Revista Cinestesia

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STAFFSTAFF

Karina Kovvalijszyn

Locutora Nacional. Tengo 23 años, soy de Bahía Blanca. Actualmente soy auditora de medios en Ejes de Comunicación y desde hace 7 años que me dedico de forma partículas a dictar clases de computación en instituciones y empresas conjuntamente con asesoramiento integral en el uso de las nuevas tectologías.

Carlos Carabajal

Locutor Nacional - Estoy próximo a recibirme de Licenciado en Comunicación Social. Mi experiencia profesional se centraliza en el liderazgo de proyectos administrativos y de comunicación. Comprometido con la excelencia y particularmente interesado en áreas centrales de Información, Marketing, Comunicación, Prensa y Relaciones Institucionales en empresas del mercado.

Lucas Lot CalabroProductor y director de Radio y TV, actualmente curso el último año de la carrera de comunicador social en la UNLP, realizo trabajos de prensa y comunicación en el Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y estoy a cargo de la producción integral del programa de radio "Frecuencia X" que se transmite los sábados en www.radiozonica.com.ar

Sumario

Editorial...................................................................................3

“La violencia como tema y no como recurso”

Nota de Lucas Lot Calabro .....................................................4

“La construcción de espacios en “La Aldea””

Nota de Carlos Carabajal .......................................................5

“Asumir la realidad”

Nota de Karina Kovvalijszyn ..................................................7

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Editorial

"La Aldea" y un síntoma global, la ViolenciaCuando el grupo periodístico decidió tratar esta temática se observó que la construcción de la violencia

en el cine aparece de manera predominante, constatando que gran parte del cine utiliza a la violencia como

generador de conflictos y disparador de tramas, transformándose en un recurso repetitivo en el interior de los

guiones, pero no como el eje central de los filmes desde donde parten las acciones.

Se eligió la película “La Aldea”, film dirigido por el reconocido director M. Night Shyamalan, en el cual

se retrata la violencia simbólica, llevando al espectador a reflexionar y tomar conciencia sobre las formas de

utilización del poder, la creación y empleo de los aparatos de represión social y como éstos alteran la conducta

de los hombres invadiendo sus mentes y coartando sus libertades.

En el inconsciente de la sociedad, en donde no sólo vivimos, sino que también convivimos, está la

violencia, que parecería ser el adjetivo: la sociedad violenta, e incluso el sustantivo: la violencia social, como un

aspecto de la sociedad, sin embargo, se limita a la acción de agredir físicamente a uno o varios, termina estando

en todos los ámbitos, si se profundiza en estudios o reflexiones filosóficas contemporáneas, que determinan que

es, entre otras cosas, el ejercicio del poder, los aparatos represivos de las estructuras dominantes, la

marginalidad, el maltrato psicológico y la generación de miedo y culpa.

“La aldea”, a través de la llamada “junta”, conformada por los líderes que llevaron adelante este

proyecto de vida, construye los ejes de un poder de carácter simbólico utilizando como herramienta un

injustificable temor hacia criaturas míticas que merodean los confines del pueblo y llevando al espectador al

tema principal que cruza todo el film de principio a fin, la violencia.

La sociedad se merece saber, porque saber la hace libre, mientras más conoce mayor capacidad de

discernimiento se tendrá para llegar a tomar buenas decisiones, entre lo que fue o es correcto y lo que no lo es,

prodigar cosas buenas para el prójimo, aspecto que entre tanta violencia y ocultamiento, es un aspecto mas que

se deja entrever. Entre las diferencias culturales y sociales y el conocimiento del hombre, de la propia

comunidad, se trata de hallar la formula para lograr la mejor convivencia, sin considerar la superioridad o

inferioridad de los otros, sino buscando un bienestar personal y comunal.

El cine, película tras película, muestra las causas, consecuencias y males de la violencia con ejemplos de

violencia, así como también profundiza su veta reflexiva expresando que ésta produce efectos mucho más

perennes que la mera agresión física, como el daño que se genera a nivel psicológico.

Filmes como “La Aldea” tratan temas que no están alejados de la realidad cotidiana, como la

inseguridad, la culpa, los miedos, la manipulación, el poder y la farsa justificados todos ellos como un mal

menor ante tanta violencia que invade nuestros hogares.

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La violencia como tema y no como recurso

En el año 2004 se estreno la película “La

aldea” del director indio Manoj Shyamalan, quienes

muchos recordarán por haber dirigido en 1999

“Sexto sentido”.

La trama gira en torno a una aldea de pocos

habitantes, que por decisión de los mayores viven

aislados del resto de la sociedad para evitar su

violencia y dejar atrás lamentables hechos que les

sucedieron. Todo marcha bien hasta que comienzan

a aparecer signos de violencia dentro de esa aldea

creada para evitar ese impulso, lo que obliga a una

de las protagonistas a ir hacia la sociedad a buscar

una cura para detener la causa de lo que paso en la

aldea. El film muestra la violencia desde varios

aspectos, desde las agresiones que fueron victimas

los más viejos y que los llevaron a tomar la decisión

de aislarse, hasta la represión interna de los

personajes ante lo desconocido que hay más allá de

las fronteras. También es interesante los elementos

que aparecen en la película, tales como los

mecanismos de miedo que se crean dentro de la

aldea para mantener lejos de la verdad a sus

habitantes o las alegorías que hay en los personajes

de Noah como el loco que sin pensar comete un

asesinato, o de Ivy, que siendo ciega se traslada

hasta el mundo real, como si de la caverna de platón

se tratara. Esta película también hace reflexionar

entre otras cosas sobre los miedos como

impedimento hacia la superación, la manera de vivir

de la sociedad, la mentira y las barreras que dividen

esa interminable búsqueda del ser hacia la felicidad.

Quienes alguna vez hayan estudiado o

tenido acceso a documentos académicos que

describan la manera en que se realiza un guión

cinematográfico al estilo americano, saben que hay

ciertos parámetros que hay que respetar en todo

film.

Por citar algunos, siempre debe haber un

protagonista y un antagonista, el personaje principal

comienza en un estado, algo lo altera y al final del film no

será el mismo que al principio. Todo esto, esta cruzado por

un elemento que no puede faltar: el conflicto.

El conflicto puede traducirse y representarse de

varias maneras: con otra persona, con uno mismo, con

muchos o con pocos. El conflicto supone un

enfrentamiento, y la manera mas fácil de mostrarlo es

mediante la violencia, prueba de ello son la infinidad de

cortometrajes de estudiantes, que ante el apuro, la

intención de mostrar buenas historias o la mismísima

influencia del cine holywoodense, elementos como el

asesinato, las armas y el misterio son moneda corriente en

el 90 porciento de estas producciones.

La violencia en el cine tiene una larga historia, de

hecho se podría decir que el cine ha progresado de la mano

de temáticas relacionadas con la violencia, pero casi

siempre como recurso y pocas veces como tema central.

Al cine americano actual, por ser una de las

industrias culturales más influyentes de occidente le daría

un buen entretenimiento y reflexión al público si

produciría más películas con ejes como el que trata “La

Aldea”, en pos de pensar sobre muchos temas de la

realidad de todos los días que están plagados de agresión

física, marginación y opresión, en definitiva violencia.

De Lucas Lot Calabro

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La construccion de espacios en “La Aldea”

En el filme descripto, un grupo de hombres y

mujeres son víctimas de la violencia ciudadana,

perdiendo en diferentes robos, peleas y actos de

salvajismo en la ciudad no sólo bienes personales

sino también la vida de los más cercanos,

resolviendo como solución recrear un ambiente

para la protección de sus vidas y para proteger la

“inocencia” perdida.

La posibilidad de construcción de un

ambiente donde ese dolor quede oculto, a la sombra

de una nueva vida campestre, alejado en tiempo y

lugar, donde las reglas son dictadas y seguidas por

cada una de las familias con la intención de vivir en

una armonía pueblerina, de puertas y corazones

abiertos, no podía subsistir ante el “espíritu

exploratorio” del hombre y esa interna necesidad de

encontrar nuevos horizontes, develar misterios,

descubrir el más allá.

Este temor, que lo posicionan en los

impulsos de sus hijos, los lleva a crear peligros que

demarcan hasta donde es permitido explorar, hasta

donde ese “gran corral de la aldea” les permite

movilizarse demarcando con banderines de un color

amarillento los límites e inventando con un disfraz a

base de pieles de animales, con cabeza de jabalí y

garras la figura de un “especie de hombre lobo” al

que llaman “los innombrables” que proviene de ese

sector que está más allá de los banderines, del

bosque, y que son atraídos a la aldea por la presencia

de un color prohibido, el rojo, que los moviliza a

internarse en la aldea.

Los disfraces son utilizados por los

integrantes de la junta a fin de instalar el miedo en

los niños y jóvenes con el propósito de mantenerlos

dentro de la aldea.

La violencia de esta nueva mentira retrae a los

jóvenes a no alejarse del “sector seguro” e impone a

través de la herramienta del temor, de la violencia

simbólica, el orden que sus padres deseaban, con el

fin de preservar la “esterilidad” de este proyecto y la

permanencia olvidada y perenne de sus vidas.

Pero en todo grupo social, están quienes

acatan las reglas y se disciplinan al orden, como lo

expresa Durkheim y aquellos que “anómicos” en

esencia se guían por sus impulsos aventurándose más

allá de lo permitido, lo impuesto.

Uno de esos jóvenes, que tiene como

característica un deterioro de su salud mental comete

un crimen por celos, hiriendo de gravedad a otro y

planteando como problema el regreso de la violencia

criminal a pesar de los esfuerzos de los integrantes de

la junta por construir espacios de protección de la

inocencia de los más pequeños.

El eje central del filme se basa en el amor de

una pareja de jóvenes, que ve como necesario el viaje

al exterior de uno de ellos para conseguir

medicamentos que le salven la vida al otro, de esta

manera una joven no vidente deberá transitar los

senderos olvidados para salir de la aldea y tener

contacto con el exterior a fin de obtenerlos y salvar a

su amado.

De Carlos Carabajal

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Más allá de los peligros del viaje de una no

vidente por el interior de un espeso y olvidado bosque

y los intentos de asesinato propinados por el joven

demente antes descripto, el choque cultural y

temporario que se genera cuando se encuentra con un

guarda parques con su automóvil todo terreno y sus

equipos de comunicaciones en una carretera, generan

un contraste que rompe la estructura visual del

espectador.

El filme construye en su estructura el meta-

mensaje de la auto-exclusión asimilando en forma

material el espiral del silencio de Isabelle Noelle

Newman.

En tanto cuerpos (e individuos biológicos),

los seres humanos están, en el mismo concepto que

las cosas, situados en un lugar y ocupan un sitio. Ese

lugar puede definirse decididamente como el punto

del espacio físico en que están situados, en donde

sienten que “tienen lugar”, que existen. En la aldea

ese grupo de personas marcadas por el terror de la

violencia ciudadano y el temor que invade sus vidas

pierden la identidad de ese lugar y re significan un

nuevo “espacio de construcción social” donde se

sienten iguales.

Como lo afirma Pierre Bourdieu “Los agentes

sociales que se constituyen como tales en y por la

relación con un espacio social (o mejor, con

determinados campos) y también las cosas en tanto

los agentes se apropian de ellas, y por ende las

constituyen como propiedades, esta situados en un

lugar del espacio social que puede caracterizarse por

su posición relativa con respecto a los otros lugares y

por la distancia que los separa de ellos. Así como el

espacio físico se define por la exterioridad recíproca

entre las partes, el espacio social se define por la

exclusión mutua de las posiciones que lo

constituyeron, es decir, como estructura de

yuxtaposición de posiciones sociales.”

Esos estigmatizados crean este espacio

social con el fin de construir una otredad constante

sobre ese antiguo espacio físico que se definió

como lo que debían olvidar pero no del todo.

Como el espacio social está inscripto a la

vez en las estructuras espaciales y las estructuras

mentales, que forman parte el producto de la

incorporación de las primeras, el espacio es uno de

los lugares donde se afirma y ejerce el poder. La

forma más sutil la de la violencia simbólica como

violencia inadvertida son los espacios de

construcción física ya que tienen como objetivo

interpelar directamente al cuerpo y obtienen de éste

el respeto que nace del alejamiento, del estar lejos,

a distancia de los objetos de poder simbólico.

Como afirma Bourdieu “El espacio o, más

precisamente, los lugares y sitios del espacio social

reificado, y los beneficios que procuran, son

apuestas de luchas (dentro de diferentes campos).”

Así en el filme ese pueblo olvidado en el medio de

la nada, en el interior de una reserva es tomado por

sus integrantes como una revancha, como una

batalla sin contrincante contra la violencia, pero

generando en ese acto una nueva violencia, la

simbólica.

Su imposibilidad de poner manos a la obra

y solucionar un problema social los lleva a dominar

este nuevo espacio para mantener a distancia a

personas y cosas indeseables, al mismo tiempo que

acercarse a las deseables.

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Asumir la realidad

En “La Aldea” se puede clasificar como una

sociedad acuartelado, como menciona María Cecilia

Arizaga en su estudio realizado, parafraseando a

Marcuse dice “acuartelada frente a los Otros que

aparecen amenazantes, en cada espacio que no este

debidamente controlado”. Algunas de las películas

más difundidas del último cine latinoamericano,

como La virgen de los sicarios y Ciudad de dios, han

contado al mundo que en Medellín y Río la

inseguridad es incontrolable.

Sin embargo, a pesar de este aislamiento, de

una forma estéril de tecnología y de la absoluta

negación de la civilización, buscando evitar todo

hecho de violencia, es a lo primero con lo que se

enfrentan: la violencia. El ser humano lleva dentro de

él la violencia y la alimenta en sociedad, más allá del

aislamiento, que también es tomado como un acto

reaccionario y de provocación, el hombre busca

liberarse de aquello que lo oprime por medio de la

reacción

Esa misma acción o reacción, que se gesto en

sociedad se manifiesta dentro de ella, que más tarde,

al no poder manejar diferentes situaciones comienza

a padecerlas. Nadie se hace cargo de esa situación,

que si bien es una cuestión individual la sociedad

tiene parte de responsabilidad. Dejar de ser

espectador es la premisa, comenzar a formar parte

del cambio en sociedad, con el Otro que también es

Uno. Es mas cómodo el aislamiento, la negación que

asumir la realidad como es, pero no hay mejor

solución para un problema que asumirlo, porque

nuestra vida esta en nuestras manos, nos toca a

nosotros escoger que hacer con ella, pero en

sociedad, pensar en uno es pensar en nosotros, en

función a un todo.

De Karina Kovvalijszyn

La historia construida en “La Aldea”, se

trata de una comunidad en medio de un bosque,

mediados del siglo XVIII, lejos de la civilización y

de la tecnología. Los pueblerinos se manejan con

sus propias reglas y rituales, como en toda vida en

comunidad, ordenados por un consejo, compuesto

por los fundadores y creadores del lugar, quienes

determinan que se hace que no se hace en relación a

las actividades, de esa forma buscan proteger la

comunidad, ordenarla y mantener la inocencia de

cada ciudadano. El dinero no forma parte de ese

lugar, por considerar que es lo que corrompe sus

corazones.

La construcción del film no esta tan alejada

de lo que vivimos día a día y una realidad palpable

en la argentina, donde también se viven en

diferentes ciudades del mundo un aislamiento

similar, como en Los Ángeles, atrincheramientos

desarrollado como Blackely, Snyder, Davis o en

San Pablo los Pires do Río Caldeiras, donde se

refleja, no solo la desigualdad social, sino la idea de

la otredad, un miedo a los otros, los que están del

otro lado del bosque, percibidos como lo violento,

peligroso. Esta dualidad nos da como resultado

mundos diferentes, donde nacen diferentes

universos sociales cuyos estilos de vida y usos del

espacio están referenciados por el lugar a donde

pertenecen, caracterizados por la fragmentación

entre los mismos sujetos, la marcada delimitación y

el bajo nivel de comunicación entre otros universos.

Se llega al aislamiento desesperanzados de

un cambio, con la nostalgia de un pasado idealizado

donde el dolor les hace creer que no hay nada que

cambiar, y que la solución es el alejamiento, la idea

de que todo pasado fue mejor sin darle un valor al

entorno, al presente.

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La violencia en el cine casi siempre es

utilizada como recurso y pocas veces como

tema central.El cine americano

actual le daría un buen entretenimiento y

reflexión al público si produciría más

películas con ejes como el que trata “La

Aldea”.

Para dejar algún comentario o publicitar en nuestra revista:[email protected] revistacinestesia2009.blogspot.com

Dejar de ser espectador es la premisa, comenzar a formar parte del cambio en sociedad, con el Otro que también es Uno. Es mas cómodo el aislamiento, la negación que asumir la realidad como es, pero no hay mejor solución para un problema que asumirlo.