Revista Periferias - Número 11 [2003]

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Revista Periferias - Número 11 [2003]Periferias es una publicación semestral de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas que se edita desde el año 1996. Reúne artículos de investigadores nacionales e internacionales que portan al debate de problemáticas teóricas, políticas e ideológicas, vinculadas al desarrollo y las necesidades del movimiento popular, tanto en Argentina como en América Latina y el Caribe.Véase también:http://www.fisyp.org.ar/modules/tinycontent/index.php?id=5http://fisyp.rcc.com.ar/Periferias.htm

Transcript of Revista Periferias - Número 11 [2003]

SUMARIODel Comit Editorial ............................................................................................. 3

Dossier: A cien aos del Qu hacer?A cien aos del Qu hacer?: hay que refundar la izquierda argentina Jos Ernesto Schulman ......................................................................................... 7 Que cien aos no es nada. Nos seguimos preguntando Qu hacer? Beatriz Rajland ................................................................................................... 25 Crisis del capitalismo y crisis del socialismo. Entre la crisis objetiva y la crisis subjetiva Oscar Sotolano ................................................................................................... 45 Ocaso y vigencia del Qu hacer? Algunas hiptesis molestas Esteban Rodrguez .............................................................................................. 59

ArtculosNuseas y aparentes aporas. Sobre insurrecciones y elecciones Miguel Mazzeo.................................................................................................... 77 Nacin, peronismo y revolucin en Rodolfo Puiggrs (segunda parte: 1956-1980) Omar Acha .......................................................................................................... 87 La cola del diablo: el marxismo de Jos Aric y su interpretacin de Gramsci Antonino Infranca ............................................................................................. 113 La trayectoria de la Central nica de los Trabajadores (CUT) de Brasil frente a la reestructuracin capitalista Paulo Sergio Tumolo ......................................................................................... 125 La dinmica sexista del capital: feminizacin del trabajo precario Renata Goncalves ............................................................................................. 149 Potestad. Ensayo sobre la memoria de una poca Paula Halperin ................................................................................................. 159 Publicaciones recibidas .................................................................................... 165

DEL COMIT EDITORIAL

El clima de movilizacin de los primeros meses de 2002, el auge de la consigna Que se vayan todos! han quedado atrs. Argentina tiene nuevamente un gobierno constitucional, y el sentido comn dominante augura una vuelta al orden y a la moderacin. Es momento apropiado para esbozar un anlisis de la coyuntura que permita trazar perspectivas para el futuro inmediato. Despus de la ms que tortuosa senda de las elecciones presidenciales, el gobierno del presidente Kirchner ha iniciado una accin de gobierno evidentemente marcada por el signo del largo verano 2001-2002, y las modificaciones que ste hizo emerger en el cuadro socio-poltico. La va del giro interminable hacia la derecha y la represin, albergada en las candidaturas de Menem y Lpez Murphy, demostr su capacidad de captar votos, pero no le alcanz para ganar las elecciones en segunda vuelta. Y los sectores que rodearon a K antes, y en gran medida despus, de su triunfo electoral, apuestan a una salida progresista, un avatar ms del gobierno de Alfonsn y de las intenciones iniciales de la Alianza, pero con una lectura medianamente lcida de los aos y los cambios transcurridos. El nuevo gobierno, con acciones en materia sobre todo de poltica internacional y derechos humanos (y algunos gestos en lo econmico-social que todava no se traducen en polticas de fondo), ha sabido generar expectativas favorables de vastos sectores de la poblacin, quizs no ms amplias pero s ms intensas que las de los das iniciales de los gobiernos anteriores (sin contar al de Duhalde, surgido en la mayor precariedad institucional y en medio del repudio generalizado a la dirigencia). Una de las consignas ms utilizadas por el nuevo gobierno es la que verbaliza el propsito de construir un pas normal. Y no son pocas las organizaciones

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sociales de trayectoria progresista, desde la CTA a los as llamados piqueteros moderados, y muchas individualidades con posiciones al menos a la izquierda del centro, se han apresurado a anunciar el advenimiento de una nueva era, signada precisamente por esa normalizacin. Ahora bien, esa normalidad significa, deberan saberlo bien, capitalismo perifrico y endeudado. Habra que desplegar la mirada, adems, sobre la forma en que el gobierno toma sus decisiones: vertical, centrada en la persona del Presidente, reacia al debate y aun a la difusin pblica. El contenido ms o menos popular de algunas medidas no tiene correlato con una apelacin a las organizaciones populares para que las sostengan. Y la idea que se pone en prctica sobre el dilogo entre movimientos sociales y gobierno es la de un pequeo grupo de dirigentes de aqullos sentados a presentar demandas en el despacho de algn funcionario encumbrado, que despus tomar sus decisiones en soledad y silencio. El mensaje subyacente emitido desde el poder aparece claro: esperar la benevolencia que pueda descender desde el aparato estatal, sin molestar demasiado con iniciativas autnomas o urgencias ruidosas. Algunos pesimismos invierten hoy el signo de la euforia post 20 de diciembre, afirmando que nada ha quedado de aquello. En realidad, muchos e importantes elementos siguen en pie: una revalorizacin general de la accin colectiva (como no se vio desde la poca de la dictadura), expresada en la aparicin de nuevas organizaciones y el refuerzo de otras ya existentes. Las agrupaciones de trabajadores desocupados tienen una presencia pblica y una militancia que no posean hace slo un par de aos. Las empresas recuperadas han crecido en nmero y la lucha por salvaguardar la existencia de algunas de ellas frente a la accin patronal y estatal han llegado a ocupar el centro de la escena. Las asambleas vecinales reconstruyeron una organizacin barrial, sobre todo en las zonas de capas medias, que haca dcadas no exista con el grado de combatividad y autonoma exhibidas hasta hoy. No debera perderse de vista la profundidad y agudeza de la crisis en que se vio inmersa la sociedad argentina, y con ella el sistema de dominacin. En los das iniciales de 2002, el grueso de las instituciones sociales fundamentales estaban presas no slo de un profundo desprestigio sino de un cuestionamiento activo de vastos sectores de la poblacin (los partidos y la dirigencia poltica, los sindicatos, la administracin de justicia, las fuerzas armadas, los medios de comunicacin). La orientacin del gobierno de Kirchner parte de la conviccin de que el poder poltico no poda mantenerse por mucho tiempo en ese estado de resquebrajamiento generalizado. Y que de perdurar ese estado de debilidad y la orientacin exclusiva hacia el gran capital de las acciones estatales, la movilizacin popular podra volver a ascender, con mpetu renovado. El estilo K no es un resultado ms o

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menos espontneo de las convicciones y la voluntad del presidente y su entorno. Al contrario, es una lnea de respuesta a las demandas populares condensadas alrededor del 20 de diciembre, compatible con invariadas polticas de Estado (pago de la deuda, relacin amistosa con los organismos financieros internacionales, preservacin plena de las relaciones econmicas fundamentales y de las formas representativas de la democracia), de una dirigencia poltica y un poder econmico que haban perdido toda su capacidad hegemnica, no contando siquiera con un mnimo aval social para ejercer la fuerza. Analizar desde este punto de vista el momento presente lleva a la conclusin de que nada de la construccin social de las organizaciones populares viejas y nuevas, del nivel de autonoma alcanzado, de las modalidades de lucha puestas en prctica (cortes de ruta, cacerolazos, escraches, ocupaciones de espacios para apropirselos) puede ser abandonado, ni siquiera provisoria y temporariamente, a las expectativas puestas en un gobierno cuya tctica hacia abajo parece centrada en cooptar avales en la base para acumular poder en el vrtice. No es una modalidad que parezca acercar transformaciones sociales profundas. S lo hecho desde abajo en estos ltimos dos aos, y lo que se pueda avanzar en dotar de un basamento de articulacin y coherencia a lo que ha quedado bajo el signo de la dispersin... Consejo Editorial

En este nmero, Periferias se ha centrado en el anlisis de la mirada actual sobre el Qu hacer? de Lenin, tema de su dossier, una forma de hermanar el examen de largo alcance con el anlisis centrado en la coyuntura. En los cuatro trabajos que componen el dossier se busca, por distintos caminos, responder a los interrogantes que se abren para el pensamiento revolucionario del siglo XXI, en vinculacin con aquel opsculo que virtualmente inaugur el pensamiento revolucionario del siglo anterior, en un aqu y ahora que refiere a la Argentina post 20 de diciembre.

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DOSSIER: A CIEN AOS DEL QU HACER? OCTUBRE 2003

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A CIEN AOS DEL QU HACER?: HAY QUE REFUNDAR LA IZQUIERDA ARGENTINAJos Ernesto Schulman*

UnoEn febrero de 1902, un joven exiliado poltico ruso publicaba un libro consagrado a la crtica del ala derecha, no ya en las corrientes literarias, sino en la organizacin socialdemcrata.1 Era su aporte a la batalla entre revolucin y reforma que se daba en el seno de la II Internacional. Aunque unos aos mas tarde2, el propio autor limitara sus alcances a los debates de poca, el Qu hacer? fue convertido en justificacin de la fosilizacin stalinista de la teora del partido, provocando una reaccin espejo en quienes le adjudicaban la mxima responsabilidad de las desviaciones sufridas por el partido de los bolcheviques y sus trgicas consecuencias para el proceso revolucionario ruso. A casi trece aos de la desarticulacin del Estado sovitico, la polmica se mantiene en gran medida en esos trminos, aunque las posiciones se han invertido: los que lo denigran adjudican a su recto cumplimiento el fracaso del experimento revolucionario, los que lo defienden piensan que la recuperacin no vendr del regreso irrestricto a las fuentes sino de su re-creacin en las nuevas circunstancias mundiales y nacionales. Es por ello que, a cien aos de su publicacin, el Qu hacer? de Vladimir Ilich Ulianov ms conocido por su nombre clandestino: Lenin sigue provocando debates encendidos. Qu significado concreto puede tener la discusin de la vigencia del Qu

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El autor es Director de la Escuela de Cuadros del Partido Comunista de Argentina.

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hacer a comienzos del siglo XXI en una Amrica Latina conmocionada por la creciente resistencia al dominio imperialista yanqui; donde las experiencias de autonoma, democracia directa o construccin de cultura alternativa son centrales (y estoy pensando en los Sin Tierra del Brasil, los movimientos campesinos y de pueblos originarios de Ecuador, Bolivia y Mxico, las propias FARC de Colombia y en primer lugar en el proceso revolucionario cubano)? Acaso la aplicacin lisa y llana de sus enfoques y propuestas? En una autobiografa ms que sugerente3, el filosofo francs Louis Althusser descalifica a una de sus discpulas ms famosas argumentando que la prueba de su incomprensin es que repite lo que yo digo. No ser as, repitiendo para otro tiempo y lugar los conceptos leninistas, como se podr encontrar la vigencia del Qu hacer? sino contextualizndolo en su poca histrica concreta, en el momento exacto de la lucha de clases en Rusia y en el modo en que esa lucha se expresaba en el terreno de la cultura y la poltica. Nadie escribe por escribir. Nadie escribe para los tiempos futuros o la eternidad sino como parte de un proyecto poltico concreto que, para desplegarse, debe confrontar con el del enemigo de clase y disputar con otros proyectos de izquierda que pugnan por direccionar la lucha obrera y popular. Y adems, nadie nace sabiendo, por lo que es absolutamente comprensible que el pensamiento de los grandes lderes revolucionarios se critique a s mismo, se modifique en relacin a los debates y la prctica de la lucha de clases real. Es ms, posiblemente sea se uno de los rasgos que caracteriza a los grandes: la capacidad de superarse por el camino de la autocrtica.

DosEn el pensamiento de Lenin sobre los temas tratados en el Qu hacer? hay un antes y un despus del proceso de luchas obreras de 1895/1896; hay un antes y un despus de la Revolucin Rusa de 1905 (el gran ensayo general sin el cual no hubiera habido victoria en el 17), y aun especialmente sobre los temas de la democracia interna en el partido y sobre el protagonismo popular en la revolucin hay un antes y un despus del triunfo sobre los intervencionistas extranjeros y los contrarrevolucionarios en las condiciones de aislamiento poltico, bloqueo econmico y hostilidad militar a que se vio sometida la Revolucin de Octubre. Seguir todos los recorridos, con sus afirmaciones y negaciones, parciales o fundamentales, equilvadra casi a un tratado sobre el pensamiento leninista, cuestin que obviamente nos excede en espacio y capacidad. Pero al menos, como muestra de la necesaria actitud crtica que pretendo para

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m y reclamo para todos ante la obra de Lenin, permtanme citar su pensamiento de 18954: De qu modo pueden los obreros adquirir comprensin de todo esto? [de su conciencia de clase] La adquieren extrayndola constantemente de la misma lucha que ya han iniciado contra los fabricantes y que se desarrolla cada vez ms en una exaltacin de la lucha econmica como generadora de autoconciencia de clase que lo acercaba a los economicistas y espontanestas que luego tanto criticara. El hecho fue que los acontecimientos desmintieron la afirmacin precedente (las huelgas obtuvieron pobres resultados, que los trabajadores aceptaron con cierta resignacin y poca conciencia poltica) y llevaron a Lenin a reflexionar sobre los procesos por los cuales los trabajadores ascienden a la conciencia de clase. Sus estudios van a culminar en 1902 en el Qu hacer? con una afirmacin tajante de la que luego, en 1907, tambin se autocriticara parcialmente: La lucha econmica contra el gobierno constituye una poltica sindical que todava se encuentra muy lejos de la poltica revolucionaria y por ello toda sumisin de la poltica social demcrata al nivel de la poltica sindical se resume exactamente en preparar el terreno para hacer del movimiento obrero un instrumento de la democracia burguesa. Insisto, Lenin no repite a tontas las verdades aprendidas sino que examina la realidad de la lucha de clases y va sacando conclusiones que requieren, para su valoracin, del conocimiento exacto de las condiciones en que dicha lucha de clases se desenvuelve. En 1907 ser l mismo quien realice esa labor de contextualizacin e inscripcin del texto en un proyecto poltico:El error principal de los que hoy polemizan con Qu hacer? consiste en que desligan por completo esta obra de una situacin histrica determinada [] Hablar hoy de que Iskra5 (en 1901 y 1902!) exageraba la idea de la organizacin de revolucionarios profesionales, es lo mismo que si despus de la guerra ruso-japonesa se reprochase a los japoneses haber exagerado la fuerza militar de los rusos [] los japoneses si queran lograr la victoria tenan que reunir todas las fuerzas contra el mximo posible de fuerzas rusas [...] Ahora, la idea de la organizacin de revolucionarios profesionales ha alcanzado ya una victoria completa; pero tal victoria hubiese sido imposible si en su tiempo no se hubiese presentado esta idea en primer plano y no se hubiese expuesto exageradamente a quienes impedan ponerla en prctica[...] En 1898, se celebr el 1 Congreso de los socialdemcratas y se fund el Partido Obrero Socialdemcrata de Rusia [...] pero los organismos centrales del partido fueron destrozados por la polica y no pudieron ser restablecidos [...] El apasionamiento por el movimiento huelgustico y por la lucha econmica engendr entonces una forma especial de oportunismo socialdemcrata, el llamado economicismo [...] [Por ello, concluir, la obra] est consagra-

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Prstese atencin a que Lenin no resalta las cuestiones gnoseolgicas (la clase obrera por sus propias fuerzas slo puede llegar a una conciencia sindical y por eso la conciencia poltica de clase slo podra ser introducida por intelectuales provenientes de la burguesa que asimilen la ciencia socialista) ni las organizativas (el partido se debe apoyar en revolucionarios profesionales que constituirn el esqueleto de una organizacin centralizada y conspirativa) sino las polticas: crtica al ala derecha del partido que, bajo el pretexto de las dificultades gigantescas que el zarismo impona a los revolucionarios, propona suplantar la poltica de construccin de una fuerza popular capaz de derrotar al zar y abrir curso a una revolucin por la construccin de microespacios de poder sindical que cambien el mundo sin tomar el poder.7 Y son estos aspectos, los gnoseolgicos y los organizativos, los ms polmicos de la obra, los que Lenin relativizar en el citado Prlogo de 1907, llegando a decir que nunca pens en darle a las opiniones de 1902 carcter de principios organizativos o propuestas congresales8, todo lo contrario a lo que hizo el stalinismo para Rusia y buena parte del movimiento comunista internacional logrando que tambin los opositores tericos discutieran los mismos temas, perdiendo de vista el sentido poltico de la obra, aquello que por tener valor metodolgico constituye lo perenne. Como deca el hngaro Lukcs ya en 1922: As pues, marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrtico de los resultados de las investigaciones marxianas, ni fe en tal o cual tesis, ni interpretacin de una escritura sagrada. En cuestiones de marxismo, la ortodoxia se refiere exclusivamente al mtodo.9 Y qu es lo metodolgico en el Qu hacer? Que para llegar al socialismo hay que producir una ruptura revolucionaria y que ese salto social requiere de un alto nivel de conciencia poltica de las masas, nicas protagonistas de la historia, conciencia poltica que no brotar espontneamente de la lucha sino de una batalla cultural, anclada en la lucha de clases real, que requiere de una fuerza organizada para tal fin. El partido debe ser ese un instrumento de las masas para acumular fuerzas hacia la revolucin socialista, no un fin en s mismo o al servicio de polticas reproductivas del sistema tales como el sindicalismo, el mutualismo o cualquier otra forma de movimientismo. La fuerza capaz de desplegar un proyecto poltico revolucionario deber estar dotada de una cultura poltica antagnica a la de dominacin, ser capaz de desplegar su actividad en cualquier condicin de la lucha de clases y sus caractersticas organizativas estarn condicionadas por las necesidades que el proceso de construccin del proyecto impongan, pero se

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basar ineludiblemente en la creacin y el esfuerzo de los militantes revolucionarios. Un partido de nuevo tipo, antagnico a los de la burguesa y distinto a los que model el reformismo hegemnico, a fines del siglo XIX, en la II Internacional. Un partido para la revolucin.

TresEn 1973, a pocos das del triunfo electoral de la frmula Cmpora-Solano Lima, momento ms que contradictorio en la lucha de clases argentina, se publicaron cuatro textos que refieren a los debates del Qu hacer? Dos de ellos con una relacin explcita y directa: el folleto de Oscar Arvalo (entonces secretario de propaganda y virtual idelogo oficial del Partido Comunista), Organizacin e ideologa revolucionaria, y un artculo de Antonio Carlo,El Partido revolucionario en Lenin, publicado en Pasado y Presente nmero 2/3 del IV ao de la revista donde actuaban Juan Carlos Portantiero, Jos Nun y Pancho Aric, entre otros intelectuales marxistas de la nueva izquierda. Y dos trabajos que pretendan fundamentar una estrategia para la situacin planteada con la derrota de la dictadura y el avance popular en curso, y que por ello mismo no pueden dejar de considerar los debates aqu analizados: Poder burgus y poder revolucionario, de Mario Roberto Santucho (dirigente mximo del Partido Revolucionario de los Trabajadores) y un libro de Ernesto Giudici, Carta a mis camaradas en el que fundamenta su renuncia al Partido Comunista, del que fue dirigente nacional por dcadas. Santucho y Arvalo, aunque parezcan defender posiciones antagnicas, coinciden en un mismo enfoque: los hechos que suceden ante su vista son la confirmacin de las afirmaciones y las previsiones realizadas; y es el fortalecimiento de su partido la garanta del trnsito revolucionario, ya que ellos son la vanguardia revolucionaria. Las dos cuestiones centrales del Qu hacer? para el stalinismo la externalidad del partido a las masas, desde la ideologa cientfica a la que las masas jams podrn acceder por s, y una estructura organizativa centralizada donde la pirmide est invertida (es el centro el que decide y no el que ejecuta las decisiones democrticamente construidas por el conjunto de la militancia) aparecen influyendo de un modo decisivo el pensamiento de ambos dirigentes, aunque la autoproclamacin de vanguardia, la subestimacin de los procesos populares autnomos y el centralismo no democrtico estaban integrados a proyectos polticos y posicionamientos tcticos distintos, casi opuestos. En Oscar Arvalo y el Partido Comunista Argentino, funcionaba como un reaseguro de la estrategia de frente democrtico nacional y saturacin del estado burgus por infiltracin pensadas como modo de realizar las reformas democrti-

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cas que nos deberan llevar a completar el desarrollo capitalista de un modo natural y no deformado por el peso del latifundio y la dependencia del imperialismo.10 Para justificar la alianza con la llamada burguesa nacional y sus expresiones polticas y sociales (radicales, peronistas, burcratas de la CGT, etc.) haba que autoproclamarse el Partido, y esa operacin se legitimaba supuestamente en la ideologa. La ausencia de democracia era imprescindible para mantener a raya a aquellos que rompieran con el sofisticado control ideolgico, tal como acababa de ocurrir con el propio Ernesto Giudici. Escriba Oscar Arvalo:Est en pie, y se desarrolla, contra viento y marea a pesar de los aos de clandestinidad, el Partido que en Argentina, presente con su programa, con su lnea y con su organizacin en los cuatro puntos cardinales del pas, representando los autnticos intereses del pueblo y de la Nacin, se esfuerza por llevar a la vida la inagotable enseanza del leninismo. Aqu, como en todas partes, los comunistas enfrentamos una campaa minuciosamente orquestada por el imperialismo y la reaccin, a los que sirven los oportunistas de derecha y los vociferantes de la ultra pequeo burguesa, que en ltima instancia apunta contra el papel del Partido en la lucha de clase del proletariado y las luchas populares contra el imperialismo, por el progreso nacional [] Se ha llegado a un punto en que la reaccin, en el afn de reconquistar posiciones, ayuda a nacer a grupos que se titulan marxistas, socialistas, etc. para ver si as puede captar alguna influencia y desviar. As hay que entender el planteo que ahora algunos polticos agitan mucho sobre socialismo nacional aunque dando a esa expresin contenidos muy variados y en algunos casos abiertamente reaccionarios.11

Est claro: Oscar Arvalo pretenda que el Partido Comunista era la vanguardia revolucionaria por la recta aplicacin del leninismo, y que todos los que pretendan disputarle ese lugar de vanguardia no eran otra cosa que grupos creados por la reaccin. De all la intolerancia hacia la izquierda y la infinita paciencia y comprensin con el progresismo radical o peronista que caracterizaba al Partido Comunista previo el viraje del XVI Congreso. En Santucho, la autoproclamacin de vanguardia era utilizada para legitimar una propuesta de lucha armada para tomar el poder por parte de una organizacin revolucionaria que acertaba en la centralidad de la cuestin, pero confunda voluntad con realidad y erraba en colocar la forma de lucha por encima del proceso de construccin de la fuerza capaz de ejercerla; si acaso fuera necesario, y posible. En el Curso de formacin poltico ideolgica del PRT12 se definen tres caractersticas del partido. Dicen:

OCTUBRE 2003en primer lugar, se trata de un partido clandestino, destinado a conquistar el poder obrero, no por las elecciones sino por la violencia. Naturalmente que el partido deber saber aprovechar todas las formas legales o semi clandestinas de lucha [...] Pero en lo esencial todas las cuestiones importantes de nuestro tiempo se resolvern con las armas en la mano como dijo Len Trosky [...] en segundo lugar un organismo de revolucionarios profesionales. Es decir de gente que haga de la revolucin la causa fundamental de su vida, que entregue todos sus esfuerzos, todas las horas de su vida y su vida misma a la causa proletaria [...] en tercer lugar, una organizacin frreamente disciplinada [...] centralismo democrtico...

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Y se afirma que Estos conceptos centrales de la teora del partido fueron elaborados por Lenin en el folleto Qu hacer? de 1902.13 Se adjudica a Lenin un modelo organizativo de principios y atemporal, cuestin que l haba refutado en 1907, convalidando el errneo prejuicio de que eran cuestiones organizativas las tratadas en el texto de 1902. Y ser en Poder burgus y poder revolucionario donde Santucho afirmar tajantemente que es el suyo el partido de vanguardia. Refirindose al rol del Partido de los Trabajadores (Comunista) de Vietnam dir:Los argentinos contamos tambin con el ncleo fundamental de un partido similar, del partido proletario de combate que llevar al triunfo de nuestra revolucin antiimperialista y socialista. Es el PRT, forjado en nueve aos de dura lucha clandestina, antidictatorial, antiimperialista y anticapitalista, que cuenta hoy da con slida estructura nacional, varios miles de miembros activos, varios centenares de cuadros slidos, tradicin y experiencia de combate, correcta lnea poltica estratgica y tctica, marcadas caractersticas y moral proletaria y una profunda determinacin de vencer afrontando todos los sacrificios necesarios.14

Aqu no slo se proclama vanguardia, sino que pretende desprender la decisin de poner la forma de lucha armada por encima de toda otra cuestin poltica de la propia obra leninista de 1902: en primer lugar, se trata de un partido clandestino, destinado a conquistar el poder obrero, no por las elecciones sino por la violencia y que para ello se utiliza la analoga entre Vietnam y Argentina, enfoque metodolgico que no por repetido deja de ser errado y estril, como se volvi a demostrar con las analogas realizadas sobre las luchas de diciembre de 2001 y la revolucin de 1905 o el febrero de 1917 en Rusia como analizaremos ms adelante. Por el lado de Antonio Carlo y el grupo de Pasado y Presente se hace el centro en la cuestin gnoseolgica (cmo se genera la conciencia de clase: desde la prctica propia y autnoma en el sentido de autosuficiente o desde una van-

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guardia externa a la lucha de clases real asistida por intelectuales provenientes de la burguesa) en una reflexin que se puede leer como anticipacin de la negacin de las vanguardias y la organizacin revolucionaria en nombre de la supuesta autoorganizacin y los procesos de autoconciencia que hoy hacen John Holloway y sus seguidores locales.15En general se sostiene que las tesis definitivas de Lenin sobre el problema [el de la relacin vanguardia-masa] se expresan en el clebre Qu hacer?, obra bastante discutida, como se sabe: para algunos el Qu hacer? sigue siendo en todos los casos la nica respuesta cientfica dada al problema del paso de clase en s a clase para s no suficientemente desarrollado por Marx y Engels: sin embargo para otros este trabajo impregnado de intelectualismo y de idealismo convertido en clsico por la era staliniana est en la raz de todas las desviaciones burocrticas de la experiencia sovitica [...] En nuestra opinin, el Qu hacer? es una obra negativa...16

Lo paradjico es que se ataca la necesidad de un partido que enfrente la dominacin ideolgica y luche por elevar la conciencia poltica de los trabajadores en nombre de una supuesta autonoma que no es otra cosa que la idealizacin de las masas y la ignorancia de lo que Gramsci llamaba el sentido comn, el conjunto de ideas y sensaciones que no slo sirven para manejarse en la cotidianeidad ms simple, sino que expresan la hegemona cultural profunda. Y todo esto desde un colectivo intelectual que quedara en la historia de las izquierdas como aquel que ms hizo para difundir a Gramsci, no slo en la Argentina sino en la regin.17 Ser Ernesto Giudici en su Carta a mis camaradas quien, aparentando ser el ms lejano del tema en cuestin, ms se acerque a una traduccin18 del Qu hacer? para la poca: ha surgido una nueva situacin con la irrupcin de una nueva generacin revolucionada y capaz de revolucionar; a esta generacin no la podr representar ni organizar ningn partido por separado: ha llegado el momento de una unidad de las izquierdas para gestar una fuerza capaz de incorporar a la Argentina al torrente revolucionario de entonces. El concepto novedoso en Giudici es este de fuerza19: vinculado a la cuestin del poder, separado del anquilosamiento de la cuestin partido o de la desarticulacin irresponsable.

CuartoDe paso, porque el asunto merece un articulo tan o ms largo que este, digamos que en el tema de partido hay una identificacin casi absoluta entre Antonio Gramsci y Vladimir Ilich Lenin, como se puede intuir en los prrafos siguientes:

OCTUBRE 2003Autoconciencia crtica significa, histrica y polticamente, la creacin de una elite de intelectuales; una masa humana no se distingue no se torna independiente per se, sin organizarse (en sentido lato), y no hay organizacin sin intelectuales, o sea, sin organizadores y dirigentes, es decir, sin que el aspecto terico del nexo teora-prctica se distinga concretamente en una capa de personas especializadas en la elaboracin conceptual y filosfica. Pero este proceso de creacin de una elite de intelectuales es largo, difcil, lleno de contradicciones, de avances y retrocesos, desbandes y reagrupamientos, y en l la fidelidad de las masas (y la fidelidad y la disciplina son inicialmente la forma que asume la adhesin de la masa y su colaboracin al desarrollo de todo fenmeno cultural) es puesta a dura prueba. El proceso de desarrollo est vinculado a una dialctica intelectuales-masa; el estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativa y cualitativamente; pero todo salto hacia una nueva amplitud y complejidad del estrato de los intelectuales est ligado a un movimiento anlogo de la masa de los simples, que se eleva hacia niveles superiores de cultura y ampla simultneamente su esfera de influencia, entre eminencias individuales o grupos ms o menos importantes en el estrato de intelectuales especializados.21

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Resalta la indestructible relacin que Gramsci establece entre el movimiento real de la lucha de clases y la construccin del partido, marcando que hay una dialctica intelectuales-masa que es el modo de decir que el partido (los intelectuales) y el movimiento real de la lucha de clases (la masa) son dos caras de un mismo proceso de construccin de condiciones para la revolucin; por lo que resulta, por lo menos en el plano de la teora y ms precisamente, para los seguidores de la filosofa de la praxis21, totalmente improcedente la separacin, y aun el antagonismo, entre lo social y lo poltico o la izquierda independiente y social contra la organizada en partidos polticos. Y en sus notas sobre Maquiavelo dir directamente:para que exista un partido es preciso que coexistan tres elementos fundamentales (es decir tres grupos de elementos): 1. Un elemento indefinido de hombres comunes, medios, que ofrecen como participacin su disciplina y su fidelidad, mas no el espritu creador y con alta capacidad de organizacin. Sin ellos el partido no existira, es verdad, pero es verdad tambin que el partido no podra existir solamente con ellos. Constituyen una fuerza en cuanto existan hombres que los centralizan, organizan y disciplinan, pero en ausencia de esta fuerza cohesiva se dispersaran y se anularan en una hojarasca intil [] 2. El elemento de cohesin principal, centralizado en el campo nacional, que transforma en potente y eficiente a un conjunto de fuerzas que abandonadas a s

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PERIFERIAS N 11mismas contaran cero o poco ms [] Es verdad tambin que un partido no podra estar formado solamente por este elemento, el cual sin embargo tiene ms importancia que el primero para su constitucin. Se habla de capitanes sin ejrcito, pero en realidad es ms fcil formar un ejrcito que formar capitanes. Tan es as que un ejercito ya existente sera destruido si le llegasen a faltar los capitanes, mientras que la existencia de un grupo de capitanes, acorde entre s, con fines comunes, no tarda en formar un ejrcito aun donde no existe. 3. Un elemento medio, que articula el primero y el segundo que los pone en contacto, no slo fsico sino moral e intelectual [] un partido no puede ser destruido por medios normales cuando existe necesariamente el segundo elemento, cuyo nacimiento est ligado a la existencia de condiciones materiales objetivas (y si este elemento no existe, todo razonamiento es superfluo) aunque sea disperso y errante, ya que no pueden dejar de formarse los otros dos, o sea el primero que forma necesariamente el tercero, como su continuacin y su medio de expresarse.22

Como Gramsci ha estudiado en profundidad los mecanismos de dominacin ideolgica y el sentido verdadero del llamado sentido comn, distingue los momentos en el proceso de autoconciencia crtica por los que pasan los hombres; y por eso, lejos de toda horizontalidad o culto de las bases, privilegia los cuadros y la idea de que los partidos se construyen desde un proyecto, es decir, desde un ncleo de cuadros. Uno puede estar de acuerdo con Gramsci o con Holloway, lo que no se puede es pretender estar con Gramsci y con Holloway.

CincoCmo pensar las cuestiones centrales del Qu hacer? en la Argentina de nuestros das? Es decir, cul es el eslabn de la cadena de iniciativas polticas que permitiran constituir una fuerza popular capaz de abrir paso a un proceso de construccin de poder popular? Y cul debera ser la relacin entre los partidos revolucionarios y el proceso de organizacin y combate popular, entre el partido y la masa? Y cmo combinar la disciplina con el protagonismo de la militancia? Cmo articular la fuerza del colectivo, actuando con una poltica nica, con la creatividad del militante en su irrepetible individualidad? Repasemos sumariamente cmo resuelve Lenin estos problemas en 1902 para la Rusia zarista, reflexionando sobre las luchas habidas entre 1895/96:hay que lanzar una lucha poltica contra el Zar, hegemonizada por la clase obrera y las fuerzas revolucionarias, pero agrupando a los ms

OCTUBRE 2003amplios sectores populares dispuestos a confrontar; para ello hay que conformar una fuerza revolucionaria agrupando y articulando en una fuerza altamente disciplinada y centralizada sobre todo para las cuestiones conspirativas que permitan burlar la Ojrana23, que estimule, eduque, organice y conduzca la lucha obrera y popular a la victoria a los grupos dispersos por toda Rusia. Y el instrumento para la unidad de los grupos revolucionarios y para la accin educativa de masas [autoconciencia crtica dira luego Gramsci] ser el peridico, el gran educador y organizador poltico de la poca.

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Y una ltima observacin al pensamiento leninista de 1902, como cualquier lector del Qu hacer? podr comprobar. Por la proliferacin de citas y referencias, Lenin mira la lucha de clases rusa desde la nica revolucin popular triunfante hasta entonces: la revolucin burguesa de 1789, con el gran protagonismo jugado por los jacobinos, esos revolucionarios audaces y decididos que estimulan y conducen desde el ejemplo. No son la vanguardia del pueblo, sino sobre el pueblo. Y esa perspectiva, junto con el deslumbramiento por Kautsky,24 haran que surjan las exageraciones ya criticadas. Y ste es exactamente uno de los problemas centrales de la izquierda argentina (la idea de portadores de la ideologa revolucionaria que debe educar a las masas, que slo pueden llegar a formas espontneas de lucha y organizacin, por lo que hay que dirigirlas), que sigue siendo uno de los modos centrales de pensar el rol de los revolucionarios. As han actuado en relacin al ciclo de luchas abierto por la rebelin popular de diciembre de 2001: idealizando la situacin, imaginando situacin revolucionaria, crisis revolucionaria y aun revolucin socialista espontnea, en un traslado mecnico de los anlisis leninistas sobre la revolucin rusa de 1905 y febrero de 1917. Y de esas miradas surgieron las conductas: si hay una masa revolucionada que espontneamente tumba gobiernos y se pone en el umbral de la revolucin, es la hora de las vanguardias revolucionarias autoproclamadas. En qu sociedad habr que construir la vanguardia revolucionaria de la que hablaba Lenin en el Qu hacer? Cmo es la Argentina resultante del golpe de Estado de 1976, de los siete aos de terrorismo de Estado y gobierno militar, de la claudicacin alfonsinista y la imposicin forzada del posibilismo ms cnico y claudicante, de la etapa triunfal del modelo neoliberal en su versin ms osada y brutal del continente la menemista de 1989 a 1999, y del fracaso estrepitoso de una Alianza que accedi al gobierno de la mano de promesas de posmenemismo? Porque despus de meses de leer sobre una revolucin socialista espontnea en curso25, de situacin o crisis revolucionaria26 conviene recordar que aqu s hubo un genocidio, una derrota; que veinte aos de privatizaciones, cierres de empresas,

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precarizacin extrema del trabajo han terminado modificando la Argentina, acentuando sus caracteres ms reaccionarios27 y dando lugar a un verdadero ser social neoliberal que le da races profundas al modelo neoliberal.28 Como parte del proceso de instalacin de esta nueva hegemona cultural (repetimos: desde la secuencia de genocidio, reconversin capitalista, captacin de intelectuales y fuerzas sociales y polticas para el bloque de poder), se ha desarrollado en estos aos una masiva y sofisticada campaa de desprestigio de las organizaciones polticas revolucionarias, el pensamiento crtico empezando por el marxismo y el mismo militante. Ninguna discusin sobre la poltica de izquierda y el modo de ser partido, como gustan decir los que se dedican a descalificarlos, se puede hacer desconociendo la hipocresa de una burguesa que, mientras se compraba militantes, dirigentes y partidos polticos enteros, mientras transformaba el sistema comunicacional en un formidable instrumento de formacin de opinin al servicio de su proyecto instalando una verdadera dictadura terrorista de la opinin, clamaba contra los partidos de izquierda y el anquilosamiento de un pensamiento que se obstina en pararse desde el paradigma de la lucha de clases y la crtica al capitalismo. No viene mal repasar que no pocos esfuerzos de renovacin de los partidos de izquierda y el pensamiento marxista, acaso por ingenuidad, acaso por espritu becario29, han terminado subsumidos por esta oleada derechista que busca transformar la crisis irreversible por los cambios estructurales y el fracaso del Pacto de Olivos del bipartidismo en una reconversin del sistema poltico al modo yanqui: sin partidos, sin programas, como meras variantes administrativas y eficaces del mismo programa neoliberal y colonizado. Por lo que conviene reafirmar que la vigencia del Qu hacer? comienza por rechazar todas las variantes de Tercera Va y sus expresiones progresistas locales: no es capitalismo serio, humanizado o distribucionista lo que necesita la Argentina, sino su supresin revolucionaria, socialista, llamada a resolver la postergada liberacin nacional. Y para ese proceso, hace falta una vanguardia revolucionaria. Que no existe, y no podr surgir del simple despliegue de algunas de las que hoy se reclaman vanguardia por autoproclamacin, las que pretenden evitar el debate necesario sobre los cambios necesarios en la izquierda argentina de hoy para estar a la altura de la exigencia que la rebelin popular de diciembre de 2001 nos ha puesto a todos. Lejos de la fantasa de revolucin que han cultivado muchos, Diciembre 2001 30 se va instalando como una bisagra en la larga historia de la dominacin burguesa en la Argentina. Como un punto de llegada de un largo proceso de resistencia, comenzado en el momento mismo del golpe de 1976 y sostenido por pocos en los difciles das en que caa el Muro de Berln y Menem llegaba a la Casa

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Rosada con el apoyo explcito de algunos que posaran luego de ser sus principales opositores31. Y como un nuevo punto de arranque para una institucionalidad popular nacida por fuera de la hegemona peronista y radical; y sobre todo, de la lgica que surga del ciclo de luchas condicionadas por el modo de desarrollo capitalista conocida como capitalismo distributivo o estado de bienestar social a la criolla: pacto social, protagonismo estatal, respaldo a la burguesa local y estmulos al mercado interno, etctera. Los intentos por actuar al viejo modo al modo de los 70, para decirlo de algn modo, que expresan una idea de vanguardia como la fuerza que va delante del movimiento popular marcndole el camino con la fuerza del ejemplo y la superioridad ideolgica de sus cuadros, han fracasado estentreamente. No se trataba de ponerle conduccin a una lucha espontnea (en insospechada semejanza al sueo montonero de ponerle conduccin revolucionaria al monstruo peronista), sino de jugar un nuevo tipo de rol de vanguardia estimulando la autonoma del movimiento en una direccin de confrontacin y ascenso al terreno de la lucha poltica. A un ao y medio de la rebelin popular, podramos sealar dos grandes cuestiones (al menos en relacin con la reflexin que venimos siguiendo): una es que la lucha y la ruptura cultural en una parte de la sociedad han conseguido desarticular el sistema de dominacin que le permiti a la burguesa salir de la dictadura del 1976 con relativa tranquilidad: el bipartidismo de radicales y peronistas, ayudado en todo momento por el progresismo de tinte liberal y populista, pero no ha conseguido gestar una alternativa poltica propia. As las cosas se ha ido creando una especie de crculo vicioso: el nuevo movimiento popular no tiene las fuerzas necesarias para detener las iniciativas del bloque de poder (un ejemplo ms que doloroso y molesto, pero ejemplar, son las elecciones del 27 de abril y su resultado) ni para ser la base desde donde se geste la alternativa poltica; y por el otro lado, la izquierda dispersa y enfrentada por batallas hegemonistas no alcanza a constituirse en la base de un agrupamiento de fuerzas que posibilite la constitucin de una alternativa poltica verdadera. Todos los pases de magia se han hecho, todos los conjuros y las ilusiones en atajos; es hora de asumir que slo una poltica compleja, consecuente y de principios podr romper este crculo vicioso que amenaza con empantanar al proceso de relativa ofensiva comenzada en diciembre de 2001. Qu se necesita?, todos lo saben: estimular ms resistencia, potenciar la construccin de una nueva institucionalidad popular que sepulte la burocracia sindical y estudiantil, articular un centro coordinador de las luchas que ocupe el

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espacio que alguna vez ocup la CGT y que la alianza CTA-CCC no puede ya ocupar, ni tampoco quiere. Pero quince meses de luchas nos han enseado que slo con luchas no alcanza, que hay que acceder al terreno de la poltica y que ninguna fuerza de izquierda, social, cultural o poltica, por s sola puede resolverlo. La respuesta a nuestro qu hacer es constituir una masa crtica de fuerza revolucionaria, de subjetividad crtica y creadora, por el camino de la creacin de una nueva fuerza poltica que surja de la convergencia de todas las fuerzas de la izquierda real (obviamente que no se limita, aunque tampoco excluye a las fuerzas polticas). La cuestin del partido hoy no se puede resolver desde ninguno de los existentes por s solos: slo la sinergia de todos nos puede dar la fuerza necesaria para plantar un verdadero proceso de acumulacin de fuerzas en un pas, un mundo y una poca como los que nos toca vivir. Una nueva fuerza poltica que no podr anular la historia de ms de cien aos de comunismo32 en la Argentina, con su historia de divisiones y pluralidad, de identidades que nadie podr desconocer, que seguramente subsistirn largo tiempo pero que tendrn que dar nacimiento a una nueva sntesis y superacin de todas ellas, de carcter antiimperialista, y por ello patritica y anticapitalista. Una nueva fuerza poltica que no podr, por su pluralidad, ser monoltica en el sentido de identidad de discursos y conductas en el movimiento real, pero que tendr que ser homognea en el sentido de sentirse parte, respetar y potenciar la autonoma de un movimiento popular que slo accediendo al terreno de la disputa poltica podr realizar dicha autonoma. Una nueva fuerza poltica que no podr desconocer el valor del militante y la creatividad, pero que deber encontrar formas de trabajo colectivo que reconozcan la existencia de las identidades y las organizaciones convergentes junto con militantes aislados que estn dispuestos a ser parte de un colectivo que discuta, planifique, acte y balancee su labor como mtodo de crecimiento de todos. Una nueva fuerza poltica que no podr abstenerse de ninguna forma de lucha de clases y que deber darle a cada una de ellas una slida base ideolgica-cultural: es esta una batalla de ideas, y ser una fuerza de ideas ser nuestra principal arma en la lucha contra el capitalismo contemporneo. Una nueva fuerza poltica que no podr disciplinar administrativamente ni con autoritarismo, pero que deber construir una cultura del respeto a los acuerdos que generen una disciplina consciente y revolucionaria para poder asumir formas de organizacin eficaces en la lucha contra el enemigo realmente existente en la Argentina, el mismo que ha cometido un genocidio cada vez que lo ha requerido. Como el Che quera, deberemos ser duros con el enemigo y tiernos con el compaero, y no al revs como ocurre normalmente entre nosotros.

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En definitiva, la vigencia del Qu hacer? en nuestros das exige reafirmar el objetivo revolucionario, socialista de liberacin nacional, de nuestra lucha; afirmar una estrategia de poder popular como camino de confrontacin con el enemigo y de construccin de capacidades subjetivas para el sujeto social de la revolucin, que plantea a las fuerzas que se reclaman herederas de la tradicin comunista cambiar ellas mismas (en direccin a lograr nuevas caractersticas en su forma organizativa y en su relacin con el movimiento popular) y aportar a producir el gran cambio: unidad y renovacin cultural de los revolucionarios para fundar una nueva fuerza poltica en condiciones de aprovechar a pleno la oportunidad abierta por la crisis orgnica del capitalismo argentino y la quiebra del bipartidismo radical-peronista.

SeisSacar el debate de la eficacia organizativa del terreno de lo interno para plantear que el salto de calidad est en la unidad parece un desatino maysculo, o en el mejor de los casos, una de esas utopas inalcanzables. Pero es que slo con pasin se podr salir del atolladero en que nos encontramos. Slo la pasin nos puede llevar a la unidad de los que vienen de la tradicin trotskista con los que hemos mantenido el Partido Comunista contra todas las presiones y el mismo peso de la historia. Slo la pasin por el poder revolucionario nos puede llevar a poner por delante la lucha anticapitalista a la lucha de capilla por ver quin tiene ms mritos para merecer un reconocimiento popular; una insercin del proyecto revolucionario en el sujeto social, que requerir de un largo y denodado esfuerzo por mantener y potenciar la unidad de los revolucionarios y desde all agrupar ms y ms fuerzas hasta ponernos en condiciones de abrir la disputa real por el gobierno y el poder. Hasta ahora, el deseo y la pasin militante han estado puestos en una autosatisfaccin de grupo o secta (y esto casi es comprensible en las terribles condiciones que ha vivido la izquierda, condiciones de lucha casi animales por la supervivencia). Seremos capaces de poner el esfuerzo en crear algo ms que grande que nosotros mismos, con las bellas palabras que Fidel utiliz al explicar la superacin-continuidad del Movimiento 26 de Julio en el nuevo, y unificado, Partido Comunista de Cuba? Obviamente, la respuesta a este interrogante histrico y dramtico, no est en el Qu hacer?, est en nosotros.

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Notas1

Por entonces socialdemcrata era el nombre de los partidos revolucionarios, luego comunistas. Lenin: Prlogo a la recopilacin doce aos en Obras Completas, Buenos Aires, tomo XIII, Cartago, 1960 [noviembre de 1907], pginas 96/97. dem. El horizonte es largo. Proyecto y explicacin del Programa del Partido Socialdemcrata en Obras Completas, Buenos Aires, tomo II , Cartago, 1960 [1895], pgina 85. Iskra era el peridico central del recin fundado Partido Socialdemcrata (luego Comunista) ruso. Lenin: Prlogo... pginas 95 y 96. Utilizo la consigna con que John Holloway titula su libro para marcar lo absurdo que significa presentar como novedosa a una de las ilusiones reformistas ms antiguas y vulgares. Lenin: Prlogo... Giorgy Lukcs: Historia y conciencia de clase [1922], edicin en espaol, Hyspamrica, Buenos Aires, 1988. Caracterizacin de la Argentina que, con matices, se mantuvo hasta que el XVI Congreso del Partido Comunista Argentino pas a definir el pas como capitalista y a postular una revolucin socialista. Oscar Arvalo, pgina 23 del folleto citado. Utilizamos la reedicin hecha en 2003 por ediciones Estrella Roja. Ibdem, pg. 43. Pgina 24 de la reedicin hecha en julio de 2002 por Ediciones La Comuna. Sobre el libro Cmo cambiar el mundo sin tomar el poder puede leerse mi posicin crtica en Cuadernos Marxistas, N 12, pgina 21, Buenos Aires, 2002. Pasado y presente, Nmero 2/3, julio/diciembre de 1973, pgina 303. Jaime Massardo: Investigaciones sobre la historia del marxismo en Amrica Latina, Santiago, Chile, Bravo y Allende Editores, pgina 59. En el sentido metodolgico y no literal.

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Ver mi ponencia sobre Giudici en el panel convocado, y publicado, por Cuadernos Marxistas, N 8. Gramsci: El materialismo histrico y la filosofa de Benedetto Crocce, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1962. Denominacin con que Gramsci nombra la filosofa marxista para eludir la censura. Ha quedado como identificacin de quienes se referencian en sus ideas. Gramsci, A.: Notas sobre Maquiavelo sobre poltica y sobre el Estado moderno, Mxico, Juan Pablos Editor, 1995, pp. 47-48. Polica secreta del Zar, uno de los instrumentos estatales ms sofisticados y eficaces. A comienzo del siglo, Kautsky es el principal dirigente del principal partido socialista de la poca, el alemn. Es l el autor de la famosa frase, que Lenin adopta entusiasta: Pero no es el proletariado el portador de la ciencia, sino la intelectualidad burguesa: es del cerebro de algunos miembros aislados de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos los que lo han transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clases [...] De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera en la lucha de clases del proletariado, y no algo que ha surgido espontneamente de ella. Qu hacer?, Anteo, Buenos Aires, 1960, pgina 34. Anlisis de la direccin del Movimiento Socialista de Trabajadores publicado en su pgina web. Posiciones del Partido Obrero y del Partido Comunista Revolucionario, entre otros. Uno de los mitos de la poltica argentina, junto con el de Evita y los golpes de Estado, ha sido el de una supuesta cultura de izquierda del pueblo argentino, especialmente sus sectores medios, que se expresaban supuestamente en el progresismo radical y las corrientes ms combativas del peronismo. Desde esa visin, la cultura progresista era casi mayoritaria en la sociedad, falsedad que se ha puesto brutalmente de manifiesto en el consenso al golpe genocida de 1976 y a los procesos de reconversin capitalista aplicados con brutalidad extrema por los gobiernos democrticos sucedidos desde 1983. Seguimos aqu el razonamiento de Raymond Williams en Marxismo y literatura, donde hace referencia a la doble dominacin: la ideolgica, en un cierto sentido superficial, y la hegemona cultural, que afecta el sentido comn, la cotidianeidad, de un modo profundo y estable Los cubanos dicen del que escribe y piensa tal como los aportantes de su beca lo requieren. En contraposicin a la fantasa de revolucin de la izquierda, le toca el turno a la derecha de fantasear: creen ver en el resultado electoral del 27 de abril la regresin a una situacin de hegemona poltica absoluta que no es tal; y no slo por la ruptura cultural, el crecimiento de la izquierda y el nacimiento de una nueva institucionalidad popular, sino tambin por el descalabro del sistema de dominacin vigente desde 1983: el bipartidismo, la alternancia y

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PERIFERIAS N 11el cogobierno de peronistas (disciplinados por Menem) y el radicalismo (lo mismo tras Alfonsn).

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El grupo hegemnico de la CTA encabezado por Vctor De Gennaro vot las listas del PJ en 1989, de las que fueron parte con el luego llamado Grupo de los 8 entre los que estaba el mismsimo Germn Abdala, dirigente del gremio estatal. El Partido Comunista Revolucionario, expresin poltica de la Corriente Clasista y Combativa, tambin vot esas listas. La CTA y la CCC constituyeron en la prctica el ncleo de conduccin de la oposicin al menemismo, por lo menos desde la Marcha Federal de julio de 1994 hasta el Congreso Piquetero de La Matanza en noviembre de 2001. Desde el 1 de mayo de 1890, convergencia de grupos socialistas y obreros, punto de partida de todas las tradiciones comunistas hoy vigentes.

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QUE CIEN AOS NO ES NADA. NOS SEGUIMOS PREGUNTANDO QU HACER?Beatriz Rajland*

IntroduccinPor qu ocuparse u ocuparnos de un texto de 1902, que ha sido alternativamente endiosado, vituperado, criticado, manipulado? Se trata de un intento de exgesis, anlisis microscpico de significantes y significados? O de curiosidad bibliogrfica, de bsqueda desesperada por la verdad? Nada de eso. Unos y otros, los Capuletos y los Montescos del Qu hacer?, reconozcmoslo, realizan/realizamos una lectura intencionada que nos permita apoyar, desarrollar, controvertir ideas que sustentamos, que tienen que ver con posicionamientos tericos y prcticos en este duro pero hermoso ejercicio de tratar de ser revolucionarios. De lo que estamos seguros es de que se necesitan lecturas reflexivas y crticas, que intenten comprender una obra en su contexto histrico-social y no atribuyndole a todo lo expuesto por un autor una trascendencia de aplicabilidad en el tiempo, para todos los lugares del mundo y para todos los hombres y las mujeres (como suele decirse: urbi et orbe y erga omnes), con prescindencia de ese contexto histrico-social. Las categoras del pensamiento que reconocemos como marxiano, o que en ese sentido han sido desarrolladas, tienen validez en cuanto a su significado

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Profesora en Teora del Estado de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Comit Editorial de la Revista Periferias.

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terico-prctico en tanto y en cuanto no las descontextuemos; y conservan su vigencia si pasan la prueba de la universalizacin de su esencia superando justamente el contexto histrico de su formulacin. Ocurre que se puede y de esa manera, estructurar ejes del materialismo histrico, sin preocuparnos ni desgarrarnos las vestiduras si algunas afirmaciones quedan atadas solamente a su significado histrico, mientras otras, las perdurables, conforman justamente el corpus terico marxiano. Si, entre otras cosas, hoy se puede seguir afirmando tanto por partidarios como por detractores que Marx es el ms lcido analista crtico del capitalismo, el que fue a fondo en el desentraamiento de su funcionamiento y lgica (conocer la esencia para abordar el fenmeno, en el sentido de ruptura con el capitalismo), es porque son sus categoras bsicas las que siguen vigentes y nos permiten nutrirnos tericamente en la consecusin de lo formulado en la nmero 11 de sus Tesis sobre Feuerbach: no slo hay que describir el mundo, sino que hay que cambiarlo. Sin embargo, el problema principal no es esta lectura de ahora, sino la lectura plagada de un dogmatismo cuasi religioso de la mano de una fe atea, efectuada, como se suele presentar habitualmente, durante el stalinismo; pero, y es necesario decirlo, no slo durante el stalinismo (ni slo en lo que fue la Unin Sovitica), sino hasta mucho despus, hasta por lo menos el estrepitoso simbolismo de la cada del Muro de Berln y hecha por todos aquellos que por la va del sectarismo vulgarizaron la teora revolucionaria. Bien consigna Gramsci, citando a Engels, que: ...es muy cmodo para muchos creer que pueden procurarse, a buen precio y sin fatiga alguna meterse en el bolsillo, toda la historia y toda la ciencia poltica y filosfica concentrada en alguna formulitas.1 Es el mismo tipo de lectura dogmtica que se hizo de Marx y que seala Engels en la Carta a J. Bloch del 21 de septiembre de 1890, cuando afirma que la economa slo en ltima instancia es el resorte de la historia.2 Dice Engels: ...Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca ms que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformndolo en la afirmacin de que el elemento econmico es el nico determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda.....3 Marx, Engels, Lenin, Trotsky y otros que plasmaron parte de la teora de la cual abrevamos eran revolucionarios en el sentido complejo de unidad de la teora y la prctica militante concreta. Esto es importante a la hora de considerar las variantes de sus abordajes de acuerdo a las distintas circunstancias histricas, relacin de fuerzas, insercin y organizacin de las fuerzas del socialismo. Por eso, los intentos de fosilizar sus pensamientos en una sola lnea de construccin han sido, son, altamente nocivos para el movimiento revolucionario en general. Es en la inteligencia de este mismo razonamiento antidogmtico, de tipo

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dialctico, que tratamos de abordar en este caso- la obra de Lenin y ms especficamente, el Qu hacer? Tomaremos de esta obra dos de sus puntos centrales: el de la organizacin de un partido clandestino formado por revolucionarios profesionales y el de la relacin espontanesmo-ideologa, teora y prctica revolucionarias. En especial, nos abocaremos al segundo de los temas planteados y tambin a algunas de las ideas que al respecto desarroll Gramsci. El abordaje ser puesto en relacin, confrontado con el lmite tmporo-espacial del ahora y en la Argentina (particularmente, en la Argentina posterior a diciembre de 2001) y algunas de las interpretaciones tericas que se sustentan, especialmente respecto al desarrollo de formas de lucha o de organizacin/no-organizacin, que implican a los sujetos sociales emergentes.

Volviendo al original*1.- Lenin formula en el Qu hacer? una afirmacin clara y contundente: su objetivo era combatir el economismo, porque sostiene que debilitaba y dificultaba la lucha revolucionaria; y lo calificaba como un problema de fondo y no de detalle. La cuestin se present seala ante la consigna levantada por algunos sectores acerca de la libertad de crtica. Tras ella se desarrollaba una verdadera batalla ideolgica. Lenin la define como una lucha entre los mtodos primitivos de trabajo, que satisfacan a los economistas, y la organizacin de los revolucionarios, que se consideraba indispensable. Y manifiesta abiertamente que hubiera preferido que la cuestin no se tornara tan polmica y que ello, por ende, implicara una ruptura definitiva. Pero esto pasa en 1902 y en las condiciones especficas de la Rusia zarista. Y es por ello que en la reedicin** a doce aos de su primera publicacin, Lenin dice en el prlogo: El principal error en que incurren las personas que en la actualidad, polemizan con Qu hacer? consiste en que separan por completo este trabajo de determinadas condiciones histricas, de un perodo determinado del desarrollo de nuestro Partido, perodo que hace ya tiempo pertenece al pasado.4 La polmica era, sobre todo, en relacin con las ideas sobre la organizacin y el funcionamiento del partido revolucionario, sobre la base de un destacamento de*

Abusaremos, quizs, de la transcripcin de citas. Generalmente, resulta un recurso que es mejor evitar, pero, en este caso, ocurre que como se han olvidado textos reales y tergiversado o sacado fuera de contexto otros, se hace necesario recurrir a citar textualmente. La reedicin justamente responde a que las postulaciones referidas son invocadas por muchos adversarios del bolcheviquismo.

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revolucionarios profesionales; o sea un grupo reducido de especialistas. Lenin formula esa tesis como correspondiente a la situacin histrica de 1902, caracterizada en Rusia por la autocracia zarista, donde todo movimiento de lucha estaba prohibido y era perseguido violentamente por una polica poltica especialmente organizada para ello. En tales circunstancias, prioriza el carcter clandestino de la organizacin indispensable para una lucha firme y continuada contra el gobierno5, la que necesariamente no poda ser amplia. Podemos, naturalmente, poner en anlisis, en discusin, la justeza o no de esa tesis para la Rusia de la poca (si pensramos que nuestro conocimiento especfico es suficiente para eso, que no es el caso de quien esto escribe); pero lo que de ninguna manera podemos es atribuirle a Lenin la pretensin de que esa tesis sirviera en todos los casos, en todas las pocas, en todos los lugares. Ni tampoco que, a pesar de sus advertencias sobre la oportunidad histrica de lo propuesto, luego se siguiera sosteniendo en un amplio espectro de los partidos comunistas como la pretendida consagracin del modelo del partido leninista. Eso fue obra de otros hombres, manipulacin stalinista para llevar al partido o, ms especficamente, a su cpula, a reemplazar o sustituir la participacin genuina del conjunto, de los trabajadores, del pueblo, en la conformacin de la nueva sociedad socialista. Pero, adems, aun sosteniendo la tesis de la necesidad para 1902, de revolucionarios profesionales con funciones clandestinas como forma de partido, Lenin dice:...la concentracin de todas las funciones clandestinas en manos del nmero ms pequeo posible de revolucionarios profesionales no significa en modo alguno que estos ltimos pensarn por todos, que la muchedumbre no participar activamente en el movimiento [...] La centralizacin de las funciones clandestinas de la organizacin no implica en manera alguna la de todas las funciones del movimiento... (pg. 162)

Y volviendo al prlogo de 1914, se plantea: qu sentido tena hablar de exageracin (de la clandestinidad) despus de tantos aos, cuando esa organizacin creada en 1903 ya haba obtenido un resultado comprobado respecto a la propuesta formulada doce aos antes y en correspondencia con ese momento especfico de la lucha, y que en resumen ya haba cumplido su misin. Dice: el revolucionario profesional ha cumplido su misin en la historia del socialismo proletario ruso, refirindose al perodo 1903-1907 (creacin, estructuracin y cohesin). Pero lo ms sustancial, lo que nos interesa subrayar en relacin con el propsito de estas lneas, es lo que tambin est expresado en ese prlogo:

OCTUBRE 2003...el Partido Socialdemcrata aprovech [...] el claro pasajero de libertad [se refiere al perodo de revolucin de 1905 a 1907] para llevar a la realidad el rgimen democrtico ideal de una organizacin abierta, con sistema electivo, con una representacin en los congresos proporcional al nmero de miembros organizados del Partido... (pg. 14). ...el paso a una organizacin democrtica del Partido obrero, proclamado por los bolcheviques [...] en noviembre de 1905, en cuanto aparecieron las condiciones necesarias para la actividad legal, [...] equivala ya, en el fondo, a una ruptura definitiva con todo lo caduco en los antiguos crculos aislados...(pg. 16).

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O sea que la prctica de la organizacin del Partido proletario, aun cuando en 1902 fue previsto de acuerdo con el carcter y las condiciones de ilegalidad, como la existencia de crculos reducidos, cerrados, tuvo un carcter profundamente dialctico, que supo encarar la participacin de la masa en esas condiciones y ubicar la necesaria y posible apertura cuando las condiciones revolucionarias se ampliaron en 1905. 2.- En cuanto al segundo tema abordado: El espontanesmo aparece ligado al economismo, y ste a su vez reconoce como origen histrico desde el oportunismo social-demcrata el apasionamiento por el movimiento huelgustico y la lucha econmica. Sobre esta cuestin, Lenin va a considerar el elemento espontneo (en la generacin de las luchas) como forma embrionaria de lo consciente. En el momento en que los obreros comienzan a sentir necesidad de resistir colectivamente la prepotencia y el atropello de los patrones (o sea, en el momento en que comienzan a percibir que no hay un orden inamovible, inmutable o que por lo menos pierden la fe en l, y estn dispuestos a enfrentarlo de alguna manera), en ese momento es cuando se produce un despertar de la conciencia que interpretando el texto podemos decir que tiene todava los lmites de lo inmediato, de lo que aparece directamente como opresin. O sea que sintetizando el anlisis no alcanza para plantearse el salto de clase en s a clase para s, no alcanza para tener como objetivo el cambio poltico y social que a travs de la ruptura con el sistema lo emancipe. Es lo que Lenin tiene en cuenta para afirmar que la clase obrera, abandonada a sus propias fuerzas, slo es capaz de elaborar una conciencia tradeunionista (pg. 57); significando que puede alcanzar la organizacin sindical, conseguir la promulgacin de algunas leyes que contemplen sus intereses, pero no puede espontneamente plantearse la salida poltica emancipatoria. Para eso, necesita la conciencia social-demcrata, la que considera slo poda serles aportada desde afuera de la propia clase;

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y que, dice Lenin: ha surgido [...] como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas (pg. 58) . Por qu esa expresin, desde afuera, que hoy nos causa cierto rechazo o molestia? Porque, en verdad, lo que est planteando es que la teora sobre el socialismo, surgi (ha surgido, en pasado, de origen) de teoras filosficas, histricas, econmicas elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras: los intelectuales, formados en las instituciones burguesas a las cuales los obreros no tenan (en la poca de ese surgimiento) absolutamente ningn acceso. Tengamos en cuenta que el carcter de la autocracia en la Rusia zarista, determinaba que, en el centro de la lucha de los revolucionarios, la derrota de esa autocracia se situara como objetivo histrico al mismo nivel que la llamada tarea econmica. O sea que el objetivo de la lucha se planteaba en ambos planos, el poltico y el econmico, rechazando las ideas de quienes mecnicamente consideraban que la poltica sigue siempre y en todos los casos a la economa. El economismo, al ensalzar el espontanesmo, planteaba de hecho una subordinacin de la conciencia a la espontaneidad; pues parta de lo inmediato, de la reivindicacin casustica, economicista, de la conquista pequea de mejoras pequeas, pero inmediatas y no de futuro, acotadas a lo concreto actual, que en realidad representaban medidas gatopardistas por parte de la burguesa. El desde afuera nos molesta tambin; porque nos coloca a los que nos reconocemos desde el mbito intelectual pero nos identificamos plenamente con el objetivo emancipador, revolucionario tambin en el desde afuera, cuando nos sentimos desde adentro. Pero no confundamos, el desde afuera significa que la conciencia no surge espontneamente en el terreno estructural de las relaciones sociales de produccin y la lucha de clases ni del lugar que en ella se ocupe, aunque determine por s misma un inters objetivo en la necesidad de cambios. Surge, en cambio, en el mbito de la superestructura ideolgico-poltica, producto de un conocimiento de carcter cientfico, conocimiento que en cuanto a su posibilidad de adquisicin institucional-formal6, est limitado7 (lo estaba especialmente en la poca y las condiciones polticas autocrticas de 1902 en Rusia, y lo sigue estando hasta ahora en general en el mundo, aunque obviamente con importantes cambios en todos lados y con distintas profundidades) a una parte minoritaria de la poblacin, aunque las relaciones sean variables. Puede ampliarse, siempre en el espacio ideolgico-poltico, pero en un lugar diferente al institucional-formal; para lo cual tenemos que tener en cuenta la inescindibilidad de la teora (su generacin) y la prctica (su implementacin) plasmada en organizacin poltica, en partido, en movimiento. En la prctica revolucionaria consciente se gesta la capacidad, pero sobre todo la decisin de la socia-

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lizacin de la teora al conjunto de los luchadores, de distintas formas, con distintas metodologas, en los espacios de los combates de clase; para operar de consuno con los intereses reales y con y en los mbitos donde se desarrollan las distintas formas de esa lucha, por lo que, entonces se constituye en parte de esa propia lucha. El desarrollo de la conciencia (de base terico-ideolgica) genera comprensin, y gana voluntades y decisiones en el seno del movimiento real orientadas hacia la ruptura de las relaciones sociales capitalistas, hacia el socialismo. Y de ello surge la nocin de sujeto, que suma inters subjetivo al objetivo al incorporar la conciencia concreta que une la comprensin de la necesidad de cambio y la capacidad de construir el cambio; de organizarse en partidos o movimientos revolucionarios, que en s se constituyen en intelectual colectivo superador del intelectual individual (en el sentido acadmico, del que sabe y provee). Pero no abjura ni es expulsor del intelectual individual en el sentido de aquel cuya funcin en la sociedad, es la de ser intelectual en tanto y en cuanto en eso se traduce lo principal de su actividad, de su gasto energtico, sino que lo integra. En los partidos o movimientos revolucionarios, los trabajadores participan, pero no ya en calidad de trabajadores (como funcin y gasto principal de su esfuerzo nervio-muscular), es decir, en el lugar de la lucha economicista, sino en calidad de tericos del socialismo; o sea, como intelectuales orgnicos del socialismo, parte de la elaboracin de la teora y la prctica revolucionarias, y cuyo crecimiento est intimamente relacionado con la capacidad de insercin en el movimiento real, en la lucha de clases.8 En contraposicin a lo anterior, consideramos que es errado lo manifestado por Kautsky y citado por Lenin en su apoyo en el sentido de que:...el socialismo y la lucha de clases surgen paralelamente y no se deriva el uno de la otra; surgen de premisas diferentes [...] es del cerebro de algunos miembros aislados de este sector [los intelectuales burgueses] de donde ha surgido el socialismo contemporneo y han sido ellos los que lo han comunicado a los proletarios ms destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clases del proletariado, all donde las condiciones lo permiten...9

El transcripto es un concepto organicista, no dialctico, en tanto y en cuanto coloca espacial y conceptualmente la concepcin cientfica de la sociedad en el cerebro de intelectuales burgueses, y arbitrariamente de algunos miembros aislados. Es decir, aparece como si se tratara de una casualidad, no como producto de la realidad social concreta y del concepto del hombre como relacin social (aunque haga vaga referencia a lo primero en un prrafo anterior al texto referenciado). Sin la lucha de clases, sin los conflictos reales, no hay cerebro que imagine nada

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parecido a una teora cientfica de la sociedad. Lo contrario sera magia, no ciencia. El hecho de considerar, combatiendo el espontanesmo, que la ideologa no surge en el propio movimiento de los trabajadores por sus reivindicaciones es decir, que no surge por el solo hecho de la accin y la lucha, sino que se necesita de la elaboracin terica, de la construccin ideolgica; no significa que ambas no estn profundamente amalgamadas. Las ideas socialistas no han surgido porque s. Es verdad que se encarnaron en sujetos (intelectuales), pero no algunos cualesquiera aislados; sino en aquellos que se preocuparon y/o se sensibilizaron especialmente por las condiciones de existencia de los sectores sociales ms explotados, ms pobres, y a partir de ello elaboraron sobre las causas de esa situacin, as como sobre las formas de combatirlo y romper con el sistema hegemnico. Cmo explicarse, de otro modo, la simultaneidad de anlisis y conclusiones sobre algunos temas por parte de dos tericos como Marx y Engels, que no se conocan y vivan realidades concretas diferentes pero similares desde el punto de vista estructural?

Sobre la importancia de la teora y la prctica revolucionariasEs importante destacar que El desarrollo espontneo del movimiento obrero marcha hacia su subordinacin a la ideologa burguesa10 y que Sin teora revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario.11 Como se entiende que no hay ideologas al margen de las clases ni por encima de las clases, si no hay teora revolucionaria, si se rebaja la teora revolucionaria o sea, la ideologa socialista, se contribuye a fortalecer la ideologa burguesa. Sin teora revolucionaria, el movimiento obrero marcha, acta en la lucha de clases, pero le falta la toma de conciencia de que es el capitalismo quien genera la explotacin, el hambre, la miseria.12 Conoce sus necesidades porque las padece, las conoce infinitamente mejor que aquellos que las piensan y elaboran sobre ellas, pero su limitacin es justamente la falta de conciencia del porqu y del cmo terminar con ellas estructuralmente. Por su lado, quienes elaboran, piensan y proponen desde lo cientfico sobre los caracteres del capitalismo no pueden hacerlo si no conocen profundamente los padecimientos concretos, las luchas a que dan lugar; o sea, si no se relacionan estrechamente con los sujetos concretos de la explotacin capitalista y con sus luchas. Esto no significa, como ingenuamente se ha pensado en diversos momentos histricos, que el cientfico deba convertirse en obrero para sentir las necesidades y sus acciones, sino que debe estar consustanciado y adentrarse en ellas; no necesita padecerlas, sino entenderlas, entender su porqu, su de dnde, su cmo.13 Pero s significa que sin prcticas revolucionarias no puede desarrollarse la teora revolucionaria. Lo cual no debe interpretarse en el sentido

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de que la teora sea vista como un complementode la prctica: hacerlo as sera mecanicismo.14 Se ha falseado sobre la posicin de Lenin en relacin a la lucha econmica y de los sindicatos, dando a entender que no tenan mucha importancia para l. No es verdad. Tanto que en un primer momento plante la neutralidad de los sindicatos, pero luego fue partidario de un contacto ms estrecho entre los sindicatos y el Partido, de aproximarlos y ligarlos; aunque sealando que no deba perseguirse simples reconocimientos y teniendo claro que, aunque se fuera hegemnico, no deba excluirse de los sindicatos a los que piensan de otro modo. Esto significa tambin la delimitacin del papel y la actividad diferenciada del sindicato y del Partido. Cuando se expresa que la lucha propia de los trabajadores como tal tiene carcter de lucha econmica, no se quiere significar que no sea poltica. Lo es, pero en el sentido tradeunionista15, como dice Lenin, como la aspiracin comn de todos los obreros a conseguir del Estado tales o cuales medidas, cuyo fin es remediar los males propios de su situacin; pero esas medidas no acaban an con esa situacin, es decir, no suprimen la sujecin del trabajo al capital.16 O sea que una poltica es la relacionada con las reivindicaciones especficas de los trabajadores, en el sentido de lucha econmica dirigida a las instituciones estatales para su satisfaccin; y otra poltica es la de la lucha por el socialismo, dirigida a la ruptura revolucionaria con el capitalismo. Para pasar a la segunda, era y es necesaria la teora, el desarrollo ideolgico que genere conciencia, adems de plasmarse en organizacin y poltica concreta.17 En sentido gramsciano, la relacin entre filosofa y sentido comn est asegurada por la poltica. La poltica relacionada con las luchas sindicales se plasmar luego en normatividad, legislacin, nacional e internacional, ms o menos avanzada, la que va a constituir el derecho laboral; derechos de los trabajadores, s, pero bajo la hegemona poltica de la burguesa o derechos conquistados por los trabajadores a la burguesa, pero en el marco del sistema capitalista. No subestimamos esos derechos, ni como lucha ni como realizacin de las reivindicaciones de los trabajadores; pero es importante sealar que estn dentro de los marcos del propio sistema. Para producir una ruptura se necesita ms, se necesita teora revolucionaria, la que se construye en el campo superestructural de la ideologa. En igual sentido, Gramsci aborda el movimiento del sindicalismo terico, al que considera un aspecto del liberalismo, en el que la independencia y la autonoma del grupo subalterno que se dice expresar son sacrificadas a la hegemona intelectual del grupo dominante.18 Por qu se habla de sacrificio? Porque, por alguna razn, lo que no est planteado es el tema del poder o, dicho de otro modo,

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la transformacin de la clase subalterna en clase dominante. No se va ms all de la fase econmica corporativa, o sea, no se eleva a la fase de hegemona, entendida como direccin cultural y moral (y esto exige de la teora), en la sociedad civil y dominante en el Estado. Recordbamos al principio de este trabajo el contenido de la carta de Engels a Bloch de 1890, en cuanto a que la economa slo en ltima instancia es el resorte de la historia, afirmacin que Gramsci vincula agudamente al Prefacio a la Crtica de la Economa Poltica de Marx, cuando se refiere a las formas ideolgicas en que los hombres adquieren conciencia de los conflictos y luchan por resolverlos, expuesto de forma dialctica: ...del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que l piensa de s, no podemos juzgar tampoco a estas pocas de conmocin por su conciencia. Por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de produccin.19 O sea, la conciencia tiene su sustento en la vida material, pero sta no se aprehende en su significado si no es por la conciencia, lo que Gramsci expresa como que es en el terreno de las ideologas donde los hombres toman conciencia de los conflictos que se manifiestan en el mundo econmico. Y esta tesis no es de carcter psicolgico o moral, sino gnoseolgico. Lenin seala que el empuje espontneo de las masas, en la Rusia de la poca, marchaba muy rpidamente y en forma ininterrumpida; mientras que los revolucionarios haban quedado rezagados, tanto en el campo de la teora como en el de la actividad prctica y en el de la organizacin permanente, capaz de dirigir el movimiento. Esto da cuenta de una desarticulacin entre el empuje de las masas y la preparacin de las fuerzas conscientemente revolucionarias. Y para solucionarla no basta la actividad acadmica, sino la teora puesta en accin para cambiar el mundo en direccin al poder poltico de los trabajadores, cuestin que resulta ms que actual.

Algunas cuestiones relacionadas con el hoy en la ArgentinaVarias de las problemticas a las que nos hemos referido se han reactualizado en el debate actual e impregnan, naturalmente, a nuestro pas. sta es ya una razn de actualidad, no slo para replantear la pregunta Qu hacer?, sino tambin para reflexionar sobre algunas hiptesis planteadas por Lenin en su obra. Algunos de los comentarios que hemos hecho pueden verse reflejados en la actualidad argentina, particularmente con la que emerge y se desenvuelve desde diciembre de 2001. Cuando decimos emerge y se desenvuelve, nos referimos a que no nos esta-

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mos ciendo a una fecha, la pueblada del 19 y el 20 de diciembre de 2001; que as como tiene un despus, tambin tiene un antes sin el cual no se hubiera arribado a los sucesos de esas jornadas. El antecedente ms inmediato fue sin duda el hartazgo manifestado en las elecciones del 14 de octubre de 2001, donde se expres multitudinariamente el llamado voto bronca, voto de rechazo a los polticos del sistema20, percibidos como traidores, como corruptos, puestos de espaldas al pueblo; hartazgo transformado en rebelin contra el ajuste, el abuso, la miseria. Pero, sin duda, el momento culminante fue el de las jornadas del 19 y el 20 de diciembre de 2001. El levantamiento realmente popular, con un componente de espontanesmo aunque obviamente no puramente espontneo puesto que de alguna manera es, como dijimos, culminacin de un proceso, novedoso e indito, contribuy a desplazar al Presidente de la Nacin por primera vez en nuestra historia, sin que fuera resultado de un golpe militar. De las jornadas del 19 y el 20 emergi, la consigna Que se vayan todos, que significaba el rechazo a aquellos que, en nombre de representar, condujeron a la situacin crtica que vivimos o padecemos, con posicionamientos y acciones dirigidos a los intereses de las minoras poderosas vernculas y mundiales con clientelismos y altas dosis de corrupcin. El rechazo, el repudio, a la poltica hegemnica se tradujo en rechazo a todo lo que implicara jerarquas, liderazgos, y burla a la representacin de los intereses y necesidades de quienes votan por parte de los representantes. Emergieron o se potenciaron formas organizativas novedosas, que fueron avanzando en el sentido de la posibilidad de conformacin de nuevas identidades y actores sociales junto con los ya existentes en diciembre de 2001. As, el surgimiento de las asambleas, el potenciamiento de los piqueteros, la toma por parte de los trabajadores de fbricas quebradas o vaciadas y abandonadas por sus dueos para hacerlas producir son reconfiguraciones solidarias que permitieron profundizar en la manifestacin del conflicto y la protesta, y sobre todo, avanzar en la organizacin principalmente de las expresiones ms radicalizadas. Varias de las organizaciones polticas de izquierda ya existentes no permanecieron al margen, participando y creando opciones, tales como las del Movimiento Territorial de Liberacin. Otras, en lugar de integrarse, trataron de cooptar esas instancias de nuevos actores, generando rechazos. El resultado de toda la actividad desplegada se plasm en ms de 16.000 acciones registradas durante el ao 2002. Pero tambin como reaccin se produjo una especie de culto al rechazo a cualquier forma de representacin, de organizacin. Se desarrollaron, como dijimos, creativamente, nuevas prcticas vinculadas a formas de democracia directa,

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horizontalidad, autonoma, y se formularon teoras que, en resumen, absolutizan el rechazo absoluto a las estructuras organizativas. Coincidimos con Mabel Thwaites Rey cuando seala que: 1) hay que diferenciar la nocin (y el propsito) de autonoma de las clases subalternas respecto al capital de la nocin (y el propsito) de 2) autonoma en relacin a las instancias de organizacin que puedan representar intereses colectivos (partidos, sindicatos). Aunque tambin hay que saber que estos distintos niveles se presentan en conjunto, y frecuentemente interactuando e influyndose mutuamente.21 Nos interesa referirnos al punto 2): la justa reivindicacin de la democratizacin en el funcionamiento de las instancias de organizacin reclamada por los que luchan puede esterilizarse, tornar ineficaz sus propuestas, si se radicalizan en forma fundamentalista esos posicionamientos de rechazo absoluto a cualquier forma de organizacin (lo cual no significa que al decir formas de organizacin, ellas deban, fatalmente, reproducir modelos de jerarquizacin y rigidez). La defensa de la participacin, activa y consciente, no slo en la lucha sino tambin y fundamentalmente en las decisiones y el control sobre los intereses colectivos parciales o totalizadores (movimientos sociales diversos, partidos polticos), necesita estar articulada; no puede ser una participacin individual, separada del colectivo, donde necesariamente todos deban coincidir o consensuar unnimemente y si no resulta as, entonces no se resuelve, porque ese criterio paraliza la accin y lleva en definitiva a la pasividad. No se trata de que no se impulse el desarrollo de formas autogestivas (algunas antiguas y otras nuevas). Al contrario, deben ampliarse. Y, sin embargo, y aunque parezca paradojal, ello no se contrapone con el desarrollo de estructuras organizativas que sean pensadas desde la participacin, la democracia interna, la desjerarquizacin piramidal. Esto es vlido para la justificacin de la necesidad de organizacin poltica, pero tambin para el mbito de lo social. La experiencia ha demostrado que la energa, la creatividad del movimiento popular, de las clases subalternas, para tener resultados en la prctica, debe coordinarse, organizarse para potenciarse, poder as transformarse en direccin intelectual y moral. Cmo ubicar en este panorama las elecciones presidenciales del 27 de abril? Cabe preguntarse: es que realmente se expres el grado de movilizacin social descripto? Creemos que no y la cuestin tampoco es simple. Se puede afirmar, con certeza, que se vot de acuerdo al conocido espritu del mal menor. Es necesario tener en cuenta que estas elecciones fueron planteadas desde el bloque hegemnico en crisis como una reconfiguracin del poder dominante. Y hubo una reconfiguracin del bloque dominante. Lo que no hubo fue una reconfiguracin poltica del pueblo, y menos que estuviera en consonancia con el

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enorme bagaje de lucha y experiencia acumulado desde diciembre de 2001. Si bien es cierto que las jornadas del 19 y el 20 de diciembre operaron como aceleradores de la crisis del bloque dominante y lo golpearon fuertemente, lo que de ellas surgi, sumado al movimiento ya existente, tanto social como poltico, no alcanz a plasmarse en alternativa poltica de poder. Por su lado, el bloque dominante se reconfigur como pudo, fragmentado, tras una ley de lemas encubierta, apresurado en encontrar una salida antes de que pudiera ser desestabilizado.22 Est claro que ha habido una falta de correspondencia entre el grado de la movilizacin social en calles y rutas registradas durante el ao 2002, la radicalizacin de algunos de esos movimientos y la expresin del voto, emitido en abrumadora mayora a favor de alguna de las opciones del bloque dominante, las representaciones de los partidos sistmicos, que concurrieron fragmentados en cinco opciones (tres peronistas y dos radicales). Esa falta de correspondencia es expresin de crisis en la representacin poltica (como parte de una crisis ms generalizada), donde por un lado est lo que emerge como nuevo y no da tregua a lo viejo, pero donde lo viejo sigue all tratando de recomponerse e impedir que surja lo nuevo. Lo que ha quedado en evidencia es la dicotoma, la falta de articulacin de lo social y lo poltico, que no pueden ni pensarse ni actuar fragmentariamente; porque en esa fragmentacin se pierde energa, potencia, posibilidad de llevar a cabo los cambios que particularmente cada uno se plantea y el pueblo necesita perentoriamente. Y lo que se ha evidenciado, tambin, es la carencia de una alternativa de la izquierda, suficiente o apta para el momento actual, que reconfigure polticamente a las fuerzas de la izquierda y las articule con el movimiento popular. Es por ello que en este trabajo ya habamos considerado ms que actual el sealamiento hecho por Lenin, sobre que el empuje espontneo de las masas, en la Rusia de la poca, marchaba muy rpidamente y en forma ininterrumpida, mientras que los revolucionarios haban quedado rezagados, tanto en el campo de la teora como en el de la actividad prctica y en el de la organizacin permanente, capaz de dirigir el movimiento. Volvamos a un punto nodal de esto: la crisis de representacin poltica es, hoy ms que nunca, un problema de poder, de poder poltico. Es, justamente, un problema de articulacin entre lo social y lo poltico. Por un lado, el diciembre de 2001 expres el rechazo a las prcticas polticas hegemnicas; pero ese rechazo se extendi a la poltica en general cuando lo que hay que cambiar son esas prcticas, transformar el derecho formal a la participacin popular por delegacin en derecho de ejercer directamente el poder. Lo contrario, renunciara lo poltico y a la poltica por parte de los luchadores, separar lo

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poltico de lo social, l