Rascon - Contrabando
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Transcript of Rascon - Contrabando
VÍCTOR HUGORASCÓN BANDA
Contrabando
T E A T R o
,~ ,\1 ~ I
I Víctor Hugo Rascón Banda I 9
v(f
~ Contrabando
JI:; Ediciones El Milagro
Primeraedición, 1993© VíctorHugo Rascón Banda© Ediciones El MilagroMilán 18Col. Juárez06600 México, D.F.
Coordinación editorial:DavidOlguínDisefío: Pablo Moya
ISBN: 968-6773-08-8Impreso en México
Introducción
El conocimiento de la verdad es necesariamente ambiguo yfragmentario para cada uno de nosotros. Éste parece ser elpunto departida que tomó Víctor Hugo Rascón Bandaparaelaborar Contrabando, en la que recoge algunospersonajes desupremiada novelapróxima apublicarse. Lapieza teatral resultantees mucho másque laadaptación de unpasaje novelesco, ya quese sostieneporsí mismacomo una dificily meditadaexperimentación dramatúrgica con muchos ecos vigentes deautores delpasado y con ciertas innovaciones técnicas que sedesplazan en varias direcciones. La que resalta enprimerainstancia es esa orquestación de diferentes voces, que expresanencontradas versiones de lo sucedido, para bucear en unaaproximación de la historia reciente de Santa Rosa, pequeñopueblofronterizo invadidopor el narcotráfico con su secuelade complicidadesy ramificaciones. Realidadesparciales, realidadesfragmentadas que van de la intimidad hacia loexterior,de lo local hacia la metáfora de lo que ocurre en nuestro paíscon el narcotráfico.
Rascón Banda no expone supunto de vista -a excepciónde una especie de dolida conmiseracián por sus personajes-
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como autor, en lo que estriba posiblemente el mayor virtuosismo de la obra. Al principio parecerla que el escritor-llamado con malicia Víctor Banda-fUera elque manifestara esepunto devista, perola contradicción entre suspalabrasy sus acciones le confiere una ambigüedad que lo descalificacomo portavozdeldramaturgo. Puede ser ono un agente. Puedeser o no un poetade regreso a supueblo; en este caso confirmaríala tesis brechtiana de que nosepuedeescapar a una circunstancia social inmediatay sangrienta. El hecho es que supresencia nosólo disparará (o no) laacción final, sino que motivará a las tres mujeres a contar nuevamente sus historias,archisabidas entre ellas. En parte porque algún detalle fisicoles recuerda a un personaje de su narración -lo que confiereal estritor otra dimensión oscura-, enparteporque se tratadel otro, el testigo necesario.
Como enalgunapieza deIbsen, senospresenta eldesenlacede sucesos ocurridos en el pasado. Mérito muy grande de laobra es recuperarparael teatro lapalabra, en esos largosparlamentos, casi monólogos, con los que las mujeres relatan sushistorias con el estilo que les es propio y que nos da la clave decada personaje y de los grados departicipación en elsucio negocio. Lo quese dice y loque no se dice; también los silenciosylas reticencias cuentan, como en la sorprendente escena en queJacinta y Damiana observan con curiosidad las semillas demariguana, porque les son desconocidas y ajenas, aunque suvidagirealrededor de ellas; Consuelo, en cambio, las conoce ylas guarda, es la que habla menos porquees la que sabe y estámásdirectamente involucrada.
Aunque la diferencia de edades entre las tres mujeres no es
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grande, sus puntos de referencia son casi generacionales. ParaDamiana, la quecuenta lahistoria másestremecedora -quizá porque está basada en un hecho real muy doloroso ypublicitado-, Santa Rosa se ha convertido en un pueblohostil, de antenasparabólicasy desconocidos en la calle: ella esinocente y grita su desesperación de víctima y vengadora.Conrada acepta con culpa, como aceptó que su hijofuera alsembradío, con la esperanza de una vida mejor. Jacinta, encambio, no sufre de culpa; para ella la situación actual delpueblo es síntoma deprogreso,'juzga las costumbres sexuales delas estadunidenses con prejuicios moralinos y piensa que loslímites éticos de su propio padre son cosa de viejo. En la radiografia de Rascón Banda resulta el personaje másperturbador, por lo menos para mí, porque con ella se cierra el círculo de la transgresión, vista como modo naturalde vida.
El narcotráfico entraña grandes dosis de violencia y éstaestá en Contrabando, omnipresente, aunque con un pudordigno de los clásicos griegos se nos hace saber de ella -a excepción delfinal- sólo a través de los parlamentos-monólogosde las tres mujeresy de los coros que, propone elautor, setraducen en los corridos y las voces que se transmiten por el radioteléfono. Estos coros se entreveran con las historias de las mujeresy las enmarcan en loque es la única, totalhistoria que las contiene. Así, las voces que se inmiscuyen en el descompuesto radioteléfono a veces se presentan como enmascarados mensajesde los narcos, a veces cuentan fragmentos de otras historias cotidianas, plenas de urgencia o de desamparo, como es la delmojado muerto por los rangers, que resulta otro modo de vivirla frontera. Así, los corridos rinden homenaje a los narco-
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traficantes muertos, a los que elevan a la categorla de héroespopulares: la casi saga deCamelia la Texana los resume a todos~ también, resume la vida nueva de Santa Rosalla.
Contrabando tuvo un excelente montaje, debido a la calidad de las actrices que interpretaron a las tres protagonistas.Es, en verdad, un texto querequiere demuysólidos intérpretes,pero noséde obra teatral alguna que no los requiera: para esoes el teatro, un fenómeno de cuya condición eflmera se hablaconstantemente. Habrá otros montajes con otros directores yotros intérpretes. Su eficacia teatral ya está demostrada y esbueno tener la obra enforma de libro. Para quienes no la conozcan, su lectura será, sin duda, emotiva e interesante; paraquienes la conocfamos y la tentamos fresca en la memoria,permitirá refrendar sus aciertos y encontrar otros nuevos.Ojalá a todos los lectores les ocurra loquea mi. Másalládesusbúsquedas -y, por cierto, encuentros-formales, es tanto supodernarrativo, tanta su virtud de hacer vivir a sus personajes, que volvió a absorberme: quedé, otra vez, con el sabor deboca agridulce que nos deparan los hechos terribles contadoscon maestria.
OIga Harmony
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Personajes
EsCRITOR: De 30 años. Usa chamarra,botas y sombrero vaquero.
CONRADA: De 40 años. Radiotelefonista.Blanca, robusta, guapa.
DAMIANA CARAVEO: De 45 años. Muy delgada,morena, alta, voz grave.
JACINTA: De 25 años. Cara hermosa,consti tucióngruesa.
UN POLlCrA MUNICIPAL: De 25 años.
Lastres mujeres visten de luto. La acción sedesarrolla en Santa Rosa, un pueblo de la sierra de Chihuahua, en la épocaactual
Escenografía
Oficina delradioteléfono de unapresidencia municipalen unpueblo pequeño del norte de México. A la izquierda hay unabancay tres sillas de madera. Al centro, un pasillo en elqueseveunapuerta con un rótulo quedice "Presidente municipal':A la derecha, un mostrador, un radioteléfono sobre una mesa,unasillay un archivero. En laparedhayun cartel con elretrato de una reina de belleza, en el que se lee: "Fiestas de SantaRosa, Tercer Centenario': y un reloj antiguo. Hay dos puertas:la de la izquierda conduce a la calle, la de la derecha alpatiode lapresidencia.
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Atardecer. Unfoco apagado cuelga deltecho. Hacefilo. Damiana está sentada en la banca, con losojos cerrados. El reloj marca las 6 de la tarde. Elradioteléfono está encendido. Seperciben sonidosy voces distorsionadas. Delpatio, en donde todaulahayluz de sol, entra Conrada con un calentador depetróleo prendido que coloca en el centro de laoficina. Mira elrelojy seponedetrás delmostrador. Toma el micrófono.
CONRADA: Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, adelante... (Conrada escucha, pero del radio sólo salensonidos de estática.) Chihuahua,Chihuahua,Chihuahua, aquí Santa Rosa, adelante... (Vuelvenaproducirse sonidos y voces ininteligibles.) Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, adelante... (Conrada deja elmicrófonoy limpiaelmostrador. Dela calle entra elEscritor con un libro.)
EsCRITOR: Buenas tardes...CONRADA: Buenas...ESCRITOR: ¿Entró Chihuahua?CONRADA: Todavía no.DAMIANA: (A Conrada.) Yo llegué primero.
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CONRADA: Pero él vino desde antier. (El Escritor le ofreceun cigarro a Conrada.)
ESCRITOR: ¿Gusta?CONRADA: Gracias.
Conrada lo toma. El Escritor se lo enciende. Fuman. Conrada revisa varios radiogramasy cuenta las palabras. ElEscritor se sienta cerca deDamiana y lee su libro. Damiana lo miracon desconfianza. Él levanta la vista del libro variasveces y la sorprende mirándolo. Ella desvla lamirada; camina hacia elcalentadory se calientalas manos. De la calle llega la música de un conjunto norteño quetoca Contrabando y traición.Conrada se asoma a lapuerta. El Escritor la si-gue. Mientras se escucha la canción Damiana setapa los oldos con las manos.
Salieron deSan Isidro,procedentes de Tijuana,tralan las llantas delcarrorepletas dehierba mala,eran Emilio Varelay Camelia la Texana.
Alpasarpor San Clementetoparon con Migración,les pidió sus documentos,les dijo, de dónde son,ella era deSanAntonio,una hembra de corazón.
Cuando una hembra quiere a un hombrepor élpuede dar la vida,
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F
pero hayquetener cuidadosi esa hembra se siente herida,la traición y el contrabandoson cosas incompartidas.
A Los Angeles llegaronya Hollywood se pasaron;en un callejón oscurolas cuatro llantas quitaron,allá entregaron lahierbay al momento les pagaron.
Emilio dice a Camelia,hoy te das por despedida,con lapartequehoy te tocayapuedes rehacer tu vida,yo me voy pa' San Francisco,con la dueña de mi vida.
Sonaron siete balazos,Camelia a Emilio mataba,lapoliefa sólo hallóunapistola tirada,deldinero y de Camelianunca más se supo nada.
Damiana se levanta y se dirige a Conrada.
DAMIANA: Diles que se larguen.CONRADA: ¿Por qué? La calle es libre.DAMIANA: Yo estoy de luto. Tú también.CONRADA: El luto se lleva en el corazón.DAMIANA: No pueden tocaraquí: Éstaesuna oficina pública.CONRADA: No están adentro.
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DAMIANA: Como si estuvieran. ESCRITOR:CONRADA: La plazaesde todos. DAMIANA:
CONRADA:Damiana mira hacia afUera. DAMIANA:
CONRADA:DAMIANA: Pero no es una cantina, para que estén toman- DAMIANA:
do. (Pausa.) No. Mira nomás. Qué tristeza. CONRADA:Santa Rosa es una perdición. DAMIANA:
Damiana suspira. Vuelve alcalentador. EIEscritorlee. Pausa. Damiana observa al Escritor.
CONRADA:DAMIANA: Se me hace que yo a ti te conozco. ¿De dónde
vienes? DAMIANA:ESCRITOR: De México.DAMIANA: ¿Yqué se te perdió por acá?CONRADA: (A Damiana.) ¿No sabes quién es? CONRADA:DAMIANA: Sabrá Dios... DAMIANA:CONRADA: Es el hijo de Pimenio.DAMIANA: (Al Escritor.) ¿Eres el grande o el chico? CONRADA:ESCRITOR: El de enmedio. DAMIANA:DAMIANA: Ah, con razón tu cara se me hada conocida.
Yo a ti te cargué en mis brazos, una vez que tumadre pasó por los Táscatescon tu padre. An-daban con los libros de la presidencia regis-
ESCRITOR:trando indios. Te fuiste muy chico.Pero aquí ando otra vez. CONRADA:
DAMIANA: ¿Yqué andas haciendo], si se puede saber. DAMIANA:CONRADA: ¿Qué te importa, Damiana? CONRADA:DAMIANA: ¿Tú también andas buscando al presidente mu- DAMIANA:
nicipal? CONRADA:ESCRITOR: ¿Por qué? DAMIANA:DAMIANA: No me contestes con otra pregunta. ¿Viniste a CONRADA:
buscarlo? DAMIANA:
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Necesito unas actas.O sea que nada te debe.A nadie le debe nada.No lo defiendas.Es que hablas por hablar.Ese hombre tiene muchas cuentas pendientes.Todos tenemos cuentas pendientes.Pero hay cuentas pequeñas, que se puedenperdonar. (Pausa.) Y otras cuentas más grandes que se pagan cuando llega el día. Un añoen la cárcel es mucho tiempo.Eso reclámaselo al gobierno. El presidente notuvo la culpa.Que me lo sostenga en mi cara. Él fue quiennos echó a esa gente encima. ¿Dónde está, aver? ¿Por qué se me esconde?Fue a recorrer los ejidos.Fue a ver sus siembras de chutama, diría yo. Élestá detrás de todo.No levantes falsos.Todo se sabe, Caneada. Todo. Tú lo defiendes porque te tiene comprada con ese trabajoque te dio, después de lo de tu muchacho. Pero allá en la cárcel se ven las cosas de otra manera. Yadentro se sabemejor lo que pasa afuera. Vi al Astolfo.No me mientes a ese cabrón.Lo vi.Lo viste, ¿ya mí qué?Pobre muchacho, ¿no? Pero va a salir pronto.Por mí puede quedarse ahí toda la vida.Pensé que querías verlo.Pues ya ves quena.Yo sabía que sí.
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CONRADA: Ya párale, ¿no?
Damiana cambia de lugary se sienta en la banca.
DAMIANA: Yo sé lo que te enrabia. Es que tú tuviste laculpa. (Conrada la mira sorprendida. Pausa.)Tú misma le preparaste la muerte a tu hijo.
CONRADA: Mientes.DAMIANA: Reconócelo, Por eso tienes remordimientos.CONRADA: ¿Qué te pasa, eh?DAMIANA: Eso dice elAstolfo.CONRADA: Yo no sabía lo que iba a hacer.DAMIANA: Sabías.
Conrada se acerca a Damiana. Sesienta junto aella.
CONRADA: Prepárame el bastimento, me dijo una noche,cuando le silbó el Astolfo. Serán quince días.Le preparé un guare de gordas de harina. Lepuse en su red un frasquito de Nescafé y unkilo de café Legal. Eso fue todo.
DAMIANA: ¿Yaves?Tú lo abasteciste. Desde ahí empezaste a matarlo.
CONRADA: ¿Yqué iba a hacer? No lo iba a mandar al monte así. Tenía que echarle cosas. Frijol, dos por
. tolas, una Íatita de jalapeños.DAMIANA: Dice elAstolfo que hasta medicinas le pusiste.
O sea que estabas de acuerdo.CONRADA: ¿Qué querías que hiciera? Le eché seis vegani
nes y una pomada muy buena para los alacranes, porque iban a un lugar muy caliente donde hay tanto animalejo.
DAMIANA: ¿No que no sabías a dónde iban?
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CONRADA: Sabía que iban al río, pero no lo que iban a gusta hacerlo.hacer. DAMIANA: No hay más ciego que el que no quiere ver.
DAMIANA: ¿Y qué te costaba desanimarlo? CONRADA: ¿Es un delito trabajar aquí?CONRADA: Traté. ¿No habrá forma de que te arrepientas?, DAMIANA: Tanto como delito... sí. Eso es.
le dije. No, ya estoy apalabrado y ya me dieron CONRADA: Estás loca.un anticipo, me contestó. DAMIANA: Sigue sirviéndole al presidente y verás cómo
DAMIANA: ¿Y cuando se despidió de ti, no tuviste ese pre- acabas.sentimiento que tienen todas las madres? CONRADA: Aquí vaya seguir, pero no por mucho tiempo.
CONRADA: Sentí algo. Sí, cuando lo vi enmedio de la co- El presidente me está consiguiendo el cambiocina, tan hombre, con su cara de niño, con la al radio de Chihuahua.cobija al hombro y la red en la espalda. Como DAMIANA: Y al radio de allá, precisamente. ¿Eres tonta o teque me iba a decir algo, que luego se guardó. haces?
DAMIANA: Ya ves, lo hubieras detenido. CONRADA: Quiero cambiar de aires.CONRADA: Quise abrazarlo, pero me controlé. No, pensé, DAMIANA: Pero no de trabajo, ni de jefe. (Pausa.) Aun-
no debe irse triste. Que te vaya bien, le dije. Él que te vayas, no podrás olvidar al Candela. Nime miró muy serio. A todos nos va a ir muy su sacrificio para que tuvieras este trabajo.bien, mamá, ya verá. Ya no tendrá que comer Porque una cosa va con la otra.quelites ni andar pidiendo fiado. Podrán vol- CONRADA: Al Candela lo vaya seguir viendo como lo viver a la escuela el Cheto y la Nancy. Y usted se aquella noche. Fuerte, animoso. Como lo vioperará esas várices que no la dejan en paz. cuando me asomé a la trinchera y él se fue sil-
DAMIANA: ¿A dónde le dijiste a la gente que se había ido? bando con el Astolfo. Como lo vi subir por elCONRADA: A Navojoa. A sacarse una postemilla que no lo Camino Ancho y perderse en el arroyo de Los
dejaba en paz. Amoles. Como seguí viéndolo, ahí, hasta queEsCRITOR: ¿Y qué le pasó a su hijo? amaneció y pegó el sol.CONRADA: Ya no quiero hablar de eso. DAMIANA: Hiciste mal. Le echaste la mala suerte con tusDAMIANA: ¿No querías al Candela? ¿Ya no quieres recor- pensamientos. Te apuesto a que seguiste Ha-
darlo? mando a la muerte con tus tristezas. ¿VerdadCONRADA: Quiero olvidar lo que pasó. que contabas los días?DAMIANA: ¿Sabes para quién trabajas? CONRADA: ¿Por qué no habría de contarlos? Así pasó. HastaCONRADA: Para el gobierno. que una noche, cumplidos los doce días, es-DAMIANA: Eso crees.¿Sabes por qué te dieron este trabajo? tanda dormida, sentí que tocaban la puerta yCONRADA: Bueno... el presidente municipal se condolió me la echaban abajo de tanto golpe. Entre
de mí. Me vio sola, sin el amparo de un hombre. sueños oí mi nombre: Conrada, Conrada...No tuve estudios. Este trabajo es muy fácil. Me DAMIANA: Cómo serás tonta. ¿Para qué te recordaste?
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Cuando uno sueña no hay que hacer caso delos vivos, aunque te llamen. Ese fue tu error.
CONRADA: Así vestida con el puro fondo y descalza di unsalto hacia la puerta y quité la tranca. El Candela, grité, ¿qué le pasó al Candela? Afuera estaba el Astolfo y detrás de él don Lauro, el comandante, y atrás de ellos tres mujeres, la RitaBatista, la Victoria, la de la Ciénega, y la costurera. ¿Qué le pasó a mi Candelo], les grité.¿Qué le pasó al Candelo], por Dios. No medejen así. Tienes que ser fuerte, me dijeron. Tienes otros hijos. Míralos nomás, cómo estánasustados.
DAMIANA: Ahí mismo debiste sacarle la verdad al Astolfo,cuando las cosas estaban frescas, porque luegola gente las arregla a su manera.
CONRADA: Lo hice. Vi al Astolfo, muy apesadumbrado, yme le fui encima para rasgarle la cara con misuñas. Tú te lo llevaste, le dije. Devuélvemelo.Me dieron mezcal y una pastilla, sabrá Dios dequé, porque me quedé bien supina de repente.Desperté al otro día, ya tarde, cuando estabanvelando al Candela.
ESCRITOR: ¿Lo mató o no lo mató Astolfo?
De lacalle entraJacinta. Trae unajarradealuminio con caféy cuatro tazas depeltre.
JACINTA: Buenas tardes. ¿Quieren café?CONRADA: Tú sírvenos. Para qué preguntas.
Jacinta sirve elcaféy ledaa cada quien su taza.Ella se sirve otra y se apoya en el mostrador. Loscuatro beben.
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CONRADA:
DAMIANA:CONRADA:DAMIANA:
CONRADA:
ESCRITOR:CONRADA:
El Astolfo dice que él no lo mató. Que ya habían acabado de sembrar. Que las rnatitas estaban naciendo ya, así de altas, y que las iban aregar tres días más, antes de devolverse. Que elCandela le pidió prestado el rifle 22 para matar un conejo, que porque ya estaba cansadode comer pura tortilla con sal, y que como eraun rifle viejo de su abuelo, al que había quegolpear la cacha despacito, así, en ~na pie1ra,antes de dispararlo, para que se aflojara el uro,que el Candela le pegó muy fuerte en la laja yque el tiro se le fue al corazón.Qué casualidad, ¿no?¿Cómo vaya creer eso?Muchos dicen que no fue así. Que otros sembradores, enojados porque el Astolfo y el Candela les habían ganado esa rinconada tan escondida, más allá de los Orates, lo venadearondesde la otra banda del río y amenazaron alAstolfo por si hablaba. .Don Lauro piensa otra cosa. Cree que le dl~
pararon desde un helicóptero, porque la h~n
da no parecía de 22. Era de bala expanSIva.Sólo el Astolfo sabe lo que pasó. Si él fue, mevaya cobrar la vida de mi hijo con la suya.No va a querer hablar.Le vaya sacar la verdad con esta daga, últimorecuerdo que me queda de mi Candelo.t;lo.Miento. No es el último recuerdo. Tambiéntengo su camisa azul, con su sangre sec~ y conun agujero así, por donde se l~ fue la vId~..Enla bolsa de su camisa encontre unas semillitasde hierba que el inocente olvidó o que guardó,quién sabe. (Saca delpecho un paliacate rojo
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anudado. Lo desata con cuidado.) Miren nomás estas semillitas, tan pequeñitas, tan sinchiste y tan poderosas. De tanto verlas ya hasta les tomé cariño.
Conrada entrega un puño de semillas de mariguana al Escritor, quien las observa en su manoy las pasa a Damiana. Ésta las vierte de unamano a otra, varias veces, mirándolas con curiosidad, y luego se las entrega aJacinta, quien asuvezlas observa, sonriendo curiosa. Selevantayse las entrega a Conrada, quien las anuda enelpaliacatey se las guarda en elseno. Conrada suspirayvuelve alradio. Pausa larga. Jacinta sale, lleudndoselajarra.
CONRADA: Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, adelante... (El radio sólo produce estática y un zumbidograve.) Chihuahua, Chihuahua, aquí Santa Rosa, adelante...
El radio produce sonidos distorsionadosy silbidosagudos. Damiana se levanta, se asoma alpatioya la calle. Se ve inquieta. El Escritor la observa.Damiana se acerca a Conrada que continúa con elradio detrás delmostrador.
DAMIANA: ¿qué tendría el café, tú? Me dieron ganas dearmar.
CONRADA: Pues aguántate. Aquí no hay bafio. Sólo el delpresidente, pero no tengo la llavede su oficina.
DAMIANA: ¿Y tú cómo le haces?CONRADA: Me vengo arreglada desde la casa.DAMIANA: ¿Entonces qué hago?
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CONRADA: Pues sólo que te hagas en el patio.
Damiana sale al patio. Pausa larga. Damianaregresa.
DAMIANA: Ahí hay gente.CONRADA: Vé al escusado que está en el callejón.DAMIANA: ¿Cuál callejón?CONRADA: El de la iglesia.DAMIANA: Acompáfiame, ¿sí? Para que me digas cual, no
vaya a ser...
Conrada hace ungesto defastidio y sale delmostrador.
CONRADA: (Al Escritor.) Ahí te encargo el radio... Meechas un grito.
Damiana y Conrada salen a la calle. El Escritorse levanta, se acerca al radio y lee rápidamentelos radiogramas. En el reloj de laparedson las6:20. Afuera elsolempieza a ocultarse.
II
Entra Jacinta y miraal Escritor. Jacinta se asomaalpatio, como buscando a alguien. Luego vaal mostrador y ve el radio prendido. El Escritorsigue leyendo. Jacinta se le acerca. Espera un momento. Se sienta junto a él. Sedecide a hablar.
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JACINTA: ¿No es usted investigador?
El Escritor la mira con sorpresa. Luego lesonríe.
ESCRITOR: No.JACINTA: Es que me dijeron que anduvo preguntando
cosas y yo pensé...ESCRITOR: ¿Qué cosas...?
JACINTA: Ay, ya sabe cómo es la gente... (Pausa.) ¿Cuántocree que cueste un detective privado de ésosque se anuncian en las revistas?
ESCRITOR: No sé...JACINTA: ¿Usted no conoce alguno?
ESCRITOR: No.JACINTA: ¿Serán caros?
ESCRITOR: ¿Quién sabe?JACINTA: Es que me gustaría contratar uno. Necesito
encontrar a una persona. (Pausa.) ¿De casualidad no conoce usted a José Dolores Luna?
ESCRITOR: (Duda.) Creo que no.JACINTA: Qué lástima. (Pausa.) Yo creo que sí lo cono
ce, pero no se acuerda. (Pausa.) Usted estuvoen las fiestas, ¿verdad? Las fiestas del TercerCentenario, hace seis años...
ESCRITOR: Sí, por acá anduve.JACINTA: (Le sonríe.) ¿Ya no se acuerda de mí? (El Es
critor la mira fijamente.) Yo soy Jacinta. Jacinta Primera. La reiría de las fiestas. Usted estuvo en mi coronación. (jacinta se levanta. Sepone triste. Caminay se coloca frente al Escritor.) Pero esta reina que ve no es la misma.(Pausa.) Ahora sólo le dicen "La Reina" paraburlarse.
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Del exterior llega otravezla música delconjuntonorteño que toca Hierba, polvo y plomo. Jacinta escucha los primeros acordes y la identifica.Sonrle.
JACINTA: ¿Ha oído esa canción? (El Escritor niega con lacabeza.) Es una canción muy triste. Se llamaHierba, polvoyplomo.
Se escucha claramente la voz de los músicos quecantan.
Teníafama de bandidoviviósiempre desde niñoentrehierba, polvoy plomo.Su padrefue un traficanteque no respetaba a nadiefue él que le enseñó el camino.Quinceaños tenía Ramirocuando supadre ledijovas a llevar este encargo.Con tu vida me respondestú sabes cómo /o ponesen el condado de Hidalgo.Pasó laprueba defuegoy para orgullo del viejomuchas veces cruzó el ríocon hierbay cajas deparquey elpolvo empezó a gustarlehasta hacerse drogadicto.Su padre ledijo un díaque droga no ledaríani mucho menos dinero.Ramiro le contestó
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tú fuiste quien me enseñódame o te mandoal infierno.Sin darle tiempo de nadasacó supistola escuadray ledisparó a supadreperose guardó una balapara quitarse la vidaenpresencia desu madre.
JACINTA: Qué triste, ¿verdad? Yo conocí a Ramiro. Enun tiempo me pretendió. Antes de que yofuera reina. Cambió mucho. Cómo cambia lagente, de repente, así, cuando pasan cosas.Uacinta camina de un lado a otro. Se detiene.Pausa larga. El Escritor la observa, cierra el libro. Ella le ~oquetea, de pie, apoyándose en elmostrador.) Esta que ve aquí en persona es y noes la misma. Soy y no soy. Soy en parte. Uacinta seacerca al cartel de las fiestas del TercerCentenario. Lo mira.) Todavía quedan poraquí algunos de esos carteles pegados en lastiendas y en el billar. Ni me parezco, ¿verdad?A usted le consta cómo era yo antes. Ustedconoció mi sonrisa, mi sonrisa completa. Encuanto pueda me vaya poner los dientes queme faltan. Yo ni pensaba ganarles a las otrascandidatas, cómo, con qué dinero íbamos acomprar los votos, pero acepté ser postuladapara ayudar a la escuela secundaria, porquecuando se trata de cooperar con algo justo,pues hay que hacerlo, ¿no? (El Escritor asienteysonríe.) Fue una fiesta en grande, ¿se acuerda?Aquí nunca habían llegado magistrados, ni gobernadores, sólo diputados en época de elec-
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ciones. Las elecciones de las reinas son otracosa. En esto no hay chanchullos ni nada.Además, ellas duran sólo un año y entregan elreinado a la que es electa en el siguiente aniversario; pero yo tuve que entregarlo antes, alos nueve meses, porque salí con mi domingosiete. Qué tonta, ¿verdad? Pero me casé bien,por el civil. Bueno, nos casó a fuerzas mi papá,más por la situación que por sus ganas. Ustedha de conocer a José Dolores, pero no se acuerda. ¿De veras no lo conoce?
ESCRITOR: No.JACINTA: Él es alto, moreno, robusto, muy guapo. Más
o menos de su edad. Bueno, así era, no sé ahora. Yo lo conocí en el baile de coronación,aunque ya lo había visto tres días antes desdeel balcón de la presidencia, cuando pasó consu troca roja de redilas altas. ¿Quién será?, pregunté. Es un comprador de ganado, me dijeron. Después nos volvimos a ver el mero díadel aniversario, en la plaza, cuando la ceremonia. Yoestaba eh el templete junto al gobernador, oyendo los discursos, y él estaba entre elgentío y me sonreía, parado detrás de los indios uarojíos que trajeron. Me llamó la atención su mirada penetrante y su sonrisa burlona, de dientes blancos, parejos. Usted miraigual. Y se sonríe así, como José Dolores. Yo ledevolvía a cada rato su sonrisa. Qué reina tansonriente, ha de haber dicho todo el mundo,porque yo estaba feliz, mirando desde arriba.Sentía la admiración de todos. ¿Usted fue albaile de esa noche, cuando tocó la Banda Sinaloense del Recodo? Él me sacó a bailar. An-
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daba un poco tomado. Qué mala fui, dejéplantado a mi chambelán, que era el presidente de mi comité. José Dolores me dijo la verdad mientras bailábamos. Que en el baile delcómputo él había mandado comprar todosmis votos, que por eso habían aparecido tantos dólares en la tómbola. ¿Por qué lo hiciste],le pregunté mientras bailábamos La flor deCapomo, que pidió varias veces. ¿Por qué hade ser?, contestó y me mordió una oreja, despacito, y me abrazó muy fuerte. Cuando elbaile se acabó, él y sus amigos nos fueron aencaminar, alzándonos con sus baterías por elarroyo, hasta donde vivíamos, cerca de la mina de abajo. En la madrugada desperté con labanda tocando del otro lado del arroyo El sauce y la palma, que a mí me empezó a gustarporque se me figuraba que yo era la palma y élel sauce. Métete ya o mañana te vas a ver desvelada y fea, me gritó mi mamá, ya la genteno le va a gustar que su reina ande así, qué dirán. Me taparé las ojeras con maquillaje,' lecontesté y seguí mirando y oyendo. José Dolores se quedó los ocho días que duraron lasfiestas. Se la pasó tomando y haciéndome bailes. La gente hablaba. Decía que yo no me daba mi lugar y que estaba dejando en descréditoa Santa Rosa, pues yo era su representante,como los presidentes, como los diputados,pues. Un día José Dolores me salió con que seiba para Mexicali, porque él era de allá, bueno, eso decía. La víspera de su viaje anduvimos juntos todo el día, muy tristes, en su troca. En la noche nos fuimos al campo de avia-
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ción. Desde la cabina veíamos Santa Rosa a lolejos, lleno de luces, como si fuera un nacimiento. Y tomábamos cerveza. Bueno, yo erala que tomaba cerveza. Él sólo bebía Don Pedro, así sin vaso, de la botella, y cuando mebesaba me pasaba pequeños tragos de su boca.Decía que así se usaba por allá. Hasta el aromadel monte me parecía diferente. Y lo que ...
El radio zumba. Jacinta y elEscritorprestan atención. Se escuchan voces de hombresy mujeres.
Voz HOMBRE: Adelante, adelante, Uruáchic...Voz MUJER: Que mande de urgencia las medicinas de doña
Chole...Voz HOMBRE: Afirmativo, afirmativo...
Voz MUJER: Y que se traiga cien metros de manguera deuna pulgada...
Voz HOMBRE: Negativo, Uruáchic, negativo. ¿Madera de quépulgada?
Voz MUJER: Negativo, Chihuahua, negativo. Cien metrosde manguera para el agua, Chihuahua, manguera para acarrear agua, Chihuahua.
Voz HOMBRE: Afirmativo, Uruáchic, afirmativo, adelante.No. Espera, Uruáchic, Uruáchic, Uruáchic...
Seescucha un zumbidoprolongadoy las voces nose entienden. Los ruidos cesan. Jacinta intentacontinuar la conversación.
JACINTA: ¿Qué le estaba yo diciendo? Ah, sí. Bueno. Loque tenía que pasar pasó, ahí adentro de la cabina de la troca roja, con las puertas abiertas,
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porque él es tan alto. Pero cumplió lo quedijo. A los tres meses ya estaba de vuelta conmuchos dólares. Yo no sabía si decirle o no,pero me armé de valor y se lo conté. Se quedópensativo. Luego me abrazó. No quiero un hijo natural, sufren mucho, vamos a casarnos,me dijo. Y habló con mi papá. ¿Cómo sé queusted no es casado], le preguntó. Le puedotraer los comprobantes que guste, le contestóél. Nos casamos aquí, allá adentro, y luego hubo un brindis en mi casa. Para qué hacer fiesta, ni nada, aunque sí matamos una vaca paralos puros familiares y amigos de él. Recuerdotodo y me pongo chinita, (Le muestra un brazo.) Mire nomás. José Dolores se portó muybien con mi familia; compró aquella casa dealto. (Seacerca a lapuertay laseñala; elEscritorsepone depie y mira hacia afUera.) Aquélla, lade los balcones azules que está frente al kioska. Nos cambiamos luego a esa casa. Mi papáno quería, es que, ay, es tan orgulloso. (Vuelven al interiory sesientan.) José Dolores a veces se iba para el río o para Yepachi, a sus negocios, o sea a tratar ganado, que mandaba a lafrontera. Cuando ya se me empezó a notar elestómago, pues hablé con elpresidente municipal y le entregué la corona, el cetro y la capa,en fin, todo el reinado, y después en un baile,al que no quise ir para que no me vieran lapanza, ¿usted cree], el presidente le pasó lascosas a la princesa, que se convirtió en reina. Yla duquesa recibió la coronita de la princesa; yasí, la duquesa, que no lleva corona sino unpequeño tocado, se lo pasó a su hermana me-
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nor, porque en las elecciones no hubo cuartolugar ni suplentes. Descansé cuando se arreglólo del reinado, pero de todas maneras la gentehabló mucho. Después de que nació la primera niña, ¡qué mala suertel, pues él quería unniño, José Dolores me puso casa en Herrnosilla, amueblada de todo a todo, me compróuna traca nuevecita, automática, y me enseñóa manejar para que yo hiciera mis compras.Me abrió una cuenta de inversiones y unacuenta de cheques en Bancomer. Qué díaspasamos. Tan luego nos íbamos a Mazatlán, auna casa en la playa que tenía allá, con albercay dos lanchas de motor, como a Tijuana, a unacasa en el mejor fraccionamiento residencial,con un billar en el sótano. O nos íbamos a surancho cerca de Nogales, con ganado fino,pasto artificial y casas para los peones. ¿Ustedconoce por allá? Qué ranchos tan bonitos,¿verdad?A vecesyo pasaba temporadas sola enHermosillo con mis dos niñas, ya había nacido la segunda, porque él se iba a sus asuntos aCuliacán o a Mexicali. Entonces mandaba unaavioneta especial de Navojoa hasta acá para quemis hermanos y mi mamá fueran a verme. Mipapá nunca quiso visitarme. Todo lo veía mal.Ideas de viejo, por su edad. Un día que vine aSanta Rosa me empezaron a contar de la mafiay todo, pero yo no creía nada. Sí, notaba queel pueblo ya no era el de antes. Como que seveía más movimiento, más gente forastera, másdinero, más progreso, usted sabe. Una vez, JoséDolores andaba...
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El radio vuelve azumbar. Son dos sonidosgravesprolongados. Jacinta se interrumpe. El Escritorse acerca al radioy Jacinta lo sigue.
Voz HOMBRE: Que hables más despacio, más despacio.Voz NIJ\lA: (Pues no dijo que hablara más recio...?
Voz HOMBRE 2: Aquí Ocampo, Uruáchic. Que dice Chihuahua que hable más lento y más fuerte.
Voz HOMBRE: Gracias, Ocampo, gracias. Ya te entendí, Toñita. (Cuándo se van para el otro lado?
Voz NIJ\lA: Mi mamá no nos ha dicho, no nos ha dicho...Voz HOMBRE: Dile que me espere. Que llego en unos diyitas
más. 'Voz NIJ\lA: (Que lo espere y que qué más?
Voz HOMBRE: Que llegaré en unos diyitas, porque tengo queescardar.
Voz NIJ\lA: No le oigo, tío, (que por qué se va a tardar?Voz HOMBRE: Que voy a escardar, (oístes?, a escardar...
Voz NIJ\lA: No muy bien, tío, pero se lo voy a decir.Voz HOMBRE: Y que me busque las fotos para el pasaporte
local, en el tercer cajón de la cómoda azul.Voz NIJ\lA: Sí, tío, yo las vi el otro día, pero se mojaron y
ya no SIrven.Voz HOMBRE: Qué bueno, Toñita, qué bueno. Que las tenga
listas y que consiga las direcciones de mi tíaLicha en Los Ángeles, por si la migra nos dejallegar hasta allá...
Voz NIJ\lA: Yo le digo, tío, yo le digo...Voz HOMBRE: (Ya lo apuntaste, Toñitai, (ya lo apuntaste?
No se te vaya a olvidar. Eres muy tonta...Voz NIJ\lA: No lo apunté, do, pero puse la grabadora.
(Qué más?
Elradiozumba. Las voces se distorsionan. Luegocesa.
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JACINTA: La gente no se entiende porque no quiere,(verdad? (Pausa.) Yo siempre entendí a JoséDolores. (Pausa.) Los hombres cambian a veces. De vez en cuando él se ponía serio, perono conmigo. Para que se le pasara eso, se meocurrió que nos viniéramos unos días paraacá, para descansar y para que las niñas, yateníamos tres, conocieran las fiestas del aniversario, con los juegos y todo. (No pudieronIr a esconderse a otra partei, nos dijo mi papá.Vinimos a divertirnos, le dije, pero si quieresnos vamos. Serían las diez de la mañana y todavía no nos levantábamos de la cama JoséDolores y yo, que dormíamos solos, como recién casados, cuando tocaron la puerta de lacalle. Yo nomás oía pasos que subían y bajaban las escaleras, hasta que mi mamá nos tocóla puerta. Yo la abrí. Muera está una mujerarmada que viene buscando a José Dolores,dijo. José Dolores se levantó, se puso su truza,porque le gustaba dormir conmigo así, y seasomó al balcón; fui tras él. En la calle estabami papá con una mujer como de cuarentaaños, de pelo güero, pero pintado, alta, gordita, \nada fea, pero sí con una cara muy rara,como de artista vieja. Mire señora, le decía mipapá, si lascosasson como usted dice yo no laspongo en duda, pero sí quiero que sepa queeste hombre se presentó aquí como soltero.De esas actividades que usted dice tampocosabemos nada. Aquí llegó como comprador deganado y hasta donde sé ésa es su ocupación.Si tieneotra, pues alláélYla ley. Entre, búsquelo,hable con él. Tóquele a su puerta. Duerme en
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esa recámara de arriba, la de la ventana amarilla. Pase usted. Y el bárbaro de mi papá lefranqueó la puerta. José Dolores estaba pálidoy temblaba, no sé si de coraje o de...
El radio zumba. Se escuchan voces. Jacintay elEscritor escuchan.
Voz MUJER: Pues regular, papá, regular...Voz HOMBRE: ¿Cómo que regular? ¿Por qué me dices eso...?
Voz MUJER: Porque se murió mi padrino Cheto.Voz HOMBRE: Válgame Dios, mijita, ¿ypor qué no avisaron?
Voz MUJER: Te estoy avisando, papá, te estoy avisando.Voz HOMBRE: Pero con tiempo, mijita, con tiempo...
Voz MUJER: ¿Y cómo, si no había radío], no había radio ...Voz HOMBRE: ¿Yqué le pasó, mijita, qué le pasó?
Voz MUJER: Lo mataron los rangers de Texas a él y a otrosmojados. Los rangers de Texas...
Voz HOMBRE: ¿Ycómo supieron?, ¿cómo supieron?Voz MUJER: Por los periódicos, papá, por los periódicos.
Ya lo iban a enterrar como desconocido cuando lo reclamamos, cuando lo reclamamos ...
Voz HOMBRE: Válgame Dios, mijita. Válgame Dios. ¿Yse losentregaron?, ¿y se los entregaron?
Voz MUJER: Sí, papá, pero no estamos seguros de que seaél. No pudimos identificarlo bien. Batallamosmucho, batallamos mucho. El cónsul no quiso ayudar, no quiso...
Voz HOMBRE: ¿Por qué no buscaron a un licenciado americano, un licenciado americano...?
Voz MUJER: Enterramos el cuerpo, pero no estamos seguros de que sea mi padrino, que sea mi padrino.
Voz HOMBRE: No le hace, mijita, no le hace. Todo sea porDios. .
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Voz MUJER: Negativo, papá, negativo, lo peor no fue eso,negativo.
JACINTA:
ESCRITOR:JACINTA:
ESCRITOR:JACINTA:
El radio zumba. Luego se escucha la estática.Pausa.
Me gustada irme al otro lado. ¿Usted conocepor allá?Sí. Estuve en Chicago.Dicen que es muy bonito. Allá las mujeres sondiferentes. Son como más... no sé. Aunquetambién cuentan que allá hay muchas enfermedades secretas y que... bueno, allá ellos.Cada quien sus vicios, ¿verdad?¿Y qué queda esa mujer?Ya se imaginará. (Pausa.) Déjame arreglar esto, me dijo José Dolores, enciérrate con lasniñas. Me contaron las sirvientas que la mujersubió despacio las escaleras, con una pistola enla mano, mirando para todos lados, con miedo. José Dolores, José Dolores... dicen quegritaba. Buscó en la cocina, en el comedor, enla salay en las recámarasde mis hermanos, mientras José Dolores se vestía y cargaba su pistola.Cuando ella abrió la puerta de nuestra recámara él ya tenía las botas puestas y la pistola enla mano. No vayas a hacer aquí una pendejada, le dijo él, vamos para afuera. Bajaron ysalieron a la calle y se metieron a la cabina dela troca roja, que yo nunca quise que José Dolores cambiara, por el recuerdo, usted sabe.Ahí estuvieron como más de una hora. Por elcristal de la troca sólo se veía que alegaban,que manoteaban, que fumaban, que ella a ve-
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ces lloraba. En un momento ella sacó su pistola y se apuntó en la frente, pero él se la quitóde ahí; entonces ella lo apuntó a él, pero él lepegó unos puñetazos en la cara, hasta que ladesarmó. Quién sabe qué hablarían. Sólo vique ella tenía la cara llena de sangre y que él lamiraba muy feo. Luego José Dolores se bajó yme gritó hacia el balcón que no me preocupara, que la iba a llevar hasta el tren de SanJuanito para embarcarla a Culiacán. Y se fueron. Fue la última vez que vi a José Dolores.Que lo vi en persona, quiero decir, porque dedía y de noche lo traigo aquí, metido en el pecho y en la frente, y oigo su voz gruesa que medice: "No se desespere, mi reina, aguántemeun poco más." (Pausa.) Y a veces siento susmanos aquí y acá que me tocan y sus brazosfuertes, apretándome, y su aliento aquí en lanuca y en el cuello. ¿Me estaré volviendo loca?(Pausa. De la calle entra Damiana.) Yo no mequedé con los brazos cruzados. Lo anduvebuscando en la peni de Chihuahua y en lascárceles de juárez, de Culiacán y de Hermosilla. Fui a dar hasta Mexicali y Tijuana, peronadie me dio razón. Compré los Alarmas y losAlertas y nada. Antes de volver a Santa Rosame fui a Hermosillo, a darle una vuelta a micasa. No pude ni llegar. La encontré rodeadade judiciales y mejor ni me acerqué. Fui albanco y las cuentas estaban recogidas por elgobierno. Volví aquí y me encontré con quehasta acá habían pegado los judas. Maltrataron a mi familia y buscaron por toda la casa,revisaron cuarto por cuarto y hasta levantaron
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Voz HOMBRE 2: Negativo, negativo ...Voz HOMBRE 3: Aquí, Huajumar, Huajumar, dice Morís que
se olvide de que tiene madre, Uruáchic.Voz HOMBRE 2: Gracias, Huajumar, gracias, adelante.Voz HOMBRE 1: Que ya fue a la cárcel de Juárez, de Juárez,
adelante...Voz HOMBRE 2: Negativo, negativo, Uruáchic, negativo ...
Las voces se distorsionan y luego se apagan.
la madera del piso. Con decirle que hasta escarbaron en el corral de las vacas y en los gallineros. A mi papá, que les hizo frente, logolpearon mucho y a mis hermanos también.Mi mamá se escondió en el monte, con lasniñas, Tuvo que intervenir el presidente municipal, por eso le tengo aprecio, para quesoltaran a mi papá, que desde entonces ya nopuede caminar, porque lo dejaron como unSanto Cristo. Mis hermanos no tanto, aunquetodavía les quedan las cicatrices. Mi papá decidió volverse a su casa que nunca quiso vender. Fíjese nomás cómo son los viejos...
El radio zumba. Ellos escuchan.
Voz HOMBRE 1: ¿Que si no ha recibido los cinco radiogramasque le puso], ¿que le puso?
Voz HOMBRE 2: Afirmativo, Morís, afirmativo.Voz HOMBRE 1: Que porque éste es el último que le manda...Voz HOMBRE 2: Que le manda, Moris, que le manda...Voz HOMBRE 1: Que por última vez le mande el dinero que le
está pidiendo...Voz HOMBRE 2: Que le está pidiendo, Morís, afirmativo.Voz HOMBRE 1: Que porque está muy urgida.Voz HOMBRE 2: ¿Cómo dices, Moris, cómo dices?Voz HOMBRE 1: Muy urgida, o sea muy necesitada, pues ...Voz HOMBRE 2: Afirmativo, muy necesitada, adelante.Voz HOMBRE 1: Que Dios lo castigará por ser tan mal hijo.Voz HOMBRE 2: Repite, Morís, repite. Negativo.Voz HOMBRE 1: Por ser tan mal hijo, adelante.Voz HOMBRE 2: Adelante, Morís, adelante.Voz HOMBRE 1: Que si no le manda el dinero, que se olvide de
que tiene madre.
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JACINTA:
ESCRITOR:
JACINTA:
ESCRITOR:
JACINTA:
Que de cosas se oyen, ¿verdad? El mundo estáechado a perder. ¿Usted tiene mamá?Sí.¿Y trabaja o se dedica al hogar?Trabaja.Yo veo bien que una mujer trabaje. Yo ahorasoy una mujer independiente. Me puse a trabajar para mantener a mis tres chamacas, queya tienen seis, cinco y cuatro años, El presidente me ayudó con ese puestecito que tengoahí en la plaza, donde vendo cigarros, sodas,burritos, café y lo que sea, con tal de que dépara ayudarme un poco. El presidente es muybuena persona. ¿Usted lo conoce? Se portómuy bien conmigo y sin que yo se lo pidiera.Él va a mandar a mis hijas a un internado deHermosillo y me va a ayudar para que comprela tienda de Lydia que están traspasando. ¿Seimagina? Yo de comerciante en grande. Poreso me urge hablar con él hoy mismo, paracerrar el trato, porque hoy se me cumple elplazo y si no, ya ve cómo es la gente, con tal dehacer el mal. (Pausa.) La gente es muy habladora. Yo no hago caso de lo que dicen. Como
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DAMIANA:
CONRADA:
DAMIANA:
JACINTA:
yo era muy bonita y como fui reina y como fuimuy afortunada, todavía les dura la envidia.¿A usted no le han contado que yo me metocon sus maridos para sacarles dinero? Ojaláque estas calumnias no lleguen hasta dondeestá José Dolores, porque no va a querer volver. Lo que me desespera es no saber dóndeestá. (Pausa. Entra Conrada delpatio, secolocaal otro lado del mostrador y escucha a jacinta.)Lo matarían o lo tendrán preso, incomunicado. No sé. (Mira a Damiana.) ¿&tá segura queno lo vio por allá? (Damiana niega con lacabeza.)¿Por qué no me escribe unas líneas siquiera?(Al Escritor.) ¿Usted no lo ha visto de casualidad? (El Escritor niega.) Mi mamá piensa queestá en Costa Rica, ya ve que todos se van paraallá. Me dice que no me desespere, que si JoséDolores me quiere, volverá. Yo creo que sí. SiJosé Dolores está vivo volverá por mí y pormis hijas. Recuperará sus cosas y todo va a sercomo antes. (Pausa.)Rézale a San Judas Tadeo.Santa Rosa de Lima es más milagrosa. Y además es mujer.Por eso mismo. Mejor a San Judas. Las mujeres no se ayudan.Aunque no sé si me vaya a querer igual. (Seacerca al Escritor.) Usted, ¿cómo me ve? ¿Estaré muy cambiada? (Pausa.) Mejor no lo diga.Ya no queda ni sombra de aquella reina, ¿verdad? Sólo el nombre mal puesto, porque estareina, esta Jacinta Primera ya se marchitó,como la palma. (Pausa. jacinta se levanta, sonríe. Mira al Escritor.) Pero para qué me pre-
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CONRADA:
JACINTA:
DAMIANA:
CONRADA:
ESCRITOR:
DAMIANA:
JACINTA:
ESCRITOR:
CONRADA:
EsCRITOR:
JACINTA:
DAMIANA:
EsCRITOR:
CONRADA:
ocupo ahora, ¿verdad? El tiempo lo dirá, ¿nocree usted? (El Escritor sonríe comprensivo. jacinta seacerca a Conrada, que también le sonríe.)¿Ya te viste en el espejo?
jacinta se mira el cuerpo y sepavonea, con lasmanos en la cintura.
Todas las reinas de belleza engordan. Fíjatecómo se ven en las revistas después de su reinado.Mírate tú también en el espejo, Conrada. Yeso que nunca fuiste reina.Es que desde que pasó lo de mi muchacho,siempre me da un hambre...Son los nervios.Los pobres no tienen nervios.¿No quieren algo de comer? Tengo burritos yempanadas de manzana.¿De qué son los burritos?De carne deshebrada, de frijoles con chorizo yde chile con queso. ¿Se le antojan?Bueno. Uno de cada uno.¿Y no les va a pichar uno aquí a Conrada y aDamiana?Qué confianzuda eres.Claro que sí, tráigaselos.Gracias.
jacinta sale a la calle. Conrada escribe junto alradio. El Escritor abre el libro y lee. Damiana sesienta y lo mira. El reloj marca las 7. Afueraoscurece.
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TIII
DAMIANA: ¿Y tú eres narco?ESCRITOR: (Pausa. La mirasorprendido.) ¿Cómo dice?DAMIANA: Sí. Narco.EsCRITOR: (Sonríe forzadamente.) No.DAMIANA: Es que miras muy raro.ESCRITOR: Así veo yo. La vista es muy natural.DAMIANA: También te veo facha de judicial.ESCRITOR: ¿También por la vista?DAMIANA: Por la pistola
El Escritor deja de sonreír. Se descubre un costado y se saca del cinto una pistola 38. La observa, la vuelve a guardar.
EsCRITOR: Me la prestaron. Voy a cazar liebres más tarde.DAMIANA: ¿Eres o no eres judas?ESCRITOR: Cómo cree. Afortunadamenre no tengo nece-
sidad.DAMIANA: ¿A qué te dedicas, entonces?ESCRITOR: Soy escritor.DAMIANA: Ah, escritor... (Pausa larga. Damiana reflexio
na.) Pues cuenta en tu periódico lo que mepasó, para que se me haga justicia.
EsCRITOR: No soy periodista. Soy poeta.DAMIANA: Ah, ya veo. ¿Yqué escribes?ESCRITOR: Poemas.DAMIANA: Ya. Versos. Para que los reciten los niños en
las escuelas.ESCRITOR: No esa clase de versos.DAMIANA: No sabía que hubiera de otros.ESCRITOR: ~scribo poemas para sacar mis demonios inte
nores.
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DAMIANA: De modo que tú también sientes esas cosasque uno trae adentro.
EscRITOR: Bueno. No sé. Quiero decir que los poetascrean sus propios universos. En un poema sepuede explicar el verdadero sentido de la vida.Su misterio.
DAMIANA: Mira nomás, qué de cosas se inventan ahora,¿verdad? (Pausa.) ¿Yno haces canciones?
ESCRITOR:No.DAMIANA:Como haces versos, pensé que podrías hacer
un corrido de lo que pasó en Yepachi. Si tecuento lo que pasó, tú podrías escribirlo.
EscRITOR: ¿Para qué?DAMIANA:¿C6mo que para qué?
· ESCRITOR:Una cosa es la realidad y otra la creación literaria. La realidad sólo importa a quien la vive.La literatura ve más allá de los colores. Oyeotras voces y sonidos. La poesía no cambia lascosas ni tumba autoridades. ¿Me entiende?
DAMIANA:No muy bien.EscRITOR: Bueno, ¿a quién le importa lo que pasó en el
Yepachi?DAMIANA:Tú no sabes lo que pasó. Por eso hablas así.Escnrron: Los escritores tenemos otras preocupaciones.DAMIANA:¿Qué preocupaciones?ESCRITOR:Trascender la realidad. Encontrar el sentido
exacto de las palabras y de la vida, ya le digo.Inventamos mundos y personajes.
DAMIANA:¿Ah, sí? ¿Tal cual? ¿Como si fueran Dios?Escnrron: Más o menos.DAMIANA:Y una carta, ¿eso sí podrías hacerme?CONRADA:¿Para qué?DAMIANA:Quiero mandarla a los periódicos,
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CONRADA:¿Qué ganas con eso?DAMIANA:Que lo sepa el Presidente de la República.CONRADA:¿Y tú crees que ese hombre sabe siquiera que
existe Santa Rosa? ¿Crees que le pueda interesar lo que te pase a ti?
DAMIANA:¿Para quién gobierna, pues? (Al Escritor.) ¿Meharás la carta?
De la calle llega la música del corrido La camioneta gris. Damiana se acerca indignada aConrada.
DAMIANA:O corres a esos cabrones o los corro yo.CONRADA:Ándale, córrelos tú. A ver si te hacen caso.
Damiana sale a la calle. Se escucha la letra delcorrido.
Una camioneta grisconplacas de Californiala traían bien equipadaPedro Márquez y su noviamuchos dólares llevabanpara cambiarlospor droga.
Traían llantas de carreracon sus rines bien cromadosmotor grande y arregladoPedro se sentía segurono hayfederal de caminosque me alcance, te lojuro.
Su destino eraAcapulcoasí lo tenían planeado
·~;¡
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! lii
disfrutar luna de miely el regreso aprovecharlocon cien kilos de la finaque en la gris hablan clavado.
De regreso en SinaloaPedro le dice a la Inésvoy viendo que alguien nos sigueya sabes lo que hay que hacersaca pues la metralletay hazlos desaparecer.
En Sonora los rodearonlos carros de federalesle dice la Inés a Pedrono permitas nos atrapenvuela por encima de ellosno es la primera vez que lo hace.
Por bocinas les gritabanhelicópteros alertaslos tenemos bien rodeadoses mejor que se detengande pronto un tren que cruzabaacabó con la pareja.
ESCRITOR:CONRADA:
¿Quién trae la música?Vé tú a saber. Hay tanto forastero borrachopor las calles.¿Yla ley seca?La ley seca lo único que causa es que se vendamás caro el licor. Y el que quiere lo consigue.¿Yusted no tiene expendio clandestino?
EsCRITOR:CONRADA:
ESCRITOR:
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1 1 1 1
CoNRADA:Ay, cómo crees... Aunque ganas no me faltan.
DAMIANA:
CoNRADA:DAMIANA:
CONRADA:DAMIANA:EsCRITOR:DAMIANA:
EsCRITOR:DAMIANA:
EsCRITOR:
Conrada sesorprende; luegosonríe, tomándolo abroma.
Entra Damiana de la calle.
No entienden razones. Pura gente desconocida. Y unos chamacos así, de este tamaño, contamañas metralletas, pues. Habrase visto. Nopueden ni cargarlas, y cuánta troca americananuevecita. ¿Dónde está la gente de razón? ¿Ylaautoridad? ¿Dónde está la autoridad? Los policías tomando con esa gente, afuera de lastrocas, pues ni siquiera se esconden. PobreSanta Rosa, en lo que vino a parar. Y yo quepensaba volver a los T áscates y hacerme cargodel Yepachi. Pero cómo. Por eso pasan lastragedias. Por eso pasó lo de Yepachi.Por favor, Damiana, ya, ¿no?Alguien debe contar lo que pasa. Lo que seestá viendo.Yo no he visto nada.Yo vi la muerte en Yepachi.Hágalo usted, entonces.No te burles. Yo no soy nadie.
Pausa larga. Damiana se calienta las manos enel calentador.
¿Dónde queda Yepachi?Está muy cerca de los Táscates. Nomás al pasar el llano y subir el puerto se avista el caserío.¿Yusted qué andaba buscando en Yepachi?
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DAMIANA:¿Cómo no habría de ir?Alláestabami esposoRogelioArmenta y mis hijos. Estaban en peligro.
EscRITOR: ¿Ycómo se enteró? ¿Quién le avisó?DAMIANA:Han de haber sido como las seis de la mafíana,
porque apenas estaba clareando, y yo estabaponiendo lumbre en la estufa de leña, porqueno me gusta la de gas, aunque tengo. Estaba yoagachada así, atizando la estufa con un acote,porque los leños mojados no querían arder,cuando escuché un traqueteo. Teófila, grité.¿Estás oyendo los cohetes del Madroño? Yaempezaron las fiestas de San Juan.
EscRITOR: ¿Quién es Teófila?DAMIANA:Mi hermana la menor, embarazada de siete
meses, que se había venido a vivir conmigopara esperar a su criatura, porque su maridono quiso ver de ella. Salí al balcón y miré paraYepachi. El traqueteo seguía, pero ahora se oíadarito, como una balacera. Muchos balazos,así seguiditos. Algo grave está pasando allá, legrité a Teófila. Vamos a darles auxilio.
EscRITOR: ¿Ya poco dos mujeres iban a...?DAMIANA:Eso mismo pensó Teófila. Cómo, si no tene
mos ni pistola, dijo. Bajé las escaleras corriendo hasta las trancas del corral. Ahí me alcanzóTeófila. Pero estás loca, mujer, ¿a dónde vas?¿No estás oyendo?, le dije. La balacera seguía,aunque con tiros más espaciados. Me metí alcorral y ensillé la yegua. Espérate, Damiana,no seasatrabancada, me decía. Si quieres acompañarme súbete en ancas, le dije. Yme monté.T eófila se subió como pudo. Pero cómo vamos a irnos sin sombrero, decía. Eché la yeguaa galope por el llano. Mejor vamos a pedir
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EsCRITOR:
DAMIANA:
EsCRITOR:
DAMIANA:
EsCRITOR:DAMIANA:EsCRITOR:DAMIANA:
ayuda al Madroño, me dijo T eófila, cuandollegábamos al puerto.
Conrada simula escribir, pero escucha atentamente a Damiana.
¿Por qué al Madroño, si eso está en otro municipio?¿Y por qué no, si está más cerca que SantaRosa? To reí la rienda de la yegua y me desviédel camino por un atajo que sale al Madroño,alejándome de Yepachi.¿Quiénes estaban en el rancho? Digo, apartede su esposo y de...Mi cuñado Rómulo Armenta, con Felícitas sumujer y un chiquito de brazos, porque ella todavía no cumplía los cuarenta días de la dieta.Doña Filomena, mi suegra, muy enferma desu artritis, que ni se podía mover, y su hermana Benigna, una señorita ya grande que nuncase casó, de muy buen carácter y muy decente,y mi hijo Rogelio, el mayorcito, y Jaqueline, laque le sigue, que habían ido a pasar unos díascon su abuelita a ayudarle a ordeñar y a hacerquesos.¿Había gente extraña?¿Cómo extraña?Forasteros. Gente de fuera.No. Había ahí cinco o seis trabajadores de micuñado, que estuvo a cargo del rancho desdeque murió don Darío, mi suegro. Tres o cuatro indias que trabajan ahí en tiempo deaguas, ayudando a envasar fruta. Y a lo mejoruno o dos trabajadores de paso, de ésos que
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CONRADA:
DAMIANA:
ESCRITOR:DAMIANA:
ESCRITOR:DAMIANA:
sólo trabajan para juntar dinero y luego irse alotro lado. Llegamos al Madroño pasadita unahora, más o menos, porque apenas estaba pegando el sol. Me fui derechito a la casa del comandante a buscar a los judiciales del Estado,que desde el año pasado mandaron de Chihuahua, cuando empezó todo esto de los chutameros y de la goma.
Contada se levanta y se dirige a la calle.
La verdad es que no se supo bien a bien quéfue lo que pasó en Yepachi.Tú mejor te callas, ¿sí?
Contada sale.
¿Por qué buscó al comandante?¿A quién más podía buscar? Él era la autoridad, ¿o no? Estaban almorzando. Le conté loque pasaba. ¿Será un secuestro o un asalto?,me preguntó. Qué me importa lo que sea, hayque ir a darles auxilio, pero ya. Muévanse, porcaridad de Dios. Dejé ahí la yegua y salimosen dos camionetas para Yepachi. Iban siete onueve policías, todos armados. Yo iba rezandopor el camino, prometiendo mandas y cuerpecitos de plata para que no les fuera a pasarnada a mis hijos.¿Por qué a ellos? ¿Ysu marido y los demás?En primera a mis hijos porque, en fin, la gentegrande ya ha vivido, pero las pobres criaturasno tienen culpa de nada. Llegamos al puerto.Toda vía se oían algunos balazos, de cuando en
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EsCRITOR:DAMIANA:
EsCRITOR:DAMIANA:
ESCRITOR:
DAMIANA:
cuando. ¿Ya ve?, le gtité al comandante queiba en la otra camioneta, la cosa sigue. Apúrelepor el amor de Dios. Llegamos hasta el cercode la entrada principal; el rancho tiene tresentradas. Una por el frente, con un arco depiedra, para las visitas y los extraños; otra poratrás, para la gente que llega a caballo y paralos trabajadores, por donde está la cocina; yotra por los graneros y las casas de los peones.¿Seguían los balazos?No. No se oía nada. Como si todo hubierasido mentira. Como si todos estuvieran dormidos todavía o se hubieran ido de viaje. T eófila me miraba con desconfianza. Ojalá quetodo haya sido un sueño, figuraciones mías, ledije. ¿Qué hacemos?, me gritó el comandante.Atrás hay otra entrada, le contesté. No sé sihice bien o mal en querer entrar por otro lado.Nos fuimos por atrás. Las camionetas ibandespacito, casi a vuelta de rueda, pero los policías no llevaban preparadas sus armas.¿Yeso por qué?¿Ytú crees que yo lo sé?Así son las desgracias.Todo se pone de modo. Iban tranquilos, como si nomás anduvieran revisando. Al traspasar la puerta de atrás, donde está una lila yunos cobertizos, se oyó la primera descarga.¿Quién la disparó? ¿Los que iban con ustedo...?Agáchate, le dije a T eófila, y me tiré al piso dela cabina, pero la tonta se quedó mirando defrente hacia la casa. Me levanté para tirarla alpiso, pero en eso, de una ventana de la casa,salió una ráfaga como de ametralladora y rom-
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DAMIANA:
EsCRITOR:DAMIANA:
pió los vidrios de la camioneta. Sentí un ardoren el hombro izquierdo. Apenas si podíacreerlo. ¿Estaré soñando?, pensaba. ¿Será unapesadilla?
Aparece Conrada que regresa del exterior. Semuestra inquieta. Se acercaal radio, toma la bocina y se dispone a hablar, pero luego deja el micrófonoy sepone a acomodar papeles y a revisarradiogramas, que clasifica en dos grupos y acomoda en la mesa.
Levanté la cabeza y alcancé a ver al chofer de lacamioneta caído sobre el volante, con borbotones de sangre que le salían del cuello. Teófila quedó recargada en el asiento, muy derechita, con los ojos abiertos, tapándose el estómago con las manos y con una hilera de balazos que le atravesaba el pecho de lado a lado,como una lista roja. Se me nubló la vista. Metapé la cabeza con las manos y me hice bolitaen el piso. Se oían gritos, insultos y la voz delcomandante dando órdenes. De las ventanas,de los balcones, del techo, de las puertas deabajo nos seguían disparando muy fuerte. Apenas si se oían los balazos de los judiciales delMadroño.¿Cuánto tiempo duró el tiroteo?No sé. Media hora. Una hora. Quién sabe.Uno no puede sentir el tiempo. ¿Dónde estoy?, pensaba. Estoy atizando la estufa parahacer el almuerzo porque ya va a llegar mi esposo Rogelio. O estoy muerta, hecha bola enuna fosa del Camposanto. O estoy en el infier-
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·Ino y así pago mis pecados. O estoy naciendootra vez, de la panza de mi madre. O estoymoribunda en la camioneta de los judiciales.
ESCRITOR:¿Es normal que su esposo se hubiera quedadoa dormir en ese rancho?
DAMIANA:¿Cómo? ¿Normal? El rancho también era deél, ¿no?
EscRITOR: Sí, pero si él vivía en los Táscates, ¿por qué ...?Bueno ... déjelo.
DAMIANA:Sentí que la puerta de la cabina se abría y quealguien me jalaba de mis trenzas y me arrastraba. Mi cara se estrelló en la tierra roja delrancho de Yepachi.
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Conrada mira conpreocupación a Damiana.
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CoNRADA:Damiana ...DAMIANA:¿Qué?CONRADA:No seas imprudente. ¿Para qué atosigas al jo-
ven con eso?DAMIANA:(Al Escritor.) ¿Te estoy atosigando?EscRITOR: No.DAMIANA:¿Te interesa o no te interesa que te cuente
esto?ESCRITOR:Me interesa. Ya le dije que soy escritor.CONRADA:Pero de poemas, ¿no?DAMIANA:(Se dirige al Escritor.) Cuando estaba en el
suelo sentí que me daban una patada en el costillar. Alcé la vista. Sólo vi botas, rifles, cuernos de chivo, pistolas. Hice un esfuerzo y meparé. En la casa no se veía nadie, pero yo estaba rodeada de más de veinte hombres que memiraban con los ojos rojos, muy enojados.
ESCRITOR:¿Podría reconocerlos si los volviera a ver?
DAMIANA:A algunos. A los que estaban cerca. Había uno
1DAMIANA:No sé. No sé ni cuánto caminaríamos. Hubo
güero. Muy parecido a ti. ratos en que me quedé dormida, hecha bolaEsCRJTOR:¿Yno intentó escapar? en el piso, para no pensar y para despertar en
'DAMIANA:Pensé correr hacia el camino por donde llega- f mi casa. ¿Tú nunca has estado a punto demos, ¿pero c6mo? ·Hacia d6nde? Dos hom- :1 morir?bres movían a Te6foa y al chofer y los escul-
1EsCRITOR:(Piensa un poco. Pausa.) No. Nunca.
caban. Otros fueron saliendo de la casa, de la DAMIANA:Oí el ruido de un tren y el silbato de la má-huerta, del granero. Vi al comandante del Ma- quina. Oí ruidos de carros y voces. La camio-droño tirado junto a una camioneta. Vi cómo neta se detuvo varias veces, hasta que abrieronvarios hombres se acercaban a los judiciales la puerta y me sacaron. Era de noche. Me ja-del Madroño y les daban un tiro en la cabeza, ~ laron por unas escaleras y luego por un pasillocon una calma que parecía que lo hacían con ft largo, lleno de puertas cerradas, hasta un cuar-gusto. Me tapé los ojos para no ver. Me van a t to. Luego otro pasillo,hasta otro cuarto más chi-matar. No debo ver lo que hacen para que no co, sin ventanas.Me sentaron en un banco y meme maten. Me voy a dejar caer, porque me '! echaron una luz en la cara.Me hadan preguntas.van a matar. No quiero morir parada. Aflojé
1¿Cuánta gente andaba conmigo? ¿Cuál era mi
1las piernas y me dejé caer, boca abajo, para no1
verdadero nombre? ¿Cuántos campos teníamos?ver cuando me dispararan. Pinche vieja, oí que
'¿Enqué ciudadesteníamos propiedades?¿D6nde
decían, chínguenla. Pensé en mis hijos gran- estaba el dinero y las armas?¿Quién nos contro-des y en los tres chicos que dejé en los Tásca-
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laba? ¿Aquién conocíamos en la policía y en eltes. Pensé en mi marido. ¿Por qué no viene a gobierno? ¿Desde cuándo era yo jefa de laayudarme cuando más lo necesito? En mis pa- banda? ¿D6nde escondíamos la droga? ¿Si co-pás que viven en Obregón, en mis hermanos nocía al procurador y al gobernador y al jefeque están en el otro lado. Y en el Cristo cru-
11de la zona militar? ¿Si nos visitaban muchas
cificado que tengo en la cabecera. Eso me personas?salv6. Súbanla, oí que gritaban. Me arrastra- 1 EsCRITOR:¿Yusted no conocía a nadie?ron y me echaron como un bulto en una ca-
;IDAMIANA:¿A quién iba a conocer, mi alma? Perdida en
mioneta cámper que estaba bastante lejos, es- ese rancho de los Táscates.condida en un montecito. EsCRITOR:¿Ysu marido y sus cuñados?
EsCRITOR:¿Ylas demás? ¿En qué lleg6 tanta gente? DAMIANA:Tampoco. Ellos habían viajado, sí; conocíanDAMIANA:Cuando la camioneta se movía escuché los l gente, pero no de esas alturas. Yo nomás decía
motores de varias más, no sé cuántas, que se CI no sé. No. No sé. No. No sé. ¿Qué más podíanos iban juntando, siguiéndonos. ':[ decir? No sé inventar. Me pegaban en el esté-
EsCRITOR:¿Adónde la llevaron?
1:
mago. No. No sé. Me metían la cabeza en el
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agua. No. No. No. No sé. Me echaban sodaen las narices. No. No sé. No. Me desmayévarias veces, pero me despertaban con baldesde agua. No. No sé. No. No. Me dieron toques ... No. No. No. No sé. Qué de cosas mehicieron ...
Escnrroa: (La mira. Pausa larga.)¿Laviolaron?DAMIANA:(Duda. Esquiva la mirada. Su rostro muestra
tensión.) No. Eso sí que no me hicieron. Metuvieron respeto. O a lo mejor no les gusté.Nunca he sido bonita. Y estoy tan flaca. Mesacaron de ahí y me llevaron a otra parte. Auna oficina. Me pasaron unos papeles. Firmaaquí. No me moví. ¡Que firmes! No sé firmar.¡Que firmes, hija de la chingada! y me tiraronal piso de un puñetazo. Ahí me quedé sin moverme. Me volvieron a sentar en la silla. Mepusieron la pluma en la mano derecha. Soyzurda, les dije. Me cambiaron la pluma y meacercaron el papel. Ahí no, aquí. Las lágrimasno me dejaban ver. Aquí, pendeja, aquí. Meacomodaron la mano y empecé a poner minombre. Cómo ponerlo bien, si no tuve escuela, si apenas llegué a tercer año. Como pude lo fui dibujando, letra por letra. D-a-m-i-an-a-Csa-r-a-v-e-o. Firma acá otra vez. Luegome llenaron el dedo gordo de tinta y puse mihuella en todas las hojas. Mi fotografía salió enlos periódicos. (Damiana sacade su red un sobre con varios recortesdobladosy se lospasa alEscritor.)Yo guardo estos recortes que me llevó mi comadre Romualda, que fue un domingo a visitarme a la peni con mi ahijado Lico.No sé ni para qué los guardo.
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' EscRITOR: (Mira losrecortessuperficialmente.) ¿Yestas armas, y estas cajas de parque que están sobre lamesa?
DAMIANA:Llenaron una mesa de pistolas, cuernos dechivo, rifles, cajas de parque. Luego me acercaron una metralleta. Tómala. Escondí lasmanos en la espalda. Un hombre me jaló delas trenzas, así para atrás. Casi me quiebra laespina. Cógela. Adelanté los brazos y la carguécomo un chiquito. Así no, pendeja. Y me lapusieron de otro modo, como si fuera a disparar. Entró mucha gente. Me retrataron. Y volteaba la cara para otro lado, pero luego me laenderezaban.
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De la calle entra jacinta con una bandeja depeltre, cubierta con una servilleta. Coloca labandeja en el mostradory, tratando de no interrumpir a Damiana, pasa un burrito a Conrada, tresal Escritor en un plato y uno a Damiana, que lo toma mientras habla. El EscritoryContada quitan la servilleta de papel a sus burritosy comen despacio, en silencio. Damianaquita elpapel, pero no come, solamente lo aprieta. jacinta sirve cafésen las tazas que están en labancay en el mostrador. Sin dejar de escucharloque diceDamiana, les vapasando las tazas concafé.
ESCRITOR:¿Qué pasó en el rancho, según usted?DAMIANA:No lo sé de cierto. Lo sé de oídas. (Pausa.) La
gente del Madroño que ayudó a recoger loscadáveres vio que algunos peones estaban enla puerta de la sala y en la ventana de la cocina.
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I,Hallaron a dos de las indias entre la pastura delas vacas y a otra en el gallinero sacando huevos. Mi cufiado Rómulo estaba en pafios menores cerca de un ventana, en uno de los cuartos de arriba.
Escnrron, ¿Tenían armas?DAMIANA:(Pawa.) Sí.Todos tenían lasarmas en lamano.ESCRITOR:¿Es normal que en un rancho haya tantas ar-
mas?DAMIANA:Es normal. ¿Por qué no? ¿No ves cómo anda el
mundo? La gente tiene que armarse para sobrevivir. Y contimás por estos rumbos, dondese ve tanta cosa... Todos tenían las armas en lamano, como si hubieran estado disparando.Eso dicen, y puede ser, por qué no. Doña Filomena, mi suegra, y su hermana Benigna estaban hincadas en el piso, con la cabeza y losbrazos apoyados en una cama, con sus rosariosen lamano, con losbalazosen la espalda,como silas hubieran sorprendido rezando. Felícitas miconcufia estaba con el chiquito en brazos, bajola mesa de la cocina. Lala, una sirvienta, estabaen la puerta de la cocina, en puro fondo ydescalza. Mi hijo Rogelio estaba con unospeones en el corral de las vacas, con los botesde aluminio en la mano. Dicen que uno estaba lleno de leche. Mi hija Jaqueline estaba enel escusado que está detrás de la casa, el queusan los peones, con su cabecita destrozada.Mi marido Rogelio estaba muerto, junto a sucaballo, en la trinchera de atrás, que parecíaque lo iba a ensillar porque la montura estabaen el piso. Su pistola tenía las balas completas.Dicen que encontraron cinco cadáveres ente-
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rrados en la huerta. Cuerpos desnudos, envueltos en bolsas de plástico, que por acá ni seconocen, con heridas y golpes. Yo me pregunto de dónde saldrían esos cadáveres ycómo llegaron hasta allá. A esa huerta sóloentraban mi suegra Filomena y su hermanaBenigna a cuidar sus rosales de California ysus plúmbagos tan azules, y las mujeres de lacasa a regar los árboles y los veranos que sembraban para el caldo.
EscRITOR: ¿Ypor qué fue la matanza?
Entra de la calle un Policía municipal. Da unvistazo rápido a todos; sefija principalmente enel Escritor. Duda. Todos lo miran. Se acerca aConrada y le habla brevemente al oído. Conrada no oculta supreocupación. Damiana; que seha dado cuenta, seacercaa Conrada.
DAMIANA:¿Pasa algo?CONRADA:No. Nada.DAMIANA:¿Segura?CoNRADA:Nada que te interese.
Damiana vuelve a su lugar. El Escritory jacintamiran a Conrada, quien trata de no darle importancia al asunto.
CONRADA:(Sonríe.) Tengo monos en la cara o qué. (AlPolicía.) Diles que me disculpen, pero no puedo ir. No me voy a mover de aquí hasta queentre el radio.
El Polida sak a la calle,jacinta lo sigue. Se vuelve.
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JACINTA:Me dijeron los del conjunto que ya encontraron a Camelia la Texana.
DAMIANA:¿Yeso a mí qué?JACINTA:Cómo estás amargada. Voy a pedirles que la
toquen. (Sale.)EscRITOR: ¿Ypor qué fue la matanza? Usted debe saberlo.DAMIANA:Hay dos versiones. La de los federales es la que
salió en los periódicos. Que fueron al Yepachia aprehender a un grupo de narcos, comandados por mis dos cuñados, que se habían escondido en el rancho. Que los federales llegaronde noche, pero que esperaron a que amaneciera para cercarlos. Que la gente del rancho sedio cuenta y opuso resistencia y los recibierona balazos. Que cuando ya los estaban rindiendo llegó la mujer de uno de ellos, o sea yo, convarios judiciales del Estado, que eran sus cómplices y que rodearon el rancho para rescatar alos sitiados. Que la Federal se vio a dos fuegos.Que lograron capturar viva a la peligrosa Damiana Caraveo. ¿Se imagina? Con esta pintaque tengo. Qué peligrosa será quien viéndoseperdida quiso quitarse la vida, pero erró el tiroy se hirió en el hombro. Que en la casa se encontró un arsenal de armas y en los terrenosdel rancho una pista de aviones clandestina.Que los establos y graneros estaban repletosde mariguana. Que también encontraron uncementerio clandestino, con cadáveresde agentes federales desaparecidos; uno gringo, creo,o chicano. Eso dicen que pasó en el Yepachi.
Pausa larga. Nadie mira a nadie. Todospiensanen silencio.
EscRIToR: (A Damiana.) ¿Yla versión suya? ¿Por qué nola contó también a los periódicos o a la genteque allá la...?
DAMIANA:(Lo interrumpe, con una sonrisa burlona.) Lohice. ¿Tú crees que me creyeron? ¿Quién mela va a creer? ¿Tú me creíste? Dime.
CONRADA:Ésta es tu verdad. El presidente piensa otracosa.
EscRITOR: ¿Qué tiene gue ver él con esto?DAMIANA:A esovine. Éi me lo tendrá que decir.CONRADA:Tú estás muy trastornada por lo que te pasó y
a fuerzas quieres encontrar culpables.DAMIANA:Él mandaba forasteros que querían comprar y
rentar las tierras de Yepachi.CONRADA:No me digas que le creíste los cuentos al As
tolfo.DAMIANA:Allá hay.gente más importante que el pendejo
del Astolfo. (Al Escritor.) ¿Tú conoces bien alpresidente?
EscRITOR: Fuimos compañeros en la primaria. Pero hacemuchos años que no lo veo.
CONRADA:Es un buen hombre.DAMIANA:¿Bueno para quién?CONRADA:(Al Escritor.)Cercó el panteón. Hizo la escuela
nueva. Arregló la iglesia. Echó el agua potable.Está abriendo el camino del río.
DAMIANA:Está confabulado con esa gente.CONRADA:Tienes muy suelta la lengua. No juzgues sin
saber.DAMIANA:Juzgo porque sé.
El conjunto norteño vuelve a tocar. Se escuchaelcorridoYa encontraron a Camelia.
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¡(
Yo conocl bien a Emilioal que Camelia mataraen un callejón oscuro,sin que se supiera nada,pero los contrabandistasésosnoperdonan nada.
La banda /,apersegulapor /,aUnión Americanatambién mandaron su gentea buscarla hasta Tijuana.Sólo Dios podla salvara Camelia /,a Texana.
Una amiga de el/,adijo,señores,yo no sé nada,pero dicen que /,avieroncercade Guada/,ajaramentando a Emilio Varelay dicen que hasta lloraba.
La banda sin detenerseparajalisco volaronla buscaron en cantinashasta que se la encontraron,Camelia, estássentenciada,y de ahl se la llevaron.
La llevaron con losjefes,la misión ya estd cumplida,si devuelves el dineroteperdonamos la vida.Yo, sin Emilio Vare'4,para qué quiero la vida.
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Sonaron varios balazosCamelia cayó enseguidaahora ya está descansandocon el amor de su vida.La traición y el contrabandoterminan con muchas vidas.
,, DAMIANA:¿Ya oíste, Conrada? ¿Qué te parece, muchacho? La traición y el contrabando terminancon muchas vidas. Acaban también con lospueblos. Santa Rosa es ahora sólo un pueblode puertas cerradas.Un caseríode antenas parabólicaspor donde pasa el dinero malhabido. Unmundo de extrañosque no se saludan en la calle.Y cuánta soledadhay en lasalmas. Santa RosadeLima tiene lágrimas, pero no son de cera. Estállorando. Ay, quién pudiera llorar así. Pero a míseme secaronlos ojos, porque ya estoy muerta.Empecé a morir cuando galopaba hacia elMadroño. Morí en la balacera de Yepachi. Yseguí muriendo en la cárcel. (Mira hacia laoficina del presidente.) ¿Dónde estará ese cabrón? Ya se me hace que le va a comprar sutienda a Jacinta. (Al Escritor.) Ya se me haceque te va a dar las actas que buscas. (A Conrada.) Ya se me hace que te va a cambiar aChihuahua. Mientras yo esté aquí él no va aaparecer. No quiere que le vea los ojos cuandome dé la cara.Es que el contrabando y la traiciónno se llevan.En la cárcelyo comía vengam.a.Soñaba venganza. Estoy muerta, pero la vengam.ame sostiene.Voy a empezar con él y no me voy adetener. Cuando me vean pasar por los caminos, la gente dirá: allá va Damiana Caraveo, la
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muerta en vida, buscando venganza. Es que latraición y el contrabando son cosas incompartidas, pues.
N
Se escuchaen el radio un sonidofuerte y la vozde una mujer, distorsionadapor la transmisión.Conrada sepone en actitud de alerta.
Voz: Santa Rosa, Santa Rosa, aquí Chihuahua, adelante ...
Conrada correhacia el radioy toma el micrófono. La voz sigue llamando.
Voz: Santa Rosa, Santa Rosa, aquí Chihuahua, adelante.
CONRADA:Adelante, adelante, Chihuahua. Es Santa Rosa.Te escucho.
Voz: Qué bueno, Santa Rosa, qué bueno, ¿cómoestás...?
CONRADA:Muy bien, Chihuahua, muy bien. ¿Por qué noentrabas?, ¿por qué no entrabas?, adelante ...
Voz: Problemas, Santa Rosa, problemas, pero ya searregló, adelante ...
CONRADA:Me da gusto, Chihuahua, me da gusto. Tengouna llamada urgente a la procuraduría al 16-29-06, de parte del sefior Banda, sefior Banda,adelante.
DAMIANA:(Se acercaa Conrada.) Mi mensaje también esurgente.
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Voz HOMBRE:
CONRADA:
VozMuJER:
CoNRADA:
Voz HOMBRE:
CONRADA:
Voz HOMBRE:
CONRADA:
Voz HOMBRE:
Voz MUJER:
CoNRADA:
Voz MUJER:
Voz HOMBRE:
CoNRADA:
VozMuJER:
En el radio entra la voz de un hombre.
Mulatos, Mulatos, Mulatos, aquí Navojoa,adelante.Sigue hablando, Chihuahua, sigue hablando.Esta frecuencia no es suya.Afirmativo Santa Rosa, afirmativo. Tengo varios radiogramas. Dos urgentes. Uno para elpresidente municipal y otro para DamianaCaraveo, adelante.El presidente no se encuentra, Chihuahua, nose encuentra, adelante.Navojoa, Navojoa, la siembra ya está lista,pero manden comida, manden comida ...Sigue hablando, Chihuahua, sigue hablando.Aquí está Damiana Caraveo, Damiana Caraveo.Oye Navojoa, aquí no tenemos para la raya,para la raya...Adelante, Chihuahua, adelante... Sigue hablan-do para que salgan...Nos vamos a seguir metiendo, mamacita, a se-guir metiendo.¿Cómo dices, Santa Rosa, cómo dices? Nega-tivo.No hagas caso Chihuahua, no hagas caso. Sonnarcos, son narcos ...Negativo, Santa Rosa, negativo, no te escu-cho ...Yo sí te oigo, mi cielo. Ven a vernos. Estamosmuy solos en las barracas, muy solos...Adelante, Chihuahua. No escuches a esos mafiosos, son mafiosos.Afirmativo, Santa Rosa, afirmativo. Anota el
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n
radiograma para el presidente, el presidente.Urge mucho. Lo trajeron antier. El teléfonode la procuraduría está ocupado, ocupado ...
Voz HOMBRE: Hasta luego, preciosas, hasta luego. Les mandamos un beso a las dos. Gud bay, gud bay ...
CONRADA: Adelante, Chihuahua, adelante, pero sigue insistiendo. Aquí tengo al sefior Banda. Le urge,le urge.
Voz MUJER: Afirmativo, afirmativo. De parte de su hermano, de su hermano al presidente municipal. Que los soldados van para allá, para allá,cambio.
CONRADA: (Mientras anota.) Afirmativo, Chihuahua, afirmativo, adelante.
Voz MUJER: Por tierra y en helicópteros. Que salieron ya,salieron ya, adelante.
CONRADA:Oye Chihuahua, oye Chihuahua, ¿que no están prohibidos esos mensajes?, ¿no están prohibidos?, adelante ...
Voz MUJER: No sé, Santa Rosa, no sé. Yo soy nueva.CONRADA:¿Cómo dices,Chihuahua, cómo dices?,cambio.
Voz MUJER: Si me corren del radio me dará trabajo CaroQuintero ... (Se escuchan risas.)Adelante.
CONRADA:¿Que quién te dará trabajo, Chihuahua?, ¿trabajo?, adelante...
Voz MUJER: Cuando salga, Santa Rosa.CONRADA:¿Quién va a salir, Chihuahua?, ¿quién va asa
lir? Ya anoté los soldados, ¿quién más va a salir?, adelante ...
Voz MUJER: Santa Rosa, Santa Rosa, adelante ...CONRADA:Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, adelante.
Se escucha la voz de un hombre, distorsionada,que invade lafrecuencia.
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Voz HOMBRE: La madera salió para CiudadJuárez, la madera salió ...
Se escuchan zumbidos y ruidos de estática
CoNRADA:Esto ya se chingó otra vez. (Mira con pena alEscritor.) Tú disculparás, pero ya viste.
DAMIANA:(Se acerca nerviosa.) ¿Ymi mensaje qué? ¿Quéte costaba pasarlo primero?
CONRADA:A lo mejor más tarde. Hay que esperar.
Damiana se sienta en actitud paciente. El Escritor duda. Mira el reloj de lapared. Son las 7:45.Se sienta. Abre el libro y lee. Conrada pasa enlimpio el radiograma. jacinta entra corriendo dela calle.
JACINTA:¡Lo mataron! ¡Lo mataron!
Los tres se vuelven a mirarla.
JACINTA:Hubo un encuentro en el retén del entronque.Mataron al presidente. Hay muchos muertos.
Conrada se levanta de la silla y la mira esperando mds información. jacinta llora.
DAMIANA:Dios castiga sin palo y sin cuarta. (Saca de sured una pistola y se la extiende ajacinta.) Yo nola necesito. Úsala tú. (jacinta no la toma.)
JACINTA:Vienen bajando la loma. Ahí vienen.DAMIANA:Que vengan. Yo vine a otra cosa. (Damiana se
dirige a la puerta que dice "Presidente municipal': Saca la pistola y apunta hacia el rótulo.)
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No me voy a quedar con las ganas. (Damiana
'JACINTA:¿Adónde vas?
dispara toda la carga de la pistola, que luego CONRADA:A la chingada.guarda en su red.)
~JACINTA:(A Damiana.) ¿Yahora ...? Conrada y jacinta salen a la calle, de prisa.CONRADA:(Le da una llave que saca del seno a jacinta.)
tDAMIANA:(Al Escritor.) ¿Ytú no te vas? ·Quién eres real-Abr~ su.oficina y quema todos los papeles del
escntono, mente? Si fueras escritor escri1irfas que hoy lequitaron un pelo al gato. Que hoy le cortaron
jacinta abre lapuerta de la oficina del presidente1
una pata al ciempiés de Santa Rosa. (Pausa.)municipal y entra. El Escritor va tras ella. Con- ¿Quién eres, muchacho, eh?rada tira al piso todos los radiogramas que están
1 El Escritorsedirigeal radio que empieza a zumbar.sobre la mesa y los expedientes del archivero. Lesprende faego con un cerillo.
Voz MUJER: Santa Rosa, Santa Rosa, Santa Rosa, adelan-DAMIANA:¿Ypiensas que el fuego va a borrar tus culpas? te...
Necesitas arder tú también y volverte cenizas, DAMIANA:¿De qué lado estás?para que puedas volver a nacer. Voz MUJER: Santa Rosa, Santa Rosa, aquí Chihuahua, ade-
CONRADA:Cállate. lame ...DAMIANA:¿Adónde irán tú y Jacinta? ¿Abuscar otro jefe? DAMIANA:El contrabando y la traición son cosas incom-
(Pausa.) Ya nos encontraremos. Porque Da- partidas ...miana Caraveo, la muerta en vida, seguirá por
j Damiana mira al Escritor. Pausa. Se vuelve yesos caminos buscando venganza, aunque se leadelanten otros. sale. El Escritor toma el micrófono.
jacinta sale de la oficina, seguida del Escritor EscRITOR: Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, aquí Santaque trae su pistola en la mano. Rosa, adelante...
JACINTA:No me dejó quemar los papeles. Se escuchan balazos y gritos que provienen de la IPiCoNRADA:Pendeja. calle. El Escritor continúa llamando en el radio.
Conrada entra corriendo pero cae a la entradaEl Escritor apaga elfaego que prendió Conrada,
1acribillada por una ráfaga de metralleta. El Es-
pisando con sus botas lospapeles que arden. Con- critor se vuelve y la mira, luego le da la espalda yrada se dirige a la calle. jacinta la sigue. El Es- sigue en el micrófono.critor guarda su pistola.
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EscRITOR: Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, por favor respondan ... Adelante ...
Aparece en lapuerta un hombre con una metralleta en la mano. Podría ser un judicial o unnarcotraficante vestido con ropa de la región.Escucha brevemente al Escritor. Luego disparauna rdfaga sobre él. El Escritor cae sobre el mostrador. El hombre sale. El Escritor se mueve, todavía con vida. De sus ropas cae una grabadoraal piso. El Escritor se queda inmóvil. Las lucesdel lugar bajan de intensidad. Se escucha en lagrabadora la voz de Damiana.
Voz DAMIANA:"¿Quién eres realmente?Si fueras escritor escribirías lo que pasó en Santa Rosa. ¿Quiéneres,muchacho?¿De qué lado estás?El contrabando y la traición son cosas incompartidas, pues..."
Oscurofinal.
El director Enrique Pineda propuso un final distinto al que se indica: el Escritor habla por radio y, de pronto, de la calle llegan ciento ochenta disparosde ametralladora que destruyen todos los cristales de las ventanas, cuyostrozos caen sobre los espectadores de las primeras butacas. El Escritor muereen una caída espectacular. El espacio se llena de humo, las luces se apagan ysólo la llama del calentador ilumina el escenario. El autor estuvo de acuerdocon este dramático y efectivo final.
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Contrabando fue estrenada en el Teatro Benito Juárez el 3de agosto de 1991, en el IV Gran Festival de la Ciudad deMéxico, con el siguiente reparto:
JACINTA:DAMIANA:
CoNRADA:EsCRITOR:
Voz MUJER:PoucfA v Voz HOMBRE:
CoNJUNTO NOIITEÑO:
EsCENOGRAFfA,ILUMINACIÓNYVESTUARIO:
EFECTOSESPECIALES:AsISTENTE DE DIRECCIÓN:PRODUCCIÓN EJECUTWA:
PRODUCCIÓN:
DIRECTOR:
Angélica Arag6nAngelina Peláez/Martha NavarroLourdes VillarrealAlfredo AlfonsoLida JiménezJosé AvilésLos Bandoleros del Norte
Gabriel PascalAlejandro JaraJosé AvilésPatricia EguíaSocicultur, CuatroEstaciones, S.C., INBA,CNCA y Gran Festivalde la Ciudad de MéxicoEnrique Pineda
Las fotografías de este libro son de Fernando Moguel (portada y páginas 12, 18, 32, 46, 52 y 70) y de Jorge Astorga(páginas 26, 38, 58 y 64).
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