Revista Morel

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Editorial. Morel “Las revistas literarias dialogan con el presente”. Entrevista a Liliana Heker. · “Belleza Cartonera” · Javier Soverna un librero de Haedo · Crónicas #1 Número lanzamiento

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Editorial.Morel

“Las revistas literarias dialogan con el presente”.Entrevista a Liliana Heker.

· “Belleza Cartonera”

· Javier Soverna un librero de Haedo · Crónicas

#1Númerolanzamiento

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Walrus Books Librería.Libros para alimentar

el corazón.Martes a Domingo 10 a 20 hs.

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Editorial.

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“Un fugitivo, acosado por la justicia, llega en un bote de remos a una isla desierta sobre la que se alzan algunas construcciones abandonadas. Pero un día, aquel hombre solitario siente que ya no lo es. En la isla han aparecido otros seres humanos. Los observa, los espía, sigue sus pasos, procura sorprender sus conversaciones. Y de aquí arranca el misterio, la continua alternativa entre la aluci-nación y la realidad que conduce poco a poco al fu-gitivo hasta el estupendo esclarecimiento de todos los engimas”. He aquí la sinopsis de aquella fantástica novela de Adolfo Bioy Casares, “La invención de Morel”, a la cual le debemos las gracias, en primer lugar, por ser tamaña pieza literaria, y por otra parte, por facili-tarnos el nombre de nuestra revista. No es casual que hayamos elegido esta, entre tantas otras; la analogía entre la obra de Bioy y nuestro empren-dimiento es posible. Revista Morel tiene un objetivo claro y ambicioso: que las personas escriban, y que escriban bien. Pero para saber escribir, hay que leer, o por lo menos eso dicen los maestros. Partiendo de la noción de que en el acto de la escritura, más allá de la puesta en funcionamiento de neuronas, lo que se obtiene es un aprendizaje, nos embanderamos con esta premisa y deseamos fomentar el potencial narrativo de cada uno de nuestros lectores. Tal es así, que verán publicados en nuestros números concursos de “micro-relatos” vía Twitter, en donde instamos a nuestros seguidores a que se lancen a la aventura de escribir sin prejuicio alguno, sin temor de hacer el ridículo, ni de fracasar, porque precis-amente allí, en el error, es en donde más se apren-de. Consideramos también que Morel es una gran alternativa de lectura que servirá para la difusión

de autores clásicos cuyas obras son insustituibles; en ella también encontrarán entrevistas realmente interesantes a personajes que viven de la literatura (porque sí, es posible trabajar de lo que a uno le gusta). También contamos con una sección dedica-da a las “rarezas” y diversas modalidades de crear universos. En fin, la nuestra es una revista sobre libros, sobre literatura, sobre “escribir”. Hay quienes utilizan la metáfora del viaje para aludir a la escritura. Nosotros no seremos la excepción: embarcados como el fugitivo en su bote de remos, arribamos a un lugar extraño y novedoso en el que creemos que estamos solos pero no es así. Y es a través de la escritura, del auto-conocimiento, y del encuentro con esas otras voces hasta ahora desconocidas, a través del contacto con el discurso de esa alteridad, que se puede alcanzar la verdad. Que se produzca el corrimiento del velo, o en otras palabras, el desci-

framiento del enigma. M.

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STAFF

. Tomás Deagustini

. Gastón Godoy

. Cecilia Laiño

. Josefina Marino

Sumario.

Editorial ______________________________3

Libreros de Buenos Aires ________________6

Micro-relatos Twitter ___________________9

Entrevista Liliana Heker ______________10

Nuestra artista del mes: Vicky Monté ___ 17

Crónica Morel_________________________ 18

Rarezas _____________________________ 20

Recomendaciones _______________________22

Restrospectiva_________________________23

Crónica Morel II _______________________24

Cadaver Exquisito_____________________26

Cuento del mes_________________________27

Imagen de tapa: “Negro Attacked by a jaguar”, de Henri Rousseau.

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Entrevista con un joven bibliotecologo que lleva a cabo su primer em-prendimiento en una libreria de Haedo. Joven aficionado a la lectura, quien hace de los libros, una forma de vida.

+ Entrevista a un librero

Javier Soverna, El librero de Haedo

por Cecilia Laiño

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+ Entrevista a un librero

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Siempre es importante tener una buena librería para visitar y comprar los libros que nos gustan, pero también está bueno conocer a quienes hacen de los libros, una forma de vida. Revista Morel pasó una mañana con Javier Soverna, bibliotecólogo y dueño de la librería “Tesalia” ubicada en Haedo, quien nos contó cómo vive su proyecto y algunas cosas más.

-¿Cuándo y por qué decidiste comenzar con éste proyecto?

-Siempre trabajé con cosas relacionadas al mundo del libro. Lo que quería era trabajar por mi cuenta. Antes me encontraba trabajando en la biblioteca de un colegio secundario, pero me aburría mucho y, además, yo no tenía nada que ver con el ámbito de la enseñanza. Realmente me sentía como un sapo de otro pozo. Así que quería trabajar por mi cuenta y tomar mis propias decisiones sin que me digan qué es lo que tenía que hacer. Con ahorros de mi anterior trabajo y alguna ayuda económica, pude tener mi librería. Abrí el 20 de julio del 2012.

-¿Por qué la llamaste “Tesalia?

Me gustaba tanto su sonido como su grafía y aparte, Tesalia fue una región del Norte de Grecia. A mí me interesa mucho el origen del mundo occidental porque yo me siento parte de esa cultura. El nombre es como una especie de homenaje a la cultura griega.

-¿Cuáles son los libros, textos y novelas que tienen mayor salida?

Principalmente la literatura infantil y después historietas como “Gaturro”, lo cual también está dentro de ese tipo de literatura. Con respecto a la literatura adulto – juvenil, el año pasado se

vendió muchísimo el libro “50 sombras de Grey” de Erika Leonard y ahora sucede lo mismo con “Cazadores de Sombras” de Cassandra Clare.

-¿Qué literatura consumen más las mujeres y los hombres?

-No me gustan esas generalizaciones, no se pueden encontrar esos patrones. Sin embargo, puedo reconocer que los hombres leen más Historia Argentina, Política y Economía mientras que las mujeres optan por Novelas, ese género mal llamado “literatura para mujeres” de autoras como Isabel Allende, Rosa Montero y Florencia Bonelli.

-¿Cómo influye y/o afecta la aparición de las nuevas tecnologías en tu oficio?

-Un poco afectó al libro impreso. Especialmente con soportes tecnológicos como E –BOOK. De todos modos, en Argentina no se instaló demasiado aún. Yo creo que por cuestión de costumbre no me adapto a leer desde una pantalla, (quizás algún texto, pero una novela no). No sé cómo será en el futuro, si las nuevas generaciones se seguirán acostumbrando a estos medios. Cada día van cambiando bastante y perfeccionándose. Ya hasta la imagen de la hoja tiene formato de libro, los colores. Sin embargo, hay ciertas cosas que el libro electrónico no puede reponer como las texturas. Probablemente en el futuro el libro impreso sea un objeto de lujo, adquiera un valor social.

¿Pretendes expandir la librería?

-A uno siempre le gustaría eso pero hoy en día me es imposible. De a poco voy trayendo más libros lo que la hace crecer más y también incorporando otros materiales como útiles escolares.

¿Cómo es el contacto con las editoriales?

-Tenés que abrir una cuenta con las distribuidoras y ahí realizas los pedidos. Por eso está bueno trabajar en tu propia librería porque uno se encarga de todo y podes aplicar tu gusto y optar por qué materiales traer. Obviamente, todo se realiza en función de lo que el cliente consume pero también de lo que uno intuye como necesario en una librería.

-¿Cuál es tu literatura y/o género favorito?

-Lo que más leo es Historia Del Arte, y con esto me refiero a la historia de la música, literatura, y las artes plásticas. También me gusta mucho la historia universal, ensayos sobre arte. “Inquisiciones” de Jorge Borges es sublime. También hay un escritor joven de música clásica que me agrada y se llama Pablo Gianera. Por supuesto, la ficción que es lo que escribo, desde cuentos, novelas, poesías. Consumo todos los géneros.

-Te gusta escribir, ¿Qué podés contarme acerca de eso?

-De chiquito hacía revistas con un amigo, obviamente que eran para nosotros. Recuerdo que tenían dibujos, chistes o reseñas sobre la vida de pintores, noticias del momento con caricaturas. Ya a los 17 años empecé a escribir un poco más pero nunca me animaba a publicar, ni siquiera a intentarlo. Aparte, durante el período en el que estudie letras dejé de escribir porque me tiraba para atrás el ambiente tan crítico de la facultad y sentía que escribía porquerías.

-¿En qué te inspirás para escribir?

Escribo mucho sobre vivencias mías y también me inspiraron mucho los libros del historiador sueco Carl Grimberg el cual es muy reconocido. En mi casa se leía mucho

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+ Entrevista a un librero

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sobre él. Recuerdo que compraban sus fascículos por el “Círculo de Lectores” y desde pequeño me interesó mucho. Grimberg me aportó muchas ideas, pero básicamente escribo sobre mí. Algunos personajes tienen características mías.

-Tenés publicados algunos libros: ¿Cómo fue ese proceso?

-Empecé a buscar una editorial, que en realidad ya me la habían recomendado. Esto fue gracias a una maestra de primaria, Alicia Salvi, con la que continué teniendo contacto porque es amiga de mis padres. Ella está muy metida en el mundo de la literatura infantil, en ese ámbito es muy reconocida. No se dedica especialmente a escribir libros para niños si no que críticas que se han publicado en “Revista Ñ”. Alicia me recomendó la Editorial “Alción” porque una amiga de ella había publicado un libro de poemas allí y trabaja con literatura de ficciones, narrativa, e historia. Es más selectiva con respecto a lo que publican otras editoriales. Así que mandé por mail mis textos y gustaron. Por suerte en el barrio se vendieron porque ya me conocen.

¿Qué diferencias encontrás entre una librería barrial y una ubicada en una zona más comercial?

-El caudal de ventas. Pero también el trato con el cliente es distinto. Un empleado no tiene tanto compromiso con la librería como la puede tener con un dueño. A mí me piden un libro y trato de conseguirlo como sea, a un empleado puede no llegar a interesarle eso. Además uno tiene más tiempo para tratar con el cliente porque no hay tanta gente entrando y saliendo.

M.

Librería Tesalia ubicada en la calle Héroes de Malvinas 10, Haedo.

Javier entre sus libros.

PERFIL: Nació el 21 de enero de 1979. Realizó sus estudios primarios en El Centro Cultural de Haedo y la escuela secundaria en el Instituto French de Ramos Mejía. Tiene estudios terciarios: hizo una especialización en bibliotecología en el Instituto Formación Técnica Superior Número tres. También comenzó a estudiar Licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires pero no la finalizó. Tomó cursos de italiano en la Academia Dante Alighieri de Ramos Mejía. También se formó con cursos sobre la Historia del Arte en la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. En el 2012 editó su primer libro de cuentos llamado “In memoriam Pseudo Calístenes” y en el 2013 “Haedo en el centro del Tornado”.

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Concurso de MicroRelatos 2013. Nuestros lectores se sumaron y escribieron sus piezas literarias en 140 caracteres. Los mejores han sido seleccionados por Revista Morel. ¡Felicitaciones, escritores!

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+ Microrrelatos

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+ Entrevista a Liliana Heker

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por Josefina Marino

En un encuentro a solas con Morel, la prestigiosa escritora nos habla de su trayectoria en la escritura y en el no tan conocido mundo de las revistas literarias.

Fotografía (izquierda): Gentileza Liliana Heker

Entrevista a Liliana Heker

+ Entrevista a Liliana Heker

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+ Entrevista a Liliana Heker

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Si existe alguien con autoridad intelectual para hablar de revistas literarias, ésa es, sin dudas, la es-critora Liliana Heker. Se define a sí misma como genuina de la gener-ación del 60, ya que fue el 25 de en-ero del año que dio comienzo a esa década, el día que tuvo su primer encuentro con quien sería su futuro partener en las redacciones de “El grillo de papel”, “El escarabajo de Oro” y “El ornitorrinco”; nada más y nada menos que Abelardo Castillo.

Desde muy temprana edad supo que quería trabajar en una revista literaria. Y sin tener mucha noción de qué se trataba esto, ese objeti-vo fue sostenido en el tiempo hasta que finalmente fue concretado. Con dieciséis años, la joven Liliana se detenía en los puestitos de la cal-le Viamonte, particularmente en el de la librería Galatea, para leer las revistas sin comprarlas (esto se debía a la insolvencia económi-ca típica de todo adolescente). “Las revistas de la época me parecían

aburridas, reaccionarias, no tenían

nada que ver con mi idea de la liter-

atura”, cuenta mientras rememora esos primeros años de iniciación en este mundo atrayente y a la vez de-sconocido. En paralelo a su afición por la lectura, Liliana llevaba a cabo sus estudios en ciencias exactas, es-tudiaba física. Este paso por la uni-versidad en el campo de las ciencias

duras no se correspondía con una vo-cación definida, sino más bien con un mandato familiar y la facilidad intrín-seca para los números, que tanto ella como su hermana mayor tenían. Luego de cuatro años de carrera, durante los cuales ya había comenzado a germinar en su interior la pasión por la literatu-ra, decidió dar por finalizados sus estu-dios formales; en un sano ejercicio de honestidad, Liliana abandonó la física y se avocó completamente a la escritura. “En mi vida yo había leído mucho, pero de manera muy desordenada. Hasta que un día, me encontré con el núme-ro 1 de El grillo de papel, revista que dirigían cuatro absolutos desconoci-dos. Había una pequeña convocato-ria que invitaba a jóvenes escritores a mandar sus cosas, y entonces yo rec-ogí el guante y escribí un poema en la máquina de escribir de quien era el novio de mi hermana. Escribí una carta y un poema, y los envié. Cuando volví de mi viaje de egresadas, me lla-mó uno de los directores de la revista.”

-¿Qué significa leer de for-ma “desordenada”?

- Significa que leí mucho, sin el menor orden, sin ningún propósito más allá de la fascinación que me generaba la lec-tura. Y leí los libros que se destinaban tanto a los nenes, como a las nenas. “Mujercitas” o “El príncipe valiente” de Salgari. A los 12 años recuerdo que leí “Los miserables” y fue muy fuerte para mí. Yo sentí que todos estos libros me formaron en la etapa previa a El grillo de papel en donde realmente empecé a escuchar hablar de literatura. A los 14 años leí a Romain Rolland, autor

que me marcó realmente (había

leído “El alma encantada” y “Juan

Cristóbal”). “Juan Cristóbal” es una

novela que habla de un músico, y fue

al leerla que descubrí que realmente

me apasionaba el trabajo artísti-

co; para la música no tenía talen-

to, tampoco para las artes visuales,

pero sí siempre me gustó escribir.

Leía mucho teatro también (Ber-

nard Shaw, Eugene O’Neill, Oscar

Wilde); todo en esa etapa. Leí bas-

tante literatura latinoamericana

previa al boom: Miguel Ángel Astur-

ias, Jacques Roumain, Ciro Alegría.

-¿Había muchos libros en su

casa?

-Mi hermana era muy lectora y yo

la veía leer desde muy chica. Mis

viejos no habían ido más allá de

la escuela primaria. Así que los li-

bros a mi casa los trajo mi hermana.

-¿Cómo fue ese primer en-

cuentro con Abelardo Castillo?

-Cuando me llamó Abelardo Castillo,

un joven absolutamente desconocido,

me propuso que nos encontráramos

en el café “Las violetas” porque am-

bos éramos del barrio de Almagro. Yo

llevaba una carpeta negra, de esas de

colegio, con todos mis textos escritos.

Recuerdo que él habló muchísimo, era

muy joven, pero me deslumbró. Habló

de muchas cosas que yo desconocía,

autores que jamás había escuchado

en mi vida; porque yo de literatura

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+ Entrevista a Liliana Heker

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Liliana Heker en 1981 Tapa de El Grillo de Papel, 1960 Tapa de El Escarabajo de Oro 1963

argentina no había leído nada. Bue-

no, él lee esa carpeta que yo le di y

le gustó mucho un texto de un géne-

ro literario que yo había inventado

(Túnguele), el texto se llamaba “Te

gustan las aceitunas”. A él le llamó

la atención, me dijo que tenía influ-

encias de William Saroyan (a quien

yo lo había leído muchísimo y no

era muy reconocido). Realmente me

sorprendió que lo conociera y que

notara la influencia. Entonces me

propuso que participara en la revista

-¿En qué consistía

esa participación?

-La revista se reunía los viernes en el

Café de los Angelitos, en la esquina de

Av. Rivadavia y Rincón, y yo empecé

a ir a esas reuniones. Podría decirse

que ahí empezó mi formación; en esas

mesas de café y en esas reuniones de

la revista a la que iban muchos cuen-

tistas y poetas, en donde se discutía de

literatura, la gente leía sus cuentos, se

discutía sobre ideología. En esos tiem-

pos fue que escuché por primera vez

hablar de Sartre, de Kafka, de Borg-

es, de Robeto Arlt y Ernesto Sábato.

Las reuniones estaban formadas por

jóvenes escritores, las novias de éstos

y yo. Es decir, yo era la única mujer

que iba por la suya, que iba porque le

interesaba la literatura. Y ahí me fui

formando hasta en el último número

de El grillo de papel (sobre el final yo

ya era secretaria de redacción, pero

al principio ni figuraba en el staff).

A los pocos años, por decreto estatal,

se prohíbe la publicación del Grillo

de Papel junto con otras varias pub-

licaciones de izquierda; las revis-

tas”Che”, “Fichero”, y “Cuatro patas”,

entre otras. Después, en 1961 fun-

damos con Abelardo “El escarabajo

de oro” (revista que dejó de salir por

motivos económicos), y finalmente

en 1977, terminé dirigiendo, también

junto a Abelardo, “El Ornitorrinco”.

-¿Cuál era el conteni-

do de estas revistas?

-Eran revistas literarias, hechas por

escritores, sobre todo por narradores,

y siempre fueron de izquierda. Hubo

algunos integrantes que pertenecían

al Partido Comunista, pero ni Abe-

lardo ni yo fuimos militantes de nin-

guna agrupación política. Siempre la

revista tuvo una ideología, y aunque

la palabra “compromiso”, instala-

da con mucha fuerza por Sartre, se

gastó con el tiempo, pero que todas

maneras tenía mucho sentido en los

60, las revistas siempre estuvieron

muy comprometidas con la reali-

dad nacional y cultural del país. De

modo que los editoriales eran muy

polémicos, daban cuenta de acontec-

imientos no sólo culturales sino tam-

bién políticos (antes una elección,

un golpe de estado, o una censura).

Siempre nuestra revista tomó partido.

Otra cosa muy singular en nuestra re-

vista (El grillo de papel) fue la prácti-

ca del humor. Las “grillerías”, esto es,

textos cortos que aparecían en las pá-

ginas centrales, desopilantes que eran

de un humor que no dejaba títere con

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+ Entrevista a Liliana Heker

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cabeza. Había en ellas discusiones so-

bre el marxismo, la izquierda y las dis-

tintas formas de hacer la revolución

social. Ya en la época de El Ornitorri-

co (1977), en plena dictadura, había

que hablar de exilio, de derechos

humanos, de los desaparecidos. Por

esos tiempos, cambiábamos un poco

el lenguaje, pero nunca el contenido.

-Si pudiera caracterizar a las re-

vistas literarias, ¿cómo lo haría?

-Yo creo que un libro dialoga con ti-

empos futuros o pasados, y con otros

países. En cambio, una revista dialoga

siempre con su presente. Con el aquí

y ahora, y es fascinante. La revista

literaria es la militancia de un escri-

tor. Por eso las considero muy salud-

ables y necesarias para los jóvenes

escritores. Las nuevas generaciones

se pueden expresar sin esperar que

los poderosos los llamen. En este tipo

de revistas hay discusión. Se discute

qué se entiende por literatura, qué se

entiende por lo que se está viviendo.

En El grillo de papel siempre tuvimos

tres objetivos muy claramente defini-

dos: en primer lugar, la excelencia

de la literatura. Los cuentos podían

ser de escritores jóvenes, escritores

consagrados pero debían estar bien

escritos. En segundo lugar, el com-

promiso político e ideológico, y por

último, el humor. Siempre pensamos

que para hablar de literatura y de

política no había por qué ser solemne.

Desde su bellísimo departamento en el barrio porteño de San Telmo,

escoltada por una vasta bibliote-ca que llega hasta el techo, Liliana hace un repaso desde sus dulces die-ciséis hasta su actual consagración como una de las grandes autoras de la narrativa contemporánea. Una trayectoria de muy larga data le-gitima las palabras de esta creadora de cuentos, y algunas novelas, quien posee una amplísima cantidad publi-caciones en su haber. En el trascurso de la conversación, describe cómo es el proceso ritual de la escritura y el temor de cruzarse con el fantasma de los “períodos en blanco” o bloqueos. -¿Cómo es la génesis de un

cuento o de una novela?

- Es muy distinta la génesis de una

respecto de la otra: en los cuentos

hay alguna situación que me hace

un click; tal vez algo que estoy vivi-

endo y me dispara la idea. Una ráfa-

ga que me pasa y que quizás para

otro no tienen ninguna significación.

A veces puede ser un rastreo en mi

propia infancia, como lo hice en “La

noche del cometa”. Son situaciones

mínimas que me tocan alguna fibra.

Con las novelas es distinto. Se me

presenta un conflicto, y hay uno

o dos personajes centrales. Hay

un conflicto complejo alrededor

del cual hay varios personajes en

torno y yo, ahí, ya siento que hay

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+ Entrevista a Liliana Heker

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Libro de cuentos, 1982

“Una revista dialoga siempre con su presente. Con el aquí y ahora, y es fascinante. La revista literaria es la militancia de un escritor.”

una novela. Parto de dos lugares

distintos y el trabajo es distinto. -¿Y cuál prefiere?

-Uf, ¡qué pregunta difícil! Yo por

mucho tiempo me había sentido

cuentista. Una cuentista a la cual se

le había cruzado un tema de nove-

la (como lo fue “Zona de clivaje”).

Después me di cuenta de que la nove-

la también me fascinaba y años más

tarde surgió “El fin de la historia”.

Cuando tengo un tema de novelas me

encanta, pero de manera más per-

sistente soy cuentista. No siempre

estoy escribiendo una novela o tengo

una novela que quiero escribir. Y sé

que las escribo como cuentos. Al buen

cuentista, si se le cruza un tema de

novela, lo puede escribir. Ahora bien,

no siempre el novelista puede escribir

un buen cuento. Los novelistas genu-

inos son más bien secuenciales. Yo soy

muy caótica escribiendo una novela.

-En sus antologías de cuen-

tos: ¿existe un criterio a la

hora de elegir cada uno?

- No creo que los libros de cuentos sean

una especie de buzón con todos los

cuentos que uno ha escrito. Se va ar-

mando y ordenando el libro para que

tenga una coherencia y una estructu-

ra. Y esa coherencia a veces la da la

época en la que uno escribe y qué te-

mas te están pasando en ese momento.

-¿Qué opina del famoso “sín-

drome de la hoja en blanco” al

que suelen aludir los escritores?

-No le tengo miedo a la página en

blanco, porque ésta es la posibil-

idad de ponerse a trabajar. Si es-

tás frente al papel o la pantalla,

es porque ya hay algo en mente.

Los períodos en blanco ocurren y

son terribles. Generalmente después

de escribir un libro uno siente que

queda vacío. Y te agarra ese miedo

y la maldita pregunta: ¿Y si nunca

más puedo escribir? Parálisis total.

Tuve un período que fue muy feo en el

que no podía terminar nada. Escribía

y no podía finalizar ni un solo texto. En

mi caso, el eje de mi vida es la ficción,

y cuando estoy escribiendo ficción

todo se me ordena. Fue un período

muy largo y muy difíci, pero después

uno lo entiende y dice “está bien”.

Creo que en esas épocas de vacío es me-

jor no escribir y esperar a ver, tratar

de encontrarse con la nueva necesidad

de escribir que escribir cualquier cosa.

Yo siento que soy escritora solamente

cuando estoy escribiendo. Lo que

ya escribí, está bien estoy contenta

de haberlo hecho, pero necesito es-

tar escribiendo. Uno puede contar-

lo con tranquilidad cuando ya pasó.

M.

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+ Entrevista a Liliana Heker

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“Creo que en esas épocas de vacío es mejor no escribir y esperar, tratar de encontrarse con la nue-va necesidad antes que escribir

cualquier cosa”

“Siempre pensamos que para hablar de literatura y de política no había

por qué ser solemne”.

“Zona de clivaje” (1987), su primera novela

“La muerte de Dios” (2011), libro de cuentos.

Su primer libro de cuentos, 1966

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+ Historieta del mes

Nuestra artista de noviembre: Vicky Monté. *

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* Estudiante de Diseño de imagen y sonido (FADU).

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+ Crónicas

Crónica de una muerte no anunciada

por Gastón Godoy

Lo que podía haber sido un simple cliente, se trans-formó en un (potencial) asesino. El destino casual o la simple impericia del matón. Las mafi as y la lluvia in-undan la ciudad. Ambas matan.

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Barrio de Recoleta, Capital Federal

Eran las diez de la noche en el bar-rio de Recoleta. Las calles: Agüero y Peña, a una cuadra de la panad-ería Goubert; en donde venden las mejores medialunas del barrio. Lloviznaba grueso. Un viernes apagado, con poco movimiento. Una pareja de adolescentes pasaba abrazada sosteniendo hombro con hombro un paraguas. Era el socio 9222, Miguel Vega, que iba con su novia. Una persona con capucha caminaba apresurado, parecía diri-girse al supermercado La Paloma. El socio 9318, Mellaré Oscar, con su traje a cuadros y un reloj llamativo se cubría la cabeza con un diario doblado a medias. El chino de en-frente llevaba a su boca un cigarro barato mientras observaba todo

desde la puerta de su negocio. Un señor mayor elegía películas aden-tro. Albertito, el policía de la cuadra, usaba su gorra y un techito para protegerse de la lluvia.

El encapuchado se calzó una media en la cabeza y entró al supermer-cado. José, que ya había consumido todo el tabaco tóxico, lo vio y quedó duro como una muralla, la sangre ya no le corría por las venas, no sentía nada. Puso sus dos palmas hacia delante y decía que no. El encapu-chado sacó el arma: su dedo fino, de piel áspera y uña larga y sucia, gatilló. Pero el disparo no salió. Quiso disparar varias veces más, pero ningún tiro salió. Su uña seguía sucia. El matón, muy nervioso, salió corriendo, la lluvia le daba cada vez

más velocidad. José gritaba como cuando llama al chico que atiende la fiambrería. La gente empezó a acercarse, el policía corrió a pasos largos. “Quilombo”, pensé. Luego llegaron algunos móviles policiales y la gente se dispersó. Pasó lo peor.

— ¡Qué locura lo que pasó!, lo querían matar — decía Oscar que ya no se cubría con el diario.— Son los de la mafia china, ¡qué hijos de puta! — decía Miguel Vega mientras su pareja sostenía atemo-rizada el paraguas.—Esos chinos no tienen problema, si tienen que matarte, te matan — decía el encargado del restaurante vecino al supermercado.

No era la primera vez que sucedía

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algo así en el barrio, hace unos meses la suerte había sido para los orientales que estaban dos cuadras más arriba, me contó un policía.

Después que lo entrevistaron a José, ya toda su familia estaba ahí, tenía los ojos como dos platos; decidieron cerrar el local una hora antes de lo habitual. La persiana era azul. Héctor Gimenez decidió llevarse “Un cuento chino”, la de Darín. Qué ironía. Aunque no tanto. Todo debía quedar ahí, pero no fue así. La “pro-tección” siempre tiene un costo. El asesinato y la extorsión no figuran en el contrato invisible, tácito.

Pasaron dos semanas calmas en el barrio porteño de aroma francés. Yo desayunaba unas galletitas dulces y tomaba un mate con mi amigo concubino. Hablábamos de los par-tidos del fin de semana. Los equipos grandes siguen igual de irregulares que hace unos años. Qué precarie-

dad el fútbol argentino. Me llegó un mensaje de texto. Clarín miente. Hay excepciones. “Mirá Clarín –bregaba el mensaje de un colega de facultad-, mataron al chino de enfrente a tu laburo. Increíble”. Qué carajo, pensé. Era inverosímil, no de nuevo, por fa-vor. “Ay, madre mía”, diría mi abuela.

La nota, aunque verdadera, era surrealista para mí. Dos días antes había estado comprándole cerveza y renegando porque tenía que pagarle esos míseros centavos por el frío. Les debe pasar a muchos, seguro. En el fondo lo quería, y sí, si lo veía siempre... Al parecer, esta vez dieron menos vuelta sus connacionales y no les importó nada (si es que alguna vez les importó).

Uno de los vecinos del barrio relató que una camioneta 4 x 4 negra, bien lustrada, frenó frente al supermer-cado, que bajó una persona con un arma larga en la mano y no midió

palabras, sólo disparó al primero que vio. Sin embargo ese no era José, sino su hijo, Matías. Un gurí que apenas pasaba los veinte años. Se me bajó todo cuando leí eso. Él solía ayudar a José, siempre reponía las mercaderías (curiosamente, eso hacía cuando el plomo asesino lo atravesó) y en escasas ocasiones atendía en la caja.

La cortina del supermercado “La Paloma” era azul. Nueve de cada diez locales asiáticos la tienen de ese color. Se estima que el 80 por ciento de los inmigrantes chinos del mundo provienen de la provincia Fu Jian, ubicada al sur del extenso país. El color de las persianas se correspon-de con la mafia de esa zona de China.

A los pocos días volví al video a trabajar. Tomaba un mate (lo sentía más amargo que nunca); en la vereda, con mi jefe, los dos seguía-mos consternados por lo de Matías. “Pobre pibe, la verdad, pobre pibe”, decía él. Miré un segundo hacia ar-riba la paloma dibujada en el cartel casi no se veía, el óxido se la había comido hasta casi hacerla desapare-

cer. M.

Fotografía: Horacio Coppola

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Eloisa Cartonera es una edito-rial que nació en el 2003 como un proyecto socia. Hoy es una cooper-ativa que compra cajas de cartón para hacer las tapas de los libros que publica. Desde sus comienzos ha publicado más de 200 títulos, de autores como César Aira, Ricardo Piglia, y Enrique Fogwill, entre otros. El mail de Alejandro decía que no había problema. Que podía ir cual-quier día de semana entre las 14 y las 18 al local de Eloisa Cartonera, que iba a poder hacer la entrevista sin ningún Inconveniente.

Llegué 14:15, más o menos, a Aristóbulo del Valle 666, en La Boca. Estaba todo cerrado, y me senté en la esquina de enfrente, que había som-bra, a esperar un rato, por las dudas. A los 10 o 15 minutos se acerca una mujer.

-¿Venís a la cartonería?

-Sí, sí, pero está todo cerrado.

-¿Vos sos Tomás? Me dijo Ale que iba a venir un chico. ¿Me ayudas a abrir la puerta?

Mientras abrimos la puerta persiana de hierro, Miriam, o La Osa, cuen-ta que si la esperaba iba a buscar a su hijo que lo dejó en su casa (a 10 metros del local), y volvía. Al ratito, La Osa vuelve con Federico, de ocho meses. Miriam tiene 29, pero parece de más.

-¿Cómo eligen los cartones para hacer las tapas de los libro?

Viene el cartonero y nosotros le com-pramos la caja a 25 centavos. No im-porta el tamaño, ni los colores, com-pramos la caja entera que esté en buen estado.

-Cuando pintan los libros, ¿tienen en cuenta el contenido del texto, o cómo eligen el arte de tapa?

Tiene que ver con nuestra personal-idad. El arte es libre ¿no? Cada uno pinta como le gusta ¿no? Agarramos los cartones de los block de mapas para hacer stenciles. Eso se lo com-pramos a los cartoneros también. Si tenés que comprar eso en una libre-ría te sale re caro, ¿viste? Después hacemos las letras ahí, y ese es nues-tro material de trabajo.

Todos nos mandan libros de regalo. En otros lados son artistas, no viven de esto.

En octubre Eloisa Cartonera cumplió

+ Rarezas

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10 años de belleza cartonera

Miriam está sentada. La sonrisa que muestra, es la que pone cuando habla sobre la cartonería.

por Tomás Deagustini

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+ Rarezas

diez años, y lleva publicados más de 200 títulos. Miriam cuenta que en el 2011 se hizo la primera Feria del li-bro cartonero, en Paraguay.

Eloisa se fue extendiendo por el mun-do, ¿conocés como son las experien-cias en otros lados?

Si, re lindos libros hacen. Y como nosotros fuimos la primera, todos nos mandan libros de regalo. Ahí tenemos de una librería de Ecuador. Ellos son muy artistas, no viven de esto. No son cartoneros, son artistas plásticos, estudiantes que hacen en su casa, y venden en su casa.

¿Fuiste a otros talleres?

No, pero a Buenos Aires lo conocí todo. Con los libros ¿no? Dando tall-eres a los niños. Fui a Rosario, Mis-iones, Santa fe, La Rioja, Catamarca, a todos lugares lindos. A la playa.

¿Hoy viven de la editorial?

Si si, vivimos de esto, de hacer los li-bros, venderlos, distribuirlos. Yo an-tes cartoneaba, y vendía los cartones acá. Y el Cucu (por Washington Cu-curto, uno de los fundadores, y prin-cipales escritores de la editorial), insistía. Me decía ¿cómo vas a andar en la calle? vení. “Naa, yo quiero pla-ta todos los días, ustedes cobran por semana, a mi no me cabe, de decía yo. Y el me decía que no, que tenía que aprender. Y yo no no no. Como cinco meses estuvo diciéndome que deje la calle todo. Y un día me decidí.

La Osa, mientras rompe hielos para preparar un tereré, cuenta que le costó “una banda” dejar el carro. Ir a sentarse con un horario. “En la calle era yo, trabajaba a la hora que quería, todo”, cuenta Miriam.

¿Desde cuándo estás acá?

Desde el 2007.

¿Qué hacías antes de trabajar acá?

Cartoneaba y era directora técni-ca de un club de futbol en el barrio San Martín de San Francisco Sola-

no. Saqué tres veces campeones a la categoría 89. Ahora tienen como 24 años, y cuando me ven en la tele o en algún lado, me cargan después. Aho-ra soy editora. Editora cartonera.

¿Miriam u Osa?

Las dos.

¿Crees que la gente compra libros de Eloisa por los precios accesibles?

Claro. Nuestros libros son primera edición. 10 pesos salen. Los autores nos dan el permiso. Mira, un libro de Aira te sale 80, 90 pesos en una li-brería. Mil gotas, El todo que surca la nada, Cerebro musical, son cuentos de Aira que nos los dio los inéditos.

Le dije a Fowgill: “Negro, editamos lo tuyo, así que

imaginate”.Miriam cuenta que Eloisa tiene un puesto de diarios en Paraná y Cor-rientes. Que lo compraron con el esfuerzo de la cooperativa. Dice que sólo vende libros cartoneros, no tienen revistas, nada. “Ricardo Piña atiende el puesto, es escritor de la editorial, y también es el que admin-istra el face. Nosotros los hacemos acá, y se lo llevamos”, cuenta.

¿Te gusta leer?

Si, claro.

¿Estás leyendo algo ahora?

Sí, El lazarillo de Tormes (novela es-pañola anónima). Es re angustiante. es de un chico que lo abandonaron. Lo leo un toque y lo dejo, y me quedo pensando en todo lo que dice. Es re angustiante. Pero está bueno.

La cooperativa Eloisa Cartonera com-pró un terreno de una hectárea en el 2009 en Florencio Varela. Se llama “El campo del sol albañil”. “Vamos a hacer una escuela agrícola, esta todo encaminado, esta la casa, está todo”,

afirma Miriam.

La Osa empieza a contar que le gus-taría tener un libro que sale como 400 pesos. Está segura que en algún momento lo va a conseguir. Es uno del Kun Agüero. “Lo miro en la libre-ría y digo: que lindo que es. Me gus-taría verlo, pero no puedo, porque tiene la bolsita”. Cuenta también que cuando cumplió 26 le pidió al Cucu que le regale un libro sobre Martín Palermo. “Cucurto es escritor, lo ed-ita Emecé, todo. Negro -le decía- vos conseguímelo que estas ahí”. Cuenta que lo jodió tanto, que se lo trajo. “Tengo una valija que está llena de libros. Ahora tengo una colección de cuentos para Fede, de libros infan-tiles”, afirma.

¿Cómo eligen los escritores a quienes publicar?

Nosotros hacemos un concurso to-dos los años, que se llama “El nuevo zudaca border”. Hacemos una convo-catoria por Facebook, y todos lo que quieren publicar y no pueden, vienen y traen sus textos. Otro día nos jun-tamos nosotros, y cada uno se lleva varias carpetas. Después hacemos una fiesta acá, y anunciamos los ga-nadores, que publican acá.

¿Qué planes hay a futuro?

El plan que sigue es comprar un lo-cal que sea nuestro, alquilar es re caro. Queremos uno acá. La Boca es lo más. Y también queremos seguir el proyecto del campo.

Miriam cuenta que en la car-tonería conoció al papa de Fede. “Gracias a la cartonería, viajé al mar, conocí la playa, la mon-taña, viaje en avión. Conocí todo”. Entre anécdotas, La Osa me muestra una foto de ella con Fogwill, y que éste decía: “Odio a los cartoneros, publican cualquier porquería”. Miri-am se ríe y cuenta que le dijo: “Y ne-gro, te editamos a vos, así que i-magi-

na-te. M

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+ Cadaver exquisito

André Bretón Tristan Tzara Robert Desnos

El viento soplaba suave aquella mañana de septiembre. El jardine-ro//estaba esperando mi respuesta, pero el búho maldito había robado mi concentración.// Mi concentración depende de que sea lo que estoy haciendo. Eso varía de si me guste, o no (a mi criterio). El mejor invento del hombre sería la pastilla de la voluntad, y no hay vuelta que darle.// Darle hasta que salga el sol, con fuerza, con asco, con rabia y enojo. Una vez finalizado el crimen, uno se dispone a tomar una copa de vino y a fumar.//pero fumar no es algo que hago a menudo. Sólo cuando la an-siedad es una característica que la mayoría de las personas se atribuyen. ¿Por qué será?, posiblemente sea la necesidad de mostrar defectos que no afectan al resto. // Después de un tiempo, me alejo tranquilo, con cautela, hasta estar fuera del alcance, en un lugar donde pudiera pensar y sum-ergirse en lo más profundo de sus pensamientos. //pensamientos y más pensamientos que no son reales, y nunca se concretan. M.

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Cadáver exquisito es un juego de palabras La técnica fue usada por los surrealistas en 1925, y se basa en un viejo juego de mesa lla-mado “consecuencias” en el cual los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura, y después la pasaban al siguiente jugador para otra colaboración.Se juega entre un grupo de personas que escri-ben o dibujan una composición en secuencia. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador anterior. El nombre se deri-va de una frase que surgió cuando fue jugado

por primera vez en francés: « Le cadavre - ex-quis - boira - le vin - nouveau » (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo). Los teóricos y asiduos al juego (en un prin-cipio, Robert Desnos, Paul Éluard, André Bretón y Tristan Tzara) sostenían que la creación, en especial la poética, debe ser anónima y grupal, intuitiva, espontánea, lúdica y en lo posible automática. De hecho, muchos de estos ejercicios se llevaron a cabo bajo la influencia de sustancias que inducían estados de semiinconsciencia o durante expe-riencias hipnóticas.

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+ Fotografía

Retrospectiva

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“Florida Luminosa”, 1936. Fotografía de Horacio Coppola

Buenos

Aires

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+ Crónicas

En la etapa más gris y triste del año: un autor em-blemático y sus novelas, dos amigos y un sorteo. Crónica de una noche de literatura que despertó el optimismo y la esperanza que muchas veces solemos creer perdi-da.Tengo un amigo que se llama Juan Manuel. Lo conocí el año pasado, en la facultad. Menos de un año es un tiempo relativamente corto para conocer a una persona, lo sé, pero sin embargo nuestro vínculo surgió muy repentinamente has-ta llegar a lo que es hoy: una gran amistad. Y es que en general suele pasar eso, las grandes hermandades comienzan sin que uno se lo plantee mucho, y se desarrollan tan vertigi-nosamente que nadie se da cuenta. Me decidí a escribir sobre él porque una vez, tuvimos un día distinto. Era jueves a la noche y cuando volví a mi casa me encontré con un mensa-je de mi amigo que me sugería ir a un evento homenaje a Julio Cortázar.

Este tenía lugar en una biblioteca

en ese barrio que tanto me gusta, el punto indefinido entre Almagro/Abasto/Villa Crespo. Con motivo del aniversario número 50 de Rayuela, los administradores de esta bib-lioteca barrial de la calle Lavalleja, organizaron una serie de activi-dades para conmemorar la primera edición de esta paradigmática obra. Ante todo, tengo que aclarar que no terminé de leer Rayuela. Es uno de mis grandes pecados como lectora y como ser humano (tampoco vi el Padrino II, ni la III). En fin. Nos encontramos a las 7 de la tarde de ese día entre húmedo y frío de junio. Una etapa del año que par-ticularmente detesto, porque este tipo de clima tiende a recluirme en mi casa, sin ganas de salir ni de ver a nadie. El lugar estaba atestado de personas, en su mayoría, viejos. Había una propuesta interesante, que consistía en llevar un libro del cual uno quisiera desprenderse, para tomar otro que haya llevado alguien con la misma intención, formando así, una interminable cadena de favores literaria. Se ve que llegamos medio tarde, o sobre la hora, porque ninguno de los que quedaba nos resultó interesante. Yo

había llevado “Ficciones” de Borges, porque tengo dos ediciones iguales en casa, pero me parecía demasiado bueno como para dejarlo y llevarme una obra de teatro llamada “El debut de la piba”. Quizás se trataba de una obra maestra, puede ser, pero de todas formas, no quise arriesgarme. Como bien dije antes, la sala princi-pal de esta biblioteca estaba repleta de gente. Nos chocábamos, nos empujábamos entre todos. No había comodidad para desplazarse. Las personas mayores que poblaban este recinto se encontraban particu-larmente fastidiosas, y nos miraban a nosotros, representantes de la juventud, con cierto recelo, impután-donos que nos habíamos colado en una fila inexistente. Finalmente, ingresamos a un auditorio que no estaba preparado para recibir a tanta gente, seríamos unas 300 personas aproximadamente, y todos los ancianos habían acaparado las sillas, como debe ser. Juan Manuel estaba entusiasmado porque en la entrada nos habían dado un número a cada uno para que participáramos de un sorteo. “78 A” era el mío. Los premios eran las obras completas de Julio, cinco ejemplares de Rayuela, y un desayuno en un café llamado

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Libro de (Juan) Manuel

por Josefina Marino

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+ Crónicas “Bonjour Paris”. Mi amigo me dijo al entrar: “es fija que me lo gano yo”. La primera parte del evento con-sistió en escuchar a un grupo de músicos de jazz que tocaban mien-tras un señor, escritor y clarinetista principiante, leía capítulos especial-mente escogidos de Rayuela. Quizás el hombre no brilló por ser un gran narrador, pero de todas formas fue un momento agradable. La música era amena aunque costaba disfrutar-la en un entorno tan incómodo: poco espacio, todos parados y yo con un incipiente dolor de cintura. ¿Quién es la vieja ahora? Luego del espectáculo musical, decidimos sentarnos en el piso y nos resignamos a verles las caras a las escritoras que estaban en una suerte de panel de discusión sobre la obra de Cortázar en su conjunto. El salón se fue desagotando a me-dida que la conferencia empezó. En un momento, justo al lado nuestro, llegó una muy bella mujer, de unos 50 años, rubia de ojos claros, alta, de muy fino porte. De esas lindas, que conservan su elegancia en la adultez. Juan Manuel me dijo que se trataba de una escritora, que casual-mente había sido invitada una vez a nuestra querida facultad, allá por el primer año de la carrera, cuando cursábamos la materia Taller de Ex-presión I, un taller de escritura. Por ese entonces, mi compañero y yo no nos conocíamos, y como supe cursar esa misma materia en otra cátedra, me perdí de esa charla.

La conversación entre las escritoras sobre el escenario tuvo sus alti-bajos. Una de ellas, quien posee el honor de haber conocido y tratado a Cortázar en persona, contó una anécdota sobre sus últimos meses de vida, en la cual el autor le reveló un sueño recurrente que se le pre-sentaba. En el sueño, Julio alcanzaba el objetivo más deseado de toda su vida: había logrado poder expresar, en una última novela, todo aquello que siempre había querido decir.

La particularidad de esta hazaña, residía en que cuando el editor le entregaba el libro a Cortázar, este estaba escrito con formas geométri-cas. Esta mujer, amiga del autor, desprendía de este hecho un análi-sis del sueño e interpretaba que su significado, era la frustración del artista ante la inefabilidad y ante esa dificultad que tiene toda obra de arte de trascender lo esencialmente terrenal para que se convierta en algo totalizador, que explique la ex-istencia misma. Todo esto fue un dis-parador para una charla futura que tuvimos con Juan Manuel, en la cual yo le expresé mi desacuerdo con esta premisa. Para mí sí hay obras de arte que trascienden al hombre, que nos elevan a un nivel de sensib-ilidad en la percepción y nos tocan verdaderamente el alma. Sin ir más lejos, “The great gig in the sky” de Pink Floyd, es una prueba de ello.

Tras un fuerte aplauso del audito-rio, el panel compuesto por estas mujeres llegó a su fin. Pero faltaba algo. El sorteo. En primer lugar, se subastó el desayuno gratuito, que no escuchamos quién fue el ga-nador (el cansancio físico de estar allí perturbaba nuestra atención a esta altura). Ya de pie, de brazos cruzados, cargando con mi piloto de lluvia, miré a Juan quien no sacaba los ojos de su numerito de talonar-io. La mano de una de las mujeres en el escenario hurgó en la bolsa de plástico que contenía todos los papelitos y sacó uno. “77 A”. Como no podía ser de otra manera, este era el número de mi amigo. Se había ganado una bellísima edición de Rayuela de la editorial Alfaguara. La sorpresa fue total, por más que él en todo momento sostuvo que este sería su día de suerte y que había

ido para ganárselo. En este trajín de emociones, de premoniciones corroboradas, Juan Manuel subió al escenario y recibió su premio. Le tomaron una foto y mostró el nuevo tesoro adquirido ante todo el audito-rio. Nosotros aplaudimos, y el ritmo del sorteo siguió su curso hasta que se entregaron todos los libros que quedaban por regalar.

La escritora que todo este tiempo siguió a nuestro lado, Inés Garland, felicitó a Juan y le dijo: “viste, ¡vos que estabas tan seguro de que ibas a ganar!”. Ante este comentario mi amigo tuvo un lindo gesto con la mujer, le contó que la recordaba de aquella charla que dio en la Facul-tas de Sociales de la UBA, y le pidió si le podía autografiar su nuevo y reluciente ejemplar de Rayuela. Con un poco de reticencia, ya que no se creía legitimada para escribir su firma en una obra de Cortázar, la mujer aceptó, y dejó una dedicatoria bellísima en el libro de mi amigo. Ella estaba acompañada de un señor mayor que nos despidió a ambos con mucha amabilidad y le dijo a Juan: ¡Auguri! Nos causó gracia y ternura. Abandonamos la biblioteca barrial absortos por lo que había sucedi-do. Maravillados de que se haya producido la coincidencia, de esas que ocurren con poca asiduidad. Hubiera sido una mayor casualidad todavía, que la obra de Cortázar que Juan se ganó, hubiese sido, precisa-mente, “Libro de Manuel”, pero no. Era Rayuela. Y yo creo que ahora, la historia que se trazó entre esta novela y mi amigo, es totalmente distinta. Esta estuvo signada desde el comienzo por una certeza y por un destino de que tenía que ser así, que él tenía que ganársela. Son es-tas pequeñas cosas, estos pequeños guiños, esos encuentros en carne propia con el arte, los más reve-ladores, los que nos tocan el alma nuevamente, y le dan sentido a la

vida. M.

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+ Críticas

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Crítica literaria de “Cumbres Borrascosas”

por Cecilia Laiño Emily Brontë

FICHA TECNICA: Cumbres borrascosas - Emily Brontë

Título original: Wuthering Heights Editorial: Antares Año

publicación: 2005 (1847)

-Temas: Literatura: Narrativa

Si pensamos en la Novela Romántica debemos considerar que la gran creación inglesa, “Cumbres Borrascosas”, cumple con los requis-itos necesarios para definirse como tal convirtiéndose la naturaleza en un elemento central a lo largo del relato. A través de sus páginas, Em-ily Brontë nos lleva a la Inglaterra del siglo XIX y allí nos cuenta sobre el amor contrariado entre una terca Catherine, perteneciente a una fa-milia de buen pasar económico, y un enigmático joven llamado Heathcliff del cual nada se sabe sobre su pasado (y tampoco se lo sabrá en toda la novela). La obra se escribió en plena Reforma Católica y Protes-tante, y este proceso se encuentra indirectamente presente en el libro. El personaje de Joseph, criado de la familia, apela constantemente al castigo de Dios y en todo encuen-tra el pecado (especialmente en la figura de Heathcliff). Este se en-cuentra vagando solo por las calles hasta ser recogido por un solidario hombre que resulta ser el padre de Catherine, Señor Earnshaw, y éste lo lleva a vivir junto a ellos en la estancia “Cumbres borrascosas”. En su estadía allí, vive en carne propia el destrato de no ser aceptado por la familia; principalmente por el her-mano mayor, Hindley Earnshaw.

Emily Brontë habla de esos amores inimaginables para la época por las diferencias sociales. Dos personas de mundos completamente diversos no podían entablar un vín-culo, la vida se desarrollaba en famil-ia y no había movilidad social. No ob-stante, esto no impide el crecimiento de una atracción y profunda conex-ión entre Heathcliff y Catherine que los lleva a pasar tardes juntos por el campo montando a caballo, para luego frenarse a descansar y mirar el cielo arrojados en el pasto. Al morir el Señor Earnshaw, Heatcliff es obligado a trabajar en el campo familiar. Finalmente, la muchacha se rinde ante los mandatos sociales, y escoge casarse con un millonario ve-cino, Linton, causándole a Heathcliff un profundo odio y resentimiento hacia él. Deshecho por el rechazo de la joven, decide marcharse de la casa y volver años más tarde para cobrar venganza. La autora habla de aquello que escapa a la norma de la época y lo cuestiona con un amor prohibido, exagerando los aspectos sentimentales al extremo. Emily Brontë fue osada al relatar la historia en un contexto donde era imposible transcender la moral impuesta, ni mucho menos discutirla.

“Cumbres Borrascosas” es un clásico de la literatura inglesa y es la expresión de las primeras novelas del romanticismo con una lectura sencilla pero profunda que logra cautivar y entretener a aquel que se dedique a disfrutarla.

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Es domingo por la mañana, las diez, en el cruce de las calles Jacob y Bonaparte, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, hace diez días. Un joven que viene del mercado de Buci avanza hacia este cruce. Tiene veinte años, viste muy miserablemente, y empuja una carretilla llena de flores: es un joven ar-gelino, que vende flores a escondidas, como vive. Avanza hacia el cruce Jacob-Bonaparte, menos vigilado que el mercado, y se detiene allí, aunque bastante inquieto.

Tiene razón. No hace aún diez minutos que está allí –no ha tenido tiempo de vender ni un solo ramo– cuando dos señores “de civil” se le acercan. Vienen de la calle Bonaparte. Van a la caza. Nariz al viento, husmeando el aire de este hermoso domingo soleado, prometedor de irregularidades, como otras especies, el perdigón, van directo hacia su presa.

¿Papeles?

No tiene papeles de autorización para en-tregarse al comercio de flores.

Así, pues, uno de los dos señores se acerca a la carretilla, desliza debajo su puño cerrado y -¡eh!, ¡qué fuerte es!- de un solo puñetazo vuelca todo el contenido. El cruce se inunda de las primeras flores de la primavera (ar-gelina).

Ni Eisenstein, ni nadie están ahí, para captar la imagen de las flores por el suelo, que mira

Las Flores de Argelino

Margueritte Duras.

+ Cuento

el joven argelino de veinte años, escoltado a uno y otro lado por los representantes del orden

francés. Los primeros coches que transitan por allí, y esto no puede impedirse, evitan destrozar las flores, esquivándolas instinti-vamente mediante un rodeo.

Nadie en la calle, excepto, sí, una mujer, una sola: – ¡Bravo!, señores –exclama–. Ven ust-edes, si se hiciera eso cada vez, nos libraría-mos pronto de esta chusma. ¡Bravo!

Pero viene del mercado otra mujer, que iba tras ella. Mira, tanto las flores como al joven criminal que las vendía, y a la mujer jubila-da, y a los dos señores. Y sin decir palabra, se inclina, recoge unas flores, se acerca al jo-ven argelino, y le paga. Después de ella, llega otra mujer, recoge y paga. Después de ésta, llegan otras cuatro mujeres, se inclinan, recogen y pagan. Quince mujeres. Siempre en silencio. Aquellos señores patalean. Pero, ¿qué hacer? Esas flores están en venta y no se puede impedir que se quiera comprarlas.

Apenas han pasado diez minutos. No queda ni una sola flor por el suelo.

Después de esto, los citados señores pud-ieron llevarse al joven argelino al puesto de policía.

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