Revista de Historia Económica

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Revista de Historia Económica Año XXI Primavera-Verano 2003 N.' 2 Editada en la Fundación SEPI NOTA NECROLÓGICA: Domínguez Ortiz ARTÍCULOS ALONSO GARCÍA: Carlos V, Madrid y la Hacienda Real de Castilla. THOMSON: Olot, Barcelona and Ávila and the introduction of the Arkwright technology. HOUPT: Competir en los mercados internacionales, Altos Hornos de Vizcaya, 1882-1936. NUEZ YÁNEZ y CARNERO LORENZO: El mercado del agua en Ca- narias. ZABALZA: El keynesianismo desde la óptica de los países atrasados. RECENSIONES MARCIAL PONS en colaboración con el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y la Fundación Caja Madrid

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Revista de Historia Económica

Año XXI Primavera-Verano 2003 N. ' 2

Editada en la Fundación SEPI

NOTA NECROLÓGICA: Domínguez Ortiz

ARTÍCULOS

ALONSO GARCÍA: Carlos V, Madrid y la Hacienda Real de Castilla. THOMSON: Olot, Barcelona and Ávila and the introduction of the

Arkwright technology. HOUPT: Competir en los mercados internacionales, Altos Hornos

de Vizcaya, 1882-1936. NUEZ YÁNEZ y CARNERO LORENZO: El mercado del agua en Ca­

narias. ZABALZA: El keynesianismo desde la óptica de los países

atrasados.

RECENSIONES

MARCIAL P O N S en colaboración con el Centro de Estudios Políticos

y Consti tucionales y la Fundac ión Caja Madr id

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Historia Jaume Vicens i Vives) Ángel García Sanz (Universidad de Valladolid) José Luis García Delgado (Universidad Complu­

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Diego) Ricardo Robledo (Universidad de Salamanca) Nicolás Sánchez-Albornoz (Universidad de Nueva

York) Pedro Schwartz (Universidad Autónoma de Ma­

drid) James Simpson (Universidad Carlos III) Caries Sudriá (Universidad de Barcelona) Pedro Tedde de Lorca (Banco de España) Jesús M." Valdaliso (Universidad del País Vasco) Hermán van der Wee (Universidad de Lovaina) Eugene N. White (Universidad de Rutgers) Jeffrey Williamson (Universidad de Harvard) Bartolomé Yun (Universidad de Valladolid) Vera Zamagni (Universidad de Bolonia) Santiago Zapata (Universidad de Extremadura)

Revista de Historia Económica

Año XXI Primavera-Verano 2003 N.°2

Editada en la Fundación SEPI

ISIARCIAL PONS en colaboración con el Centro de Estudios Políticos

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La Revista de Historia Económica considerará la publicación de trabajos de muy diversa índole, siempre que demuestren un alto nivel de calidad y se enmarquen dentro de la historia económica entendida en sentido muy amplio. Sea cual sea el tema tratado, los trabajos deberán hacer mención expb'cita de su contribución a la historia económica en un ámbito más general, bien por un tratamiento distinto o más profundo de un problema ya identificado en la historiografía, por la aportación de datos no conocidos o por la aplicación de una metodología nueva o más refinada en contextos diferentes. La Revista entiende que los trabajos son originales, no han sido publicados con anterioridad y no se han enviado a ninguna otra publicación.

El texto se enviará impreso (original y dos copias) y por correo electrónico. Revista de Historia Económica, Fundación SEPI, c/ Quintana, 2, 3.' planta, 28008 Madrid. Dirección electrónica: [email protected]. No se devolverán los originales no solicitados.

Los trabajos de investigación y demás textos deben ir mecanografiados a doble espacio y no exceder de 30 páginas (10.000/12.000 palabras, con tipo de letra de 11-12 puntos), incliúdos cuadros, gráficos, mapas, notas finales y bibliografía (ésta a un espacio). El manuscrito deberá seguir el siguiente orden: página del título, resumen, máximo del50 palabras (en página aparte), texto, apéndice (s), referencias bibliográficas, notas, cuadros, gráficos y mapas. La página del título contendrá el título del trabajo, el nombre del autor o autores, filiación académica, dirección, teléfono, e-mail. La página del resiunen deberá incluir de nuevo el título del trabajo, sin el nombre de los autores, y un resumen de máximo 150 palabras en castellano y en inglés. Para las Notas no se incluirá resumen. El texto y símbolos que se desee aparezcan en cursiva deberán ir subrayados, y los que se desee en negrita, con subrayado doble.

Las referencias bibliográficas irán al final del trabajo, en página aparte, bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadas alfabéticamente por autores y siguiendo siempre el orden: apellido (en mayúsculas), nom­bre (en minúsculas) del autor, año de publicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo autor tenga más de una obra citada en el mismo año), títtilo del artículo (entre comillas), o del libro (subrayado), lugar de publicación (en caso de libro), editorial (en caso de libro), número de la revista y, finalmente, páginas (pp. xxx). Sólo se incluirán en la bibliografía obras y autores citados en el texto. Si el trabajo conüene un amplio número de referencias a archivos, material estadístico o fuentes documentales, éstas deberán aparecer tras las referencias bibliográficas bajo el epígrafe Fuentes.

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Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el trabajo deberán ir numerados correlativamente y deberán ser originales, evitando reproducir información que sea fácilmente accesible o publicada en obras recientes. Cada cuadro, gráfico o mapa deberá tener un breve título que lo identifique e indicar claramente sus fuentes. Se evitará el usó de % y de la expresión «elaboración propia» por innecesaria.

El Director de la Revista de Historia Económica acusará recibo de los originales en el plazo de treinta días hábiles desde su recepción, y el Consejo de Redacción, tras estudiar los informes de los evaluadores anónimos, resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses. Esta resolución podrá venir condicionada a la introducción de modificaciones en el texto original. El incumplimiento de estas normas puede ser causa de no admisión a examen de un artículo o de un considerable retraso en su tramitación y publicación.

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5. La Secretaría de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de la recensión y resolverá sobre su publicación a vuelta de correo.

6. En los demás extremos, se observarán las normas que rigen para el envío de artículos originales.

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1. The Revista de Historia Económica welcomes research papers on all aspects of economic history. Papers should be original, and should be neither published, or be under consideration for publication elsewhere.

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4. The text and symbols to appear in italics should be underlined.

5. Footnote references should be Usted alphabetically, and in capitals, at the end of the text. If more than one text is cited for a particular year, then the works should be identified by a letter (e.g., STEWARD (1994a) and STEWARD (1994b). Note the foUowing:

CARLOS, Ann M. (1994): «Bonding and the agency problem: evidence from the Royal African Company, 1672-1691», Explorations in Economic History, 31, pp. 313-35.

YANG, Lien-sheng (1952): Money and Credit in China, Cambridge: Harvard University Press.

COMIN, Francisco (1985): «La política fiscal en España entre 1874-1914; algunas pre­cisiones», in José Luis Garda Delgado (ed): La España de la Restauración, Madrid: Siglo XXI, pp. 189-212.

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8. Tables, graphs and maps should be correctly numbered in order of appearance. They should have a short title and indícate clearly the sources used.

9. The editorial board of the Revista will acknowledge receipt of all manuscripts, and decide on whether to publish within a máximum of six months. Failure to coinply with these guide-lines may be result in the manuscript not being accepted, or a delay in its publication.

10. If the manuscript is accepted for publication, the audior is required to send a hard copy printout of the final versión, a computer disk of the manuscript and all graphs and maps must be prepared as camera-ready copy.

SUMARIO

NOTA NECROLÓGICA

ÁNGEL GARCÍA SANZ: En recuerdo de don Antonio Domínguez Ortiz (1909-2003) 261

ARTÍCULOS

DAVID ALONSO GARCÍA: Carlos V, Madridy el sistema fiscal castellano. 271

J. K. J. THOMSON: Olot, Barcelona and Avila and the introduction of the Arkwright technology to Catalonia 297

STEFAN HOUPT: Competir en los mercados internacionales. Altos Hornos de Vizcaya, 1882-1936 335

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ y FERNANDO CARNERO LORENZO: El mercado del agua en Canarias: una perspectiva histórica. 373

JUAN ZABALZA: El keynesianismo desde la óptica de los países atrasados: su adaptación por Manuel de Torres a la Economía española 399

RECENSIONES

MARTÍN MARTÍN, V.: El liberalismo económico. La génesis de las ideas libe­rales desde San Agustín hasta Adam Smith. Por Pedro Fraile 437

Ruiz, T.: Historia social de España, 1400-1700'Por Mauro Hernández 439

PUJOL, J.; GONZÁLEZ DE MOLINA, M. ; FERNÁNDEZ PRIETO, L.; GALLEGO, D., y GARRABOU, R.: El pozo de todos los males. Sobre el atraso en la agricultura española contemporánea. Por Javier Moreno Lázaro 442

257

SUMARIO

VALLEJO, R.: Reforma tributaria y fiscalidad sobre la agricultura en la España liberal (1845-1900). Por Juan Zafra 446

EscARTÍN BiSBAL, J. M.: La ciutat amuntegada. Industria del calgat, desen-volupament urbá i condicions de vida en la Palma contemporánia (1840-1940). Por Miguel José Deyá 448

MARTORELL LINARES, M.: El santo temor al déficit Política y hacienda en la Restauración. Por Pedro Díaz Marín 452

SuDRiÁ, C , y TIRADO, D . (eds.): Peseta y protección. Comercio exterior, moneda y crecimiento económico en la España de la Restauración. Por Antonio Tena 454

IBARRA, A.: La organización regional del mercado interno novohispano: La economía colonial de Guadalajara, 1770-1804. Por Carlos Manchal.... 458

DI VmORio, A. (coord.): DaWexpansione alio sviluppo. Una Storia eco­nómica d'Europa. Por Carlos Bárdela 459

MADDISON, A.; PRASADA RAO, D . S., y SHEPHERD, W . F . (eds.): The Asían Economies in the Twentieth Century. Por Pablo Bustelo 462

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NOTA NECROLÓGICA

EN RECUERDO DE DON ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ (1909-2003)

ÁNGEL G A R C Í A S A N Z

Universidad de Valladolid

El pasado 21 de enero falleció en Granada don Antonio Domínguez Ortiz. Uno de los grandes, uno de los más importantes historiadores espa­ñoles del siglo XX. Dedicó su vida a investigar con primor la sociedad y la economía de España durante la Época Moderna.

Había nacido en Sevilla el 18 de octubre de 1909, en el seno de una familia modesta del ramo de la artesanía. Hasta los catorce años no fre­cuentó la escuela. Se empeñó en matricularse en Filosofía y Letras en la Universidad local, a pesar —declara don Antonio— «de las escasas expec­tativas económicas» de esa carrera, que realizó entre 1928 y 1932, ganando al final el Premio Extraordinario de Licenciatura (Historia y Geografía).

Hasta 1940 no logró plaza docente por oposición: Catedrático de Ins­tituto en Palma de Mallorca, de donde pasó al Instituto de Cádiz y luego al de Granada, donde residió de 1942 a 1967 dando clases en varios Ins­titutos de la ciudad y formando allí su familia. En 1967 se traslada a Madrid y ejerce la docencia en diversos Institutos, jubilándose en 1979 en el Beatriz Galindo. El año anterior había fallecido su esposa, doña Magdalena Iglesias Ameixeiras, también Profesora de Instituto de la disciplina de Literatura.

Aunque Domínguez Ortiz desempeñó esporádicos encargos docentes en la Universidad desde la época de la República y obtuvo el grado de Doctor en 1947, nunca la Universidad española le admitió como Profesor Numerario, no digo ya como Catedrático. Sin embargo, él se presentó varias veces a oposiciones, pero sin éxito. Hay que decir que hubo algunos de los catedráticos de Universidad de entonces que le tenían simpatía y aprecio profesional —caso de Jaume Vicens Vives—, pero ni aun así logró

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

don Antonio sus justas aspiraciones universitarias. La independencia per­sonal y científica de Domínguez OrtÍ2 «no gustaba» a los miembros de los tribunales de oposiciones que le juzgaban, guardianes casi todos de la ideología del régimen franquista, aplicada al terreno de la Historia en el ámbito de la Universidad, y cuyos nombres y obra están hoy perfectamente olvidados, afortunadamente. Una clamorosa injusticia cometida por la Uni­versidad española, no reparada por los tardíos Doctorados Honoris Causa. Quizás el primer reconocimiento importante le vino a don Antonio de la Real Academia de la Historia al elegirle miembro de número en 1974, siendo Catedrático de Instituto. En los años ochenta, ya jubilado, todo fueron premios y reconocimientos, incluido el «Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales», recibido en 1982.

La trayectoria profesional de don Antonio ilustra preclaramente la injus­ticia y mezquindad de la Universidad del franquismo que, en ocasiones, elevaba a las alturas a incompetentes manifiestos y a veces dejaba fuera a personas cargadas de méritos. Este fue el caso de don Antonio, que, fuera de la Universidad, tuvo muy difícil crear una escuela, aunque varias generaciones de historiadores modernistas le hemos tenido como maestro a través de su incansable actividad literaria.

La obra de don Antonio se concreta en alrededor de 360 publicaciones, de las que 30 constituyen libros (sin contar los que son recopilaciones de artículos), 155 artículos científicos extensos y, el resto, escritos de recen­siones, prólogos y de circunstancias, siempre con aportación empírica, de síntesis o de interpretación. Una obra colosal, pues, que principia en 1941 y que no concluye hasta su fallecimiento —salvo que haya escritos suyos en prensa aún, claro—: más de sesenta años plasmando en publicaciones los frutos de su actividad investigadora. ¡Y sin tener como aliciente pro­mociones académicas ni sexenios de investigación!

El ámbito cronológico de su obra se centra en la Época Moderna de la Historia de España y, especialmente, en los siglos xvn y xvin. En cuanto al ámbito temático, el suyo fue la historia social y económica, en este preciso orden en cuanto a la adjetivación. Ahí están sus libros más relevantes rela­cionados con la historia social: La sociedad española en el siglo xviii (1955), La sociedad española en el siglo xvn (1963), La sociedad española en el siglo xvn. II. El estamento eclesiástico (1970), Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen (1973), Sociedad y Estado en el siglo xvni español (1976). Estos libros de historia social, en que don Antonio prestaba atención especial a los dos estamentos privilegiados, estuvieron acompañados por otros dos libros, por no referirme a multitud de artículos, en que trataba

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EN RECUERDO DE DON ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ (1909-2003)

monográfícamente la situación de los marginados: La esclavitud en Castilla durante la Edad Moderna (1952), Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría (1978, en colaboración con B. Vincent). Y aunque sea un artículo, no puede dejar de mencionarse aquí «La ruina de la aldea cas­tellana» {Revista Internacional de Sociología (1948), pp. 99-124].

Domínguez Ortiz escribió mucho sobre los de arriba y sobre los de abajo —esto es, sobre los estamentos privilegiados y sobre los pobres y marginados sociales—, pero no trató con tal intensidad a los intermedios, los grupos que podemos considerar clases medias: los artesanos y comer­ciantes urbanos, y los campesinos. El fue consciente de esta falta y lo reconoció en su escrito preliminar a la edición facsímñ de La sociedad espa­ñola en el siglo xvii (Sevilla, 1992) con estas palabras: «[...] al abordar el Tercer Estado me di cuenta de que presentaba una complejidad muchí­simo mayor que el de las clases privilegiadas. Faltaban entonces monografías que allanaran el camino y, aun después del intenso trabajo llevado a cabo en los últimos decenios, no sé si la empresa es factible, al menos para un solo hombre».

Pero don Antonio, aparte de ser maestro de la Historia de la sociedad española en los siglos modernos, fue maestro de la Historia económica española de aquellas centurias. No podía ser menos, ya que lo social es a la vez lo económico —lo poÜtico, lo institucional, lo cultural e ideológico, etc.—. Lo social lo es todo, pero por ello mismo no es nada: se diluye en todo lo demás, en mi opinión. Ésta era también, en el fondo, la opinión de Domínguez Ortiz según manifiesta en la «advertencia preliminar» a su libro Instituciones y sociedad en la España de los Austrias (1985), publi­cación de recopilación de artículos. Afirma textualmente que «hallándome ante un vacío casi total en el conocimiento de la Economía y la Hacienda de la Monarquía española en el siglo xvn, tuve que improvisarme historiador de la Economía para poder comprender lo que ocurría en aquella sociedad y en aquella época» (la cursiva es mía).

¡Feliz improvisación la de don Antonio! Gracias a su necesidad inte­lectual de conocer la Historia Económica para construir la Historia Social, realizó varias obras magistrales tocantes al pasado económico de España: Política y Hacienda de Felipe IV (1960), «La ruina de la aldea castellana» (1948), artículo al que poco han aportado las investigaciones posteriores sobre la enfáticamente Üamada «crisis del xvn», «La crisis de Castilla en 1677-1687» (1962), «Guerra económica y comercio extranjero en el reinado de Felipe IV» (1963), «Los gastos de la Corte en la España del siglo xvn» (1965), «Las remesas de metales preciosos de Indias en 1621-1665» (1969),

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

«Las rentas de los prelados de Castilla en el siglo xvn» (1970), Política fiscal y cambio social en la España del siglo xvii (1984). Por nombrar algunas publicaciones que me son más familiares. Domínguez OrtÍ2, a fuer de ser excelente historiador social, devino por necesidad científica en ser, además, historiador de la Economía. Una parte nuclear de su obra constituye rele­vante contribución a la Historia Económica de España en los siglos moder­nos. Su simpatía por los historiadores de la Economía se puso de manifiesto públicamente, y hasta institucionalmente, cuando acudió a Alcalá de Hena­res para colaborar en el programa del 11 Congreso de la Asociación de Historia Económica, en diciembre de 1981, donde pronunció una con­ferencia de honor.

¿Y el método y teoría historiográficos de Domínguez Ortiz? Creo que la respuesta más acertada es: el puro sentido común de una persona inte­ligente que trabaja de forma incansable en los archivos y bibliotecas temas que, siendo importantes, él echa de menos en la historiografía española. Nada preconcebido. Ni marxismo, ni Annales. Las fuentes docimientales y bibliográficas, y él. Esta actitud metodológica, tan personal y tan empirista, la describe el mismo historiador hispalense en una entrevista concedida a Peter Bakewell. Afirma allí Domínguez Ortiz que, no bien llegado a Granada en 1942, empezó a recolectar millares de notas-fichas de todo lo que le pareció interesante en la Biblioteca Universitaria y también en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional: «Así empezaron a aparecer temas. En otras palabras, yo no busqué los temas, más bien ellos vinieron a mi encuentro [...]. Y así, de una manera que podría calificarse como bastante espontánea, me fui interesando por toda una serie de temas poco tratados por la escuela histórica española de la época.»

En otra entrevista concedida a José A. González y Antonio Luis Cortés Peña en 1992, reitera lo mismo añadiendo detalles interesantes: «Mi padre no era xm historiador profesional, pero le gustaba mucho la Historia; un día me dijo que la Historia no debía ser sólo de los reyes, los generales, debía ser también de los carpinteros, los zapateros [...], etc. [...] él tenía la idea de la Historia global. Pero, aparte de eso, a mí íntimamente me repugnaba la idea de que fueran importantes los detalles en que se metían aquel tipo de historias políticas. Me llamaban la atención ciertas cosas y fenómenos a los que no se les concedía atención y, sobre todo, creo que, al meterme directamente en las fuentes sin condicionamientos previos, me fueron enseñando lo que es la verdadera Historia. De esto que no hablan los libros merece hablarse, ésta fue la principal raíz de mi vocación hacia este tipo de Historia.»

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EN RECUERDO DE DON ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ (1909-2003)

En cuanto al marxismo, el que él conocía, le parecía excesivamente dogmático y se avenía mal con el empirismo que él practicaba, pero reco­noce que los historiadores marxistas y él coinciden en los temas de inves­tigación y que con Fierre Vilar está «de acuerdo casi en todo». Por lo que hace a la Escuela de los Annales, don Antonio era conocedor de los encantos de la «historia global» ya antes de que tal corriente historiográfíca se proyectara sobre nuestro país. A la Historia Económica la consideraba, según he indicado, como un conocimiento instrumental al servicio de la Historia Social. En los años ochenta se quejaba del excesivo cuantitativismo y del poco humanismo de las investigaciones de Historia Económica que se publicaban por entonces: «La nueva historia económica [no se refería a la cliometría americana] debe asumir su parte de culpa en este exceso de cuantificación. Aparecían trabajos de Historia en los que parecía haberse olvidado a los seres humanos, y en los que sólo aparecían productos, precios de esto o de lo otro.»

También pensaba, y trataba de lograrlo, que sus publicaciones fueran de amena lectura, además de bien documentadas o científicas, como hoy se enfatiza. Claras, bien escritas. Tenía la convicción, tan clásica —por antigua y afianzada—, de que la Historia era un género literario. Así, refi­riéndose a ima de sus primeras obras [Orto y ocaso de Sevilla (1946)], afirmaba en 1998 que «lo acompañaba de algún material documental, de impresos de época y, sobre todo, procuré —como ha sido siempre mi interés— que el libro, aparte de bien fundamentado, fuera ameno».

¿Cómo trató don Antonio el complejo tema de España y las Españas? Lo que escribió a este respecto es sin duda importante, dada su calidad de maestro de autoridad incuestionable. Como andaluz de pura cepa, dedi­có buen número de sus escritos a Andalucía, tercera parte de sus títulos (imos 130) y, entre ellos, nada menos que 55 a su ciudad, Sevilla. Sus paisanos se lo reconocieron otorgándole títulos honoríficos, como son los Doctorados Honoris Causa por las Universidades de Sevilla, Granada, Cór­doba y Cádiz, aparte del nombramiento de «Hijo Predilecto de Andalucía» (1985).

Pero el maestro hispalense trató específicamente de todas las demás regiones españolas. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que fue el primer historiador de España por regiones. De las peculiaridades pobla-cionales, sociales y económicas de cada una de ellas en el conjunto de España. Y esto lo llevó a cabo antes de que se sintieran las fiebres auto­nomistas y nacionalistas de los últimos tiempos. Lo llevó a cabo porque, sencillamente, así se desprendía de la documentación histórica por él mane-

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

jada. Ahí está su Sociedad y Estado en el siglo xvm español (1976), donde dedica 155 páginas al que él llama «El mosaico español» (pp. 121-275). El origen de esta novedosa iniciativa científico-metodológica, de la que se sentía orgulloso, nos lo cuenta él mismo: «Para mí, este libro tiene el mérito de haber anticipado la tendencia actual a regionalizar la historia, ya que, hoy en día, en toda España se puede hallar tm gran interés en la historia regional [...]. En todo esto hay algunas motivaciones políticas, pero también una verdad obvia: la historia nacional —la historia de España, de Francia, de Alemania—, considerada como tal, simplemente no llega lo bastante lejos. Es una historia que nació y se desarrolló durante el siglo XIX, en el tiempo de auge del romanticismo y de la variedad con­temporánea del nacionalismo. Su concepción era política: colocaba el Esta­do en primer plano. Pero tan pronto como los historiadores rascaron más hondo, y se pasaron a la historia social y económica, se dieron cuenta que el marco que proporcionaba el Estado era inadecuado, al menos para tiempos algo distantes en el pasado [...]. Yo llegué a esta conclusión de una forma inesperada. Estaba escribiendo este tipo de historia nacional y me encontré con que tenía mucha información y muchas fichas que, simplemente, no encajaban en ningún sitio. Muchas de mis fichas se referían exclusivamente a Galicia, otras a Murcia, otras a Canarias; y la información de Canarias no se adecuaba a Cataluña, como la de Andalucía no se ade­cuaba a Vizcaya. Entonces decidí ordenar mis fichas por regiones y escribir varios capítulos bajo el título de "Mosaico Español".» ¡Medítese, por favor, este enjundioso texto!

Recientemente Domínguez Ortiz ha publicado una gran obra de alta divulgación dedicada a exponer su visión de conjunto sobre la Historia de España: España, tres milenios de historia (Marcial Pons, Madrid, 2000). Considera que la Historia de España se inicia desde la época en que los pueblos hispánicos tuvieron sentido de unidad, hecho que sitúa en la Edad de Hierro, y precisa que fue «la romanización [la que] está en la base de la existencia de España como unidad nacional». Diversidad, pues, dentro de una unidad milenaria.

Como Profesor que era, fue incansable y valiente reivindicador de la presencia de la Historia en los planes de estudio de la Enseñanza Media. Siempre estuvo dispuesto a participar en este tipo de campañas, pensando que la juventud española no podía desconocer su Historia, de la que él estaba muy ufano, con sus glorias y sus mezquindades, cuando la comparaba con la Historia de otros países. Un hombre profundamente bondadoso y cabal (le traté bastante durante un viaje profesional a Viena, Moscú y

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EN RECUERDO DE DON ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ (1909-2003)

Leningrado, en 1981; también en Valladolid, con motivo de ser él el primer titular de la «Cátedra Luis García de Valdeavellano», en el Curso 1993-1994). Los historiadores de la economía española no podemos por menos de aplaudir, agradecidos, su obra, tan próxima a la nuestra, y sus atenciones personales, y lamentar su reciente fallecimiento.

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ARTÍCULOS

CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA FISCAL CASTELLANO *

DAVID ALONSO GARCÍA Departamento de Historia Moderna

Universidad Complutense

RESUMEN

La formación de una hacienda sujeta a intereses tanto del rey como de las oligarquía constituye uno de los elementos más importantes en el desarrollo del Estado moderno. Este hecho requiere de la creación de tuia «constitución fiscal» (Brennan, Buchanan) en la que todas la partes cumplen unas normas, implícitas o explícitas, para asegurar el correcto funcionamiento del sistema. Este artículo analiza los beneficios provenientes de la recaudación de alcabalas realizada por la Villa de Madrid en aquiescencia de la Corona. Para ello, realizaremos la comparación entre el montante del encabezamiento con lo ingresado por el receptor de la Villa. Así, intentaremos demostrar que aquellas demasías eran una parte constitutiva de este sistema de beneficios mutuos.

ABSTRACT

The creation of a tax system linking the interests of the crown as weU as the élites constitutes one of the most important developments for the early modem State. It requires the setting up of a «fiscal constitution» in which aU parties abide by certain rules, implicit or explicit, to ensure the correct functioning of the system. This article considers the profíts arising from the surpluses that resulted from the coUection of alcabalas by town councils on agreement of the Crown. This will be done by comparing the amount due to the crown in the eacabezatnieato with what was actually collected by the

N. de £..- Fecha de recepción del artículo: marzo, 2002. Fecha de aprobación por el Consejo de Redacción: mayo, 2003.

* A R. García Plaza y L. Montealegre Bachiller, y a todo lo que representan.

Revista de Historia Económica Año XXI, Primavera-Verano 200), N" 2.

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DAVID ALONSO GARCÍA

town o{ Madrid. So, it will be shown that the resulting surpluses were a cons-titutíve part of thís mutually beneñcial system.

JEL Classification: Hl l , H71.

INTRODUCCIÓN

Noche del 30 de agosto de 1540. No fue una noche cualquiera en la vida madrileña. El regidor Diego de Vargas veía cómo se incendiaba su casa en el corazón mismo de Madrid. El inoportuno fuego sorprendió al regidor con un ilustre huésped: el arzobispo de Sevilla, García de Loaisa, quien hubo de arrojarse por la ventana para salvar la vida. La escena era completamente opuesta al regocijo de los toros corridos en junio de este mismo año para deleite de una Corte que por aquel año moraba en Madrid. La casa se encontraba en llamas y hubo de buscarse otro alojamiento para tan insigne «invitado». La estancia elegida fue la casa de don Gutierre de Carvajal, a la postre también familiar de Diego de Vargas. La llegada de principales como Francisco de los Cobos o Hernando de Valdés trajo un mayor consuelo a los perjudicados. A fin de cuentas, su presencia cons­tituía un apoyo evidente tanto en el plano personal como político. Cobos y Valdés, en cambio, no sufrían de modo directo el incendio a pesar de que ellos también moraban en casa de regidores '.

La presencia de tan altas personas no era casual. Sus viajes con la Corte y los Consejos posibilitaban el acceso a las distintas ciudades cas­tellanas. En este año, Madrid era agraciada con el aposento cortesano. Hay que incidir en la importancia simbólica del asunto: eran los regidores de Madrid —muchos de ellos ligados a apellidos que entendían en el gobier­no de la Monarquía— quienes prestaban alojamiento a los señores. Desde luego, esta situación constituía un modo de vinculación personal entre los protagonistas, lo cual, traducido a términos políticos, nos presenta una deliciosa metáfora de la relación entre Corona y Reino. El primero mostraba una preeminencia legal incuestionable hasta en los detalles. El segundo, en cambio, ofrecía el necesario mantenimiento.

Grosso modo, este mantenimiento puede identificarse con eso que gene­ralmente conocemos como Hacienda. Del mismo modo que los regidores de Madrid alojaban y alimentaban a los agentes de la Monarquía, Madrid —y el Reino desde una perspectiva más amplia— alimentaba al rey con

' El episodio se puede seguir en B(iblioteca) N(acional), Mss 3825, fol. S7a-87v; León dePinelo(1971), p. 77.

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dinero u hombres. Pero hay una segunda parte en esta historia: el Reino no «alimentaba» a la Corona sin más, como acto único y unidireccional. Diego de Vargas, el regidor que alojaba a Loaisa, también debía vivir. Y al arzobispo de Sevilla, por su parte, le interesaba que Vargas viviera para que le proporcionase el sustento. Así, del mismo modo, la Monarquía ligaba su poder al mantenimiento de su propio contrapoder. Es el reflejo de un sistema poh'tico asentado en prestaciones recíprocas y desiguales donde la figura de uno no se entiende sin la actuación del otro.

La fiscalidad pasa por ser un espacio idóneo para observar esta relación. La aparición del poder único, característico de los Estados liberales, con­llevaba la transformación de la renta en impuesto como característica prin­cipal del Estado fiscal que definiera J. Schumpeter. Desde aquí se proyecta el impuesto como característica necesaria de un nuevo sistema poÜtico definido como Estado ^. La capacidad unilateral de coacción que se atribuyó a los distintos monarcas ha sido interpretada como una de las principales muestras de la existencia de un sistema estatal. Distintas matizaciones se vienen haciendo a dicha interpretación. Y con unas sombras proyectadas sobre el concepto Estado también se pone en duda el concepto impuesto a la hora de explicar el carácter último de los tributos . En nuestra opinión, la cuestión de fondo no radica en la existencia o no del impuesto. Antes bien, pensamos que nos encontramos ante un modelo intermedio carac­terizado tanto por la existencia de tributos asemejados a impuestos como por tributos asemejados a auxilios '*.

El presente trabajo intenta demostrar la existencia de una constitución fiscal para Castilla en tiempos de Carlos V. ¿De dónde surge tal concepto? Ya Brerman y Buchanan expusieron cómo una fiscalidad en donde hallá­semos unas normas conocidas constituye uno de los elementos capitales para entender los límites del Leviatán. En contra de dichos autores no consideramos que los límites al poder deban venir necesariamente desde la rebaja impositiva . Bien al contrario, la exacción fiscal —que no la pre­sión fiscal— aumentó en tiempos de Carlos V a partir de los ingresos extraordinarios. ¿Síntoma unívoco del incremento del poder regio? Sí y no, sin que en la lógica del Antiguo Régimen suponga contradicción alguna. El desarrollo de una legislación regia preeminente, un progresivo control protoburocrático de territorio o la extensión de una organización fiscal

^ Vid. Schulze (1996), pp. 257-276; cfr. Bulgarelli Luckacs (1993). ' Cárceles de Gea (2000). ' Alonso García (1999). ' Brennan y Buchanan (1980). Esta línea fue seguida por Gómez Álvarez (1996).

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cuyo referente último se encontraba en el propio monarca, demuestran que el poder monárquico se manifestaba con una fuerza desconocida en relación con tiempos anteriores. La clave reside en el cómo. Porque para ejercer este poder el monarca necesitaba necesariamente de su propio con­trapoder, identificado en un concepto tan laxo como el de oligarquías ^. Para extender su propio poder, el rey necesitaba hacer más y más grande a estas oligarquías, lo cual le fortalecía tanto como le debilitaba. Por ello mismo la fiscalidad se convertirá en un espacio antes político que económico controlado por las eHtes de poder .

¿Y cómo abordar este pacto que beneficiaba tanto a Corona como a Reino? Un elemento sobresaliente de la historia de la Hacienda es la formulación de los tributos como elementos inherentes al gozo y beneficio de quien los controlara . Este elemento tiene una traducción inmediata en las denominadas «sobras» de encabezamiento. Metodológicamente, tra­tamos de proponer algunos datos, más o menos seriados, que demuestran que tanto el rey como las oligarquías debían resultar beneficiadas para el correcto entendimiento entre ambas esferas de poder. Consideramos este hecho como parte de una constitución fiscal de contenidos más amplios, y que, en concreto, hay que contextualizar en la política sobre servicio y rentas eclesiásticas así como los distintos mecanismos de finan­ciación a partir del recurso a la deuda. Para ello compararemos las can­tidades que el rey recibía del encabezamiento de Madrid con lo recaudado por el receptor de la Villa. Asimismo, nos acercaremos a los grandes bene­ficios que consiguió Madrid por los sistemas de recaudación puestos en marcha. ¿Por qué Madrid? 1561 —fecha del traslado «definitivo» de la Corte a Madrid— consolida unas tendencias que ya funcionaban '; ten­dencias que siempre aluden a la estancia cortesana como fuente del bene­ficio. Pues bien, desde un punto de vista económico, el beneficio nos lleva al terreno de lo fiscal, en concreto al encabezamiento. La propia presencia de la Corte —ya antes de 1561— se encontraba dentro de una poÜtica que premeditadamente buscaba el beneficio de la oligarquía a partir, entre otros, de los sistemas de recaudación. De otro modo, la oligarquía de

' Ruiz Ibáñez (1995); cfr, Hernández (1999). ' Vid., por constituir dos trabajos de gran influencia, Tracy (1985) y Collins (1988).

Para el caso español, Fernández Albadalejo (1992), esp. pp. 248 ss.; Dedieu y Ruiz (1994); Gelabert (1997); Hernández (2001).

» Alonso García (1999). ' Al menos así ocurre en el terreno de la fiscalidad. Vid, Alonso García (en prensa).

Cfr. López García (1998). Llevamos a cabo una valoración historiográfica de la «capitalidad» en Alonso García (2001).

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CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA HSCAL CASTELLANO

Madrid controlaba su espacio fiscal a cambio de otras contraprestaciones. Algo sabemos de la cuestión para los siglos xvn y xvm '°.

2. HACIENDA REGIA Y ENCABEZAMIENTO

En primer lugar, de modo breve, hay que dejar bien claras las posiciones teóricas de las cuales partimos. El encabezamiento ha sido tratado como un sistema recaudatorio mediante el cual el rey delegaba el cobro de los impuestos en los concejos. A cambio, las distintas villas y ciudades —y a partir de 1536 el Reino de manera mancomunada— debían pagar al rey una cantidad prefijada. De este modo, el rey ganaba en seguridad y en un mayor conocimiento y control de la realidad fiscal " ; mientras el reino veía compensada su posición con una reducción efectiva de la presión fiscal al mismo tiempo que pasaba a controlar los tributos. No constituía una cuestión de transvase de soberanía fiscal, sino mera cuestión admi­nistrativa. Y de este modo, los ingresos ordinarios se quedaban en terreno de lo público —identificado con la hacienda del rey— sin necesidad de buscar agentes privados, esto es, los arrendadores de rentas. Para los arren­dadores no había delegación administrativa, sino un transvase de la soberanía fiscal. Claro está que esto mismo conllevaba una perfecta definición de los conceptos de público y privado '^. De ahí que el paso de un sistema a otro marcase un punto de modernización histórica a partir de la forma política del Estado (fiscal).

Ahora bien, hay que tener en consideración que las ciudades y las villas no son las únicas entidades con capacidad para encabezarse. También las personas, o mejor un grupo de personas, entraban en los distintos enca­bezamientos por menor en los cuales se dividía el encabezamiento de Madrid. Personas que normalmente coincidían en un hecho: pertenecen al mismo oficio por el cual se encabezan '^. Incluso, también el propio encabezamiento podía conllevar prometidos, esto es, la cantidad abonada a los arrendadores como contraprestación por la recaudación de tributos '''. Esto nos indica que ambas prácticas no se encuentran tan alejadas unas de otras, al menos con anterioridad a 1536. Además, hay una cuestión

'» HemándeE(1995). " Portea (2001). " Un valioso acercamiento a la definición de ambos conceptos en Bobbio (1992^). " Alvar (1989), pp. 241 ss.; Asenjo González (1997); Zabala ÁgcáxTe (2000), pp. 185 ss, '•' Así al menos ocurre con Guadalajara en 1513, cuyo prometido ascendió a 56.000

maravedís sobre unas rentas encabezadas por 1.806.000. A(rchivo) G(eneral) de S(imancas),

273

DAVID ALONSO GARCÍA

de contabilidad que nos parece bastante esclarecedora al respecto: en las cuentas de los distintos receptores de la Villa de Madrid el encabezamiento no se presenta como un ingreso (cargo), sino como un gasto (data).

Y llegamos en este punto al concepto de sobras de encabezamiento. Uno de los problemas que ha encontrado una historiografía exclusivamente estatal ha sido la explicación de por qué se recaudaba más de lo que «legalmente» se había de recaudar. Con la percepción de un poder único y homogéneo, encarnación unívoca de Estados, hay que buscar una Hacienda pública unitaria. Así, la bolsa del rey es la única existente y toda polisemia fiscal no constituye sino mera sumisión a la hacienda del rey. De este modo se procede a la identificación de Hacienda como sistema financiero único y controlado desde arriba '^. La solución, en algunos casos, consistía en cerrar los ojos a los mecanismos de gestión interna de las rentas, terreno que precisamente escapa al control del Monarca. O de otro modo, quedarse con los rendimientos teóricos de los encabezamientos identificando estas cifras con toda la recaudación. Con lo pagado a la Monarquía se acaba el rendimiento fiscal de la renta ^ . Y, sin embargo, es difícil entender una delegación administrativa referida al encabezamiento cuando se «puede comprar [...] al quitar» '^. De aquí que las alcabalas pasen al Reino en 1536 pese a tener un origen regio. Es de destacar que algunos estudios excepcionales se detienen a explicar qué eran las sobras, identificando éstas como asunto público de los ayuntamientos:

«Constituía una ventaja apreciable las llamadas sobras —excesos sobre la cantidad concertada—, pues que ellas iban a disminuir la obligación con­traída en el siguiente año, o el superávit de carácter regional, digámoslo así, de partido, que disminuía a su vez la de la circunscripción administrativa de que se trataba, o la dedicaba a los Concejos respectivos a cubrir atenciones municipales de índole varia. Bien es verdad que lo propio sucedía con los arriendos, por las pujas, con los prometidos; mas siempre la ventaja redun­daría en aquel caso en beneficio de la colectividad, y, en el segundo, de un arrendatario» .

Por tanto, se asimilan las sobras a un superávit que servía para costear los gastos públicos de los mimicipios. Las sobras, según esto, constituyen

E(scribanía) M{ayor) de R(entas), leg. 140. ¿Excepción? Encontramos el mismo caso, entre otros, para Ciudad Real en el año 1517. AGS, EMR, leg. 156.

" Las características de los actuales sistemas tributarios en Sainz de Bujanda (1993'"). '" Vid.,tntK otros. Garande (1990') y UUoa (1977^). " A(rchivo) de la V(illa) de M(adrid), Documentos Reales, 4 de febrero de 1529. " Espejo (1928).

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CUADRO 1

Rendimiento teórico del partido de Madrid (1520-1556) (en maravedís)

Año Recaudación teórica

1520 3.319.529 1521 3.500.574 1522 3.492.206 1523 3.486.729 1524 3.514.369 1525 3.543.465 1526 2.626.215 1527 2.643.715 1528 2.883.415 1529 2.913.000 1530 2.984.296 1531 2.660.997 1532 2.660.997 1533 2.676.425 1534 2.914.197 1535 3.173.000 1536-1546 3.161.300 1547-1556 3.362.000

FUENTE: Hasta 1536, AGS, CMC, 1' ép., legs. 62 y 831. A partir de este año, Garande (1990') y Ulloa (1977^).

una recaudación «demás» en relación con el encabezamiento; de otro modo, proporcionaban un dinero al margen de la recaudación propio de entidades colectivas que hoy identificaríamos con los Ayuntamientos. Las sobras, cierto es, sirvieron para esto en un aspecto redistributivo que a ellas correspondía. Pero no eran sólo una demasía recaudatoria para man­tener gastos municipales. En el Madrid de Carlos V se produjo una durísima pugna entre el propio concejo y los miembros encabezados —mercaderes, tratantes, cambios...— por el control de estas sobras " . Es decir, que estas sobras no eran una propiedad inmediata a ningún poder público. Antes bien constituían una parte inherente al propio hecho de recaudar —y éste estaba en manos de los concejos hasta que luego el encabezamiento se desmembraba por menor— porque formaban una estructura propia y reco-

" Alonso García (en prensa), pp. 173-183.

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nocida por todos. Incluido el rey, aquel que no era beneficiario económico —que sí político— por las fidelidades que despertaba. De otro modo, el beneficio de la ciudad constituía una parte inherente al hecho mismo de recaudar. La propia Corona no pretendía la identificación completa entre lo que recibía desde todas y cada una de las ciudades y la recaudación efectiva. He aquí una gran diferencia con el concepto clásico de impuesto. Pues parece difícil pensar en impuestos que se recaudaran para «beneficiar» al poseedor. En una discusión en el ayuntamiento madrileño, Bemardino de Mendoza se quejaba de «los pocos propios que esta villa tiene y lo poco que gana con el encabegamiento» ^°. El beneficio es algo reconocido y la propia Villa «tiene entendido la merced y beneficio grande que su magestad hará ha estos reynos en les dar e otorgar el dicho encabegamiento general [...]» ^'. De ahí que incluso en un documento real se hable sin rubor alguno de «la cuenta de la ganancia del encauegamiento» ^ . Bajo estas premisas no extraña, por ejemplo, que la propia Villa pague en oca­siones por conseguir el encabezamiento, esto es, pague por pagar ^. En la propia provisión real que certificaba el encabezamiento de los años cua­renta se afirmaba que «nuestra voluntad [del rey] es que todos los vezinos e moradores de la dicha villa de Madrid e lugares de su tierra e los que a ella vinyeren a vender e contratar sus mercaderías gozen en quanto sea posible del benefigio del dicho encabegamiento [...]» ''. Beneficio entendido como una rebaja de la presión fiscal sobre lo ordinario. Pero también enten­dido como el acceso a unos capitales justificados por la acción misma de recaudar.

3. EL ENCABEZAMIENTO DE MADRID

Todos los estudios sobre la fiscalidad castellana del siglo xvi coinciden en un aspecto. El reinado de Carlos V constituyó un período de baja presión fiscal, en especial en cuanto a las rentas ordinarias se refiere. No es sino la famosa «petrificación» de las alcabalas de la que ya hablaba Carande.

^ AVM, Secretaría, 3-65-9. '• AVM, 5e<Tetórá, 3-66-13. ^ AVM, Documentos Reales, 13 de noviembre de 1543. " «Acordaron que se tome [cambio] para embiar a la corte a Alonso de Villanueva

para los dineros que a de pagar del sacar la medula del encabegamiento dyesisiete mili e tantos maravedís [...]». AVM, Actas municipales, 15 de julio de 1521.

" AVM, Documentos Reales, 9 de diciembre de 1539.

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Este hecho, junto al propio contexto inflacionario, propició una reducción real de la presión fiscal en relación con lo ordinario ^'. Reducción que se vio compensada por un incremento desigual de los servicios ^ . Bási­camente, este panorama continuó a lo largo de la primera mitad del siglo xvi. Entonces, ya desde 1562, podemos encontrar una tendencia al alza que explotará en 1575-1577, fecha en la que Felipe 11 intentó una ruptura del statu quo fiscal sin otro resultado que una vuelta atrás tras la enérgica opo­sición de las ciudades ^ . Es a partir de esta fecha cuando se iniciará un nuevo período cuya nota más sobresaliente será la grave presión fiscal sobre el mundo rural *. Esta situación se mantendrá hasta 1590, fecha de apro­bación de los Millones. Y fecha en la cual se inicia un nuevo período en la historia de la hacienda española.

La petrificación de lo ordinario en Madrid sólo aparece de modo claro con la llegada del encabezamiento general ^'. Para el período anterior a 1536 hay que matizar esta cuestión. Antes de 1521 se puede observar un repunte en las rentas tan breve como intenso. No sería otra cosa que el resultado del célebre arrendamiento de Barcelona ^°. La tendencia se invirtió en 1522, cuando se observa un brusco descenso de las rentas que benefició especialmente a la tierra. A partir de 1529, en cambio, hallamos otro ascenso impositivo. Sin embargo, sólo con la llegada del encabeza­miento general Madrid supera el nivel impositivo nominal de los primeros años veinte. Claro que por el movimiento inflacionista de estos momentos hemos de considerar que tales datos no reflejan sino un descenso real de la presión fiscal (siempre en relación con lo ordinario). Además, hay que matizar la cuestión del crecimiento del encabezamiento de 1547. Antes de este año existe una doble administración dentro del propio partido de Madrid. El partido fiscal de Madrid, al menos en cuanto a lo ordinario se refiere, estaba compuesto por la Villa de Madrid con su tierra junto

' La evolución de los rendimientos fiscales de conjunto a lo largo de todo el Antiguo Régimen pueden seguirse en Gelabert (1999); cfr. Yun Casalilla y Comln (2001). El trabajo más completo en cuanto a datos es Zabala Aguirre (2000). Finalmente, el trabajo meto­dológicamente más logrado en cuanto a la reconstrucción de la presión fiscal es Bübao Bilbao (1987). Estos trabajos se ven perfectamente complementados por Fortea (1986), (1992). La evolución de la carga fiscal madrileña a lo largo de la Edad Moderna, en López García (1998), pp. 58 y 295 ss.

' Carretero Zamora (1998). " Fortea (1990). ^ Vid. Fortea (1986). ' Vid. gráfico 1.

'" Pérez (1999'), pp. 129-135, y Carretero Zamora (1999).

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a Zorita, parte de Guadalajara y parte de Toledo ^^ Dentro de la demar­cación fiscal, encontramos dos estructuras principales de recaudación antes de 1547: por un lado, el encabezamiento de la Villa de Madrid en el que entraban tanto sus alcabalas y tercias como las tercias de la tierra junto a las tercias de Parla, Polvoranca y Mejorada ^ ; por otra parte, iba el encabezamiento de las alcabalas de distintos pueblos de la tierra. Ambas estructuras tenían receptores o recaudadores distintos antes de 1547 ^ . Es decir, que antes de este año encontramos una bifurcación de las cifras que dificulta la reconstrucción seriada. Será sólo a partir de este año cuando encontremos una unificación administrativa en la gestión del encabeza­miento de partido. Proceso que contó con un precedente claro con el encabezamiento de 1536, cuando ya la Villa se encabezará por sus lugares sin asumir el pago directo ^'^. Más significativo incluso, resulta la raíto entre rentas encabezadas y rentas arrendadas entre 1520 y 1534 ^'. La política de encabezamiento irá ganando terreno al arrendamiento. Si ya Madrid (ciudad) andaba encabezada desde fines del siglo xv ^ , serán ahora los pueblos de la tierra quienes progresivamente vayan entrando en un sistema que garantizaba beneficios mancomunados.

Los datos del cuadro 2 denotan a la perfección la preferencia por el encabezamiento de distintos pueblos del alfoz. Preferencia que se agudizará

GRÁFICO 1

Evolución de las rentas de Madrid (1520-1556)

Nominal Real

.^ # ^ \ ^ .^^^ ^ J> <^ ¿s? . #

FUENTE: Cuadro 1. La evolución en términos reales se ha calculado según la serie de precios de Reher y Balleteros (1993), p. 131.

" Zabala Aguirre (2000), p. 43. " AVM, Secretaria, 3-66-26. " Alonso García (en prensa). " AVM, Documentos reales, 9 de diciembre de 1539. " Vid. cuadro 2. "• Losa Contreras (1999), pp. 428 ss.

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CARiOS V, MADRID Y EL SISTEMA HSCAL CASTELLANO

CUADRO 2

Evolución de lo encabezado y arrendado del partido de Madrid (1520-1534) (en maravedís)

1520 1521.... 1522 1523.... 1524 1525 1526.,.. 1527 1528 1529.... 1530 1531.... 1532.... 1533.... 1534....

Año

FUENTE: A G S , zamiento

CMC, 1. de Madrid-ciudad.

Encabezado

654.204 675.249 766.781 766.781 794.421 823.417 823.417 841.017

1.080.617 1.110.397 1.181.598 1.182.049 1.182.049 1.197.477 1.435.149

" ép., leg. 62. No

Arrendado

1.186.377 1.346.377 1.246.477 1.241.000 1.241.000 1.241.000

323.750 323.750 323.750 323.750 323.750

incluye el encabe-

GRÁFICO 2

Evolución de lo encabezado y arrendado de Madrid (1520-1534)

25a

FUENTE: AGS, CMC, 1." ép., leg. 62.

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a finales de la década de los veinte. De hecho, se puede afirmar que sólo el recurso al encabezamiento —variable y ascendente cada año— permitió un mantenimiento de los niveles de rentas hasta 1536. El arrendamiento, excepción hecha de los primeros años veinte, entró en una espiral des­cendente muy evidente. Es más, ya no encontramos arrendamientos direc­tos entre pueblos y rey en 1531. Es así como paulatinamente se fue for­mando el encabezamiento general y el propio partido de Madrid como entidad fiscal única y unívoca. ¿Por qué la preferencia de los encabeza­mientos? De nuevo hemos de remitirnos al concepto de beneficio en un contexto político en el que Carlos V necesitaba asegurar la gobemabilidad del territorio para superar la crisis con la que comenzaba su reinado. Es, en definitiva, la relativa victoria de las Comunidades '^.

El cargo más importante del encabezamiento de partido procedía del propio encabezamiento de la ciudad ^ . La característica más reseñable del encabezamiento madrileño es su casi total estabilidad. El encabeza­miento madrileño se mantem'a en 1.478.948 maravedís desde antes de la llegada de Carlos V al trono ^'. Y este precio fue conservado hasta 1532. Sólo con la llegada del encabezamiento general comenzó el aumento de las rentas que nunca se convertiría en un incremento real de la presión fiscal por rentas ordinarias. Finalmente, recordemos que el incremento de 1547-1556 se debió fundamentalmente a la completa identificación entre encabezamiento de partido y encabezamiento de la Villa. Se completaba así un proceso de acumulación de rentas, lo cual por sí mismo propició cambios en el poder fiscal'"'. Por esta estabilidad del encabezamiento madri­leño, los cambios operados antes de la llegada del encabezamiento general repercutían generalmente en la tierra. Madrid, como persona, estaba a salvo de los vaivenes fiscales anteriores a 1536.

4. LA FORTUNA DE MADRID

El pacto fiscal entre Corona y Reino no acababa con la gestión directa de los tributos por parte de las ciudades. También había un componente económico de trascendental importancia, tanto para entender las relaciones entre rey y reino como el desarrollo del poder a nivel local. Ahora bien,

" Vid. Hendricks (1976) y HaÜzcer (1987). '* Vid. cuadro 3. " Losa Contrera (1999), p. 430. * Bonney{1996).

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CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA FISCAL CASTELLANO

hay que entender que existían distintos tipos de sobras. Por un lado, con­tamos con unas sobras por mayor, las cuales servían para sostener el aparato administrativo de la Diputación en Cortes. Cantidades que hubieron de ser importantes. ¿Sólo esto? La Diputación únicamente podía acaparar todo el montante de las sobras por mayor cuando éstas fueran menores a 6.000.000 de maravedís. En caso contrario habrían de repartirse de modo proporcional entre las distintas ciudades y pueblos ''^ Y, efectivamente, así parece que ocurría según se puede apreciar a partir del ejemplo madri­leño. En este caso, creemos, las sobras no eran una demasía recaudatoria, sino una rebaja sobre el precio del encabezamiento:

«Yo Alonso Núñez Ruvio, escribano de sus magestades e del concejo de la villa de Aufión, doy fe y verdadero testimonio a todos los señores que la presente vieren como el año de myll e quynientos cincuenta y dos años se traxo a esta villa una provysión de su magestad por la qual su magestad hacía merged a qiertas villas desta provyngia de (gorila de giertos maravedís que deúa aver ávido a gananqia en el encabeqamiento general de las alcavalas [...]» ^'^.

No estamos en disposición de seriar estas sobras por mayor. Pero a buen seguro que hubieron de ser muy importantes. Ya en el primer enca­bezamiento general se hacía baja de «veynte mili ducados de oro cada año de los quales hazemos merged al dicho Reyno con que ellos lo tomasen

CUADRO 3

Evolución del encabezamiento de Madrid-ciudad (1517-1556) (en maravedís)

Año Encabezamiento nominal

1517-1532 1.478.948 1533-1544 1.718.948 1545 2.034.763 1546 2.123.915 1547-1556 3.362.000

FUENTE: Espejo (1927); AVM, Secretaría, 3-64-26, 3-64-27, 3-64-24, 3-64-18. 3-65-2, 3-64-34, 3-64-38, 3-64-44, 3-64-49; AGS, EH, leg. 121, núm. 5; EMR, legs. 157, 232 y 258; CMC, I." ép., leg. 831, núm. 2.

•" Tomás y Valiente (1982), pp. 116-117. " AGS, C(onsejo) y J(untas) de H(acienda), leg. 26, núm. 299.

283

DAVID ALONSO GARCÍA

todo a su cargo y asegurasen y se obligasen de pagar el dicho precio [del encabezamiento general]» '' . Es evidente que no se producía una dismi­nución de la presión fiscal, sino un transvase de dinero entre dos entidades de poder. Un verdadero pacto. De aKí que también el Reino mostrase su agradecimiento:

«Por rreconpensar en algo la merged que se hazía a todo el Reyno en el dicho encabezamiento y por lo que sus magestades avían llevado e gozado de las rentas del rreyno el dicho año de quinientos y treynta y cuatro obUgava a sus giudades e a las otras giudades e villas del rreyno en cuyo nonbre otorgaron el dicho encabegamiento general [...] que darían e pagarían a sus magestades o a quien por sus magestades lo oviere de aver en cada año de los diez años del encabezamiento general el pregio en quantía que conforme al dicho encabezamiento y escritura sobreño fecha e otorgada e a de dar e pagar e otros ginco mili ducados más en cada uno de los dichos diez años [,..]»'•''.

Desde aquí se puede observar cómo en el encabezamiento entraban una serie de contraprestaciones recíprocas. En 1536 aumenta el precio del encabezamiento de Madrid. En la negociación que concluiría con la entrada de Madrid en el encabezamiento general, el contador Cristóbal Suárez aconsejaba al concejo de Madrid que aprobase sin recelo alguno la puja de los 5.000 ducados «porque con aquello queda grand provecho e ynterese al Reyno en las rentas más de lo que se pensaua quando se comengó a entender [...]»'". El Reino, por su parte, hacía suyos otros 5.000 ducados. Estos 10.000 ducados constituían la diferencia entre el rendimiento de las alcabalas de 1534 y 1536. En 1536, por tanto, se recau­dan 10.000 ducados más que dos años antes que se repartirían entre Corona y Reino\ Y esto sin contar los 20.000 ducados que se rebajaban a las ciudades.

Entonces, como ya hemos indicado, las bajas del encabezamiento gene­ral se apHcaban particularmente a las ciudades. En 1540 Madrid paga de encabezamiento 2.034.763, «y es menos que otros años porque su magestad descargó e quitó este año quatro por giento del precio del encabegamien-to»"*^. Este 4 por 100 equivalía a 89.152 maravedís «que an de llevar e gozar aquellas personas y concejos que de justiqia an de gozar de la

^^ AVM, Documentos Reales, 8 de septiembre de 1536. » AGS, EMR, leg. 245. "' AVM, Secretaría, 3-457-6. *"• AVM, Secretaría, 3-64-49.

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CAiíLOS V, MADRID Y EL SISTEMA FISCAL CASTELLANO

ganancia o para la pérdida que oviere en el encabezamiento desa dicha villa y su tierra y partido» '*''. También a los pueblos de la tierra se les aplicará este descuento ''*. En principio, estos maravedís de baja se apli­carían a 1540 y 1541. Sin embargo, en 1545 el receptor del partido de Madrid recibe estos 4 por 100 del recaudador de las tercias del partido de Zorita. Como no podía ser de otro modo, el objetivo era «pagar los quatro por giento que la dicha villa de Madrid e su tierra ovieron de aver el dicho año de 545 de la dicha ganancia que ovo en el encabezamiento general el dicho año» • '. En 1552 Madrid recibe 201.720 maravedís por este mismo concepto '°. En 1555 la rebaja alcanzaba, nada más y nada menos, que al 3 por 100 de la ganancia total de todo reino en este año ' ^ Las bajas de encabezamiento por mayor no parecen un elemento al margen de la Monarquía; tampoco hay que considerar que nos hallamos ante una desviación por recaudación. Entendemos que este dinero constituía una par­te inherente y propia de una constitución fiscal que beneficiaba al rey y oligarquías. Constitución cuyo fiandamento último hay que rastrear en la vinculación entre renta y beneficio. Así que, en 1543:

«No ovo baxa de los quatro por giento [para Madrid] porque ovo mal rrecaudo en una rrenta que se arrendó por los diputados passados [...] y assí se hizo en que el rreyno ganó dineros hartos. Vino a hazerse el rremate de las rrentas passadas ya ginco o seis meses del dicho año de quarenta y tres, y porque heran ya despachadas todas las rregeptorías del dicho rreyno no se pudo hazer baxa de los quatro por giento el dicho año sobraron de ganancia de encabezamiento seys qüentos y gincuenta miU maravedís y seygientas y cincuenta y dos fanegas. Destos seys qüentos el rreino dio los quatro dellos para en cuenta del serui§io con que este año de quinientos y quarenta y quatro se siruió a su magestad, los dos qüentos y ^inquenta myll quedan para el cuerpo de la hazienda entre el rrey y rreyno» '^.

Por tanto, en 1543, parte del servicio se pagó de estas sobras por mayor, por lo que del pago por tributo se pasaba al pago por auxilium. Este hecho, desde un plano jurídico, no era cuestión baladí. No significaba lo mismo el pago por servicio —dependiente en último término de la voluntad del otorgante— que por tributo. En 1544 se volvía al modelo

"' AGS, C(ontadurta) M(ayor) de C(uentas), I " ép(oca), leg. 831, núm. 2. '' Alonso García (2000), pp. 156-161. '^ AGS, CMC, 1." ép.,[eg. 831, núm. 2. ^ AVM, Actas municipales, 26 de septiembre de 1552. " AGS, CMC, 1." íp , leg. 831, núm. 2. " AVM, Secretaría, 2-394-9.

285

DAVID ALONSO GARCÍA

de rebaja del 4 por 100 a la ciudad. Porcentajes que había de pagar el receptor del rey a la propia Villa '^. Es decir, la relación fiscal entre el rey y Madrid no era unidireccional; el receptor del rey, por el juego mismo de ganancias por mayor, podía soltar dinero a favor de la ciudad. Y de este modo, con el encabezamiento, presenciamos unas relaciones mucho más recíprocas que en sistemas tributarios exclusivamente impositivos.

Después de estas sobras por mayor, Madrid contaba con el beneficio de unas sobras inherentes al propio hecho de recaudar. Son las conocidas sobras por menor. Sobras que constituían la diferencia entre lo pagado por el encabezamiento y lo efectivamente recaudado, esto es, entre lo recau­dado por menor y lo pagado por mayor. A priori, estas cantidades serían sencillas de cuantificar con la existencia de instituciones y cargos que cen­tralizaran toda la gestión, de modo impersonal. Para el caso madrileño, lo más parecido a esto sería el receptor de la Villa. Metodológicamente, entonces, tendríamos que comparar las cuentas del encabezamiento con el cargo total que presentara el receptor '"*. Sin embargo, existe un grave problema que desvirtúa tal procedimiento: el receptor no presenta la cuenta de una institución o de un cargo público, sino que tiene que declarar lo que ha recibido y ha pagado como persona. Es decir, que pueden entrar conceptos distintos al ingreso y al gasto. Todo esto significa que sus cuentas pueden no ser totales. Y, a la inversa, también se pueden encontrar otras personas —receptor del rey, arrendadores, concejo de la tierra o cambia­dores— que recibiesen y pagasen dentro del propio encabezamiento.

La interpretación de los datos del cuadro 4 es distinta según si la dife­rencia es positiva o negativa; si la diferencia es positiva, indica que el receptor de la Villa ha recaudado por encima del encabezamiento. Esta cantidad puede coincidir o no con la recaudación total de la Villa, pero al menos sabemos que existió un superávit respecto al encabezamiento. En el lado inverso, cuando la diferencia es negativa, literalmente significa que el receptor de la Villa ha recaudado menos de lo pagado por el enca­bezamiento. De hecho, los alcances a favor de la Villa continuaron a partir de 1547 (pero no en relación con el encabezamiento): en 1552, cuando la Villa parece perder dinero, el receptor tuvo unas ganancias de 259.037 maravedís que habría de pagar a Madrid ' ' . En 1550, en cambio, la Villa adeuda a su propio receptor 78.570,5 maravedís '^. Y es que, por razones

" AVM, Secretaría, 3-65-23. " Vid. cuadro 4. " AVM, Secretaria, 3-65-29. '" AVM, Secretaria, 3-66-10.

286

CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA FISCAL CASTELLANO

CUADRO 4

Diferencia del cargo del receptor de la Villa con el encabezamiento (1521-1555) (en maravedís)

Año Cargo total del receptor de la villa

Diferencia con el

encabeviTniento

Diferencia porcentual con el

encabezamiento

1521 1.623.624,0 +144.676,0 +9,78 1522 1523 +1.134.109,0 +76,68 1524 1525 2.085.853,5 +606.905,0 +41,03 1526 1.839.796,0 +360.848,0 +24,39 1527 1.780.599,0 +301.651,0 +20,39 1528 1529 3.543.985,0 +2.065.037,0 +139,62 1530 1.849.016,0 +370.068,0 +25,02 1531 1.976.002,5 +497.054,5 +33,6 1532 1533 1534 2.144.316,0 +425.368,0 +24,74 1535 2.789.150,5 +1.070.202,5 +62,25 1536 2.029.751,5 +310.803,5 +18,08 1537 1.916.452,0 +197.452,0 +11,14 1538 1.849.065,0 +130.117,0 +7,56 1539 2.642.652,0 +923.704,0 +53,73 1540 3.844.975,0 +1.721.060,0 +81,03 1541 3.640.179,0 +1.516.264,0 +71,39 1542 2.016.422,0 -107.493,0 - 5 , 0 7 1543 2.703.173,5 +579.585,0 +27,29 1544 1.895.715,0 -228.200,0 -10 ,75 1545 2,728.613,0 +604.698,0 +28,47 1546 3.293.875,0 +1.116.996,0 +51,31 1547 2.627.997,0 -734.003,0 -21,84 1548 2.546.754,0 -815.246,0 -24,25 1549 2.509.638,0 -852.362,0 -25,36 1550 2.433.441,5 -928.558,0 -27,62 1551 2.485.352,0 -876.648,0 -26,08 1552 3.319.103,0 -42.897,0 -1,28 1553 2.707.816,0 -654.184,0 -19,46 1554 2.059.228,0 -1.302.772,0 -38,75 1555 2.067.853,0 -1.239.147,0 -38,5

FUENTE: Alvar (1989), p. 259; AVM, Secretaría, 3-64-24; 3-65-2; 3-64-34; 3-64-38; 3-64-44; 3-65-16; 3-65-13; 3-64-49; 3-65-19; 3-65-21; 3-66-2; 3-65-25; 3-66-5; 3-65-29.

287

DAVID ALONSO GARCÍA

desconocidas, el receptor de la Villa de la década de los cincuenta paga bastante menos por el encabezamiento de lo que realmente le correspon­de '^, lo cual no significa que el encabezamiento no se cubriese '*. Sim­plemente, el origen de ingresos y gastos podía tener un origen variado debido a la existencia de distintas fórmulas de financiación.

El concepto beneficio como clave de un sistema. En este momento nos proponemos la comparación de lo cargado y descargado por el receptor de la Villa. Esto implica, para el descargo, que las cifras del gasto son superiores al encabezamiento (partida principal del gasto según la per­cepción de la Villa) porque aquí entraban las libranzas que habían de ser satisfechas. Esto significa que el resultado es el líquido que queda o falta en relación con el receptor, y que no tiene por qué coincidir con déficit o superávit. En este sentido, existen muy pocos años en los que el receptor pagaba más de lo que ingresaba. Es decir, descontando el encabezamiento y los propios gastos mxinicipales, la tendencia general será al alcance a favor de la Villa (es decir, que el receptor debía pagar la diferencia entre lo ingresado y lo gastado). Este hecho, en nuestra opinión, es una señal definitiva de la buena coyuntura fiscal. A fin de cuentas, unos rendimientos fiscales que tampoco eran especialmente onerosos —nos referimos al ordi­nario, nunca al extraordinario— daban para pagar al rey, satisfacer los distintos gastos municipales y, además, otorgar cierta liquidez. Parece más que evidente el interés de Madrid en la continuidad del sistema de enca­bezamientos.

Observemos con más detalle estas diferencias. En 1514 el alcance del receptor ascendió a 22.699 maravedís' ' . Los alcances de 1515 y 1516 fueron, respectivamente, de 15.000 y 47.890 maravedís ^°. Gaspar Dávila, receptor de la Villa, fue alcanzado en 1520 por 14.536 maravedís, mientras que en el ejercicio de 1521 y 1522 sus beneficios ascendieron a 79.992 ^^ No es de extrañar, por tanto, la existencia de testimonios que nos acercan a la existencia de sobras para estos años: «[...] Yo soy ynformado que esa dicha villa tiene por encabezamiento las rentas de las nuestras alcavalas y tergias, e que gana en el dicho encabeqamiento mucha cantidad de mara-Wí/¿r[...]» ^ . En 1523, en cambio, es la Villa quien adeuda al receptor

W¿. Alvar (1989), p. 259. AGS, CUC, I." ép., leg. 831, núm. 2. SSm., Secretaría, J>-%Q-\. AVM, Secretaría, 3-66-26. AVM, Secretaría, ^-(A-IA. AVM, Secretaría, 3-66-26.

2SS

CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA HSCAL CASTELLANO

3.102 maravedís ^ . La Villa continuó con un serio problema deficitario —en relación, insistimos, con su propio receptor y no en relación con lo pagado al rey— hasta 1526. La ViUa perdió en estos años 146.284 maravedís ^ .

En 1527 vuelve a invertirse la tendencia y es la Villa quien debe recibir líquido por parte del receptor. En concreto, para 1527 la cantidad asciende a 183.369 maravedís ^\ Es más, según las cuentas de un juez de comisión, estas ganancias ascendieron para 1529 y 1530 a 1.085.429 maravedís^. En 1531 la Villa "sólo" ganaba 304.769,5 maravedís''^. Para 1537 estas sobras eran de 128.061 * mientras que en 1538 se redujeron las ganancias a 29.118 maravedís «que queda para salarios y costas» ^'. Entre 1538 y 1544 los alcances favorables a la Villa ascendieron a 3.344.783 maravedís °. Sólo en 1541 la Villa obtuvo una ganancia de 1.604.903 maravedís ^^ Las ganancias de 1545 fueron de 82.284 ^ mientras que en 1546 la cuantía era de 181.164 maravedís ^ . Y es que las cantidades manejadas por los receptores de la Villa no tienen desperdicio: en este año de 1516 el receptor de la Villa recaudó 165.442 maravedís más que el propio receptor del monarca ^^.

Con la renovación del encabezamiento general de 1547 continuaron las ganancias. En este año, Pedro de la Carrera —receptor de la Villa— hubo de pagar 171.064 maravedís de diferencia entre el cargo y data. En 1549 el alcance era de 201.587 maravedís ^'. Sólo en 1550 se había pro­ducido una pérdida —la primera desde los años veinte— de 78.570 mara­vedís ^ . Globaknente, en cambio, continuó la misma tendencia. Sólo entre 1550 y 1555 la Villa salió favorecida respecto a su receptor en 1.245.708,5 maravedís ^'. La percepción de ganancias vinculadas a la llegada de la Corte

" AVM, Secretaría, 3-64-19. " ASÍU, Secretaría, l-bA-12,. " AVM, Secretaría, 3-64-34 " AVM, Secretaría, 3-64-38. " Ihidern. ** AVM, Secretaría, 3-64-4. "" AVM, Secretaría, 3-65-13. ™ AVM, Secretaría, 3-64-44 '' hVU, Secretaría, i-(>5-\9. " AVM, Secretaría, 3-66-2. " AVM, Secretaría, 3-65-25. " Ihidem. " AVM, Secretaría, 3-66-9. " AVM, Secretaría, 3-66-10. " AGS, E(xpedientes) de H(acienda), leg. 121, núm. 3.

289

DAVID ALONSO GARCÍA

estaba muy clara: en 1552 se afirma tajamemente cómo «las sobras se an ganado con la venyda de la corte» ^ . Las ganancias —si bien menores— también eran propias de momentos en los que la Corte no estuviera en Madrid; en 1558, en unas cuentas parciales, aparece un alcance de 439.972 maravedís ^ . Con la llegada de la Corte se disparaban las cifras de ingresos y gastos, lo cual suponía una mayor capitalización de la ciudad junto a mayores inversiones o políticas redistributivas *°. En cambio, el precio del encabezamiento no variaba. La llegada de la Corte a la ciudad interesaba a diferentes grupos. Y entre los puntos de interés estaba la propia fiscalidad. Poder y fiscalidad, todo ligado, envolvían la llegada de la Corte a Madrid.

5. CONCLUSIONES

¿A qué nos lleva todos los datos que venimos exponiendo? ¿Estamos introduciendo un elemento nuevo susceptible de hacer variar la visión que poseemos sobre la hacienda de Castilla durante el siglo xvi? Porque, en la actualidad, conocemos los rendimientos nominales de los distintos enca­bezamientos, esto es, lo que en teoría recibía el Monarca por este concepto. También, en parte, conocemos lo efectivamente pagado al Monarca. Pero aquí no acababa el problema; porque todo ello no constituye sino la per­cepción que se tem'a desde la propia Corona. Pero la Corona era un actor más, el más importante sin duda, pero nunca el único. En el reinado de Carlos V, con un contexto económico y demográfico realmente extraor­dinario, la existencia de estas sobras no supuso un esfuerzo inaguantable para el grueso de los contribuyentes. Es más, creemos que incluso intro­duciendo el concepto beneficio contamos con una evolución a la baja en la presión fiscal real durante el reinado del emperador en relación con las rentas ordinarias. Haría falta un estudio más exhaustivo sobre esta cues­tión. Cuestión relacionada con el gasto, entendido éste a partir de criterios de redistribución. Porque si por parte del rey, con el objetivo de sufragar las distintas guerras, se produjo una descapitalización importante de Cas­tilla ^\ no es menos cierto que precisamente la gestión de lo ordinario por parte de las ciudades proporcionaba unos ingresos que servían de dina-mizador económico. Obras, abastecimientos o representaciones teatrales

'* AVM, Actas municipales, 29 de abril de 1552. " AVM, Secretaría, 3-66-15. *" Alonso García (en prensa), pp. 109-137. "' Thompson (2000).

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CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA HSCAL CASTELLANO

podían ser el objetivo último de estas sobras. O, incluso, parte del servicio otorgado en las Cortes. Así se beneficiaba a distintos grupos desde el propio poder local. Poder local que a su vez se veía reforzado con este hecho. El rey contaba con el dinero necesario —según períodos—; pero nunca con todo lo que se recaudaba. A cambio, tem'a asegurada la fidelidad y gobemabilidad de un territorio de enormes recursos. Y la población en general —hay que insistir en la importancia del contexto económico— veía satisfechas ciertas expectativas desde el gasto municipal. Acaso este hecho ayude a entender el incremento del endeudamiento tanto del rey como de las ciudades * .

El encabezamiento constituía el sistema que posibilitaba todo el juego. Encabezamiento que sustituía al arrendamiento como círculo de retroa-limentación financiera. Anteriormente, el sistema de arrendamientos direc­tos con el rey coadyuvaba al negocio de unos financieros que luego volvían a reinvertir el dinero en la propia monarquía, vía nuevos arrendamientos o vía asientos, entre otros, para el pago de las guardas * , Aquí mismo ya encontramos el fundamento último de la Hacienda castellana del Antiguo Régimen. Este sistema cambió más en las formas que en el fondo con la llegada del encabezamiento. Porque tanto con arrendamientos como con encabezamientos, existía una visión «empresarial» de la fiscalidad por la que los beneficios logrados por una parte volvían —en parte— a manos del rey a partir de lo extraordinario y el recurso a la deuda. Para cuadrar el círculo —si se nos permite—, tendríamos que ver las relaciones entre estas oligarquías y la gran banca internacional. Consideramos que la clave de esta relación se encuentra en la propia banca castellana, integrada tam­bién por aquellos antiguos arrendadores.

¿Problema? Creemos que nos encontramos ante un sistema formado y desarrollado en un contexto económico muy determinado. Este sistema fiscal necesitaba de una amplia capitalización, un intenso intercambio monetario —incluido el gasto—, y una gran absorción de capitales que no se dedicaban a la inversión productiva. El negocio financiero —^juros, censos...— era más lucrativo. Además, tanto por la cantidad de masa mone­taria que se precisaba como por la propia velocidad de los intercambios financieros, nos hallamos ante un sistertia que incidía muy directamente en la procesa inflación. Y lo más grave es que entonces no existían los mecanismos de corrección necesarios para equilibrar el sistema. Por todo

* Vid. Pardo (1984). Sobre el endeudamiento municipal en la Edad Moderna, Martínez Rui2(1992).

" Alonso García (1999).

292

DAVID ALONSO GARCÍA

ello, el sistema sólo nos parece viable cuando el contexto económico «acom­pañase».

La creación de un sistema de beneficios ligados al encabezamiento no comenzó con Carlos V. Desde 1496 contamos con encabezamientos que comienzan a convivir con el sistema de arrendamientos *"*. La guerra de las Comunidades constituyó el elemento que aceleró el proceso. Tal movi­miento demostraba a Carlos que no podía gobernar la Hacienda sin el concurso y beneplácito de otros actores a los cuales también se les debía hacer partícipes del sistema. El problema aparecería cuando la Corona, acuciada por sus propias necesidades financieras, intentara poner su mano sobre las sobras. Estamos pensando ya en el siglo xvn, cuando las alcabalas pasen a un segundo plano en relación con los millones. También los millones conllevaban unas ganancias a favor de las oligarquías urbanas. Atacar este sistema, desigual e injusto a todas luces, constituía un problema de enorme envergadura en tanto resquebrajaba muy seriamente todo el sistema de poderes establecido. Porque arrojarse sobre las ganancias de las oligarquías no era otra cosa que atacar a su propio poder. He aquí, pensamos, otro límite al poder regio por parte de las oligarquías.

En este sentido, Madrid es un claro ejemplo de cómo se constituyó todo el sistema. Sistema que tem'a unas normas que ambas partes debían seguir. De ahí que nos encontremos ante una verdadera constitución fiscal compuesta por un reparto no equitativo de las contribuciones. El sistema de sobras fue básico para la financiación del Madrid posterior a 1561. Las sobras de Madrid se disparaban en tiempos de estancia cortesana. Esto es muy evidente para los años posteriores a 1561. En 1569, por ejem­plo, el superávit de Madrid respecto al encabezamiento era de 6.993.049 ^'. Los gastos aumentaban con la llegada de la Corte. Pero también se dis­paraban los ingresos. Y esto conllevaba ganancias que fundamentalmente redundaban en un mayor gasto dirigido desde el ayuntamiento. A esto hay que añadir que la mayor recaudación que conllevaba la estancia de la Corte no recaía sobre los vecinos. Recaía básicamente en la tierra y, fundamentalmente, sobre los mercaderes que acompañaban a la Corte. De ahí que desde 1561 se disparen el número de vecindades otorgadas a distintos artesanos y comerciantes. Hacerse vecino de Madrid después de 1561 era un auténtico privilegio (fiscal). Recordemos que el crecimiento demográfico madrileño se hizo a partir de la emigración. Pero hemos de

" Ladero Quesada (1973), pp. 30-32. «' AVM, Contaduría, 3-446-2.

292

CARLOS V, MADRID Y EL SISTEMA HSCAL CASTELLANO

tener presente que ya en tiempos anteriores nos encontramos las mismas

estructuras que componen y explican las variaciones operadas tras la defi­

nitiva instalación de la Corte en Madrid. Todo ello se puede apreciar per­

fectamente desde la fiscalidad, convertida una vez más en un maravilloso

balcón desde el cual pueden vislumbrarse enormes procesos de cambio

histórico.

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OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWRIGHT TECHNOLOGY TO CATATONÍA *

J. K. J. THOMSON University of Sussex

RESUMEN

Este articulo muestra los medios a través de los cuales la industria algo­donera catalana logró independizarse de las importaciones de hilo en una etapa crítica de su desarrollo entre 1790 y la Guerra de la Independencia. Ello fue posible gracias a la temprana diñisión de la tecnología Arkwright, a lo cual contribuyeron hombres de negocios de Olot, Barcelona y Ávila vincu­lados a distintas ramas manufactureras. El artículo también muestra el carácter de la industria productora de maquinaria textil y los intentos realizados para limitar la difusión de la nueva tecnología.

ABSTRACT

This article clarifies the means whereby the Catalán cotton índustry attained independence from imported yarn in a critical stage of its development between the 1790s and the War of Independence. It does so by tracking the orígins, and early diffusion, of the Arkwright tcchnology in Catalonia in the form of a machine-making and spinning company formed between an Olotí stocking frame knitter, a Barcelona silver-smith and an Ávila trained machine-maker. The spinning and weaving initiatives of the Company inform on the

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: abril, 2002. Fecha de aprobación por el Consejo de Redacción; mayo, 2003.

* The researching and writing of this article were niade possible by a grant from The Economic and Social Research Council (award reference R000238515) and a visiting pro-fessorship during 2001 provided by the Institut d'História of the Universitat Pompeu Fahra of Barcelona.

Revista de Historia Económica Año XXI, Primavera-Verano 2003, N." 2.

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J. K. J. THOMSON

circumstances conditioning the Catalán industry's incorporation of the spin-ning processes. Light is also thrown on the character of machine-making at this stage of Catalán industrialízation in a pilot-entetpríse anxious to restríct technical díffusion.

JEL Classification: 0 3 1 , N63, N930, N83, 014 .

At the time Jordi Nadal wrote his chapter on «La industria algodonera catalana» in his celebrated El fracaso de la Revolución Industrial en España little was known about the early stages of the introduction of cotton machine spinning in Catalonia. Summarizing what was the generally accepted versión of the events, Nadal affirmed that it was the ban imposed on the import of spun yarn on 20'* September 1802 which was the catalyst for «la adop­ción de medios técnicos más modernos» - and that «hasta entonces, la única máquina utilizada había sido la "bergadana", movida a mano, versión ampliada de la "jenny" inglesa». The «medios técnicos», he states, were hydraulically powered Crompton mules. The evidence for their diffusion he drew from the Catalán records of concessions for use of water power. A first of these was made in 1803. It was followed by thirteen others between 1804 and 1807 '.

Since Nadal wrote this account further research has increased the data at our disposition permitting a fuller description of the process though not one which differs in its essentials from the earlier versión . The range of spinning and associated machinery in use before 1802, it has been shown, was more extensive than Nadal's account might suggest — the unmodified versión of the spinning jenny, introduced to Catalonia in late 1784, and which came to be referred to as the «máquina sencüla», had spread very widely, particularly from 1789-90, when harvest failure, and crises in the woollen and silk industries, drove many families in the Catalán interior into cotton spinning , the carding engine had been introduced in Barcelona in 1790, in the manufacture of the calico-printer Pablo Ramón ^, and been diffused both within and beyond Barcelona, where it was hamessed at an early stage to water-power (in Berga in 1792 ' and in Ripoll in 1796) ,

' Nadal (1975), p. 190. He provides the same versión of events in his chapter «La industria cotonera», in Nadal (1991), p. 21.

^ Surveys of recent research are provided by Thomson (1992), pp. 234-267, and Sánche2 (2000a), pp. 161-175.

' Sánchez (1988), p. 96 (2000), pp. 162-163; Thomson (1992), pp. 248-249, 255-258; Solá(1995), p. 12.

" Sánchez (2000a), p. 162. ' Thomson (1992), p. 255; Sánchez (2000a), p. 162; Sola (1995), p. 12. ' Cutrina Sorinas (1986), p. 42.

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the Highs improved versión of the jenny had been introduced in 1792, in Cardona, by an Engüshman and from there had diffused rapidly and widely, its construction engaging fruitfully with an estabÜshed machine mak-ing tradition in the área which had already achieved considerable improve-ments in the basic jenny , and examples of Arkwright's roller-spinning machines (referred to locally as «maquinas inglesas»), after an unsuccessful attempt at transfer to Barcelona in 1789 by two English machine-makers dispatched from Madrid by the Conde de Floridablanca *, had been insta-lled in Tarragona, following a cession of machinery by the Royal Cotton Manufacture of Ávila, by Severo Vila, a muslin-manufacturing, prebendary of the Cathedral , and constructed in Barcelona, for deployment in the Catalán border town of Olot, by Juan Serra, a Barcelona silver-smith, asso-ciated with an Olotí «negociant», Miquel Torroella ^°, in the course of 1793. On the other hand the range of machinery did not in fact yet include the «bergadana» (Angels Sola has shown that this consisted in an improved Highs jenny, whose defining characteristic was its driving 120 spindles, developed around 1808) ' ' — ñor the spinning mulé (known as «máquina francesa»). The latter, it has now been established, reached Catalonia via two chaimels between 1806 and 1807, from France, on the initiative of a French company, acting on behalf of the Conde de Cabarrús ^ , and from the Royal Manufacture of Ávila, which sent examples of the machine, and appropriate pre-spinning equipment, built by its brilliant director, the engineer/machine-maker Agustín de Betancourt, to the two leading spinners at this point in the Principality: Jacinto Ramón of Barcelona and Dalmau, Martí, Codina and Serrano of Manresa ' ' . These initiatives, combined with the prior introduction of steam-power by Jacinto Ramón in collaboration with the scientist Francisco Sanponts ''', make the years 1805-7 critical ones in the development of the sector.

With respect to technological diffusion recent research has more or less supported Nadal's position. Studies on the import of spun yarn from Malta and raw cotton from America show the latter growing very rapidly

' Thomson (1992), pp. 253-255; Sola (1995), p. 12; Sánchez (2000a), pp. 164-167. * Thomson (1998), pp. 63-71. ' Martín García (1989), pp. 348-349. '° Sánchez (1996), p. 162 (2000a), pp. 170-172. " Sola (2002), pp. 143-168. " Grau & López (1974), p. 57, Zylberberg (1993), pp. 490-492; Sánchez (2000a),

pp. 172-174. " Martín García (1989), pp. 349-350; Sánchez (2000a), pp, 174-175. " Agustí(1983), pp. 143-151.

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from the end of the American war in 1783 but the former holding its position, reaching all time peaks in the years 1793 to 1796, confírming a continued, majority dependence of the industry on cotton imported already spun ^'. The outbreak then of war with England in 1797 interrupted the Mahese supply enforcing a more rapid take-up of machine spinning. This shift is held to have been gjven an additional impulse by what Alejandro Sánchez has termed a «vuelta al algodón» on the part of the Catalán invest-ing class consequent on the further check which England's control of the sea had occasioned to what had been its most rapidly expanding trade, the export of printed linens to America, convincing it of the need to mod-ernize the industry («concentrar la fuerza de trabajo y mecanizar el proceso productivo»). The 1802 ban on yarn imports thus remains a critical date but one which acted as a catalyst for changes already under way '^.

There are some problems, however, with respect to the manner in which the extent of the response to this catalyst has been assessed. The register of requests for concessions of water rights only records new requests and dependence on it, in consequence, leads to the ignoring of manufactures set up in sites use of whose water rights had already been authorized. Furthermore, of the sLxteen recorded cases of rights being requested, only nine were specifically for cotton spinning — one (in Berga) was purely for carding and six others were for a range of possible purposes: paper-making, carding or spinning (two cases in Mantesa); wool and cotton spin­ning, grinding of madder and «otras maniobras» (one case, Barcelona); for irrigation and for a manufacture to card and spin wool and cotton (Pobla de Lillet); for calico-printing or cotton spinning (Mantesa) and for silk or cotton machinery (Manresa again). In addition in only three of the sixteen cases were they to provide water power to existing manufactures: the others were for plarmed manufactures («fábrica... que piensa construir» is how it is put in one case) for construction within between six months and two years. In most cases further evidence corroborares the foundation of these establishments. Existing rather than new hydraulic resources were being tapped at this stage and so the investments involved were not huge. There was however a speculative element in the rush of demands for such water rights '^. The problems, it is clear, do not invalídate the source but

" Martín Corrales (1991), p. 130; Maixé Altes (1991), pp. 180-181. "• Sánchez (2000b), pp. 494-496. " Archivo de la Corona de Aragón (henceforth ACÁ), Real Patrimonio, Intendencia,

Registro 5/12, Llevador General de Concesiones 1763-1830.

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they quaüfy its valué for providing a precise record of the stages of the cotton industry's modemization.

A measure which does not suffer from this drawback, however, is that for the diffusion of the Arkwright machine. Its introduction in eleven addi-tional enterprises to the two already referred to has been identified for the period 1793 to 1807. Three of these [the manufactures of Jacinto Ramón (1803), J. Guardia (1804) and Font Maynader (1805)] were in Barcelona and the Serra/Torroella concern had also been transferred to the Catalán capital at the beginning of 1795. The other eight were divided between Manresa [three concems, Torras/Perera's (1804) and two belong-ing to the Codina/Dalmau company (1806)], Sabadell [one concern, that of TorroeUa (1804), a breakaway of 1799 from the Serra/Torroella company, first set up in Barcelona], Ripoll [the manufacture of Thomas Barrera (1805)], Sallent [Agustí Escayola's (1805)], Vic [Josep Font's (1806)) and Martorell (Joan Vilaregut's (c.l807)] ' I Three foundations before 1802, ten between 1802-7: the data are clearly consistent with the view of a «take-off» in the rate of the cotton industry's mechanization following the 1802 ban.

Consequently particular attention is now given the diffusion of this technology. Sánchez notes that as well as increasing production it trans-formed the character of the emerging industry, its dependence on water-power initiating changes in location which foreshadowed of «el mapa de la industria catalana al segle xix» and its high cost enforcing larger enter­prises thus transforming spinning from an «industria popular» to an «indus­tria de fábrica». It is to the Arkwright machine, thus, he argües, that the «arrencada inicial» of Catalán industrialization should be credited, blazing the path for the mule-jenny which later was to become «la máquina per excelléncia de la primera industrialització catalana» '^.

To these grounds for attributing importance to the Arkwright machine should be added consideration of its technical characteristics: it combined the flexibility in terms of the range of yarns which it could produce which characterized all machine spinning with a particular suitabiÜty for the pro-

'» Albareda Salvado (1981), p. 51; Sánchez.(1996), p. 162; Ferrer Alós (1999), II, pp. 1047-1051. The figure of thirteen is a minimal one. Some of the concerns docu-mented by Ferrer Alós, for example, and which possessed Arkwright machines in 1845, were founded before 1807, almost certainly for the operatior of Arkwright machines.

" Sánchez (2000a), pp. 170-172.

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duction of stronger yams in view of its capacity to put in more twist ^°. So much was this its distinguishing quality that in England it was known as the «twist frame» as often as «water frame» ^^ It thus could produce yam strong enough to serve as warp. This was the reason for its playing a critical role in the British Industrial Revolution ^ and, it is evident, for its prominence in the Catalán experience. Without the Arkwright tech-nology it is doubtful whether an adequate response to the opportunity for import substitution provided by the 1802 ban on yam imports would have been possible.

Central though the Arkwright machine was to what was arguably the most impressive achievement of the Catalán cotton industry in the nine-teenth century, the establishment of an import-substituting spinning sector without the aid of protective tariffs between the 1790s and 1820s^^, the details of its origins and the means by which it diffused are more obscura than those concerning any of the other key spinning inventions. Sánchez's recent survey article on Catalonia's first spinning machines reflects this. Speculating on the source of the technology in what was to be the principal Catalán agent in the introduction of the Arkwright machinery, the Serra/ Torroella concern, he asserts that the machines could have been made by Pablo Serrano, a Madrid mechanic of known ability who probably had had experience of the Arkwright machines in Ávila or that otherwise it mtghí have been he who built further machines which the Company later added to its original equipment. On the further question of the diffusion of the technology he is no more informative, limiting himself to stating that the Serra/Torroella concern was probably the only one functioning dur-ing the 1790s but that this status was soon going to change ''.

In this article an attempt will be made to fill a part of this critical gap in the story by recounting the experiences of the Serra/Torroella con-

^ On the unsuitability of yam from spinning jennies for warp thread see Hills (1970), pp. 60-61. On this facet of the introduction of the Arkwright technology see Thomson (1992), pp. 257, 262.

'• Rees(1972),n, p. 176. ^ Wadsworth & Mann (1931), pp. 492-493, shows though how alternativa technologies

were used for warp thread prior to the wide diffusion of the Arkwright frame. ^ Domestic spinning fully replaced imponed yam and 34% share of the cotton cloth

market was secured against English competition between 1792 and 1827 [Prados de la Escosura (1982), pp. 186 & 222: «el desarrollo de la industria algodonera no dependió exclusivamente del arancel, como pudiera deducirse del énfasis que en él ha puesto la historiografía»].

''' Sánchez (2000a), p. 171. On the issue of diffusion he Hmits himself to the statement «Probablament aquest [the Serra/Torroella concern] fou un cas excepcional a la década deis noranta del segle xvín, pero també es cert que molt aviat ho deixaria de ser».

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cem between 1793 and 1798 (the Tarragona case of transfer of Arkwright machines had no known repercussions). The enterprise grew rapidly to a substantial size. An inventory of its equipment carried out at the time of its división between its associates in 1799 shows that it possessed then 23 Arkwright spinning machines, 35 «simple» ones, 10 carding engines and 10 drawing, 10 roving and 7 bobbin frames. It had thus attained almost half the size of the spinning sections of the long-running, Avila manu­facture ^^. The growth in the manufacture i'n itself, it is clear, represented an important component in Catalonia's preparation for large scale repro-duction of the Arlcwright technology.

I am basing my study on two sources in particular. The first is this división document by means of which the company formed by Juan Serra and Manuel Torroella to opérate the Arkwright machinery was split into two in 1799. Attached to it is a summary of the accounts of the Company for the five years of its existence as well as the inventory of its equipment and of its stocks. Between them these permit a reconstruction of the stages of the manufacture's development ^ . The second consists in the records of a court case beween Serra and Torroella which aróse from disputes consequent upon this división ^ . It is a substantial source, running to over five hundred folios, for the case dragged on for seven years. It reveáis many facets of the origins and development of this first Arkwright man­ufacture in Catalonia.

FOUNDATION OF THE ENTERPRISE

The contract by which Juan Serra, a Barcelona silver smith, and Miquel Torroella and company, Oloti stocking frame knitters and calico-printers *, associated themselves is to be found at the front of the file containing the documents relating to their court case. Their company was formed on December 19* 1793 for a period of five years ^'. Its terms committed

' Sánchez (2000b), p. 496. If we use the count of spinning (Arkwright machines), carding, drawing and roving machines as a means of gauging size that for Avila in 1796 was 114 against 53 for the Serra/Torroella concern in 1798 [Martín García (1989), p. 341].

*' Arxiu Histórica de Protocols de Barcelona (henceforth AHPB), Manual of Joseph Ubach, 16 Aug. 1802, ff. 129-147.

" ACÁ, Audiencia, Real Consulado de Comercio, Pleito (henceforth Aud., RCC, Pl), 7450.

» Puig Reixach (1988b), p. 105. ' ACÁ, Aud., RCC, Pl. 7450, ff. 1-3.

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the partners to making available to the company «todos los fondos» required as well as twenty fíve to thirty «maquinas sensillas con la mayor brevedad» in addition to putting at its disposition «una de nueva invención, otra de cardar, otra de menuar, y otra de hacer metcha, las qe están ya concluidas». This machinery was to be set up «por ahora» in the town of Olot by the machine-maker Pablo Serrano who was also to construct three more «Maquinas de hilar de 48 usos de nueva invención», with «la posible brevedad» employing «los mancebos u mozos que sean necesarios».

Pablo Serrano was thus responsible for the construction of the first Arkwright machine in Catalonia. He had started on its construction on August 17* 1793 and it was his completion of a successful proto-type which had prompted the launching of the company. He completed the other three spinning machines to provide a full «set» of machines by March 24* 1794 ^^. Arkwright machines were diffused in sets which included all the equipment necessary for «continuous flow production» with a ratio of one carding engine, one drawing frame and one roving frame to four, 48 spindle, spinning machines ^'. It is not clear whether Serrano was respon­sible for all these other machines. Carding engines, as noted above, had been made in Barcelona since 1791 and it is possible that drawing and roving frames were known to machine-makers in the city, and their con­struction contracted out to them, too — only Serrano's spinning machine is described to as being of «nueva invención». This is though the first mention of such machines that has been found and it is thus probable that Serrano, who would certainly have had knowledge of them, would have at least supervised their construction if he had not actually carried it out himself. That he was building spinning machines with 48 spindles would support the argument that it was from Avila that he had attained his skills for there, too, machines with this number were buüt ^ .

In the contract it was further stipulated that Serrano would be granted leave of absence for two months on completion of the further three spinning

'° Arxiu Historie de Protocols (AHPB), Antonio Ubach, 26 Aug. 1802, f. 136V. The entry reads «Por la construcción de 4 Maquinas Ynglesas p, hilar Algodón q en la Llibreta de Letra A se expresa embiadas a Olot desde 19 Ág,o 1793 h„ 24 Marzo de 94». I have interpreted the dates as referring to the process of construction of the machines rather than their transfer to Olot.

' Arkwright's combining a series of machines in a way to permit flow production was central to his invention and his originality in this respect has not been questioned [Tann (1973), pp. 41-42]. On the composition of the «sets», or «assortments» of machines for such flow production see Harris (1998), pp. 376-377 and Martín García (1989), p. 349.

" Martín García (1989), p. 343. The Arkwright machines whose transfer to Barcelona in 1789 was unsuccessful had 56 spindles each [Thomson (1998), p. 69].

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machines in order to enable him to collect his wife from Madrid. On his return thence he was to instal «Diez maquinas de 48 ussos a fin de poder dar o sacar la utilidad qe se espera de dicha fabrica» in the course of the year 1794 and to «trabajar y cuydar» that these machines, as well as the «maquinas sencillas», «todas vayan bien a fin qe den la mayor uti­lidad». He was thus to act both as machine-maker and to have responsibility for the operation of his machines for the Company. He was required to work exclusively for the company's duration, making «todas las maquinas que sean menester, u las que pueda hacer en el espacio de cinco años» in return for a wage of 24 pesetas a week (just under 9 libras) and a fifth share of profits. The machines were to be the property of the Company.

The duties of the capitalist partners in the enterprise were also detailed. Juan Serra's were to consist in the buying of raw cotton (in Barcelona). Those of Manuel Torroella, son of Miquel ^ , were to receive the cotton in Olot, direct the spinning processes and sell the yam. Salaries of 300 libras were to be paid for these tasks. At the end of the five year period for which the company had been established the partners were entitled to leave the company but with the condition that they should provide six months' notice of their intention of doing so in order that the reimburse-ment of the leaving partner's investment should not result in the excessive depletion of the company's capital. These arrangements were to be «a la discreción de dhos socios, afin de hir con la mejor armonia».

The Company's terms, unusually for so formal a type of contraer, com-municate, as may have been noted, some of the excitement surroimding the technological breakthrough which had led to its foundation. The com-pletion of such machinery was a major triumph. It was not the first example of such success, evidendy, but even in Arkwright's case a major element of re-invention had been involved from the earlier Paul and Wyatt roller spinning machine. Indeed wherever Arkwright machinery was first construc-ted, the fact of its complexity, the need which there was for the construction of the spinning machines to be combined with that of further machinery for the pre-spinning processes, and the further difficulties generally encoun-tered in making the machinery operable had the consequences that some-

" The partners in the enterprise were in fact Juan Serra and Miquel Torroella and Company of Olot. However Miquel Torroella had passed on his entire inheritance to his son, reserving though the usufruit, in 1788 makiflg Manuel owner of the company and it was he who throughout was the active partner of Serra [Arxiu Historie Comarcal d'Olot (AHCO), Arxiu notarial d'Olot, Sayol, manual for 1788, ff. 74V-77R, act of 7 February 1788]. I am grateful to the assistance of Miquel Puig Reixach in locating this act and for other advice about Olot archives.

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thing very similar to the «original» inventive process took place. The term «de nueva invención» is thus not a misnomer. The «invention» had been achieved rapidly by Serrano. It had taken Thomas Milne nearly a year and a half to complete a set of machines for Ávila despite the assistance of his brother Charles and his having brought with him machine parts and skilled workers from his father's manufacture in France ^''. Frangois Martin, the first Frenchman who on his own account acquired the expertise necessary to establish an Arkwright mili (at Amiens) and to construct Ark-wright machinery there had spent three years in England to qualify him-self ^'. Excitement would have been added to by the fact that the city's lack of this key technology would have been well known about in view of the failed attempt to introduce it four years earÜer alluded to and Ávila's success. That the latter was well known about in the city revealed by a statement of Antonio Bonaventura Gassó's, secretary of Catalonia's Junta de Comercio, made in 1792, mentioning the machinery «que con tan buen éxito ha establecido S.M. en Avila» and which Catalonia lacked in view of its high cost and the unavailability of models from which to copy it ^ .

THE ASSOCIATES IN THE ENTERPRISE

What or who brought Pablo Serrano to Barcelona? How did such an apparently unusual combination in terms of skills, and geographical origins, as that between the Olotí merchant, stocking-maker and calico-printer Ma­nuel Torroella, the Barcelona silver-smith Juan Serra and the probably Ávi-la-trained. Madrileño machine-maker come about? This too is clarifíed by the court-case. Serrano, it emerges, came to Barcelona of his own accord in search of backers. Once there «dio a entender que sabía la construcción de Máquinas Inglesas que entonces se ignoraban». Torroella it was who responded to this opportunity and mobilized the support of Serra to finance the carrying out of experiments in the construction of the machinery. Se­rrano, Serra was to attest, was unknown to him: it was Torroella who «le persuadió para que se le dexasen hacer pruebas». He made this point more than once declaring that it «Es constante que Serrano no era de

''' Thomas Milne signed his machine-making agreement with his fellow-countryman Johii Berry in June 1788 and delivered his first assortment towards the end of 1789, Martín García (1989), pp. 222, 228-229, 289-290.

" Harris (1998), pp. 369-370. '<• Cited by Sánchez (2000a), p. 170.

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este Pais, y que vino revestido de la habilidad qe dixo tenia de formar Maquinas Inglesas. Lo es también que Torruella [sic] persuadió a Serra Pa qe formase á cuenta de ellos algs maquinas al efecto de plantar fabrica de hilados. Estas verdades facilmte pueden entenderse considerándose que Torruella [s¿c] tenia fabrica de materias de algodón, y que Serra estando como estaba dedicado á su arte de Platero, lo que menos pensaba era en maquinas e hilados» ^ . A fuller understanding of the association requires the provisión of what details can be gleaned about the background to each of the participants in it. This is what I shall now undertake.

1. Torroella

Accounting for Torroella's leading role in the introduction of the Ark-wright technology is aided by referring to the extraordinary prosperity attained by his home town Olot during the eighteenth century. It came to be regarded as «el pueblo más laborioso e industrioso de Cataluña» ^ : trades practised within it including a large cloth industry, producing broad-cloth which extended to the highest qualities as well as hats and stockings which were sold throughout Spain, the manufacture of smallwares, includ­ing silk lace, ribbons, sashes and printed handkerchieves, a large leather industry, tanning all types of skin, for sale largely in Barcelona, and pro­ducing also saddlery, for sale to the army, parchment and shoe soles, three shoe-manufactures, selling in Catalonia and Andalucía, an extensive and varied metal industr>', composed of brass workers, tin-smiths, coopers, nail-makers, needlemakers, a file-maker, cutlers and a royal manufacture for cloth shears, clock- and playing card-makers, dyehouses and some 15 grain, and 6 paper miUs driven situated along the river Pluvia whose course skirts the town ^'.

This extensive industrial complex had been participating in that gradual process of enrichment which characterized Catalonia's 18* century''°, but, from the 1770's, Olot's merchants franchised a qualitative barrier in the

" ACÁ, RA, RCC, pl. 7450, fí 172-185, 216-224. This is couit evidence given in the context in this case of a desire on Serra's part to disinvolve himself for responsibility for what he is arguing was a costly commitment to Serrano. Torroella was in reply to claim at one point that «tubo Serra tanto conocimiento de d ho Serrano que tuvimos nosotros» (f. 195). Torroella's earlier contact with Serrano is thus probable but not certain.

" Cited by Puig Reixach (Olot, 1988a), pp. " Lluch (1981), pp. 21-25. * Vüar(1987).

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character of this growth by adopting the commercial practices of the capital: they fcunded a range of companies permitting them to pool their resources and engage in trades outside their own guilds, as the town carne to play a leading role in the introduction of a range of new technologies from France. The purposes of the companies included the introduction, and then exploitation, of cotton stocking knitting frames, the operation of cloth friezing machines and the establishment of a manufacture for cloth-making cards. The stocking frames once introduced were imitated in Olot by its locksmiths some of whom became specialized knitting frame manufacturers. Once they had equipped the town's industry they supplied frames to a nascent, regional frame-knitting industry which was to have its main con-centration along the Catalán littoral to Barcelona's north east. A notable feature of the industrial growth in the town which followed these initiatives was the development by «Garrotxi» (the «Garrotxa» was the «comarca» of which Olot was the capital) merchants and carters of their own dis-tribution networks for their now mass produced products by means of a diaspora of agents established principally along Spain's Mediterranean coastline and within Andalucía "".

The introduction and diffusion of the stocking frame were followed by other innovations — a diversification of the textile industry into ca-lico-printing and then muslin— and calico-weaving, the early development of cotton spiíming and, from the turn of the nineteenth century, the intro­duction of new dyeing techniques, in particular that of Turkey red ^^. It is the cotton spinning developments which are of particular interest to US. In their respect Olot was particularly quick to respond to the go-verrunent-inspired policy of promoting the domestic spinning of American cottons. As early as 1775, just after a Barcelona Royal Spinning Company had been founded '' , the spinning of American cotton was undertaken on a considerable scale in the town to service the yam requirements of some hundred stocking frames which were already in use. The development of this new sphere of activity does not appear to have been checked by the war with England between 1779 and 1783 (though there is evidence of some resort to cotton yarn smuggled in from France) for the Ayun-

"' Puig Reixach (1988a), pp. 13-32,37-38 & (1996), pp. 437-444; Lluch (1981), pp. 194-210,219-233.

« Puig Reixach (1988b), pp. 105-120; Danés Torras, pp. 3956-3958. "' Thomson(1992),pp. 239-244.

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tamiento was to claim in the latter year that American cotton was now being used for other cloths as well as stockings in view of its high quality''''.

This cotton was not used for muslins at this stage. The founders of this branch of the industry, the Masmitjá and Bastons company, in which the Bastons family was the principal investor, were, like other Catalán mus-lin weavers at this stage, purchasing high quality imported spun yam in Barcelona . A large trade in the import of such yam, largely from Swit-zerland, had built up "*'. Francisco de Zamora, the Castilian bom jurist and administrator, employed in Barcelona's Audiencia, visiting Olot in 1787 commented on the «muy buenas muselinas» being produced on Bastons's sixteen looms and on two other «casas» taking up this trade '' . Within a few years, however, yam fine enough for muslins was being spun. The principal means by which this had been achieved was by increased skill in the constmction, and operation, of the spitming jenny and Olot was at the forefront of this development. Its attainments are revealed in a lucid report, entided «Sobre la importancia de la industria de telas de algodón, la posibilidad de extenderla y perfecionarla en España, y los medios de conseguirlo», written by Félix Torres Amat, canon of Tarragona cathedral, and secretary of the Sociedad de Amigos del País there, following a con-troversial, royal decisión of September 7* 1789 to lift the ban on imported muslins, threatening thereby this emerging trade with extinction. In a sec-tion of the report which describes how «Las maquinas que dan muchos hilos á un tiempo, que al principio solo sirvieron para el hilo ordinario, ya le daban para muselinas medianas», the prominent role played by the Bastons enterprise in this change is recorded: «Luis Bastons y compañía de Olot», Torres Amat wrote, «llegó a texer muselinas de numero 32 con hilados de maquinas de 30 a 60 husos. Y el ultimo año de la prohibición de las muselinas estrangeras, ya les salian los hilos algo mas baratos que los estrangeros». The entire production of 24 such machines was being devoted to muslin weaving.

Olot thus was achieving prominence in yet another industrial sphere, its experience proving virtually paradigmatic of that virtuous circle of eco-nomic growth, initiated by industrial protection, which, it was claimed by Jaume Amat, Félix's political economist/botiguer brother, was being achieved in Catalonia at this point. A central and desirable characteristic of this growth was held to be the diffusion of labour intensive manufacturing

Puig Reixach (1988a), pp. 39-40. Miguel López (1999), p. 292. PuigReixach(1988a), p. 22.

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processes, such as spinning and weaving, to smaller towns and rural centres such as Olot: «Comprendo qe el medio mas seguro de fomentar la intro­ducción de los hilados de algodones», Félix Torres Amat wrote, «[es de] facilitar qe sus telares se repartan por lo interior de la Provincia» ^^.

Tne Torroellas were one of many Oloti families which had been bene-fiting from their town's exceptional prosperity. Described as «negociants», «Pere and Miquel Torroella», father and son, had been involved in the rather conservative, commercial outlet of farming municipal taxes but dur-ing the 1780s they branched out, firsdy into stocking frame knitting and then into calicó printing "**. Their grandson/son Manuel, the active agent in the establishment of the SerraA'orroella company, who appears to have been an only son, widened yet further the family's interests by means of his marriage to a daughter of Pere Molleras who was the leading stock-ing-frame manufacturer in the town. Molleras had attempted to market his machines to stocking manufacturers in Barcelona during the 1780s. Links between Manuel Torroella and the Molleras family became cióse. His father-in-law lent him 1720 libras «en negoci» in 1779 and he was to have extensive business dealings with his brother in law Joan Molleras '' .

What brought Manuel Torroella to Barcelona? Again references to ge­neral trends in the Garrotxa will contribute to clarifying this. As Olot had grown its links to the capital had intensified. A complex interaction was developing: the town's frontier role made it a relay in technological transfer to Barcelona and it, in tum, benefited from a diffusion of techniques from the capital: it was from thither that it had obtained its calico-printing and a Drawing School set up in 1783 to service this industry was an offshoot from Barcelona's Escuela de Nobles Artes '°. In addition the town's growing cotton industry had a constant dependence on Barcelona as the regional source for raw and spun cotton and the distribution network which it had

•" This repon, and another which Torres Amat composed, «Observaciones sobre el Real Decreto de 7 de setiembre de 1789, que permite la entrada y uso de Muselinas estrange-ras no pintadas», are the best source on this virtually unnoticed trade in spun yam and muslin weaving which developed foUowing a ban on muslin imports imposed on 24'*' June 1770. The manuscripts are contained in the Fons Torres Amat (Biblioteca de Catalunya, 3734). The page references to the Olot developments (they are contained among a selection of Torres Amat's writings) are 221-222. On Jaume Amat's political economy see Lluch (1973), pp. 167-179. The comment on increasing spinning is sepárate from the two reports, among general notes of Torres Amat's on cotton (p. 327 of the boimd papers),

"* Notes on Torroella family provided by Miquel Puig Reixach; Puig Reixach (1988), p. 105.

' ' AHCO, Arxiu Notarial d'Olot, Sayol, 1804, folio 1. Puig Reixach (1988b), p. 105. ™ Sala Girak (1974), pp. 10-17.

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estabüshed for its products necessitated the collaboration of Barcelona financial intermediaries. In these circumstances there was regular toing and froing between Olot and Barcelona by the town's merchants as well as some migration to the capital on a permanent basis by members of leading, Oloti mercantile families. Luís Anglada, for example, son of Josef, who claimed to have introduced the stocking frame to Olot, went to Barcelona in the 1780s to learn the trade of stocking-maker no doubt as a qualification for a stocking knitting business he later established there '^ and Joseph Bastons, who was selling cotton in Barcelona to its Royal Spinning Company in association with his father in 1784, took up permanent residence in the city foUowing his father's death in 1791 '^.

Torroella's move thus was representative of this growing interaction between capital and a dynamic component part of Catalonia's urban system. As was Anglada's case it was the introduction of stocking-frame knitting to the capital which appears to have been the primary grounds for his presence in the capital — certainly he operated stocking frames in the city '^ — but, like Bastons, he would have been acting too in the cotton market on the behalf of his family's cotton business. We find him in the course of the 1790s buying raw cotton in Barcelona on the behalf of other Oloti merchants, notably Joan Molleras. At the turn of the century he served as a financial intermediary for Mulleras too '''.

Turning then to the background for Torroella's involvement in the invention with which we are concerned, we can see that his business inte-rests were of a kind to make it líkely that Serrano's arrival in Barcelona soliciting for backing to build Arkwright machines would have come quickly to his notice; that coming from a cotton producing centre which was at the cutting edge of technical advance in spinning would have meant that he would have been fully aware of the vast commercial potential for a machine of the type that Serrano was offering; that he would have possessed ready outlets for the production from such machines, that his town's success

" Arxiu Historie de la Ciutat de Barcelona, Junta de Comercio, vol. 23, ff. 13-14, recurso of Anglada, 21 Jan. 1788.

" They were providing the Royal Spinning Company with cotton; BC, FG-J, Libro 11, Libro de Álmazen de la Comp' de Hilanza de Algodón de las Fábricas de Barcelona, 17 November 1784; for the move to Barcelona: Puig Reixach (1988b), p. 116.

" His transport of these backwards and forwards to Olot, and operation of them within the Serra/Torroella manufacture, was to be a cause of dispute between the associates.

'" Thus the accounts of the Serra/Torroella concern for 1795-6 record his purchasing cotton for a range of Oloti, principally Molleras. For the financial services see Puig Reixach (1996), p. 441.

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in the introduction and use of the earlier invention of the stocking frame, and his own cióse, family links with the leading constructor of this machine, would have provided him with the necessary confidence and practica! expe-rience to undertake the risky endeavour of introducing and developing a complex new technology.

2. Serra

Juan Serra, as he maintained, did indeed devote himself primarily to «su arte de Platero». He was one of the leading members of his profession. Among his customers were Catalonia's Intendant, Blas de Aranza, the mar-quis of Palmerola, president of the Junta de Defensa of Barcelona during the French war of 1793-5, leading merchants and industrialists, such as Joseph Gironella, Erasme de Gónima and the Bonaventura Gassó to whom reference has already been made and distinguished members of the city's French colony - the commercial company, Huguet, Vilella y Dupre and Juan de Larrard, the only foreign «comerciante matriculado» in the city ^'. He was involved too in the jewelry wholesale trade sending esmeralds and sapphires to the fair of Beaucaire, to Cádiz and to Havana (where his brother, Pau, had been trading since at least 1778) and diamonds to Madrid '^

However, as was usual for rich guildsmen in Barcelona, Serra partici-pated in trades other than his own '^. Between 1789-90 he shipped lace together with jewelry from the small ports of Arenys and Mataró to Bar-celona's north-east; between 1792 and 1793 he exported stockings to Vera Cruz, in 1793 eau de vie in return for sugar to America and in 1799 bullion to the fair of Beaucaire . These eclectic investment habits drew Serra into the cotton importing trade in American in the late 1780s and, like the Bastons family, he was a supplier of the Royal Spinning Company of Barcelona between 1787 to 1790 ' ' . Perhaps it was in this context that he came to know Manuel Torroella.

" Zylberberg (1993), p. 110. ' AHCB, FC, Juan Serra, B 307, as above, and B 306, Llibre particular de Juan Serra

que conté tots los deutes de sos Acreedors lo que se les ha pagat desde Maig 1808. " On the regularity of this practice see Molas Ribalta (1970), pp. 201-205. '* These details of Serra's activities are all drawn from AHCB, B 306 & 307. " BC, Fons Gónima-Janer, L 11, Libro de Alma2en, sales of 30 Nov. 1787, 30 May,

24 Nov., 6 Dec. 1788, & Feb. 1790.

ni

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A further sphere in which Serra distinguished himself was voluntary participation in the «public» realm. During the 1793-5 war he was made «Capitán de la Compafíia Urbana», in 1796 he was appointed secretary of a Junta de Socorro set up to provide for unemployed workers, in 1802 he worked on a «Comisión de Obsequios» encharged with preparations for a visit to Barcelona by Carlos IV ° and in 1805 he was elected by the city's guilds to serve as «vocal artista» to the Junta de Comercio ^'. In this last position, in which served untü his death in 1816, Serra was assigned to sub-committees linked to technological change - one, in 1806, which was set up to evalúate Santponts's introduction of steam power in Jacinto Ramón's manufacture another, in 1814, to re-instate a «Cabinete de Maquinas» which had fallen into disuse because of the French wars ^ .

In the course of practising this wide range of activities it seems likely that Serra, contrary to his claims, would have been given occasion to have had thoughts about «máquinas e hilados». The most likely context for such would have been the supplying of cotton to the Royal Spinning Com-pany for he performed this service when the Company was involved in well-publicized experimentation with the spinning jenny ^ . Further possible ones, however, would include his committee work and even the selling of his wares in his shop, both activities which brought him into contact with the city's leading merchants and industrialists - Bonaventura Gassó, well informed about the Arkwright machinery we have seen, could have been a confidant. If it was the latter then it would be one of several, near parallels between the Catalán and English experiences of this inven-tion: Arkwright, a barber by trade, was another non-professional enthusiast for invention whose curiosity concerning roller-spinning was incited while shaving his cotton weaving customers ^ .

3. Serrano

Evidence concerning Pablo Serrano is more difficult to obtain. No proof has been located concerning his having served at the Royal Manufacture of Ávila, however this concern was the only possible source for his skiUs

«> Molas Ribalta {1968), vol. IV. "' BC, JC, leg. 59, caixa 96. " BC, JC, leg. 104, caixa 104, no 4, ff. 3, 12-13. " See Sánchez (2000a), pp. 162-163. " Firton(1989), pp. 1-27.

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in central Spain and, as noted, the type of spinning machine which he introduced, and the sets of machinery with which it was incorporated, were identical to those developed by the Milnes for Ávila. In the initial stages of the establishment of Ávila machine-building was carried out in a work-shop in Madrid. It is possible, thus, that he had worked there. There is no evidence, though, for the continued existence of this workshop into the 1790s when Ávila was fully functional. If the deduction that Serrano's skills did originate in Ávila is correct then the further possibility exists that he was related to Rafael Serrano who was making his mark in the town as a woollen clothier in the period of the Royal Manufacture's deve-lopment ^'.

As a machine-maker Serrano was a key-worker. The salary which he was given in Barcelona attests to this. It was calculated on a weekly, rather than on a daily basis — the treatment accorded to higher status employees and it was high — 24 pesetas a week or some 475 libras per annum, which was above what was paid to most salaried directors of calico-printing companies. He was also granted a share of profits.

TABLEl

Total number of, and annual additions to, the cotton spinning equipment of the Royal Manufacture of Ávila, 1791-1801 '

1791

66 37

1792

84 34

1793

113 29

1794

117 4

1795

126 9

1796

135 9

1801

139 4 since '97

' Martín Garda (1989), pp. 344, 348-349. For 1792 I have added 16 units which the manufacture was obliged to construct for Tarragona and the Royal Manufacture of San Ildefonso.

Why would he have left Ávila? Was it because of a collapse in the demand for machine-makers there? This hypothesis can be tested from the fairly complete records which exist for the royal manufature's machine-making. The table below summarizes this Information in the form of a list of the number of units of spinning machinery accumulated by at a range of dates (the first line) and the number of additional units constructed annually (the second). The amount of machine-making going on in 1793, the year

" Martín García (1989), pp. 187-195.

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Serrano arrived in Barcelona, was still high it can be seen. This is not to say, however, that the gains to be made at Ávila were were such to deter the ambitious machine-maker from leaving. A request was in fact received by Charles Milne to allow another machine-maker to leave the Royal Manufacture in the course of 1792. It was tumed down on the grounds that «no convendría que ni éste ni demás oficiales de esta fabríca que han empezado a instruirse se les permita pasar a otras sin más motivo que su voluntariedad [...] bien sea porque se ven con alguna instrucción o porque piensan ganar con que aqui han aprendido». «Se cree» it was noted, that the «suplicante [...] haya inducido a otros compañeros a hacer lo mismo» ^ . Serrano could have been among these.

What can be said with some certainty is that by 1793, after five years of machine-building at Ávila, a substantial number of workers with machine-making skills would have been trained whereas demand for their services, in a sector with a single manufacture, was bound to be limited. Mediumto longer-term employment prospects could not have appeared good. It can be added that within this manufacture there was already a context for movement of labour from Barcelona — all the skilled workers for cal-ico-printing had been secured there — and that it was common knowledge that the prospects for employment for cotton manufacturing by movement in the reverse direction were good — it was in Barcelona indeed that John Berry, co-founder with Thomas Milne of Ávila, had originally favoured the establishment of his manufacture on the grounds of the advantages which would have accrued from its well established cotton industry .

Looking at the issue in a broader context than that of labour-exchange between Ávila and Barcelona it can also be noted that by the conclusión of the eighteenth century the co-existence of an extensive network of royal manufactures and widespread, privately operated textile concerns was lead-ing to an unusual degree of labour mobility nationally. The Royal Cloth Manufacture of Guadalajara, in particular, was an important source for skilled labour, tools and machinery. Ás González Enciso notes in its respect «La preocupación que antes había existido para la conquista del técnico extranjero se va a convertir, en los años ochenta y noventa, en la conquista del técnico de Guadalajara» ^.

Ihtd., p. 295. Ihid., p. 218. González Enciso (1976), pp. 588-590.

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EXPERIMENTARON AND COMPLEXIÓN OF A PROTO-TYPE

The costs incurred by the Serra/Torroella company in constructing the first four Arkwright spinning machines necessary to malee up a «set» of machinery was 3279 libras. The principal items included in this sum would have been the raw materials necessary for the machines, any wages paid to carpenters, tumers and lock-smiths for labour and machine parts for them and the keep of, and payments made to, Pablo Serrano between August 17* 1793, when he started work on them, and 19* December 1793 when he signed his contraer with the company. Not included, it would seem, was that part of the salary which Serrano received after December 19* until the machines were completed on March 24* 1794 which was attributable to machine-making. What was held by one of the associates to be the excessive amount of these costs became one of the grounds for the litigation concerning the company following its dissolution dragging on for so long. The consequent cross-examinations however had the for­túnate consequence for us of generating interesting data concerning this critical stage duting which Serrano's technological skills were exploited to construct a proto-type Arkwright machine.

It emerges that the high costs were a reflection of the extreme com-plexity of the machine. Examples of it started upon had to be discarded («muchas de las maquinas que hizo [Serrano] no pudieron servir»); others which were built had to be disassembled and rebuilt («desacerse, y montarse de nuevo»). Further costs were occasioned by a decisión to make four different types of the machine («quatro primeras Maquinas de quatro dis­tintas qualidades») and the thorough testing of each («Las muchas pruebas que debieron ó quiso [Serrano] hacer») ^'. Great care was taken it is clear to develop a well-tested proto-type of a machine which was going to be reproduced in significant numbers for the use of the partners' own enter-prise and also, eventually, it may have been contemplated, sale to other spinners (clause 9 in the founding statutes of the Serra/Torroella company caters for such an eventuality).

In actual fact the costs incurred do not appear so high when they are set against prices paid for Arkwright machines a few years later ^^. They

*•' ACÁ, RA, RCC, pl. 7450, ff. 157-162 & 172-185, evidence of 2 Sept. & 27 Oct. 1803 & 2"** numeration, f. 60, 29 March 1803. At Ávila, too, more than one type of machine was in use, one with two cyünders for strong, warp thread and one with three for finer yam [Martín García {1989), p. 343].

™ 833 libras each was the valuation attributed to 18 machines installed in Martorell in 1807 or 3332 libras, slightly more, for four [Grau & López (1974), p. 41, n. 29].

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were perceived as such, however, and conflicting reasons for this having been the case were given by the former associates. For Serra they were the result of Serrano's incompetence («por la poca pericia de Pablo Serrano Maquinista de la sociedad [...] gastó mucho mas de lo que en otra forma habria sido necesario, y de lo que habrian costado las maquinas y utencilios, si se hubiesen construido por Sugeto inteligente y versado», he was to claim). Torroella, on the other hand, stuck up for Serrano. Serrano, he claimed was (by 1802-3, when this evidence was being heard ) «reconocido publicamente por demaciado Hombre de bien y habilidad» for Serra's criti-cisms to be credible: «si dixo que sabia la construcción de maquinas inglesas lo acreditó con la obra». Serra was to blame: «era el que con su genio transportado le atolondraba [...] haziendole deshazer lo hecho [...]. Reves­tido Serra de un aire de Despotismo sobre nostros, ordenaba como a Gefe absoluto mandando el Maquinista, ó mas propiamente perturbándole con ideas obscuras, y del todo ignorantes».

As the trial had progressed the depth of the analysis of Serrano's machine-making activities had increased leading, finally, to a more detailed breakdown of the costs incurred being presented. Included in them were substantial payments for files — a crucial, machine-makers tool — and for replacement cards for the carding machine — on which cotton would have been prepared for experimental spinning — as well as the costs for transporting the machinery to Olot and for «regalos al tiempo de concluirse las quatro primeras maquinas»: at this stage, at least, the achievement of Serrano and his collaborators must have been unquestioned ^^

THE MOVE TO OLOT

This took place as soon as a first working model was completed, the further proto-types being despatched on completion. In fact the move had already occurred, at a cost of 283 libras to the Company, when Serra, Torroella and Serrano formed their company and spinning started in Olot on 15* December 1793 ^ . For the Torroella family the initiative repre-sented a major increase in the scale of their affairs. Some of the dimensions of the changes are shovm by the records for Olot's cadaster payments:

" ACÁ, RA, RCC, pl, 4950, ff. 157-162, 164-167, 172-185, 195 evidence of 2, 30 Sept., 29 Oct. & 22 Nov. 1803 & 3"^ enumeration, f. 18, evidence of 7 May 1803.

" AHPB,,Ubach, 16 Aug. 1802, ff. 136V, 132V, 145R

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in 1790 they had been subscribed for the employment of two journeymen but in 1793 for eight ^ . The increased scale of their affairs enforced a search for more space - on January 4'^ 1794 the family rented the house adjoining their own in the Carrer de St. Antoni for a period of 3 Vi years. This rental it is likely was directly linked with the arrival of equipment from Barcelona. Terms of the contraer which was signed which restricted the setting up stocking looms in the attic or galleried, top-floor área of the building suggest that it was here that the stocking frames which Torroella had transferred from Barcelona were set up '*.

The pre-spinning and spinning machinery by contrast was set up outside the town. One of the reasons for its transfer to Olot was, it is evident, the possibility there of harnessing it to hydraulic power and for this purpose the associates had rented a mili equipped with four fulling hammers situated on the river Fluviá facing the flour mili of Jubinyá de Parra in Sant Joan de las Fonts, a village some three kilometers to Olot's north. The best hydraulic resources of the Garrotxa were to be found there. The mili belon-ged to Antonio de Trinxeria and its tenants, a French company, Lajad Brun, had been using it for tanning. They sublet it to Serta and Torroella for four years for an annual rent of 200 libras ^'. Reference in the later court proceedings to the «casa y molino que servio para el curso de la Fábrica» removes any doubt that here the spinning machinery was adapted for driving by water power. This was a futher «first» in Catalonia for the Serra/Torroella association '^.

Additional evidence conceming the experiences of the company in Olot is limited. The 1794 cadaster records are missing and there is no record to be found for the Torroellas' spinning initiatives in the town's notarial registers for this year. Was secrecy being maintained about the enterprise to restrict diffusion of the new technology? It is highly likely. As late as 1796 leading spinners using the improved spinning jennies do not appear to have been aware still that the Arkwright technology was even in use in Catalonia ^ . We know that Torroella and Serrano were responsible for

" AHCO, Cadaster. ACÁ, RA, RCC, pl. 4950, 3rd enumeration, f. 27, Serra complains that the Company had bom the tiansport thus for transpon costs particular to Torroella.

'•' AHCO, Notarial archive, Casabona Caralt, Manual, 4 Jan. 1794, ff. 2-4. " ACÁ, RA. Registros, no 1119, ff. 261-262: Information proceeding from court case

between Trinxeria, Serra and the Torroella. I am grateful to Ramón J Pujades for guiding me to this information. On the flour mili see Caula (1981), pp. 168-169.

" Certainly the first case of water-powered Arkwright machinery in Catalonia, though not in Spain, although there is a claim for water-powered spinning, presumnably with a jermy, in the neighbouring town to Olot of Bañólas in 1793 [Sánchez (2000a), p. 171].

' This is apparent from a report of the introducers of the Highs improved jenny to Catalonia of September 1796 cited in Thomson (1992), p. 256.

ns

OLOT, BARCELONA AND ÁVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWMGHT

all the practical details of setting up the manufacture in Olot. Torroella clearly had to divide his days between his family business and stocking-making in Olot and the spinning taking place ki Sant Joan las Fonts: a horse which he purchased in the course of the year, and whose cost he charged to the Company, would have served for getting to and fro ^ . Ser-rano's machine-making, -installing and -operating duties would have required his dividing his time between Barcelona and Olot. It was in Bar­celona that he worked until March 1794 to complete the full set of four Arkwright machines ^'. In Olot he not only installed the machinery as it arrived from Barcelona, and exercised his responsibility to ensure its correct functioning, but also must have supervised extensive machine making which was commissioned within the town. 7530 libras 11 sueldos 10 dineros were spent by Torroella on «Maquinas y utencilios» during the year which the manufacture operated in Olot, far more than the 2412 libras 10 sueldos 2 dineros which was the total for all other expenses other than wages. The Serra/Torroella association was principally a machine-making one at this stage it is clear. The total expended on spiíming in the course of the year was 3635 libras. Olot's plentiful machine-making resources were being made full use of. A substantial part of the other expenses would be accountable for by the adapting of the Sant Joan las Fonts mili for the powering of Arkwright machinery - in itself a complex operation, even though only a single set of machinery was being powered initially. An issue in a later legal dispute between de Trinxeria and the company was the latter's refusal to return timber and other equipment which had been intro-duced into his mili by the associates, it is to be presumed for this purpose ^°.

Serra remained in Barcelona and exercised there his responsibility for purchasing raw cotton for the Company. 6878 Ibs were bought of which 4357 Ibs were spun into yarn in Olot, the bulk, 3638 Ibs, for local sale. The price which it fetched, 33 sueldos 6 dineros the Ib (10-15 sueldos more than that for handspun yarn) marks it as having been yarn of médium to fine quality, of the type marketed as «machine yarn» in local yarn mar-kets. The yarn needs of the local, Garrotxi cotton stocking frame knitters and muslin weavers were clearly being catered for *'. The existence of such

'* AHPB, Ubach, 16 Aug. 1802, f. 144V. " Thus in the accounts the costing for these machines and of their transpon to Olot

is sepárate and recorded as taking place between August 19* 1793 and 24* March 1794 (AHPB, Ubach, 16 Aug. 1802, f. 136V).

™ Also Trinxeria was claiming for rental payment despite the need to abandon the mili during the French war (ACÁ, RA, RCC, pl. 7450, 3"* numeration, f. 32).

*' AHPB, Ubach, 16 Aug. 1802, £f. 132V, H2R

319

J. K. J. THOMSON

a local market was yet another advantage accruing from the Olot location just as it had been for the deployment of the first Arkwright machines in Nottingham in England * .

As we have seen from contract by which the Serra/Torroella company came into existence, the original intention was that it should opérate «por ahora» in Olot. The further contract with de Trinxeria for the renting of his mili shows that a period of at least four years was intended by this. On December 7** 1795, however, spinning in Olot was brought to a halt and the company's machinery was disassembled and transported back to Barcelona. A near doubling in the transport charge for this retum joumey attests to the amount of machine-making that had taken place in Olot. Serrano was back in Barcelona from December 20^^ to supervise the machinery's instaUation * .

Why the retum? The answer is to be found among the evidence pre-sented at the court case. The mili at Sant Joan de las Fonts, it is recorded, «no pudo servir en parte del tiempos que duró la guerra con Francia» *''. The fortunes in the conflict, which had flowed in Spain's favour initially, had tumed in the course of 1794 following a defeat at the battle of the Ampurdan in November, Olot consequently finding itself near the front Une. Military engagements took place on the road leading to it from Cam-prodón, which had fallen to the French, in May 1794, and, in Februa-ry/March 1795 at Llorona, in the Alt Empordá, to its north. The Fluviá itself became a line of defence ^ . As sacking and torching were the fate of áreas occupied by the French the continued operation of the manufacture was clearly too great a risk to take.

Back in Barcelona:

(a) InstaUation of the machinery and machine-building inside and outside the manufacture

To house the manufacture what had been a calico-printing manufacture, situated in front of the chapel of Sant Llátzer, probably that of Armengol Gener whose premises had been vacated following bankruptcy in 1794 *,

* Chapman (1966), pp. 87-88. «' Ihid., fí. 145R, 136V, 145R *" ACÁ, RC, pleito 7450, 3rd enumerations, f. 32. " Jordá Güell (1975), pp. 41-50. "" Delgado Ribas (1982), p. 124. The accounts show Serra and Torroella buying equip-

ment from Gener's creditors suggesting this.

320

OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWRIGHT

was located for an annual rent of 1200 libras ^\ This was in the Raval área of Barcelona, south of the Ramblas, in which most of the city's indus­trial expansión since 1783 had been concentrated. The manufacture belong-ing to Erasme de Gónima, the most notable figure in the city's calicó printing industry at this stage, was in the adjoining square *.

It took some four months for the installation of the machinery to be completed, spinning being recommenced in April 1795. The length of this time would appear to be accountable by the need, in the fulfilling of which Pablo Serrano would again have been the principal agent, not only to recons-truct and instal the machinery retumed from Olot, but also to resolve a requirement which aróse from the manufacture's now urban situation, far from any sources of hydraulic power — the devising of an animal-driven system for the provisión of power within it. The inventory which was drawn up in the context of the manufacture's división between Serra and Torroella lists the equipment used for this purpose and, although it relates to a period when more machines had been buüt, and the production une would thus have been more extensive, the principies of the system created would not have changed. Power was provided by a total of six mules hamessed with collars in pairs to capstan bars which rotated three bronze plated, wooden columns. These delivered rotary energy to horizontally slung, again bronze-clad, shafts built into a wooden structure which stretched the length and breadth of the manufacture's working área. From these rotating shafts power was delivered to the individual machines by a system of wheels and drive belts, which included in 1799 37 «ruedas medianas del cabo de las maqui­nas» and 11 «ruedas grandes de las correas de cardar». What had been created is familiar to us from any view of the interiors of cotton milis before the use of the electrical motor: a geometrical complex of columns, drive shafts, gearing mechanisms, wheels and drive belts linking every machine to a single power source. It was, of course, a more costly and less efficient form of energy provisión that had had to be devised than the hydraulic power which had been used in Olot. Some of the differentials can be crudely expressed. The mules alone cost 1251 libras, well over the four years rent of the Sant Joan las Fonts mili, and the cost for their fodder was 1251 libras in 1795 and no less than 3613 libras, a year of food shortage, in 1797 ^ .

" Location revealed in court case (ACÁ, RC, pleito 7450, f. 21). «» Sea Thomson (1992), pp. 227-232. *" AUPB, Ubach, 16 Aug. 1802, ff. 129-131, 137V, 138V. On food pnces in the 1790s

VÜar (1962), n,pp. 384-418.

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J. K. J. THOMSON

351 758 .118

96 257 399

TABLE2

Expenditure on machinery by Sena, Torroella enterprise, 1795-1798 "

1795-1796 1795-1796 1797 1798 1798 (Sena) (Torroella) (Serra) (Serra) (Torroella)

Machine-making

Cerrajeros 2.427 2.516 1.590 474 869 Cerrajeros with car­

pinteros 4.944 Torneros 365 1.111 351 96 338 Carpinteros 2.322 Latoneros 863 1.469 Sillero 75 Vidriero 870 Colletero 67

Tooh bought

Various 327 Files 229 50

Raw mats.

Plomo 1.356

Parts Rodetes 507 239 Cards 396 2.498 961

Traction

Mules 1.128 Unattributable 2.517

Totals 9.575 11.397 6.315 4.993 1.207

" Ihid., ff. 136V, 137V.

In Barcelona machine-building continued. It was to be at its most intense between 1795 and 1796, expenditure on it running, as can be seen from the table below (which exeludes Serrano's wages), at some 10000 libras a year, a similar rate to that registered in Olot during 1794. It then declined sharply from 1797. From this point the Serra/Torroella manu­facture was primarily a cotton-spinning one. Bulking large in the costs for 1797 and 1798 was that for replacement cards for the carding engines

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OLOT, BARCELONA AND AV^A AND THE INTRODUCTION OF THE ARIOTRIGHT

-a recurring cost related to the use of the machinery. «En los tres primeros años se gastó mucho mas que en los otros dos», Juan Serra was to state at the later court proceedings with respect to the concentration on fixed capital investment between 1793 and 1796.

As table 3 below shows most of the work generated by this intense machine-making continued, as in Olot, to be carried out by a range of independent artisans contracted by the manufacture. They are not though described as «machine-makers» . They would have been would have been working to the orders of Serrano who certainly in the case of the key, spinning machines would have actually put the machines together with the assistance of a group of carpinteros, torneros and cerrajeros employed by the Company, described as being «de casa». Even when new machine-building ceased from 1797 this core of in-house workers was retained. We can see this from the wages which continued to be paid to them. They would have been needed for the maintenance and servicing of ma­chinery.

TABLE3

Machine making inside and outside the Serra/Torroella manufacture

Fuera de casa En casa Replacement tools and expendable machine parts ..

i 795-J 796

15.155 1.869

... 1.132

17^7

1.941 2.498

J79S

1.226 1.207 1.250

A further continued machine-related cost was the regular need to replace cards for the carding engines and wooden bobbins, the former in particular wore out quickly and represented an important element in production costs. Juan Serra, the variety of whose testimony in the court case goes a long way to confirming what Torroella referred to as his «genio», was to comment that «estas [the machines generally] se consumen é inuti-lisan muy fácilmente, haviendose de hacer de nuevo muy a menudo y casi continuamente, consistiendo en limas, cardas y otros que en si lleva el curso de las indicadas Máquinas y fabricas de la naturalesa de la que tratamos» .

ACÁ, RGC, pleito 7450, 2nd set of numeration, ff. 172-185.

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The thoroughness of the inventory executed in the manufacture in 1799 provides further insights inte these machine-making and maintaining roles which buiked so large in the existence of the first, Catalán, Arkwright mili. Listed in it are the machine tools and equipment used, including four machines for planing wood, various carpenters', locksmiths' and tur-ners' tools, iron vices, a ginolet, a grindstone, an iron bench and other equipment for servicing a fumace, the fumace itself and brass moulds «para vaciar maquinas nuevas». The various planing machines are accoun-ted for by wood's providing, it is evident, by far the principal construction material for the machines and their driving mechanisms. Of particular inter-est is the existence of the small foundry for casting metal parts of the machi-nery. The principal of these would have been the cylinders for the carding engines, drawing frame and roving frames and spinning machines. Such casting work could, clearly, have been sub-contracted in the way that the provisión of other of the machines' components were - lock-smiths would have been the source for it. It would appear that its execution within the manufacture is accountable for by the desire to retain secrecy about these critical parts of the machinery. The moulds themselves were the only items which were not later split between the associates. There must have been a single set of them and this, it was stipulated, was to remain available to both «para la fundición ulterior que necesiten».

Raw materials stocked in the manufacture included 690 Ibs of bronze, 1.214 Ibs of lead (for weights used for the spinning machinery) as well as quantities of tin, which was used extensively for reinforcing wooden textile machinery as well as for the making of the tin cans into which the «sliver» of carded cotton was coiled after it had been elongated and narrowed in the drawing frame (also known as the «can frame» or «lantern frame») and before being further attenuated, and having some twist put into it, by the roving (or «fly») frame prior to spinning.

(b) Productíon of the Seira/Torroella manufacture in war and peace, 1795-1798

The records are summarized in table 4. They represent a precious source for interpreting the complex series of changes in Catalonia's cotton industry during the transition from the long period of expansión which had been taking place since 1783 to these critical, war-disturbed years. Firstly they show a major shift in the priorities of the concern. On its retum to Barcelona

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OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKIXTUGHT

it ceased to selJ yam but rather wove what it produced into cloth for disposal on Barcelona markets. This practice it continued through to 1797 when it began, again, to market small amounts of yarn which it was producing. For this weaving the associates purchased seventeen looms. It began on May 15*, 1795, as soon presumably, as sufficient yam had been spun for it to take place.

It is possible that one reason for this vertical integration was in the interest of continued maintenance of secrecy about the Arkwright machi-nery — it was by selling yarn on the open market that the existence of Samuel Crompton's invention was betrayed. An altemative, or additional reason, for it, was the fact of the manufacture's return to Barcelona coin-cided with major changes in the International trading situation for Unen and cotton cloth. The European war which had begun in 1793 had led to a gradual breakdown in the intemational supply networks for these caus-ing the Catalán market for them to dry up. In their default, a great increase

TABLE4

Production detaih for Serra/Torroella concern 1793-1798 *"

Raw cotton bought....

Yam produced

Yam, proceeds (libras, sueldos, dineros)....

Yam: price attained per Ib in sueldos....

Cloth: number of pie-ees woven

Proceeds of cloth sales.

Average price attained for pieces of cloth ..

Spun yam bought on open market

1793

787 Ibs

1794

6.091 Ibs

3.638 Ibs spun in Olot, 719 Ibs spun in Barcelona

6.111-18-6 and 929-14

34 and 26

1795-1796

31.838

1797

20.878 Ibs 1.330 Ibs

2.659-2-10

40

2.868 2.434 58.416-7-1 48.206-12-7

20-7

4.049 Ibs

19-16

1798

15.455 Ibs

9.242 Ibs

23.472

51

1.641

28.727-10

17-10

AHPB, Ubach, 16 Aug. 1802, ff. 142R.

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in demand had been experienced for locally produced cotton cloth for printing, referred to as «empesas» because of the gum mixture which pro-vided its finish. Such was the demand for, and profíts to be obtained from, this type of cloth that, as can be seen from the table, Serra and Torroella in contributing to satisfying it actually purchased considerable, additional quantities of imported yarn to that which they were producing themselves between 1795 and 1796. Production of «empesas» for calicó printing had become the great trade of the moment, drawing on the large capitals which had been immobüized by the collapse in the International trade in «lienzos». This, to go back to Sánchez's argument in our intro-duction, was the enforced «return to cotton», but it beginnings we can see, took place some three years before the outbreak of war with England, though initially with less dramatic consequences for Catalán spinning than weaving in view of the continued elasticity shown in the supplies of Maltese yarn through to 1797 ' ' . Continuing the analysis of the table, the impact of the war with England on the manufacture is also detectable. The dif-ficulties in importing yarn, and resultant high profits attainable from spin­ning, would account for the increasing resort by Serra and Torroella to selling part of their manufacture's yarn in the Barcelona market from 1797. By 1798 the proceeds from yarn sales were nearly the equal to that from cloth it can be seen.

The gradual abandorunent of the weaving of empesas would be account-able for in terms of a decline in the demand for them in view of the war's curtailment of American exports. The domestic market was not affec-ted so much and with respect to this the range of higher quality cloths sold was greater. Here the manufacture stood to gain by the capacity which its machines provided for producing higher quality yams. The movement towards a high quality yarn specialization is detectable from the increased price attained by the manufacture for its yarn sales between 1797 and 1798: it was retuming at this point to the production of the type of yarn for the provisión of which it had been originally set up.

CONCLUSIÓN

The Serra/Torroella association ceased at the end of the five year term for which it had initially been set up, in December 1798. It was Manuel

" A similar, huge transfer of capital from the intemational trade in toiles to cotton manufacturing in France is recorded by Bergeron (1975).

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OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWRIGHT

Torroella who had expressed the wish to disassociate. The grounds were his desire to found his own manufacture. For this purpose in the course of 1798 he had contracted to rent a building in course of construction cióse to the existing manufacture for the annual rent of 1100 libras '^. As required by the company's statutes, he had informed Serra of his inten-tions six months before the company's expiry, in June 1798. Curiously, from that point he played no more part in the running of the concern whose foundation had been his initiative, whose manufacturing and machine-making side he had managed from the outset (residing within it when it had been situated in Barcelona) and in which he stül held a fifty per cent stake. «Desde el 23 junio ultimo», it was noted at the inception of the court proceedings with Serra in early 1799, «no ha cuidado ni inter­venido en el manejo de la fábrica, ni en cosa alguna que tuviese relación a ella, demostrándose ya estar enteramente separado de ella» ' ' . The rather ambiguous arrangements for a partner's leaving the enterprise had clearly been followed to the letter.

Initially the disassociating does not appear to have given rise to friction. On October 19 the partners named «arbitrarios y compromisarios» to represent them in the división. These started to work on their behalf from October 26*, holding a three hour «junta» with Serra and Torroella on November 19* 1798 to «acordar el modo de partir los utencilios de la fabca». Following this, on November 24*, the imminent termination of the company was registered before a notary. From this point, however, negotiations broke down. Torroella's account of the events was that while he had «apurado todos los medios para terminar el asunto amytosamente [sic]», Serra's arbitrator had absented himself from a critical meeting to initiate the división in an attempt to obstruct the process thereby prolonging Serra's control over the concern ''.

The court case was precipitated by an action of Torroella. Hard-pressed financially in view of the costs he was incurring for the establishment of his own manufacture, and becoming pessimistic about Serra's preparedness to pass on the share of the company's machinery and capital to which he was entided, he anticipated on some of what he was due by taking payment for two of the manufacture's recent yam sales. Serra's response

' AHPB, Ubach, manual for 1798, ff. 470, 476-479, acts of 26 November 1798, " ACÁ, RCA, pleito 7450, ff. 7-8. ''•' AHPB, Ubach, 16 Aug. 1802, f. 129R; ACÁ, RCC, pleito 7450, ff. 9-11 (T's state-

ment), 9-11 (notarial contract bringing company to end), 59-61, details of time spent by the arbitrators on the división.

327

J. K. J. THOMSON

was to sue him, claiming that he, «como á Prál encargado de la Fabrica no solanite tiene contrahidas todas las obligaciones correspondientes á ella, sino también porque siempre se ha entregado a el [...] todas las partidas resultadas de la expresada Fabrica». The court proceedings caused the división of the machinery to be delayed until March 1799. The perusal of the accounts of the manufacture was then to be a preliminary for a final liquidation but delays in producing these — they only became available in 1802 — and then their complexity, and repeated litigation in their respect, instigated principally by Serra who showed himself a master of legal process, delayed a final reckoning until July 1805. It seems clear that Serra, who was benefiting from the status quo — possession of the original manufacture and the holding of its balances — profited from the original ambiguity concerning the procedures for dissolving the association to do all he could to delay it. This was certainly the belief of Torroella, repeated on many occasions during the dispute: «Toda su idea», he claimed for example in January 1799, «consiste en apropiarse de los caudales de la fábrica en los cuales tengo iguales intereses con la mira de perjudicarme e imposibilitarme para poder emprender mis negocios para evitar se llegue a la liquidación y división de la fábrica» '^.

This article's concern is not however with the quarrel between Serra and Torroella and its consequences important though these were to prove for the diffusion of new technology in the Catalán industry - a second Arkwright spinning manufacture had been spawned, Torroella's, in the forra of what was the first, customized, mechanical spinning buüding in Barce­lona, one which was later rented to the Conde de Cabarrús to house the first spinning mules used in the city '^ and Serrano, who can have had little to do since the Serra/Torroella manufacture ceased expanding at the end of 1796, moved to Manresa at some stage between 1799 and 1801 and there, no longer contractually bound to working for Serra and Torroella, he was to equip a new spinning industry by means of a manufacture which he founded himself in 1801 and by his participation as a machine-building associate in the Dalmau/Codina company which was operating two ma­nufactures (he had built no less than 37 further Arkwright machines for them by 1806) '^ - but rather with the five year duration of the original

" ACÁ, RCC, pleito 7450, fí. 4-6, 18-20 (for two quotations). * AHPB, Ubach, 9 March 1802, ceding of land to Torroella, 18 March 1804, ff. 336-

337, receipts from craftsmen for nearly 23000 libras for cost of building this manufacture, Matheu i Smandia, 1806, ff. 53, for foundation of Cabarrús's concern and renting of Tor­roella's building; Benaul Berenguer (1992), for the transfer to Sabadell.

' ' ACÁ, RCC, pleito 7450, f 136; Ferrer Alós (1999), p. 1051; Sánchez (1988), p. 98.

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OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWRIGHT

company during this critical stage in the industry's mechanization. What light has our narrative thrown on this?

Firstly, with respect to the issue of the introduction of machine tech-nology to the Catalán industry, we have seen that there was a first, and important, phase to this which was the fruit of a steady progress in the cotton manufacturing sector, achieved behind a protective tariff, which had occasioned a growing demand for higher quality yam of regular quality. This demand had first been met by imported yarn, largely from Switzerland, but increased sldlls with machine technology in Catalonia had then made possible its supply, for all but the highest qualities, locally. The introduction of the Arkwright machine in Olot can be seen as part of this process of import substitution as well as being, taking a broader look at the causal process, a consequence of that optimism which characterized Catalonia at the beginning of the 1790s as its economy, as Fierre Vilar has shown, attained a peak in the long growth process which it had been experiencing through the century. A preparedness to take risks and a preparedness to take them outside a usual área of economic specialization, and outside a usual circle of commercial collaborators, characterize the foundation of the Serra, Torroella, Serrano company.

We have seen, though, that the firm's experience suggests that the European warfare from after 1793 began to act as dampener to this progress in spinning for while it caused a first «return to cotton», it was not a return which benefited machine spinning in particular in view of the elas-ticity of the cotton supplies from Malta through to 1797 and the lower quality of the yam which was put into «empesas», which could be supplied by hand spinning or via «maquinas sencillas». The changing composition of the firm's output — a return to a specialization in spinning — and changes in its quality — a return too to the production of higher quality yam — in 1797 and 1798 serve then to confirm the importance which has been attributed to the year 1797 as a stimulus to Catalonia's machine spinning. With respect to machine-building, a first point which has not yet been emphasized is that the early adoption in Catalonia of Arkwright technology was a spin-off from the great.power status of Spain in the period leading up to the French Revolution which enabled it to acquire an early stake in this as yet very little diffused technology. No other route than the governmentally created one for the passage of the Arkwright tech­nology to Catalonia at this early stage has been detected though some

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J. K. J. THOMSON

ten years later alternative, direct routes from France, principally via Tou-louse, were developed '*.

In addition in the section of the article which I devoted to Pablo Se-rrano's earlier career, I have suggested that the underiying grounds for a diffusion of the technology from Ávila to Catalonia was an unexpressed tensión inherent to the Spanish monarchy's policy of establishing royal man­ufactures which incorporated machine-building plants in view of the the manufactures' inability to absorb the production of which these soon became capable. The degree to which this tensión came to feed even more intensely into Catalán industrialization as the state manufactures became implicated of the country's severe «crisis del antiguo régimen» is an issue which may repay further research. A further, key Ávila technician who trans-ferred to Catalonia to play a role in the Principality successful process of import substitution during these critical years was the royal manufacture's cotton weaving director, Henry O'Brien, who offered his services to, and was employed by, Sunyer of Reus in 1803 ^. With respect to machine-building within Catalonia, the Serra/Torroella manufacture's case has pro-vided further evidence for a recent discovery of Catalán economic historians - the abundance, and wide diffusion of the Principality's machine-building skills. This accounts for the relative facÜity and economy with which the early technological changes in the cotton industry could be introduced. The existence of this capacity for innovation represents an important, addi-tional explanation for the precocious success of Catalonia in the industry '°°.

Technological diffusion in the case of complex machines, such as Árk-wright's, could still be slowed down by secrecy. There do not appear to have been any reproductions of the Árkwright technology outside the Se­rra/Torroella manufacture before 1797. In that year, or possibly slightly ear­lier, Jacinto Ramón would seem to have begun using the machine "". The possibility of doing so may have been provided by the tailing off from that year of the Serra/Torroella's concern's machine-building, releasing

'* Hemardinquer (1959), pp. 86-88. " Arxiu Historie de Reus, Fons Sunyer i Cía, correspondence, letter of 1 December

1803. "" See especially Sola (1995), pp. 12-15, on this. "" A grounds for believing this is Ramón's assumption of the solé supplying of the

Royal Spinning Company of Barcelona with substantial quantities of spun yam (some 600 Ibs a week) from August 1797 at a higher cost, 11 to 12 sueldos, than that which had been charged previously by the Company's manual spinners, 11 to 12 sueldos the Ib against 7 Vz sueldos. This would suggest he was supplying higher quaiity machine-made, probably Árkwright, yam (JC, BC, FG-J, 56/2).

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OLOT, BARCELONA AND AVILA AND THE INTRODUCTION OF THE ARKWRIGHT

machine-making resources of which Ramón took advantage. But this is not altogether clear. The scientist Santponts was to write as though Ramón's success took again the form of a quasi-invention- «A este sujeto verda­deramente digno de los mayores elogios», he claimed, «debe Cataluña haberse establecido varios ramos apreciables de industria, particularmente la introducción y perfección del método de hilar algodón con máquinas inglesas que descubrió a fuerza de mucha aplicación, gastos y desvelos» '°^. On the other hand his machines were as those of Serra and Torroella, with 48 spindles each - the Milne and Ávila hallmark "'^. The issue is not one concerning which the sources are very informative. The Serra/-Torroella concern restricted, we have noted, Serrano's right to work for others. One of several reasons for operating the machinery in Olot I have argued may have been to increase secrecy concerning it. The fact that Serra and Torroella made no attempt to gain official backing for their initiative may, too, have been related to a desire to keep their invention to themselves for any support provided would have had diffusing conditions attached to it. The complete lack of any contemporary comment concerning a concern which played so wide-ranging a pioneering role in the Catalán industry — with its firsts in the Arkwright technology, in the harnessing of both water and then animal power to powering spinning machinery and then, apparendy, in the case of Torroella's successor manufacture, in that of factory design for spinning — suggests that very little can have been known about it. This too would be consistent with its owners having shown discretion about the technologies from which they were drawing profit. It would account for so important a manufacture being so little known about for so long.

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936 *

STEFAN HOUPT

Universidad Carlos III de Madrid

RESUMEN

El propósito de este trabajo es el de proporcionar un análisis comparativo de la actuación empresarial productiva de la moderna industria siderúrgica española desde sus inicios hasta la Guerra Civil Española. Se estudian tres aspectos: en qué medida la industria tuvo el potencial para competir en los mercados mundiales, si las fábricas aplicaron las innovaciones que podrían haber reestablecido o mantenido su competitividad e identificar los elementos que limitaban o incrementaban la competitividad de sus productos en el exte­rior. El estudio muestra una «ventaja revelada» de los productos intensivos en mineral de hierro. Parte de la ventaja comparativa provenía de contratos preferenciales de suministro de mineral. A su vez, estos contratos eran limi­tados e introducían unos fuertes incentivos para no aumentar la escala de producción. El origen de la captación de los mercados nacionales por parte de la empresa dominante. Altos Hornos de Vizcaya, podría residir en esta limitación. Los elevados beneficios que aportaban, por un lado, la cartelización del sector y, por otro lado, el generoso margen de beneficio que implicaba producir dentro de la escala de los contratos preferenciales de mineral, dan una explicación alternativa a la actuación de la siderurgia española en este periodo.

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: mayo,-2002. Fecha de aprobación por el Consejo de Redacción: mayo, 2003.

* Quiero agradecer las sugerencias que ha suscitado este trabajo, en especial las de Joan R. Roses y Antonio Tena, y los dos evaluadores anónimos.

Revista de Htsíortíi Económica Año XXI. Primavera-Verano 2003. N." 2.

333

STEFAN HOUPT

ABSTRACT

This article presents a comparative analysis of the productíve performance of the modern Spanish iron and steel industry botn its origins up to the Spanish Civil War. Three aspects are examined: the extent to which the industry had the potential to compete in world markets, whether or not Spanish milis applied new technologies to re-establish or maintain their competitivity and which elements limited or increased the advantage of their products. The analy­sis shows a revealed advantage in products intensive in iron ore. Part of this advantage can be traced back to preferential ore supply contracts. The limits to these preferential contracts introduced incentives for maintaining the redu-ced scale of Spanish instaUations. The attempt to gain control over home mar­kets on behalf of Altos Hornos de Vizcaya may be related to these contractual limitations. The high profíts reaped through the cartelisation of the industry and the wide margin of benefit obtained by producing within the scale of the preferential ore supply contracts provide an alternative explanation for the industry's performance in the period.

JEL Classification: N63, N83, 014.

INTRODUCCIÓN

La historiografía económica de la siderurgia moderna —la producción integrada de productos de hierro y sobre todo acero— es extensa. Pero mientras sus investigaciones más relevantes se han centrado en el análisis de crecimiento, las estrategias empresariales y las innovaciones en Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos \ existen en la actualidad pocos tra­bajos acerca de aquellos países que establecieron sus propias industrias del acero con la pretensión de seguir el camino de los países más avan­zados .

Entre estos países seguidores, el caso español plantea uno de los casos de mayor interés. El papel de España en la producción mundial de hierro y acero desde el último cuarto del siglo xrx hasta la segunda década del siglo XX ha sido muy significativo, consistiendo, fundamentalmente, en suministrar minerales de hierro a las principales siderurgias europeas. La importancia de los hematites españoles aumentó con la escasez de minerales de hierro bajos en fósforo en países de demanda creciente como Gran Bretaña, Alemania y Bélgica o incluso Estados Unidos. A partir de 1868,

' Para citar algunos, Beck (1903), Bum (1940), Bumham y Hoskins (1943), Carr y Taplin (1962), Temin (1964), Hogan (1971), McCloskey (1973), Feldenkirchen (1982), Wen-genroth (1986) y Kennedy (1987).

' Baer (1969), Nüsson (1972) y Okazaki (1991).

336

COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

la liberalización paralela de la legislación minera española ayudó a des­mantelar algunas de las barreras regionales e internacionales al comercio y sirvió para atraer la inversión al sector minero, sobre todo en Vizcaya. Estas circunstancias, unidas a la demanda creciente de carriles de acero Bessemer desde la década de 1860, dieron los incentivos y abrieron las oportunidades necesarias para explotar masivamente los minerales de hierro españoles, y España llegó a extraer el 8 por 100 del mineral de hierro mundial entre 1882 y 1922 \

El papel pequeño pero significativo de la minería de hierro española dentro del contexto industrial de la siderurgia mundial no trascendió al sector de transformación de hierro y acero, donde la industria nacional produjo tan sólo el 0,7 por 100 de la producción mundial para el mismo período "*. Con más de dos terceras partes de la capacidad industrial con­centrada en las modernas fábricas de la provincia de Vizcaya y las mayores reservas de carbón del país —las de Asturias y León— relativamente cer­canas, resulta difícil entender el papel secundario desempeñado por España en la producción mundial de productos del hierro y el acero. Muchos con­temporáneos ya resaltaron la ventaja comparativa española en este sector, manteniéndose esta leyenda de las oportunidades perdidas hasta nuestros días . Alrededor del debate sobre lo que pudo ser pero nunca fue, se desarrollaron diversas teorías para justificar el fracaso de la industria. Las dos principales explicaciones atribuyen el subdesarrollo del sector, o a la falta de demanda interna, o a los vicios de la búsqueda de rentas. Ambos planteamientos se mueven dentro de un modelo de economía cerrada. Frente a dichas posturas, este trabajo plantea una cuestión previa: ¿hasta qué punto era factible producir para los mercados internacionales desde España? El análisis del sector parte del principio según el cual la mejor forma de juzgar la competitividad de cualquier industria es su ventaja com­parativa internacional.

La concentración de la industria española facilita nuestro análisis. Hacia finales del siglo XK, las tres siderurgias más modernas de España se encon­traban en Vizcaya. Solamente dos de estas plantas vizcaínas sobrevivieron,

' Escudero (1998), p. 305, contrastado con Barreiro Zabala (1943) y Carr y Ta-plin(1962).

" Barreiro Zabala (1943), Churraca (1951), Burhhara y Hoskins (1943) y Carr y Taplin (1962). Cálculos propios para el siglo xtx.

' Alzóla y Minondo (1896, p. 55) compara la exportación del mineral vasco —como alternativa a su transformación en productos de mayor valor añadido— con la inconsciencia de Esaú, que vendió sus derechos de primogénito por un plato de lentejas. Véase también Adaro Magro'(1885),p. 175.

337

STEFAN HOUPT

fusionándose en una única empresa en 1901 —^Altos Hornos de Vizcaya—. Altos Hornos de Vizcaya, a su vez, absorbió los restos de la tercera side­rurgia en los años veinte. Otras fábricas, como las asturianas, leonesas o andaluzas, presentaban serios inconvenientes para considerar si podían competir intemacionalmente: las elevadas vatios de fundente necesarias en sus cargas, la mala coquización de sus carbones, sus equipos obsoletos, sus deficientes instalaciones portuarias y las dificultades de transporte terrestre. Estas circunstancias disparaban su coste de poner en el mercado un producto comparable al vasco y justifica su exclusión en este análisis .

Realmente la única amenaza seria al predominio de Altos Hornos de Vizcaya surgió en los años veinte, cuando capitalistas vascos integraron hacia adelante sus minas de Teruel y Guadalajara con una planta siderúrgica en Sagunto (Valencia) . Sin embargo, las adversidades del período de entreguerras impidieron las economías estratégicas: proyectaron la impor­tación provechosa de carbones como lastre de retorno a las exportaciones de una gran parte del mineral a países como Alemania y Gran Bretaña. La coyuntura poco dinámica de estos mercados después de la Primera Guerra Mundial llevó a la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo a la quiebra. Muchos años después, a finales de los años cincuenta, la inter­vención directa del Estado a través del Instituto Nacional de Industria y dentro de su marco político de autarquía económica, estableció otra alter­nativa seria a la producción vizcaína con la planta integral de ENSIDESA en Aviles (Asturias) *. Así, las fábricas vizcaínas se convertirían a lo largo del período analizado —de 1882 a 1936— en las empresas dominantes de España, vendiendo más del 50 por 100 de la mayor parte de los pro­ductos '. De no haberse impuesto restricciones oligopolísticas, su parti­cipación en el mercado nacional podía haber sido mayor aún. Prácticamente todas las empresas siderúrgicas participaban en los cárteles de venta desde finales del siglo XK, esta colusión se institucionalizó en la primera década del siglo XX con el cártel de ventas, Central Siderúrgica, liderado por Altos Hornos de Vizcaya como empresa dominante '".

^ Véase Houpt (2002) para una discusión acerca de la localización óptima de la industria siderúrgica en este período.

' Véase Girona Rubio (1989) o Torres Villanueva (1998). " Mart ínAceñayComm(1991),pp. 170-177. ' Calculado con Houpt (1998), vol. 11, y los datos de Barreiro Zabala (1943). '" Fraile (1991), pp. 129-139, y González Portilla (1985a) y (1985b), pp. 191-235.

Véase Sáez García (1999, pp. 124-142) para los primeros acuerdos colusivos del sector siderúrgico.

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

Dada la clara superioridad técnica de las fábricas vizcaínas sobre las otras plantas españolas, su análisis nos permitirá saber si el sector side­rúrgico español era capaz de competir en los mercados internacionales. Existe una historiografía amplia acerca de las fábricas bilbaínas. Entre los más prolíficos, Manuel González Portilla ha publicado varios trabajos sobre la historia de Altos Hornos de Vizcaya y las empresas antecesoras. González Portilla desarrolla un análisis de los orígenes y la actuación de las plantas vizcaínas, de su evolución hacia la cartelización del sector, y también estudia los costes de algunos de sus productos y materias primas " . Una segunda vertiente de trabajos sobre la siderurgia vasca moderna son los trabajos de Emiliano Fernández de Pinedo. En ellos estudia salarios, inversiones e innovación durante las primeras décadas de la empresa. Además, Fer­nández de Pinedo vuelve a analizar sus orígenes y recalcula los beneficios obtenidos '^. Ha habido también otras incursiones en la siderurgia vasca. Joseph Harrison ha investigado su relación con la intervención del Estado, y Pedro Fraile ha expuesto los efectos de la búsqueda de rentas sobre la industria '^. Finalmente, los trabajos de Luis Barreiro, Francisco Sánchez Ramos, Eustaquio Fernández-Miranda e Higinio París Eguilaz reúnen información estadística detallada a nivel agregado para la producción nacio­nal y regional'''.

Sin embargo, ninguno de los trabajos anteriores ha tratado de analizar la industria dentro de un contexto de economía abierta. Descifrar hasta qué punto era factible producir para los mercados internacionales desde España —en vez de ejercer presiones para imponer aranceles prohibitivos, cartelizar al sector y captar los mercados nacionales— sigue siendo una pregunta abierta. El propósito de este trabajo es el de proporcionar un análisis comparativo de la actuación empresarial productiva de la moderna industria siderúrgica vasca desde sus inicios, a mediados de la década de los 1880, hasta la Guerra Civil Española ^ . Las cuestiones principales a tratar serán las de identificar y medir el alcance de las ventajas comparativas de España en la producción de hierro y acero, y ver cómo evolucionaron estas ventajas en el tiempo. Nuestro análisis se plantea las siguientes pre­guntas: ¿tenía la industria siderúrgica nacional el potencial para competir

" González PortiUa (1974), (1981), (1984), (1985a), (1985b) y (1993). ' Fernández de Pinedo (1983), (1987), (1988) >r(1992). » Harrison (1976) y (1983) y FraÜe (1991) y (1992). '" Barreiro Zabala (1943), Sánchez Ramos (1945), Fernández-Miranda (1925) y París

Eguilaz (1954). " Con la Guerra Civil se inicia un período de autarquía e intervención económica

que dificiJta el" análisis en los términos aquí planteados.

339

STEFAN HOUPT

en los mercados mundiales?, ¿aplicaron las fábricas las innovaciones que podrían haber reestablecido o mantenido su competitividad en los mercados internacionales?, y ¿qué factores limitaban o incrementaban la competi­tividad de sus productos en el exterior?

COMPETIR EN LOS MERCADOS MUNDIALES

La primera cuestión, la identificación de las ventajas comparativas en las diferentes líneas de producto, se contrastará a través de los datos extraí­dos para las dos fábricas de Altos Hornos de Vizcaya. Los precios de coste se compararán con precios de mercado de los Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Bélgica. Estas comparaciones nos permitirán identificar líneas de productos con ventajas comparativas: las transformaciones pri­marias como el lingote de hierro, el acero y los carriles; y otras líneas de producto con desventajas evidentes, como es el caso de las transfor­maciones secundarias: planchas, chapas, planos y otros productos de mayor grado de transformación.

El gráfico 1 compara el coste medio de fábrica en Bilbao con el pro­medio de los precios de mercado de las plazas más importantes en Europa y América. Valores inferiores a uno indican que el precio de coste en Bilbao se situaba por encima del precio de mercado mundial; por el con­trario, valores por encima de uno muestran la ventaja que tenía el precio de coste de Bilbao frente a los precios de mercado. Así, por ejemplo, la ratio 1,65 para el lingote de hierro indica que el precio de mercado del lingote en las demás plazas era un 65 por 100 más caro que el lingote a precio de fábrica en Bilbao. Observamos que el precio del lingote de hierro vizcaíno muestra un ventaja de entre un 10 y un 50 por 100 frente al promedio en el extranjero. El siguiente producto en orden de intensidad de transformación, el raíl de acero de Altos Hornos de Vizcaya, muestra entre un 20 y un 40 por 100 de margen. Las estadísticas de comercio exterior, que reflejan exportaciones netas importantes para estos dos pro­ductos, y los datos extraídos de las empresas más grandes, confirman este extremo. Asimismo, la última revisión de Escudero (1999) sitúa la exportación del lingote vizcaíno en un 24,8 por 100 de la producción entre 1881 y 1900. Esto contrasta con los datos de González Portillo (1985, p. 169) para la empresa La Vizcaya, que exportó un promedio del 45 por 100 del lingote producido entre 1886 y 1901. Algo parecido sería el caso de la fábrica de San Francisco de Múdela, que exportaba

340

COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

GRÁFICO 1

Promedio de vatios entre precios de fábrica en Bilbao y precios de mercado de las principales plazas siderúrgicas mundiales

3,00

2,50

2,00

1,50

1,00

0,50

0,00

^

• ^ .

V* y

O -e-

T 1 T

Mineral de hierro

Coque

Lingotes de hierro

Raíles

Planchas

*ír^ '

FUENTE: Houpt (1998), vol. I, Apéndice C, pp. 28-35.

NOTA: LOS promedios de precios de mercado son medias aritméticas para: a) Mineral de hierro. Northeast Coast Spanish rubio, Northeast Coast Cleveland

núm. 3, Northwest Coast Cumberland, Northwest Coast Spanish rubio, Ruhr minettes, Swedish basic, Pittsburgh Oíd Range y Mesabi.

h) Coque. North Yorkshire, Middlesbrough Durham, West Coast Durham, Pittsburgh Conneilsvüle y Ruhr Westphalian.

c) Lingote de hierro. Ruhr, Pittsburgh, promedio británico Mitchell, Cleveland fob, Cumberland hematite y Cumberland fob.

d) Raíles. North Yorkshire, Cumberland, exportaciones británicas, promedio fábrica británico, exportaciones alemanas, Westfalia, promedio fábrica alemán, exportaciones belgas, Pennsylvania, exportaciones estadounidenses y promedio británico Mitchell.

e) Planchas. Escocia, North Yorkshire, exportaciones alemanas, Pittsburg, Middlesbrough y promedio británico Mitchell.

un promedio de 34.000 tm entre 1888 y 1891. Aun así, aunque las dis­crepancias entre fuentes no aconsejan un uso más allá del indicativo de los datos, el gráfico 2 sirve para dar una idea de la evolución de la salida

STEFAN HOUPT

GRÁFICO 2

Exportación de hierro y acero. España 1869-1936 (Toneladas métricas)

160.000

20.000

-ta;, 'c^ 'ÍP^ -(85, \ ^<Sf, -cSb ''*, ^S, % % \ '^^/^s % % ^•Rp

FUENTE: Estadísticas de Comercio Exterior de España. Dirección General de Aduanas. Ministerio de Hacienda.

NOTA: La serie recoge para: 1869-1876 Hierro toda clase. 1877-1882 L (Hierro colado en lingotes) -I- (hierro forjado barras) -t- (demás hierros

y herramientas). 1883-1906 1. (Hierro colado en lingotes) + (hierro forjado barras) -I- (hierros y aceros

manufacturados en cualquier otra forma). 1907-1936 (Hierro colado en lingotes) -I- L hierro y acero manufacturado de todas

clases.

de productos sideriirgicos basándonos en las estadísticas de comercio exte­rior entre 1869 y 1936 '^

Aparte de la competitividad manifiesta del lingote y los raúes que se reflejan en ambos gráficos, el primer gráfico muestra una tendencia adi-

"• Existe, por ejemplo, una diferencia del 24 por 100 entre los datos de exportación de lingote de las estadísticas del comercio exterior y los de las Memorias de la Junta del Puerto de Bilbao entre 1887 y 1899.

342

COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

cional: el margen positivo entre el precio promedio de los productos euro­peos y el precio de fábrica en Bilbao se va reduciendo a medida que aumen­ta el grado de transformación del producto. Es muy alto para hierro bruto —mineral de hierro—, sigue siendo importante para la primera transfor­mación —lingote de hiero—, incluso hay un pequeño margen para un producto de segunda transformación sencillo —los raíles—. Pero las segun­das transformaciones más intensivas en carbón —las planchas— muestran ya poco margen para competir. La ventaja comparativa de los productos vizcaínos —muy en línea con lo que predice el modelo de Heckscher-Oh-lin— procede de su intensidad en mineral de hierro. A medida que aumenta el grado de transformación se reduce esta intensidad del factor mineral de hierro con el creciente impacto de la carestía relativa del combustible sobre el precio final del producto.

Los siguientes gráficos contrastan esta hipótesis sostenida por la his­toriografía española desde hace tiempo: España tenía desde finales del siglo XDC una ventaja comparativa en productos intensivos en mineral de hierro y sufría una competitividad decreciente a medida que aumentaba la intensidad de carbón en sus productos '^. El gráfico 3 muestra el consumo unitario de mineral de hierro y de carbón en Altos Hornos de Bilbao en 1897 para distintos productos siderúrgicos. A medida que nos desplazamos de izquierda a derecha en el gráfico, aumenta el grado de transformación del producto y consecuentemente la intensidad relativa de carbón y hierro empleada para obtener una tonelada del producto en cuestión. Observamos que, a mayor grado de transformación, los productos se hacen relativamente más intensivos en carbón y menos intensivos en mineral de hierro, lo que conlleva una pérdida de la ventaja comparativa de la que gozaba España por ser un país con abundancia de mineral de hierro. El gráfico 4 es el resultado de multiplicar las cantidades de consumo unitario por sus precios en Bilbao y Gran Bretaña respectivamente y sumarlos como coste unitario en ambos emplazamientos. En ambas ubicaciones, el mineral de hierro que se utiliza es español, y el carbón, británico. El gráfico refleja menor coste total para los productos intensivos en mineral de hierro para el caso de España, mientras lo contrario es cierto para productos intensivos en carbón, donde Gran Bretaña tiene un menor coste relativo.

Los gráficos dejan a un lado los demás factores de producción: trabajo, capital y otros materiales. Pero los factores de producción omitidos suma-

" Nadal (1989), p. 187; Fernández de Pinedo (1983), pp. 13-16; Fernández de Pinedo (1987), p. 154; Fernández de Pinedo (1988), pp. 257-258; González Portilla (1981), p. 119, y González Portilla (1985a), pp. 161-168.

343

STEFAN HOUPT

GRÁFICO 3

Toneladas de mineral de hierro y de carbón consumidos por tonelada de producto final en Altos Hornos de Bilbao, 1897

(Toneladas métricas)

Carbón

Mineral de hierro

%o \ \ "*^

\ • ^ . % - " ^ ^

•^y • ^ '^y

X %. % '•9.^

FUENTE: Contabilidad de costes, Altos Hornos de Bilbao, vol. 1897 y Houpt (1998), vol. I, pp. 26-35.

rían en promedio menos de la mitad de los costes totales, y, en todo caso, una idea intuitiva ex ante sería que la suma de los gastos omitidos fuese mayor en España que en Gran Bretaña. Debemos partir del supuesto de que los mercados de factores no son competitivos. En el caso contrario, con funciones de producción idénticas, las retribuciones de estos factores serían idénticos.

Es decir, en un contexto de economía atrasada con mercados de factores menos integrados y poco competitivos, el capital en España se supone escaso y más caro y el trabajo más abundante pero proporcionalmente menos productivo. Con lo cual, los costes omitidos serían mayores en Espa­ña que en Gran Bretaña. Si aceptáramos esta hipótesis, los gráficos ilus­trarían la hipótesis sostenida por la historiografía española hasta ahora. En resumen, utilizando las mismas materias primas —mineral de hierro

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES, ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

GRÁFICO 4

Gasto en mineral de hierro español y carbón británico para obtener una tonelada de lingote en 1897

(Chelines Gran Bretaña)

150

130

110

90

70

50

. V \ \ \ \

FUENTE: Véase gráfico 3.

español y carbón británico— España tenía una ventaja comparativa en la producción de productos intensivos en mineral de hierro: lingote de hierro, acero Bessemer, tocho de acero, palanquilla, planos y raíles. Por tanto, nos debemos fijar en estos productos para establecer si existía o no la posibilidad de competir en los mercados internacionales.

El análisis de competitividad se llevará a cabo con datos de las fábricas de Altos Hornos de Vizcaya en Baracaldo y Sestao, por ser las más avan­zadas técnicamente en la producción en masa de hierro y acero, por con-

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TABLA 1

Tabla de flujo productivo simplificado

CTlf^sumos 7^

X i ....• Tocho

/ \N. I vigas I I Planos |

^ ^ 1 Barras comerciales I

centrar cerca del 50 por 100 de la capacidad productiva en la mayor parte de las líneas de productos y por disponer de datos para poder someterlas a un examen exhaustivo. Los procesos productivos que en ellas se realizaron se pueden agrupar en tres fases sucesivas: la producción de lingote en hornos altos, el afino de acero en convertidores y hornos Siemens, y, por último, la transformación del acero en formas específicas en los talleres de laminación. El diagrama da una descripción más detallada de los pro­cesos industriales implicados en dicha transformación.

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EL AFINO DE HIERRO

La primera fase de transformación, el afino de hierro, se analizará desde tres perspectivas. En primer lugar, definiremos lo que determinó el bajo coste inicial para las fábricas bilbaínas. A continuación, se hará un repaso de los problemas relacionados con el suministro de carbón y coque —el gran escollo para mejorar su competitividad—, y, finalmente, nos centra­remos en los efectos que la innovación técnica introdujo en los depar­tamentos de fundición para poder valorar estas inversiones.

La primera de las fábricas a analizar, la fábrica de Baracaldo, tiene sus orígenes en la Fábrica de Nuestra Señora del Carmen levantada por Ybarra y Cía. desde 1854. La fábrica original cubría una superficie de 64.000 m^, área que se incrementó sucesivamente por drenajes, llenados y adquisiciones de terrenos hasta llegar a los 116.500 m" en 1896. En 1882, los Ybarra canjearon todos sus activos por acciones de la recién creada Altos Hornos de Bilbao [AHB], empresa que se constituyó en los mismos terrenos de Baracaldo ^ . La creación de esta nueva compañía con capitales locales, catalanes, madrileños y franceses fue un paso necesario para financiar la modernización de la fábrica ' ' . Esta modernización, bajo el régimen de sociedad anónima, fue planteada desde la década de los setenta por parte de los Ybarra para dar entrada a nuevos capitales, emitir obligaciones y reducir riesgo, todos ellos pasos necesarios para poder pro­ducir acero Bessemer ^^. El proyecto de modernización fue trazado y super­visado por E. Windsor Richards, durante esos años director de Bolckow Vaughan, una de las más importantes empresas siderúrgicas británicas ^\ Con la reforma de la factoría se sustituyeron dos de los hornos antiguos con hornos altos al coque modernos, mientras que se mantuvieron dos de los hornos antiguos que empleaban mezclas o carbón vegetal. Estos

'* Los activos traspasados por Ybarra y Cía. se valoraron en 5,6 millones de pesetas en 1884, esto incluía aparte de la fábrica de Baracaldo, por un lado, una fábrica de hierro más pequeña en Guriezo —Nuestra Señora de la Merced—, que a su vez fue vendida en 1899 por 159.771 pesetas, y, por otro, el traspaso de las cuotas de mineral de hierro que tenía contratadas Ybarra y Cía. con la Orconera Iron Co. Limited y la Société Anonyme Franco-Belge des Mines de Somorrostro de París, que serán analizadas más adelante. Socie­dad Altos Hornos de Bilbao, Copiador de Escrituras (1882), pp. 276-303.

" En realidad, según Díaz Morían (1999), el 72 .por 100 del capital nuevo aportado procedía del grupo Comillas-Crédiio Mobiliario.

* Ybarra (2002), p. 671, y Díaz Morían (1999), pp. 98-99. ' El ingeniero Richards se mantuvo como asesor técnico de Altos Hornos de Bilbao.

Visitó la fábrica, por ejemplo, en 1897 para inspeccionar los hornos altos y revisar un proyecto de Siemens-Marjin.

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hornos antiguos se reformarían en 1888 y 1891-1892, respectivamente. Los dos hornos modernos a base de coque dieron, inicialmente, a la fábrica una capacidad anual conjunta de 70.000 tm de lingote de hierro para acero Bessemer. Después, con la reforma de los hornos antiguos la capacidad de lingote apto para el procedimiento Bessemer se incrementó hasta las 100.000 tm al año.

Altos Hornos de Bilbao había «heredado» los dos contratos de sumi­nistro de mineral de hierro firmados por Ybarra y Cía. El primero, el con­trato de mineral de Orconera que fue rubricado en 1873, en virtud del cual la fábrica de Baracaldo recibiría 101.700 tm de mineral de hierro al año a precio de coste, más un chelín y seis peniques por tonelada inglesa [1,88 pesetas por tm en 1873], fue cedido con una prima de 50 céntimos por tonelada ^ . Entre las condiciones del contrato destacaba que sólo podía revenderse el cupo en el caso de que alguna de las demás empresas vin­culadas —Krupp, Dowlais, o Consett-— lo hiciera anteriormente. El segun­do contrato, que se había firmado en 1876 entre Ybarra y Cía. y la Société Anonyme Franco-Belge des Mines de Somorrostro, fue cedido también con una prima de 50 céntimos por tonelada ^ . En él se establece el sumi­nistro anual de hasta 50.000 tm de mineral de hierro por el que se desem­bolsaría el precio de coste a pie de fábrica más 1,5 francos por tonelada [2,27 pesetas por tm en 1876]. La fábrica disponía libremente del mineral de la Franco-Belga y en numerosas ocasiones vendió su asignación anual. Ambos contratos tenían una duración de noventa y nueve años ''. El con­trato de la Orconera no contenía ninguna cláusula que permitiera, por parte de Ybarra Hermanos y Compañía, poner fin al arrendamiento de sus minas antes del término de contrato, es decir, a los noventa y nueve años desde la conclusión del ferrocarril [agosto de 1877] ^'. La importancia de estos contratos se percibe mejor con ayuda de la tabla 2, en la que se compara la estructura de coste del lingote de varios centros de pro­ducción siderúrgicos en el mundo. Esta tabla ha sido reproducida con

^ Conocían bien el precio de coste, porque todas las empresas siderúrgicas que tenían contrato de suministro eran a su vez accionistas de la Orconera; ídem en el caso de la Franco Belga.

" Altos Hornos de Vizcaya (1902), pp. 67-76. " Escritura de constitución de Altos Hornos de Bilbao, 1882. " Solamente en caso de impago de renta o canon durante seis meses, con aviso y

trascurridos otros tres meses para subsanar el impago tras el aviso, los Ybarra podrían volverse a apropiar de parte o todas sus minas y propiedades y se daría por terminado el arren­damiento. Orconera Iron Ore Limited (s. f.), pp. 37-38. El contrato de la Franco-Belga fue negociado en los mismos términos por José Antonio Ybarra Arregui.

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1,8 (2,6) 1,8(2,8) 1,8 (2,9) 2,4 (4,0) 1,8 (4,0) 1,8(3,8)

3,9(5,6) 1,8(2,6) 4,2(6,6) 1,8(2,8) 3,8(5,7) 2,1(3,3) 3,3(5,6) 1,8(3,0) 3,0(6,7) 1,2(2,7) 4,5(9,5) 1,8(3,8)

69,3 63,9 62,7 59,4 45,0 47,7

COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

profusión en diversos trabajos sobre el sector ^ . En ningún caso se citan las fuentes últimas de los datos, pero destaca el posicionamiento extraor­dinario de Bilbao en esta comparación.

TABLA 2

Coste de factores en la producción de lingote y porcentaje del total

(pesetas y porcentaje del coste total)

Min. hierro Coque Caliza Trabajo Otros Precio coste pías. (%) ptas. (%) ptas. (%) pías. (%) ptas. (%) pesetas

Loire-F 56,5 (65,8) 16,2 (23,4) Lieja - B 38,4 (60,4) 17,4 (27,4) Westfalia - D 38,4 (61,2) 16,8 (26,8) Cleveland - GB 36,0 (60,6) 15,9 (26,2) Pittsburgh - EEUU... 31,8 (70,7) 7,2 (16,0) BÜbao-E 14,4(29,8) 25,2(53,1)

FUENTE: Rodríguez Alonso (1902), p. 155.

La tabla muestra la importancia, en términos de costes, del mineral de hierro y del carbón en la constitución del precio final del lingote. La composición exacta de los costes de los factores de producción se determinó en gran medida por la cercanía de los inputs —de alto volumen y peso— a la fábrica. Las diferencias que se observan en la estructura de costes se atribuyen a que unos centros están localizados en cuencas carboníferas, mientras que otros se han localizado cerca del mineral de hierro, como es el caso de las factorías de Bilbao. En ambos casos observamos que es el factor de producción que se encuentra lejos de la fábrica, el que supone una parte importante del coste total. El gráfico 5 muestra los precios de mineral de hierro —Orconera y otros— para la factoría de Baracaldo, así como el precio de mineral de hierro en la plaza de Bilbao. El gráfico muestra una brecha importante entre los precios del mineral de hierro de la Orconera [la línea continua] y los precios de mercado [línea discontinua]. Esta brecha cubre el período de finales del xix a los años veinte del siglo xx. Para

^'' González Portilla (1981, p. 119) cita la Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, 1898, p. 27. Fernández de Pinedo (1987, p. 157) la recoge de la Revista Bilbao, 25 de diciembre de 1897, pp. 527-528 (sacado probablemente de la Iron and Coal Trades Revieiv) y también Rodríguez Alonso (1902, p. 154) la obtiene de datos de una revista americana.

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GRÁFICO 5

Precios por tonelada de mineral de hierro, fábrica de Baracaldo y mercado (Chelines Gran Bretaña)

35

30

25

20 :

15 '

Precio otros minerales

— Precio Orconera

• Precio mercado

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FUENTE: Actas Consejo de Administración, Altos Hornos de Bilbao, La Vizcaya y Altos Hornos de Vizcaya, Escudero (1998), p. 339.

NOTA: Otros minerales se refiere a otros minerales comprados por la fábrica de Baracaldo sin incluir el suministro fijo de la Orconera y de la Franco-Belga.

saber exactamente lo beneficiosos que fueron estos contratos para la Fábrica de Baracaldo podemos realizar el siguiente cálculo.

De 1897 a 1923, las 50.000 tm de lingote de acero Bessemer, que se podían producir en Baracaldo partiendo de su cupo de 101.700 tm de mineral de hierro de la Orconera, costaban de media 11,24 pesetas menos —el 68 por 100 menos— que cualquier tonelada de hierro adicional producida con mineral de hierro comprado a precio de mercado ^ . Por tanto, los precios preferenciales del mineral dieron un clara ventaja de costes para las primeras 50.000 toneladas de lingote; ventaja que desa-

" Todos los cálculos se efectuaron en pesetas reales. Los precios nominales se con­virtieron en reales con el deflactor de la industria manufacturera de Prados de la Escosura (1995). El cálculo de beneficio se realizó con los minerales de la Orconera. Los minerales de la Franco-Belge se solían vender, dado que su composición no era muy apropiada para los hornos de Baracaldo.

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parecía de forma asintótica a medida que la fábrica de Baracaldo incre-memaba la escala de producción más allá de las 50.000 tm de lingote de acero Bessemer a las que limitaba el contrato Orconera.

De hecho, producir lingote de hierro para acero Bessemer a un precio de £1 17s 3p (60,7 pesetas) en 1897 (tal como se cita en la tabla 2) sólo era factible en Baracaldo con sus contratos preferenciales de suministro de mineral. Alcanzar este coste no era posible para las factorías que emplea­ban minerales comprados a precio de mercado. En resumen, los precios preferenciales de los minerales de hierro fueron la clave del bajo coste inicial del lingote, que a su vez, era la base de todas las transformaciones posteriores. En el caso de la fábrica de Baracaldo, esto era beneficioso mientras se produjese dentro de la escala marcada por el contrato con la Orconera.

Encontramos una pauta similar para la factoría de Sestao, que fue cons­truida en un primer momento por La Vizcaya como fábrica de lingote *. Esta compañía fue creada por un grupo de capitalistas vizcaínos, propie­tarios de minas y comerciantes. El establecimiento fue proyectado y cons­truido por ingenieros de la Société Anonyme John Cockerill de Bélgica, entre septiembre de 1882 y diciembre de 1885. Los terrenos originales cubrían una superficie de 264.375 m^. Se componía en sus inicios de dos hornos altos al coque y sus aparatos auxiliares. Ambos hornos se encen­dieron en 1885, el primero a mediados de junio y el segundo en diciembre. Una vez terminadas las instalaciones de los hornos altos, los fundadores de la empresa consideraron de inmediato la expansión vertical hacia la producción de acero y productos laminados. Un tercer homo fue incluido en estos planes para hacer frente a la mayor demanda de lingote que resul­taría de estas ampliaciones; el homo número 3 se encendió en 1891 y aumentó la capacidad anual de la fábrica hasta 120.000 tm de lingote de hierro.

Casi de forma análoga a Altos Hornos de Bilbao, La Vizcaya arrendó en agosto de 1883 minas del distrito de Galdames para explotarlas hasta su agotamiento^'. Los minerales de hierro se transportaban, según una cláusula incluida en el contrato de arrendamiento, a través de un ferrocarril

* La Sociedad de Metalurgia y Construcciones Vizcaya, La Vizcaya, fue una sociedad anónima constituida el 22 de septiembre de 1882. El proyecto original preveía una factoría integrada de transformación primaria y secundaria, pero en una primera fase la fábrica se concenttó en la fabricación y venta de lingote para acero Bessemer. Véase Chávarri (1883).

^' Galdames fue un distrito minero secundario al suroeste de Sestao, a unos 23 km de ferrocarril de la factoría.

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propiedad de la misma empresa, la Bilbao River and Cantabrian Railway Co. La calidad de los minerales de Galdames era inferior a la de los mine­rales de la Orconera y Franco-Belge, que extraían sus mineral del distrito minero de Triano, lo que creaba serios problemas en los hornos de La Vizcaya, tanto porque exigía un consumo muy alto de carbón como por la peor calidad de lingote que se obtenía. Por esta razón, a partir de 1886, los gerentes de la empresa acordaron emplear solamente el 50 por 100 del mineral de Galdames en la carga de los hornos. La cantidad restante se adquirió en el distrito de Triano y más tarde en el de Castro Urdiales ^^.

Con los pocos datos disponibles, hemos establecido una comparación del precio del mineral pagado por la fábrica de Sestao con los precios de la fábrica de Baracaldo y del mercado' ' . Los minerales de Galdames eran un 25 por 100 más caros que los de la Orconera, que utilizaba AHB y un 34 por 100 por debajo del precio del mercado. Por tanto, la fábrica de Sestao se beneficiaba, pero no tanto como la fábrica de Baracaldo, de poder utilizar mineral a un precio preferencial. Además, al contrario de esta última, su contrato con la empresa minera no ponía límites absolutos a la cantidad de mineral que podía utilizar cada año. Sin embargo, dicha cantidad se encontraba restringida por dos factores: las condiciones mínimas de laboreo que le exigía su contrato de Galdames y la composición de los minerales en su hornos. Para ambas fábricas hemos podido encontrar una relación directa entre la ventaja original en costes y los precios preferenciales de los minerales que empleaban. Pero en ambos casos, estas ventajas de costes se limitaban a una escala de producción determinada.

La segunda parte de nuestro análisis va a considerar el consumo de coque, el segundo coste material más importante en el proceso de afino del mineral de hierro. Desafortunadamente, la contabilidad mensual de las fábricas no incluye vma serie desagregada continua del consumo de coque en sus hornos. Al examinar los datos agregados de los que disponemos, encontramos que el consumo promedio de coque por tonelada de lingote fue de unas 0,9 toneladas de coque por tonelada de lingote producida, para el período hasta la Primera Guerra Mundial. Como consecuencia de

'" Durante la primera década del siglo xx el peso de los minerales de Galdames y Sopuerta aumentó de forma significativa por encima del 50 por 100 de la carga, quizás, como consecuencia de un mayor control en la homogeneidad de los minerales en origen y, por tanto, un aumento de su calidad. Aun así, hasta la Guerra CivÜ la cantidad extraída por la Factoría de Sestao nunca superó las 120.000 toneladas al año.

" Los datos de precios de mineral de Galdames y Sopuerta —el distrito colindante— son menos completos en las Actas del Consejo de Administración de La Vizcaya que en el caso de la Orconera en las de AHB.

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

la guerra submarina, el consumo de los carbones nacionales en los hornos aumentó de forma importante durante el conflicto europeo. El uso de carbones nacionales incrementó el consumo tmitario del coque hasta 1,3 toneladas (es decir, un 44 por 100 más). En otras palabras, la baja calidad de los carbones nacionales, muy inapropiados para el homo alto, disparó el consumo considerablemente. La ratio coque por tonelada de hierro pro­ducida cayó por debajo de 0,9 toneladas cuando se reiniciaron las compras de carbón al extranjero en los años veinte, y subieron de nuevo a 1,2 toneladas cuando los gerentes de la empresa optaron de nuevo por un uso mayor de carbones nacionales en los años treinta. Tanto la baja calidad de los carbones nacionales, como su elevado precio por unidad calórica, excluían la estrategia de sustitución del carbón importado por nacional como una táctica viable de reducción de costes.

Otra forma de reducir costes era la innovación tecnológica. Tanto la fábrica de Sestao como la de Baracaldo hicieron im gran esfuerzo en inver­siones para aumentar la eficiencia de sus instalaciones. En 1889, como consecuencia de los aumentos abruptos de los precios internacionales de coque, Sestao efectuó una integración de la producción hacia atrás ins­talando hornos de coque Carvés con beneficio de subproductos. Esta fac­toría fue pionera en la adopción de los hornos de subproductos, que tanto en Europa como en Estados Unidos seguían en fase de maduración y experimentación. A mediados de los años noventa, la capacidad productiva de la fábrica se encontraba ya entre 1.54.000 y 160.000 toneladas de coque al año. Sus producción real nunca alcanzó estos niveles y esta infrauti-lización de sus instalaciones impedía alcanzar las economías de la escala óptimas de producción '^.

Durante una segunda escalada de precios de coque, entre 1898 y 1901, y siguiendo el ejemplo de Sestao, también se construyeron 3 baterías de 25 hornos de coque Semet-Solvay en Baracaldo, con una capacidad de 90.000 a 100.000 toneladas por año. Una cuarta y quinta batería Carvés modi­ficadas se añadieron en 1907 y 1911, respectivamente, aumentando su capacidad total a 150.000 tm. Las instalaciones de coque de Baracaldo se empleaban con mayor intensidad. La fábrica llegó a producir 87.000 toneladas al año (= 90 por 100 de su capacidad productiva) en un corto

" Por ejemplo, se alcanzó un 80 por 100 de capacidad en diciembre de 1896. El coque se empleaba casi exclusivamente en la producción de lingote, donde hemos visto que menos de una tonelada era necesaria para afinar dos toneladas de mineral y obtener una tonelada de lingote. La producción de lingote determinaba el volumen de coque nece-

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período de competencia libre de mercado, entre 1905 y 1906, y su promedio de producción se mantuvo alrededor de las 135.000 toneladas (90 por 100) entre 1913 y 1916. En ambas fábricas, la integración hacia atrás redujo los costes unitarios del coque, porque el precio de los carbones extranjeros que se prestaban a la coquización era ligeramente más bajo que el precio de la cantidad de coque equivalente obtenido, comprado en los mercados internacionales.

Se podía haber obtenido un ahorro importante mezclando los carbones británicos y galeses con otros más baratos. Las técnicas y conocimientos disponibles permitían la mezcla de carbones para poder emplear incluso pequeñas cantidades del mejor carbón español. Pero la mala calidad del carbón español y el alto coste de transporte de otros sustitutos europeos limitaron dicha estrategia. A pesar de sus limitaciones, se observa cómo, en el cambio de siglo, el carbón de coque llegaba a Bilbao desde León por ferrocarril y, desde Asturias, por mar y tierra. Pero los efectos nocivos del coque español sobre los recubrimientos de los hornos y las impurezas que introdujo en el lingote limitaron su uso por debajo del 20 por 100 hasta la Primera Guerra Mundial. Eran más baratos, pero de peor calidad, y su uso en pequeñas cantidades permitió a las fábricas reducir ligeramente los costes sin un perjuicio demasiado grave en la calidad del producto ^ .

Otro elemento técnico que experimentó importantes cambios a nivel mundial fue el diseño del homo alto. Se trataba de calibrar la altura y forma de los hornos para optimizar el uso del calor, la velocidad de reduc­ción del mineral en función del mineral y el carbón empleado. En el caso de las fábricas que estamos examinando, el perfil de los hornos se alteró muy ligeramente. La altura de los hornos aumentó en más de un metro en Baracaldo, y en Sestao su volumen se incrementó en un 9 por 100, transformándolos de achatados a forma de punta de lanza'''. Paralelamente, la producción de los hornos se dobló entre 1900 y 1924, pasando de 100 a 200 toneladas diarias. No fueron las variaciones del perfil de los hornos las principales causantes de estos notables incrementos de la producción, sino los aumentos de la presión a la que se inyectaba el aire caliente por las toberas del homo. El soplado forzado aumentaba sustancialmente la velocidad de marcha del homo. Por ello, las principales inversiones del

" La cuestión de la sustitución de carbones ha sido estudiado más exhaustivamente en Fraile (1982) y resumido con más detalle que aquí en Houpt (1998), voL I, pp. 15-20.

" González Portilla (1985a), p. 89. La Vizcaya, Actas del Consejo de Administración, vol. n, p. 305.

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

departamento de hemos altos de Sestao y Baracaldo eran gastos en estufas y turbo-soplantes ' ' . Estos equipos aumentaban la presión del aire caliente, permitiendo, simultáneamente, mantener una temperatura muy elevada del aire, una práctica conocida como «marcha forzada». La marcha acelerada del horno, conseguida por la mayor presión del aire inyectado, aumentó la producción de los hornos, pero al mismo tiempo deterioró más deprisa los recubrimientos ^ .

En el caso de Baracaldo, la primera oleada de inversiones encaminadas a aumentar la presión del aire inyectado se produjo entre 1902 y 1903 y coincide con una caída del precio de coste del lingote desde 47 a 40 chelines. En una segunda fase, de 1911 a 1913, se instalaron nuevas estufas Koper, aunque con menos éxito, ya que se observa cómo los precios de coste de la tonelada de lingote aumentaban gradualmente hasta alcanzar el coste anterior a 1902. Teniendo en cuenta que los precios del carbón, tanto de los nacionales como de los extranjeros, bajaban después de 1911, y que los precios del mineral de hierro fluctuaban hasta la Primera Guerra Mundial pero se mantem'an por debajo del nivel de 1911, la única expli­cación para esta subida se encuentra en el hecho de que dos de los hornos, el número 1 y el número 3, llevaban entre cinco y seis años de uso con­tinuado y necesitaban una renovación de recubrimiento. No podemos sepa­rar el efecto que tuvieron las nuevas estufas.

Durante la contienda europea, Uama la atención que los precios del lingote se mantuvieran relativamente estables. El precio real del mineral había caído un 40 por 100 hasta 1918 y los precios del carbón se habían triplicado, para después situarse en un 200 por 100 de su nivel anterior de la guerra. Los tres hornos que continuaban la marcha durante la guerra habían sido renovados en 1912, 1913 y 1917 respectivamente y sus soplan­tes habían sido modernizadas recientemente. No sabemos a ciencia cierta si la bajada en el precio del mineral, o los cambios técnicos, o ambos, mantuvieron los precios de coste tan bajos, mientras que el precio del carbón aumentó significativamente. Pero lo que sí observamos, es que los precios de coste del lingote nunca volvieron a bajar a los niveles anteriores a la guerra, aunque tanto el carbón como el mineral de hierro establecieran

" Con una única excepción en el caso de Baracaldo, donde se instaló la carga mecánica del homo en 1926.

" Se observa la reducción de los intervalos de renovación de los recubrimientos de los hornos. Entre 1897 y la Primera Guerra Mundial, éstos se redujeron de 9 a 4 años en Baracaldo, y de 11 a 4 años en Sestao. Véase Houpt (1998), vol. I, capítulo segundo para una discusión, más exhaustiva de la marcha forzada.

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precios cercanos a sus niveles prebélicos. Las ocho pesetas en las que aumentó el coste unitario del trabajo, no explican por qué los precios de coste del lingote subieron de 60 a más de 200 pesetas por tonelada. Segu­ramente, la variable desconocida, el consumo de coque, revelaría el porqué. El consumo de coques nacionales en Altos Hornos de Vizcaya aumentó de un 30 por 100 de la carga a más del 90 por 100 entre 1918 y 1920. La sustitución de los coques extranjeros por nacionales aumentó el consumo de carbón y redujo la marcha productiva de los hornos de forma sustancial.

En el departamento de hornos altos de Sestao también se realizaron inversiones importantes, primero en 1906 y más tarde en 1913. Ambas modernizaciones incluían la renovación de soplantes. El precio de coste de producción del lingote cayó entre 1901 y 1906 de 47 a 39 chelines y mantuvo este nivel hasta 1911. Paralelamente, Sestao experimentó cam­bios en su producción, pasó de producir 100.000 toneladas de lingote/año en la última década del siglo XDC a producir 65.000 tm/año en 1902, para ir subiendo paulatinamente hasta un nivel de 90.000 tm/año en la segimda década del siglo XX y caer a 40.000 tm/año en los años veinte. El precio de coste de su lingote fue subiendo lentamente entre 1911 y 1917, se disparó hasta 1919 para situarse en el doble de su nivel de antes de la guerra en los años veinte. Los movimientos en el coste del lingote de Sestao reflejan más bien las fluctuaciones en su escala de producción que el efecto de la renovación de sus soplantes. Al igual que el caso de AHB, durante la Primera Guerra Mundial el mayor consumo de carbones nacio­nales afectaba tanto al rendimiento como al coste de lingote de la fábrica de Sestao.

Hemos visto que la ventaja original del coste del lingote de hierro, tanto para Baracaldo como Sestao, se basaba sobre todo en contratos pre-ferenciales de mineral, que a su vez limitaban fuertemente la escala de producción para poder obtener esta ventaja de precio. La sustitución del carbón inglés y gales era difícil dados los altos costes de transporte para sustitutos extranjeros y la mala calidad de los carbones nacionales. Hemos observado, en los últimos años de la Primera Guerra Mundial, cómo peque­ños porcentajes de carbón español podían mezclarse con los carbones extranjeros, pero estas pequeñas fracciones bajaban el rendimiento sus-tancialmente. Queda descartada, por tanto, la posibilidad de haber mejo­rado la competitividad del lingote español a través del consumo de carbones nacionales. Ambas fábricas introdujeron cambios en sus equipos. En ambos casos, las innovaciones iban dirigidas principalmente a aumentar la presión del aire que se inyectaba en el homo alto para acelerar la marcha del

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COMPETIR EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. ALTOS HORNOS DE VIZCAYA, 1882-1936

horno. El aumento en el rendimiento de sus hornos puede considerarse bastante moderado; frente a las 200 tm/día producidas hacia 1920, hornos de dimensiones parecidas llegaban a producir una media de 500 toneladas al día en otros lugares del mundo ^~'. El margen reducido en la producción de lingote nos obliga a investigar otras áreas de producción en búsqueda de estrategias que mejorarían la competitividad de los productos vizcaínos.

LOS CONVERTIDORES DE ACERO

En el caso de Baracaldo, los dos nuevos hornos altos se construyeron para alimentar una planta de acero Bessemer de diseño estadounidense con dos convertidores de 10 toneladas *. El precio de la planta en 1884 era de 41.455 libras esterlinas, por encima del coste de establecimientos europeos equivalentes ^ . E. Windsor Richards, el ingeniero británico que diseñó la reforma de Baracaldo, era poco partidario de la organización laboral estadounidense, porque el control de calidad del producto se hacía más difícil''°. Los americanos trabajaban sus convertidores en tres tumos de 8 horas, optimizando el número de lotes realizados en 24 horas y mini­mizando errores, accidentes y negligencias que se atribuían a la fatiga. Los altos costes laborales y el rápido deterioro de los recubrimientos se compensaban con la mayor producción ^^. En Alemania, en una planta

" Apraiz(1978), p. 263. '* Los convertidores se encontraban en una plataforma, los dos orientados de frente

para verter el acero acabado al suelo, lo que facilitaba su rápida colada por grúas secundarias y su retirada por ferrocarriles que cruzaban la planta. Esta disposición en plataforma también facilitaba las tareas de reparación y mantenimiento. Empleaban el procedimiento directo que consistía en procesar lingote b'quido traído de los hornos altos.

' ' Para Baracaldo: Actas del Consejo de Administración, Altos Hornos de BUbao, vol. I, pp. 104-105. Thomas y GÜchrist (1882, p. 375) estimaban el coste de una planta de las mismas características en Gran Bretaña, entre 24.000 y 26.000 libras en 1882; la Glasgow Iron Co. construyó una planta con tres convertidores de 7 toneladas —capacidad total de 21 toneladas—, unas instalaciones para fabricar calderas y un taller de palanquilla por 30.000 libras en 1883; Phónix se gastó 40.000 libras en una planta con tres convertidores de 10 toneladas a principios de los ochenta del siglo XK. Wengenroth (1993), p. 175. Las com­paraciones se hicieron con tres plantas de proceso básico, Baracaldo construyó una planta de proceso ácido. Técnicamente son idénticos, la diferencia descansa en los minerales que procesan, el recubrimiento de los convenidores y el fundente que se emplea en ellos.

^ «He [Richards] felt that the biggest impediment was that with such hurried work which we term "driving", we rould not fulfil the conditions of the exacting specifications of English and Continental Engineers, and so requiring more time, we are obliged to do the same amount of work with more converters and labor forcé.» Wengenroth (1993), p. 145, citando a E. W. Richards en Iron and Coal Trade Revieu), 27 de enero de 1882, p. 101.

•" Para descripciones más detalladas, véase Nuwer (1988) o Wengenroth (1993), capítulo 2.

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de dos convertidores que empleaban las técnicas americanas en la década de 1880, era común obtener más de 34 lotes en 24 horas ^^. Para la fábrica de Baracaldo, Alzóla registró un promedio de 16 cargas en jornadas labo­rales de 12 horas en 1895, lo cual representa, en teoría, 32 cargas en 24 horas '' . A este ritmo, la planta de Baracaldo podría haber producido 91.500 tm de acero Bessemer. Tardaron hasta 1906 —^veinte años más tarde— en alcanzar esta producción ^'*. El número promedio de cargas en 24 horas, en 1906, empleando los convertidores de 10 toneladas, fue­ron 35. El potencial de acelerar y coordinar el proceso productivo fue mucho mayor, como refleja el número máximo de cargas por día que se obtuvo con 51 cargas en 1913, un año antes de aumentar la capacidad de los convertidores de 10 a 15 toneladas.

La pauta organizativa en la producción Bessemer, en el resto del mundo, era aplicar técnicas de flujo continuo para mantener el ritmo alto de la «marcha forzada» de los hornos altos. Este proceso implicaba el uso de las mismas instalaciones y personal, pero de una forma intensa, con el fin de incrementar el flujo de producción. Wengenroth calculó que con una duplicación de los costes de capital, la capacidad de producción de los convertidores se multiplicó por cinco entre la década de 1860 y la de 1880'' '. Esto redujo significativamente el coste unitario del acero. El gráfico 6 muestra las cargas medias en las fábricas de Baracaldo y Sestao entre 1897 y 1922. El incremento gradual muestra que hubo un margen sustancial para acelerar las operaciones de afino hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial.

Los datos de ventas de productos finales de acero son los únicos indi­cadores de la producción de acero de los que disponemos antes de 1897. El promedio anual de productos de acero y hierro pudelado vendido en Baracaldo fue de 42.187 tm, con un máximo de 47.783 tm en 1890 •* . Tenien­do en cuenta que el 25 por 100 de estos productos era de hierro pudelado, llegamos a la conclusión de que los gerentes estimaban que el uso de los

'' El número de cargas por día = [producción mensual]/([días trabajados este mes] X [capacidad]). Hay que tener en cuenta que se define aquí la capacidad de los convertidores Bessemer como la que obtiene al estar funcionando simultáneamente: en este caso un convertidor sopla, mientras el otro se vierte, recarga, etc. Los cálculos siguen el método propuesto por Wengenroth (1993, pp. 54-55).

*' Alzóla (1896), p. 32. No es del todo sostenible, dado que la marcha continua de los convertidores implica vidas útiles distintas para los recubrimientos y tiempos muertos mayores, pero 32 cargas puede servir como punto de referencia.

"•* 34 cargas x 10 tm x 5,5 días laborables x 50 semanas = 91.500 tm. « Wengenroth (1986), p. 88. '"' Memorias de Altos Hornos de Bilbao y González PortUla (1985a), p. 166.

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GRÁFICO 6

Promedio de cargas realizadas en 24 h. en los departamentos de convertidores de AHV

(Número de cargas)

60

50

40

30

20

10

O

FUENTE: Houpt (1998), p. 86.

convertidores a una marcha «alemana», pero durante tan sólo doce horas al día, era más que suficiente. Trabajar día y noche era factible desde el principio. En los talleres de laminado se introdujo el alumbrado eléctrico en septiembre de 1886, pero en los talleres Bessemer los tumos de noche no se introdujeron hasta abril de 1900 '' . En cambio, para 1905-1906, en un período de competencia de Ubre mercado, las operaciones habían alcan­zado la plena capacidad de las instalaciones''*. Mientras tanto, entre 1886 y 1905, los gerentes habían explotado la planta Bessemer a media jomada.

Los únicos cambios técnicos que cabe resaltar en los talleres de Bes­semer fueron las reformas de 1913-1914. Dos nuevos convertidores de 15 toneladas sustituyeron a los anteriores de 10 toneladas, una soplante de 2.300 CV a gas sustituyó a las dos Galloways anteriores de 600 CV,

" Actas del Consejo de Administración, Altos Hornos de Bilbao, sesiones de 18 de septiembre de 1886 y 26 de abril de 1900.

*" Desde la última década del siglo xix el sector siderúrgico español estaba fuertemente cartelizado. Entre 1905 y 1906 experimentó un episodio de Ubre competencia para eliminar una planta malagueña que vendía por debajo de los precios de colusión.

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se introdujo una moderna grúa Stripper para el deslingote y se aumentó la superficie de taller para dar mayor capacidad de maniobra. Pero los costes unitarios del acero Bessemer cayeron sobre todo por el aumento de la producción. Hasta 1910-1911, a medida que se triplicaba la pro­ducción, los precios mantuvieron una tendencia a la baja. Observamos caídas en los costes unitarios de trabajo. Por otro lado, el coste dominante es el de la materia prima: el lingote. Pero la tendencia a la baja del precio de coste del acero Bessemer era mucho más importante que la del lingote y podemos comprobar que se redujo más de lo que puede atribuirse a la bajada del coste del lingote. Fue el uso eficiente de los equipos, com­binado con pequeñas inversiones en equipos auxiliares, el que incrementó la velocidad de colar el acero, aumentó la velocidad de los procesos y redujo de manera relevante los costes unitarios.

Es importante, llegados a este punto, subrayar las oportunidades per­didas. Dado que los convertidores Bessemer se comercializaban e instalaban en toda Europa por la empresa Galloway, la misma inversión que se rea­lizaba en Alemania, Bélgica o Gran Bretaña daba en España un rendimiento muy inferior. Los equipos españoles, idénticos a los de sus homólogos, producían la mitad de acero. Esta ineficiencia se transmitió a los sucesivos procesos de transformación, dado que el acero Bessemer se empleaba para la mayoría de los productos intermedios y finales. Los costes unitarios altos del acero se transmitieron, de esta forma, a otras líneas de productos, aumentando sus precios de coste. El aumento de capacidad de los con­vertidores (-1-50 por 100), que se introdujo poco antes de la Primera Guerra Mundial, había restablecido el exceso de capacidad y bajado el número de cargas por día de forma considerable (-37 por 100). La intensidad de uso de los convertidores caía de 53 cargas en 1913 a 33 cargas en 1915, momento en el que ambos convertidores nuevos estaban en fun­cionamiento. A su vez, el coste medio de una tonelada de acero Bessemer pasó de 87 pesetas en 1912 a 101 pesetas en 1915. Los equipos volvían a operar de forma subóptima.

El taller de Bessemer de Baracaldo se complementó en 1887 con un horno de acero Siemens-Martin ácido de 10 toneladas, para la fabricación de planchas de acero para la construcción naval, y otro homo básico de 15 toneladas en 1898. La capacidad anual de hornos de este tamaño, en el cambio del siglo, era de unas 21.000 toneladas métricas al año, afinando tres cargas diarias '*'. En 1897, Alzóla especifica que el horno de 10 tone-

"' [3 cargas] x [25 t] x [5,5 días laborales] x [50 semanas] = 20.625 tm o [3 car­gas] X [25 t] X [23,91 promedio de días laborables al mes)] x [12 meses] = 21.520 tm.

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ladas producía hasta 11 toneladas por carga y 18 cargas a la semana. Rea­lizando cálculos con estas cifras nos darían aproximadamente 2,6 cargas al día. Aunque no disponemos de datos desagregados para la producción Siemens antes de 1897, el total de productos finales nos indica que los gerentes no empleaban los hornos a este ritmo.

El precio proyectado del primer homo de acero Siemens fue de 7.843 libras esterlinas en noviembre de 1884; esto se situaba bastante por encima de las 5.000 libras que pagó Consett para unas instalaciones comparables en 1879 o las 4.000 libras por horno que pagaron en 1886 '*'. Teniendo en cuenta que los hornos de acero Siemens eran estrictamente comparables en este período, ya que experimentaron pocas variaciones técnicas, los cos­tes de ambos hornos eran bastante superiores (-(-96 por 100) a los cons­truidos en Gran Bretaña. El horno básico de 15 tm costó alrededor de 8.600 libras en 1898 y resultó más económico que el primer homo, pero seguía costando más que el de Consett (-1-43 por 100 en términos de capacidad instalada). Hasta principios de los años treinta, cuando instaló 3 homos Siemens-Maerz nuevos de 60 toneladas, Baracaldo no invirtió ninguna cifra relevante en sus instalaciones Siemens. A pesar de ello, hasta 1906 los precios de coste cayeron, muy probablemente por el aumento de producción y porque, como revelan los libros de contabilidad de costes de la empresa, los costes del lingote de hierro caían.

El proyecto original de la fábrica de Sestao preveía una producción de 100.000 toneladas anuales de lingote, que serían convertidos en acero por medio de convertidores Bessemer. A su vez, el acero resultante se transformaría en productos finales en un taller de laminación colindante. Una segunda fase de inversión añadiría otros cuatro hornos altos más para alimentar un tren de planchas para la construcción naval y una fundición. Un contratiempo serio para este proyecto fue la adquisición de los derechos de patente para el procedimiento Bessemer por parte de su empresa com­petidora, Altos Homos de Bilbao, lo que imposibilitó los planes originales''.

El concurso de aceros nacionales para la constmcción de buques mili­tares por parte de la Marina y la adjudicación de un proyecto importante de constmcción naval militar a una empresa de la Ría de Bilbao —^Astilleros del Nervión— impulsó a los fundadores de Sestao a adoptar hornos de acero Siemens-Martin. Constmyeron tres homos con una capacidad entre 10 y 12 toneladas en 1889 y añadieron un cuarto homo en 1890. Haciendo

» Wengenroth (1993), p. 200. ' ' Chávarri (1883) y González Portilla (1985a), pp. 63-64.

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una comparación de costes, al igual que hicimos en el caso de Baracaldo, el precio medio de los hornos era de 7.400 libras esterlinas, un poco menos de lo que había pagado Baracaldo, pero todavía bastante por encima de lo que desembolsó Consett —unas 4.000 libras por homo en 1886. Al alto coste de los hornos le podemos sumar la infrautüización de las ins­talaciones, 1,36 cargas diarias entre 1890 y 1895 y 2 cargas diarias entre 1896 y 1901. La capacidad teórica de las instalaciones era de 34.000 tone­ladas al año, aunque lo más que sus gestores se acercaron a esta cifra fue en 1898, con ima producción de 24,766 toneladas anuales —el 73 por 100 de su capacidad teórica '^. El promedio de cargas en el período anterior a la Primera Guerra Mundial fue de 1,9. Eran factible alcanzar mayores niveles de producción, como demuestran los altos promedios —2,3 cargas diarias— que se alcanzaron entre 1905 y 1906, con la libre com­petencia de las empresas siderúrgicas españolas.

En 1909, se añadieron dos hornos Siemens de 20 toneladas y poco a poco este tamaño iba sustituyendo a los anteriores. En 1919, la fábrica ya disponía de 10 hornos de acero Siemens de 20 tm que realizaban 1,4 cargas promedias al día. Hacia finales del siglo xrx, los hornos de acero de Sestao tenían todos recubrimientos básicos, pero esto no les propor­cionaba ninguna reducción importante en el coste unitario, aunque les per­mitió procesar una cantidad mayor de carbonatos que abundaban con el agotamiento de los minerales de gran pureza. Aun así, el coste del mineral se mantuvo igual o incluso aumentó ligeramente''. La gran alternativa al mineral, la chatarra, podía haber abaratado el coste final, pero era una materia prima escasa en España. Los precios del acero Siemens de Sestao cayeron hasta 1906. Los cambios en las instalaciones no explican estas reducciones. Por otro lado, el precio del carbón disminuyó ligeramente en este período y puede dar alguna explicación. Pero a grandes rasgos, los precios de coste del acero Siemens seguían los mismos ciclos que el precio de coste del lingote, la fuente principal de la reducción de su coste.

Para el procesamiento de hierro en acero de calidad Bessemer, La Vizcaya se vio obligada a instalar convertidores Robert, similares a los Bes­semer pero cuya patente estaba en manos de Altos Hornos de Bilbao. Tres convertidores Robert de toberas laterales se instalaron en 1891 con una capacidad marcadamente inferior a los Bessemer de Baracaldo —2,5 toneladas de capacidad cada uno—. A lo largo del mismo año se aumentó

" [3 cargas] x [40 t] x [5,5 días laborales] x [50 semanas] = 33.000 tm o [3 car­gas] X [40 t] x [23,91 = (número promedio de días laborables al mes)] x 12 = 21.520 tm.

" Véase Escudero (1998), pp. 339-340.

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SU capacidad a 4,5 toneladas y se añadieron dos convertidores más. La mayor dotación de aparatos les permitía soplar dos convertidores a la vez, mientras otros dos colaban y el quinto convertidor estaba en reserva. Esto hace las instalaciones comparables a una planta Bessemer de dos con­vertidores de 9 toneladas. Volviendo al gráfico 6, vemos el bajo rendimiento que prestaron los convertidores de Sestao en comparación con la planta Bessemer de Baracaldo. Calculando a partir de las cifras de producción anuales entre 1892 y 1896, sus cargas diarias se situaban entre 5 y 6 al día. Sus convertidores eran significativamente más pequeños que los Bes­semer y sus equipos auxiliares menos sofisticados. Esto explica en parte su bajo rendimiento y su desmantelamiento en el seno de Altos Hornos de Vizcaya en 1914, una vez llevada a cabo en Baracaldo la sustitución de los convertidores Bessemer de 10 tm por otros de 15 tm.

En 1899, los convertidores Robert se transformaron en Tropenas y su producción había aumentado de 1.500 toneladas al mes hasta 2.500 en 1905. Pero posteriormente bajó de nuevo a 2.000 toneladas hasta su desmantelamiento definitivo en 1914. Sus precios de coste nunca se situa­ron por debajo de las 100 pesetas por tonelada, frente a unas 80 pesetas de coste unitario del acero Bessemer en Baracaldo. Entre los demás cambios que sufrieron las fábricas en la transformación de acero, caben destacar la adopción de im mezclador y la supresión del pudelado. La instalación del mezclador de 250 toneladas en la fábrica de Baracaldo agilizó el flujo de la transformación primaria a la secundaria a partir de 1904. Estos reci­pientes transitorios se empleaban en las empresas siderúrgicas más moder­nas de Gran Bretaña desde 1890. Este primer mezclador se sustituyó en 1928 por otro de 600 toneladas en una versión reductora de azufre, que se usaba en Estados Unidos y Europa desde finales del siglo xix. Los mezcladores servían para homogenizar y ajustar de forma más exacta la composición química del lingote líquido—fundamental para la marcha de los convertidores. Por otro lado, ambas factorías tenían desde sus inicios instalaciones de pudelaje, 14 hornos en Baracaldo y 4 en Sestao. Éstos desaparecieron definitivamente en 1907-1908.

Referente a la transformación de acero a través de convertidores, pode­mos concluir que el proceso Bessemer en Baracaldo alcanzó plena capa­cidad tardíamente —veinte años después de encenderse— y que estas ins­talaciones se podían haber utilizado de una forma mucho más intensa y eficiente. El hecho de que los convertidores Robert y posteriormente Tro-penas se mantuvieran en Sestao hasta 1914, veinticinco años después de que dejaran de estar vigentes los derechos de la patente Bessemer, y que

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los tumos de noche no se introdujeran en Baracaldo hasta 1900, muestra que ninguna de las dos fábricas respondía a los principios de minimización de costes unitarios vía aumento de economías de flujo.

Los hornos Siemens eran una técnica menos susceptible a las economías de flujo, ya que sus costes de capital variaban casi proporcionalmente con el tamaño de los hornos y sus costes variables proporcionalmente con la cantidad que producían. El acero Siemens se producía en lotes con tiem­pos largos de transformación, unas ocho horas, y el aumento en su capa­cidad se obtenía de forma extensiva —añadiendo unidades de producción del mismo tamaño—, y no de forma intensiva —aumentando la produc­ción individual de los hornos. Una externalidad importante para la com-petitividad de los hornos Siemens de Bilbao era el hecho de que el acero Siemens básico se iba imponiendo por encima de los demás tipos de acero —acero Bessemer, acero Thomas y acero Siemens ácido— en el transcurso del siglo XX. El acero Siemens básico era un acero producido a partir de lingote básico y mineral de hierro, o partiendo de una com­binación de chatarra, lingote básico y mineral de hierro —en este orden de importancia—. Su predominio creciente en los mercados europeos y americanos en este período se puede atribuir a los precios más bajos de sus materias primas, al coste ligeramente inferior de procesamiento y a la mayor calidad de acero que proporcionaba. La industria del acero bil­baína se basaba en el lingote ácido y, dado el atraso relativo de España en la industrialización, la chatarra no era abundante. Estas especificaciones de las materias primas cerraron puertas a la producción de acero básico en los hornos Siemens de Bilbao.

CONCLUSIONES

El objetivo de este trabajo era contrastar si la industria española pudo o no elegir producir para dos mercados, el nacional y el extranjero, lo que podía haber generado una industria más competitiva con economías de escala y precios de acero más bajos y una pieza menos en la posterior nacionalización de los mercados españoles. Hemos encontrado evidencia a favor de esta hipótesis: los productos de primera transformación tienen una ventaja comparativa frente a productos equivalentes de los centros de producción internacionales más eficientes del momento. Esta ventaja se justifica fácilmente con la abundancia del factor mineral <le hierro y la intensidad de mineral de hierro con la que se producen esta clase de

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productos —tal y como lo predice el modelo de Heckscher-Ohlin. Pero encontramos que parte de la ventaja original de los productos intensivos en mineral de hierro, tanto para la fábrica de Baracaldo como para la de Sestao, residía especialmente en los contratos preferenciales de mineral. Estos contratos constreñían la expansión de la escala de producción de las fábricas y les inhibía, en el medio plazo, mantenerse a la altura de sus competidores extranjeros.

Existían otras alternativas para situar la siderurgia española entre los principales productores europeos. Desde mediados del siglo XDC, la sus­titución del carbón extranjero se apuntaba como estrategia muy atractiva para aumentar la competitividad de los productos españoles. El transporte desde Gran Bretaña o el resto de Europa venía aumentando el coste de los productos vizcaínos en una tercera parte. Pero encontrar sustitutivos nacionales apropiados en calidad y precio no fue viable. La mala calidad de los carbones nacionales y los elevados costes de transporte interior entor­pecían el proceso de sustitución. Se consiguió mezclar pequeñas cantidades de carbones españoles a los carbones extranjeros, pero estas mezclas redu­cían de forma sustancial el rendimiento de los hornos y tenían unos niveles de tolerancia ahorro/calidad muy bajos.

Otra alternativa que examina el trabajo es ver en qué medida las empre­sas españolas podrían haber adoptado innovaciones que aumentaran la competitividad en el mercado mundial. En sus inicios, las dos factorías estudiadas pueden considerarse tecnológicamente a la altura de sus com­petidores internacionales y, a lo largo del período examinado, ambas intro­dujeron importantes cambios en sus instalaciones, siguiendo en cada momento las pautas de la siderurgia europea de vanguardia. En los depar­tamentos de hornos altos realizaron inversiones que iban destinadas prin­cipalmente a aumentar la presión del aire inyectado a través de las toberas. Pero esta aplicación de la «marcha forzada» produjo un aumento muy moderado en el rendimiento de sus hornos altos. La producción de cada horno alto aumentó de unas 100 toneladas diarias hasta 200 toneladas, mientras que hornos de características parecidas en otros lugares del mundo producían 500 tm diarias'''. La siderurgia moderna española se presentó aquí como una industria innovadora, tecnológicamente a la altura de la

''' Carr y Taplin (1962), pp. 403-404, dan promedios anuales nacionales para hornos altos en los Estados Unidos, 130.000 (356 tm/día); Alemania, 97.000 (266 tm/día), y el Sur de Gales, 97.600 (267 tm/día). Altos Hornos de Vizcaya producía un promedio de 36.000 toneladas al año por homo en activo (99 tm/día) e imluso en su momento más intenso sólo llegó a producir unas 54.000 toneladas (148 tm/día) por horno.

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industria de vanguardia internacional, pero que no explotó el potencial de las economías que se ponía a su alcance.

En la transformación de hierro en acero, encontramos también infrau-tilizaciones de capacidad y de escalas manifiestas. La planta Bessemer con su diseño moderno hubiera permitido un rendimiento muy superior. Detec­tamos la misma insuficiencia para los hornos de acero Siemens. El hecho de que los convertidores Tropenas se mantuvieran en Sestao hasta 1914, veinticinco años después de que dejaran de estar vigentes los derechos de la patente Bessemer, y de que los turnos de noche no se introdujeran en Baracaldo hasta 1900, da indicios de que las empresas no querían —por motivos de colusión— o no podían —-por las limitaciones que imponían sus contratos de minerales de hierro— minimizar costes con la aceleración de los flujos productivos.

Se demuestra que las fábricas vascas producían un lingote muy com­petitivo —apto para hacer acero Bessemer y a un precio de coste muy bajo—. La clave de la competitividad en productos intensivos en hierro crudo se encontraba en unos contratos preferenciales pero limitados de mineral de hierro. Esto constreñía su competitividad internacional a los niveles que les imponían sus contratos de mineral. Pero cabe subrayar que en ningún caso les impedía adoptar una estrategia dual como la que empleaban las empresas alemanas: vender barato fuera y más caro dentro del país con ayuda de un arancel. Las fábricas vascas podrían haber expor­tado perfectamente lo equivalente a sus cuotas de mineral en primeras transformaciones de hierro: lingote, tochos de acero, palanquilla, raíles, etc. Y, por otro lado, podrían haber usado mineral a precios no prefe­renciales para producir lo que vendían en los mercados nacionales pro­tegidos. Esto, como en el caso de Alemania, podía haberles permitido alcan­zar las escalas de producción necesarias para competir intemacionalmente en productos intensivos en hierro bruto y construir una industria siderúrgica europea de primera transformación importante.

¿Hasta qué punto era factible? Tenemos los ejemplos de las otras tres empresas europeas vinculadas por el mismo contrato preferencial de la Orconera. La empresa alemana Knipp superó la crisis económica alemana iniciada en 1873 con ventas al extranjero, estrategia que supo concentrar en la exportación de raíles a los Estados Unidos de América en los años noventa. Exportó el 64 por 100 de su producción entre 1879 y 1889 y el 33 por 100 entre 1890-1911 ^'. Consett se especializó en la fabricación

" Krupp(1912),pp. 223-224.

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de planchas de hierro para la construcción naval, en los ochenta introdujo hornos Siemens para producir planchas y ángulos de acero y superó la crisis internacional repartiendo un dividendo promedio del 21 por 100 (19,25 por 100 de beneficio sobre capital empleado) '^. Dowlais llevó a cabo fuertes inversiones en una planta nueva y en la modernización de sus talleres de laminación para mantenerse competitivo en el mercado de raíles y planchas. Obtuvo, en promedio, unos beneficios brutos anuales de £ 98.962 en la década de los ochenta y de £ 100.210 en la de los noventa '^. Aunque este trabajo no desvela las claves del éxito de estas otras empresas, sus trayectorias sujetas a las mismas limitaciones contrac­tuales de mineral de hierro muestran que otro camino, diferente al elegido por Altos Hornos de Vizcaya, era posible.

Por último, el trabajo apunta que el origen de la captación de los mer­cados nacionales por parte de la empresa dominante. Altos Hornos de Vizcaya, podría residir en las limitaciones contractuales. Los elevados bene­ficios que aportaban, por un lado, la cartelización del sector y, por otro lado, el generoso margen de beneficio que implicaba producir dentro de la escala de los contratos preferenciales de mineral, dan una explicación alternativa a la actuación de la siderurgia española en este período.

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EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ FERNANDO CARNERO LORENZO

Universidad de La Laguna

RESUMEN

£1 objeto de este artículo es estudiar el mercado del agua en Canarias con una perspectiva de largo plazo y mostrar los resultados en las Islas de esa forma de gestionar el recurso. En un primer apartado se plantea un modelo teórico de funcionamiento que luego se intenta corroborar a partir del análisis de la trayectoria de los precios. Ahora bien, esa trayectoria también ha estado condicionada por el hecho de que la propiedad del agua ha estado concentrada en pocas manos, como se muestra en el segundo epígrafe. Finalmente, se discute si en Canarias el agua ha sido gestionada de forma eficiente a lo largo del siglo xx.

ABSTRACT

The aim of this paper is to study the water market in Canaries in the long run and to show how this resource was managed in the Canary Islands. In the first section, a theoretical model of operation is presented and then is tested to examine the evolution of water prices. We show that the evolution of waterprices is conditioned by the fact that the property of water has been concentrated only in few hands. Finally, we discuss if in the Canary Islands the water has been efficiently managed during xxth century.

JEL Classification: N53, N54, 0 1 3 , Q21, Q25.

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: octubre, 2002. Fecha de aprobación por el Consejo de Redacción: mayo, 2003.

Revista de Historia Económica Año XXI, Pnmavefa-Verayio 200}. N." 2.

373

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

INTRODUCCIÓN

En 1999 se reformó en España la Ley de Aguas de 1985, siendo uno de los cambios más notables el que desde entonces puedan realizarse cesio­nes de los derechos al uso privativo de las aguas entre particulares. Se han pretendido resolver así los problemas de asignación ineficiente del recurso existentes hasta el momento, pues, como señala Santos Redondo, (e)l uso del agua en la agricultura española presenta muchos ejemplos de irra­cionalidad, que aunan ineficiencia económica y deterioro de los recursos natu­rales. La solución a ambos problemas puede venir de la aplicación a la gestión del agua de los criterios de la economía de mercado \ Ante la pregtmta que se hacen Rico y Gómez Limón , de si funcionarán los mercados de agua en España, convendría estudiar aquellos territorios en los que ya existe un mercado y analizar si el resultado de su aplicación ha sido una asignación más eficiente ^.

Uno de esos territorios es Canarias, cuyo mercado de agua ha sido presentado por Simpson y Ringskog como de gran relevancia para Lati­noamérica y otras zonas (...) dada su larga tradición de libre funcionamiento ^. El agua tiene dueños, y los consumidores han de acudir a ellos si quieren adquirir la que necesitan para satisfacer sus necesidades. Se establece enton­ces un mercado en el que las ventas se realizan al mejor postor, primando la búsqueda de la maximización del beneficio de los propietarios del recur­so. Esto ha provocado la desviación del agua hacia los empleos que pueden pagarlo, porque a su vez pueden repercutir la elevación de costes en el precio de sus productos. Así no es de extrañar que, además de por otros factores, la actividad agraria de las Islas se haya ido concentrando en un número cada vez más limitado de cultivos, y que desde finales de los años sesenta el sector servicios haya ido acaparando una porción creciente de la oferta hídrica disponible.

La oferta disponible convencional (aguas superficiales y subterráneas) ha tocado techo, porque este sistema de gestión no sólo ha generado efectos

' Santos Redondo (1999), p.l47. En la misma linea se encuentran los trabajos del grupo formado por M. Blanco, A. Garrido, E. Iglesias, J. M. Sumpsi y C. Várela-Ortega, tanto de forma individual como colectiva. Sólo como ejemplo. Garrido (1994 y 1996) o Sumpsi fía/. (1998).

^ Rico y Gómez-Limón (2002). ' En lugar de análisis de casos, cada vez abundan más modelizaciones y estudios de

tipo teórico que intentan refrendar las bondades del mercado como mecanismo de asignación, como los recogidos en Sumpsi et al. (1998), pp. 93-261; Várela-Ortega et al. (1998); Caxias et al. (2000), o Gómez-Limón y Arriaza (2000), entre otros.

'' Simpson y Ringskog (1997), p. 36.

374

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

sobre los consumidores. La búsqueda de beneficios rápidos, sumada a la existencia de una demanda capaz de pagar prácticamente cualquier precio al poder trasladarlo al consumidor, ha generado la sobreexplotación del acuífero y su paulatino agotamiento, siendo necesario en la actualidad com­plementarlo con agua depurada para cubrir parte del consumo agrícola, y desalada para el urbano y turístico.

El objeto de este artículo es estudiar el funcionamiento del mercado del agua en Canarias con una perspectiva de largo plazo y mostrar los resultados de esa forma de gestionar el recurso. En un primer apartado se plantea un modelo teórico de funcionamiento que luego se intenta corro­borar a partir del análisis de la evolución de los precios. Ahora bien, esa trayectoria también ha estado condicionada por el hecho de que la pro­piedad del agua ha estado concentrada en pocas manos, como se muestra en el segundo epígrafe. Finalmente, se discute si en Canarias el agua ha sido gestionada de forma eficiente a lo largo del siglo xx.

LA DINÁMICA DEL MERCADO DEL AGUA

El agua en las Islas es propiedad privada, y como tal, los demandantes tienen dos formas de acceder al recurso para satisfacer sus necesidades. La primera, comprando acciones o participaciones de alguna entidad pro­pietaria de galerías o pozos, lo que da derecho a un porcentaje del caudal que se obtiene igual al que se tiene del capital. Y la segunda, adquiriendo el agua a la que da derecho una participación durante un año —en el Norte de Tenerife el período es enero-diciembre y en el Sur es julio-junio—, o por períodos inferiores al año. La existencia de oferentes, demandantes y transacciones de agua a cambio de un precio permite hablar de mercado; ahora bien, no se trata de un mercado perfecto y autorregulado, sino que adolece (stc: carece) de suficiente transparencia, tal y como afirma Fernández Bethencourt —gerente del Consejo Insular de Aguas de Tenerife y uno de los principales defensores del sistema imperante en Canarias—, aunque lo catalogue también de muy eficiente ' . Esa doble lectura también la realiza Sumpsi , pues lo califica como un sistema con eficiencia técnica en el empleo del agua, poco despilfarro a la par que habla de omisión total del control de los acuíferos, mercados monopob'stícos y poco eficaz fun-

' Fernández (2001), p. 259. ' Sumpsi et al. (1998), p. 90, tras la lectura de los trabajos de Domínguez (1996)

y Batista (1997).

373

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

cionamiento del mercado. ¿Puede un mercado ser eficiente y poco eficaz al mismo tiempo?

Por otra parte, dados los elevados costes en los que hay que incurrir para la extracción de agua, los desplazamientos a la derecha de la curva de oferta sólo se producen cuando el precio es lo suficientemente remu-nerador. Esto implica que el aumento de la demanda genera sucesivas situaciones de escasez de agua. Cuando esta carencia eleva la cotización hasta un punto en que merece la pena arriesgar más capital, se inician las perforaciones de más galerías y pozos en busca de un aumento de la oferta. Esa mayor cantidad de agua disponible permite una etapa de relativo equilibrio en el mercado, hasta que una nueva ampliación de la demanda provoca de nuevo la escasez. Y así sucesivamente hasta que se llega a un punto en que el acuífero es incapaz de recargarse en la misma cuantía que las extracciones. Es entonces cuando comienza la verdadera lucha entre demandantes por el recurso. Con el agua en pocas manos —que pueden cambiar de nombre mediante la compra de títulos o porque nuevas per­foraciones roben caudal a las antiguas—, todo aumento de la demanda se refleja en un movimiento en el mismo sentido de los precios . Al haber llegado en algunos casos al límite de extracción, los recursos hídricos con­vencionales (superficiales y subterráneos) han comenzado a complemen­tarse con los obtenidos a partir de la desalación y la depuración de aguas negras desde los años setenta. Aunque a nivel regional su aportación a los caudales utilizados era inferior al 10 por 100 del total a finales del siglo XX (cuadro 1), algunas islas ya mostraban su absoluta dependencia de estos sistemas, como Lanzarote y Fuerteventura, y a finales de 2002 el agua desalada ya cubría el 65 por 100 del consumo en el caso de Gran Canaria *.

En Tenerife, el agua desalada y depurada no alcanza en la actualidad el 7 por 100 del consumo ', aunque su importancia es creciente. Sin embar­go, en esta isla ha habido un incremento de los caudales disponibles a partir de la entrada en funcionamiento de BALTEN en 1989, un organismo autónomo del Cabildo de Tenerife encargado de la explotación de las balsas de las que éste es titular ^°. Además de ofrecer a los agricultores una infraes-

' Ejemplos del funcionamiento de otros mercados de agua pueden encontrarse, entre otros, en las compilaciones realizadas por Aguilera (1992) y Embid (1996), o en Aguñera y Nunn (1989), Gil (1993), Sumpsi et al. (1998), pp. 73-91, o Simpson y Ringskog (1997), pp. 17-49.

* Según publicaba el periódico local Canarias 7 en su edición de 9 de febrero de 2003. ' Aguilera (2002), p. 36. '° www.aguastenerife.org/4_tfeyelagua/4-10_datoseconomicos/4-10_4.html

376

9,00 5,00

24,50 5,50 0,00 0,00 0,20

44,20

9,12 10,00

131,00 220,50

12,00 73,00

1,70 457,32

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

CUADRO 1

Recursos de agua en Canarias en 1997 según origen (HmVaño)

j j Superficial Desalada Recursos y subterránea y depurada totales

Lanzarote 0,12 Fuerteventura 5,00 Gran Canaria 106,50 Tenerife 215,00 La Gomera 12,00 La Palma 73,00 El Hierro 1,50 Total 413,12

FUENTE: Planes Hidrológicos.

tructura de almacenamiento en la que conservar los excedentes de agua que hasta entonces se perdían, cobrando un porcentaje de la misma por la prestación del servicio, también gestiona la infraestructura para la reu­tilización del agua tratada en la depuradora de Santa Cruz de Tenerife, convirtiéndose así en un oferente más en el mercado de agua tinerfeño.

Ahora bien, como el aumento de la oferta hídrica disponible que han supuesto las desaladoras, las depuradoras y BALTEN se ha llevado a cabo en los últimos años, no creemos que invalide el modelo teórico planteado en una perspectiva de largo plazo. ¿Se corresponde este modelo con la realidad? Es complejo dar una respuesta concluyeme, entre otras razones, por la opacidad de las transacciones. Para intentar responder se presenta en el gráfico 1 la evolución de los precios del agua en Arucas (Gran Canaria) y en Tenerife durante el siglo xx. En el primer caso, el precio proviene de la contabilidad de la Finca Mirón " , una explotación platanera que contaba con doce azadas de agua de la Heredad de Arucas y Firgas, es decir, teóricamente, algo más de cinco mil metros cúbicos mensuales '^. Una cantidad que resultaba insuficiente en verano para regar las cinco

" La documentación de esta explotación ha sido cedida por sus propietarios y se encuen­tra depositada en el Archivo de Empresas del Departamento de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de La Laguna.

' Los más de 400 metros cúbicos de principios de siglo han ido reduciéndose hasta los actuales 166, debido al progresivo agotamiento de los veneros que alimentan el caudal de la Heredad.

377

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

GRÁFICO 1

Evolución del precio del agua en Anteas {Gran Canaria) y en Tenerife (Pesetas corrientes por metro cúbico)

100,0 -1

10,0

1 1——f r

19151920192519301935194019451950195519601965197019751980198519901995

FUENTE; Contabilidad Finca Mirón, Contabilidad Familia Marrero Álamo, Sánchez (1993), pp. 270 y 292, y Simpson y Ringskog (1997), p. 40.

hectáreas cultivadas, y de la que vendía la sobrante en invierno '^. Esto implica que la serie de precios es del mercado de agua para períodos infe­riores al año, por lo que pueden existir divergencias en la cuantía, no en la tendencia, con los marcados para ventas anuales o en otras zonas de la Isla ^\

Para Tenerife se presentan tres series. La primera procede de la con­tabilidad de la familia Marrero Álamo " , con propiedades en Granadilla, en el Sur de la Isla, y acciones de las galerías Gambueso, Madre del Agua y La Sorpresa, que vendía por períodos de un año la que no necesitaba; la segunda, para la misma zona, fue publicada por Sánchez y procede

" Una hectárea de platanera en Arucas requería 16.500 m' anuales. ''' Sánchez (1993), p. 258, publica un gráfico con los precios del metro cúbico de

agua en San Mateo (Gran Canaria) entre 1961 y 1983, siendo mínimas las diferencias con las cotizaciones aquí empleadas.

" La documentación de las empresas de esta familia ha sido cedida por sus propietarios y se encuentra depositada en el Archivo de Empresas del Departamento de Historia e Ins­tituciones Económicas de la Universidad de La Laguna.

m

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

de la Delegación Provincial de Las Palmas del Servicio Geológico; y la tercera es la recogida en Simpson y Ringskog, cuya única referencia espacial es Santa Cruz de Tenerife, sin que se pueda distinguir si se trata de la ciudad o de la provincia '^.

En el caso de Arucas, se pueden distinguir tres etapas. La primera abarcaría hasta 1937, y durante este período prácticamente el único deman­dante era el sector platanero. Un sector en continua expansión, que en 1929 ya ocupaba más de 800 hectáreas —el 47 por 100 del total insular—, pero que no parece haber ejercido una excesiva presión sobre el recurso a tenor de la evolución de su precio, pues se movió en tomo a los setenta céntimos por metro cúbico, reflejando las oscilaciones la mayor o menor pluviometría anual. Es en ese contexto de escasa presión donde debemos situar la caída de los precios durante los años de la Primera Guerra Mundial y el primer quinquenio de los años treinta. En ambos casos, la disminución de las posibilidades de exportar generó situaciones de exceso de oferta de plátanos y una menor remuneración para los productores. Y también en ambos se barajaron dos opciones como mecanismos para superar la crisis; el cambio de cultivo o la reducción de los costes, principalmente los de riego. Tanto una opción como la otra provocaron un descenso de la demanda de agua, repercutiendo en ese mercado el exceso de oferta existente en el de fruta. La segunda etapa duraría veinte años. Dos décadas en las que de nuevo fue la ampliación del cultivo de plataneras la principal responsable de los incrementos de la demanda. Si en Arucas la superficie cultivada pasó de 715 hectáreas en 1940 a 1.000 en 1962, en el resto de Gran Canaria se duplicó en el mismo período. Sin embargo, este cre­cimiento tampoco se reflejó en el precio del agua, que pareció continuar moviéndose atendiendo a la climatología, con alzas pronunciadas en 1941, 1948, 1949 y 1953 debidas a la sequía. Ahora bien, si en la etapa anterior se debió este comportamiento a la escasa presión sobre el recurso, ahora fueron las instituciones las que interfirieron en el libre juego de la oferta y la demanda. El Bando de la Comandancia Militar de Canarias de 30 de octubre de 1936 fijó los precios máximos para el agua de riego, y a este Bando le fueron siguiendo otros que periódicamente ajustaron la coti­zación del líquido a medida que se revalorizaron los principales productos agrícolas '^. Una muestra de que la intervención del mercado fue más favo­rable para los demandantes que para los oferentes es que si el quince

'* Sánchez (1993), pp. 270 y 292, y Simpson y Ringskog (1997), p. 40. " En un intento de mejorar la rentabilidad de las explotaciones dedicadas a cultivos

de exportación, dado su papel como generadores de empleo y de divisas.

379

JUAN SEBASTIAN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

de abril de 1940 un Bando del Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife lo liberalizó, cuarenta y cinco días después volvió a regularlo al haberse producido un alza (...) absolutamente injustificada, por no haber experimentado en este corto período de tiempo aumento alguno el valor de los productos del campo. También centró el interés de las autoridades aumentar la oferta disponible de agua, su distribución y capacidad de almacenamiento. Ejem­plo evidente de esta preocupación fueron las múltiples y cuantiosas ayudas otorgadas a la construcción de pozos y galerías, así como embalses, están-ques y acequias .

Y con la Hberalización de finales de los años cincuenta se entró en la tercera etapa. Una etapa en la que los propietarios del agua iban a reforzar sus posiciones en el mercado. El acuífero grancanario estaba tocan­do techo, y los incrementos en la demanda no pudieron generar una res­puesta en el mismo sentido de la oferta, por lo que los precios comenzaron un ascenso vertiginoso al reducirse el control institucional sobre los mismos. Aunque los requerimientos hidráulicos de la agricultura se redujeron, tanto por minorar la superficie cultivada como por los cambios en los sistemas de riego, el creciente consumo urbano y turístico mantuvo la presión sobre el recurso y la tendencia alcista en las cotizaciones. El menor peso de la agricultura tuvo su reflejo en la estacionalidad de los precios del agua (gráfico 2). En las primeras dos etapas señaladas, las menores necesidades de riego en los meses de mayor pluviosidad (noviembre-febrero) implicaban una reducción de la demanda que hacía descender las cotizaciones, pagán­dose de promedio un 70 por 100 menos que el máximo anual. Sin embargo, los nuevos consumidores no agrícolas necesitan prácticamente las mismas cantidades de agua a lo largo de todo el año, con lo que las diferencias estacionales se han reducido sensiblemente.

Veamos lo ocurrido en el Sur de Tenerife. Partiendo de un nivel de precios similar al de Arucas en los primeros años cincuenta, dado el control institucional ya comentado, la igualdad se rompió en el segundo quin-

'* Así, entre 1940 y 1950 se otorgaron concesiones en Gran Canaria para nueve embal­ses, con una capacidad superior a los 10 millones de metros cúbicos, de los que sólo una tercera parte fueron de iniciativa privada. Por otra parte, entre 1947 y 1950 se realizaron cerca de seiscientas peticiones al INC en la provincia de Santa Cruz de Tenerife para la construcción de embalses privados, con una capacidad conjunta de 900.000 metros cúbicos, por un importe superior a los 9 millones de pesetas. En cuanto al Mando Económico de Canarias, aportó más de 10 millones de pesetas a la ejecución de obras hidráulicas privadas, bien por cuenta propia o colaborando con otras instituciones. Benítez (1959), pp. 205-207; Rodríguez (1986), pp. 87, 108 y 169, y Capitanía General de Canarias. Mando Económico del Archipiélago (s. f.), pp. 62-73.

380

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

GRÁFICO 2

Estacionalidad de los precios del agua en Anteas {Gran Canaria) (Porcentaje promedio de diferencia con el máximo anual)

o -10-

-20

-30

-40

-50

-60-

-70-

-80

-90

-100 e f m a m i

FUENTE: Contabilidad Finca Mirón.

quenio. Mientras en Gran Canaria comenzaban una trayectoria ascendente, en el Sur de Tenerife permanecieron bastante estables durante la década siguiente. El incremento de agua disponible en la zona fue parejo a la demanda, desempeñando un papel muy importante la canalización de las aportaciones hídricas de otras zonas ' ' . La apertura de galerías en los muni­cipios de Fasnia y Arico en los años cuarenta incrementaron considera­blemente la cantidad de agua disponible. De continuar dirigiéndola a las zonas habituales —Valle de Güímar, Santa Cruz de Tenerife—, hubiesen generado una situación de exceso de oferta en esos mercados, por lo que buscaron nuevos destinos. Surgió así Aguas del Sur, S. A., en 1941, con objeto de construir un canal que conectara Fasnia con Adeje, una sociedad formada por los principales terratenientes de la costa sur tinerfeña y pro­pietarios de los nuevos alumbramientos. Esa aportación de agua permitió la rauda expansión de la agricultura de regadío en aquella zona, man­teniendo trayectorias paralelas demanda y oferta hídrica gracias a la apertura de nuevas galerías en el trayecto cubierto por el Canal del Sur y a la

" Sobre el papel del Canal del Sur en la agricultura del Sur de Tenerife, consultar Martín (1991).

381

JUAN SEBASTIAN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

llegada de agua de la zona noreste de la Isla cuando se terminó el Canal Intermedio Norte-Sur ^°.

Ese equilibrio en el mercado acabó, de nuevo, cuando se alcanzó el límite de capacidad del acuífero. La oferta tocó techo, mientras la demanda continuó incrementándose, con el consiguiente efecto sobre los precios, que entre 1971 y 1976 se triplicaron, en el siguiente quinquenio volvieron a hacerlo, y se multiplicaron por 1,5 en el posterior. No es de extrañar, ya que la superficie cultivada de plátanos en el Sur de Tenerife, como ejemplo de la demanda agrícola, creció un 68 por 100 entre 1970 y 1980, hasta superar las mil hectáreas, nivel en el que se ha mantenido desde entonces, a la vez que las compras de agua por los municipios de la zona para abasto público pasaron de los dos millones de metros cúbicos de 1979 a más de diez en 1989; y ocurriendo ambos crecimientos en un contexto de oferta hídrica rígida ^\ Así pues, el movimiento seguido por los precios del agua, tanto en Arucas como en el Sur de Tenerife, refleja el comportamiento teórico planteado anteriormente. Mientras los despla­zamientos a la derecha de las curvas de oferta y demanda se fueron pro­duciendo prácticamente a la misma velocidad, no se generaron tensiones importantes en el mercado. Sin embargo, esa situación no se mantuvo en el tiempo, y el crecimiento de la oferta se ralentizó de forma progresiva hasta llegar al límite del acuífero. Con una demanda en continuo creci­miento y una oferta limitada, los precios se dispararon al alza.

LA IMPORTANCIA DE LA PROPIEDAD PRIVADA DEL AGUA

Un factor determinante en esa evolución de los precios del agua ha sido el control en pocas manos de su propiedad y de las infraestructuras para la distribución del recurso hídrico. Se trata de una situación de oli-gopolio, que se acentúa aún más cuando muchos de los pequeños partícipes que no consumen la totalidad de su agua ponen en manos de intermediarios la gestión de la venta de la misma, al no controlar directamente la evolución del mercado ni las redes de distribución ^ .

^ En este caso se trató de una Comunidad creada en 1955 para la construcción y explotación de un canal desde La Laguna hasta Guía de Isora, obra sólo planteable en un contexto de enorme diferencia de cotización del agua entre una y otra zona.

' En 1970, el agua disponible ascendía a 232 hectómetros cúbicos, para empezar a descender desde entonces. La oferta en Rodríguez (1995), p. 26, la superficie cultivada en Rodríguez (1986), p. 165, y las compras de agua en Rodríguez (1996), p. 61.

^ Aspecto aún presente hoy en día, como se recoge en Aguilera (2002), pp. 60-62.

382

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

Un control que se inició desde el mismo momento de la conquista y colonización del Archipiélago a finales del siglo xv, que trajo consigo el repartimiento de tierras y aguas superficiales entre sus principales pro­tagonistas ^ . El posterior desarrollo económico, basado en las exportacio­nes de azúcar, aumentó los requerimientos de recursos hidráulicos, no sólo para el regadío de los cañaverales, sino también para el funcionamiento de los ingenios ^^. En este contexto, los Heredamientos o Heredades de Aguas surgieron como organismos aglutinadores de los aguatenientes ^' y, con ellos, la separación de facto entre la propiedad de la tierra y del recurso hídrico, generándose un mercado del agua en el que estas instituciones desempeñaron una función preponderante como oferentes. Pero su tras­cendencia traspasó el umbral de lo puramente económico, pues en la mayo­ría de los casos se convirtieron en un pilar fundamental del poder de la oligarquía isleña durante el Antiguo Régimen, al ser los grandes terrate­nientes los principales partícipes ^ . El cuadro 2, en el que se muestra la estructura de la propiedad de cuatro Heredamientos localizados en Tene­rife y Gran Canaria, resulta muy ilustrativo sobre el elevado grado de con­centración de la propiedad del agua.

La crisis de los cañaverales a finales del siglo xvi y su sustitución por el viñedo, que requiere menos agua, aminoró la presión sobre las dispo­nibilidades de este factor. Esta situación de relativa calma en lo que al mercado del agua se refiere se vio alterada a mediados del siglo XK. La promulgación en 1852 del Decreto de Puertos Francos dio cobertura legal a una nueva etapa del modelo económico isleño, que algunos autores han catalogado como de crecimiento económico moderno ^ , basado en un nuevo producto exportador, la grana o cochinilla. En cuanto al agua, esta coyun­tura expansiva se caracterizó por un notable incremento de la demanda, ya que la productividad de los nopales dependía del regadío. Sin embargo, los Heredamientos se mostraron como unas entidades conservadoras opues­tas a la intromisión de agentes extemos, lo que entorpeció el correcto

" Los procedimientos para la distribución de la propiedad de estos factores productivos puede verse en Macías (1990a).

^* El consumo medio anual de una hectárea de cañaveral se estima en unos 16.000 m'. " Acerca de la génesis de los Heredamientos o Heredades de Aguas pueden consultarse

los textos ya clásicos de Guimerá (1953 y 1960), Peraza de Ayala (1969) y De la Rosa (1969).

^ Sobre los orígenes del mercado del agua y de la función socio-política de los Here­damientos, véase Macías (2000), pp. 183-189.

" Frente a la mayoría de la historiografía local, que habla de subdesarrollo y dependencia empleando los modelos centro-periferia, Macías (1983) fue de los primeros en formular una visión menos catastrofista de la historia económica insular.

383

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

CUADRO 2

Estructura de la propiedad en algunos heredamientos de Tenerife y Gran Canaria

Nombre del heredamiento

Fecha de la distribución

Número de partícipes

Concentración de la propiedad

% de la dula

79,84 44,66 57,03 34,16 39,36 46,19 43,06 34,45

% partícipes

15,39 3,23 2,86

11,11 11,43 13,04 12,12 10,53

LaOrotava 1543 26 Arucas-Firgas 1647 31 Arucas-Firgas 1710 70 La Mina 1749 18 Barranco Seco 1749 35 La Orotava 1869 46 La Mina 1880 33 Barranco Seco 1880 38

FUENTE: Macías (2000), pp. 189, 195 y 216-217.

funcionamiento del mercado de este factor productivo. Esta polémica no era nueva, ya que se remontaba a la primera mitad del siglo xix, con la reforma agraria liberal y los sucesivos procesos de desamortización, que pusieron de manifiesto la ofensiva lanzada por parte de los poderes públicos y de las fuerzas capitalistas por acabar con la situación hegemónica de estas instituciones antiguorregimentales *.

Dos hitos significativos en esta pugna fueron las leyes de 1866 y 1879, en las que se hizo referencia, entre otras cuestiones, al aprovechamiento público de los manantiales, lo que llevó a algunos ayuntamientos a explotar directamente los suyos o ceder su aprovechamiento a agentes privados distintos de las Heredades ^'. En segundo término, destaca el reconoci­miento del derecho de los propietarios a explotar el subsuelo de sus fincas, dando comienzo así a un febril proceso de alumbramientos, mediante gale­rías o pozos, que se vio acompañado por la necesidad de construir la corres­pondiente infraestructura de canalizaciones. Esta ingente labor trajo apa­rejada la necesidad de aunar esfuerzos y capitales, apareciendo una forma

' En relación a este conflicto resultan ilustrativos, además del trabajo de Macías (2000), pp. 202-231, los de Ojeda (1986) y Macías y Ojeda (1989). Acerca de la penetración de los agentes capitalistas en el mercado del agua, véase el trabajo de Camero y Nuez (2001).

^ De la cesión a terceros encontramos múltiples ejemplos en Nieto (1969a), pp. 109-113, si bien se debe reseñar que, en la mayoría de los casos, los adjudicatarios del servicio se reservaron el uso privado de los sobrantes de aguas públicas.

384

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

CUADRO 3

Reparto del capital en algunas empresas de aguas de Tenerife

en el primer tercio del siglo xx

Nombre de la Número de Concentración de la propiedad

comunidad partícipes „, , , • , % del capital °/o participes

Caleras e Higuerita 29 30,83 10,35

Agua Grande 36 26,67 11,11 ElSaucito 32 34,48 15,63

Agujero y Tío Chacón 33 34,16 9,09

El Fraile 20 28,33 10,00

La Platera 31 41,67 16,14

Hondura de la Florida 17 44,72 5,88

Aguas de la Isleta 38 32,00 10,52

Charco Andrés 6 20,00 16,67

Puerta de la Florida 48 39,00 2,08

El Cantillo 70 29,75 7,15

Fuentes del Cedro 115 31,65 6,09

Aguas de las Furnias 71 33,00 11,27

Los Príncipes 54 33,78 9,26

La Fuente 93 29,50 15,06 Godínez 77 28,49 6,50

La Isleta 94 26,14 9,57 Barbuzano 94 28,50 12,77

Romero 81 32,50 12,35

FUENTE: Uhros diarios de liquidación del impuesto de derechos reales y transmisión de bienes.

peculiar de empresas en las Islas: las comunidades de aguas ^°. El análisis

de la distribución del capital en estas nuevas empresas de aguas se toma

de gran importancia. Los trabajos relativos a esta cuestión son escasos,

generándose un lugar común en la opinión pública que habla de una enorme

dispersión del capital —lo que ha llevado a hablar de capitalismo popular

'" La compleja personalidad jurídica de las comunidades de aguas ha generado abun­dante literatura en Canarias. Consultar, por ejemplo, Guimerá (1953), Nieto (1969a, b y c), De la Rosa (1969). De hecho, no Ríe hasta la Ley de heredamientos de aguas del Archipiélago Canario de 27 de diciembre de 1956, que se les reconoció una personalidad jurídica propia como asociación de interés económico.

383

JUAN SEBASTIAN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

y/o de una situación de atomización de la oferta ^'. Sin embargo, cuando se ha conseguido información directa, los resultados de las investigaciones demuestran lo contrario '^.

Para aportar algo de luz a la discusión, presentamos dos muéstreos. El primero de ellos está compuesto por 19 comunidades de aguas que operaban en Tenerife durante el primer tercio del siglo xx (cuadro 3) —el 26 por 100 de las creadas en Canarias durante ese período—. Los resultados obtenidos parecen suficientemente significativos, ya que menos del 15 por 100 de los partícipes controlaban la tercera parte del capital en la mayoría de las comunidades, refrendando la idea de la concentración del negocio del agua en pocas manos. Dos casos destacan sobremanera. Hondura de la Florida y Puerta de la Florida, pues en cada uno de ellos un solo comu­nero poseía el 44,72 y el 39,00 por 100 del capital, respectivamente. En el lado contrario estaba Charco Andrés, pero al ser sólo seis partícipes no resulta un caso representativo.

Esta tendencia hacia la concentración de la propiedad se agudizaba en la segunda mitad de la centuria, como pone de manifiesto la segunda muestra que aquí se emplea, tomada de los datos parciales publicados por otros investigadores, y que se corresponde con el período 1960-1987 (cuadro 4). En la mayoría de las empresas que la integran, una quinta parte de los partícipes controlaban más de las dos terceras partes del capital de las mismas. Pero esta dinámica no sólo se daba en la propiedad, sino también en el proceso de comercialización, situación aún vigente, como señala F. Aguilera. En la actualidad, doce empresas controlan el 51,6 por 100 del agua privada que se vende en Tenerife —una de ellas posee el 21,8 por 100 de la cuota de mercado—, cuando su oferta propia es tan sólo un 38,8 por 100 del agua que negocian ^ .

Ahora bien, el problema no radica sólo en la concentración de la pro­piedad o de la gestión en pocas manos, sino que esas manos son siempre las mismas. Veamos, en la primera muestra referida al primer tercio del siglo XX tenemos once comunidades de aguas domiciliadas en los municipios del Valle de La Orotava, pues bien, el control de más de la cuarta parte del capital de casi todas lo tenían entre treinta personas ^'* (cuadro 5).

" Ver, por ejemplo, Domínguez (1996), p. 293, y Fernández (2000), pp. 7-9, o las decenas de artículos de opinión publicados en la prensa insular con motivo de la aprobación de la Ley de Aguas de Canarias de 1987 y su sustitución por la de 1990.

" Álvarez (1976), Quirantes (1981), Puga et al. (1997) y Camero y Nuez (2001). " Cfr. nota 22. '•• Esta concentración en muy pocas manos no era exclusiva del Valle de La Orotava,

386

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

CUADRO 4

Distribución de la propiedad en algunas empresas de aguas de Tenerife y La Palma (1960-1987)

Nombre de la Número de Concentración de la propiedad

comunidad partícipes „, , , . , „, % del capital % participes

La Afortunada 112 36,25 8,93 El Roque y Cercadito 159 34,71 6,29 Santa Ana 110 42,50 7,27 Cascada de Oro 94 45,63 7,45 Moraran 66 51,34 9,09 Flores del Funche 33 60,98 3,03 La Candelaria 103 27,89 2,88 ElBarbuzano 83 21,25 3,45 Salto de la Baranda 80 43,15 6,25 Poyatos 74 26,07 6,76 Cuevitas 185 33,52 4,32 Risco Blanco 84 32,50 5,95 Las Pilas y el Espigón 114 44,17 6,14 Saltaderitoy Hoyas de Fuente Frías... 70 32,54 10,00 San Antonio 29 20,00 3,44 Peral y Valle de las Aguas 47 44,25 8,51 Canal intermedio Norte-Sur 311 42,92 4,82 Canal Aguas del Sur 392 51,75 6,12 Dula de Guaijira 7 83,30 14,29 El Sauce 117 22,70 2,56 Los Guanches 5 44,00 20,00 Federación Isla Baja' 676 42,33 4,88 Comunidad en Güímar 1.018 50,00 5,50 Valle de La Orotava ^ 937 50,00 14,64

' Está compuesta por varias comunidades de aguas de los municipios de Garachico, Buenavista y Los Silos en Tenerife.

^ Se refiere al promedio de 7 empresas de esa comarca de Tenerife.

FUENTE: Álvarez (1976), Quirantes (1981) y Puga et al (1997).

Las únicas comunidades en las que no se alcanzaba ese porcentaje eran Los Príncipes, La Isieta y La Fuente, y eso. se debe a que los mayores propietarios de cada una sólo tenían participaciones de esa sociedad de

pues más del 30 por 100 del capital de cinco de las seis comunidades de aguas de San Juan de la Rambla que se incluyen en la muestra lo controlaban entre seis personas.

387

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

CUADRO 5

Control de comunidades de agua del Valle de La Orotava (1900-1930)

Porcentaje del capital de la comunidad de agua Titulares

1 2 } 4 5 6 7 8 9 1 0 n

A. M. D 0,7 3,0 A. R. S 1,0 0,1 1,0 10,1 1,0 2,0 B. B. L 9,9 1,4 C. G. F 1,0 0,7 8,0 1,0 D. G. G 0,5 2,0 F. Ltd 44,7 4,0 F. M. B 1,0 0,9 4,3 3,0 F. M. D 3,0 2,0 F. S. B 5,0 0,7 1,9 I .F . G 7,0 4,0 2,0 4,3 I. L. H 4,0 4,0 2,0 1,1 2,5 1,0 J. B. C 2,1 3,2 J. G. D 6,0 1,0 J. H 0,4 2,0 J. M. C. F 5,0 3,8 L. P. E 1,1 2,0 M. R H 3,0 1,0 1,0 N.A. N 1,4 3,1 N. G. A 2,0 3,0 2,2 2,2 P. C. S 0,4 2,0 P. E. L 1,0 2,0 P. G. D 3,0 11,0 P. S. S 4,0 2,0 8,6 P.Y. M 0,4 3,0 1,5 R. G. D 3,0 4,2 S. G.A 2,0 2,0 1,0 S. G. D 1,0 3,0 2,0 1,0 V. H. G 1,0 2,2 1,0 1,0 V.Y.Y 1,0 1,0 2,2 Y. B. Ltd 39,0 11,0 3,5 8,1 3,0 % capital 63,6 42,0 31,0 24,6 32,0 8,1 17,0 37,3 18,1 25,7 23,0 % partícipes 23,5 8,3 10,0 10,4 14,1 9,3 11,8 13,0 5,3 12,8 11,1

1. Hondura de la Florida, 2. Puerta de la Florida, 3. El Cantillo, 4. Fuentes del Cedro, 5. Las Furnias, 6. Los Príncipes, 7. La Fuente, 8. Godínez, 9. La Isleta, 10. Barbuzano, II. Romero.

FUENTE: Libros diarios de liquidación del impuesto de derechos reales y transmisión de bienes.

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EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

CUADRO 6

Control de empresas de agua en ha Palma (1975)

Comunidades

Poyatos Salto de la Baranda Flores del Funche La Fuente del Cedro... Unión de Aguas de Ga-

rafía Las Mercedes Morera ü Cascada de Oro El Roque y Cercadito.. Los Minaderos El Barbuzano Hidráulica de la Nieves Santa Ana La Candelaria Hidráulica de Breña

Alta Cuevitas Las Afortunadas Las Breñas

FCP

2,1 6,2

70,0 50,0

41,7 40,0

FUENTE: Quirantes (1981).

Porcentaje del

MB

5,5 21,2

LM

7,1 3,3

capital

AF

1,4

3,1 2,0 1,7

1 de las 1

FHG

3,6

4,1 3,3

comunidades de

SP

2,6 6,2

PR

7,0

7,0

aguas

MRA

3,1

50,0

Total

4,7 12,4 70,0 50,0

41,7 40,0

5,5 21,2

8,5 3,3 3,1 2,0 8,7 3,6

4,1 6,4 7,0

50,0

entre las que conforman la selección aquí presentada. Al parecer, esta tónica continuaba en el período comprendido entre 1960 y 1987, si bien la infor­mación disponible no es tan exhaustiva como la que se posee para el primer tercio del siglo XX. No obstante, tenemos algunos ejemplos para La Palma durante los años setenta (cuadro 6). Estas cifras corroboran la hipótesis de que unos pocos aguatenientes controlaban la propiedad de las comu­nidades de aguas de su ámbito de influencia. No en vano, uno de ellos poseía una participación muy elevada en varias comunidades. Según el SPA-15, esta situación era generaÜzable a otras islas. En este estudio se señalaba que nueve personas ocupaban el cargo de presidente en 44 comu­nidades de aguas de un total de 617 analizadas en Tenerife, y de ellas, una lo era de nueve empresas. En Gran Canaria ocurría algo parecido, pues de una muestra de 72 pozos, 43 eran de propiedad individual, de

389

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

los que un solo propietario poseía diez y otro cinco. Más aún, de los prin­cipales partícipes en comunidades de agua de San Mateo, uno lo era al mismo tiempo de cuatro de ellas, tres lo eran a su vez de tres empresas de aguas y otros ocho de dos '^. En resumen, eran y son sólo unos pocos los que venden agua, pudiendo imponer su precio.

LA EFICIENCIA DEL MERCADO DE AGUA

En 1994, A. Garrido se preguntaba si los mercados de aguas eran ente-lequias economicistas o si podían convertirse en soluciones a los problemas de asignación del recurso ^ . En el caso de Canarias, el mercado existe y no es mera entelequia; sin embargo, dada su particular operativa, puede cuestionarse su eficiencia como mecanismo para distribuir el agua entre los demandantes. Si eficiencia implica la asignación del recurso a la acti­vidad que mayor valor obtiene, sin duda lo es ^ . La reducción de la super­ficie cultivada sería una muestra del trasvase de agua desde una actividad de poca eficiencia (agricultura) a una con mayor eficiencia (turismo). Las más de cien mil hectáreas en producción en 1954 se han reducido a menos de la mitad en 2000 (cuadro 7). Pero se puede ir más allá y no diferenciar únicamente entre uso agrícola y no agrícola, sino hacerlo entre actividades que han podido repercutir en sus precios de venta la elevación del costo del agua y las que no, ya que de esa forma se incluyen algunas producciones agrícolas entre los usos eficientes.

Frente a la trayectoria general del sector, las hectáreas cultivadas de plátanos, tomates y papas de regadío continuaron creciendo hasta los años setenta, pues los precios de sus producciones evolucionaron de forma más o menos paralela a los del agua (cuadro 8 y gráfico 3). Sin embargo, la cotización relativa de los jornales se ha incrementado de forma considerable a partir de esa fecha, siendo este aspecto, y no tanto el alza de los precios del agua, lo que ha provocado la disminución de la superficie dedicada a estos productos *. Pese a esta reducción, entre los tres representan hoy cerca de la mitad de las hectáreas cultivadas en el Archipiélago, generando una especialización agrícola que hace el sector excesivamente vulnerable

" Quirantes(1981),pp. 25-27. " Garrido (1994). ' Sobre la necesidad de revisar algunos conceptos económicos cuando se habla del

agua, consultar la abundante bibliografía al respecto de F. Aguilera Klink. Sólo corno ejemplo, verAguilera(1994y 1999).

" Nuez (2000).

390

EL MERCADO DEL AGUA EN CANAMAS; UNA PERSPECTIVA mSTORICA

CUADRO 7

Evolución de la superficie cultivada en Canarias

1934 1954 1964 1974 1984 1994 2000

Total 93.520 107.045 82.940 67.372 55.100 50.200 44.595 Plátano 5.120 8.030 9.800 12.840 12.280 8.600 8.877 % sobre total 5,47 7,30 11,82 19,06 22,29 17,13 19,91 Tomate 3.920 11.280 12.400 6.400 3.930 4.700 3.114 % sobre total 4,19 10,54 14,95 9,50 7,13 9,36 6,98 Papa riego 3.720 8.860 9.400 10.740 7.340 5.000 6.005* % sobre total 3,98 8,28 11,33 15,94 13,32 9,96 13,47

* Incluye secano y regadío.

FUENTE: Anuarios de la producción agraria.

CUADRO 8

Evolución del precio relativo del agua para tomates y papas (ptas/m^ /ptas/kg) (media móvil 2.1.2)

Tomate

Papa riego

Gran Canaria Tenerife

Gran Canaria Tenerife

1934

1,64 n. d.

1,85 n .d .

1954

0,96 0,53

1,61 0,89

1964

1,70 0,32

1,45 0,27

1974

1,45 0,52

1,28 0,46

1984

2,04 0,78

1,71 0,65

1994

1,25 0,93

1,10 0,82

FUENTE: Anuarios de la producción agraria, para el precio de los productos, y gráfico 1 y Garrido (2000), p. 77, para el del agua.

a cualquier cambio en las condiciones en que se desenvuelve su comer­cialización.

Pero la asignación del agua vía precios, económicamente eficiente en teoría, ha despilfarrado ingentes cantidades de capital y trabajo en su obten­ción. AI tratarse cada isla de un sistema hídrico cerrado y no existir acuerdos entre todos los agentes que pueden extraer el agua, ha predominado la regla de captura, por la que todo lo que una perforación no obtenga, será extraído por otra ^'. Esto ha llevado a que, respetando las distancias míni­mas entre prospecciones —y no siempre—, cualquiera haya podido iniciar

" Aguilera y Rodríguez (1989), pp. 114-115.

391

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YANEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

GRÁFICO 3

Precio relativo del agua para platanera en Anteas (Gran Canaria) y en Tenerife (Pesetas/m^ / pesetas/kg.)

10,0

1,0

• Arucas

• Sur de Tenerife 1

• Sur de Tenerife 2

- S/C de Tenerife

0,1

1925 1930 1935 1940 19451950 1955 1960 1965 1970 1975 1980198519901995

FUENTE; Anuarios de la producción agraria, para el precio de la fruta, y gráfico 1, para el del agua.

la búsqueda de agua. Pese a los altos costes de entrada en el negocio, las perspectivas de beneficios han sido tan elevadas que el riesgo ha mere­cido la pena para muchos. Y así Canarias se ha ido llenando de galerías y pozos pese a que la productividad medida en metros cúbicos por kiló­metro haya ido descendiendo desde los años treinta. Una muestra de lo anterior es que entre 1973 y 1990 los kilómetros de galerías se han incre­mentado un 26 por 100 mientras el caudal se ha reducido un 23, y en cuanto a los pozos, su profundidad se ha duplicado y la cantidad de agua que han aportado es un 28 por 100 menor''°. Esta proliferación de galerías y pozos ha sido posible gracias a que el incremento en los costes de obten­ción del agua por la menor productividad de las perforaciones ha sido repercutido en el precio de venta, porque hay compradores que a su vez lo han podido transmitir a los consumidores de sus productos.

Ahora bien, lo que cabe plantearse es si un sistema despilfarrador y que tiende al colapso merece el adjetivo de eficiente, aunque haya con-

Elaboración propia a partir de Rodríguez (1995), pp. 51-52 y 70-71.

392

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

seguido asignar el recurso a las actividades que mayor valor monetario generan. Porque, efectivamente, en Gran Canaria desde mediados de los sesenta, en Tenerife la década siguiente y en La Palma algo más tarde, se ha llegado al límite en la explotación del acuífero. Por más que se perfore no se consiguen incrementos en la cantidad de agua disponible, e incluso lleva varios años disminuyendo. El modelo seguido hasta el momento en Canarias se ha mostrado insostenible, pese a que la asignación del recurso haya sido vía precios. Se confirma así la sospecha planteada por C. Tió Saralegui, de que con un sistema de mercado no hay incentivos para que los demandantes reduzcan el consumo agrícola de agua mientras puedan pagarla, poniendo entonces en peligro la sostenibilidad de los acuíferos'".

¿Quién se ha bebido el agua? En todos los casos, buena parte de la responsabilidad del agotamiento del acuífero recae en la enorme expansión del cultivo de la platanera '' , y no tanto en el aumento de la demanda urbana, al menos hasta los años setenta. Veamos, si supusiéramos que los consumos de agua por habitante y hectárea de platanera y tomate reco­gidos en el SPA-15 para 1973 en Gran Canaria se hubiesen mantenido constantes durante las dos décadas anteriores, estos tres demandantes de agua habrían pasado de emplear el 77 por 100 de la producción de agua en 1950, al 96 por 100 en 1965, y de los 35 Hm^ en que habrían incre­mentado el consumo, 27 serían para el riego de las nuevas explotaciones plataneras (cuadro 9). En el caso de Tenerife, la oferta disponible de agua prácticamente se duplicó entre 1950 y 1980 para atender a un aumento de la superficie cultivada de plátanos en la misma magnitud, aunque más espectacular fue la evolución en La Palma, donde la primera se multiplicó por 2,73 mientras la segunda lo hizo por 4,44 ^^.

Como se ha visto, la competencia por el agua entre el consumo agrícola y no agrícola, atendiendo a la mayor capacidad de pago del segundo, ha de ser analizada con una mayor perspectiva. Lo que está ocurriendo hoy

' Tió(2001),pp. 72-73. *^ Un cultivo cuya importancia no puede medirse simplemente por la superficie que

ocupa. En los años cincuenta representaba el 41 por 100 del valor de la producción agraria de las Islas y el 47 por 100 de sus ingresos por exportaciones. Aún hoy, cuando la agricultura supone menos del 6 por 100 en ocupación y Valor Añadido Bruto de Canarias, los productores plataneros perciben unos 210 millones de euros y dan trabajo a unas 25.000 personas. Pero sus efectos no son sólo económicos, pues, además de haber modelado el paisaje insular, se trata de una de las imágenes exteriores del Archipiélago.

•" Para la superficie, consultar Rodríguez (1986), p. 100, y para el agua disponible. Rodríguez (1995),p. 26.

393

JUAN SEBASTIAN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

CUADRO 9

Evolución de los consumos de agua por los principales demandantes en Gran Canaria

1950 1965 1973

Consumidores

Población 331.725 460.607 556.174 Plátano (has) 2.817 4.200 4.058 Tomate (has) 7.000 7.300 3.425

Consumo

Población ÍHm^) 15,7 21,8 26,3 Plátano (Hm') 55,1 82,1 79,3 Tomate (Hm'j 52,6 54,8 25,7 Suma(Hm^) 123,4 U8.7 131,3 Oferta (Hm^) 160,0 165,3 158,1

FUENTE: SPA-15, citado en CÍES (1976), pp. 22-29, Anuarios de Producción Agraria, Censos de población y Rodríguez (1995), p. 26.

en los mercados de agua no es sino otro paso más en el proceso de apro­piación del recurso por el sector más fuerte económicamente. Plátanos, tomates y papas acabaron con el acuífero desde los años setenta, es decir, determinados usos agrícolas habrían sido los responsables de la situación actual en el mercado del agua. Unos usos agrícolas que cambiaron las estrategias hidráulicas en muchas zonas y que provocaron la desaparición de otras producciones de regadío '*''. Una vez agotada la posibilidad de incrementar la oferta hídrica, la lucha entre los demandantes se tomó más encarnizada, y si antaño la trilogía agroexportadora ganó la batalla, hoy es vencida con su misma arma: el precio ^^.

" Consultar Batista (1996) y Reyes (1989). •" Sólo como ejemplo, el 6 de julio de 2001 el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife

aprobó la compra a galerías del Sur de la Isla de más de nueve millones de metros cúbicos de agua para el abastecimiento urbano por un importe de 800 millones de pesetas {La Opinión de Tenerife, 1 de julio de 2001). El precio resultante se acerca a las 90 pesetas por metro cúbico.

3^4

EL MERCADO DEL AGUA EN CANARIAS: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

CONCLUSIONES

Una de las respuestas que se ha dado en España para solucionar los problemas de gestión del agua es que su distribución se haga vía precio, a través de un mercado. La bibliografía sobre el tema abunda en simu­laciones y modelos que intentan explicar los posibles efectos de la aplicación de ese sistema de asignación. Las modelizaciones plantean mercados autorregulados y perfectos, en los que todos los participantes tienen los mismos niveles de información y funciones de utilidad claramente definidas. Olvidan, de forma premeditada o no, que en la actualidad existen territorios en España en los que se pueden realizar estudios sobre la eficiencia del mercado como distribuidor del agua. Canarias es uno de esos territorios. En las Islas, históricamente, el precio del agua ha reflejado el resultado del juego entre oferentes y demandantes. Ahora bien, el mercado canario de agua no es autorregulado ni perfecto, sino oligopolístico, y en el que abundan prácticas mercantiles poco transparentes. Una tendencia al oli-gopolio que ha venido marcada, entre otras cuestiones, por los elevados costes de la ampliación de la oferta.

¿Ha sido eficiente la asignación del agua realizada por el mercado en el Archipiélago? Si por eficiente se entiende que ha ido hacia aquellas actividades que más valor han generado en cada momento, la respuesta es que sí. Ahora bien, lo que cabe plantearse es si un sistema despilfarrador e insostenible en el tiempo merece ese calificativo. Despilfarrador porque las captaciones de agua han continuado creciendo pese a que la producción por kilómetro perforado no ha hecho sino disminuir. Una situación que ha sido posible únicamente porque el aumento de los gastos de extracción ha podido ser trasladado a las cotizaciones del líquido obtenido al tratarse de un mercado cautivo. Mientras los principales demandantes han reper­cutido en los precios de venta de su producción o servicio ese alza de los del agua, no han existido incentivos para la reducción del consumo, ni para la limitación de nuevas perforaciones de galerías y pozos, lo que ha conducido a la sobreexplotación del acuífero. Así pues, la asignación vía precio, por sí misma, no es la panacea para los problemas de distribución del agua, sino que es necesaria la existencia de un marco normativo que defina correcta y claramente las reglas del juego, y que sea aceptado por todos los agentes participantes. En Canarias, la falta de regulación ha posi­bilitado el oligopolio, y la ausencia de incentivos para un consumo más moderado, el agotamiento del recurso.

395

JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ Y FERNANDO CARNERO LORENZO

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EL KEYNESIANISMO DESDE LA ÓPTICA DE LOS PAÍSES ATRASADOS: SU ADAPTACIÓN POR MANUEL DE TORRES A LA ECONOMÍA ESPAÑOLA *

JUAN ZABALZA

Universidad de Alicante

RESUMEN

El siguiente trabajo se propone estudiar la introducción del keynesianismo en España a través de los escritos de Manuel de Torres, probablemente el más activo de los economistas que adoptaron de una u otra forma la nueva doctrina en la posguerra. Dada la escasez en España de una reflexión teórica original, el artículo prestará especial atención a la adaptación que realiza Torres de las ideas keynesianas al contexto de la economía española. En particular, las ideas keynesianas contribuyeron decisivamente a sustituir la vía agraria defendida por Torres como camino de desarrollo de la economía española por el industrialismo que sostiene en la posguerra. El articulo ofrece las claves de esta evolución doctrinal y reivindica el papel de las ideas económicas como poderoso instrumento de transformación.

N. de E.: Fecha de recepción del artículo: junio, 2002. Fecha de aprobación por el Consejo de Redacción: mayo, 2003.

* Una versión previa de este trabajo se presentó en la 11 Reunión de la Asociación Ibérica de Historia del Pensamiento Económico (Oporto, 14-15 de diciembre de 2001), Se han incorporado al mismo los comentarios que suscitó de José Luis Cardoso, Mario Gómez Olivares y Manuel Jesús González. Debo agradecer de manera muy especial las numerosas sugerencias que he recibido de Salvador Almenar, las cuales han sido decisivas de cara a perfilar la versión definitiva del mismo. También se han tenido presentes los comentarios de Enrique Fuentes Quintana, Emest Lluch, Carlos Barciela, José Luis Cardoso y Vicent Llombart, miembros del Tribunal de la Tesis doctoral que sirvió de punto de arranque a la elaboración de este artículo. Por último, deseo agradecer la colaboración del Profesor Jesús Astigarraga y las sugerencias de dos evaluadores anónimos.

Revisia de Historia Económico Año XXI Primavera-Verano 2001 N° 2.

399

JUAN ZABALZA

ABSTRACT

The main aim of the article is to analyse the introduction of keynesianism into Spain through the Manuel de Torres' works, the most active proponent of the new doctrine duríng the forties and fifties. The article focus on the adaptation to the Spanish context of the Keynes's ideas by Manuel de Torres. In particular, Keynesianism contrihuted to replace the agrarian ideas defended by Torres in the thirties by a new interest in industrial development during the 40's and 50's. Thus, the article provides an explanation of Torres' doctrinal evolution and vindicates the role played by the economic ideas as an instrument of transformation. These ideas contríbuted to change the Torres perception of the Spanish economic reality.

JEL Classification: B22, B31, E12, N14.

En los últimos años la historiografía sobre la difusión internacional

de las ideas económicas ha experimentado un importante impulso (Co-

lander y Coats, 1989). A ello ha contribuido la proliferación de historias

nacionales del pensamiento económico en países en que la ciencia eco­

nómica no había alcanzado un alto grado de desarrollo (Almodóvar y Car-

doso, 1998). En estos países la escasa originalidad teórica obligó a la adap­

tación de doctrinas del exterior que, asimiladas, respondían a las exigencias

requeridas por las distintas realidades económicas, perfilando la reflexión

de los economistas \ Entre las distintas doctrinas, la difusión internacional

del keynesianismo ha suscitado una especial atención de los historiadores

de la economía ^.

En España, los estudios disponibles acerca de la difusión del keyne­

sianismo ofrecen una primera aproximación de carácter pano rámico ' . Las

primeras noticias del economista británico llegaron a principios de los años

veinte a raíz de la publicación de The Economic Consequences of the Peace

(1921). Durante los años treinta, en el debate periodístico que tuvo lugar

' Véase Cardoso (1994), Cardoso y Lluch (1999), Lluch (1980, 1999). 2 AAW (1984), Abraham-Frois y Larbre (1997), Bastien y Cardoso (1997), Biní y

Magliulo (1998), Hall (1989), Pasinetti y Schefold (1999), PsaUdopoulos (1996). Al igual que el término «neoclasicismo», la expresión «keynesianismo» ha sido utilizada por los eco­nomistas de formas diversas. Desde los que la identifican estrictamente con la doctrina del propio Keynes, hasta los que en un sentido más amplio la emplean para referirse a toda la literatura económica hermanada con las tesis del economista inglés, es decir, además de la de sus discípulos, la de economistas que sin pertenecer al círculo de Keynes ofrecían un planteamiento alternativo a la economía «neoclásica». Los términos «keynesiano» o «key­nesianismo» se emplean en esta ocasión en su segundo y más amplio sentido (Beaud y Dostaler, 1995, pp. 50-51).

' Almenar (1983, 1997, 1999, 2001, 2002), Beltrán (1993), Velarde (1983, 1988).

400

EL KEYNESIANISMO DESDE LA ÓPTICA DE LOS PAÍSES ATRASADOS

en la prensa diaria en torno a la política de obras públicas, se acudió con cierta frecuencia a la autoridad de Keynes y entre los econonústas profesionales tuvo un cierto eco la publicación de Treatise on Money (1930)''. Sin embargo, The General Theory of Employment, Interest and Money (1936), el trabajo que a la postre sería el punto de referencia para las generaciones posteriores de economistas, publicado en febrero de 1936, apenas pudo ser conocido antes de la Guerra Civil por un reducido grupo de economistas. Hay que esperar a la mitad de los años cuarenta para ver publicados los primeros y meritorios trabajos teóricos de carácter key-nesiano ' . Sin embargo, salvo puntuales excepciones, no puede hablarse de una reflexión teórica de alto nivel y, por tanto, la recepción del key-nesianismo en España debe contemplarse, preferentemente, desde la óptica de la economía aplicada y de la política económica. Al menos eso parece revelar tanto la atención prestada a las disputas sobre las políticas de pleno empleo —el llamado White Paper del Gobierno británico y el plan Beve-ridge—, como el debate en torno a la aplicación de The General Theory (1936) a los problemas de desarrollo de España que tuvo lugar en las páginas de la revista De Economía (Fuentes Quintana, 1951).

Manuel de Torres fue uno de los impulsores de la introducción de la doctrina keynesiana en España desde varios puntos de vista. De una parte, Torres fue el autor de la primera contribución teórica de carácter keynesiano publicada en España. Teoría General del Multiplicador (1943) es un intento quizás demasiado pretencioso de integrar el «multiplicador» de la inversión de Keynes y el «acelerador» de Harrod con el fin de explicar la «totalidad del ciclo económico». De otra, desde la dirección de la sección de economía de la editorial Aguilar, promovió la traducción de un conjunto de textos fundamentales de la órbita keynesiana que carecían de versión castellana, algunos de los cuales habían contribuido a cincelar su propio pensamiento —Hicks (1950), Andersen (1946), Pedersen (1945), Philip (1949) y Schneider (1949, 1958)—.

Esta participación de Torres en la difusión del keynesianismo ya había sido señalada por otros estudiosos . No obstante, en este artículo se pre-

" Almenar (1997, pp. 15-16), Sánchez Arbós (1935). ' Los más significativos son: Cano Denia (1948), Figueroa (1947), Sánchez Ramos

(1945), Torres (1943). ' Cotorruelo (1976), Fuentes Quintana (1976), González (1990), Velarde (1974, 1978,

1990). Sobre Torres existe además una monografía (Zabalza, 1995), una tesis doctoral inédita (Zabalza, 1998) y un trabajo que interpreta sus ideas hacendísticas (Zabalza, 1998a).

401

JUAN ZABALZA

tende mostrar que, aunque la primera aproximación de Torres a la teoría keynesiana vino motivada por su interés en la explicación teórica de las fluctuaciones cíclicas, avanzada la década de los cuarenta, adaptó dicha doctrina como fundamento analítico de una estrategia de desarrollo eco­nómico industrialista. Naturalmente, la aceptación de la industrialización como estrategia de desarrollo para los países «atrasados» como España, supuso una inflexión fundamental en su pensamiento económico, puesto que en la década de los treinta defendía una «vía agraria» de desarrollo para la economía española. Las próximas líneas tratan de demostrar que la principal responsabilidad de esta evolución corresponde a las nuevas posibilidades y espacios, anteriormente inexistentes, abiertos por la propia doctrina keynesiana. Por último, el trabajo pondrá en evidencia la corres­pondencia entre el esfuerzo teórico de Torres, sus escritos sobre la eco­nomía española y la multitud de iniciativas que abanderó a lo largo de la década de los cincuenta.

1. DEL AGRARISMO DE LOS AÑOS TREINTA AL INDUSTRIALISMO DE LA POSGUERRA. DOS MODELOS DE ACUMULACIÓN DE CAPITAL

La adaptación del keynesianismo por Manuel de Torres se ensambla en una trayectoria intelectual que se inicia en los años treinta. Por entonces, Torres, ayudante en la Cátedra de Economía Política que ocupaba Zuma-lacárregui en la Universidad de Valencia, estaba vinculado a la Derecha Regional Valenciana, grupo político comprometido en la defensa de los «intereses» económicos de la agricultura de exportación valenciana . Torres

' En los círculos económicos valencianos era de uso común la expresión «industrias naturales» para designar aquellas industrias competitivas que no necesitaban recurrir a la protección y que, por tanto, quedaban excluidas de sus críticas (Villalonga, 1980, pp. 124-125; Torres, 1935). Sin embargo, las denominadas «industrias artificiales» o industrias muy pro­tegidas, entre las que se incluían las de abonos nitrogenados cuyos productos formaban parte de los costes de producción de los ciJtivos de regadío, eran el blanco de los ataques de los exportadores agrarios. La oposición al proteccionismo integral e industrial de la Res­tauración y la Dictadura había inclinado a los grupos vinculados a la exportación agrícola en Valencia hacia posiciones librecambistas. Éste era el caso de la Derecha Regional Valen­ciana y de su principal líder, Luis Lucia. Al comienzo de los años treinta, Manuel de Torres, también militante de dicho partido, diseñó una estrategia alternativa a los sectores libre­cambistas del partido, que se proponía defender los «intereses» económicos de la agricultura valenciana (Zabalza, 1995, pp. 24-26).

402

EL KEYNESIANISMO DESDE LA ÓPTICA DE LOS PAÍSES ATRASADOS

pensaba, por influencia del economista italiano Luigi Einaudi, que el pro­ceso de acumulación de capital en las sociedades capitalistas se sostenía sobre la capacidad de generación de ahorro privado que automáticamente se transformaba en inversión (Meacci, 1988). La formación de ahorro se vinculaba a la generación de beneficios; por tanto, exigía un nivel de precios que, a juicio de Torres, las fuerzas del mercado eran incapaces de alcanzar por sí mismas.

Torres empleaba como marco anah'tico una noción del equilibrio gene­ral inspirada por Enrico Barone y que había aprendido en los escritos del economista agrario italiano Arrigo Serpieri. Barone, en su conocido artículo «II ministro della produzione nello Stato Collettivista» (1908), publicado en Giomale degli Economisti, había ideado una teoría del equi­librio general que sustituía el subastador walrasiano, metáfora del libre juego de las fuerzas del mercado, por una autoridad centralizada que establecía los precios de acuerdo a la programación económica. No obs­tante, la mayor parte de los elementos del sistema walrasiano quedaban preservados. Torres sintetizaba esta idea de la siguiente forma: «Una eco­nomía que reconozca estos dos principios fundamentales [la libertad de consumo y la libertad de elección de trabajo], cualesquiera que sean sus ulteriores diferencias, es una economía en la que todo el sistema de equi­librio está determinado por los precios» (Torres, 1935a). De este modo. Torres establecía el alcance y los límites de la intervención estatal, cuyo principal cometido, a su juicio, era el fomento del ahorro. En la actividad agraria, su principal objeto de estudio en los años treinta, la garantía de precios remuneradores de los productos agrícolas, la eliminación del doble gravamen del ahorro en la tributación personal —oponiéndose a la Ley Carner de 1932— y el estímulo de las modalidades de cultivo del arren­damiento y, especialmente, de la aparcería, contribuirían a la consecución de dicho objetivo.

En este contexto, la solución de la denominada «cuestión social» agraria se reducía a resolver el problema técnico de la expansión de los regadíos, dado que el desarrollo económico agrario bajo la modalidad de la aparcería, según Torres, no producía inestabilidad social. Esta concepción era común entre muchos agraristas españoles del período que atribuían a la extensión y progreso de la agricultura, la solución de los problemas sociales (Robledo, 1993). En particular, Torres estimaba que la aparcería era la modalidad de cultivo más adecuada para compatibilizar desarrollo económico agrario y estabilidad social, pues los altos beneficios se repartían, al compartir pro­pietario y agricultor los riesgos económicos. En la agricultura valenciana

403

JUAN TJ&hUA

de la década de los treinta, la aparcería era la modalidad de cultivo pre­dominante en el secano, mientras que el arrendamiento imperaba en la producción de regadío (Calatayud, 1989). Sin duda. Torres pensaba que la extensión de los cultivos de productos agrarios de exportación debía estimularse a través del aumento de sus precios, que induciría a los apar­ceros a transformar los cultivos de secano en cultivos de regadío, una vez se dieran las condiciones previas de la transformación. Las raíces de este planteamiento son italianas. En concreto, la influencia de Arrigo Serpieri es de nuevo manifiesta *. En definitiva. Torres vinculaba desarrollo eco­nómico, «cuestión social» y marco institucional, en una velada pero frontal crítica al liberalismo económico y político, no exenta de una manifiesta predilección por la actividad agraria. Definía esta última actividad como un «modo de vida» con el fin de diferenciarla de la actividad industrial, cuyas consecuencias sociales como la proletarización, el enfrentamiento de clases o la desigualdad económica eran indeseables ' .

Tras la Guerra Civil, esta concepción de la acumulación de capital y su aplicación a las particularidades de los países atrasados se modificó en algunos de sus términos de forma sustancial. Para comprender esta evolución hay que tener en cuenta tanto la influencia que ejercieron sobre Torres la lectura de The General Theory (1936) de Keynes y otros trabajos keynesianos, como la observación de la realidad desde la óptica de estas lecturas. El resultado fue una transición desde el agrarismo militante de los años treinta, hacia una nueva idea de desarrollo económico que, por una parte, se distanciaba del pensamiento industrialista «a ultranza» de los círculos de ingenieros del Ministerio de Industria y, por otra, del agra­rismo demagógico y antündustrialista de los primeros tiempos del fran­quismo (Velasco, 1984). La posición intermedia que Torres preconizaba situaba a la industria como motor del crecimiento económico. Sin embargo, la agricultura, lejos de quedar relegada a un plano secundario, contribuía a eliminar los impedimentos que en países atrasados como España plan­teaban los procesos de industrialización, en particular, la presión sobre la balanza de pagos.

Este nuevo marco analítico que comienza a fraguarse a mitad de la década de los cuarenta, es anunciado en los prólogos e introducciones de las monografías de la editorial Aguilar y alcanza su culminación y expre-

* Los trabajos de Serpieri que, a mi juicio, ejercieron una mayor influencia sobre Torres fueron Serpieri (1925, 1929, 1929a).

' Lxjs testimonios son múltiples y particularmente claros en el Diario de Valencia, desde cuyas páginas encabezó una labor de adoctrinamiento a los sectores agrarios valencianos.

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sión más perfecta en Teoría de la política social (1949). La expresión «po­lítica social» es significativa, al situar en el centro de la discusión teórica la «cuestión social» con el carácter singular que tradicionalmente presen­taba en España. Ahora, sin embargo, inspirándose en una idea contenida en el Capítulo xxiv de The General Theory (Keynes, 1973 [1936]), toma un perfil preciso al identificarse con una distribución de la renta injusta y vincularse con la teoría del ciclo económico y la industrialización. Sobre esta idea Torres construye su modelo analítico integrando elementos per­tenecientes a distintas tradiciones teóricas.

2. LAS CLAVES DE UNA EVOLUCIÓN INTELECTUAL

Esta transformación de las ideas económicas de Torres se manifiesta en dos áreas. Una primera, de naturaleza metodológica, es la división del trabajo entre técnicos y economistas, que moderniza algunos de sus plan­teamientos epistemológicos del período anterior. Esta distinción, como se verá, pretendía crear un espacio para la crítica de la política económica en el marco del estado autoritario franquista. Una segunda, la introducción de elementos teóricos de cuño keynesiano, supone, por el contrario, una novedad absoluta. En efecto. Torres desarrolló un conjunto de argumentos, dispersos en varios escritos, que trataban de demostrar, a la luz de la teoría keynesiana, los beneficios de la industrialización en los países atrasados (Torres, 1950, 1955, 1956). El núcleo teórico de este nuevo planteamiento era la construcción de un modelo macroeconómico de distribución que permitía establecer los efectos económicos y sociales del proceso indus-trializador y su solución.

La reflexión metodológica como requisito de la crítica de la política económica

Las raíces del planteamiento metodológico de Torres se encuentran en el Ensayo sobre la naturaleza y significación de la Ciencia Económica, de Lionel Robbins, y en algunos escritos de Luigi Einaudi'". Estos trabajos contienen una perspectiva que subraya la estricta separación entre fines y medios en la política económica y la correspondiente división de tareas entre políticos, que establecen los fines, y economistas, cuyas ocupaciones

Robbins (1980 [1935]), Einaudi (1936).

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son propiamente técnicas. Torres había mantenido durante los años treinta una separación entre política y economía bajo otros presupuestos. En con­creto, la fórmula «fines de la nación», expresaba que éstos se elevaban sobre los intereses particulares de sectores e individuos y estaban deter­minados en función de las características propias de cada país en un con­texto de subordinación o predominio de la «Política» sobre la «Economía». Torres desarrolló estas ideas inspirado por la versión moderada de la ciencia económica corporativa etiquetada como la «terza via» e integrada por algu­nos de los más prestigiosos economistas italianos como Amoroso, Del Vec-chio, De Stefani, Serpieri o Vito, entre otros. Estos economistas sostenían la necesidad de una nueva estructura estatal que habilitara al Estado para una inter\'ención que permitiera superar la crisis económica, ante la pasi­vidad que demostraba el sistema del laissez-faire. Sin embargo, no era un grupo rupturista con la economía neoclásica, pues no renunciaban a utilizar sus poderosos instrumentos analíticos ^^

La reflexión de Robbins ofrecía un marco que superaba las debilidades de este planteamiento, al elevar a categoría científica la labor del eco­nomista. Este último, al restringirse al estudio de los medios, encontraba un ámbito de libertad para la crítica científica en el marco del Estado autoritario español de los años cuarenta y cincuenta, al asumir de forma aparentemente acrítica los objetivos de política económica prescritos por la autoridad política '^. Esta metodología descartaba de forma voluntaria, y no por falta de reconocimiento de sus logros analíticos, los avances que en este momento se producían en el campo de la economía del bie­nestar tales como los test de compensación y la construcción de funciones de bienestar social. El coste de la elección de Torres fue significativo, pues la metodología fines-medios, tal como la adopta Torres, incurre en algunas contradicciones lógicas. La más evidente era la consideración de la redistribución de la renta como un fin y a la vez como un medio de la política económica para alcanzar el objetivo de pleno empleo, pues de acuerdo a la metodología fines-medios anteriormente descrita, los polí-

" El planteamiento metodológico y analítico de este grupo de economistas se puede consultar en CavaÜeri (1994), Zagari (1982).

' No obstante, en ocasiones no alcanzaba los resultados deseados, como demuestra la reacción que se produjo desde el periódico falangista Arriba, que respondió severamente a los planteamientos contenidos en la conferencia «La coordinación de la poÜticá económica» (Velarde, 1968, pp. 39-41).

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ticos determinaban los fines y los economistas los medios '^. Sin embargo, conocedor de dichas limitaciones y debilidades, nunca hizo rectificación alguna durante la década de los cincuenta. Las razones parecen claras. Tanto en términos de inmunidad respecto al poder político como de efi­ciencia, la metodología «fines-medios» era superior en el marco de un Estado autoritario.

Esta opción metodológica se complementaba con la distinción entre efectos primarios y secundarios de la política económica. Esta operativa estaba inspirada directamente por el seminal trabajo de Jan Tinbergen, «Econometric Business Cycle Research», que introdujo el dinamismo en los modelos econométricos con el objeto de explicar el mecanismo del ciclo económico y las consecuencias de las medidas de política económica (Figueroa, 1965). En este trabajo, Tinbergen distinguía entre los efectos primarios o «impacto» y los efectos «secundarios» de la política económica, que formalizó matemáticamente en el sistema de Elementary Equations y gráficamente en el conocido Arrow Scheme (Tinbergen, 1939-1940). De este modo, la intervención del economista o técnico, capaz de prever los efectos «secundarios» de las medidas de política económica, era no sólo normativamente deseable, sino técnicamente imprescindible. Torres deno­minaba «teoría de la política económica» a los fundamentos analíticos de dicha intervención. Su consecuencia más inmediata era la «coordinación» de la política económica (Torres, 1950a, 1953).

La nueva reflexión analítica

Keynesianismo e industrialización

En la segunda mitad de la década de los cuarenta, comienza a detectarse en los escritos de Torres una progresiva aceptación de la industrialización como vía de desarrollo económico para España. Naturalmente, ello sig-

" El origen de la contradicción es la adopción de la rígida distinción de Robbins entre dos conjuntos, uno de fines y otro de medios, totalmente disjuntos. Todo hubiera sido más sencillo si, adoptando un enfoque más moderno, hubiera distinguido entre fines pri­marios, secundarios y terciarios y, paralelamente, entre políticas económicas primarias, secun­darias y terciarias, de tal modo que un fin pudiera convertirse en medio para otro fin. Sin embargo, esto hubiera exigido eliminar la distinción de Robbins, pues el economista debería asumir la responsabilidad de posicionarse respecto a los fines (Colm, 1965). Sin embargo, la estricta distinción de Robbins pertenecía al núcleo metodológico y teórico de Torres y era, por tanto, irrenunciable.

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nificaba una mutación fundamental en su pensamiento económico y, en particular, en su teoría del desarrollo económico. No en vano, Torres empleó en sus explicaciones en la Facultad de Ciencias Políticas y Eco­nómicas de Madrid el tratado de comercio internacional de Gotfried Haber-1er, publicado en España en 1936, que expresaba serias dudas sobre la validez de la teoría del comercio internacional neoclásica (Velarde, 1990). No obstante, fue la influencia de The General Theory (1936) de Keynes la que le permitió entender la industrialización de los países atrasados como una estrategia de desarrollo económico. En efecto, poco después de publi­carse Teoría de la política social (1949), Torres estimaba que la aplicación de la teoría keynesiana de la demanda efectiva al campo del comercio internacional era el fundamento de una nueva estrategia de desarrollo eco­nómico de los países con un cierto atraso económico: «la industrialización de los países atrasados, al elevar su renta real, tiende a promover el inter­cambio con los demás, llevándolo a un nivel absoluto más alto, aunque, en estas condiciones, el comercio internacional represente un porcentaje menor de la producción total» (Torres, 1950, p. xvn) " . De este modo. Torres reemplazaba la división del trabajo que se deriva de la teoría neo­clásica de la ventaja comparativa, por otra sugerida por la teoría de la demanda efectiva, que facultaba el desarrollo industrial de los países atra­sados en el marco de la división internacional del trabajo.

El nuevo papel otorgado a la industria le ofrecía un espacio de maniobra suficiente para evitar el enírentamiento frontal con las autoridades franquistas que perseguían el objetivo de «industrialización a ultranza» y que, de esta manera. Torres asiunía en algunos de sus aspectos. Identificaba también los problemas específicos de la industrialización de estos países que exigían una constante vigüancia de la balanza de pagos con el objeto de evitar la insu­ficiencia de divisas (Torres, 1950). En el caso particular de España, Torres atribuía el origen de la escasez de divisas a la imperiosa necesidad de la industiia española de importar materias primas y bienes industriales inter­medios, cuya carencia causaba los habituales embotellamientos productivos.

'•* Esta cita procede de la «Introducción» al libro de Kurt Mandelbaum, La indus­trialización de los países atrasados (1950), que se tradujo al castellano cinco años después de su edición original inglesa por iniciativa de Torres. Este trabajo es considerado uno de los libros pioneros de la teoría moderna del desarrollo económico y ofrecía un enfoque keynesiano de este problema.

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Las consecuencias sociales de la industrialización. Nuevo diagnóstico y nuevo remedio

Pero la industrialización, y ello formaba parte del ideario de Torres desde los años treinta, conllevaba unos efectos sociales negativos. El nuevo procedimiento de agregación, característico del nuevo planteamiento key-nesiano, permitió a Torres construir un modelo macroeconómico con el que se determinaba la distribución del producto total entre los diversos factores productivos y se analizaban los efectos económicos y sociales de la industrialización ^ . Por tanto, la singularidad de dicho modelo estribaba en la diferenciación de dos tipos de rentas en función del riesgo asumido en el proceso productivo por los distintos factores de producción. Por un lado, las rentas «residuales» como el beneficio, cuyo fundamento es la anticipación de las remuneraciones del resto de los factores de producción, caracterizadas, por tanto, porque los agentes que las perciben asumen ries­go; por otro, las rentas «contractuales» cuyos perceptores no lo asumen —salarios y renta del capital o interés—. Esta distribución microeconómica de la renta, cuya fuente remota es Risk, Uncertainty and Pro/it (1921) de Knigth, aunque también se encuentra en Pedersen (1945) y Schneider (1958 [1950]), adquiere, por medio de un esquema de flujo circular y un procedimiento de agregación análogo al empleado por Schneider, una dimensión macroeconómica '^. En este contexto, el beneficio «funcional» se determina por medio de la siguiente ecuación:

" La taxonomía que ofrece Torres de los distintos tipos de distribución y redistribución de la renta parece original y completa. Dos categorías son interesantes desde el propósito de este trabajo. La «distribución funcional» o la atribución de renta a los distintos factores de producción en función de su posición en el proceso de producción en un marco macroe­conómico, y la «distribución personal», o el resultado de asignar las rentas percibidas en el proceso de «distribución funcional» por los distintos factores de producción a los pro­pietarios de los mismos. Análogamente Torres define la «redistribución funcional» que supo­ne la manipulación de la asignación en el proceso de distribución funcional, como es el caso de una política de racionamiento y la «redistribución personal» que transfiere rentas de unos individuos a otros, tal como ocuae, por ejemplo, con los impuestos personales y las prestaciones que con ellos se financian (Torres, 1949, pp. 90-148).

" Pocos años más tarde. Torres señalaba que había utilizado para construir el diagrama de flujo circular algunos elementos extraídos de unos resiimenes de la «teoría del ecocírculo», cuyo autor, Ragnar Frisch, se los había enviado personalmente (Torres, 1953-1955, p. 41). Sin embargo, el examen del ecocirc-graph del Oslo Institúte en la versión privada que también ofrece Tress, no revela ningún paralelismo con el diagrama de Torres. Tampoco se encuentra la distinción entre empresas productoras de bienes de consumo y de bienes de inversión en otros diagramas de flujo circular del período (Tress, 1948).

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BE = 1 - S " (1) BE: beneficio funcional. I: inversión. S: ahorro.

Pertrechado con esta ecuación del beneficio, Torres sostiene que la industrialización está asociada a un aumento de las inversiones y a un predominio de las industrias de bienes de inversión sobre las industrias de bienes de consumo. En consecuencia, la participación de las rentas residuales —como el beneficio— en el total de la renta aumenta. Puesto que la reciente teoría keynesiana del ciclo económico incorporaba la inver­sión púbHca como instrumento habitual de la poh'tica económica anticíclica, el aumento de la participación de los beneficios en la distribución de la renta quedaba asegurado. Parte de estos beneficios, consiguientemente, quedaban desvinculados del riesgo. A su juicio, esta distorsión respecto a una situación en que los factores fuesen remunerados en función de su aportación al proceso de producción, tenía consecuencias económicas negativas sobre el ciclo económico, puesto que las rentas de menor pro­pensión marginal al consumo aumentaban su participación en el producto y porque, además, se producían unas consecuencias sociales indeseables por la injusta distribución de la renta que acarreaba el proceso. Torres atribuía unos efectos de distorsión equivalentes a la inflación y al aumento del grado de monopolio en los diversos sectores, de forma que el análisis de los efectos del crecimiento económico en la producción y la distribución se convierte en un argumento repetitivo en su pensamiento económico .

Desde el punto de vista de la difusión de las doctrinas económicas, cabe decir que existe un innegable paralelismo con el planteamiento de

" He catalogado a lo largo de los escritos de Torres cinco versiones de su modelo macroeconómico y, por tanto, de la ecuación de beneficios (Torres, 1949, 1953-1955). El beneficio «funcional» se corresponde con la renta asignada al empresario por asumir riesgo una vez repartidos salarios (T¡, Td e interés (ÍQ, Kc). En el procedimiento de agregación empleado por Torres el beneficio «funcional» se corresponde con los excedentes del sector de bienes de consumo, omitiéndose el beneficio del sector de bienes de inversión, pues, siguiendo a Pedersen, se excluyen las transacciones interempresariales. Véase Apéndice 1. A mi juicio, son dos las razones de esta omisión. De una parte, no afecta al resultado final que pretende alcanzar Torres y, sin embargo, su introducción complica excesivamente la demostración. De otra parte, preserva la distinción analítica fundamental empresarios-no empresarios, es decir, los factores de producción que asumen riesgo y los que no lo asumen. Por tanto, el grupo de empresarios queda agrupado y caracterizado como agentes económicos que asumen riesgo.

'* En la ecuación (5) del Apéndice 2 se observa cómo el aumento de la inversión, o una política anticíclica a través del aumento del déficit fiscal aumentan los precios y, en consecuencia, también el beneficio «funcional».

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Keynes en Treatise on Money (1930). En efecto, tanto en el Treattse como en los trabajos de Torres, el beneficio se trataba como una renta residual. También, de forma análoga al Treatise, tanto precios como beneficios se determinaban por medio de una ecuación —fundamental la denomina Key­nes— que hace depender aquéllos de las diferencias entre inversión y ahorro. Sin embargo, Torres enriqueció la ecuación al vincular positiva­mente precios y beneficios al aumento del grado de monopolio, al déficit público y al saldo de la balanza de pagos (Torres, 1953-1955) ' ' . En con­secuencia. Torres justificaba la intervención estatal en los términos que expresa la ecuación de los beneficios: tanto la política monetaria como la fiscal o las políticas antimonopolistas pueden contribuir a corregir la distribución de la renta y a promover el crecimiento económico.

Sin duda fueron los escritos de los economistas de la Universidad de Aarhus, el danés Jórgen Pedersen y el alemán Eric Schneider principal­mente, quienes marcaron profundamente la pauta seguida por Torres ''. Estos autores construyeron un modelo macroeconómico que tenía un nota­ble paralelismo con el Treattse de Keynes. Esto explica la particular y a veces sorprendente combinación de conceptos propios de The General Theory (1936) con otros procedentes de o paralelos a los del Treatise on Money (1930), que caracteriza los escritos de Torres de los años cuarenta y cincuenta. Esta «vuelta» al Treatise también se detecta en su teoría mone­taria. Torres, siguiendo a Pedersen, diferencia entre medios de pago «ocio­sos» y «activos, eliminando del vínculo dinero-precios, al igual que el eco­nomista danés, los saldos ociosos. Esto no sucedía en el pionero trabajo de Torres Teoría General del Multiplicador (1943), donde la distinción sal­dos ociosos y saldos activos era un elemento explicativo del ciclo económico, pero no del nivel de precios. También allí la referencia era el Keynes de The General Theory (1936) y el objeto del trabajo la explicación del ciclo

" En el Treatise, Keynes (1971 [1930], p. 122) plantea dos ecuaciones fundamentales que vinculan la elevación de los precios —y beneficios^ de los bienes de consumo — 1 . ' ecua­ción fundamental— y de los bienes de inversión —2.^ ecuación fundamental— por encima de los costes de producción, a las diferencias unitarias entre inversión y ahorro. A diferencia de Keynes, Torres construyó tres ecuaciones fundamentales. Las tres vinculaban los precios de los bienes de consumo —y, por tanto, los beneficios— a las diferencias entre inversión y ahorro. Por tanto, de nuevo se omite el razonamiento para los bienes de inversión. Véase Apéndice 2.

^° En el artículo publicado en la revista Anales de Economía titulado «La relación dinero y precios», el vínciJo con el Treatise on Money y la teoría monetaria de Pedersen es aún más evidente. El propio título es tomado de Pedersen, quien utiliza dicha expresión para designar la teoría monetaria (Pedersen, 1945, pp. 157-167). Su obra Teoría y Política del dinero (1945) contribuyó decisivamente a orientar a Torres hacia el Treatise on Money.

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económico y no el estudio de las condiciones de desarrollo de la economía española ^\

Keynesíanismo y política social

Diagnosticado específicamente el problema, que Torres pensaba era connatural a los procesos de industrialización y explicaba el título y con­tenido de Teoría de la política social (1949), su solución es inspirada por el Capítulo XXIV de The General Theory y por parte de la literatura key-

' Durante los años treinta, Torres desarrolló su análisis en el marco de una noción genérica, más que de una teoría precisa, de equilibrio general microeconómico en el que existía una interdependencia de precios y cantidades de las distintas mercancías. Esta noción compartía con la teoría walrasiana el papel central asignado a las decisiones maximizadoras de los individuos. Sin embargo, difería del planteamiento walrasiano, tal como anteriormente se ha mencionado, en que la posición de equilibrio alcanzada podía no ser deseable y, por tanto, abría im espacio a la intervención del Estado por medio de la política de precios. La forma genérica en que Torres utiliza esta noción de equilibrio hace poco fructífera la discusión sobre el mecanismo de ajuste de equilibrio —tátonnement—, o sobre cuestiones que hoy en día son centrales en la moderna teoría del equilibrio general, tales como la existencia, unicidad o estabilidad del equilibrio. En la posguerra, el concepto de equilibrio de Torres adquiere un carácter macroeconómico. Por tanto, los precios relativos microe-conómicos no desempeñan ningún papel, y desde el punto de vista monetario la variable relevante es el nivel de precios. En consecuencia, la idea de que las fuerzas del mercado son incapaces de alcanzar una posición de equilibrio microeconómico deseable, se transforma en la idea de que el nivel de output alcanzado por el libre juego de las fuerzas de mercado no es suficiente para que se produzca el pleno empleo. Esto aparece claramente en Teoría General del Multiplicador (1943), trabajo que intenta estudiar los determinantes del nivel de demanda efectiva a lo largo del tiempo, por medio de los determinantes de la inversión y a través de los mecanismos del multiplicador y el acelerador. El planteamiento del equilibrio en Teoría de la Política Social (1949) y, en general, en el Torres de la década de los cincuenta, es decir, el que se ha analizado en este trabajo, sigue manteniendo la idea de que el mercado por sí solo puede no alcanzar el equilibrio. Como muestra la ecuación (5) del Apéndice 2, el equilibrio se produce cuando el precio se iguala al coste de producción —primer término de la ecuación—, y el beneficio, tal como lo definen Keynes en el Treatise on Money (1930) y Torres, se hace nulo. Según ambos, el mercado no puede garantizar la igualdad de ahorro e inversión. Keynes, en 1930, pensaba que la política monetaria era suficiente para restablecer el equilibrio. Torres, como se observa en la ecuación (5), también atribuía un papel esta­bilizador a la política fiscal, manteniendo, por tanto, una conexión con el Keynes de 1936. Sin embargo, no aparece, ni en el Torres de los años cuarenta ni en el de los cincuenta, el concepto de incertidumbre con la centralidad que lo hace en The General Theory (1936) como elemento esencial del desequilibrio económico. Cabe, por último, decir que, al igual que sostenía Pedersen, Torres preserva la soberanía individual de los agentes económicos y el propio mecanismo de arbitraje del mercado, que constituyen una parte central de su núcleo metodológico (Olesen, 2001, Zabalza, 1998). El concepto de equilibrio en Keynes puede consultarse en Caravale (1992). El debate en tomo a las mutaciones de dicho concepto de equilibrio en Keynes entre 1930 y 1936, en Marcuzzo (1998) y Renaud (1997).

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nesiana posterior. Torres estimaba que la nueva estructura del Estado «in­tervencionista» permitía introducir políticas anticíclicas redistributivas con el fin de reducir los efectos socialmente disgregadores del desarrollo indus­trial. El objetivo primordial era fomentar el crecimiento económico recon­ciliándolo con la justicia distributiva. Por tanto, la Teoría de la política social (1949) culmina una reflexión que vertebra todo su pensamiento eco­nómico durante la postguerra: el estudio del desarrollo económico y sus consecuencias en el marco de una economía atrasada y con gran peso del sector agrícola. Una preocupación común a muchos de los reformadores y economistas de la España contemporánea, pero que Torres afronta con un instrumental teórico y una visión social novedosos.

¿Pero cuáles eran concretamente estas políticas redistributivas? La segunda parte — «parte especial»— de la Teoría de la política social (1949) se propone precisar la política social que permitiera compatibilizar ambos objetivos, el «social» y el «económico». Con este fin, Torres catalogó y analizó exhaustivamente los efectos «impacto» y «secundarios» de las más importantes políticas sociales: pob'tica de salarios, participación de bene­ficios, seguros sociales y política de servicios sociales. El resultado fue una inequívoca opción por una política de redistribución que se implementaría por medio de un impuesto progresivo sobre la renta y por la consiguiente prestación de servicios sociales, frente a las otras tres alternativas que se acaban de mencionar. De una parte, los efectos «secundarios» de las polí­ticas de elevación de salarios y participación en los beneficios neutralizan los favorables efectos «impacto» debidos al proceso inflacionista que desen­cadenan tales medidas ^ . Por otra, los seguros sociales, según Torres, están limitados técnicamente al restringir su cobertura a los riesgos estimables por la ciencia actuarial, excluyendo los imprevisibles, tales como la enfer­medad o el paro. Es significativo que este planteamiento se distanciaba del expresado por Beveridge en Full Employment in a Free Society, que, no obstante, fue positivamente acogido en los círculos y publicaciones —Nueva Economía Nacional— cercanos a Falange ^ . Los servicios sociales.

" Torres (1949, pp. 151-211). Suponía, por tanto, un reconocimiento de la inelasticidad tanto de la oferta agraria como industrial españolas, pues el aumento de la demanda mone­taria causada por el aumento salanal o el aumento de la participación en los beneficios, no se correspondía, debido a los problemas característicos de la producción agraria y, espe­cialmente, a los embotellamientos productivos de los sectores industriales, con un aumento de la oferta productiva.

" Véase, por ejemplo, Gay (1946), Girón de Velasco (1945), Nueva Economía Nacional (1946, 1946a). El contenido del programa de medidas propuesto por Beveridge «one planned outlay on a long-term programme» se puede leer en los párrafos 213 a 222 (pp, 159-166)

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por el contrario, se ajustan a las prescripciones derivadas de la discusión teórica de la Teoría de la Política Social (1949). Por una parte, según Torres, poseen la estimable ventaja de que su financiación puede realizarse por medio del presupuesto, permitiendo su integración en el conjunto de la política económica de acuerdo al principio de «unidad de caja». Como la mayoría de estos servicios sociales se satisfacen con bienes producidos por las industrias de bienes de consumo, se modificaba la estructura de la producción y, en consecuencia, se reducía el beneficio desvinculado del riesgo ''. Por otra parte, la financiación de los servicios sociales por medio de un impuesto personal también se ajusta a las prescripciones que se derivan de la discusión teórica de la Teoría de la política social (1949). En efecto, por un lado, se trata de una exacción personal y, por tanto, se evita toda interferencia en el proceso de distribución «funcional» de la renta, al no recaer el impuesto sobre los costes de producción. Por otro, cumple la exigencia de la progresividad en la tributación, cuyo fun­damento no reside en el principio microeconómico de la utilidad marginal decreciente del ingreso, como ocurría en el lejano Studi sull'imposta di suc-cesione escrito por Torres en 1927, sino sobre el mecanismo keynesiano de la propensión a consumir.

Hasta aquí la interpretación que se sostiene en este trabajo. Sin embar­go, son reconocibles ciertas incoherencias en el planteamiento de Torres, algunas de ellas denunciadas por Knox en la recensión de Teoría de la política social publicada en The Economic Journal (Knox, 1950). Quizás, la más seria sea la definición de la distribución de la renta en términos «funcionales» y no personales. Una distribución injusta, a juicio de Torres, se caracteriza por una mayor participación de los beneficios en el total de la renta a costa de los salarios y las rentas del capital, sin que los empresarios asuman un riesgo mayor; pero, en realidad, la distribución «funcional» de la renta no es un indicador de la distribución de ésta entre

de Ful! Employment in a Free Society (1945). Harrod, ya en 1943, se refería, claro está, al primer informe Beveridge de 1942 Allied Services, señalaba las ventajas que supondría situar el denominado seguro de desempleo fuera del esquema Beveridge, por la dificultad que suponía tratar el desempleo como objeto de los métodos actuariales (Harrod 1943).

" Fisher (1946). Por la misma época, y en referencia al sistema contributivo que plan­teaba Beveridge, una de las máximas autoridades en esta materia señalaba que no existían razones para suponer que la Seguridad Social que se financia por medio de aportaciones fuera superior a un sistema financiado por imposición general (Peacock, 1952, pp. 103-104). Según Peacock, la financiación f)or medio de los impuestos permite establecer unas con­tribuciones de acuerdo con el ingreso e integrar la Seguridad Social en el conjunto de la política del gobierno.

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los agentes económicos. El juicio sobre los cambios en la distribución de la renta debe definirse en términos personales, es decir, una vez distribuidas las rentas factoriales —los beneficios, los salarios y las rentas derivadas de la propiedad del capital— entre los agentes económicos que tienen derecho a percibirlas de acuerdo a su contribución al proceso productivo —los empresarios que asumen riesgo, los trabajadores y los propietarios de dichos factores—. Otra objeción de cierta entidad es la parcial inter­pretación del Capítulo xxiv de The General Theory (1936) de Keynes. Éste, como harán después otros keynesianos, no sólo identificaba el objetivo del pleno empleo con el objetivo de redistribución de la renta, sino también con la redistribución de la riqueza. Por tanto, estos economistas tuvieron especial interés en reducir las rentas procedentes de la propiedad de los factores y, en particular, las procedentes de la propiedad del capital, por medio de medidas tales como la reducción de la concentración de capital, los bajos tipos de interés y la provisión de oportimidades iguales de edu­cación (Barna, 1945). Torres, por el contrario, ignora estas medidas, con la salvedad de la política antimonopolios y los impuestos de sucesiones y patrimonio. En realidad, su propia trayectoria intelectual revela una opo­sición explícita a la redistribución de la propiedad, idea en la que confluyen tanto su análisis teórico, al rechazar la redistribución «funcional», como sus creencias agrarias y católico-sociales, manifestadas claramente en el debate sobre la reforma agraria en los años treinta.

Estas debilidades de su planteamiento responden a una lógica precisa. En efecto. Torres se propone destacar los perjuicios derivados de una situa­ción en la que el riesgo se desvincula del beneficio. En este contexto, el indicador más apropiado de la distribución de la renta es el beneficio «funcional» y las políticas de redistribución de la riqueza no son el medio adecuado para redistribuir este beneficio «funcional» excedente en forma de salarios o rentas del capital. En parte, ello explica su preferencia por los autores escandinavos del grupo de Aarhus —Philip, Schneider y prin­cipalmente Pedersen— respecto al modelo IS-LM o sus derivados ^ . Pre­cisamente, Teoría y política del dinero (1945) de Jórgen Pedersen, con el que se formaron a iniciativa de Torres varias generaciones de economistas

" El modelo IS-LM (LL en la denominación original de Hicks), es la expresión gráfica de lo que se denomina «síntesis neoclásica», que intentaba interpretar la teoría de Keynes en términos de equilibrio económico y como una teoría particular —caso del desempleo en el mercado del trabajo— de una teoría más general. En Darity y Young (1995) se explica la evolución del modelo desde su primera formulación por Hicks, el mismo 1936, y su importancia como punto de referencia de los debates económicos a lo largo de varias décadas.

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españoles, se fundamenta sobre un modelo de distribución que vincula riesgo y beneficio. Por el contrario, las sucesivas versiones de lo que final­mente se denominó modelo IS-LM o síntesis neoclásica, dominante entre los economistas keynesianos desde la década de los cuarenta hasta finales de los sesenta, ignoran este vínculo y los cambios en la distribución. En consecuencia, el modelo de Pedersen se adecuaba al problema específico de la industrialización de España y a la particular percepción del mismo por Torres.

3. UN ANÁLISIS KEYNESIANO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EN LOS AÑOS CINCUENTA

Algunos autores han destacado el carácter «ingenieril» que inspiraba la poh'tica de industrialización llevada a cabo por el régimen franquista durante los años del aislamiento, ignorando cualquier tipo de racionalidad económica y entregándose al objetivo dominante de la autarquía econó­mica ^ . Los «teóricos» que la inspiraban, como Antonio Robert, Manuel Fuentes Irurozqui o Higinio París Eguilaz, utilizando como fuentes doc­trinales al rumano ManoÜescu o las más lejanas de List o Carey, pro­movieron una pob'tica de sustitución de importaciones con el fin de con­vertir a España en una potencia industrial ^ . Paralelamente y al igual que ocurría con los teórícos del corporativismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, se detecta en éstos y otros autores vinculados a Falange una iden­tificación de la política social con la elevación salaríal. Esta pob'tica fue llevada a la práctica de manera poco afortunada desde el Ministerío de Trabajo por José Girón de Velasco a partir de 1956, agudizando la tendencia inflacionista de la economía española, que obligó finalmente a la estabi­lización de agosto de 1959. Compañera de viaje de la política de elevación salaríal fue la instauración de un sistema de seguros sociales que habían comenzado a implantar las autorídades franquistas ya desde 1938, en plena Guerra Civil (Comín, 1996). En realidad, ello respondía al idearío falangista predominante en el Ministerio de Trabajo. Se apoyaba teóricamente sobre la idea de que tanto la elevación de los salarios como la limitación de los beneficios impedían la repercusión de las fases del ciclo económico sobre los trabajadores, evitando los efectos sociales derivados de la ines-

"" Véase González (1979), Velasco (1984). " Fuentes Irurozqui (1942), Manoilescu (1943), París Eguilaz (1945), Robert (1943)

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tabilidad económica y resolviendo, en consecuencia, la «cuestión social» *. Durante la década de los cincuenta, Torres manifestó públicamente sus dudas sobre la viabilidad de dichas políticas. A lo largo de múltiples con­ferencias celebradas en los más diversos foros y recogidas en gran parte en los volúmenes Teoría y práctica en la política económica (1955) y ]uicio de la actual política económica española (1956), trató de persuadir a las autoridades económicas de la imperiosa necesidad de eliminar las irracio­nalidades en que incurría la política económica.

La denuncia de Torres, al igual que las iniciativas que emprendió, tuvie­ron como referencia su reflexión teórica de los años cuarenta. Estas ini­ciativas tomaron en esencia dos direcciones. De una parte, la defensa de la tributación personal por medio de un impuesto personal progresivo sobre la renta (Torres, 1955). De otra, la necesidad de la coordinación de las distintas parcelas de la política económica y en particular del desarrollo de los diversos sectores productivos, que se fundamentaba en la idea de raíz keynesiana de la negación de la existencia de un mecanismo coor­dinador autónomo del mercado. Mientras una se implementaría desde el Ministerio de Hacienda, la otra exigiría la creación de un organismo coor­dinador —la Oficina para la Coordinación y Planificación Económica (OCYPE)—. Torres estuvo plenamente implicado en la fundación de la OCYPE inspirándose en el plan holandés, modelo que Torres adoptó siguiendo el camino marcado por la economista italiana Vera Cao-Pinna ^'. En ambos casos trató de encauzar su influencia por medio de las posi­bilidades que ofrecían la llegada de ministros de mentalidad algo más abier­ta, tales como Francisco Gómez Llanos y Mariano Navarro Rubio, con quienes Torres colaboró estrechamente.

La personalización de la tributación

En diciembre de 1932, el Parlamento republicano aprobó la Ley Camer que trataba de introducir el principio de personalidad en la tributación española. Manuel de Torres se había significado por su oposición a la ley. Por una parte, siguiendo a Luigi Einaudi rechazaba la obligatoriedad de la declaración, pues, a su juicio, suponía la intromisión en la intinudad

28 Girón de Velasco (1945), París EguUaz (1938, pp. 117-131). ' Según la interpretación más extendida, López Rodó, apropiándose de la idea de

Torres, adoptó el sistema francés de planificación indicativa (Cotorruelo, 1976; González, 1978).'

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de los ciudadanos. Por otra, denunciaba las nefastas consecuencias que la imposición personal acarrearía sobre el desarrollo económico al gravar doblemente la renta ahorrada respecto a la consumida '*. Este último argu­mento se apoyaba sobre ima teoría del desarrollo económico, anteriormente mencionada, que situaba el ahorro como la variable de la que dependía la inversión. Sin embargo, su reflexión teórica a lo largo de la década de los cuarenta modifica profundamente su pensamiento hacendístico, abierto ahora a la introducción de la personalización y la progresividad. Torres, de acuerdo con las orientaciones de la Hacienda pública keynesiana, asumió el principio de «beligerancia», de tal manera que la política finan­ciera no debía asumir fines propios —el equilibrio presupuestario, por ejem­plo—, sino que se integraba en el conjunto de la política económica y se convertía en su principal instrumento.

En este nuevo contexto teórico se sitúa el ofrecimiento y la posterior colaboración de la Facultad de Ciencias PoÜticas, Económicas y Comer­ciales con el Ministerio de Hacienda tras la llegada de Francisco Gómez Llanos. La colaboración se institucionalizó con la creación de la «Comisión de la Contribución sobre la Renta», uno de cuyos frutos fueron las «En­miendas del profesor Torres al Anteproyecto de Ley Articulada de mayo de 1954» ^'. Torres planteaba la introducción de la imposición personal en el sistema tributario español, que, a su juicio, no respondía únicamente a los principios de justicia y equidad tributarias, sino también al «principio de eficiencia económica» del impuesto (Torres, 1969). Es decir, el impuesto personal progresivo era un instrumento anticíclico fundamental de la poÜ-tica económica y un medio de atenuar las consecuencias sociales negativas de la industrialización.

La coordinación de la política económica

La idea de «coordinación de la política económica» tuvo como frutos tardíos la Contabilidad Nacional, la mencionada OCYPE e impulsó a

'" Indudablemente, ambas ideas tenían sus raíces en las tesis de Luigi Einaudi. Durante la década de los treinta y cuarenta, el debate en tomo al doble gravamen del ahono en los sistemas de imposición personal fue una de las cuestiones más discutidas entre los eco­nomistas que abordaban las cuestiones relativas a la Hacienda Pública.

" La colaboración de la Facultad se materialÍ2Ó en tres aportaciones: el llamado «In­forme Comisión Torres», que bajo la dirección de Torres —aunque éste apenas participara— fue elaborado por César Albiñana, Enrique Fuentes Quintana y Juan Velarde (Albifiana, 1969). El «Dictamen del profesor Torres» (Torres, 1969) y «Enmiendas del Profesor Torres al Anteproyecto» (Torres, 1969a), sin embargo, son propiamente de Torres.

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Torres a sumarse a la empresa de la elaboración de las Tablas Input-output ^^. El «Epílogo» de las Tablas Input-output de 1954 (TIOE-54, 1958), cuya autoría corresponde a Torres, expresa su preocupación explícita por el desarrollo económico y destaca las posibilidades que ofrecen las Tablas Input-output como instrumento de la programación económica en el con­texto de una economía como la española de los años cincuenta. En efecto, en este «Epílogo» Torres identifica de forma cuantitativamente más rigu­rosa el problema fundamental de los embotellamientos productivos en los sectores industriales; es decir, la denominada tendencia autofágica de algu­nas producciones industriales —industrias químicas, mecánicas, eléctricas y textiles— cuyo desarrollo generaba nuevas necesidades de importación de minerales y materias primas (Torres, 1958).

Pretendía también el «Epílogo» la demostración de la dependencia exterior de la economía española con el fin de aportar argumentos a favor de la apertura y en contra de la tesis de la «autarquía» que inspiró la «industrialización a ultranza» hasta bien entrados los años cincuenta '^. Finalmente, Torres utilizó los datos de las TIOE-54 para demostrar que una estrategia de promoción de las exportaciones era una vía más eficiente que la sustitución de importaciones. Con este fin, simplificando un pro­cedimiento empleado por Cao-Piíma, Torres clasificó los sectores econó­micos en «exportadores» e «importadores», calculando seguidamente lo

'• Las Tablas Input-output de 1954, primeras de la economía española, se debieron a la iniciativa de Valentín Andrés Álvarez desde el Instituto de Estudios Políticos y fue elaborada por un equipo formado por Alcaide Inchausti, Begué, Fernández Castañeda y Santos Blanco, al que se sumó Torres cuando los trabajos estaban a punto de finalizar. Torres se limitó a facilitar su publicación y escribir el «Epílogo» (Sánchez Hormigo, 1991, pp. 162-170; Torres, 1958) No obstante, por medio de Torres se contactó con Vera Cao-Pin­na y ello tuvo gran relevancia por dos motivos: la notoriedad que la profesora sarda había adquirido tras el éxito de un seminario internacional sobre los aspectos teóricos y prácticos del modelo de Leontieff, y porque permitió la utilización del ordenador del Instituto de Cálculo de Roma para calcular la matriz inversa de 29 fdas y 29 columnas. Cao-Pinna se desplazó a Madrid y explicó el método del análisis Input-output en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Allí compartió despacho con Leontieff, también de visita por España. El concurso de Cao-Pinna fue de gran utilidad por la similitud de la estructura económica de España e Italia. De hecho, la primera aplicación de las TIOE-54 corrió a cargo de la propia Cao-Pinna, quien comparó los resiJtados de las tablas españolas con las equivalentes italianas (Fomengo, 1997, pp. 161-162; Cao-Pinna, 1958, pp. 23-112).

" Tanto la generación de un clima aperturista- desde los ministerios de Hacienda, Comercio y Asuntos Exteriores, como las resistencias a la überalización en los años previos a la estabilización se relatan en González (1979, pp. 158-163). Guirao sostiene, no obstante, que en ocasiones la política comercial no asumía únicamente el objetivo de la autarquía, sino también de la modernización, como parece deducirse del Plan de Exportaciones de 1944 (Guirao, 1998).

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que llamaba productividad sectorial por medio del cociente entre valor añadido por el sector en cuestión y el output total; de este modo, construía una medida de la capacidad de generación de renta de cada uno de los sectores. Los datos de las 'nOE-34 revelaban la superioridad, según la medida de Torres, de los sectores calificados como «exportadores», en cuanto éstos tenían una mayor capacidad de generación de divisas ^'^. En definitiva, la utilización de las 'nOE-54 corroboraba la estrategia de indus­trialización «racional» que Torres defendía desde la década de los cuarenta. La agricultura de exportación posibilitaría la eliminación de los estrangu-lamientos de la actividad industrial por medio de la aportación de las divisas que desbloquearían los procesos productivos industriales. El requisito de todo ello era la apertura hacia el exterior y el fin de la autarquía. De nuevo, los problemas del desarrollo económico se traducían en el caso español y en la interpretación de Torres, en términos de una nueva relación agricultura-industria.

Las TIOE-54 tuvieron su continuidad en las Tablas Input-output 1954-1957, proyecto mucho más ambicioso y dirigido en esta ocasión por el propio Torres, autor de su «Prólogo» (Tortes, 1960). Según Ángel Alcai­de, este «Prólogo» es la aportación «más práctica y trascendental» de la obra porque «encierra la esencia de toda orientación para el planeamiento del desarrollo económico» (Alcaide, 1970). En realidad, esto no era una novedad en el pensamiento de Tortes, pues se trataba de nuevo del pro­blema de los estrangulamientos productivos y sus posibles soluciones. No obstante, en cierto modo el «Prólogo» es simbólico al escribirse en 1959, en un momento crucial para la economía española. Es ilustrativa la pregunta allí planteada: «¿y después de la estabilización qué?», aludiendo al carácter estructural de los estrangulamientos productivos, cuya eliminación exigía la programación económica por medio de la información ofrecida por las Tablas Input-output''.

Poco tiempo después, en 1960, guiado por esta necesidad de aportar instrumentos cuantitativos a la programación económica, Torres presentó, en un importante Congreso internacional celebrado en Bellagio, un con­junto de análisis originales que pensaba adecuados para los países en vías de desartollo y que había aplicado en España. Entre ellos destacan el análisis temporal de los costes medios y marginales y las balanzas intersectoriales que fueron muy bien acogidos entre algunos autores intemacionalmente

'' Torres (1958, pp. 118 y 131-132), Cao-Pinna (1956, pp. 229-245). " Véase Torres (1947) y Castañeda (1958) para evitar confusiones acerca del contenido

de la expresión programación y planificación económicas.

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reconocidos en la materia que se encontraban allí presentes (Isard y Cum-berland, 1960) ^^ El esfuerzo mereció la pena y las aplicaciones inmediatas de las Tablas Input-output —en particular, las TIOE-54— fueron fructíferas y en línea con las preocupaciones que Torres expresaba. La primera fue el cálculo de la repercusión de las tarifas ferroviarias sobre el coste de las mercancías (Torres, 1958). La segunda, a instancias de la FAO, trataba de determinar el grado de desarrollo del sector agrícola compatible con el desarrollo industrial (ICE, 1959). También se utilizaron las TIOE-54 para diseñar el Plan Nacional de Inversiones de 1959, cuya distribución trataba de fomentar el desarrollo de los sectores agrícolas netamente «ex­portadores», tal como Tortes los había definido (OCYPE, 1959). Por últi­mo, las Tablas Input-output constituyeron la base del influyente trabajo encargado por el Ministerio de Comercio, también dirigido por Torres, «El comercio exterior y el desarrollo de la economía española», cuyos resul­tados se resumen en las siguientes palabras:

«cuando consideramos la totalidad de la balanza del país, vemos que es posible incrementar la producción de estos sectores, sin gravar la balanza de pagos, en tanto en cuanto desarrollemos las exportaciones de los sec­tores absolutamente exportadores. En otros términos, que la condición para el desarrollo industrial del país es, salvo el caso de aportación de capital exterior, el incremento de las exportaciones que anteriormente hemos definido como procedentes de sectores exportadores por su propia naturaleza» (ICE, 1959).

La iniciativa de la primera Contabihdad Nacional se sitúa en la misma línea. Torres había manifestado la complementariedad de las Tablas Input-output y la Contabilidad Nacional con el objeto de coordinar la poh'tica económica en su conjunto, tal como argumentaban los especialistas de la época (Stone, 1954). Mientras las primeras eran el instrumento para determinar el «plan de producción» de la economía, la segunda se enca­minaba a diseñar el «plan monetario» (Torres, 1956). Velarde destacaba

*' Las balanzas sectoriales definidas para el comercio internacional e interregional per­mitían determinar con criterios más rigurosos si un sector era exportador —Totally Exporting Sector— o importador — TotaUy Importing Sector—, al incluir no solamente los movimientos de outputs, sino también de inpttts, tanto directa como indirectamente (Torres y Lasuen, 1960). Los costes medios —cociente entre los inpuls de un determinado sector y su output para cada uno de los años— y marginales —cociente entre el aumento de inputs respecto al año y el aumento del output también para cada año— definidos para una sucesión de años permitían determinar cuáles eran los sectores —ya fueran exportadores, ya impor­tadores— que a lo largo del tiempo mejoraban sus estructuras de costes. Los autores con­cluían que eran los sectores exportadores.

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las cualidades de Torres para llevar a término un proyecto de tal enver­gadura: decano de la Facultad, director del Instituto Sancho de Moneada, la disposición de una ayuda que consiguió gracias a sus buenas relaciones en el Ministerio de Hacienda y la dirección de un equipo que había ya trabajado conjuntamente en la elaboración de la 'nOE-54 (Velarde, 1978). Habría que añadir su notable experiencia acumulada en el cálculo de las series de Renta Nacional, precedente de la Contabilidad Nacional, en el seno del Consejo Nacional de Economía. Desde entonces ya era manifiesto el propósito práctico de la investigación, como revelan las discusiones en el seno de la Comisión de la Renta de 1945. A diferencia de Zumalacárregui y Perpiñá Grau que defendían limitar la discusión al mero cálculo técnico. Torres pretendía extraer consideraciones específicas de política económica (Martínez Mesa, 1997).

4. A MODO DE CONCLUSIÓN: EL PODER DE PERSUASIÓN DE LAS IDEAS ECONÓMICAS

En El problema triguero y otras cuestiones fundamentales de la agricultura española (1944) Torres reconocía que, al igual que Flores de Lemus, había cometido un error de interpretación al omitir la demanda efectiva como factor explicativo de la inflación en España durante la Gran Guerra (Torres, 1944). Fue lo que denominaba «moderna teoría» la piedra de toque que le permitió desvelar su error analítico. Desde este punto de vista, este trabajo trata de reivindicar para las ideas un cierto poder autónomo de persuasión, capaz de sustituir a otras ideas y de transformar la percepción de la realidad, algo especialmente pronunciado en la doctrina keynesiana (Hall, 1989). Sin duda, la sucesión de acontecimientos que desde el lejano período republicano se produjeron tanto en el ámbito de los hechos como de las ideas económicas modificaron sustancialmente el pensamiento eco­nómico de Manuel de Torres. Al retomar la pluma ya bien entrados los años cuarenta, reaparece un economista «moderno», que ha asimilado de una forma singular las profundas transformaciones que experimentó la cien­cia económica a lo largo de las décadas de los treinta y cuarenta. El agro-centrismo que caracterizaba su concepción del desarrollo económico de España en el período republicano es sustituido durante la posguerra por una estrategia de industrialismo racional, que exigía su coordinación con el sector agrario cuya contribución al proceso era imprescindible en las primeras etapas de la industrialización. Este aspecto fundamental del pen-

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Sarniento económico de Torres ha pasado prácticamente inadvertido en los trabajos precedentes. Sin pretender realizar una reconstrucción racional de este proceso de evolución intelectual, el trabajo ha desvelado algunas de las claves que permiten establecer el sendero de dicho itinerario inte­lectual; es decir, un conjunto de elementos comunes a las dos etapas que, sin embargo, adoptan forma diferente.

Sin duda, uno de ellos es la creencia en la inestabilidad que el lais-sez-faire introducía en el sistema económico, al ser incapaz de alcanzar por sí mismo una posición de equilibrio en todos los mercados. Aunque en los comienzos de su formación Torres recibió una poderosa influencia del economista liberal italiano Luigi Einaudi, pronto expresó serias dudas sobre la capacidad del sistema económico liberal para superar la crisis económica. De forma peculiar participó del sentimiento de decepción con la doctrina liberal que Hirschman considera fundamental para generar un estado de opinión favorable a una mayor intervención del Estado en la economía (Hirschman, 1997). Desde entonces inició una búsqueda inte­lectual que le llevaría a indagar durante los años treinta en los teóricos italianos del corporativismo. Pero no era la estructura del sistema de cor­poraciones en sí mismo —a su juicio éste era imposible de acoplar a la realidad económica española—, sino el carácter intervencionista de la doctrina el que atrajo la atención de Torres. De hecho, fueron los eco­nomistas de la versión moderada del corporativismo italiano denominada «tercera vía», como Barone o Serpieri, para quienes la estructura cor­porativa era un elemento accidental del sistema, los que inspiraron el intervencionismo económico de Torres. Tras la Guerra Civil española. Torres se encontró con el avance inicial del keynesianismo que creó nuevos espacios anteriormente inexistentes en el terreno del intervencionismo estatal, estableciendo unos nuevos límites y relaciones entre la esfera eco­nómica privada y pública (Hirschman, 1997).

El vínculo riesgo-beneficio, elemento fundamental de la teoría de la distribución de Torres, también toma ahora un nuevo perfil. Durante los primeros años treinta, este vínculo se manifiesta en el papel central de la aparcería como modalidad productiva en su modelo de desarrollo eco­nómico. En la posguerra, este vínculo conduce a Torres a asimilar la teoría de la distribución macroeconómica de la renta característica del grupo de economistas de Aarhus. La similitud de los planteamientos de Pedersen y Schneider con los de Keynes en su principal obra monetaria aboca al propio Torres a una posición cercana al Treatise on Money (1930). Es decir,

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a un planteamiento que se aleja del modelo IS-LM ampliado, la versión del keynesianismo dominante en los debates macroeconómicos durante la posguerra en el ámbito anglosajón.

El trabajo también ha mostrado una característica singular de Torres en el panorama del pensamiento económico de la posguerra en España que heredarían sus discípulos: el nexo entre la reflexión teórica, el análisis de las específicas posibilidades de desarrollo de la economía española y la tenaz tarea persuasiva dirigida a las autoridades económicas. En esta línea se sitúa la interpretación de la teoría keynesiana en términos de política económica y la construcción de un modelo, agregando conceptos y pro­cedimientos de otros economistas que, pese a algunas carencias analíticas, se adaptaba a las exigencias de la realidad económica y política españolas. De una parte, desde el punto de vista de la «visión», era compatible con el sistema político franquista, pues no cuestionaba los objetivos poh'ticos y económicos del régimen, aunque reivindicaba para el economista un mar­gen de actuación en el ámbito de los medios y de la compatibilidad de los fines. De otra, el modelo se adaptaba al principal problema de la eco­nomía española, el desarrollo económico a través de la industrialización y sus efectos directos e indirectos sobre los distintos sectores sociales. Natu­ralmente, el modelo IS-LM, a diferencia del modelo Pedersen-Schneider, más adecuado para el estudio de la estabilidad cíclica, no respondía a estas exigencias.

Por último, cabe decir que este itinerario recorrido por Torres no es una excepción en el panorama de la difusión de las ideas keynesianas en los países del sur de Europa, incluido España (Almenar, 2002). Por ejemplo, los economistas anteriormente mencionados de la «tercera vía» como Amo­roso, Del Vecchio o De Stefani, que sostenían una intervención estatal sin negar algunos de los fundamentos de la economía neoclásica como el «homo oeconomicus» egoísta, el razonamiento marginalista o el respeto a la propiedad privada, encuentran una continuidad en la parte de la doc­trina keynesiana crítica con el sistema del laissez-faire. Esta evolución, era contemplada a posteriori por los propios corporativistas como un proceso natural y previsible. En Portugal, el keynesianismo, sin embargo, fue uti­lizado por algunos economistas vinculados al régimen salazariano, éste es el caso de Córrela, con el fin de justificar una estrategia de desarrollo industrial ^ .

" Bastien (2002), Bastien y Cardoso (1998), De Ceceo (1989), AAW (1984).

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APÉNDICE 1

El diagrama de flujo circular (Torres, 1949, p. 45)

EÍ: grupo de empresarios productores de bienes de inversión. Eg! grupo de empresarios productores de bienes de consumo. Tj: rentas percibidas por los trabajadores del sector de los bienes de inversión por

su trabajo. T^: rentas percibidas por los trabajadores del sector de los bienes de consumo por

su trabajo. K;: rentas del grupo de capitalistas de las industrias de bienes de inversión. Kc: rentas del grupo de capitalistas de las industrias de bienes de consumo. RM: Renta Monetaria. DM: Demanda Monetaria. S: ahorro.

corriente real. corriente monetaria.

La deducción del beneficio de Torres de acuerdo al flujo circular es la siguiente:

Beneficio = Ingresos -Coste de Producción = (RM - S) -- (T, + Kc) = (Ti + K. + Te + Kc) - S - (Te - K,) = Ti + Ki - S = = I - S.

Al igual que Pedersen, Torres excluye los ingresos y los gastos (Ti + Kd correspondientes al sector de bienes de inversión de la ecuación del bene­ficio. Por tanto, los beneficios de las empresas de bienes de inversión no se reflejan en la ecuación, pues «consideradas en su totalidad, en las tran-

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sacciones de empresa a empresa, lo que es beneficio para un grupo es pérdida para otro» (Pedersen, 1945).

Apéndice 2. Las ecuaciones fundamentales de Torres (Torres, 1949, 195}-1955)

El punto de partida de Torres es la que denomina ecuación Lin-dahl-Keynes (Torres, 1949):

Y-S = P,Q, (2)

Y: renta. Pe: nivel de precios de los bienes de consumo. Qc'. output sector bienes de consumo. S: ahorro.

D e a c u e r d o a la t e r m i n o l o g í a d e l f l u jo c i r c u l a r ( y = T, + Ki + Te + K¡). Esta expresión se puede descomponer en {Yi = Ti + K, = I)y (Y, = T, + KJ . Sustituyendo en (2), se llega a:

y, + n - 5 = P,Q, (3)

Que, convenientemente transformada, es la «primera de nuestras ecua­ciones fundamentales»:

y I - s P, = l^ + i ± (4)

Qc Qc

La tercera ecuación fundamental de Torres —la segunda se obvia— (Torres, 1953-1955):

E Qc

te: coste monetario por unidad de factor de producción. E: productividad o eficacia media de los factores. D: déficit fiscal. R: saldo de balanza de pagos.

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La primera ecuación fundamental del Treatise on Money (1930):

w r - s P= ^ + L ± (6)

e R

P: nivel de los precios de bienes de consumo.

W: coste monetario por unidad de factor.

E: «coeficiente de eficiencia» que es un índice de productividad global.

I ': renta percibida por los factores que han producido los bienes de

inversión.

R: output del sector de bienes de consumo.

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Victoriano MARTÍN MARTÍN: El liberalismo económico. La génesis de las ideas liberales desde San Agustín hasta Adam Smith, Madrid, Síntesis, 2002, 346 pp.

Los antecedentes y, sobre todo, las influencias de las ideas smithia-nas han sido siempre objeto de debate. Durante mucho tiempo, Adam Smith y su obra fueron pre­sentados como defensores del capi­talismo salvaje en un mundo social darwinista que, a través de la lucha sin piedad ni reglas, alcanzaba un equilibrio gobernado por el más fuerte. Afortunadamente, esta visión de Smith, gracias a estudios como el de Jacob Viner, ha cambiado. Sabemos hoy que la defensa del capitalismo que el escocés hizo en 1776 fue mucho más cualificada que lo que sus críticos pregonaban, y que, de hecho, la lista propuesta en la Riqueza de las Naciones en las que

Revista de Historia Económica Año XXI, Pnmavera-yerano 2003, N.° 2.

Smith aboga por la intervención estatal, lo acercan más a posiciones intermedias o socialdemócratas que al estereotipo del apologista del capitalismo sin límite. Sucede ahora, por el contrario, que se populariza una visión contraria de Smith. Se trata en estos últimos tiempos de presentar a Smith como un prede­cesor de Carlos Marx, con peligrosas inclinaciones intervencionistas, cuyo pensamiento es realmente un obs­táculo más que un acicate a la difu­sión del sistema de mercado y libre­cambio.

Por esta nueva y controvertida actualidad de la obra de Smith, el libro de Victoriano Martín aparece en un momento oportuno. Se trata

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de una obra a la vez brillante y sen­cilla, profunda pero accesible, ana­lítica pero sin excesiva erudición. Martín ha rastreado y organizado sistemáticamente la herencia inte­lectual del escocés alineando las principales corrientes de pensamien­to que sobre la libertad económica se produjeron de la mano de los avances en la libertad política. La introducción de El liberalismo eco­nómico arguye convincentemente que la distinción entre libertad polí­tica y económica es fundamental­mente una falacia y que la una no puede existir sin la otra, puesto que son la misma cosa. Se remonta la investigación hasta las raíces intelec­tuales del liberalismo, y en concreto hasta los conceptos de la aceptación de la naturaleza humana tal cual es, la poca maleabilidad de las inclina­ciones individuales, y sobre todo el reconocimiento de que —a partir de actos humanos volitivos— son, sin embargo, las consecuencias no bus­cadas, los impactos involuntarios y no pensados sobre variables no pre­vistas, los que fundamentalmente articula la red de interacción entre los individuos. Esta idea, que final­mente cristaliza en Sinith, es la que sirve de basamento lógico a la liber­tad de mercado, y en combinación con la «simpatía» de las relaciones cercanas, sirve a la vez de base mo­ral firme para los intercambios anó­nimos.

El recorrido histórico de Victo­riano Martín en este libro empieza con San Agustín y su caracterización de la naturaleza humana, cuya herencia ha hecho suya la civiliza­ción occidental. La inclusión del vallisoletano Fernando Vázquez de Menchaca (1512-1569) es una apor­tación sustancial de este libro, pues pone de relieve la anticipación, en más de un siglo, de las formulacio­nes de John Locke sobre la limita­ción del poder poh'tico y las restric­ciones que éste ha de observar en el respeto de los derechos de pro­piedad de los ciudadanos. Martín completa el panorama del pensa­miento social y económico de los siglos XVI y XVII analizando las apor­taciones de Francisco de Vitoria, Fray Luis de León y el Padre Maria­na, y pasa revista a las aportaciones y los avances en este campo de auto­res como Maquiavelo, Hobbes, Spi-noza. Vico, Montesquieu y Locke. Al acercarse más al tema central de estudio —Smith mismo— el libro se centra en la herencia directa del escocés: Shaftesbury, Hutcheson, Hume y Mandeville. Con respecto a este último quedan claras las dife­rencias entre el cinismo cruel y pesi­mista del médico holandés, en su fábula sobre el panal de abejas, y la profunda confianza del humanista Smith en la simpatía como poder contrabalanceador de la búsqueda del propio interés. El producto final es un lúcido retrato intelectual de

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Smith y su formulación de la liber­tad (tanto político-jurídica como económica), y un planteamiento más exacto de las hipótesis smithia-nas a la luz de las herencias que Smith incorporaba y de los desa­cuerdos que con ellas tema.

Este es, pues, un texto brillante, y bien escrito, trabajado y documen­tado, y a la vez (con la excepción de las abundantísimas e innecesaria­mente largas citas) fácil de seguir. Sin embargo, contiene, en opinión de este comentarista, un error de planteamiento, un error de estrate­gia: por muy valiosa que sea en sí misma, la meta final del análisis no debería de haber sido Smith, sino John Stuart Mili. Smith es, sin duda,

un valioso eslabón en la cadena inte­lectual que conduce a la formula­ción del concepto moderno de liber­tad. Pero el destino final es, claro está, Mili. Las constantes referen­cias, además, al utilitarismo, y a Benthan hacen que el lector añore un análisis de las complicadas rela­ciones de Mili con el ideario utili­tarista, así como un estudio del eclecticismo milliano, de su análisis fino y descerniente que tanto ha enriquecido el concepto de libertad moderno del que todos somos here­deros.

Pedro FRAILE BALBÍN

Universidad Carlos IQ de Madrid

Teófilo F. Ruiz: Historia social de España, 1400-1600, Barcelona, Crítica, 2002, 295 pp., 23,50 € . Traducción de M. Barragán y P. Giménez.

El primer acierto de esta Historia social de España de Teófilo Ruiz es la cronología: 1400-1600. Un terri­torio a caballo entre dos épocas, la bajomedieval y primera moderna, condenadas a un entendimiento que ha sido víctima de esa absurda divi­sión académica del trabajo que sepa­ra a medievaÜstas y modernistas. Teófilo Ruiz se sitúa, por formación y trayectoria, en el lado del Medie­vo, época en la que es un investi­gador renovador y reputado. Eso se

nota en el libro, aunque desde luego no para mal.

Desde la perspectiva de la histo­ria económica, la necesidad de supe­rar la parcelación cronológica vigen­te en las Facultades españolas de Letras es particularmente evidente, especialmente al abordar épocas de transición. Del mismo modo que —en el caso concreto de la historia castellana— la larga expansión del XVI no puede explicarse sin entender las circunstancias de la salida de la

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crisis bajomedieval, también parece cada vez más clara la continuidad — no tanto política, pero sí social y económica— del período 1750-1850. Los dos siglos que abarca este libro presentan una homogeneidad curio­samente enmascarada bajo impor­tantes cambios: en la actividad eco­nómica, en la organización política, en el terreno cultural y religioso. De hecho, es precisamente el dinamis­mo lo que caracteriza en este perío­do a las sociedades españolas, un dinamismo cuyo agotamiento es particularmente visible contempla­do desde la atalaya de 1650. Ahora bien, una cosa es percibir la nece­sidad de saltarse las lindes cronoló­gicas vigentes y otra atreverse a hacerlo con la solvencia y rigor con que lo hace Ruiz en este libro. Por ello, me parece una lectura impor­tante —y además placentera— para quien quiera acercarse a una de las épocas más dinámicas de la Historia de España.

Este libro tiene cosas que ofrecer a quien trabaje en Historia econó­mica de España, aunque desde lue­go no es ése su público principal. Los destinatarios parecen ser otros: principalmente estudiantes de las Universidades norteamericanas interesados en la Historia de España pero no especialmente versados en Historia social, y subsidiariamente para especialistas en esta materia pero con escaso conocimiento de la Historia de España. Este doble

objetivo explica algunas de las carac­terísticas del libro: la amenidad en la exposición, con el sistemático recurso a estampas y casos concretos que ilustran las afirmaciones gene­rales, pero también las constantes referencias a la bibliografía clave en los nuevos territorios de la historia social, desde el análisis de la fiesta y el ceremonial público, hasta una visión más cultural y más desde aba­jo del conflicto social.

La obra se articula en tres partes. La primera es un breve capítulo introductorio («El enclave geográfi­co y poh'tico») que ofrece una des­cripción general de la geografía peninsular y de la organización polí­tica en este período. La segunda, un tercio del libro, aborda en tres capí­tulos la descripción de la estructura de las sociedades españolas —pues la diversidad regional casi nunca se pierde de vista— que parte de una crítica de las aún habituales carac­terizaciones estamentales de la sociedad para proponer una división social fundada en la sentencia firme de Sancho Panza: «dos linajes solos hay en el mundo, [...] que son el tener y el no tener». Paradójicamen­te, esta segunda parte se titula «Una sociedad estamental», lo que a la postre viene a ser un reconocimien­to de la dificultad de hurtarse a la división entre privilegiados y no pri­vilegiados, tan insatisfactoria como contumaz.

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Finalmente, el núcleo del libro son los seis capítvilos dedicados a las fiestas y ceremoniales, la violencia y el conflicto social, la alimentación y el vestido, para concluir con im capítulo abigarrado sobre religiosi­dad, honor, sexualidad y cultiira, todo ello bajo el encabezamiento (¿les suena?): «Las estructuras de la vida cotidiana». Se trata, a mi enten­der, de la parte más sólida, intere­sante y renovadora de la obra, donde se abordan —aunque de modo nece­sariamente parcial— algunos de los campos donde las últimas décadas de contagios de la Antropología y los estudios culturales han enriquecido más la Historia social. No es casual que M. Bajtin o N. Elias aparezcan por estas páginas más a menudo que M. Weber o Karl Marx.

Aunque eminente y amenamente descriptiva, esta historia social tiene además una tesis importante: la polarización social se incrementó notablemente en España en el trán­sito de la Baja Edad Media a la Épo­ca Moderna, tesis que se demuestra convincentemente desde diversos ángulos. Especialmente esclarece-dores me parecen los datos sobre consumo de alimentos y vestidos, así como los que afectan al uso cere­monial de los espacios públicos. No obstante, se echa de menos vma explicación más detallada de los procesos —algunos de ellos econó­micos— que subyacen a esa pola­rización, así como el papel que debe

otorgársele en la explicación de la crisis española del xvn.

Se me ocurre que este libro es sintomático de una doble deriva. Por un lado, la Historia económica lleva tiempo alejándose de la social; por otro lado, ésta se aproxima cada vez más a las interpretaciones cul­turales. Esa divergencia resulta par­ticularmente indeseable porque las explicaciones económicas y sociales están especialmente ligadas entre sí. Mencioné antes que estas páginas encierran lecciones útiles para el his­toriador económico: al estudiar el consumo, por ejemplo, Ruiz nos recuerda que las pautas que hacen del aceite de oliva un producto de lujo o un bien inferior tienen mucho que ver con condicionamientos reli­giosos o convenciones sociales. Del mismo modo, abordar la distribución de la renta agraria perdiendo de vista la violencia nobiliaria (y campesina) o el poder del clero es obviar un fac­tor esencial. Por otro lado, un cono­cimiento mayor de los trabajos recientes en la historia económica del siglo XVI (los de B. Yun, sólo como ejemplo), hubieran permitido a Ruiz abordar en mejores condicio­nes la explicación de esa polarización social y sus consecuencias.

En todo caso, entre las virtudes de este libro, ya dije que una de las principales me parece que es el subrayar la continuidad entre 1400 y 1600. De lo difícil que es superar la anterior división es prueba el que.

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pese a todo, se siga notando la con­dición de medievalista del autor. Se nota, por ejemplo, en lo mucho que depende para el siglo XVI de los tes­timonios de los viajeros y de la lite­ratura (con una sugerente explota­ción, sobre todo, de El Quijote). A eso se suman algunos lastres deri­vados del tipo de público para el que fue concebido el libro, y el hecho de que se haya optado por traducir, en lugar de adaptar, la obra para España. Una traducción, por cierto, que deja que desear, algo segura­mente achacable a lo mal pagado que suele estar ese trabajo.

Menos convincente, en cambio, es el retrato de una estructura social que, pese a las declaraciones del autor, sigue teniendo que tran­

sigir con las caracterizaciones esta­mentales, y acaba, por ejemplo, colocando a judíos y conversos entre los grupos marginales incluso en el siglo xv. El hincapié en la movilidad social es reiterado y per­tinente, pero no basta para ofrecer una alternativa sólida.

Recomendar esta historia social es una apuesta segura: es un libro ambi­cioso, sugerente, muy bien escrito y cuajado de pequeñas alhajas, de espe­cial utilidad para atraer a los estudian­tes a este período decisivo. Para seña­lar defectos más graves habría tal vez que estar en disposición de hacerlo mejor que Ruiz. ¿Alguien se anima?

Mauro HERNÁNDEZ

UNED

J. PUJOL, M . GONZÁLEZ DE MOUNA, L . FERNÁNDEZ PRIETO, D . GALLEGO

y R. GARRABOU, El pozo de todos los males. Sobre el atraso en la agricultura española contemporánea, Barcelona, Crítica, 2002, 280 pp.

El libro colectivo El pozo de todos los males pretende cuestionar el paradigma del atraso agrario español, tan arraigado en un impor­tante sector de la historiografía. Grosso modo, los autores sostienen que la agricultura española se modernizó tanto como las condi­ciones medioambientales, la oferta de tecnología disponible y las rela­ciones sociales imperantes (aunque

no para todos los autores) lo per­mitieron.

Carece de sentido resumir en esta recensión el contenido de cada uno de estos textos, cuyo tenor y argumentos son en muchos casos comunes. Alternativamente, me he inclinado por extractar las tesis más controvertidas del libro, señalando las que son, en mi criterio, los argu­mentos más vulnerables.

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RECENSIONES

Una metodología dispar. A pesar de las pretensiones unificadoras del pensamiento «optimista» y de su tono ocasionalmente dogmático {El pozo de todos los males es una especie de «catecismo agrario» que glosa «las verdades del barquero» sobre el pasado del sector, por emplear la terminología coloquial que inspira el propio título), los cinco textos incluidos distan mucho de respon­der a postulados espistemológicos y metodológicos comunes. Las tesis de cada uno de ellos están formu­ladas con un sustento teórico dis­tinto. Otro tanto puede decirse de las técnicas de análisis e instrumen­tos estadísticos. Su monografía no proporciona una respuesta conclu-yente y unívoca sobre si es posible o no la medición del atraso agrario y, en su caso, cómo hacerlo.

La singularidad de la protección arancelaria del mercado interno. Gallego y Garrabou sostienen que no hubo en la normativa comercial española mayor discrepancia con respecto a la que rigió en la Europa continental, si bien no aportan nin­gún cálculo sobre el nivel de pro­tección que corrobore tal aprecia­ción. En efecto, todos los países occidentales adoptaron una política proteccionista desde el fin de las Guerras Napoleónicas (en el caso británico, hasta 1847). Pero ningu­no lo hizo con tanta persistencia y firmeza como España.

El grado de penetración de la agricultura española en el mercado mundial. Tanto Garrabou como Gallego consideran que la importan­cia relativa de las exportaciones de productos agrarios en el comercio exterior español constituye una prueba añadida de dinamismo del sector primario. Para discutir tal tesis, es preciso distinguir nítida­mente lo sucedido antes y después de 1898. Las estimaciones de Galle­go hasta esa fecha tienen trampa porque incluyen las ventas a un mer­cado cautivo: el cubano. Mientras no dispongamos de cálculos que excluyan las extracciones con des­tino a otros puntos de la Monarquía, las aproximaciones al grado de aper­tura exterior de la agricultura espa­ñola han de ser puestas en cuaren­tena. Por otra parte, el incremento del peso de las exportaciones agra­rias en un contexto de debilitamien­to de los intercambios exteriores no invita al entusiasmo. Gallego lo reconoce expresamente: España no era, en absoluto, un país agroexpor-tador (p. 166). Poco más se puede añadir a esta afirmación.

La intervención administrativa del mercado triguero. Garrabou arguye, como una nueva evidencia de que la política agraria española instrumentada a lo largo del siglo XDC puede ser plenamente equiparada con la europea, que el mercado de productos agrarios fue plenamente liberalizado durante la Revolución

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Liberal, con la eliminación de las restricciones al tránsito interior de alimentos y de diferentes gabelas. Pero olvida Garrabou que estas medidas fueron aprobadas en 1834, con un retraso considerable con res­pecto a Francia, y que algunas de ellas fueron derogadas en 1847. También resulta muy discutible que el grado de intervención que sufrió el mercado español de productos agrarios desde la promulgación de la Ley de Subsistencias de 1915 no fuese tan excepcional en el contexto europeo.

Los condicionantes medioam­bientales. González de Molina se ocupa de estudiar el obstáculo que supuso el medio físico, culpable de la escasa implantación del mixedfar-ning. Por más que González de Molina niegue tal pretensión, su ensayo incurre en un determinismo ecológico excesivo. Exagera el autor las singularidades orográficas, climá­ticas e hídricas de la Península Ibé­rica con respecto a otros suelos, al parecer mucho más feraces. ¿Acaso la agricultura inglesa no tuvo que sortear ningún estorbo físico? ¿Por qué estos obstáculos fueron insalva­bles en España y no en el resto de Europa?

El cambio técnico en el sector. Fernández sostiene en su trabajo que la agricultura española mostró mayor propensión a la innovación técnica de la que tradicionalmente se le ha imputado. En mi criterio

el autor argumenta convincente­mente esta tesis para el primer tercio del siglo XX; pero no para el XK, sobre el que ofrece sólo referencias episódicas referidas a ámbitos geo­gráficos muy específicos.

La investigación agronómica. Garrabou y Lorenzo insisten en que, en materia de investigación agronó­mica, España no mostró tampoco mayor retraso. No puede, en efecto, cuestionarse la labor de las granjas experimentales e instituciones simi­lares a lo largo del primer tercio del siglo XX. Sin embargo, no está tan claro que el Gobierno español asu­miese el mismo grado de compro­miso en el xix que los de otros países europeos, como parecen corroborar las propias denuncias de las auto­ridades locales e instituciones patro­nales.

Formas de propiedad y tenencia de la tierra. La interpretación sobre la incidencia de la distribución de la propiedad de la tierra, las formas de gestión de la gran explotación y la difusión del arrendamiento es, sin duda, una de las más controvertidas de las que se defienden en el Libro. Garrabou afirma categóricamente que no supusieron barrera alguna a la modernización del sector ni «per­miten explicar el menor crecimiento agrario español con respecto a otros países vecinos» (p. 239).

La exposición de Garrabou pre­senta, en mi criterio, algunas lagunas que restan capacidad de convicción

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a sus argumentos: a) No menciona el autor el problema que represen­taron hasta bien avanzado el siglo xx la continuidad de foros, rabassas y de la multitud de cargas que todavía gravaban la propiedad rústica en Castilla. Obvia también Garrabou la anomalía de reforma agraria liberal española que representó el acceso a la propiedad de la tierra por la nobleza, no a través del lícito comer­cio o de la trasmisión patrimonial, como consagra el ideario burgués, sino convirtiendo el dominio en pro­piedad perfecta sin mediar más que una disposición legal; b) Fecha erró­neamente a comienzos y finales del XIX las denuncias a la polarización de la propiedad de la tierra por anar­quistas, socialistas e, incluso, libera­les (página 240) que, en realidad, se produjeron (con ocupaciones de fincas incluidas), como poco, desde 1847; c) En la interpretación del comportamiento del latifundista confunde «lógica económica» con «espíritu empresarial», de la que evidentemente careció.

En síntesis, el libro aporta evi­dencias que demuestran el «creci­miento pausado» de la agricultura española, por emplear el término que figura en el ensayo más pon­derado de los que en él se incluyen.

el de Domingo Gallego, a lo largo del primer tercio del siglo xx. Pero los argumentos y testimonios care­cen de la fortaleza suficiente como para poder cuestionar su atraso rela­tivo en el xix.

Esta monografía, con todo, ha tenido el mérito de reavivar un debate un tanto orillado en los últi­mos años por otras inquietudes his-toriográficas más relacionadas con lo sucedido en el sector industrial. Pero no es menos cierto que la nega­ción de los autores de la idoneidad de las categorías micro y macroeco-nómicas, la falta de fiabilidad que algunos de ellos atribuyen a los indi­cadores propios de la Economía Agraria y su ponderación excesiva de los factores medioambientales sitúan la discusión en un terreno al que muy difícilmente puede acceder el historiador económico. El debate no puede discurrir en el futuro en torno exclusivamente a la idea de «racionalidad ecológica». Para pon­derar el alcance real del atraso agra­rio hay todavía realidades económi­co-productivas que es necesario des­velar y medir.

Javier MORENO LÁZARO

Universidad de Valladolid

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Rafael VALLEJO POUSADA: Reforma tributaria y fiscalidad sobre la agricultura en la España liberal (1845-1900), Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2001. Fuentes y bibliografía, índice, índice de topónimos e índice onomástico.

El libro de Rafael Vallejo puede y debe considerarse como una apor­tación fundamental al estudio de la Hacienda contemporánea. La Con­tribución territorial constituye el hilo conductor que permite profundizar en el análisis de la fiscalidad deci­monónica, siguiéndola en su parti­cular evolución durante las princi­pales coyunturas de la segunda mitad del siglo xrx. Con buen cri­terio, se parte de un estudio por­menorizado de la reforma tributaria de 1845, que se extiende desde las interpretaciones doctrinales sobre su significado histórico al examen de las restantes partidas de los ingresos, estudiándose asimismo los antece­dentes históricos y las fases o momentos atravesados hasta su implantación en la práctica. Debe destacarse también el intento de aportar elementos novedosos en el análisis del significado de la refor­ma, como son la deriva conservadora en su tramitación parlamentaria y la subsiguiente contrarreforma tribu­taria.

El libro pone a su vez de relieve las amplias posibilidades que ofrece el estudio histórico de las contribu­ciones estatales, en nuestro caso a partir de la partida más representa­

tiva de los ingresos ordinarios que incidía sobre el principal sector de actividad. La utilización de fuentes de naturaleza tributaria al servicio de la historia económica ha sido habitualmente objeto de discusión, según se sabe debido a la falta de fiabilidad de los datos censales pro­porcionados por las autoridades locales que se recogen en los ami-llaramientos. A ello contribuía la negligencia administrativa y el atraso catastral que dificultaban las nece­sarias comprobaciones, alimentando la ocultación y favoreciendo la pro­pagación del fraude fiscal. Cons­ciente el autor de las dificultades que entraña el estudio de la fisca­lidad bajo tales premisas, trata de articular un modelo alternativo de aproximación microeconómica a la presión fiscal tomando como referen­cia una muestra bien surtida, aun­que insuficiente, de datos extraídos de las contabilidades privadas de una serie de familias nobiliarias. Estos datos, de procedencia diversa, unidos a las series sobre ingresos y gastos públicos aportadas por Fran­cisco Comín hace algunos años, y el depurado conocimiento de la documentación parlamentaria y la bibliografía económica del período.

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de los que se da sobrada muestra, llevan al autor a inferir una serie de conclusiones acerca de la evolución de la presión fiscal sobre el sector agrario, en las que, entre otras, se acentúa la trascendencia de la fis-calidad en el desenvolvimiento de la economía en esta fase, contribuyen­do en particular a agravar la suerte del campesinado a partir de la crisis finisecular.

Pese a la creciente importancia cuantitativa de la Contribución territorial, en relación a las restantes partidas de los ingresos ordinarios, no parece que se produjera, sin emibargo, un agravamiento de la fis-calidad sobre la agricultura en los veinte primeros años de su existen­cia, si bien los efectos sobrevenidos por la traslación de la carga hacia los colonos, así como la permanen­cia de los cupos, perjudicaron al campesinado, principalmente en los años de crisis. Con posterioridad, desde mediados de los sesenta, la sucesión de malas cosechas y el cre­cimiento del déficit presupuestario impulsaron una elevación de la pre­sión fiscal soportada por el sector. De este modo, con la llegada del Sexenio revolucionario, las crecien­tes dificultades financieras y la alte­ración de la estructura de los ingre­sos promovieron una escalada de los cupos y de los tipos efectivos satis­fechos que tendieron a agravar el ciclo recesivo. El empeoramiento de la situación fue postergando, por

otra parte, la reforma de las contri­buciones, lo que favoreció ya en la Restauración la reintroducción de los consumos y la elevación de los cupos de la territorial, además de nuevos impuestos y recargos que afectaban al medio rural. Desde entonces se acentuó la presión fiscal sobre la agricultura, en un contexto en el que además tendieron a agu­dizarse los problemas de los agricul­tores y ganaderos, afectados de uno u otro modo por la crisis agraria internacional.

Debe destacarse el capítulo dedi­cado al cambio de orientación sufri­do por la Contribución territorial, en el que se sigue la transformación operada en este impuesto a su paso por las Cortes. Desde su configu­ración teórica inicial, como un gra­vamen sobre la renta de la propie­dad inmueble, a pagar por los hacendados, fueron muchas las pre­siones para alterar su significado. De este modo, una vez rechazado el sis­tema de cuota, dada la carencia de medios para el cotejo de los datos, se fue abriendo paso una estrategia dirigida a ampliar las bases del im­puesto a todos los partícipes del pro­ducto líquido de la propiedad in­mueble (rústica y urbana) y a sus distintos aprovechamientos (cultivo y ganadería). Al final acabó confi­gurándose como un impuesto de cupo, gestionado desde las diputa­ciones y ayuntamientos, que de una u otra forma los propietarios trans-

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firieron a los labradores y colonos. Una prueba más del escaso eco que suscitaron en España los plantea­mientos liberales de los clásicos que, en su mayor parte, se declaraban a favor de gravámenes sobre la renta predial y contrarios a los que inci­diesen sobre las actividades produc­tivas, dados sus adversos efectos sobre la asignación de los recursos.

En conclusión, son muy pocas las cuestiones que se echan en falta en el libro de Vallejo. Únicamente, hubiera sido deseable una mayor atención a los antecedentes históri­cos de la Contribución territorial. A este respecto, parece oportuno recordar que, pese a sus diferencias teóricas, la reforma tributaria de 1845 no deja de guardar ciertos paralelismos con el intento de refor­

ma de Ensenada, basado en la Úni­ca contribución, que se trató de introducir casi cien años antes. Así, en primer lugar, en ambas ocasiones se pusieron en marcha mecanismos administrativos para la recogida de información, que tendieron a con­solidarse, sin que acabasen de abrirse paso cambios en la naturaleza fiscal de la contribución y en la práctica recaudatoria. En segundo lugar, en uno y otro caso se produjo un cre­cimiento fugaz de las recaudaciones, aunque a pesar de todo crecieron más los gastos. Por último, en una y otra ocasión, la Hacienda optó por dejar el manejo de los repartos en manos de los pueblos.

Juan ZAFRA

Universidad Complutense

Joana M. ESCARTÍN BISBAL: La ciutat amuntegada. Industria del calqat, desen-volupament urbá i condicions de vida en la Palma contemporánia (1840-1940), Palma de Mallorca, Edicions Documenta Balear, 2001.

Si tras la lectura y análisis de esta obra se intentan buscar dos palabras para calificarla, éstas deben ser los vocablos coherencia y oportunidad. Por lo que respecta a la primera característica, quizás puede pasar un tanto desapercibida al lector no ave­zado en los temas manufactureros. Aquellos que hemos dedicado no pocos años de nuestra vida al estu­

dio del sector secundario somos conscientes del esfuerzo que este afán de lógica interna supone. El primer peligro de estos estudios sec­toriales consiste en que la actividad a estudiar aparezca como algo inde­pendiente —en ocasiones incluso aislado— del mundo económico y social que envuelve la actividad que se intenta conocer. En estas ocasio-

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nes, por muy perfecto que sea el análisis económico realizado, el re­sultado final puede bascular —en el mejor de los casos— entre el fracaso y la intrascendencia del trabajo.

Ligar una actividad transforma­dora con el mundo que la rodea y que el resultado vaya más allá de un totum revolutum de datos no es tarea fácil. Tras la obligada introduc­ción, donde se nos demuestra —as­pecto hoy indispensable— que exis­tió una Palma industriosa antes que el actual centro terciarizado hasta el extremo, la autora intenta solventar esa dialéctica entre la necesidad de un trabajo abierto y a la vez clara­mente acotado con un cuádruple punto de vista. El estudio de las uni­dades productivas que eran el sostén del sector, la ligazón entre produc­ción mallorquína y mercados exte­riores, el análisis de la clase obrera y el reflejo espacial de la actividad zapatera dan como fruto un trabajo no sólo coherente, sino también oportuno. La oportunidad del libro es, como mínimo, doble. En primer lugar, por así decirlo, geográfica. La ciudad de Palma sufrió desde los años cincuenta del siglo xx el típico proceso de conversión de sus espa­cios industriales en espacios dedica­dos a otras funciones. Nada tiene ello de peculiar. Lo que sí es más peculiar — y a la vez preocupante— son las intervenciones urbanísti-co-arquitectónicas que se han lleva­do a cabo en nuestra ciudad durante

los últimos siete u ocho años. Si hay algo en común entre esas dos modi­ficaciones distantes en el tiempo es el absoluto olvido —cuando no des­precio— por un pasado manufactu­rero e industrial al que se renuncia. No se trata de una postura exclusiva de un grupo político determinado. Los grupos más o menos progresis­tas colaboran no poco a la pérdida de este pasado al presentar una rea­lidad pre-turística tan idílica como falsa, basada en caciques, en peque­ños propietarios conservadores y en jornaleros a los que la emigración se presentaba como única solución. La actividad secundaria y, en con­secuencia, el obrero industrial urba­no no aparece por casi ningún sitio. He ahí la segunda oportunidad del libro, la social. Se nos presenta una Mallorca donde —¿extrañamen­te?— existían tanto obreros como familias enteras dedicadas a la industria del calzado, con sus pro­blemas salariales, sus reivindicacio­nes, sus enfermedades profesionales e incluso con los burgueses bienin­tencionados que, como ocurre en todas partes, se preocupaban e incluso escribían sobre la cuestión social.

El análisis de la unidad productiva del sector nos ayuda a profundizar en la idea de que la capacidad de adaptíición del sector manufacturero mallorquín ha sido una de sus ven­tajas comparativas más evidentes. Las referencias al uso, conjunto y a gran

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escala, de talleres y del trabajo a domicilio hasta fechas muy avanzadas así lo demuestra. El estudio de la len­ta adopción de la mecanización se vincula tanto a factores exógenos —^mayor demanda exterior durante la Primera Guerra Mundial— como internos —aumento de los salarios desde 1919—. El lector puede for­marse una opinión muy real del sec­tor zapatero mallorquín gracias, ade­más, a otros dos aspectos. En primer lugar, el libro nos permite comparar la situación mallorquína con la de otras regiones; para ello la autora va aportando datos que en general están muy bien seleccionados. Desde esta óptica la noticia de que entre 1916 y 1920 una de cada cuatro máquinas vendidas en España por la United Shoe Machinery Company se desti­naba a las Baleares es un síntoma más de la importancia de este sector. En segundo lugar, la autora opta por jugar, como debe hacerse siempre en las obras de este tipo, entre lo macro y lo micro. Las referencias a empresas e industriales concretos están muy bien seleccionadas. El hecho de que detrás de cada gran empresario del primer tercio del siglo xx hubiera una historia industrial basada en talleres de pequeñas dimensiones denota la vigencia, incluso para el siglo xx, de los ya clásicos planteamientos de M. Berg, de los que la autora —como todo el grupo mallorquín estudioso del sector secundario— es feudataria. Por su parte, el recurso a fuentes cua­

litativas como complemento a las cuantitativas es una metodología que el lector agradece siempre. De cual­quier modo la obra en conjunto pue­de pecar de un exceso de transcrip­ciones de textos de autores de fines del XK y XX y, en algunos casos con­cretos, creemos se debería criticar más las opiniones de estos autores. De cualquier modo es innegable que la mayor parte de esos textos pro­viene de la vanguardia intelectual del momento y de autores considerados hoy de reconocida solvencia. Ese pri­mer capítulo acaba, aspecto que es de agradecer, con la referencia a las industrias auxiliares de la actividad zapatera. Se demuestra así —una vez más— que es el sector secundario el que presenta más complejidades para su estudio, tanto en la época indus­trial como en etapas anteriores.

El tercer capítulo de la obra abor­da el crucial tema de los mercados exteriores, aspecto de tanta importan­cia —aún hoy— para la zapatería insular. Como ya es conocido, hasta la Guerra Civil los dos grandes hitos del comportamiento exportador del sector y de la economía mallorquína en general son la pérdida de las colo­nias en 1898 y el inicio de la Primera Guerra Mundial. El análisis que se nos ofrece del período 1898-1914 insiste, de nuevo, en la capacidad de resistencia de un sector con bases cla­ramente arcaicas. A pesar de la pér­dida colonial y las consecuentes difi­cultades arancelarias, de la competen-

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cia norteamericana en Cuba, de la ausencia de materia prima autóctona, de la incapacidad para hallar nuevos mercados, etc., la autora —creemos que acertadamente— relativiza la idea de una crisis del sector posterior al desastre. Incluso la presencia del calzado mallorquín en Cuba no es despreciable. De nuevo, esa resisten­cia sólo fue posible a costa de reduc­ciones salariales. Incluso en una coyuntura tan poco propicia no se observan iniciativas relativas a ganar competitividad por medio de la mecanización.

El cuarto capítulo del libro analiza la situación real de los hombres y mujeres que trabajan en el sector. El estudio de la evolución de precios y salarios, a la baja estos últimos por las dificultades del sector, indica cómo el colectivo de los zapateros sufiió crecientes dificultades y un descenso en su nivel de vida durante el primer tercio del siglo xx. Cabría recordar que ello supone una línea de continuidad con el Antiguo Régi­men, período para el cual se han documentado — incluso para tempra­nísimas fechas— descensos en los salarios pagados a los zapateros y la respuesta organizada de éstos. Un segundo elemento que relaciona la situación del primer tercio del siglo XX con la del Antiguo Régimen es el papel de la mujer en el sector, si bien hay que recordar que en la época pre-industrial el calzado no era el sector donde la mano de obra

femenina tenía una mayor presencia. Naturalmente el uso de la mano de obra femenina supone una reducción de costes por vía de un menor salario. La situación a la que se llegó durante los años de la Primera Guerta Mun­dial y el importante aumento en los precios de los productos de primera necesidad se nos presenta de forma tan cruda como real. En estas cir­cunstancias no es de extrañar que el sector de los zapateros fuera uno de los que conoce una mayor organiza­ción sindical y respuesta obrera tanto en la capital como en varios pueblos de la isla, aspecto que no puede pasar desapercibido.

El último capítulo del libro se dedica a otros aspectos que tienen mucho que ver con el nivel de vida, tema que no se reduce al estudio comparativo de precios y salarios. Especialmente originales son las referencias a los aspectos alimenti­cios, sobre todo por lo que se refiere a la problemática de la venta de ali­mentos en mal estado, aspecto que no siempre se considera. En defi­nitiva, un trabajo que va del estudio puramente económico de un sector urbano al estudio de la realidad en que los hombres y mujeres ocupa­dos en aquél debían moverse. Una dualidad que la Historia Económica no debería perder de vista jamás.

Miguel José DEYÁ BAUZA

Universidad de las Islas Baleares

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Miguel MARTORELL LINARES: El santo temor al déficit. Política y Hacienda en la Restauración, Madrid, Alianza editorial, 2000, 347 pp.

El conocimiento de la Hacienda pública es un factor clave para entender la acción del Estado en los diversos ámbitos de la vida social, económica o cultural de un país. En este sentido el libro de Miguel Mar­torell es una exhaustiva disección de las relaciones entre hacienda y polí­tica durante la Restauración, que permite una mejor comprensión del período analizado. El estudio se arti­cula en torno a tres ejes. En primer lugar, el autor analiza la evolución del sistema tributario. Adoptando la amplia acepción que propone Comín de reforma tributaria, como cualquier modificación en los impuestos y su gestión, Martorell ofrece un detenido examen de los cambios operados en el sistema impositivo, centrándose especial­mente en las dos primeras décadas del siglo XX. El análisis del proceso es amplio, pues abarca desde la decisión legislativa hasta su implan­tación, muchas veces distorsionada por las acciones de los grupos de presión, que dispom'an de diversos medios para modificar la aplicación del impuesto en su favor. En segun­do lugar, el libro es también un estu­dio del funcionamiento del sistema político de la Restauración, contem­plado desde el punto de vista de las decisiones relativas a la Hacienda

Pública, aunque circunscrito a las relaciones entre el poder ejecutivo y el Parlamento. Ello le permite a Martorell mostrar las dificultades de los gobiernos para sacar adelante sus programas en las Cortes. El tercer eje lo constituye el análisis de la reacción de la sociedad frente a las reformas tributarias propuestas, centrado en las estrategias de los grupos de presión para influir en los núcleos de poder político a través de unos parlamentarios que, cada vez con más frecuencia y de manera más explícita, se inclinaban más por la defensa de los intereses de las éli­tes que de los generales del país, aun a costa de no respetar la disciplina de partido, lo que restaba soporte político y eficacia a los diferentes gobiernos. Y es aquí donde Marto­rell plantea la cuestión de las rela­ciones de dependencia entre lo polí­tico y lo económico. Aunque parece inclinarse, en la línea de Femando del Rey y Mercedes Cabrera, por la autonomía de los gobiernos de la Restauración frente a sus bases sociales, termina concluyendo que en materia tributaria no existió tal autonomía, sino que las decisiones del poder ejecutivo estuvieron mediatizadas por las élites.

Estos tres ejes se desarrollan a lo largo de siete capítulos en los que.

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tras una buena síntesis de la política de la época y de las modificaciones experimentadas por el sistema de Mon y Santülán hasta finales del siglo XIX, Martorell analiza de forma más detenida la evolución del sis­tema hacendístico en las dos prime­ras décadas del siglo xx atendiendo también a sus condicionamientos poh'ticos y sociales. Distingue tres etapas. En primer lugar, hasta la Pri­mera Guerra Mundial, y tras la década de superávit conseguido por la reforma de Fernández Villaverde, predominó la poh'tica de desgrava-ciones en algunos impuestos. En segundo lugar, el retomo del déficit desde 1909, provocado por el incre­mento del gasto derivado de la guerra de África, empujó a los gobiernos desde 1914 a plantear en las Cortes la necesidad de impulsar reformas globales de la Hacienda Pública para ampliar las fuentes de ingresos; sin embargo, rivalidades partidistas impidieron que salieran adelante, lo que obligó a sucesivas prórrogas de los presupuestos, cayendo en una flagrante inconsti-tucionalidad. Por último, obligados por las circunstancias políticas y por el crecimiento imparable del déficit, los gobiernos de 1921 y 1922 tuvie­ron que dejar a un lado sus dife­rencias y establecer un consenso sobre la necesidad de incrementar los ingresos.

Las dificultades del poder ejecu­tivo para sacar adelante sus proyec­

tos tributarios se explican por su relativa debilidad ante unas Cortes que ellos mismos ayudaban a dise­ñar, argumento que constituye una novedosa aportación de Martorell. El escaso grado de cohesión interna de estos partidos de notables, la necesidad de apoyo de las minorías, que con frecuencia regateaban, y la mayor inclinación de los parlamen­tarios por la defensa de determina­dos intereses económicos no nece­sariamente coincidentes con los de la sociedad en su conjunto eran fac­tores que contribuían a acentuar esa debilidad del poder ejecutivo frente al Parlamento. El trasfondo de todo ello era la cada vez más estrecha relación entre los parlamentarios y las élites locales, a quienes, en últi­ma instancia, debían su presencia en las Cortes. Por tanto, los intereses locales, afirma Martorell, tuvieron una gran influencia en el Parlamen­to, como lo ejemplifica el caso de los vitivinicultores y remolacheros, cuya actitud fue decisiva en la evo­lución de los impuestos sobre el alcohol y el azúcar. Era la fuerza de los grupos de presión formados por grandes propietarios, con capacidad para influir en las decisiones parla­mentarias. Lo que no ocurría con los pequeños industriales y comercian­tes, cuya capacidad de influencia entre, la clase política era bastante menor, de ahí su recurso a la movi­lización callejera para hacerse oír. Detrás de estas resistencias también

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estaba el miedo a la ampliación del espacio público, a la creciente inje­rencia en los negocios privados de un Estado cada vez más fiscalizador.

Pero quienes se opusieron a las reformas no pudieron evitar que los gobiernos sacaran adelante algunos proyectos. No estamos ante una eta­pa de quietismo fiscal, cuestión que el autor enfatiza tal vez en exceso. A juicio de Martorell, a la altura de 1923 la estructura de ingresos era bastante distinta a la que había esta­blecido la reforma de Mon y San-tillán en 1845. En el ámbito de la tributación directa, se había reduci­do el peso de los impuestos de pro­ducto y entre los impuestos indirec­tos se habían desmoronado los con­sumos. ¿Se trataba también de un sistema fiscal más eficiente? No está claro. En primer lugar, pese al empeño de los ministros de Hacien­da por conseguir el equilibrio en el presupuesto, guiados por el «santo

temor al déficit», lo cierto es que éste creció de manera notable desde 1909. Y en segundo lugar, aunque los ingresos fiscales aumentaron, no parece que fueran suficientes para responder a las necesidades de una economía en expansión ni a las exi­gencias de una sociedad que deman­daba crecientes niveles de bienestar.

Por último, no resta sino subrayar que este trabajo de Miguel Martorell —reelaboración de su tesis docto­ral—, apoyado en un hábil manejo de las fuentes primarias y un exhaus­tivo conocimiento de la bibliografía, constituye una aportación muy útil para el mejor conocimiento de la poh'tica y la hacienda de la última etapa de la Restauración, una coyun­tura crucial de la historia contem­poránea española.

Pedro DÍAZ MARÍN

Universidad de Alicante

Caries SUDRIÁ y Daniel TIRADO (eds.): Peseta y protección. Comercio exterior, moneda y crecimiento económico en la España de la Restauración, Bar­celona, Edicions Universitat de Barcelona, 2001, 336 pp.

El reconocer que el sector exte­rior tuvo un papel similar al de otros países como impulsor del crecimien­to, no exime a éste de importantes responsabilidades sobre la forma y el ritmo en que se llevó a cabo este proceso. En los últimos ciento cin­

cuenta años del largo proceso de internacionalización de las econo­mías occidentales, que aún estamos viviendo hoy, la literatura ha desta­cado dos fases de expansión inter­nacional en el que la economía espa­ñola se comportaría de forma pecu-

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liar. La primera, a finales del siglo XK, después de un breve perío­do de «vuelta al proteccionismo» de las economías europeas, cuando la apertura de la economía española se ralentiza, durante casi dos décadas, hasta la Primera Guerra Mundial, mientras la intemacionalización de los países europeos sigue una ten­dencia ascendente. La segunda se produce después de la Segunda Guerra Mundial y hasta finales de los años cincuenta. Ambas tienen características diferentes, sobre todo de contexto. A finales del XDC el período de expansión internacional terminó en guerra mundial, y tuvo su continuación en el turbulento período de entreguerras; mientras que, por el contrario, a la década de 1950 le precede un largo período de turbulencias, crisis y guerras y le sigue un fuerte período de expan­sión. Peseta y protección ofrece un interesante debate de los principales problemas de integración de la eco­nomía española en el período de intemacionalización anterior a la Primera Guerra Mundial. Los auto­res de los diferentes capítulos fue­ron convocados en la Universidad Central de Barcelona, con motivo de un homenaje al Profesor Joan Sarda, para discutir sobre estos temas.

El título «Peseta y protección» adelanta los dos motivos principales del debate sobre los problemas de integración de la economía española a finales del siglo XK —el hetero­

doxo patrón monetario y la protec­ción arancelaria— sin excluir otros interesantes trabajos sobre eficien­cia bancaria, mercados financieros, y uno, lamentablemente fuera de contexto, sobre niveles de vida antes de 1860. El título del libro, sin embargo, no defrauda, ya que en términos de espacio, tres cuartos de la introducción y dos tercios del libro se dedican a la protección arancelaria y al patrón monetario en consonancia con lo prometido.

Una interesante y cuidada intro­ducción, a cargo de Daniel Tirado, Caries Sudriá y Jordi Catalán, plan­tea de forma inteligente y abierta el debate historiográfico y se decanta, en sintonía con la mayoría de los ensayos, por una nueva propuesta de interpretación de los problemas de la integración de la economía española a finales del siglo XK. Esta propuesta giraría en tomo a dos ejes. Por un lado, el eje de la «norma­lidad»: la política comercial española durante la Restataración fue parecida a la de nuestros vecinos, moderada y no creciente y fue acompañada por un grado de apertura de nuestra economía relativamente similar al de los países de nuestro entorno. Por el otro, el eje de la «inevitabilidad», dado el grado de desarrollo de la economía española, no era posible mantenerse dentro del patrón oro, o enfrentarse a la competencia inter­nacional con una política comercial más librecambista. Alguien podría sugerir que existe una contradicción

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al mantener ambas posiciones de forma simultánea, ya que, por un lado, se niega que la economía espa­ñola tuviera un problema de inte­gración y, por el otro, se insiste en los graves problemas que supone para una economía en desarrollo verse sujeta a la competencia e ines­tabilidad de la economía internacio­nal y se sugiere que la solución de mantenerse al margen fue al fin y al cabo inevitable.

En la primera sección, Eva Par­dos repasa las recientes estimacio­nes nacionales e internacionales de medición de la protección arancela­ria española en la Restauración para concluir que la protección en Espa­ña fue «relativamente moderada» y no creciente. Carmen Fillat mode-liza, de forma algo críptica, la aper­tura y evolución de las exportacio­nes españolas, y concluye que, dado el nivel de desarrollo español, ésta fue «normal» en relación con nues­tros socios europeos. Domingo Gallego ofrece evidencias sobre los niveles de protección agraria y man­tiene que la política agraria fue «compleja y matizada y, por tanto, con una capacidad moderada de influir en los procesos interiores de asignación de recursos». James Simpson, en Unea con sus trabajos anteriores, concluye que la protec­ción agraria retrasó la necesidad de desalojar recursos del sector agrario y ralentizó el cambio técnico, aun­que mantiene su tradicional pesimis­mo sobre el hecho de que hubiera

sido muy distinto si hubiera habido otro tipo de política.

La segunda sección es quizás la más coherente y sólida del libro, en consonancia con el número y calidad de las nuevas investigaciones que se han aportado en este campo. Dis­cute la controvertida posición de mantener España fuera del sistema monetario del patrón oro antes de la Primera Guerra Mundial. El tra­bajo de Clementina Rodenas, Segundo Bru y Salvador Almenar enmarca la controversia entre dife­rentes escuelas de pensamiento eco­nómico y político contemporáneas y el actual debate historiográfico, resaltando las claras ventajas de la solución heterodoxa del tipo de cambio flexible. Marcela Sabaté, María Dolores Gadea y José María Serrano Sanz muestran la coheren­cia y ventajas de mantener el tipo de cambio fluctuante a partir de la observación de precios, balanza comercial agrícola y tipos de interés de la deuda. Agustín Liona estima el tipo de cambio efectivo real de la peseta, lo que le permite resaltar los costes recesivos sobre demanda de importaciones e ingreso que hubiera supuesto incorporarse al patrón fijo. Antonio Cubel muestra las ventajas que supuso para la esta­bilidad macroeconómica española el colchón del sistema de tipos de cam­bio fluctuante, pero se mantiene escéptico sobre el incremento del coste financiero del crecimiento económico español como conse­cuencia de su aislamiento.

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La tercera sección estudia la pro­ductividad de la banca nacional y el papel del capital extranjero en el sis­tema financiero español privado y público. José Luis García Ruiz rea­liza un apretado anáUsis de algunos de los hitos que caracterizaron la multinacionalización de la banca en España entre 1874 y 1936. Xavier Cuadras, Ángel Fernández Castro y Joan Roses exploran las variables que influyeron en el auge y la deca­dencia de los grupos bancarios regionales a principios del siglo XX y concluyen que tanto el auge de la banca vasca como la decadencia de la catalana se asocian a incrementos de la productividad y no a variables de demanda. A su vez, José Ramón Gracia López argumenta sobre el importante papel de la letra de cam­bio en la oferta monetaria española y el de su extenso uso por comer­ciantes y banqueros a lo largo del siglo XK. Por último, Miguel López Morell resalta el positivo papel de los Rothschild en la financiación de las desastrosas cuentas públicas españo­las en la segunda mitad del siglo xrx.

La última sección es menos homogénea en su contenido. Andrés Hoyo analiza la integración, princi­palmente de la Bolsa de Madrid, en el mercado financiero y su vincula­ción con las fluctuaciones económi­cas como forma de comprobar la efi­ciencia de este mercado de capitales. Sus conclusiones son ambivalentes: por un lado, no desempeñó plena­mente su función y, por otro, hay sig­

nos de fuerte correlación con la acti­vidad productiva. Lluis Castañeda y Xavier Tafunell presentan un nuevo índice de la cotización de renta varia­ble en la Bolsa de Barcelona y ana­lizan la calidad del mismo y su inte­gración con la Bolsa madrileña. El contraste con otros índices construi­dos con series y procedimientos dis­tintos es positivo y su integración con la Bolsa de Madrid parece muy ele­vada desde 1860. Por último, cierra el libro un ensayo de Rafael Barquín, donde se ofrece una primera aproxi­mación al coste de la vida en España entre 1815 y 1860, en donde fun­damentalmente se hacen algunas crí­ticas y nuevas propuestas provisiona­les a este respecto.

El gran mérito de este libro con­siste en haber conseguido reunir a un importante grupo de los más dinámicos investigadores de la his­toria económica española para dis­cutir temas tan importantes como el papel del sector exterior, banca y mercado financiero en el crecimien­to económico español. Los lectores tienen la oportunidad de seguir de cerca las últimas aportaciones en este campo cohesionadas por una introducción atractiva y clarificadora que sin duda vuelve a situar el listón del debate en un punto más alto y más académico que antes de la apa­rición del libro.

Antonio TENA JUNGUITO

Universidad Carlos III de Madrid

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RECENSIONES

Antonio IBARRA, La organización regional del mercado interno novohispano: La economía colonial de Guadalajara, 1770-1804, Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad Autónoma de Puebla, 2001.

Uno de los principales atractivos de trabajar sobre la época colonial en México y el resto de América es que el investigador tiene la oportu­nidad de descubrir una gran canti­dad de testimonios de la época poco conocidos que no son solamente minas de información, sino asimis­mo textos de una prosa rica que des­cubren sociedades y economías den­sas y complejas. En este estimulante libro de Antonio Ibarra, se explora una serie de estos documentos que ofrecen el material necesario para entender la evolución económica de Guadalajara, una de las regiones de mayor importancia de la Nueva España de los siglos XVI, xvn y xvm.

En los primeros dos capítulos de su estudio, Antonio Ibarra nos ofre­ce una minuciosa reconstrucción geográfica y social de la Guadalajara colonial, citando autores de la época que eran grandes conocedores de esa realidad.

Sigue, después, una pormenoriza­da relación de la geohistoria regional, para desembocar en un acercamien­to a la demografía de Guadalajara hacia fines del siglo xvm. Después viene el corazón del libro, en el que analiza el crecimiento económico de la zona, la naturaleza de los merca­dos regionales y la estructura muy

concreta y detallada del comercio y la producción, para lo que va cons­truyendo un modelo de contabilidad de la economía regional.

La fuente principal que utiliza el autor es una magnífica recopilación estadística y descriptiva del briga­dier Fernando Abascal y Sousa de los años de 1802 y 1803. Este texto es testimonio del esfuerzo de los comerciantes ilustrados del Consu­lado de Veracruz que encargaron a Abascal la factura de este documen­to, al igual que le requirieron a José María de Quirós la publicación anual de su famosas Balanzas de comercio, que han sido desde enton­ces una de las fuentes fundamen­tales para la reconstrucción del comercio tardo/colonial de México.

A partir de este documento, Ibarra reconstruye la Guadalajara de la época como si fuera un gran fres­co, lleno de mercados, productos y números. En los ricos apéndices, el autor proporciona una idea de la profusa variedad de las produccio­nes agrícola/ganaderas pero también manufactureras de la economía regional. Por último, conviene comentar el polémico pero cariñoso postfacio de Ruggiero Romano. El üustre historiador italiano.(reciente­mente fallecido) comenta las hipó-

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tesis de Ibarra y, después de elogiar la obra, concluye sugiriendo que debe matizar su visión y prestar más atención a la economía no/moneta-rizada y de trueque. Aun cuando son certeras las críticas de Romano acer­ca de la necesidad de prestar aten­ción al sector no monetario de la economía colonial, ello no quita del hecho de que el conjunto de datos que proporciona Ibarra constituyen el acervo estadístico más rico para el estudio de los dinámicos mercados en una de las más importantes eco­nomías regionales de la Nueva Es­paña hacia fines del siglo xvin.

Para cualquier investigador de la historia económica colonial, este libro constituye una verdadera mina

de información que habrá que explorar con instrumental analítico diverso. Por lo pronto, Antonio Ibarra ha puesto en duda las tesis de uno de los mejores historiadores colonialistas de nuestros días, Eric Van Young. Ibarra sostiene que el esquema de una economía regional bastante cerrada que propone el his­toriador norteamericano no con­cuerda con la nueva interpretación de los datos, los cuales indican que la economía de Guadalajara estaba mucho más abierta y conectada con otras economías regionales de lo que se venía suponiendo.

Carlos MARICHAL

El Colegio de México

Antonio DI VITTORIO (coord.): DaWexpansione alio svtluppo. Una Storia eco­nómica d'Europa, Torino, G. Giappichelli Editore, 2002, 498 pp., 30 € .

Es evidente que un manual de quinientas páginas no es una enci­clopedia. No podemos encontrar en él todo lo que busquemos sobre seis siglos de historia económica de Europa y la información cuantitativa está necesariamente limitada. Tam­poco las referencias bibliográficas pueden (ni deben) ser exhaustivas. Igualmente, cualquier obra en la que se reúnen trabajos de distintos auto­res está caracterizada por la diver­sidad de enfoques y la variedad de los contenidos.

Dicho esto, y evitando cualquier crítica en las direcciones anterior­mente expuestas, el presente libro responde plenamente, en mi opi­nión, a lo que razonablemente pue­de y debe esperarse de un manual: tratamiento equilibrado de los gran­des problemas y períodos, conoci­mientos actualizados, exposición clara, sencilla y atractiva, bibliografía seleccionada temáticamente, cua­dros, gráficos y mapas suficientes y adecuados. Por otra parte, y ya lo

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advierte en el prólogo el profesor Di Vittorio, el manual tiene un carácter eurocéntrico aunque contiene, a mi modo de ver, las necesarias referen­cias a otros espacios, sin las cuales difícilmente se puede entender la historia de Europa. Otra innegable virtud del texto es el esfuerzo de los autores por hacer una verdadera his­toria europea. Es decir, no una suce­sión o acumulación de historias nacionales, adosadas unas a otras, sino un análisis de los problemas económicos europeos desde una perspectiva general, lo que se com­plementa, en ocasiones, con referen­cias de carácter nacional.

El libro se inicia con un capítulo escrito por la profesora Paola Massa dedicado a la economía del siglo xv y, en particular, al análisis de los fac­tores que explican la expansión europea. Parte de un esquema muy atractivo en el que, tras un estudio del sistema de funcionamiento de la economía, presenta sucesivamente las fuerzas integradoras, los merca­dos europeos, el papel del comercio exterior (particularmente las impor­taciones de Oriente), la organiza­ción del trabajo, las innovaciones y las fuentes de energía, para culminar con el comienzo de la expansión ultramarina, con la rivalidad de cas­tellanos y portugueses, encauzada por el Tratado de Tordesillas.

La parte segunda del texto, de Giuseppe Braceo, recoge y da con­tinuidad a la exposición de la pro­

fesora Massa y se dedica al estudio de la expansión europea durante el siglo XVI. Junto al análisis de los ele­mentos básicos (demografía y pro­ducción agraria) destaca la impor­tancia concedida a la iimovación científica, a los intercambios inter­nacionales y a los problemas mone­tarios. Particular interés tienen las páginas dedicadas a un nuevo fenó­meno: las finanzas públicas y el pro­blema del endeudamiento. Conclu­ye el capítulo con un acertado esquema de tres zonas europeas: las áreas dominantes, los estados italia­nos (áreas in bilico) y las nuevas potencias emergentes. Dentro de ellas y más allá de las evidentes dife­rencias entre los Estados, el autor se esfuerza en presentar los rasgos comunes que se habrían de conso­lidar a largo plazo.

Alberto Guenzi es el autor de la tercera parte del texto, dedicada al siglo xvn, y que sorprende, en prin­cipio, por su título: la expansión europea en el siglo xvn. Tras este encabezamiento se presenta la crisis demográfica europea, de la que escaparían, relativamente, zonas como Inglaterra y las Provincias Unidas, y los efectos de esta crisis sobre los precios y los niveles de vida. Repasa el autor la evolución de los sectores productivos haciendo hincapié en los cambios estructura­les: la introducción de nuevas tec­nologías y cultivos en lo que con­cierne a la agricultura; los cambios

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en la organización industrial y el papel del Imperio español en las finanzas internacionales, en las que el encauzamiento de los metales preciosos y las crisis hacendísticas tendrían especial significación. Con­cluye su capítulo con un análisis de la evolución de las potencias que se consolidan en el siglo xvn: Holanda, Francia e Inglaterra y sus diferentes esquemas de desarrollo.

J. A. Davis es el responsable del capítulo dedicado a la economía europea durante el siglo xvili. Siguiendo un esquema bastante clá­sico: agricultura, población, comer­cio, industria y manufacturas, y el papel del Estado, el autor comienza su capítulo con dos epígrafes de gran interés dedicados a los plantea­mientos teóricos sobre la industria­lización (centrado en el análisis de Rostow) y a los principales proble­mas del desarrollo económico de Europa en el xvm. Igualmente inte­resantes son sus reflexiones finales sobre la Europa napoleónica en la que, a pesar del desarrollo de nue­vos lazos económicos y la difusión de los principios políticos e ideoló­gicos revolucionarios, pervivieron las fuertes rivalidades nacionales.

El proceso de industrialización europea durante el siglo XDC es ana­lizado en la parte quinta del libro por el profesor Giovanni Luigi Fon­tana. El autor adopta también un esquema clásico a la hora de repasar los principales problemas: una

visión general del período, la pobla­ción y la agricultura, la industria, los transportes y las comunicaciones, los intercambios internacionales y el sistema monetario. Desde un punto cronológico el autor adopta el cri­terio de un siglo xix largo que fina­liza con el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial. Ello implica la plena incorporación a su análisis de la «segunda revolución industrial», la consideración de las nuevas pautas de producción y con­sumo de bienes duraderos o la crea­ción de la primera red de comuni­cación telegráfica que unía el mun­do en tiempo real a comienzos del siglo XX. Dentro de la claridad expo­sitiva general, merece la pena des­tacar el epígrafe dedicado a las balanzas de pagos y al patrón oro, tema que suele resultar complicado para los alumnos de un primer curso de Historia Económica, y que el autor explica de forma breve y clara.

Finalmente, el profesor A. Carre­ras analiza la evolución de la eco­nomía europea durante el siglo xx «entre ruptura y prosperidad». A partir de una base cuantitativa exce­lente, no en vano el autor es uno de los mejores expertos internacio­nales en la materia, el profesor Carreras presenta un panorama muy completo y detallado de la economía europea del pasado siglo. En mi opi­nión, uno de los méritos de este manual es su cobertura cronológica. El capítulo de Carreras finaliza con

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referencias a la integración europea y al Tratado de Maastricht, lo que, sin duda, es un gran acierto. Nunca he encontrado razón alguna para que los manuales de Historia no lle­guen hasta los momentos actuales, para que interrumpan el relato his­tórico privando al lector del nexo final entre el pasado y el presente. Afortunadamente los prejuicios res­pecto a la distancia cronológica (con­fundiéndola con objetividad) que el historiador estaría obligado a respe­tar son cada vez más débiles. Por otra parte, la abundante información

cuantitativa que proporciona el autor tiene la virtud de no «interrumpir» un discurso claro y sencillo en el que los datos no sustituyen al análisis y la reflexión. En definitiva, el libro coordinado por el profesor Di Vitto-rio constituye, en mi opinión, una excelente síntesis de la Historia Eco­nómica de Europa entre los siglos xv y XX cuya lectura proporciona una base suficiente para cualquier intere­sado en introducirse en esta materia.

Carlos BARCIELA LÓPEZ

Universidad de Alicante

A. MADDISON, D . S. PRASADA RAO y W. F. SHEPHERD (eds.), The Asían Economies in the Twentieth Century, Cheltenham, Edward Elgar, 2002, xi -t- 250 pp.

Como es bien conocido, la cuan-tificación histórica de las tendencias macroeconómicas a largo plazo en países no desarrollados ha prospe­rado mucho en los últimos años. Las ampliaciones geográficas de las famosas Penn World Tables de A. Heston y R. Summers (del Center for International Comparisons de la Universidad de Permsylvania), que obtienen datos de renta nacional en paridad de poder adquisiüvo desde el lado del gasto, han desarrollado el proyecto de comparaciones interna­cionales llevado a cabo en el marco de Naciones Unidas desde los años

sesenta por L Kravis. A aquéllas se han sumado las nuevas series del Gronigen Growth and Development Center (GGDC), desde el lado de la producción, así como la amplia base de datos sobre crecimiento de W. Easterly en e) Banco Mundial y los estudios que se han derivado de ellas, entre los que cabe destacar naturalmente los de A. Maddison, profesor emérito en el Departamen­to de Economía de la Universidad de Groningen (Países Bajos).

Tanto para la OCDE como para el proyecto de comparación interna­cional de producción y productivi-

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dad (ICOP) del GGDC, Maddison ha hecho un importante esfuerzo de recopilación estadística y de trata­miento de los datos con miras a hacer posibles las comparaciones internacionales. Como señala ese autor en la introducción al Ubro que comentamos, los juicios sobre las razones de la disparidad internacio­nal del crecimiento económico tien­den a ser «borrosos» en ausencia de medición. Además, añade Maddi­son, si esta última se presenta de manera transparente, los lectores reticentes pueden rechazar parte de la información empírica, descartar algunos argumentos e introducir hipótesis alternativas. Aunque los estudios de Maddison han sido cri­ticados por no someter los datos a una crítica rigurosa y por carecer prácticamente de análisis, lo cierto es que son los únicos que han pre­sentado un plano largo de la evolu­ción de varios indicadores importan­tes en períodos extensos y en un número amplio de países.

Este libro es resultado de un pro­yecto iniciado en 1993, con finan­ciación del Australian Research Council, sobre comparación de pro­ducción, productividad y poder de compra en Asia y Australia y dirigido por los tres compiladores, que son, además de Maddison, D. Rao (de la Universidad de Nueva Inglaterra en Armidale) y W. Shepherd (de la Universidad de Griffith en Brisba-ne). La compilación incluye, además

de una breve introducción de Mad­dison, ocho capítulos, de los que tres tratan aspectos metodológicos y de medición y cinco se refieren a países. En el primer grupo, Maddi­son y van Ark abordan la compa­ración internacional de la produc­ción y de la productividad, presen­tando de hecho el proyecto ICOP; Rao, Maddison y Lee comparan los resultados de la agricultura en Asia-Pacífico en 1900-1994; y She­pherd y Rao analizan el sector manu­facturero en Australia y Estados Unidos en 1970-1995. En el segun­do grupo, se tratan los casos de Chi­na en 1949-1997 (Wu), India en 1900-97 (Sivasubramonian), Indo­nesia en 1900-1997 (van der Eng), Japón en 1885-1997 (Pilat) y Corea del Sur y Taiwán en 1960-1998 (van Arky Timmer).

Algunas conclusiones de los capí­tulos sobre países resultan contro­vertidas. Por ejemplo, el capítulo de Wu sobre China parte de una cons­tatación ampliamente compartida entre los especialistas: los datos ofi­ciales de producción en ese país están claramente sobrevalorados (véanse los importantes trabajos al respecto de B. Naughton) y nece­sitan una corrección a la baja. Sin embargo, el autor estima una tasa de crecimiento anual medio de la industria china después de la refor­ma iniciada a finales de los años setenta menor que durante el perío­do maoísta, lo que contradice

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muchos otros estudios y desafía incluso el sentido común. Además, el capítulo de van Ark y Timmer sobre Corea y Taiwán estima una relativamente baja contribución al crecimiento en 1960-1996 del aumento de la productividad total de los factores (PTF) en ambos casos (6 por 100 en Corea y 17 por 100 en Taiwán), muy similar a la obtenida en los discutidos trabajos de A. Young (popularizados, como es bien sabido, en un famoso artícu­lo de P. Krugman publicado en 1994 en la revista Foreign Affairs) y de B. Bosworth y S. Collins.

No obstante, el libro en su con­junto es una aportación interesante desde varios puntos de vista. En pri­mer lugar, es un esfuerzo notable en la ingente tarea de construir series comparables de cuentas nacionales desde el lado de la producción (lo que permite estimar niveles y tasas de variación de la productividad) aplicada a una región del mundo que representó en 2002 más de un tercio del producto bruto mundial medido en paridad de poder adqui­sitivo (tal proporción era de apenas 18 por 100 en 1950). En segundo término, aborda los países más poblados de Asia (China, India, Indonesia y Japón) y permite obte­ner una visión comparada, aunque sea en trazos gruesos, del crecimien­to de esas economías en el siglo xx. Especialmente interesante resulta el trabajo sobre Japón de Pilat, que

ofrece cuantiosos datos sobre la evo­lución de esa economía desde la res­tauración Meiji en 1868 hasta los años noventa del siglo xx y que trata de manera adecuada los factores de su extraordinario crecimiento en 1950-1973, aunque es parco en lo relativo a la crisis estructural que padece el país desde 1992.

Con todo, algunos aspectos del libro no resultan del todo convin­centes. Por una parte, la inclusión de algunos capítulos no está del todo justificada y no parece cohe­rente con el título de la compilación. El capítulo sobre los niveles de pro­ducción y productividad en el sector manufacturero en Australia y Esta­dos Unidos en 1970-1995, aunque no está exento de interés, trata dos economías no pertenecientes a Asia. El correspondiente a la evolución comparada del sector rural en 1900-1994 en las economías de Asia-Pacífico pasa por alto que el auge económico de Asia oriental desde los años sesenta ha estado basado en realidad en un fenomenal proceso de industrialización. Por otra parte, los capítulos sobre países apenas abordan la importante con­troversia sobre la contabilidad del crecimiento en el milagro asiático (¿acumulación de factores o aumen­to de la PTF?) y, cuando lo hacen, como en el capítulo sobre Corea del Sur y Taiwán, obtienen resultados más que discutibles, a la vista sobre todo de las nuevas estimaciones del

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Stock de capital de Easterly y Levine. Además de en varios trabajos anglo­sajones, pueden verse estimaciones alternativas del crecimiento de la PTF en Corea del Sur, Taiwán y Sin-gapur en la tesis doctoral de F. Gar-cía-BIanch, leída en 2002 en la Uni­versidad Complutense de Madrid (Crecimiento económico en Corea del Sur, 1961-2000), publicada por la Editorial Síntesis en 2002, en la que el autor concluye que el principal motor del crecimiento fue el aumen­to de la PTF en la mayor parte de los períodos estudiados.

Finalmente, es de destacar que, como viene siendo habitual en los libros publicados por Elgar, el precio de este volumen es claramente exce­sivo: los 85 euros que hay que pagar por apenas 260 páginas pueden hacer que el texto sea apto única­mente para bibliotecas con amplio presupuesto. No cabe duda que el esfuerzo editorial de Elgar es sobre­saliente, pero ¿no podría publicar sus libros también enpaperback?

Pablo BusTELO Universidad Complutense

de Madrid

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ASSOCIACAO BRASILEIRÁ DE

§J^ PESQUi^DORES 9 ^ EM HISTORIA ^ ECONÓMICA

historia económica & historia de empresas VI. 1 (2003)

Carlos Morichal & Síeven Topik 7 O Estado e o crescitnento económico

na América Latina: Brasil e México, 1880-1920

Ligia Osório Silva & Suzana Cristina Ferrmndes 35 Amaro Cavalcantí e os caminhos

da industriaIiza9So brasileira

Elisabeth von ier Weid 6 5 A reforma urbana e a l i gh t : uma

revolufSo na cidade. Rio de Janeiro -inicio do sécalo X X

Tensa Cristina de Novaes Marques & Marta Teresa Rjbeiro de Olivara

8 7 Inovafáo de produto ou saída para a crise? O lanfamento da cerveja Brahma Chopp no veráo de 1934

Javier Vidal Olivares 121 Estado, regulación de los mercados

y estrategia empresarial en América Latina: Iberia, líneas aéreas de España, en Argentina y Uruguay, 1966-1975

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económicas no Egito faraónico: síntese de alguns detalhes

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Gabriel Tortella (Presidente) Carmen Iglesias (Directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) Carlos Pascual (Director de Marcial Pons) Ángel Luis López Roa (Director de la Fundación SEPI) Felipe Ruiz Martín (Presidente Honorario de la Asociación de Historia Económica)

Revista de Historia Económica