Procesos electorales y cultura política Bs As 1810-1850 Chiaramonte Ternavasio

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  Volumen 5 - Nº30 Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy ARTICULO PROCESOS ELECTORALES Y CULTURA POLÍTICA:BUENOS AIRES 1810-1850 http://www.cienciahoy.org.ar/hoy30/electoral.htm   JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE 1 y MARCELA TERNAVASIO 2  1 Instituto Emilio Ravignani (FFYL, UBA) 2 Consejo de Investigaciones (UNR) ¿Qué interés tienen, para el historiador las elecciones anteriores a la ley Sáenz Peña? ¿Pueden considerarse legitimadoras del poder político, dados los mecanismos de fraude, que las alejaban de los comportamientos políticos ideales?  Analizar las elecciones que tenían lugar durante los primeros años de vida independiente del país requiere, ante todo, librarse de ciertos prejuicios, a los cuales quizás adhiera el lector, igual que lo hacia, hasta no hace muchos años, una historiografía empeñada en construir un estereotipo del sufragio. Para tal concepción, esas elecciones constituían un asunto poco digno de estudio, pues no respondían al modelo ideal de comportamiento de una ciudadanía y estaban viciadas por el fraude y la corrupción; habrían sido una simple escenificación, mediante la cual las elites criollas intentaron legitimar el poder que asumieron luego de la Revolución de Mayo. La idea más generalizada acerca de las elecciones presenta su evolución mediante un esquema cronológico simple. Tomando como punto de partida el régimen representativo actual - fundado en un sistema de partidos políticos modernos -, busca en el pasado el itinerario seguido por sus distintas formas, así como las tergiversaciones que habría sufrido la práctica electoral. La ley Sáenz Peña, de 1912, que tuvo el propósito de garantizar la pureza del sufragio, representó un punto de inflexión. Las elecciones anteriores a esa fecha suelen ser menospreciadas como tema de estudio porque no pueden consíderarse legitimadoras del poder; dados los mecanismos de fraude implantados, que las alejaban de los modelos ideales de comportamiento político.

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Volumen 5 - Nº30 

Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la

Asociación Ciencia Hoy 

ARTICULO 

PROCESOS ELECTORALES Y CULTURA POLÍTICA:BUENOS AIRES 1810-1850

http://www.cienciahoy.org.ar/hoy30/electoral.htm 

JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE1 y MARCELA TERNAVASIO2 1Instituto Emilio Ravignani (FFYL, UBA)2Consejo de

Investigaciones (UNR)

¿Qué interés tienen, para el historiador las elecciones

anteriores a la ley Sáenz Peña? 

¿Pueden considerarse legitimadoras del poder político,

dados los mecanismos de fraude, que las alejaban de los

comportamientos políticos ideales?  

Analizar las elecciones que tenían lugar durante los primeros años de vida independiente del país

requiere, ante todo, librarse de ciertos prejuicios, a los cuales quizás adhiera el lector, igual que lo

hacia, hasta no hace muchos años, una historiografía empeñada en construir un estereotipo del

sufragio. Para tal concepción, esas elecciones constituían un asunto poco digno de estudio, pues

no respondían al modelo ideal de comportamiento de una ciudadanía y estaban viciadas por el

fraude y la corrupción; habrían sido una simple escenificación, mediante la cual las elites criollasintentaron legitimar el poder que asumieron luego de la Revolución de Mayo.

La idea más generalizada acerca de las elecciones presenta su evolución mediante un esquema

cronológico simple. Tomando como punto de partida el régimen representativo actual - fundado

en un sistema de partidos políticos modernos -, busca en el pasado el itinerario seguido por sus

distintas formas, así como las tergiversaciones que habría sufrido la práctica electoral. La ley Sáenz

Peña, de 1912, que tuvo el propósito de garantizar la pureza del sufragio, representó un punto de

inflexión. Las elecciones anteriores a esa fecha suelen ser menospreciadas como tema de estudio

porque no pueden consíderarse legitimadoras del poder; dados los mecanismos de fraude

implantados, que las alejaban de los modelos ideales de comportamiento político.

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PERDURACIÓN DE CRITERIOS ESTAMENTALES EN LA PRÁCTICA ELECTORAL 

En los comicios para electores de diputados al congreso de Tucumán, la mesa electoral

de Arrecifes alteró el resultado de las elecciones por entender que ciertos votos, por la

calidad social de sus emisores, valían más que los de otros sufragantes. Los integrantesde la mesa se preguntaban ...cuál pluralidad, si la de número o la de Calidad y otras

circunstancias debía decidirnos para el nombramiento de Electores acordamos

anteponer entre los de mayar número que tuviese a su favor; la mejor calidad de

sufragantes o la notoriedad de pureza y Iibertad... Por tal razón, considerando que

veinte de esos sufragios de mejor calidad representarían en realidad cerca de

doscientos, habida cuenta de las personas de los hijos, dependientes y asalariados de

esos votantes, resolvieron dar por electos a dos candidatos que, en las actas, no

aparecían con el mayor número de votos. Pues los votos que ellos recibieron forman la

más juiciosa mayoría y verdadera pluralidad de todos las votos reconocidos...

Facultad de Filosofía y Letras, 1917, "Sesiones de la Junta Eledoral de Buenos Aires

(1815-1820) - Arrecifes, Areco, Pergamino y Salto", acta del lº de agosto de 1815:14,

Documentos para la Historia Argentina, VIII, Buenos Aires.

Hace algunos años, sin embargo, nuevas visiones hístoriográficas comenzaron a poner en duda

esta concepción, que juzgaba a los procedimientos electorales según su distancia del modelo ideal.

Se plantearon interrogantes sobre otras dimensiones del proceso y se intentó descifrar el

significado del sufragio en sociedades muy diversas. Corruptas o no, las elecciones de la primera

mitad del siglo pasado requieren ser vistas a la luz de esos nuevos interrogantes, atendiendo a su

funcionalídad para con las transformaciones generales que trajo el abandono del régimen colonial.

Para apreciar el cambio que tuvo lugar con la ruptura de los lazos coloniales y la instauración de un

régimen representatívo, basta imaginar al hombre común de entonces - para quien la potestad del

rey o del virrey había sido tan forza como un hecho de la naturaleza- convocado a elegir nuevas

autoridades y sometído a ser espectador de un debate que parecía borrar todas las certezas sobre

las que habia basado su existencia. Las nuevas ideas y experiencias que, por entonces, comenzaron

a manífestarse - entre las que se destaca la novedosa práctica del voto - acompañaron las

transformaciones sociales y políticas que se produjeron en el Rio de la Plata. Es el momento en

que comenzó a construirse un espacio político, pues la política como actividad diferenciada de la

sociedad era, hasta entonces, inexistente.

El proceso, en la visión tradicional señalada, respondía a una imagen estereotipada: en la primera

mitad del siglo XIX, la presencia de fuertes caudillos provincíales habría impedido la organización

nacional, que se supone haber estado en germen. Esas fuerzas centrífugas no habrían basado su

autoridad en la institucionalización del poder, sino, simplemente, en su capacidad de movilizar

huestes e imponerse por la fuerza de las armas. La anterior argumentación se mantuvo vigente por

mucho tiempo y dificultó comprender por qué no existió un Estado nacional hasta 1853; también

contribuyó a oscurecer las características de otras entidades soberanas, como las ciudades o - en

el lenguaje de la época - los pueblos, congregadas en la Primera Junta de gobierno y protagonistas,

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por intermedio de sus cabildos, de la mayor parte de lo ocurrido en la primera década

revolucionaria("Origenes de la nacionalidad argentina", CIENCIA HOY, 2:8-10). Estas soberanías de

ciudad se conformarian luego como provincias, que en realidad no serian otra cosa que Estados

soberanos, sujetos de derecho internacional, como proclamaron hacia 1830.

En el Estado de Buenos Aires, que nos ocupa en este artículo, les cupo a la representación y al

sufragio una función crucial. El análisis de los procesos electorales que tuvieron lugar entre 1810 y

1850 demuestra hasta qué punto la institucionalización de la autoridad acompañó al caudillismo.

La búsqueda de una legitimación del poder por el ordenamiento legal del voto estuvo en la base

de la experiencia posterior a 1810 e, incluso, en el periodo de J.M. de Rosas.

PUEBLOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES QUE VOTARON EN LAS ELECCIONES

DE DIPUTADOS AL CONGRESO DE TUCUMÁN, 1815 

En realidad, los procesos electorales hispanoamericanos datan de antes de la Independencia. Por

disposición de las autoridades peninsulares, se comenzaron a realizar elecciones en 1809, fecha en

que se convocaron las de diputados a las Cortes españolas, luego de la invasión napoleónica de

1808; a partir de entonces, una vez desatado el proceso de la Independencia, no se interrumpió la

serie de votaciones periódicas- para designar juntas gubernativas, diputados constituyentes,

gobernadores, intendentes, miembros de cabildos, etc.-; es por demás significativo constatar que

el sufragio conservó la mayor parte de los rasgos del sistema electoral hispano.

Durante los primeros diez años de vida independiente, la guerra contra la metrópoli y la

imposibilidad de constituir una autoridad central que impusiera orden en los territorios del ex

virreinato ocasionaron una rápida y desordenada sucesión de autoridades municipales,

provinciales y centrales, y la rápida convocatoria a congresos, de los cuales, los que llegaron a

reunirse, como el de Tucumán en 1816 o la Asamblea del año XIII, dictaron normas y estatutos de

efímera vida. Las elecciones tenían determinadas características comunes, fijadas por los decretos

convocantes.

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Una de estas era la representación de ciudad, quizás el rasgo clave del régimen imperante

hasta 1820, que prolongaba una de las modalidades de la sociedad colonial. Los

representantes no eran individuos sino sujetos corporativos; por ejemplo, en la Primera Junta

de gobierno, en 1810, eran las ciudades con ayuntamiento - cabildos -, o los pueblos del

virreinato, expresión en la que el vocablo pueblo no tenía el alcance que le dio la democracia

moderna sino otro, propio de las sociedades del antiguo régimen, que abarcaba al conjunto

orgánico de vecinos privilegiados. El derecho al voto estaba Iimitado a los vecinos, no sólo para

elegir las autoridades municipales sino, también, las provinciales y centrales, lo que implicaba

una doble exclusión: la de los habitantes de la campaña y la de quienes no tuvieran la

condición de vecino. En 1815, el Estatuto Provisional otorgó una efímera representación a la

campaña, que en poco tiempo dejó de ponerse en práctica.

Vecinos, según el concepto colonial, eran los habitantes de ciudad casados, afincados y

arraigados, esto es, los residentes del lugar; cabezas de familia y propíetarios. La categoría

reflejaba la inexistencia del principio de igualdad ante la ley, al que se iría tendiendo luego de

la Independencia, sin lograrlo realmente hasta mucho más tarde. El vecino gozaba del estado

de ciudad, un status de privilegio, dado que en el derecho de Castilla y de Indias se entendía

por estado una calidad o circunstancia por la cual los hombres usan de distinto derecho. En

otras palabras, estaban sometidos a normas legales distintas según su calidad social.

comprobamos, pues, que el sistema representativo inaugurado por la Revolución de Mayo,

pese a frustrados intentos en otro sentido, se estableció sobre la base del antiguo concepto de

representación corporativa y territorial, que era una categoría de la sociedad colonial. El sujeto

de la representación era el vecino y no el ciudadano, en el sentido de la ciudadanía moderna,

pese a que este término ya comenzaba a circular; consiguientemente, la representación se

limítaba a la ciudad.

Otro rasgo común a los regímenes electorales del temprano siglo XIX rioplatense era el

mandato imperativo, figura tomada del derecho privado, vigente en Castilla desde fines de la

Edad Media, en virtud de la cual los representantes eran apoderados de sus electores y debían

ceñir su actuación a las instrucciones que estos les daban. Tal forma de representación sólo se

abandonará definítívamente en el acuerdo de San Nicolás, en 1852. Una tercera característica

electoral era la elección indirecta, de segundo o tercer grado según las ocasiones.

A partir de 1820, cuando fracasa el intento unificador iniciado en el congreso de Tucumán -al

ser rechazada por las provincias la constitución centralista de 1819- y se conforman Estados

provinciales autónomos, la representación que empieza a definirse en el Estado de Buenos

Aires abandona muchos de los rasgos tradicionales e incorpora otros de características

novedosas.

EL TRÁNSITO DEL RÉGIMEN ELECTORAL INDIRECTO AL DIRECTO VISTO POR LA PRENSA 

Editorial del 22 de enero de 1823 del Argos de Buenos Aires, periódico publicado por la

Sociedad Literaria entre 1821 y 1825:

...acordémonos de lo que sucedía entre nosotros cuando las elecciones para estos

empIeos se hacían por los Colegios o Cuerpos Electorales. ¿Quién vio jamás que suopinión fuese conforme con la mayoría de los votos públicos? Nada era más frecuente

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como el que los elegidos llevasen al seno de los cuerpos legislativos sus intereses

personales, que siempre iban identificados con las miras de los gobiernos, perdiendo así 

de vista los del pueblo [.... ] Recobrado el pueblo en sus derechos, ha disfrutado de estas

elecciones de toda su libertad. Es un engaño el persuadirse de que ella ha carecido por las

listas de elegibles que en él han circulado. ¿Cuál era el objeto de estas listas sino el depresentar públicamente al examen y discusión del pueblo el mérito de unos sujetos que

se creían recomendables? ¿Quién ha calificado de seducción o violencia, el que en

Inglaterra los mismos candidatos arengasen a aquellos mismos en quienes reside el

derecho de elegir? Aún menos participan de ese carácter las simples listas de elegibles,

porque no se ven animados de la vehemencia de un orador que mueve y arrebata. Si para

interesar la natural apatía del bajo pueblo es necesario que sienta la acción y reacción de

los partidos, no ha faltado aquí este resorte.

Después de 1820, el gobierno de Buenos Aires, con el liderazgo del ministro Rivadavia, buscó

poner en práctica un conjunto de reformas, entre otras las del régimen representativo. La leyelectoral de agosto de 1821 estableció el voto directo para elegir los miembros de la Sala de

Representantes, el órgano legislativo creado en 1820, encargado de elegir el gobernador;

amplió muy sensiblemente la participación electoral al bajar de veinticinco años a veinte la

edad mínima para ejercer el derecho de votar; estableció la representación de la campaña y,

de hecho, abandonó el mandato imperativo, pues los representantes electos bajo esta ley

dejaron de ser apoderados para pasar a la calidad de representantes del pueblo de Buenos

Aires, con libertad de acción con respecto a sus electores - esto es, una condición equivalente

a la categoría de diputados de la nación -. No resultaban designados por reducidas asambleas

electorales, en las que sólo se convocaba a los vecinos de la ciudad, sino por todos los hombres

libres de esta y de la campáña, sin otra restricción que la de pertenecer, como nativos o

naturalizados, al Estado de Buenos Aires.

Aunque esta ley pasó a la historia como la de "Sufragio universal", porque eliminó exclusiones

del tipo de las que solían afectar a jornaleros y dependientes, en realidad estaba aún lejos de

tal calidad, pues contenía resabios de los antiguos sistemas: excluía a los no libres - los

esclavos y sirvientes -, y no definía una representación uniforme, pues discriminaba las

elecciones de ciudad y de campaña al conceder mayor representación a la ciudad de Buenos

Aires (doce diputados contra once del sector rural) y al determinar distintos procedimientos

electorales para cada ámbito. Es decir, estaba todavía ausente la noción de una ciudadanía.

Sin embargo, la ampliación de la participación electoral fue notable. Los cambios se

manifestaron no sólo en la norma sino, también, en las prácticas electorales. Mientras que

antes de la ley de 1821 los sufragantes no superaban, por lo general, al centenar, a partir de su

sanción llegaron a votar - en algunas elecciones - más de 4.000 personas en la ciudad y hasta

10.000 en la campaña, en circunstancias en que, según se ha calculado, había en la ciudad,

hacia 1830, alrededor de 11.000 personas en condiciones de votar, sobre una población

urbana de unos 55.000 habitantes. Calcular cuántos votantes potenciales había en la campaña

resulta más difícil, por el mayor cambio demográfico y la constante expansión de la frontera;

no obstante, el empadronamiento de 1836 sumó alrededor de 80.000 habitantes. Estas tasas

de concurrencia a votar superaron, muchas veces, las verificadas en Buenos Aires entre 1860 y

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1912. Aun admitiendo que las cifras puedan no ser muy confiables, no cabe duda del éxito de

la explícita voluntad política de extender el voto.

AVANCES DE LA FRONTERA ELECTORAL

ENTRE 1821-40 

PRIMER AVANCE: SECCIONES ELECTORALESDE LA CAMPAÑA BONAERENSE EN 1821.

1a,MAGDALENA Y ENSENADA; 2a,SAUCE Y

QUILMES; 3a,ARRECIFES, ROJAS Y SALTO;

4a,PERGAMINO, ARECO Y FORTÍN; 5a, PILAR;

6a, SAN FERNANDO, CONCHAS Y MATANZA;

7a,SAN VICENTE; 8a, LUJÁN, SU GUARDIA Y

LOBOS; 9a, SAN JOSÉ DE FLORES, 10a, SAN

ISIDRO; 11a, SAN NICOLAS.

SEGUNDO AVANCE: SECCIONES ELECTORALES

DE LA CAMPAÑA BONAERENSE EN 1832.

1a,SAN JOSE DE FLORES, MORON Y MATANZA;

2a,SAN ISIDRO, SAN FERNANDO Y CONCHAS;

3a,QUILMES, SAN VICENTE Y CAÑUELAS;

4a,ENSENADA Y MAGDALENA; 5a,VILLA DE

LUJÁN Y SU GUARDIA, 6a,PILAR Y CAPILLA DEL

SEÑOR; 7a,SAN ANTONIO DE ARECO, FORTÍN

DE ARECO Y SAN ANDRÉS DE GILES;

8a,CHASCOMÚS Y RANCHOS; 9a,LOBOS,

MONTE Y NAVARRO; 10a

,BARADERO, SANPEDRO Y SAN NICOLAS; 11a,ARRECIFES,

SALTO, PERGAMINO Y ROJAS; 12a,DOLORES Y

MONSALVO, 13a,PATAGONES.

TERCER AVANCE: 1840. SE AGREGA A LA

SECCION 14a,BAHIA BLANCA. LAS TRECE

RESTANTES QUEDAN IGUAL QUE EN 1832,

EXCEPTO LA 12a,QUE PASA A ESTAR

FORMADA POR: TORDILLO, CHAPELEUFÚ,

REAL VIEJO DE AJÓ, TAPALQUÉN, AZUL,

FLORES, DEL TUYÚ, MAR CHIQUITA, DOLORES

Y LOBERÍA.

Archivo de la asesoría histórica, dirección de

Geodesía, ministerio de Obras Públicas,

provincia de Buenos Aires.

Elaborado por Fernando Aliatta,

UBA/CONICET.

A esta interpretación, sugerida por el análisis de registros, actas y escrutinios -cuidadosamente

confeccionados por quienes conformaron las mesas electorales-, se puede agregar elcoincidente testimonio que dejó la prensa en órganos como el Centinela, el Argos de Buenos

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Aires, el Argentino, el Nacional, el Tiempo, el Lucera y la Gaceta Mercantil, por citar sólo los

periódicos más importantes.

Se puede afirmar que hasta 1820, en el marco de la caótica situación imperante -caracterizada

por las guerras de independencia, la sucesión de estatutos, reglamentos y constituciones, la

lucha entre facciones y la imposibilidad de instituir un orden estable- las convocatorias aelecciones para designar diputados, cabildantes o miembros de alguna junta gubernativa

habían sido recibidas -según insiste la prensa y demuestran los registros- con inquietante

indiferencia. Antes de los comicios no había debate público, el que se producía luego de la

elección, en los colegios electorales y en los congresos. Pese a todo, las elecciones no dejaban

de realizarse (los habitantes de Buenos Aires eran convocados a votar hasta dos veces por

año), porque constituían el fundamento de la nueva legitimidad que reemplazaba a la del

monarca español. Pero la convicción de que la soberanía y la libertad se dirimían en otros

terrenos, como las guerras de independencia o las negociaciones en las asambleas del régimen

de elección indirecta, resentía la participación electoral y alejaba el acto de votar de las formas

ideales y estilizadas que poseía en el modelo político liberal. Además, las elecciones de primer

grado no aparecían como definitorias de la sucesión de las autoridades, pues les seguían las

negociaciones en las asambleas o colegios electorales y, en muchas oportunidades, las

asonadas y revueltas.

BOLETA ELECTORAL CON ANOTACIONES DE

ÉPOCA, C.A., 1823 COLECCIÓN FARINÍ,

BIBLOTECA DE LA UNLP

DENUNCIA PERIDÍSTICA DE LA PREPARACIÓN

DE FRAUDE ELECTORAL POR EL GOBIERNO.

COLECCIÓN FARINÍ , BIBLOTECA DE LA UNLP

Luego de 1821, los cambios fueron importantes y además de manifestarse en el aumento del

número de votantes, se expresaron en el debate público porteño. La prensa discutía la

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legitimidad y la representatividad de las autoridades electas y los nombres de los candidatos;

hacia conocer artículos anónimos comentando las elecciones y describía en todo detalle cada

acto electoral. La mayor transformación, en realidad, provino del pasaje de un régimen de

sufragio indirecto al de elección directa, que trasladó la negociación de candidatos del seno de

las asambleas de electores a las instancias previas a la elección. Mientras, hasta 1821, la

disputa por los cargos generalmente se dirimía en las asambleas de segundo grado, a partir de

ese año había que hacerlo antes de los comicios, porque, bajo las nuevas reglas, después de

ellos no había posibilidades de negociar nada. Los forcejeos periódicos por la confección de

listas de candidatos para las elecciones anuales de la Sala de Representantes se convirtieron en

ocupación habitual de los dirigentes porteños, y la prensa divulgaba -a falta de procedimientos

formales de oficialización de listas- las combinaciones de nombres que salían de los cabildeos.

Pero es de observar que estas listas no solían responder, estrictamente, a divisiones

partidarias o facciosas, como la de unitarios y federales, sino más bien al ascendiente que cada

candidato podía tener sobre la sociedad, al punto de que era común que listas opuestas se

conformaran en parte con las mismas personas. Se repetían los nombres de un elenco estable,

que luego era votado según configuraciones que respondían más al señalado ascendiente que

a la simple lógica de la lucha facciosa. Los rasgos que asumía la pugna por las candidaturas

revela la presencia de un régimen de notables -y no uno de partidos-, afianzado por la nueva

representación y la práctica del sufragio.

Antes de cada elección, los notables debían ganar su lugar en el mayor número posible de

listas, negociando con sus pares en un medio intensamente fraccionado; pero también

necesitaban el apoyo de personas ajenas a los círculos dirigentes, pues la obtención de votos y

el control de las mesas electorales quedaba en manos de un amplio y heterogéneo grupo que

hacia de intermediario entre la elite y los sufragantes. y que dominaba el arte del clientelismo

electoral, una de las novedades que trajo el cambio de sistema. Empleados de policía, oficiales

del ejército regular, jefes de milicia, jueces de paz y alcaldes, todos bajo dependencia

gubernamental, constituían los integrantes más obvios de ese nuevo conjunto de agentes

políticos, a los que se sumaba otro colorido conjunto de personajes capaces de influir sobre el

voto de la gente: los religiosos sobre sus feligreses, los capataces de obras públicas sobre sus

dependientes, los capitanes de barco sobre sus marineros, los maestros de oficios sobre sus

 jornaleros, los caudillos barriales sobre los concurrentes a las pulperías o las riñas de gallos:

toda una trama de relaciones, actualizadas en cada elección, según el ámbito público o privado

en el que cada dirigente o caudillo ejercía su ascendencia.

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ACUARELA DE EMERIC ESSEX VIDAL, 211 MM X

209MM, 1818. REPRESENTA, SEGÚN REZA EN

SU DORSO: A GAUCHO (HERDSMAN OR

COUNTRYMAN). A SOLDIER OF THE CHIEF

DIRECTORS BODY GUARD, A SOLDIER OF A

HORSE REGIMENT OF BUENOS AIRES

LA PLAZA DE LA VICTORIA, CON LA RECOVA

VIEJA Y LA PIRÁMIDE, MIRANDO AL NORESTE.

ACUARELA DE C.H. PELLEGRINI 316 MM X

420 MM, 1829.

Es preciso destacar el papel central que pasaron a ocupar las mesas electorales en un sistema

de voto directo, verdaderas llaves de control de todo el proceso, que reemplazaron al filtro de

los colegios electorales del régimen indirecto. Dichas mesas se constituían -tanto en la ciudad

como en la campaña- con cuatro escrutadores electos por los sufragantes presentes en el

momento de abrirse los comicios, a simple pluralidad de sufragios. Los presidentes de las

mesas de la ciudad eran electos del mismo modo, mientras que en la campaña la presidencia

quedaba en manos del juez de paz. Controlar la constitución de las mesas era el primer paso

de un triunfo casi seguro, como afirmaba en 1833 el diputado Anchorena en la Sala deRepresentantes: ...ya es un axioma gano la mesa, gano las elecciones; algo más: en el día se ha

llegado a tal punto, que ganada la mesa de madera, ya se tiene ganada la electoral, y ganada

esta, las elecciones...

Las mesas electorales tenían la facultad de decidir quiénes votaban y quiénes no; dada la

laxitud de la norma sobre el derecho de voto (otorgado a todos los hombres libres) y la

ausencia de padrones electorales, esa facultad era muy amplia. También les competía realizar

los escrutinios, proclamar los ganadores -actos que la Sala de Representantes sólo podía

revisar de comprobarse errores formales, cosa que sucedió en muy contadas ocasiones- y, en

caso extremo, anular la elección. Por lo general, la Sala respetaba la soberanía de las mesas,aun cuando los resultados electorales no fueran favorables al oficialismo.

EL GOBIERNO ELECTOR 

El régimen unanimista impuesto por Rosas en 1835, basado en el mecanismo de lista única,

es confesado sin escrúpulos por el mismo gobernador en ocasión de su mensaje de 1837 a la

Legislatura.

Mucho se ha escrito y hablado entre nosotros acerca del sistema constitucional: pera en

materia de elecciones, como en otras, la práctica ha estado bien distante de las doctrinasmás ponderadas. A todos los gobiernos anteriores se ha reprochado como un crimen, y a sus

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amigos como un signo de servilidad, mezclarse en las elecciones de representantes dentro

de los términos de la ley. Esto ha dado lugar a mil refugios y a la misma corrupción. El

Gobernador actual deseando alejar de entre nosotros esas teorías engañosas que ha

inventado la hipocresía, y dejar establecida una garantía legal permanente para la autoridad,

ha dirigido, por toda la extensión de la provincia, a muchos vecinos y magistradosrespetables, listas que contenían los nombres de los ciudadanos, que en su concepto

merecían representar los derechos de su Patria, con el objeto de que propendiesen a su

elección, si tal era su voluntad.

"Mensaje del gobernador a la decimocuarta Legislatura", 1° de enero de 1837,

reproducido en Benito Díaz, 1952, Juzgados de Paz de Campaña

de la provincia de Buenos Aires (1821-1854),

FHyCE, UNLP, pp. 173-174, La Plata.

Con respecto a los sufragantes, la condición de hombre libre no constituía una categoría con

sentido unívoco que permitiera delimitar taxativamente quiénes estaban facultados a emitir

voto, e indicaba la persistencia de formas de esclavitud y servidumbre. Los pueblos

rioplatenses conservarían, hasta bien entrado el siglo XIX, rasgos sociales poco congruentes

con la modernidad de algunas de las iniciativas adoptadas luego de la Revolución de Mayo.

Pese al célebre decreto de libertad de vientres, dado por la asamblea del año XIII, y a otro

posterior que disponía la libertad inmediata de todo esclavo que ingresara en el territorio de

las Provincias Unidas, aprobados en un fugaz contagio de entusiasmo por la Revolución

Francesa, la esclavitud y el comercio de esclavos persistieron hasta mucho después.

En una sociedad en la que subsistía la esclavitud y en la que no se acertaba a definir si jornaleros y dependientes formaban parte de los hombres libres, no sorprende que el

concepto de ciudadano resultara poco preciso. La ley electoral no definía las condiciones de la

ciudadanía, ni se dictó una ley especial a tal efecto. Es por ello comprensible que, durante

décadas, se utilizara una mezcla de conceptos viejos y nuevos, tanto para definir al votante

como para interpretar el mecanismo de la representación; y no sorprende que los conflictos se

resolvieran aplicando criterios cambiantes: mientras en algunas mesas se autorizaba a sufragar

a jornaleros, extranjeros no naturalizados y hasta esclavos, en otras se apelaba al tradicional

concepto de vecino y se permitía votar sólo a quienes pudiesen ser considerados tales.

Lo más novedoso, a partir de 1821, fue la formalización del ritual electoral y la constitución deuna esfera política diferenciada, en la que el sufragio ocupaba un sitio por cierto no menor. El

afianzamiento de esta nueva esfera tuvo lugar durante la década de los años veinte, con la

llamada feliz experiencia rivadaviana, y, aunque resulte sorprendente, se consolidó en la

década de los treinta con Rosas. Este no sólo no suprimió la realización de elecciones ni las

formas de representación impuestas en 1821, sino que llevó los índices de votantes a valores

llamativamente altos, en la ciudad y la campaña. En el plebiscito de 1835, para ratificarlo con

facultades extraordinarias y la suma del poder público, hubo en la ciudad más de 9000

votantes, según cifras cuidadosamente registradas en actas y escrutinios, que demuestran una

fuerte voluntad política del gobernador de basar su legitimidad en el sistema represen-tativo

creado en 1821.

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FIESTAS MAYAS EN LA PLAZA DE LA VICTORIA, MIRANDO AL NORESTE.

ACUARELA DE C.H. PELLEGRINI, 214 MM X 306 MM,1841 

Durante la gobernación de Rosas, así como se expandió la frontera económica al incorporarse

al área explotada tierras ubicadas al sur del Salado, antes ocupadas por los indios, podría

decirse que también se expandió la frontera política, porque a la formación de nuevos

poblados en las tierras conquistadas siguió su rápida inclusión en el mecanismo de la

representación política. Estos pueblos de campaña, muy débiles aún en su asentamiento,

fueron aceleradamente sumados a la práctica electoral por medio del otorgamiento del

derecho de sufragio.

La rápida expansión de la frontera electoral a partir de 1835, por extensión de su espacio

geográfico y del número de participantes en el juego político, tuvo lugar en el marco de unrégimen que excluyó la competencia y se basó en la unanimidad, producto de la acción del

propio gobierno. En el campo, esa unanimidad había precedido al ascenso de Rosas al poder,

pues se instauró en el momento mismo en que se dictó la ley electoral de 1821; pero en la

ciudad, la práctica de las candidaturas, tan característica de la década del veinte, fue

reemplazada por el sistema de lista única, con el fin de afirmar por la vía plebiscitaria una

legitimidad resentida desde 1827. Es así como los años de los gobiernos de Rosas muestran

esta paradójica conjunción del recurso a la vía electoral como forma de legitimación, con la

supresión del disenso político, dada la unanimidad producida por el gobierno.

Pero, podría preguntarse, ¿qué calidad legitimadora podían tener unas elecciones así amañadas? Lo cierto es que, por una parte, en el escenario rioplatense, permitían a Rosas

actuar públicamente al amparo del veredicto electoral, ante un público que, o lo aceptaba

porque adhería al gobierno, o no se atrevía a disentir -y si no expresaba el disenso en el

momento de la votación, menos lo podía hacer públicamente luego-. Por otra parte, servían de

argumento a la diplomacia extranjera, cuando no deseaba alterar sus buenas relaciones con

Buenos Aires. Ello se comprueba en un informe al Foreign Office, enviado por el ministro inglés

Mandeville, acerca de una propuesta de su colega francés Martigny de combatir a Rosas, a la

que Mandeville respondió que le parecía más un deber particular del pueblo que lo había

colocado a la cabeza del gobierno, que asunto de algún otra país.

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De tal manera, se pasó de un régimen de competencia internotabiliar, en la década de 1820, a

otro de unanimidad, luego de 1835. Lo que caracterizó al primero no fue una competencia de

tipo moderno entre partidos, sino una que se entablaba entre un elenco estable de notables.

Los nombres de los candidatos provenían de un grupo no mayor de cien personas, las que

rotaron en los cargos más importantes de gobierno (miembro de la Sala de Representantes o

del poder Ejecutivo) durante toda la década. Con Rosas esta alternancia llegó a su fin, pues se

enquistó en la Sala un núcleo de personajes que, en su conjunto y con alguna excepción,

expresan el reemplazo del tradicional elenco por otro aún más estable, subordinado al

gobernador de la provincia.

Lo expuesto hasta aquí deja de lado innumerables matices, con el objetivo de presentar un

cuadro esquemático de la cultura política que se fue decantando antes de 1850, y de destacar

el papel desempeñado por los procesos electorales. Nos ha interesado menos el estudio del

resultado de estos procesos que el de sus características y el de cómo la sociedad se

reorganizó en función del voto. Por eso nos detuvimos en las prácticas electorales y no en la

habitual antinomia entre el modelo ideal y la práctica corrupta. La corrupción es un dato

característico de la implantación de los nuevos regímenes representativos -por lo demás,

igualmente presente en esos años en las prácticas electorales europeas y norteamericanas-,

pero no puede agotar el análisis. Hay un campo de estudio muy provechoso, acerca de los

procedimientos electorales, que considera su función en la vida política y social. En este

sentido, es central atender a la articulación entre prácticas formales e informales -porque las

últimas tendían a suplir lo que la ley callaba- y a la interacción entre lógicas sociales y políticas.

Los puntos de contacto entre la historia social y la historia política son innumerables, en

especial en un período en el que la política recién comenzaba a diferenciarse como una esfera

separada de lo social.

En este proceso, el sufragio cumplió con un cometido fundamental, porque, en primer lugar,

se convirtió en la principal fuente de legitimidad de la autoridad política. El ritual de las

elecciones y su importancia en el debate público porteño revelan que el voto no era algo trivial

en esa sociedad. En segundo lugar, porque contribuyó crucialmente a la formación del Estado

provincial. La expansión de la frontera política, que incorporó al ámbito provincial nuevos

pueblos de campaña, trajo consigo la necesidad de integrarlos efectivamente al Estado, tarea

que tenía abiertas diversas vías, una de ellas, la electoral. Esta fue eficaz para el propósito de

extender la nueva presencia del Estado en ámbitos aún muy alejados del centro del poder, y

para crear -en los sectores antes excluidos de la representación política- un imaginario, en elque se cruzaron concepciones antiguas y modernas en torno a la idea de representación. 

MOVILIDAD EN LA INTEGRACIÓN DE LA SALA DE REPRESENTANTES 

REPRESENTANTE

VECES

QUE

OCUPO EL

CARGO

AÑOS EN LOS QUE

LO EJERCIO

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PERSONAS QUE

SE REPITEN MAS

DE TRES VECES,

ENTRE 1820

y1835, EN ELCARGO DE

REPRESENTANTE.

Juan Pedro Aguirre

Juan Alagón

Pedro Capdevila

Juan José Cernadas

Félix AlzagaVicente Arraga

Francisco Cascallares

Manuel Pinto

5

5

4

4

54

4

5

1820-21-23-24-25

1820-21-23-24-25

1821-23-24-25

1828-30-32-33

1820-21-27-30-331821-27-30-33

1821-23-24-30

1820-21-23-24-30

PERSONAS QUE

SE REPITEN MASDE TRES VECES

ENTRE 1835 Y

1850 EN EL

CARGO DE

REPRESENTANTE.

Juan Argerich

Manuel Arrotea

Francisco Belaustegui

Martin BoneoCayetano Campana

Manuel Corbalán

Felipe Elortondo y Palacio

Inocencio Escalada

Felipe Ezcurra

José Ma. Ezcurra

José Fuentes y Argivel

Romualdo Gaete

Agustín Pinedo

Antonio RamírezMariano Rolón

Miguel Soler

Saturnino Unzué

Pedro Vela

Julián Vivar

Baldomero García

Miguel García

Paulino Gan

Agustín Garrigós

Pablo Hernández

Lucio Mansilla

Angel Pacheco

Bernardo Pereda

Francisco Piñero

Prudencio Rosas

Roque Sáenz Peña

Justo Villegas

6

6

6

65

6

7

6

4

6

7

5

6

46

4

4

4

6

5

7

7

6

7

5

7

7

6

7

7

6

1836-38-40-42-44-

46

1837-39-41-43-45-

47

1836-38-41-42-44-

461836-38-40-42-44-

46

1838-40-42-44-46

1837-39-41-43-47-

49

1835-37-38-40-42-

44-46

1837-39-41-43-45-

47

1840-42-44-46

1836-38-40-42-44-

46

1835-37-39-41-43-

45-47

1839-41-43-45

1836-39-41-43-45-

47

1837-39-41-43

1836-38-40-42-44-46

1841-43-45-47

1841-43-45-47

1837-40-42-44

1836-40-41-43-45-

47

1836-39-41-43-47

1832-36-38-40-42-

44-46

1833-36-38-40-42-

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44-46

1834-36-39-41-43-

45

1834-36-38-40-42-

44-461833-36-39-41-43-

45-47

1833-37-39-41-43-

45-47

1836-38-39-41-43-

45-47

1836-39-41-43-45-

47

1834-36-39-41-43-

45-471834-36-39-41-43-

45-47

1836-39-41-43-45-

47

PERSONAS QUE

SE REPITEN MAS

DE CINCO VECES

ENTRE 1820 Y

1850 EN EL

CARGO DE

REPRESENTANTE.

Juan AIsina

Nicolás Anchorena

Manuel Yrigoyen

Vicente López

Eusebio Medrano

Pedro Medrano

Manuel Obligado

Miguel Riglos

Juan N. Terrero

9

10

8

6

9

7

6

13

11

1823-24-31-36-38-

40-42-44-46

1827-28-30-32-36-

39-41-42-44-46

1821-24-36-38-40-

42-44-46

1820-21-25-27-30-

47

1821-27-32-36-38-

40-42-44-46

1821-27-28-34-36-

38-40

1820-27-30-32-36-

391820-21-23-25-27-

28-33-36-38-

40-42-44-46

1824-27-30-32-33-

36-38-40-42-44-46

Puede observarse que, entre 1820 y 1835, hubo mayor alternancia en

el cargo de representante, que en 1835-50, en que gobernaba Rosas

con la suma del poder público. Este hecho se vincula con el régimen de

unanimidad impuesto en 1835. La lucha por las candidaturas permitió,

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en la primera etapa señalada, un recambio -siempre dentro del grupo

de notables- mucho mayor que en la etapa rosista. El sistema de lista

única ocasionó el enquistamiento en la Sala de un reducido grupo de

personajes adictos al gobernador. No obstante, el tercer cuadro refleja

que, en la elite, existía un grupo, también reducido, que se mantuvoen el cargo desde 1820 en adelante, sin sufrir las exclusiones que

causó el ascenso de Rosas al poder.

LECTURAS SUGERIDAS 

BOTANA, N., 1984, La tradición republicana, Sudamericana, Buenos Aires.

BOTANA N., 1991, La libertad política y su historia Sudamericana, Buenos Aires.

CHIARAMONTE J.C., 1989, "Formas de identidad en el Río de la Plata luego de 1810", Boletin

del Instituto de Historia Argentino y Americana Dr. Emilio Ravignani, FFyL, UBA, 1, 3a serie.

CHIARAMONTE, J.C., "El Federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX", en

CARMAGNANI, M. (coord.), 1993, Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina,

F.C.E., México.

COUFFIGNAL, G., "Introducción", y GUERRA, FX., "Las metamorfosis de la representación en el

siglo XIX", en COUFFIGNAL, G. (comp.), 1992, Democracias posibles. El desafío

latinoamericano, FC.E, Buenos Aires.

HALPERIN DONGHI, T, 1972, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la

Argentina criolla, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

"Notabili, Elettori, Elezioni", 1988, Quaderni Storici, nuova serie, XXIII, 69, fasc. 3.

ROSANVALLON, P, 1992, Le sacré du citoyen. Histoire du suffrage universel en France,

Gallimard, París.

SABATO, H., 1992, "Citizenship, political participation and the formation of the public sphere in

Buenos Aires, 1850s -1880s", Post and Present, 136 (hay versión castellana: "Ciudadanía,

participación política y la formación de la esfera pública en Buenos Aires, 1850-1880",

Entrepasados, lV 6,1994).

SABATO, H. y PALTI, E., 1990, "¿Quién votaba en Buenos Aires? Práctica y tearía del sufragio,

1850-1880", Desarrollo Económico, 119