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    RAPPORT

    Junio

    2005

    Ao XV

    N 47

    -HIPNOSIS DE MILTON H. ERICKSON, M.D.-

    Revista del Instituto MILTON H. ERICKSON de Buenos Aires (Argentina)

    Milton H. Erickson, M.D.

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    RAPPORT

    - HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON -

    Revista del

    Instituto MILTON H. ERICKSONde Buenos Aires (Argentina)

    Director Internacional:

    ERNEST L. ROSSI, Ph. D., Baywood Park, CA, U.S.A.

    Directores:

    EDGAR A. ETKIN y SYLVIA ETKIN

    Propietario:EDGAR ALEJANDRO ETKIN

    Dirigir correspondencia a: Snchez de Bustamante1945 P.B. AC1425DUM, Buenos Aires, Argentina

    Tapa: IMHEBA

    e-mail: [email protected]

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    RAPPORTHIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON

    N 47 - Junio de 2005

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    RAPPORTHIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON

    N 47 - Junio de 2005

    Copyright en espaol E. A. Etkin y S. Etkin 1993Buenos Aires, Argentina

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    CUATRO PRINCIPIOS DEL TRABAJO DE ERICKSON

    1- No hay necesidad de que el inconsciente sea hecho consciente: losprocesos inconscientes pueden ser faci li tados de modo tal que puedanfuncionar en forma autnoma a fin de resolver en forma individual los

    problemas de cada paciente .

    2- No hay necesidad de que los mecani smos mentales y la s caracte-rsticas determinadas por la personalidad sean analizados para be-neficio del paciente: los mismos pueden ser utilizados como procesos,dinamismos o sendas que faciliten las metas teraputicas.

    3- No hay necesidad de que la sugestin sea direc ta: las sugestionesindirectas pueden con frecuencia evitar las limitaciones aprendidas de un

    paciente y, de este modo, faci li ta r mejor procesos inconscientes. Con

    estas sugestiones indirectas el paciente incorpora la habilidad de pasar atravs de esos dificultosos procesos internos de desorganizacin, reorga-nizacin, reasociacin y proyeccin de experiencias internas con el fin deir al encuentro de los requerimientos de [metas teraputicas].

    4- La su gest in terap ut ica no es un proceso de progr am ar al pa-ciente con el punto de vista del terapeuta: antes bien, las mismas im-

    plican hacer una nueva sntes is interna de la conducta del paciente -sntesis llevada a cabo por el paciente mismo.

    The Collected Papers of Milton H. Ericksonon Hypnosis, Vol. IV, Edited by Ernest L.Rossi, Ph. D., Irvington Publishers, 1980. I.General Introductions to Hypnotherapy, p. l.

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    CARACTERISTICAS DE LA HIPNOTERAPIA ERICKSONIANA

    La Hipnoterapia Ericksoniana es un proceso complejo, mediante el cual,psicoterapeutas especializados ayudan a la gente a utilizar sus asociaciones mentales,recuerdos, experiencias, recursos y mximas expresiones de vida y salud para lograrsus propios objetivos teraputicos.

    Las Sugestiones Hipnticas Indirectas facilitan la utilizacin de las habilidades queya existen en una persona pero que no usa, usa incorrectamente o permanecen subde-sarrolladas, debido a limitaciones aprendidas, inexperiencia, carencia de oportunida-des, comprensin, o modelos exitosos a seguir.

    El Hipnoterapeuta Ericksoniano (como interfase) crea las condiciones para que elpaciente pueda despertar los datos operatorios aprendidos a lo largo de su vida(almacenados en su disco rgido biolgico) que estn disponibles slo inconscien-temente, y que lo limitan severamente cuando se enfrenta con situaciones indeseables(el input sensorial) que atraviesa en el presente.

    La Hipnoterapia Ericksoniana utiliza el estado de trance hipntico (fases alternas dela conciencia) para lograr en el paciente una compenetracin ms plena con su dinmi-ca inconsciente y as facilitar y acelerar los cambios que llevarn a la solucin de susproblemas. Implica los mltiples niveles mentales y por esta cualidad se constituye enuna psicoterapia breve.

    El Acceso Indirecto al Inconsciente, (mediante el lenguaje hipntico, sugestionesindirectas y el acceso metafrico - metonmico) durante el trance hipntico, evita yreemplaza, para beneficio del paciente, los dilatados y costosos procesos analticosconscientes, caracterstica de otras psicoterapias.

    El Acceso Indirecto al Inconscientehace posible que el paciente supere padecimien-tos psicolgicos, psicosomticos, y acelere la recuperacin de la salud orgnica, lle-gando, segn recientes investigaciones cientficas, a influenciar la estructura yfuncionalidad molecular y gentica.

    La Hipnoterapia Ericksoniana se destaca en el tratamiento grupal, ya que su tecnolo-ga simblica potencia y atae tanto al mbito privado de cada integrante del grupocomo a los objetivos compartidos socialmente por todos, abarcando el nivel conscien-te y el inconsciente de cada individuo.

    Edgar A. Etkin y Claudio Lpez Andrs

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    RAPPORTHIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON

    N 47 - Junio de 2005

    La realidad, la ficcin y el sueo en el primer libro deEn buscadel tiempo perdido de M. Proust desde una perspectivahipnoteraputica (ericksoniana)Lic. Sergio Etkin ......................................................................... 3613

    Indice

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    RAPPORT - HIPNOSIS de MILTON H. ERICKSON - N 47 - Junio de 2005

    LA REALIDAD, LA FICCIN Y ELSUEO EN EL PRIMER LIBRO DE

    EN BUSCA D EL TIEMPO PERDID O

    DE M. PROUST DESDE UNAPERSPECTIVA HIPNOTERAPUTICA1

    (ERICKSONIANA)

    Los enfoques psicolgicos dirigidos a laobra de Marcel Proust por antonoma-sia, su monumental novelaEn busca del

    tiempo perdido ( la recherche dutemps perdu), los ha intentado la crticaliteraria para la interpretacin de estetexto desde hace dcadas -para algu-nos crticos, hasta el hartazgo2 -. Peseal riesgo de hartar con los lugares co-munes de la magistralidad de Proust enla exploracin de la interioridad, de lasimpresiones y las cosas, y dems, que-remos tratar el primer tomo de la nove-la, Por el camino de Swann (Du ct

    de chez Swann), desde la psicologa,pero desde las corrientes del siglo XXque se presentaron como alternativas al

    psicoanlisis tradicional y que resultanparticularmente pertinentes para hablar

    de la novela de Proust3 .

    El marco psicolgico al que nos

    referimos es la corriente hipnoterapu-tica ericksoniana. Desde esta perspec-tiva, tanto los sueos como el lenguajefigurado, en tanto que la materialidad delos hechos literarios, son operaciones

    propias del hemisferio cerebral derecho,el hemisferio que no tiene lgica cons-ciente. La hipnoterapia ericksoniana in-tenta articular su discurso en el lengua-

    je de lo inconsciente -que, en realidad,no se parece casi en nada a lo que en-

    tendemos normalmente por lenguaje,esto es, el lenguaje racional, lgico, denuestra vida cotidiana, en nuestra cul-tura-. En esto se opone a lo que propo-na S. Freud, esto es, traducir a trmi-

    - Lic. Sergio Etkin -E-mail: [email protected]

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    nos conscientes los fenmenos de lo in-consciente, y se acerca ms, en cam-

    bio, a las distorsiones literarias del len-guaje, particularmente, las que intentanlos escritores cuya potica se aleja delo lgico y apuesta a desestructurar el

    pensamiento y el lenguaje lgico habi-

    tual y cotidiano, a distraer para crearnuevas configuraciones y nuevas pers-

    pectivas sobre las cosas y sobre el mun-do -algo que tambin es funcin del he-misferio cerebral no dominante, que esel que crea sntesis y produce cambiosde perspectivas-4 . Probablemente seaste el tipo de psicologa que haca faltaque se desarrollara, segn G. Bachelard,

    para llegar a una descripcin y a unaexplicacin fenomenolgicas adecuadasdel sueo y de la ensoacin5.Aventurndonos un poco ms, tal vezarte y sueo se renan desde un mismo

    punto de partida -en la modernidad, des-de el romanticismo y el clasicismo ale-manes, segn el extenso periplo que re-construye Walter Benjamin desde sutesis doctoral, El concepto de crticade arte en el romanticismo alemn,hasta su artculo sobre los surrealistasOnirokitsch-. El epgrafe de Goetheque precede al primero de esos artcu-

    los nos comienza a orientar en esta di-reccin, en la que conceptos como elde la fijacin de la atencin y el desntesis, por oposicin a los anlisislgicos de la mente consciente, secorrelacionan con las condiciones de

    funcionamiento y con las operacionesespecficas del hemisferio cerebral de-recho, el no dominante, la mente incons-ciente: Sobre todo... el que lleva a caboun anlisis debera indagar, o ms bienfijar su atencin en la cuestin de si efec-tivamente se trata de una sntesis mis-

    teriosa, o si aquello de lo que se ocupaes slo un agregado, una mera conjun-cin de elementos dispares..., o inclusocmo podra todo esto ser modificado.GOETHE, WA, sec. II, vol. II, p. 72(op cit., p 26). Este enfoque es estudia-do en bastante detalle por RicardoIbarluca, acadmico de la carrera deFilosofa en Esttica por la Universidadde Buenos Aires: Marcel Proust sera,con la poesa francesa del siglo XIX,

    parte del fenmeno romntico en la l-nea que une a los romnticos alemanes-quienes, de acuerdo con W. Benjamin,concluan un proceso que se haba ini-ciado en el siglo XVIII: la seculariza-cin de la tradicin mstica- al surrea-lismo. El modo de tematizar el sueo enlas obras artsticas tendra, para estosautores, un lugar relevante por lo quesupone el sueo y sus fenmenos aso-ciados -la fijacin de la atencin, la di-sociacin mente-cuerpo, los estados

    oniroides, la distraccin, el automatismorespecto de la conciencia, la amnesia,la anestesia, el somnambulismo, las alu-cinaciones, etc., etc.- como una instan-cia de pensamiento no dirigido por laconciencia, liberado del modo de fun-

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    cionamiento que es propio de la concien-cia.6

    Nuestro trabajo combinar tresoperaciones centrales: (1) definir losconceptos bsicos de la escuelahipnoteraputica ericksoniana -es decir,

    el dormir, el sueo fisiolgico, el sueohipntico, el despertar, el orientarse ha-cia la realidad al despertar, la disocia-cin de la mente y el cuerpo, la fijacinde la atencin, la distraccin, el recuer-do, la amnesia, la anestesia, las nega-ciones, lo mgico, el hbito, las creen-cias, las imposiciones, las bsquedas in-conscientes, las sugestiones, las regre-siones, la evocacin, las asociaciones,las alucinaciones (o lo subliminal), eldecir directa o indirectamente, las incon-secuencias lgicas, el actuar sin saber,sin darse cuenta, sin pensar (la referen-cia ms obvia es la clebre memoriainvoluntaria), etc.-; (2) sealar y anali-zar el manejo repetido, denso, saturador,que hace de esta constelacin semnti-ca del sueo el propio Proust en su no-vela, que es lo que justifica tanto nues-tro enfoque en este trabajo, como el dela crtica que se detiene en estas cues-tiones y vuelve una y otra vez sobre ellas

    y (3) mostrar, como consecuencia delanlisis anterior, el carcter casi inelu-dible que parece adquirir este tipo deenfoque dentro de la crtica proustiana-apuntando a marcar la recurrencia deeste tipo de conceptos dentro de esta

    crtica-.

    I. El sueo, Proust y la crtica de la recherche...

    El tratamiento cuidadoso y deta-

    llado del sueo y de los fenmenos vin-culados con el sueo -consideramos elarte como uno de ellos- que hace Proustse hace evidente desde el comienzo mis-mo de la novela, desde la primera pgi-na -lo primero, la primera vez, para eltexto proustiano, es un momento signi-ficativo por excelencia- y es continuo alo largo de toda la novela. En corres-

    pondencia con esto, la crtica proustianapocas veces no da cuenta de los fen-menos onricos al analizar larecherche. Por ejemplo, recientemen-te, el escritor argentino Luis Gusmn, alexponer el punto de vista de Ph. Sollerssegn el cual el sueo es el principal

    personaje de la novela , personajedistorsionador y multiplicador por defi-nicin, vuelve a poner el sueo en unlugar central del anlisis de la obra

    proustiana.7 La crtica ha dado cuentade la importancia del sueo en la tem-tica y en los procedimientos proustianos

    -particularmente, desde la filosofa, se-gn Gilles Deleuze, el sueo profundoes un estado profundo y el de mayorlibertad de la persona, junto con el arte8.El sujeto que duerme y suea, y el suje-to artista son, para Deleuze, profunda-

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    mente semejantes: los une el tener ac-ceso a algo esencial, a lo que el sujetoconsciente tienen el camino cerrado yno llegar nunca: la mente y las cosasen toda su dimensin, la mente y lascosas completas.

    Este concepto holstico de la men-te se ha desarrollado en toda la psicolo-ga alternativa al psicoanlisis tradicio-nal desde el marco de la ecologa de lamente, del bilogo Gregory Bateson.Bateson sostiene que, por una cuestinde economa cerebral, la conciencia,localizable en el hemisferio cerebral iz-quierdo o dominante en los individuosdiestros, puede ocuparse de un nmerosumamente restringido y limitado decosas; las dems, las deja a lo incons-ciente y son funcin del otro hemisferiocerebral, el derecho. Bsicamente haydos cosas de las que no puede ocupar-se la conciencia: las que ya son habi-tuales y por tanto pueden hacerse sin

    pensar, y los puntos de vista ms sin-tticos, ms holsticos, que buscan inte-grar todos los elementos que estn en

    juego en un sistema: la visin de la con-ciencia es siempre de circuitos que no

    pueden ser ilimitados en nmero9. Todo

    ello queda para el otro hemisferio cere-bral, el derecho; dos de las vas de ac-ceso desde el hemisferio no dominantehacia sus procesos y sus funciones pro-

    pios son el arte y el sueo.10

    Lo mismo en Paul Watzlawick,quien habla, desde el principio de su li-

    broEl lenguaje del cambio, de dos len-guajes11, de dos pensamientos y de doscerebros cuya integracin es a vecesimposible, a veces armnica12.

    En este contexto, no es casualque desde el arte hacia el arte surja unade la ms profundas y arriesgadas crti-cas a la novela de Proust: el texto deSamuel Beckett,Proust. Por lo pronto,digamos que se pone aqu tambin elnfasis en el carcter de cimiento quetienen en el mundo proustiano los sue-os, como reducto de lo inconsciente asalvo del automatismo del hbito, de lalgica, de la memoria voluntaria -en sn-tesis, de la conciencia: en ese ltimoreducto de nuestro ser del que el Hbi-to no posee la llave13 -en trminos deG. Bateson, ya citados, el hbito en esereducto, lejos de tener sus llaves, estall encerrado-.

    Tambin el crtico Henri Bonnet,en Le progrs sp iri tuel dans la

    Recherche de Marcel Proust, desa-rrolla largamente (en ms de cinco p-ginas) el tema del sueo en la obra de

    Proust, en el captulo primero de su li-bro, La vida interior y el inconscien-te, y fundamenta comenzar su anlisisestudiando el sueo porque el narradorcomienza la novela proustiana con susobservaciones sobre el sueo y porque

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    Proust ha escrito mucho sobre el sueoen tanto que pasaje que nos conduce anuestra vida interior14.

    De las caractersticas del sueoen el texto de Proust, segn el anlisisH. Bonnet, las que destacamos, para

    nuestros propsitos, son stas: (1) es unestado en que nos despojamos de to-dos los atributos de nuestra personali-dad para confundirnos con el principiocomn de toda existencia (Bonnet, H.,op. cit., p 193), (2) es una existencia quees tan poco nuestra -claro est, si no-sotros, la primera persona gramatical,significara unidimensionalmente sloalgo tan intrnsecamente limitado comonuestro yo consciente, es decir, noso-tros como sujetos morales que contro-lamos voluntariamente todas nuestrasintenciones, nuestros fines, nuestrasacciones, todos los signos que emitimosy todos sus sentidos, todos nuestros pen-samientos, todos nuestros recuerdos,etc. algo que es directamente absurdo,

    particularmente para M. Proust-, quenos identificamos fcilmente con elobjeto de nuestros pensamientos (p193), (3) objetos que se prestan a todaclase de metamorfosis, (4) particular-

    mente interesante, por extraas quesean estas transformaciones y estasconfusiones de los objetos en el sue-o, igual se llevan siempre nuestraadhesin, porque la duda no es po-

    sible en ese estado y, as, por la fuer-

    za de las sugestiones, no nos resisti-mos a los eventos del sueo, ni siquie-ra a los ms absurdos de ellos15, (5)el no hacer y el no conocer, propios delsueo16, (6) que el sueo es como unasegunda vida que envuelve la primeracomo una isla ceida por el mar, como

    una segunda casa a la que podramosretirarnos (p 195) y donde las leyesde la lgica y donde la evidencia del

    presente17 ya no valen18; (7) que ge-neralmente el adormecerse y el dormir-se son operaciones fciles, regladas porel hbito; otras veces, cuando nos apar-tamos de nuestros hbitos, hay sueosde los que es difcil de salir: Le sommeilest en ralit le plus puissant deshypnotiques.19 Segn H. Bonnet:Cest pourquoi il combat cette opinion,quil attribue Bergson (1), que leshypnotiques ... pris de temps en temps doses modres, nont pas dinfluencesur cette solide mmoire de notre viede tous les jours... , mais seulement surdes mmoires ...plus hautes, plusinstables aussi. Et il fait Bergson cetterponse intressante: Personnellementmon exprience ma donn des rsultatstout opposs. Les moments doubli quisuivent le lendemain lingestion de

    certains narcotiques ont uneressemblance partielle naturel et

    profond. Or ce que joublie dans lun etlautre cas ce nest pas tel vers deBaudelaire qui me fatigue plutt ainsiquun tympanon, ce nest pas tel

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    concept des philosophes cits, cest laralit elle-mme des choses vulgairesqui mentourent -si je dors- et dont lanon-perception fait de moi un fou; cest,si je suis veill, et sors ( la suite) (2)dun sommeil artificiel, non pas lesystme de Porphyre ou de Plotin dont

    je puis discuter aussi bien quun autrejour, mais la rponse que jai promis dedonner une invitation, au souvenir delaquelle sest subsitu un pur blanc.Lide leve est reste sa place; ceque lhypnotique a mis hors dusagecest le pouvoir dagir dans les petiteschoses, dans tout ce qui demande delactivit pour ressaisir juste temps,

    pour empoigner tel souvenir de la vie detous les jours (p. 38, Sod., II. 3). (op.cit., pp 196-7)20.

    II. Conceptos bsicos de lahipnoterapia ericksoniana

    Como una consideracin estti-ca preliminar, digamos que Proust, des-de elgnero novela, explora los lmitesde la creacin literaria, en trminos deauto-reflexin crtica sobre la propiaobra, de creacin artstica literaria que

    se toca, segn el peligro sobre el queadvirtiera Hegel, con las esferas lim-trofes de las que se diferencia: la for-mas ms racionales de la prosa, el dis-curso prosaico de la habla cotidiana21.Que la exploracin de la mitad incons-

    ciente de la mente humana la opereProust desde un gnero literario plena-mente racional y consciente, constituyeuna primera disociacin de lo conscien-te y lo inconsciente que tenemos quesealar.

    Tomemos un esquema bsico delos pasos bsicos a seguir para inducirel trance hipntico y la sugestinhipntica. A partir del mismo, podemosanalizar nuestro corpus proustiano en-contrando bien representados cada unode estos momentos y de los caminos porlos que se llega a ellos. Queremos indi-car as que la tcnica novelista

    proustiana sigue vas y hasta procedi-mientos semejantes a los que se utilizanen la prctica profesional de la hipnosis,dada la fuerte semejanza que conecta,del modo que tratamos de esbozar, lafenomenologa hipntica y la de los pro-cesos creativos y receptivos artsticos,en la medida que las dos cosas implicanactividades, operaciones, pensamiento yun tipo de lenguaje que toma lo incons-ciente como un aspecto de la mente hu-mana al menos tan importante como laconciencia.

    Paradigma de los cinco estadios

    Es el esquema que se usa comomarco de trabajo y de anlisis en lahipnoterapia ericksoniana:

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    1. Fixation of Attention

    2. Depotentiating Habitual Frameworks

    and Belief

    3. Unconscious Search

    4. Unconscious Process

    5. Hypnotic Response

    via Utilizing the patients beliefs and

    behavior for focusing attention on

    inner realities.

    via Distraction, shock, surprise, doubt,

    confusion, dissociation, or any other

    process that interrupts the patients

    habitual frameworks.

    via Implications, questions, puns, and

    other indirect forms of hypnotic

    suggestion.

    via Activation of personal associations

    and mental mechanisms by all the

    above.

    via An expression of behavioral

    potentials that are experienced as

    taking place autonomously.22

    (1) La fijacin de la atencin

    Desde nuestro enfoque terico seve lafijacin de la atencin como un

    paso previo para la distraccin, segnsurge del esquema de arriba: recin enun segundo momento, ya fijada la aten-cin, se est en condiciones de distraer

    que, en este contexto, equivale a dis-traer alguien, por algn medio, el hemis-ferio dominante, la conciencia, y susasociaciones tpicas y habituales, por unlado. Tengamos en cuenta, que la fija-cin de la atencin es ms eficaz cuan-

    do apunta a los fenmenos internos dela persona, el propio cuerpo, la expe-riencia y las imgenes internas 1 .

    Hay casos de fijacin de la aten-cin en busca de la distraccin a lo lar-go de toda la novela, desde el momentoque se trata de un problema sobre el

    que la novela vuelve una y otra vez, so-bre el que el enfoque del narrador que-da suspendido y se detiene, explorn-dolo con mucho detalle. Por poner unsolo ejemplo, citaremos el siguiente frag-mento, donde el protagonista de la no-

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    vela lucha contra el automatismo ab-surdo de su vida cotidiana intentando

    fijar la atencin para evitar un sufri-miento, esto es, para llegar a una anes-tesia, en este caso sin poder conseguirdistraerse. Como en todas estas ins-tancias, es oportuno tener en cuenta,

    desde este punto de vista, qu pasa enel plano de los efectos de lectura, qu

    posibilidades tiene el lector de no dis-traerse y cules son las operaciones deescrituras que podran colaborar en fi-

    jar su atencin y luego distraerlo. En elpasaje en cuestin, que citamos com-pleto poco ms abajo, vemos cmo setrata en la novela la atencin, la fija-cin de la atencin, la distraccin yla interrupcin, el no pensar y el no

    sentir, la anestesia. El fragmento co-mienza [1] con una referencia casi ge-neral, abstracta, a poner en algo muydeseable una atencin -consciente-extrema para, como cosa de manacos,

    poder prolongar su efecto benfico, suduracin, para atraparlo por el mayortiempo posible y, una vez diluido comocosa fctica, retenerlo en el recuerdo

    para luchar contra una incertidumbrecasi enfermiza. De este plano de gene-ralidad se pasa [2] al relato de hechos.

    La situacin descripta por el narradoresta imbuida de un automatismo absur-do -puede sostenerse que Proust estambin pionero del teatro del absur-do francs, pinsese en el inters casiemblemtico de S. Beckett por Proust-

    del que lo potico se distancia, el de lavida cotidiana en la situacin especficaque rodea los hechos relatados, es de-cir, ese contexto socio-histrico deter-minado que es el marco de lo narrado:saban quin era el que llegaba, despusse miraban con el gesto de preguntarse

    unos a los otros quin ser?2 ; entercer lugar enviaban a alguien a inves-tigar quin sera. La primera interven-cin del abuelo es prolptica: anticipaque las tas le darn a Swann las gra-cias por el vino de un modo ininteligible.La proposicin exclamativa es difcildecidir a quin corresponde, a Marcel,a otro personaje. La primera interven-cin del padre de Marcel culmina la se-rie absurda con su ms o menosfingi-da sorpresa ante la rutinaria, habitualllegada de Swann. Automticamentetambin, lo primero que le interesa eshablar con l sobre el tiempo -tema noconflictivo por antonomasia. En contras-te, a la madre lo primero que le intere-sa, acto seguido, es hablar con Swannsobre un tema ntimo, de fondo y queest en el centro de ms de un conflicto

    personal: sobre su mujer y sobre su hija.

    [1] ese beso precioso y frgil que de

    costumbre mam me confiaba, cuandoyo estaba ya en la cama, haba quetransportarlo entonces desde el come-dor a mi alcoba y guardarle todo el ratoque tardaba en desnudarme, sin que sequebrara su dulzor, sin que su virtud

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    voltil se difundiera y se evaporara, yjustamente aquellas noches en que yodeseaba recibirle con mayor precaucinno me caba ms remedio que tomarle,arrancarle, brusca y pblicamente, sintener siquiera el tiempo y la libertadde nimo necesarios para poner en

    aquello que haca esa atencin de losmanacos que se afanan por no pen-

    sar en otra cosa cuando estn cerran-do una puerta con objeto de quecuando retorne la enfermiza incerti-dumbre puedan oponerle victoriosa-mente el recuerdo del momento en quecerraron.

    [2] Estbamos todos en el jardn cuan-do sonaron los dos vacilantescampanillazos. Sabamos que eraSwann; sin embargo, todos nos mi-ramos con aire de interrogacin, y semand a mi abuela a la descubierta.No se os olvide darle las gracias de unmodo inteligible por el vino; es deliciosoy la caja muy grande, recomend miabuelo a sus dos cuadas. No empe-cis a cuchichear, dijo mi ta. Quagradable es entrar en una casa don-de todo el mundo est hablando bajito!Ah!, aqu est el seor Swann. Va-

    mos a preguntarle si le parece que ma-ana har buen tiempo, dijo mi padre.

    [3] Mi madre estaba pensando que unasola palabra suya poda borrar todo eldao que en casa habamos podido ha-

    cer a Swann desde que se cas. Y selas compuso para llevarle un poco aparte.

    Pero yo fui detrs; no poda decidirmea separarme ni un paso de ella al pen-sar que dentro de un momento tendraque dejarla en el comedor y subir a mialcoba, sin tener el consuelo de que

    subiera a darme un beso como los de-ms das. Vamos a ver, seor Swann,cunteme usted cosas de su hija; deseguro que ya tiene aficin a las cosas

    bonitas, como su padre. Pero ven-gan ustedes a sentarse aqu en la gale-ra con nosotros, dijo mi abuelo acer-cndose. Mi madre tuvo que interrum-

    pirse, pero hasta de aquel obstculosac un pensamiento delicado ms,como los buenos poetas a quienes latirana de la rima obliga a encontrar

    sus mximas bellezas. Ya hablaremosde ella cuando estemos solos -dijo aSwann, a media voz-. Slo una madrele puede entender a usted. De seguroque la mam de su nia opina como yo.

    Nos sentamos todos alrededor dela mesa de hierro. Yo quera no pen-

    sar en las horas de angust ia queaquella noche pasara yo solo en micuarto sin poder dormirme; haca por

    convencerme de que no tenan tantaimportancia, puesto que al da si-

    guiente ya las habra olvidado, y tra-taba de agarrarme a ideas de porve-nir, esas ideas que hubieran debidollevarme, como por un puente, hasta

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    3622 Lic. Sergio Etkin

    ms all del abismo cercano que meaterrorizaba. Pero mi espritu, en ten-

    sin por la preocupacin, y convexo,como la mirada con que yo flechabaa mi madre, no se dejaba penetrar

    por ninguna impresin extraa. Lospensamientos entraban en l, s, pero

    a condicin de dejarse fuera cual-quier elemento de belleza o sencilla-mente de diversin que hubiera po-dido emocionarme o distraerme.

    Lo mismo que un enfermo, gra-cias a un anestsico, asiste con ente-ra lucidez a la operacin que le es-tn haciendo, pero sin sentir nada,

    yo me recitaba versos que me gusta-ban, o me complaca en fijarme enlos esfuerzos que haca mi abuelo

    para hablar a Swann del duque deAudiffret-Pasquier, sin que stos meinspiraran ningn regocijo ni aqu-llos ninguna emocin. Los esfuerzosfueron infructuosos. Apenas hubo miabuelo hecho a Swann una preguntarelativa a aquel orador, cuando una delas hermanas de mi abuela, en cuyosodos resonara la pregunta como una

    pausa profunda,pero intempestiva y quesera corts romper, dijo, (...) (pp 37-

    38)3.

    Hay otra situacin muy semejantea la anterior casi al comienzo de la no-vela, donde aparece estas dificultades

    para fijar la atencin y distraerse, los

    focos de atencin que hacen pensar ysentir cuando uno quiere distraerse. Pa-ralelamente, a partir de los cambios de

    perspectivas, por ejemplo, porque la lin-terna era mgica y evocaba historias pa-sadas, se producen en el enunciador sen-timientos agradables:

    En Combray, todos los das, desde que em-

    pezaba a caer la tarde y mucho antes de que

    llegara el momento de meterme en la cama y

    estarme all sin dormir,separado de mi ma-

    dre y de mi abuela, mi alcoba se converta en

    elpunto cntrico fijo y doloroso de mis pre-

    ocupaciones. A mi familia se le haba ocurri-

    do, para distraerme aquellas noches que me

    vean con aspecto ms tristn, regalarme una

    linterna mgica; y mientras llegaba la hora

    de cenar, la instalbamos en la lmpara de mi

    cuarto; y la linterna, al modo de los primiti-

    vos arquitectos y maestros vidrieros de la

    poca gtica, sustitua la opacidad de las

    paredes por irisaciones impalpables, porso-

    brenaturales apariciones multicolores, don-

    de se dibujaban las leyendas como en un vi-

    tral fugaz y tembloroso. Pero con eso mi

    tristeza an se acreca ms, porque bastaba

    con el cambio de la iluminacin para des-

    truir la costumbre que yo ya tena de mi cuar-

    to, y gracias a la cual me era soportable la

    habitacin, excepto en el momento de acos-tarme. A la luz de la linterna no reconoca mi

    alcoba, y me senta desasosegado, como en

    un cuarto de fonda o de chalet donde me

    hubiera alojado por vez primera al bajar

    del tren. (...)

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    3623La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    Genoveva de Brabante, una pgina, p. 19-

    20>) (...) Claro es que yo encontraba cierto

    encanto en estas brillantes proyecciones que

    pareca emanar de un pasado merovingio y

    paseaban por mi alrededor tan arcaicos re-

    flejos de historia. Pero, sin embargo, es in-

    decible el malestar que me causaba aquella

    intrusin de belleza y misterio en un cuartoque yo haba acabado por llenar con mi per-

    sonalidad, de tal modo, que no le conceda

    ms atencin que a mi propia persona. Ce-

    saba la influencia anestsica de la costum-

    bre, y me pona a pensar y a sentir, cosas

    ambas muy tristes. Aquel botn de mi cuar-

    to, que para m se diferenciaba de todos los

    botones de puestas del mundo en que abra

    solo, sin que yo tuviese que darle vuelta, tan

    inconsciente haba llegado a serme su ma-

    nejo, le vea ahora sirviendo de cuerpo astral

    a Golo. Y en cuanto oa la campanada que

    llamaba a la cena me apresuraba a correr al

    comedor, donde la gran lmpara colgante, que

    no saba nada de Golo ni de Barba Azul, y

    que tanto saba de mis padres y de los platos

    de vaca rehogada, daba su luz de todas las

    noches; y caa en brazos de mam, a la que

    me hacan mirar con ms cario los

    infortunios acaecidos a Genoveva, lo mis-

    mo que los crmenes de Golo me movan a

    escudriar mi conciencia con mayores es-

    crpulos. (pp 19-21) 4

    Sobre el no pensar, vinculado conel hacer, es interesante este pasaje, don-de aparece el sentimiento [molestia] quese origina del pensamiento, de la creen-

    cia, como ms importante, con la ver-sin (inverosmil para la voz narradoraen primera persona) del personaje que

    particip realmente del evento que sterefiere. Se subraya lo que tiene de con-

    jetural esta creencia con el uso del ver-bo poder (cmo pudo haber sido) ,

    tiempos verbales con auxiliares y ver-bos en modo subjuntivo y el como si5 : la propia creencia cuenta como sifuera un hecho [de ser grosero, de noser delicado alguien con otro] y es igualde importante que la versin del partici-

    pante real de la accin que, de todosmodos, no tiene ms que su propia creen-cia respecto de qu pas [la dama quedice que fue delicado el padre deMarcel] . Hay detrs de esto un ciertoesencialismo: el padre de Marcel esesencialmente grosero -para Marcel. Demodo que, para Marcel, le digan lo quele digan, es inconcebible que sea deli-cado:

    Me levant; tena un irresistible deseo de

    besar la mano a la seora del traje rosa; pero

    me pareca que aquello hubiera sido cosa tan

    atrevida como un rapto. Y me lata fuerte-

    mente el corazn, mientras me preguntaba a

    m mismo: Lo hago?, No lo hago?; hasta

    que, por fin, para poder hacer algo dej depensar en lo que iba a hacer. Y con ademn

    ciego e irreflexivo, sin el apoyo de ninguna

    de las razones que hace un momento encon-

    traba a favor de este acto, me llev a los la-

    bios la mano que ella me tenda (...)No en-

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    3624 Lic. Sergio Etkin

    tenda la mitad de las palabras que deca la

    seora; pero el temor de que envolvieran

    alguna pregunta indirecta, que hubiera sido

    descorts no contestar me impeda dejar de

    prestarles odo atento, lo cual me cansaba

    mucho.

    -No, no es posible -dijo mi to encogindose

    de hombros, est muy ocupado, tiene mu-cho trabajo. Se lleva todos los premios de su

    clase -aadi, bajando la voz para que yo no

    oyera esafalsedady la desmintiera-. Quin

    sabe!, acaso sea un pequeo Vctor Hugo,

    una especie de Vaulabelle, sabe usted? (p.

    102)

    El foco de inters por los estadosoniroides se mantiene a lo largo de todala novela y es exasperante, por ejem-

    plo, en este pasaje deLa prisionera:

    Mas mientras ella me hablaba, yo prosegua

    dentro de m, en elsueo muy vivo y creador

    del inconsciente (sueo en el que acaban de

    grabarse las cosas que solamente nos rozan,

    en el que las manos dormidas cogen la llave

    que abre, en vano buscada hasta entonces),

    la bsqueda de lo que Albertina haba queri-

    do decir con la frase interrumpida cuyo final

    hubiera yo deseado saber. Y de pronto caye-

    ron sobre m dos palabras atroces en las que

    no habapensado ni por lo ms remoto (...)Hasta entonces me haba quedado hipnotiza-

    do en la ltima palabra, casser; casserqu?,

    casser du bois? No.Du sucre? No. Casser,

    casser, casser. (...) Albertina no haba men-

    tido cuando me dijo que estaba medio soan-

    do. Distrada, impulsiva, sin pensar que es-

    taba conmigo, se encogi de hombros y co-

    menz a hablar como lo hubiera hecho con

    una de esas mujeres, acaso con una de mis

    muchachas en flor (Proust, M.,La prisio-

    nera, traduccin de Consuelo Berges, Ma-

    drid, Alianza Editorial, 1991, pp 368-369) 6

    Por todas partes reaparecen enla novela situaciones de llamados deatencin y de distracciones. Por ponerun ejemplo ms, la del fragmento si-guiente, donde -otra cuestin recurren-te en el texto- el peso de las creencias yde los intereses personales aparece al-terando la percepcin sensorial mis-ma -en este caso, la audicin (esto serepite varias veces en el texto, por caso,en trminos de anestesia: pero la se-orita Celina, en cuya persona el nom-

    bre de Saint-Simon -un literato- habaimpedido la anestesia total de las fa-cultades auditivas, se indign: (...) (p 40)-:

    Eran ambas personas de elevadas miras e in-

    capaces, precisamente por eso, de interesar-

    se por lo que se llama un chisme, aunque

    tuviese un inters histrico, ni, en general,

    por nada que no se refiriera directamente a

    un objeto esttico o virtuoso. Tal era el des-inters de su pensamiento respecto a aque-

    llas cosas que de lejos o de cerca pudieran

    referirse a la vida de sociedad, que su sentido

    auditivo -acabando por comprender su in-

    utilidad momentnea en cuanto en la mesa

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    3625La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    tomaba la conversacin un tono frvolo o

    sencillamenteprosaico, sin que las dos vie-

    jas seoritas pudieran encaminarla hacia los

    temas para ellas gratos- dejaba descansar

    sus rganos receptores, hacindolas pade-

    cer un verdadero comienzo de atrofia. Si mi

    abuelo necesita entonces llamar la atencin

    de alguna de las dos hermanas, tena queechar mano de esos avisos a que recurren

    los alienistas para con algunos manacos de

    la distraccin, a saber: varios golpes repeti-

    dos en un vaso con la hoja del cuchillo, coin-

    cidiendo con una brusca interpelacin de la

    voz y la mirada, medios violentos que esos

    psiquiatras transportan a menudo al trato

    corriente con personas sanas, ya sea por

    costumbre profesional, ya porque conside-

    ren a todo el mundo un poco loco. (pp 34-

    5)7

    (2) Sobre quitarles fuerza a losmarcos habituales y a los sistemasde creencias habituales

    Se trata de hacer que pierdan supredominio las asociaciones habituales,esto es, las gobernadas por el hbito ylas dominantes -que, para la cultura oc-cidental, son, desde nuestro enfoque,

    las propias del pensamiento y del len-guaje del hemisferio izquierdo-. Estamoshablando, entonces, de distraer la con-ciencia y de interrumpir y suspender porun tiempo nuestros sistemas de creen-cias y nuestras asociaciones habituales,

    que es la condicin para poder hacernuevas asociaciones, crear nuevos mar-cos de referencia. Esto se produce atravs del shock, la sorpresa, las situa-ciones inslitas, poco reales, fantsticas;a travs de la confusin, de la duda, dela disociacin, de desequilibrios.8

    Proust es un notable conocedorde la tcnica de la distraccin en estemismo sentido. As lo ha reconocido lacrtica una y otra vez. Por ejemplo, G.Deleuze plantea las rupturas centralesdel texto proustiano en trminos de eta-

    pas en el corte con las asociacionesconscientes habituales, donde el sueoy el arte representan un momento su-

    perior al de la memoria involuntaria9.

    Entre los procesos privilegiadospara la ruptura de los marcos habitua-les de referencia, nos detendremos endos formas de provocar shocks y con-fusiones: las disociaciones y las para-dojas.

    La disociacin consciente-incons-ciente. Los procedimientos bsicos de

    la recherche giran alrededor de estarelacin entre las dos zonas de la mente

    humana. Esquemticamente, colisionanen toda la novela dos grupos de cosas:(1) del lado de lo lgico, de las opera-ciones del hemisferio dominante, se rei-teran sin parar dos conectores eminen-temente racionales: el adversativopero

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    3626 Lic. Sergio Etkin

    y el explicativoporque. El primero mar-ca siempre una oposicin lgica entredos cosas, entre dos fenmenos, etc.;el segundo, introduce justificaciones entrminos de causas y efectos. (2) Dellado de lo inconsciente, de lohemisfrico no dominante, todas las im-

    genes y las referencias a las operacio-nes de los cinco sentidos y a los objetosde la realidad emprica, muy concretos,que son sentidos. Esta es la intermi-tencia fundamental de todo el texto:la tensin entre sensaciones referidas

    y las oposiciones lgicas y las expli-caciones que se ofrecen para esasobservaciones. El procedimiento habi-tual en la novela va desde datos muyconcretos, ligados a lo fctico y a la sen-sibilidad, que saturan con su concreciny con su cantidad -sumado esto a quemuchas veces se entremezclan con pro-cedimientos de complejizacin de la lec-tura: multiplicacin de sustantivos conlos que se refieren un nmero casi in-sostenible para la memoria de objetosde la realidad, multiplicacin de loscircunstanciales, aparicin de nombres

    propios extraos, empleo de un lxicocomplicado del registro literario, empleode un lxico del tecnolecto cientfico,

    mdico, etc.-, hasta una explicacin en-cabezada con el conectorporque -ex-

    plicacin ms o menos breve que tran-quiliza, porque interrumpe la saturacinanterior y ofrece un tranquilizador es-

    pacio donde parar, y por ello mismo tien-

    de, en cualquier receptor, a ser acepta-da, a ser recibida con un s que se haceeco de todos los s que uno ha dado an-tes ante esa descripcin tan completa ytan pegada a la realidad y a lo empri-co10.

    La disociacin mente-cuerpo. Tpica-mente, se alternan en el relato nocionesdel campo semntico de lo intelectual yde las operaciones mentales, con even-tos fsicos y del cuerpo humano -lo quese describira desde la hipnoterapiacomo un discurso disociativo de la mentey el cuerpo-. Por ejemplo, en el siguien-te fragmento del lado de lo mental con-ceptos y trminos -con un alto grado degeneralizacin y de abstraccin- comoindudablemente, recordar,pensar, cir-cunstancia, estado, recuerdo, porque,

    forma se oponen a los trminos del pla-no de lo sensible, de lo concreto, de lofctico, de lo fsico, como mover, ima-

    gen, imgenes, romnticos torbelli-nos, cuerpo, gusto, corporal, queri-da, inspirarle,gozos, tormentos; el en-

    sueo, en cambio, representa para no-sotros la regin limtrofe entre aquellasdos zonas. En el plano referencial, el sen-tido del fragmento es coherente con esta

    forma de escritura, pues se trata de lasrelaciones problemticas y dicotmicas

    platnicas entre formas o ideas y cuer-pos concretos: Indudablemente, al re-cordar de este modo sus conversacio-nes, cuando estaba solo y se pona a

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    3627La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    pensar en ella, no haca ms que moversu imagen, entre otras muchas imge-nes femeninas, en romnticos torbelli-nos; pero si gracias a una circunstanciacualquiera (o sin ella, porque muchasveces la circunstancia que se presentaen el momento en que un estado, hasta

    entonces latente, se declara, puede notener influencia alguna en l), la imagende Odette de Crcy llegaba a absorbertodos sus ensueos, y stos eran ya in-separables de su recuerdo, entonces laimperfeccin de su cuerpo ya no tenaninguna importancia, ni el que fuera mso menos que otro cuerpo cualquiera delgusto de Swann, porque, convertido enla forma corporal de la mujer querida,de all en adelante sera el nico capazde inspirarle gozos y tormentos. (p246)

    Las paradojas. El esquema tpico demuchas de las paradojas y de muchosde los absurdos de la recherche se

    basa en la disociacin entre la voluntad-como terreno de la parte lgica, cons-ciente de nuestra mente- y los hechos ylos resultados que se sustraen al controlvoluntario -y que estn determinados porla otra parte de nuestra mente-. As, la

    hija de Vinteuil, cuanto ms quiere dife-renciarse de su padre, ms se le pare-ce:

    Los sdicos de la especie de la hija de Vinteuil

    son seres tan genuinamente sentimentales,

    tan virtuosos por naturaleza, que hasta el

    placer sensual les parece una cosa mala, un

    privilegio de los malos. Y cuando se permite

    entregarse un momento a l lo hacen como si

    quisieran entrar en el pellejo de los malos, y

    meter tambin a su cmplice de modo que

    por un momento los posea la ilusin de que

    se evadieron de su alma tierna y escrupulosahacia el mundo inhumano del placer. Y al ver

    cun difcil le era lograrlo, me figuraba yo

    con cunto ardor lo deba de desear. En el

    momento en que quera ser tan distinta de su

    padre, me estaba recordando las maneras

    de pensar y de hablar del viejo profesor de

    piano. Lo que profanaba, lo que utilizaba

    para su placer y que se interpona entre ese

    placer y ella, impidindole saborearlo direc-

    tamente, era, ms que el retrato, aquel pare-

    cido de cara, los ojos azules de la madre de l,

    que le transmiti como una joya de familia, y

    los ademanes de amabilidad que entremetan

    entre el vicio de la seorita de Vinteuil y ella

    una fraseologa y una mentalidad que no eran

    propias de ese vicio y que le impedan que le

    sintiera como cosa muy distinta de los nu-

    merosos deberes de cortesa a que se consa-

    graba de ordinario. (p 203).

    Podemos incluir aqu tambin, amodo de ejemplo, las ridculas parado-

    jas del doctor Cottard, quien, cuanto msquiere estar preparado todo, ms lotoma por sorpresa cualquier cosa, por-que careca del sentido crtico que lcrea aplicar a todo y tomaba todo al

    pie de la letra, es decir, con una lgica

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    de claridad y no ambigedad, rigurosahasta el absurdo:

    Como careca del sentido crtico que l crea

    aplicar a todo, ese refinamiento de cortesa

    que consiste en afirmar a una persona a la

    que hacemos un favor que los favorecidos

    somos nosotros, pero sin aspirar a que se locrean, eran con l trabajo perdido, porque

    todo lo tomaba al pie de la letra. (...) Cuando

    la seora de Verdurin anunci que aquella

    noche ira Swann, el doctor exclam:

    Swann?, con sorpresa rayana en la bruta-

    lidad, porque la novedad ms insignificante

    coga siempre ms desprevenido que a nadie

    a aquel hombre que se figuraba estar perpe-

    tuamente preparado a todo. (p 248-9)

    Tambin, como un tercer caso,este pasaje, cercano al mito de Ssifo -exaltado por algunos representantes delteatro del absurdo, como A. Camus,en tanto que signo de lo absurdo-:

    En seguida empezaban a obstruir la corriente

    las plantas acuticas. Primero haba algunas

    aisladas, como aquel nenfar, atravesado en

    la corriente y tan desdichadamente colocado

    que no paraba un momento, como una bar-

    ca movida mecnicamente y que apenas

    abordaba una de las mrgenes cuando sevolva a la otra, haciendo y rehaciendo eter-

    namente la misma travesa. Su pednculo,

    empujado hacia la orilla, se desplegaba, se

    alargaba, se estiraba en el ltimo lmite de su

    tensin hasta la ribera, en que le volva a

    coger la corriente replegando el verde corda-

    je, y se llevaba a la pobre planta a aquel que

    con mayor razn poda llamarse su punto de

    partida, porque no se estaba all un segundo

    sin volver a zarpar, repitiendo la misma ma-

    niobra. Yo la vea en todos nuestros paseos,

    y me traa a la imaginacin a algunos neu-

    rastnicos, entre los cuales inclua pap a lata Leoncia, que durante aos nos ofrecen

    invariablemente el espectculo de sus cos-

    tumbres raras, creyndose siempre que las

    van a desterrar al da siguiente y sin perder-

    las jams; cogidos en el engranaje de sus

    enfermedades y manas, los esfuerzos que

    hacen intilmente para escapar contribuyen

    nicamente a asegurar el funcionamiento y

    el resorte de su diettica extraa, ineludible y

    funesta. Y as aquel nenfar, parecido tam-

    bin a uno de los infelices cuyo singular tor-

    mento, repetido indefinidamente por toda la

    eternidad, excitaba la curiosidad del Dante,

    que hubiera querido orle contar al mismo

    paciente los detalles y la causa del suplicio,

    pero que no poda porque Virgilio se mar-

    chaba a grandes zancadas y tena que al-

    canzarle, como me pasaba a m con mis pa-

    dres. (pp 208-9)

    La yuxtaposicin de estados deconciencia, como especies de vidas pa-

    ralelas que a veces no guardan entre sla menor relacin, se tematiza reitera-damente en la novela. Desde nuestro

    punto de vista, se trata, en sus trminosms amplios, de la dicotoma entre loconsciente y lo inconsciente, una conti-

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    nuidad en la medida que se trata de lamente de una nica persona, pero unadiscontinuidad, en la medida que la ar-mona que las operaciones de cada unaa veces se distancia extremadamente.En el fragmento que citamos en segui-da se advierte la tematizacin de la

    cuestin, las incompatibilidades de losdos aspectos y los elementos de fija-cin de la atencin y de distraccin,como antecedentes de las bsquedasinconscientes que son las que cambiannuestros puntos de vistas habituales:

    estados continuos, pero tan ajenos entre s,

    tan faltos de todo medio de intercomuni-

    cacin, que cuando me domina uno de ellos

    no puedo comprender, ni siquiera represen-

    tarme , lo que dese, tem o hice cuando me

    posea el otro. As, el lado de Msglise y el

    lado de Guermantes, para m, estn unidos a

    muchos menudos acontecimientos de esa vida

    que es la ms rica en peripecias y en episo-

    dios de todas las queparalelamente vivimos,

    de la vida intelectual. Claro es que va pro-

    gresando en nosotros insensiblemente, y el

    descubrimiento de las verdades que nos la

    cambian de significacin y de aspecto y nos

    abre rutas nuevas se prepara en nuestro in-

    terior muy lentamente, pero de modo incons-

    ciente, as que para nosotros datan del da,del minuto en que se nos hicieron visible. Y

    las flores, que entonces estaban jugando en

    la hierba; el agua que corra al sol, el paisaje

    entero que rode su aparicin, sigue acom-

    pandolas en el recuerdo con su rostro in-

    consciente o distrado; y ese rincn de cam-

    po, ese trozo de jardn, no podan imaginar-

    se cuando los estaba contemplando un nio

    soador, un transente humilde -como un

    memorialistaconfundido con la multitud ad-

    mira a un rey-, que gracias a l estaban llama-

    dos a sobrevivir hasta en lo ms efmero de

    sus particularidades (p 226)

    De manera anloga, aparecen eneste pasaje la idea, en clave auto-referencial, de la literatura y de la lec-tura como un sueo, las evocaciones, yla lentitud de los procesos de cambios(psicolgicos) en los seres humanoscomparado con los cambios entre losfenmenos extremos de la naturaleza(nacimiento-muerte, da-noche, etc.):

    Y una vez que el novelista nos ha pues-to en ese estado, en el cual, como entodos los estados puramente interiores,toda emocin se decuplica y en el quesu libro vendr a inquietarnos comonos inquieta un sueo, pero un sueoms claro que los que tenemos dormi-dos, y que nos durar ms en el recuer-do, entonces desencadena en nuestroseno, por una hora, todas las dichas ydesventuras posibles, de esas que en la

    vida tardaramos muchos aos en co-nocer unas cuantas, y las ms intensasde las cuales se nos escaparan, por-que la lentitud con que se producen nosimpide percibirlas (as cambia nuestrocorazn en la vida, y ste es el ms amar-

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    3730 Lic. Sergio Etkin

    go de los dolores; pero un dolor queslo sentimos en la lectura eimaginativamente; porque en la realidadse nos va mudando el corazn lo mismoque se produce ciertos fenmenos de lanaturaleza, es decir, con tal lentitud, queaunque podamos darnos cuenta de cada

    uno de sus distintos estados sucesivos,en cambio se nos escapa la sensacinmisma de la mudanza). Y como siempretena presente en el alma el ensueo deuna mujer que me quera, en aquellosveranos elsueose empapaba en el fres-cor de las aguas corrientes, y cualquiermujer que evocara se me apareca conracimos de flores rojizas y moradas cre-ciendo a su lado, como con sus colorescomplementarios. [ Et comme le rvedune femme qui maurait aim taittoujour prsent ma pense, ces ts-lce rve fut imprgn de la fracheur deseaux courantes; et quelle que ft la femeque jvoquais, des grappes de fleursviolettes et rougetres slevaientaussitt de chaque ct delle commedes couleurs complmentaires (p 76)]No se nos queda grabada eternamenteuna imagen con quesoamos porque seembellezca y mejore con el reflejo de loscolores extraos que por azar la rodeen

    en nuestros sueos, porque aquellospaisajes de los libros que lea se me re-presentaban con mayor viveza en la ima-ginacin que los que Combray me ponadelante y los anlogos que me hubierapodido presentar. Por la manera que ha-

    ba tenido el autor de escogerlos, y porla fe con que mi pensamiento sala al en-cuentro de sus palabras, como si fueranuna revelacin, me pareca que eran unaparte real de la Naturaleza misma,merecedora de estudiarla y profundizar-la, impresin que casi no me hacan los

    lugares donde me hallaba, y especial-mente nuestro jardn, fro producto dela correcta fantasa del jardinero, ob-jeto del desprecio de mi abuela. (...) Enfin, al ir siguiendo de dentro afuera losestados simultneamente yuxtapuestosen mi conciencia [Enfin en continuant suivre du dedans au dehors les tatssimultanament juxtaposs dans maconscience (p 77)]. y antes de llegar alhorizonte real que los envolva, me en-cuentro con placeres de otra clase:sen-tirme cmodamente sentado, percibir elbuen olor del aire, no verme molesto porninguna visita y, cuando daba la una enel campanario de San Hilario, ver caertrozo a trozo aquella parte ya consuma-da de la tarde, hasta que oa la ltimacampanada, que me permita hacer lasuma de las horas; y con aquel largosilencio que segua pareca que empeza-ba en el cielo azul toda la parte que anme era dada para estar leyendo (...) y

    algo que haba ocurrido no haba ocu-rrido para m11 ; el inters de la lectu-ra, mgico como un profundo sueo,haba engaado a mis alucinados odos,borrando la urea campana de la azuladasuperficie del silencio. Hermosas tardes

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    3731La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    de domingo (...) todava me evocis esavida cuando pienso en vosotras [vousmvoquez encore cette vie quand jepense vous (p 78)]; esa vida que envosotras se contiene, porque la fuisteiscercando y encerrando poco a poco mientras que yo progresaba en mi lectu-

    ra e iba cayendo el calor del da en elcristal sucesivo, de lentos cambiantesy atravesado de follaje, de vuestras ho-ras silenciosas, sonoras, fragantes y lim-pias! (pp 111-2)

    Cada sueo supone, entonces,disociaciones, existencias paralelas, per-der por un tiempo la personal idad(consciente, cotidiana, habitual, normal),superponer diferentes perspectivas, ni-veles mltiples de nuestra existencia -todas cosas refrescantes, aliviadoras ysin las cuales no podramos vivir, ni cam-

    biar-. El sueo propicia todo esto y laliteratura es, a este respecto, un an-logo del sueo 12 :

    Cuando un hombre est durmiendo tiene en

    torno suyo, como un aro, el hilo de las horas,

    el orden de los aos y de los mundos. Al

    despertarse, los consulta instintivamente y,

    en un segundo, lee el lugar de la Tierra en que

    se halla, el tiempo que ha transcurrido hastasu despertar, pero estas ordenaciones pue-

    den confundirse y quebrarse. Si despus de

    un insomnio, en la madrugada le sorprende el

    sueo mientras lee en una postura distinta

    de la que suele tomarpara dormir, le bastar

    con alzar el brazo para parar el Sol, para

    hacerle retroceder: y en el primer momento

    de su despertarno sabr qu hora es, se

    imaginar que acaba de acostarse. Si se

    adormila en una postura an menos usual y

    recogida, por ejemplo, sentado en un silln

    despus de comer, entonces un trastorno

    profundo se introducir en los mundosdesorbitados, la butaca mgica le har re-

    correr a toda velocidad los caminos del tiem-

    po y del espacio, y en el momento de abrir

    los prpados se figurar que se ech a dor-

    mir unos meses antes y en una tierra distin-

    ta. Pero a m, aunque me durmiera en mi

    cama de costumbre, me bastaba con un sue-

    o profundo que aflojara la tensin de mi

    espritu para que ste dejara escaparse el

    plano del lugar en donde yo me haba dor-

    mido, y al despertarme a medianoche, como

    no saba en dnde me encontraba, en el pri-

    mer momento tampoco saba quin era; en

    m no haba otra cosa que el sentimiento de la

    existencia en su sencillez primitiva, tal como

    puede vibrar en lo hondo de un animal, y

    hallbame en mayor desnudez de todo que el

    hombre de las cavernas; pero entonces el

    recuerdo -y todava no era el recuerdo del

    lugar en que me hallaba, sino el de otros si-

    tios en donde yo haba vivido y en donde

    podra estar- descenda hasta m como un

    socorro llegado de lo alto para sacarme dela nada, porque yo solo nunca hubiera podi-

    do salir; en un segundo pasaba por encima

    de siglos de civilizacin, y la imagen borro-

    samente entrevista de las lmparas de pe-

    trleo, de las camisas con cuello vuelto, iba

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    3732 Lic. Sergio Etkin

    recomponiendo lentamente los rasgos pecu-

    liares de mi personalidad. Esa inmovilidad

    de las cosas que nos rodean acaso es una

    cualidad que nosotros las imponemos con

    nuestra certidumbre de que ellas son esas

    cosas, y nada ms que esas cosas, con la

    inmovilidad que toma nuestro pensamiento

    frente a ellas . (pp 13-15) 13

    Las creencias personales, engeneral, introducen cambios sustancia-les en lo que son las cosas para cadaindividuo. Las diferencias de opinin noaparecen en la novela como distincio-nes menores sino que lo modifican todo:modifican las personalidades que cons-truimos para cada persona. Nadie es untodo homogneo, ni en las cosas im-

    portantes, ni en las banales: somos larepresentacin que tienen de nosotroslos dems y los dems son las repre-sentaciones que tenemos de ellos noso-tros. El narrador deconstruye entoncesnuestras representaciones habituales,que nos resultan tan naturales que equi-valen para nosotros a la visin objetivade las cosas materiales. As, el narra-dor personaje, Marcel, disocia al mis-mo Swann en dos -Swann tal como loconoci en su niez y tal como lo cono-

    ci en su adultez-, como dos personasdiferentes, irreconciliables:

    No tenamos escrpulo en llamar en cuanto

    se necesitaba una receta de salsagribiche, o

    de ensalada de pia, para comidas de etique-

    ta a las cuales no se le invitaba, por conside-

    rar que no tena prestigio suficiente para pre-

    sentarle a personas de fuera que iban a casa

    por primera vez. Si la conversacin recaa

    sobre los prncipes de la Casa de Francia, mi

    ta hablaba de ellos diciendo: Personas que

    ni usted ni yo conoceremos nunca, ni falta

    que nos hace, verdad?, y se diriga a Swann,que quiz tena en el bolsillo una carta de

    Twickenham, y le mandaba correr el piano

    y volver la hoja las noches en que cantaba la

    hermana de mi abuela, mostrando para

    manejar a Swann, tan solicitado en otras

    partes, la ingenua dureza de un nio que

    juega con un cacharro de museo sin ms

    precauciones que con un juguete barato. Sin

    duda, el Swann que hacia la misma poca

    trataron tantos clubmen no tena nada que

    ver con el que creaba mi ta, con aquel oscu-

    ro e incierto personaje, que a la noche, en el

    jardincillo de Combray, y cuando haban so-

    nado los dos vacilantes tintineos de la cam-

    panilla, se destacaba sobre un fondo de tinie-

    blas, identificable solamente por su voz, y al

    que mi ta rellenaba y vivificaba con todo lo

    que saba de la familia Swann. Pero ni si-

    quiera desde el punto de vista de las cosas

    ms insignificantes de la vida somos los

    hombres un todo materialmente constituido,

    idntico para todos, y del que cualquiera

    pudiera enterarse como de un pliego de con-diciones o de un testamento; no, nuestra per-

    sonalidad social es una creacin del pensa-

    miento de los dems. Y hasta ese acto tan

    sencillo que llamamos ver a una persona

    conocida es, en parte, un acto intelectual.

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    3733La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    Llenamos la apariencia fsica del ser que

    est ante nosotros con todas las nociones

    que respecto a l tenemos, y el aspecto total

    que de una persona nos formamos est inte-

    grado en su mayor parte por dichas nocio-

    nes. Y ellas acaban por inflar tan cabalmen-

    te las mejillas, por seguir con tan perfecta

    adherencia la lnea de la nariz, y por mati-zar tan delicadamente la sonoridad de la voz,

    como si sta no fuera ms que una transpa-

    rente envoltura, que cada vez que vemos ese

    rostro y omos esa voz, lo que se mira y lo

    que se oye son aquellas nociones. Induda-

    blemente en el Swann que mis padres se ha-

    ban formado omitieron por ignorancia una

    multitud de particularidades de su vida mun-

    dana, que eran justamente la causa de que

    otras personas, al mirarla, vieran cmo to-

    das las elegancias triunfaban en su rostro, y

    se detenan en su nariz aguilea como en su

    frontera natural; pero, en cambio, pudieron

    acumular en aquella cara despojada de su

    prestigio, vacante y espaciosa, y en lo hondo

    de aquellos ojos, preciados menos de lo jus-

    to, el vago y suave sedimento -medio recuer-

    do y medio olvido- que dejaron las horas de

    ocio pasadas en su compaa despus de

    cada comida semanal alrededor de la mesi-

    ta de juego o en el jardn, durante nuestra

    vida de amistosa vecindad campesina. Con

    esto, y con algunos recuerdos relativos a suspadres, estaba tan bien rellena la envoltura

    corporal de nuestro amigo, que aquel Swann

    lleg a convertirse en un ser completo y vivo,

    y que yo siento la impresin de separarme

    de una persona para ir hacia otra enteramen-

    te distinta, cuando en mi memoria paso del

    Swann que ms tarde conoc con exactitud a

    ese primer Swann -a ese primer Swann en el

    que me encuentro con los errores amables

    de mi juventud, y que adems se parece me-

    nos al otro Swann de despus que a las per-

    sonas que yo conoca en la misma poca,

    como si pasara con nuestra vida lo que conun museo, en donde todos los retratos de un

    mismo tiempo tienen un aire de familia y

    una misma tonalidad-, a ese primer Swann,

    imagen del ocio,perfumado por el olor del

    viejo castao, de los cestillos de frambuesas

    y de una brizna de estragn. (pp 31-2). 14

    La crtica tambin devela reite-radamente las paradojas proustianas. Esel caso de este pasaje de Adorno:

    Si chez Proust une relation scientifique ou

    mtaphysique pouvait de la mme manire

    tre exprime par une comparaison tire de

    la sphre de la mondanit, on peut dire qu

    linverse il a suivi la formule bergsonienne,

    quil lait connue ou non. Et certes pas

    seulement par simple intuition. Les forces de

    celle-ci squilibrent dans son oeuvre avec

    celles du rationalisme franais, avec une

    portion convenable dexprience du monde

    et de bon sens. Cest dabord la tension entre

    ces deux lments et leur juxtaposition quifait le climat proustien. Mais une de ses

    caracatristiques, cest cette allergie

    bergsonienne contre la pense de confection,

    contre le clich tabli davance; son tact ne

    peut supporter ce que dit tout le monde;

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    3734 Lic. Sergio Etkin

    cette sensibilit lui fait percevoir le mensonge,

    et donc la vrit. Tout en entonnant avec

    tout le monde la vieille chanson sur

    lhypocrisie et le manque de sincrit de la

    socit, et comme tout le monde, sans jamais

    en critiquerexpressment la cause sociale

    profonde, il est tout de mme devenu, contre

    son gr -et dautant plus authentiquement,donc- un critique de la socit. (pp 142-143)1 5

    Auto-referencialmente, todaslas cosas tambin cambian de aspecto,cambian de forma, se transforman y

    pueden parecer de lo ms absurdas, delo ms decorativas, en la medida que semezclan en nuestra imaginacin y en lamedida que se desafa la produccinen serie, en trminos de Th. Adornorecin citados, en la medida que la indi-vidualidad conquista su propio terrenofrente a la indiferenciacin, tanto en lanaturaleza, como en el arte:

    Al cabo de un momento entraba a darle un

    beso; Francisca estaba haciendo el t; y si mi

    ta se senta nerviosa, peda tila en vez de t,

    y entonces yo era el encargado de coger la

    bolsita de la farmacia y echar en un plato la

    cantidad de tilo que luego haba que verter en

    el agua hirviendo. Los tallos de la flor deltilo, al secarse, se curvaban, formando un

    caprichoso enrejado, entre cuyos nudos se

    abran las plidas flores, como si un pintor

    las hubiera colocado y dispuesto del modo

    ms decorativo. Las hojas, al cambiar de as-

    pecto, al perderle totalmente,se asemejaban

    a cosas absurdas, al ala transparente de una

    mosca, al revs de una etiqueta o a un ptalo

    de rosa, pero que hubieran sido todas ellas

    apiladas, trituradas y entretejidas como en la

    confeccin de un nido. Mil pequeos detalles

    intiles -prodigalidad encantadora del boti-

    cario- que en un preparado ficticio se hubie-ran suprimido, me daban, lo mismo que un

    libro donde nos maravillamos de ver el nom-

    bre de un conocido, el gozo de comprender

    que eran aquellos verdaderos tallos de tila,

    como los que yo vea en el paseo de la Esta-

    cin, y modificados precisamente, porque

    eran de verdad y no copias, y haban enveje-

    cido. Y como cada rasgo caracterstico que

    ofrecan no eran ms que la metamorfosis

    de un rasgo antiguo, yo reconoca en las

    bolitas grises los botones verdes que no cuaja-

    ron; pero, sobre todo, el brillo rosado, lunar

    y suave, en el que se destacaban las flores,

    pendientes de una frgil selva de tallos, como

    rositas de oro -seal, como ese resplandor

    que an revela en un muro el sitio en que

    estuvo un fresco borrado, de la diferencia

    entre las partes del rbol que haban tenido

    color y las que no-, me indicaba que aquellos

    ptalos eran los mismos que, antes de hen-

    chir la bolsita de la botica, haban aromado

    las noches de primavera. Aquella llama rosa,

    de cirio, era todava su coloracin, pero me-dio apagada y dormida en esa vida inferior

    que ahora llevaban, y que viene a ser el cre-

    psculo de las flores. Muy pronto poda mi

    ta mojar en la hirviente infusin, cuyo sabor

    de hoja muerta y flor marchita saboreaba,

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    3735La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    una magdalenita, y me daba un pedacito cuan-

    do ya estaba bien empapada. (pp 70-71) 16

    Una y otra vez se reitera el pesode la individualidad vinculado con poneren suspenso el hbito y con los estadosde ensoacin: Y era tambin que -

    como sucede en esos momentos de en-soacin que tenemos en el campo,cuando la accin de la costumbre esten suspenso, y nuestras nociones abs-tractas de las cosas apartadas a un lado,y creemos con profunda fe en la origi-nalidad, en la vida individual del lugaren que estamos- la moza pasaba... (p.194)

    Por ltimo, mencionaremos entrelas paradojas proustianas alguna de susnumerosas paradojas larochefouca-uldianas17, que han hecho que la crticacompare a Proust con el moderno mo-ralista francs; por ejemplo, la paradojade que la virtud no garantiza a nadie nocaer en el vicio que -incluso, en base aesa misma virtud- alguien condena for-malmente; y la paradoja enorme de quela mezcla de la virtud del padre y de lamadre pueden producir el vicio del hijo.

    Notemos como asume el autor auto-referencialmente la actitud que narra

    con esa extraa parenttica entre co-mas (circunstancia temporal que no vie-ne al caso o que viene algo absurda-mente) y con esa fuerte confusin se-mntica y sintctica de ese extraoser amado que se introduce en:

    paroles bizarres, attitudes inexplicables,un certain soir, de tel tre quelle a parailleurs tant de raisons pour aimer.Estas tantas razones para amar es-tn en el mismo plano de la compleji-dad de las circunstancias.

    No hay nadie, por muy virtuoso que sea,que por causa de la complejidad de las cir-

    cunstancias, no pueda llegar algn da a vivir

    en familiaridad con el vicio que ms rigurosa-

    mente condena -sin que, por lo dems, le

    reconozca por completo bajo ese disfraz de

    hechos particulares que reviste para entrar

    en contacto con uno y hacerle padecer-: pa-

    labras raras, actitud inexplicable tal noche,

    de un ser a quien se quiere por tantos moti-

    vos. Pero el seor Vinteuil deba sufrir mu-

    cho al tener que resignarse a una de esas si-

    tuaciones que errneamente se consideran ex-

    clusivas del mundo de la bohemia, y que, en

    realidad, se producen siempre que un vicio

    que la misma naturaleza humana desarroll

    en un nio a veces slo con mezclar las cua-

    lidades de su padre y de su madre, como el

    color de los ojos, busca el lugar seguro que

    necesita para vivir. (p 184)18

    Y, acto seguido, se trata de laobjetividad de los hechos, por oposicin

    a la subjetividad de los sentimientos yde las creencias. Con moderna impron-ta kantiana, Proust relaciona la objetivi-dad de los hechos con la intersubje-tividad de la comunidad. Paradjica-mente, puestos en objetivos, es decir, del

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    lado de la objetividad socialintersubjetiva, podemos ser enemigos denosotros mismos -se plantea aqu un l-mite de las bondades de la crtica y dela objetividad. Sealamos adems la in-consecuencia lgica (non sequitur)entre el ponerse del punto de vista de la

    opinin pblica y verse desde all comocado y el pasar a transformar sus mo-dales de expresivos de superioridad, aexpresivos de humildad y respeto:

    Pero no porque el seor Vinteuil se diera

    cuenta de la conducta de su hija disminuy

    en nada su cario hacia ella. Los hechos no

    penetran en el mundo donde viven nuestras

    creencias, y como no les dieron vida no las

    pueden matar; pueden estar desmintindo-

    las constantemente sin debilitarlas, y una

    avalancha de desgracias o enfermedades que

    una tras otra padece una familia no le hace

    dudar de la bondad de su Dios ni de la pericia

    de su mdico.Perocuando Vinteuil pensaba

    en l y en su hija desde el punto de vista de la

    gente, cuando quera colocarse con ella en el

    rango que ocupaban en la pblica estima-

    cin, entonces aquel juicio de orden social le

    formulaba l mismo, como lo hara el vecino

    de Combray que ms le odiara, y se vean

    con su hija cados hasta lo ltimo; por eso

    sus modales tomaron desde haca poco esahumildad y respeto hacia las personas que

    estaban por encima de l y a quienes miraba

    desde abajo (aunque en otra poca las consi-

    derara muy inferiores), esa tendencia a subir

    hasta ellas que es resultado casi mecnico

    del venir a menos. (pp. 184-185)19.

    (3) La bsqueda inconsciente, losprocesos inconscientes y las res-puestas hipnticas

    La bsqueda, la recherche, des-de el ttulo mismo de la novela de Proust,se postula como una operacin predo-minante, como accin del personaje prin-cipal y del narrador, como instruccinde lectura en el nivel de la recepcin ycomo efecto de lectura que podra pro-ducir la novela. Desde nuestro punto devista, fijar la atencin y quitarle poten-cia a las asociaciones creadas por elhbito son los caminos que llevan a ini-ciar bsquedas inconscientes que reor-ganizan nuestra propia experiencia 20 .

    La respuesta hipntica es el resultado natu-

    ral de la bsqueda y de los procesos incons-

    cientes iniciados por el terapeuta. Puesto que

    es mediada ante todo por procesos incons-

    cientes que tienen lugar en el interior del pa-

    ciente, la respuesta hipntica da la aparien-

    cia de que ocurre automticamente o

    autnomamente; parece tener lugar totalmente

    por s misma, de una manera que se ve como

    ajena o disociada del modo usual que tiene lapersona para dar respuesta en un nivel vo-

    luntario. La mayora de los pacientes experi-

    mentan tpicamente una sensacin suave de

    agradable sorpresa cuando se encuentran a s

    mismos respondiendo de esta manera auto-

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    mtica e involuntaria. Esa sensacin de sor-

    presa, en efecto, puede tomarse en general

    como una indicacin de la naturaleza genui-

    namente autnoma de sus respuestas.21

    La evocacin: la evocacin denuevos niveles de significado es algo

    que conecta los procedimientos de estacorriente psicolgica con los procedi-mientos del arte. La idea de iniciar bs-quedas y procesos inconscientes y deconfigurar nuevas pautas y dimensionesde la conciencia -a travs de los juegosde palabras, las metforas, las analo-gas- se pone desde este enfoque en elcentro de la economa de la dinmicamental y de la evaluacin de la concien-cia, en tanto que medios para superarlas limitaciones de marcos conscientesms estrechos, de romper las asocia-ciones conscientes ms rutinarias y li-mitadas, de ir ms all de nuestra con-ciencia prosaica y cotidiana 22 .

    En el pasaje archicitado sobre lamemoria voluntaria como incapaz deretener nada del pasado y sobre lacreencia cltica en la transmigracin delas almas a cuerpos, vemos asociarsela evocacin con la bsqueda, y con

    los esfuerzos perdidos de nuestra inte-ligencia, es decir, de nuestra concien-cia, de nuestra lgica:

    As, por mucho tiempo, cuando al desper-

    tarme por la noche me acordaba de Combray,

    nunca vi ms que esa especie de sector lumi-

    noso destacndose sobre un fondo de indis-

    tintas tinieblas, como esos que el resplandor

    de una bengala o de una proyeccinelctrica

    alumbran y seccionan en un edificio, cuyas

    restantespartes siguen sumidas en la oscuri-

    dad: en la base, muy amplia; el saloncito, el

    comedor; el arranque del oscuro paseo derboles por donde llegara el seor Swann,

    inconsciente causante de mis tristezas; el

    vestbulo por donde me diriga hacia el pri-

    mer escaln de la escalera, duro de subir, que

    ella sola formaba el tronco estrecho de aque-

    lla pirmide irregular, y en la cima mi alcoba

    con el pasillito, con puerta vidriera, para que

    entrara mam; todo ello visto siempre a la

    misma hora, aislado de lo que hubiera alre-

    dedor y destacndose exclusivamente en la

    oscuridad, como para formar la decoracin

    estrictamente necesaria (igual que esas que

    se indican al comienzo de las comedias anti-

    guas para las representaciones de provincias)

    al drama de desnudarme; como si Combray

    consistiera tan slo en dos pisos unidos por

    una estrecha escalera, y en una hora nica:

    las siete de la tarde. A decir verdad, yo hu-

    biera podido contestar a quien me lo pregun-

    tara que en Combray haba otras cosas, y

    que Combray exista a otras horas. Pero como

    lo que yo habra recordado de eso seran

    cosas venidas por la memoria voluntaria, lamemoria de la inteligencia, y los datos que

    ella da respecto al pasado no conservan de

    l nada, nunca tuve gana de pensar en todo

    lo dems de Combray. En realidad, aquello

    estaba muerto para m.

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    Por siempre, muerto por siempre? Era po-

    sible .

    En esto entra el azarpor mucho, y un se-

    gundo azar, el de nuestra muerte, no nos

    deja muchas veces que esperemos paciente-

    mente los favores del primero.

    Considero muy razonable la creencia cltica

    de que las almas de los seres perdidos estn

    sufriendo cautiverio en el cuerpo de un ser

    inferior, un animal, un vegetal o una cosa

    inanimada, perdidas para nosotros hasta el

    da, que para muchos nunca llega, en que su-

    ceda que pasamos al lado del rbol, o que

    entramos en posesin del objeto que las sir-

    ve de crcel. Entonces se estremecen, nos

    llaman, y en cuanto las reconocemos se rom-

    pe el maleficio. Y liberadas por nosotros,

    vencen a la muerte y tornan a vivir en nues-

    tra compaa.

    As ocurre con nuestro pasado. Es trabajo

    perdido el querer evocarlo, e intiles todos

    los afanes de nuestra inteligencia. Ocltase

    fuera de sus dominios y de su alcance, en un

    objeto material (en la sensacin que ese ob-

    jeto material nos dara) que no sospecha-

    mos. Y del azar depende que nos encontre-

    mos con ese objeto antes de que nos llegue la

    muerte, o que no le encontremos nunca. 23

    Otra funcin que sera especfi-ca del hemisferio no dominante tieneque ver con la posibilidad de cambiarde puntos de vista, de adoptar diferen-

    tes perspectivas y enfoques con refe-rencia a una misma cosa. Nuestro ce-rebro lgico es incapaz de efectuaresta operacin. 24 En la recherchehay toda clase de situaciones de cam-

    bios de punto de vista. Mencionaremosalgunos de sus tipos:

    1. Cambio del enfoque y del juiciosegn se vea algo desde el pensa-miento reflexivo propio como plas-mado en un libro (meditacin) o des-de la cotidianeidad (escenas vulga-res):

    Estoy seguro de que en un libro -y en esto

    me pareca a Francisca- esa concepcin del

    luto conforme al cantar de Roldn y a la por-

    tada de San Andrs del Campo me hubiera

    parecido simptica. Pero en cuanto tena al

    lado a Francisca me entraba un diablico de-

    seo de que montara en clera, y aprovechaba

    el menorpretextopara decirle que yo senta a

    mi ta porque era una buena persona, a pesar

    de sus manas, pero no porque fuera mi ta, y

    que siendo ta ma hubiera podido serme odio-

    sa y no causarme ninguna pena con su muer-

    te,frases todas que en un libro me parece-

    ran tontas. (...) y de este modo adoptaba,

    para juzgar a Francisca, el mezquino puntode vista de esos hombres que son objeto del

    gran desprecio de algunas personas en la

    imparcialidad de la meditacin, aunque lue-

    go esas personas se porten como ellos en

    una de las escenas vulgares de la vida. (p

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    3739La realidad, la ficcin y el sueo en M. Proust

    191)

    Se repiten situaciones anlogasen pp 43, 44, 75, 153, 154.

    2. Cambios de punto de vista por eldesfasaje entre los sentimientos:todos podemos sentir las mismas

    cosas, pero siempre en distintostiempos; por eso nos entendemosslo a veces, porque cuando unoest instalado en un punto de vista,es hasta raro que su interlocutorest justo en ese momento en elmismo lugar; esto da cuenta de loscontinuos malosentendidos entrelas personas -aun entre las msprximas-:

    Causbame un placer que me daba vergen-

    za haberme atrevido a solicitar de mis pa-

    dres, porque era un placer tan grande, que,

    sin duda, debi costarles mucha pena el

    drmele, y eso sin ninguna compensacin,

    porque para ellos no era placer ninguno. As

    que, por discrecin, desviaba la conversa-

    cin. Y tambin por escrpulo de concien-

    cia. Todas las raras seducciones que para m

    adornaban el nombre de Swann las encontra-

    ba en ese nombre cuando lo pronunciaban. Y

    entonces se me figuraba de pronto que mis

    padres no podan por menos de sentir tam-bin esas seducciones que se colocaban en

    mipunto de vista; que a su vez advertan mis

    sueos, los absorban, los hacan suyos, y

    me senta tan apenado como si hubiera ven-

    cido y depravado a mis padres. (p 180).

    La misma idea reaparece msabajo, ligada a los descubrimientos denuestras bsquedas inconscientes:

    Las paredes de las casas, el seto de

    Tansonvile, los rboles del bosque de

    Roussainville y los matorrales a que se adosa

    Montjouvain, llevaban paraguazos ybastonazos de mi mano, y oan mis gritos de

    gozo, que no eran, tanto unos como otros,

    ms que ideas confusas que me exaltaban y

    que no lograban el descanso de la claridad,

    porque preferan, a un lento y difcil aclarar-

    se, el placer de una derivacin ms cmoda

    hacia un escape inmediato.La mayor parte

    de esas llamadas traducciones de nuestros

    sentimientos no hacen otra cosa que quitr-

    noslos de encima, expulsndolos de nuestro

    interior en una forma indistinta que no nos

    ensea a conocerlos. Cuando echo cuentas

    de lo que debo al lado de Msglise, de los

    humildes descubrimientos a que sirvi de

    fortuito marco o de necesario inspirador, me

    acuerdo de que en ese otoo, en uno de aque-

    llos paseos, junto a la escarpa llena de male-

    za de Montjouvain, es donde por primera

    vez me sorprendi el desacuerdo entre nues-

    tras impresiones y el modo habitual de

    expresarlas. Despus de una hora de agua y

    de aire, con los que luch muy contento, al

    llegar a la orilla (...) Y al ver en el agua y en lapared una sonrisa plida, que responda a la

    sonrisa del cielo, exclam: Atiza, atiza, ati-

    za!, blandiendo mi cerrado paraguas. Pero

    al mismo tiempo comprend que mi deber

    hubiera sido no limitarme a esas palabras y

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    aspirar a ver un poco ms claramente en mi

    asombro. (...) y que respondi framente a

    mi: Buen tiempo para andar, eh!, aprend

    que las mismas emociones no se producen

    simultneamente, con arreglo a un orden

    preestablecido en el nimo de todos los hom-

    bres. Ms tarde, siempre que una prolonga-

    da lectura me daba ganas de conversacin, elcamarada a quien yo estaba deseando hablar

    acababa de entregarse al placer de la charla, y

    quera que ahora le dejaran leer en paz. Y si

    acababa de pensar cariosamente en mis pa-

    dres y de adoptar las decisiones ms pru-

    dentes y propias para darles gusto, mien-

    tras, estaba llegando a su conocimiento algn

    pecadillo mo, del que ya no me acordaba y

    que ellos me echaban en cara en el instante

    mismo de ir a darles un beso. (pp 192-193)

    Se repiten otras situaciones an-logas en pp 53, 185, 201

    En general, los malosentendidosson moneda corriente en la novela deM. Proust -escenario privilegiado de si-tuaciones absurdas basados en la insu-ficiencia expresiva del lenguaje y de losgestos, en la inconmensurabilidad entrelos sentimientos subjetivos e individua-les y las palabras y dems sistemas

    semiticos-:

    Y unos das ms tarde, al cruzarme con mi

    to, que iba en coche abierto, sent pena, gra-

    titud y remordimiento, todo lo cual hubiera

    querido expresarle. Pero comparado con lo

    inmenso de estos sentimientos, me pareci

    que un sombrerazo sera cosa mezquina y

    podra hacer pensar a mi to que yo no me

    consideraba obligado, con respecto a su per-

    sona, ms que a una frvola cortesa. Decid

    abstenerme de aquel ademn, tan insuficien-

    temente expresivo, y volv la cabeza a otro

    lado. Mi tose imagin que aquella accinma obedeca a rdenes de mis padres, y no

    se lo perdon nunca; muri muchos aos des-

    pus de esto sin volver a hablarse con ningu-

    no de nosotros. (p. 104)

    Otro pasaje muy similar al ante-rior, tambin vinculado con la naturale-za psicolgica de las creencias, es ste:

    -... Quin es Vaulabelle? Quiz esos tomos

    dorados que estn en la librera pequea de

    su tocador? Ya sabe usted que ha prometido

    que me los prestara; los cuidar muy bien.

    Mi to, que no quera prestar sus libros, no

    contest y vino a acompaarme hasta el re-

    cibimiento.(...) mientras que l, bastante azo-

    rado, me daba a entender que le gustara que

    no contase nada a mis padres de aquella visi-

    ta, yo le deca, con lagrimas en los ojos, que

    el recuerdo de su amabilidad estaba tan pro-

    fundamente grabado en mi corazn, que ya

    llegara da en que pudiera demostrarle migratitud. En efecto: tan profundamente gra-

    bado estaba en mi corazn, que dos horas

    despus, y luego de algunas frases misterio-

    sas, que me pareci que no lograban dar a

    mis padres idea bastante clara de la nueva

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    importancia que yo disfrutaba, consider ms

    explcitocontar con todo detalle la visita que

    acababa de hacer. Con ello no crea causar

    molestia ninguna a mi to. Y cmo iba a

    creerlo, si yo no tena intencin de

    causrsela? Cmo iba yo a suponer que

    mis padres vieran nada malo all donde yo

    no lo vea? Nos sucede todos los das que unamigo nos pide que no se nos olvide transmi-

    tir sus disculpas a una mujer a quien no ha

    podido escribir, y que nosotros lo dejamos

    pasar descuidadamente, considerando que

    esa persona no puede conceder gran impor-

    tancia a un silencio que para nosotros no la

    tiene. Yo me crea, como todo el mundo, que

    el cerebro de los dems era un receptculo

    inerte y dcil, sin fuerza de reaccin espec-

    fica sobre lo que en l depositamos; y no

    dudaba que al verter en el de mis padres la

    noticia de la nueva amistad que hiciera por

    medio de mi to, les transmitira al mismo

    tiempo, como era mi deseo, el benvolojui-

    cio que a m me haba merecido aquella pre-

    sentacin. Pero, por desdicha, mis padres se

    atuvieron a principios enteramente distintos

    de aquellos cuya adopcin los sugera yo,

    para estimar el acto de mi to. (pp 102-103)

    3. Son bsicamente situaciones decambios de puntos de vista todas

    aquellas en las que vivimos la mul-tiplicidad de planos yuxtapuestos denuestra existencia, cuando se nossuperponen en un mismo punto deltiempo y del espacio nuestras muydiferentes vidas paralelas. Como

    la del comienzo mismo de la novela: elnarrador protagonista es l y es perso-naje del libro que est leyendo, en unasituacin oniroide repleta de eventosabsurdos y paradjicos desde nuestralgica habitual, como despertarsepara comenzar a dormirse, terminar

    de leer, dormirse y seguir reflexionandosobre la lectura, etc. La creencia guar-da un lugar intermedio: no garantizanada, ni al modo de lassensaciones, nial modo de lo lgico, ni al modo de lacombinacin de las dos cosas (loentendible): creemos todo el tiempo encosas absurdas a las que no tocanni los hechos, ni lo objetivo, ni lo lgico.Los ojos de Marcel creen que la luzque est (objetivamente, de hecho) apa-gada, est encendida; que el libro queya no est en sus manos est en susmanos: sus ojos estn temporariamentecegados (respecto a la realidad obje-tiva) por una creencia que no es con-traria a su razn pero que es objetiva-mente irreal. Esa creencia puede -casiinmediatamente en la situacin del des-

    pertar- perder su sentido y uno quedalibre de adaptarse a ella de nuevo o no.

    La escritura juega todo el tiempo consus referentes en trminos de ficcin,

    realidad y sueo: si el enfoque fueratodo el tiempo realista carecera deinters, si fuera todo como una alu-cinacin, sera una escritura casi

    psictica, loca; entonces van alter-nndose los elementos que orientan

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    3742 Lic. Sergio Etkin

    hacia la realidad cotidiana, acepta-da, y los que se refieren a los aspec-tos ms extraos de nuestro funcio-namiento mental:

    Mucho tiempo he estado acostndome tem-

    prano. A veces, apenas haba apagado la

    buja, cerrbanse mis ojos tan presto, que nitiempo tena para decirme: Ya me duermo.

    Y media hora despus despertbame la idea

    de que ya era hora de ir a buscar el sueo ;

    quera dejar el libro, que se me figuraba tener

    an entre las manos, y apagarde un soplo la

    luz; durante mi sueo no haba dejado de

    reflexionar sobre lo recin ledo, pero era

    muy particular el tono que tomaban esas re-

    flexiones, porque me pareca que yo pasaba

    a convertirme en el tema de la obra, en una

    iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Fran-

    cisco I y Carlos V. Esta figuracin me duraba

    an unos segundos despus de haberme des-

    pertado: no repugnaba a mi razn, pero gra-

    vitaba como