Psicoanalisis de La Amistad- Ignace Lepp
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IGNACE LEPP
PSICOANÁLISIS
de la
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IGNACE LEPP
PSICOANÁLISIS
DE LA
AMISTAD
E D I C I O N E S C A R L O S L O H L É
BUENOS AIRES - M ÉXICO
www.facebook.com/psicologiaMG
http://pdicologiapdf.blogspot.mx/
8/20/2019 Psicoanalisis de La Amistad- Ignace Lepp
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T r a d u c c i ó n del origina l franc és:
LES CHEMINS E L'AMITlÉ
por Alicia Balbina
Góm ez
Ünic a e d ic ión de bida me nte a u tor i z a da por Edi t ion s Be rna rd Gra s se t ,
Par ís ,
y p r o t e g i d a en todos los pa í s e s . Qu e d a he c ho el de pós i to
que pre v ie ne la ley N' . 1 1 . 7 2 3 . T o d o s los de re c hos r e se rva dos .
©
E D I C IO N E S C A R LO S L O H L É ,
Buenos Aires, 1965.
f e bre ro
de 1976
T i r a d a
3 000
e je m pla re s .
I m p r e s o en la A r g e n t i n a -
Printed
in
Argentina.
PRÓLOGO
l/lE
HA
OCURRIDO,
en el
curso
de mi ya
larga
J.TJ carrera
de
escritos, escribir sobre asuntos
to-
talmente vírgines,
y
otras veces sobre otros
que
pocos
autores habían tratado antes
que yo No
sucede
lo
mismo esta vez Pocos temas existen, en efecto, que
hayan sido objeto
de las
reflexiones
de tan
numerosos
escritores
y
pensadores como
el de la
amistad.
Ya
Homero,
en la
Odisea,
nos
habla
de
ella.
Por
Platón
y Jenofonte sabemos que Sócrates conversaba
a
menudo
co n sus discípulos sobre la amistad. Aristóteles, Cice
rón, Séneca,- Horacio, Ovidio y tantos otros autores
célebres
de la
antgüedad grecorromana
le
consagraron
obras enteras
y
partes importantes
de tal o
cual
de sus
libros.
Lo
mismo hicieron autores cristianos antiguos,
como
los del
Medioevo.
Más
próximos
a
nosotros,
Montaigne, Shakespeare y otros innumerables escrito
res hicieron su elogio, en tanto que Nietzsche, Schopen-
hauer
y sus
émulos pusieron
en
duda
su
posibilidad.
No
es que
todos esos autores entiendan
por
amistad
exactamente
la
misma realidad psicológica
o
afectiva.
Para los
que
se sitúan
en la
tradición socrática,
la
amis
tad significa ante todo una intensa comunión intelec-
tuah Para los autores cristianos,
se
trata principalmen
te de la comunión
en
Dios. Para otros,
el
término posee
un sentido equivalente
al de
camaradería
de
lucha ,
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PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
mientras que los románticos, siguiendo a J. J. Rousseau,
ponen el acento sobre la efusión sentimental. En nues
tros días se dice mi querido amigo a todo el mundo,
hasta el punto de que la palabra acaba por perder todo
sentido concreto.
Si después de tantos autores ilustres me propongo
analizar y desarrollar una vez más el tema de la amis
tad, es porque ha desempeñado un gran papel en mi
propia existencia y querría saldar mi deuda a este res
pecto. Ya en mi primera juventud, gracias a ella ex
perimenté las alegrías más profundas y más puras y
me fue posible triunfar sobre numerosos obstáculos
que obstruían el camino de mi vida. Si hoy, en la edad
madura, continúo creyendo en el hombre y teniendo
confianza en el porvenir de la humanidad, creo que es
todavía a mis amigos a quienes lo debo. Por otra par
te ,
mi larga práctica en la psicología profunda me ha
permitido verificar, en numerosos seres, el importante
papel que la amistad es capaz de desempeñar en la
promoción de la existencia, y comprobar la penuria de
quienes se ven privados de ella. Es, pues, también obra
útil la que querría hacer al escribir este libro.
En un principio, cuando un o de mis editores amigos
me solicitó que escribiera un libro sobre la amistad,
me había propuesto escribir una obra más bien poé
tica , para cantar sus sublimes bellezas. Pero a medi
da que el trabajo avanzaba, veía, cada vez más clara
mente q ue un asunto tan importante debía tratarlo
como psicólogo y pedagogo; que no se trataba tanto de
cantar a la amistad como de enseñar su práctica. Hago
pues amplio uso de mi experiencia personal y de la de
quienes se han confiado a mí. Del mismo modo que mis
demás obras de psicología profunda, éste no será un libro
erudito. Convencido de que la amistad representa uno
de los valores existenciales más fundamentales, que
puede hacer la vida de los hombres infinitamente más
' bella y fecunda, me propongo persuadir también de ello
PRÓLOGO
9
a todos mis lectores. Quisiera ayuda rlos a hacer amigos,
a hacer sus amistades cada vez más fecundas, a enc on
trar en ellas cada vez más alegría creadora
Nos ocuparemos ante todo del hombre solo, de la poco
envidiable suerte de quien no tiene amigos. A veces son
las condiciones sociológicas las que hacen para ciertos
seres imposible o demasiado difícil ganar amigos. En
ocasiones, y probablemente lo más a menudo, los obs
táculos son más bien psicológicos, interiofes al sujeto
mismo. Analizaremos los rasgos específicos de la amis
tad entre hombres, entre mujeres, entre hombres y
mujeres, entre esposos, entre padres e hijos, y tam
bién entre maestros y discípulos. Después trateremos
de dar una respuesta satisfactoria a la debatidísima
cue tión de si cada uno de nosotros puede tener varios
amigos o si hay que contentarse con un único amigo.
Compa raremos las dos relaciones afectivas más inten
sas,
la amistad y el amor, cuidando evidentemente de
no crear oposiciones artificiales. Tras haber discernido
la naturaleza específica de la amistad entre otras rela
ciones interhumanas, como por ejemplo la solidaridad y
la camaradería, analizaremos la función primordial de
la amistad en la promoción de la existencia humana,
llamando la atención al mismo tiempo sobre los escollos
que la amenazan y sobre los medios de que hay que
valerse para paliarlos. Y nuestro má s ferviente deseo
es que este libro contribuya en débil parte a prom o
ver un orden social en el cual los lazos de la amistad
prevalezcan cuanto sea posible sobre los antagonismos
y los intereses.
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I
S O L E D A D Y
DESARRAIGO
D E L H O M R R E M O D E R N O
^ | j L HOM BRE NACE Y MU ERE SOLO, y ú n i c a me n t e
-I_ J enga ñánd ose puede, "entre dos acontec imientos
capi tales , creer que no es tá solo", af i rman aproximada
me nte los por t avoces de l pes imismo, cuyo má s em inen te
represen tan te en nues t ros d ías es p robab lemente Jean-
Pau l Sar t re . ¿Semejan te pes imismo puede ex t raer
de la experiencia exis tencial argumentos en su apoyo?
En nuestr a opinión, no ente ram ente . En efecto, bas
t an tes n iños v ienen a l mundo rodeados de una t e rnura
y un amor cuya marca se impr ime p rofundamente en
su alma y los preserva del complejo de abandono a lo
largo de toda su vida, pese a todas las experiencias
decepcionan tes ,que pued an t ener después. Igua lme nte
me ha ocur r ido ver mor ibundos que has ta su ú l t imo
al i en to parec ían mantener l a más in tensa comunión
con aquel los a qu ienes amab an . Y como hab lam os en
nuestra condición de psicólogo y no de metafís ico, sos
tener que no se t rata s ino de comportamientos i lusorios
o nacidos de la mala fe, no significa para nosotros abso
l u t a me n t e n a d a .
Dicho esto , no es menos cierto que a muchos hom
bres y mujeres les ha tocado en suerte la más total
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1 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
so ledad , no so lamente en las horas de su nacimiento y
su muerte, s ino en todo el t rascurso de su existencia
en e l t i empo. Es to ocurre en nues t ra época probable
mente más que nunca, t an to a causa del desarra igo
socia l de un número demas iado e levado de nues t ros
contemporáneos como en razón de una toma de con
ciencia más aguda de su indiv idual idad y su s ingular i
dad por par te de cada uno. Mient ras que la conciencia
de per tenencia a l grupo socia l prevaleció , en la mayo
ría de los hombres, sobre la de su individual idad, no
conocieron e l sen t imiento de abandono s ino cuando al
gún avatar los separó del grupo social del que forma
ban parte, lo que sucedía, pese a todo, sólo bastante
rar am en te . En e l actual es tado de desarro l lo de la con
ciencia indiv idual ocurre a menudo lo que a pr imera
vista puede parecer tan paradójico, es decir, que en nin
guna par te l a so ledad es mayor y más penosa que en
nues t ras grandes c iudades . C ier tamente , en e l l as uno
vive en inmensos edificios o en habitaciones de hoteles,
donde el menor ruido y todo sonido vocal son oídos
por vecinos , donde a menudo la menor in t imidad se
hace difíci l . Uno se ve zarandeado sin cesar en la
batahola de las cal les , de los autobuses y del subterrá
n e o . Muchos son los que se quejan de no poder estar
jamás solos, de no encontrar jamás la posibi l idad del
indispe nsab le recog imiento . Lo peor es que , por la
fuerza de la cos tumbre, muchos hombres y mujeres de
es ta época se han vuel to ps íquicamente incapaces de
estar solos y por lo tanto de recogerse, de tomar con
ciencia de su verdadera s i tuación en e l mu ndo . Expe
rimentan la imperiosa necesidad de i r al cine, al café
o a l bai le , no porque tengan deseos de ver una pe
l ícula, beb er una copa o bai l ar, s ino senc i l lame nte por
que la vida lejos de la baraúnda se les ha hecho inso
por tab le . Durante l as vacaciones l es es "absolu tamen
t e " necesario i r a los mismos lugares donde va "todo
el mundo" , p lan tar su t i enda a l l á donde ya se encuen-
SOLEDAD Y DESARRAIGO DEL HOM BRE MODER NO 1 3
t ran p lantadas centenares de o t ras t i endas , aun cuando
les sería posible acampar t ranquilos no lejos de al l í , en
un lugar más sol i tario.
Parece pues que e l hombre jamás ha es tado menos
solo que en esta época, que si hubiera que compade
cerlo sería, más que por su soledad, por su fal ta de
soledad. En real idad, la paradoja es sólo aparente; no
hay contradicción entre la soledad psicológica y la au
sencia fís ica de soledad. En ningima parte, efect iva
mente , se encuent ra e l hombre más to ta l y dolorosa-
mente so lo que ent re l a mul t i tud y l a baraúnda. Los
eremi tas re t i rados a l des ier to es tán inf in i tamente me
nos so los que los habi tan tes de nues t ras grandes c iu
dades, que se codean sin cesar en los ómnibus, los
subte rrán eos , los cinem atógrafo s y los bai les . Pa ra
no confundir el ais lamiento fís ico del ermitaño con la
soledad moral del ciudadano, con frecuencia nos ser
v i remos , para des ignar es ta ú l t ima, del t érmino inco
municación . Para poner f in a l a incomunicación no
bas ta de n ingún modo romper e l a i s lamiento f í s ico
zam bu l l éndos e en l a m uchedum bre anón i m a . Lo t r á
gico en la condición del hombre moderno, lo que cons
t i tuye su soledad, es la ausencia de diálogo, de comuni
cación espir i tual con el prój im o. El erm itañ o en su
desierto puede comunicarse con Dios por la oración,
y por el pensamiento con todos los que le son queridos,
con la humanidad entera , s i su capacidad de amor ha
alcanzado las dimensiones de ésta. El solo no dialoga,
no se comunica con nadie . Lo más grave es que a
m enudo s e vue l ve r ad i ca l m en t e i ncapaz de ve rdadera
comunicación existencial , de la que, por lo menos
conscientemente , no exper imenta n inguna neces idad .
En el curso de mi práct ica ps ico terápica me ha acon
tecido con f recuencia t ener que a len tar a hombres
que v iv ían en una to ta l so ledad , a buscar l a comunica
ción con sus semejantes, porque me parecía el único
medio de preservar los de la enfermedad ps íquica más
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P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
grave. Bas tante generalmente he chocado con la ne
gat iva: el paciente declaraba que tenía horror a los
demás , que en n inguna par te se sent í a más a gus to
que cuando podía permanecer so lo . Y, s in embargo,
cada vez que me ha s ido dado penet rar más profunda
mente en e l ps iquismo de ta les enamorados de la so
ledad , se es tab leció que inconscientemente sufr í an a
causa de ésta, que su sent imiento de infel icidad y su
vis ión pes imis ta de la humanidad y de la v ida es taban
condicionados por el la. Sin ser conscientes de el lo, es
no obstante la comunicación afect iva con los demás lo
que buscan casi todos los que l lenan los cines, los
bai les, los cafés y otros lugares púb licos. Y los que
se l l aman misánt ropos y se encierran en su habi tación
con la sola compañía de su gato o su canario, reprochan
además inconscientemente a los hombres e l que no los
hayan acogido .
*
La mul t i tud que se encuent ra en los lugares públ icos ,
lejos de favorecer el diálogo y la comunicación, los hace
en real idad difíci les , s ino imposibles. Las relaciones
que en el la se establecen entre los individuos son fatal
mente superf ic ia les e impersonales , puramente funcio
nales. Cómo podría ser de otra manera, s i casi todos
los que las forman v iven en la inautent ic idad , s in haber
adquirido conciencia de lo que son el los mismos, de lo
que son los demás , de lo que buscan cuando se acercan
unos a los otros.
Numerosos jóvenes que se conf ían a mí , puntual izan
su incapacidad para soportar la soledad, así sea por al
gunas horas . Para escapar de e l l a , se asocian a bandas
que se reúnen los sábados y domingos , y en bandas pa
san su t iem po l ibre y sus vacac iones. No se t ra ta s in
embargo de "p i l luelos" , s ino de muchachos y mucha
chas de buena fami l ia , de es tudiantes univers i t ar ios o
S O L E D A D Y D E S A R RA I G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 5
de grandes inst i tutos. Si pasan largas horas en torno a
una mesa de café, no es por el gusto de las bebidas fuer
tes ( lo má s a menu do só lo consumen jugos de f ru tas ) , n i
por ser adictos al bridge o a la "canasta"; es senci l la
mente para es tar juntos . Me he es forzado entonces por
saber cuáles son los temas de sus conversaciones. Les
he pedido relatos detal lados, y pude así comprobar el
total vacío de la mayor parte de sus conversaciones.
"¿Qué ta l?" "Bien , ¿y tú?" Su vocabular io usual es de
una pobreza ex t raord inar ia , a l punto de impos ib i l i t ar
toda verdad era comun icación . La pel í cu la que ha n v i s
to es "fabulosa" o un "bodrio", s in que nadie sea capaz
de explica r el por qu é de este juicio suma rio. Se dice
también una palabra sobre t a l camarada ausente , so
bre tal noc he pa sada fuera de la ba nd a y . . . eso es
todo. Generalmente se separan con la sensación de ha
ber perdido el t iempo, decepcionados los unos de los
ot ros por no haber d icho nada de lo que realmente im
por ta . Pero como no t i enen a su a lcance n inguna o t ra
comunicación , se apresuran a volver a encont rarse lo
más pronto posible.
La mayor ía de las re laciones en t re adul tos no valen
mucho más . Es verdaderamente espantoso escuchar l a
conversación de personas cul tas en una cena o cóctel .
Lo más a me nud o no t i enen n ada que deci rse . El
éxi to de ciertos juegos, como por ejemplo el bridge, se
expl ica s in duda porque proporcionan a l a gente l a im
presión de escapar de su soledad, s in tener que hacer el
gasto de la conversación. Per o estos pal iat ivos no pue
den ofrecer una solución, por poco sat isfactoria que sea,
al angust ioso problema que plantea la soledad del hom
bre moderno.
La misma fami l ia no es , a menudo, más que una yux
taposición de soledades. Creen conocerse porque están
s iempre juntos , mient ras que en real idad nadie se abre
verdaderamente a los demás . Evidentemente , se "quie
r en" , pe ro con un am or pu ram en t e i n s t i n t i vo , an i m a l ,
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en e l que las facul tades propiamente humanas cas i no
par t i c ipan . No se comprenden, no sospechan siquiera
que haya a lgo que comprender en los padres o en los
hi jos , en los hermanos y hermanas . La gran mayor ía
de las desintel igencias conyugales de que he tenido oca
s ión de ocuparme profes ionalmente , no ten ían su or igen
en la desarmonía carnal , s ino en la fal ta casi total de
comunicación de los esp í r i tus . El desacuerdo carnal
mismo, como tendremos opor tunidad de es tab lecer lo en
ot ro capí tu lo , no es , lo más a m enu do, s ino la consecuen
cia de la fal ta de comunicación espiri tual . Esta fal ta se
hace sent i r t an to más negat ivamente cuanto los seres
poseen mayor desarro l lo in te lectual .
En numerosos casos , es ta d i spar idad ent re l a madurez
intelectual y la pobreza afect iva, causa principal de la
ausencia de comunicación , da lugar a neuros i s más o
meno s graves . M . R . , de c incuenta años de edad , me
lancól ico , no exper imenta n ingún gus to por l a v ida ,
ve todo con pesimismo; su juicio sobre los seres hu
manos en general y sobre cada una de sus amistades en
par t i cu lar , es de lo más des i lus ionado. Ha real izado
varias tentat ivas de suicidio y atribuye a su cobardía no
hab er osado l l egar has ta e l f in . S in embargo, t iene un a
ocupación b ien remunerada y socia lmente bas tan te ha
lagadora . Es tá casado con una mujer que es tá muy le
jos de ser mala, que cuida muy bien de él y con la que
casi no t iene choques. Sus hi jos t riu nfa n conv enien te
mente en sus es tudios y moralmente l e proporcionan
toda clase de sat isfacciones. ¿A qué se debe en tonces
ese "complejo de infel icidad", ese disgusto por la vida?
En el curso de la psicoterapia se comprueba que M. R.
no ha tenido jamás, a lo largo de toda su vida, verda
dero contacto afect ivo. Es "bueno", todo el mundo es
bueno con é l , pero nadie lo ha amado nunca verdade
ram en t e , com o t am poco é l ha am ado ve rdaderam en t e
a nadie . Ha hecho un mat r imonio de conveniencia ;
sus relaciones con sus hi jos se basan en "principios":
' • S O L E D A D Y D E S A R R A I G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 7
él cumple sus deberes para con el los, el los lo obedecen,
paro n i de una par te n i de o t ra hay n ingún calor afec
t ivo. R . exper imenta , pues , e l penos í s imo sent imiento
de que ni su mujer ni sus hijos ni sus colegas y co
nocidos lo com pren den . En un a sesión posterior, reco
noce que é l t ampoco ha hecho nunca nada para com
prender a los demás, ni para darse a conocer a el los
en lo que cree ser más au tént icam ente é l mism o. M ás
aun, hasta una toma de conciencia consecutiva a la
ps ico terapia (es su "neuras ten ia" l a que lo ha hecho
consultar al doctor), nunca se le había ocurrido la idea
de que las re laciones in terhumanas pudieran y debie
r an i r m ás a l lá de l a "buena a rm o n í a" . Du ran t e m u
cho t iempo se había sent ido perfectamente sat isfecho
de su suerte. Cuando finalmente se sint ió acuciado por
el sent imiento de fracaso y desdicha, no estableció nin
guna relación entre este complejo y lo que él l lamaba
su "salvaj i smo". En e l curso del t ra tam iento aprend ió
a dialogar primero con su psicólogo, después con sus
famil iares y finalmente hasta con sus colegas. Le na
cieron amistades y toda su vida se encontró t rasforma-
da, así como su concepción del mundo y de la huma
nidad entera .
*
Dado que el hecho y el carácter nefasto de la extra
ord inar ia so ledad del hombre moderno parecen incon
testables, se plantea el s iguiente problema: ¿esta s i tua
ción es i rreversible, i rremediable, o existen siquiera
medios de sal i r de el la? No es posible remit irse a la
psicoterapia, tan sólo después que la gente haya alcan
zado,
como M . R., los umbra les de la desesperación .
Conocida es la respuesta que brota de los anál is is sar-
t r i anos : Todo hombre que haya sobrepasado la t r iv ia
l idad cot idiana y haya alcanzado la conciencia de sí
(de su "para sí"), no podría percibirse sino solo y
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1 8 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D '
abandonado. La palabra conciencia ser í a s inónimo de
conciencia desdichada, desdichada jus tamente porque
se sabe en la imposibi l idad radical de real izar esta
com unión c on el prój imo que todo ser -hum ano cree
es la condición sine qua non de su fel icidad. Amor,
amis tad , camarader ía de lucha proceder ían por igual
de la mala fe inconsciente de los hombres , demas iado
cobardes pa ra adm i t i r su i r remed iable so ledad . Desde
L'Étre et le Néant has ta Le Diablé et le bpn Dieu, pa
sando por Les Chem ins de la Liberté y Huis Clos, toda
la obra sar t r i ana t i ene, como uno de sus t emas esencia
les, l a impos ib i l idad connatural a l a condición humana,
de sal i r de su insoportable aislamiento por medio del
encuentro con el prój imo. El otro no podría ser para el
yo más que un enemigo.
Errar í amos s in duda, a l acordar le t an ta importancia
al pesimismo satriano, s i sólo se t ratase de un proce
dimiento l i terario o de la neurosis personal del fi lósofo.
En rigo r, s i Sar tre ha h al lado ta nto auditorio* en tre
tantos novel is tas, vulgarizadores de sus tesis , y entre
tan tos jóvenes de nues t ro t i empo, es porque su propia
exper iencia co incide, parcia lmente por lo menos , con
la de muc hos de sus contemporáneos . Es e l por tavoz
de una f racción importante de la humanidad de la
época que vivimos.
La filosofía de la soledad fatal y de la consiguiente
infel ic idad no podr ía , con todo, pre te nde r que es t raduc
ción de la to ta l idad de la exper iencia hu m an a. Con
referencia a nues t ra propia exper iencia ex i s tencia l ,
t an to d i recta como indi recta , creemos- .nues t ro deber
señalar la falsedad del pesimismo del existencial ismo
sar t r i ano , por lo menos en la medida en que és te pre
tende rendi r cuenta adecuada de la condición huma
na total . El encuentro con el Otro en su al teridad pro
p ia se presenta , efect ivamente , como el acontecimien
to cent ra l en la t rama de la ex i s tencia de la mayor ía
de los seres hu m an os. Per o nos ha sido dado com -
S O L E D A D Y D E S A R R AI G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 9
probar que es te encuent ro , l e jos de no poder ser más
que una fuente de i lus iones y decepciones , en muchos
casos proporciona a los hombres l a opor tunidad por
excelencia de real izarse , de cumpl i r p lenamente su
vocación de hombres . S i por desgracia no s iempre es
así,
s i en nues t ra época en par t i cu lar e l encuent ro con
e l p ró j i m o ra ram en t e a r r i ba a una com un i cac i ón au
tént ica con él , la explicación debe buscarse no en una
impos ib i l idad esencia l cualquiera , s ino s implemente
en las condiciones de vida psicosociales de la humani
dad moderna, en la desarmonía que exis te en t re su
desarrol lo intelectual y afect ivo.
La comunicación exis tencia l con los demás puede
reves t i r muy d i ferentes modal idades , pero s iempre y
necesar iamente es de orden afect ivo . Cuando se t ra
ta de un in tercambio únicamente in te lectual , cada
uno pone en juego tan só lo sus pensamientos e ideas ,
pero no su ser mismo; l a comunicación es en tonces
solamente ex t r ínseca. P rob able me nte porque c ier tos
fi lósofos y sus discípulos no conocen más que esta es
pecie de in terminables d i scus iones , en una sala de re
uniones o en torno a una mesa de café, sobre pol í t ica,
l i t era tura y ar te , creen que deben af i rmar l a impos ib i
l idad del hom bre de sa li r de su incom unicación . Per o
como el ser humano es capaz de amar y ser amado,
la incomunicación no cons t i tuye en modo alguno la
fa ta l idad de nue s t ra condición en e l mu ndo . La e ner
g ía afect iva , que se puede l l amar libido en el sent ido
que Jung da a es ta palabra , no es tá , c ier tamente , a
disposición de todos los hombres en la misma canti
dad ni con la misma cal idad. Existen seres afect iva
mente ricos y otros pobres, así como hay seres más o
menos dotados in te lec tualm ente . En razó n de los con-
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2 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
l'l icios neurót icos, la energía afect iva puede hal larse
fuer temente inhib ida o repr im ida au n en quienes
in ic ia lmente es taban super iormente dotados , a l punto
que en algunos casos se t iene razón al hablar de una
verdadera atrofia afect iva. Además, la riqueza afect i
va no siempre corre parejas con la riqueza intelectual .
Exis ten hombres in te lectualmente sobredotados que
padecen una asombrosa pobreza afect iva, así como los
hay de una gran r iqueza afect iva cuya capacidad in te
lectual es bas tan te mediocre .
Teresa , joven agregée univers i t ar ia , se encomienda
al ps ico terapeuta porque se s ien te incapaz de amar .
No experimenta esos sent imientos fuertes, t iernos y
apas ionados , que e l l a sabe caracter izan a l amor , n i por
sus copart ícipes sexuales, ni por sus padres ni cama-
r a d a s .
En e l curso del t ra tamiento se comprueba, efec
t ivamente , que t i ene un in tenso egocent r i smo, s in ser
en modo alguno una egoísta. Pero el egocentrismo no
es en el la más que la sobrecompensación de su com
plejo de inferioridad, de su fal ta de confianza en sí
mism a. Al no amarse suf ic ien temente a s í mism a, no
podía amar a los demás . (Pues , cont rar iamente a l a
opinión corriente, el egocéntrico, lejos de amarse con
exceso, se ama poco o nada.) Una vez que la psicosín-
tesis l ibró a Teresa de su complejo de inferioridad y le
dio una confianza normal en sí misma, sus relaciones
con los demás no tardaron en convert i rse en vínculos
afect ivos norm ales . Y se conclu yó su soledad.
En var ias de nues t ras obras an ter iores hemos denun
ciado el error de Freud y los freudianos, de considerar
la energía afect iva, la l ibido, como de naturaleza es
pecíficamente sexual . En efecto, en esta hipótesis la
única forma verdaderamente au tént ica de comunica
ción entre los seres sería el am or sex ual . Todos los de-
mas afectos y aficiones serían la resul tante de desvia
ciones, represiones o sublimaciones de esta l ibido se
xual . El la sería la fuente de los diálogos platónicos
SOLEDAD Y DESARRAIGO DEL HO MB RE MODE RNO 2 1
y de la comunicación m ís t ica . En real idad , es Jung
quien ha visto con acierto. La energía afect iva es por
natura leza indi ferenciada. De la cant idad y cal idad
de l ibido de que dispone, el individuo puede hacer, se
gún las c i rcuns tancias , t a l o cual empleo . Por lo me
nos en teoría, el que hace un desgaste demasiado in
tenso de energía afect iva en el plano del amor sexual ,
ya no dispondrá casi de el la para act ividades creado
ras ,
para e l serv ic io de la comunidad , para e l amor a
Dios. En la práct ica, no siempre es así . No es raro
que e l amor apas ionado por una mujer acreciente con
s iderablemente l a capacidad del hombre para amar a
Dios,
a sus padres y amigos , renovando al mismo t i em
po su impulso creador . Y v iceversa . Hem os ten ido
ocasión de comprobar en numerosos casos que el ad
venimiento del hombre a un autént ico amor por Dios
o la humanidad puede acrecentar su capacidad de amor
erót ico. En psicosíntesis nos ha sucedido que curamos a
impotentes y frígidos haciéndoles sal i r de su egocentris
mo,
despertando en el los un vigoroso interés por una
"gr an causa ". Sólo el abuso de la ene rgía afect iva en
una esfera dada t iene consecuencias nefastas para el
lolal de la vida afect iva. Efe ct ivam ente, el l i be rt i na je
perjudica la creat ividad, las relaciones con la comuni
dad humana y con Dios . La beater í a , que es a l amor
a Dios lo que el l ibert inaje es al amo r erót ico, h ac e al
su je to inepto para e l amor de los hombres y t ambién
para toda act iv idad verdaderamente creadora . Lo mis
mo ocurr e con aque l la desviación del am or por la
acción creadora que l l amamos activismo. P o r o t r a
par te , e l l iber t ino no ama en verdad eró t icamente , corno
I¡impoco el beato ama realmente a Dios ni el act ivista
la acción creadora . Todos e l los permanecen encerra
dos en su sol ipsismo; ninguno logra alcanzar ixna
verdadera comunicación afect iva.
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2 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
Hace a lgunos años , consagramos un largo es tudio
al anál i s i s del amor eró t ico
1
, de toda la miseria y gran
deza que encierra, de sus posibi l idades de éxi to y de
sus riesgos de desviación. Sin emba rgo, la expe riencia
atest igua que el amor erót ico no puede sat isfacer ple
namente l a neces idad de comunión exis tencia que más
o menos oscuramente exper imentan todos los seres hu
ma nos . No a todos los hom bre s les es dado hal l ar la
compañera eró t ica adecuada, con quien puedan a lcan
zar una autént ica comunión in terpersonal ; demas iado
a menudo parejas sexuales "perfectas" permanecen cada
una encerrada en su so ledad . Además , ex i s ten voca
ciones o condiciones de vida inconci l iables con la co
municación eró t ica . Por o t ro l ado , en todos los huma
nos hay períodos de la vida que no son propicios para
la unión eró t ica: l a adolescencia , l a ve je z . . . Y por
fin, aun quienes viven un amor erót ico casi perfecto
no podr ían contentarse con é l , ya que en es tado puro
revela una gran f rag i lidad . Pa ra que dure , es necesar io
que se al ie con otras formas de afect ividad, menos
sumisas a l as mutaciones de la carne.
La más universal y , en nues t ra opin ión , l a más no
ble de todas l as comunicaciones in terhumanas , l a úni
ca capaz de arrancarnos de la soledad, es la amistad.
Quien no tenga amigos no podrá t ener s ino una con
cepción pesimista de la vida y de la condición
1
h u m a n a ,
cualesquiera sean, por lo demás, las sat isfacciones que le
ofrezca la existencia. Una verdadera amistad, por el
contrario, permite disfrutar de fel icidad y alegría aun
en med io de las peores t ribulac iones . Según que u no
crea o no en la posibi l idad de un a am istad auté nt ica ,
considerará a la soledad como un desdichado accidente
y como la fatal idad de la condición hu m an a. Y no se
t ra tará de conclus iones del razonamiento abs t racto , s ino
de las de la experiencia existencial .
1
Psicoanálisis del amor, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires,
1960.
I I
N A C I M I E N T O D E L A A M I S T A D
A
L PARE CER, LA AMISTAD
puede es tab lecerse en to
dos los n iveles de la condición humana. Ya en
los j ard ines de infantes puede observarse que ent re
los niños de cuatro o cinco años se establecen relacio
nes de preferencia . S in emba rgo, unos d ías an tes er an
todos igualmente extraños unos a otros, quizás no se
habían v i s to j amás . Con f recuencia sucede que dos
niños cuyos padres v iven en la misma casa y que por
lo t an to se conocen desde s iempre, no tardan en hacerse
de amigos d i ferentes en la escuela . Lo mismo ocurre
a m enudo . con he rm anos y he rm anas . Los am i gos que
los padres pretenden e leg i r para sus h i jos raramente
agradan a éstos, y no es raro que los que el igen por s í
mismos no gus ten a los padres , s in que se pueda af i r
m a r a priori que s e t r a t e si em pre de un com por t a m i e n
to react ivo de niños celosos de su inde pen den cia e n
relación con la in tervención paterna. Hay só l idas
amis tades en t re cr iminales , como las hay ent re genios
y ent re santos . U n escr itor que es tuvo in tern ado u n
t iempo en un hospi ta l ps iquiá t r i co , descr ibe en su no
vela los sólidos lazos de amistad que un ía n a dos d e
sus compañ eros de desdicha. És tos se com po rta ba n
como amigos no só lo en sus momentos de lucidez, s ino
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24
P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
aun cuando el del i rio hacía presa de el los. En este
estado, ambos perdían por completo el sent ido de la
real idad, y uno se creía un cabal lo, el otro un perro.
Trotaban uno a l l ado del o t ro en cuat ro patas ; se
conducían uno respecto del otro como un cabal lo y
un perro que se quis ieran mucho, y parecían compren
derse adm irablem ente . Ta n sólo la amis tad parecía
resist i r la acción destruc tura de la locura. Nosotros
mismos hemos podido observar la existencia de amis
tades e lect ivas en uña ins t i tución para n iños anorma
les, cuya sensibi l idad era, s in embargo, poco despierta.
Andró M al raux , en Les Noyeus de l'Altenburg,
muest ra que aun ent re dos so ldados enemigos puede
es tablecerse una corr ien te amis tosa , lo que también
era, bajo otra forma, la tesis de Romain Rolland en su
célebre Jean-Christophe. La am istad no se deja detener
ni por las fronteras nacionales ni por las barreras de
las clases sociales. En mi juventud conocí a dos jóve
nes que eran amigos inseparables . Má s tarde, bajo l a
ocupación a lemana, uno se encont ró compromet ido en
cuerpo y a lma en un movimiento de res i s tencia , y se
adh irió al com unism o. El otro, por el con trario, al pa
recer con igual buena fe , mi l i t aba act ivamentp en un
part ido fascista cuyas simpatías se incl inaban hacia la
Alemania nazi . En un combate en t re los maquis y l a
mi l ic ia , no habr ían t ra ic ionado, probablemente , l a cau
sa que servían, por evi tar el disparar uno contra otro.
Y sin embargo, con gran escándalo de los camaradas de
par t ido respect ivos , cont inuaron cons iderándose mutua
mente amigos . Cuando se encont raban , bas taba que la
conversación recayese sobre otro tema que la pol í t ica,
para que la corriente afect iva se restableciese entre
ellos,
para que v ibraran nuevamente a l un í sono como
en otros t iempos. Vínculos de amistad semejantes exis
ten igualmente en t re hombres de re l ig iones d i ferentes ,
y hasta entre creyentes y ateos. Es verdad que en tales
casos se t ra ta s iempre de hombres que han a lcanzado
N A C I M I E N T O D E LA A M I S T A D
25
un grado re la t ivamente e levado de madurez ps íquica ,
y que por el lo son capaces de comprender incluso a
quienes no part ic ipan d e su fe y sus convicciones. Como
veremos más adelante, en los seres menos evoluciona
dos,
la amistad supone simil i tud de las condiciones de
vida e ident idad de las opiniones o las creencias.
Los humanos más evolucionados esp i r i tualmente y
más desl igados de las cosas temporales y terrestres, por
lo general tampoco menosprecian el afecto amistoso.
Conocemos, por los relatos evangélicos, la amistad de
Jesús por su discípulo Juan, hi jo de Zebedeo, así
como por Lázaro y sus her ma nas . Dad o que le p lugo
asumir l a condición humana, e l Hi jo de Dios mismo
no desdeñó, por lo tanto, las alegrías de la amistad.
Éste es el caso también de la mayoría de sus mejores
imitadores, los santos y los ascetas. Y hasta es muy
significat ivo que muchos de el los creyeran que debían
romper todos los lazos humanos y l legar a despreciar
todos los bienes de este mundo, pero que no se creye
ran de ningún modo obligados a renegar de sus lazos
de amistad . San Anton io, que pasa por ha ber s ido uno
de los más austeros entre los "Padres del Desierto" y
cuyas práct icas ascét icas nos parecen tan excesivas, se
decidió a salir de su desierto sólo en nombre de la
amista d. Viéndose su amig o Atan asio, obispo de Ale
jandría, expuesto a las persecuciones, Antonio acudió
para pres tar le ayu da. A un en los monas ter ios de ob
servancia muy estricta, en que la regla veda toda
preferencia, las amistades logran, a pesar de todo,
nac er y florecer. Cierto es que los proced imientos de
la enseñanza de la ascesis y del desasimiento hacen
que muchos rel igiosos y rel igiosas crean que deben
combat i r sus sent imientos de amis tad "par t i cu lar"
(¡como si pudiese exist i r alguna amistad que no sea
part icular ) y se acusan de el los como de un pecado, en
confesión o ant e la com unida d. No creo que tal rech azo
de uno de los más nobles —sino el más noble— sen-
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2 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
t imientos del corazón humano pueda favorecer e l
progreso espiri tual . Pero ésta es otra cuest ión, sobre
l a que t end rem os que p ronunc i a rnos m ás ade l an t e .
Queda, pues , comprobado: l a amis tad es l a más
universal de todas l as re laciones in terhumanas de or
den afect ivo. Los simples y los evolucionados, los san
tos y los criminales, gozan de sus alegrías, encuentran
en el la el medio de sal i r de su soledad. La cuest ión
que ahora se plantea es la de saber sobre qué bases se
establece la amistad entre dos seres. Ya hemos visto
que la amistad hal la su fuente en la energía afect iva,
en la l ibido. Cuanto más ricos son los seres cuanti ta
t iva y cual i tat ivamente en l ibido más fuertes y ricas
son sus amis tades ; hay una inmensa d i ferencia cual i
tat iva entre la amistad que unía a Sócrates y sus dis
cípulos y la que prevalece en una banda de jóvenes
pi l luelos. Con todo, no es de esto de lo que se t rata
por el momento, s ino más bien de esto otro: ¿Por qué
nuestra l ibido se vuelve más bien hacia tal persona que
hacia tal otra? ¿Según qué cri terios, conscientes o in
conscientes, elegimos a nuestros amigos, suponiendo
que realmente los el i jamos?
Hemos comprobado anter iormente que la amis tad
puede nacer en t re hombres de re l ig iones , de naciones ,
d e profesiones muy d i ferentes . Con todo, puesto que
toda amis tad impl ica c ier to grado de comunión, debe
haber en t re amigos c ier ta s imi l i tud , c ier ta comunidad
de intereses, más o menos esenciales. Un art is ta el ige
sus amigos generalmente en t re ar t i s tas ; un hombre de
ciencia en t re hombres de c iencia ; un comunis ta en t re
comunis tas , e tc . C ier to que un p in tor comunis ta puede
ser amigo de un pintor catól ico, y yo conozco profun
das amis tades en t re creyentes cr i s t i anos y musulmanes .
NACIMIENTO DE LA AMISTAD 2 7
En el pr imer caso es e l amor a l a p in tura lo que crea
una comunión suf ic ien temente fuer te para res i s t i r a
las divergencias ideológicas, y en el segundo se t rata de
creyentes que han superado el estadio sociohistórico
de la fe rel igiosa. Su m ad ur ez psicológica es suficien te
para permi t i r l es comprender y amar a aquel los que
piensan y s ien ten d i s t in tamente de e l los , no a pesar ,
s ino más al lá de las divergencias. Cuando se t rata de
seres ps íquicamente menos evolucionados , e l nacimien
to de la amis tad presupone una s imi l i tud más tangi
ble de las condiciones de vida, así como una mayor
identidad de opiniones y creencias.
La mayor o menor comunidad de in tereses , sean és
tos "subl imes" o pedes t res , no bas ta s in embargo por
s í so la para expl icar e l nacimiento de la amis tad en
t re dos seres humanos . He aquí un joven que se une
a un grupo musical , cuyos miembros todos profesan
las mismas convicciones pol í t icas o rel igiosas que él .
Si al cabo de un t iempo más o menos largo se hace
amigo de o t ro joven per teneciente a l grupo, no es ne
cesar iamente porque su comunidad ideológica o mu
sical sea más perfecta, ni porque se hayan reconocido
mutuamente como "mejores" . Se da en efecto en la
exper iencia corr ien te que no s iempre e l i j amos por
amigo a aquel que objet iva o subjet ivamente nos pa
rece e l mejor en t re los que f recuentamos . Au n la su
bl ime y di lecta amistad que Cristo consagró a su dis
c ípulo Juan no prueba en modo alguno que Él es t i
m as e a este último más que a los otros; y he a q u í la
pru eba : a Pedro confió el gobierno de su Iglesia. Así
como el enamorado puede muy b ien reconocer que
otra mujer es más hermosa que la que es objeto de su
pas ión , y s in que de e l lo resu l te n ingún daño para
és ta , yo puedo muy b ien admi t i r que mi amigo no
es el más intel igente ni el más generoso de todos los
que conozco, y que muy probablemente no rehusar ían
tampoco ser amigos míos. En todo caso, el joven mu-
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2 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD
sico de que acabo de ocuparme, confiesa que en su
grupo hay mejores mús icos que su amigo y has ta que
con a lgunos o t ros in tercambia ideas sobre asuntos re
l igiosos o pol í t icos con mayor faci l idad que con él ,
que es má s bien taci turn o. ¡Sin em barg o, es éste el que
se ha convert ido en su amigo
Cualquiera sea , pues , l a importancia de las "cual i
dades" del o t ro , no bas tan por c ier to para expl icar
por qué lo hemos e leg ido preci samente a é l por amigo.
Exis ten por o t ra par te verdaderos " f lechazos" de
amis tad , ps ico lógicamente muy semejantes a los del
amo r . Nos encont ram os con Fula no por pr im era vez,
pocas cosas sabemos sobre él , apenas ha dejado entre
ver lo que piensa y cuales son sus gustos, pero ya ex
per imentamos por é l un gran impulso de s impat ía , que
remos rhá o menos conscientemente a t ra er su a tención ,
desper tar en é l un impulso análogo hacia nosot ros .
Cier tamente , es ta especie de f l echazo no engendra to
davía la amistad; es sólo la primera chispa y son necesa
r ias numerosas condiciones para que de e l l a bro te una
verdadera l lama de amistad, capaz de resist i r a los
contrat iempos de la vida.
Por completo que supongamos e l inventar io de los
móvi les racionales que tendr íamos para querer a
Fulano, no es suf ic ien te para expl icar lo adecuadamen
te . Esto no ignifica, s in embargo, que el f lechazo se
produzca sin motivos ni móviles, pues éstos se hal lan
le jos de ser s iempre y exclus ivamente de orden racio
nal . Mient ras nues t ra conciencia quizás ignora todo to
davía acerca del o t ro , nues t ro inconsciente puede ya
hab er reconocido en él un amigo pos ib le , ad iv inan do en
t re é l y nosot ros mis ter iosas af in idades que tardarán
años quizás en hacerse p len am ente conscientes . El
inconsciente parece ad iv inar a veces , no so lamente lo
que el otro ya es, s ino también lo que es capaz de l le
gar a ser , qu izás gracias a nues t ra amis tad , preci sa-
N AC IMIE N T O DE L A AMIST AD
29
mente . Ent re e l o t ro y nosot ros ad iv ina un parentesco
potencia l de a lmas . También importa saber que las
motivaciones, tanto inconscientes como conscientes, de
la am istad, lejos están de ser todas egoístas. Im po rta
no sólo lo que tenemos derecho de esperar y recibir
del otro, s ino por lo menos otro tanto lo que nos sen
t imos má s o menos capaces de dar le . La am is tad es
por esencia generosa.
*
Con todo, para que pueda nacer y desarro l larse l a
am istad ent re dos seres, imp orta que un o y otro, se
encuent ren en es tado de disponibilidad. M e ha suce
d ido a menudo encont rarme en presencia de personas
que se quejaban de no tener amigos ; según e l las , na
d ie l as querr í a por amigas . Ahora b ien , he podido
comprobar casi s iempre que esto se debía a su propia
fal ta de d i sponib i l idad , porque es taban demas iado ocu
padas para poder acoger a l o t ro . Puede t ra tarse de un
estorbo exterior, es decir, que no se dispone de bastante
t iempo o de energía afect iva para las necesidades de la
amis tad . Ta l es e l caso par t i c u lar de t an tos hom bres
de negocios, obl igados por su profesión a tener innu
merables relaciones, comidas de negocios t ras comidas
de negocios. En el las se hab la de todo, me nos de lo
verdaderamente personal de cada uno. Es raro que
una verdadero amis tad pueda f lorecer en ta les con
dic iones . Lo más a menudo, s in embargo, l a ocupa
ción que hace imposible la amistad es de orden inte
rior, subjet iva. El otro en cua nto otro no interesa al
egocént r ico . És te b ien que querr í a t ener un amigo,
pero por las sat isfacciones egotistas que sería capaz de
pro cura rle. El narcisis ta sólo busca en el otro un a es
pecie de espejo de su propio yo hipertrófico. Tod a de
semejanza, toda divergencia, le parecen obstáculos
insuperables para lo que é l en t iende por amis tad . No
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30 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
to lera n inguna cont radicción , espera que e l amigo lo
escuche y lo apruebe, que es té s iempre l i s to para aco
ger lo . Cuando exper imente l a neces idad de hacer lo ,
i rá a verlo todos los días, no dejándole ninguna posi
b i l idad para su v ida personal o para o t ras re laciones .
Después , no se lo ve más durante d ías y semanas , s im
plemente porque ya no lo desea. Poco importa que sea
entonces el otro el que está solo. Nada t iene de extraño
que un "amigo" semejante decepcione, y que uno evi
te ins t in t iv am ente tom arlo por amigo. A veces l a in-
disponibi l idad de origen egocéntrico deriva de la neu
rosis y entonces sólo una buena psicoterapia está en
condiciones de volve r al sujeto capa z de am istad . En
ocasiones, s in embargo, una toma de conciencia y es
fuerzos voluntar ios pueden bas tar para e l lo .
En la disponibi l idad de los seres hay grados, y en
consecuencia más o menos opor tunidades para e l los de
viv i r la amis tad . S i l a amis tad surge más a me nud o y
m ás f ác i l m en t e en l a j uven t ud que en l a edad m adura
o en la vejez, se debe a que el ser joven se hal la ge
neralmente más d i sponib le . De es to resu l ta que mu
chos hombres y mujeres só lo t i enen amigos de juven
tud; s i és tos desaparecen , se s ien ten incapaces de anu
dar nuevos v ínculos amis tosos . En verdad , l a amis tad
no es en modo alguno pr iv i leg io de la juventud única
mente . Yo conozco una anciana dama que pasa los
ochenta años de edad y es tá s iempre d i spues ta a t rabar
nuevas amis tades , y efect ivamente todavía l as hace,
tan to en t re gentes de su propia generación como ent ré
los jóvenes. Se podría aducir, quizás, que la persona de
edad capaz de hacerse de nuevos amigos ha conservado
joven su corazón, o qu e ha vu el to a serlo. Sin em barg o,
normalmente , es deci r , s i supiese pro teger su in t imidad ,
a l menos parcia lmente , cont ra l a ag i tación del mundo,
el adul to evolucionado y no neurót ico deber ía ser más
apto para la am istad qu e el adolesce nte. En efecto, en
este úl t imo es normal cierto grado de narcisismo, y si a
NACIMIENTO DE LA AMIS TAD
31
pesar de todo logra hacer amigos, es porque la disponi
b i l idad l l eva en é l generalmente ventaja sobre e l nar
cisismo. La necesidad y el deseo de la amistad t riunfan
del miedo de am ar . El adul to , a meno s que se encue n
tre inhibido por confl ictos psíquicos, debería estar más al
abrigo de la tentación del narcisismo. Y los obstáculos
exteriores a la disponibi l idad deberían dejarse vencer
más fáci lmente, a condición, por su puesto, de qué su
deseo de amistad no sea una simple veleidad.
.
El impulso amistoso, como hemos visto, brota a
menudo de las profundidades afect ivas de nues t ro ps i -
quismo, mucho antes que hayamos podido adqui r i r e l
conocimiento racional del otro. Nuestra l ibido se en
cuent ra es t imulada por nues t ra d i sponib i l idad para l a
amis tad , por nues t ra neces idad de amis tad . Per o s i
nues t ro impulso nos l l eva hacia t a l ser más b ien que
hacia los demás , es porque nues t ro inconsciente cree
reconocer en él una pareja potencial para el diálogo,
para l a comunión. Ha adiv inado ins t in t ivamente que
hay a lgo en común, a lgún parentesco fundamental en-
Ire el otro y nosotros; s i no, el diálogo sería impensa
ble. S invem bargo, en t re seres que se parec en dem a
s iado , a l punto de no ser más que un eco mutuo, no
podría desarrol larse verdadero diálogo. Las diver
gencias , l as d ivergencias complementar ias , importan
en efecto tanto, por lo menos, como las s imil i tudes,
para que sea posible la comu nicación amistosa. Po r
ot ra par te , para saber s i nues t ra amis tad con o t ro es
v iable , nues t ro inconsciente hace e l inventar io , no tan-
lo de los y os estáticos del otro y nue stro, com o del
ideal del yo
de uno y otro.
Innumerables factores en t ran en la formación de
nues t ro ideal del yo , de es ta imagen ideal que que-
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32
PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
rríamos real izar en nosotros y que da cierta conver
gencia a nuestras energías y a nuestros esfuerzos dis
persos. En el niño , ese ideal del yo se com pone casi
por entero de lo proyección de la imagen que incons
cientemente se ha formado de sus padres, lo que no
quiere decir que sea el exacto retrato de estos úl t imos.
Ella quiere l legar a ser como mamá; él , ser en todo
semejante a papá. Pero tampoco es raro qu e e l n iño
se encuentre en confl icto afect ivo con uno u otro de
sus padres, sobre todo porque cree que lo quieren
poco o que no lo quie ren. Enton ces su ideal del yo
es exactamente el reverso del progenitor con quien
está en confl icto, quiere l legar a ser radicalmente dis
t into de este úl t imo. El niño el ige entonces sus amis
tades no en función de lo que él mismo es, s ino en fun
ción de su ideal del yo de origen pa ren tal . El mu -
chaci to que está en su casa rodeado por un amor ma
ternal demasiado protector, puede buscar en la escuela,
como amigo, a alguno más fuerte y prest igioso, capaz
de ejercer par a con él el mism o papel protector. Per o
también puede ocurrir que su inconsciente se rebele
cont ra es ta pro tección maternal exces iva , aun cuando
conscie nteme nte se sienta a gusto con el la. Enton ces,
por un proceso de sobrecompensación psicológica, se afi
cionará a uno más débil , al cual podrá a su vez proteger
y dominar .
Poco a poco, a part i r de la adolescencia, el ideal del
yo se va haciendo más complejo, al al imentarse en otras
fuentes que la famil ia. Los héroes de las novelas y las
pel ículas, los personajes históricos, los maestros admi
rados , cont r ibuyen, cada uno por su par te y en grados
diversos, a la formación de nuestr o ideal del yo. Lo
más a menudo, todo es to permanece muy confuso , pero
no por el lo influye menos en muchas de nuestras deci
siones y elecciones, en part icular en la elección de nues
tros amigos.
Este ideal del vo Querríamos, por cierto, real izarlo en
NACIMIENTO DE LA AMISTAD
33
nosot ros mismos , y más o menos as iduamente nos es
forzamos en el lo. Pero es sobre todo en aquel los a
quienes quis iéramos hacer nues t ros amigos , donde bus
camos su eco , su reproducción . Tod a vez que na ce en
nosotros el deseo de tener por amigo a tal ser que
quizás hemos t ra tado por pr imera vez, es que nues t ro
inconsciente ha ad iv inado ya que a l menos por c ier tos
aspectos de su personal idad corresponde a nuestro ideal
del yo, sea en acto, sea tan sólo potencialmente.
S in embargo, no bas ta para que nazca la amis tad ,
que el otro sea más o menos conforme a nuestro ideal
del yo . Hace fa l t a además que es te nues t ro ideal del yo
coincida por lo me nos en par te con el del otro. Si
fal ta esta coincidencia, el impulso amistoso que nos
l leva hacia el otro cae a menudo en el vacío.
El amor eró t ico puede muy b ien ser so lamente uni
latera l . Ha sta es lo que ocurre con frecuen cia en
tre los adolescentes, que ni s iquiera se atreven a so
l ici tar reciprocidad al objeto de su pasión. Entre los
mismos adul tos , e l amor uni la tera l es tuvo muy de moda
en la época romántica. Por otra parte, es más bien raro
que el "flechazo" t raspase a dos seres en el mismo mo
mento . Por lo menos durante un t i empo, l a mayor par te
de los amores son unilaterales. "Si te quiero, ¿qué te
importa?" , d ice un enamorado románt ico a l a mujer
que ama. La l i t era tura y l a v ida abundan por igual en
ejemplos de amor s in reciprocidad . Lo más a menudo,
cuando tal estado de cosas se prolonga, es que se t rata
de lo que se ha convenido en l l ama r "a mo r de sdichado" .
Pero conozco también casos en que e l amante uni la te
ral acepta sin sufrir demasiado la fal ta de reciprocidad,
y hasta l lega a encontrar en su amor la fuente de un
gran enr iquecimiento ex i s tencia l . As í Max, joven que
habia caído muy bajo moralmente , se enamoró de la
esposa de su mejor amigo. Sabiendo que era una mu
jer v i r tuosa y además enamorada de su mar ido , n i por
un solo instan te pensó e n qu e el la lo amase" y p or otra
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34
PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
parle nada hizo para lograrlo. Pero por lo menos quiso
hacerse d igno de la amada, y en su manera de v iv i r
se produjo un cambio radical .
La amistad, por el contrario, es inconcebible sin re
ciprocidad. Claro que puede uno decirse amigo de la
naturaleza o amigo de los an imales , s in que ent re en
juego la noción de reciprocidad. Pero se t rata en tal
caso de una extens ión puramente analógica de la pa
labra amistad. En su sent ido propio, la amistad implica
s iempre y necesar iamente d iá logo, comunión, y supone
entonces, por definición, dos términos. Yo no puedo
llamarme amigo de Fulano, s i no es cierto que él , a
su vez, también está dispuesto a reconocerme a mí por
amigo.
Es ta ex igencia de reciprocidad hace, ev identemente ,
más aleatorio el nacimiento de la amistad. Yo puedo
-creer que he hal lado en Fulano la perfecta encarnación
de mi ideal del yo y sent irme l levado por un gran
impulso amistoso hacia él ; pero si él no reconoce en
mí su propio ideal del yo, o si , más simplemente, se
encuent ra en ese momento indisponib le para l a amis
tad , mi impulso corre r i esgo de no hal lar n inguna aco
gida. Surge entonces la tentación, a la que muchos
sucumben, de creer que la amistad es imposible, de
est imarse indignos de la amistad de aquel los a los que
querr í an tener por amigos . S in embargo, es puro ro
mant ic i smo creer que nues t ro ideal del yo se encuent ra
encarnado en un solo ser, y que si éste no nos quiere
por amigos, estamos defini t ivamente condenados a la
so ledad . Ante todo, importa saber que n ingún ser hu
mano real iza perfectamente nues t ro ideal del yo; luego,
que hay c ier tamente muchos , quizás una mul t i tud , que
lo encarnan parcia lmente , en d iverso grado, pero lo
suf ic ien temente para que ent re nosot ros y cada uno
de el los pueda establecerse una autént ica comunicación
existencial . El que busca la amistad con sinceridad y
perseverancia, t iene todas las posibi l idades de encon-
N A C I M I E N T O D E L A A M I ST A D 3 5
Irarla un día. Lo importante es no dejarse descorazonar
jamás por los fracasos, por mucho que se repi tan.
La si tuación de aquel cuya amistad se sol ici ta, no
siempre es más cómoda que la de quien se ha dedicado
ii la búsqueda de el la. Muchas veces he experimen
tado lo embarazoso de esta s i tuación. Un hombre, que
es asiduo lector de mis l ibros, cree haber encontrado
en el los la explicación de sus problemas existenciales.
Tiene la impresión de que nadie mejor que el autor
de esos l ibros está en condiciones de comprenderlo, y
por lo tanto de ser su amigo. Me escribe, viene a ver
m e,
pronto me ofrece su amistad. ¿Qué debo hacer
yo? Siento por él piedad, hasta cierta s impatía, y es
toy dispuesto a comprenderlo y ayudarlo. Pero es otra
cosa lo que espera de mí. Ahora bien, para mí es claro
desde un comienzo, que yo por mi parte nada espero
de él, y que por esto no es posible entre nosotros nin
guna reciprocidad , n inguna verdadera amis tad . La mis
ma si tuación se produce de vez en cuando con personas
que recurren a mí para la psicosíntesis . Lo más fre
cuentemente , no se t ra ta de n inguna manera de una
"trasferencia" en el sent ido freudiano preciso del tér
mi n o ,
es decir, de un desplazamiento del confl icto neu
rót ico sobre el terapeuta. Más senci l lamente, en el t ras
curso de las entrevistas terapéuticas, los seres toman
más aguda conciencia de su soledad y de su consi
guiente desdicha. Nace en el los un vivo deseo de co
municación con los demás, y a medida que van ca
yendo sus inhibiciones neurót icas, se s ienten cada vez
más disponibles para la amistad. ¿Qué cosa más na
tural entonces que experimentar el deseo y creer en
la posibi l idad de una verdadera y profunda amistad,
preci samente con aquel a quien se en t regan como ja-
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36 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
má s lo ha n hech o has ta en tonc es , y que tan- b ien pa
rece comprender los? Para más , e l ps ico terapeuta es l a
pr imera persona que los toma en ser io , los escucha
atentamente y l es mani f ies ta s impat ía . Se incl inan ,
por lo t an to , a pensar que es t ambién e l único que
puede hacer lo , y en consecuencia e l único amigo po
sible. Existen casos en que, efect ivamente, entre el
ps ico terapeuta y su paciente puede es tab lecerse una
verdadera re lación amis tosa , una amis tad que se pro
longará mucho más a l l á de l a conclus ión de la t erapia ,
y s in que se t ra te de cualquier "cont ra- t ra s ferencia" .
Sin embargo, en la gran mayoría de los casos el sujeto
siente muy bien, y sin que el psicólogo tenga necesidad
de decí rse lo , que no podrá contar con una verdadera
reciprocidad de par te de es te ú l t imo. Sufre más o me
nos por e l lo , l amenta "no tener nada que dar en cam
b i o "
de lo que recibe. El psicólogo debe alentarlo con
del icadeza a hacerse d i sponib le para l as amis tades que
pueden ofrecérsele en e l ambiente natural de su v ida.
Le hace comprender que, s i an tes no ha encont rado
amigo, se debía a sus confl ictos neurót icos, obstáculo
que de ahí en adelante no debe seguir exist iendo. Y ob
tendrá su l ibre consent imiento para ese par t i cu lar í s imo
género de re laciones afect ivas que pueden y aun deben
exist i r en el curso de un tratamiento psicológico, y
que no son eró t icas n i , p ropiamente hablando, amis tad .
Con f recuencia me ha s ido dado comprobar que es ta
relación afect iva sui generis con el psicoterapeuta, s i rve
a los sujetos para el aprendizaje de la amistad. Mu
chos no esperan siquiera el f inal de la terapia para
trabar sól idas amistades con personas que a veces co
nocían desde hacía años , s in haber osado esperar que
ent re e l los pudiese surg i r una amis tad . Tanto es as í ,
que e l pr incipal y a menudo el único obs táculo para
el nacimiento de la amis tad hay que buscar lo en e l
su je to mismo que se queja dolor idamente de no poder
tener amigos .
La amis tad debe ser quer ida . No bas ta , s in embargo,
querer la para que nazca, aun cuando sean dos los que
la desean . Yo he pasado personalmente por es ta ex
per iencia . Hace años , t rabajaba en una misma tarea
con un hombre cercano a mí por l a edad y la cu l tura .
Yo lo es t imaba mucho, t an to por su in te l igencia como
por sus cual idades espiri tuales. Nos sent íamos perfec
tamente al unísono, tanto en el plano ideológico como
en el esp i r i tual . Raramente he deseado conver t i rme en
amigo de alguien como entonces; le part icipé mi deseo,
y también en él era de todo punto evidente que exis
t ía el mismo deseo. Hicimos meri torios esfuerzos para
lograr un acercamiento , nos es forzamos por es tab lecer
un diálogo tan ínt imo como fuese posible, y nos com
portamos en todo como amigos. Todo fue en vano, la
chispa afect iva no bro tó jamás . Debimos res ignarnos
a no ser más que buenos camaradas , "amigos" en e l
sent ido ampl io de la palabra . Nos comprendíamos a
mar avi l l a in te lec tualm ente; pero en -lo afect ivo n o v i
brábamos a l un í sono. Que quienes por su par te real i
cen una exper iencia semejante , no inf ieran de e l l a l a
imposibi l idad de la amistad como tal , s ino solamente
la impos ib i l idad de su amis tad con Fulano.
¿P uede p res en t a r s e i gua l m en t e e l cas o con t r a r i o?
¿Puede uno hacerse amigo de a lguien s in querer ser lo?
No parece que e l lo pueda suceder . C ier tamente , he
mos hablado antes del "flechazo" amistoso, pero éste
no l lega a ser verdadera amistad sino después de ha
ber s ido rat i ficado por los sujetos. Jamás es uno amigo
de alguien a pesar de sí mismo. Por oscura que sea
una fuente , l a amis tad no puede adqui r i r forma más
que a p lena luz .
*
38
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Para que l a amis tad nazca y c rezca son ind i spen
sables , como hemos vis to , ciertas s imil i tudes , aunque
también c i e r t as desemejanzas . Al parecer , en t re c i e r
tos g rupos de carac teres y t emperamantos , es cas i im
posible la amistad. Un hombre que los caracterólogos
clas i f icaran entre los act ivos primarios emotivos, ten
dería s in duda en vano a la amistad con un no act ivo
secundario no emotivo. Es necesario que por lo menos
exis ta s imil i tud en uno de los t res planos. Asimismo,
en t re un in t rover t ido y un ex t raver t ido , l a amis tad es
dif íci l , s i no imposible. Con todo, en el primero puede
lograrse c i e r t a ex t ravers ión , a l menos median te l a ps i
coterapia, as í como en el segundo cierta int rovers ión,
con lo que es tarán en condiciones de formar la más
i d e a l p a r e j a d e a mi g o s , d e s e mp e ñ a n d o a p r o x i ma d a
mente e l uno cerca de l o t ro e l papel que Jung a t r i
b u y e a l anima respecto del animus, y viceversa. Una
iden t idad demas iado g rande en t re los carac teres o t em
peramentos demues t ra a menudo ser un obs tácu lo para
la comunicación amistosa. Ésta, al no t ropezar en apa
riencia con una dif icul tad, corre el pel igro de dete
nerse en la superficie entre dos extravert idos , de que
dar en una sen t imenta l idad demas iado inef i caz cuando
se t rata de dos int rovert idos .
Con bas tan te f recuencia se observan amis tades en
t re seres que parecen rad ica lmente opues tos en t re s í .
Ta l l inda n iña t i ene por "amiga de l a lma" a una
feota; el mejor de la clase es inseparable del más hol
gazán. Los sujetos de es ta s i tuación serían lo más a
menudo los ú l t imos que pud ieran dar una exp l i cac ión
racionalmente sat isfactoria de tales amistades . Por ot ra
parte, no s iempre es verdad, como lo afi rma la opi
n ión cor r i en te , que l a n iña bon i t a qu iera hacer resa l
tar mejor su bel leza, obl igando a compararla con la
fealdad de su amiga. En el t rascurso del anál is is ps i
co lóg ico , muy a menudo se reve la que se t ra t a mes
bien de una especie de compensación. La l inda niñ3
como e l a lumno aven ta jado t i enen l a sensac ión , más
o menos in tensa , de que no merecen ser lo que son ,
y tener por amigos a la fea y al holgazán, es para
e l los un modo de "pagar" . Pero , más senc i l l amente ,
t ambién puede ocur r i r que e l inconsc ien te de l a n iña
hermosa y de l a lumno br i l l an te hayan ad iv inado en
la fea y en el mal es tudiante cual idades más secretas ,
que a ellos les faltan. En cuanto a la fea y al holga
zán , su inc l inac ión puede emanar t ambién de una
necesidad inconsciente de compensación. En todo caso,
nada nos autoriza a considerar
a priori
tales amistades
como inautént icas . Si bien exis ten sobrecompensacio-
nes neuró t i cas , t ambién l as hay per fec tamente sanas .
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I I I
L O
QUE LA
A M I S T A D
NO ES
P
ARA COMPRENDER BIEN la realidad propia de la
am i s t ad , es de ev idente importan cia d i s t ingui r la
de o t ras re laciones in terhumanas
que por
a l gún
as
pecto se le a s em ej an . P o rque , en efecto, como tantas
oirás, la pa l ab ra am i s t ad se bas t a rdea en nuestros días
ter r ib lemente . Se dice o se escribe mi que r i do am i go"
a personas
con las que se
m a n t i en en apenas vagas
relaciones sociales.
Con
f recuencia ,
al
p ronunc i a r l a
o
escribirla
se
pone c ier ta nota
de
condescendencia: c ier
to pat rón gus ta t ra tar
a sus
subordinados
de
"quer idos
amigos" , pero cons iderar í a incongruente que uno de
dios tuviese
la
idea
de
l l am ar l o
a su vez
"quer ido
nmigo" . Es corr ien te deci r , acerca de F u l a n o : Es uno
de mis am i gos " , cuando se t r a t a tan sólo de una per
sona a qu i en se encuen t r a de t i em po en t i empo en
sociedad o en un c lub cualquiera .
De esta extensión excesiva
del
concepto
de
amis tad
resul ta
que
m u c h o s
no
saben
ya
s iquiera
que la
ver
dadera amis tad puede exis t i r , esa am i s t ad de la que
hablamos en este l ibro y a la que puede cabe r un
papel decisivo
en la
p rom oc i ón
de la
ex i s tencia . Nada
hacen , por lo t an to , para hal larse d i sponib les par a es ta
' 4 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
LO QUE LA AMISTAD NO ES 43
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amistad, y renuncian así a la única posibi l idad de
escapar de la soledad que sufren.
No abrigamos de ningún modo la intención de idea
l izar desmedidamente la noción de la amistad. Como
queda dicho en el primer capí tulo de este l ibro, la
amistad no es, en manera alguna, el privi legio de ra
ras "almas bel las". Si bien en niveles diferentes, se
la ve embellecer la existencia de santos y de pecado
res , de adultos y de niños, de sabios y de simples. No
se sigue de esto, s in embargo, que haya derecho a
cal i f i car de amis tad a cualquier re lación in terhumana.
Al proponernos d i ferenciar cabalmente l a amis tad de
lo que no lo es, no tenemos el propósi to de arrojar
por el lo descrédi to sobre esas otras relaciones inter
humanas . La mayor ía de e l l as desempeñan una fun
ción importante y muy posi t iva en la existencia in
dividual y colect iva de los seres humanos. Pero son
otra cosa que la amistad y el papel que les cabe es
diferente del que cumple ésta.
En la base de todas l as comunicaciones in terhuma
nas se encuent ra l a so l idar idad humana. En épocas
pasadas, la conciencia de esta sol idaridad tenía bien
precisos l ímites. Uno se sent ía sol idario de su famil ia,
de su t ribu, de su nación, más tarde de su clase. Di
fíci lmente se concebía, entonces, que se pudiese ser
amigo de quienes no formaran par te de la misma co
lectividad. El prodigioso desarrollo de los medios de
locomoción y de comunicación t iende de más en más
a la abolición de todas esas fronteras. Cada vez son
más numerosos los que se conciben espontáneamente
como miembros de la humanidad , an tes de toda con
ciencia de sol idaridad nacional , racial , de clase o de
iglesia. Esos hombres y esas mujeres no creen de nin-
guna m anera habe r cum pl i do t o t a l m en t e s u debe r
cuando han sat isfecho sus obl igaciones respecto de su
famil ia y de su país natal . Les conciernen personal
mente l a hambruna de China, l a esclav i tud de Arabia ,
el racismo de África del Sur, la persecución de los
protestantes en España y la de los cris t ianos en ge
neral en los países comunistas. Se sienten de algún
modo responsables de todos esos males y est iman que
es su deber hacer lo posible por combatirlos. En algu
nos, la conciencia de la sol idaridad l lega más al lá de
la comunidad humana, toma d imens iones propiamente
cósmicas. A ejemplo de un san Francisco de Asís , se
dicen amigos de los animales y de las plantas, del
universo en su total idad.
Verdad es que la conciencia de la sol idaridad uni
versal no es absolu tamente nueva. La han exper imen
tado en muy al to grado no sólo santos como Francisco
de Asís ' y tantos otros, s ino tam bié n la ha n profesado
los estoicos y otros filósofos de la Antigüedad, del Re
nacimiento, de Oriente y Occidente. Sin embargo, se
t ra taba en tonces de indiv iduos re la t ivamente poco nu
merosos y cuya evolución espiri tual aventajaba sobre
manera l a del conjunto de sus contemporáneos y com
pat r io tas . Lo que es , pu es , una. no ve da d p ropia de
nuestra época, es la extensión sin precedentes de la
conciencia de la sol idaridad universal . Cierto que no
es todavía cosa de todo el mundo, y aun asist imos de
vez en cuando a re tornos tumul tuosos del fanat i smo
nacional o racial . Pero éstos no son, pese a todo, más
que recaídas del impulso esp i r i tual que hemos ana
l izado en .muchas de nues t ras obras p recedentes . La
evolución de la noosfera es s in duda alguna irrever
sible,
y por esta circunstancia, la conciencia de la so
l idar idad universal só lo pued e d i fundi rse má s y más .
De es to se s igue que las re laciones in terhumanas ,
ya de orden económico y racional , ya de orden afec
t ivo,
se dejarán l imi tar cada vez menos por f ronte-
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L O Q U E L A A M I S T A D N O E S 4 5
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r a s .
Ya son f recuentes l as amis tades en t re hombres
que o t rora habr ían cre ído que debían combat i rse y
odiarse . Pero tan to más urgente es d i s t ingui r l a amis
tad de lo que no lo es, puesto que la confusión sólo
podría perjudicar así a la amistad como a las restantes
re l ac i ones i n t e rhum anas .
Los jóvenes de hoy confunden fáci lmente a l amigo
con el "amigóte" . S in embargo, se t ra ta de real idades
bien diferentes. Se l lama amigotes a los miembros de
una misma pandi l l a , l a cual se asemeja , en general ,
menos a una comunidad de personas que a un rebaño,
cuya conciencia es sobre todo gregaria. Los amigotes
salen juntos , f recuentan los mismos lugares de d iver
sión, pero son poco aficionados a conocerse unos a otros
m á s í n t i m a m e n t e , más pe r s ona l m en t e . A m enudo he
hecho hablar a jóvenes sobre sus relaciones con sus
amigotes . Lo más f recuentemente ignoraban todo lo
referente a su famil ia, sus estudios, sus act ividades
profesionales, sus proyectos para el futuro. Sus con
versaciones se l imi taban cas i s iempre a t r iv ia l idades .
Por lo general se han conver t ido en camaradas por
puro azar , por haberse conocido en un salón de bai le ,
en un "asal to" , en la p laya. Todo lo que hay de co
mún entre el los es el gusto por el twist o cualquier
otro bai le de moda, o el ser todos "fanát icos" del can
tor en boga. Por otra parte, los amigotes se sienten
más cómodos en pandil la que de a dos, pues en el
pr imer caso bas ta gr i t ar y re í r a coro , mient ras que
siendo dos sería necesario decirse algo y el los no t ie
nen nada que deci rse . A pesar de todo, en t re dos ami
gotes bro tan a veces sent imientos de amor o de amis
tad ; pero en tonces por lo general se a le jan de la banda,
dejan de ser compinches . Marcos , de d iecinueve años ,
que es tudia decoración , se queja de aburr i rse t er r ib le
mente porque se encuent ra so lo . Ahora b ien , me en
tero de que forma par te de una pandi l l a , con la que
va varias veces a la semana al cine o a bai lar y con
la que pasa las horas muertas en los cafés de moda.
Sin poder explicarse cómo puede sent irse solo, estando
rodeado por t an tos camaradas (que por lo demás é l
l lama a veces sus amigos), es con todo consciente de
la insuficiencia afect iva de este t ipo de relaciones. Un
día , t ras unas vacaciones escolares de a lgunas sema
n a s ,
me topo con Marcos to ta lmente t ras f igurado. Su
alegría no es art i f icial , no está disgustado de la vida,
no se queja de que se aburre ni de estar solo. Es
porque durante esas vacaciones ha hecho un "verda
dero" amigo. Ya no t i ene deseos de f recuentar su pan
di l la; ahora va al cine y a bai lar con su amigo. La
gran novedad de es tas re laciones res ide , para é l , en
que su amigo y é l se "comprenden" , aun cuando se
pasen las horas juntos s in hablar de nada. De ahora
en adelante ya no hay neces idad de expl icar le a es te
joven la d i ferencia en t re un amigo y un amigóte ,
pues sabe que aun e l mejor "amigóte" no equivale
a un amigo.
Una de las re laciones in terhumanas más d i fundidas
en nuestro t iempo es la que resul ta del ejercicio de
la misma profesión. Los que la ejercen no son, evi
dentemente , amigos , aun cuando ocas ionalmente se den
este nombre en público, s ino colegas. Por lo general ,
l as re laciones en t re co legas son puramente obje t ivas ,
s in pro longación a lguna fuera del t er reno profes ional .
Hay, s í , e l banquete o e l congreso anual de los no
tar ios ,
de los ginecólogos o de los profesores de idiomas;
pero de el los no resul tan casi relaciones de hombre
a hombre. La so l idar idad que puede haber en t re co-
4 6 PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD
LO QUE LA AMISTAD NO ES 47
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legas , lo más a menudo sólo exis te frente a terceros;
entre s í son más bien compet idores y en general se
conducen como tales . Por ot ra parte, los que t rabajan
juntos en una misma tarea y cuyos intereses son real
mente sol idarios , no se l laman colegas s ino camaradas .
La camaradería se s i túa, s in duda, en un nivel exis-
tencial muy superior al de los amigotes y los colegas .
Los camaradas no se contentan con dis t raerse juntos
y su relación tampoco se funda sobre el ejercicio de
una misma p rofes ión . Se t ra t an como camaradas por
que sost ienen una lucha común por una causa que
les es igua lmente quer ida . Hay pues camaradas de
lucha, camaradas de part ido o de s indicato. Una forma
part icular de camaradería exis t ió en los campos de
pris ioneros de guerra, la cual tenía por cl ima no tanto
los combates en que se había intervenido conjunta
mente, como los sufrimientos que se padecían enton
ces. Es s ignif icat ivo que los vínculos de la camaradería
nacida de la guerra o el caut iverio sobreviven a veces
largos años a la s i tuación que les ha dado nacimiento.
Andró Mal raux ha exa l t ado , en var i as de sus no
velas ,
l a comunión en t re camaradas de lucha . Los hom
bres que , t an to en e l l evan tamien to de Can tón como
en la guerra civi l española, luchan hombro con hom
bro con t ra e l mismo enemigo , pueden muy b ien per
tenecer a clases sociales , cul turas , naciones , rel igiones
y part idos diferentes ; la camaradería de combate borra
todas esas divergencias individuales , hace lat i r los co
razones a l un ísono . Nada parece más normal que com
part i r el úl t imo t rozo de pan, y aun la úl t ima pi ldora
de cicuta con el camarada; no se vaci la s iquiera en
ar r i esgar l a v ida para sa lvar a l camarada de una s i
tuación pel igrosa. Gracias a la camaradería, cada uno
puede alcanzar un es tadio superior de exis tencia; la
camarader ía e l imina l a t r iv i a l idad co t id iana .
Durante cerca de diez años tuve ocasión de vivir
personalmente con g ran in tens idad l a mís t i ca de l a
camaradería, y es toy pues en condiciones de tes t imo
n iar que Mal raux no exagera su g randeza . Nues t ra
camarader ía se fundaba en nues t ra per t enencia a l mis
mo part ido revolucionario , en cuyo seno teníamos la
concienc ia de luchar por los "mañanas que can tan" ,
es decir , por una futura sociedad humana en la cual
no habría más desigualdades de derechos ni de for
tuna , n i exp lo tac ión de l hombre por e l hombre , n i
n inguna o t ra in jus t i c i a . Recuerdo un mi t in en Moscú ,
en la Plaza Roja, en el cual part icipaban decenas de
millares de jóvenes llegados de todos los países del
mundo . Jamás exper imenté más v ivamente l a s ign i
f icación profunda de la camaradería que cuando to
dos juntos , cada uno en su propia lengua, cantamos
La Internacional. Si l a pa lab ra "mí s t i ca" no hub iese
tenido entonces para nosotros un sent ido netamente
peyora t ivo , habr ía hab lado de comunión mís t i ca en
t re todos aquel los jóvenes . Entre camaradas , la dis
t inción entre lo "mío" y lo " tuyo" apenas exis t ía , por
supuesto que todo se compart ía. Un fervoroso mil i
tante l legó a proponer a un propagandis ta profesional
del part ido, a quien suponía privado de mujeres desde
hacía mucho, en razón de sus act ividades , que com
part iera el lecho con la suya.
Por muchos de sus rasgos, la camaradería se parece,
pues , engañosamente a l a amis tad . Y s in embargo , no
es amis tad . Lo que en l a camarader ía cuen ta es in
f in i t amente menos l a persona de l camarada que su
par t i c ipac ión en l a lucha común. Cier to que a me
nudo se es t ab lecen en t re a lgunos camaradas l azos de
af in idad par t i cu lar , de p red i l ecc ión in te rpersonal , y
entonces cabe decir que esos camaradas son también
amigos . Pero es t a amis tad permanece s i empre subor
dinada a las exigencias de la lucha y obedece nece
sariamente ' a las di rect ivas del part ido. Pedro y Juan,
a quienes conocí bien, eran desde hacía años cama-
radas amigos como los que acabamos de seña lar . Un
4 8 PSICOANÁLISIS DÉ LA AMISTAD
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día , l a d i rección del par t ido sospechó que Pedro man
tenía relacione s con los "ene migo s de clase ", y f
ue
a Juan , su mejor amigo, a quien con toda natural idad
encargó espiar lo y f inalmente "desenmascarar lo" . S i
hubo alguna vaci lación o a lgún pesar en Juan , en
todo caso él no lo demostró y encontró normal obe
decer al part ido. Se ha visto igualmente, después de
las grandes "purgas" s ta l in ianas , a comunis tas cono
cidos por su valor, renegar de sus mejores amigos y
prestarse como test igos contra el los en una parodia de
jus t ic ia . Y no obraban as í por cobard ía , c ier tamente .
Aun en los países l ibres, donde no hay gran cosa que
temer por parte de las secretarías del part ido, todos
aquel los que en un momento dado se han v i s to obl i
gados a romper con e l comunismo, han perd ido a l
punto todos sus amigos, lo que desde el punto de vista
mar xis ta se jus ti f ica perfec tamen te . Mie nt ras qu e la
amis tad es una re lación subjet iva , l a camarader ía es
d¿ orden objet ivo , y e l marxismo subordina s iempre
lo subjet ivo a lo objet ivo. Con esta perspect iva, es in
concebib le que se pueda cont inuar s iendo amigos cuan
do se ha dejado de ser camaradas. De ahí se s igue que
también la camarader ía , no obs tante su bel leza y gran
deza, cons t i tuye una comunidad "cerrada" en e l sen
t ido bergsoniano del t érmino. Puede c ier tamente d i s
cut irse, a fin de establecer s i "objet ivamente" no es
superior a la amistad; pero lo indiscut ible es que no
es l a amis tad y por lo t an to no desempeña las mis
mas funciones que ésta.
I V
L A A M I S T A D Y E L A M O R
L
Ó G I C A M E N T E , D E B E R Í A M O S haber anal izado las se
mejanzas y d i ferencias en t re l a amis tad y e l amor
. en e l capí tu lo preced ente , a cont inuación de las com
paraciones de la amis tad con la camarader ía y l as de
más re laciones in terpersonales . S i , no obs tante , l e con
sagramos un capí tu lo especia l , es porque las re laciones
en t r e l a am i s t ad y e l am or s on m ucho m ás num eros as
e ín t imas aún que las que hemos descubier to en t re
la amis tad y l a camarader ía .
Ante todo, ambos , l a amis tad y e l amor , son re la
c iones subjet ivas . Uno quiere a Fulano, o es su amigo,
no porque per tenezca a l a misma nación , a l mismo
par t ido o a l a misma re l ig ión , s ino a veces has ta a
pesar de todo eso , senci l l amente por ser quien es . Mien
t ras que es fáci l p reci sar por qué cons ideramos a Fu
l ano nues t ro am i gó t e , co l ega o cam arada , a m enudo r e
su l ta muc ho má s d if í c il expl icar , t an to a nosotros mism os
como a los demás , l as mot ivaciones de nues t ros sen
t imientos amis tosos o amorosos . Es tas mot ivaciones , en
efecto , son a menudo inconscientes . Amis tad y amor
son ambos comunicaciones afect ivas , mient ras que la
cam arader í a puede m uy b i en s e r i n t ens a y au t én t i ca ,
s in que los camaradas a l i en ten uno por e l o t ro n ingún
5 0 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
L A A M I S T A D Y E L A M O R
51
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impulso nacido del corazón. Por otra parte es sabido
que en el s iglo xvn, apenas se hacía en Francia dis
t inción ent re l as palabras "amigo" y "amante" , a t a l
pu nto am is tad y amo r parecían semejantes . Hoy. d ía ,
s in embargo, importa tomar conciencia t an to de las
s imi l i tudes como de las d i ferencias que pueda haber
ent re es tas dos formas pr incipales de la comunicación
afect iva.
Ocioso resul taría, s in duda, discut ir s i el primer lu
gar en las relaciones interpersonales debe reconocér
sele a la amistad o al amor. Lo indiscut ible es que una
y otro pueden hacer sal i r al individuo de su incomu
nicación y promover lo a un n ivel super ior de ex i s
tencia .. Un a persona puede sos tener m uy leg í t ima me nte
que la amis tad cuenta más en su v ida que e l amor ,
mient ras que o t ra puede, con igual razón, af i rmar lo
cont rar io . Y a un en ^la v ida de un a m isma persona
hay a menudo al ternancia en t re es tas dos formas de
comunicación afect iva . Ent re n iños y adolescentes , nor
malmente sólo existen lazos amistosos, y con razón
se considera la adolescencia como la edad por exce
lencia de la amistad. Los adultos jóvenes, s in desde
ñar la generalmente , se incl inan a conceder e l pr imer
lugar, en su vida afect iva, al amor. En efecto, corrien
temente se comprueba que cuando un joven se ena
mora, se a le ja de sus amigos a l menos durante un
t iempo, aunque unos años más tarde vuelva a encon
trarse con el los. Entre los adultos, la amistad y el
amor parecen igualmente indispensables para e l equi
l ibrio y la fel icidad- de la persona, acordándosele la
primacía ora a éste, ora a aquél la, según las s i tua
ciones y los individuos. En la edad madura, sobre todo
en los hombres de nivel espiri tual elevado, la amistad
t iende nuevamente a ocupar e l pr imer lugar . Es ta
al ternancia en t re l a amis tad y e l amor ex i s te has ta
en la vida ',de la pareja con yug al , como tend rem os
ocas ión de comprobar lo .
Sabido es que los t rovadores cantaron las bel lezas
de la amistad amorosa. A pesar de todo, se t rataba
en real idad de amor , un amor que la moral y l as
costumbres de la época obl igaban a ser "platónico".
Este género de amor, que con toda sinceridad se l la
ma amis tad , es todavía bas tan te común ent re los ado
lescentes, poco conscientes del ínt imo lazo existente
entre sus pulsiones sexuales y sus emociones afect ivas.
En tre ad ultos, la amistad amoro sa no \ es , por c ierto,
impos ib le , y en a lgunas c i rcuns tancias has ta puede re
comendarse. Es preciso, s in embargo, que quienes con
traigan esta relación posean estructuras morales y es
piri tuales sól idas, para que la amistad amorosa no se
convierta, contra su voluntad, en amor sin más ni más.
En este terreno, l as i lus iones nacen muy fáci lmente .
Pero si es verdad que el amor puede, en algunos ca
sos,
disfrazarse de amistad, grave yerro sería el de
no ver en toda amistad más que amor disfrazado.
Cierto que la misma energía afect iva al imenta el amor
y la amistad, pero como ya queda dicho, esta energía
afect iva, la l ibido, es en sí misma indiferenciada y
se colora con los sent imientos que nutre.
Para que una persona sea capaz de amar de amor ,
es preci so que haya a lcanzado c ier to grado de madurez,
no sólo psíquica, sino también física. Si los freudianos
hablan del amor especí f icamente sexual en t re los n i
ños, no es, al menos en los casos normales, más que
por postulado doctrinal , pues según el los la afect ividad
toda, s i no la vida psíquica en su conjunto, t iene na
turaleza sexual . En real idad , e l ser humano no es ap to
para e l amor has ta l a puber tad . C ier to que no es ne
cesar io que e l amor t i enda s iempre conscientemente a
la unión sexual , y entre los adolescentes por lo general
5 2 PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD
LA AMISTAD Y EL AMOR
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no t iende a el la; pero hasta el más platónico de los
amores es a pesar de todo de naturaleza sexual .
La madurez fís ica no es en modo alguno necesaria
para la amistad . Si bien las forma superiores y su
bl imes de la amistad suponen un al to grado de madurez
psíquica, no hay razón sin embargo para considerar
inautént icas las amistades de los niños y de los ado
lescentes, y hasta las que existen entre seres muy poco
evolucionados . La amis tad parece ser l a más "natural"
expresión de la afect ividad humana, lo que explica que
se la encuentre en todos los niveles del desarrol lo afec
tivo.
Más aún , es lo que más ef icazmente cont r ibuye
al desarrol lo afect ivo del individuo. A menudo he
tenido ocasión de comprobar que los adultos incapa
ces de amor son precisamente los que no han tenido
oportunidad de real izar su aprendizaje, en su infancia
y su adolescencia, por medio de la amistad.
El amor , por subl ime y subl imado que se lo suponga,
es necesar iamente una pas ión carnal . De aquí resu l ta
que casi s iempre entraña cierta confusión, cierto os
curecimiento de las facul tades intelectuales y vol i t ivas
del sujeto. A un cu and o no siemp re revista ese carác
ter "demoniaco" con que aparece en las novelas de
Dostoievski , la l i teratura de todos los pueblos abunda
en ejemplos de amor a pesar suyo, que cae sobre el
sujeto como u n rayo , como la fatal idad. Ta nt o los
sabios de la ant igüedad como los moral is tas más re
cientes, han puesto en guardia a sus discípulos contra
la pas ión del amor , cuya t i ran ía des t ructora perciben .
S in duda por es te mism o mot ivo , más o menos confusa
mente conocido, muchas rel igiones, y entre el las el
cris t ianismo, exigen de sus sacerdotes y otros candi
datos a la perfección espiri tual , la renuncia al amor
carnal . Con, razón o s in e l l a (en n ues t ra opin ión m ás
bien sin el la), est iman a este úl t imo difíci lmente con
ci l i ab le con una v ida esp i r i tual verdaderamente in ten
sa . De cualquier manera , lo c ier to es que e l amante ,
mientras se hal la bajo la influencia de la pasión, di
fíci lmente consigue ver a su amada con objet ividad.
Mient ras uno ama apas ionadamente , no es consciente
más que de las cual idades del ser amado; más aun ,
t ras forma en cual idades has ta sus más notables defec
tos. Una muchacha de mi conocimiento encont raba
"m arav i l l o s o" e l t a r t am udeo de l hom bre que am aba ,
as í como un enamorado cons idera encantador que su
amada b izquee. Es más grave aún cuando el amor tor
na en virtudes las más escandalosas deficiencias mora
les del amado. Conocí una joven de buena famil ia,
dotada de buena educación y de una perfecta moral
personal , que amaba a un crapuloso " i racundo" , y veía
actos de valor, casi proezas cabal lerescas, en lo que no
era más que asal tos a las casas. Pero cuando la pasión
pierde in tens idad o se ex t ingue, a menudo se l l ega a
aborrecer hasta las cual idades más posi t ivas del otro.
¡C uán t os ' m ar i dos t achan de "m an í a" e l a f án de l i m
pieza y orden de una esposa a la que han dejado de
amar , y cons ideran grata bohemia la suciedad y des
orden de su am ante Y de repente , ¡qué feo parece ese
lunar , en e l que la pas ión hacía ver t an ta bel leza
No sostengo que las cual idades fís icas de nuestros
amigos nos resu l ten siempre indi ferentes . Somos m uy
leg í t im am ent e sensibles al encan to, la bel leza .o la
fuerza de nuestros amigos, y estamos orgullosos de
el los. Fue quizás la melodía de la voz o la suavidad
de la mi rada lo que l l amó nues t ra a tención sobre Fu
lano y s i rv ió de punto de par t ida a nues t ra amis tad .
Con todo, l a par te que desempeña lo carnal , aun en
el sent ido extenso que damos aquí a esta palabra, es y
sigue siendo secundaria en el nacimiento y los progre
sos de la am istad . De el lo se sigue que ésta se hal la
incomparablemente menos su je ta que e l amor a l as
al terac iones de la sensibi l idad. Es por lo tan to má s
serena. Uno acepta al amigo sin i lusiones, con pleno
cono cimie nto de sus virtud es y defectos. Todos somos
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LA AMISTAD Y EL AMOR 5 5
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evidentemente más indulgentes con los defectos de
nuestros amigos que con los de quienes no son indife
rentes o , con mayor razón aún, an t ipát icos . No porque
la amistad nos enceguezca, como se dice que ocurre
con el amor; muy por el contrario, esta afección que
exper imentamos por nues t ros amigos nos permi te ver
más profundamente , y as í nos encont ramos en mejo
res condiciones para comprender las circunstarlcias
exteriores y las motivaciones inconscientes que pue
den influir sobre el los y hacerlos desviar del camino
recto. El finísimo psicólogo que fue san Agust ín dice
con razón: Nemo nisi per amicitiam cognoscitur; sólo
gracias a la amistad se pue de conocer a alguien . Ad e
m á s ,
l a c lar iv idencia en profundidad que media en la
am istad no se l imita a los amigos. Quie n ha pasado
por l a exper iencia de una amis tad autént ica y ha te
nido por lo tanto la posibi l idad de penetrar en la sub
je t iv idad del pró j imo, habrá adqui r ido una exper ien
cia que le resul tará muy beneficiosa para todas sus
relaciones con los demás. Dado que nos habremos
negado a juzgar "objet ivamente" , es deci r , según las
so las apar iencias ex ternas , e l comportamiento de nues
tros amigos, deduciremos con buena lógica, aun en los
casos en que no se t rate de nuestros amigos, que las
apar iencias no proporcionan s ino una mínima par te de
la verdad. Nos esforzaremos entonces por conocer y
comprender los móviles secretos de todos los que t ra
tamos , aun de aquel los que en e l pr imer momento nos
sean ant ipát icos. Pablo, estudiante de veint idós años,
se destacaba por la extrema severidad, y hasta male
volencia, con que juzgab a a su círculo. Sólo veía por
todos lados egoísmo y tontería, y afirmaba que en
"nues t ra época" ha dejado de ex i s t i r l a grandeza
de alma, la franqueza, la leal tad, la fidel idad en el
am or. En el anál is is se comp robó que Pab lo hab ía
fracasado lamentablemente en a lgunas t ímidas t en ta
t ivas de t rabar relaciones amistosas y amorosas, por
otra parte a causa de su propia fal ta de disponibi l idad.
Algunas sesiones de psicosíntesis bastaron para amen
guar, s ino el iminar, su narcisismo, y el joven no tardó
en confesarnos, con una alegría en la que se mezclaba
no poca confusión, que acababa de hacerse amigo de
un compañero de estudios conocido de hacía años, pero
del que nunca había supues to que tuviese t an tas af i
nidades con él . Poco a poco, gracias a esta amistad,
todas las relaciones de Pablo con su ambiente se modi
f icaron . Dejó de juzgar sum aria y severam ente a sus
herm anos y herm ana s , as í como a sus cam arad as . S i
por acaso hablaba de las "ext ravagancias" de a lguien ,
en seguida le buscaba "excusas". De este conocimien
to ampl io de los demás resu l tó un saludable apacigua
miento de su tens ión , a l punto que de melancól ico que
era no tard ó en volverse alegre y opt imista. Ha sta e n
el p lano pol í t i co , fue renunciando paulat inamente a
su ext remismo de o t rora .
La amis tad puede, pues , conver t i rse para nosot ros en
una verdadera escuela de s impat ía , capaz de ex ten
derse progres ivamente a todos los seres humanos y por
fin al cosmos entero.
*
Por su naturaleza , e l amor no puede ser s ino exclus i
vo, es decir, que en estado de reciprocidad sólo puede
exist i r entre dos seres. Implica, en efecto, tanto el in
tercambio carnal como la comunión espi r i tual , y todos
saben que la car ne supone l ímites bien precisos. Po r
esto es difíci l evi tar qu e el am or sea celoso. M uc ho
mas que todos saben, por intuición o por experiencia,
que la atracción carnal carece de estabi l idad: la que
parecía t an hermosa ayer puede de pronto dejar de
a t r ae r t o t a l m en t e nues t r a m i rada , no po rque haya
cambiado, s ino s implemente porque nues t ra l ib ido
car nal se ha fi jado sobre otro objeto. Psicoló gicam en-
5 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
LA AMISTAD Y EL AMOR
57
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te ,
pues , nada t i ene de asombroso que sea inherente
al amor un sent imiento de mayor o menor insegur i
dad , aun cuando por lo demás no se pongan en duda
las cual idades morales del amado, sobre todo su sin
cer idad . Una mujer puede af i rmar que es tá absolu ta
mente segura de la au tent ic idad del amor que le t es
t imonia su mar ido , y con todo sent i rse incómoda cuan
do le ve interesarse por otra mujer o hablar de el la
con entusiasmo. Esto explica, aparte toda perspect iva
propiamente rel igiosa, por qué todas las sociedades
t ienden a ins t i tucional izar e l amor , a rodear lo del má
ximo de garant ías objet ivas. En los primeros t iempos del
rég imen comunis ta en Rus ia se predicó e l "amor l ibre" ,
pero la insegur idad resu l tan te fue a t a l punto catas
trófica, que el Estado soviét ico sint ió vaci lar hasta sus
cimientos . No le quedó entonces más remedio que vol
ver a someter al amor a leyes y reglamentos.
En una amis tad d igna de ta l nombre, no hay lugar
para los celos. Como tendremos ocasión de anal izarlo
más de cerca, la amistad de nuestro amigo con otras
personas no encierra n inguna amenaza para l a que
existe entre él y nosotros. Por el contrario, no podre
mos menos que benef ic iarnos con e l enr iquecimiento
que haya adqui r ido en contacto con sus demás amis
t ades .
El terreno de la comunión amistosa es, en efec
to ,
de orden espiri tual , y está en la naturaleza del
espíri tu no conocer las l imitaciones propias de la car
n e . Pueden ser muchos en tonces los que par t i c ipen en
un mismo bien esp i r i tual , s in que por e l lo d i sminuya
la par te correspondiente a cada uno. Y has ta e l amor
erót ico es capaz de superar su natural procl ividad a
los celos, cuando marcha a la par con la amistad.
Las amistades celosas- existen, ciertam ente . Son ha sta
bastante frecuentes entre los adolescentes, y aún más
en tre las adolescentes. Per o esto no debil i ta en na da
nu estr a argu me ntac ión. Si en efecto es así , se debe a
que en esa etapa de la maduración afect iva persiste
todavía cierta confusión entre amistad y amor, pues
el inst into sexual no ha podido desl igarse aún plena
mente de la afect ividad general . Basta que el adoles
cente o l a adolescente descubran e l amor , para que de
jen de ser celosos en sus am ista des . Cu an do los celos
se manifiestan en las amistades entre adultos, nos en
cont ramos a menudo f ren te a personas que todavía no
han conseguido superar el infant i l ismo en el plano
afect ivo. Salvo que lo que l lam an am istad sea en rea
l idad amor, un amor que los sujetos no quieren reco
nocer por motivos inconscientes.
La amis tad exige fidel idad tanto como el am or. El
ser incapaz de fidel idad es tan poco apto para la amis
tad como para el amor. Esta fidel idad no siempre es
fáci l y exige casi s iem pre cierto esfuerzo. Los en am o
rados consideran a menudo el esfuerzo de la fidel idad
como una casi t raición al amor, pues conforme a la
idea que se forjan de su amor, todos los sent imientos
y todas las conductas que inspira deberían ser espon
taneidad pura . Ahora b ien , dada la importante par te
que en el amor corresponde a la carne, la fidel idad
verdaderamente espontánea no dura por lo general
má s que el ard or de la pasión. Yo he sido con frecuen
cia test igo del asombro de amantes que habían com
probado por experiencia que su fidel idad estaba lejos
de ser "a toda prueba", que tanto el los como su com
pañera podían exper imentar a t racción por una terce
ra persona. Erróneamente deducían de es to que su
amor había muer to . La mayor ía de las parejas real
mente fieles reconocen que han l legado a el lo gracias
a un esfuerzo y que la conciencia de la necesidad del
esfuerzo no ha afectado en nada la autent icidad de
su amor .
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PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
El amigo comprende mejor la necesidad del esfuerzo
L A AMIST AD Y E L AMOR 5 9
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para m ante ner l a f idelidad . Al comprobar en su ami
go el deseo de luchar contra todo lo que, en él y en
torno de él , podría conspirar contra la fidel idad pro
metida, lejos de inferir que sus sent imientos son frá
gi les , redobla su confianza en él . Además, la promesa
de fidel idad entre amigos no t iene necesidad de for
mularse con palabras y e l verdadero amigo tampoco
lo exige. La simple toma de conciencia de nuestra
amis tad por Fulano, y del consent imiento que pres ta
el otro a el la, implica ja, s in necesidad de fórmulas, el
juramento de f idel idad .
La fidel idad entre amigos resiste mejor que la de
los amantes las pruebas de la separación, la vejez, los
cambios fís icos e intelectuales. Podemos estar sepa
rados de nues t ro amigo durante años , en cuyo t ras
curso ambos quizás hay amo s cambiado muc ho. Al
volver a vernos, basta por lo general un corto t iempo
y algún es fuerzo para que nos s in tamos nuevamente
amigos y reanudemos el diálogo existencial , como si
j amá s se hubiese in ter rum pido. La razón de seme
jante fidel idad hay que buscarla en el hecho de que la
amis tad , cont rar iamente a l amor , se funda en lo es
p i r i tual , en lo que hay de permanente en e l ser huma
no . Nuestras condiciones de vida, nuestro aspecto fí
s ico, incluso nuestras ideas y convicciones habrán cam
biado o evolucionado, pero en lo más profundo de
nuestro ser seguimos siempre idént icos a lo que éra
mos hace años, decenas de años. El hecho de que la
fidel idad en la amistad, tal como acabamos de descri
birla, exista, podría servir como val ioso argumento
contra cierta "fenomenología" que sost iene que en el
hombre •—como también en e l universo mater ia l— no
exis te n inguna sus tancia permanente por debajo o más
al lá de los fenómenos siempre cambiantes, y que por
esto toda promesa de fidel idad es una prevaricación
contra la existencia.
* *
La amis tad exige, t an to más que e l amor , perfecta
s incer idad y rechaza la men t i ra . En r igor , se podr ía
admi t i r que los amantes t engan uno respecto del o t ro
una s incer idad in termi tente , s in que e l amor resu l te ,
no obs tante , des t ru ido . En e l momento del éx tas i s car
nal pueden muy fáci lmente y en resumidas cuentas s in
ceramente , exagerar e l valor de los sent imientos que
rec í p rocam en t e exper i m e n t an . En es e m om en t o s on ,
pues ,
capaces de prometerse una fidel idad que en otros
ins tan tes - no t i ene n en mod o algun o in tención de ob
servar . Con la amis tad no podr ía ocurr i r lo mism o. Es
preci samente es ta ex igencia de perfecta s incer idad lo
que hace la amistad difíci l , s ino imposible, para ciertas
personas , demas iado habi tuadas a d i s imular su verda
dero yo , a menos que no hayan tomado s iquiera con
ciencia de su existencia. N o es que los amig os d eb an
entregarse a incesantes confidencias, del género de las
que pract i can las adolescentes y las mo dist i l las . La
concepción rousseauniana de la amis tad , en teramente
fundada en la efus ión sent imental , no corresponde cas i
a las necesidades afect ivas de los adultos de nuestra
época. Lo que cuenta para l a s incer idad amis tosa es
que uno se descubre al amigo tal como es, a cara des
cubierta, s in afectación ni aparato escénico. En. sus
actos y palabras , e l amigo debe mos t rarse por en tero
ante e l amigo. S in embargo, es ta ex igencia debe enten
derse recta me nte . El que, a pre tex to de s ince r idad ,
hace demost raciones de su mal carácter y de sus defec
tos ante sus amigos, con riesgo de hacerlos sufrir , no
t iene n ingú n derecho a l t í tu lo de amigo s incero . En
efecto, no se t rata solamente ni ante todo de exhibir
nues t ro yo es tá t i co , que a menudo no es más que una
ment i ra . La s incer idad amis tosa , as í como la misma
amis tad , apela a nues t ro d inamism o afectivo . En n úe s-
6 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
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t ro hacernos y tal como somos en el t rance de hacernos,
es como debemos mostrarnos a nuestros amigos. Un ser
que hubiese renunciado a hacerse , se volver ía por e l lo
incapaz de verdadera s incer idad , y por lo t an to , de ver
dadera amis tad .
*
Quiera el lector no deducir de estas comparaciones
ent re l a amis tad y e l amor que depreciamos és te para
mejor exal tar aquél la . Es tamos p lenamente convenci
dos de que la fidel idad y la s inceridad son indispen
sables para c imentar es ta comunidad de amor por ex
celencia que es e l mat r im onio . Pero , como lo verem os
en un capí tu lo pos ter ior , para que e l amor pueda ser
vir de fundamento a esta unión, es preciso que se aso
cie a- la am istad.
V
L A S A M I S T A D E S " P A R T I C U L A R E S "
L
A EDAD MÁS FAVORABLE
para e l nacimiento de la
amis tad , ya lo hemos d icho , es l a juventud , l a
adolescencia. La may oría de las am istades sól idas, qu e
res i s ten v ic tor iosamente a todas l as t empes tades de la
v ida, se anudan entonces . Muchos adul tos f rus t rados
en la amis tad hal lan como excusa y expl icación de
su estado el hecho de que las condiciones de su vida
les impidieron hacerse de amigos en la adolescencia,
o bien que los han perdido, como si lo natural fuese
(cosa que no es c ier ta) que só lo pudieran hacerse ami
gos en la adolescencia.
Y s in embargo, muchos educadores desconf ían de
las amistades entre adolescentes. En muchos colegios,
in ternados y noviciados , e l reg lamento prohibe toda
conversación a solas entre dos, prescribe que se debe
es tar " raramente so lo , nunca a so las con o t ro , hal larse
s iempre t res juntos , por lo me nos " . En cuanto se ob
serva que dos adolescentes se buscan mutuamente y
mantienen conversaciones confidenciales, se sospecha
que t i enen re laciones equívocas , s i no homosexuales .
Para designar y exponer en la picota del ridículo es
tas amistades de adolescentes, se há inventado la ex
pres ión "amis tades par t i cu lares" . ¡Como s i pudiera
62
PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
L AS AMISTADE S "PAR T ICU L AR E S" 6 3
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exis t i r amis tad que no sea "par t i cu lar" Tr ata r de
vedarla a los jóvenes es querer privarlos de la más
preciosa experiencia afect iva, que como ninguna otra
puede cont r ibui r ef icazmente a su maduración ps íquica ,
a la el iminación de su narcisismo y a la indispensable
ext ravers ión .
Verdad es que a menudo la amis tad rev i s te en t re los
adolescentes, sobre todo entre las niñas, un carácter ex
cesiva me nte sent im enta l . Se las ve pasearse toma das de
la ma no o por la c intu ra; besa rse; escribirse todos los
d ías car tas t i ernas y has ta apas ionadas . Muchos edu
cadores —y no siempre por culpa de los vulgarizadores
de la doct r ina f reudiana—, profesan impl íc i t amente l a
tes i s de que toda sent imental idad y toda ternura t i enen
origen erót ico, que las "amistades part iculares" sólo
pueden ser, por lo tanto, erot ismo latente y, en conse
cuencia , inmorales .
Yo no sostengo que entre los adolescentes no existen
en absolu to re laciones más o menos expl íc i t amente eró
t i cas y homosexuales . Gr an cant idad de homosexuales
cuyo confidente he sido, han hecho, efect ivamente, el
aprendizaje de su "paraf i l i a" con los "amigotes" de la
adolescencia , lo más a me nud o en un in ternado. Pero ,
habida cuenta de las innumerables amis tades juveni les ,
aqué l las no con st i tuye n sino raras- excepciones, por
m uy lam entables qu e se l as cons idere . ¿Se deber ían
prohibir las ascensiones, a pretexto de que todos los
años a lgunos a lp in i s tas encuent ran la muer te en la
m on t aña? Adem ás , a l pa rece r y s egún nues t r a s i n
formaciones , no son por reg la general l as "amis ta
des par t i cu lares" l as que s i rven de t rampol ín para l as
desviaciones homosexueles en los colegios o interna
dos. Lo más a menudo el in ic iador parece haber s ido
un camarada de más edad que no era jus tamente e l
propio amigo.
Que en las mani fes taciones de ternura en t re amigos
adolescentes pueda haber a lgo de " turb io" es con f re-
cuencia exacto . Corresponden a es ta edad importantes
modificaciones psicológicas y fisiológicas. El instinto
sexual despierta, la necesidad de amar y de ser amado
se hac e imperiosa. Por lo gen eral , el adolescen te no
establece ninguna relación consciente entre los sent i
mientos t i ernos o apas ionados que exper imenta por su
amigo y los sueños y deseos "impuros" que por otra par
te lo asal ta n. Recorda mos la teoría de la "l ibido " que
nos ha parecido la más ajustada a la real idad psicoló
gica: la energía afect iva es en sí misma indiferenciada,
capaz de desembocar tanto en la amistad como en el
am or erót ico. Sólo hacia el f inal de la ado lescencia,
cuando la sexual idad ha a lcanzado suf ic ien te madu
rez , una par te más o menos importante de la l ib ido ,
según los indiv iduos , toma un color ido netamente eró
t ico. En las amistades entre adolescentes reina más
bien la confus ión , t an to mayor cuanto menor es l a toma
de conciencia de las real idades propiamente sexuales.
Una de las peores consecuencias del freudismo mal
comprendido es l a de hacer t emer en esas amis tades
t iernas y sent imentales de la adolescencia, un comienzo
de homosexu al idad . Pero es ex t re mad am ente ra ro
—siempre que no in tervenga un educador torpe—
que ta les amis tades inhiban la evolución normal del
inst into sexual hacia un compañero del otro sexo. Cier
to que a veces en esas manifestaciones de la ternura
amis tosa puede mezclarse un poco de emoción carnal .
Pero ser ía un error a larma rse más de la cuenta . Ocu
rre que los amigos adolescentes conceden mucho lugar
en sus conversaciones a lo erót ico, y a veces hasta "se
m ira n" y "se tocan" . S in embarg o, l a búsqueda de
placer t iene en esto mucho menos lugar que la sat is
facción de una curiusidad al f in y al cabo perfectamen
te no rm al a esa edad. Sólo ocasio nalm ente, casi por
azar, puede la sat isfacción de esta curiosidad conducir a
una sat isfacción propiamente erót ica. En todo caso, de
una manera cas i general , es ta especie de amis tad de-
6 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
L A S A M I ST A D E S " P A R T I C U L A R E S " 6 5
chachos , no t a rdó en resurg i r , después de a lgunas
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más iado exc lus iva y más o menos equ ívoca , en t re jó
venes , se normal izará s in dif icul tades y casi s in dejar
t raumat i smos , en cuan to uno u o t ro o ambos amigos
hayan a lcanzado e l g rado de madurez a fec t iva su f i
ciente para es tar en condiciones de amar en el sent ido
prop iamente e ró t i co de l t é rmino . Pongamos como
ejemplo el caso de una pareja de amigos que he cono
c ido rec ien temente .
Marcos y Miguel , alumnos de un colegio rel igioso,
eran a los ca to rce años amigos inseparab les . Du ran te
las vacac iones manten ían una in tensa cor respondencia ,
en l a que hac ían un verdadero abuso de l vocabu la
rio sent imental , copiado de sus lecturas de los román
t icos . Se hac ían m utu as "conf idencias" y se hab ían
compromet ido a "dec í rse lo todo" . No es so rp renden
t e , por lo tanto, que a es ta edad del despertar sexual ,
sus confidencias versasen también, y hasta princi
pa lmente , sobre ese aspec to . Comparaban l as seña
les de su naciente vi r i l idad y l legaron a veces , inclu
s ive, a " tocarse " m utu am ent e . En sum a, aquel lo pa
rec ía e l p ro to t ipo de esas "amis tades par t i cu lares" que
tan to tem en los educad ores . Sin embarg o, nues tros dos
muchachos t en ían l a suer t e de ha l l a rse en re l ac iones
de gran confianza con uno de los padres educadores del
co leg io , a qu ien hab laron f rancamente de su amis tad
y de sus man ifes taciones a veces confusas . El sacerdo
te ,
su f i c i en temente in te l igen te y ps i co lóg icamente in
fo rmado , no d ramat i zó l as cosas , l o que con segur idad
h a b r í a t r a u ma t i z a d o má s o me n o s g r a v e m e n t e a a m
bos jóvenes . Hacia los dieciocho años, Marcos se ena
mo ró de l a he rm an a de Mig uel . Es te ú l t imo , cuya pu
ber t ad se ' desvanec ía má s l en ta me nte , se mos t ró a l co
mienza ce los ís imo y padec ió por l a aparen te d i sminu
c ión de in t imidad
co n
su amigo. El deseo de igualar
a és t e es t imuló , no obs tan te , su p rop ia m adu rac ió n afec
t iva , y p ron to t ambién é l se enamoró de una mucha
cha . En lo tocan te a l a amis tad en t re ambos mu-
f luc tuac iones , reves t ida de un es t i lo no tab lemente d i s
t in to de l an ter io r . De ah í en ade lan te es tuvo exen ta
de sensiblería y excesivo sent imental ismo, hasta en
t rando a veces en e l p l ano de l a emulac ión . Ho y , M ar
cos y Miguel son hombres que han pasado l a t re in tena ;
ambos es tán casados y son padres de famil ia, pero su
am is tad pers is t e . Só lo en c i rcuns tanc ias bas tan te par
t iculares uno de los dos debía recordar lo que en la
época de su adolescencia había habido de l igeramente
confuso en es ta amistad. Sin embargo, apostaría a que
s i e l padre , por t emor de l as "amis tades par t i cu lares" ,
se hub iese inmiscu ido en e l l a ind i scre tamente , t ra t ando
de separar a los amigos , l a madurac ión normal de su
afect ividad se habría inhibido y quizás desviado más o
men os g ravemen te . S i conf i a r demas iado en l a na tu
raleza puede entrañar r iesgos, desconfiar con exceso es ,
según nues t ra exper i enc ia , i n f in i t amente más pe l ig roso
todav ía . No me parece p rovechoso exponer aqu í los
numerosos casos de paraf i l i a homosexual que hemos t e
nido ocasión de conocer, y cuya causa había res idido en
la desviación de la maduración afect iva a consecuencia
de torpezas de es te género por parte de los educadores .
El exceso de culpabi l ización, en efecto, marcha casi
s iempre en sent ido opuesto al objet ivo perseguido por
e l educador . És te , ev iden temente , no t i ene que aprobar
lo que a veces puede haber de demasiado sensual y
sen t im enta l en la amis tad ado lescen te . Que hab le de
e l lo ob je t iva y serenamente , y sobre todo que con t r ibu
ya cuan to pueda a l a madurac ión afec t iva de los jóve
nes .
Pero ante todo, que no exhorte a los adolescentes
a poner f in a su amistad, con el pretexto de que no todo
es en el la perfe ctam ente "p ur o" . Esto sería i r en con tra
del f in buscado.
*
6 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
Menos jus t i f i cada aún mues t ra ser l a desconf ianza
LAS AMISTADES PARTICULA RES 6 7
ampl ias . Es excelente que cada adolescente
tenga
su
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respecto de las t i ernas amis tades en t re much ach as . Su
desper tar eró t ico se produce por lo general mucho más
t a rd i am en t e que e l de l os m uchach os . La m a yor í a . de
el las adquiere conciencia de su sensual idad sólo gra
cias a un in ic iador mascul ino . Poco importa que los
ps icoanal i s tas acier ten o yerren a l cons iderar ero t i smo
larvado la necesidad de efusiones sensibles y sent i
mentales que se mani f ies tan en cas i todas l as amis ta
des en t re adolescentes mujere s . Ser ía absurdo cons i
derar las " lesb ianas que no saben que lo son" . A un
las amis tades en t re n iñas muy exclus iv i s tas y celosas
s e no rm al i zan cas i s i em pre cuando a l canzan m adurez
afect iva suficiente para hacerse sensibles al homenaje
mascul ino . A lo sumo podr ía af i rmarse que las mues
t ras de ternura que se prodigan c ier tas amigas ado
lescentes expresan el deseo y la espera inconsciente de
amar a un hombre y ser amadas por é l . S i un escaso
porcentaje de muchachas pasa , a pesar de todo, por l a
experiencia de la desviación sáfica, no es casi nunca
en compañía de una amiga de su edad; l a in ic iadora
es generalmente una persona a lgo mayor , ya conf i r
mada en es ta paraf i l i a .
1
El único escol lo verdadero, desde el punto de vista
ps ico lógico , de l as "amis tades par t i cu lares" en t re ado
lescentes de uno y otro sexo, es el de que amenazan
encerrar a los dos amigos en el narcisismo en pareja.
El lo puede resu l tar una t raba más o menos mani f ies ta
a su ex t ravers ión , a su adaptación a l mundo exter ior .
Para aminorar es te r i esgo , los educadores no deben
cont rar iar l as amis tades par t i cu lares , s ino cuidar más
bien que se in tegren en grupos o comunidades más
1
Véase el capítulo V de nuestra obra sicoanálisis del amor.
amigo, pero también que tenga además amigotes y ca
L
maradas . Los movimientos juveni les , en par t i cu lar e l
scoutismo, nos parece n e l ma rco ideal par a l a expans ión
de la amis tad ent re adolescentes . Los padres
que
p re
f ieren que su "chico" , en lugar de formar par te de un
grupo, pase todo su t i empo l ibre en compañía de su
único amigo, cu idadosamente e leg ido por e l los ,
come
ten un grave error psicológico y pedagógico.
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V I
L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S
H
EMOS COMPROBADO, por lo meno s t eó r i camente , que
la amistad puede surgir entre seres humanos de
toda condición, de toda edad, de cualquier sexo. Impor
ta no ideal izar en demasía es ta noción, al punto que
parezca asequible tan sólo a seres de
élite.
Para que ha
ya amis tad , bas ta que se encuen t ren rea l i zadas por lo
menos a lgunas de l as cond ic iones fundamenta les que
hemos anal izado en los capítulos precedentes; es raro
encon t rar l as todas reun idas en una amis tad humana.
Sin embargo, s igue en pie que no todas las amistades
se s i túan a l a misma a l tu ra , que hay a lgunas más
merecedoras que o t ras de es t e hermoso nombre de amis
t ad . S i l a "verdadera amis tad" se encuen t ra más a me
nudo entre cierta categoría de personas que entre ot ras ,
se debe en nuestra opinión tanto al nivel de desarrol lo
psicológico como a las condiciones sociológicas. La ma
yor parte de los ejemplos célebres de grandes amistades
se dan en t re hombres . La Bib l i a nar ra l a ex t raord inar i a
amis tad ex i s t en te en t re Jonatá n , h i jo ma yor de l rey
Saúl , y el joven David, de quien Saúl sospechaba que
quería robarle el reino y a quien pers iguió como rebel
de .
Jonatán sacri f icó con alegre ánimo sus derechos al
t rono en aras de su amis tad , y cu ando encon t ró l a mu er-
70
P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
t e en la guerra , e l do lor del poeta David inventó bel l í
L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S
71
amis tad ent re n iños y adolescentes , y en seguida ten
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s imos acentos para l lorar lo . También son hombres todos
los que los Evangel ios presentan expl íc i t amente como
amigos de Jesús: Juan, Lázaro, los apóstoles y discípulos
en general . Has ta a Judas , des t inado a en t regar lo a
sus enemigos en e l j ard ín de Getsemaní , l l amaba Jesús
"amigo", mientras que -jamás se sirvió de este vocablo
al d i r ig i rse a María Magdalena o a l as hermanas de
Lázaro , de l as cuales , s in embargo, parece haber s ido
huésped con frecuencia. Igual cosa sucede con las amis
tades de que hablan los diálogos socrát icos de Platón
y o t ras" innumerables obras de la an t igüedad, no só lo
gr iega s ino también la t ina , árabe y has ta or ien ta l . Más
cerca de nosotros, ¡en qué términos de calurosa afec
ción hab la un Mon taign e de su amigo La Boétie La
prematura muer te de és te l e dejó inconsolable , y su
pérd ida le parece inf in i tamente mayor que la de su mu
jer y sus hi jos. Fáci l nos sería mult ipl icar los ejemplos
de grandes y hermosas amis tades en t re hombres , expo-
rter "casos" tomados de la l i teratura u observados en
torno nues t ro .
El hecho de la amis tad ent re hombres y e l impor
tan te papel ex i s tencia l que desempeña ¿nos prmi t i r í a
deduci r que só lo en t re e l los puede haber amis tad ver
dadera? Muchos autores as í lo han pensado: P la tón ,
Ari s tó te les , C icerón , san Agus t ín , Montaigne y t an tos
ot ros af i rman que no puede haber amis tad autént ica
más que ent re representantes del sexo mascul ino . Para
establecer esta tesis se apoyan en su propia experien
cia . En cuanto a l a opin ión corr ien te , es tá p lenamente
dispuesta a adherirse a el la. Se supone que sólo los
hombres son capaces del desinterés, seriedad y fidel i
dad en la medida ex ig ida por l a amis tad . Los modernos
dirían que sólo el los se hal lan en posesión de madurez
afect iva suficiente.
La tes i s presentada en es tos t érminos nos parece ex
ces iva . En e l capí tu lo precedente hemos hablado de la
dremos ocasión de establecer la existencia de la amistad
aun en e l in ter ior de o t ras muchas categor ías de hu
m anos . Af i rm ar que no puede haber am i s t ad au t én t i ca
más que ent re hombres equivale a res t r ingi r con exceso
esta noción, a hacer de el la patrimonio exclusivo de las
élites. Que ent re seres de excepción , como Jonatán y
David , Jesús y e l após to l Juan , Montaigne y La Boét ie ,
l a am i s t ad apa rezca m ás s ub l i m e que en t r e r ep res en
t an t es de l com ún de l a hum an i dad , e s i ndudab l e ; pe ro
no obs tante , en t re es tos ú l t imos exis te t ambién y e jerce
una función exis tencia l importante .
Lo que es cierto, en cambio, es que la amistad des
empeña en la v ida de los hombres un papel de pr ime-
rís imo plano, y esto en todos los niveles de su desarrol lo
intelectual y afect ivo. Los santos y ascetas, los cuales
creen que deben renunciar a l amor y a l a mayor ía de
los demás goces t er res t res , no renuncian por lo general
a l a amis tad . Jesús mismo, como hemos v i s to , t en ía sus
amigos . Conozco, por o t ra par te , muchos hombres que
encuen t r an g ran p l ace r en una com pañ í a f em en i na ,
sobre todo cuando se t ra ta de mujeres bel las y esp i r i
tuales . S in embargo, es ta compañía no puede reempla
zar para el los, por lo general , la amistad con otros
hom bres . La m ayor í a c reen que pueden s e r "ve rdade
ram en t e e l l o s m i s m os " ún i cam en t e en p res enc i a de un
amigo de su propio sexo; hablan y se comportan muy
dis t in tamente con e l amigo que con sus re laciones fe
meninas , por ín t imas que és tas sean . Cuando ta l amigo
les fa l t a , l a mayor par te de los hombres se s ien ten efec
t ivamente f rus t rados , pese a su éx i to en t re l as mujeres ,
i nc l u s o qu i zás pes e a un ve rdadero "g ran am or" . En
efecto , e l mismo amor no reemplaza durablemente , en
el hombre, a l a amis tad con o t ros hombres . Muchas jó
venes esposas in terpretan mal l a imper iosa neces idad
que empuja a su mar ido a cont inuar sus re laciones de
amis tad mascul ina . Se ofuscan , se celan , se creen poco
72 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
amadas . En real idad , no exis te n inguna cont radicción
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ent re e l amor por l a esposa y l a amis tad ent re hombres ;
son dos órdenes complementar ios de comunicación exis -
tencia l . Inclus ive he podido observar que, de una ma
ner a gen eral , los homb res que por complacer a su esposa
rompen con sus amigos, o que no t ienen amigos, son
menos fi rmes y logrados en amor, que los demás. La
amis tad enr iquece e l amor , en lugar de amenazar lo .
Verdad es que c ier tas amis tades mascul inas es tán más
o menos teñ idas de eró t ica homosexual . En par t i cu lar ,
entre los griegos de la época clásica era así, y nos causa
algún embarazo e l c i t ar los más hermosos tex tos p la tó
n icos para i lus t rar l a amis tad ent re hombres . Pero con
clu i r de e l lo que toda amis tad es un amor homosexual
más o menos bien sublimado, const i tuiría con todo una
grave y muy i l eg í t ima s impl i f i cación . Las más autén
t icas amistades entre hombres que he tenido ocasión
de conocer t ienen por sujetos, precisamente, personas
en quienes aun el más freudiano de los psicoanál is is
buscar ía en vano e l menor rasgo de invers ión sexual .
Además , l a amis tad ent re inver t idos se parece muy
poco a la amistad tal como la hemos descri to y definido.
Es celosa y caprichosa, y proporciona más preocupa
ciones que paz y alegría. En lo que se refiere a los grie
gos de t iempos de Platón, no me parece que las práct icas
homosexuales en tonces en uso nos au tor icen a ex tender
un juicio peyorat ivo a todo lo que di jeron y escribieron
de sublime sobre la amistad. Reinaba al l i cierta con
fusión, s in que por el lo cada real idad perdiera su natu
ra leza especí f ica . En nues t ra opin ión , no habr ía n in
guna falsedad psicológica en decir que su amistad exis
t ía no a causa de su amor homosexual , s ino más b ien
a pesar de él.
VI I
A M I S T A D E S F E M E N I N A S
A
NADIE SE LE OCURRIRÍA poner en duda qne la amis
tad en t re hombres es pos ib le y que desempeña un
papel importante en su v ida. Por e l cont rar io , a me
nudo se muestra escepticismo en cuanto a la posibi l idad
de que haya verdadera amis tad ent re mujeres . Muchos
hombres cons ideran a priori a las mujeres demasiado
fút i les y egocéntricas para ser capaces de una amistad
duradera y sól ida. Conocen por cierto la existencia de
adhes iones apas ionadas en t re mujeres adolescentes , pe
ro se niegan a ver en el las el germen de la amistad,
en comparación con sus propias amis tades de la juven
tud. Claro está que dos muchachitas que se besan con
ternura , se pasean ten iéndose por l a c in tura y mur-
murándose conf idencias , no buscan una cerca de la
o t ra , más o menos inco nscientem ente , o t ra cosa que
un sucedáneo del amor erót ico. El único modelo no
equívoco de amistad entre adolescentes, sería el de los
varones , que in tercambian más puñetazos que conf i
dencias . Mient ras los varones amigos ev i tan los "me
l indres" sent imentales y d i scuten con preferencia sobre
ideas generales, las amistades entre jovenci tas pecan a
los ojos de los hombres, con razón o sin el la, por dar
demas iado lugar a l in t imismo. Lo mismo ocurr i r í a con
7 4 PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD
todas l as amis tades femeninas , cualquiera sea l a edad y
A M I ST A D ES F E M E N I N A S ^ 5
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condición de las amigas.
S in embargo, no son los hombres los que con mayor
tenacidad dudan de la pos ib i l idad y au tent ic idad de
la amis tad ent re mujeres . Muchas mujeres lo hacen más
categór icamente aún . Cant idad de mujeres in te lectuales
me han d icho que envid ian a los hombres por sus re
laciones amis tosas , que les proporcionan un goce que q
el las les estaría vedado para siempre. Simone de Beau,
voi r , que pasa por ser e l más au tor izado por tavoz de
l a "m u j e r m oderna" , dec l a ra pe ren t o r i am en t e : "Las
mujeres son , unas para o t ras , camaradas de caut iver io ;
se ayudan a sopor tar su pr i s ión y has ta a preparar lg
evas ión; pero e l l iberador l l egará del mundo mascu-
l ino ."
1
Con es to quiere deci r que ent re mujeres podrá
haber c ier ta compl ic idad , pero jamás amis tad . Com
pó r t ens e dos m u j e res com o am i g as t e i nm ed i a t am e n t e
desper tarán en o t ras mujeres l a sospecha de que man
t ienen relaciones más o menos inconfesables. La sos
pecha de safismo se afirma cuando se t rata de dos mu
jeres sol teras, sobre todo si viven juntas.
¿Quién negar ía que pueden exis t i r desviaciones más
o menos abier tamente l esb ianas de la amis tad ent re
mujeres? Amores sáf icos ex i s ten , indudablemente , aun
cuando sean inf in i tamente menos f recuentes de lo que
sos t ienen las malas l enguas . Pero re laciones homose
xuales hay también ent re los hombres , y has ta son con
gran probabi l idad notablemente más comunes que ent re
mujeres. Sin embargo, dejando a un lado a los fideístas
del psicoanál is is , a nadie se le ocurriría valerse de este
argumento cont ra l a pos ib i l idad y la real idad de muy
autént icas amis tades mascul inas , en las que e l ero t i s -
Le deuxieme sexe, II, p. 365.
m o no e j e rce abs o l u t am en t e n i ngún pape l . Y aún pode
mos deci r más : se t ra te de hombres o de mujeres , l a
presencia más o menos consciente de factores homose
xuales en sus re laciones , no nos au tor iza en modo al
guno a negar o poner en duda la ex i s tencia de verdadera
am i s t ad en t r e e s as pe r s onas . En e l p s i qu i s m o hum ano
las cosas se presentan raramente con la s impl ic idad a
que t i enen af ic ión las categor ías racionales .
He t en i do opo r t un i dad de conoce r c i e r t o núm ero de
amis tades femeninas en las que e l saf i smo ocupaba
e fec t i vam en t e a l gún l uga r . En l a g ran m ayor í a de l o s
casos se t ra taba de un saf i smo to ta lmente inconsciente .
As í l a am i s t ad en t r e Te res a y An i t a s e p res t aba m uy
especia lmente a l a in terpretación mal ic iosa y l a pareja
e ra e l hazm er re í r de t odo e l ba r r i o . Te res a exh i b í a
t odos l o s s i gnos de un "m uchacho m a l og rado" : b i go t es ,
espaldas an cha s , voz tenante, e tc . , qu e e l l a ac en tua ba
con s u m anera m as cu l i na de ves t i r s e y e l c i ga r ro que
jamás se l e caía de los l ab ios . Ani ta , por e l cont rar io ,
t en í a e l a s pec t o de una f em i ne i dad cas i i n fan t i l . Am bas
j óvenes s e hab í an conoc i do s i endo a l um nas de l m i s m o
es t ab l ec im i en t o e s co l a r y no hab í a n t a rdad o e n hace r s e
am i gas i n s epa rab l es . C om o e l i g i e ran l a m i s m a p ro fe
s i ón , l e s hab í a pa rec i do pe r fec t am en t e na t u ra l v i v i r en
e l m i s m o dep ar t am en t o , t an t o po r m o t i vos económ i cos
com o po r e s t a r m enos s o l as . C uando s e pas eaban i ban
d e l b r a z o, y h a b i t u a l m e n t e T e r e s a t e n í a p a r a c o n A n i
t a l a s a t enc i ones de un hom bre b i en educado pa ra con
s u am ada . En r e s um en , l a s apa r i enc i as e ran t a l e s , que
yo m i s m o apenas ab r i gaba dudas s ob re e l ca rác t e r s á -
f i co de e s t a am i s t ad . Ahora b i en , un d í a Teres a s e d i r i
g ió a mí a causa de c ier tas d i f i cu l tades con que t rope
zaba en e l p l an o p ro fes i ona l . P oco des pués a c ud i ó a m í
t a m b i é n s u a m i g a , y m e conver t í en con f i den t e y con
sejero de am ba s . E n e l t rascurso del aná l i s i s ps ico ló gico
de un a y o t ra se h iz o c laro que la v i r i l ida d ps icof i s io-
lógica de Teresa y l a f em i ne i dad i n f an t i l d e An i t a
76
P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
hab ían desempeñado , e fec t ivamente , una función de ter
A M I S T A D E S F E M E N I N A S 77
caso de la s dos mujeres de que acabamo s de ocup arno s ) ,
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minan te en e l nac imien to de su amis tad . Ani t a t en ía
necesidad de ser protegida y mimada, pero su infant i
l ismo iba de la mano con su temor a los hombres: una
amiga vir i l izada resolvía perfectamente la s i tuación.
En cuanto a Teresa, se sent ía en perpetua competencia
con los hombres y por lo tanto se prohibía el buscar
en ellos el calor afectivo de que tenía necesidad: la
pequeña Ani ta sat isfacía plenamente su deseo de dedi
carse a alguien más débi l . Pero ambas es taban total
mente inconscientes de esas motivaciones de su amistad.
En los diez años que duraba su convivencia, jamás
hab ía hab ido nada p rop iamente e ró t i co en sus re l ac io
n e s ;
su r iguroso superyó rel igioso les impedía hasta
pensar que pudieran ser una para la ot ra algo dis t into
de una amiga . En e l cu rso de l t ra t amien to adqu i r i e ron
concienc ia de l a na tu ra leza "p la tón icamente sáf i ca" de
su amis tad . ¿Era p rec i so , pues , que renunciaran a e l l a?
Yo las disuadí de es to categóricamente. Para mí no ha
bía duda posible en cuanto al aporte positivo de esta
amistad en la vida de las dos mujeres . Exis t ían además
tan tos menos mot ivos para una rup tu ra , cuan to que
la psicosíntesis había llevado a cabo cierto equilibrio
en ambas, y por esto los riesgos de una desviación les
b iana de su re l ac ión eran desde en tonces incomparab le
me n t e me n o r e s .
2
Para comprender deb idamente es t e género de amis
tades , conviene referi rse una vez más a nuestra con
cepción general de la l ibido, de la energía afect iva,
que por su naturaleza no es sexual s ino indiferenciada.
Cuando por cualquier mot ivo, ya se t rate de "fal ta de
ocasión", ya de inhibiciones neurót icas (como en el
2
Es propio de l espír i tu ps icoanal í t ico ten der no a d es tru ir ,
s ino a corregir lo que parece desviado. Se t ra te de la amis tad,
de l amor, de la fe re l igiosa o de los pr inc ipios mora les , no nos
proponemos jamás su des trucc ión, s ino sólo la e l iminación de sus
mot iva c ione s ne uró t i c a s .
esta energía afect iva no puede hal lar empleo en el amor
eró t i co , a f luye normalmente , con mayor o menor abun
dancia, hacia es ta ot ra forma de comunión afect iva que
es la amistad. No hay pues nada de anormal , ni de
"inmoral" , en que la amistad entre dos mujeres sol te
ras , es decir , frust radas en el amor erót ico, se parezca
por algunos de sus rasgos a es te amor, más que la amis
tad entre dos mujeres erót icamente real izadas . Lo mis
mo vale, aunque con diferencias no desdeñables , pa
ra los hombres . Esto s in duda expl ica, por ejemplo, la
fuerza y la int imidad de las amistades anudadas en
los campos de pris ioneros de guerra o de deportados
pol ít icos . Encontrándose al l í los hombres frust rados en
amor, disponen de tanto más l ibido para la amistad,
s in que en la inmensa mayoría de los casos pueda at r i
buirse nada "sexual" a es ta relación.
Pero volviendo a las mujeres , en nuestra opinión
ser ía una imperdonab le c rue ldad querer a r ro jar e l en
t redicho o el descrédi to sobre su int imidad amistosa,
con el pretexto de que tales amistades hacen consumo
de una l ib ido que "normalmente" deber ía encon t rar
sal ida en relaciones amorosas con hombres . Es infini
tamente más pel igroso para el equi l ibrio psíquico de
los sujetos dejar sin empleo la libido. Por mi parte,
he a l en tado s i empre a l as mujeres sexualmente f rus t ra
das a t rabar con otras mujeres relaciones amistosas tan
ínt imas e intensas como fuera posible, enseñándoles a
aminorar, dado el caso, ciertos r iesgos de desviación
parafíl ica que su conciencia moral desaprobaría. Mien
t ras que la l ibido reprimida expone al r iesgo de la
neurosis, o por lo menos al de la aridez afectiva, su
sub l imación en amis tad l e permi te hacer hermosa y
fecunda la exis tencia de mujeres que s in eso serían la
mentables despojos . Si la "sol terona" de otrora se pres
taba al r idículo por sus pequeñas manías y por su es t re
chez de ideas , era menos, según nuestra experiencia,
78
PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
por ser una f rus t rada sexual que porque su género de
AMIS TADES FEMENINAS
79
y preocupaciones que, equivocadamente o no , é l juzga
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vida cas i no le permi t í a lograr l a subl imación por l a
amis tad . Muy d i s t in tas son las cosas para muchas mu
jeres sol teras de hoy día, sobre todo cuando t ienen la
suer te de e jercer una act iv idad profes ional acorde con
sus gustos. En todo caso, hay que concluir con las estú
pidas bromas o las sonrisas de intel igencia con que se
ab rum a a l a s am i gas que v i ven j un t as y encuen t r an
en su mutuo afecto l a fuerza y e l valor necesar io para
enfrentar los duros combates de la v ida .
S in embargo, ser í a er róneo hacer de la amis tad un
don reservado únicamente a l as so l teras . Hemos v i s to
en e l capí tu lo an ter ior que has ta los hombres perfecta
mente fe l i ces y real izados en su v ida conyugal expe
r imentan la neces idad y los benef ic ios de la amis tad
con o t ros hombres , y que todo e l mundo encuent ra es to
norrnal . ¿Por qué no habr ía de ocurr i r lo mismo con
las mujeres casadas? Para su propia desdicha, muchas
son las esposas jóvenes que creen que e l amor conyugal
puede colmar completa y def in i t ivamente todas sus
neces idades afect ivas , y que cons ideran cas i como una
t ra ic ión a l amor toda o t ra forma de comunicación exis -
tencia l . De ahí se s igue que descuiden o aun rompan
las re laciones amis tosas que ten ían antes de casarse ,
mos t rándose a l mismo t i empo celosas de las amis tades
veces al cabo de varios años de casadas, esas mujeres
adquieren conciencia del vacío que produce en su v ida
la ausencia de la amis tad . Muchas veces he podido com
probar has ta qué punto la amis tad de la esposa con o t ra
mujer podía ser ú t i l a l amor conyugal . Una mujer que
todo lo espera de su mar ido no tarda por lo general
en conver t i rse para és te en una carga. Hay problemas
que su mar ido s igue cul t ivando. Sólo poco a poco , a
que no pued e o no debe com par t i r con su mu jer , au nq ue
sólo sea pa ra n o inquie tar la . T iene sus amigos y mot ivos
de interés que no son los mismos de su esposa. El ex
clusivismo afect ivo de ésta origina a menudo, por lo
tan to , una penosa tens ión capaz de comprometer más
o menos gravemente e l amor conyugal . Es ta t ens ión
desaparece por reg la general cuando la mujer en tabla
re lación y en t ra en comunicación amis tosa con o t ra
m u j e r .
De acuerdo con nues t ras informaciones l a amis tad
ent re una mujer casada y una so l tera demues t ra ser
pa r t i cu l a rm en t e f ecunda , t an t o pa ra una com o pa ra l a
otra. Para la sol tera, en efecto, part icipar a t ravés de
su amiga en la vida de un hogar, sus alegrías y preo
cupaciones , cons t i tuye una ocas ión de expans ión ps í
quica .
Más par t i cu larmente para l as so l teras que no
viven más con sus padres, es bueno ser. recibidas en
una fami l ia en cal idad de amigas , poder in teresarse
en sus h i jos , e tc . El t emor de que ta l in t imidad con un
hogar pueda hacer a c ier tas so l teras más dolorosamente
conscientes de lo que fal ta en su propia vida, no carece
cier tamente de fundamento; pero me parece que es te
inconveniente queda ampl iamente compensado con e l
enr iquecimiento afect ivo que pueden obtener . Más aun
puede apor tar , qu izás una amis tad semejante a l a mujer
casada, sobre todo cuando no e jerce n inguna act iv idad
profes ional o ex t rafam i l iar . La in t imidad con un a mu jer
que t rabaja en una profes ión y que por es te mot ivo
t iene más contactos con e l mundo exter ior , que nor
malmente se in teresa más que una madre y esposa en
los acontecimientos del mundo y d i spone de más t i empo
para l a l ectura y d iversas act iv idades cu l turales , puede
permi t i r a l a mujer casada la ampl iación de su hor i
zonte más al lá de los cuidados y hechos menudos de la
v ida domés t ica . Es t imulada y enr iquecida por su ami
ga, podrá t ambién d ia logar mejor con su mar ido y los
8 0 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D
amigos de
éste, y
no sent i rse completamente
fuera de
A M I S T A D E S F E M E N I N A S
81
t e rnu ra s en t i m en t a l que gene ra l m en t e f a l t a en l a s r e
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ambiente" .
*
Nada nos au tor iza a suponer que la mujer media no
es apta para una autént ica amistad. Los que así lo
af i rma n se ref ieren por lo general a l pasado. Pero aun
suponiendo que en e l pasado las grandes amis tades en t re
mujeres fueran efect ivamente raras , ser í a absurdo de
duci r de aquí cualquiera pos ib i l idad es t ructural . La
naturaleza de la mujer no es, como tampoco lo es el
hombre ni el universo en su conjunto, un dato estát ico,
defini t ivamente fi jada de una vez por todas. Fueron
las condiciones de vida de la gran mayoría de las mu
jeres las que les hicieron difícil, si no imposible, vivir
ese género de amis tad que celebran P la tón y Mon
taigne, y cuyas bel lezas señalamos nosotros mismos
aquí . Salvo magníficas excepciones, las mujeres apenas
habían a lcanzado, has ta t i empos re la t ivamente recien
tes , la conciencia de sí como personas. Eran educadas y
vivían en función del hombre; sólo de él esperaban toda
su real ización , y cre ían que é l neces i taba únicamente
su ternura , una buena madre para sus h i jos y una
buena ama de casa . Las que no se casaban, se veían
des t inadas , en nues t ro mundo occidental y de t rad ic ión
cr i s t i ana, a l convento , o b ien vegetaban en e l hogar de
un hermano o una hermana casados . C ier to que las mu
jeres de las clases l lamadas "superiores", las que dis
ponían de t i empo Ubre, se f recuentaban ent re s í en e l
pasado más de lo que lo hacen hoy. Para convencerse
de el lo, basta remit irse a la l i teratura del s iglo xvn,
o hasta a las novelas de Proust . Pero la esfera de in
tereses y preocupaciones de esas damas era ex t remada
mente res t r ingida. Sólo podían "par lo tear" sobre cosas
fút i les , a menos que buscasen unas en las otras, como
es corriente en los gineceos de los países islámicos, la
laciones entre esposos. Es fáci l comprender que esas
amis tades se pres tasen más a l a i ronía y l a chanza que
a la admiración .
Es evidente que las condiciones de existencia, así so
ciales como psicológicas, de la mayoría de las mujeres
evolucionadas apenas se parecen a l as de l as "preciosas"
de quienes acabamos de hablar . Aquél las real izan los
mismos es tudios ser ios que sus camaradas mascul inos
y e jercen , cada vez con mayor f recuencia , ac t iv idades
profesionales semejantes. Se interesan por la fi losofía,
la l i teratura, el arte y la rel igión, así como por la pol í
t i ca y l a economía, a menudo has ta con mayor pas ión
que los hombres . De donde se deduce que en sus re la
c iones mutuas ya no las conforman las fú t i l es chacha
ras m undanas . Es t án , pues , p l enam en t e d i s pues t a s a
comprometerse en es ta comunicación d ia logal que es l a
esencia misma de la amis tad . El pr incipal obs táculo
para que nazca y se desarro l le una autént ica amis tad
ent re mujeres , proviene de la superv ivencia de pre
juicios de otra época.
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V I I I
L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S Y M U J E R E S
E
N DOS CAPÍT UL OS PRE CE DE NT E S hemos anal izado la
amis tad ent re personas del mismo sexo. ¿Tienen
razón los numerosos moral is tas y psicólogos que piensan
que só lo podr ía haber amis tad ent re personas del mismo
sexo y sospechan que sea amor erót ico más o menos
conscientemente d i s imulado toda ten ta t iva de amis tad
ent re hombres y mujeres? Evidentemente , no es d i f í c i l
c i t ar casos en que un hombre y una mujer han hablado,
uno al otro y a otros, de su profunda y "pura amistad",
has ta e l d ía en que se han encont rado , "como por ca
sual idad" , uno en brazos del o t ro . Es tá b ien c laro que
se habían engañado sobre l a verdadera naturaleza de
los sent imientos que exper imentaban. En nues t ras d i
versas obras de psicología profunda hemos expuesto y
anal izado varios de esos amores que no osaban confesar
su verdadero nombre. Contentémonos con dar aquí un
ejemplo par t i cu larmente t íp ico , del cual hemos ten ido
que ocuparnos hace muy poco.
Hace c inco años que Andrés y Elena es tán casados ,
y bien casados. Cierto día va a vivir en la misma ciu
dad que la pareja , El i sabeth , amiga de juventud de Ele
na. Elena se s ien te enormemente fe l i z , qu izás has ta va-
8 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
nidosamente fe l i z , rec ib iendo a su amiga en su hermosa
LA A MI STA D EN TR E HOMBR ES Y MU J ER ES 8 5
t i ran tentadas a concluir de es te episodio, que no de
ben ser t an inocen tes como Elena .
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casa, os tentando ante aquel la sol tera de t reinta años de
edad su d icha de esposa y madre . La inv i t a a menudo ,
a l pun to de i r r i t a r a su mar ido , que a pesar de todo
prefer i r ía pasar de vez en cuando un domingo so lo con
su mujer y sus hi jos . Sin embargo, Elena no cesa de
l l amar l a a t enc ión de su mar ido sobre l a in t e l igencia
y la cul tura de El isabeth. Poco a poco, Andrés va com
probando que, efect ivamente, la amiga de su esposa es
una "mujer super io r" ; es é l qu ien , cada vez más , d i a
loga con el la, mientras Elena se entrega a sus tareas
de ama de casa . Du ran te var ios años une a los t res
una in tensa y hermosa amis tad ; pasan jun tos no so
lamente los domingos, s ino también las vacaciones de
verano . Un d ia E lena descubre que de t i empo en t i em
po,
los otros dos se reúnen sin ella.. Ante esto, experi
menta un poco de celos , en verdad, pero es t imándolos
indignos de su hermosa 'amistad, hace lo posible por
repr imi r los . Su b ru ta l desper t a r se p roduce cuando su
mar ido l e hace saber que ama a E l i sabe th , que desde
hace poco es su amante y que quis iera divorciarse de
el la para casarse con su amiga. Fáci l nos resul ta com
prender los rep roches que E lena se hace a s í misma
por su imprudencia; pero se equivoca al acusar a su
a mi g a d e e mb a u c a d o r a , d e h a b e r " ma n i o b r a d o " p a r a
robarle su marido. El isabeth creyó hasta el f inal en la
to ta l "pureza" de su amis tad con Andrés , y es t e mismo
no tuvo conciencia de la progresiva metamorfosis de
la amis tad en amor has ta muy t a rde , cuando "cas i por
casual idad" comenzó a besar a la amiga cada vez con
mayor t e rnura y f recuencia . Por o t ra par t e , es to se
produjo después de ciertas decepciones y conflictos en
sus relaciones con su esposa. Esta amistad entre un
hombre y una mujer condu jo , por lo t an to , a l a des
t rucc ión de l a a rmonía de una fami l i a , s in que pueda
ponerse en duda l a s incer idad de n inguno de los ami
gos. Y pienso que muchas de nuestras lectoras se sen-
Pero lo más a menudo , Eros no se des l i za en l a
amis tad en t re e l hombre y l a mujer en un
clima
de
tanta leal tad y buena fe como el del caso expuesto.
Con bas tan te f recuencia acon tece que un hombre p ro
pone a una mujer su amis tad , ún icamente porque su
pone que e l l a rechazará sus avances amorosos . Ade
m á s ,
a veces él se engaña al mismo t iempo que el la.
"Pues to que no me es t á permi t ido ser su amante —se
d ice—,
que a l menos l a t enga por amiga ." Y has ta
puede es fo rzarse s inceram ente e n no ser más- que ami
go, s in dejar por eso escapar la ocasión propicia para
a lcanzar su p r imer ob je t ivo . En cuan to a l as mujeres
que admi ten es t e género de amis tad , su buena fe su
pera por lo general a la de los hombres , sobre todo
cuando carecen de exper i enc ia amorosa . De acuerdo
con el conocimiento que hemos podido adquiri r sobre
estas cosas , part icularmente sospechosa resul ta la amis
t ad que hombres casados de c i e r t a edad b r indan a mu
jeres jóvenes , lo más a menudo a su secretaria, con el
pretexto de hacerse consolar de la incomprensión que
padecen por parte de la esposa. No s iempre les fal ta
s inceridad subjet iva; pero a pesar de todo, lo que en
real idad buscan es un género de afecto dis t into de la
s imple y s incera amistad.
Las dif icul tades y fracasos bien reales que acabamos
de exponer, ¿son suficientemente probatorios para for
zarnos a concluir que la amistad entre hombres y mu-*
jeres es imposible? No lo creemos. Si hay fracasos , los
éx i tos son por lo menos igua lmente numerosos . Podr ía
mos c i t a r s in n ingún es fuerzo numeros ís imos e j emplos ,
cuyo éx i to nad ie podr ía poner en duda . En p r imer lu -
8 6 PSICOANÁL ISIS DE LA AMISTAD
gar se p resen tan en nues t ra memor ia l as g rand iosas y
un iversa lmente conocidas amis tades que embel l ec ie ron
L A A M I S TA D E N T R E H O M B R E S Y M U J E R E S 8 7
t e l ec tua l y mora l , man t i ene desde hace muchos años
ín t imas re l ac iones amis tosas con Enr ique , s in que haya
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la vida de tantos santos y santas y que han demos
t rado ser ex i s t enc ia lmente de una ex t raord inar i a fe
cundidad. Clara y Francisco de Asís , Teresa de Ávi la
y Juan de l a Cruz , Juana de Chan ta l y Franc i sco de
Sales deben a su mutua amis tad , por lo menos en par t e ,
el haber real izado tan grandes cosas para gloria de
Dios. -Que tales amistade s fueron ple na m en te confor
mes al espír i tu cris t iano, lo prueba el hecho de que ya
en los primeros s iglos de nuestra era los hagiógrafos
hacen su e log io . As í encuen t ran admi rab le l a amis tad
que habr ía ex i s t ido en t re san Jerón imo y san ta Pau la ,
y a t r ibuyen una semejan te , s i b i en con menor funda
mentó , a san Ambros io con Mónica , l a madre de san
Agust ín . Me parece que el espléndido éxi to y la fecun
d idad esp i r i tua l de t a l es e j emplos pueden muy b ien
absolver a las amistades entre hombres y mujeres de
sus pocos fracasos , en lugar de dejarnos impresionar
por és tos al punto de declarar aquél las imposibles .
Pero los grandes santos y míst icos es tán lejos de ser
los únicos que lograron tal comunicación amistosa. Mi
guel Ángel y Colonna Vi t to r i a no eran p rec i samente
san tos , como t ampoco l as numerosas pare jas de ami
gos de distinto sexto que nos son conocidos por la l i
t e ra tu ra an t igua , med ieva l y moderna . Aún en nues
t ra época, tan fascinada por el erot ismo, conozco mu
chos hombres y mujeres que no son santos ni héroes ,
pero que extraen, a pesar de todo, de la amistad que
los une las mayores y más puras alegrías de su exis
t enc ia . La amis tad de t res de Andrés , E lena y E l i sa-
beth bien habría podido no fracasar, y conozco otras
semejantes que pers is ten largos años s in sufri r en mo
mento a lguno l a menor in te r rupción .
En ciertos casos , la no erot ización de la amistad en
t re un hombre y una mujer se ve fac i l i t ada por d i
versos fac to res . Germana , mujer de g ran ca l idad in -
hab ido j amás e l menor equ ívoco sobre l a na tu ra leza de
ambos. En su juventud, ha s ido víct ima de la pol io
mie l i t i s , cuyas g raves marcas mues t ra su cuerpo . Qui
zás s in eso su amigo l a habr ía amado t ambién eró t i
camente . Pero lo que hay de e j emplar en es t e caso para
nues t ro p ropós i to , es e l hecho de una l a rga , hermosa
y fecunda amis tad en t re un hombre y una mujer de
nues t ra época . En e l caso de muchas o t ras amis tades
igualmente duraderas y fecundas , no ex i s t e obs tácu lo
fís ico para la erot ización. Son amigos, y no amantes ,
por motivos de orden moral , o bien porque uno y otro,
o aun los dos , es tán comprometidos erót icamente con
o t ro ser . Un hombre y una mujer desd ichados en su
respect ivo matrimonio son poco aptos para es ta clase
de comunicación, mientras que quienes son fel ices en el
amor pueden emprender lo con un r i esgo in f in i t amente
menor de desviación.
*
* *
Sin duda, uno se expondría a penosas desi lusiones
s i p re tend iera es t ab lecer su amis tad con una persona
del o t ro sexo sobre un t e r reno puramente esp i r i tua l .
E l mismo gran pes imis ta La Bruyére cons idera v iab le
la amis tad en t re un hombre y una mujer , s in que por
e l lo e l hombre deba de jar de ser hombre y l a mujer ,
mujer . San Franci sco de Sa les , que v iv ió personalmen
te una de l as más cé lebres y hermosas amis tades en
t re hombre y mujer , reconoce
qu e
los sent idos desem
peñan cierta función aun en la más espir i tual de es tas
relaciones . En efecto, el los son los intermediarios de
nues t ra p r imera impres ión de l o t ro . Bas ta l eer l a co
r respondencia de san Franci sco con su amiga Juana
de Chan ta l para persuad i rse de que n i lo sen t imenta l
ni lo sensible fal tan en es ta amistad entre santos .
8 8 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
En las amis tades mís t i cas en t re hombres como Fran
c i sco de Sa les y mujeres como Juana de Chan ta l , Eros
LA A MISTAD EN TR E HOMBR ES Y MU J ER E S 8 9
*
* *
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no está por cierto ausente; pero la subl imación es tá
t an per fec tamente lograda , que con razón se l as con
s idera como "no carnales" , en el sent ido corriente de
la pa labra carna l . En cuan to a los hombres y mujeres
"ord inar ios" , va le más para e l los y su amis tad que
sean p lenamente consc ien tes de l papel , mayor o me
nor según l as personas , que Eros desempeña en su re
l ac ión . E l an t iguo adag io : "Quien qu iera hacer e l án
gel ,
hará e l bobo" , se ap l i ca t ambién a nues t ro p ro
b lema. Ev iden temente , no se t ra t a de repr imi r e l Eros ,
s ino de sub l imar lo . Es ta pa labra , sub l imación , debe
en tenderse en un sen t ido bas tan te d i fe ren te de l que
le da la psicología freudiana. En efecto, la verdadera
naturaleza afect iva del hombre no se l imita a sus so
l as pu l s iones ins t in t ivas . Nada hay de an t ina tu ra l en
t ra t a r de d i r ig i r to t a l o parc ia lmente l a energ ía a fec
t iva de es tas puls iones hacia facul tades más específ i
camente humanas . Creemos haber demos t rado su f i c i en
t emente en p receden tes obras nues t ras ,
1
que l a na tu
ra l eza de l hombre se encuen t ra mucho menos en su
pasado an imal que en e l porven i r cada vez más es
p i r i tua l i zado hac ia e l cua l marcha . La sub l imación de
la l ibido, es decir , su aducción hacia act ividades cada
vez menos carnales y más espir i tuales , se s i túa por
en tero en l a l ínea de l a na tu ra leza humana en deve
n i r . Ta l sub l imación , per fec tamente l eg í t ima, es en l a
p rác t i ca más o menos rea l i zab le , según e l g rado de
madurez afect iva y espir i tual de los sujetos . Entre la
"amis tad amorosa" que cu l t ivan los t rovadores (en
que la presencia de Eros es taba apenas ocul ta) y la
de un Franci sco de Sa les con una Juana de Chan ta l ,
h a y i n n u me r a b l e s ma t i c e s .
1
Véanse en particular Teilhard et la foi des homm es y La
nueva moral,
Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1964.
Cualesquiera sean los obstáculos , alentamos la f i r
me conv icc ión de que l a amis tad en t re hombres y mu
jeres no es en modo a lguno un idea l i r rea l i zab le . Mas
só lo es v iab le en t re personas que hayan a lcanzado un
grado re l a t ivamente a l to de esp i r i tua l i zac ión , en qu ie
nes los va lo res l l amados super io res p reva lezcan mani
f i es t amente . En és t a , más que en l a que une a per
sonas del mismo sexo, es indispensable que la comu
nión entre los amigos se real ice en la persecución de
un mismo idea l , en l a rea l i zac ión de una obra común.
Aun en tonces no hay garan t ía con t ra l a i r rupc ión más
o menos tumultuosa de la pasión erót ica. Con todo, los
beneficios de una relación semejante son tan grandes,
que en nues t ra op in ión no es impruden te acep tar con
todo conocimiento de causa los r iesgos que encierra.
Por o t ra par t e , nada verdaderamente va l iosos podr ía
cumpl i r se en l a ex i s t enc ia humana s in r i esgo de des
viación o error. Quien no se at reve a arr iesgar, no
saldrá jamás de la t r ivial idad cot idiana. ¿Somos de
masiado opt imistas al suponer que los progresos de la
noos fera y l a madurac ión afec t iva de l a humanidad
se ha l l an en v ías de cumpl imien to , con un r i tmo su
f i c i en temente ráp ido para que un número cada vez
ma y o r d e h o mb r e s y mu j e r e s p u e d a a l c a n z a r mu y
pronto los beneficios de tal amistad?
Por lo que se refiere a los jóvenes de sexo dife
rente, una amistad de la que es té desterrado Eros es ,
en nues t ra op in ión , p rác t i camente impos ib le . Su expe
riencia de la vida es aún muy escasa para que es tén
en condiciones de efectuar la indispensable subl ima
ción. No se conocen bastante a s í mismos y evidente
mente menos a los demás . A l a espera de una mayor
madurez a fec t iva y esp i r i tua l , que se con ten ten , pues ,
con l a hermosa y f ranca camarader ía , o con l a amis
t ad de g rupo cuyo e log io p ron to haremos .
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I X
L A A M I S T A D C O N Y U G A L
E
N E L CAPÍT UL O ANT E RIOR se ha t ra tado de la amis
tad en t re hombres y mujeres que, por d iversos
mot ivos , quieren o deben renunciar a uni rse con los
lazos del amor erót ico. ¿Significaría esto que la amis
tad y e l amor son por naturaleza inconci l i ab les? Tal
es , en efecto, la opinión de un La Bruyére, y el mis
mo Montaigne af i rma que e l a lma de las mujeres que
los hombres desposan no es bas tan te v igorosa para
soportar el peso de la amistad. La experiencia y la te
sis de los dos grandes moral is tas se ajustan al pen
samiento y las costumbres de los ant iguos. Los grie
gos pract icaban la amis tad con las "heta i ras" , mujeres
l ibres entendidas a menudo en arte, f i losofía y l i tera
tura; pero jamás habr ían soñado en buscar es ta c lase
de comunión espiri tual con sus esposas. En el Japón,
los hombres cu l tos y ref inados encuent ran en las geis-
ha s l a amis tad con representantes del o t ro sexo. Ver
dad es que los griegos, los japoneses y todos los que
juzgan a sus esposas indignas o incapaces de amis tad ,
por lo general t ampoco les br indan un amor apas io
nado .
Las aman por razón o por deber .
S in embargo, l a amis tad y e l amor conyugal es tán
muy lejos de excluirse
una a otro. A lo que sabemos,
9 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
Plutarco fue e l pr imero en af i rmar que la esposa era
tan to y más d igna y capaz de amis tad con e l hombre
LA AMISTAD CONYUGAL
93
eró t icamente no todo resu l tara ópt imo, aun s i e l
amor-pas ión no durara más que en los mat r imonios por
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que la heta i ra . S i semejante amis tad parece haber s ido
ot rora re la t ivamente rara , en nues t ros d ías se hace cada
vez más f recuente , a medida que las conciencias evo
lucionan y que las condiciones y mot ivaciones del ma
t r imonio se t ras forman.
Ante todo se hal la el caso, de más en más frecuente,
del mat r imonio ent re amigos . En efecto , como lo hemos
dicho en e l capí tu lo an ter ior , los hombres evoluciona
dos de hoy no es con hetairas, geishas o sus seme jantes
con quienes buscan anudar re laciones amis tosas . Las
gentes se conocen, se hacen part ícipes del diálogo exis-
tencia l , se convier ten en amigos , en la univers idad ,
en los cí rculos de mil i tantes pol í t icos o rel igiosos. Me
ses, años má s tard e, los" dos amigos co mp rueb an que
se aman. Pues to que n ingún obs táculo insuperable se
opone, con toda natural idad deciden casarse . El amor ,
ev i den t em en t e , no am enaza pa ra nada s u am i s t ad , n i
és ta d i sminuye e l ardor de aquél . Por e l cont rar io ,
am bos s e e s t i m u l an , s e nu t r en m u t uam en t e .
Con demas iada f recuencia , l a pareja que se ha for
mado a causa de un " f lechazo" , sobre l a única base de
la a t racción carnal , comprueba a l cabo de a lgunos me
ses de v ida en común, que no t i ene nada que deci rse ;
que son ext raños uno para e l o t ro . En efecto , es propio
del ardor erót ico ser muy vivo en sus comienzos, pero
tender a d i sminui r , s ino a ex t ingui rse to ta lmente , des
pués de obtenida la sa t i s facción . Es más b ien l l amarada
que fuego. Raro es que una pas ión puramente carnal
resista las inevi tables dificul tades y desencantos de la
v ida de todos los d ías . Es en es ta categor ía de "mat r i
monios por amor" donde se da la mayor proporción de
divorcios ; a menudo la separación sobreviene después
de sólo uno o dos años de unión.
Evidentemente , es muy d i s t in to lo que acontece con
las parejas a l as que une una só l ida amis tad . Aun s i
flechazo, la armonía entre los esposos no se destruiría.
Cont inúan comunicándose en e l mismo plano que
antaño, an tes que naciera e l amor , se habían encon
t rado como amigos . Se conocen en profundidad y no
se dejan perturbar por lo tanto por los defectos super
ficiales del otro. Tienen algo que decirse, aun fuera del
lecho conyugal . Pero sobre todo, el amor erót ico ad
quiere generalmente en t re los esposos-amigos mayor
in tens idad y más larga duración .
Para i lus t rar l as precedentes cons ideraciones , permí
taseme presentar dos "casos" que he ten ido opor tunidad
de observar de cerca.
Eduardo y Fanny se conocieron en un "asal to" . Bai
laron toda la noche, una v iva pas ión recíproca los inf la
mó y esa misma noche se convi r t i eron en amantes .
A l gunos m es es m ás t a rde , com o l a m uchacha quedara
encin ta , se casaron . En ese momento sabían muy poca
cosa uno del o t ro , pues cas i no se habían in ter rogado
acerca de sus gustos ni -de sus convicciones. Se "enten
d ían" sexualmente , y eso les bas taba para sent i rse fe l i
ces juntos . Pero ¡ay la v ida conyug al no t rascu rre
solamente en e l l echo. Poco después de su mat r imonio ,
cuando se encont raban so los , e l mut i smo se hacía to ta l .
Eduardo re in ic ió b ien pronto sus sa l idas con camaradas
de su época de so l tero , s in exper imentar e l menor de
seo de asociar a su mujer también. En esas condiciones,
l a f idel idad conyugal só lo podía aparecer carente de
sent ido; n i uno n i o t ro rechazaban las aventuras que
se les br indaban. Las re laciones sexuales en t re ambos
esposos no se h ic ieron menos f recuentes ; pero en lugar
del amor no expresaban más que un odio sadomaso-
9 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
quis ta, y és te les impedía separarse defini t ivamente.
Cuando después de s i e t e años de mat r imonio , Fanny
LA AMISTAD CONYUGAL 9 5
u n ma t r i mo n i o f e l i z , mu c h a ma y o r i mp o r t a n c i a q u e
ahora . Y b ien , hace qu ince años que Mar t ín y Susana
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recur r ió a mi ayuda , padec ía la l a edad de menos de
t re in ta años , una g rave depres ión nerv iosa , mien t ras
que su mar ido hab ía perd ido todo va lo r para con t inuar
la necesaria lucha por la vida y se obsesionaba cada vez
más con la idea del suicidio.
Con seguridad, no todos los matrimonios por "f le
chazo", en los que fal ta la verdadera amistad, l legan
a una s i tuac ión t an d ramát i ca como la de Eduardo y
Fanny. No obstante, bajo su forma excesiva, el "caso"
expuesto conserva todo su valor t ípico y encierra para
noso t ros una p rec iosa enseñanza . Tan to más que se
t rataba de dos personas no carentes , por cierto de cierta
e n v e r g a d u r a .
*
Cuando conocí a Mar t ín y Susana , hace de es to
ve in te años , e ran ambos es tud ian tes y desempeñaban
un papel ac t ivo en un movimien to un ivers i t a r io re l i
gioso.
Se complementaban rec íp rocamente : e l l a e ra más
in te l ec tua l , é l , más "p rác t i co" ; a menudo t raba jaban
juntos. Ella lo inició en la filosofía y en una vida espi
r i tua l más p ro funda; é l , po r su par t e , l e h izo descubr i r
los placeres de la música y en cierta medida aun los
de l depor te . En resumen: cons t i tu ían una e j emplar
pareja de amigos, entre los que no exis t ía el menor
vest igio de f l i r teo, tanto más cuanto que Susana care
cía de toda coquetería y hasta del encanto indispen
sable a una muchacha. Sólo cinco o seis años más tarde,
cuando ya es t aban p ro fes ionalmente compromet idos en
la vida, decidieron casarse. Yo me mostraba más bien
escéptico acerca de las posibilidades de éxito afectivo
de es ta unión. En efecto, era bien evidente que había
muy poca pasión erót ica entre ambos amigos, y en esa
época yo adjudicaba a és ta, como condición previa de
se casaron. Tienen varios hi jos y no son muy jóvenes
ya. Su amistad es s iempre tan verdadera como en los
t iempos de su juventud, o más bien se ha profundizado
y embel lecido, gracias a las preocupaciones y alegrías
compar t idas duran te t an tos años . En e l t e r reno eró t i co ,
_
los comienz os, según su propia confesión, fueron bas
tante di f íci les ; pero su amistad t r iunfó sobre todas las
dif icul tades y poco a poco lograron la armonía también
en es te plano. Teniendo en cuenta la s i tuación afect iva
pasada y p resen te de es ta pare ja , no c reo que sea mu cha
presunción suponer que , s i por cua lqu ier mot ivo —en
fermedad o ve jez , por e j emplo— deb ieran un d ía re
nunciar a l a comunión eró t i ca , su un ión con t inuar ía
consol idada por los f i rmes vínculos de la amistad.
Es ev iden te que no todos los mat r imonios en t re ami
gos y s in pasión erót ica inicial son tan afortunados
como el de Mart ín y Susana. Con todo, de es te ejemplo
se s igue que la amistad puede const i tui r una excelente
base para e l amor y que ambos , amor y amis tad , se re
f u e r z a n m u t u a m e n t e .
También podr ía hab lar de una pare ja de anc ianos
esposos que conozco muy b ien . Han a lcanzado una
edad en que e l amor e ró t i co apenas puede expresarse .
Lo que cons t i tuye un v íncu lo inquebran tab le en t re e l los
y embel lece el ocaso de sus vidas , es la profunda amis
tad que los une desde s iempre. Sus intercambios inte
lectuales y espir i tuales son s iempre igualmente inten
sos,
y son capaces todavía de entusiasmarse y de discut i r
con pasión sobre muchos asuntos . Y comparo a es ta
pare ja c on otr a, en que los esposos se ha n am ado m u
cho en su juven tud , pero no han s ido nunca amigos .
Ya no pueden sopor ta rse y se hacen mutuamente im
posibles los úl t imos días de su exis tencia.
9 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
Normalmente , l a amis tad , as i como es tá l l amada a
sobrevivir al amor, debería precederlo. Conozco, s in
LA AMISTAD CONYUGAL
97
ot ro ,
pues c reen conocer s e m u t ua m e n t e " a fondo" ,
mient ras que en real idad apenas se conocen, encegue
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embargo, muchas parejas de esposos que no eran ami
gos antes de casarse. Fue el f lechazo o la s imple comu
nidad de intereses famil iares y sociales lo que sirvió
de punto de par t ida a su unión . La amis tad nació más
tarde. Sin que fuesen conscientes de el lo en un princi
pio, había en t re ambos bas tan tes af in idades para ser
virle de base. Sobre todo en la generación de nuestros
abuelos, era bastante corriente, por lo menos en las
capas "super iores" de la sociedad , que e l mat r imonio
resul tase de "arreglos" en t re los padres , s in que los
jóvenes tuviesen la posibi l idad de conocerse de cerca
previamente . A menudo, pues , no había en e l comienzo
amis tad n i amor; pero a pesar de todo ocurr í a que des
pués del mat r imonio nacían una y o t ro , o b ien una u
ot ro .
La pareja de ancianos esposos que he mencionado
más arriba pertenece a esta categoría.
El nacimiento de la amis tad en e l mat r imonio sur
gido del flechazo tampoco es imposible a priori, a con
dición de que los esposos no se desal ienten tan pronto
como vean disminuir el ardor de los sent idos que habían
tomado por la gran pasión de su vida. Al conocerse más
p ro fundam en t e pod rán m uy b i en l og ra r l a com un i ón
amistosa. El mayor obstáculo para el nacimiento de la
amistad se encuentra, en tales casos, en la sobreest i
mación del amor que mot ivó e l mat r imonio . Muchos
jóvenes enamorados creen en la eternidad de su pasión.
No buscan s iquiera conocerse más profundamente y
apenas dan importancia a l hecho de que no t i enen gran
cosa que decirse. Creen más o menos conscientemente
que la carne cons t i tuye una real idad suf ic ien temente
sól ida para unirlos defini t ivamente. Cuando al cabo de
algunos meses o años desaparece la embriaguez carnal ,
ya es gene ralme nte demas iado, t arde par a qu e pueda na
cer la amistad. La acumulación de decepciones de todo
orden los habrá dejado indisponibles uno respecto del
cidos como estuvieron al principio por el fuego de su
pas ión mient ras és te duró encendido .
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X
L A A M I S T A D E N T R E P A D R E S E H D O S
P
ARA
l a formación del t er reno en que pu ede ger
m i na r l a am i s t ad no s e r equ i e ren de n i nguna m a
nera los " lazos de sangre" . Es , en efecto , una real idad
de orden espi r i tual , y todos saben que e l parentesco
espi r i tual no es s iempre idént ico a l parentesco por la
carne, as í como a menudo acontece que es te ú l t imo no
impl ica n inguna af in idad de los esp í r i tus . Muchos son ,
efect ivamente , los hermanos y hermanas , los padres e
h i jos que no guardan ent re s í n inguna af in idad esp i
r i tual , n inguna comunidad de ideas n i de t endencias .
Cier to que a veces ex i s te una verdadera amis tad ent re
he rm anos y he rm anas ; pe ro no nos pa rece exagerado
decir que ha nacido, no a causa de los lazos de sangre,
sino más bien a pesar de el los.
Lo que generalmente hace más d i f í c i l l a amis tad-en
t re hermanos que ent re "ext raños" , es esa especie de
pudo" q"ue domina a menudo nues t ras re laciones . Como
viven bajo e l mismo techo, creen erróneamente cono
cerse a fondo unos a otros, y por eso no se atreven a
comunicarse preci samente lo más hermoso y generoso
de sus aspiraciones; a esto se suman los pequeños ro
ces de la v ida co t id iana. No es raro que hermanos y
hermanas aprendan a conocerse gracias a t erceros b
1 0 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
merced a grupos de los que forman parte. Conocí en
ot ro t i empo a dos hermanos que se t en ían muy poca
LA AMISTAD ENT RE PADRES E HIJ OS 1 01
obediencia y respeto . Eran raros los que in ten taban
entablar un diálogo con sus hi jos, aun cuando éstos ya
hub iera n l l egado a adul tos .- S i un hom bre de t re in ta
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est ima mutua. A la edad de veint icinco años, por cami-.
nos dist intos pero convergentes, se hicieron mil i tantes
del mismo part ido pol í t ico. Con gran asombro descu
br ieron entonces cuánta era su comunidad espi r i tual y
cómo, desde su más temprana juventud , l es insp i raba
un mismo generoso ideal . No tardaron entonces en
conver t i rse en grandes amigos .
La am i s t ad en t r e he rm anos y he rm anas no s i em pre
parece muy deseable en la adolescencia, o por lo menos
lo es sólo en ciertas condiciones. Los expondría, eri
efecto, a encerrarlos en un círculo famil iar demasiado
estrecho, favoreciendo así el narcisismo y obstacul izan
do la necesaria extraversión de los adolescentes. Sería
preciso entonces que a la amistad fraternal se añadiese
siempre la de jóvenes ajenos a la famil ia. Mejor aún
ser ía que hermanos y hermanas se h ic iesen amigos , no
en el seno de la famil ia, s ino más bien por intermedio
del mundo exter ior . Las agrupaciones de jóvenes , como
por ejemplo el scoutismo, nos pa recen pa r t i cu l a rm en t e
adecuadas para favorecer el f lorecimiento de tales amis
t ades ,
sin que de el las surjan obstáculos para la el i
minación del narci s i smo juveni l . Al comprobar que
entre sus hi jos existe una amistad demasiado exclu-
yente de lazos afect ivos con e l mundo exter ior , los
padres, en lugar de fel ici tarse deberían más bien in
quietarse y t ra tar de poner remedio favoreciendo sus
contactos con otros jóvenes.
En t iempos no muy lejanos, la cuest ión de la amis
tad entre padres e hi jos ni s iquiera se planteaba. El
padre era, o por lo menos quería ser, el jefe, el repre
sentante de Dios y de la patria, a quien los hi jos debían
años se atrevía a contradecir a su padre a propósi to de
cualquier asunto , se lo acusaba inm ediata me nte de i r res
petuoso. Conozco todavía famil ias "bien", en que en
la mesa sólo el padre perora. En cuanto a la madre,
generalmente pro tegía y quer ía a sus "pequeños" , pero
tampoco se comunicaba verdaderamente con e l los . En
t re padres e h i jos j amás se t ra taba n inguna cues t ión
un poco personal o ínt ima. Casi no había hi jos que
fuesen iniciados en los problemas sexuales, por ejemplo,
por el padre o la madre. La víspera del casamiento, la
madre decía a lo sumo a su hi ja, con gran rubor y
confusión, que debía "permit ir" todo lo que el hombre
quis iera , porque ent re mar ido y mujer no habí
a*
pe
cado "en eso" . El padre , cuando quer ía mos t rarse par
t i cu larmente "abier to" , daba a su h i jo , en es ta misma
ocasión, algunas indicaciones út i les para que la joven
pareja no tuviese un bebé demas iado pronto . Muchas
personas que pasan la cuarentena, y no pocos joven-
citos,
con los que he conversado acerca de sus relacio
nes con sus padres, me han confesado que no han tenido
jamás con és tos verdadero in tercambio , que no han ha
blado nun ca con ellos de hom bre a -hombre, o de mu jer
a mujer, sobre rel igión y pol í t ica, arte y l i teratura. En
general , su padre se habr ía contentado con proclamar
más o menos perentor iamente sus propias ideas , no
admi t iendo que uno de sus h i jos pudiera rep l icar le o
tener otras. Recuerdo la consternación, el escándalo,
de cierta rica famil ia burguesa, al enterarse que uno de
sus hi jos, de más de t reinta años de edad, se había
afi l iado al part ido Comunista: nadie en la casa se ha
bía dado cuenta de que tuviese semejantes ideas. . . ¡y
con razón Adem ás , en o t ros t i empos , y todavía ho y
en par te , es bas tan te corr ien te que un "h i jo de fami l ia"
se adhi r iera a un par t ido revolucionar io o a un movi -
1 0 3 I-SICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
miento poco conformista, menos por ínt ima convicción
que por reacción cont ra e l au tor i t ar i smo paterno , aun
que muy a menudo él mismo fuera inconsciente de las
LA AMISTAD ENTR E PADRES E HIJOS 1 0 3
carencia afect iva de la vida conyugal , pero por esto
mismo hay a lgo de turb io en sus mot ivaciones . No es
posible dudar de que es dañosa para los hi jos. La ver
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verdaderas motivaciones de su act i tud. En el terreno
rel igioso, los padres creyentes exigían a sus hi jos la
"práct ica" , s in preocuparse mucho por su es tado de
alma y de conciencia.
*
* *
En nuestros días, son cada vez más numeíosos los
padres que asp i ran a una verdadera amis tad con sus
hijos.
Conozco muchas famil ias en que ésta existe, efec
t ivamente , en t re padres que a lcanzan la cuarentena e
hi jos que están entre los dieciséis y los veinte años,
con gran beneficio tanto para los unos como para los
otros.
Sin embargo, es preciso reconocer que, aun en
la presente fase de desarrol lo de la conciencia humana,
el logro de tal amistad no es s iempre fáci l .
Al decir esto pienso en aquel la mujer que ha logrado
establecer relaciones amistosas con su hi ja mayor. Por
desgracia, su am istad se fund a, man ifiesta me nte, en
su compl ic idad cont ra e l mar ido y padre , a l cual n in
guna de el las puede soportar. Por otra parte, es la ma
dre , c ier tamente , l a que ha comunicado a l a h i ja sus
propios sent imientos de desprecio y host i l idad contra el
hombre de la casa . P ienso también en ese hombre que
jamás ha ten ido la menor comunión espi r i tual con su
mujer, y que por vía de compensación, ha establecido
una muy ín t ima con su h i ja . Tal o t ro padre ha hecho
de su h i jo adolescente un amigo y un "compinche" ,
con el que asiste a espectáculos deportivos y cabarets,
pero sobre todo para sustraerlo a la influencia de su
mujer , que juzga nefas ta y ' que ha pesado grave men te
sobre su propia vida. En todos estos casos, y podríamos
ampliar la l is ta, la amistad con el hi jo aporta segura
mente a uno de los padres c ier ta compensación a l a
dadera amis tad debe ser para y n o contra algo o alguie n.
La amis tad ent re padres e h i jos —más aun que la de
hermanos y hermanas— impl ica para los segundos e l
riesgo de poner obstáculos a su necesaria extraversión,
a su or ien tación hacia ese mundo exter ior en e l que
tendrán que real izar su vocación de hombres y muje
res . Esto es verdad para las amistades "posi t ivas", y con
mayor razón para l as reaccionales o compensator ias ,
de las que mencionamos a lgunos e jemplos más ar r iba .
Estos bien reales escol los no deben interpretarse* sin
embargo, como una pues ta en guard ia cont ra l a amis tad
ent re-padres e h i jos , y menos aún como su condenación .
Muy por e l cont rar io , hemos ins i s t ido en presentar los
porque es tamos f i rmemente persuadidos de la fecun
didad existencial de este t ipo de relación, tanto para
los padres como para los hi jos. Para contar con todas las
posibi l idades de éxi to a favor, es necesario no ignorar
las d i f i cu l tades . Evidentemente , a los padres , más que
a los hi jos, toca la iniciat iva de apartar los obstáculos y
vencer las dificul tades.
Como lo dejamos dicho, la amistad de uno de los
padres con uno de los hi jos no debe ser, a ningún precio
y n i aun inconscientemente , una compl ic idad cont ra e l
otro progenitor o los demás hi jos. Los más aptos para
entablar una autént ica amis tad con sus h i jos son , ev i
dentemente, los padres que no sólo se quieren, s ino
que además son amigos entre s í . Por otra parte, esta
amis tad no debe hacerse exclus iva , s ino que, muy por
el contrario, debe favorecer la amistad de los hi jos
con otras personas, ajenas a la famil ia y más próximas
a el los por la edad. Por úl t imo, para que la amistad
ent re padres e h i jos lo sea verdaderamente en e l sen
t ido que damos nosot ros a l t érmino, es indispensable
que los üadres renuncien del iberadamente a todo auto-
1 0 4 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD
r i t ar i smo, a toda voluntad de dominación . En la medida
de lo posible deben promover en sus hi jos el sent i
miento de la igualdad y la responsabi l idad , lo que no
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excluye, c laro es tá , c ier ta au tor idad que los padres
deben poseer. Pero autoridad no es, en todo caso, lo
mismo que autor i t ar i smo.
Confesemos que la real ización de todas las condi
c iones indispensables para l a promoción de la amis tad
fami l iar no es nada fáci l . S in embargo, es tamos en
condiciones de atest iguar, sobre la base de numerosos
ejemplos que conocemos , que de n ingún modo es im
pos ib le . Y el resu l tado que se puede descontar vale ,
ciertamente, los esfuerzos que exige.
X I
L A A M I S T A D E N T R E MAESTRO
Y D I S C Í P U L O
P
ARA UN MAE ST RO, tener un discípulo es cosa bien
dist inta de tener un alumno. En efecto, uno puede
ser alumno de alguien, s in reconocerlo por el lo como
maes t ro : aprende lo que le enseña, s in adher i rse nece
sariamente a sus ideas ni al espíri tu de su enseñanza.
En cambio , en t re maes t ro y d i sc ípulo ex i s te s iempre
cierto parentesco espiri tual , cierta relación afect iva.
Bergson me decía un día que para ser su discípulo no
era en modo alguno necesario profesar todas las tesis
esenciales de su fi losofía; bastaba experimentar el mis
mo amor que é l por l a verdad y la misma pas ión en
su búsqueda. Y que podía haber en t re sus a lumnos
algunos que repi t ieran dóci lmente todas las tesis del
maestro, s in ser por este motivo sus discípulos, porque
podr ían muy b ien haberse adher ido más a l a l e t ra que
al espíri tu de su obra.
Cuando se habla de la amis tad ent re maes t ro y d i s
c ípulo , ¿cómo no pensar en pr imer lugar en los mag
níficos relatos eva ngélicos que nos m ue stra n a- Jesús
entre sus discípulos y amigos? Él no enseña de la mis
ma manera que los escribas de las s inagogas, que
t ienen la pretens ión de t rasmi t i r f i e lmente e l conoci -
1 0 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
miento de las Santas Escr i turas y de la Tradic ión . Más
que a su intel igencia, Jesús se dirige al corazón de sus
LA AMISTAD ENTÍIE MAESTRO Y DISCÍPULO 1 0 7
*
* *
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discípulos. Con toda evidencia los ama, y el los a él .
Viven Juntos , toman juntos sus comidas , pasan a me
nudo la noche bajo las estrel las , ninguno de el los posee
nada. Los evangel i s tas nos t rasmi ten una cant idad de
conversaciones entre Jesús y sus discipulos que se des
arrol laron a lo largo de los t res años de la vida pública
de Cri s to . Tres cuar tas par tes de la enseñanza evangé
l ica, por lo menos, se componen de estos diálogos amis
tosos entre maestro y discípulos, lo que explica el carác
ter a menudo f ragmentar io y o t ras veces paradojal de
la misma.
Ot ro subl ime ejemplo de amis tad ent re maes t ro y
discípulos nos lo proporciona la vida de Sócrates. Difíci l
es hal lar una p in tura más grandiosa de es te género de
amis tad que la que se nos impone a l a l ec tura de las
úl t imas conversaciones de Sócrates con sus discípulos,
en su celda de la pris ión. ¡Qué profunda afección de
parte de uno y otros, s in que el maestro deje de ser
el maestro ni los discípulos olviden que lo son
Si tuviéramos que proponer un tex to que g lor i f ique
la amis tad ent re maes t ro y d i sc ípulo , e leg i r í amos pro
bablemente aquel en que P la tón habla de su amigo
Dión. Pero en tonces ser í a necesar io hacer abs t racción
del contexto de homosexual idad que rodea con su halo
confuso esta amistad. Es preciso que nos si tuemos en las
cos tumbres helénicas de la época para comprender que
la amis tad de P la tón con Dión es , a pesar de todo, una
amistad entre maestro y discípulo, bien dist inta del t ipo
de la que d i fundi rán Gide y sus pál idos émulos .
También san Agus t ín en sus Confesiones, en los ca
p í tu los dedicados a l a comunidad de amigos reunidos
en torno de é l en Cas iaco , nos br inda un hermoso e jem
plo de amis tad ent re maes t ro y d i sc ípulos . Y podr ía
mos pro longar l a l i s t a de t a les amis tades e jemplares
casi al infini to.
Ev i den t em en t e , no e s m aes t ro e l que qu i e re , n i aun
ent re los más eminentes hombres de c iencia y profe
sores.
E l m aes t ro debe r enunc i a r , t an t o po r l o m enos
como el padre que quiere ser amigo de su h i jo , a l au to
r i t ar i smo, a todo esp í r i tu de dominación , a lo que muy
j us t am en t e s e l l am a "pa t e rna l i s m o" . Tam poco es s en
ci l lo para un a lumno conver t i rse en amigo-discípulo
de un maes t ro . S i es te ú l t imo debe a l i ar e l pres t ig io
y la humi ldad con e l respeto profundo por l a perso
nal ida d de sus d i sc ípulos , no se podr ía ser u n auté nt ico
amigo-discípulo más que a condición de es tar ya suf i
c ien temente es t ructurado en cuanto persona? °^e haber
a l canzado un g rado r e l a t i vam en t e a l t o de m adurez i n t e
lectual y afect iva . S i no , l as t en ta t ivas de comunicación
profunda con a lguien fuer te , lo que es por def in ic ión un
maes t ro , corren e l r i esgo de l l egar a l a d i s locación del
yo del discípulo; en lugar de discípulo, será sólo un
seguidor , y como ta l , nada tendrá para ofrecer en
cam bi o a l m aes t ro . Ahora b i en : j am ás s e r epe t i r á bas
t an t e que s ól o puede haber ve rdadera a m i s t a d en l a
reciprocidad .
*
* *
La p r i m era cua l i dad de que debe ha l l a r s e r eves t i do
un h om bre pa ra s e r r econoci do, com o m ae s t r o po r o t ro s
hombres , es e l prestigio. E l p res ti g io pue de m u y b i en
ser fict icio, fruto de una i lusión; en este caso^ no podrá
haber ve rdadera am i s t ad m aes t ro -d i s c ípu l o , p o r l a s en
c i l l a r azón de que no hay m aes t ro . En l o s ve rdaderos
m aes t ro s , e l p res ti g i o s e funda en una s up er i o r i d ad r ea l ,
aunque no s ea r econoc i da po r t odo e l m undo . Nos pa
rece s upe r f l uo ex t endernos aqu í s ob re e l p res t i g i o que
gozan c i er to s can t o res y p r i m eras f i gu ras q u e e s t án en
1 0 8 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
boga, a los ojos de sus admiradores . En es te caso se t rata
de un prest igio creado para las necesidades de la pu
bl icidad, y los admiradores de tales f iguras no son de
LA AMISTAD ENT RE MAESTRO Y DISCÍPULO 1 0 9
y rec ib ida . Es to es aun más par t i cu larmente c i e r to en
la amis tad en t re maes t ro y d i sc ípu lo . Prec i samente por
temor a sufri r la influencia de alguien más fuerte, mu
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ningún modo sus discípulos , como tampoco el las son
maes t ros . De una manera genera l , no ex i s t e cas i amis
t ad en t re unos y o t ras ; a lo sumo, vaga camarader ía .
Lo más a menudo , lo que da lugar a l a re l ac ión
exis tencial maestro-discípulo es el pres t igio intelectual
y espir i tual . Sin embargo, és te no es de orden pura
mente rac ional ; no bas ta ser un eminen te hombre de
ciencia o un austero asceta para ser elegido como maes
t ro .
En este género de elección intervienen general
mente factores de orden afect ivo, y jus tamente por es to
la relación maestro-discípulo puede dar paso a la amis
tad. Se sabe por experiencia que una idea t iene una
acog ida muy d i s t in t a según que sea p ropagada por
a lgu ien "s impát i co" o "an t ipá t i co" . Cuando los pesca
dores de l l ado T iber íades abandonaron s in pensar sus
barcas y sus redes para seguir a Jesús en su vida erran
te , no fue ún ica n i p r inc ipa lmente porque hab ían reco
nocido la superior verdad de sus enseñanzas , s ino más
bien en razón del misterioso ascendiente que Él ejercía
sobre el los . Sólo mucho más tarde, y en gran parte
bajo la influencia de la amistad que se es tableció entre
el los con Jesús , l legaron también a comprender aquel las
enseñanzas . Casi lo mismo aconteció con Sócrates y sus
discípulos . De aquí se s igue que para comprender, por
ejemplo, lo que es el cr is t ianismo —o el socrat ismo—-
es más importante conocer la persona de Jesús —o la
de Sócrates— que su doctr ina. Ésta sólo adquiere todo
su sent ido para aquel los que en vir tud de un impulso
afect ivo se han l legado a convert i r en discípulos-ami
gos del maestro.
* *
Cada amis tad es una fuen te de in f luencia e j e rc ida
chos se n iegan a darse un verdadero maes t ro y a con
vert i rse en amigos de él . Así sucede, sobre todo con
seres débi les y vaci lantes . Conscientemente o no, s ien
ten que si se ejerciera sobre ellos el prestigio de otro
y acep taran su in f luencia , no quedar ía g ran cosa de
el los mismos. Pese al ai re ufano que a veces adoptan,
qu ienes a f i rm an que no t i ene n neces idad de , maes t ro
y que se bastan a s í mismos, no son, por
lo
«-tanto, de
n inguna manera fuer t es n i se s i en ten t a l es . Por o t ra
par t e , se eng aña n creyendo que , po r e l hecho de- sus
t raerse a l a in f luencia de un maes t ro , no su f ren n in
guna. La peor forma de influencia es la que se recibe
inconsc ien temente , y que p rov iene de personas que ño
se quer r ían a n ingún p rec io por maes t ros . E l hombre
verdaderamente fuer t e y cuyo yo es t á b ien es t ruc tu
rado , sabe que n ingún ser humano se bas ta , que cada
uno de nosotros , para l legar a ser él mismo, necesi ta de
los demás . Encon t rar un maes t ro que qu iera conver
t i r se en nues t ro amigo , -es una g ran suer t e en l a v ida .
Grac ias a é l podremos ac tua l i zar a l máx imo nues t ras
pr inc ipa les v i r tua l idades . E l hombre que t i ene conf ian
za en s í mismo, lejos de rehusarse a ser discípulo, el ige
l ib remente e l maes t ro que cree más adecuado para
ayudar lo a conver t i r se en é l mismo. Si hay un ar t e de
ser maes t ro , lo hay t ambién , apenas menos d i f íc i l ,
de ser discípulo. Por ot ra parte, los que han l legado a
ser los más e f i caces maes t ros han comenzado , genera l
mente, por ser excelentes discípulos . Hasta Cris to co
me nzó por hacerse ba u t i zar — y po r lo t an to in ic ia r—•
por el Precursor.
Para cap tar b ien l a na tu ra leza de l a amis tad maes t ro -
discípulo, , imp orta d is t ingu ir con clar ida d e ntre dos es
pec ies de in f luencias . Ex i s t en , e fec t ivam ente , in f luen
c ias que avasa l l an a qu ienes l as rec iben . És tas emanan
1 1 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
de un pres t ig io de género muy d i s t in to del que debe
poseer el verdadero maestro. Es el prest igio que gozan
entre las mult i tudes los agi tadores y los dictadores, los
LA AMISTAD EN TR E MAESTRO Y DISCÍPULO 11 1
maravi l losas convers iones que d iar iamente se produ
cían en su iglesia.
Con todo, cuando se t ra ta de la amis tad ent re maes
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Hit ler y los S ta l in . Cuando uno recuerda aquel la ver
dadera h i s ter ia co lect iva que se había apoderado de uno
de los pueblos más civi l izados del mundo bajo la in
f luencia de un A dolph H i t ler , co mpre nde *ía re t i cencia
que exper imentan muchos , que es tán le jos de ser débi
les ,
respecto de hombres prest igiosos cuya influencia
podr ía l l evar los a donde no desean l l egar
Igualmente nefas ta puede mos t rarse l a inf luencia que
emana del pres t ig io más o menos ar t i f i c ia lmente creado
de ciertos cabeci l las intelectuales. Basta recordar la que
ejerc ió o t rora un J . -P . Sar t re sobre una par te impor
tan te de la juventud f rancesa . C laro que no hacemos
de n inguna manera d i rectamente responsable a l a f i lo
sofía sartriana de los crímenes y abusos ' , ' existencial is-
t a s "
de la década del cincuenta. Pero el prest igio del
sartrismo se fundaba, menos sobre esta fi losofía que
sobre l a orques tación de la publ ic idad u t i l i t ar ia que se
hizo alrededor de su autor.
No hay que olvidar, s in embargo, que al lado de la
influencia que somete está la que l ibera y eleva. Ésta
es precisamente la que ejerce sobre sus discípulos todo
maestro digno de este nombre. En ciertos casos se ejerce
con tanta discreción qué el mismo discípulo apenas lo
advier te , y re t rospect ivamente cree de buena fe que su
evolución espiri tual se ha l levado a cabo independiente
mente de toda inf luencia ex ter ior . Por o t ro l ado , a
veces sucede que e l mismo hombre que e jerce l a mayor
influencia sobre otros lo ignora, y es el primero en asom
brarse por e l papel deci s ivo que ha desempeñado en e l
dest ino de los demás. Tal fue, por ejemplo, el caso del
famoso Cura de Ars . Creía s inceramente que las mu
chedum bres que acud í an a Ars l o hac i an pa ra vene ra r
las rel iquias de santa Fi lomena, y que era esta santa
desconocida de todos la que obraba los milagros y las
tro y discípulo, es normal que ambos sean conscientes
de la corriente de influencia que va del uno al otro.
No es que e l amigo-maés t ro quiera necesar iamente
influir en el amigo-discípulo para modelarlo conforme
a su propia imagen. El maes t ro d igno de es te nombre
es tá más b ien convencido de tener a su cargo un men
saje t rascendental , y es es te mensaje lo que querr í a
comunicar , en pr imer lugar , a los que ama. El d i sc í
pulo ,
por su parte, se muestra dóci l y disponible res
pecto del maes t ro , porque s ien te más o menos confu
sam ente que e l pres t ig io de és te provienen de una real i
dad superior, que sobrepasa a uno y otro.
t
Podría preguntarse e l l ec tor s i l a amis tad ent re maes
tro y discípulo, tal como acabamos de describirla, es
una verdadera amis tad . ¿No hemos ins i s t ido a menudo,
acaso, en que la reciprocidad es su condición esencial?
Ahora b ien , en apar iencia e l maees t ro no hace más
que dar y el discípulo recibe. Pero aun si fuese efect iva
y necesariamente así , la reciprocidad afect iva no se
vería, con todo, imposibi l i tada. Ya en el plano de los
bienes materiales, uno de los amigos puede ser rico y
el o t ro pobre; e l pr imero hace par t í c ipe a l segundo de
sus r iquezas , mient ras que és te no t i ene nada para dar
—mater ia lmente se en t iende— en cambio de lo que
recibe. ¿Por qué no habr ía de ocurr i r a lgo semejante
con la part icipación en los bienes espiri tuales? La amis
tad, en efecto, el imina todo sent imiento de inferioridad
en e l que recibe; no hay en e l l a lugar para e l cá lcu lo .
Por lo que se refiere al que da, ¿no es cierto que se
encuent ra más a legr ía en dar que en recib i r? Pero en
1 1 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
l a amis tad maes t ro-d i sc ípulo hay más aun . Todos los
que se creen, con cierta razón y sin demasiada presun
ción, invest idos de la misión de maestro respecto de
L A AMIST AD E NT RE MAE ST RO Y DISCÍPUL O 1 1 3
t ro .
Esto se debe a que por lo general son intelectual-
mente menos orgul losas y por lo t an to reconocen con
mayor faci l idad su necesidad de ser guiadas. Se sienten
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ot ros hombres , cons ideran como una ins igne gracia
tener discípulos, y más todavía contar entre éstos con
amigos. El maestro es por regla general de más edad
y más experimentado en la vida que sus discípulos.
Estar rodeado por seres jóvenes que lo aman y acogen
con entusiasmo y reconocimiento el mensaje que les
comunica , no puede s ino procurar le una gran a legr ía .
En ta l amis tad encuent ra como un baño de Juvencia ,
se s ien te rev iv i r , has ta inmorta l . Porque lo que con
s idera más importante en s í mismo, su mensaje , cont i
nuará v iv iendo y le sobreviv i rá , gracias preci samente
a la amistad de sus discípulos. Si veinticinco siglos
después de la muer te de Sócrates , l a humanidad puede
segui r benef ic iándose con su enseñanza y en par t i cu lar
con la grandiosa lección de su muerte, ¿no es precisa
mente gracias a Platón y algunos otros discípulos ami
gos? ¿Qué habría s ido de la Buena Nueva de Jesús
sin esos discípulos amigos que fueron los apóstoles y
los evangelis tas? ¿No es gracias a sus amigos Vinoba
y Nehru que M aha t m a Gandh i con t i núa s u ob ra ce rca
del pueblo h indú? Puede haber , c ier tamente , vanidad
en la satisfacción que siente el filósofo, el hombre de
ciencia o el art is ta a quien un joven admirador dice
"mi quer ido maes t ro" . En los verdaderos maes t ros , es
deci r , en aquel los que conceden mayor importancia
al mensaje del que son portadores que a s í mismos, se
trata más bien de la alegría de ser así reconocidos y
como confirmados en su misión.
Las jóvenes cul tas, más a menudo que sus colegas
hombres , parecen d i spues tas a l a amis tad con un maes-
fe l ices admirando y amando al que las ha in ic iado in te
lectual o esp i r i tualmente . La amis tad ent re un maes t ro
de edad y su joven discípula ha demostrado ser, según
nues t ra exper iencia , l a forma más exquis i t a de amis tad
ent re hombres y mujeres . La única d i f icu l tad res ide en
que la mujer , en su ard iente deseo de admirar y ser
guiada, tome por maes t ro a quien no posea las cua
l idades esencia les , a quien no t rasmi ta a lgún mensaje
t rascendente a su propio pequeño yo . Los hombres ,
como ponen menos sent imiento, s i no sensibi l idad, en
su admiración por e l maes t ro e leg ido , por lo común no
corren tan to r i esgo de engañarse y son por e l lo más
fieles a su maestro-amigo. Pero en desquite, muchos
de el los se conforman con apropiarse del mensaje o la
enseñanza del maes t ro , s in es tab lecer con é l n inguna
relación afect iva de amistad.
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XII
C O M U N I D A D E S D E A M I G O S
H
ABLAR de una comunidad de amantes o de enamo
rados sería monstruoso. Verdad es que en las so
ciedades "primit ivas" se observa a veces la promiscui
dad sexual o, con mucho mayor frecuencia, la pol igamia.
Pero se t rata de un nivel bastante bajo del desarrol lo
humano, y en ese nivel no es posible todavía hablar
de amor. Más que en cualquier otro aspecto, la evolu
ción se da en este dominio rect i l íneo y uni l íneo, en el
sent ido de la re lación de inmediatez en t re un hom bre
y un a mujer. Los anarquistas y ciertos comunistas que
en o t ro t i empo preconizaban para e l porveni r de l a
humanidad e l amor l ibre en forma de promiscuidad
sexual , desconocían profundamente l a l ínea general de
la evolución humana. Aun suponiendo que, conforme
a sus esperanzas , los amantes no es t imaran más ú t i l
ra t i f i car su unión mediante un procedimiento legal ,
es ta unión ser í a de todos modos r igurosamente monó
gama. No ignoramos, por cierto, que en ciertos medios
ul t rar ref inados se organizan "par t idas" de promiscui
dad sexual . Pero ta les "par t idas" no t i enen nada de
común con el amor y proceden, con toda evidencia,
de la pervers ión sexual . Una persona más o menos
1 16 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD
ps íquicamente normal no podr ía amar , en efecto , a
va r i a s pe r s onas s i m u l t áneam en t e .
Otra cosa es lo que ocurre con la amistad. Sé bien
COMUNIDADE S DE AMIGOS
117
y deseable , cuanto que es re la t ivamente raro que uno
se encuent re con uno de sus amigos en perfecta comu
nión en todos los planos de la existencia. De éste, por
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que muchos opinan lo cont rar io , pues sos t ienen que
nadie puede tener más que un so lo "verdadero" amigo.
Es porque conciben la amis tad demas iado es t rechamen
te ajustada al modelo del amor. Verdad que los adoles
centes, y sobre todo las adolescentes, no t ienen más que
un "amigo del corazón" a quien hacen sus conf idencias .
En esa e tapa de inmadurez afect iva , como hemos v i s
to en capí tu los an ter iores , l a amis tad es esencia lmente
sent imental , y posee numerosos rasgos comunes con
la in t imidad amorosa, s i b ien excluye, con la mayor
frecuencia , e l ero t i smo propiamente d icho . Es tas amis
tades son celosas como el amor, y así se conocen verda
deros dramas de celos en las amistades de adolescentes
mujeres que l legan a veces hasta el suicidio; lo más
a menudo, s in embargo, se contentan con hablar mal
de la " r ival" , y aun con persegui r la . Es te género de
amis tad celosa y exclus iva se encuent ra t ambién a ve
ces en t re los adul tos ; pero en t re adul tos cuya madurez
afect iva es muy escasa , a menos que se t ra te de homo
sexual idad más o menos consciente o de cualquier o t ro
fenómeno psicopatológico.
Como lo hemos subrayado en var ias ocas iones , l a
amis tad es por naturaleza más esp i r i tual que carnal ,
s in desdeñar por eso lo que puede haber de sensible
en las re laciones en t re los seres humanos , en t re quienes
has ta lo más puro esp i r i tualmente ar ra iga necesar ia
mente en lo carnal . Hemos v i s to t ambién que, cont ra
r iamente a l amor , l a amis tad no es tab lece una comu
nicación inmediata, de sujeto a sujeto, s ino que los
amigos se comunican por in termedio de a lgo t rascen
dente , un ideal o una "causa" común. Ahora b ien ,
nada se opone a que al servicio de ese ideal , de ese
t rascendente , encont remos muchas personas capaces de
convertirse en nuestros amigos. Y es tanto más posible,
ejemplo , me he hecho amigo, porque juntos luchamos
por un mismo ideal re l ig ioso . La naturaleza humana
es ,
s in embargo, una real idad muy compleja , general
mente t an to más compleja cuanto más evolucionada
es la persona en lo espiri tual y afect ivo. Yo no me apa
siono solamente por cierta concepción pol í t ica o rel i
giosa del mundo; también siento vivo interés por los
estudios psicológicos e históricos, por ejemplo, que no
at raen en lo más mínimo a mi amigo X. Para é l , en
cambio , cuenta enormemente l a mús ica , para l a cual
por mi par te es toy muy poco dotado. ¿Qué cosa más
normal y más deseable que yo tenga o t ro amigo, con
el que pueda in tercambiar ideas en e l t er reno de la
invest igación histórica y psicológica? Y es igualmente
normal y deseable que mi amigo X tenga o t ro , mús ico
como él . Nues t ra amis tad no t i ene que versé amenazada
en lo má s mínim o por l as o tras , en las que no ha brá n in
gún mot ivo valedero de celos . Muy por e l cont rar io ,
cada uno de nosotros puede lograr, por intermedio de
sus diversas amistades, el pleno desarrol lo de sus facul
tades espiri tuales y afect ivas. La que nos une a X y
a mí saldría con el lo beneficiada, mientras que si per
maneciéramos encerrados en un amis tad narci s i s ta de
dos,
habr ía muchas probabi l idades de que, t arde o t em
prano, exper imentáramos insat i s facción y decepción ,
por no poder comunicarnos con el amigo en todos los
aspectos que cuentan para uno o e l o t ro .
Cuanto más r ica , compleja y afect ivamente madura ,
"abier ta" , en e l sen t ido bergsoniano de la palabra , es
una pe r s ona , m ayor núm ero de am i s t ades e s capaz de
1 1 8 *. PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD
viv i r s imul táneamente . Conozco a lgunas que son o
fueron verdaderos cata l i zadores , verdaderos cent ros de
irradiación de la amistad. Tal fue, por ejemplo, el caso
COMUNIDADE S DE AMIGOS
119
En m i j uven t ud v i v í i n t ens am en t e l a am i s t ad com u
ni tar ia , cuyo punto de en lace y maes t ro era un famoso
poeta revolucionar io . Éramos b ien d i s t in tos unos de
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de un Emmanuel Mounier , del f i lósofo Jacques Mari -
ta in , del padre dominicano Maydieu , y en t i empos an
ter iores , de un Mersenne, de una señora Swetchine, y
has ta de una Clara Schumann. Los que no creen en
la posibi l idad de la plural idad de comuniones amistosas,
decían a veces que los "irri taba" oir a esos hombres
hablar de muchas personas l l amándolas amigos . Les
parecía que desvalor izaban la hermosa palabra amis tad .
S e equ i vocaban : M oun i e r , M ar i t a i n , M ayd i eu , t en í an ,
efect ivamente , muchos amigos , no en e l vago sent ido
que hemos visto usar para designar a s imples cono
cidos,
sino en el sent ido propio y recto de la palabra.
Y con cada uno de esos muchos amigos comulgaban
existencialmente.
Nada impide, por o t ra par te , que mi amigo X y mi
amigo Y se hagan igualmente amigos . Puede haber
ent re e l los un p lano de comunicación a l que yo , por
mi par te , no tengo acceso . De es te modo pueden cons
t i tu i rse verdaderas comunidades de amigos .
Las comunidades de amigos se forman generalmente
en torno de un maestro, de uno de esos catal izadores
de la amis tad de que nos hemos ocupado más ar r iba .
Así aconteció, por ejemplo, con el grupo de discípulos
reunidos en torno a Jesús, antes de const i tuir , a la
muer te del Maes t ro , l a Ig les ia . Un v ínculo semejante
parece haber unido también a los discípulos de Sócrates,
así como a los de san Agust ín en Casiaco. Inclusive
muchas grandes órdenes re l ig iosas han ten ido como
punto de par t ida una comunidad de amigos reunidos
al rededor de un maes t ro quer ido y admirado.
otros por los orígenes sociales, la cul tura y el tempe
ramento , y procedíamos de paí ses muy ext raños en t re
sí . Pero todos comulgábamos en nues t ra común admi
ración por el amigo-maestro y en este ideal de una fu
tura sociedad humana y f ra ternal que ten ía en é l uno
de sus más puros y en tus ias tas pro tagonis tas . Y era
amis tad lo que nos .un ía , no una s imple cam arade r ía . \
Camaradas, y excelentes, todos los teníamos fuera de
este cí rculo de amigos. El cimiento de este úl t imo era,
como el de toda amis tad , de naturaleza afect iva , mien
t ras que a los buenos camaradas los apreciábamos de
una manera obje t iva .
Muchos años más tarde, fu i yo a l que una vein tena de
jóvenes cris t ianos el igieron como eje de su comunidad
amistosa. Yo los quería, efect ivamente, a todos como
amigos y todos el los me devolvían esta afección amis
tosa; la amistad con muchos de el los todavía dura,
t r iunfante sobre vein te años de v ida y movimiento .
S in embargo, más s igni f icat iva aún que la de cada uno
de esos jóvenes conmigo era la que los unía entre s í
y que también ha res i s t ido en general a l t i empo. No
obstante, al tas barreras sociales los separaban a veces
en el comienzo. Hijos e hi jas de ricas famil ias burgue
sas se codeaban con jóvenes de orígenes muy modestos.
Apar te e l pequeño núcleo in ic ia l , l a mayor ía de los ,
miembros de la comunidad sólo conocían, antes de
adherirse a el la, a uno o dos de sus demás componen
t es ;
más raro todavía era que fuesen amigos de an tes .
Gracias a l estilo y a las act ividades de invest igación
in te lectual y esp i r i tual de l a comunidad , muy pronto
se estableció entre todos una autént ica y personal ís ima
amis tad .
No es que no importe quién se adhiera a una comu
nidad de amigos, con la cert idumbre de l legar a serlo
1 2 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
pron to de todos . Deb en preexis t i r c ier tas af in idades pro
fundas , a menudo inconscientes , menos quizás en t re
todos los sujetos que entre cada uno de el los y la
COMUNIDADES DE AMIGOS
121
esposos que se const i tuyeron en aquel grupo, s iguen
os tentando la marca comuni tar ia . Su amor no las ha
hecho encerrarse en s í mismas : l as fami l ias que han
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comunidad , pues es és ta l a que obra como in terme
diar ia de l a amis tad . La comunidad de que es tamos
hablando, pasó muchas veces por es ta exper iencia . Jó
venes que habían oído hablar de el la sol ici taban, de
alguno de nosotros, ser recibidos en su seno. Pero algu
nos no tardaron en a le jarse , porque no había bro tado
la chispa de la amistad.
En efecto , l a amis tad , en una comunidad de amigos ,
no p ierde de n ingún modo su carácter de re lación afec
t iva de Tú a Yo. Cada uno de los veinte o t reinta miem
bros de la comunidad tenían en el la y gracias a el la,
vein te o t re in ta amis tades d i ferentes en t re s í , pero
todas r igurosamente personales . Merced a l "c l ima" a l t a
y d inámicamente esp i r i tual e in te lectual que a l l í re i
naba, resu l taban par t i cu larmente propicias l as condi
ciones para que floreciese la amistad entre todos. El
encuent ro se producía inmediatamente , en e l p lano de
lo esencial , mientras que en los contactos inmediatos
entre los seres se precisa por lo general mucho t iempo
para pasar de las fut i lezas sociales a la comunicación
autént ica .
Como ya lo di j imos en otro capí tulo, la amistad entre
jóvenes de ambos sexos sólo nos parece viable en el
marco de es tas comunidades de amigos . La p lural idad
de las relaciones amistosas que al l í se establecen, así
como el n ivel re la t ivamente e levado de la comunica
ción, const i tuyen la garant ía casi segura de que la
amis tad no serv i rá de pantal la inconsciente a Eros . Con
segur idad , no se excluye de n ingún modo que en ta les
comunidades e l amor venga a agregarse a l a amis tad
ent re a lgunos de sus miembros . As í ocurr ió en la comu
nidad de que hemos hablado a t í tu lo de e jemplo . Pero
tal amor se funda sobre la sól ida base de la amistad.
Vein te años más tarde, l a mayor ía de las parejas de
formado no son narci s i s tas s ino que se mues t ran aco
gedoras y ab ier tas a l mundo.
En muchas car tas , Tei lhard de Chardin habla con
gran fervor de la comunidad amistosa que se había
const i tuido entre los hombres de ciencia con los cuales
t rabajaba. Per tenecían és tos a naciones , razas y re l i
g iones muy d i s t in tas ; pero todos es taban animados por
el amor al conocimiento y a la verdad y creían con
fervor en el progreso. Y este amor y esta fe les permi
t í an t rascender todas sus d ivergencias .
La acción común —y es preciso que sea una acción
posi t iva y en lo posible, creadora— es, en efecto, la
pr imera condición para que un grupo se convier ta en
una comunidad de amigos . Puede t ra tarse de la inves
t igación cient í fica o espiri tual , de la acción social ,
pol í t ica o apostól ica; pero en ningún caso basta encon
trarse en el s imple plano de los ocios. En esto funda
mentalmente se d i s t ingue una comunidad de amigos de
una banda de "amigotes" . La pr imera t i ene por base
lo esencial , por lo menos lo que es subjet ivamente
esencial para todos sus miembros. La segunda, por el
contrario, se funda en lo inesencial ; forma por el lo
no un edificio sól ido y durable, s ino un simple con
glomerado de ex i s tencias yuxtapues tas .
Teór icamente , no deber ía haber n ingún l ími te cuan
t i tat ivo para el amor amistoso. No es en absoluto por
piadosa metáfora que se dice de Cristo que es el amigo
universal de todos los hom bre s sin excepción. De nin
guna m anera s e exc l uye
a priori
que un día, un día
que quis iéramos lo más cercano pos ib le , l a humanidad
1 2 2 PSICOANÁL ISIS DE L A AMISTAD
l legue a ser lo que soñaba en su visión optimista Tei l-
hard de Chardin , y que entonces cada uno pueda ser
verdaderamente amigo de todos los demás humanos .
Por ahora y s in duda por mucho t i empo todavía , l a
COMUNIDADE S DE AMIGOS 1 23
muerte l e había qui tado . Era i r reemplazable en e l
corazón de Agust ín; pero el lo no le impidió en absoluto
.considerar a sus demás discípulos igualmente como
autént icos amigos. En efecto, el bien que comunica la
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conciencia y el corazón de la inmensa mayoría de los
hombres son demas iado es t rechos para ser capaces de
am i s t ad ve rdaderam en t e un i ve r s a l . Las ún i cas com u
nidades de amigos hoy día viables deben tener las
d imens iones de nues t ra capacidad de conocimiento y de
amor; só lo a lgunos seres excepcionales pueden a lcanzar
la casi universal idad. En la práct ica, y según mi expe
r iencia , aun para seres esp i r i tualmente evolucionados ,
la comunidad amis tosa no parece que pueda abarcar
más de vein te o t re in ta personas .
Pues aun en e l seno de una comunidad , l a amis tad
sigue siendo un lazo afect ivo interpersonal . Hablar, por
ejemplo , de "naciones amigas" , como se hace en los
discursos oficiales, no quiere decir gran cosa, por lo
menos en e l es tad io actual del desarro l lo humano. Ad
miramos, ciertamente, a los estoicos, los primeros sin
duda que preconizaron e l es tab lecimiento de v ínculos
de amis tad no só lo en t re indiv iduos s ino también ent re
pueblos y Es tados . Pero por e l momento nos parece
más real is ta imitar, en la medida de lo posible, a un
Leibniz , que asp i raba a cons t i tu i rse en todo e l mundo
una comunidad de amigos ín t imos , ambición no muy
dis t in ta de la de Tei lhard de Chardin .
Ins i s t imos una vez más en que la p lural idad o comu
nidad de amigos no encierra n ingún debi l i t amiento ,
para nues t ro esp í r i tu , del sen t ido de la palabra "amis
tad" . Por o t ra par te , t ampoco excluye c ier ta j erarquía
afect iva . Uno puede muy b ien ser "más amigo" con
Fulano que con los demás , s in que és tos puedan sen
t i rse frustrados. Cristo mismo tenía su amigo preferido
en la persona de Juan, y con Sócrats aconteció otro
t an t o . En sus
Confesiones
san Agu s t ín hab la con pro
funda emoción de la desaparición del amigo que la
amis tad es de naturaleza esp i r i tual . Se puede por lo
tan to dar "más" a uno, s in que por eso la par te de los
ot ros quede d i sminuida.
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xm
P R O MO C I Ó N D E LA EX I STEN C I A
P O R L A A M I S T A D
D
ESDE
LA MÁS REMOTAS a n t i g ü e d a d , i n n u me r a b l e s
moral is tas , f i lósofos y pensadores han afi rmado
que un so lo amigo verdadero va le in f in i t amente má s q ue
la posesión de todas las r iquezas y honores del uni
verso . Parece , e fec t ivamente , que mien t ras un hombre
no haya v iv ido l a exper i enc ia de una f i rme y p ro funda
amistad, no puede tener s ino una vis ión pesimista de la
n a t u r a l e z a h u ma n a . L o má s a me n u d o , e l a c o n t e c i
miento decis ivo en la vida de un hombre no lo cons
t i tuye el azar que lo ha puesto en posesión de una
gran fortuna, ni los éxi tos obtenidos en el terreno de la
competencia deport iva, pol ít ica o intelectual , s ino más
b ien l a adqu i s i c ión de un verdadero amigo . Por ag ra
dab les que sean e l poder y l a r iqueza , con t r ibuyen es
casamente a l a rea l i zac ión de nues t ra vocac ión humana;
pueden inc lus ive conver t i r se en un obs tácu lo para nues
t ra rea l i zac ión ; en todo caso , nada agregan a nues t ro
yo sol i tario . El espír i tu de posesión origina casi infal i
blemente avaricia en el sujeto y celos en los demás.
Ahora bien, es indudable que sólo gracias a la genero
s idad y al olvido de s í puede haber pleno desarrol lo
de l se r humano . E l amigo es por exce lenc ia aquel que
1 2 6
PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD
se abre a nues t ra generos idad y que nos hace par t i c ipar
de la suya; por su intermedio, por lo tanto, es como
podemos ejerci tarnos en la práct ica de la generosidad y
olvido propio. La comunicación con el amigo, es decir,
PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 1 2 7
en el juego y otras distracciones, sucede que nos damos
cuenta de que ent re nosot ros y Fulano exis ten profun
das afinidades, que vibramos con el mismo ri tmo y so
mos capaces de exper imentar emociones , asp i raciones ,
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con la vida ínt ima de otro, t rasciende en efecto, nece
sar iamente , e l dominio del t ener , de esos in tercambios
de orden objet ivo que son esenciales para la camara
dería y hasta para el amor erót ico. Lo que exige y
promueve la amistad es el intercambio directo de ser
a ser, es decir, la verdadera comunión.
La amis tad es por naturaleza una comunión espi r i
tual , y t i ende a impulsar nues t ro ser y nues t ra r iqueza
espi r i tual . S in embargo, no debemos perder nunca de
vista que los humanos no son ni serán jamás puro espí
r i tu . Por a l to grado de esp i r i tual ización que hayamos
alcanzado, no dejaremos de ser seres carnales, por lo
que nues t ras amis tades deben fundarse igualmente
tanto sobre nuestra condición espiri tual como sobre
nuestra condición carnal , s i no la amistad dejaría de
ser una real idad concreta y sólo raros seres de élite
t endr ían acceso a e l l a . Ahora b ien , e l hombre común
tiene necesidad de la amistad, en la misma medida al
menos que los santos y los héroes , para poder a lcanzar
formas superiores de existencia.
La amis tad ent re seres que no son puro esp í r i tu , s ino
que se hal lan en vías de progresiva espiri tual ización es,
ciertamente, un diálogo de ser a ser, pero necesi ta
contar con la mediación del universo sensible. Esta
mediación se real iza por el conocimiento y el amor
comunes hacia alguna cosa que nos sobrepasa y en la
cual nos encontramos. En esto, como en lo demás, lo
objet ivo y lo subjet ivo, lejos de excluirse, se complemen
tan. En ocasión del t rabajo o de la lucha común, y hasta
pensamientos e in tu ic iones más o menos idént icas . Es ta
real idad objet iva , que s i rve de medianera a l a amis tad ,
puede ser la naturaleza, el arte en todas sus formas, la
historia de nuestro país o de la humanidad, las luchas
por la liberación de pueblos o clases, la filosofía y la
ciencia, las lecturas y las meditaciones. Todas éstas no
cons t i tuyen , seguramente , o t ras t an tas causas de la
amis tad , pero con todo son inf in i tamente más que s im
ples " lugares" de encuent ro ; por in termedio de e l l as
la amistad se da un cuerpo y puede promover la exis
tencia de los amigos.
No basta a los amigos comprobar que conocen y t ie
nen afición a las mismas cosas; ésta no es más que la
primera fase. Para que la amistad crezca y se haga cada
vez más profunda, es necesar io impulsar l a exper iencia
adqui r ida . P rogres ivamente , a medida que se profun
diza e intensifica su coexistencia, los amigos adquieren
la fi rme certeza de que no son dos soledades que se han
encontrado por azar, s ino que en el los circula una mis
ma savia esp i r i tual , que todo lo que eventualmente pue
da separar los , no puede ser más que accidente re la t iva
mente fas t id ioso . Una misma luz los i lumina; marchan
hacia un mismo fin, y tanto peor s i no lo hacen siempre
por los mismos caminos.
Al amigo estamos dispuestos a comunicarle, no sola
mente cuanto poseemos, s ino también y sobre todo,
cuanto somos. Sin embargo, es propio de la comunión
amistosa no sólo dar s ino también recibir . El que esté
dispuesto a darlo todo a sus amigos, pero no quiera
1 2 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD
recib ir nad a de el los, obte ndr á m u y pocos beneficios de
la amis tad . En efecto , es tamos hechos de manera que
las potencias y r iquezas que se encuent ran en nos
otros en estado de virtual idad, difíci lmente pasan a ser
PROMOC IÓN DE L A E XIST E NCIA POR L A AMIST AD l ü y
sobrepasa
po r
mucho la suma de capacidades de todos
los amigos.
*
*
*
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acto si las fuerzas de la inercia que hay en nosotros
no se ponen en movimiento por un l l amado o so l ic i
t ación exter ior . Para que nues t ra in te l igencia , nues t ro
corazón, nues t ras facul tades de acción se pongan en
marcha, es preci so que o t ro hombre, semejante a nos
otros y sin embargo diferente, nos haga l legar el l la
mado, nos comunique e l mensaje . Por o t ra par te , puede
ser que ese Ot ro que nos t rasmi te e l mensaje , lo haya
recibido de nosotros mismos. La amistad se hace fe
cunda cuando acogemos generosamente e l mensaje o e l
l l amamiento que nos l l ega del amigo, y cuando és te , por
su par te , recibe e l que nosot ros l e proponemos . Ade
m á s ,
e l l l amado de que se t ra ta apenas se deja d i s t in
guir del amigo mismo: al acoger a éste en su real idad
profunda, acogemos e l mensaje de que es por tador pr i
vi legiado con respecto a nosotros.
En la amis tad y por l a amis tad hacemos la expe
r iencia de nosot ros mismos; merced a e l l a podemos ad
qui r i r conciencia de nues t ra propia t rascendencia en
relación con las pequeneces y miser ias que cons t i tu ían
nues t ro des t ino mient ras no éramos más que un yo so l i
t ar io . Gracias a e l l a descubr imos en nues t ra ex i s tencia
una nueva d imens ión; de ah í en adelante vemos con
otros ojos, no sólo nuestra propia vida, s ino también el
universo en tero . ¡Qué maravi l l a volver a ver en com
pañía de un amigo pai sajes y cuadros que ayer había
mos admirado solos, oír junto con otro la s infonía que
ya nos había dele i t ado Ahora mi ramos y o ímos no só lo
con nuestros propios ojos y oídos, s ino además con los
de nues t ro amigo. Y no se t ra ta de una s imple acumu
lación cuant i t a t iva de las capacidades indiv iduales de
cada uno: el Nosotros amistoso posee su propia vista, su
propio oído, una capacidad de conocer y apreciar que
Las amis tades más "verdaderas" y fecundas t i enen
en v i s ta , s i empre y necesar iamente , o t ra cosa que la
amis tad misma. El narci s i smo no es pr iv i leg io única
mente del yo: puede también haber un narci s i smo de
dos o de varios, un Nosotros narcisis ta. Cuando la amis
tad se encierra en el cul to narcisis ta de sí misma, s in
proponerse o t ro f in que su propia promoción , l a con
templación de su propia bel leza , grande será e l r i esgo
de fracaso. Esa "otra cosa" a cuyo servicio se consagra
la amistad, puede ser la práct ica del arte o la fi losofía,
l a lucha por un mundo mejor , e l serv ic io de nues t ros
he rm anos hum anos , e l de Di os . C uan t o m ás t r a s cen
dente sea e l punto de encuent ro de los amigos , más
hermosa y f i rme será su re lación . S in embargo, en n in
gún m om en t o podem os p re t ender que nues t r a am i s t ad
con Fulano es tan profunda y sól ida que ya no existe
n inguna neces idad de sobrepasar la en un t rascendente .
P a ra que pe rdu re , hay que r ehace r l a , r enovar l a , p ro
fundizar la , s in cesar , exactamente como la v ida .
Los amigos compar ten la ex i s tencia ; cada uno v ive,
no sólo la propia sino también la de sus amigos. Pero
no se t rata de la apropiación de la vida del otro, del
modo como el amo se apropia de la existencia del es
c lavo o e l conductor de masas subyuga a aquel los que
exper imentan su ascendiente : hacemos nues t ra l a ex i s
tencia de nues t ro amigo dent ro del más absolu to respeto
por su a l t er idad . Es to supone, en pr imer lugar , que de
jamos a l amigo par t i c ipar exactamente de la misma
manera en nues t ra ex i s tencia . Gracias a su pecul iar
d inamismo, l a amis tad nos hace pasar del es tado de la
exis tencia par t i cu lar a l es tado de la ex i s tencia compar
t ida , lo que s igni f ica una verdadera metamorfos i s
de
1 3 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
nuestra vida. En los jóvenes, esta metamorfosis se real i
za, por lo general , en forma espontánea y fáci l ; basta a
veces cruzarse l as mi radas , e l in tercambio de a lgunas
frases ,
un apretón de manos , un pequeño serv ic io hecho
PROM OCIÓN DE LA EXISTE NCIA POR LA AMISTAD 13 1
indigencia. Efect ivamente, como la generosidad es su
condición y su esencia, es preciso que sepamos qué po
demos ofrecer a nues t ro amigo. No tardamos entonces
en darnos cuenta de que lo que poseemos y somos está
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o recib ido , para que dos personas adquieran conciencia
de que ent re e l l as ha nacido una mis ter iosa comunión
y se abran a una mutua osmosis . En cambio , cuando se
t ra ta de adul tos que han exper imentado f racasos y de
cepciones en sus relaciones afect ivas con sus congéneres,
por lo general sólo logran vencer su desconfianza y va
ci laciones y l legar a esa metamorfosis de su existencia
por l a amis tad , en forma paulat ina .
La amis tad no exige para nacer , como tampoco para
crecer y cumplir su papel de propulsora de la exis
tencia, la perfecta igualdad en cuanto a cul tura y edu
cación, medio social y nivel intelectual de los amigos.
Una igualdad aproximada en a lguno de esos p lanos
puede, todo lo más, faci l i tar los encuentros de donde
brote la chispa de la amistad. En efecto, puede haber
autént ica amis tad ent re amos y esclavos , en t re maes
tros y discípulos, entre hombres y mujeres, entre ricos
y pobres . S in embargo, no podr ía cumpl i r aquel la mi
sión de promotora de las existencias s ino t iende a crear
cierta igualdad entre los amigos. En esta igualdad, que
hemos des ignado con e l nombre de existencia compar
tida, queda d ia léct icamente superado cuanto separa a l
patrón del obrero, al amo del esclavo, al hombre de la
mujer . En la amis tad , an tes de exper imentar a l o t ro y
a s í mismo en cuanto r i co o pobre , hombre o mujer ,
maestro o discípulo, uno se experimenta a s í mismo y
al o t ro como HOMBRES.
Gracias a la amistad logramos la toma de conciencia
s imul tánea tan to de nues t ra r iqueza como de nues t ra
muy por debajo de lo querr í amos dar le . Es necesar io
entonces que cont inuemos adqui r iendo, y merced en
gran par te a nues t ro amigo, podremos acrecentar nues
tras riquezas, tanto en la esfera del tener como en la
esfera del ser.
La amistad no se conforma con promover los tesoros
y bel lezas "interiores" de los amigos; en igual medida,
por lo menos, impulsa su capacidad de acción. Exist i r
quiere decir obrar y crear, pues sólo actuando se real i
za el hombre, cualquiera sea el género de su acción.
Cuanto más actúa, más faci l i ta la actual ización de las
v i r tual idades de su ser . El mismo pensamiento se nut re
y toma forma en la acción; de otro modo estaríamos
frente a un pensamiento puramente abs t racto , s in as i
dero a lguno en la real idad . Del mismo modo nues t ra
capacidad de amar se exper imenta y for ta lece en la
acción y por e l l a . La amis tad puede acrecentar cons ide
rablemente la capacidad de acción y creación de los
hombres . Los amigos pueden, actuando uno con o t ro
y uno por o t ro , a lcanzar un n ivel esp i r i tualmente e le
vado de ex i s tencia , que a i s ladamente nunca podr ían
haber pretendido a lcanzar .
La acción de que aquí se t rata y que const i tuye como
el esqueleto de la amistad, no es en absoluto la vana
agi tación n i e l "acto gratu i to" , t an loados ayer por
Gide y sus émulos . Tampoco t i ende a l a aprobación
egocentris ta de una parcela del universo, como la con
cibe por ejemplo la fi losofía sartriana. La verdadera
amistad no se sat isface con "hacer algo juntos", s ino
que propende a l a co-creación. Al t ras formar juntos e l
mundo, propulsando la "noosfera" , ac tuamos cre t iva-
mente a l mismo t i empo unos sobre o t ros , promoviendo
nuestro ser espiri tual .
1 3 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
La acción creadora de los amigos se produce por su
común esperanza, por su compromiso común al serv ic io
del t rascendente . Cuanto más fuer te y noble es ta espe
ranza, más profunda y coherente l a acción , y más au
PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 133
es agente . Los demás no pueden apor tar les n ingún enr i
quecimiento , como tampoco el los pueden br indar nada
existencialmente val ioso a los demás; sólo pueden pro
vocar en éstos una reacción de autodefensa.
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tént ica la amistad de los que a el la se entregan.
Los amigos actúan unos con los otros, unos sobre
otros y también unos por otros. La amistad l leva a su
más al to grado la conciencia de la sol idaridad inter
hum ana . Los cam aradas de l ucha com ba t en j un t o s po r
el t r iunfo de una causa; los cam arad as de t rabajo a ctúan
unos con los otros; ni éstos ni aquél los se proponen
expl íc i t amente actuar unos por los o t ros . En la amis tad ,
la obra común no se deja separar del actuar en común,
ni los dos de aquel los que actúan juntos.
Hay seres rad icalmente incapaces de amis tad , y no
a causa de su indigencia, s ino, podría decirse, de su
excesiva riqueza. A veces^ hombres espiri tualnierrte
evolucionados y generosos no logran hacerse de amigos,
porque creen que nada t i enen que esperar de los de
m á s ,
pues p iensan que poseen todo cuanto les hace
fal ta. Por el lo están dispuestos a dar y no a recibir .
O b ien son seres demas iado autor i t ar ios , que no to leran
ninguna or ig inal idad en los seres a quienes aman o a
los que querr í an tener por amigos . No es l a comuni
cación dialogal lo que querrían real izar con estos úl
t imos,
sino más bien la fusión, es decir, la destrucción
del yo de los demás, su absorción por su propio yo. 1 oda
afirmación de s¿ de los otros les i rri ta y provoca su
agresividad, y si no consiguen subyugar a aquel a quien
querr í an por amigo, lo rechazan , declaran que la amis
tad es imposible y se repl iegan en su orgulloso sol ip-
s i smo. Tales hombres no conocerán nunca los goces de
la amis tad n i d i s f ru tarán de la promoción de que e l l a
Fundada sobre e l amor , toda amis tad verdadera no
sólo tolera y salvaguarda la autent icidad personal de los
amigos , s ino además la impulsa y exal ta . Nada más
falso y pel igroso para la amistad que el difundido pre
ju ic io de que para favorecer la es preci so renunciar a
los ragos dist int ivos de la propia personal idad, esfor
zándose por imi tar serv i lmente a l o t ro . La amis tad no
es de n ingún modo una es fera anónima de repet ic iones
e imi taciones ; para que f lorezca y dé f ru to , importa que
cada uno de los amigos se convierta al máximo en él
mismo. S i e l o t ro no encuent ra en mí más que una
pál ida imagen o un débi l eco de é l , ¿qué podrá esperar
de su amistad conmigo que ya no posea?
Ser capaz de amis tad , de comunión espi r i tual con
otro no es en absoluto indigno del hombre superior.
Muy al cont rar io , es l í c i to ver en ta l capacidad preci
samente e l s igno de la super ior idad esp i r i tual y de una
fuer te personal idad . Los mediocres es tán demas iado
apegados al éxi to y la eficacia inmediatos, son dema
siado egocéntricos y por lo tanto muy poco respetuosos
de la personal idad del otro. Si no son bastante fuertes
para subyugar a los demás , se someten serv i lmente a
ellos,
y en n ingún caso puede haber en tonces amis tad .
La verdadera amistad sólo es posible a condición de
que reconozcamos y aceptemos las d i ferencias que más
bien que separarnos , nos d i s t inguen de los demás . C ier
to que el orgullo y el amor propio ponen obstáculos a la
comunión amis tosa; necesar iamente t endremos que des
pojarnos de e l los . Pero hay que tener cu idado para no
arro jar , jun tamente con esas escor ias , lo que cons t i tuye
preci samente l a r iqueza de nues t ra personal idad , por
que la amistad es, en efecto, más bel la y fecunda cuan
do uno de los amigos es verdaderamente é l mismo. Aho-
1 3 4 PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD
ra bien, haciéndonos cada vez más disponibles para los
demás, nos volvemos cada vez más nosotros mismos.
En la amis tad descubr imos lo que somos , pero más aún
quizás, lo que somos capaces de l legar a ser.
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Verdad que es normal y necesar io que e l amigo e jer
za influencia sobre el amigo. Pero esta influencia no
t iene por f inal idad pr incipal comunicar a l o t ro nues t ras
r iquezas , s ino más b ien hacer le descubr i r l as suyas . De
aquí que la amistad exi ja gran discreción, mucho des
interés, olvido de sí y renuncia al amor propio. De
bemos escuchar a nuestros amigos, incluso y sobre todo
cuando no dicen gran cosa, estar atentos a todas las
manifestaciones de su ser ínt imo. En la práct ica esto
demues t ra ser , a menudo, mucho más d i f í c i l que dar les
lo que ya poseemos y recibir lo que t ienen de acabado.
S i nos abandonáramos a semejante faci l idad , ser í amos
ineptos para una amis tad autént ica .
X I V
P L E N I T U D D E T O D O L O H U M A N O
T
RAS T ODO CUANT O HE MOS dicho de bueno, a lo largo
de estas páginas, acerca de la amistad, de la fide
l idad y de la espiri tual idad que la caracterizan, inicia
mos este úl t imo capí tulo, no sin vaci laciones. Sin
embargo, t en iendo en cuenta l a f inal idad eminentemen
te "práct ica" de es te l ibro , resu l tar í a pel igroso hacerse
demasiadas i lusiones. Cierto que la amistad nos pro
mete goces, descubre el sent ido de nuestra existencia y
el de la existencia de los demás. Pero, por perfecta que
pueda ser, no puede estar l ibre, como tampoco lo están
las res tan tes formas de comunicación in terhumana, del
riesgo de fisura y acabamiento.
No es en absoluto cierto que la amistad aun la más
hermosa no pueda concluir en fracaso y decepción. El
amigo con quien creemos haber logrado la más completa
unión es susceptible de dejarse sol ici tar por otros l la
mados que resul tan ser inconci l iables con la forma
alcanzada por nues t ra amis tad , o de evolucionar en una
dirección en que nos será imposible seguirlo. Es de te
mer , en tonces , que se a le je paulat inamente de nosot ros ,
que nuestros vínculos amistosos se debil i ten y final
m en t e s e rom pan .
La muerte del amigo es s in duda el f in menos catas-
1 3 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD
t róf ico de una verdadera amis tad . Bas ta recordar l as
inmorta les páginas en las que Montaigne e logia a su
di funto amigo Et ienne de la Boet ie , para persuadi rse
de que, por lo menos en casos privi legiados, la amistad
P L E N I T U D D E T OD O L O H U M A N O 1 3 7
mejor será no forzar nada, y guardar por lo monos un
t ierno recuerdo de la amis tad muer ta . En cuanto a l
amigo de aye r , ha y qu e conforma rse con tener e n 61, de
ah í en ade l an t e , un buen cam arada .
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puede sobreviv i r a l a muer te . En mi escr i tor io , mi mi
rada se posa a menudo en e l re t ra to de mi an t iguo
am i go Em m anue l M oun i e r , m uer t o hace ya ca t o rce
años . Pues b ien , lo s ien to tan próximo y presente como
en la época de nuestros interminables diálogos. Sin ha
b lar de Cr i s to y sus amigos , l a amis tad ent re maes t ro
y discípulo especialmente, como lo test imonia en par
t i cu lar e l caso de Sócrates , puede t r iunfar de l a prueba
de la muer te . Y has ta se puede exper imentar una au
tén t ica amis tad hacia un maes t ro muer to l argo t i empo
atrás y cuyo discípulo se ha l legado a ser por mediación
de su obra . As í , innumerables fueron los amigos que
Jesús l l egó a t ener en reg iones muy remotas de Pales
t ina en la época del Imper io romano.
Una separación f í s ica pro longada demues t ra ser una
prueba mayor para l a amis tad . Verdad que en muchos
casos la amistad sobrevive a tales separaciones; los ami
gos vuelven a encont rarse después de d iez o vein te
años como si se hubiesen separado la víspera. Esto su
cede con tan ta mayor faci l idad s i e l in tercambio de una
in tensa correspondencia ha mantenido e l d iá logo ent re
los amigos . En es te t er reno es muy lamentable que e l
precip i tado r i tmo de la v ida moderna no favorezca e l
in tercambio de esas ín t imas y ex tensas car tas usuales
en o t ro t i empo. Hoy d ía , uno se conforma con dar no
t i c ias suyas de vez en cuando, pero ya no t i ene t i empo
de dialogar por carta. El pel igro de que la separación
física l legue a la paulat ina separación de las almas es,
pues ,
mucho mayor que antaño. La evolución de cada
uno se ve sometida a condiciones de vida y a relaciones
diferentes, y de el lo puede derivar tal alejamiento espi
r i tual en t re los amigos , que a l volver a encont rarse ya
no les sea posible reanudar el diálogo. En este caso, lo
No es raro que la amis tad ent re dos hombres t enga
fin a causa de las mujeres. Antes de casarse con Juan,
Mati lde había sido novia de su amigo Jorge. Este úl
t imo había roto su compromiso por motivos que el la
misma reconocía que eran hones tos y valederos . Ade
más quer ía s inceramente a su mar ido . Pero es to no
impedía que exper imentara respecto a Jorge un v ivo
rencor y que no parara has ta consegui r que su mar ido
rompiera su re lación con su amigo de s iempre. Segu
ramente, este fin de sus relaciones amistosas, bajo la
presión de factores exteriores a el los, les resul tó pe
noso ;
pero a l menos ambos hombres pudieron conservar
en lo recóndito de su corazón, sent imientos de est ima
y afecto , pues no se habían engañado uno a l o t ro .
También puede ocurr i r lo cont rar io , es deci r , que la
amis tad ent re dos mujeres concluya a causa de un
hombre. Nicolasa y María eran amigas inseparables
desde la infancia . Su amis tad cont inuaba aun después
del casamiento de Nicolasa, al punto de inspirar celos
a su marido, quien tenía la impresión de que su esposa
comulgaba esp i r i tualmente mucho más con su amiga
que con él . Como María no le desagradaba, empleó toda
su "ciencia acerca de las mujeres" para conquis tar la .
Tras muchos esfuerzos lo logró, y entonces se ingenió
para que su mujer lo sorprendiera en la compañía , a l
menos sospechosa, de María . Es to , ev identemente , puso
f in a l a amis tad ent re ambas mujeres . Nicolasa no
ignoraba, por c ier to , que su mar ido había in ten tado
seducir a María por celos. Lo odió un poco por el lo,
1 3 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD
pero no tardó en perdonar le su poco l impia t re ta ; en
cambio, a su amiga de toda la vida no se lo perdono,
aunque sabía que era más b ien v íc t ima que culpable .
Es te t ipo de reacciones es bas tan te general en t re l as
P L E N I T U D D E T OD O L O H U M A N O 1 3 9
tos,
los "após ta tas" del par t ido habían t ra ic ionado a
éste al mismo t iempo que a la amistad.
En el seno del cris t ianismo, el espíri tu de tolerancia
ha hecho en los úl t imos t iempos muchos progresos. Co
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m uj e res , m i en t r a s que un hom bre r eacc i ona r í a de m a
nera muy d i s t in ta en una s i tuación análoga: aborrecer ía
a su mujer y perdonaría con faci l idad a su amigo.
El peor desengaño resu l ta , ev identemente , de l a t ra i
ción de la amistad por el amigo. No nos es difíci l
imaginar cuánta debió ser la t r is teza y el dolor de
Jesús cuando d i jo a Judas , que l l egaba para en t regar lo
con su beso a sus enemigos: "¿Qué hacer aquí , amigo
m í o ? "
La tragedia de la vida de Cristo habría s ido
inf in i tamente menor , s i e l que lo en t regó a l Sanheür ín
y a Pi lato hubiese sido uno de sus enemigos fariseos. No
es éste el lugar para que intentemos anal izar el proceso
psicológico que hizo de este amigo de Jesús un traidor.
Lo cierto es que Judas existen siempre, y bajo todos
los cielos de la tierra.
Hay hombres que se ident i f i can de ta l modo con la
"Causa" a l a que s i rven , que exper imentan a lgo as í
como una t ra ic ión personal cuando su amigo abandona
dicha causa. Los comunis tas , en par t i cu lar , han sufr ido
a sus expensas esta dolorosa experiencia. Nada nos
autor iza a poner en duda la au tent ic idad de las amis
tades que habían anudado con a lgunos camaradas de
part ido. Pero cuando su conciencia les obl igó a aban
donar és te —digamos , después de las grandes "purgas"
s ta l in ianas o de la sangr ien ta repres ión de los l evanta
mientos populares húngaro y polaco de 1956—, has ta
sus mejores amigos , en t re aquel los que creyeron que
su deber consist ía en permanecer fieles a él , renegaron
de el los y rompieron todo vínculo con el los. Según és-
nozco padres de una fidel idad sin tacha a su Iglesia,
que sin embargo no dejan de ser ínt imos amigos con
antiguos cofrades que rompieron con el la. En esto puede
verse un signo de madurez psicológica y afect iva.
No es posible sentar como tesis que todas las amis
tades que, por una razón o por o t ra , han f racasado o
concluido, fuesen falsas amistades. En esto como en
todas las cosas, no hay que perder nunca de vista que
todo lo humano es frági l , más o menos frági l según los
individuos y las s i tuaciones. Hasta sería pel igroso for
jarse de la amis tad una idea inhumanamente e levada.
En efecto , muchos no se a t rever ían en tonces a en ta
b lar amis tades y renunciar í an as í a una de las más
profundas fuentes de fel icidad de la vida. Por otra
par te , aun en las amis tades más logradas , queda s iempre
un dejo de insat isfacción. Querríamos compart i rlo todo
con nues t ros amigos , no guardar nada para nosot ros
solos.
Ahora b ien , l a exper iencia demues t ra que todo
ser humano posee un núcleo cent ra l t an ín t imo, que es
práct icamente incomunicable . De ahí que, incluso en
las más hermosas amis tades , haya un sent imiento más
o menos confuso de que no somos queridos y compren
didos en forma total , de que nosotros mismos no que
remos y comprendemos a nues t ros amigos "a fondo" .
Pese a todo, no obstante sus imperfecciones y l imi
taciones, la amistad representa uno de los bienes más
preciosos de la condición humana. Lejos de dejarnos
inhib i r por sus imperfecciones y l imi taciones , merece
cier tamente l a pena que nos comprometamos en e l l a
va l e ro s am en t e .
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Í N D I C E
PÁG.
Prólogo 7
I . Soledad y desarra igo del hom bre mo dern o 11
I I . Na cim iento de la amis tad 23
I I I . L o q u e l a a m i s ta d n o e s . . . . . . . 4 1
IV. La amis tad y e l am or 49
V. Las amis tades "pa r t i cu lare s" 61
V I.
La amis tad ent re hom bres 69
VIL Am is tades femen inas 73 '
VI I I . La am i s t ad en t r e hom b res y m u j e res . . . 83
IX . La amis tad cony ugal 91
X . L a a m i s ta d e n t r e p a d r e s e h ij os . . . . . . . 9 9
X I . La amis tad ent r e ma es t ro y d i sc ípulo . . 105
XI I . Com unidades de amigos 115
X III . P romoción de la ex i s tencia ppr l a amis ta d 125
XV I. P len i tud de todo lo hu m an o 135