Relatos Japoneses de Misterio e Imaginacio - Edogawa Rampo

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  • Primer volumen de esta temtica traducido al espaol con nueve historiaslcidas y repletas de suspense, relatos que han cautivado a los lectoresjaponeses durante medio siglo. Una impagable antologa seleccionada porel propio autor en la que el lector hallar un rico mosaico de temas ymotivos de lo fantstico y lo terrorfico.Relatos japoneses de misterio e imaginacin ha convertido a EdogawaRampo, que ha tomado su nombre artstico de la pronunciacin japonesa deEdgar Allan Poe, en uno de los nombres ms ilustres de la escriturafantstica moderna que han demostrado su capacidad para crear mundos enlos que predominan lo misterioso y lo extraordinario, su extremadaoriginalidad y su extraordinaria capacidad de inventiva.

  • Edogawa Rampo

    Relatos japoneses de misterio eimaginacin

    ePub r1.0Sarah 14.02.14

  • Ttulo original: Japanese Tales of Mystery and ImaginationEdogawa Rampo, 1956Traduccin: Juan Jos Pulido

    Editor digital: SarahePub base r1.0

  • Edogawa Rampo: Un japonsfascinado por el terror y lo fantstico

    HIRAI TARO, que llegara a ser bajo el sobrenombre de Edogawa Rampo elmaestro japons del terror, la novela detectivesca, la fantasa y lo macabro,vino al mundo el 21 de octubre de 1894 en la ciudad de Nabari, en Mie-ken. Japn era por aquel entonces un pas en la incierta encrucijada entreun pasado de tradiciones atvicas y ancestrales que pretenda ir abrindosepaulatinamente hacia un futuro marcado por el imperialismo. Sus terroreshoy tan evidenciados en una literatura y un cine prominente en estesentido, como prueba el magnfico y documentado estudio de Julio ngelOlivares acerca de la influyente pelcula de Hideo Nakata Ringu (que haconocido una exitosa adaptacin americana a la gran pantalla bajo el ttulod e The Ring)[1] no haban sido todava exorcizados desde unaperspectiva literaria o artstica. Rampo contribuira, con una obra narrativaprolfica y fecunda, a que el magma de obsesiones, horrores yambigedades latente en la sociedad nipona de su tiempo, saliera a lasuperficie con un estallido pirotcnico y multiforme de emocionescontrovertidas, representativas del mundo que le toc vivir, sometido acambios vertiginosos.

    De carcter errabundo, el joven Taro fue completando sus estudios(lleg a graduarse en la Universidad de Waseda en 1916), dejndose llevarmuy pronto por la fascinacin por la literatura detectivesca y fantstica.Fue un admirador incondicional de Edgar Allan Poe, a quien imit conoriginalidad y de quien tom hacia 1922 el seudnimo que le hara notorio(Edogawa Rampo, pronunciado de corrido, no es sino una traslacinfontica al japons del nombre del atormentado y genial polgrafonorteamericano, aquel genio preclaro que revolucion el gnero terrorficoen todas sus formas y facetas). Escritor temprano, le result complicadohallar vas para publicar su produccin literaria, por lo que, impelido porcclicas y recurrentes estrecheces econmicas, desempe diversasocupaciones, entre las que se contaron las de empleado en una compaacomercial, dueo de una librera de lance, propietario de un quiosco deventa ambulante de fideos chinos, publicista, periodista y editor de revistas

  • literarias de carcter popular, hasta que tom finalmente la decisin dededicarse por entero al cultivo de la escritura de lo extrao.

    As, en 1923 da a la imprenta su primera obra, Nisen-Doka (Lamoneda de cobre de dos sen[2]) en la que muestra su inters por loscriptogramas y lo extraordinario. Hasta aquel instante, la literaturadetectivesca y sobrenatural en el Imperio del Sol Naciente se haba basadocasi exclusivamente en modelos extranjeros vertidos a la lengua japonesa,como las narraciones de Poe o Arthur Conan Doyle. Rampo se inspira tantoen rasgos de las historias de Auguste Dupin como de las de SherlockHolmes para componer su peculiar universo narrativo. Este se veraenriquecido adems por la admiracin que Taro sinti por Dostoievski y,posteriormente, por una selecta plyade de autores. Concretamente, elinflujo de Crimen y castigo se percibe en relatos como El testpsicolgico, incluido en la coleccin que aqu presentamos. Al mismotiempo, Taro dedicaba parte de su tiempo libre a la organizacin deactividades culturales en asociaciones creadas por l, como el Club deDetectives Aficionados (Tantei-Syumi-no-Kai), editando diversas revistasde corte policaco en las que apareceran por entregas sus propias novelas yrelatos junto con otras narraciones compuestas por diversos compatriotasdeterminados a seguir la senda marcada por el maestro.

    A raz de la publicacin de Nisen-Doka y las siguientes obras deRampo, que se fueron sucediendo de manera vertiginosa, los lectoressupieron apreciar la vala de un contrapunto y exponente nacional a losmaestros de allende sus acuosas fronteras. El autor cre tambin una figuradetectivesca anloga a la de sus modelos mediante la invencin de la figurade Kogoro Akechi, protagonista de muchas de sus ficciones e impenitentedescifrador de enigmas y laberintos. Los ttulos se acumulaban, tanto enforma de geniales relatos breves (destacando entre ellos La butacahumana o El viajero con el cuadro de las figuras de tela, recopilados enel presente volumen) como de novela corta (La bestia de sombra) onovela propiamente dicha (destacando en esta categora narraciones comoEl enano, El ogro en la isla perdida , El hombre araa y El lagarto negro).Con estas obras, Hirai Taro se convierte en el escritor ms popular de supas.

    En su vertiente detectivesca, aventuro la hiptesis de que la escriturade Edogawa Rampo se asemeja en sus mejores cuentos a la de Jorge LuisBorges y Adolfo Bioy Casares, existiendo similitudes entre las ficciones

  • del japons y las de los ilustres creadores argentinos. Puesto que constituyeuna tarea compleja trazar una influencia directa y mutua entre ellos, puedesealarse que estos autores se hallaran sin duda vinculados a travs de lautilizacin de fuentes comunes. Si Borges principalmente ha sido imitadopor una ingente cantidad de mulos en la literatura fantstica universal, eljapons dej una huella indeleble en el gnero en su propio pas, cuyageografa fatig incansable, imbuido de un espritu nmada e inquieto queni siquiera qued mitigado tras contraer matrimonio en noviembre de 1919con la joven Murayama Ryuhko y la consiguiente fundacin de unafamilia.

    En cualquier caso, en la segunda mitad de la dcada de los aos 20 yen la primera de los 30 del pasado siglo, Rampo iba incrementandoprogresivamente su produccin narrativa, alcanzando gran notoriedad. ElJapn de su juventud era permisivo en lo que se refera a la eleccin y eltratamiento de los temas literarios, pero la entrada del pas en diversascontiendas blicas en Asia (la guerra con China sobre todo) y el Pacfico(en el marco de la Segunda Guerra Mundial) potenciaron la aparicin y laexpansin de un aparato de frrea censura cultural. Los escritos macabrosde Edogawa Rampo disgustaron a los prceres gubernamentales, y el relatoLa oruga (uno de los ms polmicos, srdidos e inquietantes del autor,contenido en este volumen) fue interpretado como antibelicista y, porconsiguiente, como antipatritico. Por consiguiente, el autor se veraperseguido y espiado por el gobierno nipn, hechos que derivaron en sureclusin y alejamiento de la sociedad.

    Una vez concluido en 1945 el magno conflicto blico, con el corolarioterrible para Japn de la derrota y el efecto demoledor de las bombasatmicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, y quizs para soslayar susproblemas con la censura, Edogawa Rampo cuya casa fue la nica que sesalv milagrosamente del desastre en un rea devastada por losbombardeos enemigos ira abandonando gradualmente la escritura de loextraordinario, acometiendo la redaccin de reseas, escritos crticos yrelatos juveniles. Tambin se dedic a impartir conferencias por elterritorio japons acerca de los temas inslitos que tanto le apasionaban.Fue entonces cuando dedic sus esfuerzos a la fundacin y desarrollo de laAsociacin Japonesa de Escritores de Misterio, de la que llegara a sernombrado presidente honorfico. De igual manera, y hasta el final de suexistencia, ira hacindose acreedor de premios y galardones por su labor

  • literaria y terica.Rampo fue recopilando sus propias obras en diversos volmenes que

    han seguido siendo reeditados con xito hasta llegar a nuestros das, en losque contina siendo considerado uno de los grandes escritores nipones detodos los tiempos. Su reputacin en los pases de habla inglesa quedaraslidamente establecida con la publicacin en 1956 de los Cuentosjaponeses de misterio e imaginacin, la antologa de relatos que el lectortiene entre sus manos en su versin espaola, autntica primicia en nuestropas de un volumen clsico en la historia de la literatura fantstica yterrorfica. Aquejado de diversas enfermedades a lo largo de su azarosaexistencia, Rampo falleci el 28 de julio de 1965 a causa de unahemorragia cerebral. Yace enterrado en el cementerio de Tama, en laciudad de Fuchuh, habiendo legado a la posteridad un conjunto opersticoheterogneo y de indiscutible valor que ha traspasado los lmites de supas, en el que todos los aos se concede el Premio Edogawa Rampo(creado por el propio autor) a la mejor obra de misterio del ao.

    La fama internacional de Rampo no se ha visto cimentada solo en lastraducciones de sus obras a otras lenguas, sino tambin en numerosasseries televisivas y, fundamentalmente, en las adaptacionescinematogrficas de algunas narraciones del autor, entre las que se cuentanEl hombre araa (Kumo otoko, 1958) de Daiei; El lagarto negro(Kurotokage, 1968), de Fukasaku Kinji (en la que el inimitable escritorjapons Yukio Mishima interpreta un breve papel); El horror del hombredeforme (Kyofa-no-Kikai-Ningen, 1969), de Teruo lshii, pelcula excntricaque oscila entre un grotesco humor negro y escenas turbadoras,susceptibles de herir la sensibilidad del espectador; La mansin grotesca,de Edogawa Rampo: el mirn en el tico (1976), de Noburu Tanaka;Hombre que viaja con un cuadro (Oshie to tabisuru otoko, 1994), de ToruKawashima, adaptacin de El viajero con el cuadro de las figuras detela; Rampo (tambin conocida por el ttulo de El misterio de Rampo,1994), de Rimara Mayuzimi y Kazuyoshi Okuyama, una suerte de biopicperturbador e impregnado de un refinado erotismo basado en la propia vidade Hirai Taro y en el que se mezclan satisfactoriamente realidad y ficcin;y, por ltimo y hasta la fecha, Rampo jigoku (2005), adaptacin de cuatrorelatos de Edogawa llevados a cabo por un nmero anlogo de realizadoresjaponeses.

    Por otra parte, Mikami Shinji, creador del famoso videojuego

  • Resident Evil, reconoce la influencia de Rampo en su trabajo, lo que vienea acentuar el vnculo de la obra de Hirai Taro con la cultura popular, en laque se enrazan muchos de sus escritos, algunos de los cuales mantienennexos temticos y formales evidentes con los pulps americanos de la pocadorada de este tipo de publicaciones. Apenas existi gnero alguno dentrode la literatura popular que Edogawa no abordara, incursionando incluso enel ero-guro (ertico-grotesco japons), floreciente en las dcadas de los 20y los 30 del siglo XX y redescubierto por los artistas vanguardistas delmanga, hoy tan en boga. Estos datos no hacen sino corroborar lamodernidad del esfuerzo esttico de Edogawa Rampo.

    Con todo, me atrevera a defender que las obras maestras de HiraiTaro fueron, como en el caso de Poe o Borges, sus relatos breves, en losque se condensa y quintaesencia con maestra su arte narrativo. El lectorhallar en esta antologa, ya de culto en el mundo de habla inglesa yexpresamente seleccionada por el propio autor japons, quien ademsrevisara de forma escrupulosa y detallista la traduccin al ingls mientrasse iba llevando a cabo, un rico mosaico de temas y motivos de lo fantsticoy lo terrorfico. A pesar del anclaje de su escritura en fuentes diversas yreconocidas, a Rampo no se le pueden negar en ningn momento suoriginalidad y capacidad de inventiva, venidas aqu en una traduccinimpecable y magistral al castellano.

    La butaca humana, uno de los cuentos ms celebrados del artficejapons, constituye un cuidado ejercicio de catlisis de un sentimiento devacilacin y duda entre la realidad y la ficcin, propiciado por una cartaenviada a una mujer en la que se relata la extraa experiencia de un ser dedestacable fealdad fsica y psicolgica que ana al estado distorsionado desu mente y a su imaginacin desatada un placer perverso por el voyeurismo(temas todos ellos recurrentes en la narrativa de Edogawa Rampo). Demanera obsesiva, este personaje que nos recuerda a algunos de los quepueblan el universo fantstico de Guy de Maupassant se servir de superfeccionismo artstico en la elaboracin de muebles para dar forma a unabutaca en la que poder introducirse (enterrarse) con el fin de gozar desus pasiones ilcitas, hasta llegar a una inusitada consumacin de laexperiencia amorosa. La conclusin del relato, aparentementeanticlimtica, no logra quitarnos del pensamiento la sensacin de pasmosodesconcierto.

    Por su parte, El test psicolgico se centra en otra de las ideas

  • reiteradas de Rampo y del gnero detectivesco en general: la del crimenperfecto. La huella de Crimen y castigo de Dostoievski, aunque sea acontrario, queda evidenciada en el comportamiento del narrador de lahistoria, un estudiante de psicologa decidido a lograr su propsito deperpetrar un homicidio que quede impune ante la justicia. En una intrigaapasionante, concebida como autntico tour de force, Fukiya (as se llamael despiadado asesino) tendr que vrselas con el agudo e ingeniosodetective Kogoro Akechi, el personaje ms famoso de entre todos los queHirai Taro concibi.

    La oruga cuento al que ya me he referido y que le cost gravesproblemas con la censura a Rampo es una narracin grotesca en la que seentremezcla la posible crtica antimilitarista con las horrendas prcticaslujuriosas y sdicas de la protagonista, a cuya mente enfermiza accedemos.La atmsfera del relato es claustrofbica, y de nuevo retorna Edogawa altema de la deformidad y lo monstruoso, aqu llevado a un extremo que novoy a desvelar para no interferir con el lcito deseo del lector de adentrarseen el suspense en el que el autor nos envuelve. Pocas narraciones seatreven a sugerir tan aberrantes horrores como esta pesadilla en la que seplantea un nfasis por la gula excesiva y por lo flico, aspecto abortado enltima instancia por lo que Freud habra interpretado como castracinsimblica causada por la ceguera. Y no les digo ms. Si deseanintroducirse en este texto abisal (pozo que en el cuento se describe a modode una boca negra, con todas las connotaciones psicoanalticas quequieran adscribirle a esta imagen) tendrn que hacerlo a su propio riesgo ybajo su entera responsabilidad

    Aunque tambin profundo (si me permiten el metafrico juego depalabras), muy distinto es en su fondo y en su forma El precipicio que dattulo al siguiente relato de la coleccin, que se estructura de maneradramatizada o dialogada. Se trata de una muestra innovadora de narracinde doble o Doppelgnger, uno de los motivos ms efectivos de laliteratura fantstica para crear una sensacin de inquietante extraeza.Aqu la trama sustentada sobre el adulterio y la dualidad se relacionaintrnsecamente con el tema del crimen perfecto y culmina en un desenlaceasombroso.

    Otra narracin impactante a la que no le es ajena la obsesin por lodual y el voyeurismo es El infierno de los espejos, en la que, partiendodel argumento, recurrente en la literatura de lo extraordinario, del

  • cientfico loco que comenz a sugerirse en el Frankenstein de MaryShelley, Edogawa Rampo crea un clmax de autntica alucinacin ptica(otro de sus tpicos favoritos) y demencia especular en el que el manacoprotagonista hallar la retribucin adecuada a su espantosa transgresin.Tambin Los gemelos (Confesin de un criminal condenado ante unsacerdote) cultiva y aglutina en un ms difcil todava el conflicto de ladualidad aqu relacionado con el miedo a los espejos y el del crimenperfecto. La sombra de Poe (William Wilson), Robert Louis Stevenson(El doctor Jekyll y mister Hyde) y Nathaniel Hawthorne (La marca denacimiento) se deja percibir en esta historia singular de suplantacin decuerpos y personalidades.

    En lo que respecta a La cmara roja, relato lcido y esplndidoconstruido sobre la existencia de una arcana sociedad secreta y en el quedomina la percepcin de la amoralidad de los crmenes (otra vezperfectos y, en este caso concreto, cometidos con amabilidad), puedenconstatarse las huellas literarias de autores como Thomas de Quincey (Delasesinato considerado como una de las Bellas Artes), Arthur Conan Doyle(algunas novelas de Sherlock Holmes) y Oscar Wilde (El crimen de LordArthur Savile). Pocos relatos existen en el gnero detectivesco taningeniosos como este, culminado por un final realmente sorprendente.Aunque de muy distinto sesgo, no le va a la zaga el de Los dos invlidos,en el que dos ancianos miran hacia el pasado para rememorar y reconstruiruna historia en la que el sonambulismo, los trastornos mentales, ladeformidad mental y fsica y la obsesin por el asesinato juegan un papelrelevante y primordial.

    De manera apropiada, esta prodigiosa antologa de relatos de EdogawaRampo se cierra con un cuento impresionante, digno del mejor Hoffmannen la fascinacin que proyecta por la ilusin ptica (recurdese El hombrede la arena, del gran romntico alemn), en el que de nuevo late laoscilacin entre el sueo y la vigilia, la locura y la cordura, la realidad yla ficcin. Se trata de El viajero con el cuadro de las figuras de tela. Atravs de un viaje en tren, nos vemos transportados, junto con el narradorde la trama, a una historia conmovedora de magia y amor compulsivo queconduce a la incertidumbre y a la ambigedad que competen a losvaporosos lmites entre la vida y la muerte.

    En definitiva, Edogawa Rampo supo elegir con acierto los relatos queincluy en esta impagable antologa. En su conjunto, todos ellos acrisolan

  • su capacidad para crear mundos en los que predominan lo misterioso y loextraordinario en sus diferentes facetas, convirtiendo al autor japons enuno de los nombres ilustres de la escritura fantstica moderna. Piensen loque piensen al final de la lectura de estos cuentos, estoy completamenteseguro de que no les habrn dejado indiferentes. Que sepan que el disfrutede las pginas que siguen no est en absoluto exento de inquietud

    Antonio Ballesteros Gonzlez

  • La butaca humana

    YOSHIKO vio a su marido partir hacia su puesto de trabajo en el Ministeriode Asuntos Exteriores poco despus de las diez. Ya que una vez msdispona de su propio tiempo con entera libertad, se encerr en el estudioque comparta con su esposo para retomar el relato que tena intencin deremitir al nmero especial de verano de la revista K.

    Era una autora verstil de gran talento literario y de estilo fluido ysencillo. Incluso la popularidad de su marido como diplomtico se veaeclipsada por la suya como escritora.

    Los lectores la abrumaban a diario con cartas que elogiaban sus obras.De hecho, aquella misma maana, en cuanto se hubo sentado ante elescritorio, ech una rpida ojeada a las numerosas misivas que habanllegado con el correo matinal. El contenido de rodas segua las mismaspautas sin excepcin, pero, acuciada por un profundo sentido del respetotpicamente femenino, ella siempre lea cada una de ellas sin importarleque fueran o no interesantes.

    En primer lugar se dedic a las cartas ms breves, que no le llevaronmucho tiempo. Por ltimo se encontr con una que consista en unvoluminoso montn de pginas con apariencia de manuscrito. A pesar deque nadie le haba avisado de un envo de esa ndole, lo cierto es que no leresultaba extrao que escritores aficionados le enviaran sus relatossolicitando su apreciada opinin. En la mayora de los casos se trataba detentativas largas y absurdas que no incitaban ms que al bostezo. Noobstante, abri el sobre que tena en la mano y sac las numerosas hojas deapretada escritura que contena.

    Tal y como haba intuido, se trataba de un manuscrito que, por otraparte, estaba cuidadosamente dispuesto. Sin embargo, por alguna razndesconocida, no llevaba ttulo ni firma. Comenzaba de forma brusca:

    Querida seora:

    Reflexion durante unos instantes. Quiz no fuese ms que una carta,despus de todo. Sin darse cuenta, sus ojos leyeron dos o tres lneas a toda

  • velocidad y luego, poco a poco, se vio sumida en una narracinextraamente truculenta. Su curiosidad se dispar y, espoleada por unmagnetismo desconocido, continu leyendo:

    Querida seora: le ruego que me disculpe por enviarle una carta,siendo un completo extrao para usted. Lo que estoy a punto de escribirle,seora, le causar una impresin sin lmites. Sin embargo, estoy decidido apresentarle una confesin (la ma) y a describir con todo detalle el terriblecrimen que he cometido.

    Durante muchos meses me he escondido de las luces de lacivilizacin, escondido, por as decirlo, como si fuera el mismo diablo. Noexiste nadie en el mundo que est al tanto de mis acciones. No obstante,hace poco tiempo que en mi mente se produjo una extraa transformaciny ya no poda guardar el secreto por ms tiempo. Tena que confesar!

    Estoy seguro de que todo lo que he escrito hasta el momento nohabr suscitado ms que su perplejidad. A pesar de todo, le ruego que sigaadelante y tenga la bondad de leer mi relato hasta el final, ya que, dehacerlo, comprender totalmente las tribulaciones de mi mente y el motivopor el que la he elegido a usted en particular para realizar esta confesin.

    Lo cierto es que no s por dnde empezar, porque los hechos de losque pretendo ocuparme son de una naturaleza realmente fuera de locomn. Para ser sincero, no tengo palabras, y es que las palabras humanasparecen del todo inadecuadas a la hora de afrontar la totalidad de losdetalles. En cualquier caso, tratar de exponer los acontecimientos enorden cronolgico, tal y como sucedieron.

    En primer lugar, permtame decirle que mi fealdad es difcil dedescribir. Por favor, no olvide esta circunstancia; en caso contrario, temoque cuando usted tenga a bien concederme, si es que llega a hacerlo, miltima peticin, la de verme, bien pudiera ser vctima de una fuerteimpresin y sentirse horrorizada ante mi rostro (sobre todo despus detantos meses de existencia bajo unas condiciones nada saludables) . Sinembargo, le suplico que me crea cuando afirmo que, a pesar de la extremafealdad de mi cara, mi corazn siempre ha albergado la llama de unapasin desbordante y pura!

    En segundo lugar, permtame decirle que soy un humilde trabajador.De haber nacido en una familia adinerada, quiz hubiera tenido la

  • posibilidad de aliviar mediante el dinero la tortura que la fealdad haprocurado a mi alma. O puede que, si la naturaleza me hubiese dotado detalento artstico, el consuelo de la msica o la poesa me hubiera permitidoolvidar mi desagradable rostro. Pero, al no recibir la bendicin de talesdones, y siendo la desgraciada criatura que soy, no tuve ms remedio queconvertirme en un humilde ebanista. Y termin especializndome en laelaboracin de diversas clases de sillas.

    En este campo logr un xito bastante notable, hasta tal punto quetena fuma de poder satisfacer cualquier tipo de peticin por difcil quefuese. Por este motivo me convert en un privilegiado dentro del mundillode la ebanistera, alguien que solo aceptaba encargos de sillas de lujo,complicadas solicitudes para realizar grabados nicos, nuevos diseos derespaldos y apoyabrazos, extravagantes rellenos para los cojines y losasientos: todo ello de una naturaleza tal que requera la intervencin demanos expertas, as como de un proceso y un estudio previo repletos depaciencia; en definitiva, una labor que no se hallaba al alcance decualquier artesano aficionado.

    La recompensa a todas mis penas, sin embargo, radicaba en el puroplacer de la creatividad. Quiz usted me considere un fanfarrn cuandolea estas palabras, pero crea disfrutar del mismo tipo de emocin quesiente un verdadero artista al llevar a cabo una obra maestra.

    En cuanto terminaba una silla, tena la costumbre de sentarme enella para comprobar la sensacin que produca, y, a pesar de ladeprimente vida que llevamos los de mi humilde profesin, en esosmomentos experimentaba una emocin indescriptible. Dejaba volar laimaginacin y sola pensar en la gente que se acurrucara en la silla, sinduda aristcratas que vivan en residencias palaciegas con exquisitaspinturas de incalculable valor en las paredes, fastuosas araas de cristalcolgadas de sus techos, caras alfombras en el suelo, etc.; y una silla enparticular, que yo imaginaba situada ante una mesa de caoba, me traa lavisin de flores occidentales que perfumaban el aire con un dulce yfragante aroma. Envuelto en estas extraas visiones, llegu a sentir que yotambin perteneca a aquellos escenarios, y era infinito mi placer al vermecomo un personaje de gran influencia social.

    No dejaban de asaltarme pensamientos tan absurdos como losanteriores. Imagine, seora, la pattica figura en que me converta alsentarme cmodamente en una lujosa silla, que yo mismo haba construido,

  • y fingir que tena en los brazos a la chica de mis sueos. Sin embargo,como siempre suceda, la ruidosa chchara de las vulgares mujeres delbarrio y los histricos lloriqueos, balbuceos y lamentos de sus hijos notardaban en disipar todos mis bellos sueos; una vez ms, la sombrarealidad alzaba su fea cabeza ante mis ojos.

    De vuelta a la tierra, me vea a m mismo otra vez como una criaturamiserable, un gusano que se arrastraba desvalido! Y en lo que respecta ami amada, aquella mujer angelical, ella tambin se desvaneca como labruma. Me maldeca por mi estupidez! Y es que ni las desastradas mujeresque criaban a sus hijos en la calle se dignaban a dedicarme una mirada.Cada vez que terminaba una nueva silla me senta presa de la ms absolutadesesperacin. Y con el transcurrir de los meses me iba ahogando en lapersistencia de mi desgracia.

    Un da me pidieron que hiciera una gran butaca tapizada en cuero,un tipo de butaca que jams se me haba pasado por la imaginacin, paraun hotel extranjero de Yokohama. En realidad haban pensado traerlo defuera del pas, pero gracias al poder de conviccin de mi patrn, queadmiraba mi pericia como sillero, me lo encargaron a m.

    Para estar a la altura de mi reputacin como artesano de alto nivel,me dediqu en cuerpo y alma a mi nuevo trabajo. Poco a poco me fuihallando tan concentrado en esta labor que en ocasiones me olvidaba decomer y de dormir. La verdad es que no sera una exageracin afirmar queaquel trabajo se convirti en toda mi vida: cada fibra de la madera queutilizaba pareca unida a mi alma y a mi corazn.

    Cuando por fin estuvo terminada la butaca, experiment unasatisfaccin desconocida hasta entonces, ya que, con toda franqueza, creaque haba llevado a cabo una obra que estaba muy por encima del resto demis creaciones. Como siempre haca, dej caer el peso de mi cuerpo sobrelas cuatro patas que sujetaban la butaca, no sin antes haberla llevadohasta un lugar soleado del porche del taller. Qu comodidad! Quinmenso lujo! Ni demasiado duro ni demasiado blando, los muellesparecan ajustarse al cojn con una precisin asombrosa. Y en cuanto alcuero, qu tacto tan agradable posea! Aquella butaca no solo sustentabaa la persona que se sentaba en ella, sino que tambin pareca abrazarla yarrullarla. Y eso no era todo: tambin percib el perfecto ngulo deinclinacin del respaldo, el delicado volumen de los apoyabrazos, laperfecta simetra de cada una de las partes que lo componan. Ningn otro

  • objeto podra expresar con mayor elocuencia el significado de la palabracomodidad.

    Dej que mi cuerpo se hundiera en la butaca y, mientras acariciabalos dos apoyabrazos con ambas manos, lanc un suspiro de placer y deautntica satisfaccin.

    Una vez ms pas a ser un juguete en manos de la imaginacin y enmi mente comenzaron a surgir extraas fantasas. La escena que sepresent ante mis ojos era tan vvida que por un instante me pregunt siacaso no me estara volviendo loco. Mientras me hallaba en aquel estadomental, me asalt una extraa idea. No me cabe duda de que fue el mismodemonio quien me la susurr. A pesar de tratarse de mi siniestropensamiento, me atrajo con un magnetismo tan poderoso que me resultimposible resistirme.

    Es evidente que al principio la idea se vio fortalecida por mi secretoanhelo de quedarme con la butaca. Sin embargo, consciente de que aquellono poda ser, dese acto seguido acompaar a aquel mueble fuera cualfuera su destino. A medida que iba dando forma a tan fantsticaocurrencia, mi mente caa de modo gradual, aunque firme, en la trampa deuna tentacin casi terrorfica. Imagnese, seora Lo cierto es que tomla decisin de poner en prctica aquel horrible plan sin preocuparme desus consecuencias!

    Me apresur a destruir la butaca y despus la reconstru de acuerdocon mis extraos propsitos. Al ser de gran tamao, con el asiento cubiertohasta el nivel del suelo, y con un respaldo y unos apoyabrazos tambinnotables, no tard en idear una cavidad lo bastante grande para acomodara un hombre sin riesgo de que se notara su presencia. Ni que decir tieneque mi labor se vea obstaculizada por la enorme estructura de madera ypor los muelles del interior, pero gracias a mi habitual talento artesanalremodel la butaca para que las rodillas pudieran ir debajo del asiento,mientras que el torso y la cabeza quedaran en el respaldo. Si alguien sesentaba de esa forma en el hueco, poda permanecer perfectamente oculto.

    Como este tipo de habilidad me resultaba tan natural, me permitaadir ciertos detalles para completar mi obra: mejor la acstica con elobjeto de captar ruidos del exterior y, por supuesto, hice en el cuero unamirilla que pasaba totalmente inadvertida. Adems incorpor una zona deprovisiones en la que puse varias cajas de galletas y una botella de agua.Para las otras necesidades de la naturaleza tambin coloqu una gran

  • bolsa de goma y, tras acabar de acondicionarlo con las modificacionesmencionadas y algunas otras, el interior de la butaca se haba convertidoen un lugar bastante habitable, aunque no recomendable para ms de dos otres das seguidos.

    Una vez finalizada aquella labor tan poco habitual, me desnud decintura para arriba y me enterr en la butaca. Trate de imaginar laextraa sensacin que me invadi, seora! Lo cierto es que tena laimpresin de haberme enterrado en una tumba solitaria. Tras reflexionardurante unos momentos, llegu a la conclusin de que realmente se tratabade una tumba. En cuanto me vi dentro de la butaca me sum en unacompleta oscuridad, y haba dejado de existir para el resto de losmortales!

    En aquel momento lleg un mensajero enviado por el compradorpara llevarse la butaca en una carretilla de gran tamao. Mi aprendiz, lanica persona que viva conmigo, no tena la menor idea de lo que habasucedido. Lo vi hablar con el mensajero.

    Al cargar la butaca en la carretilla, uno de los operarios exclam:Dios mo! Cmo pesa este silln! Al menos una tonelada!Al or aquellas palabras el corazn me dio un brinco. A pesar de

    todo no llegaron a sospechar, ya que era evidente que se trataba de unabutaca extraordinariamente pesada, y poco despus sent la vibracincausada por el traqueteo de la carretilla en su recorrido callejero. No esnecesario decir que mi preocupacin era constante, pero al final, aquellamisma tarde, la butaca en la que me haba escondido fue depositada con unruido sordo en el suelo de una dependencia del hotel. Ms tarde descubrque no era una sala cualquiera, sino el vestbulo.

    A estas alturas ya habr adivinado usted hace tiempo que la raznprincipal que me impuls a embarcarme en esta descabellada empresa erala de abandonar mi escondrijo de la butaca en cuanto no hubiese moros enla costa, luego merodear por el hotel y ponerme a robar. Quin podrapensar que haba, un hombre escondido en una butaca? Cual sombrafugaz, podra desvalijar cada una de las habitaciones a mis anchas, ycuando sonase la alarma me hallara sano y salvo en el interior de misantuario, conteniendo el aliento y contemplando las ridculas payasadasde la gente que me buscaba.

    Quiz haya odo usted hablar del cangrejo ermitao que sueleencontrarse en zonas rocosas de la costa. Tiene forma de gran araa y se

  • arrastra sigiloso hasta que, tan pronto como oye la cercana de unospasos, se retira a toda velocidad al interior de una concha vaca, un lugardesde donde dirige su mirada furtiva a los alrededores mientras dejamedio expuestas las horripilantes y peludas patas. Yo era como aquelinslito monstruo-cangrejo. Pero, en lugar de una concha, gozaba de unaproteccin mejor: una butaca capaz de ocultarme de un modo mucho mseficaz.

    Como puede usted imaginar, mi plan era tan novedoso y original, tancompletamente inesperado, que nadie tuvo la posibilidad de preverlo. Enconsecuencia, mi aventura result un xito total. Al tercer da de millegada al hotel me di cuenta de que ya era dueo de un cuantioso botn.

    Imagine la emocin y el entusiasmo que me provocaba robar todo loque me viniese en gana, por no mencionar lo que me diverta al observar ala gente corriendo como loca de un lado a otro a escasos centmetros demis narices, gritando El ladrn se fue por ah!, y Se fue por all!. Nodispongo de tiempo para describir todas mis experiencias con detalle.Mejor permtame continuar con la narracin para hablarle de una fuentede inusitada diversin que tuve la oportunidad de descubrir y que resultmucho ms relevante: en realidad, lo que estoy a punto de relatar es eltema principal de esta carta.

    Antes, sin embargo, debo pedirle que regrese al momento en quecolocaron la butaca (y a m) en el vestbulo del hotel. En cuanto lo dejaronall, todos los empleados se fueron turnando para probarlo. Pasada lanovedad, abandonaron aquel lugar y rein un absoluto silencio. Noobstante, yo no logr reunir el valor suficiente para salir de mi santuario,ya que comenc a imaginar toda clase de peligros. Mantuve los odosalerta durante un tiempo que me pareci un siglo. Poco despus percibque se acercaban unos pasos firmes, sin duda alguna procedentes delpasillo. Seguramente aquellos pies siguieron su camino sobre una gruesaalfombra, ya que el sonido se desvaneci por completo.

    Instantes ms tarde se apoder de mis odos el ruido que haca unhombre con la respiracin agitada. Antes de que pudiera adivinar lo queiba a suceder, cay sobre mis rodillas un cuerpo grande y pesado, como elde un europeo, y tuve la sensacin de que rebotaba dos o tres veces hastaque termin por acomodarse del todo. Solo lo separaba de mis rodillas unafina capa de cuero y eso provocaba que casi sintiera el calor de su cuerpo.Sus hombros anchos y musculosos se apoyaron de lleno contra mi pecho

  • mientras que sus macizos brazos se situaban directamente sobre los mos.Poda imaginarme a aquel individuo fumndose un puro, porque hasta misfosas nasales llegaba flotando el intenso olor.

    Intente usted, seora, ponerse en la inslita posicin en que meencontraba, y piense un momento en lo absolutamente anormal de lasituacin. En lo que a m se refiere, sin embargo, estaba por completoaterrorizado, tanto que me agazap en mi oscuro escondite comopetrificado, y un sudor fro me caa de las axilas.

    Despus de aquel individuo vinieron varias personas a sentarse enmis rodillas ese mismo da, como si hubieran aguardado su turno conpaciencia. Ninguno, no obstante, sospech siquiera durante un fugazinstante que el mullido cojn en el que se sentaban era en realidad carnehumana por cuyas venas circulaba la sangre , carne humana confinadaen un extrao mundo de oscuridad.

    Qu tena aquel mstico agujero que tanto me fascinaba? Me sentaen cierto modo como un animal viviendo en un mundo totalmente nuevo. Yen cuanto a quienes vivan en el mundo exterior, solo era capaz deidentificarlos como gente que produca ruidos muy raros, respirabaintensamente, hablaba, haca crujir sus ropas y posea unos cuerposblandos y redondeados.

    Poco a poco comenc a distinguir a quienes se sentaban gracias altacto ms que a la vista. Los gordos parecan medusas, mientras que losmuy delgados me daban la sensacin de tener encima un esqueleto. Habaotros rasgos distintivos, tales como la curvatura de la espina dorsal, laamplitud de los omplatos, la longitud de los brazos y el grosor de losmuslos, adems del contorno de los traseros. Quiz suene extrao, pero nomiento en absoluto si digo que, a pesar de que todas las personas parezcansimilares, existen incontables matices susceptibles de percibirsenicamente mediante el tacto de sus cuerpos. De hecho hay las mismasdiferencias que en el caso de las huellas dactilares o los contornosfaciales. Ni que decir tiene que esta teora se aplica tambin a los cuerposfemeninos.

    Lo habitual es clasificar a las mujeres en dos grandes categoras:las feas y las guapas. Sin embargo, en mi oscuro y limitado mundo delinterior de la butaca, los mritos o demritos faciales eran un elementosecundario que se vea superado por las significativas cualidades quetransmita el tacto de la carne, el sonido de la voz, el olor corporal.

  • (Seora, espero que no se sienta usted ofendida por el descaro con el queme expreso en algunas ocasiones).

    Y de ese modo, para continuar con mi relato, apareci una chica (laprimera que jams haba tenido sentada encima de m) que encendi en micorazn la llama de un amor apasionado. A juzgar solo por su voz, setrataba de una europea. En aquel momento, aunque en la sala no habanadie ms, la felicidad deba de inundar su corazn, ya que al entrar concaminar ligero en la habitacin iba cantando.

    No tard en darme cuenta de que se haba detenido ante mi butaca y,sin previo aviso, se ech a rer de repente. Acto seguido o que agitaba losbrazos como un pez debatindose en una red, y luego se sent sobre m!Durante unos treinta minutos continu cantando, moviendo el cuerpo y lospies al ritmo de la meloda.

    El curso que tomaban los acontecimientos me resultaba bastanteinslito, ya que siempre me haba mantenido apartado de los individuosdel sexo opuesto a causa de la fealdad de mi rostro. Ahora era conscientede que me hallaba en la misma sala que una chica europea a quien nuncahaba visto, con mi piel tocando prcticamente la suya a travs de una finacapa de cuero.

    Ella, que no saba de mi presencia all, sigui actuando con totallibertad, haciendo lo que le apeteca. En el interior de la butaca yo meimaginaba abrazndola, besando su nveo cuello Ojala hubiera podidoquitar esa capa de cuero de en medio

    Despus de esta experiencia en cierto modo ilcita, aunque ms queagradable, olvid por completo la intencin inicial de dedicarme a robar.En su lugar tuve la sensacin de precipitarme a toda velocidad en unnuevo remolino de placer enloquecedor.

    Tras una larga reflexin, me dije a m mismo:Quiz mi destino sea disfrutar de esta clase de existencia.La verdad se fue cerniendo sobre m de forma gradual. Para quienes

    eran tan feos y repulsivos como yo, lo ms inteligente era vivir la vida enel interior de una butaca. En ese extrao y oscuro mundo tena laposibilidad de or y tocar a todo tipo de criaturas deseables.

    El amor en una butaca! Esta idea puede parecer sin dudademasiado fantasiosa. Solo quien lo ha experimentado de verdad puede darfe de las emociones y los placeres que proporciona. Es evidente que setraca de un tipo de amor poco habitual, restringido a los sentidos del

  • tacto, el odo y el olfato, un amor que arde en un mundo de oscuridad.Lo crea o no, muchos de los acontecimientos que se producen en ese

    mundo son imposibles de comprender del todo. Al principio no pretendanada ms que perpetrar una serie de robos y despus huir. Ahora, por elcontrario, me haba llegado a sentir tan unido a mis dependencias queincorpor ciertas mejoras que permitieran una existencia permanente enellas.

    En mis merodeos nocturnos siempre tomaba las mximasprecauciones, vigilaba cada paso que daba, apenas haca ruido. El riesgode ser descubierto era mnimo. Cuando recuerdo, sin embargo, que mepas varios meses dentro de una butaca sin que notaran mi presencia niuna sola vez, hasta yo mismo me siento sorprendido.

    Durante la mayor parte del da me quedaba dentro de la butaca,sentado como un contorsionista, con los brazos flexionados y las rodillasdobladas. La consecuencia fue que llegu a sentir una especie de parlisisen el cuerpo. Adems, como no poda ponerme recto en ningn momento,mis msculos perdan flexibilidad y se agarrotaban, y poco a poco empeca arrastrarme para ir al bao en lugar de hacerlo caminando. Questupidez! Ni siquiera ante todos esos sufrimientos logr convencerme deabandonar aquella locura y alejarme de aquel extrao mundo de placeressensuales.

    Aunque muchos de los huspedes del hotel permanecan en estedurante un mes, o incluso dos, y lo convertan en su lugar de residenciatemporal, haba una constante afluencia de clientes nuevos, y lo mismosuceda con los que se marchaban. De ah que no pudiera disfrutar deningn amor duradero. Incluso hoy, al pensar en todas mis aventurasamorosas, no recuerdo ms que el tacto clido de la carne.

    Algunas mujeres posean cuerpos firmes como los de los ponys; otrasparecan tener cuerpos viscosos como los de las serpientes; y los dealgunas otras estaban compuestos solo por grasa, lo que les confera laelstica viveza de una pelota de goma. Tambin hay que mencionar lasescasas excepciones de quienes parecan tener cuerpos hechos solo depuro msculo, como artsticas estatuas griegas. Pero, al margen de losdiversos tipos o las distintas clases, cada uno de ellos posea un encantomagntico que lo distingua de los dems, y yo cambiaba sin cesar elobjeto de mis pasiones.

    Sirva como ejemplo que una vez vino a Japn una bailarina de

  • renombre internacional, y dio la casualidad de que se aloj en ese mismohotel. Aunque se sent en mi butaca en una sola ocasin, el contacto de sucarne tersa y mullida con la ma me proporcion una emocin desconocidahasta entonces. Tan sublime fue aquella sensacin que me condujo a unestado de exaltacin absoluta. La experiencia, ms que estimular misinstintos carnales, hizo que me imaginara como un artista de gran talentotocado por la varita mgica de un hada.

    Extraos e inquietantes episodios se fueron sucediendo con granrapidez. Pero las limitaciones de espacio me impiden realizar unadetallada descripcin de cada uno de los casos. Bastar con que presenteun esquema general de los acontecimientos.

    Un da, varios meses despus de mi llegada al hotel, se produjo ungiro inesperado en lo que a mi destino respecta. Por algn motivo, elpropietario del hotel se vio obligado a partir hacia su pas y, comoresultado, la direccin del hotel pas a manos japonesas.

    Este cambio de propiedad dio lugar a una nueva poltica en lagestin, que marc como objetivo una reduccin drstica de gastos, ascomo la eliminacin de los muebles lujosos y la adopcin de otras medidasencaminadas al aumento de los beneficios econmicos. Una de lasprimeras consecuencias de esta nueva poltica fue que los administradoressacaron a subasta todos los objetos extravagantes del hotel. En la lista seincluy mi butaca.

    Al tener noticia de estos hechos sent una inmediata decepcin. Perono tard en aparecer en mi interior una voz que me aconsejaba regresar almundo exterior, el mundo normal, y disfrutar de la considerable suma quehaba logrado mediante el robo. Era consciente, por supuesto, de que notendra que volver a mi humilde vida de artesano, ya que lo cierto es queme haba convertido en un hombre relativamente rico. La idea de mi nuevolugar en el seno de la sociedad me hizo superar la desilusin por vermeobligado a dejar el hotel, al menos en apariencia. Adems, tras unaprofunda reflexin acerca de todos los placeres obtenidos all, tuve queadmitir que las aventuras amorosas, aunque muchas, se habanproducido con mujeres extranjeras, y que en cierto modo siempre habaechado algo de menos.

    Llegado a ese punto, me di perfecta cuenta de que, como japons, loque de verdad anhelaba era una amante de mi propio mundo. Mientras mimente daba una vuelta tras otra a aquellos pensamientos, la butaca

  • (conmigo an dentro) fue enviada a una tienda de muebles para unasubasta. Quiz esta vez me deca a m mismo, compre el silln un japons yacabe en una casa japonesa. Cruc los dedos y decid ser paciente y seguirviviendo en la butaca un poco ms de tiempo.

    Aunque tuve que sufrir lo mo durante los dos o tres das que labutaca estuvo en la tienda de muebles, al final sali pronto a la venta y notardaron en comprarla. Esto fue posible, por fortuna, gracias a laexcelente factura derivada de su proceso de fabricacin: aunque ya no eranueva todava posea un porte digno.

    El comprador era un alto dignatario que viva en Tokio. En eltrayecto de la tienda a la residencia palaciega de aquel hombre, los botesy los traqueteos del vehculo casi acabaron conmigo. Apret los dientes ylo soport con valenta, ya que me senta reconfortado por la idea de queal fin me haba comprado un japons.

    Ya en su casa, me colocaron en un espacioso estudio de estilooccidental. Haba algo en aquella estancia que me procur la ms grandede las satisfacciones, ya que al parecer la butaca la iba a utilizar sobretodo la joven y atractiva esposa del comprador.

    A lo largo de todo un mes tuve la oportunidad de estar junto a esamujer de modo constante, unido a ella como si fusemos uno, por asdecirlo. A excepcin de las horas destinadas a comer y a dormir, su tiernocuerpo estaba siempre sobre mis rodillas por la sencilla razn de que ellase hallaba dedicada en cuerpo y alma a su labor intelectual.

    No se imagina usted cunto amaba a aquella dama! Era la primeramujer japonesa con la que yo estableca un contacto tan estrecho, y, por sifuera poco, posea un cuerpo maravillosamente atractivo. La vea como larespuesta a todas mis plegarias! En comparacin, mis otras aventurascon las diversas mujeres del hotel no parecan sino flirteos infantiles ynada ms.

    El loco amor que yo senta hacia aquella intelectual dama quedabaprobado por el hecho de que en todo momento anhelaba tenerla entre misbrazos. Cuando se marchaba, aunque fuera por un instante, esperaba suregreso como un Romeo enloquecido por el amor y aorando a su Julieta.Nunca antes haba experimentado tales sensaciones.

    Poco a poco fui sintiendo la necesidad de transmitirle missentimientos de algn modo. En vano trat de llevar a cabo mi propsito,pero siempre me encontraba con un muro totalmente plano que me cerraba

  • el camino, ya que mi indefensin era absoluta. Oh, cmo ansiaba que ellame correspondiera! S, quiz piense usted que est leyendo la confesin deun loco, y es que estaba loco, locamente enamorado de ella!

    Pero de qu forma podra llamar su atencin? Si me daba aconocer, la impresin de una noticia as la llevara a avisar a su marido ya los criados de inmediato. Y eso, por supuesto, resultara desastroso param, porque el descubrimiento no solo me acarreara el deshonor, sino unsevero castigo por los delitos que haba cometido.

    Entonces decid que deba seguir un camino diferente, esto es, hacertodo lo posible porque se sintiera cada vez ms cmoda y de ese modosuscitar en ella un amor natural por la butaca! Dado que se trataba deuna verdadera artista, tena cierta confianza en que su inherenteinclinacin hacia la belleza la guiara en la direccin que yo deseaba. Y enlo que a m respecta, buscaba la pura satisfaccin derivada de su amor porun objeto material, ya que as me consolara al creer que sus refinadossentimientos afectivos por una simple butaca seran lo bastante intensoscomo para alcanzar a la criatura que habitaba en su interior, y esacriatura era yo!

    Me esforc todo lo que pude para que se sintiera mejor cada vez queacomodaba su cuerpo en la butaca. Siempre que se senta fatigada, trasllevar mucho tiempo sentada sobre mi humilde persona en la mismapostura, yo cambiaba muy despacio la posicin de las rodillas y laabrazaba de forma ms clida para que sus sensaciones fuesen cada vezms gratas. Y si se estaba quedando dormida, tambin mova las rodillas,siempre con gran lentitud, para mecerla y facilitarle un sueo msprofundo.

    En cierta manera quiz milagrosa (o no era ms que miimaginacin?) aquella dama ya pareca sentir por la butaca un amorintenso, y es que cada vez que se sentaba se comportaba como un niosumido en el abrazo de su madre, o como una chica rodeada por los brazosde su amante. Y cuando cambiaba de postura en la butaca, yo tena laimpresin de que disfrutaba de un regocijo cercano al sentimientoamoroso.

    Termin por pensar que si llegara a mirarme una sola vez, aunquesolo fuera un breve y fugaz instante, podra morir en medio del placer msabsoluto.

    Estoy seguro, seora, de que a estas alturas habr adivinado usted

  • quin es el objeto de mi loca pasin. Para no andarme con rodeos, locierto es que se trata de usted, seora! Desde que su marido me trajo deaquella tienda de muebles he sufrido unos dolores insoportables a causadel desmedido amor y el anhelo que siento por usted. No soy ms que ungusano, una criatura repugnante.

    Solo deseo realizar una peticin. Aceptara usted conocerme, vermeuna sola vez, solo una? No le pedir nada ms. Ya s que no merezco susimpata, porque no he sido ms que un villano a lo largo de toda mi vida,indigno siquiera de tocar la planta de sus pies. Pero si accede a esteruego, aunque no sea ms que por compasin, mi gratitud ser eterna.

    Anoche sal a escondidas de su residencia para escribir estaconfesin, ya que, aun alejndome del peligro, no reun el valor suficientede mostrarme ante usted cara a cara y sin aviso o preparacin previos.

    Mientras lee esta carta, estar vagando por los alrededores de sucasa con el corazn en un puo. Si decide usted satisfacer mi demanda,haga el favor de colocar un pauelo en la maceta de flores que hay en elalfizar de su ventana. Ante esa seal, yo abrir la puerta y entrar comoun humilde visitante

    As terminaba la carta.Incluso antes de acabar de leer las muchas pginas de que constaba la

    misiva, una premonicin con cierto aire de malignidad haba hecho queYoshiko se pusiera mortalmente plida. Se incorpor de formainconsciente y huy inmediatamente del estudio, de aquella butaca en laque haba estado sentada y que se haba convertido en su santuario dentrode una de las estancias de la casa.

    Su primera intencin haba sido la de no seguir leyendo y hacer trizasel espeluznante mensaje; pero, por alguna extraa razn, haba continuado,y haba ido dejando las hojas de apretada escritura encima de una mesilla.

    Ahora que haba terminado, su premonicin se revel cierta. Aquellabutaca en la que haba estado sentada da eras da, realmente tena unhombre en su interior? Si as era, qu experiencia tan horrible habasufrido sin saberlo! Sinti un escalofro de repente, como si por la espaldale hubieran echado un vaso de agua helada, y los temblores que vinieron acontinuacin parecan no tener fin.

    Se qued con la vista fija en el vaco, como si estuviera en trance.

  • Deba examinar la butaca? Sin embargo, cmo reunir las fuerzassuficientes para afrontar tan horrible prueba? Aunque ahora el silln sehallase vaco, qu ocurrira con la suciedad que an quedara all, como lacomida y otros objetos de los que el inquilino hubiera tenido necesidad?

    Seora, una carta para usted.Mir sobresaltada y vio a la criada en el umbral de la puerta con un

    sobre en la mano.Aturdida, Yoshiko cogi el sobre y logr ahogar un grito. Qu horror!

    Se trataba de otro mensaje del mismo hombre! De nuevo haba escrito sunombre con aquella letra tan familiar.

    Dud durante un largo instante si abrirla o no. Al final se arm devalor, rompi el lacre y sac las hojas con sus trmulas manos. Estasegunda comunicacin era breve y concisa, y contena otra impresionantesorpresa:

    Disculpe mi osada al enviarle un nuevo mensaje. En primer lugardebo decirle que no soy ms que uno de sus fervientes admiradores. Elmanuscrito que le he hecho llegar aparte no estaba inspirado ms que porla imaginacin y por el hecho de que yo saba que usted haba compradoesa butaca haca poco tiempo. Es un ejemplo de mis humildes tentativas enlo que a la narrativa de ficcin se refiere. Si tuviera la amabilidad dedarme su opinin, le estara enormemente agradecido.

    Fueron motivos personales los que me indujeron a enviar el textoantes que esta carta de aclaracin, y doy por hecho que ya lo ha ledo.Qu le ha parecido? Si cree que se trata de un relato ms o menosdivertido o entretenido, pensar que todos mis esfuerzos literarios no hansido en vano.

    A pesar de que se lo ocult de modo deliberado, pretendo que mihistoria lleve por ttulo La butaca humana.

    Reciba mi ms afectuoso saludo y mis mejores deseos para el futuro.

    Atentamente

  • El test psicolgico

    FUKIYA podra haber llegado muy lejos si hubiera puesto su notableinteligencia al servicio de objetivos ms nobles. Joven, brillante ydiligente, orgullo constante de sus profesores de la Universidad de Wasedade Tokio, cualquiera era capaz de darse cuenta de que se trataba de unhombre con un prometedor porvenir. Pero, por desgracia, el destino llev aFukiya a dejar en mal lugar a quienes lo conocan. En lugar de esforzarsepor seguir una carrera acadmica normal, lo ech todo por tierra de prontoal cometer un asesinato!

    Todava hoy, transcurridos muchos aos desde que se produjera sudesconcertante crimen, hay todo tipo de conjeturas acerca del extrao ymisterioso motivo que pudo llevar a un hombre joven de tan gran talento aponer en prctica su violenta trama. Hay quien sigue insistiendo en quedetrs de todo est la codicia por el dinero, el mvil ms comn que existe.Esta explicacin es verosmil en cierta medida, ya que el joven Fukiya, quetrataba de abrirse camino en la universidad, se vea ms que limitado porlas penurias econmicas. Por otro lado, se debe tener en cuenta que unintelectual de su talla quiz se sintiera tan humillado por tener que perdersu precioso tiempo trabajando, que bien pudiera haber considerado elcrimen como nica salida. As y todo, acaso son suficientes todas estasrazones para explicar de forma convincente la brutalidad casi sin parangndel crimen que cometi? Otros han aventurado una teora ms probable:que Fukiya era un criminal nato y que perpetr el crimen por puro placer.En cualquier caso, y al margen de los motivos ocultos que pudiera tener, esinnegable que Fukiya, al igual que otros criminales intelectuales antes quel, albergaba la firme determinacin de cometer el crimen perfecto.

    Desde su primer da de clase en Waseda, Fukiya se sinti inquieto ypreocupado. Una fuerza perniciosa pareca roerle el cerebro, lo empujaba,lo incitaba a poner en prctica una trama que por entonces no era msque un vago bosquejo de su mente, como una sombra en la niebla. Un da sy otro no, mientras asista a las clases, cuando charlaba con los amigos delcampus, o en los extraos trabajos que le permitan hacer frente a susgastos, no dejaba de dar vueltas a lo que lo suma en aquel estado deagitacin. Y entonces, un da, hizo buenas migas con un compaero de

  • clase llamado Saito, y ah fue cuando la trama empez a tomar cuerpo.Saito era un estudiante tranquilo de edad similar a la de Fukiya, y,

    como l, necesitado de dinero. En esa poca llevaba casi un ao viviendode alquiler en la habitacin de una casa propiedad de una viuda quedisfrutaba de una saneada situacin econmica gracias al legado de sumarido, un importante cargo del gobierno. Aquella mujer, que rozaba lossesenta aos, era en extremo avariciosa y tacaa. A pesar de que losingresos obtenidos por el alquiler de varias viviendas le permitan vivircon desahogo, ella no dejaba de incrementar su riqueza mediante lamezquina prctica de prestar pequeas sumas de dinero a gente de suconfianza. Sin embargo, se daba la circunstancia de que no tena hijos y, enconsecuencia, desde los inicios de su viudedad el dinero se haba idoconvirtiendo en un consuelo para sustituirlos. En lo que a Saito se refiere,sin embargo, lo haba aceptado como inquilino ms a modo de proteccinque como fuente de ganancia econmica: al igual que toda la genteindinada a acaparar dinero, ella esconda una importan te suma en algnlugar de su casa.

    En cuanto su amigo Saito le cont todo esto, Fukiya se sinti tentadopor el dinero de la viuda.

    Qu provecho le va a sacar ella, en cualquier caso? sepreguntaba sin cesar, tras haber realizado dos o eres visitas a la casa.Cualquiera puede darse cuenta de que a esa bruja vieja y mustia no lequeda mucho de vida. Sin embargo, aqu estoy yo! Soy joven, estoy llenode vida y ambicin, y tengo un brillante futuro por delante.

    El asunto no dejaba de martillearle el cerebro hasta que lleg a unaconclusin: Tena que conseguir aquel dinero! Pero cmo? La respuestaa esta pregunta surgi en medio de la tela de araa de un horrible plan. Enprimer lugar, sin embargo, Fukiya decidi que el xito de cualquier plandependa de un factor importante: una preparacin inteligente y cuidadosa.De ah que, de un modo sutil y casual, se pusiera manos a la obra parasonsacar a su colega Saito la mayor cantidad de informacin posible acercade la anciana y el dinero oculto.

    Un da, de forma inesperada, Saito hizo cierta observacin que dej deuna pieza a Fukiya, ya que se trataba exactamente de lo que llevaba tantotiempo deseando saber.

    Sabes una cosa, Fukiya? pregunt Saito rindose, sin sospecharen absoluto la vileza que anidaba en la mente de su amigo, yo creo que

  • la vieja se ha vuelto loca con lo del dinero. Casi todos los meses lo cambiade escondite. Hoy he descubierto por accidente la ltima cmara deseguridad, y tengo que admitir que es muy original. Adivinas dndeest?

    Fukiya logr reprimir su agitacin con el refinamiento de un actor y,tras lanzar un bostezo, observ con desgana:

    Me temo que ni se me pasa por la imaginacin.Saito cay con facilidad en aquella astuta trampa.Bueno, entonces te lo dir seal de inmediato, algo

    decepcionado por el poco inters que mostraba su interlocutor. Comoseguramente ya sabes, cuando alguien quiere ocultar dinero, lo suelecolocar bajo el suelo o en alguna cavidad o agujero secreto en la pared.Pero mi querida patrona es mucho ms ingeniosa que todo eso. Recuerdasaquel pino enano que haba en la alcoba de la habitacin de invitados? Puesese es el nuevo lugar que ha elegido para esconder el dinero: en la tierra dela maceta. Acaso no es terriblemente lista? A ningn ladrn se le ocurrirasiquiera mirar en un sitio as.

    A medida que pasaban los das Saito pareci olvidarse de estaconversacin, pero no sucedi lo mismo con Fukiya. Tras haber devoradohasta la ltima palabra que Saito le haba dicho, tom la firme decisin dehacerse con el dinero de la anciana. Sin embargo, an existan ciertosdetalles que resolver antes de realizar el primer movimiento. Uno de losproblemas cruciales consista en el modo de alejar de su persona cualquierclase de sospecha. Tampoco pudo dejar de lado otros aspectos delproblema, como los remordimientos de conciencia. Toda esa chchara deRaskolnikov, en Crimen y castigo, de Dostoievski, torturado por el terrorinvisible de un corazn angustiado, a Fukiya le resultaba absurda. Enrealidad, reflexionaba, todo dependa del punto de vista que se adoptase.Haba que condenar a Napolen como asesino de masas porque fueraresponsable de la muerte de tanta gente? Era evidente que no. De hecho, lsenta una gran admiracin por el ex cabo que se convirti en emperador, yno le importaban los medios que hubiera empleado para ello.

    Para entonces Fukiya, definitivamente decidido a lograr su objetivo,pens que deba aguardar con paciencia una oportunidad. Como iba a ver aSaito con frecuencia, ya conoca la distribucin de la casa, y alguna queotra visita ms le permiti enterarse de todos los detalles que precisaba.Por ejemplo, no tard en saber que la anciana rara vez sala a la calle. Eso

  • supona un problema. Da tras da permaneca sentada y en completosilencio en su saln privado, situado en una de las alas del edificio. Sinembargo, en caso de que una necesidad imperiosa la obligara a abandonarsu cmodo refugio, lo primero que haca era apostar a su criada, unasencilla campesina, en calidad de centinela para vigilar la casa. Fukiyacomprendi en seguida que, a la vista de las circunstancias, su previsin deaventurarse en el mundo del crimen no sera tarea fcil. Muy al contrario,si quera salir con xito, debera utilizar lo ms refinado de su astucia.

    Fukiya pens en diversos planes a lo largo de todo un mes, pero losfue descartando uno tras otro por considerarlos defectuosos. Al fin,despus de exprimirse el cerebro hasta quedar casi exhausto, Fukiya lleg ala conclusin de que solo haba un camino: Deba matar a la anciana!Crea que la fortuna oculta de la vieja sera sin duda alguna lo bastantegrande como para justificar su asesinato, y se record a s mismo que losladrones ms clebres de la historia siempre haban eliminado a susvctimas siguiendo la contundente teora de que los muertos no hablan.

    Fukiya comenz a preparar con todo cuidado los pasos que pensabaseguir de la manera ms segura. Le llev su tiempo hacerlo, pero gracias alinocente Saito supo que el escondite segua siendo el mismo; y tuvo lacerteza de que era capaz de disear cada detalle a la perfeccin, incluso elms nimio que pudiera presentarse.

    Un da, de forma ms bien imprevista, Fukiya comprendi que haballegado el momento deseado desde haca tanto tiempo. En primer lugar, seenter de que Saito iba a ausentarse de la casa durante toda la jornadaporque tena que permanecer en la universidad. La criada, asimismo, tenaque hacer un recado y no regresara hasta la noche. Dos das antes, porcasualidad, Fukiya se haba tomado la molestia de verificar que el dinerosegua oculto en la maceta del pino enano. Se haba cerciorado de ello congran facilidad. Aprovech la visita a Saito para acercarse con aireindiferente a la habitacin de la anciana y presentarle sus respetos; en eltranscurso de la conversacin se las ingeni para dejar caer alguna que otrareferencia al escondite del dinero. Como astuto estudiante de psicologaque era, se fij en los ojos de la mujer cada vez que mencionaba la palabraescondite. Su previsin se revel acertada y comprob que ella, sin querer,siempre diriga la vista hacia la maceta con el rbol que haba en la alcoba.

    El da del asesinato Fukiya iba vestido con el uniforme y la gorra quesiempre llevaba en la universidad, adems de su capa negra de estudiante.

  • Tambin se puso unos guantes para asegurarse de que no dejara huellasdactilares. Haca tiempo que haba descartado la idea del disfraz, ya queera consciente de que ese tipo de atuendos constituan una pista fcil deseguir. Tena la plena conviccin de que cuanto menos se ocultara y mssencillo fuera el crimen, ms difcil resultara detectarlo. En los bolsillosllevaba una navaja ms bien larga, aunque dentro de lo normal, as comouna bolsa de gran tamao. Haba adquirido estos objetos de la vidacotidiana en unos pequeos almacenes a una hora en la que estaban llenosde dientes, y los haba pagado sin regatear el precio. Por lo tanto, confiabaen que nadie lo recordara haciendo aquella compra.

    Fukiya, absorto en sus pensamientos, se encamin sin prisa hacia laescena del crimen que tena planeado. A medida que se acercaba al barrioen cuestin, record por dcima vez que era fundamental que nadie lo vieraentrar en la casa. Pero y si se encontraba con algn conocido antes dellegar a la puerta de la vctima? En ese caso no habra ningn problema,siempre y cuando lograra convencer a esa persona de que solo estaba dandoun paseo, algo habitual en l, por otro lado.

    Quince minutos ms tarde lleg a la entrada de la casa de la anciana.Aunque haba te nido la suerte de no cruzarse con nadie conocido, se diocuenta de que respiraba con el aliento entrecortado. La sensacin le resultdesagradable. Comenzaba a sentirse, en cierto modo, ms como un vulgarladrn o un merodeador que como el fro y refinado prncipe del crimenque siempre se haba imaginado que sera.

    Mientras se esforzaba por controlar los nervios, Fukiya mirfurtivamente en todas direcciones. Al final, satisfecho tras comprobar quenadie lo haba visto todava, centr su atencin en la casa. Se hallabaencajonada entre otras dos, aunque convenientemente aislada de ellasmediante dos filas de rboles a ambos lados rboles de follaje denso queformaban una especie de cercado natural. Frente a la casa, por el ladoopuesto, un largo muro de cemento delimitaba una rica propiedad queocupaba toda una manzana.

    Abri la puerta despacio y sin hacer ruido, y sujetando la pequeacampana clavada en ella para que no sonara. Una vez en el patio, avanz ahurtadillas hasta una de las entradas laterales y llam sin armar escndalo.

    Buenos das salud, alarmado al darse cuenta de que aquella vozno pareca la suya.

    La inmediata respuesta se vio acompaada por el crujir de la tela de

  • un quimono, y acto seguido la anciana abri la puerta.Buenos das, seor Fukiya contest ella, arrodillndose al tiempo

    que haca una cumplida reverencia. Me temo que su amigo Saito no seencuentra en casa.

    Es usted con quien quiero hablar se apresur a aclarar Fukiya, aunque es acerca de un tema que tiene que ver con Saito.

    Entonces, adelante invit ella.Una vez que l se hubo despojado de los zapatos, ella lo gui hasta el

    recibidor, donde le pidi disculpas por hallarse sola en casa.La criada ha tenido que salir hoy seal, de modo que debe

    usted disculparme mientras preparo el t. No tardar nada.Se incorpor y se dio la vuelta para abandonar la sala.All estaba la oportunidad que Fukiya estaba esperando. Cuando la

    anciana se agach un poco para abrir la puerta de papel, se abalanz sobreella por la espalda y empez a estrangularla con sus manos enguantadas.La mujer luch dbilmente, y uno de sus dedos ara un biombo que habaal lado.

    Una vez inerte la anciana, Fukiya examin con atencin losdesperfectos. El biombo tena dos hojas cubiertas con escamas doradas yuna pintura que representaba a Komachi, clebre belleza de la era feudal.El rostro de Komachi estaba en el lugar exacto que la anciana habaaraado en su agona.

    Fukiya no tard en recobrar la compostura al considerar que aquellocareca de importancia. Se olvid del asunto y se dirigi a la alcoba, dondeagarr el pino por el tronco y lo sac de la maceta. Tal y como esperaba,hall un bulto situado en el fondo y bien envuelto en papel vegetal. Sedeshizo de este con gesto vido y sonri satisfecho al ver que contena ungrueso fajo de billetes.

    Sin perder tiempo, Fukiya cogi la mitad del dinero, lo introdujo en labolsa que sac del bolsillo, envolvi de nuevo el resto en el mismo papelvegetal y lo coloc otra vez en el fondo de la maceta. Consider este actocomo el toque maestro, ya que estaba seguro de que con l la polica nosera capaz de seguir su rastro. Si se tena en cuenta que la anciana era lanica persona que saba cunto dinero tena escondido, nadie sera capaz deadivinar que la cantidad original se haba reducido a la mitad.

    A continuacin clav la larga navaja en el corazn de la mujer congran precisin. Despus limpi la hoja en el quimono y la volvi a meter

  • en el bolsillo. El objetivo de tan extraa accin no era otro que el deasegurarse de que la anciana no revivira, posibilidad que con frecuencia sedaba en las novelas policacas que haba ledo. No la haba matado con lanavaja por miedo a que la sangre le salpicara la ropa.

    Fukiya puso de nuevo el rbol en la maceta, alis la tierra y tambinse cercior de que no haba dejado huella alguna. Luego sali de laestancia. Cerr la puerta y se dirigi con gran sigilo a la entrada lateral.All, mientras se ataba los cordones de los zapatos, se pregunt si sucalzado no habra dejado alguna marca delatora. Pero en seguida decidique no haba peligro, ya que el camino de entrada estaba pavimentado.Sali al jardn y se sinti incluso ms seguro, porque el da era soleado y elsuelo se hallaba firme y seco. Solo necesitaba caminar hasta la puerta deentrada, abrirla y desaparecer de aquel escenario.

    El corazn le lata a toda velocidad, porque era consciente de que aesas alturas cualquier desliz podra ser fatal. Aguz los odos para captar lamenor seal de peligro, como pasos aproximndose, pero lo nico quepercibi fueron las melodiosas notas de un arpa japonesa que alguien taaen la distancia. Se irgui todo lo que pudo y se encamin con decisinhacia la puerta, la abri sin miedo y abandon el lugar.

    A cuatro o cinco manzanas de la casa de la anciana se alzaba un altomuro de piedra que guardaba un antiguo santuario sintosta. Fukiya tir lanavaja y los guantes ensangrentados por una grieta que daba a una zanja;luego reanud la marcha sin prisa hasta llegar a un parque por el que solapasear. Se sent en un banco y observ indiferente a varios nios quejugaban en los columpios.

    Tras pasar bastante tiempo en el parque, se levant, bostez y sedesperez, y despus recorri la distancia que lo separaba de la comisarams cercana. Salud al sargento, que estaba sentado en su mesa, con ungesto del todo inocente, y finalmente sac la bien repleta bolsa queportaba.

    Agente, acabo de encontrar esta bolsa en la calle. Est llena dedinero, as que pens que lo mejor sera entregarla aqu.

    El polica cogi la bolsa, examin el contenido y le hizo variaspreguntas de rutina. Fukiya, sin perder la calma en ningn momento, y conplena confianza en s mismo, respondi sin rodeos acerca del lugar y lahora en que haba llevado a cabo su hallazgo. Ni que decir tiene que todala informacin era falsa, con una excepcin: el nombre y la direccin que

  • dio eran los autnticos.Tras haber rellenado varios formularios, el sargento le entreg un

    recibo. Fukiya se lo guard y, durante un instante, volvi a preguntarse siestaba actuando de modo inteligente. Sin embargo, se mirase como semirase, era evidente que haba elegido el camino ms seguro posible.Nadie saba que el dinero de la anciana haba quedado reducido a la mitad.Adems, Fukiya estaba convencido de que nadie reclamara el botn. Segnla ley japonesa, aquella cantidad terminara siendo suya si nadie la exigade forma legtima en el plazo de un ao. Supona esperar bastante tiempo,desde luego, pero qu se le iba a hacer? Era como tener el dinero en elbanco: algo con lo que se poda contar para el futuro.

    Por otro lado, de haber escondido el dinero con la intencin deaguardar la oportunidad de gastarlo, habra corrido un riesgo constante. Laforma elegida, sin embargo, eliminaba hasta el ms remoto peligro de serdescubierto, incluso en el caso de que la anciana llevase algn registro delos nmeros de serie de los billetes.

    De vuelta a casa desde la comisara de polica, Fukiya no dej deregodearse con el ingenioso plan de su crimen.

    Un caso digno de un genio absoluto sealaba para sus adentros yrindose entre dientes. Y qu ridculo para la polica Increble! Unladrn que entrega el botn! En circunstancias as, cmo podran siquierasospechar de m? No, ni el mismsimo Gran Buda adivinara la verdad!

    Al da siguiente, tras despertar de un sueo profundo y sereno, Fukiyaley el peridico matinal que le haba llevado a la cama la asistenta de lapensin. Ahogando un bostezo, ech un vistazo a las noticias de intershumano. De repente se top con un breve artculo que le hizo abrir los ojosde par en par. La primera parte de la historia se centraba en eldescubrimiento del cuerpo de la anciana. Este hecho no le result a Fukiyaasombroso ni alarmante. Pero el informe tambin daba cuenta de ladetencin por parte de la polica de su amigo Saito como principalsospechoso, ya que haba sido sorprendido con una gran suma de dinero ensu poder.

    La verdad, pens Fukiya, es que segua sin tener motivos parapreocuparse. Muy al contrario, el curso de los acontecimientos leproporcionaba una ventaja indiscutible con respecto a su seguridad. Noobstante, en calidad de amigo ntimo de Saito, cay en la cuenta de quedeba acercarse a la comisara para interesarse por su situacin.

  • Fukiya se visti a toda prisa y llam a la comisara mencionada en lanoticia del peridico. Result ser la misma en la que l haba informadodel hallazgo de la bolsa.

    Qu mala suerte! se lament al darse cuenta de ese detalle. Porqu no haba elegido otra comisara para entregar el dinero? De todosmodos, ya era demasiado tarde para cambiar las cosas.

    Tuvo la habilidad de mostrar una enorme inquietud con respecto a ladifcil situacin en que se encontraba su amigo. Pregunt si le permitiranver a Saito, pero recibi una amable negativa por respuesta. Trat deindagar acerca de las circunstancias de la detencin, pero tampoco sirvide nada.

    De todos modos, a Fukiya no le importaban demasiado aquellasevasivas, ya que, aunque no se lo contaran, le resultaba sencillo imaginarlo que haba sucedido. Lo ms probable es que aquel fatdico da Saitohubiera regresado a casa antes que la criada. Para entonces l ya habacometido el horrible crimen y se haba marchado de all. Despus Saitodebi de encontrar el cuerpo. Sin embargo, seguro que antes de llamar a lapolica record el dinero escondido en la maceta. Si aquello era obra de unladrn, el dinero habra desaparecido. La curiosidad por saber si estaba enlo cierto le hizo examinar la maceta y all encontr el dinero envuelto enpapel vegetal. Y a Fukiya no le cost un gran esfuerzo imaginar lo queprobablemente ocurri a continuacin.

    No cabe duda de que Saito tuvo la tentacin de quedarse con el dinero.Era una reaccin lgica, al mismo tiempo que una estupidez. Convencidode que todos pensaran que el asesino de la anciana haba robado el dinero,Saito se lo guard. Y qu hizo despus? Tambin era fcil adivinarlo. Seapresur a informar del hallazgo del cadver de la anciana con el dineroan encima, sin imaginar siquiera que l sera uno de los primerossospechosos a quienes interrogaran. Un completo idiota!

    Pero, un momento, reflexion Fukiya despus, seguro que Saitotratara por todos los medios de quedar libre de toda sospecha. Y luegoqu? Acaso su declaracin llegara a incriminarle a l, a Fukiya, de algnmodo? Mientras Saito insistiera en que el dinero era suyo todo ira bien. Yes que una cantidad tan grande, demasiado para un estudiante como Saito,impeda que tomaran en serio sus afirmaciones. La nica alternativa quetena era la de decir la verdad: toda la verdad. Aquello llevara al fiscal,mediante un hbil interrogatorio por su parte, a descubrir que Saito

  • tambin haba dicho a Fukiya el lugar donde la anciana dama tena ocultoel dinero.

    Solo dos das antes del crimen Fukiya casi poda or a Saitodeclarar en el juicio, mi amigo Fukiya tuvo una conversacin con lavctima en la misma habitacin en la que esta fue asesinada. Sabedor deque tena el dinero escondido en la macera del rbol, no pudo ser l quienla matara? Adems, me gustara recordar a este tribunal que los problemasde dinero de Fukiya eran un secreto a voces!

    Aunque este soliloquio le report una notable sensacin deincomodidad, el optimismo de Fukiya tard muy poco en desplazar aldesnimo inicial. Sali de la comisara con un gesto del todo indiferente,regres a la pensin y, aunque ya era algo tarde para ello, desayun.Mientras coma recuper su original bravuconera, hasta el punto de contara la asistenta algn que otro detalle del caso.

    Poco despus se fue a clase, donde comprob que, tanto en las aulascomo en el resto del campus, el principal tema de conversacin era ladetencin de Saito como sospechoso de asesinato.

    La persona encargada de la investigacin de este sensacional caso fueel fiscal del distrito, Kasamori, clebre no solo por su excelente formacinjurdica, sino tambin por sus valiosos conocimientos en diversos campos,en especial el de la psicologa. Siempre que se encontraba con un caso queno poda solucionarse mediante mtodos convencionales, utilizaba susconocimientos en el mbito psicolgico con resultados deslumbrantes. Conun hombre de la reputacin de Kasamori ocupndose del caso del asesinatode la anciana, la opinin pblica tuvo claro desde el principio que aquelmisterio se resolvera en breve.

    El propio Kasamori confiaba en que terminara solventando elmisterio por muchas dificultades que surgieran en la primera etapa de lainvestigacin. Comenz por analizar todo lo relacionado con el caso de talmanera que, una vez comenzado el juicio, no hubiera la ms mnima dudasobre ninguna de las fases del proceso. Sin embargo, a medida queavanzaba la investigacin, el caso se le iba revelando ms y mscomplicado. La polica sostuvo desde el principio que Saito era el nicoculpable posible. Incluso Kasamori admita la lgica de la teora policial,ya que en realidad se haba investigado a toda persona que tuviera algo que

  • ver con la mujer asesinada, por remota que fuera su relacin, y nadie diomotivos de sospecha: es decir, nadie excepto el husped que tena alojadoen casa, el desventurado Saito. Tambin haban interrogado a Fukiya, ascomo a diversos acreedores de la anciana, inquilinos, e incluso simplesconocidos, pero aqul haba sido rpidamente descartado.

    En el caso de Saito exista una circunstancia fundamental que operabaen su contra de modo notable: posea una personalidad muy dbil y,completamente aterrorizado por la implacable atmsfera del juzgado, eraincapaz de responder a las preguntas ms sencillas sin tartamudear obalbucear y mostrar todos los sntomas tpicos de una conciencia culpable.Por si no fuera suficiente, y en el estado de nervios en que se hallaba, confrecuencia se retractaba de lo declarado anteriormente, olvidaba detallescruciales, y despus trataba de arreglarlo incurriendo en diversascontradicciones, algo que no haca sino incriminarlo cada vez ms. Almismo tiempo haba otro detalle que lo torturaba y lo estaba conduciendohasta el borde mismo de la locura: ser realmente culpable de haber robadola mitad del dinero de la anciana, precisamente lo que Fukiya habavaticinado.

    El fiscal del distrito reuni de forma cuidadosa las pruebas, demomento circunstanciales, que haba contra Saito y sinti una enorme penapor l. Pero Kasamori no dejaba de preguntarse si aquel infeliz, con sudebilidad y sus gimoteos, habra sido capaz de cometer un asesinato tancruel, ejecutado con tanta sangre fra. Tena sus dudas al respecto. Saitoan no haba confesado y todava no haba pruebas concluyentes acerca desu culpabilidad.

    Pas un mes y segua sin completarse la fase preliminar de lainvestigacin. El fiscal del distrito se senta claramente molesto eimpaciente por la lentitud con que avanzaba el caso.

    Maldita sea la lentitud de la justicia! explot un da ante unsubordinado, mientras revisaba los documentos relacionados con el asuntoquiz por centsima vez. A este paso tardaremos mil aos en resolver elcaso.

    Luego se dirigi a grandes zancadas a otra mesa y cogi un montn dedocumentos rutinarios rellenados por el capitn de la comisara a cuyajurisdiccin perteneca la anciana. En uno de aquellos papeles, porcasualidad, vio que el mismo da del asesinato se haba encontrado unabolsa con noventa y cinco mil yenes en un lugar prximo a la casa de la

  • mujer. La persona que hall el dinero, ley ms adelante en el informe, eraun estudiante de nombre Fukiya, un amigo ntimo de Saito, el sospechosoclave del crimen! Por alguna razn (puede que debido a la necesidad dededicarse a otros asuntos urgentes) el capitn de la polica haba olvidadoremitir antes ese informe.

    Despus de leer el documento, los ojos de Kasamori se iluminaroncon un extrao fulgor. Llevaba un mes dando palos de ciego. Y ahora haballegado aquella informacin, como si de un delgado rayo de luz se tratase.Tendra algn significado, algo que ver con el caso en cuestin? Decidiindagar sin perder un segundo.

    Fukiya fue llamado a declarar inmediatamente, y el fiscal del distritolo interrog a fondo. Sin embargo, tras una hora entera de preguntas,Kasamori se dio cuenta de que as no iba a ninguna parte. Cuando lepidieron explicaciones sobre por qu no haba comunicado eldescubrimiento de la bolsa en el anterior interrogatorio acerca delasesinato, Fukiya asegur con calma que no pens que aquello tuvieraninguna relacin con el caso.

    Esta contestacin, clara y directa, sonaba de lo ms razonable, ya queel dinero que se crea propiedad de la anciana haba sido encontrado enmanos de Saito. Por tanto, era obvio, a quin se le ocurrira imaginar queel dinero hallado en la calle tambin formaba parte de las posesiones de lamujer muerta?

    No obstante, Kasamori estaba totalmente intrigado. De verdad no erams que una mera coincidencia que aquel hombre, que tanta amistad tenacon Saito, el sospechoso principal, quien a su vez lo sealaba como lanica persona, adems de l, que estaba al tanto de dnde guardaba sudinero la anciana, se hubiera encontrado una cantidad tan grande de dineroen un sitio cercano al del asesinato? Se trataba de un misterio digno de lamente de un detective de primera.

    El fiscal del distrito, contrariado, haca denodados esfuerzos por darcon la solucin, y lament amargamente que la anciana no tuvieraregistrados los nmeros de serie de los billetes. De haber sido as, hubieraresultado muy sencillo verificar si el dinero hallado por Fukiya formabaparte del mismo lote o no.

    Ojala pudiera encontrar una sola pista se repeta una y otra vez.En los das siguientes, Kasamori volvi a la escena del crimen y habl conla gente que tena algn vnculo con la vctima, dando vueltas y ms

  • vueltas a los hechos ya conocidos sin llegar a ninguna conclusin. Tuvoque admitir que se hallaba en un callejn sin salida y ni siquiera tena unapista a la que aferrarse para continuar.

    En su opinin, la nica explicacin posible del hallazgo de la bolsapor parte de Fukiya era la de que este hubiese robado la mitad de losahorros de la anciana, dejando el resto en el escondite y llevndose eldinero sustrado en una bolsa para, ms adelante, fingir que se lo habaencontrado en la calle. Pero de verdad sucedi todo de un modo tanincreble? La bolsa, desde luego, haba sido sometida a las pruebas msminuciosas, as como a la observacin bajo el microscopio en busca decualquier clase de pista, pero fue en va no. Adems, segn su propiadeclaracin, Fukiya haba salido a dar un paseo el da del asesinato yreconoci que haba pasado por la casa de la mujer. Alguien que sesupiera culpable sera tan temerario como para admitir algo as? Encualquier caso, dnde estaba el arma utilizada para apualar a la anciana?Haban peinado la casa y el jardn hasta el ltimo rincn, as como el reacircundante en un amplio radio, pero no apareci ni rastro de ella.

    Ante la carencia de pruebas concluyentes, Kasamori tuvo quejustificar que la polica seal ase a Saito como sospechoso nmero uno.Pero entonces le surga de nuevo la idea: si Saito poda ser culpable,igualmente poda serlo Fukiya! De ese modo, tras un mes y medio deinvestigacin, lo nico que estaba claro era la existencia de dossospechosos, aunque sin la menor prueba que permitiera acusar a ningunode ellos.

    Llegado a este punto, Kasamori decidi que todava poda emplearotro mtodo en sus intentos por resolver el caso. Consista en someter a losdos sospechosos a un test psicolgico, algo que haba resultado muy til enotras ocasiones.

    Tras ser interrogado por primera vez por la polica, dos o tres dasdespus del asesinato, Fukiya se enter de que el fiscal del distritoencargado del caso era el clebre Kasamori, conocido por su aficin a lapsicologa: aquello le produjo un pnico enorme. Hasta entonces se habamostrado tranquilo y confiado, pero no tard en sentirse atemorizado consolo escuchar el nombre del fiscal del distrito, sobre todo despus de habertenido que declarar una segunda vez ante el propio Kasamori. Intentaba

  • hacerse a la idea, solo como posibilidad, de que lo sometieran a un testpsicolgico. Qu hara entonces? Sera capaz de defenderse en unexperimento de esa ndole, un experimento del que no saba nada enabsoluto?

    Aquella eventualidad le produjo un impacto de tal magnitud que losnervios no le permitan asistir a clase. Se quedaba en su habitacin con elpretexto de que se encontraba enfermo, y trat por todos los medios dehallar un modo de enfrentarse a aquel reto con inteligencia. Era obvia laimposibilidad de adivinar qu tipo de test psicolgico decidira utilizarKasamori. Por tanto, Fukiya prob todos los tipos de pruebas que pudieranaplicarle para as descubrir la mejor forma posible de eludir susconsecuencias. Dado que un test psicolgico, por naturaleza, es un mtododestinado a revelar la falsedad de cualquier declaracin, el primerpensamiento de Fukiya fue que le resultara del todo imposible salir airosode una prueba as.

    Fukiya saba que algunas pruebas psicolgicas se servan dedetectores de mentiras para registrar las reacciones fsicas del sujeto.Tambin haba odo que exista un mtodo ms simple: un cronmetro paracontrolar el tiempo que tardaba un sospechoso en responder a laspreguntas. Cuanto ms pensaba Fukiya en la diversidad de mtodospsicolgicos tiles en la resolucin de crmenes, ms preocupado se senta.En caso de que lo cogieran desprevenido con una pregunta lanzada aquemarropa del tipo Usted es quien mat a la anciana, verdad?, Fukiyaconfiaba en que sera capaz de replicar con calma: Qu prueba tienenpara realizar una suposicin tan absurda?. Ahora bien, si lo sometan aldetector de mentiras, no desenmascarara este el agitado estado mentalque sufra? Acaso no le resultara imposible a un ser humano normalevitar aquellas reacciones fsicas?

    Fukiya se puso a prueba hacindose distintas preguntas hipotticas.Curiosamente, al margen de lo inesperado de cualquiera de ellas, cuando selas diriga a s mismo, no se le pasaba por la cabeza que produjeran ningncambio fsico en su persona. Poco a poco se fue convenciendo de quesiempre que evitara ponerse nervioso estara a salvo, incluso ante elinstrumento ms preciso que le aplicaran.

    Mientras llevaba a cabo aquellos experimentos, Fukiya de pronto tuvola certeza de que los efectos de un test psicolgico podan ser neutralizados mediante un entrenamiento adecuado. Estaba seguro de que la

  • reaccin nerviosa de una persona frente a una pregunta intencionada seramenos intensa cada vez que esta se repitiera. Si su razonamiento eracorrecto, se deca Fukiya, el mejor mtodo de neutralizacin era el deacostumbrarse a las preguntas. Concluy que las preguntas que se haca nodaban lugar a reaccin alguna porque ya conoca tanto la pregunta como larespuesta antes de formularlas.

    Fukiya comenz a estudiar de manera concienzuda todas y cada unade las pginas de un grueso diccionario y se dedic a anotar las palabrasque pudieran ser empleadas en preguntas dirigidas a l. Durante unasemana entera dedic la mayor parte de su tiempo a esta tarea, entrenandosus nervios contra cualquier pregunta posible. Cuando hubo consideradoque su mente ya estaba bien pertrechada en ese campo, pas a otro: el delas pruebas de asociacin de palabras, cuyo extendido uso entre lospsiquiatras a la hora de examinar a los pacientes era bien conocido porFukiya.

    Por lo que Fukiya saba, el paciente (o acusado) deba responder a unapalabra con la primera que le viniera a la mente. El examinador empleabauna lista de palabras sin relacin alguna con el caso: biombo,escritorio, cinta, bolgrafo, y otras por el estilo. La relevancia de laprueba consista en que la palabra de rplica poda albergar algunaasociacin mental con la citada previamente. Por ejemplo, si la palabra erabiombo, un sujeto culpable reaccionara con vocablos como ventana,alfizar, papel o puerta. Y en el transcurso del test aparecantrminos con los que se pudiera incriminar al acusado, como cuchillo,dinero o bolsa, con el objeto de confundirlo en su proceso deasociacin de ideas.

    En el caso de Fukiya, por ejemplo, si no se andaba con cuidado podaresponder dinero a rbol enano, admitiendo de forma inconsciente suconocimiento de que el dinero haba sido robado de la maceta del rbol.Por el contrario, si se hallaba previamente preparado para tan dura prueba,tena la posibilidad de contestar mediante palabras inofensivas como "loza" en lugar de dinero, quedando as al margen de toda sospecha.

    Fukiya saba que a la hora de poner en prctica este diagnsticolxico siempre se registraba el tiempo exacto que pasaba entre la preguntay la respuesta. Por ejemplo, si el acusado deca puerta en respuesta abiombo en un segundo, y despus tardaba tres segundos al pronunciarloza como rplica a rbol enano, la deduccin lgica sera que el

  • sujeto se haba tomado ms tiempo para idear la segunda contestacin conel propsito de suprimir la primera idea que le hubiera venido a la cabeza.Ni que decir tiene que la gran diferencia entre ambos intervalos de tiempohara sospechar a los investigadores.

    Fukiya tambin pens que si le sometan a una prueba de palabras, loms seguro sera responder de la forma ms natural posible. Decidi, porlo tanto, que como rplica a rbol enano deba contestar pino odinero, ya que incluso si l no fuera el culpable la polica saba queestaba lo bastante al tanto de los hechos como para dar una respuesta deesa ndole. Sin embargo, haba un detalle que exiga una reflexin msprofunda: el tiempo. Crea, de todos modos, que aquello tambin podacontrolarse mediante una preparacin rigurosa. Lo ms importante era quesi le lanzaban una palabra como rbol enano, tena que ser capaz decontestar dinero o pino sin dudar un solo instante.

    Fukiya realiz una labor intensa de entrenamiento durante varios das,hasta que tuvo la certeza de que sera capaz de salir airoso de la pruebams estricta. Tambin supona un consuelo saber que Saito, aunqueinocente, tendra que pasar por la misma batera de preguntas