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Nómadas (Col) ISSN: 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia Quevedo V., Emilio LAS RELACIONES DE PODER EN LA INVESTIGACION Y LA CONSTRUCCION DE UNA COMUNIDAD CIENTIFICA Nómadas (Col), núm. 7, septiembre, 1997, pp. 21-37 Universidad Central Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105118909003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Nómadas (Col)

ISSN: 0121-7550

[email protected]

Universidad Central

Colombia

Quevedo V., Emilio

LAS RELACIONES DE PODER EN LA INVESTIGACION Y LA CONSTRUCCION DE UNA

COMUNIDAD CIENTIFICA

Nómadas (Col), núm. 7, septiembre, 1997, pp. 21-37

Universidad Central

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105118909003

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* Director, Centro de Historia de la Medicina �Andrés Soriano Lleras�, Facultad de Medicina,Universidad Nacional de Colombia; Investigador científico, Instituto Nacional de Salud.

LAS RELACIONES DEPODER EN LA

INVESTIGACION Y LACONSTRUCCION DE

UNA COMUNIDADCIENTIFICA

Emilio Quevedo V.*

El texto propone un acercamiento, desde la sociología de la ciencia, alas relaciones de poder que se dan al interior de los diferentes grupos deinvestigación y su incidencia en la tarea de formar pares.

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Este artículo habla de aquellode lo que se supone que no se debehablar: las relaciones de poder entrelos grupos de investigación y su im-pacto en la formación de investiga-dores. Y digo esto porque el diálogosobre el poder es mantenido siempreoculto por el discurso utópico de lafuncionalidad de un ethos que loentiende como maléfico. En el casoal que hoy me refiero, se trata delethos de los científicos. Algún escri-tor contemporáneo dice que el discur-so del esquizofrénico es socialmenterechazado, y por lo tanto digno deser aislado en el manicomio,no por que sea incoherentesino porque dice lo que no sedebe decir, lo que está y debesiempre seguir estando oculto,pues denuncia simbólicamen-te aquello que en la sociedades contradictorio y problemá-tico y que precisamente poreso, lo configura socialmentecomo loco.

Así pues, para la sociolo-gía de la ciencia, las relacio-nes entre los grupos deinvestigación aparecen gene-ralmente como asépticas ycomo si se moviesen sólo porel deseo de colaboración entre losgrupos, por la sana competencia y porla tendencia a la meritocracia de loscientíficos.

Esta imagen de las relaciones en-tre los grupos de investigación havenido haciendo carrera en nuestromedio desde hace mucho tiempoatrás, cuando comenzaron a intro-ducirse al país las ideas de la Socio-logía de la Ciencia de Robert K.Merton y otros, pero se ha afianzadoen la medida en que una políticacientífica nacional más explícitase ha ido consolidando en los últi-

mos años. Por ejemplo, según anun-cia la Presentación del libro �Con-vocatoria a la creatividad�, publicadopor Colciencias en 1992, se abre pasoen nuestra sociedad un nuevo estilo:�el de la ciencia y sus científicos, elde la investigación y los investigado-res, el de los grupos consolidadoscomo sujetos de la investigación,potenciadores del trabajo y de la crea-tividad de los individuos que los con-forman, y claramente diferenciadosde las instituciones que los albergan...la publicación de los resultados deinvestigación en revistas que garan-

ticen su verdadera difusión entre lacomunidad científica y los sometana la crítica autorizada, es decir, enrevistas con arbitraje internacional,con circulación internacional yreferenciadas en los índices recono-cidos del ramo, constituye la estrate-gia más importante para salir de unatradición parroquial� (Colombia.SNCT, 1992: 11).

En el documento sobre el Progra-ma de Ciencias Básicas, publicado enel mismo libro, se explicita, comouno de los fundamentos teóricos dedicha política, la idea que �los gru-

pos de investigación se autorregulan1

con el fin de garantizar la calidad dela investigación mediante régimen decompetencia, clasificación de papeles(roles) y categorías profesionales, cri-terios de arbitraje de conflictos, me-ritocracia, etc.� (Colombia. SNCT,1992: 31). Complementariamente, seplantea que los grupos de investiga-ción se validan por la confrontacióno sometimiento de sus estrategias ala prueba de la competencia y san-ción por grupos y escuelas ya consa-grados, es decir por medio de laevaluación por pares. De paso, una

de estas estrategias menciona-das el la de la reproducción delgrupo por medio de la forma-ción de investigadores dentrode los criterios y parámetrosdel grupo.

Nada mejor que las afir-maciones de estos dos recien-tes textos para describir lo queha venido ocurriendo en lapolítica científica colombianade los últimos años. Sin em-bargo, creo que para podercomprender a cabalidad la di-námica y el entorno de los gru-pos de investigación y losprocesos de formación de in-

vestigadores, no pueden dejarse pa-sar inadvertidas las relaciones entreciencia y poder. No hay duda que estaimagen de la actividad científica hasido coyunturalmente útil en Colom-bia para dar un salto cualitativo enla política de ciencia y tecnología yen el desarrollo científico nacional.Sin embargo, cuando uno ha traji-nado ya algunos años, tanto en la in-vestigación sobre la historia social dela ciencia, como en la gestión de lainvestigación y en la formulación yejecución de la política científica, nopuede más que reconocer que las co-sas no son exactamente así. Nos ha-

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bría gustado presentar algunos ejem-plos tomados directamente de losProgramas del Sistema Nacional deCiencia y Tecnología para demostraresta afirmación. Pero, en vista de quehaciéndolo tocaríamos las fibras depersonalidades aún vivas, tal vez ge-nerando malestares indeseables, pre-ferimos recurrir al análisis de algunoscasos típicos tomados de la historiasocial de la ciencia, para mostrarcómo esta imagen de la vidade la ciencia es, por lo demás,ingenua e inocente y cómo lasactividades científicas se arti-culan de manera mucho máscompleja y conflictivamenteal entretejido social, partici-pando activamente de las di-versas relaciones de poder queimplica la vida social.

Para tal efecto combinaréen este artículo la presenta-ción y el análisis crítico entorno a cuatro casos, dos es-tudiados por mí (Quevedo,1994a y 1994b) y dos quetomo prestados; uno discuti-do por Georges Canguilhem,en su libro �La formación delconcepto de reflejo en los si-glos XVII y XVIII� (Canguil-hem, 1955), y otro analizadopor Steven Shapin, en su ar-tículo sobre la bomba neumá-tica de Boyle (Shapin, 1991).Así, desde una doble mirada queintenta combinar el análisis histó-rico de las ciencias con la discusiónsociológica, intentaré levantar elvelo que oculta a algunas de esas re-laciones e interacciones que unapolítica científica del futuro, inclu-yendo la política de formación de in-vestigadores, debería tener en cuentasi pretende regir coherentemente losdestinos del desarrollo científico denuestra nación.

Primer caso:Descubrimiento ypoder

En 1774, el doctor José SebastiánLópez Ruiz, médico panameño quevivía a la sazón en Santa Fe de Bogo-tá, informa al virrey Flórez que acabade descubrir la presencia de árbolesde quina cerca de esta ciudad, en laregión de Tena y le ofrece dicho des-

cubrimiento para que éste �se dignedar las providencias que fueren de sureal agrado.� (Citado por Gredilla,1983: 98). Así mismo, solicita al vi-rrey, si le pareciere conveniente,mandar al doctor don José CelestinoMutis para que haga las comproba-ciones del caso y dé fe de su descu-brimiento (Gredilla, 1983: 99).

Mutis, quien hoy es consideradocomo el padre de la ciencia en Co-

lombia, responde al virrey, dos añosdespués, el 17 de agosto de 1776, cer-tificando que efectivamente se tratade árboles de quina y que él mismoya la había encontrado en el año de1772 en el monte de Tena, en com-pañía de Pedro Ugarte, y se la habíapresentado al virrey Manuel deGuirior, �con el mismo celo que hoyanima a don Sebastián López Ruiz�(Mutis, 1968 [1776], T I: 58).

De todas formas, el virreyacepta el descubrimiento deLópez Ruiz, e informa de él ala Corona. En el año de 1778,López Ruiz viaja a España,donde recibe reconocimientos,elogios y glorias y regresa conel título de Comisionado de laQuina y jefe de su Estanco yExplotación, cargo que le pro-porcionaba el no despreciablesalario de 2.000 doblonesanuales (Hernández de Alba,Gonzalo., 1991: 172).

Pero, mientras López Ruizvive en Madrid, se entera deque Mutis había solicitado quese confirmara nuevamente taldescubrimiento y que se leotorgase la prioridad a él. Se-gún Mutis, él ya la había vistoseis años antes. Se inicia asíuno de los más largos y renom-brados pleitos coloniales. Exis-

ten muchos pliegos en el expedientede este pleito, pero llama sin embar-go la atención el hecho de que noexista ninguna carta de Mutis datadaen 1772 presentando dicho descubri-miento al virrey Guirior. Hecho cu-rioso, pues en 1770 escribía a Linneocomentándole detalles sobre la Qui-na de Loja y otras regiones e infor-mándole que nunca la había visto �insitu�, pues no había viajado a la pro-vincia de Quito. (Mutis, 1968 [1770]:

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50). Aún más, le vuelve a escribir en1773 y no le cuenta de su importan-te hallazgo, ni responde las pregun-tas de Linneo que habían quedadopendientes de responder en el año1770. (Mutis, 1968 [1773], T I: 54-55). Tampoco existe ninguna anota-ción relacionada de esa fecha en suDiario de Observaciones.

En 1778 y con motivo del �des-cubrimiento� denunciado por LópezRuiz, Mutis retoma el tema centralde su representación de 1763 a Car-los III y vuelve a ofrecerle, ahora alvirrey Flórez, su proyecto de centra-lización de la explotación de la qui-na. Y aunque no recibe nuncaninguna respuesta clara de parte delvirrey (Mutis, 1968 [1778]: T I: 75),Mutis ya deja entrever aquí sus in-tenciones. La disputa por la priori-dad del descubrimiento adquiría suverdadero sentido: ¿Quién deberíaestablecer las pautas fundamentalespara proteger y encauzar la exporta-ción de la quina? ¿Qué intereses eranlos que iban a primar?

Como buen súbdito español aca-ta el nombramiento como Comi-sionado conferido a López Ruiz(Hernández de Alba, 1991:180), pero no se queda tran-quilo y pone en juego todosu poder para lograr la pa-ternidad del descubrimien-to. En primer lugar, comobien dice Gonzalo Hernán-dez de Alba, se erige en acu-cioso observador de todaslas acciones de López Ruiz,en vigía de todas sus omi-siones, en analista de todossus proyectos, ya que, segúnopina el propio Mutis,�cualquier descuido del co-misionado, o cualquier con-descendencia de mi parte,

Juan Gutiérrez de Piñeres, nacido enCádiz, igual que Mutis, terciará en elasunto informándole al MinistroGalvis que considera a López Ruizinepto para el buen desempeño delcargo de Comisionado de la Quina yrecomendando a Mutis como el úni-co reconocido internacionalmentepara ejercerlo (Citado por Hernándezde Alba, 1991: 182).

El 6 de septiembre de 1783 llegala Real Cédula de Carlos III en queratifica la disposición del virrey Ca-ballero de crear la Real ExpediciónBotánica del Nuevo Reino de Gra-nada, y, con ella, viene otra Cédulapor la que se remueve a López Ruizde su cargo, se le declara falso descu-bridor de la quina, se le condena a lapérdida de los 2.000 doblones anua-les y se le prohibe volver a España.Mutis se había salido con la suya.

Nuestro interés en este caso noestá centrado en discutir quién es elverdadero descubridor de la quina deTena. Está claro que los únicos do-cumentos que afirman la paternidadde Mutis sobre el descubrimiento sonsus propias afirmaciones, hechas aposteriori, cuando se conoce el nom-

bramiento de López Ruizcomo Comisionado. Peroel problema real no es eldescubrimiento. Dichoárbol había sido visto yaantes. Según nos cuentael propio Mutis en 1761,en su Diario de Observa-ciones, Santiesteban,quien le había regalado aél muestras de la quina deLoja, le había dado asímismo la noticia de suexistencia en los montesde Tena, noticia que lehabía sido luego confir-mada al mismo Mutis por

puede producir fatales consecuenciasen perjuicio de la salud pública y endetrimento de la Real Hacienda�(Citado por Hernández de Alba,1991: 180).

Pero durante los años 1782 a1789, Mutis dejará de ser el observa-dor en la sombra para pasar al primerplano: la llegada al triple poder colo-nial (militar, civil y religioso) de donAntonio Caballero y Góngora, sig-nificará para Mutis su momento demáxima influencia, de mayor crédi-to científico, social y político. Nosólo porque el virrey Caballero leapoya en su antiguo proyecto de crearuna Expedición Botánica, sino por-que le hace eco a su propuesta dedesarrollar positivamente el estable-cimiento (estanco) de la quina. Elvirrey le escribe entonces al Minis-tro Galvis en este sentido, proponien-do a Mutis como candidato paradirigir tal expedición. Mutis le ofre-ce poner en movimiento todos suscontactos internacionales, conoci-mientos y experiencia, para mejorarlo hecho hasta ese momento porLópez Ruiz. (Hernández de Alba,1986: 118). Por su parte, el reciénllegado e ilustrado Regente Visitador

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un criado, baquiano de aquella re-gión. Mutis anota aquí mismo que noha tenido tiempo de salir al campo acomprobar este hecho, tal como selo había solicitado el virrey, debido asus múltiples ocupaciones y que se re-serva la disposición para más adelan-te (Citado en Gredilla, 1983: 97). Esdecir, que 10 años antes del citadodescubrimiento, ya el árbol de quinade Tena había sido visto y reconoci-do por otras personas.

Esto pone de presente varias co-sas: en primer lugar, que en ese mo-mento no importaba quién hubiesevisto primero la quina (y en ese casosería el baquiano su verdadero des-cubridor), sino que lo que importabaera que un �científico� lo hiciese ypudiese clasificarla y ratificar su per-tenencia a un determinado espacioen una clasificación botánica; segun-do, que dicho descubrimiento, si bienpudiese ser trascendental, no impli-caba ninguna prisa y Mutis podía di-latarlo hasta que quisiese; tercero, queel hecho sólo se vuelve signifi-cativo, y por tanto se materiali-za como descubrimiento querequiere de una paternidad,cuando ésta trae como conse-cuencia reconocimientos socia-les, pero sobre todo poder ybeneficios económicos; cuarto,que es más fácil para un metro-politano que para un criollo te-ner el acceso al alto podervirreinal para que sus solicitudessean oídas; y, quinto, que es fi-nalmente el recurso al poder elque permite a Mutis quedarsecon los honores definitivos ycon el manejo del estanco de laquina.

El apoyo en el poder, en estecaso el del Estado, como meca-nismo de negociación, asegura

a Mutis no sólo el control del mono-polio de la quina sino que la historialo reconozca como el verdadero des-cubridor de la quina de Tena. Es esteuno de los casos en que se muestrapatentemente cómo el investigadorteje redes de negociación más allá desu gabinete para asegurar el triunfode sus estrategias cognitivas y para ga-narle la carrera a otros investigado-res que trabajan en el mismo campo;igualmente, cómo dichas redes hacenparte de la vida de la ciencia. No sonsimplemente entorno, sino que estáninmiscuidas en el interior de la es-tructura misma de las actividadescientíficas.

Podríamos hablar de otros mu-chos casos similares en la historia dela ciencia, como el de Charles Dar-win y Alfred Russell Wallace, cuan-do teniendo ambos simultáneamenteplanteada una posible solución alproblema de la evolución de las es-pecies, a partir del concepto de se-lección natural, Darwin gana la

carrera pues Lyell, geólogo, amigo deDarwin, enterado de que Wallacehabía enviado ya una comunicaciónpreliminar al respecto a la Royal So-ciety, utilizará el poder que le da suprestigio ante esa Sociedad, para pre-sentar primero la propuesta deDarwin (Darwin, 1977 [1881]: 272-314; Montero Pérez, 1985: 79-83).Igual podríamos decir del caso deldescubrimiento de la estructurahelicoidal del ADN por Watson yCrick, quienes venían trabajando enel asunto, pero utilizan su poder paraconseguir secretamente los escritosdel químico Linus Pauling, quien es-taba a punto de descubrir la estruc-tura de la cadena de ácido nucleico,pudiendo comparar las dos teorías yadelantársele en la publicación(Latour, 1978: 2-17).

Segundo caso:Conceptos científicosy poder

En 1833, Marshall Hall pu-blica en Londres su memoria so-bre �La función refleja del bulboy la médula espinal�, en la cualdescribe las características, expe-rimentalmente determinadas delo que él llama �acción refleja�.Se trata de la constitución de unnuevo concepto sobre el movi-miento animal, con el cual seexplicita que además del movi-miento voluntario (dirigido di-rectamente desde el cerebro), elrespiratorio (dependiente del bul-bo raquídeo), y el involuntario(respuesta del músculo a un estí-mulo directo sobre su fibra), exis-te otro tipo de movimiento nodescrito hasta el momento, el cualsubsiste después de la ablación delcerebro y del cerebelo, se encuen-

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tra bajo la dependencia de la médulay desaparece cuando ésta se pierde.Dicho movimiento no tiene origen enuna parte central del sistema nervio-so y es excitado por la aplicación deestímulos en la periferia del organis-mo �de donde la impresión estransportada a la médula, reflejada yreconducida a la parte impresionadao conducida a una parte alejada de ellaen la cual tiene lugar la contracciónmuscular�, como respuesta al estímulo.(Canguilhem, 1955: 159). El ejemplotípico es el de un cuerpo cuyo brazo eschuzado con un alfiler y este miem-bro se retira inmediata y automática-mente del estímulo agresor, sin que lainformación pase por la conciencia yaún estando el animal descerebrado.

Casi simultáneamente, dos me-ses después, Johannes Muller publi-ca en Alemania sus trabajossobre el movimiento reflejo.Sus planteamientos son muy si-milares a los de Hall. Por suparte, Hall se enorgullece dehaberle ganado la carrera dosmeses antes a Muller y de lasveinticuatro mil horas de tra-bajo invertidas en sus investi-gaciones que le permitieron formularel concepto de �movimiento de ac-ción refleja�.

Sin embargo, algunos de sus co-legas se encargarían de recordarlerápidamente que había tenido pre-cursores, iniciándose así un encar-nizado debate en torno al tema.Entre los precursores rescatados porel debate se destacaría el checoGeorg Prochaska. En un informesobre �La historia del sistema ner-vioso�, leído por J.D. George antela Sociedad de Medicina delUniversity College de Londres, en1838, se concluye que Hall ha saca-do gran partido de la obra de

en primer lugar entre los precurso-res del estudio de los movimientosreflejos (Canguilhem, 1955: 162).

Pero en 1858, una nueva polé-mica desatada por el creciente re-nombre de Prochaska hace aparecerel nombre de René Descartes comoprecursor del concepto de movimien-to reflejo. La impetuosidad del ale-gato a favor de Prochaska y en contrade Hall y Muller hace surgir la pro-puesta de que sus obras se mantuvie-ron tanto tiempo ocultas debido a quehabían surgido en Checoeslovaquia,una nación oprimida por Alemania.Como respuesta, Emil Du BoisReymond, alumno y sucesor de

Johannes Muller en la cátedra defisiología de la Universidad de

Berlín y miembro de la Aca-demia de Ciencias de Ber-lín, desconoce a Prochaskay traslada a Descartes el ho-nor de haber anticipado,desde el siglo XVII, tanto la

palabra como la noción dereflejo (Canguilhem, 1955:

164). De ahí en adelante, la tra-dición de la historia de la fisio-logía ha deducido, del hecho

incontestable de que Descartes habíapropuesto en su �Tratado del Hom-bre� (Descartes, 1980) una teoría me-cánica del movimiento involuntario,que éste había concebido, descrito ydado nombre al movimiento reflejo.De ahí en adelante la Historia acep-ta que Descartes es el creador de di-cho concepto.

Esta historia nos sugiere varioscomentarios. En primer lugar, eraimposible concebir el movimientoreflejo en el seno de la teoría delhombre máquina desarrollada en el�Tratado del Hombre� por Descartes.El punto de partida para la formula-ción de este concepto está en la com-

Prochaska, a quien ni siquiera citaen sus trabajos. El mencionadoGeorge dice que los siguientes plan-teamientos hechos ya por Prochaskaen 1784 sirvieron de base a Hall: Pri-mero, la propuesta de Prochaska dela existencia de un principio de mo-vimiento independiente de la vo-luntad y de toda función cerebral;segundo, la idea de que la sede dedicho principio es la médula espinal;tercero, que dicho movimiento estádeterminado por el estímulo a losnervios raquídeos; cuarto, que la im-presión sensitiva se refleja hacia un

movimien-

to muscular. Es decir, que lo plan-teado por Hall había ya sidoesquematizado por Prochaska, 50años antes. Curiosamente, una edi-ción de las obras de Prochaska seencuentra en la Biblioteca de la So-ciedad Médica y Quirúrgica y, aun-que poco conocida por la mayoríade los lectores, ha sido singular y ma-nifiestamente apreciada por unmiembro de la Sociedad quien lahabía pedido prestada varias veces:el doctor Hall (Canguilhem, 1955:160-161). A partir de dicha polémi-ca, los tratados pedagógicos de fisio-logía posteriores a las primeraspublicaciones de Hall y Muller, co-mienzan a mencionar a Prochaska

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prensión de que existen dos tipos detransmisión nerviosa: la sensitiva yla motriz y que cada una de ellas exi-ge vías nerviosas independientes. Losnervios sensitivos llevan la informa-ción sensorial desde el órgano o par-te del cuerpo que es afectada por elestímulo hasta la médula espinal y losmotrices desde la médula hasta elmúsculo efector del movimiento re-flejo. La concepción de nervio queDescartes propone en su �Tratado delHombre� es la de un órgano que tie-ne simultáneamente las dos funcio-nes integradas, y su estructura es lade un órgano hueco que tiene algu-nas fibras por dentro. Cuando unaparte externa del cuerpo es estimula-da, las fibras internas del nervio setensionan abriendo unas válvulas enlos ventrículos cerebrales y dejandoescapar los espíritus animales allí acu-mulados los cuales viajan por la par-te hueca del nervio, hasta el músculo,inflándolo como un globo y hacien-do que el miembro se retire del estí-mulo dañino (Descartes, 1980:99-110). Así, el proceso no desenca-

dena un arco reflejo en la médula sinoque pasa por el cerebro y todo se pro-duce dentro del mismo nervio. Estarepresentación, si bien puede enten-derse como una forma de automatis-mo, no tiene nada que ver con elconcepto de arco reflejo planteadopor Prochaska, Hall y Muller.

En segundo lugar, tenemos antenosotros otra forma de relación en-tre poder e investigación científica,diferente de la del caso Mutis-LópezRuiz. Igualmente, no se trata aquí dereivindicar el verdadero formuladordel concepto de movimiento reflejo,como tampoco se trataba de reivin-dicar al verdadero descubridor de laquina de Tena, en el caso anterior.Pero Georges Canguilhem, al anali-zar este caso, nos ha mostrado comoDu Bois Reymond, al hacer este des-plazamiento de la autoría del concep-to hacia Descartes lo que intenta espreservar los derechos de autor y lasupremacía de su maestro Muller so-bre Hall, ya que Muller podría darseel lujo de ignorar a Descartes, quien

finalmente no era alemán, pero no aProchaska, hijo de una nación subor-dinada. Así mismo al rebajar a Pro-chaska desde una concepción mani-fiestamente mecanicista y sensualista,lo que Du Bois Reymond tambiénestá haciendo es descalificar a todauna escuela de fisiólogos que sematriculan en una escuela metafísi-ca, la de la Naturphilosophie (Can-guilhem, 1955: 164-165).

Como bien dice Canguilhem ensu libro sobre la �Historia del Con-cepto de reflejo en los siglos XVII yXVIII� (Canguilhem, 1955), �elnombre de Prochaska surgió de unapolémica que opone unos vivientesa un viviente, Marshall Hall, y pocoa poco se convierte en lo que se lla-ma vulgarmente un ajuste de cuen-tas�. Se trata pues de un conflictoentre camarillas de investigadores. Encambio, �el nombre de Descartes sur-ge de una diatriba dirigida contra unmuerto (Prochaska), y con la inten-ción aparente de honrar a otro muer-to (Muller). De hecho se tratatambién de la liquidación de unaoposición, e incluso, mirándolo bien,de dos. Una cultura, por medio deuno de sus representantes oficiales,defiende contra otra su momentáneasuperioridad política (Alemania ver-sus Checoeslovaquia). Una filosofíade la vida, encerrada dentro del cua-dro de un método de investigaciónbiológico trata como mitología a otrafilosofía, considerada como ineptapara promover un procedimientocientífico eficaz. Mecanicismo contravitalismo� (Canguilhem, 1955: 179).

Ya no estamos en presencia delcientífico que de una manera burda ysimple se apoya en el poder del Esta-do para lograr el reconocimiento a sudescubrimiento y el acceso a las pre-bendas que éste le otorga. Nos encon-

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tramos ante un poder mucho más su-til y fuerte: el de una nación o de unacultura determinadas que hablan porboca de sus científicos oficiales, adju-dicando la formulación de conceptoscientíficos a representantes de dichacultura y negando la autoría a otroscientíficos subordinados y/o afiliadosa culturas no hegemónicas.

No es este un caso único en lahistoria. Recordemos, entre otros,todos los esfuerzos del criollo JoséAntonio Alzate, durante el sigloXVIII, para oponerse a la institu-cionalización de la botánica deLinneo en México, desde la trinche-ra de un nacionalismo que defendíala botánica indígena Azteca (AcevesPastrana, 1987: 357-385). Asímismo, todos los afanes de los histo-riadores oficiales de la ciencia norte-americana para negar y minimizar losdescubrimientos del cubano-españolCarlos Finlay, en 1881, relacionadoscon el papel del mosquito en latransmisión de la fiebre ama-rilla, el cual actuaba comovector, y que fueron los querealmente permitieron un con-trol sanitario de esta enferme-dad, y todo el bombo hechoentorno a dicho descubrimien-to por el norteamericanoWalter Reed y la comisión nor-teamericana de la fiebre ama-rilla en Cuba, quienesrealmente se apropiaron de lapropuesta de Finlay e hicieronlos experimentos comproba-torios (López Sánchez, 1987:371-414). O también, el casodel descubrimiento hecho porel colombiano Roberto Fran-co, a comienzos del siglo XX(1907) (Gast Galvis, 1982:26), sobre la existencia de lafiebre amarilla selvática y su di-ferencia con la urbana, trasmi-

tidas cada por un mosquito distinto,hecho negado en principio y hasta lasaciedad por sus colegas norteameri-canos contemporáneos y hoy atribui-do por los historiadores oficiales dela salud pública a Fred L. Soper;(Cueto, 1994: XII; Cueto, 1996:193), médico de la Fundación Ro-ckefeller quien publicó resultados si-milares como jefe de la Comisión queestaba trabajando en la investigacióny control de la fiebre amarilla pero28 años más tarde, en 1935 (Soper,1935: 47-84) y 1938 (Soper, 1938:297-332). Lo que estos historiadoresno saben es que el propio Soper ha-bía reconocido en 1935 la prioridaddel descubrimiento a Franco (Soper,1935: 47-84).

Tercer caso: El poderde los paradigmas

Volvamos ahora a nuestro primerprotagonista. Durante todos los años

que José Celestino Mutis vivió en elNuevo Reino de Granada, fue el ase-sor de los distintos virreyes en mate-ria de higiene pública. Por ésta, entreotras razones, se consideraba a sí mis-mo como el �Oráculo de este reino�(Hernández de Alba, 1968: T I, 503).

En ejercicio de estas funcionesescribió, en distintos momentos, dic-támenes y representaciones rela-cionados con aspectos de la higienepública del Nuevo Reino. Es unaconstante en todos estos escritos deMutis la idea de que las enfermedadesagudas son, de alguna manera, efec-tivamente contagiosas. (Mutis, 1983[1782a]: 194; 1983 [1783]: 204; 1983[1787]: 215; 1983 [1796a]: 124).

En segundo lugar, está claro entodos estos documentos que Mutisconsidera que el origen mismo de esecontagio es el aire contaminado (in-ficionado), debido a los malos oloresque abundan por doquier como con-

secuencia de las malas medidasde higiene pública. (Mutis,1983 [1786]: 145-146; 1983[1787]: 215). Esta suposición secomplementa con la idea queMutis tiene sobre la fuente decontaminación que son los ce-menterios, si no se cumplenunas medidas higiénicas muyrigurosas en su construcción ymantenimiento (Mutis, 1983[1798]) y los platanales cerca-nos a las villas y pueblos, queson laboratorios de aire pestilen-te y, por consecuencia forzosa,de veneno debido a la hume-dad que en ellos impera y quees el agente más fuerte de la co-rrupción. (Mutis, 1983 [1792]:247-248). Por otra parte, segúnél, los animales también alteranla atmósfera, pues �todo cuerpoanimal incesantemente transpi-

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ra y despide vapores y hálitos co-rrompidos, al mismo tiempo que encada respiración disminuye la vita-lidad de la atmósfera, volviendo ensu aliento otra porción corrompi-da� (Mutis, 1983 [1798]: 258).

En este sentido, podemos afir-mar que Mutis es un seguidor delparadigma miasmático-humoral do-minante en Europa del siglo XVIII.Según este paradigma, el cuerpohumano está compuesto de sólidossumergidos en humores y animadosde movimientos caracte-rísticos de la vida. Los só-lidos están en equilibrioen el cuerpo gracias a doscausas: una externa -elaire-, y otra interna -loshumores-. Si dichas cau-sas se modifican aparecela enfermedad (Dulieu,1972: 693-694). El aireestá compuesto de peque-ñas esferas o moléculas- separadas por intersticiosen cuyos huecos se desli-zan otras materias (Sau-vages, 1754).

Así, el aire puedemantener en suspensióndiferentes sustancias que se despren-den de los cuerpos. La atmósfera espues una cisterna que se carga deemanaciones telúricas y de trans-piraciones vegetales y animales. Elaire de un lugar es entonces un caldoespantoso donde se mezclan huma-redas, azufres, vapores acuosos volá-tiles, oleosos y salinos que se exhalande la tierra y, a veces las materias ful-minantes que ella vomita, así comolas mofetas y los aires mefíticos quese desprenden de los pantanos, deminúsculos insectos y sus huevos, deanimálculos espermáticos y, lo quees peor, los miasmas contagiosos, que

son partículas pútridas surgidas de latierra y de los animales en descom-posición y que infectan el aire e in-cuban epidemias (Corbin, 1987:19-21). ¡Cualquier parecido con elaire de nuestras ciudades actuales notiene nada que ver!

Esta idea del aire contaminadohunde sus raíces en la antigüedadclásica. Desde Hipócrates se habla-ba de �mal aire� o aire de mala cali-dad que producía enfermedades y deahí el nombre de malaria. Así

mismo, desde la Edad Media y el Re-nacimiento, a partir de las concep-ciones humoralistas del galenismomedieval, se venía suponiendo quelas enfermedades contagiosas erancausadas por los miasmas, materiainsalubre producto de la putrefac-ción de la tierra y de la descomposi-ción animal, que se transmitía porel aliento o por el contacto físico yque se pegaba tal como el perfumese pega a las cosas, provocando lacorrupción del aire y envenenandoa todos. Esto se agravaba en las es-taciones cálidas, cuando el calor yla humedad favorecían la corrupción

de las materias orgánicas. (Cipolla,1993: 145).

Queda claro, entonces, que aun-que la palabra miasma no aparezcaexplícita en ninguno de los docu-mentos citados de Mutis, al menosen el terreno de la higiene pública,éste se instala, tanto en lo teóricocomo en lo práctico, en toda la di-mensión del paradigma dominanteen Europa, el de la teoría mias-mática. No es un contagionista enel sentido riguroso pues, con este

término, la historia de lamedicina ha designado alos escasos seguidores dela idea propuesta porFracastoro en el siglo XVde que la enfermedad in-fecciosa es producida porminúsculos animalitosque penetran el cuerpodel paciente produ-ciendo las alteracionesmorbíficas y que se trans-miten de una persona aotra. Si bien Mutis hablade contagio, lo concibecomo la consecuencia demiasmas que están en elaire y se pegan al cuerpocomo el perfume. Sus

propuestas de explicación del origende la enfermedad se enmarcan másen la teoría miasmática que en la delcontagionismo.

De otro lado, también es obvioque Mutis es el introductor de di-cho paradigma en la Nueva Grana-da. Sus interpretaciones del origende las distintas endemias y epide-mias que se suceden en el NuevoReino, así como las medidas de con-trol y las recomendaciones hechasen ejercicio de su rol de �oráculo�local, son novedosas en dicho con-texto. Sin embargo, al mirar a Mu-

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tis desde el contexto internacional,este se nos aparece como un simpledifusor del paradigma dominanteeuropeo hacia la Nueva Granada,mas no como un científico inno-vador. A pesar de que los proble-mas que se le presentan en su nuevomedio, como cuando habla de laepidemia de lepra en el Socorro ySan Gil (Mutis, 1983 [1796a]:124), tienen características propiasque le habrían permitido interro-garse sobre la veracidad de su pro-pio paradigma, las respuestas que dasiempre están enmarcadas en el es-quema miasmático-humoral.

Y aunque en el terreno de lanosología Mutis sigue a los neohi-pocráticos empiristas que han plan-teado, ya hace varios años, que laenfermedad es sólo y nada más queun conjunto de síntomas y que nohay nada subterráneo que la expli-que, que es necesario desechar todaexplicación patológica que seenmarque en cualquier espíritu desistema y que recomiendan trabajarcon el método sistemático y antisis-témico, clasificandolas enfermedades alestilo botánico, porsus síntomas (Arquila& Montiel, 1993:19), el abordaje de laexplicación de la en-fermedad infecciosase continúa haciendodesde el modelomiasmático humo-ralista, de origengalénico-medieval.

Según ThomasKuhn, un paradigmacientífico define, pa-ra generaciones suce-sivas de científicos,un conjunto de pro-

blemas y métodos legítimos en uncampo de la investigación, queatraen un grupo duradero de parti-darios, convirtiéndose en un mode-lo o patrón aceptado y relativamenteinflexible (Kuhn, 1971: 51) que in-tenta obligar a la naturaleza a queencaje dentro de los límites pre-es-tablecidos por dicho modelo.(Kuhn, 1971: 52). La �ciencia nor-mal� sería aquella que se producedentro de los parámetros de un pa-radigma (Kuhn, 1971: 33-34) y nin-guna parte de su objetivo estáencaminada a provocar nuevos ti-pos de fenómenos; en realidad, a losfenómenos que no encajarían den-tro de los límites mencionados fre-cuentemente ni siquiera se los ve.Tampoco tienden normalmente loscientíficos a descubrir nuevas teo-rías y a menudo se muestran intole-rantes con las formuladas por otros...�la investigación científica normalva dirigida a la articulación de aque-llos fenómenos y teorías que ya pro-porciona el paradigma� (Kuhn,1971: 53).

Es este el caso del contradictorioparadigma miasmático-humoral, enun momento de crisis y transición dela medicina en donde si bien se lo-gran algunas explicaciones nuevas,no hay todavía en el terreno de lasenfermedades infectocontagiosas, unnuevo paradigma estructurado quelogre oponérsele al antiguo. Por otraparte, recientes explicaciones sobreel aire y el oxígeno, importadas delnuevo paradigma científico propues-to por Newton para la física sonincorporadas a la teoría médica, peroestas son de carácter aislado y,descontextualizadas del modelo alter-nativo a que pertenecen, más queproporcionar nuevas explicacionesque rompan el paradigma, lo quehacen es venir a reforzar los esque-mas viejos y a mantenerlos con másfuerza.

Es en esta red de significados yde poderes teórico-metodológicos yprácticos en la que Mutis se encuen-tra preso y de la cual no logra liberar-se, a pesar de las propuestas de laexuberante naturaleza que lo rodea.

En trabajos ante-riores hemos demos-trado además que ladifusión de los para-digmas científicos des-de la metrópoli a la pe-riferia no consiste enel movimiento del co-nocimiento desde unespacio lleno haciauno vacío, sino que elresultado final, laciencia periférica, esuna negociación entrela cultura científicametropolitana y lascondiciones contex-tuales, geográficas, de-mográficas, económi-

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cas, sociales y culturales locales(Quevedo, 1993: 281). Uno de loselementos que interviene en este pro-ceso es el grado de consolidación deun paradigma y el nivel de resisten-cia que encuentra a nivel local, re-sistencia tanto teórica, debida al de-sarrollo o aclimatación de paradigmasanteriores, como social, consecuen-cia de actitudes nacionalistas, antico-lonialistas, etc. El paradigma mias-mático, debido a su aparentecoherencia y a la legitimidad que leotorga la tradición de su uso desde laEdad Media, no encuentraoponente de importanciaen el Nuevo Reino comopara que sea combatido ocomo para que obligue aMutis a reformarlo en ne-gociaciones con otros plan-teamientos. Las medicinaslocales, tanto la nativa lo-cal como la importada an-tes de Mutis, no tienen niel desarrollo ni el arraigo su-ficiente como para exigirlea éste que las tenga en cuen-ta, como sí ocurre con losmédicos mexicanos, porejemplo (Quevedo, 1993,1994c). Pero además, laposición social del gaditano,como asesor médico del Es-tado colonial, le asegura unacapacidad hegemónica sufi-ciente, tanto para imponersus ideas, como para no te-ner que someterlas a su pro-pia crítica interna.

Ya no son simplementelos intereses individualesdel científico o los de reivindicacióncultural de personalidades los que nosatañen en este caso. Es el poder de lateoría misma y de su arraigo social elque aparece aquí dirigiendo y orien-tando la propia acción de los cientí-

ficos, tanto en su interpretación delmundo como en las acciones prácti-cas que se derivan de dichas repre-sentaciones sociales.

Es este un ejemplo más de losmuchísimos casos de científicos, in-vestigadores y evaluadores, que se en-cuentran presos bajo el poder deparadigmas que ya están siendo aban-donados o han hecho crisis en su lu-gar de origen, pero que siguenmanteniéndose como líneas vivas deinvestigación o de aplicación prácti-

ca. Pensemos por un momento en losalquimistas que continuaron duran-te los siglos XVII y XVIII sus traba-jos en los esquemas teóricosmedioevales a pesar de los descubri-mientos de la química moderna. Así

mismo, en la medicina colombianade finales del siglo XIX y comienzosdel XX que continuó guiándose porlos parámetros de una mentalidadanatomoclínica aunque en Europa, yen otros países de América Latina, lamentalidad fisiopatológica había yaimplantado su reino desde la segun-da mitad del siglo XIX. O en los so-ciólogos de la ciencia que continúanaún hoy trabajando dentro del para-digma mertoniano, a pesar de quedesde hace más de 10 años se hanabierto nuevas perspectivas en la so-

ciología del conocimientoconstructivista.

Cuarto y últimocaso: El poder delas estrategias devalidación de lasteorías

En su libro �Nuevos ex-perimentos físico-mecáni-cos�, publicado en Londresen 1660, Robert Boyledescribe un conjunto de nue-vos experimentos sobre elcomportamiento del aire,apoyados en el uso de su �má-quina neumática�. Dichosexperimentos se enfrentan aotros programas de produc-ción de conocimientos de laépoca, cuyos partidarios ata-caban explícitamente losmétodos que él recomenda-ba. Antes de 1660, lo que sellamaba �conocimiento� y�ciencia� era aquello que se

podía lograr por la demostración ló-gica o geométrica y la finalidad delas ciencias físicas era la de llegar aeste tipo de certeza, la cual obligabaal consenso. Al contrario, Boyle es-taba proponiendo que un hecho

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científico es creado por la multipli-cación de las experiencias que loatestiguan. Es decir, si una experien-cia puede ser repetida varias veces ysus observadores pueden atestiguariguales resultados, el hecho es unaverdad científica incontestable. Ensu propuesta programática, Boyleafirmaba que la capacidad de las ex-periencias de producir hechos de-pendía no solamente de que hubie-sen sido realizadas, sino también ysobre todo, de que la comunidad im-plicada estuviera segura de que lohabían sido. Recurrir, entonces, altestimonio ocular como criterio deseguridad era un problema discipli-nar. El testimonio era una empresacolectiva.

Este planteamiento sólo era po-sible en una nación en la cual laética del derecho, de origen anglo-sajón, había desplazado a la éticamediterránea de las virtudes (Gra-cia Guillén, 1989:128-141). En estemarco, las declaraciones de un solotestigo no bastan para probar queun acusado es culpable de asesina-

to, pero las decla-raciones de dostestigos, previstoque tengan el mis-mo crédito, debenbastar para probardicha culpabili-dad. Si un solotestimonio es po-co probable, laconcurrencia demuchos aumentala probabilidad.He aquí el origensociológico de laidea del cono-cimiento, no co-mo demostraciónlógica, sino comoprobabilidad com-

probable por la concurrencia de tes-timonios en la repetición de lasexperiencias.

Pero para Steven Shapin, quiennos propone este asunto (el análisisde este caso seguirá el texto deShapin, 1991) lo más interesante noson los nuevos experimentos en símismos, sino la forma como Boyle ex-pone los medios apropiados por loscuales deberán ser engendrados y va-lidados los conocimientos legítimos,a partir de la concurrencia de testi-monios. En primer lugar, el labora-torio mismo debería ser un espaciopúblico en donde los observadorespodían comprobar la repetición delexperimento muchas veces, para lo-grar el consenso positivo. Así, lasprimeras experiencias con la máqui-na neumática fueron realizadas ensalas públicas ordinarias de la RoyalSociety y los registros de los resulta-dos de los experimentos eran firma-dos por un cierto número de laspersonas presentes que habían actua-do como testigos de los eventos rea-lizados.

En segundo lugar, había otromedio de multiplicar los testimoniossobre los fenómenos producidos em-píricamente: el de facilitar su repro-ducción. Se incluían protocolosexperimentales en el libro para quelos lectores pudiesen repetir los en-sayos, asegurando así testimonios dis-tantes, pero directos.

Un tercer medio de multiplicar lostestimonios fue el del testimonio vir-tual. Este pretendía, apelando a losmecanismos lingüísticos de la narra-ción, producir en la mente del lectoruna imagen de la escena experimen-tal que suprimiese la necesidad deltestimonio directo o de la reproduc-ción. Este método se complementabacon los grabados que aseguraban la fi-jación de la imagen en el lector. Deigual manera, introducía en sus tex-tos informes circunstanciados de ex-periencias malogradas, para demostrarque el autor no suprimía deliberada-mente los elementos perturbadores.

Shapin propone entonces queBoyle construye tres tipos de tecno-logía para darle sustento a su crea-ción de hechos científicos: unatecnología material, correspondien-te a la creación y utilización de labomba de aire, instrumento sin elcual no eran posibles los experimen-tos propuestos, ni las preguntas, nilas respuestas; una tecnología litera-ria, por la cual los fenómenos produ-cidos por la bomba eran comunicadosa aquellos que no habían sido testi-gos de dichos fenómenos; y una tec-nología social, que establece lasconvenciones que los filósofos de lanaturaleza deberían emplear en susreportes mutuos para examinar la le-gitimidad de los conocimientos.

No se trata ya simplemente delpoder que utiliza el científico en su

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propio beneficio, ni del poder queuna cultura ejerce para apropiarseresultados de investigación que no lepertenecen y cuyo reconocimientosignificaría el poner en peligro suhegemonía cultural y social. Tampo-co es simplemente la constatación delpoder social que ejerce un paradig-ma para obligar a los científicos acomprender la naturaleza de una for-ma determinada. Tenemos ahoraante nosotros, pues, una forma mássutil y superior de poder: una teoríasocial que entiende lo legítimo comosuma de probabilidades, la cual, pormedio de un acto de sociomorfismo,se inserta en la estructura misma dela concepción epistemológica que apartir de ella se construye, demarcan-do las posibilidades de validación delo que debe ser considerado comoconocimiento legítimo o verdadero.Es decir, que la teoría misma auto-define sus propias formas de valida-ción. En dos palabras, la teoría mismaelabora las preguntas y prepara lasrespuestas. Pero, además, la teoría,desde su interior, engendra mecanis-mos de poder que aseguran su perpe-tuación y su hegemonía sobre otrasteorías que generan mecanismos devalidación social y, por lo tantometodológicamente, más débiles.

Conclusiones

La investigación y sus redes:Política científica, formaciónde investigadores, producciónde conocimiento y poder

Desde que se creó el SistemaNacional de Ciencia y Tecnología seha venido hablando mucho en estepaís de los distintos tipos de redes quelos investigadores establecen duran-te los procesos de consolidación y de

reproducción de sus grupos y de pues-ta en práctica de sus estrategias deinvestigación. No me referiré enton-ces a esta clase de redes. Me intere-san más las redes sociales con las quela investigación se entreteje.

Se han mencionado de paso tam-bién en el ambiente científico nacio-nal las tensiones que se generan comoconsecuencia de la propia actividad delos grupos de investigación, tanto alinterior de los mismos grupos como enlas relaciones entre los grupos y entreestos y las instituciones y el Estado.

Dice John Law, en un artículoreciente titulado �El laboratorio y susredes� (1989), que el investigador ysu laboratorio se articulan a un con-junto de redes que funcionan tantoal interior como al exterior de éste.Menciona, por ejemplo, cómo lasredes de la electricidad y del acue-ducto urbano, las redes comercialesde los fabricantes de materia prima yde reactivos o las de proveedores deratones para los expe-rimentos, no son sim-plemente entornosino que hacen partede la infraestructuramisma, externa pero altiempo interna, quegarantiza el funciona-miento de los experi-mentos y que cuandofallan exigen capaci-dad de negociación delinvestigador. De igualmanera, cuando elinvestigador trabajasobre el material pro-duciendo resultados,pone en interacciónmultitud de elementosheterogéneos, desdelos reactivos, los ele-mentos de laboratorio,

los ratones con los que experimenta,la pluma, el papel, los equipos, elcomputador, etc., todos ellos de pro-cedencia distinta y resultado de di-námicas propias, creando elinvestigador así nuevas redes deinteracción entre estos elementos yentre ellos y su entorno de origen.La interacción con las cifras de re-sultados y la producción de textos,así como su publicación, exigen delinvestigador nuevas negociacionescon redes distintas, como los edito-res, otros pares científicos y el públi-co en general, entre otros. Pero nosolamente los investigadores princi-pales interactúan en estas redes. To-dos los miembros del grupo deinvestigación, incluyendo los estu-diantes y doctorandos forman partede esta dinámica.

Pero todas estas relaciones y es-tas tensiones, tanto las que hemosmencionado aquí como las que pro-pone John Law, aparecen como sifueran estrictamente de carácter aca-

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démico o como transacciones de tipocomercial. Esta actitud surge de lapersistencia de la idea mertoniana deque la ciencia es una instituciónsocial, �torre de marfil� que tiene un�ethos� propio, universalista, co-munista, meritocrático y desinteresa-do, que la hace ser funcional en lasociedad.

Se enmascara así entonces latensión más importante que es laexistente entre el �ethos� y el po-der, tensión que, como nos han de-mostrado atrás los cuatro casosestudiados, no es imaginaria. Real-mente, lo que está detrás de esto esuna concepción de la sociedad y dela ciencia en la sociedad: la socie-dad entendida como una realidadque es homeostática, que es equili-brada, que funciona perfectamentey en donde cualquier desorden esentendido como una disfuncio-nalidad; la ciencia es entendidacomo una institución social y, portanto, no podría mezclarse con eldesorden, pues tendría igualmente supropia funcionalidad que es la deproducir conocimiento para la socie-

dad y para el progreso, o sea, paramantener el equilibrio, la homeos-tasis social. Todos los demás elemen-tos que la enturbian y la molestanaparecerían como externos a la ac-tividad científica.

En cambio lo que estoy ponien-do yo en consideración al mostrarestos casos, como casos típicos, peroademás como modelos de análisispara ser aplicables a las muchas otrasformas existentes de relación entreciencia y poder, es que:

- La sociedad no es exactamen-te una célula o un organismoen homeostasis, idea importa-da desde el biologismo,

- Es ésta más bien y precisamen-te, una realidad permanenteconflictiva en la cual las rela-ciones de poder son parte dela esencia de las relacionessociales,

- Es el conflicto lo que constan-temente hace mover a la so-ciedad y a la investigacióncientífica,

- Es la ciencia un sistema cul-tural que se integra a eseconflicto y hace parte de élpermanentemente.

Hemos cerrado así el círculo delpoder en las actividades científicas:las relaciones de poder se inician enúltima instancia con el estableci-miento de un conjunto de relacionessociales que, al institucionalizarse,implican niveles de poder; de ella sederivan concepciones de lo legítimoque se transponen a las representa-ciones culturales del conocimiento yque ejercen el poder de controlar alos métodos de validación epistemo-lógica y social del conocimiento; enla medida en que lo logran se institu-cionalizan ellas mismas como mode-los paradigmáticos del conocimien-to científico que obligan a losinvestigadores a comportarse dentrode un conjunto de parámetros, eje-cutando permanentemente activida-des rutinarias de ciencia normal e im-pidiéndoles la innovación y,finalmente, dentro de estos esquemasy de acuerdo con el lugar que ocupanen el conjunto de dichas relacionessociales, el científico utiliza su pro-pio poder para manipular los descu-brimientos, la paternidad de las prio-ridades, y negociar mecanismos queaseguren sus estrategias cognitivas, susupremacía cultural y la validación ylegitimación de sus teorías, etc.

Ahora bien, la constatación dela fatal existencia de diversos tiposde relaciones de poder en la activi-dad científica no es un llamado alestatismo y al derrotismo en el te-rreno de la política científica. Perolo que sí no se puede hacer es for-mular y poner en marcha una polí-tica científica haciendo caso omisode dichas relaciones. Como biendice Michel Foucault (1984): �el

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poder es siempre previo; ... nuncaestá afuera ... no hay margen paraque den el salto quienes están enruptura con él. Pero esto no quieredecir que debe aceptarse una formaineludible de dominación o un pri-vilegio absoluto de la ley. Que nose pueda estar nunca �fuera del po-der� no quiere decir que estemosatrapados de cualquier forma... elpoder es coextensivo al cuerpo so-cial, no hay entre las mallas de sured playas de libertades elementa-les; ... las relaciones de poder sonintrínsecas a otros tipos de relación(de producción, de alianza, de fa-milia, de sexualidad), en las quejuegan a la vez un papel condicio-nante y condicionado;...no obede-cen a la forma única de lo prohibidoy el castigo, sino que tienen formasmúltiples; ... su entrecruzamientodibuja hechos generales de domi-nación, ... esta dominación se or-ganiza como estrategia más o menoscoherente y unitaria, ... los proce-dimientos dispersos, heteromorfosy locales del poder son reajustados,reforzados y transformados por esasestrategias globales, y todo ello connumerosos fenómenos de inercia,desfases y resistencias, ... las rela-ciones de poder �sirven�, en efecto,pero no porque estén �al servicio de�un interés económico primitivo,sino porque pueden ser utilizadas ensus estrategias, ... no hay relacionesde poder sin resistencias, ... estas sontanto más reales y eficaces en cuan-to se forman en el lugar exacto enque se ejercen las relaciones de po-der; la resistencia al poder no debevenir de afuera para ser real, no estáatrapada porque sea la compatriotadel poder. Existe tanto más en lamedida en que está allí donde estáel poder; es pues, como él, múltiplee integrable en otras estrategiasglobales.� (Foucault, 1984: 82-83).

En Colombia encontramos, hoyy siempre, muchos López Ruiz, mu-chos Mutis, muchos Darwin, muchosBoyle, muchos fantasmas como los deDescartes, que están por allá detrás ymuchos sociólogos mertonianos suel-tos por ahí; en fin el problema de lasrelaciones de poder persiste constan-temente en el interior de la activi-dad científica, se da naturalmentetanto entre las comunidades cientí-ficas y los grupos de investigacióncomo entre los investigadores de unmismo grupo. Los investigadores jó-venes y los doctorandos están asímismo sometidos a esa dinámica delas relaciones sociales de poder.

Para pensar una política científi-ca y una política de formación deinvestigadores que tenga en cuentalas relaciones de poder en una socie-dad en constante conflicto, demos unpequeño rodeo. Las nuevas propues-tas de la teoría del caos aplicadas a lasalud nos dicen que, a diferencia delo que pensábamos antes que la sa-lud era un fenómeno de homeostasisy equilibrio permanente fisiológico,la enfermedad y la muerte son fenó-

menos estáticos y, en cambio, la viday la salud son la capacidad que tieneel organismo de crear normas y decambiarlas permanentemente, de in-novar capacidad de acción, es decirque la salud sería la capacidad per-manente de superar las agresionesexternas e internas de carácter orde-nador y normativo.

En la misma forma, la innova-ción científica y tecnológica seríanactividades constantes de ebulliciónintelectual, creadoras de nuevas for-mas y propuestas. La ciencia normal,en cambio, aparece como un conjun-to de actividades rutinarias, ordena-doras, reguladoras y estatificadorasque se oponen a la innovación. Aldecir de Kuhn, �ninguna parte delobjetivo de la ciencia normal estáencaminada a provocar nuevos tiposde fenómenos� y �va dirigida a la arti-culación de aquellos fenómenos yteorías que ya proporciona el para-digma� (Kuhn, 1975: 53). Máscontundentemente, el mismo autorafirma que �la característica más sor-prendente de los problemas de inves-tigación normal...es quizá la de cuán

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poco aspiran a producir novedadesimportantes, conceptuales o fe-nomenales� y �ni siquiera los proyec-tos cuya finalidad es la articulaciónde un paradigma tienden hacia unanovedad inesperada� (Kuhn, 1975:68-69).

Como bien dice Kuhn, la educa-ción científica no escapa a los rigo-res de los paradigmas dominantes:�los científicos no aprenden concep-tos, leyes y teorías en abstracto y porsi mismos...esas herramientas intelec-tuales las encuentran desde un prin-cipio en una unidad histórica ypedagógicamente anterior que laspresenta con sus aplicaciones y a tra-vés de ellas� (Kuhn, 1975: 85). Laformación de investigadores reprodu-ce la dinámica misma de la actividadcientífica, no sólo en lo social sinotambién en lo académico.

Siempre nos quejamos de quenuestra política científica no estimulala innovación, por más esfuerzos quehagamos. Tampoco nuestras políticasde formación de investigadores. Elproblema está en que dicha políticacientífica está orientada fundamen-talmente a estatificar la ciencia, esdecir a importar más paradigmas y/o

a consolidarlos en nuestro medio, ha-ciendo caso omiso de las relacionesde poder. Nuestros investigadores jó-venes se forman trabajando al ladode otro investigador, pero sometidosa sus mañas y a sus maneras de ver almundo y a la ciencia misma. Es de-cir, reproduciendo, en lo académico,la ciencia normal y en lo social, lasrelaciones de poder. Y, no es que nohaya que hacerlo, sí, pero eso no essuficiente. Pues la inconciencia porparte del investigador de estos pro-cesos y mecanismos a las cuales se vaintegrando en su proceso de forma-ción, hacen que los paradigmas y lasrelaciones de poder se consolidenpermanentemente. Hay que develar,hacer visibles, las relaciones de po-der en la ciencia; hay que mirar real-mente cómo es que la cienciafunciona como un poder social, comoun sistema cultural que tiene poder yse integra al conflicto social. Hay quever ese conflicto fundamentalmentecomo el elemento que debeinvestigarse para entender la cienciay cómo es que funciona, cómo es quese ejerce y se practica. Necesitamosuna política científica de consolida-ción y reproducción de los grupos deinvestigación y de la comunidadcientífica que se preocupe por la sa-lud de la ciencia, que se preocupe porla innovación, por entender la diná-mica caótica y problemática de laciencia en acción por medio de supoder en la sociedad, y no una polí-tica que mire al paradigma, que loestimule y que fomente el desarrollode la ciencia normal y las activida-des rutinarias de esa ciencia normal.Es decir, que hay que mirar la cien-cia tal y cómo funciona, como es, yno desde una utopía ética que la con-ciba como aséptica y desinteresada yal científico como trabajando sólopor la meritocracia, el comunismo yel progreso. Hay que mirarla como

es, para poder pensar una nueva po-lítica científica, que oriente e impul-se a la innovación.

Citas

1 El resaltado es nuestro. Nota del autor.

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