Año 3º Panamá, 1º de febrero de 1910 No . 59

Revista Quincenal Ilustrada +

MI LIBRODe "Lirios Rojos"

(En prensa)

Mi libro es un palacio de alegrías,con jardines de zarzas y dolores;un raro pentagrama de mis días,con arpegios de plácidos rumoresy maldiciones hechas armonías.Es no paisaje en acuarelas rojasdonde palpita de Pasión el beso;una historia de amor en cuyas hojas

el perfume está impresode juveniles dichas y congojas.

Lo he escrito para mí con los arrullosde la fugaz, ya muerta, Primaverade mi vida, con la savia primera;por eso hay en él cálidos desvíosy excesos perdonables en los bríos

de los ardientes años.Es el cofre que guarda los murmullos

de cuitas olvidadas,mis yertas ilusiones,las flores delicadas

que al invierno de tristes desengañosmurieron en capullos.

Viajera que no sabes del lamentoque arranca el sufrimiento;

feliz alma inocente que transitasla senda de los castos ideales,y el mundo de :los místicos habitas

soñando con purezasy afectos virginales:

Mis versos te ,harán daño ; lirios rojosson ellos, y han nacido en los despojos

de un corazón marchitocuya virtud envenenó el malditofantasma del . Placer y sus antojos :.', . ..

Mi libro es un. alcázar cayos muroscustodiados están por los conjuros

de funestas pasiones;á él no pueden entrar los corazonesinexpertos, y tímidos, y oscuros

Panamá, 1909 .

J, GUILLERMO BATALLA .

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£os pobres :HelosDe fin libro en prensa.

(Cuentos argentinos .)

t

Cuando empezó á conmoverse la atmósfera los dos hombresestaban sentados en la mezquina terraza cubierta, desde donde,se dominaba el valle y las casas minúsculas de la pequeña po-blación.

El comandante Manrique, se había instalado allí en compa-ñía del invitado para saborear mejor el mate y evocar los recuer-dos de la lejana . juventud. i Cómo cambiaba la existencia! Seconocieron hacía treinta años, cuando ambos buscaban ruta,disiparon juntos buena parte de la juventud ,y la vida les sepa-ró después como se dividen las aguas en el delta de los ríos.DonPedro salió campo afuera á entregarse á Ias industrias ruralesque le dieron su bienestar. Su risa franca, su chiripá ne gro ysu cinturón duro de billetes de banco, estaban diciendo á vo-ces su fortuna. Manrique, más ambicioso, se aventuró en la po-lítica, al servicio de un caudillo grandilocuente que le arrinconódespués del fracaso en una jefatura de la policía provincial . Ha-bía que resignarse á todo . Pero las diferencias de situa-ción no significaban nada. Los viejos amigos reconfortados alencontrarse de nuevo después de una dura separación se refi-rieron fraternalmente los detalles de sus vidas áridas que sealargaban al margen de las ciudades populosas en un ambientede soledad y de violencia,

Ña Petrona interrumpió el diálogo.

—i Manrique!—gritó desde el fondo del corredor,

— ¿Qué hay?—gruñó el comandante sin abandonar su asien-to .

—¡Que vengas un minuto! ¡que te tengo que hablar! . . ..

Manrique se impacientó.

—Para un amigo viejo no hay escondrijos

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Ña Petrona surgió entonces, desgreñada ,y con los ojos bri-llantes, como si acabara de sufrir una conmoción íntima. Alverla, el comandante lo adivinó todo.

—¿Locuras de Felipe? ¿Verdad?—interrogó mordiéndoseel bigote —¿qué nueva infamia ha cometido ese infeliz?

Ña Petrona se echó á llorar y contó la escena entre sollozos.

—Ya sabes lo que es nuestro hijo . . . . Sus parrandas_--.Sus intrigas . . . . Quizá él no tiene la culpa __ Pero siemprenecesita dinero . . . . Ahora vino, ,y me pidió más de lo que yotenía . . . Era urgente . . . Le esperaban los suyos . . . Una Res-ta no recuerdo donde . . . . ¡Vaya uno á saber! . . . Y como ledije que no era posible__ _ Ya le conoces . . . . es una pólvora . ..Se enfureció_-_ . repitiendo una cantidad de amenazas - . Queno merecíamos ser sus padres . . . . y que puesto que nada hacía-mos por él no tendríamos que quejarnos si había una

desgracia.... ¡Una desgracia!.... Las malas razones de siempre....Si no me dan lo que pido, robe . - Y es por eso que te llama-ba . . . . ¡Me da miedo nuestro hijo! . . . . Nuestro pobre hijo! . . ..

Manrique lanzó los juramentos de rigor y esbozó un gestode amenaza:

--iMaldito calavera! ¡Que venga en seguida! ¡Yo le voy á en-señar! . . ..

—Ya se fue . . . —murmure dulcemente ña . Petrona.

Y los tres viejos estrecharon el círculo mientras la tempestad se acumulaba en el confín formando una gran nube espesaque abanzaba como un ruar . . ..

II

Hubo un momento en que sólo briIIó un resplandor difusoen el lugar donde debla estar el sol . La tormenta avanzaba cabal-gando sobre la noche. Se hubiera dicho que un ejército de som-bra ponía sitio cautelosamente á la aldea. Los truenos teníanlejanas solemnidades de derrumbes ,y los relámpagos, indecisosaún, temblaban detrás del tul gris con una persistente ondula -ción de líneas rotas . . . . De pronto cundió un gran silencio de es-pectativa. Las nubes se inmovilizaron, la brisa cesó, los hombresmismos parecieron sentir la angustia de lo que se acercaba ,y unrayo victorioso rasgó el paisaje ,y se clavó á lo lejos como unahorquilla enorme sobre un gran haz de paja . Entonces, cual si.fuera una serial se desencadenaron en tumulto todas las fuer-zas . . . . Bajo los monstruosos chorros de luz se encendió unaclaridad que abarcó la mitad del horizonte . El viento furiosodobló los troncos de los árboles . Y al conjuro de, un trueno in-concebible que hizo temblar los vidrios como si partiera la, tie-rra en dos, empezaron á caer las primeras gotas grandes y pe-sadas que descargaban la atmósfera .y anunciaban el temporal

—Tenemos lluvia para mucho tiempo —murmuró Manriqueretirando su silla para evitar el agua que le salpicaba los pies ápesar del techo inclinado.

Don Pedro so levantó á su vez . W caballo había quedado alondo de la propiedad, junto á, los árboles de la quinta .

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Voy á ponerlo bajo techo—dijo ; haciendo resonar las es-puelas sobre los ladrillos relucientes.

Manrique volvió entonces los ojos á su mujer.

--Felipe te ha levantado la m ano, ¿ verdad?—interrogó eravoz baja.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Felipe te ha pegado . . . . Dímelo . ....

Te aseguro que no . . ..

La madre defendía al hijo á pesar de todo.

Pero el comandante descubrió una marca en el brazo des-nudo v dio libre salida á su cólera. Semejante canalla no teníaperdón de Dios. iGolpear á su madre! Y ¿ese era el Felipeque hace diez años jugaba en la casa ,y se sentaba sobre las ro-dillas?

Manrique se enjugó los ojos con la manga del uniforme.

— ¡Maldita sea la suerte!

Ña Petrona escondió la cara en el delantal.

Y' ambos se, sintieron mas unidos que nunca, porque lesacercaba el dolor.

Después de un silencio largo Manrique pareció despertar,y se asombró de no ver a su amigo.

—¡Pedro!—gritó bordeando la casa en dirección á la huer-ta .

Y como nadie contestara.

--Se habrá refugiado en lacaballeriza.;—murmuró,--¡conesto tiempos

-

La lluvia continuaba zumbando con ¡roa violencia loca . Losdardos oblicuos parecían clavarse en la tierra formando unatrabazón brillante bajo la cual temblaban las hojas en medio deun ruido ensordecedor descascada.

Manrique se lanzó á pesar de todo. Acababa de descubrirá lo lejos el caballo . ¿Cómo dejaba dan Pedro que el animalcontinuase bajo la lluvia Si había salido precisamente para po-nerlo al abrigo? Por qué, no contestaba? La inquietud le hizo

-olvidarlo todo . Había que aclarar las cosas__ Sus hábitos derástreador le indujeron á conjeturar algo anormal . . ._ Depronto se detuvo. A pesar de la obscuridad creciente acababade descubrir entre el barro el cinturón de Don Pedro . ¡Esta-ba vacío!

El comandante tembló al comprender que sus suposicioneseran fundadas . . . . ¿Cómo se había atrevido un malhechor á en-trar hasta allí? . . . . Conteniendo la emoción siguió explorandola quinta . . . . El agua había borrado las huellas____ Pero en laszarzas que crecían al fondo entre las espinas ,y las hojas quechorreaban bajo la lluvia implacable, descubrió, casi al tanteo,un cuerpo rígido . . . . Manrique encendió una pajuela ,y exami-

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nó la herida que atravesaba la espalda

. Después miró decerca el terreno para descubrir un indicio . . ..

--¡Porque yo te vengaré! —juró extendiendo la mano sobreel cadáver—para algo me ha de servir el puesto que ocupo . . ..Ahora mismo voy á buscar á mis hombres . . ..

Pero un estremecimiento le cortó la palabra . . . . Se pasó lamano por los párpados romo si quisiera ver mejor . . . . A suspies brillaba un arma conocida.

—Fe . . . . li . . . . pe . . .---articuló consternado.

Y sintiendo que le faltaban las fuerzas, se arrastre hacia l icasa como si acabara de ser herido mortalmente también.

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Muy de mañana, casi con las primeras luces de la, aurora,se llevó á cabo la reconstitución del crimen . Como ocurre á me-nudo, el malhechor había sido apresado aquella misma noche,por casualidad, á raíz de una disputa, en un baile mal frecuen-tado donde hacía gastos locos . Al conducirle á la comisaría, levieron las manchas de sangre y el fajo de billetes . . . . FI destinose encargaba de vengar así al muerto que dormía rodeado de lu-ces en una habitación do la casa del comandante. Porque, comoun desagravio á la memoria del amigo ] Manrique había ordena-do que se le velase allí.

Los que asistieron á la lúgubre ceremonia dicen que cian-do Felipe atravesó el patio de su casa entre dos gendarmes,vieron unas siluetas que sollozaban detrás de los vidrios yoyeron la voz de los dos seres casi exánimes que en elaniquilamientode la suprema angustia sólo encontraban fuerza, para decir:

– Y ahora, ¿qué hacemos, vieja?

--Ya lo ves . . . . llorar . . . .

MANUELUGARTE

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FantasíaPara NUEVOS RITOS

De amor al verla mi alma se enajenay juro en el instante hacerla mía;pues ella viste una melancolíaempapada en dulzura nazarena.

El destino lo quiso. Por ser buena,nunca debo pagarle con falsía:si el alma lo intentase sufriríaremordimientos grandes, honda pena.

Olvidarla? Jamás! Que en mi alma irradiesu virtud que yo adoro como nadie;porque amante y sumisa á mis antojos,ella perdona y paga mis agravioscon las tiernas promesas de sus ojos,con los besos tan raros de sus labios.

ANTONIO CARRILLO VARGAS .

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Del Barrio Pobre.No tenía aquel barrio pobre ni una nota en común con

los otros aristocráticos y alegres de la ciudad que ríe.El era solo la ciudad que llora, que sufre la miseria y quetorna en consuntiva el hambre . Contrastaban las facha-das de mármol de los palacios, las graderías lujosas, lascalles anchas y los bazares de fantasía de los barrios le-janos, con las bajas casuchas mal pintadas, de puertasdeformes y de minúsculas ventanas y con las estrechascallejuelas y las tiendas de quinto órden de ese lado.

El débil colorido del conjunto, que hubiese halladocabida en la paleta del pintor ó en la lira poética, llamabasólo á piedad al ser mirado tras el prisma de la prácticarealidad de las cosas.

Allá la luz, el ruido, el movimiento, todo! – Aquí unacalma apacible, turbada solo de vez en cuando por la pre-sencia de algún transeunte, de cara atezada, obrero cuallos otros, ó de alguna pareja de burgueses que pasaban,con los niños por delante, formando un extraño grupo ba-jo la lividez de los mechones de gas de la esquina.

De pronto, y al llamamiento de la voz inicial de unode los vendedores de los puestos al aire libre, brotaronde las viviendas cercanas varios individuos : hombres,mujeres y chicos, y fueron á formar, en un instante, compactocírculo alrededor de la venta, junto de la cual el dueñosujetaba por la grasienta solapa de la blusa, y por losfrágiles puños, á otro hombre quien, así sujeto, dejábasetener impávidamente sin hacer resistencia ni excusa.

—Ha querido robarme—el vendedor dijo—y lo hesorprendido en el momento de tomar los objetos ; éstosmirad,—añadió señalándolos .

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Y entre los comentarios de la rueda, que no se deshi-zo sino cuando llegó el agente de la autoridad á tomarlapreso, el hombre seguía inmóvil y mudo, como un imbé-cil que no supiera lo que estaba pasando á su lado.

Días después en la audiencia, cuando le tocó su turno,.se hizo comparecer al ratero, al ladrón, como el juez lellamaba . Este juez, de correcto vestido, de eleganteblanca pechera de camisa en donde relucía una costosabotonadura, y con sus anillos de diamantes y su aspectoirreprochable, demostraba pertenecer á la clase rica y fo-tografiaba en su fisonomía la dureza de su corazón.

---Senior -habló el acusado - mi madre se halla enfer-ma, mis hijos mueren de hambre, yo no encuentro traba-jo y nadie ha querido prestarme un céntimo para

—La vieja cantinela!.-exclamó el funcionario con sor-da cólera. Y su mano, que había, absuelto ayer mismo áuna poderosa y culpable compañía, no castigándola sinocon una exigua multa, firmó para el desgraciado una atrozsentencia . Había agravantes: ha tiempo no se le veíaocuparse en nada, tenía facha sospechosa, qué sé yo . . . . !.Y luego, la ley decía tal cosa, y era deber cumplir la leyescrita, defectuosa por anticuada muchas veces, pasandopor encima de la ley de la razón, que es la única venera-ble .

Pocos días después la evasión del reo, efectuada enla cárcel antes de que pasara á presidio, era comentada,y otro reo comparecía en la vista : un comisario del cuer-po de orden.

—Se os acusa de haber facilitado la fisga del delincuente, ¿qué tenéis que decir en vuestra defensa?

--Nada absolutamente-replicó con voz concisa elsub-jefe, nada ante vosotros, inhumanos. Caiga sobremí el peso de la justicia . Si no he traicionado mi con-ciencia ni mis sentimientos, por lo menos; he traicionadoá la institución á que he pertenecido, y merezco una pena.Pero aquel hombre-dijo aún con voz más clara y seguray mirando al juez al fondo de los ojos,-pero aquel hom-bre no la merecía, no la merecía !-

New York City,--1908.

A . ESQUIVEL DE LA GUARDIA.(Costarricense)

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s

AÑORANZAS

Quedaron lejos la heredad ; el vallenativo ; el río rumoroso;el cementerio blanco y silencioso;la vieja iglesia ; la desierta calle.

Dejad con el recuerdo que batalle,y busque á la distancia el orgullosocampanario, que un tiempo, clamoroso,midió mi vida en su menor detalle.

Quiero escuchar de nuevo sus campanas;ver los maizales en que canta el viento;necedades hablar con las aldeanas

y vagar por los campos, cuyo alientoperfumado aspiré muchas mañanasque aún viven gratas en mi pensamiento.

II

¿POR QUÉ?

Eso pensaba ayer; mas vi sus ojosy he arrojado al momento todo aquelloen el profundo olvido ; si algo bellohay en la vida, que hoy me cause antojos,

es el ver en su rostro los sonrojosde la virtud ; el púdico destelloque se advierte en su frente: regio sellode bondad, que disipa los enojos.

¿Por qué secreto influjo Ella ha llegadoá causar en mi sér tan honda herida?Todavía lo tengo yo ignorado!

Mas no echo menos mi heredad perdida,ni el valle, ni la iglesia, ni el calladocementerio. Comienza en mí otra vida!

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ELLA

Hay en sus ojos tal melancolía,es tan dulce, tan suave é insinuante,que al contemplarla en el primer instantesentí deseos de llamarla Mía.

Con qué delicadeza yo sabríaconvertirme para Ella en tierno amante,y cómo por su amor, noble y radiante,.ser bueno y ser dichoso yo podría!

Cuando me dijo, en rara confidencia:yo quisiera irme un día por lejanascomarcas, de la mano del Deseado,

mi corazón oí que con violencialatía sin cesar, y tuve ganasde ver tierras, de amar, de ser amado!

IV

ENVIO

Una noche de baile, dulce amiga,te conocí; charlamos largamentey te mostré mi alma, ingenuamente,llena de desencanto y de fatiga.

Fuiste piadosa para mí . Bendiga-te el Cielo! y dulcemente,con frases de ternura mi dolienteestado de pasión calmaste,

Escriba,

me dijiste, algún verso bien sentido;cánteles á las aves, á la aurora,y á las puestas del Sol tras los alcores,

Yo por obedecerte escribo ahoraestos versos, que huyendo del Olvidovan á implorar, ansiosos, tus favores.

GUILLERMO ANDREVE

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Discursodel Doctor Pablo Arosemena en la inanguración

del Asilo para huérfanos F,• };•~ ;•~ ~ ~ • ~i }~

SEÑORES, SEÑORAS:

El deseo de algunas de las señoras y señoritas presentes,que tiene para mí el alcance de una orden, me da la palabra enesta ocasión, tan simpática como solemne, y me permite contribuír con humilde ofrenda al brillo del acto que es honra ygloria de la sociedad panameña . Mi júbilo, por distinción para

mi tan lisonjera, sería completo—cielo sin nubes—concienciasin tizne —á tener la seguridad, que me falta, de que mi discur-so corresponderá á la riqueza del asunto ; cumbre á la cual noso llega sino con alas poderosas, pensamiento de filigrana ,yfrase de clásico corte . El tiempo, que no se cansa, es principioy es fin ; luz ,y sombra, cuna ,y tumba; crea y destruye . No mehallo ya, y lo siento mucho, en la mañana de la vida ; •y adviertoque menguan las fuerzas que un día me concedió generoso con-concepto. Así, me juzgarla hoy bajo peso ponderoso á no conocer vuestra índole, que me garantiza vuestra indulgencia; pre-cio excesivo de mi modesta oración.

¿Qué no podré prometerme de asamblea tan distinguida, dela cual fo r man parte muchas de las porronas que han colabora-do en la obra que hoy se, inaugura, con su dinero ,y con esfuerzopropio, de precio tan alto, do mérito tan excelso ; labor realiza-da con noble celo, por quienes viven en amores con el bien, queprodigan con mano generosa ; en goce íntimo por las necesida-des que satisfacen, las penas que alivian y las lágrimas que en-jugan ; en perpetua oración por los que padecen ; practicando,con mística unción, el "amaos los unos á los otros "; mandato di-no que, obedecido sin reservas egoístas, haría la dicha delgénero humano.

No ha sido el sermón de la Montaña oratoria perdida parala humanidad . L a semilla, tan rica, desprendida de divinos la-bios, no ha caído en suelo , estéril . No ha marchado el génerohumano, con la deseable celeridad, por la senda del bien, y ha-cia el que es su noble destino : el imperio absoluto del derecho y

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de la justicia: la extinción del delito, que lo desconoce y comba-te. Pero su paso, aunque lento, es firme ; ola que no retrocede,sino avanza; luz que no mengua, sino que se aviva é irradia ; idea,que es la verdad, ,y que se acerca ya al zenit de su fina] victoria.Hay espinas en la senda, ,y la planta ensangrentada del hombremarca la vía dolorosa que recorre hacia el anhelado oriente,que en lo moral es el predominio de la virtud sobre la pasiónque ciega ,y el interés que corrompe . El destino de la humani-dad, ha dicho César Cantú, es progresar padeciendo . Derra-ma sangre y lágrimas, pero asciende, aunque penosamente, porla falda que conduce á la altura . El presente, esfuerzo, sacrificio y dolor, es el precio de grandes conquistas ; posicionesganadas á la tradición de abuso y de injusticia . Es sin duda lamás trascendental de esas conquistas el reconocimiento de launidad moral del género humano, que ha borrado las fronterasy las diferencias de, razas ,y clases. La desgracia no tiene hoyclase, ni raza, ni nacionalidad . No padece el moreno, ó elamarillo, ó el rubio; no sufre el francés, el español, ó el ruso : sufreun hombre, ,y el hombre, su hermano, se apresura á aliviar sudolor ,y enjugar sus lágrimas . El egoísmo, justificable sólo porla salud del Estado, en lo individual, va en decadencia, que esderrota . Luis XV, el Rey que manchó sus blasones con el lododel Parque de los Ciervos, pronunció esta frase de frío egoísmo:"Después de mí el diluvio" La sociedad moderna repudia eseparque y esa frase, ,y dice : "después de mi el día radiante de lacivilización, en el apogeo de, su triunfo y de su gloria.

Practicar el bien es el fin natural del hombre ; podría decirseque es su misión providencial . El mal y sus agentes son excep-ciones que no refutan, sino que sostienen ese gran principio . Nipodría concebirse la existencia, la conservación y el progresode las sociedades, sin el predominio de los elementos sanos quedan origen á sabia legislación y á gobiernos justos ; que fundanel orden público ,y la paz moral, y crean relaciones sociales gra-tas y benéficas . Y cuán intensos ,y dulces son los goces quecausa la práctica del bien, que es el ejercicio de la virtud . Sonesos goces—tan legítimos —duraderos é inefables . No engen-dran el hastío del vicio, que deshonra y arruina, ni dejan en el-alma la espina del remordimiento.

En el umbral de la mansión pavorosa que ha creado la fan-tasía del Dante, el más grande de los poetas italianos, se hallaesta inscripción terrible : " Lasciate ogni speranza, voi che én-trate". Dejad toda esperanza, vosotros los que entráis . Es de-cir, dejad la vida, porque esperar es vivir ; y es alma muertala que no siente ya el calor de la esperanza. En el de este Hos-picio, erigido con fin santo, por la caridad panameña, podríaescribirse . "Entrad, ,y abrid vuestros corazones á todas las es-perazas". Entrad, huérfanos, ,y hallaréis que la sociedad osadopta . ,y os alimenta ., ,y os viste, y os educa para la vida deltra-bajo honrado, que liará de vosotros hombres útiles, ciudadanosleales á la patria, empeñados en hacerla grande ,y gloriosa.

Inmensa ,y limpia es la gloria, que no perecerá, de las per-sonas que han contribuido con su dinero, con su prestigio ycon labor que es inapreciable, para erigir este edificio, que tie-ne tan noble destino . Bajo la influencia de celo casi religioso,.Y con fe inquebrantable---la. que transporta las montañas—no

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humillándose, sino irguiéndose, han solicitado la limosna,presente santo, para coronar esta obra, templo levantado á laDiosa de la Caridad, . Porque este Hospicio es también monu-mento que proclama su nobleza ; y porque en él los deshereda-dos, ya redimidos, elevarán al cielo, por quienes tanto bienhan hecho, oraciones que serán escuchadas -porque las hacen,corazones agradecidos.

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PRESBITERO Dr. JOSE SUAREZ.

El Presbítero, cuyo retrato precede, es bien conocido ennuestro país, y no vámos, por ende, á escribir su biografía.

Sólo queremos, á fuer de justicieros, rendirle homenajepor la, pruebas palmarias de su patriotismo creciente, altezade miras y preclaro intelecto, satisfaciendo así el propósitoque, desde nuestros primeros años, nos impusimos, con

respecto á nuestros conterráneos que se distingan poi * sus luces yvirtudes .

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Montalvo, el integérrimo y elocuente humanista, dijo enuno de sus bellos rasgos que " la sensata alabanza nunca esaduación . "

No reconocer el mérito de la inteligencia que fulgura ; nover con los ojos de la verdad y la razón, la moral humanizaday la honradez que glorifica, es vituperable envidia que rebaja,,y egoísmo insensato que subyuga

Las lucubraciones del Presbítero Doctor Suárez son grata-mente leídas, por que entrañan sanas é instructivas ideas basa-das en el amor á la patria y en el respeto á la sociedad.

Entre las muy buenas producciones que hemos leído delcaballero de quien tratamos, en periódicos nacionales y extrasfieros, hay una que es, sin disputa, altamente descollante.

Su artículo publicado en " La Educación Moderna" "CulturaHumana", es tesis cuyo desarrollo les ha gustado á las personas juiciosas y de sentimientos exquisitos, que impregnan susespíritus en las linfas diáfanas de la bondad.

Veámos como termina el Doctor Suárez la hermosa pro-ducción que leímos con placer:

" Si vivimos en un siglo de libertades, no cohibamos la aspi-ración ajena, ni permitamos que la oposición de ideas lacerenuestra alma con el rencor ,y con los odios.

La libertad es generosa, y la verdad, aun cuandoparecesevera, también lo es. Cuanto más libres somos, más unidosdebemos vivir, porque la desunión disgrega y mata, y en nacio-nes grandotas ,y seguras como la nuestra, todo elemento positivoes necesario y nada debe despreciarse.

Y esta unión es sobre todo necesaria para realzar la cultu-ra del profesorado.

Unámonos, pues, por medio de asociaciones solidarias todos los que en cierto modo hemos aceptado la responsabilidaddel porvenir, y fomentemos, por cuantos recursos estén ánuestro alcance, ya que el Gobierno se muestra generoso, la cul-tura de la patria."

. . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . ..

El Doctor Suárez es hombre de delicado paladar literario.Su estilo es noble y cuando escribe ó cuando habla, comosabeque el pensamiento dá "belleza intrínsica y el lenguaje dá belle-za exterior" se impone con sencillez avasalladora en el periódi-co ó en la tribuna, ,y recibe, sin envanecimientos ridículos,aplausos por doquiera.

Joven es aún el Doctor Suárez y es de esperarse que conti-núe exteriorizando sus ideas, sirviéndole así á la patria con elfruto de su rica imaginación .

RODOLFO AGUILERA

Panamá: 1910 .

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Augurios me parecen de noches que me esperanLas tristes somnolencias del viento á . su pesar,Del viento que gimiendo arrastra por la esferaLas nubes perezosas de hondo' trepidar.

Del viento que en el bosque remueve la hojarascaDe flores y de hojas que mueren sin llorar,Que luego en la llanura tórnase en borrascaY azota enfurecido el seno de la mar.

Del viento que se extingue y deja en el silencioEl eco dolorido de ruinas que causó,De ruinas que irredentas semejan el desprecio,La burla de ilusiones que . el alma acarició.

Del viento que se lleva el grato olor y esparceEntorno de las flores la triste soledad:Del viento que semeja de mi alma los oleajes,Las luchas y las penas de mísera orfandad,

De luchas que no puedo cantar porque sontristes;De penas que ya han roto mi pobre corazón Y en esta angustia inmensa, mi Alma, queme dice?Adiós, Adiós . . . . guarda por siempre . . ., guarda tu dolor;

Panamá, Diciembre 12 . de 1909

J . S.

NUEVOS RITOS 281-

ALMAS MODERNAS

Los acompañados violines sintieron rechinar los ar-cos sobre sus cuerdas, sonando inquietamente, largamen-te, como una locura intensa, convibraciones sublimescomo escapadas de ánforas de cristales. Era el balanceórítmico y evocador de el punto ; el baile incomparable, su-gestivamente tradicional de nuestros abuelos, que surgíacomo del fondo obscuro cíe una leyenda milenariacomoun recuerdo de la Panamá envejecida, de la Panamá de-crépita entre los hierros de la despótica y saludable civili -zación, que como ogro insaciable devora los atavismos in-mutables de las raras infecundas, dormidas á la vera delcamino enervadas por el filtro de sus tradiciones y de,sus ritos anónimos.

La atmósfera del salón olió á nevadas estrellas dejazminero, y de entre el grupo donde murmuraban los la-bios y chispeaban las miradas, coronada de esas aromo-sas florecillas y de rojos claveles, surgió ella, corno unaVenus de bronce pálido, bruñido en la fragua incansablede los trópicos

Y la trigueña Inés vestía también el traje tradicionalde sus abuelos . El traje que denuncia la morbidez y ter-sura de los hombros y el nacimiento onduloso de lossenos.

Vestía, sí, con la pollera, con la ancha toga de gustoingenuo formada por dos piezas, hecha con tela transpa-rente salpicada de florones extraños ó listada con cansa-da simetría en su blanco fondo, y que oculta la esbeltezdel talle, atándolo levemente como si fuese un regalo dedonde penden, á cada tino de sus frentes, los dos extre-mos de una cinta figurando lazos inconclusos . Cinta quecasi siempre se esfuerza en vano por copiar el color del

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enjaretado hilo de lana con que el traje rodea en su partesuperior el ataviado busto ..

Así apareció entre las agudas palabras proferidas envoz queda y entre las miradas incendiarias que hubieranquemado á través de aquel traje á haber sido éste decristal.

Al compás de el punto aquella carne núbil y flore-ciente ondulaba estremecida, como en una expresión virgi-nal de nostalgia de sensaciones gratas y soñadas . Losgráciles y pequeños pies de la bailadora se adivinabanvertiginosamente ágiles en su repiqueteo largo y acompa-sado, que parecía el metamorfoseado eco de los instru-mentos :

"Marcando el ritmo suave con los tacones,y alzada levemente la falda blanca,robabas vencedora los corazonescuando al pasar regabas tu risa franca".

Así, en ese instante feliz de aquella noche me acordéde esas estrofas de Aurelio Máximo que nos hacen alleerlas vivir en el pasado de gratos recuerdos que soncomo nuestros hermanos ; y al pensar en el autor de "T 1Punto", se me antojó verlo allí mismo, en aquella salapoblada de armonías, de murmullos y de alientos anor-males, sonriendo triunfalmente, robando todos los deta-lles de aquel engranaje de ritmos pira engarzarlos mástarde en las doce sílabas de cada uno de sus versos.

Callaron de pronto los instrumentos como si hubie-ran sentido la opresión del cansancio, y sus últimasnotas serpentearon todavia en los oídos de los circuns-tantes una, dos, tres y muchas veces más, como jugue-teando sobre esa sensación voluptuosa prolongada en elalma por el eco de las notas que nos deleitan ó por la vozamada que nos hace feliz.

Fue entonce cuando la figura pálida de un hombre,casi un niño, se adelantó en la sala : sus ojos brillabancon languidez adorable ; sus labios descompuestos en ungesto amargo y sombrío hacían pensar en un cáliz queguardase un veneno ; y sus largos cabellos ondulosos per-mitían que algunas guedejas cayeran sobre su faz, como gi-rones de noche que empiezan á amontonarse sobre lasúltimas palideces de un crepúsculo. Era el alma de suépoca—el poeta tenebroso y sutil de los cantos románti-cos y espectrales que llenan de gratos estremecimientosá los adolescentes— cantos como estrellas robadas vio-lentamente á una constelación y que se trajeron consigopedazos de nubes cárdenas y negras : cantos enredadosentre las fúnebres unzas del opio y entre las langui-deces diáfanas de la morfina . Era el poeta que filtra

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por su ser la muerte que absorve en cada bocanada dehumo acre y atrofiante y en cada pinchazo ocasionado porla ponzoña fría y sutil de la aguja hipodérmica.

¿Pero todo eso se revelaba en aquel rostro de conva-lesciente? ¿en aquel místico incomparable, ataviado demodo extraño, que desconocía por completo la impresiónanodina de las ráfagas que cabalgan sobre el Sena?

¡Imposible! Si él hubiese nacido en el París de- Iosídolos de carne ; si hubiese vivido allí, donde el Arte es lareligión que más templos tiene, donde se espacia la ima-ginación en rebuscados refinamientos que llevan en s1gérmenes nuevos de voluptuosidad, . Calvez ; pero ese Parísromano de caliginosa atmósfera no había existido parael poeta sino en su imaginación . Sin embargo, quiénsabe: ¡hay gotas de sangre parisiense en todas las venaslatinas!

El poeta se detuvo en medio de la sala, ante esa Inésque momentos antes había hecho vibrar como sensible,cuerdas los nervios de los concurrentes varones . Ella lomiró fijamente con sus dos ojazos de tiniebla estrellada,mientras él, arrancando de su melenada cabeza el som-brero grande, de color de cerebro, de alas caídas como enun desmayo intenso, lo arrojó á los pies de la deseada bai-ladora ; y en el corazón del poeta se erguía el bohemio ybrotaba por sus labios desteñidos y carnosos en estrofasungidas con óleo de ilusión y de esperanza, que iban 'ácaer sobre ella como puñados de lirios, como lluvia deperlas con diafanidad de lágrimas.

Y aquella virgen voluptuosa casi acrecentó el brillode la sala con un par de sonrojos que parecían auroras depasión, sonrió de un modo equívoco, se llevó el pañuelo ála cara y en sus ojos se alojó una mirada, como hermanade ese reflejo blanco y deslumbrante de los hielos polares.

El torrente de estrofas seguía despeñado, inconteni-ble .EI público aplaudía un triunfo, pero untriunfo que no había comprendido, y que lejos de uniraquellas dos almas las alejaba . El corazón de esa mujerparecía haber sido hecho de jaspe porque no vibró . Lavoz del sentimiento se estrelló en sus márgenes como so-bre la dureza de un muro.

Los instrumentos repitieron la eufonía de sus suges-tivas notas, y la aclamada bailadora, la reina de aquellafiesta singular, se agitó de nuevo entre los contoneos desu cuerpo ebrio de triunfo, que se clavaban como garrasen los nervios del poeta, del poeta que permanecía allí, in-móvil, hipnotizado, arrojando sobre Inés el fuego fatuo,azuloso, de sus ojos idólatras.

Otra imagen surgió entonce en el idilio inquietante

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de esa noche: el cliente venerado de los cafés de lujo, eldominador de todos los vicios y de todos los deseos, elcalavera afortunado, apareció en la sala . La muchedum-bre servil le abrió paso como haciendo genuflexiones conlos ojos y con los gestos . Era el culto á ese metal que hatomado su sugestivo color del sol que nos vivifica, de esemetal que á pesar de su marmórea frialdad nos comunicacomo el astro implacables ardores.

El cortinaje de labios del recien llegado se descorrióy se manifestó entre ellos una sonrisa materializada, queera mas bien una mueca ; sus ojos, vidriosos por la acciónde continuadas orgías, hicieron resaltar intensamente elúltimo resto que guardaban de un destello anormal y ta-ladrante que talvez un sátiro les legó al morir.

Inés bailaba sola el punto, porque sola divertía ; peroél quiso bailar con ella y sublimar á la vez su apoteosiscon una ofrenda que acatarían todos, estaba seguro, mejorque las estrofas del poeta que se habían esfumado comosueños. Se inclinó ligeramente hacia atrás y se lanzótambién arrastrado por los rítmicos compases

Los palinoteos aletearon largamente Se diríaenormes larvas aladas que se agitaban en su instinto.

El adorado ídolo de barro de estercolero sacó entonceun puñado de monedas y lo dejó caer desde lo alto de sucabeza, y después otro, y otros más que llenaron la es-tancia con su elocuencia poderosa y fría . Semejaban es-trellas de oro recortadas en pequeños discos, que roda-ban inquietas, como perseguidas, á los pies de los dosbailadores.

El poeta enmudeció! Callaba como tina agonía cau-tiva

Y para él no volvió á haber, siquiera al acaso, otra mi-rada en los ojos de aquella para quien había arrancado mo-mentos antes las más sonoras sinfonías de su corazón . . ..Los ojos que él buscaba se fijaban con insistencia en elotro, con la. inmutabilidad de polos magnéticos preñadoscon toda su fuerza atractiva.

Era la fiebre del siglo que serpenteaba como un rep-til en la naturaleza de mujer ; el deseo incontenible deataviarse con valiosas envolturas de moda; la sugestiónde sedas pomposas de extrañas formas y colores, y decalzados del piel anémica, inclinados sobre erguidostacones evocadores de la Edad Media . La liebre de esas am-biciones que ella había visto convertidas en realidad enotras mujeres, cuando hubo pasado, talvez intencionada-mente, por los concurridos barrios de Suburra

panameñños. Allí, donde aparecen como embutidas en los inters-ticios de las entreabiertas portezuelas, mostrando sonri-

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sas adornadas con perlas y las estudiadas miradas de suspupilas encerradas en seductores marcos de ojeras, lasgrisetas de moda : cálices de lujuria repletos,dispuestosá aplacar el ardor de labios insaciables ; flores de carneretocada ; como falsas gemas expuestas al público en lasvitrinas de un joyero judío.

De pronto, se irguió de nuevo en el salón la figura pá-lida del poeta, inquietante y simpática, melancólica y su-blime. Un grito de espanto se levantó del fondo de todoslos pechos y repercutió en la sala : Aquel neurasténicosombrío, en la impotencia momentánea, ensoberbecida, desu verbo sorprendido, atravesó la crisis suprema,y habíaencontrado el toque final, el matiz extraordinario de supaleta, con que magnificaba el lienzo místico, incompren-dido, de su vida.

Acerada hoja había penetrado en el antebrazo iz -quierdo del poeta que él mostraba sonriendo y abrió all ícomo un surtidor mágico, de donde se levantaban hilos desangre para caer después como un rocío de licuados ru-bíes

¡Un grito de espanto! También Inés lo dio, perosolamente provocado por un agente nervioso . Su almano se había movido.

Y aquel neurótico sublime, que fue recogido desma-yado pocos instantes después, aquel cantor enmudecidoante la presencia del oro, sé complacía en regar con susangre el suelo que pisaba la mujer que le mostraba unimposible en gestos esquivos y en impasibles miradas,como si éstas y aquéllos hubieran sido los fríos ribetes desu belleza.

El cómplice responsable de la tragedia se había refu -giado en un rincon de la sala, haciendo una mueca de so-bresaltada curiosidad.

Y la sangre salpicaba el oro y parecía también deoro . El oro, en cambio, tenía tonalidades sangrientas,que se reflejaban de un modo siniestro en los ojos deInés, quien paralizada por el miedo, aparecía como en-clavada en el suelo . Con su mirada de tórtola sorpren-dida, era Afrodita recibiendo su culto de sangre y deoro, transformada como por el capricho de un escultor enel detalle del vestuario y en la expresión de los ojos.

¡La Afrodita de nuestros tiempos, con voz de Sib a,engañadora, hipócrita, famélica de ostentación y de lujo,con el corazón hueco, lleno el cerebro de gusanos de luz ycon aLma de sepulcro!

Era una cocotte en capullo .HoRTENSIO DE YCAZA.

Panamá,--1910 .

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Cantares populares

(Panameñas).

Mi niña, tu fresca bocaes una rosa bermeja.Para robarle su néctar

quisiera ser una abeja.

Ignoro por qué te llamana Santa Ana el arrabal.¿No es Santa Ana el mismocentrode la ístmeña capital?

Sí los tábanos tuvieronla cantora Avellaneda,tenemos los panameñosla muy popular Amelia.

Para cangrejos Taboga,para bollos La Chorrera,

para cocos Portobelloy San Miguel para perlas.

Cuando sales á la calleen momentos que el sol brilla,para brindarte mi sombraquisiera ser tu sombrilla .

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Tienen ios hijos de Españasus coplitas peteneras;pero los hijos del Istmonuestras coplas panameñas

No intente tocar pianoquien rasca en el socabónni intente tocar el harpaquien sueña en el acordeón.

Yo me voy para Aguadulceporque comer necesitoun sancocho de gallinacon tasajo de masito.

Pero no iré á las Salinassal de salina á buscar,porque las aguadulceñastienen todas mucha sal_

Continuará).

FEDERICO ESCOBAR.

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NOTASSegún atenta circular que nos ha sido enviada, la Danta

Directiva de la Sociedad Española de Beneficencia parael presente año quedó constituida, en sesión de 16 de los corrientes así:

Príncipales .--Presidente : Gervasio García ; Vicepresidente:Leoncio Félez; Tesorero: Antonio Guerra; Secretario: Rafaelde Mena, Vocales : Pedro González; Francisco Torm, PedroRumban, Salvador Almosellas.

Suplentes .—Presidente: Bernardino Rodríguez:Vicepresidente: Antonio Arroyo; Tesorero: Mamerto Liañe; Secretario : José Diez Ruiz; Vocales : Tomás Martinez, Rogelio Gar-cía, Manuel Cuesta, Juan Novo.

Deseamos feliz viaje y pronto regreso al Dr . Luis F . Angulo, quien se ha ausentado de esta ciudad con rumbo á Bogotá,y agradecemos la cortesía que nos dispensa en su saludo dedespedida .