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Hugo Trinchero, Luis Campos Muñoz y Sebastián Valverde (coordinadores) CS Pueblos indígenas, Estados nacionales y fronteras Tensiones y paradojas de los procesos de transición contemporáneos en América Latina TOMO II

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    Hugo Trinchero, Luis Campos Muoz y Sebastin Valverde (coordinadores)

    CS

    Pueblos indgenas, Estados nacionales y fronterasTensiones y paradojas de los procesos de transicin contemporneos en Amrica Latina

    Esta compilacin aborda la situacin histrica y actual de los pueblos indgenas de Amrica Latina y las profundas transfor-maciones contemporneas. Estos aportes brindan pluralidad de perspectivas, aproximaciones analtico-disciplinares y recortes geogrficos y temporales. Se divide en dos volmenes: Esta-dos-Nacin, fronteras y pueblos indgenas en Amrica Latina: aproximaciones histrico-antropolgicas, referido a la consoli-dacin de los Estados nacionales, y a las fronteras jurdico-po-lticas e interiores, y Etnicidades, fronteras y estatalidad en los procesos de transicin contemporneos, que problematiza las transformaciones actuales que afectan a los pueblos indgenas. Los captulos procuran establecer una relacin entre el proceso histrico de conformacin de los Estados-Nacin, las fronteras con el indio y las dinmicas ms recientes. Se consideran las con-tinuidades histricas y determinaciones, y las rupturas y recon-figuraciones actuales (polticas pblicas, frentes expansivos y la creciente emergencia y repercusiones de las demandas de los pueblos originarios como nuevos sujetos sociales y polticos).

    TOMO II

  • Pueblos indgenas, Estados nacionales y fronteras

  • ColeCCin SabereS CS

    Pueblos indgenas, Estados nacionales y fronterasTensiones y paradojas de los procesos de transicin contemporneos en Amrica Latina

    Hugo Trinchero, Luis Campos Muoz y Sebastin Valverde (coordinadores) Mara Susana Azcona; Alejandro Balazote Oliver; Alicia Barabas; Stephen G. Baines; Luis Campos Muoz; Valeria Iigo Carrera; Sebastin Carenzo; Clau-dio Espinoza Araya; Mara Fernanda Hughes; Ana Padawer; Mara Alejandra Prez; Ivanna Petz; Jos Pimenta; Juan Carlos Radovich; Mariana Schmidt; Liliana Tamagno; Florencia Trentini; Hctor Vzquez (autores).

    ToMo ii

  • Editorial de laFacultad de Filosofia y Letras

    ISBN 978-987-3617-28-7

    ISBN 978-987-3617-26-3 Facultad de Filosofa y Letras (UBA) 2014

    Correccin: Liliana Cometta - Diagramacin de interior: Fernando LendoiroImagen de Tapa: Movilizacion de pueblos indgenas en el centro de la ciudad de Buenos Aires, registradas en la denominada Marcha del Bicentenario - mayo del ao 2010. Foto: gentileza Confederacin Mapuche Neuquina, Provincia de Neuqun, Argentina.

    Subsecretara de PublicacionesPuan 480 - Ciudad Autnoma de Buenos Aires - Repblica ArgentinaTel.: 4432-0606 int. 213 - [email protected] - www.filo.uba.ar

    Trinchero, Hctor Hugo Pueblos indgenas, Estados nacionales y fronteras : tensiones y paradojas de los procesos de transicin contemporneos en Amrica Latina / Hctor Hugo Trinchero ; Luis Campos Muoz ; Sebastin Valverde ; coordinado por Hctor Hugo Trinchero ; Luis Campos Muoz ; Sebastin Valverde. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : Editorial de la Facultad de Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires, 2014. v. 2, 476 p. ; 20x14 cm. ISBN 978-987-3617-28-7 1. Pueblos Originarios. 2. Etnografa. 3. Polticas Pblicas. I. Campos Muoz, Luis II. Valverde, Sebastin III. Trinchero, Hctor Hugo, coord. IV. Campos Muoz, Luis, coord. V. Valverde, Sebastin, coord. CDD 305.8

    DecanaGraciela Morgade

    VicedecanoAmrico Cristfalo

    Secretaria AcadmicaSofa Thisted

    Secretaria de Extensin y Bienestar EstudiantilIvanna Petz

    Secretario de PosgradoAlberto Damiani

    Secretaria deInvestigacin Cecilia Prez de Micou

    Secretario GeneralJorge Gugliotta

    Secretaria de HaciendaMarcela Lamelza

    Subsecretaria deBibliotecasMara Rosa Mostaccio

    Subsecretarios de PublicacionesMatas CordoMiguel Vitagliano

    Subsecretario de Transferencia y DesarrolloAlejandro Valitutti

    Subsecretaria deCooperacin InternacionalSilvana Campanini

    Consejo Editor Amando ToubesSusana CellaMyriam FeldfeberSilvia DelfinoDiego VillarroelGermn DelgadoSergio Castelo

    Direccin de imprenta, composicin y venta de publicacionesRosa Gmez

    ISBN978-987-3617-28-7

    ao para copyright2014

    Esta es una nota no imprimible]La presente publicacin se ajusta a la cartografa oficial establecida por el Poder Ejecutivo Nacional, a travs del IGN Ley 22.963- y fue aprobada por Expediente N GG 14-1844/5 del 3 de noviembre de 2014.

  • ndice

    Parte II: Etnicidades, fronteras y polticas pblicas en los procesos de transicin contemporneos

    Polticas indgenas hoy. Un nuevo parto de la antropologa. Etnicidad y clase 9Liliana Tamagno

    Dilogo intercultural, identidades tnicas y proceso de salud/enfermedad/atencin en la Argentina dentro del contexto del Mercosur/Unasur 37Hctor Vzquez y Mara Susana Azcona

    Etnoterritorios: legislaciones, problemticas y nuevas experiencias 67Alicia M. Barabas

    El doble filo del esencialismo verde: repensando los vnculos entre Pueblos Indgenas y conservacin 103Sebastin Carenzo y Florencia Trentini

    Desarrollo y pueblos indgenas en el sudoeste de la Amazona brasilera (estado de Acre/frontera Brasil-Per) 135Jos Pimenta

    Relaes intertnicas na fronteira Brasil-Guiana: reafirmao tnica entre os povos indgenas Makuxi e Wapichana 169Stephen Grant Baines

  • Identidad indgena transnacional, reivindicaciones territoriales y demandas educativas de los mby guaran en Misiones 195Ana Padawer

    El reconocimiento de nuevas identidades: cmo enfrentar la etnognesis desde la Academia 219Luis Campos Muoz

    Municipio, procesos electorales y etnicidad. Transformaciones en la distribucin del poder poltico municipal 247Claudio Espinoza Araya

    Economa e identidad en grupos mapuches de Norpatagonia 299Alejandro Balazote Oliver y Juan Carlos Radovich

    Lo no incluido en el Estado-Nacin es imaginario y lo nico real es el territorio militarmente expropiado 319Mara Alejandra Prez

    Reestructuracin capitalista, precariedad laboral y conflictividad territorial: el modelo forestal chileno 353Mara Fernanda Hughes

    Hacia una caracterizacin sociohistrica de la relacin capital-trabajo en la frontera norte de la provincia de Salta, Argentina 397Ivanna Petz y Mariana Schmidt

    Fronteras, desarrollo y territorialidad en Argentina: a propsito de la movilizacin indgena en el noreste formoseo 431Valeria Iigo Carrera

    Los autores 467

  • Parte II: Etnicidades, fronteras y polticas pblicas en los procesos de transicin contemporneos

  • 9Polticas indgenas hoy. Un nuevo parto de la antropologa. Etnicidad y clase

    Liliana Tamagno

    A modo de introduccin

    No es la primera vez a lo largo de nuestra trayectoria aca-dmica que la tarea de colocar en texto escrito los avances de la investigacin nos encuentra transitando un momento de alta sensibilidad y emotividad respecto de lo que acon-tece al interior de lo que histricamente ha sido uno de los objetos de nuestro anlisis: el campo indgena y las polticas indigenistas en la Argentina. Como fuera sealado por co-legas con quienes hace ya mucho tiempo venimos reflexio-nando y debatiendo al interior de nuestra academia,1 nos vemos ante la necesidad de insistir sobre ciertas cuestiones que ya fueron dichas y que, en tanto generaron debates al interior de la academia, deberan ser tomadas en cuenta a la

    1 Ver en Runa vol. 34 n 1, ene./jul. 2013 las ponencias del panel Polticas indigenistas en Argentina, alcances y lmites. Demandas, luchas, represiones y nuevas configuraciones etnopolticas, organiza-do por la autora en el X Congreso Argentino de Antropologa Social CAAS, en noviembre de 2011 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. El mismo cont con la participacin de Juan Carlos Radovich (Universidad de Buenos Aires), Ana Mara Gorosito Kramer (Universidad de Misiones), Josefina Race-do (Universidad Tucumn) y Catalina Buliubasich (Universidad de Salta), con la presencia de la actriz y dramaturga mapuche Luisa Calcumil.

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    hora de pensar lo que sucede hoy. Preocupa entonces y has-ta produce cierta desazn el hecho de que, luego de tiem-pos ms que considerables, debamos insistir en cuestiones ya discutidas. Nos referimos en particular en este trabajo a ciertas interpretaciones respecto de conflictos que se rei-teran y violencias que emergen en momentos en que crea-mos o queramos creer que las respuestas de las polticas pblicas a las demandas de los pueblos indgenas y de los sectores campesino-indgenas permitan ir en el sentido de comenzar a superar desigualdades histricamente denun-ciadas. Tensiones que parecan saldadas vuelven a aparecer con toda crudeza y formas de racismo afloran como si las miles de pginas que han sido escritas revisndolo no hu-bieran existido, y as nos encontramos frente a la criminali-zacin de la protesta y a nuevos acontecimientos represivos al movimiento indgena.

    Las situaciones que nos preocupan por el grado de violencia social y de enfrentamiento que contienen generan una serie de interrogantes que pareceran no tener respuesta: por qu nos sucede lo que nos sucede?; cmo puede ser que a pesar de que la coyuntura es otra y las polticas sociales acusan un perfil que aparece como superador de las anteriores, persisten cier-tos problemas?; cmo puede ser que aparezcan tensiones que se articulan y/o son la continuidad de antiguas tensiones que se supona ya resueltas? En este trabajo pretendemos advertir en primer lugar respecto de la perspectiva determinista idea-lista que supone que las cosas son as, que siempre fueron as y que por lo tanto es imposible cambiarlas; para reafirmar la premisa de que en tanto la historia es una construccin social todo lo que es histrico es transformable y evitar as todo pen-samiento nico y toda mirada escatolgica. Desde esa concep-cin asumimos que las tensiones que nos preocupan ponen en evidencia y nos retrotraen a antiguas tensiones y contradiccio-nes que, por tener que ver con lo estructural, se nos presentan

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    como no aparentes y/o invisibles cuando nos limitamos al an-lisis de la coyuntura o del mero acontecimiento.

    Godelier (1968) siguiendo a Marx y profundizando el anlisis entre economa y antropologa, dice que tenemos que ir ms all de lo aparente para encontrar la estructura que en ltima instancia est condicionando y/o explica el devenir de tal o cual sociedad y, por lo tanto, el devenir de quienes la integran. Levi-Strauss (1984) seala que la estruc-tura es a la sociedad lo que las reglas de un juego al propio juego, ya que lo que es dable observar son los movimientos y las estrategias de los jugadores pero no las reglas, y pro-pone ir en la bsqueda de una estructura que es invisible a nuestros sentidos. Bourdieu (1991) define el habitus como esas estructuras estructuradas y a la vez estructurantes que no necesariamente hacemos conscientes y que, a modo de una orquesta sin director, guan nuestro accionar cotidia-no y van contribuyendo a organizar nuestra existencia en relacin a los otros. Menndez (1972) nos dice que en tanto haya capitalismo y necesidad de sometimiento de unos hom-bres por otros hombres habr racismo en tanto ideario no necesariamente consciente que acta como justificador de la expropiacin, del sometimiento y de la explotacin. An corriendo el riesgo de que esta asociacin pueda interpretar-se como producto de la ligereza o el eclecticismo, nos atre-vemos a realizarla, pues las afirmaciones presentadas son la expresin de pensamientos que a pesar de estar distantes entre s, si es que los interpretamos desde cierto recorrido particular y hegemnico de la historia de las ideas estn unidos por la intencionalidad de develar la lgica profunda de las prctica y de las representaciones humanas, de pensar en trminos de la dialctica objetividad/subjetividad y de poner en discusin el autoritarismo que caracteriza a ciertas afirmaciones que pretenden ser verdades absolutas y que no son ms que legitimaciones del inters de los poderosos.

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    Alcances y lmites de los marcos legales en la Argentina

    Nos preocupa la distancia entre una legislacin de avanza-da si la comparamos con la de otros pases de Amrica La-tina y las dificultades para que su aplicacin se traduzca en una mejora de las condiciones de existencia de los pueblos in-dgenas. Nos preocupa la contradiccin entre los consideran-dos de la Ley 23302 de Proteccin de indgenas y de apoyo a las comunidades aborgenes sancionada en 1985 y la 26160 de 2006 de Emergencia en materia de posesin y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades originarias del pas y los momentos de represin y/o judicia-lizacin de la protesta observados durante las tres dcadas de gobiernos constitucionales. Preocupa la contradiccin entre un mayor reconocimiento de las presencias indgenas junto a una valoracin positiva de su visibilidad por un lado y por el otro la imposibilidad de que los reclamos por tierra, vivien-da, educacin y salud sean satisfechos. Una visibilidad que, es importante reconocer, no es ajena ni a la trayectoria de lucha del movimiento indgena en su conjunto, ni a los espa-cios generados por las polticas estatales en respuestas a las demandas de los pueblos indgenas.

    En un artculo que ya tiene sus aos (Tamagno, 1996) re-conocimos el valor positivo de la gestacin y aprobacin de la Ley 23302, pero advertimos respecto de la necesidad de pensar los avances legislativos en trminos de sus alcances y sus lmites, ya que entendamos que ciertas conceptuali-zaciones presentes en la letra de dicha ley actuaran como obstculo para la reglamentacin de la misma; revisamos el concepto de proteccin, el de comunidades, el de preserva-cin de la pautas culturales y de la lengua y las exigencias en torno a la representatividad; criticamos el espritu que en-tendamos la animaba y anticipamos que si no se redefinan algunos trminos clave, la posibilidad de reglamentacin y

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    la operatividad de la misma se veran dificultadas; algo que realmente sucedi y que confirm nuestro planteo respecto de la necesidad imperiosa de ajustar conceptos.

    Luego explicitamos (Tamagno, 2008) algunos interro-gantes respecto del texto de la Ley 26160, de cuya resolucin dependera la posibilidad de que la misma se operativizara y derivara en acciones concretas, que hicieran realidad la repa-racin histrica de cuya necesidad las mayoras parecen estar convencidas. Los interrogantes fueron: cules sern los crite-rios para demarcar las tierras que tradicionalmente ocupan? y cules los criterios para definir cules son y cmo estn constituidas las denominadas comunidades originarias? De-jamos planteado tambin que reflexionar sobre las posibilida-des de acceso a la ciudadana y de dar como dijera Briones (2008) contencin democrtica a las presencias indgenas en el marco del derecho indgena implica revisar el par democra-cia/capitalismo, ya que las posibilidades de cumplimiento de los derechos indgenas se ven sumamente limitadas por una estructura social signada por procesos de concentracin de ca-pital y grados crecientes de explotacin y concentracin de po-der, que generan una posibilidad creciente de manipulacin y clientelismo. Avanzando en el seguimiento de las tensiones entre normas legales y reglamentacin por un lado y operativi-dad de las mismas por el otro, que parece no tener fin, hemos esbozado tambin (Tamagno, 2011) una distancia preocupan-te entre momentos y/o aspectos de las polticas indigenistas que expresan reconocimiento y legitimacin y momentos y/o aspectos que implican manipulacin, control e incluso repre-sin por parte de los organismos gubernamentales.2

    2 Cabe aclarar que la Ley 26160 que suspenda los desalojos por cuatro aos ha debido ser prorro-gada pues los conflictos generados por demandas territoriales y por la negativa de las poblaciones al avance de emprendimientos tales como megaminera, megaturismo y monocultivo y agronegocios. Esta situacin no es privativa de nuestro pas, como lo han demostrado las protestas indgenas en Bolivia en 2010 oponindose a la construccin de una carretera de 300 km que atraviesa la reserva

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    Los momentos de reconocimiento y legitimacin posibili-tan condiciones materiales para que se expresen las presen-cias y las demandas de los pueblos indgenas y contribuyen a que la sociedad en su conjunto se sensibilice por una cues-tin largamente negada, silenciada, descalificada. En este sentido analizamos el Censo de poblacin 2001 y la Encues-ta complementaria de 2004 (Maidana et al., 2010). Hemos de destacar tambin la dinmica de movilizacin generada por el Programa de Relevamiento Territorial y por la puesta en accin del Consejo de Participacin Indgena, a partir de 2006, instancias ambas que no solo provocaron expecta-tivas en los pueblos indgenas sino que permitieron la po-sibilidad concreta de reunirse, discutir, relevarse y obtener incluso financiacin para desarrollar actividades artsticas y de capacitacin. En dicho contexto y en el marco de la Con-memoracin del Bicentenario de la Nacin en mayo de 2010 se realiz la movilizacin propiciada desde el mismo Esta-do de los pueblos indgenas desde el interior del pas, para conformar la multitudinaria Marcha Indgena,3 una expre-sin cabal de visibilizacin y de presencia del interior en el seno de la ciudad capital, Buenos Aires, imaginada por muchos como cosmopolita y casi europea; al mismo tiempo que al cierre de la misma la Presidenta de la Nacin recibi a referentes indgenas en la Casa de Gobierno. Se sum a ello el espacio particular que el tema pueblos indgenas tuvo en la impactante escenificacin realizada por el Grupo Teatral Fuerza Bruta como corolario de los mismos festejos. Tambin el Canal Encuentro, gestado desde el Ministerio de Educacin de la Nacin, presta una atencin particular a

    ecolgica de TIPSI y las protestas realizadas por los pueblos indgenas de Brasil en el ao 2013 opo-nindose a la construccin del proyecto hidroelctrico Belo Monte; para nombrar solo las situaciones que, debido a su significacin, tuvieron mayor alcance meditico.3 La marcha estuvo conformada por dos columnas diferenciadas entre s segn vnculos particulares con entes gubernamentales o funcionarios.

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    la temtica indgena. Es dable reconocer tambin un sinn-mero de organizaciones no gubernamentales que acuden a las localidades del interior del pas dispuestas a paliar situa-ciones de carencia que no deberan existir.

    Sin embargo la significacin y el impacto de dichos mo-mentos de legitimacin y reconocimiento contrastan y as lo han expresado los referentes indgenas con los que in-teractuamos con un sinnmero de situaciones en las que prevalece la manipulacin poltica, el clientelismo y la suje-cin de las poblaciones indgenas y campesino indgena. Al mismo tiempo la ayuda solidaria corre constantemente el riesgo de volverse caridad,4 ya que no puede transformar las condiciones estructurales que condicionan dichas caren-cias. Las buenas intensiones no bastan ya que contina el acoso no solo a travs de sutiles mecanismos de control sino incluso por medio de la represin y del asesinato; algo que no siempre es denunciado por los agentes que trabajan en dichos espacios geogrficos donde la impunidad de los que detentan el poder parece no tener lmite.

    El hecho de que en el marco del Consejo de Participa-cin Indgena y del Programa de Relevamiento Territorial las poblaciones indgenas se vieran conminadas a forma-lizar su organizacin en comunidades y designar un ca-cique segn los considerandos de la Resolucin 4811 de 19965 entr en franca tensin con las formas organiza-tivas y los modos de construir liderazgos que los pueblos indgenas se han ido dando a lo largo de las transforma-ciones que histricamente han observado. Nos referimos no solo a las formas organizativas que se han dado quienes

    4 En este sentido coincidimos con la afirmacin desprecio la caridad por la vergenza que encie-rra (Milonga del solitario, Atahualpa Yupanqui).5 Cabe recordar que dicha resolucin fue fuertemente discutida en su momento por los referentes indgenas que la interpretaban como un mecanismo de control que al mismo tiempo no se corres-ponda con la variedad de formas organizativas que se daban quienes se reconocan como indgenas.

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    continan desarrollando su existencia en los espacios geo-grficos que tradicionalmente ocupaban sino a las que se han dado aquellos que han migrado en busca de mejores condiciones de vida y que, a pesar de la distancia geogrfi-ca respecto de los lugares de origen, reproducen prcticas y representaciones en las que es posible observar la lgica de reciprocidad que anima a quienes se reconocen como indgenas y que se sienten parte de un pueblo.6 La dinmi-ca generada por esta imposicin si no se tiene personera jurdica en funcin de dicha resolucin no es posible ob-tener los beneficios de las polticas sociales expresamente diseadas para los pueblos indgenas gener conflictos incluso en aquellos que ya haban logrado, no sin esfuer-zo, obtener la personera jurdica como asociaciones civi-les sin fines de lucro, en momentos en que no era posible obtenerla como indgenas.7 La dinmica organizativa se ha visto al mismo tiempo atravesada por la cooptacin de lderes o por la aparicin de otros que, gestados al calor de las pugnas poltico-partidarias y en el contexto de una democracia que tiene muy poco de representativa y mucho de clientelar, no representan los momentos ms significati-vos de avances de las luchas indgenas; si es que por avance entendemos la bsqueda de autonoma y la consolidacin de formas organizativas guiadas por la lgica de lo colec-tivo comunitario.8

    6 En Tamagno (2001), analizando la situacin de poblacin qom migrante a la ciudad, acuamos el trmino nucleamiento, evitando el uso del trmino comunidad pues no es operativo para dar cuenta de la dinmica de desplazamientos de la poblacin qom y sus formas organizativas.7 En Tamagno (2001) y Maidana (2011, 2012) se detallan los procesos mediante los cuales la pobla-cin qom migrante se dio formas organizativas mas all de los lugares de origen, siempre en tensin con las posibilidades que les presentaban las polticas pblicas.8 Los referentes indgenas con los que alternamos han relatado un sinnmero de situaciones que as lo indican, siendo un ejemplo claro de ello el caso de los qom de La Primavera, que fueron incluso obligados a transitar por un acto leccionario formal que distaba de la dinmica propia de gestacin de liderazgos (Ottenheimer et al., 2011).

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    La Ley 23302 y el art. 75, Inciso 17 de la Constitucin Nacional de 1995 que expresa claramente los derechos de los pueblos indgenas a la tierra, a la salud y la educacin, no han podido evitar que reaparecieran las violaciones a los Derechos Humanos y una ola de desalojos de poblacin in-dgena y campesino indgena frente al avance de la frontera agrcola, el monocultivo y los agronegocios, asi como de la megaminera y el megaturismo, hizo necesaria la promul-gacin de la Ley 26160. Esta norma jurdica, a pesar de los recursos humanos y econmicos que se dispusieron para su reglamentacin y cumplimiento, no ha podido frenar los embates del inters privado que se manifiestan en amenazas e intimidaciones para que desalojen, en usurpacin violen-ta de los territorios que ocupan, en la prctica constante de corrimiento de alambrados. En la regin chaquea donde trabajamos, cabe mencionar especialmente la represin al pueblo qom (toba) de La Primavera, en Formosa que tom estado pblico a travs de lo que se conoci como Acam-pe qom liderado por el referente qom Flix Diaz en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, organizado luego de la muerte de Roberto Lpez el 24 de noviembre de 2010; la muerte en condiciones sumamente confusas de Mrtires Lpez, referente qom de las Ligas Campesinas en Pampa del Indio, provincia del Chaco, en junio de 2011, con quien compartimos trabajo de campo y espacios acadmicos9 y por la cual se est reclamando investigacin y justicia; en diciembre de 2012 la muerte de Celestina Jara y su nieta Natalia Lila Coyipe de 11 meses, tambin de La Primave-ra, Formosa al ser atropelladas por un gendarme quien no

    9 En octubre de 2004 compartimos un panel con Luisa Calcumil y Mrtires Lpez en las III Jorna-das Latinoamericanas de Psicologa Social y V Jornadas de Homenaje al Dr. Enrique Pichon-Rivire, organizadas por la Primera Escuela Privada de Psicologa Social, Buenos Aires, en el panel Pueblos Originarios coordinado por Josefina Racedo.

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    solo no las auxili sino que, junto con sus acompaantes, golpe a Ricardo Coyipe, dirigente qom y esposo de Celes-tina, para impedir que, aun estando malherido, les prestara ayuda; la muerte de Imer Flores, de 12 aos, miembro de la comunidad qompi naqonaa de Villa Ro Bermejito, pro-vincia del Chaco, asesinado a golpes por una patota el 5 de enero de 2013 y de Daniel Asijak, de 16 aos, sobrino del qa-rashe Flix Daz de La Primavera, muerto en circunstancias dudosas mientras circulaba por la ruta en su moto, el 9 de enero de 201310; la fuerte golpiza propinada el 5 de mayo de 2013 a Abelardo Daz (hijo de Flix Daz), quien explica los acontecimientos en un video, y a Carlos Sosa tambin de La Primavera. Mientras se ajustan y actualizan estas lineas se denuncia la golpiza y detencin de los hermanos Tejada del pueblo wichi, tema que fuera objeto de una Audiencia P-blica en el Senado de la Nacin el 11 de agosto del corriente, donde qued claramente expuesto el tenor de la represin y las amenazas por parte del poder local, as como las conni-vencias del Gobierno de Formosa, representado por Gildo Infrn, con el Gobierno Nacional.

    Al mismo tiempo nos encontramos con que la situacin de los pueblos indgenas de la regin chaquea dista mu-chsimo de una transformacin en trminos estructurales y hay importantes espacios geogrficos que evidencian con-diciones de vida pauprrimas, al mismo tiempo que las po-blaciones migrantes urbanas se ven azotadas por la falta de trabajo y vivienda dignos y convertidas en rehenes de toda suerte de clientelismos y/o asistencialismos, que no solo no dan solucin a dichas situaciones sino que atentan contra lo colectivo/comunitario y contra la lgica de la reciprocidad (Tamagno, 2010).

    10 Estos hechos fueron denunciados en Carta Abierta a la Presidenta de la Nacin redactada por la Red de Investigadores en Genocidio y Politica Indgena, Buenos Aires 18 de enero de 2013.

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    Otros momentos clmines de estas tensiones han sido las feroces represiones que determinaron la muerte de Javier Chocobar, comunero indgena de La Chuschagasta, el 12 de octubre de 2009 en Tucumn; la de Sandra Jurez, en Santia-go del Estero, fallecida por un ataque cardiaco frente al avan-ce violento de las topadoras en marzo de 2010; la represin en el ingenio Ledesma, Jujuy, el 28 de julio de 2011 que caus cuatro muertes adems de heridos y detenidos; el asesinato de Cristian Ferreyra, referente del Movimiento Campesino de Santiago del Estero-Va Campesina (MOCASE-VC), el 16 de noviembre de 2011; el desalojo, represin, persecucin y judicializacin de los comuneros de Indio Colalao, Tucuman, el 27 de julio de 2012. Esto para nombrar solo algunos casos que han tomado estado pblico y que an esperan resolucin judicial con un sinnmero de referentes indgenas y campe-sino indgenas con causas penales abiertas. Todo ello en un contexto de constante control sobre las poblaciones que no bajan los brazos frente al avance de los agronegocios, como quedara claramente expresado en el Panel Memorias, terri-torialidades y conflictos en el Chaco Argentino, organizado por Carolina Maidana en el marco del Congreso Internacio-nal de la Asociacin Argentina de Estudios Canadienses que tuvo lugar en Crdoba, Argentina, en 2011 y en el Panel del CAAS ya citado.11

    Entendemos que estas represiones son continuidades de otros momentos represivos y de un etnocidio que no se circunscribe solo a lo ocurrido en el siglo XIX en la Ar-gentina (Tamagno, 2011). Un etnocidio que, operativizado por las campaas de conquista y dominacin que preten-dan pacificar al indio para someterlo a mano de obra en el Norte y/o confinarlo en el Sur, se extiende sin solucin

    11 En el mismo hubo una intervencin muy clara de una colega de la provincia de Tucumn denunciando particularmente este caso.

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    de continuidad hasta nuestros das. As se confirman en el Chaco Argentino espacio geogrfico que hemos atendido particularmente a lo largo de nuestra tarea de investiga-cin las represiones a los movimientos indgenas que ya a principio del siglo XX enfrentaron las imposiciones del blanco y que, aunque interpretados en trminos de mile-narismos, fueron verdaderos momentos de rebelin que implicaron por parte de los indgenas reflexiones crticas sobre qu hacer y cmo seguir, tales como los de Napalp en 1924, Zapallar en 1935 y Rincn Bomba en 1947 (Ta-magno 2001, 2009a).

    La significacin de ciertos marcos tericos

    A continuacin se describen las conceptualizaciones que, construidas a travs de lo que hemos dominado un dilogo con la academia y un dilogo con el campo, permitieron la aproximacin al conocimiento del campo indgena en general y en particular del pueblo toba y que han sido pues-tas a prueba una y otra vez en el ejercicio de la dialctica prctica y la teora, entre descripcin e interpretacin, en definitiva entre subjetividad y objetividad (Tamagno, 2001; Carrasco, Snchez y Tamagno, 2012).

    Concebimos los procesos histricos de expansin del Estado sobre los territorios y sobre las sociedades indge-nas en trminos de Bartolom (1987), cuando refiere al modo en que los estados de conquista se continuaron en los que denomina estados de expropiacin, procesos que tuvieron como razn de ser la expansin de las rela-ciones de produccin impuestas desde Europa, en funcin de sus propias crisis y necesidades. En la concepcin del conquistador el mundo se transform subjetivamente en uno y por lo tanto posible de ser conquistado, decidiendo

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    sobre l y sobre sus habitantes e imponiendo una relacin fatdica de inferioridad/superioridad. Un mundo creado a imagen y semejanza del dominador y su tica (Worsley, 1966; Said, 2002). Un Estado Nacional que se constitu-y tambin sobre el genocidio y el etnocidio (Tamagno, 2002) y promovi la ocupacin del territorio sobre el que impuso un rgimen de propiedad privada para beneficio de determinados sectores, en nombre de la civilizacin y el desarrollo.

    Siguiendo esta lnea argumental y considerando la cons-titucin de nuestro pas como repblica independiente, im-plic un plan sistemtico de expropiacin de los territorios ocupados por los pueblos indgenas que fueron diezma-dos, arrinconados, subestimados y abruptamente privados de continuar reproduciendo su existencia del modo en que lo realizaban en momentos anteriores a la conquista, po-demos afirmar que se produjo un genocidio. Cabe aclarar que el genocidio es reconocido como delito a partir de la Convencin de las Naciones Unidas para la prevencin y la sancin del delito de genocidio en 1948, y que los antro-plogos nos hemos referido a etnocidio (Bartolom, 1987) para denominar las acciones que dan lugar a la destruccin masiva de un grupo tnico o a la eliminacin de cualquier aspecto fundamental de su cultura y organizacin, tal como sucediera a partir de la expansin colonial (Worsley, 1966) y continuara a lo largo del surgimiento y consolidacin de la repblica a travs de lo que ha sido descripto como colo-nialidad (Lander, 1993).

    El genocidio debe ser pensado en su relacin con el etnocidio y tambin en la establecida con el racismo, de-finido por Menndez (1972) como la relacin social im-puesta en el mundo a partir de la expansin colonial, legitimadora de la gestacin, desarrollo y consolidacin de las relaciones capitalistas de produccin y los modos

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    particulares de apropiacin de la naturaleza y de explota-cin humana que este conlleva; un racismo que no solo se expresa en odiar negros o judos, sino que est presente en las descalificaciones que cotidianamente justifican la explotacin de unos por otros (Tamagno, 2002), algo que quedara claramente expresado en la Primera Declaracin de Barbados de 1971. Estamos frente a un genocidio cuan-do las poblaciones indgenas son condenadas a vivir en la pobreza al ver abruptamente transformada su existencia frente al avance de proyectos en cuya diagramacin no participan y que les son ajenos, no solo porque no tienen en cuenta sus presencias, sino porque desconocen los valo-res que, a pesar de todo, an las sustentan y que se expre-san en concepciones de vida, muerte, poder y naturaleza que son alternas a la concepcin individualista que gua la expansin del capital y el desarrollo tecnolgico a su servicio. Las muertes por desnutricin y por enfermedades que no son tratadas por falta de condiciones, los casos de suicidio tnico, el arrinconamiento, el desalojo y la repre-sin cuando se rebelan y se juntan para deliberar sobre su existencia, son y continan siendo una constante en el cotidiano de los pueblos indgenas. Prcticas que pueden bien ser interpretadas entendiendo la poltica en trmi-nos foucaultianos como la continuidad de la guerra por otros medios como polticas de control y exterminio de la poblacin indgena originadas en el modo de produccin que las ha convertido en poblaciones totalmente empobre-cidas y cuya sobrevivencia est sujeta a las presiones de los clientelismos polticos, religiosos (Tamagno, 2001) y/o a la caridad de organizaciones no gubernamentales que, lejos de poder transformar las condiciones estructurales que ge-nera la miseria, solo palian temporariamente la situacin de parte de estas poblaciones.

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    Otro parto de la antropologa

    La diversidad resignificada vuelve a aparecer como otro de los desafos de nuestra poca y la metfora de Godelier (1978) se torna vigente al permitirnos pensar en trminos de un nue-vo parto de la antropologa. Las poblaciones indgenas y los denominados sectores populares ya no pueden ms ser pensa-dos sin tener en cuenta las variables colonialidad y etnicidad, lo que no implica pensar en trminos de la necesidad de que los sectores populares se reconozcan en su pasado indgena sino en reconocer los procesos sociales que dieron origen a la configuracin de los mismos como parte de la Nacin.

    Es aqu donde creemos necesario traer al debate dis-cusiones y ajustes conceptuales que ya han sido explicita-dos (Tamagno, 2001) pero que vuelven a tener vigencia en tanto resultan operativos para el anlisis. Barth (1989) analiza la conformacin de la complejidad de las socieda-des en trminos de corrientes o flujos que tienen una di-mensin histrica y que las circunstancias han hecho que se desplacen juntos y propone tratar los macrofenmenos atendiendo al mismo tiempo las propias interpretaciones y realidades de los conjuntos sociales, en la necesidad de encontrar un vocabulario y unos conceptos que nos per-mitan integrar la discusin sobre smbolos y significados con aquellas otras sobre el trabajo y el mercado, sobre la dinmica de la poltica, la demografa y la ecologa. As las diversidades presentes en lo que denominamos plura-lidad no deben reducirse a la idea de una cultura homo-gnea, lo que permite comprender el trabajo creativo que los individuos pertenecientes a los grupos tnicos (dem) estn realizando en el contexto de un mundo en constan-tes cambios. En su interior, no es homognea la cultura dominante, como tampoco lo son las culturas subalternas. Participamos en universos de mltiples discursos ms o

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    menos discrepantes entre s; construimos mundos diferen-tes, parciales y simultneos y en ellos nos movemos y es por eso que la construccin cultural de la sociedad no ocurre y brota de una sola fuente y no puede ni debe ser pensada como conformando una sola pieza.

    Hannerz (1997) contina pensando el concepto de flujo para sealar que es uno de los trminos clave de la llamada antropologa transnacional, por hacer referencia a aquello que no permanece en su lugar, a movilidades y expansiones variadas, y apela a Kroeber para afirmar que las civilizaciones deberan examinarse no como objetos estticos sino como procesos limitados de flujo en el tiem-po; sealando a su vez que la nocin de flujo puede ser usada de dos maneras, una referida al desplazamiento de algo en el tiempo y a una distribucin territorial y otra, especficamente temporal sin la necesidad de implicancias espaciales; que los flujos tienen direcciones que implican una reorganizacin de la cultura en el espacio y que si bien existen contraflujos, no pueden negarse redes de asime-tra, vinculadas a relaciones de poder. Las culturas nos dice no son visiblemente tan limitadas, puras, homo-gneas y atemporales como la tradicin antropolgica muchas veces las retrata.

    As las transformaciones que acusan y muestran los pueblos indgenas y que le han hecho decir a Bartolom (1987) que se puede ser indgena de muchas maneras no implican que necesariamente dejen de ser indgenas al transformarse, pues el lmite o frontera que los separa de los dems permanece toda vez que mantienen su distintividad y desde ella se relacio-nan con el contexto. Precisamente porque se transforman es que las apelaciones al pasado presentes en sus prcticas y sus representaciones no deben interpretarse como meras expre-siones del pasado o de la tradicin y, menos an, como indi-cadores de atraso. Las apelaciones al pasado se realizan desde

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    el presente y se proyectan al futuro. Tanto el pasado, como el presente y el futuro son tratados en el marco de las relaciones intertnicas y en el contexto de la sociedad nacional de la que forman parte, aunque esta, racista y desigual, no solo no les permite gozar de los bienes y los servicios de que gozan los sectores ms privilegiados sino que descalifica sus luchas al tra-tarlos con frecuencia como sectores vulnerables.

    Los versos siguientes fueron escritos por jvenes qom de la ciudad de La Plata integrantes del conjunto LMV y co-rresponden a un tema musical realizado por ellos con ritmo de rap.

    () contando el pasado pesado de nuestra historia,que nunca fue pisado ni olvidado la historia,que nos sigue marcando, como el centro de este marco, donde estamos presente, pero para muchos ausentes, y seguimos luchando por nuestra cultura, desatndonos de estas ataduras,porque muchos no quieren ver brillar al hombre origi-nario,Hombre qom que camina en este barrio () 2009.

    Es por ello que afirmamos que los indgenas que logra-ron sobrevivir al aniquilamiento por guerra o por enferme-dades, por arrinconamiento o explotacin, no siguieron in-defectiblemente el camino de la aculturacin y la destribali-zacin que tan enfticamente pronosticara el desarrollismo y que las trompetas de la globalizacin hacen resonar nue-vamente. Lo comunitario y las identidades tnicas persis-ten. Pero etnicidad no implica homogeneidad, hay muchas formas de ser indgena, hay muchas formas de ser toba. La identidad tnica se expresa en el hecho de reconocerse en

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    un origen y en una historia comn y en actuar de modo comunitario, de pensar y de actuar sabiendo que se perte-nece a un conjunto mayor. La etnicidad se funda adems en relaciones de parentesco, siendo este un valor que permite la reproduccin del grupo y de sus intereses. La identidad se refuerza tambin en el mantenimiento de la lengua y en la conformacin de una comunidad de habla (Ibez Caselli, 1995, 2008; Ibez Caselli y Tamagno, 1999). La identidad religiosa no es excluyente de la identidad tnica toda vez que el ritual canaliza y expresa lo comunitario y que da fuer-za y sentido de cuerpo. La identidad tambin es poltica en el sentido de que coadyuva a la sobrevivencia en un medio signado por la dominacin y la desigualdad y en la medida en que expresa los intereses del grupo y las tensiones con la sociedad a la que pertenece. La identidad tnica tampoco es excluyente de una identidad de clase, se es indgena y se es ciudadano pobre de un pas dependiente. Pas que, ana-lizado en estos trminos, no podr ya ms pensarse como venido de los barcos, blanco y europeo (Tamagno, 2001).

    La etnicidad en tanto expresin poltica de la identidad se manifiesta en demandas por mejores condiciones de existencia y, por lo tanto, en disputas con el poder; las pol-ticas indigenistas en tanto respuestas estatales a ello contri-buyen tambin a dar marco y condicionar las trayectorias de los pueblos indgenas. Martnez Novo (2009) en su pro-puesta para repensar los movimientos indgenas actuales, hace explcito su inters en analizar aquellos trabajos que han desarrollado posturas crticas sobre los movimientos indgenas o sobre las polticas de la identidad, retomando autores que sealan la necesidad de los movimientos ind-genas de tener que apelar a lo cultural para ser escucha-dos; sobre las interpretaciones que, basadas en lo cultural, relegan las luchas contra el racismo y la exclusin o por la equidad socioeconmica; sobre los reparos a las crticas

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    respecto del movimiento indgena para no dar municio-nes a los enemigos del mismo; sobre las tensiones entre la reproduccin de la diferencia cultural y la bsqueda de la inclusin y la movilidad social; sobre los desafos a los que se enfrentan los pueblos indgenas ante la diversidad de las formas de lucha, las tensiones entre la clase y la etnicidad y las posibilidades y, al mismo tiempo, los problemas que pre-senta la participacin indgena en el Gobierno. Esto ya fue preocupacin y reflexin en nuestra academia y por ello, e interesados en historizar el debate, creemos importante destacar que en Tamagno (1988) analizamos sealamien-tos sobre la identidad tan opuestos como los que la definen como el impulso a actuar, como el ncleo impugnador ante la desigualdad o los que sealan su carcter conservador al minimizar el conflicto cuyo desarrollo llevara necesaria-mente a la transformacin de la sociedad desigual (Ruben, 1986) y planteamos la necesidad de quebrar toda dicoto-ma para interpretar la identidad tnica como histrica, socialmente generada y vinculada a la estructura social y al espectro de poder de la sociedad, expresando incluso a travs de formas aparentemente contradictorias las relacio-nes de dominacin/subordinacin y, por lo tanto, siendo, segn la coyuntura, conservadora o impugnadora.

    Nos nutrimos tambin de los sealamientos de Devalle (1989) cuando explicita el inters de los autores del libro del que es compiladora,12 de incorporar el estudio de las identidades tnicas y nacionales a una problemtica ma-yor, abandonando las perspectivas norteamericanas y eu-ropeas que consideran que la etnicidad puede estudiarse mediante la reflexin sobre unidades de anlisis (etnias,

    12 El libro es producto de las reflexiones y planteos llevados al Simposio Las sociedades multitni-cas y el Estado nacional, organizado por el Colegio de Mxico en 1978 y la publicacin tarda obede-ce a la vigencia, una dcada despus, de los debates que all se volcaron.

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    grupos de inters, tribus) autnomas e independientes del contexto histrico social. Para ello propone analizarlas a nivel econmico, poltico, social y cultural y en su articula-cin con las relaciones de dominacin/subordinacin. La autora demuestra con suma claridad a partir del anlisis de la relacin entre discurso tnico y proyectos polticos en Jharkhand, India, que el papel que desempea el factor t-nico en la poltica depender estrechamente de la situacin y de los intereses de clase de aquellos que lo utilicen para reforzar sus discursos ideolgicos y sus acciones prcticas, sealando que la unidad tnica no desarrolla como un blo-que una formulacin poltica de la etnicidad ya que aquella nunca es una unidad homognea en trminos de clase.

    Conclusiones

    Interpretamos la etnicidad como una expresin poltica de la identidad y por ello consideramos el campo indgena como un espacio de disputa en el que se conjugan sin so-lucin de continuidad diversidad y desigualdad, etnicidad y clase, lgica de la acumulacin y lgica de la reciproci-dad (Bartolom, 1987; Pacheco de Oliveira, 1999; Tamag-no, 1986, 1996, 2001, 2009b; Barabas, 2006). La etnicidad se nos aparece as construida en una dialctica aceptacin/rechazo de los modelos que se imponen y enmarcada en la dialctica diversidad/desigualdad.

    Por todo ello afirmamos que existe violencia cuando los pueblos indgenas se ven cotidianamente negados, confina-dos, explotados, desodos, sujetos a presiones clientelares de todo tipo, privados de sus derechos e incluso cuando su sobrevivencia depende de acciones caritativas que no revier-ten la inequidad; y que la violencia que se expresa en repre-sin fsica y muerte no es el producto de crueldades cuya

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    interpretacin pueda reducirse a grados de perversidad in-dividuales o a excesos de poder incontrolables. Estas accio-nes intimidatorias y represivas son producto de la voracidad del capital y su lgica de acumulacin; el fin ltimo es la obtencin de ganancias y el fin parece justificar los medios; la misma lgica que gui la expansin colonial y la gesta-cin y consolidacin del Estado y que en la actual coyuntura permite un nuevo perodo de acumulacin expresado en la megaminera, la expansin sojera y el megaturismo.13 Nos atrevemos a decir porque as lo hemos observado en nues-tra investigacin que los casos de represin en la regin chaquea son generados por el avance del monocultivo y de los agronegocios y de una tecnologa que ha permitido convertir en productivas tierras que, por no ser rentables para la agricultura intensiva tradicional, estaban ocupadas por poblacin indgena o campesino indgena. El modelo sojero cuyas consecuencias hemos documentado en nuestro trabajo con la gente qom, tal cual lo expresamos en nota presentada al Consejo Acadmico de la Facultad de Cien-cias Naturales y Museo14 implica represin, muerte, ham-bre, arrinconamiento, deforestacin y negacin de los sabe-res de los sectores que se oponen a l por sus efectos devas-tadores; al mismo tiempo que produce enormes dividendos para empresarios y terratenientes y aumenta la dependencia de nuestro pas.

    13 En Balazote y Radovich (2009) se analiza la influencia de los grandes emprendimientos tursticos en poblaciones indgenas y en Carrasco, Snchez y Tamagno (2012) el impacto de los agronegocios en poblacin campesina y campesino indgena.14 La nota que se acompa con la firma de un buen nmero de participantes del Foro de Pueblos Indgenas del Congreso Argentino de Antropologa Social-CAAS, 2011, fue presentada con fecha 14 de diciembre de 2011 al Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo y fue trata-da receso acadmico de por medio con fecha 23 de marzo de 2012. Este Consejo acept por el voto positivo de los quince miembros presentes Repudiar pblicamente la muerte y los hechos de violencia de que fueran vctimas los miembros de los movimientos indgenas y campesinos y solicita la pronta resolucin de los casos tal cual consta en el expediente 1000/9394/11.

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    Estos lamentables y dolorosos acontecimientos (Ottehe-imer et al., 2011) deben ser pensados inexorablemente en trminos de larga duracin (Braudel, 1969) teniendo en cuenta no solo las coyunturas en las que emergen, sino y al mismo tiempo las condiciones estructurales en las que estas se gestan y desarrollan. Es por ello que es pertinente, por su vigencia, traer a este espacio de reflexin y discusin parte del texto de la Primera Declaracin de Barbados por la li-beracin del indgena, redactada por antroplogos entre los das 25 y 30 de enero de 1971, en el marco del Simposio sobre la Friccin Intertnica en Amrica del Sur, luego de analizar los informes presentados acerca de la situacin de las poblaciones indgenas/tribales de pases del rea. Esta declaracin es uno de los momentos sntesis en que se in-terpreta y se evala la situacin de los pueblos indgenas, al mismo tiempo que se realizan recomendaciones a los Esta-dos, a las misiones religiosas y a los antroplogos:

    Los indgenas de Amrica continan sujetos a una rela-cin colonial de dominio que tuvo su origen en el mo-mento de la conquista y que no se ha roto en el seno de las sociedades nacionales. Esta estructura colonial se ma-nifiesta en el hecho de que los territorios ocupados por indgenas se consideran y utilizan como tierras de nadie abiertas a la conquista y a la colonizacin. El dominio co-lonial sobre las poblaciones aborgenes forma parte de la situacin de dependencia externa que guarda la ge-neralidad de los pases latinoamericanos frente a las me-trpolis imperialistas. La estructura interna de nuestros pases dependientes los lleva a actuar en forma colonia-lista en su relacin con las poblaciones indgenas, lo que coloca a las sociedades nacionales en la doble calidad de explotados y explotadores. Esto genera una falsa imagen de las sociedades indgenas y de su perspectiva histrica,

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    as como una autoconciencia deformada de la sociedad nacional. Esta situacin se expresa en agresiones reitera-das a las sociedades y culturas aborgenes, tanto a travs de acciones intervencionistas supuestamente protecto-ras, como en los casos extremos de masacres y desplaza-mientos compulsivos, a los que no son ajenas las fuerzas armadas y otros rganos gubernamentales. Las propias polticas indigenistas de los gobiernos latinoamericanos se orientan hacia la destruccin de las culturas aborge-nes y se emplean para la manipulacin y el control de los grupos indgenas en beneficio de la consolidacin de las estructuras existentes. Postura que niega la posibilidad de que los indgenas se liberen de la dominacin colo-nialista y decidan su propio destino. Ante esta situacin, los Estados, las misiones religiosas y los cientficos socia-les, principalmente los antroplogos, deben asumir las responsabilidades ineludibles de accin inmediata para poner fin a esta agresin, contribuyendo de esta manera a propiciar la liberacin del indgena.

    La existencia de los pueblos indgenas se ha conformado a travs de complejos procesos de aceptacin/rechazo de los modelos impuestos (Tamagno, 1991) y se expresa tanto en representaciones como en prcticas, que nos permiten sea-lar que las respuestas que los mismos estn dando ante las condiciones actuales de existencia implican una dialctica entre la tradicin y la modernidad entre lo local y lo global entre lo formal y lo informal, entre el presente y el pasado, entre la memoria y los aprendizajes e incluso entre lo rural y lo urbano. Esta dialctica nos conduce necesariamente a comprender la dinmica sociocultural de los pueblos indgenas y sus descendientes donde quiera que estn ms all de cualquier dicotoma y cualquier reduccio-nismo y teniendo en cuenta las condiciones estructurales de

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    un capitalismo que avanza en una nueva etapa de acumula-cin posibilitada por el desarrollo tecnolgico.

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    Dilogo intercultural, identidades tnicas y proceso de salud/enfermedad/atencin en la Argentina dentro del contexto del Mercosur/Unasur

    Hctor Vzquez y Mara Susana Azcona

    El dilogo intercultural

    El ao 2008 fue, en Europa, el del dilogo intercultural. En sentido estricto la interculturalidad refiere las relaciones intertnicas mantenidas al interior de un mismo complejo nacional por dos o ms grupos tnicos. En un sentido laxo, que no compartimos, se vincula con categoras sociales ca-rentes de cualidad tnica tales como gnero, orientacin sexual, grupos etarios, etc.

    El fuerte impacto de los flujos migratorios de miem-bros de grupos tnicos y de poblaciones carenciadas que profesan religiones vinculadas a civilizaciones no occiden-tales hacia la Comunidad Europea, la exclusin social de los miembros de las poblaciones tnicas enclavadas en los pases europeos, el tratamiento vejatorio y discriminato-rio por parte de amplios segmentos sociales de la sociedad local/nacional, y de las mismas instituciones estatales, ha-cia estos emigrantes y sus descendientes, provocaron alza-mientos, rebeliones y choques tnicos de altsima tensin social. Basta recordar los tumultos emergentes y los esta-llidos sociales en Pars y en otras ciudades francesas de los

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    hijos, de nacionalidad francesa, por supuesto, de emigran-tes marroques.

    En Amrica Latina, la interculturalidad se liga, muy es-pecialmente, a los enclaves de las poblaciones indgenas y afrodescendientes y de las poblaciones emigrantes de pases fronterizos, en las distintas sociedades nacionales.

    El concepto de dilogo intercultural, tal como nosotros lo comprendemos, hace referencia a la creacin de un espacio de interaccin sociocultural que intenta el logro de una com-prensin mutua entre los miembros de culturas diferenciadas.

    La ms adecuada, articulada y rigurosa modalidad para facilitar tal dilogo es la Educacin Bilinge e Intercultural. La decisin poltica de los Estados puede introducir polti-cas pblicas de gran alcance que facilitaran enormemente la produccin efectiva del dilogo intercultural.

    Segn Asma Jahangir (2008) el dilogo intercultural es abrir espacios a una diversidad de voces. Propone uti-lizar los medios de comunicacin, el cine, el teatro, la lite-ratura y las artes como recursos masivos de promocin del dilogo intercultural. La idea es difundir la naturaleza de las diferencias tnico-culturales. Partiendo del concepto de que la igualdad, la verdadera, se articula a partir de la diferencia.

    El reconocimiento de la diferencia y de lo diferente lleva implcito una actitud tica que en nada tiene que ver con su identificacin con la categora de desigualdad. Todo lo contrario, supone una actitud valorativa de reconocimien-to del otro cultural. La defensa del derecho de las mino-ras se articula con la necesidad de ensanchar la idea de igualdad mediante la defensa de los derechos especficos capaces de acomodar diferencias y corregir desigualda-des. Se trata de los derechos que favorecen la inclusin de los grupos sociales excluidos o en proceso de exclusin (Tylor, 1993; Kymlicka, 1996; Walzer, 1998) y muchos otros

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    autores asumen que el concepto de igualdad es perfecta-mente compatible con el de diversidad y/o pluralidad.

    Exactamente ese es nuestro criterio. La antropologa polti-ca ha de admitir la lgica de esta cuasi asimilacin. Las proble-mticas de igualdad versus desigualdad y de igualdad versus diferencia se han convertido en una temtica que emerge con inusitada frecuencia en la filosofa poltica contempornea. Las cuestiones de la igualdad y de la libertad se erigen en la otra cara de las temticas enunciadas (Vzquez, 2006: 23-24).

    Segn Tylor identidad y reconocimiento son conceptos que se autoexcluyen, por lo tanto lo que se deduce es que, en el dominio de lo pblico, la nocin de igualdad debe pasar, en las sociedades democrticas por la asuncin de lo diferente; del reconocimiento de la identidad nica del individuo y del grupo. Tal reconocimiento lo es del hecho de que es distin-to de todos los dems (Tylor, 1993: 61). Lo que se reconoce entonces es aquello que no es universalmente compartido (Tylor, 1993: 61). Esto trae como consecuencia la necesidad de un tratamiento diferencial. En este caso diferencia e igual-dad son conceptos compatibles, casi asimilables.

    La concepcin multiculturalista al superar el monismo cultural abre la posibilidad del dilogo intercultural al su-poner el reconocimiento del otro. Reconocimiento que se realiza con el propsito de acomodar diferencias cultu-rales dentro del contexto hegemnico de la sociedad ma-yoritaria de raigambre cultural occidental. Ni Tylor ni el mismo Kymlicka superan esta visin.

    A partir de sus investigaciones socioantropolgicas y etnolingsticas en comunidades aborgenes mexicanas, Hamel (l998) propone un modelo pluricultural en el que los actores sociales, tanto de las sociedades dominantes como de los pueblos originarios, asumen las diferencias tnicas y lingsticas como factores de enriquecimiento cultural y como recursos valiosos para la sociedad en general.

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    De modo que ya no se trata del reconocimiento de las di-ferencias sino de asumir la pluralidad cultural insertando la propia cultura como una ms entre otras realidades cultu-rales existentes. Obviamente compartimos esta propuesta.

    La diversidad cultural es un hecho histrico, social y cul-tural que se debe asumir como tal. Las culturas no constitu-yen organizaciones sociales y simblicas cerradas en s mis-mas. Aun en sociedades sin clases sociales existen conflictos plantados por la distribucin de bienes, las relaciones de parentesco, las alianzas etarias entre algunos de sus miem-bros con otros miembros de grupos sociotnicos distintos, y la dominacin de un grupo tnico sobre otro. Hay con-flictos. Tambin las sistematizaciones racionales inherentes a cada grupo tnico cambian, al variar desde el habla hacia el sistema de la lengua las categoras gramaticales y lgicas de cada sistema lingstico. Por lo tanto, solamente existe un tipo dbil de inconmensurabilidad cultural. Esto, precisamen-te, permite la comunicacin intercultural y hace posible la apertura de un dilogo.

    Este dilogo tiene mltiples dimensiones. Se muestra en el mismo proceso de la investigacin transcultural donde se intervinculan visiones del mundo diferentes, se va desa-rrollando, ms o menos paulatinamente, un proceso de re-lativo acercamiento de los respectivos marcos conceptuales (de los investigadores y del grupo social sobre el que recae el proceso de investigacin) a partir de la penetracin cog-nitiva de los investigadores. Ella va abriendo espacios sim-blicos que permiten iniciar un proceso de convergencia cultural capaz de generar nuevos marcos referenciales en los que se comparten algunos criterios comunes. Esta relacin de intersubjetividad se facilita mucho cuando los actores sociales con los que los investigadores interactan tienen competencia en el manejo de la lengua del investigador y viceversa (Vzquez, 2005).

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    El concepto de interculturalidad referido al proceso de salud/enfermedad/atencin constituye, para nosotros, un aspecto fundamental, es cierto, del dilogo intercultural. De modo que, epistemolgicamente se inscribe en l, aun cuando se han construido diferentes abordajes metodol-gicos segn los contenidos conceptuales que las distintas orientaciones tericas le han conferido al concepto.

    Tradicionalmente, al considerar la poblacin en situa-cin de extrema pobreza (dentro de la que se incluyen los pueblos originarios), la OPS puso nfasis en la implemen-tacin y el desarrollo del concepto de atencin primaria.1 Conviene destacar que a partir de la Resolucin CD$/-r18 la OPS propone a los Estados que la conforman que el abordaje intercultural en salud se integre a la estrategia de atencin primaria de salud relacionada con los pueblos originarios.

    Obviamente, compartimos aquellos enfoques de intercul-turalidad sobre el proceso de salud/enfermedad/atencin que, al conformar el marco conceptual de abordaje, resca-tan e integran los conocimientos tradicionales de las prc-ticas curativas de los pueblos indgenas; de modo tal que los conocimientos tradicionales marcados culturalmente y construidos por medio de la experiencia se puedan articu-lar con los de la prctica mdica elaborados a travs de la experimentacin.

    1 Se trata de un concepto en debate, la Declaracin de Alma Ata define a la APS como el cuidado esencial de la salud en base a mtodos cientficos y socialmente aceptables y a tecnologas univer-salmente accesibles a toda persona y familia de la comunidad a travs de una participacin plena y de unos costos que estn al alcance de la Nacin y la comunidad, para que mantengan en todas las etapas de su desarrollo el espritu de autonoma e independencia. Constituye una parte integral del sistema sanitario del pas, siendo su funcin central y principal objetivo el progreso general social y econmico de la comunidad. Es el primer nivel de contacto de la persona, la familia y la comunidad con el sistema sanitario nacional, que lleva los servicios de salud lo ms cerca que sea posible de los lugares en que viven y trabajan las personas y constituye el primer elemento del proceso constante del cuidado de la salud, en Ase y Burijovich (2009).

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    Identidades tnicas, etnicidad y salud intercultural

    Desde el abordaje Histrico Crtico que suscribimos2 su-plantamos la categora de identidad tnica por la de procesos tnicos identitarios. De esta manera, nos distanciamos de las concepciones esencialistas y reforzamos la de las identida-des tnicas como construccin de procesos histricos, so-ciales y culturales, plenos de sincretismos y contradicciones, que contienen distintos ritmos de cambio de acuerdo con las transformaciones producidas en sus mltiples dimensio-nes, segn tiempo y lugar. Cuando al considerar los procesos tnicos identitarios se sobredimensiona uno de sus niveles, el macro, que enfatiza la referencia a los rasgos culturales en la construccin poltica-ideolgica expresada como etnicidad se tiende a confundirlo con el concepto de etnicidad.

    Mientras que en un nivel intermedio, el concepto de procesos tnicos identitarios delimita identificaciones tnicas regionales, es decir, supralocales o supracomunitarias, dentro de una red de relaciones socioculturales que sobrepasa el concep-to geogrfico de regin y que permite el establecimiento de identificaciones dentro del mbito de uno o varios grupos domsticos de las localidades de la que emigraron.

    Se apela aqu a los aspectos psicolingsticos y sociocogni-tivos de la adscripcin tnica. Resulta importante sealar que el concepto de red de comunicacin, en la interpretacin

    2 El abordaje Histrico Crtico supone las siguientes categoras: 1. El sujeto como sujeto social (de grupo). 2. El carcter inseparable de la teora y de la prctica. 3. La convergencia disciplinaria entre historia, antropologa y sociologa. 4. La gnesis dialctica (arborescente) de las sistematizaciones simblicas y la construccin sociocultural de los esquemas cognitivos. 5. La falsa dicotoma entre explicacin y comprensin. 6. La falsa dicotoma entre monolgico y dialgico. 7. La inseparabilidad de juicios de realidad y juicios de valor. 8. La categora de historia como categora central dentro del sistema. 9. El concepto de totalidad estructural como genticamente organizado. 10. La concepcin de la teora como modelo operativo. 11. La convergencia y la complementacin entre interpretacin y explicacin. 12. Las leyes como concatenaciones de sentidos. 13. El concepto de crtica como ca-tegora principal en la implementacin de criterios de control epistemolgico.

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    de Bigot (1998: 19-20), no es exclusivamente lingstico. Se refiere tambin a las relaciones sociales (vnculos) realmente establecidas: es, por lo tanto, social y lingstico.

    En fin, en un nivel micro, define la construccin de identidades sociotnicas del conjunto de los grupos do-msticos (o de familias extensas) locales asentados en el interior de un campo de interaccin sociotnico (Rodr-guez, 1998). Por supuesto tambin se privilegian aqu los aspectos psicolingsticos y socioculturales en la construc-cin de las categoras sociocognitivas. Recordemos que los procesos tnicos identitarios enfatizan los aspectos simb-licos de las identidades sociotnicas, que no deben desvin-cularse de los modos de reproduccin econmico-social dentro de un contexto de dominio-sometimiento ni de las tensiones y conflictos que en tal contexto se generan (Vz-quez, 2000: 66-67).

    La progresiva toma de conciencia de los grupos tnicos indgenas de sus derechos tnico-polticos a travs de las lu-chas reivindicativas llevadas por sus organizaciones trans-forman paulatina, simblica, poltica y, aunque tal vez con menos vigor, socialmente, las relaciones de estos pueblos con los Estados en los que se enclavan, y con los segmentos sociales regional/nacional con los que interactan. Sus lu-chas se han hecho ms visibles en la actualidad. Particular-mente en defensa de la biodiversidad y del requerimiento, constante y sistemtico del reconocimiento de los derechos colectivos y en contra de la discriminacin y de la exclusin.

    El nmero creciente de organizaciones indgenas testimo-nia el avance de esas disposiciones a la accin. La actuacin de dichas organizaciones (desde el nivel local al nacional, re-gional y mundial) que intentan superar conflictos para ope-rar cada vez ms coordinadamente, tiene como aglutinante la defensa de las lenguas y culturas indgenas integrndolas en una visin ms amplia panindianista donde funcionan

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    como smbolo de etnicidad (entendida como construccin poltica) de las identidades indgenas en vistas a lograr una representacin poltica dentro de los Estados que posibilite el ejercicio de derechos diferenciados que los coloquen en igualdad de condiciones que sus conciudadanos.

    En este sentido, la salud intercultural es una de las de-mandas etnopolticas reivindicadas por estas organizaciones indgenas. As, el derecho a la salud (considerada desde una perspectiva integral) de los pueblos originarios, conjunta-mente con el reconocimiento del saber y de las prcticas m-dicas derivadas del propio acervo cultural, intervinculadas con la proteccin de la propiedad intelectual del mismo, se colocan a igual nivel reivindicativo que el derecho a la par-ticipacin y representacin poltica institucional. Si bien es cierto que muchas organizaciones no gubernamentales han dado un impulso decisivo a los programas de salud intercul-tural, no lo es menos que la accin a nivel de los Estados en sus distintos mbitos: nacional, provincial-departamental y municipal, es la que resulta decisiva al momento de obtener logros significativos.

    La propuesta de interculturalidad en salud requiere la construccin de equipos interdisciplinarios3 capaces de construir un marco comn de referencia terica y, desde all, derivar implementaciones prcticas aplicadas a tra-vs de intervenciones y prcticas sanitarias que impacten positivamente en la cobertura de salud y en la calidad de vida de los pueblos originarios, teniendo siempre presen-te el concepto de buena vida caracterstico de la cultura propia y especfica a cada uno de ellos. Obviamente, la participacin comunitaria de los pueblos originarios y de

    3 El concepto de interdisciplina solo tiene sentido en el proceso de investigacin, y supone la con-vergencia de aspectos terico-metodolgicos derivados de distintas disciplinas en un marco terico comn.

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    los Estados nacionales en sus distintas instancias se torna imprescindible y fundamental.

    En este sentido, ha sido de especial relevancia el III Semi-nario Internacional realizado en Cuzco (Per) del 18 al 20 de julio de 2011: Hoja de Ruta para las Polticas en diversidad y Salud Intercultural, auspiciado por el Instituto Nacional de Salud (ISP), Ministerio de Salud del Per, del Organis-mo Regional Andino de Salud Convenio Hiplito Unanue (ORAS_CONHU), OPS y Unicef. Se destacaron all las pre-sentaciones de Gloria Lagos (ORAS-CONHU), Georgina De La Cruz (Ministerio de Salud, Ecuador), Edgar Godoy (ORAS-CONHU, Ecuador) y Margarita Sez (Ministerio de Salud, Chile). Igualmente, en el Panel, Roberto Campos, de la Facultad de Medicina UNAM y Noly Fernndez (ORAS-CONHU, Venezuela), en el panel de expertos. (www.oras-conhu.org/.../ACTA%20HOJA%20DE%20RUTA%20-cus-co%2019%20de%20julio.pdf). Los propsitos del encuentro fueron presentados de esta manera:

    El objetivo del encuentro es generar un espacio de anli-sis y establecer una hoja de ruta en base a la evidencia dis-ponible que contribuya a la formulacin y adecuacin de las polticas pblicas en diversidad y salud intercultural.Se desarrollan temas como la diversidad intercultural en las Amricas, el marco jurdico en la subregin andina, los avances y retos en las polticas en salud intercultural en la subregin andina y el dilogo intercultural: leccio-nes aprendidas.La salud de la mujer indgena, el cuidado y valoracin de los recin nacidos; la interculturalidad en los servicios de salud, la poblacin indgena en los registros de salud y censos de poblacin, los retos de la universidad peruana en la formacin de competencias interculturales y en la investigacin en salud intercultural.

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    Resulta interesante destacar tambin que la Red de Sa-lud Indgena Amaznica (Red SIAMA), entre otras seme-jantes, se reuni en la localidad de Paipa, Colombia, del 14 al 16 de marzo de 2011 con el fin de estimar los resultados conseguidos por el programa de trabajo impulsado en la re-gin del noroeste amaznico. Especial relevancia adquirie-ron las modalidades que tendr el Observatorio de Salud Indgena en la estructura general de la red.

    Participaron en dichas jornadas la Fundacin Etno-llano (Colombia), que coordin la reunin, la Fundacin Gaia Amazonas, la Asociao Sade Sem Limites (Brasil), la Federacin de Organizaciones Indgenas del Ro Negro (FOIRN, Brasil), la Organizacin de los Pueblos Indgenas de Amazonas (ORPIA, Venezuela), la Organizacin de los Pueblos Indgenas de la Amazona Colombiana (OPIAC) la Fundao Oswaldo Cruz y Organizaciones tales como RAISG, CANOA, ARA, ESPA, OTCA.

    La implementacin de programas de interculturalidad en el dominio de la salud es reivindicada entre otras orga-nizaciones indgenas por la Asociacin de Pueblos Amerin-dios de Guayana, Confederacin Indgena de Bolivia, Con-sejo Nacional Indio de Venezuela, Federacin de Organiza-ciones Amerindias de Guayana Francesa, Organizacin In-dgena de Surinam, Organizacin de los Pueblos Indgenas de la Amazonia Colombiana (ya mencionada), Asociacin Intertnica de Desarrollo de la Selva Peruana, Asociacin Indgena de la Repblica Argentina, y Confederacin de Nacionalidades Indgenas de Ecuador.

    Conviene agregar que el abordaje intercultural en el campo de la salud es, aparte de problemtico, de difcil im-plementacin. Adems de la articulacin entre las prcti-cas y las visiones del mundo que subyacen a ellas, emergen-tes de las culturas en dilogo, es necesaria la formacin de recursos humanos habilitados para comprender tal visin

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    integrada, explicitada ahora en un nuevo marco de refe-rencia terico-prctica. Deben incorporarse agentes sanita-rios de las culturas interactuantes, capaces de desempear-se con eficacia al interior de esta concepcin pluricultural. Por otro lado, los aspectos burocrticos institucionales al interior de un amplio arco que incluye a las instituciones estatales, en todos sus niveles, las organizaciones indge-nas, y las mismas ONGs que apoyan los programas de salud intercultural. Y las contradicciones intra e interinstitucio-nales vinculadas, estrechamente, a las de los mismos acto-res sociales que confieren vitalidad a estos programas cons-tituyen duras dificultades a vencer.

    Interculturalidad y proceso salud/enfermedad/atencin en la Argentina dentro del contexto del MERCOSUR-UNASUR

    Actualmente el MERCOSUR, el Mercado Comn del Sur, est integrado por los Estados de Bolivia, Chile, Per, Ecuador y Colombia, en tanto que la Repblica Bolivariana de Venezuela, cuyo Protocolo de Adhesin se aprob el 4 de julio de 2006, espera para su incorporacin como miembro pleno la aprobacin del Parlamento paraguayo. Formalmen-te el MERCOSUR se constituye con el Tratado de Asuncin (Paraguay) el 26 de marzo de 1991, firmado por la Argenti-na, Brasil, Paraguay y Uruguay. Es, sobre todo, una Unin Aduanera que se interesa por la libre circulacin de bienes y servicios entre los pases miembros interesndose espe-cialmente en aplicar los principios de seguridad alimenta-ria, medios de subsistencia y desarrollo rural integral.

    En diciembre de 1994 se aprob en la Cumbre de Pre-sidentes el Protocolo de Ouro Preto en el que se acuerda la organizacin institucional del MERCOSUR: la Decla-racin de los presidentes de los pases que constituyen el

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    MERCOSUR. Se plantea, as, el compromiso de la defensa de la democracia como sistema de gobierno. En esa misma reunin, la dcima del Consejo del MERCOSUR, Bolivia y Chile firman un Protocolo de Adhesin a la misma (25 de junio de 1996).

    Por su parte, la Unin de Naciones Sudamericanas se cons-tituy el 8 de diciembre de 2004 en Cuzco, Per, y el 30 sep-tiembre de 2005 en Brasilia, Brasil, se dio forma institucional tanto a la Agenda Prioritaria como al Plan de Accin corres-pondiente. La UNASUR constituye un espacio jurdico-pol-tico, social y cultural comn que procura la integracin en la diversidad de sus integrantes. Son miembros del UNASUR: la Repblica Argentina, el Estado Pluricultural de Bolivia, la Repblica Federativa del Brasil, la Repblica de Chile, la Re-pblica de Colombia, la Repblica del Ecuador, la Repblica Cooperativa de Guyana, la Repblica del Paraguay, la Rep-blica del Per, la Repblica de Surinan, la Repblica Oriental del Uruguay y la Repblica Bolivariana de Venezuela.

    Resulta interesante tener presente los objetivos de UNASUR.4 La insercin de la Repblica Argentina en el

    4 UNASUR tiene entre sus objetivos especficos: El fortalecimiento del dilogo poltico entre los Esta-dos miembros que asegure un espacio de concertacin para reforzar la integracin sudamericana y la participacin de UNASUR en el escenario internacional. El desarrollo social y humano con equidad e inclusin para erradicar la pobreza y superar las desigualdades en la regin. La erradicacin del analfabetismo, el acceso universal a una educacin de calidad y el reconocimiento regional de estu-dios y ttulos. El desarrollo de una infraestructura para la interconexin de la regin y entre nuestros pueblos de acuerdo con criterios de desarrollo social y econmico sustentables. La integracin finan-ciera mediante la adopcin de mecanismos compatibles con las polticas econmicas y fiscales de los Estados miembros. La proteccin de la biodiversidad, los recursos hdricos y los ecosistemas, as como la cooperacin en la prevencin de las catstrofes y en la lucha contra las causas y los efectos del cambio climtico. El desarrollo de mecanismos concretos y efectivos para la superacin de las asi-metras, logrando as una integracin equitativa. La consolidacin de una identidad sudamericana a travs del reconocimiento progresivo de derechos a los nacionales de un Estado miembro residentes en cualquiera de los otros Estados miembros, con el fin de alcanzar una ciudadana suramericana. El acceso universal a la seguridad social y a los servicios de salud. La cooperacin en materia de migra-cin, con un enfoque integral, bajo el respeto irrestricto de los derechos humanos y laborales para

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    MERCOSUR-UNASUR condiciona sus polticas pblicas y el abordaje de la salud pblica, en todos sus niveles; se siente la influencia de dicho condicionamiento al que no son ajenas las polticas de salud dirigidas hacia los pueblos originarios.

    El Ministerio de Salud Pblica de la Nacin instrument un rea de Salud Indgena dentro de la que se despliegan pro-gramas y subprogramas de salud dirigidos a las comunidades indgenas. El rea de Salud Indgena, bsicamente mediante el Programa de Mdicos Comunitarios, El Instituto Nacional Indigenista (INAI), los ministerios de salud de las provincias y organismos de algunos gobiernos municipales son quienes debemos articular sus polticas de salud con el propsito de satisfacer las demandas de los pueblos originarios.

    El INAI se constituy por la Ley 23302 (1985) y se regla-ment mediante el Decreto N 155 (1989). Es un organismo descentralizado con jerarqua de ministerio, que incluye la participacin de los pueblos originarios en el mismo. Sin embargo, este organismo del Estado argentino, articulador de sus polticas indigenistas, depende por decreto del Po-der Ejecutivo del Ministerio de Salud y Accin Social (De-creto PEN 1989). Y aunque jurdicamente mantiene una

    la regularizacin migratoria y la armonizacin de polticas. La promocin de la diversidad cultural y de las expresiones de la memoria y de los conocimientos y saberes de los pueblos de la regin, para el fortalecimiento de sus identidades. La participacin ciudadana a travs de mecanismos de interaccin y dilogo entre UNASUR y los diversos actores sociales en la formulacin de polticas de integracin sudamericana. La coordinacin entre los organismos especializados de los Estados miembros, teniendo en cuenta las normas internacionales, para fortalecer la lucha contra el terro-rismo, la corrupcin, el problema mundial de las drogas, la trata de personas, el trfico de armas, el crimen organizado transnacional y otras amenazas, as como para el desarme, la no proliferacin de armas nucleares y de destruccin masiva y el desminado. La promocin de la cooperacin entre las autoridades judiciales de los Estados miembros de UNASUR. La cooperacin para el fortalecimiento de la seguridad ciudadana. La cooperacin sectorial como un mecanismo de profundizacin de la integracin suramericana, mediante el intercambio de informacin, experiencias y capacitacin (p-gina web UNASUR, www.unasursg.org).

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    descentralizacin formal y, por lo tanto, cierta autonoma jurdico-administrativa, en la prctica su descentralizacin es simblica.

    Sobre el INAI recae la responsabilidad de desarrollar polticas interculturales e implementar los derechos de los Pueblos Originarios protegidos en la Constitucin Nacional (art. 75, inc. 17), as como los convenios internacionales sus-criptos por la Argentina, principalmente, el 169 de la OIT.

    La poltica de salud dirigida a la poblacin indgena en-fatiza la atencin primaria y la proteccin de la salud mater-no-infantil a travs del Proyecto de Salud Materno Infantil (Plan Nacer). Este Plan, dirigido tambin a la poblacin no indgena en estado de pobreza y destinado a la reduccin de la tasa de mortalidad, se viene implementando, en un primer momento desde 2004 en las provincias del Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero y Salta. Luego, a partir de 2005, se procura hacer-lo llegar a todas las provincias argentinas.

    El rea de Salud Indgena gestiona:- El Programa de Apoyo Nacional de Acciones Humanitarias para

    las Poblaciones Indgenas: que hace hincapi en el abordaje intercultural en salud para la poblacin indgena.

    - El Plan Federal de Salud de fortalecimiento de la Atencin Pri-maria de la Salud destinado a los pueblos originarios.

    - El Programa Nacional de Mdicos Comunitarios-Equipo de Sa-lud del Primer Nivel de Atencin (PMC-ESPNA). Establecido desde 2004, pretende: fortalecer los equipos de salud de ese nivel a travs de la formacin en servicios en Salud Social y Comunitaria y el apoyo econmico a los recursos humanos en el marco de la Estrategia de Atencin Primaria (EAPS) como poltica de Estado. Resolucin 439/2011, folio 127 | MINIS-TERIO DE SALUD.

    - El Plan Remediar que consiste en la entrega de medicamentos gratuitos a las familias econmicamente necesitadas.

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    El Foro de Investigacin de Salud en la Argentina (FISA) ha producido un fuerte impacto en la formulacin de las polticas pblicas en salud dirigida a la poblacin indge-na. En efecto: en 2005 y a partir de la experiencia del Foro Global de Investigacin en Salud, un grupo de investigado-res de nuestro pas, conformado desde el Consejo Nacio-nal de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (Conicet), la Secretara de Ciencia, Tecnologa e Innovacin Productiva (SECyT), los Ministerios de Salud y Educacin de la Nacin, la Representacin Argentina de la Organizacin Paname-ricana de la Salud (OPS) y la Academia Nacional de Medi-cina-Buenos Aires, decide promover el espacio apto para el debate de la agenda actual y futura de la investigacin en salud de la Argentina. Se trata de comprometer a las insti-tuciones pblicas que cumplen con funciones de desarrollo y financiamiento.

    Se conforma as el Foro de Investigacin en Salud de Argentina (FISA) y se aprueba establecer el Instituto de In-vestigaciones Epidemiolgicas (IIE) de la Academia Nacio-nal de Medicina, como sede de funcionamiento de dicho Foro. Desde su creacin, FISA trabaja sobre la confeccin de una agenda de prioridades sanitarias