Ranas, Charcas...

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RANAS, CHARCAS Y GENTE MEDIOCRE

Leyendo Alternativa 1, llegué a Las dos ranas, una fábula de Esopo. Dos ranas buscan una lugar dónde vivir. Encuentran un pozo pero les da miedo porque es muy grande, y «entonces, muy contentas, volvieron a la charca donde antes tenían su casa».

Es muy interesante el parecido entre estas dos ranas y la gente mediocre que abunda en el mundo. Los mediocres son como las ranas que encuentran un pozo más grande que la charca seca donde viven, y que es como una vida mejor, con mejores posibilidades y donde van a poder ser más libres. Pero, a pesar de saber que es mejor que su charca, sienten miedo porque no lo conocen y, como es grande, piensan que pueden haber cosas que alteren su rutinaria vida de ranas enterradas en una charca. A eso le tienen miedo; a lo desconocido. Pero éste es un pensamiento tonto. ¿Qué puede haber en un pozo? ¿Un cocodrilo? No creo. No entra.

Las dos ranas son conscientes de su cobardía para asumir nuevos y mejores retos, de no tener el valor y la audacia de entrar en un pozo que de hecho es mejor que su charca y se inventan una excusa que ambas saben que es falsa. Pero las dos se compran mutuamente su propia mentira, engañándose a sí mismas.

Entonces se regresan muy contentas por no haber tenido que asumir el reto, porque no han salido de su vida normal y sensata, porque se sienten seguras en una charca casi seca, llena de lodo, moscas y olor a agua estancada, y no tienen el valor de arriesgarse un poco. Aparentan estar contentas pero en el fondo no lo son. Son unas frustradas. Se dan cuenta de su realidad, pero no hacen nada. Lo más probable es que se dediquen a tomar para evadirse de sí mismas ¿o tal vez para tratar de auto convencerse de que la vida en su charco es mejor de lo que es en verdad?

La mediocridad no está en sentir miedo, sino en no tener el valor de superarlo. Es no arriesgar un poco de «seguridad» por nada, aún sabiendo que se va a estar mejor. Los mediocres, como las ranas, no salen de su tren de vida, de lo establecido por la sociedad. Todos sus días son iguales, siempre engañándose a sí mismos y a los demás, buscando aparentar para ocultar su propia mediocridad. Porque para ellos la vida está bien así como está y por eso se inventan miles de excusas y razones muy sensatas y coherentes para no hacer nada y que otros mediocres como ellos se compran felices, haciendo del mundo, un mundo cada vez más falso, vacío y superficial. Si el mundo está como está no creo que sea por la gente mala sino por la gente mediocre.

Pero, bueno. Si un mediocre quiere seguir siéndolo, su roche. Pero cuando viene alguien que quiere salir de todo eso y lo logra, todos se le tiran encima. La razón es muy fácil: basta que uno se lance para evidenciar la mediocridad de los que no lo hacen. Y esto, la gente mediocre no lo puede tolerar. Es demasiado para ellos, pues les recuerda permanentemente su propia mediocridad. Digamos, por ejemplo, que si hubiese venido un sapo y se hubiese metido al pozo, las ranas al toque habrían comenzado a hablar mal del sapo. Pero pierden su tiempo. Al sapo no le importa. Total, él sí vive feliz en un pozo hondo de agua fresca. Y si el sapo las invita a venir, diciéndoles que no pasa nada, que el pozo es mejor que la charca... peor. Le dirán que está loco, que les quiere meter ideas en la cabeza, que se está engañando, que por qué se mete con ellas que están tan contentas en su charca, y mil excusas más para no tener que enfrentarse a sí mismas.

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Lejos de ranas y sapos, pozos y charcas, ésta es la actitud que asume la gente mediocre. Cada vez son más porque es más fácil no enfrentarse a nada. Es más cómodo estar en una charca y no arriesgarse a lanzarse al pozo. Pero es más triste también pasarse la vida en un charco mugriento, cuando se puede ser feliz en un pozo grande y profundo de aguas transparentes.

1993