Reicher, S, - Conducta de masa como acción social

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Cápitulo 8, del libro "Redescubrir el grupo social" de J.C., Turner

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EDICIONES MORATA, S. A;Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid

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CAPITULO VIII

II

Conducta de masa como acción social_ _ _ , _ Stephen Reicher

Introducción

Ei estudio de la muchedumbre se basa en una contradicción. Por una parte, los fenómenos de masas constituyen un reto para la psicología social. Los estudios de los acontecimientos de masas han revelado características conductuales complejas. No sólo se trata de una conducta espontánea y sin liderazgo aparente, sino que muestra también pautas y límites ciaros. Es más, estas pautas tienen sentido social: son inteligibles en cuanto aplicación de siste­mas ideológicos de comprensión a circunstancias concretas del mundo real. Por tanto, ei resto consiste en explicar cuántas perso­nas pueden actuar conjuntamente, actuar de maneras significati­vas, desde el punto de vista social, aunque sin planificación ni co­ordinación formal algunas. Se trata de explicar la "socialidad es­pontánea" de la acción de la masa.

El reto es especialmente significativo en el sentido de que para explicar el modo en ei que la conducta del miembro de la muche­dumbre muestra una forma ideológica, es preciso especificar cómo la cognición humana puede estructurarse soclalmente. En otras pa­labras, la naturaleza de la acción de masas demuestra la necesidad

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de una psicología social que ubique al individuo en la sociedad y re­lacione la conducta con el contexto. Y en esto radica la contradic­ción: hasta la fecha, la historiado la psicología de masas consiste en la deformación de la relación entre el individuo y la sociedad.

Las teorías primitivas acerca de la muchedumbre abstraían al individuo de la sociedad y la conducta de su contexto social. To­maban acciones que eran productos de formas particulares de conflicto social y las representaban como aspectos genéricos de la muchedumbre. Por tanto, mediante un proceso de cosificación, la conducta de masa se transformaba de resultado de un proceso so­cial en una entidad inmutable. Los desacuerdos se planeaban res­pecto a la decisión sobre la ubicación de esta entidad: como pro­ducto de la naturaleza individual o como manifestación de una mente colectiva desencarnada. O bien lo social desaparecía en lo individual, o bien lo individual se diluía en lo social. Estas tenden­cias aún impregnan toda la psicología social.

Gran parte de la motivación para desarrollar la teoría del grupo déla categorizaciórvde^ yo y delaperspectfvade la identidad so» • cial en general se basa en la insatisfacción producida por los de­fectos de la explicación cosificada. El objetivo pretendido consiste en superar la separación entre individuo y sociedad y en descubrir algún modo de relacionar los procesos psicológicos con los deter­minantes históricos, culturales, políticos y económicos de la con­ducta. Capital para el concepto de identidad social es su conside­ración como constructo social y como constructo cognitivo indivi­dual al mismo tiempo. Por tanto, los procesos de identidad social constituyen tentativas para lograr la construcción de “un campo socialmente estructurado en el individuo" (As c h , citado en Brown y Turner , 1981).

Dado que la teoría de la categorización del yo resocializa el concepto de individuo, puede proporcionar las bases para explicar la conducta de masas. No decimos que la teoría proporcione, en este momento, una explicación satisfactoria de la muchedumbre, pero sí que es la única de la psicología social que puede promover una en la dirección correcta. Otros enfoques no pueden explicar la forma social de la acción de masas porque conceptualizan de ma­nera inadecuada la relación individuo/sociedad. Por tanto, tratare­mos de desarrollar una psicología de la acción de masas sobre la base de la teoría de la categorización del yo.

El objetivo de este capítulo consiste en: primero, analizar las

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deformaciones de la teoría vigente de la muchedumbre y explicar cómo se desarrolló; segundo, mostrar cómo este cuerpo teórico no logra hacerse con las complejidades de los fenómenos de ma­sas y sentar los criterios de una psicología de masas adecuada, y tercero, proponer una psicología, basada en la teoría de la catego­rización del yo, y examinar su adecuación mediante investigacio­nes experimentales y de campo. ji

¡

La política de la teoría de la masa El contexto de la psicología de la masa

La psicología de la masa es producto del pensamiento del si­glo XIX. En cierto sentido, constituía la expresión sistematizada del miedo dominante de las clases potentadas, miedo a la "turba*. Este sentimiento queda bien expresado por el estadista francés T h ier s , quien, en un discurso pronunciado el 24 de mayo de 1850, hablaba

vidéis, de la turba. La vil turba que ha provocado la ruina de toda república" (Chevalier, 1973, pág. 364). El miedo a la turba reflejaba la preocupación generalizada sobre el orden social resultante de una transformación fundamental de las relaciones sociales.

El proceso de industrialización desdibujó los lazos de la socie­dad rural. La autoridad había sido hasta entonces personal y tradi­cional, basada en contactos cara a cara entre sacerdote, terrate­niente y trabajador, pero en el transcurso del siglo XIX se formó una masa de proletariado urbano, produciéndose la separación fí­sica de trabajador y propietario. La vida de la ciase trabajadora se convirtió en algo desconocido para las clases dirigentes. Se des­arrolló una auténtica crisis de control social, exacerbándose los miedos de los burgueses a causa de su ignorancia. En la medida en que se oscurecía la significación de cualquier forma de disen­sión, incluso la acción menos importante podía considerarse como el preludio de una catástrofe. En un estado de pánico permanente a la revolución, todos los miedos de las clases dirigentes de Euro­pa se condensaron en un símbolo terrorífico: la masa. En ei último cuarto del siglo, estos miedos se hicieron particularmente agudos en Francia.

En este contexto, la naturaleza de la masa se convirtió en cuestión de preocupación pública. No se trataba de un tema reser­

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vado a las discusiones académicas, sino debatido en los periódi­cos y en las revistas de sociedad. De este modo, el debate quedó marcado por dos sesgos: uno político, de hostilidad declarada ha­cia la acción de la muchedumbre, de manera que no se trataba de comprender la masa, sino de desacreditarla y eliminarla como amenaza pública, y otro de perspectiva, de forma que los comenta­ristas nunca eran participantes, nunca formaban parte de la mu­chedumbre, sino que la contemplaban desde el exterior, sin enten­der ias convicciones ni la experiencia de quienes estaban involu­crados en la protesta. En consecuencia, su actitud era de auténtico espanto; no eran capaces de encontrar razones que explicaran la acción de las masas: todo parecía sin sentido.

Estos sesgos se incorporaron a las primitivas psicologías de ia muchedumbre, pues los teóricos eran caballeros estudiosos que compartían los prejuicios y perspectivas de su clase. Nunca estu­diaron en directo las masas, pues presumían a priori que eran inde­seables, destructivas y carentes de sentido. Utilizaban las herra­mientas de una ciencia sociaipositivista emergente para “explicar* esas características alegadas. Por tanto, la psicología de masas nació como ciencia 'refleja". En vez de utilizar la teoría para expli­car los fenómenos empíricos, la empresa partía de prejuicios ideo­lógicos y utilizaba la teoría para darles contenido. De este modo, el sesgo político se instaló en el núcleo de la psicología de masas y llegó a determinar los presupuestos básicos de la ciencia.

Gustave Le Bon y el nacimiento de la psicología de masas

De todos los primitivos psicólogos de masas, sólo uno sigue siendo recordado hoy día, Gustave Le Bo n . Este recuerdo se debe en parte a su trabajo como divulgador. De igual importancia para la explicación de su influencia fue su empeño en utilizar ia psicoldgía de masas como instrumento político. Trataba sobre todo de em­plear sus ideas para combatir el activismo de la clase trabajadora, manifestando su orgullo por sus escritos antisocialistas. El éxito de Le Bo n puede medirse por las apreciaciones de Goebbels y M us­so lin i, quienes declararon que las ideas de Le Bo n habían contri-

' buido a la construcción del estado fascist^ italiano.

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Conducta d« m u a como acción social 238

El principal trabajo de Le Bon fue Psychologie des foules*, publicado por vez primera en 1895. Gordon Allport io describe como el libro de psicología más leído de todos ios tiempos. La ca­racterización básica que de la masa hace Le Bon es ésta: cuando las personas se reúnen en masa se convierten en anónimas, (o que conduce a la pérdida del sentido dei yo y de la responsabilidad personal. En su defecto, la conducta pasa a ser dominada por el inconsciente racial colectivo. Como este inconsciente refleja un es­tado primitivo de evolución del que está ausente el intelecto y en donde predominan emociones atávicas, la conducta carece de los atributos de la 'civilización". Le Bon resume las características de esta conducta con esta simple rúbrica: "Varios de sus rasgos espe­ciales, como la Impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y de espíritu crítico, exageración de los senti­mientos, etc., pueden observarse también en seres pertenecientes a formas Inferiores de evolución, como son el salvaje y el niño" (pá-

- atoa M IfflsL .......... .. .........Si bien la actuación dei inconsciente racial aparecía con ma­

yor claridad en la masa, Le Bon no creía que fuera ia única ocasión en la que se mostraba. En efecto, aseguraba que todas fas formas de. asambleas, desde los jurados hasta los parlamentos, lo ponían de manifiesto en cierta medida. Así, se distinguía entre la racionali­dad del aislado social y la idiocia del ser social. Se trata de un sen­timiento llevado al extremo por T arde , que afirmaba que "ia socie­dad es imitación y la imitación es una forma de sonambulismo" (1901, pág. 95) .

La psicología de las masas de Le Bo n puede considerarse co­mo un ataque continuado contra ias protestas colectivas. Primero, excluye de forma sistemática ei papel de ia autoridad de los acon­tecimientos de la masa. Esto es cierto tanto respecto al sustrato social general que provoca la protesta como al papei más inmedia­to del ejército o de la policía en acontecimientos más específicos. De hecho, la investigación histórica acerca de) siglo XIX, y la referi­da al XX, demuestra que casi todas las confrontaciones han sido provocadas por la Intervención de fuerzas oficiales (Feagin y Ha h n , 1973; T illy, T illy y T illy, 1975). Es más, los estadísticos demues­tran que la inmensa mayoría de los actos de violencia han sido per­petrados por esas fuerzas. Fea3 ín y H ahn (1973), en su análisis de

Trad esp.: Psicología de las masas, (2a ed), Madrid, Morata, 1986 (A/, del E.).

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las protestas urbanas norteamericanas de los años 60, demuestran que en el 89% de ellas, los muertos fueron clviies. No obstante, en todas las páginas de la psicología de masas, la autoridad, el otro grupo, desaparece. Lo único patente es la muchedumbre, como si de matasuegras psicopático se tratase. Surge de repente y de mo­do misterioso, crece de forma automática y uniforme y desaparece asimismo de manera misteriosa.

Esto lleva al segundo punto. Porque, despreciando ei contex­to de la acción de masa, ésta se patoiogiza de forma inevitable. Si sé deja de lado el exogrupo, no puede comprenderse que la vio­lencia surja de un proceso de conflicto intergrupal. En su lugar se atribuye a la masa misma. Así, las formas de lucha de clases del si­glo XIX se traducen a características genéricas de la masa: ésta es violenta, destructiva, patológica. Las consecuencias ideológicas de ello son, por una parte, da por bueno el rechazo a considerar las demandas manifestadas a través de la protesta y, por otra, legitima la represión de la protesta. En palabras de Lewis Carroll, "si no tiene áéñUdc^ Tñqüiéfüdés.yaqueno tene­mos que tratar de encontrar ninguno".

En tercer lugar, Le Bon no limita su afirmación de inferioridad mental a las masas populares que protestan sino que la extiende a las masas populares en general. Toda la vida colectiva muestra al­gún grado de patología. Así se efectúa una distinción general entre la individualidad de una persona aislada, que puede ilevar a cabo sola una conducta racional o planeada, y su antítesis, el ser social.

Esta separación de lo individual y lo sociai ocupa ei centro de la teoría de Le Bon. Es el resultado Inevitable de tratar de negar el fundamento social de la conducta de la masa y lleva a deformacio­nes tanto en el nivel teórico como en el empírico. Desde el punto de vista teórico, la consecuencia es una psicología cosificada, por­que si la acción de masas no puede considerarse como una adap­tación inteligente a un contexto concreto, debe tratarse como refle­jo de una estructura psíquica predeterminada. Desde el punto de vista empírico, lleva a afirmar que la conducta de la muchedumbre es siempre la misma, con independencia de la situación. Así, Le Bon considera la masa como reflejo del "inconsciente racial", enti­dad cosificada que se halla fuera del individuo, abocando a una conducta que "sólo es poderosa para la destrucción".

Es importante distinguir entre la forma particular adoptada por la psicología de masas de Le Bon y los errores básicos sobre los

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que se funda. Muchos ataques han sido dirigidos a aspectos espe­cíficos por críticos que luego han elaborado formas nuevas de teo­ría desocializada y cosificada. Quizá ei mejor ejemplo esté consti­tuido por ia obra de Floyd Allport. ¡i

Allport criticó de manera rotunda la noción de "inconsciente racial* o ’mente de grupo", denunciando su carácter de noción me­tafísica. El pensamiento, decía, no puede separarse del pensador Individual y “no hay psicología de grupos que no sea en esencia y por completo psicología de individuos” (Allport, 1924, pág. ¡4). A partir de esta critica, Allport afirma que las semejanzas de la con­ducta de las masas no reflejan una conciencia colectiva sino las se­mejanzas de constitución mental de los miembros de la masa. Le­jos de oscurecer la individualidad, ei contexto de grupo la acentúa. Estas ideas se resumen en el famoso aforismo: "el individuo en la masa se comporta como lo haría si estuviera solo, aunque de mo­do más acentuado" (1924, pág. 295).

Estas palabras pueden interpretarse de dos maneras. La psi­cología sociáí rfiocferñá há éxtráícfo fa nocfón de que facompañía de los otros conduce a la acentuación de perfiles de respuesta in­dividual idiosincrásica, es decir, ei concepto de "facilitación social". Sin embargo, A llp o r t también creía que el nivel de interestimula- ción en la masa lleva a eclipsar por completo las respuestas apren­didas y revela un universal biológico, el reflejo de lucha; es decir, la urgencia de destruir cualquier cosa que detenga la propia satisfac­ción de las necesidades básicas, de familia, sexo, amor familiar. Por regia generai, esta urgencia se socializa de manera que disua­da a los otros de causar daños; cuando se supera la socialización aprendida, el impulso básico no socializado salta a un primer plano y ei "impulso para matar o destruir se desarrolla entonces con una furia sin freno" (A llp o rt, 1924, pág. 312).

Es evidente que Allport comparte con Le Bo n las mismas premisas básicas. Ambos rechazan la posibilidad de que la cogni­ción individual puede someterse a la determinación social en la masa; ambos consideran la conducta de masas como la manifes­tación de un universal atávico; ambos creen que esta conducta es negativa y destructiva de forma inevitable. La única diferencia es que, mientras Le Bo n considera este universal en contradicción con el individuo y situado fuera de él, A llport piensa que es la esencia subyacente a la individualidad, ubicada en la naturaleza in­dividual. A pesar de este desacuerdo, ambos enfoques comparten

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problemas semejantes que se muestran con claridad cuando se examina el tratamiento de un "caso típico" de Allport.

Allport se refiere a un Incidente en el que mineros en huelga tomaron por asalto su pozo, que mantenían en funcionamiento tra­bajadores no afiliados a sindicatos. Estos "esquiroles" fueron cap­turados y obligados a marchar a la ciudad. De repente les dijeron que corriesen y, cuando huyeron, resultaron abatidos por los huel­guistas. Esto, dice Allport, pone de manifiesto el exceso asocial que se produce a partir de la expresión de un reflejo de lucha no modificado. Los esquiroles fueron sacrificados de modo automáti­co cuando la excitación llegó a un determinado nivel por haberse resistido a la victoria sindical, y, por tanto, a la obtención de dinero para alimentos y familia.

Un relato más completo de ios hechos revela un cuadro dife­rente. La huelga se produjo en Williamson County (Illinois) en 1922. Se reclamaba la mejora de las condiciones, descritas oficialmente como "peores que las dB los esclavos antes de la guerra civil*. Tras ocho serranasria'cómpañíálmpórtó mano de obra para reabrir la mina. Cuando los huelguistas trataron de hablar con estos hom­bres, los vigilantes de la mina dispararon y mataron a cinco huel­guistas. Poco después, otro huelguista fue abatido a una media milla de la mina. En ese momento, los hombres organizaron una marcha hacia la mina. Avanzaban en orden de combate bajo la dis­ciplina de veteranos de guerra. Un avión volaba en círculo lanzan­do dinamita sobre la mina. A medida que avanzaban, iban siendo alcanzados por fuego de ametralladora procedente de los vigilan­tes, pero a pesar de ello se llegó a tomar la mina; sólo después se produjo la matanza. Más tarde, los jurados locales rehusaron de­clarar culpable a nadie por lo ocurrido.

En oposición a la consideración de ia matanza como acción refleja, sólo puede explicarse como el resultado de una historia de conflicto entre la gerencia y el sindicato. La de Williamson County formaba parte de una ola de huelgas que había sido casi continua desde 1919. Durante más de dos años los huelguistas habían re­chazado la violencia armada. Sólo después de que se utilizaran ias armas contra ellos, incluyendo carros de combate y un escuadrón aerotransportado, los huelguistas aceptaron la legitimidad de res­ponder con las armas - concepción que se refleja en ei comporta­miento de los juzgadores locales. Así, la conducta de masa se mo­dificó con el paso del tiempo, desarrollándose como función de

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nuevas concepciones surgidas del conflicto mismo. Lejos dq ser característica, la matanza sólo fue posible al final de este proceso. En efecto, constituyó un evento único.

Este anáfisis de la huelga de Wiiliamson revela un aspecto cru­cial de la masa. No sólo la conducta forma parte del desarrollo de un proceso intergrupal, sino también, y a un tiempo, expresa ia comprensión colectiva que ios miembros de la masa tienen de lo adecuado y de lo posible err su mundo social. Una serie de estu­dios detallados de ios hechos de masas muestra que no son ¿iea- torlos, sino que obedecen a una pauta clara (p. ej., D avis , 1978; Re d d y , 1977; T h o m p s o n , 1971). En efecto, incluso un autor del análisis oficial del malestar urbano norteamericano de la década de 1960 concluía que “el control y la selectividad se encontraban entre las características más cruciales de los disturbios" (F o g e l s o n , 1971). Estas pautas, que para ei observador externo podrían pare­cer sin sentido, adquieren significado cuando se consideran a la iuz de las comprensiones ideológicas de ios participantes, lo que

- queda biert ilustrado en ei retato de Swrm (l980y" sobre ta huelga del carbón de Cambrian Combine de 1910-1911 en Gaies.

El éxito de esta disputa dependía, como antes, de ia interrup­ción dei empleo de mano de obra esquirol. Esto se logró en todas las minas excepto en una, la mina de carbón Glamorgan, próxima a Tonypandy. La policía defendió por la fuerza esta mina contra los piquetes locales. Glamorgan se convirtió en la “ciudadela de ia afir­mación de los propietarios de ias minas... de los derechos de pro­piedad de los dueños". En la tarde del 7 de noviembre de 1910, una gran masa de piquetes se reunió en el exterior de la mina. La poli­cía optó por cargar y dispersarla, reclamando después la presencia del ejército. Poco más tarde se produjeron "disturbios" en Tony­pandy: los componentes de los piquetes que regresaban se mani­festaron en masa por las calles, atacando y saqueando tiendas. Los Informes contemporáneos de prensa describen los hechos co­mo acciones sin sentido de una turba frustrada dedicada al pillaje. Sin embargo, una investigación detenida mostró que las tiendas no fueron atacadas al azar. Aunque la acción fue espontánea y no or­ganizada, sólo aquellos comerciantes considerados en conniven­cia con ios propietarios de ias minas para oprimir a los trabajado­res y abortar la huelga vieron atacadas sus propiedades.

El vínculo entre el piquete y los disturbios puede entenderse como un conflicto entre dos definiciones de la comunidad. Para los

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propietarios significaba un orden basado en ia deferencia hacia la autoridad y en el respeto de los derechos de propiedad. Para los mineros suponía cierto nivel de atención y bienestar comunitarios. Cuando los derechos de propiedad fueron utilizados en contra de estos derechos básicos, donde los propietarios expulsaron a los trabajadores y los comerciantes rehusaron concederles crédito pa­ra obligar a los huelguistas a someterse, ios obreros expresaron su oposición al derecho de propiedad. *

La Importancia de estos análisis radica en la cuestión que plantean a la explicación psicológica, es decir: ¿cómo puede ex­presarse de forma espontánea la comprensión ideológica en la conducta de los miembros de la muchedumbre? Ei punto básico de la pregunta es que exige la comprensión de cómo influyen las creencias sociales en la operación de las mentes individuales. Pero esto es lo que las psicologías cosifícadas de Le Bo n y Allport ex­cluyen. Ambos separan a los individuos de su contexto social. La conducta de masas se considera como ia expresión de una mente dagrupadesencamadaodauna.naturalezaindividualasocial.Por^ tanto, ambos tienen que negar que la acción de masas constituya una reacción significativa frente a contextos específicos. Es preciso un enfoque por completo nuevo respecto a las masas, enfoque que parta de un concepto socializado del individuo.

Entre los años 1920 y 1980 se han producido, por supuesto, muchos desarrollos de la teoría de ia muchedumbre. Sin embargo, las premisas fundamentales propias de los trabajos primitivos no sólo se han mantenido sin cambios mayores, sino que constituyen la base de estos desarrollos. Lo ocurrido constituye un cambio de ámbito más que de perspectiva. Los investigadores modernos han evitado la teoría general, sometiendo hipótesis específicas, deriva­das de los escritos clásicos, a comprobaciones experimentales. El ejemplo más directo podemos encontrarlo en ia investigación so­bre la desindividüación. Como admite Cannavale, uno de los teóri­cos originales de la desindividuación, la noción constituye una tra­ducción directa del concepto leboniano de "sumersión": cuando las personas pasan a ser anónimas, se pierde ei control personal y la conducta se transforma en atávica (C a n n a v a l e , S c a r r y PEPITONE, 1970).

Hay todo un cuerpo de investigación, derivado del trabajo de Allpo r t (entre otros), sobre la relación entre frustración y agre­sión, en el que la primitiva formulación estricta de que ia frustración

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es necesaria y suficiente para que se produzca la agresión se ha ido relajando de forma progresiva ante las reiteradas refutaciones empíricas. Hay otros enfoques en la tradición individualista, como la investigación sobre ia facilitación social y el modelo de elección racional apadrinado por Brow n (1965). Pero, a pesar de toddsí sus refinamientos y cuairficaciones, mantienen ia disyunción entre ios niveles social e individual de explicación y, por tanto, son incapa­ces de explicar la forma social de la acción de masas.

Ei único Intento de elaborar un nuevo modelo auténtico de masa se encuentra en ia "teoría de ia norma emergente" de R. H. Turner y Kilüan (1972). Proponen que la conducta de masa está guiada por normas sociales construidas durante un período de ’maduración'' que precede a ia acción. Las normas se derivan de ia conducta de individuos prominentes en un proceso denominado como “fundamentación". En cierto sentido, este modelo supone un avance cualitativo sobre el trabajo antecedente. T urner y Killian y otros defensores de ia teoría insisten en que ios hechos de masas skjuenun&pautaque refleja ia estructura normativa y que, erv ge­neral, no son demenciaies ni destructivos. Sin embargo, el modelo de construcción de normas que emplean es inadecuado respecto a su objetivo de explicar la forma social de la acción.

Ei modelo constituye una adaptación de la tendencia domi­nante de ia teoría dei grupo pequeño: ias normas de grupo surgen a partir de las Interacciones interpersonales. Pero si las normas son posteriores a los hechos interpersonales, sólo pueden estar limita­das por la naturaleza de los individuos involucrados. Por tanto, en último término, se considera que lo social surge de la individuali­dad (véanse ios Capítulos II y IV) y, así, no existe base alguna para explicar ia coherencia ideológica de ias normas de grupo. Turner y Killian establecen la necesidad de dar cuenta de la socialidad de ia acción de masa, aunque la falta de una psicología socializada por completo sigue siendo tan aguda como antes.

La aplicación de la teoría de la categorización del yo a la conducta de masa

Los problemas que surgen de la división de lo individual y lo social no se limitan al dominio de la psicología de masas, sino que Megan a prevalecer en ei campo completo de ia psicología social.

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En efecto, es posible mostrar un vínculo causal, porque la primitiva psicología social estaba dominada por la discusión sobre la masa, tanto en Europa como en ios Estados Unidos. No obstante, mien­tras la tradición de la mente de grupo tenia aún cierta influencia en el pensamiento contemporáneo, en especial en el terreno de la in­vestigación sobre la desindividuación (véase Re ic h e r , 1984b), el enfoque individualista procedente de Allport ha predominado en la psicología social dominante.

/ La esencia del individualismo psicológico consiste en el análi- / sis de la conducta en cuanto interacción entre individuos diferentes / y sobre la base de su individualidad respectiva y única. De este

modo, la especificidad contextual y cultural de ia conducta se deja de lado y las pautas de una determinada sociedad tienden a con­vertirse en la base de los modelos generales de comportamiento. Lo que ha llegado a constituir la escuela europea de psicología so­cial (Tajfel , 1984) tuvo su origen en la crítica de esa perspectiva desocializada del individuo (p. ej., Moscovia, 1972; Tajfel, 1972b). En este sentido, la^cüélá^ürópéÉryraccionista en psicología social (véase el Capítulo I) son herederas de una larga tradición que engloba, entre otros, los puntos de vista de los marxistas, durkheimianos e interaccionistas simbólicos. Sin embargo, a pesar de todo su potencial crítico, ninguno de estos al­canzarán el nivel desde ei que cabe especificar los procesos con­cretos a través de los cuales surge el individuo social, ni pueden aspirar a predecir los resultados de esos procesos. Lo que Charles M o rris dice en su introducción a Mind, Self and Society se aplica tanto a los interaccionistas simbólicos como a los otros: "El som-

1 brero mágico de lo social, del que tenían que sacarse la mente y el \ yo, estaba cargado en parte de antemano: y para el resto hubo só­

lo un piadoso anuncio de que el truco podía realizarse, si bien di- J cha realización nunca tuvo lugar" (Mead, 1934, p. XIV).

En contraste, la teoría de la identidad social del grupo, basada en una tradición crítica, trata de especificar ia forma precisa de es­tructuración social de la cognición humana. El mismo concepto de identidad social incorpora esta aspiración (véase T urner y O akes, 1986), porque esta identidad forma parte del aparato cognitivo del individuo y se define al mismo tiempo como social e independiente del individuo. Por ejemplo, ia propia definición como “socialista" supone decir aigo fundamental acerca de lo que uno es como indi­viduo; pero ei significado de "socialismo* es un producto social

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irreductible a una persona dada. Por tanto, ei concepto evita ia de­finición de una mente social independiente del individuo y la de una individualidad Independiente de la sociedad: es capaz de abordar el problema de la individualidad social.

De algún modo, la investigación sobre la identidad social se ha hecho más social a medida que ha ido desarrollándose. Los pri­meros trabajos se centraban en los procesos generales de diferen­ciación y conflicto intergrupales (T a jfe l , 1974, 1978; T a j f e l y T u rn e r, 1979; T u rn e r, 1975). Su preocupación era mostrar que definir el propio yo recurriendo a la pertenencia a una categoría so­cial tenía ciertas consecuencias inevitables para las relaciones de uno mismo con los miembros de otros grupos. Pero, ai mostrar que los procesos de grupo eran irreductibles a los atributos de la individualidad, la Investigación se centró en las consecuencias genéricas de la identificación social sin examinar la naturaleza de ia identidad social como forma de la autopercepción, como base de

Ja psttfiDflnc(a.comoiaiitida.a. uo-onipa yjnecanlamQ rtejarotiycclén.,de sus propiedades de orden superior, ni analizar cómo ei conteni­do ideológico específico de una determinada identidad puede lle­gar a influir sobre la conducta. La contribución distintiva de ia teo­ría de la categorización del yo consiste en hacer surgir y proponer soluciones a estas últimas cuestiones.

La teoría de la categorización del yo propone que ia autoeste- reotipia, en relación con una categoría social dada, da lugar a un proceso de influencia social, que ha sido denominado "influencia informativa referente" (Capítulo IV). Este proceso resulta pertinente de modo especial para el problema de cómo ei contenido ideológi­co de una identidad se traduce en conducta colectiva. He aquí un modo de conceptualizar el proceso (Turner , 1982): (1) ei individuo se define a sí mismo como miembro de una categoría social espe­cífica; (2) ei Individuo aprende o crea las normas estereotípicas de la categoría (en el lenguaje del Capítulo IV, toma conciencia de las dimensiones social y conductual correlacionadas de forma estereotípica con su categoría endogrupal del yo, de ias acciones y atributos prototípicos y, por tanto, normativos en ei contexto social específico); (3) en condiciones, pues, en las que la categoría de grupo es saliente y el individuo se percibe como intercambiable con otros miembros del grupo en ios aspectos pertinentes, ios indi­viduos tenderán a aplicarse esas normas a sí mismos, utilizando los atributos de su identidad social para definir la conducta apro­

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piada que deben seguir en el contexto. Así, cuando la pertenencia categorial es saliente, el individuo se adapta a los atributos que de­finen esa categoría. La consecuencia es que el contenido de la conducta de los miembros del grupo viene dictado por la definición de la categoría social, la cual, en sí misma, es un producto social e ideológico. De este moda, la influencia Informativa referente repre­senta un proceso específico a través del cual la conducta de los in­dividuos en un contexto colectivo adquiere formas significativas,

I desde un punto de vista ideológico: en otras palabras, se ajusta al I criterio fundamental de una teoría del comportamiento de la mu- I chedumbre.

Sin embargo, la masa no puede equipararse sin más a otros grupos. Una de las principales razones que han llamado la aten­ción sobre la masa consiste en que parece distinta a los otros gru­pos sociales. Los hechos dé masas no se ajustan a una rutina. Es­tán marcados por un elevado grado de novedad y ambigüedad. Por tanto^cuandoja teoríajde la categorlzación delyo.Indica, que.™

, los miembros del grupo se adaptan a las normas estereotípicas I asociadas a su categoría, el problema respecto a la masa consiste I en que con frecuencia no aparecen claras ni las normas pertinen- I tes ni si existen en realidad normas basadas en la identidad reiati- > vas a la situación específica.

Las dificultades se complican por la ausencia de procesos for­males de toma de decisiones. En pleno acontecimiento de masa no hay oportunidad de discutir y decidir de forma democrática las normas de acción. NI hay evidencia de una estructura jerárquica al­ternativa en la que lideres predeterminados den órdenes. Mientras se afirma con frecuencia que las masas son manipuladas por agita­dores conscientes, la Investigación histórica no ha logrado desen­terrar estas oscuras figuras. Incluso cuando se ha tratado de ac­tuar a propósito en ese sentido, los "líderes" se han visto a menudo obligados a seguir más que a determinar las decisiones colectivas (cf. Trotsky, 1977). Por tanto, el problema queda planteado del si­guiente modo: si la identidad social constituye la base de ia con­ducta de grupo, ¿qué se hace en situaciones sin precedentes en relación con las cuales no existen normas y no hay medio de crear nuevas normas? Podemos afirmar que en el centro de la psicología de masas se ubica esta cuestión de la construcción de la identidad.

La respuesta que facilita la teoría de la categorización del yo

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Conducta da masa como acción social 249

i recurre al 'aspecto inductivo de la categorización" (Tu r n er , 1982). / Tajfel (1972a) define el aspecto deductivo de la categorización co- /

: mo la asignación dei conjunto de los atributos de la categoría a los / individuos sobre la base de su pertenencia a ella (como en la este- /

-j reotipia) y ei aspecto inductivo como la identificación dei individuo I en cuanto miembro de la categoría. Según T u rn e r (1982), sin em- I bargo, la Inducción es el proceso por el que se infieren las caracte- ;¡ rísticas de la categoría como un todo a partir de los atributos de los ' miembros individuales. Como hemos visto (Capítulos III, IV, VI y

VII), la hipótesis básica es que las características de los miembros J individuales que correlacionan con una categorización dada i

i endogrupo-exogrupo (es decir, características en virtud de las cuales las comparaciones sociales tienden a maximizar el meta- contraste entre las diferencias intra e intergrupales) en sentido

■ coherente con eí significado social de la categoría, tienden a perci­birse como estereotípicas y, por tanto, normativas para el éndogru-

i po- Así, en la medida en que cualquier individuo se percibe como Fmiembro HeTgrüpo, su conducta'pt'SpüfClOTia Informactón perti-— 3 nente para la definición de los atributos normativos prototípicos de

la pertenencia grupal. Es más, en la medida en que cualquier indivi- dúo es percibido como paradigmático o representativo del grupo \ (p. ej., haber sido designado líder, portar un gallardete o cualquier I otro símbolo de pertenencia, destacar socialmente de algún mo­do), es probable que sus acciones desempeñen un papel despro- 1 porcionado en la definición de lo que constituye la conducta ade- J cuada. En cierto sentido, lo que se propone es un cierto tipo de profecía que se cumple a sí misma en la formación de la identidad: dado que ser miembro de un grupo implica desarrollar la conducta estereotípica del grupo, el estereotipo será inferido y creado a par­tir de la conducta.

Aunque este proceso constituye una característica general de los grupos, hay dos razones que lo hacen significativo, de modo especial, respecto a las masas. Primero, dado que a menudo no aparecen normas preestablecidas pertinentes específicas de la si­tuación y no existen medios institucionalizados de deliberación, con frecuencia la inducción constituirá el único medio para deter­minar la conducta normativa -las normas de la masa tienden a ser casi por completo “emergentes" o "espontáneas". Segundo, debido a la ausencia de estructura grupal en la masa, la noción de "miem­bro paradigmático" no se restringe a unos pocos representantes

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escogidos, sino que se refiere a cualquiera que pueda ser identifi­cado sin ambigüedad como miembro del grupo.

A modo de ilustración de cómo funciona la inducción, consi­deremos el siguiente caso. Un grupo de individuos toma parte en una manifestación antifascista y se encuentra de repente con un mitin fascista. El problema al que se enfrentan consiste en: "¿qué hay que hacer, como antifascista, en esta situación?". Suponga­mos que una persona considerada como miembro del propio gru­po -quizá porque lleva una insignia, o porque grita un lema- coge una piedra y la tira contra el mitin. Ese acto, o más bien la idea que representa y que no es otra que reventar ei mitin, puede convertir­se en atributo criterial de ia masa. De ahf que sobre ia reunión fas­cista pueda caer gran cantidad de piedras, ladrillos y lemas.’! Este ejemplo pone de manifiesto el Importante punto de que /la construcción de la identidad de ia masa no se produce en el va-

IIcío . Los Individuos no se preocupan de crear una identidad por I completo nueva sino más bien de determinar la significación situa- v clonar dé~ünal^tegoHa^yá”éxIsféntér Eñ^ñsécüéñciar^^oceso

de creación de normas tendrá límites determinados por ia continui­dad histórica e ideológica que refleja ia categoría. Por ejemplo, ia ruptura física de un mitin fascista puede convertirse en atributo es­tereotípico de una masa de antifascistas, pero la provocación racis-

Íta no. El proceso de construcción de la identidad puede resumirse dei siguiente modo: se da una identificación inmediata con una ca­tegoría superordenada que define un campo de posibles identida­des: los miembros de la masa tienen que construir entonces una identidad situacionai específica que determine las normas conduc- tuales adecuadas y los medios a través de los cuales lo hacen son el aspecto inductivo de la categorización del yo.

Este análisis tiene dos supuestos básicos. Ei primero es que los miembros de la masa actúan en función de una identidad social común. Dado que los procesos de categorización e influencia des­critos antes dependen de ia identificación social, ia explicación de la coherencia ideológica de la acción de la masa mediante estos procesos requiere que todos los participantes compartan ia misma identidad que ha de ostentar una pronunciada saliencia. Este su­puesto se opone de forma directa a una de ias proposiciones clási­cas de la psicología de masas acerca de que las condiciones pre­valecientes en la masa llevan a una pérdida de identidad. Habrá que recordar que Le Bon decía que la incorporación a una muche­

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Conducta d« masa como acción aociai 251

dumbre lleva al anonimato, falta de ídentifícabilidad y a la oclusión de cualquier sentido del yo. Por el contrario, afirmamos que los as­pectos "físicos*' de la masa -en los que los límites entre endogrupo y exogrupo y, por tanto, la ubicación del grupo del individuo es muy clara- operan para hacer patente la pertenencia a las diver­sas categorías sociales. Así, ia identidad no se destruye en lajma­sa, sino que se reorienta sobre una pertenencia categoriai común.

El segundo supuesto es que el contenido de ia conducta de masa estará limitado por la naturaleza de la categoría social perti­nente. La influencia social sólo se produce respecto a las comuni­caciones concordantes con ios atributos que definen esa catego­ría. Una vez más, esto contradice las nociones clásicas acerca de la muchedumbre. En el pasado se supuso que ia acción de masa es, en general, destructiva y que esa destructividad carece de lími­tes. Proponemos que la masa no sólo puede ser tanto destructiva como creativa, sino que las formas posibles que una u otra adopte

_ estarán circunscritas por la identidad social. ..... ..... ...........

Estudios empíricos sobre las masas 1El enfoque metodológico

Para validar el modelo presentado en ia sección anterior hay que afrontar un doble problema. Ei primero consiste en el estable­cimiento de la plausibiiidad de los procesos básicos de identidad; el segundo, en mostrar que estos procesos se aplican en realidad ai contexto de masa. Estos dos problemas plantean distintas cues­tiones metodológicas. Por otra parte, ios hechos de masas son ca­si Insensibles al análisis controlado. Por naturaleza, son espontá­neos e impredictibies y, por tanto, inherentemente inadecuados pa­ra el examen de procesos teóricos. En efecto, M il g r a m y T o c h (1969) identifican estas dificultades como uno de ios principales factores que explican ei declive de ia psicología de masas tras ios años 20. Ai contrario, la posibilidad de imponer manipulaciones controladas hace dei laboratorio ei contexto ideal en ei que exami­nar la validez de procesos específicos detallados.

Por otra parte, la posibilidad de someter a examen la opera­ción de procesos particulares en ei laboratorio no garantiza que es­tos procesos operen en realidad en la masa. Por ejemplo, pode­mos establecer que, en determinadas condiciones en las que la

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292 Redescubrir «1 grupo social

identidad es saliente, sólo los mensajes concordantes con los atri­butos que definen esa identidad influyen, pero esos experimentos no pueden poner de manifiesto si los miembros reales de una mu­chedumbre actuarán en función de identificaciones sociales ni si la forma de la conducta de la masa podrá explicarse en relación con Ja naturaleza de tales identificaciones.f Como consecuencia, ni la experimentación de laboratorio ni la investigación de campo aisladas pueden dar lugar a una adecuada psicología de la muchedumbre. En vez de contraponer ambos métodos y tratar de establecer la superioridad de uno sobre otro, deben considerarse complementarios (véase T urner , 1981a). Ca­da uno resulta apropiado en una fase diferente del proceso total de investigación. Pueden identificarse tres fases. La primera consiste en ei examen de las masas en la historia con el fin de determinar ia naturaleza de ios fenómenos conductuales que requieren explica­ción. La segunda consiste en la elaboración experimental de ios procesos, de identidad, que forman.la-bas&-da la.expllcación de— los fenómenos de masas. La tercera implica un examen detallado dei hecho de masas en concreto para determinar si el modelo de identidad social puede explicar la naturaleza de los hechos. Estas tres fases no son exhaustivas; elaboraciones posteriores de este modelo requerirán un movimiento renovado entre el laboratorio y el campo.

Estudios experimentales

Los efectos de la identifícabilidad. El primer objetivo del tra­bajo experimental era examinar los efectos de las condiciones aso­ciadas al contexto de masa sobre la conducta. Esta cuestión ha constituido uno de los principales problemas de la psicología de masas desde sus albores. En efecto, el trabajo de Le Bo n se basa en supuestos tales como las consecuencias psicológicas de la im­plicación física en una masa de individuos. Le interesaban ios efec­tos de inmersión en el grupo y, en especial, las consecuencias que surgen cuando no pueden distinguirse ios miembros individuales de una muchedumbre. Estas cuestiones se reflejan con claridad en la investigación experimental reciente sobre ia desindividuación (D ien er , 1980; F esting er , PEPrroNEy N e w c o m b , 1952; Z im bardo , 1969). Los trabajos clásicos y modernos comparten dos supuestos

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Conducta da m ata como moción *ociaJ 253

principales.El primero es que, cuando la atención deja de centrarse en el

yo a causa de ia inmersión en el grupo y dei anonimato, desapare­cen las normas que suelen controlar la conducta. Esta afirmación se basa en ei segundo supuesto: el modelo Individualista del yp. Se considera que el yo es una propiedad única del individuo y, por

: tanto, si se aparta ia atención del yo-como-individuo, la única alter­nativa es el no yo y, así, desaparece la base de las normas conduc- tuales.

| El concepto de identidad social provoca la ruptura radical con I ia tradición de ia deslndividuación. introduce ia posibilidad de que I las condiciones que apartan la atención de los aspectos persona- I les dei yo la reorienten hacia los aspectos sociales dei yo, hacien- I do sobresalir las bases sociales del control conductual. Es, pues, I obligado ei examen más pormenorizado dei modo en que ias con- I diciones "desindividuaiizadoras" manipulan la saliencia de ias dis-1 tlntasidentldades-— _ — ______ _—___ _— ............. .I La ceguera teórica de la investigación sobre ia desindividua- ] ción respecto a ias dimensiones sociales de la identidad se refle- I ja, en el plano metodológico, en una insensibilidad al contexto so- I cial en el que se manipula la identificabilidaó. Esto ha llevado a dos I modos diferentes de operativizar ia desindividuación. En unos ca- I sos significa sumergir al individuo en un grupo de modo que indivi­

duo y grupo sean Indistinguibles. En otros, significa ei anonimato i visual provocado por la vestimenta o la baja intensidad luminosa.

No obstante, hay que esperar que la ’‘deslndividuación por inmer­sión" y la "deslndividuación como anonimato" produzcan efectos muy distintos en la saliencia de la identidad social.

Los efectos de la inmersión son ciaros. Cuando los individuos entran a formar parte de un grupo y su conducta deja de ser signifi- cativa salvo como parte de la respuesta colectiva, la saliencia de la identificación social pertinente y, por tanto, la conformidad con las normas del grupo, aumenta. Los efectos pronosticados del anoriP

j mato son más complejos y dependientes dei contexto. Ei anonima- j to en una situación intergrupai disminuye las diferencias visibles in- ] tragrupales e Incrementa las diferencias Visibles intergrupales. Su ] consecuencia es la acentuación de los límites de grupo y, por tan- I to, el aumento de la saliencia de ia identidad de grupo y de fas con- | ductas basadas en la identidad. Ai revés, cuando los individuos no■ están en grupos, sino entremezclados, mantenerlos en el anónima

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to significa destruir cualquier posibilidad de distinguir a los miem­bros dei endogrupo y dei exogrupo. En este caso, la consecuencia es ia destrucción de cualquier vestigio de límite de grupo, disminu­ción de ia saliencia de la identidad de grupo y de la adhesión a sus normas.

Para comprobar estas predicciones se diseñó un primer expe­rimento (Reicher, 1984b). Se proyectó una película a ia que asistie­ron estudiantes de las facultades de ciencias y de ciencias socia­les. En la película se presentaban argumentos en pro y en contra de la vivisección, mostrándose los resultados de una supuesta en­cuesta en relación con las posturas de diversos grupos sobre este tema. Los científicos sociales se mostraban opuestos de forraa ro­tunda a la vivisección, mientras los científicos se pronunciaban fuertemente a favor. Entonces, los experimentadores se referían a los estudiantes y los identificaban bien como miembros de grupo bien como Individuos. En la condición de grupo y en la condición in^iduaijea§§tydíante§ ©odíiri ser .tifintififiados por.su vastlmeo: „ ta o permanecer en el anonimato. Esto se consiguió vistiéndolos con guardapolvos amplios y poniéndoles una máscara que les cu­bría toda la cabeza. Todos los estudiantes efectuaron tres pruebas dependientes. La primera era una escala de ’actitudes hacia la vivi­sección"; la segunda presentaba cuatro dilemas conductuales en los que cada uno tenía que indicar su disposición para ayudar u obstaculizar a los viviseccionistas o antiviviseccionistas, respectiva­mente. Por último, había una escala de "proyección de conducta" que requería repartir recursos entre proyectos que incluían o no la vivisección. Cuando acabaron de efectuar pruebas, volvieron a jun­tarse y se les informó acerca de lo que habían estado haciendo.

Los resultados pronosticados, sobre la base de las hipótesis generales, fueron los siguientes: dada una norma a favor de la vivi­sección para los científicos y otra antivivisección para ios científi­cos sociales, en condiciones de grupo, la conducta a favor de la vi­visección aumentaría entre los científicos y disminuiría entre los científicos sociales. Para los primeros, el anonimato incrementaría la conducta proviviseccionista en condiciones de grupo, mientras que en condiciones individuales se reduciría. Entre ios científicos sociales se daría la reacción opuesta: el anonimato en los grupos haria disminuir las respuestas a favor de la vivisección y el anoni­mato en condiciones individuales provocaría el incremento de las respuestas a favor de la vivisección.

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Los resultados obtenidos de la manipulación de grupo en las i tres medidas proporcionaron un fuerte apoyo a las predicciones: *

cuando la respuesta del individuo se combinaba con la de grupo, y r los Individuos actuaban en función de la norma grupal. Los científi­

cos se mostraron mucho más partidarios de la vivisección y los científicos sociales aumentaron su oposición a ella. Los resultados del anonimato fueron mucho menos claros. Sólo se registraba un dóbU efecto dei anonimato, en la medida de las actitudes. Es más, sólo se produjo en el sentido esperado respecto a los científicos. Esta ausencia de efectos del anonimato se puede atribuir sobre to- do a la fuerza de los efectos de grupo: las condiciones de grupo fueron tan eficaces para reforzar, y las condiciones individuales pa- ra atenuar, la saliencia de la identidad social que ia contribución/ añadida dei anonimato resultó despreciable. Sin embargo, las con- ' secuencias del anonimato no.apoyaron la posición tradicional de la deslndividuación y, cuando aparecieron, sólo eran explicables des­de la teoría de la identidad social. \ "“ ““ Portante; los resultados Indican en generat que las condicio- ] nes asociadas con ia masa predisponen a la expresión de conduc- [ tas basadas en la identidad sociai. En particular, queda claro que la J "deslndividuación como inmersión" no desregula la conducta, sino que pone en juego fuertes determinantes sociales de ella. Sin em­bargo, surge un problema para extrapolar estos resultados a la conducta concreta de la muchedumbre. SI, como se ha afirmado, los hechos de masas implican de forma característica confronta­ciones intergrupales, en la conducta influirá ia fuerza de las sancio­nes que el exogrupo imponga al endogrupo. Estas relaciones de poder no aparecen en ei primer estudio, pero, cuando actúan, po­demos esperar que ei anonimato adquiera una significación nueva.De manera específica, ios miembros del endogrupo tendrán una probabilidad mayor de hacer cosas que quizá atraigan la sanción del exogrupo si no pueden ser identificados por él.

Este argumento puede parecer un retorno a la explicación \ que Le Bon hace del anonimato, en el sentido de llevar a una libe- | ración indiscriminada de conducta destructiva, pero hay una dife­rencia crucial. La conducta también está limitada por ias normas del endogrupo. El argumento depende de la distinción entre los procesos antecedentes y el poder utilizable para traducirlos en ac­ción, es decir, ei contexto de masa puede predisponer a los indivi­duos a actuar en función de identidad social, pero sólo lo harán en

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realidad si se sobreponen al miedo a las sanciones. El punto im­portante consiste en que la inmunidad que confiere el anonimato sólo facilitará la expresión de conductas concordantes con la iden­tidad social del endogrupo.

I Por tanto, es preciso distinguir entre las consecuencias intra e I intergrupaies de la inmersión y el anonimato. El primer estudio de­

mostró que, en el grupo, ambos factores operan a través de la ma­nipulación de la saliencia de la identidad social, aunque el anoni­mato tenga una Importancia limitada. En el nivel intergrupal, en donde actúan las relaciones de poder, ambos factores tendrán im­portancia para la neutralización de las sanciones del exogrupo. En particular, el anonimato hará imposible que el grupo extraño identi­fique a los individuos que participen en la acción. En consecuen­cia, inmersión y anonimato facilitan la expresión de conductas so­cieties basadas en la identidad proscWtas por el exogrupo. Se dise­ñó un segundo estudio para comprobar estas predicciones.

Los participantes se distribuyeron en grupos de partidarios y antagonistas W t í (CDNf. Se ’les mostró una grabación magnetoscópica de un debate sobre el tema: "Gran Bretaña debe deshacerse de forma unilateral de todas sus armas nucleares", que tenía dos participantes a favor y dos opositores. En siete momentos del debate se pidió a los participan­tes que evaluasen los argumentos expresados por cada bando. Se llevaba a cabo esta evaluación asignando puntos a las posturas a favor y en contra de la CDN. Al final del debate se efectuó una eva­luación global, tras la cual, cada uno rellenó una escala de ocho elementos sobre las “actitudes ante el desarme nuclear".

Tanto los grupos a favor como en contra de la CDN se distri­buyeron entre las condiciones “endogrupo visible" y "exogrupo visi­ble". En las primeras, cada grupo se sentó en tomo a una mesa se­parada con una pantalla que los dividía. Se les dijo que ai final del estudio los miembros leerían sus puntuaciones de evaluación (las cantidades de puntos otorgadas a los pro-CDN y contra-CDN en los siete intervalos mientras obsérvaban el debate) a un miembro del endogrupo que las comprobaría y pasaría al exogrupo ias pun­tuaciones totales a favor y en contra de la CDN en cada una de las siete votaciones. El exogrupo decidiría entonces cómo se reparti­rían estas puntuaciones totales del endogrupo entre los miembros del endogrupo. Así, se les dijo que sólo los miembros del endogru­po conocerían cómo habían respondido los individuos y que, cuan-

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Conducta da m ata como mcción social 257

• do el exogrupo distribuyera los puntos entre elios, no tendría modo i de penalizar a quienes mostrasen sesgos endogrupaies extremos.

En las condiciones de exogrupo visible, cada grupo se sentó en forma de "V", manteniéndose las dos "V" frente a frente, de ma­nera que cada grupo pudiera ver al otro. Se les dijo que al final del estudio los miembros dei grupo leerían sus puntuaciones de eva-

; iuación a un miembro exogrupa!, que las comprobaría; el exogrupo decidiría cómo repartir los puntos totales del endogrupo entr;e los miembros exogrupal. Así, se les hizo creer que los miembros del exogrupo podrían escrutar las respuestas de cada individuo y que podrían discriminar contra quienes mostrasen sesgos considera­bles a favor del endogrupo. En realidad, el experimento se dio por

; terminado, teniendo lugar una sesión de explicación de io que se había llevado a cabo en cuanto acabaron de rellenar la escala de

actitudes.Se hicieron las siguientes predicciones, respecto a ia evalua­

ción del debate: ios miembros mostrarían sesgo endogrupal con- * cediendo más puntosasuproptogrupoqueaJ otror a pareciendo

menos sesgos cuando los participantes creyesen que sus respues­tas quedarían al descubierto ante el exogrupo. En relación con la escala de actitudes, los partidarios de la CDN serían más favora­bles al desarme unilateral que los antagonistas, pero, suponiendo que las actitudes no fueran proscritas por ei exogrupo ni provoca­sen una discriminación en contra de él, no aflorarían efectos debi­dos a ia visibilidad.

Los resultados totales proporcionaron fuerte respaldo a las predicciones. Sin embargo, es interesante hacer notar que se dio un efecto de visibilidad para el único ítem actitudinai que, en ei mo­mento del estudio (otoño de 1982) mencionaba acciones conside­radas ilegítimas por ambos bandos. Las tácticas de acción directa

| fueron consideradas ilegales por ios oponentes a ia CDN, mientras las medidas utilizadas contra estas tácticas fueron consideradas ilegítimas por los partidarios de la CDN. En consecuencia, este re­sultado inesperado respalda la posición de que la falta de visibili­dad en un contexto intergrupai sólo facilita las conductas prescri­tas por la identidad dei propio grupo y proscritas por ei grupo rival.

En conclusión, los dos estudios en conjunto indican que ios efectos sobre la identificabilidad asociados con el hecho de formar parte de una muchedumbre actúan para sobredeterminar la expre­sión de la identidad social. No sólo es esa identidad que se hace

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298 Redescubrir e l grupo soclai

saliente, sino también la neutralización del poder del exogrupo lo que permite la expresión de conductas fundadas en la identidad de un modo que sería imposible en la vida cotidiana. Esto implica, en total contradicción con la imagen tradicional de la turba anárquica, que la acción de masa refleja uno de los contextos más claros en los que pueden descubrirse las bases sociales de la conducta.

Los límites de la influencia social. Habiendo demostrado ia relación entre tas condiciones de masa y la identificación sociai, el segundo objetivo de la investigación experimental fue examinar las consecuencias de la identificación social para el proceso de in­fluencia social. La teoría de la categorización del yo da lugar al planteamiento de dos hipótesis: primera, que los procesos de in­fluencia colectiva dependen de la saliencia de la identidad de gru­po y, segunda, que, dado que la consecuencia de la saliencia es la conformidad con el estereotipo endogrupal, sólo los mensajes que definen o hacen disponibles normas concordantes con el estereoti­po tendrán influencia. Ei tercer estudia comprobó estas dos hipóte­sis.

El experimento contó con estudiantes de ciencias sociales que, al principio, vieron una grabación magnetoscópica que in­tentaba mostrar los resultados de una investigación sobre las acti­tudes respecto al castigo de los agresores sexuales. Además de presentar argumentos a favor y en contra del castigo duro, la gra­bación ponía de manifiesto las posturas de diversos grupos. Los científicos sociales mostraban una clara norma a favor del castigo duro. Con respecto a la identidad social de los participantes, o bien se hacía saliente refiriéndose a ellos e identificándolos sólo en fun­ción de su pertenencia grupal, o bien se hacía no saliente refi­riéndose a ellos como individuos e identificándolos por medio de un código individual único.

Disponíamos de dos medidas dependientes. La primera pre­sentaba un conjunto de ocho dilemas basados en viñetas de acoso sexual o asaltos sexuales en las que se pedía a los participantes que indicaran el tipo de castigo que el agresor deberla recibir. No obstante, antes de responder a cada dilema, se les mostró un men­saje grabado que se presentaba como procedente de otro partici­pante que había respondido antes. Había dos condiciones. En una, todos los mensajes abogaban por la lenidad, mientras en la otra to­dos los mensajes insistían en la necesidad del castigo. Una vez da­

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Conducta á» maaa como acción «oclal

das las respuestas, los participantes rellenaron una escala de ‘acti­tudes ante el castigo de los agresores sexuales*. Por último, se les reunió y explicó el trabajo realizado.

Se predecía que los participantes darían respuestas más puni­tivas cuando su identidad de ciencias sociales, fuese saliente pero que los efectos de la manipulación del mensaje dependerían de la saliencia. Cuando la identidad de ciencias sociales no era saliente, las respuestas estarían influidas por el contenido del mensaje. Los participantes serían más punitivos cuando el mensaje fuera puniti­vo que cuando fuese lenitivo. Puede suponerse que el efecto dei contenido del mensaje estaría mediado por su apelación a las nor­mas de orden superior existentes. Cuando la identidad de ciencias sociales fuese saliente, ei mensaje no produciría efecto aJguno, da­do que los mensajes no congruentes con la identidad no produci­rían efectos sobre las respuestas y los congruentes sólo duplica­rían el efecto de la norma endogrupai saliente.

Tanto los resultados de los dilemas como de la escala de acti­tudes avalaron las predicciones. La cantidad de sentencias de cár­cel frente a medidas más suaves señaladas como castigo apropia­do experimentaron un aumento notable cuando la identidad como científico social se hacía saliente. Los mensajes sóio influyeron en la cantidad de sentencias cuando la identidad no era saliente. La misma pauta se aplica a ia escala de actitudes. Esto indica que ia naturaleza del proceso de influencia es función del estado de la identificación. Cuando una identidad específica no es saliente, ias respuestas pueden ser influidas en contra de sus normas. Sin em­bargo, cuando esa identidad es saliente, no sólo se conforma la conducta al estereotipo endogrupai, sino que es probable también que la única fuente de influencia esté en los mensajes que aclaren el contenido de ese estereotipo.

En relación con este argumento deben señalarse dos cosas. En primer lugar, indica que lejos de ser más proclive a la influencia causai, la conducta colectiva introduce límites muy estrictos en ei proceso de influencia. En segundo lugar, implica que la naturaleza de estos límites y, por tanto, el ámbito de las posibles acciones co­lectivas, estará determinada por el contenido de la identificación social saliente.

La combinación de los estudios experimentales proporciona respaldo a la teoría de la categorización del yo de la conducta de masas. Muestran que las condiciones asociadas con (as masas ha-

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cen saliente la Identidad social y que, en estas condiciones, la con­ducta se adapta ai estereotipo endogrupai y está limitada por él. Queda por demostrar que estos procesos puedan aplicarse a los hechos concretos de masas y que la conducta producida en un acontecimiento de este estilo pueda comprenderse desde la Identi­dad social de los participantes.

El estudio de campo

La investigación de campo (R eicher, 1984a) consiste en el análisis de los disturbios ocurridos en el área de St. Pauls de Bristol (Inglaterra), el 2 de abril de 1980. Este análisis se basa en una serie de materiales. En primer lugar, se recogieron materiales de todos los medios de comunicación; en segundo lugar, se recabaron di- ¡ versos informes oficiales y semioflciales; en ei tercero, se reunió ] una serie de fotografías; por último, se llevaron a cabo unas cuan- i tagsntrevtstasrEñtrsfeggmi vtstadósi neómaBafTdivergós’Tñ-— i dividuos de élite" como concejales locales, jefes de policía, clérigos i y "líderes comunitarios", así como alrededor de 30 individuos que j tomaron parte en los hechos. j

El informe que sigue se construyó a partir de estas diversas j fuentes; cuando los hechos fueron corroborados por fuentes inde­pendientes, éstas no se mencionan. Sólo cuando se facilitó alguna información única se cita la fuente. Los entrevistados se identifican según el siguiente código: raza (B = blanco; N = negro), sexo (V = j varón; M = mujer) y edad aproximada. Así, VB25 indica varón bian- l co de 25 años. j

Los hechos del 2 de abril se desarrollaron en dos fases dife- i rentes. La primera comenzó con la redada policíaca en el café Black and White y acabó cuando la policía abandonó el área de St. Pauls. La segunda abarca el período en el que la policía uniforma- ' da estuvo ausente del área, antes de volver con refuerzos. Entre las i dos fases se dan diferencias importantes que serán analizadas de forma independiente.

Primera fase de los "disturbios de St. Pauls". Lo que llegó a conocerse como los disturbios de St. Pauls consistió en realidad en una compleja serie de hechos que siguieron a una redada con­tra las drogas y bebida ilegal en el café Black and White de Grosve-

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Conducta de masa como acción social 261

nor Road. Hubo tres brotes separados de violencia. El primero se produ|o cuando la policía se llevaba a Bertram Wilkes, propietario del café, que había sido detenido. Los policías fueron apedreados por una masa considerable que se había apostado frente aj café. Hubo un período de calma cuando la policía cargó en un furgón embalajes de bebidas encontrados en el café. El segundo brote de violencia comenzó cuando arrancó el furgón y fue tan intensó que la policía se vio obligada a marcharse y reagruparse con refuerzos, antes de volver a liberar a algunos agentes sitiados en el interior del café. Sólo tras un prolongado conflicto durante el que fueron incendiados varios coches de policía, las fuerzas de seguridad pu­dieron volver a hacerse con el control.

La fase final y más violenta comenzó cuando llegó una grúa para retirar los coches destrozados y los policías formaron para tratar de marchar por Grosvenor Road para limpiar las calles. Cuando comenzaron a hacerlo empezó el apedreamiento y la poii- cía quedó dividida en dos grupos. Durante media hora, entre las 6,45 y las 7,15 de la tarde, dos grupos de jóvenes, éntre 200 y 300, hicieron frente a unos 60 policías, un grupo en City Road, el otro en el césped situado frente al Lloyds Bank. Por último todos los poli­cías tuvieron que volver a City Road, en donde trataron de reagru­parse con escudos antidisturbios, pero todavía eran inferiores en número, encontrándose rodeados, y poco a poco fueron obligados a bajar por la calle y salir de St. Pauls. Hacia las 7,30 de la tarde volvieron a la comisaría de policía de Trinity Road.

De los agentes que participaron, 49 sufrieron algún tipo de he­rida. Veintiún vehículos de policía resultaron dañados, ocho por incendio, de los que seis quedaron destrozados. Aparte de los fo­tógrafos, de quienes se temía con cierta justificación que sus foto­grafías pudieran facilitar la identificación de parte de la policía, las fuerzas de seguridad fueron el único objetivo del ataque colectivo. La muchedumbre no asaltó a individuos privados ni atacó propie­dad privada alguna. En realidad, los hechos se desarrollaron sobre un fondo de considerable normalidad: los coches pasaban por el área, la gente hacía sus compras, las familias observaban y charlaban.

Esto no significa que sólo la policía resultara dañada. Varias personas fueron golpeadas y diversas ventanas se rompieron a causa de los ladrillos lanzados. Es importante distinguir entre ac­ciones individuales y colectivas. Hay una diferencia importante en-

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262 Radm cubrir *1 grupo lociaJ

FIGURA 0.1. Plano de St. Pauls [tomado de Reicher, S.D. (1984), «The St. Pauls Riot: An explanation of the lim its of crowd action in terms of a social identity mo­del». Europea Journal o f Social Psychology, 14, 1-21. Reimpreso con permiso de John Wiley and Sons Ltd.]

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Conducta da m « u como acción social 263

tre los actos aislados y los que se generalizaron y sirvieron de base para las normas colectivas. Una persona puede lanzar una piedra contra un objetivo pero, salvo que otras se le unan, no puede con­siderarse como conducta colectiva. La determinación de la diferen­cia entre actos que se generalizan y los que no permite derivar los límites de la acción normativa. Así, el apedreamiento de la policía fue descrito de este modo: "el infierno se desató tras el lanzamiento del primer ladrillo" (VB30), o "se lanzaron unos pocos ladrillos y la gente corrió a la calle y todos empezaron a hacer lo mismo" (VB17). Sin embargo, la respuesta ante otros objetivos fue muy dis­tinta: "un autobús... resultó con una ventanilla destrozada... todo el mundo decía ’uh’, ,idiotas’"*(MB25). En algunos casos parece ha-

l ber existido alguna norma prosocial. Cuando los bomberos llega­ron para apagar un coche de policía incendiado, la gente ayudó a desenrroilar las mangueras.

Aparte de los límites definidos por los objetivos del ataque, los - hecho&tambióniuaron limitados ensantidogeográf ico. Sólo fue „

atacada la policía en St. Pauls y cuando abandonaron el área no se la persiguió. Al preguntársele por qué, un participante respondió:"el supuesto aceptado por toda la muchedumbre era expulsarla (a la policía)" (VB17). Esta cita demuestra dos cosas. En primer lugar, en lo que se describió como "furia de los disturbios" (periódico The Sun, 3 de abril de 1980) había una pauta clara respecto a los límites estrictos de la conducta considerada legitimada. En segundo lugar, dicha pauta no era el resultado de una preplanificación ni de lide­razgo manifiesto alguno. Los participantes describen de forma con­sistente su conducta como espontánea y cuando se les preguntó quién inició los episodios concretos, se obtuvieron respuestas co­mo "todo el mundo, todos los presentes" (MB25). Queda la posibili­dad de que hubiese agitadores de los que la gente no fuera cons­ciente, pero aún queda en pie la cuestión de por qué determinados hechos se convierten en normativos y otros no. Es necesario expli­car cómo los hechos mostraron una clara forma social sin el bene­ficio de una dirección consensuada.

A pesar de la falta de liderazgo, muchos participantes experi­mentaron la sensación de tener un propósito. El objetivo específico consistía en "expulsar (a la policía) de St. Pauls" (VB17); de modo más general, se daba una resistencia contra el control externo, del que la policía era un símbolo. Cuando se preguntó a Desmond Pie­rre, del Comité de Defensa de St. Pauls, por sus propósitos, dijo:

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Z94 RadM cubrir *1 grupo social

"nos defendimos a nosotros mismos respecto a una serie de cues­tiones, pero lo principal era el derecho a llevar una vida en liber­tad". Desde esta perspectiva, los hechos son comprensibles de in­mediato.

Encontramos dos puntos importantes en relación con esta sensación de propósito. Es colectivo. Los participantes hablan de sí mismos no como individuos, sino como parte de un grupo so­cial. Este sentido colectivo dei yo se hace patente a través de las manifestaciones de los participantes. Lo encontramos en cuantas conversaciones se mantuvieron con ellos: "era todo St. Pauls,... to­do St. Pauls', impregna el modo de hablar de las consecuencias: "nos sentimos grandes, confiados en ia victoria" (VN, de edad des­conocida); la definición del yo social influyó también en ei modo de relacionarse las personas entre sí. Mientras la policía padecía ata­ques feroces y los extraños experimentaban intenso miedo (una mujer declaró: "pensé que me iban a matar"), la relación con quie-

- nes eran considerados parte del grupaerapor completo diferenta__Según un participante, "fue realmente alegre; io que dejaron fue eso, la alegría" (VB30). Una vez más, la naturaleza del endogrupo se especifica de forma precisa: "sonreías a todo ei mundo porque todos eran de St. Pauls" (VB17). Los participantes se consideraban a sí mismos, sus acciones y los hechos en conjunto en función de su pertenencia a la comunidad de St. Pauls.

En segundo lugar, la sensación de tener un objetivo revela al­go del significado de la identidad de St. Pauls. Aparte del elemento geográfico obvio, los temas centrales eran los relativos al deseo de control, frustrado de forma constante por la dominación y la opre­sión procedente de agentes externos, con referencia específica a la policía. Diversas personas que respondieron, pusieron en relación el estar en St. Pauls con el padecimiento de opresión racial -como observaba una residente respecto a ia masa, “desdi el punto de vista político, todos ellos eran negros" (MB28). Esto no significa que "la comunidad de St. Pauls" o los participantes fueran todos negros, sino que su identidad se definía en función de la experien­cia de los negros.

A la luz de esta identificación y teniendo presente ia significa­ción del mismo café Black and White, ios sucesos acaecidos du­rante la primera fase se hacen explicables. El café Black and White era el único establecimiento público cuyo propietario y encargado residía en la zona. Por tanto, no sólo tenía un valor simbólico, sino

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Conduela da masa como acción «ocial 265

que constituía un recurso crucial para la autoorganización de la co­munidad. Al hacer la redada en el café y con la amenaza de cierre, la policía efectuaba un ataque descarado contra ei derecho a la existencia de la comunidad. Este aspecto es importante porque so­cava ia idea de que casi cualquier "chispa" podía iniciar un distur­bio. Lejos de ello, cada uno de ios acontecimientos que precipita­ron la violencia -detención de Wilkes, confiscación de ios artículos almacenados, Intento de despejar ia calle- constituía un hecho significativo desde el punto de vista de ia identidad dei grupo. Ca­da uno de ellos validaba la idea de que ia policía era una organiza­ción que minaba ia autonomía de la comunidad y, en ia medida en que esta identidad proporcionaba los medios para dar sentido a las acciones (véase el Capítulo Vi), provocaron su elevada saliencia.

Es más, el contenido de ios acontecimientos concordaba por completo con las principales dimensiones de la identidad de St. Pauls. La conducta se limitaba a eliminar la presencia extraña e ile­gítima de ja poiicía. Así. Ja violencla contra la policía se hizo norma­tiva mientras no io fueron las acciones contra otros objetivos De igual modo, la violencia sólo se consideró aceptable dentro del área de St. Pauls; ninguna piedra se lanzó fuera de sus límites geo­gráficos.

La íntima relación entre el contenido de ia identidad de St. Pauls y los hechos de ia primera fase apoyan la noción de que ios procesos de identidad social subyacen a ia conducta de masas. Asimismo, la explicación de la forma en la que determinadas accio­nes se convirtieron en normativas es coherente con la explicación de la formación de normas en la masa, cuando se toma en cuenta el aspecto Inductivo de la categorización. En períodos de incerti- dumbre, cualquier acción llevada a cabo por un miembro del grupo que traduzca la identidad de grupo a la acción puede convertirse en normativa. Por último, el nivel de violencia dirigida contra ia poli­cía sólo fue posible porque, a pesar de la superioridad numérica, no había modo de detener a sus asaltantes. Una vez más, hay que insistir en que, a pesar de que esta inmunidad podría facilitar con­ductas sin precedentes o extremas, el poder de ia masa no llevó a la destrucción desenfrenada. Sólo facilitó las acciones que se ajus­taban a los límites prescritos por la identidad social pertinente.

La segunda fase de los "disturbios de St. Pauls'. Tan pronto como la policía abandonó el área de St. Pauls, los miembros de la

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266 Redescubrir et grupo social

muchedumbre comenzaron a hacerse cargo del control dei tráfico. Sólo se impidió la entrada a los vehículos policiales o a aquéllos de los que se sospechaba que transportaban a agentes de policía se­creta. Por otra parte, ei único obstáculo para el tráfico rodado con­sistió en una pequeña barricada simbólica construida y situada en City Road, dentro de los límites de St. Pauls.

Durante las cuatro horas siguientes se llevaron a cabo diver­sos ataques contra propiedades. Es difícil establecer los momentos exactos o una secuencia ciara de hechos. Parece que los primeros ataques, en tomo ai cruce de Grosvenor Road y Wilder Street, co­menzaron alrededor de la 7,45 de la tarde, y cuando la policía ro­deó el área, hacia las 11,15 de la noche, hacía tiempo que habían cesado. Antes de exponer los hechos, es preciso señalar una difi­cultad para ei análisis. Dado que muchos ataques se produjeron al mismo tiempo y ia mayor parte ocurrieron a la caída de la tarde, es imposible decir si consistieron en actos colectivos o Individuales. U §ola relación dfi dañoano constituya una guía fiable de las. in­tenciones colectivas, pues algunos de ellos pudieron haber sido provocados por extraños y, de haber testigos, podrían haber susci­tado la desaprobación colectiva. De hecho, varias tiendas locales resultaron dañadas, pero fueron defendidas de manera colectiva, impidiéndose ataques posteriores.

A pesar de estas dificultades, podemos discernir algunas pau­tas de conducta. Todos los ataques se circunscribieron al área de St. Pauls y no se registraron daños en viviendas. A pesar de que las viviendas y tiendas están mezcladas por todo St. Pauls, no pu­do contabilizarse siquiera un cristal roto. Asimismo, hubo diferen­cias entre tfendas cuyos propietarios residían en la zona y las re­gentadas por residentes en otros lugares. La mayor parte de las primeras resultaron Indemnes o defendidas activamente. En algu­nos casos, la defensa fue organizada, como en el caso de un gru­po de Rastafarians (una secta negra) en ei exterior de la tienda de discos fíoots o del cura locai que se cuidó de que la farmacia no resultara dañada. En otros casos fue espontánea: “un chico blanco lanzó una botella contra el Kashmir. Fue detenido por diversas per­sonas dlcléndole que no volviera a hacerlo" (VB35).

Dfi hecho, de las 16 tiendas regentadas por personas residen­tes en la zona (aparte establecimientos de servicios) sólo cuatro sufrieron algún daño y, de ellas, en tres se dieron circunstancias especiales. Una fue defendida de forma colectiva cuando se detec­

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taron Individuos en su Interior; otra se incendió ai estar ai lado del banco y su propietario salió a reconvenir a la muchedumbre, y en el tercer caso parece haberse tratado del ajuste de una antigua cuenta. En contraste, las ocho tiendas cuyos propietarios residían fuera de ia zona resultaron dañadas y siete de ellas fueron saquea­das a fondo. Es más, parece que ei saqueo fue colectivo. En el ca­so de Overbury's, una tienda de bicicletas, formaron una cadena y se repartieron bicicletas y cosas... allí había todo tipo de gente, blanca y negra; Jóvenes y viejos" (VB25).

Cuatro de las tiendas atacadas, todas ellas regentadas por ex­traños, vieron sus mercancías destruidas y saqueadas. Fueron: Frank Volsey, una exposición de coches; Fowlers, tienda de moto­cicletas; Barrowcrofts, tienda de electrodomésticos, y Overbury’s. En el último caso, en principio, se sacaron algunas bicicletas a la calle y se dejaron allí para que los coches pasaran por encima de ellas, antes de comenzar el saqueo. Hay que hacer notar que en todos jos casos las tiendas se habían aprovechado de los bajos precios existentes en la'zoha para'montar^randes'exposiciones en las que se vendían mercancías muy caras. Dada la pobreza local (un índice muestra que el 60% de los niños de St. Pauis tenían de­recho a comida gratuita en la escuela, frente a una media dei con­dado del 21%), la mayor parte de estas mercancías quedaban fue­ra del alcance de la población y las tiendas sólo eran visitadas por extraños.

Por último, fueron atacados de forma directa unos cuantos edificios que no resultaron dañados como efecto colateral dei sa­queo. SI se excluyen ias propiedades incendiadas a causa de las llamas procedentes de edificios adyacentes, los edificios atacados fueron cuatro: el Departamento de Salud y Servicios Sociales de Wilder Street, que fue apedreado de mala manera; Washbrooks Stationers, situada frente al pub Inkerman, cuyos daños sufridos por Incendio ascendieron a 65.000 libras; Lloyds Bank, destruido por el fuego, y la Oficina de Correos próxima al Lloyds, que tam­bién resultó incendiada. El primer edificio incendiado fue Washbro­oks y las llamas amenazaron con extenderse a las viviendas próxi­mas. Sin embargo, en principio se impidió el acceso de los bombe­ros a St. Pauls. Cuando trataron de apagar el incendio del Lloyds, los bomberos fueron apedreados y cuando entraron en el edificio bancark) en llamas se obstaculizó ei suministro de aire -acto letal en potencia.

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Todos los ataques a edificios fueron llevados a cabo de forma colectiva. El caso más claro fue el del Uoyds Bank: "alguien gritó de repente 'el banco’ y, una vez allí, se lanzaron contra él piedras grandes y ladrillos... fue una reacción por completo espontánea" (VB35). La razón para escoger estos objetivos también era clara: "escogimos el banco; de él viven los hombres de dinero. Es del go­bierno de Margaret Thatcher" (VN23). De hecho, los cuatro edifi­cios representan Importantes entidades financieras para los resi­dentes en la zona. Aparte del banco, el Departamento de Salud y Servicios Sociales se encarga de tramitar todos ios asuntos de bie­nestar social que se reclamaban (la estimación del desempleo por sí sola oscila entre el 30 y el 70% de los adultos residentes); en la Oficina de Correos se abonan los cheques de "giro" (forma de pa­go del gobierno y de otros), y Washbrooks estaba en el mismo edi­ficio que una oficina local de alquileres.

Estas instituciones tienen un significado dual: simbolizan la excluslón de una comunidad^empobrecfda de ias esferas del capL tal y del estado y constituyen en la práctica el medio del que aquéllos disponen para controlarla. El proceso de solicitar benefi­cios, de reclamarlos e Incluso de cobrar los cheques de giro, por ejemplo, somete al individuo a una humillación e investigación constantes, así como a ia manifestación de su pobreza y su caren­cia de salario. Asimismo opera aquí un doble vínculo, porque ai tiempo que rasalta la exclusión, el proceso exige al menos abierta­mente una orientación convencional respecto a la sociedad asala­riada. Para reclamar hace falta que se considere la disponibilidad del sujeto y su disposición para trabajar. Así, al mismo tiempo, se niegan los beneficios de una sociedad materialista y la posibilidad de elaborar una alternativa. Pobreza y dominación están Inextrica­blemente interpenetradas: la fusión entre "ia gente de dinero" y "el gobierno de Margaret Thatcher" no es banal sino un hecho central de experiencia de la gente de St. Pauls. Cualquier Intento de supe­rar la subordinación material o cultural ha de oponerse a esas insti­tuciones.

Por tanto, lejos de ser aleatorios, los objetivos y la naturaleza del ataque a esas instituciones tienen pleno sentido. No se trata de negar que un motivo prominente de lo ocurrido fuese la simple ga­nancia material: como observó un participante, "los niños querían bicicletas, cosas como dulces y chucherías. La gente nunca lo tuvo tan a manó’ (VB25). Pero esto no constituye una explicación sufí-

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Conduct* da masa como acción social 269

cíente, porque nada dice acerca de la pauta que siguieron los acontecimientos.

En contraste con algunas opiniones, la comunidad no se ata­có a sí misma; los participantes se manifestaron con toda claridad al respecto: las pequeñas tiendas de las esquinas no fueron ataca­das porque estaban luchando como la mayor parte de la gente de St. Pauls" (VB17), o, de modo más gráfico, "uno no tira piedras contra su propio tejado" (VN, de edad desconocida). Los ataques que protagonizaron ponen de manifiesto una comprensión social de la relación entre objetivo y comunidad. Cuando se consideraba que las tiendas de los extraños sólo se aprovechaban de ios resi­dentes, eran saqueadas. El principio consistía en: "ayer pagué es­to, luego es mío" (MN, citado por VB35). Cuando las tiendas se aprovechaban de St. Pauls para vender mercancías que no esta­ban al alcance de los residentes, esas mismas mercancías, símbo­los de una sociedad consumista y burla permanente frente a la po- breza local, eran atacadas. Si las instituciones se consideraban co­mo Instrumentos para imponer el cohtroFsoBreTa comunidad, se trataba de destruir la institución en su conjunto.

A pesar de la enorme sutileza de estos hechos, los participan­tes insistieron en que "no existía ningún liderazgo obvio en el senti­do de éste es el siguiente en la lista, atacaremos aquP (VB30). Co­mo en la primera fase, parece que lo ocurrido no fue planeado ni dirigido y, de nuevo, los relatos de la gente y su conducta apuntan a su participación en cuanto miembros de la "comunidad de St. Pauls". Una vez más, existe una clara relación entre el contenido de esta Identificación y la naturaleza de los hechos. Aparte del ele­mento geográfico, la dimensión de control se sitúa en un lugar cen­tral, porque los hechos pueden ser considerados como reacciones contra un conjunto de instituciones que mantienen a ia comunidad en una situación de impotencia y pobreza.

La capacidad para "llevar una vida en libertad” significa un asalto a las bases políticas y económicas de la dominación y tam­bién a la policía. Así, al tiempo que se atacaba a la policía, ei sa­queo, los daños y los incendios provocados constituían ataques a los poderes externos que ejercían el control social. Las diferencias de naturaleza de los ataques reflejan diferencias de comprensión de la forma en que los distintos objetivos ejercían el control sobre la comunidad. La razón por la que no era necesaria ia dirección era la legitimidad y, por tanto, la posibilidad de generalizar las conduc­

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270 Redescubrir el grupo social

tas particulares estaba determinada por su relación con aquella comprensión, que era, en sí misma, una concepción social común, de la forma de relacionarse la comunidad de St. Pauis con los de­más agentes sociales.

El último punto está relacionado con la Importancia del poder. Los hechos ocurridos durante ia segunda fase no se habrían pro­ducido en presencia de la policía y sin la cobertura de la oscuridad. Los participantes admiten sin dificultad que existía un sentimiento de "esperar a que oscurezca”. Por tanto, la imposibilidad de ser de­tenido o identificado se utilizó con el único fin de manifestar un conjunto compartido de quejas, sociaimente definidas. Lo que ca­recía de precedentes no era tanto el sentimiento de antagonismo sino la capacidad para expresar este antagonismo de manera no mitigada. La evidencia indica que ios hechos de masas son socia­les en exclusiva; permiten vislumbrar la comprensión social que las personas tienen de ellas mismas y de su mundo social, oculta en­tre las preocupaciones de la vida diaria.

Conclusión

La evidencia empírica demuestra que la teoría de ia categori­zación social sirve para explicar la conducta de masas. Los estu­dios experimentales ilustran la viabilidad explicativa y la significa­ción de los procesos de identidad social para la Influencia social, y el estudio de campo muestra que la teoría puede explicar las ca­racterísticas de un hecho concreto de masas. En especial, y en

a contraste con las psicologías anteriores de la muchedumbre, es /] capaz de explicar la paradoja central de la masa: cómo se rige la

J ! conducta para convertirse en una reacción compleja y significativa a circunstancias sin precedentes sin una dirección manifiesta. Ade­más, la capacidad de los procesos de identidad social para dar cuenta de la socialidad espontánea de la masa se hace posible por la irreductible socialidad del concepto mismo. Éste reconoce la for­ma social de la conducta colectiva sin considerarla sólo como un constructo de hechos intra o interindividuales porque la dimensión social ni está separada de los aspectos de la cognición humana in­dividual ni es secundaria respecto a ésta.

Por tanto, afirmamos que la teoría de la identidad social del grupo proporciona un fundamento adecuado para desarrollar una

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Conducta da maaa como acción «ociaJ 271

explicación soclopsicoiógíca de la conducta de masas. No deci­mos, sin embargo, que la explicación que hemos presentado haya sido probada, ni que los procesos de influencia informativa referen­te y, en especial, la formación de normas a través del aspecto in­ductivo de la categorización, expliquen el contenido específico y ei desarrollo histórico concreto de ia acción de masas.

Uno de los aspectos cruciales de los "disturbios" de St. Pauls fue el cambio ocurrido a medida que se desarrollaban. Si bien es cierta la posibilidad de explicar ambas fases utilizando una amplia noción de "control" y que en el nivel más general se mantiene una continuidad definida entre ellas, también existen importantes dife­rencias. En un nivel mundano, aparece ia diferencia en la reacción frente a ios bomberos. Ai principio fueron bienvenidos y se les ayu­dó; más tarde se les obstaculizó su labor y sus vidas se pusieron en peligro, y esto es un reflejo del cambio subyacente. Lo que co­menzó como reacción defensiva ante un hecho concreto se trans­mutó j»n un Intento ofensivo de redeflnlr la relación entre la comuni- dád y un conjunto de agentes. Mieritías en la primera fase se trata­ba de deshacerse de ia policía, en la segunda se pretendía tomar ei control de la calle y determinar quién y qué podía permanecer en ella. Nadie, ni los bomberos, tenía derecho a entrar si no era invita­do. Es más, es claro que los participantes sentían que su relación con los agentes externos había cambiado a causa de ios hechos. Como dijo un joven negro respecto de la policía: "nunca más nos tratarán con desprecio... nos respetarán".

Como dijimos en ia introducción, un objetivo de ia investiga­ción sobre la identidad social ha sido contrarrestar la tendencia tra­dicional de la psicología a cosificar la conducta. Un aspecto de ese objetivo consiste en resaltar ia interacción entre ios determinantes sociales y psicológicos de ia conducta. Hay un segundo aspecto, igualmente importante. Mediante ia abstracción de ias conductas respecto de sus contextos sociales y la universalización de los pro­ductos de un determinado momento a la historia, ia psicología de masas ha tendido a excluir ia posibilidad del cambio social. La in­vestigación de la identidad social, por otra parte, se inició con el decidido compromiso de producir una psicología social dei cambio social. Por ejemplo, Tajfel (1974) afirmó que "la Identidad sociai se ) entiende aquí como mecanismo causal interviniente en las situacio- [J nes de cambio social". No obstante, la explicación al uso de la mu­chedumbre permanece relativamente estática. Permite el cambio y

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272 Redescubrir el grupo social'

eí desarrollo ya que esas conductas basadas en la Identidad no re­flejan la Imposición de un conjunto de atributos predeterminados, sino que se derivan de la construcción de una "identidad sltuaclo- naJ", hasta cierto punto autónoma -dentro de ios límites de la Iden­tidad superordenada pertinente, esa identidad situacional puede asumir multitud de formas y cambiar con rapidez. En efecto, ias ca­tegorías del yo salientes en cualquier nivel de abstracción y ias nor­mas definidoras que (as acompañan no son fenómenos estáticos o constantes, sino relativos y fluidos, que varían con el contexto so­cial específico que proporciona ei marco de referencia y las rela­ciones sociales percibidas entre las personas. Pero existen pocos

] intentos sistemáticos para explotar esta faceta de la teoría; por 1 ejemplo, ios factores extrapsicológicos que inducen normas o ] cambios de la identidad superordenada, relativos a ias realidades / políticas y económicas y a su interpretación ideológica, suelen tra- I tarse casi como hechos aleatorios.

La cuestión clave consiste en cómo pueden combinarse en / una teoría el hecho de que ia identidad social determina la forma

/ de conducta social y, al mismo tiempo, es modificada por medio ■\ de esa misma conducta. He aquí un aspecto de la cuestión acerca i de cómo el individuo (o la psicología) puede ser ai mismo tiempo / causa y consecuencia de la sociedad. Para entender la contribu-

ción de la teoría de la categorización dei yo a esta cuestión, debe­mos comprender el papel desempeñado por ia identidad social en la interacción sociopsicológlca (véase el Capítulo IX): que ia identi­dad social se refiere a los atributos de un yo determinado y es tam­bién, a causa de su propia construcción, un modelo de relaciones sociales, y que la identidad y las relaciones sociales existen como precondiciones determinantes recíprocas. Esto queda ilustrado mediante la forma de utilización dei concepto en la explicación de los acontecimientos de St. Pauls.

La identidad de St. Pauls denota, de manera principal, una concepción colectiva del lugar de ia comunidad en ei mundo so­cial. Esto se divide en dos elementos. Primero, un modelo de ia na-

Íturaleza de diversas agencias sociales. Segundo, ias implicaciones que esto tiene en la conducta de la comunidad: cómo influyen esas agencias sobre la comunidad y cómo ia comunidad puede actuar

¡: sobre esas agencias. No puede sorprendemos que exista una ínti­ma conexión entre el propio concepto del yo y la propia compren­sión del mundo social. Por una parte, el concepto del lugar que

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Conducta d» masa como acción social 273

ocupo en el mundo dependerá de cómo esté organizado (en un mundo estructurado en clases, será pertinente la clase de perte­nencia; en un mutjdo estructurado por naciones, la nacionalidad ocupará el primer puesto). Por otra parte, las conductas propias estarán limitadas por ia naturaleza de las relaciones sociales en las que uno se encuentre inmerso. Así, muchas de las características estereotípicas de los grupos subordinados -astucia, falta de ho­nradez, expresividad- reflejan estrategias inevitables para tratar con adversarios más poderosos con los que es imposible la con­frontación directa. Es más, en el caso del movimiento negro en Norteamérica, ei cambio de estos supuestos atributos se relacionó con la reconceptualización de la relación de poder entre blancos y negros, en parte, a raíz de la liberación en Africa.

Por tanto, es Importante mantener una visión dinámica de la identidad, considerándola no sólo como determinante y reflejo de lo que es, sino también como modelo de lo que es posible en un conjunto concretado relaciones sociales;_en otras palabras, como una teoría de la acción en el mundo social. Los cambios en la na­turaleza de ias relaciones sociales alterarán la capacidad de los sujetos para actuar y los cambios en las acciones de los sujetos al­terarán ias relaciones sociales. La identidad social relaciona ia con­ducta con su contexto social y explica su forma social, io que no supone ia perpetua reproducción de la sociedad, tal y como es; es­to constituiría un salto hacia una nueva forma de cosificación. Asi­mismo, proporciona un punto de partida sociopsicológico para el análisis del cambio social.