Revista Mies No. 14 2016

REVISTA VIRTUAL MENSUAL Y GRATUITA, PROHIBIDA SU VENTA Y REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Año 2/ No. 14 / Abril 2016 "La mies es mucha y los obreros pocos" (San Mateo 9,37) Revista Católica NO ESTÁ AQUÍ, PUES HA RESUCITADO, COMO DIJO M a t e o 2 8 , 6

description

Edicion Abril

Transcript of Revista Mies No. 14 2016

REVISTA VIRTUAL MENSUAL Y GRATUITA, PROHIBIDA SU VENTA Y REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL

Año 2/ No. 14 / Abril 2016

"La mies es mucha y los obreros pocos" (San Mateo 9,37)

Revi

sta

Cat

ólic

a

MIESNOESTÁ AQUÍ,

PUES HARESUCITADO,

COMO

DIJOMateo 28,6

2 Abril 2016

Índice

06

04 09

13

17

12

14

Reseña histórica de la Primera Dama de la Nación

Solemnidad de Cristo Rey

El Adviento Tiempo de preparación

Dogma mariano: La inmaculada concepción de María

Los papas de la iglesia:San Juan XVIII

Las reliquiasde Cristo

Reportaje: así era el rostro de San Martín

de Porres

¡Cristo ha resucitado! ¡No busquemos entre los muertos

al que está vivo!”

3Abril 2016

Revi

sta

Cat

ólic

a

MIESFanpage:

Revista Católica MiesPágina web:

revistamies2015.wix.com/mies

Edición General: Fernando Solís Diseño: DISEÑART

Colaboración: Cristina Pérez, Josué Solís y Sebastián Rodríguez

Guatemala, C.A. 2016

QQueridos hermanos y hermanas, Estamos en un tiempo de ale-gría. Celebramos la Resurrec-ción de Jesús. Es una verdadera alegría, profunda, basada en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere, sino que está vivo y activo en la Iglesia y en el mun-do. Esta certeza habita en el co-razón de los creyentes desde esa mañana de Pascua, cuando las mujeres fueron a la tumba de Je-sús y los ángeles les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24, 5) ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Mirad, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belle-za… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo!

¡Felices Pascuas de Resurrección!

Jesús Vive¡Aleluya!

4 Abril 2016

El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = “pentecostés”, vividos y cele-brados como un solo día: “los

cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de ce-lebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo” (Normas Uni-versales del Año Litúrgico, n 22).

El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vi-gilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pas-cua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado el año, que se inaugura en la Vi-gilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés. Es la Pas-cua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su exis-tencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico.

Los judíos tenían ya la “fiesta de las semanas” (ver Dt 16,9-10), fiesta ini-cialmente agrícola y luego conmemo-rativa de la Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua. Los cristia-nos organizaron muy pronto siete se-manas, pero para prolongar la alegría de la Resurrección y para celebrarla al final de los cincuenta días la fiesta de Pentecostés: el don del Espíritu Santo. Ya en el siglo II tenemos el testimonio de Tertuliano que habla de que en este espacio no se ayuna, sino que se vive una prolongada alegría.

La liturgia insiste mucho en el carácter unitario de estas siete semanas. La pri-

mera semana es la “octava de Pascua’, en la que ya por rradición los bautizados en la Vigilia Pascual, eran introducidos a una más profunda sintonía con el Miste-rio de Cristo que la liturgia celebra. La “octava de Pascua” termina con el do-mingo de la octava, llamado “in albis”, porque ese día los recién bautizados deponían en otros tiempos los vestidos blancos recibidos el día de su Bautismo.

Dentro de la Cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no ne-cesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor. Y con-cluye todo con la donación del Espíritu en Pentecostés.

La unidad de la Cincuentena que da también subrayada por la presencia del Cirio Pascual encendido en todas las celebraciones, hasta el domingo de Pentecostés. Los varios domingos no se llaman, como antes, por ejemplo, “domingo III después de Pascua”, sino “domingo III de Pascua”. Las celebra-ciones litúrgicas de esa Cincuentena expresan y nos ayudan a vivir el miste-rio pascual comunicado a los discípu-los del Señor Jesús.

Las lecturas de la Palabra de Dios de los ocho domingos de este Tiempo en la Santa Misa están organizados con esa inrención. La primera lectura es siempre de los Hechos de los Após-toles, la historia de la primitiva Iglesia, que en medio de sus debilidades, vivió y difundió la Pascua del Señor Jesús. La segunda lectura cambia según los tres ciclos: la primera carta de San Pe-dro, la primera carta de San Juan y el libro del Apocalipsis.

Qué es la Pascua

Pascua del Señor

5Abril 2016

Aquí encontrará una serie de textos, en los que se muestran algunos rasgos significativos de cómo

entendían y vivían el misterio san-to de la Pascua las primeras gene-raciones cristianas. Son textos muy significativos para nosotros hoy, y una ayuda espléndida para respirar más plenamente, en los umbrales ya del tercer milenio cristiano, el aire fresco de la fe en la Resurrec-ción de Cristo, primicia de la nues-tra, fuente de esperanza cierta y manantial inagotable de ese Amor que el mundo entero necesita más que ninguna otra cosa.

Con una Piedra en el SepulcroEl 14 [del mes de Nisán] es la ver-dadera Pascua del Señor, la gran inmolación: en lugar del cordero, el Hijo de Dios; Aquel que fue atado y, sin embargo, ató al fuerte; que fue juzgado, y es Juez de vivos y muertos; que fue entregado en manos de los pecadores para ser crucificado; que fue traspasado en su santo costado, e hizo brotar del mismo el doble baño de la purifica-ción: el agua y la sangre, la Palabra y el Espíritu; que fue sepultado en el día de la Pascua, con una piedra cerrando el sepulcro. Apolinar de Hierápolis (siglo II)

El Misterio del BautismoEn los años anteriores, el Señor, ce-lebrando la Pascua, comió el corde-ro pascual inmolado por los judíos. Pero una vez que hubo predicado el Evangelio, siendo Él mismo la Pascua, el cordero de Dios, que era llevado como oveja al matadero, enseguida explicó a los discípulos el misterio de estas imágenes, y

esto el día 13 [de Nisán], cuando le preguntan: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? Era el mismo día en que tenía lugar la santificación de los ázimos y la preparación de la fiesta. Por eso san Juan describe en ese día el lavatorio de los pies de los discípulos, que el Señor rea-liza justamente como preparación. Fue, pues, al día siguiente en el que nuestro Señor murió, siendo Él mismo la Pascua inmolada por los judíos.

Por eso el 14 [de Nisán], el día de su muerte, a primera hora de la mañana, habiéndolo conducido a Pilatos, los sumos sacerdotes y los esccribas no entraron en el preto-rio para no contaminarse y poder así comer la Pascua, por la tarde, sin impedimentos. Con este pre-ciso cálculo de días concuerdan todas las Escrituras y los evange-lios en plena armonía. Lo confirma también la resurrección; resucita el tercer día, que corresponde al pri-mer día [de la fiesta judía] de Las Semanas de la cosecha, cuando estaba prescrito que el sacerdote ofreciese un haz.Escucha lo que dice el profeta: El Señor nos resucitará después de dos días y al tercer día, resucita-dos, viviremos en su presencia. El primer día es para nosotros la Pa-sión del Salvador; el segundo, el de su descenso al lugar de los muer-tos; el tercero es el día de la resu-rrección. Si el apóstol san Pablo nos enseña que en estas palabras se esconde el misterio del bau-tismo, es necesario que aquellos que son bautizados en Cristo sean bautizados en su muerte y sean

también sepultados con Él, y con Él resuciten de la muerte al tercer día. Cuando, por tanto, tú hayas recibido el misterio del tercer día, entonces Dios comenzará a guiarte y a mostrarte el camino de la salva-ción. Orígenes (siglo III)

Victoria sobre la MuerteLa Pascua verdadera es la absti-nencia del mal, el ejercicio de la virtud y el paso de la muerte a la vida. Es esto lo que se aprende de la imagen antigua. Entonces se es-forzaban en pasar desde Egipto a Jerusalén; ahora nosotros nos es-forzamos en pasar de la muerte a la vida. Entonces, del Faraón a Moi-sés; ahora, del diablo al Salvador.Ayunamos pensando en la muer-te, para poder después vivir. Vigi-lamos sin tristeza, pero más bien como gente que espera al Señor que vuelve del banquete, para vol-verse a encontrar entre nosotros y anunciar cuanto antes el signo de la victoria sobre la muerte. San Atanasio (siglo IV)

A Pan y AguaLos seis días de la Pascua transcu-rren para todos a base de comer sólo pan, sal y agua, al atardecer. Los más piadosos prolongan el ayuno hasta dos, tres y cuatro días, y algunos toda la semana, hasta el canto del gallo, al despuntar el do-mingo, vigilando todos los seis días y celebrando las asambleas en los seis días y en toda la Cuaresma, de la hora nona a la de vísperas. En al-gunos lugares se hace la vigilia en la noche que sigue a la feria quinta, hasta el despuntar de la Pascua, y en la noche del domingo. San Epi-fanio (siglo IV)

Pascua del Señor

Así vivían la Pascua en los primeros siglos

6 Abril 2016

Pascua del Señor

Empieza el domingo de Pascua y termina con las oraciones de la tarde de Pentecostés. Pascua es la cima del año litúrgico. Es el ani-versario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión, la alegría inmensa que si-gue al dolor. El rescate por el Hijo de dios del pecado original.La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del aconteci-miento clave de la humanidad, la resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. San Pablo lo ex-presó con incontenible emoción en este texto:“Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está es-condida con Cristo en Dios.Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, enton-ces vosotros también seréis manifestados con El engloria.” Colosenses 3 : 1 – 4

Vigilia Pascual: El Misterio Pascual de Cristo, cruci-ficado y resucitado, tiene en esta liturgia nocturna, “Madre de todas las demás vigilias, como la llamó San Agustín, su celebración culminante. Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, como lo hizo el pueblo elegido des-de el comienzo del Éxodo de Egipto (Exodus 12:42)

Domingo de Pascua: El Domingo de Pascua es la ma-yor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resu-rrección de Jesús. Es el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección.El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucifica-

do. Pero no está aquí, pues ha resucitado, como había anunciado. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Gali-

lea, allí lo veréis. Ya os lo he dicho.” (Mateo 28. 5-7)

La Ascensión del Señor - Séptimo Domingo de PascuaLuego que el Señor Jesús se apa-reció a sus discípulos fue elevado al cielo. La fiesta tiene lugar cua-rentadías después de la Resurrección y marca la transición entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. Marca también la posibilidad de que la humanidad entre al Rei-no de Dios como tantas veces lo anunció Jesús. De esta forma, la ascensión del Señor se integra en el Misterio de la Encarnación, que es su momento conclusivo. (Lucas 24, 46-53)

El mandato misionero del Señor resucitado a los dis-cípulos antes de su Ascensión al cielo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes.” (Mt 28,19) Los sacó hasta cerca de Betania y alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24. 50-51)

Pentecostés – Octavo Domingo de PascuaDespués de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fies-ta de Pentecostés. Se atribuye a esta fiesta el mo-mento del nacimiento de la Iglesia como comunidad.(Hechos 2,1-11; Juan 20, 19-23)En Pentecostés celebramos el don del Espíritu que viene de Dios (el aliento, la invisibilidad de Dios).“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, pero si me voy, os lo enviaré” (San Juan 16.7)

Después de Pentecostés sigue el Segundo tiempo ordinario del año litúrgico que termina con la fiestade Cristo Rey.

Tiempo Pascual y las fiestas más importantesEn el Tiempo Pascual se vive la Pascua, Ascensión y Pente-costés en 50 días. Se celebra el gran domingo: “Ha muerto, vive, ¡Ven Señor Jesús!

7Abril 2016

Pascua del Señor

Es el símbolo más destacado del Tiempo Pas-cual. La palabra “cirio” viene del latín “cereus”, de cera. El producto de las abejas. El cirio más importante es el que se enciende en la vigilia

Pascual como símbolo de cristo – Luz, y que se sitúa sobre una elegante columna o candelabro adornado.

El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera pre-viamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego, para indicar que la Pascua del Señor Jesús, principio y fin del tiempo y de la eter-nidad, nos alcanza con fuerza nueva en el año concreto que vivimos. Al Cirio Pascual se le incrusta en la cera cinco granos de incienso, simbolizando las cinco llagas santas u gloriosas del Señor en la Cruz.

En la procesión de entrada de la Vigilia se canta por tres veces la aclamación al Cristo: “Luz de cristo. De-mos gracias a Dios”, mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes y las luces de la iglesia. Luego se coloca el cirio en la columna o cande-labro que va a ser su soporte, y se proclama en torno a él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual.Además del simbolismo de la luz, el Cirio Pascual tiene también el de la ofrenda, como cera que se gesta en honor de Dios, esparciendo su Luz:”acepta, Padre San-to, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la oscuridad de esta noche”.

El Cirio Pascual estará encendido en todas las cele-braciones durante las siete semanas de la cincuente-na pascual, al lado del ambón de la Palabra, hasta la tarde del domingo de Pentecostés. Una vez concluido el tiempo Pascual, conviene que el Cirio se conserve dignamente en el bautisterio. El Cirio Pascual también se usa durante los bautizos y en las exequias, es decir al principio y el término de la vida temporal, para sim-bolizar que un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a Luz de la vida eterna.

El Cirio Pascual

8 Abril 2016

Pascua del Señor

El relato evangélico que se lee en la noche pascual es de una importancia excep-cional. No sólo se anuncia la

gran noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos in-dica, además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrar-nos con él.

Marcos habla de tres mujeres admi-rables que no pueden olvidar a Je-sús. Son María de Magdala, María la de Santiago y Salomé. En sus cora-zones se ha despertado un proyecto absurdo que sólo puede nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar su cadáver».

Lo sorprendente es que, al llegar al sepulcro, observan que está abier-to. Cuando se acercan más, ven a un «joven vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que jamás hubieran sospechado.

«¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el cru-cificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí». Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y ren-dirle homenajes. «Ha resucitado». Está vivo para siempre. Nunca po-drá ser encontrado en el mundo de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.

Pero, si no está en el sepulcro, ¿dón-de se le puede ver?, ¿dónde nos po-demos encontrar con él? El joven les recuerda a las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Para «ver» al resucitado hay que vol-ver a Galilea. ¿Por qué? ¿Para qué?Al resucitado no se le puede «ver»

sin hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en me-dio de nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la expe-riencia de lo que ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la cruci-fixión y resurrección. Si no es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma sa-grado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.

Galilea ha sido el escenario prin-

cipal de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdo-nar, liberar, acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de hacer lo mismo. No estamos solos. El resu-citado va delante de nosotros. Lo iremos viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al «resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino el segui-miento fiel a Jesús.

Cuaresmal

“Id a Galilea, alli me veréis”

9Abril 2016

La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su

desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.

María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo bus-ca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.

Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No en-cuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, solo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, he-mos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Je-sús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su

Nuestra Iglesia

centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está él».

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nue-va en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no ena-mora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un «Jesús muerto». No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.

¿Dónde buscarPascua del Señor

al que vive?

10 Abril 2016

Vida y Familia

Conservar las tradiciones de nuestro ori-gen y fe, constituye un gran esfuerzo en el mundo demandante y competitivo que vivimos hoy.

Por esta razón la importancia de vivir estos días, de forma especial, reforzando nuestra fe en Dios y festejando La Pascua, con nuestra familia y seres queridos.

El pueblo hebreo celebra las Pascuas en conme-moración de la víspera del éxodo en busca de la Tierra prometida y para los cristianos, la Pascua es el paso de Cristo de la muerte a la vida.

Es el tránsito del sufrimiento provocado por la muerte de Cristo, a la alegría por su posterior re-surrección.

Tanto para los judíos como para los cristianos, la Pascua es una celebración, y se la festeja -desde sus orígenes-, con una comida celebrada en grupo. Antiguamente para los judíos el rito fundamental de la Pascua era la cena en familia o en camara-dería a base de cordero, pan ázimo, y salsa roja, y conmemoraba la liberación de la servidumbre de Egipto, la alegría por la libertad adquirida y la es-pera de la venida “el paso de Dios” para salvar a su pueblo de la esclavitud y llevarlo a la libertad. (Ex. 12 y Dt. 16)

Para los cristianos la palabra pascua, equivale a la fiesta de la Pascua, a la cena pascual y al cordero pascual, según quién relate la historia.

Lo cierto es que el martirio de Jesús, se desarrolla en un contexto pascual y coincide con la expulsión de los mercaderes, la elección y matanza de los corderos de pascua, de ahí su alocución al pan, y al cordero de Dios.

En pocas palabras, sin olvidar los rituales litúrgicos, la Pascua es un tiempo para compartir la comida alrededor de la mesa familiar, seguir la tradición re-ligiosa y estar bien espiritualmente.

Para terminar, recordemos que Dios está entre no-sotros y que nos ama, por nosotros entregó la vida de su hijo, quien venció a la muerte y el pecado y siempre estará presente.Felices Pascuas.

y la familiaLa Pascua

11Abril 2016

Luego de la crucifixión, el cuer-po de Jesús fue puesto en un sepulcro nuevo, cuya entrada fue asegurada con una gran

piedra. Entonces los líderes judíos se reunieron con Pilatos para que la tumba tuviera la máxima seguridad posible y así impedir que los díscipu-los, según ellos, robaran el cuerpo de Jesús y proclamaran la resurrección. Pilatos entonces procuró dos medi-das. Primero, se envió una guardia, y segundo, se selló la piedra que tapa-ba la entrada del sepulcro. La Biblia dice: “Entonces ellos fueron y asegu-raron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.” (Mateo 27,66)

¿Cuál era este sello? ¿Cuál era la im-portancia de ese sello? ¿Por qué se decidió sellar la tumba? Todos estos detalles los entregan los libros de Josh McDowell. En su libro “Nueva evidencia que exige un veredicto” nos explica que el sellado de la tum-ba consistía en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al sepulcro. La cuerda era adherida en los extremos de la roca por medio de un sello de arcilla (tal como en el foso de los leo-nes, en Daniel 6:17). Estos sellos eran puestos en la presencia de los guar-dias romanos que testificaban de al-guna manera el sellado y luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la tumba.

La importancia de este sello radica en que representaba el poder del Imperio Romano, la ley romana. Así como para abrir testamentos en el siglo I era necesario romper el sello imperial, así también era necesario romper el sello romano para abrir el sepulcro de Jesús. No había manera de mover la piedra sin romper el se-llo, por lo que éste tenía la función de prevenir el robo del cuerpo de Jesús, tal como lo pensaban los líderes ju-

díos (Mateo 27:62-66). Por esta ra-zón se decidió a usar este sello.

El castigo por romperlo era brutal. En su libro “El Cristianismo: ¿Historia o Farsa?” se nos dice que una vez que el sello era roto, se llamaba al FBI del Imperio Romano para que entrara en acción. Ellos se preocupaban de bus-car a los responsables de tal delito. Si eran capturados, el castigo era la crucifixión inmediata con la cabeza hacia abajo para que las entrañas bajaran hacia la garganta e hiciera el castigo más tortuoso. De esta ma-nera la gente temía al rompimiento del sello, y mucho más los discípulos, quienes estaba escondidos por mie-do a los judíos (Juan 20:19).

El evangelio de Mateo relata que la tumba de Jesús fue asegurada con el sello romano para demostrar que no podía haber una confabulación de los guardias ni tampoco la osadía de los discípulos por robar el cuer-po. De este modo, no había posibi-lidad de engaño en la resurrección de Jesús. Guardias romanos en el sepulcro, el rompimiento del sello y la tumba vacía demuestran irrefuta-blemente que Jesús resucitó de en-tre los muertos.

Sabías qué...

¿Cuál era el sello en la tumba de Jesús?

12 Abril 2016

Reflexión

Entre las fiestas de Is-rael, la más citada en la Sagrada Escritura es la Pascua. En tiempo de Je-

sús era considerada la más im-portante. Como prenotando de la cincuentena pascual cristiana, interesa particularmente ahora su conexión con la gran fiesta judía de las semanas, o Pente-costés. Su nombre más tradicio-nal de fiesta de las semanas (Ex 24,22) la relaciona, al final de es-tas siete con la de los ázimos (Dt 16,9). La fiesta, en conexión así con la Pascua, es dependiente de ella, por lo menos, en cuanto al día de su celebración.Mientras que la fiesta judía sig-nificaba en un principio la fiesta de la cosecha, y en los albores del cristianismo la conmemora-ción de la alianza del Sinaí el día quincuagésimo para los cristia-nos es un tiempo que se prolon-ga durante 50 días.Tan pronto como entró la fies-ta en la historia del cristianismo, fue vista ya como este sagrado espacio cincuentenario de días, que inaugura el primer domingo, como continuación de la noche santa, punto culminante de la celebración pascual.El sentido de pascua, prolonga-da durante el tiempo de Pente-costés, es en los tres primeros siglos un hecho universal; lo mismo se encuentra en las igle-sias del Asia Menos, Egipto, nor-te de Africa, que en las de Roma o la Galia.Por otra parte, aún cuando en el siglo V prevalece el sentido res-

trictivo a favor de la autonomía del día quincuagésimo, no pare-ce el significado antiguo.. El pre-cioso texto de Máximo de Turín, entre otros que podría citarse, revela como adentrado este si-glo la Pascua conserva su senti-do de gran domingo.Naturalmente que la costumbre de rezar de pie y era no ayunar en este periodo, o cualquier otro signo que ponga de manifiesto la gran alegría de la Pascua, apa-recen por doquier, con exclusión de las formas penitenciales.Un proceso evolutivo, al que no es ajena la influencia del Libro de los Hechos de los Apóstoles llevará poco a poco a festejar el domingo de la conclusión como el de la venida del Espí-ritu Santo. En el siglo IV, igle-sias como la de Constantinopla, Roma, Milán y la de la Penísula ïberica empezó a individualizar este aspecto de la celebración pascual. Por la misma razón, la Ascensión pasará a ser una manifestación mayor del Re-sucitado sin día determinado a una fiesta propia. Es bien signi-ficativo, por cierto, del sentido unitario de la quincuagésima el hecho de que empezara cele-brándose la Ascensión en el día cincuenta. Cuando hacia el año 400 se empieza a celebrar el día cuadragésimo, como propio de la Ascensión. Se reservó el día cincuenta como el de la ve-nida del Espíritu Santo. La épo-ca de oro del catecumenado y de las catequesis bautismales privilegiará la primera semana

de Pascua como el domingo día octavo, llamado por esta razón in Albis.Criterios históricos y teológicos han devuelto al tiempo pascual su carácter cincuentenario, un tanto olvidado durante siglos. Fundados en ellos la reforma del Concilio Vaticano II ha res-tablecido en los libros litúrgicos actuales el anuncio el genuino sentido de la Pascua. Con su ayuda la comunidad que celebra la Pascua descubre su sentido.Así es claro en los prenotan-dos del Misal Romano, donde se dice taxativamente que los cincuenta días que van de la re-surrección hasta el domingo de Pentecostés han de celebrarse con tal alegría como se tratara de un solo y único día festivo, como “un gran domingo” (san Atanasio). Los domingos se lla-man domingos de Pascua, y no como antes, domingos de des-pués de Pascua. En la misa ves-pertina de la vigilia del domingo de Pentecostés, recordamos que el Señor “ha querido que la celebración de la Pascua sean simbólicamente cincuenta días y acabase con el día de Pente-costés. El creyente es invitado a cantar el cántico nuevo del ale-luya pascual. Dios quiera que el que lo cante ponga en armonía su vida con sus labios, su boca y la conciencia (san Agustín). Las cincuenta misas festivas y feria-les de este tiempo son la fe pas-cual hecha plegaria, expresa en la formulación de cada una de las oraciones

Celebración de la Pascua

Por: Marco Diéguez

Después de que Jesús es colocado en el se-pulcro, María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para aco-ger el anuncio gozoso y sorprendente de

la Resurrección La espera que vive la Madre del Se-ñor el Sábado santo constituye uno de los momen-tos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas. Los evangelios refieren varias apariciones del Re-sucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario, nos invita a tratar de descubrir los motivos por los cuales los evangelistas no lo refieren. Suponiendo que se trata de una “omisión”, se podría atribuir al hecho de que todo lo que es necesario para nuestro co-nocimiento salvífico se encomendó a la palabra de testigos escogidos por Dios (Hch 10, 41), es decir, a los Apóstoles, los cuales con gran poder (Hch 4, 33) dieron testimonio.

Los evangelios, además, refieren sólo unas cuantas apariciones de Jesús resucitado, y ciertamente no pretenden hacer una crónica completa de todo lo que sucedió durante los cuarenta días después de la Pascua. Es signo evidente de que otras apariciones del Resucitado, aun siendo consideradas hechos reales y notorios, no quedaron recogidas. ¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos? Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucita-do se apareció a su madre en primer lugar. La au-sencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe. Por último, el ca-rácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su par-ticipación particularísima en el misterio de la Resu-rrección. Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida re-

sucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el “resplandor” de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s). Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascua-les, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para go-zar también ella de la plenitud de la alegría pascual.

La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esen-ciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y antici-pación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos. En el tiempo pascual la comuni-dad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Se-ñor, la invita a alegrarse: “Regina caeli, laetare. Alleluia”. “¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!”. Así recuerda el gozo de María por la resurrec-ción de Jesús, prolongando en el tiempo el “¡Alégrate!” que le dirigió el ángel en la Anun-ciación, para que se convirtiera en “causa de alegría” para la humanidad entera.

Flores a María

13Abril 2016

Esperando con la Virgen María

Revi

sta

Cat

ólic

a

MIES

Revista Catolica MIES

Síguela en:www.revistamies2015.wix.com/mies www.issuu.com/revistacatolicamies