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    Normas bsicas de la formacin sacerdotal (Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis)

    Congregacin para la Educacin Catlica 6 de enero de 1970

    NOTAS PRELIMINARES

    Durante el Snodo Episcopal, celebrado en Roma en el mes de octubre de 1967, los Padresaprobaron la siguiente propuesta presentada por el Cardenal Prefecto de la SagradaCongregacin para la Educacin Catlica:

    "Si se cree conveniente que, previa una seleccin de temas que es necesario figuren en todaslas Normas para la Formacin sacerdotal, se elaboren, de acuerdo con las ConferenciasEpiscopales, unas Normas Bsicas, en conformidad con lo establecido en el Decreto Optatamtotius y en todos los dems documentos conciliares, que sern sometidos a examen y perfiladosen la prxima Congregacin Plenaria del Sagrado Dicasterio para la Educacin Catlica, de talmodo que sirvan de criterio en la elaboracin de todas las dems Normas, con el fin de salvar launidad y dar acogida al mismo tiempo a una sana variedad".

    Por lo que se refiere a la mencionada enumeracin de temas, la Sagrada Congregacin preparun ndice especial -bajo el ttulo De ratione Institutionis sacerdotales iuxta documenta ConciliiVaticani II renovada-, que fue enviado a todas las Conferencias Episcopales, para quecontribuyeran con su oportuna ayuda al trabajo emprendido por la Congregacin.

    Por lo que se refiere al segundo punto, es decir, a la elaboracin de las Normas bsicas,proponemos ahora a las Conferencias Episcopales este documento como camino necesario paraconservar la unidad dentro de la variedad.

    Para poner de manifiesto tanto su importancia como la finalidad que pretende, conviene tenerpresente cuanto sigue:

    1. Este documento pretende proporcionar a las Conferencias Episcopales, a las que incumbe laelaboracin de las Normas para la formacin sacerdotal acomodadas a cada Nacin, un slidofundamento para culminar o perfeccionar ms fcilmente esta grave tarea, y, adems, pretendeaportar criterios seguros para la Sagrada Congregacin, cuando se trate de examinar y aprobarcada una de las Normas, a tenor del Decreto Optatam totius, n. 1.

    2. Este documento, dado que ha sido estudiado a fondo por los delegados de las ConferenciasEpiscopales y aprobado por la Santa Sede, ha de considerarse obligatorio en sus puntosprincipales (que en nota se exponen con mayor detencin), de forma que, respondiendo a los

    deseos expresados en el primer Snodo Episcopal, sirva de criterio para todas y cada una de lasNormas que en adelante se elaboren(*).

    Si en algunas Naciones o Regiones son tales las circunstancias que aconsejen, incluso en lospuntos principales, alguna peculiar acomodacin de la formacin sacerdotal, que exceda elmbito de estas normas bsicas, este caso ser tratado entre la Sagrada Congregacin para laEducacin Catlica y las Conferencias Episcopales de los lugares respectivos.

    3. Como es evidente, este documento seala solamente algunos fundamentos generales en losque deban basarse las Conferencias Episcopales al elaborar sus normas propias. Le

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    corresponde indicar soluciones vlidas que hagan frente de modo oportuno a los diversosrequisitos de la formacin sacerdotal y sealar ciertos fines, dentro de cuyo margen puedadiscurrir con seguridad la vida de los seminarios.

    Por lo cual, y en atencin a la naturaleza de los diversos temas, muchas veces el texto prevdiversas soluciones entre las que cada Conferencia Episcopal pueda elegir la ms oportuna y

    ms en consonancia con la situacin de cada lugar. (Cf. nn. 17, 18, 19 42, 60, 63, 83, 84, 85, 97,98, 99, 101). As, pues, no trata de frenar, sino de estimular la iniciativa y el trabajo, buscando elbien mayor de cada Nacin.

    4. Entre las normas contenidas en este Documento, algunas estn formuladas en forma deartculos, de modo que, si se cree conveniente, puedan ser incorporadas ntegramente en lasNormas para la formacin sacerdotal de la propia Nacin (V. gr. nn.: 5-7, 11-14, 16, 20-26, 28-41, 44-58, 67-74, 76-79, 82, 86-89, 94-95, 99); otras normas, por el contrario, ofrecennicamente unos principios que sirvan de orientacin en la ulterior y necesaria elaboracin (V. gr.nn.: 9, 15, 19, 27, 42, 43, 61-66, 75, 80, 93, 98, 99, 101).

    5. Al elaborar el Documento, era necesario, ante todo, atender, en la medida de lo posible, aestos tres aspectos: a la claridad, para disipar las diversas y ambiguas opiniones sobre la

    formacin sacerdotal que hoy se difunden por todas partes; a la universalidad, para proporcionarformas oportunas en la formulacin de leyes acomodadas a los diversos lugares, habida cuentade la variedad de circunstancias; a la actualidad, para aplicar el remedio a los peligros queconstantemente surgen, teniendo presentes, ante todo, los problemas de la formacin sacerdotalpropios de nuestro tiempo.

    6. El Documento est totalmente impregnado del espritu del Concilio Vaticano II, y en algunaspartes lo cita textualmente. La experiencia ensea que no es superfluo sacar a la luz una y otravez algunos principios y normas obligatorias del Concilio, o sea que se olviden por no citarlosexpresamente en las Normas Bsicas (V. gr. nn.: 11, 13, 20, 29, 30, 44, 45, etc.).

    7. As pues, con el fin de que este Documento prestase la mayor ayuda posible a lasConferencias Episcopales en la preparacin y revisin de las normas de formacin sacerdotal, se

    han seguido en l los criterios siguientes: no omitir nada que parezca provechoso; no aadirnada superfluo; no introducir nada que no sea universalmente vlido; tener siempre en cuenta lasituacin actual de las cosas. Una vez asentada esta mltiple finalidad, no ha podido evitarsecierta desproporcin entre las diversas partes, habiendo tenido que tratar algunos puntos msextensamente, otros, en cambio, con ms brevedad; unas veces en forma de cdigo, otras amodo de directorio. Convena que el fondo prevaleciese sobre la forma.

    INTRODUCCIN

    Los actuales intentos de renovacin de los Seminarios -cuyas normas principales y msgenerales fueron establecidas por el Concilio Vaticano II en el decreto De institutione sacerdotali,

    a fin de que estos centros avanzaran con seguridad y produjeran un saludable aumento depiedad, ciencia y celo pastoral en los candidatos al sacerdocio-, dichos intentos exigen ciertasprecisiones ulteriores para ajustarse lo mejor posible a las necesidades peculiares de cadanacin y para conservar mejor aquella unidad e imagen del sacerdote catlico que pide lanaturaleza del mismo y que el Concilio recalc con empeo1. As pues, teniendo presente estadoble necesidad, la Sagrada Congregacin para la Educacin Catlica y los Delegados de lasConferencias Episcopales han elaborado con esfuerzo y parecer comunes, las Normas bsicasde la formacin sacerdotal que ahora presentamos. Este Documento ha sido preparado con laintencin permanente y el sincero deseo de recoger fielmente en l el genuino espritu y laorientacin pastoral del Concilio Vaticano II y, una vez concretados stos de forma ms precisa,

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    pudieran contribuir con mayor eficacia a la tarea de adaptar la educacin que se da en losSeminarios a las nuevas necesidades de los tiempos.

    1. Cmo ha de entenderse la confirmacin de la Institucin de los Seminarios hecha por elConcilio Vaticano II.

    La Iglesia en el Concilio Vaticano II decret que ha de ser mantenida como vlida su experienciasobre los Seminarios, avalada ya por tantos siglos, afirmando que los Seminarios son necesariosen cuanto a instituciones ordenadas a la formacin de los sacerdotes y dotadas de los mediosms aptos de educacin que, junto con otros, pueden colaborar eficazmente a la formacinintegral de los futuros presbteros2. Confirmando de nuevo este experimentado camino hacia elsacerdocio, en manera alguna quiso pasar por alto las diversas y mltiples necesidades,surgidas en el transcurso de los tiempos y debidas a la antigedad de los medios y al cambio delas circunstancias, y admiti y aun prescribi numerosos cambios que aumentaran la fuerza yeficacia de esta institucin tan til.

    Aunque el Concilio habl de diversa manera acerca de los comnmente llamados seminariosMayores y Menores, sin embargo precis ciertas cosas que son vlidas ambos3. Antes deabordar abiertamente la problemtica peculiar de uno y otro, conviene, en primer lugar,

    considerar atentamente cuanto debe presuponerse de algn modo en lo que se va a exponer acontinuacin: el Seminario, en cuanto comunidad de jvenes4, deduce, en primer lugar, su fuerzay capacidad para la formacin de los futuros sacerdotes, del ambiente en que los jvenes suelenvivir, cuyo aire respiran y en cuya configuracin y mejoramiento ellos mismos participan. Se da laconcurrencia de varios elementos tanto internos como externos; se trata de la estructura de todala comunidad as como de su espritu que puede estorbar o impulsar a mejores cosas, y cuyainfluencia se manifiesta en todos en mayor o menor grado5.

    En este asunto, por consiguiente, el primer deber de los Superiores consiste en conseguir detodos la colaboracin para hacer brotar estas condiciones y perfeccionarlas. Conviene que stassean tales que quien ingrese en el Seminario, encuentre los medios necesarios para cultivar supropia vocacin y seguir sin reservas la voluntad de Dios6. Para conseguir este fin, no debesubestimarse todo lo que se refiere a las cosas materiales como: la distribucin digna y sobriadel lugar, los edificios, el mobiliario, etc., en conformidad con la vida de la juventud.

    2. Situacin de los jvenes de nuestro tiempo frente a la educacin.

    Es necesario, adems, tener en cuenta en toda verdadera renovacin de los Seminarios, lascircunstancias de la poca actual y sus peculiares necesidades de cara a la educacin7. Enefecto, los jvenes llamados por la divina Providencia a ejercer el ministerio sacerdotal entre loshombres de nuestro tiempo poseen especiales cualidades espirituales, que estn en armonacon el modo de pensar y con la ndole de los hombres de hoy. Por lo mismo, se observa en ellosun vivo deseo de sinceridad y de verdad en las diversas manifestaciones de su espritu; seobserva igualmente una gran propensin a aceptar todo lo nuevo y original, una gran estima delmundo y de su progreso tcnico y cientfico, un deseo de insertarse ms de lleno en el mundopara servirlo, un sentido "de solidaridad" sobre todo con los hombres de posicin ms humilde ycon los oprimidos, un espritu comunitario. Sin embargo, a pesar de todo esto, se adviertetambin en ellos una desconfianza hacia todo lo antiguo recibido por tradicin, una volubilidad enla toma de decisiones, una inconstancia a la hora de llevar a la prctica las resoluciones, unafalta de docilidad imprescindible para todo verdadero progreso espiritual, un carcter difcil ycrtico respecto a la autoridad y a las diversas instituciones de la sociedad civil y eclesial, etc.8. Eleducador no slo no debe descuidar en su labor pedaggica estas especiales cualidades, sinoque debe procurar comprenderlas y orientarlas, en la medida de lo posible y con la cooperacinde los mismos futuros sacerdotes, hacia su finalidad formativa, pero distinguiendo siempreclaramente las cualidades que puedan contribuir mucho, poco o nada a la formacin sacerdotalms completa, o, incluso, puedan obstaculizarla. Teniendo en cuenta estas cosas, no puede

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    ignorarse que, sobre todo en los ltimos aos, han surgido, tanto de parte de la juventud comode la sociedad actual, algunas dificultades que ejercen su influencia en toda labor formativa yexigen por eso un mayor esfuerzo a los educadores.

    Dos cosas hay que sealar principalmente en los jvenes de nuestro tiempo: un sentido msprofundo tanto de la dignidad de la persona como de las cosas y de los hombres de este mundo,

    bien en lo referente a sus indudables valores, bien en lo referente a su peculiar situacinespiritual que manifiesta, cada da con ms intensidad, un menosprecio de la religin9. Estos dosfactores, unidos a otros muchos, crean una cierta mentalidad comn la cual exige que, entreotras soluciones, se tenga en los Seminarios un mayor aprecio de la persona, se suprima todo loque suene a "convencionalismo" injustificado, se haga todo conforme a la verdad y a la caridad,se cree entre todos un autntico dilogo, se fomenten relaciones ms frecuentes con el mundosegn las lcitas necesidades de la recta formacin y, finalmente, todo lo que se exija y se pida,hgase mostrando el verdadero motivo en que se apoya y llvese a la prctica con libertad deespritu10.

    Si esto exige que sean reconocidos ciertos factores recibidos por tradicin, exige tambin unaautntica labor pedaggica que, basada en una confianza y comprensin mutuas, tenga unarecta concepcin de la libertad y, sobre todo, sepa discernir bien los medios y los fines de laeducacin. Pues, si bien puede entablarse con los alumnos un dilogo til y una bsquedaprovechosa de los medios, la finalidad del Seminario y de toda la educacin ha de tenerse yadesde el principio como fundamento de todas las consideraciones11, y a este fundamento debereferirse cualquier discusin de este tipo. Pues cuanto ms claramente se proponga a los

    jvenes la sublime finalidad de la formacin, tanto ms gustosamente buscarn ellos de comnacuerdo los medios ms adecuados para alcanzarla y, guiados por el deseo del bien comn ypor la voluntad de Dios, lograrn el verdadero sentido de la libertad y de la autoridad.

    3. El concepto del sacerdocio catlico como fin propio de la formacin sacerdotal.

    El fin propio de la educacin sacerdotal se basa en la concepcin del sacerdocio catlico, talcomo procede de la revelacin divina explicada por la tradicin constante de la Iglesia y por suMagisterio. Esta doctrina, que debe informar todas las normas de formacin sacerdotalinfundindoles valor y sentidos propios, puede deducirse de las mismas palabras del ConcilioVaticano II:

    Toda potestad y ministerio sacerdotal en la Iglesia Catlica procede del nico y eternosacerdocio de Cristo, el cual, santificado y enviado al mundo por el Padre (cf. Jn 10, 36), hizopartcipes de su mismo sacerdocio en primer lugar a los apstoles y a los obispos, sucesoressuyos. Los distintos miembros de la Iglesia participan de diverso modo del nico e idnticosacerdocio de Cristo: el sacerdocio comn de los fieles, quienes por el bautismo y la uncin delEspritu Santo "son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que por medio detoda obra del hombre cristiano ofrezcan sacrificios espirituales"12, constituye un primer grado detal participacin. De modo diverso a los fieles participan del sacerdocio de Cristo los presbteros,los cuales "aunque no tienen la cumbre del pontificado y dependen de los Obispos en el ejerciciode su potestad, estn, sin embargo, unidos con ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud delsacramento del Orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del NuevoTestamento a imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (cf. Hebr 5, 1-10; 7, 24; 9, 11-28) parapredicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino"13. Por tanto, elsacerdocio ministerial de los presbteros supera, por este motivo, al sacerdocio comn de losfieles, ya que por aquel, algunos dentro del Cuerpo de la Iglesia son configurados con CristoCabeza y son promovidos "para servir a Cristo, Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerioparticipan, por el que la Iglesia se edifica incesantemente aqu, en la tierra, como Pueblo deDios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espritu Santo"14.

    "El sacerdocio comn de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerrquico, aunque diferente

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    esencialmente y no slo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambosparticipan a su manera del nico sacerdocio de Cristo"15.

    Los Presbteros, investidos del sacerdocio, entran en mltiples relaciones con el propio Obispo,con los dems sacerdotes y con el Pueblo de Dios16. Efectivamente, "todos los Presbteros, auna con los Obispos, de tal forma participan del mismo y nico sacerdocio y ministerio de Cristo,

    que la misma unidad de consagracin y misin requiere su comunin jerrquica con el orden delos Obispos Sguese que los Obispos los tienen como colaboradores y consejeros necesariosen el ministerio y oficio de ensear, santificar y apacentar el Pueblo de Dios"17. Ellos mismos"forman, junto con su obispo, un solo presbiterio, dedicado a diversas ocupaciones. En cada unade las congregaciones locales de fieles representan al Obispo, con el que estn confiada yanimosamente unidos, y toman sobre s una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercen enel diario trabajo"18.

    Esta verdadera e ntima participacin en el nico e idntico presbtero diocesano establecemltiples lazos de unin tambin entre los mismos sacerdotes. "Los presbteros, constituidos porla ordenacin en el orden del presbiterado, se unen todos entre s por ntima fraternidadsacramental"19 "que debe manifestarse en espontnea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritualcomo material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunin de vida, detrabajo y de caridad"20"y as se pone de manifiesto aquella unidad con que Cristo quiso fueranlos suyos consumados en uno, para que conociera el mundo que l haba sido enviado por elPadre"21.

    Todo presbtero es tomado de entre el Pueblo de Dios para ser constituido a favor del mismopueblo. Pero aunque por razn del Sacramento del Orden desempean el oficio de padre ymaestro son, sin embargo, juntamente con todos los fieles, discpulos del Seor que, por lagracia de Dios que llama, fueron hechos partcipes de su reino. Porque, regenerados como todosen la fuente del bautismo, los presbteros son hermanos entre sus hermanos, como miembros deun solo y mismo Cuerpo de Cristo, cuya edificacin ha sido encomendada a todos 22. Por estarazn "respecto a los fieles, a quienes han engendrado espiritualmente por el bautismo y ladoctrina (Cf. I Cor 4, 15; I Pedr 2, 23), tengan la solicitud de padres en Cristo. Hacindose debuena gana modelos de la grey (cf. I Pedr 5, 3) gobiernen y sirvan a su comunidad local de talmanera, que sta merezca ser llamada con el nombre que es gala del nico y total Pueblo deDios, es decir, Iglesia de Dios (cf. I Cor; 2 Cor 1, 1 y passim). Acurdense de que, con suconducta de cada da y con su solicitud deben mostrar a los fieles e infieles, a los catlicos y nocatlicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y pastoral, y de que estn obligados adar todos el testimonio de verdad y de vida y de que, como buenos pastores, han de buscartambin a aquellos (cf. Lc. 15, 4-7) que, bautizados en la Iglesia catlica, abandonaron laprctica de los sacramentos o incluso han perdido la fe"23, de modo que por medio de suincansable trabajo la "Iglesia" resplandezca "como Sacramento Universal de salvacin"24 y sehaga exponente la presencia de Dios en el mundo25. "Con su vida y con su palabra, ayudadospor los religiosos y por sus fieles, demuestren que la Iglesia, aun por su sola presencia,portadora de todos sus dones, es fuente inagotable de las virtudes de que tan necesitado anda elmundo de hoy" 26. "Mas el deber del pastor no se limita a cuidar slo individualmente de losfieles, sino que se extiende tambin propiamente a formar una genuina comunidad cristiana"27que debe estar empapada de un verdadero espritu misional y de universalidad catlica.

    El ministerio presbiteral, tal como ha sido expuesto por el Concilio Vaticano II, se ejerceprincipalmente en el ministerio de la palabra y en la obra de la santificacin. "En efecto, comoquiera que nadie puede salvarse si antes no creyere, los presbteros, como cooperadores queson de los obispos, tienen por deber primero el de anunciar a todos el Evangelio de Dios"28cumpliendo el mandato del Seor: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura(Mc 16, 16). Cumplen este mandato cuando "ora con su buena conducta entre los gentiles losinduzcan a glorificar a Dios, ora pblicamente predicando anuncien el misterio de Cristo a losque no creen, ora enseen la catequesis cristiana o expliquen la doctrina de la Iglesia, ora se

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    esfuercen en estudiar las cuestiones de su tiempo a la luz de Cristo"29.

    El ministerio de la palabra tiene como objetivo llevar a los hombres a la fe y al sacramento desalvacin, y alcanza su culmen en la celebracin de la Eucarista: "Pero su oficio sagrado loejercen, sobre todo, en el culto o asamblea eucarstica, donde, obrando en nombre de Cristo yproclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza y

    representan y aplican en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Seor (cf. I Cor 11, 26), elnico sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a s mismo al Padre,una vez por todas, como Hostia Inmaculada (cf. Hebr 5, 1-3)30. Por consiguiente, el oficio de lapredicacin tiene como caracterstica propia el completar el oficio de la santificacin por el que elsacerdote, representando a la persona de Cristo, coopera en la edificacin de la Iglesia.

    Elpresbtero preside al Pueblo de Dios congregado a travs de la predicacin del Evangelio, delos sacramentos y, principalmente, de la celebracin de la Eucarista. Por lo tanto, el presbterodebe ser tal que puedan todos reconocerle como haciendo las veces de Cristo Cabeza: ya que"los presbteros, que ejercen el oficio de Cristo, Cabeza y Pastor, segn su parte de autoridad,renen en nombre del Obispo la familia de Dios, como una fraternidad de un solo nimo, y porCristo, en el Espritu, la conducen a Dios Padre. Y para ejercer este ministerio como para cumplirlas restantes funciones de presbtero se les confiere la potestad espiritual31. Por esta potestad sediferencia esencialmente, y no slo en grado, el sacerdocio ministerial o jerrquico delsacerdocio comn de los fieles32. Pues, aunque los fieles puedan y deban tener algunaparticipacin en el oficio evangelizador y pastoral33, slo el que ha recibido el sagrado orden delpresbiteriado puede ejercer plenamente el ministerio sacramental, principalmente el eucarstico,del que proceden y al que se orientan todos los dems ministerios. Por ello, elegido parapredicar el Evangelio de Dios (Rom 1, 1), no debe vacilar en consagrar su vida entera al serviciode Dios y de los hombres, ms an, en darla por las ovejas34.

    4. Accin y vida del sacerdote en las circunstancias actuales.

    El ministerio sacerdotal, tal como ha sido fijado esencialmente por la Iglesia, se ejerce hoy enuna situacin completamente nueva, que se manifiesta en las nuevas necesidades de loshombres y en la naturaleza de la actual cultura civi l35. Las necesidades de los hombres vienendeterminadas hoy fundamentalmente o por el ennoblecimiento de la persona humana o por laprogresiva transformacin del sentido religioso. Si no siempre en realidad y de una maneraexpresa, s por lo menos virtualmente, se reconoce a cada hombre su dignidad humana, elderecho a promocionarse, a manifestar libremente su modo de pensar y a participar en su propiodesarrollo y en el de las cosas. Y a medida que se va logrando un mayor dominio del hombresobre el mundo, lo cual provoca grandes transformaciones sociales, se concede un espacio msreducido a las formas de vida cristiana recibidas desde antiguo. En efecto, mientras algunosgrupos cristianos, en medio de esta transformacin general, manifiestan una forma ms personalde vida religiosa que se traduce en una veneracin especial hacia la Palabra de Dios y hacia laSagrada Liturgia y en la adquisicin de un mayor sentido de responsabilidad, cada da aumentams el nmero de los que pierden, en parte o del todo el debido trato con la Iglesia y tiendenhacia una religin y tica naturales. Ms an, con frecuencia se llega a tal punto que el atesmo -limitado en otro tiempo ms bien a los filsofos- se hace cada da ms comn y penetralentamente en la mente de muchos. Han de tenerse presentes constantemente estas facetas de

    la cultura de nuestro tiempo, ya que es necesario que las tenga en cuenta la vida y la accin delsacerdote y tambin la capacitacin para su misin36.

    Los jvenes que en la actualidad ingresan en el seminario comparten esta situacin de lasociedad a travs de los diversos medios de comunicacin social y su espritu se ve afectado porla problemtica referente a la religin y, sobre todo, a la accin y vida del sacerdote. Confrecuencia inician los estudios teolgicos con un deseo sincero de servir a Dios y a los hombresen la vida sacerdotal sin tener por ciertos y claros, como en otro tiempo era habitual, los valoresde la religin, de los que un da han de ser heraldos y administradores. Todas estas cosas

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    originan de vez en cuando grandes dificultades en el Seminario y constituyen el verdadero yprincipal objeto de la educacin, al que conviene que los superiores presten especial atencin.En su plan de formacin esfurcense, en primer lugar, en eliminar estos diversos obstculos, nocon una intervencin repentina y radical, sino ms bien procurando purificar poco a poco losnimos y las intenciones y, sobre todo, intentando actuar con prudencia y moderacin, para queprogrese y se robustezca cada da ms lo que hay de positivo en lo que desean los jvenes y, deeste modo, su vida y actuacin sacerdotales puedan posteriormente dar frutos ms copiosos.

    A esto puede contribuir no slo su magnanimidad y disponibilidad y su vivo deseo de ayudar a lasociedad humana, sino tambin, en alguna ocasin, la misma bsqueda oscura y crtica de la fepor la que han de pasar, ya que los hombres, a los que sern enviados una vez sacerdotes,imbuidos por una religin insegura y ambigua, no aceptan pasiva y fcilmente el magisteriosacerdotal, ni creen ni admiten sin prejuicios la doctrina que intenta ensearles el sacerdote envirtud de su misin.

    Por tanto, los jvenes han de ser educados de tal modo que esta situacin especial queexperimentan hoy juntamente con toda la Iglesia, los ponga lo menos posible en el peligro dedesanimarse, sino que, elevndose a Dios por la fe y la esperanza, los estimule a intentar laexperiencia de nuevos medios y a la bsqueda de nuevos caminos por los que puedan entrarms fcilmente en relacin con los hombres de nuestro tiempo. Pues "de tal manera am Dios aeste mundo que hoy se confa al amor y el ministerio de los pastores de la Iglesia, que por l dioa su Hijo unignito (cf. Jn 3, 16). A decir verdad, este mundo que est, desde luego, dominadopor muchos pecados, est, no obstante, dotado de no pequeas cualidades, y ofrece a la Iglesiapiedras vivas (cf. I Pedr 2, 5) que se estructuran para morada de Dios en el Espritu (cf. Ef 2, 22).Y el mismo Espritu Santo, al tiempo que impulsa a la Iglesia a que abra nuevas vas de accesoal mundo de esta poca, sugiere y favorece tambin las convenientes acomodaciones delministerio sacerdotal"37.

    Esta nueva adaptacin de la accin y vida sacerdotales inquieta y preocupa a muchos ennuestros das, y en todas partes suscita problemas de diverso gnero. sta ha sido la causa deque hayan discutido y propuesto, de palabra y por escrito, muchas cosas sobre el sacerdote,sobre su naturaleza, su lugar propio en el seno de la sociedad, su estilo de vida y su mejorpreparacin para ejercer ms eficazmente su misin38. Como es evidente, el Seminario nodeber nunca desconocer y despreciar estas cosas sino, por lo contrario, defender y conservarcon empeo los valores seguros y perennes del sacerdocio. A esta Ratio Fundamentaliscorresponder poner a salvo estos valores adquiridos; en cambio, las Conferencias Episcopalesse preocuparn con absoluta libertad de adaptar los restantes factores contingentes segn lasnecesidades de tiempo y de lugar.

    I. NORMAS GENERALES39

    1. Las Normas de formacin sacerdotal determinadas por la Conferencia Episcopal a tenor delDecreto Optatam totius, n. 1, deben ser aprobadas primeramente "ad experimentum" por laSagrada Congregacin para la Educacin Catlica.

    Si durante el tiempo de prueba surgiese alguna urgente necesidad que aconsejase retocar lasnormas en alguna de sus partes con elementos nuevos, tales cambios no se excluyen, con tal deque se notifiquen a tiempo a la Santa Sede.

    Antes de cumplirse el perodo de prueba, y con base en la experiencia lograda por laConferencia Episcopal, las Normas deben ser revisadas por la Comisin Episcopal deSeminarios40 y por los adjuntos peritos, y, adems, debe someterse a nueva aprobacin de laSagrada Congregacin.

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    Dicha revisin y aprobacin se repetir en adelante en determinadas ocasiones, segn parezcanecesario y oportuno a cada una de las Conferencias Episcopales.

    nicamente las Conferencias Episcopales, y no cada uno de los Obispos, tienen el derecho y eldeber de determinar las normas de formacin sacerdotal en la propia nacin o regin, as comode aprobar las experiencias peculiares que parezca oportuno deban introducirse.

    2. Las Normas del Documento as elaborado han de ser observadas en todos los Seminarios delClero Diocesano, tanto nacionales como regionales; en cambio, las peculiares acomodacionesde las mismas sern determinadas por los correspondientes Obispos en el Reglamento propiode cada Seminario.

    Las Normas de los Institutos Religiosos han de ser con los oportunos ajustes, acomodadastambin a estas bases41.

    Donde los alumnos del Seminario cursen los estudios filosficos y teolgicos en Facultades o enotros Institutos de Estudios Superiores, en todo lo referente a los estudios se regirn por loestablecido por la Sagrada Congregacin para la Educacin Catlica en el documento tituladoNormae quaedam

    42, n. 33.

    3. Las Normas de cada Nacin abarcan la formacin sacerdotal fundamental, o sea, humana,espiritual, intelectual y pastoral; todos estos aspectos deben ser convenientemente conjugados afin de que el sacerdote de Cristo se prepare de acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo.

    4. Toda la formacin sacerdotal, teniendo en cuenta los documentos de la Santa Sede que tratande la formacin de los alumnos, conviene que est informada ante todo por el espritu y por lasnormas del Concilio Vaticano II, tal como constan en el Decreto Optatam totius y en otrasConstituciones y Decretos que se refieren a la educacin de los seminaristas43.

    II. PASTORAL DE LAS VOCACIONES

    5. La vocacin sacerdotal se inserta en el mbito ms vasto de la vocacin cristiana, radicada enel sacramento del Bautismo, por medio de la cual el Pueblo de Dios "instituido por Cristo paraSeor comunin de vida, de caridad y de verdad, se sirve tambin de l como de instrumento dela redencin universal y lo enva a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt.5, 13-16)"44. Esta vocacin, suscitada por el Espritu Santo, "que distribuye sus variados donespara el bien de la Iglesia, segn su riqueza y la diversidad de ministerios (cf. I Cor. 12, 1-11)"45,se orienta a la edificacin del Cuerpo de Cristo, en cuya tarea "est vigente la diversidad demiembros y de oficios"46.

    6. Toda vocacin merece la mxima estima como manifestacin que es de la incalculableriqueza de Cristo (cf. Ef 3, 8) en la Iglesia, por lo que debe ser cultivada con todo esmero ysolicitud para que madure y se desarrolle. Por tanto, a toda la comunidad cristiana 47, pero de

    modo especial "a los sacerdotes, en cuanto educadores de la fe, atae procurar, por s mismos opor otros, que cada uno de los fieles sea llevado, en el Espritu Santo, a cultivar su propiavocacin en conformidad con el Evangelio, a una caridad sincera y activa y a la libertad con queDios nos libert"48, de forma que "alcancen la madurez cristiana"49.

    7. Entre la gran variedad de vocaciones que el Espritu Santo suscita sin cesar en el Pueblo deDios, goza de peculiar importancia la vocacin al estado de perfeccin y, sobre todo, alsacerdocio, por medio de la cual el hombre cristiano es elegido por Dios para participar delsacerdocio jerrquico de Cristo50y as "apacentar la Iglesia por la palabra y la gracia de Dios"51.

    http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#41http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#41http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#41http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#42http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#42http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#43http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#43http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#44http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#44http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#44http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#45http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#45http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#45http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#46http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#46http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#46http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#47http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#47http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#48http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#48http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#48http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#49http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#49http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#49http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#50http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#50http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#50http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#51http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#51http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#51http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#51http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#50http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#49http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#48http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#47http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#46http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#45http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#44http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#43http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#42http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#41
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    Esta vocacin se manifiesta en diversos perodos de la vida del hombre y con diversamotivacin: se manifiesta en la juventud, en la edad madura y en los nios, entre los cuales noes raro que se d a modo de un cierto "germen", unido a una peculiar piedad, a un ardiente amora Dios y al prjimo y a una inclinacin al apostolado52.

    8. Atendiendo a las grandes necesidades de los fieles y acogiendo la recomendacin del Seor

    que invita a todos: Rogad, pues, al dueo de la mies que enve obreros a su mies (Mt 9, 38; Lc10, 2), es sumamente conveniente que toda la comunidad cristiana procure, sobre todo, fomentarasiduamente y con fe las vocaciones religiosas y sacerdotales. Por lo tanto, en cada dicesis,regin o nacin debe erigirse o incrementarse la obra de las vocaciones, en conformidad con losDocumentos Pontificios sobre la materia, para que todo lo concerniente a la formacin pastoralen el fomento de las vocaciones se organice de modo adecuado y coherente y se promueva conigual prudencia y empeo, aprovechando para ello todos los recursos tiles53.

    "Esta activa colaboracin de todo el Pueblo de Dios en el fomento de las vocaciones responde ala accin de la divina Providencia que da las cualidades necesarias y ayuda con su gracia a loshombres elegidos por Dios para participar del sacerdocio jerrquico de Cristo y, al mismo tiempo,encomienda a los legtimos ministros de la Iglesia el que, una vez comprobada la idoneidad,llamen a los candidatos que piden tan alto ministerio, con intencin recta y plena libertad y, unavez bien conocidos, los consagren con el sello del Espritu Santo para el culto de Dios y serviciode la Iglesia"54.

    Para llevar a cabo la Obra arriba indicada y fomentar las vocaciones procuren los Obisposcoordinar con inters la labor de los sacerdotes, religiosos y seglares, y, sobre todo, de losmaestros y padres55, as como tambin de las asociaciones catlicas, siguiendo un plan depastoral de conjunto.

    9. Hay que poner en prctica todos los medios que sean necesarios para alcanzar de Diosvocaciones, en primer lugar la oracin que el mismo Cristo pidi (cf. Mt 9, 39; Lc 10, 2); estodebe hacerse tanto en privado como en comn, en los tiempos adecuados del ao litrgico y enlas fechas ms solemnes fijadas por la autoridad eclesistica. A este fin se orientaprincipalmente el Da mundial de las vocaciones, establecido por la Santa Sede y que ha decelebrarse anualmente en todas partes por la Iglesia56. Promuvanse todos los medios quepuedan despertar y abrir los nimos al discernimiento y acogida de la vocacin divina. Por locual, es necesario el ejemplo de los sacerdotes, "que pongan abiertamente de manifiesto elverdadero gozo pascual"57, con una pastoral de la juventud bien organizada en las dicesis, conla predicacin y la catequesis encaminadas a explicar la vocacin, con la preparacin espiritual,v gr. ejercicios espirituales; todo lo cual debe considerase como la primera y principal razn deesta labor pastoral.

    Esta accin pastoral, habida cuenta de las leyes de la sana psicologa y pedagoga, debedirigirse a los hombres de diversas edades; pero en el momento actual es urgente un renovadoesfuerzo a favor de las vocaciones -que muchos experimentan en la edad madura (en algunasocasiones despus del ejercicio de una profesin)- para suscitarlas, cultivarlas y formarlas conproyectos y medios apropiados58.

    10. Fomntense las vocaciones con espritu generoso, sin mirar nicamente a la propia dicesiso nacin, sino tambin atendiendo a otras dicesis o naciones, teniendo en cuenta lasnecesidades de la Iglesia universal y de la accin divina, que llama a cada uno a oficios diversos,bien al sacerdocio secular, bien al campo misional o a los institutos religiosos. Para lograr msfcilmente este fin, es sumamente deseable la existencia en cada dicesis de Centros nicos,que manifiesten la cooperacin y unidad entre ambos cleros, diocesano y religioso, a favor detoda clase de vocacin59.

    http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#52http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#52http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#53http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#53http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#54http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#54http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#54http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#55http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#55http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#56http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#56http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#57http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#57http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#57http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#58http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#58http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#59http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#59http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#59http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#58http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#57http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#56http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#55http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#54http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#53http://www.osar.org.ar/documentos/doc_068.html#52
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    III. LOS SEMINARIOS MENORES60Y CENTROS AFINES

    11. El fin propio del Seminario Menor es ayudar a los adolescentes que parecen poseergrmenes de vocacin, a que la disciernan ms fcilmente y puedan responder a ella. En asuntoque requiere tanta prudencia y deliberacin y que no puede ser llevada a cabo sino bajo lailuminacin y gua del Espritu Santo que distribuye sus dones segn quiere (cf. I Cor 12, 11), los

    educadores, los padres, la comunidad parroquial y todos los que de algn modo estninteresados procuren educar a los candidatos de modo que, respondiendo fielmente a los deseosde la Providencia, vivan y realicen cada da ms plenamente su consagracin bautismal,progresen en espritu apostlico y lleguen a descubrir, en su verdadera naturaleza, el sublimedon de la vocacin sagrada y la abracen con libertad y alegra, con tal de que la legtimaautoridad conceda su aprobacin61.

    Dado que la vocacin al sacerdocio, aun siendo un don sobrenatural y totalmente gratuito, seapoya necesariamente en las cualidades naturales, de forma que pueda dudarse confundamento de su existencia si falta alguna de ellas, examnense cuidadosamente la familia, lascualidades fsicas, squicas, morales e intelectuales de los alumnos, para poder disponer atiempo de indudables elementos de juicio sobre su idoneidad62.

    12. Es necesario que se atribuya al Seminario Menor la debida importancia en la vida de ladicesis, a la que debe estar prudentemente abierto y en la que debe insertarse vital yorgnicamente, de manera que no slo fomente una entusiasta colaboracin de fieles y clero,sino tambin -como sostn de la pastoral de las vocaciones- ejerza una benfica y eficazinfluencia sobre la juventud y contribuya al progreso espiritual de la misma. A travs de esteconveniente contacto con el mundo externo aprenden los alumnos, segn su capacidad, aconocer los problemas ms importantes de la Iglesia y de la vida humana, y a interpretarlos conespritu cristiano; de este modo progresarn cada da ms en el verdadero espritu eclesial ymisional63.

    Mantengan tambin los alumnos un trato conveniente y necesario con sus propias familias y conlos jvenes de su edad, trato del que tienen necesidad para una sana evolucin sicolgica y,particularmente, afectiva. Con una oportuna ayuda espiritual prestada a las familias, procreseque se capaciten ellas mismas para colaborar cada da ms eficazmente, junto con el Seminario,en el cultivo de las vocaciones eclesisticas64.

    13. Lleven los alumnos dentro del Seminario la vida que corresponda a su edad y desarrollo yque se ajuste a las sanas normas de la sicologa y pedagoga; pero evtese cuidadosamentetodo lo que de cualquier modo pueda coartar la libre eleccin de estado, y tngase siempre encuenta que entre los alumnos hay quienes tienden abiertamente al sacerdocio, quienes loadmiten como posible, quienes, finalmente, se manifiestan vacilantes y dudosos con relacin asu vocacin, pero estn bien capacitados y no eliminan toda esperanza de poder llegar alsacerdocio65.

    Todo esto requiere que existan realmente en el Seminario Menor una confianza familiar con lossuperiores y una amistad fraternal entre los alumnos, de manera que formando todos una familia,puedan con ms facilidad desarrollar conveniente y adecuadamente su propia naturaleza, deacuerdo con las disposiciones de la divina Providencia66.

    14. Aydese a los alumnos con una conveniente direccin en su configuracin espiritualindividual, de forma que desarrollen armnicamente sus cualidades fsicas, morales,intelectuales y afectivas y adquieran cada da ms el sentido de la justicia, la sinceridad, laamistad fraterna, la verdad, la justa libertad y la conciencia de su deber, de modo que,desarrollados tambin todos los valores naturales con la debida atencin67, puedan prepararsems fcilmente para seguir a Cristo Redentor con generosidad y pureza de espritu y servirle enuna vida apostlica68.

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    Elemento principal y necesario en esta configuracin espiritual es la vida litrgica, en la que hande participar los alumnos con una conciencia ms plena a medida que avanzan en edad, como loson tambin otros actos de piedad, bien diarios o bien en determinados tiempos que han de serfijados en el reglamento de cada Seminario. Acomdense estos actos al espritu de jvenescristianos y llvense a la prctica por parte de todos alegre y gustosamente69.

    15. Tenga el Seminario normas propias en las otras facetas de su vida, en las que se determinenlos diversos deberes y actividades de los alumnos a lo largo de cada da y de todo el ao70.

    16. Cursen los alumnos los estudios exigidos en el propio pas para comenzar los estudiosacadmicos; cultiven, adems, en la medida que lo permita el plan de estudios, las materias queson necesarias o tiles a los candidatos al sacerdocio. Procuren, como norma general, conseguirel ttulo civil de estudios para estar en igualdad de condiciones con los dems jvenes y paratener la libertad y posibilidad de escoger otro estado de vida si no se sienten llamados alsacerdocio71.

    17. Realcense estos estudios en el propio seminario o tambin en otros catlicos fuera de l o,incluso, en otros, si los Obispos estiman esto preferible segn las peculiares circunstancias y siprudentemente puede hacerse as.

    18. Para el mismo objetivo sirven tambin los Centros erigidos en varias regiones, esto es,colegios, escuelas, en los que se cuidan y cultivan los grmenes de la vocacin sacerdotal almismo tiempo que los de otras vocaciones. Dctense para estos centros normas semejantes conlas que se cuide tanto la slida formacin cristiana de los alumnos como la convenientepreparacin requerida para estudios superiores, y de su actividad apostlica por medio degrupos diversos y de otras ayudas72.

    19. Segn las necesidades de cada pas erjanse y fomntense Centros destinados a formar alos que se sienten llamados al sacerdocio en edad adulta. Pero organcense y ordnense estaspeculiares casas de formacin sacerdotal con la ayuda de los Obispos de la Regin o incluso dela Nacin, de tal modo que respondan plenamente al fin a ellos asignado73.

    Conviene que estos centros tengan plan propio de piedad, disciplina y estudio, para que losmayores en edad, tenindose en cuenta la formacin anterior de cada uno, reciban con mtodoadecuado y didctico la formacin espiritual y cientfica que parezca necesaria par comenzar losestudios eclesisticos.

    Atendiendo a las circunstancias de cada lugar, se habr de ver si los alumnos, despus decursar los estudios medios durante un tiempo conveniente, han de ser agregados a los cursosordinarios de los Seminarios o han de ser encomendados a especiales escuelas filosficas yteolgicas.

    IV. LOS SEMINARIOS MENORES74

    20. El seminario Mayor acoge a los alumnos que, habiendo terminado los estudios medios,aspiran a una formacin estrictamente sacerdotal. Pues el Seminario tiende a que se cultive msclara y plenamente la vocacin de los candidatos y a que se formen verdaderos pastores dealmas a ejemplo de N. S. Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, y se preparen para el misteriode ensear, santificar y regir el Pueblo de Dios75.

    21. No se puede fundar y mantener un Seminario Mayor si no se cuenta con un suficientenmero de alumnos, con superiores bien preparados para su cargo y unidos fraternalmente en

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    un trabajo conjunto, y tambin, donde el Centro incluya al mismo tiempo la enseanza filosfico-teolgica, con suficientes profesores en nmero y preparacin, adems de un edificio adecuado,dotado de biblioteca y de todos los elementos que son exigidos segn el grado y naturaleza de laformacin76.

    Cuando una dicesis no pueda reunir estas condiciones, se hace necesaria la ereccin de un

    Seminario Interdiocesano (Regional, Central o Nacional) y, segn las circunstancias de cadalugar, se precisa igualmente la colaboracin fraternal del clero diocesano y religioso para que,unidas las fuerzas y posibilidades y respetados convenientemente los derechos y deberes deambos cleros, puedan crearse ms fcilmente centros aptos para los estudios eclesisticos,frecuentados por alumnos de uno y otro clero, los cuales recibirn en sus respectivas casas laformacin espiritual y pastoral77.

    22. Dado que el objetivo de la formacin y educacin del seminario es el que los candidatos, unavez hechos participantes del mismo sacerdocio y ministerio de Cristo, entren en comunin

    jerrquica con el obispo propio y con los dems hermanos en el sacerdocio, formando el nicoPresbiterio Diocesano, es muy conveniente que, ya desde los aos del seminario, se creenestrechos lazos de unin entre los alumnos y sus propios Obispos a la vez que con el clerodiocesano, basados en una caridad recproca, dilogo frecuente y toda clase de colaboracin78.

    23. Cuando el nmero de alumnos lo aconseje, y para promover mejor la formacin personal decada uno, pueden formarse provechosamente grupos distintos en el mismo edificio o en edificiosadyacentes, con objeto de no impedir la continuidad de las relaciones mutuas. Sin embargo, hade mantenerse la eficiente unidad de rgimen, de direccin espiritual y de formacin cientfica79.

    Tenga cada uno de los grupos su propio sacerdote responsable, bien preparado para su oficio,que mantenga una estrecha y constante unin con el Rector del Seminario, con los alumnos delpropio grupo y con los responsables de los dems grupos, para promover por medio de untrabajo conjunto todo lo que conduzca a una mejor formacin de los alumnos.

    24. Para organizar y perfeccionar la vida del Seminario y para fomentar la iniciativa y el sentidode responsabilidad en los alumnos, procrese la cooperacin de stos con los superiores, que

    debe ir aumentando poco a poco en amplitud y forma en relacin con la progresiva madurez delos alumnos, pero de tal manera que quede claramente delimitada y garantizada la especficaresponsabilidad de superiores y alumnos en este modo comn de proceder.

    Por tanto, fomntese por todos los medios una confianza mutua entre educadores y alumnos convistas a establecer un dilogo eficaz, de modo que las decisiones que por derecho pertenecen alos superiores sean tomadas despus de una razonable bsqueda del bien comn (cf. n. 49)80.

    25. Tenga cada Seminario un reglamento disciplinar aprobado por el Obispo (o, si se trata de unSeminario interdiocesano, por los Obispos interesados), en el que estn indicados los puntosprincipales de la disciplina, que se refieren a la vida diaria de los alumnos y al orden de todo elCentro81.

    26. Cumplan todos con magnanimidad y disponibilidad lo establecido en el Reglamento o enotras decisiones, persuadidos de lo necesario que ello es no slo para lograr una verdadera vidade comunidad, sino tambin para desarrollar y fortalecer las aptitudes propias de cada uno. Poreso -concediendo el conveniente margen de libertad-, las normas de la vida comn o privada nohan de aceptarse por inercia o coaccin, sino espontnea y alegremente, por persuasin ntima ycon caridad. Sin embargo, a medida que pase el tiempo, es decir, al crecer los alumnos enmadurez y en sentido de responsabilidad han de atenuarse gradualmente de forma queaprendan lentamente a gobernarse por s mismos82.

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    V. LOS SUPERIORES

    27. En cada Seminario, segn la costumbre de la regin, haya quienes se encarguen de sudireccin, es decir: Rector, Vicerrector, Director o Directores Espirituales, Prefecto de Estudios,Responsable de la prctica Pastoral, Prefecto de Disciplina, Administrador Bibliotecario;defnanse claramente las funciones, obligaciones, derechos y justa retribucin de cada uno de

    ellos.

    En seminarios ms reducidos, con menor nmero de alumnos, no se requiere estrictamente quea cada uno de estos cargos se le asignen otras tantas personas.

    28. El Obispo, previa una diligente consulta, nombra a los Superiores, a no ser que los estatutosdel Seminario dispongan otra cosa. Preocpense todos con inters del progreso del Seminario yfomenten un frecuente dilogo con el Obispo y con los alumnos buscando el mayor bien comn yel perfeccionamiento cada da mayor de su labor pedaggica83.

    29. El Rector, sobre el que recae la principal y ms grave responsabilidad en la direccin delSeminario, debe ser el coordinador de los Superiores y debe fomentar con caridad fraternal unaestrecha cooperacin con ellos, respetando siempre escrupulosamente el foro interno, para

    promover la formacin de los alumnos con un trabajo armnico. A esto puede ayudarextraordinariamente la vida comn. Con frecuencia, por ejemplo una vez al mes, renanse paraplanificar su accin comn, abordar las dificultades y asuntos del Seminario y encontrar lasoportunas soluciones84.

    30. Eljase con el mayor cuidado a los Superiores, los cuales estn impregnados de espritusacerdotal y apostlico, sean idneos para prestar una mutua y fraternal cooperacin en la tareacomn de la educacin, diligentes y abiertos para captar las necesidades de la comunidadeclesial y civil, dotados de experiencia pastoral en el ministerio parroquial o en otros ministerios,y muy conocedores de la sicologa juvenil85.

    Por ser la tarea de los Superiores un arte que supera a todas las dems, que no admite un modode actuar improvisado y fortuito, deben poseer necesariamente -segn la naturaleza de cada

    cargo-, adems de las cualidades naturales y sobrenaturales, la debida preparacin espiritual,pedaggica o tcnica que habrn adquirido preferentemente en los centros especiales yacreados o que han de crearse en el futuro con este fin en la propia regin o en otras regiones86.

    31. Se ha de procurar que se perfeccione la preparacin de los Superiores con las innovacionesintroducidas cada da, asistiendo con frecuencia a Asambleas o Cursos, que suelen organizarsepara conocer los progresos de las ciencias espirituales y pedaggicas y para aprender nuevosmtodos y experiencias. Y no se menosprecien los diversos experimentos y tentativas mediantelas cuales pueden los Superiores conocer mejor y resolver desde la luz de la fe la problemtica -sobre todo la juvenil-, que ahora se plantea87.

    VI. LOS PROFESORES

    32. Dispngase del suficiente nmero de Profesores teniendo en cuenta las disciplinas quedeben explicarse, en razn a la enseanza y al nmero de alumnos; tngase en cada Seminario,donde se d la formacin filosfico--teolgica, la plantilla de Profesores requerida por losdiversos cursos y materias.

    33. Para las ciencias sagradas, los Profesores deben ser normalmente sacerdotes; sin embargocolaboren todos gustosa y fraternalmente unos con otros, y sea su vida tal que, segn su propio

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    estado, den a los alumnos ejemplos de vida cristiana y sacerdotal. A no ser que estdeterminado de otro modo, son nombrados por el Obispo, si se trata de Seminarios Regionales,por los Obispos que tienen la responsabilidad de esos seminarios, pero despus de consultar alRector y claustro de profesores, quienes pueden proponer candidatos idneos88.

    34. Cada Profesor debe ser verdaderamente competente en su propia materia y debe poseer el

    suficiente conocimiento de las materias afines

    89

    . Por ello es necesario que hayan tenido ladebida preparacin y estn en posesin de los correspondientes grados acadmicos: paraensear las ciencias sagradas y la filosofa deben tener al menos la Licencia o un ttuloacadmico equivalente, en cambio, para las restantes disciplinas, debern poseer las oportunascalificaciones acadmicas.

    35. Es igualmente necesario que posean dotes pedaggicas y, por ello, ha de procurarse quetengan una adecuada preparacin en este campo y se formen en los mtodos didcticos activoscon los que puedan ensear mejor a los alumnos por medio de la cooperacin y el dilogo90.

    36. Preocpense los Profesores de completar constantemente su propia preparacin cientficapor medio de la lectura de libros y revistas recientes, de una frecuente relacin con personasespecializadas y de la participacin en congresos cientficos91.

    37. Los Profesores no acepten ocupaciones que les impidan el debido cumplimiento de sumisin; para lo cual debe asignrseles una adecuada retribucin con el fin de que puedandedicarse plenamente a su propia e importante misin. Sin embargo sera deseable queejercieran con moderacin algunos ministerios para que la experiencia pastoral les ayude aconocer ms a fondo los problemas de nuestro tiempo, especialmente los de la juventud, y aexplicar sus materias con vistas a una formacin ms adecuada de los futuros pastores dealmas.

    38. Examnense verdaderamente los educadores a s mismos sobre el cumplimiento de sumisin y, para eso, tengan presentes las normas que ms adelante se indican sobre la doctrinaque debe transmitirse y el modo de ensear; procuren la educacin de cada uno de los alumnosy la formacin sacerdotal general, para que stos crezcan en ciencia y vida espiritual; renanse

    con frecuencia, como, por ejemplo, una vez al mes, para revisar conjuntamente las cuestionesacadmicas, con el fin de promover la instruccin y formacin de los alumnos mediante untrabajo diligente y concorde.

    Fomenten tambin una estrecha y asidua cooperacin con los Superiores del Seminario, parapoder colaborar ms eficazmente no slo a la formacin cientfica de los alumnos, sino tambin asu formacin sacerdotal integral. Finalmente, formen los Superiores y Profesores una nicacomunidad de educadores, de modo que juntamente con los alumnos, ofrezcan realmente laimagen de una familia que cumple el deseo del Seor: "que todos sean uno" (Jn 17, 11)92.

    VII. LOS ALUMNOS

    39. Para la adecuada formacin de los alumnos, no slo se requiere una prudente seleccin,sino tambin un serio examen de cada joven durante el transcurso de los estudios, que ha dehacerse con el asesoramiento de peritos, para conocer con certeza la voluntad de Dios respectoa su vocacin. Pdase gustosamente, en esta bsqueda sincera de la voluntad de Dios, laparticipacin de los candidatos que deben examinarse, para conseguir ms rpida yseguramente su mayor bien espiritual.

    En este asunto, para poder juzgar si son aptos para el ministerio sacerdotal o no lo son, han detenerse en cuenta las cualidades humanas y morales de los jvenes (por ejemplo, sinceridad,

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    madurez afectiva, urbanidad, fidelidad a las promesas, constante afn de justicia, sentido de laamistad, de la justa libertad y responsabilidad, espritu de iniciativa, deseo de colaboracin, etc.),espirituales (como amor a Dios y al prjimo, espritu de fraternidad y abnegacin, docilidad,castidad probada, espritu de fe y sentido de la Iglesia, preocupacin apostlica y misionera), eintelectuales (por ejemplo, recto y sano juicio, suficiente capacidad para realizar los juicioseclesisticos, concepcin exacta del sacerdocio y de sus exigencias, etc.).

    Al mismo tiempo, ha de ser examinada normalmente por mdicos expertos y por otras personasque conozcan a fondo la sicologa su salud fsica y squica, teniendo tambin presentes loshbitos que acaso les ha sido transmitido hereditariamente por la familia93.

    Pero principalmente ha de ayudarse a los alumnos a que con seriedad y sinceridad piensen confrecuencia delante de Dios si realmente se sienten llamados al sacerdocio y a discernir lasrazones que les impulsan a l, con el fin de que, si sa es la voluntad de Dios, se acerquen alministerio sacerdotal con voluntad recta y libre94.

    40. Hgase peridicamente un examen de la situacin individual de cada uno de los alumnossometidos a prueba, de forma que, por el bien de la Iglesia y del mismo alumno, sean invitados yayudados a elegir otro estado de vida aquellos que no sean considerados adecuados a juicio del

    Rector y de sus consejeros. Esta eleccin segura del estado de vida ha de lograrse a tiempo ycuanto antes, con objeto de que un excesivo e intil retraso no perjudique al candidato95.

    41. Especial importancia ha de darse a los escrutinios prescritos antes de recibir las rdenessagradas. Por lo cual, el Rector, consciente de su tarea, rena por s mismo y por medio de otraspersonas que hayan conocido bien a los alumnos, en especial prrocos, sacerdotes y seglaresselectos (respetando siempre escrupulosamente el foro interno), datos precisos sobre cada unode ellos y comunquelos al Obispo para que pueda juzgar con seguridad sobre la vocacin de loscandidatos. Pero si la duda persiste, ha de seguirse la opinin ms segura96.

    42. Reflexionen las Conferencias Episcopales si es oportuno que, para una mejor formacin yuna ms madura preparacin para las rdenes Sagradas, se introduzcan en la propia reginexperiencias especiales, bien sean para todos los alumnos o para algunos en particular, de

    acuerdo con el juicio del propio Ordinario

    97

    .Entre las varias pruebas que pueden llevarse a cabo se proponen, a modo de ejemplo, lassiguientes:

    Al comienzo del perodo filosfico-teolgico puede dedicarse una temporada especial aexaminar la grandeza y naturaleza de la vocacin sacerdotal y las obligaciones a ellainherentes, con la finalidad de abocar a los alumnos a una madura deliberacin pormedio de una reflexin ms cuidadosa y una ms intensa oracin. Esta iniciacin quepuede prolongarse por un tiempo de diversa duracin, por lo general deber unirseprovechosamente con la introduccin al misterio de Cristo y a la historia de la Salvacin,que, segn el Concilio, ha de tenerse al comenzar el perodo filosfico-teolgico.

    Durante el perodo filosfico-teolgico, puede haber una interrupcin de la instancia en elseminario, que puede ser por un ao o un semestre, en el transcurso de los cuales elalumno interrumpe los estudios y la vida en el Seminario o solamente la vida en elSeminario, continuando, en cambio, los estudios los estudios filosfico-teolgicos en otraparte. El seminarista, orientado durante esta interrupcin por un sacerdoteexperimentado, ayuda en el ministerio pastoral, conoce a los hombres, los problemas ydificultades en los que habr de trabajar y comprueba su propia actitud de cara a la viday ministerio pastoral. No se excluyen las experiencias de la vida secular como son eltrabajo manual o el servicio militar donde ste sea obligatorio. Pasado el primer ao delSeminario Mayor, dse tambin a los alumnos la posibilidad, bien de comenzar el

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    segundo ao, bien de cursar estudios civiles en la Universidad, bien de realizar fuera delSeminario estudios de cualquier materia especial; de esta manera, una vez realizadaslas primeras experiencias en el Seminario, se ofrecer al candidato un margen deverdadera libertad interior y exterior para cultivar ms slida y diligentemente su propiavocacin.

    Una vez terminado el perodo filosfico-teolgico, podrn ejercer, durante uno o ms aos, elministerio propio del dicono, para conseguir, mediante la direccin de un sacerdoteexperimentado, una mayor maduracin y confirmacin de la vocacin y para asimilarms plenamente las materias pastorales que aprendieron los jvenes en el Seminario, ypara que el paso al ministerio sacerdotal se realice ms conveniente y fcilmente. Tmense las oportunas medidas con relacin a las experiencias descritas en losapartados b) y c) para asegurar un resultado ms halageo.

    43. Considere tambin la Conferencia Episcopal si, teniendo en cuenta las circunstancias de laregin, ha de ser retrasada la edad exigida por el derecho comn para las rdenes Sagradas98.

    VIII. LA FORMACIN ESPIRITUAL99

    44. La formacin espiritual, que se ordena a la perfeccin de la caridad, debe tender sobre todo aque los alumnos ordenados, no slo en virtud de la ordenacin sagrada sino tambin por unaparticipacin ntima de toda su vida, lleguen a ser de modo especial otros Cristos y, penetradosde su espritu, se den cuenta verdaderamente de lo que hacen en la celebracin del Misterio dela Muerte del Seor, imiten lo que conmemoran y sigan a aquel que no ha venido a ser servidosino a servir(cf. Mt 20, 28)100.

    45. Teniendo constantemente presente el fin pastoral de toda la formacin sacerdotal,desarrllese ordenadamente la vida espiritual de los alumnos en sus diversos aspectos 101con laayuda del Director Espiritual102, de tal modo que los jvenes se esfuercen en desarrollar sugracia bautismal hasta la perfeccin a la par que aquellas virtudes que son tan estimadas entre

    los hombres

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    , perciban cada da ms claramente su peculiar vocacin sacerdotal y as sepreparen con ms aptitud para adquirir las virtudes y hbitos de la vida presbiteral.

    46. En la formacin espiritual ha de darse tambin la debida importancia a la comunidad en laque los alumnos en ella insertados, vayan renunciando a su propia voluntad y busquen el mayorbien de los dems en un parecer y esfuerzo comunes, colaborando as, en la medida de susfuerzas, al perfeccionamiento de la propia vida y de la de todo el Seminario, a ejemplo de laIglesia primitiva, en la que la muchedumbre de los creyentes tena un solo corazn y una almasola (cf. Hech 4, 32). Pues, por medio de la caridad, la comunidad goza de la presencia de Dios,observa plenamente la ley, consigue el vnculo de la perfeccin, y desarrolla un gran dinamismoapostlico104.

    47. Preprense los candidatos al sacerdocio por medio de la vida de comunidad en el Seminario

    para que, cuando ms tarde reciban el Orden Sagrado, se una en "fraternidad sacramental" a lams amplia comunidad del Presbiterio diocesano "por el vnculo de la caridad, de la oracin y dela total cooperacin para la edificacin del Cuerpo de Cristo, que, sealadamente en nuestrosdas, requiere mltiples organismos y nuevas acomodaciones"105. Sean, pues, iniciados poco apoco los alumnos en la verdadera situacin diocesana (cf. el anterior n. 22), para que conozcanlos asuntos y necesidades espirituales del clero y de los fieles y puedan cumplir con mayor frutosu ministerio pastoral106.

    48. La Iglesia de rito latino se impuso la norma, avalada por una venerable tradicin, de elegirpara el sacerdocio solamente a aquellos que, con la gracia de Dios, quieran libremente abrazar

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    el celibato por el Reino de los Cielos107. Esta forma de vida, enraizada en el mensaje evanglicoy en la genuina tradicin de la Iglesia, est en mltiple armona con el sacerdocio. Efectivamente,la misin del sacerdote est ntegramente dedicada al servicio de la nueva humanidad queCristo, vencedor de la muerte, suscita en el mundo por medio de su Espritu; es el estado en elque los presbteros "se unen ms fcilmente a Cristo con corazn indiviso, se entregan mslibremente al servicio de Dios y de los hombres y as se hacen ms aptos para recibir una msamplia paternidad en Cristo". De este modo, es decir, eligiendo el estado virginal por el Reinode los Cielos (Mt 19, 12) "se convierten en signo vivo de aquel mundo futuro, que se hace yapresente por la fe y la caridad, en el que los hijos de la resurreccin no tomarn, ni las mujeresmaridos, ni los hombres mujeres" (cf. Lc 20, 35-36)108.

    Por esta razn, conozcan y acepten el celibato como don especial de Dios los que se preparanpara el sacerdocio; y por medio de una vida entregada intensamente a la oracin, a la unin conCristo y a la sincera caridad fraterna, creen las condiciones necesarias para poder guardarlo conintegridad y alegra de espritu, preocupados constantemente por la donacin que han hecho des mismos109.

    Para que la eleccin del celibato sea enteramente libre, es necesario que el joven puedaexaminar atentamente a la luz de la fe el valor evanglico de este don y al mismo tiempo estimeen su justa medida los bienes del estado matrimonial110. Goce tambin de una total libertadsicolgica interna y externa y posea el grado necesario de madurez afectiva de modo que puedasentir y vivir el celibato como plenitud de su propia persona111.

    Para esto es necesario una adecuada educacin sexual112, la cual para los alumnos que hanllegado a una mayor madurez en su adolescencia, consiste ms en la educacin para un castoamor de las personas que en la preocupacin, a veces sumamente molesta, de evitar pecados;debe prepararlos con vistas al trato futuro propio del ministerio pastoral. Por lo cual, invtese ymuvase gradualmente a los jvenes con sana y espiritual discrecin a que en los grupos y enlos diversos campos de apostolado y cooperacin social experimenten y manifiesten un amorsincero, humano, fraterno, personal y sacrificado, a ejemplo de Cristo, hacia todos y cada uno,pero sobre todo, hacia los pobres, los que sufren, y hacia los ms prximos; de esta manera,superarn la soledad del corazn. Aprendan a discernir en el Seor este amor con la ayuda delos Padres espirituales y de los Superiores, manifestndoselo abiertamente y con confianza; sinembargo, eviten las relaciones individuales con personas de distinto sexo, sobre todo si sonsolitarias y prolongadas; esfurcense ms bien en ofrecer un amor abierto a todos, y, enconsecuencia, verdaderamente casto y acostmbrense a pedirlo a Dios como un don.

    Una vez examinada la peculiar naturaleza de este don que viene de lo alto, descendiendo delPadre de las luces (Sant. 1, 17), es necesario que los candidatos al sacerdocio, apoyados en laayuda de Dios y sin confiar demasiado en las propias fuerzas, "practiquen la mortificacin y laguarda de los sentidos. No omitan tampoco los medios naturales que favorecen la salud de almay cuerpo. As no se dejarn conmover por las falsas doctrinas que presentan la castidad perfectacomo imposible y daosa para la plenitud humana, y rechacen, como por instinto espiritual, todolo que ponga en peligro la castidad"113.

    49. La estrecha y amistosa familiaridad a que debe tender el alumno con la persona y misin deCristo, que llev a cabo su obra con humilde sumisin a la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34),exige necesariamente que el candidato al sacerdocio sepa entregar con fe sincera "su voluntadpropia por la obediencia al servicio de Dios y de los hermanos"114. Es necesario, sobre todo, queel que quiera participar con Cristo crucificado en la edificacin de su Cuerpo, aprenda no slo aaceptar la cruz, sino tambin a amarla, y asuma de buen grado y con espritu pastoral todas lasobligaciones necesarias para realizar la tarea apostlica.

    Por consiguiente, corresponde a los Superiores formar a los jvenes para una verdadera ymadura obediencia, configurndose a Cristo, que exigi obediencia a los suyos, pero despus de

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    haberse mostrado l como ejemplo de esa misma virtud y de haberse hecho, por su gracia,principio de obediencia en nosotros. Es necesario, por lo tanto, que ejerzan la autoridad conprudencia y respeto a las personas. Los jvenes colaborarn efectivamente si se les presenta laobediencia en su verdadero sentido, mostrando as la conveniencia de la colaboracin de todosa la consecucin del bien comn y de la orientacin de la autoridad al mismo (cf. n. 24).

    Con humilde sumisin y piedad filial deben prestar esta obediencia plena y sincera en primerlugar al Sumo Pontfice, vicario de Cristo, y, con el mismo espritu al propio Obispo para llegar aser, por el sacerdocio, fieles colaboradores suyos, cooperando con grandeza de espritu y congenerosidad con los dems sacerdotes del Presbiterio115.

    50. Aprendan a fomentar, no slo de palabra sino con hechos, el espritu de pobreza taninsistentemente exigido hoy por la Iglesia, de modo que, apoyados en la Providencia divina,sepan, sin angustias, pasar necesidad, y vivir en la abundancia (Filip 4,12), a ejemplo delapstol. Aunque no estn obligados, a diferencia de los religiosos, a renunciar plenamente a losbienes materiales, esfurcense, sin embargo, como hombres espirituales, en conseguir laverdadera libertad y docilidad de los hijos de Dios y en llegar a aquel dominio espiritual que senecesita para hallar la recta actitud en relacin con el mundo y los bienes terrestre s116. Ms an,siguiendo el ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por amor nuestro (2 Cor 8, 9),consideren a los pobres y a los ms dbiles como especialmente encomendados a ellos117, ysean capaces de dar testimonio de pobreza con una vida sencilla y austera, estando yaacostumbrados a privarse generosamente de las cosas superfluas118.

    51. La formacin espiritual debe abarcar al hombre entero (cf. nn. 14, 45). Por tanto, dado que lagracia no destruye la naturaleza, sino que la eleva, y que no puede darse un verdadero cristianosi no posee y pone en prctica las virtudes propias del hombre exigidas por la misma caridadpara vivificarlas y servirse de ellas, aprenda el futuro sacerdote a ejercitar la sinceridad, el afnconstante de justicia, la urbanidad en el obrar, la fidelidad a las promesas, la modestia unida a lacaridad en el hablar119, el espritu de servicio fraterno, la laboriosidad, la capacidad de colaborarcon otros, etc., para llegar al equilibrio armnico entre los valores humanos y sobrenaturales quese necesita para dar verdadero testimonio de vida cristiana en la sociedad actual.

    Teniendo el sacerdote el deber de evangelizar a todos, el candidato al sacerdocio haga loposible por desarr