Resistencia a Traves de Rituales

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES SUBCULTURAS JUVENILES EN LA GRAN BRETAÑA

DE LA POSGUERRA

[)N. MARIANA CHAVE5 ANTROPOLOGA

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OBSERVATORIO DE JÓVENES, COMUNICACIÓN Y MEDIOS

OBSERVATORIO DE JóVENES, COMUNICACIÓN Y MEDIOS

Florencia Saintout

CoLECCióN JuvENTUDES

Natalia Ferrante

OBSERVATORIO de Jóvenes Comunicación y Medios

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FACUl TAO DE PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAl

DECANA

Florencia Saintout

VICEDECANA

Patricia Vialey

SECRETARIO ACADÉMICO

Carlos María Ciappina

SECRETARIA DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y POSGRADO

Paula Morabes

SECRETARIA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

Paula González Ceuninck

SECRETARIO DE PRODUCCIÓN Y SERVICIOS

Cristian Scarpetta

SECRETARIO DE INTEGRACIÓN CON LAS ORGANIZACIONES

DE LA COMUNIDAD

Germán Retola

SECRETARIO DE ASUNTOS ADMINISTRATIVOS

Alejandro Tumminello

SECRETARIA DE PRENSA Y COMUNICACIÓN

Paula Pedelaborde

SECRETARIO DE DERECHOS HUMANOS

Jorge Jaunarena

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Hall, Stuart Resistencia a través de rituales: subculturas juveniles en la Gran Bretaña

de la posguerra 1 Stuart Hall y Tony Jefferson; edición literaria a cargo de Stuart Hall y Tony Jefferson. - 1 a ed. - La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Periodismo y Comunicación Social; Observatorio de

Jóvenes, Comunicación y Medíos, 201 O. 474 p.; 21x15 cm.

Traducido por: Nicolás A. Miranda; Rodrigo O. Ottonello; Fernando Palazzolo ISBN 978-950-34-0641-0

1. Estudios Culturales. 2. Subcultura. l. Jefferson, Tony 11. Hall, Stuart, ed. lit. 111. Jefferson, Tony, ed. lit. IV. Miranda, Nicolás A., trad. V. Ottonello,

Rodrigo 0., trad. VI. Palazzolo, Fernando, trad. VIl. Título CDD 306

Fecha de catalogación: 17/03/201 O

Arte y diseño Andrea López Osornio 1 Julieta Lloret

Revisión de textos María Eugenia López

Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios

Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata

Resistencia a través de rituales Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Traductores: Nicolás A. Miranda - Rodrigo O. Ottonello - Fernando Palazzolo Asistente de traducción: Elena Berge

Derechos Resevados Facultad de Periodismo y Comunicación Social

Universidad Nacional de La Plata Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios

Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización de los autores o editores

La Plata, provincia de Buenos Aires, República Argentina. Mayo 2010

I.S.B.N 978-950-34-0641-0

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES SUBCULTURAS JUVENILES EN LA GRAN BRETAÑA

DE LA POSGUERRA

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

OBSERVATORIO de Jóvenes Comunicación y Medios

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ÍNDICE

Una vez más: Resistencia a través de rituales Sección 1: El proyecto Sección 11: Expansiones, técnicas y contestaciones Sección 111: Trayectorias, o ¿y ahora a dónde?

Teoría 1 Subculturas, culturas y clase Algunas notas sobre la relación entre la cultura del control social y los medios de noticias, y la construcción de una campaña de la ley y el orden

Etnografía Respuestas culturales de los teds: la defensa del espacio y el estatus

El significado de «mod»

Los skinheads y la mágica recuperación de la comunidad

Haciendo nada

El significado cultural del uso de drogas

Etnografía a través del espejo

Comunas: una tipología temática

Reggae, rastas y rudies

Apéndice: desempleo, el contexto de la cultura de los chicos de la calle

13 13

20

41

166

172

180

195

202

208

229

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Una estrategia para vivir: música negra y subculturas blancas

Estructuras, culturas y biografías

Estilo

Difusión y difuminación del estilo

Conciencia de clase y conciencia de generación

Chicas y subculturas: una exploración

Una nota sobre marginalidad

Las políticas de la cultura juvenil

Método Investigación naturalista en subculturas y desviación:

299

310

un informe sobre una tendencia sociológica 408

La lógica de la indagación en la observación participante Una reseña crítica 423

Bibliografía 457

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UNAVEZMÁS: RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES

En el 2005 se cumplieron treinta años desde la primera

publicación de Resistencia a través de rituales [de ahora en

más RTR por sus siglas en inglés]: una edición doble (#7 y #8)

del Working Papers in Cultural Studies, el journal anual del

viejo Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la

Universidad de Birmingham. Fue reeditado por Hutchinson un

año después en formato de libro y desde entonces no ha deja­

do de ser publicado. Ahora, como parte de la publicación es­

table de Rutledge, vuelve en esta nueva edición. Dada la lon­

gevidad y el interés continuo que atrajo a lo largo de los años,

pareciera legítimo y de importancia preguntarse: ¿qué fue el

proyecto RTR?, ¿a qué sirvió de cimiento y qué reacciones y

críticas provocó desde su publicación?, ¿cuál es precisamente

su relevancia contemporánea?

SECCIÓN 1: EL PROYECTO

La Introducción original, que se mantiene en esta edición,

sitúa al libro de manera provechosa en el más amplio marco

de trabajo del Centro y toca además algunos puntos resonan­

tes. Identifica el rol del libro de ensamblar entre portadas una

gran variedad de trabajos de investigación provenientes de

distintos autores (que incluyen a muchos graduados del Cen-

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tro, como Paul Willis, lan Chambers, Rache! Powell, Jenny

Garber y Chas Critcher, que no eran miembros regulares del

Grupo de Subculturas, y a varios autores entre los que se

encuentran Paul Corrigan, Geoff Pearson, John Twohig,

Graham Murdock, Robín McCron, Simon Frith y Steve Butters,

que nunca fueron realmente miembros del Centro). Señala,

además, el carácter necesariamente indefinido, inacabado y

de obra en curso del libro y su clara obligación intelectual.

Marca la relación entre el libro y el trabajo que se llevaban a

cabo en otras áreas del Centro y que serían posteriormente

publicados, en especial Learning to Labor1 ( 1977) y Profane

Culture (1978) de Paul Willis; y, además, apunta en dirección

a aquellos conectados aunque distintos temas destacados que

culminaron en Policing the Crisis (Hall et al., 1978). Subraya

la naturaleza colectiva de la práctica intelectual del Centro y

las dificultades de sus miembros, ampliamente ilustradas en

el libro; así como su condición de monografía «desconecta­

da», organizada temáticamente, más que una escrita en su

totalidad por un mismo autor.

El reafirmar estas cualidades es una forma de volver a

contextualizar el libro para aquellos lectores contemporáneos.

Inevitablemente, este se ha visto alejado de un tiempo y con­

texto específicos para cobrar vida propia. Como es el destino

de todos los textos de esta naturaleza, RTR ha sido apropiado

selectivamente y de maneras en las que a sus autores con

frecuencia les resulta difícil de identificar; así como también ha

sido criticado ampliamente, por lo general desde disciplinas y

discursos más que ajenos a su punto de origen. No denuncia­

mos este hecho, intrínseco al trabajo discursivo y de interpreta­

ción. Sin embargo, si bien los autores ya no ocupan el lugar de

intérpretes privilegiados, no están tan muertos como Roland

1 N. del T.: publicado en español con el título Aprendiendo a trabajar, Akal, España, 1988.

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Barthes supuso alguna vez, y, por lo tanto, no están imposibili­

tados de volver una vez más al discurso en y desde otro lugar,

otro eslabón de una cadena que se despliega al infinito.

A nivel institucional, los subgrupos del Centro surgieron como

una extensión de las sesiones de devolución en las que se pre­

sentaban informes sobre las investigaciones en curso, conoci­

das originalmente como seminarios de trabajos en curso. El

Grupo de Subculturas fue, al nivel de investigación empírica,

análogo a otros grupos de investigación cuyo trabajo se publicó

en ediciones posteriores del journal y en las series Hutchinson.

El trabajo de todos estos grupos estuvo «enmarcado» por el

debate teórico que tenía lugar en el Seminario de Teoría sema­

nal, en el que se abordaba vigorosamente un programa de lec­

tura interdisciplinaria y discusión conceptual más amplio. El

objetivo del Grupo de Subculturas era proporcionar un punto de

referencia común para agrupar los proyectos individuales de

investigación de grado del Centro teniendo en cuenta los diver­

sos aspectos del fenómeno de la «cultura joven». RTR identifi­

ca a las subculturas como un aspecto particular y claramente

estructurado de este fenómeno más amplio. El Grupo de

Subculturas proporcionó, de esta manera, un espacio para la

discusión, el debate y la orientación de estos proyectos; «co­

lectivizó» las lecturas preparatorias, ayudó a integrar el progra­

ma de trabajo del Centro en torno a temas comunes y facilitó

un proceso de «teorización bien fundada».

La posición del Grupo de Subculturas dentro del proyecto

de Estudios Culturales tiende a perderse en debates posterio­

res. El trabajo de las subculturas era una parte, aunque tam­

bién un elemento diferenciado y «relativamente autónomo»,

en la evolución de una aproximación distintiva a los «Estudios

Culturales» emergente en el Centro durante este período. La

aparición de las culturas jóvenes es para nosotros uno de los

aspectos más distintivos -y en efecto «impresionantes»- de

la cultura británica contemporánea; y, en consecuencia, de

lli

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

los procesos sociales de posguerra y cambio cultural que se

establecieron como objeto de estudio y teorización privilegia­

do desde los comienzos del trabajo del Centro. Como se ex­

presó en su momento, la juventud era «Una metáfora del cam­

bio social». Las impresionantes culturas jóvenes plantearon

varias preguntas sobre el carácter necesariamente controver­

tido y contradictorio del cambio cultural y la diversidad de

formas de expresión que encontró la «resistencia».

Como deja en claro varias secciones del libro, en especial el

extenso resumen teórico «Subculturas, culturas y clase», el

proyecto se preocupó tanto de examinar concretamente y en

profundidad una «región» de la cultura contemporánea, como

de comprender de manera más explanatoria y no reduccionista

cómo esta podría estar conectada a estructuras culturales y

sociales más amplias. Fue, de este modo, un intento de relacio­

nar los fenómenos de las subculturas jóvenes con un análisis

histórico socio-cultural más general de la formación social. La

primera preocupación surgió a partir de la atención que el pro­

yecto prestó a prácticas y significados simbólicos estilísticos o

«de significación» y a la exploración de métodos de análisis

cualitativos apropiados para capturar el sentido de la cultura

para sus sujetos, su «experiencia de vida». La segunda se hace

evidente en la constante referencia del fenómeno a relaciones y

formaciones sociales mayores, la búsqueda (ingenua, quizás)

de lo que llamamos, tomando prestado de Willis (1972), las

«homologías» entre las mismas.

A pesar de que los Estudios Culturales tomaron la «cultu­

re» como punto de partida privilegiado, y en ese sentido fue

una manifestación bien temprana del «giro cultural» en las

ciencias de las humanidades y sociales, su objetivo no era el

de reemplazar aquello que Marx llamaba «determinación en

última instancia por la economía» por determinación cultural.

El objetivo era analizar y comprender las relaciones entre aque­

llos sets «relativamente autónomos», aunque nunca

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

mutualmente exclusivos, de relaciones llamadas «cultura» y

«sociedad». La contraposición de ambos términos que hace

Raymond Williams en sus primeros trabajos resultó ser funda­

mental para la empresa de los Estudios Culturales durante su

fase formativa, aunque, como RTR deja en claro, esta área se

involucró realizando un tipo de trabajo muy diferente. Sin

embargo, a diferencia de investigaciones sociológicas más

convencionales, RTR le dio a lo simbólico la misma importan­

cia que le dio a lo social: «subculturas y estilo», como

compendiosamente lo expresa Dick Hebdige (1979: 1 ), teori­

zando sobre las complejas conexiones o reflexiones entre

ambos. Desde sus comienzos y a lo largo de su desarrollo, el

proyecto que estudiaba las subculturas se vio opacado por

estas cuestiones conceptuales mayores que ya sacudían el

universo teórico del Centro. Entre estas cuestiones se encuen­

tran la «hegemonía» de Gramsci, la «autonomía relativa» y la

«relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales

de existencia» de Althusser, el bricolage de Barthes y Levi­

Strauss. En este sentido, RTR fue el producto de su tiempo

(teórico).

Otra forma en que el proyecto sobre las subculturas se

diferenció tanto de la concepción sociológica dominante de

«sociedad» como de la concepción literaria o de las humani­

dades dominante de «cultura» fue a través de su constante

retorno a los nexos entre cultura y poder. ¿De qué manera la

desafiliación generacional fue un signo de contradicciones

sociales más amplias? ¿Cuál fue la significancia y la eficacia

política de los movimientos culturales, cuando a «lo político»

se le otorga una definición mucho más amplia, ampliada, por

así decirlo, mediante lo cultural? Es en este contexto en el que

los distintos enfoques presentes en el libro tienen, a modo de

hilo conductor subyacente, cuestionamientos sobre el valor

político de «la resistencia a través de rituales» (el énfasis que

se hace aquí es nuestro); la relación entre los movimientos

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

sociales altamente estilizados y culturalmente elaborados y

las culturas de clase; y entre las políticas culturales y otras

formas de contestación social. Por ejemplo, este tema se ana­

lizó en el debate teórico sobre el «espectro de soluciones loca­

lizadas y negociadas»; la cuestión de las subculturas como

«relaciones imaginarias» o, para utilizar el término de Phil

Cohen, «resoluciones mágicas».

RTR ha sido leído en ocasiones como la contribución del

Centro al estudio sociológico. Sin embargo, probablemente

sea más apropiado ver el proyecto como el Jugar de la prolon­

gada junción entre los Estudios Culturales y las tradiciones

sociológicas. Este ya estaba en curso a un nivel de teorización

más amplio. Ciertos textos claves de la sociología y la antro­

pología contribuyeron a la mezcla interdisciplinaria de la cual

emerge el enfoque teórico distintivo del Centro. Los textos de

Weber, Durkheim, Mauss, la tradición alemana verstehen, Dilthey y Schultz, junto con Marx y Levi-Strauss, se encontra­

ban entre los «textos fundadores» de la teoría del seminario.

Lo que nunca se intentó fue incorporar la Sociología como

empresa disciplinaria acabada, cuyos métodos pudieran to­

marse y aplicarse. La pregunta subyacente fue siempre la si­

guiente: ¿de qué manera esto contribuye en el desarrollo de

un enfoque distintivo?, ¿qué aspectos de esta tradición de

pensamiento pueden integrarse junto con otros elementos, en

un marco teórico más amplio y con qué efectos analíticos y

conceptuales?

En resumen, esta junción formó parte de una búsqueda de

una metodología cualitativa no positivista y de formas de estu­

dio sociales interdisciplinarias más adecuadas para el campo de

la cultura y la doble adecuación que exige un proyecto que se

preocupa, fundamentalmente, por relacionar el análisis de las

formas culturales y los significados sociales con relaciones so­

ciales más amplias. Esto no demandaba simplemente llevar

adelante «un trabajo sociológico», sino intentar desenterrar y

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

reconstruir las tradiciones más antiguas de pensamiento socio­

lógico para nuestros propósitos y desde una perspectiva que de

algún modo se encuentra fuera del campo. Dichas tradiciones

fueron sumergidas en su mayoría por el énfasis positivista,

parsoniano y funcionalista de la corriente sociológica norteame­

ricana de posguerra. Lo que el giro hacia las subculturas nos

ayudó a hacer particularmente fue descubrir lo relevante que

estas cuestiones y preocupaciones han sido para los Estudios

Culturales, al tiempo que estas han seguido desarrollándose

dentro de una importante pero cualitativamente menor tradi­

ción de estudio social norteamericano.

Esta tradición incluía una variedad de trabajo: estudios

interaccionistas simbólicos, influenciados por G. H. Mead, que

intentaban recuperar lo subjetivo o el «sentido simbólico» de

la acción para los actores; estudios de caso etnográficos bien

abordados y observados de cerca, tal como fue desarrollado

en la sociología urbana de la escuela de Chicago y en otras; y

métodos afines de observación de participantes, tomado de la

antropología social, que utilizaba tanto a informantes como a

la participación activa por parte del investigador, como medio

para delinear mundos culturales desde «adentro». Muchos de

estos enfoques dieron lugar a estudios sobre desviación y

delincuencia u otras formas de comportamiento antisocial,

mayormente a modo de corrección a enfoques más positivistas.

En años más recientes, estos enfoques fueron la respuesta a

la crítica de que estos excluían por completo a la «vasta socie­

dad», mediante la incorporación de la «reacción social» a la

cuestión, incluyendo la manera en la que al «supuesto» com­

portamiento desviado le fue dado un sentido particular, es

decir, fue «categorizado» por los medios de comunicación y

por autoridades y agencias reguladoras.

Estas metodologías fueron relevantes para el enfoque de la

cuestión de las subculturas por parte del área de Estudios

Culturales, por la atención que prestan a cuestiones de signifi-

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

cado y porque estas validan la experiencia y el punto de vista

de los actores, restaurándoles cierto nivel de agencia y confi­

riéndoles un poder a sus consideraciones, de maneras que les

son imposibles a aquellos métodos de carácter más objetivos.

A la sociología norteamericana del momento le gustaba esta­

blecer que el problema sociológico era «el problema del orden

social». Sin embargo, estos acercamientos alternativos soca­

vaban la suposición de que la sociedad era un orden normativo

y consensuado, del que sólo una pequeña minoría, por razones

«patológicas», se desviaba. Pocos de los casos de estudio pre­

sentados en RTR fueron el resultado de una metodología

etnográfica bien sustentada o de observación participante; pero

las consideraciones más «etnográficas» del estudio tomaron

prestado y adaptaron estas metodologías teniendo como pro­

pósito lo que Geertz ( 1973} describe como «descripción den­

sa». La presunción metodológica subyacente era que los signi­

ficados debían observarse de cerca y relacionarse con las prác­

ticas, y que los fenómenos culturales debían entenderse con­

cretamente y en su completa especificidad antes de poder ser

doblemente adecuados a relaciones más amplias. Una breve

ojeada al libro bastará de sustento al argumento que sostiene

que lo que podría llamarse el nivel «etnográfico» era de crítica

importancia para el proyecto, pero que no sería preciso descri­

bir RTR como «un estudio etnográfico».

SECCIÓN 11: EXPANSIONES, TÉCNICAS Y CONTESTACIONES

En los años siguientes a su primera publicación, RTR sirvió

de base a muchos trabajos sobre la juventud, y no sólo dentro

del algo estrecho campo de los estudios subculturales. De

hecho, fue en principio adoptado en el ámbito académico,

como parte de la bibliografía obligatoria del E202, el curso

20

Page 24: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

sobre «Educación y Sociedad» de The Open University2 • No

sorprende que dicho interés se haya visto acompañado de

numerosas críticas, de las cuales la más reciente comenzó a

declararse «post-subcultural» (Muggleton, 1997; Muggleton

y Weinzierl, 2003). Esta es una afirmación que plantea mu­

chas preguntas. ¿Caducó acaso la idea de subcultura tal como

se la presenta en este volumen? ¿Fue una idea errada desde el

principio? Las subculturas, ¿han cambiado de manera funda­

mental? El mundo social al cual intentábamos relacionar las

subculturas, ¿es en la actualidad muy diferente al que solía

ser? ¿Se alteró la relación entre «subculturas» y sociedad?

¿Necesitamos, entonces, un nuevo lenguaje teórico «post­

subcultural» para explicar uno o todos estos cambios? Estas

son las grandes preguntas que secundan, de manera más o

menos explícita, total o parcialmente, las críticas respuestas a

RTR. Estas son también las preguntas que nos proporcionaran

los hilos que conectan nuestro intento de repasar aquí las

principales líneas de los interrogantes que se despliegan de

dichas respuestas.

A pesar de los problemas que presenta, el discurso sobre

las subculturas ha seguido siendo usado. La segunda edición

de The Subcu/tures Reader (Gelder, 2005), publicada recien­

temente por Rutledge, conserva 30 (de las originalmente 55)

contribuciones de la primera edición (Gelder y Thornton, 1997)

y se reimprime con 18 nuevos capítulos. Hasta hace poco, los

medios se han preocupado por el significado de «hoodie» 3, así

como en el pasado se interesaban por los teddy-boys, los mods,

2 N. del T.: The Open University: Universidad de estudios a distancia subvencionada por el gobierno británico. 3 N. del T.: Hoddie: capucha. En este caso se hace referencia a los jóvenes que se visten con ropa con capucha, catalogados como delin­cuentes ya que se presume que el uso de este tipo de prendas es para no ser identificados por las cámaras de seguridad al cometer un delito. El uso de capuchas ha sido por esta razón prohibido en supermercados, bares y centros comerciales.

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

los rockers, los skinheads, etc. Efectivamente, el análisis de

este fenómeno por parte de The Guardian durante una sema­

na acusa recibo de este linaje subcultural de manera explícita.

Uno de los periodistas (Mclean, 2005: 3) acudió a uno de los

colaboradores originales de este volumen, Angela McRobbie,

para un comentario al respecto. Se dice que dijo lo siguiente:

El punto de origen es obviamente la cultura negra norteameri­

cana del hip-hop, completamente mainstream en la actuali­

dad, que demostró ser una parte clave de la economía global

musical a través de Eminem y otros. La adopción de la vesti­

menta informal y deportiva como vestimenta cotidiana sugiere

un distanciamiento del mundo de la oficina [del traje] y de la

escuela [del uniforme]. La cultura rap celebra la provocación,

al narrar la experiencia de la exclusión social. Musical y

estilísticamente, proyecta la amenaza y el peligro, así como

también el enojo y la ira. La prenda con capucha es una de la

larga lista de prendas preferidas por los jóvenes, por lo general

por los varones, que están grabadas con la acepción de que

quienes las usan «no tienen buenas intenciones». En el pasa­

do, tal apropiación estaba comúnmente restringida a miem­

bros de culturas jóvenes específicas: camperas de cuero, pan­

talones bondage, pero ahora la norma entre los jóvenes es

hacer notar sus preferencias musicales y culturales de esta

manera, de aquí que la adopción de la capucha por jóvenes

trascienda edad, etnicidad y clase.

El desarrollo de este argumento -que intenta fijar «el punto

de origen» del uso de la capucha mediante el análisis de sus

elementos estilísticos, sugiriendo que está relacionado con su

signíficancia (distanciada del mundo del trabajo, proyectando

una amenaza, un desafío, etc.)- pareciera operar aún, en un

sentido amplio, de acuerdo con la tradición de RTR. En otro

aspecto, sin embargo, va más allá: por ejemplo, al sugerir que

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

el uso de la capucha trasciende las fronteras de la edad, la

etnicidad y la clase social. Estos dos aspectos del argumento -

del nuevo, sin olvidar lo que nos puede todavía ser útil del

viejo- nos parece un tema lo suficientemente valioso como

para detenerse a analizarlo; es, quizás, para anticiparnos al punto

final, algo que nuestros críticos no siempre lograron hacer.

uBiografía/fenomenología/subsistencian

De una u otra manera, la gran parte del problema del marco de

«resistencia a través de rituales» se encuentra en un tercer

nivel de la teoría: de qué manera la subcultura es realmente

vivida por sus protagonistas. Y con frecuencia se tiene la mo­

lesta sensación de que estas vidas, seres e identidades no

siempre coinciden con lo que se supone que representan.

(Cohen, [1980] 2005: 167)

Stan Cohen fue uno de los primeros en quejarse sobre la

incongruencia entre la «pirotecnia intelectual» de nuestras teo­

rías y «el tono emotivo y la satisfacción inmediatos» de las

acciones de nuestros actores (Cohen, [1980] 2005: 168). Este

reclamo resurgió con frecuencia desde entonces, más recien­

temente con la idea de Jenk (2005) de que hemos ejercido

demasiado «control teórico» sobre las vidas de nuestros jóve­

nes, a pesar de que otros han visto nuestro trabajo como uno

de base etnográfica (Redhead, 1997a: 2). La de Cohen es una

reafirmación elocuente de lo valioso del enfoque etnográfico

por la validación y autenticación que este da a la perspectiva

de los sujetos. Sin embargo, como intentamos explicar ante­

riormente, la mayoría de los casos de estudio no fueron con­

ducidos de acuerdo con una metodología etnográfica estricta­

mente observadora. En parte, la mala interpretación surge de

no haber hecho esta distinción de manera más clara en el

23

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

libro. En parte, puede ser porque se considera que la «tradi­

ción» de RTR comprende el trabajo sólidamente etnográfico

de Willis (1977, 1978) que efectivamente tenía lugar al mis­

mo tiempo que RTR lo hacía, aunque no era parte del trabajo

del Grupo de Subculturas.

Como es usual, algunas de las más severas críticas se

dieron internamente. Un año después de la crítica de Cohen,

apareció Defending ski-jumpers de Gary Clark como paper

de trabajo del Centro, en el que azota verbalmente a las

subculturas tal como se las discute en La resistencia a tra­

vés de rituales por sus abstracciones concretamente

«esencialistas y no contradictorias»:

Cualquier análisis empírico revelaría que las subculturas son

difusas, diluidas e híbridas en sus formas. Por ejemplo, cier­

tos skins podrán afirman tener entre sus valores la «elegan­

cia» que los autores consideran estar restringida a los mods.

El análisis antropológico de subculturas únicas supone la au­

sencia de las descripciones mediante las cuales estas se sos­

tienen, transforman y entrelazan. De manera similar, la natu­

raleza elitista del análisis (es decir, el foco en lo «original»)

significa que no se nos da una idea de cómo y por qué los

estilos se vuelven populares (ni cómo o por qué eventual­

mente dejan de estar en boga) mas que mediante una discu­

sión simplista sobre la corrupción e incorporación del estilo

original. (Ciarke, [ 1981 J 2005: 170)

El tema crucial aquí es si hemos tendido a esencializar las

subculturas o si estas de hecho eran movimientos más

cohesivos en ese momento de lo que se han vuelto desde

entonces. Tal vez ambas cosas son verdad (estas son pre­

guntas en las que ahondamos más abajo). Ciertamente, la

crítica al «esencialismo» que se ofrece aquí presagia los gi­

ros teóricos subsiguientes. Posteriormente, esta se volvió

24

Page 28: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

una de las críticas preferidas por el postmodernismo, combi­

nada a menudo con una petición de investigaciones empíri­

cas mejor fundadas (Muggleton, 1997: 167).

En realidad, pocos estudios han ido más allá de las críti­

cas para llevar la investigación a los mundos de vida subjeti­

vos de los participantes subculturales. Se nos ocurren tres:

el estudio de observación participante de un pequeño grupo

de skinheads en Perth, al Oeste de Australia, de David Moore

( 1994); el estudio neoweberiano basado en entrevistas dise­

ñado para probar «El significado postmoderno de estilo» de

Muggleton (2000); y el estudio «multi-metódico y etnográfico»

de lo «Gótico» de Hodkinson, en el que utiliza su estatus de

«miembro crítico» dentro del grupo. Cada uno es interesan­

te, diferente, y termina afirmando algunos aspectos del viejo

enfoque de RTR así como también lo ti"ansciende de nuevas

maneras. El siguiente descubrimiento del estudio de David

M o ore ( 1 994: 143-144) bien demuestra la coexistencia de

los elementos viejos y nuevos:

Ser skinhead requiere una constante interacción entre el ni­

vel subcultural, expresado mediante las peleas, la bebida y la

promiscuidad, y cierta aprobación en juicios de autenticidad;

y el nivel persoílal, que consiste en divertirse, beber con mo­

deración y tener relaciones estables, medidas en términos de

sinceridad.

La conclusión de Muggleton (2000: 162-163) también se

las arregla para aferrarse tanto a elementos viejos como nue­

vos. Se encontró con que las subculturas no eran aquellas

entidades de «clase trabajadora, altamente cohesivas, cen­

tradas en el grupo» de los «tiempos modernos lineares de

posguerra»; ni los «híbridos amorfos, difusos, sin clase,

individualistas y libertarios del tiempo subcultural

postmoderno». Son más bien:

25

Page 29: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Manifestaciones de expresión propia, autonomía individual y

diversidad cultural, y ... estos atributos tienen una afinidad elec­

tiva con los valores bohemios que han llegado a definir cada

vez más las experiencias de sectores de la clase trabajadora de

posguerra y de la clase media-baja joven. En este sentido, el

surgimiento de una susceptibilidad subcultural de clase traba­

jadora postmoderna (o liminar) (y su convergencia con los va­

lores de la clase media) puede remontarse hacia el comienzo

de los años 60. (Muggleton, 2000: 167)

Puede que sea demasiado decir que la convergencia de

clases de las susceptibilidades culturales se remonta hacia los

sesenta, un tiempo en el que las subculturas todavía parecían

ser articuladas más claramente en culturas de clases más

amplias. Sólo vemos al pospunk en los años ochenta, lo ve­

mos algo así como «una convergencia de clases y géneros»,

particularmente en la cultura rave o de clubes bailables. Dicho

esto, hay mucho en el argumento de Muggleton con lo que se

puede estar de acuerdo.

Finalmente, Hodkinson (2006: 196) se dio cuenta de que

esta noción reconceptualizada de subcultura que acentúa una

«relativa peculiaridad», la provisión de una sensación de «iden­

tidad», un grado de «compromiso», y la relativa «autono­

mía» de su operación sí caracterizaba la escena Gótica. A

diferencia de los «bohemios» de Muggleton, los góticos «se

caracterizaban más por su substancia que por su fluidez»

(!bid.). Esto puede verse como una especie de endoso de

algunas de las viejas nociones de subcultura. Por otro lado,

los góticos pueden verse, en este aspecto, algo así como un

atípico «retroceso» a formas de subcultura de un período

anterior. Sin embargo, su libro evita también involucrarse

con lo que él mismo reconoce como «los problemas claves

de la teoría subcultural tradicional»: las ideas de subculturas

como una «espontánea expresión de contradicciones estruc-

Page 30: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

turales compartidas»; la noción de «resistencia»; el falso

contraste entre «autenticidad» y «media y comercio» y los

«motivos de tipo lucrativos».

Todos son trabajos interesantes que demuestran tanto el

cambio y la continuidad entre las «viejas» subculturas y el

nuevo mundo «post-subcultural». Sin duda, todos proporcio­

naron explicaciones mucho más completas sobre las expe­

riencias de vida de los «protagonistas» de las subculturas que

nosotros en RTR, lo que, en consecuencia, le da el empujón

principal a la crítica de «falta de autenticidad etnográfica».

Pero, más allá de eso, ¿qué es lo que aprendemos del cuadro

general? ¿Qué tan bien «fundadas» están estas subculturas

fundadas de manera empírica, en relación con los cambios

políticos, económicos y socioculturales de sus respectivos tiem­

pos? La respuesta es «no muy bien», si es que hay una res­

puesta. Esto no sorprendente, ya que se trata de un problema

endémico de las consideraciones etnográficas. Por lo general,

su mayor ambición es «contarlo tal cual es». La experiencia,

como es vivida desde adentro, se vuelve el nivel privilegiado

de estudio y explicación. A veces, en realidad, se oponen po­

sitivamente, en términos teóricos, a la idea de hacer conexio­

nes entre la experiencia vivida y las realidades estructurales.

Correcta o erróneamente, esto es exactamente lo que los Es­

tudios Culturales intentaron hacer, por qué RTR no fue una

etnografía y, por ende, por qué es extraño ver tal camino pro­

puesto como un desarrollo crítico de nuestro proyecto.

En este respecto, vale recordar que el trabajo de Stan Cohen

que más poderosamente nos influenció: el libro sobre Mods y

Rockers (Cohen, 1973), combinó un enfoque etnográfico con

un fuerte foco en las «categorizaciones» o «reacción social»

en la forma de la policía, los medios y otras agencias discipli­

narias. Esta combinación fue precisamente la razón por la que

impactó en nuestro pensamiento (que llevó a ciertos avances

conceptuales claves en Policing the Crisis). También vale la

27

Page 31: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

pena recordar que aquella etnografía «de los muchachos»4 tan

aclamada que Paul Willis hace en Learning to Labor fue lo

exitosa que fue, precisamente, porque trascendía los trabajos

etnográficos anteriores de educacionalistas como Hargreaves

( 1967) al intentar responder a una pregunta mayor, a saber,

¿por qué los chicos pertenecientes a la clase trabajadora pre­

fieren hacer trabajos de la clase trabajadora? En otras pala­

bras, Willis intentaba comprender cómo se reproducía la clase

social teniendo en cuenta las conexiones (homologías) que la

«educación» proporcionaba entre la experiencia de vida de

«los muchachos» y la estructura más amplia de clase y cultu­

ras. Al hecho de que su respuesta supone una contribución

teórica al debate emergente sobre la interdependencia entre

clase y género: el rechazo por parte de «los muchachos» a la

femineidad del trabajo administrativo y de oficina, a favor de

la masculinidad del trabajo pesado que afianzaba su destino

de clase, se le da, también, en este contexto, menor crédito

que el que se merece. En todo caso, para este terreno más

amplio es para el que el trabajo subcultural de Estudios Cultu­

rales fue diseñado y el cual el trabajo subcultural etnográfico

más reciente no posee la ambición suficiente para ocupar.

Asimismo, gran parte del mismo no está realmente dirigido a

la problemática de RTR.

Clase y subculturas: ¿burdo determinismo o demasiado indeterminado?

Nuestra teorización sobre la relación entre clase y cultura

fue uno de los primeros objetos de crítica. Ros Coward (1977L

por ejemplo, entonces un miembro del Centro, nos acusó de

4 N. del T.: «the /ads» en el original. Lad: forma informal de referirse a un joven, the lads sería para el español rioplatense algo así como «los pibes».

28

Page 32: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

adoptar un punto de vista «expresivo» de la relación entre clase

y cultura (es decir, la última espejando a la primera, lo que es

determinante) y, por lo tanto, de no dar a lo cultural su propia

autonomía. Colín Sparks (también miembro contemporáneo del

Centro), por otro lado, nos acusó del «pecado» opuesto, de

abandonar una concepción ortodoxa marxista de determina­

ción económica por un marxismo más declinado culturalmente

(Sparks, 1977). De cualquier manera -reduccionistamente de­

terminante o demasiado indeterminada-, la prominencia que le

damos a clase permaneció como un elemento constante en

críticas subsecuentes. Puede o no ser válida. Quizás las cultu­

ras articuladas mediante la clase eran más visibles y estaban

más consolidadas en aquel momento. Quizás la referencia a la

clase estaba «dada» de manera aproblemática en las fuentes

teóricas que se movilizaban en ese momento, de formas que no

serían el caso en la actualidad; los giros teóricos están también

sujetos a los vaivenes de la moda, y un auténtico torrente teó­

rico ha, después de todo, fluido bajo este puente desde los

años setenta. Quizás todos estos factores estaban en juego al

mismo tiempo. Sin embargo, debe insistirse en que la explica­

ción de clase del fenómeno subcultural nunca formó parte del

proyecto. Mucho de la teorización que se daba en el libro surgió

precisamente como el resultado de un esfuerzo sostenido por

pensar y encontrar conexiones entre subculturas y clase sin reducir simplemente una a la otra. Además, varias de las otras

dimensiones cuya elaboración generó mucho del entusiasmo

teórico de las décadas subsiguientes: generación, raza y géne­

ro, encontraron su camino en el libro (algunos, como el género,

como un producto de crítica interna), aunque en formas que

pueden hoy parecer poco desarrolladas.

¿Cómo vemos este problema ahora? ¿Cómo siguió este de­

bate? Las sociedades contemporáneas posindustriales se han

vuelto sin duda mucho más individualistas, socialmente frag­

mentadas y pluralistas desde los años sesenta y setenta, resul-

29

Page 33: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tanda en que la clase y la cultura están mucho más desarticu­

ladas que antes, y que el campo subcultural se ha vuelto mu­

cho más difuso de lo que alguna vez fue. La naturaleza de

clase en sí misma también puede que haya cambiado en la

transición de sociedades industriales a sociedades posindus­

triales. Es verdad que Gran Bretaña pareciera haber ido avan­

zando entre una forma anterior de estructura de clase, arrai­

gada en la historia de la formación social, y una forma más

«norteamericana» o «transatlántica» de clase, más enraizada

en el dinero y el estilo de vida que este puede comprar. Ya no

puede predicarse a la clase como primaria en la producción o

explicación de «soluciones» estilísticas.

Sin embargo, si nos preguntamos si la clase ha desapareci­

do como categoría significativa al pensar en el orden social, la

respuesta es un «no» rotundo. Las divisiones en clases no

sólo existen, sino que continúan ejerciendo una influencia enor­

me en cuanto a las posibilidades y oportunidades en todas las

esferas de la vida, influencias que se trasmiten a través de las

generaciones y que se incrustan en el orden social. En efecto,

el concepto de clase resurge en los años ochenta, a menudo

como modo de pensar en el desorden social. Tenemos en mente

en este caso el debate sobre la «clase subalterna», que los

conservadores en sentido amplio consideraban como «una

subcultura del no trabajo, la criminalidad y la ilegitimidad»

(Morris, 1994: 86). Se volvió uno de los términos claves en

los discursos agrupados alrededor del thatcherismo, la princi­

pal fuerza política en la desarticulación de las más viejas for­

maciones de cultura y clase. A través del espectro político y

dentro del discurso académico y del no profesional, el término

fue ampliamente adoptado como vehículo para reflexionar sobre

la «nueva pobreza» y las crecientes desigualdades que acompa­

ñaron a la desindustrialización (Murray, 1984 y 1990;

Dahrendorf, 1985; Morris, 1994; Wilson, 1978 y 1987; Auletta,

1982). No podemos detenernos aquí en los detalles de dicho

Page 34: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

debate: sus orígenes históricos, las conexiones entre estruc­

turas y culturas y entre raza y clase que las secundaban (pero

para esto ver Wacquant, 2002). Los conservadores estuvie­

ron crudamente a favor de las explicaciones culturales y de

las estructuralmente liberales. Sin embargo, su relevancia para

nosotros reside en el debate como un intento de abordar las

enormes transformaciones de la sociedad posindustrial. Nues­

tra preocupación de vincular las subculturas con estos cam­

bios inevitablemente habría supuesto un compromiso con este

debate y la nueva «realidad» que el mismo trataba, aunque de

manera inadecuada, describir, comprender y explicar. Como

concisamente lo expresa McRobbie (1998, 3-4), a pesar de

que el concepto de clase para los años 90 era «una

macroestructura en movimiento» de chances de la vida, aun

así proporcionaba «Un mapa general de oportunidades, expec­

tativas y repercusiones».

Ceguera de género y «las chicas ausentesn

Una de las demás críticas recurrentes a RTR fue su cegue­

ra de género, algo que, para la perspectiva del feminismo con­

temporáneo, hoy parece vergonzosamente obvia. A pesar de

los esfuerzos de este libro por abordar el tema (ver McRobbie

y Gerber; también Powell y Clarke), el caso, de manera abru­

madora, sigue siendo que las mujeres eran vistas como margi­

nales tanto para las subcubculturas jóvenes como para poder

teorizar sobre ellas. El género o, para el caso, la sexualidad,

nunca fueron considerados las dimensiones estructural en las

que se convirtieron más tarde. Esto resultó en una atención

casi exclusiva hacia los chicos de las subculturas y (en conse­

cuencia) en la imposibilidad de ver cómo al poner atención a

los chicos y los lugares en su mayoría de tiempo libre donde

realizaban sus actividades nos llevó a perder la importancia

31

Page 35: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

teórica de Jos Jugares ausentes y con ellos la dimensión de

género. Hemos visto desde entonces una mayor atención a

las mujeres jóvenes en una variedad de lugares públicos y

domésticos, así como también una mirada adecuadamente

propia del género hacia «los hombres y las masculinidades»,

ambos comprendiendo en la actualidad campos de trabajo

mucho más amplios que los estudios de la subcultura joven.

Bastante pronto fue que Dorn y South ([1983] 1999: 35)

identificaron la necesidad de reconsiderar «las circunstancias,

la culturas y la conciencia» tanto de varones y mujeres «en

relación a [una ampliada noción de] la división social del traba­

jo». Con esto se referían a un entendimiento que enfatizaba la

cuestión de género e incluía el mundo «privado» de la familia, el

hogar, el cuidado de los niños y las relaciones sexuales, así

como también el sector de servicios y la economía informal.

[No deber olvidarse, sin embargo (a pesar de que nosotros lo

olvidamos en su momento), que el ensayo seminal de Phil

Cohen, que se refería a las subculturas como «resoluciones

mágicas» a las contradicciones de clase, también vio a las sub­

culturas como sistemas simbólicos generacionalmente especí­

ficos cuya función era, además, distender el conflicto interge­

neracional dentro de la, ahora nucleada, familia de clase traba­

jadora (Cohen, 1972: 22).] Una vez que las eruditas feministas

comenzaron a exponer de manera general el mundo de la mujer

frente a esta nueva mirada susceptible al género, la re-focaliza­

ción del estrecho enfoque previo de las subculturas fue casi

inevitable. Resultó imposible comprender por completo las vi­

das de las mujeres sin considerar las relaciones familiares, las

responsabilidades del cuidado de niños, el mundo del consumo

doméstico y el, cada vez mayor, ingreso a la vasta economía y

la «feminización» de la fuerza de trabajo (también hizo que el

estudio de hombres se viera de manera diferente una vez inclui­

da esta dimensión doméstica, ayudando, desde luego, a preci­

pitar el giro general del foco, de «estudios de mujeres» a «estu-

32

Page 36: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

dios de género»). Dentro de lo que podría llamarse el campo de

estudios de los jóvenes, en oposición a los subculturales, esta

reorientación produjo trabajos excelentes. Entre ellos se en­

cuentra, por ejemplo, la detallada mirada a las mujeres jóvenes

en su transición de la escuela al trabajo (siguiendo la mirada

clásica de Willis [1977] a los «muchachos» en Learning toLa­

bour) de Christine Griffin ( 1984) y el fascinante estudio de las

feminidades de clase de un grupo de mujeres de clase trabaja­

dora realizada por Bev Skegg ( 1997).

Dentro del campo de los estudios subculturales, la persona

que más persistentemente llevó adelante este desafío (plan­

teado originalmente por Garber y McRobbie en este libro) fue

la misma McRobbie. A la vista de aquella crítica, se puso a

explorar qué es lo que le sucede al estudio de las subculturas

una vez que se aborda el tema de la sexualidad, los distintos

espacios (definidos por el género) concurridos por las chicas y

sus diferentes formas de resistencia y alojamiento. En princi­

pio, esto requería un seguimiento de las chicas en la esfera

doméstica y en la cultura de «las mejores amigas y las habita­

ciones» más que dentro de los grupos subculturales, las «pan­

dillas» y la arena del tiempo libre. McRobbie argumentaba que

la mayor presencia de estas chicas dentro de la esfera privada

anticipaba su futuro como esposas y madres. La menor canti­

dad de oportunidades en cuanto al tiempo libre/placer con la

que contaban sus madres, más tarde en el ciclo de la vida, se

ve prenunciado por la importancia que se le da en la adolescen­

cia al hecho de conseguirse un novio, pasar las tardes con él y

guardarse para el matrimonio (McRobbie, [ 1980] 1991 a: 33).

El discurso del «individualismo romántico» (McRobbie, 1991 b:

1 31), que ella identifica con asegurarse y retener el amor de un

buen muchacho, pareciera ser durante este período el centro

ideológico de esta versión tradicional del feminismo: «el ethos

por antonomasia de la joven adolescente» (!bid.; énfasis del

original). Este ethos fue expresado de manera elocuente en la

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Page 37: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

popular revista para jóvenes del momento: Jackie. Vio un com­

ponente ideológico afín de la femineidad adolescente como unido

a la importancia de conservar una respetabilidad sexual, con

sus implicancias sobre cómo las jóvenes deben evitar beber en

exceso o el uso de drogas (McRobbie, [1908] 1991 a: 29).

Estas proporcionaron, entonces, algunas de las nuevas co­

ordenadas para una aproximación enfocada en el género (el

tiempo libre dentro de la casa, la importancia de los grupos de

amigas, el romance y los novios, las revistas para jóvenes) que

McRobbie desplegó mientras aún trabajaba a pasos de distan­

cia de la tradición de subculturas original de RTR. En un co­

mienzo, este aún compartía algunas de las preocupaciones de

foco asociadas con el proyecto RTR. La resistencia, por ejem­

plo, era todavía un tema, al menos al punto de lo posible dados

estos espacios material e ideológicamente restringidos. Sin

embargo, McRobbie argumentaba en esta época que la «cultu­

ra» de las jóvenes tendía a una celebración de sólo esos aspec­

tos de la femineidad: el romance, la moda, la belleza, que eran,

además, una de las fuentes de su opresión. Su trabajo posterior

fue una expansión de dichas nociones así como una ampliación

de su pensamiento, al que volvemos luego (en la Sección 111).

Dentro del propio campo subcultural, ha habido poco de

significancia en este período, aparte de lo visto anteriormen­

te, sobre las mujeres jóvenes. Quizás porque, como sugeri­

mos antes, el trabajo importante había comenzado a migrar

hacia otro lugar. [Hemos ignorado de forma deliberada la cre­

ciente literatura sobre las «riot grrrls» (por ejemplo, Gottlieb y

Wald, 1994; Kearney, 1998; Piano, 2003), porque, al ser de

clase media y abiertamente políticas, constituían según nues­

tros términos una contracultura y no una subcultura.]. Sin

embargo, dentro de la criminología, se han realizado trabajos

afines sobre las chicas/jóvenes mujeres y las pandillas de ca­

!le. El giro hacia un enfoque de género de «la pandilla» (un

enfoque ya establecido en los estudios de delincuencia) pue-

34

Page 38: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

de haber coincidido con una evolución en la cultura de algu­

nas mujeres jóvenes y urbanas fuera del foco romántico y

doméstico que identificó McRobbie. Sin embargo, debemos

recordar que en los Estados Unidos, donde mucho de este

trabajo tiene lugar, la teoría sobre la subcultura y la pandilla

han estado siempre ligadas. Albert Cohen (1955) formuló su

clásica «teoría general de las subculturas» en un libro subtitu­

lado The Culture of the Gang5• La respuesta de Cloward y

Ohlin se subtitulaba A Theory of Deliquent Gangs6• El foco de

los estudios sobre estas chicas de pandillas esta puesto en la

vida de la calle, con cuestiones que se relacionan al compor­

tamiento del género y normas absolutamente centrales. ¿El

comportamiento de las chicas que pertenecen a una pandilla

es similar o diferente al de los chicos? ¿Refuerza o subvierte

las normas convencionales de género? ¿Qué nos puede decir

acerca de las relaciones contemporáneas entre géneros? En

su estudio etnográfico pionero sobre las chicas neoyorquinas

que son miembros de pandillas de la calle, Campbell (1986:

266) concluye que, a pesar de que las chicas parecen cada

vez con más frecuencia en la pandilla con el rol de hermana

más que de pareja, aunque permanecieron como «anexadas a

la pandilla masculina», sujetas al restrictivo control masculi­

no: «Dentro de la pandilla, hay todavía «chicas buenas» y

«chicas malas», marimachos y mujeres fáciles. A las chicas

se les dice cómo deben vestir, se les permite pelear, y se las

alienta para que sean buenas madres y fieles esposas». El

estudio posterior de Miller (2002a: 442) se encontró con «una

clara jerarquía de género», así como también con muchas creen­

cias contradictorias sobre la igualdad de género. Más

controversialmente, lo que se entendía por igualdad, aparen­

temente, era cruzar la división de género, identificarse con la

5 N. del T.: en español: La cultura de la pandilla. 6 N. del T.: en español: Teoría de las pandillas delincuentes.

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Page 39: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de fa posguerra

popular revista para jóvenes del momento: Jackie. Vio un com­

ponente ideológico afín de la femineidad adolescente como unido

a la importancia de conservar una respetabilidad sexual, con

sus implicancias sobre cómo las jóvenes deben evitar beber en

exceso 0 el uso de drogas (McRobbie, [1908] 1991 a: 29).

Estas proporcionaron, entonces, algunas de las nuevas co­

ordenadas para una aproximación enfocada en el género (el

tiempo libre dentro de la casa, la importancia de los grupos de

amigas, el romance y los novios, las revistas para jóvenes) que

McRobbie desplegó mientras aún trabajaba a pasos de distan­

cia de la tradición de subculturas original de RTR. En un co­

mienzo, este aún compartía algunas de las preocupaciones de

foco asociadas con el proyecto RTR. La resistencia, por ejem­

plo, era todavía un tema, al menos al punto de lo posible dados

estos espacios material e ideológicamente restringidos. Sin

embargo, McRobbie argumentaba en esta época que la «cultu­

ra» de las jóvenes tendía a una celebración de sólo esos aspec­

tos de la femineidad: el romance, la moda, la belleza, que eran,

además, una de las fuentes de su opresión. Su trabajo posterior

fue una expansión de dichas nociones así como una ampliación

de su pensamiento, al que volvemos luego (en la Sección 111).

Dentro del propio campo subcultural, ha habido poco de

significancia en este período, aparte de lo visto anteriormen­

te, sobre las mujeres jóvenes. Quizás porque, como sugeri­

mos antes, el trabajo importante había comenzado a migrar

hacia otro lugar. [Hemos ignorado de forma deliberada la cre­

ciente literatura sobre las «riot grrrls» (por ejemplo, Gottlieb y

Wald, 1994; Kearney, 1998; Piano, 2003), porque, al ser de

clase media y abiertamente políticas, constituían según nues­

tros términos una contracultura y no una subcultura.]. Sin

embargo, dentro de la criminología, se han realizado trabajos

afines sobre las chicas/jóvenes mujeres y las pandillas de ca­

!le. El giro hacia un enfoque de género de «la pandilla» (un

enfoque ya establecido en los estudios de delincuencia) pue-

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

de haber coincidido con una evolución en la cultura de algu­

nas mujeres jóvenes y urbanas fuera del foco romántico y

doméstico que identificó McRobbie. Sin embargo, debemos

recordar que en los Estados Unidos, donde mucho de este

trabajo tiene lugar, la teoría sobre la subcultura y la pandilla

han estado siempre ligadas. Albert Cohen (1955) formuló su

clásica «teoría general de las subculturas» en un libro subtitu­

lado The Culture of the Gang5• La respuesta de Cloward y

Ohlin se subtitulaba A Theory of Deliquent Gangs6• El foco de

los estudios sobre estas chicas de pandillas esta puesto en la

vida de la calle, con cuestiones que se relacionan al compor­

tamiento del género y normas absolutamente centrales. ¿El

comportamiento de las chicas que pertenecen a una pandilla

es similar o diferente al de los chicos? ¿Refuerza o subvierte

las normas convencionales de género? ¿Qué nos puede decir

acerca de las relaciones contemporáneas entre géneros? En

su estudio etnográfico pionero sobre las chicas neoyorquinas

que son miembros de pandillas de la calle, Campbell (1986:

266) concluye que, a pesar de que las chicas parecen cada

vez con más frecuencia en la pandilla con el rol de hermana

más que de pareja, aunque permanecieron como «anexadas a

la pandilla masculina», sujetas al restrictivo control masculi­

no: «Dentro de la pandilla, hay todavía «chicas buenas» y

«chicas malas», marimachos y mujeres fáciles. A las chicas

se les dice cómo deben vestir, se les permite pelear, y se las

alienta para que sean buenas madres y fieles esposas». El

estudio posterior de Miller (2002a: 442) se encontró con «una

clara jerarquía de género>>, así como también con muchas creen­

cias contradictorias sobre la igualdad de género. Más

controversialmente, lo que se entendía por igualdad, aparen­

temente, era cruzar la división de género, identificarse con la

5 N. del T.: en español: La cultura de la pandilla. 6 N. del T.: en español: Teoría de las pandillas delincuentes.

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Page 41: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

masculinidad y así ser aceptada como igual a los miembros

hombres de la pandilla (de aquí el deliberadamente provocati­

vo título elegido por Miller para el libro: One of the Guys7). Ya

sea que las chicas de las pandillas estén «ejerciendo la mas­

culinidad» (Miller, 2002a y b) o una «femineidad de 'chica

mala'» (Messerschmidt, 2002), ambas nociones apuntan ha­

cia importantes cambios en la naturaleza de la cultura femeni­

na contemporánea y las relaciones entre géneros, así como

también al impacto del feminismo contemporáneo en los estu­

dios sobre la juventud. Sin embargo, muy poco trabajo com­

parativo de este tipo se llevo a cabo en el Reino Unido. Lo que

este cambio significaría en términos generales es una reapari­

ción, y quizás una profundización, de la división en el campo

de estudios de la juventud entre el criminal, el delincuente y el

antisocial como extremos del espectro y el foco sobre la cul­

tura urbana popular accionada por los medios. Dick Hebdige

lo anticipó hace tiempo cuando habló de «dos imágenes aglo­

meradasu: «los grises retratos de los delincuentes juveniles» y

los exuberantes camafeos de la vida adolescente» que «Se

reverberan, se alternan, a veces se cruzan» (Hebdige, [1983]

2005: 295). Según nuestros propósitos, lo que falta en estos

estudios sobre las «chicas de la pandilla» es cualquier interés

serio en las cuestiones culturales y los significados simbólicos

del «estilo» de la pandilla.

Entrada al postmodernismo: de la subcultura a las <<culturas de clubes»

El comentario de McRobbie de que el uso de la capucha

trasciende «las barreras de la edad, etnicidad y clase» se en­

cuentra alineado con la idea poscultural de que las subculturas

7 N. del T.: en español: Uno de los muchachos.

Page 42: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

estrechas y con base en la clase ya no capturan (si es que lo

hicieron en algún momento) la mayor fluidez, evidente en las

agrupaciones jóvenes contemporáneas. Se han realizado mu­

chos intentos de recategorizar estas agrupaciones en aparien­

cia estructuralmente menos definidas: no subculturas, sino

«neo-tribus» (Bennet, 1999); o parte de «los nuevos movi­

mientos sociales» (Martín, 2002). La idea más común era que

las subculturas habían mutado en «culturas de clubes». Si­

guiendo a Steve Redhead (1997b: x), un defensor clave de

esta idea, en algún momento entre el advenimiento del punk

en los años setenta y el surgimiento de la cultura rave en los

ochenta, «el momento de la 'subcultura'» pasó a la historia. El

nuevo entorno político individualista neoliberal inaugurado por

el thatcherismo, argumentaba Redhead, exigía el reemplazo

de lo que él llamaba el proyecto marxista del Centro de Estu­

dios Culturales Contemporáneos por una teoría nueva,

postmoderna. El «brebaje» resultante (Redhead ed., 1993a y

b; Redhead, 1995; Redhead, 1997a y b; Redhead et al. eds.,

1997) fue una mezcla ecléctica más que un intento sistemáti­

co por desarrollar nociones centrales (que tenían el hábito de

volver atrás a llenar brechas conceptuales).

El trabajo de Thornton (1995: 8) sobre las culturas de los

clubes bailables, ampliamente admirado y desde ya la mirada

más extensa e innovadora a nivel teórico a dicho fenómeno,

es una instancia de ensayar conceptos nuevos permanecien­

do, hablando en general, dentro de un marco «modernista».

Lo hizo porque el marco teórico legado por Birmingham le

resultó «empíricamente inexplotable». Esto se debió a que el

objeto empírico de estudio elegido eran los comprometidos

concurrentes de los clubes bailables o raves, «comunidades

ad hoc de barreras fluidas» (!bid.: 3), no grupos definidos por

estilos particulares. También se debió a la importancia den­

tro de ese mundo de «un gusto de música compartido» (/bid.).

Esto la llevó a adaptar, en una jugada altamente innovadora,

37

Page 43: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

las nociones de Bourdieu de distinción y capital cultural, y a

reconceptualizar las subculturas como culturas del gusto. En

este nuevo marco, el término «subcultura» se utilizaba como

uno que abarcaba «aquellos gustos culturales que eran cate­

gorizados por los medios como subculturas» (!bid.: 8), y la

palabra «subcultural», como sinónimo de esas prácticas que

los c/ubbers8 llamaban «underground» (!bid.). Esto quería de­

cir que «las ideologías subculturales eran un medio mediante

el cual la juventud imagina tanto su grupo social como el de

los otros, asevera su carácter distintivo y afirma que no son

miembros anónimos de una masa indiferenciada» (!bid.: 1 0).

En otras palabras, al punto que la gente joven podía llevar a

cabo esas prácticas asociadas ideológicamente a la élite sub­

cultural: ser «hip», estar al tanto9 , conocer a la gente indica­

da, ser diferente de la mayoría, etc., y podía usar el término

para marcar su «distinción» de los otros, podía decirse de

ellos que poseían y desplegaban «capital subcultural» (!bid.:

11 ). Sin embargo, debido a la centralidad de la música en los

«mundos subculturales jóvenes», y a que la «edad es demo­

gráficamente significante cuando se trata de gustos musica­

les», el capital subcultural se diferencia del capital cultural

(como lo definía Bourdieu) en estar menos ligado a la clase,

pero también más ligado a los medios.

Dado el interés compartido tanto en las culturas de clubes

bailables y en el desarrollo de nuevos conceptos para enten­

derlas, hubo una tendencia en pensadores postmodernistas

como Redhead a adoptar el trabajo de Thornton como parte

de la misma crítica postmodernista. Esto a nosotros nos pare­

ce erróneo. El viraje de Thornton hacia Bourdieu es concep­

tualmente atrevido, al mantener su trabajo claramente den­

tro del campo modernista más que dentro del postmodernis-

8 N. del T.: nombre que se refiere en inglés a aquellos que concurrían con regularidad a los clubes bailables. 9 N. del T.: de las modas, etc.: «tenerla clara».

Page 44: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ta. Además, se propone responder una pregunta a la plantea­

da por la tradición de RTR. En términos generales, su pregun­

ta era: ¿cuáles son los procesos sociales que producen y des­

pliegan valor subcultural? La nuestra era: ¿qué queremos de­

cir con «formas de vida» particularmente subculturales? Mien­

tras la segunda parte de una definición antropológica de cul­

tura (como «sistemas de significado» y «formas de vida»),

Thornton parte explícitamente de la idea de que las subcultu­

ras producen algo de valor que puede utilizarse para marcar una

«distinción>> o crear climas subculturales. Ambos son enfoques

válidos, aunque generados a partir de climas teóricos muy dife­

rentes. Ambos comparten una orientación hacia las relaciones

de poder, la nuestra de las subculturas en relación con los ma­

cro poderes; la de Thornton (a través de una detallada etnogra­

fía) con las micropolíticas de una arena de tiempo libre de base

en la juventud, o, para utilizar el término bourdieuniano, «cam­

po cultural».

Entonces, ¿qué significa este «momento de las culturas de

clubes bailables»? ¿Cuál es la novedad? ¿Cuán penetrantes

son? ¿Involucra un cambio de paradigma? La teoría postmo­

derna subyacente en particular en el trabajo de Steve Red­

head y sus colegas sirve para desensamblar las firmezas, rom­

per barreras y colapsar categorías. Nos alerta sobre la nueva

fragmentación social y los procesos de difusión cultural, plan­

teando las que podemos llamar «Viejas>> preguntas subcultu­

rales en la naturaleza múltiplemente mediatizada del mundo

contemporáneo. Nos permite abordar este tipo de fenómenos

de nuevo, ver aquellas cosas que se nos pasaron previamen­

te. Más significativamente, descubre nuevas «verdades>>. Pero,

irónicamente, al hacerlo, también pierde algo. Catalogar y des­

cribir la nueva fragmentación y la hibridez cultural es definiti­

vamente necesario, y necesitamos herramientas y conceptos

nuevos parar hacerlo (ya sea que el término «postmoderno>>

resulte o no ser el termino conceptualmente más apropiado

39

Page 45: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

para capturar estos cambios). Pero, igualmente importante es

intentar responder preguntas sobre el lugar del que surgen

estas cosas, ¿cómo y de dónde surgen? y ¿con qué procesos

culturales y sociales mayores están relacionadas? Los críticos

deben considerar a estas preguntas típicas preguntas moder­

nistas y grandilocuentes. Pero deben estar atentos para no

confundir una descripción de cómo es el mundo con cómo

debe ser analizado y explicado. Claro que algunos de los pro­

cesos sociales tienen como base el giro histórico hacia nue­

vas realidades más fragmentadas, más difusas, más híbridas,

más culturalmente mediatizadas, el giro que Thornton encap­

sula como de subculturas basadas en la clase a «culturas de

clubes bailables» «basadas en el gusto». ¿Qué fue lo que pre­

cipitó este «giro» en la cultura joven urbana? ¿Con qué proce­

sos y estructuras sociales y culturales mayores es que se arti­

cula? No tenemos que estar completamente de acuerdo con la

proposición de Jameson ( 1984) de que el postmodernismo es la lógica cultural del capitalismo para reconocer que la cultura

postmoderna no surgió de la nada. No puede estar completa­

mente desconectada de los masivos cambios hacia los fines

del capitalismo: las nuevas sociedades de mercado que emer­

gieron en el mundo desarrollado, la comercialización asocia­

da de cultura, el cambio de la producción, de bienes materia­

les a commodities culturales, el desarrollo del consumo en

masa, el aumentado rol de las industrias culturales y de las

nuevas tecnologías, y la globalización. Algunos escritos re­

cientes sin duda lo piensan. Martín Roberts (2005: 575), en

un amplio y provocativo ensayo, conecta «la creciente glo­

balización de las subculturas» con las nuevas economías

culturales y los regímenes de acumulación global que surgie­

ron en los años ochenta. Puesto en términos de nuestra vieja

predilección por las lecturas sintomáticas, nos gustaría pre­

guntar, simplemente: el postmodernismo en las subculturas,

¿síntoma de qué es?

Page 46: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

SECCIÓN 111: TRAYECTORIAS, O ¿v AHORA A DÓNDE?

En lugar de abordar estas preguntas de inmediato, puede

que sea más útil acercarse a ellas de forma indirecta, pregun­

tando a dónde se dirigió luego el impulso del proyecto de RTR,

ya que esto puede indicar cómo es que pudimos ir respondien­

do tales preguntas desde la perspectiva del proyecto RTR.

Dada la limitación espacial, sin embargo, es posible hacerlo

sólo de manera indicativa.

Policing the Crisis y el análisis coyuntural

Un respuesta corta podría ser Po/icing the Crisis (Hall et

al., 1978). PTC desarrolló y transformó muchas cuestiones de

interés del trabajo anterior. Ambos libros, aunque raramente

tratados como parte de un proyecto relacionado, deben verse

como que van juntos, como una secuencia. PTC comienza

con un pánico moral a la juventud y el delito. Sin embargo,

intenta integrar las políticas de raza de manera central en la

historia, e investigar un evento, en apariencia insignificante,

de cabo a rabo hasta un análisis sobre la coyuntura política.

Comienza con el «prisma» provisto por un sórdido pequeño

delito en los espacios grises de la privación urbana,

ensombrecida por la pobreza, la etnicidad y la raza del centro

de la ciudad. Traza la transición de la abundancia y de «la

juventud como metáfora de cambio» al desarrollo de una cri­

sis de autoridad social y la aparición de los «pánicos morales»

a la «juventud indisciplinable», luego a los atracos, los delitos

en las calles negras y «los enemigos del Estado». En resumen,

ofrece un racconto del flujo hacia el excepcional momento de

fines de los años setenta. Termina mirando directamente al

abismo que se convertiría en el thatcherismo, sobre el que,

cabe decir, PTC fue inquietantemente profético. En términos

41

Page 47: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de cultura joven, este era el «momento del punk», «el Apoca­

lipsis estaba en el aire y el punk retórico estaba empapado ...

en las imágenes de crisis y cambio repentino» (Hebdige, 1979:

27). Era también «el momento del reggae» y de lo que Paul

Gilroy ( 1987: 197) llamó el surgimiento de una comunidad

«interpretativa negra ... que había sido consolidada en torno al

lenguaje y la política de los Rastafaris en Gran Bretaña entre

1972 y 1981».

Al igual que PTC, RTR también ofreció un «análisis coyun­

tural», aunque no tan bien desarrollado a nivel teórico. A pe­

sar de que desafiaba algunos aspectos de la conocida «tesis

de la afluencia», dio por sentada esa afluencia de posguerra,

la propagación de los medios, el nacimiento del rack n' rol!, la

nueva cultura popular comercial, la temprana revolución de

consumo de los años cincuenta y sesenta, y lo que Richard

Hoggart llamó en The Uses of Literacy ( 1958) «Americaniza­

ción» definió un nuevo momento coyuntural. Fue esto lo que

proporcionó las relevantes «condiciones de existencia» cultu­

rales, para la aparición de un conjunto peculiar de «movimien­

tos» juveniles (ver, por ejemplo, Chambers, 1985: 7). De los

primeros reclutas de la «guerrilla semiótica» de Umberto Eco

(1972: 121 ), los participantes culturales también crecían en

esta rápidamente cambiante sociedad y cultura, dentro de

mundos sociales particulares. No era que «no tenían historia»,

a pesar de los tantos mitos sobre el consumismo y el aburgue­

samiento, «la juventud como clase» intentó de esta manera

constituirla «mágicamente». El objetivo era, entonces, com­

prender cómo experimentaban y actuaban en este mundo cam­

biante y, al mismo tiempo, cómo estaban posicionados social­

mente por y en este, siendo «sujetos» pero también estando

«sujetos a» estructuras mayores e historias más largas. En

general, tanto los momentos interpretativos como los de con­

textualización son inevitables en los estudios culturales que,

como Larry Grossberg { 1997: 7) argumenta, son siempre «ra-

42

Page 48: Resistencia a Traves de Rituales

' Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

dicalmente contextua!» (ver también Morris, 1997). RTR en­

fatizo la agencia; PTC, la historia y la estructura. Sin embar­

go, no podemos eludir la difícil tarea de relacionar ambos as­

pectos al «ensamble total de las relaciones sociales», las cua­

les son vistas por algunos de nuestros críticos como «concep­

tualmente imperializadoras», simplemente con sumergirnos

empáticamente en el fenómeno.

En PTC, en consecuencia, no nos movemos para profundi­

zar en la dimensión etnográfica, a pesar de que hubiese sido

una ruta alternativa instructiva y legítima (ver inter alia, Les

Back, 1996). En cambio, estábamos más interesados en

«mapear» un camino crítico/analítico a partir de un conjunto

de instancias y eventos históricos y concretos, entendidos en

su especificidad descriptiva y «Vivida», a través de una suce­

sión de sistemas de significado conceptualmente estableci­

dos y enmarcados, y de niveles institucionales («muchas de­

terminaciones») como pasos en el análisis de un momento

particular o de una coyuntura de formación social. Claro que

muchos de los teóricos subculturales relacionan muy poco los

fenómenos que estudian con tendencias sociales mayores.

Pero varios toman a la interconexión de un nivel con otro -el

meticuloso rastreo de los diferentes «niveles interdependientes

de determinación» en una coyuntura particular- como el obje­

to de análisis elegido.

Culturas de la diáspora negra y políticas de raza

PTC fue entonces tanto un análisis coyuntural, como parte

de una trayectoria que, a través de distintos enfoques y críti­

cas internas, consistió en trazar la olvidada vertiente de las

expresivas culturas de la diáspora negra y las políticas de raza.

Esta era ya una vertiente importante en RTR, en especial en el

ensayo de Hebdige «Reggae, Rastas and Rudies» y en el de

43

Page 49: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Chambers «A strategy for living» y fue luego ampliado consi­

derablemente en trabajos posteriores (Hebdige, 1979 y 1987;

Chambers, 1985) y por Gilroy (1987). También durante este

período se realizaron trabajos estratégicos sobre la controversia!

cuestión de raza y la policía (por ejemplo, Jefferson, 1988,

1991 y 1992; Gilroy, 1982; Sim, 1982). Culturalmente, el fin

de los setenta constituyó un importante momento de «con­

vergencia». Hebdige ( 19 79: 69-70) estaba interesado en in­

vestigar lo que él había denominado «una dinámica peculiar­

mente inestable ... una dialéctica congelada ... entre las cultu­

ras blanca y negra»; Gilroy, en investigar el camino más autó­

nomo de la cultura negra británica. En los primeros años del

asentamiento de posguerra, argumentó que Jos inmigrantes

carecían de «una cultura cohesiva que Jos mantuviera juntos»

(Gilroy, 1987: 161 ). La transición al estatus de colono y la

consolidación de una presencia negra en las ciudades aún

dejaba a los negros «tan solo con una presencia ambigua den­

tro de la cultura popular de la 'sociedad anfitriona'» (Giroy,

1987: 160). La experiencia de la desventaja racial combinada

con un proceso de fertilización cruzada transatlántico proveyó

de una matriz «8/ack A t/antic» de la que una distintiva y

sincrética cultura de la diáspora negra británica emergió en las

ciudades de Gran Bretaña hacia los años setenta. Esta se or­

ganizó en torno a la emergente identidad británica negra, una

política de resistencia al racismo y las desventajas raciales,

las ideas y las imágenes del Rastafarismo, las «locks», la mú­

sica reggae y roots, y el concepto de «poder negro» derivado

del Movimiento por los Derechos Civiles. En el contexto del

racismo creciente y la agresiva política policial de los setenta,

todo esto se fusionó dando lugar a las «dimensiones de un

movimiento social» (Gilroy, 1987: 198).

Los puntos altos de convergencia fueron probablemente la

traducción de algunos temas reggae al lenguaje punk de los

setenta, el creciente gusto de la música soul por parte de

44

Page 50: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

gente de toda raza, en especial por el Northern Soul, y «el

zenith y nadir del 2 tone» (Hebdige, 1987, 1 06ss.). Gilroy

( 1987: 1 71) argumentó que «las bandas de 2 tone ... llevaron

la lógica interna del proyecto [de Bob Marley] a su conclusión

mediante la fusión de formas pop de raíces caribeñas con una

política populista». Esto abrió «la posibilidad de que los jóve­

nes blancos y negros pudieran descubrir significados comu­

nes o paralelos en medio de la deteriorada y difícil situación

posindustrial» (!bid.). Gilroy (1987: 170) creía que esto «sig­

nificaba no tanto la confluencia de dos impulsos opuestos ...

como la durabilidad del pop y su capacidad de absorber ele­

mentos diversos y contradictorios». Sin embargo, estas con­

vergencias proporcionaban las condiciones para el subsiguiente

«mainstreaming» del estilo y la música negra, alcanzando para

los negros una posición en ascenso dentro de la juventud Bri­

tánica y de las culturas de la calle que, a pesar de las posterio­

res divergencias y divisiones, no han perdido jamás (pero ver

Pool, 2006).

Sin embargo, tanto Hebdige como Gilroy, de maneras dife­

rentes, identificaron un importante «quiebre» hacia el umbral

de los años ochenta cuando, a pesar de los puntos culminan­

tes de la resistencia negra representada por las revueltas de

1980-81, el impulso político que venía desarrollándose se de­

tuvo y actitudes nuevas comenzaron a emerger (ver, por ejem­

plo, Hall, 1998). Hebdige (1987: 122, 136) señala el paso del

reggae al «slackness» y al «dancehall» en la escena musical

jamaiquina o de influencia jamaiquina. Junto con la creciente

influencia del rap y el hip-hop, lo que él llama «la conexión de

Nueva York» (aunque en realidad tuvo lugar en Kingston, el

Bronx y Londres). Gilroy ( 1987: 197) identifica «una pérdida

de la hegemonía rastafari». Aunque «la explosión de interés

por la cultura hip-hop que tuvo lugar en las áreas asiáticas del

oeste de Londres durante el año 1 985 es un ejemplo impor­

tante de ... creatividad» (Gilroy, 1987: 217), la visión de los

45

Page 51: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

acontecimientos posteriores de los 90 de Gilroy (1997, 2000)

tomó una forma crítica. Con la floreciente influencia de la

música afroamericana y los estilos urbanos específicamente

en mente, criticó la naturaleza biopolítica y exclusivista de las

demandas por autenticidad étnica que aseguró las emergen­

tes formas de la identidad negra y de solidaridad social (Gilroy,

1997). Se preguntó qué sucede «cuando los fenómenos apa­

recen en medio del brillo y el glamour de los estudios cultura­

les y sus insaciables mecanismos de e o-modificación» (Gilroy,

1997: 84): cuando la marginalidad del hip-hop se vuelve «tan

oficial y rutinaria como su pretenciosa provocación, aun cuan­

do la música y su correlativo estilo de vida aún se presentan

como formas ilegales, comercializadas» (Gilroy, 2000: 180).

Posfeminismo, ((nuevos tiempos,,, femineidad y chicas

Otra trayectoria es el camino, que ya señalamos, prove­

niente de la crítica a la teoría subcultural de género y de las

chicas «ausentes» por parte de McRobbie y Garber (en este

libro) y de McRobbie ([1980] 1991 a), a través de la «feminei­

dad» y la vida doméstica por sobre y más allá del terreno más

amplio del feminismo y de las culturas jóvenes. Esto requirió un

involucramiento con cuestiones de cultura y género (McRobbie,

1984, 1989a y b, 1991 a, by e, 1994, 1997). Su trabajo ante­

rior había llevado las inquietudes subculturales a mundos más

privados, domésticos, familiares y románticos habitados por

chicas; todo esto cambió en los años ochenta. Las distincio­

nes anteriores -subculturas basadas en la clase/culturas jóve­

nes comerciales, feminismo/femineidad, auténtico/comercial­

ya no mantenían la relevancia, la idoneidad ni el poder analíti­

co o explanatorio que tuvieron alguna vez. Los «nuevos tiem­

pos» estuvieron marcados por el desplazo de Jackie por Just Seventeen como las revistas más comprada por chicas de 12

Page 52: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

a 16 (McRobbie, 1994: 164). Just Seventeen representó «el

nuevo clima»: la ausencia del romance, el aumento de las

fantasías del mundo del pop y la moda, una mayor franqueza

sexual, los placeres de «mirar» y el cuerpo inscripto en la

«lógica» del consumismo. Todo esto contribuyó al surgimien­

to de una chica «más independiente o 'individualizada'»

(McRobbie, 2007a).

McRobbie siguió a estas mujeres jóvenes más seguras e

independientes dentro de un mundo más amplio. Exploró su

ingreso a los nuevos trabajos en los mercados de consumo,

venta y comercialización y los nuevos roles que la llegada del

empresario subcultural inauguraba para las mujeres. (McRobbie,

1989a). Esto provocó que el foco pasara de estar en las chi­

cas a estar en las mujeres jóvenes, del tiempo libre a los mer­

cados laborales informales y (en uno de los principales estu­

dios de entrevistas a mujeres de la industria de la moda publi­

cado en 1998) a los nuevos mercados industriales. McRobbie

continuó explorando la cuestión de género y su relación con el

Nuevo Laborismo y el impacto contradictorio de lo que luego

se llamó «posfeminismo».

Por esta trayectoria, vemos una vez más cómo el mundo

de las subculturas de los años sesenta y setenta se transfor­

ma en los espacios más heterogéneos de una «cultura joven»

posterior a los años ochenta. También vemos la transición

hacia los «nuevos tiempos» del mercado, la empresa, la

privatización, la autonomía laboral y la contratación externa,

la «feminización»/informalidad de la fuerza de trabajo, «el ca­

pitalismo de diseño» y la sociedad de consumo. Esto provocó

una revaluación de las formas de otorgación de poder y self­

fashioning70 posibles por esta nueva oleada de consumo que

10 N. del T.: término acuñado por Stephen Greenblatt (Renaissance Self­Fashioning, 1980), que es utilizado para describir el proceso de construc­ción de la identidad personal y persona pública de acuerdo con un con­junto de estándares socialmente aceptables.

47

Page 53: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUAlES. Subc:ulturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

críticos como Jim McGuigan (1992: 1 07) criticaron enérgica­

mente por su «populismo». McGuigan consideró a este como

un perjudicial movimiento «de un modelo dialéctico de pro­

ducción/consumo, a una preocupación exclusiva por el consu­

mo». No hay duda de que, en el esfuerzo por llevar la cuenta

y teorizar sobre los cambios rápidos y de largo alcance, se ha

ido demasiado lejos. Pero la reafirmación de las viejas verda­

des productivistas no reconocía del todo la profundidad del

giro coyuntural que tenía lugar. El énfasis de McRobbie le per­

mitió, a ella y a otros, dar un raconto más complejo y basado

en el género del cambio social y un entendimiento más fluido

del mundo cambiante que las mujeres jóvenes comenzaban a

ocupar. Además, al poner el foco más ampliamente en el con­

sumo y el placer, McRobbie, realizaba el proyecto que anun­

ció por primera vez en 1980 cuando, en la conclusión de su

crítica anterior, «supuso» que la ya «establecida tríada de cla­

se, sexo y raza» (McRobbie, [1980] 1991a: 31) debería ser

complementada con «tres nuevos conceptos: populismo, tiem­

po libre y placer». Además, la idea de que las personas no

eran «idiotas culturales» y que la respuesta al cambio siempre

era dialogística (las personas entendían aquello que se enten­

día de ellas) fue una parte de un giro teórico muchísimo más

largo, en ocasiones convenientemente condensada por de­

más en el «posestructuralismo». Esto requería alejarse de una

concepción unidireccional de determinación social y económi­

ca y acercarse a una perspectiva de «muchas determinacio­

nes» más social-construccionista, que estaba plasmada inter

alía en teorías de consumo y se/f-fashioning, en la noción de

«audiencia activa» y codificación/decodificación en los estu­

dios de medios, y, anteriormente, la idea de «bricolage» (la

influencia omnipresente de Gramsci aquí no es relevante).

Una de las preguntas más amplias y relevantes cuestiones

desarrolladas en los escritos de McRobbie es la forma en que

el mundo del consumismo parece «imitar» algunos temas e

Page 54: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

inquietudes del «feminismo», mientras, al mismo tiempo, ab­

sorbe y neutraliza tanto su impacto como su significado. Este

interés por las ambigüedades del «feminismo popular» comer­

cialmente patrocinado no es diferente del impulso de la crítica

sobre lo que les sucede a las concepciones previas de «liber­

tad» en el hip-hop y gangsta rap, que Paul Gilroy hace poste­

riormente. Otra preocupación es cómo las eruditas, profeso­

ras e investigadoras feministas pueden dar un curso que vira

entre un «feminismo opositor» juicioso y censurador y el «jue­

go» del placer femenino sin perder su rumbo ni volverse cóm­

plices de un «feminismo ca-modificado» (McRobbie, 2007a).

En parte, atribuyó la identificación de este problema a la in­

fluencia del psicoanálisis feminista y la nueva predisposición

de «escritoras feministas» a dejar en claro sus deseos:

Como muchas otras mujeres ... la fantasía del cuerpo perfecto,

el romance maravilloso, el estilo de vida glamoroso sigue es­

tando presente en nuestras vidas aun cuando intentamos ne­

garlo. Esta admisión comienza a romper las líneas de oposición

entre «feminismo» y «femineidad». (McRobbie, 1997: 194)

Muchos de estos temas encuentran ecos y paralelos en

trabajos de distintos campos que siguen a lo que podemos

llamar la falla de los años ochenta.

Hombres y masculinidad

Al leer el trabajo de McRobbie sobre consumo y placer, lo

que llamaríamos lo «positivo» de los ochenta, resulta fácil ol­

vidar lo «negativo»: el nivel y la intensidad del conflicto y la

dislocación social que acompañó a la década. Las revueltas,

las huelgas y la lucha civil fueron las parteras del doloroso

nacimiento del nuevo empresarialismo, el «capitalismo de di-

49

Page 55: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

seña» y la Gran Bretaña yuppie. Durante las revueltas de 1980-

1981 y 1985, grupos de enojados jóvenes negros junto con

su contraparte blanca, residentes de los centros urbanos ca­

renciados, con altos niveles de desempleo, exclusión social y

desventajas raciales, manifestaron el nivel de su descontento

a través de una serie de estallidos de violencia y confrontacio­

nes, eventos normalmente propulsados por una policía practi­

cante de la «mano dura». Estas confrontaciones poco rele­

vantes entre la policía y los ciudadanos estaban destinadas a

volverse una característica intermitente del paisaje posindus­

trial. Las largas huelgas también fueron características promi­

nentes. Estas también involucraban acaloradas confrontacio­

nes, ya que primero los trabajadores metalúrgicos, luego los

mineros, luego los trabajadores gráficos -tradicionalmente tra­

bajadores industriales con una influencia política e industrial

considerables- fueron enfrentados y a la larga vencidos por

los empleadores estatales o privados, abriendo así el terreno

para el avance de los intereses corporativos privados y el «li­

bre juego de las fuerzas del mercado». En las viejas comunida­

des industriales, donde los trabajadores luchaban por sus tra­

bajos, comunidades y las «formas» de vida, y en el centro de

las ciudades y áreas de exclusión social y desventaja racial, la

posindustrialización no sucedió de repente: fue impuesta o

llevada adelante coercitivamente en los centros de lo que se

denominaba cada vez con más frecuencia «el viejo Trabajo».

La restauración de una «prerrogativa de administración» para

los capitales privados y la propagación de las privatizaciones

resultó en el recorte de puestos de trabajo y la reorganización

de aquellos que se mantuvieron en pos del interés por la re­

ducción despiadada de costos que «requerían» los nuevos vien­

tos de la competencia globalizada. La pérdida de los trabajos

y capacidad de producción estuvieron acompañados por el

rápido crecimiento de los servicios y de los sectores autóno­

mos, con ascendentes cláusulas de ajuste para aquellos po-

so

Page 56: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cos privilegiados; y la plétora de «Mctrabajos» mal pagos,

temporarios, tradicionalmente femeninos, para la mayoría. Los

costos sociales «ocultos» fueron muchísimos: dislocación so­

cial masiva, la ruptura y desintegración de las estructuras de

soporte público, las privaciones de los «nuevos pobres» (pen­

sionados, desocupados, padres/madres solteros/as, jóvenes,

la juventud negra y asiática semicontratada que fue progresi­

vamente criminalizada); la propagación de las enfermedades

mentales, la adicción a las drogas y los delitos menores; y el

desmoronamiento familiar. Lo negativo, entonces, de los años

ochenta fue una década caracterizada por el conflicto, la des­

organización social y la transformación cultural inducidas, mien­

tras una transición dolorosa hacia nuevas formas globalizadas

de economía y cultura se imponía despiadadamente; y los

guardianes de los intereses de la clase trabajadora [los sindi­

catos y el (viejo) Partido Laborista] se adaptaban al nuevo

terreno.

Estos cambios llevaron a dos trayectorias relacionadas en­

tre sí: un debate relativamente corto sobre las «clases subal­

ternas» que discutimos anteriormente y una atención más

constante hacia las nociones de hombre y masculinidad. Es

interesante el hecho de que Keith Hayward (2006),, pionero

de la nueva criminología cultural que reivindica a RTR como

parte importante de la herencia de dicha área, explica de for­

ma contundente por qué el debate sobre las clases subalter­

nas no perduró. Argumenta que la categoría «Chav» 11 está

reemplazando la ya no tan usada categoría de «clase subalter­

na». En otras palabras, en la era del consumo y las celebrida­

des, «Chav» pasó a significar exclusión social y marginalidad.

11 N. del T.: Chav: término peyorativo utilizado para designar a ciertas jóvenes de Gran Bretaña. El estereotipo del «Chav» es una adolescente o adulto joven blanco que por lo general, aunque no siempre, pertenece a la clase trabajadora y con frecuencia se ve involucrado en comporta­mientos antisociales, y se asume que se encuentra desempleado o em­pleado en un trabajo mal pago.

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Page 57: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Sin embargo, en las arenas del (ab)uso de drogas y el racismo,

hubo algunos estudios interesantes sobre la vida de las clases

subalternas. Mike Collison utilizó una nueva terminología y se

refirió a ellos como «perdedores reflexivos». Sea como sea que

se los llame, estructuralmente hablando, constituyen el grupo

de aquellos olvidados por el «mundo feliz» del individualismo

competitivo, los miembros de las «clases subalternas». Puede

decirse que su «resolución mágica» involucraba un rechazq a la

«tristeza» de ser perdedores en pos de asegurarse la reputación

de ser «malos» y estar «locos». En cuanto a la cuestión del

nuevo racismo, recordamos los trabajos etnográficos realiza­

dos por gente como Les Back, Michael Keith y Phil Cohen: un

«viejo subculturalista» de gran influencia. Estos trabajos pue­

den considerarse, en cierto sentido, contribuciones a los estu­

dios sobre la vida de las clases subalternas en barrios pobres de

marcada variedad étnica y divididos por raza, en tiempos de

multiculturalismo (por ejemplo: Back, Coehn y Keith, 1999).

Más significativamente (para el libro, por supuesto), el desa­

fío feminista hacia los hombres de tomarse en serio la cuestión

de género precipitó el trabajo sobre los hombres y las masculi­

nidades. Resulta interesante que otro miembro del Centro,

Andrew Tolson (1977), publicó un libro sobre la masculinidad

justo después de la publicación de RTR. Pero este era, como

McGuigan (1992: 1.096) nos recordaba, un trabajo «compara­

tivamente aislado en su momento». Sin embargo, pronto un

gran número de trabajos sobre los hombres y las masculinida­

des tuvieron lugar: artículos, libros (según Whitehead, 2002,

más de 5.000 publicados en los años 90), estudios de investi­

gación y una edición de Reader's Digest de cinco tomos que

incluían artículos «clásicos» (a publicarse en el 2006). Mucho

de este trabajo fue enmarcado por el trabajo teórico del austra­

liano Bob Connell, cuyo primer tratamiento del tema, el libro

Gender and Power (1987) no ha sido superado por ningún otro.

En él McGuigan combina y adapta ideas de Juliet Mitchell,

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Antonio Gramsci y Tony Giddens con el fin de producir la idea

de un campo de relaciones de género estructurado y múltiple­

mente contestatario, reproducido a través de las prácticas de

los actores sociales. El modelo resultante de versiones especí­

ficas, históricas y culturales de la masculinidad hegemónica,

opuesta a las versiones de femineidad y masculinidades subor­

dinadas (ampliadas luego para incluir las masculinidades «Cóm­

plices y marginalizadas: ver Connell, 1995: 79-81 ), inspiró un

gran número de estudios de investigación que tenían como objeto

a hombres y chicos de culturas, períodos históricos y escena­

rios institucionales distintos. A diferencia del desafío poses­

tructuralista/posmodernista dentro de los estudios (sub)culturales,

los trabajos sobre los hombres y las masculinidades tuvieron

lugar, de manera abrumadora, dentro de un marco teórico mo­

dernista o realista/estructuralista más tradicional.

Sin embargo, también hubo mucho interés fuera de la aca­

demia: en primer lugar, en el famoso «nuevo hombre», el pro­

ducto metropolitano del feminismo de mayor equidad de gé­

nero estaba iniciándose de manera irregular; luego, en los <<nue­

vos muchachos» 12, la reacción se puso en marcha; y, final­

mente, en la «crisis de la masculinidad». En lo político, como

con el debate sobre las clases subalternas, este trabajo se dio

en el mundo angloamericano, contra un telón de fondo del

surgimiento del nuevo derecho, de reestructuración neolibe­

ral, desindustrialización y las transformaciones consecuentes:

como revela un estudio tras otro, los efectos de la desindus­

trialización, la informalización y la inseguridad laboral sobre

los hombres jóvenes de la clase trabajadora, en el contexto

del cambio de las relaciones de género y de raza, han sido

poco menos que desastrosas.

El peor caso compuesto muestra a un joven que, en compara­

ción con las chicas, no le va bien en la escuela (o excluido por

12 N. del T.: «New lads».

53

Page 59: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

completo en el caso de ser afrocaribeño); que abandona tempra­

namente y sin vistas de un buen trabajo o una independencia

financiera; con su tiempo libre minado por el aburrimiento y

puntuado por la ingesta excesiva de alcohol y el uso recreativo (o

adictivo) de drogas; un comportamiento antisocial y los ocasio­

nales enfrentamientos con la policía, más todavía en el caso de

los negros y asiáticos; pocas posibilidades de dejar el hogar pa­

terno y establecer una unidad familiar alternativa y estable; y una

temprana e «irresponsable» «paternidad». La nueva cultura indi­

vidualista culpa a este joven de su difícil situación; el nuevo

consumismo lo excluye. Sin una fuente de trabajo o comunitaria

para el modelamiento de una identidad masculina, confundido o

amenazado por el nuevo feminismo (o por tener un trabajo

feminizado en el sector de servicios) y, si es negro, alejándose

hacia un mundo de negros cada vez más separado, si es blanco,

percibiendo a los hombres negros tanto como una amenaza (a su

trabajo, su territorio y sus mujeres) o un objeto de su envidia (por

su hombría, su popularidad y estilo y su sexualidad). La respues­

ta a todo esto por parte de muchos hombres blancos tiende a ser

un acento defensivo de los peores rasgos de la masculinidad y

un racismo complejo y contradictorio. La respuesta de los hom­

bres negros es un enfadado sentimiento de fracaso, un proyec­

tado menosprecio hacia la mujer, la exclusión social y la

criminalización. Estas respuestas «hipermasculinas» entran en

una dialéctica compleja con los discursos contemporáneos sobre

los desórdenes sociales: los nuevos malandras, la nueva mucha­

chada, el yob 13, el «Chav», el «hoddie», junto con sus conse­

cuentes soluciones por parte de la ley y el orden: la «crisis de la

masculinidad», tanto de la vida como la discursiva.

Es claro que el caso real es más complejo y que los estudios

reales a partir de los cuales esté compuesto tienen más matices.

Linda McDowell (2003: 200), por ejemplo, en su investigación

13 N. del T.: Yob: joven agresivo y violento.

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Page 60: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

basada en entrevistas de las masculinidades y la juventud blanca

de la clase trabajadora de Sheffield y Cambridge, las encontró

típicamente entre las que ella llamó de «protesta» (siguiendo a

Connell) y las masculinidades domésticas. Las primeras se refie­

ren a aquella versión más brusca, de macho y de la calle, y las

últimas a la respetable versión del «sentar cabeza». Hay también

un afluente más pequeño de trabajo que es un tanto crítico con

el camino estructural de este trabajo. En vez de hacer la pregun­

ta (estructural en última instancia) ¿cómo es que los hombres,

como sujetos de clase y raza, desempeñan una masculinidad

«adecuada» (es decir, de maneras que reproducen las estructu­

ras de clase, raza y género existentes)?, hace una pregunta

posestructural y psicosocial, a saber, ¿cómo es que algunos (pero

no todos) los hombres provenientes de ciertos ámbitos sociales

se identifican con discursos sociales de masculinidad particula­

res? Esta pregunta implica tomar en serio la dimensión psicológi­

ca de la biografía, explorando cómo la historia única de sus fan­

tasías, ansiedades y deseos, en conjunción con su situación so­

cial y una gran cantidad de contingencias situacionales, resultan

en este patrón particular de inversiones discursivas (Jefferson,

1994, 2002). Pero, ya sea en su apariencia estructural o

posestructural, hay un involucramiento de este trabajo con el

«cuadro general», un intento por conectar las (cambiantes) prac­

ticas y valores masculinos con las cambiantes realidades socia­

les. Es este deseo el que lo relaciona con RTR, aun cuando muy

poco de este trabajo sobre las masculinidades responde a las

cuestiones de «estilo» y cultura.

Comprendiendo los años ochenta

Lo que todas estas trayectorias, cada una a su modo, reve­

lan es la emergencia de una falla mayor que se da en el mo­

mento decisivo de los años ochenta. Paradójicamente, mucha

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Page 61: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de la literatura general sobre las subculturas que repasamos en

la Sección 11 también identificó a los ochenta como un momen­

to de transición, cuyos autores vieron como un presagio una

dislocación radical, hasta una parcial disolución, del campo

subcultural como un todo y las problemáticas anteriores que

han provocado cierto «pensamiento». Algunos de los términos

utilizados, «tribal», «postmoderno», «post-subcultural», eran

intentos por caracterizar este giro en términos más generales.

Se dice que la aparición de las culturas rave y de los clubes

bailables, tratadas aquí antes, tipificó este giro: la absorción de

los «movimientos» subculturales por una «cultura joven» más

heterogénea socialmente y diversa en cuanto a géneros, domi­

nada por la música, el baile, las drogas, el sexo y la búsqueda

del placer, en la que se combinaban, superponían y prolifera­

ban, el estilo, el gusto y la clientela; en la que los participantes

estaban mucho más integrados a la industria de la música, las

nuevas industrias culturales, el tiempo libre comercializado, Jos

mercados de consumo y los medios; y en la que una «fraterni­

dad» como en trance, temporaria, contingente, más una parte

del nuevo individualismo que del viejo colectivismo, y radical­

mente diferente a Jos tiempos del punk y el reggae, prevaleció

por un tiempo como el ethos dominante. Como lo expresó Jan

Chambers, «cuerpos 'privados', encuentros públicos»

(Chambers, 1985: 209).

Las modas y los elementos entonces procedentes de dis­

tintas direcciones comenzaron a converger en el mismo «mo­

mento». ¿Con qué se articularon estos giros? Es precisamente

una «sobredeterminación» así -la que Althusser ( 1969: 99-

1 00) llamó memorablemente, en un contexto distinto, «Una

acumulación de 'circunstancias' y 'corrientes' ... algunas de

las cuales son radicalmente heterogéneas, de distintos oríge­

nes, distintos sentidos, distintos niveles y puntos de aplica­

ción, [que] ... sin embargo se 'fusionan' en una unidad

ruptura!»- la que constituye Jo que nosotros venimos llaman-

Page 62: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

do «giro conyuntural». La unidad que esos giros constituyen

nunca es simple; los giros no pueden reducirse simplemente a

una única contradicción; están determinados de manera múl­

tiple; no pueden simplemente ser «leídos de un tirón»; emergen

de diferentes condiciones de existencia «relativamente autó­

nomas»; se experimentan y «Viven» de maneras muy diferen­

tes. Sin embargo, la evidencia proveniente de aquellos mo­

mentos constituye una invitación a «leer a través», y por con­

siguiente a teorizar la conexión con estructuras y aconteci­

mientos históricos mayores. Este, hemos intentado argumen­

tar, es uno de los aspectos que creemos más característicos

(y con más frecuencia pasado por alto y malinterpretado) del

proyecto RTR. Está tan vigente para el trabajo que necesita­

mos realizar, sobre y luego de los ochenta, como lo fue para

los sesenta y setenta.

Ciertamente, una forma en la que se hace levemente refe­

rencia a esta «falla» de los ochenta es mediante el abarcativo

término «thatcherismo»: «La juventud de mi investigación»,

dijo Sarah Thornton (1995: 165), «eran -citando el cliché­

'los chicos de Thatcher'». ¿Puede, debe este, ser más que un

gesto meramente descriptivo o cliché? Resulta imposible re­

forzar este punto aquí de manera adecuada, excepto en la

manera más indicativa. Responder esta pregunta requeriría su

propia forma de «trabajo»: estudios etnográficos más cuida­

dosos y descripciones más densas; juntar y relacionar un nú­

mero de historias discretas; probar las conexiones con rela­

ciones sociales y eventos históricos mayores, más teoría. En

el Grupo de Subculturas del Centro de Estudios Culturales

Contemporáneos y en el colectivo PTC realizamos bastante

esta especie de «mapeo» conceptual: en su mayoría heurístico

-diagramas y cronologías en tiza, borradas hace tiempo y nunca

guardadas; hipotetizar, probar y rehipotetizar; el no buscar

«pruebas» o la respuesta perfecta, sino aquello que es más

plausible, convincente y que mejor «encaja» de acuerdo con

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Page 63: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Jo conocido-. Sin duda, esto implicaría probar nuevos con­

ceptos para comprender las nuevas configuraciones; pero tam­

bién desarrollar Jos viejos para poder advertir aquellas conti­

nuidades inesperadas. El tatcherismo transformó el paisaje político, no sólo du­

rante la década del ochenta, sino que hoy pareciera que lo

hizo de manera permanente, proporcionado una consensuada

base de centro-derecha para la sucesión de gobiernos de dife­

rentes configuraciones tanto en GB como en el resto del glo­

bo. En retrospectiva, hoy podemos ver que marcó, no simple­

mente una dramática reversa en el destino electoral, sino algo

mucho más profundo y de largo plazo, ciertamente un «pro­

yecto hegemónico» tanto «cultural» como «económico», polí­

tico o «social (por utilizar distinciones convencionales), en rea­

lidad fue parte de un proceso de transformación global

transnacional más amplio que unía la vida económica, la cul­

tura política, las instituciones públicas, las relaciones socia­

les, los discursos mediáticos, las actitudes y los valores a los

crudos imperativos de la nueva etapa de la globalización de

los setenta. Sus efectos dislocadores representaron los «dolo­

res de parto» del nacimiento de un nuevo régimen de acumu­

lación global, que fue necesariamente un nuevo «régimen de

verdad» (McRobbie, 2006).

La estrategia central del histórico proyecto neoliberal estaba

por desatar las fuerzas del mercado y maquinar un cambio cul­

tural a lo largo y ancho de todas las esferas de la sociedad,

obligándolas hacia lo que en la actualidad se conoce amplia­

mente como una nueva forma social, la «Sociedad de mercado»

(Bobbit, 2002). Esto provocó que todo se submitiera, o espejara,

a la lógica de la «marketización» y el valor de cambio, ya que

sólo los mercados, los valores empresariales y los individuos

competitivos, posesivos e interesados en sí mismos que son

«sus sujetos», eran considerados capaces de crear riqueza, fa­

cilitando crecimiento y eficiencia, estimulando la competencia

ss

Page 64: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

y la rentabilidad, satisfaciendo la demanda, otorgándole poder

a la elección, ocupandose de las necesidades sociales, facili­

tando el bien público, alcanzando el valor a cambio de dinero y

proporcionando la medida del valor social. El· Nuevo Laborismo

realizó ciertas modificaciones en este proyecto neoliberal, adap­

tándolo a una forma social-democrática hibridizada (Hall, 2003);

en especial en cuanto a sus estrategias de dos niveles como la

de acción social, salud, educación y redistribución, su reinvención

administrativa de «gobierno activo» en el «campo social», y su

adopción generalizada de una agenda de «Elección Pública».

Pero, por otra parte, gobernó esencialmente desde el mismo

terreno. De manera predecible, el delito, el resquebrajamiento

de la autoridad, la deferencia y el respeto, el consumo de alco­

hol en exceso y el comportamiento antisocial de los jóvenes,

surgieron de entre la evidencia más publicitada y sintomática

del resquebrajamiento más profundo de la conexión y reciproci­

dad sociales.

La falla que constituyeron estos acontecimientos de los

ochenta actuó entonces como una fuerza dislocadora en cada

esfera de la vida cultural. La idea de que la cultura joven pudo

de alguna manera haber sido aislada de su proceso de recons­

trucción, por no decir algo peor, es altamente cuestionable.

Claro que, hasta aquí, sólo hemos esbozado estos aconteci­

mientos con cierto nivel de abstracción. Pero resultaría difícil

intentar comprender, por ejemplo, los placeres privatizados,

más heterogéneos, socialmente fragmentados de la cultura

rave, la anexión de las culturas dance al mundo del «clubbing» 14,

las celebridades y el placer globalizado, la disminución del

impulso político y el ambiguo fortalecimiento de la identidad

negra, las ambigüedades del «posfeminismo» o la reacción

«laddish» 15 y la crisis de la masculinidad, sólo para hacer refe-

14 N. del T.: C/ubbing: ir al club bailable 15 N. del T.: Laddish: pendenciero, «macho», inmaduro.

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Page 65: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

rencia específicamente a las trayectorias que hemos visto, sin buscar conexiones con estos acontecimientos sociales y cul­

turales más amplios. Ubicar las articulaciones entre el debate de los estudios

subculturales y estos parámetros de cambio es aquí, desde

luego, una tarea que está mucho más allá de los límites de este

prefacio. Pero podemos echar un vistazo a las posibles

implicancias de hacer un seguimiento breve de una dimensión:

comparar de qué manera los sujetos culturales llegan a verse a

sí mismos en estos diferentes ámbitos con respecto a la forma

en la que el ciudadano común se posiciona como sujeto social

en el terreno discursivo común alrededor del consumidor, el

consumo y la sociedad consumista. Elegimos el consumo no

sólo porque es crucial para el giro que tratamos, sino porque

aparece de alguna forma en todos los procesos sociales y por­

que es el yacimiento de lo que Foucault llamó «subjetivización»:

en la que las personas se vuelven tanto «sujetos de», y se

relacionan activamente con los procesos sociales modificados,

y están al mismo tiempo «sujetos a» sus efectos.

En cierto sentido aquí no hay nada nuevo. El consumo es­

taba en el seno de la revolución fordista en el cambio de siglo

que estableció, en la sociedad de masas, la industria de ma­

sas, la democracia de masas, el partido político de masas y la

cultura de masa, y señalizó el paso del poder económico y

prevalencia de Europa a los EE.UU.; el giro coyuntural que

Gramsci (1971) señaló en su ensayo «Americanism and

Fordism». El consumismo, reapropiado por los EE.UU. luego

de la Segunda Guerra Mundial, fue central en el giro cultural

de posguerra que Hoggart (1958) llamó «americanización» y

la vanguardia de «La era de la prosperidad» de los años cin­

cuenta. Pero lo que los críticos, cada uno desde su campo,

como McRobbie en la cultura joven y de género y Gilroy en lo

que respecta a las culturas expresivas negras, han observado

como una inquietante tendencia a partir de los años ochenta

6o

Page 66: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

(que está también implícita en los fundamentos sobre las cul­

turas rave y de los clubes bailables), es la forma en la que el

consumo despliega un terreno por demás ambivalente, tomando

y dejando de lado en un mismo movimiento ambiguo; y cómo

el sujeto consumidor llega a facilitar la forma privilegiada en la

que los sujetos experimentan su relación consigo mismos, con

lo que están haciendo y con su cambiante mundo social.

El punto es que los mismos tropos son recurrentes en los

discursos públicos que siguen la falla de los años ochenta,

donde las nociones de los ciudadanos y los derechos, en una

relación social activa, como ser el NHS16, con la educación, el

voto, la asistencia social, la democracia, el gobierno local, el

Estado y la sociedad, son reemplazadas por una reducida (en

cuanto a su alcance) pero cada vez más valorizada «subjetivi­

dad del consumidor» -de una relación individualizada de

consumismo privatizado, a varios aspectos de «lo social»-.

Observar las recurrencias a través de los campos sociales

constituye, como argumentamos, el seno del proyecto RTR, y

sigue siendo crucial a pesar de los numerosos cambios que

los mismos campos en cuestión han experimentado. El inten­

to por hacer conexiones, localizar las relaciones entre las acti­

vidades cotidianas y las expresiones de ciertos grupos de jó­

venes, configuraciones culturales más amplias y las cambian­

tes coyunturas históricas, están, según nuestro parecer, tan

vigentes como hace treinta años, si el caso es que queremos

comprender (a diferencia de simplemente describir, celebrar o

denigrar) qué es lo que algunos jóvenes entienden que se ha

entendido de ellos.

Comenzamos con una cita de McRobbie sobre el hoodie, don­

de observamos sus connotaciones negativas: jóvenes

amenazantes, enojados y «con malas intenciones». Finalizamos

con otra en la que las connotaciones dan un giro de 180 grados:

16 N. del T.: Nacional Health Service: Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña.

Page 67: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

El equivalente a las tablas de piedra de la moda (la revista

Vogue) puso al hoodie en el puesto número 21 en su lista de

cosas increíblemente maravillosas para el próximo año. (The

Guardian, G2, 08.11.05: 3)

En el lenguaje original de RTR, pudimos haber visto este

como un ejemplo de la «incorporación», la «difusión» «de­

fusión» de la «resistencia» estilística. Como dijo Hebdige en

su ensayo sobre mods de este volumen ( 1 04), «Cuando una

revista mod declara de manera autoritaria que hay una 'NUE­

VA FORMA MOD DE CAMINAR' ... entonces uno debía pensar

que este negro blanco particular. .. cayó muerto». Pero en una

muy diferente coyuntura actual, ambas connotaciones, el

hoodie como joven salvaje y el hoodie como el último acceso­

rio de la moda que «se debe>> usar el año que viene, connota­

ciones negativas y positivas, parecieran poder coexistir simul­

táneamente sin la desaparición de ninguna de ellas. Esto debe

cambiar la sustancia de cualquier lectura contemporánea del

hoodie, pero no la idea de la importancia de la lectura

sintomática como tal.

Introducción

Este número de WPCS está dedicado a las subculturas ju­

veniles de posguerra. Hemos tratado de desmantelar el térmi­

no con el cual esta materia es usualmente tratada -«Cultura

Juvenil»- y de reconstruir, en su lugar, una imagen más cui­

dadosa de los tipos de subculturas jóvenes, su relación con

las culturas de clase y la manera en la que la hegemonía cultu­

ral es mantenida, estructural e históricamente. Esta publica­

ción agrupa, entonces, el trabajo de los últimos tres años del

Grupo de Subculturas del Centro. Este trabajo continúa, tanto

en el Centro como en un muy fructífero diálogo con otros que

62

Page 68: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

trabajan en el mismo campo. Los resultados y formulaciones

ofrecidos son, por lo tanto, parte de un trabajo no terminado.

No pretenden ser finales, definitivos o «correctos». Espera­

mos que lleven a más trabajos, discusiones y clarificaciones y

que, en otras ocasiones, algo de esto pueda reflejarse en las

páginas de la publicación.

A pesar de la naturaleza incompleta del trabajo, creemos

que puede ser valioso esbozar una breve historia de cómo el

foco de este trabajo ha virado en el período y cómo arribamos

a nuestra posición actual. Nuestro punto de partida, junto a

muchos otros, fue el «Outsiders» de Howard Becker, el texto

que, al menos para nosotros, mejor señaló el «quiebre» en la

sociología dominante y su subsecuente adopción, por parte

de muchos sociólogos que trabajaban en el campo de la des­

viación, teoría subcultural o criminología -originalmente en

Estados Unidos, pero rápidamente también en este país- de

lo que se dio a conocer como interaccionismo, y luego una

perspectiva «transaccional» o taxonómica. Nuestra lectura de

este texto -y el subsiguiente trabajo británico en esta tradi­

ción rápidamente emergente- y nuestro compromiso con la

perspectiva en general ha sido siempre, sin embargo, de doble

sentido: a la vez una sensación de alegría sobre la importancia

de algunas de las ideas generadas por esta «revolución escép­

tica» (la visión de la acción social como un proceso y no como

un evento, por ejemplo, y crucialmente la idea de que el des­

vío fue una creación social, el resultado del poder de algunos

para etiquetar a otros) y una sensación de intranquilidad; la

sensación de que estos reportes, mientras que contenían

muchos e importantes acercamientos, no eran suficientemen­

te exhaustivos; la sensación, particularmente, de que la con­

ducta desviada tenía otros orígenes además de la categorización

pública. A esta última sensación le fue dada sustancia teórica

y empírica concreta en nuestra subsiguiente lectura del seminal

paper de Phil Cohen (publicado en WPCS 2) sobre las

Page 69: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

subculturas juveniles y su génesis en las estructuras de clase

y culturas de clase del East End. Esto estableció nuestra sen­

sación de ambigüedad y relegó el análisis transaccional por

una posición marginal a favor de una preocupación por los

orígenes estructurales y culturales de las subculturas juveni­

les británicas.

Nuestros esfuerzos subsiguientes fueron por tiempo consi­

derable puestos a llenar el sugestivo marco de trabajo ofreci­

do por Cohen, inicialmente a través de papers ofreciendo un

acercamiento más detallado a subculturas particulares - Teds,

Mods, Skinheads, etc.-. Algunos fragmentos de esos papers

se reproducen en la sección Etnográfica de esta compilación.

También intentamos desarrollar nuestra posición teórica en

un número de papers, incluyendo extensiones, revisiones y

críticas de Cohen, y esos intentos proveyeron la base para la

visión general presentada en esta publicación.

En medio de ese trabajo estuvo nuestro involucramiento en

el proyecto de atraco -involucramiento que ha sido tal vez la

mayor influencia orgánica singular en el desarrollo de nuestro

subsiguiente trabajo, y en darle forma a la posición teórica y

metodológica que adoptamos en esta publicación-. El proyec­

to tuvo dos consecuencias mayores: políticamente, trajo apa­

rejado un mayor compromiso directo, ya que provino original­

mente de una inquietud sobre un caso local particular; y teóri­

camente, regresó el transaccionismo a nuestra agenda de tra­

bajo. Dado que nuestra inquietud inicial fue precipitada por la

reacción judicial al caso Handsworth, no podíamos, por tanto,

simplemente ignorar la cuestión de la reacción social, pero

nuestra preocupación en el trabajo sobre subculturas con for­

mas estructurales e históricas de análisis significaba que no

podíamos regresar a una ingenua perspectiva transaccionista.

Nuestro objetivo fue -y es-, entonces, explicar tanto la ac­

ción social como la reacción social, estructural como históri­

camente, de manera que intente hacer justicia a todos los

Page 70: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

niveles de análisis: desde las dinámicas de interacciones cara

a cara entre delincuentes y agentes de control a las más am­

plias, mediadas cuestiones -largamente ignoradas por los

transaccionistas «puros»- de la relación de estas actividades

con los cambios de las relaciones de clase y poder, concien­

cia, ideología y hegemonía.

Una palabra sobre la presentación. Mucho de la misma -inclu­

yendo la extensa visión general teórica- surge del trabajo del

Grupo de Subculturas. De acuerdo con los objetivos del Cen­

tro -para bien o para mal-, ha sido un trabajo en colabora­

ción: un esfuerzo por mantener una discusión constante alre­

dedor de los asuntos teóricos claves, pero también de escritu­

ra colectiva y revisión de artículos. Un trabajo colectivo de

esta clase es, en la práctica, extremadamente difícil de soste­

ner y de ninguna manera siempre posible: pero quienes han

estado involucrados en él querrían registrar aquí el continuo

sentido de su recompensa, a pesar de los problemas que trae

aparejado. Una gran cantidad de trabajo empírico ha sido rea­

lizado en este campo por miembros del Centro no directamen­

te parte del Grupo: este número se basa ampliamente en su

trabajo (por ejemplo, los estudios de Paul Willis y Dick Hebdige).

El trabajo del grupo ha sido presentado a, y discutido por, los

miembros del Centro como un todo, y un cierto número de

artículos es contribución de ellos. Nos hemos beneficiado enor­

memente gracias a mucha gente que, a pesar de no pertene­

cer al Centro, está no sólo trabajando en líneas similares, sino

que ha entrado en discusión directa con nosotros y dado apo­

yo intelectual. En esta ocasión, damos la bienvenida como

contribuyentes al número a Paul Corrigan, Simon Frith, Graham

Murdock, Robín McCron, Geoff Person y John Twohig. Final­

mente, el número ha sido producido por el Grupo trabajando

junto a un equipo editorial, y este último no sólo ha soportado

la carga práctica, sino jugado un papel mayor en la discusión,

revisión y reescritura de artículos, etc. (esto es parcial pero

Page 71: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

inadecuadamente reconocido en la de otra manera inexplica­

ble «asignación autora!» al final de algunos artículos de este

número).

Una nota sobre el formato. El journal comienza con un artí­

culo de revisión general que, esperamos, pondrá en el tapete

los temas principales. Luego hay una larga sección que con­

tiene selecciones de trabajo «etnográfico» sobre diferentes

aspectos de las subculturas de posguerra. La intención aquí

es, primero, indicar (aunque de ninguna manera

exhaustivamente) el rango; segundo, proveer sustancia empí­

rica; pero, tercero, desarrollar, de acuerdo con el material

empírico presentado, un punto teórico, situación o argumento

que se conectan con los temas principales establecidos en el

artículo del comienzo. Luego hay una sección de artículos teó­

ricos más cortos, que recogen y desarrollan algunos de los

puntos apenas tocados en el primer artículo: los problemas de

«estilo», «conciencia generacional», «políticas» y la relación

de las adolescentes mujeres con las subculturas.

Finalmente, Brian Roberts (que, si bien registrado en otro

departamento, ha jugado un papel mayor en el trabajo del

grupo) y Steve Butters (que tiene un vínculo de larga data con

varias áreas del trabajo del Centro) revisitan cuestiones de

metodología. El artículo de Steve Butters es un intento inau­

gural, por alguien familiarizado y crítico con el trabajo del Gru­

po, por abrir una crítica de sus métodos de trabajo y de la

problemática que lo alimenta.

66

Page 72: Resistencia a Traves de Rituales

TEORÍA 1

SUBCULTURAS, CULTURAS Y CLASE

John C/arke, Stuart Hall,

Tony Jefferson, Brian Roberts

Nuestra asignatura en este volumen son las Culturas Juve­

niles; nuestro objetivo, explicarlas como fenómeno y analizar

su aparición en el período de posguerra. Por supuesto, el tema

ha sido tratado masivamente, sobre todo por los medios de

comunicación. Sin embargo, muchos de estos sondeos y análi­

sis parecieran principalmente haber multiplicado las confusio­

nes y extendido los mitos en torno al tema. Al tratarlo sólo a

partir de sus rasgos espectaculares, estos estudios se han vuelto

parte del fenómeno preciso que queremos explicar. Primero,

entonces, debemos despejar el terreno, tratar de ubicarnos más

allá de los mitos y explicaciones que opacan el problema en

lugar clarificarlo. En primer lugar, debemos construir el tópico

-en parte demoliendo ciertos conceptos que, en el presente, se

toman como adecuados para definirlo-. Necesariamente, este

ejercicio de penetrar debajo de una construcción popular debe

ser realizado con cuidado, no sea que descartemos el «núcleo

racional» junto a su sobrepublicitada cáscara.

El significado social y político de las Culturas Juveniles no

es fácil de calcular, aunque su visibilidad haya aumentado

consistentemente. La «Juventud» apareció como una catego­

ría emergente en la Inglaterra de la posguerra, una de las más

asombrosas y visibles manifestaciones de cambio social del

periodo. La «Juventud» proveyó el foco para informes, legis-

67

Page 73: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

lacíones e intervenciones oficiales. Los guardianes morales de

la sociedad le otorgaron significado como un problema social

-hecho sobre el que nosotros «deberíamos hacer algo»-. So­

bre todo, la Juventud jugó un rol importante como piedra an­

gular en la construcción de imaginarios, interpretaciones y

cuasi-explicaciones sobre el periodo. Como sugirió el estudio

de Rowntree sobre la Prensa Popular y el Cambio Social:

La juventud fue, en ambos diarios [el Daily Express y el Da11y

Mirror] y quizás en toda la prensa del periodo, una poderosa

pero oculta metáfora del cambio social: la imagen comprimida

de una sociedad que había cambiado crucialmente, en térmi­

nos de estilos de vida y valores básicos -había cambiado, en

formas calculadas para alterar el marco político oficial, pero en

formas todavía no calculables en los términos polfticos tradi­

cionales-. (Smith et al., 1975)

Sería dificultoso sostener el argumento de que un fenómeno

tan presente y visible masivamente como la «Cultura Juvenil»,

que ocupa una posición de pivote en la historia y conciencia del

período, fuera una pura construcción de los medios, un fenómeno

solamente superficial. Sin embargo, Gramsci nos advirtió que, «al

estudiar una estructura, es necesario distinguir movimientos orgá­

nicos (relativamente permanentes) de movimientos que podrían

denominarse 'coyunturales', y que aparecen como ocasionales,

inmediatos, casi accidentales». El objetivo debe ser «encontrar la

relación correcta entre lo que es orgánico y lo que es coyuntural»

(Gramsci, 1971: 177). La «forma fenoménica» -la Cultura Juvenil

provee sólo un punto de partida para tal análisis-. No podemos

permitirnos estar ciegos ante tal desarrollo (como algunos «mate­

rialistas escépticos» de la vieja izquierda han estado, con el debido

respeto al debate reciente en Marxism Toda y), no más de lo que

podemos permitirnos ser cegados por ellos (como algunos

«idealistas visionarios» de la nueva izquierda lo han sido a veces).

68

Page 74: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

a. Algunas definiciones

Comenzamos con algunas definiciones mínimas. El térmi­

no «Cultura Juvenil» nos direcciona a los aspectos «cultura­

les» de la juventud. Entendemos la palabra «cultura» para re­

ferir a aquel nivel en el cual los grupos sociales desarrollan

distintos patrones de vida y dan forma expresiva a su expe­

riencia de vida social y material. Cultura es el modo, las for­

mas, en que los grupos «manejan» la materia prima de su

existencia social y material. «Debemos suponer que la materia

prima de la experiencia de vida está en un polo, y todas las

disciplinas y sistemas humanos infinitamente complejos, arti­

culados o inarticulados, formalizados en instituciones o dis­

persos en los modos menos formales, que 'manejan', transmi­

ten o distorsionan esta materia, están en el otro» (Thompson,

1960). «Cultura» es la práctica que comprende u objetiva la

vida grupal de forma significativa. «Del modo en que los indi­

viduos expresan su vida, así son. Lo que son, por consiguien­

te, coincide con su producción, tanto con qué producen como

con cómo lo producen» (Marx, 1970: 42). La «cultura» de un

grupo o clase es su modo de vida particular y distintivo, los

significados, valores e ideas corporizadas en instituciones, en

las relaciones sociales, en sistemas de creencias, en las bue­

nas costumbres, en los usos de objetos y vida material. Cultu­

ra son las formas distintivas en que esta organización de vida

material y social se expresa. Una cultura incluye el «mapa de

significado» que vuelve las cosas inteligibles a sus miembros.

Estos «mapas de significado» no son simplemente transporta­

dos en la cabeza: son objetivados en los patrones de organiza­

ción social y relación a través de los cuales el individuo se

vuelve un «individuo social». Cultura es la manera en que las

relaciones sociales de un grupo son estructuradas y modela­

das, pero es también la manera en que esas formaciones son

experimentadas, entendidas e interpretadas.

6g

Page 75: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subc:ulturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Un individuo social, nacido en un escenario particular de

instituciones y relaciones, nace al mismo momento en una

configuración peculiar de significados que le brindan acceso Y

lo localizan dentro de «una cultura». La «ley de la sociedad» Y

la «ley de la cultura» (el ordenamiento simbólico de la vida

social) son uno y lo mismo. Estas estructuras -de relación

social y de significado- modelan la existencia colectiva en

curso de los grupos. Pero, además, limitan, modifican y cons­triñen cómo los grupos viven y reproducen su existencia so­

cial. Hombres y mujeres son, por tanto, formados y se forman

a sí mismos a través de la sociedad, la cultura y la historia.

Entonces, los patrones culturales existentes forman una es­

pecie de reservaría histórico -un «campo de posibilidades»

preconstituido- que los grupos toman, transforman, desarro­

llan. Cada grupo hace algo respecto de sus condiciones inicia­

les -y a través de este «hacer», a través de esta práctica, la

cultura es reproducida y transmitida-. Pero esta práctica sólo

toma lugar dentro del campo dado de posibilidades y limita­

ciones (ver Sartre, 1963). «Los hombres hacen su propia his­

toria, pero no la hacen justo como les place; no la hacen bajo

circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circuns­

tancias directamente encontradas, dadas y transmitidas des­

de el pasado» (Marx, 1951: 225). La cultura, entonces,

corporiza la trayectoria de vida del grupo a través de la histo­

ria: siempre bajo condiciones y con «materias primas» que no

pueden ser completamente de su propio hacer.

Los grupos que coexisten dentro de la misma sociedad y

comparten algunos de los mismos materiales y condiciones

históricas sin duda también entienden, y hasta cierto punto

comparten, la «cultura» de otros. Pero, en tanto diferentes

grupos y clases están inequitativamente categorizados en re­

lación unos de otros, en términos de sus relaciones producti­

vas, de riqueza y poder, así también las culturas están

categorizadas de manera diferente y se ubican en oposición

70

Page 76: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

una de la otra, en relaciones de dominación y subordinación, a

lo largo de la escala del «poder cultural». Las definiciones del

mundo, los «mapas de significado» que expresan la situación

de vida de aquellos grupos que sujetan el monopolio del poder

en la sociedad, comandan el mayor peso e influencia, ocultan

la mayor legitimidad. El mundo tiende a ser clasificado y orde­

nado en términos y a través de estructuras que expresan más

directamente el poder, la posición, la hegemonía, de los inte­

reses más poderosos en esa sociedad. De este modo

La clase que tiene los medios de producción material a su

disposición tiene el control, al mismo tiempo, sobre los medios

de la producción mental, a fin de que, de tal modo, hablando

en términos generales, las ideas de aquellos que no poseen los

significados de producción mental estén sujetas a ella ... En la

medida que ellos dominan como una clase y determinan la

extensión y compás de una época... lo hacen en su rango

completo, por lo tanto, entre otras cosas, dominan también

como pensadores, como productores de ideas, y regulan la

producción y distribución de las ideas de su tiempo: por consi­

guiente, sus ideas son las ideas dominantes de la época. (Marx,

1970: 64)

Esto no significa que sólo hay una serie de ideas o formas

culturales en una sociedad. Habrá más de una tendencia en el

trabajo dentro de las ideas dominantes de una sociedad. Los

grupos o clases que no se ubican en la cumbre del poder, no

obstante, encuentran modos de expresar y realizar en su cul­

tura su posición y experiencias subordinadas. En la medida

que hay más de una clase fundamental en una sociedad (y el

capitalismo es esencialmente la puesta en común, en torno a

la producción, de dos clases fundamentalmente diferentes

-capital y trabajo-), habrá más de una configuración cultural

principal en juego en un momento histórico particular. Pero las

71

Page 77: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

estructuras y significados que más adecuadamente reflejan la

posición e intereses de la clase más poderosa -por muy com­

pleja que sea internamente- permanecerá, en relación con

todas las otras, como un orden sociocultural dominante. La

cultura dominante se representa a sí misma como la cultura.

Trata de definir y contener todas las demás culturas dentro de

su rango inclusivo. Su visión del mundo, a menos que sea

desafiada, permanecerá como la cultura más natural, univer­

sal, que todo lo abarca. Otras configuraciones culturales no

sólo estarán subordinadas a este orden dominante: entrarán

en lucha con él, buscando modificar, negociar, resistir o inclu­

so derrocar su reinado -su hegemonía-. La lucha entre clases

sobre la vida material y social de este modo siempre asume

las formas de una lucha continua sobre la distribución del «po­

der cultural». Queremos, aquí, hacer una distinción entre «cul­

tura» e «ideología». Las clases dominante y subordinada ten­

drán cada cual culturas distintivas. Pero cuando una cultura

consigue ascender sobre la otra, y cuando la cultura subordi­

nada se experimenta a sí misma en términos prescritos por la

cultura dominante, entonces la cultura dominante se vuelve,

además, la base de una ideología dominante.

La cultura dominante de una sociedad compleja nunca es

una estructura homogénea. Está estratificada, reflejando inte­

reses diferentes dentro de la clase dominante (por ejemplo, la

perspectiva de un aristócrata contra la de un burgués), conte­

niendo diferentes vestigios del pasado (por ejemplo, ideas re­

ligiosas dentro de una cultura ampliamente secular), tanto como

elementos emergentes en el presente. Las culturas subordina­

das no siempre estarán en conflicto abierto con aquella. Po­

drán, por largos periodos, coexistir con ella, negociar lo espa­

cios y huecos, hacer incursiones, «agrietarla desde adentro»

(Thompson, 1965). Sin embargo, aunque el carácter de esta

lucha sobre la cultura jamás puede ser reducido a una simple

oposición, es crucial reemplazar la noción de «cultura» por el

72

Page 78: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Ton y Jefferson

concepto más concreto e histórico de «culturas»; una

redefinición que trae más claramente el hecho de que las cul­

turas siempre se mantienen en relaciones de dominación -y

subordinación- de unas a otras; están siempre, en algún sen­

tido, luchando unas con otras. El término singular, «cultura»,

sólo puede indicar, en el modo más general y abstracto, las

extensas configuraciones culturales en juego en una sociedad

en cualquier momento histórico. Debemos movernos de una

vez a las relaciones determinantes de dominación y subordi­

nación en que estas configuraciones se mantienen, a los pro­

cesos de incorporación y resistencia que definen la dialéctica

cultural entre ellos, y a las instituciones que transmiten y re­

producen «la cultura» (por ejemplo, la cultura dominante) en

su forma dominante o «hegemónica».

En las sociedades modernas, los grupos fundamentales son

las clases sociales, y las configuraciones culturales más impor­

tantes serán, en un modo fundamental aunque a menudo me­

diado, las «culturas de clase». Relativas a estas configuracio­

nes de clase cultural, las subculturas son subconjuntos -es­

tructuras más pequeñas, localizadas y diferenciadas, dentro

de una u otra de las redes culturales más amplias-. Debemos,

en primer lugar, ver las subculturas en términos de su relación

con las redes de cultura de clase más amplias de las que for­

man una parte distintiva. Cuando examinamos la relación en­

tre una subcultura y la «cultura» de la que es parte, llamamos

a esta última cultura «parental». Esto no debe ser confundido

con la relación particular entre los «jóvenes» y sus «padres»,

de la cual hablaremos más abajo. Lo que queremos decir es

que una subcultura, a pesar de diferir en importantes modos -

en sus «asuntos centrales», sus formas y actividades peculia­

res- de la cultura de la cual deriva, también compartirá algu­

nas cosas en común con esa cultura «parental». La subcultura

bohemia del avant-garde que ha surgido de vez en cuando en

la ciudad moderna es distinta de su cultura «parental» (la cul-

73

Page 79: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tura urbana de los intelectuales de clase media) a la vez que

parte de ella (compartiendo así una perspectiva modernizadora,

niveles de educación, una posición privilegiada respecto al

trabajo productivo, y así sucesivamente). Del mismo modo, la

«búsqueda de placer y emoción» que algunos analistas han

descrito como un rasgo marcado de la «subcultura delincuen­

te de la pandilla» en la clase trabajadora también comparte

algo básico y fundamental con ella. Las subculturas, enton­

ces, primero deben ser relacionadas con las culturas

«parentales» de las cuales son un subconjunto. Pero las

subculturas, además, deben ser analizadas en su relación con

la cultura dominante -la disposición general del poder cultural

en la sociedad como un todo-. Por lo tanto, debemos distin­

guir las subculturas respetables, «burdas», delincuentes y cri­

minales dentro de la cultura de clase trabajadora, pero tam­

bién debemos decir que, aunque difieren entre sí, todas deri­

van en primera instancia de una «cultura parental de clase

trabajadora»; de ahí que todas sean subculturas subordina­

das, en relación con la cultura dominante de clase media o

burguesa (creemos que esto va de algún modo hacia el en­

cuentro de lo que Graham Murdock llama un análisis más «Si­

métrico» de las subculturas. Ver su artículo r:nás abajo).

Las subculturas deben exhibir una forma y estructura sufi­

cientemente distintiva para hacerlas identificablemente diferentes

de su cultura «parental». Deben estar enfocadas alrededor de

ciertas actividades, valores, ciertos usos de artefactos materia­

les, espacios territoriales, etc., que las diferencien significati­

vamente de la cultura más general. Pero, en tanto son subcon­

juntos, debe haber también cosas significantes que las liguen y

articulen con la cultura «parental». Los famosos gemelos Kray17 ,

por ejemplo, pertenecían tanto a una «subcultura criminal» no-

17 N. del T: Ronald y Reginald Kray eran hermanos gemelos y de los más destacados líderes del crimen organizado en el Norte de Londres.

74

Page 80: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

toriamente diferenciada en East London como a una vida y

cultura «normal» de la clase trabajadora del East End (de la

cual, efectivamente, la «subcultura criminal» ha sido siempre

una parte claramente identificable). El comportamiento de los

hermanos Kray en términos de fraternidad criminal marca el eje

diferenciador de esa subcultura: la relación de los Kray con su

madre, familia, hogar y pub local es el eje articulador, vinculan­

te. (Pearson, 1973; Hebdige, 1974).

Las subculturas, por lo tanto, toman forma en torno a acti­

vidades distintivas e «inquietudes focales» de grupos. Pueden

estar suave o fuertemente limitadas. Algunas subculturas son

simplemente filamentos o «milieux» 18 vagamente definidos

dentro de la cultura parental: no poseen un «mundo distinti­

vo» de su propiedad. Otras desarrollan una identidad y estruc­

tura clara y coherente. Generalmente, en este volumen traba­

jamos sólo con «subculturas» (surjan de una «cultura parental»

de clase media o trabajadora) que tengan límites razonable­

mente ajustados, formas distintivas, que se hayan cohesionado

alrededor de actividades particulares, inquietudes focales y

espacios territoriales. Cuando estos grupos estrechamente

definidos son también distinguidos por edad y generación, las

denominamos «Subculturas juveniles».

Las «subculturas juveniles» se forman en el terreno de la

vida social y cultural. Algunas subculturas juveniles son ras­

gos regulares y persistentes de la cultura de clase «parental»:

por ejemplo, la tristemente afamada «cultura de la delincuen­

cia» del joven adolescente de clase trabajadora. Pero algunas

subculturas aparecen sólo en momentos históricos particula­

res: se vuelven visibles, son identificadas y etiquetadas (por sí

mismas o por otras), comandan el escenario de la atención

pública por un tiempo, luego se debilitan, desaparecen o son

tan difusas que pierden su esencia distintiva. Es la última cla-

18 Término francés que significa medios.

75

Page 81: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

se de formación subcultural que primariamente nos ocupa aquí.

El peculiar atuendo, estilo, inquietudes focales, milieux, etc.,

de los Teddy Boys, los Mods, los Rockers o los Skinheads los

visibiliza como agrupaciones distintivas, tanto de los amplios

patrones de la cultura de clase trabajadora como un todo,

como de los patrones más difusos exhibidos por chicos «ordi­

narios» de clase trabajadora (y, a un nivel más limitado, por

chicas). Aun, a pesar de estas diferencias, es importante en­

fatizar que, como subculturas, continúan existiendo en, y co­

existiendo con, la cultura más inclusiva de la clase de la cual

provienen. Miembros de una subcultura pueden caminar, ha­

blar, actuar, verse «diferentes» de sus padres y de algunos de

sus coetáneos: pero pertenecen a las mismas familias, van a

las mismas escuelas, trabajan en empleos similares, viven cerca

de las mismas «calles malas» como sus pares y padres. En

ciertos aspectos cruciales, comparten la misma posición (cara

a cara con la cultura dominante), las mismas experiencias de

vida fundamentales y determinantes, que la cultura «parental»

de la cual derivan. A través de la vestimenta, las actividades,

pasatiempos y estilo de vida, pueden proyectar una respuesta

o «solución» cultural diferente a los problemas a que se en­

frentan debido a su posición de clase y experiencia material y

social. Pero la pertenencia a una subcultura no puede prote­

gerlos de la matriz determinante de experiencias y condicio­

nes que moldea la vida de su clase como un todo. Ellos expe­

rimentan y responden a los mismos problemas básicos que

otros miembros de su clase que no están tan diferenciados y

distinguidos en un sentido «subcultural». Especialmente en

relación con la cultura dominante, su subcultura permanece,

como otros elementos en su cultura de ciase, subordinada.

A continuación trataremos de mostrar por qué esta doble

articulación de las subculturas juveniles -primero, respecto

de su cultura «parental» (por ejemplo, cultura de la clase tra­

bajadora), segundo, de la cultura dominante- es un modo ne-

Page 82: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cesario de poner el análisis en escena. Para nuestros propósi­

tos, las subculturas representan un nivel de análisis necesa­

rio, «relativamente autónomo», pero intermedio. Cualquier in­

tento de relacionar las subculturas con la «formación

sociocultural como un todo» debe valerse de su unidad com­

pleja por medio de estas diferenciaciones necesarias.

~ La «Cultura Juvenil», en singular y en mayúsculas, es un tér­

mino que tomamos prestado y al que nos referimos en nuestro

análisis, pero que no podemos usar sino en un sentido descripti­

vo. Es, desde luego, precisamente el término más común en la

usanza. popular y periodística. Refiere a cómo el «fenómeno de la

Juventud» ha sido apropiado por el sentido común en el periodo

de posguerra. Parece ser un simple y corriente punto de partida,

un simple concepto. En realidad, ya presupone relaciones extre­

madamente complejas. En efecto, lo que oculta y reprime -dife­

rencias entre diferentes estratos de juventud, las bases de clase

de las culturas juveniles, la relación de la «Cultura Juvenil» con la

cultura parental y la cultura dominante, etc.- es más significati­

vo de lo que revela. El término se basa en la visión de que lo que

le sucedió a la «juventud» en este periodo es radical y

cualitativamente diferente de cualquier cosa que hubiera sucedi­

do hasta entonces. Sugiere que todas las cosas en que la juven­

tud se metió en este periodo fueron más significativo que los

diferentes tipos de grupos juveniles o las diferencias en su com­

posición de clase social. Preserva ciertas interpretaciones ideo­

lógicas -por ejemplo, que edad y generación importan más, o

que la Cultura Juvenil era «incipientemente desclasada»-, inclu­

so, que la «juventud» en sí misma se había vuelto una clase. Por

consiguiente, identificaba exclusivamente a la «Cultura Juvenil»

con su aspecto más espectacular -su música, estilos, consumo

de esparcimiento-. Por supuesto, la juventud de posguerra par­

ticipó en actividades culturales distintivas, y esto estaba

cercanamente ligado al «mercado adolescente». Pero el término

«Cultura Juvenil» se confunde con, e identifica, con los dos as-

77

Page 83: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

pectos, mientras que lo necesario es un retrato detallado de cómo

los grupos juveniles se nutrieron y apropiaron de cosas provistas

por el mercado, y, al mismo tiempo, cómo el mercado trató de

expropiar e incorporar materiales producidos por las subculturas:

en otras palabras, la dialéctica entre juventud y la industria del

mercado juvenil. El término «Cultura Juvenil» se apropia de la

situación de los jóvenes casi exclusivamente en términos de la

manipulación y explotación comercial y publicitaria de los jóve­

nes. Como concepto, tienen poco o ningún poder explicativo.

Debemos tratar de llegar detrás de este fenómeno de mercado, a

sus más profundas raíces sociales, económicas y culturales. En

pocas palabras, nuestro propósito es destronar o deconstruir el

término, «Cultura Juvenil», a favor de una serie de categorías

más complejas. (Parte de este trabajo de demolición es realizado

en el artículo sobre Estilo, más abajo.)

Debemos tratar, primero, de reemplazar el concepto de

«Cultura Juvenil» por el concepto más estructural de

«subcultura». Luego, queremos reconstruir las «subculturas»

en términos de su relación, primero, con las culturas

«parentales» y, a través de ello, con la cultura dominante, o

mejor, con la lucha entre culturas dominantes y subordinadas.

Tratando de ubicar estos niveles intermedios en lugar de la

idea inmediata de «Cultura juvenil» que todo lo abarca, trata­

remos de mostrar cómo las subculturas juveniles están

involucradas con las relaciones de clases, la división del traba­

jo y las relaciones productivas de la sociedad, sin destruir lo

que es específico a su contenido y posición.

Es esencial tener presente que el tópico tratado aquí se

relaciona sólo con aquellas secciones de la juventud de clase

trabajadora o clase media donde una respuesta a su situación

toma una forma subcultural distintiva. Esto no debe ser con­

fundido bajo ninguna circunstancia con un intento de delinear

la posición social e histórica de la juventud de clase trabajado­

ra como un todo durante el periodo. La gran mayoría de los

Page 84: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

jóvenes de clase trabajadora nunca se inscribe en una

subcultura delineada o coherente. Los individuos pueden, en

sus recorridos de vida personal, entrar y salir de una o, en

todo caso, de muchas subculturas. Su relación con las

subculturas existentes puede ser efímera o permanente, mar­

ginal o central. Las subculturas son importantes porque allí la

respuesta de la juventud toma una forma peculiarmente tangi­

ble. Pero, en la historia de posguerra de las clases, esto puede

ser menos significativo que lo que la mayoría de los jóvenes

hace la mayor parte del tiempo. La relación entre la «Vida

cotidiana» y la «vida subcultural» de diferentes sectores de la

juventud es una cuestión importante en sus propios términos,

y no debe ser subsumida bajo el tópico más limitado que se­

ñalamos aquí. Como nos recuerda Howard Parker, incluso los

«infractores reincidentes» de las subculturas delincuentes es­

tán sólo ocasionalmente preocupados con el comportamiento

ilegal o delictivo (Parker, 1974). Para la mayoría, la escuela y

el trabajo son estructuralmente más significativos -incluso al

nivel de la conciencia- que el estilo y la música (ver el artículo

de Gram. Murdock, más abajo).

Como testifica Paul Corrigan elocuentemente, la mayoría de

los chicos de clase trabajadora están principalmente ocupados,

la mayor parte del tiempo, con la más grande ocupación de

todas -cómo pasar el tiempo: las «dialécticas de hacer nada»

(ver la pieza «Haciendo nada» de Corrigan, más abajo)-.

b. Juventud: metáfora para el cambio social

En esta sección proponemos movernos de los aspectos

más superficiales de las subculturas juveniles a los significa­

dos más profundos, en tres etapas. Nos ocuparemos, en pri­

mer lugar, del aspecto más inmediato -la novedad cualitativa

de la Cultura Juvenil-. Luego, de los aspectos más visibles

79

Page 85: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

del cambio social que fueron largamente celebrados como res­

ponsables de su emergencia. Finalmente, miraremos al debate

más amplio, del cual el debate sobre la Cultura Juvenil fue un

importante, aunque subsidiario, apéndice.

Hemos dicho que un elemento importante del concepto

«Cultura Juvenil» fue su novedad en la posguerra. La siguien­

te cita de Roberts nos recuerda ser cautos en esta explica­

ción; podría ser leída en referencia a cualquiera de las forma­

ciones culturales juveniles distintivas de posguerra, aunque lo

que describe es, de hecho 1 una juventud eduardiana en «el

clásico barrio marginal»:

Los grupos de hombres jóvenes y jóvenes que se reunían al final

de las calles más pobres en las noches lindas se ganaron la

condena de todos los ciudadanos respetables. Fueron condena­

dos cada verano por los magistrados municipales y cada vez

más perseguidos por la policía. Al final del siglo x1x «el Escabullidor

del Norte» y su «chica» habían logrado una notoriedad tan di­

fundida como la de cualquier banda en los tiempos modernos.

Tenía su propio estilo de vestir -la camisa del sindicato, panta­

lones de pata de elefante, el pesado cinturón de cuero grabado

con diseños de fantasía y la gran hebilla de acero, y los gruesos

zuecos de hierro-. Su novia comúnmente usaba zuecos y un

chal y falda con rayas verticales. (Roberts, 1971: 123)

Es de vital importancia, en cualquier análisis de los fenó­

menos contemporáneos, pensar históricamente; muchas de

las deficiencias en el área de «juventud» se deben, al menos

en parte, a una ausencia o acortamiento de su dimensión his­

tórica. En el ámbito específico de la «Cultura Juvenil», esta

miopía histórica es posible de ser esperada, sólo en algunos

estudios históricos, específicamente en la comparación de la

situación de posguerra de la juventud con su situación en

períodos anteriores, como aún existen (hay, por supuesto, un

8o

Page 86: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

creciente interés en la historia social de la infancia y la juven­

tud, y en el esparcimiento y la escuela, influenciado por una

perspectiva de la historia social. El próximo volumen de Phil

Cohen y Dave Robbins sobre subculturas tendrá un marco

histórico y comparativo fuerte). La cita de Roberts claramente

apunta a este hilo de continuidad histórica que no podemos

permitirnos el lujo de pasar por alto.

Por otro lado, hay también muchas pruebas para sugerir

que existieron claramente nuevos rasgos históricos en la dé­

cada de 1950 que podrían hacernos desconfiar de la falta

contraria: la tendencia a adoptar una visión de la historia está­

tica o circular y así robar al período de posguerra su especifi­

cidad histórica. La importancia de los numerosos y visibles

cambios estructurales y culturales de la posguerra fue ponde­

rada de otra manera por los comentaristas y analistas en el

momento: pero, en la mayoría de los cálculos, la emergente

«Cultura Juvenil» ocupó un lugar destacado. Era, de acuerdo

con el énfasis, un producto de estos cambios, su epítome, o,

más siniestramente, un presagio de cambios futuros. Pero,

sea cual fuere el énfasis, la Cultura Juvenil, o aspectos de la

misma, fue centralmente vinculada a la forma en que estos

cambios fueron interpretados.

Un conjunto importante de cambios interrelacionados giró

en torno a «la prosperidad», la importancia creciente del mer­

cado y el consumo, y el crecimiento de las industrias de es­

parcimiento «orientadas a la Juventud». El producto más dis­

tintivo de estos cambios fue la llegada del «consumidor ado­

lescente» de Mark Abrams; relativamente hablando, Abrams

vio a los «adolescentes» como los principales beneficiarios de

la nueva prosperidad:

en comparación con 1938, sus ingresos reales (es decir, te­

niendo en cuenta la caída en el valor del dinero) se han

incrementado en un 50% (que es el doble de la tasa de expan-

Page 87: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

sión para los adultos), y su gasto real «discrecional» probable­

mente haya aumentado en un 100%. (Abrams, 1959: 9)

No fue sino un pequeño paso de aquí a la opinión de que

los hábitos colectivos de consumo de los adolescentes cons­

tituían «distintivos gastos adolescentes para distintivos fines

adolescentes en un distintivo mundo adolescente» (Abrams,

1959: 1 0); en otras palabras, la base económica para una

única, autónoma, autogenerada Cultura Juvenil.

El segundo nexo de cambios con que la Cultura Juvenil

llegó a ser fácilmente identificada, como una desafortunada

secuela, fue aquel que circundaba la llegada de las comunica­

ciones de masas, el entretenimiento de masas, el arte de ma­

sas y la cultura de masas.

Central a este concepto era la idea de que más y más perso­

nas se estaban presentando (y la pasividad implícita no era

accidental) a procesos culturales cada vez más uniformes. Este

fue el resultado de la propagación en el consumo de masas,

además de la «emancipación política» de las masas, y (por en­

cima de todo) el crecimiento en los medios masivos de comuni­

cación. La difusión de los medios de comunicación se identificó

con el crecimiento de la prensa, la radio, la televisión, publica­

ciones de masas (sin contar computadoras, TV internas y los

sistemas de video, bancos de datos, almacenamiento y recupe­

ración de información, etc. -los «usos» comerciales y de ges­

tión que proporcionó la infraestructura real de la «revolución de

las comunicaciones»-). Para aquellos que interpretaban el cam­

bio social en el marco de lo que vino a ser llamado la «tesis de

la sociedad de masas», el nacimiento de la televisión comercial

en Gran Bretaña a mediados del 1950 marcó un hito.

La cultura juvenil estaba conectada con esta serie de cam­

bios de dos maneras. En primer Jugar, y más simplemente, la

creación de una verdadera cultura de masas significó la llega­

da de los medios de «imitación» y «manipulación» a escala

Page 88: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

nacional. La idea de que la Cultura Juvenil era un resultado de

esa imitación «sin sentido» de Jos adolescentes, promovida

por intereses comerciales hábiles y «manipuladores», es cap­

turada indeleblemente por la siguiente cita de Paul Johnson,

probablemente el comentarista menos perspicaz de la Juven­

tud, en un campo distintivo por su mediocridad de fondo:

Ambos canales de TV ahora transmiten programas semanales

en que se hacen sonar canciones populares para los adoles­

centes y un tribunal. Mientras suena la música, las cámaras

permanecen salvajemente sobre los rostros de la audiencia.

Qué abismo de vacuidad sin fondo que revelan. Enormes ca­

ras, hinchadas por dulces baratos y embadurnadas con maqui­

llaje de una cadena de tiendas, las bocas abiertas y torcidas y

los ojos vidriosos, las manos haciendo percusión sin sentido

respecto al tiempo de la música, los tacones de aguja rotos, la

ropa ordinaria, estereotipada, a la moda: aquí tenemos, al pa­

recer, un retrato colectivo de una generación esclavizada por

una maquinaria comercial. (Johnson, 1964)

En segundo lugar, y de manera más sofisticada, algunos

aspectos de la nueva Cultura Juvenil eran visto, portentosa­

mente, como representantes de Jos peores efectos de la nue­

va «cultura de masas» -su tendencia a «relajar las energías»

de la acción y resistencia de la clase trabajadora-. Hoggart,

en muchos sentidos nuestro cronista más sensible de los ma­

tices de experiencia de la cultura de clase trabajadora, debe

ser incluido aquí entre los delincuentes. Su retrato de los chi­

cos de la rocola ... «que pasan sus noches escuchando

nickelodeons 19 en cafeterías apenas iluminadas» (Hoggart,

1958: 247) casi podría -en su falta de concritud y cualidades

19 N. del T.: especie de teatro de dibujos en movimiento, llamado así por su precio de admisión de cinco centavos, un niquel (nicken.

Page 89: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

«de sentimiento»- haber sido escrito por uno de los nuevos

escritores «gacetilleros» que tan perceptivamente analiza:

El bárbaro, hedonista pero pasivo, que maneja un autobús de

cincuenta caballos de fuerza por tres peniques, para ver una

película de cinco millones de dólares por ocho peniques, no es

simplemente una rareza social; es un presagio. (Hoggart, 1958:

250)

El tercer tipo de cambios que se dijo que han «producido»

una Cultura Juvenil cualitativamente distintiva giró en torno a

un hiato en la experiencia social precipitada por la Guerra.

Generalmente, el argumento sostenía que los efectos

disruptivos de la guerra en los niños nacidos durante ese pe­

riodo -padres ausentes, evacuación y otros quiebres en la

vida normal de las familias, así como la constante violencia­

eran responsables de la «nueva» delincuencia juvenil de me­

diados de los años cincuenta, tipificada por los Teds, que eran

vistos como precursores de una tendencia más general hacia

la violencia en la Cultura Juvenil. Fyvel, por ejemplo, aunque

no se restringe a esta explicación de la «guerra», sin embargo

ve a los Teddy Boys como «Chicos de una época de violencia,

nacidos durante una guerra mundial ... » {Fyvel: 1963, «Prefa­

cio»); mientras que Nuttall, simplemente, identifica el hecho

del lanzamiento de la primera bomba atómica como responsa­

ble de las diferencias cualitativas entre las generaciones de la

preguerra y la posguerra:

correcto ... en el punto del lanzamiento de las bombas sobre

Hiroshima y Nagasaki las generaciones quedaron divididas de

un modo crucial ... La gente que todavía no habfa alcanzado la

pubertad ... era incapaz de concebir la vida con un futuro ... la

llamada «brecha generacional>) comenzó allf y se ha ido

incrementando desde entonces. (Nuttall, 1 970: 20)

Page 90: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

La cuarta serie de cambios que proveen un contexto im­

portante para la «emergencia» de la Cultura Juvenil está en

relación con la esfera de la educación. Esta interpretación pre­

cisó, sobre todo, dos desarrollos -«la educación secundaria

para todos» en escuelas específicas para cada edad y la ex­

tensión masiva de la educación superior-. Muchas cosas fue­

ron citadas como proveedoras de un impulso en este sentido:

la Ley de Educación de 1944, que instituyó la división entre

primaria y secundaria; la expandida «pileta de talentos», con­

secuente tanto con esta reorganización como con el «bulto»

de la posguerra; la ideología de la meritocracia de la movilidad

social, principalmente a través del sistema educativo; los in­

tentos de hacer una correlación positiva entre la tasa de cre­

cimiento económico del país y su número de personal alta­

mente calificado; la demanda incrementada de técnicos y tec­

nólogos en la economía. Aunque, para nuestros propósitos, el

efecto fue singular. Simplemente, el creciente número de gen­

te joven pasando e incrementado la proporción de su juventud

en instituciones educativas de edad específica desde los onces

años en adelante -una situación bien diferente del periodo de

preguerra, cuando casi la mitad de quienes pasaban los onces

años estaban recibiendo educación «secundaria» en escuelas

elementales para todas las edades- fue visto, por algunos

comentaristas, como la creación de las precondiciones para la

emergencia de una «sociedad adolescente» específica. Coleman

hizo el punto más explícito con su argumento de que el pupilo

estadounidense de escuela secundaria:

es «apartado» del resto de la sociedad, dirigido de manera

forzosa hacia el interior de su propio grupo de edad. Con sus

compañeros, viene a constituir una pequeña sociedad, que tie­

ne sus interacciones más importantes consigo misma, y man­

tiene sólo unos hilos de conexión con la sociedad adulta exte­

rior. (Coleman, 1961: 3)

ss

Page 91: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Por último, pero de ningún modo menos importante, la lle­

gada de un rango completo de estilos distintivos en la vesti­

menta y la música rock dio por tierra con cualquier duda que

alguien hubiera tenido sobre una «única» generación joven.

Aquí, como en otros lugares, las particularidades de estilos y

música, en términos de quién vestía o escuchaba qué cosa, y

por qué, fueron crucialmente pasados por alto de cara a la

nueva invasión estilística -la imagen, proyectada semanalmente

en los nuevos shows de televisión «adolescente» como una

«escena completa en marcha»-. Dependiendo de cómo se

haya visto esta explosión de cultura pop, incluso los bárbaros

estaban puertas adentro, o había llegado finalmente la vuelta

de los rebeldes «de onda». Nuevamente, Jeff Nuttall nos pro­

vee el ejemplo más extravagante e indulgente:

Los teddy boys estaban esperando a Elvis Presley. Todos alre­

dedor del mundo con menos de veinte años lo esperaban. Él

fue el súper vendedor masivo del movimiento de cadera ... fue

un macho público con la insolencia de un personaje asesino de

Genet ... Principalmente usó su sexualidad sin tapujos y despe­

jó el camino en ese sentido ... Los disturbios por causa de Presley

fueron las primeras manifestaciones espontáneas de la comu­

nidad de las nuevas sensibilidades ... (Nutall, 1970: 29-30)

Estas explicaciones de la aparición de una Cultura Juvenil

definida emergieron de un debate más amplio sobre la naturaleza

total del cambio social de la posguerra. Las palabras clave en

este debate fueron, desde luego, «prosperidad», «consenso» y

«aburguesamiento». Prosperidad refiere esencialmente a la ex­

plosión en el gasto de consumo de la clase trabajadora {aunque

implique la proposición lejana, poco sostenible, de que la clase

trabajadora no sólo tenía más para gastar, sino que estaba rela­tivamente mejor). «Consenso» significaba la aceptación, por parte

de ambos partidos políticos y la mayoría del electorado, de todas

86

Page 92: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

las medidas -economía mixta, mejores ingresos, la «red de se­

guridad» del Estado de bienestar- tomadas después de 1945

para motivar en conjunto a la gente de todas las clases, sobre la

base de una participación común en el sistema. Esto, además,

implicaba la proposición de que se había desarrollado un consen­

so amplio de puntos de vista en todos los asuntos de importan­

cia, incluyendo a todas las clases; y, de ahí, el fin de los principa­

les conflictos políticos y sociales, especialmente aquellos que

exhibían un patrón de clase definido. El «aburguesamiento» unió

todo eso y otras tendencias sociales (en la educación, vivienda,

reurbanización, la migración a nuevos pueblos y ciudades, etc.),

junto con la tesis de que la cultura y vida de clase trabajadora

estaba dejando de ser una formación distinta de la sociedad, y

que todo el mundo estaba asimilando rápidamente patrones, as­

piraciones y valores de clase media. Estos términos vinieron a

entretejerse en un mito social o «explicación» abarcadora sobre

el cambio social de la posguerra. De manera simple, la sabiduría

convencional era que la «prosperidad» y el «consenso» juntos

estaban promoviendo la rápida «burguesificación» de las clases

trabajadoras. Esto estaba produciendo nuevos tipos sociales,

nuevos valores y convenciones sociales. Un nuevo tipo fue el

«trabajador próspero» -el «nuevo tipo de trabajador burgués»,

enfocado en la familia, centrado en el hogar, preocupado por la

seguridad, orientado instrumentalmente, de fácil movilidad geo­

gráfica y con poder de adquisición, como se menciona en el

trabajo de Zweig (Zweig, 1961 )-. Otro tipo fue el nuevo «ado­

lescente», comprometido con el estilo, la música, el esparcimiento

y el consumo: con una «cultura juvenil desclasada».

De este modo, para los padres y sus hijos, la clase era vista,

si no en su totalidad, como siendo gradual, pero inexorablemen­

te, debilitada como el principal factor estructurante y dinámico

de la sociedad. Otros elementos parecían estar reemplazándolo

como la base de la estratificación social: el estatus, un orden

«jerárquico» multidiferenciado, basado en un complejo de logros

87

Page 93: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

educacionales, de empleo y de consumo; la educación, la nueva

ruta disponible y meritocrática por la que el estatus, a través del

éxito en el trabajo, puede ser alcanzado; el consumo, la nueva

ruta de «prosperidad» en la que el estatus, pagado a plazos,

puede ser comprado por aquellos que no superan las barreras de

la meritocracia educacional; y la edad, sobre todo la edad. Todo

lo dicho y pensado sobre los adultos de clase trabajadora fue

elevado a un nuevo nivel respecto del joven de clase trabajadora.

Nacidos durante la guerra, eran vistos como poseedores de me­

nor experiencia y compromiso con los patrones sociales de la

preguerra. Por su edad, fueron beneficiarios directos del Estado

de bienestar y de nuevas oportunidades de educación; menos

reprimidos por los viejos patrones de, o actitudes hacia, el gasto

y el consumo; la mayoría involucrados en un compromiso libre

de culpa con el placer y las satisfacciones inmediatas. La gente

un poco mayor estaba, como era, a mitad de camino entre el

viejo y el nuevo mundo. Pero la «juventud» estaba completa y

exclusivamente en el nuevo mundo de la posguerra. Y lo que

principalmente hacía la diferencia era, precisamente, su edad.

Generación definida como el grupo al frente en cada aspecto del

cambio social en el periodo de la posguerra. La juventud era «la

vanguardia» del cambio social. Por lo tanto, el simple hecho de

cuándo nacías desplazaba la categoría más tradicional de clase

como un poderoso índice de posición social; y el abismo de la

preguerra entre las clases se tradujo en una mera «brecha» entre

las generaciones. Algunos comentaristas comprendieron más

adelante el mito al reconstruir la clase sobre la base de la nueva

brecha: la juventud era una «nueva clase» (véase, por ejemplo,

Musgrove, 1968; Rowntree y Rowntree, 1968; Nevile, 1971 ).

Ya el debate completo dependía crucialmente de la validez de

los tres conceptos centrales con los que comenzamos -prospe­

ridad, consenso y aburguesamiento; y aquí debemos comenzar

la tarea de desenredar los elementos reales de aquellos cons­

truidos o ideológicos contenidos en estos términos-.

88

Page 94: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

En términos generales, la realidad de las mejoras de los

estándares de vida en la posguerra -el elemento real en la «pros­

peridad»- no puede ser cuestionada. Los años 1951-1964 in­

dudablemente vieron lo que Pinto-Duschinsky llamó «Un incre­

mento más firme y mucho más rápido [en el promedio estándar

de vida] que en cualquier otro momento de este siglo»; usando

«cualquier indicador de resultados, la década de 1950 y princi­

pios de 1 960 fueron una gran mejora de Jos años entre guerras

y Jo que mostró el periodo Eduardiano» (Pinto-Duschinsky, 1970:

56-57). Sin embargo, este incremento general en los estándares

de vida oscureció críticamente el hecho de que las posiciones

relativas de clase habían permanecido virtualmente intactas.

Fue este aspecto mítico de la prosperidad que emergió gradual­

mente, oculto bajo la ideología persistente e insistente de «nunca

estuvo tan bien», cuando la pobreza -y no sólo los bolsillos­

fue redescubierta, desde Jos tempranos 1960 en adelante.

El gasto masivo en bienes de consumo duraderos opacó el

hecho «de que Gran Bretaña se rezagó detrás de casi todos

sus principales competidores industriales y de que falló en

resolver el problema de la libra» (Pinto-Duschinsky, 1970: 58;

véase también Glyn y Sutcliffe, 1972). De hecho, el «milagro»

de la prosperidad de Gran Bretaña se construyó sobre funda­

mentos económicos poco firmes, «sobre circunstancias tem­

porales y fortuitas» (Bogdanor y Sidelsky, eds., 1970: 8} en

una coyuntura histórica «milagrosa». La política Conservado­

ra de «Pan y Circo» -por ejemplo, «el sacrificio de políticas

deseables para el bienestar a largo plazo de un país a favor de

medidas muy indulgentes y paliativos temporales atrayendo

un regreso político inmediato» (Pinto-Duschinsky, 1970: 59)

o, dicho más sucintamente, la promoción del consumo priva­

do a expensas del sector público- fue sólo una posible res­puesta a esta situación, no una salida inevitable.

También el consenso, en términos generales, tenía una base

real. El periodo de guerra con sus movilizaciones a través de las

8g

Page 95: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas jL.Neniles en la Gran Bretaña de la posguerra

clases, la planificación económica, las coaliciones políticas y el

igualitarismo impuesto, proveyeron las bases donde las refor­

mas sociales del gobierno Laborista de la posguerra podían ser

montadas; ambas reformas (guerra y posguerra) contribuyeron

en una clase de plataforma para el consenso. Incluso la vieja

figura del mercado libre, Churchill, regresó al poder en 1951,

diciendo que «había llegado a conocer la nación y lo que se

debe hacer para retener el poder» (Moran, 1968: 517). En otras

palabras, Churchill, y el más astuto liderazgo conservador, se

dio cuenta de que el éxito de su programa de antiausteridad

«libertad y controles» fue predicado crucialmente sobre un ca­

pitalismo «reformado», un capitalismo socialmente consciente

con «rostro humano». Con sus «ropas electorales robadas» y

«encantados por una imagen del votante potencial Laborista

como la quintaesencia del pequeño burgués y, por lo tanto,

responsable de estar asustado por una alternativa radical al

Conservadurismo» (Miliband, 1961: 339), los líderes del Labo­

rismo perdieron el valor y capitularon ante «el consenso». Las

políticas del partido oficial estaban dominadas en la década de

1950 por «las políticas del centro», mientras que «los debates

políticos más vigorosos en las décadas de 1950 y 1960 fueron

dirigidos independientemente de la batalla partidista» (Pinto­

Duschinsky, 1970: 73-74).

Sin embargo, mientras el consenso (o punto muerto) políti­

co era la característica primordial de las décadas de 1950 y

1960, la fragilidad de este consenso fue revelada «en el ca­

rácter de la lucha partidaria» durante estos años. A pesar de

«el gran éxito de los Conservadores en retener el poder duran­

te trece años, la batalla política estuvo desesperadamente

cerrada a lo largo de todo el periodo» (ibid.: 69). En otras

palabras, la noción de una política de consenso oscurece el

hecho de que la sobrevivencia de los conservadores fue predi­

cada constantemente en conveniencias del más corto plazo

imaginable (por ejemplo, el presupuesto inflacionario de «re-

go

Page 96: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

galo» de abril de 1955 fue seguido de una elección muy bue­

na en ese mes, que a su vez fue seguida por Jos «recortes»

deflacionarios de otoño y el estancamiento en 1956). Durante

los trece años de gobierno conservador, a pesar de esta «po­

lítica de sobornos» para captar votos, prácticamente la mitad

del electorado votó contra los conservadores cada elección.

Tomado en conjunto con los descubrimientos de Goldthorpe y

sus colegas de que «la gran mayoría [de los trabajadores de

su estudio] eran, y generalmente habían sido, partidarios del

Laborismo» (1969: 172), haciendo eco a otras preguntas so­

ciológicas, es muy posible leer el «consenso» de otro modo:

como denotando una actitud de espera (muchas veces con­

fundida en aquel tiempo con «apatía») por parte de la clase

trabajadora británica, que en caso de haber sido guiada hacia

la izquierda por parte del Laborismo, en cualquier momento

durante el periodo, podría haberse cristalizado efectivamente

en una dirección diferente (Goldthorpe y otros desarrollaron

este argumento; véase, 1969: 190-195).

El «aburguesamiento», el tercer y último término de nues­

tra trinidad sociológica, fue producto de los otros dos. Como

tal, fue el término mejor armado de los tres, ya que las fragili­

dades de los otros dos términos estaban comprendidas en él.

Además, la noción de «aburguesamiento» también tenía algu­

nas bases reales, en la que incluso los críticos insistieron:

Nuestra propia investigación indica con suficiente claridad cómo

la creciente prosperidad y sus correlatos pueden tener numero­

sas consecuencias trascendentales -ambas socavando la viabili­

dad o conveniencia de los estilos de vida establecidos, y animan­

do o requiriendo el desarrollo de nuevos patrones de actitudes,

comportamiento y relaciones. (Goldthorpe y otros, 1969: 163)

Todavía la conclusión primordial del equipo de investiga­

ción de Cambridge, que sometió al «nuevo trabajador bur-

91

Page 97: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

gués» de Zweig a escrutinio sociológico, sólo confirmó lo que

habían sugerido sus escritos tempranos (Goldthorpe y

Lockwood, 1963):

lo que los cambios en cuestión conllevaron predominantemen­

te no fue la asimilación absoluta de los trabajadores manuales

y sus familias en el mundo social de la clase media, sino un

proceso mucho menos dramático de convergencia respecto a

determinados aspectos en las orientaciones normativas de al­

gunas secciones de la clase trabajadora y de algunos grupos

de cuello blanco. (Goldthorpe y otros, 1969: 26)

En otras palabras, el «aburguesamiento», si significa real­

mente algo, refería a algo muy diferente, y mucho más limitado

en su campo, de cualquier cosa de lo que preveían sus defenso­

res más vigorosos, tal como Zweig. Incluso en ese tiempo,

algunas de las extrapolaciones políticas basadas en esta tesis

parecían poco probables, con un carácter más ideológico que

empírico (por ejemplo, Abrams, 1969). Efectivamente, volver

la vista hacia el «colectivismo político» del «trabajador próspe­

ro» de Golthorpe y Lockwoood desde la perspectiva de finales

de las décadas de 1960 y 1970; en el carácter proclive a la

huelga de la industria automotriz, y el «liderazgo» que este sec­

tor desplegaba en una militancia sostenida a sueldo y una orga­

nización militante en los talleres, la tesis completa del «abur­

guesamiento» se presentaba extremadamente delgada y tam­

baleante, al menos en los términos en que se discutía en aquel

tiempo. (Algo debe decirse del relato de que ningún estudiante

podía leer el informe del «trabajador próspero» en la planta de

Vuxhall, en Luton, sin quedarse boquiabierto con la experiencia

de la planta de Haewood, cerca de Liverpool, tan gráficamente

descrita por Huw Beynon, 1973.)

En suma, a pesar de algunos cambios significativos y rea­

les en los patrones de actitud y vida, considerablemente cu-

92

Page 98: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

biertos por el sostenido ataque ideológico de la «prosperidad»,

lo que viene con mayor fortaleza es un rechazo tozudo de la

clase -esa categoría cansada, gastada- a desaparecer como

dimensión y dinámica mayor de la estructura social.

e. La reaparición de la clase

Las variadas interpretaciones del cambio de la posguerra,

consagradas a la santísima trinidad de la prosperidad, el con­

senso y el aburguesamiento, descansaron en un mito social

singular: la clase trabajadora estaba desapareciendo. Este

postulado de la «extinción de la clase» fue desafiado desde

finales de la década de 1 950 a través de dos dimensiones

principales.

La primera fue el redescubrimiento de la pobreza y la pre­

sencia de continuas y enormes desigualdades en la riqueza,

destapadas por las críticas del Grupo de Titmuss (Titmuss,

1962), Westergaard ( 1965) y otros. Estas mostraban que la

pobreza era una característica estructural y no accidental del

capitalismo, que la riqueza sólo era redistribuida nominalmen­

te y que la principal beneficiaria de este Estado Benefactor

era, de hecho, la clase media. Una muy pequeña minoría aún

poseía una gran parte de la riqueza privada; y, más aun, la

proporción del ingreso público nacional que iba a las clases

trabajadora y media había permanecido prácticamente igual

desde 1945. Lo que acompañó al presunto movimiento de

igualdad de riqueza -la idea de «estructuras de oportunidad»

de la sociedad había sido relegada y había nacido una nueva

estructura social fluida-, mostró ser una promesa vacía. In­

cluso si las inequidades relativas entre las clases habían decli­

nado, la absoluta distribución de las oportunidades de vida

aún no. Ciertamente ha habido cambios en la estructura ocu­

pacional; pero, como fue argüido otra vez, las implicaciones

93

Page 99: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de estos cambios han sido exageradas. El número de trabajos

administrativos, por ejemplo, ha crecido enormemente, pero

esto fue asociado a un decremento en el estatus relativo de

las ocupaciones de cuello blanco producidas por una mayor

racionalización y automatización. Estas ocupaciones han sido

estratificadas, llevando incluso a una ampliación de las divi­

siones entre «Supervisores» de oficina y administrativos de

taller. El incremento en la sindicalización y la posterior e ines­

perada militancia de gerentes de banco, enfermeras, maes­

tros y trabajadores gubernamentales locales fue un desarrollo

importante que iba en la misma dirección. Por lo menos la

militancia reciente entre dichos grupos sugiere que está abier­

ta la cuestión a la visión de que el crecimiento de las ocupa­

ciones de cuello blanco llevaría a una sociedad de clase media

uniforme, estable, «moderada» en la sociedad.

La segunda es el postulado de que el poder se habfa difu­

minado vía el incremento total de la riqueza, la disminución en

la inequidad relativa, la mayor responsabilidad de una direc­

ción socialmente responsable y la separación de la propiedad

del control empresarial. Aliado a esto estaba la tesis de que la

separación de la esfera de trabajo de la crecientemente priva­

tizada esfera de la vida casera estaba conduciendo a una sim­

ple «instrumentación económica» en la actitud del trabajador

respecto de los sindicatos (carente de cualquier contenido

político que pudiera haber tenido). De hecho, la creciente pros­

peridad había llevado a una pacificación permanente de la

militancia industrial. Sin embargo, Westergaard, por ejemplo,

ha señalado de manera convincente que, mientras los estilos

de vida de las clases trabajadoras pueden haber cambiado, la

mayoría de los horizontes y demandas de los trabajadores es

una fuente potencial de descontento más que de estabilidad,

a menos que fueran dados los medios para satisfacerlos. Esta

es la llamada revolución de alza de expectativa o lo que

Anderson llamó «políticas de colectivismo instrumental».

94

Page 100: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Ton y Jefferson

La resistencia de la clase trabajadora en la década de 1970 a

una legislación en contra de los sindicatos y de la huelga, como la

demanda constante de aumentos salariales para estar a la par de

la inflación (a través de los sesenta y comenzando los setenta),

sustenta claramente esta interpretación -aunque es importante

agregar que la estrategia defensiva y la militancia salarial ha falla­

do, y todavía lo hace, en encontrar una clara expresión política-.

Además, la resistencia de sectores de la clase trabajadora a las

incursiones en las localidades por parte de especuladores propie­

tarios y de nuevos desarrolladores, y al continuo aumento de las

rentas, encontrando su expresión política en una comunidad, en

políticas no industriales más que en políticas electorales y en el

Partido Laborista, ha sido también minimizada, devaluada o igno­

rada. Efectivamente, cuando la tesis de la «difusión del poder» es

vista desde una perspectiva no tan consensuada como en los

cincuenta, sino polarizada como en los setenta, pierde mucha cre­

dibilidad (aunque los cambios en los patrones de los conflictos de

clase no deben ser pasados por alto). Como dice Westergaard:

el comentario poscapitalista ha sido notablemente ciego a las

fuentes de verdadera oposición y de latente disenso a las ins­

tituciones y suposiciones del actual orden social dentro de la

población en su extensión: perennemente proclive a confundir

la institucionalización del conflicto con el consenso, y general­

mente indiferente a las continuas presiones bajo las que la

institucionalización podría perderse, modificarse o desapare­

cer. la existencia de dichas presiones debe ser un constante

recordatorio del carácter contingente de la presente estructura

social y del limitado rango de supuestos desde los cuales par­

ten las políticas, que prevén un cambio pequeño o poco signi­

ficativo en esa estructura. (Westergaard, 1974: 38)

Si hubiéramos preguntado en aquel tiempo «¿qué grupo

social o categoría encapsula más inmediatamente los rasgos

95

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

esenciales de estos cambios sociales?», probablemente ha­

bríamos recibido por respuesta «la Juventud»: la nueva Cultu­

ra Juvenil. Incluso un observador tan perceptivo como Colín

Maclnnes podría especular con lo siguiente:

Las «dos naciones» de nuestra sociedad pueden quizll no ser

más aquellas de «ricos» y «pobres» (o, usando viejos térmi­

nos, «los de arriba» y «las clases trabajadoras»), sino de ado­

lescentes por un lado y, por el otro, los que han asumido la

carga de responsabilidad adulta.

Sin embargo, como las concepciones maestras de prospe­

ridad, consenso y aburguesamiento requerían una aproxima­

ción más crítica y responsable, entonces, la evidencia en que

se basaba la dirección y el modo de cambio entre la juventud

requería un análisis más detallado y una interpretación más

cuidadosa. Cuando observamos de cerca algunos de aquellos

escritores que prescribían a nociones como la brecha

generacional, la «cultural juvenil distintiva», la juventud del

Estado de bienestar, la cultura juvenil «Sin clase», etcétera,

nos encontramos que la evidencia que muestran de hecho

mina la interpretación que ,de ella nos ofrecen. En la interpre­

tación «Sin clase», siempre hay un énfasis contradictorio, pre­

cisamente sobre la estructuración de clase de la juventud. El

ejemplo más claro es quizás el trabajo de Abrams sobre «El

adolescente consumista» (citado previamente), que describe

una nueva y separada cultura basada en el «mercado adoles­

cente». Sin embargo, si observamos másde cerca, este mer­

cado adolescente es visto por Abrams como poseedor de un

claro fundamento de clase. El «adolescente promedio» de

Abrams era el adolescente de clase trabajadora:

el mercado adolescente es casi exclusivamente de clase traba­

jadora. Sus miembros de clase media están o bien en la escue-

g6

Page 102: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

la o colegios, o a punto de iniciar sus carreras; en cualquier

caso, disponen de un presupuesto mucho más modesto que

sus contemporáneos de clase trabajadora, y es altamente pro­

bable, por lo tanto, que no menos del 90 por ciento del gasto

adolescente esté condicionado por los gustos y valores de la

clase trabajadora. (Abrams, 1959: 13)

La imagen de la juventud con frecuencia carga con la ame­

naza de que «algo podría salir mal». Fyvel explicaba el proble­

ma de un grupo -los Teddy Boys- predominantemente en

términos de la dislocación, causada entre toda la juventud en

el mundo, debido a la guerra, el incremento en el materialis­

mo, el énfasis en el éxito y la influencia de los medios masi­

vos. Sin embargo, su análisis también contiene una clara di­

mensión de clase. Nos dice, por ejemplo:

Las familias de clase trabajadora son -también- más vulnera­

bles a los efectos social y psicológicamente dañinos del

realojamiento, como se expresa en una ruptura de la vida local

comunitaria. (Fyvel, 1963: 213)

De hecho, Fyvel ve a los Teddy Boys como reclutados prin­

cipalmente de trabajadores jóvenes no calificados, cuyos in­

gresos eran demasiado bajos e irregulares, según él, para to­

mar parte del proceso de aburguesamiento que disfrutaban

sus compañeros de clase con mejores ingresos (!bid.: 1 22).

Parecería razonable asumir que la relación entre la posición

de la juventud (sus características y problemas) y la clase

social recibe una atención más adecuada en los estudios so­

ciológicos empíricos. Sin embargo, en la década de 1950 y

comenzada la de 1960, se realizaron pocos estudios de este

tipo y generalmente tomaron como punto de partida el au­

mento en los índices de delincuencia. Aquellos que eran asu­

midos eran principalmente de un carácter «ecológico», enfo-

97

Page 103: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

cados sobre el cambio en los vecindarios de clase trabajadora.

No obstante, los estudios de Mays (1954), Morris ( 1957),

Kerr (1958) y otros tendían a estar preocupados con un as­

pecto particular de estas áreas definidas desde la clase -la

«cultura de barrios marginales» y la identificación de un nú­

mero considerable de «familias problemáticas»-. A menudo

no quedaba claro en qué medida el resto de la clase trabajado­

ra se sujetaba a lo que un escritor definía como los valores o

«preocupaciones focales» de la violencia de barrio, el entu­

siasmo, la fantasía, etc. (Miller, 1958). Aun más importante,

el análisis de clase, aunque ahora presente, era uno de clase

«Social» fundada técnicamente, (usualmente basada en la cla­

sificación del Registro General), un concepto de clase estáti­

co, deshistorizado. Las áreas ecológicas no estaban bien si­

tuadas dinámicamente dentro de la estructura de las clases en

la ciudad y de las relaciones de clase en la sociedad, en aquel

tiempo. Cuando un análisis más amplio fue delineado, se hizo

en los términos de nuestros viejos amigos, el triunvirato: pros­

peridad, consenso y aburguesamiento.

Para recolocar a la juventud dentro de sus variadas forma­

ciones de clase no se puede, como algunos críticos piensan,

dar una respuesta explicativa unidimensional al problema de

las subculturas. Efectivamente, la explicación se vuelve más

compleja y la investigación más necesaria si las relaciones

entre subculturas y clase son exploradas sin recaer en la no­

ción global de «la nueva clase de esparcimiento juvenil». Qui­

zás el cuerpo teórico más complejo sea la teorización norte­

americana sobre subculturas de finales de los cincuenta y prin­

cipio de los sesenta, por ejemplo los trabajos de Albert Cohen

(1955), Cloward y Ohlin (1960), y la crítica y desarrollo de

Downes (1966). Estos escritores trataron efectivamente de

ubicar las subculturas delincuentes dentro de un marco de

clase más amplio. Desafortunadamente, en pocas palabras, el

trabajo de los estadounidenses avistaba la posición de clase

g8

Page 104: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

individual de los jóvenes como un peldaño en una única esca­

lera de estatus, dirigidos inexorablemente hacia los valores y

metas de la clase media. La problemática de las subculturas

fue entonces presentada como un problema de la disyuntiva

entre la meta (asumida) de éxito de la clase media y los me­dios restringidos (de clase trabajadora) para alcanzarlo. Un

grupo juvenil o subcultura era definida como el resultado de

una falla de estatus o ansiedad debido al rechazo de las insti­

tuciones de clase media, o como la incapacidad de alcanzar

metas dominantes debido al bloqueo de oportunidades para el

éxito. En síntesis, subyacía una visión consensuada de la so­

ciedad basada en la creencia del Sueño Americano (de éxito).

La «cultura juvenil» era una especie de compensación colecti­

va para aquellos que no podrían triunfar.

Recientemente se han realizado avances significativos res­

pecto de la teoría sobre la subcultura, especialmente Jos de

Murdock (1973) y Brake (1973). Siguiendo con el tradicional

tema de que las subculturas surgen como un medio colectivo

de «resolución del problema», los autores localizan a la juven­

tud dentro de un diferente tipo de análisis de las relaciones de

clase que aquel de «estructuras de oportunidad». El mayor

defecto en el trabajo de Murdock y Brake es que su concepto

central -el de «problema»- es tomado sin demasiada

problematización. La versión de Brake sobre la formación de

la subcultura es cuidadosamente resumida en el párrafo si­

guiente:

Las subculturas surgen (entonces) como intentos de resolver

ciertos problemas en las estructuras sociales, que son creados

por las contradicciones de la sociedad en términos amplios ...

La juventud no es en sí misma un problema, pero existen pro­

blemas creados, por ejemplo a través de la conscripción de la

mayoría de los jóvenes en el estrato más bajo del sistema edu­

cativo meritocrático, para luego permitirles obtener sólo ocu-

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Page 105: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

paciones sin sentido, mal pagadas y poco creativas. Las

subculturas de clase trabajadora intentan incorporarse a esta

agitación mundial sombría y darle color durante el breve respi­

ro entre la escuela y el establecimiento en el matrimonio y la

adultez. (Brake, 1973: 36)

La formulación de Murdock es muy similar:

El intento de resolver las contradicciones contenidas en la situa­

ción laboral a través de la creación de significativos estilos de

esparcimiento toma lugar típicamente dentro del contexto pro­

visto por una subcultura ... Las subculturas ofrecen una solu­

ción colectiva a los problemas planteados por las contradiccio­

nes compartidas en la situación laboral y proveen un contexto

social y simbólico para el desarrollo y refuerzo de la identidad

colectiva y la autoestima del individuo. (Murdock, 1973: 9)

Ambos escritores reconocen las bases de clase de las

subculturas juveniles, pero no profundizan en las implicaciones

que esto tiene para el estudio de la juventud. Estas omisiones

se deben quizás a la tan excesiva dependencia del concepto

de subculturas como una «solución de problema». Lo que ar­

güiríamos, en términos generales, es que los jóvenes heredan

una orientación cultural de sus padres hacia una problemática

común de la clase como un todo, que es posible que otorgue

peso, forma y significado a los sentidos que ellos adjuntan a

las diferentes áreas de su vida social. En los trabajos de

Murdock y Brake, la situación de los miembros de una

subcultura dentro de una cultura subordinada en curso es ig­

norada en términos del desarrollo específico de la subcultura.

Por consiguiente, toda una dimensión de socialización de cla­

se es omitida, y a los elementos de negociación y desplaza­

miento en la cultura de clase situada originalmente se le otor­

ga muy poco peso en el análisis.

100

Page 106: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

El avance realizado por Murdock y Brake consistió en re­

construir las culturas juveniles en términos de clase, disol­

viendo de ese modo el mito de una cultura juvenil universal.

Además, enfatizaron el rol del estilo (su apropiación y signifi­

cado) en la representación de la experiencia de clase de la

juventud. Antes de pasar a nuestro análisis de las culturas

juveniles y las relaciones de clase, debemos discutir primero

el trabajo de Phil Cohen, cuyo sugerente análisis hecha luz

sobre muchos de estos puntos clave.

d. Subculturas: una relación imaginaria

Phil Cohen (1972) también ofrece un análisis de clase, pero

a un nivel teórico mucho más sofisticado, situando la cultura

parental en una perspectiva histórica, mapeando las relaciones

entre subculturas y explorando la dinámica intraclase entre jó­

venes y padres. Su análisis estuvo ampliamente basado en la

comunidad de clase trabajadora del East End de Londres, cuya

fuerza, él sugería, dependía esencialmente de la articulación de

tres estructuras. Primero, la extendida red de parentesco, que

«provee muchas funciones de asistencia y apoyo mutuo» y

«opera para la continuidad y estabilidad cultural». El sistema de

parentesco dependía, a su vez, del escenario ecológico: el ve­

cindario de clase trabajadora. Este denso espacio sociocultural

«ayuda a modelar y apoyar las texturas inmediatas de la vida

tradicional de la clase trabajadora, su sentido de solidaridad,

sus lealtades y tradiciones locales», y, por lo tanto, daba apoyo

«en los problemas de la vida diaria que nacen en la constante

lucha por la supervivencia». En tercer lugar, existe una estruc­

tura de economía local, peleando por su propia diversidad así

como por el hecho de que «la gente vivía y trabajaba en el East

End -no había necesidad de ir afuera a buscar empleos»-. Como

resultado, «la situación del lugar de trabajo, sus asuntos e inte-

101

Page 107: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

reses, permanecían ligados a la situación exterior al trabajo: los

asuntos e intereses de la comunidad».

Cohen, entonces, para dar un contexto histórico a este retra­

to de una cultura tradicional de clase trabajadora, describe el

impacto de la reurbanización y racionalización en la economía

familiar, de la comunidad y local. La reurbanización y realojamiento

de la posguerra llevó a que el área se despoblara y a la ruptura

del vecindario tradicional: esto estaba comprendido por el desa­

rrollo especulativo y por el nuevo influjo de trabajo inmigrante,

que produjo un amontonamiento de la fuerza de trabajo local. El

impacto más inmediato se dio en la estructura de parentesco: la

fragmentación de la «familia extensa» tradicional y su reemplazo

parcial por «familias de matrimonio)) más compactas. «Esto sig­

nificó que cualquier problema fuera contenido dentro del contex­

to interpersonal inmediato que lo producía; y, al mismo tiempo,

las relaciones familiares eran investidas con una nueva intensi­

dad para compensar la diversidad de relaciones previamente ge­

neradas a través del vecindario y de la gran parentela ... la familia

de clase trabajadora no sólo era aislada desde afuera, sino soca­

vada desde dentro.» (Cohen, 1972: 17). La reurbanización, con

la forma de las nuevas propiedades en el East End, exacerbó los

efectos sobre la familia y el vecindario de clase trabajadora:

El primer efecto de los esquemas de alta densidad y alto creci­

miento fue destruir la función de la calle, la taberna local, la

tienda de abarrotes, como articulaciones del espacio comunal.

En su lugar, hubo sólo privatización del espacio de la unidad

familiar, apilándolo uno encima del otro, en total aislamiento,

yuxtapuesto con la totalidad del espacio público que lo rodea­

ba, y que carecía de cualquiera de los controles sociales infor­

males generados por el vecindario. (Cohen, 1972: 16)

Junto a esto estaba la drástica reconstrucción de la econo­

mía local: la desaparición de la pequeña industria, su reempla-

102

Page 108: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

zo por comercios más grandes a menudo situados fuera del

área, el decremento en las industrias familiares y las peque­

ñas tiendas. La fuerza laboral fue gradualmente polarizada en

dos grupos: los «trabajos altamente especializados, califica­

dos y bien pagados, asociados con la nueva tecnología», y los

«trabajos rutinarios, sin salida, mal pagados y vinculados con

sectores de trabajo muy intensos, especialmente las indus­

trias de servicio». Cohen argumenta que los efectos de estos

cambios fueron más significativos para la parte muy respeta­

ble de la clase trabajadora del East End, que se encontró «atra­

pada y separada» por dos tipos opuestos de movilidad social:

hacia arriba, en los niveles de la nueva elite de la clase traba­

jadora suburbana, o hacia abajo, con los «lúmpenes».

Quizás el aspecto más significativo de esta parte del análi­

sis de Cohen es la manera como escoge y redefine ciertos

temas clave en la tesis de prosperidad-consenso-aburguesa­

miento: descarta su marco ideológico y espectacular, Jos re­

acomoda dentro de las relaciones y situaciones históricas es­

pecíficas de la clase trabajadora de un área en particular, y

llega a una «tesis», no acerca del «aburguesamiento» o la

desaparición de una clase, sino de cómo un cambio socioeco­

nómico más amplio puede fragmentar, trastornar y dislocar

sus intricados mecanismos y defensas. La idea de la «desapa­

rición de la clase como un todo» es reemplazada por un retra­

to mucho más complejo y diferenciado de cómo Jos diferentes

sectores y estratos de una clase son conducidos a diferentes

cursos y opciones según sus circunstancias socioeconómicas

determinantes. Este análisis proviene del impacto de las fuer­

zas económicas fundamentales en los diferentes estratos de

la clase trabajadora, pero se amplía de inmediato a sus conse­

cuencias sociales, familiares y culturales.

Los cambios que Cohen discute tuvieron un impacto tanto

sobre los miembros adultos como los jóvenes de la comuni­

dad del East End de la clase trabajadora. Aunque la respuesta

103

Page 109: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUAlES. Sulx:ulturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

fue diferente dependiendo de la edad, la posición en el ciclo y

la experiencia generacional, el material básico y la situación

social que los confrontaba -la problemática de clase- eran los

mismos para hombres y mujeres mayores, para los jóvenes

trabajadores y sus familias, y para los adolescentes de la cla­

se trabajadora. Cohen traza el impacto del cambio económico

y ocupacional en el joven:

Al buscar oportunidad en los negocios de sus padres, y carentes

de calificación para las nuevas industrias, eran relegados a

trabajos de repartidores, ayudantes de oficina, empacadores,

encargados de bodegas, etc. Cada vez más gente, jóvenes y

adultos, tienen que salir de su comunidad para encontrar tra­

bajo, y otros eventualmente se mudaron a otro sitio, donde se

podría encontrar una ocupación apropiada. La economía local,

como un todo, se contrajo y se volvió menos diversa. (Cohen,

1972: 18)

Sigue con este análisis a través de la modificada situación

del joven en las condiciones de familia, de parentesco y del

vecindario.

Para Cohen, el adolescente de clase trabajadora experi­

mentó estos giros y fragmentaciones en formas material, so­

cial, económica y cultural directas. Pero también las experi­

mentaron y trataron de «resolverlas» en el plano ideológico. Y

es principalmente a esta «solución ideológica» tentativa a la

que atribuye el nacimiento de, y la diferenciación entre, las

«distintas subculturas» juveniles de la clase trabajadora de

ese periodo:

La función latente de la subcultura es la siguiente: expresar y

resolver, aunque «mágicamente», las contradicciones que si­

guen escondidas o sin resolver en la cultura parental. La suce­

sión de subculturas que esta cultura parental generó puede

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Page 110: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ser, por tanto, considerada en su totalidad como numerosas

variaciones de un tema central: la contradicción, a nivel ideo­

lógico, entre el puritanismo tradicional de la clase trabajadora

y la nueva ideologíp de consumo; a nivel económico, entre una

parte de una elite socialmente móvil, o una parte del nuevo

lumpenaje. Los Mods, Parkers, Skinheads, Crombies represen­

tan, cada quien en su forma, un intento por recuperar algo de

los elementos de cohesión social destruidos en la cultura

parental, así como combinar esto con elementos selecciona­

dos de otras fracciones de clase, simbolizando una u otra de

las opciones para confrontarla. (Cohen, 1972: 23)

Para dar un ejemplo de cómo funcionó este proceso, Cohen

explica el surgimiento de Jos Mods de la siguiente manera:

el estilo mod original puede ser interpretado como un intento

de dar cuenta, pero en una relación imaginaria, de las condi­

ciones de existencia de un trabajador de cuello blanco social­

mente móvil. Mientras su argot y formas rituales ponían énfa­

sis en muchos valores tradicionales de su cultura parental, su

vestimenta y música reflejaron la imagen hedonista del

consumista próspero.

La conclusión general de Cohen es, por lo tanto, que:

Los Mods, Parkers, Skinheads y Crombies son una sucesión

de subculturas todas correspondientes a la misma cultura

parental, que intentan resolver, a través de una serie de trans­

formaciones, la problemática básica o contradicción que se

inserta en la subcultura por medio de la cultura parental. Así,

se pueden distinguir tres niveles en el análisis de las subculturas:

una es la histórica ... que aísla la problemática específica de

una fracción particular de clase ... ; en segundo lugar ... los

subsistemas ... y las transformaciones que de hecho sufren de

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Page 111: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

un momento subcultural a otro ... ; en tercer lugar ... el modo en

que la subcultura es vivida por sus portadores y seguidores.

El análisis de Cohen propone una de las interpretaciones

más sugerentes de la relación entre el surgimiento de las

subculturas y el destino de una clase. Tiene el mérito de situar

una formación de clase social dentro de un marco histórico

completo. Su localización a través de los nexos entre el cam­

bio económico y cultural, el impacto del cambio en la cultura

«parental» y la respuesta de la juventud, es sutil y complejo.

Algunos problemas permanecen sin resolver. El análisis -prin­

cipalmente en los cincuenta y principio de los sesenta-, nece­

sita extenderse hasta los setenta. Hay problemas para enten­

der precisamente cómo el impacto de ciertas fuerzas en una

cultura parental se filtra y es diferencialmente experimentado

por la juventud; y luego, cómo y por qué esta experiencia se

cristaliza en una subcultura juvenil distintiva. ¿Qué es lo que

lleva a los Mods a explorar una opción «hacia arriba», y a los

Teds y Skinheads a explorar «hacia abajo»? ¿Qué tan estre­

cha es la relación entre la composición de clase real y la situa­

ción de aquellos sectores de la juventud que escogen una u

otra de estas soluciones subculturales? ¿Qué da cuenta de la

secuencia específica y la forma concreta que cada formación

subcultural toma? Además, hay una pregunta acerca de cuán

«ideológicas» se entiende que son las subculturas. En algunos

sentidos, las partes más sutiles y sugerentes del análisis se

relacionan al modo en que las subculturas señalan una proble­

mática común de clase, incluso el intento de resolver por me­

dio de una «relación imaginaria» -por ejemplo, ideológicamen­

te- las «relaciones reales» que de lo contrario no pueden tras­

cender. Esta es una sugerente propuesta, aunque también muy

difícil de probar y refinar. El hecho de que los hombres viven,

ideológicamente, una «relación imaginaria» a las condiciones

reales de su existencia no es algo peculiar o limitado a las

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Page 112: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

subculturas. ¿Qué otras cosas, entonces, provoca esta res­

puesta tan bien estructurada, visible y articulada? Al concen­

trarnos en la relación imaginaria e ideológica en que las

subculturas se posicionan frente a la vida de una clase, el

análisis puede haber ido demasiado lejos en la dirección de

leer a las subculturas «ideológicamente». Quizá no es tomada

suficiente responsabilidad de las condiciones materiales, eco­

nómicas y sociales específicas a una «Solución subcultural».

A pesar de estas críticas, el análisis continúa siendo, desde

nuestro punto de vista, una de las explicaciones disponibles

más avanzadas y sofisticadas. La proposición de que una «re­

lación imaginaria» yace en algún lugar cerca del corazón de la

pregunta por las subculturas es fructífera y, a pesar de los

problemas encontrados al aplicarla concretamente, es la que

adoptamos y desarrollamos más abajo.

CLASE Y SUBCUL TURAS: UNA VERSJON DEL MODELO DE COHEN

CONDICIONES DETERMINANTES RESPUESTAS DE LA CLASE TRABAJADORA

aburgue•miento

1 contradicción Ideológica 1913 1918

1 \ 1

/ contradicciones en la MODS 1 clase lnlbejdora

respetable del Extremo 1 Esta cau•do por:

1

(i) reurbaniz:lción (ii) ectructura

1 ocupacional cambiante clase trabajadora SI<INHE.ADS

1

1 1 respetable

contradicción tconómica

1 ghettiDción

107

Page 113: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

e. Culturas dominante y subordinada

El aspecto inmediato es analizar cómo ha sido usada la clase por Cohen para clarificar el concepto de subcultura. La «clase»

no sólo reemplaza simplemente la subcultura de una manera

reduccionista. Tampoco es tomada como un conjunto de varia­

bles sociológicas dadas, de «respaldo». Las relaciones entre

clase y subculturas han sido puestas en un marco histórico

más dinámico. Las relaciones entre clases, la experiencia y res­

puesta al cambio al interior de diferentes fracciones de clase,

son ahora vistas como el nivel determinante. Sin embargo, la

subcultura se ve como un específico tipo de respuesta, con su

propia estructura de significado -su propia «autonomía relati­

va»-. Entonces, el intento de pensar el problema justo a través

del nivel de la formación social como un todo (donde las rela­

ciones de clase son determinantes) se hace, no conteniendo,

sino reteniendo lo que es específico acerca del concepto inter­

mediario de «subcultura». La formación social no es vista como

una simple unidad -«la nación», «la cultura»-, sino como un

«todo» antagónico, diferenciado y necesariamente complejo. El

intento posterior de trazar estos cambios generales en las rela­

ciones de clase a través del impacto en comunidades particula­

res, fracciones de clase particulares, economías particulares,

es una etapa crucial en este análisis.

En esta sección, discutimos de manera somera sobre algu­

nos cambios en las relaciones de clase en aquel periodo como

un todo, antes de pasar al asunto específico de las subculturas.

Este es un primer paso necesario, y se realizará condensando

grandes movimiento en un espacio pequeño, aunque sacrifi­

quemos mucho de lo específico y concreto del análisis de

Cohen en el caso del East End.

Un nivel determinante de cambio es la manera en que la

producción fue reorganizada y modernizada en la época de la

posguerra, y el impacto que tuvo sobre la división del trabajo,

108

Page 114: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

sobre la cultura ocupacional, sobre las formas de respuesta,

defensa y resistencia de la clase trabajadora. La situación de

la guerra y la posguerra aceleraron los cambios ya existentes

en el periodo entre guerras. Un resultado general fue la am­

pliación de la brecha entre los «viejos» y los «nuevos» secto­

res de la economía -industrias nuevas y viejas, áreas y regio­

nes nuevas y viejas-. Por una parte, las «nuevas» industrias,

que estaban basadas en la técnica moderna y los procesos

electrónicos o ceñidos a vías de exportación y consumo; por

la otra, las industrias «en declive», el legado de la primera

revolución industrial. El impacto de esta racionalización par­

cial y sin planeamiento, en primer lugar sobre la especializa­

ción y la división del trabajo y en segundo lugar sobre la vida

económica de las regiones y áreas, fue profundo, aunque bas­

tante «disparejo». Algunas áreas -la sureste, especialmente­

tuvieron un gran impulso; otras -a veces industrias y regiones

completas- fueron forzadas a un largo declive. Los giros exac­

tos en la división del trabajo resultantes del desarrollo

«disparejo» no pueden ser aquí descritos en detalle -siguen

siendo el comodín de muchos- desperdigados en un paquete

sociológico de representaciones (principalmente numéricas) de

la movilidad ocupacional. La racionalización introdujo definiti­

vamente nuevos elementos de fragmentación en la fuerza de

trabajo. Además, precipitó todo un debate «ideológico» -Nor­

te contra Sur, la «gorra de tela» contra el cuello blanco, etc.­

que fue directo sobre la tesis del aburguesamiento y la con­

fundió. El caso del East End, discutido por Cohen, demuestra

su impacto real de una manera sorprendente: nuevas fuerzas

económicas penetrando de manera crecientemente «dispareja»,

dentro de un sector y área «atrasados». Los estibadores atra­

pados entre el trabajo casual, Jos intentos estatales de «racio­

nalizar» y «modernizar» el trabajo de estibar, y los manejos

por contenerlo, son una instancia clásica del desarrollo «com­

binado y desigual» que penetra en una comunidad particular.

109

Page 115: Resistencia a Traves de Rituales

RESlSTENCIAA TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Lo que importa aquí no es alguna idea general del «cambio

social y la clase trabajadora», sino, más bien, la composición

cultural y social particular de aquellos sectores de la clase

trabajadora cuya situación concreta está siendo reestructura­

da por fuerzas económicas bien específicas. En este punto,

los cambios en el modo económico de producción registran

sobre un complejo particular de comercios, habilidades, talle­

res, una «mezcla» particular de culturas ocupacionales, la dis­

tribución específica de estratos de clase diferentes dentro de

ellos. La mayor parte de las fuerzas económicas desbarataron

entonces un complejo particular de la clase trabajadora: des­

mantelaron un conjunto de balances y estabilidades internas

particulares. Remodelan y reestructuran la base productiva,

que genera las condiciones de vida sociales y materiales, las

condiciones «dadas» alrededor de las que se ha desarrollado

una cultura local particular de la clase trabajadora. También

alteran una red histórica particular de defensas y «negociacio­

nes» (de nuevo, la historia compleja de la formación del «East

End» es un excelente ejemplo).

Estas relaciones productivas también forman la base de la

vida cotidiana y de la cultura de clase. Los cambios en la

vivienda y en la ecología del vecindario de clase trabajadora

son parte del mismo patrón; y las diferentes facetas de cam­

bio reaccionan y reverberan entre ellos. El impacto del nuevo

desarrollo de la posguerra en los vecindarios tradicionales de

clase trabajadora en general parece darse a través de tres

grandes fases. Primero, la ruptura de los patrones tradiciona­

les de vivienda por el realojamiento de la posguerra: las nue­

vas viviendas y pueblos. Las áreas abandonadas decayeron:

tomaron patrones de «gueto urbano» o «nueva barriada», sien­

do presas de la acumulación de rentas, de propietarios espe­

culativos y de múltiples ocupaciones. El movimiento hacia

adentro del trabajo inmigrante demostró y comprendió el pro­

ceso de «guetización». Luego, algunas partes de los guetos

110

Page 116: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

son rediseñados selectivamente, a través de una combinación

de desarrollo de propiedad especulativo y planificado. La en­

trada de familias de clase media «les dio más clase» a ciertos

vecindarios, y el «desarrollo planificado» (el esquema del «East

End» es, otra vez, un ejemplo clásico) redefine el área hacia

patrones de vida «más elevados», de ingresos medios. De

nuevo, estas no son simples fuerzas trabajando abstractamente

en un área. Estas reconstruyen gráficamente el material real y

las condiciones sociales en que los trabajadores viven.

Las . fuerzas que reestructuraron los vecindarios de clase

trabajadora y la economía local también tuvieron un impacto

decisivo en la estructura de la familia. Los que fueron movidos

a otros Jugares en términos ocupacionales también se muda­

ban a menudo a estados y poblados que prometían, en cuanto

a planeación y diseño, un patrón de familia más «nuclear»,

menos extensa, diferente. Incluso las nuevas propiedades

construidas en, o cerca de, las viejas áreas han sido construi­

das -más consistentemente, quizá, que su contraparte de la

preguerra- bajo la imagen de una familia «ideal», es decir, una

familia más de clase media, «nuclear». La familia de clase

trabajadora no «desapareció» bajo estas condiciones, ni tam­

poco hizo que la gente de clase trabajadora se suscribiera

activamente al nuevo ideal doméstico «burgués». Pero la fa­

milia pudo haberse convertido en un ente más aislado; las

relaciones entre padres e hijos, o entre amigos y hermanos

fueron alteradas, con un efecto especial en los miembros más

jóvenes de la familia y en las mujeres. Lo que, en suma, se

modificó fue la posición y el rol precisos de la familia de clase

trabajadora dentro de una cultura de clase defensiva. Fue al­

terado un concreto conjunto de relaciones, una red de conoci­

miento, cosas, experiencias -los sustentos de una cultura de

clase-. En estas circunstancias, también, lo «nuevo» ganó

terreno precisamente porque otra vez había invadido y soca­

vado patrones alternativos de organización social.

111

Page 117: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

En el período temprano de la posguerra, estos cambios en

los intrincados mecanismos y balances de la vida y cultura de

clase trabajadora fueron recubiertos por la espectacular ideo­

logía de la «prosperidad». Ahora sabemos cuáles fueron los

límites de su impacto real, su distribución desigual -incluso

en términos de salario y consumo- para la mayor parte de la

clase trabajadora. No hubo tal «salto cualitativo». De hecho,

la «prosperidad» asumió las proporciones de una auténtica

ideología, precisamente porque se requería cubrir las brechas

entre las inequidades reales y la utopía de igualdad prometida

para todos junto a la posibilidad de un consumo cada vez

mayor. Proyectando este escenario ideológico, el mito de la

prosperidad apuntaba a dar una tajada a la clase trabajadora

de un futuro que aún no había llegado, y que por consiguiente

ataba y cimentaba la clase al orden hegemónico. En este pun­

to, precisamente, la ideología de la prosperidad reconstruyó

las «relaciones reales» de la sociedad británica de la posgue­

rra en una «relación imaginaria». Esta es la función de los

mitos sociales. El mito proveyó, por un tiempo, la base ideoló­

gica de la hegemonía política de la década del cincuenta. La

«prosperidad» era, esencialmente, una ideología de la cultura

dominante acerca de y para la clase trabajadora, dirigida a

ellos (a través de los medios de comunicadón, la publicidad,

los discursos políticos, etc.). Poca gente de la clase trabajado­

ra se suscribió a una versión de su propia situación que poco

coincidía con las dimensiones reales. Lo que importaba, por lo

tanto, no era la reproducción pasiva de la clase trabajadora en

la imagen de la «prosperidad», sino las dislocaciones que pro­

dujo -y las respuestas que provocó-.

La total absorción del Partido Laborista en su papel parla­

mentario-electoral dentro del Estado (la consumación de una

larga trayectoria histórica) y la incorporación parcial dentro

del aparato estatal de los sindicatos de comercio, de espaldas

a una lectura de la situación de la posguerra, tuvo consecuen-

112

Page 118: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cias políticas reales para la clase trabajadora, desmantelando

las defensas reales. Otras respuestas fueron impredecibles y

no deliberadas. El abrumador énfasis en la ideología de la pros­

peridad en el dinero y el consumo pudo haber tenido el efecto

no buscado de estimular una conciencia de «privación relati­

va», lo que contribuyó a la «militancia salarial» en los sesenta

y setenta. Los trabajadores prósperos en compañías de indus­

tria pesada y automotriz lideraron el cambio hacia el poder en

el lugar de trabajo, las negociaciones en la planta, la organiza­

ción de administradores y el «declive salarial»: un economismo

«militante» que duró todo el periodo inflacionario y de rece­

sión, agitando la «revuelta de los peor pagados» tras él. Tam­

bién estas fueron respuestas a la «prosperidad» que ni sus

ideólogos pudieron predecir.

Para localizar la subcultura juvenil en este tipo de análisis,

primero debemos situar a la juventud en la dialéctica entre

una cultura «hegemónica» dominante y una cultura «parental»

subordinada de clase trabajadora. Estos términos -hegemóni­

co/colectivo, dominante/subordinado- son cruciales para el

análisis, pero necesitan mayor elaboración antes de adentrarnos

en la dimensión subcultural. Gramsci usó el término «hegemo­

nía» para referirse al momento en que la clase dirigente está

lista no sólo para coaccionar una clase subordinada conforme

a sus propios intereses, sino para ejercer una «hegemonía» o

«autoridad social total» sobre las clases subordinadas. Esto

involucra el ejercicio de una clase especial de poder: el poder

de formular alternativas y contener oportunidades, ganar y

moldear el consentimiento, de tal manera que la garantía de

legitimidad de la clase dominante no aparece sólo de manera

«espontánea», sino natural y normal. Lukes ha definido re­

cientemente esto como el poder de definir la agenda, modelar

las preferencias, «prevenir inmediatamente Jos conflictos sur­

gidos» o contener un conflicto cuando ya nació al definir qué

tipos de resolución son «razonables» y «realistas» -por ejem-

113

Page 119: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

plo, dentro del marco de trabajo existente (Lukes, 1974: 23-

24)-. El terreno en que esta hegemonía es ganada o perdida

es el terreno de las superestructuras; las instituciones de la

sociedad civil y el Estado -lo que Althusser (1971) y Poulantzas

(1973), un tanto engañosamente, denominaron «aparatos ideo­

lógicos del Estado»-. Los conflictos de interés surgen, fun­

damentalmente, de la diferencia en la posición estructural de

las clases en el campo productivo, aunque «tengan su efec­

to» en la vida social y política. La política, en el sentido más

amplio, delimita el paso del primer nivel al segundo. Por tan­

to, el terreno de las instituciones políticas y civiles se con­

vierte esencialmente en «la tajada, pero también en el sitio

de la lucha de clases» (Althusser, 1971). En parte, estos

aparatos trabajan «por ideología». Esto es, las definiciones

de la realidad institucionalizadas dentro de los aparatos vie­

nen a constituir una «realidad vivida como tal» para las cla­

ses subordinadas -al menos eso es lo que la hegemonía in­

tenta y asegura-. Gramsci, usando el ejemplo de la Iglesia,

dice que preserva «la unidad ideológica del bloque social ente­

ro al cual la ideología sirve para cimentar y unificar» (Gramsci,

1971: 328). Un orden cultural hegemónico trata de enmarcar

todas las definiciones competentes del mundo dentro de su

rango. Provee el horizonte de pensamiento y acción dentro del

cual los conflictos son combatidos, apropiados (por ejemplo,

experimentados), oscurecidos {por ejemplo, concebidos como

«intereses nacionales» que deberían unir a todos los partidos

en conflicto) o contenidos (por ejemplo, sosegados para bene­

ficio de la clase dirigente). Un orden hegemónico prescribe,

no el contenido específico de las ideas, sino los límites dentro

de los cuales ideas y conflictos se mueven y son resueltos. La

hegemonía siempre descansa en la fuerza y la coerción, pero

«el ejercicio normal de la hegemonía en el ahora clásico terre­

no del régimen parlamentario, se caracteriza por la combina­

ción de fuerza y consentimiento ... sin que la fuerza predomine

114

Page 120: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

excesivamente sobre el consentimiento» (Gramsci, 1971: 80).

Por lo tanto, la hegemonía provee las bases liminales y las

estructuras básicas de la legitimación del poder de las clases

dominantes.

La hegemonía trabaja a través de la ideología, aunque no

consiste en ideas, percepciones y definiciones falsas. Princi­

palmente, funciona insertando a la clase subordinada en las

instituciones y estructuras clave que apoyan el poder y la

autoridad social del orden dominante. Es, ante todo, en es­

tas estructuras y relaciones en las que la clase subordinada

vive su subordinación. Con frecuencia este sometimiento se

asegura sólo porque el orden dominante tiene éxito en debi­

litar, destruir, desplazar o incorporar instituciones de defen­

sa y resistencia alternativas producidas por la clase subordi­

nada. Gramsci insiste, de manera bastante acertada, que «la

tesis que afirma que los hombres se vuelven conscientes de

los conflictos fundamentales al nivel de la ideología no es

psicológica ni moralista en su carácter, sino estructural y

epistemológica» (las itálicas son de los autores; Gramsci,

1971: 164).

La hegemonía puede rara vez ser sostenida por un solo

estrato de clase. Casi siempre requiere de una alianza entre

las fracciones de la clase dominante: un «bloque histórico». El

contenido de la hegemonía será determinado, en parte, por

las fracciones de clase que componen dicho «bloque hegemó­

nico» y, por tanto, sus intereses deben incluirse dentro de

este. La hegemonía no es un simple «régimen de clase». Re­

quiere cierto «consentimiento» de la clase subordinada, que

tiene, a su vez, que ser ganada y asegurada; por consiguien­

te, una ascendencia de la autoridad social, no sólo en el Esta­

do, sino también en la sociedad civil, en la cultura y en la

ideología. La hegemonía prevalece cuando las clases dirigen­

tes no sólo rigen o «dirigen», sino guían. El Estado es una gran

fuerza educativa en este proceso. Educa a través de regula-

115

Page 121: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ciones de la vida de las clases subordinadas. Estos aparatos

reproducen las relaciones de clase y, por lo tanto, la subordi­

nación de clase (la familia, la escuela, la iglesia y las institu­

ciones culturales, así como la ley, la policía y el ejército, los

juzgados).

La lucha contra la hegemonía de clase también se sitúa

dentro de dichas instituciones, así como fuera de ellas; se

convierten en el «emplazamiento» de la lucha de clases. Pero

los aparatos también dependen de la operación de «una serie

de valores, creencias, rituales y procedimientos institucionales

predominantes (las 'reglas de juego') que operan sistemática

y consistentemente para el beneficio de ciertas personas y

grupos» (Bacrach y Baratz, 1962).

Gramsci cree que, en el Estado italiano, las clases domi­

nantes habían regido frecuentemente sin aquella «autoridad

social natural» que las haría «hegemónicas». Por lo que la

hegemonía no se debe dar por sentada, tanto para el Estado y

las clases dominantes, como para el analista. El uso corriente

del término, que sugiere el ejercicio infinito y poco problemá­

tico del poder de clase que ejerce la clase gobernante y sus

opuestos -la incorporación permanente y final de la clase su­

bordinada- es bastante falso si tomamos el uso que le da

Gramsci. Este limita la especificidad histórica del concepto.

Para concretar este punto: creemos que, aunque la clase do­

minante permaneció masivamente en el poder durante los años

treinta, es difícil definirla como «hegemónica». La crisis eco­

nómica y el desempleo disciplinaron, más que «permitieron»,

a la clase trabajadora en la subordinación en dicho periodo.

Las derrotas que sufrió el movimiento laboral en la década de

1920 contribuyeron poderosamente a un dominio coercitivo

de los primeros sobre los segundos. En contraste, la década

de 1950 nos parece un periodo de «dominación hegemónica»

real, siendo precisamente la función de la «prosperidad» como

ideología, desmantelar la resistencia de la clase trabajadora y

116

Page 122: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

entregar el «consentimiento espontáneo» de la clase a la au­

toridad de las clases dominantes. Cada vez más en la década

de 1960, y más abiertamente en la década de 1970, este

«liderazgo» ha sido socavado nuevamente. La sociedad se ha

polarizado, el conflicto ha reaparecido en muchos niveles. Las

clases dominantes retienen el poder, pero su «repertorio» de

control es progresivamente retado, debilitado, quedando ex­

hausto. Una de las características más impactantes de este

último periodo es el cambio en el ejercicio de control desde Jos

mecanismos de consenso hacia aquellos de coerción (por ejem­

plo, el uso de la ley, Jos juzgados, la policía y el ejército, de la

represión legal, de cargos conspirativos y de la fuerza para

contener las amenazas en escala al Estado y a la «ley y el

orden»). Esto marca una crisis en la hegemonía de la clase

dominante.

Por lo tanto, la hegemonía no es universal ni «dada» para el

continuo dominio de una clase particular. Esta debe ser gana­

da, trabajada, reproducida, sostenida. La hegemonía es, como

dijo Gramsci, un «equilibrio dinámico» que contiene «relacio­

nes de fuerza favorables o desfavorables a una u otra tenden­

cia». Es un asunto de la naturaleza del balance entre clases

contendientes: los compromisos hechos para sostenerla; las

relaciones de fuerza; las soluciones adoptadas. Su carácter y

contenido sólo pueden establecerse observando las situacio­

nes concretas, los momentos históricos concretos. La idea de

la «hegemonía de clase permanente» o de la «incorporación

permanente» debe desaparecer.

En relación con la hegemonía de una clase dominante, la

clase trabajadora es, por definición, una formación cultural y

social subordinada. Marx sugirió que la producción capitalista

reproduce trabajo y capital en sus eternas formas antagóni­

cas. El papel de la hegemonía es asegurar que, en las relacio­

nes sociales entre las clases, cada clase es continuamente

reproducida en su forma existente, dominante o subordinada.

117

Page 123: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

La hegemonía no puede jamás completa ni absolutamente

absorber a la clase trabajadora en el orden dominante. La so­

ciedad parece ser, pero en efecto no puede ser,

«unidimensional» en el modo capitalista de producción. Desde

luego, a veces, la hegemonía es fuerte y cohesiva, y la clase

subordinada es débil, vulnerable y está expuesta. Pero, por

definición, no puede desaparecer. Permanece a menudo, como

estructura subordinada, separada e impermeable, incluso con­

tenida por la dominación y las reglas de la clase dominante

que todo lo abarcan. La clase subordinada ha desarrollado su

propia cultura corporativa, sus propias formas de relación so­

cial, sus instituciones características, valores, modos de vida.

El conflicto de clase nunca desaparece. La cultura de la clase

trabajadora inglesa es una estructura peculiarmente fuerte,

densamente impactada, cohesiva y defensiva en este tipo de

corporatividad. El conflicto de clase, entonces, está enraizado

y encarnado en esta cultura: no puede «desaparecer» -con­

trario a la ideología de la prosperidad- hasta que desaparez­

can las relaciones productivas que la producen y sostienen.

Aunque pueden estar más o menos abiertas, ser más o menos

formales, más o menos institucionalizadas, más o menos au­

tónomas. El periodo comprendido entre 1880 a la fecha no

nos muestra que haya existido ningún impulso hacia la incor­

poración, sino un ritmo alterante marcado. Es importante in­

sistir en que, incluso cuando un conflicto de clase esté muy

institucionalizado, sigue siendo uno de los ritmos de base fun­

damentales de la sociedad.

En sociedades industriales capitalistas viejas y desarrolladas

como la de Gran Bretaña, la cultura es de hecho cubierta por

una red de lo que podríamos llamar «soluciones institucionales»,

que estructuran la manera en que coexisten y sobreviven las

culturas dominante y subordinada, aunque también la forma en

que luchan una contra la otra dentro de la misma formación

social. Muchas de estas instituciones preservan la cultura cor-

118

Page 124: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

porativa de la clase subordinada, aunque también negocian sus

relaciones con la cultura dominante. Estos son los aspectos

«negociados» de una clase cultural subordinada. En el trabajo,

por ejemplo, la línea entre Jos intereses de Jos obreros y el

poder empresarial, aunque a menudo borroneada y cubierta por

estructuras intermedias, nunca desaparece. Pero puede ser

manejada de manera diferente, de cada lado, de un Jugar de

trabajo a otro, o de un momento histórico a otro. La cultura

informal del espacio laboral, Jos intentos de ejercer el control

diario sobre los procesos de trabajo, las negociaciones de Jos

salarios mínimos, así como las «herramientas subrepticias», la

huelga, el paro, la disputa oficial, la toma de la fábrica, consti­

tuyen un enorme repertorio de respuestas de la clase trabajado­

ra al poder inmediato y a la autoridad empresarial y capitalista.

Estos son tipos de poder contrahegemónico. Muchas de estas

estrategias -en la medida en que no reemplazan el poder del

capital sobre e~ trabajo- siguen definiendo a este último como

una parte segregada -pero no incorporada- de la producción

capitalista. Ellos representan la línea de defensa de clase, inclu­

so donde estas defensas operan dentro del marco

sobredeterminado del poder empresarial.

La cultura de la clase trabajadora ha «ganado espacio»

consistentemente dentro de la cultura dominante. Muchas ins­

tituciones de la clase trabajadora representan los diferentes

resultados de este tipo de intensas «negociaciones» durante

largos periodos. A veces, estas instituciones se adaptan al

poder; otras, se tornan combativas. Su identidad de clase y

posición nunca queda definitivamente «establecida», ya que

el balance de las fuerzas dentro de ellas permanece abierto.

Forman las bases de lo que Parkin ha llamado una «'versión

negociada' del sistema dominante ... los valores dominantes

no son rechazados totalmente ni están en contra de ellos, la

clase subordinada los modifica como resultado de circunstan­

cias y oportunidades restringidas»» (Parkin, 1971: 92). A me-

119

Page 125: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

nudo, dichas «soluciones negociadas» prevalecen, no porque

la clase permanezca pasiva e indiferente a las ideas de la clase

dirigente, sino porque sus perspectivas están condicionadas y

contenidas por preocupaciones prácticas inmediatas o limita­

das a situaciones concretas. (Esta es la base material y el

«núcleo racional» del «economicismo» de la clase trabajado­

ra.) De aquí se desprenden las soluciones situadas a proble­

mas que emergen a un nivel mayor, más global, más allá del

horizonte inmediato de la clase. En las situaciones donde «Se

requieren evaluaciones puramente abstractas, el sistema de

valores dominante proveerá el marco moral de referencia; pero

en situaciones sociales concretas que involucren elección y

acción, la versión negociada -o sistema de valor subordina­

do- proveerá el marco moral» (Parkin, 1971: 93). La autori­

dad, consagrada en los mayores órdenes institucionales de la

sociedad (por ejemplo, la norma de la Ley), puede ser acepta­

da a un nivel abstracto, aunque mucho más ambivalentemente

a un nivel cara a cara (por ejemplo, actitudes hacia la policía).

La cultura de la clase trabajadora inglesa está orquestada

masivamente alrededor de las actitudes de «nosotros» y

«ellos», incluso cuando esta diferencia estructurada no lleve

directamente a estrategias contrahegemónicas. Evidencia re­

ciente sugiere que la desconfianza hacia la propiedad y los

derechos de propiedad permanecen profundamente atrinche­

rados en la clase, a pesar de la ausencia de una fuerza concer­

tada para abolir relaciones como tales (Moorhouse y

Chamberlain, 1974). Incluso las instituciones de clase, como

los sindicatos, que durante este periodo fueron presionados a

colaborar completamente con el Estado, aunque bajo circuns­

tancias ligeramente distintas (la legislación en contra de los

derechos y procedimientos fundamentales de los sindicatos

después de 1970 por parte de un gobierno conservador, por

ejemplo), emergieron como defensores de los derechos bási­

cos de los trabajadores (Lane, 1974). Por lo que, tanto en los

120

Page 126: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

«buenos» tiempos como en los «malos», siempre hay en jue­

go definiciones culturales contrarias. Esto refleja las diferen­

cias estructurales entre la posición material, la perspectiva y

la experiencia de vida diaria de las diferentes clases. Dichas

discrepancias (contradicciones) en las situaciones, valores y

acciones proveen un material real y la base histórica -bajo las

condiciones correctas- a estrategias de clase de resistencia

abierta, lucha y estrategias contrahegemónicas de ruptura y

transformación más desarrolladas. La convergencia de estas

estrategias variadas de negociación de una clase subordinada

dentro de una más sustentada clase política requiere, desde

luego, movilización, politización y organización. Es precisa­

mente a esta distinción a la que Marx dirigía sus observacio­

nes acerca del movimiento de una clase «en sí misma» a una

clase «para sí misma».

El vecindario de la clase trabajadora, que asume su forma

«tradicional» en y después de 1880, representa un ejemplo

distintivo del resultado de la negociación entre las clases. Aquí,

los diferentes estratos de la clase trabajadora han ganado es­

pacio para sus propias formas de vida. Los valores de esta

cultura colectiva están registrados por doquier, en formas

materiales y sociales, en la forma y uso de las cosas, en pa­

trones de recreación y esparcimiento, en las relaciones entre

la gente y el carácter de los espacios comunales. Estos espa­

cios son físicos (redes de calles, casas, pequeñas tiendas,

tabernas y parques) y sociales (redes de parentesco, amistad,

trabajo y relaciones vecinales). Dentro de dichos espacios, la

clase ha venido a ejercer aquellos «controles sociales informa­

les» que los redefinen y reapropian para los grupos que viven

en ellos: una red de derechos y obligaciones, intimidades y

distancias, encarnando en sus texturas y estructuras reales

«el sentido de solidaridad ... la lealtad local y las tradiciones»

(Cohen, 1972). Estos son los «derechos», no de propiedad ni

fuerza, sino de posesión cultural y territorial, la ocupación usual

121

Page 127: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

del «inquilino al que no se puede desalojar». Las instituciones

son desde luego, coartadas y penetradas por fuerzas exter­

nas. La estructura del trabajo y el espacio laboral, cercano o

lejano, liga la fuerza de trabajo local a fuerzas y movimientos

económicos más amplios. No muy lejos están las bulliciosas

calles comerciales, con sus cadenas de tiendas y supermerca­

dos, que ligan el hogar a una economía superior a través del

comercio y consumo. A través de estas estructuras, el vecin­

dario queda confinado social y económicamente. A nivel hori­

zontal, quedan aquellos lazos que unen espacios e institucio­

nes a la localidad, al vecindario, a la cultura y tradición local.

A nivel vertical, estas estructuras los atan a instituciones y

culturas dominantes.

La escuela local es un clásico ejemplo de este «doble lazo»

(Hall, 1974a: 49-55). Es la escuela local, cerca de casas, ca­

lles y tiendas, donde generaciones de niños de clase trabaja­

dora han sido «escolarizados», y donde los lazos de la amis­

tad, el compañerismo y el matrimonio son hechos y deshe­

chos. Además, en términos de relaciones verticales, la escue­

la se enfocó en tipos de aprendizaje, clases de relaciones de

autoridad y disciplina, afirmó experiencias que discrepaban

bastante con la cultura local. Los mecanismos de selección de

alumnos según sus aptitudes, su seguimiento, sus límites en

el conocimiento, su intolerancia hacia el lenguaje y las expe­

riencias fuera del rango de la educación formal, ligaron a las

localidades urbanas de la clase trabajadora a un mundo más

amplio de educación y ocupaciones de maneras que son

conectivas, aunque también, crucialmente, de desconexión.

Continúa siendo una institución de clase mediadora, negocia­

da y clásica. En este contexto, podemos empezar a ver otra

vez y calcular de manera diferente las variadas estrategias,

opciones y «soluciones» que se desarrollan en relación con

esto: el niño o la niña «escolarizados»; los chicos de «habili­

dad ordinaria promedio»; los «problemáticos»; los truhanes y

122

Page 128: Resistencia a Traves de Rituales

1 Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ausentes; la «privación» educativa y emocional; los activa­

mente mal educados (por ejemplo, los chicos negros en el

programa E.S.N.). De igual manera, en relación con las activi­

dades de esparcimiento de los jóvenes, la cultura y asociación

con sus iguales, debemos reconocer la «mezcla» de resisten­

cia y organización en, por ejemplo: la cultura de la esquina,

con su enfoque masivamente «masculino»; los grupos

tempranos de delincuentes y sus «hazañas»; los adictos a las

Boys Brigades; la «pandilla»; el «fútbol callejero»; la subcultura

bien definida, etcétera.

Cualquiera de estas estrategias del repertorio desarrollado

por los jóvenes de la clase trabajadora se posicionará en una

compleja relación respecto de la de otros «compañeros»; de

las estrategias y soluciones «adultas»; de posiciones alterna­

tivas en el mismo espectro de edad (por ejemplo, los Skinheads

contra los Hippies); y de la cultura dominante y su repertorio

de control. La fuerza o ausencia de cualquiera de estas estra­

tegias en un momento histórico dependerán en parte de la

coyuntura histórica (el balance de las fuerzas entre domina­

ción y subordinación, la situación estable o cambiante de la

clase «parental», etc.). Producirá cambios especialmente en

la «problemática» de clase -aquella matriz de problemas, es­

tructuras, oportunidades y experiencias que confrontan ese

estrato particular de clase en un momento históricamente par­

ticular-. También reflejará cambios en las condiciones mate­

riales disponibles en la vida diaria para la construcción dentro

de apoyos para una u otra estrategia colectiva.

Negociación, resistencia y lucha: las relaciones entre una

cultura dominante y una subordinada, donde sea que se aco­

moden en el espectro, son siempre intensamente activas, siem­

pre opuestas en un sentido estructural (incluso cuando esta

oposición sea latente o experimentada simplemente como un

estado normal de cosas -lo que Gouldner llamó «represión

normalizada»-). El resultado no se da, sino que se hace. La

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Page 129: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

clase subordinada trae a este «teatro de lucha» un repertorio

de estrategias y respuestas -maneras de copiar así como de

resistir-. Cada estrategia del repertorio moviliza determinado

material real y determinados elementos sociales: construye

con esto los soportes para los diferentes caminos en que la

clase vive y resiste su continua subordinación. No todas las

estrategias tienen igual peso: no todas son potencialmente

contrahegemónicas. Algunas incluso pueden ser alternativas

(por ejemplo, la política de la clase trabajadora y ciertos tipos

de crímenes de la clase trabajadora). También debemos reco­

nocer que una conciencia revolucionaria de la clase trabajado­

ra desarrollada y organizada sólo es una potencial respuesta

entre muchas posibles, y una muy especial en términos de

ruptura. Ha sido engañoso tratar de medir el amplio espectro

de estrategias en la clase en términos de esta forma atribuida

de conciencia, y de definir lo demás como una respuesta de

incorporación. Esto significa imponer un esquema abstracto a

una realidad histórica concreta. Debemos tratar de entender,

más bien, cómo, bajo qué condiciones la clase ha sido capaz

de usar sus recursos «en bruto», materiales y culturales, para

construir un completo rango de respuestas. Algunas -el re­

pertorio específico de resistencia de la historia de una clase

trabajadora- forman una inmensa reserva de conocimiento y

poder en la lucha de las clases por sobrevivir y «ganar espa­

cio». Incluso aquellos que aparecen una y otra vez en la histo­

ria de la clase no son alternativas fijas (reforma versus revolu­

ción), sino «espacios» históricos potenciales usados y adap­

tados a muy diferentes circunstancias en su tradición de lu­

cha. Tampoco podemos atribuir un estrato sociológico parti­

cular de clase a posiciones particulares y permanentes en el

repertorio. Esto es, también, ahistórico. Es posible para la «aris­

tocracia laboral» proveer un liderazgo radical crítico; para el

desorganizado o así llamado «lumpenaje», organizarse; para

los «Votantes deferentes», perder su respeto a la autoridad;

124

Page 130: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

para los «prósperos», ser también «militantes»; para los «cle­

ricales», atacar; para las esposas trabajadoras e inmigrantes

de primera generación, tomar la posición de vanguardia, etc.

En el diagrama de abajo, hemos tratado de reforzar este argu­

mento (que creemos que sigue directamente la concepción de

Gramsci de la hegemonía y el corporativismo) al bosquejar

una posible parte de las estrategias de negociación, conflicto

y subordinación. Esto es sólo para motivos ilustrativos -su

valor yace en el hecho de que incluye, dentro de una tipología,

estrategias que pertenecen a los polos más o menos

adaptativos del espectro, estrategias desarrolladas dentro y

fuera de la institucionalización formal de la lucha de clases-.

Un repertorio de negociaciones y respuestas

"La nación "Una "Los dos "El camino "Igualdad "Militancia'", "Subversión"',

naturalmente naciónw lados de la par lamen- ante la ley" "extremismo", •anarquía•

conservadora" industria" tario'" "exigir un

recate por la

nación"

Voto de W.C., Membresía Voto laboral "La le( Poder de Sectas de

deferencia vecindarios de sindicato enlace sindical izquianla

Conservadores "Nosotros" Conciencia Laborismo Delincuencia •Economicismo Políticas

de la clase contra sindical criminal "mi6tante revolucionarias

trabajadora "ellos"

(rdalsa conciencia>>) (rrrepresión noma/izada») (rrrespuestas

anormales») {rramenazas al Estado»)

125

Page 131: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

f. La respuesta sub cultural

Podemos volver, ahora, a la cuestión acerca de las

«subculturas». Las subculturas de la clase trabajadora, suge­

rimos, toman forma en el nivel de relaciones sociales y cultu­

rales de clase de las clases subordinadas. En sí mismas, no

son solamente construcciones «ideológicas». Ellas, también,

ganan espacio para la juventud: espacio cultural en los vecin­

darios e instituciones, tiempo real para el esparcimiento y la

recreación, espacio verdadero en las calles y esquinas. Sirven

para «marcar» y apropiarse territorio en las localidades. Se

focal izan en las ocasiones claves de la interacción social: el

fin de semana, el boliche, el viaje del feriado bancario, la no­

che en el «Centro», el «estar por ahí haciendo nada» de las

tardes en los días de semana, el partido del sábado. Se agru­

pan alrededor de locaciones particulares. Desarrollan ritmos

específicos de intercambio, relaciones estructuradas entre

miembros: jóvenes y viejos, experimentados y novatos,

estilizados y convencionales. Exploran los «intereses focales»

centrales a la vida interna del grupo: las cosas que se «hacen

siempre» y las que no se hacen, un set de rituales sociales

que sostienen subterráneamente la identidad colectiva y los

define como un grupo y no como una mera colección de indi­

viduos. Adoptan y adaptan objetos materiales -bienes y po­

sesiones- y los reorganizan dentro de distintos estilos que ex­

presan la colectividad de su ser-en-tanto-grupo. Estas preocu­

paciones, actividades, relaciones, materiales, se corporizan en

rituales de relaciones y movimiento. A veces, el mundo es mar­

cado, lingüísticamente, mediante nombres o un argot que clasi­

fica el mundo social exterior a ellos en términos significativos

sólo desde la perspectiva del grupo y se mantiene en esos lími­

tes. Esto, además, los ayuda a desarrollar, por delante de las

actividades inmediatas, una perspectiva sobre el futuro inme­

diato -planes, proyectos, cosas para hacer para llenar el tiem-

126

Page 132: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

po, esfuerzos ... -. Ellas también son concretas, formaciones

sociales identificables, construidas como una respuesta colec­

tiva a la experiencia material y situada de su clase.

Aunque no «ideológicas», las subculturas tienen una di­

mensión ideológica; y, en la problemática situación del perío­

do de posguerra, este componente ideológico se hace más

prominente. Al tomar a su cargo la «problemática de clase»

del particular estrato del que han sido extraídas, las diferentes

subculturas proveyeron para una sección de los jóvenes de

clase trabajadora (fundamentalmente varones) una estrategia

para negociar su existencia colectiva. Pero su forma altamen­

te ritualizada y estilizada sugiere que también fueron intentos de soluciones para esa experiencia problemática: una resolu­

ción que, al emplazarse fundamentalmente en un nivel simbó­

lico, tenía destino de fracaso. La problemática de la experien­

cia de una clase subordinada puede ser «vivida», negociada o

resistida; pero no puede ser resuelta a ese nivel ni por esos

medios. No hay una «carrera subcultural» para los chicos de

clase trabajadora, ni una «solución» en el entorno subcultural

para problemas marcados por las experiencias estructurantes

claves de la clase.

No hay «solución subcultural» para el desempleo, la

compulsiva desventaja educacional, los trabajos sin salida ni

futuro, la rutinización y especialización del trabajo, la baja paga

y la pérdida de saberes de la juven~ud de la clase trabajadora.

Las estrategias subculturales no alcanzan ni responden a las

dimensiones estructurantes emergiendo en este período para

su clase como un todo. Por ello, cuando las subculturas de

posguerra se encargan de las problemáticas de su experiencia

de clase, regularmente lo hacen de manera tal que reproducen

los vacíos y discrepancias entre las negociaciones reales y las

«resoluciones» simbólicamente desplazadas. Ellas «resuelven»,

aunque de manera imaginaria, problemas que en el nivel mate­

rial concreto permanecen inalterados. Así, la expropiación de

127

Page 133: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Sutx:ulturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

.._los «Teddy boys» de un estilo de vestimenta de clase alta

«cubre» el vacío entre carreras largamente manuales, no cali­

ficadas o cuasi lúmpenes, y la experiencia de «todo-arreglado­

y-sin-donde-ir» de un sábado a la tarde. Con su expropiación y

fetichización del consumo y el estilo en sí mismo, los «Mods»

cubren el vacío entre el interminable fin de semana y la reanu­

dación de lunes del aburrido trabajo. Así también es como, en

la resurrección de la forma de un arquetípico y «simbólico»

(aunque, de hecho, anacronístico) tipo de vestimenta de «cla­

se trabajadora», en el ambiente desplazado del partido de fút­

bol y la ocupación de lugares en los partidos, los skinheads

reafirman, aunque «imaginariamente», el valor de la clase, la

esencia de un estilo, un tipo de fanatismo al que muy pocos

adultos de clase trabajadora todavía suscriben: ellos re-pre­

sentan un sentimiento de territorialidad y localidad que los

planificadores y especuladores están rápidamente destruyen­

do: declaran como vivo y coleando un juego que está siendo

comercializado, profesionalizado y espectacularizado. «los

skins mandan, OK?». Muy bien. Pero «en la ideología los hom­

bres expresan, de hecho, no las relaciones reales entre ellos y

sus condiciones de existencia, sino la manera en la que viven

la relación entre ellos y sus condiciones de existencia; esto

presupone tanto una real como una «imaginaria», «vivida»

relación. la ideología es, entonces ... la (sobredeterminada)

unidad de la relación real y la relación imaginaria ... que expre­

sa una voluntad ... una esperanza, una nostalgia, antes que

describir una realidad» (Aithusser, 1969: 233-234).

las subculturas de la clase trabajadora son una respuesta

a una problemática que la juventud comparte con otros miem­

bros de la cultura de clase de los padres. Pero la clase estruc­

tura la experiencia del adolescente de esa problemática de

distinta manera. Primero, localiza al joven, en una etapa

formativa de su desarrollo, en un entorno material y cultural

particular, en relaciones y experiencias distintivas. Estas pro-

128

Page 134: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

veen los marcos culturales esenciales a través de los cuales

esa problemática adquiere sentido para la juventud. Esta «SO­

cialización» de la juventud hacia una identidad de clase y po­

sición opera particularmente a través de dos agencias «infor­

males»: la familia y el vecindario. Familia y vecindario son las

estructuras específicas que forman, a la vez que enmarcan, el

temprano pasaje de la juventud hacia una clase. Por ejemplo,

los roles y responsabilidades de acuerdo con el sexo caracte­

rísticos de una clase son reproducidos, no sólo a través del

lenguaje y las charlas con la familia, sino a través de la

interacción diaria y el ejemplo. En el vecindario, patrones de

socialidad comunal son incrustados parcialmente a través de

la estructura de interacciones entre los niños chicos y los más

grandes. (Howard Parker, 1974, ha comentado acerca del rol

del fútbol callejero como una manera en la que los chicos más

pequeños «aprenden» un tipo distintivo de sociabilidad de cla­

se.) Estos contextos íntimos también aluden al mundo exte­

rior para los jóvenes. Por ello es que los distantes pero inmi­

nentes mundos del trabajo o las relaciones cara a cara con la

autoridad (quien cobra la renta, oficiales del condado, seguri­

dad social, la policía) son reapropiados ampliamente a través

de los amigos y las relaciones. A través de estas redes

formativas, las relaciones, distancias, interacciones, orienta­

ciones al mundo más amplio y sus tipos sociales son delinea­

dos y reproducidos en la juventud.

La clase también, en líneas generales, estructura las opor­

tunidades en la vida del joven individuo. Determina, en térmi­

nos de probabilidades estadísticas de clase, la distribución de

«logros» y «fracasos». Establece ciertas orientaciones cruciales

hacia carreras en educación y trabajo -produce las notoria­

mente «realistas» expectativas de los chicos de clase trabaja­

dora sobre las oportunidades futuras-. Enseña las maneras de

relacionarse y negociar con la autoridad. Por ejemplo, la dis­

tancia social, deferencia, ansiedad y hasta la vestimenta de

129

Page 135: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

los padres en los encuentros con maestros escolares puede

confirmar o reforzar la experiencia de la escuela como parte

esencialmente de un mundo externo y extraño.

Estos son sólo algunos de los muchos caminos en los que

la manera en la que la juventud se inserta dentro de la cultura

de una clase sirve también para reproducir, dentro de la juven­

tud, las problemáticas de esa clase. Pero, sobre y por encima

de estas situaciones de clase compartidas, hay algo privilegia­

do sobre la específica experiencia generacional de la juven­

tud. Fundamentalmente, esto es debido al hecho de que los

jóvenes se encuentran con la problemática de su cultura de

clase en distintos conjuntos de instituciones y experiencias

que aquellos de sus padres; y, cuando los jóvenes se encuen­

tran con las mismas instituciones, lo hacen en puntos

crucialmente diferentes en sus carreras biográficas.

Podemos identificar estos aspectos de «especificidad

generacional» en relación con las tres principales áreas de la

vida que apuntamos anteriormente: educación, trabajo y es­

parcimiento. Entre las edades de cinco y dieciséis, la educa­

Ción es la esfera institucional que tiene el impacto más soste­

nido e intensivo sobre las vidas de los jóvenes. Es la «primor­

dial realidad» imponiéndose a sí misma sobre la experiencia,

entre otras cosas debido al hecho de no poder ser (fácilmente)

eludida. Por contraste, los miembros mayores de la clase se

enfrentan a la educación de varias, indirectas y distanciadas

maneras: a través de experiencias recordadas («las cosas han

cambiado» hoy por hoy), a través de ocasiones especiales y

mediadas -juntas de padres, etc.-, y a través de las interpre­

taciones que los jóvenes dan de sus experiencias escolares.

En el área del trabajo, la diferencia es tal vez menos obvia,

en tanto que jóvenes como viejos se enfrentan a circunstan­

cias, arreglos institucionales, organizaciones y situaciones

ocupacionales similares. Pero dentro de esto permanecen di­

ferencias cruciales. Los jóvenes se enfrentan al problema de

130

Page 136: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

elegir y conseguir empleos, de aprender tanto la cultura for­

mal como la informal del trabajo -toda la dificultosa transición

de la escuela al empleo-. Ya hemos observado cómo el cam­

bio en estructuras ocupacionales de ciertas áreas e industrias

puede dislocar la evolución tradicional de la estructura «fami­

lia-trabajo-carrera», haciendo así la transición aún más difícil.

Para los miembros más viejos de la clase, el trabajo se ha

convertido en un aspecto relativamente rutinario de la vida;

han aprendido las identidades ocupacionales y las culturas del

trabajo, incluyendo estrategias para sobrellevar los problemas

que acarrea trabajar -métodos para «aguantar»-.

En un contexto más amplio, los jóvenes tienden a ser más

vulnerables a las consecuencias del creciente desempleo que

los trabajadores mayores: en las estadísticas de desempleo a

fines de los sesentas, quienes abandonaban la escuela sin

calificación laboral tenían dos veces más chances de estar

desempleados que otros trabajadores mayores y no califica­

dos. A esto hay que sumarle el hecho de que el desempleo

tiende a ser experimentado diferencialmente en diferentes eta­

pas de la «carrera» ocupacional.

Finalmente, el esparcimiento debe ser visto como un área

significativa de la vida para la clase. Como observara Marx:

el trabajador por lo tanto sólo se siente a sí mismo fuera de su

trabajo, y en su trabajo se siente fuera de sí. Se siente en casa

cuando no está trabajando y cuando trabaja no se siente a

gusto. Su labor por lo tanto no es voluntaria sino coaccionada:

es trabajo forzado. No es por lo tanto la satisfacción de una

necesidad; es meramente el medio para satisfacer una necesi­

dad externa a él. (1964: 110-111)

En el esparcimiento de la clase trabajadora vemos muchos

de los resultados de aquel «socavamiento» de la sociedad dis­

cutido más arriba. Esparcimiento y recreación parecen haber

131

Page 137: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

proveído un espacio más negociable que la estrictamente dis­

ciplinada y controlada situación laboral. La clase trabajadora

se ha impregnado a sí misma de manera indeleble en muchas

áreas de esparcimiento y recreación masivas. Estas forman

una parte importante de la cultura corporativa y son centrales

para la experiencia e identidad cultural de la clase como un

todo. Sin embargo, hay grandes diferencias en las maneras en

las que los adultos y la gente joven de clase trabajadora expe­

rimentan y consideran el esparcimiento. Estas diferencias se

intensificaron en los cincuenta y sesenta, con el crecimiento

del «consumidor adolescente» y la reorganización del consu­

mo y la provisión del esparcimiento (tanto comercial como no

comercial) a favor de un rango de bienes y servicios

específicamente diseñados para atraer a una clientela juvenil.

Esta esparcida disponibilidad y alta visibilidad de la Cultura

Joven estructuró la esfera del esparcimiento de maneras

crucialmente diferentes para los jóvenes. La equiparación de

juventud con consumo y esparcimiento rearregló e intensificó

ciertas orientaciones parentales de larga data; por ejemplo,

respecto del especial y privilegiado significado de «tiempo li­

bre» y respecto de la «juventud» como un período para «pa­

sarla bien mientras podés» -la «ultima aventurilla»-. Este

reacomodo de actitudes dentro de la clase, en conjunción con

presiones para remodelar y redistribuir los patrones de espar­

cimiento juvenil desde fuera, sirvieron para remarcar -de he­

cho, para fetichizar- el significado de esparcimiento para los

jóvenes. Así, la juventud no sólo encontró esparcimiento en

diferentes instituciones características de sus padres (cafés,

discos, clubes juveniles, locales de toda la noche, etc.): estas

instituciones se presentaron poderosamente a los jóvenes como

distintas del pasado, en parte por ser tan despreocupadamen­

te juveniles.

Aquí comenzamos a ver cómo ciertas fuerzas, trabajando a

través de la clase, pero diferencialmente experimentadas de

132

Page 138: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

acuerdo con las generaciones, pueden haber creado las bases

para generar una mirada -un tipo de conciencia- específica

de la posición etaria: una conciencia generacional. También

podemos ver exactamente por qué esta «conciencia», aunque

formada por la situación de clase y las fuerzas que trabajan

dentro de ella, puede sin embargo haber tomado la forma de

una conciencia aparentemente separada de, no relacionada

con, de hecho pasible de ser puesta contra su contenido y

contexto de clase. Aunque podemos ver cómo y por qué esta

especie específica de «conciencia generacional» puede surgir,

el problema no se resuelve al simplemente pretender una vez

más que no existe -esto es, reasignando a la juventud una

simple identidad y conciencia basadas en la clase-. Esto sería

simplemente reaccionar de más contra la «conciencia genera­

cional». Hemos sugerido que, aunque una verdadera «con­

ciencia generacional» sirvió, sin ser consciente de ello, para

reprimir y oscurecer la dimensión de clase, tenía un «núcleo

racional» en la experiencia misma de los jóvenes de clase tra­

bajadora del período; en la especificidad de las instituciones

en las que se encontraron los cambios de posguerra, y, sobre

todo, en la manera en la que esta esfera tomó nueva forma

debido a cambios en el mercado de esparcimiento. También

puede haberse localizado en otras experiencias materiales de

los jóvenes de la clase en el período. Una «conciencia genera­

cional» es pasible de haber sido más fuerte entre los sectores

de la juventud que son móviles hacia arriba y hacia afuera

respecto de la clase trabajadora -por ejemplo, el «chico beca­

do» de Hoggart-. Los cambios ocupacionales y educacionales

del período llevaron a un aumento en estos caminos de movi­

lidad limitada. El camino hacia arriba, a través de la educa­

ción, lleva a un enfoque especial en la escuela y el sistema

educativo como el principal mecanismo de avance: es esto lo

que «hace la diferencia» entre padres que se quedan donde

estaban e hijos que avanzan hacia arriba. Incluye a la persona

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Page 139: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

joven evaluando la cultura dominante positivamente y sacrifi­

cando la cultura de los padres -aun cuando esto es acompa­

ñado de un marcado sentimiento de desorientación cultural-.

Su experiencia e identidad se basarán alrededor de la movili­

dad -algo específico a su generación, antes que al sobrade­

terminante poder de la clase-. Uno de los argumentos que

apoya esta avanzada de la «conciencia generacional» sobre el

chico becado es, precisamente, su insularidad cultural -el hecho

de que toda su carrera es diferente de la mayoría de sus pa­

res-. El grupo de pares es, por supuesto, una de las bases

reales y continuas para las identidades colectivas organizadas

alrededor del foco de la «generación». Pero una sensación de

distinción generacional puede también fluir desde el aislamiento

de un individuo, desde el involucramiento en actividades de

grupo o pares que, si bien distintivas de la juventud, clara­

mente son comprendidas como formando una suerte de apren­

dizaje cultural de la cultura de clase «paterna». Este tipo de

aislamiento puede ser el resultado de factores biográficos -por

ejemplo, la imposibilidad de entrar al equipo local de fútbol

cuando el fútbol es la principal actividad grupal de pares; o ser

un miembro de un grupo familiar relativamente «cerrado»-.

Una persona joven, que por las razones que sean falla en su

empresa de atravesar este aprendizaje de cultura de clase,

puede ser más vulnerable a la indirecta experiencia de grupo

de pares que es fácilmente accesible mediante la comerciali­

zación de la cultura joven, donde la audiencia como un todo

sustituye al verdadero grupo de pares por un único, vasto y

simbólico «nuestra generación».

La «conciencia generacional» tiene entonces raíces en la

experiencia real de la juventud de la clase trabajadora como

un todo. Pero tomó una forma peculiarmente intensa en las

subculturas de posguerra que fueron severamente demarca­

das -entre otros factores- por la edad y la generación. La

juventud se sintió y experimentó a sí misma como «diferen-

134

Page 140: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

te», especialmente cuando esta diferencia estaba inscrita en

actividades e intereses en los que la edad principalmente pro­

veía el pasaporte. Esto no significa necesariamente que un

«sentido de clase» era por ello negado. Los skinheads, por

ejemplo, eran claramente conscientes tanto clasista como

generacionalmente. Como ha sugerido Cohen, «la subcultura

es [ ... ] una solución comprometida, entre dos necesidades

contradictorias: la necesidad de crear y expresar autonomía y

diferencia con los padres ... y la necesidad de mantener ... la

identificación parental que los soporta» (Cohen, 1972: 26).

Es a la formación de estas subculturas generacionalmente dis­

tintivas a la que nos abocamos ahora.

g. Fuentes del estilo

La pregunta por el estilo, particularmente por el estilo

generacional, es clave para la formación de estas subculturas

de posguerra. (El tema es tratado en profundidad luego en el

ensayo sobre Estilo, aquí simplemente se repasan los puntos

principales.) Lo que nos ocupa aquí es, primero, cómo los ele­

mentos de «clase» y «generacionales» interactúan en la pro­

ducción de distintos estilos de grupo; segundo, cómo los mate­

riales disponibles a los grupos son construidos y apropiados en

la forma de una respuesta cultural visiblemente organizada.

La juventud de clase trabajadora habita, como sus padres,

un entorno específico, estructural y cultural definido por el

territorio, cosas y objetos, relaciones y prácticas sociales e

institucionales. En términos de redes de amistades y paren­

tesco, la cultura informal del vecindario y las prácticas articu­

ladas alrededor de ellos, los jóvenes ya están localizados en la

cultura parental. También se encuentran con la cultura domi­

nante, no en sus distantes, remotas, poderosas y abstractas

formas, sino en las que, junto con otras instituciones, median

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Page 141: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

entre la cultura dominante y la subordinada, y por lo tanto

pernean esta última. Aquí, para los jóvenes, la escuela, el

trabajo (desde trabajos de sábado en adelante), el esparci­

miento, son las instituciones clave. De casi igual importancia

-para los jóvenes, sobre todo- son las instituciones y agen­

cias públicas de control social: la escuela cumple esta fun­

ción, pero, junto a ella, una variedad de instituciones, desde

las «coercitivas-duras» como la policía, a las variantes «sua­

ves» -jóvenes trabajadores sociales-.

Es en la intersección entre la localizada cultura parental y

las instituciones mediadoras de la clase dominante que sur­

gen las subculturas. Muchas formas de adaptación, negocia­

ción y resistencia, elaboradas por la cultura «parental» en su

encuentro con la cultura dominante, son tomadas a préstamo

y adaptadas por los jóvenes en su encuentro con las institu­

ciones mediadoras de previsión y control. Al organizar su res­

puesta a estas experiencias, las subculturas de clase trabaja­

dora toman algunas cosas principalmente de la cultura parental:

pero las aplican y transforman a las situaciones y experiencias

características de su propia y distintiva vida de grupo y expe­

riencia generacional. Aun cuando las subculturas juveniles han

parecido más distintivas, diferentes, estilísticamente divergen­

tes de los adultos y otros miembros de grupos de pares de su

propia cultura «parental», han desarrollado ciertas perspecti­

vas que se muestran claramente estructuradas por la cultura

parental. Podemos pensar aquí en la recurrente organización

alrededor de actividades colectivas (la «mentalidad de gru­

po»); o el acento en la «territorialidad» (que se observa tanto

en Skinheads como en Teddy Boys); o las particulares con­

cepciones de masculinidad y dominio masculino (reproduci­

das en todas las subculturas juveniles de posguerra). La cultu­

ra «parental» ayuda a definir esos amplios, históricamente lo­

calizados «intereses focales». Ciertos temas que son claves

para la «cultura parental» son reproducidos en este nivel una

Page 142: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

y otra vez por las subculturas, aun cuando intentan ser, o son

vistas como, «diferentes».

Pero también hay «intereses focales» más inmediatos, co­

yunturales, específicos de la juventud y su situación y activida­

des. En el global, la literatura sobre subculturas juveniles de pos­

guerra ha negado el primer aspecto (que comparte con la cultura

«parental») y remarcado exageradamente lo que es distintivo

(los «intereses focales» de los grupos juveniles). Pero este se­

gundo elemento -que es, una vez más, generacionalmente es­

pecífico- debe ser tomado siempre seriamente. Se nutre tanto

de los materiales disponibles para el grupo para la construcción

de identidades subculturales (vestimenta, música, habl.a) como

de sus contextos (actividades, costumbres, lugares, paseos, sa­

lidas, partidos de fútbol, etc.). El tratamiento periodístico espe­

cialmente ha tendido a aislar las cuestiones, a expensas de su

uso, de cómo son tomadas y adaptadas, de las actividades y

espacios a través de los cuales estas son puestas en acción, de

las identidades de grupos y perspectivas que imprimen un estilo

en cosas y objetos. Mientras nos tomamos seriamente la signifi­

cancia de objetos y cosas para una subcultura, desfetichizarlas

debe ser también parte de nuestro análisis.

Las distintas subculturas juveniles han sido identificadas

por sus posesiones y sus objetos; la corbata y la chaqueta

aterciopelada de los Teds, el corte prolijo, los abrigos y los

scooters de los Mods, los jeans manchados, esvásticas y motos

ornamentadas de los motoqueros, las botas y cabezas pela­

das de los skinheads, los trajes de Chicago y el maquillaje de

los seguidores de Bowie, etc. Y aun así, a pesar de su visibili­

dad, las cosas simplemente apropiadas y llevadas (o escucha­

das) no hacen un estilo. Lo que hace un estilo es la actividad

de estilización -la activa organización de objetos con activida­

des y una perspectiva, que produce una identidad de grupo

organizada en la forma de una coherente y distintiva manera

de «ser en el mundo))-. Phil Cohen, por ejemplo, ha tratado de

137

Page 143: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

llevar el énfasis de las cosas a los modos de construcción

simbólica a través de los cuales el estilo es generado en las

subculturas. Él identificó cuatro modos para la generación de

estilo subcultural: vestimenta, música, ritual y argot. Mientras

que no queremos limitar los «sistemas simbólicos» a estos

cuatro, y encontrando difícil aceptar la distinción (entre me­

nos pero más «flexibles») que el autor hace, encontramos este

énfasis en la generación grupal menos conveniente que la ins­

tantáneamente estereotipada asociación entre objetos-bienes

y grupos, común en el uso periodístico.

Las subculturas de clase trabajadora no podrían haber exis­

tido sin una base económica real: el crecimiento salarial en el

período «afluente», pero, más importante, el hecho de que los

ingresos aumentaban más rápidamente para los adolescentes

que para los adultos en la clase trabajadora, y que mucho de

este era «ingreso utilizable» (utilizado para esparcimiento y

gasto no obligatorio). Pero el ingreso por sí mismo no hace

tampoco un estilo. Las subculturas no podrían haber existido

sin el crecimiento de un mercado de consumo que apuntaba

específicamente a la juventud. Las nuevas industrias juveniles

proveyeron los materiales en crudo, los bienes; pero no pro­

dujeron, y fallaron al intentarlo, muchos ni muy auténticos o

duraderos estilos en el sentido profundo. Los objetos estaban

allí, disponibles, pero eran usados por los grupos en la cons­

trucción de estilos distintivos. Pero esto significaba no sim­

plemente recogerlos, sino activamente construir un estilo con

una específica selección de bienes y cosas. Y esto frecuente­

mente involucraba (como intentamos mostrar en algunas de

las selecciones de nuestra sección Etnográfica) subvertir y

transformar esas cosas, de sus usos y significados dados a

otros. Todos los bienes tienen un uso social y por ello un

significado cultural. Sólo debemos mirar al lenguaje de las

mercaderías -la publicidad-, donde, como observa Barthes,

no hay algo como un simple «sweater»: sólo hay un «sweater

Page 144: Resistencia a Traves de Rituales

r Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

para paseos otoñales en el bosque», o un «sweater para rela­

jarse en casa los domingos», o un «sweater para vestimenta

casual», y así (Barthes, 1971). Las mercancías son, también,

signos culturales. Han sido investidas por la cultura dominan­

te con significados, asociaciones, connotaciones sociales.

Muchos de esos significados parecen fijos, o «naturales», pero

esto es sólo porque la cultura dominante se los ha apropiado

tan fuertemente para su uso que los significados que le atribu­

ye a los bienes han venido a aparecer como el único significa­

do que pueden expresar. De hecho, en los sistemas cultura­

les, no hay tal cosa como un «sentido natural». Los objetos y

bienes no tienen un significado. «Significan» sólo porque han

sido tratados, de acuerdo con el uso social, dentro de códigos

culturales de significado que les asignan sentidos. El bombín,

traje oscuro de raya diplomática y el paraguas redondo no

son, en sí mismos, la «sobriedad» y «respetabilidad» del hom­

bre burgués en el trabajo. Pero tan poderoso es el código

social que rodea a los bienes que sería difícil para un chico de

clase trabajadora ir a trabajar así ataviado, sin aspirar a dar

una imagen «burguesa» o simplemente mofándose de la ima­

gen. Este ejemplo trivial muestra que es posible expropiar, así

como apropiarse de, los significados culturales que parecen

«naturalmente» tener los objetos; o, al combinarlos con algu­

na otra cosa (el traje con medias brillantes rojas o zapatillas de

correr blancas, por ejemplo), cambiar o influir sobre su signifi­

cado. Es porque los significados de las mercancías están so­

cialmente dados -Marx llamaba a las mercancías «jeroglíficos

sociales»- que su sentido puede ser socialmente alterado o

reconstruido. El interior de los hogares de clase trabajadora,

descritos por, digamos, Roberts (1971) o Hoggart (1958), re­

presentan un «retrabajo» tal que, por medio del mismo, a las

cosas se les imprimen nuevos significados, asociaciones y

valores que las expropian del mundo que se los proveía y las

relocalizan dentro de la cultura de la clase trabajadora.

139

Page 145: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

La juventud de clase trabajadora necesitaba dinero para gastar

en bienes, objetos y actividades expresivos -el mercado con­

sumidor de posguerra tenía una clara infraestructura económi­

ca-. Pero ni el dinero ni el mercado pudieron dictar totalm&nte

qué grupos usaban qué cosas para decir o significar algo sobre

sí mismos. Esta resignificación se conseguía de diferentes ma­

neras. Una era infligir significados dados mediante la combina­

ción de elementos tomados de otro sistema de significados,

dentro del código cultural diferente, generado por la subcultura

misma. Otra manera era modificar, por adición, elementos que

habían sido producidos o usados por un grupo social distinto

(como las modificaciones a la vestimenta eduardiana de los

Teddy Boys, discutidas más adelante por Tony Jefferson). Otra

manera era intensificar o exagerar o aislar un significado y de

esa manera cambiarlo (la «fetichización» del consumo y la apa­

riencia por los Mods, discutida por Dick Hebdige; o la elongación

de los zapatos de punta de estilo Italiano; o la actual

«masificación» de los triangulares sacados de los cuarenta).

Una manera más era combinar formas de acuerdo con un len­

guaje o código «secreto», del cual sólo los miembros del grupo

poseían la clave (por ejemplo, el argot de muchos grupos

subculturales o desviados; el lenguaje Rasta de los rudies ne­

gros). Estas son sólo algunas de las muchas maneras en las

que las subculturas utilizaban los materiales y mercancías del

«mercado juvenil» para construir estilos significativos y una

apariencia para sí mismos.

Mucho más importantes eran los aspectos de la vida grupal

que estos objetos apropiados debían reflejar, expresar y reso­

nar. Es este efecto recíproco, entre las cosas que un grupo

usa y las perspectivas y actividades que estructuran y definen

su uso, el principio generativo de la creación estilística en una

subcultura. Esto involucra a los miembros de un grupo en la

apropiación de objetos particulares que son, o pueden ser he­

chos, «homólogos» a sus intereses focales, actividades, es-

Page 146: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

tructura de grupo y autoimagen colectiva -objetos en los que

pueden ver sus valores centrales expresados y sostenidos (esto

es discutido más profundamente más adelante, en el capítulo

sobre Estilo)-. La adopción por los Skinheads de borceguíes,

jeans y cabezas rapadas era «significativa» en términos de la

subcultura sólo porque estas manifestaciones externas reso­

naban y articulaban las concepciones skinhead de masculini­

dad, «rudeza» y «carácter de clase trabajadora». Esto signifi­

caba negociar, sobrepasar o inclusive incorporar de manera

positiva muchos de los significados negativos que, en el códi­

go de la cultura dominante, estaban asociados a estas cosas:

la imagen de conscripto de la cabeza rapada, la imagen del

trabajo, la ropa fuera de estilo, y así. Los nuevos significados

emergieron porque los pedazos que fueron tomados o revivi­

dos fueron puestos en un nuevo y distintivo ensamble estilístico, pero también porque los objetos simbólicos -vesti­

menta, apariencia, lenguaje, ocasiones rituales, estilos de

interacción, música- eran utilizados para formar una unidad

con las relaciones, situaciones, experiencias del grupo: la cris­

talización en una forma expresiva, que de esa manera define

la identidad colectiva del grupo. Los aspectos simbólicos no

pueden, entonces, ser separados de la estructura, experien­

cias, actividades y perspectivas de los grupos como formacio­

nes sociales. El estilo subcultural está basado en la infraes­

tructura de las relaciones, actividades y contextos grupales.

Este registro de la identidad, situación y trayectoria grupal

en un estilo visible consolida al grupo, que pasa de ser una

entidad vagamente conformada a una fuertemente unida; y

distingue al grupo, idiosincrásicamente, de otros grupos simi­

lares y disímiles. De hecho, como todas las demás construc­

ciones culturales, el uso simbólico de objetos para consolidar

y expresar una coherencia interna fue, en el mismo momento,

un tipo de oposición implícita a (cuando no una activa y cons­

ciente contradicción con) otros grupos en contra de los cuales

141

Page 147: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

su identidad era definida. Este proceso llevó, en nuestro perío­

do, a la distintiva visibilidad de aquellos grupos que llevaban

la «solución subcultural» a sus límites en este camino estilístico.

Tuvo también profundas consecuencias negativas en la

categorización, estereotipado y estigmatización, a su vez, de

aquellos grupos por parte de los guardianes, empresarios mo­

rales y definidores públicos sociales, y de la cultura de control

social en general.

Es importante subrayar una vez más que las subculturas

son sólo una de las distintas respuestas que los jóvenes pue­

den tomar frente a la situación en la que se encuentran. Ade­

más de indicar el rango y la variación de las opciones disponi­

bles para la juventud, debemos agregar un esquema tentativo

que nos ayude a hacer clara la distinción que hacemos entre

la posición de la juventud y las opciones culturales a través de

las cuales las respuestas son organizadas.

Podemos distinguir, gruesamente, entre tres aspectos: es­

tructurales, culturales y biográficos (para un desarrollo de este

esquema y su aplicación a la situación de la juventud negra, ver

el extracto de 20 años, más adelante). Por estructuras com­

prendemos el conjunto de posiciones y experiencias socialmen­

te organizadas de la clase en relación con instituciones y es­

tructuras más importantes. Estas posicjones generan un con­

junto de relaciones y experiencias comunes de las cuales accio­

nes significativas -tanto colectivas como individuales- son

construidas. Las culturas son el rango de las respuestas social­

mente organizadas a estas condiciones sociales y materiales

básicas. Aunque las culturas forman, para cada grupo, un con­

junto de tradiciones -líneas de acción heredadas del pasado-,

los medios mediante los cuales las identidades individuales e

historias de vida son construidas en base a las experiencias

colectivas. Las biografías reconocen este elemento de indivi­

duación en los caminos que las vidas individuales toman a tra­

vés de estructuras colectivas y culturas, pero no deben ser

142

Page 148: Resistencia a Traves de Rituales

r Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

concebidas ni como completamente individuales ni como com­

pletamente flotantes. Las biografías cortan caminos en, y a

través de, los espacios determinados de las estructuras y cultu­

ras en las que los individuos están localizados. Aunque no he­

mos podido, aquí, lidiar de manera completamente adecuada

con el nivel de la biografía, insistimos en que las mismas sólo

hacen sentido en términos de estructuras y culturas a través de

las cuales el individuo se construye a sí mismo.

h. El surgimiento de las contraculturas

En este punto, hemos lidiado exclusivamente con las cultu­

ras juveniles de la clase trabajadora. Y hay algunos problemas

al decidir si podemos hablar de subculturas de clase media de la

misma manera y dentro del mismo tipo de marco teórico. Sin

embargo, no solamente el período de posguerra ha sido testigo

del surgimiento de distintos tipos de «movimientos expresivos»

entre jóvenes de clase media, diferentes de la cultura de la

escuela o «estudiantil» del período de preguerra, sino que, a

medida que nos acercamos a los setentas, estas han atraído, si

algo, más atención pública -y reacción- que sus contrapartes

de clase trabajadora. Apuntamos, por supuesto, no sólo al cre­

ciente involucramiento de la juventud de clase media con la

cultura popular comercializada del esparcimiento, asociada a la

«cultura joven», sino a la aparición de otros grupos subculturales:

el movimiento hippie, las variadas subculturas «desviadas» de

la droga, gays y de abandono de la sociedad tradicional; los

elementos de revuelta cultural en los movimientos estudiantiles

de protesta, etc. Más significativa es la amplia desafiliación

cultural de grandes sectores de jóvenes de clase media -el

fenómeno de la contracultura-. Esto, a su vez, ha sido puesto

en relación con la radicalización y politización (y despolitización)

general de algunos estratos de la juventud de clase media.

143

Page 149: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Debemos hacer notar algunos elementos estructurales cla­

ros en las respuestas de la juventud de distintas clases. Las

subculturas de clase trabajadora son estructuras colectivas cla­

ramente articuladas -muchas veces, casi patotas-. La contra­

cultura de clase media es más difusa, menos centralmente gru­

pada, más individualizada. La última precipita, típicamente, no

el entorno más definido de las subculturas, sino el más difuso

de la contracultura. Las subculturas de clase trabajadora repro­

ducen una clara dicotomía entre aquellos aspectos de la vida

grupal todavía bajo control total de las instituciones dominan­

tes o de las «parentales» (familia, escuela, hogar, trabajo), y

aquellos enfocados en las horas libres -el esparcimiento, la

asociación de grupos de pares-. El entorno de la contracultura

de clase media mezcla y borra las distinciones entre tiempo y

actividades «libres» y «necesarios». De hecho, se distingue pre­

cisamente por su intento de explorar «instituciones alternati­

vas» a las centrales de la cultura dominante: nuevos patrones

de vida, de vida familiar, de trabajo, y hasta «no-carreras». La

juventud de clase media sigue siendo más numerosa que sus

pares de clase trabajadora «en la etapa transicional». Típica­

mente, la juventud de clase trabajadora se apropia del ambien­

te que la rodea, construye distintas actividades de esparcimien­

to de acuerdo al entorno dado -la calle, el vecindario, el campo

de fútbol, la playa, los boliches, el cine, los bares-. La juventud

de clase media tiende a construir enclaves en los intersticios de

la cultura dominante. Donde la anterior representa una apropia­

ción del «gueto», esta hace un éxodo del mismo. Durante el

pico de la contracultura, en los sesenta, las contraculturas de

clase media formaron un embrión de «sociedad alternativa»,

proveyendo a la contracultura con una base institucional subte­

rránea. Aquí, la juventud de cada clase reproduce la posición

de las clases «parentales» a las que pertenece. La cultura de

clase media puede permitirse el espacio y la oportunidad para

que secciones de la misma «se abran» de circulación. La juven-

144

Page 150: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

tud de clase trabajadora es persistente y consistentemente es­

tructurada por el ritmo dominante de la alternativa entre sába­

do a la noche y lunes a la mañana.

El contenido oposicional objetivo de las subculturas de la

clase trabajadora se expresa a sí mismo socialmente. Es por

ello que muchas veces es asimilado por la cultura de control a

formas tradicionales de «delincuencia de clase trabajadora»,

definida con «Hooliganismo» o vandalismo. La contracultura

toma una forma política e ideológica más explícita. Articula su

oposición a los valores e instituciones dominantes -aun cuan­

do, como frecuentemente ha ocurrido, esto no toma la forma

de una respuesta abiertamente política-. Aun cuando las

subculturas de clase trabajadora son agresivamente conscien­

tes de clase, esta dimensión tiende a ser reprimida por la cultu­

ra de control, que los trata como «delincuentes típicos». Aun

cuando las contraculturas de clase media son explícitamente

antipolíticas, su tendencia objetiva es tratada como, potencial­

mente, política.

La contracultura de clase media es una aparición de media­

dos de los sesenta y luego, antes que de los cincuenta. Sólo

unos pocos del sector más intelectual de la juventud estaban

involucrados con la contraparte inglesa del movimiento beat.

El estilo pos-beat, tipo «On the road» 20 , prevalecía alrededor y

dentro de la Campaña por el Desarme Nuclear y el movimiento

pacifista de fines de los cincuenta -el período beatnik/pacifis­

ta, asociado con el revival de la música folk de Bob Dylan-.

Los hippies de fines de los sesenta fueron la más distinguida

de las contraculturas de clase media. Su influencia cultural en

este sector de la juventud fue inmensa, y las raíces de mu­

chos valores contraculturales todavía pueden ser rastreadas

en el movimiento hippie. Los hippies ayudaron a que todo un

20 N. del T.: el autor hace referencia al título de tal vez la obra más impor­tante del «movimiento», On the road, de Jack Kerouac, publicada en 1957.

145

Page 151: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

entorno subcultural cuasi bohemio llegara a existir, formaron

estilos, vestimentas, actitudes, música y demás. Las institu­

ciones alternativas subterráneas emergieron básicamente de

esta matriz. Pero la cultura hippie rápidamente se deshizo en

varias aristas -heads, freaks, gente de la calle, etc.-. Alimen­

tó tanto a las subculturas «marginales» como a las de las

drogas en el período. Permeó la cultura estudiantil y ex-estu­

diantil. Estuvo atravesada entonces por influencias que iban

desde elementos más políticos dentro de los jóvenes de clase

media -el movimiento estudiantil de protesta, trabajo social

radical, acciones comunitarias grupales, crecimiento de sec­

tas de izquierda, y demás-. Todas estas tendencias llegaron a

una fusión parcial en el período entre 1967 y 1970 -el pico de

la contracultura-. Esta formación también se había partido en

distintas direcciones. Las más distintivas son, por un lado, vía

las drogas, el misticismo y la «revolución del estilo de vida»,

la de una cultura alternativa utópica; por otro lado, vía la ac­

ción comunitaria, de protesta y las metas libertarias, la de

unas políticas más activas. Lo que tenemos aquí, en definiti­

va, es una matriz de distintas vertientes, conexiones y diver­

gencias dentro de un amplio pero definido entorno contracul­

tural, antes que (con la excepción de las subculturas de la

droga y sexuales) una secuencia de subculturas de clase me­

dia claramente definidas.

Tanto las subculturas de clase trabajadora como las con­

traculturas de clase media son vistas, por los guardianes mo­

rales y por la cultura dominante, como indicadoras de una

«crisis de autoridad». La «delincuencia» de una y la «desafilia­

ción» de la otra dan cuenta de cierta debilidad en los vínculos

que hacen al lazo social, así como en las instituciones forma­

tivas que se ocupan de la formación de los primeros como

esforzados trabajadores, respetuosos de la ley y respetables

ciudadanos de clase obrera, y de los segundos como sobrios,

profesionales e individuales ciudadanos burgueses. Esto im-

Page 152: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

plica una transgresión en, si no una ruptura de, la reproduc­

ción de las relaciones de clases, de sus culturas e identidades,

así como una pérdida de peso en la consideración de los «más

antiguos y respetables». La diferencia es que mientras en el

primer caso se trata de un debilitamiento del control sobre la

clase subordinada, en el segundo se trata de una crisis entre

la juventud de la clase dominante. Como ha remarcado Gramsci,

cuando se da cuenta de una «Crisis de autoridad», «Se trata

precisamente de la crisis de la hegemonía o de una crisis ge­

neral del Estado».

Julie Mitchell ha argumentado:

Cada clase tiene aspectos de su propia cultura que son relati­

vamente autónomos. El hecho está ilustrado por frases como

«cultura de la clase trabajadora», «cultura de gueto», «cultura

inmigrante», etc., y por la ausencia de la frase «cultura de

clase media». Hablamos de las costumbres de la clase media,

de sus hábitos y maneras, pero no de una «cultura>>. No pen­

samos en la «cultura de clase media» como algo separado -es

simplemente la cultura general, global, en la cual estamos in­

sertos y aislados de otras culturas-. Sin embargo, esta hege­

monía cultural por parte del pensamiento burgués no es un par

absoluto junto a la dominación económica por parte de la clase

capitalista. (Mitchell, 1971: 33)

Las contraculturas de clase media encabezaban un disenso

respecto de su propia y dominante cultura parental. Su

desafiliación era principalmente ideológica y cultural. Dirigie­

ron sus ataques fundamentalmente contra aquellas institucio­

nes que reproducían las relaciones ideológico-culturales domi­

nantes -la familia, la educación, los medios, el matrimonio, la

división sexual del trabajo-. Estos son los aparatos que manu­

facturan el lazo social e internalizan el consenso. «Las muje­

res, hippies, grupos juveniles, estudiantes y colegiales; todos

147

Page 153: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

cuestionan las instituciones que los han formado y tratan de

erigir sus anversos ... » (Mitchell, 1971: 32). Ciertamente, al­

gunos de estos grupos apuntan a una inversión sistemática, a

un dar vuelta simbólico, de toda la ética burguesa. Empujando

hacia los extremos tendencias contradictorias de la cultura,

procuran subvertirla, pero desde dentro y mediante una nega­

ción. «Sus aspiraciones libertarias surgen como negación de

la cultura tradicional: una desublimación metodológica»

(Marcuse: 1969). Esta negación de una cultura dominante pero

desde el interior de la misma puede dar cuenta de las conti­

nuas oscilaciones entre dos extremos: la crítica total y -en el

reverso- la incorporación substancial. Así se da una «dialécti­

ca negativa» profundamente ambigua.

Una vez más, este movimiento emergente entre la juven­

tud de clase media debe ser localizado, en primer lugar, en la

dinámica y las contradicciones peculiares, en este período, a

la cultura de clase media de sus padres. Las clases medias

también se han visto afectadas por la creciente división del

trabajo bajo la moderna producción capitalista. Hemos visto el

crecimiento de los trabajadores de cuello blanco y de un estra­

to de gerentes de bajo rango, el crecimiento de nuevas profe­

siones que acompañan a las viejas, un crecimiento de la clase

media no comercial y administrativa asociada al Estado de

Bienestar, un nuevo estrato conectado con la revolución de

las comunicaciones, la gestión y el marketing. Estos son aque­

llos a quienes Gramsci llama «la inteligentzia orgánica» del

capitalismo moderno -grupos que se caracterizan por su «Ca­

pacidad directiva y técnica», su rol como organizadores, a lo

largo de toda la esfera de la producción, «de masas de hom­

bres ... de la seguridad de los inversores ... de la tranquilidad

de los consumidores respecto a sus productos, etc.» (Gramsci,

1971: 5)-. Escuelas y universidades son los instrumentos «a

través de los cuales son elaborados intelectuales de varios

niveles ... mientras más extensa es el área cubierta por la edu-

• 1

Page 154: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cación y más numerosos los niveles verticales de la escolari­

dad, más complejo es el mundo cultural. .. » (!bid.). La expan­

sión en la educación fue, por lo tanto, central respecto de los

cambios en la composición, carácter y problemática de esta

clase. De ahí que una crisis entre la juventud de esta clase se

exprese a sí misma, específicamente, como una crisis en los

aparatos educacionales e ideológicos.

La relación entre los estratos intelectuales y el mundo de la

producción es «,mediado' por toda la fábrica social y por el

complejo de superestructuras» (!bid.). La cultura del hombre

burgués, con sus intrincadas represiones y frenos emociona­

les, su tiempo regulado para contenerse y largarse, su com­

promiso con la ética protestante del trabajo, la carrera, el lo­

gro competitivo y el individualismo progresivo, a la ideología

de la privacidad familiar y al ideal de domesticidad, forma un

rico y complejo tejido en torno al desarrollo del modo de pro­

ducción. Pero, en tanto el capitalismo se movió, tras la gue­

rra, hacia un modelo más avanzado técnicamente, corporati­

vo, apuntado a la diversificación del consumo, este tejido cul­

tural fue erosionado. Comenzaron a aparecer fisuras críticas

en este complejo superestructura!. La reorganización de pos­

guerra de la vida técnica y productiva de la sociedad y el

intento fallido por estabilizar el modo de producción en este

nivel más «adelantado» tuvieron un impacto desestabilizador

y desviante sobre la cultura de clase media.

Muchos hábitos de pensamiento y sentimiento, muchos pa­

trones de relaciones ya establecidos en la cultura de clase me­

dia, fueron perturbados por la agitación cultural que acompañó

a esta «revolución inacabada». Esto no se debió solamente a

que las clases medías -«columna vertebral de la nación»- que­

daron súbitamente expuestas al hedonismo controlado de la

«ideología de la afluencia». Fue, más fundamentalmente, por­

que el cambio en el modo en que estaba organizada la produc­

ción requirió y provocó una expansión cualitativa en las fuerzas

149

Page 155: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de la «producción mental», una revolución en la esfera de la

conciencia moderna. El aprovechamiento del poder productivo

del Capital necesitaba no sólo nuevas habilidades sociales y

técnicas, nuevas estructuras políticas, sino un ciclo de consu­

mo más recurrente y formas de conciencias más en sintonía

con los ritmos del consumo, así como con las nuevas capacida­

des productivas y distributivas del sistema. «El capitalismo avan­

zado es imposible sin una expansión paralela del 'cerebro' so­

cial y sus nervios y comunicaciones ... » (Nairn, 1968: 159).

Una forma de producción de bienestar más grande implicó en­

tonces una reformulación de la propia conciencia: apuntó a la

producción del tipo de inteligencia social que Marx una vez

predijo «regularía la reproducción y el crecimiento del bienes­

tar>>, a la vez que el tipo de falsa conciencia que encuentra su

apogeo en el espectacular «fetichismo de la mercancía».

Este era un mundo totalmente diferente -resquebrajado,

contradictorio- para la tradicional clase media, formada en y

por una ética más antigua, «protestante». El capitalismo avan­

zado requería ahora no ahorro, sino consumo; no sobriedad,

sino estilo; no gratificaciones a largo plazo, sino inmediata

satisfacción de necesidades; no bienes que durasen, sino co­

sas que fuesen prescindibles: una vida con swíng antes que

un estilo de vida sobrio. El evangelio del trabajo era duramen­

te opuesto a una vida crecientemente enfocada en el consu­

mo, el placer y el entretenimiento. La represión sexual y los

ideales de la domesticidad consagrados por las familias de

clase media no podían sobrevivir fácilmente al crecimiento de

la «permisividad». Naturalmente, las clases medias tuvieron

miedo ante esta erosión de todo su estilo de vida; y cuando la

clase media tiene miedo, conjura demonios de la nada. La vida

tradicional de clase media, imaginaban, estaba siendo minada

por una conspiración entre los intelectuales progresistas, los

liberales, los pornógrafos y la contracultura. El hecho es que

esta cultura tradicional estaba siendo desarticulada, en primer

Page 156: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

lugar y más profundamente, no por enemigos de una clase

exterior, sino por cambios internos que surgían directamente

de las necesidades del propio sistema productivo. Mucho an­

tes de que comenzaran las campañas contra la moral sexual

represiva, esa moral había sido erosionada y minada por, por

ejemplo, el lenguaje de la publicidad masiva, con su agresiva

explotación de contenidos pseudosexuales. Naturalmente, la

vieja ética era confrontada no en nombre de una liberación

total, sino sólo en nombre de aquellas necesidades que po­

dían ser satisfechas por mercancías. Marcuse, profunda y

acertadamente, localizó este alejamiento controlado de la éti­

ca de clase tradicional hacia una permisividad basada en el

consumo, como una desublimación represiva (Marcuse, 1964).

En tanto la moralidad tradicional de clase media estaba articu­

lada en torno a la sublimación represiva, esta desublimación

controlada fue profundamente perturbadora.

Gradualmente, ha emergido una puja entre la burguesía

tradicional -más precisamente, la pequeña burguesía- y las

clases medias más progresivas y modernas. Pero, ante la pri­

mera corriente de afluencia, los guardianes del ideal de clase

media primero encontraron un quiebre en la figura de la «ju­

ventud»: primero, la de la clase trabajadora, y, después, la

suya propia. En nombre de la sociedad, resistieron su hedo­

nismo, su narcisismo, su permisividad, su búsqueda de grati­

ficaciones inmediatas, su antiautoritarismo, su pluralismo moral,

su materialismo: todos definidos como «amenazas» a los va­

lores sociales que surgían tanto de los jóvenes aspirantes de

la clase trabajadora como de la juventud de clase media mal

formada y mal sociabilizada. Malinterpretaron la crisis al inte­

rior de la cultura dominante como una crisis contra la cultura

dominante. Fallaron (como así también muchos miembros de

la contracultura) en ver el quiebre cultural, en su modo pertur­

bador y traumático, como una profunda adaptación a las nue­

vas bases del sistema productivo.

151

Page 157: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

«Puede ser cierto que los sistemas sociales más avanzados de

nuestra propia era sean atrapados por conflictos dialécticos impre­

decibles que nacen de ellos mismos y que amenazan su estabili­

dad interna» (H. Aitken, citado en Nairm, 1968: 158). Las

contraculturas nacieron en este quiebre cualitativo al interior de la

cultura dominante: en la cesura entre las viejas y las nuevas va­

riantes de la ética dominante. Pero, por cierto tiempo, la juventud

apareció, en tanto fenómeno, como su representante más agresi­

vo y visible. La respuesta, característicamente, tuvo dos lados.

Los tradicionalista lamentaron las crisis de autoridad, la pérdida de

puntos de referencia estables característicos de las antiguas cul­

turas de clase. El estrato de clase media progresista incentivó,

incorporó y explotó comercialmente este hecho. La Cultura Juve­

nil fue la primera «forma fenomenal» de la crisis cultural. Aunque

la revuelta de la juventud de clase media no estaba contenida por

este marco adaptativo, su trayectoria posterior debe mucho a su

punto de partida ambivalente situado entre dos mundos morales

de un mismo sistema: esto es, a su posición paradójica en la

transición desigual e incompleta del capitalismo.

Si pensamos en la «revuelta de clase media» en su fase más

pura y contracultural, aunque mucho de lo que la encarnó fue

abiertamente antagónico a los valores sagrados de la clase me­

dia tradicional, algunos de sus objetivos fueron, objetivamente,

profundamente adaptativos respecto del sistema en ese mo­

mento de transición. «Una de las funciones principales de las

revueltas radicales ... es engendrar nuevas ideas, técnicas, acti­

tudes y valores que son requeridos por una sociedad en desa­

rrollo, pero que los propietarios de sus superestructuras son

incapaces de llevar a cabo por sí mismo en tanto su posición

social está inevitablemente atada al statu quo» (Silber, 1970:

11). Los valores alternativos, disfuncionales respecto de la «ética

protestante», deben formar el puente necesario, resistido y

contradictorio entre las viejas estructuras y la controlada

resublimación del capitalismo posprotestante.

152

Page 158: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Las culturas hegemónicas, de todos modos, nunca son li­

bres para reproducirse y mejorarse a sí mismas sin contradic­

ciones y resistencias. El capitalismo moderno puede haber

requerido un nuevo ethos ideológico-cultural para su supervi­

vencia, pero el pasaje de lo viejo a la nuevo fue traumático -e

incompleto-. Una crisis en la cultura dominante es una crisis

en la formación social como todo. Por supuesto, las oposicio­

nes y resistencias asumirán diferentes formas (ver Raymond

Williams, 1973). Movimientos que parecían opositores pue­

den ser meramente sobrevivientes, restos del pasado (por ejem­

plo, algunos aspectos del «pastoralismo» contracultural). Al­

gunos pueden ser simplemente «alternativas» -lo nuevo per­

maneciendo junto a lo viejo-. Marcuse ha observado que «lo

simple, la negación elemental, la antítesis ... la denegación in­

mediata» frecuentemente dejan «a la cultura tradicional, al

arte ilusionista, intactos» (Marcuse, 1969: 4 7). Otros son

verdaderamente «emergentes»; aunque también deben pujar

contra redefiniciones e incorporaciones por parte de la cultura

dominante. Movimientos que son simplemente alternativos

pueden provocar una reacción violenta que los desarrolle in­

ternamente y los fuerce a volverse verdaderamente más opo­

sitores. Pueden volverse emergentes; o ser redefinidos y ab­

sorbidos, dependiendo de la coyuntura histórica en la que sur­

jan. La contracultura de clase media de posguerra nos presen­

ta un panorama así de confuso e irregular.

Algunos aspectos de esta avanzada cultural eran, clara­

mente, adaptativos e incorporables. Las contraculturas lleva­

ron a cabo una importante tarea a favor del sistema al innovar

y experimentar con nuevas formas sociales que terminaron

por darle mayor flexibilidad. En muchos aspectos, la revolu­

ción de los estilos de vida fue un puro, simple y furioso suce­

so comercial. En cuanto a vestimentas y estilos, la contracultura

exploró, en su pequeña escala artesanal y en formas capitalis­

tas de producción y distribución vanguardísticas, cambios en

153

Page 159: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

el gusto que las cadenas de consumo masivo tomaron a su

favor. Lo mismo puede decirse de la música y el negocio del

entretenimiento, a pesar de los esfuerzos hechos aquí para

crear redes de distribución realmente alternativas. «Permisivi­

dad planificada» y escándalo organizado, asuntos en base a

los que la prensa organizada sobrevivió durante años, aunque

indignante para los guardianes de la moral, no pusieron al

sistema de rodillas. De todos modos, las publicaciones y pelí­

culas comerciales se volvieron más permisivas. Los revivals

místico-utópicos y cuasi-místicos eran más de doble filo: ten­

dieron a darle a la cultura un carácter anticientífico poco re­

flexionado y, por lo tanto, excesivamente ideológico -la idea

de que «la revolución está en la cabeza», aquella otra según la

cual «la juventud es una clase», o que Woodstock es «una

nación», o, en las inmortales palabras de Jerry Rubins, que «la

gente debería hacer lo que mierda sea que quiera» (Silber,

1970: 58). El nuevo individualismo de «hacé lo tuyo», cuando

se lo considera en sus formas más extremas, no se parece a

otra cosa que a una caricatura disparatada del individualismo

pequeñoburgués más tradicional.

Sin embargo, esto no acaba con los contenidos opositores.

A un nivel muy simple, su emergencia marcó el fracaso de la

cultura dominante para ganar la adhesión de un sector de sus

«mejores y más brillantes». La desafiliación respecto de los

objetivos, estructuras e instituciones de las «sociedad normal»

fue muy amplia. Aquí, las contraculturas dieron lugar, a fin de

cuentas, a un espacio social y cultura de respiro -un hiato en la

reproducción de las relaciones culturales- en el cual se llevó a

cabo una desafiliación más profunda. Fue roto el molde de la

cultura dominante. La «desublimación represiva» es un peligro­

so fenómeno de dos caras. Cuando se rompen los códigos de la

cultura tradicional y nuevos impulsos sociales son liberados,

los mismos son imposibles de ser completamente contenidos.

Se abre la puerta a la permisividad y sigue una profunda libera-

154

Page 160: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ción sexual. Se asienta el slogan de «libertad» y alguna gente le

da unos tonos y contenido revolucionarios inimaginados. Se

desarrollan los medios de comunicación y la gente gana acceso

a contenidos que no estaban dirigidos a ella. «Las ideologías

cultivadas a fines de lograr el control último del mercado ... son

de índole tal que pueden ser revertidas en sus propios térmi­

nos ... el culto a 'ser fiel a tus propios sentimientos' se vuelve

peligroso cuando esos sentimientos no son ya los que la socie­

dad querría que uno sienta» (Mitchell, 1971: 31 ). De hecho,

tan pronto como la contracultura empieza a tomar estos nue­

vos slogans como valor de cambio, estos son transformados

en sus opuestos. Aunque la naturaleza de esta inversión se

mantenga central, ideológica y culturalmente -«superestructu­

ralmente»-, la subversión sistemática de la ética tradicional da

a la contracultura una fuerza objetivamente opositora que no es

completamente absorbible -y no fue completamente absorbi­

da-. Un asalto sostenido contra la estructura ideológica de la

sociedad es un momento de gran contradicción; especialmente

si ocurre en sociedades que dependen crecientemente de sus

instituciones formadoras de conciencia tanto para lograr con­

senso como para mantener el control social del proceso pro­

ductivo. Esto representa un quiebre en el «sistema nervioso

central» de la sociedad (Nairm, 1968: 156). Este quiebre no

sólo «saca a la luz las contradicciones», convirtiendo la aliena­

ción privada en un «problema manifiesto en las calles». Tiende

a -y así ocurrió- desencadenar los «poderes de la violencia

estatal que están siempre ahí como trasfondo y soporte» (Mit­

chell, 1971: 32). Y la represión o, más bien, «esta relación

entre la quietud del consenso y la brutalidad de la coerción»,

endurece la línea entre la «permisividad» y lo inaceptable, crea

solidaridades, instala las contraculturas como una zona libre

semipermanente, y lleva aun más lejos la incipiente tendencia

hacia la politización. En el período 1968-1972, muchos secto­

res de la contracultura cayeron en recorridos «alternativos» y

155

Page 161: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

soluciones utópicas. Pero otros avanzaron hacia formas más

duras, definidas, intensas y prolongadas para sus políticas de

protesta, activismos, comunidades de acción, luchas libertarias

y, finalmente, para la búsqueda de una convergencia con la

política de las clases trabajadoras.

La subsiguiente evolución de la contracultura de clase me­

dia es una historia demasiado compleja como para ser desen­

trañada aquí. La contracultura, con su floreciente prensa alter­

nativa e instituciones, se ha fragmentado, difuminado, aunque

no ha desaparecido. La interpenetración de modos de vida y

valores alternativos que cargan con politicidades radicales es

un hecho que se sigue dando. Ciertos temas de la contracultura

han estimulado y provocado la organización de oposiciones y

repudios por parte de la sociedad (las drogas, la pornografía).

Otros temas han llevado a nuevos tipos de política: Jos frentes

de liberación de las mujeres y Jos gays, por ejemplo. La experi­

mentación utópica con modos alternativos de vivir -comunas y

colectividades- continúa tanto entre sectores de Jos segmen­

tos políticos y «pospolíticos». Muchos individuos se han aleja­

do más o menos permanentemente o se han despreocupado de

Jos medios y espacios contraculturales. Muchos han sido reclu­

tados por grupos de izquierda y sectas. Otros se han volcado al

activismo comunitario o al trabajo s~cial radical. Algunos han

preservado la esencia del ideal libertario, pero redefiniéndolo en

términos mucho más políticos -hay contraculturas orientadas

a tendencias «libertarias», anarcosindicalistas, marxistas-. En

general, esta convergencia parcial entre contraculturas de clase

media y políticas radicales ha sido sobredeterminada por un

cambio del control cultural hacia modos más autoritarios, por

la concurrencia de crisis políticas y económicas y, por sobre

todas las cosas, por el resurgir, especialmente tras 1972, de

unas clases trabajadoras políticamente vigorosas, tanto des­

de los sectores industriales como de los no industriales (ver

diagrama).

Page 162: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

La trayectoria general de la juventud de clase media es

igualmente difícil de estimar. lrwin Silber ha argumentado que

«la clase trabajadora entiende, en cierto nivel instintivo, que

la 'revolución cultural' no es ninguna revolución. Lejos de libe­

rar al trabajador de la realidad de la explotación capitalista,

sólo lo dejará indefenso ante el enemigo de clase. El trabaja­

dor reconoce ... que esta 'revolución cultural' es sólo un elitismo

de clase media apenas disfrazado, una filosofía encabezada

por aquellos elementos de la sociedad que todavía pueden

encontrar soluciones individuales parciales ante las realidades

de la opresión de clase. La falta de seguridad económica que

caracteriza al trabajador no le permite esos actos de liberación

individual que se reflejan en estilos de vida con onda ... » (Silber,

1970: 26). Pero esta recapitulación subestima tanto la pro­

fundidad del quiebre efectuado tanto por la revolución cultural

como la economía de la resistencia de la clase trabajadora.

Marcuse ha argumentado que «en el dominio del capitalismo

corporativo, los dos factores históricos de transformación, el

subjetivo y el objetivo, no coinciden: son predominantes en

grupos distintos y antagónicos» (Marcuse, 1969: 56). Pero

esto, a su vez, implica subestimar la profundidad de la crisis

económica en el capitalismo, y plantea una división simple

entre «la base humana del proceso de producción» (los traba­

jadores) y «la conciencia política de la joven inteligentzia in­

conformista», que es insostenible y carece de dialéctica

(Marcuse: 1969: /bid.). Sin embargo, no deja de ser verdad

que esta convergencia no ha tenido lugar en ninguna parte.

Donde sobreviven los auténticos valores e intereses

contraculturales, aparecen como divergentes respecto de los

valores y estrategias de las clases medias y de las clases tra­

bajadoras. En esta discrepancia, las subculturas de clase me­

dia revelan su carácter de clase transicional y su posición des­

plazada, y articulan el quiebre de los eventos posteriores a

1968 con las estructuras tradicionales.

157

Page 163: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Sulx:utturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Clase media tradicional Contracultura Clase trabajadora esta tus estilo clase

familia nuclear comuna familia amplia carrera sin carrera 1 derecho a no trabajo

trabajar pro-negocios anti-negocios y anti-unión pro-unión

hogar "pad", lugar para hogar acostarse

área residencial enclave vecindario trabaio 1 esparcimiento trabaio es esparcimiento trabalo 1 esparcimiento representación formal participación democracia formal

elitismo ausencia de liderazgo democracia formal cívico 1 privado lo personal es lo público público 1 privado

educación pública de escuela libre y educación pública masiva grado 1 escuela privada desescolarización

club escena club alta cultura la vida es arte cultura de masas alta costura "boutique" cadena comercial

consumo de alto nivel anti-consumo consumo masivo materialista anti-materialista materialista moderación libertad represión sobriedad actitud libertaria respetabilidad

adaptarse a los roles trascender los roles ne_g_ociar los roles masculino 1 femenino quebrar las barreras de masculino 1 femenino

género individualismo posesivo individualismo fraternal colectivismo

En un nivel, las contraculturas de clase media -como las

subculturas de clase trabajadora- también intentaron -en un

nivel «imaginario»- trabajar fuera o a través de una contradic­

ción o problemática en sus situaciones de clase. Pero, en tan­

to habitan una cultura dominante (aunque no obstante en un

modo negativo), están estratégicamente ubicadas (en modos

en que las subculturas de clase trabajadora no lo están) para

generalizar una contradicción interna para la sociedad como

un todo. Las contraculturas surgieron de cambios en las «rela­

ciones reales» de su clase: representaron una ruptura al inte-

Page 164: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

rior de la cultura dominante que luego fue vinculada con una

crisis de hegemonía de la sociedad civil y, en última instancia,

del Estado mismo. Es en este sentido que las contraculturas

de clase media, comenzando a desarrollarse al interior de las

clases dominantes, se han vuelto una fuerza emergente de

ruptura para toda la sociedad. Su fuerza ya no es contenida

por su origen. Por el contrario, extendiendo y desarrollando su

«práctica crítica» de la cultura dominante, ejercida desde una

posición de privilegio al interior de la misma, han llegado a

ocupar, encarnar y expresar muchas de las contradicciones

del propio sistema. Naturalmente, la sociedad no puede ser

reconstruida «imaginariamente» desde ese punto. Pero esto

no da fin a la emergencia de sus potenciales. Ellas prefiguran,

anticipan, anuncian -aunque de modos incompletos, diagra­

máticos y utópicos- la emergencia de formas sociales. Estas

nuevas formas están enraizadas en la propia base productiva

del sistema, aunque, cuando llegan sólo al nivel de las contra­

culturas, estamos en lo correcto al considerar que su madura­

ción en la matriz de la sociedad es aún incompleta. Las con­

traculturas prefiguran, entre otras cosas, la naturaleza cre­

cientemente social de la producción moderna, así como dan

cuenta de las formas -ya pasadas de moda- sociales, políti­

cas y actuales en las que actualmente esta producción está

confinada. La contracultura llega, en los mejores casos, a mi­

tad de camino en el recorrido de hacer manifiestas estas con­

tradicciones de clase. Algunos analistas sugieren que esto se

aprecia más claramente en lo que Marcuse ha denominado «la

nueva sensibilidad». Nairn apunta, en el mismo sentido, a la

prefiguración de un nuevo tipo de «individuo social». Habla de

la promesa de que «la 'juventud' puede por primera vez asu­

mir un significado que no sea estrictamente biológico, un sen­

tido social positivo, como la portadora de aquellas presiones

en el cuerpo social que prefiguran una nueva sociedad y no la

reproducción de la de siempre» (Nairm, 1968: 172-173). Es-

159

Page 165: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tos complejos significados del surgimiento de las contracultu­

ras no pueden ser desarrollados aquí -para empezar, porque,

históricamente, sus trayectorias no han finalizadas-. Lo que

ellas hicieron fue poner estas preguntas en la agenda política.

Las respuestas están en otra parte.

i. La respuesta social a la juventud

Como ya hemos insinuado, la sociedad dominante no se

sentó calmamente a un costado del período a mirar a las sub­

culturas en juego. Lo que empezó como una respuesta de

perplejidad confusa -representado por la simplificadora frase

«la brecha generacional»- se volvió, a través de los años, una

lucha intensa, intensificada. En los cincuenta, la «juventud»

vino a simbolizar el punto más avanzado del cambio social:

«juventud» era empleada como metáfora para el cambio so­

cial. Las tendencias más extremas en una sociedad cambiante

fueron identificadas por la sociedad, que tomó sus orientacio­

nes de lo que la juventud estaba «por hacer»: la juventud era

la vanguardia -de la sociedad venidera desclasada, pospro­

testante, consumista-. Este desplazamiento de las tensiones

provocadas por el cambio social en la «juventud» fue una

maniobra ambigua. El cambio social era generalmente visto

como benéfico («nunca la tuviste mejor»); pero también como

erosionando los hitos tradicionales y minando el orden sagra­

do y las instituciones de la sociedad tradicional. Fue, desde un

principio, acompañado por sentimientos de ansiedad social

difusa y dispersa. Los límites de la sociedad estaban siendo

redefinidos, sus contornos morales redibujados, sus relacio­

nes fundamentales (sobre todo, aquellas relaciones de clase

que durante tanto tiempo dieron una estabilidad jerárquica a

la vida inglesa) transformadas. Como a menudo ha sido re­

marcado (Cfr. Erikson, 1966; Cohen, 1973, etc.), los movi-

Page 166: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

mientas que perturban los contornos normativos de una so­

ciedad marcan el inicio de tiempos problemáticos -especial­

mente para aquellos sectores de la población que han hecho

un pacto insoslayable con la continuación del statu quo-. Los

«tiempos problemáticos», cuando la ansiedad social está ex­

tendida pero falla en encontrar una expresión pública o políti­

ca organizada, dan origen al desplazamiento de la ansiedad

social en chivos expiatorios conveniente para los grupos. Este

es el origen del «pánico moral» -una espiral en la que los

grupos sociales que ven amenazada su posición y mundo iden­

tifican un «enemigo responsable» y emergen como los guardia­

nes vociferantes de los valores tradicionales: empresarios mo­

rales-. No es sorprendente, entonces, que la juventud se vuel­

va el foco de esta ansiedad social -su objeto desplazado-. En

los cincuenta, y nuevamente en los tempranos sesenta, los

grupos juveniles más visibles e identificables estaban involu­

crados en eventos dramáticos que gatillaban «pánicos mora­

les», centrando, de forma desplazada, la riña de la sociedad

con ella misma. Eventos ligados al surgimiento de los Teds y,

más tarde, tos motoqueros y los Mods, precipitaron tos páni­

cos morales clásicos. Cada evento era visto como significan­

do, en un microcosmos, un problema social más amplio o pro­

fundo -el problema de la juventud como un todo-. En esta

crisis de autoridad, la juventud juega ahora el rol de síntoma y

chivo expiatorio. Los «pánicos morales» de este orden estaban principal­

mente enfocados hacia la «juventud de clase trabajadora».

Las subculturas organizadas ajustadamente-Teds, Mods, etc.­

representaban sólo los blancos más visibles de esta respues­

ta. Junto a esto, debemos recordar la forma en que la juven­

tud se puso en conexión, en los disturbios de 1958 en Notting

Hill, con aquel otro tema oculto y desplazado de la preocupa­

ción racial; y la ansiedad general sobre la creciente delincuen­

cia, el ritmo creciente del crimen juvenil, el pánico sobre la

Page 167: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

violencia en las escuelas, el vandalismo, las peleas de pandi­

llas y los Hooligans en el fútbol. La respuesta a este proceso y

a otras manifestaciones de la «juventud» tomó una variedad

de formas: desde modificaciones al Servicio de Juventud y la

extensión de las agencias de trabajo social, pasando por el

prolongado debate respecto de la declinación en la influencia

de la familia, las medidas drásticas para el absentismo y la

indisciplina en las escuelas, hasta los comentarios del Juez en

el juicio entre Mods y Rockers, que no fueron nada mejor que

los «Sawdust Caesars»21 • Las olas de pánico moral alcanza­

ron nuevas alturas con la aparición de los Skinheads que se

basaban en el territorio, los disturbios en el fútbol y la destruc­

ción de propiedades del ferrocarril.

A esto se sumó, a mediados de los sesenta, una serie de

«pánicos morales» de un nuevo tipo, esta vez enfocados alre­

dedor de la juventud de clase media y la «permisividad». Los

grupos juveniles de clase trabajadora eran vistos como un sín­

toma de un malestar civil más profundo. Pero los grupos de

clase media, con su desafiliación pública, su ataque ideológi­

co a la «sociedad recta», su incesante búsqueda de placer y

gratificación, etc., fueron interpretados como acción, más

consciente y deliberada, para minar la estabilidad social y moral:

la juventud, ahora, como los agentes activos de la ruptura

social. La primera ola de reacción social en esta área se crista­

lizó alrededor de asuntos sociales, morales y culturales: dro­

gas, sexualidad, libertinaje, pornografía, la corrupción de la

juventud -los temas clave de la «revolución permisiva»- (esto

produjo, en respuesta, el primer «contragolpe» antipermisivo

organizado contra los guardianes morales -la Sra. Whitehouse,

el Informe Longford, el Festival de la Luz, SPUC, etc.-). La

segunda ola se cristalizó alrededor de la «politización» de esta

contracultura -protestas estudiantiles, la nueva política de las

21 Grupo Mod más poderoso o reconocido en Londres.

Page 168: Resistencia a Traves de Rituales

r Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

calles, demostraciones, etc.-. Aquí, la «juventud» era catalo­

gada, no sólo como el agente consciente del cambio, sino

como impulsora deliberada de la sociedad hacia la anarquía: la

juventud como la minoría subversiva. Y ahora la Ley, que ha­

bía sido movilizada de tanto en tanto, en su forma rutinaria

«normal», a lidiar con los Hooligans y el vandalismo, era intro­

ducida al juego de un modo más formal y activo. Este giro

dentro de la cultura de control, desde una indignación infor­

mal y una cruzada moral a la coacción formal y el control

legal, tuvo orígenes más amplios (que no podemos tratar aquí:

ver la Secciones de Ley y Orden del estudio aún no publicado

sobre Patoteo, CCCS). Pero vino a cargar pesada y directa­

mente sobre la juventud: la sucesión de procesos y acciones

legales (los juicios de OZ e IT, los arrestos de figuras promi­

nentes de la contracultura por posesión de drogas, el caso del

Pequeño Libro Escolar Rojo, las «limpiezas» de droga y porno­

grafía instituidas por la policía, etc.) eran correspondidos con

los controles legales igualmente dramáticos contra el ala más

politizada de la juventud (el juicio de Garden House, los juicios

de Peter Hain y los manifestantes de Springbok Tour, el juicio

de Angry Brigade y el uso extendido de cargos conspirativos).

Cuando esto se coloca junto al aumento en la actividad de la

policía y la Rama Especial, la extensión de la ley a las relacio­

nes industriales, huelgas y piquetes, los casos de los cinco

estibadores y los piquetes de Shrewsbury, toma sentido, des­

de 1970 en adelante (no sorpresivamente, acorde al retorno

del gobierno de Heath al poder), hablar de un cambio cualita­

tivo en el carácter y las actividades de la cultura de control,

un movimiento cortante a favor de la «clausura» -el nacimien­

to de la sociedad de «la Ley y el Orden»-. Aunque la juventud

no era, en este clima polarizante, bajo ninguna circunstancia

el único objeto de los ataques y el control, continuó proveyen­

do uno de los pivotes de las campañas públicas más organiza­

das y orquestadas. En estas campañas, los políticos, los jefes

Page 169: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de policía, los jueces, la prensa y los medios unieron sus ma­

nos y su voz con Jos guardianes morales en tomar medidas

duras sobre la «juventud» y la «sociedad permisiva». El

afilamiento del control en ningún lugar era tan evidente como

en las actividades de la policía y las cortes, los juzgados loca­

les, concejales y residentes, contra la juventud negra -un pá­

nico moral que se rindió, en 1972-1973, a la conspiración del

miedo al «Patoteo»-. (Pero, de hecho, desde 1969 en adelan­

te, aproximadamente, la comunidad negra, y especialmente la

juventud negra, está siendo constantemente asediada por la

policía en las áreas de guetos.)

La contradicción de esta respuesta de «control» a la juven­

tud no debe ser abandonada. En los cincuenta, la prensa

publicitaba y patrocinaba a los «Teds» en el mismísimo mo­

mento en que las mangueras de bombero eran usadas para

controlar las muchedumbres que hacían cola para ver «Rack

Around The Clock». Los «Mods» aparecían, simultáneamen­

te, en la corte y en la página principal de los suplementos «de

color». El día del enfrentamiento entre Mods y Rockers coinci­

día con la explosión de la moda Mod, con la «toma de poder»

de los estilos «mod» de los Kings Road y el nacimiento de

«Swinging London». Los Hippies impulsaban su marcha

floreada a través de la pantalla televisiva hasta los centro de

adictos. Mick Jagger era llevado en helicóptero, virtualmente

derecho desde Old Bailey para reunirse con figuras venerables

del Establishment para discutir sobre el estado del mundo.

Hay una reflexión continua, y característicamente de doble

cara, en la prensa intelectual sobre el destino y fortuna de la

música comercial en este período. No podemos examinar aquí

tampoco las raíces de esta ambivalencia, aunque esperamos

haber dicho lo suficiente para indicar que las dos caras de la

reacción social a la juventud -publicidad patrocinante e imita­

ción versus ansiedad social y escándalo- tenían sus raíces en

una crisis social y cultural más profunda. Sin embargo, a me-

Page 170: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

dida que la desafiliación de la juventud de clase trabajadora se

volvió más pronunciada, de forma más tradicionalmente «de­

lincuente», la contracultura se tornó organizada y politizada,

otros tipos de disenso político (especialmente desde el movi­

miento organizado de clase trabajadora) tomaron gran visibili­

dad y, sobre todo, el primera arrebato de «prosperidad» eco­

nómica dio lugar a la crisis y el estancamiento económico, la

gloria se marchitó. Cada vez que la sociedad de «la Ley y el

Orden» salía de campaña -como hizo con creciente frecuen­

cia a finales de los sesenta y en los setenta- algún sector de

la juventud permanecía cerca del centro de la preocupación

social y del control social. Aun, mirado a lo largo del periodo

completo, es difícil estimar firmemente si el «ataque» declara­

do contra la juventud fue de mayor o menor significación que

la tendencia de la cultura dominante a buscar y encontrar, en

la «juventud», el demonio popular de las pesadillas de la gen­

te: la pesadilla de una sociedad que, de un modo fundamen­

tal, había perdido su dominio y autoridad sobre sus jóvenes,

que había fallado en ganar sus corazones, mentes y consen­

so, una sociedad tambaleándose hacia la «anarquía», escon­

diendo, en sus corazones, lo que Mr. Powell tan elocuentemente

describió como un «enemigo» oculto y sin nombre. El colapso

total de la dominación hegemónica al cual este cambio de los

cincuenta a los setenta carga como testigo elocuente fue es­

crito -grabado- en líneas «juveniles».

Page 171: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA RELACIÓN ENTRE LA CULTURA

DEL CONTROL SOCIAL Y LOS MEDIOS DE NOTICIAS, Y LA

CONSTRUCCIÓN DE UNA CAMPAÑA DE LA LEY Y EL ORDEN

l. Los medios y la cultura de control: una relación simbiótica

1 . La cultura de control como creadora primaria de definicio­

nes: los medios como reproductores

Evento desviado ~ cultura de control como creadora primaria

de definiciones ~ medios como reproductores

(ej.: la descripción de la prensa del asesinato del 17 de agosto

de 1972 como un «atraco que salió mal» fue la reproducción

directa de la declaración de un vocero de la policía.)

Notas: a. Las rutinas estructuradas de la producción de noticias

-imparcialidad y objetividad- dirigen a los medios en primera ins­

tancia hacia fuentes externas y acreditadas. En el caso de los

eventos desviados, esto, en la práctica, significa la representatividad

de la Cultura de Control (por ejemplo: la policía, los jueces). Enton­

ces, las noticias están basadas en la reproducción de definiciones

primarias presentadas por la Cultura de Control.

b. La estructura de «balance» requiere la admisión de defini­

ciones alternativas, pero estas casi siempre llegan más tarde, y entonces son requeridas para responder a un terreno ya

marcado por la definición primaria; y ellas, también, deben

comer de fuentes alternativas y acreditadas (organizaciones o

expertos), y no de los propios «desviados».

2. Los medios como productores: transformación, objetivación

y la «voz pública»

166

Page 172: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Evento desviado ~ cultura de control como creadora primaria de

definiciones ~ medios como productores (audiencia asumida)

(ej.: el titular del Daily Mirror del 14 de junio de 1973, «GRAN

BRETAÑA AGRESIVA», fue usado para hacer un resumen del

reporte de jefes policiales, apelando a palabras que no esta­

ban en dicho reporte.)

Notas: a. Una vez que las definiciones primarias están en jue­

go, los medios pueden transformarlas al traducirlas a su pro­

pio lenguaje público. Este lenguaje está basado en una asun­

ción particular acerca de su audiencia y su lenguaje.

b. Este proceso de transformación es, como todas las no­

ticias, un proceso de objetivación; por ejemplo, hace de

un evento un hecho concreto, conocido públicamente. En

adición, el lenguaje público hace parecer que los medios

están operando independientemente sobre las definicio­

nes primarias.

c. Incluso, en un rol aún más activo, los medios pueden de hecho

hacer campaña sobre un acontecimiento, clamando -a través de

editoriales- que hablan a través de la «VOZ del pueblo».

3. El cierre del círculo

Evento desviado ~ cultura de control como creadora de defi­

niciones primarias ~ medios como productores ~ cultura de

control como reproductora a medios como reproductores.

(ej.: «Los medios han hecho saber que las sentencias por ata­

ques en la calle ya no serán livianas». Palabras del fiscal a la

corte de Leicester, citado por el Daily Express, 21 de marzo

de 1973.)

Page 173: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Nota: Una vez que los medios han hecho oír su voz, en nombre

del público inaudible, los definidores primarios pueden usar en­

tonces las declaraciones de los medios como legitimaciones

(mágicamente, sin ninguna conexión visible) para sus acciones y

declaraciones, pidiendo a la prensa -y, a través de ella, al públi­

co- apoyo. A su turno, los medios, siempre atentos, reproducen

las declaraciones de la Cultura de Control, completando así el

círculo mágico, con un efecto tal que ya no es posible decir quién

inició el proceso; cada uno de ellos legitima al otro.

11. Las mecánicas de las campañas de la Ley y el Orden

1. Pánico moral: tres tipos históricos.

(i) Pánico moral discreto (ejemplo de comienzos de los años

sesenta: Mods y Raqueros)

Evento dramático 7 inquietud pública, emprendimientos mo­

rales (sensibilización) 7 acción de la cultura de control

(ii) Cruzada -recorriendo conjuntamente pánicos morales para

producir secuencias ccspeeded-upn (ejemplo de fines de los

años sesenta: pornografía, drogas)

Sensibilización (emprendimiento moral) 7 evento dramático

7 acción de la cultura de control

(iii) Campañas post Ley y Orden: una secuencia alterada (ini­

cios de los años setenta: atracos callejeros)

Sensibilización 7 organización y acción de la cultura de con­

trol 7 evento dramático 7 acción intensificada de la cultura

de control

168 1

Page 174: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Nota: En el ejemplo final, debemos notar la tendencia de la

cultura de control a actuar de modo anticipado respecto de la

visibilidad pública de un «miedo» particular.

2. El espiral significante

Un modo de publicar acontecimientos y problemas significati­

vos que es intrínsecamente ascendente: por ejemplo, se

incrementa la amenaza potencial percibida de un aconteci­

miento a través del modo en que es percibido:

Elementos:

a. La identificación de un acontecimiento específico.

b. La identificación de una «minoría subversiva».

c. «Convergencia» o vinculación a través del etiquetamiento

del acontecimiento específico con otros problemas.

d. La noción de «umbral», el cual, una vez cruzado, puede

llevar a una escalada del problema que «amenaza» a la

sociedad.

e. El elemento de explicación y profecía que frecuentemente

implica hacer referencias analógicas a los Estados Unidos

-ejemplo paradigmático-.

f. El reclamo de acciones firmes.

Nota: Desde 1968 en adelante, este se volvió el paradigma de

los medios para tratar los temas amenazantes en toda la pren­

sa nacional diaria (ej.: editorial del Sunday Express del 27 de

octubre de 1968 y editorial del Sunday Times del 27 de abril

de 1969; ambas acerca de estudiantes.)

3. Convergencia

La vinculación de temas específicos con otros a través de su

etiquetación, ya sea explícita o implícita:

169

Page 175: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Movimiento Real Ejemplo Significación

Convergencia de Homosexuales -

Potencialmente i Frente de

hecho liberación Gay

certera

Frente de Contiene crecientes

¡¡ Cierta convergencia Liberación Gay - una dimensión

Izquierda marxista - puramente Conspiración "roja" ideológica

iii Sin convergencia Estudiantes - Puramente

Hooligans ideológica

Nota: En la medida en que el período progresa hay una tenden­

cia a «mapear» conjuntamente un número creciente de proble­

mas como si constituyesen una única amenaza, y haciendo que

esta convergencia sea una construcción puramente ideológica

(ver, por ejemplo, el reporte acerca del discurso de Powell en

Northfield, en el Sunday Times del 14 de junio de 1970.)

4. Umbrales

Fronteras en las que se juegan progresivamente los límites de

la tolerancia social:

desviación

sexual

i. umbral de pe nnisi.bilidad

libertaria

ii. Umbral legal

Lii. Umbral de extrema

violencia

terrorismo

asesinato

robos a mano armada~·

con violencia

Page 176: Resistencia a Traves de Rituales

1 1

1

1

1 i

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

i) El cruce del umbral de permisibilidad amenaza minar la AU­

TORIDAD social (los estándares morales)

ii) El cruce del umbral legal amenaza minar la LEGITIMIDAD

social (los canales parlamentarios)

iii) El cruce del umbral de la extrema violencia amenaza minar

el CONTROL social

Notas: a. En períodos progresivos hay una tendencia crecien­

te a empujar los acontecimientos más allá de los um­

brales. Por ejemplo:

1966-1970: umbral de la Permisividad

1970 en adelante: umbral de la Legalidad

1972 en adelante: umbral de la Extrema

Violencia

b. Los eventos son proyectados a través de los um­

brales mediante la acentuación de los aspectos ilega­

les o violentos (o ambos) de lo permisivo, o los as­

pectos violentos de lo ilegal. De este modo, en nues­

tro ejemplo (arriba), las protestas y demostraciones

no violentas -en todo caso desobediencias de la au­

toridad social- pueden ser proyectadas a través del

umbral de la Legalidad y la Extrema Violencia al ser

significadas como violentas. De este modo, al ser

significadas como una amenaza al Control Social, las

medidas de control de derecha son legitimadas.

Estas notas derivan del trabajo del CCCS Mugging Group.

171

Page 177: Resistencia a Traves de Rituales

ETNOGRAFÍA

RESPUESTAS CULTURALES DE LOS TEDS: LA DEFENSA DEL ESPACIO Y EL ESTA TUS

Tony Jefferson

Nota: En esta repaso de la cultura Teddy Boy, Tony Jefferson

trata con tres aspectos relacionados: la manera en que el «sen­

tido de grupo» de los Teds y su bajo estatus o «cercano a lo

lumpen» los vuelve extremadamente sensibles a insultos, rea­

les o imaginados; la manera en que esta sobre-sensibilidad se

apega en primer lugar a la vestimenta y apariencia distintiva

del grupo; y los elementos que los Teds tomaron de la cultura

dominante y reconfiguraron en un estilo distintivo propio. Esta

«proletarización» de un estilo de vestimenta de clase «más

alta» no era un mero floreo estilístico: expresaba, argumenta

Jefferson, tanto la realidad como las aspiraciones del grupo.

Existe una versión más larga de este trabajo disponible

(Stencilled Paper No. 22, CCCS).

A la luz del crecimiento de las desigualdades estructurales

(señaladas anteriormente en el artículo), ¿cómo podemos leer las

respuestas culturales de los T eds como articulaciones simbóli­

cas de su difícil situación social? Si miramos las respuestas cul­

turales adoptadas, sucesivamente, lo que se torna aparente al

decodificarlas es un intento por defender, simbólicamente, un

espacio constantemente amenazado y un estatus declinante.

a. Sentido de Grupo: el sentido de grupo de los Teds puede

ser interpretado en parte como una respuesta al trastorno

172

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Page 178: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

y la destrucción de la fuerza socialmente cohesiva de la

extendida red de parentesco en la posguerra. De este modo,

la vida de grupo y la lealtad intensa de los Teds puede ser

vista como una reafirmación de los valores de la clase tra­

bajadora de barrios pobres y del «fuerte sentido del territo­

rio» (Downes, 1966: 119), como un intento de retener,

aunque sólo imaginariamente, una ligazón con el territorio

que les estaba siendo expropiado, por promotores inmobi­

liarios, en dos niveles:

1. La expropiación real de la tierra.

2. La expropiación menos tangible de la cultura asociada a

la tierra; por ejemplo, las redes de parentesco y las «ar­

ticulaciones del espacio comunal» mencionado por Cohen

(1972: 16).

b. Susceptibilidad extrema a insultos, reales o imaginados: si

miramos su susceptibilidad extrema a los insultos, reales o

imaginados, encontramos que la mayoría de estos inciden­

tes giran en torno a cuestiones personales, a su apariencia

en general y a su vestimenta en particular. Para ilustrar

este punto, usando uno de los ejemplos disponibles más

dramáticos, el primer «Teddy boy» asesinado, en Clapham

Common en 1953, resultó de una pelea entre tres jóvenes

y un grupo de Teds que había comenzado cuando uno de

Jos Teds fue llamado «coño veloz» por uno de Jos jóvenes

(para un informe completo de este incidente, y el juicio

subsiguiente, ver Parker, 1969).

Mi punto de vista es que para la tradicional pérdida de

estatus de los muchachos, y siendo privados de lo poco que

poseían [una referencia a la situación social declinante de los

Teds fue señalada anteriormente en la versión completa de

este trabajo], sólo quedaba el propio ser, la extensión cultural

del propio ser (vestimenta, apariencia personal) y la extensión

173

Page 179: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

social del propio ser (el grupo). Una vez que las amenazas

eran percibidas en estos aspectos, la única «realidad» o «es­

pacio» donde tenían algún sostén, las peleas en defensa de

este espacio se volvían un fenómeno explicable y significante.

Si miramos de cerca los sentidos de las peleas de los Teddy

boys, esta noción de defensa de su espacio es, creo, por lejos

amplificada. Las peleas de grupo, por ejemplo peleas con otros

grupos de Teds, se explican en términos de una defensa de la

extensión social del propio ser -el grupo (de ahí la importan~ia

del «sentido de grupo»)-. Peleas que sobrevenían cuando al­

guien insultaba a los Teds se explican en términos de una

defensa del propio ser y la extensión cultural del propio ser

simbolizada en su ropa y apariencia general. Especialmente

importante en esta área es la susceptibilidad a los insultos

sobre la vestimenta. Sobre esto debería extenderme en la próxi­

ma sección sobre la Vestimenta.

Mientras muchas de sus peleas partían de su sensibilidad

extrema a los insultos, incluso sus ataques a los propietarios

chipriotas de los cafés chipriotas, y negros, pueden ser leídas

en términos de defensa: una defensa de estatus. Su posición

como jóvenes «lumpen» estaba empeorando independiente­

mente de la afluencia de inmigrantes de la Commonwealth a

comienzos de la década de 1950, pero, ante la ausencia de

una comprensión coherente y articulada de su realidad social,

quizás era inevitable que percibieran esta afluencia como cau­

sal más que como fortuita. Por consiguiente, racionalizaron su

posición como si, en algún modo, los inmigrantes estuvieran

en deuda, y desplazaron su frustración hacia ellos. Un fastidio

adicional era la percepción que muchos Teds tenían de que

los inmigrantes realmente lo estaban logrando -el corolario de

esto, por supuesto, era que lo lograban «a expensas de los

Teds»-. Los propietarios chipriotas eran un ejemplo de aque­

llos que lo «habían logrado». Otros eran los propietarios o

chantajistas de color. Viviendo, como muchos Teds hacían,

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Page 180: Resistencia a Traves de Rituales

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1

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

en áreas suburbanas dilapidadas con vistas a reurbanizarlas,

se pusieron en contacto con la minoría de las personas de

color, quienes, debido a la desesperanza de su posición (ser

de color y de clase trabajadora), eran forzados a posiciones

con opciones muy limitadas (chantajismo y proxenetismo de

poco tiempo probablemente eran dos de las más disponibles y

atractivas). Y, entonces, el mito de los inmigrantes de color

de ser proxenetas, caseros o chantajistas, muy frecuente en­

tre los Teds (y en muchos adultos blancos de clase trabajado­

ra), comenzó y se diseminó. Las repercusiones de todo esto,

los «disturbios raciales» de 1958 en Nottingham y Notting

Hill, son conocidas, lamentablemente, demasiado bien. Que

puedan haber sido los Teds los que comenzaron esto le otorga

peso a mi tesis. Que altos números de adultos de clase traba­

jadora respondieran de la forma en que lo hicieron, tomando

parte del asunto, demuestra que no eran sólo los jóvenes

«lumpen» quienes estaban experimentando un empobrecimien­

to de su posición socioeconómica. Pero, en una época de

«prosperidad», las causas estructurales reales podían no ser

admitidas, y predeciblemente no lo fueron. En cambio, los

nueve adolescentes de clase trabajadora no calificada que

comenzaron los disturbios en Notting Hill fueron salvajemente

sentenciados a cuatro años de prisión cada uno. El chivo ex­

piatorio obvio, como en todos los casos similares de castigo

de este tipo, fue, y lo sigue siendo, un signo seguro de mitifi­

cación en el trabajo -la capa protectora de las clases dirigen­

tes acercándose para prevenir sus intereses reales, que se

volvían demasiado visibles-.

Los ataques en clubes juveniles son quizás más fáciles de

explicar si uno recuerda que muchos clubes juveniles prohíben

a los Teddy boys sencillamente por su «reputación». La sim­

ple venganza debe haber constituido la base de algunos ata­

ques. Adicionalmente, sin embargo, estaba la pérdida crónica

de provisión pública de facilidades para afrontar el incremento

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Page 181: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

en el tiempo de esparcimiento adolescente {ver, por ejemplo,

Fyvel, 1963: 120-123). Consecuentemente, se esperaba mu­

cho de lo que podía ser provisto -demasiado-. Cuando esto

fallaba para cumplir con las expectativas, como invariable­

mente ocurría, la decepción se incrementaba. Por consiguien­

te, irónicamente, los clubes juveniles que existían, lejos de

aliviar los problemas de esparcimiento adolescente, Jos exa­

cerbaban {para un informe fascinante de las tribulaciones ex­

perimentadas en esta área y de un intento valiente, pero de

corta vida, de suministrar a Jos chicos Jo que ellos querían, ver

Gosling, 1962). Finalmente, Jos ataques a Jos conductores de

ómnibus. Que estos ataques fueran usuales sobre Jos conduc­

tores en sus recorridos en altas horas de la noche sugiere que

la oportunidad del anonimato, y posiblemente el alcohol, se

combinaran para aumentar el ya alto nivel de sensibilidad a los

insultos imaginados.

c. Vestimenta y Apariencia: a pesar del desempleo periódico,

a pesar de Jos trabajos no calificados, los Teds, en común con

otros adolescentes trabajadores durante este período, eran rela­

tivamente prósperos. Entre 1945 y 1950, el sueldo real prome­

dio de los jóvenes aumentó dos veces respecto de la tarifa sala­

rial de los adultos {ver, por ejemplo, Abrams, 1959). Por consi­

guiente, los Teds tenían dinero para gastar y, dado que era prác­

ticamente todo lo que tenían, asumía una importancia crucial. La

mayor parte del dinero se iba en ropa: el «uniforme» Teddy boy.

Pero, antes de decodificar esta articulación cultural particular, es

necesario bosquejar su «estilo» e historia.

Originalmente, el traje eduardiano fue introducido en 1950

por un grupo de sastres de Savile Row22 que intentaban iniciar

22 N. del T: Savile Row es una calle comercial en Mayfair, en Londres cen­tral, famosa por la tradicional confección de ropa a medida para hombres.

Page 182: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

un nuevo estilo. Estaba dirigido, en primera instancia, a los jóve­

nes aristócratas de la ciudad. Esencialmente, la vestimenta con­

sistía en una chaqueta larga, de solapa angosta, pantalones an­

gostos (pero no «bombilla»), zapatos con puntera y chaleco ele­

gante. Adicionalmente, los barberos comenzaron a ofrecer esti­

los personales, y el cabello era generalmente más largo que el

convencional pelo corto atrás y a los costados (esta descripción

fue seleccionada de una foto de la vestimenta eduardiana «au­

téntica» que fue publicada por Taylor and Cutter e impresa en el

Daíly Sketch, el 14 de noviembre de 1953, a fin de disociar la

adopción de estilo «auténtica» de la de clase trabajadora).

Esta vestimenta comenzó a ser utilizada por los jóvenes de

clase trabajadora durante 1953 y, en aquellos años, fue a

menudo comprada al por mayor (el diario The Daily Mirror del

23 de octubre de 1 9 53 muestra una fotografía de Michael

Davies, quien fue condenado por lo que más tarde se conoció

como el primer asesinato de un «Teddy boy», que confirmaría

esto. De hecho la fotografía lo muestra en un traje de tres

piezas en juego, por ejemplo, sin el chaleco elegante).

Las modificaciones posteriores que los Teds adicionaron a

este estilo fueron la corbata de lazo, los zapatos de gamuza

gruesa (del tipo chukka que usaban en los clubes de Eton),

pantalones «bombilla» ajustados a la piel (sin botamanga),

chaquetas rectas, menos entalladas, cuellos de satén o de

piel de topo para las chaquetas, y la adición de colores vívi­

dos. Los anteriores colores, más sombríos, ocasionalmente se

usaban con trajes de verde, rojo o rosa y otros colores «primi­

tivos» (ver Sandilands, 1968). Los zapatos de gamuza azul,

post-Eivis, también eran usados. El estilo de cabello también

fue transformado: era usualmente largo, peinado en una «D­

A» con un corte recto en el cuello, usaban grasa fijadora,

patillas y un mechón al frente. Variaciones de esto eran la

«trompa de elefante» o el más extremo «apache» (corto arri­

ba, largo a los costados).

177

Page 183: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Veo esta elección de uniforme inicialmente como un inten­

to de comprar estatus (en tanto las ropas elegidas eran origi­

nalmen~e usadas por dandis de clase alta) que, al ser rápida­

mente abortado por una dura reacción social (en 1954 los

trajes eduardianos de segunda mano estaban en venta en va­

rios mercados -ver Rock y Cohen, 1970-, al volverse rápida­

mente «inutilizable» para los dandis de clase alta una vez que

los Teds se los habían apropiado), fue seguido por un intento

de crear su propio estilo a través de las modificaciones recién

señaladas.

Esto, entonces, constituyó una contribución de los Teds a

la cultura: su adopción y modificaciones personales de los

trajes Savile Row Eduardianos. Pero, más importante que ser

una contribución a la cultura, en tanto la cultura sólo tiene

significado cuando se transpone a términos sociales, su vesti­

menta representaba una forma simbólica de expresarse y ne­

gociar con su realidad social, de dar significado cultural a su

apremiante situación social. Y, en razón de esto, su suscepti­

bilidad a los insultos sobre la vestimenta se volvió no sólo

comprensible, sino racional.

Pero, ¿qué «realidad social» «expresaba» su uniforme y

qué u negociación con»? Desafortunadamente, todavía no existe

una «gramática» para decodificar símbolos culturales como la

vestimenta, y lo que sigue es ampliamente especulativo. Sin

embargo, si se examina el contexto del cual el símbolo cultu­

ral fue probablemente extraído -una posible manera de for­

mular un aspecto de tal gramática-, entonces la adopción de,

por ejemplo, la corbata de lazo, comienza a adquirir significa­

ción social. Probablemente tomado de la gran cantidad de

películas Western americanas que se miraban en este perío­

do, donde la corbata de lazo era usada, más frecuentemente,

como yo lo recuerdo, por el ingenioso apostador cuyo estatus

social era, a regañadientes, alto debido a su habilidad para

vivir de su ingenio y por fuera de las buenas costumbres de la

Page 184: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

clase trabajadora tradicional (que eran básicamente rurales y

de trabajo manual en oposición a lo urbano y hedonístico).

Entonces, considero que para los Teds su significado cultural

simbólico se torna explicable tanto como expresión de su rea­

lidad social (básicamente marginados y forzados a vivir de su

ingenio) y sus «aspiraciones» sociales (básicamente un inten­

to de obtener un estatus alto, aunque con reticencia, para una

habilidad de vivir elegante, hedonísticamente y por su inge­

nio, en un escenario urbano).

179

Page 185: Resistencia a Traves de Rituales

EL SIGNIFICADO DE «MOD•

Dick Hebdige

Nota: «El significado de mod» es el segundo extracto del

estudio de Dick Hebdige sobre estilos subculturales en los

sesenta. Aquí, en contraste con su artículo sobre cultura de

los negros (en el que el background es menos familiar),

Hebdige ocupa menos tiempo en describir el estilo «mod»,

y en su lugar se concentra en los modos de generación

estilística en la subcultura mod. El autor examina la manera

en la que los objetos y cosas fueron tomados de prestado

por los mods del mundo de mercancías para consumo, y su

resignificado por la manera en la que eran retrabajadas por

una nueva puesta en escena estilística. Esto incluía la ex­

propiación de sentidos dados a las cosas por la cultura de

consumo dominante e incorporarlas de manera que expre­

saran valores subculturales antes que dominantes. El estu­

dio sugiere también cómo los Mods realzaron el consumo,

la comodidad, el estilo en sí mismo, a un nuevo nivel -una

especie de «fetichismo» del estilo, que produjo el efecto

frecuentemente descrito como «narcisista»-. Este análisis

da sustancia empírica al argumento de que las subculturas

viven su relación con su situación real como una relación

«imaginaria».

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Page 186: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Su apariencia

Como la mayoría de los vocabularios primitivos, cada pala­

bra de Wolverine23, el vocero pop universal, es un símbolo

principal y sirve para una docena o un centenar de funciones

de comunicación. Así, «mod» vino a referir a varios estilos

distintos, siendo esencialmente un término-paraguas utilizado

para cubrir cualquier cosa que contribuyera al recientemente

lanzado mito del «Swinging London».

De aquí que los grupos de estudiantes de escuelas de arte

que seguían los pasos de Mary Quant y desarrollaban un gus­

to por la vestimenta llamativa eran técnicamente «mods»24, y

Lord Snowdon se ganó el epíteto al mostrarse con un sweater

de cuello polo y fue rápidamente agrupado junto a la «nueva

raza» de «gente importante» como Bailey y Terrence Stamp,

quienes mostraban una despreocupación «cool» por ciertas

convenciones moribundas. Pero, para nuestros propósitos,

debemos limitar la definición de los mods a adolescentes de

clase trabajadora que vivían principalmente en Londres y los

nuevos pueblos al Sur, y que podían rápidamente ser identifi­

cados por sus característicos cortes de pelo, vestimenta, etc.

De acuerdo con Melly (1972), los progenitores de este estilo

parecen haber sido un grupo de dandies de clase trabajadora,

posiblemente descendientes de los devotos del estilo italianado,

conocidos dentro de los sectores tradicionales como mods

que se dedicaban a la ropa y vivían en Londres. Sólo gradual­

mente y con la popularización, este grupo acumuló otros sig­

nos distintivos de su identidad (las motos scooters, las pasti­

llas, la música). Para 1963, los clubes de Rhythm and Blues

23 Una referencia al lenguaje de Tom Wolfe. Ver, para ejemplos de su trabajo, Wolfe (1966; 1969a; 1969b; 1971). 24 La actual moda del rock camp tiene mucho de su ímpetu creativo como derivado del narcisismo extremo y la urbanidad autoconsciente de este grupo. Bowie y Balan estuvieron entre sus miembros más conspicuos.

Page 187: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUAlES. Sutx:ulturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

que abrían toda la noche emplazaron a este grupo firmemente

en Soho y el centro de Londres, mientras alrededor de las

rutas de circunvalación los amantes de la velocidad se aferra­

ban ruidosa, imperturbable, nostálgicamente al rock and roll y

los más rudos valores de la clase trabajadora.

El que la dicotomía Mod/rocker fuera realmente esencial a

la autodefinición de cada uno de los grupos permanece bajo

sospecha. La evidencia sugiere que las metas y estilos de vida

totalmente divergentes de los dos grupos dejaban poco espa­

cio para la interacción de cualquier tipo. Luego de los distur­

bios de Witsun, 1 964, en Clacton, en los que las hostilidades

entre mods y rockers no jugaron un papel relevante (siendo el

principal objetivo de las agresiones las patéticamente inade­

cuadas instalaciones de entretenimiento y las tiendas peque­

ñas), los medios acentuaron y rigidizaron la oposición entre

ambos grupos, estableciendo el escenario para los conflictos

que ocurrieron en Margate y Brighton durante el fin de sema­

na de Pascuas y en Hastings durante el feriado bancario de

agosto25 • El hecho de que los mod chocaran frente a las cáma­

ras contra los rockers es, sospecho, más indicativo de la vani­

dad mod que de cualquier antagonismo profundo y verdadero

entre ellos. Los mods rechazaban la concepción cruda de la

masculinidad de los rockers, la transparencia de sus motiva­

ciones, su falta de elegancia, y abrazaron un estilo menos

obvio que, a su vez, fue menos fácilmente ridiculizado o re­

chazado por la cultura de sus padres. Lo que distinguió los

feriados bancarios de 1964 de todos los feriados bancarios

anteriores no fue la violencia (esta era una visitante asidua a

los mismos), sino el debut público de este estilo en los lugares

de la costa. La muy visible presencia en Margate, Brighton y

Hastings de miles de adolescentes de Londres y sus alrededo-

25 Para un recuento completo del rol de los medíos y otros elementos de la «reacción social» en la creación de la dictotomía mod/rocker, ver Cohen (1973).

Page 188: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

res, perturbadoramente comunes, incluso listos, de alguna

manera pareció constituir una amenaza al viejo orden (los co­

roneles retirados, los negociantes orientados al turismo que

pululan por los lugares de la costa sur). Los mods, de acuerdo

a Laing, «se veían bien pero había algo en la manera en la que

se movían que los adultos no podían descifrar» {1969). Pare­

cían invertir conscientemente los valores asociados con la

vestimenta elegante, desafiar deliberadamente las asunciones,

falsear las expectativas derivadas de esas fuentes. Al decir de

Stan Cohen, eran tanto más perturbadores por la impresión

que daban de ser «actores que no están en sus lugares» {1973).

Analizaré ahora los orígenes de este estilo en la experien­

cia misma de los mods mediante el intento de penetrar y des­

cifrar su mitología. Finalmente, me gustaría ofrecer una expli­

cación de por qué un estilo abiertamente inofensivo pudo pro­

yectar una amenaza de manera tan efectiva.

A mitad de camino hacia el paraíso en la línea Picadilly

La adopción de parte de los mods de un marcado aunque

prolijo y sobreestimado estilo puede explicarse sólo en parte

por su reacción a la grandilocuencia de los rockers. En parte,

se explica por su deseo de hacer justicia a la misteriosa com­

plejidad de la metrópolis en su conducta personal, de acercar­

se a los negros en cuyo mismo metabolismo parecerían haber

crecido, y mantener su ritmo acorde al de la ciudad. En parte,

se explica por su peculiar y subversiva actitud hacia las mer­

cancías que habitualmente consumían (más sobre este segun­

do punto más adelante).

El estilo de vida al que los mods aspiraban idealmente con­

sistía de clubes nocturnos y centros de la ciudad que deman­

daban una cierta exquisitez en la vestimenta. De manera de

convivir con el acoso minuto a minuto, las minucias de la

Page 189: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

interacción a alta velocidad que pertenece a una activa vida

nocturna en la ciudad, los mods debían permanecer alerta todo

el tiempo, funcionando a una frecuencia emocional e intelec­

tual lo suficientemente alta como para detectar el mínimo in­

sulto, broma o desafío u oportunidad para sacarle el máximo

rédito a la preciosa noche. Por ello las anfetaminas26 eran ne­

cesarias para mantener cuerpo y mente perfectamente

sincronizados. El modelo-mentor ideal para este estilo ideal

sería el tipo de mafioso italiano tan frecuentemente compues­

to en las películas de gangsters filmadas en Nueva York (un

paso sobre Londres en la jerarquía mod). El pillo de Brooklyn

había sido emulado por el contrabandista de tiempos de gue­

rra, el «Wide boy» y el «spiv»27 de posguerra, y el estilo era

familiar, accesible y fácilmente obtenible. De manera alterna­

tiva, una igualmente aceptable, tal vez aún más deseable,

imagen era proyectada por el oportunista callejero jamaiquino

(luego llamado «rudie»), a quien los mods podían ver con cre­

ciente regularidad a medida que la década se iba, operando

con envidiable «savoir faire» desde cada esquina disponible.

Así, los pork-pie hats y anteojos oscuros eran de inmediato

accesorios mods esenciales. Si la gente gris (quienes a la vez

oprimían tanto a los mods como a los negros) tenía el mono­

polio de los asuntos y negocios diurnos, los negros tenían

mayor participación en los asuntos y horarios de la noche28 •

Una influencia más pervasiva puede ser rastreada en el estilo

de los gángsters británicos, cuya evolución coincide casi exacta-

26 Utilizo el término para cubrir «azules», «corazones púrpura», «bomberos negros», dexedrina, benzedrina, efedrina y methedrina, que eran fácilmen­te conseguibles para los mods a mediados de los sesentas. 27 N. del T.: Wide boyes un término que refiere a una persona que intenta sacar un rédito económico de maneras non sanctas, mientras que spiv hace mención a un tipo particular de caracterización para criminales meno­res cuyo negocio era el contrabandeo y fraude durante las racionalizaciones de bienes en la época de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. 28 Los «mods duros» emulaban especialmente a los negros y esta emula­ción se hizo explfcita en el estilo de sus descendientes directos, los skinheads.

Page 190: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

mente con la de los mods29 • Con la introducción de las leyes

sobre el juego en 1963, Londres se había transformado en una

especia de Las Vegas europea y ofrecía grandes recompensas y

un status previamente inalcanzable a los criminales con mayor

sentido empresarial en Gran Bretaña. Las famosas mafias de

protección de los Krays y los Richardsons (del este y sur de

Londres, respectivamente; ambas zonas, gigantescas concen­

traciones de mods) comenzaron a converger en la zona oeste, y

muchos adolescentes de clase trabajadora siguieron a sus mayo­

res a las antes inviolables ciudadelas del Soho y Westminster

para ver qué frutos se les ofrecían. El centro de la ciudad, trans­

figurado y actualizado por la nueva vida nocturna, ofrecía mayo­

res oportunidades para la aventura y la excitación para la afluen­

te juventud de la clase trabajadora; y la guerra clandestina entre

pandillas, la ubicua y creciente amenaza, proveía un trasfondo

más adecuado al estilo de vida ideal de los mods. Mientras los

gangsters se ceñían fielmente a sus clásicos guiones de

Hollywood, vistiéndose con sobrios trajes, adoptando poses clá­

sicamente «caponescas», enfrentándose con armas recortadas,

bombardeándose las instalaciones mutuamente, y eran vistos

consultando secretamente con adornados «consiglieres», el Soho

se convirtió en el suelo perfecto donde las fantasías de ficción y

las intrigas subterráneas podían germinar; y es para esto que los

mods vivían y hacia donde se inclinaba su cultura30 • Era como si

29 Con la convicción de los Krays en 1969 y la introducción de nuevas y más restrictivas leyes sobre juego ese mismo año, este estilo tomó un crippling blow. 30 Esto no fue en principio originado como puede parecer. El gangsteris­mo de mediados de los sesenta era un serio, altamente peligroso y redituable juego, pero un juego al fin, cuyas reglas habían sido fijadas previamente por los míticos años de Hollywood-Chicago. La efectividad de un fraude extorsivo depende primariamente de su don para la publici­dad, una consistente proyección de roles amenazadoramente psicópatas (del tipo Richard Widmark), en su convincente presentación de una real pero inespecificable amenaza. Funciona a través de la indulgencia de todos aquellos que entran en contacto con ella en una fantasía popular y adhiere rígidamente a las convenciones de esa fantasía. En una palabra,

Page 191: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

todo el bajo mundo criminal hubiera salido a superficie en

1965, en medio de Londres, y hubiera traído consigo todo su

mundo submarino de ficción popular, fantasías de sexo y

violencia. A medida que adquirió poder, fue explorando las

posibilidades de realizar esas fantasías -con resultados fre­

cuentemente bizarros o aterradores-. El matrimonio sin pre­

cedentes entre las culturas criminales del sur y el este

londinenses y la gran vida del West End y el jet set de Chelsea

eran una extraña, exótica fruta, y una de sus más exquisitas

criaturas fueron los mods del Soho.

Retrato del mod ideal

En un número de abril de 1964 de la revista del Sunday

Times, Denzil, el mod entrevistado de diecisiete años, encar­

na el rol del mod ideal «luciendo tortuosamente prolijo en to­

das las fotos y describiendo una semana cualquiera en la vida

del mod ideal de Londres»:

Lunes a la noche significa baile en The Mecca, The Hammersmith Palais, The Purley Orchard o The Streatham Locarno

Martes significa Soho y el club Scene

Miércoles es noche de Marquee

Los jueves se reservan para el ritual del lavado de cabello

Viernes significa Scene otra vez

Los sábados por la tarde usualmente son para comprar ropa y discos, por la noche a los bailes y raramente termina an­tes de las 9 o 1 O de la mañana del domingo

es cine vivo. Dicho muchas veces y muchas veces simplificado, pero, para una detallada elaboración de este punto, ver mi paper No. 25, CCCS, Universidad de Birmingham.

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Page 192: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

A la noche del domingo podía ser el Flamingo o, si uno muestra signos de debilidad, puede utilizarse para dormir.

Aun permitiendo la exageración, el número de mods que se

ingeniaban para llevar este estilo de vida no podía exceder los

pocos cientos, como mucho algunos miles. De hecho, proba­

blemente nadie posea una resistencia superhumana (aun con

una buena provisión de pastillas), para no mencionar la canti­

dad de dinero, que se requeriría para atravesar este itinerario,

pero el hecho es que Denzil no desilusionó a sus pares. Ha

elaborado la fantasía grupal, proyectado la imagen de la buena

vida imposible que todos necesitaban, sin escalas en la indele­

ble página impresa. Y, mientras tanto, cada mod se preparaba

psicológicamente en caso de que la oportunidad apareciera, si

el dinero estaba allí, si Welwyn Garden City se metamorfoseaba

en Picadilly Circus, él estaría listo. Todo mod existía en un mundo

fantasma de gangsterismo, clubes lujosos y mujeres hermosas,

aun si la realidad sólo apilaba un desgarbado rompevientos,

una Vespa rotosa y copetines en una bolsa grasosa.

Instantánea del mod común

La realidad del mod común era de alguna manera bastante

menos glamorosa. El mod promedio, de acuerdo con una en­

cuesta de Barker y Little a 43 involucrados en el caso Margate,

ganaba alrededor de 11 libras esterlinas semanales, estaba

semicapacitado o era más típicamente un trabajador de oficina

que había dejado la secundaria a sus quince. Otro gran número

de mods eran contratados como encargados de tiendas, mensa­

jeros, cadetes y otros puestos en las varias industrias de servi­

cios en West End. Suele describirse a los mods como explorado­

res de una opción de ascenso social, pero es probable que esto

haya sido deducido incorrectamente de la devoción fanática de

Page 193: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

los mods por su apariencia y la tendencia a llamar la atención

bajo efecto de las anfetaminas. Al decir de Denzil: «Hay mucha

mentira cuando estás bloqueado acerca del número de chicas

con el que sales en la semana, cuánto cuesta tu traje, etc.». El

mod arquetípico está más cercano, creo, al mod de dieciocho

años entrevistado por Barker y Little cuya única ambición articulada

-convertirse en el dueño de un club de bebidas de Mayfair­

escalaba tan por encima de su ocupación en el momento -guar­

dia de una carnicería- que ya no la consideraba seriamente, pero

de manera realista y algo resentida había aceptado la valoración

de la sociedad sobre sus saberes («más o menos manual -eso es

todo lo que soy»), y existía puramente para, y a través de, su

tiempo de esparcimiento. El héroe-cadete en la ópera rock de

Pete Townshend sobre la experiencia mod -Quadrophenia- está

aparente y similarmente resignado a un rol servil e insignificante

durante el día, pero está muy determinado a compensarlo duran­

te la noche. Como el quinceañero cadete de oficina del ensayo

de Wolfe, «The noonday underground» (Wolfe, 1969b), cuyas

ropas están entalladas y designadas de manera más exquisita

que las de sus jefes, los mods estaban determinados a compen­

sar su relativamente baja posición en el status del horario diurno

sobre el que no tenía control, mediante el ejercicio de un dominio

completo sobre su esfera privada -su apariencia y búsqueda de

esparcimiento-.

La amplia brecha entre el mundo interior, donde todo permane­

cía bajo control, contenido y alumbrado por amor propio, y el

mundo exterior, donde todo era hostil, intimidante y puesto a fa­

vor de «los demás», era puenteada mediante las anfetaminas31 •

31 Para una confirmación de lo central 'de las anfetaminas en el estilo de vida mod, no hay que mirar más allá de la significación cultural asignada al scooter, el primer medio de transporte innovativamente introducido por una subcultura de la juventud británica (la motor-bike era de origen estadounidense). El verbo «ir» (to go) fue incluido tanto en «Ready, Steady, Go» como en «Whole scene going», los dos programas mod, y testifica la importancia del movimiento.

188

Page 194: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Mediante esta alquimia, los mods obtenían una mágica omnipo­

tencia; mientras la dinámica de sus movimientos se magnificaba,

las posibilidades de acción se multiplicaban, sus propósitos se

iluminaban. Las anfetaminas hacían tolerable la vida, bloqueaban

los canales sensoriales de manera que la acción, el riesgo y la

excitación fueran posibles, los mantenían andando en una ince­

sante ronda de consumo y confinaban la atención en la búsque­

da, el ideal, la meta, antes que en obtenerla -alivio antes que

libertad-. La canción «The searcher» de The Who subraya la

importancia de la búsqueda como fin en sí mismo:

No voy a conseguir aquello que busco

Hasta el día que muera

Las anfetaminas suspendían la desilusión cuando la búsque­

da fallaba, inevitablemente, en obtener algo sustancial, y da­

ban la energía para levantarse y recomenzar la empresa. A su

vez, tendía a retardar el crecimiento mental y emocional (pro­

duciendo dependencia, trabajando contra la comunicación al

estimular una vocalización incesante antes que la actividad aúral),

mientras aceleraba el deterioro físico. Los mods vivían hoy para

pagar luego. Mientras que los mods eran barridos junto con la

brillosa superficie de los sesenta, intentando desesperadamen­

te extenderse en una incesante sucesión de objetos, llegarían a ·

un punto en el que se darían cuenta de que su juventud (tal vez

la meta tácita e imposible) no era de ninguna manera para siem­

pre. Tommy, el mago del pinball, se enfrentaría eventualmente,

y con gran renuencia, al hecho de que el juego estaba limitado

por el tiempo y que no había nunca segundas partes. De aquí la

obsesión de mediados de los sesenta con el proceso de enveje­

cimiento aparente en las canciones de The Who y The Rolling

Stones (ambos, héroes mod):

De «My generation», por The Who, la banda de sonido de

los campos de batalla de 1964:

189

Page 195: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Las cosas que hacen se ven terriblemente frías

Ojalá muera antes de llegar a viejo

De la grabación de The Rolling Stones, «Mother's little

helper», que trata sobre la adicción a las anfetaminas de un

joven-adulto, una comprensiblemente predecible pesadilla

mod:

Que pesadez, envejecer

Y así, finalmente, llegamos a los elaborados rituales de

consumo de los mods, su aparentemente insaciable apetito

por los productos de la sociedad capitalista en la que vivían,

su fundamental e inescapable confinamiento de esa sociedad.

Mientras que no sugerimos que el estilo mod haya produci­

do ninguna marca seria en el monolito del capitalismo, inten­

taré ahora indicar cómo sí se ingenió para utilizar de cierta

manera las mercancías, original y subversivamente. Si bien no

encontró fallas, al menos penetró por algunas rajaduras. Al

menos chocó contra los barrotes de su propia celda.

Consumo conspicuo y mercancía transformada

Los mods usualmente son señalaclos, por los comentaris­

tas autodidactas del pop, como poseedores de una tenden­

cia debilitante a la adicción múltiple. El argumento es algo

así: siendo consumidores típicamente alienados, los mods se

tragaron ávidamente la última marca de pastillas para tener

suficiente energía para poder pasar el máximo de tiempo con­

sumiendo la mayor cantidad de mercancías, lo cual a su vez

sólo podía ser disfrutado bajo la influencia de las anfetami­

nas. Sin embargo, a pesar de esta sobrecogedora necesidad

de consumo, el mod no era un consumista pasivo, como sí

190

Page 196: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

su hedonista descendiente de clase media32• La importancia

del estilo en los mods no puede ser subestimada -Mod era

puro e inadulterado ESTILO, la esencia del estilo-. Para poder

proyectar el estilo, se hizo necesario, primero, poseer la mer­

cancía, luego, redefinir su· uso y valor y, finalmente, relocalizar

su significado dentro de un contexto completamente distinto.

Este patrón, consistente de un rearreglo semántico de los com­

ponentes del mundo objetivo que el estilo mod requería, era

repetido a· todo nivel de la experiencia mod y servía para pre­

servar al menos una parte de la dimensión privada del mod

frente al rol de consumidor pasivo que pareció listo a adoptar

en sus fases posteriores ...

De aquí que el scooter, antes un ultra-respetable medio de

transporte, fuera apropiado y convertido en un arma y símbolo

de solidaridad. Y de aquí que las pastillas médicamente diag­

nosticadas para el tratamiento de la neurosis fueran apropiadas

y utilizadas como un fin en sí mismas, y las evaluaciones nega-

32 La distinción entre los dos estilos puede ser ilustrada de mejor manera comparando la mayor exhibición simbólica de la solidaridad mod -la jun­tada del feriado bancario-, con su equivalente hippie, el festival. En la costa, los mods reaccionaban impacientemente contra la pasividad de la muchedumbre; cada mod era un sujeto creativo capaz de entretener a una no imaginativa audiencia adulta, mostrando arrogantemente su placa de identidad ante una nación de observadores de fotograffas. Los festiva­les hippies, por otro lado, deliberadamente evitando el contacto con otras culturas (cuando el contacto ocurrió, como en Altamont, fue desastro­so), eran llevados a cabo en locaciones remotas, en una atmósfera com­placiente de mutua autocongratulación, y se centraban alrededor del con­sumo pasivo de música producida por una élite de superestrellas inalcanzables (Cfr. Essen, ed., 1970, para una colección de ensayos que describen cómo varios miles de espectadores fracasaron para enfrentar­se exitosamente con algunos cientos de motociclistas). Si esta compara­ción resulta injusta, sólo se necesita mirar al consumo mod de Rhythm and Blues y Motown en sus clubes. Los mods nunca consumían su mú­sica estáticamente (los hippies, en general, se sentaban y veían), sino que más bien utilizaban la música como catalizador para sus propios esfuerzos creativos en la pista de baile, aun bailando solos. Tal vez la distinción puede ser formulada en dos ecuaciones: clase trabajadora + mod + anfetaminas = acción clase media + hippie + marihuana = pasividad

191

Page 197: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tivas sobre sus capacidades impuestas por la escuela y el

trabajo fueran sustituidas por una valoración positiva de sus

credenciales personales en el mundo del juego (por ejemplo,

las mismas cualidades que eran valoradas negativamente por

sus controladores diurnos -pereza, arrogancia, vanidad, etc.­

eran positivamente definidas por ellos y sus pares en su tiem­

po de esparcimiento).

Así, los mods aprendieron a hacer sus críticas de manera

oblicua, habiendo aprendido por experiencia (en la escuela y el

trabajo) a evitar la confrontación directa donde el poder econó­

mico, civil, de la edad o experiencia le hubieran jugado inevita­

blemente en su contra. El estilo que crearon, en consecuencia,

constituía una parodia de la sociedad consumista en la que

estaban situados. Los mods administraron sus golpes invirtien­

do y distorsionando las imágenes (de prolijidad, de pelo corto)

tan apreciadas por sus padres y jefes, para crear un estilo que,

mientras era abiertamente cercano al ideal de la sociedad esta­

blecida, era, sin embargo, incomprensible para ella.

Los mods triunfaron con victorias simbólicas y fueron los

maestros de un gesto teatral, pero en última instancia enigmá­

tico. Los incidentes del feriado bancario y la carga sobre el

palacio de Buckingham sobre sus scooters el 5 de noviembre

de 1966 (un evento apenas recordado y casi no reportado de

gran importancia para los mods involucrados), si bien mantie­

nen una cierta fascinación retrospectiva para el historiador so­

cial y una llamada al orgullo del estilo de la batalla de Agincourt33

en quienes formaron parte de los mismos, no logran impresio­

narnos como eventos permanentemente significantes, y aun

así un mod de dieciocho años podía decir entonces acerca de

33 N. del T.: la batalla de Agincourt fue una victoria del ejército inglés contra el francés en la Guerra de los Cien Años, que tuvo lugar en esa localidad del norte de Francia el 25 de octubre de 141 5. El autor hace referencia a la memoria histórica que recuerda la batalla debido al hecho de encontrarse los ingleses en inferioridad numérica.

192

Page 198: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Margate: «Sí, yo estuve ahí. .. fue como si estuviéramos toman­

do el país» (citado en Broker, 1969).

La base del estilo es la apropiación y reorganización por

parte del sujeto de elementos del mundo objetivo que de otra

manera lo determinarían y constreñirían. El grito del triunfo mod,

citado arriba, es parte de una victoria romántica, de la imagina­

ción, en última instancia, una victoria imaginada. Los mods

combinaron elementos previamente dispares para tornarse a sí

mismos una metáfora, cuya apropiación era aparente sólo para

sí mismos. Pero subestimaron la habilidad de la cultura domi­

nante para absorber la imagen subversiva y contener el impac­

to de la imaginación anárquica. Las transformaciones mágicas

de las mercancías habían sido misteriosas y muchas veces invi­

sibles para el observador neutral, y ninguna cantidad de encan­

to estilístico podía afectar el opresivo modo económico me­

diante el cual habían sido producidas. El Estado continuó fun­

cionando perfectamente sin importar cuántos de los colores de

Su Majestad fueran profanados y colocados sobre los hombros

de flaquísimos pastilleros en la forma de chaquetas prolijamente

diseñadas.

Reporte de la autopsia de un blanco-negro ya desaparecido

Ya he hecho énfasis en los valores positivos de la relativa

exclusividad de los mods, su creación de todo un universo de

ayuda que los proveía no sólo de una vestimenta, música,

etc., distintivos, sino también de un conjunto completo de

significados. Me gustaría concluir sugiriendo que fue este eso­

terismo, este mismo repliegue, el que llevó a la eventual e

inevitable declinación del mod como movimiento. Los mods

fueron los primeros blancos-negros completamente británicos

del ensayo de Mailer (1968), viviendo en el pulso del presen­

te, resucitando luego del trabajo sólo mediante una fuerte

193

Page 199: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

devoción por el esparcimiento y creando a través de las diná­

micas de su propia personalidad (o, más exactamente, a tra­

vés de las dinámicas de la personalidad colectiva del grupo)

un estilo total, armado, si bien inadecuadamente, contra las

imposiciones de la cultura adulta, y que no necesitó mirar más

allá de sí mismo para sus justificaciones y su ética. En última

instancia, fue esta misma autosuficiencia la que llevó a la

autotraición de los mods. Determinados a aferrarse a la matriz

del Noonday Underground, los clubes llenos de humo y la bue­

na vida sin nunca enfrentar las implicancias de su propia aliena­

ción ni mirar siquiera su autocreada y crecientemente comer­

cializada (y por lo tanto artificial y estilizada) imagen, cautiva­

dos por la música, anquilosados por las anfetaminas, los mods

estaban eventualmente destinados a sucumbir, a ser engaña­

dos y explotados a todo nivel. Los rituales de consumo fueron

refinados y multiplicados ad infinitum y llegaron a incorporar

mercancías dirigidas específicamente al mercado mod median­

te una rápidamente expansiva industria pop. La vestimenta ya

no era innovadora -ya nadie «descubría» ítems como los jeans

Levi's o Hush Puppies-. El estilo era manufacturado desde arri­

ba en lugar de ser creado espontáneamente desde dentro. Cuan­

do una revista mod declaraba que había una «NUEVA MANERA MOD

DE CAMINAR: pies hacia fuera, cabeza hacia delante, manos en los

bolsillos de la chaqueta», uno tenía entonces que darse cuenta,

reluctantemente, que este particular blanco-negro, en algún lu­

gar del camino, se había caído y muerto.

194

Page 200: Resistencia a Traves de Rituales

LOS SKINHEADS Y LA MÁGICA RECUPERACIÓN DE LA COMUNIDAD

John Clarke

Nota: en este extracto de su más amplio estudio de la «cultu­

ra skinhead», John Clarke describe la manera en la que esta

subcultura se nuclea alrededor de las nociones de «comuni­

dad» y «territorio». La cultura skinhead selectivamente reafir­

ma ciertos valores centrales de la cultura tradicional de la cla­

se trabajadora, y esta afirmación se expresa tanto en la vesti­

menta, estilo y apariencia como también en actividades. La

reafirmación es simbólica. La reafirmación es un intento sim­

bólico, antes que real, por recrear ciertos aspectos de la cultu­

ra de sus padres. La preocupación de la cultura skinhead por

el territorio, el fútbol y el fanatismo, y con un particular tipo

de masculinidad, representa lo que Clarke llama su «mágica

recuperación de la comunidad». Ver también el uso de este

ejemplo en la MA Tesis de Clarke, «Reconceptualizando la

cultura juvenil» (CCCS Birmingham), y en «Skinheads y cultu­

ra juvenil» (CCCS papel stencilizado número 23).

Nuestra tesis básica sobre los skinheads está centrada al­

rededor del concepto de comunidad. Argumentaríamos que el

estilo skinhead representa un intento de recuperar, a través

de la «pandilla», la comunidad tradicional de la clase trabaja­

dora, como substitución por el deterioro real de la última. La

dinámica social subyacente al estilo, bajo esta luz, es el relati­

vo empeoramiento de la situación de la clase trabajadora en la

195

Page 201: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

segunda mitad de los sesenta, y especialmente el más rápido

deterioro de la situación del sector más bajo de la misma (y

los jóvenes de la misma). Esto, en conjunción con la sensa­

ción de exclusión de estos jóvenes respecto de las existentes

«subculturas juveniles» (dominadas en la arena pública por la

música y estilos derivados del «underground»), produjo un

retorno a una intensificada conciencia de «ellos/nosotros» entre

los jóvenes del sector más castigado de la clase trabajadora,

una sensación de ser excluidos y estar bajo ataque desde va­

rios puntos. Los recursos para lidiar con esta sensación de

exclusión no iban a ser encontrados en elementos emergentes

o incorporados de subculturas juveniles, sino en aquellas imá­

genes y comportamientos que acentuaban una manera más

tradicional de solidaridad colectiva. Material de «The Paint

House» ilustra esta sensación de opresión:

Por todos lados hay putos jefes, ellos están siempre tratando de

decirte qué hacer. .. no importa lo que hagas, dónde vayas, siem­

pre están allí. Gente al mando, la gente que te dice qué hacer y

se asegura de que lo hagas. Es el sistema en el que vivimos, el

sistema que nos gobierna. A la escuela, hay que ir, ¿no? Los

maestros y la directora son la autoridad, ¿no? Ellos te dicen qué

hacer y te pone contento salir e irte de allí, ¿verdad? Piensan

que porque eres joven y te pagan y eso pueden tratarte como

quieran y decir lo que les venga en gana. Luego están los «polis))

y las cortes ... todo eso es parte de la autoridad. Oficiales y todo

tipo de gentes en uniformes. Cualquiera con una placa, ordena­

dores de tránsito y concejales y todo eso ... sí, hasta los porte­

ros te tratan mal. Luego, cuando hayas terminado en la escuela

o el trabajo, vas al club y los líderes de la juventud son todos

sólo parte de lo mismo. (Daniel y McGuire, eds., 1972: 67)

Pero los skinheads se sentían oprimidos por más que sólo

la obvia estructura de autoridad; se resentían contra aquellos

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Page 202: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

que intentaban superarse y «darse falsos aires», gente del

vecindario que tenía pretensiones de superioridad social; se

resentían de la «gente a sus espaldas»:

Todos esos tontos en la escuela, haciendo siempre lo que les

dicen ... son ellos los que terminan siendo policías y demás ...

Odio a los bienhechores que vienen a ayudar a los pobres en

los suburbios ... son siempre buenos, simpáticos, amables, fin­

gen estar de tu lado y mediante su charla amable averiguar

más sobre vos, pero los trabajadores sociales y ese tipo de

gente, ellos no están de tu lado. Creen que saben cómo debe­

rías vivir. En realidad no son más que autoridad fingiendo ser

tus amigos. Intentan que hagas cosas y si no las hacés, tienen

a la ley de su lado. Con toda esta cantidad en contra nuestra,

todavía tenemos a los judis, los pakis, los orientales, los hippies,

a nuestras espaldas. (!bid.: 68)

La sensación de estar «en el medio» de esta variedad de

fuerzas opresivas y explotadoras produjo una necesidad de

solidaridad de grupo, que, si bien esencialmente de carácter

defensivo, en los Skinheads fue complementada por un con­

tenido agresivo, la expresión de la frustración y descontento a

través del ataque contra chivos expiatorios externos. El con­

tenido de esta solidaridad, como veremos en nuestra conside­

ración de los elementos del estilo skinhead, derivó del conte­

nido tradicional de la comunidad de la clase trabajadora -sien­

do el ejemplo por excelencia de la organización colectiva de­

fensiva-.

De todas maneras, el estilo skinhead no revive la comuni­

dad en un sentido real, el declive de las bases de esa comuni­

dad en la posguerra la había eliminado como fuente real de

solidaridad; los skinheads debieron utilizar una imagen de lo

que esa comunidad era como base para su estilo. Eran los

«herederos desposeídos»; recibieron una tradición que había

197

Page 203: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

sido privada de sus bases sociales reales. La temática e

imaginería todavía persistían, pero la realidad se encontraba

en un estado de declinación y desaparición. Sugeriríamos que

esta relación dislocada con la comunidad tradicional tiene que

ver con la exagerada e intensificada forma que los valores y

preocupaciones de esa comunidad recibieron en la forma del

estilo skinhead. Daniel y McGuire dicen que:

Más que un espíritu de comunidad, la pandilla de Collinwood

tiende a tener una afinidad con la imagen de habitantes del East

End, de ser fuertes, tener humor y una subcultura propia ... la

pandilla se ve a sí misma como una continuación natural de la

tradición de la clase trabajadora del área, con las mismas actitu­

des y comportamientos que sus padres y abuelos antes que

ellos. Creen que ellos tienen los mismos prejuicios estereotipados

contra los inmigrantes y otros extraños, pero actúan esos roles

por fuera del contexto de la comunidad experimentado por sus

padres ... (!bid.: 21-22. El subrayado es nuestro)

Estas observaciones son reforzadas por comentarios de los

mismos skinheads sobre la pandilla y su relación con la localidad:

Cuando la gente sigue diciendo skinheads, cuando hablan de

la historia de nosotros saliendo del East End, esto ha pasado

por generaciones antes que nosotros ... quiero decir, ¿dónde

entran los skinheads en todo esto? Es una comunidad, una

pandilla, ¿no? Es sólo otra palabra para comunidad, chicos,

pi bes, lo que sea ... (!bid.: 21-31)

Los chicos heredan la tradición oral del área de la cultura

de sus padres, especialmente esa parte que refiere a la ima­

gen que la comunidad tiene de sí misma, su solidaridad colec­

tiva, su concepción de masculinidad, su orientación a «extra­

ños», y así. Tal vez no es sorprendente que el área con la que

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Page 204: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

suele asociarse a los skinheads sea el East End, que desde un

punto de vista sociológico ha sido considerado como el arque­

tipo de comunidad de clase trabajadora. La imagen interna de

sí misma siempre ha sido particularmente fuerte, y ha sido

reforzada por la reputación pública del barrio como un área

«dura», reputación aun más intensificada a mediados de los

sesenta por la glamorosa carrera de los Krays.

Finalmente, me gustaría ejemplificar esta relación entre los

skinheads y la imagen de la comunidad a través de algunos de

los elementos centrales del estilo skinhead. Uno de los aspectos

más cruciales es el énfasis de los skinheads en conexiones terri­

toriales -las «pandillas» eran organizadas de acuerdo con un

criterio territorial, identificándose a sí mismas con, y a través de,

una particular localidad (por ejemplo, «la pandilla de Smethwick»,

etc.)-. Esto involucraba a las pandillas en la demarcación y de­

fensa de su terreno particular, marcando los límites con consig­

nas («la pandilla de Ouinton manda aquí», etc.) y manteniendo

esos límites libres de la invasión de otros grupos. Esta territoria­

lidad, como la comunidad, tiene sus propios puntos focales alre­

dedor de los cuales se articula la interacción -la esquina como

punto de encuentro, el pub y la cancha de fútbol-. Aunque la

cancha no necesariamente coincidía con los lugares de la pandi­

lla, su propia identificación local y las actividades ya existentes

en los Ende proveyeron un particular punto focal alrededor del

cual las pandillas podían organizarse.

El fútbol, y especialmente la violencia articulada alrededor

de él, también proveyeron una arena para la expresión de la

preocupación skinhead acerca de una particular y colectiva

autoconcepción de la masculinidad, involucrando una identifi­

cación de la masculinidad con la rudeza física y una negación

a «retroceder» en caso de que hubiera «problemas» 34• La vio-

34 Para más detallados reportes sobre los cambios en el fútbol durante el período de posguerra, que tiene cierta relación con la elección skinhead de esta «localía», ver, por ejemplo, Taylor (1971 a y 1971 b) y Critcher (1975).

199

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

lencia también involucraba el acento de las pandillas sobre la

solidaridad colectiva y el apoyo mutuo en época de «necesi­

dad». Esta preocupación por la rudeza también era parte de

las otras dos más publicitadas actividades skinheads -la golpiza

de inmigrantes pakistaníes y de homosexuales-. La primera

involucraba la ritual y agresiva defensa de la homogeneidad

social y cultural de la comunidad contra sus más obvios chi­

vos expiatorios externos -parcialmente debido a su particular

visibilidad en el vecindario (en términos de posesión de nego­

cios, etc.) en comparación con inmigrantes de las Indias Occi­

dentales, y también debido a sus distintos patrones culturales

(especialmente en términos de su negación a defenderse a sí

mismos y así), una vez más, en comparación con los jóvenes

de las Indias Occidentales-.

La segunda debe leerse como una reacción ante la erosión

de los estereotipos tradicionales de masculinidad disponibles,

especialmente de parte de los hippies. La definición operacio­

nal skinhead de «queer» 35 parece haberse extendido a toda

persona masculina que para sus parámetros luciera «raro»,

como parece indicar esta cita de un skinhead de Smethwick:

Usualmente somos sólo un montón de nosotros que encontra­

mos alguien que pensamos se ve raro -como esa noche que

estábamos en Warley Woods y vimos a ese pibe que se veía

raro- tenía el pelo raro y adornos en los hombros.

Podemos ver estos tres elementos interrelacionados de te­

rritorialidad, solidaridad colectiva y «masculinidad» como la

manera en la que los skinheads intentaron recrear la imaginería

heredada de la comunidad en una época en la que las experien­

cias de creciente opresión demandaban formas de organización

35 N. del T.: «puto», «reina», término utilizado también en el idioma para designar a las travestis.

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Page 206: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

mutua y defensa. Y, finalmente, podremos ver la violencia in­

tensiva conectada con el estilo como evidencia de la «recrea­

ción de la comunidad» en tanto «mágica» o «imaginaria», en el

sentido de haber sido creada sin las bases materiales y

organizacionales de esa comunidad y, consecuentemente, es­

tar menos sujeta a los mecanismos informales de control social

característicos de tales comunidades. En el estilo skinhead,

podemos ver tanto elementos de continuidad (en términos del

contenido del estilo) y discontinuidad (en términos de su forma)

entre la cultura juvenil y la cultura de sus padres.

201

Page 207: Resistencia a Traves de Rituales

HACIENDO NADA

Pau/ Corrigan

Nota: este es un abstract del estudio de Paul Corrigan sobre la

cultura de las esquinas en Sunderland, «Schooling and the

Smash Street Kids» (McMillan, Londres, 1979). El trabajo tes­

tifica la intensa actividad involucrada en el corriente pasa­

tiempo de «hacer nada», y relata el hecho de que lo que la

mayoría de los adultos ven como una interminable pérdida de

tiempo, una ausencia de propósito, es, desde el punto de vis­

ta de los chicos, una completa cadena de incidentes, dado

que son constantemente informados por «ideas raras». Corrigan

argumenta -y muestra en este extracto- que, por mucho, la

actividad más común e intensa con la que se comprometen

los chicos de clase trabajadora es la simple pero absorbente

actividad de «pasar el tiempo».

Para la mayoría de los chicos, lo que existe es la calle; no la

romántica, activa y repleta calle del gueto, sino los húmedos

pavimentos de Wigan, Shepherds Bush y Sunderland. La prin­

cipal actividad en este lugar, la acción principal de la subcultura

británica, es, de hecho, «hacer nada».

¿Qué tipo de cosas hacen con sus amigos?

DUNCAN: Sólo andamos por ahí hablando de fútbol. O de

otras cosas.

202

Page 208: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

¿Hacen algo más?

DUNCAN: Chistes, bromeamos sobre eso, nos cargamos.

Hacemos lo que nos da la gana.

¿Cómo es eso?

DUNCAN: Hacemos cosas. El sábado pasado alguien em­

pezó a tirar botellas y todos nos sumamos.

¿Qué pasó?

Nada realmente.

Todas estas actividades caen bajo la etiqueta del «hacer nada»

y representan la más larga y compleja subcultura juvenil. El ele­

mento fundamental de hacer nada es hablar. No la arcaica discu­

sión sobre los talk show de la televisión, sino renarrar, intercam­

biar historias que nunca requieren ser verdaderas o reales, pero

que son lo más interesante posible. Sobre fútbol, sobre cualquier

otra cosa, hablan no para comunicar ideas, sino para comunicar

la experiencia de la conversación. Esto hace pasar el tiempo y

enfatiza el carácter del grupo sobre las distintas maneras que los

chicos tienen de pasar el tiempo. Un momento de bromas se

presenta. Entre la conversación, las bromas y las cargadas

emergieron cosas que los chicos llamaban «ideas raras».

¿Aigúna vez salen con sus amigos a buscar pelea?

ALBERT: A veces, cuando me siento como para hacerlo.

¿Qué haces?

ALBERT: A veces nos metemos en líos.

¿Líos?

ALBERT: Alguien mete una idea rara en su cabeza y otros

empiezan a seguirle la broma, y los demás se suman.

¿Idea rara?

ALBERT: Cosas ... como ir por ahí rompiendo botellas de leche.

La «idea rara» es lo que representa el algo fundamental de

«hacer nada». Al enfrentar el aburrimiento, los chicos no eli-

203

Page 209: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

gen la calle como un sitio maravilloso para habitar; más bien la

ven como el lugar donde está la mayor oportunidad de que

algo suceda. Hacer nada en la calle debe ser comparado con

las alternativas: por ejemplo, saber que nada va a suceder con

Mamá y Papá en la pieza de enfrente; estar casi seguro que el

club juvenil será un completo aburrimiento. Esto torna a la

calle en el lugar donde algo debería suceder, si no este sába­

do, seguramente el próximo.

Entonces, las ideas raras surgen del aburrimiento y las ex­

pectativas de futuro y el continuo aburrimiento, y esto afecta

el tipo de ideas raras que tienen. Una buena idea debe conte­

ner las semillas del cambio continuo, lo mismo que de alboro­

to y participación. Estallar botellas es un buen ejemplo de

esto, en tanto tipifica la manera en que los chicos son puestos

«bajo efecto». Preguntarles por qué estallan botellas es hacer

una pregunta sin sentido.

¿Qué hacen en las esquinas?

DICK: La policía nunca nos ve haciendo algo malo, enton­

ces nunca se mete con nosotros. Pero solíamos jugar por

ahí, rompiendo cosas.

¿Qué tipo de cosas?

DICK: Cualquier cosa, realmente -no sé por qué- sólo ideas.

La respuesta a la última pregunta, por ejemplo, sólo es

comprensible en los propios términos de los chicos, fuera de

la experiencia total del tiempo. Es que no estamos hablando

de chicos que salen los sábados a la noche buscando botellas

de leche para estallarlas; eso es algo casual e interesante que

ocurre.

¿Qué hacen cuando andan en la calle?

RICHARD: A veces no metemos en peleas o líos, pero en

general no mucho.

204

1 "Qt¡._¡

Page 210: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

lntentá darnos un ejemplo.

RICHARD: Ehh ... el sábado pasado estábamos sin hacer

nada y alguien pateó una botella y la reventó. Después to­

dos nos pusimos a romper botellas.

Para que no se construya un modelo de amplificación de la

desviación en torno al estallido de botellas de leche, otros

objetos rompibles son incluidos en las ideas raras.

EDWARD: He estado en problemas recientemente porque

mis amigos rompieron la ventana de un local, pero eso fue

todo.

STEVEN: Bueno, vos sabés, el Gran Prix, aquí cerca. Le­

vantamos las máquinas y obtuvimos partidas gratis. Conocés

los ómnibus del ayuntamiento, bueno, entraron por una taza

de té y fuimos y abrimos las puertas y los agarramos a

patadas.

El otro componente fundamental de «hacer nada» es pe­

lear. En este sentido, las peleas son una ocasión importante y

excitante: son fáciles de generar y son eventos interesantes,

y además no conllevan muchos riesgos. Para algunos chicos

representa un acontecimiento ocasional, para otros es el ma­

yor suceso de cada sábado por la noche -para estos es el más

grande componente de hacer nada-.

¿Qué hacen una noche de sábado cualquiera?

DAVE: Sábados a la noche, eh, usualmente vamos a un bar

de paso y llevamos algo para tomar, algo de sidra o cerve­

za. Usualmente voy a casa de amigos a escuchar discos,

miramos tele, y luego andamos por ahí.

¿Qué hacen cuando andan por ahí?

DAVE: Sólo andamos, jugamos fútbol o algo, causamos un

poco de daño por las calles.

205

Page 211: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

¿Alguna vez se involucran en peleas?

OAVE: No ... bueno, no mucho.

Sería inútil tratar de explicar por qué ocurren estas peleas.

Donde no hay nada para hacer, algo sucede, incluso si es un

bostezo; o alguien trabando una discusión con otro; alguien

recordando un insulto antiguo; y sobre estas cosas se desa­

rrollan las peleas. Algo patético y olvidado acerca de «nada»

se vuelve vital dentro de esa serie de comportamientos.

Sin embargo, existen otros chicos para quienes las peleas

están siempre a punto de suceder.

¿Qué hacen una noche de sábado cualquiera?

FREO: Voy a la estación, vos sabés, en el centro del pue­

blo, y vamos a Newcy, toda una pandilla de nosotros. Ca­

minamos por Newcy, listos para problemas. Encontramos

unos pocos seguidores de Maggie y les damos una golpiza.

Tenemos buenas peleas.

¿Qué tipo de peleas?

FREO: Realmente no son peleas, pues alguno de ellos pue­

de ser un conocido, pero, así y todo, cuando ponés la bota

ahí, la ponés ahí, pero somos amistosos después de todo.

¿Qué hacen una noche de s~bado cualquiera?

PAUL: Voy por ahí en pandilla y nos metemos en peleas,

riñas ... vos sabés ...

¿Qué clase de peleas?

PAUL: Nos encontramos con otra pandilla y empezamos a

lanzarles botellas de leche. Principalmente a la Pandilla de

Hylton Sur.

¿Por qué hacen eso?

PAUL: Para que no se nos acerquen.

¿Qué sucede si lo hacen?

PAUL: Tenemos una riña. Es buena diversión.

206

Page 212: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

¿Alguien sale lastimado?

PAUL: No.

Estas peleas son menos espontáneas que las otras, pero

aun así emanan de la «nada» de los sábados más que de

cualquier otro factor territorial o de grupo por sí mismo. Su

contexto define el carácter de las peleas. Si esas peleas fue­

ran reales, las calles de las ciudades de Inglaterra estarían

bañadas en cadáveres. Son simplemente algo ... en nada.

207

Page 213: Resistencia a Traves de Rituales

EL SIGNIFICADO CULTURAL DEL USO DE DROGAS

Pau/ Willis

Nota: el estudio de Paul Willis sobre el rol del uso de drogas en

la subcultura hippie de una ciudad industrial grande es parte

de un estudio mayor que compara estilos de vida, puntos de

vista y preferencias musicales de dos grupos subculturales -

un grupo de Hippies y un grupo de chicos motoqueros-. La

tesis exploraba la «concordancia» entre la vida y los valores

de estos grupos, y las preferencias musicales que expresa­

ban. Básicamente, Willis argumenta que debe haber una

«homología» entre los valores y estilos de vida de un grupo,

su experiencia subjetiva y .las formas musicales que el grupo

adopta. La música elegida debe contener el potencial, al me­

nos en su estructura formal, para expresar significados que

resuenen junto a otros aspectos de la vida grupal. Algunas de

las cosas que las subculturas usan están en una «concordan­

cia» más ajustada con el grupo, y a esto Willis llama, no

«homóloga», pero sf una relación integral. Sugiere en su estu­

dio que la motocicleta en sí misma sostiene una relación inte­

gral con la cultura de la motocicleta, y que las drogas estaban

integradas a la cultura hippie: «Las drogas mediaron fuerte­

mente muchas áreas de la vida de los Hippies», incluyendo la

relación de los grupos con la música.

Todos los nombres fueron cambiados en esta pieza.

208

Page 214: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Las drogas fueron usadas habitualmente por los Hippies;

esto está ampliamente documentado y fundamentado. Un in­

forme local de Vicar mostró que el uso de drogas era amplia­

mente aceptado; y otro estudio realizado por un trabajador del

Centro de Estudios, pero no publicado, titulado «Spiritual

undercurrents on the Drug Scene», tomó sin cuestionamiento

a los Hippies como ejemplos arquetípicos de los usuarios de

drogas. La brigada antidroga vio la escena hippie como el cen­

tro neurálgico del uso y tráfico de drogas en la ciudad entera.

También calculó que los números involucrados en la escena

de la droga estaban «duplicándose cada dieciocho meses».

Las drogas incluso hicieron su impacto en las interacciones

sociales cotidianas: eran el tópico central de conversación en

dicho escenario, y se puso mucho énfasis en el conocimiento

sobre distintos tipos de drogas. Había un exten<;iido resenti­

miento sobre las actitudes de la policía y la sociedad respecto

de las drogas, y una de las formas más disponibles de demos­

trar «sentido cultural» era formulando una diatriba contra la

«paranoia» de los «rectos» sobre las drogas. Sin embargo,

nada de esto alcanzó para aprehender el carácter especial del

uso de drogas de los Hippies. Personas de todos los diferen­

tes grupos con los que trabajé hablaban de drogas, tenían

drogas, se oponían a la policía, exhibían claros signos de com­

portamiento de ser usuarios de drogas. Ron tenía un conoci­

miento más detallado sobre drogas que nadie en los grupos, y

aún no tenía estatus en el «centro de la escena». Cualquier

grupo de estudiantes que incursiona en el mundo de las dro­

gas muestra características similares, y no es a través de esta

catalogación atomística que podremos descubrir la importan­

cia real de las drogas en la cultura hippie.

Un comentario que hizo Les permaneció opaco en mí por

largo tiempo, pero da una pista hacia al entendimiento de la

distinción especial del uso de drogas por parte de los Hippies. Él

dijo que era «posible tomar ácido (lisérgico) y no 'viajar', y posi-

209

Page 215: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ble 'viaja( sin tomar ácido; había muchos 'cabezas' en la socie­

dad 'recta'». De hecho, la importancia de las drogas no reside en

sus efectos físicos directos, sino en la manera en que facilitan

atravesar la gran barrera simbólica erigida en oposición a la so­

ciedad «recta». El «cabeza», un título reciente para hippie, derivó

de la más específica «cabeza de ácido», que representa más

exactamente los elementos de la experiencia con drogas en la

cultura. No está definido simplemente por el uso de drogas, sino

por su presencia existencial al otro lado de esta barrera simbóli­

ca. Era simbólico y no real, entonces esos individuos con una

«conciencia más allá de la barrera» podían ser «cabezas» «rea­

les», incluso a pesar de que no consumieran drogas. Por el otro

lado, aquellos que consumían drogas, pero sin sentir su

significancia simbólica, no era «cabezas»: sólo eran experimen­

tadores. En el lado «recto» de la barrera quedaba el mundo de la

responsabilidad personal, colores grises, cohibición y falta de

estilo; del otro lado se situaba el mundo de la libertad, la falta de

responsabilidad y la elegancia -el «viva la vida»-. Las drogas no

contienen intrínsecamente este segundo mundo: no deben ser

pensadas como microfilmes de experiencia clandestinamente

resbalada al proyector profundo de la mente. Eran simplemente

el interruptor para entrar en áreas que eran esencialmente auto­

creadas. Me fue explicado numerosas veces que la experiencia

del período previo era un «anteproyecto para el viaje»:

VAL: Bueno, tenés que prepararte, quiero decir, sólo deberías

prepararte a vos mismo, digo, por una semana o un mes, doce

meses, tal vez, pero lleva toda una vida, diez años, veinte

años, toda una vida.

NORMAN: Tu «viaje» consiste en lo que hiciste semanas an­

tes, y el estado de tu mente en ese momento particular.

De alguna manera, las drogas pueden ser pensadas como

placebos culturales -llaves a la experiencia, más que expe-

210

Page 216: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

riencias en sí-. Pero esto no quiere decir que el hachís y el

ácido en particular no conlleven efectos químicos. Lo hacen, y

el cambio de conciencia percibido en el tema es probablemen­

te la base de este pasaje existencial -él siente que algo ha

sucedido, para lo que suministra un contenido-. La base fisio­

lógica del cambio puede ser igualmente bien interpretado de

mil formas culturales diferentes, y las bases químicas objeti­

vas de la conciencia modificada no contradice la posibilidad

de alcanzar un estado similar de conciencia existencial en for­

mas no físicas36• Como dijo Les en una discusión:

LES: (refiriéndose a experiencias de conciencia intensificada)

Puede ser por sí mismo o puede ser con ácido, puede ser con

cualquier droga o sin droga alguna, ese es el punto, vos sabés,

en otras palabras, te brinda nuevas percepciones. Proveen la

oportunidad: diferentes personas las usan de diferentes mo­

dos por diferentes razones, y de esto tratan muchas de las

cagadas a la vista. Los «duros» usan el alcohol para tapar.

NORMAN: Para bajar.

LES: Para bajar el nivel de conciencia, y usan el cigarrillo para

bajar el nivel de neurosis, causada por su propia paranoia, y,

vos sabés, la droga se usa para incrementar la percepción de

uno sobre su propio entorno acorde a los propios sentidos. En

otras palabras, la percepción visual posiblemente es intensifi­

cada, y la percepción auditiva, definitivamente.

Aunque las drogas fueran sólo llaves, seguían acordando

una especie de lugar sagrado para la cultura «cabeza». Su uso

estaba enmarcado por el ritual y la reverencia. A menudo es-

36 Ver Young (1972), quien argumenta que el uso de drogas debe ser entendido socialmente así como farmacológicamente, lo que significa un avance en la teorización en el área. Pero parece implicar que ambos son equivalentes en importancia, mientras que mi argumento es que los fac­tores socioculturales sobrepasan por mucho a los farmacológicos.

211

Page 217: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tos rituales incrementaban la cantidad de droga que se consu­

mía, lo que proveía una reacción fisiológica mayor, abierta a

una interpretación cultural específica. Esta es la forma que

toma la relación dialéctica entre drogas y cultura. Para el «ca­

beza», toda droga, especialmente el ácido, era la llave simbó­

lica a la experiencia que siempre había sido inmanente, pero

que sólo podría volverse totalmente manifiesta al otro lado de

la barrera simbólica. Esta llave simbólica no dejaba entrar to­

talmente a la conciencia en tierras extrañas, tanto como para

eliminarla de territorios familiares: el paisaje no era menos

transformado. La droga podría ser vista hasta cierto punto

como culpable del estado de conciencia de alguien y, por tan­

to, paradójicamente, como aumentadora de la libertad de con­

ciencia. La creencia de que «son las drogas, no yo» permite al

individuo, por un tiempo, ver en las contradicciones entre -en

la dialéctica entre- libertad y determinación. o~ alguna forma,

este tipo de conciencia está claro en las cintas de grabación,

del decir de Les «es difícil cuando estás drogado», en un pun­

to complejo del argumento, a las bromas y el caricaturizado

reconocimiento del estereotipo convencional acerca de la pér­

dida de autonomía, en este intercambio:

TONY: (refiriéndose a un comentario anterior al que se vio

forzado a renunciar luego de un largo argumento) Sabés que

fue justamente ... fue justamente el primer sacudón original en

mi mente, y salió de mi boca, y-

LES: Ese es el problema cuando tomás drogas, hombre, yo

voy a salir y violar a alguien en un minuto.

/risas/

TONY: Vamos y violemos a alguna anciana en la calle.

Más importante que estos ejemplos localizados era la per­

cepción simbólica general de que el hombre estaba determina­

do por las estructuras a su alrededor. Las drogas simbolizaban

212

Page 218: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

un cambio ontológico fundamental para sentirse uno mismo

como un agente con determinación autónoma, a sentirse, en

parte, como una variable determinada en el mundo. Y ese sen­

tido, para el usuario cultural de drogas, no era reducido única­

mente a la experiencia con drogas. La economía, la política, la

sociedad, la industria, la contaminación, la policía, la forma­

ción, todas se volvían variables determinantes en la conciencia

del individuo. Esto producía una disminución del sentimiento de

responsabilidad para consigo mismo y una correspondiente dis­

minución del sentimiento de culpa. Pero, para el cabeza, para­

dójicamente, en términos existenciales, la contraparte dialécti­

ca a estas percepciones era un sentido de la libertad personal

infinitamente acrecentado. Al fin y al cabo, podía descansar del

incesante forcejeo por mantener alejado al vacío, por mantener

unido al mundo del sentido común; era liberado de las cada vez

más restrictivas demandas del sentido común. Había visto a

través del carácter precario de la realidad y sus libertades apa­

rentes hacia sus determinaciones sociales reales. En términos

psiquiátricos, que los Hippies usan a menudo, había «pérdida

de ego» y también la experiencia de un estado «meta-egoico».

El cabeza podía controlar las fuerzas, experimentar las fuerzas,

que la mente autónoma alerta tendría nerviosamente bloquea­

das. Él era libre en su experiencia porque estaba liberado de la

tarea personal de sostener al mundo unido.

En lugar de resistir la fuerza, podrían reaccionar todos jun­

tos desde un plano diferente. Podrían relajarse y dejar que les

suceda; era una experiencia. Todas las experiencias deberían

tener su sabor distintivo para que puedan ser saboreadas com­

pletamente. Juzgado de esta forma, incluso ser sujeto de una

redada era una calamidad sólo para aquellos que trataban des­

esperadamente de evadirlas, para aquellos cuyas sensibilida­

des habían sido irrevocablemente reducidas por la urgencia

compulsiva de apartar la experiencia a un lado. En algún sen­

tido, entonces, nada podía dañar al cabeza cuando «subía»:

213

Page 219: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Sutx:utturas jtNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

estaba más allá del alcance de la coerción en el mundo públi­

co. Porque había visto el carácter finalmente coercitivo de la

vida, y lo había encontrado desde la liberación: nada podría

tocarlo otra vez. Por supuesto, el cabeza no se sentía lo sufi­

cientemente seguro cuando «bajaba», pero algunos de estos

sentimientos continuaban todo el tiempo; era incluso un breve

entendimiento de esta perspectiva lo que lo ponía del lado

«subido» de la barrera simbólica.

Para el cabeza, la conciencia «recta», el asumir diariamen­

te la autonomía en el mundo, de hecho, significaba limitar la

conciencia a un micropunto en el espectro completo de esta­

dos potenciales de la conciencia. Ese punto al que un giro

accidental de la historia -el descubrimieflto del análisis de la

ratio-technica- había magnificado en todo el mundo conocido

del pensamiento. Si podías confiar en vos mismo para aban­

donar ese limitado círculo de certeza aparente, entonces se­

rías libre para entrar a vastas y nuevas áreas experimentales.

Las drogas eran vistas como el camino por excelencia para

aflojar la tensión aparente de la realidad; parecían empezar a

desentrañar el mundo real, les guste o no. Al cabeza le gusta­

ban, y las tomaba como el puntapié para ir más lejos, para

atravesar la barrera simbólica. A los «rectos» que usaban dro­

gas esto no les gustaba, y esperaban hasta que los hilos se

reacomodaran nuevamente.

La capacidad de las drogas, y especialmente del ácido,

para abrir las áreas de experiencia bloqueadas era comentada

con frecuencia por nuestro grupo:

LES: En realidad podés ver, y yo la he visto, la música. La he

visto salir burbujeando de los parlantes.

VAL: Ves, estás atrapado por todos tus sentidos, estás atra­

pado por el tacto y el olfato y el gusto y la vista y la audición,

pero podés tomar ácido, el pasadero, y no estarás más atrapa­

do, no estarás atrapado en la forma en que ves el mundo.

214

Page 220: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

LES: Con el ácido propendés hacia una experiencia total de to­

dos los sentidos, particularmente la vista. Podés ver otros sen­

tidos; yo no he visto el olfato, pero he visto el sonido y he oído

un color ... He visto, bueno, una vez me acosté con una chica

estando «de ácido», y pienso que fue la experiencia más increí­

ble que alguna vez tuve, porque el orgasmo entero se volvió

total, ehh ... no sólo en el centro neurológico del cerebro que te

da sensación de placer, no sólo en la punta del pene, sino en el

cuerpo entero, hombre, en la punta de mis dedos, tenía orgas­

mo tras orgasmo. Ese era un estado cercano a la dicha que creo

que debería alcanzar siempre ... Fue totalmente increíble y la

única cosa que me detuvo de tener más orgasmos fue mi propia

fuerza física: la energía había drenado de mis miembros. Fue la

experiencia más increíble, porque podía sentir la energía drenando

de mi cuerpo, estaba al tanto de que mis músculos estaban

convirtiendo menos oxígeno ... la cosa más.

El cabeza, bien diferenciado del usuario de drogas ubicado

en el lado «recto» de la barrera simbólica, estaba continua­

mente, si bien tangencialmente, comentando y prestando aten­

ción a lo inusual en las situaciones corrientes. Aunque vivien­

do en un mundo compartido, veía más facetas en él y

refracciones de luz desde él, incluso sin drogas, de lo que

jamás un «recto» podría hacerlo. El cabeza «observaba con

atención», el «recto» «administraba» el mundo real.

Un aspecto crucial en ceder el paso a la experiencia y a la

lectura experimental de la determinación era la completa pre­

ocupación con el «ahora». Si la experiencia era todo, la pre­

sencia era todo, y la dimensión principal de la presencia era la

posibilidad de vivir el «ahora».

ROBIN: La «pichicata» ha significado una cierta suma de liber­

tad, como un resultado de, de ... estar mucho más consciente

de lo que es, sabés ... lo que «es» más de lo que fue o lo que

215

Page 221: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

será. Vos sabés ... eh ... yo creo que uno debe vivir en el pre­

sente, este instante, ahora, experimentando el ahora por lo

que es, porque es, porque es y por ninguna otra razón. Supon­

go que podría haber entrado a un monasterio a meditar y,

quizás, haber encontrado la misma cosa en unos 50 años;

simplemente he encontrado cómo hacerlo, el ácido sólo acele­

ró el proceso, sabés, de manera bastante considerable.

Esta encapsulación por el «ahora» y el sentimiento de liber­

tad para «andar por ahí y sentir el momento» conducen a una

ruptura total de las nociones convencionales del tiempo. El

tiempo industrial y orientado por el trabajo está crucialmente

afectado por el orden, es decir, lo que requiere ser realizado

antes de que algo más pueda ser realizado -un camino crítico

masivo de conciencia. Sin una estructura de tiempo de este

tipo, bastante bien determinada y comúnmente aceptada, las

tareas lineales y complicadas no pueden ser completadas,

esencialmente las relativas a la integración de especializacio­

nes diferentes. La coerción externa sobre la experiencia del

tiempo, en esta forma, no es siempre humanamente relevan­

te, como podemos ver en los sentimientos corrientes de abu­

rrimiento y frustración del proletariado -los desiertos de dis­

tancia que los trabajadores sienten entre sí mismos y la sirena

de la fábrica, la extraña aleatoriedad de la sirena cuando llega

la hora. El cabeza siente el inoportunismo del tiempo conven­

cional particularmente potenciado en el curso de un «viaje».

NORMAN: Te das cuenta de que el tiempo es una construcción

humana, no hay tal cosa como el «tiempo», es una carga del gati­

llo, algo que el hombre fabricó para computarizarse a sí mismo.

Una de las críticas más comunes que hacían los trabajado­

res de la iglesia en el campo era que los «Hippies» eran «poco

confiables». De igual modo, sin embargo, si te encontrabas un

216

. ; 1

Page 222: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cabeza por accidente, y él se mostraba interesado en algo,

simplemente se quedaría parado hablando hasta que la cosa

estuviese minuciosamente elaborada. No existía un «Debo irme

corriendo» o «Sólo puede quedarme un minuto» para evitar el

peligro de un encuentro real. Este sentido-subjetivo del tiempo,

la máxima abertura de los sentidos y la falta esencial de auto­

nomía sentida en la experiencia con drogas, podía disipar los

sentidos normales de repugnancia: situaciones objetivamente

desagradables se tornaban placenteras e incluso fascinantes.

ROBIN: Bueno, yo estaba con una chica y ella estaba descom­

puesta en el piso, hombre, ambos estábamos como realmente

separados, el cuarto estaba girando y yo no podía saber dónde

había comenzado ni nada parecido, pero conseguí incorporar­

me y limpiar el vómito. No estaba siquiera asqueado por eso, y

usualmente lo estoy, sabés, normalmente alcanza con que al­

guien esté descompuesto en la misma habitación para que yo

quiera vomitar. Pero estaba allí con mis manos desnudas jun­

tando el vómito en un cuenco.

LES: Ellos tenran esta especie de retrete en el baño, y debe haber

sido largo como una cancha de fútbol, y era como acero corrugado

doblado en secciones V, una sobre la otra hasta el final.

DEREK: Debés ser un tipo alto parado en un extremo.

LES: Y todos estaban como orinando, era sólo gente a lo largo

de esta cosa, y yo estaba en el extremo pequeño, y era como

un maldito río, estaba «viajando» como la mierda, y era her­

moso, sabés, realmente estaba colgado en estas meadas.

DEREK: Todas las colillas y fósforos flotando.

LES: Era hermoso, la hediondez era terrible.

La pérdida de ego, la pérdida de reflejos protectores, y la

apertura a lo extraño, generaba acumulativamente otra área

prohibida abierta a los cabezas -el sicótico dentro de sí-. El

217

Page 223: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

lado oculto de la experiencia, usualmente bien contenido por

nuestra conciencia convencional, se volvía disponible al pro­

fundamente «viajero» cabeza como cualquier experiencia co­

rriente, y a veces no podía diferenciar entre ambas. A menudo

una persona «viajando» parecerá ser clínicamente sicótico, y,

por supuesto, el LSD fue usado primero en condiciones de

laboratorio en un intento de recrear las condiciones de la

esquizofrenia. Hay mucha menor certeza ahora de que la ex­

periencia con LSD sea la misma que la de la esquizofrenia37 ,

pero existe la pequeña duda de que para muchos el «viaje» es

una excursión a los «lados oscuros de su naturaleza».

Era ciertamente real que había una asociación muy clara

entre uso de drogas y la convencionalmente entendida depre­

sión psiquiátrica. En su camino sombrío, la brigada antridroga

puja por la claridad de esta relación.

8: Muy a menudo hablaremos a un chico que está en las dro­

gas, y él está hablando sobre drogas, y de pronto nos damos

cuenta de que no son las drogas lo que lo están afectando. Es

algo más profundamente arraigado, y remitimos a muchos de

ellos al hospital. Y esto fue descubierto en el hospital, que,

aunque se han estado ocultando tras las drogas, han tenido una

enfermedad psiquiátrica, no muy severa. Podés traer un chico

que dice «Soy adicto a la marihuana, sabés». Algunos doctores

podrían pensarlo como una denominada psicosis cannábica, pero

yo sé con certeza que, eh, la manera en que los doctores operan

es esta: si encuentran una persona que recurre a ellos, por su

cuenta o porque otros lo han sugerido, olvidarán las drogas

completamente y empezarán a examinarlo como un paciente

psiquiátrico, y probablemente encontrarán en algún lugar que el

paciente ha tenido algún ligero desorden psiquiátrico, sabés,

sería un esquizofrénico o ...

37 Ver los minutos de «Drug Dependency Discussion Unit», Hospital Edward King, Londres (1972: 3).

218

Page 224: Resistencia a Traves de Rituales

r 1 1

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Sin embargo, aunque en este punto limitamos con nues­

tras capacidades para seguir a los cabezas, no debemos des­

estimar los aspectos sicóticos del uso de drogas como patoló­

gico. El conocimiento y percepción del aspecto impreciso y

misterioso de nuestra conciencia normal ha sido recortado de

manera apabullante y etiquetado como enfermo por la sabidu­

ría médica moderna. Pienso que es en este sentido de con­

frontación con el sicótico en uno mismo que Les quiso decir

«algunas personas pueden 'viajar' sin ácido». Era posible es­

tar en el lado «subido» de la barrera sin tomar contacto con

las drogas si tenías algún grado de conciencia de estas pro­

fundidades.

Hay un contacto aquí, en la escena hippie, con un desarrollo

alejado de las drogas y hacia la religión38• Visto desde afuera

como un desarrollo «saludable», por la aparente renunciación a

las drogas, es de hecho muy cercano a la experiencia con dro­

gas en un sentido simbólico. Es mucho trabajo en sí el intento

de conocerse uno mismo más profundamente. El uso y sentido

de las drogas, entonces, no estaba limitado por la acción inme­

diata de tomarlas, o por sus correlatos en el comportamiento.

El significado real del uso de drogas estaba en la entrada a un

extenso mundo simbólico. Una vez en ese mundo, la presencia

de las drogas no era de importancia inmediata.

Uno podía estar «arriba» sin consumir drogas, y la calidad

de las experiencias corrientes, excepto las experiencias con

drogas, había cambiado. En ciertos aspectos, el pasaje a tra­

vés de la barrera simbólica que separa lo «recto» de lo «subi­

do» nos presenta una clásica paradoja de fe. Se entienda o

no, y no hay modo de cruzar la laguna con argumentos lógi­

cos. No podría probarse la presencia de este mundo simbólico

a un no creyente que ya ha decidido que sos un «enfermo».

La clase de preguntas que se le pueden ocurrir a un extraño al

38 El movimiento Jesús-Freak en California, ahora extendiéndose a Ingla­terra, es el ejemplo más obvio de este desarrollo.

219

Page 225: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tema se volvían irrelevantes adentro, e incluso preguntar cier­

tas cosas era aceptado para mostrar que el interrogador nun­

ca apreciaría las respuestas. Esta situación del tipo «círculo

vicioso» de la cultura de las drogas se volvía un tipo de irrita­

ción particular para las agencias y grupos de ayuda. Es una de

las barreras más grandes hacia una apreciación de esta cultu­

ra desde afuera.

Una preocupación por las «causas», su aislamiento y, en

última instancia, su modificación, y la preocupación por el

traspaso de drogas suaves a duras son las bases de la vasta

mayoría de intentos de comprender la cultura de la droga.

Todos apuntan a que el consumidor reafirme su autonomía

dentro de la cadena causal. Estos intentos simplemente nun­

ca encuentran los términos reales de la experiencia de los

cabezas con las drogas. Para los cabezas, cuando compren­

diste el carácter dialéctico de tus propias determinaciones,

paradójicamente cuando estabas más determinado, te volvías

más libre para experimentar la riqueza completa de la concien­

cia. Tu conciencia expandida, en su omnipotencia envolven­

te, podía ver la conciencia normal como supremamente insig­

nificante, un romance pequeño-mezquino-dañado con el mun­

do del trabajo. Las exhortaciones para un regreso a este mun­

do simplemente confirmarían el nuevo mapeo de la experien­

cia de los cabezas. El exhortador es simplemente parte de ese

«romance pequeño y mezquino», y la base de trabajo/respon­

sabilidad de sus comentarios muestra que continúa «mezqui­

no» como siempre.

En sus respectivos términos, el consumidor de drogas co­

noce mucho mejor al trabajador social de lo que este lo cono­

ce a aquel. El punto de máxima divergencia entre lo objetivo,

el entendimiento causal del fenómeno de las drogas y el ca­

rácter de experimentación real en la implicación con esto es

precisamente esta noción contradictoria de libertad. Para el

grupo «Objetivo», la libertad es auto-responsabilidad, para el

220

1

1

Page 226: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

grupo «subjetivo» estás realmente libre cuando no sos res­

ponsable de vos mismo. La falta de voluntad del cabeza de

hacer un verdadero intento de contradecir las definiciones

externas de su uso de las drogas compone la complejidad de

la situación. El exhortador siente que la droga ha tomado in­

cluso un lugar más profundo de una manera misteriosa, y so­

brepasa los poderes normales de comunicación del usuario. El

exhortador redobla su esfuerzo para hablarle a aquello que es

abandonado del viejo sí mismo autónomo para expulsarlo del

invasor infame. El cabeza, a su turno, está sencillamente se­

guro de que el exhortador nunca podrá ver la «Verdad».

Esta sensación de «entendimiento de la fe», o de entender­

la como una impresión de sentido inmediata, se extendió de

modo noticioso hacia otros aspectos de sus vidas. Estaban

muy irritables con las explicaciones causales y externas: que­

rían la experiencia de una cosa y estaban aburridos por el

armazón de la explicación de la experiencia. La regularidad

con la que esos sentimientos eran vividos en la cultura cabeza

era para destacar: la experiencia a diferencia del entendimien­

to de la ratio-technica quizás era el principal y más común­

mente compartido principio de todo el movimiento. Esto no

significaba que el lenguaje fuera redundante; al contrario, la

cultura hippie era sumamente verbal, pero el uso del lenguaje

no estaba apuntado a conseguir la «Verdad» o a un entendi­

miento compartido y objetivo de los procesos. El lenguaje era

usado como una forma de alentar los sentimientos, y los esta­dos de entendimiento, a través de la elegante y complicada, a

veces traviesa, sugestión, contra-sugestión, contraste, para­

doja y sorpresa. Muchas cosas eran dejadas sin decir y sin ser

asumidas. Las palabras, de tal manera, más que tratar de re­

presentar la atmósfera objetivamente, esculpían formas en su

aspecto material.

Estos sentimientos asociados a la concentración sobrehu­

mana del ahora y la habilidad de la experiencia cotidiana, y

221

Page 227: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

particularmente la valentía del sicótico, fertilizaban el suelo

para la experiencia mística de los cabezas. Era probable que

esto sucediera, especialmente en un «viaje» de ácido, y, una

vez experimentado, ponía finalmente al individuo del lado «su­

bido» de la barrera simbólica. El carácter real de esta expe­

riencia es difícil de alcanzar, y lo era para los cabezas, aunque

ellos gustaran hablar sobre eso, la experiencia más inefable

de todas; nunca podría ser presentado en otros términos que

en los suyos propios. La experiencia mística era el signo por

excelencia y el reconocimiento de los valores centrales en su

mundo de las drogas. Ponía finalmente al individuo más allá

del alcance del mundo cotidiano y de su insistencia en la auto­

nomía. Si eras parte de la conciencia cósmica, parte de Dios,

de hecho eras Dios, entonces las nociones de causalidad y

autonomía personal eran malentendidos de una subdivisión

muy pequeña de la vida, que totalmente podías trascender y

sepultar. Todos los aspectos de la vida eran parte de vos,

entonces, ¿cómo podrías alzarte en guerra contra vos mismo?

Aquí había un punto de contacto entre la escena de la

droga de los cabezas y la religión y cultura de Oriente. Muy

raramente había allí un conocimiento detallado de estas reli­

giones, una complicidad exterior usualmente tapaba la igno­

rancia subyacente. Oriente era tomado como una metáfora de

su posición más que como una contraparte literal. Yo argu­

mentaría que la falta de conocimiento objetivo sobre Oriente

no minaba la autenticidad de la experiencia que se acercaba a

la metáfora oriental. Aquí hay algunos ejemplos de las cintas

que narran experiencias místicas con ácido en el entorno na­

tural del grupo:

LES: Yo creo que existe una divinidad y creo en la energía pura

de la vida de la que me he enterado en gran medida con el

ácido, era una cosa tremendamente religiosa al mismo tiempo.

DEREK: Sí, pero ¿creés que hay una figura ornamental?

222

Page 228: Resistencia a Traves de Rituales

r

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

LES: Sí, el lugar donde está mi cabeza ahora lo llevo como mi

Biblia, el 1 Ching, o como quieras llamarlo, el libro Chino de los

cambios.

NORMAN: ¿Piensan Jo que están haciendo ahora, o lo que

están experimentando, qué conocimiento obtienen, será de

algún beneficio para ustedes?

LES: Por supuesto que lo es.

DEREK: Experimentar es la vida.

LES: Será el beneficio más enorme, no sólo para mí, sino que

espero que lo sea para mi prójimo. Yo creo que cuando atravieso

el libro de cambios, y veo el Hexagrama, lo cambios se me apare­

cen. No sólo trato de vivir mi vida a lo largo de estas líneas en

este momento particular, sino que creo que lo que estoy hacien­

do acorde al libro de cambios y acorde a mis propias visiones de

la humanidad y acorde a mis conceptos de la divinidad, la fuerza

de la energía pura de la vida, esto hará que las cosas mejoren

para otra gente, la gente que me rodea, la gente que conozco. Mi

deuda a la sociedad, si querés decirlo así, de que las cosas que le

debo a mi prójimo, me las debo a mí mismo.

LES: Sí, porque los conceptos de Oriente sobre religión tienen

mucho que ver con el ácido, o los conceptos del ácido sobre

religión.

VAL: Occidente tiene la idea de que Dios es un ser trascenden­

tal, en otras palabras, que está separado del mundo, y vos entrás

al reino de los cielos si has sido un buen hombre en esta vida

/risas/

Cualquiera que conocés puede volverse uno con Dios, pero

Oriente toma la visión de que Dios es inmanente y que todos

somos Dios en Dios, vos sabes que Dios está en nosotros, y

eso es lo que el ácido te brinda.

La relación del ácido con su experiencia trascendental no

la invalida como algunos han argumentado. En primer lugar,

223

Page 229: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

está el punto central de todo este trabajo, donde la importan­

cia crucial de las drogas no reside en sus propiedades

farmacológicas, sino en su apropiación en un sistema simbó­

lico más amplio. Aunque las drogas fueran el interruptor para

entrar a este mundo, el mundo simbólico en sí mismo estaba

corporizado y vivido, en general, en los procesos humanos de

todos los días. La experiencia trascendental era más un pro­

ducto de inhabitar este mundo, que un producto de ciertos

químicos actuando en el cerebro. En segundo lugar, incluso

asumiendo por un momento que la determinación química de

la conciencia fuera un factor más poderoso que la cultural,

sigue sin invalidar la integridad experimental del episodio mís­

tico. No importa qué lo cause, sigue siendo experimentado

como real. La experiencia no puede ser juzgada sobre las ba­

ses de sus causas; sólo puede ser juzgada por su carácter y

efectividad en la vida.

Una Farmacología Subcultural

Aunque he estado describiendo la escena de la droga «Ca­

beza» en términos de una gran división simbólica, los cabezas

por sí mismos hicieron distinciones más complejas entre los

diferentes tipos de drogas. El hachís era el denominador co­

mún de todas las drogas, y era la más comúnmente consumi­

da. Usada de forma correcta, con las adscripciones simbóli­

cas de significado apropiadas, era una parte genuina de la

experiencia de los cabezas. Pero además se reconocía que

muchos otros grupos usaban la droga de diferentes maneras,

con diferentes significaciones. El ácido era visto como mucho

más poderoso, y como una droga más positiva culturalmente.

Sin embargo, era posible tomar ácido sin viajar, y este era el

uso no cultural, pero se pensaba que probablemente los «rec­

tos» tomaran ácido una vez y luego se «aterrorizaran». lnclu-

224

Page 230: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

so muchos Hippies estaban asustados con la droga, y existía

amplio conocimiento sobre sus daños potenciales. Esos Hippies

que eran aprensivos con la droga no eran figuras externas al

grupo; eran parte del mundo simbólico más amplio, y enton­

ces entendían, en algún nivel, cómo era viajar regularmente.

Pero el hecho de que no consumieran ácido impedía que fue­

ran vistos como cabezas «reales». Los cabezas «reales» no

consumían ácido indiscriminadamente, estaban alertas del

peligro de volverse un «fanático del ácido». Lo consumían

regularmente y con cuidado, preparándose meticulosamente

para la experiencia, o finalmente encontrando el humor en el

cual el ácido caía bien.

La heroína estaba más allá del ácido, como el ácido lo esta­

ba del hachís, pero de una manera menos apropiada

culturalmente. Los peligros de la «H» eran bien conocidos, pero

no había pena por aquella persona totalmente enganchada con

la heroína o la cocaína; la actitud era pensar que «está en él, si

se metió con eso, debe estar haciendo algo por él, es su viaje».

No trabajé con ningún adicto a drogas duras, y, de acuerdo con

la brigada antidroga, el nivel de adicción en la ciudad ha caído a

cifras simples desde los resultados registrados a mediados de

los sesenta. La heroína era una droga de la que no se hablaba

mucho en este ambiente, incluso si la estabas usando ocasio­

nalmente; sólo tus colegas más cercanos lo sabrían. Un cabeza

que conocí bien me dijo que había usado «H» ocasionalmente y

que mientras mantuvieras un control cuidadoso en la cantidad

y frecuencia, y la inyectaras bajo la piel pero no en la vena,

podrías evitar la dependencia y todo los horrores consecuen­

tes. Era cierto que, aunque los peligros de la droga fueran bien

conocidos, no existía el mismo miedo a la droga que uno en­

cuentra en la sociedad «recta». Era visto simplemente como un

agente poderoso más que como un adversario poderoso, nor­

malmente para ser evitado, pero para ser bienvenido bajo cir­

cunstancias extremas. Pienso que había más consumo contra-

225

Page 231: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

lado de heroína, cuidado con las inyecciones, en esta escena

que lo que la mayoría de las agencias de control reconocían,

aunque no obtuve evidencia consistente de esto.

El significado cultural de la «H» parecía ser principalmente

una extensión simbólica de su supuesta irreversibilidad física.

Entrar en la heroína no era sólo pasar a través de la barrera

simbólica que dividía lo «recto» de Jo «subido», era el cierre sin

respuesta de las relaciones con el mundo recto. En algunos

aspectos, este pasaje de la «H» era culturalmente similar al

pasaje del ácido, pero con la «H» no sólo tenías que hacer el

pasaje a ese grado extremo, habías quemado los botes y no

podrías retornar. En algún sentido, esto hacía a la «H» la expre­

sión suprema de los significados de la cultura de la droga. Era

una expresión de lealtad hacia los significados ubicados del

otro lado de la barrera que Jos rectos nunca podrían entender, y

de los que la sociedad recta nunca podría hacerte retornar. En

la otra mano, en una especie de admisión indirecta de la supre­

macía de los estados simbólicos frente a !os reales y físicos, la

«H» era parcialmente no confiable. Sus significados estaban

amarrados a ser los últimos luego del vacío, podrías morir -qué

forma irrefutable «de irse» tan anti-recta-supremamente-subi­

da- pero de todas formas te irías, y aquel era un precio excep­

cionalmente alto para pagar. En este sentido, el significado cul­

tural de la «H» estaba más próximo que todas las drogas usa­

das en esta escena a su base farmacológica; en este caso, los

enfoques cultural y farmacológico acordaban en que el costo

final de su uso era la muerte, aunque el significado del pasaje

en cada caso es muy diferente.

El rol de las anfetaminas y los barbitúricos parecía estar

bastante por fuera de lo establecido. No eran centrales para

los cabezas en la forma que lo eran el hachís y el ácido. Usual­

mente, estaban asociados a otros grupos culturales. En la es­

cena Hippie parecían ser más usados sobre una base ad hoc,

para permanecer despierto, o para permitir la terminación de

226

Page 232: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

alguna tarea. Cuando eran consumidos en el modo simbólico

apropiado, entonces sus efectos eran culturalmente apropia­

dos en el sentido de la fuerza de la experiencia con hachís,

pero no me parecía que hubiera un uso extensivo de píldoras

en este sentido. Un «sacudón» habría sido mucho más acep­

table bajo la mayoría de las circunstancias a menos que hubie­

ra alguna razón particular para que uno se forzara a permane­

cer activo por largos periodos. Estaba la cuestión del abaste­

cimiento, por supuesto, y cuando no había disponible otra

cosa las píldoras se consumirían. En una cultura de la droga

con estructuras simbólicas muy fuertes, todas las drogas son

vistas como valiosas, y cualquier droga es capaz de brindar

efectos apropiados. Los miembros del núcleo de la cultura

habían probado todas las drogas que uno pueda pensar, y es

posible que perder la cabeza con barbitúricos fuera ocasional­

mente usado como un sustituto de la «H», pero era una prác­

tica con la que personalmente no tomé contacto.

Esta descripción del ranking de las diferentes drogas tal

como las veían los cabezas no debería ser tomada como evi­

dencia de «escalada», en el sentido de la teoría convencional

de que al consumo de drogas suaves inexorablemente conti­

núa el de drogas duras. Aunque había diferencias cognitivas

entre las diversas drogas usadas en esta escena, el paso de

una a otra estaba determinado por estados de conciencia que

pueden ser mejor interpretados desde el punto de vista de su

significado cultural, que desde el punto de vista de las propie­

dades intrínsecas de las drogas. Sólo en el caso de la heroína

se da un vínculo decisivo entre los significados culturales a

los que se adscriben y los efectos farmacológicos «Objetivos»

de la droga. El paso cultural de una a otra droga es relativa­

mente independiente de su naturaleza farmacológica; es posi­

ble escalar a otra conciencia sin drogas, y también es posible

tomar drogas sin realizar dicho pasaje. El consumidor conoce

más íntimamente el carácter del paso del hachís al ácido, y

227

Page 233: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

especialmente el paso del ácido a la heroína, que aquellos que

se preocupan desde afuera. Una vez que el individuo o el gru­

po han entrado al mundo simbólico de las drogas, la mera

retirada de las drogas haría muy poco, pues el cabeza encon­

trarra pronto otra manera de ponerse más allá de los rectos,

quizás a un costo más grande para la sociedad convencional.

La mayor correspondencia de lo cultural y lo farmacológico en

el nivel de la heroína significa que habría algo de verdad en la

noción convencional de escalada en este punto.

228

Page 234: Resistencia a Traves de Rituales

ETNOGRAFÍA A TRAVÉS DEL ESPEJO

Geoffrey Pearson y John Twohig

Nota: el estudio del uso de drogas en la subcultura hippie (el

extracto forma parte de este volumen) se mantiene firmemen­

te en las tradiciones interaccionista y etnográfica asociadas

con Howard Becker, David Matza y otros escritores que com­

parten su orientación en la sociología de la desviación (para

mayor elaboración, ver las críticas de Brian Roberts y Steve

Butters, también en este volumen). Esto es, siguiendo, diga­

mos, los ensayos sobre marihuana de Becker en Outsiders

(Becker, 1963), Willis pone mucho énfasis en la manera en la

que las experiencias con drogas son construidas socialmente,

culturalmente definidas y aprendidas en el contexto del uso

subcultural, antes que por las propiedades fisiológicas y

farmacológicas propiedades de los diferentes tipos de drogas.

Así, al construir su tipología del uso de drogas, Willis se apoya

fuertemente en cómo sus «actores» definen su experiencia,

respaldado por su propia observación etnográfica. Estricta­

mente hablando, Willis reconoce que las diferentes drogas

tienen efectos fisiológicos, de manera que las definiciones

culturales suponen «hacer que esos efectos sean socialmente

significativos». Esto es cercano a la posición de Jock Young

en The Drugtakers (Young, 1 9 7 2), donde el autor habla del

«encaje entre farmacología y cultura>> y de «la estructuración

cultural de los efectos de las drogas». Pearson y Twohig, en

229

Page 235: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

su estudio del uso de drogas (extracto debajo), ponen el énfa­

sis de otra manera: los contextos subculturales de uso, argu­

mentan, influyen sobre la experiencia con drogas menos que

las propiedades de distintas drogas y las maneras de tomarlas

-lo que llaman las «tecnologías de ingestión»-. Sobre las ba­

ses de esta lectura más «materialista» -algunos dirían, más

biológicamente determinista-, Person y Twohig desarrollan

una crítica a todo el acercamiento de Becker consistente en la

«construcción-social-del-sentido» y su raíz en los estudios

etnográficos que, argumentan, han tendido a ser recibidos

como dogma sociológico -una sociología de los significados

sin una base material o práctica-.

La etnografía de las subculturas desviadas va por dentro

de los códigos de la cultura y «cuenta cómo realmente es».

O al menos eso dice. ¿Qué ocurre, entonces, cuando le

mostramos los textos del etnógrafo a los miembros de la

cultura desviada?, ¿se reconocerán a sí mismos en lo que

este dice acerca de su experiencia?, ¿es lo que ellos pien­

san (acerca de lo que él piensa que ellos piensan) el «test

del ácido» de la etnografía?, ¿o es que esta tiene escondida

alguna otra función (algo que la hace plausible, inclusive

convincente y a la moda), además de reflejar el verstehen, con verrugas y todo?

El nuestro fue un torpe y un poco demasiado obvio acerca­

miento a un interrogante que ofrece la etnografía (Pearson y

Twohig, sin fecha). Le preguntamos a usuarios de drogas qué

pensaban de la «fenomenología» de Howard Becker acerca de

cómo el fumar marihuana es experimentado desde dentro, y

también intentamos comparar sus comentarios frente a dife­

renciaciones que encontramos dentro de la subcultura desvia­

da. No podríamos encarar el problema en esta dirección aho­

ra. Sin embargo, nuestro torpe acercamiento produjo serias

preguntas contra la etnografía de Howard Becker y la manera

en la que es tomada como catequismo por los sociólogos.

Page 236: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Primero, repasaremos los argumentos de Becker. Luego sigue

una breve presentación de una parte de nuestra propia informa­

ción etnográfica, incluyendo cómo la etnografía de Becker es re­

flejada por el grupo desviado. Finalmente, algunas conclusiones.

la construcción social de las experiencias con drogas

Los ensayos de Howard Becker «Becoming a marijuana

user» y «Marijuana Use and Social Control» son contribucio­

nes fundamentales a la sociología de la conducta desviada

(Becker, 1963). Junto con su excursión dentro de los oríge­

nes de las psicosis por LSD -«History, Culture and Subjective

Experience» (Becker, 1971 )-, se han incorporado al saber

popular de la sociología. Los efectos experimentados por el

uso de drogas, arguye Becker, no son efectos químicos direc­

tos. Por el contrario, están mediados por los significados cul­

turales adjuntos al uso de drogas. Crucialmente, «cómo una

persona experimenta los efectos de las drogas depende en

gran medida en la manera en la que otros definen esos efec­

tos para éb> (!bid.: 311). Becker sostiene que el efecto de las

expectativas, ambiente, definiciones culturales, etc. (en suma,

la construcción social de las experiencias con drogas), es tan

importante que una persona que ha tomado la droga «puede

estar totalmente inadvertida de algunos de los efectos de la

misma, aun cuando son físicamente obvios» (!bid.: 31 0). Una

persona que se encuentra «bajo la influencia», en definitiva,

está según Becker bajo la influencia de alguna otra cosa que

la droga misma. La fenomenología del uso de drogas de Becker

opera entonces en la intersección entre la biología (o

farmacología) y la cultura.

Becker rastrea la trayectoria del usuario de marihuana des­

de ser novato a alguien que es experimentado en el uso de la

droga por placer (o «diversión», al decir de Becker). Argumen-

231

Page 237: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ta que el uso «satisfactorio» de marihuana no está garantiza­

do por las propiedades farmacológicas de la droga, sino que

debe ser aprendido. Este aprendizaje ocurre en tres etapas:

1. Aprendiendo la técnica: «El novato no suele colocarse la

primera vez que fuma marihuana, y generalmente muchos

intentos son necesarios para obtener este estado. Una ex­

plicación para esto puede ser que la droga no es fumada

«de manera correcta, esto es, de manera que asegure una

dosis suficiente para producir síntomas reales de intoxica­

ción» (Becker, 1963: 46). En ausencia de tal saber-cómo

técnico, según Becker, la droga no podría ser vista como

potencialmente placentera y «el uso de marihuana es con­

siderado trivial y no continúa» (!bid.: 48).

2. Aprendiendo a percibir los efectos: «Aun luego de aprender

la técnica correcta para fumar, el usuario nuevo puede no

colocarse y de esta manera no formarse una concepción de

la droga como algo que puede ser usado por placer» (/bid.).

El problema, según Becker, es que el iniciando debe apren­

der a identificar los efectos de la droga. Estos no son evi­

dentes por sí mismos, ni están evidentemente conectados

con el consumo de la droga. La percepción de los efectos,

de esta manera, debe ser señalada por, y aprendida a través

de, participación en la cultura de la droga; esto es, el novato

aprende lo que es «estar bajo la influencia» por medio de

experimentados e influyentes miembros de la subcultura.

Podemos notar aquí que la importancia de la farmacología

comienza a retroceder en la sociología de Becker.

3. Aprendiendo a disfrutar los efectos: «Un paso más es nece­

sario si el usuario que ya ha aprendido a colocarse va a con­

tinuar con el uso de la sustancia. Debe aprender a disfrutar

los efectos que ha aprendido a experimentar» (!bid.: 53). Los

efectos inducidos químicamente, dice Becker, son ambiguos:

los síntomas de «estar colocado» no son placenteros por sí

mismos, y, por tanto, el usuario de marihuana debe aprender

232

Page 238: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

la motivación para el uso de drogas en búsqueda de efectos

placenteros en el curso del uso de la misma (y no antes).

Aprender lo que es «divertido» y cómo es «divertido» es, una

vez más, de acuerdo con Becker, mediado por la subcultura

de los usuarios experimentados de drogas.

Para resumir, Becker está diciendo que la farmacología debe

ir en el asiento de atrás en el entendimiento de la experiencia

subjetiva de los efectos inducidos por las drogas. La experiencia

subjetiva depende de las expectativas, ambiente, significados

culturalmente prescriptos, etc. Los efectos de las drogas no son

inmediatos; están mediados (y determinados) por la cultura.

((¡Howard Becker, cambiá tu dealer!u

Para repetir: los ensayos de Becker han sido adoptados por

la sociología fenomenológica como gospel. David Matza pres­

ta su propia autoridad a esta posición, argumentando:

En «Becoming a marijuana user>>, la concepción sociológica

del hombre se vuelve directamente humana ... El ensayo debe

ser considerado una «receta», un fiel resumen de cómo hacer

lo que la gente ha estado haciendo de manera inconsciente

todo este tiempo ... bien podrfa haber sido titulado «Cómo fu­

mar hierba». (1969: 109-110)

Matza desarrolla esta poderosa recomendación con gran

extensión; se consagra así como una nueva ortodoxia socioló­

gica. Más reciente, por ejemplo, un escritor británico se hace

eco de la fórmula de Matza-Becker:

El proceso de convertirse en un fumador de Cannabis ... involucra

adquirir la habilidad para tanto identificar como aprender a disfru-

233

Page 239: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tar sus efectos. Estos no son evidentes por sf mismos ni intrínse­

camente disfrutables. De hecho, hay un creciente volumen de

opinión que considera a la droga como farmacológicamente poco

más que un placebo. (Auld, 1973: 569)

Lo que sigue es un breve resumen de alguna evidencia que

desafía a esta ortodoxia.

Queremos preguntar las siguientes cuestiones: ¿qué tipo

de «fenomenología» del uso de drogas es la que olvida (o

elimina) la farmacología?, ¿cómo es que los sociólogos se han

tragado un informe desintoxicado de los efectos tóxicos de

las drogas? Pero primero preguntamos: ¿cómo responden los

usuarios de drogas (en oposición a los sociólogos) a esta «re­

ceta» para su hábito adquirido?

Un hombre, experimentado usuario de drogas, resumió por

nosotros los siguientes puntos clave. Becker ha sugerido que

los novatos deben aprender a percibir los efectos. ¿Cuál fue su

experiencia? «¿Percibir los efectos? ¡Guau! (risa prolongada).

Los efectos fueron simplemente ... ¡WHAMMM! ... como un

martillo en la nuca ... ¡este tipo Becker debería cambiar su dealer!»

Él había fumado por primera vez con su hermano y un grupo de

amigos. De acuerdo con lo que dijo, había fumado más bien un

montón de resina de cannabis enrollada en un porro con taba­

co. Estaba «bloqueado», según dijo, por lo que pareció un pe­

ríodo prolongado de tiempo y eventualmente se quedó dormido

escuchando música. Su experiencia dramáticamente expresa­

da de que los efectos farmacológicos del cannabis presionaron

sobre él (sin mediación subcultural) es representativa de un

gran grupo de usuarios de drogas que no se reconocen en la

fenomenología de Becker. Hubo muchos comentarios groseros

acerca de la estupidez y el error de este acercamiento socioló­

gico, muchos bromearon acerca de que, si los sujetos de Becker

necesitaban aprender a identificar los efectos, entonces habían

sido engañados con mercadería fraudulenta.

234

Page 240: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Llamaremos a esta primera técnica tecnología pesada. La

experiencia no era universal, y un segundo hombre puede hablar

por otro subgrupo que tiene una ruta diferente para el uso del

cannabis, con otra tecnología para fumar y aparentemente efec­

tos distintos. Fumó cannabis por primera vez (en Gran Bretaña

en 1967-1968) cuando un amigo le pasó un porro en una fiesta.

Creía que iba a ver «bellos colores ... como pensaba que podía

ser el LSD ... una suerte de efectos psicodélicos», sin embargo,

sólo obtuvo algunas risitas. «Algunos de nosotros hacíamos

muchas bromas estúpidas ... había tomado muchísimo alcohol,

vino, cerveza, y probablemente estaba un poco descontento.»

Fumó ocasionalmente durante algunos años, por diversión, en

fiestas. La droga, según dijo, no siempre parecía funcionar.

De muchas maneras, este segundo grupo de usuarios -utili­

zando la droga para diversión en fiestas y reuniones, general­

mente a través del efecto del alcohol- se parece más a la ver­

sión de Becker de la trayectoria de un usuario de drogas. Los

efectos de la misma son reportados como más ambiguos. Mu­

chas veces pareció no funcionar la primera ocasión, y alguna

gente renunció a seguir intentando en ese punto. Lo que signi­

ficaba estar colocado era menos reconocible. Esta segunda for­

ma de uso de la droga la llamamos tecnología de fiesta.

Nuestra impresión es que la crucial distinción entre estos

dos subgrupos es la tecnología (cómo es la ingesta de ladro­

ga) y que diferentes tecnologías producen distintos efectos

de la droga. Las expectativas, cultura y ambiente parecen poco

importantes. A veces un ritual es parte del uso de la droga,

pero varía significativamente y sin ningún patrón común. En

todos los casos, aquello que ligaba los patrones de diferentes

efectos, diferentes estilos de vida subculturales y diferentes

patrones de uso de la droga era la tecnología. Sólo hemos

mencionado dos de ellas por razones de brevedad.

Algunos usuarios se movían libremente entre las distintas

tecnologías y experimentaban distintos efectos. Por ejemplo,

235

Page 241: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

una mujer había fumado ocasionalmente (y disfrutado) cannabis

en fiestas -también luego de beber alcohol-. Luego trabó

amistad con un grupo de «hippies» del tipo de tecnología pe­

sada: «Era tan diferente. Algo así como más vívido y te

desaceleraba, o parecía hacerlo, y realmente podías disfrutar

la música sin querer hablar y reír todo el tiempo ... apenas sí se

hablaba». Es importante que nuestro sujeto aquí no está des­

cribiendo la influencia de la ambientación, sino los efectos de

una tecnología distinta. Y aunque no querríamos negar la in­

fluencia de factores de ambientación, este tipo de evidencia

se mantiene como una corrección al énfasis sociológico

unidimensional sobre el «ambiente» únicamente.

De igual manera, decir que la tecnología (y, por lo tanto, la

farmacología} es el determinante principal de la experiencia

subjetiva de los efectos de las drogas no es para negar la

intencionalidad de los usuarios individuales de drogas (lo que

puede atraerlos al consumo o las ideologías que rodeen al

mismo) o su elección (ya sea renunciar al uso .o preferir una

tecnología por resultar más placentera). Por ejemplo, la mis­

ma mujer decía de los «hippies»: «Se sientan, fuman mucho,

se colocan mucho y escuchan música -Soft Machina o Pink

Floyd o algo por el estilo- realmente muy colocados ... pero

simplemente allí sentados. Ese no es mi ambiente, para nada,

es demasiado pasivo, demasiado aburrido». Y debemos enfa­

tizar otra vez que no es meramente el estilo de vida (esto es,

la cultura) lo que ella rechaza aquí, sino la tecnología.

Imperialismo sociológico, puntos ciegos y éxtasis

Como una contribución al entendimiento de las experiencias

inducidas por drogas y las subculturas de la droga, nuestra

evidencia es banal. Pero esa no era nuestra cuestión: nuestra

intención era, y es, interrogar a las sociologías «interaccionistas»,

Page 242: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

«fenomenológicas», «desde dentro», últimamente de moda. Para

retornar a nuestras preguntas: primero, ¿cómo dar cuenta de la

discrepancia entre en el texto del etnógrafo sobre el uso de

drogas y las experiencias del usuario de drogas?

En un sentido, no hay sorpresas. Becker toma su ejemplo

(creemos) de una subcultura americana en los cincuenta, alre­

dedor de la música jazz, los clubes de jazz y el crecimiento del

estilo avant garde del bebop. (De hecho, no nos dice demasia­

do acerca de los otros aspectos culturales de la escena que

describe, y esta es una gran debilidad en su etnografía del uso

de drogas.) Nosotros tomamos nuestros sujetos de una gene­

ración a principios de los setenta, pos-hippie y flower power,

de jóvenes británicos blancos, en gran número de clase me­

dia. Estas dos subculturas (y sus contextos macroculturales)

son dos mundos aparte, y las experiencias son distintas: tal

vez Becker está exculpado y nuestro trabajo sólo muestra cómo

los valores culturales y el «ambiente» sí influencian los efec­

tos percibidos de las drogas.

Pero nuestro propósito no es ratificar o rectificar el traba­

jo de Becker (¿cómo se verficarían observaciones

ideográficas?), sino entender cómo esta etnografía es gospel

para los sociólogos. Cómo, para ponerlo de otra manera, una

pieza particular de investigación que contiene algunas con­

fusas afirmaciones se deifica (y deifica) en la práctica profe­

sional de los sociólogos. Nos preocupa el contenido ideológi­

co de la etnografía, sus asunciones de fondo. En otro lugar,

uno de nosotros ha desarrollado extensivamente los temas

ideológicos enterrados en las modernas sociologías del des­

vío -el «olor de la teoría», como lo llamamos (Pearson, 1975:

parte 1 )-. Aquí presentamos sólo algunas breves observa­

ciones conclusivas.

1. Los usuarios de drogas nos dicen que las drogas en los

estudios de Howard Becker deben haber sido débiles; no­

sotros decimos que la farmacología tiene poca fuerza en

237

Page 243: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

su teoría. Las asunciones de fondo en su teoría dicen: la

biología no es tan importante.

Esta es una asunción conveniente para los sociólogos pro­

fesionales, al demostrar que el mundo tiene necesidad de

la práctica sociológica profesional: la sociología sobrede­

termina la biología y la farmacología. Y de esa manera es­

timula el imperialismo sociológico (donde lo importante no

es involucrarse en la investigación crítica, sino defender

los métodos y principios de la sociología) y los puntos cie­

gos de las abstracciones y caprichos sociológicos: así como

las drogas son olvidadas en esta etnografía del uso de dro­

gas, en los estudios etnográficos que forman parte de la

sociología de la medicina (por ejemplo) hay un olvido total

de que el objeto de estudio es el cuidado de la salud y el

servicio a la gente. Somos arrojados, en cambio, a una

fenomenológica, desmoralizada y despolitizada tierra del

nunca jamás.

2. La falta de énfasis en la toxicidad de las drogas también

encaja perfecto con el grupo de intelectuales liberales y de

izquierda a favor de legalizar las drogas blandas. Una vez

más, esta asunción ideológica de fondo simplemente toma

un atajo para evadir los dificultosos asuntos morales y po­

líticos sobre el control de las drogas. El falso radicalismo

de la teoría actúa como una excusa para confrontar dile­

mas práctico-humanos.

3. La tesis de la construcción social de aun los más íntimos

aspectos de la experiencia personal refleja el miedo (per­

sistente entre los intelectuales burgueses) de que las so­

ciedades industriales avanzadas abruman hasta el último

rincón de la vida privada; y que la modernidad y «masifica­

ción» de la sociedad invaden (y amenazan) la posibilidad

misma de la subjetividad humana.

Al mismo tiempo, el estudio etnográfico provee a los inte­

lectuales de una fuente de esperanzado entretenimiento en

Page 244: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

la sociedad de masas sin sujeto. Ya que estas invasiones a

la privacidad (que llama investigación) parecen reconstruir

y celebrar los microscópicos detalles de la vida cotidiana.

De esta manera, la popularidad de la etnografía no sólo

registra un miedo, también ofrece una solución mágica para

el problema que se teme.

La etnografía se une así al loco revoltijo para rescatar nuestra

amenazada subjetividad (Cfr. Jacoby, 1973: 37-49). Se

muestra extática ante la posibilidad de que aun las escon­

didas profundidades de nuestras vidas están bien regula­

das y en buen orden. Pero, si la subjetividad y la privacidad

están amenazadas, ¿es el estudio etnográfico la manera de

combatir la amenaza? Un apto comentario de Col in Fletcher

resume la frágil estética de la etnografía: «la investigación

cualitativa es ... practicada y desarrollada en los interludios

entre guerras ... » ( 1974: 140).

239

Page 245: Resistencia a Traves de Rituales

COMUNAS: UNA TIPOLOGiA TEMÁTICA

Colin Webster

Nota: la búsqueda de algún tipo de acuerdo social colectivo o

grupal para vivir, alternativo al núcleo familiar, ha sido un tema

central para las «contraculturas» de clase media. El «movi­

miento» de las comunas -aunque, como muestra aquí Colín

Webster, se focaliza alrededor de muy diferentes temas- re­

presenta entre los jóvenes la búsqueda activa de tal alternati­

va; y muchos otros, aunque no comprometidos activamente

con la «comuna» como un ideal, han pasado algún tiempo,

junto a ~tras actividades, experimentando con un estilo de

vida comunitario. De este modo, las comunas proveen una de

las «instituciones alternativas» centrales de la Contracultura.

En este trabajo, Colín Webster {admitido en el Centro por un

año, proveniente de la Politécnica de Birmingham) ofrece una

«tipología temática» aproximada de las principales variantes

en el movimiento comunal.

Sir Thomas More era un empedernido aficionado a los juegos

de palabras, y Utopia es un nombre simulado también para

Outopia, que significa no-lugar, o Eutopia -el buen lugar-.

(Mumford, 1922)

Se ha estimado que en 1970 había alrededor de 2000 co­

munas rurales junto a varios miles de grupos urbanos en los

Page 246: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Estados Unidos, y aproximadamente 50 empresas comunales

serias de diferente tipo en lnglaterra39 • También en el resto de

Europa las comunas existían en las ciudades más grandes,

inspiradas hasta cierto punto por las ampliamente publicitadas

Comunas 1 y 2 fundadas en Berlín durante 1967.

Simplemente deseamos examinar brevemente este movi­

miento social entre algunos jóvenes desencantados entre los

años 1965 y 1975, esbozando una tipología temática. Esta

tipología está corroborada, en primer lugar, por trabajo de cam­

po conducido por sociólogos, informes publicados por Comu­

neros y mi experiencia personal.

Lo rural

Este tema halla su corporización práctica en las comunas

estadounidenses «vuelta a la tierra» constituidas durante los

sesenta. Contiene series de tensiones contradictorias entre

las diferentes visiones, idealizadas o anticipatorias, de la Na­

turaleza (en tanto salvajismo o Paraíso, desierto o jardín, fuen­

te de terror o fuente de salvación) que apuntalaron el movi­

miento, y entre estas idealizaciones y las experiencias prácti­

cas de vivirlas. Es posible ver maneras en que estas series de

contradicciones encuentran forma simbólica en las variadas

actividades expresivas y ritualizadas que acompañan al movi­

miento. Por lo tanto, para usar los ejemplos de quizás las más

publicitadas comunas rurales, el altamente complicado, acti­

vo, incluso frenético estilo de danza y uso de drogas

epitomizado por Kesey40 y los Pranksters (ver Wolfe, 1969a)

39 Para una comparación de cálculos, ver Rigby (1974a) y Melville (1972). 40 N. del T.: Ken Kesey ( 1935-2001). Escritor estadounidense. A partir de 1964, él y un grupo de amigos, The Merry Pranksters o los «Alegres Bromistas», fueron pioneros en la experimentación lúdica y espiritual con LSD y marihuana. Kesey y Timothy Leary representaron dos enfoques complementarios de la naciente Contracultura.

Page 247: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

existió incómodamente cerca, pero dentro de la misma tra­

yectoria abarcadora, del meditativo, reflexivo, pasivo, «Cool»,

de toga blanca, trascendental estilo de Leary y sus acólitos en

M:llbrook (ver Leary, 1970).

Las legitimaciones del movimiento comunal, cuya composi­

ción es aquella de la juventud de clase media urbana, funcionan

a través de la naturaleza, de metáforas, expectativas, y una

nostalgia por una experiencia de la naturaleza que ni ellos ni sus

antepasados realmente sobrellevaron. El retorno a los orígenes

es legitimado históricamente y practicado contemporáneamen­

te considerando que los arquetipos son vistos en la historia

estadounidense y son actuados «ahora» como primitivismo,

pobreza voluntaria, un sesgo antitecnológico y una relajación

de las normas sexuales. Estas a veces encuentran su expresión

extrema como «nudismo escatológico» y libertad sexual, que

sirven como anticipaciones rituales del «Parafso». La base es­

catológica de la temática rural también toma la forma del «fin

del mundo», tanto experimentalmente (el «desertor» experimenta

la finalización de su mundo de clase media urbano) como a

través del imaginario de la polución ambiental, las catástrofes

ecológicas, las luchas raciales, la guerra y el sistema tecnocrá­

tico «demoníaco» que lo sostiene. La comuna se vuelve aquí un

«remanente de salvación» y anticipa ritual y prácticamente el

paraíso que vendrá luego de que la vieja «realidad demoníaca»

haya finalizado -aquí los aspectos mesiánicos del milenaris­

mo41 se tornan dominantes-. Relacionado cercanamente con

esto se ubica la toma de conciencia de las posibilidades holísti-

41 N. del T.: el milenarismo es un concepto que alude a la espera de una súbita transformación del mundo. Muchas religiones, ante el advenimien­to de un período de crisis, auguran un cambio cualitativo de índole sagra­da que impondría una suerte de nueva realidad. Así pues, momentos como las grandes pestes, guerras devastadoras o cataclismos de diferen­te índole promueven diversas variantes de movimientos milenaristas. El término se asocia sin duda al cristianismo y la creencia en un reino de mil años antes o después del retorno de Cristo. Se trata, pues, de una inter­pretación del libro del Apocalipsis.

Page 248: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cas y de reterritorialización de los hombres mediada a través

del uso generalizado de alucinógenos (aunque también media­

da en otras formas). Estas «visitas al paisaje interior» son con­

trastadas con la exploración espacial indefinida en metáforas

de la naturaleza, donde el espacio natural es experimentado

como una frontera/barrera, la superación de lo que abre una

serie de opciones, anticipando posibilidades experimentales (en

el campo); y donde el urbanismo es entendido como la pérdida

de control al espacio experimental.

Estas legitimaciones son suficientes para garantizar elec­

ciones serias, realizadas en la comuna rural, desde que está

construida sobre las bases de la experiencia postagraria: el

aislamiento resultante, el cambio radical en la estructura de la

vida cotidiana, aprender nuevas habilidades, y el profundo reto

a la identidad, contribuyen a hacer de la aventura rural la for­

ma más pura del movimiento42•

Lo eutópico

Un momento de transición recurrente entre las historias de

vida de los «desertores» es utópico, o, más aceradamente,

«outópico». Pero, al no tener un lugar adonde ir, el desertor se

vuelve un «mendigo» que vive como parásito en los intersti­

cios del Estado de Bienestar. El uso de drogas (entre otros

mediadores), dentro de las subculturas desviadas ocupadas

por la juventud desencantada de clase media, contribuye a la

ruptura de la ética protestante contemporánea. Esta pérdida

de lazos hacia la ideología dominante (futuro, cálculo, instru­

mentalismo, gratificación diferida) puede resultar en un es-

42 Para referencias de la temática rural, específicamente dentro de la contracultura, ver McDermott (1971) y Kaufman (1971). Para más refe­rencias generales del misticismo/milenarismo natural, ver Cohn (1971) y Roszak (1972).

243

Page 249: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

fuerzo para la comuna, acorde a la disponibilidad de recursos.

Alternativamente, la fase transicional puede procurar otras

«soluciones», una de las cuales es el retorno al trabajo «con­

vencional» (el desertor es incorporado). Cualquiera sea la so­

lución que se adopte durante este momento transaccional, las

prioridades son estudiadas nuevamente, y este es a menudo

el período mencionado por el desertor como el momento de

«tomar conciencia»43 •

Lo monogámico

La esencia de las relaciones comunales es su fragilidad y

relativa ausencia de apuntalamiento estructural para soste­

nerlas, cuando, y si, se tornan problemáticas. Hay muy pocos

matrimonios legales o empleos regulares, y poca inversión en

el aspecto ambiental local. La «orientación presente» de las

relaciones intensas es sostenida por una reticencia a creer en

la monogamia con proyección a futuro, y un deseo difuso a

continuar el «polimorfismo aniñado». El sostén compensato­

rio para la fragilidad es una imagen romántica (que no se espe­

ra que sea realizada) y la solidaridad comunal.

Paradójicamente, las parejas heterosexuales monógamas

constituyen la norma en la mayoría de las comunas. Respecto

de esto, las comunas expresivas difieren de las comunas ins­

trumentales; las últimas, a menudo constituidas por «swin­

gers» de clase media, donde la promiscuidad es la norma. En

las comunas expresivas existe a menudo una deriva hacia el

casamiento grupal a causa de la fragilidad, y esto ayuda a

disminuir la tensión que resulta de vivir momento a momento.

43 Lo Eutópico es un hilo que recorre toda la literatura sobre el movimien­to Comunal, pero, más frecuentemente, la «mentalidad Utópica» en la historia es analizada por Mannheim (1972) y más adecuada y radical­mente (en el sentido de ir hasta las raíces) por Bloch (1970 y 1971 ).

244

Page 250: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Una secuencia típica que ilustra esta tensión es la siguiente:

el comunero (hombre) escoge una mujer, con o sin hijos, y la

lleva a su hogar, donde se le confiere un ambiguo estatus de

«SU mujer». Esto es más pronunciado en comunas urbanas

donde el fenómeno «de desintegración» es sostenido por la

enorme disponibilidad de personas sin pareja. Es más, ningu­

na norma toma prioridad por sobre la «búsqueda del yo» del

individuo (especialmente hombre). La frecuencia de mujer-con­

hijos recibiendo una serie de hombres es vista como menos

disruptiva (y más seria en tanto ella provee el ingreso de asis­

tencia social). Por consiguiente, una situación común en las

comunas es aquella que llamamos la mujer fuerte, que se es­

tabiliza para sus hijos (norma de la «domesticidad»), situación

contrapuesta a la «travesía de descubrimiento» metafísica del

hombre (la realización de la norma individual). Esto se ve me­

noscabado en las comunas urbanas que a menudo enfatizan

su preocupación por sobre el estatus de las mujeres, y donde

el «sostén del yo» queda más de manifiesto44•

La crianza

El compromiso aparente con la igualdad es más perceptible

en el área de la vida social comunal, donde la concesión de

autonomfa «adulta» a los hijos es una tendencia mayoritaria.

Pero aquí otra vez presenciamos contradicciones, en la medida

en que la afirmación de la solidaridad de la naturaleza en las

ceremonias de los nacimientos de niños (que simbolizan la pro­

piedad colectiva como hogar y los individuos como miembros

de una familia única) está en tensión con la distintiva «teoría de

44 Específicamente en términos de lo que está ocurriendo en las Comu­nas, ver R. y Delia Roy (1972) y J. y H. Ogilvy (1971). La lucha sexual y la discusión sobre monogamia generalmente se encuentra en toda la literatura del movimiento de Mujeres para la Liberación, pero en relación con comunas urbanas ver R. Reiche ( 1968).

245

Page 251: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

los hijos» comunal, en la cual tienden a ser vistos como perso­

nas independientes, autónomas. A pesar de que la extensión

del «dominio de sí» del niño parece disminuir secuencialmente

mientras crece, el modo dominante sigue siendo madres-con­

hijos, y la crianza comunal, hasta ahora, es usualmente consi­

derada demasiado radical. Un desarrollo más amplio toma la

forma de asignaciones del estatus de «mujeres» y «niños» como

siendo colapsados dentro de la noción igualitaria de «gente»,

que, para estar segura, participa en las unidades cósmicas más

importantes («todos somos uno»). Los desarrollos problemáti­

cos dentro de las relaciones interpersonales entre adultos y

niños son usualmente interpretados astrológicamente, y en

particular los niños son susceptibles a ser etiquetados como

«Guardián cósmico» con sus propios karmas (o destinos) que

los niños deben trabajar por sí mismos. La socialización del niño

es, por consiguiente, muy diferente de las normas de clase

media; pero cuán significante es esto todavía debe ser averi­guado45.

Lo religioso

Bajo esta temática incluimos explícitamente a las comunas

religiosas, diferentes de aquellas consideradas en la temática

rural, que evolucionan menos conscientemente respecto de

las metáforas religiosas encastradas en la cultura y no profe­

san abiertamente la fe. Las comunas de credo altamente in­

tencional a menudo existen sobre la base de una ausencia,

simbolizada por una fuerza externa divina o sagrada y actuali­

zada por un gurú autoritario, carismático o «líder divino», que

puede o no estar presente en la comuna o «ashran». Ejemplo

de esto son los «Templos» de la Sociedad Internacional para

45 El tema de la crianza es discutido en Berger, Hackett y Millar (1972), Bookhagen y otros (1973) y Zicklin (1973).

Page 252: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

la Conciencia Krishna, los «ashrans» de la Misión de la Luz

Divina y las «comunidades» de los hijos de Dios. Podemos

llamar a dichos proyectos comunas «ascéticas-religiosas».

Alternativamente, la comuna «religiosa-mística» tiene una

creencia en una fuerza divina inmanente y un deseo de obte­

ner la unidad con el todo (otra vez, «todos somos uno»). Esto

se relaciona de cerca con la temática rural en que hay una

pequeña preocupación por cambiar el mundo en tanto

externalidad, pero mucha preocupación en técnicas de libera­

ción personal, practicadas más o menos reflexivamente46•

Lo urbano-activista

En relación con las comunas rurales, las comunas urbanas

generalmente enfatizan el entendimiento teórico del yo, mate­

rializado tanto en políticas de estilo de vida, girando en torno

al tema de la «individuación como Praxis», como en prácticas

políticas, de las cuales la comuna es parte. Pero parecen me­

nos capaces de sostener el estilo de vida comunal. Las Komu­

nas 1 y 2 proveen un tipo ideal de comuna con intereses

urbano-activistas, enfocándose en los temas de emancipación

sexual y crianza, así como en cuestiones más abiertamente

políticas. Típico de los movimientos antiautoritarios que se

fortalecieron en Alemania desde 1968, las Komunas combi­

nan una preocupación (siguiendo a Reiche, 1968) por los pro­

cesos de formación de carácter y una preocupación (siguien­

do a Marcuse, 1970) por el combate de los efectos de la

«desublimación represiva». El carácter interno de la sociedad,

46 Ver Rigby (1974 a y b) y el periódico Resurgence. Por otro lado, se ha publicado muy poca investigación sobre el tema. Para la tradición religio­sa-utópica ver Cohen (1971), Roszak (1972) y, otra vez para una inter­pretación cabal, profunda, Bloch (1970 y 1971 ). Para un estudio de influencias contemporáneas sobre misticismo y religión juvenil/ contracultural, ver Needleman ( 1971 ). Además, observar las publicacio­nes de movimientos de las variadas sectas.

247

Page 253: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

argumentan, está estructurado y modelado por las necesida­

des de la función de consumo altamente expandida en el capi­

talismo moderno; y la familia es vista tanto como la génesis

del consumo, así como el medio por el cual la «industria cultu­

ral» (propaganda, los media, etc.) penetra la estructura de

carácter de los niños. Esta función de consumo requiere que

los instintos sexuales sean reprimidos y manipulados, pero es

la familia la que carga con esta «tarea» represiva en beneficio

del sistema, principalmente a través de sus prácticas domi­

nantes de crianza. La familia, que era vista como defensora de

sus miembros en la era liberal, hoy, bajo el capitalismo mono­

pólico, provee tanto un refugio de la comunidad (la privatiza­

ción del individuo y su disolución se llevan a cabo al mismo

tiempo) como una reproducción de los requerimientos socioeco­

nómicos del statu quo. Dirige las necesidades instintivas ha­

cia una conformidad con las normas dominantes. Los objeti­

vos comunales son la liberación racional «aquí y ahora» de los

instintos y las potencialidades como condición prioritaria de la

transformación revolucionaria vía una crianza de niños libera­

toria y un trabajo sobre las relaciones sociales. Esta defensa

contra la desublimación represiva elude tanto las relaciones

objetuales promiscuas como las pseudogratificaciones del

consumismo. Menos reflexivamente, las comunas urbanas son

vistas a menudo como «puntos nodales», como fuentes de

afección, y como desestructurantes de la urgencia de la vida

citadina.

Otros tipos de comuna urbana, aunque manteniendo algu­

nas relaciones con lo antedicho, toman la forma de una lucha

política-económica, tal como aquella del movimiento usurpa­

dor instigado en Londres por libertarios como Ron Bailey. Esto

involucra el establecimiento de comunas en construcciones

vacías en el contexto del déficit de urbanización, creado por la

mala distribución de recursos en el mercado de la propiedad.

Grupos tales como los Provos en Amsterdam y los Diggers en

Page 254: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

California establecieron proyectos de comunidades de

autoayuda, tomando una forma política abierta dentro de las

políticas de estilo de vida del movimiento. Generalmente, po­

demos concluir que las comunas urbanas están creadas inva­

riablemente como centros de activismo urbano y a menudo

poseen políticas de estilo revolucionario de un carácter de

«raíz de hierba»47 •

lo infraestructural

Existe evidencia de un conocimiento más científico sobre

el lugar del hombre en el ecosistema, dentro del movimiento

«tecnología alternativa». Periódicos de amplia distribución ta­

les como Undercurrentes, Science for Peop/e y The Who/e

Earth Cata/og promocionan una mixtura única de tecnologías

tradicionales y futuristas, derivadas de Buckminster Fuller y

otros, donde se está generando una nueva ciencia y un nuevo

conocimiento, encarnado práctica y técnicamente en lo que

llamamos comuna infraestructura/. Esta temática es eviden~

ciada en una sofisticación de reglas teóricas y técnicas y en la

aplicación de tecnología alternativa en los centros comunales

(en particular en Escocia y Gales). La temática tiene una serie

de homologías complejas a las tendencias irracionalistas dis­

cutidas en la temática rural. Las comunas/comunidades pro­

ductivas son vistas como encargadas de formar la infraestruc­

tura económica sobre la cual se recostará la nueva organiza­

ción social, y, por lo tanto, de sobrellevar las dicotomías tradi­

cionales entre el proceso productivo y las relaciones sociales,

el trabajo y el juego. Dentro de los debates utópicos/prácticos

se contrapone una suposición de una relación simbiótica entre

47 Sobre las Komunas 1 y 2 ver Bookhagen y otros (1973) y Reiche (1968). Sobre usurpación ver, por ejemplo, Bailey (1973), y sobre el movimiento estudiantil europeo, que se relaciona con esto, ver Statera (1975).

24Q

Page 255: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

el hombre y la naturaleza, con una ecocatástrofe creada por la

«mistificación» de esta relación. Vegetarianismo y misticismo

(el hombre es uno con el ecosistema y el cosmos) se contra­

ponen a la explotación descontrolada de la naturaleza. La or­

ganización social humana compartiría identidad con la organi­

zación ecológica y, por lo tanto, echaría hacia adelante las

temáticas de la Economía Budista, el uso de combustibles

orgánicos, diversificación y descentralización de la produc­

ción, antiurbanismo y autosuficiencia. Los momentos irracio­

nalistas de estos intereses son a menudo contenidos en ho­

mologías contradictorias entre tecnologías futuristas, fanta­

sías cibernéticas y de ciencia ficción, y primitivismo. Estas

son corporizadas en las homologías entre Pesimismo-Escato­

logía-Apocalipsis48.

Lo terapéutico

Una «terapia» puede derivar de un ambiente físico y cultu­

ral dentro del cual tipos particulares de gente, convencional­

mente etiquetados como enfermos o desviados por la cultura

dominante, pueden ser cuidados, alentados para volverse au­

tónomos y ayudados a crecer, en el sentido de volverse capa­

ces de vivir una «vida con más sentido». Las comunas tera­

péuticas van desde «comunas como grupos de apoyo» hasta

espacios en los cuales la gente se embarca en «Viajes a través

de la locura», tal como en la Comunidad Kingsway, en Lon­

dres. La influencia de los psicoanalistas existenciales R. D.

Laing y David Cooper sobre este tipo de comunas, particular­

mente en Gran Bretaña, ha sido advertida por Juliet Mitchell:

48 Ver los periódicos y revistas citadas en el texto. Hay poca investiga­ción publicada aparte de las influencias escatológicas y milenaristas ya citadas, pero puede verse Schumacher (1974), Harper (en imprenta), y Bookchin (1971).

Page 256: Resistencia a Traves de Rituales

1

~

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

En los sesenta, el bebé de posguerra, una vez nutrido por su

madre en el hogar, se había vuelto un adolescente ... Al tiempo

que el culto de madre e hijo seguía su inexorable camino, el hijo,

que se había vuelto un adolescente, escapaba en sueños diur­

nos de rebeldes sin causa, o crecientemente con una causa -

una causa contra sus padres. El final de los cincuenta o princi­

pio de los sesenta marcó la emergencia de poHticas de juventud

-C.N.D., la Nueva Izquierda, el Comité de los 100, eran domi­

nados por gente joven. La esquizofrenia prevalecía en los jóve­

nes -¿era, también, un síntoma de la revuelta en contra de la

familia claustrofóbica?-. Laing tomó y ayudó a crear el momen­

to con estas preguntas. ( 1 9 7 5: 230, las itálicas son nuestras)

No debería sorprendernos, a la luz de lo antedicho, que

Doris Lessing, en The Four-Gated City (1972), sugiera una

homología entre Locura (como «Regeneración»; cfr. Laing,

1967), Ciencia Ficción (cfr. Heineman, sin fecha) y Misticis­

mo (cfr. Laing, op. cit.) 49•

Conclusión

En conclusión, prestamos atención a las tensiones y contra­

dicciones que penetran en el movimiento comunal: entre temas

y prácticas racionales e irracionales; entre misticismo natural y

«naturaleza como ecosistema»; entre filosofías religiosas del «fin

del mundo» y nociones de ecocatástrofes; entre legitimaciones

místicas, ocultistas y astrológicas, y aquellas de carácter técni­

co; entre mujer-con-hijo como «Madre Tierra» y mujer e hijo como

autónomos; entre locura y renacimiento, cuestiones personales

y políticas, comunidad y sociedad, individuo y colectivo, urbanis­

mo y ruralismo; y, finalmente, entre Outopía y Eutopía.

49 Ver Rigby (1974a y b), Cooper (1967, 1972 y 1974) y Laing {1967). También la revista del movimiento de Apoyo: Se/f and Society.

251

Page 257: Resistencia a Traves de Rituales

REGGAE, RASTAS Y RUDIES

Dick Hebdige

Nota: este es un extracto de un estudio más extenso,

«Reggae, Rastas and Rudies: Style and the subversion of

Form», de Dick Hebdige, que forma parte de su tesis de

maestría, «Aspects of style in the Deviant. Sub-cultures of

the 1960's». El capítulo entero y otros artículos de su tesis

están disponibles en CCCS Stencilled Papers, No. 20, 21,

24 y 25. El extracto trata fundamentalmente con el contex­

to cultural jamaiquino: la estructura de las creencias Ras

Tafarias: su evolución en forma musical, especialmente ska

y reggae: el significado cultural y social de la música: su

transplantación a Gran Bretaña: su incorporación parcial por

parte de los skinheads blancos y el uso que los «rude boys»

negros le dieron para subvertir y resistir esa incorporación.

El extracto omite un análisis más completo de las creencias

Ras Tafarias y su historia reciente como movimiento; una

discusión de la importancia y el uso por parte de la «cultura

rude boy» de elementos provenientes de las películas

hollywoodenses de mafiosos; un análisis de la interrelación

entre la cultura «negra» y del East End en Gran Bretaña; y

una sección sobre el método -todos incluidos en la versión

completa del capítulo-.

252

Page 258: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

l. Babilonia la calle Beeston

Las rejas no pudieron contenerme

Muros no pudieron controlarme

Duppy conqueror, The Wailers

Nací con el idioma inglés y resultó ser mi enemigo

Entrevista a James Baldwin

Revolución pronto- ven

Bulldog, citado en Thomas ( 1973)

La experiencia de la esclavitud se recapitula a sí misma per­

petuamente en las interacciones cotidianas de los negros

jamaiquinos. Es responsable principal de la inestable estructura

familiar (perturbando las tradicionalmente sólidas redes de tra­

bajo consanguíneas que todavía hoy sobreviven entre los pue­

blos del África Occidental) y obviamente sigue determinando

patrones de trabajo y relaciones con la autoridad. Permanece

como una invisible, moldeadora presencia, que asola los barrios

bajos de Ghost Town y todavía hoy desafía al exorcismo. De

hecho, es interpolada dentro de todo intercambio verbal que

ocurra en las calles llenas cada suburbio jamaiquino. Como se­

ñala Hiro (1973): «la evolución de la lengua creole estuvo direc­

tamente relacionada con la mecánica de la esclavitud». La co­

municación era sistemáticamente bloqueada por el supervisor

blanco que juntaba esclavos de distintas tribus en las plantacio­

nes, de manera que los vínculos culturales con África fueran

efectivamente cortados. Las leyes que prohibían la enseñanza

de inglés a esclavos significaban que el nuevo lenguaje era

secretamente apropiado (mediante tosca aproximación, lectura

de labios, etc.) y transmitido oralmente. El inglés del siglo xv11 hablado por los amos era refractado a través de los canales de

comunicación disponibles para los negros y usados para darle

253

Page 259: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jiNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

cuerpo a la semántica subterránea de una cultura naciente que

se desarrollaba en oposición directa contra el deseo de los amos.

La distorsión era inevitable, tal vez hasta deliberada.

Subsecuentemente, el lenguaje desarrolló su propio voca­

bulario, sintaxis y gramática; pero permanece esencialmente

como un lenguaje-sombra, llenando de manera más exagera­

da y dramática esos requisitos, que bajo circunstancias nor­

males se cumplen mediante acentos de clase trabajadora y

jergas de grupo. La forma implícitamente dicta el contenido, y

los polos de significado, fijados inmutablemente en una expe­

riencia amarga e irreversible, silenciosamente reconstruyen esa

experiencia en el intercambio cotidiano. Como veremos luego,

este hecho es intuido por miembros de ciertas culturas de las

Indias Occidentales, y el lenguaje es utilizado como medio

particularmente efectivo de resistir la asimilación y prevenir la

infiltración por parte de miembros de grupos dominantes. Como

elemento de pantalla ha demostrado ser invaluable; y el «len­

guaje Bongo» de los Rude Boys deliberadamente hace énfasis

sobre sus ritmos subversivos de manera que se transforme en

una agresiva afirmación de identidad racial y de clase. Como

índice vivo de lo extenso de la alienación de los negros res­

pecto de las normas culturales y las metas de aquellos que

ocupaban las posiciones más altas de la estructura social, la

lengua creole es única.

La expulsión de los negros de una comunidad lingüística

más amplia significó que toda una cultura evolucionó mediante

una secreta y prohibida ósmosis. Privada de cualquier inter­

cambio cultural legítimo, el esclavo desarrolló un excesivo indi­

vidualismo y un conjunto de artefactos culturales que juntos

representan las vitales transacciones simbólicas que debían ser

hechas entre libertad y esclavitud, entre su condición material

y su vida espiritual, entre su experiencia en Jamaica y su me­

moria de Á frica. En un sentido, la transición nunca fue llevada a

cabo exitosamente, y los jamaiquinos negros permanecen sus-

254

Page 260: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

pendidos de manera intranquila entre dos mundos, ninguno de

los cuales demanda un compromiso total. Incapaz de reparar

esta brecha cultural y psicológica, tiende a oscilar violentamen­

te entre uno y otro, y en último término idealiza ambos. En

último término, de hecho, es exiliado de Jamaica, de África, de

Gran Bretaña y de Brixton, y sacrifica su lugar en el mundo real

para ocupar una exaltada posición en alguna imaginaria dimen­

sión interior donde la acción se disuelve en el ser, donde el

movimiento es invalidado o difícil en el mejor de los casos,

donde las soluciones son religiosas antes que revolucionarias.

De hecho, las racionalizaciones iniciales de la esclavitud

tomaron una explícita forma religiosa. Segregado de las igle­

sias del hombre blanco, el esclavo aprendió la doctrina cristiana

oblicuamente y la injertó, con distintos grados de éxito, en el

cuerpo de creencias paganas que traía consigo de África. Las

supersticiones residuales (vudú, brujería, etc.) persisten toda­

vía bajo la superficie de la fe cristiana y periódicamente se re­

afirman en su forma original en las colinas y áreas rurales de

Jamaica, y son resucitadas en la música de las más esotéricas

bandas con base en las ciudades50• Las escuelas de adoración

cristiana nativas de Jamaica retienen las antiguas prácticas de

trance, posesión de espíritus y «hablar en lenguajes desconoci­

dos», y estas iglesias (la Iglesia Pentecostal, la Iglesia de Dios

en Cristo, etc.) continúan atrayendo a enormes congregacio­

nes. Como un medio de consolidar los lazos de grupo y de

articular una respuesta grupal a la esclavitud, estas iglesias

disconformistas demostraron ser efectivamente muy valiosas.

Apuntando a la vez a lo individual (al suscribir a la teoría de la

«gracia» personal) y a lo grupal (prometiendo la redención co­

lectiva), proveyeron una solución irresistible -un medio no sólo

de cerrar el abismo, sino de trascenderlo por completo-. La

Biblia ofrecía un ilimitado rango para la improvisación e ínter-

50 Exuma, por ejemplo, canto del Obeahman, duppies (fantasmas) y zombies.

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Page 261: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

pretación. La historia de Moisés liderando a los sufrientes israe­

litas en la liberación del cautiverio era inmediatamente aplicable

y se ganó un lugar permanente en la mitología de los negros

jamaiquinos. Los varios cultos persiguieron el Apocalipsis exac­

tamente por los caminos trazados en otro lugar por Norman

Cohn (1970), proclamando en diferentes ocasiones revolucio­

nes divinas, revelaciones post mortem. Donde sea que Dios

parecía estar posponiendo su tarea, siempre había cultos

milenaristas de las áreas rurales listos para apurar las cosas.

Aún hoy, en ocasiones, «Pocomania» (literalmente «una pe­

queña locura») se desparrama con breve pero devastador efec­

to por los pequeños pueblos de las colinas, y la Resurrección,

por supuesto, siempre está ahí para ser revivida. Un millón de

milenios contados en días y meses y minutos han venido y se

han ido y todavía Dios les habla a hombres extáticos en sue­

ños. El Día del Juicio Final nunca está muy remoto: siempre es

el día después de mañana. Y el Día del Juicio Final tiene su

lugar en el corazón de cada Rasta y de cada Rudie; y para ellos

significa la redistribución de un poder exclusivamente secular.

El desplazamiento de problemas materiales a un plano es­

piritual no es, por supuesto, peculiar de los negros jamaiquinos.

La manera en la que esta perspectiva esencialmente religiosa

es transmutada en otra de carácter utópico-existencialista es,

tal vez, más extraordinaria y ciertamente más pertinente al

fenómeno que está aquí en consideración. El cristianismo to­

davía permea la imaginación de las Indias Occidentales y una

mitología bíblica continúa siendo dominante, pero en ciertos

puntos de la estructura social (entre los jóvenes desempleados

o los adultos cuyo comportamiento escapa de las normas),

esta mitología ha sido invertida de manera que la declarada

ascendencia de la cultura judeocristiana (con su énfasis en el

trabajo y la represión) puede ser severamente escrutada y en

último término rechazada. El rastafarismo fue instrumental en

esta reversión simbólica.

Page 262: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

El rastafarismo sostiene que el Emperador exiliado Haile

Selassie de Etiopía era Dios y que su ascensión al trono de ese

país completa la profecía hecha por Marcus Garvey: «Mirad

hacia África, cuando un rey negro sea coronado, porque el día

de la salvación es cercano». Pero las circunstancias religiosas

en las que el rastafarismo se desarrolló demandaba una mito­

logía específicamente bíblica, y la misma debía ser reapropiada

y puesta al servicio de un conjunto diferente de necesidades

culturales, de la misma manera que la «ética protestante» en

Europa Occidental se había reapropiado de la forma judaica

original. Mediante un proceso dialectal de redefinición, las

Escrituras, que constantemente habían absorbido y bloquea­

do el potencial revolucionario de los negros jamaiquinos, eran

usadas para dar lugar a ese potencial, para negar la cultura

judeocristiana. O, en el idioma más conciso de los chicos de la

calle jamaiquinos, la Biblia fue tomada, leída y «devuelta a lo

rude».

De esta manera, Halie Selassie no sólo era el Ras Tafari, el

Negus, el Rey de Reyes y el Dios viviente, sino específicamente

el León Conquistador de la tribu de Judá (más recientemente,

la simple apelación «Jah» es utilizada). En estas formulaciones,

los problemas raciales y religiosos que habían preocupado a

los negros jamaiquinos por siglos convergieron y encontraron

una solución inmediata y simultánea. Previsiblemente, el culto

encontró su apoyo fundamentalmente en los suburbios de

Kingston. El trabajo de investigación de U.C.W.I. de 1960, El

movimiento rastafari en Kingston, Jamaica, un estudio de pri­

mera mano del movimiento, establece una base amplia de

creencias comunes a todos los rastafarios (M. G. Smith et al.,

1960). El manifiesto de cuatro puntos es el siguiente:

1. Ras Tafari es el Dios viviente.

2. Etiopía es el hogar del hombre negro.

3. La repatriación es la vía de redención para el hombre

negro. Ha sido anunciada y ocurrirá en breve.

Page 263: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

4. Los modos del hombre blanco son malignos, especial­

mente para los negros.

El hecho más impactante es cómo las metáforas bíblicas

han sido elaboradas en un sistema total -un código para ver­

al mismo tiempo holístico y flexible, universal en aplicación y

lateral en dirección. Las razas negras son interpretadas como

los verdaderos israelitas, y Salomón y Sheba como los ances­

tros negros de Halie Selassie. Babilonia realmente cubre el

mundo occidental (aunque muchos Jocksman 51 excluyen Ru­

sia, que ha sido identificada como el Oso con tres costillas

que «Vendrá a aplastar los residuos para que Babilonia sea la

desolación entre las naciones» -Libro de la Revelación XVIII-). La policía, la Iglesia y el gobierno (particularmente, viejos líde­

res políticos como Bustamante y Manley) son los agentes del

imperialismo y compartirán el destino terrible de los opresores

blancos. Etiopía es el verdadero nombre para toda África. Desde

1655, el hombre blanco y su aliado mestizo han mantenido al

hombre negro en la esclavitud; y aunque la esclavitud física

fue abolida en 1838, continúa de incógnito. Todos los hom­

bres negros son etíopes y el gobierno jamaiquino no es su

gobierno. Está subordinado a Gran Bretaña, que todavía con­

sidera a Jamaica una colonia. El único gobierno verdadero es

la teocracia del emperador Halie Selassie, aunque el comunis­

mo es mucho más deseable que el capitalismo -que es el

sistema de Babilonia-. El casamiento por iglesia es pecamino­

so y el verdadero etíope debe meramente vivir con una «Reina

negra» a la que debe tratar con el máximo de los respetos

(ella, por otra parte, no debe nunca arreglar su pelo). El alco­

hol está prohibido, al igual que las apuestas. Las creencias

jamaiquinas en obeah, magia y brujería son meras supersticio-

51 N. del T.: hemos preferido dejar el término original/ocksmen, que hace referencia a la apariencia y el peinado (llevan dread/ocks o, como vulgar­mente se conocen en español, rastas) de este sector predominante entre los fieles del moviminto rastafari.

Page 264: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

nes sin sentido y carecen de validez empírica. El revivalismo

se traduce como esclavitud mental. La marihuana (Ganja) es

sagrada. Las posesiones mundanas son innecesarias en Ja­

maica y la propiedad individual es desaprobada. El trabajo es

bueno pero cuando toma forma alienante es simplemente una

perpetuación de la esclavitud. Todos los fieles son reencarna­

ciones de esclavos ancestrales: la reencarnación es la reafir­

mación de una cultura y tradición perdidas. Todas las congre­

gaciones que consideran a Ras Tafari como Dios consideran al

hombre un Dios. «Los hombres» son pecadores mortales y

opresores. «Hombre» es aquel que sabe quién es el Dios vi­

viente, los fieles son inmortales y Uno, viviendo eternamente

en la carne de todo fiel (un locksman se dirige a otro como «bra»

-hermano- y duplica la primera persona del singular -«yo y yo»­

en lugar de usar la construcción «tú y yo»).

Bajo estas «certezas» que permanecen relativamente está­

ticas, ellocksman habitualmente recurre a los modos retóricos

de la Biblia -el acertijo, la paradoja, la parábola-, para demos­

trar que está en posesión del «mundo verdadero». Michael

Thomas ( 1973) cita a un hermético /ocksman llamado

Cunchyman, que afirma que ha conquistado la tiranía del tra­

bajo al «capturar» un hacha (que puede matar a trece hom­

bres que la usen para derribar árboles toda su vida) y colgarla

en la pared. En una entrevista de 1973 con la revista Rolling

Stone, Bob Marley, el líder rasta de The Wailers (probable­

mente la primer banda reggae con una verdadera afición inter­

nacional), mostraba cómo «la destrucción proviene de las co­

sas materiales» al usar su guitarra como metáfora reificada (la

guitarra arroja bella música pero puede matar si hay un corto­

circuito). Tales patrones de pensamiento, sincréticos y

asociativos, hacen todo conocimiento (por ejemplo, el mági­

co) accesible. De esta manera, cuando, suficientemente dro­

gado, ellocksman, al decir de Michael Thomas (1973), puede

discutir literalmente cualquier cosa (por ejemplo, qué es más

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Page 265: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

poderoso: la luz o la electricidad; qué es más rápido: la marso­

pa o el tiburón, etc.) con todo el convencimiento de un cura

jesuita. En último término, la tecnología se rinde ante la creen­

cia; la creencia ante el conocimiento; y el pensamiento es en

realidad sentido. En este punto, la relación armoniosa entre

las dimensiones exterior e interior es posible y el «hermano»

es considerado como «descansando su cabeza sobre Jah».

Esta identificación explícita con Dios automáticamente deman­

da una negación de sistemas lineales, un fin a toda distinción,

e invita a un subjetivismo extremo. El misticismo, por supues­

to, significa inacción, y el movimiento se resintió en última

instancia debido a la posición quietista hacia la cual estaba

naturalmente inclinado52• La conversión de la ciencia en poe­

sía no llevó a la esperada redistribución de poder real (aunque

este poder era meramente «aparente»; en la mitología

Rastafaria, una «idea fantasiosa» de la «vanidad» babilónica)53 •

Pero el crucial acto de fe constituye una técnica arquetípica

de apropiación que escapó al corrimiento religioso tradicional

al poner a Dios en la tierra, trajo aparejado una apropiación

radical del potencial de los negros jamaiquinos y le permitió al

locksman reafirmar su posición en la sociedad. Y si todo esto

parece demasiado esotérico, sólo necesitamos mirar al Rude

Boy para confirmar la validez de la perspectiva rasta. Ya que

la secularización del Dios Rasta coincidió con la politización

del desposeído Rude Boy, y la nueva estética que dirigió y

organizó las percepciones del locksman encontró una forma

perfecta en el reggae.

52 Nettleford ( 1970) sostiene que esta tendencia al quietismo fue acelera­da por los excesos en los disturbios de Red Hills y Coral Gardens, que alejaron a muchos Locksmen de las soluciones violentas 53 Este fue tal vez la gran desilusión de los sesenta (cfr. el fin de los híppies, de los estudiantes parisinos de 1968, el fracaso del «meta-viaje» de Laing, que simplemente lo llevó a ningún lado -ver Juliet Mitchell, 1974: 225-292). Nettleford (1970) crítica la emergente conciencia negra en Jamaica al fracasar en adoptar un acercamiento más riguroso y analf­tico a los Estudios Africanos.

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Page 266: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

11. Música y el derrocamiento de la forma

Un hombre con hambre es un hombre con ira.

Rude boy citado en White (1967)

El predicador dice que Dios descenderá del cielo

Hará que todo el mundo se sienta feliz, elevado

Pero si sabes lo que vale la vida

Buscarás la tuya en la Tierra

Así que ahora he visto la luz

Voy a pararme por mis derechos.

Get up, stand up for your rights, The Wailers

El reggae en sí mismo es polimorfo -y concentrarse en un

componente a expensas de los demás implica un reduccionismo

de complejos procesos culturales-. El reggae es música «soul»

americana transfigurada, con una cobertura de ritmos africa­

nos preservados, e, implícitamente, pura rebelión jamaiquina.

El reggae es Pentecostal trasplantado. El reggae es himno rasta,

el llanto del corazón de los Rude Boy de Kingston, así como el

himno nacional nativizado del nuevo gobierno jamaiquino. La

música es todas estas cosas y más -un mosaico que incorpo­

ra todas las formas que hacen a la cultura negra jamaiquina:

los patrones de llamada y respuesta de la Iglesia pentecostal,

los evasivos estilos y rítmicas de ·la jerga callejera jamaiquina,

el sexo y la onda del Rhythm and Blues americano, la percu­

sión insistente de las sesiones de improvisación dellocksman,

todos hayan una representación en el reggae.

Hasta la palabra «reggae» invita a la controversia. En Michael

Thomas ( 1973), Bulldog, un Rude Soy exitoso en West

Kingston, declama que la misma deriva de «ragga», que era la

manera en la que se refería al «raggamuffin» en los barrios

alejados del centro, y que la desaprobación implícita fue bien­

venida por aquellos que gustaban de la música. Alternativa-

Page 267: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

mente, ha habido lecturas que ponen el acento sobre la simi­

litud entre la palabra raga (la forma india) y aun otros que

aseveran que «reggae» es simplemente una distorsión de Reco

(quien, con Don Drummond, fue uno de los músicos originales

de «ska»). El surgimiento de la música ha provocado debates

aun más intensos, y la respuesta de uno ante la música de­

pende de sí uno cree que ha evolucionado espontáneamente

de una experiencia grupal o como parte de una política cons­

ciente de «nativizacíón» dictada desde arriba. Patterson ( 1964)

tiende a restar importancia a los aspectos folklóricos del reggae

y otorga una correspondiente lectura en la que expresa su

poca simpatía con el fenómeno (que interpreta como

mistificación a través de «fantasía grupal»). Kallyndyr y

Dalrymple (sin fecha) mencionan sólo aquellos aspectos

folklóricos, y tienden a ser de alguna manera acríticos. En

McGiashan (1973), The King (una figura prominente entre los

sound-system man de la comunidad negra británica) ofrece

una explicación característicamente metafórica y no empírica

que provee otro ejemplo principal de la «lógica» Rasta.

El reggae es protesta, salida del sufrimiento ... Tenés que tener

ese sentimiento fuerte ... El sentimiento viene desde los pe­

chos de tu madre, hombre, de la leche de pecho. ¡Es verdad! ...

la leche natural viene del pecho de la madre, hombre. Te da

esa ... esa ... pegajosidad en tu cuerpo, hombre, y ese sentir,

hombre, de crear cosas que se supone que deben ser creadas.

Reconociendo la poca confiabilidad que poseen tales exce­

sos retóricos, yo apoyaría The King antes que a Patterson,

simplemente porque los intereses comerciales de los empre­

sarios que controlaban la industria discográfica militaron con­

tra cualquier tipo de intervención del gobierno central. Más

aun, el ímpetu hacia la africanización no requirió ningún estí­

mulo desde arriba -estaba ya mostrándose en el desarrollo del

Page 268: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

movimiento rastafario y en la desilusión y retirada de los jóve­

nes desempleados-. Los locksmen no sólo eran el corazón

militante del movimiento Rasta; proveyeron además un nú­

cleo alrededor del cual formas menos coherentes de protesta

podían reunirse, y el diálogo consiguiente encontró una expre­

sión operativa en el reggae.

Antes que el «ska» (el antecedente del reggae), Jamaica

había tenido poca música distintiva de sí misma. El «mento»

jamaiquino eran más bien formas musicales entrecortadas,

combinaciones de canciones folklóricas en dialectos locales

con una versión respetable de ritmos africanos -una deriva­

ción de lo que alguna vez había sido efectivamente material

muy potente-. Además de esto y de Harry Belafonte, la Costa

Norte tenía el samba en el canto de Willy Lopez y su delicada

orquesta latina. Pero en los cincuenta, en West Kingston, el

Rhythm and Blues importado de Estados Unidos comenzó a

llamar la atención. Hombres como Duke Reid fueron rápidos

para reconocer el potencial de rédito y se lanzaron como disc­

jockeys, formando la pomposa aristocracia de los barrios ba­

jos y suburbios; comenzó la era del sound-system. La supervi­

vencia en el mundo altamente competitivo de las discos en los

patios traseros, donde disc-jockeys rivales buscaban el título

de «capo del sonido», demandaba una actitud alerta, ingenui­

dad y emprendimiento; y cuando el ímpetu original del Rhythm

and Blues americano comenzó a declinar a fines de los cin­

cuenta, un nuevo expediente fue intentado por los dj's más

ambiciosos, quienes se lanzaron a la producción de discos.

Usualmente sólo era necesaria una grabación instrumental, y el

dj improvisaba las letras (generalmente simples y formulativas:

«Work-it-out, work-it-out», etc.) durante las actuaciones en vivo.

Algunos importantes precedentes datan de estas primeras gra­

baciones. Primero, los músicos generalmente eran selecciona­

dos del vasto número de desempleados, utilizados por una se­

sión, mal pagos y devueltos a la calle. La implacable explota-

Page 269: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ción de talentos jóvenes continúa sin disminución en ciertas

secciones de la industria discográfica local. Segundo, la música

se mantiene, todavía hoy, esencialmente ligada a las discos y

diseñada para el baile. Tercero, la tradición de «scatting»54 alre­

dedor de un simple y repetitivo fondo con letras improvisadas,

todavía produce parte del reggae más excitante e interesante.

Y, por último, y más importante, el ritmo «ska» hizo su debut

en estos primeros discos sin sello. El ska posee un arrastre

rítmico inestable, tocado en guitarra eléctrica con los agudos al

máximo. El énfasis está puesto en el upbeat en lugar del offbeat,

como en el Rhythm and Blues, y es acentuado por el bajo, la

batería y la sección de vientos (los trombones fueron una parte

indispensable del primer ska). El ska es básicamente una ver­

sión invertida del Rhythm and Blues.

También aquí, como en el caso del lenguaje y la religión, la

distorsión de la forma original parece ser deliberada, así como

inevitable, y la inversión parece denotar apropiación, signifi­

cando que una transacción cultural ha ocurrido. Sin embargo,

la alquimia que transformó al soul en ska no fue de ninguna

manera simple. La música importada interactuaba con las for­

mas subterráneas establecidas en Jamaica. Las danzas Cumina,

Big Drum y burra habían resucitado hacía tiempo los ritmos

africanos, y el contexto en el cual aquellas formas evoluciona­

ron determinó directamente su forma y contenido. Ellas deja­

ron una marca indeleble en la semántica del ska.

La danza burra era particularmente significativa: tocada en

el bajo, funde55 y batería repetitiva, la burra era una celebración

abierta de la criminalidad. Desde temprano en los treinta, había

sido costumbre de los habitantes de los suburbios de West

Kingston dar la bienvenida a los presos liberados de vuelta a las

comunidades mediante este baile. La música consolidaba las

54 N. del T.: tipo de improvisación vocal de acuerdo a sílabas sin sentido, muy utilizada en el jazz. 55 N. del T.: instrumento de percusión caribeño.

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Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

alianzas locales y las afiliaciones criminales a expensas de un

compromiso con la más amplia sociedad que habitaba los su­

burbios. Mientras los locksmen comenzaban a tener frecuentes

encontronazos con la policía a fines de los cuarentas, un lazo

se desarrollaba entre ellos y los criminales más duros. Los

dread/ocks de los hombres rastas eran absorbidos dentro de los

arcanos de la iconografía de los parias y muchos rastas abierta­

mente abrazaron el status de marginales que las autoridades

parecían tirarles encima. Aun más hicieron contactos perma­

nentes con el bajo mundo jamaiquino mientras purgaban con­

denas por ofensas relacionadas con la ganja. Esta tendencia

hacia una posición conscientemente antisocial y anarquista fue

reforzada por la policía al declarar a todos los /ocksmen como

potenciales criminales peligrosos que meramente utilizaban el

misticismo como pantalla para sus actividades subversivas.

Como ha sido observado muchas veces en otras situaciones,

predicciones como estas tienen la tendencia a cumplirse, y cri­

minales como Woppy King, que luego fue ejecutado por viola­

ción y asesinato, se unieron a la fraternidad rastafaria e incor­

poraron el extravagante estilo de los dreadlocks. Con el tiempo,

los locksmen asimilaron completamente para sí la danza burra,

llamando a su percusión «akete». Inevitablemente, el ambiente

criminal que rodeaba a la música sobrevivió a la Transferencia,

y la danza Nyabingi, que reemplazó a la burra, tradujo la identi­

ficación original con valores criminales en un compromiso abierto

con la violencia terrorista. El crimen y la música de West Kingston

estaban, entonces, unidos en una difusa y duradera simbiosis,

y así permanecieron aun luego de la infiltración por parte del

soul. Más aun, los locksmen continuaron dirigiendo la nueva

música e involucrándose directa y creativamente en su produc­

ción. Mientras tanto, una encuesta de 1957 revelaba que el

18% de la fuerza laboral se encontraba desempleada, y, como

el Reporte Doxey iba a demostrar doce años después, era aho­

ra concebible que «muchas personas jóvenes pasarán la ma-

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RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

yor parte de sus vidas sin haber sido nunca empleadas regu­

larmente» (Doxey, 1969). La amargada juventud de West

Kingston, abandonada por la sociedad que decía servirles,

estaba lista para dirigirse hacia los locksmen para pedir expli­

caciones, escuchar su música y emular su postura de recha­

zo. De esta manera, difícilmente pueda sorprendernos que,

detrás del movimiento y el sexo, la violencia y la onda de la

música Rude Boy de los sesenta, permanece la conveniente

retórica y las abarcativas metáforas de los Rastaman.

De esta manera, el ska era música resistente, armada, «fuerte

y dura» de varias maneras. Sus comienzos la protegieron de

serias interferencias desde arriba o manipulaciones en el nivel

de su sentido. El estigma que fue originalmente vinculado al

ska por los árbitros oficiales del buen gusto en Jamaica se

relaciona directamente con las connotaciones criminales de la

danza burra, y los primeros intentos de parte del gobierno por

manufacturar el sonido nacional fueron francamente un fraca­

so. Eddie Seaga, que iniciara una de las primeras compañías

discográficas en Jamaica (West lndies Records), fue uno de

esos empresarios «nacionalistas» de clase media que intenta­

ron promocionar el ska en el mundo como una forma represen­

tativa (y, por lo tanto, respetable) de lo «nativo». Su admisión

en el Gabinete Laborista lo impulsó aun más en este proyecto,

y, a la vez, en su intento de organizar West Kingston como

distrito electoral, reclutó a Byron Lee y los Dragonaires, un «nú­

mero de clase» que se encontraba tocando en la costa norte, y

los envió primero a West Kingston a estudiar la nueva música y

luego a Nueva York a presentar el producto terminado. La mú­

sica sufrió en este pasaje. Byron Lee era demasiado prolijo para

tocar ska correctamente, y el ska crudo era demasiado «rudo»

para interesarle al mercado mundial del momento.

Así, el ska fue de alguna manera dejado a su suerte. A prin­

cipios de los sesenta, la industria discográfica se desarrolló bajo

el auspicio de Seaga y su West lndian Records, Ken Khouri en

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Editado por Stuart Hall y Ton y Jefferson

Federal Studios y Chris Blackwell, un blanco hijo de un dueño

de plantaciones, en lsland Records. Pero Blackwell no se confi­

nó a las Indias Occidentales, y rápidamente explotó el mercado

inglés, donde se vendían más discos a rudies expatriados que a

jamaiquinos en su país 56 • Blackwell compró establecimientos

en la calle Kilburn y comenzó a desafiar el monopolio hasta

entonces adquirido por el sello Bluebeat en el mercado de dis­

cos de las Indias Occidentales, en Gran Bretaña.

Su triunfo sobre Bluebeat fue públicamente reconocido en

1964, cuando fue lanzada la primera grabación nacionalmente

popular de ska, «My Boy Lollipop», cantada con una atractiva

urgencia nasal por Millie Small, de dieciséis años. Blackwell

estableció otro sello, Trojan, que se encargaba de la mayoría

de los lanzamientos británicos, y dejó a Lee Gophtal para su­

pervisar la distribución desde el sur de Londres. Entonces, en

algún momento del verano de 1966, la música se alteró de

manera reconocible y el ska se transformó en «rocksteady».

Los vientos fueron eliminados por completo o reducidos en

énfasis y el sonido se volvió de alguna manera más lento,

sonámbulo y erótico. El bajo comenzó a dominar y, a medida

que el rocksteady se volvió a su vez más pesado, comenzó a

conocerse como reggae. Con los años, el reggae atrajo tal

cantidad de seguidores que Michael Manley (entonces el Pri­

mer Ministro) usó un tema reggae, «Better must come», en su

campaña presidencial de 197257 • El People's National Party al

que pertenecía ganó por abrumadora mayoría.

Pero esto no significa que la música fuera desactivada: si­

multáneamente, durante este período, los Rude Boys desarro-

56 En Brixton, por ejemplo, el ochenta por ciento de la población negra vino de Jamaica, y las disquerías en el área pronto comenzaron a espe­cializarse en bluebeat y ska. 57 Manley también tuvo su apoyo en áreas rurales donde la religión tipo Holly Soller todavía sobrevive, apareciendo en público mientras cargaba un palo que llamaba «La barra de la Corrección», con el que prometía castigar a todos los «duppies)> («fantasmas») y alejar la injusticia.

Page 273: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

liaron un estilo visual que hizo justicia a la estructura de mosai­

co del ska. El elemento de soul americano se reflejaba más

claramente en la conducta de autoconfianza, la llamativa vesti­

menta, la postura y manera de caminar de «compadrito» que

llevaban los jóvenes de la calle. Las políticas de proxenetería de

gueto encontraron su camino dentro de la jerga callejera de las

villas jamaiquinas, y todo Rude Boy recién llegado de alguna

remota localidad rural pronto comenzaría a hacerse con ellas en

los ubicuos bares de Ghost Town y Back O' Wall. El Rude Boy

vivía para momentos luminosos, jugando dominó58 como si su

vida dependiera del resultado, un oportunista en la gran ciudad

sin nada para hacer, y los omnipresentes ska, rocksteady y

reggae le daban los medios con los cuales moverse sin esfuerzo

-sin siquiera pensar-. La calma59 , esa cualidad distante e inde­

finible, se volvió casi abstracta, casi metafísica, sugiriendo una

estilizada clase de estoicismo -supervivencia y algo más-.

Y, por supuesto, también estaban los choques con la policía.

La ganja, las armas y la «presión» produjeron una corriente cons­

tante de Rude Boys desesperados por testear su fuerza contra la

ley, y los jueces respondieron con sentencias más y más largas.

En las palabras de Michael Thomas ( 1973), cada rudie estaba

«bailando en la oscuridad» con ambiciones de ser «el más capo

José Bien Malo de la calle Beeston». Este fue el período caótico

del ska, y Prince Buster ridiculizó la Justicia y cantó «Judge

dread», que en su lado 1 sentencia a los rudies llorones («¡Órden!

¡Órden! ¡Los Rude Boys no lloran!») a 500 años de condena y

10.000 latigazos, y en el lado 2 les otorga su perdón y da una

fiesta para celebrar su liberación. Las lúgubres mecánicas del

crimen y el perdón, de estigmatización e incorporación, se repro­

ducen inacabablemente de forma tragicómica en estas grabacio­

nes primeras, y los clásicos del ska, como la música del burra

58 Popular juego entre la clase trabajadora jamaiquina. 59 N. del T.: refiriendo al coo/ del idioma original, que como cualidad desig­na además una actitud de desapego, desafección, superación, frialdad.

268

Page 274: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

que les precedió, fueron frecuentemente una simple celebración

de comportamientos desviados y violentos. Las rivalidades entre

sound systems, peleas callejeras60, encuentros sexuales61 , pe­

leas de boxeo62, carreras de caballos63 y las experiencias en pri­

sión64, fueron convertidas de manera inmediata en parte del fo­

lklore e incorporadas a las canciones y al ritmo del ska. Los

condes y duques desheredados, los papas y princesas del primer

ska, eran vistos como mafiosos de music hall, y Prince Buster

advirtió con honestidad brutal y una media sonrisa que «las ar­

mas de Al Capone no discuten»65 .

Pero en el mundo de «007» 66, donde los Rude Boys «roba­

ban», «tiraban» y «se lamentaban» mientras «estaban en

probation», «los policías se hacen más altos» y «los soldados

se hacen más largos» a cada hora, y, en la confrontación final,

las autoridades siempre deben triunfar. Así que siempre hay

una confrontación más, y siempre hay una autoridad- todavía

más alta, y es allí donde el Día del Juicio Final vuelve sobre sí

mismo en la forma de reggae, y los rastas cantan sobre el fin

del sufrimiento en el día en que Judge Oread será consumido

por su propio fuego. La influecia rastafaria en el reggae había

sido fuerte desde los primeros días -desde que Don Drummond

y Reco Rodríguez tocaron canciones como «Father East», «Addis

Ababa», «Tribute to Marcus Garvey» y «Reencarnation» a una

audiencia receptiva-. Hasta Prince Buster, el Jefe, el Hombre,

el individualista por excelencia, en el pico de su anárquico pe­

ríodo rude boy, pudo exhortar a sus seguidores en «Free lave»

60 Ver «Earthquake», en el que Prince Buster desafía a un rival a una pelea en Orange Street. 61 Ver cualquier otra grabación de este período. 62 Ver «Fiery Foreman meets Smokey Joe Frazier» de Niney. 63 Ver «Long shot kick the bucket» de The Pioneers, sobre un caballo que muere con el dinero de todos encima. 64 Ver «54-56», por The Maytals otra vez (este es el número que fue dado a Toots al ser arrestado por posesión de ganja). 65 Letra de «Al Capone», de Prince Buster. 66 De «Shanty town», por Desmond Dekker.

26

Page 275: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

a «actuar sinceramente», a «hablar sinceramente», a «aprender

a amarse unos a otros», avisando a los rudies disidentes que

«la verdad es nuestro mejor arma» y que «nuestra unidad pre­

valecerá». En el burlesque «Ten Commandments», Prince Buster

es típicamente ambivalente, haciendo proselitismo, predicando

y burlándose, todo al mismo tiempo, pero la internalización de

Dios que marca a la creencia· rasta está sin embargo detrás de

toda la bravuconería chauvinista.

Estos son los diez mandamientos para el hombre que una mujer

me dio a mí, Prince Buster, a través de la inspiración de Mr.

A medida que la década se desvanecía, la música viró

desde Estados Unidos a Etiopía, y los Rude Boys viraron con

la música. Las lealtades de clase y raciales fueron intensifi­

cadas, y a medida que la música maduró, realizó determina­

dos cortes cruciales con el R&B americano que había actua­

do como catalizador original. Se volvió más «étnica», menos

frenética 67, más reflexiva, y las metáforas políticas y densa

mitología de los Jocksmen comenzaron a insinuarse de ma­

nera más entrometida en las letras. Grupos como The Wailers,

The Upsetters, The Melodians y The Lionares, emergieron

con nuevo material que era frecuentemente revolucionario y

siempre intrínsecamente jamaiquino. Algunos Rude Boys co­

menzaron a dejarse crecer los dreadlocks, y muchos también

a vestir gorras de lana tejida, generalmente con los colores

rojo, amarillo y verde de la bandera etíope para proclamar su

alienación de Occidente. Esta transformación (si tal cambio

de apariencia merece tan apocalíptica terminología) fue más

allá del estilo para modificar y canalizar la conciencia de cla­

se y color de los Rude Boys. Sin sobreacentuar el punto,

había una tendencia a alejarse de la violencia indirecta, la

67 Cunchyman decía que los americanos «no saben como moverse len­to». Ver Thomas (1973).

270

Page 276: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

actitud de bravería y el individualismo competitivo de princi­

pios de los sesenta, hacia una ira más articulada e informa­

da, y si el crimen continuaba ofreciendo la única solución

posible, entonces había nuevas distinciones para hacer. Un

Rude Boy citado en Nettleford ( 1970) exhibe una «concien­

cia elevada» en sus comentarios sobre la violencia:

No es al hermano sufriente al que deberías defender.

Es a esos grandes mercaderes que tienen todos esos doce luga­

res ... con todo el cúmulo de diferentes instalaciones de lujo ... lo

que realmente queremos es iguales derechos y justicia. Que

cada hombre tenga decentes condiciones de vida, buena edu­

cación, entonces siento que las cosas serán mucho mejores.

Mi impresión es que, en tanto los Rastas comenzaron a alejar­

se de las soluciones violentas para dirigir una nueva estética, los

Rude Boys, emplazados en el ska, pronto adquirieron los térmi­

nos de referencia de los /ocksmen y se conviertieron en el brazo

militante del movimiento Rasta. De esta manera, a medida que la

música evolucionaba y pasaba entre las manos de los locksmen,

había una expansión correlativa de la conciencia de clase y color

a través de la comunidad de las Indias Occidentales. Por supues­

to, no aislaría la emergencia de una «conciencia elevada» de

mayores desarrollos en los guetos y los campus estadouniden­

ses. Tampoco subestimaría el efecto estimulante del movimien­

to Black Power jamaiquino que, para mediados de los sesenta,

era liderado por estudiantes de clase media y se aglutinaba alre­

dedor de la Universidad de las Indias Occidentales88• Pero

68 Abeng, el órgano oficial del Black Power en Jamaica, traducía la «metafórica» rastafaria directamente en dialéctica marxista. El análisis económico se hacía lugar a la fuerza contra los intensos testimonios personales de «sufridores» individuales en las páginas de los diarios. Entre otros eventos, la prohibición del historiador del Black Power, Walter Rodney, por parte de la universidad ayudó a cristalizar el movimiento en una dirección política. Ver Rodney (1969).

271

Page 277: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

remarcaría la manera única en la que estos desarrollos externos

eran meditados por los Rude Boys (tanto en Brixton como en

Back O' Wall), cómo eran digeridos, interpretados y reensamblados

por el omnisciente Lagos rasta situado en el corazón de la músi­

ca reggae. A pesar de Manley y Seaga, el reggae permaneció

intacto. No era dirigible, protegido como estaba por el lenguaje,

el color y una cultura que había sido forzada, desde su misma

concepción, a cultivar el secreto y elaborar defensas contra las

intromisiones de la clase de los amos.

Más aun, la forma misma del reggae militaba contra cual­

quier interferencia externa y garantizaba una cierta capacidad

de autonomía. El reggae invirtió el patrón establecido de la

música pop69, dictando bases de bajo fuertemente repetitivas

que se comunicaban directamente al cuerpo y le permitían al

cantante hacer «scat» a través de la superficie ondulante del

ritmo. En el buen reggae, la música y las palabras están

sincronizadas y coordinadas a un nivel que elude la interpreta­

ción estática, fija. Los patrones lingüísticos se convierten en

patrones musicales; ambos convergen con el metabolismo

hasta que el sonido se vuelve abstracto, esto es, no específi­

co. De esta manera, en la periferia «dura» del reggae, por

debajo de las lúcidas pero literales denuncias de The Wailers,

Count Ossie and The Mystic Revelation of Ras Tafari conde­

nan las maneras de Babilonia implícitamente, llevando el reggae

de vuelta a África, y los dj's rudies (como Big Youth, Niney, 1-

Roy y U-Roy) amenazan con minar el lenguaje desde dentro

con la cadencia sincopada del creole y un ojo para lo inexpre­

sable. El lenguaje abdica frente al habla del cuerpo, creencias

e intuiciones; en forma y por definición, el reggae resiste una

69 Aunque el «rack heavy» también tiene una lrnea de bajo empática e hipnótica, no hay nada equivalente al «scat» en el rack. Algunos moder­nos jazzeros juegan con el lenguaje a este nivel, pero este jazz es produ­cido fundamentalmente por hombres negros (Albert Ayler, Roland Kira, Pharoah Sanders, John Coltrane, etc.).

272

Page 278: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

definición70• Su forma, entonces, es inherentemente subversi­

va, y fue en esta área que los chicos de la calle jamaiquinos

hicieron sus innovaciones más importantes.

111. El interludio Skinhead - Cuando el baile debió parar

Actualmente adulamos como a héroes a The Spades

-ellos pueden bailar y cantar ... Hacemos el shake y el

hitchiker en los temas rápidos, pero estamos volviendo a

bailar de cerca -porque The Spades lo hacen.

Mod de diecinueve años citado en Hamblett y Deverson,

eds. (1964: 22)

Dirijo mi atención ahora a la formación de una cultura equi­

valente dentro de la comunidad de las Indias Occidentales en

Gran Bretaña, y al contexto en el que el reggae fue recibido en

el sur de Londres. Trataré de demostrar cómo fue utilizado por

los jóvenes negros para transmutar una situación de extrema

dependencia cultural a una de virtual autonomía.

No hay necesidad de reiterar la temprana historia del reggae

en este país. Ya he mencionado la importante tarea desempe­

ñada por Chris Blackwell y Lee Gophtal en la importación de la

nueva música. Gradualmente, a medida que Trojan comenza­

ba a inundar el mercado, el ska se impuso al bluebeat como el

pulso firme que marcaba el paso de la vida nocturna de los

70 De manera similar, la sintaxis del soul «duro» obvia la necesidad de significado lexical. James Brown mira la relación entre «pronunciación y realización» en «Stoned to the bone» y da un catálogo de las palabras utilizadas para denotar «poder mental»: («vibras ESP», «pensamiento positivo», etc.) pero las abandona todas al abandonar el lenguaje mismo: «Pero lo llamo eso, que es lo que es». Esta ecuación tautológica es repetida una y otra vez hasta sincronizar con el fuerte y repetitivo fondo y eventualmente es absorbido.

273

Page 279: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

negros británicos. La era de los « waterfront boys» africanos que

describe Colín Maclnnes (1957) estaba definitivamente desva­

neciéndose y los días de Billy Whispers estaban contados mien­

tras los jamaiquinos proxenetas, traficantes y prostitutas irrumpían

en escena. La música se transmitía mediante una red subterrá­

nea de shebeens (fiestas en casas), clubes negros y tiendas de

discos en Brixton, Peckham y Ladbroke Grave, que se dedicaban

casi exclusivamente a una clientela de las Indias Occidentales.

Casi, pero no del todo. Mientras que la primera música moviliza­

ba una agresividad indefinida y generaba un culto de extremo

individualismo, su encanto no estaba confinado sólo a los miem­

bros de la comunidad negra. Pronto se volvería también la músi­

ca de los «mods duros», que solían vivir en las mismas áreas

venidas a menos del sur londinense, donde se congregaban los

inmigrantes, y que pronto comenzaron a emular el estilo del con­

tingente Rude Boy. Comenzaron a vestir los sombreros «stingy

brim» y las gafas de los buscavidas jamaiquinos, e inclusive fue­

ron más allá para abrazar los emblemas de pobreza que los

inmigrantes encontraban inevitables y más que probablemente

indeseables. Así, los pantalones de mal calce y botamangas al

tobillo, que usualmente sugieren que quien los lleva ha sido for­

zado a aceptarlos de segunda mano, eran reflejados en los jeans

excesivamente cortos por los que los «hard mods» expresaban

marcada predilección. Todavía en 1964, entre Margate y Brighton,

los mods eran vistos en botitas y tiradores, llevando el pelo corto

que artificialmente reproduce la textura y apariencia de los esti­

los cortos negros, preferidos entonces por los negros de las In­

dias Occidentales. En 1965, «Mandes» de Prince Buster se con­

virtió en algo así como un furor en algunos círculos mod y era

usualmente solicitada en los grandes bailes frecuentados por los

mods del sur de Londres. La ligazón entre las culturas Rude Boy

de blancos y negros, que iba a durar hasta el fin de la década e

iba a provocar una gran y confusa reacción entre los comentaris­

tas de la cultura juvenil, había comenzado.

")"711

Page 280: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por stuart Hall y Tony Jefferson

El ska obviamente llenaba necesidades que la música pop

establecida y dominante ya no podía proveer. Era un sonido

subterráneo que había escapado a la explotación comercial a

nivel nacional y cuyos «dueños» todavía eran las subculturas

que originalmente lo habían pergeñado. Además, fue un golpe

bajo de la manera más placentera posible al hablar de las simpli­

cidades del sexo y la violencia con un lenguaje inmediatamente

inteligible por el borde de adolescentes cuasi-delincuentes de la

cultura de la clase trabajadora. La música «progresiva» blanca,

por entonces en expansión, se estaba convirtiendo en demasia­

do cerebral y orientada hacia las drogas como para tener algu­

na relevancia sobre los «mods duros», cuyas vidas se encon­

traban totalmente aisladas del ambiente articulado y educado

en el que la cultura hippie germinaba. Y, por supuesto, la BBC

difícilmente era el medio ideal -el ska se volvía ruidoso y perdía

todo su impacto cuando era reproducido en un transistor: sim­

plemente no había suficientes bajos-. Sobre todo, las letras de

grabaciones como «Ten commandments» de Prince Buster o

«Wet dream» de Max Romeo eran raramente aceptables, y la

mayoría de los nuevos lanzamientos eran inmediatamente de­

clarados no aptos. Así, la música permaneció secreta y se dise­

minó en la atmósfera masónica de las estrechas interacciones

comunales y subculturales. El Ram Jam en Brixton fue uno de

los primeros clubes en Londres donde jóvenes negros y blancos

se mezclaban en masa, y aun con disrupciones y violencia las

asociaciones comenzaban a acumularse alrededor de la nueva

música. Había cuentos de cuchillos y ganja en el Ram Jam, y

había más que suficientes riesgos para cualquier rudie blanco

que estuviera preparado para tomar su vida en sus manos al

pisar Brixton y probar su hombría.

Para 1967, los skinheads habían emergido de este estado

larval y fueron inmediatamente consignados por la prensa con

la categoría de «amenaza violenta» que la corriente dominan­

te en la música pop del momento parecía cada vez más reluc-

275

Page 281: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tante a ocupar. Mientras que la asombrosa flora y fauna de

San Francisco hacía un espectacular debut en King's Road en

el verano, Dandy Livingstone, la primera estrella británica de

reggae en ganar reconocimiento nacional, cantaba «Rudy a

message to you» a audiencias de los barrios menos opulentos

del sur de Londres, y movilizaba a sus seguidores alrededor de

un estándar distinto. Las conexiones que unían a los «hard

mods» a la subcultura rude boy eran aun más estrechos en el

caso de los skinheads. Los enormes tapados abiertos que usa­

ba la gente proveniente de las Indias Occidentales fueron tradu­

cidos por los skinheads en los abrigos «crombies» que se con­

virtieron en una de las prendas de vestir más utilizadas por los

grupos con mayor inclinación al reggae (por ejemplo, aquellos

que se definían a sí mismos como deambulantes nocturnos

antes que hinchas del Arsenal, más adeptos al horario de la

tarde). Aun la erecta postura y el paso suelto que caracterizaba

a los chicos callejeros de las Indias Occidentales eran (más bien

imperfectamente) simulados por los aspirantes «blancos ne­

gros». En clubes como el A-Train, Sloopy's y Mr. B's, los

skinheads se mezclaban con jóvenes de las Indias Occidenta­

les, se llamaban entre sí «rass» y «pussy c/ot»71 , se sonaban

sus dedos como experimentados jamaiquinos, con el mayor

estilo y el menor estremecimiento posibles, hablaban «orses» y

«pum-pum» 72, y se movían con la mayor cantidad de (estudia­

da) onda que pudieran.

Este movimiento espontáneo hacia la integración cultural

(sólo con las Indias Occidentales; no, como es innecesario re­

marcar, con los inmigrantes paquistaníes e hindúes) no tenía

precedentes, pero no iba a traer efectos beneficiosos de mane­

ra permanente en las relaciones interraciales dentro de las co­

munidades de clase trabajadora del sur londinense. Y esto ya

71 Los jamaiquinos utilizan insultos que ni se acercan a una traducción. 72 Juego y mujeres.

Page 282: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

que, a pesar del hecho de que el skinhead pudiera bailar el

«shuffle» o el «reggay» con cierto estilo, a pesar de que fuera

capaz de murmurar algunas frases de patois con la necesaria

desatención por la sintaxis del idioma inglés, era todo un poco

artificial -un poco demasiado planeado para ser convincente-.

A pesar de todo, no podría jamás completar esa transición cul­

tural. Y cuando se encontró a sí mismo incapaz de seguir el

fuerte dialecto y las densas alusiones bíblicas que marcaron al

reggae posterior, debió haberse sentido aún más desesperan­

zadoramente alienado. Excluido aun entre los excluidos, fue

librado a su suerte, condenado a pasar su vida en Babilonia

porque el concepto de Zion simplemente no tenía sentido. Y

aun si pudiera hacer ese pasaje simpatético entre Notting Hill y

Addis Ababa, desde una blancura que no valía demasiado de

todas maneras, a una negrura que tal vez simplemente signifi­

cara algo más, sólo se encontraba a sí mismo entrampado en

una contradicción irresoluble. Al haber llegado los Rude Boys a

la mayoría de edad y siendo los skins adolescentes perpetuos,

y a pesar de que Desmond Dekker llegó a la cima de las listas

británicas con «lsraelites» (un llanto para Etiopía), la breve cru­

za de los sesenta llegaba a su fin73•

La «africanización» (o «rastificación») del reggae sobre la que

ya he hecho énfasis en las secciones de Jamaica militaba contra

cualquier contacto cercano permanente entre las culturas juveni­

les de blancos y negros. Una vez más, el «momento» preciso en

el que la búsqueda de identidad racial produjo una ruptura signi­

ficativa con patrones de conducta anteriores puede ser expresa­

do míticamente. En un artículo de Gillman (1973) sobre el pro-

73 El estilo skinhead, por supuesto, sobrevivió en los setenta particular­mente en los pueblos industriales del centro y norte de Inglaterra, pero no mantuvo sus tempranos y fuertes lazos con la cultura negra. Los skinheads de Birmingham (donde las relaciones raciales siempre han de­jado mucho que desear) eran muchas veces abiertamente hostiles a per­sonas de las Indias Occidentales, y el fútbol comenzó a desplazar al reggae como la preocupación central del grupo skinhead.

277

Page 283: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

yecto Harambee en Holloway Road, un joven disc jockey de las

Indias Occidentales, residente del sur de Londres, describe el

impacto de la grabación «Young, gifted and black» en una au­

diencia compuesta por rudies tanto negros como blancos:

Estaba esta canción, «Young, gifted and black», de Mike and

Marcia, y cuando la poníamos todos los skinheads sotran can­

tar «Young, gifted and white» y cortar los cables de los parlan­

tes, y tuvimos algunas peleas, y menos gente blanca comenzó

a venir desde entonces/4

Esta separación de caminos había estado preparándose

durante años fuera de los dance-halls, en la hora del día, del

trabajo y del colegio. Primero, como apunta Dilip Hiro, la proxi­

midad en la que los niños blancos y negros eran arrojados en

la escuela tendía a romper con los mitos raciales más crudos.

La ilusión de superioridad blanca, templada en los padres ne­

gros mediante una educación anglicana en las Indias Occiden­

tales, difícilmente podía ser sostenida por sus hijos, que cre­

cían al lado de sus supuestos superiores sin notar ninguna

superioridad aparente en potencial o performance. Sin embar­

go, al dejar la escuela, los jóvenes negros se topaban con la

abierta discriminación de parte de quienes en prospectiva se­

rían sus empleadores. Al disminuir la demanda de trabajo no

calificado, blancos y negros que terminaban la escuela eran

arrojados a una fiera competencia por el trabajo que quedara

disponible, y los jóvenes blancos, más tarde que temprano,

74 Luego, en el mismo artículo, dos chicos que viven en el hostel son reportados discutiendo los mejores puntos de «asaltar». Sus comentarios remarcan que están preparados para hacer distinciones raciales y se re­fieren frecuentemente al «sufrimiento», concepto clave del rastafarismo que parece ser usado como un índice de la elegibilidad del creyente para su salvación mediante juicio. Primer chico: No tocamos a nuestra gente. Nunca pensé hacerlo con un hombre negro. Segundo chico: Un hombre negro sabe que todos nosotros sufrimos de igual manera.

Page 284: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

obtenían la preferencia. Si el negro recién salido de la escuela

era más ambicioso y buscaba trabajo calificado, tenía grandes

chances de quedar aún más amargamente desilusionado. Un

corresponsal del Observer ( 14 de Julio de 1968) mostraba

que los jóvenes blancos en zonas con necesidades de

asentamientos negros, como Paddington y Notting Hill, tenían

casi cinco veces más chances de obtener un trabajo calificado

antes que un par negro. Michael Banton (1967) estimaba que,

para 1974, uno de cada seis egresados en el área interior de

Londres sería de color, y la rivalidad escalaría de manera acor­

de. El predicamento de los negros que egresaban, de esta

manera, los hizo revisar su posición con un ojo más crítico

que el de sus padres. Para la primera generación de inmigrantes

de las Indias Occidentales, Inglaterra era la promesa de un

futuro dorado, y, si la misma no había sido cumplida, de todas

maneras no tenía mucho sentido buscar en otro lado. De he­

cho, tal cosa sería admitir la derrota y fracaso, y de esta ma­

nera los inmigrantes más viejos iban a trabajar a los buses o a

la cola para el seguro de desempleo, escondiendo su amargu­

ra bajo su sonrisa de ocasión. Pero los jóvenes negros británi­

cos tenían menos inclinación a resignarse y aguantar, y la

reevaluación de la herencia negra contemporáneamente reali­

zada en los Estados Unidos y Jamaica iba a proveer canales

mediante los cuales dirigir la ira y recuperar la dignidad. El

llanto de los rastas por la redención africana era bienvenido

por la diáspora desilusionada del sur de Londres. Exiliados

primero de África, luego de las Indias Occidentales hacia las

frías e inhóspitas islas británicas, el deseo no consumado por

sanar la brecha era sentido aun con más tristeza por los Rude

Boys desposeídos de Shepherd Bush y Brixton.

Hiro contrasta la nueva conciencia negra de los adolescen­

tes de color en Gran Bretaña contra la actitud más sobria de los

padres de las Indias Occidentales en el ejemplo de Noel Green,

nacido en Londres en 1958, cuyo padre Anthony se queja:

279

Page 285: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jtNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

De chico quería que lo llamaran inglés ... pero ahora, en 1969,

se considera un negro de las Indias Occidentales. ( 1973)

Estas elaboraciones fueron traducidas a términos específica­

mente jamaiquinos y los hombres de los dreadlocks comenzaron

a hacer una siniestra e incongruente aparición en las grises calles

de la metrópolis una vez más. Para 1973, McGiashan podía re­

portar la bizarra conjunción de África y Ealing en el West London

Grand Rastafarian Ball, donde los rastas, dos veces expulsados

de su tierra natal, cantaban al unísono por un fin al sufrimiento

mientras chicas blancas bailaban y reían al son del reggae. El

culto a Ras Tafari seducía a la juventud negra británica al menos

tan fuertemente como lo hacía con sus primos jamaiquinos. Fue,

de esta manera, irresistible, dándole a la comunidad varada un

nombre y un futuro a la vez, prometiéndole a las Tribus Perdidas

de Israel una justa retribución por siglos de esclavitud, cultivan­

do el arte del retraimiento de manera que el rechazo no encontra­

ra rechazo a su vez. Todo esto era reflejado por, y comunicado a

través de, la música que había encontrado en Gran Bretaña una

mayor y más ávida audiencia que en su país de origen. Por su­

puesto, los skinheads se retiraron con descreimiento al escuchar

a los Rastas cantar de «los que no tienen» buscando «armonía»

y a los «scatting» dj's exhortando a sus hermanos negros a que

«sean buenos en sus vecindarios». Aun más odioso para los

skinheads era la bienvenida de los Rastas al «paz y amor» que

muchos rudies jóvenes adoptaron (junto con los aplausos ras­

tas). La rueda había dado toda la vuelta y los skinheads, que

habían buscado refugio de las posturas beatificantes de los hip­

pies en el círculo de los jóvenes delincuentes negros, eran con­

frontados con las que parecían ser las mismas actitudes que

habían originado su retirada. Debe haber parecido, a medida que

los rudies cerraban filas, que entre ellos también habían inter­

cambiado bandos, y que las puertas estaban indudablemente

cerradas contra los skinheads.

280

Page 286: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Sólo necesitamos volver a la mitología del rastafarismo

que ya he intentado descifrar, para ver que tal resultado era,

de hecho, inevitable tarde o temprano. La religión transpues­

ta, el lenguaje, el ritmo, y el estilo de los inmigrantes de las

Indias Occidentales protegieron a su cultura contra la pene­

tración profunda de sus pares de grupos blancos. Simultá­

neamente, la apoteosis de la alienación en el exilio hizo posi­

ble que mantuvieran su lugar en los confines de la sociedad

sin ningún sentimiento de pérdida cultural, y los distanció

suficientemente de manera que permitiera un análisis alta­

mente crítico de la sociedad a la cual sólo le debía un com­

promiso nominal. En cuanto al resto, los términos bíblicos, el

fuego, los dreadlocks, Haile Selassie et al., sirvieron para

resucitar políticas, proveyendo la envoltura mítica en la cual

los huesos de la estructura económica pudieran ser vestidos

de manera que la explotación pudiera ser revelada y respon­

dida de las maneras tradicionalmente recomendadas por los

rastafarios. El metasistema así creado fue construido alrede­

dor de precisos pero ambiguos términos de referencia y, mien­

tras permaneció enraizada en el mundo material del sufri­

miento, de Babilonia y la opresión, pudo escapar, literalmen­

te de inmediato, a una dimensión ideal donde trascender la

escala temporal de la ideología dominante. Había ventajas

prácticas que ganar adoptando esta forma indirecta de co­

municación, ya que, de haber optado por un lenguaje más

directo de rebelión, habría sido manejado con mayor facili­

dad y asimilación por la clase dominante a la cual estaba

dirigido. Paradójicamente, los rastas sólo comunican en tan­

to permanecen incomprensibles para quienes se intenta que

sean sus víctimas, sugiriendo los ritos inexpresables de una

venganza insaciable. Y el exotismo del rastafarismo proveyó

de pantallas de distracción tras las cuales la cultura Rude

Boy pudo perseguir sus propios mecanismos desviados, sin

interferencias ni testigos.

Page 287: Resistencia a Traves de Rituales

APÉNDICE: DESEMPLEO, EL CONTEXTO DE LA CULTURA DE LOS CHICOS DE LA CALLE

Rache/ Powe/1

En 1943, la tasa de desempleo en Jamaica era de 25,6%;

para 1 945 era exacerbada por el regreso de los hombres en

servicio y empleados en el Reino Unido durante la guerra

(Richmond, 1954: 140). Simey (1946: 136) analizó reportes

de comisiones previas y notó la contradicción entre la necesi­

dad de una mayor productividad nacional para poder financiar

mejores servicios sociales (requeridos con bastante urgencia

en West Kingston) y la probabilidad de que una mayor produc­

tividad individual, motivada por un deseo de mejores estándares

de vida, agravara aún más la falta de empleo. Durante los

cincuenta y sesenta, Jamaica alcanzó el máximo mundial de

aumento de la productividad per capita (Lowenthal, 1972:

297), y el desarrollo industrial, sobre todo en minería y turis­

mo, se expandió considerablemente. La minería de bauxita,

explotada largamente por intereses canadienses, proveía tra­

bajos relativamente bien pagos para algunos -a una media de

415 libras anuales, casi cuatro veces la paga promedio para

un hombre-, pero esos «algunos» eran menos del 2% del

total de la fuerza laboral, e incluían una proporción desconoci­

da de trabajadores expatriados (Francis, 1963). Similarmente,

los números para 1958 (del Instituto para la Investigación Social

y Económica de Kingston) mostraban la distribución de los

beneficios provenientes de la expansión del turismo -un mi-

Page 288: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

llón de libras esterlinas, cerca del 6% del gasto total, pagado

en impuestos, aproximadamente 27% en salarios relaciona­

dos con la actividad turística y 34% inmediatamente remitido

a organizaciones e individuos fuera de Jamaica-. Internamen­

te, tal desarrollo significó que Jamaica también registró el re­

cord mundial en la desigualdad de distribución del ingreso,

con el 5% más rico de la población obteniendo el 30% del

ingreso nacional, mientras que el 20% más pobre se repartía

el 2% (Ahiram, 1966). La preocupación externa sobre esta

situación potencialmente explosiva puede ser vista en un re­

porte del Jamaica Week/y G/eaner ( 1 O de noviembre de 1 9 71 )

sobre un acuerdo que había sido alcanzado entre el gobierno

jamaiquino y el canadiense para tener seguro protector «con­

tra ciertos riesgos normalmente no asegurables con asegura­

doras comerciales ... incluyendo expropiación (nacionalización),

imposibilidad de repatriar capitales o bienes, pérdidas por in­

surrección, revolución o guerra».

Individualmente, también, el desarrollo de posguerra signi­

ficó cambio. En 1955, en áreas rurales, M. G. Smith encontró

que -en un muestreo de hombres menores de 25 años- sólo

el 16% había trabajado tiempo completo la semana anterior a

la encuesta, el 44% había trabajado medio tiempo o menos y

el 15% no había trabajado en absoluto. La familia rural tipo en

la muestra, incluyendo grupos de todas las edades, tenía aproxi­

madamente 5 miembros y disponía de aproximadamente 2

libras esterlinas por semana para el total de sus gastos (Smith,

M. G., 1956). Comparaciones entre gastos «necesarios» y

«elegidos» sugieren que, contemporáneamente, tanto en Ja­

maica como en el Reino Unido, un grado efectivo de elección

real en el gasto era obtenido solamente en ingresos de alrede­

dor de 14 libras esterlinas por semana por familia (Powell,

1972). Tal vez de manera poco sorprendente, el censo

jamaiquino de 1960 mostró un marcado desplazamiento de

población desde las áreas rurales al distrito metropolitano,

Page 289: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

donde casi el 40% de los habitantes habían nacido en otro

lugar de Jamaica (Francis, 1963).

La misma fuente revela que el 46% de los hombres resi­

dentes en el área metropolitana ganaban menos de 4 libras

por semana, y casi el 8%, menos de una. Los cálculos de

empleo arrojaban unas cifras de desocupación en la ciudad de

11.9%, y un remarcable 6% para todo el país. Los críticos

han observado que la semana elegida para el censo, la prime­

ra de abril, coincidía con la temporada de cultivo y decía poco

acerca de la situación de aquellos empleados sólo por la mitad

del año. El 13% de los trabajadores de la ciudad fueron regis­

trados como subempleados, y las comunidades rurales, aun

en época de cultivo, mostraban una media de 30%. Ruscoe

( 1963: 67) citaba un estimativo del Dai/y G/eaner (2 de julio

de 1962) de 100.000 desempleados fijos, el 15% de la fuerza

laboral, más un porcentaje desconocido de semi-empleados, y

concluía mencionando que el gobierno consideraba los núme­

ros y estadísticas de empleo como información clasificada.

De todas maneras, para abril de 1972, el flamante gobierno

del Partido Nacional del Pueblo fue suficientemente franco, en

una entrevista para la BBC, para incluir entre sus problemas

heredados los números de desempleo, en Kingston alcanzan­

do el 15-20% en adultos, y casi el 30% para jóvenes buscan­

do su primer trabajo.

Page 290: Resistencia a Traves de Rituales

UNA ESTRATEGIA PARA VIVIR: MÚSICA NEGRA Y SUBCULTURAS BLANCAS

lan Chambers

Nota: lan Chambers está trabajando en una crítica de los as­

pectos más formalistas y ahistóricos de la aproximación semió­

tica al análisis de la cultura e ideología. Su estudio sobre el

trabajo de Roland Barthes fue publicado en WPCS 6. Su trabajo

se ha aplicado fundamentalmente al área de los films y los

textos visuales. En este texto, plantea la pregunta acerca de

cómo los análisis políticos e históricos pueden ser combinados

con el análisis formal al estudiar la música negra. La experien­

cia histórica y posición estructural de los negros norteamerica­

nos, su subordinación a la hegemonía cultural de la América

blanca, es usada para explicar tanto las formas características

de la música, así como lo que ocurre cuando esta música es

adoptada y adaptada para expresar la experiencia -muy distin­

ta- de la juventud blanca norteamericana y británica.

La liberación de los negros vendrá de la cultura revoluciona­

ria, la conciencia y la experiencia de Afro-América.

Earl Ofari

En la noche lila caminé con cada músculo doliendo contra

las luces de la 2 7 y Welton, en el barrio negro de Den ver,

deseando ser un negro, sintiendo que lo mejor que el mundo

blanco había ofrecido no era suficiente éxtasis para mí,

Page 291: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

no era suficiente vida, alegría, patadas, oscuridad,

música, no era suficiente noche.

Jack Kerouac ( 1958)

Las raíces del rock and roll yacen profundamente en la

experiencia de los hombres y mujeres negros de los Estados

Unidos, y es esencial en esa historia el pasaje del pueblo ne­

gro hacia el Nuevo Mundo. Este pasaje fue producido por la

expansión de la Europa occidental iniciada a fines del siglo xv

y fue llevado a través del Atlántico por el colonialismo y el

comercio de esclavos. Por lo tanto, la emigración forzada de

hombres y mujeres de piel negra de su África occidental no

puede ser divorciada del desarrollo del capitalismo y su con­

comitante ideología racista: la justificación de la explotación y

deshumanización de sectores de la sociedad en provecho de

intereses económicos. La música negra está inextricablemente

ligada a la conciencia afroamericana de su historia en un mun­

do extraño donde las divisiones de clase fueron complicadas

por el agregado de las divisiones culturales de raza.

En esta situación, hombres y mujeres negros han trabajado

sus experiencias del pasado y el presente en una música que,

a la vez que refleja la interpenetración de lo negro y lo blanco,

de África y Europa, trata crucialmente acerca de la experien­

cia negra, de la conciencia negra de las penurias sociales y

económicas, y del continuo sometimiento por una ideología

racista. Describir la música resultante como «autónoma» es

acentuar el sustrato político de la música negra: su relativa

independencia de la hegemonía blanca, a pesar de los inten­

tos de la cultura blanca -desde las trovas de Stephen Foster a

los cantantes blancos de biues, pasando por el rag-time y las

grandes bandas de swing- de apropiarse de ella y neutralizar­

la. En la historia de la expresión negra en EE.UU., es la músi­

ca, fundamentalmente, la que ha mantenido sus raíces en la

experiencia negra. Uno sólo debe pensar en la más exitosa

Page 292: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

incorporación de los negros en otras formas de expresión tal

como la literatura, el entretenimiento y el deporte, donde su

negritud es o bien convencionalmente ignorada o bien reificada,

volviéndolos «hombres invisibles». Los intentos de usar esos

canales para propósitos negros son fuertemente censurados,

tal como lo ejemplifican la carrera de Muhammad Ali, o el

alarido de furia contra el saludo Black Power usado por atletas

en las Olimpiadas de México, en 1968.

La herencia de todas las generaciones muertas acosa las men­

tes de los vivos c.:>mo una pesadilla. (Karl Marx)

Producida por los descendientes de esclavos, la música ne­

gra, en la forma híbrida del rack and roll, fue reproducida por

otro sector de la clase trabajadora norteamericana: los trabaja­

dores rurales blancos y empobrecidos del sur de los Estados

Unidos. La evidencia empírica de esta apropiación en la historia

de los inicios del rack and roll es muy clara, pero las profundas

implicancias de esta conexión deben explicarse, ya que la ma­

yoría de quienes la tratan la reducen al nivel de una apropiación

estilística, despolitizando y recortando su profundidad.

Incluso tras el trato de 1877 entre la burguesía del norte de

Estados Unidos y la aristocracia del sur que terminó la Recons­

trucción (período en el que se abolió la esclavitud), los conflic­

tos de clase norteamericanos han sido constantemente conver­

tidos en conflictos raciales. Esto tuvo efecto manteniendo a la

clase trabajadora dividida contra sí misma y en la debilidad de

los trabajadores en su relación con el capital. Los primeros in­

tentos importantes de organización de los trabajadores norte­

americanos - The Knights of Labour- rechazaron tener trato

con los trabajadores negros. Los primeros años del siglo xx

estuvieron marcados por ríspidas tensiones interraciales, según

las cuales los blancos veían a los negros como una potencial

amenaza contra su seguridad laboral; estas divisiones fueron

Page 293: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

agravadas por la severa recesión económica en las tres déca­

das que llevaron a la Primera Guerra Mundial.

Hacia 1920, las primeras tentativas por parte de intelec­

tuales negros para establecer algunos derechos básicos para

el pueblo negro (National Association for the Advancement of

Colured People) fueron dejadas de lado por el movimiento de

Marcus Grey que acentuaba los orígenes africanos de los ne­

gros norteamericanos. En la oleada de insurgencia que tuvo

lugar durante la Primera Guerra Mundial y continuó durante

los años veinte, el movimiento de Garvey creó una base entre

los negros norteamericanos.

Dicen que el lunes es tormentoso

Pero el martes es igual de malo

(Biues tradicional)

La inmediata migración de posguerra desde el valle del

Missisipi a ciudades industriales del norte como Detroit, Gary

y Pittsburgh dio lugar a un choque entre las expectativas y la

dura realidad que iba a explotar en los años treinta. En esa

convulsionada década, aunque muchos negros estuvieron

desempleados, también jugaron una parte importante en el

movimiento extremadamente militante que alcanzó una cima

en 1937, con medio millón de personas participando en huel­

gas y sentadas. Uno de los productos de esta militancia fue la

formación de la C .l. O. Pero fue realmente el fin de la década y

el cambio a una economía de guerra lo que proveyó a los

negros (o al menos a los hombres negros) una oportunidad de

avanzar y ganar más poder económico. Esto sentó el terreno

no sólo para una incipiente burguesía negra, sino también para

el llamado a un avance en los derechos sociales y políticos.

Aunque algunos negros eran capaces de explotar las con­

tradicciones del capitalismo, el capital norteamericano había

aprendido la lección de 1929. Así como en los años treinta

288 :1

Page 294: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

procedió, a través de medidas neokeynesianas y del New Deal,

a institucionalizar la lucha de clase en el sector industrial blan­

co, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, con

disturbios de negros en distintas ciudades, era necesario con­

tener la insurgencia política negra. El principal foro para esta

contención fue el Partido Demócrata. En 1948, Truman usó el

ticket de los derechos civiles para llegar a la presidencia. En

1954, la Corte Suprema se pronunció en contra de la segrega­

ción en las escuelas, trayendo aparejada una dura resistencia

en el sur que dificultó inmensamente su aplicación. Pero inclu­

so estos progresos limitados se habían detenido en los días de

amenaza roja de la Guerra Fría, en los años cincuenta. Desde

entonces, la mayoría de los desarrollos -hasta las rebeliones

en los guetos de los años sesenta- han continuado reflejando

la exitosa integración de racismo en algunos sectores de la

sociedad llevada a cabo por el capitalismo.

La exitosa expansión del capital norteamericano tras los años

treinta ha mantenido divisiones entre las clases trabajadoras

-divisiones que dividen la clase por raza así como por sexo,

nacionalidad y cualificación laboral-. Es una expansión que se ha

movido desde la fábrica a toda la sociedad (la «Fábrica Social») y

ha asegurado la continuidad del capital y su relativa estabilidad.

Estas divisiones se juegan en el antagonismo que día a día parte

a la clase trabajadora: en la contienda entre negros y blancos por

trabajos, hogares, educación y poder político y social. Estas divi­

siones continuaron plagando la escena americana en los años

sesenta y con efectos específicos en el nivel político. La emer­

gencia del nacionalismo negro, del poder negro y de movimien­

tos políticos separatistas negros de mediados de los sesenta fue

una respuesta a esta doble explotación de clase y raza.

Los movimientos negros de liberación nacional en África

fueron una inspiración muy importante para la creciente

militancia negra de la década, tal como fue expresado en las

sentadas, en las marchas por los derechos civiles, los distur-

28

Page 295: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

bias en Watts y otras partes, los musulmanes negros y la

formación de los Panteras Negras. Pero la brutal y exitosa

supresión de estos últimos por la administración Nixon de­

muestra la debilidad de una dirigencia política inmadura que

falló en lograr una base masiva. Las luchas de clase trabajado­

ras continuaron siendo segmentadas: negros, mujeres, estu­

diantes, pacifistas. Esto ha llevado a políticas sectoriales radi­

cales pero no a un socialismo político: una serie de movimien­

tos «anti» -antirracismo, antisexismo, antiimperialismo- ¡que

eran frecuentemente también anti-clase trabajadora!

Fue como si un vehículo sin conductor estuviese corriendo a tra­

vés de la noche americana cuesta abajo por una calle sin luces,

hacia una pared de ladrillos, y fuese abordado al vuelo por un

fantasma sigiloso con cara jadeante y lasciva que, en el último

volantazo antes del caos, encarriló el vehículo hacia una suave

autopista que lleva hacia el futuro y la vida; y pedirles a los norte­

americanos que entiendan que eran los pasajeros en este vehrcu­

lo descontrolado y que el fantasma lascivo era el twist bolichero

de los sábados a la noche, o el Yeah yeah yeah que los Beatles

tomaron de Ray Charles, pedirles a estos derrochadores calvinistas

que vean estos vínculos lógicos y recíprocos, es más cruel que

pedirle a un fan de la Okie Music que se muera soportando los

sonidos de John Coltrane. (Eidridge Cleaver, 1970)

Retornemos ahora a la música y examinemos por qué la

música negra, particularmente el blues y el Rhythm and Blues,

fue tomada -y transformada- por otro sector de la clase tra­

bajadora que era visiblemente antagonista a ella. El esbozo

dibujado arriba ha procurado marcar los intereses de clase

comunes a los dos sectores, pero también su división a través

de la explotación capitalista del racismo. El resultado es que la

clase trabajadora blanca está por encima de los trabajadores

negros, tanto económica como culturalmente. Esto permite a

290

Page 296: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

los blancos tener el poder para redefinir la música producida

por aquellos que son objetivamente de la misma clase pero

que están culturalmente subordinados a la hegemonía blanca.

El otro lado de la moneda es que estos «marginales», la

clase trabajadora negra, están por lo tanto en una mejor posi­

ción que los blancos al momento de producir una expresión

positiva y coherente de su opresión. De las plantaciones a los

guetos, la cultura negra, y especialmente la música negra, ha

provisto uno de los significados más fuertes del sobrevivir, un

lenguaje secreto de la solidaridad, un modo de articular la opre­

sión, un modo de resistencia cultural, un grito de esperanza. No

es sorpresivo que las políticas negras de los años sesenta estu­

viesen anunciadas por un masivo surgimiento de la cultura y la

conciencia negras. El hecho de que la reacción a la opresión

frecuentemente toma antes una forma cultural que una abierta­

mente política se debe también al poder cultural de la sociedad

blanca para determinar qué aspectos de la experiencia negra

son aceptables y cuáles no. Mientras que el entretenimiento y

el arte negros se volvieron aceptados, ciertamente las políticas

negras no. Y la propia cultura negra quedó a tiro tan pronto

como los negros hicieron manifiestos sus significados políticos.

En los años cincuenta, la música negra fue ampliamente

adoptada por jóvenes trabajadores blancos del sur, buscando

marcar sus diferencias respecto de la generación de la Depre­

sión en un período en el que incluso los sectores más retrasa­

dos de la economía norteamericana -la agricultura sureña­

estaban siendo regenerados por el boom estimulado por el

republicanismo de Eisenhower y las economías de la Guerra

Fría. Este establecimiento de una diferencia, de una nueva

identidad por parte de la juventud norteamericana a inicios de

los cincuenta fue puesto en escena por, ejemplarmente, la

enérgica protesta de los sureños contra el joven Elvis Presley

debido a que cantaba música negra. Y esto fue antes de las

grandes performances en vivo que siguieron, donde el conjun-

291

Page 297: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

to de pelo, ropa, baile, música y manierismo -el estilo de

Presley- hicieron de él el punto de concentración de la furia

parental, tanto al norte como al sur de la línea Mason-Dixon.

Ella me compró un traje de seda

Puso algo de equipaje en mis manos

Y agarré viaje desde Albuquerque

Buscando la tierra prometida

(Chuck Berry, The Promise Land}

Esta relación contradictoria entre subcultura juvenil blanca

y música negra fue cancelada por el sello de aprobación de la

Avenida Madison. El matrimonio morganático fue legitimado;

a partir de esa alianza profana comenzó a avanzar la juventud

norteamericana. Algunos de estos «jóvenes campesinos po­

bres» -Presley, Johnny Cash, Ro y Orbison, Jerry Lee Lewis­

lo hicieron a lo grande, alienando, en el proceso, los últimos

vestigios de sus orígenes de clase rurales. A través de ese

proceso, todo fue succionado según el esquema de alimentar

y expandir el sueño del suceso adolescente. El bluesman

itinerante conoció al cowboy en las calles de la ciudad y la

expresión negra fue incorporada al armazón existencial del

romanticismo urbano blanco. El varón negro se convirtió en el

cowboy nocturno; el «Candyman» de Missisipi de John Hurt

se volvió el «vagabundo de medianoche» de los Rolling Stones.

Por fuera de este proceso de incorporación y castración

estaba la propia música negra: una expresión afectiva produ­

cida y localizada concretamente en la experiencia

afroamericana. La dimensión de esa experiencia permaneció

intacta y sin modificaciones: esclavitud; privaciones económi­

cas, sociales y políticas; racismo; vidas en los guetos. La música

continuó teniendo una amplia existencia subterránea e «invisi­

ble». A lo largo de los años cincuenta y sesenta, la música

negra dio al rock y al pop sucesivas transfusiones de vida y

292

Page 298: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

energía -es la fuente no escrita y no cantada de miles de

variaciones e imitaciones-. Pero son los imitadores blancos

quienes alcanzan la gloria y la publicidad -y el dinero-. Los

músicos negros quedan confinados a las fiestas de los guetos,

a los pequeños clubes nocturnos, a las sesiones de estudio.

Sin embargo, a pesar de esta despiadada explotación, la mú­

sica negra continúa creciendo, desarrollándose y cambiando,

en sintonía con sus raíces y formas autónomas.

Como la música folk, la música negra es una música afectiva

en tanto opuesta a la creciente racionalidad y «matemática»

lógica (e ilógica) de la música occidental clásica contemporá­

nea. Tal como la mayoría de las músicas folklóricas de Euro­

pa, la música del oeste de África, de la cual deriva la mayoría

de la música negra, está basada en escalas de cinco notas (de

hecho, la música de gaitas europea -escocesa, siciliana, etc.­

está más cerca del blues que la música clásica europea). Cuan­

do es tomada por audiencias blancas y reproducida por músi­

cos blancos, la música negra sufre una transformación en el

proceso de ser refundida en un nuevo contexto. Importante al

respecto es la simplicidad y aun asombroso potencial de desa­

rrollo e improvisación contenidos en el patrón básico de los

blues de doce barras. Era una música cuyos rudimentos eran

fáciles de dominar y a la vez capaz de proveer las bases para

las exploraciones musicales tanto de Jimi Hendrix como de

John Coltrane (cuando, en 1955, Charlie Parker, uno de los

más complejos y avanzados músicos de jazz, estaba cerca de

morir, se preguntó en voz alta ante Art Blakey «cuándo los

jóvenes volverán a tocar blues». Hall y Whannel, 1964: 89).

En Inglaterra fue el patrón de doce barras, en la forma del

skiffle, el que dio lugar al vínculo entre las dificultades de

tocar el nuevo jazz y la democratización de la nueva música

encabezada por los cientos de grupos de skiffle que emergieron

a fines de los cincuenta e inicios de los sesenta. Pero el skiffle

era en sí mismo una imagen de la música negra -las bandas

2Q~

Page 299: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

spasm de Nueva Orleans en 1890 y las bandas jump de Harlem

en los años cuarenta-.

La música negra era producto de las determinaciones ope­

rantes sobre la clase trabajadora negra, pero también una for­

ma que surgía de las condiciones materiales de esa existencia

particular: los patrones de llamada y respuesta y los cantos

gritados de campo desarrollados mientras se trabajaba la tie­

rra están aún profundamente inscriptos en la música negra

contemporánea, ya sea en el Rhythm and Blue, el soul o el

jazz. Es generalmente aceptado que las notas arrastradas tan

características del blues resultaron de la ejecución de música

compuesta en escalas de cinco notas tocada con instrumen­

tos diseñados para la igualmente dúctil escala de ocho notas.

Pero lo que es importante acerca de todos estos rasgos

estilísticos no es sólo cómo representan una respuesta a un

contexto cultural específico, sino también cómo el contexto

sirve para apuntalar la música como experiencia compartida

entre ejecutante y audiencia. Una situación mantenida por una

cultura que resiste y sobrevive, por una situación particular,

así como por fuerzas de clase unidas por el racismo. Este

complejo llev~ a una remarcada autoconciencia que no puede

dejar de ser articulada en la música.

La música negra sobrevivió por su capacidad para reflejar y

adaptar las diferentes experiencias y condiciones de la gente

negra -como esclavo, obrero manual, recolector de algodón,

entretenedor de bar, prostituta, sirvienta y camarera-. Una línea

de desarrollo más amplia fue abierta -una que facilitó enorme­

mente la apropiación por parte de la subcultura blanca- con la

migración negra hacia las ciudades del norte de Estados Unidos.

En el corazón de las tierras de la clase trabajadora, la música

negra fue crecientemente refinada para dar cuenta de las expe­

riencias de la vida interior a la ciudad. La guitarra fue electrifica­

da y secciones rítmicas se agregaron para escenificar en el blues

los ruidos del gueto. El blues se volvió Rhytm and Blues. Hacia

294

Page 300: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

los años sesenta, en Estados Unidos, «la ciudad es la tierra del

hombre negro» (James Boggs), y la música producida allí reverbera

desde Harlem hasta el mundo. El blues, tal como profetizó Jimmy

Rushing, se volvió «asunto de todo el mundo».

Fuera de la cocina y

Hacé vibrar las ollas y sartenes

(de «Shake, rattle 'n' roll»)

Me gustaría plantear este pensamiento acerca del modo en

que la música negra fue transformada en el curso de su apro­

piación blanca, examinando dos versiones de «Shake, rattle

and ro JI», aparecidas durante los inicios del rack and ro JI a

comienzos de Jos años cincuenta. La exitosa versión de Bill

Haley and the Comets (la excepción que prueba la regla: Halley

fue uno de los pocos rockeros tempranos que no era joven ni

sureño) era un cover del hit Rhytm and Blues de Big Joe Turner.

El hecho de que Haley quitara de la letra las referencias sexua­

les ha sido percibido por muchos escritores, pero Jo que es

igualmente significante es la dinámica diferente entre las vo­

ces y los instrumentos en cada una de las versiones.

En la versión de Haley, la voz está al frente con la música

como fondo. Esto proviene de varias tendencias en la historia

de la música blanca estadounidense. Antes de volverse un

grupo de rack and roll, Bill Haley and The Comets fueron por

años un grupo de country and western. A pesar de su relación

compleja, el country and western es básicamente una amal­

gama entre el blues y la música folk europea. En el country

and western había un énfasis fuerte en la música bailable, así

como lo había en muchos de los blues y Rhytm and Blues, con

alguien gritando los pasos de baile. En la versión de «Shake,

rattle and roll» de Haley esta herencia no está perdida: la letra

no está tanto cantada como gritada. Este énfasis en Jo vocal

también se vincula con la práctica de producción musical pro-

295

Page 301: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

pi a del modo Tin Pan Alley, donde era el cantante -Crosby,

Sinatra, Como- lo que importaba y era el vehículo principal de

explotación comercial, y no en sí misma la canción.

Aquí debemos tener en cuenta la serie de mediaciones más

amplias involucrada en la manufactura de la música con la

gigantesca expansión de la industria de las grabaciones tras la

Segunda Guerra Mundial. Con esta expansión, el énfasis pasó

de la performance grabada a la grabación misma como perfor­

mance, que a su vez estuvo asociada con el paso del vocalista

a la estrella de las grabaciones. ¡El rack and roll marcó otro

logro para el capitalismo! Fue la primera música en ganar po­

pularidad fundamentalmente a través de las grabaciones. Esto

ocurrió a través de un proceso productivo conformado por

arregladores, compositores, productores y músicos cesionistas,

y fue luego puesto al alcance de la mano por los dj's, las

estaciones de radio y las performances en vivo. Fue básica­

mente en la música popular negra de los años cincuenta don­

de la performance grabada aún permaneció siendo importante

(sería injusto sugerir que algunas de las grabaciones tempra­

nas de Presley y Jerry Lee Lewis no estaban en una categoría

similar; pero ambos fueron rápidamente deglutidos por la pro­

ducción de música en serie y de alcance masivo y -en el caso

de Presley- por la producción cinematográfica).

En la versión original de «Shake, rattle and roll» de Joe

Turner escuchamos una integración más cercana entre los

instrumentos y la voz, participando esta última como un ins­

trumento más y no desde un lugar de privilegio. Mientras que

el cantar a los gritos de Haley es producto del modo blanco de

hacer música, en la versión de Turner, con su integración en­

tre la voz y los instrumentos, encontramos el producto de otra

tradición cultural: una tradición en la que el guitarrista de blues

o pianista usualmente compone la música, escribe la letra y

luego toca. Similarmente en el jazz, los temas estándares usa­

dos formaban sólo la secuencia de acordes base para la verda-

Page 302: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

dera realización musical: la improvisación (el período del bebop

asociado a Charlie Parker y, tras él, al jazz progresivo, llevó

esta práctica de la improvisación a partir de un tema estándar

hasta límites extremos). La música resultante era una expre­

sión sostenida y concretada en el contexto social y cultural

compartido por la audiencia y el músico ejecutante, debido a

motivos que espero que las secciones precedentes hayan he­

cho manifiestos. En otras palabras, esta música es trabajada en

un contexto de vida social y cultural que luego era capturado

en la grabación. Esta relación entre un «líder» y los participan­

tes, inaugurada por las tempranas canciones de trabajo, fue

mantenida y reproducida en las improvisaciones en vivo carac­

terísticas de las ejecuciones de jazz más avanzadas.

Incluso cuando hubo intentos conscientes de músicos blan­

cos, bajo la influencia directa de la música negra, por capturar

esta integración entre la voz y los instrumentos -los Stones, el

Dylan eléctrico, los Beatles en su primeros discos, cuando in­

tentaban lograr en el estudio la sensación de tocar en vivo-, la

importancia de las voces raramente fue subvertida, excepto a

veces por los Stones en sus momentos más «pesados», siendo

«Tumbling Dice» el mejor ejemplo. Sólo para acentuar cómo los

estilos musicales pueden ser localizados en determinaciones

sociales y culturales, el énfasis diferencial entre las voces y los

instrumentos es claramente demostrado si se compara la ver­

sión que en 1957 hizo Chuck Berry de su canción «Route 66»

con la de los Stones de 1963. Nuevamente, en el último caso,

encontramos a Jagger cantando al frente con el resto de los

Stones manteniéndose detrás como soporte, mientras que en

la versión de Berry la voz y la guitarra son intercambiables.

Realmente me gustó el modo en que comenzaron esta reunión con

una canción. Me recuerda que cuando era un joven trabajando en

los aserraderos del oeste de Washington venía a Seattle ocasional­

mente e iba a Skid Road y al Wobbly Hall, y nuestras reuniones

297

Page 303: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

comenzaban con una canción. Las canciones son la gran cosa que

mantuvo a los I.W.W. juntos. {Harvey O'Connor, militante de C.I.O.)

He intentado ubicar la música negra como una música pro­

ducida por un sector particular de la clase trabajadora, cuyas

experiencias han sido mayoritariamente consideradas periféricas

según las definiciones sociales dominantes. He sugerido que

esto da a la música una tensión, abre grietas que revelan la

dialéctica entre su historia y su significación, y esto, a su vez,

nos permite contextualizar significados sociales y culturales tanto

en su producción como en sus varias apropiaciones. Esto apun­

ta a la profundidad de la posición de la música en la cultura de

la clase trabajadora negra norteamericana. Como lo ha mani­

festado un escritor, para las personas negras el soul «es un

arma poderosa en sus estrategias para vivir». Por otra parte, se

sugiere por qué la apropiación que los blancos hacen de la música

negra siempre aparece como más superficial. Una vez separada

de su contexto original, la música es redefinida como una face­

ta estilística. De este modo, en la Inglaterra de los años sesenta

encontramos a los Skinheads reescribiendo canciones de orgu­

llo negro como canciones de orgullo blanco. La aparente super­

ficialidad es sin duda acentuada por las tensiones que emergen

cuando grupos blancos tratan de deshacerse de las contradic­

ciones de apropiarse de una música que lucha en muchas for­

mas contra la hegemonía blanca.

En este texto no he intentado trazar una analogía cruda entre

negros y jóvenes, por una parte, y blancos y padres, por otra.

Obviamente, la apropiación mediada de música negra por parte de

la juventud inglesa, y por la juventud de clase trabajadora en par­

ticular, trata y expresa necesidades concretas muy diferentes. Sin

embargo, sumergirse en la cultura negra, en la música negra, es

manifestar valores opositores que en un nuevo contexto sirven

para simbolizar y sintomatizar las contradicciones y tensiones en

juego en la subcultura juvenil trabajadora de Inglaterra.

Page 304: Resistencia a Traves de Rituales

ESTRUCTURAS, CULTURAS Y BIOGRAFÍAS

Chas Critcher

Nota: este es un extracto de un panfleto de «Patoteada» es­

crito por miembros del Centro y publicado por el Comité de

Apoyo de Paul, Jimmy y Mustafa. El panfleto, 20 años, se

ocupó del caso Handsworth, en el que se les había dado sen­

tencias largas y disuasivas a tres jóvenes por «asaltar» a un

peón irlandés. A pesar de que «asaltar» no era exclusivamen­

te un crimen de la gente negra, estaba muy asociado, en los

medios y en el imaginario público, con la juventud negra. Du­

rante 1972-1973, había un serio «pánico moral» respecto del

crecimiento de los «asaltos»: el panfleto argumenta que este

fenómeno no puede ser entendido por fuera de una aprecia­

ción de la situación de la juventud negra y de la «lógica» que

haría a los «asaltos» una opción racional para los niños negros

atrapados en una sociedad racista. Para completar esta no­

ción de cómo las situaciones sociales conducen a ciertos indi­

viduos a lo que el control cultural define como solución «Crimi­

nal», el extracto hace uso de tres conceptos relacionados:

estructuras, culturas y biografías. Aunque aquí la aplicación

particular es para la juventud negra y el crimen, el ardid tiene

una referencia por lejos más amplia hacia la posición de gru­

pos juveniles en general. 20 años está disponible en el Centro

de Acción, calle Villa 134, Handsworth. Informes más com­

pletos del trabajo del Centro sobre «patoteo» están disponi-

299

Page 305: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

bies en la tesis de maestría de Tony Jefferson, «Para una Teoría

Social de la Desviación: el caso del Patoteo, 1972-3», en Jefferson

y Clarke, 1974, Stencilled Paper No. 17, y en un estudio no

finalizado del Centro sobre Pánico al Patoteo, 1972-1973.

Las sentencias emitidas en el informe de Paul Sto rey, James

Duignan y Mustafa Fuat fueron el clímax de un proceso de

«pánico moral» que encontró satisfecha su necesidad de ven­

ganza en la victimización de tres jóvenes. Las sentencias no

guardaban relación alguna con la naturaleza del crimen come­

tido tal como lo entendemos, ni reflejaban los antecedentes

relativamente limitados y completamente no violentos de los

tres chicos. Incluso sin el pánico por los u asaltos», es dudoso

pensar si las formas existentes de explicar o tratar el crimen

habrían producido una salida muy distinta. Habría existido una

diferencia del grado pero no del modo de sentenciar. La rigi­

dez extrema de los sistemas judiciales y penales significa que

mientras más dificultoso es interpretar un crimen, más fácil es

revertir la explicación a ideas de salvajismo primario como la

explicación más sencilla, y esto justifica las sentencias salva­

jes. No es sólo la inflexibilidad en entender un crimen o una

serie de crímenes que conducen a dichas sentencias, sino que

una falla para entender el carácter de toda actividad criminal

es una dificultad para relacionar los actos criminales en la vida

de un criminal como miembro de la sociedad.

De este modo, deseamos ofrecer un esquema para com­

prender el crimen que, usado para este caso particular, de­

muestra que las formas tradicionales de interpretar y casti­

gar el crimen no pueden comenzar a comprender o «tratar»

un crimen tan complejo como este. Queremos distinguir tres

elementos en la situación de vida de cualquier individuo que

corre con la posibilidad de verse implicado en actividades

criminales. Estos son los factores de estructuras, culturas y

biografías. Definimos estructuras como aquellos aspectos

300

Page 306: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

«objetivos» de la situación de vida de cualquiera que aparece

más allá del control del individuo, teniendo sus fuentes en la

distribución del poder y la riqueza en la sociedad. Tomados

conjuntamente, dichos factores estructurales ubican al indi­

viduo o la familia en relación con otros individuos o familias.

Trabajo, ingreso, vivienda y educación actúan perennemente

como las estructuras básicas de esta sociedad, pero en cier­

tos lugares otros factores estructurales pueden asumir una

importancia crucial, como lo hace el factor racial en muchos

de los suburbios de nuestras grandes ciudades, donde se

vuelve el eslabón final en una cadena de discriminación. Pri­

mero, entonces, una persona o agrupamiento social cercano

está situado en relación con las estructuras básicas de la

sociedad: circunscriben su experiencia presente y son los

límites de cualquier futuro previsible. No estamos diciendo que

estar en el extremo equivocado de estas estructuras -vivien­

das pobres, pocas oportunidades educacionales, trabajos

destructivos para el alma y bajos ingresos- da lugar al cri­

men en cualquier ocasión, o que si esas restricciones estruc­

turales son removidas, entonces el crimen cesaría amplia­

mente. La gente no responde a su entorno de forma tan cru­

da. Crean, y han creado para ellos, maneras de pensar y

actuar que corporizan ideas, creencias, valores, nociones de

lo bueno y lo malo. A esto llamamos culturas.

Lo tomo por ahora porque no puedo hacer nada al respecto.

Debo tomarlo hasta que aparezca alguna opción. Luego me

puedo cargar a cualquiera. Recuperar lo que me pertenece.

Pero esa chanca no ha llegado aún. Tal vez tome tiempo. La

veré cuando llegue. En este país la generación más vieja de

gente negra todavía pone la otra mejilla y no podemos unirnos

mientras haya gente así. Todos debemos pensar que debemos

cargarnos a esta gente y recuperar todo lo que nos pertenece.

(Británico negro de 18 años, citado en Gillman, 1973)

~01

Page 307: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Entonces tuve que hacer algo más robando porque estaba en

quiebra. Entré a un edificio en la calle Baker ... pero no conse­

guí nada de dinero. Estaba cansado -como un hombre viejo,

porque estaba en las calles. Tenía ese tipo de actitudes en las

que no me preocupaba lo que sería de mí. Estaba tomando

drogas. Estaba tomando pastillas. (Británico negro de 22 años,

citado en Hines, 1973: 39)

Tengo cinco condenas. Dos de ellas son por estupideces. Las

otras tres eran robos y yo no hice ninguno de ellos. En una

ocasión pasé seis meses en prisión preventiva y fui a O Id Bailey75

y el jurado me halló culpable y el juez me multó con diez che­

lines. Diez chelines y pasé seis meses adentro y el juez tuvo el

descaro de preguntarme si tenía los diez chelines conmigo ...

Yo no solía odiar a la gente blanca. Todavía no los odio a

todos. Pero ellos me enseñan cómo odiar ... En total estuve 15

meses adentro, encerrado por cosas que nunca hice ¿Cómo

me puede caer bien la gente que me encierra? (Joven jamaiquino

de 18 años, citado en Gillman, 1973)

Cuando lo hacés, en general lo hacés por un poco de dine­

ro ... Cuando no tenés nada y obtenés una libra, es mucho

dinero ... Querés salir a la noche y no tenés forma de conse­

guir dinero y estás caminando por una calle pensando una

forma de obtener dinero y de repente ves a este tipo y decís

bueno ... (Joven negro no identificado, citado en Gillman, 1973)

No hay sólo una cultura en la sociedad, tal como no hay

una sola idea del bien y del mal. Debe haber una definición

mínimamente acordada sobre qué conduce a la gente a no

estar dispuesta a aceptar lo permitido, y esto tal vez esté

contenido en algunas partes de la ley, pero muchas leyes en

75 N. del T.: Central Criminal Court in England.

302

Page 308: Resistencia a Traves de Rituales

Editado po~ Stuart Hall y Tony Jefferson

sus definiciones de crímenes graves reproducen los valores

de la cultura suscriptos por aquellos que son la autoridad. Lo

que es normal en una cultura, tal vez es una desviación en

otra. Esto incluiría patrones familiares, ideas de la propiedad e

incluso la aceptabilidad de la violencia. A menudo la persona

que se presenta en la corte acusada de actividad criminal no

ha hecho más que Jo que la cultura disponible para él ha defi­

nido como la cosa natural y normal para hacer.

Cruciales son aquí las opciones culturales abiertas al indivi­

duo a través de las culturas a las cuales tiene acceso. Tales

culturas pueden provenir de agrupaciones de la juventud, de

la clase, etnia o simplemente geográficas: un individuo puede

tener disponible una o varias culturas, y cada cultura puede

presentar valores morales claros o ambiguos. Otra vez, no

estamos tratando de decir que todo acto criminal se explica

simplemente por la situación cultural del individuo, sólo que

este factor requiere ser tomado en cuenta, particularmente

donde el individuo posee poco acceso a las culturas que la ley

establece.

Estructuras y culturas raramente reciben suficiente aten­

ción en las políticas de sentenciamiento, excepto como refe­

rencias vagas al «tener mala compañía» o «estar en un entor­

no malo». Mucho énfasis se pone en la vida privada del indivi­

duo: resultados escolares, estado psiquiátrico y, especialmente,

circunstancias familiares. Hay algún intento aquí de explicar

«qué ha ido mal», pero la perspectiva global es la que ve al

individuo en una situación social muy limitada, ligeramente

ligado a la sociedad por unos pocos trasmisores básicos de

valores morales, que pueden fracasar fácilmente a través de

un mal funcionamiento o falta de respuesta del individuo. Está

en boga, entonces, un sentido común acerca de la «familia

quebrada» como causa del crimen. Este sentido común es

limitado e incómodo. Es limitado porque no permite explicar

completamente una forma extrema del crimen, tal como la

Page 309: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

violencia. Todavía existen algunos actos que son «intolera­

bles», y la tendencia es revertirlos hacia ideas de salvajismo e

inmoralidad. Es incómodo porque no todas las familias «que­

bradas» conducen al crimen, y, de este modo, nunca puede

ser una explicación suficiente en sí misma.

Esta vacilación resulta de una mala comprensión sobre el

rol de la biografía en la situación de vida total de un individuo.

No hay una concepción de la estructura o la cultura, y de ese

modo no hay contexto en el cual situar una biografía particu­

lar. Implica, en efecto, una imagen bastante curiosa de cómo

funciona la sociedad: todos estamos, pareciera, más o menos

solos, luchando con el mal en nosotros, y salvados sólo por el

acogimiento y la calidez de la familia, los amigos y los maes­

tros. El contexto social completo del crimen no puede jamás

ser comprendido desde tal punto de vista.

Para nosotros, la biografía es la interconexión de las cir­

cunstancias personales, decisiones e (in)fortunios que ocu­

rren dentro de una situación ampliamente estructurada y con

un número limitado de opciones culturales disponibles.

Una noche, cuando salimos del club en Bayswater, estaba llo­

viendo pesadamente. Esperábamos poder ir al metro (a dormir);

pero estaba cerrado. Entonces caminamos un poco por la calle y

llegamos a una entrada en una cuadra de edificios realmente

lujosos. Cuando entrabas al vestíbulo, había alfombras en el piso

y todo eso. Nos sentamos en el sillón y cerramos la puerta del

frente, pero seguía corriendo aire frío. Entonces pensamos que

debíamos tomar el ascensor e ir a la parte de arriba, y luego

retornamos abajo. Nos sentamos en el vestíbulo donde habíamos

estado antes. Estuvimos media hora más o menos y dos policías

se acercaron y nos vieron. Entraron.

Dijeron que querían revisarnos. les preguntamos por qué, dado

que no habíamos hecho nada. Dijeron que estábamos merodean­

do en un intento de robar. Nos revisaron y no encontraron nada.

Page 310: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Entonces nos metieron a la patrulla, por la que había telefo­

neado el primer policía. Mientras estábamos sentados en el

auto, otros dos policías subieron a investigar. Se quedaron por

un momento y regresaron y dijeron que habían visto una cabi­

na de teléfono con rayones. Dijeron que eso era lo que había­

mos tratado de romper. Les dijimos que ni siquiera sabíamos

que allí había una cabina de teléfono. Entonces nos llevaron a

la Estación de Policía de Paddington Green y nos levantaron

cargos.

La siguiente mañana fuimos al juzgado y nos detuvieron. Fui­

mos al Centro de Detención de Ashford. Dos semanas des­

pués nos detuvieron otra vez, entonces volvimos a ir al juzga­

do. Finalmente el caso se levantó y fue desestimado por falta

de evidencia. Entonces estuvimos alrededor de un mes «aden­

tro)) por nada.

Los padres de mi amigo estaban en el juzgado y sabían lo que

estaba pasando (esto es, que su hijo había estado durmiendo

en la calle) y él volvió a vivir con ellos. Yo no estuve represen­

tado en el juzgado. Quiero decir, tenía ayuda legal y todo eso,

pero mis padres no estaban allí.

Entonces, cuando el caso fue desestimado, yo estaba por mi

cuenta, y mi asistente social me halló un lugar. Ella me dijo

que era un hogar, y yo dije «otro hogar no)). Me dijo que no

había nada más que ella pudiera hacer.

Ella y yo fuimos a este hogar. Me quedé allí por un par de

horas y me fui. No me fui con la intención de no volver. Fui al

West End. Vi a un amigo y me dio algo de dinero, fui a un club

y me quedé toda la noche. Después de eso no me molesté por

regresar al hogar durante cuatro días. Volví al hogar, pero no

se me antojaba quedarme allí por más tiempo.

Estaba por mi cuenta. Pensé -«¿Qué voy a hacer?».

Realmente no quería robar. Como yo lo veía, sólo se me pre­

sentaban dos alternativas: regresar al hogar o quedarme y con­

seguir algo de dinero.

o

Page 311: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Decidí quedarme en la calle. Empecé a robar por todo el lugar.

Solía arrebatar bolsos de mano. Solía ir a Ladbroke Grave, en

London East, y observar lo que estaban haciendo. Cuando ellos

arrebataban bolsos, yo arrebataba bolsos. (de la biograffa de

un negro nacido en Londres de -ahora- 22 años, hijo de

nigerianos, citado en Hines, 1973: 33-35)

Tal vez en última instancia esos factores biográficos (in­

cluida alguna elección consciente) son cruciales en la última

estocada hacia la actividad criminal, pero los problemas que el

crimen «representa» han sido colocados por encima y por de­

bajo del actor individual por la interacción de los factores es­

tructurales y culturales.

Entonces, ¿cómo puede este marco ayudarnos a entender

un acto criminal o una serie de tales actos como una «ola» de

asaltos? Primero necesitamos ver si los agrupamientos socia­

les distintivos están involucrados en tal actividad. No es coin­

cidencia que muchos de los llamados asaltos son cometidos

por jóvenes de áreas penumbrosas o de los suburbios, o de la

desolación de los nuevos barrios de viviendas de protección

oficial. Las limitaciones estructurales actuando sobre los habi­

tantes de tales áreas son, en efecto, severas: para aquellos

con poca participación visible en la sociedad parecería absur­

do comportarse acorde a las prescripciones del status quo. Y

más todavía si hay culturas disponibles que ofrecen definicio­

nes de identidad realizables, como aquella de los criminales

profesionales, o las pandillas. En algunas situaciones cultura­

les, las «soluciones» pueden estar disponibles, aun rechazan­

do un lugar en la sociedad «normal», sin quebrar inmediata­mente las leyes básicas. Los hippies, por ejemplo, pueden

presentar el modelo de dicha opción. Esto no es decir que los

hippies son potencialmente criminales, o que un criminal pue­

de ofrecer una crítica articulada de la sociedad como las que

profieren los hippies. Es simple reconocer que volverse hippie

:w6

Page 312: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

o criminal es representar los problemas establecidos por la si­

tuación de vida del individuo. En cuyo caso la «Solución» es

adoptada según se tenga amigos, parientes u otro tipo de co­

nocimientos sobre la disponibilidad y viabilidad de tales cultu­

ras. Esto no es decir que tales elecciones sean siempre cons­

cientes. Nadie se sienta y decide «todos mis problemas se re­

solverán si me vuelvo un asaltante». Pero para un joven des­

ocupado y sin estatus en un área suburbana, «asaltar» puede

ser un medio disponible tanto de hacer una ganancia material

como de ganar algo de estatus. Y tal estatus tal vez no sea

buscado sólo a partir de los amigos, sino de manera invertida,

de algunas instituciones sociales importantes. Si la prensa de­

cidiera que rellenar las orejas de los gatos con papas fuera la

nueva perversión juvenil y pudiera encontrar un ejemplo de que

está siendo realizado, entonces indudablemente ocurriría hasta

cierto punto, ya que para algunos jóvenes en algunas situacio­

nes cualquier modelo de comportamiento desviado sería toma­

do. De esa forma, actividades como «asaltar» pueden ser preci­

pitadas por ciertos tipos de tratamiento mediático: se vuelve el

modelo de comportamiento más disponible para aquellos ex­

cluidos de los modelos convencionales.

Por supuesto, la predisposición a tal comportamiento debe

estar presente, y no hay duda de que algunos factores pura­

mente biográficos, tal como la ausencia de una figura paternal

estable, pueden ser cruciales en ciertas situaciones, aunque

en otras, donde se aplican diferentes condiciones estructura­

les y culturales, tal vez no sea tan importante en el modelado

de la vida futura del niño (la ausencia de un padre es siempre

problemática en nuestra sociedad, por causa de una obsesión

con la familia nuclear). Precisamente en lo que hemos estado

insistiendo aquí es en que el crimen sólo puede ser entendido

como una actividad social con el actor ubicado en una situa­

ción total: no sólo dónde vive o cómo le va en el colegio o si

tiene un empleo o cómo se relaciona con su padre, sino todo

Page 313: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

esto y más, unido en una situación de vida total. Por supues­

to, preguntar eso es preguntarse por una forma totalmente

nueva de pensar el crimen, donde los grupos dominantes pre­

sentes no están cerca, y dispuestos a resistir. Podemos ver

esto más claramente si miramos los tipos de políticas penales

que se deducirían del marco de entendimiento que hemos es­

tado bosquejando.

La gente que respalda las sentencias de Handsworth a

menudo ha preguntado a aquellos que se oponen qué piensan

que debía haberse hecho con los tres chicos que cometieron

tal crimen despiadado. La pregunta parece justa, pero sugeri­

ríamos que su premisa básica la hace una pregunta tendencio­

sa. Todavía parte de un acto solitario, aislado de actos simila­

res, cometidos por individuos diferentes, y de otros actos co­

metidos en ocasiones diferentes por estos individuos. Los crí­

menes violentos no caen del cielo o brotan de la profundidad

satánica del pecho de cada hombre. Generalmente son (con la

excepción importante de los «crímenes pasionales») cometi­

dos por gente que ya ha dado advertencia clara de intento

criminal. Si una sociedad mantiene una política penal básica­

mente retributiva con una delgada apariencia de ideología de

procesamiento ingenua, corre el riesgo de fracasar al identifi­

car los factores cruciales en la situación de vida de alguien

que lo hacen dirigirse a un comportamiento criminal. Sin un

intento de identificar y lidiar con causas subyacentes, la con­

ducta criminal es apta para escalar, hasta que finalmente la

paciencia de la sociedad quede exhausta y la cuadrilla de la

delincuencia sea encarcelada. Por estos tiempos, a menudo

se ha permitido que las cosas lleguen muy lejos, y el individuo

está firmemente ligado con el crimen como una forma de vida.

Esto no es sólo una súplica para un sistema de advertencia

temprana, porque esto permanecería sin efecto hasta tanto

no haya intento de entender el crimen comprensivamente. Un

esfuerzo tal no es probable que suceda, ya que las considera-

Page 314: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ciones de los factores estructurales y culturales cuestionan

algunos aspectos fundamentales del orden social existente,

tal como la distribución de la riqueza y el poder, el acceso

desigual a una vivienda y el mercado laboral.

Entonces, la contestación a esa pregunta -¿qué debería

haberse hecho?- debe ser que montones de cosas diferentes

debieran haber sido hechas antes, y que cualquier pequeño

intento de cambiar la situación de vida completa de un indivi­

duo es como fracasar. La acusación de que tal contestación

es utópica y fracasa para lidiar con el aquí y ahora no acierta

el punto. La reyerta aquí no es con una sentencia particular o

una política penal mezquina; es con la forma total en que el

crimen es instalado como problema, y las ideas de estabilidad

social, motivación humana y retribución legítima, que subyace

a la respuesta social al crimen. No podemos ofrecer una sen­

tencia «correcta>> en el marco de un sistema penal que está

basado en una concepción completamente errónea del cri­

men. Tal vez somos capaces de ofrecer una estrategia com­

plicada de cambio estructural y cultural dispuesta a abrir, más

que a cerrar, las opciones biográficas, que podrían reducir la

recurrencia al crimen como solución cultural, pero tal meta

revolucionaria estaría fuera de lugar aquí, y confiamos en que

su contenido sería obvio dado lo que ha sido dicho. Lo que

podemos decir es que, en este caso, el fracaso continuo de

los modos dominantes de pensar, incluso para comenzar a

tratar de entender la naturaleza de este crimen, ha resultado

en sentencias que no resuelven nada, aun para los individuos

interesados o para aquellos que desean prevenir la repetición

de tal actividad. La sentencia de «detención» es realmente un

paradigma de respuesta social al crimen: evasiva, hipócrita y,

por último, salvaje.

o

Page 315: Resistencia a Traves de Rituales

ESTILO

John Clarke

La creación del estilo

1. Las clases trabajadoras y el esparcimiento

Los estilos subculturales a los que este volumen ha estado

fundamentalmente dedicado no están limitados a la esfera del

esparcimiento, pero es centralmente en este dominio donde se

han manifestado más visibles. Esto puede parecer obvio, pero

requiere de explicaciones. El esparcimiento es frecuentemente

representado como «tiempo libre», un área de «libres eleccio­

nes». De hecho, el esparcimiento de las clases trabajadoras no

es ni libre ni carece de determinaciones estructurales y cultura­

les. Sin embargo, hay un sentido en el cual el esparcimiento

representa (y ha representado históricamente, al menos desde

que las clases trabajadoras tomaron forma en la segunda mitad

del siglo xx) un área de relativa libertad. Podríamos argumentar

que esto se da fundamentalmente porque la estrecha disciplina

del trabajo, mantenida a través de la organización técnica y la

supervisión patronal, así como por la estructura física de tareas

y la coordinación de las mismas, no puede ser mantenida del

mismo modo fuera del ámbito del trabajo. Deriva también del

hecho de que la relación de las clases trabajadoras con el es­

parcimiento está «disciplinada» por una relación económica. El

310

Page 316: Resistencia a Traves de Rituales

r Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

esparcimiento de las clases trabajadoras está limitado por el

monto de presupuesto semanal que puede ser destinado a la

recreación: pero las clases trabajadoras tienen el poder de dis­

poner qué tanto dinero entregarán a los proveedores de servi­

cios de esparcimiento, y por lo tanto tienen una relativa libertad

para elegir entre una variedad de alternativas. Esto es particu­

larmente evidente en la relación con aquellos que proveen ser­

vicios exclusivamente a clientes de las clases trabajadoras (pe­

queños comerciantes, dueños de pubs y bares). Forster (1974),

en su estudio de Oldham a mediados del siglo x1x, refiere a este

poder de «comercio exclusivo»: la amenaza de detener el con­

sumo fue usada para persuadir a los comerciantes que no vota­

ron por los candidatos Radicales en las elecciones de 1837. En

adición a estos «derechos del consumidor» de los clientes de

las clases trabajadores por sobre unos servicios proveídos por

alguien más, están las instituciones de esparcimiento provistas

por las mismas clases trabajadoras -sociedades, clubes, aso­

ciaciones-. Una instancia entre estas dos posiciones es el caso

del fútbol, el cual, a pesar de su financiación y estructura patro­

nal no-trabajadora, ha sido, desde 1880, constituido masiva­

mente por sus hinchas.

Esta «relativa libertad» en el esparcimiento ha sido comba­

tida permanentemente: ha habido, de hecho, una interminable

lucha sobre el control en el ámbito del esparcimiento de las

clases trabajadoras. Las actividades dirigidas a controlar, dis­

ciplinar y «mejorar» el esparcimiento de las clases trabajado­

ras han sido constantes y esforzadas. Esta imposición ha to­

mado diversas formas: el intento de suprimir el fútbol popular

a inicios del siglo x1x76; o el muy exitoso esfuerzo moderno

para «levantar el nivel» y «comercializar» los pubs de las cla­

ses trabajadoras77; la extensión de reglamentaciones y accio-

76 Ver Malvin ( 1975). 77 Ver Hutt (1973).

311

Page 317: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

nes voluntarias (por ejemplo, los servicios juveniles contem­

poráneos o las cuasi-militares «brigadas juveniles») para darle

a las clases trabajadoras «algo constructivo que hacer». Estos

últimos intentos han sido limitados por la mano de obra nece­

saria para monitorear el esparcimiento «ilegítimo» y la necesa­

ria naturaleza voluntaria de los propósitos de esparcimiento

más constructivos.

Gran parte de la cultura de las clases trabajadoras, desde

mediados del siglo XIX, ha tomado forma en torno a la esfera

del esparcimiento -fútbol, pubs, clubes de hombres, activida­

des en las calles, etc.-. Estas no son sólo instituciones o

siquiera valores expresados en actividades específicas, sino

formas de expresión de la experiencia de clase en su totali­

dad. Los rigores del trabajo no se olvidan cuando comienzan

las indulgencias del entretenimiento. Pero la «relativa liber­

tad» del esparcimiento ha permitido un desplazamiento de las

preocupaciones y valores centrales de estas clases, desarro­

lladas en el trabajo, hacia las actividades simbólicas de la es­

fera del esparcimiento. El ethos de la «masculinidad» en la

cultura del fútbol, por ejemplo, no puede ser entendido fuera

de las relaciones homólogas que tienen con el foco masculino

y la organización de la gran parte de la producción industrial:

un «hombre», como un jugador de fútbol, tiene que ser capaz

de «recibir algunos golpes y regresar aún por más» ... Una de

las cuestiones más complejas respecto del esparcimiento de

las clases trabajadoras y el deporte es entender completa­

mente esta combinación simultánea de rechazos a, y repro­

ducciones de, los ritmos del trabajo en las actividades aparen­

temente libres del esparcimiento.

El foco en el esparcimiento de la juventud de clase trabaja­

dora se vuelve plenamente comprensible cuando se lo ubica

en este marco. Como explicamos antes, esto es intensificado

por las actitudes de la clase trabajadora hacia la juventud,

especialmente hacia los muchachos, cuando la adolescencia

312

Page 318: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

es considerada como tiempo de relativas indulgencias y liber­

tades antes de que comiencen las responsabilidades adultas,

siendo, por lo tanto, un tiempo en el cual el esparcimiento es

preeminente. Esto, a su vez, fue altamente intensificado y

reconstituido por la expansión y la inversión, en la posguerra,

del «mercado de la juventud».

La posición privilegiada del esparcimiento como esfera de

la juventud de posguerra es clara. Pero ahora debemos consi­

derar una diferencia cualitativa: el punto donde la juventud no

sólo desarrolla muchas de sus actividades e intereses en tor­

no al esparcimiento, sino donde además emplea esta área para

la construcción de estilos culturales bien distintivos. El estilo,

argumentamos, no puede ser considerado aisladamente res­

pecto de las estructuras de los grupos, respecto de sus posi­

ciones, relaciones, prácticas y autoconciencia. Sin embargo,

aquí daremos atención privilegiada al «momento» de la crea­

ción estilística. Este es el momento donde la visión de activi­

dades, prácticas, se cristaliza en torno a formas expresivas

muy limitadas y coherentes. En lo que sigue, por lo tanto,

consideraremos la existencia de una subcultura como un he­

cho, y pensaremos cómo esto dirige a los grupos hacia la

apropiación selectiva de objetos simbólicos del «campo de los

posibles» y cómo las relaciones y prácticas de los grupos se

vuelve entonces fijada en los términos en que estos «frag­

mentos» son organizados en grupos estilísticos.

2. Generando el estilo

Al describir el proceso de la generac1on estilística hemos

hecho un uso parcial y un tanto ecléctico del concepto de bri­

colage de Levi-Strauss -el reordenamiento y recontextualización

de objetos para comunicar nuevos significados, en el contexto

de un sistema total de significaciones, el cual incluye signifi-

313

Page 319: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

cados previos y sedimentados adheridos a esos objetos utili­

zados (Levi-Strauss, 1966; 1969)-. Juntos, objeto y signifi­

cado constituyen un signo, y, en cualquier cultura, esos sig­

nos son ensamblados, de modo regular, en formas de discur­

so características. Sin embargo, cuando el bricoleur relocalizar

el objeto significante en una posición diferente dentro de ese

discurso, usando el mismo repertorio general de signos, o cuan­

do el objeto es ubicado en un ensamblaje diferente, un nuevo

discurso es constituido, un nuevo mensaje es emitido.

La formulación de Levi-Strauss sobre la naturaleza precisa

del signo original, y la relación entre ese original y el nuevo

está adaptada, por supuesto, a las demandas analíticas de su

material primario -fundamentalmente de aquel derivado de

sociedades en pequeña escala donde las comunicaciones «ideo­

lógicas» han sido institucionalizadas en la forma de mitos o

sistemas totémicos-. Allí, el mito es el discurso característi­

co, y existe como tal porque se ha hecho tradicional y ha sido

aceptado por toda la sociedad. Nosotros, en cambio, estamos

considerando estilos «no-oficiales» recientes y actuales, en

los que la esencia estilística (si es que hay una) puede ser

localizada en la expresión de una oposición parcialmente ne­

gociada a los valores de la sociedad mayoritaria78 •

Sin embargo, allí aún permanece una forma básica de dis­

curso, a la que el bricoleur subcultural debe referirse si el

mensaje ha de ser comunicado. En este caso, el discurso es el

de la moda. Como el brico/eur de mitos de Levi-Strauss, el

practicante del bricolage subcultural está también determina­

do por los significados existentes en un discurso -los objetos,

las «piezas» usadas para ensamblar un nuevo estilo subcultural

no sólo deben ya existir, sino que también deben cargar signi­

ficados organizados en un sistema lo suficientemente cohe-

78 El contraste es particularmente notorio en relación con los sistemas totémicos, que ofrecen un marco de clasificación coherente y dominante a través de signos que rigen tanto para el mundo natural como para el social.

314

Page 320: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

rente como para que su relocalización y redisposición puedan

ser una transformación. No hay cambio alguno si el nuevo

ensamblaje se ve exactamente como el previamente existen­

te, o si carga el mismo mensaje.

Por otra parte, mientras los elementos de los brico/ages

míticos son fundamentalmente objetos naturales, naturalmente

disponibles para la contemplación, aquellos objetos adopta­

dos por el brico/eur subcultural son físicamente apropiados

-usados y desgastados- y son mercancías, artículos produci­

dos para mercados específicos. Esto es, su existencia pre­

transformada era un hecho para otros grupos existentes, ma­

yormente subsecciones de la clase dominante, que original­

mente habrían comprado, usado y expresado sus propios esti­

los de vida a través de estos objetos-signos.

El significado opositor de gran parte de los bricolages

subculturales -en tanto distinto del significado tradicional per­

cibido por Levi-Strauss- no debe, sin embargo, confundirnos.

Dado que el capitalismo y el conflicto de clase son caracterís­

ticos de nuestra sociedad -lo cual no se da en las sociedades

tribales-, los significados opositores deben ser considerados

a través de dos rutas de transformación, ninguna excluyente

de la otra. Los significados alternativos a aquellos preferidos

por la cultura dominante, generados en la experiencia y la

conciencia de un grupo social oprimido, pueden emerger en la

superficie, transformando así el discurso original. Esa trans­

formación depende de la existencia de clases opuestas. O

bien la forma de las mercancías mismas puede generar nue­

vos significados opuestos. Esas mercancías deben existir en

el mercado. Deben ser financiadas por los creadores de estilo

antes de ser usadas. En tanto han sido producidas (en otra

parte) para un mercado específico, ya cargan significados,

mensajes, implicando un acceso desigual a los bienes y acer­

ca de estilos de vida valuados diferencialmente. Transforma­

ciones y resignificaciones, para revaluar estilos de vida pre-

315 .

Page 321: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

viamente descalificados o para expresar conflictos de clase,

pueden tener lugar debido a que mensajes de ese orden ya

habían sido «escritos» allí, en esos bienes: los objetos-signos

ya habían sido depositados sobre una sociedad dividida, a

pesar de lo mucho que sus significados preferidos intenten

enmascarar esta realidad.

La generación de estilos subculturales, entonces, implica

diferentes selecciones al interior de la matriz de lo existente.

Lo que ocurre no es la creación de objetos y significados de la

nada, sino más bien la transformación y reacomodación de lo

que está dado (y «concedido») en un diseño que actualiza un

nuevo significado, su traslación a un contexto nuevo y su

adaptación. Por ejemplo, el «look edwardiano» (una moda re­

vivida por la clase alta y los estudiantes), apropiado por los

Teddy Boys, recombinado con elementos extraños, la corbata

de cordón [bootlace tie] y los brothel-creepers, emergieron

con un significado nuevo y previamente inusual. El texto de

Dick Hebdige sobre el estilo Mod (en la sección Etnografía)

describe una transformación aparentemente menos ajustada

a las resonancias de la oposición de clases y más fiel al modo

original, pero donde un sutil reordenamiento de los objetos

altera profundamente el significado del conjunto simbólico.

3. La semántica de la selección

Habiendo dicho esto acerca de la creación de estilo en ge­

neral, necesitamos ahora plantear la cuestión acerca de por

qué un grupo particular adopta un conjunto particular de obje­

tos simbólicos y no otros. El punto importante aquí es que el

grupo debe ser capaz de reconocerse a sí mismo en el poten­

cial más o menos reprimido de ciertos objetos simbólicos. Esto

requiere que el objeto en cuestión deba tener la «posibilidad

objetiva» de reflejar los valores particulares e intereses del

Page 322: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

grupo en cuestión como uno entre los que están en el rango

de los significados potenciales que puede sostener. También

requiere que la autoconciencia del grupo esté lo suficiente­

mente desarrollada en sus miembros como para ser capaces

de reconocerse a sí mismos en el rango de objetos disponi­

bles. Esta autoconciencia, tanto en términos de sus conteni­

dos (su propia autoimagen, etc.) y en términos de su orienta­

ción hacia objetos simbólicos, constituye los medios a través

de los que el estilo es generado. La selección de objetos a

través de la cual el estilo es generado es la materia de las

homologías entre la autoconciencia y los significados posibles

de los objetos disponibles. La descripción más neta de una

relación de homología tal entre objeto y grupo es quizás la

famosa descripción del Rack n' Roll como música para

«empernar y golpear» de los Teds (1972: 36).

Paul Willis (1972) ha argumentado que, aunque en un sen­

tido formal el temprano Rack a' Roll y el «rock de la costa

oeste» tienen el potencial de cargar y expresar diferentes sig­

nificados, hay una clara homología o conformidad entre el

intenso actívismo, corporalidad, externalización de conducta,

tabú sobre la introspección y el amor a la velocidad y a la

máquinas de los motoqueros y la temprana música Rack n'

Roll a la que estaban exclusivamente sujetos; así como hay

una homología entre la «desestructuración», la introspección

y la falta de afiliación grupal de los «híppies» y sus músicas

preferidas. Es el potencial objetrvo de la forma cultural (en

este caso, de la música) y su conformidad con la orientación

subjetiva del grupo el que facilita la apropiación de la primera

por el último, llevando (a veces) a una suerte de fusión estilís­

tica entre objeto y grupo. Sin embargo, el estilo eventualmen­

te producido es más que la simple amalgama entre elementos

-deriva su cualidad simbólica específica del arreglo de todos

los elementos juntos en una misma composición, corporizando

y expresando la autoconciencia del grupo-.

Page 323: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

4. Las bases de las diferencias est!1ísticas

Lo que también debe ser acentuado es lo específico de cada

estilo. Esto implica no sólo sensibilidad a las variaciones objeti­

vas de cada estilo, en el sentido de los diferentes objetos con

los que cada uno está visiblemente compuesto, sino también a

los diferentes materiales y condiciones culturales bajo los cua­

les los estilos son generados. De este modo, los aspectos sim­

bólicos de un estilo particular están construidos a partir de una

matriz de inquietudes grupales, centrándose alrededor de un

conjunto particular de actividades, las que tienen lugar en un

conjunto característico de instituciones. Este nexo grupal espe­

cífico está generado a partir de la red más amplia del contexto

material y cultural de la comunidad de la clase trabajadora, que,

tal como vimos en nuestra revisión teórica, es construida y

reconstruida tanto por, y en respuesta a, los principales movi­

mientos de la sociedad como un todo a través de sus conse­

cuencias particulares y locales. De este modo, los aspectos

simbólicos de las vestimentas del estilo Ted son sólo una parte

de la particular respuesta del grupo a la complejidad de su posi­

ción social mediada. Para hacer una recapitulación más com­

pleja del estilo deberíamos, en principio, analizar la posición

material y cultural del grupo en relación con sus experiencias

de reorganización social de posguerra en el sur de Londres.

Luego, deberíamos examinar la naturaleza general de las rela­

ciones y autoconciencia del grupo, antes de finalmente consi­

derar cómo estas están encarnadas en los objetos usados por

el grupo en la formación de los aspectos visibles del estilo. Este

análisis también debe tener en cuenta las relaciones entre los

objetos específicamente elegidos y los grupos, y cómo esos

objetos funcionan en la objetivación de la autoimagen del gru­

po. (Un comentario sobre pasos posteriores en esta suerte de

análisis sobre los Teds puede ser encontrado en la contribución

de Tony Jefferson a la sección Etnografía.)

Page 324: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

5. Estilo e identidad de grupo

Hasta aquí hemos tratado con el proceso interno en la selec­

ción y apropiación de varios objetos simbólicos en la generación

del estilo. Ahora debemos ampliar ese foco para considerar las

funciones del estilo para el grupo en su relación con otros gru­

pos. Hemos dicho que el estilo objetiva la imagen que el grupo

tiene de sí mismo. Ahora debemos acentuar que su (auto) iden­

tidad es generada no simplemente a través del proceso interno

del grupo, sino en el desenvolvimiento del grupo en relación con

su situación -una situación que incluye, sin duda, grupos de

otros-. El proceso de formación de la identidad de un grupo se

debe en gran parte a reacciones «negativas» a otros grupos,

eventos, ideas, etc., así como a reacciones positivas hacia cier­

tas direcciones específicas. Una de las funciones fundamentales

de un estilo subcultural distintivo es definir las fronteras de sus

miembros en contra de otros grupos. Esto es usualmente pensa­

do en términos de oposiciones entre grupos juveniles (Mods con­

tra Rockers, Skinheads contra Hippies y Greasers, etc.). Aunque

hay muchas cuestiones importantes para decir respecto de tal

dimensión de la diferencia en particular, el rango de grupos

involucrados es, al menos potencialmente, mucho más amplio

que la simple consideración de subculturas juveniles «opuestas».

Posiblemente, el mejor ejemplo del rango de grupos contra el que

la subcultura se define a sí misma es el repertorio tomado de The paint house, donde un rango de grupos es clasificado como per­

teneciente a «El sistema gobernante», «La gente a nuestras es­

paldas» o «traidores»; cada una de esas posiciones carga una

concepción particular de la relación de ese grupo con la imagen

de la comunidad local, que fue uno de los centros de organiza­

ción primarios más importantes de la subcultura Skinhead. Esto

da una dimensión concreta tanto al sentido de comunidad -de

«territorio»- como al sentido de «opresión» experimentado por

los Skinheads. Identifica fuentes de ataque y opresión que los

319

Page 325: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Skinheads experimentan, y también apunta a la «defensa» sim­

bólica y colectiva que los Skinheads hacen de esa idea de comu­

nidad. Este ejemplo plantea un nuevo punto respecto de la rela­

ción de las subculturas con otros grupos -su reacción contra

ciertos grupos no se manifiesta necesariamente de forma prime­

ra en los aspectos simbólicos del estilo (vestimentas, música,

etc.), sino que debe buscarse en todo el rango de actividades,

contextos y objetos que juntos constituyen el ensamble estilístico-.

De este modo, la reacción de los Skinheads contra los Hippies no

es únicamente manifestada en la oposición entre sus peinados y

sus vestimentas, sino en los maltrados físicos a los Hippies (a

veces bajo la apariencia de «ataques a maricones» o sus «inva­

siones» en los conciertos gratuitos de Hyde Park). Similarmente,

su defensa de la comunidad aparece no sólo en una variedad de

fenómenos simbólicos (ropas de trabajo, eslóganes pintados, etc.),

sino, otra vez, en acciones físicas y violentas (ataques a

paquistaníes, batallas entre pandillas), así como en su

«reocupación» de las instituciones tradicionales del esparcimien­

to de la clase trabajadora -pubs y canchas de fútbol-.

6. Consecuencias de la diferenciación estilística

Sin embargo, es también cierto que una parte significativa

del desarrollo de estilos particulares parece haber evolucionado

en relación con otro grupo subcultural específico. Los Mods y

los Rockers son el mejor caso de este desarrollo en oposición.

La investigación de Barker-Little de los injuriadores de Margate

da otro ejemplo de cómo dos grupos definen su propia imagen,

en parte, por referencia a sus diferencias con otros grupos:

Los Mods y los Rockers tienen una imagen positiva y negativa

de sí mismos: la positiva revela cómo se ven a sí mismos, la

negativa cómo ven a sus rivales. Ambos se ven a sí mismos

320

Page 326: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

fundamentalmente en términos de vestimentas, ya sea el bien

conocido atuendo pulido de los mods, o las chaquetas de cue­

ro y los jeans gastados de los rockers.

Las imágenes negativas son diferentes. Los Rockers ven a los

Mods como afeminados. «Pueden vestir polleras si les gustan,

siempre y cuando no me los confunda con una chica»; opinión

tolerante. Los Mods ven a los Rockers como descuidados y

sucios: «Pelos largos y grasientos, usan aceite para camiones.

Apestan a petróleo». ( 1 964: 1 21 )

Otros puntos similares se repiten en los comentarios sobre

los episodios entre los Mods y Rockers: los Mods ridiculizan la

imagen de los Rockers como cruda, masculina al sentido tra­

dicional, y contraponen a ella su propia «onda» y sofistica­

ción; los Rockers apuntan a lo «afeminado» en los estilos de

los Mods. Sin embargo, el análisis de Stan Cohen sobre las

reacciones sociales a los Mods y Rockers ( 1973) nos previene

sobre la importancia de no tener una visión demasiado simple

de esta creación de imágenes «en oposición». Cohen argu­

menta que las disputas y peleas originales estaban basadas

en divisiones, no entre Mods contra Rockers, sino entre loca­

les y aquellos provenientes de las afueras de Londres (aunque

parece posible que las membresías de Mods y Rockers bien

puedan haberse distribuido hasta cierto punto a través de esas

divisiones). Sin embargo, la cobertura mediática trató estas

«batallas» en términos -a lo West side story- de entre dos

«superpandillas», considerando su divisiones esencialmente

como una «batalla entre estilos». Murdock toma en cuenta las

consecuencias de esto:

No es sorprenden que esta imagen de polarización haya pene­

trado en la propia imagen de sí de los miembros de los grupos,

con el resultado de que elementos del estilo que antes habían

sido neutrales se volvieron cuestiones de antagonismo y con-

321

Page 327: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

flicto entre ellos. Este conflicto, a su vez, sirvió para confirmar

y ampliar la imagen mediática original. (1 974: 21 7)

El análisis de Cohen nos da dos advertencias generales: en

primer lugar, no reducir el largo y complejo proceso de desa­

rrollo estilístico a un análisis demasiado estrecho, ignorando

así cómo ciertos aspectos son tomados o considerados con

un significado especial en momentos particulares y en rela­

ción con eventos particulares. En segundo lugar, nos advierte

contra el hecho de ver el desarrollo del estilo como un proceso

interno al grupo una vez que ha sido puesto en movimiento.

Las relaciones externas y principios estructurantes que ubi­

can al grupo en una situación específica no desaparecen una

vez que el estilo de grupo está formado, sino que continúan

como parte del ambiente determinado en el que el grupo se

mueve y actúa.

Finalmente, en esta sección debemos prestar cierta aten­

ción a las consecuencias que la existencia del estilo tiene para

el grupo. La creación de un estilo distintivo no es sólo cues­

tión de darle cuerpo a la propia imagen e identidad subcultural.

También desempeña la función de definir los límites del grupo

más nítidamente en relación tanto con sus miembros como

con quienes están fuera, una función que tiene consecuen­

cias particulares para la continuidad de la existencia del gru­

po. Por ejemplo, el análisis de Jefferson muestra cómo la crea­

ción de un estilo Teddy Boy distintivo representa para el grupo

uno de los pocos medios a través del cual el grupo puede

lograr un estatus particular y ejercer cierto control. La conse­

cuencia de esto fue hacer de la apariencia un tópico de espe­

cial sensibilidad para sus miembros. Jefferson argumenta que

esto da cuenta de su sensibilidad y «exaltación» a los insultos

(reales o imaginarios) provenientes de otros. De otro modo,

las argumentaciones de Fletcher sobre el desarrollo de una

pandilla de Merseyside en torno a la música beat ( 1966) ilus-

322

Page 328: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

tra cómo las cambiantes inquietudes del grupo, y su creciente

compromiso con la música como interés principal del grupo,

cambiaron las relaciones grupales (llevando a ciertos miem­

bros a desertar), modificaron sus actividades recurrentes y

alteraron los tipos de contexto en torno a los cuales las activi­

dades del grupo tomaban lugar regularmente. No menos im­

portante es considerar que la génesis de un estilo distintivo

identifica a un grupo, pero también lo vuelve más vulnerable a

la intervención de varias formas de la reacción social. De este

modo, Rock y Cohen ( 1970) dan ejemplos de salones de baile

y cines impidiendo que cualquiera que vistiese ropas

eduardianas usase sus instalaciones; y el trabajo de Cohen

sobre los Mods ilustra cómo la policía vigilaba a los «Mods» (o

a cualquiera que se pareciese a la imagen pública de los mis­

mos) y cómo los comerciantes y dueños de espacios de entre­

tenimiento rechazaban a los jóvenes que se veían como Mods

o Rockers. Cuando se tomaron medidas policiales contra el

hooliganismo en el fútbol, a fines de los años sesenta, los

jóvenes que lucían como Skinheads estaban acostumbrados a

sufrir el hostigamiento policial, incluso siendo sus botas, bra­

zaletes y cinturones quitados por la policía fuera de los esta­

dios; y esto sumado a la rutina policial dentro de las canchas

de expulsar y arrestar a hinchas. Incluso tenemos cierta evi­

dencia para sugerir que la policía ejerció presión en algunos

dueños de discotecas para que no admitiesen a jóvenes ne­

gros vestidos de ciertos modos distintivos de los «Rudies»,

aun cuando las discotecas son bien conocidas por sus reper­

torios Reggae y Soul.

En definitiva, la evolución de un estilo tiene consecuen­

cias, tanto para el grupo como para el modo en que el grupo

es visto, definido y tratado por los otros. Los estilos

subculturales se han vuelto el principal modo en que los me­

dios reportan o visualizan a los jóvenes. Los jueces, la policía

y los trabajadores sociales usan estereotipos basados en la

323

Page 329: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

apariencia y la vestimenta para etiquetar grupos y relacionar­

los con ciertos modos de comportamiento característicos.

Aspectos de la vestimenta, el estilo y la apariencia juegan, por

lo tanto, un rol crucial en la estigmatización de un grupo y, de

este modo, en la operación y escalada de la reacción social.

Aunque está más allá de nuestros objetivos en esta sección,

debemos tener en cuenta que tales reacciones generadas en­

tre diferentes grupos por la existencia de un estilo identifica­

ble han de tener consecuencias para la propia posición del

grupo en relación con el estilo que han desarrollado. Si esto

intensifica su compromiso hacia solidaridades de grupo más

grandes o desarrolla las mismas en un nuevo nivel, o si, final­

mente, la reacción social es exitosa en disuadir a los miem­

bros identificados de sus intenciones, es una cuestión empíri­

ca que debe ser establecida más precisamente. Como sea, los

comentarios de Jefferson sobre los Teds sugieren que la reac­

ción pública a su apropiación original de la indumentaria

eduardiana fue instrumental para el desarrollo de sus propias

acentuaciones distintivas y adaptaciones de la indumentaria

básica. Argumenta que la elección del uniforme fue inicial­

mente «un intento de adquirir estatus (en tanto dichas ropas

eran originalmente de dandys de clase alta) que, siendo rápi­

damente abortado por una dura reacción social, fue seguido

por un intento de crear un estilo propio ... >>.

324

Page 330: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

MEDIACIONES Y LA GÉNESIS DEL ESTILO

RELACIONES REALES - a espaldas de todos

~ ...... ·esrRüCii)RAS •üEóiADAs;o·v·cuLtURA§ !eSCUELA TRABAJO: ~-······•·d• ..... ' ..................... i

1 "-.\ 1 ESTRUCTURAS ·siTUADAS" Y CULTURAS ..

1 '\ t . '1 :-~~-=E

1 \L·.\F~~s : -~~j=~-~~-~z~·~ \,_ ; GRUPO ' \ ! conciencialre4aciones propias

·--~.-~T~:::~:.-~.r---·'

\!.-.es-~~: -oBJETOS~

para apropiación

OCIO

Page 331: Resistencia a Traves de Rituales

DIFUSIÓN Y DIFUMINACIÓN DEL ESTILO

1. Difusión

La discusión sobre la difusión de estilos está expuesta a

varias trampas; imágenes demasiado fácilmente a la mano,

explicaciones demasiado generalizadas -aquellas basadas

exclusivamente en la publicidad mediática, o en la manipula­

ción comercial, o en términos de contagio epidémico-. Lo

que queremos acentuar es, en primer lugar, la relativa aper­

tura del proceso de apropiación estilística y, en segundo lu­

gar, la parte significante jugada por las contradicciones inhe­

rentes a los intentos, realizados en la cultura dominante, de

explotar estilos subculturales autóctonos. A cierto nivel, las

contradicciones son evidentes en el desarrollo comercial, entre

las demandas del mercado -novedad, rápido cambio de mo­

das, vanguardia y discontinuidad- y las demandas de la pro­

ducción, que busca la estandarización, la facilidad y conti­

nuidad de la escala productiva. A otro nivel, la explotación

del estilo subcultural por la cultura dominante tiene en ella

misma dos aspectos opuestos: en el lado positivo, una pode­

rosa inversión comercial en el mundo juvenil de la moda y las

tendencias, y, en el lado negativo, un uso persistente de

caracterizaciones de estilo como estereotipos convenientes

para identificar y, si se tiene éxito, aislar grupos dominante­

mente observados como «anti-sociales». En esta última ma-

Page 332: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

niobra, la «apertura» del proceso es particularmente crítica,

en tanto las caracterizaciones selectivas utilizadas (ej:

Mods =violencia/drogas; Hippies =drogas/inmoralidad;

Skinhead =violencia grosera) son ellas mismas simbolizacio­

nes y están, por lo tanto, sujetas a potenciales discontinui­

dades entre la «codificación» del mensaje y la «decodifica­

ción» practicada por el receptor79•

Como un ejemplo del complejo proceso en marcha, pode­

mos considerar entonces la difusión del estilo Skinhead, el

cual puede, primero, ilustrar los mecanismos de la difusión a

través del contacto cara a cara. Porque las partes en las

canchas de fútbol estaban ya bien «organizadas» antes de

que apareciera el estilo Skinhead, y porque los Skinheads se

posicionaron en el fútbol como en uno de sus mayores tea­

tros sociales, encuentros frecuentes y amplios entre diferen­

tes grupos ocurrieron en un marco estructurado. Aun cuan­

do estos encuentros fueron breves y de naturaleza más o

menos violenta, el estilo pudo ser transmitido de sus proge­

nitores a otros grupos que pudieron identificarse con él al

menos en ciertos significados comunes. Pero acá debemos

notar nuevamente cómo tales contactos producen una «apre­

ciación» selectiva del estilo original por parte de aquellos

que lo toman y adaptan.

En segundo lugar, los medios noticiosos seleccionan aque­

llos aspectos del estilo que se hacen públicos de acuerdo

con la percepción de su significado por la cultura dominante.

En el caso de los Skinheads, como en otros, la imagen es

presentada a la audiencia con connotaciones completamen­

te negativas. Para aquellos que comparten la percepción cul­

tural dominante, esa «Codificación» puede ser «decodificada»

sin deformaciones serias. Pero las lecturas «desviadas» pue­

den ser realizadas por grupos de adolescentes ya involucrados

79 Aunque no podemos abarcar aquí toda la complejidad del proceso mediático, ver para referencia, entre otros, Hall (1973).

327

Page 333: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

con el hooliganismo en los partidos de fútbol. De ese modo,

reportes mediáticos sobre grupos de constitución similar, pero

distinguidos por las ropas que visten y sus cortes de pelo,

puede proveer a los hinchas «sin estilo» los medios para la

entrada en un estilo subcultural completo. Sus propias es­

tructuras de relevancia (fútbol/violencia/membresía) les per­

miten interpretar nuevos conceptos sobre las pandillas de

Skinheads de un modo positivo, leyendo conexiones poten­

ciales entre el estilo y sus propias actividades. Como sea,

estas conexiones potenciales están, y si permitimos una suer­

te de «espacio cultural» donde los antes sin estilo puedan

retrabajar las presentaciones simbólicas ya doblemente defi­

nidas (grupos Skinehads «originales» + cobertura mediática)

a sus propios estilos grupales de vida, podremos explicar

mejor las variaciones que aparecen entre versiones del estilo

ubicadas en diferentes geografías.

En ese ejemplo hemos considerado las representaciones

de los medios de noticias, así como el lado negativo de la

explotación del estilo subcultural por la cultura dominante.

Pero al menos un punto en tal análisis es igualmente relevan­

te para la discusión de las formas de explotación positiva,

comercial y «recreativa». Donde los medios deshacen y dis­

locan el estilo original a fin de constituir su propia (y despec­

tiva) comunicación, deben de hecho ampliar el «espacio cul­

tural» que permite el reprocesamiento selectivo y la reapro­

piación del estilo por grupos geográficamente dispersos. Si­

milarmente, las motivaciones del marketing puntualizan la

generalización y desarmamiento del estilo subcultural origi­

nal; los elementos simbólicos pierden su relación primera e

integral con contenidos de vida específicos y se vuelven, de

este modo, abiertos a la variación en la estructuración de

sus reapropiaciones por otros grupos, cuyas actividades,

autoimágenes e intereses principales no son precisamente

los mismos.

Page 334: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Es necesario acentuar ese grado de restructuración «espon­

tánea», fuera de los mecanismos comerciales, en tanto es fácil­

mente oscurecida por manifestaciones paralelas creciendo de

las contradicciones entre las demandas de la producción y el

marketing. Para los intereses comerciales de gran escala, el

movimiento contrario de la estandarización económica de pro­

ductos y novedades vendibles puede ser parcialmente alivianado

por la práctica de desarrollar una «fórmula» para una tendencia

particular y explotarla hasta la última venta -como, por ejem­

plo, en la febril búsqueda, siguiente al suceso de los Beatles, de

tantos grupos como fuese posible con relaciones con Liverpool80-.

Pero la respuesta continúa dominada por las demandas de la

producción, y la estandarización de una tendencia se opone a

la necesidad marketinera de producir nuevas tendencias para

reemplazar a las antiguas. A pesar de valientes (y, en términos

financieros, poco provechosos) esfuerzos en esa dirección, la

industria de la música y la moda ha estado generalmente limita­

da a trabajar sobre «variaciones de un mismo tema», y ha sido

con frecuencia muy fácil para las actuales variantes de un esti­

lo, acordes a un complejo de actividades e interpretaciones

específicas, caer subsumidas bajo este proceso comercial.

Más aún, los mayores desarrollos comerciales en la Cultu­

ra Juvenil se han derivado de innovaciones originadas fuera

del mundo comercial, al nivel de sus raíces. Para ser exitoso,

un ímpetu de esta clase debe desarrollarse a partir de inte­

racciones y contextos locales y satisfacer «necesidades» lo­

cales, antes de atraer involucramientos comerciales de gran

escala (ver como referencia el análisis de Herman sobre el

«Mersey Sound», 1971 ). Otra vez, hay una compleja serie

de paralelismos e interpenetraciones. En lo que respecta a

los intereses de la Industria Juvenil, los estilos existen como un

8° Considerar también los comentarios de Laing ( 1969) sobre los intentos de reproducir la imagen de Presley.

329

Page 335: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

valor de cambio potencial en el mercado de la juventud sólo en

tanto puedan ser suficientemente generalizados como para cu­

brir «necesidades» similares en una escala mayor. Pero no se

debe descuidar el rol que los propios jóvenes tienen en este pro­

ceso de difusión. En cierta época, las compañías grabadoras

empleaban regularmente a jóvenes músicos de grupos desarma­

dos para que ayudasen a definir, testear y, si fuese posible, anti­

cipar nuevas tendencias musicales -e incluso a veces intentar,

infructuosamente, crearlas-. En vestimentas, modas o cosméti­

cos, tanto como en la «manufactura» y comercialización de «looks

juveniles» específicos, los jóvenes emprendedores, en contacto

con sus mercados, han tenido un rol clave. Estos emprendimien­

tos de moda, y desarrollos tales como los sellos menores de

grabación, han anticipado tendencias y explorado mercados, fre­

cuentemente en pequeña escala y sobre la base de inversiones

relativamente bajas, antes de que las compañías de producción

masiva se ocupasen de estos terrenos.

La difusión de estilos juveniles desde las subculturas al mer­

cado de la moda no es entonces un simple «proceso cultural»,

sino una verdadera red o infraestructura de nuevos tipos de

instituciones comerciales y económicas. Los negocios de dis­

cos de pequeña escala, las compañías grabadoras, las boutiques

o las pequeñas empresas -estas versiones de capitalismo

artesanal, fenómeno bastante generalizado y poco específico­

' sitúan la dialéctica de la «manipulación» comercial. Toda la

explosión a mediados de los años sesenta en torno al «Swinging

London» estuvo basada en la masiva difusión comercial de lo

que original y esencialmente fue el estilo Mod, mediado a tra­

vés de estas redes y llegando finalmente a ser un fenómeno

cultural y comercial «masivo». La era de los Beatles es uno de

los ejemplos más dramáticos del modo en que un estilo en

principio subcultural fue transformado, a través de crecientes

organizaciones comerciales y expropiaciones a la moda, en un

estilo «de mercado» o «para consumidores».

330

Page 336: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

2. Difuminación

Aparte de la continua posibilidad de redefinición y reapropia­

ción cultural, dos procesos de masa son identificables. Uno es

contrario a la genuina reapropiación de base: la distensión de

un estilo particular a fin de hacerlo más ampliamente comercia­

ble. El otro es la emergencia aliada de la idea de una Cultura

Juvenil generacionalmente específica. Ambos procesos inten­

tan evadir las realidades concretas de clase.

Por «difuminación» entendemos que un estilo particular es

dislocado del contexto y grupo que lo generaron, y es tomado

haciendo énfasis en aquellos elementos que lo vuelven una

«propuesta comercial», especialmente su novedad. Desde la

perspectiva de la subcultura que lo ha generado, el estilo exis­

te como un estilo de vida total; a través del nexo comercial, es

transformado en un nuevo estilo a ser consumido. Típicamen­

te, los elementos más «aceptables» son acentuados, y otros

apaciguados. El comentario de Herman en Ready, Steady, Gol y el estilo Mod es un ejemplo perfecto de este proceso:

Reddy, Steady, Go! era un programa pop inmensamente popular,

en la línea del más antiguo 6.5 Special, con una audiencia en vivo

en el estudio y grupos haciendo la mímica de sus grabaciones. Era

parte de la vasta máquina publicitaria que aseguró beneficios a los

productores de artículos de estilo Mod. Cada miembro de la au­

diencia recibía una cortés carta donde se le recordaba vestirse con

estilo, bailar lo mejor posible, no fumar y comportarse durante el

show como un ejemplo para la juventud británica ... Más que nada,

promocionaba tendencias ya existentes ... De hecho, más de una

vez RSG se manifestó a favor de cierto tipo de Mod castrado, sin

pastillas, sin trompadas; sólo el loo k. RSG fue uno de los muchos

lugares en los que los Mods fueron «restringidos por incorporacio­

nes parciales»; los aspectos menos amables debían ser ignorados

si se les permitía a los Mods bailar frente a las cámaras. ( 1971 : 54)

331

Page 337: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Los elementos simbólicos, principalmente la vestimenta y

la música, son separados del contexto de relaciones sociales,

mantenidos como los elementos más dóciles para «promocio­

nar» la ampliación de las bases del mercado juvenil. Y la for­

mulación comercial es precisamente la mayor dimensión don­

de ha sido depositada la existencia de una única cultura

generacional. El mercado hacia el cual está dirigido el consu­

mo de estilo es concebido como generacional -la identidad de

los objetos que se venden es definida por su «juventud»; no

se contempla en función de ninguna base de clase-. Este pro­

ceso no es una conspiración de parte de los industriales y

vendedores, sino más bien una función «natural» del proceso

burgués de producción ideológica y mercantil. La producción

para un mercado específicamente juvenil fue planteada en la

imagen de una sociedad cada vez menos clasista; esta defini­

ción fue específicamente encarnada en la idea de una «brecha

generacional» y en la creciente opulencia de los jóvenes. Es­

tas definiciones mercantiles soportan todo un rango de proce­

sos de «producción juvenil», intensificados por la naturaleza

«generalizadora» de la producción burguesa de mercancías

como un todo. Esto, a su vez, reforzó la evidencia de la exis­

tencia de una Cultura Juvenil generalizada y generacional,

proveyéndola con los artefactos que parecían remarcar sus

diferencias con la Cultura Adulta. Los estilos comerciales, como

sea que hayan llegado, sirvieron para definir el cambiante con­

tenido de la «cultura juvenil» independientemente de los esti­

los de los diferentes grupos locales.

Los límites del estilo

Phil Cohen ha sugerido que las subculturas intentan una

«resolución mágica» de las contradicciones de clase (1972).

Queremos completar esta idea de «resolución mágica» consi-

332

Page 338: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

derando los límites del estilo en el contexto de la relación

entre la cultura hegemónica y la subordinada. Por «resolución

mágica» entendemos no sólo un intento de arreglar los proble­

mas que surgen de las contradicciones de clase, sino también

un intento de resolverlos que, fundamentalmente, no monta

sus soluciones en el terreno real en el que las mismas se ha­

cen presentes, y que falla por lo tanto en postular una solu­

ción alternativa y potencialmente contra-hegemónica. La he­

gemonía es precisamente la dominación de aspectos mayores

de la sociedad a través del control de las mayores institucio­

nes sociales y la formación de la cultura social a imagen y

semejanza de esa clase dominante. En esta dimensión, los

retos ofrecidos a dicha dominación son sólo parciales o secu­

lares y son inmanentes y funcionales a lo que Gramsci llama

«las corporaciones».

En el caso de las subculturas de clase trabajadora, una

fuente general de sus limitaciones es la adopción intensifica­

da de la parte de la problemática cultural de sus padres que ve

el esparcimiento como una arena de significativa «relativa li­

bertad de clase». Planteando sus «soluciones» sólo en esta

arena, los movimientos subculturales hacen un intento «mági­

co» de resolver las contradicciones que enfrentan, en tanto el

desplazamiento hacia el esparcimiento implica más bien la

supresión antes que la trascendencia de aquellas otras áreas

claves en las que se generan las contradicciones. Esta supre­

sión toma la forma de una trascendencia puramente mágica

de las áreas del trabajo y la familia.

En el caso de los Mods, su intento para solucionar la opre­

sión y mecanización experimentada en el trabajo fue disolver­

lo en su explotación intensificada del tiempo de esparcimiento

y su «subversión» de las mercancías usadas en el entreteni­

miento. El fracaso del estilo en generar una alternativa, tal

como insiste Hebdige, debe ser parcialmente entendido en

términos de sus propias contradicciones inherentes, así como

333

Page 339: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas jtNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

en términos de fuerzas opuestas a él. Por ejemplo, la preocu­

pación de los Mods por expresarse a sí mismos a través de

una imagen y un estilo los hizo susceptibles de ser incorpora­

dos por el sector comercial y mediático precisamente en esos

términos, siendo una incorporación hecha desde la perspecti­

va de la cultura dominante. Similarmente, su subversión de

las mercancías tomó lugar puramente en el punto de su con­

sumo; la supresión de sus experiencias laborales en la bús­

queda de un uso subversivo del tiempo de esparcimiento dejó

al modelo productivo, del cual -en última instancia- depende

la forma de las mercancías, completamente impoluto.

La reconstrucción de la imagen de la comunidad de clase

trabajadora por parte de los Skinheads fue esencialmente una

respuesta defensiva; pero, más importante, la afirmación sim­

bólica del «territorio» ocultó el declive de las bases materiales

reales de la comunidad tradicional que estaban intentando re­

crear. Ese nuevo trabajo sobre la comunidad fue llevado a

cabo únicamente en la arena del esparcimiento y careció de

las relaciones que, en su forma real, conectan al mundo de la

comunidad con el mundo del trabajo. Los límites impuestos

por una solución puramente basada en el esparcimiento pue­

den llevar a la propia disolución de la subcultura. Phil Cohen

comenta esto:

La subcultura representa los puntos más débiles en la cadena

de la socialización, entre el nexo familia/escuela, y la integra­

ción en el proceso laboral que marca el reanudamiento de la

cultura parental para la próxima generación ( 1972: 25-26).

Son precisamente estos puntos débiles que hemos plan­

teado los que permiten al esparcimiento ser experimentado

por las clases trabajadoras juveniles como el área dominante

de la vida, y los que permiten el «espacio» para la forma en la

que el esparcimiento es experimentado y desarrollado -la

334

Page 340: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

subcultura-. Para ilustrar la naturaleza transitoria de estos

puntos débiles, hemos elegido un aspecto particular del estilo

Skinhead. Uno de los aspectos de este estilo de vida subcultural

fue el énfasis en las imágenes tradicionales del comportamiento

masculino, y una de las formas que tomó esta imagen fue la

de un «chauvinismo colectivo» hacia las chicas en torno a la

subcultura. Estas chicas, pertenecientes al mundo colectivo

del grupo, estaban «disponibles» para experimentaciones

sexuales individuales o colectivas, y eran conocidas como «fá­

ciles» o «busconas» -distinguiéndolas de las «chicas bue­

nas»81-. Este chauvinismo colectivo sólo puede ser manteni­

do en tanto la arena del esparcimiento y la forma subcultural

asociada a ella son el foco dominante en la vida de los miem­

bros. Una relación estable con una chica buena implicaba una

ruptura con las rutinas colectivas de la vida grupal, un movi­

miento hacia una forma de sexualidad más individual. Los dos

procesos son mutuamente excluyentes, demandando el com­

promiso de recursos escasos (tiempo y dinero) en direcciones

diferentes. Consecuentemente, con la mira en patrones de

noviazgo individuales, la vida grupal y su involucramiento con

ella declina, la alternativa subcultural se disuelve a través de

sus fallas para mantener una alternativa viable a los términos

dominantes de la sexualidad a largo plazo.

La subcultura que fetichiza el esparcimiento es viable sólo

en tanto los parámetros colectivos de esparcimiento puedan

ser mantenidos como predominantes contra otras áreas. Cuan­

do las demandas laborales o familiares llegan para asumir sig­

nificaciones mayores, el estilo de esparcimiento colectivo, pre­

cisamente porque no provee soluciones alternativas en estas

áreas, se disuelve.

81 Acerca de esta distinción entre los Skinheads, ver Daniel y Maguire, comp. (1972: 35-36; 52-53). Sin embargo, la división no atañe sólo a los Skinheads; ver, por ejemplo, Willmott (1969) y Parker (1974).

335

Page 341: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Estos límites de las subculturas de clase trabajadora pue­

den quizás ser mostrados en comparación con las carreras

relativamente largas de la subcultura de clase media de los

Hippies. Esto parte del hecho de que, aunque ahí también el

esparcimiento aparece como el foco principal de atención, hay

también intentos (aunque limitados) de generar estrategias

alternativas para el trabajo, la producción y la sexualidad. Esto

no implica decir que la subcultura Hippie no tenga sus propias

contradicciones y limitaciones82 : sólo que sus intentos de crear

alternativas sobre un rango más amplio de áreas de la vida le

ha dado mayor viabilidad como forma cultural alternativa.

Escrito en colaboración con SH, T J, RP, BR.

82 Para análisis sobre los Hippies en estos términos, ver Young (1973).

,, 1

Page 342: Resistencia a Traves de Rituales

CONCIENCIA DE CLASE Y CONCIENCIA DE GENERACIÓN

Graham Murdock y Robín McCron

Juventud vs. Clase: el espectro del socialismo

Nuestras imágenes modernas de la juventud y la adolescen­

cia fueron esencialmente las creaciones de la clase media

victoriana. Aunque la mayoría de los elementos esenciales han

estado en existencia mucho antes de ella, no fue sino hasta

1850 que empezaron a converger alrededor de temas familiares

como la separación y la dependencia. Al igual que con muchos

otros segmentos de la ideología victoriana, el ethos emergente

de la juventud fue forjado en las «nuevas» escuelas públicas y

publicitado en la avalancha de magazines y novelas que seguían

al exitoso lanzamiento de Boys' Own Magazine en 1855, y la

aparición de Tom Brown's Schooldays un año después. Al prin­

cipio, esta nueva definición de juventud estuvo confinada a los

niños de las clases medias. Sin embargo, en las décadas sucesi­

vas, fue despojada en forma creciente de su base social original

y generalizada en una descripción de una etapa universal de la

maduración individual, de modo que en vísperas del cambio de

siglo las normas sociales de la clase media se habían consagrado

per se los atributos «naturales» de la juventud83• Desde el exte­

rior, esta imagen de la juventud traía una carga cultural peculiar-

83 La «democratización» de la adolescencia es iluminadamente analizada en el Capítulo 3 de John R. Gillis (1974).

337

Page 343: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

mente poderosa y estuvo íntimamente amarrada con las espe­

ranzas y miedos de una lucha de clase media por sujetar lo suyo

contra amenazas en el hogar y en el extranjero.

El crecimiento del poder naval germano estuvo extensamente

visto como una seria amenaza para las posesiones imperiales bri­

tánicas y las rutas oceánicas que dependían de su seguridad, pero

la desastrosa Guerra Sudafricana que se había revelado por la

pobre condición física de las tropas y la ineficiencia del comando

militar había hecho poco para consolidar la confianza en la habili­

dad británica de mantener el Imperio unido. En esta situación, el

patriotismo y la elevación del «Interés Nacional» por sobre los

reclamos de clase estaban en apremio. Al mismo tiempo, la in­

fluencia creciente del socialismo y la fuerza cada vez mayor del

trabajo organizado en las esferas industrial y política prometían

una intensificación más que una disminución del conflicto de clase

en el país. Por consiguiente, la burguesía británica se sintió ame­

nazada en dos frentes: por el enemigo germano afuera y el enemi­

go socialista adentro. Consecuentemente, la cuestión de cemen­

tar la unidad nacional era vista más o menos como un sinónimo

del problema para contener la militancia de la clase trabajadora.

Con la extensión de las franquicias en 1867 y 1884, el pivote

de contención se había corrido de la coerción hacia la ideología.

En orden de preservar la imagen del Estado como una democra­

cia liberal, gobernada por la libertad de elección, las estrategias

de incorporación se vieron obligadas a proceder fundamental­

mente a través del incentivo y la persuasión más que por medio

de la coerción y la fuerza. Sin embargo, la represión no fue des­

cartada completamente. Durante las huelgas de 1893, por ejem­

plo, los mineros recibieron disparos en Featherstone84 y las lan-

84 N. del T.: Masacre de Featherstone (7 de septiembre de 1893). En 1893, la pequeña ciudad de Featherstone fue la escena de una trágica confrontación entre el dueño local de la mina, apoyado por las tropas, y una muchedumbre de mineros. Descrito a veces como «disturbio», «al­boroto» o aun «masacre», fue un acontecimiento que sería recordado por largo tiempo en las comunidades mineras.

Page 344: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

chas cañoneras aparecían de las dársenas del río Hull; un pa­

trón que se repetiría en 1 911, con los disparos sin ton ni son

desde cañoneros amarrados en el Río Mersey. Sin embargo,

estas apariciones públicas de la fuerza de Estado eran las ex­

cepciones más que la regla. Más importante fue la penetrante y

continua lucha por establecer la hegemonía de la ideología do­

minante, una lucha cuyos intentos por capturar los corazones y

mentes de la generación naciente jugaron un rol clave. Desde el

principio, la pregunta por la juventud y su conciencia estuvo

inextricablemente amarrada a la cuestión de la conciencia de

clase y el conflicto de clase.

La lucha por la hegemonía sobre la juventud se centró en el

sistema escolar de subvención estatal establecido a comienzos

de la década de 1870. Pero durante un tiempo considerable el

alcance de la escolarización fue decididamente limitado. Hasta

1918, cuando la edad de escolaridad obligatoria llegó a los 14

años, una sección considerable de los adolescentes de clase

trabajadora dejó sus estudios antes de esa edad, evadiendo de

ese modo la influencia escolar que los comentaristas vinieron a

considerar un escenario decisivo en su desarrollo mental y mo­

ral. Fue en un amplio esfuerzo por alcanzar a estos «prófugos»

que las agencias se abocaron a penetrar y organizar el esparci­

miento de los adolescentes de clase trabajadora. Incluyeron la

Brigada de los Chicos, la Brigada de las Señoritas de la Iglesia,

la Asociación Cristiana de Jóvenes85 y, la más influyente de

todas, los Boy Scouts de Baden Powell86•

85 N. del T.: Boy's Brigade, Church Lads' Brigade, YMCA (Young Men's Christian Association). 86 N. del T.: el scoutismo comenzó en 1907, cuando Robert Baden-Powell, teniente general en la Armada Británica, montó el primer campamento de scoutismo en la Isla Brownsea en lnlgaterra. Baden-Powell escribió los principios del scoutismo en Scoutismo for Boys (Londres, 1908), basado en sus libros militares antiores, con influencia y apoyo de Frederick Russell Burnham (Jefe de Scouts en África Británica), Seton de los Indios Woodcraft, Smith de la Brigada de los Chicos, y su editor Pearson.

339

Page 345: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Detrás de las preocupaciones por la salud, la limpieza y la

abstinencia con las que el scoutismo es usualmente asocia­

do, residía una preocupación sobrecontrolada con la necesi­

dad de promover la unidad de clase en los intereses de la

defensa nacional e imperial. Como lo dijo Baden Powell en su

manual best seller de 1908, Scoutismo For Boys:

Si un enemigo fuerte quiere nuestro comercio rico y nuestros

Dominios, y nos ve divididos unos contra otros, se abalanzará

y los conquistará. Para eso ustedes comienzan, como chicos,

no a pensar en otras clases de chicos para que sean sus ene­

migos. Recuerden, ricos o pobres, desde un castillo o una po­

cilga, son todos británicos en primer lugar, y deben mantener

alto a Gran Bretaña contra los enemigos externos. ( 1930: 280).

Estas exhortaciones al patriotismo y la unidad nacional

fueron acompañadas con ataques sobre el socialismo. «Mu­

cha gente)), argüía 8aden Powell, «se deja llevar por algún

político nuevo con alguna idea extremista ... Las ideas

extremistas rara vez son buenas ... Más ahorro en lugar de

un cambio de gobierno traerá dinero para todos. Y un Impe­

rio fuerte y unido nos dará poder, paz y prosperidad tal como

ningún sueño socialista podrá dar)) (citado en Wilkinson, 1969:

11). Aunque los Scouts eran sin duda la más grande organi­

zación de la Juventud Eduardiana, el movimiento extrajo la

mayoría de sus miembros de las clases media y media baja,

y nunca se dirigió a capturar una base amplia de apoyo entre

la juventud de clase trabajadora. No obstante, hay pocas

dudas de que el ethos encarnado en el scoutismo y publicitado

en magazines y cómics para la juventud permearon el pensa­

miento popular y ayudaron a crear «esa atmósfera de patrio­

tismo sostenido entre la juventud sumida al voluntarismo

masivo en el estallido de la guerra en Agosto de 1914»

(Springhall, 1971: 1 51). Sin embargo, luego del armisticio

340

Page 346: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

hubo un recrudecimiento de antimilitarismo al que Baden

Powell rápidamente se acomodó. Por consiguiente, en su

libro Scoutismo Towards Reconstruction de 1918, la tensión

temprana sobre la defensa imperial fue reemplazada por lla­

mados a la cooperación y la hermandad internacional. Sin

embargo, al mismo tiempo, el éxito de la Revolución Rusa

revivió los espectros mellizos del socialismo y la lucha de

clases y guió a Baden Powell a renovar su llamamiento a la

juventud para unirse contra la insinuación del Bolchevismo:

Hay hombres que, a través de sus oradores y su literatura,

predican el odio entre clases y quieren dar por tierra con todo ...

Es sencillamente disparatado el Bolchevismo tanto cuanto po­

dría traer no simplemente la caída de los capitalistas, sino la

ruina de la gran masa de ciudadanos tranquilos y bien encami­

nados y de los asalariados. (citado en Wilkinson, 1969: 16)

Si las imágenes emergentes de la juventud estuvieron

permeadas con temores del socialismo y el conflicto de cla­

se, también cargaron las propias dudas de las clases medias

sobre el estado presente del capitalismo. Estas insegurida­

des fueron codificadas e investidas con el sello de la ciencia

en el texto seminal de 1904 de Stanley Hall, Adolescencia.

De acuerdo con Hall, la maduración del individuo recapitulaba

el desarrollo de la raza y la transición de la infancia a la

madurez en correspondencia con el salto de la barbarie a la

civilización. Por consiguiente, el futuro de la civilización gira­

ba sobre lo que sucedía durante la etapa intermedia crucial

de la adolescencia. La condición de la juventud de ahí en

más proveyó un criterio contra el cual el progreso o la deca­

dencia de la sociedad capitalista podían ser medidos. «Sólo

aquí», argüía Hall, «podemos esperar encontrar normas ver­

daderas contra las tendencias de la civilización en general»

(1905: viii). Hacia donde Hall se dirigía otros rápidamente

341

Page 347: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

siguieron y construyeron una imagen de la juventud como

una fuerza de regeneración y renovación, portando la antorcha

de idealismo y espiritualismo en medio de la penumbra rondante

de materialismo desenfrenado. Aquí, por ejemplo, está la emi­

nente reformadora social, Jane Addams, en un completo vuelo

lírico en 1909:

¿ ... estamos tan bajo la influencia del Zeitgesif87 que sólo po­

demos detectar valores comerciales en los jóvenes al igual que

en los mayores? Es como si nuestros ojos estuviesen amarra­

dos a la belleza mística, a la alegría redentora que los jóvenes

deberían suministrar a nuestras dignas ciudades.

Debemos escuchar las voces jóvenes en claro levantamiento

por encima del rugido del industrialismo y de los prudentes

consejos de comercio, o debemos hipnotizarnos por el énfasis

repentino y nuevo ubicado sobre la riqueza y el poder, y olvi­

dar la supremacía de fuerzas espirituales en los asuntos de los

hombres. (1972: 9, 161)

Esta imagen de la juventud como una fuerza regenerativa

obtuvo renovado poder del entusiasmo de reconstrucción que

siguió al armisticio de 1918. La juventud, se sentía, traería

una revolución sin sangre que aboliría las desigualdades de

clase y la explotación sin guerra de clases y sin socialismo.

Como lo sostuvo el editorial de un diario de 1919:

Esta revolución social que estamos emprendiendo no es una

cuestión de clases. Tiene raíces más profundas. Es la subleva­

ción de la Juventud contra lo Viejo ... Las víctimas serán aque­

llos que no han tenido la visión ... hombres ricos que sujetan

amplios acres, mujeres arrogantes que destilan perfumes exóti-

87 N. del T.: expresión germana que significa «espíritu de la época», literalmente traducida como tiempo (Zeit), espíritu (Geist).

342

Page 348: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cos del sudor y trabajo duro de las masas que desdeñan,

especuladores vulgares con bolsillos hinchados y barrigas hin­

chadas ... los medio educados, intoxicados agitadores que pre­

sumen organizar y conducir a los trabajadores manuales ... 88

Esta corriente de retórica popular encontró su expresión

académica en una teoría conservacionista de historia de la

cual Ortega y Gasset fue su principal exponente.

Si la Revolución Rusa había triunfado, el intento de Alema­

nia había fracasado; un fracaso que en la visión de Ortega

marcó el «ocaso de la revolución» en Europa y la muerte del

materialismo histórico como una teoría plausible de cambio

social. «Los cambios de carácter industrial o político son su­

perficiales», argumentaba, y dependen esencialmente del com­

plejo de ideas encajadas en la «sensibilidad vital» de la época.

Más aun, argumentaba, estos «cambios en la sensibilidad

vital que son decisivos en la historia» aparecen bajo la forma

de una generación, con el resultado de que «La Generación>>

es «la concepción más importante de la historia» y «el pivote

responsable para el movimiento de la evolución histórica»

( 1931: 15). En el esquema de Ortega, entonces, la juventud

reemplazaba al proletariado como el sujeto primario de la his­

toria y la sucesión generacional sustituía la lucha de clases

como el motor principal del cambio. Excepto por presunciones

vagas de «capacidad orgánica», Ortega nunca se direccionó a

sí mismo hacia la pregunta vital de cuán exactamente los gru­

pos de edad desarrollaban una conciencia común y empeza­

ban a actuar como una fuerza histórica coherente, y fue deja­

da a Karl Manheim la tarea de retomar esta cuestión en su

celebrado escrito de 1927, El problema de las Generaciones.

88 «Collum», «The New England: Social Transformation to be led by Young Men Back from he War», Daily Chronicle (16 de junio de 1919: 4).

343

Page 349: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Generaciones, Clases y los Sociólogos: el debate oculto

Para Manheim, la conciencia generacional tuvo sus orígenes

en las actitudes y respuestas desarrolladas por «grupos concre­

tos» entretejidas en el curso de respuestas hacia su situación

social compartida. Sin embargo, una vez formadas «estas acti­

tudes y tendencias formativas son», argumenta, «capaces de

ser distanciadas de sus grupos concretos de origen y de ejerci­

tar una fuerza atractiva y vinculante» sobre los miembros de las

generaciones en situaciones sociales similares que «encuen­

tran en ellos la expresión satisfactoria de su posición» (1952:

307). Como resultado, argumenta Manheim, allí se desarrolla

entre estas «unidades generacionales» de coetáneos

similarmente posicionados «una identidad de respuestas, una

cierta afinidad en la forma en la que todo se mueve y son for­

mados por sus experiencias comunes» -en síntesis, una con­

ciencia compartida (!bid.: 306). Una vez cristalizada, esta con­

ciencia de «Unidad generacional» puede ampliar su base toda­

vía más y formar el núcleo de un nuevo «estilo generacional»

separado de, y quizás opuesto a, el estilo dominante de la ge­

neración adulta. El modelo que Manheim tenía en mente aquí

era el movimiento Wandervogel que se originó en 1901 entre

un pequeño grupo de adolescentes de Berlín y que rápidamente

obtuvo el apoyo de incontables jóvenes alemanes de clase media

en los años anteriores a 1914. Pero si el Wandervogelen ilus­

traba la tesis de Manheim, también indicaba sus limitaciones.

En particular, el hecho de que el movimiento había tenido poco

impacto en la juventud de la clase trabajadora, planteando la

cuestión crucial de la relación entre conciencia generacional y

conciencia de clase. Manheim reconoció tácitamente esto como

un problema y calificó su tesis señalando que «dentro de cada

generación puede existir un número de unidades generacionales

diferenciadas, antagonistas» (!bid.). Sin embargo, al mismo tiem­

po, las bases de estas diferenciaciones y antagonismos no se

344

Page 350: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

hicieron explícitas y la relación entre edad y clase fue conse­

cuentemente dejada sin explorar. No obstante, la formulación

de Manheim al menos fue más allá del sentido liviano con el

que «generación» había sido empleado hasta ese momento, y

comenzó a especificar los niveles necesarios de análisis. Des­

afortunadamente, estas distinciones cuidadosas fueron ignora­

das en su mayoría por escritores posteriores.

El ensayo de Manheim no fue traducido hasta comienzos de

los cincuenta, y por eso durante veinte años continuó siendo

virtualmente desconocido entre los sociólogos británicos y ame­

ricanos, e incluso, cuando finalmente fue publicado, pasó larga­

mente inadvertido. El problema que formuló, sin embargo, no fue

abandonado. Al contrario, desde mediados de los veinte en ade­

lante, sociólogos de ambos lados del Atlántico se preocuparon

cada vez más por la cuestión de la conciencia generacional y su

relación con el cambio social. Esta literatura sociológica emer­

gente tendía por dentro más que en contra de las definiciones de

la situación establecidas por los comentaristas populares en ju­

ventud. Pero había una diferencia significativa. Mientras que la

mayoría de los escritores tempranos no habían ocultado el hecho

de que veían la cuestión de la juventud y su conciencia amarrada

al asunto más amplio de la estratificación social y la lucha de

clases, el acoplamiento creciente de los sociólogos a las nocio­

nes de metodología «científica» y libertad de prejuicios los llevó

a disimular o devaluar la dimensión política de su trabajo. El de­

bate con el fantasma de Marx y con el espectro más sustancial

del socialismo organizado por supuesto que continuó, pero fue

conducido subrepticiamente. Por consiguiente, en muchos de

los trabajos sociológicos dominantes en juventud, hasta las re­

cientes comparaciones, la nocjón de clase ha sido evacuada en

conjunto o tratada como relativamente poco importante89•

89 El ~ugar problemático de «clase» en los trabajos dominantes británicos y americanos en juventud es discutido más acabadamente en Graham Murdock, en imprenta.

~45

Page 351: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

En el mismo año que el ensayo de Manheim se publicó en

Alemania, Estados Unidos vio la publicación del influyente

libro de Frederic Thrasher, The Gang (1927), donde el autor

argüía que los adolescentes del centro de Chicago habían

reaccionado a la desorganización social de los barrios pobres

creando una red de pandillas separadas e independientes,

sostenida por una cultura distintiva. Allí, las pandillas opera­

ban en una especie de «tierra de nadie» social que comenza­

ba en el punto donde las instituciones convencionales ha­

bían fracasado. Cuando cayó Wall Street y comenzó la De­

presión dos años después, había un sentimiento general de

que la desorganización social había desbordado los subur­

bios y se había extendido y tornado endémica. Por lo tanto,

fue apenas sorpresivo que los sociólogos empezaran a ver la

ruptura de las relaciones generacionales y el desarrollo de

grupos culturales autónomos de coetáneos como caracterís­

ticos no sólo de la vida de los barrios pobres, sino del estado

general de la nación. Pero fue dejado a Parsons en 1942

sugerir que estos grupos culturales de coetáneos en vías de

desarrollo eran de hecho expresiones localizadas de una con­

ciencia generacional sustentada más ampliamente, que se

estaba cristalizando alrededor de una «cultura juvenil» dis­

tintiva centrada en el consumo hedonístico. La «cultura juve­

nil» de Parsons era la cultura de una generación que consu­

mía sin producir -una generación cuyo confinamiento pro­

longado en instituciones educativas de edad específica era

visto como un elemento excluyente, no sólo del sistema pro­

ductivo, sino también de las relaciones de clase arraigadas

en ese sistema-. Este énfasis en la centralidad creciente de

las divisiones de edad y la correspondiente irrelevancia de

las desigualdades de clase, asociado con el hincapié en el

consumo y el esparcimiento como los pivotes de la concien­

cia juvenil, estaba destinado a dominar la sociología de la

juventud en las tres décadas siguientes.

Page 352: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Después de 1945, estos temas fueron amplificados y re­

cargados por la extendida suposición de que en el período de

posguerra el eje de las sociedades del capitalismo avanzado

se estaba moviendo del trabajo al esparcimiento, y que las

nuevas relaciones de consumo estaban reemplazando rápida­

mente a las viejas relaciones de producción en el centro de la

vida social.

El bien publicitado aumento de la «cultura juvenil», arraiga­

do en los estilos de esparcimiento, patrocinados por la indus­

tria burguesa del entretenimiento orientado al joven, tipificaba

este cambio perfectamente. Donde los clubes para jóvenes y

los Scouts habían fracasado, los Beatles y Mary Quant apare­

cieron para sucederlos. La generación naciente estaba en pro­

ceso de trascender las clases mientras preservaba el capitalis­

mo. Una igualdad nominal de acceso a los nuevos estilos de

esparcimiento parecía estar cancelando los últimos vestigios

restantes de las desigualdades de clase en las oportunidades

de vida. La juventud de la posguerra, los herederos de la pros­

peridad, aparecieron entonces como la vanguardia de la «so­

ciedad del esparcimiento» venidera, en cuya estela marchaba

la «nueva» clase trabajadora con sus equipos de televisión y

sus botellas de Beaujolais. Era la vieja visión de renovación sin

revolución, engalanada en el imaginario de la publicidad.

Aunque descategorizada, la clase no desapareció comple­

tamente de los análisis de la juventud. Al contrario, estudios

tanto del sistema escolar como de comportamientos desvia­

dos repetidamente demostraban las formas en que las opcio­

nes de vida y los estilos de vida de los adolescentes de clase

trabajadora estaban estructurados por la posición de clase.

Sin embargo, al mismo tiempo, los aspectos de la desigualdad

educacional y la delincuencia juvenil eran definidos cada vez

más como «problemas» individuales y autónomos, que po­

drían ser completa y adecuadamente entendidos y tratados

por investigación especializada y reformas terapéuticas. Con-

347

Page 353: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

secuentemente, las implicaciones más amplias de estos estu­

dios fueron dejadas en gran parte inexploradas, y la escritura

imperante en juventud permaneció firmemente casada al mito

del desclasamiento.

La visión de la juventud como la vanguardia del cambio

social alcanzó su cenit con la emergencia de la «contracultura»

a finales de los sesenta. Este desarrollo tomó a la mayoría de

los comentaristas casi completamente por sorpresa, y, en

ausencia de un análisis coherente de clase, la mayoría giró

hacia teorías idealistas. El libro de Charles Reich, The Greening

of America, un best seller en ambos lados del atlántico,

tipificaba el tren dominante del argumento:

Antes siempre los jóvenes se sentían más amarrados a sus

situaciones inmediatas que a una «generación». Pero ahora

una cultura entera, incluyendo música, ropas y drogas, empe­

zó a distinguir a la juventud. Al hacerlo, el mensaje de concien­

cia fue con ella.

La conciencia es capaz de cambiar y de destruir el Estado Cor­

porativo, sin violencia, sin tomar el poder político, sin derrocar

a ninguno de los grupos existentes ... ( 1972: 189, 253).

Al parecer, la juventud estaba en el proceso de volverse

una generación «en sí misma» con estilo y conciencia distinti­

va, y los Hippies aparecieron como una guardia de avanzada,

«ensayando in vivo posibles soluciones culturales a los pro­

blemas centrales de la vida planteados por la sociedad emer­

gente del futuro» -una sociedad de prosperidad y esparci­

miento (Davis, 1970: 330)-.

El final de los sesenta marcó un punto de quiebre, pero el

movimiento significativo no fue un avance hacia la abundan­

cia, sino un retorno a la austeridad. Mientras la situación

económica de las sociedades del capitalismo avanzado em­

peoraba, se volvió cada vez más aparente que los conflictos

Page 354: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

clave del futuro no serían contestaciones entre generaciones

sobre modos de conciencia y estilo cultural, sino luchas entre

clases y facciones de clase sobre recursos y opciones básicas

de vida. Pero no era simplemente cuestión de quitarle el polvo

a viejas teorías. La complejidad de los cambios sociales que

habían tenido lugar con la guerra quizá no había disuelto la

estructura de clases, pero ciertamente había alterado muchas

de las formas en que la gente la experimentaba y sobrelleva­

ba. Consecuentemente, los sociólogos que reconocían la

centralidad de la clase se vieron enfrentados con el problema

de desarrollar un análisis lo suficientemente sensitivo para

sobrellevar las complejidades de la situación contemporánea.

Esto nos remite a nuestra tarea básica.

La juventud presenta un problema particularmente dificulto­

so para analizar. El período de posguerra ha visto la

institucionalización final de la adolescencia a través del estable­

cimiento de la escolaridad secundaria universal y la emergencia

de un completo complejo de instalaciones de esparcimiento y

entretenimiento apuntados específicamente a la juventud. Es­

tas agencias no han alejado a los adolescentes del sistema de

clases como sostuvieron los teóricos de la «cultura juvenil»,

pero han ubicado a la juventud en una relación especial con ese

sistema. Así, la edad se ha vuelto una mediación cada vez más

importante de la clase (especialmente para las mujeres),

estructurando tanto las formas de la experiencia de clase como

las maneras en que estas experiencias son atravesadas. Al mis­

mo tiempo, las ideologías que apuntalan las nuevas institucio­

nes de la juventud -ideologías de oportunidades equitativas, de

soberanía del consumidor y, sobre todo, de la adolescencia

como un período especial y de importancia sin igual- continua­

ban disimulando la centralidad de las desigualdades de clase y

enfatizando la primacía de las divisiones etarias. Por consiguiente,

la retórica de la separación generacional y la igualdad entre

jóvenes se mantuvo muy disponible, ofreciendo un marco apre-

349

Page 355: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

miante para los entendimientos de sentido común sobre la es­

tructura y el cambio social. Como resultado, la edad es impor­

tante, no sólo como una mediación de la experiencia de clase,

sino además como una mediación de la conciencia de clase.

La relación entre conciencia de generación y conciencia de

clase constituye así un tópico importante para la investiga­

ción. Es importante no sólo porque es indispensable para re­

construir una sociología de la juventud, sino también porque

es central para un análisis adecuado de cómo se forma la

conciencia de clase y de cómo esta formación puede ser blo­

queada o impedida. En este tiempo, las exploraciones sobre

esta relación se han desarrollado en dos direcciones principa­

les: la primera brota de un resurgimiento de interés en el es­

quema de Manheim, y la segunda, de los avances en el análi­

sis subcultural.

Mapeando la conciencia: Manheim y más allá

La ráfaga inicial de especulación sociológica que saludaba

la emergencia de la «contracultura» fue muy rápidamente se­

guida por un sinnúmero de averiguaciones empíricas en el ori­

gen social e ideologías de los Hippies y Comuneros. Estos

estudios confirmaron lo que los comentaristas más perceptivos

habían dado cuenta largamente -que la ucontracultura» era

esencialmente un movimiento de la juventud educada de cla­

se media-. Esto trajo a su vez un resurgimiento del interés en

el esquema de Manheim, y más particularmente en su con­

cepto de la «unidad generacional». Así la «contracultura» fue

cada vez más caracterizada, no como la conciencia cristaliza­

da de la juventud, sino como un «estilo» distintivo de una

«unidad generacional» particular.

Sin embargo, no sólo fue recuperado el esquema de

Manheim, también fue extendido en tanto los investigadores

350

Page 356: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

reconocieron que la juventud contemporánea no sólo conte­

nía «un número de unidades generacionales diferenciales, an­

tagonistas», sino que esas divisiones se arraigaban en la es­

tructura más amplia de las inequidades de clase. Tal como lo

expresaron dos de los «nuevos» sociólogos americanos:

Un aspecto crucial pero subdesarrollado del análisis generacional

se ocupa de la importancia de los agrupamientos de clase en el

desarrollo de los aspectos basados en lo generacional, y la

necesidad de examinar la manera en que los agrupamientos de

clase superordinados y subordinados median la experiencia de

la pertenencia a una cohorte de edad. (Laufer y Bengston,

1974: 181, la cursiva es nuestra)

Aunque estos comentaristas admiten la importancia de la

clase, continúan tratando a la edad como el foco primario de

análisis. Por consiguiente, la clase aparece como una variable

secundaria que es primariamente relevante en tanto media­

ción de la experiencia generacional. Poco sorprendente es que

el trabajo empírico generado bajo esta formulación haya eludi­

do la cuestión de la conciencia de clase, y en cambio se haya

concentrado sobre el punto en el que la juventud de varias

posiciones de clase comparte la conciencia y estilo corporizado

en la «contracultura»90• Aun así, esta investigación marca un

avance distintivo sobre el trabajo reciente de Frank Musgrove,

que continúa devaluando la importancia de la clase e insistien­

do que la «contracultura es el espíritu dominante de una nue­

va generación» ( 1974a: 35) 91• Sin embargo, estudios recien­

tes sobre conciencia de clase entre adolescentes están igual­

mente desorientados, en tanto ignoran completamente la cues­

tión de la conciencia generacional92•

90 Ver, por ejemplo, Patricia Kasschau, Edgard Rasnford y Vern Bengtson (1974). 91 Ver también Frank Musgrove (1974b). 92 Ver, por ejemplo, Robert Stradling y Elia Zuriek (1973).

351

Page 357: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

El siguiente paso es moverse hacia un análisis más com­

prensivo que explore la relación entre conciencia de clase y de

generación, y la relación de ambos con las concepciones globales

de los adolescentes sobre la estratificación social. Para empe­

zar, necesitamos detallar mapeos de las categorías y teorías del

sentido común a través de las cuales Jos adolescentes en dife­

rentes posiciones sociales describen y explican el sistema de

estratificación. Hasta ahora, Jos intentos más consistentes y

mejor trabajados en mapear Jos entendimientos cotidianos so­

bre la estratificación han venido desde sociólogos interesados

en la conciencia de clase. Consecuentemente, trabajos recien­

tes en esta área proveen un punto de partida conveniente para

un examen crítico de metodologías disponibles.

En un trabajo reciente, Michael Mann ha distinguido prove­

chosamente cuatro niveles de conciencia de clase: identidad -la definición de uno mismo en tanto compartiendo una posi­

ción de clase particular-; la percepción de la estructura de

clase como centrada en la oposición permanente entre capital

y trabajo; totalidad -la aceptación de los primeros dos niveles

como la característica decisiva de la situación social propia y

de la sociedad como un todo-; y, finalmente, la visión de un

orden social alternativo hacia el cual uno se mueve a través

de la lucha de clases (1973: 13). Generalmente, el trabajo

británico reciente sobre conciencia de clase se ha concentra­

do en los primeros dos niveles, enfocándose en las identifica­

ciones de clase de la gente y en las imágenes globales de la

estructura de clase.

Casi todos estos estudios están basados en una batería de

preguntas más o menos estándares formuladas en un cuestio­

nario o en el curso de una entrevista. A primera vista, estas

preguntas parecen ser perfectamente categóricas, por ejem­

plo, «Mucha gente habla de las diferentes clases sociales en

Gran Bretaña. ¿Qué piensa que se quiere decir con el término

'clase social'? ¿Cuántas clases sociales hay?» (Stradling y

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Page 358: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Zuriek, 1973: 298). Sin embargo, preguntas como estas se

apoyan en la crucial pero no testeada suposición de que los

que responden tienen una definición clara de «clase» que for­

ma la base de una imagen coherente de la estructura de clase

global. Este supuesto es altamente problemático.

Estudios recientes, incluyendo nuestra propia investigación

en curso, han indicado que las concepciones de clase son

tangenciales o irrelevantes para la comprensión sobre la estra­

tificación por parte de un gran número de personas. Esto no

significa que no están enterados de las profundas divisiones y

antagonismos sociales, sino simplemente que este conocimiento

no se ha cristalizado alrededor de la noción de clase. De allí

que, como recientemente nos han hecho recordar dos sociólo­

gos británicos, los «sentimientos de subordinación, discrimina­

ción, injusticia y hostilidad que son la esencia de la oposición

de clase ... pueden surgir en un número de sectores de la vida

social y ser expresados en términos en los cuales la palabra

'clase' jamás es usada» (Moorhouse y Chamberlain, 1974: 390).

Esta no es una percepción particularmente asombrosa o nueva.

Ha sido aprovechada por incontables trabajadores sociales y

maestros confrontados con la hostilidad de sus cargos de clase

trabajadora. Como lo expresó un profesor harto de una escuela

conflictiva en el Londres Victoriano:

... aquí la apariencia de la chaqueta de uno es para ellos una

insignia de clase -aunque tal vez no conozcan el significado de

la palabra, saben muy bien, o al menos sienten, que nosotros

somos la representación de los seres con quienes alguna vez

consideraron estar en guerra. (citado en Carpenter, 1968: 60)

Tal vez los etnometodólogos estén en lo correcto al afirmar

que cada cual en su propia forma es un sociólogo, pero esto

no significa que todos piensen y hablen como un sociólogo.

Consecuentemente, no podemos dar por sentado que la clase

Page 359: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

constituye una categoría central en el vocabulario cotidiano

de la gente. Al contrario, cuán lejos se está de esto es materia

para investigación empírica, y debemos prestar particular aten­

ción a los casos donde las situaciones de clase son descriptas

en otros términos. De hecho, necesitamos restaurar la cate­

goría de «falsa conciencia» al centro del análisis.

No obstante, incluso donde el término «clase» es usado,

podría tener resonancias que evadan las clasificaciones socio­

lógicas estándar. Por ejemplo, un estudio australiano reciente

halló que un número considerable de entrevistados vio prima­

riamente a la clase en términos de una división entre gente que

era esnob y se mantenía distante y gente que se mezclaba

fácilmente con un rango amplio de grupos sociales (Hillier, 1975).

Puede ser, como lo sugiere el propio autor, que el esnobismo es

un concepto particularmente resonante entre los australianos,

pero también suena muy frecuentemente en el contexto britá­

nico, como en este extracto de The Paint House:

... cuando iba a la escuela pensaba que era de clase media,

¿sabés? Entonces decía a mi mamá «somos de clase media» y

ella decía «Vos no sabés un carajo; los de clase media son

esnobs». Y yo no entendía. Yo pensaba que si no eras un vaga­

bundo eras de clase media. Pensaba esto porque siempre había

gente más pobre que uno en la escuela ... entonces uno debía

ser de clase más alta. (Daniel y McGuire, eds., 1972: 73)

Este tipo de concepciones localizadas de clase son de he­

cho la regla más que la excepción, como lo ha señalado tan

elocuentemente David Lockwood:

En su mayor parte, los hombres visualizan la estructura de

clases ... de su sociedad desde las posiciones ventajosas de su

propio medio particular, y sus percepciones de la sociedad más

amplia variarán acorde a sus experiencias de la inequidad so-

354

Page 360: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

cial en las sociedades más pequeñas donde viven sus vidas

diarias. ( 1966: 249)

Un conocimiento detallado de los contextos sociales con­

cretos se vuelve esencial para un análisis adecuado de la con­

ciencia social. Esto significa ir más allá de los crudos indicadores

de posición de clase y examinar los modos en que la estructu­

ra de clase es en efecto experimentada y entendida al nivel de

la vida cotidiana.

Sin embargo, al mismo tiempo es importante no perder de

vista el hecho de que las concepciones localizadas de clase

son desarrolladas dentro de un marco global provisto por la

ideología hegemónica. Son consecuentemente los productos

no sólo de los esfuerzos persistentes de la gente por imponer

significado a su propia experiencia inmediata de la inequidad y

subordinación, sino además sus propios intentos de apropiar­

se y reelaborar las definiciones de la situación ofrecidas por

los medios masivos de comunicación y Jos sistemas educati­

vos. El resultado característico es una amalgama incómoda de

extrapolaciones desde la experiencia personal y de elementos

derivados de la ideología dominante93• De hecho, «una situa­

ción social que establece una imagen coherente de la socie­

dad podría bien ser la excepción más que la regla» (Cousins y

Brown, 1972: 3). Consecuentemente, estudios que pasan por

alto estas inconsistencias inevitablemente ocultan la comple­

jidad de la conciencia social.

Disyuntivas y contradicciones sobre la conciencia de clase

parecen ser particularmente características de los adolescen­

tes, precisamente porque están enredados en instituciones

que explícitamente devalúan y disimulan la centralidad de las

desigualdades de clase y ofrecen una concepción alternativa

que enfatiza la importancia de las diferencias de edad. El im-

93 Este punto es iluminadamente discutido en Theo Nichols (1974).

355

Page 361: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

pacto que esta celebración insistente de la juventud tiene so­

bre la conciencia de clase de los adolescentes mantiene un

tópico clave para la investigación futura. El trabajo reciente de

gente como Richard Brown, Jim Cousins y Theo Nichols sugie­

re que, sensiblemente manipuladas, las entrevistas y los regis­

tros a sistemáticos todavía tienen mucho para dar. Pero incluso

en su mejor intento estas técnicas tienen un inconveniente se­

rio. Porque se concentran exclusivamente en la verbalización

de la conciencia, ignoran los modos en que la conciencia social

es objetivada y expresada a través de otras formas de acción

social y cultural94• Eventualmente, entonces, es necesario para

el análisis «ir más allá de las concepciones cotidianas particula­

res ... y mostrar las consecuencias de estas formulaciones y su

aplicación en acción» (Hillier, 1975: 22). El intento de desarro­

llar tal análisis ha formado una de las trayectorias principales de

investigación reciente sobre subculturas juveniles, incluyendo

el trabajo del Centro de Birmingham.

Leyendo el Estilo: direcciones en el análisis subcultural

La versión particular del análisis subcultural que nos pre­

ocupa aquí se enfoca en la forma en que las experiencias de

adolescentes compartidas socialmente -en posiciones de cla­

se particular- son expresadas y negociadas colectivamente a

través de la construcción de estilos de distintivos esparcimien­

tos. Los estilos subculturales son constituidos por una amal­

gama de elementos extraídos de dos fuentes principales -las

culturas de clase «situadas», arraigadas en la familia y el ba­

rrio, y los sistemas de símbolos «mediados», patrocinados por

los sectores de la industria del entretenimiento orientados a la

juventud-. Sin embargo, estos elementos no son tomados en

94 Para una discusión perceptiva de las limitaciones de las técnicas que recaen en las verbalizaciones, ver Paul Willis (1974).

356

Page 362: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

orden. Al contrario, los estilos subculturales son el producto

de un proceso acumulativo de selección y transformación a

través del cual objetos, símbolos y actividades disponibles

son removidos de su contexto social normal, despojados de

algunas o todas sus connotaciones convencionales y

reelaborados «por miembros del grupo en un nuevo y cohe­

rente todo con su propia significación especial» (Ciarke y

Jefferson, 1974: 15). Una parte central de este proceso su­

pone apropiarse de los artefactos y mercancías, ostensible­

mente desclasados, de la industria de «cultura adolescente» e

investirlos con significados y resonancias basadas en la clase.

Los estilos subculturales pueden de esta manera ser vistos

como expresiones codificadas de conciencia de clase trans­

puestos en el contexto específico de la juventud y como refle­

jo de la manera compleja en que la edad actúa como una

mediación tanto de la experiencia de clase como de la con­

ciencia de clase.

Desde que los estilos subculturales son expresiones codifi­

cadas de la conciencia, el acto primario de análisis es un acto

de decodificación. Por consiguiente, «leer» el estilo, en el sen­

tido de revelar los significados ligados a sus elementos cons­

titutivos y a las relaciones entre ellos, es visto como prove­

yendo un método para mapear la conciencia de clase de la

juventud como un todo complejo y contextualizado. A través

de su «lectura» sensitiva y elaborada del estilo, sostenido por

un grupo de chicos de clase trabajadora en el norte de París,

por ejemplo, Jean Monod (1967) es capaz de presentar una

explicación texturada con precisión de sus concepciones sub­

yacentes de la estratificación social. Pero, hasta la fecha, los

intentos más exhaustivos de «lectura» de estilo han venido de

la investigación inglesa sobre la juventud de clase trabajado­

ra, en particular el informe pionero de Phil Cohen sobre las

subculturas del East End ( 1972) y el subsiguiente trabajo lle­

vado a cabo por el Centro de Birmingham sobre el estilo de los

357

Page 363: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Teds, Mods y Skinheads95• Tomados en conjunto, estos estu­

dios ofrecen un enfoque original a las relaciones entre clase,

edad y conciencia, que nadie seriamente interesado en las

posibilidades de desarrollar una sociología más adecuada de

la juventud contemporánea puede darse el lujo de ignorar. Sin

embargo, al mismo tiempo, el enfoque presentado en estos

estudios está sometido a varias limitaciones importantes.

El análisis subcultural contemporáneo tiene sus raíces en

la investigación sobre delincuencia y aún refleja las preocupa­

ciones de esa área. Por lo tanto, las investigaciones recientes

continúan aquel trabajo al enfocarse en lo desviado más que

en lo convencional, en adolescentes de clase trabajadora más

que en aquellos de clases medias e intermedias, y, lo más

crucial de todo, en muchachos más que en chicas. Como re­

sultado de estos desequilibrios y hiatos, el alcance de los es­

tudios recientes continúa siendo relativamente restrictivo. El

dejar de lado a los adultos es otro vacío significante en la

literatura disponible.

En contraste a la insistencia simplista de los teóricos de la

«cultura juvenil» en la creciente «brecha» entre generaciones,

los defensores del análisis subcultural siguen a David Matza

( 1961, y Matza y Sykes, 1961) en acentuar los patrones com­

plejos de continuidad y disyunción entre las subculturas juveni­

les y las culturas de los adultos en las cuales están alojadas.

Phil Cohen, por ejemplo, argumenta que «la función latente de

la subcultura es ... expresar y resolver, aunque 'mágica mente',

las contradicciones que continúan ocultas o irresueltas en la

cultura parental» (1972: 23). Asimismo, John Clarke y sus co­

laboradores sugieren «que los Skinheads pueden ser 'leídos'

como un intento de revivir una cultura que estaba cambiando y

siendo incorporada dentro de nuevas negociaciones propias con

la cultura dominante como una respuesta a su posición estruc-

95 Ver, por ejemplo, John Clarke, Dick Hebdige y Tony Jefferson (1974).

358

Page 364: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

tural cambiada» (1974: 155). A pesar de la importancia teórica

asignada a las culturas parentales en estos estudios, no las

examinan empíricamente, y, consecuentemente, las relaciones

culturales cruciales entre las generaciones son dejadas en gran

parte al nivel de la aserción. Por lo tanto, el paso siguiente es

moverse hacia un análisis más simétrico, que tome adolescen­

tes y adultos en las mismas posiciones básicas de clase y exa­

mine en detalle las correspondencias y variaciones en sus res­

pectivos patrones de experiencia de clase, conciencia de clase

y acción cultural. Tal análisis es indispensable si estamos por

arribar a un entendimiento más adecuado y fundamentado de

la forma en que la posición de edad actúa como una mediación

de la posición de clase.

Los estudios subculturales están basados en la suposición

muy razonable de que, ya que las opciones de los adolescen­

tes para la acción probablemente están bastante restringidas

dentro de la situación laboral, sus respuestas a la posición de

clase estarán más completamente articuladas en las esferas

del consumo y el esparcimiento. En su conjunto, este supues­

to nace de la evidencia disponible. Sin embargo, al mismo

tiempo, este énfasis en la importancia del esparcimiento ha

orientado a los investigadores a concentrar casi todo su es­

fuerzo en esta área y a prestar relativamente poca atención a

las experiencias laborales de los adolescentes. Esto ha produ­

cido la paradójica situación en la cual un enfoque, que explíci­

tamente establece los vínculos entre la posición de clase y la

conciencia de clase, carece de un análisis adecuado de la

mediación más poderosa e insistente de la posición de clase:

la situación laboral. Sin una detallada comprensión de las for­

mas en que las desigualdades de clase son experimentadas y

negociadas al punto de la producción, cualquier intento por

relacionar formas particulares de conciencia y respuestas cul­

turales a posiciones de clase particulares será necesariamente

parcial.

359

Page 365: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Evidentemente, llenar estos vacíos es una prioridad obvia

para la investigación futura, pero no es sólo cuestión de su­

mar más estudios. También hay problemas importantes de

método para ser confrontados y trabajados.

Los estudios de subcultura comienzan tomando estilos

subculturales distintivos y los grupos que los involucran, y

luego trabajan hacia atrás para descubrir su base de clase. El

resultado es una elegante y eminentemente plausible explica­

ción de la relación homóloga entre estilos culturales y situa­

ciones estructurales. Sin embargo, si este procedimiento es

invertido, y el análisis empieza desde la posición de clase más

que de las respuestas culturales, se presenta un serio proble­

ma en tanto pronto se vuelve aparente que la misma posición

estructural puede generar y sostener una variedad de respues­

tas y modos de adaptación.

Estudios recientes en áreas de la clase trabajadora, por

ejemplo, sugieren que varias subculturas juveniles distintivas

pueden coexistir dentro de la misma localidad, cada cual dibu­

jando sus emblemas y seguidores de chicos ubicados esen­

cialmente en la misma situación de clase. La investigación de

Stephen Buff en Chicago (1970), por ejemplo, mostró que,

mientras la mayoría de los chicos en el área mantenían el

estilo dominante «Greaser»96, una minoría significativa había

gravitado hacia el estilo «hippie» generado por dentro de la

clase media. Peter Willmott ( 1968) halló un grupo similar de

«desertores» de clase entre los chicos Bethnal Green a media­

dos de los sesenta. A partir de allí, el problema no es sólo

explicar por qué estilos como los Teds, Greasers y Skinheads

se desarrollan entre grupos particulares de la juventud de cla­

se trabajadora en puntos específicos en el tiempo, sino ade­

más por qué adolescentes que comparten la misma posición

de clase pueden sentirse atraídos por estilos desarrollados por

96 «Greaser», porque andaban en auto y por la grasa que se ponían para el jopo.

Page 366: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

otras facciones de clase. Para explicar estas variaciones suti­

les en las afiliaciones subculturales y conciencias subyacen­

tes, necesitamos de alguna forma ir más allá de los indicadores

relativamente crudos de posición de clase que son usados a

menudo -ocupación parental, posición escolar, etc.- y exa­

minar las mediaciones concretas a través de las cuales las

desigualdades de clase son en efecto experimentadas y com­

prendidas al nivel de la vida cotidiana.

Los estudios de Willmott y Buff también plantean otro pro­

blema para el análisis subcultural, y uno del que hemos venido

dando cuenta cada vez más en el curso de nuestra reciente

investigación en Leicester. Es la cuestión de la juventud «con­

vencional».

La teoría subcultural proveyó originalmente uno de los prin­

cipales pilares teóricos del estudio. Consecuentemente, comen­

zamos a esperar que los estilos subculturales nos proveyeran el

canal dominante a través del cual los adolescentes articulaban

sus definiciones de sí mismos y de su situación social, una

expectativa que parecía ser sostenida por los resultados de un

estudio piloto anterior (Murdock y McCron, 1973). Sin embar­

go, cuando la fase principal del trabajo de campo estaba inicia­

da, se volvió cada vez más claro que un número de encuestados

no estaba involucrado en ninguna de las subculturas disponi­

bles en la ciudad. En cambio, tendían a orientarse alrededor de

los estilos patrocinados por las agencias oficiales de juventud o

por la industria dominante de entretenimiento adolescente. En

contraste con las formaciones subculturales, estos estilos no

eran reconfigurados o adaptados en mayor medida, sino que

eran tomados más o menos intactos. Lejos de desafiar u opo­

nerse al sistema de significación dominante, eran de hecho sus

expresiones o extensiones. Sin embargo, un análisis compren­

sivo de la juventud necesariamente debe ser capaz de acomo­

dar y explicar no sólo la desviación y el rechazo, sino también la

convención y la complacencia. Por definición, sin embargo, las

Page 367: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

subculturas sólo pueden existir debajo de la cultura dominante;

no pueden existir dentro de ella, y, consecuentemente, el aná­

lisis subcultural no puede sobrellevar los estilos juveniles «con­

vencionales». Este no es un argumento para echar por la borda

el análisis subcultural, pero es un argumento para reconocer

sus limitaciones.

Conclusión

En el presente, la compleja y sutil interacción entre posi­

ción de clase, posición etaria y conciencia social ha comenza­

do a atraer la atención de sociólogos a ambos lados del Atlán­

tico, y ha generado hasta el momento varias líneas de análisis

diversas y en gran parte autosuficientes. Pero, si los estudios

disponibles aún no han resultado en un enfoque coherente y

unificado al área, al menos han cristalizado, aunque sólo por

omisión, qué supone un acercamiento de ese tipo.

En primer lugar, debe ser comprensivo e incluir aquellos

grupos juveniles que han sido ignorados o relegados a la peri­

feria de los informes disponibles. En segundo lugar, debe ser

simétrico y lidiar no simplemente con adolescentes, sino tam­

bién con adultos, y con las relaciones entre ambos. En tercer

lugar, debe estar anclado en un examen empírico detallado de

los contextos concretos de trabajo y no-trabajo a través de

los cuales las desigualdades de clase son en efecto mediadas

en la experiencia cotidiana. Sin embargo, al mismo tiempo,

debe ser capaz de mostrar cómo las formas de la conciencia y

acción generadas en estos contextos son insertadas en, y

modeladas por, formaciones estructurales e ideológicas más

generales. Esto requiere un análisis estructural e histórico de

las relaciones entre los cambios en la posición social y cultural

de la juventud y los cambios en la estructura de las relaciones

de clase y los sistemas de significación basados en la clase.

Page 368: Resistencia a Traves de Rituales

' Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Sin ese nivel de análisis macro, el poder explicativo del enfo­

que se volverá severamente restringido. En consecuencia,

desarrollar enlaces conceptuales y empíricos entre instancias

específicas y procesos sociales y culturales generales presen­

ta un problema central. Pero es un problema que debe ser

confrontado y sobrellevado para que, en última instancia, la

adecuación del enfoque bosquejado aquí dependa de su capa­

cidad de iluminar las relaciones entre biografía e historia. Cla­

ramente, tal enfoque no puede ser erigido sobre las bases de

ninguna metodología individual. En efecto, hacer un fetiche

de procedimientos particulares y técnicas empíricas es casi la

manera más rápida de llevar a la quiebra una línea de análisis

promisoria. Procurando que sus limitaciones sean reconoci­

das y tenidas en cuenta, el análisis subcultural, las entrevistas

sensitivas y la «nueva» historia social, todos tienen algo dis­

tintivo para contribuir.

Reconstruir la sociología de la juventud entre las líneas

perfiladas aquí no será fácil, pero argumentaremos que el es­

fuerzo vale la pena. Es importante no sólo porque contiene la

promesa de un análisis más comprensivo de la juventud de

estos días, sino además porque es indispensable para un en­

tendimiento más adecuado de la formación de la conciencia

de clase y las dinámicas de la «falsa» conciencia en la Gran

Bretaña moderna. Tal como las imágenes tempranas de la ju­

ventud fueron embrujadas por el espectro del socialismo, el

socialismo contemporáneo está encantado por la mitología

dominante de las generaciones. La desmitificación es así un

paso necesario hacia el exorcismo.

Page 369: Resistencia a Traves de Rituales

CHICAS Y SUBCULTURAS: UNA EXPLORACIÓN

Ange/a McRobbie y Jenny Garber

Más arriba, en este mismo volumen, fue marcado que las

subculturas «proveyeron a una parte de la juventud de clase

trabajadora, fundamentalmente varones, una suerte de estra­

tegia para negociar su existencia colectiva concreta» (subra­

yado nuestro). La ausencia de las chicas en la literatura de

esta área es un poco llamativa y demanda explicación. Muy

poco parece haber sido escrito acerca del rol de las mujeres

en los agrupamientos juveniles en general. Están ausentes de

los estudios etnográficos clásicos sobre subculturas, de las

historias del «pop}> (como la de Nutall, de 1970), de los rela­

tos personas (como los editados por Daniel y McGuire en 1972)

o de las investigaciones periodísticas (como la de Fyvel, de

1963). Cuando aparecen, es o bien de modo que acríticamente

refuerzan la imagen estereotipada con la que somos tan fami­

liares -por ejemplo, según la referencia de Fyvel, en sus estu­

dios sobre los Teddy Boys, a «adolescentes tontas y pasivas

crudamente pintarrajeadas)) ( 1963)- o bien son presentadas

de modo evanescente y marginal:

Es como si todo lo que se relacionase con nosotras fuesen

sólo notas al pie del texto principal, sólo merecedoras de un

comentario excepcional. Aparecemos en escena en algún lu­

gar entre la «juventud» y «otros asuntos». Nos encontramos

Page 370: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

en la cultura de los hombres como «de paso» y periféricamente.

De acuerdo con todas las reflexiones, no estamos ahr.

(Rowbotham, 1973: 35)

La dificultad es cómo entender esta invisibilidad. ¿Acaso

las chicas, por razones que podríamos descubrir, realmente

no están activamente presentes en las subculturas juveniles?

¿O acaso hay algo en el modo en el que estas investigaciones

están hechas que las vuelve invisibles?

Cuando las chicas son consideradas en la literatura

etnometodológica, tiende a ser en términos de su grado, o

falta, de atractivo sexual. Pero esto es también difícil de inter­

pretar. Tomemos, por ejemplo, el comentario de Paul Willis

sobre las chicas independientes en la subcultura motoquera

que investiga:

Lo que parece unirlas es un deseo común de estar vinculadas

con un hombre y una común incapacidad para atraer al hombre

a relaciones de largo término. Tienden a ser más desarregladas

y menos atractivas que las chicas con compromiso. ( 1972)

¿Es esto simplemente un tratamiento típico y despectivo

de las chicas reflejando el vínculo natural entre el investigador

masculino y aquellos hombres a los que interpela? ¿O sucede

acaso que el investigador, que está estudiando a los moto­

queras, sumido en el contexto de su trabajo, encuentra difícil

no tomar seriamente las actitudes y apreciaciones que los

muchachos hacen de las chicas, reflejándolas en su lenguaje

descriptivo e incluso adoptándolas como una perspectiva pro­

pia? Willis toma en cuenta alguna de las respuestas de las

chicas a sus preguntas -risitas, reluctancia a hablar, repliegue

en clichés, etc.-. Otra vez, estas respuestas son complejas y

difíciles de interpretar. ¿Son respuestas típicas a un investiga­

dor masculino, influenciadas por el hecho de que es un hom-

Page 371: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

bre, por su apariencia personal, atractivo, etc.? ¿O son res­

puestas influenciadas por el hecho de que es identificado por

las muchachas como «con los muchachos», estudiándolos y

en cierto sentido acompañándolos en sus apreciaciones de las

chicas? ¿O son estas respuestas características del modo en

que las chicas acostumbran a tratar el espacio que se les

asigna en una cultura dominada y definida por hombres? De­

bemos ser capaces de localizar e interpretar estas respuestas,

que son extraordinariamente complejas, antes de que poda­

mos entender las experiencias y posiciones que están siendo

mediadas a través de ellas. Por ejemplo, las chicas -especial­

mente las jovencitas-, ante situaciones definidas masculina­

mente (donde son etiquetadas y juzgadas sexual mente), pue­

den replegarse en una postura «groupie» o en clichés de los

cuales las «risitas» son un signo evidente. En otras situacio­

nes (por ejemplo, en las aulas), la solidaridad de grupo entre

chicas puede empujarlas hacia respuestas más agresivas, donde

usan su sexualidad para abrir caminos de acercamiento hacia

el joven profesor, o para perturbarlo y minar su autoridad. El

punto importante es que tanto las respuestas defensivas como

las agresivas están estructuradas en reacción contra una si­

tuación donde las definiciones masculinas (y, por lo tanto, el

etiquetamiento sexual, etc.) son dominantes. Por lo tanto,

tenemos que interpretar estas respuestas antes de poder defi­

nir apropiadamente el territorio en el que las chicas realmente

operan, el espacio en el que están tanto sexual como social­

mente localizadas.

Lo que sigue es simplemente un primer intento por esbo­

zar algunos de los modos en que podríamos pensar e inves­

tigar la relación entre las chicas y las subculturas. Al hacer­

lo, adoptamos algunas de las perspectivas bocetadas por los

muchachos en otras partes de este libro: por ejemplo, la cen­

tralidad de la clase; la importancia de las esferas de la escue­

la, el trabajo, el esparcimiento y la familia; el contexto social

Page 372: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

general en el que las subculturas emergen; los cambios es­

tructurales en la sociedad británica de posguerra que definen

parcialmente las diferentes subculturas. Debemos, sin em­

bargo, agregar la dimensión crucial de las estructuras de sexo

y género. La cuestión, entonces, es ¿cómo esta dimensión

modifica al análisis en su conjunto? Se ha argumentado que

la clase es una variable crítica al definir las diferentes opcio­

nes subculturales disponibles a los muchachos de clase me­

dia y trabajadora. Las subculturas de clase media, por ejem­

plo, ofrecen más «carreras» de tiempo completo, mientras

que las subculturas de clase trabajadora tienden a estar re­

ducidas a la esfera del esparcimiento. Esta estructuración de

necesidades y opciones por clase también debe funcionar

para las chicas. De este modo, para las chicas es probable­

mente más fácil encontrar carreras alternativas en, digamos,

las subculturas hippie o en las nuevas comunidades (ejempla­

res de la clase media) que, digamos, en la subcultura Skinhead.

Sin embargo, en general, los muchachos tienden a tomar

opciones subculturales más que las chicas. Semejante análi­

sis sugiere que lo que es cierto para las subculturas de los

muchachos -por ejemplo, los efectos estructurales de cla­

se- es similarmente cierto para las chicas, sólo que no tan­to. Esto asume que los patrones subculturales son, en líneas

generales, los mismos para los muchachos y las chicas, sólo

que las chicas son necesariamente más marginales en todo

sentido.

Sin embargo, puede ser que la marginalidad de las chicas

no sea el mejor modo de representar su posición en las

subculturas. La posición de las chicas podría ser no marginal

o periférica, sino estructuralmente distinta. Puede ser que

sean marginales no simplemente porque las chicas son em­

pujadas por la dominación masculina hacia ~os márgenes de

cada actividad social, sino porque están centralmente en un

conjunto de actividades diferentes y necesariamente subor-

Page 373: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

dinadas. Tal análisis dependería no de la consideración de su

marginalidad, sino de su secundariedad estructurada. Si las

mujeres son «marginales» respecto de la cultura masculina

del trabajo (de clase media y obrera), es porque son centrales

y pivotales en un área subordinada, que refleja, pero en un

modo complementario y subordinado, las «arenas» masculi­

nas dominantes. Son «marginales» respecto del trabajo por­

que son centrales a la esfera subordinada y complementaria

de la familia. De modo similar, la «marginalidad» de las chi­

cas en las subculturas activas y de foco masculino del espar­

cimiento de la juventud de clase trabajadora puede dar cuen­

ta de que las chicas tienen una posición poderosamente pre­

sente en las subculturas «complementarias», pero más pasi­

vas, de los fans y los clubes de fans.

Teniendo en cuenta este argumento general, ahora po­

demos tratar de identificar un número de cuestiones claves

a las que trabajos subsecuentes pueden dirigirse. (1) ¿Real­

mente las chicas están ausentes de las principales subcul­

turas de posguerra? ¿O están presentes pero invisibles? (2)

Donde están presentes y visibles, ¿fueron sus roles iguales

a los de los muchachos, sólo que más marginales? ¿O fue­

ron diferentes? (3) Ya sea marginal o diferente, ¿la posición

de las chicas es específica a las opciones subculturales? ¿O

sus roles reflejan la subordinación social más general de

las mujeres en las áreas centrales de la cultura establecida

-hogar, trabajo escuela, esparcimiento-? (4) Si las opcio­

nes subculturales no están inmediatamente disponibles para

las chicas, ¿cuáles son los modos diferentes pero comple­

mentarios en que las chicas organizan su vida cultural? ¿Y

son estos modos, considerados en sus propios términos,

susceptibles de ser pensados como subculturales? (Las sub­

culturas femeninas pueden haberse vuelto invisibles porque

el propio término «subcultura» ha adquirido tonos masculi­

nos tan notorios.)

Page 374: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

¿Las chicas están realmente ausentes de las subculturas?

El factor que más obviamente hace difícil de responder esta

pregunta es la dominación del trabajo «sociológico» (en la

mayoría de las áreas de la escolaridad académica) por hom­

bres. Paradójicamente, la exclusión de las mujeres ha sido tan

característica en las nuevas teorías «radicales» o escépticas

como lo ha sido en la criminología tradicional. Los editores de

Critica/ Crimino/ogy argumentan que la «nueva teoría de la

desviación», a menudo dedicada a «una celebración en lugar

de un análisis de las formas desviadas con las que el teórico

de las desviaciones podría identificarse morbosamente -iden­

tificación de intelectuales débiles con desviados que parecen

tener más éxito en el control de los eventos» (Taylor, Walton

y Young, 1975)-. Con la posible excepción de la desviación

sexual, las mujeres constituyen una categoría social poco ce­

lebrada por los teóricos radicales y críticos. Esta invisibilidad

general ha sido, por supuesto, consolidada por la reacción

social a las manifestaciones más extremas de las subculturas

juveniles. La prensa popular y los medios se han concentrado

en los incidentes sensacionalistas asociados a cada subcultura

(ej.: las matanzas de los Teddy Boys, las batalles entre los

Mods y los Rockers). Una consecuencia directa del hecho de

que son siempre los aspectos violentos de un fenómeno los

que califican como noticias es que son esas precisamente las

actividades subculturales de las que las mujeres tienden a estar

excluidas. La imagen popular de una subcultura tal como es

codificada y definida por los medios tiene inequívocamente su

énfasis en la membresía masculina, en las «inquietudes» mas­

culinas y en los valores masculinos. O, tal como ocurre con la

subcultura hippie, cuando las mujeres aparecen como compo­

nentes del pánico moral generado, se las muestra usualmente

como relegadas a roles relativamente más inocuos -por ejem­

plo, como sexualmente permisivas-.

~6q

Page 375: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

La invisibilidad femenina en las subculturas se vuelve en­

tonces una profecía autocumplida, un círculo vicioso, por una

variedad de razones. Puede ser que las chicas/mujeres no ha­

yan jugado un rol vital en estos agrupamientos. Por otra parte,

el énfasis en la documentación de estos fenómenos, en lo

varonil y masculino, refuerza y amplifica nuestra concepción

de la subcultura como predominantemente masculina. Nues­

tro «adentramiento» en las relaciones entre las chicas y las

subculturas no es fácil. Evidencias secundarias sugieren, por

ejemplo, que hay pequeños grupos de chicas que se veían a sí

mismas como Teddy Girls, que se identificaban con la cultura

de los Teddy Boys, que bailaban con los Teds en sus boliches,

que iban al cine con ellos y que aparentemente sentían cierto

placer morboso al estar relacionadas con la naturaleza violen­

ta de los hechos instigados por los Teddy Boys. Pero hay

buenas razones por las cuales esto no pudo ser una opción

abierta para muchas chicas de clase trabajadora.

Aunque las chicas participaron en el incremento general de

los ingresos disponibles para la juventud durante los años cin­

cuenta, su disponibilidad de dinero no era tan alta como la de

los chicos. Más importante aún, los modos de gastar han sido

poderosamente estructurados en direcciones diferentes para

chicas y para chicos. Las chicas de clase trabajadora, aunque

estaban parte de su tiempo en el trabajo, permanecían más

enfocadas en sus casas, en la maternidad y en el matrimonio

que sus hermanos o que sus pares varones. Pasaban más tiem­

po en sus hogares. La cultura Teddy Boy era un escape de la

familia y hacia la calle y el café, así como hacia la noche y a los

viajes de fin de semana «a la ciudad». Las chicas ciertamente

se arreglaban y salían, ya sea con sus novios o, como grupo de

chicas, con un grupo de chicos. Pero ellas merodeaban menos

y permanecían menos en las calles y esquinas. En el sistema de

valores parentales se esperaba que los chicos se divirtiesen

cuando pudieran (aunque muchos padres de clase trabajadora

370

Page 376: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

consideraban el tipo de «diversión» de los Teddy Boys como

bastante excéntrico); pero las chicas estaban expuestas al do­

ble requerimiento de divertirse en tanto no se metiesen en pro­

blemas. El tabú sexual y el marco moral regulatorio en el que

estaba encarnado continuaron trabajando más notoriamente

contra las chicas que contra los chicos. Mientras los chicos

podían pasar mucho tiempo merodeando por el territorio, la

pauta para las chicas estaba más firmemente estructurada por

el estar en casa, prepararse para salir (frecuentemente con otras

chicas) para tener una cita, y salir. Los muchachos que estaban

de juerga social y sexualmente podían luego moderarse y

estabilizarse, mientras que, para las chicas, las consecuencias

de ser conocidas en el barrio como adeptas a la juerga podían

ser drásticas e irreversibles.

Ciertamente, había más atención en el mercado del espar­

cimiento adolescente y sus manifestaciones (conciertos, gra­

baciones, revistas) que en la cultura juvenil de preguerra, y

chicos y chicas compartían esto. Pero muchas de estas activi­

dades fueron fácilmente apropiadas y encausadas hacia el es­

pacio cultural tradicionalmente definido de la casa o las ami­

gas -operando en lugares familiares y sin exposición a los ries­

gos de merodear por las calles y cafés-. Había lugar para un

buen trato entre la nueva cultura de consumo juvenil y la «cul­

tura de dormitorio» -experimentando con maquillaje, escuchando

grabaciones, leyendo revistas, debatiendo sobre novios, con­

versando, charloteando: dependía, fundamentalmente, de cier­

to acceso de las chicas a las habitaciones y al espacio dentro

(más que fuera) del hogar-, incluso si el dormitorio era incómo­

damente compartido con una hermana mayor.

Esto lleva a sugerir que las chicas estaban presentes, pero

en modos marginales o altamente estructurados, en la

subcultura de los Teddy Boys, pero que -siguiendo la posición

marcada arriba- su involucramiento estaba sostenido por un

patrón subcultural complementario, aunque diferente. El pun-

371

Page 377: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

to puede marcarse más concretamente diciendo que, mien­

tras la respuesta de muchos chicos a la emergencia del rock

and roll en este período fue volverse ejecutantes activos aun­

que fuesen altamente amateurs (la emergencia de los grupos

de skiffle), las chicas participantes en esta cultura se volvie­

ron o fans o coleccionistas de discos y lectoras de revistas

sobre héroes adolescentes. De hecho, no hay ni una graba­

ción de ningún grupo de skiffle femenino.

La situación es acentuada si tomamos una cultura igual­

mente dura y orientada a los hombres de dos décadas más

tarde, los Skinheads de los años setenta. Para juicio de los

medios populares sensacionalistas, comentado arriba, la ima­

gen mediática de los Skinheads es fundamentalmente mascu­

lina. Actualmente hay pequeños grupos de chicas Skinheads;

y, aunque su número no es significativo comparado con el de

los chicos, su presencia en los partidos de fútbol en un rol

activo -tratándose de un deporte y una ocasión tradicional y

masivamente masculinos- puede considerarse relevante. Por

otra parte, mientras las novias de los Teddy Boys lucían y se

vestían diferente de los chicos con quienes salían, algunas

chicas Skinheads lucen, se visten y actúan de modos simila­

res a los de sus novios Skinheads. Hay cierta leve evidencia

para sugerir una mayor participación directa de algunos gru­

pos de chicas en estas subculturas masculinas de clase traba­

jadora de los años setenta de la que, quizás, había en los años

cincuenta. Pero esto no está lo suficientemente documentado

como para permitir una hipótesis. Ciertamente, hoy hay ma­

yor cobertura mediática haciéndose preguntas acerca del

involucramiento de las chicas en actividades de grupos o pan­

dillas (incluyendo la violencia) que la que había en el período

de los Teddy Boys. Pero esto podría estar reflejando simple­

mente la contemporánea creciente visibilidad de las mujeres y

mayor atención a la pregunta por su posición en la cultura.

Nuevamente, es difícil sopesar cuánto ha cambiado realmente

372

Page 378: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

el rol de las chicas en las subculturas o cuánto su rol se ha

vuelto simplemente más públicamente visible. Ciertamente,

un párrafo como el que sigue, con su implícita atribución de

una conexión causal entre la violencia y la emergencia de los

movimientos de mujeres, no podría haber aparecido en los

años cincuenta:

¿Por qué las mujeres, tradicionalmente el sexo gentil, estén

tan predispuestas a recurrir a la fuerza? ¿Es simplemente por­

que la sociedad misma se esté volviendo más violenta, o es

parte de una lucha por la igualdad, una suerte de «todo lo que

un hombre puede hacer lo puedo hacer mejor»? (Berry, 1974)

Si queremos bocetar tentativamente algunas de las cosas

que formaron una suerte de puente entre la relativa ausencia

de chicas en la cultura de los Teddy Boys (excepto secunda­

riamente) y la pequeña indicación de presencia de chicas en la

cultura Skinhead, deberemos considerar al menos cuatro ras­

gos intermedios. En primer lugar está, a mediados de los años

sesenta, la emergencia de una subcultura de clase trabajadora

más suavizada en la cual las chicas participaron más abierta y

directamente (aunque permanecieron, por supuesto, subordi­

nadas a los muchachos). Esta es la subcultura Mod (discutida

más completamente abajo) en la que (a) había, claramente,

chicas Mod así como muchachos; y (b} las chicas y chicos

Mod lucían más similares entre sí, lo cual ocurría parcialmente

por que hecho de que (e) el estilo Mod y la preocupación Mod

por el estilo y la apariencia hizo a los muchachos, a ojos de

sus competidores Rockeros así como para sí mismos, más

«femeninos». En segundo lugar está la aparición, a fines de

los años sesenta, de una subcultura de clase media -los

Hippies-, en la que algunas chicas y mujeres jugaron un rol

activo y visible (aunque, debemos remarcar nuevamente, per­

maneciendo en una posición subordinada). En tercer lugar está

Page 379: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

el crecimiento -sin duda relacionado con cómo los estilos Mod

y Hippie fueron difundidos y difuminados por el mercado de la

moda y la industria de la imagen- de los estilos unisex, con

ropas diseñadas para ser usadas igualmente por chicas o chi­

cos, y el subsiguiente borroneamiento de las imágenes de moda

sexualmente distintivas. En cuarto lugar está la emergencia,

en el seno de la industria pop, de la estrella o cantante de rack

deliberadamente femenino, amanerado o bi o transexual. Esto

formó ciertas posiciones intermediarias en el trayecto que las

chicas han tomado desde una total invisibilidad a una relativa

visibilidad en las subculturas entre los años cincuenta y seten­

ta. Nuevamente, esto constituye un material cultural difícil de

ser adecuadamente documentado o interpretado. Sería impor­

tante, en cualquier interpretación más sustancial, notar simul­

táneamente el relativo cambio en la visibilidad cultural de las

chicas en relación con ciertas tendencias subculturales, y el

hecho de que, sin importar qué tan activo y visible pueda ser

un pequeño grupo de chicas, o qué tanto se difuminen las

imágenes basadas en uno u otro sexo, la subordinación relati­

va de las chicas en las subculturas aún permanece. Tal como

lo revelaría cualquier estudio de la iconografía de Mick Jagger,

Gary Glitter y David Bowie, es posible para las estrellas pop

masculinas ser a la vez más femeninos y agresivamente

chauvinistas de la masculinidad al mismo tiempo y con la mis­

ma imagen. La feminización de la imagen masculina puede no

revelar en ningún modo señal de liberación complementaria de

las mujeres de los dominios de la imagen femenina.

El hecho de que, a pesar de estos cambios superficiales en

la cultura actual, las actitudes tradicionales hacia la posición

de las chicas en las subculturas puedan no haber cambiado

mucho en dos décadas es evidente en las actitudes sexuales

de los muchachos Skinheads citada en The Paint House (Da­

niel y Maguire, eds., 1972). No hay nada nuevo en el tipo de

etiquetaciones crudas usadas, por ejemplo, por los mucha-

374

Page 380: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

chos citados en el capítulo «Jilly Crown, the Certified Whore»97 •

Lo que no sabemos es cómo las chicas responden a este

etiquetamiento -nuevamente, típicamente, en The Paint House

no hay contribuciones de chicas Skinhead-.

En resumen, la evidencia acerca de qué tan activas y pre­

sentes están las chicas en las principales subculturas de pos­

guerra es difícil de establecer finalmente, de un modo u otro,

en base a lo que es actualmente conocido. Ciertamente, el

peso de la evidencia que tenemos sugiere que la mayorfa de

las chicas organizan su vida social casi como una alternativa

al tipo de cualificaciones y riesgos que implica la entrada di­

recta a la cultura de los muchachos (sea sub o sea comercial).

Aunque las chicas saben que en lo que concierne al sexo los

chicos la tienen más fácil, no tienen un sentido de solidaridad

con las chicas que entre los muchachos son categorizadas

como fáciles.

Esto podría ser una evidencia no de la ausencia o presencia

de las chicas en las subculturas, sino de toda una red alterna­

tiva de respuestas y actividades a través de las cuales las

chicas negocian sus relaciones con las subculturas o incluso

toman movimientos positivos hacia afuera de las opciones

subculturales.

Donde las mujeres son visibles, ¿cuáles son sus roles? ¿Reflejan estos la subordinación general de la mujer en la cultura?

Tres imágenes habrán de ser importantes aquí, imágenes

en las que las chicas están claramente presentes, pero donde

el modo en que lo están sugiere el modo en que su subordina­

ción cultural es retenida y reproducida. La primera es la ima-

97 N. del T.: «Jilly Crown, la puta certificada».

375

Page 381: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

gen de las chicas motoqueras, vestidas de cuero, una suerte

de modelos de calendario subculturales -tal como aparecen

en la prensa-, representantes de una nueva especie de sexua­

lidad amenazante y agresiva. Esta imagen ha sido frecuente­

mente usada para anunciar en la prensa y los medios la nue­

va permisividad sexual. Pero es importante notar cómo esta

presencia fue codificada de un modo puramente sexual (aun­

que nuevo, moderno y audaz): los labios pintados, los ojos

oscurecidos, la expresión desganada y la campera de cuero

ligeramente abierta. Esta imagen subcultural estaba a sólo

un pelo de distancia de, por una parte, la nueva sexualidad

de la publicidad y el mercado moderno de la moda y, por otra

parte, del clásico fetichismo de la industria pornográfica. En

la apariencia de esta nueva permisividad sexual se mistifica­

ba la real subordinación sexual de la subcultura motoquera.

En la cultura motoquera en general, una chica permanece

excluida del centro de la cultura: depende del ofrecimiento

de un asiento trasero por parte de un muchacho motociclis­

ta. Pocas chicas penetraron en el núcleo simbólico de la sub­

cultura: la moto misma, el conocimiento técnico de la máqui­

na, de sus limitaciones y capacidades. La membresía de una

chica en el grupo dependía del muchacho con el que estaba,

era siempre condicional, siendo fácilmente expulsada del gru­

po en consideración del estado de su relación con los chicos.

En la versión más estrecha de la cultura de las motocicletas

-por ejemplo, en el grupo Hell's Angels- el foco del grupo

era abrumadoramente masculino: un machismo cultural de

hombres rudos. Sólo las pocas mujeres que podían ser tan

duras como los muchachos podían entrar al grupo, e incluso

entonces sólo siendo la mujer de un líder o una especie de

madre para el grupo. Hunter Thompson sugiere, en Hell's

Angels ( 1967), que los Ángeles frecuentemente trataban a

sus mujeres como objetos sexuales: eran o bien madres o

bien objetos de la pandilla. Los contenidos e imágenes de las

Page 382: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

relaciones en esta subcultura podrían haber sido nuevos y

altamente anormales: pero los Ángeles del Infierno tendían a

dividir a las mujeres entre aquellas mujeres con corazón de

oro que cuidaban de ellos y las prostitutas, usando una opo­

sición binaria tan vieja como las rocas.

Como sugerimos antes, la alta visibilidad de las chicas en

la cultura Mod es probablemente aún más relevante para

nuestro argumento. Las chicas siempre han tenido alguna

clase de trabajo en el breve espacio entre la escuela y el

matrimonio; pero, a inicios de los años sesenta, había más

jóvenes mujeres trabajando, y ciertamente se estaban abrien­

do nuevos tipos de ocupaciones, especialmente trabajos

glamorosos en boutiques, comercios de cosméticos o ropa,

y trabajos como secretarias, los cuales, aunque en última

instancia eran rutinarios y no ofrecían mucho futuro, tenían

la distinción de permitirles lucirse e ir a trabajar a la ciudad.

En las boutiques, el glamour y el estatus frecuentemente

compensaban los magros ingresos. La cambiante estructura

económica y laboral puede haber ayudado a las chicas ocu­

padas en estos trabajos a tomar una parte más activa en el

consumismo de la cultura Mod. Pero este mayor

involucramiento también estaba estructurado culturalmente.

La esencia Mod de un individuo «cool» podía ser más fácil­

mente sostenida por las chicas, en sus casas, escuelas y

trabajos, sin provocar reacciones de sus padres u otros adul­

tos, tal como sí ocurría con otros estilos subculturales más

agresivos. Los padres y maestros sabían que las chicas lu­

cían extrañas, con sus caras blancas y sus cabellos muy

cortos, pero, tal como Dave Laing señaló acerca de los Mods,

«había, en el modo en que se movían, algo que los adultos

no podía descifrar» (Laing, 1969). Esta relativa fluidez y

ambigüedad de la cultura significaba que una chica podía

andar por ahí sin necesariamente estar directamente asocia­

da a un muchacho: podía ser una Mod en una pareja Mod, en

Page 383: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

una multitud de chicas Mods o incluso sola. La participación

tenía mucho que ver con las vestimentas, la apariencia y el

look estilizado -como su contrapartida masculina, la chica Mod

demostraba la misma atención para el detalle al vestir, la

misma preocupación por la apariencia-. Las chicas Mods

pueden haber sido más visibles porque ellas y los chicos se

veían de modo similar -fue probablemente la difusión del

estilo Mod lo que llevó a la industria de la moda a la confec­

ción del género Unisex-. Pero, como hemos sugerido, puede

haber ocurrido porque la subcultura, como un todo, compa­

rada ya sea con los Teddy Boys o la cultura motoquera, se

veía, en conjunto, más «femenina» -imagen reforzada por la

elegancia de los Mods y su preocupación con el estilo y el

consumo de looks-. Es imposible decir a esta altura por qué

las actitudes severamente chauvinistas, comunes en otras

partes parecieron no ser tan preponderantes en los grupos

Mods; pero esta es ciertamente la impresión general que pre­

valece. La posición de la cultura Mod en el lado más femenino

del espectro subcultural tal vez reflejaba simplemente su opo­

sición a otras subcultura masculinas más duras que estaban a

su alrededor (la fuente de gran parte de la competencia entre

Mods y Rockeros). Tal vez reflejaba la ambición de ascender

socialmente como orientación de esta subcultura. Tal vez te­

nía algo que ver con la relativamente mayor confianza de las

chicas involucradas -una confianza en cuya constitución no

pasó desapercibida la emergencia, en esta época, de la cre­

ciente disponibilidad de pastillas anticonceptivas para las jó­

venes chicas solteras-. Por supuesto, no podemos afirmar

qué grupos tomaron ventaja en primer lugar de esta nueva

posibilidad, pero disponer de la misma debe haber aumentado

la confianza sexual; y, como hemos sugerido, para chicas en,

y alrededor de, una subcultura enfocada en los hombres, la

confianza sexual lógicamente ha tenido un impacto en la con­

fianza social y cultural.

Page 384: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

La tendencia general de las chicas a volverse más visibles

y relativamente autónomas en la subcultura Mod debe ser

tomada en consideración junto al sostenimiento continuado

de la estructura social y material básica determinante de las

vidas de las chicas y !imitadora de su relativa visibilidad/

autonomía/espacio. Como ha sido sugerido, la subcultura Mod

ha habilitado a algunos participantes experimentar ciertas

«relaciones imaginarias» en esas condiciones restrictivas, pero

sin trascenderlas. La relativa autonomía de las chicas Mods

reflejaba su prosperidad de corto término, los trabajos que

les daban dinero extra alcanzaban satisfacciones de corto

plazo, pocas oportunidades de hacer carrera, sin posibilida­

des de bonos de productividad o por horas extras, así como

tampoco incrementos salariales sustanciales una vez supe­

rados los veinte años. A la larga, si no tiene mayor educa­

ción, la chica en cuestión probablemente quedará expuesta

a desarrollarse sólo en cuestiones domésticas o femeninas,

cuidar a los niños, cultivar relaciones personales, prácticas

comerciales y clericales (Newson, 1948; 1963). No hay nada

que sugiera que la participación en la subcultura Mod de

repente cortara los lazos entre madres e hijas, o que haya

minado significativamente la autoconcepción y orientación

de las chicas hacia el matrimonio y la familia.

El término Hippie es, por supuesto, un término paraguas

que cubre una variedad de diversos grupos y tendencias. El

aspecto que es aquí más directamente relevante es el punto

a través del cual la mayoría de las chicas habría entrado de

algún modo en esta cultura amorfa: la cultura estudiantil de

clase media. Está disponible, para las chicas de clase media,

un mayor espacio desestructurado, ubicado en alguna parte

entre los confines de la actual subcultura Hippie y la cultura

de mercado de la cultura de la clase media. De este modo,

para la colegiala de clase media, o para la estudiante en su

primer año universitario, el departamento, en el que vive o al

379

Page 385: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

que visita, simboliza una adquisición negociada de territorio

que no puede ser penetrado por los padres, y que, debido a la

relativa naturaleza desestructurada de la vida estudiantil, no

puede ser prohibido. La chica estudiante de clase media tiene

más tiempo, horarios más flexibles, tres o cuatro años en los

que el matrimonio es positivamente desalentado y, finalmen­

te, un ambiente más relajado, una experiencia más total no

sólo estrictamente demarcada entre trabajo y esparcimiento,

todo lo cual permite el desarrollo de un estilo personal.

Por otra parte, dada esta flexibilidad, parece justo marcar

que hay poco cambio notable, tanto en esta cultura periférica

como en el cuerpo principal de la subcultura Hippie, respecto

de los roles tradicionalmente femeninos. Las imágenes típicas

que más asociamos a la cultura Hippie son las de la Madre

Tierra, la niña de pecho o la frágil dama prerafaelista. De nue­

vo, por supuesto, debemos estar prevenidos de los peligros

de aceptar acríticamente las imágenes que emergen de la co­

bertura mediática como parte de un pánico moral, aunque lo

más probable sea que este pánico represente un doble lazo

-permisividad sexual asociada con maternidad es más agra­

dable que una simple agresividad femenina-. Ciertamente,

como en áreas más convencionales de la música, es siempre

en tanto cantantes que las mujeres han logrado existir, y esto

debido presumiblemente a la singularidad única de la voz fe­

menina. Dado esto, los tipos de imágenes generalmente dis­

ponibles parecen ser muy limitados; las pocas mujeres que

han logrado ingresar en esta esfera generalmente dan con el

perfil de la gentil/lírica/introspectiva imagen de, digamos, Jony

Mitchel, o bien con la agresiva/marimacho/empapada en whisky

imagen asociada a Janis Joplin o Maggie Bell.

Como sea, sería errar el rumbo no percatarse del espa­

cio que la cultura subterránea provee para ocupaciones y

estilos de vida en los que las mujeres han figurado notoria­

mente.

Page 386: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

¿Tienen las chicas modos alternativos de organización para su vida cultural?

Parte de lo que ha sido conjeturado antes puede llevarnos

a la conclusión de que la mayoría de las chicas encuentra

estrategias alternativas a aquellas de las subculturas de chi­

cos. Lo que entonces importa es tal vez no la presencia o

ausencia de las chicas en las subculturas masculinas, sino los

modos complementarios en que las chicas actúan entre ellas

y con otros para formar por sí mismas una cultura distintiva.

Una de las formas más significantes de subcultura alternativa

entre las chicas es la cultura de las Teeny Booper. Aunque no

es de ningún modo un fenómeno nuevo (la relación entre la

chica y el ídolo pop ha existido en tos últimos veinte años), es

una de las formas disponible de subcultura más altamente

industrializadas -de hecho, está casi totalmente empaqueta­

da-. Evidencia de esto puede ser citada a través de toda la

trayectoria del pop, pero lo que es significativo acerca del

síndrome Teeny Bopper de tos años setenta es que estaba

expresamente dirigido a un mercado aún más joven, por ejem­

plo, a chicas de diez o quince años, demasiado jóvenes para

haber escuchado a los Beatles y que ciertamente no tendían

hacia el nuevo rack pesado (E.L.P, Ves, Led Zeppelin o Deep

Purple) que sus hermanos y hermanas mayores escuchaban

tan ávidamente. El atractivo de este mercado con su inestable

potencial (esta semana Mark Botan, David Cassidy la próxima)

ofrecía a maltrechas compañías de Fitms y promoción la chance

de obtener también sus beneficios.

Aun en relación con una red tan industrializada, podemos

localizar una variedad de procesos de negociación entre las

propias chicas.

a. La cultura Teeny Bopper puede desplegarse fácilmente, para

chicas de diez a quince años, en el hogar, requiriendo sólo

un dormitorio y un reproductor de audio y permiso para

Page 387: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jtNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

invitar amigas; pero esta situación puede ofrecer a las chi­

cas la oportunidad de tomar parte en un ritual cuasi-sexual

(es importante recordar que las chicas no tienen acceso a

los rituales masturbatorios comunes entre los chicos). Esta

cultura, a su vez, ofrece una chance para manifestaciones

tanto públicas como privadas: la habitación llena de pósters

o el concierto de rock.

b. La cultura Teeny Bopper es lo suficientemente flexible como

para permitir que cualquiera se una; no opera reglas de

exclusión o cualificación para el ingreso a la misma, siendo

así diferente del ambiente colegial, donde la participación

en ciertas actividades demanda cierto grado de competen­

cia y dinero.

c. No hay riesgos de humillación o degradación personal, de

sufrir exclusión o expulsión. Algunas de las Teeny Boppers

con las que hemos ~ablado muestran una notable concien­

cia del hecho de que los chicos están todos preocupados

por «una única cosa», y que las chicas tienen muchas

chances de perder en ese juego. El involucramiento en la

cultura Teeny Bopper puede entonces ser visto como un

refugio defensivo contra la posibilidad de ser etiquetadas

sexualmente, pero también un modo de desarrollar un alto

grado de autosuficiencia al interior de los agrupamientos

de chicas: «la pasamos bomba entre nosotras».

d. La obsesión con estrellas específicas, Donny Osmond, etc.,

puede ser vista como una reacción significativa contra las

estructuras autoritarias y selectivas que controlan las vi­

das de las chicas en el colegio. Esto es, la «obsesión» pue­

de ser un modo de alienar al maestro, y, si es compartida,

puede ofrecer una solidaridad defensiva, especialmente para

aquellas que se consideran a sí mismas como académica­

mente fracasadas.

Mientras pueda haber ciertamente elementos en la cultura

Teeny Bopper que permitan a las chicas negociar espacios por

Page 388: Resistencia a Traves de Rituales

r i ¡ ' Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

sí mismas, también debe ser dicho que las relaciones entre las

chicas y los ídolos están teñidas por elementos fantasiosos,

con el desplazamiento y la desexualización de los íconos del

mercado Teeny Bopper, patentemente comerciales y sexual­

mente manipulados. Aquí, el elemento de fantasía y fetichiza­

ción presente, en todo momento aunque en grados diferentes,

en el involucramiento comprometido -ya sea por las chicas o

los chicos- con las imágenes emblemáticas de la cultura pop

comercial está enraizado en un punto particularmente impor­

tante y poderoso. No caben muchas dudas respecto del hecho

de que las relaciones fantasiosas que caracterizan esta resis­

tencia dependen para su propia existencia de la adoradora mu­

jer subordinada que contempla al hombre en su pedestal. La

cultura también tiende a anticipar la forma de futuras relacio­

nes «reales», y, tal como está articulada en artículos de revis­

tas e historias, dirige a la chica hacia la esperanza del romance

y eventualmente hacia una versión idealizada del matrimonio. A

través de todo el espectro Teeny Bopper, la dialéctica es estre­

cha. El espacio pequeño y altamente industrializado para las

chicas de diez a quince años, disponible para crear áreas perso­

nales y autónomas, parece ser ofrecido sólo en el entendimien­

to de que estas estrategias simbolizan una futura subordina­

ción general, así como la presente.

Conclusión

Nuestro foco en este texto ha sido apartarse del simple

fenómeno subcultural de grupo, en tanto, según nuestra pers­

pectiva, el grupo subcultural puede no ser el mejor lugar en el

que encontrar el desarrollo de los rituales, respuestas y nego­

ciaciones. Creemos que, cuando la dimensión de la sexuali­

dad es incluida en el estudio de las subculturas juveniles, las

chicas pueden ser vistas negociando un espacio diferente,

Page 389: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ofreciendo un diferente tipo de resistencia a la que puede ser

vista, al menos en parte, como su subordinación sexual. Por

lo tanto, aunque pueda ser el caso que la cultura juvenil feme­

nina corresponda, en sus formas o actividades, a agrupamientos

masculinos no subculturales, tendemos sin embargo a acor­

dar con Jules Henry, quien, describiendo la experiencia de las

adolescentes norteamericanas, señalaba que:

A medida que se acercan a la adolescencia, las chicas no ne­

cesitan grupos; de hecho, para muchas cosas que hacen, ser

más de dos es un obstáculo. Los muchachos andan en banda­

das; las chicas raramente se juntan entre más de cuatro, mien­

tras que para los chicos un grupo de menos de cuatro es casi

inusual. Los chicos son dependientes de la solidaridad mascu­

lina con un grupo relativamente grande. En los grupos de chi­

cos el énfasis es la unidad masculina; en las camarillas de

chicas el propósito es dejar afuera a otras chicas. ( 1963)

Partiendo de nuestras investigaciones preliminares, debe­

mos agregar que la cultura de las chicas está tan bien aislada

que opera excluyendo efectivamente no sólo a otras chicas

indeseables, sino también a chicos, adultos, maestros e in­

vestigadores.

Page 390: Resistencia a Traves de Rituales

UNA NOTA SOBRE MARGINALIDAD

Rache/ Powe/1 y John Clarke

Es claro por todo lo dicho en el artículo previo que el análisis

de las formas de participación (o no participación) de las chicas

en subculturas plantea ciertas cuestiones teóricas importantes

que aún no han sido contestadas completamente. En esta nota

queremos enfocarnos en un concepto que, creemos, es em­

pleado incluso por aquellos analistas que están preocupados

por dar una explicación simétrica de la situación de las jóvenes.

Ese concepto -usado implícitamente y de forma inarticulada­

lo describiremos tentativamente como marginalidad.

Marginalidad se aplica tanto a las construcciones teóricas em­

pleadas, de forma cuasi-analítica, como a las percepciones de

la «realidad». En el primer modo es como si la totalidad social,

y la actividad subcultural dentro de ella, pudiera ser explicada

en términos de lo que Jos varones hacen, y entonces la activi­

dad de las chicas puede ser explicada a través de una más

amplia y sutil subdivisión de categorías. En el modo perceptual,

las actividades reales de las mujeres son vistas como teniendo

lugar en el mismo nexo estructural-cultural que las de los hom­

bres, pero en toda instancia la participación de las mujeres es

percibida como periférica a las tensiones, conflictos y negocia­

ciones principales que componen una situación de clase espe­

cífica. Creemos que este modelo {si, en efecto, es lo suficiente

sustancial como para ser llamado un modelo) es inadecuado.

Page 391: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Gráficamente sugiere una serie de círculos concéntricos:

mientras más lejos del círculo, más marginales son sus habi­

tantes para el centro de la cultura dominante -el mundo de la

clase media masculina adulta-. De este modo:

Diagrama A

El diagrama está esquematizado y seleccionado acorde a un

foco teórico: la actividad de las chicas potencialmente desvia­

das. Es como intentar elaborar un modelo de la sociedad com­

pleta a partir de un estudio de los Skinheads, y sus deficiencias

se vuelven más aparentes si preguntamos dónde deberían ir

Page 392: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

otras mujeres. Por ejemplo, ¿están las mujeres adultas de clase

media más cerca de las de clase media menos marginales que

de los hombres adultos de clase trabajadora? Una pregunta de

ese tipo no tiene una respuesta satisfactoria única, pero sí

mengua la validez de tal modelo. El modelo tiene cierto poder

descriptivo que deriva de suposiciones sobre la centralidad y el

carácter privado de la familia, y la familia concebida como la

esfera apropiada de las mujeres.

Desde estos supuestos, no hay problema sobre dónde situar

a las «otras mujeres» -sabemos dónde están, no están allí, son

absorbidas por la privatizada y socialmente invisible vida fami­

liar-. Se mantienen fuera del mundo del poder, la competencia

y el conflicto, y consecuentemente sólo las chicas que están

por fuera de la familia (y, más recientemente, chicas y mujeres

«violentas») entran en esa arena del desafío y el control. Esa

ubicación ideológica de las mujeres puede ser diagrama así:

Diagrama B

MUJERES

HOMBRES

mujeres Violentas

Mundo Competitivo del Trabajo, 111 Cla11 y el Poder

Page 393: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Desde el punto de vista de la cultura dominante, hay en

efecto un tipo de problema de marginalidad representado aquí;

es la problemática específica de una formación particular de

ideología y control. Desde ese punto de vista, el «problema de

las mujeres» puede ser formulado así: ¿Cómo manejar el ((pa­

saje peligroso}} de las chicas jóvenes, desde el cuidado parental

-fuera de un faml'lia- y hacia un rol maternal -de vuelta en una

nueva familia-?

Argumentaremos que tal concepción de un problema de

control nos conduce a pensar el problema de la marginalidad de

una manera muy diferente: mirar el problema como identifican­

do un potencial «Vínculo débil» en la reproducción de las rela­

ciones sociales nos conduce a mirar las relaciones de las chicas

con las estructuras institucionales más importantes diseñadas

para efectivizar esa transición. Esto permite la posibilidad real

de un análisis simétrico, analizando las relaciones diferenciales

de chicos y chicas en la misma serie de instituciones mayores.

Por diferencial entendemos un reconocimiento de la relativa

notabilidad y poder de cada institución en relación con chicos o

chicas a través de ese pasaje. Hemos señalado anteriormente

en este volumen que las subculturas (masculinas) habitan los

puntos débiles entre hogar/escuela y trabajo. Un análisis simé­

trico respecto de las chicas nos guía a la naturaleza de esa

transición (a la pregunta de si las chicas se ubican en la misma

relación de marginalidad que los chicos con esas instituciones)

y a formas disponibles en que pueden habitar dicho pasaje.

Como punto de partida debemos (sobre)esquematizar los dos

pasajes como sigue:

Page 394: Resistencia a Traves de Rituales

Diagrama C

HmiBRE Clase trab~ ad.or<&

~IL1ER Clase traba.j ad.or<&

Notas:

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

FAMILIA--- escuela.---- trabajo ----TRABAJO

bamo ESPARCIMIENTO ESPARCIMIENTO

............................... FAMILIA .......................... ..

FAMILIA ----------

escuela. banio espa.rcimi.ellto

es pa.Eimi.ento

FAMILIA

TRABAJO

esptrdm.intt.o

1 . La familia de origen ejerce un sostén ajustado y más perma­

nente sobre las chicas que sobre los chicos, ambos en tér­

minos de sus funciones para su economía interna y como

una capacitación práctica para su pasaje a lo siguiente.

2. La reproducción de la muchacha como «esposa/madre» es

reforzada en otras esferas institucionales (escuela: dismi­

nución de oportunidades, capacitación «vocacional» feme­

nina, etc.; esparcimiento: feminidad consumible, romance,

etc.).

3. El trabajo existe como una fuente potencial de relativa liber­

tad (económicamente, etc.), pero es contrarrestado por: (a)

la concepción dominante de este como una interrupción en

la carrera dominante basada en la familia; y (b) los patrones

de la residencia hogareña entre chicas trabajadoras -en par­

te impuestos por los niveles salariales de las mujeres-.

Nuestro argumento es, entonces, que las mujeres no habi­

tan una parte separada e invisible de la formación social, sino

que están involucradas exactamente en las mismas estructu­

ras institucionales que los hombres, pero en relaciones dife-

~so

Page 395: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

rentes. Es la división ideológica dominante entre Hogar y Tra­

bajo la que estructura la invisibilidad de las mujeres, y no su

ausencia real del mundo del trabajo. Su identificación única­

mente con el mundo «privatizado» de la familia ha enmascara­

do, en primer lugar, el histórico (no natural y por mucho tiem­

po muy desigual) traslado del trabajo al hogar, y, en segundo

lugar, la continua presencia de mujeres trabajadoras (además,

enmascara la presencia del hombre en el hogar). Hombres y

Mujeres no habitan dos mundos separados empíricamente,

sino que pasan a través de las mismas instituciones en rela­

ciones diferentes y en trayectorias diferentes.

Podríamos, bruscamente, diagramar la estructura entrela­

zada como en el Diagrama O.

Notas al Diagrama D:

1. Como el diagrama intenta sugerir, el «espacio social» tanto

de hombres como de mujeres, de jóvenes y de adultos,

está firmemente estructurado por la clase.

2. Dada esa división básica, sin embargo, las barreras socia­

les de edad, sexo y en algunos casos la clase misma mani­

fiestan grados variados de permeabilidad acorde a la posi­

ción real dentro de la estructura. La permeabilidad relativa

está definida por la economía básica y las formas ideológi­

cas, pero es experimentada principalmente como una cir­

cunstancia biográfica (ver Critcher, abajo).

3. Las dimensiones de posible actividad para ambos sexos

están construidas alrededor de ciertas oposiciones, pero

donde para el hombre las oposiciones dominantes son aque­

llas de trabajo/no trabajo, administración de mano de obra

y trabajo/esparcimiento, la experiencia de la mujer de esas

mismas oposiciones está fuertemente revestida por la en­

fática oposición familia/no familia.

390

Page 396: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

4. Para las chicas, entonces, el «espacio» real para la activi­

dad subcultural no es marginal, pero sí más ajustadamente

estructurado que el disponible para los chicos. Está delimi­

tado por una subordinación doblemente estructurada, y los

elementos disponibles para un bricolaje subcultural (ver

artículo de Estilo, abajo) llevan una carga incluso más pe­

sada de significado previamente establecido.

Diagrama D

cine trabajadora

""'-.,1 ----

1

"""" --------- 1 1 "~--

1 1 -----------~ 1 ..~<:'__- FAUIUA '

J_-..--- """-, (prestigio) ~PERMISIVIDAD""""

s "glamorosas") '

1 --------- SUBCULTURAS adulto CLASE

391

Page 397: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Finalmente, entonces, nos gustaría hacer un esbozo tentati­

vo de alguna de las formas en que las chicas pueden habitar la

transición hacia la «maduración», junto con algunas observa­

ciones sobre sus consecuencias para la reproducción de los

roles femeninos. Para la chica de clase trabajadora, un reperto­

rio áspero de estas formas -no exhaustivo y de ninguna mane­

ra discreto o aun elegido- puede ser de la siguiente manera:

Diagrama E

«Madre «Cultura de la «Chicas «Grupos» de «Mujer «Escorias»,

joven» habitación» de casa» la discoteca Profesional» «Putitas»

Estas formas (probablemente hasta incluyendo la de «Mujer

Profesional», cuya trayectoria puede ser vista como una aco­

modación dentro de la antítesis familia/no familia, pero sobre

cuyas actividades de esparcimiento no podemos decir nada aquí)

giran todas alrededor de definiciones particulares de la femini­

dad: incluyen tanto las relaciones reales («noviecitas») como

las relaciones cruzadas sexualmente potenciales/imaginadas,

reproducen en variadas formas una u otra de las formas de la

sexualidad y subordinación femenina, incluso donde no hay

empíricamente presente ningún hombre. Podrían romper la con­

cepción familiar dominante de la sexualidad (por ejemplo, las

«putitas»), pero, incluso haciéndolo, refuerzan otra concepción

de las relaciones sexuales hacia el hombre, reproducen la sub­

ordinación. Involucran la aceptación de, o la negociación con,

el componente fundamental de su propia identidad. Negocia­

ciones que involucran la exploración de las contradicciones en

la definición de la sexualidad femenina. La más ampliamente

publicitada de estas formas, especialmente, presenta estas ten­

siones ideológicas claramente: Teeny Bopper (adolescentes que

392

Page 398: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

bailan música de moda) como en Sexo-en-tensión-con-la-mino­

ridad (¿cuándo es apropiado el sexo?); fans de Sexo-en-ten­

sión-con-la-distancia (¿dónde es el sexo, en la cabeza o en el

cuerpo?); groupies de Sexo-en-tensión-con-la-familia (¿para qué

sirve el sexo?).

Pero las chicas, además, están ideológicamente motivadas

a ver su identidad sexual como una avenida de movilidad so­

cial, tanto si es definida (como es lo normal para los chicos)

como un pasaje a través de las fronteras de clase o como un

pasaje temprano en el estatus de la madurez, volviéndose Ma­

dre en la «propia» familia. Donde el Diagrama D sugiere que,

para los jóvenes de clase media, las fronteras de edad pueden

ser vistas como relativamente permeables, para las chicas de

clase trabajadora otras formas de permeabilidad se pueden su­

ceder -semi-fantaseadas, ciertamente, pero también posibles

en algún grado-. Esto es, en contraste con la experiencia de los

chicos de clase trabajadora, la actividad de esparcimiento de

las chicas puede ofrecer en sí un elemento de «carrera». Algu­

nas formas de pasaje, a través de las fronteras entrelazadas,

minimizan claramente este elemento -transiciones en zonas

ocupadas por hombres jóvenes de clase trabajadora, como con

algunas chicas Skinheads rudas, o algunas chicas Mod duras-.

Otras, sin embargo, involucran transiciones hacia el territorio

de los jóvenes de clase media, como algunas de las chicas

hippies de la clase trabajadora, algunas «estrellas» Mods incor­

poradas altamente exitosas, pueden ofrecer un considerable­

mente amplio prospecto de «Carrera». E ir derecho y ser «chi­

cas de casa» -atravesando los límites de edad en un matrimo­

nio y la maternidad tempranos, territorio adulto de la clase tra­

bajadora- ofrece la carrera más reconocida de todas.

Estas notas, por supuesto, se tornan esquemáticas. Lo que

necesitamos ahora son estudios etnográficos detallados para

ver si nuestro modelo funciona.

393

Page 399: Resistencia a Traves de Rituales

LAS POLÍTICAS DE LA CULTURA JUVENIL

Paul Corrigan y Simon Firth

Como nos ocupamos de las implicancias políticas de la

cultura juvenil, debemos empezar por subrayar que nuestras

aseveraciones son tentativas y, en un sentido, negativas -ya

que parten de una crítica a las conclusiones y asunciones de

la mayoría de los estudios existentes sobre la juventud británi­

ca-. Nuestro análisis continuará con lo delineado por Phil Cohen

(1972) al poner en contexto la subcultura juvenil en un marco

de clase -nuestro interés está en las políticas de la cultura

juvenil de clase trabajadora98-, pero nuestra estrategia es algo

diferente de la suya: lo que queremos sugerir es que los erro­

res en los que caen los analistas de la juventud en particular

están relacionados con los que cometen los analistas de la

clase trabajadora británica en general: en otras palabras, una

comprensión de las implicancias políticas de la cultura juvenil

de la clase trabajadora debe estar basada en entender la cul­

tura de la clase trabajadora como un todo.

98 El análisis político de la cultura juvenil ha sido horriblemente confundi­do con el desarrollo, desde mediados de los sesenta, de la «contracultura» de la juventud burguesa. Tanto estudiantes como hippies son objeto de un tipo de análisis que es inapropiado para los adolescentes de clase trabajadora (aun si la distinción entre un grupo y otro no es absoluta, como algunos escritores -por ej., Gram, Murdock- han sugerido), y a este respecto no prestamos atención a, por ejemplo, Blackburn y Cockburn, eds. ( 1969), o Neville ( 1971). Hay mucho trabajo por hacer todavía so­bre las relaciones entre los diversos grupos juveniles.

394

Page 400: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

La literatura existente sobre la cultura de la clase trabaja­

dora británica -sea esta literatura de sociología académica o

de marxistas activos- está unida por un hilo común, la noción

de incorporación ideológica. Cualesquiera sean las diferencias

en su lenguaje, la lógica de los teóricos de derecha o izquierdá

es remarcablemente similar: el problema -la clase trabajadora

británica es políticamente no revolucionaria/quieta/pasiva-;

razón -la cultura de la clase trabajadora tiene su raíz en valo­

res no revolucionarios/quietos/pasivos-; explicación -la clase

trabajadora ha sido ideológicamente incorporada, sus valores

reflejan una profunda aceptación de la cultura burguesa-. Este

tipo de argumento puede encontrarse en una variedad de so­

ciólogos (Marshall, 1963, Runciman, 1966, Goldthorpe et al.,

1969) y marxistas (especialmente los escritores de New Left

Review, siguiendo a Gramsci, 1971 ). Aun aquellos autores

que han criticado parcialmente este acercamiento (Frank Par­

kin, 1971, y John Westergaard, 1974, por un lado, y Edward

Thompson, 1965, por el otro), fracasan en explicitar sus cru­

ciales reduccionismos. Apuntaremos a dos en particular: pri­

mero, el argumento que iguala cultura con ideología pero no

logra ubicar a la ideología en su contexto estructurado e insti­tucional; segundo, el argumento que trata a la clase trabaja­

dora como un receptor pasivo de esta cultura y no logra ras­

trear los procesos activos por los que una cultura es creada

desde una experiencia material. Resumiendo, las políticas de

la clase trabajadora son explicadas haciendo referencia a pro­

cesos intelectuales e ideales, procesos que, más aun, no invo­

lucran conflicto alguno.

El análisis de la cultura juvenil de la clase trabajadora des­

cansa exactamente en el mismo tipo de simplificación, tal vez

de manera no tan obvia. La sociología de la cultura juvenil ha

sido en general la prerrogativa de teóricos de la conducta «des­

viada» y superficialmente se ha focalizado así en aquellos jó­

venes que parecen actuar contra los valores burgueses. Pa-

395

Page 401: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

radójicamente, sin embargo, las explicaciones para este com­

portamiento dependen de un argumento que acentúa la acepta­

ción de los valores burgueses por parte de estos grupos -el

«desvío» es resultado de una contradicción (para el desviado

como individuo) entre estos valores y la posibilidad material de

vivir de acuerdo con ellos-; el acercamiento subcultural a la

delincuencia, desde A. K. Cohen (1955), pasando por Cloward

y Ohlin ( 1960), hasta David Downes ( 1966), es una teoría de la

incorporación un tanto equivocada. Inclusive el cambio de én­

fasis de Stan Cohen ( 1973) (del proceso en el cual la desvia­

ción es creada por el analista) deja el punto básico intacto: la

juventud «desviada)) sólo puede ser entendida en referencia a

los valores burgueses. Para los sociólogos, la cultura juvenil

sólo tiene implicancias políticas negativas: los delincuentes son

chicos incorporados sin problemas99• Hay poco desacuerdo con

estas conclusiones de parte de los marxistas que, casi sin ex­

cepción, interpretan la experiencia diaria de los adolescentes

de clase trabajadora como una total (y completamente satis­

factoria) manipulación de un potencial proletario en el modelo

mismo del consumidor capitalista. Las mismas asunciones son

hechas sobre la juventud como sobre la clase trabajadora como

un todo: no hay un estudio sobre el contexto institucional en el

cual la gente joven se confronta con la ideología burguesa; no

hay estudio sobre la manera en la que los jóvenes crean su

cultura de acuerdo con su experiencia.

La conclusión que sacamos de la literatura existente sobre

la cultura juvenil es que nada puede ser dicho sobre sus

implicancias políticas porque esas políticas no han sido consi-

99 La bibliografía sociológica sobre la juventud de clase trabajadora no delincuente es liviana y tiende a focalizarse solamente en aspectos parti­culares de su vida (por ej., la escuela o la transición de la escuela al trabajo, o el juego). El único intento de un análisis general en el que podemos pensar es Willmot ( 1969), un libro importante aunque más no sea por su punto inmediato: que la «cotidiana» cultura juvenil de la clase trabajadora no es burguesa.

Page 402: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

deradas en la discusión. Si las instituciones están excluidas

del análisis, si no se presta ninguna atención al rol activo de la

gente joven en su cultura, entonces nada puede ser dicho

acerca de las luchas concretas en las que los jóvenes pueden

(o no) estar involucrados: la cultura joven es no-política por­

que así ha sido definida. De acuerdo con nuestro propio traba­

jo sobre el tema 100, una descripción emerge del comporta­

miento y las ideas que ciertamente no son burguesas (aun en

el sentido de ser una formación por reacción a valores burgue­

ses); el problema es cómo evaluar esta realidad políticamente,

cómo desarrollar un acercamiento a la cultura juvenil en el

cual las políticas sean el centro del análisis.

Otra vez tomamos nuestra guía del problema más amplio so­

bre cómo analizar la cultura de la clase trabajadora como un

todo. Si observamos a esta cultura históricamente es claro que

lo que estamos observando es la historia de una clase luchando

por sobrevivir y lidiar con una variedad de instituciones burgue­

sas (el mercado, el lugar de trabajo, la educación, el sistema

político, la ley, etc.). La cultura de la clase trabajadora no puede

ser comprendida sin referencia a estas instituciones, pero tam­

poco puede ser entendida sin referencia a las luchas involucradas

-la clase trabajadora no ha sido (ni podría ser, dada su base

material) incorporada dócilmente, simplemente al nivel de las

ideas-. Tomando nuestra propia guía de Gramsci (1971 ), cree­

mos que la historia de la cultura de la clase trabajadora no puede

ser comprendida sin referencia a la historia del Estado, a la histo­

ria de esas instituciones que funcionan para reproducir y mante­

ner las relaciones sociales del capitalismo, en parte, precisamen­

te, buscando incorporar a la clase trabajadora ideológica e

institucionalmente. El Estado tiene fuerzas materiales e ideológi­

cas, la incorporación ha significado tanto la destrucción como la

creación de instituciones, ha involucrado una variedad de luchas

100 Ver Corrigan (en preparación) o Frith (en preparación - a).

397

Page 403: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subcutturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

además de la que se da en el plano de las ideas. Las políticas de

la cultura de la clase trabajadora sólo pueden ser comprendidas

en referencia a todas las luchas en las que la clase trabajadora

está envuelta. Esto puede ser ilustrado de mejor manera en refe­

rencia a la historia de la educación.

Educación: la clase trabajadora en una institución burguesa

¿Cuál es la naturaleza y altura de la reja con la que el patio

de juegos ha sido cercado?

Pregunta en el reporte de los Inspectores de

Escuelas de Su Majestad, 1840-1841

Una mirada superficial al memorando del Comité del Consejo

para la Educación (y el subsecuente Departamento de Educa­

ción) para 1840-1870 revela la manera en la que el Estado pro­

ducía una compleja maquinaria para regular la educación de la

clase trabajadora. A través dellnspectorado, el entrenamiento y

la certificación de los maestros, el recorte en subsidios para las

escuelas, y similares, una particular definición de educación ganó

ascendencia. Este proceso es definido en un número de estu­

dios, todos los cuales muestran el éxito de la burguesía en esta­

blecer su dominación de las estructuras educacionales (ver, por

ejemplo, Jonson, 1970; Hurt, 1972; Frith, en preparación - b.).

Este proceso puede ser (y ha sido) visto aislado, simplemente

como el crecimiento de la educación estatal; pero lo que estaba

involucrado no era sólo la imposición de la educación desde arri­

ba; había además, igualmente, una lucha contra las formas de

educación; contra, en particular, las instituciones organizadas

por la clase trabajadora para sí misma.

La educación nacional no era simplemente un asunto de pro­

veer una educación elemental a una clase que de otra manera

Page 404: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

estaba intelectual y moralmente desprovista: antes bien, era

un asunto de proveer una forma particular de educación a una

clase que tenía disponibles (aunque asistemáticamente) for­

mas alternativas de aprendizaje. (Frith, en preparación - b)

El crecimiento de la educación estatal no era simplemente

el crecimiento de su intervención en las vidas de la clase tra­

bajadora; era un proceso complejo que incluía a su vez la des­trucción de instituciones. Los medios alternativos de educa­

ción eran vistos como antitéticos respecto de las necesidades

para el desarrollo de una sociedad capitalista. Por ejemplo:

La educación en la escuela Zion difería de maneras significativas

de los procesos nacionales que estaban siendo desarrollados

contemporáneamente en las escuelas nacionales de Leeds. No

tenía especificidades por edad -chicos y adultos iban conjunta­

mente a las escuelas de los domingos y de la tarde, la biblioteca

y los salones de lectura. No requerfa presencia de tiempo comple­

to -era una educación diseñada para gente con ocupación de

tiempo completo. No había currículo obligatorio, sino una varie­

dad de actividades y contenidos educativos (enseñanza de las

tres «R», mejoramiento mutuo, instrucción religiosa, lectura de

diarios, etc.). Y, de todas maneras, la educación provista por la

escuela Zion no estaba relacionada sólo con el maestro -el acen­

to en el mejoramiento mutuo, la progresión natural de alumno

grande a maestro joven, borraba tales distinciones ... (/bid.)

Tales currículos y organizaciones (y, de hecho, experien­cias educacionales) basadas en la comunidad eran de un tipo

con el que los Inspectores Estatales de Escuelas se encontra­

ban frecuentemente:

Los mineros tienden, en general, a preferir mandar a sus hijos al

viejo tipo de escuelas diurnas mantenidas por miembros de su

399

Page 405: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

propia clase ... pocos de los maestros parecían realmente califi­

cados para enseñar, a su propio modo, todo lo que pretendían:

lectura, escritura, aritmética; pero la mayoría de ellos son, como

puede ser previsto, hombres de requerimientos muy humildes.

Los libros que usan son aquellos que los padres eligieron enviar.

Consecuentemente, no puede haber cursos regulares de ins­

trucción sobre nada. La Biblia o El testamento son leídos, pero

muy pocas explicaciones son intentadas. A cada niño es ense­

ñado el Catecismo que traiga consigo. (Tremenheere, 1844)

Uno puede ver el horror en la descripción de este inspec­

tor: tal educación era la anarquía -¡Los libros que ellos elegían

leer! ¡No hay maestros adecuados! ¡No hay organización! ¡No

hay estructura moral!-.

En todo lo relacionado con el conocimiento de su mundo circun­

dante, los trabajos de la sociedad, los muchos problemas eco­

nómicos y sociales que irrumpen diariamente en la atención del

trabajador, la mente de la juventud en crecimiento era librada a

su propia dirección, apta de esa manera a tomar los hechos y

principios como dictara la suerte. Generalmente son llevados a

error y perseveran con el mismo en tanto quieren que el conoci­

miento los posibilite para ver dónde se han equivocado. (!bid.)

A pesar de tales criticismos, estas instituciones indudable­

mente proporcionaban una «educación» de la misma manera en

que las escuelas nacionales financiadas por el Estado proveían la

suya. El punto es que estas dos formas de institución eran opues­

tas, una con el poder del Estado detrás suyo, la otra con presio­

nes particularizadas, locales, de su comunidad. Desde mediados

del siglo x1x en adelante, el poder del Estado era usado para crear

las estructuras que proveían a la burguesía con una definición de

educación y para destruir y desacreditar alternativas; este era el

proceso mediante el cual los corazones y las mentes de la clase

400

Page 406: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

trabajadora eran «capturados por» la ideología burguesa, a tra­

vés de los cuales la clase era «incorporada». Muchos marxistas

leyeron tal historia con un suspiro: la dominación burguesa está

establecida, la clase trabajadora no tiene el poder para resistir en

sus propias instituciones o recrearlas: dada la falta de estas ins­

tituciones, los trabajadores se convierten, inevitablemente, en

participantes de la versión burguesa de la educación -van a es­

cuelas burguesas, aprenden hechos y teorías burgueses, acep­

tan los valores burgueses-. Pero hay una asunción injustificada

en este argumento -lo que la historia de la educación describe es

un proceso de incorporación institucional-. Obviamente, este

proceso involucra una lucha ideológica, pero era una peleada en

términos de instituciones: un tipo de experiencia educacional era

reemplazado por otro. Ciertamente, la clase trabajadora estaba

enredada en la educación burguesa -la autoeducación localizada

del siglo x1x puede ser vista como el fútil gesto final en la lucha

de la clase trabajadora británica contra su incorporación101-;

101 Este comentario más bien críptico es una referencia a un punto que emerge en el debate Thompson/Anderson. Mucha de la evidencia que Thompson utiliza al pasar revista sobre cómo se hizo la clase trabajadora inglesa es de hecho evidencia de una fuerza de trabajo luchando para no volverse proletariado (disciplinado, atado al mercado, poder laboral). Esta (heroica) lucha ciertamente alimentó a la cultura que el proletariado in­glés subsecuentemente desarrolló, pero es importante subrayar que esta clase trabajadora no se creó a sí misma, fue «hecha» (para utilizar la importante palabra de Thompson) por la lucha entre las demandas capi­talistas y la respuesta de los trabajadores a estas demandas. En el debate Thompson/NLR, los protagonistas frecuentemente toman posiciones que representan sólo una faceta de la dialéctica (Thompson enfatizando la autocreacíón de los trabajadores, Anderson y Nairn enfatizando su de­pendencia de la burguesía). El historiador de la educación estaría come­tiendo el mismo error sí se moviera simplemente de un sobre-énfasis del rol burgués en la educación a uno sobre la autoayuda de los trabajadores. Fue parte de la lógica del capitalismo que una fuerza de trabajo estuviera adecuadamente educada, pero el hecho de que la resistencia fue de allí en más (y en este respecto) fútil no es para decir que la lucha no fue vitalmente importante para el subsiguiente desarrollo de la cultura de la clase trabajadora. (La principal referencia para el debate Thompson/NLR es: Thompson, EP, 1963, Anderson, 1964, Nairn, 1964 a, by e, Anderson, 1965 a, Thompson, EP, 1965, Anderson, 1965 b, Poulantzas, 1966.)

401

Page 407: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ciertamente, la cultura de la clase trabajadora debe ahora dar

cuenta de esta experiencia «burguesamente determinada», pero

«dar cuenta» de una institución no necesariamente implica acep­tarla. Para remarcar el punto de otra manera: la incorporación

institucional (que ha sido la experiencia de la clase trabajadora

británica durante los últimos 1 50 años) no es necesariamente incorporación ideológica, y nuestra objeción al análisis de la

cultura de la clase trabajadora (de derecha e izquierda) es que

esta distinción es confundida. Estos análisis leen la historia de

las instituciones como evidencia directa de la historia de la cul­

tura, esconden la complejidad real de esta relación, sus conclu­

siones políticas son, por lo tanto, sospechosas.

Las dificultades para un correcto análisis, a este respecto,

se vuelven claramente aparentes en el punto en que la expe­

riencia educacional se vuelve parte de la cultura juvenil. ¿Cómo

podemos dar cuenta políticamente de los chicos estudiantes de

clase trabajadora? Ellos van a escuelas burguesas, sus ideas

sobre lo que es la educación, para qué sirve y cómo debería

estar organizada son ideas incorporadas en sus escuelas, no

hay instituciones «educativas» alternativas, de clase trabajado­

ra, ni una noción de educación de resistencia como educación a secas. Y aun así, la evidencia demuestra que los chicos de la

clase trabajadora, en mayor o menor medida, sí resisten en el

sistema escolar -¿cómo explicar si no la sobrecogedora evi­

dencia (que cualquier maestro puede confirmar) de que una

escuela es un campo de batalla, variando las armas de los alum­

nos desde la apatía a través de la indisciplina a la ausencia?-. Y

en esta batalla la escuela siempre es (precisamente en términos

de ideología) la perdedora. Cada uso de poder represivo y for­

mal refuerza la experiencia de la clase trabajadora de educación

como imposición (y no como una gran-cosa-que-extenderá-mis­

horizontes-y-me-hará-una-buena-persona); cada experiencia (re­

gular) de fracaso confirma la realidad de que «en este lugar no

hay nada para mí» (Corrigan, en preparación).

402

Page 408: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Lo irónico de esta situación (algo que la mayoría de los

analistas no logran ver) es que la resistencia ideológica de los

chicos a la educación burguesa (su rechazo a un conjunto de

normas y valores) ocurre en un contexto de, y como resultado

de, su incorporación a las instituciones burguesas 102• El punto,

de hecho, es obvio: la experiencia de la clase trabajadora, aun

la de las instituciones burguesas, no es experiencia burguesa;

la situación de la clase trabajadora, aun con y entre institucio­

nes burguesas, no es una situación burguesa -esta es la reali­

dad del conflicto de clase (en cada esfera de la vida) que parece

haberse esfumado de los análisis funcionalistas-. Para resumir

esta discusión con referencia a la cultura juvenil (muchas otras

preguntas pueden hacerse acerca de la educación que no pode­

mos discutir aquí): la cultura juvenil debe ser entendida como

una respuesta a los problemas enmarcados en instituciones

burguesas, pero esa respuesta proviene de una experiencia de

clase trabajadora a ellas. El problema es ver en qué sentido aquí

respuesta equivale a resistencia y bajo qué circunstancias esa

resistencia tiene implicancias políticas.

Actualmente, no tenemos el tipo de conocimiento en el cual

basar respuestas claras a preguntas de este tipo, y queremos

concluir, en lugar de esto, sugiriendo líneas posibles para la

investigación que debe ser realizada. Primero, entonces, el aná­

lisis político de la cultura joven debe focalizarse en la medida en

la que es «de clase trabajadora» por sobre «joven» (de la misma

manera en la que las políticas educativas deben focalizarse en

102 La contradicción aparente de esta situación se refleja en el confuso y vago estado del pensamiento político de izquierdas sobre la ecuación. Por un lado, tenemos a los partidos políticos organizados de la clase trabajadora, marxistas y no marxistas por igual, liderando los movimien­tos durante los últimos cien años hacia aumentar la educación estatal que todos los días sus hijos resisten; por el otro, la izquierda menos organizada, enfocada en los chicos y de inspiración libertaria, que trata a las escuelas como directamente represivas, el ausentismo como práctica revolucionaria y buscan liberar a los chicos de la clase trabajadora de la educación (cfr. el debate sobre desescolarización).

Page 409: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

factores de clase y no sólo en las relaciones en el aula}. Esto no

implica negar que los jóvenes están en una situación «especial»

(en gran parte debido a su relativa -y sólo relativa- libertad

respecto de la familia y deberes ocupacionales), pero enfati­

zar esto hace imposible el análisis político. Para comenzar,

esto significa exagerar las diferencias entre la cultura juvenil y

su contexto de clase a expensas de las continuidades. El con­

cepto de «brecha generacional» (derivado de teorías sobre la

juventud de clase media) es inapropiado e incorrecto para los

adolescentes de clase trabajadora; aun si están involucrados

con diferentes instituciones provenientes de sus padres (la

escuela, etc.), la evidencia muestra que su respuesta a ellas

está basada en valores similares: si los adolescentes actúan

de manera «no adulta», la respuesta adulta sigue siendo tole­

rancia e incentivación -«los chicos son chicos», «pasa la bien

mientras puedas», «Ojalá yo tuviera tus oportunidades» 103-.

Hacer foco en la juventud de la cultura juvenil es hacerlo so­

bre las características psicológicas de la gente joven -su ado­

lescencia, sexualidad incipiente, dudas individuales, y así- a

expensas de sus características sociológicas, su situación en

la estructura de las relaciones sociales del capitalismo.

Los jóvenes de la clase trabajadora son, en términos socio­

lógicos, una actual y potencial fuerza de trabajo, y es esto (y

no su juventud) lo que determina su situación social y estruc­

tura sus relaciones institucionales (y es esto lo que unifica sus

diversas experiencias, los une con sus mayores y le da a su

cultura su potencial político). Nuestra segunda regla para in­

vestigadores es que todas las instituciones relevantes deben

estar conectadas en el análisis sociológico, tal como lo están

103 En una encuesta-cuestionario para chicos de quince-dieciséis años en Keighley (Yorks) en 1972, descubrí que la mayoría de estos chicos de clase trabajadora (a diferencia de sus coetáneos de clase media) no com­prendían las nociones de cultura juvenil o brecha generacional, no se pensaban a sí mismos como diferentes, en ningún aspecto, de sus pa­dres (Simon Frith).

404

Page 410: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

en la experiencia de la clase trabajadora. La realidad del mun­

do adolescente es una combinación de familia, escuela, apren­

dizaje, policía, trabajo, juzgados, boliches, trabajadores socia­

les, comercio y medios masivos, y es esta combinación a lo

que la cultura juvenil es una respuesta -deberíamos desistir

de aislar la cultura juvenil con respecto sólo al esparcimiento

comercial o a la escuela o a la ley-. No es accidente que los

componentes institucionales de la cultura juvenil coincidan con

la lista althusseriana de aparatos del Estado (Althusser, 1971 ).

La experiencia de la gente joven es precisamente la experien­

cia del intento del Estado (más estridente que para sus mayo­

res debido a que su posición es aún menos segura) por asegu­

rar su contribución a la reproducción del capitalismo. Es en este

contexto que la noción de resistencia se vuelve posible: la pre­

gunta no es si los chicos de la clase trabajadora pueden perma­

necer independientes de las instituciones burguesas (no pue­

den), sino cuál es la naturaleza de su «dependencia», cuáles

son sus efectos sobre el trabajo de instituciones particulares,

por un lado, y sobre el proceso general de reproducción, por el

otro. El punto que queremos subrayar aquí es que es la misma

«sobredeterminación» de la cultura juvenil (la misma intensidad

y variedad de ataques del Estado que reciben los jóvenes) lo

que determina las posibilidades de resistencia -pensamos, por

ejemplo, en la manera en la que los chicos pueden usar los

símbolos de la cultura pop como fuente de poder colectivo en

su lucha con las escuelas o la policía-.

Y esto nos lleva a nuestro punto final (que podemos aplicar

especialmente a los teóricos de izquierda). No hay duda de

que los símbolos del esparcimiento comercial (la música pop,

la moda) tienen un rol crucial en la cultura juvenil 104 y que la

104 La importancia de la música pop en particular ha sido confirmada (y nunca analizada) por cada estudio sociológico de gente joven desde fines de los cincuenta, y la clásica descripción de Mark Abrams del adolescen­te como consumidor nunca ha sido revisada (1959).

Page 411: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

izquierda ha respondido a esto con distintas variaciones sobre

el tema de «la corrupción de los inocentes». Ya hemos suge­

rido que los jóvenes no son, en este sentido, inocentes -están

ya embebidos en la estructura institucional del capitalismo-,

y queremos ahora cuestionar la noción de corrupción. Cierta­

mente, los agentes de la cultura pop (compañías discográficas,

revistas para adolescentes, tiendas de ropa y así) explotan a

la gente joven (difícilmente un aspecto sorprendente del capi­

talismo); la pregunta es hasta qué punto los manipulan. La

fotografía que la izquierda ofrece es la de adolescentes como

consumidores enteramente pasivos, comprando, jugando, ac­

tuando como dicta el mercado, aceptando los valores que los

medios corporizan, carentes de cualquier fuente autónoma de

disfrute, creación o rebelión -para cuando han crecido, estos

adolescentes corrompidos por lo pop son poco más que ove­

jas adormecidas105-. Esta imagen, suficientemente vívida en

las páginas de «Marxism today» 106 se desvanece de algún modo

ante la realidad del North End en West Ham o de un concierto

de Slade. ¿Son estos exuberantes, orgullosos, beligerantes,

sólidos chicos realmente mejor comprendidos como puros

consumidores? ¿Las criaturas descerebradas del mercado? Una

vez más, la distinción que debe hacerse es entre incorpora­

ción institucional e ideológica -el hecho de que los jóvenes

estén fuertemente involucrados en instituciones comerciales

no significa que su respuesta esté determinada de manera

simple; necesitamos saber mucho más sobre la reacción de la

audiencia joven y su uso de los medios; no podemos basar

nuestros argumentos solamente en las intenciones de los ex­

plotadores-.

105 Esta visión del joven como participante pasivo de una cultura impues­ta yace debajo de la teoría más sofisticada de la «amplificación del des­vío» -cfr. el análisis de los Mods de Stan Cohen (1973)-. 106 Para el más gráfico ejemplo de este acercamiento, ver la contribución de John Boyd al actual debate sobre cultura juvenil en «Marxism Today» (1973).

406

Page 412: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Para resumir nuestro argumento: cualquier juicio político

sobre la cultura juvenil debe basarse en tratarla primero como

una cultura de la clase trabajadora, secundariamente como

una respuesta cultural a una combinación de instituciones, y

Juego como una respuesta que es tan creativa como determi­

nada. Nuestro propio, asistemático juicio es que aun si la cul­

tura juvenil no es política en el sentido de ser parte de una

lucha con conciencia de clase por el poder del Estado, de

todas maneras sí provee de una necesaria precondición para

esa lucha. Dada la falta de poder estructural de los jóvenes de

clase trabajadora y la cantidad de presión estatal que deben

absorber, sólo podemos maravillarnos ante la diversión y la

fuerza de la cultura que soporta su supervivencia como cual­

quier otro grupo. Si la pregunta final es cómo construir sobre

esa cultura, cómo organizarla, transformar resistencia en re­

belión, entonces esa es la pregunta que nos saca del terreno

de la cultura joven y nos pone en el análisis de las políticas de

la clase trabajadora en general 107•

107 En este fragmento hemos (al igual que cualquier otro escritor sobre cultura juvenil) ignorado a las mujeres -nuestra noción de «chico de la clase trabajadora» es masculina-. No tenemos excusas salvo la ignoran­cia -sabemos muy poco acerca de la cultura de las adolescentes-, pero no queremos esconder los serios problemas políticos del sexismo de la clase trabajadora, joven y adulta.

Page 413: Resistencia a Traves de Rituales

MÉTODO

INVESTIGACIÓN NATURALISTA EN SUBCULTURAS Y DESVIACIÓN: UN INFORME

SOBRE UNA TENDENCIA SOCIOLÓGICA

Brian Roberts

Aparte de los informes periodísticos, el estudio de las

subculturas ha sido, principalmente, llevado a cabo dentro del

marco de la indagación sociológica más que, digamos, dentro

de la historia social. Pero, por buenas y comprensibles razo­

nes, el estudio sociológico de «subculturas desviadas» ha sido

(como su materia de estudio) en sí mismo «desviado» respec­

to de la sociología dominante. La tradición «imperante» en

sociología es positivista. Apunta hacia una exhaustividad cien­

tífica objetiva -aquí «ciencia» no significa, como en Alema­

nia, el estudio serio, riguroso y sistemático de un área o fenó­

meno, sino, más precisamente, un modo de indagación lo más

cercano posible a lo que muchos cientistas sociales mal infor­

mados creen que son los métodos de la «ciencia natural»-. El

hecho de que el modo de trabajo de los cientistas naturales

sea visto como anticuado, una concepción del siglo diecinue­

ve más que del veinte, no ha impedido a la sociología perse­

guir lo que podría ser su verdadero, aunque difícil de alcanzar,

«último gol». La dependencia en la cuantificación, el uso del

método analítico, la adopción de un punto de vista ahistórico,

el registro de «Causalidad objetiva», es todo parte de esta

búsqueda filosófica más profunda -no para la verdad, sino

para un tipo particular de certeza-. La idea de que las socieda­

des son un «todo» de funcionamiento estructurado, integrado

Page 414: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

alrededor de un «sistema de valor central» con un orden social

y moral único, ha sido también parte de esa búsqueda, aun­

que ha saltado a primera plana con una fuerza ideológica in­

contenible especialmente en el período más reciente. Los

métodos positivistas de indagación, en sociedades concebi­

das como un «todo» de funcionamiento integrado, natural­

mente hallaron conflicto y «desviación» de las normas y el

orden social dominante, aunque los intentos de Merton de

allanar el campo al estructural-funcionalismo no deben ser ol­

vidados (Merton, 1968: 175-248).

El estudio de la «desviación» ha estado asociado con una

tradición y perspectiva sociológica un tanto diferente -una

más cercana en algunos aspectos a los métodos de investiga­

ción de la antropología etnográfica que a aquellos de la socio­

logía positivista-. En Estados Unidos, donde se ha producido

la gran masa de trabajo en subculturas, la perspectiva adopta­

da ha sido definida como Naturalismo (ver Matza, 1969); y la

práctica de investigación empleada ha sido, principalmente,

aquella asociada con las variadas formas y estrategias de la

«observación participante». El «naturalismo» fue impulsado

por la Escuela de Chicago en las décadas de 1920 y 1930 (ver

Faris, 1967); aunque menos prominente en la década del cua­

renta y a comienzos de los cincuenta, cuando Parsons y Merton

establecieron el campo, fue considerablemente recuperado,

con especial referencia a las áreas de desviación, crimen y

delincuencia, en los tardíos cincuenta y sesenta.

En los términos más simples, y como su nombre lo indica,

la Observación Participante (OP) es llevada adelante cuando

el sociólogo entra «al campo» para observar de primera mano

«cómo funciona». Se retira periódicamente a su base de

investigación para asentar sus observaciones y conversaciones

y sacar conclusiones sobre la naturaleza del fenómeno que ha

estado estudiando. Como reconocen George McCall y J. L.

Page 415: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Simmons ( 1969: 1) la OP es una práctica similar en muchos

aspectos a aquella de un reportero sofisticado de un diario; y,

en efecto, la sociología de Chicago le debe mucho a las

tradiciones periodísticas y «de chimentos», en tanto varios de

los pioneros de Chicago -tal como Robert Park- habían sido

periodistas (ver Faris, 1967). Esta práctica difiere en ciertos

aspectos cruciales de las formas dominantes de la empresa

sociológica, y sus practicantes han estado usualmente atentos

a estas diferencias. Gran parte del trabajo de OP se ha inspirado

en un linaje de escritores que incluye a Georg Simmel, Wilheim

Dilthey, John Dewey y George Herbert Mead108• Todos eran

humanistas liberales con amplios intereses en «las ciencias

humanas»: de este modo proveen una alternativa, tradición

menos respetable que aquella inaugurada por Augusta Comte,

Frederic le Play, Emite Durkheim, Beatrice y Sidney Webb, y

por la psicología social conductista, que proveyó la metodología

positivista de la ciencia social establecida109• Pero la OP no se

ha vuelto una alternativa completa al positivismo en la

sociología. A menudo ha estado a la defensiva, con respecto

a la empresa sociológica dominante; y a veces, y en algunos

aspectos, se ha convertido para estar situada torpemente sobre

el mismo piso. La buena observación puede seguir a las

hipótesis explicativas; pero no es objeto de toda la disciplina

el «control de variables», y la «replicabilidad del diseño», la

lógica del testeo de hipótesis, el calcado cuantitativo de las

cadenas causales «objetivas», que es demandada por el método

positivo. La OP jamás ha confrontado completamente al método

108 Para Simmel ver Wolff, ed., (1964); para Dilthey ver Rickman, ed., ( 1961), y Habermas, ( 1972) (capítulos 7 y 8); para Dewey ver Milis, (1966) (Parte IV); y para Mead ver Strauss, ed., (1965). 109 Para Comte ver Andreski, ed., (1974: 137-198). Referencias y co­mentarios en los otros contribuidores a la «tradición positivista» pueden ser encontradas en Easthope (1974), que provee una bibliografía muy útil. Easthope tiene una simpatía considerable por los «positivistas», que da un sesgo restrictivo a su capítulo sobre OP e Historias de Vida.

410

Page 416: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

positivo en sus propios términos. En su lugar, ha formado una

especie de «subcultura» sociológica propia: un enclave más

humanístico y «empático» dentro del campo dominante.

En la perspectiva naturalista, la investigación se vuelve no

un estudio objetivo, sino un intercambio a través de un len­

guaje compartido (no la variable de lenguaje «científico»: ver

Blumer, 1956) entre el observador y las personas con las que

participa («los anfitriones»). Está basada en la psicología so­

cial lnteraccionista Simbólica, derivada primariamente de Mead

( 1943). Entiende la acción como informada siempre por el dar

y recibir significación. La acción no es comportamiento, sino

«acción significante», un intercambio entre actores cargado

de significación. La investigación de la OP naturalista es cer­

cana también a la propuesta de Jos antropólogos sociales que

entran en un mundo extraño e intentan -a través de la explo­

ración, observación y participación- figurarse cómo funciona

este mundo. Pero, mientras a menudo el antropólogo real­

mente es un extraño en el mundo de la cultura nativa, el «cam­

po» en el que el etnógrafo de OP moderno se embarca tal vez

esté más al alcance de la mano y sea «familiar» -o desconoci­

do- como un distrito más de su propia ciudad. La asimilación

de la «etnografía» por la OP cambia el foco desde la objetivi­

dad y la cuantificación hacia el «entendimiento empático» (en­

tendimiento desde adentro, tomando la perspectiva del nati­

vo) y el trabajo cualitativo. Pero la práctica real de la OP refle­

ja una continua pérdida de paciencia ante las demandas del

positivismo. De este modo, la OP rara vez ha sido ejercida de

una forma rigurosamente etnográfica y cualitativa. En la prác­

tica no es un método aislado, sino un repertorio de métodos,

incluso utilizando técnicas de sondeo y estadística 110• La ma-

110 Siguiendo el ataque de Herbert Blumer a la metodología de medición (Biumer, 1954 y 1956), Howard S. Becker y Blanche Geer elogiaron la observación participante como el método que producía (rendía) los informes más completos de eventos sociales para cualquier estudio sociológico

411

Page 417: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

yoría de los observadores participantes respaldan la observa­

ción con otras técnicas, algo más «objetivas». La OP es, en­

tonces, una «mezcla o combinación de métodos y técnicas»

(McCall y Simmons, eds., 1969: 1) definida mejor por la esca­

la y el carácter de su materia de estudio (sociedades primiti­

vas, subculturas desviadas, organizaciones complejas, movi­

mientos sociales, comunidades, pequeños grupos informales)

que por sus métodos.

Los métodos positivos distancian al investigador del objeto

de indagación y sirven para neutralizar su impacto en el cam­

po. La OP explota el intercambio entre el investigador y su

campo: de alguna manera, mientras más cerca, mejor. El ob­

servador no sólo debe familiarizarse lo suficiente como para

ser capaz de reconstruir el campo tal como lo ve y experimen­

ta el «nativo»: debe, en algún grado, «experimentarlo» por sí

mismo (en este sentido, la OP está por definición más cerca

en perspectiva al criterio de Weber de «significado subjetivo»

que al mandato de Durkheim sobre «tratar los hechos sociales

como cosas»: su énfasis en la «experimentación» e identifica­

ción comprensiva la hace, aunque no filosóficamente,

fenomenológico). Pero la cercanía tiene su costo. ¿Cómo se

puede describir y definir un campo sin tomar en cuenta el

impacto de la «participación» del investigador en él (su «efec­

to Hawthorne», por llamarlo de alguna manera)? ¿Cuáles son

las reglas éticas que le permiten distinguir entre observación y

distinción? ¿Cuáles son los peligros de que el investigador «se

vuelva nativo»? ¿Y pueden los resultados de su cercanía -una

(Becker y Geer, 1957). Fueron abofeteados en una réplica lógica de Martin Trot, coautor de grandes mediciones sobre sindicalismo, votantes de ideas fascistas y estudiantes secundarios («Todo zapatero cree que el cuero es la única cosa». Trow, 1957); y ellos parcialmente se retractaron, dándole un lugar a los métodos de medición. Subsecuentemente, Becker desarrolló un procedimiento para medir el peso de la evidencia en apoyo a un hipótesis de la OP con notas de observación de campo en una forma rule-of-thumb a la que llamó «quasi estadrsticas». Ver Becker et al., 1961: 43-45 (reimpreso en McCall y Simmons, 1969: 252-254).

412

Page 418: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

descripción cualitativa completa- ir más allá de la descrip­

ción, al nivel de la «ciencia»? La OP coloca al investigador una

pesada carga de tacto y tácticas: empatía sin identificación,

entendimiento sin que le «tomen el pelo», buena comunica­

ción sin compromiso. Curiosamente, el investigador partici­

pante, como su colega positivista, también tiene problemas

con la «neutralidad» (aunque no son los mismos problemas

que el positivismo tiene con la «neutralidad científica»). El

Naturalismo se ha asimilado al «Extranjero» de Simmel: está

en pero no es de la cultura (ver Wolf, ed., 1964: 127).

Las ventajas de la OP residen en la calidad de conocimien­

to del campo que indaga. Los investigadores llegan a conocer

la superficie íntima de su «campo» y también cómo transcurre

el mundo real bajo la superficie. Recoge tanto la cultura «in­

formal» como la formal. Es sensibilizado por los matices de la

experiencia de los miembros nativos. Su enfoque es modela­

do por una afirmación humanística de la realidad y validez de

otras vidas y experiencias además de la suya -una creencia

humana en contacto social-. Una visión menos generosa es

que el investigador es seducido en un acoplamiento vicario,

romántico hacia «Otras culturas». Esta trampa es a menudo

tácticamente compensada mediante la adopción de un cierto

estilo endurecido: el investigador participante es el hombre (y

la imagen es característicamente masculina) que miró a la «Vida

real» directo a los ojos, el «tipo que ha hecho el trabajo pesa­

do», la persona que lo «ha visto todo». Quizás el hecho de

que mucho trabajo de OP haya sido hecho en Chicago ha

contribuido a esta imagen de «sabueso». Pero, como los lec­

tores de Raymond Chandler sabrán, cada sabueso disimula,

bajo su pistolera, un cálido y romántico corazón.

Chicago puede también dar cuentas en parte por el hecho

de que gran parte del trabajo del Observador Participante ha

sido realizado en el «lado oculto» de la vida de ciudad -entre

marginados (bohemios, desertores, linyeras, delincuentes,

Page 419: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

desviados y criminales)-. Algo del romance del «marginado»

ha sido indudablemente frotado fuera de él. Y viceversa. La

mirada comprensiva de Becker en el «mundo» del músico de

jazz debe mucho al hecho de que él comenzó su vida como

pianista de jazz (Becker, 1963). Polsky fue un jugador veterano

de pool antes de escribir su estudio sobre «la buscavidas de la

sala de pool» (Polsky, 1971 ). Y demás. Pero el escenario de

Chicago es realmente una explicación demasiado simple y me­

dio ambiental. El hecho es que, cuando el investigador requiere

situarse a sí mismo categóricamente en el lugar «del otro» y ver

la vida desde esa posición, el método y la perspectiva de la OP

lo equipa óptimamente para entregar a la sociedad superficial

las «buenas noticias» sobre la lógica subterránea, la vida y la

visión de mundo de personas y grupos que miran la sociedad de

la superficie desde el «underground». El carácter apreciativo de

su enfoque lo ha hecho el aliado natural científico del Margina­

do -una especie de Marginal de Adentro-.

La materia de estudio de la indagación Naturalista es a me­

nudo exótica, pero el tratamiento es a menudo de «sentido

común». Aquello que los investigadores científicos ven como

raro y desviado (desde el punto de vista del «sistema de valor

común») no sorprende y escandaliza a los «Naturalistas». No

sólo su práctica es «naturalista» (por ejemplo, ir a los ambien­

tes naturales de la ciudad más descuidados por otros investiga­

dores), sino que su práctica naturaliza lo extraño, lo bizarro.

Los mejores libros en esta tradición son tan fieles a la vida que

describen lo que parecen ser meras «recreaciones» naturalistas

de ella; a veces provocando la reacción, «lo que encontraste es

lo que siempre hemos sabido. ¿Por qué molestarse en escribir

un libro sobre ello?»; por supuesto, el Naturalismo puro, en

sociología como en el arte, es una ilusión. Lo que el investiga­

dor ve y entiende es un producto de quién es él, qué supuestos

introduce a su estudio, qué pedazos selecciona como impor­

tantes para describir, cómo ingresa al campo, qué le sucede en

414

Page 420: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

sus «primeros días», si es lo suficientemente afortunado para

encontrar o no un informante particularmente- sensitivo y agu­

do, etc., etc. Pero el ideal del Naturalismo continúa -a reflejar y

describir fielmente, sin distorsión o preconceptos- para arribar

a una reflexión fiel de un mundo social.

Más recientemente ha habido un intento de formular el pro­

ceso de la OP más formalmente, para diseñar protocolos para

la práctica, para definir las reglas del «acto investigativo», o

para mostrar cómo la «teoría anclada» puede ser sacada a la

fuerza de un tratamiento comparativo de etnografías (ver, por

ejemplo, Glaser y Strauss, 1968; Denzin, 1970). Pero estas

tematizaciones de «nivel superior» no han alcanzado la nece­

saria tarea de hacer explícitos los marcos y supuestos de los

investigadores, o de ubicar descripciones y etnografías dentro

del contexto más amplio de teorías explicativas (de las cuales

no todas, después de todo, necesitan ser positivistas). Exis­

ten, por supuesto, dificultades teóricas en hacer un puente

entre la etnografía totalmente descriptiva y las teorías de ca­

rácter estructural o funcional o histórico, como la antropolo­

gía social, que ha estado en este juego por más tiempo y lo

conoce muy bien. Pero, además, es preciso señalar que, no

estando dispuesto a aceptar el marco ofrecido por la sociolo­

gía dominante o a elaborar un marco alternativo, el Naturalis­

mo ha eludido algunas de las cuestiones más generales. Este

corrimiento, este paréntesis estratégico, es obvio incluso des­

de algunos de los términos más comúnmente usados en la

OP: por ejemplo, «el campo» (ver Geer, 1969), con su noción

implícita de terreno con fronteras «naturales», un escenario

bien definido (pero, ¿cómo «el campo» intercede con las otras

áreas, digamos, de la ciudad?). O «mundo», con su noción

implícita de espacio existencial cerrado en sí mismo (pero,

¿qué ocurre cuando el «mundo» de la policía intercepta el

«mundo» dellinyera o el adicto?). El Naturalismo, por supues­

to, debe su nombre además a la idea de la Escuela de Chicago

415

Page 421: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de que la ciudad fue dividida y organizada en estás áreas distin­

tivas, ecológicas, cada cual con su propio «mundo» -espacios

sociales casi naturales, distinto uno de otro (ver Faris, 1967;

Park y Mackenzie, eds., 1967)-. Cuales sean las razones -y

son ciertamente complejas-, es verdad que el Naturalismo ha

sido mejor para investigar comprensivamente los distintos «mun­

dos» de tipos particulares de colectivos sociales de lo que ha

sido para definir qué sucede cuando «mundos» con diferentes

recursos y poder a disposición se conectan y colisionan. Por

supuesto, la típica materia de estudio del Naturalismo -desvia­

ción, crimen, delincuencia- forzó la cuestión clave del control

social en la agenda del Naturalista. Pero esto ha sido estudiado

principalmente en términos de «interacciones» inmediatas y lo­

calizadas con la cultura del control: el delincuente en la esquina

y el trabajador social; el adicto y el policía local; el vagabundo y

la agencia de bienestar. Sólo raramente, y recientemente, el

Naturalismo ha ido más arriba en la escala del poder institucio­

nal y la jerarquía de la credibilidad, o mirado la relación entre el

pobre y el poderoso en lo estructural tan bien como (o más que)

términos interaccionistas. Esto ha venido a proveer uno de los

puntos clave de giro en el campo todo (cfr. la crítica de Nico­

laus, 1969, y el intercambio Becker, 1967, Gouldner, 1968).

Produjo algunas modificaciones cruciales en el campo mismo

del Naturalismo (por ejemplo, el giro de un enfoque interaccio­

nista a uno transaccional, discutido más abajo), así como algu­

nas conversiones más personales (por ejemplo, Matza, 1969).

Esto no ha provenido únicamente de ciertas contradicciones

internas en la lógica de la OP. Fueron ubicadas en la agenda de

la OP por los aplastantes eventos políticos en EE.UU. a media­

dos de los sesenta, y una de las cosas que más efectivamente

destruyeron fueron la inocencia e ingenuidad de la perspectiva

naturalista temprana.

Los últimos diez años han visto la emergencia y crecimien­

to, desde dentro de la perspectiva del Naturalismo, de una

Page 422: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

nueva sociología de la desviación, distinguida por la importan­

cia que le otorga a un tipo particular de «interacción social»:

aquella que está involucrada en el ejercicio del control social.

Los grupos sociales no interactúan simplemente: interactúan

con algún fin. Y uno de los «fines» más sobresalientes es el

ejercicio de control de un grupo sobre otro, y, a través de esto,

el mantenimiento y la defensa del orden social. Esto reintrodu­

ce la dimensión del poder en lo que a veces se había presenta­

do como un mundo «nulo», de interacciones recíprocas. Des­

viación o delincuencia son vistas ahora no como surgidas natu­

ralmente del mundo de lo «marginado», sino como parte de una

identidad social a la que se adscribe, surgida en la interacción

entre grupos que son desiguales frente a la distribución del

poder. La «desviación» de un grupo no es «natural», sino el

resultado de un tipo específico de construcción social; y uno de

los mecanismos clave de este proceso es el poder para definir

situaciones para otros, y el poder para etiquetar a otros -y

hacer que esas etiquetas queden pegadas-. El trabajo ínter afia,

de Becker (1963; ed., 1964), Goffman, (1961, 1968), Ericsson

( 1962), Kitsuse ( 1962) y Lemert ( 1967), pertenece a esta fase

«transaccional» en la evolución del Naturalismo. El etiqueta­

miento es entendido como parte de un proceso o una secuen­

cia de eventos. Los grupos tanto como los individuos se some­

ten a «carreras». En estas carreras, identidades, autoconcep­

ciones y responsabilfdades de grupos e individuos son altera­

das. Dependiendo de sus tratos y transacciones con otros

grupos, los desviados pueden volverse más o menos apega­

dos a su compromiso para con una carrera de desviación. Se

hace una distinción entre el acto original (desviación primaria)

y los actos que prosiguen una vez que la identidad del desvia­

do ha sido cristalizada y estabilizada a través de la adscripción

a una etiqueta (desviación secundaria).

La etiquetación o teoría transaccional, mientras desarrolla

y preserva mucho del espíritu del Naturalismo «etnográfico»

417

Page 423: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

temprano, centra su atención ya no en el mundo y los proce­

sos internos del grupo o campo, sino en las transacciones

(reales y simbólicas) entre grupos. Continúa siendo interac­

cionista en el sentido que la etiqueta y control por el poder del

desviado no es tratado como una entrada «estructural» o de

comportamiento, sino como un acto o serie de actos signifi­

cantes que es significativamente interpretada y resistida por

el desviado (por ejemplo, un mayor compromiso con la desvia­

ción que se le ha atribuído). Se entiende que el control· opera

a través de la generación de «reglas»; la desviación, enton­

ces, es acción que rompe las reglas definidas y mantenidas

por otros. Esto mina la autenticidad absoluta del «campo»

común a la temprana OP, en tanto el campo está claramente

estructurado por, y respondiendo a, reglas hechas por otros.

En efecto, algunos críticos han manifestado que esto ubica

ahora a la desviación demasiado en relación con «romper-las­

reglas», demasiado en términos de la «reacción» de las agen­

cias de control social, y deja muy poco a entender la forma en

que el sujeto o grupo controlado mira el mundo desde su pun­

to de vista. Otros críticos argumentan que la perspectiva de la

«etiquetación» no va lo suficientemente lejos respecto de cómo

las transacciones son en sí enmarcadas por la historia y por

las estructuras. Milton Mankoff ha indicado muy claramente

algunas de las deficiencias en la perspectiva de la «reacción

social»:

Dentro de los problemas teóricos están las ... fallas de conside­

rar los efectos continuos de la estructura social y las fuentes

psicológicas del «romper-las-reglas» inicial en el desarrollo de

la carrera de desviación, la falta de preocupación hacia la vul­

nerabilidad de ciertos «rompe-reglas» con los procesos de auto

etiquetamiento que podrfa reducir la significación de las prác­

ticas de etiquetamiento objetivo en la determinación de carre­

ras de desviación, y la emparentada omisión de todo análisis

Page 424: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

serio de los tipos y severidad de la sanción social real que

facilita el etiquetamiento «exitoso». ( 1971: 216)

Otros han ido más lejos en tratar de delimitar cómo el

interaccionismo puede ser compatibilizado con un marco so­

cial, estructural e histórico más amplio, consiguiendo de ese

modo poder explicativo tanto en los niveles más «amplios»

como en los más «inmediatos» (por ejemplo, Taylor, Walton y

Young, 1973, 1975; ver también las críticas anteriores desde

varios puntos de vista por Akers, 1967, y Gibas, 1966).

Estos desarrollos en la práctica estadounidense del

Naturalismo sociológico han sido reflejados en Inglaterra, so­

bre todo (aunque esto no significa exclusivamente) en el tra­

bajo de la Conferencia Nacional de Desviación 111 (CND) (ver

Cohen, ed., 1971; Taylor y Taylor, ed., 1973; Rock y Mclntosh,

eds., 1974). Esto es lo más cercano que los sociólogos ingle­

ses han estado de configurar una base institucional compara­

ble a la Sociedad Americana para el Estudio de Problemas

Sociales 112, que le dio al Naturalismo estadounidense una pre­

sencia poderosa. Aquí, el intento fue realizado para desarro­

llar teóricamente esta «revolución escéptica», así como para

generar aplicación empírica de la OP y el transaccionalismo a

casos ingleses. La inspiración estadounidense fue bastante

directa y estaba abiertamente reconocida dentro de la CND, a

pesar de que su aparición en Inglaterra en ese momento sin

duda tuvo otras -más profundas- causas estructurales (la

expansión masiva en la sociología británica en la década del

cincuenta, la necesidad de la gente de un «respaldo» socioló­

gico y de trabajo social en el expandido Estado de Bienestar,

111 N. del T.: Conferencia Nacional de Desviación es el nombre dado a un grupo de criminólogos y teóricos de la desviación del Reino Unido que se reunían regularmente en la Universidad de York entre 1967 y 1975. Es­taban fuertemente identificados con la teoría de la etiquetación. 112 N. del. T.: «Society for the Study of Social Problems» en el original.

419

Page 425: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAV~S DE RITUALES. Subculturas jlNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

las estructuras administrativas y gerenciales, el crecimiento de

los movimientos de protesta social -a menudo relacionados a los

problemas sociales y la desviación- en la década del sesenta, el

surgimiento de los movimientos estudiantiles y la «contracultura»).

La CND fue delineada por un grupo de sociólogos y criminólogos

completamente comprometidos con la perspectiva «escéptica»:

no sólo atraía a los jóvenes graduados e investigadores, muchos

de los cuales eran partícipes activos del movimiento estudiantil o

la contracultura, sino además a las variadas organizaciones de

«trabajo social radical» y las alternativas que brotaban al desper­

tar del nacimiento del «Underground» (Case Con para trabajado­

res sociales radicales, Red Rat para psicólogos radicales, Ass para abogados radicales, movimiento como la nueva unión de

prisioneros, PROP, y el viejo pero reactivado Consejo Nacional

para las Libertades Civiles). Proveyó un foco para diversas «so­

ciologías alternativas»: neomarxistas, libertarias tanto como na­

turalistas y transaccionales en perspectiva. En la CND (como

anteriormente en los días de la Escuela de Chicago}, la línea

estuvo difusa una vez más entre el trabajo sociológico y los

mundos de desviados que estaban siendo estudiados. Jock Young,

cuyos estudios de subculturas de drogas son un testimonio de lo

fructífero de esta relación dentro-fuera, ha llamado, irónicamen­

te, a los «sociólogos de desviación/desviados» los «Cuidadores

del Zoológico de la Desviación» (1970). Los principales practi­

cantes de la CND ciertamente combtnaron varios objetivos: el

desarrollo de una crítica a la sociología y criminología positivistas;

la investigación empírica desde el enfoque transaccional y de la

OP; el contacto directo con, y la implicación en, las causas radi­

cales y circunscripciones más cercanas a sus preocupaciones.

En su visión general de la historia de la CND, Stan Cohen ( 1974)

ha hablado de los problemas que se le plantean a los sociólogos

radicales al encontrar «una manera de permanecer dentro sin

venderse». En sus días tempranos, la CND era inmensamente

productiva y catalítica. Sus conferencias eran bien atendidas

420

Page 426: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

-foros para un rango completo de causas y grupos radicales más

que reuniones para sociólogos profesionales en sentido estricto-,

incluso las radicales. En este período, además, un número de

estudios clave de tipo «etnográfico» o «transaccionalista» fue

publicado en tanto, para algunas tendencias dentro del entorno

de la CND, intento de delinear una completa teoría criminológica

o sociológica «alternativa». Inevitablemente, sin embargo, las

tensiones y contradicciones se volvieron más obvias, y hubo

alguna fragmentación, más separación en tendencias diferentes,

y una pérdida de dirección e ímpetu.

Mirar esta situación a la distancia es valioso en tanto mucho

trabajo de importancia en teoría subcultural y de desviación fue

originado bajo el «paraguas» de la CND; pero, además, porque

las contradicciones son de tipo teórico y metodológico, tanto

como personales o sociales o políticas, y relacionadas a cuestio­

nes sobre cómo el trabajo en esta área puede ser provechosa­

mente ejercido de la manera más efectiva. Las opciones para la

escolaridad radical y la intervención política no emergen de ma­

nera simple. Las estrategias alternativas deben ser confrontadas

y defendidas, si es que la avanzada pionera que estableció la

CND es proveer una nueva base para el avance sólido, más que

meras comisiones de campo para sus tropas originales.

Nos parece que hay, básicamente, tres cuestiones para

señalar aquí. La primera es una cuestión de teoría. ¿Es una

teoría general -una teoría de la formación social completa-,

generalizable o abordable desde su desarrollo «regional» en el

área de la desviación, o desde su temprano comienzo Natura­

lista interaccionista o transaccional? ¿Qué se ganó, qué se

perdió, qué necesita ser sostenido pero modificado, en qué

formas, en tanto se hizo este giro desde las etnografías de la

desviación o la cultura del control social hacia el nivel de la

formación social como un todo? Parte del trabajo -de ninguna

manera en forma concluyente- ha sido realizado a lo largo de

estas líneas, y los «criminólogos críticos» claramente esperan

421

Page 427: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jLNeniles en la Gran Bretaña de la posguerra

que una «economía política» de la sociedad pueda ser desa­

rrollada fuera de algunos de estos puntos clave en la perspec­

tiva Naturalista. Sus críticas argumentarían que esto no es

posible sin una ruptura con los principios fundamentales del

«interaccionismo simbólico». Este debate -que se nos pre­

senta como absolutamente crucial para cualquier desarrollo

teórico detallado del campo- ha ido, desafortunadamente de­

masiado lejos, hacia un nivel implícito, largamente personal y

desorganizado. La CND se debe a sí misma, así como la pro­

mesa que estimuló entre aquellos que han sido influenciados

por su trabajo, tomar otra vez este argumento central. Clara­

mente, queda todo por hacer con la interfase entre el

interaccionismo simbólico, la teoría transaccional y las varie­

dades del marxismo.

El segundo asunto es, entonces, la pregunta por Jos méto­

dos, que es más profundamente discutida abajo por Steve

Butters. Pero los métodos no pueden, últimamente, ser separa­

dos tanto de las perspectivas teóricas, o, en efecto, del tercer

asunto, la cuestión de las intervenciones. ¿Qué tipos de inter­

vención social y política siguen a, y son consistentes con, la

práctica intelectual y teórica? De alguna manera, mientras la

«sociología radical» continuaba amarrada a la perspectiva Na­

turalista, inevitablemente sus estrategias de intervención esta­

ban más cercanamente vinculadas con las circunscripciones

que se estudiaban -la politización y apoyo de la desviación, la

delincuencia, las subculturas criminales-. Hay una «adecua­

ción» cercana entre un Naturalismo radical y cierto tipo de in­

tervención radical-libertaria. Pero tanto la perspectiva teórica y

el clima histórico están cambiando. ¿Qué cambia en las formas

de la intervención a partir de aquí? Existe también el argumento

de que una estrategia intervencionista no puede ser

«circunscripta» a una práctica intelectual, por decirlo así, des­

pués y desde fuera de esta forma. Mejor dicho, la perspectiva

teórica debe derivar de una «política» activa.

422

Page 428: Resistencia a Traves de Rituales

LA LÓGICA DE lA INDAGACIÓN EN LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE

UNA RESEÑA CRÍTICA

Steve Butters

Introducción

Los trabajos sobre las subculturas desarrollados en el Centro

para Estudios Culturaies Contemporáneos de la Universidad de

Birmingham no surgen de ninguna inversión formal en una «meto­

dología» sociológica. El estudio de Paul Willis sobre los motoqueros

( 19 71 ) , la investigación de Dick Hebdige sobre las subculturas

actuales en Fulham (1974), representan un trabajo original sobre

hechos sustantivos, no la puesta en uso de un estilo de investiga­

ción profesional. Pero, mientras el grupo de estudios sobre las

subculturas desarrollaba sus trabajos sobre la delincuencia, los

estilos juveniles y la industria cultural, las preguntas acerca del

estatus lógico y la consistencia de los métodos de observación

participante (OP) se mantenían en la agenda. La transmisión, por

parte de la NDC, de escritos de practicantes estadounidenses de

la OP inculcó algo así como una conciencia metodológica en los

estudiantes de las subculturas: un grupo de textos convergió para

proveer algunas codificaciones a los procedimientos de trabajo de

campo y al análisis de los resultados allí obtenidos, asociado con

los logros prácticos en la OP de Howard S. Becker (1971 ), Norman

Denzin (1970), Herbert Gans (1963 y 1968), Blanche Geer (1964

y 1970), Barney Glaser y Anselm Strauss (1965, 1968 y 1975) y

Leonard Schatzman (1973). La amplitud y los límites de esta codi-

423

Page 429: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUAlES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

ficación están ejemplificados en el canónico trabajo Text and Reader

editado por McCall y Simmons (1969); mientras que Denzil (1971)

indica la conexión orgánica de la metodología de la OP con los

esfuerzos por formular de modo sistemático la teoría de la

Interacción Simbólica de Rose (1962), Strauss (1959), Blumer

(1969) y Meltzer (1975). Desde fines de los años sesenta, se ha

sugerido cada vez con más fuerza que la OP practicada bajo la

égida de la Interacción Simbólica constituye un paradigma de teo­

rías y métodos que rivalizan con el enfoque positivista/funcionalista.

El objetivo de este artículo es examinar con cierto detalle las «re­

glas metodológicas» que han sido escritas bajo el paradigma de la

observación participante y discutir los puntos de tensión que sur­

gen de la implementación de estos principios y reglas, a la luz de

una aserción hecha por Brian Roberts (arriba) según la cual la

oposición entre sociología positivista y observación participante

está muy mediada, implicando la contaminación de la última por la

primera. Como se muestra en otras partes de esta edición, ha

habido, entre los miembros del grupo de estudios subculturales,

serios intereses en los enfoques de la fenomenología, el

estructuralismo y el materialismo histórico, en adición a los de la

«Sociología naturalista». Mi argumentación tiene la intención de

ayudar, abriendo terreno, a la búsqueda continua de modos de

incorporar a una nueva sociología de la cultura las mejores carac­

terísticas de los métodos documentales y de observación partici­

pante, haciéndola así lo menos susceptible posible a la «cerrazón

ideológica» propia de anteriores paradigmas del trabajo de campo.

1 . Empirismo y métodos inductivos

a. Sociología positivista y el ideal de las ciencias naturales

Muchos textos sociológicos ofrecen un racconto de las

reglas generales del empirismo como fundamentación para

424

Page 430: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

sus argumentaciones: un ejemplo reciente es el de Krausz y

Miller (1972). Lo que se asume es que hay un modelo univer­

sal del procedimiento y razonamiento científico, derivado de

los hallazgos de las ciencias físicas; y, a partir de ello, que

las ciencias sociales deben encontrar modos de formular sus

problemas que permitan la posibilidad de un mismo orden de

procedimientos que garanticen certeza en los resultados de

su investigación. Esto es bastante engañoso, en tanto hay

una furibunda controversia en torno al estatus de los presu­

puestos, metáforas y métodos que constituyen la lógica de

la investigación de las ciencias naturales (para algunas con­

tribuciones recientes de interés, ver Hindess, 1973a: 51-58;

y Lecourt, 1975}. La noción de teoría sistemática basada en

la jerarquía de axiomas y teoremas dentro de un todo arqui­

tectónicamente estructurado y en el testeo de hipótesis en

contraste con los cánones de la lógica clásica, a los que a

veces se recurre para legitimar trabajos sociológicos, perte­

nece a una peculiar e híbrida teoría de la ciencia que aúna el

racionalismo con el empirismo: son en todo caso inapropia­

dos para la clase de teorización que contempla proposicio­

nes como «mientras más x, más frecuente es y» y «la com­

binación de p y q es usualmente de una cierta incidencia de

y». Un libro reciente de David y Judith Willer (1973) ha do­

cumentado algunos de los modos en los que mitos metodo­

lógicos específicos llevan a los sociólogos a hacer afirmacio­

nes injustificadas según el tipo de conocimiento que los mé­

todos positivistas vulgares producen bajo la etiqueta de «em­

pirismo científico». Esto incluye:

l. La idea de que «afuera» hay una realidad social objetiva

que tiene la capacidad de representarse a sí misma direc­

tamente en la experiencia del observador cuidadoso y sin

prejuicios (es la «representación» lo que resulta proble­

mático).

421:;

Page 431: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

11. La idea de que el conocimiento científico es producido por

un Sujeto (el científico) que dirige su atención a un Objeto

existente en la realidad acerca del cual teoriza en térmi­

nos que implican lograr un correcto modo de nombrar al

objeto (filósofos más sofisticados, como Bachelard -ver

Lecourt, 1975-, reconocen que el científico trata de cons­truir las formas con que desea representar el mundo

fenoménico, no sólo registrar formas ya dadas).

111. Una explicación de cómo trabaja la «inducción», en tanto

técnica de la que dependen los estudios científicos y

teorizaciones de todo tipo: esta explicación surge de John

Stuart Mili, a quienes Willer y Willer dedican un capítulo.

Lo que Mili llama el «método hipotético-deductivo» impli­

ca tanto la deducción (predecir eventos que deben seguir­

se de ciertas condiciones y reglas iniciales) y la inducción

(inferencias a partir de eventos observados que una hipó­

tesis ha ejemplificado o confirmado, dada la validez de

ciertas reglas); pero, en definitiva, caracteriza la dirección

general de la investigación empirista como inductiva.

Willer y Willer muestran que, cuando los sociólogos ponen

su fe y práctica a disposición de estos mitos, sus trabajos fre­

cuentemente se desarrollan en la búsqueda de modos económi­

cos de contabilizar descripciones de formas de organización

sociales y culturales; y que el trabajo verdaderamente teórico

requiere que un modo de razonamiento diferente de la induc­

ción sea puesto en juego durante el análisis y la crítica de los

«hechos» empíricos. Brian Roberts ha indicado antes que la

observación participante estaba motivada por la revuelta natu­

ralista contra el positivismo vulgar: queda por examinar qué tan

exitosos han sido los practicantes de la OP en su búsqueda de

una lógica de investigación que quiebre las profundamente arrai­

gadas «reglas generales del empirismo» para las que el positi­

vismo sociológico provee sólo un estilo de implementación.

Page 432: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

b. Modelos alternativos de investigación sociológica

En este breve recorrido por los modos de razonar que han

servido a los propósitos de la investigación sociológica cualita­

tiva, me voy a concentrar en el momento del análisis de datos.

Esto va en paralelo con el tercero de los mitos mencionados, la

consideración de que el razonamiento inductivo es igual al mé­

todo científico. Por supuesto, definiciones del fenómeno y su

mundo y concepciones del proceso de investigación empírica

también deben ser tratadas en cualquier revisión exhaustiva de

las lógicas de investigación, pero deberé tratar sobre esto sólo

tangencialmente. Aquí presentaré cuatro modos alternativos

de tipos de estrategias analíticas, y comentaré acerca de los

modos de razonamiento que movilizan a cada uno:

Tipo 1: <<Entendimiento apreciativo>>

La antropología social clásica basa sus teorías en la organi­

zación preliminar de la recolección de información en descrip­

ciones etnográficas que «mapean» los significados usuales,

los roles y la estructura social dentro de un sistema cultural

presumidamente cerrado. La OP aún produce muchas descrip­

ciones etnográficas; pero su clave ha pasado a un registro

más «fenomenológico», en el que la textura del intercambio

simbólico es remarcada a fin de escenificar el compromiso

práctico de los individuos para comprender sus encuentros

sociales de modo significativo. La búsqueda por el entendi­

miento apreciativo de «significados vivientes» en situaciones

subculturales no es puramente arbitraria: Bruyn ( 1966) ha

explicado algunas de las técnicas involucradas en esta forma

de inducción. Pero el estilo de razonamiento contiene fuertes

elementos intuitivos, y no lleva por sí mismo a la producción

de análisis teoréticos.

427

Page 433: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Tipo 11: Inducción analítica

Alfred Lindesmith ( 1 94 7) creía que la adicción a los opiáceos

era un fenómeno tan «cristalizado» que las trayectorias de los

usuarios de drogas podían ser analizadas dando lugar a genera­

lizaciones de largo alcance acerca de las características de uso

de opiáceos como forma cultural. Empleando la estrategia de

Znaniecki ( 1972) de inducción analítica, trataba de abstraer de

contextos locales los principales patrones de comportamiento

de los usuarios de drogas pesadas, esperando a la vez preser­

var significativas variantes subculturales y elaborando, a través

de prueba y error, modelos de las características culturales de

la adicción. Entonces, debía reconciliar todos sus modelos o

hipótesis parciales unos con otros: si surgía alguna evidencia

contraria, el modelo entero debía cambiar para dar cuenta de

ella. El resultado final era una soldadura de todas las proposi­

ciones parciales en una «hipótesis total» bastante tortuosa: un

racconto explicatorio, cargado de cualificaciones y desvíos, del

carácter real del fenómeno. Esta estrategia inductiva combina

la codificación sistemática y mapeo de evidencias con un

escaneo más creativo de la información, a fin de lograr

submodelos más plausibles y susceptibles de ser testeados.

Sus desventajas (discutidas definitivamente en Turner, 1953)

radican en que sólo puede trabajar sobre un número restringido

de problemas sociológicos; y, más seriamente, que no genera

verdaderos «universales» elaborados por una teoría científica,

sino sólo una serie de perspectivas y patrones de «hechos» de

ciertas formas culturales ampliamente observados.

Tipo 111: El método constantemente comparativo

Esta estrategia analítica también busca generar modelos

ampliamente aplicables mediante la codificación y escaneo de

Page 434: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

información a fin de construir conglomerados de hipótesis. Pero

aquí los propósitos de la comparación sistemática están más

claramente manifiestos, y están integrados con la estrategia de

recolectar y codificar observaciones en el trabajo de campo de

la observación participante. Lo que se asume es que la selec­

ción de contextos en los que buscar información significante

dentro de un área problemática puede ser guiada de mejor ma­

nera por el análisis emergente, que es producido en simultanei­

dad con las notas y reflexiones que tienen lugar en el trabajo de

campo. Hay un proceso espiral de «muestreo teórico» (como

opuesto al muestreo estadístico) de lugares y eventos; graban­

do y codificando observaciones; escribiendo hipótesis de prue­

ba en «memos analíticos»; y procurando comparaciones más

detalladas y concretas de informaciones con informaciones, y

de informaciones con conceptos e hipótesis, avanzando de ese

modo, logrando a continuación muestreos más sociológicamente

informados.

Las categorías de tipo social, transacción interpersonal y

forma ideológica que son identificadas de este modo deben ser

ahora cruzadas, comparadas y relacionadas con sus lugares de

origen dentro de patrones establecidos de organización social:

esta es la tarea del método de comparación constante, tal como

es explicado por Glasser (1965). El foco está siempre puesto

en la diferencia hecha por la introducción de una nueva dimen­

sión analítica en las relaciones entre subgrupos e incidentes,

personas o formas sociales, dado que las distinciones impues­

tas por esta nueva dimensión las cruzarán y reagruparán. Los

procedimientos de esta lógica son muy similares a los desarro­

llados por Paul Lazarfeld para el «análisis multivarial» de infor­

mación estadística (ver Lazarfeld y otros, eds., 1972: 119-217).

Pero en este caso se dirigen específicamente a información

cualitativa, porque Glasser y Strauss (1968), sus autores, es­

tán interesados en evadir las variables preseleccionadas y ya

definidas antes de que la investigación entre al campo. El mé-

Ll20

Page 435: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

todo está orientado a generar hipótesis («descubriendo teoría

de campo») antes que a testearlas.

La estrategia apunta al establecimiento de reglas generales

acerca de ciertas formas culturales en contextos sociales e his­

tóricos limitados. Estas generalizaciones no son obtenidas in­

mediatamente, sino sólo tras la revisión y ordenamiento jerár­

quico de una serie de hipótesis provisionales sobre modelos

parciales. Su modo de interferencia analítica está cerca de lo

que C.S. Pierce caracterizó como abducción (ver Habermas,

1972: 334): empezando por un resultado sorpresivo (un inci­

dente anómalo), el analista busca una regla {hipótesis socioló­

gica o modelo) que explicará el caso {el incidente en el contexto

ya entendido). Pero, tal como indica Habermas, hay considera­

bles dudas acerca de cómo esta inducción realmente trabaja.

Tipo IV: El método progresivo-regresivo

Una debilidad importante del método de comparación cons­

tante es que falla en dar cuenta de los modos en los que la

teoría preconstituida provee un marco de reglas para el análi­

sis: la teorización de Glaser y Strauss no puede mantenerse

independiente de sintaxis y estilos. Jean-Paul Sartre { 1963)

enfrenta este problema en relación con los estudios culturales

marxistas. Nota que el marxismo de los días de Stalin selec­

cionaba sus materiales de estudio únicamente por su (presun­

ta) capacidad para ilustrar las leyes del materialismo histórico.

La investigación teórica era restringida a la especulación acer­

ca de las varias formas de expresión de estas leyes en diferen­

tes contextos sociohistóricos. A esta «ubicación» del fenó­

meno dentro de una teoría la denomina el momento regresivo

del análisis; pero lo contempla como un momento necesario,

en tanto los tópicos deben ser elegidos de acuerdo con prefe­

rencias teoréticas dentro de las limitaciones del estado actual

430

Page 436: Resistencia a Traves de Rituales

l Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

de la teoría. Pero una vez que el análisis ha entrado en una

relación concreta con el fenómeno, al que debe subordinar su

sensibilidad, el movimiento cambia a un trazado progresivo de

las conexiones causales y culturales («mediaciones») entre la

experiencia humana y el proceso social que se desarrolla a

espaldas de todos nosotros.

Cuestionando la procedencia y la pertinencia de más y más

determinaciones de un fenómeno, este trazado de mediaciones

reabre constantemente cuestiones encasilladas por la teoría

inicial. El subsiguiente conocimiento de niveles y tipos de me­

diaciones primero enriquece y luego -en un nuevo momento

regresivo- reestructura la teoría. El programa de Sartre para los

estudios culturales requiere un modo de razonar que sostendrá

movimientos repetidos entre los análisis progresivo y regresivo:

este es el tema de su mayor (e inacabado) trabajo metodológico

(Sartre, 1960). Su método está fundado en una concepción

historicista de la interrelación de fuerzas culturales contradicto­

rias que acentúan el valor heurístico de los momentos de resis­

tencia contra los significados dominantes de un orden social.

Mientras el método comparativo trata el ida y vuelta de tales

momentos como parte del patrón de la organización humana, la

estrategia analítica de Sartre asume que las formas culturales y

las fuerzas sociales es:án relacionadas unas con otras de modo

asimétrico. En una sección posterior retomaré la discusión so­

bre el quiebre entre los dos modos analíticos.

2. Algunos principios de la investigación de campo naturalista

La investigación de campo es un «paraguas» de activida­

des unidas por el horizonte y el espíritu en el que es pensada

la estrategia del investigador. La observación participante, dice

Schatzman (1973: 14), debe ser: «una pragmática, funda-

431

Page 437: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

mentalmente en tanto no está constreñida a articular por ade­

lantado una técnica o problema específico». Esta visión de

carácter abierto de la investigación de campo es más radical

que la del vocero clásico del pragmatismo, John Dewey (1938),

quien simplemente exploraba las características cuasi-experi­

mentales de toda investigación. Da cuenta de la dinámica

psicosocial de las relaciones entre el investigador y el investi­

gado. Permite al investigador ayudarse a lo largo del proceso

que está estudiando, o incluso desviarlo. Requiere del investi­

gador que, a través de una apropiación enfática y consciente

de los estudiados, se corra de los significados privados de sus

experiencias. Alienta al investigador de subculturas y desvia­

ciones a someter su propio carácter a los agenciamientos

resocializadores del estudio etnográfico, a reescribirse a sí

mismo en la articulación de su análisis. Debo dar cuenta aquí

de algunos «principios generales» de método propios a la orien­

tación naturalista, bajo etiquetamientos que refieren a los ni­

veles del recorrido de investigación; pero contemplando que

los niveles no son pasos fijos en una secuencia inalterable.

Las secciones restantes de este artículo examinan algunas de

las reglas de método a través de las cuales estos principios

son implementados, de acuerdo con mi reconstrucción de la

lógica de la observación participante.

a. Construir relaciones en el campo: la relaciones con los in­

vestigados deben ser negociadas de un modo abierto y

recíproco, de modo que el investigador dará cuenta de su

identidad y propósitos. Pero el esfuerzo puesto en la nego­

ciación de una relación particular dependerá del plan de

«muestreo teórico» y de la estimada productividad (en can­

tidad y calidad de información) de un futuro informante.

b. Trabajar el plan de investigación: el investigador debe en­

trar al campo con una concepción definitiva de las cuestio­

nes disponibles al alcance de sus manos, así como de sus

intereses sociológicos; pero el foco y la estrategia del tra-

432

Page 438: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

bajo de campo debe evolucionar a través de la exploración

de patrones y características de los incidentes de campo,

estando atento al racconto que hacen los investigados acer­

ca de lo que es problemático para ellos mismos.

c. Gestionar procesos de trabajo de campo: el investigador

debe tratar sus encuentros de campo y relaciones de modo

de asegurar una combinación manejable entre lo instru­

mental (usando el flujo de información para ayudarse a

generar hipótesis), las intervenciones (plantear nuevas si­

tuaciones para iluminar o catalizar un proceso naturalmen­

te escenificado) y lo meramente sociable (haciendo amigos

más allá de la relación con los investigados): el código

humanístico requiere que los tres niveles sean

implementados.

2. Analizar información cualitativa: la fase analítica está

dirigida hacia la producción de teoría coherente y defen­

dible; deberá entonces ejercer cierto control retroactivo

sobre el pragmatismo del estilo de la observación parti­

cipante en el trabajo de campo. Cuando el investigador

confía, desde su propia perspectiva, en que la teoría

emergente es convincente y adecuada al contenido fac­

tual de la información, debe concluir su análisis; y -

cuando sea posible- publicarlo completamente, sin

mostrar miedo o favor hacia los partidos que puedan

desear utilizarlo o descartarlo.

3. Estrategias para ingresar

El famoso apéndice de W.F. Whyte a Street corner society

( 1955) muestra cuánto poder reside en las relaciones de cam­

po iniciales para construir o derruir la investigación; y Herbert

Gans ( 1968) testifica sobre la continua dificultad de este mo­

mento en el proyecto de la OP. Una vez que el tópico de

433

Page 439: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

investigación ha sido definido (y retornaremos a esto en la

próxima sección), la negociación del acceso a la gente, a los

lugares y a las informaciones determina gran parte de la inves­

tigación. Esta negociación depende de la competencia del in­

vestigador para (1) unirse al grupo, (11) asumir un apropiado rol

como guía, (111) predecir las principales variantes del rol de

guía que debe desarrollar, y (IV) preparar historias de cobertu­

ra que puedan ser intercambiadas con los investigados para

conocer a los individuos personalmente.

l. Schatzman ( 1973: 19-21) nos cuenta que la articula­

ción cubierta se lleva a cabo para producir juicios acer­

ca de los sitios en los que observar (¿cuáles son los

mejores pubs donde escuchar el argot de los homosexua­

les en London?); acerca de la factibilidad de las tareas

(¿cuánta habilidad para el baile se espera de los clientes

de los salones de taxi-dance?); y acerca de la idoneidad

de las estrategias de ingreso (¿se puede ingresar a un

hospital a través de su director o a una secta a través

de su líder?). Las técnicas para la articulación encubier­

ta derivan significativamente de las analogías obvias con

los detectives privados, informantes y similares: el prin­

cipal requerimiento es que el investigador desarrolle ol­

fato para encontrar situaciones de campo en las que

poder trabajar, que sean ricas en materiales, que ofrez­

can aperturas para la decodificación de sistemas

lingüísticos (la factibilidad para desarrollar el trabajo de

campo debe estar vinculada con la totalidad de la estra­

tegia de investigación, punto que será discutido en la

próxima sección).

11. Buford Junker ha caracterizado los cuatro «roles cla­

ves» para la observación participante, y estos están cla­

ramente resumidos por Raymond Gold ( 1958). El obser­

vador puro se mantiene en los bordes de la situación y

registra la escena pasivamente desde una distancia se-

434

Page 440: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

gura. El observador como participante se compromete a

breves encuentros con los sujetos anfitriones, pero se

aleja de las reglas de la entrevista directa sugiriendo

una conversación/relación más positivamente afectiva

y flexible, haciendo que su «entrevista» se mantenga

indeterminadamente abierta. El participante como ob­

servador se zambulle en la acción de un modo más atre­

vido. Se une a sus sujetos en una empresa común, e

incluso intenta permitirles cierta participación en su

empresa de investigación. El caso límite de este rol en

la sociología clásica es el trabajo de campo del

antropólogo, donde el investigador está circunscripto

por el entramado total de normas, roles y creencias del

grupo anfitrión. Sin embargo, debe mantener su distan­

cia respecto del «vocabulario de motivos» de sus anfi­

triones, a fin de cuidarse de no perder el control sobre la

estrategia de trabajo de campo (Albert Reiss, 1968, da

testimonio de un observador en una comisaría que se

volvió «nativo» al punto de demandar que se le permita

trabajar sobre el próximo sospechoso negro que llegase

para ser interrogado). El participante completo es un

investigador subrepticio, observando secretamente y

registrando a escondidas. Este rol enfrenta serias difi­

cultades; y claramente se superpone con otro modo de

búsqueda, implicando la escritura de la vida de uno mis­

mo desde la perspectiva de los estudios culturales.

111. Varios criterios teóricos, prácticos y éticos pesan sobre

la elección de un «rol clave»; pero una vez hecha la

elección, los modos variables de llevarla a cabo también

deben ser atendidos. Esto tendrá que ver con los tipos

de informante con los que da el investigador en base a

su mapeo temprano del trabajo de campo. John Dean y

otros (1967) ofrecen una taxonomía que incluye.al in­

formante ingenuo, que dirá todo lo que sabe, por lo cual

435

Page 441: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

resulta valioso, el políticamente frustrado, el viejo, y el

neurótico ávido por el reconocimiento en una conversa­

ción. El investigador observador participante competen­

te puede manipular cada tipo de respuestas para su pro­

pia autopresentación, si entiende los principios básicos

del juego de roles (ver E. Goffman, 1959, 1963 y 1969).

IV. Las tácticas e historias encubiertas deben ser testeadas:

es mejor probarlas primero en ensayos con anfitriones

que no sean cruciales para el acceso a los temas funda­

mentales de la investigación. Cuando el ·;nvestigador in­

fiera del tenor de sus transacciones que ha establecido

una buena relación en sus intentos, retendrá esos aspec­

tos para su historia (por ejemplo, versiones de su biogra­

fía y pasado) que hayan contribuido más positivamente.

Esto es una suerte de competencia del sentido común.

Los problemas lógicos de la fase de entrada cuyas técnicas

hemos esbozado surgen por el carácter problemático del «acuer­

do de acceso»: ¿qué se está dando o recibiendo a cambio de

qué, cuándo el investigador da incentivos a sus anfitriones

para que le ofrezcan suficiente acceso al campo como para

explorar las conexiones internas del fenómeno que le intere­

sa? El dilema práctico central es:

«El investigador de campo necesita crear situaciones en las

que invite a otros a la visibilidad y revelación» (Schatzman,

1973) conservando a la vez la indeterminación de su propio . rol, a fin de no ejercer demasiada influencia en el modo en que

se muestran a él; ¿cómo puede cerrar el trato de acceso sin

estar atado, posteriormente, a obligaciones surgidas del pro­

ceso de negociación?

Las reglas que permiten atravesar este dilema al investiga­

dor de campo surgen del arsenal de conocimiento del

Page 442: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuar:: Hall y Tony Jefferson

lnteraccionismo Simbólico. Debe tratar de persuadir a los otros,

durante las cuatro fases del desarrollo de roles delineado por

Ralph Turner ( 1962), de que tomen roles mientras él los cons­

truye. Esto implica trabajar en la separación entre roles de in­

vestigación y roles de vida, para así mantener la imparcialidad y

el instrumentalismo como los modos primarios de la conciencia

del investigador: ver Diesen y Whittaker (1967). Debe preser­

var la libertad para maniobrar al autopresentarse, sugiriendo

para sí mismo -a través de sus vestimentas y maneras- un

estatus social marginal, a mitad de camino entre en un funcio­

nario burocrático y un miembro afiliado a la subcultura (los «es­

tudiantes investigadores» dan bien con este rol). Debe negociar

el acceso a un escenario por vez, siempre mostrando interés

por los sentimientos de los anfitriones, de modo que vayan

relajando gradualmente su interdicción en la información sobre

sus asuntos privados. Las restricciones que se acepten inicial­

mente deben entenderse como «renegociables más tarde, en

momentos más propicios» (Schatzman, 1973). Las habilidades

lógicas requeridas en la implementación de estas reglas son del

orden de un juego de suma cero. Ned Polsky reconoce la super­

posición entre sus habilidades laborales como sociólogo y aque­

llas de sus sujetos en sus estudios sobre los jugadores de pool

chantas, aunque niega vigorosamente la sugestión de que su

inmersión en el campo haya hecho de él un estafador antes que

un cientista social (Polski, 1971: 115-14 7).

Comentario

El estatus de las competencias implícitas para estas reglas

parece claramente obvio, en vistas de su origen. El pragmatismo

instrumentalista está al mando. La perspectiva dramatúrgica

de Goffman advierte al investigador sobre la preparación de

rol que es necesaria entre bastidores y las estrategias para

4~7

Page 443: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

controlar la autopresentación en escena (ver Messinger, 1962).

La recapitulación de Scheff de los modos en que los profesio­

nales retienen la iniciativa al negociar la «definición de reali­

dad» con sus clientes revela la pertinencia del poder en las

negociaciones de orden moral y epistemológico (Scheff, 1968).

Pero estas relevancias de fondo sugieren la importancia crucial

de la metáfora al dar forma a nuestro entendimiento de lo que

está en juego en el seguimiento de las reglas del investigador,

tanto práctica como filosóficamente. Dos metáforas colisionan

en esta recapitulación de estrategias para ingresar al campo.

La metáfora de la interacción estratégica nos recuerda que los

anfitriones también tienen poder de discreción e iniciativa (si

no problemas de accesibilidad) y que pueden ganar algunas

manos en el juego de póker establecido, a través de estrate­

gias defensivas ante las que no hay mediación de negociacio­

nes. La discusión de Ervin Goffman ( 1969) reclama la pregun­

ta acerca de qué condiciones permiten a una parte establecer

transacciones de intercambio de conocimientos a fin de lograr

un provecho, tal como la CIA ha hecho con frecuencia en

Sudamérica; pero su orientación a los juegos teóricos permite

sólo el mantenimiento contingente de una suerte favorable.

Alternativamente, la metáfora de la apropiación excedente

provee un detalle mucho más completo de cómo, en un siste­

ma formal de encuentros e intercambios, una parte puede, sin

riesgo de falla, asegurar la realización y creación de produc­

ción excedente. M. Godelier ( 1966) muestra cómo el análisis

de intercambio de mujeres a través de los sistemas aboríge­

nes de parentesco y los análisis de Marx sobre el intercambio

de fuerza de trabajo viva con el trabajo muerto de las mercan­

cías son análogos en sus formas. La construcción y moviliza­

ción de las relaciones entre el investigador y el anfitrión pare­

cen ser del mismo orden, lo que explica la gran atención que

los investigadores de campo a los problemas de acceso: las

reglas que tratan con el dilema central de la negociación de

Page 444: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

acceso (cómo obtener beneficio de un intercambio justo de

signos culturales y mercancías) son tan importantes para el

observador participante como las reglas de la contabilidad lo

son para el capitalista. Esto no es enunciado con intención de

hacer una conclusión crítica de tipo moral, en tanto es difícil

ver cómo cualquier desenvolvimiento progresivo del conoci­

miento en las ciencias humanas podría evitar fundarse en un

«intercambio desigual» estructural de tal tipo. Mi punto va,

más bien, a que la metáfora interaccionista falla en explicar

los procesos más profundos detrás del proceso de negocia­

ción del observador participante; y esta falla sugiere que el OP

tiene una conciencia mistificada de su propia práctica.

4. Estrategia para desarrollar el diseño de investigación

Los estudios socioculturales tienen pocos axiomas o teore­

mas que estén ya generalmente aceptados, así como tampo­

co cánones estandarizados para testear hipótesis que puedan

servir para solucionar «puzzles» teoréticos fundamentales,

usando el planteo de Kuhn. 113 El OP trabaja sobre esta ausen­

cia de «ciencia normalizada» bajo la aserción de que:

113 El trabajo de Thomas Kuhn acerca de la producción de conocimiento en las ciencias naturales da cuenta de la dominación de la empresa científica -sostenida durante mucho tiempo- por un paradigma consensuado de axiomas, conceptos y métodos, que dicta qué debe ser estudiado y cómo. En tales período de «ciencia normal», quienes aprueban y sostienen el paradigma aseguran haber establecido las cuestiones centrales acerca de cómo está constituido el mundo, y la atención del investigador queda dirigida al detalle fino del encastrado del piezas residuales que se mantie­nen en la periferia del conocimiento científico, continuando con un tipo de investigación práctica concordante con las reglas institucionales. Antes de que un campo científico se torne «ciencia normal», hay una competición abierta entre pre-paradigmas, que compiten por el lugar de preponderancia en la preferencia de los científicos. Si intentásemos aplicar el modelo de Kuhn (que tiene gran impronta alegórica) a las ciencias socia­les, podríamos identificar a las sociologías «positivistas» y a las «naturalis­tas» como las principales contendientes en esta puja entre pre-paradigmas.

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Page 445: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

a. La sugestión de hipótesis plausibles relacionadas con la in­

formación recolectada, preferentemente dentro de un grupo

de hipótesis simultáneamente presentes y relacionadas es

más valedera que el testeo meticuloso de ideas existentes.

b. La coherencia o credibilidad de hipótesis generadas a tra­

vés de la articulación de colecciones, codificaciones y aná­

lisis de información cualitativa puede ser estimada (bajo

ciertas circunstancias) en tan alto porcentaje como aque­

llas científicamente verificadas.

Sobre estas premisas, el OP prescribe que el lugar para la

formulación de detalles o del diseño de la investigación debe

ser un espacio movible, y, en todo caso, un modo de adentrarse

en el camino del proceso de investigación. Sólo cuando el plan

de investigación crece fuera de la exploración de nuevo terreno

empírico, y así se modifica a sí mismo a la luz de evidencias

emergentes en el campo, podemos atender con sensibilidad

reflexiva la realidad del fenómeno considerado. Los primeros

días del investigador en el campo deben ocuparse en hacer un

ejercicio de mapeo que determinará el diseño de decisiones: a

dónde ir, qué buscar, con quién relacionarse. Glasser y Strauss

( 1968) argumentan que estas decisiones deben animar la cons­

tante búsqueda de sitios apropiados para explorar las propieda­

des o dimensiones de las categorías cuyas definiciones prelimi­

nares enmarcan el tópico de investigación. Algunas categorías

serán tomadas de la experiencia cotidiana, mientras otras deri­

van del discurso científico. El proceso comandado por la evolu­

ción del diseño se llama muestreo teórico, y lleva a su vez al

método de comparación constante en la fase de análisis. En

tanto el diseño, la recolección de información, la codificación y

el análisis son todos interpretativos, nuevas muestras compa­

rativas de eventos o situaciones personales pueden ser volca­

das al diseño en cualquier punto donde la elaboración de análi­

sis sobre datos sugiera la necesidad de una corroboración.

440

Page 446: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

El dilema central para el diseño de investigación es:

El compromiso con ciertos conceptos sensibles e hipótesis

intuitivas para el trabajo de sus propiedades determina la tra­

yectoria de la investigación para la búsqueda de información

comparable. ¿Cómo puede el investigador evitar usar sus pri­

meros días en el campo como modo de convencerse a sí mismo

de que sus pálpitos lo están llevando por el camino correcto?

El atractivo normal de los primeros días en el campo es que

provee shocks culturales y estimula agudas concientizaciones

psicológicas, de modo que el investigador es llevado casi in­

conscientemente a penetrar en el sentido común o en las in­

terpretaciones de los grupos sobre interacciones y eventos, y

a plantear preguntas desilusionadas acerca de lo que está

pasando. En un artículo clásico, Blanch Geer (1964) hace un

recorrido por sus notas de campo (y de algunas de sus cole­

gas) de las tres primeras semanas de un estudio de observa­

ción participante sobre la vida en la Universidad del Estado de

Kansas. La investigación comienza asumiendo que un campus

universitario de clase media estaría gobernado por la conven­

ción social de que la universidad es una escala necesaria para

jóvenes que sólo se tomarían sus actividades diarias seria­

mente cuando se estableciesen en un trabajo; pero las notas

surgidas de las entrevistas, de la observación participante y

en las reuniones de egresados llevaron a una discusión acerca

de la dimensión de seriedad que los estudiantes tienen acerca

de ir a la universidad: la competición académica por grados

resultó ser un punto de referencia y negociación central para

todo tipo de estudiante. Este inicio de comprensión, junto a

otras ideas sobre métodos, que fueron cristalizadas en el «re­

ceso analítico» posterior al frenético período de los primeros

días, sentó la guía para el resto de la investigación. El estudio

se volvió un recorrido crítico por el sistema universitario de

441

Page 447: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas jweniles en la Gran Bretaña de la posguerra

estratificación y por sus efectos, el cual concluyó con la reco­

mendación política de que las gradaciones universitarias de­

berían ser abolidas.

Las reglas básicas para tratar nuestro dilema parecen ser:

1) siempre usar la experiencia de los primeros días en el cam­

po como recurso para la revisión de las ideas preliminares

acerca del problema a ser investigado, así como para revisar

la naturaleza y posibles fuentes de la información; y 2) em­

plear la herramienta del muestreo teórico a fin de asegurar

que las categorías conceptuales puedan ser complementadas

con evidencias sobre sus formas empíricas y manifestacio­

nes, y con categorías con las que puedan relacionarse, a tra­

vés del desarrollo de nuevas hipótesis. La codificación explíci­

ta puede ser una ayuda importante en este segundo proceso.

A medida que el investigador descubre nuevas propiedades

de sus conceptos, o nuevos vínculos entre los fenómenos, va

trabajando sobre sus notas de campo, revisando las notas de

sus observaciones y las notas teoréticas para futuros casos.

Los ítems tratados en las notas luego pueden ser codificados

y recodificados, y todo el aparato de codificación moverse

acompañado con el esquema analítico emergente: es, por lo

tanto, clara la importancia de que las notas tomadas durante

los primeros días sean lo suficientemente extensivas como

para permitir la elaboración de codificaciones claras.

Comentario

Sin embargo, los informes de Glasser y Strauss (1968),

Becker ( 1958) y Geer ( 1964) dejan dudas acerca de qué tanto

los diseños de investigación son siempre criticados en modos

que invoquen un cambio de perspectiva en el problema inicial.

La mayor parte del trabajo acerca del etiquetamiento de las

tendencias subculturales ha fallado en encontrar una explica-

442

Page 448: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ción para el origen de estas etiquetas que vaya más allá de la

temprana noción de «emprendedores morales» de Becker. Pro­

bablemente, las tareas de diseño y comparación constantes

están implícitamente entendidas por los investigadores obser­

vadores participantes y estrechamente anudadas con un reper­

torio bien establecido de perspectivas e imaginerías. Ciertamente,

el estudio de Geer sobre los estudiantes, una vez que cambió

su foco hacia el trabajo académico y las gradaciones, generó

un análisis muy predecible, en el cual el etiquetamiento de los

estudiantes por los profesores universitarios era considerado

sólo en los términos de negociación de tareas y criterios dentro

de un sistema que permitía mantener la iniciativa para la acade­

mia: las cuestiones más amplias de la sociología del conoci­

miento y de la experiencia intelectual no fueron tratadas.

5. Dirigiendo el trabajo de campo

El trabajo de campo de la observación participante impone

en el investigado¡ tres conjuntos de requerimientos:

l. Debe tener sensibilidad a lo externo y accesibilidad a

lo interno, contra la tendencia a rutinizar el trabajo de

observación participante. Debe hacer esto simplemen­

te practicando una mirada abierta como la de un niño

atento a todo; o puede cambiar repetidamente su sitio

de observación; o tomando cada oportunidad para ocu­

par imaginativamente el papel de otros con quienes se

encuentra.

11. Debe desarrollar constantemente su capacidad para ob­

servar lo que está ocurriendo, descubriendo más en ello,

o junto a ello. Puede hacer esto considerando regular­

mente: (a) si necesita o no desarrollar conceptos dedi­

cando más tiempo a observar sus propiedades; (b) si ha

dado con una persona o situación que deba ser referida

443

Page 449: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

a observaciones previas; (e) si tiene un panorama claro

para observar eventos, en términos de perspectivas

apropiadas que ayuden a caracterizarlos; (d) si necesita

realizar un giro teórico cambiando el foco y los propósi­

tos de su OP; y (e) si debe moverse rápidamente hacia

la formulación precisa de una hipótesis o modelo, y lue­

go pasar al trabajo de búsqueda sistemática de eviden­

cia para su confirmación (o no). Schatzman (1973: 53-

58) presenta una clara explicación de las razones para

moverse de uno a otro de estos terrenos de observa­

ción a lo largo de las distintas etapas del trabajo de

campo; pero remarca que la cuestión de cuándo hacer

el cambio es, a fin de cuentas, una decisión llevada a

cabo por el juicio del investigador.

111. Debe encontrar tácticas por las cuales implementar su

rol fundamental como coordinador. Por ejemplo, dentro

de su rol de participante en tanto observador, puede ele­

gir o bien una «interacción limitada», esperando ser invi­

tado a adentrarse más en la acción de la conversación, o

bien puede elegir su posición «tolerada» para comprome­

ter a los anfitriones en una entrevista estrechamente con­

trolada. Lo que intente depende de su juicio sobre la po­

tencialidad de la situación a la luz del plan general: Donald

Roy (1970) describe cómo se movía de una estrategia a

la otra durante un estudio de observación participante

sobre una campaña de reclutamiento sindical.

Pero, aunque los trabajadores de campo puedan tener un

sentido para saber cuándo cambiar de estrategia y cuándo

desplegar su imaginación para integrar piezas dispersas de

trabajo de observación, permanece aún un dilema mayor para

la gestión de la coordinación:

¿Cómo puede el investigador testear y juzgar la validez y origi­

nalidad de sus «modelos parciales» o hipótesis cuando está

444

Page 450: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

enmarcado por la perspectiva de su estrategia de trabajo de

campo?

Las implicaciones de este dilema llegan lejos. La presencia

del observador puede introducir algunos de los muchos tipos

de efectos perturbadores sobre los anfitriones: puede (desde

su propia visión) ser incorporado como un supernumerario útil;

puede ser catalogado como un incordio poco confiable (pero,

por lo tanto, disponible para los solitarios o desafectados); se

puede volver un catalizador pasivo que da coraje al desarrollo

de conversaciones previamente suprimidas; puede tener un

rol interventor, liderando nuevas acciones; y se puede volver

un ojo de tormenta para la disensión y la disputa, con efectos

catastróficos sobre los efectos científicos de la investigación.

Los libros de texto ofrecen pocas advertencias sobre el mane­

jo de estas formas perturbadoras: simplemente requieren que

los trabajadores de campo permanezcan en los espacios que

construyen para sí mismos. «El asunto paradójico de cambiar

o no cambiar ... no debe preocuparnos ni a nosotros ni a nues­

tro trabajador de campo modelo. Este último ... no tiene otro

recurso que actuar como se hubiese esperado que actúe un

investigador de campo ... » (Schatzman, 1973: 64). Pero, :n­

efuso si esto fuese verdad, el investigador debe usar su con­

ciencia de las contingencias del campo para mantener para sí

un cálculo de los efectos del investigador sobre la escena de

la acción, tanto para juzgar cómo hubiesen sido las cosas sin

esa intervención, como para usar los resultados observados

de la investigación como si fuesen datos de una investigación

experimental. La lógica de tal cálculo debe ser crucial para los

procesos de recolección de datos, codificación y análisis; aun­

que parece haber habido muy poco avance en este sector

metodológico desde que Weber discutió la lógica por la cual

los historiadores podrían evaluar los efectos de la Batalla de

Maratón (Weber, 1949: 171-174).

44'i

Page 451: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

Los procedimientos y medios que han sido explícitamente

adquiridos al ganar cierta distancia respecto del alboroto del

trabajo de campo residen en el registro de las observaciones y

reflexiones obtenidas en el campo, así como en la organiza­

ción de las notas de campo. Las notas de campo son el medio

a través del cual se juega la dialéctica del involucramiento y el

alejamiento. Mientras más notas se tengan, mayor es la dis­

tancia posible, a través de la posibilidad de luego revisar y

chequear las observaciones y codificaciones. En un trabajo de

equipo, el intercambio de opiniones y la crítica de las notas

diarias obtenidas en el campo conforman el principal modo de

desarrollo para la estrategia de investigación. El trabajo de

campo extensivo siempre es puntualizado por «recesos meto­

dológicos» en los cuales los investigadores van a conferen­

cias, hacen grupos y debaten adelantos analíticos, revisan

programas alternativos para conectar sus hipótesis y patrones

de datos. Schatzman ilustra las diferentes inclinaciones por

tres tipos de notas de campo: Observaciona/es, Metodológi­

cas y Teoréticas, y muestra cómo cada una de ellas contribu­

ye al trabajo analítico posterior. Glaser y Strauss (1975) han

publicado recientemente instrucciones detalladas acerca de

cómo escribir un informe analítico y cómo usarlo para dar nue­

va forma a las actividades en el trabajo de campo.

Comentario

El quid del proceso de objetivizar las experiencias de cam­

po es la deconstrucción de la confección de roles y el inter­

cambio de significados que se logran en las diferentes nego­

ciaciones durante los encuentros que hacen al trabajo de cam­

po. De estas experiencias, el investigador debe abstraer cono­

cimiento acerca de los procesos sociales (o conocimientos

acerca de cómo dar cuenta de sus formas y apariencias). Esto

446

Page 452: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

se logra «envolviendo» lo que obtiene de sus encuentros con

los anfitriones -en su papel de investigador social- en un pa­

quete finamente perspicaz. Schatzman dice: «El paquete es

entonces preparado como para luego ser revisado y compren­

dido en una mirada ... El investigador se disciplina a sí mismo

para pensar en términos de unidades de información, sea cual

sea su contenido» ( 1973). Aunque la lógica del registro, la

codificación y la revisión no han sido aún explicadas, pode­

mos ver ahora su condición operativa esencial: el carácter

ambiguo y por lo tanto provocativo de los encuentros en el

campo debe ser reducido a unidades de investigación que ten­

gan un contenido específico, un valor direccional para la cons­

tante verificación del plan de investigación. Este es el punto al

interior de la observación participante en el cual el pragmatismo

humanista y libertario de Mead y Dewey debe saldar cuentas

con el racionalismo de la tradición científica natural del siglo

x1x. Es en este punto que la lógica del razonamiento inductivo

es afirmada para dar cuenta de los criterios del método hipo­

tético deductivo de J.S. Mili, anclado con seguridad en los

procedimientos de la demostración silogística y la prueba ex­

perimental (ver Willer y Willer, 1973: cap. 4).

6. Analizando información cualitativa

El análisis siempre implica la reorganización de proposicio­

nes que ya incluyen una interpretación, una representación de

las formas de la realidad social; por eso, en el campo de los

estudios socioculturales, sería imposible evitar usar amplia­

mente las formas metafóricas de «los puntos de vista». ¿Qué

es lo que acá está en cuestión? Es la pregunta por cuál estra­

tegia particular es más adecuada para generar análisis a partir

de observaciones participantes para lograr explicaciones

teoréticas que den al lector una visión de las relaciones entre,

447

Page 453: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

y al interior de, las formas culturales en las que el discurso

metafórico es o bien asumido o bien seguramente adecuado

-para la teorización- a un lenguaje riguroso. Los cuatro tipos

de razonamiento analítico identificados en la Parte 1 ofrecen

tres distintas respuestas a esta cuestión. En primer lugar, el

entendimiento apreciativo ayuda explícitamente a preservar la

textura metafórica de las formas culturales en su calidad origi­

nal, reflejando, tan bien como sea posible, las maneras en que

son vividas por los sujetos. El proceso analítico es necesario

incluso aquí, pero limita sus objetivos a encontrar patrones en

la información, de modo que las observaciones participantes

del investigador puedan ser presentadas en un modo que sea

etnográficamente convincente: las metáforas e imágenes de

la cultura (o subcultura) anfitriona son reagrupadas, aunque

aún sin ser traducidas. En segundo lugar, el investigador debe

buscar imponer una metáfora maestra sobre aquellas origina­

rias presentes en su material: esta es la estrategia de cons­

truir modelos a la que pertenecen tanto la inducción analítica

como la comparación constante. El compromiso de la induc­

ción analítica a la construcción de un modelo cerrado y unita­

rio que de cuenta de rasgos supuestamente universales de un

cierto fenómeno cultural hace de esta estrategia un caso lími­

te (según la visión crítica de Turner en 1953) que dejaré de

lado. Examinaré la estrategia de comparación constante para

elucidar los principales pasos en el proceso de construcción

de un modelo, y criticar así la relación arbitraria entre el mode­

lo de teoría base que produce y el dominio de interpretación

modelo. En tercer lugar, argumentaré que la única interpreta­

ción posible de la estrategia progresiva-regresiva de Sartre

conlleva la búsqueda de mediaciones estructurales/históricas,

un modo de análisis que podría permitirnos superar algunas de

las contradicciones del método de comparación constante.

Los cuatro tipos de estrategia analítica enfrentan el mismo

dilema central; aunque el primero de ellos deniega su premisa,

Page 454: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

y reniega de una relación con los elementos no observables de

una realidad social (ver H.S. Becker, 1971: v-vi). El dilema es:

Dado que el analista debe subsumir los elementos

observacionales en el marco de las proposiciones de una expli­

cación teorética de las relaciones interiores a las formas cultu­

rales, ¿cómo debe conservar y desplegar su comprensión so­

bre las propiedades concretas de escenas sociales que estén

impresas en su propia información?

a. El método de comparación constante

Glaser y Straus presentaron primero su estrategia en un

artículo ( 1965) que acentuó la velocidad a la que la investiga­

ción se puede mover a través de los grupos a ser comparados,

cuando estos están especialmente seleccionados para colec­

tar categorías para los propósitos de una construcción modelo

particular, y las «credibilidad» que la comparación constante

da a las hipótesis generadas a través de la recolección, codifi­

cación y análisis de la información. Su último libro (1968) da

una explicación más extendida de los racionamientos para el

muestreo teórico de grupos e incidentes; y también trata de

codificar las principales tareas de la etapa de análisis. En una

secuela reciente ( 1975) muestran cómo las prácticas de la

escritura de notas de ayuda en el trabajo de campo están

gobernadas por los requerimientos de su estrategia analítica.

En sus explicaciones, «propiedades» y «enlaces» son térmi­

nos clave. Los primeros días en el campo enfocan la investiga­

ción en los conceptos sensibles que llevan al investigador a

proponer la existencia efectiva de ciertas categorías. Estos

son síndromes socioculturales cuyas propiedades deben ser

descubiertas a través de la investigación comparativa; sólo

cuando en la búsqueda de materiales para una categoría se

449

Page 455: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

han ya clasificado todos los callejones sin salida a los que lle­

van las mismas, puede el investigador asumir que la «Satura­

ción teórica» de sus categorías por sus propiedades ha sido

finalmente lograda. En el curso de buscar propiedades, el inves­

tigador construye hipótesis con la intención de encontrar co­

nexiones temáticas entre lo que lo ayudará a construir un mo­

delo sociológico para el fenómeno en cuestión. De este modo,

gradualmente, el campo abierto a la exploración y comparación

constante es angostado y cerrado; tal como lo dice Schatzman

(1973: 111 ): «Una vez que el analista logra un Enlace Clave

-esto es, una metáfora, modelo, esquema general, un patrón o

línea argumental primordial- se puede volver crecientemente

selectivo sobre las clases de personas o eventos con los que

necesita tratar». Eventualmente, todas las hipótesis en pie se­

rán reorganizadas, jerárquicamente, al interior de esta metáfora

modelo, y la llamada saturación teorética de categoría será com­

plementada por una saturación del modelo en la información

obtenida. La teoría anclada sustantiva resultante será teñida de

colores cuya combinación articula las tonalidades arquitectóni­

cas de una doble adecuación de la información a los concep­

tos, y de los conceptos al modelo. Cuatro fases de análisis nos

llevan del trabajo de campo temprano a la finalización: compa­

rar incidentes como modo de clarificar y elaborar categorías;

integrar las propiedades descubiertas en definiciones categoriales

(una subrutina tomada de la inducción analítica); delimitar la

teoría enlazando y fusionando hipótesis para reducir la comple­

jidad; y, en la retirada final del trabajo de campo, escribir el

modelo teórico completamente organizado en una explicación

que sea satisfactoria estética y sociológicamente. Glaser y

Strauss dan una útil ilustración paso a paso de la operación

práctica de esta secuencia en la investigación que hicieron acerca

de los modos en que las contingencias en el cuidado de gente

moribunda son manejadas en las subculturas de los enfermeros

(1968: 105-114).

450

Page 456: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

Comentario

Estudios sobre subculturas trabajadoras o formas de vida

organizadas producidos de acuerdo con las reglas del método

de comparación constante manifiestan una palpable credibili­

dad y validez (ver, por ejemplo, Strauss y otros, 1964; Glaser

y Strauss, 1965; y Becker y otros, 1968). Pero esto trae la

pregunta de qué constituye una negociación exitosa de nues­

tro dilema sobre la estrategia analítica. Creo que la credibili­

dad lograda depende de los criterios racionales para la crítica

del conocimiento teórico. Glaser y Strauss afirman:

El análisis sistemático permite al trabajador de campo escribir

prescripciones para que otros espectadores externos puedan

introducirse en la esfera de la vida y la acción ... No es infre­

cuente que gente apueste exitosamente su dinero, reputación

e incluso vidas, así como la fe de los otros, debido a su inter­

pretación de otras sociedades. Lo que hace el trabajador de

campo es hacer de esta estrategia normal de personas reflexi­

vas una estrategia de investigación exitosa. ( 1968: 226-227).

Esta concepción pragmática de las funciones prescriptivas

del modelo de construcción asume que la teoría anclada será

consumida por un lector competente en los códigos del mode­

lo y sus subrutinas: la Proyección sobre la que este «mapa

cognitivo» es predicado no está ella misma disponible para el

testeo crítico. De este modo, los cánones de la demostración

racional y la prueba son dejados de lado: a fin de darle sentido

al modelo, el lector debe encerrarse a sí mismo dentro de los

dominios de su interpretación (en adición, ha sido argumenta­

do persuasivamente por Barry Hindens, 1973b: 242-247, que

el modelo sociológico no puede ser relacionado con la teoría

social general por un conjunto riguroso de reglas semánticas,

tal como sí pueden serlo los modelos matemáticos respecto

451

Page 457: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturasjuveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

de los sistemas formales: la teoría de campo es más una cues­

tión de estilo que de gramática). El método de comparación

constante mantiene su privilegio de autovalidación en parte

parcelando su dominio interpretativo en áreas problemáticas

substantivas que están restringidas en espacio y tiempo al

fenómeno particular ceñido por el sociólogo. Colín Fletcher

(1974) sugiere que la tradición de «a cada antropólogo su

propia tribu» ha corrompido la capacidad de soportar verdade­

ra teorización crítica. Podría haber citado como evidencia el

estudio sobre las evaluaciones académicas hecho por Becker

y otros ( 1968), el cual culminó con la sugerencia de que sea

abolido todo el sistema de gradaciones. Su pedido por el fin

de todos los etiquetamientos opresivos es presentado tan

abstractamente que hay pocas chances de que sea tenido en

cuenta como una intervención política real en la arena de los

conflictos sobre la clasificación cultural.

b. La búsqueda de mediaciones históricas/estructurales

La estrategia de Sartre intenta un pasaje de ida y vuelta

desde una teoría presuntiva de la totalidad del orden social, al

nivel de los nexos culturales negociados en los que los indivi­

duos hacen y viven sus experiencias, y luego otra vez a la

totalidad, trayendo ahora algunos significados que criticarán

el estado de cosas original. Cualquier juicio sobre la adecua­

ción de esta estrategia para lidiar con nuestro dilema debe

sopesar cómo el evaluador maneja tanto el momento progresi­

vo como el regresivo de su análisis. La formulación del tópico

de investigación acarrea desde el principio que el fenómeno

sea situado dentro de una concepción explícita de las dinámi­

cas y estructuras centrales de un todo social (momento regre­

sivo). La exploración del tópico de investigación requerirá una

continua elaboración y reelaboración de las conexiones empí-

452

Page 458: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

ricas entre procesos correspondientes a los «niveles» de la

biografía, la familia y el vecindario, comunidad, economía y

Estado-nación (momento progresivo). Frecuentemente, las

conexiones empíricas sugieren la existencia de procesos que

trabajan en dimensiones de la realidad social que están des­

viados respecto de estos niveles, como ocurre en los casos de

los estilos juveniles «delincuentes>> y el discurso de la ley y el

orden. Un punto tal se encontró durante los análisis del fenó­

meno de los ataques callejeros; ver Clarke y otros (1975).

Aquí, los métodos de la observación participante -conocimiento

de una comunidad local adquiridos a través de un centro barrial

o asistencial; análisis de diarios y otros documentos; interven­

ción en campañas- pueden ser vistos como una «contamina­

ción necesaria>> usada en el marco de un estudio progresivo­

regresivo cuya finalidad era abrir y reorganizar el raconto reci­

bido por la hegemonía monopólica capitalista en la Gran Bre­

taña de posguerra, así como establecer una nueva historia

social de la ley y el orden contra la «delincuencia» en los

teatros de la ideología y la política durante el cambio de co­

yuntura de mediados de los años sesenta a los setenta.

Cuando una rica extensión de materiales trae un nuevo

complejo de mediaciones, mucho del marco del estudio es

puesto en cuestión, y el esfuerzo por lograr una nueva

totalización teórica antes de que caiga la estrategia de inves­

tigación se vuelve azaroso. Este momento «deconstructivo»

hace surgir problemas metodológicos, cuyo centro de grave­

dad está claramente expuesto en la reciente discusión de Stuart

Hall acerca de las ideas y métodos de Marx (Hall, 1974b:

1 50-160), como la tensión entre los modos historicistas de

estudiar una formación social total y aquellos otros cuyo en­

foque es estructuralista. En el primero, la relación entre un

proceso social específico y otro está referida a una explica­

ción genética del movimiento histórico general que dio lugar a

ambos: en nuestro ejemplo, la amplificación de los incidentes

453

Page 459: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

con los ataques callejeros y las repuestas a los mismos están

situadas en la explicación de una crisis de consenso ideológi­

co y político cada vez mayor en la Gran Bretaña de fines de los

años sesenta. En el segundo, la exposición de mediaciones

lleva a una elaboración de una compilación de antinomias y de

un complejo de contradicciones, «dominantemente estructu­

rado»: el plano ideológico de la administración judicial y social

es mostrado como insertando ese conflicto en la cultura juve­

nil como para generar «estructuralmente» una mutua interfe­

rencia en los discursos del otro. El problema central es enton­

ces encontrar un modo de documentar las prácticas ideológi­

cas de la cultura joven (etc.) que lleve a un entendimiento de

la «efectividad estructural» del complejo de contradicciones

en el que tienen sus determinaciones, abriendo simultánea­

mente un camino para identificar los procesos del movimiento

histórico en el cual esa efectividad es sólo un momento co­

yuntural.

Comentario

La exposición de Sartre de su estrategia analítica enfatiza

la necesidad de comandar la caracterización del movimiento

histórico, como para permitir una genuina totalización crítica

en la explicación de un fenómeno cultural, y para revelar las

posibilidades de trascender el estado de situación presente.

Pero es vago en la cuestión crucial de los procedimientos y

controles teóricos sobre la construcción de esas explicacio­

nes. Estos controles no son tanto materia de una lógica en

general, aunque las reglas lógicas no pueden ser evadidas,

sino una pregunta sobre las formas sociales y culturales a

través de las cuales debemos aprender las conexiones que

trabajan entre las estructuras más profundas de las clases

sociales: modo de producción, ideologías hegemónicas y su

454

Page 460: Resistencia a Traves de Rituales

Editado por Stuart Hall y Tony Jefferson

repertorio combinatorio, los modos del poder político. El pro­

yecto sobre el fenómeno de los ataques callejeros, y el trabajo

de los grupos subculturales en general, debe encontrar aún un

modo de anclar crítica ideológica en Jos resultados de una

adecuada crítica económica (modificando así a ambas); e in­

cluso entonces debe llevar toda la explicación a un mayor

nivel de análisis de las coyunturas políticas -y analizar quié­

nes confrontan las verdaderas posibilidades de intervención

en las actuales luchas entre grupos y, en última instancia,

clases-. Mientras tanto, estas dimensiones son mejor trata­

das por las analogías históricas y metáforas que si no se las

tratase, así como en los intentos sociológicos profesionales

por descubrir una teoría anclada delimitada para la localiza­

ción de las subculturas y sus desviaciones.

7. Conclusión

He puntualizado algunas debilidades en la lógica de inves­

tigación del paradigma de la observación participante, tal como

este es representado en algunos textos metodológicos guías:

significativamente, estas debilidades aparecen justo en aque­

llos lugares en los que los textos proveen reglas para el mane­

jo y el procedimiento respecto de los dilemas teóricos. He

sugerido que los estudios críticos de formaciones culturales

podrían adoptar fructíferamente la versión de Sartre del méto­

do progresivo-regresivo -una versión modificada como para

modificar su historicismo poco preciso balanceándolo con una

síntesis más completa de métodos estructurales e históricos-.

Pero no he sido capaz, aquí, de ofrecer un acercamiento

metodológico que vaya más allá de Jos inigualados logros del

reciente trabajo de los Grupos Subculturales, cuyos resulta­

dos se han registrado en la primera sección de este volumen.

Lo que está en juego aquí no es la lógica universal de la inves-

455

Page 461: Resistencia a Traves de Rituales

RESISTENCIA A TRAVÉS DE RITUALES. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la posguerra

tigación sociológica, sino las lógicas específicas de las dife­

rentes técnicas con las cuales los estudios culturales críticos

pueden tratar conexiones entre diferentes tipos de elementos

en las formaciones sociohistóricas, y las articulaciones a tra­

vés de las cuales logran su estructura compleja determinada.

El trabajo de desarrollar métodos de estudio no puede ser lle­

vado a cabo en abstracto, pero le sacaremos fruto al punto

que esos modos hagan justicia a las contradicciones de nues­

tra sociedad en una confrontación adecuada de sus proble­

mas teóricos y políticos 114•

114 Fui introducido al tópico de la lógica de investigación de los métodos sociológicos a través del trabajo del profesor Gild Baldamus de la Univer­sidad de Birmingham, el cual señala la contradicción, en gran parte de la práctica sociológica, entre el rigor lógico y la importancia teórica. Este artrculo se ha beneficiado de muchas crrticas y sugerencias hechas por Rachel Powell.

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