Revista Raíces de Expresión NºVI - 2008 - El Rol de los Discursos Políticos en la construcción...

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Revista Raíces de ExpresiónLa revista de los estudiantes de Historia

Comité Editorial Nº VI

Directorio Director GeneralOscar Guerra GonzálezDirector EditorRaúl Burgos PintoDirector CoordinadorSebastián Casanova Díaz

Equipo de Difusión y DiseñoFrancisca Alarcón Nicole Carrasco

Diagramación y Diseño Gráfico Francisco VeraJaime CannetWaldo LópezDiego Reyes

Equipo EditorSebastián GuerraRolando VarelaCristóbal RodríguezDiego Fernández

ColaboradoresHéctor Rauld Rodrigo ContalvaManuel Quintana Esteban Vergara Leopoldo Pinto

Comité Selección de TextoDr. María Ximena UrbinaDr. Juan CáceresLic. Julio Ramirez

La revista de los estudiantes de Historia

Las opiniones vertidas en esta revista son de exclusiva responsabilidad de los autores y no representan necesariamente el pensamiento del Comité Editorial de la Revista “Raíces de Expresión”-

Proyecto financiado por Fondos CONFIA de la Unidad de Gestión Estudiantil, Dirección de Asuntos Estudiantiles de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

2008

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Presentación

El Cine Mudo Chileno

1910-1934: la construcción de una identidad chilena moderna y la naturalización de la experiencia de la Modernidad.

Aproximaciones en torno a la Nación en Latinoamérica

Revisión general de los principales factores que incidieron en la idea de construcción de la nación en

Sudamérica durante su vida republicana.

A propósito de la problemática: “una reflexión sobre la situación actual de Bolivia.”

4

49-61

13-21

pág.Indice

El lugar de América en la historia y el pesimismo sobre su futuro

62-76

“Desarrollismo cepalino y discurso nacionalista”

22-34

Nacionalismo, Identidad Nacional y Nación

5-12

Nacionalismo como producto de la “crisis de la modernidad”

Un estudio comparado entre ell M. Nacional Socialista y el Partido Socialista en Chile durante la primera mitad del siglo XX.

35-48

Idea de Nación y discursos nacionalistas

Idea de Nación e identidad cultural

Sección “El Árbol”La comunidad afro americana en

la construcción de la nación en Estados Unidos

El sueño de Martin Luther King.

La definición de ciudadanía en ChileDiscusión y contexto.

77-89

90-97

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PresentaciónLa Revista Raíces de Expresión La revista de los estudiantes de Historia, se presenta como un espacio y un cuerpo consolidado de trabajo, a través de su Comité Editor, que asumiendo el compromiso de la disciplina historiográfica ha llevado a cabo, el fin de un proyecto y su concreción en una publicación que fomentando la investigación científica, promueve la participación y discusión de temáticas históricas para la realidad social en la que se plantea.

En su segundo año, el actual Comité Editor, plantea no sólo una problemática siempre atingente a la realidad americana, sino que a su vez, consolida a través de la autogestión y el rigor en el trabajo; una continuidad y un status de prestigio, permanencia y de proyección. Hoy pensando no sólo desde los estudiantes de historia para los estudiantes de historia. Sino que, a través, de este número y su sección “El Árbol”, proyectarse como la revista de los estudiantes de Historia para las Ciencias Sociales.

El superar la categoría de proyecto universitario y buscar, por tanto, mayores grados de independencia permiten consolidar una publicación autónoma que, a través, de un trabajo integrado y colaborativo propicie la discusión, el debate y la investigación. De esta forma, se busca una autodefinición que permita reflejar la posibilidad de concebir una sociedad que genera conocimiento y no tan sólo lo recibe, a la vez que se compromete con la generación de espacios culturales genuinos y de creación, superando la tendencia a convertirse en una instancia de promoción cultural.

Para finalizar como Comité Editor, agradecemos a todos aquellos que constribuyeron a esta iniciativa estudiantil; a la comunidad de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso que, a través de los espacios y la interacción posibilitó y contribuyó a este número; a la Dirección de Asuntos Estudiantiles de la PUCV, que a través de los Fondos concursables CONFÍA, posibilitó el sustento económico actual; a los miembros del Comité de Selección de Textos y a cada uno de los que aportaron y permitieron el que La Revista Raíces de Expresión, se convierta en La revista de los estudiantes de Historia.

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Nacionalismo, Identidad Nacional y Nación

Gonzalo Aravena HermosillaEstudiante de Licenciatura en Historia, IV año. Universidad de Chile.

Idea de Nación y discursos nacionalistas.

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El presente artículo pretende ser una provocación que fomente la visión crítica de la idea de nación expresada en la convocatoria de esta misma revista. El objetivo es formular un debate en torno a este concepto y las características principales según las cuales debiese ser entendido, en mi opinión, como consecuencia del nacionalismo y tomando en cuenta el rol de la identidad nacional en su construcción. Con ello busco hacer notar el intrínseco discurso político-cultural que se manifiesta en este llamado, haciendo ver como natural algo que es, en su seno, artificial. Según la convocatoria, “la nación ha de entenderse a partir de su constitución como comunidad porque se forma de manera inconsciente, independiente de la voluntad humana, con sentimientos, estados psicológicos y costumbres comunes”, a la vez se plantea, siguiendo a Jacques Maritain, que es una “comunidad humana basada en el hecho del nacimiento y el linaje, con todas las connotaciones morales de ambos términos” 1. Sin embargo estas distinciones dejan de lado el verdadero carácter de la nación moderna, vale decir, una construcción surgida a fines del siglo XVIII desde la doctrina denominada nacionalismo y los nacionalistas con el fin de ajustar la organización política del mundo a los estándares que la sociedad moderna necesitaría. Suena tajante, pero me explico a continuación.

Para lo anterior, en primer lugar es necesario referirme al nacionalismo. Éste podría definirse como una doctrina política que propende al ordenamiento del mundo en base a fronteras establecidas de acuerdo a los lindes de una nación con otra, en el cual cada una de ellas pueda generar un proyecto político soberano y autogobernarse según lo estime conveniente. Puede señalarse que su fin último es que cada unidad nacional logre convertirse en una unidad política y mantenerse como tal. Dentro de los estudiosos del nacionalismo se encuentran dos corrientes que destacan por sobre todo. Por un lado están los esencialistas (también

llamados primordialistas), los cuales plantean que las identidades nacionales preexisten al fenómeno nacional, en tanto la nación es un fenómeno natural e inherente al hombre desde el momento en que éste vive en comunidad. A su vez, plantean que todo el surgir de movimientos nacionalistas en la época moderna es sólo la expresión política de una forma de agrupación social que se arrastra por cientos de años, los cuales por su mismo peso histórico debiesen primar en la configuración del mundo actual2. Por otro lado están los modernistas quienes plantean que la nación es una construcción social surgida a fines del siglo XVIII que tiene por fin dar un ordenamiento al mundo de acuerdo a ciertas características y parámetros que permitiesen facilitar el desarrollo de la nueva época que se avecinaba, vale decir modernidad, y todo lo que este concepto trae aparejado. Esta corriente postula que es el nacionalismo (o los nacionalistas) quien crea la nación, no obstante no desconoce que lo hace bajo la base de materiales culturales previos de cada grupo humano.

Sin embargo, éstos no determinarían la codificación de la identidad nacional resultante, sino que forman parte de un todo, el cual en veces mutila y cercena de manera considerable aquella noción de “materiales culturales previos” haciéndolos, en casos, casi invisibles3. Todo ello será analizado en extenso más adelante.

A su vez, estas corrientes también podrían subdividirse en dos nuevas tendencias. Por un lado quienes plantean la existencia de un nacionalismo étnico, es decir basado fundamentalmente en las características culturales de cada pueblo, mientras que por otro un nacionalismo cívico, basado en la voluntad política por formar una nación, sin necesariamente reunir características culturales homogéneas. El nacionalismo étnico claramente está en directa relación con la corriente esencialista, no obstante para el nacionalismo cívico también hay quienes plantean que la idea de nación, como la entendemos en la actualidad, a pesar de haber sido

El presente artículo pretende ser una provocación que

fomente la visión crítica de la idea de nación expresada en

la convocatoria de esta misma revista.

1 Maritain, Jacques, El hombre y el Estado, Ed. Del Pacífico, Santiago, Chile, 1974, P. 30

2 Entre los principales exponentes de esta tendencia encontramos a Adrián Hastings, quien en su obra “La construcción de las nacionalidades”, Ed. Cambridge University Press, Madrid, España, 2000, plantea básicamente -refutando la tesis modernista- que las naciones en la mayoría de los casos estaban ya configuradas hacia el S. XVI. y que en Inglaterra ésta configuración precedió al año 1066, año de la invasión lombarda, señalando que inclusive estos últimos adquieren prontamente la nacionalidad inglesa. El carácter expansivo de los ingleses habría generado una suerte de expansión del fenómeno matizado por las particularidades de cada sector. Por otro lado, destaca también en esta tendencia el trabajo de A.D. Smith, El origen étnico de las naciones, Ed. Blackwell, Oxford, 1986, quien en su búsqueda por los orígenes del nacionalismo da con la definición de etnia, que sería la base de la nación. El autor maneja la idea de que las comunidades étnicas y las naciones funcionan de manera homóloga y que por tanto una etnia es a una nación.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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construida en una época relativamente reciente, se basa insoslayablemente en características culturales comunes dadas generalmente por el componente étnico que cada una de ellas arrastra4. Finalmente, el nacionalismo cívico vendría a identificarse plenamente con la corriente modernista. Para algunos es en esta subdivisión donde está una de las bases para entender los fines de la nación que serán explicados más adelante5.

De acuerdo a lo planteado por la convocatoria de la revista, se desprende una idea esencialista de la nación, haciendo ver como natural algo que a la luz de la investigación no lo es. Es el nacionalismo quien la crea y el fenómeno en sí no es un sentimiento natural ni universal, sino simplemente una doctrina política vinculada a cierta época histórica.

Según el académico de la Universidad de Madrid, Francisco Contreras Peláez, uno de los factores que haría ver a la nación como algo inherente al ser humano y su consecuente naturalización (postura esencialista) es su constante confusión entre ideología y emoción. Me explico, para el autor muchas veces se confunde el habitual sentimiento de pertenencia al lugar de origen con una ideología nacionalista, como es universal aquel apego a los orígenes, al terruño natal, a la lengua materna, etc., se podría entender que el hombre fuese un ser eminentemente nacional. Sin embargo, en la medida en que se confunde nacionalismo con amor patrio (entendiéndose patria como territorio de origen –lo paterno-) se desligaría al nacionalismo de su genuino contexto histórico lo que desembocaría en una relectura de la historia al estilo pannacionalista. Así entonces, “Moisés ya no es el profeta de dios, sino un caudillo hebreo en lucha con los opresores egipcios, Vercingetorix se convierte en De Gaulle avant la lettre, y el mismo Jesucristo puede transformarse en un belicoso activista zelota, que no predica ya la metanoia, sino el odio a los invasores romanos…”6 .

Sumado a lo anterior, puedo señalar además que el simple apego por un origen no habla de nacionalismo ya que para la existencia de éste es necesaria, como lo plantea el Benedict Anderson, “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana. Imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión, […] limitada porque incluso la mayor de ellas, que alberga tal vez a mil millones de seres humanos vivos, tiene fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Ninguna nación se imagina de las dimensiones de la humanidad, […] soberana porque el concepto nació en una época en que la ilustración y la revolución estaban destruyendo la legitimidad del reino dinástico jerárquico divinamente ordenando […] comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto puedan prevalecer en casa caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal” 7.

Entonces ¿por qué el sólo apego al origen, en un grupo determinado, devendría en una nación? La idea de comunidad es clave para dar respuesta a esto, pues si ese apego no va a acompañado de ella el resultado no es más que un sano amor irreprochable a la patria, pero no desembocaría consecuentemente en una nación.

Como se trata, en parte, de una doctrina que propende a que los límites nacionales concuerden con los límites estatales, cabe de inmediato el siguiente silogismo. Para que existan nacionalismos debe haber Estados; los Estados son construcciones humanas, la nación se conceptualiza para una construcción humana (el Estado), como construcción humana es un fenómeno artificial, por tanto no natural. Sin la previa existencia de los Estados, el fenómeno nacionalista y la nación improbablemente se habrían imaginado. Como lo plantea Gellner, “No todas las sociedades están provistas de un Estado. De ello se sigue inmediatamente que el problema del nacionalismo no surge en sociedades desestatizadas. Si no hay Estado, nadie, evidentemente,

el autor muchas veces se confunde el habitual sentimiento de pertenencia al lugar de origen con una ideología nacionalista, como es universal aquel apego a los orígenes, al terruño natal, a la lengua materna, etc., se podría entender que el hombre fuese un ser eminentemente nacional.

3 Bajo esta línea utilizaré las obras de Ernest Gellner, Benedict Anderson, Elie Kedourie y Eric Hobsbawm. Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, Alianza Universidad, Madrid, España, 2001. Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina, 2000, Kedourie, Elie, Nacionalismo, trad. de J. J. Solozábal.2a ed., Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, España, 1988 y Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Editorial Crítica, Barcelona, España, 2000. 4 Gellner, Ernest, Op. Cit., P. 69. 5 Ver Contreras Peláez, Francisco, “Cinco tesis sobre el nacionalismo”, en Revista de Estudios Políticos, N°118, Madrid, 2002. 6 Contreras Peláez, Francisco, Op. Cit., P. 260

7 Anderson, Benedict, Op. Cit., Pp. 23-25. (Destacado propio)

Para que existan nacionalismos debe haber Estados; los Estados son construcciones humanas, la nación se conceptualiza para una construcción humana (el Estado), como construcción humana es un fenómeno artificial, por tanto no natural.

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puede plantearse si sus fronteras concuerdan o no con los lindes de las naciones. Si no hay dirigentes, no habiendo Estado, nadie puede plantearse si pertenecen o no a la misma nación los dirigidos. Cuando no hay Estado ni dirigentes, nadie puede sentirse frustrado por no satisfacer las necesidades del principio nacionalista” 8.

Todo nos lleva a colocar el surgimiento de la nación moderna como consecuencia de los nacionalismos. Estos tienen su génesis, como ya decía, a finales del siglo XVIII en respuesta a los importantes cambios sociales y políticos que atraviesa Europa durante esta época. Podría mencionarse el desarrollo tecnológico, la insipiente movilidad social, la mejora de las comunicaciones etc., como condicionante para formar la comunidad imaginada. Sumado a esto, B. Anderson hace hincapié a la importancia de la difusión de la diversidad de las lenguas en la conformación del discurso nacionalista9; a saber, la caída del latín como lengua hegemónica en la escritura formal durante la Edad Media hace notar un sinfín de lenguas vernáculas que comienzan a ser cada vez más populares gracias a la masificación de la imprenta y la aparición de la prensa “masiva”. Así, la lengua deja de ser paulatinamente un medio de unificación cultural (Edad Media = latín) y comienza a diversificarse en tanto cantidad de dialectos localistas (idiomas vernáculos). Esto lleva a lo planteado por Gellner como base del surgir nacionalista: la necesidad de homogeneidad lingüística y cultural en las sociedades industrializadas. “Entre los requisitos previos para el funcionamiento de ésta están una alfabetización general y un grado de sofisticación numérica, técnica y general elevado.

Sus miembros son, deben ser, móviles y estar preparados para pasar de una actividad a otras, y además estar en posesión de ese adiestramiento genérico que les permitirá seguir manuales de instrucción de nuevas actividades y ocupaciones”10. Es decir la educación común en base a un mismo idioma permitiría generar personas capaces de adaptarse de mejor manera a la nueva forma de vida industrializada, esto se entrelaza con las

nuevas actividades, comunicaciones y el insipiente desarrollo tecnológico, debido a que un grupo homogéneo que opere con estos avances garantiza la persistencia de este tipo de organización en el tiempo.

En última instancia, otro factor que propiciaría el surgir de los movimientos nacionalistas en mencionada época es la influencia de la corriente ilustrada y fundamentalmente lo expresado por Kant, quien plantea la necesidad de la autodeterminación de los pueblos11, misma idea que un par de siglos más tarde recoge el presidente norteamericano, desde 1913 a 1921, Thomas Woodrow Wilson en los famosos 14 Puntos con los cuales pretendía dar la paz al mundo en plena Guerra Mundial (luego estos fueron la base del Tratado de Versalles, 1919). Esta idea señala que cada pueblo debe decidir qué gobierno desea tener y elegir cuál es su mejor camino para alcanzar el desarrollo económico, social y político sin ser intervenido por agentes extranjeros.

Una segunda premisa nacionalista que me permite refutar lo planteado en la convocatoria con respecto a la nación y, por otro lado, proponer un cristal hermenéutico distinto sobre el cual revisar la construcción de naciones en América latina –en donde con mayor razón se demuestra la invención-, es la de existencia cierta de las naciones y que éstas necesariamente debiesen constituir Estados o entidades políticas soberanas. Si aceptamos la existencia de la nación como comúnmente se ha entendido en la actualidad12, vale decir, como “comunidad humana basada en el hecho del nacimiento y el linaje, con todas las connotaciones morales de ambos términos: nacimiento a la vida de la razón y las actividades de la civilización, linaje en las tradiciones familiares, formación social y jurídica, herencia cultural, conceptos y maneras comunes, recuerdos históricos, sufrimientos, aspiraciones, esperanzas, prejuicios y resentimientos comunes” 13, y que esta misma debiese constituir un Estado una vez identificada, ¿cuántos Estado-nación en

propiciaría el surgir de los movimientos nacionalistas en mencionada época es

la influencia de la corriente ilustrada y fundamentalmente lo expresado por Kant, quien

plantea la necesidad de la autodeterminación de los

pueblos.

8 Gellner, Ernest, Op. Cit., P. 17. 9 Anderson, Benedict, Op. Cit., Pp. 102- 122. 10 Gellner, Ernest, Op. Cit., P. 53

11 Ver Berlin, Isaiah, “Kant como un origen desconocido del nacionalismo”, en El sentido de la realidad, trad. de P. Cifuentes, Ed. Taurus, Madrid, 1998, pp. 331 y ss. 12 Para la Real Academia de la Lengua, la definición de nación tiene que ver con: 1. f. Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno. 2. f. Territorio de ese país. 3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común. 13 Maritain, Jacques, El hombre y el Estado, Ed. Del Pacífico, Santiago, Chile, 1974, P. 30

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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estricto sentido de su significado debiesen existir? Si tuviésemos que seguir al pie de la letra este postulado toda Hispanoamérica debería ser un Estado (lenguaje: español, raza: mestizos, historia: pasado precolombino, colonia e independencia, religión: cristianismo, etc.) , sin embargo estriban en ella multitudes de diferencias culturales que hacen que esa clásica distinción de nación comience a tambalear, siendo adecuado asumir lo propuesto por Gellner, quien plantea que estos factores no necesariamente deben ser imprescindibles entre sí, sino que con la predominancia de uno se pueden normalizar los demás llegando a un nivel de homogeneidad que permita considerar a tal grupo como nación (construcción cívica)14.

Sin embargo, aún asumiendo esta nueva postura nos encontramos con el dilema de saber quién pone los limites entre ese nivel de predominancia. ¿Quién decide qué “cultura” sede su sitial ante otra que la engloba?, ¿cuál es el nivel de importancia entre una y otra, si es que la hubiere? Me atrevo a señalar que acá no priman criterios culturales, sino eminentemente políticos, predominando en esta instancia de normalización de naciones difusamente reveladas el modelo de nacionalismo cívico, por tanto la existencia cierta de naciones pasa fundamentalmente por el criterio cierto de los nacionalistas.

Por otro lado, en esa búsqueda de naciones, ¿qué sentido tendría hacerlo sin un vínculo político, entendiendo por esto la necesidad de organizarse de manera autónoma? Así entonces, “una doctrina que se limitara a constatar la existencia de los grupos nacionales, pero sin atribuirles vocación estatal pertenecería al ámbito de las teorías antropológicas o étnicas y no al de las políticas; sería etnicismo, folclorismo, etc., pero no nacionalismo. El llamado nacionalismo cultural –si entendemos por tal un movimiento que se limita a celebrar las diferencias étnicas sin extraer de ellas consecuencias políticas- no es verdadero nacionalismo”15.

Si bien comparto a grandes rasgos esta afirmación, discrepo con ella en el sentido de las consecuencias políticas que el autor maneja. Para él aquella búsqueda de autonomía se refiere excluyentemente a estatalismo, sin embargo olvida que si nuestro afán fuese definir naciones en estricto rigor, podríamos, hasta en el Estado-Nación mejor constituido, encontrar pequeñas minorías sobre las cuales distinguir una nación, que pese a su participación dentro de la que la engloba, no plantea la necesidad de independizarse por completo, ya que por ejemplo hay motivos económicos que muchas veces juegan un rol más preponderante que aquella búsqueda de Estado.

Para ello, este nacionalismo (cultural) vale como una forma de legitimación de diferencias internas y consigo diferencias en el trato para con estos mismos grupos minoritarios. Un reconocimiento a las minorías nacionales permitiría convivir de mejor manera cuando a mi juicio todas las naciones, en mayor o menor medida, siempre están constituidas por un componente cívico. Ni Inglaterra ni Francia -quizás los más viejos referentes de homogeneidad cultural- podrían ser concebidos como nación si no fuese porque se intervino en ellos construyendo y normalizando una identidad nacional, tomando como base el alto componente cultural común de los mismos. Sin embargo, el componente cultural común, en otros casos, no necesariamente implica que los nacionalismos tengan fines estatales, puesto que hay también quienes usan ese argumento –nacionalismo- para conseguir un reconocimiento en un Estado multinacional que permita, como ya decía, un trato particular. Planteo entonces que no por ser conceptualizado como nacionalismo cultural deja de lado su componente político, sino que sólo se manifiesta de otra forma.

Ya que por ejemplo hay motivos económicos que muchas veces juegan un rol más preponderante que aquella búsqueda de Estado.

14 Gellner, Ernest, Op. Cit., P. 67. 15 Contreras Peláez, Francisco, Op. Cit., P. 265.

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Finalmente, pasando por alto todos los condicionamientos anteriores, ¿por qué deberían corresponderse las entidades políticas soberanas con los grupos nacionales? No existe a mi juicio ningún sólido argumento que sustente esta relación. ¿Qué hace pensar que gente que habla un idioma distinto, o una raza distinta no pueda constituir en común un mismo Estado?, ¿por qué la homogeneización cultural devendría en una mejor organización interestatal? Hobsbawn demuestra que “desde que el mundo es mundo, ningún territorio ha sido habitado por una única población homogénea, ya sea en lo cultural, en lo étnico, o en cualquier otro aspecto” 16. Así entonces, ¿por qué los nacionalistas tendrían la razón en este postulado si no se ha demostrado lo contrario?

Finalmente, el principio de una cultura es un Estado resulta tan inconvincente por su contenido como por su forma. En primer lugar, quién puede ser capaz de distinguir los reales límites de una cultura con otra cuando estas funcionan de manera intrincada y muy difícilmente establecen una clara diferencia entre sí, y suelen convivir y relacionarse en una manera dialéctica que en sus lindes se hace tan difusa como el concepto mismo.

Por otro lado, si en teoría se lograse, en una “cirugía geopolítica”, conseguir este objetivo (1 cultura = 1 Estado), el derrame sanguíneo sería catastrófico y contraproducente con la idea de un mejor orden. Si este mejor orden –apelación de los nacionalistas- significa llevar a cientos de poblaciones a la guerra por un principio que nada lo justifica como natural, sino artificial y político, ¿cuál es la fortaleza y ganancia de aquello?17

Ahora bien, por otro lado, un segundo gran tema a tratar en esta idea discursiva de construcción cívica y moderna de nación es el concepto de identidad nacional. En primer lugar es necesario señalar que la identidad como tal “tiene que ver con la manera en que los individuos y grupos se definen a si mismos al querer relacionarse –identificarse- con ciertas características” 18. No es algo invariable, sino que con el paso de los años y el camino a la modernidad

(madurez) va mutando de manera que muchas veces trastoca a tal nivel su componente con el cual fue concebida que es difícil percibir continuidad en ella. No obstante la hay, pero matizada por la enorme cantidad de variaciones que sufre en este tránsito. Nuestra identidad de niño cambia con el tiempo y muy difícilmente nos presentamos ante la sociedad de la misma manera que lo hacíamos cuando tales. Una vez que alcanzamos cierto grado de madurez nuestro comportamiento e identidad varía, tanto como ha variado durante todo su tránsito. Lo mismo opera en la identidad nacional.

Esta última pertenece a la esfera de las identidades particulares, es decir, a aquellas que “[…] intersubjetiva e intercomunicativamente fabrican acerca de sí los sujetos que se hacen parte del concierto de individualidades al que nosotros denominamos nación” 19. Concuerdo con el autor pero quizás a esta definición sea necesario agregarle la temporalidad en la construcción de la identidad nacional, o más claramente su ya mencionada y constante reconstrucción.

Por otra parte esta construcción de la identidad nacional – núcleo del nacionalismo- es un proceso que, si bien en parte recoge componentes preexistentes de una supuesta cultura común (desde abajo), por otra, es indesmentible que funciona un proceso de invención cultural o normalización (desde arriba) en el cual se cimientan las bases de lo que se entiende por nación. Esto último se transforma en “una práctica que en la trayectoria de las jóvenes comunidades nacionales suple la novedad e insuficiencia de la memoria colectiva y se instrumentaliza mediante por un lado la manufactura de ‘ritos’, que son encomiendas fijas y periódicas del colectivo a su origen ancestral […], y por el otro de ‘símbolos’, monumentos, banderas, canciones, poemas, etc.” 20 Se construye así una memoria común que apela a un pasado, a un idioma, a una raza, a una costumbre común, etc., es decir, a una construida nación común.De esta manera juega un rol preponderante la idea de tradición, la cual mediatizada a través de la educación oficial e informal legitima y redime

El principio de una culturaes un Estado resulta tan

inconvincente por su contenido como por su forma.

16 Hobsbawm, Eric, “Identidad”, en Revista internacional de filosofía política, Nº 3, 1994, P. 8, Citado en Contreras, Francisco, Op. Cit., P. 271. 17 “Ajustar los limites estatales a los culturales obligaría a una ingente tarea de cirugía geopolítica; y en las intervenciones quirúrgicas suele derramarse sangre” en Contreras, Francisco, Op. Cit., P. 272. “Los intentos de reordenar según criterios nacionales una parte importante del mundo no han conducido a una paz o una estabilidad superiores. Por el contrario, han creado nuevos conflictos, han exacerbado tensiones y llevado la catástrofe a una ingente población ajena a toda política” en Kedourie, Elie, Op. Cit., P. 109. 18 Larraín, Jorge, Identidad chilena, Ed. LOM, Santiago, Chile, 2001, P. 21.

19 Rojo, Grinor, Globalización e identidades nacionales y postnacionales… ¿de qué estamos hablando?, Ed. LOM, Santiago de Chile, 2006, P. 40. 20 Rojo, Grinor, Ibíd., P. 64.

Un segundo gran tema a tratar en esta idea discursiva de

construcción cívica y moderna de nación es el concepto de

identidad nacional.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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ciertas conductas a la vez que adula o difama otras. Hobsbawm establece ciertos procedimientos en la invención de esta tradición dividiendo la secuencia en tres tipos21. En primer lugar los que establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia al grupo, ya sean comunidades reales o artificiales. En este caso se insertan aquellos símbolos nacionales, tales como la bandera, el escudo o el himno. En segundo lugar los que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad. Podría señalar en esto, para el caso de Chile, a aquella creencia en el orden constitucional y la construcción de una historia amparada en instituciones tales como la iglesia o el ejército, los cuales día a día, mediáticamente, juegan un rol preponderante en la mantención de la identidad nacional. En tercer y último lugar, aquellos que tienen como principal objetivo la socialización, e inculcan creencias, sistemas de valores o convenciones relacionadas con el comportamiento. Es decir costumbres del tipo moral o sanciones sociales acudiendo al argumento del “sentido común”.

Ahora bien en este proceso de construcción, como ya decía, confluyen dos fuerzas creadoras de identidad nacional. Por un lado existe una fase teórica, la cual está regida por las intelligensias locales en donde, dentro de los círculos de poder -vale decir, medios de comunicación, iglesias, aparatos educacionales e instituciones políticas, económicas y militares- se escogen la selección de características representativas de una sociedad, normalizando las difusas y restando las disgregadoras, y de una manera vertical se hacen permeables al resto de la sociedad originándose con esto una absorción masiva de la idea de comunidad sobre el piso común antes señalado. No obstante, ésta es sólo una fase, consecuentemente viene una etapa de propagación y homogenización de estas características, ya no de manera vertical sino que ahora horizontal, mediante el común encuentro de personas vinculadas a la misma base creada. Este desarrollo simbiótico es lo que desencadenaría la identidad nacional, la cual es mutable en gran parte por la misma interacción producida entre la primera y segunda fase.

En efecto, Jorge Larraín permite aclarar y concretizar todo lo anterior al señalar los tres componentes básicos de toda identidad: La cultura (con los componentes antes señalados), las cosas materiales (los cuales cumplen el rol de hacer pertenecer o dar sentido de pertenencia a una comunidad deseada y determinada) y los otros (entendiendo la construcción de identidad como un proceso intersubjuntivo de reconocimiento mutuo entre pares)22. Así, si reconocemos comunes todos estos componentes en una misma comunidad podríamos hablar ya de identidad nacional.

De este modo, el nacionalismo requiere del imaginario de una identidad nacional para llevar a cabo sus fines políticos, tanto como la identidad nacional requiere del nacionalismo para darse sentido a sí misma. La nación es entonces el resultante de esta ecuación y no necesariamente lo que las características culturales previas codifiquen sino lo que los nacionalistas quieran, a través de la identidad nacional, proyectar.En este sentido cobra importancia volver a la convocatoria sobre la cual se instala este artículo. Debido a que el llamado se inserta en un enfoque al cual no adhiero, me parece pertinente, a modo de abrir el debate, señalar otra forma de entender la nación moderna y una distinta manera de posicionar el discurso político sobre la nación en los espacios públicos. Para ello plantear la relevancia del nacionalismo como constructor de naciones que usa la identidad nacional para mantenerlas cohesionadas me parece determinante.

Finalmente, como reflexión, considero un desafío llevar a práctica de la enseñanza de la historia aquella idea modernista de la nación que permita a las nuevas generaciones -a la luz de las consecuencias históricas de la postura esencialista ha traído- dar un argumento más sólido y contundente que la simple apelación a la nación como algo natural al momento de tomar decisiones esgrimiendo lo nacional. De lograrlo, ¿Cuántas muertes se podrían evitar si el nacionalismo del siglo XXI no se fundase sobre aquella errónea idea de nación?

Esta construcción de la identidad nacional – núcleo del nacionalismo- es un proceso que, si bien en parte recoge componentes preexistentes de una supuesta cultura común (desde abajo), por otra, es indesmentible que funciona un proceso de invención cultural o normalización (desde arriba).

21 Hobsbawm, Eric. “1. Introducción: La invención de la tradición” en La invención de la tradición, Crítica, Barcelona, 2002, P. 16.

22 Larraín, Jorge, Op. Cit., P. 31.

De esta manera juega un rol preponderante la idea de tradición, la cual mediatizada a través de la educación oficial e informal legitima y redime ciertas conductas a la vez que adula o difama otras.

En este proceso de construcción, como ya decía, confluyen dos fuerzas creadoras de identidad nacional.

El nacionalismo requiere del imaginario de una identidad nacional para llevar a cabo sus fines políticos, tanto como la identidad nacional requiere del nacionalismo para darse sentido a sí misma.

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Bibliografía

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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Revisión general de los principales factores que incidieron en la idea de construcción de la nación en Sudamérica durante su vida republicana.

A propósito de la problemática: “una reflexión sobre la situación actual de Bolivia.”

Aproximaciones en torno a la Nación en Latinoamérica

Carla Ulloa InostrozaLicenciada en Educación y Profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales

por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (2007).

Idea de Nación y discursos nacionalistas.

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La nación se ha entendido tradicionalmente como una comunidad formada de manera inconsciente, independiente de la voluntad humana, con sentimientos, estados psicológicos y costumbres comunes. Es objetivo central de este pequeño trabajo sostener un argumento diametralmente distinto para el caso sudamericano, por ello, la problemática central desarrollada aquí gira en torno a la comprensión de los principales factores sociales, políticos, económicos y culturales que han intervenido en la construcción de la nación 1, como una narración, como un proyecto deliberadamente desarrollado y como un acto conciente, dirigido y racional. El espacio histórico contemplado aquí va desde la articulación del estado-nacional-republicano hasta la actualidad, y se centra en la reflexión crítica del problema, en una aproximación general.

El pensamiento crítico en torno a la nación se ha desarrollado fundamentalmente en los últimos decenios, integraré aquí a algunos de sus exponentes, conocidos como teóricos postcolonialistas 2. También el debate, a propósito de la mundialización de las redes económicas en las décadas recientes, ha cuestionado los conceptos nación, sociedad e identidad, centrándose principalmente en develar los aspectos esenciales de éstos y someterlos a nuevas interrogantes, cuestionando su vigencia o utilidad. En este sentido, desde las nuevas lecturas de Karl Marx, por el postmodernismo, desde el neoliberalismo al nacionalismo de fines del siglo XX, se ha emprendido una revisión del tema que aquí nos convoca. La vigencia de las definiciones tradicionales de estos tres conceptos han sido juzgadas desde distintos puntos de vista teóricos; sin embargo, más importante aún, los sucesos históricos, la realidad cotidiana e incluso los discursos oficiales señalan y coinciden en la resignificación de estos conceptos.

Tanto la desregularización de los mercados, como la mundialización de la acumulación del capital en una nueva fase, el capitalismo post industrial, sumado a la seguridad de que hoy el capital necesita cada

vez menos del ser humano para ser generado producto de la evolución científica y tecnológica, han provocado que ciertas certezas se derribaran, y que a partir de incertidumbres económicas, como la escandalosa brecha económica al interior de cada país Sudamericano, se haga necesario cuestionar la efectividad del repliegue del Estado.

Es entonces cuando en los discursos se apela al concepto de nación, supuesta base social del Estado, componente primero o génesis del aparato burocrático supranacional, o cuando los principales movimientos sociales se agrupan en torno a un sentimiento común, apelando a la urgencia del rescate del proyecto nacional a largo plazo. Por otro lado estos conceptos al ser permanente sometidos cuestionamientos se han ido cargando de significados e imágenes. Por ello es importante definir que se ha entendido por nación en los discursos de la vida republicana en América Latina.

El siglo XXI ha traído consigo, en nuestro continente, una intensificación de discursos políticos que apelan a la reinvención de la nación, haciendo un parangón con la reconstrucción de ella o con la inclusión en la definición de nación de nuevos actores, antes excluidos y silenciados. A propósito es importante recordar las palabras de Ernest Renan cuando, hace 126 años, se pregunto ¿qué es una Nación? y señaló en relación al olvido, a la fragilidad de la memoria histórica; “el olvido y, yo diría incluso, el error histórico son un factor esencial de la creación de una nación” 3.

Esta realidad muestra una carencia, una necesidad, como bien apunta Oswaldo de Rivero a propósito de los estados inviables del siglo XXI señalando que “en efecto, la mayoría de los Estados nacidos en el siglo XIX, como los latinoamericanos y casi todos los nuevos Estados surgidos en el siglo XX, como los asiáticos y africanos, son, después de más de un siglo y muchos decenios de independencia, proyectos nacionales no completos, que no se han desarrollado” 4. Haciendo la salvedad que el autor considera que el crecimiento económico según los parámetros capitalistas entrega

Durante dos siglos se ha intentado la construcción de la nación en nuestro continente,

subrayando construcción e intento porque lo que pretendo

es demostrar que en realidad se han omitido y silenciado

muchos aspectos.

1 Durante dos siglos se ha intentado la construcción de la nación en nuestro continente, subrayando construcción e intento porque lo que pretendo es demostrar que en realidad se han omitido y silenciado muchos aspectos. Vale decir, no se ha creado algo, sino que se ha formado un discurso que muchas veces trató de destruir o anular, haciendo desaparecer en vez de generar una elaboración que pueda ser entendida semánticamente como construcción. 2 Analizados concienzudamente en la obra de Rojo, Grínor. Salomone, Alicia y Zapata, Claudia, Postcolonialidad y nación, LOM, Santiago de Chile, 2003. También ver: Rojo, Grínor. Globalización e identidades nacionales y postnacionales… ¿de qué estamos hablando?, LOM, Santiago de Chile, 2006.

3 Renan, Ernest, ¿Qué es una Nación?, Conferencia presentada en la Sorbona, París, 11 de Marzo de 1882. Editado digitalmente por Franco Savarino 2004, disponible en www.geocities.com/fransavari/renan.pdf 4 De Rivero, Oswaldo, El mito del desarrollo. Los estados inviables en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2006, p. 11.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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desarrollo social, tesis que aquí no pretendo avalar, es importante señalar que hoy el proyecto nacional de integrar a todos sus constituyentes en el concepto de nación no está logrado, y ha desembocado en entidades caóticas ingobernables.

Puedo afirmar entonces que no existe un contrato social, no hipotético sino real, efectivo, duradero y afianzado para cada uno de los Estados Sudamericanos. En todo ellos, por el contrario, evidenciamos constituyentes del Estado desvalidos ante él o no protegidos y sin sus derechos efectivamente garantizados. Es necesario comprender que esta característica determina la vulnerabilidad de la democracia en nuestro continente.

En ese sentido, la nación que se ha intentado construir en América Latina se ha basado en la homogenización y en la pretensión homogeneizadora, caracterizada la primera por una ética y la segunda por varias voluntades.

La ética de la homogenización la constituyó la idea de un bien supremo en relación a una verdad ya revelada y los aspectos morales materializados en el aparato jurídico legal de cada país. De este modo, durante la segunda mitad del siglo XIX, ese tránsito al bienestar estuvo mediado por la ética del progreso y la civilización. Luego, durante la primera mitad del siglo XX, la ética en los discursos fue la necesidad de alcanzar el desarrollo, como un paradigma que concebiría una realidad mejor. Y en estos últimos cuarenta años, la revelación ética es el crecimiento basado en las ventajas comparativas que posee América Latina en el concierto de la división internacional del trabajo, pregonado desde el PNUD. Durante este devenir histórico la voluntad fue la intención de construir primero un orden y luego mantenerlo.

Durante el siglo XIX se constituyó y materializó un proceso de homogenización formulado a partir de las voluntades de cúpulas oligárquicas elitarias o líderes autoritarios.

En el siglo XX fue la ética de los grupos que concentraron los poderes político y económico, quienes mediante el disciplinamiento social, basado principalmente en la educación, y a veces de gobiernos autoritarios, implementaron mecanismos tendientes a la homogenización. En ambos siglos, la voluntad principal fue diferenciarse del resto mayoritario de la población, mediante el racismo y clasismo. Hablamos, pues, de una comunidad política minoritaria que jamás ha sido, ni será, por razones obvias, demográficamente la base de las sociedades o pueblos sudamericanos, pero que ha intentado identificarse con la mayoría demográfica.

Bernardo Subercaseaux nos ayuda a comprender la razón de la voluntad homogeneizadora al señalar que:

“… luego de la independencia, para poder ejercer la soberanía y en el marco de la ideología ilustrada imperante, las elites y los nacientes estados se dieron

la tarea de construir una nación de ciudadanos, vale decir, una nación cuyos miembros debían estar unidos por una sola cultura y por un conjunto de creencias, valores y tradiciones compartidas. Esta

concepción homogeneizadora, sobre la base de la cual se construyeron las naciones latinoamericanas, percibía los particularismos y las diferencias culturales como un estorbo, en algunas de ellas la elite ilustrada, amparada en la ideología liberal, buscó exterminar a las culturas

indígenas, promoviendo también la importación y presencia de migraciones europeas” 5.

La homogeneización entonces se realizó en función de una identidad previamente definida, una esencia, a la cual se aspiraba, a lo que antes llamé pretensión ética de la conformación de la nación. Ha habido muchos historiadores e intelectuales que han conceptualizado la identidad de Latinoamérica bajo una óptica esencialista, así mismo se han acercado al problema de la nación.

Evidenciamos constituyentes del Estado desvalidos ante él o no protegidos y sin sus derechos efectivamente garantizados. Es necesario comprender que esta característica determina la vulnerabilidad de la democracia en nuestro continente.

5 Subercaseaux, Bernardo, Nación y Cultura en América Latina. Diversidad cultural y globalización, LOM, Santiago, 2002, p. 31.

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Sin embargo, a pesar de la intención del discurso imperante 6 en el continente, de la política estatal encaminada a conseguir tal objetivo, de la idea oficial presente en la cotidianeidad, las cifras y la realidad fueron otras.

En Latinoamérica esta voluntad homogeneizadora no prosperó, porque la crisis actual de cada una de las naciones sudamericanas lo confirma. En algunos países fue la base demográfica que lo impidió. Tal es el caso de Bolivia, que posee una población indígena estimada al año 2001 de 5.247.000 personas, constituyendo un 62% de la población total (según cifras del censo poblacional del mismo año). Bolivia nos demuestra que la mayoría de los habitantes no son necesariamente la esencia de la nación de un Estado. Observando estas cifras podríamos entender que Bolivia debió haberse constituido como un Estado indigenista, lo que históricamente no tuvo lugar. Sólo actualmente, con el proyecto de la nueva Constitución indigenista y estatista, del gobierno de Evo Morales esto pretende conseguirse.

En el caso de Ecuador la organización de los pueblos indígenas bajo una confederación que paradójicamente fue denominada confederación de nacionalidades indígenas del Ecuador demuestra la convivencia de varias naciones al interior de un mismo Estado, por lo tanto se hace imposible la homogenización de la “nación ecuatoriana”.

En el caso de Colombia la homogeneización fue impedida por la tenencia de la tierra, puesto que los indígenas supieron resguardar sus derechos a la posesión efectiva del territorio en el que han habitado. La propiedad colectiva ha permitido la mantención de cierta autonomía, no obstante que los indígenas representan aproximadamente al 3% de la población total del país, según datos estadísticos oficiales.

En el caso de Brasil la situación se vuelve desgarradora. El asedio de asesinos a sueldo a los indígenas amazónicos, ha provocado un genocidio promovido por las empresas interesadas

en hacerse propietarios de las riquezas de los territorios interiores del país. El resto del país pareció olvidarse de los indígenas, ya que la voluntad era homogenizar a la población brasileña de ascendencia negra, portuguesa y mestiza con los inmigrantes centroeuropeos. En este caso, los esfuerzos estatales más importantes por preservar la vida de los indígenas amazónicos se han realizado bajo los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva (desde el año 2003 a la fecha), quien ha entregado cientos de miles de hectáreas para la reubicación de distintas tribus, pero los esfuerzos no han sido suficientes. Y este drama se agrava cuando se conoce la realidad de los sin tierra, indígenas y mestizos pobres que deambulan cerca de los centros urbanos más importantes del país, o al interior de ellos. Así la nación también ha sido puesta en tela de juicio por permitir el exterminio de parte importante de sus habitantes, aspectos que lamentablemente se repiten en varios países de Centroamérica.

Un repaso general a la situación indígena en nuestro continente, nos permite evidenciar problemas actuales muy lejos de estar resueltos, y que demuestran la incapacidad de la pretensión homogenizadora por resolver los aspectos centrales de cada Estado. No se ha conseguido la credibilidad ni legitimidad del concepto de nación de cada uno de los Estados Sudamericanos. Asimismo la voluntad excluyente, el racismo y la intención de silenciar a parte constitutiva de cada una de las naciones no ha logrado su efecto. Al respecto es importante recalcar la invisibilización deliberadamente ejercida por parte del aparato estatal, su burocracia y la prensa chilena frente al conflicto del Estado de Chile, particulares y empresas privadas con las comunidades mapuches. Es una falacia que en los medios masivos de comunicación chilenos se califique de “conflicto mapuche” a un problema que tiene diversos interlocutores y participantes, excluyendo de la situación conflictiva a parte importante de actores que realizan acciones beligerantes en la región de la Araucanía.

6 Este trabajo no contempla por lo tanto los discursos revolucionarios de nuestro continente, creo que ello es parte de un estudio distinto que no puedo abordar aquí. Por ello no se integran experiencias que trataron de construir una nación plural y justa con cada uno de sus integrantes. Esas realidades han existido, es importante señalarlo y tenerlo claro.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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Entonces, en la pretendida construcción de la nación se intentó dar respuesta a la pregunta por la convivencia y la identificación con los otros, es decir por la alteridad. La nación se entendido tradicionalmente en esa respuesta como un ente que trata de entregar a quienes le constituyen una identidad. Una identificación que en último término es un valor moral, no una construcción de algo nuevo, como ya señalé, este valor moral no es una realidad y tal vez en ese sentido si obedece a una construcción, ya que es una invención. No podemos señalar que esta identidad posee una “esencia”, a la cual se ciñe la nación como expresión de ésta. En esta misma línea Jürgen Habermas señala que “la identidad de una persona, de un grupo, de una nación es siempre algo concreto, algo particular (aunque por supuesto siempre ha de satisfacer también criterios morales). De nuestra identidad hablamos siempre que decimos quiénes somos y quiénes queremos ser” 7, la ética, por lo tanto, se funda con las voluntades que motivaron la construcción de la nación.

En ese sentido la convivencia al interior de la nación ha llevado implícita una relación de poder y no una identificación, aunque en el contenido de los discursos se haya apelado a la identidad, en el fondo se estaba manifestando la supremacía del “pueblo” de la “sociedad” o menos elaboradamente simplemente de la mayoría. Como por ejemplo señala hoy un candidato presidencial en Chile que pretende convocar mayorías y por ello automáticamente se jacta de ser el más legitimable. También en los discursos políticos, independientemente de su tendencia, algunas apelaciones morales suelen estar presentes, en relación a un bien supremo de la nación o al deber moral de cada ciudadano con su patria.

A mi parecer, la voluntad por antonomasia en la América Latina republicana ha sido la de preservar el orden. De hecho, la concepción de Estado que se tuvo cuando se implementó la construcción de la nación en América fue la de un ente ordenador tal como lo concibió Thomas Hobbes, en su libro Leviatán: la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil

del año 1651, en una realidad distinta pero con un objetivo parecido. Bajo una visión pesimista del ser humano, la idea de los grupos que dirigieron políticamente a las sociedades sudamericanas fue la de controlar a los grupos subalternos dentro de la sociedad de cada país; mestizos, negros, indígenas, mano de obra asalariada urbana o rural y mujeres, entre otros, para que ellos no desestabilizaran el orden, no produjeran enfrentamientos o conflictos, ni alteraran el sistema económico nacional. En esa efectiva ejecución de una idea descontextualizada, se consiguió una realidad distinta a la concebida por Thomas Hobbes, el hombre siguió siendo lobo del hombre, pero ahora bajo un aparato jurídico, legislativo y moral justificado por las instituciones del Estado. Por lo tanto, la nación quedo definida en la realidad por relaciones complejas de subordinación, discriminación, contención y evasión de demandas propias de los grupos que no aparecieron en la oficialidad del concepto nación, además determinada por cánones éticos, morales y fuertemente religiosos.

Por ejemplo miremos el caso peruano. Como bien señala José Carlos Mariátegui la nación se intento construir bajo un paradigma liberal-occidental-europeo, se occidentalizó formalmente a la república peruana, integrándola al circuito económico mundial. Para emprender estas tareas, el papel del indígena debía ser el mismo desarrollado durante la colonia, una mano de obra barata o muchas veces gratis, que proveyera el trabajo necesario para explotar los recursos naturales exportables que entregarían el capital necesario a ese grupo dirigente para asegurar su subsistencia como captador de riqueza, “la aristocracia latifundista de la colonia, dueña del poder, conservó intacto sus derechos feudales sobre la tierra y, por consiguiente sobre el indio” 8.

7 Habermas, Jürgen, Identidades nacionales y postnacionales, Traducción Manuel Jiménez R. Madrid, Tecnos, 1998 (segunda edición), p. 114

8 Mariátegui, José Carlos, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979, p. 27.

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Mariátegui pensó en el problema de la nación en Perú y sentenció hace casi 75 años atrás que la solución estaba en la comprensión de lo que significa ser peruano (su lema fue “peruanicemos el Perú”) junto con generar los aspectos materiales que permitieran a cada individuo de esa sociedad desarrollarse plenamente. Él sostuvo que su país hasta 1930 (al año de su fallecimiento) era una país feudal, en el sentido de que conservaba inalterada dos características básicas para catalogarlo con ese apelativo, era un país que funcionaba en torno al latifundio y a la servidumbre, bajo esas circunstancias “el régimen de propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda nación (…) sobre una economía semifeudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales” 9. Así la integración de todos en el concepto de nación pasa también por la integración económica de todos en el juego comercial, y no me refiero solo en el acceso al consumo, sino en la efectiva democratización de todos los aspectos involucrados aquí.

Así llegamos a aspectos materiales de la conformación de la nación, porque ella no solo se hizo en base a un discurso político, a aspectos meramente teóricos, eso es profundamente errado, entender la nación como una comunidad puramente imaginada es creer que solo el discurso entrega el sustento de la realidad, o que en esa “imaginación” se incluye a todos, como sabemos la memoria histórica es muy frágil. Al contrario la imaginación es un acto individual, sui generis, que solo pueda ser interpretado desde un punto de vista personal y la memoria histórica se determina tanto por el quehacer historiográfico como por las voluntades oficiales. Lo que efectivamente es colectivo son los factores que hacen que una persona viva en tales y cuales circunstancias, es necesario señalar que la comunidad imaginada al estilo de que entiende Benedict Anderson10 no explica la nación para América Latina, para nuestro caso. El contrato social no es imaginario, está escrito y suele ser la constitución política de un país, sobre esto volveré más adelante y a propósito de nación en Bolivia hoy.

La Nación es por lo tanto un híbrido de conceptos ambiguos y voluntades particulares, que no puede llegar a ser una representación de la realidad social, como bien señala Hanna Arendt, en su libro The Human Condition; la nación es un espacio donde los intereses privados asumen significación pública. En este sentido esa definición está relacionada con el postulado de Homi Bhabha, teórico que ha expuesto muy elocuentemente el problema de la narración de la nación como un ejercicio de poder y como un problema profundamente relacionado con aspectos políticos y filosóficos propios de Europa. Elocuente es la sentencia de Bhabha “es una intervención mucho más sustancial (…) que racionalizan las tendencias autoritarias ´normalizadoras` dentro de las culturas en el nombre del interés nacional o de prerrogativas étnicas”11.

Como señalan los artículos compilados en el libro The Invention of Tradition12 para el caso británico, la identificación de los habitantes de un Estado con ciertas tradiciones que parecen ser propias de la nación, es decir, partes constitutivas de ella, obedece a un proceso deliberado de creación, donde hubo una voluntad de generar símbolos e íconos que concentraran en sí mismos una esencia mítica, una identificación con ese relato mítico, entendiendo que todos los seres humanos, en nuestra dimensión espiritual comprendemos los mitos y nos suscribimos a algunos.

A propósito de la problemática que aquí hemos desarrollado acudamos a Bolivia.

En nuestro vecino país se asiste hoy a una reinvención de la nación13. El proceso político y social que encabeza, el gobierno de Evo Morales cuestiona toda la tradición nacional de su país desde el momento de la emancipación del imperio español hasta hoy. En este sentido se disputa la ficción fundacional, pero ¿porqué?, una posible razón es la señalada por Homi Bhabha “los orígenes de las tradiciones se vuelven tanto actos de afiliación y establecimiento así como momentos de desaprobación, desplazamiento, exclusión y contienda cultural”14, en

El contrato social no es imaginario, está escrito y suele

ser la constitución política de un país, sobre esto volveré

más adelante y a propósito de nación en Bolivia hoy.

9 Mariátegui, José Carlos, Op. Cit., p. 33. 10 Ver: Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1993. Publicado por primera vez en 1983.

11 Bhabha, Homi, “Narrando la Nación”. Revista Caosmosis, disponible en http://caosmosis.acracia.net/, traducción no especificada. Introducción del libro Nation and Narration. Homi Bhabha y otros. Routledge, Londres y Nueva York, 1990. 12 Ver: Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence, The Invention of Tradition. Cambridge University Press, 1992. 13 Existe una publicación de la CLACSO, a la cual lamentablemente no he podido acceder, titulada Reinventando la nación en Bolivia: Movimientos sociales, Estado y poscolonialidad. Editada el año pasado y coordinada por Karin Monasterios, Pablo Stefanoni y Hervé Do Alto. 14 Bhabha, Homi, Op. Cit.

El gobierno de Evo Morales cuestiona toda la tradición

nacional de su país desde el momento de la emancipación del imperio español hasta hoy.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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este sentido, el gobierno del MAS y el IPSP15 ha sabido capitalizar el descontento frente a injusticias históricas, nunca antes atendidas como el principal problema de interés nacional.

El presidente Evo Morales ha señalado en innumerables ocasiones que su tarea radica en la construcción de una nación que integre y que no excluya nunca más a la mayoría demográfica de su país, ha cuestionado la ficción fundacional de Bolivia y asimismo de Sudamérica; “en este tiempo de cambios, señores presidentes, nuestros pueblos se quieren unir y la unidad fortalecerá a nuestros pueblos en este proceso de construcción de la nación sudamericana”16. Esto lo explica muy bien Walter Mignolo; “en Bolivia la historia es otra y muy distinta: los indígenas nunca se sentaron en ninguna banca, desde la colonia hasta la formación del estado-nación”17, y podemos agregar nunca después hasta Enero del año 2006, cuando asume el presidente Evo Morales.

En este sentido las constituciones políticas que rigieron la vida político jurídica de Bolivia marginaron en su génesis a la población indígena del país, “en la historia de Bolivia ha habido unas 20 reformas constitucionales surgidas de Asambleas o Convenciones Constituyentes. Sin embargo (aunque no hay consenso) los historiadores señalan que las Asambleas más importantes de ellas son las de los años 1825, 1826, 1938 y 1967”18, en ninguna de ellas hubo representantes indígenas, ha esto me refiero cuando señalo que el contrato social, como realidad legítima, no existe. Al señalar esta ausencia, este silencio, se ha tildado frecuentemente de racista al gobierno del MAS y del IPSP, de hecho el ex presidente Carlos Mesa declaró hace pocos días “Evo Morales ha exacerbado el racismo”19. Por otro lado, también señaló la urgencia de la autonomía de las provincias de la medialuna20, clarificando su postura aún más cuando explica que “la autonomía es una reivindicación justa; pero que detrás de la bandera hay un interés de protección de determinadas élites que quieren el control de la tierra y el manejo de los recursos naturales”21, dejando clara su filiación.

Aquí podemos leer entre líneas ¿que mejor argumento que presentar a la víctima como victimario? Contraponer y enredar argumentos ha sido una táctica recurrente en los discursos políticos sudamericanos.

Se pretende invalidar el gobierno de Morales (recientemente respaldado ampliamente en un referéndum) por reivindicar, y tratar de modificar, una situación de injusticia que es la base del orden y la estructura tradicional boliviana, como bien ha identificado Pablo Stefanoni “la novedad es que, desde la llegada al poder de Evo Morales en enero de 2006, se presenta de manera invertida: los criollos serían víctimas del racismo de los indígenas y el antídoto contra un supuesto nuevo fundamentalismo en ciernes consistiría en reconocer «que los bolivianos somos todos mestizos» Pero ¿qué hay detrás de esta estrategia de reafirmación del mestizaje?”22, esta pregunta es fundamental para comprender qué sustenta el discurso de la nación en Bolivia.Primero es bueno volver a señalar que los indígenas en Bolivia representan el 62% de la población total del país. El mestizaje pretende ser hoy el argumento de legitimidad que enuncian los grupos oligárquicos, blancos y occidentalizados de Bolivia. El racismo contra los mestizos-cholos se esconde hoy, en el discurso, debido a la coyuntura.

Al intentar estatizar los principales recursos naturales, Evo Morales se ha ganado una oposición férrea, organizada y dirigida a desacreditar su proyecto.

Vemos, de nuevo, como los intereses económicos recurren a argumentos que han sido la base del discurso de la construcción de la idea de nación en Latinoamérica, está bien hablar en contra del racismo pero solo cuando se obtendrán remesas económicas. En realidad sucede que “en Bolivia las elecciones fueron clara y aplastantemente democráticas por el voto, pero el pueblo (indígena y no indígena) no votó a un partido que lo representa sino a un movimiento social que lo involucra” 23, asunto que el señor Mesa (quien también fue vicepresidente de Sánchez de

15 Instrumento político de la soberanía de los pueblos. Me detengo en este nombre porque las palabras dan cuenta de la voluntad que hay en esta designación, es de importancia semántica. 16 El Periódico de México. “Evo Morales inaugura II Cumbre Sudamericana en Bolivia”. México D. F., 12 de Septiembre 2006. http://www.elperiodicodemexico.com/nota.php?id=59085. 17 Mignolo, Walter, “¿Giro a la izquierda o giro descolonial? Evo Morales en Bolivia”. Revista Caosmosis, disponible en http://caosmosis.acracia.net/. 18 Vargas Rivas, Gonzalo, Historia de las Constituciones en la República de Bolivia, CENDA, Bolivia. Disponible en http://constituyentesoberana.org/info/?q=historia-constituciones-bolivia. 19 ERBOL. “Carlos Mesa: Evo Morales ha exacerbado el racismo en Bolivia”. Bolivia, 06 de Octubre 2008. Disponible en: http://www.erbol.com.bo/noticia.php?identificador=2147483913696&id=1

21 Agrupa a las provincias de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, lideradas por el Comité Cívico de Santa Cruz y el Frente Cívico de Tarija. El primero es un organismo que congrega a las principales organizaciones empresariales de Santa Cruz de la Sierra (departamento más próspero y poblado de Bolivia que alberga al 25% de la población total, con una economía agroindustrial y de combustibles que en su conjunto representan un tercio del PIB) que tienen como fin la obtención de la autonomía en materias de decisiones económicas. El segundo es encabezado por un provincia dueña de más del 80% de las reservas de gas del país. Ellos se movilizan en contra del Estado que los marginó del millonario negocio del gas, en el año 2003, que consideraba intervenciones, de capitales estadounidenses, por sobre los 5 mil millones de dólares. Estos grupos están conformados por la vieja y nueva oligarquía blanca, empresarial y terrateniente, que confederadas desean hacer realidad la autonomía.

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Lozada) no ha entendido. Es necesario comprender que “es la Bolivia indígena la que se une a la izquierda latina, y no la izquierda latina la que (con)cede al liderazgo indígena. Ahí, en ese cambio sintáctico-semántico de la frase está en juego, y se juega, el giro descolonial” 24. Por ello, no resulta fácil acercarse al problema político-nacional-cultural boliviano.Bernardo Subercaseaux se pregunta “¿es posible la ingeniería cultural? ¿se puede acaso incidir desde el estado en el tejido social y cultural?” a propósito de la búsqueda de la profundización de la democratización25. En este aspecto Bolivia tiene una tarea inmensa y el gobierno de Evo Morales lo sabe. Como bien identifica el sociólogo boliviano Fernando Calderón:

“¿Qué es lo que está en juego hoy en Bolivia? Las chances de un salto, tanto en términos del desarrollo como de la democracia. Hay posibilidades de que se avance en el mejoramiento de los niveles de igualdad entre los diferentes grupos socioculturales, así como

en un crecimiento económico socialmente incluyente. Asimismo, parece probable que la democracia, además de obtener logros considerables en cuanto al régimen

político, genere avances sustantivos y de reconocimiento de un genuino pluralismo sociocultural. Es decir, parece

posible lograr una mayor y una mejor distribución del poder y de los beneficios del desarrollo. Es posible, entonces, que se consolide un nuevo orden. Pero no es

fácil”26.

Como antes señalamos, la pretensión homogenizadora en la construcción de la nación invocó los aspectos centrales que consolidaron el orden republicano-occidentalizado, como bien lo definió Mariátegui. Sin embargo, otros caminos son posibles, Subercaseaux señala ejemplos donde la ingienería cultural si ha podido circunscribir y modificar aspectos para generar inclusión cultural, por ejemplo Brasil, la España post franquista y Canadá. Pero, debemos hacer la referencia, en ninguno de ellos se intento la instauración de un nuevo orden, que además pretendía modificar pautas de relaciones interpersonales y una estructura económica histórica.

Al respecto el vicepresidente de Bolivia, un destacado intelectual crítico, Álvaro García Linera sintetiza los principales desafíos del gobierno de Evo Morales:

“En el ámbito político-cultural hay una imagen que creo que resume lo que está significando el

nuevo gobierno. Evo va a la localidad de Pocoata y le pregunta a uno de los niños si ha recibido el

bono Juancito Pinto [25 dólares anuales contra la deserción escolar] y qué va a hacer con el dinero. El niño respondió con una contundencia feroz: ´me voy a preparar para ser como vos`. Para mi esto resume

lo que ha pasado en este país. Los indígenas, que se proyectaban como campesinos, a lo mejor, en un exceso de movilidad social, como albañiles o cabos

de la policía, hoy se proyectan en todos los niveles de mando de Bolivia. Esta es la revolución simbólica más

importante que haya ocurrido desde los tiempos de Túpak Katari [1782] o desde Zárate Willka [1899]. Es una revuelta simbólica en las mentes y las percepciones de las personas, mucho más visible en el significado que tiene Evo Morales en las concentraciones indígenas. Es muy distinto que cuando Evo va al Chapare [región

cocalera de Cochabamba]; es impresionante lo que pasa ahí, no tiene explicación clásica, el tipo de adhesión, apego y sostenimiento histórico que le dan, los niños,

los jóvenes, las abuelas. Evo simboliza el quiebre de un imaginario y un horizonte posibilidades restringido a la subalternidad de los indígenas. Estos elementos se

traducen, en el nivel más administrativo, en una lenta pero visible multiculturalización del Estado, que ya se venía dando con la masiva presencia de los indígenas

en el Parlamento desde 2002, ahora mucho más acentuada, no solamente de nuestro lado sino del lado de la oposición, que debió indianizar su discurso y sus candidaturas a diputaciones y a constituyentes para adecuarse al temperamento de la época. También es

visible en la presencia de líderes indígenas en distintos niveles de la administración pública, aunque todavía

no en el porcentaje que deseamos”27.

Sus líderes están ligados a grupos políticos conservadores, en estrecha relación con el sector externo de la economía, que además cuentan con un apoyo no disimulado de Estados Unidos, lo que ha provocado, el pasado 10 de Septiembre, la expulsión de Bolivia del embajador de dicho país, considerado persona non grata. 21 ERBOL. Op. Cit. 22 Stefanoni, Pablo. “Siete preguntas y siete respuestas sobre la Bolivia de Evo Morales”. Revista Nueva Sociedad nº 209, Mayo – Junio 2007. Disponible en: http://www.nuso.org 23 Mignolo, Walter, Op. Cit. 24 Ibíd. 25 Subercaseaux, Bernardo, Op. Cit, p. 39. 26 Calderón G., Fernando. “Oportunidad histórica: cambio político y nuevo orden sociocultural”. Revista Nueva Sociedad nº 209. Mayo – Junio 2007. p. 32 y 33. Disponible en: www.nuso.org

27 Svampa, Maristella y Stefanoni, Pablo. Entrevista a Álvaro García Linera “Evo simboliza el quiebre de un imaginario restringido a la subalternidad de los indígenas”. Revista Nueva Sociedad nº 209, Mayo – Junio 2007. Disponible en: http://www.nuso.org

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Esta revolución simbólica a la que apela Álvaro García es lo que debe suceder para reconceptualizar una nación. Las definiciones teóricas, y divagaciones discursivas no afectan y modifican significativamente la realidad. Ahora ¿cuál será el precio de esta valentía? ¿qué estrategia nueva adoptarán los sectores que ancestralmente detentaron el poder de definir qué era la nación en Bolivia?. Sin duda deberemos continuar en el análisis y producto de las proyecciones del tema últimamente acelerado y potenciado, como principal preocupación del nuevo organismo multilateral, que integra a los 12 países independientes de Sudamérica, denominado unión de naciones sudamericanas, creado el 23 de Mayo de este año.

1. Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1993.

2. Bhabha, Homi. “Narrando la Nación”. Introducción del libro Nation and Narration. Homi Bhabha y otros. Routledge. Londres y Nueva York, 1990. Revista Caosmosis, disponible en http://caosmosis.acracia.net/. Traducción no especificada.

3. Calderón G., Fernando. “Oportunidad histórica: cambio político y nuevo orden sociocultural”. Revista Nueva Sociedad nº 209. Mayo – Junio 2007. Disponible en: http://www.nuso.org

4. De Rivero, Oswaldo. El mito del desarrollo. Los estados inviables en el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2006.

5. El Periódico de México. “Evo Morales inaugura II Cumbre Sudamericana en Bolivia”. México D. F., 12 de Septiembre 2006.http://www.elperiodicodemexico.com/nota.php?id=59085.

6. ERBOL (Red de Educación Radiofónica de Bolivia) “Carlos Mesa: Evo Morales ha exacerbado el racismo en Bolivia”. Bolivia, 06 de Octubre 2008. Disponible en: http://www.erbol.com.bo/noticia.php?identificador=2147483913696&id=1

7. Habermas, Jürgen. Identidades nacionales y postnacionales. Madrid, Tecnos 1998.

8. Hobbes, Thomas. Leviatán: la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil. Alianza, Madrid, 1995.

9. Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence. The Invention of Tradition. Cambridge University Press 1992.

Bibliografía10. Mariátegui, José Carlos. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Ayacucho, Caracas 1979.

11. Mignolo, Walter. “¿Giro a la izquierda o giro descolonial? Evo Morales en Bolivia”. Revista Caosmosis, disponible en http://caosmosis.acracia.net/.

12. Renan, Ernest. ¿Qué es una Nación?. Conferencia presentada en la Sorbona, París, 11 de Marzo de 1882. Editado digitalmente por Franco Savarino 2004, disponible en: www.geocities.com/fransavari/renan.pdf

13. Rojo, Grínor. Globalización e identidades nacionales y postnacionales… ¿de qué estamos hablando?. LOM, Santiago de Chile, 2006.

14. Rojo, Grínor. Salome, Alicia y Zapata, Claudia. Postcolonialidad y nación. LOM, Santiago 2003.

15. Stefanoni, Pablo. “Siete preguntas y siete respuestas sobre la Bolivia de Evo Morales”. Revista Nueva Sociedad nº 209, Mayo – Junio 2007. Disponible en: http://www.nuso.org.

16. Subercaseaux, Bernardo. Nación y Cultura en América Latina. Diversidad cultural y globalización. LOM, Santiago, 2002.

17. Svampa, Maristella y Stefanoni, Pablo. Entrevista a Álvaro García Linera “Evo simboliza el quiebre de un imaginario restringido a la subalternidad de los indígenas”. Revista Nueva Sociedad nº 209, Mayo – Junio 2007. Disponible en: http://www.nuso.org.

18. Vargas Rivas, Gonzalo. “Historia de las Constituciones en la República de Bolivia”. CENDA. Bolivia. Disponible en http://constituyentesoberana.org/info/?q=historia-constituciones-bolivia.

Fragmentos

* “Durante dos siglos se ha intentado la construcción de la nación en nuestro continente, subrayando construcción e intento porque lo que pretendo es demostrar que en realidad se han omitido y silenciado muchos aspectos.”

* “… evidenciamos constituyentes del Estado desvalidos ante él o no protegidos y sin sus derechos efectivamente garantizados. Es necesario comprender que esta característica determina la vulnerabilidad de la democracia en nuestro continente…”

* “El contrato social no es imaginario, está escrito y suele ser la constitución política de un país…”

* “…el gobierno de Evo Morales cuestiona toda la tradición nacional de su país desde el momento de la emancipación del imperio español hasta hoy.”

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“Desarrollismo cepalino y discurso nacionalista”

Renato Hamel AlonsoEstudiante IV año Licenciatura en Historia, Universidad de Chile

Idea de Nación y discursos nacionalistas.

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Con el fin de analizar teóricamente la relación entre desarrollismo cepalino y discurso nacionalista, usaré las obras de Jorge Larraín y Eric Hobsbawm. Según el primero, la identidad nacional es construida, por lo menos en parte, por el nacionalismo1. Existe una interrelación entre la construcción pública de los discursos (en este caso, el nacionalismo estatal) y la misma vida concreta cotidiana (prácticas, vivencias, experiencias en general), en la cual ambas se condicionan y modifican mutuamente2. Por lo tanto, es importante incluir de qué manera los discursos públicos afectan a la realidad concreta de las personas, y de igual forma, analizar cómo esta realidad puede afectar a la construcción pública de identidades, aunque sea de manera teórica.

Esta concepción de construcción de una identidad cultural es complementada con la de la “invención de la tradición” de Eric Hobsbawm, citada por Grinor Rojo, que es “una práctica que en la trayectoria de las jóvenes comunidades nacionales suple la novedad e insuficiencia de la memoria colectiva y se instrumentaliza mediante por un lado la manufactura de “ritos”, que son encomiendas fijas y periódicas del colectivo a su origen ancestral […], y por el otro de “símbolos”, monumentos, banderas, canciones, poemas, etc”3. Estos procedimientos, a su vez, se agrupan en tres tipos de tradiciones inventadas: “a) las que establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia al grupo, ya sean comunidades reales o artificiales; b) las que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad; y c) las que tienen como principal objetivo la socialización, el inculcan creencias, sistemas de valores o convenciones relacionadas con el comportamiento”4.

Defino, pues, identidad nacional como una percepción en que cada individuo se considera o imagina a sí mismo como parte de una nación5. A su vez, defino nacionalismo como un tipo de argumento o acción discursiva y subjetiva que apela a aquella identidad y/o que aspira a construirla a través de una selección cuantitativa y cualitativa de aspectos preferentemente reales, aunque también pueden ser inventados, que construyen una alteridad nacional específica por parte del emisor de este discurso. Es posible, por tanto, ampliar el marco temporal que Hobsbawm asigna a los tradiciones inventadas, si consideramos también lo señalado por Larraín: la invención de la tradición es también una “invención de la identidad”, o sea, no es sólo la naturalización de un pasado, sino que también de un presente, y de un cierto tipo de presente deseado, es decir, con determinadas conductas y situaciones que se favorecen con la construcción de una identidad específica.

Se puede ver que el nacionalismo puede ser útil para diversos intereses políticos, pues provee una forma de legitimación de formas concretas de poder o dominación, así como puede inducir ciertos tipos de comportamiento, por lo que resulta lógico considerarlo, aunque sea en parte, como un mecanismo de ingeniería social. Por tanto, su carácter o contenido dependerán del respectivo proyecto país, estilo de desarrollo, ideología, o como se quiera, en tanto cada configuración de dominación/conciliación requiere contenidos distintos.

De acuerdo con lo anteriormente establecido, puedo concluir esta primera parte señalando que usaré el concepto de nacionalismo de una manera más bien pragmática, a decir, todo tipo de argumento, discurso o actitud que apele y se fundamente en la nación o la patria, o sea, la variedad de discursos públicos de identidad nacional.

1 “Las versiones públicas de identidad se construyen a partir de los modos de vida de la gente en la vida diaria, pero, a su vez, influyen sobre la manera como la gente se ve a sí misma y cómo actúa” Larraín, Jorge, Modernidad, razón e identidad en América Latina, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1996, p. 211. 2 “En la base existe una sociedad compleja con una cultura crecientemente diversificada y una gran variedad de modos de vida. De esta gran y compleja fuente, los intelectuales, dentro de instituciones culturales tales como medios de comunicación, las iglesias, los aparatos educacionales e instituciones políticas, económicas y militares, producen algunas versiones públicas de identidad que seleccionan algunas características nacionales que se consideran representativas; excluyen otras. Estas versiones públicas, a su vez, influyen en la manera como la gente se ve a sí misma y cómo actúa, a través de un proceso activo más o menos crítico de lectura o recepción, cerrándose así el círculo” Larraín, Jorge, Op.Cit. p. 212

3 Rojo, Grinor, Globalización e identidades nacionales y postnacionales… ¿de qué estamos hablando?, LOM ediciones, Santiago de Chile, 2006, p. 64 4 Hobsbawm, Eric, “Introducción: la invención de la tradición” en La invención de la tradición, Crítica, Barcelona, 2002, p. 16. 5 En ese sentido usamos también la definición de Benedict Anderson de la nación como una “comunidad imaginada”: “Así pues, con un espíritu antropológico propongo la definición siguiente de la nación: una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana” Anderson, Benedict, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, p. 23

Introducción1. 1 El discurso nacionalista como invención de la identidad

Es importante incluir de qué manera los discursos públicos afectan a la realidad concreta de las personas, y de igual forma, analizar cómo esta realidad puede afectar a la construcción pública de identidades, aunque sea de manera teórica.

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Dado su carácter discursivo, resulta innegable el constatar su cualidad subjetiva, es decir, que la variedad específica de este discurso es dada por el emisor de este discurso. Es necesario, por tanto, analizar qué motiva que cada emisor construya su discurso particular de la identidad nacional, o su tipo de nacionalismo particular, de esa manera. El presente trabajo se encarga de una posible motivación de entre varias: la del modelo económico preferido por cada grupo que alcanza el poder político, que establece necesidades económicas que requieren un determinado comportamiento de la población, que puede ser incentivado por un discurso de la identidad nacional acorde con esos objetivos. En última instancia, esto resulta útil para un estudio del rol de los discursos públicos (en este caso nacionalistas, que apelan a la nación como argumento) en la construcción de la nación.

Una de las características más destacadas hoy en día por los integrantes de la CEPAL es su “enfoque histórico-estructuralista”, el que deriva, como ya señalé, en una relación centro – periferia usada como punto de partida metodológico, que, según Bielschowsky, se expresó en cinco ideas-fuerza o mensajes, que esquemáticamente tuvieron correspondencia con cada década transcurrida:

1. “orígenes y años cincuenta: industrialización;

2. años sesenta: “reformas para desobstruir la industrialización”;

3. años setenta: reorientación de los “estilos” de desarrollo hacia la homogeneización social y hacia la diversificación pro exportadora;

4. años ochenta: superación del problema del endeudamiento externo mediante el “ajuste con crecimiento”;

5. años noventa: transformación productiva con equidad.”8.

Más allá de desarrollar un trabajo teórico sobre la identidad nacional, me contentaré con señalar que los estímulos a ella son en algún grado efectivos (e incluso contraproducentes: por ejemplo, podría señalarse, a modo de hipótesis, que el colapso del modelo de industrialización en América Latina vino a partir de la incapacidad de las políticas

6 “Su principio “normativo” es la necesidad de que el Estado contribuya al ordenamiento del desarrollo económico en las condiciones de la periferia latinoamericana. Se trata, en suma, del paradigma desarrollista latinoamericano”. Bielschowsky, Ricardo, “Cincuenta años del pensamiento de la CEPAL: una reseña”, en CEPAL, Cincuenta años de pensamiento en la CEPAL: textos seleccionados, Vols. I y II, Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1998, p. 10. 7 “Otra característica de las ideas generadas y divulgadas por la CEPAL es el hecho de que nunca fue una institución académica y que su auditorio está formado por los responsables de formular la política (policymakers) de América Latina.” Bielschowsky, Ricardo, Op. Cit., p. 11.

8 Ibíd, p. 12.

1. 2 Desarrollismo cepalino clásico

La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la ONU se creó en 1948 y funciona hasta el día de hoy, aunque desde la década de 1970 ha experimentado una merma en su importancia académica y política. De hecho, el desarrollismo cepalino se constituyó, bajo la dirección del economista Raúl Prebisch, como una de las corrientes intelectuales y políticas con mayor influencia en América Latina hasta aproximadamente la fecha señalada. Pero, ¿qué fue específicamente el desarrollismo cepalino? Resumidamente, esta tendencia se puede definir como una doctrina económica que se inspira en el keynesianismo de entreguerras, pero que en lugar de aplicar esa fórmula mecánicamente a la realidad latinoamericana, intentó desarrollar una teoría propia del continente, basándose en un marco teórico de centro y periferia.

Concretamente, esto significó la validación teórica del camino de sustitución de importaciones inaugurado de facto como una medida improvisada para enfrentar la crisis económica de la década del treinta; en síntesis, el punto más fuerte de esta teoría fue la industrialización. Asimismo, cabe destacar el importante rol asignado al Estado en la conducción económica6, por lo que se puede considerar como una corriente reformista. Es por ello que su principal audiencia fueron siempre los gobiernos latinoamericanos7, aunque, como he dicho, desde mediados de la década del setenta fueron poco escuchados.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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económicas nacionalistas –como los aranceles elevados a bienes de consumo importados- de satisfacer al crecimiento de las expectativas de consumo). Para afirmar esto me baso en lo señalado en la Introducción, respaldado, en términos más simples, por la sencilla conclusión extraída del siguiente razonamiento: el hecho de que el nacionalismo como política impulsada desde arriba (desde el Estado, sectores económicos hegemónicos o incluso una elite ilustrada) exista, demuestra su utilidad efectiva o pretendida (en algún grado no investigado).

Asimismo, como hipótesis a investigar se puede plantear que el mismo cambio en su carácter (de nacionalismo económico a nacionalismo no económico a mediados de los años setenta) muestra una correspondencia entre este carácter y el carácter de un estilo de desarrollo particular (de desarrollismo a neoliberalismo), y, por tanto, un cierto grado de consciencia en su aplicación a un cierto fin, es decir, muestra una determinada intencionalidad. Por ende, se ve que de un cierto modelo de desarrollo deben surgir discursos políticos que usan y a la vez fomentan un determinado tipo de nación.

En resumen, lo que se buscará en este ensayo es ver qué tipo de proyecto país/estilo de crecimiento/alianza de clases, o como se quiera, fue el desarrollismo cepalino y ver, por tanto, qué tipo de nacionalismo le favorecía; es decir, analizaré los estímulos económicos, políticos y sociales que condicionaron el carácter del nacionalismo que era funcional al desarrollismo, el nacionalismo económico. El siguiente trabajo se basará en la relación entre el modelo desarrollista, teorizado en la CEPAL a partir de la década del cincuenta en América Latina, y el discurso nacionalista estatal. Esta relación se analizará de manera puramente teórica, en el sentido de averiguar qué tipo de nacionalismo propicia el modelo desarrollista, por lo que se dejará para otro trabajo hasta qué punto esa necesidad se concretizó. En efecto, la construcción de cada tipo de nacionalismo no depende solamente del

modelo económico bajo el cual se genera, sino que éste es sólo uno de sus factores, por lo que el tipo de nacionalismo que teóricamente necesita el desarrollismo no es igual al tipo de nacionalismo que efectivamente existió.

Para lograr esto, se verán las características principales del desarrollismo cepalino clásico postulado por un optimista Prebisch en la década de los cincuenta, que influyó sobre tantos gobiernos latinoamericanos, que se caracteriza por ser más descriptivo y propositivo que sus críticos posteriores, hablando, quizás, desde ese tiempo de transformación al que se refería Bernardo Subercaseaux, con “la convicción de que la tormentosa historia del subcontinente ha entrado, por fin, en una etapa resolutiva”9.

9 Subercaseaux, Bernardo, Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo IV. Nacionalismo y cultura, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2007, p. 18

De un cierto modelo de desarrollo deben surgir discursos políticos que usan y a la vez fomentan un determinado tipo de nación.

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La corriente cepalina desarrollista cobró vida bajo la figura dominante de Raúl Prebisch a fines de la década de 1940. En efecto, el economista fue el principal contribuidor de esa corriente, y de la CEPAL en general hasta, por lo menos, su salida del puesto de Secretario General en 1963. Por tanto, hablar de desarrollismo, especialmente en la década de los cincuenta, es básicamente desarrollar las tesis de Prebisch, más algunos aportes menores de otros colaboradores. A pesar de su consistencia, el desarrollismo cepalino de los cincuenta puede ser dividido con pretensiones analíticas en cuatro ejes principales que expresan sus características básicas: centro y periferia, industrialización y mercado interno, regionalismo y conducción estatal.

de una unidad de materia prima bruta se extrae mayor cantidad de material utilizable; y c) logra nuevos materiales sintéticos que reemplazan a los recursos naturales. A su vez, el progreso técnico en los sectores desarrollados también modifica la demanda agregada debido a: a) un mayor ingreso y por ende mayor diversificación, que se traduce en mayor demanda de productos de mayor tecnología (pues la demanda de alimentos es generalmente inelástica), y los productos alimenticios son más procesados; y b) una diversificación que se traduce en una mayor demanda de servicios. También, la mayor productividad permite a la producción primaria del centro competir con la periférica, a pesar de los menores sueldos de ésta última (o del menor costo de los factores productivos en general). Asimismo, a veces se recurre a proteccionismo.

Es decir, del progreso técnico en el centro deriva una disminución de la cantidad de materias primas importadas desde la periferia, por lo que un modelo de desarrollo “hacia afuera”, como el que había estado practicándose hasta antes de la Gran Depresión, sólo podía llevar a un incremento de la brecha entre las regiones desarrolladas y las subdesarrolladas12. En resumen, para evitar seguir aumentando la brecha entre centro y periferia, el crecimiento de esta última debe reorientarse hacia la producción industrial.

2. Desarrollismo cepalino y discurso nacionalista

10 “Hemos definido el desarrollo económico de la América Latina como una nueva etapa en la propagación universal de la técnica capitalista de producción” Prebisch, Texto II, en CEPAL, Cincuenta años de pensamiento en la CEPAL: textos seleccionados, Vols. I y II, Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1998, p. 156. Desde este punto citaré las fuentes con el siguiente formato: Autor, Texto, página. Ver infra, sección Fuentes. 11 “La industrialización es la forma de crecimiento impuesta por el progreso técnico en los países latinoamericanos, que forman parte de la periferia de la economía mundial. [...] ese crecimiento de la economía trae consigo ciertas tendencias persistentes de desequilibrio exterior” Prebisch, texto III, p. 175.

12 “Si los países de América Latina, como sucedió generalmente antes de la gran crisis mundial, sólo creciesen en virtud de sus exportaciones primarias, su crecimiento económico tendría un ritmo sensiblemente menor al de los centros industriales” Prebisch, texto III, p. 178.

El pensamiento de Prebisch en su conjunto puede ser rastreado hasta la concepción de países periféricos o subdesarrollados, pues, en primer lugar, el origen de la sustitución de importaciones se debió a la crisis estadounidense y europea, hecho que reveló la vulnerabilidad latinoamericana frente a las crisis cíclicas mundiales, que se expresaban en inflación exógena y contracciones internas. Esto se debía, a su juicio, a una estructura subdesarrollada de producción, que consistía en la monoexportación y el exceso de mano de obra agrícola, junto con precios bajos por exceso de oferta.

América Latina comparte, en el análisis de Prebisch, una condición pre o semi-capitalista, posición que deja ver su concepción histórica evolucionista10. En este sentido, pues, se hace una lectura de la confluencia entre la modernidad (entendida como modernización), capitalismo y nación, aspectos que bajo esta perspectiva son inseparables. En efecto, Prebisch vio en la industrialización de entreguerras una posibilidad para la periferia de llevar a cabo el salto cualitativo hacia el desarrollo.

Sin embargo, la misma condición periférica determinaba una serie de problemas que los países desarrollados no habían tenido en su tránsito hacia esa condición11. Esto se debe a que el progreso técnico en las regiones céntricas: a) disminuye la participación de materias primas en los productos finales y, por ello, sus precios y beneficios (por ejemplo: carruaje – locomotora – avión); b) permite una mejor utilización de estos recursos, es decir,

2. 1 Centro y periferia

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Lo que Prebisch realizó fue un cuestionamiento del lugar destinado para América Latina en la clásica división internacional del trabajo, es decir, de producción periférica (alimentos y materias primas) y su respectivo posicionamiento en la estructura del comercio internacional: exportar materias primas con poco valor agregado e importar manufacturas de alto valor. Por tanto, lo que rechazaba era la tesis clásica de las ventajas comparativas que sería retomada desde la década de los setenta. Si esto se mira con mayor profundidad, vemos que la categorización entre centro y periferia es la constitución de una historia común de los países periféricos, dado el enfoque cepalino histórico-estructural. Se cumple, así, una de las dos características, que según Renan, constituyen una nación: la memoria común. Esta historia común, sin embargo, no se reduce a una trayectoria pasada de colonialismo y subdesarrollo, sino que, además, se constituye como un presente común subdesarrollado.

La nación, por tanto, ya no incumbe sólo a la Historia, como memoria común, sino que también a las ciencias sociales (especialmente economía y sociología), como presente e incluso futuro común. E incluso, ya no se trata a los países como unidad, sino que, al hablar de región periférica se refiere a América Latina en su conjunto: el pasado y el presente comunes no son de los países latinoamericanos por separado, sino que, estructuralmente, ha sido el mismo, por lo que se abre una puerta para la entender al nacionalismo económico como regionalismo. Se establecía, por tanto, una nueva cohesión social nacional (y como veremos después, la pertenencia a un nuevo grupo latinoamericano) a partir de un criterio económico e histórico (“periferia subdesarrollada”), lo que se puede interpretar como una invención de tradición del tipo a).

La tesis principal de Prebisch tiene relación con el importante rol de la industrialización en las zonas periféricas de la economía mundial13. Vemos, por tanto, que la industrialización cumple una doble función: i. aumentar la productividad, absorbiendo factores productivos (mano de obra, capital) no utilizados por la exportación, y ii., cambiar la composición de las importaciones

41 Ibid, op. cit., p. 29. 42 Graham, Mary, op. cit., pp. 343-344.

13 “Las actividades de exportación de los países latinoamericanos son insuficientes para absorber el incremento de la población activa disponible en virtud de su crecimiento vegetativo y del progreso técnico. La industrialización cumple ante todo este papel dinámico de absorber directamente la población activa sobrante y de estimular otras actividades, incluso la agricultura de consumo interno [...] En esta forma, por el progreso técnico y la industrialización va creciendo el ingreso global y mejorando el ingreso per cápita. A medida que aumenta así el ingreso y va cambiando la composición de la demanda, es indispensable ir transformando la composición de las importaciones y desarrollando la producción substitutiva interna a fin de que otras importaciones puedan crecer intensamente.” Prebisch, texto III, pp. 189 – 190.

2. 2 Industrialización y mercado interno

2. 2. 1 ProductividadLa productividad, según Prebisch, se aumenta básicamente a través de la “asimilación de la técnica moderna” (racionalización de la producción ineficiente, en industria o agricultura) y el ahorro (en bienes de capital y para capacitación y administración). Como se verá, estos dos ámbitos están ampliamente relacionados, en tanto la modernización incrementa el ingreso (y por tanto el ahorro) y la inversión incentiva la modernización.

Una de las causas fundamentales que, según Prebisch, condicionan el atraso técnico de la producción periférica es su carácter únicamente exportador. La desventaja de esta monoproducción es que debido a la baja elasticidad-precio de la demanda de materias primas en el centro, una mayor producción de éstas bajaría su precio, por lo que aumentar la productividad en este rubro no es la solución para nada, salvo el beneficio a los países centrales. Por tanto, la utilización de eventuales factores productivos (capital, mano de obra y tierra/recursos naturales) en exportación de materias primas derivaría en deterioro de precios de intercambio y, por tanto, deterioro en la capacidad para importar. Por ello, es mejor usar esos factores productivos en industria interna, aunque sea menos productiva que la externa (y por tanto, los productos más caros)14

La nación, por tanto, ya no incumbe sólo a la Historia, como memoria común, sino que también a las ciencias sociales (especialmente economía y sociología), como presente e incluso futuro común.

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Por tanto, el que los precios de los bienes de consumo nacionales fueran más altos que los de los productos importables no era relevante, pues debido a la limitación de la capacidad importadora (por la exportación limitada), los productos nacionales en realidad eran aquellos productos que no pudieron ser importados15. Prebisch, por tanto, reinterpreta el concepto de economicidad encontrado en la economía clásica (menor costo y, por tanto, menor precio), prefiriendo una “economicidad industrial”, no expresada en un precio bajo, sino que en una amplia cantidad de bienes disponibles. Por tanto, se justifica teóricamente el proteccionismo (versus la teoría liberal de ventajas comparativas, como vimos), en tanto disminuye el exceso de mano de obra agrícola y aumenta la cantidad de productos disponibles. En pocas palabras, el consumo de productos nacionales es conveniente, a pesar de su mayor precio.

Vemos que se enfatiza la utilización de los factores productivos, en contraste con el enfoque liberal que enfatiza al consumidor, y por tanto, un mayor consumo a partir de menores precios a través de la entrada de productos más competitivos. (Si bien este último argumento es similar al de la economicidad de Prebisch, su aplicación en la práctica (neoliberal) significó la apertura indiscriminada, distanciándose de la lógica industrializadora desarrollista).

En cualquier caso, dada la complejidad del argumento desarrollista, se hizo necesario un nacionalismo económico que facilitara el deseo del consumo interno en la población16, a pesar de los precios más altos que ello implica a simple vista. En efecto, este argumento apelaba a los consumidores a obviar la racionalidad inmediata del consumo exaltada por los liberales (consumo de más y mejores productos a menor precio).

Con el propósito de que para la población fuera tolerable una subordinación de su racionalidad consumidora a un propósito mayor, era necesario fortalecer a este último. Por tanto, se estimulaba el concepto del bienestar general por sobre el

individual, concepto que se opone tanto al derecho como a la economía liberal, en las que el beneficio general no es más que la suma de beneficios particulares. Esto a todas luces se puede interpretar como un mecanismo tipo c) de invención de la tradición, es decir, se busca la inculcación de creencias, sistemas de valores y, por tanto, de comportamiento: si se cree firmemente en un sentido de utilidad nacional, en la escala de valores de la población tenderá a enfatizarse más el ciudadano que el consumidor, y por tanto, se privilegiará el producto nacional, por sobre el importado, o se tolerará de mejor gana la escasez17.

14 “Es por tanto ventajoso para la economía producir a precios relativos elevados, en vez de dejar de utilizar factores productivos o utilizarlos en formas que depriman la relación de precios de intercambio, y a través de ellos la capacidad para importar” Prebisch, texto III, p. 186. 15 “El concepto de economicidad debiera tener como punto de mira la cantidad total de bienes disponibles a disposición de la población. Y queda demostrado que se logra un mayor volumen de bienes a pesar del aumento de costos que ello supone.” Prebisch, texto III, p. 187. 16 Este consumo interno, sin embargo, debía ser mantenido en un nivel adecuado; Prebisch advertía cómo los niveles de consumo céntricos en regiones con producción e ingresos periféricos llevaban a espirales inflacionarias. Ver Prebisch, Texto II, pp. 169 – 170.

17 Aunque esto no debe interpretarse como una exageración del rol del nacionalismo (en este caso económico). Incluso su misma insuficiencia fue una posible causa del fracaso del desarrollismo y el giro neoliberal posterior.

2. 2. 2 Composición de las importacionesComo se analizó, la industrialización absorbe a la población sobrante directa e indirectamente (transporte, comercio). Asimismo, aumenta la productividad, lo que se traduce en un mejor ingreso per cápita. Este crecimiento del ingreso per cápita deriva, como ya se estableció, en una ampliación y diversificación de la demanda, por lo que tenderían a crecer las importaciones.

Pero si la demanda crece más que la capacidad de importación (como predijo Prebisch), la diferencia (o sea, el déficit de oferta) se produce internamente, proceso conocido como sustitución de importaciones, pero que más que una disminución de las importaciones, es un cambio en la composición de ellas. Hipotéticamente, la peor situación posible es que las importaciones crezcan más que la productividad, el ingreso real per cápita y las exportaciones (lo cual de hecho puede pasar por la modificación de las expectativas de consumo), pues no habría como pagarlas, y la industrialización no sería suficiente. Volviendo al tema central, todo esto significaba que para el funcionamiento correcto de la economía bajo estas premisas era fundamental mantener controlada la demanda de productos externos y aumentar la de productos internos, para no alterar

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desfavorablemente la balanza comercial; se necesita, pues, como ya dije, de un nacionalismo económico que incentive el consumo de productos internos. En cambio, si la productividad aumentaba, entonces la industria interna podría cubrir la demanda no satisfecha de productos de consumo (externos), debido a la insuficiencia de las exportaciones para financiar las importaciones.

En este punto se desmitifica la teoría desarrollista, en tanto nunca planteó disminuir las importaciones en la medida de lo posible, sino que modificarlas, orientándolas a los bienes de capital18. Por tanto, no es que se deba aumentar indiscriminadamente los aranceles a productos externos, sino que la industrialización por sustitución de importaciones suple las falencias de la generación de divisas de las exportaciones de materias primas -usadas para pagar las importaciones- que, como vimos, tendía a disminuir junto con el progreso técnico del centro. El coeficiente de importaciones, insisto, no debía reducirse, sino que modificarse, para importar mayor proporción de bienes de capital necesarios inicialmente para la industria.

Por tanto, el desarrollismo no implicaba una autarquía, pues 1) el proteccionismo no eliminaba las importaciones –ni aspiraba a hacerlo-, sino que modificaba su composición (en vez de importar productos, se importaban insumos y tecnología, y productos más caros, por crecimiento económico), y 2) la CEPAL seguía incentivando las exportaciones, a través del mercado intrarregional, que ya analizaremos. De hecho, según Prebisch se debía incentivar temporalmente la entrada de capital extranjero para romper el círculo vicioso “poco capital – poca productividad” que aquejaba a las economías latinoamericanas19.

De hecho, la disminución de las importaciones era pretendida sólo en un contexto de estancación de las exportaciones (por las dinámicas del mercado internacional ya analizadas)20. Por tanto, no habría necesidad de creación de industrias de capital, pues los bienes de capital se pueden comprar

18 “[esto] es una mera adaptación de las importaciones a la capacidad de pago dada por las exportaciones. Si éstas crecieran suficientemente, no sería necesario pensar en restricciones, salvo que mediante esas restricciones se quiera intensificar el proceso industrializador” Prebisch, texto I, p. 112. 19 “la productividad es en estos países muy baja, porque falta capital; y falta capital por ser muy estrecho el margen de ahorro, a causa de esa baja productividad. Para romper este círculo vicioso, sin deprimir exageradamente el consumo presente de las masas, por lo general muy bajo, se requiere el concurso transitorio del capital extranjero” Prebisch, texto I, p. 102.

20 “Un país de periferia, en el mínimo cíclico de exportaciones, sólo puede pagar una cantidad relativamente baja de importaciones. Esta cantidad no permite importar todo lo que se requiere para mantener un grado máximo de ocupación. Hay, pues, que modificar la composición de las importaciones y, correlativamente la estructura y volumen de la producción interna, para atender las necesidades corrientes de la población, sustentando un máximo de ocupación. Mientras las exportaciones permanezcan en su nivel mínimo, sólo podrán realizarse las importaciones esenciales para mantener la ocupación y el consumo corriente. Pero cuando aquéllas vuelvan a crecer cíclicamente habrá llegado el momento de realizar las importaciones adicionales que exija el crecimiento de la demanda” Prebisch, texto I, p. 121. 21 Ver Prebisch, texto I, p. 128. 22 Ver, por ejemplo, Dos Santos, Theotonio, Dependencia y Cambio Social, Centro de Estudios Socio-Económicos, Universidad de Chile, Santiago, 1970, especialmente pp. 30 y ss.

con las exportaciones21. Este fue uno de los puntos más criticados al desarrollismo clásico por parte de la teoría de la dependencia, la cual establecerá esto como la continuidad de la dependencia22. En realidad, más que continuidad es un traspaso gradual de la dependencia desde el consumo a la inversión (mayor proporción de bienes intermedios y bienes de capital). Este traspaso tiene, en términos estratégicos, la ventaja de ocultar en cierta medida la dependencia a los ojos de la percepción pública. En efecto, es menos notoria la procedencia de los capitales invertidos en la producción de un producto que el lugar de su producción.

Lo que plantea Prebisch (modificación del coeficiente de importaciones) considera una racionalidad absoluta del consumo (costo – beneficio), pero es necesario preguntarse hasta qué punto el consumo es así; concretamente, si los consumidores están dispuestos a disminuir su consumo o consumir productos peores sólo bajo el argumento de que “ahora la capacidad importadora la usaremos en bienes de capital” (razonamiento homologable al de la economicidad de la industria). En efecto, el encarecimiento de los bienes de consumo por la estrategia de sustitución de importaciones debe sostenerse en algo más que en la estrecha lógica puramente de mercado (costo – beneficio inmediato), y ese es el rol del nacionalismo económico, como ya explicamos.

Por tanto, se puede ver que, a pesar de una primera impresión que identifica al desarrollismo con la autarquía, éste requiere un aumento de las importaciones (aunque preferentemente como bienes de capital), derivado del crecimiento del ingreso real, y por tanto, de las exportaciones. Sin embargo, dado el carácter teórico de esta investigación, dejaré de lado el análisis de la práctica de esto, es decir, las cifras concretas de importaciones y composición del mercado (productos importados o nacionales). Lo importante es constatar que la estrategia industrializadora, por lo menos en teoría, no considera un encerramiento extremo, por lo que el nacionalismo económico necesitado tenderá a no

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ser extremo. Esto es fundamental para el presente trabajo, pues muestra que cada “estilo” de desarrollo requiere distintos tipos de nacionalismos económicos (aunque para el neoliberalismo éste es perjudicial): el estilo desarrollista necesitó un nacionalismo económico que 1) fomentara el consumo de productos internos, pero que 2) no fomentara un rechazo a capitales extranjeros, debido a su dependencia de las importaciones en bienes de capital; en cambio, un estilo autárquico necesita un nacionalismo económico que 1) fomente el consumo de productos internos y 2) genere rechazo a capitales extranjeros. El nacionalismo económico, por tanto, no es uno solo.

2. 3 RegionalismoComo hemos repetido, industrialización no significa autarquía, pues se necesita de comercio exterior para industrializar (exportaciones primarias por bienes de capital importados) y para satisfacer la demanda interna. Sin embargo, a pesar del eventual progreso técnico, la industrialización latinoamericana seguiría siendo limitada, por ejemplo, por la especialización regional23. En efecto, como se sabe por el principio de la economía de escala, un mercado de venta más amplio permite reducir costos de distribución, operar con menores utilidades marginales (por unidad) y, por tanto, competir a menores precios. Por tanto, una integración regional latinoamericana permitiría una especialización industrial que beneficiaría al proceso industrializador, que de otro modo tendría (y tuvo) que atenerse a las condiciones de bajo consumo masivo, condicionando un círculo vicioso entre baja productividad (por pocas ventas) y bajos ingresos: “la industrialización no es un fin en sí mismo, sino un medio eficiente para acrecentar la productividad media y por tanto el nivel de vida de la población”. Si no hay mercado común, la industria de bienes duraderos de consumo y de bienes de capital llegaría a niveles bajos de productividad, por el estrecho mercado (que fue lo que de hecho ocurrió).

El diagnóstico cepalino, por tanto, establecía que la integración económica24 era imperiosa para el desarrollo económico latinoamericano. Su objetivo era doble: “a) desarrollar intensamente las exportaciones industriales de cada país latinoamericano al resto de ellos, y b) dar fuerte estímulo al comercio tradicional de productos primarios, a fin de mantener dentro de límites

de razonable economicidad la política nacional de sustitución de importaciones.”25. El mercado común latinoamericano es un complemento a la industrialización por sustitución de importaciones, en tanto la especializa. Si recordamos que la causa de esta política era suplir la diferencia entre un bajo crecimiento de las exportaciones y un mayor crecimiento de importaciones, el mercado común permitirá que no sea necesario que la sustitución se haga en todos los ámbitos, sino que cada país se concentre en sus ventajas y necesidades propias, y complemente su sustitución con la de sus países vecinos. Por tanto, se agregan exportaciones industriales y se diversifican las importaciones, aminorando la vulnerabilidad exterior.

Una vez analizada la importancia que tuvo el Mercado Común Latinoamericano dentro de la teoría desarrollista, se puede ver cómo eso condicionó el regionalismo del nacionalismo económico. El mismo Prebisch reconoció la importancia del plano de la conciencia política en este proceso de integración, en el sentido de que la racionalidad económica no bastaba por sí sola como catalizadora de un proceso de integración26.

Cabe destacar el carácter concreto de una comunidad que no sólo es imaginada, sino que también puesta en práctica a partir de su aplicación estatal. En efecto, económicamente, las políticas estatales de planificación o conducción económica afectan las realidades económicas a escala nacional, más allá de percepciones, en la diversidad de los modos de vida, que identifiqué en la introducción. Por tanto, una eventual integración latinoamericana, aunque

23 “En los países de América Latina se está tratando, por lo general, de desarrollar a un lado de la frontera las mismas industrias que al otro. Ello tiende a disminuir la eficiencia productora y conspira contra la consecución del fin social que se persigue […] La posibilidad de que se llegue a malograr una parte importante del fruto del progreso técnico a causa de un excesivo fraccionamiento de los mercados, es, pues, otro de los límites del desarrollo industrial de nuestros países. Pero lejos de ser infranqueable es de aquellos que una política clarividente de interdependencia económica podría remover con gran beneficio recíproco” Prebisch, texto I, pp. 72 – 73. 24 Definida como “bienes y servicios, hombres y capitales circulen libremente, sin trabas de ninguna naturaleza, en un vasto mercado común latinoamericano” Prebisch, texto IX, p. 328.

25 Prebisch, texto IX, p. 339. 26 “La idea del mercado común se ha ido abriendo ancho camino en la conciencia latinoamericana. Pero subsisten aprensiones muy explicables: la de resguardar la producción existente –sea primaria o industrial- de una competencia que pudiera acarrear graves trastornos y que no son inherentes al mercado común” Prebisch, texto IX, p. 328.

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fuere sólo económica, implicaría en la práctica cambios y homologaciones de criterios concretos. Por ejemplo, la homologación de impuestos, o la homogeneización del consumo. El nacionalismo económico de centro-izquierda se topa, pues, con un obstáculo: el nacionalismo tiende naturalmente a excluir a los países vecinos, pero la experiencia común del subdesarrollo/dependencia inspira –o debería inspirar- una solidaridad (solidaridad ciudadana 27) que es indispensable para cualquier tipo de integración (económica o política).

De hecho, hasta el giro neoliberal, el nacionalismo económico dominante en realidad fue un nacionalismo-regionalismo económico dual (aunque con predominio del nacionalismo). Esto, insisto, se explica por el carácter económico de cada estilo de crecimiento: la industrialización se hace más eficiente con la formación de mercados de mayor escala y con una orientación complementaria, por lo que se fomenta el regionalismo; la desindustrialización neoliberal, en cambio, depende de la maximización del consumo, a través del ingreso de la mayor cantidad posible de bienes de consumo, por lo que el consumo deseado no es más que el más barato. Bajo un modelo liberal, los mercados internos nacionales y la complementariedad regional, por tanto, no tienen mucha importancia, como señala Prebisch, comentando la integración latinoamericana en el modelo liberal anterior (y nosotros agregamos: en el posterior)28.

27 Ver Habermas, Jürgen, La Constelación Posnacional, Editorial Paidós, Barcelona, 2000, p. 88. 28 “Mientras su economía convergía preferentemente hacia los grandes centros industriales para proveerlos de productos primarios, no existían mayores incentivos al intercambio recíproco. No había –ni tenía por qué haber- estrechas relaciones económicas entre aquéllos, salvo en cuanto a cierta complementación primaria.” Prebisch, texto IX, p. 330.

2. 4 Conducción estatal

Como resultará obvio a estas alturas, el desarrollismo del modelo cepalino contemplaba era una industrialización desde arriba, es decir, con la intervención activa por parte de los respectivos Estados29. De hecho, la CEPAL participó en la creación del ILPES (Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social) que formaría cuadros técnicos para trabajar a nivel gubernamental. En la recopilación analizada, el Texto VI, redactado por Celso Furtado, se titula “Introducción a la técnica de programación”. En aquel texto, se define a la programación como el proceso (estatal) que confronta proyecciones generales de la economía con de resultados de diversos sectores para elaborar un programa general de desarrollo. Lo importante de esto es que la fijación de panoramas nacionales significa necesariamente la de objetivos nacionales, es decir, de la aplicación de un criterio económico en pos de fomentar una acción de la comunidad (imaginada) para su propio desarrollo, básicamente a partir de la planificación de la producción, el consumo y el ahorro30. En la referencia anterior he enfatizado “grado de esfuerzo de comunidad” para destacar que desde la planificación surgen los argumentos y los procedimientos para movilizar a una determinada comunidad. Surge espontáneamente, pues, la duda: ¿qué comunidad? Y la respuesta es lógica, la comunidad nacional, “nosotros”, la periferia.

Cabe preguntarse asimismo, ¿qué resultados tiene una acción a nivel estatal o supraestatal, es decir, aquella movilización de la comunidad? En términos concretos implica, por una parte, que la configuración de los mercados se haga en una escala nacional. Efectivamente, si dos estados vecinos realizan la programación por separado, se origina el problema descrito anteriormente por Prebisch: la industrialización (redundante, y por ende ineficiente y poco productiva) en base a los mismos productos, que sería mucho más eficiente si se considerara una división regional del trabajo.

Por dar un ejemplo hipotético, si Chile y Perú necesitan industrias de azúcar e café y su

29 “Desde los orígenes de la CEPAL los trabajos se centraban en las políticas (policy oriented). La acción estatal en apoyo del proceso de desarrollo aparece en el pensamiento cepalino como corolario natural del diagnóstico de problemas estructurales en materia de producción, empleo y distribución del ingreso en las condiciones específicas de la periferia subdesarrollada.” Bielschowsky, Ricardo, Op. Cit., p. 28. 30 “En primer término, se han establecido las metas probables de crecimiento de la economía y se ha calculado la evolución de la producción y el ingreso que correspondería a cada una de las tasas de crecimiento escogidas. En segundo lugar, se han fijado también objetivos respecto a la futura distribución del ingreso en consumo y ahorro y, en consecuencia, al grado de esfuerzo de comunidad para alcanzar una mayor capitalización.” Furtado, Texto VI, p. 269, las cursivas son mías.

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31 “Podría preguntarse si no sería suficiente dejar actuar sin trabas las fuerzas económicas para lograr la mejor solución. Pudiera ser si no hubiese necesidad de protección para lograr la substitución de importaciones y si la sola iniciativa privada no resultara insuficiente para resolver ciertos problemas vitales del crecimiento económico [...]” Prebisch, texto III, p. 189.

32 “Aun cuando haya campos más convenientes de inversión desde el punto de vista económico general, el empresario puede encontrar ventajoso dejar de lado aquellos equipos e instalar en su lugar otros nuevos por el solo hecho de obtener una apreciable economía de mano de obra” Prebisch, texto III, p. 199. 33 Ibíd. 34 “El incremento de producción de la tierra depende en buena medida del mejor aprovechamiento de los recursos disponibles existentes antes que de realizar nuevas inversiones de capital. Hay en efecto tierra mal aprovechada, no con respecto a la mejor técnica con que podría cultivarse, sino en relación con la técnica prevaleciente en la región o en el país. [...] Por lo tanto, no todo ha de esperarse de mayores inversiones, sino también de un aprovechamiento racional de lo que se tiene. La solución, sin embargo, suele tropezar con el gran obstáculo del régimen de la tenencia de la tierra en muchos países.” Prebisch, texto III, p. 203.

Sin embargo, en esos casos la desocupación es absorbida rápidamente por la alta productividad y el dinamismo económico. Esto es posible por una alta densidad de capital y un mercado amplio. En cambio, dado que en las economías periféricas hay baja densidad de capital, y que las maquinarias no pueden dividirse, la inversión tecnológica productiva es necesariamente menor. Asimismo, la estrechez de los mercados incentiva a los empresarios más a economizar mano de obra que a aumentar la producción32.

Es así que Prebisch identifica, en el caso de las economías periféricas, una disyuntiva entre el interés empresarial individual (e incluso se podría remover el adjetivo “empresarial”) y el interés de la economía general (es decir, el bien común nacional, aunque no lo postule en esos términos), y por tanto recomienda que “la política de inversiones debe procurar establecer una clara distinción”33 entre ellas. El autor también muestra cómo el incremento del rendimiento de la unidad de capital no depende sólo de inversiones de capital, sino que de una adecuada estructuración o administración. El caso del ineficiente régimen de la propiedad de la tierra (latifundios poco productivos – minifundios muy pequeños) es significativo, si recordamos que este artículo fue escrito en 195234.

Esta brecha entre diversas escalas de intereses, y la subordinación del interés individual al interés general, son la base para la invención de tradición tipo b): en efecto, la reivindicación de un interés nacional que no es la suma de los intereses particulares es a todas luces una legitimación de instituciones determinadas (estatales e intergubernamentales, como la misma CEPAL), y más precisamente, de la intervención estatal en la economía.

programación estatal no está coordinada por algún convenio multilateral o alguna entidad supranacional, la programación estatal de cada país por lógica procederá a impulsar la producción interna de azúcar e café, a pesar de que potencialmente sería más eficiente una producción complementaria, en la que Chile aprovechara sus ventajas comparativas y produjera azúcar y Perú aprovechara las suyas y produjera café.

Esto, a su vez, en términos del consumo, significaría que los chilenos habrían de consumir “Azúcar Chilena” y “Café Chileno” y no “Azúcar Peruana” ni “Café Peruano”, lo que podemos clasificar, por lo menos, como una estandarización de las prácticas dentro de cada país, que potencialmente puede impactar en la percepción de la comunidad propia, o, aludiendo a Anderson, en la imaginación económica de una comunidad. Por tanto, la planificación estatal delimita diferentes acciones sobre el modo de vida cotidiano, diversificando aún más las prácticas económicas y, en última instancia, generando condiciones materiales para las comunidades imaginadas.

Pero veamos los argumentos esgrimidos para justificar esta posición, para volver al presente examen.

El primer argumento usado para validar la intervención estatal es la insuficiencia del mercado para corregir por sí solo, o de manera relativamente autónoma, los problemas de las economías periféricas, o mejor aún, el carácter periférico mismo31. Sin embargo, el argumento más fuerte –y más importante, para nuestros efectos-, fue el reconocimiento de una disyuntiva entre interés privado e interés público, que se concretiza en el ejemplo de la inversión de capital fijo. En los países del centro, la inversión de capital fijo (por ejemplo, nueva maquinaria) tiene un doble objetivo: aumentar la cantidad de producción por unidad de capital y economizar mano de obra (o sea, tener menos trabajadores, causando desocupación tecnológica).

Por tanto, la planificación estatal delimita diferentes

acciones sobre el modo de vida cotidiano, diversificando aún

más las prácticas económicas y, en última instancia, generando condiciones materiales para las

comunidades imaginadas.

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Ciertamente, para lograr su objetivo (industrialización) y su carácter (reformista) estas políticas debían ir en una dirección determinada: no confrontacional, de conciliación de clases, pacifista; como es posible deducir, el nacionalismo es muy útil para identificar una escala aceptada de bien común. Volviendo al ejemplo del régimen de la tierra, la solución propuesta –reforma agraria- necesitaba de una justificación conciliadora para evitar conflictos mayores, por lo que la apelación al bienestar y beneficio económico común de la nación fue frecuente.

También puedo enunciar brevemente otro aspecto de por qué una industrialización necesita de un nacionalismo intenso: la conciliación de clases. En efecto, la consecuencia congregadora de la industrialización (especialmente cuando absorbe población errante, agrícola o peonal, en el caso latinoamericano) se observó –desde La Ideología Alemana en adelante- como una posibilidad de organización y radicalización proletaria.

La inculcación de un sentimiento nacional, por tanto, actuaría como un mecanismo preventivo ante esta potencial radicalización clasista, especialmente en un contexto de guerra fría; en otras palabras, la identidad nacional podría actuar como neutralizante de una eventual identidad proletaria, potencialmente comunista.

Lógicamente, la posterior desindustrialización y represión/desincentivo sindical (según cada caso) derivada de la apertura comercial aplacó esta necesidad preventiva, al re-primarizar (hacia materias primas) y tercerizar (hacia servicios) la economía y desintegrar la actividad secundaria (a través del outsourcing), actividades que evidentemente implican una menor asociatividad y cooperatividad, y por tanto, menor potencialidad revolucionaria. En ese sentido, el discurso –nada ingenuo- de Augusto Pinochet en Chile sobre la desproletarización da en el meollo del asunto; en efecto, el empleado comercial –cuyo porcentaje

Si retomo la conceptualización que hice en un comienzo, se puede ver que el desarrollismo cepalino en su variante original –la de la industrialización por sustitución de importaciones- (sus derivaciones o críticas como la teoría de la dependencia y la heterogeneidad estructural no fueron incluidas por motivos de extensión), se constituyó como un mecanismo de 1) invención de tradiciones, en el sentido usado por Hobsbawm, y 2) invención de la identidad, como la he definido. En efecto, la simbolización de cohesión social o pertenencia a un grupo es en este caso dual y responde a la nación y la región, como sectores periféricos y/o dependientes; esto a su vez legitima la acción estatal y el establecimiento de la acción intragubernamental (incluida la misma CEPAL), precisamente para solucionar esta situación; por tanto, apuntan hacia el objetivo de inculcar creencias y sistemas de valores, orientando el consumo hacia los productos nacionales e incentivando la capitalización.

De hecho, existe una retroalimentación entre los objetivos determinados de un estilo de crecimiento (en este caso, desarrollismo cepalino) y el contenido del nacionalismo incentivado (en este caso, nacionalismo económico): el nacionalismo económico fue, por lo menos, incentivado por el

en la población económicamente activa aumentó considerablemente desde la década de los ochenta – se percibe a sí mismo como pequeño propietario o como clase media, más que como el proletariado de antaño, aunque sus ingresos fueran similares o incluso menores.

Por tanto, el discurso nacionalista posfordista dejó de necesitar una conciliación de clases explícita (con las respectivas concesiones políticas, sociales y particularmente económicas que ella significaba), para concentrarse en una unión más abstracta y esencial que omitiera toda referencia clasista (aunque fuera de conciliación).

ConclusionesEl desarrollismo cepalino en su variante original –la de la industrialización por sustitución de importaciones- (sus derivaciones o críticas como la teoría de la dependencia y la heterogeneidad estructural no fueron incluidas por motivos de extensión), se constituyó como un mecanismo de 1) invención de tradiciones, en el sentido usado por Hobsbawm, y 2) invención de la identidad.

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Ricardo Bielschowsky, “Cincuenta años del pensamiento de la CEPAL: una reseña”, en CEPAL. Cincuenta años de pensamiento en la CEPAL: textos seleccionados. Vols. I y II. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1998.

Theotonio Dos Santos, Dependencia y Cambio Social, Centro de Estudios Socio-Económicos, Universidad de Chile, Santiago, 1970

Jorge Larraín, Modernidad, razón e identidad en América Latina. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1996.

Grinor Rojo, Globalización e identidades nacionales y postnacionales… ¿de qué estamos hablando? LOM ediciones, Santiago de Chile, 2006.

Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo IV Nacionalismo y cultura. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2007

Fuentes, en CEPAL. Cincuenta años de pensamiento en la CEPAL: textos seleccionados. Vols. I y II. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1998. Entre paréntesis su ubicación original:

Texto I: Raúl Prebisch. “El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas.” (Escrito en 1949 como introducción al Estudio económico de la América Latina, 1948 y publicado posteriormente en CEPAL, Boletín económico de América Latina, vol. VII, N°1, Santiago de Chile, 1962.)

Texto II: CEPAL. “Estudio económico de América Latina, 1949”. (en Estudio económico de América Latina, 1949, Nueva York, 1951. Redactado por Raúl Prebisch)

Bibliografía

desarrollismo (o mejor dicho, por sus partidarios) porque le era funcional, generando versiones públicas que modificaron los modos de vida concretos (pautas de consumo, estructuras impositivas homogeneizadas, etc.), es decir, propiciando condiciones materiales condicionantes para la configuración de una determinada comunidad imaginada. A su vez, la retroalimentación aludida se completa debido a que estos modos de vida modificados, condicionan, a su vez, la producción cultural, y por tanto, las versiones públicas de la identidad (es decir, el nacionalismo “desde arriba” estatal o privado). En efecto, el hecho de establecer un mercado interno con producción interna contribuye a la concretización de una comunidad: consumir un producto hecho por compatriotas (Hecho en...) y consumido por compatriotas ya ayuda a la construcción de similitudes prácticas. En conclusión, para el desarrollismo cepalino, era conveniente que la identidad nacional tuviera los contenidos que hemos descrito: económico (para el consumo interno), regionalista (para la integración) y estadista (para la intervención).

Esto se hace aún más claro con el giro neoliberal que se tomó en América Latina promediando la década de los ochenta –según cada país, por supuesto-, el cual solamente describiré para ilustrar este contraste, para no extenderme demasiado. Este cambio condicionó nuevas tradiciones que inventar, o quizás el retorno de algunas en desuso: así, se apeló a la defensa de la patria como elemento de cohesión social, al mercado legitimado como justo distribuidor de bienes y recursos y propició la implantación de un sistema de valores individualista y consumista. Era un estilo de crecimiento diferente con necesidades diferentes, y por tanto, tradiciones, identidades y, entonces, un nacionalismo diferente; ahora bien, ¿era esta diferencia común una novedad o un retorno al paradigma de las repúblicas oligárquicas decimonónicas?

Texto III: Raúl Prebisch. “Problemas teóricos y prácticos del crecimiento económico.” (Santiago de Chile, CEPAL, 1973. Publicado originalmente en 1952 como documento de la CEPAL.)

Texto VI: CEPAL. “Introducción a la técnica de programación”. (“Naturaleza y metodología de las proyecciones generales”, en Introducción a la técnica de programación, México D. F., 1955. Redactado por Celso Furtado)

Texto IX: CEPAL. “El mercado común latinoamericano.” (Santiago de Chile, 1959. Redactado por Raúl Prebisch.)

* “es importante incluir de qué manera los discursos públicos afectan a la realidad concreta de las personas, y de igual forma, analizar cómo esta realidad puede afectar a la construcción pública de identidades, aunque sea de manera teórica.”

* “de un cierto modelo de desarrollo deben surgir discursos políticos que usan y a la vez fomentan un determinado tipo de nación.”

* “La nación, por tanto, ya no incumbe sólo a la Historia, como memoria común, sino que también a las ciencias sociales (especialmente economía y sociología), como presente e incluso futuro común.”

* “Por tanto, la planificación estatal delimita diferentes acciones sobre el modo de vida cotidiano, diversificando aún más las prácticas económicas y, en última instancia, generando condiciones materiales para las comunidades imaginadas.”

Fragmentos

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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Nacionalismo como producto de la “crisis de la modernidad”.

Alfred Hinrichsen Herrera.Estudiante IV año de Licenciatura en Historia

del Instituto de Historia de la PUCV

Un estudio comparado entre ell M. Nacional Socialista y el Partido Socialista en Chile durante la primera mitad del siglo XX.

Idea de Nación y discursos nacionalistas.

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Tradicionalmente uno de los fenómenos que más han marcado a las sociedades durante los últimos siglos ha sido el de la construcción de los distintos nacionalismos a nivel mundial. Resulta sorprendente como un concepto tan vago y filosóficamente tan ambiguo o pobre esté al mismo tiempo tan lleno de contenido, transformándose en una de las mayores corrientes de pensamiento que ha logrado ser la fuerza matriz de un amplio espectro de realizaciones humanas. El nacionalismo se ha transformado en la motivación principal y la piedra angular de una innumerable gama de sistemas políticos y económicos, de concepciones del hombre y del mundo, de realizaciones culturales y artísticas que muchas veces son totalmente distintas e incluso contradictorias entre sí; tan sólo para ejemplificar, es ampliamente aceptado en la historiografía como en la historia occidental desde las monarquías como los Hohenzollern prusianos durante la unificación alemana, pasando por Liberales como Mazzini y los “joven Italia” y del resto de países que surgieron a lo largo de Europa en la segunda mitad del siglo XIX, hasta llegar a Fascismos, Nazismos y populismos del siglo XX, todos y cada uno de ellos se ha basado en una idea definida de “nacionalismo” para fundamentar su régimen, y justamente en este punto se evidencia la ambigüedad o amplitud conceptual del término1.

Paralelamente, existe una característica fundamental del fenómeno del nacionalismo, especialmente en Chile actual, que para mí ha resultado ser la motivación principal para realizar esta investigación. Me refiero a la vinculación inmediata que normalmente existe entre “el nacionalismo” y la adhesión a concepciones políticas “de derecha”. En otras palabras, el imaginario colectivo actual tiende, no sin su dejo de razón, a homologar ideas como el “nacionalismo” con ideas como la xenofobia, el militarismo, el racismo o el chauvinismo; y por añadidura, se tiende a concebir a una “izquierda” política como un pensamiento totalmente ajeno, e incluso contrario, a cualquier idea u consecuencia de este fenómeno.

Sin embargo, y he aquí las interrogantes fundamentales del actual trabajo, ¿qué es y cuándo surgió en Chile el “nacionalismo” como un concepto sistemáticamente analizado y debatido?, y tras dilucidar aquello, ¿qué corrientes políticas se adhirieron a esta concepción de nacionalismo, integrándola como parte fundamental de su concepción social, política y económica?, en definitiva, ¿podemos señalar verdaderamente que este supuesto axioma de “nacionalismo = derecha” e “izquierda = antinacionalista” siempre ha sido verdaderamente así? Ya veremos cómo la respuesta a estas interrogantes se irá dilucidando a lo largo de este trabajo, donde finalmente veremos que el “nacionalismo” en Chile como concepto se irá construyendo a principios del siglo XX, como un producto de la “crisis de la modernidad” que existió en nuestro país en aquella época. A su vez, intentaré demostrar que el “nacionalismo” es patrimonio de todo el espectro del sistema político que hasta el día de hoy aún pervive, y que por ende, no existe partido o corriente política alguna que se pueda abrogar para sí misma la “propiedad intelectual” de éste, ya que a principios del siglo XX, todos colaboraron añadiendo elementos o características que finalmente hicieron del nacionalismo una corriente de pensamiento amplio que tuvo como mínimo común entre quienes la utilizaban, la crítica a la modernidad, entendida ésta en su índole política, económica y filosófica.

Cabe destacar sin embargo que esta investigación está en curso e intenta ser totalmente dilucidada en un futuro que, esperemos, sea próximo. Por ello, en el presente ensayo, a modo de muestra, evidenciaremos cómo el Movimiento Nacional Socialista y el Partido Socialista, tan antagónicos y disímiles entre sí, utilizan ambos la retórica e integran una concepción nacionalista en sus programas económicos, políticos e ideológicos durante la década del 30, aunque en el caso del Partido Socialista esta característica pervive incluso hasta épocas posteriores.2

Me refiero a la vinculación inmediata que normalmente

existe entre “el nacionalismo” y la adhesión a concepciones políticas “de derecha”; y por

añadidura, se tiende a concebir a una “izquierda” política como

un pensamiento totalmente ajeno, e incluso contrario, a

cualquier idea u consecuencia de este fenómeno.

1 Es Benedict Anderson, uno de los estudiosos contemporáneos más influyentes del nacionalismo quien señala “... su pobreza y aún incoherencia filosófica. En otras palabras al revés de lo que ocurre con la mayoría de los “ismos”, el nacionalismo no ha producido jamás sus propios grandes pensadores: no hay por el ni un Hobbes – ni un Tocqueville, ni un Marx, ni un Weber. Esta “vaciedad” produce fácilmente cierta condescendencia entre los intelectuales cosmopolitas multilingües. Como Gertrude Stein, enfrente de Oakland, podemos concluir rápidamente que “no hay nada allí””. Véase Anderson, Benedict, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Ed. Fondo Cultura Económica, Ciudad de México, 1993, p. 22

2 Aunque utilizaremos fuentes y discursos de las décadas del 40, 50, 60 y hasta de 1970, haremos uso de ellas siempre en relación a la visión del partido durante la década del 30.

Movimiento Nacional Socialista y el Partido Socialista, tan

antagónicos y disímiles entre sí, utilizan ambos la retórica e integran una concepción

nacionalista en sus programas económicos, políticos e

ideológicos durante la década del 30.

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Para dilucidar nuestra problemática, estructuraremos el trabajo de la siguiente manera: En primera instancia daremos a entender un breve contexto de la época, es decir, como se percibía la situación política, económica y social de Chile durante las primeras décadas del siglo XX. En ese contexto entregaremos una definición de “modernidad” que fue la utilizada por los mismos contemporáneos de la época, y estableceremos cual es, finalmente la concepción de “nacionalidad” que conecta las concepciones de cada uno de los movimientos políticos en cuestión. En segunda instancia, desglosaremos tal concepción y estableceremos paso a paso como ambos partidos concuerdan con tal concepción, para ello hablaremos primero del M.N.S. y luego del P.S. Finalmente, haremos una pequeña proyección que nos permitirá entender este fenómeno como uno de alcance regional, estableciendo algunos breves paralelismos con movimientos políticos o intelectuales que concebían esta visión del nacionalismo, como una crítica de la modernidad, y donde se conjugaban aspectos intrínsecamente socialistas y nacionalistas.

América Latina en general, y Chile en particular, se vieron enmarcados durante el siglo XIX por una concepción y una meta a alcanzar. “La modernidad” era la única noción de progreso político, económico y social que nos llevaría a la calidad de país “civilizado”, como lo eran las grandes potencias europeas de ese entonces. No sin debates y dificultades, se fue instaurando un ideal que guiaba el actuar nacional. La República se instalaba en Chile, el sistema de partidos se consolidó y dominó el espectro político tras la Guerra Civil de 1891. El Parlamentarismo fue su gran victoria, donde estaban representadas las visiones políticas imperantes de la época. Por otro lado, en el ámbito económico el liberalismo imperaba en la escena nacional, la penetración de inversiones extranjeras y la apertura de nuevos mercados permitió que la economía nacional se basara en un modelo donde la exportación de artículos de primera necesidad (salitre, cobre, trigo, etc.) se intercambiaban por productos manufacturados de las potencias industriales, preocupándose siempre de tener una balanza comercial positiva.

En el ámbito social, la hegemonía y preeminencia de la “elite” estaba consolidada, la secular lucha entre la aristocracia y burguesía se solucionó mediante la fusión de ambas, representando sus visiones en el sistema Parlamentario; al mismo tiempo la concepción de libertad individual, trajo consigo una visión del hombre emancipado de todo aquello

3 Véase Villalobos, Sergio, Historia de Chile. Ed. Universitaria, Santiago, 2006, pp. 698 y 699. En el apartado “Liberalismo y Progreso” señala “...ven, en la aplicación de determinadas medidas en el campo material y espiritual, las únicas vías para lograr el anhelado progreso social y la civilización del pueblo. Desde esta perspectiva son comprendidos como factores esenciales del progreso tanto la lucha contra el “oscurantismo”, como la construcción de escuelas, el tendido de líneas férreas y puentes, el acondicionamiento de diques y puertos o la erección de industrias”

“Modernidad” a principios de siglo XX.que lo inhibía e impedía su crecimiento espiritual y económico, siendo ahora tan sólo la competencia y las aptitudes personales las únicas determinantes del futuro de los hombres3.

Este orden tan fuertemente arraigado en Chile, poco a poco se fue menoscabando y minando. El centenario de nuestro país, como nación independiente, trajo consigo el auto examen de la realidad nacional. Las preguntas que circulaban entre los intelectuales de la época y entre más de algún político eran relativas a si ¿se habían conseguido las metas trazadas tras cien años de búsqueda?, ¿se había logrado la tan ansiada modernidad y civilización? La respuesta la dieron los intelectuales de principios de siglo, Francisco Encina, Nicolás Palacios, Joaquín Edwards Bello, Tancredo Pinochet, entre tantos otros fueron los miembros de la élite que constituyen “la literatura de la crisis”.

En el ámbito político-social, la urbanización y el crecimiento del Estado, entre otros factores, produjeron una nueva clase social, la clase media, que sentía la necesidad de obtener representación dentro del sistema político imperante. Al mismo tiempo, buscaban reformas que propiciaran sus actividades, especialmente en el ámbito educativo y gubernamental. Las clases populares por otro lado, estaban cada vez más descontentas por las abismales diferencias sociales, por sus condiciones

El centenario de nuestro país, como nación independiente, trajo consigo el auto examen de la realidad nacional.

La enorme mayoría de los chilenos no sentía por ningún lado algún beneficio que conllevara esta “modernidad, progreso y civilización” de la que le hablaban, por el contrario, sentía que ello no era más que un símbolo y el culpable de la propia situación.

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laborales inhumanas, lo que se transformaba en una cada vez más conflictiva tensión entre ellos y el Estado, las huelgas se sucedían con frecuencia, y el Estado demostró su total incapacidad de entender la naturaleza del problema al actuar siempre de manera represiva y francamente brutal; episodios como la matanza de Santa María en 1907 deslegitimaban cada vez más al Estado, a sus Instituciones y a quienes las controlaban. La enorme mayoría de los chilenos no sentía por ningún lado algún beneficio que conllevara esta “modernidad, progreso y civilización” de la que le hablaban, por el contrario, sentía que ello no era más que un símbolo y el culpable de la propia situación4.

Con estos antecedentes ya podemos, en primera instancia, ir esclareciendo una de nuestras primeras interrogantes, la de cuándo y por qué surgió el nacionalismo. Para autores contemporáneos como Maurice Agulhon, la politización de las clases es la que les da esa “conciencia de sí” y por ende, comienza con aquello a construirse el nacionalismo. Establece que “el territorio definido como nacional se convierte en el indicador principal de la transición política de los actores. Es la acepción privilegiada por Maurice Agulhon que define la politización como la penetración de la política moderna en el sentido de difusión del liberalismo y de la democracia. Los campesinos se politizan [...] en la medida en que son conscientes de que pertenecen a una colectividad territorial más amplia que su comunidad rural. Desde este enfoque, el aprendizaje del territorio es la forma y el resultado del aprendizaje de la política nacional” 5.

De esta manera se podría interpretar que la transición política de los actores se da en Chile gracias a la difusión del liberalismo y de la “modernidad”, siendo el más claro ejemplo de esta nueva conciencia política (antes sólo presente en la élite) el ansía de representación gubernamental, de toma de decisiones y de reformas que buscaba tanto la clase media como las populares6. Esta tesis se ve respaldada a su vez por Tom Nairn, quien señala que “el surgimiento del nacionalismo, en un sentido distintivamente moderno, estaba ligado al bautismo

político de las clases bajas [...] Aunque a veces han sido hostiles a la democracia, los movimientos nacionalistas han tenido invariablemente una perspectiva populista y han tratado de llevar a las clases bajas a la vida política. En su versión más típica, esto adoptaba la forma de una clase media inquieta y una jefatura intelectual que trataban de agitar y dirigir las energías de las clases populares en apoyo de los nuevos Estados” 7. Como se ve, en esta interpretación se repite las nociones de la politización de la sociedad, como antesala fundamental para formular una concepción de nacionalismo. La creciente e inexorable sociedad de masas que se estaba creando en Chile forzó a una politización de la población, y ello implicó no sólo la búsqueda de reformas, si no que también la “conciencia de sí”, de la comunidad chilena unida por un concepto de nacionalidad8.

Ahora que ya hemos establecido en parte porque, desde un plano eminentemente político, se podría establecer una crisis y un incentivo para la construcción del nacionalismo como concepto, veamos como afecto la crisis social que se estaba gestando.

Para la élite, la difusión de estos ideales democráticos o liberales, al tiempo que fueron su sustento durante el siglo XIX, poco a poco se comenzaron a transformar en verdaderas amenazas a su predominio. “...demasiada modernidad podría destruir los fundamentos de lo chileno. Pero ¿qué era esto exactamente? Mientras más sentían la sensación de crisis provocada por las modernas influencias, más trataban los intelectuales de contestar esta pregunta. Así se fue desarrollando el concepto de chilenidad...” 9. Como se ve, “lo chileno” tenía un sentido, que aunque no sistemáticamente acabado, efectivamente existía durante el siglo XIX, y era una extrapolación o justificación del orden imperante, es decir, lo “chileno” se confundía con la vida personal y los valores específicos de “algunos chilenos”, quienes como héroes patrios, resumían en sí el valor de la “chilenidad”.

La politización de la sociedad, como antesala fundamental

para formular una concepción de nacionalismo.

4 Véase Rinke, Stefan, Cultura de Masas, Reforma y Nacionalismo en Chile 1910-1931, Ed. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, 2002. p. 29 y 30. En ella señala “En la medida que la población, las ciudades y las industrias crecieron y la movilización política aumentó, la nueva clase media urbana presionó activamente en la búsqueda de las reformas sociales, especialmente en los sistemas de salud y de educación pública. Antiguas relaciones entre hombres y mujeres y modelos de género iban derrumbándose a medida que tópicos que tradicionalmente eran tabú, como el divorcio, el sufragio femenino, y la presencia femenina en la clase trabajadora, se discutían abiertamente.” 5 Castells, Luis, Del Territorio a la Nación, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 160-161

6 Cabe destacar, que como se señala en la cita aludida, la afirmación del autor se da en cuanto a los “campesinos”, esto lo declara por la revolución de 1848 y 1851 en Francia, sin embargo, creo que se podría perfectamente extrapolar la noción de una politización de las masas como antecedente de la nacionalidad en el caso Chileno y latinoamericano. 7 Anderson, Benedict, “Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo”. Ed. Fondo Cultura Económica, Ciudad de México, 1993, p. 77 8 Rinke señala: “Los chilenos vivieron el surgimiento de las comunicaciones de masas y de una sociedad de masas a la par que se redefinía el discurso nacionalista, en parte reflejado en reformas iniciadas o al menos acompañadas por un Estado que descubría su rol interventor durante este período”. Rinke, Stefan, Op. Cit. p. 23 9 Ibid, p. 119

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El mejor exponente de ello es Benjamín Vicuña Mackenna, quien en sus biografías a Diego Portales, Bernardo O´Higgins y otros “próceres” de la patria, adornó, sobredimensionó o elogió tanto algunos aspectos de sus personalidades, que llegó al borde de la mitificación10; otro ejemplo de lo anterior es su obra “El Álbum de la Gloria de Chile. Homenaje al Ejercito y a la Armada de Chile”, publicado en 1883, donde se describe con lujo de detalle los valores y el heroísmo demostrado de oficiales nombrados con nombre y apellido, especificando en la mayoría de ellos el origen de sus familias. En este texto de 622 páginas, apenas desde la 579 en adelante se hacen las “loas” correspondientes a “los anónimos de la guerra”11.

Como se ve, se podría interpretar que lo “chileno” estaba fuertemente contenido en un ideal aristocrático, excluyente de la enorme mayoría de la población chilena. Por esto, la sola idea de que las clases medias y especialmente las populares debían ser integradas al ordenamiento político-social ya generaba reticencias a muchos, era esta característica la que hacía a la elite dirigente incapaz de afrontar los problemas y las necesidades de reformas. Así se explica la repercusión que tuvo una obra como la de “El Roto” publicada en 1920; en ella se señala que existen dos grandes clases de hombres en Chile, cada uno separado totalmente del otro, sus costumbres, vestimenta, alimentación, tradiciones y concepciones de vida eran totalmente ajenas la una con la otra. Básicamente, se infiere de la obra que Chile no existía como entidad única, que había dos chiles, y por eso señalaba que “...la fuerza de la nación tenía que ser construida sobre la base de su clase inferior, los “rotos” [...] las virtudes del roto tenían que ser redescubiertas para que la chilenidad tuviera un fundamento sólido [...] el desprecio por el roto debía ser transformado en orgullo [...] rasgos positivos del carácter del roto como la hospitabilidad, la inteligencia, la fuerza física, la energía y el patriotismo se destacaban como cualidades innatas que tenían que ser salvadas del peso de la discriminación social [...] el roto con su vestimenta descuidada y expresión viva se constituyo en un importante símbolo chileno.” 12.

Se debía olvidar aquella visión individualista, segregadora y aristocratizante de la “chilenidad”, y se debía ampliar a un corpus colectivo. Pronto esta idea se transformó en una nueva crítica a la “modernidad”, ya que se veía al liberalismo en su índole filosófica / ideológica, como una que promovía el egoísmo y destruía la sociedad, al hacer indiferente a la población de la miseria en que se postraban grandes capas de chilenos.

La modernidad tenía a su vez una última expresión, y quizás constituía la más representativa de su lógica, el ámbito económico era donde se traducía o se materializaba esta noción de “progreso” de la cual ya hemos hablado, y mediante la cual se alcanza la civilización. El liberalismo económico, con sus consecuencias ampliamente aplaudidas durante gran parte del siglo XIX, comenzaba a entrar en crisis, o al menos así se sentía ya antes de su debacle casi definitiva de 1929. La total dependencia a los mercados extranjeros, si antes se percibía como un peligro latente o una situación un tanto incómoda del sistema económico imperante, tras 1914 y la Primera Guerra Mundial, se le dio el rasgo de una verdadera catástrofe nacional. La falta de industrialización, la dependencia casi absoluta a unas cuantas mercancías relativas al ámbito minero, la falta de mercado interno, el casi total aislamiento entre las economías sudamericanas, se vieron como crisis fundamentales del sistema, como vicios que había que solucionar.

Esto produjo intentos de cambio entre los mismos partidos que antes avalaban el “crecimiento hacia fuera”; cada vez más los partidos tradicionales cambiaron sus posturas, siendo así que“no fue sino hasta después de la Primera Guerra Mundial que el discurso nacionalista económico cobró influencia. A esas alturas, la mayoría de los chilenos concordaba con la postura economista como Macchiavello Varas o Keller los cuales pedían una nueva mentalidad económica [...] Los partidos líderes como el Radical, Demócrata, Liberal y los conservadores comenzaron en forma más o menos fervorosa a pronunciarse a favor de una reforma de la

El siglo XIX, lo “chileno” se confundía con la vida personal y los valores específicos de “algunos chilenos”, quienes como héroes patrios, resumían en sí el valor de la “chilenidad”.

10 Véase Feliú Cruz, Guillermo, “Vicuña Mackenna. Un Historiador del siglo XIX”. Ed. Nacimiento, Santiago, 1950 11 Vicuña Mackenna, Benjamín, El Álbum de la Gloria de Chile. Homenaje al Ejercito y a la Armada de Chile. Ed. Vaitea, Santiago, 1977. El conteo de las hojas se hace en relación a este volumen, no del original publicado en 1883 12 Rinke, Stefan, Op. Cit. p. 125 - 126

Se debía olvidar aquella visión individualista, segregadora y aristocratizante de la “chilenidad”, y se debía ampliar a un corpus colectivo.

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política económica en sus programas [...] Las editoriales ahora exigían alejarse de ese sistema; pedían para el futuro que Chile dejara su posición de proveedor de materias primas e importador de productos elaborados” 13. Esto pronto tomó ribetes más drásticos, tras 1918, pero especialmente tras el desastre de 1929, se apelaba cada vez más fuerte a políticas “anti-imperialistas”, que buscaban la independencia económica mediante la unión de los Estados Latinoamericanos y la industrialización de todos los estados partícipes de tal unión; esto produjo que pronto se llegara a proyectos radicales de proteccionismo económico, los cuales no tomaban en cuenta la falta de experiencia y de capacidad técnica de los Estados Latinoamericanos para llevar a cabo un proyecto como ese.

Como se ve, “la composición misma de la sociedad parecía estar desapareciendo. Las críticas se concentraban en los continuos problemas económicos, en el sistema parlamentario con su fraccionalismo, fraude electoral y corrupción, y en el liberalismo en general” 14. Fue en este período la etapa germinal del nacionalismo; entendemos que la crisis de la modernidad motivó a la formación o a la discusión de lo que era y consistía la modernidad, sin embargo, aún nos falta por dilucidar qué concepción de nacionalidad es la que utilizaremos. Es aquí cuando nosotros señalamos que finalmente el nacionalismo fue la fórmula con la que se atacó a la modernidad, sin importar la doctrina política que se siguiera, si uno criticaba al liberalismo en su forma económica, con su “capitalismo hacia fuera”, se hacía con retórica nacionalista, si se atacaba al liberalismo en su ámbito político, con su democracia limitada, segregadora y elitista, o, por último si se menospreciaba al individualismo egoísta y alienante para algunos, se utilizaba una lógica y retórica nacionalista. Finalmente aunque todo el sistema de partidos se vio envuelto en este fenómeno15, con todas las diferencias sociales, políticas y doctrinarias que ello implica, aún con todo, este constituye el mínimo común que los permite vincular a estos partidos. Si resulta ser cierto lo que señalan algunos teóricos de que el “nacionalismo” es tan

amplio y vago que no se podría definir, al menos ya tenemos un avance, sabemos que no es, contra qué lucha y por qué se origina. Veamos ahora como lo definen y califican dos movimientos que en apariencia se ven totalmente contradictorios entre sí: el Movimiento Nacional Socialista y el Partido Socialista. Ambos representan dos miradas, se podría decir que, “extremas” del sistema de partidos; ¿el representante de la “extrema derecha” y de la “extrema izquierda” podrán tener una visión común, ampliamente coherente y compartida del fenómeno del nacionalismo entre ellos? Esto es lo que intentaremos dilucidar a continuación, para ello dividiremos el análisis, comenzando por el M.N.S. chileno, estableciendo sus características y concepciones del nacionalismo, para luego realizar el mismo proceso con el P.S., lo que llevará al contraste entre ambas conclusiones y la dilucidación de si se tiene o no conexión entre ambos.

El nacionalismo fue la fórmula con la que se atacó a la

modernidad, sin importar la doctrina política que se siguiera,

si uno criticaba al liberalismo en su forma económica, con su

“capitalismo hacia fuera”, se hacía con retórica nacionalista,

si se atacaba al liberalismo en su ámbito político, con

su democracia limitada, segregadora y elitista, o, por

último si se menospreciaba al individualismo egoísta y alienante para algunos, se

utilizaba una lógica y retórica nacionalista.

13 Ibid, p. 140 14 Ibid, p. 121 15 “en forma similar a los conservadores, los comunistas, los radicales, y los demócratas buscaban reconciliar sus tradicionales programas con la retórica nacionalista. Además, nuevos partidos fueron fundados sobre la base de demandas nacionalistas. Cuando en 1933, el Partido Socialista se constituyó formalmente, también combinó el nacionalismo con su ideología marxista”. Íbid, p. 128

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Tan solo a modo de nimia introducción, el Movimiento Nacional Socialista fue fundado el 5 de abril de 1932, siendo sus máximos ideólogos Carlos Keller y Jorge González Von Mareés. Aunque es cierto que nunca representaron ni se constituyeron como un movimiento fuerte a nivel electoral logrando como máximo apenas un 4,63% en elecciones municipales de 1938, y unos 30.000 votos en las elecciones presidenciales de 1938 a favor de Pedro Aguirre Cerda16, a pesar de todo lo anterior, su importancia no radica en su capacidad eleccionaria, si no que fundamentalmente por el carácter simbólico que este movimiento tiene. La mayor constatación de esta “carga simbólica” del M.N.S. en Chile lo constituye la reiteración de la lucha entre socialistas y nacistas “por las calles de Chile” que se repiten en variados discursos hasta las postrimerías del gobierno de la Unidad Popular en 197317, donde siempre se ejemplifica la persistente y tenaz campaña del P.S., donde sus militantes están dispuestos a dar su vida si fuera necesario, por la democracia y el anti-imperialismo. Efectivamente, el Nacismo chileno constituyo una materialización “sui generi” del Fascismo Internacional que estaba en pleno apogeo en el período entreguerras, y por ello su simbolismo.

A pesar de la confrontación ideológica y física que se dio en Chile durante ese período, existen claras similitudes entre ambas doctrinas, ya que “Una de las bases del pensamiento y de la acción política nacista es la crítica radical al liberalismo, en el más amplio sentido del término: político y económico, democracia (liberal) y sistema capitalista [...] la impugnación nacionalsocialista del capitalismo se aproxima, en algunos aspectos, a la marxista. Por otra parte, marxismo y liberalismo son subsumidos en una misma categoría: materialismo”18.

Como se ve, a grandes rasgos se establecen acá similitudes y diferencias; siendo la crítica a la “modernidad” la que vincula irremediablemente a ambos, sin embargo, el materialismo será el punto insoslayable que alejará definitivamente la una de la otra, al menos en el plano ideológico, ya que en los

programas políticos, las acciones fácticas de uno y otro se diferencian notablemente.

Comenzando por la crítica en el ámbito político, se puede establecer que el M.N.S. esta totalmente en contra de la Democracia en su sentido liberal, ya que postula que sus idealismos conllevan sólo mediocridad en el gobierno, corrupción e impotencia frente al poder del dinero y por ende una ineficacia endémica en la dirección de la nación. Como señala el mismo González Von Mareés, “Los conceptos de soberanía popular, sufragio universal, parlamentarismo, y demás que durante un siglo presidieron la organización política del mundo occidental, carecen hoy casi totalmente de sentido [...] los pueblos no se manifiestan dispuestos a continuar sometidos a la majestad invulnerable de las constituciones liberales, cuyos preceptos no se avienen ya con la evolución espiritual y material de la época”19. Establece a su vez que el gobierno en un régimen parlamentario como el chileno, no sólo está ajeno a las realidades de las capas sociales, si no que también son totalmente indiferentes a la voluntad popular, siendo imposibles para ellos comprenderlas y menos aún encauzarlas,“gobernarlas”20 o materializarlas en acciones específicas; ya desde mucho antes de la fundación del partido (1923) y a modo de crítica general, Jorge González señala que “Mientras la mitad de nuestra población se hunde en la miseria, la otra mitad malgasta energías en discusiones sofísticas, absolutamente estériles. [...] Nuestros hombres de gobierno, en lugar de dirigir al país, lo dejan abandonado a su propia suerte. El arte de la política ha llegado en Chile a su último grado de decadencia [...] Nuestros partidos políticos sobre todo los que pretenden encarnar la voluntad popular, constituyen una verdadera vergüenza nacional. No brilla en ellos ni el más pálido destello de patriotismo. El único móvil que los guía en sus actividades es el interés privado de sus afiliados”21.

El Nacismo chileno constituyo una materialización “sui generi” del Fascismo Internacional que estaba en pleno apogeo en el período entreguerras, y por ello su simbolismo.

16 Véase Valdés Urrutia, Mario Eduardo, Conservantismo y Nacionalsocialismo chilenos: 1932-1938 ¿Convergencia o Antagonismo?. Ed. Universidad Bernardo O´Higgins, Area Ciencias Políticas, Santiago, 1997, p. 89 17 Véase Rodríguez, Aniceto, 40 años de Lucha por el Socialismo. Prensa Latinoamericana S. A., Santiago, Chile, 1973, p. 15 18 Robertson Rodriguez, Erwin, Las Ideas Nacional-Socialistas en Chile 1932-1938. Revista Dimensión Histórica de Chile Nº1, Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, Santiago, 1984, p. 97

19 González Von Mareés, Jorge, La Concepción Nacista del Estado, Imprenta La Tracción, Santiago, Chile, 1932, p. 5 20 “Los intereses nacionales carecen de dirección. No hay una visión clara del rumbo que debe seguirse, y en medio de la desorientación general, la incompetencia y la inmoralidad han sentado sus reales en todos los organismos públicos. ¡Se ha pretendido construir una Patria Nueva, y en su lugar sólo se ha logrado acumular un hacinamiento informe de palacios y de miseria, de carreteras y de prevaricación!. Íbid, p. 4 21 González Von Mareés, Jorge, El Problema Obrero en Chile. Impresiones Universidad, Santiago, 1923, pp. 108 - 109

El Movimiento Nacional

el M.N.S. esta totalmente en contra de la Democracia en su sentido liberal, ya que postula que sus idealismos conllevan sólo mediocridad en el gobierno, corrupción e impotencia frente al poder del dinero y por ende una ineficacia endémica en la dirección de la nación.

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Finalmente, no sólo se puede evidenciar la reiteración de la expresión “nación” como concepto retórico fundamental, si no que también se puede evidenciar que para el M.N.S. los partidos dividen a la sociedad, por ende son antipatrióticos, se requiere de organismos donde todos participen (sociedades gremiales), y donde el Líder, aquella persona elegida entre los mejores, debido a sus aptitudes y no a su nacimiento, en base a la disciplina, la jerarquía y el liderazgo, interprete y dirija la “voluntad popular”. De esta manera ellos proponen una “verdadera” democracia, no como la farsa elitesca parlamentarista, una donde “Aristocracia y Democracia no son para nosotros conceptos antagónicos. Muy lejos de eso: la aristocracia, o sea, el gobierno de los mejores, constituye la lógica y natural resultante de una democracia sana. El gobierno pertenece al pueblo, pero no considerado este como masa amorfa, sino como generador consciente de una clase dirigente [...] La aristocracia nacista será, pues, de extracción genuinamente democrática. Los más capaces, los más honrados, en una palabra, los mejores, por modesto que sea de origen, surgirán del anonimato y pasaran a ocupar el lugar que por sus méritos les corresponda”22. En resumidas cuentas, podemos señalar que un gobierno nacional es aquel que logre interpretar la voluntad (o el espíritu) del pueblo, y que haga partícipe a este en la toma de decisiones, al menos en la forma de líderes y agrupaciones gremiales.

En el ámbito económico, es necesario señalar que para el M.N.S. este constituye tan sólo una expresión de la ideología, por lo que realmente se define por su lucha “anti-materialista” y “anti-individualista” que son las dos expresiones más nefastas del liberalismo. A su vez, es necesario recalcar que el movimiento establece la predominancia de la política por sobre la economía por lo que no elabora una teoría económica muy elaborada, ni gasta muchas energías en explicar tal ámbito. En este sentido lo primero que ataca el M.N.S. es el individualismo, quien es culpable de generar el individualismo más egoísta y por ende la destrucción de todo vínculo con el resto de la comunidad política23, de esta manera “...mentalidad liberal; la atomización de la sociedad en

individuos desligados de toda relación orgánica con el conjunto – pues la exaltación del individualismo hasta sus últimas consecuencias, la dislocación de todo vínculo moral, han tenido que destruir el espíritu nacional -; la admisión del egoísmo, orientado en sentido material como fundamento de toda la vida” 24. Como se ve, la principal crítica del individualismo se debe a la negación del espíritu como fundamento de todo pueblo, al centrar el interés únicamente en el bienestar material. Por ello, establece una nueva lógica o “ética” del trabajo, donde éste sea la máxima expresión de la colaboración, la solidaridad y la vinculación con la comunidad; el trabajo tiene sentido sólo si con el se da un mejoramiento del bienestar de toda la nación, por ello señala que “el sujeto fundamental de la vida no es el individuo, sino la sociedad de que éste forma parte. Y la finalidad suprema del trabajo humano no es el bienestar individual, sino el mejoramiento moral y material del cuerpo social considerado como un todo orgánico...La vida en colectividad debe ser concebida como una mancomunión de voluntades y de esfuerzo , dirigida a obtener para dicha colectividad el máximo mejoramiento en todos los aspectos.” 25.

Este concepto es nacional, no sólo por la nueva “ética del trabajo” que tiene, que es eminentemente colectiva, si no que también la concibe como el mecanismo anti-imperialista por excelencia, que se conjuga con su concepción filosófica de la “libertad”. “El concepto nacista de libertad tiene, entonces, un sentido nacional, no individualista; liberación de la nación. Y la libertad política de Chile esta amenazada principalmente por la finanza internacional y por el comunismo ruso” 26. Comunismo que es concebido como un imperialismo más. De esta manera, y siempre bajo esta mirada espiritualista, colectiva, anti-imperialista, el partido define su concepción de “patria”, que dista totalmente de la concepción tradicional propia del siglo XIX. “En Chile confundimos lastimosamente el patriotismo con la belicosidad. [...] ese tan bullado patriotismo no pasa de ser una de las tantas manifestaciones de nuestra pequeñez. El espíritu guerrero es inherente a todo pueblo atrasado y no tiene, en los tiempos que corren, ninguna

Como se ve, la principal crítica del individualismo se debe a

la negación del espíritu como fundamento de todo pueblo, al

centrar el interés únicamente en el bienestar material. Por ello, establece una nueva lógica o

“ética” del trabajo, donde éste sea la máxima expresión de la

colaboración, la solidaridad y la vinculación con la comunidad.

22 Íbid, pp. 14 - 15 23“Somos tan excesivamente egoístas, que nos resistamos a emprender cualquiera actividad, aún la más insignificante, si no ha de reportarnos un beneficio personal e inmediato. Vemos, sin duda, los males que afligen a nuestro pueblo; pero carecemos de corazón y de alma para comprenderlos. Si hacemos la caridad [...] la hacemos generalmente a voces. Son la vanidad y el espíritu de exhibición los que en la mayoría de los casos nos guían a interesarnos por la miseria y el dolor ajeno” . González Von Mareés, Jorge, Op Cit, p. 107

24 Robertson Rodriguez, Erwin, Op. Cit, p. 98 25 Íbid, p. 109 26 Íbid, p. 112

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relación con el verdadero patriotismo. Nuestro pueblo es, sin duda, muy valiente, pero ello no quita que a la vez sea perfectamente antipatriota. [...] El candidato electoral que no vacila en prometer al pueblo beneficios que jamás ha estado en su mente realizar; los senadores y diputados que pierden lastimosamente su tiempo en discusiones bizantinas; los congresales, ministros y altos funcionarios que aprovechan su elevado cargo beneficiarse ellos y sus allegados; los jueces que prevarican; los empleados que no cumplen con sus deberes; los contribuyentes que eluden el pago de las contribuciones; los especuladores que artificialmente hacen encarecer la vida; los propietarios de cantinas, burdeles y conventillos; en una palabra, todos los que en Chile lucran a costa del bienestar general, se estiman sin embargo, altamente patriotas”27. Por eso establece que lo que hace un pueblo grande es únicamente su moral, su espíritu y su trabajo, “Es la labor pacífica de un pueblo la única que puede engrandecerlo. Son el espíritu de trabajo, la voluntad, la constancia, la inteligencia, y sobre todo, la moralidad, los factores que deciden el decaimiento o la grandeza de una nación. No son las invasiones guerreras, sino las invasiones pacíficas las que debemos temer en Chile. A nadie puede escaparse que lentamente estamos siendo desplazados por los extranjeros en todas las actividades. Todas nuestras grandes empresas mineras, fabriles y comerciales, están pasando a manos de extranjeros” 28. Este anti-imperialismo, es la que la lleva, increíblemente y a pesar de su concepción fuertemente nacionalista, a promulgar la Unión Ibero Americana29, cosa propia de un partido marxista que se jacta del internacionalismo, es decir, cosa propia de la “izquierda” podría pensar uno.

Es esto último, acaso contradictorio, ¿cómo un movimiento que se jacta de ser nacionalista promulga una unión de ese tipo? La respuesta está, una vez más en la concepción que se tenga del nacionalismo, que como ya dijimos se define en oposición a la “modernidad” o al liberalismo, lo cual hace perfectamente concebible esta acción. Aún más, y para fortalecer esta idea, nos basta señalar a Benedict Anderson, quien dice que el nacionalismo o la nacionalidad no es más que “una

comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana” 30, lo cual -y parafraseando a Renan- implica básicamente que “todos los individuos tengan muchas cosas en común y también que todos hayan olvidado muchas cosas” 31. Esto significa que basándonos en lo que nos dice Keller sobre nacionalismo32, basta tener e imaginar una tierra, sangre, Historia y misión común entre los distintos estados americanos; lo cual facilita la tarea ya que es evidente que poseemos esos rasgos comunes, siendo la misión fundamental, la lucha antimaterialista y el rescate de la espiritualidad americana como un ente colectivo, sea esto traducido como antiimperialismo, anticapitalismo y antiindividualismo.

Siempre bajo esta mirada espiritualista, colectiva, anti-imperialista, el partido define su concepción de “patria”, que dista totalmente de la concepción tradicional propia del siglo XIX.

27 González Von Mareés, Jorge, Op. Cit. pp. 113 - 114 28 Íbid, p. 114 29 Véase González Von Mareés, Jorge; “Pueblo y Estado”. Impresiones y Lit. Antares, Santiago, 1936, p. 12. Donde señala “La América Ibera sufre, en estos momentos, en forma más ruda que nunca, la presión insolente del imperialismo yanqui, que amenaza con estrangularla. Ya los chilenos podemos presenciar el cuadro doloroso de nuestro salitre, nuestro cobre, nuestra energía eléctrica y todas nuestras principales riquezas entregadas incondicionalmente al capital norteamericano, el que terminará por absorbernos completamente, si en un enérgico no nos libramos de su garra opresora. Estamos, pues, los pueblos de esta América, en la obligación imperiosa de unirnos, para defendernos de la presión imperialista, y esta unión deberá efectuarse bajo la inspiración de Chile”

30 Anderson, Benedict , Op. Cit. p. 22 31 Íbid, p. 22 y 23 32 “El MNS es nacionalista, decía Keller, porque es realista. Cada raza, pueblo o nación constituye una unidad especial y distinta, con la que debe contar toda tentativa de reformar la vida.[...] una profundización e intensificación de los valores propios, en el de la realización de una política que propenda al máximo de bienestar de la colectividad, considerada como un conjunto orgánico y homogéneo [...] La Nación como naturaleza, como tierra y sangre; pero, sobre todo, como Historia, como tarea, como misión y, en suma, como espíritu; éste es el sentido del nacionalismo del MNS.”. Robertson Rodriguez, Edwin, Op. Cit, p. 108

Este anti-imperialismo, es la que la lleva, increíblemente y a pesar de su concepción fuertemente nacionalista, a promulgar la Unión Ibero Americana

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En la noche del día miércoles 19 de Abril de 1933, a las 22 horas, en calle Serrano 150, se funda el Partido Socialista de Chile33, al fusionar a los diversos organismos socialistas existentes en Chile34. Este pronto se constituirá en una de las mayores fuerzas políticas y en uno de los principales actores del sistema de partidos imperante, constituyéndose en “Partido de Gobierno” durante la década del 40 con el Frente Popular.

Para adentrarnos inmediatamente en materia intentaremos, primero sortear o evidenciar la contradicción entre los postulados formales del Partido y sus prácticas y discursos durante la década del 30. En los Estatutos del Partido de 1936 señala: “7.0 El capitalismo individualista engendra el nacionalismo estrecho y todas sus consecuencias. Y engendra, cuando llega a su mayor desarrollo, EL IMPERIALISMO que hace que un país se apodere de las materias primas, del mercado y de la producción de otros países menos adelantados que él, ejerciendo en ello un control militar, político, financiero y económico”35. Basándonos en este documento se podría establecer fehacientemente que el P.S. reniega absolutamente del nacionalismo, e incluso, lo combate en todas sus formas y consecuencias, ya que establece que de el se deriva una de las peores representaciones del capitalismo internacional, el “Imperialismo”, fuente de dominación de la clase obrera y de las desigualdades sociales. A su vez, se podría confirmar esta visión al analizar el Programa del P.S. de 1935, que establece que “La doctrina socialista es de carácter internacional y exige una acción solidaria y coordinada de los trabajadores del mundo. Para realizar este postulado el Partido Socialista propugnará la unidad económica y política de los pueblos de Latinoamérica para llegar a la Federación de las Repúblicas Socialistas del continente y a la creación de una economía anti-imperialista”36. Como se ve, el carácter internacionalista de “los trabajadores del mundo” se podría concebir claramente como una doctrina anti-nacionalista, especialmente al tomar en cuenta las actuales naciones sudamericanas, que por el contrario, deben unirse para crear una gran fuerza que sea capaz de librarse del Imperialismo.

Ante tales y tan contundentes argumentos se podría pensar que no tenemos forma alguna de establecer que el P.S. tenía incorporada en su estructura y lógica elementos fuertemente nacionalistas, y que estos incluso los podría vincular con su suerte de “némesis” durante los años 30, el M.N.S. Sin embargo intentaremos demostrar aquella mediante etapas, es decir, estableceremos mediante acciones concretas y discursos como estos postulados se fueron permeando o se fueron fusionando con retóricas o lógicas nacionalistas.

El primer nivel de análisis y el más superficial lo constituye la retórica, o el modo discursivo de los dirigentes del P.S. Los “socialistas”, si se puede hablar de ellos en modo genérico antes de la fundación del partido37, han demostrado una fuerte inclinación al uso de conceptos propios de un discurso nacionalista, lo que para muchos es una clara señal de utilización de herramientas populistas con tal de cooptar adherentes. Una muestra clara de esto es como Marmaduque Grove concibe la fecha de fundación de la República Socialista de Chile “el día 4 de junio será para todo chileno amante de su patria, de sus libertades y de su dignidad personal, la fecha memorable en que instauramos la República Socialista de Chile [...] en este nuestro hermoso país”38. Este no es para nada un hecho aislado, por el contrario, la utilización como recurso retórico de estos elementos como lo es la “patria”, “país”, el “altar de la nacionalidad” se repite constantemente39.

Más allá de la retórica meramente discursiva, podemos ver estos elementos en un documento de suma importancia para el futuro del movimiento como lo es “El Acta de Deposición del Sr. Juan Esteban Montero”, donde señala que: “... el actual gobierno que preside el ciudadano señor Juan Esteban Montero es un gobierno oligárquico que no responde fielmente al sentir de las necesidades sociales del país; que la situación económica que mantiene abatidas las necesidades nacionales [...] se debe en su mayor parte a la falta de capacidad de los actuales dirigentes [...] viven desconectados con el verdadero sentir nacional[...] que esta situación de injusticia social, económica y

Se podría establecer fehacientemente que el P.S. reniega absolutamente del nacionalismo, e incluso, lo

combate en todas sus formas y consecuencias, ya que establece

que de el se deriva una de las peores representaciones

del capitalismo internacional, el “Imperialismo”, fuente de

dominación de la clase obrera y de las desigualdades sociales.

33 Rodríguez, Aniceto, Op. Cit, p. 13 34 Orden Socialista, Partido Socialista Marxista, Acción 35 Revolucionaria Socialista y Nueva Acción PúblicaPartido Socialista; Partido Socialista: Estatutos aprobados por el 3º Congreso del Partido 1936. Impresión Aurora de Chile, Valparaíso, 1936, p. 15 36 Partido Socialista, Partido Socialista: Programa, Impresiones Aurora de Chile, Valparaíso, Chile, 1935, p. 6

37 Cabría realizar un estudio sobre las distintas agrupaciones socialistas que formaron el P.S. A falta de este estudio, no se podría establecer ningún tipo de generalización, por lo que me remitiré únicamente a la agrupación socialista que participo del hecho y antecedente más importante antes de la fundación del partido, me refiero a la República Socialista de Chile, comandada por Marmeduque Grove y Oscar Schnake Partido Socialista, La Relegación de Grove. Ed. Chilena, Valparaíso, 1933, p. 27 38 Véase el discurso de Oscar Schnake; Creo en Chile de 1939 donde señala: “Me preguntaba al comenzar esta charla si la situación del futuro de Chile era incierta. Yo, camaradas, meditando como ante un altar, y poniendo por altar a todos nuestros compañeros de trabajo, a todo lo que es la nacionalidad de Chile, meditando con mucha responsabilidad y vibrando con el dolor y la alegría de nuestra tierra y de nuestros hombres, yo he sentido la habilidad de todos aquellos que durante tantos años han fecundado con su sudor, con su sangre, con su esfuerzo esta dura tierra nuestra, para hacerla rica,

El Partido Socialista

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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y moral no puede mantenerse por más tiempo, por ser incompatible con el actual sentir del alma nacional; que la necesidad de velar por el mantenimiento de la salud pública atendiendo al desenvolvimiento integral de todas las actividades nacionales exige un cambio inmediato del actual estado de cosas, para asegurar la estabilidad, grandeza y felicidad de la República” 40. Esta resulta ser trascendental no sólo porque constituye la piedra fundacional de la instauración de la República Socialista de Chile, si no porque en ella convergen los elementos que ya hemos señalado resultan ser el mínimo común del nacionalismo durante esta década. En ella se utilizan constantemente expresiones como “sentir nacional” o “alma nacional”, lo cual revela una técnica discursiva populista de raigambre nacionalista, pero a su vez, ésta se conjuga con una fuerte crítica al modelo liberal “moderno” imperante en el gobierno del Sr. Montero, al cual se le acusa de “oligárquico”, y por ende de no ser capaz de interpretar el “sentir nacional”, y por lo tanto no es capaz de comprender las necesidades populares ni de direccionarlas, crítica que se asemeja increíblemente a la que ya hemos visto en el caso del M.N.S.

En el P.S. sin embargo, la ideología es contraria a la del M.N.S. en cuanto a la valoración de la “política” y su relación con la “economía”. En el caso anterior, la política está por sobre la economía, en el caso del socialismo, la política es una expresión de aspectos económicos. En este sentido, es el sistema liberal capitalista, con su filosofía individualista e intrínsecamente egoísta el que fundamenta el problema político interno de la enorme desigualdad entre clases, y en el plano externo la aún más abismante división entre Estados ricos o “imperialistas” y pobres o “sometidos”. En este sentido, la estructura política liberal, se basa en una desigualdad original inalterable, donde justamente esta desigualdad es la que fundamenta que unos pocos privilegiados (propietarios de los medios de producción) dominen a las enormes masas populares que no poseen aquellos medios económicos. Así se entiende que Marmaduque Grove defienda la fundación del P.S. como una

herramienta política destinada a combatir “en un sólido frente al régimen capitalista – individualista existente” 41. Como se ve, mediante métodos políticos (el Partido) intenta derribar realidades económicas, ya que tras esto, vendrá irremediablemente la destrucción de la oligarquía y la instauración de un gobierno realmente democrático, es decir, donde las capas populares la integren y sean parte de la toma de decisiones en base al Partido de raigambre popular, el Partido Socialista debe por ende tener un concepto pleno de la “chilenidad”42.

Referente al individualismo, el P.S. establece que el individualismo es un apéndice, o es la “ideología” o “superestructura”, en términos marxistas, que fundamenta al capitalismo. Ellos luchan contra el individualismo porque conciben que éste es una ideología intrínsecamente egoísta que ampara y promueve la desigualdad social, al hacer indiferente al “individuo” del resto de la sociedad. Como se ve, se reconoce que esta ideología liberal es nefasta debido a las consecuencias económicas que genera y que desemboca en una nueva forma de concebir la realidad social y política; ya que al destruir el capitalismo de raigambre individualista, se formará una concepción del trabajo basado en la satisfacción de las necesidades y no en la obtención de mercancías como un elemento de distinción social.

Como se ve, aunque su crítica al individualismo como parte fundamental de la filosofía liberal “moderna” comienza desde una lógica opuesta al Nacismo chileno al establecer como preeminente los aspectos económicos, desembocan, sin embargo, en una más que similar concepción del trabajo al estar destinada al mismo objetivo trascendental. El trabajo ya no es una fórmula de bienestar individual, por el contrario, es un mecanismo para lograr la satisfacción de todas las necesidades de la comunidad política, es decir, de la nación. Como señala el propio Salvador Allende “Reiteradamente hicimos presente el sentido nacional de la acción del Partido. “sentido nacional que significa que cada uno de nosotros confunde, encarna y liga nuestro porvenir

y para transformarla en alegría. Y todavía veo y siento el rumor de la inmensa masa trabajadora que a pesar de sufrir la tragedia todavía de sentir hambre y miseria, siempre está sonriente y decidida. Y por eso, porque creo en el esfuerzo de nuestro pueblo, porque creo en la disciplina política que tiene, porque creo en la conciencia nueva que se ha formado en él; por eso es, camaradas, que termino esta noche diciéndoles. Creo en Chile, en el porvenir de Chile y de todos nosotros”. En Witker, Alejandro, Historia Documental del PSCH 1933-1993. Socialismo y Nación – Socialismo y Mundo. Ed. Instituto de Estudios Latinoamericanos, Concepción, 1993, p.12 40 Rodríguez, Aniceto, Op. Cit, p. 11 y 12

41 Partido Socialista, Op. Cit, p. 24, señala: “y desde ese momento me dedique, con mis demás compañeros, a fundir todos los distintos grupos en uno sólo, hasta conseguir formar el Partido Socialista, fruto de la unión de todos y del franco espíritu de trabajo colectivo que nos distingue y nos presenta a la lucha en un sólido frente contra el régimen capitalista – individualista existente” 42 Allende, Salvador; El Partido Socialista de Chile. Socialismo y Nación. Ed. Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Puebla, México, 1990, p. 19. Señala: “Nuestro Frente Popular es una barricada defensiva en la que se cobijan todas las fuerzas democráticas. Su acción no está ligada a ningún compromiso internacional y su orientación está basada en el conocimiento pleno de la chilenidad”

Fuerte inclinación al uso de conceptos propios de un discurso nacionalista, lo que para muchos es una clara señal de utilización de herramientas populistas con tal de cooptar adherentes.

Mediante métodos políticos (el Partido) intenta derribar realidades económicas, ya que tras esto, vendrá irremediablemente la destrucción de la oligarquía y la instauración de un gobierno realmente democrático, es decir, donde las capas populares la integren y sean parte de la toma de decisiones en base al Partido de raigambre popular, el Partido Socialista debe por ende tener un concepto pleno de la “chilenidad”.

Aunque su crítica al individualismo como parte fundamental de la filosofía liberal “moderna” comienza desde una lógica opuesta al Nacismo chileno al establecer como preeminente los aspectos económicos, desembocan, sin embargo, en una más que similar concepción del trabajo al estar destinada al mismo objetivo trascendental.

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individual con el porvenir de toda la colectividad; que nos hace pensar que mañana seremos individualmente prósperos, cada uno de nosotros, siempre que Chile sea grande y próspero” 43

Queda como último elemento de análisis la concepción “Antiimperialista” del P.S. Paradójicamente, justamente en este ámbito es en donde se complementa esta concepción con el “internacionalismo” que en teoría es contraria al nacionalismo, sin embargo es cuando se dan las más claras y elocuentes manifestaciones de expreso nacionalismo en el Partido. Esto se debe a que el “Antiimperialismo” primigeniamente estaba orientado a la destrucción del sistema desigual del intercambio de mercancías (como lo era el caso de Chile, el cual ya analizamos), donde unas pocas potencias industriales competían entre sí para establecer mercados “cautivos” que les proporcionen un mercado consumidor a sus productos manufacturados al tiempo que una fuente estable, segura y continua de las materias primas indispensables su propio desarrollo industrial.

Así de esta manera se establecía que el imperialismo era la verdadera causa de la pobreza de las naciones “oprimidas” por las grandes potencias que impedían la industrialización de los Estados pequeños. Tras la paulatina aceptación, de todo el espectro político44, de reformas tendientes a un continuo proteccionismo y a un incentivo de las industrializaciones durante la última parte de la década del 20 y especialmente tras 1938; el antiimperialismo tomó pronto un cáliz distinto, más ligado a la identificación y diferenciación del propio P.S. frente a otros movimientos de izquierda de carácter “internacionalista”. Pronto esta noción llevó a que la diferenciación se llevara a cabo justamente en el ámbito de la “nacionalidad”; en primera instancia, se calificó de “antinacionalistas” a los políticos de derecha, liberales y fascistas, por ser los agentes del imperialismo extranjero, abrogándose la autoridad moral para que el propio P.S. se estableciera como depositario del “patriotismo”45.

Llega a tan nivel la importancia que tiene el antiimperialismo, como una señal de independencia de todo tipo de “colonialismo mental y económico”, que lleva incluso a personajes tan ilustres dentro del partido como Aniceto Rodríguez, a formular que el Partido Socialista es un partido eminentemente nacionalista ya que“Somos un partido nacionalista porque somos antiimperialistas. Como creación del pueblo chileno, el Partido Socialista valora todo el aporte de nuestra tradición histórica en lo que significa progreso material, democratización y dignidad para la clase trabajadora. A partir de la breve República Socialista, la patria adquiere una nueva dimensión: la lucha antiimperialista. En otras palabras, rescatar del capitalismo extranjero las fuentes de riquezas naturales, industriales y demás actividades básicas para el desarrollo del país” 46, para luego señalar que la burguesía que dice ser chilena, prefiere ser “lacayos” del imperialismo trabajando para empresas extranjeras, que estar al mando y ser dirigente de empresas nacionales.

Finalmente se deja totalmente de lado y se quiebra definitivamente con un tipo de “internacionalismo”. Como señala Oscar Schnake “...dijimos claramente que tampoco somos de la Tercera Internacional, porque creemos que la Tercera Internacional, o sea, la comunista de Moscú, seguía y sigue un camino equivocado para mejorar las masas trabajadoras del mundo y para lograr la independencia de los países. Nosotros creemos que debemos liberar al trabajador de Chile, en la tierra misma de Chile, con el sol de Chile y con todo lo que forma nuestra nacionalidad en unión con los demás países de Latinoamérica.” 47, pronto incluso el mismo dirigente hace alusión a una idea donde retrata al Partido Comunista, como un partido traidor, que esta dispuesto incluso a trabajar a favor del pueblo ruso en vez del pueblo chileno, con lo que deja en el aire la concepción de que el “internacionalismo”, entendido como la vinculación con la Tercera Internacional, es una fórmula más de imperialismo (ruso en este caso), al cual rechaza, reniega e incluso combate profundamente48.

Especialmente tras 1938; el antiimperialismo tomó pronto un cáliz distinto, más ligado a

la identificación y diferenciación del propio P.S. frente a otros movimientos de izquierda de

carácter “internacionalista, abrogándose la autoridad

moral para que el propio P.S. se estableciera como depositario

del “patriotismo

43 Íbid, p. 68. 44 Véase: Rinke, Stefan, Op. Cit. 45 Allende, Salvador , Op. Cit, p 79. Señala: “Nosotros, señores Senadores liberales, con legítima satisfacción tenemos también el derecho a proclamarnos profundamente patriotas; pero tenemos un sentido distinto de sus señorías acerca de lo que es patria, y no aceptamos, en absoluto, que senadores o político alguno se sienta albacea o depositario exclusivo del patriotismo. [...] Dentro del ángulo y la firmeza de nuestras ideas, nosotros conceptuamos antipatriotas y calificamos con dureza a quienes actúan entregando el cobre, el salitre, el petróleo, o el uranio, en la creencia de que nuestra condición de pueblo en desarrollo nos obliga a someternos más y más a la prepotencia del imperialismo financiero, el cual; por lo demás, siempre trae aparejado sometimiento político. Nunca, jamás hemos dejado de decir que no aceptamos ningún tipo de imperialismo y que no somos colonos mentales de ninguna tendencia foránea [...] libertad y autodeterminación y soberanía de los pueblos”

46 Rodríguez, Aniceto, Op. Cit, p. 19 47 Witker, Alejandro, Op. Cit, p. 146 48 Íbid, p 147 y 148. Señala : “su Tercera Internacional y su Partido Comunista, no tienen razón de ser, y tengo también la íntima convicción de que habrá muchos de sus hombres que los han seguido, porque han hablado de O’Higgins, de Manuel Rodríguez, del cariño a nuestro tierra, de nuestra independencia y de nuestra paz que ahora cuando les hablen de la paz rusa, pero no de la paz de los chilenos; ahora, cuando les hablen de la felicidad del trabajador ruso, que soy el primero en desearla y no de la felicidad del trabajador chileno, entonces, habrán de seguir el movimiento verdaderamente liberador que es éste, que el Partido ha iniciado [...] ¡ Atrás los enemigos, todos los enemigos sean de derecha o sean de izquierda; adelante los hombres que quieren! [...] Al decir lo que he dicho en esta tribuna, no me inspira una vanidad personal, chica o grande; dentro de mí siento el mandato de toda nuestra tierra, de nuestros hombres que me ha ordenado decir lo que he dicho. Han hablado por mí los trabajadores, las mujeres y

Partido Comunista, como un partido traidor, que esta

dispuesto incluso a trabajar a favor del pueblo ruso en vez

del pueblo chileno, con lo que deja en el aire la concepción

de que el “internacionalismo”, entendido como la vinculación

con la Tercera Internacional, es una fórmula más de

imperialismo (ruso en este caso), al cual rechaza,

reniega e incluso combate profundamente.

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Como se ven, en este sentido, la vinculación entre el M.N.S. y los socialistas es elocuente, ya que, una vez más, aunque comienzan desde veredas opuestas, concluyen en acciones o concepciones similares. Finalmente el rechazo al imperialismo provocó no sólo un percepción de la necesidad de fortalecer la economía interna, este fue tan sólo el primer paso, luego en ambos produjo una necesidad de apelar a criterios y lógicas nacionalistas para fundamentar tal noción ya que el imperialismo financiero y el comunismo ruso resultaron ser los peores enemigos a la independencia política para ambas doctrinas. Lo más curioso de todo es que incluso en cuanto a la solución coinciden totalmente, ampliando el concepto de nación o “comunidad imaginada” a Latinoamérica como un todo49, establecen que ésta es la única fórmula para vencer la penetración extranjera50.

Antes de concluir, quizás sería útil esbozar brevemente si este fenómeno se desarrolló de tal manera en el ámbito regional. Se sabe que el P.S. tuvo contactos con movimientos y partidos políticos de distintas ideologías y doctrinas a lo largo de Sudamérica51, donde se incluían grupos liberales, nacionalistas y socialistas. Es Paul Drake quien establece que el socialismo y el nacionalismo constituyeron las mejores fórmulas con las cuales lograr la adhesión de las masas populares, lo que hacía que en la práctica fuera bastante difícil distinguir y reconocer, a los ojos de un ciudadano medianamente informado, las diferencias entre un Socialista, un Comunista, un joven Conservador e incluso un Nacista52.

Contexto Internacional y Conclusión

los niños de Chile y han hablado por mí hoy día todos los chilenos que por encima de sus pequeñas vanidades y de sus intereses, sean obreros, industriales o profesionales, quieren la felicidad de nuestras familias, la felicidad de todas las familias de Chile!” 49 Déves Valdés, El pensamiento nacionalista en América Latina y la reivindicación de la identidad económica (1925-1945). Revista Historia Nº32, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1999. p. 50 señala a Vasconcelos, quien es el perfecto referente del intento de establecer una nueva “comunidad imaginada” en América Latina que vinculara a los diferentes estados, de esta manera señala: “Nuestro nacionalismo debe ser latinoamericano pues “si ha de ahondar las diferencias que separan al argentino del chileno, al mexicano del colombiano, reneguemos desde ahora de semejante tipo de nacionalismo”. Por el contrario, un nacionalismo continental “nos convierte en los herederos del ideal ecuménico español, que sólo entre nosotros podrá cumplirse”. Erijamos en dogma, nos dice, la unidad racial de los hispanos; a veces el dogma consolida una verdad todavía latente. Cuidemos de que al crecer así nuestro patriotismo se enriquezca también con la colaboración de las razas que nos han ayudado a civilizar el continente. El no estar cerrado sino abierto distingue a nuestro nacionalismo y le da derecho a vencer 50 Op. Cit. Nº 36, p 58 y 59. En este Programa del P.S de 1935, establece como criterios fundamentales de su política internacional. Como se verá los puntos al final fueron mantenidos, a excepción del punto 4 ya que se rechazo totalmente la Internacional, declarándola incluso como enemiga del P.S. Los puntos en cuestión son los siguientes: “1.- El Partido Socialista no reconocerá otra acción internacional que la dirigida por los propios trabajadores de América. El Partido luchará contra todos los imperialismos que actúen en América y en especial contra la forma hipócrita del panamericanismo [...] 4.- En cuanto a su actitud frente a la 2.a y 3.a Internacional, el Partido Socialista declara: que sin adherir a ninguna de ellas ni solidarizar con sus errores y desviaciones, observará atentamente su posición y actividades con sano espíritu de crítica, dispuesto a colaborar en las iniciativas que tiendan a una unidad política de la clase trabajadora mundial y al aumento de su poder de lucha y sus posibilidades de triunfo. El Partido Socialista exalta y afirma la personalidad propia y definitiva que tiene la revolución latino-americana anti-imperialista, cuyo objeto es formar la unión política y económica de las Repúblicas Socialistas de América”

53 Déves Valdés, Op. Cit. p. 65

Otro autor que apoya esta misma tesis a nivel continental es Déves Valdés, quien señala que en América Latina a principios de siglo XX, y de manera paulatina “El socialismo se fue ligando al nacionalismo. [...] esta relación apunta incluso a una cierta mística de lo nacional, ligando cultura, patria, pueblo, etnia, para abandonar una concepción internacionalista que negaba todo espacio a las particularidades o condiciones nacionales” 53. Quizás el mejor ejemplo de este fenómeno lo constituye el autor mexicano Vicente Lombardo Toledano, quien aspira a construir “una patria nueva, una nación libre de verdad, una nación que pertenezca a la inmensa mayoría de los que la integran, no una nación que solamente pertenezca a la gran masa explotada de obreros y campesinos [...] darle patria a quienes no la tienen todavía y hacer que la

51 Drake, Paul; Socialism and Populism in Chile, 1932-1952. University of Illinois Press, Chicago, 1978, p. 142, establece : “The party did, however, establish links with a gamut of leftist, nationalist, frequently populist Latin American parties, including APRA of Peru, Democratic Action of Venezuela, the Socialist of Argentina, Liberal factions in Colombia, and the Revolutionary Party of Mexico. In their owm country, the Socialist at various times formed coalitions with everyone to the left of the Conservatives and Liberals” 52 Véase: Íbid, p. 148, donde se señala: “Many organizations have realized that only on the basis of socialism and nationalism can one continue to appeal to the masses, and the speeches, symbols, and publications make it difficult for the mass-man to distinguish among what is said by a Socialist, a Communist, a young Conservative, and even a Nazi”

El imperialismo financiero y el comunismo ruso resultaron ser los peores enemigos a la independencia política para ambas doctrinas. Lo más curioso de todo es que incluso en cuanto a la solución coinciden totalmente, ampliando el concepto de nación o “comunidad imaginada” a Latinoamérica como un todo.

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la enseña nacional, la bandera tricolor, pueda hermanarse definitivamente en el esfuerzo y en el anhelo, a la bandera roja del proletariado” 54.

A modo conclusión, el presente trabajo intentó dar respuesta a las tres interrogantes fundamentales planteadas en la introducción. La primera tenía relación con la emergencia del nacionalismo en el debate político e intelectual de Chile. Mediante el presente trabajo se puede afirmar que el nacionalismo fue una construcción que se dio a principios del siglo XX como una respuesta a la “crisis de la modernidad” y ante la necesidad de amplias capas sociales (medias y populares) de establecer un nuevo orden donde ellas se sintieran partícipes de una u otra manera. En este sentido, afirmamos que la politización de las masas es el principal antecedente de la construcción del nacionalismo, y que ella se comenzó a caracterizar como lo opuesto a la doctrina liberal o “moderna” en sus distintos ámbitos.

La segunda interrogante que nos planteamos tenía relación con cuales habían sido las organizaciones políticas que se habían adherido a esta lógica nacionalista (entendida como “anti-modernidad”), y como la habían integrado en las propias estructuras partidarias. Referente a esto, la postura esbozada durante el trabajo apela a que todo el sistema de partidos existente utilizó el “nacionalismo” en alguna medida; ya sea en el ámbito económico mediante reformas proteccionistas, o bajo aspectos más superficiales de retórica nacionalista tendiente a generar una mayor adhesión popular. A su vez, se logró establecer específicamente como el M.N.S. y el P.S. concebían la “critica a la modernidad” y por ende, definían al nacionalismo, logrando establecer vínculos y coherencias bastante profundas entre estas dos corrientes aparentemente tan antagónicas.

Mediante esto establecimos la conceptualización de Anderson y Renan del nacionalismo, que permitía incluso generar intentos de un verdadero “nacionalismo continental” basado en los mismos principios ya expuestos y como extrapolación de

El nacionalismo fue una construcción que se dio a

principios del siglo XX como una respuesta a la “crisis de la

modernidad.

54 Íbid, p. 67

éstos, logrando con ello establecer programas donde la “Unión Latinoamericana” era el centro del debate político. Así se estableció que el fenómeno de la vinculación de doctrinas socialistas y nacionalistas fue un hecho recurrente en A. Latina, siendo el caso Chileno una muestra más de una tendencia que podría ser considerada como regional. Finalmente, y tras toda esta argumentación me atrevo a dar repuesta a la última interrogante que se planteó al inicio de la presente investigación; me refiero a si es verdadera aquella aseveración simplista a modo de axioma de vincular automáticamente “la derecha” con el “nacionalismo” y “la izquierda” con la lucha anti-nacionalista. Como se ha esbozado y señalado a lo largo de toda la investigación, postulo fehacientemente que el nacionalismo, durante la primera mitad del siglo XX fue un fenómeno al cual se adhirieron todos en el espectro del sistema partidario, cada uno estableciendo énfasis en distintas áreas pero teniendo como lazo común infranqueable la “critica a la modernidad” entendida ésta como la ideología liberal en su conjunto. Particularmente el M.N.S. y el P.S., fueron especialmente proclives a la utilización de esta corriente de pensamiento, llegando al punto de adaptar los propios postulados dogmáticos y programáticos con tal de acomodarlos a éste fenómeno. Más aún, ambos partidos incluyeron aspectos que enriquecieron el debate sobre el nacionalismo y ambos creyeron durante algún tiempo ser los únicos depositarios de una política realmente nacionalista. Todo lo anterior permite afirmar que el nacionalismo no es patrimonio exclusivo de una doctrina política en particular, y menos de un partido específico, por el contrario, es parte fundamental del proceso de crecimiento y evolución de todos los partidos existentes en la época, ya sean de izquierdas, derechas, socialismos o fascismos, críticos liberales e intelectuales hicieron suyo esta corriente, y fueron, no cabe duda, verdaderamente nacionalistas.

La politización de las masas es el principal antecedente de la

construcción del nacionalismo.

Todo el sistema de partidos existente utilizó el “nacionalismo” en alguna

medida; ya sea en el ámbito económico mediante reformas

proteccionistas, o bajo aspectos más superficiales de retórica

nacionalista tendiente a generar una mayor adhesión popular.

La conceptualización de Anderson y Renan del

nacionalismo, que permitía incluso generar intentos de

un verdadero “nacionalismo continental”.

Todo lo anterior permite afirmar que el nacionalismo no es patrimonio exclusivo de una doctrina política en

particular, y menos de un partido específico, por el

contrario, es parte fundamental del proceso de crecimiento y

evolución de todos los partidos existentes en la época, ya

sean de izquierdas, derechas, socialismos o fascismos, críticos liberales e intelectuales hicieron

suyo esta corriente, y fueron, no cabe duda, verdaderamente

nacionalistas.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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1910-1934: la construcción de una identidad chilena moderna y la naturalización de la experiencia de la Modernidad.

El cine mudo chileno

Camila Sastre Díaz. Estudiante IV año Licenciatura en Historia, Universidad de Chile.

Idea de Nación e identidad cultural.

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El 28 de Diciembre de 1895, en el Gran Café, Boulevard des Capulines n°14, tenía lugar en París la primera exhibición del Cinematógrafo Lumière y también se realizaba la primera proyección de un espectáculo cinematográfico. Durante el espectácu-lo se proyectaron doce películas: Salida de los obreros de la fábrica, Llegada del tren a La Ciotat, El regador regado, Demolición y reconstrucción de un muro, entre otras. Dicha exhibición no duró más de treinta mi-nutos. Este era el inicio de una gran revolución en el mundo del arte. El hombre fue capaz de capturar movimientos y luego proyectarlos 1. Sin embargo, tal revolución tecnológica tendría sus implicancias culturales.

La proyección y exhibición de ‘documentales’ por medio del Cinematógrafo, que tuvo lugar el 28 de Diciembre, se considera como la inauguración de la era del cine.

Ahora bien, el cine como medio de comunicación fue considerado como parte de los medios de masa o mass media, los cuales provocan “[…] a fines del XIX y principalmente en las primeras décadas del XX, […] una importante transformación y reorganización cultural” 2.

Pero estas transformaciones, no son nuevas, sino que son manipulaciones de lo cultural que han existido desde tiempos anteriores al surgimiento de los mass media 3. Ya las escuelas, la Iglesia, la literatura de cordel y el melodrama, la organización masiva de la producción industrial y el espacio ur-bano, influían en las relaciones sociales, las formas de vivir, las prácticas sociales, los valores; es decir, en la cultura. El caso de la Iglesia es emblemático: con la influencia generada por su aparato valórico-moralista, la Iglesia logró generar una correspon-dencia, entre prácticas sociales y patrones mentales, como por ejemplo influir en la cosmovisión de las sociedad o la manera de ver la muerte. Lo ante-rior significa que entenderé el concepto de cultura “[…] como los significados y los valores que emergen entre grupos y clases sociales diferenciados, sobre la base de sus condiciones y relaciones históricas dadas, a través

de las cuales ‘manejan’ y responden a las condiciones de existencia; y cómo las tradiciones y prácticas vividas a través de las cuales son expresadas esas ‘comprensiones’, y en las cuales están encarnadas” 4; por ende es visto como una construcción social, una visión diná-mica de lo cultural5, “[…] una fuerza activamente configurativa, ya que en la práctica la tradición es la ex-presión más evidente de las presiones y límites dominan-tes y hegemónicos” 6, y no una simple supervivencia del pasado. Y como fuerza constitutiva que es, está intrincada en “[…] un proceso selectivo y conectivo que ofrece una ratificación cultural e histórica de un orden contemporáneo. […] Es un proceso selectivo, ya que se halla ligado a una serie de continuidades prácticas –fa-milias, lugares, instituciones, un idioma- que son directa-mente experimentadas” 7, socializadas8.

Sin embargo, la radio, la televisión, el cine, entre otros nuevos medios de comunicaciones, entraron a influir de la misma manera como lo hacían en otras épocas la escuela, las tradiciones orales, etc. Inicia-ron una modificación de los espacios sociales, de sus relaciones y la naturalización de la experiencia de la Modernidad. He aquí el uso que se le dio a los mass media.

La instauración de la experiencia de la Moderni-dad significó la hegemonización de ciertos valores e ideas fundamentales y constituyentes de la Mo-dernidad –entendida como proyecto-. Este proceso, tal como lo plantea Martín-Barbero, llevó a la apa-rición de las masas, a razón del desdibujamiento de las antiguas distinciones existentes en la sociedad, sean castas, rangos, clases, etnias, etc., Por lo tanto, estaríamos frente a un proceso de uniformación –u homogeneización-. Y Martín-Barbero se pregunta “[…] ¿se puede separar el movimiento por la igualdad social y política del proceso de homogeneización y uni-formación cultural?” 9. Ahora, vale a pena preguntar-se, ¿con qué fin se uniforma?

En esta misma línea, la hipótesis que direcciona el presente trabajo apunta a observar como, por me-dio de la producción del cine mudo (o haciendo uso del cine), como mass media, se instalaron ciertas

Pero estas transformaciones, no son nuevas, sino que son

manipulaciones de lo cultural que han existido desde tiempos anteriores al surgimiento de los

mass media.

1 Es importante tener en cuenta que el Cinematógrafo significaba capturar, filmar en movimiento y no capturar imágenes estáticas (fotografías) para luego proyectarlas, como es el caso del Kinetos-copio. 2 Ossandón, Carlos y Santa Cruz, Eduardo, El estallido de las for-mas. Chile en los albores de la ‘cultura de masas’. Ed. LOM-Univer-sidad Arcis, Santiago, 2005. p. 10. 3 Para una exposición de estas ideas ver el libro citado en el pie de página anterior y el prólogo de Néstor García Canclini del libro, Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Ed. Con-venio Andrés Bello, Santa fe de Bogota, 1998. 4 Hall, Stuart, “Estudios culturales: dos paradigmas”. En: Revistas Causas y Azares, n°1, 1994 (traducido por Mirko Lauer). Descarga-do de: http://caosmosis.acracia.net/wp2pdf/texto_de_caosmosis.pdf.

5 Para una exposición y puesta en práctica en extenso de este con-cepto de cultura ver: Thompson, Edward Palmer. La formación de la clase obrera en Inglaterra. Ed. Crítica, Barcelona, 1989. 6 Williams, Raymond, Marxismo y literatura. Ed. Península, Barce-lona, 2000. p. 137. 7 Ibid. p. 138.

I

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ideas y valores, buscando generar una cultura ho-mogeneizada, nacionalista y exaltadora de la meri-tocracia; una identidad nacional. Para esto utilizaré compilaciones ya realizadas sobre las producciones hechas en Chile, para poder acercarme a los ar-gumentos de las películas. Debo acercarme a esta producción cultural de esta forma debido a que el material fílmico es inexistente, ya que algunas cin-tas se quemaron en incendios y otras sufrieron el deterioro de los años. Esto significa que mi trabajo ya posee un primer sesgo, por la imposibilidad de acercarme a los filmes como documentos de pri-mera categoría.

IITodo lo que hoy llamamos cultura, valores, tradi-ciones, ideas, prácticas sociales, formas de vivir, etc. son parte de un proceso de instauración de la experiencia de la Modernidad. Dicha instauración ineludiblemente necesita de la naturalización de la experiencia de la Modernidad, para cotidianizarla, esencializarla y significarla; volverla una tradición.

La Modernidad como ideas puede remontarse al si-glo XVIII 10. Su desfase con la instauración material significó una profunda disociación entre el mundo del pensamiento con el mundo social. Muy bien lo muestra Johann Wolfgang von Goethe en su obra Fausto, y analizado por Marshall Berman en Todo lo sólido se desvanece en el aire 11. Doctor Fausto “Durante años, tanto mediante la me-ditación como la experimentación, la lectura de libros y el uso de drogas ha hecho todo lo que estaba a su alcance para cultivar su capacidad de pensamiento, sentimiento y visión. Y sin embargo cuando más se ha expandido su mente más profunda se ha hecho su sensibilidad, más aislado se encuentra y más se ha empobrecido su relación con la vida exterior, con las demás personas, la natu-raleza e incluso con sus propias necesidades y poderes activos. Su cultura se ha desarrollado apartándose de la totalidad de la vida” 12. Y tal como para el protagonista de la obra de Goethe,

el Doctor Fausto, también para muchos pensado-res la pregunta central que rondó sus vidas y obras fue ¿cómo hacer que ese enriquecimiento personal, interior pueda expandirse hacia la colectividad de la sociedad? “Fausto ayuda a crear y participa de una cultura que ha explorado la riqueza y la profundidad de los deseos y sueños humanos mucho más allá de las fronteras clásicas y medievales. Al mismo tiempo, forma parte de una sociedad estancada y cerrada que está to-davía enquistada en una formas medievales y feudales […] Como portador de una dinámica en el seno de una sociedad estancada, está desgarrado entre la vida inte-rior y la exterior” 13. Ese deseo lo manifiesta Berman en el análisis que hace del Fausto de Goethe: “Faus-to anhela una conexión con el mundo […]” 14.

Y pareciera ser que tal disyuntiva se convierte en el dilema del Doctor Fausto. Es Mefisto, el diablo, quien viene a responderle la pregunta; solo por medio de la transformación, de una ‘tabla rasa’ se puede lograr la conexión. El mundo material y el mundo del pensamiento son dos mundos que viven distanciados, sin conexión alguna, sin interacción. “El único modo de que el hombre moderno se transforme, como descubrirá Fausto y también nosotros, es transfor-mar radicalmente la totalidad del mundo físico, social y moral en que vive” 15. La obra de Goethe es el dilema del Doctor Fausto hasta que logra optar por lo pro-puesto por Mefisto: “[…] Fausto se levanta encoleri-zado: ¿por qué han de permitir los hombres que las cosas sigan siendo como han sido siempre? ¡No es ya hora de que la humanidad se imponga a la tiránica arrogancia de la naturaleza, para hacer frente a las fuerzas natu-rales en nombre del ‘espíritu libre que protege todos los derechos” 16. Así Fausto comienza la hazaña de la modernización.

Sin embargo, “Cuando Fausto supervisa su obra, toda la región que lo rodea ha sido renovada y toda una nueva sociedad creada a su imagen. Sólo un pequeño terreno en la costa sigue como antes. Lo ocupan File-món y Bucis, una dulce pareja de ancianos que están allí desde tiempos inmemoriales. Tienen una pequeña casa en las dunas, una capilla con una pequeña campana, un jardín lleno de tilos. Ofrecen ayuda hospitalidad a

Todo lo que hoy llamamos cultura, valores, tradiciones, ideas, prácticas sociales, formas de vivir, etc. son parte de un proceso de instauración de la experiencia de la Modernidad.

8 El reciente postulado de tradición choca con la calificación de supervivencia del pasado (lo que significa que niega la historicidad). Comúnmente se denomina como patrimonio, archivo o museo –por ejemplo-, vestigios donde se conserva la pureza original del pueblo-niño, el pueblo primitivo. Por esto, cultura popular se define como una cultura no contaminada con la modernidad, con la civilización. Martín-Barbero, Jesús, De los medios a las mediaciones. Ed. Con-venio Andrés Bello, Santa fe de Bogota, 1998. p. 31. Aunque esta pregunta puede caer en la exaltación por la diversidad, cabe pre-guntarse, y es válido hacerlo, realmente por las consecuencias de la igualdad; ¿Igualdad hasta qué punto? En esta misma discusión, por ejemplo Oswald Splengler, autor de La decadencia de Occiden-te, ve a la democracia como una de las degradaciones de Occiden-te (la otra es la técnica). Considera que la democracia ha acabado con la verdadera libertad, con la posibilidad de ser diferentes, ya que ha acabado con la riqueza y con la variedad de ideas. Ahora bien, es la igualdad la noción fundamental de lo que se considera como cultura de masas.

10 Muy distinto es hablar de instauración de la Modernidad como experiencia. Para esto debemos remitirnos a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. 11 Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la Modernidad. Ed. Siglo XXI, Argentina, 1989. 12 Ibid. p. 33. 13 Ibid. p. 34. 14 Ibid. 15 Ibid. p. 31. 16 Ibid. p. 53.

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los náufragos y a los vagabundos. A lo largo de los años se han hecho querer como la única fuente de vida y alegría en esta tierra miserable […] Son la primera encarnación en la literatura de una categoría de personas que abundarán en la historia moderna: personas que se interponen en el camino […] personas calificadas de obsoletas y despachadas como tales” 17, según la Modernidad. Y Fausto exclama contra ellos: “Esa anciana pareja debía haberse sometido, quiero sus tilos en mi poder, puesto que esos pocos árboles que se me niegan impiden que mi dominio se extienda a todo el mundo” 18. Después de varios intentos de expulsión, les ofreció dinero, instalarlos en una nueva propiedad, pero la anciana pareja se resistió.

Fausto llama a Mefisto y le encomienda que quite a los ancianos, ya que eran un obstáculo para la consolidación del proyecto Moderno. “Mefisto y su unidad especial regresan en la ‘noche oscura’ con la buena noticia de que todo está resuelto. Fausto preocupado, pregunta a dónde han llevado a los ancianos y se entera de que su casa ha sido quemada y ellos asesinados. Fausto se siente horrorizado y ultrajado […]” 19, pero Fausto no podía pensar, dice Berman, haciendo eco de Goethe, que el mundo podía ser creado nuevamente sin necesariamente ensuciarse las manos de sangre. Fausto se refugia en que él nunca habló de violencia, “Protesta que él no dijo nada de violencia […]” 20, pero ¿qué es violencia para el proyecto de la Modernidad? ¿Acaso violencia solo es la agresión física, que puede culminar en la muerte? ¿Y violencia no es destruir las tradiciones y un viejo mundo? Berman deletrea lo que Goethe nos quiere decir, que la concretización de la Modernidad trae consigo el arrasamiento con todo el mundo anterior, en todos sus ámbitos, económico, político, social-cultural. Ese arrasamiento es el costo de la Modernidad, la tragedia de la Modernidad. Los ancianos representaban ese viejo mundo en destrucción, que era arrasado.

Su existencia significaba la mantención de reductos que no vivían en una Modernidad y esta, posee la necesidad de expandirse hacia la totalidad, para no

provocar la posibilidad de cuestionamientos. Por lo tanto la Modernidad necesita de “[…] el impulso de crear un entorno homogéneo, un espacio totalmente modernizado en el que el aspecto y el sentimiento del viejo mundo han desaparecido sin dejar huella” 21. Esa huella puede significar un peligro, porque el viejo mundo puede mostrar lo mejor que puede ofrecer. He ahí el argumento de la Homogeneización.

Además, eliminar los vestigios del viejo mundo premoderno lleva a la naturalización o cotidianización de todo lo que sea moderno –que en su momento fue rupturista y revolucionario-. “Lo cotidiano es lo humilde y lo sólido, lo que da por supuesto, aquello cuyas partes y fragmentos se encadenan en un empleo del tiempo. Y esto sin que uno (el interesado) tenga que examinar las articulaciones de esas partes. Es lo que no lleva fecha. Es lo insignificante (aparentemente); ocupa y preocupa y, sin embargo, no tiene necesidad de ser dicho. Ética subyacente al empleo del tiempo, estética de la decoración del tiempo empleado. Lo que se une a la modernidad” 22. Esto era naturalizar la experiencia de la Modernidad.

III“El problema que plantea la relación de los medios de comunicación masivos con la naturalización del proyecto moderno es trascendental, si pretendemos entender la dinámica cultural del último siglo en Latinoamérica” 23. Lo que plantea la autora de la cita anterior no es algo menor. Los medios de comunicación, como el cine, fueron fundamentales en la naturalización de los cambios que la Modernidad traía consigo, luego de su implementación, jugando un rol clave de naturalización. Así se logró poner en circulación “[…] una serie de representaciones modernas que, subjetivadas en el imaginario de los lectores, permitían experimentar ‘modernamente’ los cambios a nivel de la vida cotidiana” 24, es decir, los mass media fueron utilizados como estrategias discursivas que apuntaban a construir una cultura moderna: “Siguiendo a la Escuela de Frankfurt y de la Escuela Norteamericana, el poder de los mass medios radicaría

¿Qué es violencia para el proyecto de la Modernidad?

¿Acaso violencia solo es la agresión física, que puede culminar en la muerte? ¿Y violencia no es destruir las

tradiciones y un viejo mundo?

17 Ibid. pp. 58, 59. 18 Ibid. p. 59. 19 Ibid. p. 60. 20 Ibid.

21 Ibid. 22 Ossandon, Carlos y Santa Cruz, Eduardo, Op. Cit. p. 20. Citado de Lefebvre, Henri. La vida cotidiana en el mundo moderno. 23 Tessada Sepulveda, Vanesa. El Peneca y Billiken. Ser niño en Chile y Argentina a principios del siglo XX. (Mimeo) 24 Ibid. p. 1. (Habla de lectores porque Tessada trabajo las revistas infantiles.)

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en su capacidad de manipular el pensamiento de las masas, imponiendo no solo el capitalismo como forma económica, sino que también tendrían la capacidad de influenciar los valores, la moral y el comportamiento social” 25, como también el imaginario de país y de sociedad.

La importancia social de la naturalización de la experiencia de la Modernidad se debe a que la sociedad o la nación –utilizando el término moderno- “[…] implica también [haciendo referencia a los cambios materiales] un cambio de la sociabilidad: la urbe conlleva despersonalización y anonimato, transformación en los modos de vida, ansias de consumo y perspectivas de ascenso social” 26, debido a que “Son fenómenos que muestran que la nación no está constituida sólo por territorio, sociedad y gobierno, sino también por una actividad constante de articulación de sentidos, creación de sistemas simbólicos (u órdenes de sentido) unificadores, representaciones capaces de generar lealtades y vínculos que gravitan en el ámbito de la política, de la cultura y de los entusiasmos o rechazos colectivos” 27.

En este sentido, la manipulación del tiempo, como parte de la construcción tanto de la autoconciencia o de la imaginación histórica es muy importante, ya que implican establecer tres tiempos de relaciones: “[…] relaciones de anterioridad (un ‘ayer’, que por lo general se perfila como un lastre que inmoviliza, como un pasado que hay que dejar atrás y superar); relaciones de simultaneidad (un ‘hoy’ o presente desde cuyo ángulo se adopta un punto de vista) y relaciones de posterioridad (un ‘mañana’ que tiene con frecuencia connotaciones teleológicas, constructivistas o utópicas)” 28, relaciones que están todas intrincadas, y que por si solas no tienen razón de ser, formando una autoconciencia y una imaginación histórica del país, como dice Subercaseaux (algo muy parecido dice Ossandon y Santa Cruz).

Los tópicos de los medios de comunicación a la vez que van validando las nuevas necesidades y expectativas, que son totalmente modernas, también van rompiendo con las antiguas necesidades y

expectativas existentes. La ruptura necesariamente busca su ontologización o naturalización, transformando en algo común las experiencias modernas. Por lo mismo se produce una relación entre el ámbito comunicacional, por la utilidad que se le da, y la construcción de aspiraciones, de imaginarios, de promesas o compulsiones de la Modernidad. Y en este sentido el cine jugó un rol muy importante.

IVPara fines del siglo XIX y principios del XX, Latinoamérica comenzaba a experimentar un proceso de Modernización, lo que significó una serie de transformaciones, tanto materiales, políticas y también sociales y culturales. Entre estos fenómenos encontramos la conformación de las urbes como centros de atracción debido a su vida industrial.

Esto motivó a que miles y miles de personas y familias completas migraran hacia la ciudad, buscando mejores condiciones para vivir, y proyectándose en ella. Sumado a esto, el flujo migratorio desde Europa hacia Latinoamérica fue otra de las causas fundamentales del crecimiento urbano. La migración fue tal que, en el caso Argentino, solo en Buenos Aires, en 1869, se registraron 181.838 habitantes, y en 1914, 1.575.814 29. Montevideo en 1870 no superaba los 100.000 habitantes, un tercio de la población total, y en 1930 serán 655.000 habitantes, siendo el 25% de la población total 30.

En el caso de Chile, “Mientras la población urbana de la provincia de Santiago durante el periodo 1875-1885 pasaba de unos 186.000 habitantes a 228.000, la población rural descendía llamativamentede 180.000 a 102.000” 31, mientras la población continuaría creciendo; en 1895 la ciudad de Santiago registraba 300.000 habitantes, y en 1920 alcanzaba los 547.000, mientras que la zona rural de la provincia de Santiago entre los mismos años solo había aumentado de 116.000 a 139.000 habitantes 32.

25 Ibid. p. 17. 26 Subercaseaux, Bernardo, Historia de las ideas y de la cultura. Tomo IV: Nación y cultura. Ed. Universitaria, Santiago, 2007. p. 210. 27 Subercaseaux, Bernardo, Nación y cultura en América Latina. Diversidad cultural y globalización. Ed. LOM, Santiago, 2002. p. 19. 28 Ibid. p. 15.

29 Fuente: Gallo, Ezequiel, Política y sociedad en Argentina. 1870-1916. En: Bethell, Leslie. Historia de América Latina. Tomo x: América del Sur 1870-1930. Ed. Crítica, University Cambridge Press, Barcelona, 1992. p. 45. 30 Ver: Oddone, Juan, La formación del Uruguay moderno, c.1870-1930. En: Bethell, Leslie. Historia de América Latina. Tomo X: América del Sur, 1870-1930. Ed. Crítica, University Cambridge Press, Barcelona, 1992. p. 118, p. 120, p. 131, y p. 133. 31 Blakemore, Harold, Chile, desde la guerra del Pacífico hasta la depresión mundial, 1880-1930. En: Bethell, Leslie, Historia de América Latina. Tomo X: América del Sur, 1870-1930. Ed. Crítica, University Cambridge Press, Barcelona, 1992. p. 168. 32 Ibid. pp. 180, 181.

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Otros datos indican que en 1900 solo había diez ciudades que superaban los 100.000 habitantes. En 1940 ya habían cuatro ciudades que superaban el millón de habitantes: Buenos Aires y Ciudad de México con dos millones y medio, Río de Janeiro con 1.800.000 habitantes y Sao Paulo, con 1.326.000 33.

Los cambios experimentados no fueron solo a nivel demográfico. A la inmigración a las ciudades siguió una reconfiguración de las urbes, tanto en los servicios, sino también en la manera de vivir. Dice José Luis Romero, “Las ciudades crecían, los servicios públicos se hacían cada vez más deficientes, las distancias más largas, el aire impuro, los ruidos más ensordecedores” 34, el sistema de alcantarillados colapsó, la manera de transitar por la ciudad se modificó, llenándose los espacios públicos de personas que iban y venían y apareciendo sectores marginales en los bordes de las ciudades, “[…] el número [de habitantes] cambió la manera de moverse dentro de la ciudad […] hasta las calles tradicionales de paseo –desde la calle Florida de Buenos Aires hasta la calle del Conde en Santo Domingo- empezaron, más tarde o más temprano, a ponerse nerviosas” 35. En general la fisonomía de las ciudades, en todos sus ámbitos, se modificó.

Más aún, discursivamente hablando, ciertas ideas de integración rondaban todo el continente, formulándose una nueva idea de nación integradora. Dice Subercaseaux:”Luego de la Independencia, para poder ejercer la soberanía y en el marco de la ideología ilustrada, las elites y los nacientes Estados se dieron a la tarea de constituir una nación de ciudadanos, vale decir, una nación cuyos miembros debían estar unidos por un conjunto de creencias, valores, tradiciones y, a nivel de cada país, por una sola cultura. Esta concepción homogeneizadora, en base a la cual se construyeron las naciones latinoamericanas, percibía los particularismos y las diferencias culturales como un estorbo” 36. Por esto mismo, “La construcción de las naciones latinoamericanas se dio por lo tanto con una dinámica altamente homogeneizadora y unicultural. En gran medida lo que hicieron los Estados nacionales y las elites latinoamericanas fue, en lugar de articular y reconocer

las diferencias culturales, subordinarlas al centralismo homogeneizador para ocultarlos” 37.

Esta construcción se dio en toda Latinoamérica de distintas maneras. En Estados-nación como Paraguay, Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y en Brasil, la integración se ha producido por medio de la proyección de las prácticas de las subculturas a la identidad nacional, modificando su contenido. Este ha sido el caso, por nombrar uno, de la cultura afrobahiana, en Brasil: “Los componentes étnicos y demográficos de la cultura afrobahiana nutren tanto a la zamba, al bossa nova, a las macumbas y a los sincretismos religiosos, como a Jorge Amado y al Carnaval. Brasil es nítidamente un país donde los particularismos culturales (originados fundamentalmente en la cultura negra de base esclavista) se proyectan con enorme fuerza en todos los estratos de la sociedad y cimientan, más allá de la práctica política o social, el imaginario cultural y la identidad nacional e internacional” 38. Así, en pos de la cultura nacional, las ‘culturas menores’ se subordinan y son modificadas: la zamba, originariamente expresión de la cultura de los negros esclavos y sus descendientes, hoy es parte integrante del Carnaval de Río de Janeiro, expresión de un ‘espíritu nacional brasileño’.

Otro caso es el que se ha dado, hasta hoy, en Chile, donde se ha optado por una “[…] organización férrea y exitosamente homogénea de la vida social y política chilena, esa diversidad no circuló y se mantuvo en gran medida aislada, ‘enghettada’, arrinconada […] a pesar de que la población indígena conforma un porcentaje no despreciable de la población total del país (entre un 6 y 10%) […] Más bien puede afirmarse que la cultura indígena (entendiendo por tal desde la lengua, las costumbres y las visiones del mundo hasta sus expresiones artísticas) ha sido un ghetto y su presencia o proyección cultural en la sociedad mayor, vale decir su peso en la identidad nacional, es más bien débil o casi nulo, y esto abarca desde el plano del lenguaje hasta las formas de vida y manifestaciones artísticas (salvo, es cierto, algunas excepciones puntuales y recientes en el plano literario)” 39. De una u otra manera, en toda Latinoamérica se vivió un proceso de construcción de identidad con

A la inmigración a las ciudades siguió una reconfiguración de

las urbes, tanto en los servicios, sino también en la manera de

vivir.

17 Ibid. pp. 58, 59. 18 Ibid. p. 59. 19 Ibid. p. 60. 20 Ibid.

37 Ibid. Y la cita continúa diciendo: “Contra esa realidad protestaría José Martí en ‘Nuestra América (1891), cuando reclamaba el reconocimiento al indio, al negro y al campesino, e ironizaba sobre esos mestizos ‘montados a caballos, en libros’ que se avergüenzan del delantal de su madre india. No es casual que José Carlos Mariátegui titulara uno de sus ensayos ‘Peruanicemos al Perú’. Juan Luis Mejía, que ocupó altos cargos en el Instituto Colombiano de Cultura, recuerda con estupefacción ‘que cuando se hace un repaso de los bienes declarados patrimonio, es decir aquellos que el Estado ha legitimado como memoria oficial, se descubre que más del 95% del listado lo conforman edificaciones religiosas de la época colonial y edificios de la oficialidad republicana. Lo indígena, lo negro, lo campesino y lo mestizo no forman parte de la memoria oficial. Es como si aquellas expresiones no hubieran existido o pertenecieran a otro país” (Ibid. pp. 21, 22). Lo negro, lo indígena, lo campesino y lo mestizo son Filemón y Baucis. 38 Ibid. p. 24. 39 Ibid. p. 23.

Otro caso es el que se ha dado, hasta hoy, en Chile,

donde se ha optado por una “[…] organización férrea y

exitosamente homogénea de la vida social y política chilena.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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un motivo particular: “El tiempo integrador y la ola de nacionalismo que recorre América Latina entre 1900 y 1930 tienen aspectos comunes, pero también diferencias. Con el propósito de integrar a nuevos sectores sociales, se da, a lo largo del continente, una reformulación del ‘nosotros’ y de un sentido de nación, pero la modalidad que adquiere el proceso y la escenificación del tiempo, ser, más allá de esos rasgos comunes, diversa. Mientras unos países optan por una imagen de la identidad nacional como fusión de razas distintas [como Brasil, y México 40 es otro caso], otros, como es el caso de Chile, optan por sumar, pero en la perspectiva de un ‘nosotros’ que siguen autopercibiéndose como culturalmente europeo” 41.

La integración no significa que se integra en su totalidad al sujeto marginado sino que, por ejemplo, en el caso chileno se integra como sujeto netamente en su ámbito político y en el caso de brasileño se integra la práctica cultural para arrebatarles las herramientas con que impulsar un quiebre en la cultura oficial.

Sin embargo, en este contexto de construcción de la identidad nacional y que se producía a partir de una homogeneización, negativa como positiva (al fin y al cabo igual es una homogeneización ya que solo hay un centro que aglutina), en toda Latinoamérica la experiencia de la Modernización no provocó rechazo, “Más vivencialmente, el alcantarillado, el cine, el teléfono, los hospitales, la luz eléctrica, el llamado confort moderno, en suma: aquella promesa del progreso, que se había venido instalando objetivada materialmente, conformando una nueva sociabilidad en procesos largos y profundos que mostraban la posibilidad de nuestras formas de existencia social que el orden liberal-oligárquico era incapaz justamente de hegemonizar en el sentido fuerte del término” 42.

Por esto mismo, los nuevos sectores sociales que aparecían en la escena pública, clase media, clase obrera, marginales, no buscaban destruir las estructuras de la Modernidad, sino que “[…] su objetivo final era que cada uno de sus miembros se fuera incorporando a ella para gozar de sus bienes y luego para ascender de rango dentro de su escala” 43, e incluso los

sujetos más marginales, ellos “[…] nunca quisieron formar otra sociedad, sino incorporarse a ésa en la que se habían introducido e insertado trabajosamente, ésa que admiraban y envidiaban, ésa que, sin embargo, los rechazaba y a la que, por desdén agredían” 44. Se comenzaba a producir una exigencia generalizada, desde todos los sectores de la sociedad, a reclamar su puesto en la sociedad, tanto un puesto heredado, como reclamado por inexistente.

V“Entre fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, en Chile, como en casi todos los países de Hispanoamérica, se da un activo proceso de construcción de la identidad nacional […] A fines del siglo XIX, el país ha entrado en un acelerado proceso de modernización con todos los cambios que ello implica […]” 45. Ambas situaciones están intricadas. El acelerado proceso de modernización, con todas sus implicancias, produjo tensiones y desafíos. La construcción de una identidad nacional fue una respuesta a lo anterior.

Estas tensiones y desafíos para la intelectualidad de la época se tradujo en una crisis, o supuesta crisis, que llega a su máxima expresión durante la década de 1920’. Se habla del deterioro del ser nacional, de una crisis en el ámbito valórico, de estancamiento y decadencia nacional, de la pérdida del consenso en los partidos políticos, de un estado prerrevolucionario. Pero, realmente, ¿de qué se trató la crisis que vivió la sociedad chilena?

Aunque la temática del presente trabajo no es la crisis que vivió Chile a principios del siglo XX, dicha crisis, en su dimensión identitaria, es uno de los tópicos más importantes en las producciones del cine mudo.

La situación de Chile no es un caso particular o excepcional en Latinoamérica, como lo explicité más arriba. Toda la región vivió un proceso parecido de Modernización, de crisis, debido a las

En toda Latinoamérica la experiencia de la Modernización no provocó rechazo,

40 México es un caso muy interesante de analizar. Como muy bien lo sintetiza Subercaseaux, en México se optó por la “[…] reivindicación del mestizaje y la hibridez como un valor eugenésico” (Ibidem). 41 Ibid. p. 25. 42 Ossandón, Carlos y Santa Cruz, Eduardo. El estallido…. p. 28. 43 Romero, José Luis, Op. Cit. p. 406.

44 Ibid. p. 409. 45 Subercaseaux, Bernardo, Nación y cultura… Op. Cit. p. 26.

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transformaciones que la instauración de la Modernidad implica, que se respondieron por medio de la reconstrucción de una identidad nacional. El cine, y en particular el cine mudo, como mass media, fue un instrumento para expandir una nueva identidad nacional, compatible con la Modernidad, por lo tanto una identidad que naturaliza la experiencia de la Modernidad 46.

Introduciéndome a la Historia del cine chileno, éste se inaugura el 25 de agosto de 1896 en el teatro de la Unión Central, cuando, frente a una ciento cincuenta personas, se presenció la primera proyección del Cinematógrafo Lumière. En aquella oportunidad no se exhibieron grabaciones de aficionados directores o productores nacionales, sino filmaciones extranjeras. Las primeras vistas 47nacionales se exhibieron el 26 de mayo de 1906 en el teatro Odeón de Valparaíso. Esta vista tenía una duración de tres minutos, donde se mostraba un ejercicio general de las Bombas de Valparaíso. Para la noche del día 27 de mayo del mismo año se estrenaba la segunda vista que trataba sobre un desembarco de operaciones en el Muelle Prat, de la misma ciudad. Otras exhibiciones de vistas de producción nacional tienen lugar los días 9 y 21 de Octubre de 1906, días donde tuvo lugar una especie de festival de cortos, en el teatro Variedades. Se exhibieron “Desfile del Congreso”, “El Te Deum del 18 de septiembre”, “El San Martín de las aguas chilenas”, “El torneo militar del 23 en el Club Hípico”, “Cuecas en el Parque Cousiño”, “Paseo de huasos a caballos” y “Parada militar del 19 en el Parque Cousiño”. No solo se exhibían vistas hechas en Chile, también otras producidas en otras partes del mundo 48.

La exhibición de vistas cada vez comenzó a tomar mayor importancia, a partir de la apertura de salas en varios barrios. Normalmente eran grande salones donde se colocaban sillas, sin importar la comodidad y la seguridad-. Tantas fueron las salas que se abrieron –en 1930 se registraban unas doscientas cincuenta salas en todo el país 49-, que el cinematógrafo se había convertido en el

pasatiempo favorito. Luego, comenzaron a exhibirse las actualidades, nombre que recibía lo que hoy llamaríamos noticiarios. Y el 10 de septiembre de 1910 se estrenaba la primera película argumental muda hecha en Chile, “Manuel Rodríguez”.

Las producciones del cine mudo chileno, que va desde los años 1910 hasta 1934, año en que se estrena la última película muda chilena y se estrena la primera película sonora hecha en Chile, pueden clasificarse en cuatro tópicos, los cuales no se contraponen unos con otros, al contrario, se complementan. Por medio de estos tópicos es como “El cine de la época cumple primordialmente […] una función de sustento de indagación identitaria […] función de afianzar la cohesión y la integración social del país” 50. También debe tenerse en cuenta que “[…] para los espectadores de la época el cine mudo era un espejo novedoso que incidía en la autoimagen del país, reafirmando un ‘nosotros’ socialmente integrado o en vías de serlo, una comunidad singular anclada en una memoria histórica común, conformada por una raza de prosapia épica y por paisajes y costumbres vinculados a la ruralidad del valle central” 51. Por lo tanto, como concluye Subercaseaux, estamos frente a una expresión artística que está siendo utilizada bajo patrones de cultura de masas, que responde a un contexto histórico que habla de integración.

Uno de los cuatro tópicos puede denominarse como filmes patrióticos. En algunas de ellas se busca presentar la vida de algún personaje de la Historia de Chile que sea considerado héroe. Se muestra su vida como un ejemplo. En otras solo aparecen personajes calificados como típicos de lo chileno –remitiendo a ‘lo chileno’-. Siempre, todas estas películas elogian los paisajes de Chile (vale dejar en claro que normalmente se muestran paisajes de zonas rurales, haciendo referencia a lo criollo, que por excelencia es el campo), y también de las costumbres y elementos del campo. Otras películas trabajan el tópico valórico. Integran a sus películas las temáticas sobre ‘lo bueno y lo malo’, desde una perspectiva que busca establecer lo que

La exhibición de vistas cada vez comenzó a tomar mayor

importancia, a partir de la apertura de salas en varios

barrios.

47 Vistas eran unas grabaciones, que duraban un par de minutos, donde se capturaban imágenes variadas, desde la salida de los obreros al fin de la jornada –como una de las vistas que los hermanos Lumière exhibieron en la primera proyección del Cinematógrafo, en Francia en 1895- o un ensayo de los Bomberos –como fue la primera vista producida en Chile-. Las vistas eran de carácter anecdótico-social. 48 Todas las descripciones, referencias de las películas aquí comentadas se extrajeron de la recopilación hecha por Eliana Jara; Jara Donoso, Eliana. Cine mudo chileno. ED. Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes - MINEDUC, Santiago, 1992.

50 Subercaseaux, Bernardo, Historia… p. 217. 51 Ibid.

Uno de los cuatro tópicos puede denominarse como

filmes patrióticos. En algunas de ellas se busca presentar la

vida de algún personaje de la Historia de Chile que sea

considerado héroe.

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es el ‘ser chileno’; tratando de configurar la imagen de ‘la mujer chilena’ y del ‘hombre chileno’. (Por supuesto que en ellas, normalmente, se da una pugna entre dos fuerzas antagónicas, pugna de la que sale triunfante el bien. Además, el bien y el mal, que se personifican en personajes de la película, están muy definidos.) Algunas otras trabajan sobre la temática de la exaltación de la meritocracia, del self-made man, el esfuerzo individual, que conduce al éxito social. Por último, hay otra gama de películas que trabajan el tópico de los deseos, de los anhelos de los chilenos, haciendo referencia a las expectativas, a los ideales de vida. No solamente estos anhelos responden al ámbito material, sino también valórico.

A continuación expondré algunos de los argumentos de las películas más características de cada uno de los tópicos:

a) Filmes patrióticos, criollistas y costumbristas:

Dentro de la gama de películas que pueden ser calificadas como patrióticas están “Manuel Rodríguez” (1910), “Todo por la patria” (1918), “El desarrollo del pueblo” (1920), “Como don Lucas Gómez” (1925), entre otras. La primera película clasificada en esta sección es “Manuel Rodríguez”, estrenada en 1910. Pero está no fue la única película que utiliza la vida del guerrillero de la Independencia. Tres fueron los filmes en que el argumento central fue la vida de Manuel Rodríguez. Aparte de la estrenada en 1910, se estrenó otra en 1920, con el mismo nombre, y “El húsar de Muerte” en 1925. En las tres películas, lo que se busca glorificar es el amor a la patria, a través de las aventuras del guerrillero, en las luchas por la Reconquista, durante el periodo de la Independencia de Chile. “Si se revisara una Historia Mundial de Cine, se verá cómo cada país al tratar de crear un cine nacional recurre a sus grandes figuras históricas y a sus epopeyas más heroicas y populares en busca de los elementos configurativos de la nacionalidad e idiosincrasia del país. Chile no ha sido una excepción […]” 52.

Por otra parte, el amor a la patria no solo se ejemplifica por medio de la vida de los personajes de la Historia nacional, sino por ejemplo por el amor y orgullo de sus costumbres. En la película “Como Don Lucas Gomez” el protagonista, un huaso ingenuo, llega a Santiago, una ciudad que lo deslumbra con las luces eléctricas, con los tranvías, etc.. Sin embargo, el personaje asiste a una fiesta donde se escucha música de Debussy. Debido a esto comienza a aburrirse, pero de pronto decide alegrar la fiesta con unas cuecas. El problema es que él es el único que sabe bailarla. Esta es una película que busca interpelar sobre el olvido de las costumbres, como esencial de lo que es ser chileno.

El amor a la patria reviste de una cierta dignidad al sujeto que la profesa. Esta es la idea de fondo en la película “Todo por la patria”; el hijo del dueño de un fundo se enamora de Rosa, quien trabaja en el fundo con su familia como inquilinos. Sin embargo, el padre perdona a su hijo por haberse enamorada de una inquilina al enterarse que Luis, hermano de Rosa, ha muerto en la toma del Morro de Arica. Por esto Rosa y su familia se encuentran revestidos de dignidad, ya que han ofrecido a su hermano e hijo a la patria, y ha muerto por el amor profesado a ella.

“Patrullas de avanzada” (1931) es otra película donde un hombre debe optar por su enamorada o partir a su deber en el frente de combate y luchar por su patria. Por supuesto que opta por partir al frente de combate, pero el guía lo traiciona en pleno desierto y lo deja sin agua ni comida (a pesar de que al final de la cinta el hombre logra sobrevivir, llega al fundo donde vive su amada y se recupera gracias a los cuidados de ella).Otras películas van construyendo la imagen del campesino, enalteciendo su figura y sus valores, teniendo en cuenta que la imagen del huaso remite a lo criollo.

Muchas películas utilizan tramas bastante simples. Pero, como telón de fondo, muestran imágenes del campo y exponen imágenes de las ciudades exaltando el progreso que han tenido, todo debido al empuje

El amor a la patria reviste de una cierta dignidad al sujeto que la profesa.

52 Jara Donoso, Eliana, Op. Cit. p. 49.

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de la sociedad chilena, tal como se desprende de la película “El empuje de una raza” (1922) la que trata sobre llegada de un periodista norteamericano que vienen de corresponsal. Durante la cinta se ve que el periodista recorre muchos lugares de Chile, como Arica y el Morro, las Salitreras, lugares pintorescos de Santiago, etc. Otra película, “El desarrollo del pueblo”, busca mostrar el desarrollo de la ciudad de Magallanes y su evolución en los cuatrocientos años de vida que tenía.

b) Filmes valóricos (‘lo bueno’, ‘lo malo’, ‘lo correcto’).

Lo valórico también es un tópico de las películas. Normalmente en estas cintas siempre hay un problema por resolver y un personaje que personifica el mal y otro el bien, ‘lo correcto’. Solo en excepciones triunfa el mal. En el caso del filme “La avenida de las acacias” (1918), el argumento son las peripecias que vive una joven que es raptada por un grupo de delincuentes, que al final será rescatada por un apuesto joven, que logra vencer a los delincuentes.

La película “Pájaros sin nido” (1922) es una exposición muy clara sobre lo bueno y lo malo, además logra configurar estereotipos. “Pájaros sin nido” es la historia de cuatro niños. Una niña raptada, que pasados los años, se logra convertir en una buena mujer gracias al amor de un joven honrado. En cambio otra niña, vive en el desamparo y termina convertida en una vagabunda. La tercera historia es la de niño que es criado por un bandido. Al final, el niño termina en la misma suerte que su protector, termina siendo bandido. La última historia trata sobre un niño que es huérfano y que es recogido por una familia bien constituida, logrando el muchacho insertarse a la sociedad gracias al amor que le dieron. Claramente en esta película aparecen valores como el amor, muy importantes para que los niños no caigan en una vida sórdida. También surge el estereotipo de ‘la familia bien constituida’ 53. Los otros casos son niños que, o viven en total desamparo, o sus

protectores no son un buen ejemplo, lo que impide que se integren a la sociedad.

Otro ejemplo de película valórica es “Golondrina” (1924). El argumento está basado en la historia de Maiga, una campesina que abandona su hogar para buscar en la ciudad un nuevo tipo de vida. Pero desesperada por el abandono del hombre que ama, decide comenzar a trabajar en la casa de Doña Chela, mujer de dudosa reputación. Un día el padre y los primos visitan a Maiga en la ciudad, quienes quedan deslumbrados en la casa donde trabaja Maiga, sin sospechar del tipo de trabajo que tiene. De repente aparecen unos clientes y frente al trato despectivo que recibe Maiga, sin sospechar de nada, su padre la invita a volver al campo.

Maiga decide volver al campo, donde rehace su vida y se casa con un antiguo enamorado. Pero la felicidad dura poco, hasta que Doña Chela llega de manera improvista al campo y cuenta toda la verdad de Maiga – que trabajaba como prostituta-, pero ni su padre ni su esposo se molestan con ella. Sin embargo, a los pocos días Maiga muere de tuberculosis. Su felicidad no podía durar mucho. Debía pagar por sus transgresiones morales. Esta temática de la remisión de culpas por medio del sufrimiento, como demostración de las consecuencias de no hacer el bien y lo correcto también es tratada en la película “¿Por qué delinquió esta mujer?”. La historia trata sobre una mujer que trabaja con una banda de ladrones. Su trabajo era servir de gancho para conquistar a hombres, a los que después les robaban. Un día dicha mujer se enamora y quiere rehacer su vida, pero no puede escapar de su vida anterior, siendo condenada a ser infeliz.

En “Diablo fuerte”, película estrenada en septiembre de 1925, el personaje central es Luís, un boxeador adicto al alcohol, vicio que le ha impedido triunfar en su profesión. Las cosas se complican cuando es acusado de autor de un crimen que nunca ha cometido. Por esto debe huir al norte, donde comienza a trabajar en una mina. Allí existe ley seca, y, además, se enamora de una muchacha.

53 Eliana, Donoso, en su recopilación antes citada, no remite a lo que se debe haber entendido como ‘familia bien constituida’. Lo interesante es que existe la referencia a la noción de una familia modelo.

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Tanto la muchacha como la ley seca serán los pilares de su rehabilitación. Pero la honestidad de Luís hará que surjan rivalidades con el capataz de la mina, quien es delincuente y se dedica al contrabando de alcohol. Esta enemistad le causará varios problemas, pero al final del filme todo se aclara, Luís queda liberado de todas las culpas y contrae matrimonio.

En el caso de la película “Luz y sombra” (1926) se exalta el valor de la verdad: Carlos, un empleado, está enamorado de la hija de un Senador. El país vive una gran agitación política y un comunista feroz pone una bomba en la casa del parlamentario, pero Carlos logra retirarla antes de tiempo. Sin embargo es acusado de autor del atentado y condenado a muerte. Pero cuando la muerte de Carlos es inminente el verdadero autor del atentado, arrepentido de que otro pague por él, confiesa su culpabilidad y la inocencia de Carlos.

c) Filmes de exaltación meritocrática. El self-made man.

Normalmente el eje central de estas películas es un individuo que por medio de su esfuerzo individual recibe una recompensa al final de la historia. Esta puede ser “[…] una mejor posición económica, el amor de una bella aristócrata y todos los ingredientes que simbolizan el éxito social” 54.

El primer filme clasificado en esta categoría es “El hombre de acero” (1917). La trama de la película es un joven de buena familia que decide aprender mecánica en la Escuela de Artes y Oficios, más por gusto que por necesidad. Pero, inesperadamente sobreviene la ruina económica y él debe hacerse cargo de la familia. Así, el joven decide aprovechar sus conocimientos en mecánica e instala un garaje en un pueblo a las afueras de Santiago. Pronto la suerte le sonreirá. Logra sacar a su familia de la ruina familiar completa y se casará con la hija de un poderoso industrial de Santiago.

Otra película que toca la misma temática es “Uno de abajo” (1920). “El argumento cuenta la historia de una familia. El padre, un borracho consuetudinario, tiene sumidos en la miseria a los suyos. Un día, la hija acude, engañada, a la casa de Lola, una tratante de blancas. Su hermano logra rescatarla tras numerosas peripecias y aventuras. El padre muere y la miseria de la familia se agrava. El muchacho se pone a trabajar con ahínco y al poco tiempo logra una envidiable situación económica que le permite casarse con una acaudalada muchacha” 55.

Muy interesante es la historia de “Juro no volver amar” (1925). Una jovencita de alta sociedad se enamora de un protegido de su familia, un estudiante de medicina, quien es rechazado por los padres, por no pertenecer a su clase, obligándola a casarse con muchacho aristócrata, que no demora en derrochar su fortuna y la de su mujer. Un día el esposo decide raptar a su hija para obtener dinero, golpea a su mujer y huye. El auto en que huye choca con un tren. Él muere y la hija es trasladada a un hospital muy grave. Debe ser intervenida por un cirujano famoso, quien le salva la vida. Lo que no sabe la mujer es que ese médico era su antiguo enamorado. La película termina con el matrimonio entre el médico y la chica de alta sociedad. El final de la historia, el matrimonio entre el famoso médico y la muchacha de elite solo es permitido debido al éxito económico y al prestigio que había alcanzado el médico, gracias a su esfuerzo personal. Una historia parecida se encuentra en la adaptación al cine que se realiza de la novela de Alberto Blest Gana, “Martín Rivas” (1925).

“El huérfano” (1926) es una película dirigida a un público infantil, que toca igualmente la temática de la meritocracia. Esta trata sobre un hombre de origen humilde que obtiene un trabajo y gracias a su esfuerzo individual logra conseguir una envidiable posición económica y puede casarse con una preciosa muchacha que pertenece a la aristocracia 56.

Normalmente el eje central de estas películas es un individuo que por medio de su esfuerzo individual recibe una recompensa al final de la historia.

54 Ibid. p. 36. 55 Ibid. p. 53. 56 Pareciera ser que la hermosa muchacha aristócrata es un tipo de premio a quienes logran alcanzar el éxito social por medio de su esfuerzo individual.

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c) Anhelos, deseos, expectativas. El ideal de vida.

Estas películas son muy interesantes. “Como por un tubo” (1919) película que trata sobre un sastre, quien se ha ganado el premio de la Lotería. Así, comienza a imaginarse como un millonario. Pero todas esas imágenes se desvanecerán cuando se observa que el sastre va a cobrar su premio y se da cuenta que se había equivocado de número. Otra película, “Mi noche alegre” (1920), se aborda el mismo tema. El argumento relata la historia de un bohemio que en su noche de juerga comienza a soñar que es millonario, siguiéndole una serie de imágenes en las que se aprecia al mismo bohemio pero gastando dinero, en una linda casa, etc. Todo termina cuando el individuo despierta al día siguiente y se da cuenta que todo lo que había “vivido” no era más que un sueño.

Los títulos de ambas películas son muy explicativos. La primera, “Como por un tubo” hace referencia al rápido desvanecimiento de las expectativas, cuando el sastre va a cobrar su premio y se da cuenta que su número no es el ganador. En “Como por un tubo” y “Mi noche alegre”, ambas terminan con la decepción que le provoca al protagonista darse cuenta que todo lo anterior no eran más que sueños, nada de realidad. Las dos películas poseen como situación central de su argumento unos protagonistas que se imaginan como millonarios, y disfrutando de vidas como sujetos con éxito monetario. Existe una exaltación del éxito monetario, que va muy de la mano al éxito social, a la meritocracia, a la exaltación del esfuerzo individual, sea por medio del trabajo o de la educación u otra forma.

Otras películas que también pueden ser consideradas en esta categoría son las ya nombradas “El empuje de una raza” y “El desarrollo del pueblo”. Ambas en sus argumentos centrales exponen el tema del desarrollo, el progreso como un ideal de vida.

Muchas de estas películas que han sido clasificadas en un solo tipo de categorías, también caben en otras. El patriotismo, el criollismo, la costumbres

son solo parte de la construcción de la identidad nacional, que también está cruzada por ciertos valores, el ‘deber ser’. La meritocracia no es más que otra caracterización del ‘ser chileno’, un chileno que por medio de su esfuerzo individual logra conseguir el éxito social, totalmente ligado a un éxito monetario. Esto último no es otra cosa que los anhelos y deseos de los chilenos.

VILa construcción de una identidad nacional chilena moderna tuvo un gran empuje desde lo exhibido en las salas de cine. Las películas trasmitieron a sus públicos ideales éticos y de sociedad, valores y discursos. La interiorización y asimilación del discurso moderno se logró a través de los medios de comunicación, que lo volverían cotidiano y natural. En las relaciones de poder a nivel cultural, léase, una disputa por convertir en hegemónico tales o cuales valores, ideas y prácticas sociales, el cine mudo ciertamente inclinó la balanza.

El cine fue un medio de comunicación que tuvo una gran cobertura. Casi en cada barrio existía una sala acondicionada para proyección de filmes. Socio-culturalmente, el cinematógrafo se consideraba como un instrumento educativo y civilizador, lo que puede constatarse en artículos de las revistas dedicadas al cine que comenzaron a publicarse: “‘[…] La importancia futura del

Cinematógrafo como aparato civilizador es tal, que desde cualquier punto de vista que se mire, un mundo

entero de transformaciones inesperadas se presenta a nuestros ojos […] la condición principal de este maravilloso aparato es su cosmopolitismo […] lo

primero que ha ocurrido con el cinematógrafo es que nos hemos empezado a conocer unos a otros […] nos

hemos visto, nos vemos todos los días y nos encontramos con que todos nos parecemos algo más, con que todos somos lo mismo. Y ved una cosa que es una extraña paradoja. Ved un instrumento de divulgación que está revolucionando al mundo y para ello no ha

necesitado la admirable facultad de la palabra” 57.

El patriotismo, el criollismo, la costumbres son solo parte de

la construcción de la identidad nacional, que también está

cruzada por ciertos valores, el ‘deber ser’.

57 Ossandon, Carlos y Santa Cruz, Eduardo, Op. Cit. pp. 216, 217. Citado del artículo Acción civilizadora del cinematógrafo, en la revista Chile Cinematográfico, n°2, 15 de julio de 1915.

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Además “‘[…] en los apartados pueblos donde la vida se hace monótona, y los cuales no pueden llegar compañías teatrales por ser muchos sus gastos, el cinematógrafo las suple con creces, llevando un rato de solaz y esparcimiento a los espíritus agobiados” 58, provocándose una democratización de la entretención.

Sin embargo, los tópicos del cine mudo chileno son totalmente modernos. La exaltación del hombre libre es una constante fundamental. La legitimidad del esfuerzo individual es parte de la instauración de ideas como la libertad personal, buscando alcanzar un nuevo –y más alto- estatus social, situación permitida debido al quiebre con estructuras sociales jerárquicas, lo que también permite la ensoñación de todos los individuos con un éxito social y material-monetario. La democratización de los deseos, anhelos y deseos. Tópicos fundamentados en la idea de superación del hombre, propiamente moderna.

La democratización de los deseos, anhelos y deseos. Tópicos fundamentados en la idea de superación del hombre, propiamente moderna.

58 Ibid. p. 216. Citado del artículo de Isaac de Miguel “El cinematógrafo, en la revista Chile Cinematográfico, n°1, 25 de junio de 1915.

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El lugar de América en la historia y el pesimismo sobre su futuro

Carlos Fariña Díaz. Licenciado en Historia Pontificia Universidad Católica de Chile.

Estudiante de Magíster en Historia de la misma universidad.

Idea de Nación e identidad cultural.

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El americano no es sino un expulsado del ámbito del espíritu. “Porque América es el alma europea expulsada del antiquísimo recinto de la historia, desterrada, contemplando su remoto asilo, embargada por una secreta, incesante pregunta sobre las causas de la

presente culpa que motivó el destierro”.

Leopoldo Zea. América en la historia. p. 21

principalmente integrante de una expedición científica, estos eran en su mayoría comerciantes atraídos por la especulación generada ante la posibilidad de comerciar con las nuevas naciones americanas.

La visión de un continente joven, nuevo y libre, chocó con la inestabilidad institucional de los primeros años de vida independiente, lo que “hizo que mucho europeos hablasen con sorna y desprecio de las repúblicas de operetas de Centro y Sudamérica” las cuales no hacían otra cosa que anunciar un camino complicado para las nacientes repúblicas2. El optimismo inicial pronto cayó en decepción y se fue gestando la idea de que Latinoamérica era incapaz de llevar adelante un gobierno por su escasa preparación política, como nos lo expresa Mary Graham en su diario de viaje al decir “…como para los hombres, hay una educación para los Estados”, en alusión al contraste que se apreciaba entre los Estados Unidos y las otras naciones americanas, idea que fue aceptada cada vez más tanto por europeos como por los líderes de la independencia y luego de gobierno.3

2 Krebs, Ricardo, “América Latina en la Historia Universal” en Historia, Vol. 22, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1987, p. 64. 3 Graham, Mary, Diario de su residencia en Chile (1822) y de su viaje al Brasil (1823), Editorial América, Santiago, 19--, p. 41.

IntroducciónEl debate en torno a América y su relación con el resto del mundo comenzó ya desde su “descubrimiento”. No ahondaremos sobre lo correcto o no de este último término por no ser atingente al objetivo central del ensayo, pero sí es necesario aclarar que a la llegada de Colón, América quedaba inserta dentro del occidente europeo. Sin embargo, esta inserción nunca se logró de forma completa, no sólo por las elaboraciones mentales que se fueron desarrollando por parte de los europeos sino también, por la misma complicidad de los americanos. La definición del lugar de América en el mundo se hizo en base a prejuicios y desconocimientos –más que conocimientos – entre ambos actores a lo largo de los siglos, pero fue a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en el momento que la Ilustración europea redefinió la relación entre historia y libertad, cuando se intentó comprender la naturaleza del nuevo mundo de una forma sistemática y aparentemente neutra. Esto se vio reforzado posteriormente a finales del mismo siglo con el arribo de diferentes expediciones científicas al continente americano, que redescubrieron su interior y lo dieron a conocer al resto de la sociedad europea.

La misma tesis con respecto a la naturaleza y cualidades del Nuevo Mundo esperaban su confirmación y los procesos de independencia a principios del siglo XIX alimentaron las expectativas. Éstas además recibieron un nuevo aliento con la llegada de un nuevo contingente de viajeros, que a diferencia de los de finales del XVIII,

Sin embargo, esta inserción nunca se logró de forma completa, no sólo por las elaboraciones mentales que se fueron desarrollando por parte de los europeos sino también, por la misma complicidad de los americanos.

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Estos últimos consideraban que pese a las buenas intenciones el resto de la población no respondía a sus proyectos políticos. De este parecer eran Bolívar o Portales, afirmando este último que:

La Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de

vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera

República.4

Lo que algunas veces se ha expuesto como un pensamiento surgido exclusivamente por las circunstancias del momento fue más bien la respuesta a una elaboración mucho más amplia que venía desarrollándose desde hace tiempo y que se prolongó posteriormente a través de las diferentes historiografías nacionales.

En el presente artículo pretendemos reflexionar sobre esta visión negativa de América como un continente atrasado e inferior con respecto a Europa, dio paso a que esta fuese descrita como carente de historia e incluso marginada de la historia universal. Para ello comenzaremos analizando parte de la disputa generada al respecto durante el siglo XVIII, para luego pasar a las primeras décadas del XIX, cuando las situaciones acaecidas en suelo americano llamaban a la reflexión de sus protagonistas y de los cada vez más numerosos observadores internacionales, como los viajeros europeos que comenzaron a arribar a las costas del Nuevo Mundo.

El hombre no siempre ha tenido conciencia de su historicidad. Fue hasta el siglo XVIII en que esta conciencia se hizo más clara y en el que Voltaire, acuñó el término filosofía de la historia. Dentro de esta concepción de historicidad, la historia cobraba un nuevo sentido al ser entendida como algo lineal y ascendente. Este ascenso quería decir progreso, como un avance en la forma de vida del hombre y tenía relación con la consolidación de la expansión occidental de este “siglo en el que el Occidente va afianzando su predominio económico y político sobre pueblos de cultura milenaria”.5

La expansión de Occidente por el resto del mundo – entendiendo por Occidente a Francia, Inglaterra y Alemania – fue creando su propia historia en la cual el resto de las partes sólo eran consideradas al momento de relacionarse con este centro. Poco o nada importaba la historia del resto de los pueblos, pues dentro de la estructuración que se hacía en torno a la idea de progreso y su relación con el avance de la libertad, estos no guardaban mayor relación: algunos formaban parte de un pasado que poco importaba, pues se habían quedado estancados, otros tenían una posibilidad no en el presente sino en el futuro como los Estados Unidos o simplemente quedaban fuera, como América Latina.

Se entiende entonces, que la estructuración de este avance de la civilización hacia la libertad desde un principio se caracterizó por ser excluyente más que incluyente, ya que no todos podían gozar de ella. Para hacerlo, el hombre debía lograr distanciarse de la naturaleza y civilizarse, perdiendo así fuerza las nociones roussonianas del “buen salvaje” y ganando fuerza por otro lado el concepto de bárbaro. Este también poseía libertad, pero no era la misma que se alcanzaba a través del progreso, por lo tanto inferior y fuertemente criticada por algunos como Alexander von Humboldt, quien según David Brading, caracterizó a los indígenas de la Guayana como “‘naciones sucias y repugnantes’ orgullosas de su ‘salvaje independencia’” 6.

1. El siglo XVIII y la cuestión Americana

4 Silva Castro, Raúl (Comp.), Ideas y confesiones de Portales, Editorial del Pacífico, Santiago, 1954, p. 15.

5 Zea, Leopoldo América en la historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1957, p. 44. 6 Brading, David, Orbe Indiano: de la monarquía católica a la República criolla 1492-1867, Fondo de Cultura Económica, México, 1991, p. 562.

En el presente artículo pretendemos reflexionar sobre

esta visión negativa de América como un continente atrasado e inferior con respecto a Europa.

Se entiende entonces, que la estructuración de este avance

de la civilización hacia la libertad desde un principio se caracterizó por ser excluyente

más que incluyente,

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Como se puede apreciar la relación que el hombre guardaba con la naturaleza, de dominado a dominador, era de especial importancia para justificar la inclusión o exclusión de un respectivo pueblo de “La Historia”. De esta premisa partieron las esquematizaciones de la civilización partiendo por David Hume y llegando hasta Adam Smith y su teoría de los cuatro estadios (caza, pastoreo, agricultura y comercio), ubicando a los diferentes continentes o partes de estos en un esquema evolutivo: los cazadores y recolectores en una primera etapa estaban en África negra o América del Norte, en la segunda a los pueblos nómadas de Asia Central, el resto del Oriente quedaba en la tercera etapa agrícola y finalmente Europa occidental de manera exclusiva se ubicaba en el último estado mercantil “que aseguraba la prosperidad de sus naciones y, dentro de ellas, de toda la sociedad, hasta “los más bajos rangos del pueblo”7.

Dentro de esta esquematización los americanos representan un problema, en especial los indígenas, ya que entre los mismos defensores de esta teoría como Lord Kames, estos todavía se ubicaban en el primer estadio cuando pasaron súbitamente al tercero tras ser interferidos por los europeos. La razón de esto el autor no consigue darla, como tampoco “la floración de una civilización elevada en la zona tropical del Nuevo Mundo”, pero lo importante aquí es que pese a casos como éste lo hacían tambalear, el paradigma de que “la evolución de la civilización es un proceso por el cual el hombre se libera progresivamente del control del medio físico” se siguió manteniendo8.

La incapacidad de controlar y ordenar el medio físico por parte de los habitantes del Nuevo Mundo los dejaba inmediatamente en un escalafón inferior con respecto al europeo y en esto iba a haber cada vez menor distinción entre indio, mestizo o criollo. Que el medio americano condicionara tan fuertemente al hombre, situaba a este continente dentro del plano de la naturaleza. El problema de esto es que para los intelectuales de la época,

como el conde Buffon – uno de los grandes responsables de su época del cambio en la forma de estudiar la naturaleza – no la consideraban “sujeta a la ley del Progreso. En el mejor de los casos es inmovilidad, y degeneración en el peor”9, quedando ésta fuera de la historia y con ello también América. Esto daba paso para pensar que los hombres sometidos al medio eran inferiores porque no lograban manejarlo ni ordenarlo, quedando desprotegidos al no estar cobijados bajo el alero de una sociedad civilizada. El mismo autor mencionaba al respecto que:

…han conservado su manera de vivir a través del cambio histórico sin cambios importantes, porque no han progresado más allá del estado de salvajismo, y

en su clima no se dan los contrastes de calor y frío del Viejo Mundo. Dado que la colonización sólo ha sido

establecida recientemente, no ha habido todavía tiempo para las causas que producen una variedad que origine

cambios sensibles1.

Aunque Buffon postulaba una inferioridad americana, se preocupó de no incluir al hombre. Quizás eso explica una cierta chance que da a éste en su relación con el ambiente y que demuestra la declinación de las teorías deterministas con respecto al clima que se arrastraban desde la antigüedad. No obstante, se aprecia en la cita anterior, esto no quiso decir que no viese con escepticismo la intervención del hombre sobre el suelo del Nuevo Mundo, tanto en los tiempos precolombinos durante la colonia.

El extenso debate que originó la publicación de Buffon ha sido expuesto magistralmente por Antonello Gerbi en La Disputa del Nuevo Mundo, por lo que no vale que entremos en mayores detalles salvo los que interesan para comprender la marginación de América de la historia y es por esto que no podemos dejar de mencionar al abad Corneille De Pauw. Éste extendió la inferioridad de la naturaleza americana al hombre, ya que consideraba que la única manera que éste se perfeccionase era en sociedad, mientras que su cercanía a la naturaleza lo convertía en un bruto

7 Fontana, Josep, Europa ante el espejo, Ed Crítica, Barcelona, 2000, p. 121. 8 Glacken Clarence, Huellas en la playa de Rodas: naturaleza y cultura en el pensamiento occidental desde la Antigüedad hasta finales del siglo XVIII, Editorial del Serbal, Barcelona, 1996, p. 548.

9 Gerbi, Antonello, La disputa del nuevo mundo, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 37. 10 Glacken, Clarence op. cit, p. 541.

No obstante, se aprecia en la cita anterior, esto no quiso decir que no viese con escepticismo la intervención del hombre sobre el suelo del Nuevo Mundo, tanto en los tiempos precolombinos durante la colonia.

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incapaz de progreso. Ante esto panorama no resulta difícil imaginar el lugar del indígena dentro de esta reflexión:

(…) bestias o poco más que bestias, que ‘odian las leyes de la sociedad y los frenos de la educación”, viven cada uno por su cuenta, sin ayudarse a los otros, en un estado de indolencia, de inercia, de completo envilecimiento. El salvaje no sabe que tiene que sacrificar una parte de su

libertad para cultivar su genio…11

Pero eso no fue todo, pues De Pauw sostuvo además que “la naturaleza del hemisferio occidental no es imperfecta: es una naturaleza decaída y decadente”12. Ya no solo había una crítica hacia el pasado y presente del indígena sino que también de cualquier posibilidad de superarse en el futuro. Con esta aseveración incluía no solo al indio sino que a América en general y por lo tanto a todos sus habitantes sin distinción.

Esto produjo el despertar de una controversia que incluía no solo a la naturaleza sino que también el destino del Nuevo Mundo, en la que participaron un sinnúmero de personalidades americanas y europeas, con diversas formaciones y argumentos que recorrían las más variadas disciplinas, como la geografía, etnografía, climatología, teología, filosofía de la historia, entre otras.

La polémica de por sí constituyó un interesante intercambio de ideas que impulsó el desarrollo de aproximaciones más elaboradas en el estudio de la naturaleza y la sociedad, lo que no impidió que muchas veces se cayese en idealizaciones, repeticiones y generalizaciones, producto de que el enfoque científico que le querían dar sus participantes a sus tesis, chocaba tanto con sus ideas preconcebidas como por la naturaleza de las fuentes utilizadas.

Una de las fuentes, las más recurridas eran las crónicas de viajes, que eran leídas de manera poco crítica, rescatándose de ellas los datos que sirviesen para reforzar una hipótesis ya confeccionada, usando a veces casos particulares para explicar construcciones más generales, por lo que los resultados finales eran por lo general insatisfactorios. Otro problema en la utilización de estas fuentes era que su contenido se construía en base a los prejuicios del viajero y en especial si este era un europeo no español que visitaba América Latina durante los siglos coloniales. Lo escasos relatos de viajeros franceses durante el siglo XVIII hacia esas tierras son un ejemplo, pues estos estaban influenciados por “los prejuicios originados por la ‘leyenda negra’ de la conquista” que “hacían que aquellos observadores condenaran de antemano todo lo realizado por la Corona de España…”13.

La importancia de la Leyenda Negra como intermediario para el conocimiento de América es fundamental, ya que en el siglo XVIII ésta no era vista como una situación que remontaba a los inicios de la empresa española, sino que se seguía proyectando a lo largo de los siglos, mezclándose así “las exacciones pasadas de tiempos de la conquista (con referencia permanente al testimonio de las Casas) por una parte, y la organización colonial vista como su natural prolongación, por otra”14.

La inmutabilidad con que se percibían los siglos coloniales, constituyen otra muestra de cómo América era vista como un lugar donde la historia no se desarrolla y por ende queda fuera de ésta. En ese sentido lo mismo sucedió con Asia, que pese a que tuvo cierta cabida en la historia universal, remontaba más hacia un pasado que un presente: “Esta parte del mundo representa el origen de todos los principios religiosos y estatales, pero es en Europa que ha tenido lugar su perfecto desarrollo”15.

11 Gerbi, Antonello op. cit, p. 69. 12 Ibid. p. 68.

13 Duviols, Jean-Paul, “El régimen colonial español visto por los franceses en la época de las Luces” en Coloquio Franco-Español, Maison des Pays Ibériques, Burdeos, 18-20 Septiembre 1986. La América española en la época de las luces. Ediciones de Cultura hispánica, Madrid, 1988, p. 351. 14 Ibíd, p. 353. 15 Hegel, Georg, Filosofía de la Historia, Zeus, Ed. Barcelona, 1971, p. 125.

1. 1. Los viajeros y sus relatos

Cómo América era vista como un lugar donde la historia no

se desarrolla y por ende queda fuera de ésta.

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El flujo de viajeros europeos no españoles hacia el Nuevo Mundo, aumentó considerablemente a fines del XVIII así como cambió el perfil de estos. Según Ángela Pérez, 1780-1849, constituyó un período híbrido de transiciones coloniales (que a nuestro parecer se podría remontar un poco más atrás, con el comienzo de las reformas borbónicas) en que Europa se interesó por saber el desenlace de las repúblicas y los beneficios mercantiles que esta podría adquirir, produciéndose un “Descubrimiento de América por los viajeros”16.

Para tal fin, ya no bastaba solo con viajar, sino que el que lo hiciera debía ser un viajero científico, cuya obligación era “dar una imagen ‘escrita’ del territorio visitado, que contribuya al desarrollo imperial europeo en la misma proporción que lo habían hechos las sedas de Oriente y el oro del nuevo Mundo”17. No obstante, esto no quiere decir que los relatos no hayan caído al igual que los conocidos hasta entonces en la subjetividad, ya que esta surgía apenas se buscaba definir y explicar las tierras desconocidas para los ojos de los científicos europeos, lo cual:

…determina la subjetividad de ese viajero/narrador en términos de una superioridad que le otorga su

conocimiento sobre la naturaleza y los habitantes de las tierras por conocer, sobre el ‘otro’: objeto de estudio y de su escritura de viaje. Por tanto, es propio analizar estos

textos no solamente como documentos que contienen información científica, sino también como discursos cuyo narrador desarrolla una subjetividad que nos permite interpretar más allá del dato científico18.

Una de estas expediciones fue la de Alexander Von Humboldt a la América equinoccial entre 1799 y 1804, cuyas observaciones sirvieron de base para el conocimiento sobre el continente tanto para criollos como europeos. A diferencia de los estudios de Buffon o de Pauw, la concepción de la tierra por parte del prusiano era “a partir de un todo” y no como un ordenamiento en categorías de inferioridad o superioridad, con excepción del indígena, aunque con respecto a este las apreciaciones hayan una justificación más racial que en un ordenamiento dentro de una estructura.

El aporte de Humboldt es significativo pero también ambivalente, porque por una parte ayudó a conocer con mayor precisión la geografía y naturaleza de las regiones que exploró, datos que en el momento sirvieron para el mejor conocimiento de la propia tierra y utilizados posteriormente en las construcciones nacionales del siglo XIX; pero por otra negaba una particularidad histórica al hombre americano, basándose en las opiniones que rescató de éste, en las que había un rechazo del pasado, del cual solo rescataban dos momentos: la conquista (condenada por sus crueldades) y la lucha por la independencia. Para el científico prusiano esto acarreaba el peligro que perdiesen su identidad cultural por completo: “‘las colonias no tienen ni historia ni literatura nacional’ y de hecho ‘han perdido su individualidad nacional’”.19

Humboldt también compartía la idea de un Nuevo Mundo poco civilizado, pero a diferencia de De Pauw, éste sí podía surgir, gracias a la ayuda del mundo que sí lo era, siendo el comercio algo esencial para alcanzar este objetivo.

En su relato sobre América hay dos realidades distintas que conviven, la del hombre blanco más desarrollado – aunque no todavía al nivel del europeo – y el indígena:

16 Pérez Mejía, Ángela, La geografía de los tiempos difíciles: escritura de viajes a Sur América durante los procesos de independencia 1780-1849, Universidad de Antioquía, Medellín, 2002, p. XV. 17 Pérez Mejía, Ángela, op. cit., p. 4. 18 Pérez Mejía, Ángela, op. cit., p. 5.

19 Humboldt, Narrative, I, 292-294; III, 472-478; Alexander von Humboldt, Cartas americanas, ed. Charles Minguet, BA 74 (Caracas, 1908), pp. 69, 275 en David Brading, op. cit., p. 558.

1. 2. Humboldt

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¡Cuánta dificultad en reconocer, en esta infancia de la sociedad, en esta reunión de indios hoscos, silenciosos, impasibles, el carácter primitivo de nuestra especie!

Aquí no se ve la naturaleza humana con esos rasgos de dulce ingenuidad a merced de los cuales han trazado los

poetas de todas las lenguas, tan seductores cuadros.20

El científico prusiano desestimaba así al igual que De Pauw las ideas de buen salvaje de Rousseau y las bondades de la cercanía con la naturaleza, extendiendo de paso esta visión negativa del indígena a un pesimismo hacia el futuro en lugares con abundante población india como México, que lo llevó a expresar “sus más enérgicas reservas acerca de la capacidad de progreso del país”21. Humboldt sitúa al indígena en una etapa de infancia lo que nos hace pensar más allá de las comparaciones con los comportamientos de un niño, que tan relacionada está esa analogía con la minoría de edad expuesta por Kant en ¿Qué es la Ilustración?, obra en la que es definida como la incapacidad de servirse del propio autoentendimiento por causa de una autoculpabilidad, pues para lograr la mayoría de edad se requería la voluntad propia de hacerlo;

Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto menores de edad toda su vida, pese a que la Naturaleza los

haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha

resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores suyos.22

Fue precisamente la pereza una de las tantas razones atribuidas al indígena para explicar su condición, en especial a fines del XVIII cuando las teorías medioambientales, como hemos dicho, vayan experimentando un retroceso y se comiencen a buscar explicaciones más relacionadas con la voluntad del hombre.

Aunque la narración de Humboldt dista de ser un simple diario de viaje, pues más que una descripción lineal hay una reflexión y estudio sobre el tema, también se encuentran generalidades o a veces una escasa visión crítica al momento de explicar

ciertas situaciones o realidades. Esto no le quita valor a sus apreciaciones ya que como hemos dicho nos refleja el cambio que venían experimentando las teorías medioambientales.

Lo que había sido en parte insinuado por Buffon, comenzaba a tomar fuerza al plantearse la posibilidad de que hombre y medio se influían mutuamente. Esto le daba más chance al americano, sobre todo al de Estados Unidos. Lo anterior responde a la diferente percepción que se tenía sobre la posición de sus territorios, a diferencia de los países bajo dominación española. Los primeros eran vistos como una zona de “colonización”, o sea territorios en que el europeo no se ha mezclado con la población nativa y que ha sabido ordenar la naturaleza acorde a sus necesidades, ya sea clareando bosques, canalizando vías, parcelando la tierra, entre otras cosas.

Distinto era la visión de Latinoamérica, concebida como zona “conquista” y la carga negativa que esto acarreaba y que hemos en parte descrito.

El problema que surgía con la nueva importancia que cobraba el hombre en relación con la naturaleza, es que comenzaba a tomar fuerza la idea de que la situación actual de un pueblo dependía de las condiciones morales de éste y de su pasado, en lo que tal vez Condorcet enunció como “el dominio tiránico de las costumbres”23, dejando nuevamente en desventaja la condición americana.

Es probable que esto explique la amplia aceptación que comenzó a tener en los propios americanos como una forma de zafarse de esta carga, la construcción de una diferenciación entre civilización y barbarie como estados capaces de convivir en un mismo tiempo y lugar, pero a la vez excluyente en cuanto sus miembros.

20 Humboldt, 1941, Tomo III: 366 en Ángela Pérez, op. cit., p.89. 21 David Brading, op. cit., p. 571. Otro Ejemplo de ello lo encontramos en otra selección del texto del naturalista: “No me agrada en el relato de mis viajes, detenerme en el relato de los infortunios individuales. Estos son frecuentes en todas partes donde existen amos y esclavos, europeos civilizados que viven al lado de pueblos embrutecidos…” (Humboldt, 1941, Tomo IV: 166 en Ángela Pérez, op. cit., p.81. 22 Immanuel Kant. ¿Qué es la Ilustración?, Alianza Editorial, Madrid, 2004, p. 83.

23 Clarence Glacken, op. cit., p. 546.

¡Cuánta dificultad en reconocer, en esta infancia de la sociedad,

en esta reunión de indios hoscos, silenciosos, impasibles, el carácter primitivo de nuestra

especie!

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Los alcances y significados de esta dualidad varió según la ocasión, pero sin duda fueron los criollos quienes recurrieron a ella en un principio para justificar su sentido de pertenencia a una cultura europea, manifestando que su mundo era diferente al de los indígenas. Luego, pese a seguir defendiendo su status de civilizados no dudaron en culpar a “la barbarie” de la gran mayoría de la población americana como causa de la incapacidad para organizar las nacientes repúblicas.

Lo anterior nos ejemplifica como los criollos aportaron significativamente a la polémica sobre el Nuevo Mundo. Estos, como víctimas de la campaña de denigración en su contra, comenzaron a resaltar lo que ellos sentían como propio, o sea su tierra. Si querían estar al mismo nivel de los españoles, no les convenía decir que eran colonizados ni rescatar su pasado indígena con excepción del rescate de tipo romántico, por lo que optaron por resaltar la naturaleza y sus bondades, definiendo de paso “su propia identidad negada por el Otro e incluso volver a definirla frente al Otro”26. Al hacerlo, no contaron con que esta exaltación del medio por sobre el pasado reforzaba la estructuración de una historia en la cual América quedaba fuera.

El rescate de esta concepción edénica del Nuevo Mundo produjo la percepción de un lugar prácticamente deshabitado en el que se hacía necesaria la intervención activa del hombre:

Una tierra virgen a la que se va dominando palmo a palmo, de acuerdo con el espíritu de modernidad. En

esta tierra se va creando el mundo que se había soñado para Europa. Un mundo que no oponía más obstáculos

que los naturales, incluyendo como parte de esa naturaleza a sus habitantes, a los indígenas o naturales de esas tierras que no eran otra cosa que expresión de

esa naturaleza por dominar.27

24 Fernández, Estela, “Nativos y extranjeros’, ‘civilizados y barbaros’: el juego semántico de las oposiciones categoriales de los escritos mirandinos” en Revista de Historia de América, N° 110, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México, julio-diciembre 1990, p. 113. 25 Ibid. p. 118

26 Minguet. Charles, “Del Dorado a la leyenda negra; de la leyenda negra al caos primitivo: la América hispánica en el siglo de las Luces” en Coloquio…, p. 416. 27 Zea, Leopoldo, op. cit., p. 19.

2. Criollos y viajeros a principios del Siglo XIX2. 1 Los criollos

Un interesante ejemplo de cómo este discurso de civilización y barbarie podía ser manipulado, nos lo da Francisco de Miranda, quien en un principio a través de una proclama a los pueblos del continente Colombiano, catalogaba a los indios como “ilustres”, de los cuales descendían los americanos y que dieron la vida en oposición al “bárbaro español”; construcción que podríamos entender según Estela Fernández cómo:

Las categorías de ‘civilización’ y ‘barbarie’ puestas en juego en el discurso ilustrado del Precursor

funcionan entonces de un modo peculiar. En la realidad americana, lo hispánico, esto es, la inquisición

el fanatismo, la superstición, el absolutismo, es la ‘barbarie’ que hay que negar frente a la cual se afirma el pasado más lejano de aquellos indios ilustres como

paradigma de ‘civilización’.24

No obstante, Miranda cambió más tarde esta visión del indígena mientras participaba en la guerra de independencia norteamericana. Estos pasaron de su estado de civilizados a la barbarie que comúnmente se les asignaba, “No les reconoce humanidad ni historicidad simplemente porque no comparten un sistema de valores tomado como absoluto, porque se mantienen como alteridad frente al modelo europeo. Están así, totalmente al margen de la ‘civilización’ del tiempo histórico”.25

No dudaron en culpar a “la barbarie” de la gran mayoría de la población americana como causa de la incapacidad para organizar las nacientes repúblicas.

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América era un continente solitario – en palabras de Montesquieu presentaba un paisaje desolador – con escasa población a diferencia de Europa y China y por lo tanto con un paisaje muy poco modificado. Similar opinión tenía William Robertson, autor de The history of America, al decir que con excepción de incas y aztecas, las pequeñas tribus que habitaron el continente no poseían talento, destreza o deseo de mejorar las tierras en que vivían: “Los países ocupados por pueblos así se encuentran casi en el mismo estado que si hubieran estado deshabitados”28. Por lo tanto, un lugar sin historia.

La voluntad cobraba cada vez más vigor al momento de explicar el estado del progreso en América. Resonaban así con fuerza las palabras de Buffon al respecto: “Ni la mano ni la mente habían sido suficientemente adiestradas en el Nuevo Mundo precolombino”29

.La polémica que venía desarrollándose sobre la particularidad de América a lo largo del siglo XVIII siguió durante el XIX, sólo que ésta fue orientándose de manera más clara hacia un problema histórico. Como ya hemos visto, esto no quiso decir que las discusiones en torno a la naturaleza no hubiesen apuntado en parte a eso, solo que las dificultades por parte de los americanos para organizarse tras el desplome de la monarquía española luego de la abdicación de Bayona, abrió la duda sobre la preparación de estos para gozar de la libertad y su capacidad de ejercer y desarrollar la modernidad política, entendiéndola como un rechazo al antiguo régimen, pero sin caer en los excesos vividos durante la Revolución Francesa.

Este problema no escapó de nuestro ya conocido Francisco de Miranda, quien consideró que había una necesidad de educar a la población ya que los hijos de América han hecho muy poco para “darles el lustre, felicidad y gloria a que la Naturaleza parece haberla destinado”.30

Como participante de la Revolución Francesa, se unió al rechazo que causaron sus excesos en el mundo ilustrado y que a su juicio habían demostrado “la incapacidad de los desposeídos para participar en igualdad de condiciones en la elaboración de un proyecto político juntos a los hombres ilustrados”31. La posibilidad de que las cosas se saliesen de cauce le generaba gran preocupación, como se desprende de la siguiente cita:

(...) si bien deseo la Libertad e Independencia del nuevo mundo, de igual manera, y tal vez más le tengo temor a la anarquía y al sistema revolucionario ¡Dios no quiera que aquellos Países se conviertan, al igual

que Santo Domingo, en un escenario cruento y lleno de crímenes, bajo pretexto de instaurar la libertad!; ¡que se queden más bien un siglo más si fuese necesario bajo la

imbécil y bárbara opresión española! 32

Otro líder que compartía este temor era Simón Bolívar, quien a través de sus cartas reflexiona constantemente sobre la particularidad americana en base a los reveses que han sufrido sus proyectos independentistas, considerándolos precipitados para un continente que había estado en tinieblas, cubierto por un velo que de manera imprevista se rasgó y permitió que entrase la luz. Las comparaciones que hizo entre la caída de la monarquía española con la caída del Imperio Romano, deben entenderse con esta percepción de desorden y dispersión del poder. Para él, estos procesos son semejantes pero no iguales, ya que en el caso romano los pueblos pudieron volver a sus antiguos sistemas de gobierno, mientras que en el americano no, pues de estos no conservan mayores vestigios

(…) de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media

entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por

nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él

contra la invasión de los invasores.33

28 Glacken, Clarence, op. cit., p. 627. 29 Ibid. p. 626. 30 Fernández, Estela, op. cit., p. 122.

31 Ibid, p. 119. 32 Ibid, p. 120. 33 Bolívar, Simón, Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815.

América era un continente solitario – en palabras de Montesquieu presentaba

un paisaje desolador – con escasa población a diferencia

de Europa y China y por lo tanto con un paisaje muy poco

modificado.

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Es posible percibir en este escrito como en los de Miranda, un discurso en el que hay más bien el anhelo de un sector social específico que entrega su punto de vista parcial con respecto a la situación. Son ellos (la élite criolla) los que buscan establecerse a la cabeza de este poder disperso pero sus anhelos chocan con la desconfianza y el rechazo del resto de la población. ¿Por qué esta les debía haber obedecido? Existía un vacío legal que justificara las acciones tomadas, la teoría del retorno del poder al pueblo había obtenido un amplio apoyo, pero no se lograba acordar quien debía guiarlo.

He ahí uno de los grandes problemas con los que chocaron los líderes de la independencia. Similar a lo acontecido con las reformas borbónicas, los cambios que se querían hacer más bien buscaban ser hechos sobre la vieja estructura, solo que si en el caso de las reformas se superpuso una nueva estructura administrativa por sobre la antigua, con los procesos independentistas se buscaba hacer un cambio político pero manteniendo la estructura social que ante la ausencia de peninsulares dejaba a la cabeza a los criollos. Lo anterior era sin duda una contradicción en el discurso del momento sobre la libertad universal, ya que con esto quedaba restringida para que la gozasen solo algunos: los que realmente estaban preparados y habían logrado salir de esa ‘minoridad’ que sufrían bajo el régimen español.

Debemos considerar que también hay en esto el problema de identidad que arrastraba el mundo criollo desde los principios de los tiempos coloniales. Existe un alejamiento del indígena – Bolívar lo ha dejado claro en la cita de más arriba – para desentenderse de cualquier acusación de “mestizaje” (racial o cultural) que pusiese en duda sus aptitudes como ser capacitado para el progreso. En el caso del libertador este rechazo se enfocó hacia el pasado precolombino como una simple negación; aunque debemos recordar que la postura frente al indígena no fue inamovible y que variaba según la ocasión.

Ya lo vimos con Miranda y Bolívar no fue la excepción, ya que pese a todo lo anterior recurrió a las figuras de Moctezuma y Atahualpa para justificar en parte la caótica situación de España como “una retribución divina” por lo que había hecho ésta en contra de esas dos figuras durante la conquista.34

El criollo trata de alejarse de todo lo relacionado al indio y de acercarse al europeo pese a que este lo rechaza, “El criollo no quiere empezar la historia como si nada estuviese hecho; simple y puramente quiere formar parte de la historia que se ha venido haciendo, de la historia ya hecha por el espíritu, como señalaba Hegel, el cual no hace otra cosa que tomar conciencia de sí mismo… Todo lo que esté fuera de este espíritu no podrá ser otra cosa que un remedo de la historia”.35

Pese a ello, había cierta consciencia de que América no es Europa y que por lo tanto posee particularidades, siguiendo con Bolívar como ejemplo, este consideraba al territorio americano como un mundo aparte, “cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas la artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil”36, describiendo el actuar de sus habitantes como pasivos, por no haberse dedicado a la política e incluso situados en un nivel más bajo en este camino hacia la libertad que las tiranías, ya que por lo menos en estas las autoridades eran propias del país, mientras que en el caso americano no, estas venían de España.

Recurrente es también en sus palabras la comparación de esta inexperiencia política a un estado de infancia de los americanos, remontándonos nuevamente a Kant aunque a diferencia de éste más que aludir a una maduración individual, hace referencia a una de tipo colectivo, más cercana a los postulados de Hegel, con una reflexión sobre América por lo general muy pesimista:

34 Bolívar, Simón, Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815. 35 Zea, Leopoldo op. cit., p. 22. 36 Bolívar, Simón Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815.

Debemos considerar que también hay en esto el problema de identidad que arrastraba el mundo criollo desde los principios de los tiempos coloniales.

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Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por

más que recorro la serie de edades y la política de todas las naciones.

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es

relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado.37

Lógicamente que ante una visión tan negra del pasado y un presente poco alentador en el que “los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos”, el futuro que les esperaba no podía ser esperanzador:

Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? 38

Los criollos veían así con desazón como la América de sus proyectos se distanciaba cada vez más con la que surgía en realidad. Su turbulento presente no hacía otra cosa que presagiar un oscuro futuro. Este pesimismo se alimentaba con las explicaciones que ellos buscaban en la historia del continente americano que a sus ojos poco o nada tenían de bueno, pues más allá de que su naturaleza era o no inferior, sus habitantes no habían logrado desarrollar las artes para el gobierno sino que habían estado bajo las cadenas de una esclavitud que los estancó en una minoría de edad.

Mal pronóstico, si pensamos que dentro de la lógica de la historia que había comenzado a formularse, si un pueblo estaba bien en el presente se debía a que tenía un pasado bueno.

El discurso pesimista criollo, ejemplificado en el balance negativo de Bolívar, “La América es ingobernable para nosotros. El que hace una revolución ara en el mar… Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas”39, pronto se expandió a los extranjeros cada vez más frecuentes en las costas americanas, gracias a las cordiales relaciones que se establecieron con las elites locales.

Los procesos de independencia llamaron causaron expectación en el mundo europeo, atento por saber cuál iba a ser su desenlace y las nuevas posibilidades comerciales que las futuras repúblicas podían generar. Esto explica por qué en los relatos de viajeros es tan frecuente encontrar descripciones orientadas a mostrar las potencialidades de diferentes territorios americanos y menciones sobre la falta de intervención humana en ellos. Estas apreciaciones estuvieron condicionadas a la particularidad de cada viajero, a los prejuicios que se venían desarrollando sobre América y a los discursos pesimistas de los criollos.

Uno de estos viajeros, fue la inglesa Mary Graham residente en Chile entre 1822 y 1823. A través de su diario desarrolló la idea de inmensidad y belleza del paisaje del Nuevo Mundo:

En una palabra, aquello habría sido un paraje de Italia á no faltar allí los edificios y templos, signos de la presencia del hombre; pero aquí todo es aún demasiado nuevo, tal que uno casi no se sorprendería de ver salir un salvaje de entre los árboles más próximos ó de oír

rugir una fiera desde el cerro.40

37 Ibid. 38 Ibid.

39 Bolívar, Simón “Doctrina del Libertador”. Ayacucho, núm. 1, Caracas, 1976, p. 323 en Charles Minguet, op. cit., p. 423. 40 Graham, Mary, op. cit., p. 246.

2. 2. Nuevo viajerosEl discurso pesimista criollo, ejemplificado en el balance

negativo de Bolívar, “La América es ingobernable para

nosotros.

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Aunque la forma en que está escrita la cita más bien parece un recurso literario, es llamativa la mención al despoblamiento de América y el escaso dominio de la naturaleza por el hombre americano. Los indígenas no pasaban de ser más que parte del paisaje y su alusión es más bien anecdótica, como cuando relata el pasado chileno y recurre a personajes cuyas acciones se confunden con la leyenda, como Lautaro, “joven héroe de su raza”, desplazando y dejando a un lado a los que ve durante su estadía.41 Esto contrasta con los indígenas que conoce durante su estadía a los que deja a un lado en su escrito.

Además de lo anterior, en su obra es posible encontrar dos falencias para ella fundamentales en el pasado americano que condicionan de manera importante su futuro, como lo fue el escaso desarrollo comercial y la nula experiencia política de sus habitantes.

Con respecto a lo primero, critica la existencia de muy pocos puertos para las extensas costas chilenas, algo negativo en la concepción de civilización si recordamos el lugar del comercio dentro del esquema expuesto por Smith además de la importancia que adquiría en ese tiempo la formación de redes internacionales de intercambio comercial. Es posible captar en Graham una auto percepción de superioridad en el conocimiento económico por ser originaria de una nación desde hace tiempo inserta ya en un activo comercio internacional, sintiéndose segura al recomendar o criticar las decisiones tomadas en ese ámbito por las autoridades; como la critica que hace a los nuevos monopolios e impuestos creados por el ministro de Hacienda chileno, José Rodríguez Aldea, que entre otras cosas iban a causar “graves é injustos daños, y á la vez que retardará la civilización del país le robará sus entradas”, concluyendo su comentario con la siguiente frase: “¿Son las naciones como los individuos, que nunca sacan provecho de la experiencia ajena? ¿Debe tener cada país su siglo de ignorancia y de tinieblas?”.42

La segunda crítica de Graham es la misma hecha por Bolívar sobre la inexperiencia de los americanos para gobernarse, sin olvidar en su análisis el argumento mercantil:

Todo el sistema de España respecto á las colonias, mientras las tuvo bajo su dominio, fué comercial y no político. Los virreyes, después de terminadas las primeras guerras con los indígenas, no fueron en

realidad otra cosa que presidentes de una compañía de monopolistas, sus propósitos estaban limitados por sus

sórdidos y mezquinos intereses y el gobierno y ocupación de Méjico y del Perú no fueron nunca contemplados de otra manera que como medios para hacer fortuna,

descuidándose en consecuencia la libertad, la felicidad ó el interés de los habitantes.43

Con esto América quedaba como un continente que estaba saliendo de la opresión, pero que todavía no llegaba a la plena libertad, pues para eso debía romper con las trabas comerciales que todavía persistían, tarea difícil si se consideraba que:

La pereza y la ignorancia fueron las consecuencias necesarias, y cuando el pueblo se levantó, como de

un sueño, y proclamó su independencia, estaban tan amoldados al antiguo régimen de cosas las costumbres é ideas de la clase donde por necesidad escogió á sus

jefes y gobernadores, que estos siguieron por la misma senda.44

41 Ibid, op. cit., p. 29. 42 Graham, Mary, op. cit., pp. 343-344.

43 Ibid, p. 42. 44 Ibid.

Con esto América quedaba como un continente que estaba saliendo de la opresión, pero que todavía no llegaba a la plena libertad, pues para eso debía romper con las trabas comerciales.

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Como el despertar de un sueño, la autora inglesa retoma la idea de que los americanos han vivido un proceso de independencia rápido e inesperado, que los ha sorprendido sin preparación. Idea que también compartió Samuel Haigh, compatriota de Graham que visitó Perú, Argentina y Chile durante la década de 1820 y que en sus reflexiones sobre las disposiciones de la primera Junta de Gobierno chilena escribió que:

Estas leyes nuevas en un país hasta entonces acostumbrado a una pasiva obediencia, parecían

prematuras, pues la gente que estaba cegada por la ignorancia no podía repentinamente estar preparada

para un estado de cosas tan moderno; aunque estos inconvenientes son siempre inevitables en una revolución, la experiencia prueba que cuanto antes se informa una gente del dominio de sus privilegios,

está dispuesta a alcanzar su objetivo en menos tiempo. Naturalmente el nuevo estado político motivó varios

conflictos civiles…45

Una población ignorante y el proceso de independencia con tintes de revolución. Parecía ser que los temores de que los hechos caóticos y desbandados de la experiencia francesa se reprodujesen en suelo americano se propagaban rápidamente, reproduciéndose en los testimonios de otros viajeros Eduard Poeppig. Este alemán arribado a las costas chilenas por 1826 también recurrió al término revolución para explicar la situación política:

Los sudamericanos han tenido que sufrir las amargas experiencias de que sus revoluciones, a1 igual que la mayoría de las ocurridas en la historia moderna, tanto aquellas que se impusieron cual una necesidad ineludible como las provenientes de un mareo que se apodera de vez en cuando de los pueblos, brindan raras veces frutos agradables a la generación contemporánea. Si finalmente estas transformaciones resultan beneficiosas, las ventajas estarán reservadas a las futuras generaciones, pues los actores y creadores de estas tragedias sólo padecerán sufrimientos por su acción, y estos serán tanto mayores cuanto menos civilizado sea el pueblo.46

Quizás lo más destacado de este texto no sea la caracterización de revoluciones a los movimientos de independencia, sino la desazón del presente americano con esperanza de un futuro mejor. Poeppig creía que si América había hecho bien en independizarse de España, todavía le faltaba un buen trecho por recorrer, ya que el viajero no puede sino sentirse incómodo ante “1os elogios huecos que se dedican al presente [por parte de los criollos], el que se encuentra muy distante de cumplir lo que está reservado a un futuro todavía remoto”.47

Esta reflexión hecha por el autor a manera de paréntesis nos muestra el lugar en la historia que iba adquiriendo América tanto para los americanos como europeos. El pasado indígena y colonial significaba atraso y oscuridad ante la luz que la idea de libertad como símbolo de civilización representaba. Para los americanos el presente era percibido como un caos en que se culpaba su inexperiencia en los asuntos relacionados con la modernidad política, no dándose cuenta que eran ellos los que realmente estaban definiendo las bases de ésta, criticando un proceso que recién comenzaba y del que todavía no podían ser evaluados sus resultados. La única alternativa que quedaba entonces era el futuro, pero el problema con este es que nadie sabe cuánto tiempo había que esperar para que este se convirtiese en presente. Para algunos más optimistas, como Poeppig, era probable que aun faltase una generación por lo menos para gozar de los frutos. Otros como Hegel solo veían posibilidades en la América del Norte, pero no le daban mucha importancia al asunto ya que “En cuanto a país del futuro, aquí no nos interesa; pues, en el aspecto histórico, el objeto de nuestra atención nos viene dado por lo que ha sido y por lo que es”.48

45 Haigh, Samuel Viaje a Chile durante la época de la Independencia, Universitaria, Santiago, 1917, p. 44. 46 Poeppig, Eduard Un testigo en la alborada de Chile: (1826-1829), Zig Zag, Santiago, 1960, p. 277.

47 Ibid. 48 Hegel, Georg, op. cit., p. 110.

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A lo largo de este artículo hemos tratado de mostrar cómo la marginación de América de la historia universal fue construyéndose en torno a la llamada Disputa del Nuevo Mundo establecida en el siglo XVIII y como los criollos ayudaron a su configuración. Estos, enaltecieron la naturaleza y negaron un pasado propiamente americano, argumentos que se robustecieron a principios del siglo XIX con el reconocimiento de la escasa o inexistente preparación política de sus habitantes.

El desaliento sufrido por los criollos – Bolívar llegó a decir que “Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América”49 – fue tomado por los viajeros europeos que llegaban a las costas americanas y lo expandieron a través de sus diarios; opiniones y descripciones que influyeron no solo en el ámbito europeo, sino que también posteriormente en las diferentes historiografías nacionales de la segunda mitad del siglo XIX que los consideraron como fuentes del período.

Lo anterior quizás explique cómo es que el pesimismo con relación a América se logró (y a mi parecer ha logrado) mantenerse por tanto tiempo. Aunque hay premisas que la historiografía actual ha ayudado a derribar como la existencia de épocas oscuras en la historia, de todas formas a nivel menos académico se sigue pensando que la situación actual depende entre otras cosas de una herencia poco alentadora como lo es la indígena o española, en vez de una inglesa, francesa o alemana; precisamente las tres grandes naciones europeas que conforman la imagen de un mundo occidental moderno.

Volviendo nuestra reflexión hacia el siglo XIX, es probable que esta misma visión de América dominada por una naturaleza poco intervenida y por lo tanto ajena a la historia del progreso de la civilización, haya influido en la elaboración de planes gubernamentales como la colonización de zonas “despobladas” y la inmigración selectiva de europeos (y no de asiáticos ni africanos) que

viniesen a hacer progresar estas zonas, en desmedro del colono nacional que fue visto durante mucho tiempo como menos capaz.

Resulta impresionante como los criollos y luego la población en general de las repúblicas americanas se sintieron frustrados al no poder “triunfar” en la construcción de la historia que el mundo occidental europeo venía haciendo. Josep Fontana nos dice al respecto que los pueblos que quedaron ubicados fuera de ella “renunciaron así a su propio pasado, reemplazándolo por una revisión crítica del que les habían asignado los europeos, sin darse cuenta de que ello les impedía percibir la verdadera naturaleza de sus problemas”50 y no deja de tener razón, pero también hay que considerar que no había ninguna otra elaboración por parte de los americanos que lograse desestimar la europea.

América se transformaba así a principios del siglo XIX en el continente del futuro, de una eterna lucha por alcanzar la modernidad y tratar de insertarse en la línea histórica del progreso, camino hacia la libertad de los pueblos. Prontamente los americanos se dieron cuenta que conseguir la modernidad política era algo difícil, por lo que vieron con desazón su presente e incluso su futuro cercano. No consideraron ni lograron comprender, que precisamente una de las cualidades de esta modernidad era la visión pesimista del presente, siendo así protagonistas de esta, en la búsqueda por configurar un nuevo orden diferente del antiguo.

49 Bolívar Simón, “Doctrina del Libertador”. Ayacucho, núm. 1, Caracas, 1976, p. 323 en Charles Minguet, op. cit., p. 423.

50 Fontana, Josep, op. cit., p. 130.

ConclusionesCómo la marginación de América de la historia universal fue construyéndose en torno a la llamada Disputa del Nuevo Mundo establecida en el siglo XVIII y como los criollos ayudaron a su configuración.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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La comunidad afro americana en la construcción de la nación

Comité Editor

Sección “El Árbol”

El sueño de Martin Luther King

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El mundo de hoy nos ha presentado diversos acontecimientos y fenómenos en las diferentes esferas de la sociedad que nos hacen cuestionar a la Historia cómo realmente se ha ejercido este comportamiento de cambios y continuidades a lo largo de la misma. La coyuntura política, social y, porque no decirlo, cultural que se ha manifestado en los Estados Unidos en el último tiempo, en torno a la figura potencial y consolidada de un candidato a la presidencia de aquella nación de origen africano; nos ha llevado a reflexionar distintas matrices de como este suceso ha llegado a consagrarse en un país que hace unas décadas atrás hubiese visto como imposible de realizarse por la fuerte discriminación que se referían hacía la comunidad “negra”. Para ello habrá de tenerse en cuenta las concepciones que se tienen en torno a la nación americana, la influencia de los inmigrantes -para nuestro caso, especialmente el de la comunidad afro americana- en el devenir del país, el contexto relevante del siglo XX, como el siglo de las comunicaciones, para la consagración de un elemento más de la nación y el rol del discurso político de la “no violencia” y “desobediencia civil” impulsado por Martin Luther King para la consagración de la introducción plena de la comunidad afro americana en la nación de Estados Unidos.

En una primera instancia analizaremos lo relativo al tema de la nación estadounidense preguntándonos ¿Qué es realmente la nación estadounidense? ¿existe tal? ¿ha variado en el tiempo? Las posturas ante estas inquietudes son de diversa índole en diferentes autores dependiendo, evidentemente, del subjetivismo que finalmente existe en cada uno. Para elaborar respuestas “correctas” a tales interrogantes hay que situarse muy bien en la historia de Estados Unidos y los períodos que “dejaron huella” en torno a la conformación de la nación a partir de los discursos políticos, luchas económicas y prejuicios sociales y raciales que se vislumbraba en sus distintas etapas. A nuestro parecer la nación estadounidense existe como tal, impulsada por los ideales provenientes desde el Estado, por los diferentes factores comunes que

tienen los “americanos” -que también se pueden observar en el resto de los países- reflejado en una serie de simbolismos que comparten. Sin embargo, este concepto de qué es efectivamente ser estadounidense ha tenido importantes variaciones en el tiempo. La Historia nos ha demostrado lo importante que son los sucesos para establecer los cambios: las luchas independentistas de la segunda parte del siglo XVIII, la guerra de secesión que afecto a la nación entre los federados y confederados, las guerras mundiales y el período de la Guerra Fría nos dan claras respuestas de cómo esos acontecimientos determinaron el surgimiento de relevantes discursos políticos en la nación norteamericana, cuyo fin muchas veces fue reafirmar tal nación, fortalecerla y, para el caso de Luther King, ampliar tal nación.

Es menester declarar que Martín Luther King no fue el primero en luchar por los derechos igualitarios de la comunidad afro americana, de hecho fue un esclavo ya en los fines del siglo XVIII y principios del XIX, Frederick Douglass quien manifestara desde su posición inferior en la sociedad los primeros esfuerzos por los derechos de los afro americanos que sufrían el rigor de la esclavitud. Por otro lado, un rol importante en este contexto de lucha transversal en el tiempo que ha tenido la comunidad afro americana, lo presento Abraham Lincoln (1809 - 1865) en torno a la misma esclavitud, inmerso en el proceso de estabilización interna del país norteamericano1.

Importante es tener en cuenta como se fueron vislumbrando, anterior a Luther King, cambios culturales relevantes para el trato hacia la comunidad afro americana; reflejado en el mismo cambio, tras la abolición de la esclavitud, de “esclavos” a “afro americanos” para referirse a la comunidad “de color”, sobre todo en el siglo XX, teniendo siempre en cuenta que aun persistían, tal como en el día de hoy, discriminaciones peyorativas a la misma comunidad. Este cambio no es menor a analizar con la llegada del siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, por el fuerte aumento demográfico reflejado

1 Vs. Degler, Carl, Historia de Estados Unidos. La formación de una potencia 1600-1860, Ed. Ariel, Barcelona, 1996, (Capítulos VII y VIII).

Nación estadounidense existe como tal, impulsada por los ideales provenientes desde

el Estado, por los diferentes factores comunes que tienen

los “americanos” -que también se pueden observar en el

resto de los países- reflejado en una serie de simbolismos

que comparten; este concepto de qué es efectivamente ser

estadounidense ha tenido importantes variaciones en el

tiempo.

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El rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en AméricaEl rol de los discursos políticos en la construcción de la Nación en América

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en la comunidad afro americana impulsada por la búsqueda de una nueva vida en la “tierra de las oportunidades”. Es en el siglo XX, el siglo de las comunicaciones y de la globalización, en donde Martin Luther King presentara un discurso político capaz de remover y formar una nueva nación americana, ya sobrepuesta a las guerras mundiales y viviendo en un contexto de Guerra Fría, en donde los “negros” dejarán de ser “negros” para ser llamados “afro americanos” con igualdad de derechos que el resto de la sociedad.

A partir de aquella postura, Luther King hace forjar un anhelo de una “nueva nación americana” con la inclusión definitiva del elemento afro americano en la vida “civil” y “política” de Estados Unidos; encontrando su punto más álgido en la postulación de Barack Obama a la presidencia de la nación, algo impensado en la década de 1950; y que encuentra sus claros antecedentes en el discurso político de Luther King, reflejado esto en el discurso que dio Obama 45 años después de lo hecho por el forjador de esta “nueva nación americana”, en donde no solamente se encierran los anhelos, los “sueños” que alguna vez tuvo Luther King, de la comunidad negra, sino que la de todos los inmigrantes del “país de la libertad”. He aquí el importante rol del discurso político de Martin Luther King en la formación de esta “nueva nación americana” que pasaremos a tratar in extenso a continuación; sin dejar de lado los antecedentes que han existido en la historia de Estados Unidos en torno a las luchas raciales para elaborar un nuevo concepto de “nación norteamericana”.

La nación norteamericana

Imperativo es observar el rol primordial que posee el concepto de nación en el presente estudio. Para ello ha de considerarse a ésta como comunidad que se forma de manera inconsciente, independiente de la voluntad humana, con sentimientos, estados psicológicos y costumbres comunes; esto se puede ver reflejado en la historia de Estados Unidos con sus diferentes valores, principios e ideales comunes que han presentado los “ciudadanos” de tal nación. Hugh Seton-Watson manifiesta que no puede elaborarse ninguna “definición científica” de la nación; pero el fenómeno ha existido y existe2; muy ligado a la serie de proposiciones y contraposiciones elaboradas por Jaques Maritain en torno al mismo concepto3. Ante esto es necesario recalcar el rol del Estado, sobre todo en el caso de los “Estados oligárquicos” como fueron la mayoría de los estados nacientes de fines del siglo XVIII e inicios del XIX, como el principal impulsor de simbolismos capaces de forjar una determinada nación, sean estos los escudos de armas, la bandera, los colores de la misma; que han de cimentar “estructuras” permanentes en los pueblos con el fin de identificar una “comunidad” con el Estado-nación; muy íntimamente con el gobierno “de turno” en que se encuentre. Estados Unidos de Norteamérica no ha sido la excepción a este fenómeno: desde la fundación de las 13 colonias como país soberano se implantaron elementos comunes que hacen creer la existencia clara de una nación estadounidense; claro ejemplo de ello sería la Constitución de 1776 que ha regido la mayoría de la historia del país norteamericano. Sin embargo, tal como lo señalase Seton-Watson, este fenómeno ha existido y aún existe debido a que la construcción de una nación hasta el día de hoy presenta elementos que bien pueden alterar una determinada noción de nación, sea quitando o añadiendo elementos a tal concepción. Ante esto, como ya fue mencionado, el rol de las coyunturas y procesos históricos es determinante para cualquier nación, siendo el caso de Estados Unidos una de ellas: la “Revolución de las 13 colonias”, la Guerra de Secesión, las Guerras Mundiales, la Guerra Fría y el 11 de septiembre de 2001 dan cuenta de la realidad con que aflora el sentimiento de la nación

2 Vs. Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, FCE, Ciudad de México, 2007, p. 20. 3 Vs. Maritain, Jacques, El hombre y el estado, Ed. Del Pacífico, Santiago de Chile, 1974, p. 31.

Es en el siglo XX, el siglo de las comunicaciones y de la globalización, en donde Martin Luther King presentara un discurso político capaz de remover y formar una nueva nación americana.

Luther King hace forjar un anhelo de una “nueva nación americana” con la inclusión definitiva del elemento afro americano en la vida “civil” y “política” de Estados Unidos; encontrando su punto más álgido en la postulación de Barack Obama a la presidencia de la nación.

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ante un determinado suceso, muchas veces llegando al extremo del nacionalismo. Por otro lado, el rol de los discursos políticos, muy ligado al mismo Estado, es determinante para la conformación de la nación; para el caso de la nación norteamericana los realizados por George Washington, Benjamin Franklin, entre otros han sido fundamentales para la “fundación” de esta “comunidad imaginada” como la denominase Benedict Anderson. Sin embargo, no serán tales “padres de la patria” estadounidense los que concentrarán nuestra atención. Abraham Lincoln es para muchos norteamericanos el real “padre de la patria” estadounidense, en sus discursos y actos políticos se sentaron importantes bases de lo que es hoy la nación americana, sobre todo por lo realizado en el discurso de Gettysburg y la Proclamación de la Emancipación con la cual se abolía la esclavitud. Ambos gestos y discursos políticos fueron capaces de crear un nuevo sentimiento de nación americana en donde la “libertad” y la “igualdad” congregaban los mayores centros de atención ante el nuevo impulso de vida estadounidense.

Muy en la línea de los postulados de Lincoln, 100 años más tarde Martin Luther King en el Lincoln Memorial en la ciudad de Washington realizaba uno de los discursos más relevantes en la historia de Estados Unidos: “I have a dream” (“Yo tengo un sueño”) sustento de una nueva nación americana, ahora ya con el inicio de una constante lucha por los derechos civiles para toda la comunidad afro americana tan maltratada por la sociedad estadounidense. Este discurso refleja como puede alterarse un concepto de nación, no inmediato, mas si con el devenir del proceso de la lucha de la igualdad; en donde entran a jugar un rol primordial las habitantes “de color” en la vida civil, cultural, social y política de Estados Unidos. Se habrá de tener en cuenta que Luther King no fue el primero en postular reivindicaciones para la comunidad afro americana, elemento que será tratado en un apartado en el presente estudio.

“... la creación de estos artefactos a fines del siglo XVIII, fue la destilación espontánea de un “cruce” complejo de fuerzas históricas discretas; pero que, una vez creados, se volvieron “modulares”, capaces de ser transplantados, con grados variables de autoconciencia, a una gran diversidad de terrenos sociales, de mezclarse con una diversidad correspondientemente amplia de constelaciones políticas e ideológicas... ha generado apegos tan profundos” 4. Anderson al mencionar aquellas “constelaciones políticas e ideológicas” deja en claro la importante injerencia de los discursos políticos para la conformación de una nación y el fuerte apego que puede generarse en una comunidad ante los postulados de dichos discursos, tal como ocurrió con el discurso de la “no violencia” y la “desobediencia civil” impulsados por Luther King que motivaron la importante lucha por los derechos civiles de la comunidad afro americana en la sociedad estadounidense; en lo que sería la conformación de una “nueva nación” con un fundamental agregado socio-político por parte de la comunidad “de color” reflejado en las décadas que continuaron a lo realizado por el ministro de Georgia.

4 Anderson, Benedict, Op. Cit., p. 21. 5 Zinn, Howard, La otra historia de los Estados Unidos: desde 1492 hasta hoy, Argitaletxe Hiru, Estados Unidos, 1999, p. 163.

Antecedentes de los movimientos afro americanosSin lugar a dudas, Martin Luther King no fue el primero en plantear el problema de la discriminación y la falta de derechos civiles de los negros en los Estados Unidos. Una de las más grandes revueltas se dio en 1811 en Nueva Orleáns, donde “cuatrocientos o quinientos esclavos se unieron después de un levantamiento en la hacienda de un tal Mayor Andry” 5: Estaban armados y luego de matar al hijo del dueño de la hacienda siguieron manifestándose, mientras se les unían más personas a medida que llegaban a otras haciendas. La manifestación se aplacó luego de la intervención del ejército estadounidense y la milicia, quienes mataron a sesenta y seis en ese mismo lugar, mientras otros diez y seis fueron fusilados por un pelotón de ejecución. En 1822 se descubrió una conspiración planeada por Denmark

Muy en la línea de los postulados de Lincoln, 100

años más tarde Martin Luther King en el Lincoln Memorial en la ciudad de Washington

realizaba uno de los discursos más relevantes en la historia

de Estados Unidos: “I have a dream” (“Yo tengo un

sueño”) sustento de una nueva nación americana, ahora ya

con el inicio de una constante lucha por los derechos civiles para toda la comunidad afro

americana.

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Vesey, un negro libre, la cual fue desbaratada. El plan era quemar Charleston, Carolina de Sur, e iniciar una revuelta de esclavos en la zona. Testigos dijeron haber visto a miles de negros implicados en el plan (de una u otra manera), pero finalmente solo fueron ejecutados treinta y cinco, incluyendo a Vesey. En 1831, en el condado de Southampton, Virginia, “un esclavo llamado Nat Turner, asegurando que tenía visiones religiosas, reunió a unos setenta esclavos, que fueron de pillaje de hacienda en hacienda, asesinando a por lo menos cincuenta y cinco personas, entre hombres, mujeres y niños. Se les juntaron refuerzos, pero cuando se quedaron sin municiones fueron capturados. Turner y unos dieciocho más fueron ahorcados” 6.

Pero no todo fueron levantamientos violentos y fuera de la política. La Ordenanza de 1787 abolía la esclavitud en el noroeste de los Estados Unidos, pero de todas formas el movimiento antiesclavista se alza como tal recién en 1828. Fue en ese momento cuando predicadores como Theodore Dwight Weld y Wendell Philips comenzaron a mantener la tesis de que la esclavitud era anticristiana. Otros planteaban que la esclavitud, desde un punto de vista económico, era un gran error y alzaban teorías y ejemplos que demostraban ello. Pero la idea base y más defendida era, sin duda, que la esclavitud era un atentado directo a la democracia que se buscaba alcanzar. A causa de esta convergencia de ideas se crea la Sociedad Antiesclavista americana, en 1833. Pero, como está claro, no todos se oponían a la esclavitud. El Sur de los Estados Unidos se mantenía a favor de esta institución y, como tal, alzaba tesis en su defensa.

La situación del sur era muy distinta a la del norte de los Estados Unidos, la causa esencial del problema era la economía. Con las ideas racionalistas y humanitaristas del siglo de las luces la institución de la esclavitud era una clara contradicción, sobretodo tomando en cuenta que esta se encontraba casi desaparecida en el mundo occidental. Es incluso en el sur donde esta institución cada día poseía más detractores, sino por las ideas humanitarias, al menos porque la población blanca se sentía

6 Ibíd.

incómoda ante la gran población negra que vivía allí y que amenazaba en cualquier momento con un estallido social. Tampoco era una gran población la que poseía esclavos: Entre una población de 8.000.000, solo unos 350.000 blancos poseían esclavos. Tan solo el 25 por ciento. El 17 por ciento de esas familias tenían más de cinco, y el 5 por ciento tenían veinte o más. Los otros plantadores eran pobres y no poseían esclavos, eran alrededor de 6.000.000, y trabajaban la tierra con sus familias. “Estos pequeños plantadores favorecían la esclavitud (…) porque esperaban convertirse algún día en grandes plantadores” 7.

Entonces se veía en el horizonte la eliminación final de la esclavitud. Incluso esta se estaba haciendo poco remunerada en el sur y varios hombres hablaban contra ella. A causa de las plantaciones de tabaco el suelo se había agotado y las plantaciones no conseguían soportar la economía de la esclavitud, por lo que esta se estaba volviendo un gasto. El algodón de fibra larga (que se cultivaba en las Indias Occidentales) por condiciones climáticas no había prosperado en el sur y el algodón de fibra corta no era rentable, pues poseía gran cantidad de semillas entre sus fibras. Pero con el descubrimiento de la desmontadora de algodón esta realidad cambió: La productividad se disparó y, proporcionalmente, la demanda de mano de obra barata, es decir: Esclavista.

Esta economía algodonera representó una gran ventaja para los filósofos del esclavismo, quienes defendían esta postura respecto a diversas teorías. George Fitzhugh, plantador y abogado de Virginia, decía “(…) la esclavitud, lejos de ser una institución condenable, era tan necesaria como benéfica para la humanidad. Toda la economía del sur estaba montada sobre ella y en ella se originaba, y Fitzhugh argüía que destruir esa institución de la esclavitud sería tanto como destruir la economía y la civilización sudista” 8. Otras personas manifestaban que Dios en la Biblia aprobaba evidentemente la esclavitud, o que el negro, manifiestamente inferior al blanco, había alcanzado “bajo este sistema un grado mucho más alto

7 Savelle, Max, Historia de la Civilización Norteamericana, Gredos, Madrid, 1962, pp. 293 – 294. 8 Ibíd., p. 303.

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de seguridad económica y de desarrollo cultural –incluso un mayor nivel de vida- de lo que podría haber esperado en África. Pues en la plantación había sido provisto de casa, alimento, comodidad, atención médica y la general benevolencia de sus propietarios” 9. John C. Calhoun argumentó frente al congreso que la esclavitud no era algo malo si se comparaba con la condición de los negros que trabajaban en las fábricas del norte, ya que estos poseían muchas menos garantías que los esclavos.

Estas luchas por la abolición de la esclavitud observadas durante todo el siglo XIX han representado fidedignamente cómo la sociedad norteamericana ha tenido a lo largo de su historia un constante debate en torno al estamento “negro”, “afro americano” de la sociedad; proceso que se vislumbrará ya en el siglo XX con la lucha de los derechos civiles por parte de la misma comunidad con el fin de lograr la anhelada igualdad con el resto de la población americana.

9 Ibíd.

El siglo XX y Martin Luther KingEl siglo XX, podríamos caracterizarlo como aquel siglo en el que se suceden los acontecimientos más importantes para el desarrollo de las comunicaciones y la globalización a nivel mundial, permitiendo una interconexión y dependencia entre los distintos territorios que conforman el planeta. Indudablemente, podemos observar ya en siglos anteriores una comunicación más o menos fluida, que daba la oportunidad de tener acceso a distintos lugares, pero precisamente, entrado ya el 1900, hay un proceso de industrialización general que posibilitará el desplazamiento en un mismo país, y también en el ámbito de las tecnologías y las comunicaciones habrá un desarrollo tal, que comenzará a adquirir una importancia destacada la opinión pública, en cuanto al mayor impacto que tendrá en asuntos de diversa índole.

Por lo anterior, podremos decir que a mediados del siglo XX, en Estados Unidos, se vive un fenómeno particular, que repercutirá en el replanteamiento y reformulación de la nación. Tiene que ver en un primer punto, con la etapa de post – guerra en la que se encuentra el país, dado que hacia el año 1945, había finalizado la Segunda Guerra Mundial, con una participación activa, que posicionaría a los Estados Unidos, como una potencia hegemónica en el concierto mundial. Claramente, esto repercutiría en el sentimiento de la población, por constituir un episodio traumático, que habría de repercutir en la forma de pensar el contexto en el que se encontraban. La guerra vivida, también tendrá repercusión en el ámbito internacional, dado que se llevará a cabo la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 1945, con el objetivo de establecer una organización institucional permanente de la comunidad mundial, para que se aceptaran los derechos humanos fundamentales10. El lugar en el que se llevó a cabo dicha operación, fue la ciudad de San Francisco, de los Estados Unidos. Sin embargo, todo el clima que sucedía a este importante acontecimiento, se vería enmarcado en el surgimiento de dos nuevos bloques a nivel mundial, donde a través de distintos principios ideológicos, un sector era precedido por los Estados Unidos, y el otro, por Rusia11.

La nueva realidad que se conformaba, tendría para Estados Unidos, distintas situaciones de competencia con su rival principal; sin embargo, para comprender la reformulación del concepto de nación, debemos abocarnos a lo que constituye la Guerra de Vietnam. Enmarcado en el proceso de la Guerra Fría, posterior a la Segunda Guerra Mundial, tiene que ver con el posicionamiento de las dos grandes potencias que se configuraban posteriores a este acontecimiento. Tiene como característica principal, el que surge del deseo estadounidense de implantar su concepción de mundo, para la estructuración del mismo, a partir de distintas zonas de influencia12. Por tal motivo, consideramos este acontecimiento, de real importancia, debido a que

10 Vs. Savelle, Max, Op. Cit., p. 488. 11 Ibíd., p. 490. 12 Ibíd.

A mediados del siglo XX, en Estados Unidos,

se vive un fenómeno particular, que repercutirá

en el replanteamiento y reformulación de la nación.

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representaba nuevamente un episodio de carácter traumático, con la participación del gobierno estadounidense, que se iniciaba por el año 1956, con el apoyo económico y militar a quien sería nombrado jefe de gobierno del sur de Vietnam, Ngo Dinh Diem, luego de que en una conferencia internacional realizada en Ginebra, en 1954, se decidiera dividir en dos el país, para luego de dos años realizar elecciones y reunificarlo.

Claramente, las intenciones de Estados Unidos, era que las votaciones no se hicieran, lo que condujo al desenlace de la guerra13. Ya para el año 1968, al ver la situación y las batallas a través de la televisión, varias personas empezarían a protestar por la situación en la que estaba sumido su país, y comenzarían a reclamar por su participación en la guerra14. Esto representa, un claro indicio de que los medios de comunicación, cumplirían un rol clave en las manifestaciones pacifistas que surgían al interior del país norteamericano, en cuanto la nueva experiencia histórica en la que se encontraba no era la mejor.

Teniendo presente el contexto general de la época, debemos resaltar el período en el que nos situamos para destacar el discurso político de la comunidad afro americana. Había ya por este tiempo, un creciente proceso de industrialización en el país, que fue fundamental para que se produjera el crecimiento de la urbanización. Si lo observamos bajo estadísticas, hemos de considerar que hacia el año 1920, alrededor del 20% de los estadounidenses habitaba en ciudades; para el año 1950, el 60% las habitaba15. Ciertamente, dicho proceso de asentamientos en lugares urbanos, permitió que las distintas comunidades migraran al interior del país, contando entre ellas a la población negra. El fenómeno particular que se produce con esta población, tiene que ver con que, por ejemplo, por el año 1910, el 89% de la población negra vivía en el sur16. Sin embargo, con la expansión de la industria en el norte del país, trajo una fuerte demanda de la mano de obra cualificada y sin cualificar. Por lo tanto, las oportunidades que se abrían en este

sector del país, fueron, sin duda, atrayentes para mejorar la calidad y el nivel de vida de muchas familias norteamericanas. Lo más característico de este proceso, tiene que ver con que hacia la década del 1920, es posible encontrar un aumento del 64% de población negra en el norte del país. Junto a esto, sucedía que la población negra se esparcía por el norte y el este del país, y así, abandona su histórico centro sudoccidental17.

Particularmente, el caso de la migración de esta comunidad, generaría un progreso en el ámbito social y político; en primer lugar, en el sur, el negro era un individuo calificado como típicamente rural, y habitualmente privado de los derechos de ciudadanía, aún cuando existiese la Decimoquinta Enmienda (ratificación del año 1870, donde se establece que el derecho del ciudadano estadounidense a votar no será negado o disminuido por Estados Unidos o por cualquier Estado, debido a su color, raza, o condición anterior de servidumbre).

Por lo expuesto, la creciente concentración de la población en asentamientos urbanos, contribuiría tanto al desarrollo de la industrialización, la comunicación, y también, en la participación - relativa si se quiere - en los asuntos públicos, a través de derechos políticos, o bien, por medio de la información de lo que sucede en los grandes centros del país. Por tanto, el impacto en la opinión pública de determinados acontecimientos, guarda estrecha relación con la forma cómo se van configurando las ciudades. Otro foco de análisis importante para entender cómo influye la industrialización tiene que ver con la evolución que tiene la familia en Estados Unidos. Entre la población afro americana, que migró a las ciudades, la familia moderna que se va configurando en función de la industrialización, se posibilita el desarrollo de una vida que esté caracterizada por el afecto entre las personas, con la posibilidad de contar con una mayor autonomía, ejerciendo distintos roles tanto el hombre como la mujer, lo que, en definitiva, se diferenciaba del estilo de vida asociado al período de la esclavitud.

13 Vs. Reseña de la Historia de los Estados Unidos, Editado por Howard Cincotta, Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos, 1994, p. 311. 14 Ibíd., pp. 311 – 312. 15 Vs. Degler, Carl, Op. Cit., p. 88. 16 Vs. Degler, Carl, Op. Cit., p. 196.

17 Ibíd.

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No obstante lo anterior, debemos considerar que no siempre la búsqueda de un mejor lugar para trabajar causó beneficios claros para la población afro americana. La creciente migración, generaría, también, el surgimiento de barrios urbanos pobres y congestionados18. Adquiere importancia, además, porque en este período de posguerra los afro americanos se tornan más contestatarios por la discriminación en el servicio militar y en la fuerza de trabajo. Por lo tanto, emergía la idea de luchar por la igualdad racial19. Si bien, esto era lo que sucedía en el norte del país, también en el sur comenzaban a surgir intentos de reivindicaciones, por los pocos - o nulos - derechos civiles y políticos con que contaban20.

En el contexto general que nos encontramos, surgirá la figura de Martín Luther King, quien asumirá la vocería de las constantes protestas de la comunidad afro americana. Destacamos a este personaje, puesto que a través de la historia ha logrado consolidar una imagen de alto impacto producto de las demandas que lideró, y de lo logros - relativos si se quiere - para la comunidad a la que pertenecía, en los Estados Unidos. El discurso político que generará, tendrá como fundamento principal la idea de la no violencia y la desobediencia civil21. Sin duda, son acciones concretas a realizar, pero que se diferencian profundamente con el común de los mecanismos de protesta que han caracterizado a diversos movimientos históricos.

Por lo mismo, consideramos que el haber comprendido el curso de los acontecimientos mundiales y, particularmente, ser conciente del contexto en el que se encontraba el país (política exterior, movimientos reivindicativos) fue el motivo para que estos mecanismos tuviesen un impacto preponderante en este proceso norteamericano. Sin duda, debemos considerar la formación personal que tuvo Luther King, para entender sus planteamientos; ingresó a principio de los años cincuenta en un seminario donde pudo profundizar en los métodos de protesta pacífica formulados por Gandhi, en la experiencia India22. Posterior a esto,

viajaría en 1959 a la India, donde tuvo la posibilidad de compartir con los seguidores del líder espiritual indio, y a partir de allí, comprende que la resistencia pacífica sería un mecanismo fundamental con el que contaban los defensores de los derechos de las minorías23.

Para fundamentar lo anterior, creemos necesario centrar nuestro análisis en el discurso más importante de este movimiento, - y seguramente uno de los más influyentes en la historia de los Estados Unidos - que es el llamado “Tengo un sueño”, pronunciado el 28 de agosto de 1963 en el Monumento Lincoln, en Washington24. Consideramos este discurso como el crisol de un proceso más amplio, que sucedía a más de doscientos discursos antes pronunciados, en diferentes lugares del país25. Uno de los aspectos que más se le reconoce a la figura de Martin Luther King, tiene que ver con la habilidad que tenía de dirigirse ya sea a los fieles de una iglesia, a los líderes políticos, a las audiencias masivas o bien, a la audiencias más ilustrada. Esto es representativo del potencial articulador y congregador que tuvo este personaje, y que es fue fundamental para iniciar un proceso de reformulación de los códigos sociales y políticos que había hasta este período.

En su estructura, el discurso, hace referencia a los logros legales que se había logrado con la Proclama de la Emancipación, pero los cuales, aún no tenían su concreción en la realidad, puesto que la comunidad negra seguía careciendo de aquellos derechos más fundamentales, tales como el derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad26. Posterior a este fragmento, reconoce el autor la urgencia del momento que se esta viviendo, reclamando por tanto el legítimo derecho de la comunidad negra a obtener los derechos de ciudadano. Además, deja en claro un discurso inclusivo en la sociedad norteamericana, en cuanto destaca la importancia que tiene la comunidad blanca en este proceso de lucha27.

Lo expresado anteriormente, deja en claro la necesidad histórica que se presenta en la realidad

18 Vs. Reseña de la Historia de los Estados Unidos, Op. Cit., p. 298. 19 Ibíd. 20 Ibíd., p. 299. 21 Ibíd., p. 319. 22 Vs. Los discursos del poder. Palabras que cambiaron el curso de la historia, Ed. Belacqua, Barcelona, 2004, p. 265.

23 Ibíd. 24 Ibíd. 25 Ibíd. 26 Ibíd., p. 266. 27 Ibíd., pp. 267 – 268.

En el contexto general que nos encontramos, surgirá la

figura de Martín Luther King, quien asumirá la vocería de

las constantes protestas de la comunidad afro americana.

Uno de los aspectos que más se le reconoce a la figura de

Martin Luther King, tiene que ver con la habilidad

que tenía de dirigirse ya sea a los fieles de una iglesia,

a los líderes políticos, a las audiencias masivas o bien, a la audiencias más ilustrada. Esto es representativo del potencial articulador y congregador que

tuvo.

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estadounidense que, dadas las circunstancias, propician que las demandas de la comunidad afro americana, constituyan un cuestionamiento y reformulación del sentido que, hasta ese instante, tenía la nación norteamericana. Indudablemente, era insoslayable el contexto al interior de Estados Unidos; por tanto, los tiempos que se vivían daban pie a que las cosas cambiasen.

Había un clima especial que reflejaba nuevos ideales y sentimientos que, poco a poco, irán contribuyendo a generar un ambiente especial para que haya específicamente una inclusión, y un desarrollo común de la sociedad norteamericana, teniendo en consideración a aquellos grupos, como la comunidad negra, que fueron postergados constantemente. Sin embargo, para que este nuevo ambiente generado se aprovechase, era fundamental que los grupos demandantes, como lo eran los afros americanos, articularan un discurso abarcador e inclusivo; de lo contrario, a partir de discursos amparados en principios de “resistencia” o “radicalizaciones”, sería muy complicado generar el replanteamiento necesario de la sociedad estadounidense. Un ejemplo de lo expuesto, es lo que observaremos con los movimientos más radicales que surgen entre la comunidad negra, que no tendrán ningún asidero y sustento en la realidad que se venía dando en los Estados Unidos.

Por lo dicho, es fundamental considerar la última parte del discurso pronunciado por Luther King. Reafirma la necesidad de continuar en conjunto con la disputa de sus derechos. Deja en claro que, mientras no existan los mismos derechos para negros y blancos, no debiesen estar satisfechos de la situación imperante28. Luego, pronunciaría algunos de los párrafos más inspiradores y reveladores, en cuanto se refiere a la esencia y naturaleza misma de la lucha de los derechos civiles, de las intenciones y deseos de la comunidad negra:

“Yo les digo hoy, mis amigos, aunque enfrentemos las dificultades de hoy y de mañana, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño que está profundamente enraizado

en el sueño americano. Tengo el sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de

sus creencias: nosotros sostenemos esas verdades que son evidentes en donde todos los hombres son creados sin

diferencia alguna” 29.

“Yo tengo el sueño de que un día en las rojas montañas de Georgia los hijos de esclavos y los hijos de los

antiguos dueños de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Tengo el sueño de que un día, incluso el estado de Missisipi, calcinado por el calor de la injusticia, calcinado por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y

justicia” 30.

“Tengo el sueño de que mis cuatro hijos vivan en una nación en donde no serán juzgados por el color de la piel

sino por la conducta de su carácter” 31.

Observamos aquí un claro deseo, a partir de la comunidad afro americana, particularizada en la vocería de Luther King, de generar en los Estados Unidos un nuevo sentido de nación, de comunidad y sociedad, que tenga como principales ejes articuladores, los principios de la inclusión, del respeto y tolerancia hacia los integrantes de la comunidad negra. Sin duda, hay una contribución indiscutible al proceso de transformación dentro de la sociedad norteamericana, en cuanto la comunidad afro americana, a partir de sus demandas particulares de inclusión, da cuenta de un proceso más amplio, donde convergen diferentes grupos étnicos y culturales que abogarán por un mejor trato, a partir del reconocimiento de ciertos derechos civiles. Es primordial comprender la realidad estadounidense, a través de su configuración social y cultural, dado que habrá en ella una vasta cantidad de grupos humanos con orígenes, intereses, y formas de comportamiento totalmente distintas.

La “revolución negra”32, expresada a través de diferentes tácticas como la lucha no – violenta, la resistencia pacífica, la desobediencia civil, planteó un desafío importante tanto a la sociedad civil norteamericana, como al gobierno de dicho país.

28 Vs. Los discursos del poder. Palabras que cambiaron el curso de la historia, Op. Cit., p. 268.

29 Ibíd. 30 Ibíd., p. 269. 31 Ibíd. 32 Vs. Bosco, Teresio, Martín Luther King. Mártir de los derechos del hombre, Ed. Salesiana, Santiago de Chile, 1994, p. 12.

La “revolución negra”32, expresada a través de diferentes tácticas como la lucha no – violenta, la resistencia pacífica, la desobediencia civil, planteó un desafío importante tanto a la sociedad civil norteamericana, como al gobierno de dicho país.

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Existía la necesidad de tomar en consideración dicho movimiento, puesto que el clima generado en torno a él y, debido a otros elementos externos que contribuyeron al desarrollo de un ambiente ideal para la instalación de demandas comunes en la sociedad, propiciarían la presencia de una realidad social particular que no podía ser negada.

En este sentido, es importante tener en cuenta que, paulatinamente, se irá dando respuesta a las demandas afro americanas, aún cuando el que se votasen leyes, no significaba necesariamente su cumplimiento inmediato. Algunos de los hitos más fundamentales en este sentido, tienen que ser entendidos a través de un proceso lento, que implica pequeños cambios en un comienzo, pero que marcará la pauta general para el proceso global del replanteamiento en torno al rol de la comunidad negra en la sociedad norteamericana. Así, observamos, en un primer momento, que pese a que de acuerdo a la 15ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, donde se les garantizaba el derecho a voto, se lograba neutralizar la ley mediante un impuesto sobre el sufragio, o bien, con la aplicación de exámenes de lectura y escritura. Para tal caso, en el año 1957, se promulgará la Ley de Derechos Civiles, la cual autoriza la intervención federal en los casos en que a los afro americanos se les negara la oportunidad de votar.

Sin embargo, es preciso señalar que continuaba teniendo vacíos legales. Ante esta situación, el movimiento insiste, logrando en el año 1960 la Ley de Derechos Civiles, con sanciones más severas, a pesar de que no permitía a los funcionarios federales que registraran a los negros en calidad de votantes33. Por este período, se dictarán diferentes recursos legales que darán cuenta de la creciente importancia que adquiere la comunidad negra al interior de los Estados Unidos. Así, observamos hacia el año 1964, la Ley de Derechos Civiles, donde se prohibió la discriminación en todos los alojamientos públicos34, práctica muy generalizada que también se traducía en la segregación de blancos y negros en escuelas y autobuses, prácticas que ya habían sido depuestas

en los años 1954 y 1955 respectivamente, a partir de demandas propias de los afro americanos35. Como última beneficio legal que se les otorga, se encuentra la Ley de Derechos de los Votantes, en el año 1965. Aquí, se le da autoridad al gobierno federal para asignar examinadores, cuyo deber es registrar a los votantes en los lugares donde los funcionarios les negaban el registro a los negros36. Esto, tuvo una clara implicación en cuanto se reestructuró la masa votante, lo que se refleja en datos estadísticos que señalan que al año siguiente a la promulgación de esta ley, hubo un registro de 400.000 negros, en el extremo sur, para votar; y hacia el año 1968, constaba con un millón de registrados, sumado al aumento sustancial en el aumento de la cantidad de funcionarios negros elegidos37. Con esto, damos cuenta de los diversos progresos que hubo en materias legislativas a favor de la población afro americana, durante las décadas en las que se inserta el movimiento de resistencia pacífica de la comunidad negra, liderado por Martín Luther King.

Ahora bien, podemos reconocer la importancia de este movimiento liderado por Luther King, dentro del contexto norteamericano, en cuanto a pesar del apoyo manifiesto de gran parte de la población, surgirán movimientos en la década de los 60 desde los propios afro americanos que pretenderán radicalizar la postura de la comunidad, en vista de que los logros que habían alcanzado, eran consideramos como parte de un proceso muy lento y que, además, no respondían a todas las pretensiones que tenían.

Con esta radicalización, se pretende la separación, por parte de la raza negra, de su símil blanca, lo cual indudablemente contribuye a que no se genere un proceso efectivo de integración y cooperación entre estos grupos humanos, que, lógicamente, no se correspondía con los objetivos fundamentales de lo que se venía haciendo. A lo anterior, hemos de agregar el fatídico acontecimiento del año 1968, que fue el asesinato del principal articulador de las demandas afro americanas, Martín Luther King.

33 Vs. Reseña de la Historia de los Estados Unidos, Op. Cit., p. 301. 34 Ibíd., p. 320.

35 Ibíd., pp. 299 – 300. 36 Ibíd., p. 320 37 Ibíd.

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Reconociendo esta realidad, y a pesar de lo que sucede en los hechos, cabe destacar que se logra imponer un discurso pacífico en la práctica, en cuanto se tiende a la integración de la población afroamericana a través de recursos legales (leyes civiles), que incidirán en la forma cómo se ve esta comunidad y cómo efectivamente repercute en el desarrollo del país. No es azar que en la actualidad presenciemos cada vez más el posicionamiento político, con personajes importantes interesados en ocupar cargos públicos, que provengan de un sector racial permanentemente excluido en el pasado.

Sumado a lo anterior, es fundamental tener conocimiento acerca del contexto particular en que se desarrollan dichos acontecimientos. Esto, puesto que en este período se configura fundamentalmente el escenario social, político, cultural, demográfico en Estados Unidos, que lo caracterizará hasta la actualidad, en cuanto otorga facultades legislativas para la comunidad afroamericana, aún cuando las condiciones de vida no sean las óptimas, y persistan resabios de la consabida discriminación contra ellos. También, encontramos por los mismos años, el surgimiento de diferentes movimientos, donde encontramos el que se establece en favor de la mujer, donde aumentó el número de las mujeres casadas que ingresaron a la fuerza de trabajo. Otro es el movimiento de los latinos, luego de la segunda guerra mundial, quienes no tenían capacitación laboral y eran analfabetos, trabajaban en labores agrícolas y en faenas de recolección y cosecha; se les explotaba con crueldad en algunos casos. Por último, el de los nativos norteamericanos, ante una medida del gobierno en la década del 50 de sacarlos de sus lugares donde vivían y llevarlos a ciertas ciudades para que se asimilaran a la corriente dominante en el país38.

38 Vs. Reseña de la Historia de los Estados Unidos, Op. Cit., pp. 322 - 325

Una nueva nación americana.

La importancia del discurso político-social realizado por Martin Luther King en el año 1963 en la conformación de una nueva nación estadounidense es determinante y fundamental para poder comprender la total inclusión del elemento afro americano en la vida civil del Estado norteamericano. El discurso emanado por el ministro de Georgia de carácter “no violento” que impulsaba a la unidad de la nación americana en la que todos nacían iguales pero que vivían con marcadas diferencias; resaltó, tal como Hugh Seton-Watson señalara, que el fenómeno de la nación, si bien no puede ser definido “científicamente”, éste ha existido y existe. La nación, aquellos factores comunes que postulase Jaques Maritain, se va construyendo día tras día en los diferentes estados en los que se observa el rol de una comunidad para poder gobernar.

La importancia de los simbolismos, generalmente impuestos por el Estado (oligárquico), cobra una real relevancia para poder formar los sentimientos de comunidad en los que se establece un Estado. Sin embargo, no son sólo los simbolismos, los que determinan la conformación de una nación; sino también el rol de los discursos políticos que pueden ser impulsados por diferentes personajes de la historia que conllevaran a meditación, a repensar la idea de nación en un Estado-nación; siendo Estados Unidos un claro ejemplo de ello.

La lucha por la igualdad de derechos por parte de la comunidad afro americana ha presentado durante la historia de Estados Unidos una suerte de proceso transversal en donde se ha luchado, en una primera instancia, por la abolición de la esclavitud (Abraham Lincoln. 1863); posteriormente, tras la proclamación de la emancipación, se ha luchado porque se haga efectivo en la práctica lo que se ha impulsado en la teoría de Lincoln con el gobierno federado. El siglo XIX estuvo marcado por las luchas sociales reivindicativas sostenidas por importantes referentes de la lucha por los derechos civiles, en un contexto complicado marcado por la división de los del Norte con los del Sur, y el rol de la esclavitud en cada uno de ellos. En tal centuria, dichos referentes

La importancia del discurso político-social realizado por Martin Luther King en el año 1963 en la conformación de una nueva nación estadounidense es determinante y fundamental para poder comprender la total inclusión del elemento afro americano en la vida civil del Estado norteamericano.

La nación, aquellos factores comunes que postulase Jaques Maritain, se va construyendo día tras día en los diferentes estados en los que se observa el rol de una comunidad para poder gobernar.

No son sólo los simbolismos, los que determinan la conformación de una nación; sino también el rol de los discursos políticos que pueden ser impulsados por diferentes personajes de la historia que conllevaran a meditación, a repensar la idea de nación en un Estado-nación; siendo Estados Unidos un claro ejemplo de ello.

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impulsarán la lucha por los derechos por medio de importantes discursos políticos que atacarán el rol verdadero que debía poseer la comunidad afro americana.

Cien años más tarde de la Proclamación de Emancipación elaborada por Abraham Lincoln, en una de las escenas más simbólicas en la historia de Estados Unidos, Martin Luther King promulgo lo que sería “su” sueño plasmado en el sueño americano ante miles de estadounidense que añoraban que por fin se soltaran las amarras a las cuales el “negro” estaba aún encadenado. Luther King señalaba en aquel 28 de Agosto de 1963 como había sido, para su comunidad afro americana, un rayo de luz la Proclamación de Emancipación elaborada por Lincoln; sin embargo dejaba claro que ese rayo de luz, de esperanza, no ha tenido sus frutos en cien años; y declaraba que ahora era el momento para luchar por lo que era justo, por lo que los mismos valores americanos de la fundación de la nación habían proclamado: la libertad y la igualdad.

Para ello Luther King en su vida estableció la importancia de cuestionarse en Estados Unidos por el verdadero rol de la comunidad afro americana. El contexto era totalmente distinto al vivido en el siglo XIX, el siglo XX se presentaba como el momento para poder hacer realidad los sueños de muchos miembros de la comunidad afro americana, como lo era Martin Luther King.

El discurso político emanado por Luther King estableció importantes puntos en los que había que cambiar la sociedad norteamericana con respecto al elemento afro americano. El momento había llegado para impulsar una verdadera lucha por los derechos civiles del “negro”, siendo necesario, incluso, ir a la cárcel juntos con tal de transformar la situación apremiante en la que vivía un importante sector de la nación estadounidense. Nación estadounidense que verá trastocada, por medio de un potente discurso político-social de “no violencia” y “desobediencia civil”, sus elementos a partir de su propia esencia

de libertad e igualdad con la que siglos anteriores se había fundado el “país de la libertad”.

A tal nación habrá de agregársele, a partir de los años posteriores a lo impulsado por Luther King, un nuevo elemento que había tenido una vital importancia para la sociedad norteamericana, sobre todo en materia económica; pero que nunca había sido tomado en cuenta en materia civil al no poseer una igualdad de derechos con el resto de la nación estadounidense: la comunidad afro americana. Décadas más tarde se ha observado un auge importante en la lucha que ha sostenido la comunidad afro americana por consolidar sus derechos, aun cuando ésta se ha visto mermada, hasta el día de hoy, por la siempre mal intencionada “inferioridad de la raza” y la consiguiente discriminación hacía el “negro”; sin embargo esta lucha ha encontrado frutos importantes que en el día de hoy han de observarse como algo impensado en los tiempos anteriores al sueño iniciado en 1963: la candidatura a la presidencia de la nación estadounidense por parte de un afro americano, Barack Obama. Para quien la figura de Luther King y su lucha por los derechos de igualdad y libertad de la comunidad afro americana cobra una relevancia muy importante.

“Y es esa promesa la que hoy, hace cuarenta y cinco años, trajo a estadounidenses de cada rincón del país

a unirse en una explanada en Washington, ante el Lincoln Memorial, para escuchar a un joven ministro

de Georgia hablar de su sueño.Los hombres y mujeres ahí reunidas podrían haber escuchado muchas cosas. Podrían haber escuchado

palabras de rabia y discordia. Se les podría haber dicho que sucumbieran a sus miedos y a la frustración por

tantos sueños postergados.Pero lo que la gente escuchó –gente de todos los credos y colores, de todas las clases sociales – es que en Estados Unidos nuestro destino se encuentra inextricablemente

unido. Que juntos nuestros sueños pueden ser uno.“No podemos caminar solos,” dijo el ministro. “Y al caminar deberemos jurar que siempre habremos de marchar hacia el frente. No podemos retroceder” 39.

39 Vs. sitio web http://haciaelvoto2008.com/voto2008/?page_id=691

El discurso político emanado por Luther King estableció

importantes puntos en los que había que cambiar la sociedad

norteamericana con respecto al elemento afro americano.

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La comunidad afro americana había encontrado con el discurso de Luther King un lugar en la sociedad estadounidense del cual nunca más habría de salir; sería de ese momento en que Luther King (I’m a man!!) establecería un rol de la comunidad afro americana que marcaría hasta el día un derrotero capaz de cambiar la concepción de una “nación americana” por una “nueva nación americana” con la presencia definitiva, en todos sus ámbitos, de la comunidad afro americana; y que hoy con las palabras de Obama como: “Now it’s the time” o “We need a change”; hacen resonar lo ocurrido en el Lincoln Memorial hace más de 45 años, con la génesis de este proceso que hizo conformar, por medio del discurso político, una “nueva nación estadounidense”.

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La comunidad afro americana había encontrado con el discurso de Luther King un lugar en la sociedad estadounidense del cual nunca más habría de salir.

Luther King (I’m a man!!) establecería un rol de la comunidad afro americana que marcaría hasta el día un derrotero capaz de cambiar la concepción de una “nación americana” por una “nueva nación americana” con la presencia definitiva, en todos sus ámbitos, de la comunidad afro americana.

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La definición de ciudadanía en ChileDiscusión y contexto

Vicente Espinoza. Investigador Instituto de Estudios Avanzados

Universidad de Santiago de Chile

Sección “El Árbol”

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En las últimas décadas, el concepto de ciudadanía ha cobrado peso para interpretar los procesos de inclusión y exclusión en diversas sociedades. Tal aplicación se presta a confusiones pues su rango abarca, desde su perspectiva más restrictiva, la pertenencia al estado nacional, pero también se aplica en un sentido amplio a la membresía en comunidades y otras categorías sociales. En estos casos resulta difícil encontrar lo específico de la ciudadanía frente a conceptos sociológicos como rol o integración social. Los años 1990 vieron resurgir con vigor el debate sobre la ciudadanía en la filosofía política, después de dos décadas en las cuales el debate entre liberales y comunitaristas había marcado la pauta (Kymlicka/Norman 1997). En esta década se diagnostica una crisis de la democracia representativa, entre cuyas señales se contaba “la creciente apatía de los votantes, la crónica dependencia de los programas de bienestar en los Estados Unidos, el resurgimiento de los movimientos nacionalistas en Europa del Este, las tensiones creadas por una población crecientemente multicultural y multi-racial en Europa occidental, el desmantelamiento del Estado de bienestar en la Inglaterra thatcheriana, el fracaso de las políticas ambientalistas fundadas en la cooperación voluntaria de los ciudadanos,” (Kymlicka y Norman 1997).

En el marco del debate entre liberalismo y comunitarismo, el concepto de ciudadanía prometía combinar las exigencias de justicia y pertenencia comunitaria en el fortalecimiento del régimen democrático representativo. De hecho, ciudadanía posee vínculos tanto con las ideas de derechos individuales como con la pertenencia a una comunidad, por lo que era un concepto obvio para hacer de bisagra. El artículo propone una revisión teórica del concepto de ciudadanía, recuperando elaboraciones de la filosofía política, para luego pasar al examen histórico de su uso en Chile. El interés del artículo reside en desbrozar el campo específicamente político para el uso del término, estableciendo parentescos y diferencias con sus aspectos sociales.

1. El Campo Conceptual de la Ciudadanía

¿Qué es la ciudadanía? Lejos de haber una respuesta correcta, lo que se encuentra planteado es un problema, precisamente porque la ciudadanía establece una frontera móvil de derechos y obligaciones. La presentación del concepto de ciudadanía pone las formulaciones de los gestores de políticas públicas y de los ciudadanos mismos en el contexto de las discusiones intelectuales respecto del tema de la ciudadanía.

El concepto corriente de ciudadanía es tributario de las formas de relación política que surgen con la modernización y que se expresa como un vínculo político entre iguales en la construcción de los estados nacionales. En su origen, la ciudadanía expresa en el plano político las formas igualitarias e individualistas de relación entre individuos liberados de sus filiaciones estamentales y corporativas. La ciudadanía se funda como contrato entre hombres libres para garantizar sus derechos; el ciudadano no define su condición política desde la esfera privada, pues no es padre, hijo o cónyuge; ni tampoco en su condición social, ya que tampoco es propietario o trabajador (Vermeren 1999). De aquí que el espacio del ciudadano sea por antonomasia el espacio público donde se ejerce la actividad política.

Formalmente la ciudadanía establece un estatuto unitario por el cual todos los ciudadanos son iguales en derechos y obligaciones. La igualdad jurídica por si sola no garantiza que todos los miembros de una sociedad sean tratados de la misma forma, a no ser que sus derechos sean garantizados desde el sistema político. La frontera entre la igualdad jurídica y la desigualdad social no está definida formalmente, sino que es un resultado históricamente específico. La tensión entre desigualdad social e igualdad formal plantea una permanente dinámica de inclusión de nuevos derechos, ya que un individuo o asociación puede reclamar la intervención coactiva del estado en su favor para hacer efectivos sus intereses (Weber 1997:255).

El establecimiento de un estatuto de ciudadano no garantiza por si solo la desaparición de las

En las últimas décadas, el concepto de ciudadanía ha cobrado peso para interpretar los procesos de inclusión y exclusión en diversas sociedades.

En el marco del debate entre liberalismo y comunitarismo, el concepto de ciudadanía prometía combinar las exigencias de justicia y pertenencia comunitaria en el fortalecimiento del régimen democrático representativo.

Formalmente la ciudadanía establece un estatuto unitario por el cual todos los ciudadanos son iguales en derechos y obligaciones.

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desigualdades sociales, sino que su dinámica histórica como sistema jurídico y político da cuenta de la articulación y equilibrio de los intereses de los grupos sociales. El concepto de derecho refleja la frontera cambiante entre la inclusión y exclusión de las diferencias sociales en el marco del sistema jurídico y político. El problema del sistema político con relación a la ciudadanía consiste en establecer instituciones que garanticen que ningún individuo o grupo social utilice los conceptos que definen el interés general en función de los suyos propios. La participación en el sistema político puede contribuir, ciertamente, a modificar las condiciones sociales a favor de un grupo particular, pero ello no debe llevar a concluir que el sistema político sea la representación directa de los intereses corporativos de la sociedad.

Que la igualdad jurídica sea un arreglo histórico no autoriza a suponer que las instituciones públicas sean la expresión directa de los grupos de interés. El espacio público se constituye a partir de relaciones sociales de cooperación y conflicto pero es más que esa red social. El espacio público es una construcción de sentido que identifica bienes públicos que expresan intereses comunes. La desigualdad social puede continuar existiendo, pero ello no afecta la definición de ciudadanía como un espacio público donde está garantizada la igualdad jurídica, con derechos y deberes iguales para todos. La desigualdad social entra a través del reconocimiento de nuevos “sujetos de derecho” o bien en las operaciones de ejercicio de derechos.

La definición de los sujetos de derechos es el punto en el cual el conflicto social está más cercano de la política. En este caso, la pregunta a responder es si acaso algún grupo social debe poseer derechos específicos, distintos a los que son reconocidos a todos los ciudadanos. Por ejemplo, la lucha feminista por el reconocimiento de derechos específicos para las mujeres llevó en Chile a una modificación a la Constitución Política, de forma que reconociera explícitamente la igualdad de hombres y mujeres. Otro tanto ocurre hoy con los

mapuche que reclaman su reconocimiento como nación. La movilización de nuevos “sujetos de derecho” requiere por lo tanto identificar un actor social cuyos derechos no hayan sido reconocidos por el estado; desde aquí hay un largo camino hasta el reconocimiento constitucional o legal de sus derechos. Este tipo de iniciativas puede involucrar la politización de instancias previamente ajenas al juego institucional.

Lo anterior puede parecer demasiado formal, pues tampoco el reconocimiento de derechos garantiza que ellos sean ejercidos. Por ejemplo la igualdad constitucional entre hombres y mujeres, no tiene como consecuencia directa la reducción de las diferencias de salarios entre hombres y mujeres, aplicando el principio a igual trabajo igual remuneración. Ello indica que subsiste en el plano social una asimetría de poder que permite a un grupo desconocer los derechos de otro. No obstante, aun cuando la desigualdad de poder existe en el plano social, las instituciones públicas democráticas se construyen para prevenir que esta desigualdad no pueda ejercerse desde el Estado; más aún, el deber del Estado es garantizar que se cumpla la igualdad jurídica de los individuos.

Las políticas públicas y sus instituciones expresan habitualmente el rango de reconocimiento que el Estado otorga a los derechos de sus ciudadanos. El predominio del componente institucional en la política pública supone que los sectores involucrados han reconocido una arena común y han definido las reglas que rigen la operación; de esta forma, la política pública opera como “señal” de las garantías de inclusión ciudadana. Por ello puede entenderse el impacto negativo de una mala política pública (como el cambio en el sistema de transporte público en Santiago) sobre la legitimidad de los gobiernos, pero también de las instituciones democráticas. Por contraste, las políticas más inclusivas (como el Plan AUGE) tienden a incrementar la legitimidad de las instituciones democráticas. En la Unión Europea las políticas de “cohesión social”, por ejemplo, se basan en la titularidad plena de derechos.

La definición de los sujetos de derechos es el punto en el

cual el conflicto social está más cercano de la política.

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El reconocimiento de los derechos y obligaciones que consagran una voluntad colectiva debe aplicarse sobre una realidad social donde existen desigualdades. El problema más complejo que plantea la dinámica entre igualdad jurídica y desigualdad social consiste en que para hacer efectiva la igualdad de derechos y obligaciones el sistema político debe garantizar derechos diferenciados de acuerdo con la condición social. Por ejemplo, los ancianos pueden tener preferencia para algunos trámites en servicios públicos o pasajes rebajados en la locomoción colectiva. Ahora bien, las políticas que el sector público aplica en un contexto histórico son expresiones de principios generales que representan al conjunto de la sociedad. Ahora bien, elevar políticas específicas o demandas de grupos al nivel de derechos generales –como se hace habitualmente en nombre de la ciudadanía social– equivale a suponer que situaciones particulares sean inmutables.

En suma, la ciudadanía define los términos de inclusión, por cuanto refiere a los derechos y obligaciones de los miembros de una comunidad política, generalmente un estado nacional. Por esta razón es más propio hablar de las relaciones entre los individuos y el estado que los individuos y la sociedad, a fin de no confundir la ciudadanía con relaciones sociales que involucran desigualdades institucionalizadas. En este último caso, la ciudadanía no se diferenciaría de lo que los sociólogos llaman integración social. La sociedad es una hipótesis sobre un orden que trasciende la experiencia individual, mientras que la ciudadanía es una norma que establece la igualdad jurídica de los individuos, a la vez que las obligaciones a las cuales se somete en virtud de tal igualdad.

2. Derechos y desigualdad social. El caso europeo

El “modelo europeo” de bienestar social, más allá de las diferencias entre países, tiene como elemento común la titularidad plena de derechos para los miembros de esa comunidad1. El soporte teórico de este enfoque se encuentra en el trabajo de Marshall, publicado en 1949, quien establece la conocida tipología históricas que plantea una progresión desde los derechos civiles instituidos en el siglo XVIII, a los derechos políticos en el siglo XIX y los sociales, propios del siglo XX. Cada tipo de derecho se corresponde con instituciones características: los tribunales de justicia, el parlamento con el gobierno y los servicios educativos, respectivamente.

El planteamiento de Marshall (1965) buscó mostrar que era posible superar las desigualdades sociales en el marco de un régimen democrático, introduciendo para ello el concepto de derechos sociales. En el marco de la guerra fría este planteamiento aparecía diametralmente opuesto a la filosofía de los regímenes socialistas. Para Marshall (1965) el ejercicio pleno de los derechos civiles y políticos depende del desarrollo de los derechos sociales; la libertad de expresión, por ejemplo, no puede ejercerse plenamente sin acceso a la educación. De esta forma, la expresión plena de la ciudadanía requería de un estado benefactor. En palabras de Castel (1995:492), el Estado social venía ser una extensión del Estado nacional, que se convierte así en el conductor del progreso.

En este marco, el Estado viene a constituirse como un seguro contra los riesgos que amenazan la cohesión social (Castel 1995:299). El Estado de bienestar vino a reemplazar mecanismos de solidaridad informal ya agotados a mediados del siglo XX de una forma que constituye y garantiza la cohesión social. El modelo adoptado fue el de la socialización de intereses, que constituye una forma de solidaridad para protegerse de riesgos, cuyo mecanismo preferente es el seguro. Para Castel (1995) la decadencia del régimen de salariado lleva a una crisis el modelo de cohesión social europea, pues altera completamente los supuestos sobre los cuales se había constituido el estado benefactor,

1 La generalización “modelo social europeo” es una simplificación ya que se pueden encontrar variantes dentro de Europa, no obstante sus rasgos comunes.

El reconocimiento de los derechos y obligaciones que consagran una voluntad colectiva debe aplicarse sobre una realidad social donde existen desigualdades.

En este marco, el Estado viene a constituirse como un seguro contra los riesgos que amenazan la cohesión social.

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que podía sostenerse mientras el crecimiento económico asegurara pleno empleo y movilidad social ascendente (Castel 1995:407).

Aparte de las dificultades propias del Estado de bienestar, el concepto de ciudadanía subyacente al planteamiento de Marshall (1965) también fue objeto de crítica a partir de los años 1980. El Estado benefactor que aseguraba la cobertura de los derechos sociales había llevado a la pasividad y la dependencia, más que a la democracia; para los grupos de derecha se trataba directamente de una servidumbre. El debate de fondo se refiere a si la condición de ciudadano tiene como requisito la exigencia de una responsabilidad individual en cuanto a la necesidad de mantenerse económicamente. Desde la izquierda se aceptaba la presencia de derechos junto con obligaciones, aunque se planteaba que las responsabilidades podían exigirse sólo una vez que los derechos de participación estaban asegurados (Kymlicka y Norman 1997). El problema que se plantea al exigir los derechos sociales antes de la participación política es la ausencia de interés en los asuntos públicos, vale decir el desarrollo de una ciudadanía pasiva o recepticia, afincada exclusivamente en el “derecho a tener derechos”. La crisis de legitimidad de la democracia representativa llevó a pensar que no bastaba con el funcionamiento de las instituciones políticas para contrarrestar el ejercicio privado del poder (Kymlicka 2002). El Estado requería la colaboración de los ciudadanos –una cierta virtud cívica-- para implementar efectivamente las políticas públicas; por ejemplo, no es posible proteger el medio ambiente si los ciudadanos no realizan prácticas acordes. De aquí la relevancia que cobran las responsabilidades, lealtades y roles de los ciudadanos en el análisis de la calidad de los gobiernos, como lo mostrara Putnam (1993) para el caso de Italia. La teoría de la ciudadanía buscaba establecer prácticamente cómo ciudadanos activos, informados y responsables podían resolver sus desacuerdos, logrando promover y mantener las instituciones democráticas (Kymlicka 2002).

3. Visión Histórica de la Ciudadanía en Chile

El espacio de la ciudadanía comprende la mediación entre la vida cotidiana y la lógica del sistema político, donde se constituyen las prácticas de sujetos investidos de derechos y deberes (PNUD 2000:173). La identificación de un espacio público que media lo social y lo político supone autonomía entre estos dos componentes. De aquí que la identificación de las condiciones para el ejercicio de la ciudadanía suponga la crítica de formas de participación a través de “pactos clientelares” como es propio del populismo (PNUD 2000:180). La concepción de ciudadanía social tiene resabios de corporativismo o populismo, pues supone que los derechos de los actores sociales se representan directamente en el sistema político, sin mediación institucional.

La autonomía del sistema institucional es la condición para cumplir con el requisito de igualdad jurídica. En este sentido cabe revisar las tipologías construidas a partir de investigaciones históricas de otros contextos, que plantean una progresión natural desde los derechos civiles a los políticos y los sociales (Marshall 1965). La aplicación de un concepto como ciudadanía en el caso de Chile requiere revisar con cuidado la dinámica histórica de la construcción del Estado nacional.

El estado chileno del siglo XIX estaba lejos del ideal de orden impersonal y abstracto que indicaba su ideario liberal. De acuerdo con el análisis de Góngora (1981), el Estado chileno es poco más que un instrumento de la aristocracia. La idea misma de ciudadanía está subordinada al autoritarismo. Góngora (1981:22) cita la conocida carta de Domingo Santa María hacia fines de la década del 80: “Entiendo el ejercicio del poder como una voluntad fuerte, directora, creadora del orden y de los deberes de la ciudadanía. Esta ciudadanía tiene mucho de inconsciente todavía y es necesario dirigirla a palos”. La democracia más plena se reconocía como un objetivo deseable, pero, tal como lo había hecho Portales, se la dejaba para un momento futuro no especificado.

La aplicación de un concepto como ciudadanía en el caso de Chile requiere revisar con cuidado la dinámica histórica de la construcción del Estado

nacional.

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El único derecho plenamente reconocido y cautelado era el derecho a la propiedad que, tal como en la Europa del siglo XVIII, determinaba el acceso a los derechos políticos. El derecho a la propiedad no establece o garantiza el acceso o posesión, sino que permite adquirirla cuando así se puede y la protege cuando se la tiene. De aquí que en esa época, las conceptualizaciones sobre los derechos políticos y sociales estén presos en la dicotomía social entre propietarios y no propietarios, sin tematizar la autonomía de la esfera política o incluso la jurídica.

Hacia fines del siglo XIX, las limitaciones a la ciudadanía son conceptualizadas sin distinguir la autonomía de la esfera política. En consecuencia, el debate sobre la “cuestión social” se plantea en términos clasistas: como miedo a la revolución social, que no es sino una “vuelta de la tortilla”, donde los sectores sociales hasta entonces excluidos cobran su venganza. Aun la ampliación de la ciudadanía en los años 1920 puede leerse con un indudable sello conservador y autoritario. El objetivo que persiguen Arturo Alessandri o Carlos Ibañez no es otro que controlar un creciente descontento social. De hecho, la mayor parte de las “conquistas sociales” fueron establecidas y consolidadas durante el Gobierno Militar de Ibañez (1927-1931), como una forma de lograr el “avance social dentro del orden” (Pizarro 1987, Salazar/Pinto 1999).

La concepción clasista del conflicto político tendrá otras expresiones. Una parte de la izquierda chilena va a concebir que la dominación social se expresa directamente en el Estado, por lo cual el conflicto político podía y debía resolverse a través del conflicto social. Otra expresión de esta visión económica de la política son las ideas de representación política basada en los gremios, que cubre un amplio espectro ideológico en los años 20 (Góngora 1981:80). Todas ellas tienen en común el concebir que la esfera política carece de autonomía respecto de la social. La dinámica política de la época justificaba este tipo de diagnósticos, pero este es un análisis sociológico, que constata los

mecanismos de dominación para deducir de su reversión una estrategia política.

El debate sobre la cuestión social en el Partido Radical a principios de siglo aparece como la primera formulación que otorga autonomía a la esfera política, de forma que el requisito de igualdad jurídica que reclama la ciudadanía puede coexistir con la desigualdad social (sigo aquí a Góngora 1981). De acuerdo con Valentín Letelier, el estado debe proteger a los socialmente más débiles, aún a costa de limitaciones a la libertad individual, porque entre los débiles ocurre la paradoja que “la libertad oprime y la ley libera”. La originalidad de la operación intelectual que implica esta conclusión, consiste en desplazar la resolución de las desigualdades desde el campo social al campo político. La dominación que se ejerce en las relaciones sociales no tiene que reproducirse necesariamente en las relaciones políticas; al contrario, los débiles pueden obtener leyes que les protejan. El rango de opciones que puede asumir la protección es amplio, desde el reconocimiento de la desigualdad hasta la eliminación de las condiciones que le dan origen; por ello serán frecuentes las acusaciones de socialista que se harán a este planteamiento. Esta concepción de la cuestión social contrasta con los planteamientos católicos de la época, que del “infortunio” no veían surgir derecho alguno, sino solamente un deber moral de solidaridad.

En la actualidad, autores como Salazar y Pinto (1999) quieren entender la política como un conflicto social, por lo cual conciben la autonomía del estado como guiada por la conveniencia de una “clase política.” El concepto de clase política aquí se refiere a la base económica y la tendencia a la reproducción de las condiciones que hacen posible la existencia de los políticos profesionales. La separación entre el estado y su base social sería el resultado del intento de la clase política por proteger sus intereses. El estado, por lo tanto, mucho más que el instrumento de una clase es la expresión de una clase autónoma. La autonomía del estado no es la de una institución por encima de los conflictos

La originalidad de la operación intelectual que implica esta conclusión, consiste en desplazar la resolución de las desigualdades desde el campo social al campo político.

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de clases, sino la autonomía de una clase, que en último análisis responde a la lógica militar.

El punto de vista de Salazar y Pinto (1999) va en contra de la visión difundida respecto de la politización de la sociedad chilena. Al contrario, afirmarán la presencia de una escasa “comunidad cívica”, donde la politización es en verdad un clientelismo espurio que se encuentra en las antípodas de la politización (Salazar y Pinto 1999:89). No puede ser de otra forma, porque el espacio de la ciudadanía fue escamoteado por la clase política, civil o militar, que coarta la participación popular. La visión de Salazar y Pinto (1999) es exactamente la opuesta a la desarrollada por Góngora (1981) ya que no es que el Estado sea la matriz de la sociedad civil, sino que fue la exclusión de la ciudadanía la cual llevó a una creciente asociatividad en la base.

El diagnóstico de Salazar y Pinto (1999) coincide con la tesis de Valenzuela (1991) respecto la ausencia de reflexividad en la constitución de los sectores populares. La ausencia de discursividad crea fenómenos como el populismo que no contribuyen a la legitimación del estado, y se expresan en correlatos de electorado oscilante y abstención electoral. Salazar y Pinto sólo agregarían que los sectores populares en realidad se encuentran constituidos a nivel “pre-político” en multitud de asociaciones y redes que no logran a participar en las decisiones políticas.

Planteamientos como el de Salazar y Pinto (1999) se oponen claramente a las tendencias implícitas en los planteamientos de modernización del Estado. Aunque la discusión del punto requeriría investigaciones históricas más detalladas, puede hipotetizarse que las crisis de gobernabilidad y legitimidad no surgen –como plantean Salazar y Pinto (1999)– debido a la resistencia que ejerce el pueblo frente a la “clase política,” sino a la debilidad de las instituciones establecidas para el ejercicio de la ciudadanía2. En efecto, el corporativismo, consistente en la representación de los gremios en el sistema político; el populismo, consistente en la

incorporación de una masa disponible a través de canales públicos; así como la institucionalización de conflictos, consistente en la mediación pública de los conflictos sociales; todas son formas de participación política que tienen en común la presencia directa de los actores sociales en las instituciones del Estado.

Ninguna de estas formas de participación establece un mecanismo impersonal y tiende permanentemente a favorecer quienes participan de modo más cercano en el aparato político o poseen más poder en la vida social. La crisis de gobernabilidad no surge entonces de la exclusión, sino de la extrema cercanía de los actores sociales respecto del Estado, que no permite reconocer los intereses generales de la sociedad y favorece a los que tienen más poder, incluso dentro de los más desfavorecidos.

4. Ciudadanía y legitimidad democráticaLas formas tradicionales de participación ciudadana –que el PNUD caracteriza como “pactos clientelares”– supone alianzas entre grupos de interés específicos con el aparato público. Lo opuesto, vale decir la autonomía de las instituciones públicas, debiera fortalecer la democracia ¿Cuál es la forma de participación ciudadana que corresponde a un marco de autonomía de las instituciones públicas?

La principal consecuencia de la ausencia de participación ciudadana es la crisis de legitimidad de las instituciones democráticas. Por cierto, en las versiones procedimentales de la democracia la participación más allá de las elecciones resultaría negativa para la gobernabilidad del sistema político. Sin embargo, la pura operación de institucional –dejar que las instituciones funcionen-- no resuelve las crisis de legitimidad del sistema democrático y de las mismas instituciones. De acuerdo con los resultados del Latinobarómetro 2002 para Chile, sólo 27% se declara satisfecho con el

2 Esta es de hecho, la tesis de Arturo Valenzuela respecto al término del régimen democrático chileno en 1973.

La crisis de gobernabilidad no surge entonces de la exclusión, sino de la extrema cercanía de

los actores sociales respecto del Estado.

La principal consecuencia de la ausencia de participación

ciudadana es la crisis de legitimidad de las instituciones

democráticas.

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funcionamiento de la democracia. Además, si bien 50% de la población considera que la democracia es preferible a otras formas de gobierno, 52% no tendría oposición a que asumiera un gobierno no democrático. Agreguemos a ello la baja participación de los nacidos después de 1970 en las votaciones. El resultado de la suma no es otro que instituciones democráticas que operan sobre la base de una estrecha legitimidad.

De lo anterior puede desprenderse como consecuencia el requisito de considerar el vínculo social participativo en la construcción de un espíritu cívico. El tratamiento del civismo que hace Robert Putnam (1993), profundiza la problemática de las condiciones que favorecen el ejercicio de una ciudadanía activa. Putnam (1993), en su discusión acerca del espíritu cívico se refiere al asociacionismo como una “contribución a la eficacia y estabilidad del gobierno democrático, tanto por sus efectos “internos” en los individuos como por sus efectos “externos” en la actividad política” (Putnam 1993:89). Estas asociaciones inculcarían hábitos de cooperación, solidaridad, y espíritu público, a la vez que la relación entre asociaciones contribuye a una colaboración social más efectiva. Desde este punto de vista, el asociacionismo es una condición del auto-gobierno (Putnam 1993:90). En otras palabras, los individuos “surgen a la vida colectiva” a través de las asociaciones de base y mediante ellas son reconocidos como ciudadanos. Este tipo de participación promueve una integración más reflexiva, esto es, basada en el reconocimiento de sus intereses, la generación de proposiciones y la acción intencionada frente al sector público.

La visión de ciudadanía presente en la discusión actual busca expandir el concepto desde el ejercicio de derechos en el espacio público hacia una visión “desestatizada” que incorpora dimensiones asociativas, por cuanto ellas resultan clave para el despliegue activo del civismo. Los asuntos comunes no se expresarían solamente en la esfera estatal, sino en múltiples otras asociaciones solidarias fundadas en identidades colectivas, tales como la

étnica, religiosa, lingüística o sexual. Esta forma de concebir la participación ciudadana en las decisiones resulta polémica pues deben hacerlo en el marco de instituciones que representan el interés público y no acogen necesariamente los intereses particulares que constituyeron las asociaciones.

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