REFLEXIONES DE UN JUDÍO SOBRE JESÚS · del monoteísmo hebreo desnatu-, ralizado a sus ojos por...

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261 JEAN-MARC CHOURAQUI REFLEXIONES DE UN JUDÍO SOBRE JESÚS Hoy en día la teología cristiana es cada vez más consciente del enrai- zamiento de Jesús en el pueblo y la religión judías. Es necesario supe- rar prejuicios que han sido muchas veces fuente de ignorancia mutua y, lo que es peor, motivo de los indecibles padecimientos que ha debi- do soportar el pueblo judío a lo largo de la historia por culpa de un antisemitismo cristiano. Padecimientos que culminan con la tragedia del holocausto, ocurrido a mediados del pasado siglo. En el artículo que ofrecemos, el A. nos acerca a la sensibilidad de un judío contem- poráneo sobre la figura de Jesús, nos hace ver el enraizamiento de Jesús en la tradición judía y, a partir de ello, propone caminos de acercamiento entre judíos y cristianos Réflexions d’un juif sur Jésus, Théophylion (6) 2001, 125-162 “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?” Ante ese grito de desamparo de Jesús-Yes- hou, ¿puede haber alguien que no se sienta afectado si el desampa- ro (y la esperanza) es parte de nuestra humanidad? Y, en especial, ¿cómo afecta este grito a los hi- jos de Israel, el ”pueblo crucifica- do” (Juan Pablo II), que ha dirigi- do millones de gritos al Cielo bajo los adoradores del Crucificado, en medio del silencio pasivo o cóm- plice de siglos? EL JUDÍO ANTE JESÚS: ACTITUD DE RECHAZO El judío puede interpelar a Je- sús hasta en su último suspiro, lo respete o lo discuta. El hombre Yeshou grita, y luego nace Jesucris- to, el Hombre-Dios resucitado para la fe cristiana. El judío, soli- dario de la historia de su pueblo, no lo reconoce. Rechazar la con- versión es, tanto para el judío cre- yente como para el ateo, partici- par de la identidad colectiva de Israel. Esa conducta quizás esté (¿in- conscientemente?) relacionada con Rm 10,25: el rechazo de Is- rael es parte de un destino provi- dencial, pues la conversión de ese pueblo al que “pertenece (siem- pre) la elección (...) don irrevoca- ble”, se realizará el día que el con- junto de las Naciones ya sea cris- tiano. A algunos judíos (como a Bergson), la persecución de su pueblo en tierra cristiana les ha retenido de convertirse. Primacía de la compasión sobre la conver- sión. La opresión de un judío, o de cualquier otra persona, en tie- rra cristiana testifica que esa tie- rra no ha recibido verdaderamen- te el Evangelio. Mientras la Buena Nueva de unos sea experimenta- da como un mal para otros, los no cristianos o “herejes”, los ju- díos se sentirán autorizados a re-

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JEAN-MARC CHOURAQUI

REFLEXIONES DE UN JUDÍO SOBRE JESÚS

Hoy en día la teología cristiana es cada vez más consciente del enrai-zamiento de Jesús en el pueblo y la religión judías. Es necesario supe-rar prejuicios que han sido muchas veces fuente de ignorancia mutuay, lo que es peor, motivo de los indecibles padecimientos que ha debi-do soportar el pueblo judío a lo largo de la historia por culpa de unantisemitismo cristiano. Padecimientos que culminan con la tragediadel holocausto, ocurrido a mediados del pasado siglo. En el artículoque ofrecemos, el A. nos acerca a la sensibilidad de un judío contem-poráneo sobre la figura de Jesús, nos hace ver el enraizamiento deJesús en la tradición judía y, a partir de ello, propone caminos deacercamiento entre judíos y cristianos

Réflexions d’un juif sur Jésus, Théophylion (6) 2001, 125-162

“¿Dios mío, Dios mío, por quéme has abandonado?” Ante esegrito de desamparo de Jesús-Yes-hou, ¿puede haber alguien que nose sienta afectado si el desampa-ro (y la esperanza) es parte denuestra humanidad? Y, en especial,

¿cómo afecta este grito a los hi-jos de Israel, el ”pueblo crucifica-do” (Juan Pablo II), que ha dirigi-do millones de gritos al Cielo bajolos adoradores del Crucificado, enmedio del silencio pasivo o cóm-plice de siglos?

EL JUDÍO ANTE JESÚS: ACTITUD DE RECHAZO

El judío puede interpelar a Je-sús hasta en su último suspiro, lorespete o lo discuta. El hombreYeshou grita, y luego nace Jesucris-to, el Hombre-Dios resucitadopara la fe cristiana. El judío, soli-dario de la historia de su pueblo,no lo reconoce. Rechazar la con-versión es, tanto para el judío cre-yente como para el ateo, partici-par de la identidad colectiva deIsrael.

Esa conducta quizás esté (¿in-conscientemente?) relacionadacon Rm 10,25: el rechazo de Is-rael es parte de un destino provi-dencial, pues la conversión de esepueblo al que “pertenece (siem-

pre) la elección (...) don irrevoca-ble”, se realizará el día que el con-junto de las Naciones ya sea cris-tiano.

A algunos judíos (como aBergson), la persecución de supueblo en tierra cristiana les haretenido de convertirse. Primacíade la compasión sobre la conver-sión. La opresión de un judío, ode cualquier otra persona, en tie-rra cristiana testifica que esa tie-rra no ha recibido verdaderamen-te el Evangelio. Mientras la BuenaNueva de unos sea experimenta-da como un mal para otros, losno cristianos o “herejes”, los ju-díos se sentirán autorizados a re-

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husar el cristianismo. Las “obras”de la Iglesia institucional y demuchos de sus fieles han justifica-do “la fe” de Israel – la fidelidad ala concepción del monoteísmo yde la salvación de la humanidadque Israel recibió en el Sinaí.

A muchos judíos, en efecto, lescuesta hacer abstracción de todoello y hablar sólo de Jesús. Comosi el rostro de Jesús estuviera ta-pado por el de la Iglesia (“cuerpomístico de Cristo”), que con suconducta histórica ha traumatiza-do Israel. Para ellos (tanto laicoscomo religiosos), Jesús es aquélpor cuya causa tantas desgraciasse han abatido sobre Israel. Elloexplica que, en los guetos, apare-ciera una cierta literatura popu-lar antigua denigrativa del hechocristiano, como reacción “de con-solación”. Y que el nombre mis-mo de Jesús fuera tabú. No sepodía nombrar a Jesús ni se podía

leer el Evangelio.En el siglo XVII, por ejemplo,

un rabino, Itshak Lopes, se excusade haber tenido que citar el NTen una obra en refutación del cris-tianismo. Más recientemente, años70, se sancionó a un profesor defilosofía de la Universidad israelíde Bar Ilan (con fuerte compo-nente religiosa) por haber citadolos Evangelios. Pero las cosasevolucionan y hace decenios queIsrael cuenta con eminentes es-pecialistas sobre el cristianismo,sean o no religiosos.

La revista Kountrass (1999)precisó en un trabajo sobre elcristianismo que, desde el puntode vista religioso, se tiene el de-recho a mencionar el nombre deJesús, y cita ampliamente el pare-cer de un Maestro de la tradición,el Rachbatz, autor hispanoargeli-no del siglo XIV, según el cual Je-sús se mantuvo fiel a la Tora.

EL OBSTÁCULO HISTÓRICO:EL ANTIJUDAÍSMO CRISTIANO

Aunque actualmente la actitudde la Iglesia haya cambiado sobretodo con los gestos espectacula-res de Juan Pablo II, el hecho his-tórico es que ha sido el antijudais-mo cristiano el que ha provoca-do que el rechazo de Jesús, consi-derado falso mesías, tenga un ra-dical carácter de tabú que los ju-díos no han aplicado a otros fal-sos mesías como Bar Kohbah cuyarebelión fue aplastada por Romael año 135, o Sabbatai Zvi, obliga-do a convertirse al Islam por elSultán, que a pesar de ser dura-mente criticados no provocaronningún traumatismo semejante.

¿Cómo explicar, si no, tal recha-zo? Sólo cabe entender que algoha herido profundamente la con-ciencia popular judía: Jesús pare-ce “haber roto” con su pueblo. Sele ha arrancado de sus orígenes yde su lengua, se le ha convertidoen el Dios helenizado, gentil (enlo esencial), de una nueva religióncon la pretensión de suplantar aIsrael. Además, los textos funda-cionales de la nueva religión han“recuperado” la Biblia hebrea,pero usándola como instrumen-to polémico contra los judíos. Sediría que el cristianismo nació si-tuándose contra el judaísmo, con-

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siderándose el Nuevo Israel.Habría habido, pues, una usur-

pación de identidad por parte dela Iglesia. Como si Roma que, se-gún la tipología talmúdica sería lareencarnación de Edom - poste-ridad de Esaú -, hubiera queridorecuperar el derecho de progeni-tura cedido a su hermano Jacob.Israel sería el hermano elegidopero ahora caído en desgracia,excluido de sus textos, de su títu-lo antes de formar parte de la Ciu-dad. Israel, perdida su identidad,quedaba desposeído de su voca-ción hacia los Gentiles converti-dos, y constituía un fenómeno sin-gular en la historia religiosa deaquella época. Hasta entonces, enefecto, las creencias coexistían enel espacio, sin que una pretendie-ra suplantar a la otra desposeyén-dola precisamente de sus textosy de su identidad. Porque el mo-noteísmo hebreo, mediante unaconcepción más ética que metafí-sica de la salvación, evitaba el ries-go que la idea de un Dios único yuniversal desembocara en la he-gemonía de una salvación exclu-sivista: en efecto, “el derecho almundo futuro” pertenece porigual a “cualquier hombre justo”sea pagano, prosélito o judío, sinque tenga que renunciar a su fe(Talmud, Sanedrín).

Los judíos no olvidarán jamásque de la negación teológica a sunegación o discriminación políti-ca, no hay más que un paso. Pasoque pronto dio Constantino, elemperador que, todavía no bauti-zado, empleó la presión y el des-tierro contra los arrianos, mien-tras el concilio de Nicea elabora-ba la teología del dogma trinita-

rio. Otra ofensa a la concienciajudía cuya tradición se preocupa-ba por la separación de poderes(el poder político no podía inter-venir en una controversia entresabios) y por integrar en lo esen-cial sus diferencias de interpreta-ción.

Cuando un judío inicia el pro-ceso de buscar e interpelar a Yes-hou, su memoria tropieza dolo-rosamente con la Iglesia de Cris-to que ya desde el principio se in-terpone en su camino. Como laIglesia pretende inspirarse en Je-sús, muchos judíos ven razonablehacer de Jesús el responsable desus males, inducidos por unos tex-tos de los que la tradición de laIglesia ha valorado sobre todo ladimensión polémica antijudía: “ladoctrina del menosprecio”.

Resumiendo: en contra de loque se suele creer, la razón deltrauma judío original no es queJesús, no reconocido como Ma-chiah (Mesías) por ellos, lo hayasido como Christos por los paga-nos. En efecto, cuando en los He-chos, Gamaliel interviene a favorde los Apóstoles, no le ofusca laeventual pretensión mesiánica deJesús. El traumatismo de los judíostiene otras causas. Unas, teológi-cas: la recuperación “paganizante”del monoteísmo hebreo, desnatu-ralizado a sus ojos por el dogmatrinitario, la concepción de unasalvación a la que todos los hom-bres debían acceder a través deuna única fe, una vía única Cristo,la verdad dogmática con primacíasobre la bondad de las acciones.Otras, políticas: la negación de laidentidad de Israel que irá acom-pañada de la negación de dere-

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chos políticos o religiosos o has-ta de la eliminación física. Todoesto hará de Jesús un nombretabú, ignorado, provocador decólera o de amargura, por razóndel hiato entre las pretensionesdel mensaje de Amor y los supli-cios de la Inquisición.

Y otra cosa finalmente hiere aIsrael: la desvalorización e igno-rancia por parte de los cristianos,y en especial de los católicos, delo que han denominado AT. Mar-ción radicalizó , en una deriva gnós-tica, algunos rasgos del Evangelio–de manera que parecía que losoponía a los de la Tora (“se os hadicho, pero yo os digo”)– y sobretodo el discurso de Pablo sobrela Ley. Hay que reconocer que laIglesia condenó la herejía de Mar-ción. Sin embargo, en ciertos pe-ríodos una cierta inspiración mar-cionita ha seguido actuando en lasmentalidades, la predicación y laenseñanza de la Iglesia: la Tora se

presentaba como el libro de unDios celoso, vengador, cuyo pue-blo era un pueblo sometido a unlegalismo puntilloso y sin alma, poroposición al Dios de amor, a la fe,a la gracia que caracterizan el NT.Ahora bien, si Marción rechaza laraíz hebrea de Jesús, los sinópti-cos, por el contrario, muestranclaramente la inspiración hebrai-ca de su predicación de antes dela Resurrección.

Pero, ¿y después? ¿Hay que re-considerar el estatuto de esa pre-dicación? ¿Acaso ha caducado elestricto respeto a la Tora que talpredicación promovía? Al menos,eso es lo que sugiere la oposiciónde Pablo a la Iglesia judeocristia-na de Jerusalén, la de los testigosdirectos del ministerio de Jesús.Pero, en tal caso, se preguntan al-gunos, ¿por qué conservar en elcanon los pasajes sobre la fideli-dad escrupulosa a la Tora?

EL OBSTÁCULO DOGMÁTICO:LA AFIRMACIÓN DEL HOMBRE-DIOS

El judío que haya superado elobstáculo afectivo y doloroso dela historia de la Iglesia, historia he-cha en nombre de Jesús, distin-guiendo entre ella y Jesús, hallaráuna nueva dificultad en el dogmadel resucitado como Hombre-Dios. Por ello, si quiere proseguirsu camino para encontrar a Yes-hou, deberá interpelarle en el mi-nisterio anterior a su muerte, esdecir, antes que el hombre Yeshouse convirtiera en dogma.

Porque el problema no es cier-tamente la idea de resurrección,judía y farisea. La Biblia hebrea y

la tradición mencionan la resu-rrección de un niño por Eliseo(2R 4,34-36), “la subida” al cielode Elías y de Henoc; y afirman lacreencia en la resurrección de loscuerpos. Para los cristianos, la re-surrección de Cristo da testimo-nio de que la muerte ha sido ven-cida y de que el hombre puederesucitar, cosa que “hace creíble”y reafirma su esperanza. Para eljudío, la superación de la muerteya es una realidad en la Biblia. Asus ojos, pues, la experiencia dela Resurrección de Cristo no sir-ve como fuente de esperanza para

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el simple mortal puesto que Cris-to no es un mortal cualquiera, sinoDios (encarnado). La radicalidad,la fuerza de la experiencia quedaatenuada hasta desaparecer por-que se trata de un Hombre-Dios.Es inaccesible a los simplementehombres. Cristo-Dios inaccesible[a los judíos], como la Ley era in-accesible a Pablo. En efecto, pre-cisamente para el Dt (30,11-14)“la Tora no está en el cielo, estáen (tu) boca”, en el hombre esdonde reside. Sólo concierne a loshombres hasta tal punto que, se-gún dice un famoso texto del Tal-mud, unos rabinos tuvieron la au-

dacia de echar a Dios de una con-troversia en la que quería inter-venir a favor de uno de ellos (BabaMetdia 35 b). ¡Y Dios se alegróde ello! Uno es el mundo de loshombres regido por la Tora, a tra-vés de la cual Dios se ha reveladoen la Tierra, y otro el mundo deDios cuyas características estánfuera del alcance de los humanos.

Para el judío Dios no se en-carna en un hombre, sino que par-ticipa de todo hombre creado a suimagen. Y así puede interpretar lasrespuestas que Jesús da a los fari-seos que le acusan de pretensio-nes divinas (Jn 10,34-35).

UNA LECTURA JUDÍA DE LOS EVANGELIOS

Una vez superados los obstá-culos afectivos y dogmáticos, eljudío dispuesto a acceder a losEvangelios, se encontrará con Je-sús precisamente en textos que,como el anterior, recogen las dis-cusiones de Jesús con su pueblo.Mas una vez enfrentado al texto,tendrá ante sí, otra vez, un Jesúsde rasgos y episodios de vida tancontradictorios como las relacio-nes que mantiene con los miem-bros de su pueblo, ya criticadoscomo fariseos ya simplementealudidos como “judíos” (cf. Juan),como si el narrador se refiriese aun pueblo extraño (y hostil) a Je-sús.

Una vez más el trabajo de des-cubrir a Jesús detrás de la repre-sentación que de él han dado laIglesia, sus dogmas y sus Evange-lios. Porque, éstos, en efecto, sontributarios de una lengua en la queél jamás predicó, y de un contex-to político polémico, posterior al

suyo, que consideraba necesarioque la Iglesia que entonces reclu-taba miembros entre los paganos,se desmarcase de la Sinagoga. Ésees el contexto que reconocen lasNotas romanas para una correctapresentación de los judíos y del ju-daísmo (1985): “Los Evangelios sonfruto de un trabajo de redacciónlargo y complicado (...) No se ex-cluye, pues, que determinadas re-ferencias hostiles a los judíos ten-gan como contexto histórico losconflictos entre la naciente Iglesiay la comunidad judía. Ciertas po-lémicas reflejan las característicasde las relaciones entre judíos ycristianos de tiempos muy poste-riores a Jesús. Tener esto presen-te es básico (subrayamos) cuandose quiere extraer el sentido quedeterminados textos evangélicostienen para los cristianos de hoy.”

En consecuencia, para com-prender los textos hay que tenerpresente por una parte y prime-

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ro, su distancia respecto del mi-nisterio de Jesús: distancia en lalengua (paso del hebreo, del ara-meo al griego), y lejanía en el tiem-po, un tiempo que vio el aumentode la tensión entre la Iglesia y laSinagoga. Los Sinópticos mantie-nen a Jesús dentro de su pueblo ycasi no usan el término genérico“judío”; mientras que Juan contra-pone Jesús y sus discípulos (queson judíos) a los “judíos” y a la Ley,diferenciándolos: “La ley”, referen-cia de Jesús en los Sinópticos, pasaa ser “vuestra ley”. La influenciapaulina, el desarrollo de la misiónentre los paganos y la ruptura en-tre la Sinagoga y la Iglesia iniciadaa finales del siglo primero expli-carían tal mutación, paralela a ladivinización creciente de Jesús, casiausente del Evangelio de Marcos.

En segundo lugar, el NT no esen modo alguno una “biografía deJesús”, sino un conjunto de cate-quesis, cartas, etc. que hay que si-tuar en un contexto que evolu-ciona con rapidez.

Los Evangelios se inscriben enun proyecto a la vez espiritual ypolítico y despliegan estrategiasredaccionales diferentes, cosa queimplica la mención o la omisiónde tal o cual episodio, diferenciasde tono y de contenido, mayor omenor grado de entente con losinterlocutores judíos de Jesús,acentuando o no su distanciamien-to respecto de la Ley.

Por otra parte, parece claroque en los Evangelios (en particu-lar en los sinópticos) hay la para-doja de un doble movimiento a lavez de apropiación de la Tora, ins-trumentalizada a fin de justificarla misión de Jesús, y de distancia-

miento respecto de la Ley.Apropiación de la Tora como jus-

tificación de Jesús. A Jesús se le com-para con Moisés: infancia en Egip-to, muerte de niños por parte delFaraón y de Herodes, acciones“milagrosas”. De la larga lista decitas de la Biblia hebrea, aludidaspara ilustrar la vocación providen-cial de Jesús, algunas no parecencorresponderse con la versión dela Massora (masorética) que co-nocemos, que las omite. Los He-chos (1,16) remiten a una predic-ción explícita de David relativa ala traición de Judas, que descono-cemos o que es una referencia nomuy clara a un Salmo (41,10).

Distanciamiento: Por otra par-te, parece que los Evangelios cuan-do evocan el seder pascual o losDiez Mandamientos no mencio-nan nunca la experiencia fundacio-nal de Israel, la salida de Egipto,que preside y introduce la revela-ción sinaítica (Mt 19,18; Mc 10,19;Lc 18,20). Pero evidentemente Je-sús no la ignoraba. El rabino J. Gru-newald sugiere que los evangelis-tas no querían mencionar un acon-tecimiento en el que los paganosconversos no se hubieran podidoreconocer, como no se recono-cían en la circuncisión.

Otra omisión significativa a jui-cio del rabino Grunewald: cuan-do el Evangelio evoca el hecho queel hombre es el dueño del shabbat(Mc 2,27-28), no menciona queese principio está avalado por lamisma Tora. Por ejemplo, el RabíJonathan, contemporáneo de Je-sús, declara según el Talmud (Yoma85 b): “Se os ha dado el sábado,pero vosotros no habéis sido da-dos al sábado porque se dice “el

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sábado es para vosotros” (Ex16,29; Ez 20,12)”. ¿Por qué el evan-gelio no cita tales referencias?¿Quizás, se pregunta Grunewald,para no indicar que “la justicia vie-ne de la Ley”, lo que significaría,según Pablo, que “Cristo habríamuerto para nada” (Ga 2,21)?

Determinadas ausencias dereferencias escriturarias impor-tantes y conocidas por Jesús, ver-siones o formulaciones diferentes,por no decir contradictorias, delos mismos hechos de un Evange-lio a otro sugieren preocupacio-nes políticas ligadas a aconteci-mientos muy posteriores a la pre-dicación de Jesús (destrucción delTemplo, triunfo de Roma, conflic-to con la Sinagoga).

El conjunto de todos esos da-tos conduce al judío deseoso desaber quién es Jesús a ser pruden-

te y lúcido: el NT, al no ser un pro-yecto biográfico sino apologéticoy catequético, recompone en fun-ción de las necesidades del mo-mento las propuestas del Maes-tro. Jesús quizás no sea todo loque dice el texto de él. El Evange-lio es testimonio, no reportaje. Locual no empece para que, a pesarde las incertidumbres provocadaspor los elementos evocados másarriba, el judío pueda encontrar aJesús y afirmar que, en el ordende lo real y no en el de la fe, a susojos no es tanto Hijo de Dios,cuanto hijo de su pueblo y de sutiempo. Si Israel quiere mirar lacristiandad de forma nueva y siésta quiere dar testimonio de suarrepentimiento ante Israel, en talcaso uno y otra deben hacer mar-cha atrás por lo que respecta a de-terminadas conductas y a prioris.

EL REDESCUBRIMIENTO COMÚNDE LA JUDEIDAD DE JESÚS

Lo dicho comporta que tantolos cristianos como los judíos tie-nen que redescubrir y profundi-zar en la judeidad de Jesús ,y re-leer de manera contextualizadalos pasajes evangélicos que resul-tan polémicos para los judíos. Asícomo el testimonio “pecador” deuna cierta Iglesia a lo largo de si-glos ha desfigurado el mensaje deJesús, lo ha convertido en tabú yen un nombre hostil en la con-ciencia popular judía, del mismomodo será el testimonio “concre-to y renovado” de las comunida-des cristianas de una Iglesia, ma-durada por el arrepentimiento, loque revelará a los judíos el rostrodesconocido o menospreciado de

Jesús en el que reconocerán ras-gos de su propia judeidad. Seríaimportante que los cristianos enla catequesis, en la predicación, enla selección litúrgica de pasajes dela Escritura, realzaran aquellostextos que presentan de formapositiva a los judíos y la relaciónprivilegiada de Jesús con su pue-blo, su fidelidad a la Tora y la casitotal conformidad de su mensajemoral con el del judaísmo. El des-cubrimiento de la judeidad pro-funda de Jesús, es corroborable nosólo en la Biblia hebrea, sino enpartes enteras de los Evangelios…y del Talmud, en el que se halla loesencial de las ideas y formulacio-nes del Sermón de la Montaña,

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casi al pie de la letra.Ilustremos cada uno de estos

puntos: 1) Los interlocutores pri-vilegiados de Jesús son sus herma-nos judíos: cf. Mt 15,21-28; 10,5;Jn 4,22. Jesús puede mostrarsemuy crítico ante los no-judíos engeneral (Mt 6,32-34; Mt 6,7; Mt5,47). Incluso a veces puede pare-cer humillante: como cuando sedirige a la mujer sirofenicia que haacudido a pedirle que cure a suhija (Mt 15,21-28). Si cura a la hijay al siervo del centurión romano(Mt 8,5-13; Lc 7,1-10), ello sóloocurre después que hayan acudi-do a él y que él se haya sentidoconmovido por sus palabras. Ade-más, los judíos acogían por enton-ces muchos prosélitos, algunos decuyos descendientes se converti-rían en maestros del Talmud (queno pone inconveniente alguno ala curación de un no-judío). Asípues, el cristianismo o de maneramás precisa el ministerio de Jesúses, ante todo, “un asunto judío”...Yeshou se dirige ante todo al ju-dío que soy, en mi idioma y conmi lenguaje.

2) Jesús un miembro de mi fa-milia (Israel), incluso por las dis-putas, porque éstas nunca han fal-tado entre nosotros. La tradiciónllega a afirmar que el segundo Tem-plo fue destruido por Roma pre-cisamente a causa del “odio gra-tuito” entre judíos. Destrucciónanunciada no sólo por Jesús, sinotambién por algunos de sus con-temporáneos: el rabino Yochananben Zaccai (gracias al cual la tra-dición judía ha podido ser preser-vada y su transmisión asegurada),Jeshoua ben Hanania (que tambiénserá entregado por las autorida-

des al gobernador romano) o enel 62, un campesino, Yeshoua benAnanías, que profetizó con violen-cia durante la fiesta del Souccot.

Dadas las tensiones intraco-munitarias de la época, Jesús y susdiscípulos tendrán amigos fariseos,y también adversarios, igualmen-te fariseos (el Talmud, fariseo, dis-tinguirá a este respecto, siete ti-pos de fariseos, entre los cualesel de los hipócritas que «carganel peso de los mandamientos so-bre las espaldas ajenas, o cuandolo llevan ellos, es para hacersever”). Los fariseos, de todas for-mas, están “sentados en la cáte-dra de Moisés” y su enseñanza(aunque no siempre su práctica)es justa (Mt 23,1-2).

Por ello, algunos están cercadel Reino, como el escriba que citacon acierto la Tora (Mc 12,28-34).Son fariseos los que avisan a Jesúsde la persecución (Lc 13,31). Encambio, “brillan por su ausencia”en el relato de su proceso, salvana los apóstoles ante el Sanedrín(como Gamaliel, su “jefe”, Ac 5,34-35). Cf. también su defensa de Pa-blo (Ac 23,1-10), etc. Una tal acti-tud de los fariseos da claro testi-monio de que, a Jesús y a sus dis-cípulos, no se les tenía por perso-nas que se hubieran marginado dela Ley, sino que querían permane-cer fieles a ella (a pesar de Pablo,“llamado al orden” por la Iglesiade Jerusalén).

3) Respeto por la Tora (cf. Lc16,17; Mt 5,18-19). Los discípulostestigos del Jesús “terrestre” nopodían comportarse de otra ma-nera que manteniéndose unidos ala Ley antes y después de la Resu-rrección (ésta, para Pablo, hace ca-

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duca la observancia de la Ley, con-vertida en fuente de “maldición”).

Para los judeocristianos diri-gidos por Santiago en Jerusalén,como el “cielo y la tierra no ha-bían pasado”, ni los tiempos me-siánicos habían llegado a la plena“realización” (con la parusia), la leyjudía predicada, practicada y enri-quecida por Jesús no podía sersuperada. Textos como los citadosmás arriba, presentes y reconoci-dos en el canon del NT, presupo-nen tanto la validez eterna de laLey mosaica y de su observanciaminuciosa y detallada y como laprohibición de cualquier discursoque la minusvalore (cf. Mt 23,23).

Perfecta formulación de la pe-dagogía judía de la Tora, fiel a la delos profetas e incluso a la de aque-llos fariseos que el Talmud alaba,contraponiéndolos a los ritualis-tas formalistas o hipócritas. Nohay que confundir, pues, el farisaís-mo, o doctrina que da pie a unadialéctica fecunda entre el detallede la ley y su principio (Phrat/Kelal),letra y espíritu, con el fariseísmo,beatería ritualista que puede apa-recer en cualquier grupo religioso.

Es oportuno subrayar que lastransgresiones de la Ley por par-te de Jesús o de sus discípulos,probablemente no fueron tales.Conviene, en efecto, recordar unpunto esencial: en la época de Je-sús, la ley judía, oral (Halakha), estáen curso de elaboración y es obje-to de vivas controversias relata-das por el Talmud. Algunos ritos ocriterios de legalidad, reconocidosen Jerusalén, no lo son en Galilea,de donde proviene Jesús. Lo queen un sitio es percibido comotransgresión, no lo era en otro.

Jesús pudo haber tenido que en-frentarse a ignorantes, a ciertotipo de fariseos denunciados porel Talmud, o a personas beatas.

Jesús se conforma a la ley ju-día cuando justifica que los discí-pulos hayan cogido espigas de tri-go en shabbat, invocando el ejem-plo de David que hambriento con-sumió los panes de proposicióndel Templo, y sugiere que sus ami-gos se hallaban en la misma situa-ción (Mc 2,23-28; Lc 6,1-6). La leyjudía estipula claramente que unotiene la obligación de transgredir elshabbat cuando la salud y la vidase ven amenazadas. Es el princi-pio de Pikuah nefesh (“salvamen-to de una vida”), “el shabbat hasido hecho para el hombre y noel hombre para el shabbat”, fór-mula talmúdica, que hallamos enboca de Jesús. Para Jesús, pues, laley de Moisés, tanto en el detallede su práctica como en el pro-yecto ético y espiritual, sigue sien-do la referencia fundacional. Susdiscusiones sobre la aplicación dela ley se inscriben dentro del mar-co rabínico de la controversia queen el Talmud llega a adquirir a ve-ces una cierta violencia. Jesús ar-guye como los maestros de sutiempo: invocando la Escritura.

Yeshou está en familia, discutecon ella, a favor de ella. Distinguirentre Jesús y los judíos”, “sacarlode su pueblo”, es algo que corres-ponde a un proyecto político (ypolémico), posterior a su predi-cación, en vistas a constituir la Igle-sia contra la Sinagoga. Porque, enel terreno de sus enseñanzas, amenudo el judío puede coincidircon Yeshou, que hablaba su mis-ma lengua, y puede discutir con

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él, como hace con otros rabinos.Yeshou, como él, practicaba laTora: experiencia y complicidadque no conoce el cristiano (deorigen Gentil).

4) “El Talmud de la Montaña”:finalmente, Yeshou comparte lasmismas palabras para expresar elmundo de la ética y de la espiri-tualidad. Como escribe el histo-riador David Flusser: “se podríaredactar un evangelio a partir dela literatura judía contemporáneasin tomar prestada palabra algu-na de Jesús, tarea que evidente-mente sólo se puede realizar apartir de los evangelios existen-tes”. Unos ejemplos: “Si alguien tedice “quita la paja de tu ojo”, con-téstale ”quita la viga del tuyo”(Talmud, B. Bathra 15b; cf. Mt 7,3);“Sé antes el perseguido que el per-seguidor” (Sanedrín, 49a, Shabbat29b, cf. Mt 9,10); “Los mansos he-redarán la tierra” (Succah 29b; cf.también Ps 37,11 y Mt 5,5); “Pre-senta la mejilla al que te abofe-tea” (Lamentaciones 3,30; cf. tam-bién el Talmud que elogia a “aque-llos que aceptan gozosamente lasreprensiones”, Shabbat 88b), acomparar con Lc 6,29 y Mt 5,39.

Por otra parte, cuando Jesúsdeclara: “Habéis oído que se dijo:amarás a tu prójimo y odiarás a tuenemigo”, en esto segundo, se re-fiere probablemente no a la Torahebrea que estipula lo contrario,sino a una prescripción esenia. Elaprecio por los “pobres en el es-píritu” sería también tradiciónesenia, pues los Manuscritos deQumran hablan de unos anyéi ha-ruah, “pobres del espíritu”, queviven el ideal de pobreza.

Y cuando Jesús ordena “amar

a los enemigos y orar por los per-seguidores” (Mt 5,43-44), se haceeco de la tradición bíblica y, portanto, rabínica: “Si encuentras elasno de tu enemigo caído bajo elpeso de la carga, (...) esfuérzate yayúdale” (Ex 23,5; cf. también Ex23,4; Pr 23,17; 16,7; 25,21-22).“Ayudad a vuestro enemigo an-tes que a vuestro amigo” (TalmudBaba Metzia 32b). “¿Quién es elhombre fuerte? Aquél que de suenemigo hace un amigo” (Abothde Rabbi Nathan XXIII).

La idea de orar por sus perse-guidores, la formula Berouria, es-posa de un rabino célebre del Tal-mud, Rabbi Meir, perseguido porlos minim, término que designa alos herejes o a los Nazarenos (!)(Talmud, Berakhot, 10a; cf. tambiénTa’anit 23b). En la Edad Media, elRabbi Eleazar de Worms afirma-ba que “lo más noble que puedehacer el hombre es perdonar lainjusticia” (su familia fue asesina-da por los cruzados en 1214).

Toda una literatura tanto judíacomo no judía, considera que Je-sús era discípulo de las enseñan-zas éticas de Hillel el Viejo quehabía devuelto su “sensibilidad” ala tradición judía y que era de lageneración anterior. Jesús, porejemplo, habría reformulado la fa-mosa “regla de oro” de Hillel ”Nohagas a otro lo que tú no quisie-ras que te hiciera” (Talmud Sha-bbat 31a) en estos términos: “Ha-ced a los demás lo que quisieraisque os hicieran a vosotros” (Mt7,12; Lc 6,31). Este precepto re-sume para el primero toda la Tora,y, para el segundo “la ley de Moi-sés y los libros de los Profetas”(Mt 7,12).

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UNA RELECTURA COMÚNDEL MENSAJE ÉTICO DE JESÚS

La enseñanza de Jesús resulta,al parecer de muchos, represen-tativa de la cultura bíblica hebreay de las sensibilidades judías con-temporáneas evocadas, en loesencial, en el Talmud o el Midrash.Un judío siente, pues, que pisa te-rreno conocido cuando escuchalos contenidos de la enseñanzaética del rabino de Nazaret, aun-que luego no todos sus aspectoshayan sido recogidos en lo queconstituiría finalmente la tradiciónjudía (por ejemplo, algunas de lasformulaciones de la escuela “rigo-rista” de Shammai opuesta a la deHillel en la cuestión del divorcio,o de tipo esenio).

El tono de autoridad “En ver-dad, yo os digo...” parece que espropio de Jesús, lo mismo que laactitud filial que Jesús adopta anteDios, que no se formula ni se pre-senta en los mismos términos quela de ciertos rabinos taumaturgosfautores de milagros mencionadosen el Talmud y denominados “Hijomío” por una voz celeste (comoen el caso del rabino HanninaDossa). Para Jesús la cualidad deHijo es la consecuencia de su elec-ción por la voz celeste en su bau-tismo: “Todo me ha sido entrega-do por mi Padre” (Mt 11,25-27).Pero “el grito de gozo de Jesúsesta calcado del de los Himnosesenios”.

Esa “conciencia de sí” (Flusser)específica explica sin duda la radi-calidad de determinadas propues-tas de Jesús que revelan a vecesun rigor o una dureza aparentesque contrastan con la dulzura (me-

jor conocida) de otras palabras.Se trate de la Tora o del NT, el

rigor, la violencia de Dios o de Je-sús participan también de la exi-gencia de amor, de responsabili-dad y de justicia (aunque ciertasformulaciones de Jesús puedanparecer sorprendentes por sudureza, especialmente en relacióncon los padres y parientes en ge-neral, hallamos señales de algoparcialmente semejante en la Toracuando enfoca el caso de ciertasfamilias que se entregaron a la ido-latría).

A pesar de las inflexiones pro-pias de Jesús y aunque un judíono acepte su tono de autoridad yrelativice, por su cultura talmúdi-ca, la importancia de los milagros(incapaces de fundamentar unalegitimidad) de los hombres deDios, nada le impide reconocer el“clima” ético y espiritual de mu-chas de las propuestas de Jesús.

Nos parece importante insis-tir en la necesidad que tiene lacatequesis cristiana de devolver suvalor a determinados textos evan-gélicos, dando relieve a aquellostextos que demuestran unas re-laciones no polémicas entre Jesúsy sus interlocutores, o que ponende manifiesto el anclaje en el ju-daísmo de su inspiración si aten-demos a textos judíos contempo-ráneos, y relativizando los pasajesmás hostiles a los judíos median-te la contextualización de los mis-mos, etc.

Este proceso de revisión delNT y de descubrimiento de la ju-deidad no sólo del nacimiento de

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Jesús sino de la esencia de su men-saje ético presupone la humildadde volver la vista atrás (cosa queen hebreo equivale a “arrepenti-miento”, etimológicamente Te-chouvah) y revisar una cierta tra-dición de la Iglesia. No es una ca-sualidad que el texto conciliarNostra Aetate § 4, que se refiere alos judíos, sea el único que no seinscribe en la continuidad de latradición de los Padres de la Igle-sia, significativamente ausentes deldocumento. La práctica del arre-pentimiento supone el coraje dehacer “tabula rasa” de algunos tex-tos de la tradición eclesial, releer-los o relativizarlos. Para muchoscristianos, descubrir que lo esen-cial del mensaje ético de Jesús sehalla frecuentemente palabra porpalabra en el texto fariseo por

excelencia, el Talmud, no resultafácil de aceptar; ello, a sus ojos,puede relativizar la novedad radi-cal del mensaje. Pero ese descu-brimiento turbará igualmente amuchos judíos que durante mu-cho tiempo han visto a Jesús comoun apóstata extraño al judaísmo.

Talmud y Evangelios constituyendos preciosas fuentes que escla-recen tanto la elaboración de latradición oral judía como el con-texto espiritual de la predicaciónde Jesús. Pero esa aproximacióncomparatista hace tambalear lacomodidad de las ideas recibidastanto de algunos cristianos comoalgunos judíos. Cosa que debierainspirar en unos y en otros unacierta humildad al reconocerseignorantes de los textos de la re-ligión “pareja”.

EL MAGISTERIO CATÓLICO ALIENTA EL DIÁLOGO

Un doble problema podría fre-nar el mutuo compromiso en eldiálogo: el hecho de que al “com-plejo de superioridad moral” quela condición histórica de víctimaspuede engendrar en ciertos ju-díos, le hiciera eco el “complejode superioridad teológica” deciertos cristianos, a los que se haenseñado durante siglos que elcristianismo es una superación deljudaísmo.

Para evitarlo, convendría quela predicación cristiana insistieraen textos como los de Pablo (cf.Rm 11,18). El mismo Pablo reafir-ma, como hemos dicho, el “donirrevocable” de la elección de Is-rael. Al referirnos, pues, a la Igle-sia católica, vista su actual orien-tación, debiéramos dejar de usar

términos como una superación li-gada a una descalificación de Israel.

Pasado el tiempo fundacionalde la toma de conciencia de la ne-cesidad de un arrepentimiento,espectacularmente afirmado du-rante el Jubileo y que se inscribeen un movimiento que arranca delVaticano II, tras la repetida con-dena del antisemitismo, convieneahora desarrollar una “educaciónde la estima” para con su fe (la fede los judíos), dejando de presen-tar el cristianismo por compara-ción y a veces por contraposicióncon el judaísmo. El arrepentimien-to supone dotarse de los mediospara corregirse y reparar el dañohecho.

Convendría, pues, hacer querepercutieran en la base las ad-

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quisiciones teóricas del diálogoformuladas por especialistas cató-licos en documentos que perma-necen ignorados de la masa de losclérigos y fieles, en particular lasOrientaciones y sugerencias para laaplicación de la declaración conci-liar “Nostra Aetate”, de 1975, y lasNotas romanas para una correctapresentación de los judíos y del ju-daísmo de 1985. Éstas deploransobre todo la “penosa ignoranciade la historia y de las tradicionesdel judaísmo de los que sólo losaspectos negativos, a menudo ca-ricaturizados, parecen formar par-te del bagaje común de muchoscristianos”. Las Orientaciones invi-tan también a los cristianos a“comprender mejor todo aque-llo que en el AT sigue teniendoun valor propio y perpetuo” quela ulterior interpretación del NTno elimina en modo alguno, sinoque le da un sentido más pleno.”Se insiste también en el hecho queno hay que oponer el AT y la tra-dición judía al NT “de manera queaquellos parezcan ofrecer una re-ligión de la justicia, el temor y ellegalismo sin referencia alguna alamor de Dios y del prójimo (cf.Dt 6,5; Lv 19,18...)”. Se reconoceque la tradición judía, tras la des-trucción del Templo, se ha segui-do desarrollando “rica en valoresreligiosos”. Las Notas romanas de1985 hablan de “continuada crea-tividad espiritual”, citan el Talmud,rehabilitan a los fariseos, denun-cian el mito de la maldición de Is-rael, pueblo cuya permanencia esun “signo” providencial, condenanun cierto “‘proselitismo deplora-ble” del pasado...

Asimismo, “se estimulará la in-

vestigación de los especialistassobre los problemas que referen-tes al judaísmo y a las relacionesjudeocristianas, especialmente enel campo de la exégesis, la teolo-gía, la historia y la sociología. Seinvita a los institutos superioresde investigación católica, a serposible conjuntamente con otrosinstitutos cristianos análogos, lomismo que a los especialistas in-dividuales a aportar su contribu-ción a la solución de tales proble-mas. Allí donde ello sea posible,se crearán cátedras de estudiosjudíos y se alentará la colabora-ción con los especialistas judíos”

Cuando se pone de manifies-to que muchas veces el mensajede Jesús hunde sus raíces en lostextos de la tradición judía, no serelativiza la importancia del mis-mo, sino que se da testimonio deun auténtico acto de reparacióny arrepentimiento por los siglosde predicación en los que se opo-nía cristianismo y judaísmo. Es unacto de humildad en relación conun discurso que durante muchotiempo ha humillado y que se hapresentado como detentando “elmonopolio del Amor”. Tambiénaparece como un acto de paz:cómo no alegrarse al descubrirque “Jesús e Israel” (Jules Isaac)beben de la misma inspiración, delmismo Espíritu (¿santo?).

A partir del momento en queuna creencia “se engríe a costa dela raíz... que la sustenta” (Pablo) ode otras creencias, y le cuesta re-conocer que sus valores fundacio-nales pueden existir en otros, lefalta fe en la capacidad de Dios deatraer a otros muchos. Una talcreencia que desconoce la humil-

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dad y antepone el orgullo huma-no a la fidelidad a Dios, se con-vierte en fuente de conflictos yno de amor. En cambio, Jesús pro-clama que “hay muchas moradasen casa de mi Padre”. Que el Tal-mud transcribirá, a propósito dela controversia entre Sabios: “Pa-labras de uno, palabras de otro,palabra son del Dios Vivo”.

Los que consideraron que elPapa había ido demasiado lejos alrecapitular todas las faltas queexigían el arrepentimiento de loscristianos, y recalcaron que así seexponía a manchar la imagen dela Iglesia, relegando a un segundoplano sus momentos de luz, o quela dejaba en situación de inferio-ridad en relación con las otrasreligiones, oponían una lógica hu-mana política a una exigencia tras-cendente teológica. “Calcular” laoportunidad de un arrepentimien-to es destruir su misma idea.

A la inversa, reconocer que lapropia fe no tiene la exclusiva de

los valores del amor, el perdón, esreconocer que la revelación divi-na no se está limitada a “una mo-rada”, sino que ha sembrado porel mundo “semillas de santidad”(Talmud) sin alterar en nada laoriginalidad de cada creencia (parael cristiano, la fe en la resurrec-ción de Jesús.

Cuando se conoce la particu-lar atención que Juan Pablo II de-dica en sus discursos a las rela-ciones privilegiadas con los judíos,“hermanos mayores” en la fe, ex-traña la casi total ignorancia detales textos tanto en sacerdotesy catequetas como en los fieles.Habría que releer la plegaria porel pueblo judío que hizo el Papaen Varsovia en junio de 1999: “Se-ñor, asístele para se mantenga ensu gran misión de revelar al mun-do Tu bendición (...) Que sus hijospersistan en su fidelidad hacia Ti,en eso que constituye el excep-cional misterio de su vocación”.

ALGUNAS PROPUESTAS PARA CONCRETARY DESARROLLAR EL DIÁLOGO

a) Desde el lado cristiano. Laimagen que la opinión tiene deljudaísmo religioso es la que pro-ponen los medios de comunica-ción social cuando se refieren so-bre todo a Israel: “colonos” ex-tremistas o “hombres de negro”ultraortodoxos, frecuentementecaricaturizados para servir a unatesis como ocurre en el film mili-tante Kadosh inscrito en una Kul-turkampf concreta que se da enIsrael entre ortodoxos y laicos.

Acudir a los textos fundaciona-les. Recomendamos que, para evi-

tar opiniones sesgadas, el judaís-mo sea presentado a partir de sustextos fundacionales originales. Enel marco más específico del acer-camiento entre judíos y cristianos,habría que emparejarlos con losde la tradición cristiana.

Difundir información. ¿Por quéno aprovechar para ello la ocasiónde las fiestas comunes, cuyas fe-chas pueden además coincidir paradar información sobre ellas? Di-fundir desplegables que presentenoportunamente la Pascua o la fies-ta de Pentecostés judías; o cier-

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tos ritos, como la circuncisión conmotivo de la conmemoración dela de Jesús (que curiosamente hadesaparecido de los calendarios elprimero de enero) u otros, com-parando Evangelios y tradición ju-día. Sería también convenienteaprovechar la lectura del Evange-lio (el Sermón de la Montaña, porejemplo) para dar a conocer a lamasa de los fieles la referenciaequivalente o próxima en los tex-tos judíos.

Se podría asimismo pensar enuna jornada de “apertura al judaís-mo” o a las fuentes del cristianis-mo, como se hace en Italia. Final-mente, los medios cristianos po-drían proponer reportajes parapresentar el judaísmo en los quese contase con la intervención dejudíos. También se podrían esta-blecer relaciones puntuales conlos medios judíos. Y se debiera fa-vorecer la edición de obras o dedocumentos comunes interconfe-sionales que reunieran textos dereferencia y análisis cristianos yjudíos sobre temas de interés dela sociedad.

Actuar localmente. El arrepenti-miento, habría de pasar de ser unadeclaración oficial a ser una actua-ción en el terreno parroquial. Lasreservas que muchos católicossienten ante las declaraciones dearrepentimiento de Drancy o deRoma expresan claramente que lajerarquía católica no ha podido ono ha sabido repercutir suficien-temente en la base la nueva situa-ción espiritual de la Iglesia, ni hatomado suficientes medidas parallevarla a la práctica.

En esta línea, pienso que me-recería la pena hacer un ”informe

de la situación local” sobre la apli-cación de dichas orientaciones enla Iglesia en las parroquias o enlas instituciones dedicadas a la for-mación de sacerdotes y catequis-tas. Esto podría llevaría luego adisponer de estudios en el ámbi-to diocesano sobre el modo cómose habla del AT, de los judíos o deljudaísmo en general.

Evitar incoherencias. El arrepen-timiento es más que el simple es-tadio de remordimientos. Implicaun proceso de reparación, concre-to y costoso. En hebreo un mis-mo término sirve para designar “lapalabra”, “el término y la cosa”:Dabar.

Si la palabra de arrepentimien-to no tiene resonancias significa-tivas entre los fieles a los que vadirigida, resulta inútil para la ma-yoría. Y se refuerzan las reticen-cias de determinados judíos, quemantienen una vigilancia descon-fiada hacia las iniciativas de la Igle-sia. Fue lo que ocurrió con la bea-tificación de Pío IX cuya actitudante los judíos (mantenidos en elgueto, y tener en cuenta tambiénel caso del niño Mortara) recuer-da conductas por las que Juan Pa-blo II habría pedido perdón...

Para clarificar, pues, las cosasante algunos judíos y dar credibi-lidad al proceso de arrepentimien-to convendría que los documen-tos del Vaticano (como las Orien-taciones o las Notas citadas) y lasgrandes declaraciones y gestossimbólicos fuertes encontraranuna traducción sin ambigüedadesen documentos indiscutibles tan-to en lo que se refiere a la políticainterna de la Iglesia (caso de lasbeatificaciones, por ejemplo)

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como a la doctrina, tipo catecis-mo universal, encíclicas (que si-guen empleando a veces la expre-sión ambigua de la “Iglesia, NuevoIsrael”), etc.

En ese nuevo contexto, los ju-díos podrán cambiar su punto devista con mucha mayor facilidad.Ya es significativo que, en Israelcomo en otros lugares, un núme-ro no despreciable de eruditosjudíos lleven bastante tiempo in-teresándose por Jesús y las fuen-tes judías de su predicación.

b) Desde el lado judío, es im-portante que la información so-bre los progresos del diálogo en-tre judíos y cristianos y sobre losdocumentos fundacionales deambos sea ampliamente difundidapara que se derrumben los a prio-ri de algunos que siguen traumati-zados por siglos de antijudaísmo.En el mismo sentido, se podríanrevisar algunas ideas recibidas ydar a conocer el enraizamiento deciertas propuestas de Jesús en latradición oral judía, y la opiniónde algunos maestros como Mai-mónides para quien el cristianis-mo (como el Islam) al universali-zar el mensaje de base de la Tora,prepara el camino a la venida delMesías. También se podría evocarel recuerdo de otros maestro, tan-to sefardíes (el Rachatz, del sigloXIV) como asquenazis (como elGran Rabino Jacob Emden, del si-glo XVIII) que han reconocido queJesús permaneció fiel a la obser-vancia de la ley, aunque sin ser por

ello el Mesías o un Profeta (si lofuera, la Biblia hebrea le hubiera“integrado” en su canon con losotros profetas).

Los judíos, el pueblo cuya elec-ción perenne como bendiciónpara las naciones es afirmada porPablo y luego recientemente porJuan Pablo II, han de saber estar ala escucha de esos cristianos quequieren conocer el judaísmo delque estaba impregnado Jesús. So-bre este punto, la salvación vienede los judíos, recuperando la fra-se de Juan. Zacarías, antes que él,anunciaba ese tiempo en que “diezhombres de las naciones vendrány agarrarán los flecos del Taleth(chal de oración) de un judío” y lepedirán “poder ir con él pues sa-bemos que Dios está a vuestrolado”. Eco de la Palabra divina di-rigida a Abraham: “por ti seránbenditas todas las familias de laTierra”.

Para los cristianos, la bendiciónde las naciones pasa por Jesús, hijode Israel. Ese Jesús, figura emble-mática de Israel, cuya Ley encar-nará y recapitulará, no es para losjudíos sino un rostro: el rostro deun judío cuyo sufrimiento habla delsufrimiento judío y al sufrimientojudío. Como escribe Chalom Ben-Chorin: “si la fe de Jesús nos une,la fe en Jesús nos separa”. Porqueaunque “las manos de los hombresno se puedan superponer, comotampoco coinciden la mano dere-cha y la izquierda, sí que puedenestrecharse” (León Askenazi).

Tradujo y condensó: ANGEL RUBIO I GODAY