecnológicas. Si bien Chan Chan se
encuentra asentada sobre una gruesa grave-
ra de origen aluvial que le otorga estabili-
dad a sus construcciones, tuvo en diferentes
momentos de su historia, movimientos
telúricos que destruyeron sus edificios. Con
el tiempo, esto generó una técnica construc-
tiva flexible, que eludía en parte las fuerzas
sísmicas. Probablemente, lo dicho explique
las formas de asentar los adobes que en ella
se pueden observar.
CHAN CHAN: POLÍTICAS DE
GESTIÓN
El Complejo cuenta con un museo de
sitio que posee varias salas. En la primera
se procura ubicar cronológicamente al
espectador en el Área Nuclear Andina. Otra
sala está dedicada a los distintos tipos de
construcciones de viviendas, templos, pala-
cios, etc.; en ella, también se pueden
observar los materiales de construcción
tales como: adobes, maderas de huarango.
En otra sala se divisan cerámicas, textiles,
utensilios de trabajo, ídolos, etc. Todas las
salas poseen escenificaciones en tamaño
natural de instancias de la vida cotidiana,
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 37
rituales y ceremoniales. Una sala interactiva
presenta un espectáculo de luz y sonido
sobre una maqueta del complejo que ocupa
todo el piso de la habitación. Su guión
recrea la historia, la cotidianeidad y las
etapas de expansión del pueblo Chimú. La
sala está computarizada y presenta diora-
mas, maquetas y restos de objetos pertene-
cientes a la citada cultura.
Al ingresar al sitio hay un centro
informativo con sala explicativa y locales
comerciales. Sólo se ingresa con el acompa-
ñamiento de guías (Fig. 1).
Las visitas al complejo se realizan en el
Palacio Tschudi o Nik-An que tiene secto-
res reconstruidos siguiendo la lógica de
monumentalización de la década de 1960
(Fig. 2). Este sector es el único habilitado al
ingreso de visitantes. Sin embargo, la ciu-
dad cuenta con nueve (9) unidades cons-
tructivas más. Son los denominados conjun-
tos amurallados con estructuras menores en
su interior de características semejantes.
En el siglo XIX se iniciaron los estudios
interesados en registrar y mapear la ciudad
de Chan Chan. Desde entonces, cada con-
junto arquitectónico fue tomando el nombre
de quien lo trabajaba. Actualmente el traba-
jo de los arqueólogos peruanos en el sitio le
ha devuelto su denominación de origen en
lengua chimú (Campana 2006). Así se
reconocen:
Figura 1: Sector de recepción. Museo de Sitio
Complejo Arqueológico Chan Chan, Trujillo, Perú
Squier, Fochic-An (Casa del Norte)
Gran Chimú, Utzh-An (Casa Grande)
Bandelier, Ñain-An (Casa de las Aves)
Ulhe, XllangChic-An (Casa del Oriente)
Chayhuac, Chayhuac-An (Casa de
Chayhuac)
Tschudi, Nik-An (Casa del Centro)
Rivero, Chol-An (Casa Nueva)
Laberinto, Fechech-An (Casa del Occi-
dente)
Tello, Tsuts-An (Casa Pequeña)
María Laura Gili
38 • Centro de Investigaciones Precombinas
Velarde, Ñing-An (Casa del Mar)
En el siglo XX, un acontecimiento bisa-
gra de la historia política peruana, la tuvo
como escenario dramático: la Masacre de
Chan Chan del 7 de julio de 1932 (Bonilla
2009: 110-111). El acontecimiento merece
ser destacado en la historia del uso de la
ciudad de Chan Chan. El militar Sánchez
Cerro se encontraba en el gobierno, ejer-
ciendo una política oligárquica y fuerte-
mente represiva de las fuerzas políticas que
se venían desarrollando en las décadas ante-
riores en el país con José Carlos Mariátegui
y Víctor Raúl Haya de la Torre.
Figura 2: Palacio Tschudi o Nik-An. Sector
audiencias. Complejo Arqueológico Chan Chan,
Trujillo, Perú
El historiador peruano Heraclio Bonilla
(2009) sostiene que la Masacre de Chan
Chan marca la transición entre el siglo XIX
y el XX en el Perú y en lo que sería, de allí
en más, la confrontación de clases e
ideologías políticas entre fuerzas irreconci-
liables de la oligarquía sanchecerrista, el
aprismo y el socialismo. En julio de 1932,
un levantamiento contra la dictadura de
Sánchez Cerro, en Trujillo, culminó en la
feroz represión conocida como la Masacre
de Chan Chan, donde murieron cerca de
seis mil personas. Los cuerpos fusilados no
fueron enterrados, permanecieron esparci-
dos entre los muros de la ciudad de adobe y
en las pampas de la costa norcosteña.
Los problemas de patrimonio que pre-
senta el Complejo Arqueológico Chan
Chan, se visualizan en relación con la
sociedad y con los organismos de gestión
afectados al complejo. Se pueden diferen-
ciar cuatro aspectos:
ocupación de terrenos en el área
intangible por agricultores, a quienes
llaman invasores;
saqueos de huaqueros;
utilización del sitio como área de espar-
cimiento, ciclistas y motociclistas; creci-
miento demográfico, hay barrios que ya
lindan con el sitio;
delincuencia provocada por el turismo
que se sale de las áreas vigiladas;
superposición de tareas entre el INC-La
Libertad y la Unidad Ejecutora 110 en sus
decisiones sobre Chan Chan. Ambas con
sede en la ciudad de Trujillo.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 39
En el 2006 el gobierno de Perú crea la
Unidad Ejecutora 110, a cargo del Dr.
Cristóbal Campana, destinada a la conser-
vación y salvaguarda de Chan Chan, en el
marco del Plan Maestro para la Conser-
vación y el Manejo del Complejo Arqueoló-
gico Chan Chan, realizado por el INC en
1987 y aprobado en el 2000, con un presu-
puesto de 10 millones de soles. A partir de
entonces, se trabaja en asuntos de limpieza
y de orden ambiental como son los efectos
del clima, de la humedad, de la salinización
de los muros, los niveles de las napas
freáticas (al aumentar demasiado dañan los
muros, sus frisos y patios).
Entrevista al Dr. Campana (1). Prin-
cipales aspectos en relación a la gestión
de Chan Chan:
Relación con los campesinos-invasores
que ocupan el área intangible de Chan
Chan:
En los últimos cuarenta años la relación
ha sido conflictiva.
Entre los campesinos-invasores que se
asientan en el área intangible de Chan
Chan, hay gente que está desde 1870. En
ese caso, pueden seguir donde están, res-
petando caminos, muros, demás construc-
ciones. Hasta el momento, un alto porcen-
taje aceptó, siempre y cuando reconocieran
la autoridad de la Unidad Ejecutora (UE).
Desde la presencia de la UE sacaron seis
invasores, ahora hay once. Es decir, la
situación es compleja y de permanente
avanzada.
Se han organizado entre los campesinos
allí asentados ONG`S inscriptas en Europa
(Holanda, Bélgica). Reclaman por derechos
humanos. No advierten que su principal
derecho es poder “comer” en Chan Chan,
donde viven.
La situación es compleja. Los intentos
por organizarlo se derivan en proyectos de
restauración, de creación de un Parque
Forestal que integre el sitio a la ciudad y dé
empleo a los pobladores de la región, a los
campesinos.
Parque Forestal. Proyecto que se piensa
integrado a la ciudad, con una cobertura de
72 ha, con auditorio, museo, parques
temáticos, etc.
La UE, desde su inicio, asume el vínculo
con los campesinos invasores con un
equipo de arqueólogos y abogados.
Si bien al inicio la relación fue tensa,
últimamente se han acercado los vecinos
informados de la proyección del parque
forestal, van arreglando sus casas, los
frentes, los jardines, etc.
María Laura Gili
40 • Centro de Investigaciones Precombinas
Entre los campesinos-invasores, Pueblo
Joven de la Esperanza es el más conflictivo.
Allí están trabajando con la elaboración de
artesanías procurando organizarlos comer-
cialmente.
Problemas de conservación de estructu-
ras:
El Plan Maestro sobre Chan Chan limita
las acciones que se pueden y que no se
pueden hacer en materia de conservación.
El único espacio que está permitido abrir
al público es el Palacio Tschudi o Nik-An.
Sin embargo, en el Palacio Velarde se
encuentran los frisos más bellos pero no se
los puede mostrar. Se los tapa ¿para qué
sirven entonces?
En Chan Chan todo lo que se ve, son
réplicas. Y nadie reclama.
El plan autoriza la intervención en los
muros perimetrales, la reforestación.
La idea central de la actual dirección es
que la gente del lugar sienta orgullo de su
pasado y reivindique su identidad local y
nacional.
Se han puesto en marcha programas
específicos al respecto, como por ejemplo
“Ciudadanos de Chan Chan”, orientado a
los niños escolarizados. Hoy cuenta con
22.000 niños inscriptos, de los cuales 8000
están aprendiendo karate para defender
Chan Chan. El programa les brinda también
información arqueológica promoviendo
distintos aspectos:
o Valor por el trabajo, con el eje hombre-
trabajo, valorando la labor de los antepa-
sados;
o Valorar la capacidad artística de los
antepasados;
o Conocer quiénes fueron las sociedades
antepasadas.
Mujeres de Chan Chan. Actualmente
trabajan 486 obreros en el complejo. Mu-
chos de ellos son mujeres que prefieren
trabajar en Chan Chan a otro tipo de trabajo
informal en la ciudad (ej.: trabajo domés-
tico). Destaca el fino trabajo que realizan y
su precisión.
El trabajo de los huaqueros le ha quitado
suelo a los muros. Esto suma un problema a
los trabajos de restauración.
Los trabajos de restauración deben se-
guir las normas de los convenios interna-
cionales; por ejemplo, aquella que sostiene
la mínima intervención. Y aquí la dificultad
dado que, por el accionar de los hauqueros,
en muchos casos los muros deben ser muy
intervenidos para evitar que se derrumben
por completo.
Otro aspecto que se observa siguiendo
los lineamientos teórico-metodológicos
nuevos es la arqueológica cognitiva. Las
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 41
nuevas interpretaciones en este sentido
permiten sostener que, los muros perime-
trales, fueron construidos con posterioridad,
para cubrir de la salinización la decoración
de los muros interiores.
La misión Harvard, de los años ´70, no
vio muchos aspectos de la arqueología de
Chan Chan, que si observaron los estudios
hechos por arqueólogos peruanos y en los
que han avanzado en los últimos veinte
años de investigaciones en el complejo
arqueológico.
Lluvias. El 11/02/10, mientras estaba-
mos en la ciudad y en la visita a Simbal,
poblado colonial de origen indio, llovió
sobre Trujillo provocando inundaciones y
anegaciones en la ciudad y en Chan Chan.
En el sitio, la inundación de los patios
ceremoniales provocó la caída del friso de
las ardillas con vástago, recientemente
descubierto. Los trabajos de drenaje procu-
raron derivar el agua hacia el huachaque.
Hoy, devenido en patrimonio cultural
arqueológico, numerosos turistas y vecinos
visitan Chan Chan año a año. Al ingresar al
sitio, hay un centro informativo con sala
explicativa y locales comerciales.
SOBRE LA MEMORIA, LA HISTORIA
Y LOS BIENES CULTURALES EN
LOS RELATOS MUSEOGRÁFICOS
La creciente complejidad de la produc-
ción de conocimiento en ciencias sociales
se ha caracterizado por presentar numerosos
interrogantes a sus problemas de investiga-
ción tradicionales. Los diferentes campos
disciplinarios debieron volver a reflexionar
sus temas centrales procurando responder a
nuevos cuestionamientos. El patrimonio
cultural es uno de estos temas que se pre-
senta en la actualidad en el cruce de distin-
tas disciplinas, especialmente cuando se
vuelve objeto de una presentación museo-
gráfica.
También el patrimonio cultural es
espacio de discusiones políticas-ideológicas
por la imposición de perspectivas acerca de
la sociedad, la historia y su memoria
colectiva que el mismo conlleva en cada
nueva presentación. El análisis sobre los
principios éticos que subyacen a toda narra-
tiva histórica patrimonial queda, por lo
tanto, implicado. La reflexión en este sentí-
do siempre permite elucidar el problema y,
así, aportar criterios de reflexión sobre el
vínculo dilemático planteado entre quienes
reclaman derechos de decisión sobre los
bienes culturales, distintos sectores sociales
que convergen en su estudio y gestión.
Cuando todo esto ocurre en contexto
latinoamericano, la situación adquiere ribe-
tes particulares. La historia colonial y repu-
María Laura Gili
42 • Centro de Investigaciones Precombinas
blicana dependiente de nuestros países, así
lo determina.
Si bien es cierto que los objetos, los
bienes culturales materiales e inmateriales,
cuentan con la capacidad de evocar la
memoria de los pueblos, también lo es que
han sido sacralizados por la museología
positivista o los primeros relatos históricos,
en el siglo XIX. Y allí su problema o la
dificultad que se les presenta a los historia-
dores y museólogos ante la necesidad de
señalar que hay más allá de los objetos
evocadores.
Cuando de analizar presentaciones mu-
seológicas se trata, surgen reflexiones sobre
diversos aspectos. Marc Moure (2008) revi-
sando críticamente las exposiciones museo-
lógicas, cita distintos ejemplos de museos
en ciudades de Europa y América, y
advierte que los guiones museográficos no
muestran la historia de sus países en forma
completa y objetiva. En ellos hay zonas de
olvido, agujeros en la memoria de las
sociedades a las que se refieren. Las socie-
dades se organizan sobre recuerdos y
olvidos comunes, sostiene el autor; por ello
los museos son espacios de memoria pero
también de olvidos: “…no solamente per-
miten a la sociedad conmemorar momentos
importantes de su historia sino, al mismo
tiempo, deshacerse de la carga que repre-
sentan los recuerdos, especialmente aque-
llos que traumatizan…” (Moure 2008: 128).
Por ello los museos deben ayudar a las
sociedades a superar las instancias más
dolorosas de su historia. Ahora bien, en
aquellos casos con experiencias históricas
extremas y muy dolorosas, puede implicar
la destrucción del bien cultural, a modo de
sacrificio necesario para exorcizar los
fantasmas del pasado.
Por otra parte, en la discusión sobre
cómo presentan los museos la memoria y la
historia, qué rol desempeñan en los relatos
museográficos estos dos conceptos, André
Devallés (2008) recuerda que la historia
trabaja en base al pensamiento crítico y
procura la objetividad en su reconstrucción
del pasado, siempre incompleto. Y en esta
tarea, el historiador observa continuidades
temporales, evoluciones, relaciones entre
los acontecimientos. Pero la memoria se
apoya en recuerdos borrosos, en espacios
concretos, en imágenes y objetos; es la vida
con recuerdos, olvidos y manipulaciones
(Devallés 2008: 110). Para la memoria,
objetos, monumentos, archivos en papel,
son testimonios del pasado. Según como se
los use o interprete, se convierten en sostén
de la memoria de su comunidad o en
herramienta de su historia.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 43
Queda, así, postulada la disyuntiva sobre
los potenciales guiones museológicos en
casos de relatos históricos con situaciones
conflictivas en términos del pensamiento
crítico, histórico. Los museos de historia,
sostiene Devallés, se encuentran con
interrogantes frente a los bienes culturales
sobre qué exponer, qué conservar, cómo
transmitir, cómo restituir. El autor se cues-
tiona ¿con qué mirada referirse al pasado?
Sabiendo que los objetos son polisémicos,
dotados de diversos sentidos según épocas y
observadores; teniendo conocimiento, ade-
más, que con las generaciones varían las
lecturas teóricas sobre la narrativa histórica.
La historia es fragmentaria. La construimos
sobre múltiples objetos y referentes que
expresan identidades comunitarias, múlti-
ples miradas, diversidades (Devallés 2008:
123-124). Eso deben mostrar los museos
actuales, a pesar de la tensión que el pro-
ceso globalizador imprime en los vínculos
económicos por uniformarlo todo, incluso
las referencias culturales.
Uno de los problemas que más aquejan a
las autoridades que gestionan el sitio es la
presencia constante de campesinos asentán-
dose en la zona intangible del sitio. Des-
cienden de quienes construyeron Chan
Chan, muchos de ellos de familias de Huan-
chaco y Huanchaquito. Conocedores del
arte de fabricar y navegar caballitos de
totora, embarcación tradicional de la costa
del Pacífico norperuano. Son la cultura viva
de Chan Chan. Algunos de ellos pertenecen
a familias asentadas allí desde 1870. Los
llaman invasores.
La Carta Internacional para la Gestión
del Patrimonio Arqueológico de ICOMOS
(1990) establece que el patrimonio arquitec-
tónico, su protección, debe ajustarse a los
criterios fijados en la Carta de Venecia de
1964 sobre restauración y conservación de
monumentos y lugares histórico-artísticos.
Los sitios que hemos visitado se correspon-
den, en muchas de sus intervenciones, con
los lineamientos establecidos por ICOMOS.
A continuación reseñamos aquellos en los
que observamos mayor correspondencia
con sus criterios:
En términos de una conservación inte-
grada:
- Políticas de conservación integrada. Se
postula promover la conservación de las
tradiciones vivas de las poblaciones autóc-
tonas, promoviendo su participación en la
conservación del bien.
- El proyecto para hacer en Chan Chan
una Parque Forestal, según lo testimonió el
director de la UE 110, Dr. Campana, insta a
unir las políticas de protección del patri-
monio arqueológico a las tradiciones vivas
María Laura Gili
44 • Centro de Investigaciones Precombinas
expresadas en prácticas agrícolas, uso y
planificación del suelo, medio ambiente y
educación. La creación de reservas es
postulada como un elemento válido.
- Conservación del patrimonio arqueoló-
gico en función de la tradición, historia,
necesidades de cada región y país. El
patrimonio arqueológico adquiere relevan-
cia por ser herencia de la humanidad y de
los grupos humanos, y no de algunos pocos
que puedan acceder al turismo cultural.
La Carta de ICOMOS también hace
hincapié en la necesidad que el Estado, con
la legislación que promulga, arbitre los
medios para la conservación y manteni-
miento del patrimonio arqueológico.
CONCLUSION
Tal vez sea propicio analizar el patri-
monio cultural y los bienes culturales que lo
integran en tanto instrumento para la refle-
xión, como bien al servicio de las comu-
nidades que los contienen y no como fin en
sí mismo.
Si los museos han de ser espacios
pedagógicos, canalizadores de nuevas expe-
riencias sociales para la comunidad donde
se emplazan (Martini 2008: 35), vale refe-
renciar el concepto pedagógico emanci-
pador de Jocotot. La experiencia pedagógi-
ca de Joseph Jocotot, narrada por Jacques
Ranciere en su texto de 2003, El maestro
ignorante, sería un buen ejemplo a aplicar.
Jocotot, a principios del siglo XIX, dando
clases en la universidad de Lovaina, en los
Países Bajos, demostró que era posible
enseñar sin explicar y aprender sin saber
poniendo en acción la capacidad que todo
ser humano posee de comprender aquello
que le interesa sin explicación mediante.
Aplicó el método del azar o el método de
la igualdad basado en la voluntad por el
impulso del deseo propio o la exigencia que
una situación presenta. En él, el maestro no
está ausente en el vínculo alumno y cono-
cimiento; por el contrario, es quien pro-
mueve la emancipación, acto por el cual la
inteligencia no obedece más que a sí
misma, generando mecanismos que obligan
o ponen al alumno en situación de emplear
la propia inteligencia (Ranciere 2003: 30).
Jocotot pretendía hacer descubrir a cada
uno de sus alumnos, la propia capacidad
intelectual, para comprender aquello que
desconocía y decidir sobre ella. En eso
consistía su idea de la emancipación. El
hombre emancipado sabrá aprender solo,
sin explicación mediante, aquello que
necesita.
Tal vez el patrimonio cultural y sus
referentes, los bienes culturales que lo
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 45
componen, sean adecuados instrumentos de
emancipación en contextos de profundas
desigualdades socio-económicas. Y los es-
pacios musealizados puedan constituirse en
lugares que faciliten el proceso. Tal vez ya
no se trate de preservar y conservar bienes
culturales por sí mismos, sino volverlos
instrumentos de aprendizaje social emanci-
pador de la comunidades donde se encuen-
tran. Tal vez los campesinos invasores de
Chan Chan estén señalando que ha llegado
el momento de darle otro uso al sitio. No se
trataría ya del patrimonio cultural. Sino de
generar en los vecinos del complejo arqueo-
lógico sentimiento de orgullo de su pasado,
deseos de reivindicación de su identidad
local. Para fortalecer con ello el presente y
el futuro de los descendientes chimú, de los
herederos de Chan Chan.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo es posible gracias a los
esfuerzos conjuntos del CIP y El INC-La
Libertad, en sus miembros directivos y
colaboradores.
NOTAS
(1) Realizada el 10/02/10 junto a la Lic. A.
M. Rocchietti y la Lic. G. Pérez Z. en la
sede de la Unidad Ejecutora 110, Trujillo,
Perú.
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HUACA SAN IDELFONSO Y LA OCUPACIÓN
MOCHE EN LA MARGEN NORTE DEL VALLE
BAJO DE MOCHE, COSTA NORTE DEL PERÚ
Jorge Gamboa Velásquez
Proyecto Valle de Santa de la Universidad de Montreal
Jason Nesbitt
Proyecto Arqueológico Caballo Muerto, Valle de Moche
RESUMEN
La primera parte de esta contribución trata sobre Huaca San Idelfonso, uno de los asen-
tamientos involucrados en el proceso de expansión agrícola Moche en la margen norte del
valle de Moche, un evento acaecido entre los siglos V a VIII d.n.e. Las características de la
ocupación Moche en esta área no son completamente conocidas, pero se dispone de valio-
sos datos sobre los sistemas de irrigación, los caminos, la arquitectura residencial y monu-
mental, entierros humanos, y la cultura material de la población local, datos que han servi-
do como marcadores para la cronología relativa de los sitios implicados. En la segunda
sección del articulo revisaremos los datos sobre la presencia Moche en la margen norte del
valle bajo así como las propuestas sobre una relación estrecha, pero aun poco entendida a
un nivel más especifico, entre este sector del valle y el proceso de centralización política
Moche desarrollado principalmente en la margen opuesta. Al hacerlo examinaremos la
interacción entre una entidad estatal Moche proyectando ampliar su base económica y
poder político y una serie de comunidades creando nuevas tierras agrícolas en un paisaje
que adquiría un nuevo rol para todos sus ocupantes.
Palabras clave: Costa Norte de Perú, valle de Moche, jerarquía de asentamientos, expan-
sión agrícola prehispánica.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
48 • Centro de Investigaciones Precombinas
ABSTRACT
In its first section, this article focuses on Huaca San Idelfonso, a minor Moche settlement
located in the north margin of Lower Moche Valley and which was part of the process of
agricultural expansion in that area between the V and VII centuries A.D. The characteristics
of the Moche settlement system in this area are not fully understood yet. The second part of
this article aims to contribute to the understanding of the relationship between the Moche
occupation at the lower north margin of the Moche Valley and the process of political
centralization carried out in the opposite margin of the valley at the primary site of Huacas
del Sol y de la Luna, by examining aspects of irrigation systems, roads, residential and
monumental architecture, burials, and local material culture in the area.
Key words: North Coast of Peru, Moche Valley, settlement hierarchy, prehispanic
agricultural expansion.
INTRODUCCIÓN
n gran número de los proyectos
arqueológicos efectuados en las
últimas décadas en la Costa Nor-
te de Perú han sido enfocados hacia el estu-
dio de las poblaciones prehispánicas cono-
cidas en conjunto como Moche, cuyo desa-
rrollo ocurrió entre los siglos I a VIII d.C.
Estas investigaciones continúan ampliando
nuestro conocimiento sobre la economía, la
organización social y la ideología política y
religiosa al interior de los asentamientos
mayores de esa civilización de los valles y
desiertos del norte peruano, en centros tan
importantes como Huacas de Moche, Galin-
do, El Brujo, Guadalupito y Dos Cabezas.
Estos sitios presentaron importantes con-
centraciones poblacionales y una jerarqui-
zación interna basada en el status y la
especialización laboral de sus ocupantes, y,
como en los casos de la entidades multi-
valle de Huacas de Moche, en el valle bajo
de Moche (Chapdelaine 2003; Moseley
1992: 183; Topic 1982: 273, 284) o la más
tardía de Pampa Grande, en Lambayeque
(Haas 1985; Anders 1977; Shimada 1994),
pudieron ser las capitales políticas y cere-
moniales de organizaciones con un nivel de
complejidad estatal.
Sin embargo existen numerosos sitios
menores cuyo estudio es vital, dado su rol
intermediario entre los centros urbanos Mo-
che y las zonas rurales dedicadas a la
U
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 49
producción agrícola y pecuaria, y también
en sentido diacrónico su importante papel
tanto en la transformación física a largo pla-
zo del paisaje norcosteño como en la evolu-
ción de las sociedades complejas prehispá-
nicas que iniciaron ese proceso. Uno de
estos sitios es Huaca San Idelfonso, corres-
pondiente a las fases finales de la civil-
zación Moche y ubicado en el distrito de El
Porvenir, en el borde desértico norteño del
valle bajo de Moche. Esa sección del valle
es un área llana de 21 km. de largo, deli-
mitada al norte por una cadena montañosa y
al sur por el propio Río Moche, extendién-
dose de este a oeste entre el distrito de
Laredo y el litoral de Huanchaco.
La llanura costera se encuentra dividida
actualmente entre la creciente área urbana
de Trujillo, campos de cultivo irrigados por
canales antiguos, y una serie de pampas
donde hallamos abundantes evidencias ar-
queológicas. Los elementos que permitieron
la colonización prehispánica del área fueron
los canales La Mochica, Moro y Vichanzao
El canal Moro y la parte alta del canal
Vichanzao, ambos en el área de Laredo, son
considerados como los componentes más
antiguos de este sistema de irrigación y de-
bieron funcionar desde el Horizonte Tem-
prano (1800-100 a.C.), discurriendo en pro-
ximidad a sitios Formativos como los del
Complejo Caballo Muerto o Huaca Saca-
chique. El Vichanzao discurría sobre un
nivel más alto del terreno, y marcó el límite
de la expansión agrícola Moche sobre las
planicies altas de El Porvenir, Florencia de
Mora y el lado noreste de Pampas La Espe-
ranza. A lo largo de su recorrido este canal
conectaba la parte media del valle con una
serie de asentamientos e instalaciones Mo-
che ubicadas en la banda norte del valle
bajo, entre ellos Huaca San Idelfonso (Fig.
1 y 2). Todos estos canales siguieron en uso
hasta el periodo Chimú (siglos X-XVI
d.C.), siendo progresivamente remodelados,
expandidos, y parcialmente abandonados,
proceso que ha continuado hasta la actua-
lidad.
EL PAISAJE DE LA MARGEN NORTE
DEL VALLE BAJO DE MOCHE
Esta sección de la cuenca del Río Moche
comprende la sección septentrional del
abanico aluvial del valle, y puede ser des-
crita como una planicie de forma triangular
con suave pendiente al oeste, circunscrita
entre los cerros aislados del sector Caballo
Muerto y las proyecciones rocosas de Cerro
Galindo hasta las playas de Huanchaco y
Chan Chan. El limite norte del área esta
formado por una elevada proyección del
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
50 • Centro de Investigaciones Precombinas
Figura 1: El valle de Moche y sitios Moche registrados en la margen norte del valle bajo
Figura 2: Foto satelital del valle bajo de Moche
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 51
macizo andino, que forma el divortium
aquarium con el valle de Chicama. Las ru-
tas naturales de comunicación hacia Chica-
ma se encuentran en la periferia occidental
del área, en las abras entre los Cerros Ca-
bras y Campana y entre este último y el
litoral. La margen norte del valle bajo de
Moche presenta un ancho inicial de solo 2.5
km., alcanzando 15 km. de ancho máximo
en su término, junto al litoral entre la falda
sur del Cerro Campana y la desembocadura
del Río Moche (1).
El límite montañoso del valle bajo con-
tiene tres cursos aluviales: las Quebradas
Río Seco de Laredo, San Idelfonso en El
Porvenir, y Río Seco al noreste del sector El
Milagro, que han sido elementos cruciales
en el devenir de las ocupaciones humanas
pasadas y presentes, como zonas de diver-
sidad ecológica y como puntos de origen de
fuertes aluviones. La parte alta de las dos
primeras quebradas forma una pequeña
cuenca que es conocida popularmente como
Quebrada del León. Durante el Pleistoceno
estos cursos de agua formaban parte de la
cuenca baja del Río Moche (Nials et al.
1979a, 1979b). Actualmente estos rasgos
del paisaje presentan laderas escarpadas y
fondos rellenados por depósitos de sedi-
mentos y cantos rodados, que son removí-
dos por avenidas de agua y lodo durante las
intensas precipitaciones ocasionadas por el
Fenómeno El Niño o ENSO. La actividad
aluvial en las quebradas ha sido un ele-
mento importante en la formación del pai-
saje en la sección norte del valle bajo, y su
ocurrencia esporádica se convierte en un
constante factor de riesgo para las zonas
más bajas. Sin embargo las tres quebradas
también son hasta la actualidad un refugio
de vida silvestre, debido a la formación de
pequeños ecosistemas de “lomas” durante
los meses de de invierno y especialmente en
los años de lluvias torrenciales. La banda
norte del valle bajo es afectada al igual que
el resto del valle de Moche por los fenó-
menos climatológicos El Niño o ENSO (El
Niño Southern Oscillation). Pero el impacto
en esta zona de esas alteraciones climáticas
es peculiar, dada la combinación de quebra-
das temporalmente activas, una planicie
agrícola a menor altitud y zonas de alta
densidad demográfica (con ápices alcanza-
dos en los periodos Moche y Chimú y en
épocas modernas) (2).
La planicie baja del área esta formada
por gruesas capas de sedimentos y gravas,
acarreados por el Río Moche o depositados
en la desembocadura de cada una de las
quebradas señaladas, con zonas cubiertas de
arena eólica localizadas en el piedemonte
de los cerros que encierra parte del valle
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
52 • Centro de Investigaciones Precombinas
bajo. El área puede ser dividida en dos
grandes sectores divididos por un grupo de
cerros aislados en el actual límite entre los
distritos de El Porvenir y Florencia de
Mora. La sección oriental comprende las
pampas de Laredo y El Porvenir. La sección
occidental es más amplia y presenta los
sectores de Pampas La Esperanza, Pampas
de Río Seco (o El Milagro) y Pampas de
Huanchaco, también denominados en con-
junto como Tres Pampas (Beck 1979: 89;
Pozorski 1987: 112, Fig. 2). Estas áreas
fueron irrigadas en tiempos prehispánicos,
pero, tras su parcial despoblamiento hacia
fines de la época prehispánica y durante el
periodo Colonial, retornaron a ser eriazas y
actualmente se encuentran ocupadas en
gran parte por los suburbios de Trujillo. Las
dos secciones llanas del valle bajo muestran
diferencias en ecología y relieve. La parte
oriental presenta pequeñas cadenas de ce-
rros bajos, es más boscosa, y aun conserva
relictos de bosques de algarrobo (Prosopis
pallida) especialmente entre Laredo y
Galindo, en contraste a la parte occidental,
casi carente de elevaciones rocosas y de
áreas de bosque.
SOCIEDADES DEL PERIODO INTER-
MEDIO TEMPRANO EN EL VALLE
DE MOCHE
Los estudios arqueológicos en el valle de
Moche empezaron a fines del siglo XIX,
con los trabajos de Max Uhle (1915) en
1899 en Huacas de Moche. Después de más
de un siglo de investigaciones de la historia
prehispánica del valle, se ha establecido que
generaciones después del apogeo de las
sociedades Formativas conocidas como Cu-
pisnique (desarrolladas entre circa 1500 y
500 a.C.) el área fue escenario de la for-
mación de nuevas entidades sociopolíticas
altamente jerarquizadas y con una compleja
base económica, denominadas ahora en
conjunto como Gallinazo y Moche. La tran-
sición entre los Cupisnique y las sociedades
del Período Intermedio Temprano (siglos I-
VI d.C.) comprende el tiempo de desarrollo
del estilo Salinar (circa 500-100 a.C.),
caracterizado por su cerámica oxidada con
engobes blanco sobre rojo (Larco 1944). La
cultura Salinar en el valle de Moche es me-
jor conocida por haber experimentado una
notable concentración poblacional en el si-
tio de Cerro Arena en el lado sur del valle
bajo (Brennan 1980; Mujica 1984).
Los estudios desarrollados en el valle de
Moche para las sociedades del Período
Intermedio Temprano e inicios del Horizon-
te Medio se han concentrado en la mani-
festación arqueológica Moche. Pero cono-
cemos que los grupos Gallinazo, aunque
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 53
distinguiéndose por un estilo cerámico de-
corado con pintura negativa, compartían
con sus contrapartes Moche un número
sufíciente de técnicas similares de construc-
ción monumental, arte mural, motivos reli-
giosos y producción artesanal para consi-
derarlos como grupos humanos con valores
culturales compartidos. Es necesario recor-
dar que estas sociedades han sido definidas
a partir de sus evidencias materiales, y que
su investigación por los proyectos arqueo-
lógicos desarrollados en la zona conduce a
la reevaluación de postulados tradicionales
sobre su origen, características y rol en la
formación de las entidades prehispánicas
tardías locales.
La cerámica Gallinazo fue definida ori-
ginalmente por los investigadores del Virú
Valley Project (Bennett 1950; Fogel 1993;
Strong y Evans 1952) como un conjunto de
tipos formales y tecnológicos que incluía a
Castillo Llano, Valle Llano, Castillo Mode-
lado, Castillo Inciso y Gallinazo Negativo
como variantes principales. El estilo carac-
terizado por la cerámica con pintura nega-
tiva y las representaciones escultóricas sim-
plificadas pasó a ser denominado genéri-
camente en la literatura arqueológica como
Virú o Gallinazo. La cerámica fina Galli-
nazo comprendía piezas mayormente mode-
ladas quemadas en atmósfera oxidante y
con pintura negativa decorando figuras mo-
deladas, cuyos rasgos frecuentemente eran
altamente estilizados (Larco 1948; Fogel
1993). La cerámica Castillo Modelado y
Castillo Inciso (Strong y Evans 1952) por
su parte presentaba pastas gruesas cocidas
en atmósferas oxidantes poco controladas, y
su decoración se basaba en triángulos im-
presos, incisiones, cordones mellados, la
aplicación de pequeñas y simples cabezas
zoomorfas modeladas, y el modelado senci-
llo de rostros zoomorfos y antropomorfos
ya señalado.
La reciente discusión sobre la validez de
las identificaciones de una cultura Galli-
nazo en base a los restos cerámicos
(Millaire 2009) ha implicado el reconoci-
miento que varios de los tipos cerámicos
mencionados -especialmente aquellos popu-
lares en la vajilla de uso doméstico- podrían
haber sido producidos por diversas pobla-
ciones de la región para uso mayormente
cotidiano, sin asociarse a formaciones polí-
ticas especificas, como sí ocurriría en el ca-
so de la cerámica Gallinazo Negativo, una
producción especializada de alfarería vincu-
lada a grupos de élite.
El tema de la etnicidad en la Costa Norte
peruana durante los primeros siglos de
nuestra era es un campo de debate teórico
surgido a partir de la década de 1990
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
54 • Centro de Investigaciones Precombinas
(Castillo y Donnan 1994; Makowski 1994,
1998) y se halla ciertamente aún sujeto a
debate. La aparición de linajes de elite
norcosteños diferenciados en su cultura
material de aquellos que favorecían al estilo
Moche es una posibilidad que, aunque sus-
tentada principalmente en la producción de
la cerámica Gallinazo Negativo, deberá
incorporar el grado de relación con socie-
dades foráneas y el diseño y significado de
la arquitectura pública como aspectos im-
portantes de las etnicidades regionales de
este periodo.
Las sociedades Moche ocuparon gran
parte de la Costa Norte durante los primeros
ocho siglos de nuestra era, y desarrollaron
intensivamente la agricultura por irrigación,
la pesca y recolección de recursos marinos,
y una producción artesanal llevada a cabo
por especialistas a tiempo parcial y comple-
to. Los linajes de elite Moche auspiciaban
activamente la formación de un estilo dis-
tintivo de arte público y mueble, dirigiendo
la construcción de edificios ceremoniales de
adobe y la elaboración de cerámica, tejidos,
metalurgia y pinturas murales representan-
do los rituales y mitos de la cosmovisión
norcosteña de la época (Larco 2001; Pills-
bury 2001; Uceda y Mujica 1994, 2003).
A diferencia de la cerámica con pintura
negativa, la alfarería decorada Moche pre-
sentaba engobes crema y rojo aplicados an-
tes de la cocción, y pintura negra orgánica
postcocción (Donnan y McClelland 1999).
El otro rasgo distintivo fue la utilización
intensiva de moldes cerámicos para la fabri-
cación de las vasijas Moche, lo cual permi-
tió nuevas formas de organización de la
producción artesanal (Uceda y Armas 1998)
y la reproducción masiva de motivos e ico-
nos escultóricos, aspecto sumamente rele-
vante para el registro de la presencia de
poblaciones que habían adquirido la tecno-
logía cerámica Moche. No obstante, varias
formas de vasijas, especialmente las em-
pleadas en la cocina y en el almacenamien-
to de productos, continuaron siendo elabo-
radas manualmente y fueron decoradas con
técnicas simples de modelado, incisión y
pintura.
Al interior del valle de Moche se consi-
dera que entre los siglos I a IV d.C. existía
una entidad Gallinazo centralizada en el
sitio de Cerro Orejas, sobre el cuello de la
margen sur del valle medio. Según Billman
(2002) esta organización sociopolítica no
solo estaba afiliada a los grupos Gallinazo
del valle de Virú, sino que además interac-
tuaba activamente con las poblaciones se-
rranas del valle alto de Moche, vinculán-
dose a las zonas serranas de Otuzco. Para
este mismo autor la emergencia de una
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 55
poderosa organización Moche en el lado sur
del valle bajo, alrededor de Huacas de
Moche, implicó el abandono de las relacio-
nes del valle medio con los grupos altoan-
dinos y una homogeneización del panorama
cultural local según los cánones Moche. La
mayoría de autores que han investigado en
el valle de Moche concuerdan en dos aspec-
tos: 1) que hacia mediados del período
Intermedio Temprano (circa 400-500 d.C.)
ocurrió la desarticulación y/o integración
definitiva de cualquier organización política
intravalle no afiliada a los grupos Moche
asentados en el valle bajo de Moche y que
hasta entonces se hubiera mantenido afilia-
da a las tradiciones culturales y estilísticas
Gallinazo Negativo o nor-serranas y 2) que
este proceso condujo a un encumbramiento
del poder político de Huacas de Moche
hasta mediados del siglo VII d. C.
La propia secuencia de desarrollo regio-
nal Moche ha sido sujeta a cuestionamien-
tos en las dos décadas pasadas. Para el área
entre los valles de Chicama a Nepeña se
acepta en términos generales una secuencia
cerámica basada en la propuesta original de
Larco (1948) de cinco fases de evolución
estilística, en las cuales se pueden distinguir
-considerando la parcial superposición tem-
poral de los tiempos de popularidad de cada
una- las fases del tiempo de emergencia y
consolidación del poder político en Huacas
de Moche (Fases Moche III y IV) de
aquellas del tiempo de fragmentación geo-
política del valle (Fase Moche V) (Topic
1982, 1991; Uceda et al. 2008). Las parti-
cularidades históricas de la evolución socio-
política Moche dentro del valle homónimo
entre el tiempo adscrito a las Fases IV y V
es un aspecto que tocaremos en extenso
posteriormente. En términos generales, tan-
to las poblaciones que propulsaron las tradi-
ciones artísticas y los valores culturales
Moche como aquellas que eventualmente
los adquirieron estuvieron compuestas por
un substrato general con bases en una am-
plia tradición étnica regional norcosteña,
con familias nobles difundiendo entre sí
mismas (tanto al interior del valle como con
los valles costeños vecinos) y en sentido
más vertical una “alta cultura” Moche, dife-
renciada en mayor medida de aquellas de
otras sociedades regionales, especialmente
las de la sierra norteña contigua.
HUACA SAN IDELFONSO
Ubicación y contexto ecológico
Huaca San Idelfonso se localiza en la
margen norte del valle bajo del Río Moche,
a 6 km. al noreste de la ciudad de Trujillo.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
56 • Centro de Investigaciones Precombinas
Sus coordenadas geográficas son 08 02´
30´´ de Latitud Sur y 78 58´ 40´´ de de
Longitud Oeste. Pertenece políticamente al
Distrito El Porvenir, encontrándose sobre
una llanura delimitada por contrafuertes an-
dinos que se elevan hasta los 600 m.s.n.m.
El Cerro San Idelfonso se proyecta de este
macizo, y sus flancos oeste y sur forman
parte respectivamente del sitio arqueológico
y de la quebrada homónima (Fig. 3).
Figura 3: Plano del sitio de Huaca San Idelfonso
(Dibujo J. Gamboa)
El sector corresponde a la Formación
Ecológica del Desierto Pre-montano
(ONERN 1973). La vegetación y fauna
silvestres en la llanura son escasas, pero el
área próxima de Quebrada San Idelfonso
muestra una comunidad biogeográfica ma-
yor, con especies vegetales xerofíticas (Ti-
llandsia sp. y cactáceas), que sustentan a
una población de caracoles terrestres (Scu-
talus sp. y Bostrix sp.), insectos, aves (Co-
ragyps atratus o gallinazo de cabeza negra,
Bubulcus ibis o garza, Athene cunicularia o
búho de arena), reptiles (familias Teiidae y
Gekkonidae) y mamíferos (Lyacalopex se-
churae o zorro costeño y Pillotis sp. o ratón
de campo). Las referencias de antiguos
pobladores de El Porvenir indican que hasta
la mitad del siglo XX la quebrada era
ocupada estacionalmente por venados
(Odocoileus virginianus) y pumas (Felis
concolor), pudiendo ser utilizada en épocas
de humedad para la crianza de ganado. El
incremento de lluvias durante la ocurrencia
del Fenómeno El Niño permite un notable
aumento en la vida silvestre en la zona,
sucediendo la aparición temporal de nuevas
especies de aves y de especies vegetales
como Prosopis pallida o “algarrobo” y
Capparis angulata o zapote (3).
La muralla
La estructura principal de Huaca San
Idelfonso es un amurallamiento de casi 800
m de longitud, que se origina junto al Canal
Vichanzao y continúa en trayectoria recti-
línea al noreste hasta la base de un espolón
rocoso del Cerro San Idelfonso (Fig. 4). En
sus tramos finales la muralla esta recubierta
parcialmente por depósitos de arena, y apa-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 57
rece cortada por una escorrentía, reapare-
ciendo finalmente en la base de la montaña.
Las características constructivas de la mura-
lla permiten describirla en dos segmentos:
Figura 4: Muralla de Huaca San Idelfonso (Foto: J.
Gamboa, 2008)
Tramo elaborado con piedras canteadas y
guijarros aluviales
El primer segmento del muro se extiende
desde el Canal Vichanzao hasta una colina
rocosa, con un largo aproximado de 550 m.
Esta sección de la muralla presenta una
interrupción de 12 m en una zona donde
afloran rocas graníticas. Esta parte de la
muralla fue elaborada con piedras angú-
losas y cantos rodados, a modo de un grue-
so muro de doble cara (de 2 a 2.50 m. de
espesor), con rellenos interiores de cascajo.
En el punto donde la muralla asciende el
promontorio rocoso, un pozo de huaquero
muestra la existencia de un revestimiento de
adobes paralelepípedos sobre el paramento
este de la estructura, este rasgo corresponde
al área cercana al inicio de la segunda sec-
ción de la muralla.
Tramo elaborado con adobe
La sección de la muralla elaborada con
adobes mide 350 m de largo, con un ancho
promedio de 2 m., y se prolonga hasta la
base de Cerro San Idelfonso. La altura
original de la estructura es desconocida,
pero considerando una elevación mínima de
1 m, esta construcción incluiría un volumen
de 700 m2 de adobes moldeados. Los
adobes empleados para la construcción de
este tramo de la muralla son paralelepípe-
dos, con lados lisos o estriados que eviden-
cian su fabricación en moldes de madera
tallada o de cañas (Fig. 5 y 6).
Figura 5: Adobes marcados de Huaca San Idelfonso
(Foto: J. Gamboa, 2008)
Figura 6: Adobes elaborados en gavera de cañas
registrados en Huaca San Idelfonso (Foto: J.
Gamboa, 2008)
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
58 • Centro de Investigaciones Precombinas
En 1998 y recientemente, pobladores
cercanos afectaron partes de la muralla (4),
especialmente con el fin de extraer adobes
para la construcción de sus propias vivien-
das. En el corte más grande efectuado para
la sustracción de adobes se aprecia la colo-
cación alternada de los adobes en hiladas de
soga y cabeza, así como paramentos enlu-
cidos con arcilla y capas de sedimentos
producidos por lluvias. Entre los adobes
desmontados se encuentran varios tipos de
marcas incisas, como un punto central, una
línea diagonal, o la combinación de ambos
motivos. Las dimensiones de los adobes
varían entre 33 x 20 x 13 cm, 30 x 20 x 14
cm y 28 x 19 x 12 cm. Al este inmediato del
muro aflora sobre la arena eólica una acu-
mulación casi rectangular de adobes, que
podría representar una edificación adosada
o adyacente a la cara oriental de la muralla.
Ladera sur de Cerro San Idelfonso
En la superficie del flanco meridional de
Cerro San Idelfonso se encuentran en super-
ficie restos malacológicos (Donax sp., Tur-
bo níger, Choromytilus chorus, Fisurella
crassa, Scutalus sp.) y concentraciones de
fragmentería cerámica llana y decorada,
ceniza y grumos de tierra calcinada. La
presencia de estos elementos indicaría la
función doméstica de esta parte del asenta-
miento. Debido a la carga eólica sobre la
base de la montaña no se aprecian restos
arquitectónicos sobre la superficie de este
sector, siendo visible únicamente un canto
aluvial aplanado utilizado como batán.
La cerámica
Hacia ambos lados de la muralla y en la
base del cerro aparecen en superficie tiestos
de cocción oxidante completa o imperfecta,
pertenecientes a vasijas domésticas llanas y
a piezas decoradas. La mayoría de frag-
mentos sin decoración se encuentra en el
área con desechos domésticos, correspon-
diendo a vasijas empleadas en la cocción de
alimentos y en el almacenamiento de pro-
ductos, como cántaros de cuello divergente
y base anular, cántaros de cuello convexo,
ollas de borde corto divergente, y tinajas de
borde reforzado. Algunos bordes de cánta-
ros muestran “marcas de alfarero” en forma
de incisiones cortas (Fig. 7 A y B). Esta
cerámica comparte muchas de sus caracte-
rísticas formales con la producción alfarera
de la ocupación Moche IV en Huacas de
Moche (Chapdelaine 1998, 2003; Chapde-
laine et al. 1997).
La cerámica decorada incluye botellas,
cántaros pintados, floreros, y figurinas.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 59
También se observó un pequeño fragmento
de molde para una figura escultórica. La
pintura sobre cerámica aparece en tres va-
riantes: engobes crema, rojo sobre crema y
crema sobre rojo. La mayoría de cántaros
pintados muestran motivos geométricos
pintados simples (triángulos y bandas cru-
zadas) y fueron elaborados con pastas finas.
Un elemento significativo para proponer
una cronología relativa de Huaca San Idel-
fonso fueron los fragmentos de botellas de
asa estribo hallados cerca a la muralla. Dos
de ellos correspondieron a piezas Moche IV
con decoración en línea fina representando
“escenas de carreras rituales” (Hocquen-
ghem 1987: Figs. 51, 54, 55), con perso-
najes humanos o antropomorfizados portan-
do pequeñas bolsas en una mano y
ataviados con tocados en forma de felino
rematados por láminas discoidales o trape-
zoidales (Fig. 8 A).
Figura 7: Cerámica de la base de Cerro San
Idelfonso. A. Bordes de olla y cántaro con marcas
de fabricante. (Foto: J. Gamboa)
Figura 7: Cerámica de la base de Cerro San
Idelfonso. B. Bordes de cántaros (Dibujos: J.
Gamboa)
Otros fragmentos pertenecen estilística-
mente al estilo Moche V, ahora reconocido
como parcialmente contemporáneo con el
estilo Moche IV. Se trataba de partes de una
botella y de una figurina femenina vacía
(Figs. 8 B y C). El fragmento de botella
pertenecía a una pieza de cocción reductora
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
60 • Centro de Investigaciones Precombinas
incompleta (que creó una pared de colora-
ción gris claro con superficie exterior oxi-
dada), con pintura marrón grisáceo sobre
crema que muestra a un personaje con
camiseta de decoración escalonada y tocado
similar al que portan algunos participantes
de las “escenas de navegación y pesca”
(Donnan 1978: Fig. 163; Donnan y
McClelland 1999).
Figura 8: Cerámica decorada de Huaca San
Idelfonso. A. Fragmento de botella Moche IV. (Foto:
J. Gamboa)
En la superficie del sitio no se presentan
materiales anteriores al Período Intermedio
Temprano o pertenecientes a la tradición
alfarera Chimú. Estos últimos aparecen al
oeste y este de San Idelfonso en proximidad
al canal Vichanzao y a varios de los cami-
nos prehispánicos que cruzan el área.
Figura 8: Cerámica decorada de Huaca San
Idelfonso. B. Fragmento de figurina moldeada. C.
Fragmento de botella Moche V (Fotos: J. Gamboa)
Caminos
El estudio de Colleen Beck (1979: 79,
82) sobre los caminos prehispánicos en el
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 61
valle de Moche proporcionó valiosos datos
sobre las rutas de tránsito ubicadas alre-
dedor de Huaca San Idelfonso (Fig. 9), sitio
que fue identificado por esta investigadora
como un muro Moche III y IV vinculado a
la trayectoria de tres caminos prehispánicos
(Beck 1979: 80). El Camino 1 corría en
paralelo y al oeste de la muralla, desapa-
reciendo en la entrada a Quebrada de León,
punto donde se unía al extremo noroeste del
Camino 2, el cual atravesaba la segunda
sección del muro. El Camino 3, orientado
de este a oeste, también pasaba transver-
salmente sobre la muralla y se unía al extre-
mo sur del Camino 2. Los Caminos 2 y 3
pudieron ser usados en tiempos preh-
ispánicos tardíos, y existía una concentra-
ción de fragmentos de cerámica Chimú al
noroeste de la unión de ambas rutas (ver
Beck 1979: Fig. 13, Sitio A).
Figura 9: Caminos prehispanicos en el área de
Huaca San Idelfonso (Fuente: Beck 1979: Fig. 13)
La autora indicó que el área de San
Idelfonso pudo ser una ruta importante para
el tráfico a lo largo de la margen norte del
valle, como un punto intermedio entre
Laredo y la zona de Cerro Cabras. Beck
(1979: 81) mencionó el desmantelamiento
de los adobes de la muralla para habilitar
parte de su Camino 4, pero es posible que
se refiriera en realidad al Camino 3, que sí
cortó la sección de adobes de la estructura.
Según Beck el muro Moche pudo original-
mente haber obliterado esa ruta de tráfico,
la cual fue posteriormente reabierta. Otros
caminos registrados al este de San Idelfonso
(Caminos 4, 5, 6, 7 y 9) formaron un siste-
ma irregular pero mayormente orientado de
este a oeste, usado durante los tiempos
Moche y Chimú, y que se unían intermi-
tentemente con los caminos ubicados al
norte de Laredo. Beck (1979: 81) observó la
presencia de tiestos Chimú en el extremo
sur del Camino 8, una ruta con dirección
norte sur, que conducía hacia el interior de
una pequeña quebrada ubicada en el flanco
oriental de Cerro San Idelfonso. Todas estas
vías de tránsito estaban sobre el curso del
Canal Vichanzao.
El Camino 3 junto a los Caminos 4, 5 y 9
pudieron conformar la ruta principal del
área hacia Laredo. Esta ruta podría haber
continuado al oeste -cruzando el cauce de
Quebrada San Idelfonso- hacia el sector de
Florencia de Mora, un sitio de categoría
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
62 • Centro de Investigaciones Precombinas
superior, y la falda este de Cerro Cabras,
donde se iniciaba el camino de Río Seco
que permitía salir del valle. Los Caminos 1,
3 y 8 habrían servido, por el contrario,
como vías transversales a la ruta principal,
sirviendo como senderos para acceder a las
quebradas de la zona.
Evidencias de jerarquización social en
San Idelfonso
Los 700 m2 de adobes de la segunda
sección de la muralla equivaldrían a 83,300
adobes (a un promedio de 119 adobes de 30
x 20 x 14 cm por cada m2). La presencia de
adobes con marcas incisas en San Idelfonso
indicaría que la elaboración de su monu-
mental muralla pudo ser realizada en el
marco de una organización de tributo labo-
ral por grupos distintos de trabajadores ante
una autoridad gubernamental central (y sus
representantes en el asentamiento), con
cada marca identificando la producción es-
pecífica de una entidad étnica discreta o de
un grupo de intereses socioeconómicos co-
munes (Hasting y Moseley 1975). El asen-
tado de los adobes pudo organizarse en
forma distinta, puesto que varias de las mar-
cas aparecen en un mismo segmento cons-
tructivo. Debemos recordar que los tres
tipos de incisiones registradas corresponden
solo a algunas partes de la muralla, pudien-
do ubicarse marcas adicionales en los
tramos restantes.
Los acumulamientos de adobe cercanos
al lado este de la segunda sección de la
muralla parecen corresponder a arquitectura
asociada directamente a esa estructura. Es
prematuro hablar de construcciones residen-
ciales, pero la existencia de cerámica fina
en la superficie indica que ese sector pudo
ser un espacio dedicado a las actividades de
grupos de mayor status o que desarrollaban
actividades especiales. La presencia sobre
el flanco sur del cerro San Idelfonso de
restos alimenticios, áreas de quema, y cerá-
mica mayormente domestica señalaría que
ese sector tuvo un carácter distinto, posible-
mente asociado a la preparación de alimen-
tos y a la residencia de pobladores en
viviendas de materiales perecederos.
La ocurrencia de cerámica con icono-
grafía compleja implica que este asenta-
miento contó entre sus ocupantes con indi-
viduos que podían acceder a estas piezas de
alta calidad. Sí las botellas no eran elabo-
radas localmente, el sitio pudo ser parte de
de una red de intercambio de cerámica fina
y otros artículos con centros mayores
Moche. Las prácticas religiosas desarrolla-
das en Huaca San Idelfonso pudieron haber
incluido la celebración calendárica o even-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 63
tual de ceremonias desarrolladas en ámbitos
desérticos, como las denominadas “batallas
rituales” y las carreras de portadores de
pequeñas bolsas conteniendo pallares gra-
bados (Donnan 1978; Hocquenghem 1987),
así como ritos de recolección del caracol
Scutalus sp. en las lomas y quebradas
próximas. Las actividades económicas infe-
rídas para los ocupantes del sitio debieron
incluir la producción agrícola de regadío en
la planicie próxima y la explotación de
especies de plantas y animales al interior de
las quebradas próximas.
EL PATRÓN DE ASENTAMIENTO
MOCHE EN LA MARGEN NORTE
DEL VALLE BAJO DE MOCHE
La presencia de Huaca San Idelfonso en
la literatura arqueológica es escasa, aún
cuando fue reconocida por Rodríguez Suy
Suy (1971) como uno de los asentamientos
asociados al canal Vichanzao. Con posterio-
ridad el sitio fue inventariado por Ravines y
Matos (1983), pero no se especificó su filia-
ción cronológica. Huaca San Idelfonso for-
mó parte de un conjunto de asentamientos
Moche distribuidos en la margen derecha
del valle bajo de Moche, parte de los cuales
fue destruido por actividades agrícolas y
urbanísticas posteriores o aún yacen sepul-
tadas por la arena, pero que incluyó núcleos
poblacionales de diverso tamaño y comple-
jidad, canales y caminos intra e intervalle.
Estas evidencias se asocian a los estilos
cerámicos Moche III (300-550 d.C.), Mo-
che IV (450-750 d.C.) y Moche V (600-800
d.C.), reconocidos ya no como fases cultu-
rales consecutivas sino como manifesta-
ciones estilísticas parcialmente contemporá-
neas (Uceda et al. 2008).
Canales de irrigación
Sobre la sección norte del valle bajo de
Moche discurren tres canales primarios,
cada uno con su bocatoma localizada al este
de Galindo en el valle medio, en proxi-
midad al sector de Cerro Blanco. Cabe
señalar dos aspectos importantes de la cons-
trucción y empleo de estos canales. Prime-
ro, la trayectoria de los mismos no perma-
neció inalterable a lo largo de los siglos de
su funcionamiento, en realidad presentaban
tanto reparaciones ante los daños causados
por aluviones y desbordes como traslados
hacia elevaciones mayores, usualmente a
través de la excavaciones de nuevos cauces
paralelos a los anteriores (Moseley y Deeds
1982: 42, Figuras 2.2 y 2.3). Segundo,
durante la época Moche al igual que ahora,
los canales debieron haber servido como
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
64 • Centro de Investigaciones Precombinas
vías de tránsito pedestre sobre sus gruesos
bordes, en los cuales se acumulaban los
materiales extraídos de los cauces durante
las labores periódicas de limpieza de barro
y maleza.
Canal La Mochica
Se trata del canal primario más bajo
localizado en la banda norteña del valle. La
construcción de su tramo inicial debió ser
iniciada junto a la del Canal Moro en el
Período Inicial (1800-1000 a.C.) por las
primeras entidades Cupisnique del valle,
dado que en su primer tramo permitía la
irrigación de los sectores de Caballo Muerto
-la principal concentración de edificios
públicos Formativos del valle de Moche- y
de Sacachique (o Huaca Caña). En el
Período Intermedio Tardío (siglos X-XV
d.C.) el curso de La Mochica fue ampliado,
alcanzando 31 km. de largo hasta las pla-
nicies eriazas bajas de Pampas La Esperan-
za y el área en proximidad a Huanchaco.
Las evidencias de funcionamiento de esta
extensión del canal La Mochica en el Perío-
do Intermedio Temprano aún no son con-
cluyentes, pero es probable que su curso en
la parte más baja del área también se
iniciara en ese tiempo (Billman 2002: 379,
383; Moseley y Deeds 1982: 42).
El único fechado rediocarbónico reporta-
do para la ocupación Moche en el lado
norte del valle bajo de Moche procede de
un canal secundario proximo a La Mochica
denominado Canal A de Pampas La Espe-
ranza, localizado al noreste de Chan Chan y
que produjo una fecha sin calibrar de 550
+/- 80 d.C. (Pozorski 1987: Tabla 1), lo
cual concuerda con la presencia de cerá-
mica Moche III y mayormente Moche IV
dentro del área. El Canal A discurría entre
los Canales La Mochica y Vichanzao y
pudo haber funcionado hasta la primera
parte del Período Intermedio Tardío, cuan-
do fue parcialmente anulado por la cons-
trucción perpendicular a su cauce de dos
nuevos canales secundarios Chimú (Pozors-
ki 1987: 113).
Canal Moro
El Canal Moro irriga la parte alta de la
sección oriental de la planicie costera desde
el punto de las bocatomas hasta el límite
ente El Porvenir y Laredo. Hacia el siglo VI
d.C. los Moches decidieron ampliar el área
agricola situada a mayor elevación que el
curso de La Mochica, ello habría motivado
inicialmente la ampliación al oeste del
Canal Moro, y, finalmente, la construcción
de un nuevo canal más elevado que ahora
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 65
conocemos como Canal Vichanzao, crean-
do un complejo cuadro de experimentación
de trayectorias de canales y de elevamiento
progresivo de los mismos en la zona entre
Laredo y Pampas La Esperanza.
Canal Vichanzao
El canal Vichanzao alcanzó una longitud
de 30 km., extendiéndose hasta la planicie
cortada por la quebrada de Río Seco, al
noroeste de Pampas La Esperanza. La cons-
trucción del Canal Vichanzao no habría
sido producto de un evento único, sino de
una serie de elevaciones progresivas del
curso de canales más antiguos. Aunque se
carece de datos sobre el momento preciso
en que alcanzó su mayor longitud durante el
Período Intermedio Temprano, Moseley y
Deeds (1982: 37) indicaron que la elabora-
ción del cauce del Vichanzao alteró un
cementerio Moche III, lo cual señalaría una
contrucción en la segunda mitad de este
período, posiblemente hacia el siglo V d.C.
El Vichanzao permitió completar la irrig-
ación de las planicies altas de El Porvenir,
Florencia de Mora y el lado noreste de
Pampas La Esperanza, discurriendo en cer-
cana proximidad a los sitios con ocupación
Moche IV de Huaca San Idelfonso y Huaca
Florencia de Mora.
Asentamientos y caminos
Laredo y Complejo Caballo Muerto
Los datos publicados sobre la presencia
Moche en las planicies cultivadas y desér-
ticas de Laredo proceden principalmente de
Caballo Muerto, un sector donde se ha
reportado la presencia de ocupaciones Mo-
che sobre una serie de plataformas que da-
tan del Período Formativo (circa 1800-200
a.C.).
Caballo Muerto es un complejo de ocho
plataformas aterrazadas localizadas a 16 km
del Océano Pacifico (Pozorski 1983; Wata-
nabe 1976). Adicionalmente, este sitio se
halla en proximidad al centro Moche de
Galindo (Bawden 1982; Lockard 2008).
Como Pozorski (1982) y Billman (2002)
han argumentado, la localización de Caba-
llo Muerto fue crucial para el control de la
sección inicial de los canales de irrigación
en esa parte del valle. Caballo Muerto es
mejor conocido por ser el mayor centro
Cupisnique en el valle de Moche, con in-
vestigaciones arqueológicas que han produ-
cido fechas de Carbono 14 para esa ocu-
pación de entre inicios del segundo milenio
a mediados del primer mileno a.C. (Chau-
chat et al. 2006; Nesbitt et al. en prensa;
Pozorski 1976, 1983). Sin embargo, las di-
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
66 • Centro de Investigaciones Precombinas
versas excavaciones efectuadas en las plata-
formas han revelado evidencias de reocupa-
ciones Salinar (circa 200 a.C.-100 d.C.),
Moche (circa 100-800 d.C.), Chimú y
Chimú-Inca (circa 900-1532), en forma de
entierros, ofrendas, y arquitectura (Chau-
chat y Guffroy 2003; Donnan y Mackey
1978: 40-41, 82-83, 364; Nesbitt et al. ms).
El único entierro Moche conocido para Ca-
ballo Muerto fue localizado en el lado
noroeste del cerro donde se ubica Huaca
Guavalito (Donnan y Mackey 1978: 22,
81).
En Huaca de los Reyes, la plataforma
Formativa mejor conocida (Pozorski 1976;
Watanabe 1976), las evidencias de reocupa-
ción Moche son muy escasas, aunque Po-
zorski menciona que varios de los edificios
Formativos del sitio, incluyendo Huaca
Guavalito, Huaca Herederos Grande, Huaca
Herederos Chica, Huaca la Cruz, y Huaca
San Carlos tienen reocupación Moche (Po-
zorski 1976: 19, 31, 37, 42). Por otro lado,
ha sido reconocida una estrecha relación
entre la iconografía del Horizonte Tempra-
no y las imágenes míticas Moche, lo que ha
conducido a algunos autores a proponer una
continuidad o el reavivamiento de atributos
de las divinidades Cupisnique en las repre-
sentaciones sobrenaturales Moche (Cordy-
Collins 1992).
En términos generales, la presencia Mo-
che en Caballo Muerto ha sido poco estu-
diada, y ninguno de los trabajos de exca-
vación desarrollado al interior del área ha
sido enfocada específicamente en ese tema.
Las investigaciones recientes de Jason Nes-
bitt entre 2007-2008 en Huaca Cortada,
Huaca La Cruz y Huaca Curaca sin embar-
go han permitido documentar una cantidad
significativa de materiales cerámicos Mo-
che (Nesbitt et al. en prensa, Nesbitt et al.
ms.).
Las excavaciones recientes en Huaca
Cortada, un edificio de 20 m de altura,
produjeron abundantes materiales Moche.
Gran parte de estas evidencias procedieron
de un grueso depósito de escombros de la
trinchera de saqueadores que corta la facha-
da oriental de la plataforma. Dentro de esa
capa se recuperaron numerosos fragmentos
de cerámica Moche IV con decoración en
línea fina, incluyendo partes de floreros,
botellas de asa estribo, cántaros y vasijas
retrato (Fig. 10 A-E). En Huaca La Cruz
solo se recuperó un fragmento de botella
Moche IV, pero se pudieron registrar evi-
dencias substanciales de una ofrenda del
período transicional entre Moche y Chimú,
en forma de un cráneo humano y piezas de
cerámica colocadas en la plaza delantera del
edificio (Nesbitt et al. ms.).
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 67
Figura 10: Cerámica Moche IV de Huaca Cortada.
A, B, C, D y E. Fragmentos de floreros y botellas
(Fotos: J. Nesbitt, 2008)
En el caso de Huaca Curaca, la limpieza
de un pozo de huaquero permitió registrar
un muro de piedra asociado a un piso conte-
niendo una capa de desechos con fragmen-
tos de cerámica Moche. La mayoría de los
tiestos recuperados en este contexto se
caracterizó por pertenecer a vasijas con en-
gobes rojo y crema, así como fragmentos de
piezas con pintura en línea fina. La muestra
cerámica de Huaca Curaca contuvo una
proporción menor de floreros en relación a
aquella procedente de la cercana Huaca
Cortada (Fig. 11 A-C).
La alfarería decorada dominó las asam-
bleas cerámicas de Huaca Cortada y Huaca
Curaca. Esto contrasta con las muestras
procedentes de excavaciones conducidas en
los campos agrícolas alrededor de Huaca
Cortada. En esas intervenciones toda la
cerámica Moche careció de decoración pin-
A
B
C
D
E
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
68 • Centro de Investigaciones Precombinas
tada o moldeada, perteneciendo en cambio
a formas utilitarias y domésticas como cán-
taros y ollas con pastas naranja. Ocasional-
mente, algunos de los tiestos hallados en la
periferia de Huaca Cortada presentaban en-
gobes crema al exterior.
Figura 11: Cerámica Moche IV de Huaca Curaca.
A, B y C. Fragmentos de cántaros decorados (Fotos:
J. Nesbitt, 2008)
Las diferencias en la cerámica documen-
tada en montículos y bajo los actuales cam-
pos agrícolas son contundentes e indican
distintas actividades conducidas por la po-
blación del sitio en la segunda mitad del
Período Intermedio Temprano. El predomi-
nio de materiales decorados tales como flo-
reros y botellas indica que la ocupación de
algunas plataformas por los Moche fue
significativa y posiblemente asociada al de-
sarrollo de actividades ceremoniales. Tanto
Huaca Cortada como Huaca La Cruz fueron
abandonadas varios siglos antes de ser
reocupadas en tiempo Moche IV. Es pro-
bable que el uso de esos monumentos por la
gente Moche representara un reconocimien-
to de Caballo Muerto como un importante
lugar histórico asociada a sus ancestros.
Otras evidencias de la ocupación Moche
en el Complejo Arqueológico de Caballo
Muerto se localizan en el Cerro La Virgen,
una elevación rocosa que ocupa el extremo
sur del área. En los flancos norte, oeste y
este de esta montaña se observan diversos
muros de terrazas bajas y fragmentos de
cerámica oxidada Moche (asi como tiestos
de clara filiación Chimú). En la parte alta
del cerro se encuentra un recinto rectan-
gular amplio, con muros de piedra tosca-
mente canteada asentada con barro, en cuyo
interior se encuentran fragmentos de cerá-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 69
mica diagnóstica Chimú y en menor propor-
ción Moche. La cima de Cerro La Virgen
presenta una estructura platafórmica masi-
va, construida con muros de contención de
piedra y rellenos de adobes tramados; aun-
que se encuentran solo escasos fragmentos
de cerámica oxidada, la presencia de adobes
paralelepipedos elaborados en gaveras de
caña permite asignar a este edificio una
cronología en el período de ocupación Mo-
che del complejo. El extremo noroeste de la
montaña aparece como un espolón rocoso,
sobre el cual se inicia una muralla elabo-
rada con piedra canteada, la cual desciende
hasta la base del cerro, reapareciendo al
norte sobre el Cerro La Cruz (donde se
superpone al edificio platafórmico Forma-
tivo de Huaca La Cruz) y el flanco sur de
Cerro San Lorenzo.
Huaca Florencia de Mora (o Huaca
Vichanzao)
Este sitio dotado de arquitectura monu-
mental se localiza junto al curso del canal
Vichanzao, aproximadamente en la parte
central de la margen norte del valle bajo de
Moche. En 1973 los integrantes del Chan
Chan-Moche Valley Project registraron
Huaca Florencia de Mora con el nombre de
Huaca del Arenal, observando la presencia
de cerámica Moche IV y V, arquitectura
con adobes marcados, áreas con restos do-
mésticos y un camino prehispánico (Pérez
1994: 228). Una década después, Eulalia
Ramírez y María Wong (1984) de la Uni-
versidad Nacional de Trujillo realizaron una
serie de pozos de prueba en el sitio, docu-
mentando la superposición de rellenos de
adobes tramados, pisos de barro interca-
lados con rellenos de arena, y capas de
sedimentos ocasionados por lluvias (Fig. 13
A), así como partes de un edificio fuerte-
mente afectado por huaqueros y pobladores
modernos, recuperándose en uno de los ca-
teos una botella escultórica de asa estribo
Moche IV (Fig. 13 B) con la representación
de un personaje antropomorfo con cabeza
de zorro (Ramírez y Wong 1984; Pérez
1994).
En 1986 el Instituto Nacional de Cultu-
ra-Filial La Libertad intervino en el sitio
ante la depredación causada por los pobla-
dores cercanos. En los trabajos extensivos
realizados se registraron varios sectores de
una plataforma construida con adobes de
lados lisos o estriados y con piedras can-
teadas (estás últimas empleadas en las es-
quinas del edificio). La plataforma presen-
taba paramentos enlucidos y pintados en
rojo, blanco y amarillo, reportándose nue-
vamente cerámica Moche IV así como frag-
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
70 • Centro de Investigaciones Precombinas
mentos de cerámica Moche III en rellenos
constructivos y sobre los pisos de tierra
(Pérez 1994: 231-233). Nuevas labores
arqueológicas del Instituto Nacional de Cul-
tura al año siguiente determinaron la planta
cuadrangular de la plataforma de Huaca
Florencia de Mora, de 87 m en uno de sus
lados (Fig. 12). Un detalle importante de los
trabajos de 1986 y 1987 fue el registro en
los adobes de la arquitectura conservada y
de los escombros de 130 “marcas de fabri-
cante” formalmente distintas (Fig. 13 C).
Esta gran cantidad de marcas evidenciaría
que el sitio pudo presentar vínculos no solo
con las poblaciones cercanas sino también
con otros sectores del valle (Pérez 1994:
243).
Figura 12: Plano de Huaca Florencia de Mora
(Fuente: Pérez 1994)
Una referencia etnohistórica a Huaca
Florencia de Mora y al sector colindante de
Mampuesto fue publicada por Rischar et al.
(1998: 25). Estos autores hicieron referen-
cia a campos de cultivo prehispánicos local-
zados en las terrazas aluviales de la margen
izquierda de la quebrada. Actualmente,
Huaca Florencia de Mora ha pasado a
formar parte de la jurisdicción del Distrito
El Porvenir, encontrándose rodeada por las
viviendas y calles de una creciente pobla-
ción moderna.
Pueblo Joven de Pampas La Esperanza y
el sector norte de Chan Chan
La referencia al sitio de Pueblo Joven,
ubicado por el Chan Chan-Moche Valley
Project, es proporcionada por Beck (1979:
90-92), que lo describe como una concen-
tración de 40 estructuras de piedra ubicada
en la parte norcentral de Pampas La Espe-
ranza cerca al área de Río Seco, indicando
tanto la existencia de un estudio inédito
detallado del sitio, como la asociación con
los canales del área y su pertenencia a la
Fase V (Beck 1979: Nota 22). Adicional-
mente, Beck (1979: 91), indicó la existencia
de pequeñas “huacas” Moche III-IV en
Pampas La Esperanza.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 71
Figura 13: Arquitectura monumental en Huaca
Florencia de Mora. A. Rellenos masivos de adobes
tramados (Fuente: Ramírez y Wong 1984: Foto 6).
B. Botella de asa estribo Moche IV registrada en
Huaca Florencia de Mora (Fuente: Pérez 1994).
C. Adobes marcados (Fuente: Ramírez y Wong
1984: Foto 7)
Para la zona sur de Pampas La Esperan-
za, Beck (1979: 91, Fig. 16) también indica
la presencia del Camino 1, carente de bor-
des de piedra y que corría de sureste a
noroeste por debajo del curso del Canal
Vichanzao. Durante la ocupación Moche
esta vía pudo servir para el tránsito al oeste
de Cerro Cabras, comunicando la zona al
sur de Huaca Florencia de Mora con el abra
que conducía a Chicama. El Camino 1 fue
alterado por la construcción del sitio de
Pueblo Joven y por la trayectoria de varios
canales (Beck 1979: 91-92), pudiendo estar
fuera de uso en tiempos Chimú, al encon-
trarse en medio del área de canales de la
parte septentrional de Chan Chan.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
72 • Centro de Investigaciones Precombinas
Sector norte de Pampas La Esperanza
Esta área se encuentra fuertemente afec-
tada por el crecimiento del Distrito La
Esperanza y del sector El Milagro, hecho ya
anotado en la década de 1970 por los inves-
tigadores de los proyectos Chan Chan-
Moche Valley y Riego Antiguo, quienes
identificaron varios sitios prehispánicos
asociados a canales de irrigación. En 1997
uno de los sectores con arquitectura fue
investigado por un equipo de la Universidad
Nacional de Trujillo dirigido por Carlos
Deza. El reporte de las excavaciones permi-
te reconocer una vivienda asociada a mate-
rial cerámico Moche IV y en menor propor-
ción Moche V (Cossio et al. 1997).
La estructura fue definida por sus inves-
tigadores como una residencia rural aislada,
edificada con cimientos gruesos de cantos
rodados, con pisos de barro sobre rellenos
de tierra y desechos. El conjunto contenía
un patio central cuadrangular dotado en la
esquina norte de una pequeña plataforma
con tres escalones de acceso (Fig. 14).
Otros componentes de la vivienda fueron
varios recintos menores, algunos de planta
cuadrangular y con un espacio interior de
1.5, 2 y 3 m2, identificados como depósitos.
El patio y un ambiente colindante presen-
taban restos orgánicos y áreas de quema y/o
preparación de alimentos, actividad que in-
cluía molienda en un batán ubicado en el
patio. La cerámica hallada en esta residen-
cia comprendía una alta proporción de ollas
y cántaros domésticos con base pedestal
(Fig. 15).
Figura 14: Vivienda rural Moche en Pampas La
Esperanza. Dimensiones 12 m por 10 m (adaptado
de Cossio et al. 1997: Lám. 4)
La planificación de esta residencia rural
es parcialmente similar a la de los conjuntos
habitacionales en Huacas de Moche y Ga-
lindo. En todos ellos es recurrente la pre-
sencia del patio como elemento nuclear de
la vivienda y como espacio de cocina. Sin
embargo, en Huacas de Moche los patios
centrales de las residencias presentaban
banquetas laterales y eran accedidos me-
diante corredores que los conectaban a las
calles de la red urbana. En Galindo por su
parte se encuentran casos de viviendas con
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 73
dos patios, uno dedicado a la preparación de
alimentos y otro conteniendo banquetas
techadas (Bawden 1982: 310). Un rasgo
particular de la residencia en Pampas La
Esperanza son los depósitos, ubicados en
varios lados del conjunto y no en hileras
contiguas como en los conjuntos domésti-
cos de Huacas de Moche.
Figura 15: Bordes de cantaros domésticos de
vivienda Moche en Pampas La Esperanza (Fuente:
Cossio et al. 1997: Fig. 8)
Caminos entre Cerro Campana y Cerro
Cabras y el sitio de Río Seco
Beck (1979: 82-89, Figs. 14-15) inves-
tigó el sistema de caminos prehispánicos
que se iniciaba junto al flanco este de Cerro
Cabras para continuar por varios kilómetros
al noroeste rumbo al valle de Chicama (Fig.
16). Esta ruta de tráfico fue usada inten-
samente en el Período Intermedio Tempra-
no, siendo cortada tardíamente por las
construcciones Chimú del Canal Intervalle
de irrigación La Cumbre y de la muralla de
piedra que corre entre Cerro Campana y el
flanco este de Cerro Cabras.
Figura 16: Caminos prehispánicos en el área entre
Cerro Campana y Cerro Cabras (Fuente: Beck
1979: Fig. 15)
En la sección meridional de esta parte
periférica del valle bajo de Moche, Beck
identificó seis caminos, la mayoría con
trayectorias de sureste a noroeste y que en
varios casos corrían en paralelo. Los Cami-
nos 2 y 5 fueron las vías principales. El
Camino 2 se hallaba en el extremo sur de la
ruta y se iniciaba cerca al cauce de la
Quebrada de Río Seco, pudiendo haberse
conectado originalmente con la ruta este-
oeste que cruza el área de San Idelfonso. El
Camino 5 era de marcada trayectoria recti-
línea y se iniciaba en el abra al este de
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
74 • Centro de Investigaciones Precombinas
Cerro Cabras. Los Caminos 3 y 4 eran para-
lelos al Camino 5, y parecen versiones tem-
pranas y más cortas de este último. El
Camino 1 en cambio corría por los flancos
este y sur de Cerro Cabras, dirigiéndose
hacia el área de Huaca Florencia de Mora,
mientras que el Camino 6 pudo ser una ruta
de ingreso hacia la parte alta de la Quebrada
de Río Seco.
El Camino 5 fue la vía principal de la
zona durante el Período Intermedio Tem-
prano y se asociaba directamente al asenta-
miento Moche de Río Seco, identificado
por Beck (1979: 84-85) como Sitio B (o
H1929). La contemporaneidad entre el sitio
de Río Seco y el Camino 5 indicaría que
esta vía estuvo en uso al menos desde tiem-
pos Moche III (Beck 1979: 84), empleán-
dose también durante el Período Intermedio
Tardío. La ubicación del asentamiento Mo-
che en proximidad al punto donde termina
la parte mejor conservada del Camino 4
puede indicar una relación entre el aban-
dono de esa vía y la aparición de esta con-
centración de estructuras.
Entre los Sitios A y B se encuentra una
estructura rectangular de piedra asociada al
Camino 4, esa edificación fue excavada por
Bankes (1971: 120) y pertenece a la mani-
festación Cupisnique del Horizonte Tem-
prano, con reocupaciones Gallinazo y Mo-
che. La proximidad entre el Camino 4 y el
edificio Cupisnique, y la ocurrencia de
aluviones observada en ese camino pero no
en el Camino 5 indican que la ruta inter-
valle al este de Cerro Cabras estuvo en uso
durante el Horizonte Temprano. El Camino
5 formó parte de la ruta de los Moche hacia
el valle de Chicama (Beck 1979: fig. 14),
sin embargo a 8 km al norte de Cerro
Cabras este camino deja de ser evidente,
por lo cual Beck considero que probable-
mente continuaba hasta unirse con los
Caminos 7 y 8 del mismo sector (de 7 y 3
km de largo respectivamente), que muestran
una orientación similar a la del Camino 5 y
que se proyectaban hacia la margen del área
agrícola en el lado sur del valle bajo de
Chicama.
El asentamiento de Río Seco cubre un
área de 260 m por 60 m y comprende dos
hileras de recintos rectangulares, elaborados
con piedras y barro y ubicados a cada lado
del Camino 5 (Fig. 17), el cual presenta 15
m de ancho al interior de la aldea, amplián-
dose hasta 25 m en otras partes de su
trayectoria. Dos estructuras fueron excava-
das por Bankes (1971), quien encontró frag-
mentos de cerámica mayormente Moche
IV, y en menor proporción Moche III y
Chimú. Más recientemente, Carlos Deza y
Marco Rodríguez (2003: 271- 273) pros-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 75
pectaron el sitio, señalando que la mayoría
de muros fueron elaborados con cantos
rodados que formaban un doble paramento
con rellenos interiores de tierra, ubicando
también una estructura de 1 m por lado
construida con adobes, aunque no especifi-
caron la ubicación exacta de esa construc-
ción (Deza y Rodríguez 2003: 270).
Figura 17: Sitio Moche de Río Seco (Fuente: Deza y
Rodríguez 2003: 266)
El sitio muestra dos tipos de estructuras
morfológicamente diferentes. El primer
grupo se concentra en el lado este del
camino y comprende al menos dos conjun-
tos separados por una depresión del terreno,
con acceso directo al camino y con múlti-
ples recintos distribuidos alrededor de un
patio abierto. Ambos conjuntos se ubican
en el extremo sureste del sitio y miden 20
por 15 m. Otro probable conjunto se ubica
al noreste del asentamiento y mide 25 por
20 m, aunque presenta menos divisiones
internas. El segundo grupo de estructuras se
localiza al oeste del camino y está formado
por dos grupos alargados (40 m por 8 m y
60 m por 8 m) de recintos pequeños conti-
guos y de diverso tamaño, que cubren los
extremos de esa parte de la aldea. Un tercer
grupo de amplias estructuras rectangulares
ubicadas al oeste del sitio pudieron servir
como áreas abiertas o corrales.
En la superficie de los recintos se pre-
senta fragmentaria cerámica, con partes de
cántaros domésticos o deco-
rados, cántaros escultóricos,
botellas de asa estribo o de
asa lateral, ollas, y figurinas
moldeadas, así como restos
orgánicos de especies mala-
cológicas terrestres y marinas, y en menor
proporción de mamíferos terrestres. Deza y
Rodríguez (2003: 268) señalaron el proba-
ble uso doméstico del primer grupo de
construcciones, así como la función del si-
tio como un puesto de control y aprovisio-
namiento del trafico intervalle.
Prácticas funerarias
Los contextos funerarios Moche registra-
dos por arqueólogos y publicados hasta la
fecha para la margen norteña del valle bajo
de Moche son sumamente escasos, y se
limitan a los entierros documentados por el
Chan Chan-Moche Valley Project (Donnan
y Mackey 1978) durante los años de 1969 y
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
76 • Centro de Investigaciones Precombinas
1974 en los sectores de Huanchaco y Caba-
llo Muerto. Por ese motivo reunimos en esta
sección las referencias a contextos funera-
rios del Período Intermedio Temprano do-
cumentados en valle bajo de Moche así
como aquellos procedentes de Huanchaco y
que han sido referidos como asociados a la
tradición cultural Gallinazo.
Entierros Gallinazo en Huanchaco
Durante las investigaciones realizadas a
fines de la década de 1980 por el Instituto
Nacional de Cultura-La Libertad y la Uni-
versidad Nacional de Trujillo en el sector
de Huanchaco conocido como Pampa La
Cruz o La Poza se documentaron dos con-
textos funerarios que han sido interpretados
como pertenecientes a la sociedad Gallina-
zo.
El primero entierro fue excavado por
Sánchez y Tinta (1990), y consistió en una
tumba de fosa definida por un muro bajo de
piedras y que contenía los cuerpos de dos
adultos y ofrendas cerámicas del estilo Ga-
llinazo. Ambos individuos carecían del
cráneo, pero sus cuerpos se hallaban articu-
lados y fueron dispuestos en sentido norte-
sur. La fotografía publicada de este contex-
to (Barr 2000: Foto 5) permite apreciar que
uno de ellos yacía casi completamente ex-
tendido, conservando sus vértebras cervica-
les, y con los brazos a los lados del cuerpo,
mientras que el segundo personaje estaba
apoyado sobre su lado derecho, con las
piernas semiflexionadas, el brazo derecho al
costado del torso y el brazo izquierdo dis-
puesto en ángulo recto sobre el pecho. Tam-
bién se observa la presencia de una man-
díbula, ubicada en proximidad al primer
individuo.
El segundo contexto registrado en 1989
por los arqueólogos Genaro Barr y Jorge
Sachún pertenecía a un adolescente de 12
años, que fue inhumado, posiblemente al
interior de una fosa, en un pequeño recinto
identificado tentativamente como un “recin-
to abastecedor”, que contenía vasijas do-
mésticas y fogones y que fue ubicado a 170
m al este del edificio platafórmico denomi-
nado Montículo 1 (Barr 2000: Figs. 4 y 5).
Este entierro se caracterizó por presentar el
fondo de una gran vasija llana como soporte
para el cuerpo del individuo, el cual mos-
traba las piernas fuertemente plegadas hacia
el lado izquierdo del torso y los brazos do-
blados en ángulo recto sobre el abdomen
(Barr 2000: Foto 7). Los dos contextos
funerarios descritos aparecen identificados
como pertenecientes a la cultura Gallinazo,
sin embargo esta interpretación ha sido
cuestionada en los últimos años, y amerita
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 77
una nueva evaluación donde se destaquen
las particularidades del tratamiento mortuo-
rio en estos entierros, su asociación estrati-
gráfica y la presentación completa de los
materiales registrados como ofrendas y co-
mo parte del relleno de las tumbas.
Entierro en Caballo Muerto
El único entierro Moche reportado hasta
ahora en el sector limítrofe con el valle
medio correspondía a una mujer joven se-
pultada en una fosa simple, al interior de un
recinto amplio localizado en el flanco
noroeste del cerro donde se ubica Huaca
Guabalito (Donnan y Mackey 1978: 22, 81-
85). El cuerpo estuvo colocado en posición
decúbito dorsal, orientado de noreste a
suroeste, y con la cabeza dispuesta hacia el
oeste (Fig. 18). La mano derecha yacía
sobre la región pélvica. Las ofrendas mor-
tuorias de este personaje consistieron en
tres láminas circulares de cobre dobladas y
colocada en la boca y junto a cada mano,
tres cántaros finos (dos con pintura crema,
roja y negra orgánica y uno con engobe
llano crema) dispuestos junto a las extremi-
dades inferiores, y una botella de asa estribo
Moche III localizada junto al cráneo, está
última pieza se hallaba junto a la cabeza y
estuvo decorada con la representación pic-
tórica de animales con extremidades cortas
y robustas y de cola larga y ancha.
Figura 18: Entierro M-III 4 de Caballo Muerto
(Fuente: Donnan y Mackey 1978: 83)
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
78 • Centro de Investigaciones Precombinas
Entierros en Huanchaco
La mayoría de datos sobre las prácticas
funerarias Moche para el lado norte del
valle bajo de Moche proceden de intervén-
ciones arqueológicas en la localidad litoral
de Huanchaco, específicamente en el sitio
Pampa La Cruz. Antes de iniciar la descrip-
ción de los contextos funerarios Moche de
Huanchaco debemos revisar la información
pertinente a las evidencias habitacionales en
la zona de Pampa La Cruz, las cuales inclu-
yen al Montículo 1, muros perimetrales de
piedra, construcciones menores, y restos de
campos de cultivo y canales de riego.
Si bien el número de trabajos inéditos en
Huanchaco supera al de aquellos publica-
dos, es posible reconocer la existencia de un
asentamiento importante, parte de cuyas
estructuras aparecían en superficie hacia
1980, y que ha sido severamente afectado
por la expansión urbana. Uno de los secto-
res con arquitectura excavado en 1989 (Barr
2000: 18-19) presentó como principales
evidencias un ambiente de 6 por 2 m,
delimitado por muros de cantos rodados
unidos con barro y que mostraba un piso de
tierra conteniendo zonas de combustión,
concentraciones de desechos orgánicos, una
serie de cántaros de cuello convergente o
recto evertido, así como el entierro de un
individuo juvenil (Barr 2000: Fotos 6a-b,
7). La cerámica completa hallada en este
recinto careció de decoración moldeada, y
aunque ha sido descrita como perteneciente
al estilo Gallinazo ciertamente comparte
rasgos formales con algunos componentes
de la cerámica doméstica del sitio de Hua-
cas de Moche. Otros trabajos desarrollados
por entonces en Pampa La Cruz condujeron
al registro de secuencias estratigráficas de
hasta 3 m de profundidad con materiales
cerámicos Salinar y Gallinazo Temprano,
consistentes en los tipos Blanco sobre Rojo,
Castillo Modelado y Castillo Inciso (Men-
doza et al. 1989; Sánchez y Tinta 1990;
Barr 2000: 17-18).
Dos décadas antes, en 1969 un grupo de
entierros Moche IV fue excavado en la mis-
ma zona arqueológica de Huanchaco (Don-
nan y Mackey 1978: 17, 188-207). Estos
entierros se hallaban al interior de otro
sector arquitectónico aparentemente domés-
tico, localizado a 50 m al noreste del recinto
publicado por Barr (2000: Fig. 5) y cons-
truido con piedras y mortero de barro y que
estuvo dotado de recintos amplios y meno-
res, pequeños “depósitos” rectangulares, un
corredor central y vasijas domésticas dis-
puestas al interior de los ambientes. Dos de
los contextos funerarios correspondieron a
cámaras mortuorias rectangulares construi-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 79
das con piedras. A pesar que la ocupación
Moche en Huanchaco se prolongó entre las
Fases III y IV (Donnan y Mackey 1978:
189), los entierros de la Zona B correspon-
dieron solo a la Fase IV.
Figura 19: Entierro M-IV 25 de Huanchaco
(Fuente: Donnan y Mackey 1978: 201)
Tumbas de cámara
Las dos cámaras funerarias fueron elabo-
radas con revestimiento de cantos rodados,
habiendo sido dispuestas en grandes fosas
que rompieron los pisos de barro y los
niveles de relleno subyacentes hasta alcan-
zar la capa de arena estéril. La primera
cámara (M-IV 20) midió 1.90 m por 0.75
m, y se orientaba de noreste a suroeste
(Donnan y Mackey 1978: 190-191). La
cubierta de la tumba estuvo formada por
varas de madera entrecruzadas, que sostu-
vieron los adobes que recubrían la boca de
la cámara.
El individuo inhumado fue una mujer
adulta y posiblemente embarazada al mo-
mento de su muerte, dispuesta con el cuerpo
extendido pero con el torso apoyado sobre
su lado derecho, con la cabeza orientada al
noreste. Las ofrendas incluyeron un cántaro
pintado con pequeños diseños escalonados
y un artefacto de cobre en forma de aro
colocado al interior de la boca. El cuerpo
habría estado envuelto en textiles.
La segunda cámara (M-IV 25) fue pecu-
liar, debido que además de contener el cuer-
po de un adulto probablemente masculino
como personaje central incluyó la osamenta
de una mujer adulta (M-IV 28) y dos fetos
(M-IV 26 y 27) (Fig. 19). La estructura
presentaba un eje noroeste-sureste, y media
2.00 m por 0.75 m, con 0.60 m de profun-
didad (Donnan y Mackey 1978: 200-207).
El individuo principal fue sepultado en po-
sición extendida, con la cabeza orientada al
sureste, presentando objetos de cobre en la
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
80 • Centro de Investigaciones Precombinas
boca y en las manos. Estuvo flanqueado por
los cuerpos de los nonatos, en posiciones
aparentemente similares a la del adulto. Los
restos del personaje femenino en cambio se
hallaban sobre el muro sur de la cámara, y
fueron objeto de manipulación con fines de
desmembramiento y extracción de partes
corporales, faltándole el cubito y el radio de
ambos brazos, el húmero y el omoplato
izquierdos, el sacro, vértebras y ambas ma-
nos. Las manos de la mujer pudieron ser
colocadas como ofrendas al interior de la
cámara, la cual contenía tres manos adicio-
nales (articuladas y posiblemente secciona-
das aun con tejidos musculares), dos de
ellas dispuestas junto a aquellas del perso-
naje central (Donnan y Mackey 1978: 206).
El ritual funerario en esta tumba se inició
con la dispersión de arena amarilla fina
sobre el fondo de la cámara. Tras colocarse
los cuerpos del hombre y los nonatos, posi-
blemente sobre esterillas, se dispusieron
como ofrendas las cabezas y extremidades
de dos camélidos, las tres manos humanas
cortadas, pequeños animales dispuestos jun-
to al muro oeste, y diez vasijas (dos flore-
ros, cuatro cántaros pintados, un cántaro
efigie, dos cántaros domésticos y una bote-
lla antropomorfa) (Fig. 20). La mayor canti-
dad de vasijas, los cráneos de camélido, y
una de las manos seccionadas fueron colo-
cados en el lado sur de la tumba. La cubier-
ta de la estructura mortuoria incluía varas
de madera transversales al eje de la tumba y
una larga sobrecubierta de cañas. Los hue-
sos desarticulados de la mujer fueron colo-
cados sobre el borde del lado sur de la
tumba, al exterior de la cubierta de caña y
estuvieron acompañados por el cráneo de
un camélido y una botella de asa estribo.
Figura 20: Cerámica del Entierro M IV de
Huanchaco (Fuente: Donnan y Mackey 1978)
Entierros en fosas
En un ambiente distinto a aquellos con-
teniendo las cámaras funerarias se regis-
traron cuatro tumbas de fosa, que fueron
rellenadas con arena después de la coloca-
ción de los cuerpos. Todos estos entierros
se orientaban de noroeste a sureste, con los
cráneos dispuestos hacia el sur (Donnan y
Mackey 1978: 192-199). Dos de ellos
correspondían a una mujer y a un hombre
que debieron haber sobrepasado los 55 años
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 81
de edad. El varón (M-IV 22) presentaba las
manos sobre la pelvis y estuvo envuelto en
textiles y juncos no entretejidos, con el
rostro cubierto por un tejido fino, presen-
tando como únicas ofrendas láminas de co-
bre sobre la nariz y en una de las manos. La
mujer anciana (M-IV 21) estuvo envuelta
en una esterilla, presentaba los antebrazos
doblados en ángulo recto sobre el abdomen,
y no recibió ofrendas de cobre sino de tres
mates (uno de ellos en posición invertida y
cubriendo parte del cráneo) y una botella de
pico recto y asa lateral, objetos que fueron
colocados junto a su cabeza.
Las otras dos tumbas de fosa correspon-
dieron a individuos infantiles. El primero
(M-IV 23) fue sepultado con objetos de
cobre en la boca en cada mano, envuelto en
textiles y en juncos, y presento como ofren-
da una botella similar a aquella ofrendada a
la mujer anciana, dispuesta junto a sus pies.
Un infante (M-IV 24) yacía cerca a la cabe-
za del niño anterior. Este último individuo
se asociaba a pequeñas piezas de cobre
colocadas en el relleno de arena sobre y ba-
jo el niño, el cual fue envuelto en textiles.
Comparaciones de los contextos funerarios
Los entierros de Caballo Muerto y Huan-
chaco evidencian un tratamiento funerario
básicamente indistinto de aquel registrado
en Huacas de Moche. La disponibilidad de
cobre en el contexto funerario de Caballo
Muerto no difiere de aquella observada en
las tumbas de Huanchaco, habiéndose
ofrendado en ambos sectores principalmen-
te piezas sencillas de cobre laminado dis-
puestas junto al cadáver. Las ofrendas cerá-
micas también son similares a las halladas
en tumbas de Huacas de Moche (Donnan y
Mackey 1978: 92-187; Chapdelaine 2003:
Lám. 22.4), presentándose claras afinidades
formales entre la cerámica funeraria Moche
III y IV de estos sectores y las del sitio
primario, semejanzas que incluyen una ico-
nografía con motivos como la cuerda pinta-
da bajo al cuello de cántaros, motivos ser-
pentiformes, y figuras en S o escalonadas.
La variabilidad en la orientación mortuo-
ria de los cuerpos es aún difícil de evaluar
debido al tamaño reducido de la muestra de
entierros para el lado norte del valle bajo.
Las orientaciones de los cráneos al sureste,
suroeste y al noreste que fueron registradas
en el litoral y al interior de la margen norte
del valle también aparecen en la muestra
mucho más extensa de Huacas de Moche
(Tello et al. 2003: Cuadro 5.1), existiendo
en ambos grupos un predominio en la po-
sición extendida dorsal de los cuerpos así
como en la posición de la cabeza hacia el
sur.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
82 • Centro de Investigaciones Precombinas
LA ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTI-
CA MOCHE EN LA SECCIÓN NORTE
DEL VALLE BAJO DE MOCHE
Las ocupaciones previas: Periodo Inicial
y Horizonte Temprano (1800-200 a.C.)
Durante el Período Formativo la margen
norte del valle bajo de Moche presentaba
ocupaciones permanentes importantes en su
sección oriental, donde se erigieron los edi-
ficios monumentales que forman el Com-
plejo Caballo Muerto. En la sección oriental
también existió una ocupación del Período
Inicial en Gramalote (Briceño y Billman
2008), un sitio habitacional localizado sobre
la terraza marina de Huanchaco. La ocupa-
ción frente al litoral de Huanchaco formaría
en adelante un continuo hasta el presente,
sucediéndose en el área el asentamiento de
pobladores Salinar, Gallinazo, Moche y
Chimú Este hecho evidencia la importancia
de los pescadores y agricultores en hoyas
húmedas en la formación de entidades loca-
les muy posiblemente autónomas de aque-
llas del interior del valle, directamente vin-
culadas al funcionamiento de la sección
alta del Canal La Mochica y del Canal
Moro (Moseley y Deeds 1982: 35-36).
Los canales Cupisnique en la margen
norte del valle bajo pudieron haber conti-
nuado en uso durante la ocupación Salinar
de fines del Horizonte Temprano, pero se
carece de datos específicos sobre ello. Evi-
dencias Salinar en forma de restos habita-
cionales, contextos funerarios y cerámica
diagnóstica doméstica o decorada han sido
documentadas en Huanchaco (Barr 2000:
14-15, 17; Donnan y Mackey 1978; Pimin-
chumo 2001) y en Caballo Muerto, particu-
larmente en la denominada Huaca Herede-
ros Chica (Chauchat y Guffroy 2003). La
baja frecuencia de evidencias Cupisnique y
Salinar en gran parte del valle bajo entre el
litoral y Laredo puede ser el resultado de
factores como el posterior uso agrícola
intensivo de la llanura, la acumulación de
depósitos de arena eólica y sedimentos, y la
carencia de investigaciones, pero la deter-
minación de la densidad demográfica local
durante ambas ocupaciones solo podrá ser
evaluada a tráves de excavaciones profun-
das en este sector. La margen norte del
valle bajo careció de un sitio residencial
comparable a Cerro Arena, el principal sitio
habitacional Salinar en el lado sur del valle
(Brennan 1980).
El Período Intermedio Temprano y los
inicios del Horizonte Medio (300-750
d.C.)
Aunque los canales La Mochica y
Vichanzao aparecen asociados principal-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 83
mente a sitios con materiales Moche, es
necesario recordar la presencia en el litoral
de Huanchaco de una ocupación con evi-
dencias cerámicas y funerarias que han sido
asociadas al estilo Gallinazo. Como se indi-
có en una sección anterior, ahora se recono-
ce la existencia de una identidad compartida
por las diversas poblaciones regionales de
inicios del Período Intermedio Temprano,
expresada en formas comunes de cerámica
de uso cotidiano y en producciones artesa-
nales distintivas y más especializadas vin-
culadas a las élites y a las actividades
ceremoniales.
Este aspecto implica el problema de la
afiliación étnica y política de los produc-
tores de la cerámica Castillo Modelado y
Castillo Inciso registrada en Huanchaco en
la década de 1980. Las vasijas recuperadas
entonces en rellenos y al interior de un
recinto y que han sido identificadas como
Gallinazo carecen de decoración moldeada
y presentan aplicaciones modeladas y dice-
ños punteados e incisos. Precisamente, este
tipo de vajilla de uso frecuentemente do-
méstico, aunque ocasionalmente también
funerario, aparece entre los valles del Alto
Piura y Lambayeque hasta Santa y Nepeña,
y formaría un continuo en las tradiciones
alfareras regionales desde fines del Hori-
zonte Temprano hasta inicios del Horizonte
Medio. Debido a las escasas referencias al
hallazgo de vasijas con decoración en pintu-
ra negativa, no es posible aun definir si
todas esas evidencias se asociaban a una
ocupación no-Moche. Asimismo, se debe
considerar que parte de la cerámica “Galli-
nazo” de Huanchaco (Barr 2000) pertene-
cería a una ocupación doméstica local que
formó parte de un asentamiento más exten-
so que experimentó hacia mediados del
Período Intermedio Temprano una fuerte
interacción con los sitios principales Moche
del valle (circa 200 a.C.-600 d.C.), y que
pudo mantener algunos rasgos culturales
distintivos perceptibles en prácticas funera-
rias y en la alfarería de uso cotidiano.
A partir de mediados del Período Inter-
medio Temprano aparecieron sitios habita-
cionales e instalaciones de pobladores em-
pleando artefactos cerámicos en el estilo
Moche en Caballo Muerto, Laredo, las
pampas eriazas marginales ubicadas desde
El Porvenir hasta La Esperanza y Río Seco,
y en la zona costera de Huanchaco. Esta
ocupación habríase relacionado a la extrac-
ción de recursos marinos, de quebradas y
lomas, y al control de los caminos hacia el
mar y el valle de Chicama, pero sin duda la
explotación de nuevos campos agrícolas fue
el principal factor en juego para la pobla-
ción involucrada. Durante el Período Inter-
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
84 • Centro de Investigaciones Precombinas
medio Temprano el valle de Moche pudo
presentar 13000 Ha de tierras irrigables en
condiciones optimas (Billman 2002: 380,
384). Con 7000 Ha cultivables, la margen
norte y baja contenía el 65% de las tierras
agrícolas del sistema (Moseley y Deeds
1982: Tabla 2.1; Billman 2002: 395), adqui-
riendo un alto potencial económico y polí-
tico en el panorama local y regional entre
los años 400 a 750 d.C. (según las eviden-
cias cerámicas de sus asentamientos). Aun-
que son necesarias mayores investigaciones
respecto a la cronología y el patrón de asen-
tamientos en el área, es posible afirmar que
en la segunda mitad del Periodo Intermedio
Temprano la economía y la distribución
poblacional en el lado norte del valle bajo
adquirieron un rol importante en las estruc-
turas organizativas y de poder de todo el
valle de Moche.
El asentamiento más relevante de esta
zona fue Huaca Florencia de Mora, un asen-
tamiento con arquitectura corporativa y de
rango secundario dentro del valle. Sin em-
bargo aún no se ha aclarado la naturaleza
exacta de su interacción con el resto de
asentamientos en el área y si todos ellos
fueron ocupados sincrónicamente. Por su
menor extensión y carencia de plataformas,
Huaca San Idelfonso pudo ocupar una
posición terciaria, controlando parte del
área irrigada por los canales Vichanzao y
La Mochica. Debido a su ubicación cerca a
la parte media del valle, San Idelfonso pudo
constituirse en una zona de contacto con las
poblaciones de Laredo y Galindo, y a la vez
en un punto de ingreso desde el interior del
valle hacia Huaca Florencia de Mora, y las
rutas a Chicama. La comunidad de pesca-
dores y agricultores de Huanchaco debió
representar otro centro terciario, con un
carácter distintivo dado su rol como provee-
dor de recursos marinos y su mayor anti-
güedad frente a los sitios del área antes
eriaza.
¿Cual fue el origen del sistema de asen-
tamientos Moche en la banda norte del valle
bajo y como funcionó a lo largo de su
existencia? Para tratar esos temas debemos
tocar las revisiones recientes a la cronología
y la organización sociopolítica Moche local.
Las prospecciones y excavaciones en el
valle de Moche indican un proceso de
fuerte centralización política endógena a
partir del año 300 d.C. (Bawden 1994b;
Billman 2002; Chapdelaine 2003: 271-279).
El esquema interpretativo vigente indica
que la colonización de los sectores agrícolas
ganados al desierto mediante irrigación arti-
ficial en la margen norte baja habríase
originado en una presión demográfica sobre
las zonas ya ocupadas del valle y en la con-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 85
solidación del poder económico y prestigio
de los lideres del valle bajo sureño.
El modelo implícito en estas interpreta-
ciones incorpora la posesión estatal y el
otorgamiento de grandes extensiones de
terreno a líderes de linajes de elite, asocia-
ciones religiosas o corporaciones de espe-
cialistas vinculados directamente a los go-
bernantes de un asentamiento dominante.
Esta posibilidad se basa en la interpretación
usual de la aparición de grandes canales de
irrigación como resultado del interés de una
organización sociopolítica compleja por
ampliar su base económica. Los sitios loca-
les con arquitectura monumental y adobes
marcados también son considerados en esta
perspectiva como evidencia del tributo
laboral de distintas comunidades ante una
autoridad central que auspiciaba y dirigía la
construcción. El candidato principal de esta
autoridad es el sitio de Huacas de Moche (a
7.5 km al sur de Huaca Florencia de Mora),
considerando su cronología, la similitud de
su cultura material con los sitios entre
Laredo y Huanchaco, y la indudable posi-
ción primaria que adquiría en el valle.
En un reciente análisis de la relación
entre sistemas de irrigación y la organiza-
ción política prehispánica del valle de Mo-
che, Billman (2002: 393) señaló que la
construcción de los grandes canales de la
margen norte no fue un factor causal de la
centralización política Moche ocurrida en el
valle bajo hacia el siglo IV d.C. en torno a
Huacas de Moche; ello debido a la repre-
sentatividad menor de materiales Moche III
-el tiempo supuesto de la consolidación del
poder político de los líderes de Huacas de
Moche y de la asimilación o desalojo de las
poblaciones de filiación serrana del valle
medio- frente a las Moche IV. Según este
autor (Billman 2002: 392, 395), la expan-
sión agraria en la margen norte del valle
bajo ocurrió mayormente durante la Fase
Moche IV cuando los dirigentes del valle
habrían iniciado la movilización de la fuer-
za laboral rural como una forma de conso-
lidar su capacidad económica y prestigio
locales antes de emprender un programa
político más ambicioso de nivel regional.
La producción de los nuevos campos de
cultivo irrigados por el Canal Vichanzao
habría incrementado notablemente el poder
político y económico ya establecido de
Huacas de Moche, y consecuentemente su
capacidad de efectuar a escala intervalle los
mecanismos de reciprocidad y eventual do-
minio sobre otras organizaciones sociopo-
líticas.
La perspectiva de Billman incluye una
modalidad de tributo pagada según el ciclo
anual de las cosechas (u otorgada en forma
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
86 • Centro de Investigaciones Precombinas
de servicios) por 12700 a 18200 agriculto-
res colonos dependientes políticamente de
los gobernantes de Huacas de Moche
(Billman 2002: 395). Para este investigador
la formación de grandes extensiones de
nuevas tierras de cultivo no estuvo ligada a
la emergencia de un Estado en la parte baja
del valle de Moche sino que fue un fenó-
meno acaecido solo después de la consoli-
dación efectiva del poder político de los
gobernantes de Huacas de Moche. Conside-
rando la escasez de fechados radiocarbó-
nicos en la propia zona de la expansión
agrícola y el reconocimiento de la existen-
cia desde circa 350 d.C. de una anterior
presencia regional Moche III extensiva pero
discontinua (5) (con zonas al exterior del
valle de Moche
que presentaban fuertes
vínculos con las elites de Huacas de Moche,
como el valle bajo de Santa, Chapdelaine et
al. 2009) la relación entre la formación del
Estado en Huacas de Moche y la amplia-
ción del sistema hidráulico Vichanzao-La
Mochica debe ser mejor investigada antes
de que conozcamos con precisión la rela-
ción cronológica entre esos eventos.
La expansión agrícola Moche en la mar-
gen septentrional del valle bajo ciertamente
no fue motivada por una necesidad de
complementariedad ecológica, dada la re-
dundancia de recursos entre esa área y otras
partes del valle. Pero la producción del área
pudo ser orientada en gran parte a satisfacer
la demanda de alimentos para las activida-
des festivas y el consumo selectivo de re-
cursos y bienes por la población local y
muy posiblemente la población urbana
asentada en el sitio primario de Huacas de
Moche a solo 8 km al sur del área.
Los proyectos de intensificación de la
producción agrícola han sido señalados co-
mo una característica de las entidades esta-
tales andinas, en casos tan diversos como
los cultivos en camellones y cochas del alti-
plano de Tiwanaku (Kolata 1993) y las
irrigaciones de sectores eriazos en Lacra-
marca por los Moche de Santa (Chapdelaine
y Pimentel 2001, 2002) y en la propia
margen norte del valle bajo de Moche por
los Chimú (Moseley y Deeds 1982). En
estos y en otros casos se ha propuesto que
el incremento de la producción agrícola en
las nuevas áreas cultivables estuvo dedi-
cado al expendio de los grupos dirigentes y
solo en menor proporción al consumo de las
comunidades involucradas directamente en
la producción agrícola. Esta perspectiva sin
duda incorpora el tema del grado de inter-
dependencia entre autoridades y los grupos
de trabajadores encargados directamente de
ampliar la frontera agrícola, un punto difícil
de evaluar arqueológicamente en el propio
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 87
valle bajo de Moche debido al menor énfa-
sis puesto en el estudio de los asentamien-
tos menores y las propias áreas de produc-
ción agraria.
La irrigación de los terrenos eriazos en la
parte baja del valle de Moche lograda en la
segunda mitad del Periodo Intermedio Tem-
prano debió implicar un factor organizativo
determinante pero aún poco comprendido y
no siempre claramente perceptible en el
registro arqueológico: la interacción de los
agricultores del valle bajo y aquellos del
valle medio. Las poblaciones del valle me-
dio pudieron aprovechar en primer término
las aguas de los canales Vichanzao y La
Mochica, e hipotéticamente pudieron tener
control sobre y/o acceso directo a las boca-
tomas de dichos canales. Las disputas sobre
derechos de uso de aguas entre ambos gru-
pos debieron ocurrir sobre todo en tiempos
de sequía, cuando los campesinos de la zo-
na alta podían aprovechar en mayor grado
las escasas descargas de los canales (Bill-
man 2002). El mantenimiento del extenso
sistema agrícola Moche en la banda norte
del valle bajo de Moche, debió haber inci-
dido en la evolución de una estructura
administrativa interzonal que manejara la
distribución del recurso hídrico y/o la redis-
tribución de la producción agraria entre las
poblaciones implicadas, una estructura que
sin duda experimentó cambios especialmen-
te entre los siglos VII y VIII d.C. cuando la
zona de los canales pasó a hallarse dividida
entre el sector de valle medio dominado por
Galindo y el sector del valle bajo vinculado
a la entidad de Huacas de Moche.
La perspectiva actual sobre la formación
del sistema hidráulico en la margen norte
del valle de Moche acentúa el rol de direc-
tor del estado en sus orígenes, vinculando la
ampliación de los canales al fortalecimiento
progresivo del poder político y económico
de los líderes de Huacas de Moche. Pero no
debe descartarse que en algunos momentos,
como durante la emergencia del poder de
Galindo y la pérdida de control de Huacas
de Moche sobre la margen norte del valle
medio, existieran sectores de la margen nor-
te del valle bajo controlados por los jerarcas
locales así como zonas poseídas por comu-
nidades agrícolas y pescadoras asociadas a
esas elites por el acceso al agua de los
canales. La extensión de la zona ocupada
por los Moche en la margen norte del valle
bajo (120 km2) y el carácter abierto de gran
parte de esa llanura tienden a apoyar un
modelo de fuerte cohesión entre sus asen-
tamientos, pero dada la prolongación tem-
poral de la ocupación, la presencia de
aldeas relativamente alejadas de los sitios
con arquitectura monumental (en Pampas
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
88 • Centro de Investigaciones Precombinas
La Esperanza), y el conocimiento restringi-
do de la mayoría de sitios en el área debe
considerarse la posibilidad que algunas po-
blaciones rurales de la zona formaran rela-
ciones menos jerárquicas de lo que usual-
mente se supone con las élites de Huaca
Florencia de Mora y Huacas de Moche.
La ocupación terminal Moche de la
margen norte del valle bajo de Moche
La ocurrencia hacia fines del siglo VI
d.C. de fuertes Fenómenos El Niño y de
cambios climáticos asociados afectando al
territorio Moche fue propuesta en base al
análisis de muestras de hielo del Nevado
Quelccaya (Cuzco) y de diatomeas en depó-
sitos lacustres de Ecuador, que muestran
una sucesión de periodos fríos y una severa
sequía entre 562 y 594 d.C. (Moseley 1992:
209; Shimada et al. 1991). Durante esas
décadas la población del valle de Moche
debió dar frente a fuertes lluvias y el avance
de dunas de arena, que pudieron deteriorar
la infraestructura agrícola del lado sur del
valle (Moseley 1992: 211; Moseley y Deeds
1982: 37, 47) y que habrían incidido
también en la ocupación de la margen norte
(6). Las condiciones cambiantes del clima
registradas para fines del siglo VI no
ocasionaron el abandono de Huacas de
Moche, aunque es probable que fueron uno
de los factores causales de los cambios que
sucedieron por entonces al interior de este
centro urbano (Fig. 21), cambios que inclu-
yeron la clausura parcial de Huaca de la
Luna y una gran actividad constructiva en
Huaca del Sol y en la planicie ocupada por
conjuntos residenciales y talleres artesana-
les (Chapdelaine 2000; Uceda 2008).
La visión de los años 80´ del abandono
de Huacas de Moche hacia fines del siglo
VI d.C. esta siendo reemplazada por un
cuadro basado en mayores fechas de Car-
bono 14 y evidencias estratigráficas y arqui-
tectónicas que señalan una prolongación
Figura 21: El sitio de Huacas de Moche (Foto: J. Gamboa, 2008)
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 89
temporal de la ocupación del sitio. La po-
blación urbana de Huacas de Moche conti-
nuó fabricando la cerámica Moche IV hasta
aproximadamente el año 750 d.C. (Chap-
delaine 1998: 114, 2000: 137-139), con
fechados radiocarbonicos que indican su
parcial contemporaneidad con el tiempo de
ocupación de Galindo, el asentamiento prin-
cipal del valle medio, portador del estilo de
cerámica fina Moche V y cuyo periodo de
mayor desarrollo ocurrió entre los siglos
VII y VIII dC (Bawden 1982). Por su parte,
las investigaciones en el complejo de Huaca
de la Luna indican que su sector más
antiguo, formado por la Plataforma I, la
Plaza 1 y las estructuras inmediatamente
cercanas, fue clausurado por los Moches
tiempo después de la época de cambios
climáticos, habiéndose registrado el sella-
miento con adobes del único pórtico de
acceso a Plaza 1 (Gamboa 2005: 211;
Uceda y Tufinio 2003: 186). Este suceso se
relacionaría a la emergencia de la Platafor-
ma III, un nuevo edificio dentro del com-
plejo que fue decorado con murales, entre
los que destacaba la representación del tema
de la “rebelión de los artefactos” (Uceda y
Tufinio 2003: 215).
Es probable que paralelamente a los
cambios en la organización de Huacas de
Moche prosiguiera la expansión agraria en
el sector norte del valle bajo y el funcio-
namiento de sus aldeas y centros menores,
donde predominaban las vasijas producidas
en el estilo Moche IV. Sin embargo la cerá-
mica fina Moche V es un componente mi-
noritario en Huaca San Idelfonso (Gamboa
2006), Florencia de Mora (Pérez 1994: 229)
y Pampas La Esperanza (7) (Cossio et al.
1997: Fig. 20), e indica la interacción de
esos sitios con el sector del valle medio. Es
necesario recordar que el estilo Moche V
fue reproducido especialmente en vasijas de
uso ceremonial, como botellas, floreros,
cántaros y cuencos dotados de relieves o
pinturas en línea fina (Bawden 1994a,
2001), con cambios menos evidentes en la
cerámica de uso doméstico, lo cual significa
actualmente mayores dificultades para esta-
blecer en la zona una cronología relativa
basada en las formas de alfarería no deco-
rada.
La aparición de materiales de ambos es-
tilos en los sitios del valle bajo norteño
puede significar que los materiales Moche
V eran introducidos en la zona como bienes
de intercambio entre los pobladores locales
usuarios del estilo Moche IV y aquellos del
sector dominado por Galindo en el valle
medio (Fig. 22). Esta posibilidad deberá ser
evaluada en el futuro a través de una mejor
comprensión de las similitudes y divergen-
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
90 • Centro de Investigaciones Precombinas
cias en la cultura material de los sitios en
las secciones baja y media de la margen
norte del valle.
La ocupación terminal Moche en la mar-
gen norte del valle bajo deberá ser recon-
siderada teniendo en cuenta factores como
los cambios climáticos, un posible declina-
miento gradual en el control sobre el área
por los dirigentes afiliados a Huacas de
Moche, y la aparición de una nueva entidad
política autónoma en Galindo. La compa-
ración de fechados radiocarbónicos de di-
versos proyectos (Chapdelaine 1998, 2000:
134, 137-138; Lockard 2008: 278-281) ha
demostrado la coexistencia entre los años
600 y 750 d.C. de las entidades del valle
bajo (centralizada en Huacas de Moche) y
aquellas del valle medio (alrededor de Ga-
lindo), con ambos grupos mostrando estilos
emblemáticos distintivos y orientaciones
diferentes en organización socioeconómica
e ideológica. La presencia de cerámica vin-
culada a la tradición tecnológica y artística
de Galindo en los sitios de la margen nor-
teña baja indica que la población de esa
zona, además de sus contactos con el sitio
principal de Huacas de Moche, desarrollaba
también interacción con el asentamiento
dominante del valle medio. El acceso de la
población de la margen norte del valle bajo
norteño a la producción artesanal Moche V
de Galindo no debe hacernos excluir posi-
bles situaciones de conflicto entre ambas
zonas, especialmente por el control del agua
y de las tierras irrigables, un aspecto que
contribuiría a explicar la presencia de gran-
des murallas de piedra y adobe en sitios co-
mo San Idelfonso, Galindo y los cerros La
Virgen y San Lorenzo en Caballo Muerto.
El eventual despoblamiento del área irri-
gada por el canal Vichanzao parece indi-
cada por la escasez de materiales Chimú
Temprano, y es probable que la zona pre-
sentara baja densidad demográfica hacia
Figura 22: Sector de contacto entre los sectores bajo y medio de la margen norte del valle de Moche
(Foto: J. Gamboa, 2007)
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 91
fines del Horizonte Medio. Sin embargo, la
zona alimentada por el canal La Mochica
pudo continuar siendo ocupada durante el
Horizonte Medio. Haciendo un salto tempo-
ral se encuentra una nueva expansión de la
agricultura en la margen norte del valle bajo
como consecuencia de la ampliación de los
canales primarios durante el Periodo Inter-
medio Tardío. Pozorski (1987: 112) señala
que la máxima expansión de los canales
Chimú en el área fue anterior al periodo de
mayor expansión territorial del Reino Chi-
mú. El límite de la extensión de esos cana-
les habría sido alcanzado antes del año
1300 d.C., tiempo en el cual el área agrícola
experimento una reducción gradual tras
varios periodos de lluvias torrenciales.
Según los miembros del Proyecto Riego
Antiguo, después de 1300 d.C. y en coinci-
dencia con una etapa de conquistas regiona-
les (Mackey 1987: 122) los Chimú conti-
nuaron operando solo los canales del valle
bajo de Moche que rendían mayor usufruc-
to, como la Mochica y la parte alta del
Vichanzao, sucediendo una contracción de
las tierras agrícolas localizadas al norte de
Chan Chan, la capital Chimú. Este evento
fue denominado “el colapso agrario Chimú”
(Moseley y Deeds 1982: 43; Pozorski 1987:
113, 117-118) y ha sido considerado un
factor catalizador en el cambio en las estra-
tegias políticas y económicas que condu-
jeron al poder regional de este estado
prehispánico tardío. La reducción del área
agrícola en la margen norte del valle bajo
de Moche habría sido anterior o paralelo al
periodo de construcción de los conjuntos
arquitectónicos amurallados más extensos y
con diseño tripartito en Chan Chan (Po-
zorski 1987: 114) (8).
El caso prehispánico tardío conduce a
preguntarnos sí sucedió una reducción del
área irrigada por el Vichanzao tras la for-
mación de fuertes vínculos y posibles rela-
ciones de dominio entre el sitio de Huacas
de Moche y otros valles de la Costa Norte
meridional. En el presente no es posible dar
una respuesta satisfactoria a estas interro-
gantes.
FUNCIÓN DE LOS AMURALLA-
MIENTOS PREHISPANICOS EN LA
ZONA DE ESTUDIO
Rafael Larco Hoyle (2001) creía que los
Moche construyeron grandes murallas co-
mo parte de sus sistemas de defensa militar
y establecimiento de divisiones territoriales,
citando los casos de las murallas de Sala-
manca en Chicama, La Cumbre en el extre-
mo noroeste del valle bajo de Moche y la
muralla que corre sobre la margen norte del
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
92 • Centro de Investigaciones Precombinas
valle de Santa. Larco también observo que
algunas de estas construcciones presentaban
largas secuencias constructivas, incorporan-
do adiciones realizadas durante prolongados
períodos de tiempo. En ese caso la función
de las murallas pudo haber variado tempo-
ralmente, sirviendo durante algunas genera-
ciones como marcadores de divisiones terri-
toriales, y en otros períodos como estruc-
turas defensivas.
Figura 23: Muralla de Huaca San Idelfonso y
quebrada cercana (Foto: J. Gamboa, 2008)
Un punto de vista opuesto ha sido pro-
puesto por Piminchumo y Gálvez (2003),
quienes examinaron la muralla Chimú de
La Cumbre; estos investigadores han seña-
lado que en ese y en otros casos donde las
estructuras corren sobre áreas sometidas a
erosión por aluviones, las murallas forma-
ron parte de vastos sistemas de protección
para zonas dedicadas a la producción agrí-
cola, especialmente durante el periodo Chi-
mú (siglos X-XV d.C.). Este tipo de muros
habría servido principalmente para la
contención de las descargas de agua y lodo
provenientes de las quebradas activas du-
rante los Fenómenos El Niño, estando
dispuestos en sentido transversal y en la
parte baja de los cauces aluviales.
La muralla de San Idelfonso, mostrando
secciones de piedras, de adobe, y de piedra
con revestimiento de adobe es un buen caso
de estudio de esta temática. Por su ubica-
ción este muro monumental Moche no pro-
tegía al asentamiento de los aluviones origi-
nados en la quebrada próxima, cuyo cauce
es más profundo que el nivel general del
asentamiento. Asimismo, existen áreas al
oeste del muro donde el terreno es más
elevado que la muralla, formando colinas
alargadas paralelas a su lado occidental
(Fig. 23). Si la muralla hubiera tenido una
función protectora ante aluviones, esos ras-
gos naturales habrían sido adecuados para
su emplazamiento al brindar mayor eleva-
ción al muro. Nuestra idea es que la muralla
Moche de San Idelfonso formaba parte de
una demarcación territorial dentro del valle
bajo, con una comunidad asentada junto a
ella que pudo haber controlado los pasos
situados sobre el curso del Canal Vichan-
zao. Con casi un kilómetro de longitud el
muro monumental de este sitio debió haber
sido una manifestación imponente del con-
trol ejercido sobre el espacio geopolítico
local. La sección de la muralla de San
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 93
Idelfonso donde esta se presenta como una
estructura de piedra con revestimiento de
adobes podría ser, al menos parcialmente,
similar a la gran muralla dotada de parape-
tos, accesos restringidos y cúmulos de pro-
yectiles localizada en la base de Cerro
Galindo e interpretada por Theresa L. Topic
(1991: 237-239, Fig. 3) como una estructura
defensiva ante agresiones procedentes de la
zona de “chaupiyunga” (zona de 400 a
1500 msnm) en el valle alto de Moche. Solo
las excavaciones permitirán determinar sí el
gran muro de San Idelfonso pudo presentar
también un uso defensivo.
Por otro lado el conjunto de murallas en
la sección noroeste de Caballo Muerto sirve
para examinar un ejemplo prehispánico tar-
dío de cómo estas construcciones pudieron
conformar una delimitación física del espa-
cio con funciones secundarias para la con-
tención de aluviones. Las murallas de pie-
dra que ascienden las laderas de los Cerros
La Virgen, La Cruz y San Lorenzo forman
un sistema de muros de más de 3 km de
longitud, emplazado en un 60% sobre cres-
tas rocosas y puntos elevados de las laderas,
y que hipotéticamente debió ser construido
desde fines del Periodo Intermedio Tempra-
no hasta el Periodo Intermedio Tardío,
marcando una divisoria territorial entre las
comunidades Chimú de Galindo (Lockard
2008: 277, 280) y las de Cerro La Virgen y
el sector de Laredo. Sobre la cima de Cerro
La Cruz el segmento central de este sistema
de murallas se conecta a un espacio circular
parcialmente aterrazado, que pudo funcio-
nar como punto de control y convergencia
para las comunidades de la zona. El único
tramo principal de este grupo de muros que
fue construido sobre un área mayormente
plana fue la sección conocida como Muralla
de Huaca San Carlos (Piminchumo y Gál-
vez 2003: 19, 23). Las partes más bajas del
conjunto de murallas en Caballo Muerto se
situaban en la planicie agrícola ubicada en-
tre las montañas y sobre la pampa desértica
próxima a Huaca San Carlos, y solo esos
sectores bajos pudieron haber servido para
contener (al menos temporalmente) las des-
cargas aluviales de la Quebrada del León.
COMENTARIOS FINALES
Gran parte de la margen eriaza norte del
valle bajo de Moche no presenta evidencias
de ocupaciones permanentes extensivas del
Precerámico Tardío (circa 3000-1800 a.C.)
y del Horizonte Temprano (circa 1800-200
a.C.). No obstante, debido a la presencia de
rutas de tránsito intervalle y a las posibili-
dades de explotación de recursos en las
zonas de lomas y quebradas (estacional-
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
94 • Centro de Investigaciones Precombinas
mente o durante la ocurrencia de los Fenó-
menos El Niño), ese espacio desértico fue
sin duda conocido y manejado por las po-
blaciones asentadas en las áreas hasta
entonces irrigadas.
Durante el tiempo Moche se observan
los primeros intentos tanto de expandir la
frontera agrícola hacia esta área como de
crear un sistema de asentamientos perma-
nentes en su interior. Posiblemente como
reflejo de competitividad entre los grupos
de elite asentados en ambas márgenes del
valle medio y la parte cultivada del valle
bajo, uno de los principales intereses loca-
les de los líderes del sitio primario de Hua-
cas de Moche fue ocupar las planicies po-
tencialmente cultivables ubicadas entre el
Porvenir y Río Seco. Este proyecto dio
origen al reasentamiento de algunas pobla-
ciones en zonas colindantes o no a sus
lugares y modificó fuertemente el panorama
demográfico del valle de Moche. Esta colo-
nización agrícola estuvo también relaciona-
da a ensayos constantes de apropiación y
modificación física del paisaje a través de la
edificación de plataformas, muros monu-
mentales, caminos y cursos artificiales de
agua. La ampliación de los canales La Mo-
chica y Vichanzao y la aparición de asenta-
mientos de diversa magnitud en las nuevas
zonas cultivadas pueden ser interpretadas -a
partir de las evidencias registradas en esos
sitios pero también sobre los datos más
completos y abundantes de los asentamien-
tos mayores del valle- como hechos estre-
chamente vinculados a la consolidación del
control político y económico Moche en el
valle de Moche. Pero, dada la expansión
temporal de esta colonización (siglos V-
VIII d.C.) y el conocimiento superficial de
muchos de los sitios involucrados aun res-
tan por comprender muchos y diversos
aspectos de este proceso, entre ellos la cicli-
cidad de las prácticas agrícolas en las nue-
vas tierras, los tipos de cultígenos a los cua-
les esas áreas fueron dedicadas, y el grado
de autonomía de las comunidades locales.
La margen norte del valle bajo experi-
mentó un proceso de ocupación múltiple y
complejo por los Moche, con una primera
fase a inicios del Periodo Intermedio Tem-
prano de explotación del área irrigada por
La Mochica, y una fase posterior de expan-
sión de los Canales Moro y La Mochica
desde el área tradicional de cultivo de Lare-
do hacia las planicies de El Porvenir a La
Esperanza. El mayor crecimiento demográ-
fico del área ocurrió en la segunda fase,
durante la parte final del Período Interme-
dio Temprano y en la primera parte del
Horizonte Medio, cuando se desarrollaron
múltiples sitios con poblaciones usuarias de
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 95
los estilos cerámicos Moche IV y en menor
medida Moche V. La presencia de estos
asentamientos ha sido interpretada como
parte del proceso de emergencia de un esta-
do Moche al interior del valle pero, consi-
derando los nuevos datos, el estudio de la
organización sociopolítica Moche en la
margen norteña baja deberá incluir tanto a
Huacas de Moche como a Galindo como a
sitios implicados en la ocupación del área y
en el manejo de sus recursos agrícolas e
hídricos. En ese contexto, el abandono de
los campos de cultivo y los asentamientos
en la zona de máxima elevación de canales
en el valle bajo norte de Moche pudo ser un
componente primario en la serie de cambios
en la organización sociopolítica, la ideolo-
gía y la cultura material que marcaron la
historia Moche tardía en este valle.
El desarrollo de obras dedicadas a la
expansión agrícola ha sido señalado como
una característica de las entidades estatales
andinas. Pero un punto de vista opuesto y
que debe ser siempre considerado enfoca el
rol autónomo de las comunidades y su alta
capacidad organizativa y de fuerza laboral
para incrementar su base productiva. La
ocupación Moche en el área examinada en
este artículo brinda una valiosa oportunidad
para estudiar las relaciones entre comuni-
dades rurales y asentamientos principales,
en un proceso que marcó un hito en la
organización económica y política de la
Costa Norte Peruana prehispánica. No obs-
tante, mientras no conozcamos mejor a los
asentamientos implicados no comprenderé-
mos tanto las particularidades de su inte-
racción con los sitios mayores locales y la
zona donde se originaban los canales de
irrigación, como las diversas facetas de la
vida de quienes colonizaron esta parte del
valle bajo de Moche y dejaron las primeras
huellas de actividad humana permanente
sobre el área.
PROBLEMÁTICA DE CONSERVA-
CIÓN EN HUACAS FLORENCIA DE
MORA Y SAN IDELFONSO
El sitio arqueológico Huaca San Idel-
fonso está sometido a un creciente proceso
de expansión urbana, que implica tanto el
recorte del espacio donde se encuentran los
materiales arqueológicos como la destruc-
ción de las propias estructuras arquitectó-
nicas. Si bien el tendido de postes para
cables de alta tensión que se efectuó en
décadas pasadas sobre el área no afectó
directamente a la estructura principal del
sitio, aún no es previsible la repercusión de
obras públicas a efectuarse en el futuro en
torno al área arqueológica. El mayor riesgo
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
96 • Centro de Investigaciones Precombinas
para la integridad del sitio es el avance de
los asentamientos modernos cercanos del
sector Gran Chimú del Distrito El Porvenir,
cuyos pobladores extraen adobes en la
segunda sección de la muralla, habiendo pa-
sado durante los años 2009 y 2010 a
construir viviendas inicialmente precarias
junto a las edificaciones prehispánicas. Este
primer paso ha sido seguido por la habilita-
ción de un camino carrozable hasta la pro-
ximidad de la muralla arqueológica, y por
adicionales depredaciones de las estructuras
de adobe. El caso de Huaca Florencia de
Mora, un importante centro ceremonial Mo-
che depredado anteriomente y actualmente
en proceso de ser totalmente cubierto por
viviendas modernas, nos alerta del grave
peligro que corren los sitios arqueológicos
ubicados en el Distrito de El Porvenir.
En Huaca Florencia de Mora, donde en
la década de 1980 se destruyó gran parte de
un edificio platafórmico ya afectado por
saqueadores en la época colonial (Pérez
1994, Rischar et al. 1998), la extracción y
demolición de adobes por parte de los
pobladores que rodean al sitio se detuvo
tras las labores de rescate por parte del
Instituto Nacional de Cultura de La Liber-
tad (Pérez 1994: 231). El sitio quedó rodea-
do por casas y calles (siendo utilizado en
años recientes como espacio para el vertido
de desechos de construcción y basura),
habiendo pasado en los últimos años a
formar parte de la jurisdicción política del
Distrito de El Porvenir. Sin embargo, se
hallá en peligro potencial de ser nueva y
completamente invadida por los pobladores
cercanos. En el caso de Huaca San Idelfon-
so la protección del monumento arqueológi-
co y su entorno (Fig. 4 y 24) mediante el
trabajo conjunto de arqueólogos y autorida-
des locales puede ser una nueva oportuni-
Figura 24: Viviendas precarias modernas junto a Muralla de Huaca San Idelfonso
(Foto: J. Gamboa, 2008)
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 97
dad en la preservación del patrimonio
arqueológico en las áreas de rápido creci-
miento de la ciudad de Trujillo.
AGRADECIMIENTOS
El primer autor desea expresar su agrade-
cimiento a Tomás Campos, Álvaro Castañe-
da, María Chiroque, Niel Pajuelo, Víctor Pi-
minchumo, Ricardo Toribio y Percy Vilche-
rrez, arqueólogos de la Universidad Nacional
de Trujillo, por su apoyo en el reconocimien-
to de Huaca San Idelfonso. Santiago Uceda,
Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Carol
Mackey proveyeron de valiosas referencias
sobre la arqueología Moche y Chimú de los
valles de Moche y Santa. Asimismo Jason
Nesbitt hace presente su gratitud a Belkys
Gutiérrez, Segundo Vásquez y el equipo de
estudiantes de la Escuela de Arqueología de
la Universidad Nacional de Trujillo por su
apoyo a la investigación en Caballo Muerto.
Este artículo está dedicado a la memoria de
Agapito Gamboa Centurión, quien fue un
primer guía en el reconocimiento del ecosis-
tema de la Quebrada San Idelfonso. Erell
Hubert amablemente colaboró en la revisión
del texto presentado.
NOTAS
(1) La margen sur del valle bajo de Moche
presenta un relieve distinto a la contraparte
norteña. Su planicie está compuesta por dos
zonas llanas, separadas por los espolones
rocosos de Cerro Arena y Cerro Blanco. La
sección más interior corresponde a las Pam-
pas del Cacique, entre el lado sur de Cerro
Oreja y los flancos de Cerro Arena. La
segunda sección colinda con el mar y com-
prende el área entre Huacas de Moche y el
litoral. En épocas prehispánicas gran parte
de ambas zonas fueron cultivadas mediante
una red de canales que se extendían hasta
las áreas actualmente eriazas del sector Co-
nache. Sin embargo, la margen sur del valle
bajo no podía competir en extensión del
área agrícola con la margen norte, la cual
comprendía una extensión de tierras poten-
cialmente cultivables tres veces mayor.
(2) Los Fenómenos El Niño más fuertes en
tiempos modernos fueron los de 1925, 1983
y 1998-1999, durante estos períodos las
quebradas de la margen norte del valle bajo
de Moche condujeron agua y formaron
embalses que afectaron las zonas rurales y
urbanas de Trujillo. El Fenómeno El Niño
mejor documentado para tiempos prehispá-
nicos es el de 1100 d.C. (Nials et al. 1979a,
1979b; ver Chapdelaine 2000: 130 para su
impacto sobre la planicie de Huacas de
Moche), que afectó fuertemente a la parte
baja y media del valle durante la ocupación
Chimú.
Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt
98 • Centro de Investigaciones Precombinas
(3) La presencia de algunas especies de fau-
na como Coragyps atratus, Bubulcus ibis,
Athene cunicularia y Pillotis sp. en la Que-
brada de San Idelfonso está relacionada
también a la presencia de un extensa área de
acumulación de desechos al oeste de Huaca
de San Idelfonso. Beck (1979: 80) señaló
que en 1977 el área al oeste de la muralla de
piedra y adobe ya se encontraba convertida
en uno de los vertederos de desechos de
Trujillo.
(4) El sitio de Huaca San Idelfonso fue visi-
tado inicialmente por el autor entre los años
de 1997 a 1999, durante sus estudios en la
Escuela de Arqueología de la Universidad
Nacional de Trujillo. Entonces se pudo ob-
servar la extracción de adobes sobre un
segmento de 15 m de largo, en el cual se
hallaron adobes marcados con puntos cen-
trales o líneas diagonales.
(5) La existencia de un control territorial
Moche discontinuo fue adelantada por Shi-
mada (1987: 134-135). Los nuevos datos de
los valles de Santa (Chapdelaine 2008;
Chapdelaine y Pimentel 2000, 2001) y Virú
(Bourget 2003) tienden a consolidar esta
idea, pero reorientándola hacia un dominio
hegemónico discontinuo y complejo en la
parte meridional de la Costa Norte, con
sectores controlados por la entidad del valle
de Moche intercalados por las tierras de
otros grupos autónomos tanto Moche como
de identidad étnica distinta.
(6) Las oscilaciones climáticas detectadas
para la parte final del siglo VI d.C. estarían
relacionadas a las ceremonias de sacrificio
humano registradas en Plaza 3A de Huaca
de la Luna y que fueron ejecutadas durante
un período de fuertes lluvias (Bourget 1994,
1998).
(7) El posible fragmento Moche V registra-
do en Pampas La Esperanza por Cossio et
al. (1997: Fig. 20) pertenecería a una bote-
lla con el diseño pintado de una ola con
triángulo en la base y sobre una doble línea
horizontal. Este motivo es muy similar a los
registrados en la cerámica fina de Galindo
(Lockard 2008: Fig. 7).
(8) Las fechas sin calibrar de Carbono 14
para el sitio Chimú de Milagro de San José
en Pampas de Río Seco caen hacia 1255 +/-
80 y 1325 +/- 80 dne (Pozorski 1987: Tabla
2), indicando que ese centro administrativo
rural funcionó hacia la parte final de la má-
xima expansión agrícola Chimú en la mar-
gen norte del valle bajo de Moche.
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Contextos Funerarios Moche y “Gallinazo” en la margen norte del valle bajo de Moche
Tumba Ubicación Cronológica relativa Individuo/Edad
1.- Entierro doble Huanchaco “Gallinazo” Adultos *
2.- Tumba del
“Recinto abastecedor”
Huanchaco “Gallinazo” Femenino/juvenil *
3.- M-III 4 Caballo Muerto Moche III Femenino/adulto
4.- M-IV 20 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto
5.- M-IV 21 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto mayor
6.- M-IV 22 Huanchaco Moche IV Masculino/adulto
mayor
7.- M-IV 23 Huanchaco Moche IV Niño
8.- M-IV 24 Huanchaco Moche IV Infante (?)
9.- M-IV 25 Huanchaco Moche IV Masculino (?)/adulto
10.- M-IV 26 Huanchaco Moche IV Feto
11.- M-IV 27 Huanchaco Moche IV Feto
12- M-IV 28 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto Nota: * indica como fuente bibliográfica al artículo de G. Barr (2000). El resto de contextos funerarios
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RUMICHACA, UN SITIO DE PRODUCCION PARA
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Álvaro Hernán Castañeda Mesía
Centro de Investigación, Promoción y Desarrollo de la Región Norte
RESUMEN
Rumichaca es un sitio arqueológico ubicado en el distrito de Angasmarca, provincia de
Santiago de Chuco, departamento de La Libertad (Perú). Este sitio se compone de dos
plataformas; la Plataforma 1, es la más grande con forma elíptica y la Plataforma 2 es
más pequeña y de forma circular. Los materiales encontrados fueron cerámica, lítico y
material orgánico. Los materiales líticos están relacionados con la textilería, cestería y
procesamiento de pieles, entre otros. La cerámica diagnóstica permite establecer
relaciones con Cajamarca y Recuay.
Palabras clave: excavación, arquitectura, materiales líticos y cerámicos
ABSTRACT
Rumichaca is an archaeological site located at the district of Angasmarca, province of
Santiago de Chuco, department of La Libertad (Peru). The site is formed by two
platforms; Platform 1 is the largest one with elliptical shape and Platform 2 is smaller
and has circular shape. The materials found are pottery, stone tools and organic remains.
Lithic materials are related with textiles, basketry, leather processing and others.
Diagnostic ceramics allow to propose the existence of relationships with Recuay and
Cajamarca.
Key words: excavation, architecture, ceramic and lithic materials.
Álvaro Hernán Castañeda Mesía
109 • Centro de Investigaciones Precombinas
os trabajos en Rumichaca se reali-
zaron con el fin preservar los ma-
teriales que se encontraron en la
excavación para así poder estudiarlos poste-
riormente. A esto se lo denomina rescate,
donde el arqueólogo recolecta toda la infor-
mación posible de un sitio que va desapa-
recer. Con este fin nace el proyecto de res-
cate del sitio Rumichaca, en donde el
objetivo principal fue excavar, registrar y
catalogar los materiales.
Figura 1: Mapa de ubicación
Rumichaca está ubicado en el distrito de
Angasmarca, en la provincia de Santiago de
Chuco, departamento de La Libertad (Fig.
1). Su ubicación referencial posee las coor-
denadas UTM 9101324.41–9101233.69 N y
877395.30 – 827463.85 E.
El entorno de Rumichaca es netamente
andino, con quebradas escarpadas y profun-
das y colinas a modo de anfiteatros. Hay
una vegetación herbácea predominante en
la superficie, con algunos bosques pequeños
de eucaliptos.
Rumichaca se encuentra a una altitud de
3360 m.s.n.m. en la región altitudinal que-
chua. Según Pulgar Vidal (1987), ha sido
una región de gran desarrollo del hombre
andino, en su gran dimensión.
EXCAVACIÓN
Las excavaciones de Rumichaca se efec-
tuaron sobre un área de 3850 m². que fue
dividida en 46 cuadrículas, de las cuales
treinta y dos (32) fueron de 10 x 10 m, doce
(12), de 5 x 10 m. y dos (2) cuadrículas de
5 x 5 m. (Fig. 2).
El área arquitectónica es de 2872 m². La
misma contiene dos ocupaciones y tres ca-
pas estratigráficas. Estas son: la capa super-
ficial, compuesta de plantas y raíces, es de
color negro por la presencia de material
orgánico. La capa A, compuesta por algu-
nas raíces, es más clara que la anterior, gra-
nulosa y semicompacta. La capa B es más
suelta, granulosa y su color es un poco más
claro que el de la anterior; es la capa más
temprana del sitio. Ambas capas están defi-
L
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 110
nidas por ocupaciones. Finalmente la capa
C, es la capa con cenizas de los fogones.
Figura 2: Distribución de cuadrículas
DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA
Rumichaca está conformado por dos
plataformas, una de forma casi elíptica y la
otra de forma circular. La Plataforma 1, que
tiene forma casi elíptica, está formada por
cuatro recintos bien definidos y fue excava-
da por medio de cuarenta y dos (42) cua-
drículas. La Plataforma 2, con forma de
círculo, está conformada por ocho recintos
y fue excavada mediante cuatro (4) cuadrí-
culas (Fig. 3).
Rumichaca cuenta con dos capas de ocu-
pación; la primera es la capa B donde se
ubica la Plataforma 2 y los cuatro recintos
de la Plataforma 1. En esta primera ocupa-
ción se comenzó a cantear el cerro que
ocupa Rumichaca por el lado sur y, luego
de ello, se aterrazó el resto de ambientes. La
segunda ocupación corresponde a la capa A
y comprende las dos plataformas (1 y 2) en
su totalidad; en esta segunda ocupación se
termina de construir el resto de Rumichaca
(Fig. 4 y 5). Finalmente, en la Plataforma 2
se hallaron fogones en la capa C.
Figura 3: Plataformas del sitio (Plataforma 1 en
verde, Plataforma 2 en marrón)
MATERIALES ENCONTRADOS
Los materiales encontrados son muy di-
versos e incluyen cerámica, material lítico,
material orgánico y carbón. Entre ellos se
puede mencionar: fragmentos cerámicos
tipo Cajamarca con decoración pintada en
rojo y crema (Fig. 6), instrumentos musi-
cales como ocarinas y zampoñas (Fig. 7),
agujas (Fig. 8), hachas (Fig. 9) y porras de
piedra (Fig. 10). La suma de los hallazgos
de las dos plataformas resulta en un total de
ciento cincuenta (150) piezas. Hay que
Álvaro Hernán Castañeda Mesía
111 • Centro de Investigaciones Precombinas
Figura 4: Capa A
Figura 5: Capa B
resaltar que se encontró un tallado de piedra
que tiene la forma de una mujer que carga a
su hijo, imagen que tiene relación con el
Apu Katequil de San José de Porcón (Fig.
11) y un pendiente con forma de oso, que
probablemente sea el oso de anteojos (Tre-
marctos ornatos) (Fig. 12). Otro hallazgo es
la lúcuma (Poutería lúcuma), planta que
crece entre los 1000 y los 3000 m.s.n.m. en
la reserva de Calipuy ubicada en la Provin-
cia de Santiago de Chuco.
Los materiales líticos hallados son ele-
mentos que tienen mucha importancia ya
que sirvieron para realizar diferentes tareas
como la hilandería en tanto se encontraron
piruros y pesos para hilar. Las manos de
moler pudieron haber servido para moler
los trozos de arcilla para elaborar la cerá-
mica y también para moler granos en bata-
nes, morteros o molinillos. Otro elemento
digno de resaltar, por su variedad y
cantidad, son los cuchillos que contribuye-
ron al procesamiento de alimentos; también
hay raederas que sirvieron para sacar los
restos de material orgánico de las pieles,
escotaduras que se utilizaron como sierras
para sacar la corteza de algunos arbustos
para hacer cestas y lascas que fueron usadas
como elementos cortantes. Se observa la
presencia de material rehusado, lo que
indica que hubo elementos deteriorados que
les dieron otro uso, como núcleos o lascas.
Estos materiales se concentran principal-
mente en la Plataforma 1 en donde hay un
total de 837 piezas, las cuales se dispersan
en toda la plataforma. En la Plataforma 2
también hay un apreciable número de pie-
zas (518), las cuales se distribuyen por toda
la plataforma. Los instrumentos que se des-
criben en líneas atrás se relacionan con acti-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 112
vidades como el procesamiento de pieles,
procesamiento de alimentos y elaboración
de cerámica. Algunos instrumentos revelan
la relación que existe entre la ganadería y
los materiales líticos. Es importante indicar
que estos materiales son indispensables
para que la actividad ganadera se desarrolle.
La presencia de restos óseos de camélidos
en el sitio así lo indicaría.
Figura 6: Fragmento estilo Cajamarca
En cuanto a la cerámica diagnóstica, hay
bases tipo pedestal en forma de copa y ba-
ses tipo trípode que podrían estar emparen-
tadas con la tradición Cajamarca (Fig. 13).
Hay también asas planas y un tipo de base
pedestal de media luna que se relacionan
con Recuay (Fig. 14).
La suma de cerámica diagnóstica entre
las dos plataformas da un total del 12.126
fragmentos de los cuales 359 están en la
capa superficial, 9559 están en la capa A y
2208 se encuentran en la capa B. La can-
tidad de fragmentos indica que fueron un
bien importante para esta comunidad pre-
hispánica ya que la cerámica es un bien que
se puede intercambiar con otras sociedades,
como Recuay y Cajamarca. Otro indicador
importante es la cerámica con quema. Esto
demostraría su uso para el procesamiento de
alimentos en el sitio de estudio.
A
B
Figura 7: Instrumentos musicales. A: Ocarina, B:
Zampoña
COMENTARIOS FINALES
El sitio de Rumichaca es un sitio Hua-
machuco (Fig. 15 y 16) con influencia de
Recuay y Cajamarca. En este sitio se reali-
zaron actividades relacionadas con la texti-
lería, la cestería, la producción de cerámica
y el intercambio, movido por camélidos,
que fueron criados para carga y alimenta-
ción. Hay que agregar que el sitio tiene
Álvaro Hernán Castañeda Mesía
113 • Centro de Investigaciones Precombinas
fogones en la Plataforma 2 (Fig. 17), rela-
cionados a la cerámica con quema; esto de-
muestra que hubo cocción de alimentos, así
como un uso constante y sostenible del
sitio.
El abandono del sitio debió haberse dado
con la conformación de la hacienda Angas-
marca, de origen colonial.
Figura 8: Aguja
Figura 9: Hacha
Figura 10: Fragmentos de porras
Figura 11: Tallado de piedra
Figura 12: Pendiente
A
B Figura 13: Bases de tradición Cajamarca. A: tipo
pedestal en forma copa, B: tipo trípode
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 114
A
B
Figura 14: Fragmento de tradición Recuay. A: Base
pedestal, B: Asa plana
Figura 15: Canastilla Huamachuco
Figura 16: Plato Huamachuco
Figura 17: Fogón en la Plataforma 2
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SINSICAP Y SIMBILA: TRADICIONES ALFARERAS,
CONTINUIDAD Y PROBLEMAS ACTUALES
Walter Álvarez Iparraguirre
Centro Cultural de Investigación, Promoción y Desarrollo de la Región Norte
María Andrea Runcio
Universidad de Buenos Aires, Centro de Investigaciones Precolombinas
César Gálvez Mora
Dirección Regional de Cultura-La Libertad / Instituto Nacional de Cultura
RESUMEN
En la costa y sierra norperuanas varios pueblos mantienen tecnologías ancestrales así como
usos y costumbres que representan una marcada continuidad en el tiempo. Entre ellos,
Sinsicap y Simbilá adquieren un valor singular porque sus alfareros mantienen la tecnología
prehispánica orientada a la elaboración de recipientes de uso doméstico. Este trabajo
enfocará los problemas que enfrentan estas poblaciones en cuanto al mantenimiento de las
técnicas tradicionales y la necesidad de introducir innovaciones para que la producción
alfarera pueda continuar.
Palabras clave: Sinsicap, Simbilá, alfarería, continuidad.
ABSTRACT
Various traditional coastal and mountain people keep ancient technologies and customs in
northern Peruvian region that express a strong continuity for a long time. Sinsicap and
Simbilá inhabitants have an exceptional value because their potters keep Pre-Columbian
technology to go in for making utilitarian vessels. This paper focuses the problems this
villages confront for keeping traditional technology as well as the necessity to bring in
innovations that allow pottery production to continue.
Key words: Sinsicap, Simbilá, pottery, continuity
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
118 • Centro de Investigaciones Precombinas
INTRODUCCIÓN
arios pueblos de la costa y sierra
peruana conservan la tecnología
ancestral de producción de cerá-
mica utilitaria manteniendo desde tiempos
antiguos una importante tradición de manu-
factura que los ha hecho merecedores del
interés de diferentes estudiosos (Camino
1981, 1983, 1984; Bankes 1985; Monzón
1991; Shimada 1994; Druc 1996; Roel
2009; Runcio y Gálvez 2009).
Sin embargo, una serie de problemas co-
mo la pérdida de interés por parte de las
generaciones actuales, la dificultades para
la comercialización de los recipientes y la
indiferencia de las autoridades, entre otros,
pueden conducir a que la antigua tradición
alfarera esté en riesgo de perderse para
siempre, como sucedió con el centro alfare-
ro de Coina (Otuzco, La Libertad) (Saldívar
2006).
En esta perspectiva, se presentan dos ca-
sos: el de Sinsicap -en la sierra de la región
La Libertad- donde la tradición alfarera está
mucho más cercana a perderse y el de Sim-
bilá -en la costa de la región Grau- donde
aún esta práctica sigue vigente y se trans-
mite a los jóvenes, quienes desean conti-
nuar con la actividad.
EL PUEBLO DE SINSICAP Y EL
CASERÍO DE SIMBILÁ
El pueblo de Sinsicap es la capital del
distrito del mismo nombre. Se encuentra a
65 km. al noreste de la ciudad de Trujillo,
en la provincia de Otuzco, región La Liber-
tad (Fig. 1). Desde Trujillo se accede a Sin-
sicap mediante la carretera que pasa por las
localidades de Laredo, Simbal y Collam-
bay. Sus calles estrechas y empinadas, típi-
cas de las zonas andinas, hacen de Sinsicap
un pueblo pintoresco, donde aún perduran
varias prácticas ancestrales, entre ellas la
alfarería. Sin embargo, al igual que en mu-
chos pueblos de la serranía liberteña, sus
habitantes migran a las ciudades costeñas
en busca de mejores oportunidades de pro-
greso.
V
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 119
En la actualidad sus habitantes se dedi-
can principalmente a la agricultura, en par-
ticular al cultivo de maíz, trigo, cebada,
arvejas y frutales. Además, existen impor-
tantes plantaciones de manzanas, blanqui-
llos, duraznos y membrillos, entre otros,
que son llevados a la costa por los sinsica-
pinos donde -a su vez- se abastecen de
víveres, combustible y ropa.
Estas actividades se complementan con
la celebración de festividades religiosas
organizadas a través de mayordomías y
cofradías. Entre ellas se destacan el Día de
las Cruces, la Fiesta Patronal en honor a la
Virgen de la Visitación, el Señor de los
Milagros y el Festival del Membrillo.
El caserío de Simbilá se ubica a 5 minu-tos
de la ciudad de Catacaos y al pie de la
carretera que une esta ciudad con la de Piu-
ra, en la provincia de Piura, región Grau
(Fig. 2). La población ocupa una elevación
arenosa y utiliza la parte llana para el
cultivo de productos de consumo doméstico
y de uso industrial, como el algodón de
Figura 1: Ubicación de Sinsicap en la región La Libertad (Fuente: Gran Enciclopedia del Perú,
LEXUS 1998)
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
120 • Centro de Investigaciones Precombinas
fibra larga. Uno de los rasgos peculiares del
pueblo es la persistencia de la arquitectura
tradicional elaborada con caña, madera y
tierra, entre otros usos y costumbres ances-
trales. Asimismo, algunos de los habitantes
varones se dedican a la alfarería utilizando
técnicas prehispánicas.
Algunos de los alfareros de Simbilá lle-
gan a ofrecer sus vasijas en la calle Comer-
cio de la vecina ciudad de Catacaos (“Ca-
pital Artesanal de la Región Grau”), donde
se concentran los artesanos para mostrar sus
productos.
A la oferta artesanal cataquense, se su-
man otras expresiones culturales como la
fiesta de los Carnavales, la Semana Santa y
la Semana Turística de Catacaos que coin-
cide con la Semana Jubilar por la creación
del distrito (21 de julio).
ANTECEDENTES ARQUEOLOGICOS
En el ámbito de la provincia de Otuzco -
a la cual pertenece Sinsicap- existe un con-
junto de sitios arqueológicos cuya antigüe-
dad se estima entre el Intermedio Tardío y
el Horizonte Tardío (Inca). La naturaleza de
los sitios es variada: edificaciones de gran
escala, recintos habitacionales, sitios fortifi-
cados, cementerios, caminos y andenes (Ra-
vines y Matos 1983: 93, 94). En torno de la
zona de Sinsicap la información proviene
del reconocimiento arqueológico realizado
por Billman (1996) quien menciona 14 si-
tios arqueológicos atribuidos al período In-
termedio Temprano (ca. 100-700 d.C.). Fi-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 121
nalmente, las evidencias prehispánicas en el
Cerro Orga (Fig. 3), ubicado al oeste de la
capital del distrito, y la presencia de entie-
rros en la zona denominada “Alonso”, indi-
can la existencia de antiguos asentamientos
en esta área la cual, debido a su ubicación
estratégica en la parte alta del valle de
Moche, se ubica en la ruta de intercambio
entre las sociedades costeras y andinas de la
cuenca del río Moche.
Figura 2: Ubicación de Simbilá en la región Grau
A diferencia de Sinsicap, existen algunas
investigaciones arqueológicas desarrolladas
en el distrito de Catacaos (Kelley 1971;
Fernández Villegas 1990). En este distrito
es de especial interés el sitio arqueológico
Narihualá (Fig. 4) por su cercanía al caserío
de Simbilá (Fernández Villegas 1990).
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
122 • Centro de Investigaciones Precombinas
Narihualá contiene las evidencias más
notables de arquitectura Tallán elaborada en
adobe y fue ocupado entre el 1000 y el
1480 d.C. según lo prueba el hallazgo de
cerámica Tallán, Chimú Tardío e Inca local.
Debido a la extensión, calidad de su arqui-
tectura y la escala de sus templos, se estima
que Narihualá fue un centro ceremonial
desde el cual se ejerció el control de la
región baja de Piura y que su prestigio se
mantuvo, al menos, hasta la época Chimú.
La cerámica utilitaria hallada en el sitio
muestra una variada tipología que incluye
grandes tinajas, cántaros, ollas y cuencos de
uso doméstico y ha sido elaborada con la
técnica del paleteado y el modelado, la
utilización de engobe y la cocción en hor-
nos abiertos (Fernández Villegas 1990) ele-
mentos que continúan siendo empleados
por los alfareros de Simbilá (Bankes 1985;
Monzón 1991).
CONTINUIDAD DE LAS TECNICAS
ALFARERAS
Sinsicap
Las técnicas alfareras en Sinsicap man-
tienen su continuidad, al haberse trasmitido
de padres a hijos (Camino 1983). La pro-
Figura 3: Cerro Orga
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Centro de Investigaciones Precolombinas • 123
ducción se orienta principalmente al uso do-
méstico que incluye ollas, tinajas, cantari-
llos, botijas, urpos, callanas y cántaros para
llevar agua (Fig. 5). Asimismo, se moldean
tejas y huacos chicheros.
Figura 4: Sitio arqueológico Narihualá
Figura 5: Vasijas elaboradas en Sinsicap
De acuerdo a la información brindada
por los maestros alfareros a uno de los
autores (W. A.) la manufactura de los reci-
pientes consta de los siguientes pasos:
1- Extracción de la arcilla: Sinsicap se
localiza en un terreno rico en yacimientos
arcillosos cercanos, como la zona de Cas-
caiday, de donde se recolecta esta materia
prima.
2- El segundo paso consiste en remojar
la arcilla con agua dentro de un recipiente
durante un día, y después se la mezcla con
arena.
3- Luego la arcilla se amasa con los
pies sobre un cuero de asno, se la cubre con
un plástico y se la deja a la sombra durante
un día.
4- Para modelar la pieza se toma una
porción de arcilla, de acuerdo al tamaño de
la vasija requerida y se la amasa con la
mano.
5- Luego, se le da forma utilizando una
tabla, un canto rodado o chungo y un ga-
rrote (palo de madera con una cara plana)
(Fig. 6 y 7). Los bordes de las vasijas se
modelan aparte y una vez terminados se
adosan a las mismas.
6- Después se la deja reposar en la
sombra durante un día. Por último, se alisan
las caras utilizando una piedrecilla suave y
un pedazo de cuero -aunque se puede usar
una tela de costal- y se deja secar la pieza
durante 15 días antes de quemarla.
7- La cocción se realiza en un horno
donde se colocan las vasijas en el fondo y
son cubiertas con excremento de vaca y
paja. La duración de la cocción depende del
tamaño del recipiente; para una pieza me-
diana se requiere de un día a día y medio y
de dos días para las piezas grandes.
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
124 • Centro de Investigaciones Precombinas
En décadas pasadas la producción de
ollas en Sinsicap era masiva, su calidad era
reconocida y se comercializaban en pueblos
lejanos. La época de máximo esplendor de
la producción cerámica fue durante las dé-
cadas del 50 y 60, años en los cuales los
alfareros de Sinsicap producían grandes
cantidades de cerámica para intercambiarlas
con las comunidades cercanas de San Igna-
cio, Otuzco, Usquil y Simbal.
Figura 6: Instrumentos del alfarero
Figura 7: Modelado con tabla y chungo
En la actualidad, debido al reemplazo de
estas vasijas por ollas de cobre y aluminio,
son muy pocos los maestros alfareros que
continúan con la elaboración de recipientes
de arcilla. Debido a esto las ventas son
escasas y las vasijas se utilizan mayormente
para uso doméstico o para el intercambio con
otras comunidades en las ferias semanales
que se realizan en los pueblos aledaños,
donde se las canjea por productos comes-
tibles.
Esta realidad es diferente a la reportada
por Camino (1984) para el caso de los alfa-
reros de Tariká, ubicado en el Callejón de
Huaylas (Huaraz), los cuales tienen afinida-
des tecnológicas con sus pares de Sinsicap.
En Tariká, la producción de vasijas utili-
tarias destinadas a la venta y el trueque re-
sulta rentable para sus productores.
Simbilá
En Simbilá, la práctica de la alfarería es
realizada por el grupo familiar que trabaja
junto, en el mismo taller, usualmente incor-
porado a la casa (Camino 1981; Bankes
1985). De acuerdo a nuestros informantes
(vide Runcio y Gálvez 2009), la enseñanza
de esta técnica se transmite de generación
en generación; a partir de los 12 años los
niños aprenden y se perfeccionan elaboran-
do pequeños objetos de arcilla.
El proceso de fabricación de las vasijas
puede resumirse brevemente a través de la
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Centro de Investigaciones Precolombinas • 125
información brindada por José Santos Ló-
pez, alfarero de Simbilá:
1- Extracción de la arcilla: la arcilla se
obtiene de la cantera de Coscomba, cercana
al pueblo de La Legua (a unos 5 km. al
noroeste de Simbilá), donde esta materia
prima se halla cubierta por arena, a 2 m. de
profundidad. La arcilla se saca húmeda y se
la traslada a Simbilá, donde se la deja secar
al sol por dos días, amontonada en la en-
trada de la casa del alfarero.
2- El siguiente paso es el “remojo”, es
decir, la mezcla de la arcilla con arena y
agua en las proporciones necesarias, dentro
de un gran tinajón enterrado en el piso de
un espacio amplio y techado en el interior
de la casa.
3- Después se procede al “amasado”
que consiste en pisar y amasar la arcilla
sobre un plástico extendido en el suelo.
4- Una vez finalizado el amasado, se
extrae una porción de arcilla adecuada,
según el tamaño de la vasija a realizar, y se
le da forma ahuecándola con las manos.
5- Cuando la pieza está modelada, se
efectúa el “alisado” utilizando una piedra y
una paleta de madera, técnica cuyos oríge-
nes se remontan a la época prehispánica
(Bankes 1985) (Fig. 8 y 9), según lo de-
muestran los hallazgos de Narihualá (Fer-
nández Villegas 1990). Algunos artesanos
también emplean una técnica de decoración
por impresión, con antecedentes prehispá-
nicos, aplicando sobre las vasijas aún hú-
medas una placa con diseños que, además
de ser un elemento decorativo, sirven como
la marca de identificación del alfarero
(Monzón 1991).
Figura 8: Paleta y piedra
Figura 9: Alisado de la pieza
6- Posteriormente, la vasija se cubre
con un engobe de color rojizo y se la deja
secar una semana bajo sombra y un día al
sol.
7- Finalmente, se realiza la cocción
que tiene lugar en un horno al aire libre, el
cual consiste en una concavidad realizada
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
126 • Centro de Investigaciones Precombinas
en la tierra, donde se colocan las vasijas en
el fondo y se las cubre con leña de zapote
(Capparis angulata), fragmentos de vasijas
(callana) y finalmente pajilla de arroz, de-
jando un hueco para encender el fuego, el
cual también sirve como conducto de venti-
lación. La cocción dura 24 horas y una vez
concluida se deja enfriar las vasijas durante
un día.
Figura 10: Vasijas elaboradas en Simbilá
A diferencia de Sinsicap, actualmente un
promedio de 40 alfareros de Simbilá forman
la Asociación de Alfareros Tallanes. Ellos
se sienten reconocidos en su comunidad
porque el pueblo los mira como maestros y
tienen la satisfacción de decir que Simbilá
es tierra de alfareros. La mayoría de sus hi-
jos se están dedicando a la alfarería y no
quieren que esta actividad se pierda porque
son conscientes que se trata de una tecno-
logía muy antigua.
Producen mayoritariamente recipientes
de uso doméstico (ollas, tinajones, jarras,
cacerolas, peroles, cántaros) y objetos orna-
mentales (macetas, floreros) (Fig. 10). Ellos
venden sus productos en varios espacios: la
Casa del Alfarero (un local ubicado frente
al pueblo, junto a la carretera Piura – Cata-
caos), la cercana ciudad de Catacaos y, en
menor medida, en el ámbito provincial así
como en otras localidades costeñas, como
Lima y Tumbes.
PROBLEMAS Y DESAFÍOS EN AM-
BAS COMUNIDADES
Entre otros factores, el limitado comer-
cio de las ollas de Sinsicap debido a su
reemplazo por ollas de bronce y aluminio y
la consiguiente reducción de su producción
hace que los jóvenes del pueblo no quieran
incursionar en esta actividad, por conside-
rarla poco rentable y sin mayor perspectiva
para su futuro.
Si bien los viejos maestros alfareros de-
sean que la cerámica no desaparezca y están
dispuestos a transmitir sus conocimientos a
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 127
los jóvenes para continuar con la tradición,
un problema adicional a ser considerado es
la migración de la juventud hacia las gran-
des ciudades y, posiblemente, la precaución
ante las enfermedades derivadas de la dedi-
cación continua a alfarería como la osteo-
porosis y el reumatismo.
El problema del transporte es otro factor
que afecta la comercialización de las vasi-
jas. Si bien el traslado hacia los poblados
cercanos se realiza a lomo de bestia o en los
vehículos que pasan por la zona, es difícil
llegar a ciudades como Trujillo, donde la
venta podría ser mayor.
Asimismo, el proceso que pone en riesgo
la continuidad de esta tradición se ve acele-
rado por la falta de apoyo de las institu-
ciones públicas y privadas, en particular por
el órgano de gobierno local, posiblemente
debido al desconocimiento de su verdadero
potencial en el desarrollo del pueblo de
Sinsicap.
Algunos intentos por rescatar esta tradi-
ción por parte de diferentes instituciones,
no han dado los frutos esperados quizás de-
bido a la falta de una metodología adecuada
para analizar la naturaleza del problema.
Por ejemplo, hubo una iniciativa por parte
de los sinsicapinos residentes en Trujillo y
la Escuela Superior de Bellas Artes de esta
ciudad de crear un centro artesanal con el
respaldo de importantes instituciones regio-
nales, y se construyó un horno para la
elaboración de las artesanías en el centro
educativo (Fig. 11), pero el proyecto no
tuvo el respaldo necesario.
Figura 11: Horno construido en Sinsicap
Por lo tanto, se requiere que las insti-
tuciones públicas y privadas participen en el
rescate de esta antigua tradición desde una
perspectiva que respete y valore las prácti-
cas originales, excluyendo elementos y
prácticas contemporáneas que desvirtúen la
forma ancestral de elaborar las vasijas. Por
su parte la Municipalidad podría impulsar
normas que protejan la continuidad de la
tradición alfarera en Sinsicap, como ocurrió
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
128 • Centro de Investigaciones Precombinas
en el caso de Simbilá, y cooperar a favor de
ello. Asimismo, la promoción del reconoci-
miento de la actividad alfarera como patri-
monio cultural, como es el caso de la Faja
Pata y la Faja Sara elaboradas por las teje-
doras del cercano pueblo de San Ignacio,
puede contribuir a este propósito.
En Simbilá, la problemática actual de los
alfareros se vislumbra mejor a través de las
expresiones de los propios artesanos.
Genaro Paz Sosa sostiene que la venta de
los recipientes no compensa el trabajo in-
vertido y los costos de traslado de la ma-
teria prima y de la leña, por lo cual sólo les
alcanza para sobrevivir. Según Don Genaro,
el único artesano de Simbilá que trabaja en
la Casa del Alfarero, pocos colegas suyos
llevan sus productos a este local para ven-
derlos, ya que la mayoría trabaja y vende en
sus propias casas. Menciona que en la Casa
del Alfarero tiene la oportunidad de vender
a mejor precio en relación a los demás
alfareros, por lo cual sostiene que los otros
artesanos deberían uniformar los precios
para que todos puedan obtener ganancias
similares.
El mayor problema que afrontan las va-
sijas de Simbilá es que se insertan en el
contexto de un mercado competitivo que les
brinda pocas oportunidades, pues se halla
capturado por la cerámica decorativa que
proviene de Chulucanas (Fig. 12), la cual
tiene mayor demanda entre los turistas.
Figura 12: Cerámica de Chulucanas
Los alfareros de Chulucanas -descen-
dientes de inmigrantes de Simbilá- dejaron
de lado la elaboración de piezas utilitarias e
introdujeron innovaciones que les han per-
mitido desarrollar una producción de cerá-
mica artística muy cotizada en el ámbito na-
cional e internacional, la cual rescata la
técnica prehispánica del negativo-positivo
de la cerámica Vicús.
Entonces, la posibilidad del incremento
de la demanda de los recipientes de Simbilá
se ve mermada por las características de los
mismos, más orientadas al aspecto utilita-
rio. Y aún cuando algunos alfareros han
adoptado una nueva tendencia a producir
recipientes artísticos, la limitación reside en
la tecnología misma, por cuanto a diferen-
cia de la cerámica decorativa producida por
los alfareros de Chulucanas, el producto de
Simbilá resulta ser más tosco y pesado.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 129
En opinión de los artesanos de otro
rubros de la ciudad de Catacaos, hace falta
mayor divulgación de la actividad de los
alfareros de Simbilá, quienes, por otro lado,
no suelen asistir a las ferias debido al peso
y fragilidad de sus productos y los costos de
pasajes. Hay consenso en que los alfareros
de Simbilá tendrán un mejor futuro si
cambian las características de sus productos
y los mejoran pero usando las mismas téc-
nicas locales. Asimismo, coinciden en que
los alfareros necesitan capacitación para
que puedan innovar sus productos y obte-
ner préstamos para mejorar su producción,
acopiar sus recipientes y uniformizar pre-
cios para no venderlos a bajo costo.
Adicionalmente consideran que una de
las dificultades de la Asociación de Alfa-
reros Tallanes es la escasa participación de
sus miembros para gestionar apoyo, lo cual
hace que pierdan oportunidades.
COMENTARIOS FINALES
Aunque con ciertas ventajas compara-
tivas de Simbilá con respecto a Sinsicap, en
el fondo los alfareros de ambos pueblos
enfrentan retos similares, relacionados a la
continuidad de la tradición en un contexto
donde la llamada “modernidad” influye en
el paulatino desinterés de las nuevas gene-
raciones que, además, tienden a emigrar en
busca de nuevas posibilidades, hecho que es
evidente en Sinsicap. De otro lado, los reci-
pientes ornamentales (como los de Chulu-
canas) representan la mayor preferencia en
un mercado cuyo interés se va alejando de
la adquisición de vasijas utilitarias, ponien-
do a los alfareros tradicionales en la disyun-
tiva de variar su tecnología (lo cual signifi-
ca ir alejándose de la tradición) o desapare-
cer. Existen iniciativas para el mal llamado
mejoramiento tecnológico, que no es sino la
introducción de técnicas foráneas. Estas
iniciativas llevan no solo a la edificación de
locales de material distinto al tradicional,
sino a la construcción de hornos cuyo dice-
ño difiere notoriamente de los ancestrales,
por lo cual no son utilizados por los alfa-
reros. Esto refleja la ausencia de una visión
antropológica del problema, sumada a la
indiferencia de las autoridades locales, co-
mo en el caso de Sinsicap. La iniciativa de
la Municipalidad Distrital de Catacaos de
proteger con una norma a los alfareros de
Simbilá, obligando a los locales dedicados a
la venta de comida al uso de recipientes de
cerámica utilitaria, ha dado resultados posi-
tivos y debería ser imitada en Sinsicap, para
evitar la pérdida de la tradición, como suce-
dió en Coina, localizado en la misma pro-
vincia de Otuzco (Saldívar 2006).
Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora
130 • Centro de Investigaciones Precombinas
Sin duda, se requiere también de progra-
mas de capacitación en cuya realización
participen los maestros alfareros en sus
respectivos pueblos, los mismos que serían
dirigidos a los jóvenes. Pero también se
necesita ampliar y mejorar el mercado para
los productos y alentar una mayor diver-
sidad de objetos producidos sin abandonar
la tradición tecnológica. Es decir, mantener
la producción de vasijas utilitarias para el
mercado tradicional y empezar una línea
paralela de objetos ornamentales para otros
mercados. En este aspecto es importante
mencionar la experiencia de la comunidad
alfarera de Charamuray (distrito de Colque-
marca, Cusco), donde la Universidad Na-
cional San Antonio de Abad del Cusco
introdujo algunas innovaciones tecnológi-
cas (horno de dos niveles, torno de pedal)
para reducir las pérdidas de la cantidad de
piezas elaboradas y conseguir productos
interesantes para el mercado externo (Roel
2009). Asimismo, la cerámica de Charamu-
ray fue declarada Patrimonio Cultural de la
Nación por el Instituto Nacional de Cultura,
el 5 de julio del 2008.
En Simbilá y Sinsicap, tales innovacio-
nes deberían ser generadas y aceptadas por
los mismos alfareros. Para esto es indispen-
sable el reconocimiento de lo que los alfa-
reros representan y del significado de esta
expresión del patrimonio cultural inmate-
rial. Por lo tanto, los alfareros tienen que ser
convocados como parte de la evaluación de
las diversas iniciativas y aceptar aquellas
que les favorezcan sin que ello signifique
cambios abruptos que se alejen de la tradi-
ción milenaria que ellos representan, de
modo que la cooperación haga posible la
continuidad y el fortalecimiento de la mis-
ma, donde los alfareros sean parte del lide-
razgo y no personas subordinadas a pro-
puestas externas.
Asimismo, consideramos que la iniciati-
va de diversificar los productos debe apare-
jarse con la capacitación de los pobladores
en el manejo de su producción y su distri-
bución ya que ellos deberían poder vender
directamente sus productos sin la necesidad
de intermediarios.
En suma, el desarrollo a futuro de la
alfarería de Simbilá y Sinsicap requerirá del
fortalecimiento de las propias capacidades
de los alfareros, la diversificación de la
oferta con un mayor repertorio de formas
manteniendo pero recreando la tecnología
prehispánica y alentando la promoción y
protección del mercado local, regional y
nacional. También es necesaria su participa-
ción en toda iniciativa promovida externa-
mente para lo cual es preciso que los alfa-
reros establezcan una interacción de mutuo
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 131
respeto entre ellos, las autoridades y las
organizaciones vinculadas a la artesanía
tradicional, aspectos en los cuales es
imprescindible un mayor aporte de la ar-
queología y la antropología en la política
cultural de las municipalidades distritales y
provinciales.
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CIRCUITO ARQUEOLÓGICO DE LA LIBERTAD.
CHAN CHAN, HUACA DE LA LUNA Y EL BRUJO.
ASPECTOS Y RECOMENDACIONES
María Laura Gili y Graciana Pérez Zavala
Centro de Investigaciones Precolombinas
INTRODUCCIÓN
l presente informe se realiza en el
marco del Convenio Interinstitu-
cional de Apoyo Mutuo entre el
Instituto Superior de Profesorado Joaquín
V. González, el Centro de Investigaciones
de Precolombinas, ambos de la ciudad de
Buenos Aires, Argentina y el Instituto
Nacional de Cultura La Libertad de la ciu-
dad de Trujillo, Perú. Toma para el análisis
tres sitios arqueológicos patrimoniales de la
costa norte de Perú emplazados en el
Departamento de La Libertad y Valle de
Chicama: Huaca de la Luna; Complejo
Arqueológico Chan Chan y Complejo
Arqueológico El Brujo.
La costa norte de Perú es próspera en
monumentos arqueológicos fabricados en
tierra, barro, adobe o adobón. Campana
Delgado (2000), quien realizara un exhaus-
tivo estudio de las tecnologías constructivas
norcosteñas, señala una serie de condicio-
nes básicas a tener en cuenta para establecer
un patrón de análisis en las tecnologías de
tierra empleadas en la construcción; dichas
condiciones, deben buscarse en sitios que:
a. den evidencia de construcciones tem-
pranas,
b. muestren diversidad de procesos de
poblamiento con materiales diferentes,
c. evidencien etapas constructivas y proce-
sos experimentales.
Según el autor que seguimos aquí, el
Valle de Moche, puede ser entendido como
un “espacio experimental antiguo”, Campa-
na Delgado (2000: 13-15).
Nos proponemos realizar una descrip-
ción general de los sitios mencionados en
base a los siguientes criterios: 1) emplaza-
E
María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala
133 • Centro de Investigaciones Precolombinas
miento del sitio; 2) espacio ocupado por el
sitio; 3) registro patrimonial y 4) política
del sitio.
HUACA DE LA LUNA
La Huaca de la Luna está ubicada a 8 km
al sur de Trujillo. El sitio corresponde a la
cultura Moche (200d-C.-750 d.C.) pertene-
ciente al período de Desarrollos Regionales
o Intermedio Temprano. Habría funcionado
como centro ceremonial y contiene una
zona urbana compuesta de viviendas gran-
des, avenidas, callejones, corredores y pla-
zas, lo cual da cuenta de una alta organi-
zación política, religiosa, económica y
social. Está conformada por templos super-
puestos según distintas etapas del poder
mochica, que dan la forma de pirámide
trunca. Los materiales de construcción son
los adobes, adobes con impresiones o
sellos, adobones y adobitos conservándose
aún unos 10.000 metros2 de superficies
policromas. En los adobes se han identifi-
cado 128 marcas de origen provenientes de
comunidades cercanas; cada una aportaba
una cierta cantidad de adobes para la cons-
trucción de los tempos. En alguna de sus
paredes contiene murales polícromos con
una fuerte presencia de la representación al
dios degollador Ai-Apaec. Los colores que
lograban los extraían de sustancias mine-
rales como limonita (amarillo), hematita
(rojo), arcilla (blanco) y carbón (negro).
La Huaca de la Luna dista a unos 500
metros aprox. de la Huaca del Sol, la cual
habría sido construida posteriormente. En-
tre medio de las Huacas del Sol y de la
Luna se destacan antiguas viviendas, espa-
cios para preparación de alimentos, como
también una plataforma que mira a un
posible altar. El área intangible está rodeada
por la carretera, el valle y casas de pobla-
dores actuales.
La Huaca de la Luna posee un museo de
sitio denominado Centro de Investigaciones
y Visitantes que se distribuye en varias
habitaciones en torno a dos patios. La
arquitectura sigue la línea constructiva del
sitio por lo que no impacta visualmente en
el mismo: techos bajos, postes y quincha,
paredes en tonalidades naranja y beige.
Alrededor de éste se observa una parquiza-
ción con cactus y flores del lugar. En uno
de los patios se disponen mesas con artesa-
nías, que reproducen los diseños de los
murales y cerámica. El sitio cuenta con
financiación privada, correspondiente a una
marca de cervezas.
El ingreso a la Huaca se realiza a través
de una senda escalonada por tramos
acompañada de paneles explicativos y
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 134
visuales. En el interior de la Huaca se
disponen pasillos con cordeles a modo de
barrera psicológica; cada sector está cubier-
to por techos de quincha sostenidos por
pilotes de caña, similares a los originales.
La lógica expositiva de los diferentes
sectores sigue el curso de las investiga-
ciones arqueológicas; se abren al público a
medida que éstas se realizan.
COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE
CHAN CHAN
La Ciudad Sagrada de Chan Chan es el
asentamiento urbano más grande del reino
Chimor, fundado por el mítico Tacaynamo.
Está situada en la margen derecha del valle
de Moche, en el actual distrito de
Huanchaco provincia de Trujillo, departa-
mento de La Libertad. El complejo arqueo-
lógico se divide en dos grandes áreas: área
nuclear (ciudadelas, anexos, subanexos,
arquitectura intermedia y barrios populares)
y área marginal (graneros, depósitos, cami-
nos, pirámides, diques, lagunas, murallas
limítrofes y de circunvalación, cementerios,
acequias, huertos). Su extensión original era
de 20 Km2 (aprox.); su extensión actual
(zona intangible) es de 14.15 Km2; tiene
una altitud de 16 msnm y se sitúa a 550 Km
de Lima y a 5 Km de la ciudad de Trujillo.
UNESCO la incorporó en la lista del
patrimonio mundial el 28 de noviembre de
1986.
En el caso de Chan Chan, los problemas
de patrimonio se visualizan en su relación
con la sociedad. Se pueden diferenciar tres
aspectos: ocupación de terrenos en el área
intangible por agricultores (a quienes lla-
man “invasores”); saqueos de huaqueros;
utilización del sitio como área de esparci-
miento (ciclistas y motociclistas); creci-
miento demográfico (hay barrios que ya
lindan con el sitio); delincuencia provocada
por el turismo que se sale de las áreas
vigiladas. Carece de área de amortigua-
miento dado que en ella habitan pobladores,
una industria y un cementerio. Otro aspecto
a tener en cuenta es el efecto destructivo
que ocasiona en los adobes el crecimiento
del nivel de las napas freáticas, y especial-
mente, las secuelas que está originando en
el lugar conocido como Reservorio o
Huachaque.
Los comienzos de Chan Chan como urbe
se remontan al siglo X de nuestra era.
Según la leyenda, su fundador fue el mismo
Taykanamo (creador del reino Chimú). Sus
descendientes fueron quienes gobernaron
hasta mediados del siglo XV, cuando el
reino Chimor fue incorporado al Tahuan-
tinsuyo entre el 1460 y 1480.
María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala
135 • Centro de Investigaciones Precolombinas
A fines del siglo XIII, Chan Chan era el
centro urbano más extenso de América del
sur, y a mediados del siglo XV (1450 d.c.)
el reino de Chimor ocupó más de 1000
kilómetros de la costa peruana, sobre un
área de 40000 Km2. Dentro de este terri-
torio hubo un gran número de poblaciones
asentadas entre el río Zarumilla (Norte) y el
río Chancay (Sur) y desde el Pacífico hasta
la parte baja de la Cordillera de los Andes.
Las construcciones monumentales de
Chan Chan, evidencian la culminación de
un proceso constructivo particular a la
región norcosteña y del Valle de Moche,
específicamente. Allí, las influencias recibi-
das por otros grupos, representan instancias
de invención, evolución y desarrollo de
tradiciones tecnológicas. Si bien Chan Chan
se encuentra asentada sobre una gruesa
gravera de origen aluvial que le otorga
estabilidad a sus construcciones, tuvo en
diferentes momentos de su historia, movi-
mientos telúricos que destruyeron sus edifi-
cios. Con el tiempo, esto generó una técnica
constructiva flexible, que eludía en parte las
fuerzas sísmicas. Probablemente, lo dicho
explique las formas de asentar los adobes
que en ella se pueden observar.
El Palacio Tschudi, o Nik An, tiene
sectores reconstruidos siguiendo la lógica
de monumentalización de la década de
1960. Este sector está habilitado al ingreso
de visitantes.
El Complejo cuenta con un Museo que
posee varias salas. En la primera se procura
ubicar cronológicamente al espectador en el
Área Nuclear Andina. Otra sala estaba
dedicada a los distintos tipos de construc-
ciones de viviendas, templos, palacios, etc.;
en ella, también pudimos observar los mate-
riales de construcción tales como: adobes,
maderas de huarango. En otra sala se divi-
saron cerámicas, textiles, utensilios de
trabajo, ídolos, etc. Todas las salas poseen
escenificaciones en tamaño natural de
instancias de la vida cotidiana, rituales y
ceremoniales. Tiene una sala interactiva que
presente un espectáculo de luz y sonido
sobre una maqueta del Complejo que ocupa
todo el piso de la habitación. Su guión
recrea la historia, la cotidianeidad y las
etapas de expansión del pueblo Chimú. Ésta
sala está dirigida por una computadora y
presenta dioramas, maquetas y restos de
objetos pertenecientes a la citada cultura.
Al ingresar al sitio hay un centro infor-
mativo con sala explicativa y locales
comerciales. El ingreso al sitio sólo se reali-
za bajo el acompañamiento de guías.
En cumplimiento del Plan Maestro reali-
zado por el INC en 1987 (aprobado en el
2000) en el año 2006 se formó una Unidad
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 136
Ejecutora. Ella tiene por objetivo aplicar los
proyectos del PM con un prepuesto de 10
millones de soles.
COMPLEJO ARQUEOLÓGICO EL
BRUJO
Se encuentra cerca de las actuales pobla-
ciones de Magdalena del Cao, El Nazareno
y Cortavío, todas ellas pertenecientes a la
provincia de Ascope, Trujillo. En las inme-
diaciones del complejo se destacan el mar y
los cerros y en sus laderas se desarrollan
plantaciones de azúcar.
El Complejo consta de varias Huacas
pertenecientes a distintas culturas y
momentos cronológicos de la historia del
Perú y, en particular a la Cultura Moche
(200d.C.-750d.C.). En el complejo se pue-
den distinguir diferentes asentamientos:
Huaca Prieta; Huaca Cortada; Huaca Cao
Viejo; Huaca el Brujo, tomando el Com-
plejo el nombre de esta última. A lo largo
del tiempo y hasta el presente el lugar
constituye un centro ceremonial para los
shamanes de la región, que ingresan al cerro
para hacer sus rituales.
El registro arqueológico del área da
cuenta de las siguientes ocupaciones: Huaca
Prieta, Cupisnique (formativo costeño),
Salinar, Gallinazo, Virú; Moche (es la que
más se extendió en el tiempo y dejó
arquitectura monumental); Lambayeque;
Chimú; Inca; ocupación colonial. En el
siglo XVI delante de la huaca Cao Viejo los
dominicos construyeron una iglesia. La
ocupación fue continua.
El grupo visitó la Huaca Cao Viejo. Es la
edificación Moche más grande del com-
plejo arqueológico. Tiene la forma de una
pirámide trunca, con lados escalonados.
Posee 4 grandes templos. Posee una gran
plaza de 140 metros de largo y 75 de ancho,
en dirección sur norte (propio de la arqui-
tectura moche). Las fachadas eran escalo-
nadas pintadas en rojo, verde y amarillo.
Está construido con adobes y se han
reconocido 288 marcas. En la Huaca Cao
los adobes son de diferentes tipos, de
acuerdo a la etapa constructiva: lisos o con
marcas incisas (posiblemente de tributa-
ción).
Este templo Moche tuvo vigencia desde
el 200 d.C. hasta el 750 d.C. En este
período sufrió varias remodelaciones arqui-
tectónicas, correspondiendo cada una a una
nueva fachada. En la cima de la Huaca se
encontró la “Dama de Cao”. Las condicio-
nes naturales permitieron en ella la conser-
vación de su piel y textiles. Medía 1,45
metro y tenía entre 20 y 25 años. Habría
fallecido por una gran infección en instan-
María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala
137 • Centro de Investigaciones Precolombinas
cias parturientas. Su ajuar funerario da
cuenta de que era una gobernanta moche.
La investigación, conservación y puesta
en valor ha sido planificada en el tiempo.
Todo está protegido, se circula por sobre-
pisos a los originales y por sendas con
barandas de caña. Las pinturas en los
murales tienen tratamientos de protección
para fijarlos, manteniéndose los pigmentos
originales (amarillo, azul, rojo, negro y
blanco). En la Huaca no se realiza recons-
trucción sino reposición de adobes caídos.
En el centro de investigación se hacen
trabajos de laboratorio acondicionado las
piezas que acompañaban a la Señora de
Cao. Se está construyendo un Museo de
Sitio para su muestra al público. La
Fundación Wisse desde 1990 financia las
investigaciones en el Complejo el Brujo.
RECOMENDACIONES
1. Incluir en la folletería y los paneles los
criterios de conservación y preservación
de los Complejos Arqueológicos.
2. Explicitar los criterios de exhibición de
los restos de la Señora de Cao. Se
recomienda añadir a las justificaciones
las interpretaciones sobre la cosmo-
visión moche acerca de sus muertos.
3. Propiciar el desarrollo de publicaciones
científicas que den a conocer los
resultados de registros de campo y sus
interpretaciones.
4. Evitar la nueva apertura de sitios
arqueológicos al turismo masivo asegu-
rando su resguardo para generaciones
futuras.
5. Proteger los murales con iconografía y
representaciones (Huaca de la Luna y El
Brujo) del daño causado por el impacto
de vientos, lluvia y efecto antrópico.
6. Realizar en la sede del Instituto Nacio-
nal de Cultura, La Libertad, cursos y
talleres de formación patrimonial desti-
nados a los empleados del INC y abierto
a docentes y alumnos de instituciones
educativas de la ciudad y región y al
público en general.
7. Crear en las instalaciones del INC una
sala de interpretación que resuma y
presente al público de La Libertad el
circuito arqueológico de la región. Se
sugiere tomar ejes de: investigación,
relato histórico -arqueológico, conserva-
ción de los bienes y difusión de criterios
de preservación integrales.
Trujillo, 23 de febrero de 2008
INFORME DEL PROYECTO: EL PROBLEMA DE LA
EDUCACIÓN INTERCULTURAL BILINGÜE. ENTRE
LOS INSTITUTOS DE FORMACIÓN DOCENTE Y LA
PRÁCTICA EN LAS COMUNIDADES, PROVINCIA
DE MAYNAS, REGIÓN LORETO, PERÚ
María Laura Gili
Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Villa María.
Investigadora Adscripta CIP.
INTRODUCCIÓN
a visita a la Comunidad Nativa
Yagua, en la quebrada de Urco
Miraño y a la Comunidad Nativa
Mai Juna, en la quebrada del Sucusari,
ambas situadas en el rio Napo, se realizó
con la guía del Sr. Augusto Cardenas
Greffa, la Prof. Julissa Rondon y el Lic.
Teodulio Grandez, docente del Departa-
mento de Ciencias Sociales, Facultad de
Ciencias de la Educación y Humanidades,
Universidad Nacional de la Amazonía Pe-
ruana, entre los días 12 al 14 de febrero de
2008. En ambas comunidades habíamos
estado en ocasiones anteriores, entre 1998 y
2002, en cumplimiento del Convenio Insti-
tucional entre la UNAP, el IJVG y el CIP.
En esta oportunidad el tema planteado
para analizar fue la educación intercultural
bilingüe, sus particularidades en la Amazo-
nia peruana, los resultados de su aplicación
y sus perspectivas a partir de la observación
y registro de dos casos: la comunidad Na-
tiva Yagua, de Urco Miraño y la Comuni-
dad Nativa Mai Juna, de Sucusari. En visi-
tas realizadas en los meses de febrero de
1998, 1999, 2000 y 2002 (en 2004 visita-
mos las Comunidad Mestiza de Centro Are-
nal), tuve oportunidad de realizar registros
con enfoque antropológico de la vida de los
pobladores en las mencionadas comunida-
des como también en comunidades del
Ampiyacu, el Yahuasyacu y el Nanay.
En términos metodológicos, se realiza un
enfoque antropológico de tipo diacrónico,
L
María Laura Gili
139 • Centro de Investigaciones Precombinas
con perspectiva sobre el transcurso del
comportamiento en el tiempo de los pobla-
dores de comunidades nativas del río Napo,
factible de realizar por las visitas anteriores
a los sitios mencionados. La observación se
completa con una entrevista al Lic. Gabel
Garcia Sotil docente-investigador que traba-
ja en el sistema educativo de la ciudad de
Iquitos y tiene experiencia en educación
intercultural en el Instituto Pedagógico de
dicha ciudad y en la UNAP donde se for-
man los maestros bilingües.
El informe se organiza a partir de la
presentación de las comunidades visitadas y
el registro realizado en los días de campo,
antecedentes y diagnóstico sobre la región
obtenida de autores locales, docentes de la
UNAP, conclusiones y recomendaciones
sobre acciones a implementar en temas
vinculados a la interculturalidad.
REGISTRO DE CAMPO
Comunidad Nativa Yagua, quebrada de
Urco Miraño
La visita se realizo entre el 12 y 14 de
febrero de 2008. Partimos del Puerto Bella-
vista Nanay, en Iquitos, rumbo a Mazán.
Allí el alcalde nos facilito el transporte para
navegar hacia las comunidades del Napo.
La primera comunidad visitada fue Urco
Miraño; comunidad Yagua fundada en
1975, ocasión en que recibieron el título de
propiedad de las tierras que ocupan, bajo el
gobierno de Velasco Alvarado. Allí llega-
mos el 12/02 a las 21:30 hs (aprox.) luego
de quedar nuestro bote varado en la quebra-
da dado a la bajante de los ríos en esta épo-
ca del año. Al llegar nos esperaban y aloja-
ron en la Escuela Inicial. Al día siguiente, al
amanecer, se acerco a saludarnos Don An-
tonio, quien fuera jefe de la comunidad en
la visita de 1998. Actualmente dicho cargo
lo ocupa uno de sus hijos, ausente de la
comunidad en estos días. La comunidad
ocupa 3 km a lo largo de la quebrada y 5
km hacia el monte. Cuenta con tres niveles
de educación formal: Inicial, Primario y
Secundario. En todos ellos se aplica la
educación intercultural bilingüe. Trabajan
tres docentes, uno solamente domina la
lengua yagua, por ser de la comunidad, los
otros dos son cocama y bora respectiva-
mente. En las escuelas reciben también
alumnos que vienen de comunidades veci-
nas y los alojan en una casa particular
dispuesta a tal efecto. En el día de nuestra
visita (en periodo de receso escolar aun) la
estaban ocupando dos turistas españoles.
Los hombres se encontraban en miga de
hojas, las mujeres en sus casas ofreciendo
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 140
masato de pijuayo, de yuca y de yuca y
maíz preparado para la ocasión.
El grupo se dividió en sectores para visi-
tar las casas. En mi caso tuve oportunidad
de conversar con Valmer, un adolescente de
16 años que cursa el 3º año en la escuela
secundaria, donde asisten 80 alumnos. En
su casa, un hermano mayor, de 25 años cur-
sa el 5º año, mientras dos hermanitos meno-
res cursan la escuela primaria, la cual cuen-
ta con 120 alumnos. Valmer solo puede
mencionar palabras sueltas en yagua, su
lengua nativa, por ej.: jivy (hola) y rayana-
mã (chau), luego de mucho insistir. Agrega
que el maestro les enseña también las fies-
tas y costumbres yagua como la elaboración
del masato, la minga y las fiestas de la
comunidad.
Luego, en camino a la cocamera de
reciente fabricación, Deodín, Teniente Go-
bernador de la comunidad, me diría que
consideran de gran importancia la presencia
de los niveles de educación en la comu-
nidad, como la educación bilingüe, porque
ellos favorecen la permanencia de los más
jóvenes en la comunidad, su mejor prepara-
ción y el reforzamiento de la identidad
yagua. La cocamera, vivienda comunal tra-
dicional hoy reemplazada por viviendas ais-
ladas unifamiliares, es utilizada para reunió-
nes especiales como tomar la ayahuasca o
bien para recibir turistas con bailes, cantos
y trajes tradicionales. A cambio, ellos dejan
una contribución en dinero no tarifada aún.
En la plaza central de la comunidad se
observan tres ovejas, flacas y con el vellón
caído, mientras que camino a la cocamera
observamos la presencia de vacunos. En
ambos casos, son especies alóctonas de
dificultosa incorporación al ambiente ama-
zónico. Ninguna de ellas estaba en nuestra
primera visita a la comunidad en 1998.
A su vez, la comunidad cuenta también
con el apoyo de la CAAP, Centro Amazó-
nico de Antropología y Aplicación Práctica,
ONG de la Iglesia Católica Española. La or-
ganización les ha ayudado a implementar
proyectos de producción. Esto modifico no-
tablemente el emplazamiento de la comuni-
dad desde nuestra visita en 1998; así por
ejemplo, ahora se observan construcciones
nuevas cerradas, de dos plantas, parquiza-
ción en algunos sectores con flores y cercas,
recipientes clasificados para la basura, un
proyecto agroforestal con identificación y
plantación de plantas maderables y medici-
nales.
Quebrada de Sucusari, Comunidad Nativa
Mai Juna
Al mediodía del 13/02 nos retiramos en
lancha por la quebrada de Urco Miraño
María Laura Gili
141 • Centro de Investigaciones Precombinas
rumbo a la quebrada de Sucusari, para
encontrarnos con la comunidad Mai Juna,
conocida en el pasado por sus condiciones
guerreras, también llamada Orejones o “Co-
to” (termino despectivo que refiere al
mono). Llegamos allí a las 15:45, para
alojarnos en la escuela. Hay poca gente, los
hombres están en el monte y las mujeres se
fueron a Tamanco, rio arriba, a cobrar un
subsidio de $100 que el Estado le paga
mensualmente a cada mujer con niños. Este
escaso aporte es resultado de un proyecto
del actual gobierno de Alan García. Al
retirarse las mujeres a Tamanco, los niños
quedaron solos. Son aproximadamente 10
niños que no cenaron ni desayunaron ese
día y el anterior.
En la escuela había material didáctico
bilingüe empleado por el maestro en su
desempeño áulico, realicé allí registro
fotográfico digital del Modulo/Modulomis-
ka. Bilingüe Quechua-Castellano, de 2002,
Publicado por el Instituto Peruano de Edu-
cación en derechos Humanos y la Paz.
También pude registrar un texto de Ciencias
Sociales, de Editorial Santilla. Esparcidas a
lo largo de la quebrada, se observan las
casas, muchas de ellas con aparente aban-
dono de sus moradores. El pasto esta creci-
do, es notable el estado de abandono gene-
ral de la comunidad, aunque no se siente la
agobiante presencia de zancudos que notá-
ramos en nuestra visita anterior. Ocasión en
que la comunidad sufría de un ataque de
malaria endémica que los dejaría en estado
anómico varios meses. La posibilidad de
fumigación un año atrás, en 2007, les
permite hoy estar libres de zancudos. Ellos
atribuyen a este factor el no rebrote de la
malaria.
Al igual que en Urco Miraño, también
aquí hay ganado vacuno muy flaco con
indicios de patologías severas a poco de
morir. Cinco años atrás los recibieron de
parte del alcalde de Mazan para quedar en
custodia de la comunidad. No consumen su
carne, los faenan para vender su carne en
casi su totalidad al regatón. No recibieron
indicaciones técnicas sobre la crianza y la
alimentación de estos animales de pampa y
pradera, que desconocen por completo; solo
una vez los vio un veterinario.
A las 8:30 hs del 14/02 llegan del monte
los hombres, entre ellos, el maestro bilingüe
de la comunidad, Emerson. Nos reciben en
reunión en la vivienda de uno de los mo-
radores que nos ofreció su cocina para
preparar nuestros alimentos. Allí el maestro
sintetizo con mucha claridad y precisión los
problemas de la comunidad y de la escuela.
Actualmente viven en Sucusari 127 pobla-
dores. La comunidad cuenta con escuela
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 142
primaria de 26 alumnos, dos de los cuales
están en condiciones de pasar a la secun-
daria. Han solicitado una escuela secundaria
que asegure la continuidad en el estudio de
los niños. Carecen de elementos escolares,
carpetas, libros y utilería como armarios y
bancos cómodos, los actuales son para
niños, muy chicos. Si bien constantemente
realizan gestiones en el gobierno local de
Mazan, lo solicitado nunca llega. La comu-
nidad no cuenta con un puesto sanitario, se
atienden en Tamanco, a hora y medio de
distancia en peque peque (embarcación
pequeña); carecen de motor, por lo que en
las urgencias por embarazos o hemorragias
se complica la asistencia inmediata necesa-
ria. Usan la medicina tradicional para pe-
queñas dolencias, ya no tienen chaman.
En la actualidad quedan cuatro comuni-
dades Mai Juna; situadas en distintas que-
bradas en la margen izquierda del rio Napo,
forman una federación para defender su
cultura. Con ella han solicitado un área de
200.000 ha. Cuentan con un documento de
propiedad comunal de su territorio actual.
Una ONG, CONAPAC trabaja con ellos en
proyectos botánicos, agroforestales. El pro-
blema es que no reciben ayuda económica
para implementar las propuestas y proyec-
tos que les aportan (ej: para pintura, mate-
riales, etc.). El principal problema de la
federación es el avance en sus aguas y
tierras de Explorama Lodge, empresa de
capital extranjero dedicada a la explotación
turística de la selva. En el caso del Sucusari,
solo les queda la entrada a la cocha. El
ingreso del Estado Peruano al ALCA
(Alianza Latinoamericana de Libre Comer-
cio) y las recientes propuestas del gobierno
de venta de sectores de la Amazonia a
inversionistas extranjeros, complejiza aun
mas la situación de los pobladores que ven
desaparecer sus territorios de chacra, caza
y pesca. Los madereros también son un
problema por cuanto ingresan sin permiso,
tumban arboles y los llevan para vender sin
dejar nada a la comunidad.
DIAGNOSTICO
La Amazonía peruana comprende cuatro
departamentos: Loreto, Ucayali, Madre de
Dios (selva baja) y San Martín (selva alta).
Se diferencia en dos áreas: área de selva
amazónica y área de la cuenca del rio Ama-
zonas. El total de la superficie cubierta por
la cuenca hidrográfica amazónica en el
Perú, es de 956.751 km2, es decir el 74, 44
% de su territorio nacional. El bosque o
línea de arboles, la denominada selva ama-
zónica, se halla en las vertientes orientales
de los Andes, por debajo de los 3.400
María Laura Gili
143 • Centro de Investigaciones Precombinas
msnm, al Norte y de los 3.800 msnm, en el
Centro y el sur. Se divide en Selva Alta,
con 3.400 msnm y Selva Baja o llano
amazónico, con 400 msnm. La selva baja
posee dos paisajes: aluvial o várzea, paisaje
plano que se encuentra en los grandes ríos,
de suelos inundados cada año, son los mas
productivos y apropiados a la agricultura; el
interfluvial o de alturas, paisaje ondulado,
de suelos pobres, aptos a la forestación.
Ambos son pisos o espacios ecológicos de
la selva. Fauna y bosque están íntimamente
relacionados. Cualquier alteración en uno
de ellos afecta al otro. Por ejemplo la tala
intensiva del bosque, altera el régimen de
lluvias y seca los suelos, afectando el desa-
rrollo sostenido de la producción agrope-
cuaria (Moscoso Conde 2001).
La composición sociocultural de la ama-
zonia loretana abarca distintos aspectos.
Según la antropóloga Rosa Aguilera de la
UNAP, estos son: migración y colonización
del área andina; expulsión de población de
la selva atraídos por la ilusión citadina de
Iquitos que rápidamente los margina a sus
áreas mas precarias (Mercado de Belén) y
hostiles ampliando la franja de miseria de la
ciudad.
La economía campesino-ribereña es muy
compleja, su población es la más flexible
para moverse entre la economía de mercado
y la producción para el autoconsumo. Sus
actividades son la pesca, caza, agricultura
migratoria por roza. En las chacras cultivan
yuca, maíz, frijoles, plátanos. En ellas
trabajan las mujeres para el cultivo y la
recolección; mientras los hombres preparan
las chacras, la roza, el desmonte. También
crían gallinas, patos, cerdos (Moscoso
Conde 2001). La economía indígena, por su
parte, con ocupantes ancestrales de las
cuencas fluviales, desarrollaron su cultura e
identidad a pesar de soldados, misioneros,
regatones, colonos, caucheros, petroleros y
últimamente, narcotraficantes (Aguilera
Ríos 2001). Combina agricultura de peque-
ña escala, horticultura, caza, pesca, extrac-
ción forestal, industria artesanal. Hombres y
mujeres reparten tareas de chacra, unos ro-
zan, tumban, queman, pescan, etc. Mientras
ellas siembran, cultivan, cosechan, preparan
comidas, hilan y tejen, cuidan de los niños.
En este contexto, Garcia Sotil sostiene
que el maestro bilingüe no esta preparado
para la interculturalidad; por el contrario,
egresa del instituto o de la universidad con
una formación fuertemente etnocéntrica que
continua presentando el relato de la historia
mestizo-criolla del Perú, relato que solo
considera historia nacional los aconteci-
mientos de la sierra y la costa peruana y
excluye la historia de la selva.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 144
CONCLUSIONES
A diez años de haber realizado la prime-
ra vista a la comunidad de Yagua de Urco
Miraño, sus problemas actuales tienen que
ver con la aplicación de la educación
intercultural bilingüe, falta de mecanismos
de transferencia para hacerla efectiva mas
allá de la escuela; la carencia de posibi-
lidades de continuar la educación profesio-
nal en un centro educativo terciario o uni-
versitario de Iquitos por los costos que
implica; carencias en salud y atención sani-
taria; escasa cultura material, los utensilios
en la escasa se limitan a los necesarios;
colonización de especies animales alócto-
nas; transformación en la producción por el
accionar del CAAP; imposibilidad del acce-
so al estudio universitario o al pedagógico
para ser maestro bilingüe.
En el caso de la comunidad Mai Juna, las
principales dificultades consisten en sus
carencias de implementos áulicos para la
efectiva educación intercultural bilingüe; de
desarrollo de la jornada escolar sostenida a
lo largo del año escolar, tanto del maestro y
como de los alumnos; de elementos escola-
res, carpetas, libros y utilería como arma-
rios y bancos cómodos; de una escuela
secundaria; de un puesto sanitario; de mo-
tor. Cuentan con una federación que los
organiza junto al resto de 600 pobladores
Mai Juna de la región. Con ella están solici-
tando un amplio territorio que los pone en
disputa con Explorama Lodge, empresa de
capital extranjero dedicada a la explotación
turística de la selva. Una ONG, CONAPAC
trabaja con ellos en proyectos botánicos,
agroforestales. Aunque carecen de imple-
mentos necesarios a la ejecución de proyec-
tos de mejoramiento de la comunidad. Por
ultimo los madereros también son un pro-
blema por cuanto ingresan sin permiso y
extraen los arboles maderables de su terri-
torio.
El IIAP, Instituto de Investigaciones de
la Amazonia Peruana, ha propuesto como
modelo de desarrollo dos niveles de aprove-
chamiento de la biodiversidad de la selva:
la explotación del valor comercial de la
biodiversidad y la elevación del nivel de
subsistencia usando al máximo la fotosín-
tesis.
La economía monetaria regional en con-
junto sigue al servicio de intereses econó-
micos ajenos a la región y su gente. Por otra
parte, las comunidades nativas presentan
una fuerte dependencia extra-regional, un
relativo aislamiento geográfico y una débil
estructura productiva. La auto-subsistencia
es el potencial económico más claro de la
región (Moscoso Conde 2001).
María Laura Gili
145 • Centro de Investigaciones Precombinas
RECOMENDACIONES
Favorecer la formación de profesionales
universitarios con visión intercultural,
que sean capaces de reconocer, respetar
y trabajar en favor del desa-rrollo de la
diversidad cultural de su región y país.
Incorporar al currículo del profesorado
en educación bilingüe contenidos sobre
diversidad, bio-diversidad, intercultura-
lidad que propicien una formación mas
amplia a los futuros docentes, supera-
dora de la actual visión etnocéntrica del
relato mestizo-criollo que impregna los
materiales educativos.
Elaborar material didáctico que de
cuenta de la región amazónica y su
cultura; incrementar el número de pu-
blicaciones sobre la historia y cultura
peruana que incluyan en la historia na-
cional, además de la costa y la sierra, a
la selva.
Usar en las planificaciones de desarrollo
regional generadas en los diferentes
ámbitos de las facultades de la UNAP,
las ventajas comparativas de la región:
comunidades nativas, clima, precipita-
ciones, cuerpos de agua, paisaje, etc.
Incorporar conocimientos locales indí-
genas y mestizos en la zonificación eco-
lógica y económica local para la plani-
ficación y desarrollo local y regional.
Implementar para esto espacios curricu-
lares que lo favorezcan en la Carrera de
Antropología, de la Facultad de Cien-
cias de la Educación y Humanidades de
la UNAP.
Promover programas educativos y de
capacitación orientados al conocimiento
y aprovechamiento del patrimonio cul-
tural y natural de la región.
Implementar en el currículo del profeso-
rado y de todas las carreras de la UNAP
la educación ambiental como base de
una nueva concepción de vida amazó-
nica, para una nueva mirada sobre sus
propios recursos naturales.
Desarrollar una ciencia y tecnología en
términos de su adecuación a la realidad
amazónica, recuperando conocimientos
y tecnologías nativas.
BIBLIOGRAFÍA
Aguilera Ríos, R.
Aspecto Sociocultural. En UNAP La UNAP
en su contexto. Fundación para el desarrollo
sostenible de la Amazonia Baja del Perú.
Iquitos.
Garcia Sotil, G.
2001. Panorama histórico de la Amazonía
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 146
Peruana. Una visión desde la Amazonia.
Iquitos.
Garcia Sotil, G.
1997. Hacer educación en la selva. Iquitos.
Moscoso Conde, J.
2001. Aspecto demográfico. En UNAP La
UNAP en su contexto. Fundación para el
desarrollo sostenible de la Amazonia Baja
del Perú. Iquitos.
Iquitos, 15 de febrero de 2008
INFORME DIRIGIDO AL INSTITUTO NACIONAL
DE CULTURA, PERÚ
Celeste Bolmaro, Raúl Eduardo Bolmaro, César Borzone, Graciela Elsesser, María Teresita
de Haro, Olga Graciela Lima, Adrián Sabbatella y Graciela Vielmas
Centro de Investigaciones Precolombinas
INTRODUCCIÓN
n el marco del acuerdo de coope-
ración interinstitucional entre el
Instituto Nacional de Cultura
(INC), el Instituto Superior Profesorado
“Joaquín V. González” y el Centro de In-
vestigaciones Precolombinas (CIP) se re-
dacta este informe a fin de dar cuenta de la
situación patrimonial de diversos sitios
arqueológicos pertenecientes al departa-
mento de La Libertad. El objetivo de este
informe es realizar una observación y apre-
ciación evaluativa de los bienes arqueoló-
gicos pertenecientes a los sitios de Huaca
de la Luna, Chan Chan y El Brujo (Cao
Viejo).
Se presentará a continuación el estado de
situación, evaluación de la misma y consi-
deraciones finales.
La metodología utilizada es la observa-
ción mediante visitas guiadas y el releva-
miento fotográfico y fílmico de cada sitio.
HUACA DE LA LUNA
Es una construcción de adobe que está
ubicada al norte del Perú, en el departa-
mento de La Libertad, a unos 5 km al sur
de Trujillo; fue construida por la cultura
Moche o Mochica. Se encuentra muy cerca
de la Huaca del Sol, también de la cultura
mochica; entre las dos huacas se encontraba
la ciudad. En la actualidad se exhibe con
sus diferentes pinturas en las paredes con
muchos años y que han perdurado al paso
del tiempo.
Esta huaca fue centro de culto, ceremo-
nial y religioso. Es una de las pocas huacas
que se encuentra abierta. Esta construcción
destaca por tener templos que fueron super-
puestos y construidos en diferentes perio-
dos. Tiene una base cuadrada de 87 metros
de lado y una altura de 21 metros. En su
plataforma superior se levantaban una serie
de salas decoradas con figuras humanas. En
un altar ceremonial del último templo cons-
E
Celeste Bolmaro, et al.
148 • Centro de Investigaciones Precolombinas
truido, fueron descubiertos los restos de
guerreros sacrificados.
La huaca de la Luna conserva pinturas
murales de 5 colores (blanco, negro, rojo,
azul y amarillo), los cuales fueron obteni-
dos de minerales, y relieves donde se puede
apreciar la divinidad moche llamada Ai
apache o el dios degollador. Igualmente es
posible visitar los patios y plazas ceremo-
niales de más de 1.500 años de antigüedad.
Existe un patio de 10.000 metros cuadra-
dos desde donde la población de la zona
urbana circundante podía ver la preparación
para el sacrificio de los guerreros.
Política de sitio
Existe un convenio entre el Instituto Na-
cional de Cultura (INC); la Universidad Na-
cional de Trujillo; el patronato Huacas del
valle moche, y la Unión de Cervecerías Pe-
ruanas Backus y Johnston, empresa privada
que constituye la principal fuente de finan-
ciamiento.
Se pueden observar intervenciones, re-
construcciones, restauraciones, investiga-
ción, uso turístico del sitio y puesta en valor
por medio de cartelería y visitas guiadas
obligatorias. La protección de las estructu-
ras se realiza por medio de techados confec-
cionados con materiales de la zona, para
minimizar el impacto visual. Existen cordo-
nes de seguridad (barreras psicológicas) a
fin de que el visitante no acceda a espacios
que puedan resultar perjudicados por el
exceso de circulación o que no puedan ser
expuestos al tacto. A esto se le agrega la
concientización de la población al mencio-
nar que es un sitio sagrado.
CHAN CHAN
Está emplazado en la margen derecha
del valle Chimor a 4,5 km al noroeste de
Trujillo, siendo atravesado por la vía que
conduce al aeropuerto y a Huanchaco exis-
tiendo ocupaciones indebidas en las inme-
diaciones (viviendas, fábrica de alimentos
balanceados para aves).
Chan Chan constituyó el centro hegemóni-
co y capital política, económica y religiosa
del estado Chimor a partir de donde se
administró una confederación de curacazgos
extendidos en una vasta región costera del
Perú, que abarcó desde Tumbes por el norte,
hasta las cercanías de Lima, con centros
administrativos provinciales que se articula-
ron mediante un complejo sistema de infor-
mación, intercambio y reciprocidad, a los
diversos territorios y valles conquistados.
Es la ciudad arqueológica de barro más
grande hasta hoy descubierta. Posee 14 km2
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 149
de superficie y fue declarada patrimonio
cultural de la humanidad por la UNESCO
en 1986.
El complejo de Chan Chan está confor-
mado por varios conjuntos o palacios (9 o
10), pero solo el 1 % es accesible al turista.
Política de sitio
Posee un museo de sitio que exhibe
variedades de maquetas, réplicas de frisos,
murales, textiles, cerámicas, etc., y una sala
de proyecciones en la cual se narra la his-
toria del sitio.
Por tratarse de un sitio que ha sido tra-
bajado desde aproximadamente la década
del 60 ha pasado por diversas políticas de
gestión, desde la destrucción parcial y re-
construcción indiscriminada en un principio
hasta las nuevas políticas de restauración y
conservación que incluyen la creación de la
Unidad Ejecutora, la cual lleva a cabo el
Plan Maestro de conservación del sitio.
Una pequeña porción de las estructuras
se han protegido mediante estructuras de
caña y tecnopor recubierto de barro, simila-
res a las de la Huaca de la Luna. Sin em-
bargo, está proyectada la instalación de co-
lumnas metálicas con cubiertas de lona
plastificada. El recorrido debe hacerse con
un guía y se ve dirigido por el cerramiento
de algunos pasos mediante sogas y por la
señalización con motivos propios del sitio
(peces). A lo largo del recorrido se encuen-
tran algunas maquetas que junto con textos
explicativos detallan características propias
de cada recinto o sector. El impacto antró-
pico se ve disminuido con la cobertura de
las estructuras con material superpuesto. El
sitio posee guardia permanente. La fábrica
ubicada en sus inmediaciones genera un
fuerte impacto material y visual. Existe una
alta presión poblacional ya que la ciudad se
expande hacia el terreno donde está ubicado
el sitio siendo además sus alrededores utili-
zados como campos de cultivo. Así mismo
la carretera es generadora de gran impacto,
seccionando el sitio en dos. Las napas freá-
ticas han crecido en una medida mayor a la
prevista por el Plan Maestro erosionando
las estructuras.
COMPLEJO EL BRUJO, HUACA CAO
VIEJO
Las huacas de El Brujo y de Cao Viejo,
conocidas como Complejo Arqueológico El
Brujo, se ubican sobre la margen derecha
del río Chicama, muy cerca al litoral del
océano pacífico, en el distrito de Magdalena
de Cao, provincia de Ascope, departamento
de La Libertad en el norte del Perú.
Celeste Bolmaro, et al.
150 • Centro de Investigaciones Precolombinas
Fueron construidas por la cultura Moche
entre los años 100 y 750 d.C. El sitio se
encuentra abierto al público desde mayo del
2006, y la señora de Cao allí encontrada
aún no se encuentra en exposición.
Circundan a la Huaca de Cao Viejo cam-
pos de cultivo de caña de azúcar y cultivos
en huachaques. En la ubicación del antiguo
pueblo moche, situado a pies de la huaca, se
puede apreciar una cantidad innumerable de
hoyos que indican que allí se realizaron
huaqueos (saqueos).
Política de sitio
El sitio no se encuentra habilitado en su
totalidad, estando aún en construcción el
museo de sitio.
Las estructuras se han protegido, en un
sector con una estructura parabólica de lona
y en otros sectores con columnas de caña y
techos de paja.
La visita está programada para que sea
guiada. Su recorrido se encuentra delimita-
do por sogas. Los perfiles se han protegido
con muros de adobe imitando la técnica
constructiva original.
Debido a que se encuentran en el sitio
los materiales hallados hay una permanente
vigilancia armada para su protección. Se
planifica al momento de inauguración del
museo la exposición del cuerpo de la señora
de Cao junto con su ajuar funerario. En el
sitio se han realizado trabajo de preserva-
ción y reposición.
El impacto visual ocasionado por el te-
chado no es de mayor envergadura. La
cartelería si bien no es abundante posee
amplia información apoyada por la existen-
cia de una maqueta de la huaca. Los cam-
pos de agricultura circundantes no ocasio-
nan demasiado impacto. Los materiales se
ven perjudicados por la salinidad del mar.
MARCO TEÓRICO
Vemos el patrimonio como una construc-
ción social (Mantecon 2005, García Canclini
1987). Como una cualidad que se le atribuye a
determinados bienes que son seleccionados
como integrantes del patrimonio de acuerdo
con algunas jerarquías que valorizan algunas
producciones en detrimento de otras. Implica
una “operación dinámica”, enraizada en el pre-
sente, a partir del cual se construye, selecciona
e interpreta el pasado (Mantecon 2005:65).
Los elementos de patrimonio cultural
tienen una significación particular en fun-
ción del contexto sociocultural, aunque al
ser apropiados por otros grupos sociales e
implantados en nuevos contextos, se produ-
ce un proceso de resemantización.
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 151
El turismo se está transformando en una
de las mayores industrias del mundo, dando
lugar a una verdadera industria del patrimo-
nio, en la que este es utilizado con la lógica
del espectáculo y del consumo. En algunos
sitios esta manipulación desconoce inten-
cionalmente los derechos políticos, econó-
micos y culturales de los pueblos origina-
rios, situación que no hace más que
acentuar la polarización de la riqueza, el
deterioro de los recursos naturales y el uso
elitista del patrimonio de los pueblos origi-
narios. Aún así consideramos al turismo
como una fuente de desarrollo.
CONSIDERACIONES FINALES
En líneas generales podemos ver que los
sitios observados intentan realizar un mane-
jo adecuado del patrimonio. Adhiriendo a
las nuevas normativas internacionales en
cuanto a preservación, conservación, restau-
ración y exhibición del sitio.
Sin embargo, en Huaca de la Luna las
pinturas están demasiado expuestas sin una
protección adecuada y sería conveniente la
existencia de un museo de sitio donde se
explique visualmente la historia de la huaca.
En Chan Chan, la cubierta diseñada a
futuro, creemos impactará negativamente
tanto visualmente como en la creación de
un microclima adverso por los materiales de
los que se hará uso. Por otro lado la ruta
que atraviesa el sitio debiera ser relocali-
zada, así como la fábrica de alimento balan-
ceado, que es un factor contaminante. Sería
conveniente considerar el problema de la
napa freática y la forma más adecuada para
su drenaje.
En la Huaca de Cao Viejo, creemos que
la exposición de los restos humanos podría
llegar a ser un punto de conflicto y no
contribuye necesariamente al enriqueci-
miento del conocimiento del visitante.
Consideramos absolutamente necesario
que toda toma de decisión, intervención y/o
actividad sobre el patrimonio cultural ha de
ser una acción interdisciplinaria que involu-
cre la participación de diferentes actores
sociales y especialistas de disciplinas va-
rias. Así también creemos que es conve-
niente implementar políticas educativas di-
rigidas a la comunidad toda, a fin de una
concientización del valor patrimonial de los
sitios arqueológicos.
INFORME. CUENCA DEL AMANZONAS PERUANO.
ACTUALIDAD ANTROPOLOGICA
Gilda Arias Montes, Celeste Bolmaro, Raul Bolmaro, Cesar Borzone, Graciela Elsesser,
Maria Teresita de Haro, Olga Graciela Lima, Alejandro Pisnoy, Adrian Sabbatella y Graciela
Vielmas
Centro de Investigaciones Precolombinas
INTRODUCCIÓN
En el marco del acuerdo de la coopera-
ción interinstitucional entre la Universidad
Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP),
el Instituto Superior del Profesorado Dr.
Joaquín V. González (INSPJVG) y el Cen-
tro de Investigaciones Precolombinas (CIP),
se redacta este informe a fin de dar cuenta
de la situación observada de los pobladores
nativos de las comunidades de la cuenta del
Napo y lo s pobladores de la periferia de la
Ciudad de Iquitos.
El fin que se persigue es el de la bús-
queda conjunta de alternativas que mejoren
la calidad de vida de dichos ciudadanos.
Se presentara a continuación el estado de
situación, las conclusiones derivadas de di-
cho estado y algunas recomendaciones con-
sideradas pertinentes para dicho objetivo.
La metodología utilizada es la de obser-
vación participante en las comunidades na-
tivas de Urco Miraño (Yaguas) y Sucusari
(Maijunas) y del Mercado de Belén y aleda-
ños en la Ciudad de Iquitos.
Se tomaran, a fin de una mejor compren-
sión tres ejes conductores: económico, so-
cial y sanitario-educativo.
UBICACIÓN ESPACIAL:
El distrito de Belén y los pobladores de
San José de Itaya y San Francisco se sitúan
al sudeste de la ciudad de Iquitos, sobre el
Río Itaya. El poblado de Urco Miraño se
encuentra en una cocha cuya caño desem-
boca en la margen derecha del Río Napo. El
poblado de Sucusari, se halla en la margen
derecha de dicho río, afluente del Río Napo.
Los dos últimos poblados se encuentran
Gilda Arias Montes, et al.
153 • Centro de Investigaciones Precolombinas
ubicados en el ecosistema perteneciente a la
selva baja amazónica. (FUNDESAB).
SOBRE LA CUESTIÓN ECONÓMICA:
Periferia de Iquitos
- Según un poblador de San Francisco,
Belén representaría el 40% de la economía
de Iquitos.
- El comercio es el sustento básico de la
población allí radicada.
- El trabajo familiar es el trabajo de di-
cha economía.
- La producción principal que recibe la
zona es de madera, frutos, pesca y vesti-
menta.
- La actividad es continua a lo largo de la
jornada.
- Cabe destacar que toda esta actividad
se realiza en un marco de extrema pobreza.
Urcomiraño
- Hay una baja existencia de bienes ma-
teriales.
- Se observa cierta diferenciación social
a partir de los bienes muebles.
- La economía es de subsistencia, basada
en la agricultura y pesca, y en segunda ins-
tancia, en la venta de artesanías y masato y
el trabajo en maderas y chacras aledañas.
- En los últimos tiempos, la producción
de artesanías se ha visto transformada a fin
de satisfacer los gustos de los turistas.
- Existe desaprovechamiento de nuevos
recursos introducidos, en este caso, ovejas.
- La deforestación ocasiona que los re-
cursos se encuentren cada vez más lejanos.
- La falta de trabajo da por resultado la
migración de los jóvenes.
- Las madres reciben un plan de ayuda
económica del estado que es insuficiente
para cubrir sus mínimas necesidades.
Sucusari
- El marco económico es de extrema po-
breza.
- La falta de bienes muebles es total.
- Las madres reciben un plan de ayuda
económica del estado que es insuficiente
para cubrir sus mínimas necesidades.
- Es casi nula la actividad agrícola.
- La caza y la pesca son la base de su
economía domestica.
- Existe desaprovechamiento de nuevos
recursos introducidos, en este caso, el cebú.
SOBRE LA CUESTIÓN SOCIAL
Iquitos
- Existe una percepción por parte de
algunos pobladores de que “la pobreza esta
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 154
porque quieren ser pobres”, generando
estigmatización.
- La valoración de la vida es escasa.
- La visión de futuro de los jóvenes es
prácticamente nula.
- La situación de los pobladores es mar-
ginal geográfica y socialmente.
- Hay una alta tasa de delincuencia como
alternativa de subsistencia.
- Se encuentra la existencia del turismo
sexual infantil.
Urcomiraño
- Se considera al río como una fuerza de
vida.
- Existe una organización social a través
de diversas agrupaciones comunales, como
ser la APAFA (Asociación de Padres de Fa-
milia) y convenios con organizaciones no
gubernamentales y gubernamentales, por
ejemplo CETA (Centro de Estudios Teoló-
gicos Amazónicos) y CAAP (Centro de An-
tropología y Aplicación Práctica).
- La comunidad mantiene una serie de
conflictos: frente al Estado por falta de aten-
ción, y frente a las madereras por la apro-
piación de recursos comunales, si bien la con-
ciencia de estos reclamos no es generalizada.
- La estructura social mantiene la jefatu-
ra por parte del Apo, y a su vez acepta la
impuesta por el Estado del Teniente Gober-
nador, creando un sistema de gobierno dual.
- Aparentemente existe integración so-
cial en el grupo. Si bien la vivienda comu-
nitaria tradicional (Cocama o Maloca) se
desdoblo en viviendas unifamiliares, estas
se sitúan en un sistema concéntrico con res-
pecto a una plaza central.
Sucusari
- Se observa falta de cohesión social, que
estaría reflejada en su organización dispersa
del espacio.
- A pesar de la falta de cohesión social
interna, existe una confederación de comu-
nidades maijuna, integrada por cuatro co-
munidades.
- Entre los niños se observan manifiestas
acciones violentas entre si.
- Se ve al río como una fuente de vida.
- La comunidad mantiene una serie de
conflictos: frente al Estado por falta de
atención, y con “Explorama” (empresa nor-
teamericana de turismo) por el avance de-
predador sobre la selva comunal con apro-
piación de terrenos.
- Se expresa queja por parte de un pobla-
dor (profesor) por la perdida de autonomía,
por la falta de registro civil. Este hecho oca-
siona que las personas indocumentadas no
existan ante el Estado.
Gilda Arias Montes, et al.
155 • Centro de Investigaciones Precolombinas
- Existen conflictos entre algunos padres
de la comunidad que prefieren profesores
mestizos y el profesor, que es un profesor
bilingüe.
- Se evidencia necesidad de una autoafir-
mación como comunidad maijuna.
SOBRE LA SALUD Y EDUCACIÓN
Iquitos
- Existe una alta contaminación de las
aguas del Río Itaya por el desecho de los
residuos patológicos (del hospital local),
cloacales y basuras varias. “El río como un
gran tacho de basura”.
- Observamos falta de control sanitario y
bromatológico.
- Hay un amplio contacto de los niños
con el agua contaminada.
Urco
- Se observa cierta organización del tra-
tamiento de los residuos (utilización de re-
cipientes diferenciados).
- Si bien existen letrinas, estas no son
utilizadas con frecuencia.
- El sistema de agua y cloacal instalado
en el colegio no es debidamente utilizado
por su deterioro.
- No hay existencia de puesto sanitario.
- Existe cierta disminución de enferme-
dades endémicas.
- La tasa de mortalidad infantil no es
alta.
- La nutrición de los niños se evidencia
como no adecuada, con falencias.
- Se encuentran en la comunidad tres ni-
veles educativos: inicial, primario y secun-
dario.
- Hay un reclamo por parte de la comu-
nidad con respecto al nivel de preparación
con el cual egresan los alum-nos, que no les
permite el acceso a niveles superiores.
- Se nota en los establecimientos educa-
tivos la presencia de la iglesia católica.
- La iglesia pentecostal también se en-
cuentra presente.
Sucusari
- Se observa la existencia de letrinas,
pero no su uso.
- En el edificio escolar los sanitarios se
encuentran totalmente en desuso por su de-
terioro.
- El estado general del edificio escolar es
de pésimo estado de salubridad (existencia
de gran cantidad de murciélagos).
- No hay existencia de puesto sanitario.
- Se realiza la utilización de plantas me-
dicinales autóctonas por parte de toda la
comunidad.
- Existe conciencia de la necesidad de
mantener cierta limpieza y atenciones do-
ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010
Centro de Investigaciones Precolombinas • 156
mesticas como hervir el agua, cortar el pas-
to o fumigar como medio de controlar las
enfermedades.
- Se observa un alto índice de desnutri-
ción.
- Hay un retraso escolar debido a la eje-
cución de tareas comunitarias por parte de
los niños.
- El material didáctico es obsoleto ya que
consta de cartillas del ILV (Instituto Lin-
güístico de Verano) de la década de 1970.
- Se expresa un requerimiento por parte
de la comunidad de un colegio secundario
bilingüe.
- El acompañamiento familiar en la edu-
cación bilingüe se ve como una necesidad.
- El maestro hace mención de la necesi-
dad de becas universitarias para la comuni-
dad pueda contar con profesionales.
- Se observa una dificultad en la coordi-
nación de los contenidos curriculares res-
pecto a la enseñanza de la lengua materna.
CONCLUSIONES
Planteamos la existencia de una proble-
matica que atraviesa los ejes descriptos y
que es inherente a todas las comunidades
observadas. Nos estamos refiriendo a la po-
breza y la marginalidad.
En el aspecto económico la pobreza es-
tructural de las comunidades nativas ocasio-
na la migración de las personas hacia la
zona marginal de la ciudad. Esto genera la
merma de la mano de obra de la economía
familiar. Este proceso se produce por una
gran dependencia económica de otras regio-
nes y una economía monetaria regional al
servicio de intereses ajenos (FUNDESAB).
Este proceso migratorio es considerado por
Nicolás Rosa como una defensa ante el
ataque de los otros.
Socialmente la falta de conciencia de sus
derechos sobre la tierra a la larga podría
ocasionar la perdida de la misma, la cual
ocasionaría fenómenos como la disgrega-
ción de la comunidad, su contratación como
mano de obra barata y su migración a otras
comunidades o centros urbanos.
Con respecto al sistema de salud, consi-
deramos que no cumple los requisitos indis-
pensables para la atención de la población.
La educación manifiesta distintos niveles
de inaccesibilidad debido a la brecha socio-
económica y de conocimientos requeridos
para una instrucción superior. Existe una
dicotomía en la cuestión de la educación
bilingüe, ya que si bien el recuperar la
lengua nativa estaría reafirmando su cultura
y generando una resistencia a la cultura
Gilda Arias Montes, et al.
157 • Centro de Investigaciones Precolombinas
dominante (CALVET), por otro lado esta
situación los excluye más y aumentaría su
opresión.
RECOMENDACIONES
Creemos que la comunidad amazónica se
beneficiaria en la medida que el Estado im-
plante planes para que las personas encuen-
tren en sus lugares de origen un desarrollo
adecuado a sus necesidades. Estas necesi-
dades deben ser evaluadas desde la pers-
pectiva nativa, a fin de no imponer nuestra
propia mirada (LEVI STRAUSS).
Consideramos que un plan de desarrollo
debe tener en cuenta plazos de largo alcan-
ce sin dejar de lado las necesidades inme-
diatas y con aplicación de propuestas real-
mente factibles de completar, como por
ejemplo: la capacitación técnica de los luga-
reños para el aprovechamiento de los nue-
vos recursos o la creación de un curso nive-
latorio para que los egresados de escuelas
secundarias rurales puedan ingresar a estu-
dios superiores).
Asumimos que la UNAP posee el equipo
y el material humano necesario para la pro-
puesta y asesoramiento en la realización de
los planes a implementar por el Estado.
BIBLIOGRAFIA
CALVET, L.J.
s/f. Lingüística y Colonialismo. Breve tra-
tado de la glotofagia. Fondo de Cultura
Económica.
FUNDESAB.
s/f. La UNAP en su contexto. UNAP.
LEVI STRAUSS, J.C.
s/f. Tristes Trópicos. Editorial Paidos,
Argentina.
ROSA, N.
2006. Relatos míticos, cosas, animales, dis-
cursos. Santiago Arcos Editor, Buenos Ai-
res.
NORMAS EDITORIALES
Los trabajos deben presentarse de acuer-
do a las siguientes normas editoriales:
1. Título en mayúsculas, margen izquier-
do, sin subrayar, negrita, Times New
Roman 12
2. Autor/es en el margen izquierdo, ma-
yúscula-minúscula, negrita.
3. Pertenencia Institucional: en el margen
izquierdo, cursiva, sin abreviaturas.
4. Correo electrónico: en el margen iz-
quierdo
5. Resumen de no más de 200 palabras en
castellano y en inglés y cinco palabras
clave en castellano e inglés.
6. Texto: Times New Roman 12, interli-
neado 1,5, justificado de ambos lados.
7. Subtítulos primarios en el margen iz-
quierdo, en mayúsculas, sin subrayar,
negrita. Subtítulos secundarios, en el
margen izquierdo, en minúsculas, sin
subrayar, negrita.
8. Las referencias bibliográficas irán en el
texto siguiendo el sistema autor-año.
Ejemplos:
(Costin 1986)
(Costin 1986: 21)
(Costin 1986, 1988)
(Hodder 1985; Costin 1986; Patterson
1990).
Se citan hasta dos autores, si son más de
dos se nombra al primer autor y et al.
9. Las tablas, figuras, mapas y fotos deben
ir con numeración y epígrafes al final
del texto, para lo cual se solicita en-
viarlos en archivo aparte, indicando en
el texto su ubicación. Deben estar cita-
das en el texto.
10. Agradecimientos
11. Notas: numeradas correlativamente a
continuación de los agradecimientos.
12. Bibliografía: todas las referencias cita-
das en el texto deben aparecer en la lista
bibliográfica y viceversa. La lista bi-
bliográfica debe estar en orden alfabé-
tico, ordenada de acuerdo al apellido del
primer autor. Dos o más trabajos del
mismo autor se ordenan cronológica-
mente y a los trabajos del mismo año se
le agrega una letra minúscula.
Debe seguirse el siguiente orden: Au-
tor/es. Año. Título. Publicación. Número.
Páginas. Editorial. Lugar de edición.
Deben ir en cursiva los títulos de los
libros o los nombres de las publicaciones
periódicas.
Ejemplos:
Raffino, R. (ed.).
1993. Inka. Arqueología, historia y urba-
nismo del Altiplano Andino. Ed. Corregidor.
Buenos Aires.
Madero, C.
1993. Explotación faunística, tafonomía y
economía en Humahuaca antes y después
de los Yupanki. En: Inka. Arqueología,
historia y urbanismo del Altiplano Andino.
R. Raffino (ed.). pp. 145-168. Ed. Corre-
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1996. Demografía y cambio sociocultural
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Hodder, I.
1982a. Symbolic and Structural Archaeo-
logy. Cambridge University Press. Cam-
bridge.
1982b. Symbols in Action. Cambridge Uni-
versity Press. Cambridge.
MECANISMOS DE SELECCIÓN DE
ARTÍCULOS
La recepción de los trabajos no implica
compromiso de publicación. El Comité
Editorial procederá a la selección de los
trabajos que cumplan con los criterios
formales y de contenidos de esta publi-
cación.
Los artículos seleccionados serán eva-
luados por un miembro del Comité Eva-
luador, que actuará como árbitro.
Se comunicará a los autores la acepta-
ción o no de los trabajos. Si se sugieren
modificaciones, éstas serán comunicadas al
autor quien deberá enviar la versión defi-
nitiva en el plazo que se acuerde entre el
autor y el Comité Editorial. Todas las co-
municaciones se realizarán por correo
electrónico.
Los artículos deberán enviarse a:
CONSTANCIA DE ORIGINALIDAD
Todos los artículos deberán ser enviados
con una nota de autorización de publicación
por parte de los autores.