PROYECTO BOCETO

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SILVINA OCAMPO UNA ESCRITORA OCULTA Dossier de autor

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SILVINA OCAMPO

UNA ESCRITORA OCULTA

Dossier de autor

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“No soy sociable, soy íntima.”

Autores:

Bootsman, Rieke

De Lucas Herrera, Laura

Feria Pérez Algaba, Álvaro

Ferreira Prado, Maria Cecilia

Gonsalve Lorenzo, Rosalía

Tugores Capó, Maria Antonia

Fecha de entrega: 8/1/2013

Asignatura: Introducción a los Estudios Literarios

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ÍndiceÍndice.................................................................................................................................2

Contexto histórico-biográfico

Silvina Ocampo: la estética de lo inconcluso

Obras de la autora

Estudios Críticos

Opiniones Críticas

Antología

Conclusiones

Referencias Bibliográficas

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Contexto histórico-biográfico

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Silvina Ocampo: la estética de lo inconcluso.

Cuando Silvina Ocampo publicara en 1937 su primer libro de cuentos Viaje Olvidado,

acusado por su hermana de tortícolis —gracias a su rebuscada sintaxis—, no imaginaría jamás

que un grupo de secretos seguidores la llevarían por siempre en la memoria, hasta convertirla

en esa suerte de demiurgo, de escritora oculta, que es Silvina Ocampo hoy día.

Alejada de las modas del mercado, no escribiría nunca para el vasto público, no le

interesaba el éxito aguerrido de su afamado esposo Bioy Casares, por ejemplo, como tampoco

el de Georgi, su incansable amigo. Tampoco pretendía los laureles de Victoria, de un estilo

árido y conciso, tan lejos de su propia inventiva (1). Trabajó siempre a la sombra de todos

ellos, desde la sombra, arrinconada entre las cuatro paredes de su casa, en la intimidad de su

chalet en San Isidro. Aquello debió dar muchas alas a la autora, más libertad para crear,

desentendida, así, de editores y exigencias; pero también mucha lástima, la melancolía de

sentirse relegada, ignorada de continuo, aplazada; la humillación de tener que responder por

siempre al injusto apelativo de “la esposa de…”, “la amiga de…”, “la hermana de…”, sin que

se le reconociera nunca su inmenso talento literario.

Modesta como soy me encantan las alabanzas, en cambio para los inmodestos todo es

poco y se quedan con esa amargura de la insatisfacción. Te confieso que no me

desagradaría ser vendida en los quioscos como lo fui en Italia. Por ejemplo, me

gustaría que un perro me leyera de vez en cuando y moviera la cola como cuando

devora algo que le gusta. ¿Qué es el éxito? Saber que uno ha conmovido a alguien. Es

claro que cuando te conmuevo a vos, siento que ya es la gloria, algo muy importante

que influirá sobre la historia de la literatura, ¡aunque todo lo póstumo me harte!

(2003:52)

Silvina se escondía de las fotos y de los lugares públicos, no podía afrontar la mirada de los

otros, no soportaba mirarse en los espejos; por eso le era tan difícil dar a conocer su

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(1) Nos referimos a Victoria Ocampo, su marido Adolfo Bioy Casares y el amigo en común de la pareja Jorge Luis Borges.

obra. En muchas de las fotos que se le han atribuido, aparece su cara tapada con una mano

abierta y la otra firme en puño amenazante. Este gesto, tan habitual en ella, resta uno de los

rasgos más característicos y notables de su estilo: su literatura es una literatura escondida,

enmascarada: huye de los sentidos o los multiplica; sus relatos nunca concluyen del todo, son

neblinosos, imprecisos, hay siempre cosas no dichas, cosas importantes que se escapan y que

empañan el texto de misterio

No nos equivocamos si decimos, y a viva voz lo decimos, que la literatura de Silvina

Ocampo es, hoy en día, una de las apuestas más arriesgadas e imaginativas que se hayan

escrito jamás por escritora alguna, en toda Latinoamérica. Inscripta dentro de lo que sería el

relato fantástico, nadie supo captar mejor que ella, los escurridizos visos y matices del

intrincado mundo femenino, ni describir el ignoto y siempre mal edulcorado mundo de la

infancia. Porque hay que recordar, que la mayoría de personajes que entretejen sus cuentos se

refieren a niños y mujeres, como si fueran estos —y no el hombre—, los únicos capaces de

prodigios. Por sus relatos pasarán costureras, amas de casa, bordadoras, peluqueras,

institutrices, sirvientas, actrices, maestras, enamoradas, pianistas; y, también, un ingente

número de niños y niñas, ligados al horror y a la venganza. Pero siempre estos seres se

mostrarán desde otro lado: ese que escapa a definiciones y que revela las oscuras pulsiones

que nos mueven.

Su adoración por los objetos, es digna de destacar. Hay en Ocampo una mirada golosa

y preciosista, que es la mirada del niño cuando mira. Deteniéndose en cada detalle, en cada

rasgo, en el color de un perfume, una puntilla, la filigrana de un pastel de aniversario,

Ocampo nos descubrirá, al poco, un continente nuevo y exquisito. En este sentido, su

actividad con la pintura y el dibujo influyó mucho en su manera de crear: escribía como

pintaba, corrigiéndose a cada paso, tapándose, multiplicándose. Sus textos son como una

acumulación de detalles, caprichosos y ridículos, que la acercarían al kitsch, si se quiere, o al

perfil de lo grotesco.

En aquella época la señora tomó a su servicio a un cocinero gigante, recomendado

por Ismael Gómez. Me sacaron de la cocina sin decir agua va. Las comidas

cambiaron de nuevo. Enormes postres de cuatro pisos, adornados configuras

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aparentemente alegres, desfilaban a diario por el comedor. Con el tiempo descubrí

que esas figuras hechas de merengue rosado, que en el primer momento me parecían

tan bonitas, representaban calaveras, monstruos con cuatro cabezas, diablos con

guadañas, en fin, todo un mundo de cosas horribles, que mi señora no advirtió,

porque no era maliciosa; yo no me atreví a explicarle nada. Resolví, sin embargo,

vigilar las comidas, y a las horas en que preparaban las fuentes, entraba

intempestivamente en la cocina, donde me recibían de mala gana (2). (1999: 222)

Ese punto de humor, de cursilería “friqui”, de “perfume barato” que emana de sus

textos, ayuda a maquillar, muchas veces, el matiz de lo perverso. Ocampo desmitifica la

crueldad, se ríe de la crueldad. Debajo de ridículas pelucas postizas yacen niñas que devoran

gente “la peluca”, la cabeza de una niña muerta cuelga del cuello como un melón “Las

fotografías”, una aburrida ama de casa servirá de plato a su perro embalsamado “Mimoso”,

será un peine el que salve de morir estrangulada por su pelo a una bella joven desdeñosa “Mi

amada”, una maestra que tortura niños es arrestada por tirar un vaso de agua “Ana Valerga”.

Son todas situaciones que mueven a la risa y que ciegan el acto licencioso. Es su forma de

revelarse contra el orden impuesto; de incitarnos, a su vez, a violar las convenciones: nos

reímos del hecho trágico, del acto impío, en lugar de lamentarlo o condenarlo, y la misma

paradoja nos inquieta.

Sería inútil negarlo: te enamoraste de ella por la peluca. Admiraste su cabellera

postiza, creyendo que era natural, pero el día que se le ladeó, ocupándole parte de la

frente, o que la puso en la punta del respaldo de la silla ,para alisar su verdadero

pelo, porque creía estar sola, sin que la espiáramos, y que volvió a colocársela con

elegancia, la amaste aún más (…) ¿Cuándo y por qué Herminia comenzó a cambiar

de modales? No lo sé. Ni sé tampoco si lo haría para parecer graciosa o para

asombrarnos. Un día que paseábamos por el bosque de Palermo me dejó pasmada.

Miró en las ramas de un árbol, con insistencia, una torcaza. No podía seguir nuestra

conversación. Sin decir agua va, como un relámpago, trepó el árbol y trajo la torcaza

entre sus manos. Desplumó y mordió bestialmente al pobre pajarito. Fingiste no

advertirlo, para no escandalizarme, probablemente. Comía como los perros, pasando

la lengua por el plato; bebía el agua delos grifos o de un tazón, nunca de los vasos.

¡Fue absurdo que un día se nos ocurriera invitarla a cenar con nosotros!

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(2) “La propiedad” V-I

Cuando empezó a caminar en cuatro patas, a romper los libros, nos fastidió mucho; y

cuando nos mordió la mano y la mejilla a mí me dio asco y a ti te perturbó. En noches

de verano, clandestinamente, saliste con ella y sospecho que no era para aprender

alemán sino un idioma más complicado: el amor. Volvías maltrecho, con el pelo

revuelto y cubierto de rasguños (3). (1999: 400-401)

Por otro lado, el humor y el horror unificados dan lugar a lo grotesco. Toda la realidad

es, en sí, una realidad distorsionada, tragicómica. El lector se ve asaltado, de continuo, por

elementos insólitos que aparecen de cualquier sitio y rarifican el aire.

Fui feliz con ella hasta el día en que le regalé el peine perfumado. Un peine de ámbar

que usaba con insistencia voluptuosa. En vano la visitaba y la esperaba. Siempre en el

momento de besarla blandía como un arma el peine perfumado y se peinaba

nerviosamente, ignorando mi presencia. Nunca supimos cómo se le formaban aquellos

interminables nuditos en el pelo, que había que desenredar(…)Tomé en mis manos su

cabellera que dividí rápidamente en dos, le crucé las dos partes debajo de su mentón y

las anudé alrededor de su cuello con fuerza. Su cara se puso roja, saltaron las venas

de su frente, puso en blanco los ojos, sacó un poco la lengua. —Esta es tu obra —le

dije—. Pero no me oyó. Se había desvanecido. Su mano no soltó el peine perfumado.

No logré estrangularla gracias a la suavidad de su pelo, cuyo nudo se deshacía para

defenderla o para contrariarme, o para salvarme de un crimen. Ahora, Verónica

rehúsa verme. A veces me llama por teléfono (4).(1999: 85)

Esta subversión de lo real, que la acercaría a la vanguardia surrealista, por su afán de

insurrección, surge de manera recurrente en cada uno de sus cuentos; los eventos nunca se

suceden en el modo habitual, se invierten: en una caseta de perro los carteles dan fe de que el

perro es el principal enemigo del hombre “Carl Herst”, las sirvientas aman a sus patronas en

lugar de detestarlas “Esclavas de las criadas”, una enfermedad terminal devuelve un hombre

a la vida “El mal”, una niña se entristece alrecordar su futuro “Autobiografía de Irene”, en

una discusión acalorada la pareja de náufragos se olvida de salvarse “Amor” , las fiestas se

convierten en velorios “Las fotografías”

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(3) “La peluca” V-I

(4) “Mi amada” V-II

Ahora, reconocía la diferencia que hay hasta en los gustos de una naranja y de una

mandarina. Apreciaba cada ruido que oía en la calle o en el edificio, las voces y los

gritos, el ruido de las cañerías, de los ascensores, de los automóviles, de los coches de

caballos que pasaban. Cuando sentía necesidad de orinar tocaba el timbre; mágicamente

aparecía una mujer, con blancura de estatua, trayendo un florero de vidrio que era una

suerte de reliquia y esa misma mujer, con ojos etruscos y uñas de rubí, le ponía enemas o lo

pinchaba con una aguja como si cosiera un género precioso (5).(1999: 179)

Otro de los aspectos dignos de mención en la producción ocampiana, es la ambigüedad

de que se empapan las cosas. Su lectura ofrece siempre distintos niveles de interpretación: se

ramifica, es como si dentro de un cuento coexistieran dos, o tres, o muchos relatos

simultáneos. Las cosas aparecen de un modo extraño, inconexo y desconcertante, y tienden a

problematizar los límites de lo posible; de este modo el lector se vuelve coautor del relato,

participa de la creación del cuento.

Llegados al final de este análisis, nos gustará resaltar, de algún modo, la

extraordinaria complejidad de una autora—exquisita, rara, singularísima— que supo poner en

valor la imaginación y el misterio, por encima de todo; importándole bien poco medallas y

galardones. Decididamente, Silvina Ocampo fue, es, y será, sin riesgo a equivocarnos, una de

las voces femeninas más interesantes y originales de todos los tiempos y, como tal, se merece

un lugar entre los grandes.

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(5) “El mal” V.

Obras de la autora

· Viaje olvidado, 1937, Buenos Aires, Sur.

· Antología poética argentina, 1941, Buenos Aires, Sudamericana.

· Enumeración de la patria (poesía), 1942, Buenos Aires, Sur.

· Espacios métricos (poesía), 1942, Buenos Aires, Sur.

· Los sonetos del jardín (poesía), 1946, Buenos Aires, Sur.

· Los que aman, odian, 1946, Buenos Aires, Emecé, con Adolfo Bioy Casares.

· Autobiografía de Irene (cuentos), 1948, Buenos Aires, Sur.

· Poemas de amor desesperado (poesía), 1949, Buenos Aires, Sudamericana.

· Los nombres (poesía), 1953, Buenos Aires, Emecé. Premio Nacional de Poesía.

· Los traidores (pieza teatral en verso), 1956, Buenos Aires, Losange, con Juan Rodolfo

Wilcock.

· La furia (cuentos), 1959, Buenos Aires, Sur. Reeditado en Orión, 1976.

· Las invitadas (cuentos), 1961, Buenos Aires, Losada. Reeditado en Orión 1979.

· Lo amargo por dulce (poesía), 1962, Buenos Aires, Emecé. Premio Nacional de Poesía.

· El pecado mortal (antología de relatos), 1966, Buenos Aires, Eudeba.

· Los días de la noche (cuentos), 1970, Buenos Aires, Sudamericana.

· Informe del cielo y del infierno (antología de relatos), 1970, con prólogo de Edgardo

Cozarinsky, Caracas, Monte Ávila.

· Amarillo celeste (poesía), 1972, Buenos Aires, Losada.

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· El cofre volante (cuentos infantiles), 1974, Buenos Aires, Estrada.

· El tobogán (cuentos infantiles), 1975, Buenos Aires, Estrada.

· El caballo alado (cuentos infantiles), 1976, Buenos Aires, De la flor.

· Árboles de Buenos Aires (poesía), 1979, Buenos Aires, Crea.

· La naranja maravillosa (cuentos infantiles), 1977, Buenos Aires, Sudamericana.

· Canto escolar (cuentos infantiles), 1979, Buenos Aires, Fraterna.

· Breve Santoral (poesía), 1985, Buenos Aires, Ediciones de arte Gaglione.

· Y así sucesivamente (cuentos), 1987, Barcelona, Tusquets.

· Cornelia frente al espejo, 1988, Barcelona, Tusquets. Premio del club de los 13.

· Las reglas del secreto (antología), 1991, Fondo de Cultura Económica.

· Las repeticiones (cuentos), 2006, Buenos Aires, Sudamericana, publicación post mortem.

· La torre sin fín, 2007, Buenos Aires, Sudamericana, publicación post mortem.

· El vestido de terciopelo (cuento), 2009, Buenos Aires, Editorial Estrada S.A.

· La promesa, 2010, Buenos Aires, Sudamericana, publicación post mortem.

Estudios críticos

Son varios los estudios críticos que se han llevado a cabo sobre la vida y obra de Silvina

Ocampo, sin embargo, podemos destacar estos:

AMÉRICA “ Le fantastique argentin. Silvina Ocampo. Julio Cortázar”, n.° 17, 1997

CAROLINA SUÁREZ HERNÁN, Propuesta en la narrativa fantástica del “Grupo Sur” (José Bianco, Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, y Juan Rodolfo Wilcock): La poética de la ambigüedad (Tesis doctoral), Universidad Autónoma de Madrid: Facultad de Filosofía y Letras, 2008

DÁMASO MARTINEZ, C. “Apuntes sobre dos libros de Silvina Ocampo” en La seducción del relato (escritos sobre literatura). Alición Editora. 2002

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DOMÍNGUEZ, NORA Y MANCINI, ADRIANA , La ronda y el antifaz. Lecturas críticas sobre Silvina Ocampo, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2009

MACKINSTOSH J, Fiona, Childhood in the works of Silvina Ocampo and Alejandra

Pizarnik, Támesis, 2002

MANCINI, A. Silvina Ocampo. Escalas de pasión, Norma, 2003

MANGIN, Annick, Temps et écriture dans l'œuvre narrative de Silvina Ocampo, Presses Universitaires du Mirail, 1996

 MOLLOY, Silvia: "Silvina Ocampo, la exageración como lenguaje", en Sur, núm. 320, octu-bre de 1969

MOSOVICH, Claudia, El secreto mejor guardado: una aproximación a la obra de Silvina Ocampo, Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea, 1999

NISBET KLINGENBERG, Patricia, Fantasies of the Feminine: The Short Stories of Silvina Ocampo, Associated University Presses, 1999

PERALTA, Jorge, Lirismo, autobiografía y autoficción en “Viaje olvidado”, de Silvina Ocampo, Piedra y Canto. Cuadernos del CELIM 131, Nº 11-12 (2005/2006) 131-145

PEZZONI, Páginas de Silvina Ocampo, Celtia,1984

TOMASSINI, G., El espejo de Cornelia: la obra cuentística de Silvina Ocampo, Plus Ultra, 1995

TOMASSINI, Graciela, “La paradoja de la escritura: los dos últimos libros de Silvina Ocampo”, en Anales de Literatura Hispanoamericana, 21, 1992,

VALENTI, Nora E., El camino de la reescritura en algunos cuentos de amor de Silvina Ocampo, Centro Virtual Cervantes.

ZAPATA, M, El engranaje de la estereotipia y el horror ocampianos, Universidad François Rabelais, 1992

ZAPATA, Mónica, Silvina Ocampo: Récits d'horreur et d'humour, L’ Harmattan, 2009

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Opiniones críticas

REVISTA CRITERIO-CULTURA

Nº 2286 » SEPTIEMBRE 2003

Silvina Ocampo: la subversión del ordenpor Barros, Raquel  

La tradición colocó a Silvina Ocampo en un lugar prefijado: se la leyó como poeta, ubicación preferida habitualmente para las escritoras de la época, debido a que permitía la “expresión de sentimientos íntimos”. Los reconocimientos que obtuvo avalan también su obra en verso: Premio Municipal de Poesía en 1942 y Premio Nacional en 1953. Su extensa producción como cuentista, que se extiende a lo largo de cincuenta años, es en cambio objeto de un drástico recorte: con frecuencia ha sido catalogada como autora de narrativa fantástica, sin duda para legitimar un lugar custodiado por dos escritores de significativo peso, como Borges y Bioy Casares, con los que editó la Antología de la literatura fantástica en 1940.Si sus cuentos fueron casi imposibles de encontrar hasta pocos años atrás, cuando se editó su obra narrativa completa, los que se conocían incluidos en antologías parecían confirmar su pertenencia a este género. Lo cual sumó otro obstáculo para la lectura de una autora cuyos textos, en realidad, proponen una apertura hacia un terreno ciertamente riesgoso, y una mirada que no ofrece ninguna certeza sobre el mundo. Una realidad jaqueada Ya en su primer texto, Viaje olvidado (1937), van a aparecer algunos de los aspectos a los que la escritora se mantendrá fiel en su producción hasta el último, el volumen de cuentos Cornelio frente al espejo (1988). Victoria, la hermana mayor, critica con dureza el primer libro, pero a pesar del descrédito, logra marcar algunas constantes en la producción de Silvina: la tendencia a desdibujar los bordes de la realidad, la facilidad para hibridar los géneros y la inquietante presencia del mundo de la infancia. En su segunda colección de cuentos, Autobiografía de Irene (1948), aunque se manifiesta muy ligada a la línea borgeana, la autora ya va a esbozar su particular concepción de lo fantástico. A partir de La furia (1959) y Las invitadas (1961), Silvina Ocampo va a asumir su voz más personal 1. Es innegable que existe una importante cantidad de cuentos de la autora que revisten las características propias de lo fantástico, pero con un sello particular que los distingue de otros textos del género. Una de las diferencias es que los hechos no ocurren en los ambientes góticos tan frecuentes en estos relatos. Otros ámbitos, comunes, de golpe son alterados por lo no común. En El vestido de terciopelo (LF), la casa de una modista es el escenario para la prueba de un vestido; mientras se hilvana la charla intrascendente, la prenda se va volviendo cada vez más apretada hasta que al fin ahoga y mata a la mujer; en La casa de azúcar (LF) una pareja de recién casados elige una casa simple, en un lugar conocido. La condición es que no haya sido habitada previamente, ya que la novia piensa que el destino de sus ocupantes anteriores influiría sobre su vida. Ni la apariencia de la casa, ni las marcas de una sencilla vida cotidiana impiden que se

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cumplan los temores de Cristina, que se transforma paulatinamente en Violeta, la inquilina anterior: el horror penetra hasta en los sitios más inesperados. En estos ambientes comunes ocurren otros hechos que, aunque no pueden ser calificados como fantásticos, también modifican el orden de “lo corriente”. Así, las fiestas, momento de celebración, suelen derivar en situaciones terribles. Las fotografías (LF) relata un doble festejo: Adriana acaba de salir de una internación a raíz de un grave episodio y, además, cumple años. El retrato de la fiesta familiar –en un marco que evoca a Cortázar, con quien comparte la concepción de lo fantástico y la capacidad para la descripción de ambientes populares– privilegia el desinterés por la homenajeada. A la declaración de la tía sobre la dedicación absoluta que han tenido para cuidar a la niña que se ha debatido entre los brazos de la muerte, le sigue, como si fuera una sucesión lógica, el hecho de que nadie percibe el creciente malestar de Adriana agonizante.Adriana se quejaba. Creo que pedía un vaso de agua, pero estaba tan agitada que no podía pronunciar ninguna palabra (…) posó para la séptima fotografía (…) estaba a punto de desmayarse, cuando la fotografiaron de nuevo 2. También termina en velorio la fiesta de La casa de los relojes (LF), tal como la de La boda (LF), en que la novia muere picada por una araña escondida en el rodete postizo que lleva para la ceremonia. En estos cuentos se invierte también el sentido de los dichos: en Las fotografías, las copas derramadas sobre el mantel, que dicen que traen suerte, son anuncio de la desgracia de la protagonista; del mismo modo, el jorobado de La casa de los relojes, que según se recuerda, tiene la suerte encima por su espalda deformada, termina desaparecido después de que intentan plancharle el traje puesto, con giba incluida, para dejarlo más vistoso. También se invierte la relación lógica comida/alimento, ya que la primera suele provocar la muerte, en vez de ser fuente de vida. Recurrentemente los textos aluden a cocineros y comida. Postres, dulces y tortas tienen lugar preponderante, pero además siempre generan conflicto y llegan a provocar muertes horribles. Por medio de animales envenenados, Amelia Cicuta y la dueña de Mimoso matan a los hombres de los que quieren vengarse. El cocinero de La propiedad (LF) agasaja a su patrona pero al resto de los comensales les prepara figuras hechas de merengue rosado, que, bien observadas,representaban calaveras, monstruos con cuatro cabezas, diablos con guadañas, en fin, todo un mundo de cosas horribles… El crimen perfecto (LI) narra un complicado asesinato de precisión macabra, realizado con unos hongos venenosos. Si bien en todos los ejemplos anteriores se pone en evidencia la subversión de los órdenes establecidos, el tiempo es el máximo exponente de la alteración. Pueden citarse numerosos textos en los que los personajes tienen la posibilidad de anticipar el porvenir, pero existen dos cuentos centrales. En uno de ellos, Autobiografía de Irene 3, la narradora relata los momentos previos a su muerte. Es en ese instante cuando puede recordar el pasado: antes solamente le había sido permitido anticipar el porvenir. El otro,Diario de Porfirio Bernal, relata, con la precisión cotidiana que el género permite, los hechos que ocurrirán en el futuro: premonición atroz de la metamorfosis de la institutriz en gato. Porfirio se presenta como una criatura terrible que usa el don de predicción para dominar a su cuidadora, pero otros niños que comparten esta capacidad son tratados con enorme compasión por la autora. Así, Valentín Brumana, el tonto que puede anticipar el futuro, anuncia que se va a casar con una estrella de cine entre las burlas de los demás. Aunque nadie la ve entrar en el cuarto, la actriz Pola Negri aparece nítidamente en la foto que se le toma al agonizante; la revelación a la que se refiere el título es doble: si la foto muestra a la muerte en la figura de la actriz, también desmiente la inapelable verdadde que Valentín Brumana era idiota. Modelos para armar 

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Los niños sordomudos de Tales eran sus rostros también gozan de la capacidad de anticipar: prevén su propia catástrofe y participan en el milagro colectivo de su desaparición inexplicable. Su hermandad irrita a los adultos, pero una enorme ternura inunda el relato sobre estos personajes –aislados doblemente por su discapacidad y su secreto– que en una escena de intensa belleza, comparable a una visión celestial, se precipitan al abismo al abrirse la puerta del avión. Lo notable, según afirma la maestra, es que tenían alas. Quiso detener al último, que se arrancó de sus brazos para seguir como un ángel detrás de los otros 4. Nueva subversión, en este caso, de los roles tradicionales de los personajes. Silvina Ocampo, por época y por clase, podría compartir la concepción de la infancia como la etapa dorada de una inocente ignorancia. En su obra, en cambio, los niños son poseedores de saberes diversos, como en los casos citados, y pueden ser capaces de toda la bondad o de toda la maldad. Tal el caso de Una voz en el teléfono (LF): un narrador adulto evoca su cuarto cumpleaños, para explicar su odio por el teléfono y los fósforos. En la reunión descubre, justamente a través de una conversación telefónica, la infidelidad de su madre, y la encierra con sus amigas. Provoca a continuación un incendio dantesco, del que se hace único responsable: Yo fui el que cerré la puerta con llave, yo fui el que cerré la puerta con llave y la guardé en el bolsillo 5. Además de estos niños que subvierten la imagen clásica, otros dos grupos de personajes, privilegiados en los textos por su cantidad y características, se ciñen escasamente a los modelos tradicionales: mujeres y servidores. Los personajes femeninos de Silvina Ocampo se mueven con una libertad que no tiene precedentes en la literatura argentina; deciden su propia historia sin respetar los cánones propios de su género. No solamente saben que tienen los mismos derechos que los hombres, sino que los ejercen. Si sufren por amores contrariados, también los provocan. Son esposas infieles, porque el amor no se manda, como sostiene la protagonista de La oración (LF),que no ama a su marido y lo engaña con otros hombres. No faltan tampoco las que ejercen justicia por mano propia, como las ya nombradas Amalia Cicuta y la dueña de Mimoso, que envenena al hombre que la difamó usando como instrumento a su perro embalsamado. Estas dos mujeres no son madres, sino que prohijan animales. No es casual, porque si en la narrativa de Silvina Ocampo circulan numerosas mujeres, hay pocas madres. Y si son cuantitativamente escasos los personajes femeninos con hijos, es cierto además que, cuando los tienen, no manifiestan ninguna dedicación hacia ellos. La planchadora sorda de Los funámbulos (Viaje olvidado) tiene dos hijos que cada vez se volvían más desconocidos para ella. Librados a sus designios oscuros, que habían nacido en un libro de saltimbanquis mueren estrellados contra el piso sin que ella lo perciba; la madre de El goce y la penitencia (LF) puede gozar con su amante mientras su hijo está encerrado. El mundo subalterno de los servidores –en el que también puede incluirse el ejército de peluqueras, modistas y vendedores– incorpora a los que están a cargo de los niños. Tampoco ellos pueden establecer un vínculo sustituto, sino que repiten la actitud de las madres. Pero la relación se torna perversa cuando los que se hacen cargo de los niños son hombres. En El pecado mortal (LI), Chango se convierte en paradigma cuando inflige una marca terrible a la protagonista, en víspera de su primera comunión. Completando este juego de cambios, los personajes subalternos por su categoría suelen tomar un lugar protagónico en los textos. El orden del discurso Es evidente que esta particular mirada sobre el mundo necesita un correlato en la manera de expresarla. La marca más significativa de la narrativa de Silvina Ocampo es la absoluta prescindencia respecto de las formas canónicas. No existen límites para los géneros: textos

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narrativos con una enorme carga poética, frente a textos en verso con contenido narrativo; versiones en prosa y verso de una misma historia son formas características que se han ido señalando a lo largo de este artículo. Pero además, se despliegan con enorme fecundidad toda clase de géneros menores utilizados como procedimientos narrativos. Así sucede con las cartas: La casa de los relojes, Carta bajo la cama son ejemplos de este formato. Chismes, dichos y charlas son elementos nucleares en la construcción de sus cuentos. El uso de la primera persona, tradicionalmente empleada para generar ilusión autobiográfica, se convierte en estrategia de encubrimiento, ya que remite indistintamente al género masculino o al femenino. Ejemplo clave de este enmascaramiento es La continuación (LF) en el que la narradora –supuestamente una escritora, a pesar de que se evitan las marcas que puedan dar indicaciones de género– intercala fragmentos de un texto que está escribiendo, donde el narrador emplea el masculino. La particular visión de Silvina Ocampo sobre el mundo –que ha sido calificada de “mirada al sesgo”– implica observarlo desde “un lado otro”. Esta toma de posición, base de su poética, puede leerse, como síntesis final, en algunos de los versos de La casa natal (Lo amargo por lo dulce, 1962)  Yo huía de las salas, de la gran escalera, del comedor severo con oro en la dulcera, del mueble, de los cuadros, de orgullosas presencias, porque a mí me gustaban sólo las dependencias que estaban destinadas para la servidumbre. ………………………………………………… Yo amaba sólo el pan con sabor a arpillera, azúcar de la bolsa, no de la azucarera ………………………………………………. y aquellas palanganas con flores de glicina donde yo me lavaba las manos a escondidas y ultimaba mis íntimas muñecas preferidas.   

1. Los ejemplos del presente artículo se refieren fundamentalmente a ambos libros. Para facilitar la lectura y la posible remisión a los cuentos, se usarán las abreviaturas LF para el primero y LI para el segundo.2. Ocampo, Silvina, Cuentos completos, Emecé editora, Bs.As., 1999, p.215 3. Autobiografía de Irene tiene dos versiones: una en verso en Espacios métricos(1945) y otra en prosa en la colección de cuentos del mismo nombre, ya citada. 4. Es interesante señalar que S.O., al seleccionar este texto para la antología Mi mejor cuento, Ed. Orión, Bs.As., 1981, justifica la elección –pese a que declara preferir otros– ya que el protagonista es un multiplicado e infinito niño, al cual dediqué mi atención con tanto amor. 

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El extraño mundo de Silvina Ocampo

La adaptación fílmica del cuento "Cornelia frente al espejo" revitaliza los temas centrales en la literatura de la autora argentina: la obsesión con los objetos, la ambigüedad de lo que se percibe como real, la inquietante naturaleza de sus personajes femeninos Por Néstor Tirri  | Para LA NACION 

La casona está desierta y deteriorada, pero conserva su señorial porte (si es que una edificación puede ostentar tal cosa) de principios del Novecientos. Cornelia ingresa con aire tímido; recorre lentamente los espaciosos ambientes, repara en los muros con viejas fotografías de sus antepasados, atraviesa rincones ornados con esculturas de piedra y módicos objetos domésticos y también de arte. Los objetos: he ahí una de las obsesiones de Silvina Ocampo, la narradora que está detrás de esta rara atmósfera muda y solitaria. Habrá visitantes, sin embargo, que brotan quién sabe de dónde. A todos, Cornelia les susurrará su intención de acabar con su vida: lleva un frasquito con un polvo que no se decide a disolver en una copa de agua. "¿Por qué quiere morir?", le preguntará uno de ellos. "Y usted, ¿por qué quiere vivir?", le responderá ella, con una lógica infantil digna de Alice Liddell, otra sombra (carrolliana) que sobrevuela por ahí.

En los diálogos que la atrapante heroína mantiene con los visitantes se advertirá, sin embargo, que el interés se centra en los espejos y en la posibilidad de que el sujeto, a través de ellos, multiplique sus voces interiores. Es la tenue y al mismo tiempo compleja propuesta que deslizó Silvina Ocampo en su cuento "Cornelia frente al espejo", que el realizador Daniel Rosenfeld ahora llevó al cine en un esfuerzo por mantener el tono intimista del original, centrando la cámara en la omnipresente figura de la protagonista, corporizada por la actriz Eugenia Capizzano.

La mirada inocente

La narrativa de Silvina Ocampo (1903-1993) se desplaza, con empecinamiento casi invariable, por el terreno de la ambigüedad: la mirada de los personajes que narran (o la de ella misma, asumida en narradora) no deja espacio a ninguna certeza respecto del mundo que perciben. Sus numerosas colecciones de cuentos (Los días de la noche, Y así sucesivamente, Las invitadas y, entre otras, Las repeticiones) albergan una vasta galería de personajes femeninos. (Un sagaz rescate de lo mejor de su producción emprendieron para Emecé Mercedes Güiraldes y Daniel Gigena en una Antología esencial, que reeditó La Nacion en 2001.) Allí desfilan bellas ninfas inalcanzables, o maléficas y perversas, así como algunas refinadas damas decadentes, rayanas en el patetismo. Y, además, ingenuas que bordean el peligro o lo siniestro.

A esta última categoría se aproxima, en parte, la insondable identidad de Cornelia. Es la enigmática protagonista del cuento que da título al último volumen de relatos de la talentosa hermana menor de Victoria Ocampo, Cornelia frente al espejo (Tusquets, Barcelona, 1988), compilación de treinta y cuatro relatos y un epílogo de informales "Anotaciones", en castellano y en inglés (uno de los cuentos del volumen, bastante surrealista, lleva el título acaso más desafiantemente irónico de su vasta producción: "Amé dieciocho veces pero

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recuerdo solo tres"). Pero "Cornelia." es excepcional: el texto, íntegramente cincelado en diálogos, revela un oficio que Silvina había ejercitado antes en una pieza teatral, Los traidores, compuesta en 1956 a cuatro manos con otro outsider de los ámbitos corroborables y realistas, Juan Rodolfo Wilcock.

Pero ¿quién es, cómo es, qué sueña Cornelia? No será fatigoso descubrir en la mirada y en las proposiciones de este (anti) arquetipo femenino desconcertantes rasgos de inocencia. No como la de algunas señoras naïves que parlotean en los encantadores relatos de Hebe Uhart, sino con tenues atisbos de crueldad. Se trata de una inocencia que, no obstante, la escritora se empeñó en matizar con toques de perversión. (A estas alturas, respaldado por algún manual freudiano, alguien podría extraer un as de la manga y dejar al desnudo el nombre completo de la escritora: Silvina Inocencia Ocampo Aguirre. ¿Concibió con empeño a su personaje o es que -ella también- se desdobló sin esfuerzo ante el espejo?)

La misma Eugenia Capizzano, que asumió en el film la corporeidad de Cornelia, encaró con Rosenfeld la adaptación del texto original. Algo que resultó un verdadero tour de force, al procurar no apartarse del clima "no-realista" que emana del andarivel literario de Ocampo. Una de las aproximaciones a ese peculiar universo (que roza sutilmente el de Borges en la apelación a los espejos) se apoya en la iconografía surrealista de Max Ernst, que ilustra -a través del tarot y de la imaginería de los siete pecados capitales- varios momentos del film. Un dominio plástico muy afín, por lo demás, a Ocampo: antes de escribir, en su adolescencia Silvina pintó (y después siguió haciéndolo toda la vida) guiada en París por Giorgio De Chirico, un maestro del surrealismo.

Las conversaciones se despliegan en encuentros de Cornelia con los sucesivos (y dudosos) visitantes: la mujer del comienzo (la voz del propio espejo, desde el "otro lado"), el invasor ladrón y el encantador Daniel. En el film, estos ambiguos personajes se encarnan en las figuras de Eugenia Alonso, Rafael Spregelburd y Leonardo Sbaraglia. Una criatura más, apenas entrevista en la deformación del vidrio inglés de la puerta de entrada, es la niña Cristina, que habla desde un más allá del umbral con la puerta cerrada. El ejercicio de barruntar con qué parte de la misteriosa personalidad de Cornelia se identifica cada uno de esos fantasmas siempre corrió por cuenta del lector de Ocampo. Ahora el desafío asaltará al espectador del film. "Todo el mundo necesita hablar con alguien que no sea una persona -le dice Cornelia a Daniel-; yo hablo con el espejo, la pequeña Cristina con las muñecas, usted con sus zapatos."

Fantasmas irónicos

En su condición fantasmal, esos seres no someten a la presión de climas terroríficos; un rasgo distintivo de la estética de Ocampo supone tamizar esas inquietantes presencias en un discurso irónico, no exento de (negro) humor, lo cual condice con algo de la (presunta) naturaleza propia del fantasma. "Frente a esa impasibilidad, los fantasmas nos inspiran una expectativa insoportable, la espera de lo que va a resultar, de lo que se está fraguando pero que no termina de resultar nunca", Gilles Deleuze dixit en su Lógica del sentido. En esa tesitura de expectación amenazante pero irónica suelen "actuar" también los objetos, testigos de la soledad de los personajes femeninos, como en el inicio de la peripecia fílmica de Cornelia, pero a veces poco confiables, como en el relato titulado, precisamente, "Los objetos": Camila Ersky, la protagonista, se topa con

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una colección de objetos personales abandonados al dejar la infancia y que, de pronto, reaparecen solos.

Ese caprichoso despertar de un entorno que se creía inerte o inanimado genera un sentimiento doble; por un lado crea inquietud y, por otro, despierta el coraje para registrarlo como manifestación de lo mágico e imponderable, algo que Silvina parecía experimentar en su vida cotidiana ("Y siempre tengo miedo porque soy valiente", decía). En cuanto a Cornelia, la instancia del desdoblamiento o, al menos, el reconocimiento de voces que vienen del interior encuentra un correlato en experiencias personales de la propia Silvina: "Las caras de los hombres que en mi vida he encontrado -confesaba- me persiguen y viven adentro de mi espíritu. A veces despiertan". ¿La habrán sorprendido, alguna vez, frente al espejo?

EL PAÍS – EL CULTURALLas repeticiones y otros cuentos inéditos

Silvina Ocampo

Edición de Ernesto Montequin. Lumen. Barcelona, 2006. 286 páginas, 21 euros

Joaquín MARCO | Publicado el 18/01/2007 | La obra de la escritora argentina Silvina Ocampo (1903-1993) es menos conocida de lo que merece. Bien es verdad que sus relatos (eligió el género como Borges, aunque como él tampoco desdeñó la poesía) y sus novelas cortas carecen de la potencia del maestro, aunque podamos advertir en ellos ráfagas de una luz que llega a deslumbrarnos. Ya es un tópico señalar que junto a su hermana Victoria (fundadora de la revista “Sur”), Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (con quien se casaría en 1940) constituyeron un grupo que se ha comparado con el de Bloombsbury. Pero Buenos Aires no era Londres, ni este grupo es su equivalente.

Ernesto Montequin, que tiene acceso a los manuscritos familiares e inéditos de la autora, los ha reunido aquí con un mínimo aparato documental que se publica como apéndice (pp. 269-283). En unas breves líneas nos sintetiza su método de composición: “Silvina Ocampo escribía a mano, en hojas sueltas, cuadernos o libretas, y muy rara vez pasaba a máquina sus escritos. De ello se ocupaba, desde los años cuarenta, Elena Ivulich, quien fue su secretaria durante casi 50 años. (...) Después de un promedio de tres o cuatro copias corregidas, se llegaba a un original próximo a su versión final, que usualmente era sometido a la revisión de Bioy Casares, lector inaugural de toda la obra de Ocampo. Las enmiendas o sugerencias de Bioy eran incorporadas, no siempre en su totalidad, en un último original que podía considerarse definitivo”. No se describe así en “Cedro”, uno de los relatos en los que la creación misma se somete a un somero examen. Podríamos preguntarnos por qué tan cuidadosa elaboración pasó casi en secreto, por qué Ocampo se mantuvo siempre en un segundo plano, aunque firmó con Borges y Bioy la

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famosa Antología.

Las piezas reunidas en Las repeticiones y otros cuentos inéditos son de valor desigual. Algunas pueden situarse sin desdoro al excelente nivel de lo que ella misma dio a la imprenta; otras pecan de una cierta cursilería muy de época. Pero a lo largo del volumen advertiremos la exquisita sensibilidad femenina que nunca esconde, sino que potencia: la traducción de su mundo fugaz y decadente. Las dos novelas cortas que cierran el volumen, El vidente y Lo mejor de la familia muestran su dificultad para sostener un relato de cierta extensión siguiendo el método del collage. Algunos de los fragmentos de la última, aquí incluidos como apéndice son excelentes, pero el compilador no ha podido situarlos en su contexto. Los mismos protagonistas muestran.esenciales.diferencias. 

En ocasiones, como en “La conciencia” el sueño se mezcla con la crueldad y la violencia: “Mejor era matar a Proserpina que perderla”; para hacerse perdonar por amar siempre a más de una persona, en “Las repeticiones” la protagonista se encerrará en un claustro, pero ni siquiera allí logró el descanso, porque “el demonio se había apoderado de su corazón, encerrado en un triángulo”. A veces, serán los objetos los que cobren vida en sugerentes comportamientos oníricos, no exentos de simbolismo: los vestidos escoceses de las niñas, un estetoscopio o unos guantes. En “Diálogos con un pañuelo” describe un Buenos Aires idílico. Las percepciones psicológicas son intuiciones, captadas al azar y transmitidas en un estilo elaborado, incluso cuando.se.acopla.en.forma.de.diálogo.al.habla.popular. 

Pese a su cronología, descubrimos en estos textos inéditos o publicados en alguna inencontrable revista una cohesión técnica y argumental, ya se desarrollen como microrrelatos o como cuentos de extensión tradicional. Aparece en alguno un elegante erotismo. “La persecución” es de lo mejor que salió de su pluma. En “El vidente”, la novela corta, el protagonista que perdió sus ojos en un arroyo, los recobra y transmite el desencanto de la realidad: “¿Por qué el mundo era tan chato? Tan opaco y gastado. Sin volumen, desprovisto de formas exactas. Los objetos nadaban en el espacio como láminas delgadísimas, las ovejas y las vacas en un potrero cercano no eran más gruesas que las letras de cartón con que me habían enseñado.el.alfabeto”.

Tampoco los personajes resultan como los imaginó. La vejez, en “El milagro” es observada por la protagonista como el retorno a una confusa belleza. Esta fuga del realismo hacia una magia que procede, en ocasiones, de los cuentos de hadas infantiles se trata con un cuidadoso estilo: el tratamiento estilístico recuerda sus primeros escarceos pictóricos. El papel del espejo que deforma o embellece según los ojos del observador puede ejemplificarse en las últimas líneas de su novelita El mejor de la familia, añadidas a mano por la autora: “Nardo con los ojos llenos de lágrimas corrió en busca de un espejo. Devoró su imagen. Se contempló hasta caer muerto”. De esta clase de literatura, de la obra de Silvina Ocampo, derivará una línea fundamental en la creación literaria hispanoamericana. Sus exquisitas experiencias dieron frutos esenciales. Recuperar estos inéditos constituye una agradecida e imprescindible hazaña. 

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La furia y otros cuentos de Silvina Ocampo

Por Abelardo Castillo

Crítica aparecida en El GRILLO DE PAPEL Nº 4. 1960.

Hace 3.000 años, Anás, escriba de Ramsés II, ideó una historia, con gran regocijo de Seti Maerneftah, que era hijo del faraón y estaba ocioso. Los 19 papiros aún perduran —para solaz de los egiptólogos y para confusión de Kronos, que, como algunos estetas, reniega de las obras por encargo— en cierta vitrina del Museo Británico, y son, por la gracia del vizconde de la Rougé, el más antiguo testimonio del género cuentístico que se conoce. Desde Anás hasta hoy, la literatura narrativa no ha sido muy generosa en ejemplos inmortales. Si como se ha dicho, por cada buen cuento se escriben cien buenas novelas, y calculando que existen 3.000 novelas intachables —a una por año, exageradamente, desde los tiempos de Ramsés—, debemos concluir que un buen cuento, como el genio, como el amor que prescribía Rafael Barrett, como la sombra de Nulfo, aparece exactamente cada siglo: alarmante periodicidad que nos da un total de 30 narraciones memorables. Silvina Ocampo, ella sola y en sólo un libro, consigna 34, cuatro más de las que pacientemente elaboró la Historia, lo que no impide que nuestra matemática anterior —treinta.narraciones.memorables—.permanezca.inalterada.    Eloy Martínez (rotograbado de La Nación, enero de 1960) sospecha que, por lo menos, "La Furia" es una de las colecciones narrativas más intensas que ha dado el país. Esta sospecha es sospechosa. La autora de Espacios Métricos, sin duda, escribe bien, tiene un estilo particularmente elegante, puede ser astuta, pero no articula con exactitud el riguroso mecanismo del cuento. El círculo mágico, la inventada realidad donde un narrador introduce al que lee, obligándolo a creer en resucitadas, horlas o pescadores sin sombra, esa que angustia en Kafka y escuece

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en Chéjov: la atmósfera del relato, no aparece aquí. Hay, es verdad, una constante tenebrosa, malvadísima, una suerte de frívolo draculismo que se repite en todas las historias,pero.la.frivolidad.no.es.intensa.    Comentaristas, que con variados elogios dilucidaron La Furia, coinciden al menos en algo: los niños de Silvina Ocampo, que acaso ocultan (o denuncian) la Divinidad, son espantosos. Es cierto. Hay niñitos que asesinan al abuelo ("El Vástago") y que, corriendo el tiempo, son el abuelo: niños brujos ("Los Amigos") que ocasionan cataclismos y, rezándole al Demonio, impetran la muerte abominable del amiguito, hay, también, alguna niña ("El Vestido de Terciopelo'') que se divierte muchísimo y dice qué risa: a la madre la estrangula un dragón estampado; párvulos piromaníacos ("Voz en el Teléfono"), quienes, encerrando a la gente en un cuarto, juegan, encantadores, a prender fuego a los papeles previamente apilados junto a la puerta, con la inmediata defunción —por incendio— de todas sus mamás. Este cuento, presumo, tiene una moraleja: la superficialidad es merecedora del infierno. Y sus implicaciones pueden ser monstruosas. Hay chiquitines que, a quien les roba un barrilete ("La Oración") optan por estrangularlo; lo mejor es meterlo de cabeza en una zanja como cuando sumergimos una botella y hace glu-glu-glu (sic), mientras los demás niños aplauden y luego, llegando a sus casas: anunciaron que Amancio Herrero había asesinado a Claudio Aráoz (policialmente [sic]), el mismo Amancio Herrero que, en virtud de su irrevocable degeneración, será utilizado por una adúltera para (como en "El Vástago") proceder al homicidio de un mayor molesto. Alguna otra niña ("La Boda")' desliza arañas venenosas en el rodete de una contrayente, quien, fulminada por la ponzoña, muere en la iglesia. Hay paralíticos y pitonisas. Hay, además, niños meramente expectadores: observan atentos cómo, en una tintorería, la gente mayor plancha con prolijidad a un jorobadito. Desdichadamente,.el.jorobadito.se.rompe.    Pero todo esto, pese a que formulado así gana en efecto —perdón, Silvina—, en La Furia no alcanza a producir horror: acaso porque, como escribe Pagés Larraya, éstas son versiones delicadamente femeninas del mundo (rotograbado de La Prensa, diciembre de 1959), o acaso, como escribió Edgar Poe, porque el horror legítimo viene del alma y sólo arrancándoselo de allí puede llevárselo a sus legítimas consecuencias (Prólogo a Cuentos de lo Grotesco y lo Arabesco, 1840).    No se trata, o mejor: no se trata solamente de los temas: la literatura fantástica, la grande, adolece de inolvidables crueldades; se trata, también, de cómo escribir esos temas. Dos opas decapitando a la hermana, no resultan menos truculentos que los niños de La Furia, pero si el cuento se llama "La Gallina Degollada" y está escrito por Horacio Quiroga, el aspecto cambia: se justifica, se legitimiza, en virtud del genio que, por serlo, y aun cuando participe de lo horrible, siempre desanda el camino hacia la Belleza. El cuento es ante todo una elaboración artística; por lo tanto, indeclinablemente debe guardar armonía entre concepto y forma: equivocar los términos, exagerar uno de ellos, equivale al fracaso. Si, como en La Furia, el concepto está dado por una constante tenebrosa y la artimaña es coquetamente divertida, se produce un tropiezo, no sólo literario sino de sospechoso donaire. Sin plantear una cuestión ética, al menos en el sentido que Oscar Wilde hablaba de moralidad e inmoralidad, entiendo que además se trata de una cuestión artística. Y los cuentos de Silvina Ocampo son defectuosos como cuentos. No asombran (tampoco me refiero al asombro último, al final "zambombástico", pues, aunque en mi opinión es el artificio primordial del género, no creo que sea el único artificio): no asombran por lo mismo que no apasionan, ni horripilan, ni divierten. Hay

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excepciones: "Los Sueños de Leopoldina", por ejemplo, que es una hermosa narración y, con mucho, la mejor del volumen: o "El Castigo", cuya lectura recuerda universos regresivos ya sugeridos por Borges (y por los griegos antes); o "El Sótano",donde.la.autora.encerró.para.siempre.una.ternura.    Pero, antes de continuar, quiero precaverme. A juzgar por el elogio unánime de la crítica, no es imposible que La Furia merezca, o empiece a merecer el Premio Municipal, la Legión de Honor, o la inmortalidad. Dos escritores argentinos (reporteados por Clarín) afirman, por ejemplo, que este libro es lo mejor que han leído en 1959. Sin entrar en discusión —pues habría que establecer, antes, en base a qué lecturas se pronunciaron—, me parece bueno advertir que dentro de nuestra narrativa fantástica, y en la actualidad, todo eso puede ser válido: Silvina Ocampo, como cuentista imaginativa, acaso sólo está por debajo de Cortázar o Borges (juicio de Roger Caillois); pero, a mi juicio, entre aquella autora y éstos existe una desolada distancia, donde —merced a la indigencia de talento que caracteriza a nuestra literatura.de.ficción—.no.hay.nadie.    Y habiéndome precavido del mentis que podrían darle el Premio Municipal, la Legión de Honor, o la inmortalidad de La Furia, opino que justamente en el relato central ("La Furia") es donde mejor se advierte la temática del libro: tres hojas y una página resumen económicamente esos sucedidos: una niñita de Manila, Winifred, vestida de ángel para el Día de la Virgen, decide prenderle fuego a Ludovica, su pequeña amiga, quien, habiendo entrado en combustión, echa a correr bajo los arcos presumiblemente ojivales del templo. Antes, como Ludovica sentía horror por los animales, nuestra heroína que la amaba, solía regalarle monos. Winifred crece. Ya en Buenos Aires, le tienta grabar sus iniciales, entrelazadas a las de su amante, en algún portón de Palermo, junto a inscripciones pornográficas. También cuida niños ahora: un niño, Cintito, que toca el tambor y, bajo el piloto de su amante —del amante de Winifred, no del niño, tal vez porque a las literatas argentinas no se les ha ocurrido, aún, la posibilidad de un niño pederasta—, bajo el piloto, digo, es introducido en una casa de citas. El arte no precisa ser verosímil, pero, de todos maneras, a esta altura del relato todo se ha puesto tan insoportable que Winifred, sensatamente, huye. Su amante, enloquecido acaso por esta huida, por el tambor del niño, o por miedo a Silvina Ocampo, entiende que para terminar el cuento es menester asesinar a alguien; elige decapitar en la bañadera al pequeño Cintito; sin embargo reflexiona y, más higiénicamente, lo asfixia bajo una almohada.    Puede argüirse que, esquematizado a tal punto, hasta El Quijote resultaría espantoso. Lo admito. De todos modos, prefiero no encontrar implicaciones metafísicas en La Furia, o esclarecer su simbología. Por otra parte, ya se ha hecho (al respecto, me parecen admirablemente astutas las interpretaciones de Larraya, Martínez, Ghiano, y aun la brevísima de Luisa M. Levinson): se ha hablado de mitología, del tiempo, del infierno, de la presbicia, de Dios, del espacio, de la venganza y del porvenir. Nosotros, inhábiles en el oficio, todavía seguimos hablando de literatura.

 

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“Como el Dios del primer versículo de la Biblia, cada escritor crea un mundo. Esa creación, a diferencia de la divina, no es ex nihilo; surge de la memoria, del olvido que es parte de la memoria, de la literatura anterior, de los hábitos de un lenguaje y, esencialmente, de la imaginación y de la pasión. (…) Silvina Ocampo nos propone una realidad en la que conviven lo quimérico y lo cacero, la crueldad minuciosa de los niños y la recatada ternura, la hamaca paraguaya de una quinta y la mitología (…) Le importan los colores, los matices, las formas, lo convexo, lo cóncavo, los metales, lo áspero, lo pulido, lo opaco, lo traslúcido, las piedras, las plantas, los animales, el sabor peculiar de cada hora y de cada estación, la música, la no menos misteriosa poesía y el peso de las almas, de que habla Hugo. De las palabras que podrían definirla, la más precisa, creo, es genial.” (1)

Jorge Luis Borges

“Los personajes de Silvina Ocampo callan con gusto (…) y cuando escriben, es para crear otra oscuridad, para tramar una impostura, más aún: para confirmar el carácter de impostura de todo lo demás. Pero si la escritura aporta más sombra que luz, es justamente por la conciencia que ella tiene de esta sombra que cumple con su misión reveladora (…) La fuerza de esta ferocidad sutil reside en su tranquilidad y su impasibilidad mismas, idénticas a las de los niños, al punto de no excluir una mirada limpia y una sonrisa ligera. Una ferocidad que jamás se separa de la inocencia: inocencia, máscara de la ferocidad, o ferocidad máscara

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de la inocencia (…) hay un mundo femenino en el cual Silvina Ocampo se desenvuelve como en un continente oculto, un laberinto de prisiones individuales que rodea y condiciona todo lo que parece simple y evidente en las relaciones humanas, prisiones que el egoísmo edifica alrededor de nosotros mismos.” (2)

Italo Calvino

(1) Y(2) Solapa del libro V-I (Ocampo, 1999)

Silvina Ocampo

ANTOLOGÍA

(Fragmentos comentados)

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El vestido de terciopelo (Fragmento)

(…)—¿Vuelve a probarse el vestido, señora? En seguida terminamos.

La señora asintió dando un suspiro.

—Levante los dos brazos para que pasemos primero las dos mangas —dijo Casilda,

tomando el vestido y poniéndoselo de nuevo.

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Durante algunos segundos Casilda trató inútilmente de bajar la falda, para que

resbalara sobre las caderas de la señora. Yo la ayudaba lo mejor que podía. Finalmente

consiguió ponerle el vestido. Durante unos instantes la señora descansó extenuada, sobre el

sillón; luego se puso de pie para mirarse en el espejo. ¡El vestido era precioso y complicado!

Un dragón bordado de lentejuelas negras brillaba sobre el lado izquierdo de la bata. Casilda se

arrodilló, mirándola en el espejo, y le redondeó el ruedo de la falda. Luego se puso de pie y

comenzó a colocar alfileres en los dobleces de la bata, en el cuello, en las mangas. Yo tocaba

el terciopelo: era áspero cuando pasaba la mano para un lado y suave cuando la pasaba para el

otro. El contacto de la felpa hacía rechinar mis dientes. Los alfileres caían sobre el piso de

madera y yo los recogía religiosamente uno por uno. ¡Qué risa!

—¡Qué vestido! Creo que no hay otro modelo tan precioso en todo Buenos Aires

—dijo Casilda, dejando caer un alfiler que tenía entre sus dientes—. ¿No le agrada, señora?

—Muchísimo. El terciopelo es el género que más me gusta. Los géneros son como las

flores: uno tiene sus preferencias. Yo comparo el terciopelo a los nardos.

—¿Le gusta el nardo? Es tan triste —protestó Casilda.

—El nardo es mi flor preferida, y sin embargo me hace daño. Cuando aspiro su olor

me descompongo. El terciopelo hace rechinar mis dientes, me eriza, como me erizaban los

guantes de hilo en la infancia y, sin embargo, para mí no hay en el mundo otro género

comparable. Sentir su suavidad en mi mano me atrae aunque a veces me repugne. ¡Qué mujer

está mejor vestida que aquella que se viste de terciopelo negro! Ni un cuello de puntilla le

hace falta, ni un collar de perlas; todo estaría de más. El terciopelo se basta a sí mismo. Es

suntuoso y es sobrio.

Cuando terminó de hablar, la señora respiraba con dificultad. El dragón también.

Casilda tomó un diario que estaba sobre una mesa y la abanicó, pero la señora la detuvo,

pidiéndole que no le echara aire, porque el aire le hacía mal. ¡Qué risa!

En la calle oí gritos de los vendedores ambulantes. ¿Qué vendían? ¿Frutas, helado, tal

vez? El silbato del afilador y el tilín del barquillero recorrían también la calle. No corrí a

laventana, para curiosear, como otras veces. No me cansaba de contemplar las pruebas de este

vestido con un dragón de lentejuelas. La señora volvió a ponerse de pie y se detuvo de nuevo

frente al espejo tambaleando. El dragón de lentejuelas también tambaleó. El vestido ya no

tenía casi ningún defecto, sólo un imperceptible frunce debajo de los dos brazos. Casilda

volvió a tomar los alfileres para colocarlos peligrosamente en aquellas arrugas de género

sobrenatural, que sobraban.

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—Cuando seas grande —me dijo la señora— te gustará llevar un vestido de terciopelo,

¿no es cierto?

—Sí —respondí, y sentí que el terciopelo de ese vestido me estrangulaba el cuello con

manos enguantadas. ¡Qué risa!

—Ahora me quitaré el vestido —dijo la señora.

Casilda la ayudó a quitárselo tomándolo del ruedo de la falda con las dos manos.

Forcejeó inútilmente durante algunos segundos, hasta que volvió a acomodarle el vestido.

—Tendré que dormir con él —dijo la señora, frente al espejo, mirando su rostro pálido

y el dragón que temblaba sobre los latidos de su corazón—. Es maravilloso el terciopelo, pero

pesa —llevó la mano a la frente—. Es una cárcel. ¿Cómo salir? Deberían hacerse vestidos de

telas inmateriales como el aire, la luz o el agua.

—Yo le aconsejé la seda natural —protestó Casilda.

La señora cayó al suelo y el dragón se retorció. Casilda se inclinó sobre su cuerpo

hasta que el dragón quedó inmóvil. Acaricié de nuevo el terciopelo que parecía un animal.

Casilda dijo melancólicamente:

—Ha muerto. ¡Me costó tanto hacer este vestido! ¡Me costó tanto, tanto!

¡Qué risa!(1)

“Todo disfraz repugna al que lo lleva”

Silvina Ocampo

El vestido de terciopelo

Toda tentativa de explicación se topa siempre con lo inexplicable. Silvina Ocampo,

lejos de ofrecernos soluciones rápidas o respuestas fáciles a nuestras dudas, nos plantea más

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interrogantes, para que no perdamos nunca de vista “eso” inefable, que la costumbre y las

convenciones se empeñan en ocultar.

En líneas generales, podríamos argüir que, lo que la autora nos plantea en cada uno de

sus cuentos, se asemeja mucho a una dicotomía(2); a un desdoblamiento de la realidad en dos

planos bien distintos: el real y el fantástico; dos dimensiones contrarias, extrañamente

confabuladas. Esta rara bifurcación, nos vale para constatar un hecho insólito muy

característico en la narrativa ocampiana: lo irreal tenido en cuenta como un aspecto más de lo

existente, llegando a ser tan real y contundente como la realidad misma. Pero este mundo

insospechado, ignorado para muchos, que para la autora se correspondería con un saber oculto

en los objetos —no tanto por lo que estos muestran, en tanto entes serviles, como por lo que

invocan o suscitan cuando callan—, se encontraría a un mismo nivel de lo “real” y no como

cabría esperaren un nivel subalterno.

Para ejemplificar lo anterior, diremos que, al igual que en las plazas vacías de De

Chirico encontramos maniquíes y musas inquietantes, en los relatos de Ocampo descubrimos

una amplia gama de objetos cotidianos: alfileres, bomboneras, planchas, cuadernos, zapatos,

biombos, pasteles, peines, etc.; que ejercen como auténticos caballos de Troya, como claras

incubadoras, criaderos de lo imposible(3). Así descubrimos en El vestido de Terciopelo, donde

un inocente vestido, servirá de cebo o trampa infalible para la más espantosa venganza.

La trama es sencilla: una modista de clase humilde (Casilda) y su amiga de ocho años,

acuden sin ganas al lujoso apartamento de la rica Cornelia Catalpina, para la prueba final de

su encargo: un vestido en terciopelo negro decorado con la fina estampa de un dragón. En el

transcurso de una charla banal, destinada sobre todo a distraer de la prueba, Casilda y la niña

contemplan sin pena, como el dragón inscripto en la prenda se le va ajustando cada vez más,

hasta dejarla sin vida.

Estas dos amigas, que recuerdan ciertamente a las hermanas Papin(4)—por la siniestra

complicidad que las une—, encarnan, al igual que estas, el resentimiento propio de la clase

obrera, con sus típicas animadversiones, celos, y deseos de venganza. Por contrapartida,

Cornelia, encantada en su burbuja de goce, estaría representando a la alta burguesía porteña,

falta de caridad frente a la necesidad del prójimo. Numerosas son las ocasiones en las que la

autora nos deleita con retratos típicos de estas dos categorías sociales. Así, en “Casilda se

arrodilló, mirándola en el espejo” nos ofrece una imagen de sumisión arquetipo, en la que

vemos a una persona inclinada en posición reverencial, frente a otra supuestamente erguida en

situación de dominio.

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En esta línea, la introducción del elemento fantástico, el dragón, es empleada por

Ocampo como acto subversivo; en cuanto contribuye a trastocar ese orden habitual de

convenciones. A esta misión, contribuyen también, como ya apuntábamos antes, los objetos

cotidianos —en este caso el vestido—; que operan como piezas vehiculares, infiltradoras de lo

maravilloso.

¡El vestido era precioso y complicado! Un dragón bordado de lentejuelas negras

brillaba sobre el lado izquierdo de la bata.

Comprobamos que el vestido, un objeto casual y trivial como cualquier otro, aparece

primero en la lista; en su misión de presentar o introducir el componente sobrenatural (el

dragón).

Estrategias narrativas

Pero esta incursión en el terreno de lo maravilloso, comporta, a veces, diversos

peligros a nivel ficcional que es necesario sortear, afín de no arriesgar el pacto narrativo. A tal

efecto, la autora se sirve de una figura muy eficaz, muy utilizada en la literatura fantástica: el

equívoco. En el caso que nos ocupa, lo que posibilita la credibilidad del relato, descansa sobre

el envés de un discurso principalmente ambiguo, empapado de imprecisión y oscurantismo;

una diégesis en la que no se alcanza a precisar muy bien lo real y lo irreal. En efecto, todo es

símbolo, todo es y no es a la vez. El dragón—metonimia palpable del vestido—es nomás un

dibujo, una estampa en la tela; pero, a la vez, palpita y se mueve, sufre desplazamientos; no

sabemos muy bien si a consecuencia de Cornelia, o porque goza de una vida propia que lo

anima y excita. En “La señora volvió a ponerse de pie y se detuvo de nuevo frente al espejo

tambaleando. El dragón de lentejuelas también tambaleó”, advertimos la ambigüedad de un

texto que, lejos de esclarecer lo ocurrido, echa más confusión al asunto: la vibración del

dragón bien podría equivaler al temblor de los brillos.

Otra de las argucias, encaminadas en esta dirección, consistiría en la utilización de un

narrador poco fiable. Constatamos, así, que hasta los hechos más inexplicables encuentran su

cauce lógico; al verse asociados a la voz fantasiosa de una niña que, como cabe esperar,

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distorsiona sin querer lo que contempla:“Cuando terminó de hablar, la señora respiraba con

dificultad. El dragón también.”

Pero existe otro recurso más, del que se vale Ocampo, para menguar o suavizar el

impacto de lo asombroso: la dosificación; porque la incursión en el ámbito de lo mágico

nunca se da de un modo contundente; es un discurrir, una larga sucesión de grises o matices

que van del tono más claro al más oscuro, sin presentir nunca el cambio. Se puede afirmar,

siguiendo esta pauta, que en algún momento el lector advierte la extrañeza de todo, intuye

que algo no va bien, que algo trastabilla —aunque no sabe todavía qué—, y duda; pero nada

más. La irrealidad sigue siendo un hecho tan lejano y sombrío como su impostora quimera. Si

de pronto el dragón del cuento se decidiera a sobrevolar los aires, y a echar humo y fuego por

la boca, entonces el cuento devendría, sin lugar a duda, un vulgar cuento de hadas, y toda

esta exégesis habría sido en vano.

Sin embargo, la autora, no contenta con cerrar del todo el portal a lo imposible, lo

deja entreabierto. Nos incita a espiar ese “jardín de las delicias”;y todo ello gracias un

discurso poético que, a fuerza de rarezas, sugiere, conmueve y encanta. En el fondo, los

contenidos imaginarios no cambian el orden esperado de las cosas. Reconocemos ese orden

“normal” y, a un mismo tiempo, un orden distinto; un mundo alternativo—hecho de

metamorfosis, distorsiones, y horrores “pesadillezcos”—; una dimensión mágica de la

realidad que, al igual que un río subterráneo, discurre silenciosa por debajo de las cosas.

Cierto es, que la perfecta simetría creada entre ambas partes, obliga a posicionarse de

alguna manera. Dicho de otro modo: el lector se encuentra en la difícil tesitura de aceptar o

negar el hecho fantástico—ya que el mundo poético de la autora, lo mismo admite una

interpretación literal como figurada, de los hechos que se narran. Llegados a este punto, la

obligada necesidad de reconstruir zonas oscuras, para otorgar sentido al texto, le llevan a

advertir la gran dificultad de la empresa a que se enfrenta; ya que, lejos de cimentarse en

suelo firme, el relato se asienta sobre las inestables aguas de la nada; porque ¿quiénes son

Casilda y su amiga, en verdad?, ¿son dos brujas impías con deseos de venganza; o, por el

contrario, son realmente inocentes de la muerte que contemplan?, ¿Y el vestido?, ¿es el real

causante del final de Cornelia? El abanico de posibilidades se extiende y, lo único que queda

claro es que, se elija lo que se elija, todas las opciones son válidas y ninguna superior al resto;

en un intento notorio de la autora, como ya avanzábamos antes, de situar en un mismo plano

lo real y lo ficticio.

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Las pruebas: perfecto-imperfecto

Si el vestido es el arma perfecta para la consecución del crimen, entonces las pruebas

restan el momento idóneo para averiguar el móvil. Unos instantes vacíos, ociosos, de

cháchara inútil; en los que, no por platicar de asuntos banales, se postergan las verdaderas

ansias. Intentaremos, pues, dar habida cuenta de cada una de ellas a lo largo de este análisis —

tarea arduo-difícil, dado la naturaleza críptica del cuento. De momento bástenos con

comentar solo una de estas razones o motivos aproximados: el afán de perfeccionismo(5).

En efecto, las pruebas apuntan a una única finalidad: que el vestido quede perfecto; no

obstante, son molestas para la señora, a quien no interesa el proceso creativo, sólo el producto

final.

—¿Vuelve a probarse el vestido, señora? En seguida terminamos.

La señora asintió dando un suspiro.

Lo que Cornelia anhela, en verdad, no es ese vestido imperfecto, inacabado y faltón;

sino, un ideal sublime de prenda que ella ampara en su mente y que equivaldría al vestido

acabado; una pieza exquisita, única, que la hace delirar despierta.

Bajo estas miras, las pruebas significarían ciertamente un estorbo en su vida, en tanto

implican la aceptación del ensayo y error como mecanismos válidos del arte; y Cornelia

repudia el error. Todo el cuento se sostiene en esta fobia, en esta obsesión de la diva, por

finiquitar los fallos.

El vestido ya no tenía casi ningún defecto, sólo un imperceptible frunce debajo de los

dos brazos. Casilda volvió a tomar los alfileres para colocarlos peligrosamente en

aquellas arrugas de género sobrenatural, que sobraban.

El texto no da lugar a dudas y es bien explícito: las arrugas sobran, por tanto, han de

ser eliminadas. Todo lo que evoque la más nimia imperfección, es marginado, no encuentra

asilo en el mundo de Cornelia.

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En este sentido, el cuento es también una reflexión honda sobre el hecho artístico; y

una crítica acerba a la "sociedad de la empresa", que concibe el resultado como fin único,

ignorando los procesos intermedios.

En contrapartida, lo que divierte a la niña, son justamente esos pequeños fallos, esos

desaciertos que se producen en el intento mismo de borrarlos: la caída de los alfileres, por

ejemplo, es buena muestra de ello “Los alfileres caían sobre el piso de madera y yo los

recogía religiosamente uno por uno. ¡Qué risa!”Los alfileres que ella recoge, y que dan

cuenta de un vestido inconcluso, evidenciarían esa adoración por lo imperfecto. Al mismo

tiempo, estos graciosos percances, anuncian, o advierten, en su cualidad premonitoria, de las

futuras tragedias que sucederán después. Borges, ya había intuido, por cierto, esta vocación de

predicción en la personalidad de Ocampo.

Hay en Silvina una virtud que se atribuye comúnmente a los antiguos o a los pueblos

del oriente y no a nuestros contemporáneos: la clarividencia. Más de una vez, y no sin

un poco de aprensión, la he advertido en ella. Nos ve como si fuéramos de cristal, nos

ve y nos perdona (6).

De igual modo que su autora, los personajes de estos cuentos, saben, o visionan, lo

que les va a ocurrir; y, cuando no lo ven, lo intuyen a través de los objetos: los alfileres se

caen; las telas enferman, sacan guantes que asesinan; las flores predilectas repugnan o dan

náuseas a causa de un insoportable hedor mortuorio…

Hay que subrayar, con todo, que lo estrictamente “sobrenatural” queda finalmente

reducido a nada; porque los objetos, en un juego íntimo y confuso del que no vuelven jamás,

nunca confirman —como tampoco desmienten—su carácter contra natura

El vestido: áspero-suave

En cuanto al vestido, propiamente dicho, nos parece oportuno señalarlo que esta

prenda significa para cada una de las féminas; ya que lo van a abordar desde muy distintas

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miradas. Para Corenelia Catalpina, por ejemplo, el vestido es su objeto de deseo; y, en tanto

tal, alcanzaría las cualidades de lo bello. Pero esta belleza deriva, más bien, de un sentido

utilitario de la prenda, que revela, a claras luces, su alta estirpe social.

¡Qué mujer está mejor vestida que aquella que se viste de terciopelo negro! Ni un cuello de

puntilla le hace falta, ni un collar de perlas; todo estaría de más. El terciopelo se basta a sí

mismo. Es suntuoso y es sobrio.

En numerosas ocasiones, Cornelia se expresa a favor del vestido, destacando lo que más le

fascina de él: su género “El terciopelo es el género que más me gusta.” Este género, vestido hasta la

vulgaridad hoy día, en otros tiempos significaba una pieza exclusiva, que muy pocas podían

costearse. Bajo estas miras, resulta fácil entender, ahora, el arrebato que asalta a Cornelia por

tan aristocrática tela.

Sin embargo, y paralelamente a este encanto, Cornelia asegura sufrir de un auténtico

pavor cuando se acerca a la prenda.

El terciopelo hace rechinar mis dientes, me eriza, como me erizaban los guantes de hilo en la

infancia y, sin embargo, para mí no hay en el mundo otro género comparable. Sentir su

suavidad en mi mano me atrae aunque a veces me repugne.

En efecto, algo en el vestido la enferma, la repugna. Inconscientemente “sabe” que el

vestido puede hacerle mal; y compara el terciopelo con el nardo (flor mortuoria).

Los géneros son como las flores: uno tiene sus preferencias. Yo comparo el terciopelo

a los nardos. —¿Le gusta el nardo? Es tan triste —protestó Casilda.

—El nardo es mi flor preferida, y sin embargo me hace daño. Cuando aspiro su olor

me descompongo.

El nardo, por otra parte, evoca a Narciso; el cual, recordemos, fascinado por su reflejo

en las aguas, cae y muere ahogado. Todo sea dicho, existe una gran similitud entre Narciso y

esta señora de clase acomodada, incapaz de ver al otro, engolosinada con su ego.

Asimismo, preciso es aclarar, que los efectos negativos de la tela, en Cornelia

(erizamiento del vello capilar, rechinar de dientes, rechazo), se asemejan mucho a los

suscitados por el miedo.

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Recapitulando, lo que tenemos aquí es un intento más de unificación de contrarios, en

el que varias dicotomías se ven asociadas: miedo-placer, fascinación-repulsión, bello-feo.

Todas cualidades adjudicables, también, a lo grotesco tan característico del estilo ocampiano

(7).

Pero hay una oposición más, a tener en cuenta, esta vez propuesta por la niña:

Yo tocaba el terciopelo: era áspero cuando pasaba la mano para un lado y suave

cuando la pasaba para el otro.

 Esta antítesis áspero-suave, estaría referida a la cualidad táctil de una parte del

cuerpo, muy expresiva a la hora de determinar o evidenciar el estatus social de la gente: las

manos. Se sabe que la característica más sobresaliente de las manos de los nobles es la

suavidad, mientras que en el vulgo sobresale la aspereza. Estas dos cualidades, opuestas

entre sí, que aparecen aunadas y reconciliadas en la tela, apuntarían a un segundo

contraste: riqueza-pobreza—ya sugerido al principio del estudio. De modo que el terciopelo

resta el espacio simbólico perfecto, en que riqueza y pobreza se unen, sin contradicción.

En relación a esta última pareja, y a la unidad que suscitan, asociamos la

contaminación del cuarto de Cornelia, por los ruidos provenientes de la calle:

En la calle oí gritos de los vendedores ambulantes. ¿Qué vendían? ¿Frutas, helado,

tal vez? El silbato del afilador y el tilín del barquillero recorrían también la calle. No

corrí a la ventana, para curiosear, como otras veces

Aunque la casa es aristocrática, inscripta en un barrio selecto, eso no es óbice para que

los gritos de las gentes vulgares, viajen a través del aire y contaminen su vida; produciéndose,

así, una autentica mescolanza que recuerda, como no, el espacio de la tela. Ya veremos como

el aire, agente transmisor de sonidos, guarda un papel fundamental, casi al final del cuento.

Curiosamente, las elecciones de la niña, no difieren mucho de las de Cornelia, ya que

afirma con un “sí” categórico, sentirse irresistiblemente atraída hacia el vestido, hasta el punto

de no mirar nada más.

No corrí a la ventana, para curiosear, como otras veces. No me cansaba de

contemplar las pruebas de este vestido con un dragón de lentejuelas.

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Cuando seas grande —me dijo la señora— te gustará llevar un vestido de terciopelo,

¿no es cierto?

La señora impone su orden: supone, equivocadamente, que la meta final de toda niña

es ser como ella: rica y ostentosa; la figura retórica ¿no es cierto?, no da lugar a la duda,

apunta a reforzar su predicción.

Por eso, la niña, asfixiada o encorsetada en esta positura, comienza a desarrollar toda

una serie de imágenes oscuras, con tintes de fatalidad.

—Sí —respondí, y sentí que el terciopelo de ese vestido me estrangulaba el cuello con

manos enguantadas. ¡Qué risa!

De paso, este enunciado, que anticipa y precipita los hechos, pone de manifiesto la

gran habilidad del humor como mecanismo expiatorio: la niña, asociada a Cornelia por su

adhesión al vestido, sufre un flash forward; presiente, de alguna manera, su trágico fin(común

al de esta); pero ríe y se salva, amortiguando de esta suerte su destino. La estrategia que nos

interesa resaltar, sin embargo, es la que surge de la de reiteración de la risa; mecanismo, este,

por el cual adivinamos una suerte de siniestra invitación o convite macabro: el empuje a

degustar de lo pérfido. Porque no hay que olvidar que la risa, producida al comienzo por

hechos banales, recae finalmente sobre la verdadera tragedia, sobre el auténtico mal que

significa la muerte de un ser humano; solo que, al habernos acostumbrado a ella, por medio de

la repetición, no notamos el cambio. También es especialmente interesante, a este fin, la

utilización de una niña como narradora testigo; puesto que resulta literalmente indispensable

para nuestra participación en el mal, que no condenemos el acto. En efecto, la acentuada

inocencia de la criatura la exime por completo de culpa; ayudando a aplacar, de este modo, o

a acallar, el matiz de lo perverso.

A diferencia de Cornelia, para Casilda, el vestido no reviste ninguna connotación social. Es

un objeto artesanal fabricado con sus manos. Su única misión parece reducida a un sentido práctico: el

de resguardar del frío o del calor; de hecho, en algún momento, la modista sugiere otra tela más acorde

o más dúctil a las variaciones climáticas.

—(…) Deberían hacerse vestidos de telas inmateriales como el aire, la luz o el agua.

—Yo le aconsejé la seda natural —protestó Casilda.

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Sin embargo, esta visión de Casilda como una modista tipo, impersonal, sin ninguna

aspiración sobre el género, se revela falsa y contraria a la imagen que aparecerá después: la

escena en que, inclinada sobre el cuerpo ya convaleciente de Cornelia, no realiza ninguna

acción para ayudarla: deviniendo, en consecuencia, una auténtica asesina(8).

La señora cayó al suelo y el dragón se retorció. Casilda se inclinó sobre su cuerpo

hasta que el dragón quedó inmóvil.

Bien se comprende, entonces, que el vestido aparentemente inútil, ajeno e inocente, se

haya hecho eco del odio Casilda; un odio silencioso y eficiente, que ha operado, en fin,

imperceptiblemente.

El dragón: realidad-irrealidad

Se puede alegar que, en cierta medida, el vestido opera como un personaje más

dentro del texto; la metamorfosis que sufre al devenir en dragón—motivo fantástico

habitual en el magín ocampiano—, nos conduce en esta dirección.

Ahora bien, la figura del dragón —habitualmente asociada a la lucha—, guarda en

este cuento un simbolismo muy preciso que es necesario aclarar, afín de arribar al

significado del mismo. Como es sabido, el dragón es un animal de fantasía que podría

desdoblarse fácilmente en serpiente y pájaro(9)—dragón del griego drakon, ‘víbora’ o

‘serpiente’—; ambos, términos evocadores de la materia y el espíritu, respectivamente;

pudiendo derivarse, asimismo, diversas dualidades análogas: tierra-cielo, realidad-fantasía,

instinto-razón, apariencia-esencia, concreto-abstracto, materia-espíritu.

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Todo contribuye a insinuar que lo que mata a Cornelia, en un plano estrictamente

simbólico, no es el dragón en sí mismo, sino lo que encarna; es decir, es esta convivencia

idílica entre fantasía y realidad—curiosamente la misma que persigue Ocampo— lo que le

lleva a rechinar los dientes. Y, puesto que ella es ante todo un ser excluyente (dado su

marcado narcisismo y su alta categoría social), esta conciliación—y en líneas generales

cualquier conciliación de opuestos—,la eriza y exaspera.

Para justificar esta tesis, nos centraremos en una frase ampliamente reveladora a la

hora de aproximar significados:

Casilda tomó un diario que estaba sobre una mesa y la abanicó, pero la señora la

detuvo, pidiéndole que no le echara aire, porque el aire le hacía mal. ¡Qué risa!

La subversión de la lógica es uno más de los rasgos ocampianos: hace calor y a

Cornelia le falta el aire; sin embargo, ella reniega del aire que le ofrecen. Hay que considerar,

a este respecto, el carácter simbólico del texto, que hace que los hechos escapen a su lógica

habitual, guardando solapadamente otro sentido, un sentido oculto o por descubrir. En este

matiz, si asociamos el elemento “aire” al dragón, descubrimos que el aire es su medio de vida:

simboliza lo inmaterial, la fantasía; es por ello que le hace tanto daño: porque ella, en muchos

aspectos, encarna lo inverso de la imaginación; representa los valores de un sistema vacío,

cargado de convencionalismos, prejuicios y lugares comunes; un mundo, por así decir,

superficial, obsesionado con la materia y el aspecto utilitario de las cosas.

Justicia poética

—(…) llevó la mano a la frente—. Es una cárcel. ¿Cómo salir? Deberían hacerse

vestidos de telas inmateriales como el aire, la luz o el agua.

Muy cercana a expirar, Cornelia, reconoce, al fin, el error de su existencia: si antes

renegaba del aire que le daban; ahora, en cambio, lo anhela. Parece desear la intimidad de ese

otro lado, de esa dimensión poética donde “late y gime el unicornio”; y no sólo eso: la

alcanza, la materializa; a través de un lenguaje lírico en el que ya nos es imposible no sentir

un cierto punto de nostalgia, de fascinación, por lo que pudo haber sido y no fue. Todo esto,

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que conmueve y encanta a la vez, invoca, de alguna manera, aquella magnífica reflexión de

Cortázar, acerca del cuento fantástico:

Breve coda sobre los cuentos fantásticos. Primera observación: lo fantástico como

nostalgia. Toda suspensión of disbelief obra como una tregua en el seco, implacable

asedio que el determinismo hace al hombre. En esa tregua, la nostalgia introduce una

variante en la afirmación de Ortega: hay hombres que en algún momento cesan de ser

ellos y su circunstancia, hay una hora en la que se anhela ser uno mismo y lo

inesperado, uno mismo y el momento en que la puerta que antes y después da al

zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha el

unicornio(10).

Muy cierto es, que el arrepentimiento, a Cornelia, le llega demasiado tarde. La

moraleja del cuento es fulminante: a todos aquellos que reniegan de ese “aire”, de ese lado

inesperado de la vida, les aguarda una muerte lenta y aburrida (pero sobre todo esto último):

mueren en las mismas cárceles, en las mismas privaciones, que ellos solos se fabrican.

Conclusión

Uno de los aspectos más destacables de la literatura de Silvina Ocampo, es su

capacidad para incomodar al lector, para “irisarlo”; el mundo oscila siempre entre dos

polosopuestos difícilmente conciliables: lo real y lo maravilloso.

Pero como es normal, y sabido, toda oscilación tiende a la unificación de sus partes.

Así, devenimos partícipes de una larga y muy variada retahíla de discordes, que caminan

juntos y abrazados en utópica armonía: lo real y lo fantástico, el humor y el terror, la riqueza y

la pobreza, el bien y el mal, la materia y el espíritu, lo bello y lo feo... Es como si la autora

intentara borrar, por todos los medios factibles, cualquier vestigio de límite; como si

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abominara de los límites. Este audacioso intento, gusta y repele a su vez; se asemeja mucho al

efecto de la tela —el terciopelo— que despierta sentimientos encontrados (y unificados).

Analizando lo expuesto, resulta entendible, entonces, la reacción del lector —la duda, a

medio camino entre la negativa y la afirmación—, que se contagia de la intención del texto.

Lo dicho invoca, en cierto modo, el pensamiento de Bataille, que afirmaba ver en el

placer y el dolor—ambos expresiones de lo bello y de lo feo—una sola y misma cosa; porque

cualquiera de los dos, administrados en dosis excesivas, podía llegar a equivaler al otro; el

orgasmo es buena muestra de ello, y, en general, cualquier momento de clímax: en un velorio,

por ejemplo, es habitual el sentimiento de risa, puesto que el exceso de dolor provoca un

estado alucinógeno en el que la extrañeza y lo incierto son el único camino(11).

Necesario resulta indicar, sin embargo, que tal unificación a nivel ficcional no es

baladí, no es gratuita: guarda un sentido; que, en el caso de esta autora, parece corresponderse

a una noción de belleza, más acorde al paradigma de mundo que ella intenta alcanzar. A estas

alturas, nos complacerá afirmar que la realidad —entendida en su totalidad conciliadora—es,

para Ocampo, sin lugar a duda, lo grotesco8; ese espacio real donde se conjugan todas y cada

una de los contrastes expuestos, sin que sea posible división alguna. Hete aquí el carácter

desconcertante y subversivo del cuento, abocado a desatar toda suerte de arrebatos, dudas y

emociones encontradas.

Para tales metas, la autora se vale de un ardid que resta el principal responsable, el

primer causante de perturbar y descolocar al confiado lector: el equívoco.

En efecto, la utilización del equívoco como principal estrategia narrativa, unida a su

capacidad para suscitar risa y terror a la vez, le permitirán a esta autora, desmontar un mundo

que se revela limitado y frívolo a la hora de colmar los deseos; una realidad mentirosa, en

cuanto no es más que una visión parcial y cercenada del mundo. A este desbarajuste llegan las

cosas, a imponer un nuevo orden, una nueva verdad a la ya dada: esfuminando y borrando los

límites de lo posible, se descubrirán de golpe inquietantes, perturbadoras; revelando, así, las

profundas pulsiones, los verdaderos ímpetus que pueblan el orbe. De este modo, se redefine

un mundo que, por muy real que parezca, peca de incompleto y faltón, de arbitrario y gris;

dando voz y voto a los incalculables e insondables, fantasmas del deseo.

María Cecilia Ferreira Prado.

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Bibliografía consultada

1. OCAMPO, Silvina, “El vestido de Terciopelo”, en La Furia y otros cuentos, Alianza,

1982

2. En relación a la “duplicidad” en el cuento fantástico, vid. PREMAT, Julio, “Alguien

que anda por ahí de Julio Cortázar o Los fantasmas de la historia”, en Le fantastique

argentin. Silvina Ocampo. Julio Cortázar, América, n.° 17, 1997, págs. 131-132.

3. Sobre la capacidad de los objetos cotidianos para convocar el elemento fantástico Ibíd.

CASTILLO DE BERCHENKO, Adriana, Imágenes y contra-imágenes: La furia y

otros cuentos de Silvina Ocampo, p. 180

4. Christine y Lea Papin, que llevaban siete años al servicio de la familia Lancelin,

fueron declaradas culpables del doble asesinato de sus patronas la señora Lancelin y su

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hija Geneviève; encontradas en el piso semidesnudas, descuartizadas, con los ojos y

dientes arrancados (año 1933). El crimen se hizo famoso en Francia porque jamás se

descubrió móvil alguno: la conducta de las dos damas hacia sus criadas era intachable

y la de estas hacia aquellas, servicial y dentro del marco de lo correcto. Los

surrealistas las erigieron en heroínas absolutas de la lucha de clases.

5. El afán de perfeccionismo podría ser uno de los móviles factibles; líneas más arriba

habíamos aludido a la lucha de clases. Hay que tener en cuenta que, dado que en

ningún momento se manifiesta antipatía hacia Cornelia(por parte de las dos amigas),

nos manejamos siempre con hipótesis. En realidad, por analogía, el móvil resta tan

indescifrable como en el caso de las hermanas Papin.

6. Prefacio traducido del francés. BORGES,Jorge Luis,Faits divers de La Terre et du

Ciel, Gallimard, 1991

7. Sobre lo grotesco ocampiano Vid. ZAPATA, Mónica, Silvina Ocampo: Récits

d'horreur et d'humour, L’ Harmattan, 2009, p. 13-22

8. Se trataría de un crimen por omisión: Casilda en ningún momento brinda auxilio a

Corneliaque se debate, en el suelo, entre la vida y la muerte.

9. O en serpiente y murciélago, en otros casos: su forma varía, según la cultura.

10. CORTÁZAR, Julio, Último Round 1, Ed. Siglo XXI, 2001

11. BATAILLE, Georges, L’ érotisme, Éd. De Minuit, 1957

AMÉRICA“ Lefantastiqueargentin. Silvina Ocampo. Julio Cortázar”, n.° 17, 1997

BATAILLE, Georges, L’ érotisme, Éd.De Minuit, 1957

BORGES, Jorge Luis, Faitsdivers de La Terre et du Ciel, Gallimard, 1991

CORTÁZAR, Julio, Último Round 1, Ed. Siglo XXI, 2001

MACKINSTOSH J, Fiona, Childhood in the works of SilvinaOcampo and Alejandra

Pizarnik, Támesis, 2002

MANGIN, Annick, Temps et écrituredansl'œuvrenarrative de Silvina Ocampo,PressesUniversitaires du Mirail, 1996

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MOSOVICH, Claudia, El secreto mejor guardado: una aproximación a la obra de Silvina Ocampo, Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea, 1999

NISBET KLINGENBERG, Patricia, Fantasies of the Feminine: The Short Stories of SilvinaOcampo, Associated University Presses, 1999

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SUÁREZ HERNÁN, Carolina, Tesis doctoral: Propuesta en la narrativa fantástica del “Grupo Sur” (José Bianco, Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, y Juan Rodolfo Wilcock): La poética de la ambigüedad, Universidad Autónoma de Madrid: Facultad de Filosofía y Letras, 2008

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ZAPATA, M, El engranaje de la estereotipia y el horror ocampianos, Universidad François Rabelais, 1992

ZAPATA, Mónica, Silvina Ocampo: Récitsd'horreur et d'humour, L’ Harmattan, 2009

CASI EL REFLEJO DE LA OTRA

FRAGMENTO

"Voy a matarme. Morir, dormir, tal vez soñar será la única solución para no verlos más",

pensó. "Tengo el arma a mano. Nadie se dará cuenta”. Violeta, con el vaso de agua en la

mano, empezó a tragar las píldoras sin molestias, admirablemente, y a medida que tragaba

miraba al muchacho, ignorando a Lila, que interponía su mirada con olas de rencor.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

—¿Qué comes? —preguntó el muchacho.

—Grageas —dijo—. ¿Quieres probar?.

—Cómo se parecen ustedes.

—Es claro que sí.

—No sé a cuál quiero más.

—Tenés que elegir.

—Vos tenés que elegir —gritó Violeta a Lila—.

—No puedo.

Nadie advirtió que simultáneamente se estaban muriendo Lila y Violeta, pero yo sí: un día,

en la realidad y no en la pantalla, tendría que suceder todo esto. Y sucedió, porque tuve la

fatal idea de visitarlas, amando más a Lila que a Violeta y seducido más por Violeta que por

Lila.

Asistí a la muerte de la primera y al suicidio de la segunda. Los pulsos se detuvieron

simultáneamente, como si no fuera bastante vivir dos veces la misma historia, una en la

pantalla, la otra en la realidad.

El fragmento del cuento “Casi el reflejo de la otra”, Silvina Ocampo nos presenta a Lila

y Violeta, dos hermanas de gustos muy diferenciados, que reciben un paquete de su

madrina con aquellos frutos que a ellas más les gustan. El paquete les llega de manos de un

joven con el que establecen conversación, en la que ellas se encuentran tan cómodas que le

invitan a pasar la noche. Violeta, intentando destacar sobre su hermana y llamar la atención

del chico, se levanta y les toca una pieza triste en el piano. Lila, aprovechando el despiste,

besa al chico. Violeta, al oír que su hermana y el chico se besan, decide matarse tomando

unas pastillas calmantes. Le hace elegir entre

su hermana y ella, mientras ingería las pastillas. El chico indeciso, no sabe a quien

elegir “Amando mas a lila que a Violeta y seducido mas por Violeta que por Lila”. El

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

chico asiste a la muerte de una y luego al suicidio de la otra, sus pulsos se detuvieron

simultáneamente.

Nos presenta el mundo de las dos chicas, de Lila y Violeta, de forma separada, de

manera que las dos son contrapuntos la una de la otra. Las dos tienen gustos y caracteres

diferentes, aunque dando a entender, sobre todo al final del relato, que son la misma

persona. Una es la parte liberal de la persona, la que vive sin preocuparse de lo que pasa a

su alrededor y mira por si misma; y la otra es la parte encerrada en si misma, la parte que

tiene miedo de hacer o decir lo que quiere o siente, la parte frustrada de la persona. La

lucha interna para alcanzar al chico que desea acaba en tragedia, como en muchos otros de

sus cuentos, en los que los protagonistas hablan repetidas veces de sus deseos de suicidio y

de sus ganas de dejar el mundo al que están atados.

El uso de los objetos cotidianos de manera extraordinaria en la que lo hace Silvina, se

deja entrever en el relato cuando nos habla del vaso en el que toma el agua para tragar las

pastillas y el propio bote de pastillas a los que les da una visión alternativa a la común,

como intentando hacer que parezcan mágicos:

“Sobre la mesa, un frasco verde brillaba: era un remedio calmante, de minúsculas

pastillas que en número exagerado podían ser mortales. El vaso era bonito: inspiraba

posturas bonitas al que lo sostuviera.” 

Si tenemos en cuenta el nombre del relato, Casi el reflejo de la otra, sale a la luz otro de

los objetos más usados en sus relatos, el espejo. El espejo usado como un desdoblamiento

de la personalidad, quien eres realmente y quien crees que eres o quieres ser. Usado en

muchos de sus relatos para enfrentar dos posturas (el amor y el odio, la bondad y la

maldad...) e incluso llega a ser el tema principal en varios de sus relatos tales como

Cornelia frente al espejo (1988), que gira sobre el echo de los dos lados de un espejo, “lo

que es” y “lo que quizá es”. También es posible pensar que, la pantalla de la que habla

tanto al final del relato y el principio del mismo, podría referirse a un espejo o un objeto de

similares características.

En el momento en el que Violeta se sienta en el piano, se destapa la rivalidad entre las

dos, Lila y Violeta; el odio, la crueldad y la venganza que conviven junto con la bondad y

la ingenuidad de las mismas. Las dos partes de uno mismo que conviven pero chocan en

algún momento.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

También vemos un dialogo interno cuando, se ordena a elegir Violeta a Lila, supongo

que entre la vida y la muerte. Sobre seguir en la tierra o dejarse llevar hacia la muerte.   

Silvina Ocampo tiene, generalmente, el suicidio como tema principal de sus cuentos,

poemas, relatos y escritos. En este caso, el suicidio viene de mano de Violeta, que

despechada por que Lila ha conquistado antes al muchacho, quiere poner fin a su

sufrimiento:

“"Voy a matarme. Morir, dormir, tal vez soñar será la única solución para no verlos

más", pensó. "Tengo el arma a mano. Nadie se dará cuenta”.”

Al suicidarse Violeta, muere Lila, se dice que las dos mueren a la vez:

“Asistí a la muerte de la primera y al suicidio de la segunda. Los pulsos se detuvieron

simultáneamente, (...)”

Laura López Cózar

BIBLIOGRAFÍA

Peralta, Jorge(2005/2006). Lirismo, autobiografía y autoficción en viaje olvidado de Silvina

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http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/700/PERALTAPyC1112.pdf  [Consultado: 

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Mosovich, Claudia (2009). El secreto mejor guardado. [Tesina]

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http://notgood.com.ar/lector/descarga/69/el-tiempo-de-los-espejos-silvina-

ocampo.pdf[Consultado: 27/12/2012]

Amícola, José (2004). Dossier Silvina Ocampo. [En línea]

http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/numeros/numero-10/Dossier%20completo.pdf

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Torres, Alejandra (2012). Silvina Ocampo: el viaje olvidado. [En línea] 

http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=109330 [Consultado: 27/12/12]

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Ocampo, Silvina (1999). Cuentos completos (vol. II) [En línea]

http://www.uv.es/alodela2/cuentos_2.pdf [Consultado: 22/12/2012]

Cornelia frente al espejo

Fragmento

—Sí. Me dijo que se llamaba Cristina Ladivina.

—¿Ladivina o la adivina?.

—Ladivina o Ladvina, no sé. Debe de ser un nombre ruso. Cuando quise averiguar su

apellido, me respondió: Ladivina de La Rosa Verde. Cuando le pregunté dónde estaba La

Rosa Verde, me dijo: en Esmeralda.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

—La Rosa Verde queda cerca de aquí. Es un café solitario, donde los mozos duermen en

lugar de atender a los clientes.

—¡Nunca se me hubiera ocurrido!. Todo me pareció tan misterioso. En boca de aquella niña

la palabra Esmeralda no pareció una calle, sino una piedra preciosa. Al verla, sentí miedo.

Estaba yo tan perturbada, tan perturbada que, al detenerme frente al espejo con ella, no vi su

imagen junto a la mía reflejada. Y ahora pienso, que en lugar de ver el cuarto reflejado, vi

algo extraño en el espejo, una cúpula, una suerte de templo con columnas amarillas y, en el

fondo, dentro de algunas hornacinas del muro, divinidades. Fui víctima sin duda de una

ilusión. ¡Estos días he oído hablar tanto de las iglesias en llamas!.

—¿Y podría decirme para qué quiere morir?. ¿Tiene una cita con alguien en el otro mundo?.

—Usted ¿para qué quiere vivir?. ¿Sabría contestármelo?.

—Si me dejara pensar un rato, se lo diría.

—¿Es difícil?. ¿Tiene que pensar para decírmelo?.

—No soy tan espontáneo como usted.

—No tenga miedo al ridículo.

—Tengo conciencia de mis limitaciones, pero la felicidad, la falta de obstáculos, no me

parecen indispensables para desear vivir.

—A mí tampoco. A veces uno toma una decisión y la cumple cuando la causa que nos ha

obligado a tomarla no existe.

—Entonces usted obra por amor propio.

—Por amor propio, no; pero sí por impulso, por una ilusoria fidelidad a mí misma.

—¿Quiere que le diga para qué quiero vivir?. No creo que este sea un momento para pensar

en cosas personales. ¿De qué se ríe?.

—No me río. Todos los hombres dicen las mismas cosas, hablan de las cosas personales como

si fuera de una enfermedad.

—Es una enfermedad.

—Siempre pienso en cosas personales, es cierto. ¿Me desprecia?. Le advierto que no me

preocupa. Puede sentarse, si quiere.

—Cuando pasaba por esta casa, la ventana de este cuarto me despertó curiosidad, como si

hubiese presentido lo que iba a suceder esta noche.

—Tal vez nos hemos cruzado algún día por la calle.

—No sería fácil, pues generalmente camino mirando la punta de mis zapatos, sin ver a la

gente que pasa.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

—Todo el mundo necesita hablar con algo que no sea una persona; yo, con el espejo; el

malhechor, con las llaves; Cristina, con las muñecas; usted, con sus zapatos. Yo miro todo sin

ver nada. Es una costumbre. La gente cree que soy miope. En cierto modo lo soy.

“Las caras de los hombres que en mi vida he encontrado me persiguen y viven

dentro de mi espíritu”

Silvina Ocampo

R

ecordar la línea literaria que sigue Silvina Ocampo es un aspecto importante para comentar el

fragmento seleccionado del cuento Cornelia frente al espejo. De esta manera, la autora se

centra en el mundo fantástico y maravilloso para llevar a cabo sus cuentos. Muestra de esto

es que Néstor Tirri1 en una de sus publicaciones en el diario La Nación, titula uno de sus

artículos referentes a la obra de la autora: El extraño mundo de Silvina Ocampo.

El cuento seleccionado, Cornelia frente al espejo, trata el suicidio que quiere llevar a cabo

la protagonista, Cornelia, y los problemas que se le van presentado a esta, los cuales le harán

entrar en duda si de verdad quiere morir.

Cornelia llega a su antigua casa, donde su tía y ella fabrican sombreros, para suicidarse. Se

encuentra en la habitación hablándole a su espejo cuando una niña interrumpe su

conversación. Es en este momento que el diálogo con el espejo finaliza para comenzar uno

con la chiquilla de 10 años. Cornelia, asustada, le pregunta si es un fantasma pero la

muchacha le contesta que ha entrado en la casa para buscar las muñecas. Justo en este instante

entra un hombre que intenta robar y matar a la protagonista. Ella, que se iba a beber un

veneno mezclado con agua, invita al intruso a ingerir un poco de esa mezcla. Este, sin conocer

el contenido del vaso, accede y cuando se va se desploma al bajar las escaleras. Antes de que

el ladrón se desmayara, entra Daniel, un joven al que Cornelia le cuenta su vida porque él se

lo ha pedido. Ella, sin embargo, le cuenta sus primeros años de adolescencia, en los que

enamorada de un chico llamado Pablo, es decepcionada por el adulterio de Elena Schleider

con este. Cornelia le confesará a Daniel que le robó una cigarrera de oro a Elena para

1 Néstor Tirri es un conocido escritor y ensayista argentino.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

regalarle un anillo de compromiso a Pablo. Daniel le había prometido que le haría el favor de

matarla, pero entre tanto despiste, Cornelia acaba cuestionándose si todos son espíritus y,

finalmente, se suicida con el espejo.

La adaptación fílmica que se ha hecho de este cuento por el realizador Daniel Rosenfeld ha

revitalizado los temas centrales de la autora: la obsesión por los objetos, la ambigüedad de lo

que se percibe como real y la inquietante personalidad de sus personajes femeninos (Tirri,

2012).

Patricia Klingenberg afirma que este cuento llega a ser un largo estudio de la imagen

especular, de la identidad y del fracaso de la personalidad. Repite o hace referencia a gran

número de los cuentos precedentes de Silvina Ocampo. El cuento entonces nos impone una

lectura de la vida de Cornelia y también de la obra de Ocampo.

Respecto a la obsesión que tiene Silvina por los objetos se demuestra en este fragmento

cuando la protagonista le dice a Daniel que todo el mundo necesita hablar con cosas: “yo, con

el espejo; el malhechor, con las llaves; Cristina, con las muñecas; usted, con sus zapatos”.

Uno de los elementos simbólicos que aparecen en esta narración es el espejo, objeto por el

cual Jenijoy LaBelle afirma que los espejos usados por Ocampo expresan preocupaciones

psicológicas. Tanto es así que Cornelia le habla al espejo sobre su suicidio.

Otro de los aspectos del mundo maravilloso de Silvina Ocampo son los fantasmas. En este

caso el fantasma es encarnado por una niña de 10 años llamada Cristina Ladivina. Silvina crea

un juego de palabras al nombrar el apellido de la joven pues en el diálogo que mantiene con

Daniel se pregunta si es Ladivina o La adivina.

Como se ha dicho anteriormente, en Cornelia frente al espejo se puede hacer un recorrido

por la obra de Ocampo. De esta manera la ironía es visible en un momento del diálogo que

mantienen Cornelia y Daniel. Él le había preguntado porqué quería morir y ella le contestó

preguntándole porqué quería vivir. La respuesta no fue inmediata pero él de todos modos no

le contestó sino que, para no contestar, afirmó que no quería pensar en cosas personales, a lo

que Cornelia respondió:

- No me río. Todos los hombres dicen las mismas cosas, hablan de las cosas

personales como si fuera de una enfermedad.

Cabe a destacar también que en este fragmento Cornelia se percata de que la aparición de

la niña podría haber sido una ilusión, pues como ella misma dice:

- Al verla, sentí miedo. Estaba yo tan perturbada, tan perturbada que, al detenerme

frente al espejo con ella, no vi su imagen junto a la mía reflejada. Y ahora pienso, que

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

en lugar de ver el cuarto reflejado, vi algo extraño en el espejo […]. Fui víctima sin

duda de una ilusión.

Como en los otros cuentos de Silvina, se presenta una relación entre la narración y los

hechos de la persona que los narra (Klingenberg, 8). Es por ello que la niña de 10 años

guarda relación con la joven Cornelia; Daniel es asociado a Pablo y Elena Scheleider

corresponde a la Cornelia actual.

Los personajes que le van apareciendo antes de suicidarse a la protagonista son, pues,

figuras de su pasado que desaparecerán momentos antes de morir. Es en ese instante que

Cornelia finaliza declarando que “va a beber algo mejor que la vida” (el veneno). Finalmente,

el espejo, que era el reflejo de su viva imagen, muere con ella partiéndose en pedazos.

A modo de conclusión se podría decir que es en este fragmento que se han podido

encontrar los elementos claves de la fantástica obra de Silvina Ocampo.

Rosalía Gonsalve Lorenzo

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Torres, Alejandra (2012). Silvina Ocampo: el viaje olvidado. [en línea]

http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=109330. [consultado: 27/12/12]

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http://digitalcommons.providence.edu/cgi/viewcontent.cgi?

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%2Bocampo%26lr%3D#search=%22cornelia%20frente%20al%20espejo%20silvina

%20ocampo%22 [consultado: 27/12/12]

Tirri, Néstor. (2012). <<El extraño mundo de Silvina Ocampo>>. La Nación. [En línea]

http://www.lanacion.com.ar/1516117-el-extrano-mundo-de-silvina-ocampo. [consultado:

28/12/12]

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Page 52: PROYECTO BOCETO

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Bermúdez M., Maria. (2003). <<La narrativa de Silvina Ocampo: entre la tradición y la

vanguardia>>. Anales de literatura española. [en línea]

http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7290/1/ALE_16_10.pdf [consultado: 23/12/12]

LAS ESCLAVAS DE LAS CRIADAS

FRAGMENTO

—Herminia, se me descosió el broche del corpiño. No quisiera molestarla,

pero con estos pechos que tengo provocaría hasta a una estatua; ¿no podría

darme una aguja y un hilo para coserlo?.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Juntas fueron al cuarto de baño. Herminia, sentada sobre el borde de la bañadera, cosió el

broche del corpiño de la pianista mientras ésta se peinaba frente al espejo, se mojaba el pelo

marcándose las ondas, se ponía rouge en los labios, se empolvaba la cara. Ninguna de las dos

hablaba. En el silencio de la tarde se oyó una música, una música alegre que venía de la casa

de al lado.

—Qué deprimente será para usted, Herminia —musitó la pianista—, vivir en

esta casa, usted que es tan joven. ¿Cuántos años hace que está al servicio de la

señora de Bersi?.

—Ocho años —contestó Herminia.

—Era muy joven cuando vino a esta casa, una niña tal vez.

—No creo que fuera tan joven. Otras chicas de mi edad, amigas mías, hacía

ya cinco años que trabajaban en otras casas, cuando yo entré en ésta.

—Usted es una perla y como las perlas verdaderas, necesita ventilarse.

¿Sabe lo que sucede con las perlas verdaderas si se dejan encerradas mucho

tiempo?. Pierden el brillo y a veces mueren, y nada las hace revivir, nada.

—Con los adelantos modernos, a lo mejor reviven.

—Qué adelantos modernos ni ocho cuartos. De todos modos me parece

muy deprimente. ¿No tiene ganas a veces de irse a otros lugares, de viajar, de

conocer el mundo? En fin, no sé, me imagino que una persona tan joven como

usted debe de tener curiosidades en la vida.

—Nunca pensé en eso —respondió Herminia.

—Me gustaría tener una persona como usted en mi casa. Me invitaron a

Estados Unidos, al Conservatorio de Chicago, para dar algunos conciertos; también a Italia y

a Francia; la llevaría conmigo. Pavita, ¿por qué se sonroja?. El corazón de Herminia

palpitaba: ésta también traicionaba a la señora de Bersi. Cortó el hilo de la costura con los

dientes y entregó el corpiño negro, relleno de gomapluma, a la pianista. Luego, sin decir una

palabra, salió del cuarto de baño y cerró la puerta.

Una semana después encontraron a la pianista Lina Grundic muerta en el ascensor de su casa.

El misterio de su muerte no pudo aclararse. No supieron si se trataba de un suicidio o de un

asesinato.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

El fragmento que se comentará a continuación forma parte de un cuento, de la escritora

argentina Silvina Ocampo, titulado “Las esclavas de las criadas.” El cuento tiene a una

joven como protagonista. Esta trabaja en casa de una mujer que pertenece a la burguesía.

La protagonista, que se llama Herminia, cuida de su patrona, conocida como la señora de

Bersi, que sufre una grave enfermedad. Herminia la cuida y demuestra su lealtad hacia ella

en todo momento. Las mujeres acomodadas que van a visitar, supuestamente, a la señora

de Bersi siempre halagan a Herminia y le ofrecen que deje a su patrona y que se vaya con

alguna de ellas. Aunque por muy tentadores que sean esos ofrecimientos Herminia los

rechaza y, misteriosamente, todas las mujeres que le proponen trabajar en sus cases acaban

muertas.

El fragmento en el que me centraré presenta la escena siguiente: Herminia está en el

baño con una de las mujeres que visitan a la señora de Bersi cosiendo el broche que se ha

caído del corpiño de la extraña. Esta visitante es una pianista de renombre, que ofrece a la

criada, como las otras mujeres, que se vaya de esa casa y que trabaje para ella. Silvina

Ocampo trata diferentes temas en sus obras, aunque con bastante frecuencia ridiculiza,

sobretodo, a la burguesía. Esta clase social es muy caricaturizada en sus obras. Muestra

como son las personas que pertenecen a este círculo y algunas de sus obras se convierten

en sátiras. En este cuento se ve como las mujeres ricas presumen de todo lo que poseen y

ofrecen a la protagonista todo lo que alguien pueda desear. Herminia es la representación

de la bondad, lealtad y de la belleza. Como dice el final del cuento: “Dios concede a

Herminia todo lo que le pide.” Por otro lado, en las obras de Silvina Ocampo, las mujeres

de clase baja ocupan siempre los mismos puestos de trabajo, en este cuento de puede

comprobar, como la protagonista, una joven pobre, trabaja en una casa y allí realiza todas

las ocupaciones que se consideraban debían llevar a cabo las mujeres. Por lo tanto, se

puede apreciar el pensamiento machista de la época de la autora. También se puede

comprobar en este relato como las mujeres adineradas cuentan a la criada sus viajes por el

continente europeo. En esta narración se ve reflejada las dos caras de la moneda, es decir,

la vida de las empleadas y la vida de las aburguesadas. Este relato es una clara

representación de que tipo de vida llevaba cada clase social, se ve como las mujeres que

poseen riquezas disfrutan de la vida viajando y gastando su dinero en caprichos, puros

placeres materiales, mientras se puede ver como las féminas con nulo poder adquisitivo tan

solo callan, escuchan y realizan su labor.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Por último, como dice Mónica Zapata en su escrito Breves historias de género: las

feminidades tramposas de Silvina Ocampo, las señoras adineradas pasan a ser, como indica

claramente el título del cuento, “esclavas de las criadas”, esto es debido a que las criadas

son las encargadas de arreglar todo lo que las mujeres ricas necesitan para que estas

puedan sobrellevar el día a día con normalidad, por ese motivo, las criadas son las que

tienen, en cierto modo, el control sobre sus patronas. Un claro ejemplo de esto es el

fragmento que he elegido en el que se puede apreciar como la mujer burguesa espera a que

la criada cosa el broche de su corpiño, por tanto, se comprueba que la aburguesada necesita

de la criada para poder seguir con normalidad su día.

Laura De Lucas Herrera

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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Page 56: PROYECTO BOCETO

20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

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cPXbOjlT85qzg7c9sg&sig2=HjArjG2BHQTsFjm2oSe17w&bvm=bv.1355534169,d.d2k

CARL HERST

FRAGMENTO

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Cuando Carl Herst llegó, con Fullo, mi hermano y yo estábamos riendo, pero pronto dejé de

reír porque el animal me dio miedo. Tenía una mandíbula enorme y unos ojos redondos y

fríos.

—¿Es malo? –pregunté—.

—Es buenísimo —me respondió Herst— y fiel.

Después de discutir el precio mi hermano resolvió que volveríamos al día siguiente.

Al día siguiente no había nadie en la casa cuando llegamos, pero una vecina nos dijo que el

señor le había dicho de hacernos pasar hasta el fondo del jardín si queríamos llevarnos el

perro. Pasamos al fondo del jardín donde había un alambre tejido y dentro del perímetro del

alambre tejido una casilla grande y bien cuidada, de madera. Temblando seguí a mi hermano.

Entramos por una puertita de hierro despintada. Los perros nos miraron amistosamente y

Fullo vino corriendo. Después se metió en la casilla. Mi hermano entró en la casilla para

buscarlo; yo espié desde afuera. En las paredes del interior, que estaban

pintadas de blanco, vi un cuadro colgado. Miré atentamente: era una fotografía de Carl Herst.

En las paredes había platos colgados con inscripciones como estas: "¿Qué perro es como un

amigo?", "Ama a los hombres, cuídalos, son parte de tu alma", "Tengo un amigo, qué importa

el resto", "Cuando te sientas solo no busques otro perro", "El hombre no traiciona, el perro

sí", "Un hombre nunca miente".

En una impresión inicial, se podría decir que la historia, un tanto turbadora, trata de simplemente dos hermanos que quieren un perro.

El cuento, resumible en pocas líneas, no obstante presenta una fría geometría e intrincado impacto sobre el autor, le deja en vilo intentando comprender por qué un hombre del que nadie sabe nada ni nadie ha oído hablar, desaparece y aparece y, no solo eso, sino que posee fotografías con frases extrañas e insólitas que dejan al autor pensativo tratando de resolver el verdadero significado de la frase.

En un primer momento se puede resumir el cuento sencillamente:

Dos hermanos se presentan en la casa de un hombre el cual les pretende vender un perro llamado Fullo que, aunque en un principio parezca malo, resulta ser bueno y fiel.

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El dueño, Carl Herst, advierte a los hermanos que, después de acordar el precio del perro, deben volver el siguiente día. No obstante, cuando estos llegan a la hora acordada no hay nadie en casa.

Una vecina les explica que deben adentrarse en el jardín para buscar al perro. Al llegar allí, al hermano menor le llama la atención unos escritos que hay en una foto de Carl Herst.

Tras una segunda lectura encontramos, tal vez solo fruto de nuestra imaginación provocada por la autora, diferentes aspectos a destacar:

1. La respuesta que da Herst a la pregunta que uno de los hermanos le formula: “¿Es bueno?”, se contradice ante las fotografías que yacen colgadas en la caseta del jardín donde se encuentran los perros, ya que él responde: “Es buenísimo y fiel”, en cambio en las fotografías podemos encontrar frases como: "Cuando te sientas solo no busques otro perro", "El hombre no traiciona, el perro sí".

2. El miedo que yace en el protagonista todo el tiempo. Después de ver a un protagonista sonriendo al lado de su hermano, nos encontramos un chico asustadizo y que tiembla siguiendo a su hermano por el jardín. No establezco muy bien el momento en el que el chico empieza a asustarse, o incluso diría yo, a temer por su vida, tal vez es el momento en el que ve al animal furioso, o la impresión que le causa el señor Herst.

3. El cambio que se produce en el perro, no solo en la visión del protagonista sino en la del lector, cuando se encuentra al lado de Herst o cuando se encuentra solo. En un primer momento, cuando el señor Herst mantiene amarrado al perro, se nos presenta como un animal furioso y con sus ojos inyectados en sangre, después, al ir a buscar al perro, nos encontramos con un animal afable que corre hacia ellos sonriente y tranquilo.Tal vez se deba a la influencia que causa el señor Herst en todos los seres vivos presentes a su lado, o tal vez sea un truco para despistar al lector que en una primera lectura no advierte ese minucioso detalle.

4. También cabe destacar el aspecto de cárcel que tiene el lugar donde se encuentran los animales. Un casa de madera grande aparentemente sin ventanas (no dice nada de que tenga o no ventanas) que oprime la luz solar y una alambre tejido alrededor que da una extraña sensación de claustrofobia.

5. Dentro del tema de la caseta, encontramos a un perro que, después de correr amistosamente hacia sus dueños, se esconde en la caseta. El lector, que se extraña con la reacción del perro, no solo le intriga qué hay dentro de la caseta, sino quién. Tal vez encontramos a Herst o algo extraño que el lector no cabe a concebir.

6. En una segunda lectura vemos como el hermano mira en el interior de la casa, cosa que nos sorprende, pero que solo se fija en el detalle de una extraña fotografía de Herst

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

con extrañas frases que parecen comparar a perro y hombre como iguales o poner a uno en el lugar del otro. Pero no nos dice nada del hermano, de lo que hace, de si sigue vivo, ect.

La conclusión es que en un primer momento sacamos de este cuento, breve, pero con muchas cosas que destacar, sería el gran carácter atemporal del cuento, no nos explica en ningún momento si habla de un pasado, de un futuro, de un hecho, de otro cuento dentro de una historia… Solo nos relata una serie acontecimientos en los cuáles simplemente aparece un complemento circunstancial de tiempo “mañana”.

No solo nos extraña el carácter atemporal del cuento, sino también la falta de conversación entre sus personajes, prácticamente el cuento encontramos tan solo un diálogo, aunque se nos explique en este que hay más conversaciones, no tenemos constancia de que se hayan producido, tal vez solo hayan sido una herramienta de la autora para descentrar al lector.

En mi opinión, nos encontramos ante un cuento muy breve que en una primera lectura nos

presenta una extraña historia y que, tras muchas lecturas posteriores, nos damos cuenta que

cuanto más releemos el cuento menos nos enteramos de la historia y más complicada se

nos hace en nuestra mente. Es, para mí, un cuento imposible de descifrar su verdadero

significado o finalidad, sino es que todo se trate un juego de la autora para mantener un

estado extraño en nuestro cerebro.

Maria Antonia Tugores Capó

LA SOGA

FRAGMENTO

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi

llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes, al

principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y

le daba aquel movimiento de serpiente maligna y retorcida, que los dos hubieran podido

trabajar en un circo. Nadie le decía: "Toñito, no juegues con la soga". La soga aparecía

tranquila cuando dormía sobre la mesa o en el suelo.

Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y

oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se

le acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos extasiados.

Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire; como los discóbolos o

lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera

dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia adelante, para retorcerse mejor.

Si alguien le pedía:

—Toñito, préstame la soga.

El muchacho invariablemente contestaba: —No.

A la soga ya le había salido una lengüita, en el sitio de la cabeza, que era algo aplastada,

con barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un gato con la soga.

La soga se rehusó. Era buena. ¿Una soga, de qué se alimenta?. ¡Hay tantas en el mundo!. En

los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes... Toñito decidió que era

herbívora; le dio pasto y le dio agua.

La bautizó con el nombre de Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada

movimiento, decía: "Prímula, vamos. Prímula". Y Prímula obedecía.

La narración empieza como tantos cuentos de Ocampo, Antoñito, un crío de baja edad, en

este caso siete años, es el protagonista de la historia junto a una vieja soga que su familia

empleaba para labores diversas, entre otras usos domésticos.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Tras ver el amplio abanico de posibilidades que le otorgaba el nuevo juguete a su reciente

propietario tras utilizar su imaginación infinitas veces se le ocurrió, finalmente, la idea de

utilizarla como animal, como su mascota, una serpiente.

A este atípico juguete de compañía se le acabaron atribuyendo cualidades claramente

animales, hasta llegar al mismísimo punto en que el propio Antoñito diferenciaba cabeza de

cola y podía él mismo ver cómo el extraño ser hacía gestos propios de una serpiente.

Algo crucial que debe ser resaltado y a tener en cuenta para la resolución del cuento, es el

hecho de que ésta cuerda animada jamás podía tocar al crio durante sus juegos, era una norma

primordial de la cual se exime al final de la narración.

Poco a poco la soga fue adquiriendo cierto tipo de atributos algo más tenebrosos y oscuros,

un cambio de color que la hacía parecer vieja y roída, una flexibilidad digna del reptil sin

extremidades, la importancia de la aparición de lo que podría ser una lengua y ciertos matices

que le hacen al lector sospechar que el final de la narración no va a ser positivamente

emotivo, destacamos llegados a este punto esta cualidad que marca los cuentos de Silvina

Ocampo, presentes en gran cantidad de sus obras, la temática de los niños se hace notar en

buena parte de su producción literaria.

Sin embargo, lo más importante de éste cuento en concreto es que es el crío quien sufre las

consecuencias, en cambio la mayor parte del resto de sus narraciones es un tercero quien

recibe dichas consecuencias, ya sea por actos de los pequeños u otros elementos ajenos.

El relato acaba de una manera bastante común entre los cuentos de Ocampo, Toñito

bautiza la soga con el nombre de Prímula, es aquí donde audazmente la escritora le da una

personalización aún más potente a la soga, ya que la prímula es una planta de hojas oblongas,

dentadas y de textura rugosa de color verde amarillento y algo más clara en el envés. La

comparación es obvia y hace que el lector pueda llegar a mascar el ambiente funesto y

ligeramente amargo del final del cuento.

Como anteriormente hemos mencionado, el desencadenante de la muerte de Toñito se debe

a que la soga, mientras estaba jugando con ella como siempre, le tocó el pecho y le clavó la

lengua en dicho lugar, provocándole la muerte.

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

Podemos sacar varias conclusiones de este relato, como algunas de las características que

han marcado a Silvina Ocampo a lo largo de su carrera.Este cuento refleja perfectamente el

surrealismo adquirido por la autora procedente de sus maestros pictóricos cosa que arrastra

Ocampo por toda su narrativa.

Además, como ya hemos remarcado antes, el tema de los niños ligados a un horror y

crueldad ya sea con el papel de víctima o victimarios está latente en una parte generosa de sus

obras.

Álvaro Feria Pérez Algaba

VIAJE OLVIDADO

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

FRAGMENTO

Hasta que un día jugando en el cuarto de estudio, la hija del chauffeur francés le dijo con

palabras atroces, llenas de sangre: "Los chicos que nacen no vienen de París" y mirando a

todos lados para ver si las puertas escuchaban dijo despacito, más fuerte que si hubiera sido

fuerte: "Los chicos están dentro de las barrigas de las madres y cuando nacen salen del

ombligo", y no sé qué otras palabras oscuras como pecados habían brotado de la boca de

Germaine, que ni siquiera palideció al decirlas.

Entonces empezaron a nacer chicos por todas partes. Nunca habían nacido tantos chicos

en la familia. Las mujeres llevaban enormes globos en las barrigas y cada vez que las

personas grandes hablaban de algún bebito recién nacido, un fuego intenso se le derramaba

por toda la cara, y le hacía agachar la cabeza buscando algo en el suelo, un anillo, un pañuelo

que no se había caído. Y todos los ojos se tornaban hacia ella como faroles iluminando su

vergüenza.

Una mañana, recién salida del baño, mirando la flor del desagüe mientras la niñera la

secaba envolviéndola en la toalla, le confió a Micaela su horrible secreto, riéndose. La niñera

se enojó mucho y volvió a asegurarle que los bebes venían de París. Sintió un pequeño alivio.

Pero cuando la noche llegaba, una angustia mezclada con los ruidos de la calle subía por todo

su cuerpo. No podía dormirse de noche aunque su madre la besara muchas veces antes de irse

al teatro. Los besos se habían desvirtuado.

Y fue después de muchos días y de muchas horas largas y negras en el reloj enorme de la

cocina, en los corredores desiertos de la casa, detrás de las puertas llenas de personas grandes

secreteándose, cuando su madre la sentó sobre sus faldas en su cuarto de vestir y le dijo que

los chicos no venían de París. Le habló de flores, le habló de pájaros; y todo eso se mezclaba a

los secretos horribles de Germaine. Pero ella sostuvo desesperadamente que los chicos venían

de París. Un momento después, cuando su madre dijo que iba a abrir la ventana y la abrió, el

rostro de su madre había cambiado totalmente debajo del sombrero con plumas: era una

señora que estaba de visita en su casa. La ventana quedaba más cerrada que antes, y cuando

dijo su madre que el sol estaba lindísimo, vio el cielo negro de la noche donde no cantaba un

solo pájaro

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

El título hace referencia a la incertidumbre de la joven Germaine sobre donde vienen los niños, más concretamente al mito de la cigüeña, en el que se dice que las criaturas vienen desde París.

Germaine asegura que los niños no vienen de Paris, sino que yacen en el vientre de la madre hasta el momento en que salen al exterior por el ombligo. A partir de ahí, se fijará en cuantas madres embarazadas la rodean, y sentirá vergüenza por sus palabras. Las personas que la rodean le dirán lo contrario, partidarios del mito. Pero irónicamente la niña buscará de alguna forma que le sigan contando el cuento de París, hasta que su madre, después de un tiempo, le confesará que no es así, y en ese momento, la madre pasará a ser una desconocida para la pequeña, careciendo ya de credibilidad alguna sus palabras.

Este cuento forma parte de su primera obra, la cual despreció con el paso de los años. Sus obras se caracterizan principalmente por la frialdad y crueldad de algunos de sus personajes, y como se puede apreciar en el cuento Viaje Olvidado, la protagonista no deja de ser una criatura con un carácter más bien seco y distante, e incluso se podría decir que tiene a caracterizarla con matices sádicos, refiriéndose a la forma de expresarse de la niña.

Lo que más llama la atención, sin embargo, es la inocencia de alguna forma trágica de la protagonista, resaltando el dolor que sienten los más pequeños cuando descubren la verdad que se esconde tras los mitos contados por los mayores.

Rieke Bootsman

Selección de páginas webs de interés

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

En el siguiente apartado ponemos a disposición del lector, una serie de páginas webs donde

podrá encontrar toda la información que necesite sobre Silvina Ocampo.

En las siguientes 17 primeras páginas puede buscar todo lo que necesite sobre la vida y la

obra de Silvina:

-Resumen de su vida y obra:

http://www.literatura.org/Ocampo/Ocampo.html

-Pequeña reseña de su vida y algunos de sus poemas:

http://www.amediavoz.com/ocampo.htm

-Biografía (no académico): http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ocampo_silvina.htm

-Artículos:

http://www.lanacion.com.ar/676245-silvina-ocampo-adolfo-bioy-casares-extrana-pareja

http://www.lanacion.com.ar/1516117-el-extrano-mundo-de-silvina-ocampo

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1853001X2011000100011&script=sci_arttext http://

abc.gov.ar/lainstitucion/autoresargentinos/ocampo.htm

http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2008/12/30/_-01831113.htm

-Artículo (no académicos):

http://www.mujerynegocios.com/articulos/articulo820-machado.asp

http://www.revistacriterio.com.ar/cultura/silvina-ocampo-la-subversion-del-orden/

http://old.clarin.com/suplementos/cultura/2002/09/14/u-00211.htm

-Espejos y vidrios deformantes: la poética antirrealista de Silvina Ocampo, Carolina

Maranguello: http://www.celarg.org/int/arch_publi/maranguello.pdf

-La Furia y otros cuentos de Silvina Ocampo, aparecida en El GRILLO DE PAPEL Nº 4.

1960. http://www.lamaquinadeltiempo.com/Castillo/furia.htm

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

-Sobre Silvina Ocampo por Sylvia Mohillo:

http://lacantonal.com.ar/Talleres/Oralidad/sobreS_O.html

- Influencia del surrealismo en los primeros relatos de Silvina Ocampo, Jesús Abderrahmán

Medellín Chávez: http://148.206.53.231/UAMI13811.pdf

-Lewis Carroll precursor de Silvina Ocampo en La torre sin fin, Natalia Biancotto:

http://recursos.educ.ar/congreso-literatura/files/2010/08/Natalia-BIANCOTTO.pdf

-Archives Virtuelles Latino-Américaines:

http://www.mshs.univpoitiers.fr/crla/contenidos/ESCRITURAL/ESCRITURAL5/

ESCRITURAL_5_SITIO/PAGES/Dossier_genetico.html

Las siguientes páginas son vínculos a libros en los que se hace referencia o se habla de su

obra:

-Fantasies of the Feminine: The Short Stories of Silvina Ocampo, Escrito por Patricia Nisbet

Klingenberg

http://books.google.es/books?

id=DD4XQsRrCQC&printsec=frontcover&dq=silvina+ocampo&hl=es&sa=X&ei=jaLUUL

WPB8KKhQekm4C4BQ&ved=0CFAQ6AEwBA

-Childhood in He Works of Silvina Ocampo and Alejandra Pizarnik, Escrito por Fiona Joy

Mackintosh

http://books.google.es/books?

id=lycLOxqr7zoC&printsec=frontcover&dq=silvina+ocampo&hl=es&sa=X&ei=jaLUUL

WPB8KKhQekm4C4BQ&ved=0CGUQ6AEwCA

-América, n° 17: Le fantastique argentin, Escrito por Collectif

http://books.google.es/books?

id=0B5Rcn3b9NAC&pg=PA233&dq=silvina+ocampo&hl=es&sa=X&ei=faLUUKrzHIyz

hAf-nYDwBQ&ved=0CFQQ6AEwBTge

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

-Temps et écriture dans l'œuvre narrative de Silvina Ocampo, Escrito por Annick Mangin

http://books.google.es/books?

id=Vy5DrjeWEpQC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=

onepage&q&f=false

-Antología de la literatura fantástica, Editora y distribuidora hispano americana.

http://biblio3.url.edu.gt/Libros/borges/borges.pdf

-Hispamérica, 1972-2009

http://www.jstor.org/discover/10.2307/20542140?

uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21101485958563

-Entre mujeres; Colaboraciones, influencias e intertextualidades en la literatura y el arte

latinoamericano, Maria Claudia André y Patricia Rubio:

http://books.google.es/books?

id=YjohLr1L7AC&pg=PA167&lpg=PA167&dq=silvina+ocampo+y+alejandra+pizarnik&so

urce=bl&ots=ANJLUmcADA&sig=5i0kL4wj6wgPKnoLpW_sRJf_dQ8&hl=es&sa=X&ei=xi

XDUKLnIoe60QW2jYA4&ved=0CEAQ6AEwAg#v=onepage&q=silvina%20ocampo%20y

%20alejandra%20pizarnik&f=false

-La América real y la América mágica a través de su literatura, Escrito por Mercedes Suárez

Fernández

http://books.google.es/books?

id=FY9vDgBNqwEC&pg=PA95&lpg=PA95&dq=silvina+ocampo+critica&source=bl&ots=3

R2AmWHNkK&sig=gH178ZwoRk9nTBqmWEmoLxxLVP4&hl=es&sa=X&ei=tCLDUMK

XPNKWhQe5wYHwAg&ved=0CHkQ6AEwCQ#v=onepage&q=silvina%20ocampo

%20critica&f=false

Montagud L. Elena. Lo fantástico. http://www.ociozero.com/23102/lofantastico-y-lo-

siniestro-en-la-narrativa-de-silvina-ocampo-los-ninos.

Polubdune, Judith. Las lecturas.

http://www.google.es/urlsa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=5&ve

d =0CE8QFjAE&url=http%3A%2F%2Fwww.celarg.org%2Fint%2Farch_publi

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

%2Fpodlubneb5.pdf&ei=yX_lUMWBMMWw0QWX44C4DQ&usg=AFQjCNFk0OCmHi

WLcPXbOjlT85qzg7c9sg&sig2=XUXGn9IhcCgjyAEM567XTA&bvm=bv.1355534169,d

.d2k&kb=1.

-La narrativa de Silvina Ocampo: entre la tradición y la vanguardia, María Bermúdez

Martínez: http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7290/1/ALE_16_10.pdf

En estas 5 últimas páginas se puede hallar información sobre el cuento Cornelia frente al

espejo, del que se hizo una adaptación cinematográfica. Por tanto, en estas webs se encuentra

todo referente al film.

http://www.imdb.es/title/tt2033971/

http://www.imdb.com/title/tt2033971/

http://www.filmaffinity.com/es/film680864.html

http://www.cinenacional.com/pelicula/cornelia-frente-al-espejo

http://www.otroscines.com/criticas_detalle.php?idnota=6770

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20700-Introducción a los Estudios Literarios Dossier de autor

¿Por qué Silvina Ocampo?

Elegir un autor, es siempre un asunto difícil, porque en toda elección se abandonan, o

descartan, muchos otros autores, ¡tantos!, igualmente valiosos y queridos; y hasta quizás

más. Pero había que elegir uno, es cierto —uno es un número egoísta, si lo pensamos bien,

mucho más que cero— y elegimos a Silvina. ¿Por qué?, ¿por qué ella y no otro? A Silvina

le hubiera gustado que fuera el azar el que nos llevara hasta ella. Así que vamos a imaginar

que sí, que fue cosa del destino, que un día todos sin querer nos topamos con Silvina, y la

leímos y la hicimos nuestra; y que convivimos entre pelucas saltarinas, entre pasteles

insólitos o peines perfumados, y otros tantos, tantos objetos; y de pronto nos miramos en

su espejo, en ese espejo mágico e incierto que es su arte, y su imaginación descomunal,

desmesurada.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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