Resiliencia en Adolescentes

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PROYECTO DE TESIS RESILIENCIA EN ADOLESCENTE NIVELES DE RESILIENCIA EN ADOLESCENTES DE UNA INSTITUCION EDCUATIVA DE LAMBAYEQUE 2013

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La Psicología de la Resiliencia en Adolescentes

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PROYECTO DE TESIS RESILIENCIA EN ADOLESCENTE

NIVELES DE RESILIENCIA EN ADOLESCENTES DE UNA INSTITUCION EDCUATIVA DE LAMBAYEQUE 2013

MARCO TEORICO

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EL PROCESO DE RESILIENCIA EN EL DESARROLLO DE LA IDENTIDAD LESBIANA, GAY Y BISEXUAL GIL HERNÁNDEZ, GLORIA ELENA

El proceso que lleva a la superación de adversidades consiguiendo con ello ganancias personales o grupales se denomina resiliencia. Este innovador marco de las ciencias sociales se presenta como idóneo para su aplicación al proceso de desarrollo positivo de la identidad lesbiana, gay y bisexual; siendo la homofobia social y la propia homofobia interiorizada la adversidad a superar. Con el objetivo de localizar y confirmar factores promotores del proceso, llevamos a cabo esta investigación en la que se demuestra que el apoyo, la visibilidad, el sentido del humor, la empatía y la autoestima son factores de resiliencia. Estos resultados abren nuevas posibilidades no sólo para ampliar el conocimiento de esta realidad sino también para el desarrollo de programas específicos en torno al bienestar de este colectivo. The process of getting through adversities, thereby obtaining personal or group gains is called resilience. This innovative framework of the Social Sciences is clearly applicable to the positive development of lesbian, gay and bisexual identity; being the adversity to be overcomes both social and internalised homophobia. With the aim of detecting and confirming promoting factors for this process, we were able, through this research, to demonstrate that support, visibility, sense of humour, empathy and self-esteem are all resilience factors. These findings open up new possibilities not only with regards to raising awareness about this subject but also as far as the development of specific programmes for the promotion of this group’s wellbeing is concerned.

La resiliencia constituye un nuevo paradigma científico dentro de las ciencias humanas desde el cual pueden ser explicados complejos procesos personales y sociales. El enfoque de la resiliencia permite dirigir la mirada hacia la posibilidad de identificar los recursos usados por individuos y comunidades para mejorar y crecer aún en circunstancias adversas. Desde el punto de vista etimológico la palabra “resiliencia”proviene del latín resilere, que significa: saltar hacia arriba, volver a entrar saltando, rebotar, apartarse, o desviarse. Según el Diccionario Enciclopédico Salvat(1) es la resistencia que oponen los La resiliencia constituye un nuevo paradigma científico dentro de las ciencias humanas desde el cual pueden ser explicados complejos procesos personales y sociales.

El enfoque de la resiliencia permite dirigir la mirada hacia la posibilidad de identificar los recursos usados por individuos y comunidades para mejorar y crecer aún en circunstancias adversas. Desde el punto de vista etimológico la palabra “resiliencia”proviene del latín resilere, que significa: saltar hacia arriba, volver a entrar saltando, rebotar, apartarse, o desviarse. Según el Diccionario Enciclopédico Salvat 1 es la resistencia que oponen los tos niños que, a priori, eran niños vulnerables, pero lograron sobreponerse a las duras circunstancias de su infancia y realizar una vida plena de sentido les llamaron niños “resilientes” (2) . A medida que se han seguido llevando a cabo un amplio número de investigaciones centradas en torno a la resiliencia, el concepto ha sido continuamente revisado y ampliado. Por tanto, resulta difícil encontrar una única definición que se adecue a las múltiples perspectivas y aplicaciones en el campo de la psicología, las ciencias sociales, la medicina e incluso la filosofía.

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En este trabajo, alejándonos con todo el propósito, de la reducción de la resiliencia a marcos específicos restringidos (infancia, adolescencia, etc.) o de su presentación como una característica o conjunto de características de la personalidad, la definimos como el proceso mediante el cual las personas, los grupos o las comunidades pueden enfrentar la adversidad y salir fortalecidas o mejoradas. En nuestra perspectiva, este proceso no involucra en exclusiva al individuo sino que tiene lugar dentro de su marco ecológico-transaccional determinado por diferentes sistemas que interactúan entre sí. En todo momento, la resiliencia es fruto de la interacción entre el propio individuo y su entorno, entre las huellas de sus vivencias anteriores y el contexto del momento en materia política, económica, social o humana (3).

Tomando esta visión de la resiliencia y dado el dinamismo de las interacciones entre los distintos sistemas, no es posible clasificar a los individuos como resilientes o no resilientes de manera absoluta, ya que la resiliencia no sería una esencia o una conquista definitiva de una persona sino un estado en el que se manifiestan pensamientos, conductas y acciones orientados a la superación de adversidades. Por tanto, más que ser resiliente, se está resiliente.

Esta concepción de la resiliencia lleva directamente a cuestionarse sobre los factores que podrían incidir en que se manifiesten este tipo de conductas y acciones resilientes en los procesos de enfrentamiento de la adversidad. Según Edith Grotberg: Las conductas de resiliencia requieren factores de resiliencia y acciones. En efecto, las conductas resilientes suponen la presencia e interacción dinámica de factores, y los factores en sí van cambiando en las distintas etapas de desarrollo. Las situaciones de adversidad no son estáticas, sino que cambian y requieren cambios en las conductas resilientes (4).

Para facilitar la comprensión de la necesaria complejidad vinculada a los procesos de resiliencia acuñamos también en nuestro estudio la noción de factores de no resiliencia que serían los pensamientos, conductas y acciones, presentes en el proceso, contrarios al enfrentamiento positivo de la adversidad. Un reto de gran importancia para poder analizar e investigar sobre los procesos de resiliencia es, por tanto, la identificación y clasificación de los factores de resiliencia y no resiliencia consustanciales a cada proceso.

En la investigación que llevamos a cabo sobre el proceso de resiliencia en la aceptación y desarrollo de la identidad de lesbianas, gays y bisexuales nos marcamos dos objetivos principales: fundamentar la concepción del proceso de aceptación y creación de una identidad positiva en las personas homosexuales y bisexuales como un proceso de resiliencia e identificar elementos que actúan como factores de resiliencia y de no resiliencia en este proceso.

En primer lugar, para poder hablar de un proceso de resiliencia debíamos identificar la adversidad que está presente. En el caso de las personas LGB (lesbianas, gays y bisexuales) la adversidad se presenta de manera clara y contundente englobada dentro de un término: “homofobia”. Daniel Borrillo define la homofobia de la siguiente manera: hostilidad general, psicológica y social, respecto a aquellos y aquellas de quienes se supone que desean a individuos de su propio sexo o tienen prácticas sexuales con ellos (5).

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La homofobia, por tanto, está construida sobre prejuicios ideológicos, exteriorizados a través de mitos, estereotipos y creencias arbitrarias, que promueven la intolerancia y la discriminación hacia las personas homosexuales y bisexuales.

La homofobia tiene sus raíces en la organización social tradicional conocida como patriarcado que establece que la autoridad debe ser ejercida por el hombre, padre y líder de la familia. El patriarcado establece un fuerte sistema jerárquico basado en la supremacía masculina con unos roles concretos y estrictos para cada sexo. Ofrece, por tanto, una visión e interpretación de la realidad heterocéntrica (se organiza en torno a la heterosexualidad como sexualidad procreativa) y sexista (poder del hombre sobre la mujer).

Si bien es verdad que este modelo social está perdiendo el amparo legal en las modernas sociedades; de hecho existen leyes que luchan contra él, todavía cuenta con muchos apoyos y capacidad de influencia. No se puede decir que la base del patriarcado social se haya debilitado si aún lo definimos en función de la capacidad para reproducir el sistema genero-sexo (6) .

En el sistema sexo-género patriarcal las personas homosexuales y bisexuales son enemigos a combatir, con armas sutiles pero poderosas como la injuria, la desvalorización y la estereotipación o por medios netamente violentos cuyo objetivo es expulsar del flujo social a las personas que no se amoldan a la norma sexual mayoritaria. Como nos recuerda Csikszentmihalyi: De todas las cosas que nos asustan, el temor de ser expulsado fuera del flujo de la interacción humana es seguramente el peor. No hay duda de que somos animales sociales; únicamente en compañía de otras personas nos sentimos completos (7) .

No es de extrañar que la homofobia, con todas las consecuencias externas e internas que produce, sea pues la gran adversidad que las personas homosexuales y bisexuales tienen que atravesar para poder construirse una identidad positiva como lesbianas, gays, bisexuales o cualquier otro término con el que definan su vivencia personal. Una vez reconocida la adversidad, nos centramos en identificar aquellos factores comunes a los procesos de resiliencia en general y los específicos de esta realidad que podrían facilitar o inhibir el proceso de resiliencia. Para llevar a cabo esta tarea se realizó inicialmente una investigación de metodología cuantitativa. En la actualidad, se está concluyendo también una investigación cualitativa basada en historias de vida. En este artículo daremos a conocer la metodología y resultados de la primera investigación.

En primer lugar se llevó a cabo una encuesta realizada a 97 personas que se definían como lesbianas, gays o bisexuales. La encuesta se realizó sobre un cuestionario de diseño propio ya que no existían instrumentos probados que nos pudieran servir para los fines propuestos. En él recogimos datos sobre visibilidad, percepción de rechazo, percepción de apoyo, indicadores de resiliencia (sentido del humor, autoestima, empatía) e indicadores de no resiliencia (homofobia interiorizada de autorechazo, homofobia interiorizada social y baja autoestima).

Realizamos el tratamiento estadístico con el programa SPSS, utilizando estadísticos descriptivos para analizar frecuencias y generar tablas de contingencia. Creamos tablas de doble clasificación para poder llevar a cabo pruebas estadísticas como el Chi cuadrado de Pearson y la V de Cramer

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para verificar la posible relación y la fuerza de la misma entre dos criterios de clasificación utilizados (variables categóricas).

Planteamos la primera hipótesis en torno al apoyo no sólo porque estuviera contrastado como factor de resiliencia en otras investigaciones, sino porque pensamos que para las personas LGB, que se enfrentan a una adversidad que puede producir aislamiento personal y social, el apoyo debería jugar un papel de gran importancia en el desarrollo de la resiliencia. El análisis de los datos nos ofreció el resultado que representa el Gráfico I.

A la vista de estos datos se comprueba que el apoyo se comporta como factor de resiliencia de doble incidencia, ya que influye en el desarrollo de comportamientos y actitudes de resiliencia y disminuye la presencia de los comportamientos y actitudes de no resiliencia.

Del mismo modo, verificamos en nuestro estudio que los factores de resiliencia que son señalados por un amplio número de teóricos y que han sido respaldados por importantes investigaciones, como la autoestima, el sentido del humor y la empatía también funcionan como tales en nuestro estudio.

Después de analizar los resultados sobre autoestima, dividimos nuestra muestra en personas con alta autoestima, autoestima media y baja autoestima. El 51% de las personas del grupo de alta autoestima presentaba un nivel alto de indicadores de resiliencia, en el grupo de autoestima media el porcentaje descendía hasta el 11% y en de autoestima baja no encontramos ningún individuo con un nivel alto de indicadores de resiliencia. En cuanto al nivel bajo de indicadores de resiliencia estaba presente en el 50% de las personas del grupo de autoestima baja, frente al 30% de las del grupo de autoestima media y el 7% de las del grupo de autoestima alta. Existe, por tanto, una clara relación entre la posibilidad de desarrollar comportamientos y conductas resilientes y el nivel de autoestima de los sujetos.

Utilizamos el mismo procedimiento para verificar el comportamiento del sentido del humor como factor de resiliencia. El 67% del grupo que mostraba un sentido del humor alto tenía un alto nivel de indicadores de resiliencia, frente al 12% de personas con sentido del humor medio. También se dio el caso de que entre el grupo de personas de sentido del humor bajo no se encontró ningún sujeto con alto nivel de indicadores de resiliencia. Por el contrario, en este último grupo se encontró que el 71% tenía un nivel bajo de factores de resiliencia frente al 23% de personas del grupo de sentido del humor medio y el 7% de sentido del humor alto.

Por tanto, se establece una clara relación entre el sentido del humor y la presencia de indicadores de resiliencia de tal manera, que a mayor sentido del humor se observan un número más alto de indicadores de resiliencia e inversamente, a menor sentido del humor menos presencia de este tipo de indicadores. Estos datos quedan ilustrados en la siguiente Gráfica IV.

Otro de los factores que se confirmó como factor de resiliencia es la empatía. Dividimos la muestra entre las personas que presentaban mayor número de indicadores de empatía y las que

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mostraban un menor número de indicadores de empatía. Los resultados se recogen en la Gráfica V.

Como se puede observar, el grupo de mayor empatía muestra en un 37% un nivel alto de indicadores de resiliencia, frente al 7% de personas del grupo de menor empatía. Por el contrario, el 52% de personas del grupo de menor empatía tiene un nivel bajo de indicadores de resiliencia mientras que sólo el 9% de las personas del grupo de mayor empatía presenta este bajo nivel de indicadores de resilencia. Queda, por tanto, demostrado que la empatía es un factor que influye en el desarrollo de comportamientos y actitudes de resiliencia.

Como se puede observar, el grupo de mayor empatía muestra en un 37% un nivel alto de indicadores de resiliencia, frente al 7% de personas del grupo de menor empatía.

Por el contrario, el 52% de personas del grupo de menor empatía tiene un nivel bajo de indicadores de resiliencia mientras que sólo el 9% de las personas del grupo de mayor empatía presenta este bajo nivel de indicadores de resilencia. Queda, por tanto, demostrado que la empatía es un factor que influye en el desarrollo de comportamientos y actitudes de resiliencia.

Aún así pudimos comprobar que existía una marcada diferencia por sexos en cuanto a visibilidad. Fueron especialmente reveladores los datos del entorno laboral. Un 71% de las mujeres tenían poca o ninguna visibilidad frente a un 29% de mujeres totalmente visibles en este entorno. El grupo masculino mostró porcentajes prácticamente inversos: el 72% eran totalmente visibles en el trabajo frente a un 28% que permanecían poco o nada visibles. La Gráfica VI muestra visualmente estas diferencias por género en el entorno laboral.

Verificamos también que la visibilidad tiene una fuerte relación con la resiliencia, de tal manera que a mayor visibilidad mayor nivel de indicadores altos de resiliencia y a menor visibilidad menor presencia de indicadores de resiliencia. Los resultados quedan reflejados en la gráfica VII.

Así mismo, comprobamos que existe una importante relación de dependencia entre el nivel de visibilidad baja y los indicadores de homofobia interiorizada de autorechazo. Este último concepto hace referencia a pensamientos, creencias y comportamientos donde la persona homosexual o bisexual experimenta un rechazo hacia sí misma a consecuencia de la interiorización de la homofobia a la que ha estado expuesta a lo largo de su vida.

Para verificar la validez de nuestra hipótesis de partida: el proceso de aceptación y desarrollo de la identidad positiva como lesbiana, gay o bisexual es un proceso de resiliencia y comprobar los resultados en cuanto a los factores de resiliencia encontrados en esta investigación, decidimos realizar un estudio centrado en el grupo de personas que mostraban un nivel alto de indicadores de resiliencia.(17sujetosde97delamues- tra total). Si nuestras hipótesis eran ciertas en este grupo tendríamos que encontrar a personas con un alto grado de visibilidad y percepción de apoyo.

Efectivamente, se comprobó que esta submuestra presentaba una alta visibilidad. Este grupo se situaba mayoritariamente entre las personas con mucha visibilidad o visibilidad total. Del mismo modo, la percepción de apoyo se situaba en torno a los valores más altos.

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Igualmente, los indicadores de empatía, autoestima y sentido del humor correspondían a los mayores niveles de estos factores de resiliencia. La siguiente gráfica ilustra con claridad este posicionamiento claro en los niveles más altos de la tabla en estos tres indicadores de autorechazo y la homofobia interiorizada social, que expresamos gráficamente en el Gráfico XI. Como se puede observar, el nivel de homofobia es muy bajo e incluso la homofobia de autorechazo está en todos los casos por encima del valor cuatro (muy poca homofobia) y en nueve de los diecisiete casos es inexistente. Esto es, las personas que casi totalmente, la homofobia interiorizada, especialmente aquella que produce rechazo y malestar con uno mismo, confirmando pues, que estamos ante un proceso de resiliencia.

En conclusión, esta investigación demuestra la eficacia de asociar el proceso de aceptación y desarrollo positivo de la identidad de lesbianas, gays y bisexuales dentro del marco teórico-práctico de la resiliencia. No sólo consigue arrojar luz sobre un complejo proceso que conlleva la progresiva aparición de pensamientos, actitudes y comportamientos de resiliencia sino que además sirve para detectar aquellos factores de resiliencia que promueven este proceso y con los que se logra finalmente superar la adversidad y salir de ella con nuevas fortalezas y una identidad homosexual o bisexual positiva.

Como indicamos anteriormente, en estos momentos estamos llevando a cabo un trabajo de investigación cualitativa basada en las historias personales de resiliencia de lesbianas, gays y bisexuales para comprobar si son validados los resultados cuantitativos obtenidos y a la vez poder detectar factores de resiliencia más complejos y determinar su importancia dentro del proceso.

Así mismo, tenemos previsto desarrollar programas de investigaciónacción focalizados en la promoción de la resiliencia para personas LGB atendiendo contextos o circunstancias concretas. Desde luego, sería fundamental que estos programas contemplaran también, de manera específica, el proceso de resiliencia que llevan a cabo las personas transexuales no abordadas en este estudio por su singularidad y diferenciación de las realidades analizadas.

Por último, anotar que la perspectiva de la resiliencia puede resultar dinámica y clara para aplicar en la formación del profesorado y del alumnado en general. Igualmente, este enfoque podría ser muy útil para diseñar programas de formación e información para familias con hijas o hijos lesbianas, gays y bisexuales.

La ciencia, que en otras épocas contribuyó a crear y difundir prejuicios que nutrieron aún más la homofobia imperante en la sociedad, tiene ahora en sus manos la posibilidad de desarrollar un campo de investigación y una práctica de acciones, que contribuyan a la promoción de la resiliencia en el proceso de aceptación y desarrollo positivo de la identidad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.

En un plano más amplio, la investigación y el desarrollo de programas en torno a la promoción de la resiliencia debería ser una prioridad dentro del campo de las ciencias sociales porque apoyando a las personas, los grupos y las comunidades en sus diversos procesos de resiliencia conseguiremos, sin duda, una sociedad más justa y feliz.

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1. Diccionario Enciclopédico Salvat. Salvat Editores, Madrid, 1973.2. Werner, (1992). 3. Manciux, M. (2003: 23).4. Grotberg, E. (2002: 22).5. Borrillo, D. (2001: 36). 6. Eisenstein, (1979: 137). 7. Csikszentmihalyi (1996: 248).

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NIÑEZ - RESILIENCIA - CREATIVIDAD

Participación: Mariel Nievas “El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer” Ernesto Sábato

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INTRODUCCIÓN

La resiliencia ha sido definida como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades, superarlas, e inclusive salir fortalecidos. (Grotberg, E. y Suárez Ojeda, E. N. 1996). En coincidencia Munist, et. al. (1998) sostiene que la resiliencia permite mitigar los efectos negativos, e incluso transformar las experiencias de adversidad. Se afirma que el fenómeno de la resiliencia es tan antiguo como la humanidad misma, podría decirse que data desde los inicios de la historia humana. Por ejemplo, rememorando la historia de los pueblos y sus habitantes, podemos observar como éstos sobrevivían y recobraban fuerzas luego de ser desvastados. El Webster’s New Encyclopedic Dictionary/94, define resilience o resiliency como la capacidad de un organismo o cuerpo para recupe rarse, retroceder o reasumir su tamaño y su forma original después de ser comprimido, doblado o estirado. El término también es usado en medicina: En el área de la osteología, hace referencia a la propiedad que tienen los huesos de crecer en el sentido correcto después de una fractura (Melillo y Suárez Ojeda, 2004; Bertrán, Noemí, Romero, 1998) El termino deriva de la Física, y se refiere a la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones.

Posteriormente fue adoptado por las Ciencias Humanas para designar esa facultad que permite a las personas, a pesar de atravesar situaciones adversas, lograr salir adelante, en virtud del proceso de transformación que se construye. El concepto se introduce y cobra fuerza en el campo científico recién a fines de los 70, con una visión distinta, renovadora, propia de un nuevo paradigma emergente, contrario al paradigma basado en el modelo del daño. En el pasado se analizaban los efectos negativos, resultado de la herida y el trauma.

En el presente, desde el enfoque de la resiliencia, lo que se trata, es de analizar y enriquecer la calidad de todos los recursos que coadyuvan a restaurar, creativamente, las situaciones traumáticas. Este paradigma actual consecuente con los postulados de la resiliencia, responde al modelo del Desafío que convierte lo adverso en desafío para seguir viviendo, creciendo, creando. Creándose. “Los seres humanos no nos encontramos totalmente desprotegidos y vulnerables ante la fuerza de un evento que en sí mismo puede implicar daño o riesgo: Poseemos una especie de escudo que es la resiliencia…..sirve como filtro que atenúa los posibles efectos desagradables o nocivos, y muchas veces logra incluso transformarlos en factores de superación” (3) . Esto implica una postura holística y universal, que requiere de la búsqueda creativa en el marco de la interdisciplinariedad.

Con el arribo de la resiliencia al mundo científico se desbaratan tres conceptos fundamentales, que se habían edificado a modo de mitos dominantes hasta ese entonces en las ciencias, y que pueden resumirse en los siguientes principios básicos:

1) Hay situaciones estáticas, críticas y conflictivas en el desarrollo, que es imposible evitar y/o restaurar.

2) Todo niño que sufre un trauma en la niñez padecerá una patología cuando adulto. (Bernard, 1994; Garmezy, 1994).

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3) Graves problemas socio económicos y de deterioro de valores, de la postmodernidad y de los Estados gobernantes, inevitablemente ocasionan serias dificultades a la salud física y mental de las personas. (Rutter, 1994).

La resiliencia como fenómeno de estudio nace en Estados Unidos con las investigaciones de las psicólogas americanas Emmy Werner y Ruth Smith (1989), en la isla de Kauai (Hawai). Estas investigadoras, observaron el crecimiento durante treinta y dos años de 505 individuos con familias disfuncionales desde su nacimiento ocurrido en 1955. Aparte de la pobreza, estos menores fueron víctimas de malos tratos, y abandonos, muchos transitaban casi todo el día por las calles, haciendo de ella su hogar. En esta investigación pionera, se consideran los factores protectores y de riesgo, organizados en tres grupos:

• Las características del entorno familiar

• Los atributos personales

• Los aspectos del ambiente social y cultural del sujeto.

Agrupamiento que estudiosos del tema como Paul. D. Steinhauer (en Lösel, Friedrich, 1994), han dado en llamar modelo triádico. En Gran Bretaña el psiquiatra inglés Michel Rutter y sus colaboradores., realizan importantes investigaciones, y comienzan a conside rar la resiliencia como una conjunción interdinámica de factores que permiten superar momentos de dificultad y adversidades. En los años 90, investigadores como Bernard; Luthar y Cushing; Masten; y Kaplan, entre otros, responden al modelo ecológico / transaccional de resiliencia: Consideran que las personas se encuentran insertas en una ecología compuesta por distintos niveles, los que en su interacción influyen directamente sobre el desarrollo humano.

Establecen conceptos fundamentales del modelo de resiliencia como: Adaptación positiva; Proceso; Adversidad. El objetivo principal de sus investigaciones se centra en la búsqueda de métodos de investigación eficaces, que den cuenta del proceso resiliente.

CONSIDERACIONES GENERALES DE LA RESILIENCIA

Una persona puede ser más o menos resiliente, dependiendo de múltiples factores de incidencia, lo cual hace de la resiliencia un fenómeno inestable, nada absoluto, ni definitivo. Depende de la especial naturaleza de cada individuo; de la forma de llevarla a cabo; de la situación que está atravesando, la edad, las circunstancias familiaressocio- culturales y demás factores, por nombrar solo algunos de los tantos que gravitan directa o indirectamente en la vida del individuo. Según estudios llevados a cabo en el año 1992, por Werner, cada uno de tales factores, tiene especial preponderancia según la etapa del proceso evolutivo del desarrollo. Los factores biológicos y

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hereditarios, como el temperamento y la salud serían muy relevantes en la tierna infancia; los factores del entorno, como la familia, la comunidad, la escuela, en la niñez; los factores personales, como la autoestima en la adolescencia Decimos esto, sin desconocer que actúan en un interjuego dialéctico en todas las etapas evolutivas del hombre. Cabe aclarar que la resiliencia se halla en potencia en todos los seres humanos y por lo tanto configura una capacidad universal. Aunque no necesariamente siempre se activa, o aún cuando esté activada no es siempre garantía para generar una solución positiva, pues no significa ni protección total, ni ausencia de riesgo, y es mucho más que un simplemente sobrevivir a la adversidad. Es tener la capacidad de aprender de las experiencias para proyectar el futuro. Premisas todas que hacen que se la catalogue como un concepto dinámico, de acción. Se construye mediante el proceso interactivo de intercambio entre el niño y su medio (Rutter, 1992).

En consecuencia, no puede ser considerada como un atributo innato. Pero posee estrecha vinculación con el desarrollo evolutivo, y debe ser fomentada desde el nacimiento (Grotberg, 1996). Se nutre de la inter-disciplinariedad, y por lo tanto de los aportes de distintas Ciencias, de las que extrae las siguientes ideas principales:

Filosofía: Toma los conceptos de luz o llama que vendrían a significar, el potencial humano, y también la diversidad: Todos los seres humanos poseen esa luz o fuego interior, que da la fuerza y la vitalidad.

Biología: El contacto entre el hombre y la naturaleza es indispensable para restablecer el equilibrio y luchar contra la adversidad.

Economía: Técnicas contra la pobreza y el mejoramiento de la calidad de vida.

Derecho: El reconocimiento y la importancia de los derechos humanos.

Sociología: Las nociones sobre el funcionamiento de la sociedad y los problemas sociales que en ella se manifiestan.

Antropología: El respeto por las diferencias como también las tradiciones e idiosincrasias, culturales y étnicas,

Trabajo Social: Estrategias de abordaje destinadas a la ayuda de los sectores socialmente más carenciados. Por ejemplo dentro de esta disciplina se la estudia en la denominada “Perspectiva de las Fuerzas”. Que entre sus postulados sostiene que todos los seres humanos, deben ser vistos a la luz de sus habilidades, talentos, valores y posibilidades, que aunque crean perdidos, en su interior se encuentran en estado latente, y pueden resurgir en cualquier circunstancia, especialmente ante la adversidad.

También usa conceptos y recursos provenientes de ámbitos considerados poco o nada científicos como los religiosos no sectarios, los espirituales y otros.

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La resiliencia permite la transformación, el fortalecimiento del ser humano y el desarrollo de emociones positivas, y por consiguiente un eficaz antídoto contra el estrés, la depresión, la ansiedad y la irritabilidad, mejorando la calidad integral de vida del individuo.

Desde el punto de vista del equilibrio adaptativo de la persona decimos, que si la adaptación positiva ocurre a pesar de la exposición a la adversidad, se considera una adaptación resiliente. La resiliencia hace su aparición en:

• Un entorno facilitador de oportunidades; por consiguiente, no depende sólo de las características personales aisladas, sino también de un medio apoyador De allí que sea considerada por los especialistas, como el resultado de una interacción activa y positiva, entre la persona y su ambiente familiar, social, cultural.

• También requiere para su aparición de una personalidad con buena autoestima, fortaleza, y habilidades para interrelacionarse.

Desde esta óptica se ve a la persona “en resiliencia”, como aquella inserta en un proceso dinámico en el que recursos personales y sociales provenientes del ambiente circundante, se manifiestan interactuando entre sí.

El momento en que se manifiesta la resiliencia es cuando cesa o decrecen las situaciones adversas y se vuelve a atender adecuadamente las necesidades humanas básicas (Masten, 2001). Si bien se encuentra presente en todas las comunidades, razas y culturas, hay que tener en cuenta que toma rasgos particulares en relación al entorno donde se manifiesta (Silva, 1999).

Tampoco tiene relación con el origen o la clase social a la que pertenece el individuo, ni con su inteligencia. A pesar de que podría relacionarse en este sentido, la inteligencia emocional denominada así por su descubridor Howard Gardner. El mismo establece formas distintas de manifestación de la inteligencia en el ser humano: la inteligencia visual-espacial, la auditivo-musical, la intrapersonal, la corporal-kinestésica, la verbal-lingüística, la naturalista, la lógicomatemática, la interpersonal, y la ya nombrada como emocional.

Entre los ejes centrales que componen la resiliencia es posible destacar:

a) La adversidad.

b) La modificación constructiva de la situación de adversidad.

c) El concepto de proceso, como conjunto interrelacionado y dinámico de aspectos emocionales, cognitivos y socioculturales determinantes para la resiliencia. (Infante Francisca, 1999).

Como hemos destacado, la resiliencia, está asociada siempre con situaciones adversas, tensión, estrés, ansiedad. La resiliencia procura efectivizar aspectos del desarrollo saludable dentro de un ambiente con un denominador común: el riesgo.

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En síntesis un entorno conflictivo, denominado situación de riesgo, en el cual interacciona la persona, y del cual surge la resiliencia como capacidad para usar la experiencia derivada de la adversidad y proyectarse en el futuro. Sin embargo no se puede hacer extensiva a todas las circunstancias de riesgo, ni es garantía de una resistencia absoluta al daño, como mencionáramos anteriormente. Los factores de riesgo (resultado de la interacción del individuo con el ambiente), consisten en situaciones estresantes, que predisponen al desequilibrio y a la vulnerabilidad. Pueden ser muchos y responden al modelo epidemiológico.

La sola presencia de un factor de este estilo no configura por sí mismo un riesgo. El factor de riesgo se produce mediante la acumulación de varios de ellos, y por la actuación al mismo tiempo de variables de este estilo (Garbarino, en Kotliarenco M. et. al. 2000). A veces cumplen una función de protección, contrariando lo esperado de manera sorprendente. Eventos desgraciados o potencialmente peligrosos, pueden a veces, configurarse como factores protectores, pues actúan aumentando la fortaleza de la persona, por ejemplo.

Ello tiene su explicación: El factor de riesgo siempre debe ser enfocado en relación con los demás, de allí la respuesta al porque a veces dichos factores protegen a un niño o un adolescente.

Es necesaria la consideración de los factores que protegen del riesgo, pero también no hay que olvidar la consideración de los factores resilientes que enfrentan el riesgo. Los estudios sobre resiliencia sugieren que la naturaleza nos ha dotado de mecanismos protectores poderosos para desarrollarnos (Masten, 2001).

Estos operan de manera indirecta, pues al encontrarse en situación latente, se activan con la presencia de los factores de riesgo o patogénicos. La resiliencia conduce desde la vulnerabilidad hacia la resistencia, la superación y la transformación positiva. Entonces, la intervención desde ese enfoque puede hacerse por dos caminos:

! Reforzando protectores. y acrecentando el mayor número de factores

! Minimizando o combatiendo las situaciones de riesgo, provocadoras de estrés (Werner, 1989)

Rutter (1987) remarca la necesidad, de identificar y comprender los mecanismos dinámicos del proceso interactivo que lleva a la resiliencia ya que si queremos encontrar nuevas aproximaciones a la prevención, debemos focalizar nuestra búsqueda más en los mecanismos y procesos protectores que en las variables y factores.

Esto significa que, más que observar la presencia o ausencia de autoestima en una persona, debiéramos entender cómo esta característica opera en situaciones de adversidad, para así favorecer un enfrentamiento positivo del problema.

El mismo autor menciona que los factores de protección estar constituidos por experiencias de distintos tipo, no aquellas catalogadas como positivas (Rutter, 1985).

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De allí, que un mismo factor puede actuar, bajo distintas circunstancias, llevando hacia la vulnerabilidad, o hacia la protección.

Protegen y neutralizan cambiando circunstancias riesgos individuales, potencialmente familiares o sociales, negativas, e involucran variables genéticas, disposiciones personales, factores psicológicos, situacionales y sociales.

Los factores de riesgo llevan directamente hacia un desorden (leve o severo) o beneficio, mientras que los protectores operan indirectamente, como ya expresamos, y en relación indisoluble con los de vulnerabilidad.

Constituyen dos extremos de un mismo proceso. Es de destacar la importancia que cumple la función del equilibro en el mecanismo de los factores protectores y de riesgo. Dicho equilibrio debe tener como cualidades principales, el ser dinámico y flexible, y siempre con primacía de los factores protectores, pues de este modo se caminará hacia la resiliencia.

Lo opuesto: la tensión entre los factores de riesgo y los bienhechores, donde los primeros se imponen sobre estos últimos, obstaculizará la resiliencia, imposibilitando que se contrarresten o minimicen los factores dañinos.

La resiliencia puede ser medida, ya que estudios, como el realizado por E. h. Grotberg (1996) permitieron validar científicamente previos hallazgos, acerca de como ciertos niños se habían convertido en resilientes. El interés de los factores resilientes se vincula a acciones de prevención y promoción de la salud, de intervenciones o actividades que posibiliten la prevención de daños específicos y tiendan a mejorar las condiciones de vida.

Es imprescindible el estudio de los factores de riesgo, con la finalidad de detenerlos antes de que se produzcan (prevención primaria), o reducir los efectos nocivos de su influencia una vez producidos (prevención secundaria).

Con respecto a los factores protectores, es vital su promoción. Por eso, se trabajará sobre los atributos, manteniendo las capacidades personales y las fuentes de apoyo.

En relación a los factores resilientes (E. Grotberg, 1996) factores de riesgo y protectores, deben ser analizados desde la perspectiva de las particularidades de cada sujeto, las diferencias de edad, de género, y de su cultura. Ello significa desde la cotidianeidad y el modo de vida de los grupos y su cultura, tradiciones, idiosincrasia, problemas, y pautas imperantes en cada sociedad. Quedaría así construido el primer paso hacia la resiliencia y su promoción.

El segundo paso en el proceso resiliente, incluye la interacción activa de dichos factores, mediante la siguiente secuencia.

Primero: Definir cuál es la adversidad y la raíz de su origen. En este sentido, hay que tener en cuenta el grado de exposición a la adversidad, ya que en una exposición masiva, es más difícil la construcción de comportamientos resilientes.

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Segundo: Seleccionar el nivel y la respuesta más apropiada para enfrentar la adversidad, según la persona, el momento, y las circunstancias. De acuerdo a ello, la respuesta puede ser:

Inmediata: Cuando la urgencia de la situación, ejemplo en caso de catástrofes repentinas. así lo exige.

Por Planificada: Aquí, por el contrario se cuenta con tiempo para planificar acciones de enfrentamiento.

Practicada: Implica dos acciones: Hablar acerca del problema, de las posibles instancias a seguir para su resolución, o representar acciones que preparen para afrontarlo.

RESILIENCIA EN NIÑOS

Participación: Mariel Nievas “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria” Ernesto Sábato

En los niños, la resiliencia se manifiesta como:

• Un tipo de temperamento característico, particular y único de ese niño. La resiliencia parece estar vinculada a los temperamentos dóciles y afectuosos.

Generalmente con niños apacibles y cariñosos, aquellos que presentan ciclos regulares y previsibles, que no se disgustan con facilidad, que aprenden con rapidez, que son alegres, sociables, equilibrados, autónomos y activos pero sin perder la tranquilidad.

Todo ello configura por los atributos mencionados, un factor de protección en sí mismo.

Es necesario recalcar que la resiliencia puede darse en todo tipo de niños. Si bien, temperamentos con características irascibles o introvertidas, van a encontrar más dificultades, en tanto son más vulnerables al momento de enfrentar adversidades. En ellos es posible también la resiliencia, debido a las razones ya explicadas. Será más difícil pero no imposible.

En síntesis, niños con temperamentos difíciles o no, la activación del proceso resiliente no depende únicamente de lo innato, sino del papel activo y voluntarioso que estos niños establecen con el medio externo.

La gravitación del entorno es fundamental, volvemos a recalcar, ya que los estilos de temperamento pueden cambiar de acuerdo a los mismos.

• Implica un entorno que le es propio y dentro del cual, el niño se desarrolla y desenvuelve.

Recordemos que la resiliencia toma rasgos particulares, en relación al entorno donde se manifiesta. Es fundamental la incorporación, para su promoción, de todos los elementos que conforman el mundo, en este caso del niño.

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El escenario principal para el desarrollo de la resiliencia infantil, se concentra entre estas dos instituciones: familia y escuela. Lugares de formación por excelencia, y ámbitos ideales para comprender y estimular los mecanismos resilientes.

El papel esencial de padres o sustitutos, contenedores y comprometidos en el cuidado de sus hijos, tanto como la unión de los miembros de la familia, crean, parafraseando a Boris Cyrulnik, la burbuja afectiva ideal para un desarrollo físico y psíquico saludable de los niños.

• Una especie de habilidad cognitiva que el niño posea desde muy corta edad.

Los niños resilientes desarrollan durante su evolución y desde que nacen, capacidades que muy probablemente los conviertan en adultos resilientes. Hablamos de la posibilidad de reaccionar con fortaleza, manifestar seguridad para enfrentar los cambios y los desafíos, tener buen manejo de los impulsos y capacidad de aprendizaje, poseer estrategias de afrontamiento adecuadas, confianza en el afecto de sus seres queridos, sentido positivo de competencia, ánimo para emprender nuevos proyectos, esperanza en que todo será resuelto, que los obstáculos serán superados, que la crisis pasará, y él estará bien. (Bertrán, Noemí, Romero, 1998).

Como expresáramos anteriormente, al tener la resiliencia estrecha relación con el desarrollo evolutivo, debe ser fomentada desde que el niño nace (Grotberg, 1996), Dentro del desarrollo humano, el momento oportuno para activar y desarrollar este potencial que permite hacer frente a la adversidad, corresponde al período que abarca desde el nacimiento hasta la adolescencia. y aún antes, como una (B. Cyrulnik, 2003; M. Puerta de Kinklert, 2002), etapa de absorción ideal para las capacidades.

Esto es lo adquirido. Tener en cuenta las etapas del desarrollo, al momento de promover la resiliencia, es de suma utilidad, ya que permite conocer las posibilidades reales de ese niño, sin generar falsas expectativas sobre lo que puede, o no puede hacer.

Su activación y la forma de hacerlo dependerán de la naturaleza de cada niño, por medio de la estimulación en las áreas: afectiva, cognitiva y conductual; atendiendo a la edad y nivel de comprensión de las situaciones que éste haya adquirido hasta el momento.

Los factores nocivos, vulnerabilizan la integridad psíquica, moral, espiritual y social, minando el crecimiento del niño. En consecuencia resulta una tarea difícil demostrar cuales variables pueden constituir un factor de riesgo (Luthar, en Kotliarenco M. et. al. 2000)

En relación a ello, es sabido que los problemas en la familia repercuten directa o indirectamente en el desarrollo saludable del niño, y operan como un factor de riesgo. Algunos de estos problemas son:

• Padres con depresión.

• Poca tolerancia a la frustración.

• Modelos de padres /madres consumidores.

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• Problemas de identidad.

• Pobre vínculo con los padres u otras figuras tutorales.

• Conflictos culturales.

Los factores de riesgo pueden ser muchos. Se han identificado los siguientes en la población infantil: maltrato físico y psicológico, la falta de atención médica, la sobrecarga de responsabilidades, las situaciones de extrema pobreza y el fracaso escolar, entre otros tantos (Soledad Tagle, 2000).

La resiliencia posee guías, (B. Cyrulnik, 2003), a disposición del niño, que lo ayudan a salir adelante. Estas guías serían especies de sogas, cuya finalidad es rescatar al niño del abismo en el que se ha hundido, retornándolo a la superficie. Dichas guías, son las siguientes:

• La primera tiene lugar cuando el niño, usando su capacidad de introspección, se interroga en un diálogo interno e íntimo consigo mismo. Esto con la finalidad de recuperar su equilibrio emocional y adquirir una representación tolerable acerca de la adversidad que le ha tocado vivir, o que sigue viviendo.

• La segunda aparece cuando el niño puede representar lo ocurrido delante de otras personas, las cuales, hacen las veces de un público, un auditorio. En efecto cuando puede dramatizar representativamente su situación traumática delante de otros, a modo de un relato, donde él es el protagonista y héroe principal; cuando percibe que es escuchado con respeto y atención, sintiéndose comprendido, contenido y admirado, podrá manejar sus conflictos, participarlos, reducirlos, transformarlos.

Así, el niño que ha padecido un trauma, puede dominar la representación del mismo transformándolo en un evento socializado, desde el instante en que puede hablarlo, y ponerle palabras, confiriéndole identidad narrativa.

A partir de los tres o cuatro años éste, ya está en condiciones de armar su relato, dirigido a todas las personas que desee. Las características de la narración a esta edad, por lo general se encuentran naturalmente preñadas de emociones y de fallas en la coordinación y el armado lógico de las frases. Aún así son entendibles.

A la edad de cinco años/ seis años, estas fallas se superan. El niño se encuentra más hábil para estructurar secuencias lógicas de frases y del manejo del tiempo. Ya es capaz de contar lo que ha vivido, con un claro sentido gramatical, entendible y coherente. Así, se posibilita la transformación de su drama, en un acontecimiento socializado. Metafóricamente, ambas guías poseen la finalidad de rescatar al niño.

En cuanto al manejo del estrés en los niños y su relación con la resiliencia, estudiosos del tema, como Milgran y Palti (en Kotliarenco, et, al. colaboradores, 1997), denominan resilientes, a aquellos niños que a pesar de vivir en ambientes estresantes, de estrés grave y continuo y/o

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desventaja, enfrentan positivamente estos estresores, y tienen una adaptación extraordinariamente buena, óptimo desarrollo y funcionamiento.

A partir de estos hallazgos, se ha enfatizado acerca de la necesidad de cambios positivos, destinados a enseñar a los niños actitudes que le permitan, manejar el estrés convirtiendo el estrés negativo en actividades y actitudes positivas.

Edith Grotberg y colaboradores (en Kotliarenco, Cáceres, Álvarez, 1996), enfatizan la presencia de los siguientes elementos, como de fundamental importancia, a la hora de promover el desarrollo de la resiliencia en los niños:

Ambiente facilitador: Constituido por una familia no disfuncional, basada en el respeto y el cariño, estable. Una familia contenedora, un ambiente escolar enriquecedor, acceso a servicios de salud eficientes, y a redes de apoyo sociales que brinden oportunidades, ya que la ausencia o el empobrecimiento de éstas, atenta contra la cantidad y calidad de los recursos personales, más allá de que la persona posea habilidades y fortaleza suficientes.

Fortaleza intrapsíquica: Para enfrentar y recuperarse de la adversidad. Producto de la capacidad de iniciativa, autonomía, seguridad y confianza en las propias fuerzas.

Habilidades interpersonales: Para estrategias de afrontamiento y resolución de conflictos.

Los factores protectores se encuentran unidos a los diversos recursos con los que cuenta el niño en el transcurso de su desarrollo, y en el ámbito en el que se desenvuelve. Estos factores protectores son:

Recursos personales:

Comprenden todas aquellas fuerzas internas, capacidades y atributos que tiene el niño, para enfrentar la adversidad, y salir fortalecido de ella: autonomía, capacidad empática, orientación a la tarea y factores del temperamento. Este último, es el único que se trae al nacer y que no es aprendido, contiene los rasgos particulares y características propias.

Recursos sociales: Formados por las disponibilidades y ventajas que dispone el mundo exterior para el saludable desarrollo del niño/a:

1) Ambiente cálido en el cual se desarrolla el niño, con familia de estructura sin disfuncionalidad importante, de comunicación abierta y contenedora, con madres biológicas o sustitutas estimulantes, y buena relaciones con hermanos, parientes, y amigos (Bertrán, Noemí, Romero; 1998).

2) Dentro del ámbito comunitario la participación en programas de orientación, prevención, y ayuda comunitaria. Participación que lleve a los niños a encontrar satisfacción en ser personas serviciales y con interacción activa. Como también poseer vínculos enriquecedores con pares y personas adultas que le brinden experiencia, y buenos ejemplos, es fundamental para que más tarde, los jóvenes alcancen la resiliencia.

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El matrimonio Wolin ha creado una especie de mandala o esquema basado en las etapas del ciclo vital (infancia, adolescencia y adultez), que comprende las manifestaciones de siete resiliencias observadas y estudiadas por estos psicólogos. Cada una de las cuales va a conformar comportamientos intuitivos y características, que van a permitir, una vez afianzadas, que se catalogue a los niños que la posean y/o desarrollen, como adultos resilientes.

Todas estas manifestaciones, se enuncian como pilares de la resiliencia, y configuran recursos yoicos, que les posibilita una futura adultez en resiliencia.

Estas manifestaciones de resiliencia son:

Introspección.

Independencia.

Capacidad para relacionarse o Interacción.

Iniciativa.

Creatividad.

Ideología personal.

Sentido del humor.

El primer círculo de la resiliencia se centra en la infancia o niñez, el cual va ensanchándose hasta llegar al segundo que representa la adolescencia y finalmente al tercero, que es la adultez.

El ensanchamiento progresivo, da cuenta de una de las propiedades de la resiliencia, que consiste en madurar y robustecerse, progresivamente, acompañando el crecimiento del ser humano, en tanto accede a etapas de mayor desarrollo evolutivo.

También en relación a este tema (la construcción de la Resiliencia), otros autores como Vanistendael, han realizado importantes contribuciones. Este investigador y sociólogo belga, autor que propone una filosofía de vida para los niños, ha explicado el proceso de construcción de la resiliencia, de una manera muy original, a través de un dibujo esquemático, denominado internacionalmente “La casita” (S. Vanistendael, 1994).

Este esquema, fruto de su creación, representa y sintetiza en cada uno de sus componentes, desde la base o el suelo, hasta el techo, los elementos resilientes necesarios para que la resiliencia se construya en el niño y el adolescente.

Cada una de estas cualidades o manifestaciones de la resiliencia, descriptas tanto por Wolin, como por Vanistendael, deben ser estimuladas en el niño para que éste pueda desarrollarlas. En dicha labor, el juego funcionará como vehículo ideal en el aprendizaje.

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Efectivamente, el juego en todas sus formas y las potencialidades creativas en el niño, son ilimitadas.

Si el entorno, la familia, la escuela, no son capaces de dar todos los recursos a la educación para que jugar creativamente sea una realidad, se traicionarán las potencialidades de los niños como los de la misma sociedad (Malaguzzi, 1946).

3. Puerta de Klinkert. M. Piedad. “Resiliencia. La estimulación del niño para enfrentar desafíos”. Ed. Lumen. Bs. As. 2002. Pág. 16

BIBLIOGRAFIA

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- Rosales, Glady Emma. Niñez - Resiliencia - Creatividad. © 2008 Editorial Brujas. 1° Edición. Impreso en Argentina ISBN: 978-987-591-143-7

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Lumen – Bs. As. – 2002.- Suárez Ojeda, E. N.: “Resiliencia o capacidad de sobreponerse a la Adversidad” – Medicina

y Sociedad Vol. 16 Nº 3 – Julio-Septiembre 1993. - Suárez Ojeda y Melillo: “Resiliencia y subjetividad” - Paidós - Bs. As. – 2004.- Vanistendael, S: “La resiliencia, un concepto largo tiempo ignorado” – B.I.C.E. – Ginebra,

Suiza – 1994.SERIE "ADOLESCENCIA: EDUCACIÓN Y SALUD". INEQUIDAD SOCIOCULTURAL. RIESGO Y

RESILIENCIA

I. ADOLESCENCIAS.

Los adolescentes constituyen hoy en día uno de los grupos vulnerables que más atención reclaman de la sociedad. Están “instalados” en una parte específica del ciclo de la vida, superando los paradigmas que la consideran una moratoria o transición entre niñez y adultez. Al mismo tiempo, no podemos hablar de “una”, sino varias adolescencias cruzadas por variables históricas,

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económicas, sociales, culturales, etáreas, de género, generándose así tensión entre la heterogeneidad que muestran los adolescentes (rastas, punk, metal, Mtv, pibes chorros, okupas, etc.) y el discurso homogenizador de la globalización de la adolescencia como problema. Apoyamos el planteo de Rossana Reguillo Cruz de una visión positiva que tome en cuenta fortalezas y potencialidades: su fuerza numérica, sensibilidad estética, capacidad de protagonismo y participación, solidaridad y lealtad a quienes consideran pares, avidez para aprender y aprovechar oportunidades, postura crítica constructiva, voluntad para promover cambios, capacidad de emprender actividades nuevas, actitud proactiva para superar barreras (económicas, sociales psicológicas, etc.). Pero a la vez nos cuestionamos. ¿Todos? A medida que avanzábamos en el trabajo se hacía cada vez más patente una doble vulnerabilidad de los adolescentes pobres, que habían dejado la escuela y cuya visión de la sociedad en que están inmersos era, no sólo estrecha, sino que tampoco tenía futuro.

Dentro de esta heterogeneidad han armado redes desde donde constituyen su identidad y construyen sentidos y significaciones en torno a qué entienden por salud, bienestar, calidad de vida, además de sostenerse (o no) en las tradicionales instituciones sociales: la familia y la escuela como espacios privilegiados para la formación social. Las representaciones que los actores sociales tenemos, se construyen socio-históricamente en procesos intersubjetivos e intra-subjetivos y por eso es importante que los adolescentes reflexionen acerca de sus relaciones con “los otros” y consigo mismos. Por ello puede resultar de utilidad analizar a los adolescentes desde distintos niveles:

Nivel Individual: El adolescente como sujeto bio-psico-social en desarrollo dando importancia a lo afectivo, lo cognitivo, lo social.

Nivel Social: En relación a la dinámica familiar, como portavoz y emergente de la problemática familiar (Pichon Riviere), como miembro de otros grupos de socialización.

Nivel Institucional: Tanto en cuanto a la sobredeterminación institucional, especialmente la institución escolar como al impacto de otras instituciones.

Nivel Comunitario: Las condiciones de vida, valores sociales y aspectos ideológicos que condicionan estilos de vida.

Así partimos del adolescente en su propio medio con un enfoque de desarrollo humano integral que involucre los medios para obtenerlo: salud y bienestar, educación, empleo y participación social, para lo cual se hace necesario desarrollar y mejorar la capacidad de respuesta de las instituciones sociales.

La calidad de vida, según la OMS, se entiende como la “percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes”. En la naturaleza multidimensional del término “calidad de vida” radica la potencialidad de las intervenciones que

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pueden proponerse, la dificultad de su medición y la unificación de una definición, que sea compartida por un equipo multidisciplinario, que se aboque a la salud de los adolescentes en tanto es un concepto construido subjetivamente. Además, la calidad de vida es un concepto universal en tanto es un valor común en cada comunidad existente y es holístico ya que incluye todos los aspectos del ser humano. Aún con la polisemia inherente a este constructo social que es la calidad de vida, se considera que la potencialidad aludida es coherente con la cosmovisión de los adolescentes como sujetos sociales activos en quienes se reconocen dimensiones físicas, psicológicas y sociales. Este punto de partida es compartido en esta instancia de investigación al considerar que los adolescentes son sujetos bio-psico-socioculturalmente situados. Entonces se hace necesario dar cuenta de las condiciones de los entornos familiares, escolares y sociales en los que se desarrollan, y de ser posible, reconstruir aquellas redes sociales en las que los adolescentes se sostienen.

Desde la perspectiva del desarrollo humano, pobreza, exclusión e inequidad se interrelacionan en la vida de los adolescentes y sus entornos, condicionando la calidad de vida que se pueda promover. Para analizar esta situación, la investigación profundiza la caracterización de las conductas de riesgo que desarrollan los adolescentes y promueve líneas de acción preventivas y de promoción social a partir del reconocimiento y fortalecimiento de habilidades sociales como la resiliencia.

En una investigación previa sobre “¿Es la salud un tema para el adolescente?”, realizada en 1993 sobre 947 adolescentes escolarizados de 15 a 19 años, los jóvenes definen la salud con las palabras bienestar, armonía y equilibrio a las que agregan diverso grado de complejidad -general, físico, psíquico, espiritual, y social, en relación a su medio ecológico-. Consideran que la salud es un derecho y un deber para desarrollarse y sentirse bien y puntualizan que el hombre debe cuidar la ecología para mantenerse en salud.

Acerca de los factores que benefician la salud (factores protectores), los adolescentes no dudan en señalar la familia, la alimentación, la educación, la práctica de deportes y el cuidado de la ecología. En relación a la familia, ponen especial énfasis en aspectos relacionados con la comunicación, el diálogo y el acompañamiento, la necesidad de comprensión, afecto y de poder establecer buenas relaciones con los miembros de su familia.

Como factores de riesgo para su salud señalan básicamente la droga, el alcohol y el tabaco, conviniendo en que los tres son a su vez resultantes conspicuos de otros factores que actúan en detrimento de la salud de los adolescentes y que no siempre son fácilmente percibidos. Otros factores que mencionan son el ruido, la contaminación ambiental, la influencia nociva de los medios de comunicación a través de las propagandas, los video clips, novelas, series, etc., la falta de información y de educación, los problemas de comunicación, la mala relación familiar, la falta de diálogo, los problemas de relación con los amigos, la falta de comprensión y afecto, la depresión, los problemas personales y el mal ejemplo que brinda la sociedad.

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Como los factores que determinan los niveles de salud, bienestar y desarrollo de los adolescentes son muy numerosos y sabemos están interrelacionados, morigerar los factores de riesgo y promover los factores protectores requieren de la participación de muchas personas implicadas en los distintos microambientes en que ellos interactúan a diario.

La cultura es un factor determinante de prácticas y comportamientos que pasan de una generación a otra. Los factores locales que actúan sobre los microambientes de la familia y sobre los individuos ejercen una gran influencia, a veces positiva y otras veces negativa, sobre la salud de los adolescentes.

Las migraciones, la urbanización creciente y cada vez más acelerada, la influencia de los medios de comunicación social en la “aldea global” origina un fenómeno de coexistencia de culturas heterogéneas que lleva a la asimilación y a la adopción de nuevos patrones de comportamiento los cuales conllevan riesgos y para los que la cultura de origen no provee ni de experiencia, ni de respuestas, ni de formas de autoprotección.

Investigaciones de corte epidemiológico llevadas a cabo por el equipo, sobre las conductas de riesgo asociadas a la morbimortalidad de adolescentes durante los años ’99 -’00 y ’01-’02, permitieron arribar a una visión pormenorizada de las condiciones de salud de los jóvenes entre 15 y 19 años en nuestro medio. Durante el 2003 y 2004 se actualizaron los datos y se esbozaron las tendencias correspondientes poniendo el acento en la promoción, prevención y atención a sus necesidades.

La población objeto fue la comprendida en el universo finito de los adolescentes escolarizados y no escolarizados de ciudades seleccionadas de esta provincia. El método seleccionado para el trabajo de campo es cuanticualitativo, aleatorio simple en los escolarizados, estratificado y de “afijación óptima”.

La recolección de datos se realizó a partir de la aplicación de la encuesta anónima que incluye una versión actualizada de la administrada en las investigaciones anteriores la cual se completó con una modificación de la encuesta de M. J. Díaz Aguado sobre Prevención de la violencia en contextos escolares (España). La encuesta puede responderse en aproximadamente 20 ó 40 minutos y abarca las siguientes cuestiones:

1. Respecto de su familia: con quién/es convive, el nivel de instrucción de los padres y del encuestado, el tipo de trabajo que realizan los miembros de la familia, el tipo de vivienda donde moran, número de dormitorios y con qué servicios cuenta además de preguntar si tienen auto y sus características.

2. Relaciones familiares: se le pide al encuestado/a que responda cómo percibe su relación con el padre y la madre.

3. Violencia y accidentes: este ítem abarca preguntas de conductas violentas no intencionales e intencionales. Un apartado se destina a las conductas que cada encuestado/a tiene en la escuela en torno a la seguridad, la violencia y las interrelaciones.

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4. Alcohol, tabaco u otras drogas: se relevan datos del tipo de consumo, edad de inicio y frecuencia.

5. Conducta sexual: inquiere acerca de cómo se desenvuelve el encuestado cuando tiene dudas sobre su conducta sexual y a quién recurre, conocimientos de Enfermedades de Transmisión Sexual 1 y SIDA así como las condiciones en las que tuvo la primera y última relación sexual (consumo de alcohol, drogas).

6. Conducta alimentaria: se sistematiza información acerca del consumo alimenticio diario de los adolescentes y cómo ellos se perciben y son vistos por otros significativos.

7. Actividades de tiempo libre y deportes: se solicita que asignen horas a las actividades que ellos realizan en la semana y el tipo de actividad física que realiza (tipo, frecuencia y si está supervisada).

Se destaca como potencialidad del trabajo que el relevamiento de datos mediante la encuesta se articula con un relevamiento de redes locales (de Organizaciones No Gubernamentales 2 y circuitos escolares) lo que permite resignificar las intervenciones ulteriores. Consideramos que la actitud proactiva de los adolescentes se transforma en la principal potencialidad para que se promuevan actitudes saludables.

La debilidad reconocida se centra en el proceso de recolección de datos de jóvenes no escolarizados lo que requiere de un trabajo minucioso de relevamiento de información para reconstruir las redes sociales que los contiene.

El procesamiento de los datos se hizo con el asesoramiento estadístico de la Dra. Hebe Goldenhersch de la Facultad de Ciencias Económicas. Los datos obtenidos se sistematizan en los capítulos que conforman esta publicación.

En la provincia de Córdoba donde realizamos este estudio pueden reconocerse situaciones de contraste entre la ciudad capital y ciudades del interior y también entre éstas. Estas diferencias que implican características geográficas, demográficas, económicas, sociales y culturales, generan influencias marcadas sobre las posibilidades de desarrollo de los niños y adolescentes. Esto es especialmente cierto al comparar respuestas de adolescentes escolarizados y no escolarizados, siendo preocupante el incremento progresivo de quienes cursan hasta completar el Ciclo Basico Unificado 3 (escolaridad obligatoria) y abandonan sin completar la escuela media con la consiguiente dificultad para conseguir empleos estables y reproduciendo así el ciclo pobreza, baja escolaridad, malos empleos, trabajo en negro, desprotección en salud, desnutrición, alta mortalidad materno-infantil, desarrollo condicionado por factores adversos, mal desempeño escolar, repitencia, sobre-edad, abandono de la escuela. En Córdoba, con 56% de familias no pobres, el 70% de los niños sí lo son. Las situaciones y eventos desfavorables que se entrelazan y acumulan en las familias del primer quintil condicionan el adecuado desarrollo de sus miembros empobreciendo la calidad de vida de todos. Esto confirmaría las hipótesis de que la familia y la escuela son la última frontera de lo público en términos de Duschatzky, constituyéndose en

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factores protectores de la salud de los adolescentes, integrando redes de contención que promueven el desarrollo de estrategias de prevención, fortalecen los factores protectores, aumentan el autocuidado y el cuidado del otro. Esto permitiría trabajar con la resiliencia y con el liderazgo de los jóvenes a fin de que sean ellos los que propicien estrategias que favorezcan la participación y el empoderamiento de los adolescentes.

III. ADOLESCENCIA: RIESGO Y RESILIENCIA.

La emergencia de la adolescencia en el ciclo vital trae aparejado un nuevo panorama en el cual hay que insertar y reelaborar el concepto de riesgo y protección frente a las múltiples conductas que se despliegan en esta etapa. Efectuando un análisis sobre la temática se observa que en las últimas décadas se produjo un giro en la concepción de salud de la población en general y específicamente en esta franja etaria, la adolescencia.

Hallamos que en un primer momento la reflexión en este campo estaba dominada por un enfoque que ponía el acento en el problema y en aquellos comportamientos que implicaban riesgos. Este enfoque, denominado de riesgo, ha sido definido como aquel centrado en la enfermedad, en el síntoma y en aquellas características que se asocian con una elevada probabilidad de daño biológico o social. Aplicado a la adolescencia, señala particularmente las conductas riesgosas de los propios jóvenes como factor que conduce a la morbimortalidad, así como enfatiza la posibilidad de que las conductas o situaciones específicas que conducen a daños en el desarrollo pueden afectar tanto el conjunto de sus potencialidades como deteriorar su bienestar y salud (Weinstein, 1992). El riesgo se constituye de este modo, en una variable, que involucra la probabilidad que la presencia de una o más características o factores, incrementen la aparición de consecuencias adversas para la salud, el proyecto de vida, la supervivencia personal o de otros.

Desde esta concepción, la mayoría de los programas destinados a los adolescentes comenzaron a centrarse en las conductas específicas y generalmente no se realizaban intervenciones hasta que las conductas alcanzaban el nivel de “problemas”. En consecuencia, del concepto que se tenía de la adolescencia como “la edad sana”, se comenzará a poner el énfasis en las conductas de riesgo, y los programas encaminados a dicho período etario serán enfocados específicamente para cada uno de esos problemas. Cabe agregar que estos programas podrían considerarse como parte de la “atención terciaria” al estar destinados a reparar el riesgo o daño en los adolescentes, ponen el acento en cada una de las problemáticas (drogas, accidentes, ETS/SIDA, embarazo, violencia) como respuestas aisladas sin articular un plan que atienda la salud integral de los jóvenes. La evaluación realizada de estos estudios revela que los programas centrados en “conductas problema” y en el “individuo” en particular, no han sido capaces de cambiar la vida de los adolescentes, más aún, resultan de un alto costo (OPS; 1997).

Ahora bien, y haciéndonos eco de los interrogantes que Krauskopf (2002) formulara en relación a la temática, nos preguntamos: ¿Qué es el riesgo? ¿Es un comportamiento propiamente juvenil? ¿Es parte de la vida?

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En general los factores de riesgo han sido definidos como aquellas condiciones sociales, económicas o biológicas, conductas o ambientes que están asociados con o causan un incremento de la susceptibilidad para una enfermedad específica, una salud deficiente o lesiones (OMS; 1998).

En síntesis puede decirse que son las características detectables en un individuo, familia o comunidad que “señalan” una mayor probabilidad de tener o sufrir un daño. Es fundamental identificarlos ya que se pueden convertir en el punto de partida o núcleo de las estrategias y acciones de promoción de la salud.

Donas Burak, S. (1998) en un estudio sobre protección, riesgo y vulnerabilidad señala factores de riesgo de amplio espectro y factores de riesgo o conductas de riesgo que son específicos (3) para un daño. Sostiene que existen conductas de riesgo en la adolescencia que pueden conducir a un daño inmediato (ejemplo: relación sexual desprotegida conduce al embarazo; consumo alto de drogas conduce a la muerte por sobredosis). En cambio existen otras que conducen (o pueden conducir) a daños a largo plazo (fumar puede acarrear cáncer de pulmón; promiscuidad sexual puede generar cáncer de cuello uterino; ingesta excesiva de alcohol en forma crónica, cirrosis hepática). Por lo demás agrega que las conductas de riesgo no tienen una misma valoración social en las diferentes culturas y períodos históricos, (valoración que debemos tener en cuenta para establecer niveles de vulnerabilidad) con ello se quiere significar por ejemplo que aunque se sabe científicamente que ciertos deportes o entretenimientos (llevados a cabo por los adolescentes) conducen a importante incremento de la vulnerabilidad esto se minimiza por “aceptación social” como son los juegos - deportes “extremos”, ya que quienes los practican (e inducen a otros a hacerlo) son considerados como personajes heroicos y se publicitan sus hazañas cada vez con “mayor riesgo” como ejemplos a seguir.

Los estudios de Jessor (1991) acerca de las conductas de riesgo en los jóvenes, proponen indagar tales conductas a partir de variables como: biológica, genética, ambiental-social, la referida a percepción del medio, la de la personalidad de cada sujeto y la de las conductas manifiesta. Sostiene además que, ninguna de estas fuentes puede ser vista aisladamente ni va a pesar de forma contundente sin ser analizada en su relación con las demás. De igual modo plantea diferenciar las conductas de riesgo de aquellas conductas que involucran riesgo. Para el autor, las conductas de riesgo son las que comprometen aspectos del desarrollo psicosocial o la supervivencia de la persona joven. Pueden incluso buscar el peligro en sí mismo. En tanto las conductas que involucran riesgos, denominadas conductas riesgosas, son propias de los y las adolescentes que asumen cuotas de riesgo conscientes en ello y como parte del compromiso y la construcción de un desarrollo enriquecido y más pleno. En este sentido, pueden ser observadas y analizadas como parte necesaria del proceso de toma de decisiones en las condiciones que ofrece la sociedad moderna.

A partir de aquí la investigación sobre los factores de riesgo que contribuyen a los problemas de los adolescentes, revela que los factores se interrelacionan y son comunes a diversas problemáticas, apareciendo una y otra vez. Pero además, se sostiene que junto a ellos, existen factores protectores (4) que intervienen determinando las conductas de los jóvenes. Rutter (1990)

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señala que es importante identificar ambos factores (de riesgo y protección) en tanto éstos permiten predecir resultados negativos o positivos en el proceso de desarrollo de la persona, al existir la probabilidad que jueguen roles claves en el proceso involucrado en las respuestas a las situaciones de riesgo. Asimismo, es necesario hacer notar que numerosas y muy diversas variables pueden constituir un factor de protección en una situación, y ser factor de vulnerabilidad o riesgo en otra.

Basadas en estas experiencias, las propuestas plantean un cambio de marco conceptual y un nuevo paradigma, situando el acento en el enfoque de resiliencia el cual se explica a través de lo que se denominó el modelo de desafío. Este modelo muestra que las fuerzas negativas, expresada en términos de daños o riesgos, no encuentran a un sujeto inerme en el que se determinarán inevitablemente daños permanentes. Por el contrario, admite la existencia de verdaderos escudos protectores que harían que dichas fuerzas no actúen linealmente, atenuando en consecuencia sus efectos nocivos y en ocasiones transformándolas en factores de superación de la situación estresante. (Munist, et. al.; 1998)

La literatura analizada sobre la temática arroja que diversos autores (Luthar y Zingler, 1991; Masten y Garmezy, 1985; Werner y Smith, 1982 en Werner y Smith, 1992 Grotberg, 1995, Vanistendael, 1994) desde el decenio de los ochenta se mostraron interesados en estudiar aquellas personas que desarrollaban competencias a pesar de haber sido criados en condiciones adversas. A partir de ello se concluyó que el adjetivo resiliente, tomado del inglés resilient, era aquél que mejor representaba este nuevo paradigma. Existen numerosas definiciones acerca de este constructo, la definición de Rutter (1992) nos parece en esta instancia las más acertada en cuanto realiza una síntesis de lo que otros autores postulan acerca del tema: La resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana viviendo en un medio insano. Estos procesos tendrían lugar a través del tiempo dando afortunadas combinaciones entre atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural. De este modo, la resiliencia no puede ser pensada como un atributo con que los niños nacen ni que los niños adquieren durante su desarrollo, sino que se trataría de un proceso interactivo entre éstos y su medio (5).

Cabe agregar que en la base de la resiliencia, existen ciertos procesos y/ o mecanismos amortiguadores o moderadores del estrés que contrarrestan el riesgo. Masten y Garmezy (1985) agruparon algunas variables que según sus observaciones, operarían como factores protectores: a) rasgos de personalidad tales como autonomía, autoestima y orientación social positiva; b) cohesión familiar, calidez y ausencia de graves conflictos; c) disponibilidad de sistemas de apoyo externo que refuercen y alienten los esfuerzos de enfrentamiento de la persona. Sin embargo, Rutter (1990) advierte que esta clasificación no difiere en gran medida de las concepciones sobre riesgo, puesto que estos factores no son más que antónimos de las variables de riesgo. Agrega además que, si queremos encontrar nuevas aproximaciones a la prevención, debemos focalizar nuestra búsqueda más en los procesos protectores que en las variables y factores. Esto significa que, más que observar la presencia o ausencia de autoestima en una persona, debiéramos

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entender cómo esta característica opera en situaciones de adversidad para así favorecer un enfrentamiento positivo del problema.

Ahora bien, ¿cuáles son los factores que reforzarían el proceso resiliente en los adolescentes? En general se mencionan determinadas características (6) que contribuyen a reforzar conductas resilientes, entre ellos pueden citarse los mencionados por Kotliarenco y Dueñas (1992):

Factores personales:

Características temperamentales:

- mayor Coeficiente Intelectual verbal y matemático;

- mayor tendencia al acercamiento;

- humor positivo;

Características cognitivas y afectivas:

- mayor empatía;

- mayor autoestima;

- mayor motivación al logro;

- mayor sentimiento de autosuficiencia;

- menor tendencia a sentimientos de desesperanza;

- mayor autonomía e independencia;

- habilidades de enfrentamiento caracterizadas por orientación hacia las tareas;

- mayor actividad dirigida a la resolución de problemas, mejor manejo económico;

- menor tendencia a la evitación de los problemas y menor tendencia al fatalismo en situaciones difíciles.

Factores psicosociales de la familia:

- ambiente cálido;

- existencia de madres o sustitutas apoyadoras;

- comunicación abierta al interior de la familia;

- estructura familiar sin disfuncionalidades importantes;

- padres estimuladores;

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- buenas relaciones con los pares;

- mayor apoyo social (emocional, material, informativo, entrega de valores).

Factores socioculturales:

- sistema de creencias y valores ;

- sistema de relaciones sociales (espacios privados y públicos);

- sistema político-económico;

- sistema educativo;

- pautas de crianza.

Es fundamental que los adolescentes puedan lograr el conocimiento y aceptación de sus propias capacidades como así también las del entorno. Esto implicaría potencializar las posibilidades y recursos existentes para desarrollar factores resilientes que lo ayuden a superar las situaciones adversas en su devenir cotidiano (Munist,et.al.;2005).

En conclusión, a diferencia de otros enfoques en el ámbito de la salud y prevención, más que centrarse en los circuitos que mantienen situaciones de riesgo y/o adversidad, la resiliencia se preocupa de observar aquellas condiciones (individuales, sociales y familiares) que permiten la apertura a un desarrollo más sano y positivo (Manciaux, M; 2003). Por ende, no debe interpretarse que este enfoque esté en oposición del modelo de riesgo, sino que lo complementa y lo enriquece, acrecentando así su aptitud para analizar la realidad y diseñar intervenciones eficaces.

Desde este momento podría decirse que el enfoque de la atención a la salud juvenil, procura desde una perspectiva más integral y articulada reducir los factores de riesgo, incrementar los factores de protección y brindar oportunidades de reconstrucción y avance de la situación. (Krauskopof; 1996)

Áreas de intervención para construir la resiliencia en los adolescentes.

Para fortalecer la resiliencia en la adolescencia, autores como Munist, et.al. (1998) sostienen que se pueden realizar acciones con los propios adolescentes intentando reforzar los rasgos de los jóvenes resilientes para que ellos mismos puedan tomar el control de sus vidas y afrontar dificultades con las mejores herramientas. Las metas que se persigue en dichas acciones tienden a:

- Estimular el desarrollo de las capacidades de escuchar, de expresión verbal y no verbal y de comunicación en general.

- Fortalecer la capacidad de manejo de la rabia-enojo y de las emociones en general.

- Reforzar la capacidad de definir problemas, de optar por la mejor solución y de aplicarla cabalmente.

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- Ofrecer la preparación necesaria para enfrentar las dificultades del ingreso al mercado de trabajo.

En la presente investigación, acorde a algunas experiencias realizadas en proyectos con y desde los jóvenes apuntalamos aquellas acciones que contemplan:

• Crear Redes sociales: En este camino, más que pensar en intervenciones profesionales buscamos incrementar las posibilidades de las redes de contactos informales.

• Atender a la Diversidad de aptitudes sociales, desde el reconocimiento de que el buen desarrollo de las aptitudes personales es fundamental para intervenir en el propio proceso de crecimiento y desarrollo. La participación del adolescente en múltiples y variadas actividades va a permitir descubrir y desarrollar sus habilidades.

• Fomentar la autoestima, se basa en la aceptación de la persona más allá de su conducta y en la capacidad que el adulto tiene para descubrir y resaltar las cualidades positivas que todo adolescente tiene. Para ello hay que identificar aquellos factores que actúan en detrimento de la autoestima y de los que la fomentan.

• Encontrar un lugar para el sentido del humor. El sentido del humor integra la realidad en la vida y la transforma en algo más soportable y positivo. Para desarrollar el sentido del humor hace falta ser capaces de aceptar los propios errores, confiar en el futuro, ser creativo, imaginar, tomar distancia de los hechos que acongojan. Quien es capaz de reírse de sí mismo gana libertad y fuerza interior.

• Desarrollar la creatividad a través del juego. El juego permite la expresión de las ideas y conflictos, convirtiendo el entorno en algo positivo.

• Desarrollar un sentido ético. Constituir un sistema de valores, con conocimiento y razonamiento. Una acción urgente es ayudar a los adolescentes a desarrollar sus criterios éticos que les permitan una actuación responsable y respetuosa en el mundo de los adultos.

En síntesis, la resiliencia tiene la particularidad de ser un concepto integrador de prácticas e ideas que buscan superar la adversidad y construir sobre ella. Por ello promover la resiliencia en los adolescentes conduce a mejorar su calidad de vida a partir de sus propios significados, de los modos cómo perciben y enfrentan el mundo. Consideramos que las acciones a llevar a cabo deben permitir reconocer y reforzar aquellas cualidades y fortalezas que les ha permitido enfrentar positivamente experiencias asociadas factores estresantes tales como: pobreza, violencia doméstica, ausencia de figuras adultas significativas entre otros. Por ello consideramos que estimular una actitud resiliente implica potenciar estos atributos involucrando a todos los miembros de la comunidad y no sólo a los adolescentes, en el desarrollo, la implementación y la evaluación de los programas de acción. (Kotliarenco, et al.; 1995).

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1 En adelante ETS.

2 En adelante ONG´s

3. Entre los factores de riesgo de amplio espectro pueden considerarse: Familia con pobres vínculos entre sus miembros, violencia intrafamiliar, autoestima baja, pertenecer a un grupo con conductas de riesgo, deserción escolar, proyecto de vida débil, locus de control externo, bajo nivel de resiliencia. Se consideran factores de riesgo específicos: Portar arma blanca, no usar casco protector en la moto, tener una hermana o amigas adolescentes embarazadas, el consumo alcohol (se emborracha), ingesta excesiva de calorías, depresión entre otros. Donas Burak S. Protección, riesgo y vulnerabilidad. Sus posibles aplicaciones en la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación de la salud integral de los/las adolescentes. Segunda versión preliminar. OPS. OMS. Caracas, junio 1998

4 El concepto de factor protector alude a las “...influencias que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro que predispone a un resultado no adaptativo. Pueden identificarse factores externos (se refieren a las condiciones del medio que actúan reduciendo la probabilidad de daños: apoyo de un adulto, integración social y laboral) y factores internos (se refieren a atributos del sujeto: autoestima positiva, confianza en sí mismo, asertividad” (Rutter, 1985). No significa en absoluto que estos factores tengan que constituir experiencias positivas o benéficas, por el contrario, difieren de ellas en tanto que un factor protector puede no constituir un suceso agradable en ciertas circunstancias, por lo tanto, los eventos displacenteros y potencialmente peligrosos pueden fortalecer a los individuos frente a eventos similares.

5 Kotliarenco, M., Caceres I, Fonrecilla M. Estado del arte en la resiliencia Documento preliminar centro de estudios y atención del niño y la mujer C E A N I M Oficina Panamericana de la Salud Washington D.C. Julio 1996. Pág:7.

6 Cabe aclarar que estas capacidades son generadas por un proceso interactivo de la persona en el ambiente, por lo tanto, su construcción depende de elementos intra-psíquicos del sujeto y de un conjunto de procesos sociales (familia y red de apoyo externo); son capacidades que están en desarrollo progresivo, influenciadas por los cambios que ocurren a lo largo de este proceso interactivo de la persona en el ambiente; son capacidades que pueden promoverse, pero son relativas y no absolutas. Se presentan como un “estado y no una condición de ser” (Kotliarenco, et al.; 1998).

BIBLIOGRAFIA

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http://site.ebrary.com/lib/bibliotecafmhsp/Doc?id=10352859&ppg=5 Copyright © 2009. Editorial Brujas. All rights reserved.

- Barrón, Margarita Inequidad socio-cultural : riesgo y resiliencia / compilado por Margarita Barrón - 1a ed. - Córdoba : Brujas, 2005. 208 p. ; 25x17 cm. ISBN 987-591-016-3 1. Sociología-Adolescentes. I. Barrón, Margarita, comp. II. Título CDD 305.235.

- Blum, R. Riesgo y Resiliencia. Conceptos básicos para el desarrollo de un programa. Adolescencia Latinoamericana Año I, Volume 1. Abril/Junio 1997.Pág: 16-19.

- Cyrulnik B (1999) Un merveilleux malher. París Odile Jacob en Manciaux. M. La resiliencia: resistir y rehacerse. Gedisa edit. 2003.

- Krauskopf, D. El fomento de la resiliencia durante la adolescencia. Publicación cuatrimestral de la fundación Panamor San José, Costa rica Vol. 2 nº 6, 1996.

- Kotliarenco, M., Caceres I, Fonrecilla M Estado del arte en la resiliencia Documento preliminar centro de estudios y atención del niño y la mujer C E A N I M Oficina Panamericana de la Salud Washington D.C. Julio 1996 Pag:7.

- Kotliarenco, M., Cáceres,I., Alvarez, C. “Pobreza, Desarrollo Humano e intervención social: La resiliencia como una posibilidad” CEANIM. Fundación Van Leer. Abril 1995. Santiago de Chile. Publicado en Resiliencia: construyendo en adversidad. CEANIM. Santiago de Chiles, 1996

RESILIENTE SE NACE, SE HACE, SE REHACE: TALLERES DE RESILIENCIA Y VALORES PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES.

La resiliencia es considerada actualmente como un componente de la salud mental. Su función es desarrollar la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido y transformado por las experiencias de adversidad.

Entendemos que la adversidad, puede estar presente en las distintas clases sociales, nos referimos a los mecanismos de riesgo tales como:

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· Familias disfuncionales – en las que existe déficit en la comunicación, falta de preocupación y control, abandono emocional o moral, comparaciones desfavorables, maltrato físico y/o emocional, necesidades básicas insatisfechas, desocupación, miembros de la familia con enfermedades psiquiátricas, etc.

· Modelos de conducta desviados y aceptados por el entorno (progenitores u otros familiares con antecedentes judiciales, presencia de adiciones – alcohol, cigarrillo u otras drogas) · Fracaso escolar y deserción.

· Ausencia de grupos de amigos saludables.

· Tiempo libre gastado de forma no creativa.

· Ausencia de diálogo con otros adultos significativos ajenos a la familia.

· Personalidad muy influenciable.

Las fuentes de resiliencia, que promueven actitudes que favorecen el desarrollo de habilidades que permiten enfrentar las situaciones de adversidad, y a la vez, posibilitan a los sujetos salir fortalecidos, residen en tres amplios conjuntos de factores:

· La disponibilidad de sistemas de apoyo externos, que alienten y refuercen los intentos de adaptación de los sujetos.

· El medio familiar y social.

· Las características de la personalidad

De allí, el título de este libro: Resiliente se nace, se hace, se rehace.

Henderson Gotberg, investigadora actual sobre esta temática, sostiene que podríamos organizar los factores resilientes en cuatro categorías: yo tengo, yo soy, yo estoy y yo puedo.

YO TENGO (apoyo):

- De personas significativas que me quieren y cuyas conductas son modelos a seguir.- Adultos que me ponen limites.- Personas que promueven mi autonomía.- Personas que me ayudan ante la enfermedad o el peligro.- Un Dios de amor, siempre disponible para apoyarme.

YO SOY:

- Una persona por la que otros sienten aprecio y cariño.- Feliz cuando hago algo bueno por llos demás y les demuestro mi afecto.- Respetuoso de mi mismo y del prójimo.

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YO ESTOY:

- Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.- Seguro de que todo saldrá bien.

YO PUEDO:

- Hablar sobre las cosas que me asustan o me inquietan.- Buscar la manera de resolver los problemas.- Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso.- Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.- Encontrar alguien que me ayude cuando lo necesito.

Debemos realizar una clara distinción entre los factores de protección y los factores de resiliencia. Los primeros funcionan para neutralizar el riesgo, creando cierta inmunidad ante el mismo y si esto se logra, la resiliencia no sería necesaria. Por ejemplo, si en una academia de patinaje, no se permite la entrada de personas extrañas, no hay que enfrentar ninguna adversidad en ese lugar, porque hemos prevenido la aparición de situaciones de riesgo. Pero si a la salida de las clases, dos sujetos extraños siguen a una de las niñas en un automóvil y la llaman para entablar conversación con ella, en este caso se requiere resiliencia. ¿Qué factores utilizará la niña para enfrentar esta situación? ¿Se volverá corriendo a la academia? ¿Pedirá ayuda a alguna persona? ¿Tocará el timbre de una casa? ¿LLamará rápidamente por su teléfono celular? ¿Alguna vez le enseñaron qué hacer en estas situaciones?

El modelo de promoción es más consistente con el modelo resiliencia, que con el de prevención, porque no debemos olvidar que la resiliencia es un proceso que implica, la promoción de los factores de resiliencia y que requiere un compromiso con el comportamiento resiliente. Éste se inicia con un “darse cuenta o insight” de la adversidad, luego se selecciona la clase de respuesta apropiada, se logra aprender de la experiencia, se valora el impacto sobre otras personas para no perjudicarlas y se bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida.

En síntesis, las metas de la resiliencia son la salud mental emocional de las personas.

La tarea es ardua, porque para lograr estas metas, debemos profundizar en el conocimiento de los factores, a fin de construir entre todos un ambiente que los promueva, desde las personas y desde los distintos organismos de la sociedad –familias, escuelas, iglesias, clubes.

Analizaré a continuación, algunos de los factores de resiliencia que hemos abordado en los talleres que proponemos en la presente obra. reconoce el y

EMPATÍA INTERPERSONAL Y SOCIAL

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Es la capacidad de sentir con y cómo los demás, de ponerse en “la piel de los otros” en el diálogo interpersonal, liberándose de los prejuicios sobre ellos, despojándose de contenidos o afectos anteriores a la situación presente, para dar una acogida espontánea y establecer una sintonía vital con los demás. Esta habilidad también otorga al individuo la posibilidad de conectarse, de ser querido, de atraer y de reclutar una red de apoyo social fuera de la familia, tan necesaria cuando se tienen que enfrentar situaciones de adversidad.

INSIGHT O “DARSE CUENTA”

Es la habilidad de ver rápidamente la situación de riesgo en que se encuentra, de hacerse preguntas duras y difíciles y darse respuestas honestas. Esta capacidad le permite contrarrestar las reflexiones distorsionadas de los que le rodean, poner el problema donde corresponde, reducir la ansiedad, dar la respuesta adecuada y tomar la decisión de salir de la línea de fuego.

AUTONOMÍA E INICIATIVA

Muchos de los problemas posteriores a la adolescencia están marcados por el hecho de que los sujetos se sienten merced al destino, determinados por las circunstancias de su ambiente familiar o social y no son activos para enfrentar los desafíos de la vida diaria ni han logrado la autonomía necesaria para resolverlos. La iniciativa, posibilita el logro de la decisión personal, frente a la presión del grupo o a pesar de que el ambiente no promocione nuevos modos de enfrentar la realidad.

ENSEÑANZA DE CRITERIOS PARA LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Todos los individuos tienen que enfrentar situaciones en las que no comparten los mismos puntos de vista con sus amigos, compañeros o adultos y deberían conocer los criterios para resolver satisfactoriamente esas problemáticas. Conocer los pasos adecuados, las posibles consecuencias, las modificaciones que las actitudes de cada uno producen en las decisiones de los demás y las distintas maneras de resolver las situaciones que se plantean a diario, les ayudan notablemente a salir airosos de las mismas.

HABILIDADES ASERTIVAS

La asertividad es la capacidad de decisión y persistencia en llevar adelante una acción, incluso a pesar de la resistencia de los demás. No basta que un muchacho perciba y sienta una necesidad en el otro, o que se de cuenta de una situación de riesgo, sino que es necesario que actúe y para ello tiene que vencer un posible riesgo o coste, como el que no le salga bien, que los demás lo ridiculicen o que lo agredan. Y aún más, debe tener una cierta capacidad para intervenir con los otros. Esto significa que el sujeto necesita ejercitar primero un autocontrol, para luego permanecer incólume ante la situación y prevenir la violencia en muchos casos.

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INDEPENDENCIA

Los adolescentes que pertenecen a un medio social adverso, familias disfuncionales o de alto riesgo, deberían aprender distanciarse hasta cierto punto de lo que está sucediendo. Es obvio que cuando los padres discuten o pelean, algunos niños intervienen en controversias y pueden convertirse en motivo de desacuerdo y en blanco de la irritabilidad y hostilidad, mientras que otros se protegen manteniéndose al margen de la situación. Si un niño posee un padre o madre con una conducta de alto riesgo, puede ser favorable para él reconocerlo y tener algunos de sus vínculos emocionales más importantes con el otro progenitor u otro familiar o adulto significativo que lo contenga.

EXPERIENCIAS POSITIVAS EN LOS ÁMBITOS DE PARTICIPACIÓN

Estas experiencias, aunque no se refieran específicamente al éxito académico – triunfos en los deportes, en la música, otras artes u oficios, posiciones de responsabilidad social dentro de la escuela, clubes o iglesia (ej. presidente del centro de estudiantes o de alguna comisión dedicada al desarrollo de algún proyecto), confiere a los jóvenes sentimientos positivos de autoestima y eficiencia, que hacen más probable que tengan la confianza necesaria para tomar las medidas que les permitan enfrentar las viscicitudes de la vida, ayudándoles a mejorar aquellos aspectos del autoconcepto que fomentan la resiliencia.

OCUPACIÓN POSITIVA DEL TIEMPO LIBRE Y PERTENENCIA A GRUPOS SALUDABLES

Las comunidades barriales e instituciones pueden promover el uso creativo y saludable del tiempo libre, brindando los espacios para que esto se realice, poniendo en marcha proyectos infantiles y juveniles en los que los participantes puedan llenar “los vacíos” y desarrollar destrezas físicas, mentales y espirituales, liberando energías acumuladas por el stress, expandiendo la subjetividad, el ingenio, la creatividad, la perspicacia y el buen humor. Está probada la promoción de la salud psico-social que otorga la pertenencia a grupos de pares sanos, con control y supervisión de adultos, pues, aunque les cueste reconocerlo, los jovencitos necesitan la orientación y compañía de adultos significativos para sentirse amados y contenidos.

PLANIFICACIÓN

El aprendizaje de cómo planificar las circunstancias de la vida diaria, posibilita a los jóvenes un mayor control personal sobre las situaciones y les otorga herramientas para anticiparse al futuro, previendo los factores que podrían obstaculizar los proyectos de vida.

CREATIVIDAD

La creatividad es la fluidez, flexibilidad y originalidad de pensamiento que posibilita poner orden, belleza y propósito al caos de las experiencias y problemas. Aunque es necesario transmitir los

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conocimientos, el saber, las normas, también se ha de estimular la originalidad, mediante la cual avanza el saber y se resuelven muchos problemas de relaciones humanas.

EDUCACIÓN SOBRE EL AUTOCUIDADO DE LA SALUD FÍSICA Y PSICO-SOCIAL

Si bien la información es una instancia fundamental en el proceso de cómo cuidarse, el autocuidado tiene que ver también con la subjetividad, con un cambio interno, con una actitud ética de respeto hacia uno mismo, con algo que se ha dado en llamar “ética del amor propio”. Si el conocimiento por sí solo, no garantiza el desarrollo de esa ética, debemos buscar otras maneras de enseñar y aprender, que refuercen la confianza de los participantes para resolver problemas de salud. Éstas deben incluir una comprensión adecuada y gradual de la sexualidad, aprendiendo a respetar su cuerpo y haciéndolo respetar. Cuando hablamos de salud debemos considerarla como una totalidad, que incluye el respeto por uno mismo, por el otro y el cuidado del entorno que nos afecta a todos. Esto promueve acciones de cooperación y solidaridad, actitudes que desarrolladas desde la pertenencia a grupos sanos, favorecen la resiliencia.

ACCESO REAL AL SISTEMA DE SALUD

Los jóvenes deben conocer los lugares donde pueden ser asistidos en sus distintas problemáticas, sean de índole física, psíquica o social, pero todos debemos contribuir a que las posibilidades de atención sean reales, brindando servicios de asistencia también a los que no poseen recursos. Además, es importante concientizar a los niños y jóvenes de la necesidad de pedir ayuda, ya que los adolescentes, desde la omnipotencia que los caracteriza, minimizan los problemas, los niegan o creen que todo se resolverá sin ayuda especializada.

IDEOLOGÍA PERSONAL, ESPIRITUALIDAD,MORALIDAD

Durante la niñez los padres inculcan ideologías, los valores morales y espirituales, por medio de la enseñanza y el ejemplo y al llegar la adolescencia los jóvenes construyen su propia escala de valores y su ideología personal. Se observa esto especialmente en conductas relacionadas con los valores como la compasión, la justicia, la lealtad y el amor. En esta etapa se suelen enfrentar a los adultos que no los poseen y muchos desarrollan una gran capacidad de entrega a los demás, arriesgando aún su propio placer y seguridad, para ser consecuentes con su ideología personal. En realidad, todos los valores crecen en el suelo fértil del amor. Si nos remitimos por ejemplo, a los cánones sagrados, encontramos una porción bíblica, en la 1ª carta a los Corintios, en el capítulo 13 que se refiere al “ágape”, tipo de amor que proviene de Dios, que implantado en la mente humana, trae como resultado el crecimiento de un manojo de virtudes fundamentales que hacen moralmente buena a una persona. En otras culturas no cristianas, también observamos que el exponente máximo de los valores es el amor, hacia las personas y hacia la naturaleza. En investigaciones realizadas por la O.M.S. se observó que éste era uno de los factores de resiliencia más importantes. Es por ello que se recomienda que estén en contacto con los niños y jóvenes,

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adultos con clara conciencia acerca de los más altos valores morales y espirituales, cuyas vidas sean un fiel reflejo de los mismos.

Es el propósito de este libro, posibilitar el conocimiento vivencial de algunos factores de resiliencia, rescatando también los valores que cada uno de ellos implica, En él se propone el trabajo a través de talleres anticipatorios, en situaciones simuladas, muy cercanas a las posibles experiencias juveniles, en las que puedan comprometer no sólo su aspecto cognitivo, sino también lo afectivo y volitivo. Esta modalidad de trabajo, posibilita a los participantes, experimentar muy cercanamente las situaciones, sentirlas y tomar decisiones anticipadas al respecto. De esa manera, cuando les toca enfrentarlas en la realidad, estarán mejor preparados, pues poseerán las herramientas que les posibilitarán salir airosos de la situación, si así lo deciden.

BIBLIOGRAFIA

- Kalbermatter, María Cristina; Goyeneche, Sandra; Heredia, Romina. Resiliente se nace, se hace, se rehace: talleres de resiliencia y valores para niños y adolescentes. Argentina: Editorial Brujas, 2009. p 6. http://site.ebrary.com/lib/bibliotecafmhsp/Doc?id=10352628&ppg=7 Copyright © 2009. Editorial Brujas. All rights reserved.

- Kalbermatter, María Cristina, Sandra Goyeneche, Romina Heredia Resiliente se nace, se hace, se rehace : talleres de resiliencia y valores para niños y adolescentes / María Cristina Kalbermatter y Sandra Gisela Goyeneche - 1a ed. - Córdoba : Brujas, 2006. 114 p. ; 25x17 cm. ISBN 987-591-056-2 1. Educación en Valores. 2. Resilencia. I. Goyeneche, Sandra Gisela CDD 370.114.