Propuestas Sobre El Humor de Luis Pescetti

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Tres propuestas sobre el humor (1) (Luis Pescetti) Este texto fue escrito como prólogo a una antología de humor en la narrativa que editó Alfaguara España, con el mismo título, en el año 2000. En él se aborda el tema del humor en general. "… Oh, quién nos rescatará de la seriedad para llegar por fin a ser serios de veras en el plano de un Shakespeare, de un Robert Burns, de un Julio Verne, de un Charles Chaplin. ¿Y Buster Keaton? … ¿Por qué diablos hay entre nuestra vida y nuestra literatura una especie de "muro de la vergüenza"? En el momento de ponerse a trabajar en un cuento o una novela el escritor típico se calza el cuello duro y se sube a lo más alto del ropero… nuestro escriba sentado asume la solemnidad del que habita en el Louvre tan pronto le saca la fundita a la Remington, de entrada se le adivina el pliegue de la boca, la amarga experiencia humana asomando en forma de rictus que, como es notorio, no se cuenta entre las muecas que faciliten la mejor prosa. Estos ñatos creen que la seriedad tiene que ser solemne o no ser; como si Cervantes hubiera sido solemne, carajo. Descuentan que la seriedad deberá basarse en lo negativo, lo tremendo, lo trágico… " Julio Cortázar "… lo suyo en literatura fue el humor, la risa con que se curaba y con que curaba a la gente de los males de su tiempo, del oscurantismo, de la intolerancia de esas inmensas verdades excluyentes y de la podredumbre solemne de las más altas instituciones, de monarcas y papas. François Rabelais fue un gran médico del alma…" Alfredo Bryce Echenique "… gigantes que nos enseñaron a distinguir lo poético de lo cursi, lo importante de lo solemne, lo inteligente de lo ampuloso, lo serio de lo aburrido y la carne del pescado." Antonio Mingote "… ese humorismo reflexivo y crítico, tras el cual se oye latir el corazón…" Heinrich Böll "… cierta enciclopedia china que se titula "Emporio celestial de conocimientos benévolos". En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador,

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Tres propuestas sobre el humor (1) (Luis Pescetti)

Este texto fue escrito como prólogo a una antología de humor en la narrativa que editó Alfaguara España, con el mismo título, en el año 2000. En él se aborda el tema del humor en general.

"… Oh, quién nos rescatará de la seriedad para llegar por fin a ser serios de veras en el plano de un Shakespeare, de un Robert Burns, de un Julio Verne, de un Charles Chaplin. ¿Y Buster Keaton? … ¿Por qué diablos hay entre nuestra vida y nuestra literatura una especie de "muro de la vergüenza"? En el momento de ponerse a trabajar en un cuento o una novela el escritor típico se calza el cuello duro y se sube a lo más alto del ropero… nuestro escriba sentado asume la solemnidad del que habita en el Louvre tan pronto le saca la fundita a la Remington, de entrada se le adivina el pliegue de la boca, la amarga experiencia humana asomando en forma de rictus que, como es notorio, no se cuenta entre las muecas que faciliten la mejor prosa. Estos ñatos creen que la seriedad tiene que ser solemne o no ser; como si Cervantes hubiera sido solemne, carajo. Descuentan que la seriedad deberá basarse en lo negativo, lo tremendo, lo trágico… " Julio Cortázar

"… lo suyo en literatura fue el humor, la risa con que se curaba y con que curaba a la gente de los males de su tiempo, del oscurantismo, de la intolerancia de esas inmensas verdades excluyentes y de la podredumbre solemne de las más altas instituciones, de monarcas y papas. François Rabelais fue un gran médico del alma…" Alfredo Bryce Echenique

"… gigantes que nos enseñaron a distinguir lo poético de lo cursi, lo importante de lo solemne, lo inteligente de lo ampuloso, lo serio de lo aburrido y la carne del pescado." Antonio Mingote

"… ese humorismo reflexivo y crítico, tras el cual se oye latir el corazón…" Heinrich Böll

"… cierta enciclopedia china que se titula "Emporio celestial de conocimientos benévolos". En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador,

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(b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas." Jorge Luis Borges

¿Cómo escribir sobre el humor sin traicionarlo? Bastará que figure la palabra humor en cualquier título para que uno sepa que el lector saldrá defraudado. Habría que decir pasen a la selección de textos, sin demoras; pero es demasiado lo que queda afuera si sólo hablamos de risa. Deja un gusto triste, como de bufón que una vez que hizo cosquillas se le invita a retirarse. ¿Y todo lo del humor que no tiene que ver con la risa? De eso se ocupa esta introducción, de aquello con que están cargadas las palabras. No con vocación de coleccionista que atraviesa mariposas con alfileres, una al lado de otra: sus nombres en papelitos blancos; sino con el placer de desarmar juguetes. Como diría Cortázar, no buscamos una risa de fin de semana, un paréntesis de tour exótico, sino una mirada de poeta burlón, implacable.

Aunque el humor, como todas las cosas, se resiste a que le abran la barriga; procedamos a destriparlo con curiosidad de niño que desarma un reloj, no para matar el misterio, sino para ensanchar el placer.

I

La comedia tiene su origen en los cultos a Dionisos que fue un dios que se salvó por poco. Zeus estaba casado con Hera, que antes había sido su hermana y tenía problemas de conducta. Era celosa, violenta y vengativa, capaz de quitar la vista o provocar tempestades cuando la contrariaban. Por otra parte, Zeus, entre licencioso, dios de dioses, y marido que se las arreglaba como podía, se unió con una tal Sémele. Ella queda embarazada de Dionisos, pero muere antes y Zeus lo cose a su muslo y así nace dos veces (lo que hoy llamaríamos un parto complicado). Una personalidad como la de Hera, como es de imaginar, tomó a mal esa aventura de su marido y descargó su furia contra Dionisos. Ordenó a los Titanes que lo despedazaran, cosa que ellos no sólo hicieron con gusto, sino también con sabor ya que después se lo comieron. Afortunadamente intervino Rea que, como todas las abuelas, se aplicó a componer los dislates cometidos por los padres, reconstruyó a Dionisos y lo devolvió a la vida. Zeus lo puso a salvo alejándolo

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de Grecia y al muchacho lo criaron unas ninfas. Ya adulto descubrió la vid y sus bondades; pero Hera, que lo tenía entre ceja y ceja, lo enloqueció. En ese estado salió a recorrer el mundo acompañado por un ejército salvaje de sátiros y ménades (sacerdotisas), época durante la cual si bien tuvo varias victorias, también cometió desmanes y crímenes. Lo curó Cibeles, cuya fuente está en el Paseo de la Castellana, diosa que personificaba la potencia vegetativa. Finalmente el poder de Dionisos, alias Baco, fue reconocido y ascendió al cielo no sin antes imponer su culto, las Bacanales.

Estos ritos, probablemente originados en primitivas celebraciones del retorno de la primavera, eran unas fiestas caracterizadas por el desenfreno, el éxtasis y cierto libertinaje. Se celebraba la alegría de vivir, y durante varios días se bebía vino en abundancia. El festejo pasó de Grecia al imperio romano. Sumó cortejos enmascarados y luego, más elaboradamente, continuó con coros que desfilaban e iban satirizando al público con ataques y críticas.

La evolución continuó y así como la tragedia evocaba lo oculto y trascendente, la comedia se ocupó de reflejar la actualidad. A falta de medios de comunicación y revistas como La Codorniz, de España, o Tía Vicenta de Argentina, en la Antigua Grecia el dramaturgo hacía la crítica pública. Aprovechaba la oportunidad de las Grandes Dionisias, que se celebraban cada primavera, días en los que cundía cierto "desgobierno", en los que nada era sagrado, por lo tanto nada castigado, y con sus obras podía condenar al tirano, satirizar a oscuros filósofos, cuestionar el dominio masculino, mofarse de la moralidad sexual y convertir a los dioses en objeto de escarnio, como cuenta Boorstin. "Castigo público" que no debía ser muy fácil de sobrellevar pues, si la obra era exitosa, sobre una población de la antigua Atenas de unas 35.000 personas, asistían hasta 15.000 espectadores. Hacia el 420 a.c. Aristófanes logró grandes éxitos con sus comedias.

Estas fiestas dionisíacas, en la antigua Grecia, están vinculadas con las Saturnales de Roma, días consagrados a Saturno, a quien también se le atribuía el haber enseñado a trabajar la tierra, el cultivo y la poda de la vid. Eran fiestas para mayores, por decirlo de alguna manera, y en las cuales se subvertían las clases sociales, los esclavos mandaban a sus señores y a estos les tocaba hacerles de camareros. ¿Por qué esa inversión de papeles?, seguramente porque así dramatizaban un mito: el

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pueblo hacía, ritualmente, a sus jefes, lo que Saturno había hecho con su padre, Urano: castrarlo y destronarlo. De esta manera se explica que en esos días las autoridades perdieran sus atributos y debieran someterse a quienes eran sus inferiores.

Al igual que los cuentos y los juegos tienen sus raíces en antiguos ritos y en los mitos(1), lo cómico está vinculado a esos viejos ritos de fertilidad. La comedia clásica, antes de ser una representación, donde muchos espectadores observan a unos pocos actores, fue un ritual colectivo de alegría de la vida y de fertilidad. Como explica Dann Cazés, una celebración del retorno de la primavera, pues con ella el dios resucita y vuelve a liberar al pueblo de las prohibiciones a las que estaba sometido; un carnaval en el que se violan reglas sagradas por devoción a una divinidad más alta.

Mijail Bajtin encuentra que este modelo carnavalesco está presente en toda la historia de la literatura, con su …visión desenfadada de la vida y una actitud subversiva respecto al esquema de valores y jerarquías de la sociedad establecida, a la que somete a la crítica a través de la sátira, la degradación paródica, y la ruptura de tabúes… Elementos fundamentales… serían la exaltación de los goces de la existencia corporal,… la espontaneidad en la conducta y en el hablar…(2)

Toda la potencia, el carácter revoltoso y lo esencial del fenómeno humorístico se sintetiza en ese fértil y magnífico chisme familiar que son las historias mitológicas, y en los cultos y prácticas que derivan de ellas. Podríamos tomarlas como alegorías del humor. Y, a al revés, imaginar que textos como los de esta antología, con su trasgresión de las reglas y su desborde vital, son una continuación de aquellos lejanos ritos.

II

El humor se presenta de muy diferentes maneras. A veces nos reímos con un escrito que ridiculiza a un funcionario y a veces porque alguien se cae en la calle. Hay quienes se ríen de un chiste ingenuo y hay quienes lo hacen de una malformación. Hay risa que surge de vencer y destruir. La de los sádicos se regocija del sufrimiento ajeno, incluso provocándolo.

El humor no es moralmente neutro, ni está desligado de las relaciones de poder. Puede ser complaciente con él, y este tipo de comicidad es muy activa bajo formas autoritarias de relación: cuando el "humor oficial" de un país, una institución o

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una familia, adopta los modos más pueriles y sumisos. Cómicos de cuarta burlándose de borrachitos, extranjeros, vagos, náufragos y cualquier cosa que quede a mil millas náuticas del aquí y ahora. Es una risa que podríamos llamar de fuga, ya que intenta ocupar el lugar de lo que no se puede decir. Busca llenar esos huecos de verdades con chistes que distraigan. Pretende que el humor sea entretenido, o que esa sea su función: distraer. En otras palabras, que sea inocuo y esconda la realidad.

El humor puede señalar la necesidad de cambio, pero también ser un instrumento conservador. La más miserable cuota de poder logra que alguien se sienta con derecho a burlarse de otro sólo porque es extranjero, blanco, negro, verde, sensible o nuevo en la comunidad.

Hay un humor más grosero asociado a una sensibilidad más grosera, y hay otro más complejo y sutil que corresponde a una sensibilidad más compleja y sutil. Con esta antología se verá que no nos interesa todo el humor, sino cierto tipo. No uno desligado de la sensibilidad, de la emoción, o aliado al poder contra el débil; sino el que reacciona y desafía; el que nos confronta con la realidad; el de quien se ríe de los demás mostrando que hay que reírse de uno mismo; el que pone a los Manolito Gafotas, Oskar, Martín Romaña, Fendetestas, por encima de las instituciones; el que es expresión de una vitalidad gozosa. El de El Malvado Carabel(3), cuando es robado al querer robar, y sigue aferrado a su ilusión, sin rendirse ni traicionarse, revelándonos un territorio humano en el que podemos ser invulnerables. El de El bodegón de las cebollas(4) que no esquiva esa época de posguerra que Alemania no sabía cómo enfrentar. ¿Qué quiere decir llorar con cebollas? Tal vez que estábamos tan duros que necesitamos las cebollas para salir de nuestra parálisis, que éramos tan hipócritas que recurríamos a las cebollas, como si no hubiera motivos en la vida; o más y más (favor de no interpretar un símbolo para cerrarlo, sino para abrirlo).

III

El efecto cómico surge de un juego de tensiones entre algo que se nos presenta: el Carlos Marx, historia de un tipo chévere(5), y otra cosa a la que eso alude: el Marx "histórico" del que siempre supimos. Si no hay noción de un modelo, de la regla que se transgrede, lo cómico no se produce. Todos sabemos cómo es una partida de ajedrez, por eso el disparate

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surge cuando Woody Allen cuenta una que se desarrolla por correspondencia (6).

Lo que se nos propone no lo hace respetando al modelo, sino que intencionalmente (sino sería humor involuntario) se introducen cambios, desplazamientos en relación a la norma. En Formulario(7), Millás, con aparente transparencia, repasa el trámite migratorio para entrar a Estados Unidos y lo hace de tal modo que lo que para algunos será normal, lo vemos absurdo en función de la seguridad y la entrada a un país (¿Pretende entrar a los Estados Unidos para realizar actividades criminales o inmorales?, señale la casilla que corresponda).

Tampoco se salva el código del lenguaje, como en: Perro de San Bernaldo(8) de César Bruto (donde, por cierto, nos preguntamos cuan bajo estará alguien para que aspire ser perro), y en: Patán d ls mns(9) de Masliah. Ni la lógica, como ocurre en Desayuno(10) de Cortázar, o en Esperando a Godot de Beckett(11). Ni las metáforas, como cuando Jardiel Poncela nos alerta que va a utilizar una: ¡Allá va! (con lo cual la equipara a un ladrillo).

De paso vemos algunos recursos humorísticos: exageración, inversión, la convivencia de mundos dispares, como con Caperucita(12) en donde se mezcla el cuento tradicional y el modelo de lo políticamente correcto. La chispa surge de esta clase de encuentros insólitos: partida de ajedrez-correo, políticamente correcto-cuentos infantiles, o fantasma-ladrón, como en El alma en pena de Fitz Cotovelo.

El juego humorístico es un hecho que refiere a otro, y con el cual guarda una relación crítica que se expresa con un planteamiento paródico, absurdo, disparatado, irónico, satírico. Genera una tensión entre el ideal que uno propone y un "no-ideal", una incongruencia, que el discurso humorístico denuncia (de hecho es un detector de incongruencias). Cuánto más alto se haya querido mostrar, más brutal será el impacto de contrastarlo con una imagen de sí mismo que lo aterriza en un segundo. Esta risa irreverente, surge de desenmascarar la hipocresía, o de proponer reglas diferentes a las aceptadas.

IV

El humor es un tema de óptica, mejora la vista. Llevamos siglos de leer la vida según el poder, la manipulación de valores o una tergiversación de la cultura, entonces llega el humor y barre esos espejismos con su dimensión humana de la realidad.

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Consigue sacarle una foto a los dioses (sean de derechas o de izquierdas, de arriba o de infiernos) no mientras están en escena, que es cuando ellos quisieran, sino un minuto antes de salir, cuando están en el baño de los camerinos, al quitarse el maquillaje o cuando salen del teatro y ningún taxi les hace caso.

Al desacralizar nos enseña que siempre hay tramoya, escenografía de cartón pintado, y así nos deja en libertad. El humor despierta. Si nosotros fuéramos Lázaro, el humor tiene el poder de regresarnos del letargo fatal, pero no diciendo que nos levantemos, sino más bien: ¡Eh! ¿¡Te estabas creyendo eso?!

El héroe clásico mata al dragón y libera a la Princesa, el héroe cómico "mata" a la autoridad y "libera" a su grupo.

El humor es siempre un disparo contra la autoridad. Esta puede encarnarse en una persona real, una institución, el gobierno, una imagen religiosa. Pero también, en un sentido más amplio de la palabra, en los códigos sociales de buen comportamiento, el reglamento de tránsito, valores éticos, horarios, planificaciones, tecnología. En un sentido más extenso aún, la lógica es un principio de autoridad; así como las reglas del lenguaje, las gramaticales, las de ortografía; los impuestos. Lo que creció con desmesura, o ganó tanto consenso que aplasta. Y todo aquello que de algún modo imponga un límite: el principio de realidad; el miedo; una enfermedad; la muerte; la tarifa telefónica.

Contra eso se rebela el héroe cómico alertándonos de la estupidez ajena y propia. Como señala Jacqueline Held, esa toma de distancia que es el humor ayuda a juzgar en vez de padecer, observar con perspectiva nuestros problemas constituye una actitud activa opuesta a la resignación (ver Maruja Torres convirtiendo un adiós en rabiosa y vengativa receta de cocina(13) o una conquista frustrada en una valoración de la cultura).

Nos devuelve la humanidad, cuando la burocracia, la prepotencia, una enfermedad, un fracaso nos la han hecho perder. Estamos de acuerdo en que bañarse es bueno, pero si vive en una pensión en París y lo hace diario y es un estudiante sudamericano: debe ser que tiene alguna enfermedad rara. Y así Bryce Echenique rescata en dulce venganza sus años de estudiante recién llegado, sometido a la mirada de los locales.

Por alguna razón tendemos a endiosar, y lo hacemos sin darnos cuenta. La idealización es como una ceniza al revés, porque no

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nos ciega con su opacidad sino con su brillo. Se va depositando desde el primer día que conocemos algo, y cuando queremos darnos cuenta, ya brilla demasiado y nos paraliza. Viene a cuento que Sémele, la madre de Dionisos, le pidió a Zeus que se muestre en todo su esplendor. Él, que seguramente le había dicho "Lo que quieras, mi amor", la complace y ella muere carbonizada por el poder de sus rayos. No es casualidad, entonces, que su hijo inspire a los que echan tierra sobre cualquier cosa que brille demasiado.

Endiosamos a los dioses mismos. De ello se encarga Darío Fo con dos personajes tan marginales que un milagro podría perjudicarlos (14). Wenceslao Fernández Flores (15), con sutil y deliciosa ironía, pone a un alma en pena a decidir entre visitar a un santo o ir a Cuba (con lo cual equipara una cosa y la otra). Partiendo de la noticia de que destituyen a un pastor por no creer en Dios, Millás (16) hace un desarrollo sobre los peligros de la fe, pasando por el colesterol y el verano.

Pero así como se endiosa hacia arriba, se endiosa hacia la izquierda, un lugar menos frecuentado por los desacralizadores, y por eso viene tan bien Los dinámicos (17) un texto impecable de una autora cubana, en el que desnuda una asamblea (y más también). Al igual que el texto de Samper (18) sobre Marx como un amante de la buena vida, que dejó embarazada a su criada, que hubiera usado tarjeta de crédito y sufría de hemorroides. Los dos nos recuerdan que la izquierda también produce mármol. Samper y Fo no se meten con Marx o con Jesús, sino con cómo nos los han transmitido. Más que disparar contra ellos lo que hacen es rescatarlos de un secuestro solemne, para que dejemos de pagar peaje por acercarnos. Muy próximo encontramos un dios moderno: el pensamiento políticamente correcto. James Finn Garner toma sus tópicos y los concentra exagerando su uso. La versión políticamente correcta de Caperucita nos revela tanto el disparate y el despropósito fanático de esa tendencia, como su autoritarismo subyacente.

Se endiosa a Dios a Marx, a las asambleas socialistas, a lo políticamente correcto; pero también se endiosa el amor, ella, él (léase con un suspiro). Contra todo hipnotismo edulcorado se van Fontanarrosa (19), Ibargüengoitia (20) y Monterroso (21). Fontanarrosa más por el lado de la campiña italiana, Romeo y Julieta. Ibargüengoitia por los de la oscura pasión de un triángulo amoroso, mostrando toda la gimnasia frustrante que abunda en esas situaciones. Monterroso, en un texto que

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conviene leer sin apetito vertiginoso, pone al amor no como una pasión sin igual, sino como algo de lo que puedes llegar a enterarte mucho después.

En Conducta en los velorios (22) y El asesino de Papá Noel (23), se "hace el mal" para hacer un bien mayor, se desobedece el respeto al luto, y a la vida, como una manera de desenmascarar la hipocresía en un caso, y como denuncia a una sociedad con valores machistas en el segundo.

V

El humor tiene dos caras, una que dispara sobre la autoridad y subvierte las relaciones de poder, y otra ligada al placer. Dionisos, a pesar de su tortuosa infancia o quizás por ella, simboliza la emancipación de prohibiciones y tabúes, los desfogues, la exuberancia, el regreso a un caos inicial. No violento y amargo, sino delicioso y exuberante, como el que encontramos en El informe de Brodie de Jorge Luis Borges (24).

Una función del humor, tan esencial como la que desafía a la autoridad, es la que se entrega al placer. En el Discurso del oso (25) de Cortázar, por ejemplo, el eje no se construye en una dialéctica con la autoridad, sino en un juego sensual, que abandona el principio de realidad y adopta otra lógica, la del deseo, y va por la cañerías a lamerle la cara a la gente. En el humor también se da esta alteración del orden que es más suave, y transmite un gran gozo, a veces no exento de ironía, como en el capítulo de El polvo efervescente también de El Tambor de hojalata(26).

Pero aún cuando en estos ejemplos esa intención es más explícita, el mismo deleite está presente en toda esta antología, con su energía divertida y primordial. Así se invierte el orden temporal (como hace Cortázar en El tesoro de la Juventud), y da lo mismo desconocer la ortografía (Perro de San Bernaldo, y Patán d ls mns), la importancia de Hamlet (Dinamarca la del pollo Hamle t(27)), o tomar hipótesis científicas y convertirlas en anécdota familiar (y de una familia muy especial) como en Al nacer el día (28).

El humor impide que nadie se convierta en la estatua de sí mismo. Llevémonos el recuerdo de la pobre Sémele, una de las imágenes más delicadas y bellas sobre los peligros de la idealización; y el de quien la rescató de la muerte: su hijo Dionisos que, más allá de toda fiesta ruidosa, nos recuerda el cielo que merecemos no a pesar de ser animales y

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disculpándonos de esa vergüenza, sino por eso mismo. Por estar hechos también de la divina bestia, de historias fallidas, tropezones, de discursos pretenciosos, y volar en alfombras gastadas. El humor es la luz de la ceniza, y la ceniza de la luz.

México D.F., Buenos Aires, Mayo de 2000

Posdata

Perdone el amable lector las efusiones personales

Adolfo Bioy Casares

Llevaba días discutiendo conmigo y a la vez sin poder mantener esa discusión que el propio prólogo no admitía. Ya no cabía una pequeña aclaración aquí, ni otra frase que matizara una afirmación. En esas estaba cuando volví a encontrarme con la Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y en ella con esta idea exacta de una posdata en la que Bioy se despacha contra algunas afirmaciones que él mismo había hecho, veinticinco años antes, para el prólogo de la primera edición. A riesgo de ser acusado de impaciente (sólo pasaron unos meses) adopto esa idea que permite expresar que muchas percepciones se dan exactamente en el espacio que queda entre una afirmación y otra; o entre una fe y una duda, sin coincidir exactamente con ninguna de ellas. Escribir tiene esa lucha de un proceso lleno de elecciones, dudas, avances y retrocesos que la página limpia, impresa, escamotea al lector.

No encontré un buen lugar para hacer una aclaración que salta por obvia al ver la selección de autores, centrada en la lengua española: y es que abarca la segunda mitad del siglo XX. Esto responde tanto a mi propio placer como lector, como a las características de la colección, y con ella pretender un lenguaje de época que no implicara traducciones del tipo "esto debe haber sido humorístico por entonces". Como señala Bioy en ese prólogo, la literatura va transformando a los lectores, que exigen nuevas maneras de presentar los efectos literarios, sea la sorpresa o el humor. Pero tengo la impresión de que este cambio es más implacable con el humor; mucho más sensible, también, a los contextos y códigos internos, más allá de los cuales pierde toda eficacia. Sin embargo con esta elección quedan afuera obras hermosas tanto por su carácter fundacional, como por su actualidad: El Quijote, de Cervantes; Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais; Tristam Shandy, de

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Laurence Sterne; el Cándido de Voltaire.

Sólo intuitivamente pude resolver la pregunta de hasta dónde se encuentra humor. ¿Cuan extensa es nuestra definición? Hay, por supuesto, un humor que es más explícito, y otro de "grano fino". La ironía puede valerse de un complicado juego de referencias cultas, intertextuales, dirigida a exquisitos o a un reducido círculo familiar. Si nos alejamos de los territorios de la risa franca y admitimos cada vez más sutileza, llega un punto en que el lector necesitará una justificación sobre por qué "refinada" consideración llegamos a incluir un texto que no le mueve un pelo.

Me resulta difícil explicar por qué quedan afuera un autor como J.D. Salinger; la novela Mascaró del argentino Haroldo Conti; los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau; Saki; el cubano Zumbado; Santos varones I y II del español Luis Sánchez Polack, mejor conocido como "Tip"; Opiniones de un payaso de Heinrich Böll; el argentino Landrú; la revista española La Codorniz; Roald Dahl, entre otros. Imagen de John Keats de Cortázar, no es un libro de humor, como tampoco lo es Manual mínimo del actor de Darío Fo, sin embargo deberían estar como pulmones de esta antología.

Al comenzarla me propuse hacer un libro que lograra una mejor ubicación en las librerías que esos rincones deplorables a los que están condenados todos los que carguen la palabra humor en su título. Al adoptar el criterio de narrativa, lo hice en un sentido amplio, encontrando narratividad tanto en las formas consideradas propiamente como tales (cuento y novela), como en piezas teatrales y la crónica periodística. De todos modos quedaron afuera muchos textos, que están señalados en las citas de pie de página, y a cuya lectura los invito tal como si los hubiera podido incluir.

La elección y la disposición de las obras pretende evitar un recuento de museo, y ser un libro en el que los textos convivan más desordenadamente, dándose oxígeno y pasándose el micrófono, unos a otros. Imaginé una sucesión de entradas a escena, y ni siquiera en el peor de los circos salen una sola vez todos los equilibristas, luego todos los animales, luego todos los payasos, hasta agotar los participantes. Así esta selección está cruzada por ritmos y complicidades internas: los viajes, exilios, desplazamientos (personajes y autores nacieron en una parte y vivieron en otra, o están en tránsito); la oposición entre "lo viejo" y "lo nuevo"; el hombre tironeado entre el progreso-

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urbano y la utopía del regreso a un orden natural. Pero estas son sólo algunas y espero que ustedes descubran otras.

Varios meses después de haber escrito la frase final del prólogo, en el libro de Kerényi encontré algo que imprimió aún más significado a la metáfora sobre la ceniza y el humor. Cuando Zeus mató a los Titanes con su rayo… de las emanaciones de los muertos se formó hollín. Del hollín se hizo una materia y de esa materia surgieron los seres humanos… Esos restos del incendio no sólo eran hollín y cenizas, ya que los Titanes habían comido a Dionisos, y así el mito explica que el dios está en nosotros, pues esa ceniza que nos constituye… guardaba la sustancia dionisíaca que se hereda continuamente de ser humano a ser humano.

Notas

0. Claude Lévi-Strauss, Mircea Eliade, Vladimir Propp (ver Bibliografía).

0. Demetrio Estébanez Calderón (ver Bibliografía). 0. El bosque animado. Wenceslao Fernández Flores (Ed. Espasa

Calpe). 0. El tambor de hojalata, de Günther Grass (Ed. Alfaguara). 0. ¡Dejémonos de vainas! Daniel Samper Pizano (Ed. Plaza &

Janés). 0. Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. Woody

Allen (Ed. Tusquets). 0. Algo que te concierne. Juan José Millás (Ed. El País-Aguilar). 0. Lo que más me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy.

César bruto (Ed. de la Flor). 0. El animal que llevamos dentro y La buena noticia y otros

cuentos. Leo Masliah (Ed. de la Flor). 0. Ultimo round. Tomo I. Julio Cortázar. (Ed. Siglo XXI). 0. Ed. Tusquets. 0. Cuentos infantiles políticamente correctos. James Finn

Garner (Ed. Circe). 0. Cocina práctica, Maruja Torres, en Como una gota (Ed. El

País-Aguilar). 0. Moralidad del ciego y el tullido; del libro: Misterio bufo, Darío

Fo (Ed. Siruela). 0. El alma en pena de Fitz Cotovelo, del libro: El bosque

animado. Wenceslao Fernández Flores (Ed. Espasa Calpe). 0. Algo que te concierne. Juan José Millás (Ed. El País-Aguilar). 0. Las mujeres y el sentido del humor. Míriam Alonso. 0. ¡Dejémonos de vainas! Daniel Samper Pizano (Ed. Plaza &

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Janés). 0. Giovanni y Andrea, del libro: El mayor de mis defectos.

Roberto Fontanarrosa (Ed. de la Flor). 0. La mujer que no; del libro: La ley de Herodes, Jorge

Ibargüengoitia (Ed. Joaquín Mortiz). 0. La cena; fragmentos de: Cuentos fábulas y lo demás es

silencio. Augusto Monterroso. 0. Historias de cronopios y de famas. Julio Cortázar (Ed.

Alfaguara). 0. El idioma de los gatos. Spencer Holst (Ed. de la Flor). 0. Obras completas. EMECÉ editores. 0. Historias de cronopios y de famas. Julio Cortázar (Ed.

Alfaguara). 0. El tambor de hojalata, de Günther Grass (Ed. Alfaguara). 0. El libro del convaleciente. Enrique Jardiel Poncela (Ed.

Biblioteca nueva). 0. Memorias del mundo y otras cosmicómicas. Italo Calvino (Ed.

Siruela). Bibliografía

0. Claude Lévi-Strauss, "Antropología estructural", Ed. Paidós. 0. J. Chevalier A. Gheerbrant, "Diccionario de los símbolos", Ed.

Herder. 0. Daniel J. Boorstin, "Los creadores", Ed. Crítica. 0. Dann Cazés, "Lo risible como generador de nuevos mensajes

estéticos", Tesis, Universidad Nuevo Mundo, México. 0. Demetrio Estébanez Calderón, "Diccionario de términos

literarios", Alianza editorial. 0. E.R. Dodds , "Los griegos y lo irracional", Ed. Alianza

Universidad. 0. Jacqueline Held, "Los niños y la literatura fantástica, función y

poder de lo imaginario", Ed. Paidós. 0. Karl Kerényi, "Dionisios", Ed. Herder. 0. Mircea Eliade, "Lo sagrado y lo profano", Ed. Paidós. 0. Mircea Eliade, "Mito y realidad", Ed. Kairós. 0. Robert Graves, "Mitos griegos", Alianza editorial. 0. Umberto Eco, V.V. Ivanov, Monica Rector "Carnaval", Ed.

Fondo de Cultura Económica. 0. Walter Otto, "Dioniso, mito y culto", Ed. Siruela. 0. Vladimir Propp, "Las raíces históricas del cuento", Ed.

Fundamentos. Otro material de consulta:

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0. Henri Bergson, "La risa", Ed. espasa Calpe. 0. Gianni Rodari, "Gramática de la fantasía -Introducción al arte

de inventar historias-", Ed. Reforma de la escuela. 0. Sigmund Freud, "El chiste y su relación con el inconciente",

Alianza Editorial.

Tres propuestas sobre el humor (2)

"… Apolo prometía seguridad: «Comprende tu condición como hombre; haz lo que el Padre te dice, y estarás seguro mañana». Dionisio ofrecía libertad: «Olvida la diferencia y hallarás la identidad»… era un dios del goce… Y sus goces eran accesibles hasta a los esclavos… un dios del pueblo… hace posible que uno, por un breve tiempo «deje de ser uno mismo», liberándole de este modo… porque fue en esta época cuando el individuo, como el mundo moderno lo conoce, empezó a emerger de la antigua solidaridad de la familia y encontraba difícil de llevar la carga de la responsabilidad individual, a la que no estaba acostumbrado. Dionisos podía quitársela de los hombros…" Los griegos y lo irracional, E.R. Dodds, Ed. Alianza Universidad.

Portate bien Hace varios años, en distintas listas de Internet, colgué un mensaje pidiendo que me enviaran frases que recordaran de sus padres. La siguiente enumeración reúne las respuestas que llegaron desde: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, México, Argentina, Chile e Italia.

0. No rompas. 0. No te toques. 0. Pórtate bien. 0. Lavate las manos. 0. No grites. 0. Callate. 0. Hacé los deberes. 0. No vuelvas tarde. 0. Hablá correctamente. 0. Correte (quítate) 0. Vestite bien. 0. Ordená tu cuarto (tus libros, tus juguetes, etc.), sé ordenado. 0. ¡Cuidado! ¡No te caigas!. 0. Bajate de ahí. 0. No toques eso. 0. Cuidá a tu hermano.

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0. Saludá a la señora (señor, tía). 0. Da las gracias. 0. No me contestes. 0. Mirame cuando te estoy hablando (prestame atención cuando

te…). 0. No hablés con la boca llena. 0. No mientas. 0. Decí la verdad. 0. No comas con las manos. 0. No seas chancho. 0. Caca, eso no se toca. 0. Estate quieto. 0. Lavate las manos antes de comer. 0. Acabate el plato, cometelo todo, acuérdate de los niños que

pasan hambre. 0. Usa el tenedor como te dije. 0. Pipí y a la cama. 0. Haz las paces con tu hermano. 0. No que luego no comes. 0. Qué tienes en la mano, trae eso acá, déjame ver. habla en voz

alta que te oiga. 0. Pide perdón. 0. No te metas los dedos en la nariz. 0. Los niños no lloran. 0. Juega con tus primos. 0. ¿Verdad que tu sí le haces caso a tu mamá? (a un amigo

delante de nosotros). 0. ¿Así le contestas a tu mamá? 0. A mí no me gusta regañarte. 0. Te ves muy feo cuando lloras. 0. Mira como tu primo sí come. 0. Eso no es juguete. 0. Comé la sopa caliente. 0. Abrigate que hace frío. 0. Andá a darle un beso a tu abuela/o, tíos etc. 0. Limpiate los zapatos. 0. Deja de molestar, que ya fuiste al baño una vez. 0. Te lleno la cara de dedos. 0. No te muerdas las uñas. 0. No se canta en la mesa. 0. Saca los codos de la mesa. 0. No aceptes nada de un desconocido. 0. Y tu mamá ¿sabe que estas acá? 0. Comé con pan, andá ¿qué te cuesta?

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Bastaría con afirmar: de eso se defienden y se ríen los niños, pues cuando uno lee textos de humor infantil, aparece la rebelión contra esos mensajes, la reacción de lo que en nosotros se resiste a ser "normalizado". Por decirlo de otra manera: esas son algunas de las frases que se le dicen a los niños y buena parte del humor infantil es la respuesta a ellas (o lo que los niños responderían).

Para inventar textos a partir de estas expresiones, podríamos hacer lo mismo que sugiere Rodari (1): aprender a oír y seguir las resonancias interiores que cada una de estas expresiones nos provocan. Escuchar los ecos escondidos de estas palabras.

Constantemente estamos bombardeados por distintos tipos de "restricciones", imposiciones, situaciones de autoridad. El humor es una manera simbólica o real de vencer o burlar esa autoridad, trastocar sus reglas, desobedecer sus mandatos. Por decirlo rápido: simbólica cuando no obra en la esfera del "malo" (éste ni se entera pero nosotros nos sentimos aliviados). Real cuando tenemos que saltar por la ventana o levantan un programa de tv o secuestran una revista, por "exceso de sátira".

El héroe cómico nos libera del peso de la autoridad, de cumplir con planificaciones y órdenes. Su humor se dispara cuando la autoridad se convierte en dogma y el punto de vista en una manera excluyente de ver las cosas. Subvierte los valores, haciéndonos reír de lo que nos preocupaba y volviendo importante lo que era trivial. Genera una porción de caos en la que es posible "barajar", mezclar las cartas de nuevo y, entonces, el eterno vencido es superior a su eterno vencedor. En ese momento de burla, él le gana a todas las hazañas pendientes de cumplir y a todos los malos que quedan por vencer. Nos da un poco, o mucho, de victoria cuando se ríe de un poderoso, ya que ni el más poderoso está a salvo del chiste. Con el chiste es como si dijéramos: "Afuera gobiernan tus reglas, pero adentro mío estoy libre de tÍ". Desde esta óptica puede formar parte del juego democrático. En el sentido que se ocupará de señalar los errores y excesos de la autoridad en turno.

¿De qué se ríen los chicos?

Esa es la primera pregunta que debemos hacernos, junto a ¿hay un humor que es el humor de los niños y "otro humor" que es el de los adultos (2)? Los niños se ríen:

. De rebelarse contra la autoridad, así estén representados por:

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0. una persona. 0. una institución. 0. una regla de comportamiento (incluye los límites). 0. valores impuestos. 0. 0. En esta categoría podemos incluir: 0.

0. De invertir los roles (la "inversión" es un mecanismo básico del humor)

0. De trastocar "las cosas tal como son" o se las conoce (en procedimiento y contenido):

0. reglas de lenguaje. 0. formas lógicas. 0. principio de realidad. 0. convenciones sociales. 0. De jugar aludiendo, o modificando, cosas

conocidas: 0. historias ya conocidas. 0. imitaciones y parodias. 0. caricaturas. 0. De lo que da miedo (desafiarlo, vencerlo, real o

simbólicamente, humillarlo): 0. autoridad. 0. "enemigos". 0. enfermedad. 0. accidentes (humanos, naturales). 0. muerte. 0. fuerzas desconocidas, ocultas, mágicas. 0. abandono. 0. rechazo (exclusión). 0. De "castigar" la falla (humillar el error). Paradójicamente, así

como necesitamos librarnos de una autoridad, de una regla, o de determinado poder, también nos burlamos del que falla con respecto a esas convenciones, usos o "normalidades".

0.

0. en el cuerpo: accidentes, achaques de la edad, enfermedades, deformaciones, etc.

0. de la mente: locos, bobos, distraídos, etc. 0. del carácter: inadaptados sociales (borrachos,

prostitutas, mal—humorados, hippies). 0. De la pérdida de control (trabalenguas, juegos rítmicos). 0. De un campo más general al que podríamos llamar lúdico,

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donde lo que parece predominar es el goce en sí mismo. Un momento de expansión, libertad, sumamente placentero; sin dialéctica con la autoridad o una norma (al cual ya se hizo referencia en La Mona Risa, al dar el ejemplo del Discurso del oso de Cortázar).

0. En realidad esos son motivos de risa idénticos a los de los adultos, no hay dos tipos de comicidad. A medida que se crece, lo cómico no varía en su naturaleza, sino en matices, temática y complejidad. Al tratar de comprender el humor infantil se despejan aspectos de lo cómico en general, y viceversa.

Lo que varía es el grado de complejidad de la información y la complejidad de las reglas puestas en juego; si se trata de una inversión o una exageración, en los adultos será más complicada o abstracta, o sobre datos que no se manejan en la infancia; pero no responden a dos órdenes completamente diferentes. Desde el punto de vista de los mecanismos, también es uno solo.

¿Por qué les atraen tanto los chistes?

La respuesta más simple es: por lo mismo que a los adultos, porque divierten, causan placer y permiten burlarnos de algo que nos pesa o preocupa, con lo cual dan cierta sensación de superioridad en relación a lo burlado, invierten una relación que nos desfavorecía. Pero, cuando se trata de niños, esa respuesta es insuficiente.

El humor está muy ligado al juego. Para que surja lo cómico la persona tiene que poder jugar con ideas y elementos y disponerlas de otro modo. El humor, al igual que el juego, se da en un terreno de "como si". El juego es una manera de conocer y discurrir el mundo, los chistes pueden ser una manera de conocer y discurrir las reglas del mundo y las reglas del lenguaje. ¿Por qué? Lo veremos más claro si nos planteamos: ¿Qué hace falta para que nos riamos? Para que haya risa tiene que haber un conocimiento mínimo, de contexto, de reglas de comportamiento y de lenguaje, de cómo es "lo normal", de saber si algo es adecuado en un momento. Sólo si está ese conocimiento, ya seamos el que lo hace o el que lo recibe, es posible reírse cuando algo se trastoca, se pone patas para arriba.

Lo humorístico, desde el punto de vista de quien lo produce, surge cuando intencionalmente ponemos algo patas para arriba, demostrando con eso que tenemos tanto dominio que lo

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presentamos al revés porque sabemos cómo se presenta al derecho. Acá podemos hacer una distinción: puede haber risa sin que haya humor (cuando nos hacen cosquillas), y puede ser gracioso sin que haya humor (si alguien se cae, podemos decir que fue gracioso, pero difícilmente podamos decir que fue humorístico). Para que haya humor, tiene que haber una intencionalidad por parte de quien lo produce. Intencionalidad que implica cierto dominio, control, conocimiento.

En caso de que el trastocamiento se produzca sin intención (una caída, algo que se nos resbala, decir una palabra por otra) nos resultará gracioso si es una pérdida de control de algo que normalmente controlamos. No es lo mismo caerse si uno camina bien que si uno tiene un problema motriz. No es lo mismo equivocar una pequeña parte de un discurso que decimos bien, a que todo el discurso sea un desastre. Tampoco es lo mismo si esa falla no nos expone gravemente a que si por esa falla sufrimos una pérdida importante.

Que es necesario cierto conocimiento (aún cuando las condiciones no sean de peligro y nuestras capacidades estén bien) se ve claramente cuando viajamos. Siempre que somos extranjeros quedamos un poco niños ante ese mundo nuevo. Es una buena relación esa de niño—extranjero. Al estar de viaje a veces nos ocurre que no logramos entender por qué se ríen de determinado chiste, o qué gracia le encuentran a un programa de televisión. Aún cuando dominemos perfectamente el idioma, sucede que no lo captamos porque nos falta contexto, información, conocimiento de sus códigos, de su idiosincrasia (entonces nuestros anfitriones hacen de “traductores” nos explican todos los pormenores del caso hasta que, por fin, o bien nos reímos del chiste o bien la explicación estuvo tan larga que le quitó la gracia). A los niños les sucede lo mismo en este mundo que están conociendo, al que llegan un poco extranjeros y paso a paso van dejando de serlo. Les falta, al igual que a un extranjero, contexto, información, dominio de todos los sentidos de las palabras y expresiones, etc. Es así que, cuando se ríen de un chiste, es porque entienden la cosa “al derecho” y luego por eso se pueden reír de la cosa “al revés”.

Un chiste encierra una poderosa unidad de sentido, y es por eso que cuando el niño se ríe lo hace, además, del placer que le produce darse cuenta que comprende, que domina algo. El humor se hace más profundo cuando el manejo del sentido también se hace más complejo. Uno puede observar cómo

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evolución las situaciones que causan gracia. Desde el esconder algo y hacerlo aparecer (¡Se fue! ¡Acá está!) pasando por la simple trastocación de un orden (jugar a decirse: "Sos una manzana con patas", "sos una bicicleta podrida", o bien: "vamos a guardar la raqueta en la heladera") hasta cuando ese orden se trastoca con algún sentido.

Fomentar el humor, entonces, además de implicar ese conocimiento del mundo, y su gozo, es una manera elaborada de trabajar el lenguaje. Enseña a hacer una segunda lectura, ya que los chistes se basan en oscilar entre dos interpretaciones posibles.

No sólo

Pero hemos hecho tanto énfasis en "entender" que es bueno aclarar algo: sólo los adultos creemos que lo que más les interesa a los chicos es "entender todo". Lo que más les importa es participar, estar en el medio de todo, aún cuando no entiendan cabalmente todo. Sin duda que una parte trascendental en la vida es la de dotar de sentido a una experiencia; pero eso, en la escuela, muchas veces se confunde con "entender" como "captar un concepto". El sentido de la experiencia, o mejor aún: "las experiencia significativa" es algo sumamente extenso, complejo y profundo, que va más allá de "entender todo". O sea que al ya mencionado placer de conocer el mundo y sus reglas, debemos agregar el de actuar en el mundo. Habíamos señalado que, al placer del chiste en sí, se agrega el placer de entender, y ahora extendemos esa idea: al placer del chiste en sí, se agrega el de participar, ser protagonistas.

Finalmente: el humor es una de las herramientas para tomar distancia de nosotros mismos, de nuestra comunidad, nuestra cultura, y gracias a ese ejercicio de descentralización poder ser críticos y adoptar otros puntos de vista. Como señala Todorov(3)… para proceder al necesario extrañamiento, o renuncia a las ilusiones egocéntricas y etnocéntricas, hay que aprender a alejarse de sí, a distanciarse de las propias costumbres viéndolas desde el exterior. También librarnos de una visión tan egocéntrica que nos hacía sufrir al no tolerar diferencias y frustraciones.

El trabajo con el humor, entonces, tiene un valor singular, en parte porque brinda elementos para ser críticos con la autoridad. En parte porque es lucidez asociada a la alegría, al

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placer; y también porque es sensibilidad que toma distancia de sí misma (implica un ejercicio de distanciamiento), lo que le permite desdramatizar la experiencia, relativizar la anécdota, relativizar incluso el propio punto de vista y por lo tanto obrar con la libertad que eso significa.

Notas

0. Gramática de la fantasía, Gianni Rodari. 0. Para precisar cómo uso estas dos palabras: "niños" e

"infantil": El "pensamiento infantil" existe, por supuesto, también un modo infantil de ver el mundo. Tanto ese pensamiento como esa visión del mundo tienen sus reglas propias, su clave. Si creamos obras en esa clave, estaremos en el terreno de "lo infantil". Pero ese terreno no es exclusivamente el de "los niños". "Lo infantil" no es igual a "los niños", y "los niños" tampoco es exactamente lo mismo que "lo infantil". Hay una edad en la que predomina el pensamiento infantil, pero incluso en esa edad no predomina totalmente, como luego tampoco desaparece totalmente. Un niño siempre va a tener una edad determinada, el mundo infantil no: es una clave, son reglas, son modos de hacer y de ver.Uno puede dirigirse al mundo infantil, pero al mundo infantil universal, al que está en el adulto, en el adolescente. ("Taller de animación musical y juegos", Luis María Pescetti, Ed. Guadalupe, o Ed Libros del Rincón).

Tzvetan Todorov.. Ed. Taurus (España).

Tres propuestas sobre el humor (3) Este último texto "está desarrollado de una manera necesariamente auto referencial ya que trata del humor desde mi perspectiva como autor. Ésta es indisoluble de experiencias personales, en las que traté de indagar de manera general, para dar cuenta de cómo podría nacer el deseo de escribir humor…". (Luis María Pescetti)

Hubo una chica que me gustó desde los 7 a los 17 años (míos). Fue tan fiel mi amor, y mi vergüenza si se enteraba, como su desdén.

En la infancia hay emociones que se muestran descarnadamente y otras que se ocultan. Yo a lo más que llegué fue a comentárselo a una amiga suya quien, muy sucintamente me confirmó que ella no gustaba de mí. Era su portavoz autorizada. A pesar de eso, y por eso mismo, seguí enamorado e intenté con la telepatía. Me moría de vergüenza de sólo pensar en

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quedar expuesto a un rechazo.

Visitando escuelas he observado que hoy los chicos siguen usando el método del intermediario, esa cadena que aporta discreción, diluye el impacto de un "no"; pero también que no todos tienen empacho en reconocer sus amores. Cierta vez pregunté si se escribían cartitas de amor (niños de 10 años). Exclamaron un: "¡Uh, sí!": muchos lo hacían. "A mí me escriben un montón" y otro: "¡Yo le escribo a ella!" (mientras ella reconocía que sí, con su mirada sonriente). Una mezcla olímpica de ingenuidad y desparpajo.

Me habría encantado tener el diez por ciento de esa liviandad en mi infancia. La idea de un rechazo, quedar en ridículo al exponer los sentimientos, eran insoportables; no podía dar un paso que me descubriera e intentaba que fuera ella la que se acercara a mí: ¿cómo? con la telepatía. Básicamente consistía en desear intensamente que se fascinara conmigo. Ocurrió la misma cantidad de veces que logré doblar una cucharita con mi mente.

La otra manera de provocar su acercamiento era llamar la atención, no su atención en especial (ahí otra vez corría peligro de quedar descubierto), sino la atención en general, ella incluida. Ahí entra el humor: decía o hacía cosas chistosas para llamar su atención. Con lo cual, hoy lo sé, a lo sumo podría haber llegado a ser su comediante favorito pero no el chico de sus sueños.

La suma de lo que ella me gustaba, más lo que yo no le gustaba, más mi timidez, mis limitaciones y mis habilidades dio como resultado que esa relación propulsara el desarrollo de mi imaginación. Soñaba que realizaba proezas increíbles que la deslumbrarían.

Imaginaba hacer algo realmente sorprendente. Nunca recuerdo que fueran proezas culturales o intelectuales, eran físicas: saltos, peleas, ganaba torneos mundiales… con la imaginación (que es lo que precisa menos horas de entrenamiento), en fin: era la atracción mundial. Ante tamaño llamado de atención ella no podía menos que voltear la cabeza, exclamar: "¡Oh, pero si siempre estuvo a mi lado esta maravilla!" y lanzarse sobre mí (lo de lanzarse lo escribo hoy; digamos que caminar a paso lento, pero sonriendo y conquistada).

¿Y todo eso por qué? ¿Por qué me abalanzaba a las lides mundiales? ¿Por qué me había vuelto un campeón de tenis, de fútbol, una estrella olímpica?: por no hacer dos pasos hasta ella

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en un recreo y jugar mi suerte. Sanseacabó. Pero sannoseacaba nada.

Si me hubiera atrevido a hablarle, o si ella se hubiera acercado, yo no habría hecho ninguna de esas conquistas mundiales, no habría salido de mi pueblo. De hecho no hice ninguna de esas conquistas, salí de mi pueblo por otras razones, y ella no se acercó.

Pero es probable que esa mezcla de timidez, frustración y ambición (debo reconocerlo, porque era la más linda) potenciara mi imaginación.

Si me hubiera ido tan sólo un poco mejor en los deportes o con ella tal vez este escrito fuera mucho más corto. ¿Qué hubiera sido mejor? ¿Ser correspondido en ese amor y profesionalmente otra cosa? ¿Aquel amor o esta vocación? Esa pregunta ni tiene lugar. Apenas trato de describir todos los hilos que encuentro. Es decir: si bajo a la sala de máquinas, si dejo la parte elegante del barco y desciendo, encuentro a estos personajes, todavía peleándose, enamorándose, diciéndome que sí o que no, compitiendo, buscando venganza, huyendo, riéndose. Todos ellos soy, son, y si fueron se hicieron mi materia y hoy son el motivo y la herramienta de mi mente cuando hago una línea de humor. Sigo buscando conquistarla y es una manera demasiado lírica o exageradamente autocompasiva de expresarlo, pero la verdad es que sigo buscando conquistarla.

Los chistes y ser gracioso eran mis herramientas a falta de otras o sobra de esas.

Sin embargo podría decirse que me dediqué al humor porque me tomaba demasiado en serio. Si hubiera vivido las mismas experiencias con más ligereza, con espíritu lúdico, tal vez no es que hubiera sido menos humorista, sólo me pregunto si lo hubiera sido menos profesionalmente. Cuando no pude aplicar un espíritu ligero y lúdico a mi vida, lo apliqué al relato de mi vida. Si las experiencias me abrumaban, aprendí a defenderme contándolas, y al relatarlas tomar distancia, reflexionar en el mismo acto de la escritura, reírme y hacer reír, entonces quedar menos sujeto no a cómo había sido la experiencia, pero sí a cómo había impactado en mí.

Soy once años menor que mi hermano. Una vez organizó un baile con sus amigos adolescentes, en el patio de casa. Yo debía tener seis años y él diecisiete.

Me ligué una buena mandada al diablo, su enojo y "que me

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dejara de molestar" porque me reí al verlo bailar. Creo que no sólo me reí, sino que imité sus sacudidas que me habrían parecido torpes. No digo que lo fueran, pero llenos de tantas vergüenzas como estábamos, sin hablar nunca de "eso" (el amor, el cuerpo, el baile, el placer), y de repente verlo bailar con una chica, me causó gracia. Además yo estaba en una edad en que mi preocupación era si realmente me iba a tener que casar con una mujer o acaso no podría casarme con mis amigos y entonces que viviéramos juntos, sencillamente porque eran mis amigos, y de lo que más tenía ganas era de estar todo el tiempo jugando con ellos. El caso es que me reí, verlo bailar me causó gracia.

Eso es una de las bases de la comedia: advertir algo incongruente o que tiene un aspecto ridículo. La otra base de la comedia es el sentido de la oportunidad: si hubiera hecho la imitación en la intimidad familiar probablemente hubiera sido un éxito. Más todavía si esa chica le hubiera gustado a mi hermano y ella no lo hubiera correspondido. Recordarle que había saltado como un mono para conquistarla nos hubiera hecho reír a los dos, por la desproporción entre lo que hizo y cómo le fue, hubiéramos reído y lo habría ayudado a aliviar su pena. Si esa hubiera sido la situación, y yo hubiera tenido sentido de oportunidad, pero me faltó: hice la imitación delante de él, y peor aún: de ella, entonces me ligué un muy merecido: Dejatede&%$%$%&$… Muy muy merecido.

Parte del don de la comedia es el sentido de la oportunidad. Se relaciona con el timing, aunque éste tiene que ver con el sentido del ritmo (no se lo suele usar para el ritmo musical, sino para el ritmo de un discurso); pero también con percibir si es oportuno intervenir.

Hace poco fuimos con un amigo a comprar una escalera, la ferretería quedaba cerca como para ir a pie. Regresamos con ella al hombro. Al pasar frente a una obra en construcción, vi a un obrero sentado frente al andamio y, sin detenerme, pregunté:

—Muchacho, ¿la escalera se las dejamos acá?

Tuvo un segundo de sorpresa y luego sonrió por la broma. Nosotros seguimos y eso apenas fue como un saludo, algo que lo sacaba de su rutina. Una cuadra después vimos que había un policía en una esquina. Le comenté a mi amigo:

—Ahora le pregunto: Disculpe, ¿no sabe de la casa de algún

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vecino que se haya ido de vacaciones?

El chiste hubiera sido mejor todavía, pero estuvo mucho mejor no hacerlo.

Se suele asociar ausencia de responsabilidad con libertad, así se cae en el equívoco de afirmar que la niñez es una etapa de gran libertad. Infancia, locura y libertad, están ligados (como verdad y borrachera).

Es verdad que en la niñez uno tiene menos responsabilidades encima; pero esa ausencia de responsabilidades está asociada a que muchas decisiones están depositadas en otras personas. Estar libre de la obligación de tomar decisiones no es libertad. Que decisiones sobre nuestra vida estén depositadas en otras personas no lo es. Si uno se siente libre de responsabilidades conviene que repase si además no lo "dejaron libre de poder", es decir: sin poder.

En la infancia tenemos muchas menos responsabilidades, menos poder de decisión y menos autonomía; y todo eso junto provoca un estado que es lo contrario de la libertad. Se habla de libertad en la infancia porque se idealiza esa etapa, es un momento de ausencia de responsabilidades y de ciertos controles sociales (cosas que decimos, aceptar o rechazar algo); pero fuera de eso: no hay autonomía, ni poder de decisión. Horarios, actividades y una gran cantidad de decisiones sobre dónde se está, qué se hace, etcétera, están pautadas por los adultos.

En síntesis: los niños están sujetos al poder de los adultos, no tienen el poder: son la oposición (una oposición que por varios años no ganará las elecciones, por así decirlo); por lo tanto sus herramientas son las de cualquier "resistencia". Es tan enorme la presencia de la autoridad en la infancia que en la misma proporción es valorado y necesario el humor pues éste es, entre otras cosas, un disparo a la autoridad. Basta que haya un principio, una regla, para que surja la posibilidad de un chiste que lo burla.

Sin embargo, si recuerdo mi propia infancia, agrego otro ingrediente. Quería llamar la atención como casi todos los niños; pero agradar, obtener reconocimiento era vital para mí, y no dejó de serlo.

Crecí en un medio de cierta severidad, no tanto familiar, como sí social. Me tocó vivir una variante de la cultura del inmigrante piamontés que es desconfiada, severa, árida; raramente reparte elogios. Nací y crecí ávido de reconocimiento y sin las

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herramientas que a ese modelo de piamontés, que existía en la realidad o que construí en mi cabeza, lo complacían.

Mi relación con ese poder no estuvo marcada por la resistencia o los intentos de independencia que puede tener una colonia con el imperio. Buscaba la asimilación, la aceptación. Y eso lo intentaba queriendo causar gracia, ser gracioso. Por alguna razón no podía incluirme, o pelear mi lugar, como un par, pero podía hacer reír.

Hacer reír me hacía sentir aceptado. Risa, aplauso, reconocimiento quedaron asociados.

Ahí hay otro componente, ya no sólo es la lucha contra la autoridad, desacartonar la severidad, sino ser premiado con la risa y el reconocimiento.

Esa carencia me acompañó siempre, los aplausos y las risas buscaban tapar ese pozo. Siempre lo logran, y nunca es suficiente. Regreso por más, y vuelve a ser insaciable, aunque durante un milagroso momento se completa y aquél niño que fui, encuentra en la escena, compañeros de juego.

No logro recordar con qué hacía reír. Entre mis pares supongo que con chistes y ocurrencias. Pero, ¿y a los adultos? no recuerdo.

Verlos reír era un alivio, si reían era que no estaban tristes. Verlos sonreír era verlos curados de la preocupación y la tristeza. Si había caras graves estábamos mal, algo estaba mal. De un complicado mecanismo que escapaba a mi comprensión captaba el resultado: algo estaba mal.

Es probable, también como muchos niños, que relacionara ese malestar conmigo. Con esa visión típicamente egocéntrica de la infancia uno suele atribuirse glorias y fracasos: si estaban enojados, si había caras largas debía ser "porque me había portado mal" o "no era suficientemente bueno, querido"; pero eso lo deduzco más que recordarlo. No lo puedo afirmar.

Esto es otro componente: si se reían era que estábamos bien, que las cosas iban bien. Si estaban contentos era que ellos estaban bien, que estábamos bien.

Verlos contentos, era saberlos felices. Ponerlos contentos era hacerlos felices. Entonces no era solamente que quisiera agradar; "ser de su agrado" o "hacer cosas de su agrado" era contentarlos, ya no sólo para recibir el premio del reconocimiento, sino para verlos felices. Eso era un alivio, su

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felicidad era mi descanso. Contentos es una palabra clave. Contentos con ellos, contentos conmigo. Su felicidad quedó asociada a satisfacción conmigo. Su malestar a algo en mí que era insuficiente; algo vago, extenso, intraducible. No estaban contentos conmigo, o no lo expresaban lo suficiente, o yo necesitaba aún más.

Escribir humor, actuar y hacer reír tienen, para mí, aquella antigua y familiar base: la severidad, el pesar, la necesidad de aprobación y reconocimiento.

Si oigo risas o sé que se ríen al leer, hoy mismo, me produce el mismo viejo placer: una combinación de alivio y satisfacción de saber que están bien. La risa está asociada a la felicidad. Están contentos quiere decir que están sanos, que no hay peligros.

Peligro es otra palabra clave. Nunca fui, físicamente arriesgado sino más bien temeroso. Si hacía reír a uno más grande ése no me iba a pegar, no al menos mientras se riera. Los leones no se comen un cine, al menos no mientras dura la película. Entonces encuentro que, en mí, la risa tiene varias fuentes: alejar pesares, agradar, recibir reconocimiento y afecto; a la vez cumplir con la fantasía infantil de la proeza y la telepatía: un gran acto público que llama la atención.

Ahora bien, procurando ese reconocimiento uno puede meter la pata y pisar. En mi adolescencia alguna vez me descubrí burlándome de uno más débil para ganarme el aplauso del grupo. Cuando me di cuenta del mecanismo dejé de hacerlo, avergonzado conmigo mismo. Pero vale señalar que el poderoso que se burla de la debilidad o carencia de otro también forma parte del humor y del humor en la infancia.

Por eso me niego a decir que el humor es bueno en sí. Es una generalización insostenible.

Últimamente, cuando me hacen un reportaje, y me preguntan "qué opino sobre tal o cual aspecto de los niños" o "de los niños hoy en día", aclaro que no podemos hablar de "un niño", porque no hay uno solo. Por lo menos hay niños de zonas urbanas y de zonas rurales; niños de zonas marginales y otros de zonas medias o acomodadas.

Igual ocurre con el humor: no podemos afirmar "que hay un solo humor", o que "el humor es bueno". Hay muy diferentes tipos de humor, y algunos de ellos dan asco. Resumamos diciendo que no hay un solo tipo de humor, y que el humor no es bueno en sí ni es algo independiente de la inteligencia, la

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delicadeza o la sensibilidad o la intención de quien lo ejerce. Hay un poder, un principio de autoridad o una autoridad, y uno puede intentar ser aceptado por ella, que es lo que contaba antes, o combatirla, o incluso asociarse a ese poder y ejercerlo y las tres cosas se pueden intentar con humor.

Uno traza una línea y dice: no me interesa un humor sólo basado en la inteligencia, en la mordacidad, en la respuesta ingeniosa y rápida, pero desligado de la sensibilidad. No me interesa el humor dentro de una relación competitiva, el que destruye al otro. Es un humor que se ve mucho en televisión con cámaras ocultas o programas donde reporteros asaltan desacralizadoramente a un entrevistado. No es una relación equitativa, no hay reciprocidad.

De un lado tenemos a un tipo con una cámara y un micrófono, y que luego editará la nota, del otro lado alguien que inevitablemente responderá a la defensiva, entre otras cosas, porque el otro dispone de esa ventana pública y es quien decide el discurso. No es equitativa la relación de fuerzas en ese discurso. Humor de gato y ratón. Relación perversa. Prefiero cuando el humor se da en una relación igualitaria, y permite reciprocidad. Humor en una relación simétrica es una buena fórmula (a menos que enfrente se tenga a alguien más poderoso y el humor sea una manera de desarmarlo, es decir: un humor que desafía y reacciona enfrentando al poderoso o a la institución poderosa).

¿Por qué hago un chiste? Por placer, el placer de la risa, pero como un placer compartido, entonces es jugar. Juego con el otro, y lo hago a través de un chiste. Hay quienes lo hacen para ubicarse y controlar una situación o un territorio: hacen un chiste para vencer, entonces también podríamos decir que compiten, luchan, y lo hacen a través de un chiste. En ese caso el chiste es sólo una herramienta, la sustancia del acto no es el juego humorístico, sino la confrontación, y el medio es el humor.

Una amiga me invitó a comer ravioles, llamé avisando que me demoraba, y finalmente llegué casi dos horas tarde. Aún así los ravioles no estaban blandos (a punto). Se suponía que yo me disculpara por mi impuntualidad, en cambio lo que hice fue atacar a los ravioles (con los que sentía que ella me atacaba). Yo había llegado tarde, sí, ¡pero ella no podía considerar que esa cena era esperar a alguien!

Esos chistes que sólo se pueden hacer en un ámbito de

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confianza rompen estereotipos de conducta social, establecen un momento de verdad y de familiaridad. Aún cuando se es descortés, se lo es por un valor más alto: ser sincero, no poner distancias, no guardarme un comentario que luego hecho en otra parte o pensado a solas, deja a mi anfitriona afuera de mi círculo íntimo. Sus ravioles también lo hacían, es verdad, pero al criticarlos, los separaba de ella, no eran la misma cosa. De no ser sincero ella hubiera quedado pegada a esos ravioles, de por sí, ya muy pegados entre ellos.

La intuición mide velozmente el riesgo de lanzar un chiste. ¿Cómo saber si vamos a herir o a dar un abrazo? la primer respuesta es muy sencilla, y es que buena parte radica en la propia intención, y eso uno mismo lo sabe. Si uno está enojado el mismo chiste puede ser un arma, y si uno quiere bien a la persona, ese chiste puede ser un acercamiento. Pero más allá de eso no siento que pueda resumirse todo lo que hace que uno "sepa" que puede tomar ese riesgo. Siempre hay una cuota de riesgo: medir bien la confianza y el avance que se hace al hacer la broma.

¿Qué me ha dejado el humor? La posibilidad de señalar cosas sin ofender. Tengo la impresión de que, habiendo la posibilidad, si uno no lo hace con humor el riesgo es "actuar" el enojo. Cuando uno hace un chiste está haciendo un paso al costado, toma distancia, no queda preso, sujeto a su emoción, crea un espacio de disidencia y encuentro, y puede decirle al otro: "Eres un completo e inservible idiota".

También poder exagerar con un guiño que da a entender: "Sí, ya sé que exagero" (o soy infantil, demandante, impaciente). Es probable que eso sea así porque cuando uno hace un chiste, o emite un juicio con humor, intenta conquistar al otro. Nadie que hace un chiste espera que quien lo oye permanezca impasible o lo considere bobo. El que hace una humorada (que no toma al otro como víctima, es claro), busca agradar, el consenso, pero además la sonrisa del otro. Si no lo logra queda "pagando" (expuesto), jugó una carta y le salió mal. Pero, en cualquier caso, quiso ganarse la simpatía o, por lo menos, la sonrisa del otro. No es lo mismo que haber emitido un argumento y que lo rebatan. Cuando uno hace un chiste propone y espera algo más. Con una argumentación uno expone una idea, con un chiste uno se expone de manera más personal.

El humor también me ha permitido contar un pesar por enésima vez, como si al contarlo el otro y yo, que lo relataba, fuéramos

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testigos de "ése" que padecía. El que cuenta un chiste sobre sí mismo se desdobla. Tal vez siempre que uno hace un relato se desdobla, y puede tomar distancia de sí mismo. Al hacerlo con humor le agrega eso que decía Italo Calvino (1): levedad. Por una parte resta pesadez al relato, y por la otra dice, con el mismo discurso, que no es tan grave.

Es bueno aclarar que esto último no siempre se puede, y lo que es más importante: no siempre se debe. Alguien que sólo pueda contar un problema con chistes puede ser patético. A veces cabe el silencio, la nota compasiva y hasta grave. Entonces el buen humorista sabe correrse. Pero como también debe saber correrse el narrador excesivamente lírico, o aquél que exagera con su pathos, su carga de dramatismo. Es un eterno juego de equilibrio y sentido de la oportunidad.

El humor también me ha permitido, lo he visto en los shows, contar experiencias en las que se reconocen padres y niños, como familia, o individualmente. A veces los niños son pesados, a veces lo son los padres. De repente una canción canta una experiencia en la que nos reconocemos. ¡Qué alivio encontrarle palabras! Tenerla ahí enfrente, actuada por un momento. Para eso sirve la ficción, dijo en una conferencia un director de televisión canadiense: para vernos a nosotros mismos, de una manera en la que solos no podemos hacerlo. Nos ayuda encontrarnos en un relato, así como hacer un relato a otro.

Pero, ¿qué más me ha dejado el humor? Me ha permitido seducir, reparar un error, defenderme, atacar, hacer amigos y enfrentar enemigos. Flotar; algunas veces volar, pero por lo menos flotar. No hundirme, y hundir. Relatar el dolor sin que duela. Desenmascarar taras propias y ajenas. Hacer catarsis; pero también hacer un carnaval.

Supongo que, en la primera infancia, uno espera el reflejo de la alegría en los demás por nuestra sola presencia, como si dijéramos: "¡Ey! ¡Tienen que estar muy felices, yo llegué! No quiero ver caras largas, ni enojos. ¡Estamos de fiesta!" ¿Por qué? sencillamente porque llegamos, porque estamos nosotros. Algo de esa celebración tiene ese carnaval propio. Pero tampoco fue sólo el carnaval de un niño llamando la atención de los adultos, un pedido de alegría, o una celebración "contra" lo que no celebra. También ha sido y es celebración en sí misma, alegría en sí, y felicidad y energía que se expresan. El placer del sentido, de la inteligencia. El placer.

Buenos Aires, martes 15 de marzo de 2005

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Posdata

El escrito podría haber terminado ahí, sin embargo surgieron puntos nuevos. Cuando decía: "Buscaba la asimilación, la aceptación… no podía incluirme, o pelear mi lugar como un par, pero podía hacer reír" está clara la connotación negativa que eso tuvo para mí estos años; hay un reproche implícito: "debería haber desafiado a esa autoridad, debería haber afirmado un espacio propio y no buscar la asimilación". Ese juicio está equivocado. Primero por una razón quizás demasiado obvia: no se le puede pedir a un niño de seis u ocho años que desafíe a su entorno. Es una tarea titánica y delicada hasta el enloquecimiento: diferenciarte de aquellos con quienes debes identificarte. Luego porque suponer que "la autoridad está depositada en un solo centro" es una simplificación y un error de análisis muy común. Implica una personificación de la autoridad, la representa como un bloque homogéneo, le atribuye una voz unívoca y desconoce que eso que nos afecta como autoridad también está compuesto por facciones, redes de relaciones (en las que incluso podemos participar), una estructura sumamente compleja que incluye la cultura, la economía, las relaciones con otras estructuras.

Pero aquel juicio también esconde una generalización: "Esa autoridad era siempre ilegítima y siempre mala", eso tampoco era así y es lo que vuelve más complejo el proceso y su análisis. Esos rasgos culturales de severidad y autoritarismo no flotaban en el aire como un mal abstracto, estaban encarnados en personas a veces de legítima autoridad y no siempre severas, muchas veces muy afectuosas, y de un amor y nobleza inquebrantables. Diferenciarse implicaba no sólo quedarse sin modelo, sino "ver (reconocer) algo malo" en alguien a quien amaba. Ser crítico con alguien a quien quería fue vivido, durante muchos años, como ser traidor. Sólo en la vida adulta (y no siempre, y no completamente) se tienen las robustas y finas herramientas conceptuales y emocionales que permiten seguir amando aún cuando haya aspectos que no elegimos. Identificarnos, pero no necesariamente con todo. Reconocer que, a veces, nosotros mismos reproducimos esas estructuras que rechazamos. Enojarnos y que ese enojo no sea "destruir" a quien queremos, sino un enojo parcial, parcial y hasta pasajero. En la infancia querer es querer todo, odiar es odiar todo, no querer es no querer nunca más. En ese sentido el humor puede ser muy importante al permitir relativizar las emociones, tomar distancia de un punto de vista, ayudar a vernos a nosotros

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mismos "tomados" por una reacción visceral y sonreír. Ayuda a construir adhesiones sin martirios y a ver grietas sin derrumbes.

En la niñez tenemos la sensibilidad que luego nos acompañará toda la vida, pero aún no las herramientas que nos permiten interpretar lo que percibimos, eso es fuente de gran sufrimiento y confusión muchas veces.

Apareció algo más al releer el escrito anterior, y es una relación con el poder que se mide sólo en términos de tenerlo o no tenerlo, y en que la vía de obtención es la confrontación. El planteo en esos términos extremos me saltó como rasgos de una concepción machista: "hay que tener el poder, y para ello hay que luchar por él". Es decir esa visión cabe mejor en una concepción machista de relación con el poder. Descubrí que eso se me había colado: hacía una lectura crítica de mi historia que en el fondo "compraba" una visión machista, "reprochándome" a mí mismo no haber sido más frontal. Cuando lo advertí pude correrme de ese lugar.

La verdad es que uno no siempre quiere el poder, no siempre es bueno quererlo sólo para uno (hay relaciones que son mejores en asociación no en competencia), con el poder se puede confrontar, pero también se puede cooperar y eso depende de muchas variables: de qué tipo de poder se trate, de qué tipo de relación estemos, de la legitimidad de ese poder, de nuestras fuerzas, de una estrategia circunstancial. Hay momentos en que enfrentarse a un poder es ofrecerse como mártir.

Al concebir todas estas posibilidades desapareció la visión de un niño como un bufón que entretenía a un rey. Ya dijimos antes que no había tal "rey", pero además elegir el camino del humor bien pudo haber sido, con las pocas y únicas herramientas de esa edad, una estrategia para sobrevivir sin convertirse en lo otro. No me plantaba delante de la autoridad y la enfrentaba, pero tampoco me convertía en ella. Evitar el castigo no es igual a asimilación, como parece que afirmé antes.

Asimilarse se parece más a convertirse en el otro y adoptar sus conductas. Que buscara congraciarme no quiere decir que buscaba "ser uno de ellos y hacer lo mismo". No era el caso, sólo buscaba evitar el castigo y el aislamiento. El humor ayudó a ello, y no es poca cosa. Ayudó a construir una identidad alternativa, es decir: a construir un camino alternativo al del desafío frontal.

Me di cuenta de que había asumido acríticamente valores con

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los que no concuerdo: el desafío, la confrontación física. Preferir el juego a la pelea no es cobardía y sólo desde una óptica machista se lo puede juzgar como tal. Elegir los chistes y el humor como una manera de obtener reconocimiento, y no la proeza física, fue tomar un camino propio. No pude evitar reprocharme, de todos modos, "que debería haber optado por el otro".

En séptimo grado gané un concurso de redacción, pusieron mi nombre en una pizarra en el patio, y junto a él el escrito con el que gané. Eso me valió burlas como "traga (2)" y muy poca valoración entre compañeros y compañeras; antes bien: me hundió unos escalones. Hubiera estado mucho mejor haber sobresalido en las olimpíadas (para colmo de peores la única vez que fui el que sobresalió en "salto en alto" parece que fue porque, involuntariamente, el profesor impidió que la barra cayera, no sé si fue así, pero para todos lo fue: y no contó).

Continué por mi propio camino pero sin dejar de intentar el tradicional, sin embargo algo fallaba. Practicaba deportes, y entrenaba solo… ¡pero escogí patinar! ¿Cómo no hubo un alma sensata que me advirtiera que patinar no es deporte de adoración machista? Patinan las cosas resbaladizas, los errores, ¡pero nunca los varones! Moraleja: me gané que me dijera "el yeti de las nieves" (cualquier que haya patinado sabe que en los primeros pasos uno avanza con los brazos abiertos, torpemente). Años después, en el mismo club, hubo una escuela de patinaje pero jamás una placa de bronce que rezara: "A Pescetti que se inmoló", nada. Practiqué tenis, y no era malo, pero antes de Vilas, y el tenis no prosperó ni mi paciencia en él. Nadie iba a ver tenis. Trataba de jugar al fútbol, pero inevitablemente quedaba para el final de la elección, cuando los dos equipos estaban casi armados y sólo faltaba distribuir uno o dos jugadores se producían unas risas entre los capitanes que escogían y, junto con la humillación de ese momento, yo sentía deseos de venganza: les iba a demostrar que estaban equivocados, me esforzaría y jugaría como el mejor. Creo que me dijeron "que no corriera al pedo", y una vez hice un gol en contra. Estar al arco era una salvación mientras mi equipo atacaba, pero cuando se venían encima sentía pánico por ligar un pelotazo en la cara. Como arquero fui el más inexpugnable defensor de su propio cuerpo. Como no me divertía con lo que había que divertirse al poco rato "quería jugar a jugar", charlar con los otros y hacer bromas, pero los demás se tomaban muy en serio el partido y otra vez quedaba fuera de lugar.

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En rigor de verdad los capitanes hacían bien en no elegirme, no estaban equivocados, en todo caso yo lo estaba por insistir en jugar con ellos, pero ¿cuántas opciones más existían? Ni en el pueblo ni en la ciudad de entonces las había. Serás deportista o no serás nada. Yo quería defenderme de no ser nada, no me interesaba ser deportista. Si hubieran habido talleres de teatro, clubes de lectura, clases de cómix, talleres de astronomía, talleres literarios, ¡hubiera participado en ellos, feliz! Pero no existían. En los sesenta y setenta la verdad es que todavía sólo se concebían caminos "serios" para lo importante. "Con las cosas serias no se juega", y bien torciditos que salimos gracias a eso. Hoy sabemos que a las cosas serias no hay que dejarlas en manos de los "serios" porque dogmatizan, terminan reproduciendo elites no importa la materia de que se trate (3). Sacerdotes y masa de fieles: en el deporte, en la ciencia, en el arte. Barrios de ricos y barrios de pobres. Territorios que se ocupan, cotos de poder, cimas inaccesibles y repartos arbitrarios. Aristocracia en la pintura, aristocracia en la literatura, en el teatro, en la danza, en ámbitos académicos, en la música (4). Centro y periferia.

El humor y el arte destinado a los niños son, las más de las veces: parientes pobres, habitan la periferia (cabe aclarar que no siempre por culpa de quienes califican, muchas veces los mismos artistas y creadores son quienes no toman en serio su trabajo).

En medio de todo eso el humor no fue una fuga, sino una herramienta de construcción de una identidad que busca y afirma otros valores.

¿Cómo podía saber a mis seis años que estaba en medio de dos batallas al mismo tiempo? Por una parte una visión aristocrática de la cultura contra una democrática, y por la otra una concepción machista versus una no-machista. Un gigante en un rincón, un dragón en el otro, y en el medio yo, un proto-juglar que no sólo no recurría a mi espada, sino antes bien trataba de ocultarla no fuera que me obligaran a usarla; y que en lugar de pelear intentaba: "Oigan, ¿no saben ése de… ?".

Sólo de más grande encontré a Dario Fo, Italo Calvino, Julio Cortázar, Todorov, también a Georges Brassens (5), y con ellos modelos mucho más acabados, herramientas conceptuales, el goce del saber y la cultura sin aristocracia ni popes ni acartonamientos; la ternura asociada a la valentía y mucha libertad, mucha libertad, mucha fiesta y mucha risa.

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Buenos Aires, lunes, 4 de abril de 2005

Agradecimientos

Caminos personales… le debe a Pablo Makovsky su entusiasmo y señalamiento que ayudaron a desbrozar lo esencial del trabajo. Y, especialmente, a Valeria Brusco, su lectura crítica que me hizo repensar varios supuestos y en cuyo diálogo enriquecedor indagamos otras posibilidades.

Notas

0. "Seis propuestas para el próximo milenio" (Italo Calvino, Ed. Siruela)

0. Mote despectivo para quien estudia demasiado, o de manera excluyente.

0. Imprescindible leer "Misterio Bufo", de Darío Fo, con la lúcida y clara introducción "Anatomía del juglar" que Carla Matteini presenta en la edición de Ed. Siruela/Bolsillo.

0. En una bella y sólida explicación de lo que es un criterio democrático, igualitario, en el manejo del conocimiento y el discurso, Todorov afirma: "Para mí, la máxima claridad en la expresión es una cuestión de ética, de respeto hacia aquel a quien me dirijo: es el modo en que lo coloco en el mismo plano que yo, que le permito responder y por lo tanto convertirse en sujeto de la palabra con el mismo derecho que yo". Deberes y delicias (pág. 62, Ed. Fondo de Cultura Económica).

0. "Georges Brassens", Ramón Chao (Ediciones Júcar).