1 .-¿Qué es la sangre? 2.-Menciona las funciones de la sangre
RAÍCES DE LA SANGRE
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RAÍCES DE LA SANGRE
RAÍCES DE LA SANGRE
Pilar Blanco
Para quien
parasiempre
más allá del bosque
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HAZ
Como la roca agua, el cielo luz,
tu cuerpo: Amor. Quien bebe
calma su sed; quien ama,
colma su luz secreta. Quien se sacia,
pierde la esencia misma de la vida:
su sed.
Juan Gil-Albert
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CERO
Entramos en el bosque muy despacio. La bóveda de
luz tamizada era el único abrigo de la desposesión: de
mi sinpiel, pues me desprendí de ella para cobijar tu
intemperie.
Solo aquel velo amarillento. Solo en aquel silencio de
presagio.
Muy adentro. Siempre llegamos muy adentro. La
superficie de los cuerpos no fue sino la puerta.
Traspasadas las puertas, hurgado el hondo. Trituradas las
médulas.
Me arrodillé junto al hoyo que había cavado a meses y
manos. No opuse resistencia.
Solo volví la cabeza un momento para mirar tus ojos.
Amé tus ojos.
Y acepté, con la frente inclinada sobre la tumba de mis
sueños, aquella muerte que venía de ti. El tiro de gracia
de tu miedo.
El manto de hojas secas del olvido.
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UNO
Hoy has salido al bosque a probar tus nuevas botas de
intemperie. La nieve respondía a tus pasos.
Masticas paso, crujido, masticas nieve. La amable.
La encubridora.
Si fuera tu primer invierno creerías que así termina todo,
en la descomposición de la tierra, de las hojas y el musgo
bajo esta mortaja de silencio.
Pero sabes que no. Que es la vida. Con su olor a podrido,
su desmoronamiento. La vida tiene ese lenguaje oculto.
Tropezamos con ella, creemos, descreemos.
Vivir es retomar.
Una ardilla se te acerca. Sobre la piedra, pareces piedra.
¿Quién le temería al granito, a la inmovilidad?
Ha dejado a tus pies una bellota y te escudriña con ojillos
vivaces.
No, no es para ti.
¿O sí?
¿Debes vivir para siempre en el puño cerrado de este
bosque que te acoge y sustenta?
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Sin espacios abiertos ni horizontes ilusorios, hundida
entre los árboles hasta donde alcanza la vista; ahí tú.
Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza... , dice Ángel González.
Caminar y esperar. Conteniendo el aliento. No pensar,
conteniendo el pensamiento. Sin más que el ahoraqué.
A tu alrededor la nieve adopta formas engañosas y se ríe.
Se ríe.
Tus tropiezos.
Tenderte sobre la nieve, brazos en aspa, piernas que
imitan la madera pulida.
Soñar que un río nace en el bosque y lo atraviesa.
Tú que eras tronco eres ahora navío y eres curso de agua
que va alejándose de aquella vida bajo la cúpula verde,
bajo el horizonte cerrado y su cueva de dolor.
La parasiemprerrío.
Al abrir los ojos no te has movido. Viaja por ti la
imaginación, sustituye tu miedo.
Crees ver la cara de tu padre tras un tronco desnudo. Y
la de aquel amigo que quedó atravesado sobre las vías
una noche, hace ya tantas noches, sin que supiese nadie
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nunca de qué, de quién se estaba despidiendo. También
están Humildad y Fermín, Enrique, Alberto. Consuelo.
Las suyas son miradas risueñas, de se está bien aquí.
Todo tan transitorio, un paisaje de invierno que sale de su
postal para que no estés tan sola.
Sola y los muertos. Una forma distinta de ser la soledad.
El vacío que enlaza lo visible
y lo invisible tiene
quien ocupe su centro, quien encienda la luz
y haga hogar de la nada.
Es el amor, su estrella, quien da forma a lo informe,
calor a la intemperie
y sonrisa a la mueca resentida.
Mira tus brazos, tus manos, las piernas entumecidas. Te
pertenecen, los sientes, aún son tú. Y tú, viva. Sobre todas
las cosas, inquieta o anclada en el noser. Pero tú.
Y viva.
No quieras más que aquello que la vida te tiene destinado.
Epifanía. Nace el bosque, prepara sus fluidos.
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Nacer. Como él.
No olvides que aquel que quiera conquistar el mundo
debe dominarse primero a sí mismo. Cerrar grietas.
Triturar las espinas.
Queda la débil campanada del corazón.
Déjalo que descanse, al corazón. Que se encove en este
silencio; que aquiete su rugido de borrasca.
Calma, sosiega, casi sin sentirte. Estás. Como todo.
Como la tierra y el musgo, como las hojas y la
minúscula agitación de la ardilla, como tus brazos y
tus piernas y tu hambre y su río. Esperando la lentísima
resurrección.
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DOS
Y al volver tras la experiencia de la nieve en el bosque,
sentir que ningún lugar mejor que este hueco caliente
desde el que contemplar las afueras, rincón agachadizo
para no ser vista. Aunque no haya por quién.
Desde donde recordar.
Recordar para qué. No deberías buscar la sal que conserva
lo muerto, sino allanar el camino que conduce a la vida.
Un día fuiste. Fuiste mujer, fuiste feliz, fuiste la
imprescindible. A flor de corazón, de piel ardida;
incandescencia que consumió tus naves.
¿Y después del incendio?
Las brasas tamizadas del presente. Un ventanuco. El
bosque. Querer y no querer. Dar un paso y al tiempo el
contrapaso. Negar los ojos que guardan desde su ceguera
aquel fulgor.
Contradicción, tesoro del artista. Duelo del que uno
quisiera no salir. Del que uno no consigue salir.
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Contradicción. Saber lo que daña. Reconocer el veneno
y sus estigmas. Reconocerlo con los labios endulzados
en su licor letal.
Sí, inmenso Whitman, tú sabías que hay que volcarse en
los muchos que somos, en sus espejos. Nadie es uno,
sino fragor de muchedumbre, de canción concertada
que camina al unísono. De alarido ensordecedor
cuando discrepan sus yines y sus yanes, sus amores-
sus odios, su afán de supervivencia contra el instinto
predador.
Ser el áspid que te muerde en el cuello, la lengua que te
alivia.
Aspirar su ponzoña y enroscar los zarcillos, las manos
enrejadas a tu cuerpo.
Desgarrarte la garganta y escanciar en ella la única
saliva.
Amor carnicería, descuartizador amor,
salvación para el náufrago en una tierra maldita por
los dioses.
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TRES
« Hay sólo sangre, sólo hay polvo, sólo pisadas de pies desnudos
sobre la espina »
Octavio Paz
Mana la sangre. Repta sobre la nieve la vida que se
derramó sin colmar el vaso. La que parecía que acaso y
ya fue nunca.
Sobre la superficie de las cosas flota la pérdida que se
anuda a otras pérdidas.
Mana, repta, hace arroyo. Remansa.
¿Se vuelve a lo perdido ?
Se vuelve con la imaginación, esa fullera.
Huiste. Sientes aún mil ojos en la espalda. Espinas sin
rosa, lenguas atroces, agujas de costura.
Desgarro del amor, desgarro de los otros, ajenos que te
enajenan.
Veneno y sangre tuercen su gota a gota en tu recuerdo.
Nunca podrás volver.
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Mana la sangre, pues. En remolinos de lentitud gira tu vida.
Cada día aprendes a morir.
Un poco más.
Algo mejor.
Mientras te roza el aire o te impregnan los sonidos del
bosque.
Mientras tus ojos cambian imperceptiblemente de color.
Colocas el color bajo los párpados. El sabor de lo eterno
en la lengua. La tersura de lo prohibido en la diana del
corazón.
Tender a lo alto la mirada, tan alto como una luz que hiere,
consigue hacerte ver el cielo crucificado por los árboles.
Y vuelves a caer.
Rodillas en la tierra. Rodillas sobre la nieve. Rodillas en el
barro. En el humus de hojas. Tus rodillas conocen todas las
texturas.
Todos los sentimientos han macerado tu piel.
« Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
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arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo. »
O no arder, Octavio Paz, jinete de la llama.
Helar el latido en su lecho de nieve.
Y que quede la sangre como un rubí indeleble.
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ÍNDICE
HAZ
CERO .............................................................. 11
UNO ............................................................... 12
DOS ................................................................ 16
TRES ................................................................ 18
CUATRO ......................................................... 21
CINCO ............................................................ 23
SEIS ................................................................. 25
SIETE ............................................................... 27
OCHO ............................................................ 29
NUEVE ............................................................ 31
DIEZ ................................................................ 33
ONCE .............................................................. 35
DOCE .............................................................. 37
ENVÉS
TRECE ............................................................. 43
CATORCE ........................................................ 45
QUINCE .......................................................... 47
DIECISÉIS ........................................................ 49
DIECISIETE ...................................................... 51
DIECIOCHO ................................................... 54
DIECINUEVE ................................................... 57
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)»
© de los textos: Pilar Blanco© de la edición: EOLAS EDICIONES
Diagramación: contactovisual.esISBN: 978-84-15603-70-2Deposito legal: LE-877-2014Impreso en España - Printed in Spain