PRIMER NÚMERO

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n o 1 2016 revista literaria

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Revista literaria en español

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2016 revista literaria

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Los derechos de las obras aquí contenidas pertenecen a sus creadores, al igual que cualquier conte-nido intelectual derivado de ellas. Está permitida su distribución y transmisión sin fines comercia-les o de lucro, de acuerdo a la licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Inter-nacional (CC BY-NC-ND 4.0) de Creative Commons; bases que rigen la publicación de esta revista.

febrero de 2016

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índice de contenidos

blanco negro¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?Como el ciervo huiste, habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido.Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por ventura vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores ni temeré las fieras; y pasaré los fuertes y fronteras.

¡Oh, bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado! ¡Oh, prado de verduras, de flores esmaltado!

Decid si por vosotros ha pasado.

Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.

Ay! ¿Quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo; y todos más me llagan, y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.

Mas, ¿cómo perseveras, ¡oh, vida!, no viviendo donde vives y haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos;

Y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos y solo para ti quiero tenellos.

Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia de amor que no se cura sino con la presencia y la figura.

¡Oh, cristalina fuente! ¡Si en esos tus semblantes plateadosformases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados...!

¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo! Vuélvete, paloma,que el ciervo vulnerado

por el otero asoma al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.

Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas

hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.

Detente, cierzo muerto. Ven, austro, que recuerdas los amores; aspira por mi huerto y corran tus olores, y pacerá el Amado entre las flores.

Oh, ninfas de Judea! En tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales.

Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas.

A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores y miedos de las noches veladores. 100

Por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras y no toquéis al muro, porque la Esposa duerma más seguro.

Entrádose ha la Esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano: allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.

Nuestro lecho florido de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido,

de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.

A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda aquesta vega, ya cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa; allí le prometí de ser su Esposa.Mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio. Ya no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio, que ya solo en amar es mi ejercicio.

Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido, que, andando enamorada, me hice perdediza, y fui ganada.

De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en tu amor floridas y en un cabello mío entretejidas.

En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.

Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.

No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste.

La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado; y ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.

En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad la guía a solas su querido también en soledad de amor herido.

Gocémonos, Amado; y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos.

Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías

allí tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.

El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire, en la noche serena,

con llama que consume y no da pena.

Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía;

y el cerco sosegaba, y la caballería

a vista de las aguas descendía.

poesía 10

introducción a la revista 5

la colmena, álbum fotográfico 60

prefacio al primer no 7

recomendaciones 64

agradecimientos 65

narrativa 32

expresión gráfica 4 8

ensayo 26

entrevista 52

epistolario 51

poesía experimental 23

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introducción a la revista

De entre las innumerables opciones que un lec-tor tiene para comenzar a leer un texto –sea el que sea– hay unas cuantas más comunes que otras: puede comenzar –como es probable que esté ocurriendo en este momento– por el prin-cipio absoluto, ya sea un prefacio, prólogo, dedi-catoria, índice o notas de edición; por la primera línea del texto propiamente dicho, ya sea poesía, narrativa o algún tipo de híbrido de aquellos que fascinan o repugnan tanto; o, como hace el conocedor, yendo directamente a aquello que busca, pues se sabe de su existencia. Indepen-dientemente de si se usa alguno de los métodos antes descritos o si se usa alguno más oscuro a la razón, no por ello menos válido, esta publi-cación periódica y, en cierta forma, esporádica está disponible para el uso de cualquier tipo de

lector; esperando que este se complazca, como lo hacen las personas cuyas obras se encuentran

en ella recogidas, con el intercambio.Esta publicación es en gran medida una revista literaria –por algo es ese su apellido– aunque es también una revista de carácter cultural y de ex-presión artística independientemente del medio (aunque se deben entender las imposibilidades físicas que nos impone el mundo y el desarrollo tecnológico actual). En esta publicación se en-contrarán, sobre todo, obras literarias originales de autores nuevos y algunos conocidos, de par-ticipantes anónimos y otros tantos nombrados; obras de carácter ensayístico, estudios sobre la literatura y la cultura actuales y pasadas; ilus-traciones cómicas y de crítica social y cultural; experimentos de creación literaria que buscan la

participación del lector, etc.

introducción a la revista

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intro

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revi

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La finalidad de esta revista es, en primera ins-tancia, dar a conocer a las nuevas generaciones de autores y artistas (algunos de los cuales for-man parte del consejo editorial de esta revista); en segunda, difundir el gusto por la literatura, por la innovación literaria y por la comprensión de su tradición; y, finalmente, aprender y mos-trar conjuntamente los rastros que existen, exis-tieron y existirán en la literatura, si se entiende esta como un efecto de transmisión de energía, de ideas y formas, que se amplifican, dispersan y llegan hasta nuestros días cambiadas pero in-tactas –de allí el nombre que se explicará mejor

en el “prefacio al primer número”–. Las ideas generales que subyacen a esta publi-cación son pocas pero no por eso menos con-tundentes. Se trata de una revista sin ideología política marcada (dejamos a cada autor pensar por su cuenta) aunque intolerante a cualquier tipo de discriminación u opresión formada a partir del sistema de privilegios por el cual se rige nuestra sociedad. No entendemos, por otra parte, que sea una manifestación de tipo políti-co sino de carácter humano el declararnos una revista con principios feministas. Sin embargo,

al ser una revista de carácter artístico, nuestro principio fundamental es el estético y literario, en el cual basamos tanto el contenido de la revis-

ta como su forma y concepción. La revista está organizada de una forma pecu-liar, tiene dos secciones marcadas (por el co-lor: negro/blanco) que se distinguen por tratar temas y formas antiguas (el negro representa a aquellos autores muertos cuyo eco se escucha en las poesías modernas) y temas y formas moder-nos (el blanco representa a los autores nuevos y vivos cuya obra es eco de las tradiciones litera-rias). Cada sección está separada de acuerdo al género o tipo de texto (narrativa, poesía, ensayo, arte experimental, ilustración, etc.), titulada por versos sueltos de alguna obra literaria colocados sin criterio alguno mas que el de sus connota-

ciones.De entre las innumerables opciones que tiene un lector para leer una revista –esta revista– pro-ponemos una que nos parece la más apropiada para lo que a partir de este punto se presenta, y que consiste en seguir el propio criterio y, en fin,

leer. ¶

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prefacio al primer no

prefacio al primer no

Entendemos la literatura como una forma de co-municación a través de los siglos. Nada queda por contar pero todo está aún por escribirse. El eco de lo antiguo suena en lo actual: leemos a Antonio Colinas a la luz del Cántico espiritual de San Juan y entendemos al místico a través de los versos del bañezano. Por eso el nombre ele-gido. Nuestra atención está en lo nuevo, en todas aquellas propuestas que, desde cualquiera de los soportes que nos ofrece la cultura, ayudan a comprender el mundo en que vivimos pero que, sobre todo, hacen una reflexión sobre sí mismas en tanto que productos culturales. Nos apar-tamos de aquellos que, ciegos ante todo lo que sienten lejano, desdeñan un pasado riquísimo que ilumina nuestro presente. Defendemos una literatura que se sabe literatura. El escritor es,

ante todo, lector. El primer número de esta aventura lite-raria es, pues, el comienzo de una revista, ante todo, para lectores activos. Como la protagonista del Cántico espiritual —obra que homenajeamos en este primer número— hay que aventurarse, arriesgarse, adentrarse en una lectura que nos incomode, que nos haga replantearnos nuestra situación en el mundo: «yré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fie-ras». Y, como recompensa, la visión deslumbran-te de las «ínsulas extrañas», pequeños reductos de vida, en las que, sobre todo, brillan las pala-bras. «Las palabras / Me hacen falta / Para todo lo / demás» afirma Pablo Toussaint en uno de

sus textos. Diferentes versos de esta obra fundamen-tal de San Juan nos han servido para representar

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pref

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cada uno de los aspectos literarios y culturales por los que se mueve este primer número. «Un no sé qué que quedan balbuziendo» para la poe-sía lexicográfica, un juego lingüístico que, pre-cisamente, destaca la materialidad de las pala-bras con las que trabajamos y que nos trabajan. «Entremos más adentro en la espesura» para los textos ensayísticos. «Y en uno de mis ojos te lla-gaste» encabeza la selección de prosa narrativa. «Pues eres lumbres dellos / y sólo para ti quiero tenellos» da pie, a su vez, a unas pequeñas mues-tras de expresión gráfica humorística. «No quie-ras embiarme / de oy más ya mensajero / que no saben dezirme lo que quiero» es el comienzo de un epistolario que quiere iniciar una implicación del lector de la revista en sucesivos números. Fi-nalmente, «salí tras ti clamando y eras ydo» es la cabecera de la entrevista al escritor salmantino/

astorgano Andrés Martínez Oria, quien nos pro-porciona algunas claves para entender sus dos últimas novelas y, sobre todo, para entender los nuevos caminos de la novela en estos tiempos.

Os ofrecemos, pues, esta pequeña mues-tra de palabras e imágenes que, antes que nada, esperan incidir en todo aquel que las experimen-te. Que nada sea igual después de pasar las pá-ginas de este número inicial. Y sin perder de vis-ta, claro, que una palabra se escribe en un papel

manchado por la tinta de muchas otras:

«Una tenía la sensación de que todo se repe-tía, de que una cosa caía justo en el mismo sitio donde había caído antes otra y causaba un eco que resonaba en el aire y lo llenaba de vibraciones» (Virginia Woolf, Al faro).¶

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9blancoblanco

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las ínsulas extrañaspoesía

fabiola del rincón

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poesía fabiola del rincón

Un día fueaquel que

no fuey no quería

no quería despertar.

Así constantees el peso de no vertede no tenerte gritando que quieres correr,empaparte la camisa suciade risotadas y satisfacciónAsí constante No cae chin a chincomo la lluvia de hoyen la lluvia de mañanacae suavemente de golpeAsí como las olas descienden de la montañaY nos llenan de vidaO nos vacían de ilusiónAsí constanteEs el amorQue siento al memorizarte Gritandoasí, gritandomi nombre con tu mirada.

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poes

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a mi

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a ángela miranda

dime si puedes ver el futuro en tu calva de cristalo si las moiras confundieron los hilos.

desde orión gritan tu ausenciasé una constelación

hey, deguer

la náusea vomita

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es como jugar a escondernos en la franja de gaza.lobotomizadospor la teletiendatropiezas con desesperadospor la calle.“perdone, intentaba cruzarel estrecho.”

y llego con hipotermia a la puerta de mi casa

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poesía pablo toussaint pablo toussaint

Olvida los tiempos dormidos,sueña y olvida el vacío

que encontrarme te causótraza sobre mi piel con brío,

sobre tu piel de estíomanchada, no lo olvido;

olvida como yo.Sigue trashumante el rodeo

encuentra el paso más ligeroy sigue

conmigo sigue.Dame el abrazo más calmado,acaricia con recelo mi cintura

dame el brazo más desnudoy mi aliento en son pausado.

Te daré con ansias de candor,una llama, un titileo

te daré el camino llano,el viento quieto, el verano;te daré y dame, te reclamo

las palabras tristes damedame cuando yo te llamo

dame oculto dame suave

dame en vanodame todo lo que sabes

dame las cosasy las sobras de estas

dame el ruido, dame el llantodame el eco de tu boca,

y si al eco le debes como a mi, dale a él que porque es eco

vuelve, deja, siente, olvida, sigue,y dime

vuelve, deja, siente, olvida, sigue,

sigue sin mi.

ECO

Vuelve la miradaatrás

Vuelve los ojos dulcestu mirada atrás vuelve

vuelve la miradavuélveme a mirar.

Deja atrás los lazosencinta la cortezade tus labios deja

deja olvidados los pasosvuelve tu mirada

deja el tiempo atrás.Siente, como el frío

de mi aliento la inocenciasiente, entre palabras la ausencia

de mi voz siente el tremor

Las palabras me sobran,si sobre tu cuerpo mis manos obran.Las palabras Me hacen falta Para todo lo demás.

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poes

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tHablemos de cosas

del tiempode cómo las hojas caen

y encuentran el pisohúmedo y frío

y lo cubren de orode cómo el cobre se enciende

y se roba el colorde cómo el aire se llena

y se suelta enfurecidocontra mi cara enrojecida

contra tu cara pálidade cómo las gotas rocían

con sus delgadas cortinasmi pelo

y me dicesque eso no moja

y te creo.hablemos de cómo llegué

empapado a mi casade cómo tarda el calor

en volver a los huesos,de cómo el agua se queda

pegada en la piel

de cómo no me secoestás en ella

estás mintiendoy lo sé.

hablemos de cosas,de la vida

de mis padres,de los tuyos,

de cómo pasan los añosy no vuelven nunca,

de cómo pasan las cosasy una tras otra

se pierden y no las vemos;

de cómo se enmarca tu caraentre tu pelo

y de cómo tus ojosestán pintados de hielo;

hablemos del mundo,de las cosas mundanas,

del sexo,hasta hartarnos,

hasta que el pudor,o la vergüenza

quiera detenernosde cómo se escucha

y cómo se vede cuánto y dónde

de sí o tal vezde mucho o de pocohablemos, hablemos

hablemos de cosasy si te cansas

ya sabes, para callarmesolo hace falta un beso.

A la Universidad

Derrúmbense los techos Y que las doradas piedrasHechas pilares se vuelvan

Polvo, y que caiga todoAl suelo

Con el viento ya las filigranasLevantarán en vuelo

Posándose, si así lo quierenUnas sobre otras

Y los pilares de oroReconstruyendo.

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poesía dalmirodalmiro

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ALBADA

La noche hilabaen la rueca.La luna gemíaen la tela.Dos gritos rasgaron el cielo. Mil astros cayeronal cieno.

AMANECERES IMPOSIBLES

Amaneceres imposibles…

¡Ya os veo!

Llamad a mi ventana.Entradme por el alma.

¡Ya os veo!

No es esa mi ventana.Que no es esa mi alma.

¡No os veo!

Amaneceres imposibles…

no os v e o .

El mundo es el espejo del poema:yo solo lo inclino para que veáis la imagen.

Miradme compasivos,y a la ninfa que amabaal infeliz Narciso,mandad que diga al orbela pena de Dalmiro.

A la muerte de Filis vv. 29-32, José Cadalso

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poes

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BLUES DE LA MEMORIA

El pasado a veces vieney nos atormenta con recuerdos.El pasado, a veces, vieney nos araña la cabeza con recuerdos.No recuerdo una noche tan triste como esta.Será que el pasado ya no viene a despertarnos.

Miro a las nubes.Me invento formas, personajes, fábulas.Nunca encuentro una historia adecuada.(El viento sopla. Se deshacen las formas)Ya no miro las nubes.Escribo, a veces,mi terrible decepción en un cuaderno.

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poesía alberto perdomo alberto perdomo

Estaciones (22 de noviembre de 2013)

Si digo estacionessé que dirás trenes

Pero los árbolesen su ir y venir de hojasentienden poco –o nada–de vías de despedidas de andenes.

No era eso (8 de diciembre de 2014)

Míranos,algunos años después –no tantos–de aquel amor que nos quemaba en los ojosdemandando amar de golpe todo lo que nunca amamos,ver de golpe todo lo que nunca vimosy que hoy, algunos años después –no tantos–,puedo confirmar que nunca veríamos: todo llega.

Acostumbrados a creer que El Amorera aquella fe que un día acariciamos,estuvimos tan equivocados como quien creeque la vida es toda infancia.

Me doy cuenta ahora:

No era aquella certeza el amor, era la duda.

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poes

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moSaudade en verano (7 de

julio de 2013)

La primavera acabó–como era de esperar– en ve-rano.De él se supone una leve brisa azotandolas caras de los primos peque-ñosque juegan en la playa,la misma que zarandea leve-mentelos trajes de baño en las liñaspara tender la ropa del patio de atrásde las casas con patio.

Pero no anunciaronlos partes metereológicostodo un frente de angustia soplandohacia el sur,de tu tierra hasta la mía,

que, consumada en un punto sólo,véase: la latitud exacta que ocupoy sus mismas coordenadas,nubla el azul del cielo;no el cielo mismo, sino su colorpropiamente:

Las calles no llevan a ningún sitioni saben cómo volver;no tienen a dónde hacerlo.El otoño acecha, ocre y silen-cioso,en las copas de los árboles.Los aviones son pájaros tristesque surcan el viento como lo haríaun pétalo deshojado,una opción perdida,una oportunidad menos para verte;otro día sin ti.Y el cielo no es más que una lona polvorienta,

rasgada por un océano de antenasde televisión y de cablesy de alambres inservibles,descubriendo la misma nadaque, ya antes de ser,nos hacía temblar.

Fuera de todo esto,un frente de esperanzaacaricia tanto la cara de los niñoscomo los trajes de bañoy a los propios bañistas.

Pero no aquí, amor mío.Aquí sólo sopla, gélida,

la nostalgia.

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poesía alberto perdomo

Los amantes torpes (9 de diciembre de 2014)

Dicen que la palabra Roma al revés esconde el amorpero busco:

y no lo encuentro.

Roma

torpe,tu mirada,sin saber a ciencia ciertasi alguna vez te miré o mis ojos son los tuyos.

Inefable (26 de enero de 2013)

Tu nombre está hecho de olvidos,de los jirones del recuerdocosidos a retazosen el tiempo, en la ausencia.

Deletreo tu mirada torpementey a veces consigo rescataralgunos de los colores inexistentesque el sol proyectabacuando te conocí: nunca.

(En ese entoncesno sabía quién eras)

Ni siquiera sé si te soñéo tú me soñaste a mí.

Y sigo deletreando,

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poes

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al tomás caudal

I

Palabras que son prófugas en el frío llano que se desploma del témpanoal otro lado del teléfono: compañía apócrifa. Fuimos, queda claro, más no seremos,otra vez. En la vanidad del tiempo, en el principio de la juventud y del placer, en los inviernos de la niebla y la nostalgia de países perdidos como azarosas circunstancias,donde los fantasmasse parecen cada vez mása nosotros.

III

Cómo cansa encontrarle sentido al versocuando las cosas están provistas de misterio.Abrir un mundo que es palabra,dentro del aparente universo de los signos,entre esta estúpida dialécticacon la que el hombre siempre se acompaña.Cómo cansa la batalla de los días cuando los días tienden al delirioa la sombra a la distancia a la necesidad del sinsentido del verso.

VI

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poesía tomás caudalIV

Llegaste como una flecha, violenta e imprevisible, casi certera. Sin advertirme que ibas a besarme a orillas del Danubio,entre las gaviotas que parecíanllevarse toda nuestra historiapersonal. Para hacernos dos, el mismo. La perfecta unidad sin tiempo. Me tomaste de la manosin que yo me diera cuenta, debajo de la luna incandescente. Las manos más ásperas que he sentido, casi tan ásperas como tu voz o como el frío del norte. El resto de la noche, que bien pudo haber sido el resto de una vida. Agarrados inusualmente de quien sabe qué cosa, hacia quien sabe qué lugar. Dos ilusos perdidos, sin darse cuenta, en la cima del sueño.

II

Me reprocho no haber sido entero contigo,a pesar del intento.Fui una parte y un instante y nada más.

Te hablé con dureza, pero también con ternuray cercanía. Pero te hablé, y nos hablamos, acaso, muchas veces, a muchas horas.Fuimos.

En esa ilusión de estar juntos,en esa extraña ciudad de niebla, en la certeza del carbón de la noche, asidos de los pies y de las manos, como dos acróbatas expertos.

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poes

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más

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Pronto me volví ajeno a todos los países.

A esa extraña forma de organizar un mundo, -vanidad tan ilusoria,

y a nuestra posible geografía de cuerpos.

No encuentro fronteras mas que en mis propios versos, cuando intento ponerme a escribir

y no puedo.

VII

No se puede hablar de dolor mas que desde el recuerdo, aunque el recuerdo del dolor no sea el dolor Para poder – si acasodarle forma y nombre, para juntar las armas, tomar distancia es necesario. Y que no desvanezcan trémulos los dedoscuando se llega al fondo de la herida.

VII

I

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poesía experimentalun no sé qué que

quedan balbuziendopoesía experimental

poesía lexicográfica

Fragmento de Versos sencillos (1891) de José Martí

Forma de nominativo de 1a persona singular en masculino y femenino he visto en la noche que carece de luz o claridadLlover sobre mi cabezaLos cada una de las líneas, generalmente rectas, que parten del punto en que se produce una de-terminada forma de energía y señalan la dirección en que esta se propaga de lumbre puraDe la divina propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas.

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poes

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tal

De Prosemas o menos (1985) de Ángel González

¿TIENES EN LA MENTE ALGO DEL PASADO QUE TENÍAS LA DETERMINACIÓN DE EJECU-TAR SER PLANTA HERBÁCEA, ANUAL, EXÓTICA, DE LA FAMILIA DE LAS AMARILIDÁCEAS, CON HOJAS RADICALES LARGAS, ESTRECHAS Y PUNTIAGUDAS; FLORES AGRUPADAS EN EL EXTREMO DE UN BOHORDO GRUESO DE DOS A TRES CENTÍMETROS DE ALTO, BLANCAS O AMARILLAS, OLOROSAS, CON PERIGONIO PARTIDO EN SEIS LÓBULOS IGUALES Y CORONA CENTRAL ACAMPANADA, FRUTO CAPSULAR Y RAÍZ BULBOSA. SE CULTIVA EN LOS JARDI-NES POR LA BELLEZA DE SUS FLORES?TÍMIDA, ENCOGIDA que padece de una disposición anómala de los ojos por la cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez a un mismo objetoVocativo de segunda persona del singular No te prevengas anticipadamente de algo;

Pon la atención en lo material y espiritual de todas las cosas creadasY separa con más o menos violencia las partes de una tabla de cristalazogado por la parte posterior para que se reflejen en él los objetos que tenga delante

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poesía experimentalCALENDARIO de Piedras Sueltas (1955) de Octavio Paz

Contra el Líquido transparente, incoloro, inodoro e insípido en estado puro, cuyas moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y que constituye el componente más abundante de la superficie terrestre y el mayoritario de todos los organismos vivos, Períodos de 24 horas, correspondientes al tiempo que la Tierra emplea en dar una vuelta completa sobre su eje de fuegoContra el Fenómeno caracterizado por la emisión de calor y de luz, generalmente con llama, Pe-ríodos de 24 horas, correspondientes al tiempo que la Tierra emplea en dar una vuelta completa sobre su eje de agua

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ensa

yo

entremos más adentro en la espesura

ensayoacerca de la narratofagia

Digresión ensayística sobre un artículo de Sergio González Rodríguez, publicado en http://www.

fronterad.com/?q=narratofagia , por Fabiola del Rincón Fernández

Resulta apasionante esa idea de literatura rebo-sante, hasta en la sopa -da igual si es de letras o de cebolla-. Y es cierto que seguramente la haya-mos ido filtrando (la literatura) en todo aquello que hoy en día es capaz de llamar nuestra aten-ción: bien mirado, está presente en los últimos

anuncios de MacDonald’s, en el gracioso lema de nuestra taza de desayuno o en nuestros “luga-res de memoria”. Todo esto, que no es sino una focalización de nosotros como individuos en so-ciedad, la forma en que se nos hace llegar, dice mucho de los hombres y las mujeres (en la medi-da en que son seres culturales), de sus anhelos,

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acerca de la narratofagiasus conciencias y sus motivaciones.

Si algo han sabido hacer muy exitosamente los editores y publicistas, la gente de marketing de las multinacionales y cada vez más compositores y escritores con poca o nula lealtad hacia su “yo literario” (ese que lleva a escribir anteponiendo a los deseos de la editorial la coherencia entre uno mismo y el texto, aunque el resultado solo complazca al susodicho autor) ha sido averiguar los pulsos de cada pasión humana y dar con la fórmula mejor para dirigirlos a su antojo. La cla-ve de esta “fórmula” la da, precisamente, la idea del ser humano como “narratófago” adicto; ya los formalistas rusos dan en el clavo al hablar de ostranenie o extrañamiento, y de la desautoma-tización. Y es que la épica, el sueño americano o amores como los de Heatchcliff y Katherine tras-ladan esas pasiones intrínsecamente humanas y las elevan al cubo, las exaltan de forma catártica en un plano que no es real pero que deseamos fervientemente vivir, que perseguimos audaz-mente y que “sublima”, de algún modo, nuestras vivencias personales, les aporta brillantez al constituir el otro foco de una fructífera e infinita retroalimentación junto con nuestras vivencias. Así, tan enamorados estamos de la idea del amor,

que la reinventamos constantemente en ese cír-culo arriba comentado; la ficción, pues, nos es necesaria, y la narración que construyen las pa-labras es el medio que, es seguro, mejor la canali-za y le aporta forma. No obstante, como ya sabía Lope de Vega, la importancia de la “tramoya” es fundamental, tanto como la de las palabras y los silencios en sí: la música, la fotografía, el vestua-rio, las facciones, los ambientes, la iluminación, las miradas, gestos y caricias pueden conmover-nos hasta lo más hondo, y constantemente estos efectos son utilizados para movernos a un lado o al otro. Seguramente hoy día una película es, por tener la mayor capacidad de conjugar todos estos efectos, además de las palabras, a su com-pleto antojo, el tipo de narración que más se pue-da acercar a todo tipo de receptor, quizás más

incluso que la propia literatura escrita.Todo esto no pasaría de ser una cuestión intere-sante si no fuera por el hecho de que ese desbor-damiento de reclamos en forma de pésima lite-ratura comienza (o lleva ya tiempo haciéndolo) a minarnos la moral, a anestesiarnos ante lo que debería ser un proceso de desautomatización, algo de gozo profundo y, ante todo, sensible. Cuando la ficción pasa a ser convencionalismo,

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yocuando naturalizamos la narración, le quitamos la magia, la dimensión más profunda; lo peor, dice el mexicano Sergio González Rodríguez, parece tener cura: “la capacidad de distinción, de evaluación, de distancia ante la propia avi-

dez que desatan las historias y sus ingredientes adictivos”.

Salamanca 2014¶

Nota: Según cuenta la recopilación, este texto es un fragmento de las notas manuscritas redactadas por un enfurecido Juan Pablo Selagarra Contódos en respuesta a Matón de Morvilliers y su Encyclopédie Pédantiser, y que fueron el borrador de lo que poste-riormente sería Oración apologética por la España y su mérito culinario. En estas notas, un Selagarra no-tablemente airado arremete contra variados aspec-

tos de la cultura francesa, especialmente en lo refe-rido a la gastronomía, y exalta, en contraste, algunas costumbres españolas. Posteriormente, el autor, ya sereno, eliminaría la casi totalidad de este borrador y se centraría específicamente en aspectos literarios, dejando tan sólo la tesis inicial (casi) por completo y algunas formulaciones. Estas notas preliminares (el documento expuesto a continuación) tenían por título Oración apologética por la España y su mérito

breve digresión sobre la europeización de españa frente ala españolización de Europa y, en concreto, de la deleznable Francia o Sobre cómo importar la torti-

lla de patatas y el noble espectáculo de los toros, de Juan Pablo Selagarra Contódos.

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breve digresión culinario en contraposición a la Francia, que, contra-dictoriamente, parecen comer con el culo1. El autor de la recopilación decidió bautizarlo posteriormente y por cuestiones más que evidentes con el título que

aquí se cita.

«La gloria científica de una nación no se debe medir por sus adelantamientos en las cosas su-perfluas o superficiales, sino por la calidad de su tortilla. Quién pudiese, pues, dar su consen-timiento al establecimiento de un vano orden meritorio por el cual fuese conveniente la no añadidura de patatas al previo batimento de los huevos y la consecuente superioridad en el ter-reno de las artes y las ciencias de aquel infame territorio que así lo considerase. Añado: quiénes se creen que son los franchutes; esos, nues-tros deleznables vecinos, para propugnar quasi heréticamente la superioridad de su pomposa y superflua literatura, tan impropiamente ofre-cida más al deleite que al beneficio de la vida, respecto a la nuestra; ellos, que en su sectaria vanidad no son capaces siquiera de apreciar el

1 Nótese el ingeniosísimo juego del autor al com-parar los términos culinario y culo, en alusión al su-puesto pésimo gusto de los franceses.

docto deleite y el placer espiritual que supone la conformación de la tortilla mediante la añadidu-ra proporcional de patatas así como de huevos. ‘‘Omelette’’ llaman a la mediocre invención, tan falta de tubérculos como de civismo, sirviéndose de ese afeminado término rayano en la ridiculez, en atropello de la virtud gastronómica y, me atrevo a decir incluso, del buen gusto y la gloria

histórica para con su triste nación. Son estos, los franceses, nuestros degenerados vecinos de arriba (que no superiores, ni mucho menos), quienes, al igual que quien tuviere la desgracia de convivir puerta con puerta con una ramera de apetito tan lascivo como insaciable, nos hacen padecer la desgracia de tener que es-cuchar forzosamente sus estériles alegatos y sus denigrantes calumnias, al igual que el supuesto inquilino se viera obligado a oír los insufribles alaridos de la puta gabacha. Y me permito hac-er tan certera comparación fundamentándome en un hecho contrastado como es la por todos sabida inutilidad de su idioma: ¿qué conjunto de mongólicos, doctos en lo inservible y necios en lo loable, puede escribir tanta letra para pro-nunciar luego tan poca? Empíricamente podem-os afirmar, pues, que esto se debe al gusto y la

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yotendencia francesa de utilizar la boca, órgano que Dios nos ha brindado y cuyos fines le debe-mos, para asuntos más bien carentes de decoro, siendo tal la naturaleza de las indecentes inno-vaciones que por algo se les atribuyen histórica-

mente en el terreno de lo amoroso.Y he aquí uno de los principales fundamentos en que apoyan sus acusaciones los que después del extravagante Voltaire no saben pensar sino lo que él escribió. En España no se piensa: la libertad de pensar es desconocida en aquella Península: el español para leer y pensar necesi-ta la licencia de un fraile... Pero, ¿qué es lo que no se piensa en España, sofistas malignos, igno-rantes de los mismos principios de la filosofía que tanto os jactáis profesar, hijos de la grandí-

sima puta?Hago pues mención a una cuestión que ha ocu-pado a nuestros ilustres pensadores durante siglos: el papel de la España en el contexto de la Europa. Hágase patente de una vez la meri-toria aportación de nuestra España a la cultu-ra europea, haciéndose extensible a toda la del mundo conocido, inmenso en su extensión: glo-rifíquese la tortilla de patatas, así como el noble arte patrio del toreo. Alemania o Gran Bretaña,

ilustres en su proliferación de pensadores y cor-rientes filosóficas, no poseen siquiera la noble y provechosa cultura de la tortilla, ni la presti-giosa y altanera práctica del toreo. Es más, de todo el extenso territorio Europeo, sólo los es-pañoles dominamos tan sublime arte, puesto que aquel híbrido entre alimento y maleficio que los franceses llaman omelette se trata más de un macabra infortunio que de un sano entremés. Por esto, con el fin de hacer patente la grandiosa naturaleza de nuestra España, yo propongo lle-var a cada rincón de Europa una buena tortilla de patatas y, de postre del almuerzo, una buena corrida, y que ésta sea preferiblemente de toros, salvo moza oportuna que, claro está, no sería preciso desairar. Entonces, cada franchute que tuviere en su mesa a la hora del almuerzo una buena tortilla de patatas la degustaría provecho-samente, y así como él cualquier noble ciudada-no que se hiciera llamar europeo, para posterior-mente ir a la plaza a contemplar maravillado la faena, cuidaríase de proferir gratuitos imprope-rios sobre nuestra noble y provechosa tradición literaria y contemplaría gratamente la grandiosa elocuencia de nuestro verbo así como la virili-dad de nuestras bestias y la riqueza de nuestra

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breve digresióngastronomía. Y toda Europa, más grandiosa y airada que nunca, se unificaría bajo la meritoria supremacía española, ondeando el lema ¡Que Dios bendiga a la tortilla española y a la España

y a la madre que la parió!Y quiera Dios que algún día se invente un de-porte en el que jueguen once varones golpeando una esfera hecha de vientre de vaca y que éste se

llame balompié y en él nos alcemos sobre toda Europa. Qué digo, ¡sobre todo el mundo! Y así contemple el universo entero nuestra gloria para erección del orgullo patrio aunque se muriese nuestra gente de hambre e incultura. Tal es la gloriosa y secular naturaleza que a la España le

fue dada.He dicho». ¶

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narra

tivay en uno de mis ojos te

llagastenarrativa

Se reunieron en casa de una chica de la escuela, como se suele acostumbrar, a la cual no cono-cía más de la mitad de los invitados, una amplia variedad de especímenes de todo tipo, no supe-rando la barrera de los dieciocho años ninguno de ellos; por consiguiente, en su gran mayoría

todos algo desgastados en alcohol, y devueltos en algunos casos, pues el hígado, como es bien sabido, no es el órgano más resistente entre los muchos que forman aquel complicado y com-plejo conjunto de curiosidades que es el cuerpo

humano. Fueron llegando poco a poco los invita-

relación de fiestasPablo Toussaint Noriega

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relación de fiestasdos, y los que pretendían serlo al igual que pre-tendían la bebida que allí se estaba sirviendo. Exaltados por el prospecto de tener un dolor de cabeza impensable al día siguiente, las botellas que contenían tan precioso o preciado líquido como eran ron, vodka y tequila de finura tan dudable como la objetividad de considerar que tienen buen sabor, se fueron vaciando, dejando sobre el suelo y las mesas los restos de conversa-ciones despistadas, de accidentes topográficos y de faltas de balance, tan apropiadas consideran-do el circo en el que aquella carpa que cubría el

patio interior de la casa se había convertido. Los asistentes, pues llamarlos invitados es llevar la cosa a terrenos de incertidumbre, fueron, como las botellas, drenándose de cohe-rencia en sus palabras, al mismo tiempo que se llenaban de la sordera que buscaba, con sus gritos, superar el alto volumen de la música que poca gente, con miras a bailar deprisa y con poca gracia, aún escuchaba. Habiéndose plan-teado una mirada general de la disposición de esta fiesta, sobre la cual no cabe hacer mención a la forma en el vestir que en las damas era poca, no por ello menos dignificante, y en los caballe-ros, si alguno había que así pudiese llamarse,

tan plana e invariable que el paisaje castellano sería una cordillera cántabra en comparación; ni cabe hacerla demasiado en las razones de tal celebración, que no eran más que la de un sim-ple cumpleaños, movido por razones escolares a un día menos de diario, y más apropiado a la fiesta y a la sinrazón; procederé, como supongo que debería hacer uno en este tipo de relaciones, a describir, con ojo de sujeto que el fin y al cabo, y por más que me pese es lo que soy, las situacio-nes y los personajes que en ellas tuvieron razón. Conviene comenzar con aquella persona que en el rango social sobresale por encima de las demás. Hombre y blanco había de ser, y por lo menos en apariencias heterosexual, pues in-dependientemente de lo que nos digamos a no-sotros mismos, desde este momento y lugar en el que vivimos, toda farsa enmascarada de toleran-cia y resguardada por una ley sigue siendo farsa en tanto el género literario al que pertenece no se haya extinto en los anales de su difunta existen-cia. Este chico, que de diecisiete años parecía, be-bía moderadamente, conociendo el enojo de sus padres en caso de que volviere, como en otras ocasiones había hecho después de alguna fiesta, a vomitar sobre las alfombras del coche cuando

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lo fueren a recoger. Era guapo, de complexión fuerte pero no demasiado robusta, y si esta rela-ción fuera de otra época, además de la elocuencia mejorada del narrador, su figura correspondería a aquella de un marqués, de aquellos con fama de coquetos, más por deber político que afición, y ricachones. Su belleza que aunque cautivadora no era incomparable, atraía las miradas de gran variedad de hombres y mujeres. No por las mis-mas razones en todos los casos, pero se oía el ru-mor de que el chico tenía, además de un cuerpo tonificado con la misma presteza con la que Vul-cano confeccionaba los rayos de Zeus, otros atri-butos de considerable magnitud, por no hablar de destreza, que a los diecisiete años, mucha que

no sea por autoaprendizaje no se puede tener. El chico se encontraba algo cabizbajo, ignoran-do sutilmente la conversación que su grupo de amigos formaba alrededor suyo y al de un tema de relevancia tan, pero tan ínfima que el siquiera mencionarlo sería un serio insulto al intelecto de quien sea que lea este parte que ahora doy. Sus ojos, como dos saetas veloces, se dirigían alrede-dor de la pista de baile, tratando de localizar algo que no había podido divisar antes. El estupor en el que nadaban sus amigos le permitió alejar-

se de ese encierro con sorprendente facilidad y acercarse a la mesa donde, además del alcohol y algunas muestras de comida poco saludable, se encontraban unas chicas, tres en concreto, que miraban desde lo lejos el desarrollo de un baile descoordinado e influenciado más por un des-pertar hormonal y los influjos de aquella droga líquida que por el pulso de la música. Traía una pregunta en los labios pero se la tragó al ver a una chica, especialmente bien vestida y con los atributos que la naturaleza le concedió muy bien puestos sobre la cintura y debajo de ella, que se acercaba a su lugar con la vista fija en él. Volviendo a la analogía con el tiempo pasado, nos encontraríamos ante una dama de aún más categoría que el chico al que se acercaba, mas que por su triste condición, que así, y con gran injusticia para ella y muchas otras más, la lla-marían, no lo sería del todo. Sería una duquesa, de aquellas que conscientes de su belleza y fino talle usan el escote como ramo de flores, exhi-biéndolo en colores y voluminosidad para com-petir con el de sus bien empolvadas mejillas. Las tres chicas que allí se encontraban comenzaron a cuchichear a medida que las intenciones de la recién llegada se hacían más claras al acercarse

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relación de fiestasde manera peligrosa a los labios del chico con los suyos propios, a lo que este respondió con un paso hacia atrás, de esos que mencioné al prin-cipio como causantes del hecho de que el suelo fuese, por lo pegajoso de su superficie, más pa-recido a una base cenagosa que a la piedra de la

que estaba hecho.La ofensa que sintió la chica, entendible desde su condición tanto social como física; pues la ley de la gravitación universal es una de las que conforman tal ciencia; fue especialmente gran-de, tanto por el traspié como por las risas que las tres sibilas, que solo las llamo así por ser tres e ir vestidas de negro, profirieron al presenciar la escena. El chico se volvió hacia ellas y se en-contró con sus miradas, vacías por la falta de in-terés, no de ojos; trató de recordar la pregunta que tenía en la lengua, pero la mínima vergüen-za que había pasado hacía unos momentos fue suficiente para borrar aquel sentimiento pen-diente de su mente que se le salía por la mirada. Regresó entonces el chico, marqués de la fiesta, a su antigua posición y sondeo, esperando en-

contrarse con aquello que buscaban sus ojos.Me disculparán si me desvío un poco de este chi-co tan principal y me dirijo hacia otros asuntos,

prometiendo, por supuesto, que volveré a él en su debido momento; que siendo esto un relato bre-ve, habré de hacerlo prontamente. Al otro lado de la fiesta se encontraban los típicos amantes juveniles, demasiado preocupados por saber quién tiene la boca más grande, como si en eso consistieran los besos. Unas cuantas parejitas se encontraban repartidas alrededor de la pista de baile, y solo una hacía lo propio cuando había música. Los besos abundaban, aunque pocos eran placenteros de observar. Otras parejitas re-currieron a los ámbitos más oscuros de aquella casa convertida en salón de bailes, retrayéndose a los rincones en los que un felice dedo y fro-tamientos esporádicos aunados a unos buenos apretujones y gemidos ahogados daban a aque-lla poca visión el toque ideal para lo que estaba

sucediendo. Por otra parte, el intelectual incomprendido y algo charlatán, después de unos cuantos vasos concentrados en alcohol de calidad dudosa dis-curría frente a un auditorio que no le hacía caso, sobre la importancia de tener un presidente que fuera economista, porque es recomendable tener dinero en el banco a cualquier otra cosa; como si no hubiese economistas malos en este mundo. El

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encargado de la música ponía por enésima vez una de esas canciones que tienen más pinta de efectos de sonido para una película de robots es-paciales que de música para fiesta, convencido de que el grandilocuente movimiento de la me-dia docena de personas que seguía en la pista de baile era señal propicia a sus esfuerzos. Una fila de longitud considerable se había formado fuera del único baño de la planta baja, compuesta so-bre todo de mujeres y uno que otro hombre que como todas ellas, no disimulaba su necesidad de encontrarse con un espacio vacío para poder recurrir a seguir bebiendo. Alguno de los de la fila eran casos más extremos, pues aquel vacia-do bien merecido lo llevaron a cabo por el medio menos deseado, especialmente por el hediondo

tufo que de esta solución salía. Una chica con aspecto algo preocupante estaba sentada en un sofá, cubierta con una mantilla que era en realidad la chaqueta de un chico muy grande que se la había dejado prestada. Había llamado a un amigo suyo para que pasara a re-cogerla, pues había tenido un leve ataque de an-siedad, que comparado con otras cosas que le pueden pasar a uno durante una fiesta no es una cosa leve. Sus ojos resecos y rojos se cerraban y

abrían con gran impaciencia, esperando que lle-garan por ella, al tiempo que respiraba profun-damente, contando inhalaciones y exhalaciones

muchas, para controlar su agitación.El tiempo pasó de forma lenta para algunos, de-masiado rápida para otros, como aquellos que sin quitarse la ropa jugaban el juego adulto con el que algunos hacen hijos y otros, nada respeta-bles, traumas. Nuestro chico del principio, aquel marqués refutabesos, igual que la chica del final esperaban con ansias que alguien llegase por ellos; la segunda con mucho mayor prospecto que el primero, que había tenido que hartarse de una descripción detalladísima de las, y cito “tetas más rechonchas y mullidas” que uno de sus amigos había visto unos días atrás en sus andanzas por aquel corredor de tanta virtuali-dad que es el dichoso internet. Ocupándose de sondear por última vez aquella pista de baile y algunos de los rincones más visibles y menos ocupados en cosas, nuestro chico desvió la aten-ción esperando encontrarse, si tan solo por asar del destino, con la cara que llevaba toda la noche buscando, y que tenía casi total certeza de que

no se encontraba siquiera allí.Como es feliz sorpresa, tanto para unos como

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relación de fiestaspara otros, el que ocurran cosas cuando algo se narra, apareció por la puerta el portador (discúl-penme la tautología) de la cara que en opinión de algunos bien versados observadores, era más bella que muchas de las cosas que en género hu-mano se hayan visto, pero que por sinsentidos de la vida era despreciada por no ser lo que de ella se esperaba. Nuestro joven marqués se des-pertó de aquel letargo en el que se había sumido buscando escapar tan montañosas conversacio-nes que buscaban acapararlo y se acercó a paso tendido hasta el chico que había estado buscan-do durante la noche entera; aunque buscar, que era lo que habría hecho si no hubiese perdido la lengua ante las sibilas, no fue propiamente lo que hizo, sino esperar; que de esperanzas puede vivir el hombre, sobre todo el cobarde. El recién llegado estuvo a punto de no darse cuenta de quién se acercaba a él y pasar de largo, pero un destello de sus párpados aleteantes le dirigió la vista hacia el que a su pequeña, mas bella figura

se acercaba. Habría de contextualizarse aquí la relación que estos dos personajes sostuvieron para que el lector pueda más claramente entender lo que a continuación ocurrió, pero el narrador de esta

historia, que solo es portador de aquello que vio y oyó en el evento que aquí narra, no puede decir

más que lo que a continuación sucedió.El que sería un marqués se acercó al que sería nada menos que un príncipe bastardo, no menos noble, pero por alguna razón que ya descubriré más adelante a quien esto leyere, menos respeta-do; y con ademán de saludarlo le puso la mano sobre el hombro. La audiencia que hasta ese mo-mento no lo había sido por no darse cuenta de la introducción de un nuevo personaje a escena, se volvió consciente de su condición y reconocien-do a aquel que en figura era menos imponente, comenzó a proferir contra él, como en el teatro se hace con los malos actores o con aquellos que se atreven a lo divino que el público castizo no sería capaz de entender. Los gritos de “maricón”, de “maricona” que por alguna razón buscaban por el cambio de género hacer más mella en su diana, de “puñal” y versiones combinadas con otros improperios que me permitiré no repetir en esta narración se soltaron en tono jocoso, como las flores cuando viene el viento otoñal, deposi-tando todo el color en el suelo que lo convierte en tierra e inmundicia, apenas recorre el paisaje la menor lluvia. Los ojos del pobre chico, que en

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su desgracia, que no era otra más que la que los infames sobre él colocaban, habían derramado ya muchas lágrimas, se enrojecieron con furor inmenso, al tiempo que se apartaba del que lo había recibido, con gran diferencia del coro in-solente, con un par de ojos que por su forma de

brillar más parecían zafiros. El joven marqués se apartó para dejarlo pasar y se volvió hacia el corro de patanes que había soltado tal sarta de sandeces al aire, como si este las necesitara por razón alguna. No los golpeó, porque no era su estilo, y porque le faltaban nú-meros para hacer justicia contra aquellos “ami-gos” que tan mal se definían, pero no dudó en vaciar unos vasos llenos de bebida que reposa-ban en una mesa cercana sobre las cabezas de muchos de ellos, que por lo briagos que se en-contraban y lo resbaloso del suelo a su alrededor no pudieron seguir a su atacante para buscar su

propia venganza.Habrá de sorprender a alguno la llegada tan re-pentina de un nuevo asistente a la fiesta, consi-derando que, por lo que hasta ahora se ha conta-do, era lo suficientemente tarde como para que algunos invitados se quisieran ir. El lector inqui-sitivo se habrá dado cuenta también de que cier-

ta persona había llamado a un amigo, y ese ami-go era precisamente el tesoro que buscaba aquel explorador de alto rango con el que se iniciaba nuestra descripción de los personajes. Ahora bien, mientras a las afueras, es decir, en el patio, carpa o circo, seguía la fiesta con su usual revue-lo, más el que había desencadenado la catarácti-ca actuación del noble, que por el simple destello descrito de sus ojos ya sabrán que era también enamorado; dentro, el recién llegado buscaba a la chica que lo había llamado entre los cojines y almohadas de la sala de estar, desesperándose un tanto hasta que la anfitriona, una chica más de las que rondaban la casa por mera curiosidad le informó que la había subido a su habitación y la había dejado durmiendo, pues se veía muy

cansada y alterada. Lo esperable en esta situación sería que nuestro joven recién llegado, compañero, o excompañero de clase de la chica a la que buscaba, pues eso pude escuchar, subiese las escaleras, despertara a la chica y se la llevase a su casa. Pero su plan fue un poco más considerado, y mejor para la trama de esta historia, que si no hubiese termi-nado con un final, si no amargo, poco dulce o fructuoso. Salió al patio en busca de aquel chico

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relación de fiestasque se había acercado antes a él para encontrar-se con la sorpresa de que el chico había desapa-recido. Decidió volver a entrar para encontrarse con la sorpresa, por más repetitiva que sea esta estructura, de que el chico lo estaba buscando a él dentro de la casa. Se miraron por un segundo y luego él vituperado le comunicó su plan: subi-rían los dos juntos y se llevarían a la chica hasta el coche del amigo sin despertarla y ya él se en-

cargaría de llevarla a su casa. El plan, que no dejaba poco que desear si se le compara con los que hacen los héroes en los li-bros de aventuras de toda la vida, tenía pocas complicaciones si se nos olvida lo que ahora, en el recuento de lo que enseguida sucedió, ayuda-ré a recordar. No me he encargado de describir en absoluto, mas que en rasgos generales la apa-riencia del más reciente en esta historia de los dos, pero al ver sus ojos, supe que convendría proseguir la historia y no desviarme a la narra-ción de lo que ocurría en uno de los rincones, que si el morbo fuese mi principal preocupación ya hubiese desviado mi mirada y mis palabras

en esa dirección. Los dos chicos se dispusieron a subir las esca-leras y así lo hicieron hasta que llegaron al re-

llano superior, donde se encontraba un estrecho pasillo con varias puertas a cada lado. La casa en sí no era muy señorial, pero la iluminación de aquel espacio y algunos de los muebles que por antigüedad más que por belleza estaban allí colocados, al igual que cuadros y espejos peque-ños en las paredes, hacían muy buen escenario para una ambientación un par de siglos anterior. Debido a que, como es normal en una casa que no se conoce, no tenían idea alguna sobre la ubi-cación de la habitación de su anfitriona, fueron abriendo puertas una a una, temiendo que en alguna estuviesen los padres o algún hermano de la chica al cual no conociesen. La tristeza que sentía el chico que hemos nombrado marqués se había difuminado considerablemente y cierta vivarachez en su mirada lo atestiguaba, al igual que el relajamiento en los rasgos del otro mos-traban que tenía el episodio de algunos minutos atrás, en esa misma parte de su mente. Abrieron una puerta y no se encontraron ni con padres ni con hermanos, sino con un chico y una chica que, dieron gracias a los cielos, no se habían quitado por completo la ropa pero estaban en plena fá-brica de gemidos y alaridos resorbidos para que nadie se diese cuenta de lo que hacían. Los dos

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chicos cerraron la puerta con nerviosismo pues hay pocas cosas tan incómodas como encontrar-se con lo que se habían encontrado; lo que no les impidió soltar una carcajada bien disimulada y darse cuenta, como era de esperarse por las di-mensiones del pasillo que estaban el uno frente al otro, tomados de la misma mano con la que había cerrado la puerta por el pomo, mirándose a los ojos de forma lo suficientemente fija, para

ser considerada más que de concentración. Ninguno de los dos se movió, pero la mano del más alto estaba recargada sobre la pared, in-clinado él sobre la figura del más pequeño que recargaba su cuerpo entero contra esta, buscan-do algo de necesitado soporte para su persona. El que en apariencia no era otra cosa que sí era en realidad se acercó un poco más, y en aquel rinconcillo le dio a un chico su primer beso y de un chico recibió el suyo. Parecerá inverosímil lo que ahora cuento, pero lo es más si aseguro que todo aquello tenía pinta, sino es que esencia pura, de haberse fraguado durante tanto tiem-po, que cuando aquel movimiento comenzó, el mobiliario de aquel pasillo tan apropiadamente

iluminado era cosa de moda. El beso del que hablo duró poco, pues los pri-

meros besos entre chicos de dieciséis o diecisie-te años si son cosa sentida no son cosa tendida; además de que habían subido para buscar a la amiga aquella, a la compañera de uno y excom-pañera del otro, y llevarla al coche; que fue lo

que a continuación hicieron.A la salida, llevando entre brazos a la pobre chica envuelta en la inmensa chaqueta que devolvie-ron a su dueño original, unos cuantos silbidos e improperios llovieron sobre el ya abusado chico que aduciendo sordera no les prestó atención. El otro, sin embargo, cansado como supongo que debería estar de ocultar cosas que estaban, efectivamente ocultas, después de depositar a la chica en el asiento de atrás del coche, viendo la expectación de su vulgar auditorio y sintiéndo-se entre repugnado y harto de su recibimiento, pasó a posar un beso sobre la mejilla de aquel joven príncipe, da igual que sea bastardo, que el matrimonio no es sino una invención humana, y se subió con él al coche, desapareciendo juntos

en la oscuridad de la noche.Podrá pensar el estudioso lector que lo que aquí parece un final no es apto para cosa alguna que se precie de ser literatura, pues, como ya es cos-tumbre, suelen considerarse así solo aquellas

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relación de fiestascosas que aunando calidad terminan de forma trágica, o más sutil; que un beso no es nada de eso a menos que no se mencione. Mi afición y disciplina me obligaron a dar parte de este su-ceso, pues es lo más considerado con el lector hacer relación de aquello que va más allá de lo ordinario, aunque de eso también hice mención, por lo que no deberá reprochárseme no prestar más atención en vómitos o intentos de fagocito-sis entre personas, ni a aquellas cosas que ocu-rren con tanta frecuencia en la vida diaria, que podría parafrasearse a veces por vida hetero-

sexual, si no escondiésemos dentro de nosotros, muchas veces, cosas que van más allá de lo que un simple nombre puede definir. Me perdonarán también que no refiera el fin de la fiesta, pues en estas, caracterizadas por la poca independencia de sus padres que tienen los asistentes, es im-posible llevar a cabo algún proceso de dignifi-cación que no caiga en la abstemia o en alguna apología célibe que no estoy dispuesto a llevar a cabo. Sin más, hasta este punto mi relación de

fiestas. ¶

Ella tiene esa mirada, siempre. Me ha llevado un tiempo entender lo que se intuye tras esos iris claros, esa apariencia relajada y tranquila, el contraste que causa entre tanta gente hiperacti-

va, moviéndose entre mesas abarrotadas de pi-petas, centrifugadoras, muestras y placas.

Entré hace unos 4 años en el laboratorio 19, el último de la planta baja de un complejo de in-

neoplasia Santiago Bueno

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vestigación moderno, bien equipado, de esos donde se reúne lo más puntero del país. Llegué aquí siendo un simple graduado para verme de repente rodeado de “semidioses” que publican

en Nature y Science.Tras acabar la universidad me plantearon la posibilidad de entrar en la convocatoria de un puesto para estudios de doctorado. Al pensarlo me gustó la idea de ver grabado en una placa de un dorado hortera, una inscripción que dejara ver un “Dr.” seguido de mi apellido en la puerta

de mi piso, como las de los viejos de los 70.Lo primero que noté es que allí yo no importa-ba una mierda a nadie, los que llevan allí mas de dos años hacen un cambio de chip y pasan a creerse peña que mola más que nadie. En poco me vi inmerso en la rutina de trabajo, de nueve a nueve, del ordenador al pipeteo, del DNA con bromuro de etidio, que si lo tocas sin guantes te

lleva a la tumba mas rápido que fumar.

Me empezó a gustar todo eso, cada día me atra-paba mas, me hacía sentir vivo. Para entender-me hay que haber tenido en la mano cien mil vidas, cada una individual, diferente, tranquila, cien mil células o bacterias respirando, comien-

do y cagando. Toda esa vida latiendo para que con una gota de enzimas se acabe, se transfor-me en un vómito de proteínas informe. Ni en los mejores sueños de holocausto de un Hitler, un Stalin o un Hernán Cortés se dan masacres así, siendo consciente de cada existencia acabada, de que cada hilo lo ha cortado tu propia mano y

tu propia voluntad.Al final en lugar de tener que hacerlo, simple-mente lo hacía, y todo cambió cuando la conocí.Sobre el tercer año me cambiaron de jefe y la co-nocí a ella, la chica de los ojos claros. No sabía si su mirada me atraía o me repugnaba. Pasamos juntos los días probando en ratones compuestos anticoagulantes, el experimento consistía en una inyección, esperar una hora y golpear al animal, al rato era visible si el derrame interno era mor-tal o no. Cada cuerpo sin vida pasaba a la lista, en una búsqueda sin fin de lo “estadísticamente significativo” hasta satisfacer un parámetro que

ponía fin al experimento.

Nunca había notado ese sentimiento de perte-nencia a un lugar, ese enlace entre lo físico y la mente. Me sorprendió cuando empecé a dormir mal los días que no pasaba por el laboratorio, los

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neoplasiadías que hacía vida normal eran deprimentes y vacíos. Allí estaba tranquilo, equilibrado, era mi

sitio.Sin embargo, de vez en cuando, ella se ponía nerviosa y pasaba una hora irritada, acelerada. Me cambiaba el ánimo a mi también, empecé a odiar esos momentos y me di cuenta que al rato de estar de mal humor, desaparecía durante dos

o tres horas.Un día decidí seguirla, y ahora hay noches que

todavía lo lamento.Era un viernes, las ocho de la tarde habían pasa-do, pues no se notaba el mismo movimiento, la gente estaba en sus casas viendo la tele o cenan-do. Ese día bajé tras ella, hasta el último escalón del edificio, y la vi pararse delante de una puerta que siempre había supuesto que daba a algún congelador industrial y que me recordaba a la cámara en la que Jack Nicholson se queda ence-

rrado en el resplandor.

Vi como pasaba una tarjeta de acceso por un te-clado de seguridad y pulsó una secuencia dema-siado rápido como para que pudiera memorizar-la. Al verla entrar por la puerta, que se cerraba

lentamente, puse con rapidez el pie para no que-darme con las ganas de ver el otro lado. Esperé un par de minutos y entré, atravesando un pasi-llo cubierto de plásticos, bajando escaleras hasta calcular dos pisos por debajo del suelo, notando

un frío que me robaba el calor del cuerpo.

Al llegar a la sala del fondo, mientras me apoya-ba sin hacer ruido en el marco de la puerta, dí con una imagen que nunca podré olvidar. Había todo un surtido digno de un museo médico de criaturas en tanques de conservación, animales y humanoides, irreconocibles, en los que siem-pre faltaba o sobraba algo. En una mesa baja de autopsia, un niño de vez en cuando movía la ca-beza, mientras que en el lugar en el que debería haber estado su brazo había una clara prolife-ración descontrolada de células, era un milagro que ese cáncer no hubiera metastatizado en el cerebro o los pulmones, que aún siguiera con vida. Tras observar como ella tomaba apuntes

durante varios minutos escuché su voz:-Ya era hora, deja de mirarme embobado y ponte los guantes de nitrilo, hay trabajo que hacer. ¶

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agonías y maravillasDavid Saucedo

1.Nada más que el amor que nadie cree por locura, olvidando sentidos por cantos de magia. Real-mente es la vela que arde y el tiempo que sufre. Prosas contundentes que el vuelo y el aleteo de la mente procura. El alcohol hacer ver sonidos que el sueño no permite que descubras. La locu-ra olvida y se va por la puerta más lejana. Porque nunca voy a olvidar lo que he vivido; porque el sol sienta bien tras llorar a la noche y sus estre-llas; estrellas que dan cuerda a mi mente cuerda para volcarme en insomnio, a modo de guía en el disparate.Por eso mi mente es espina y yodo que irrita. Por eso mi vida es quiebra y amor, una cosa lleva a la siguiente. Fundido en aquello que duerme con nosotros. Soñar con un grifo de agua salada y beber de allí una, y otra, y otra vez... Otra vez más

el vientre tierno, el corazón beodo y mi cabeza de seda.

2.No soy capaz de mirarte a la boca, parece multi-plicada por cien labios y cien besos que se comen entre ellos. Pido orden y locura a partes iguales a cambio de un acorde menor. Solo pido eso para así demostrarte que amar no es solo beso y labio; demostrarte que música y alma están de mi lado.Cada beso es una cuerda que desea ser afinada; cada cuerda, poesía; cada luna, una canción y cada ocaso una inspiración que se evapora y tor-na naranja para abrir la ventana mañanera que tus labios y tus besos multiplicaron por cien.

3.Te doy mi inspiración, mi esencia y mis poesías

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agonías y maravillasya que tú no me enseñas nada y quieres que lo sepa todo. Desaparecer en cada sonido y dejar que el prado en su vista lejana ahogue nuestras flores. Luego esperar a que los gritos de la tar-de y la cerveza bajen por la tráquea quebrando el fino muro que hace que nuestras palabras no saboreen. Las letras, letras son. Y en casa sílaba una lección.

4.El resonar de una voz con grilletes tras una verja oxidada. Melodía de otro día cuando el pájaro emigra y emprende vuelo hacia tu miseria. Creer en el ritmo de la voz que dicta sentencia, crea ilu-siones y crea minúsculos sentimientos dispersos que oscurecerían al Sol. El sentir del Despertar y el sentir de la duermevela átona y sin color. A solo unos pasos de mí. A solo unos minutos ya pasados del pesado último beso. El beso que vuelve por y para la tinta. Ahora sostengo lo que compongo...

5.Repleto de estrellas, el cielo llora vino y whiskey. Contradecir al tiempo y a mi sed. Dibujar el final, sentenciar el final y volver a tener alas. Reloj que

marca al soldado caído y al día muerto. Música, alma y cemento ocre. Cazar violines entre el mar rosado; latido marcado y paso dubitativo.Morir en las notas de esa música celestial que sale amplificada por la voz de alguien que no siento. Con el tiempo todos nos hacemos poetas y escribimos versos parecidos a los que yo escri-bo, solo que algunos no lo escriben y se ahogan. Se ahogan entre letras sin tinta.

6.Notas dispersas entre las hojas de un verano caluroso. En mis pies; frescura tierna de vagos recuerdos que ahora me asombro reconociéndo-los. Cada noche una que cae allá donde se junta la arena y la roca; allá donde el frío nos abrigue y las altas copas de los árboles nos expongan a las constelaciones.-Hace frío... vámonos a casa.Silencio. Ahora el camino helado me toma de la mano.

7.Morimos con cada palabra y ventilamos nues-tras lenguas. Un estado emocional que defina mi suelo para así palpar el aire de aquel horizonte;

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de aquella página escrita a fuego en mis ojos. Me vuelve loco la idea de pensar en el olvido de todo lo que ha pasado. Si me asomo en el espejo aún me pongo nervioso y vuelvo a soplar la silueta de tu nariz. Un beso sería la divina condena. Los años pasan para los soñadores y las horas pasan para la gente como yo. Bendigo el mundo en el que habito.

8.Siento deseos del brillo de ese amor gaseoso e intangible pero que está ahí. El corazón en un puño y los ojos frente al filo del folio, a punto de tocarse para que ambos sangren letras re-cordando así que ambos pueden sangrar. Penas que guardan cada falange y jaulas para aquellas fobias de aquellos que escriben. Efímera pluma que gotea pasado, recuerdos y canciones que es mejor no escuchar...

9.Todo tiene escrito su destino y estoy en busca de sorpresas. Ojos cansados tras un verde sincero. Carisma trágico y besos complacientes y rebel-des. Ahí es donde la vuelta de más se nota; es

entonces cuando se abren las alas y hacen frente al humo que nos invade. La sonrisa es el son del alma o eso dicen. Las palabras ya son pasado y los hechos ingénitos. Ser débil ante la persona que se siente débil y te necesita. Tú necesitas que el mundo beba contigo, te acompañe cada noche y duerma contigo. Porque todo tiene escrito su destino...

Final.Un lugar y un momento, todo unido en una mis-ma danza. Tus ojos, tu cintura... Ojos inocentes y suplicantes que suplican que los entienda. Ese lugar y aquel momento. Una puerta detrás de nosotros, tierra en los pies y abrazos eternos. A ojos de un balcón de hierro frío. No importa lo que hay allí abajo. Me importa no bajar las es-caleras para volver al camino. Soltarte es dejarte ir; alejarte de mí mientras marchas allá donde duermes. Ya no importa. Ahora es mi yo supli-cante el que canta el recuerdo del suplicio. Bajar al mismo tiempo y mirar atrás. Verte desapare-cer tras las verjas de aquella esquina y desviar mi mirada al asfalto. Dejarte ir. Manos, último suspiro... y mañana será otro día. ¶

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la víctima

REPORTERA: Hoy, domingo 15 de noviembre, nos encontramos en el edificio donde ha apare-cido esta mañana el cuerpo sin vida del catedrá-tico en Lenguas Modernas François Peterson. La noticia ha conmocionado a toda la ciudad y, hoy mismo, a las 12 del mediodía, en la universidad se ha guardado un minuto de silencio por el pro-fesor.

VECINA: Sí, sí, siempre saludaba, muy educado y amable. ¡Todo un caballero!

ALUMNO: Era uno de los mejores profesores que hemos tenido en la carrera. Su muerte nos ha conmocionado a todos. Un hombre ejemplar.

REPORTERA: Fuentes policiales nos confirman que fue su esposa, Benazir Al-Akra, la que esta

madrugada profirió cinco puñaladas a la vícti-ma a sangre fría.

VECINO: A mí no me gustaba. Cuando te cruza-bas con ella ni te miraba a los ojos. Creo que ni hablaba nuestra lengua. Siempre encerrada en casa…

REPORTERA: Parece ser que la asesina sostiene que llevaba sufriendo maltratos por parte de su marido desde hacía años. Los análisis médicos serán clave en este punto a la hora de dictar sen-tencia.

HERMANA DE LA VÍCTIMA: (Llorando) ¡Este crimen no puede quedar impune!

la víctimaLaura González Niebla

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ay véante mis ojos

pues eres lumbre dellosy sólo para ti quiero

tenellosexpresión gráfica

página 49: Reverte es el *uto amo. Fotomanipulación a partir de: Anton Raphael Mengs: Fernando IV, Rey de Nápoles (1760) (vía Museo Nacional del Prado).

página 50: Marías, voz de las mujeres. Fotomanipulación a partir de: Gesina ter Borch (Ho-landa, 1633 – 1690), y (su hermano Gerard ter Borch (1617 – 1681): Retrato memorial de Moses ter Borch (1667-1669) (vía Rijksmuseum).

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expresión gráfica

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epistolariono quieras embiarme

de oy más ya mensajeroque no saben dezirme lo

que quieroepistolario

Este epistolario tiene una finalidad interactiva con el lector. En cada número y entre ellos, se pu-blicará una carta siguiendo la vida de nuestro personaje. El lector, en su papel comprometido con la literatura, intentará responder a la carta, estableciendo un diálogo entre él y nuestro per-sonaje que sea a la vez coherente y que nos permita continuar con el intercambio. De esta forma, el lector que envíe la carta que más agrade a nuestro equipo editorial, podrá dirigir la historia de su personaje y del nuestro; de la misma forma que haremos nosotros con cada contestación.

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orsalí tras ti clamando

y eras ydoentrevista a andrés

martínez oriapor Javier Domingo Martín

Para el primer número de Eco, entrevistamos al autor salmantino-astorgano Andrés Martínez Oria. El autor de obras como Más allá del olvido o Jardín perdido —galardonado con el «Premio Internacional de Cuentos Miguel de Unamu-no» y finalista del Premio de la Crítica de Cas-

tilla y León— nos espera en un pequeño café de Astorga. Allí, al calor de una taza y sin olvidar, nunca, el imprescindible cuaderno, se dispone a responder nuestras preguntas sobre sus dos últimas novelas: Tumbas licias e Invitación a la

melancolía.

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andrés martínez oriaPregunta. Lo que más sorprende de tu litera-tura es que cada novela es un microcosmos. Los mundos de Tumbas licias e Invitación a la melancolía son totalmente diferente. Hay mucha variedad en tu obra.

Respuesta. Sí, Tumbas licias e Invitación a la melancolía son novelas muy distintas. Se dice en literatura que los autores importantes están repitiendo siempre la misma novela. Yo tengo que ser muy malo porque cambio el esquema cada poco. Probablemente Tumbas licias sea una novela más convencio-nal, en el sentido de tradicio-nal. Hay un personaje al que le

suceden una serie de hechos. P. También, al no vivir de tu escritura, tienes mucha más

libertad.

R. Sí, eso me permite la libertad de hacer lo que quiera: ir editando cosas que tengo en el cajón. Tumbas licias, por ejemplo, se basa en un via-

je real que hice con mi mujer en 1988. Ya estaba escrita desde hace años; luego la he ido retocan-do y actualizando. No sé quién decía que había que dejar los textos reposando un tiempo. Dis-

tanciarse un poco del texto es necesario. Te permite corregir cosas y verlo desde otra pers-

pectiva.

P. Es interesante el género de Tumbas licias. En la novela se juega con las convenciones genéricas de la novela griega y la literatura de viajes, tanto explícita como implícitamen-

te.

R. Algún crítico ha señalado que es una novela algo predeci-ble. Pero es así porque obedece a cuestiones de género. Tiene que ver con la novela griega.

Ahí se exigía siempre un tipo de final determinado. El viaje implica una historia de amor, amores con dificultades que luego se solucionan. Y hay que tener en cuenta que en la

© Eloy Rubio, AstorgaRedacción

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ornovela hay un doble final: la narración es lo que Tadeo de los Santos, el protagonista, le cuenta a su amiga, antes de que el verdadero final se produzca. Él está imaginando, pues, para Vicky un final que no se corresponde con el final real.

P. En conexión con esto, parece haber en la obra un juego continuo entre lo que es real y lo que no. Es una novela en primera persona y muchas veces no sabemos si su narrador

es fiable.

R. Sí, hay ambigüedad en muchas partes de la novela. Por ejemplo, los protagonistas hacen una visita a las ruinas de Pérgamo. Allí hay un juego entre virtualidad y realidad. Se meten tanto en ese mundo que es como si vivieran allí: es una creación de la fantasía que construye la ciudad real. Pero al final se deshace ese juego: pasa un camión, los llena de polvo y los devuelve a la rea-lidad. En ese sentido se rompe un poco con la novela realista, que quizás nunca haya existido

como tal.

P. ... De hecho, en Fortunata y Jacinta, pa-radigma de la novela realista, se introducen

elementos de imaginación.

R. Es que el pensamiento es una parte de la rea-lidad. ¿Qué es más real, esta mesa o lo que yo es-toy pensando ahora mismo? Los personajes no van caminando por la Pérgamo real. Y un perso-naje que está obsesionado en el mundo clásico, construye esa realidad. La modernidad está en

traspasar las ventanas de la novela realista.

P. ... También en el episodio de Venecia.

R. Venecia era un reto, porque es un tópico. Cómo hablar de Venecia sin recurrir a los mil tó-picos. No sé si se ha logrado. Tenía siempre pre-sente, por ejemplo, a Pere Gimferrer, uno de los

poetas del venecianismo.

P. En cualquier caso, en la novela se hace una reflexión sobre el pasado.

R. Sí, hay un homenaje a la cultura clásica, or-ganizado en torno al viaje de un arqueólogo. Las aventuras que le suceden conectan, primero, con el mundo clásico. El viaje discurre en parte por los Balcanes, siguiendo el río Sava, un afluente

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andrés martínez oriadel Danubio, hacia la costa Egea, la costa orien-tal del Mediterráneo. Se recorre el origen de las culturas clásicas, donde está la cuna de la civili-zación occidental. Consiste en ir a los orígenes: nuestro pensamiento, nuestra ciencia, nuestra literatura. Pero no hay una desconexión con el mundo actual. Se trata de co-nectar el pasado en el presente. Dos ejemplos de esto serían los pasajes en que se trata el tema del nacionalismo yugoslavo —la desintegración de Yugosla-via como una metáfora de lo que podría ocurrirnos a noso-tros— o los últimos coletazos del comunismo en Bulgaria, un país que me impresionó mu-cho. Son dos aspectos intere-santes, tocados de refilón, pero que son ejemplos de conexión con el presente. Hay en la no-vela, pues, una reflexión sobre el tiempo. El protagonista lo ve como una progresión, no como una clausura. El tiempo de los romanos sería nuestro tiempo. El

tiempo como una totalidad. Por eso la muerte no es un cierre. La idea del tiempo total es una idea que me apasiona porque es una idea de esperan-

za

P. También en Invitación a la melancolía se da esa reflexión. Un pasado que está aquí, que conecta con el presente. Pero, eso sí, en esta, la idea se imbrica en una estructura mucho más

compleja.

R. Invitación a la melancolía es más compleja en cuanto a la construcción y el conte-nido. Pero no es una novela difícil en la lectura, no es un texto hermético. Hay obras de Juan Benet que son herméti-cas en su lectura: la sintaxis, las ideas… Yo creo que es un texto limpio en cuanto a cone-

xión con el lector. Entre lo hermético y lo claro mi literatura es clara en general. Otra cosa es que

bibliografía del autor

Más allá del olvido (2007). Cen-tro de Estudios Astorganos.El raro extravío del viajante Eterio en el Pinar de Xaudella (2008). Akrón.Silencio púrpura (2008). Akrón.Jardín perdido (2009). Akrón.Flores de Malva (2011). Centro de Estudios Astorganos.Invitación a la melancolía (2014). Csed y Akrón.Tumbas licias (2015). Csed

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orluego encierren dificultades de otro tipo. Invita-ción a la melancolía exige otra disposición del

lector. Es compleja en su lectura. Para acercarse a la novela me parece muy oportuno un artí-culo que escribí en Argutorio en 2013. Es un artículo que explica en cierto modo lo que es la novela y muchos de los presupuestos que hay en ella. Es una reflexión acerca de por dónde va la novela actual. Ahí reflexiono especialmente so-bre la autoficción. En la nove-la hay un personaje que se su-pone que es Andrés Martínez Oria, que reconstruye la his-toria de una carta en Altiva, perdida hace más de medio siglo. Se propone investigar lo que hay detrás de eso. Es una novela en el fondo de intriga. Pero es una intriga demorada, porque según se cuenta lo que hay detrás de esa carta, se narra la historia de su protagonista y se intercalan otros elementos: un

ensayo sobre la melancolía; ciertos pasajes que entroncan con la realidad de ese personaje que es Oria; la historia del destinatario de la carta,

Eligio Monteamaro, un mili-tar retirado. Ariel Velasco es el que va contando al personaje principal quién era ese perso-naje, el único superviviente del mundo del capitán. Es una his-toria demorada porque se van intercalando muchos otros ele-

mentos. Todo esto viene de una re-flexión sobre un libro que a mi modo de ver es clave en la literatura actual: Seis propues-tas para el próximo milenio de Italo Calvino. Quien pretenda acercarse a la literatura debe conocer este libro, surgido de unas conferencias que iba a dar en la universidad de Har-vard. Calvino preparó seis con-ferencias. En el momento de

emprender el viaje (septiembre del 85) lo tenía todo dispuesto. Una semana antes sufrió una

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andrés martínez oriahemorragia cerebral y falleció. Las conferencias estaban metidas ya en carpetas y su esposa las llevó a la imprenta. Yo creo que ha habido po-cas reflexiones tan hondas y tan elementales. Y ha conectado totalmente con lo que ha pasado. Es un libro vi-sionario que se adelanta a su tiempo. Él habla de la levedad, la rapidez, la exactitud, la vi-sibilidad, la multiplicidad y el arte de empezar y el arte de aca-bar. A mí me interesó mucho la levedad. Siendo una novela tan extensa, yo me propuse la leve-

dad como punto de partida.

P. Sí, la estructura es comple-ja por cómo se entremezclan las diferentes secciones, pero el estilo narrativo es ligero, como se ve en las reflexiones

del tabernero.

R. La propuesta más importante de todas es la idea de la multiplicidad. Calvino reflexiona so-bre el texto unitario, donde hay un personaje que

aglutina una serie de acontecimientos (el caso de Tumbas licias), frente al múltiple en hechos, temas, personajes. Una multiplicidad de relatos en el relato, como el caso de La vida instruccio-

nes de uso de Georges Perec.

P. ... La multiplicidad, sí, pero se necesita un hilo conductor.

R. Yo tenía el texto de Calvi-no y el libro de Perec delante. Quería trabajar en el sentido de multiplicidad porque es un reto, ya abordado por Dos Pas-sos y Cela (en el fondo no se inventa nada). Pero yo creo que la reflexión de Calvino es muy oportuna. En Perec yo veía ese problema de la falta de unidad. Yo lo que me propuse fue crear un texto múltiple pero con ciertas conexiones. Que el tex-to múltiple se convierta en un texto unitario.

P. Un aspecto que me interesa mucho de la

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ormultiplicidad en Invitación a la melancolía, que lo distingue de otras novelas múltiples como La colmena, es la confusión de voces. Es un conjunto de voces que se mezclan in-

discriminadamente.

R. En todo caso, ahí hay otro reto. En una rese-ña de Senabre sobre Jardín perdido se señala la confusión de la voz narradora. Yo he reflexiona-do sobre esto. Al final del texto lo que importa es lo que se dice. Por un lado está ese yo que habla, Andrés Martínez. Por otro, Ariel Velasco que está contando lo que sabe y cede a su vez la palabra al tabernero. Las voces se superponen. Qué más da quién cuenta la historia de Eligio Monteama-ro. Muchas veces se utiliza una letra distinta en las partes del ensayo pero no siempre. En la no-vela hay también un planteamiento paródico de

lo que es la autoficción.

P. En cierta manera, estás llevando al extre-mo el género

R. Yo creo que hay un abuso de la autoficción. Autores como Marías y Vila-Matas a veces abu-san de ella. Parece que oculta una incapacidad

de creación: cuando eres incapaz de crear un mundo externo hablas de ti mismo. Es algo que se ha vuelto reincidente y cansino. En un pun-to la novela es autoparódica: es autoficticia pero explica que ya está bien de autoficción. Igual que La Saga/fuga de Torrente Ballester, que siendo una novela experimental es una parodia de lo experimental. Y en el fondo es el planteamiento

de Cervantes.

P. Estoy de acuerdo con un estudioso de su obra, Luis Miguel Suárez. Invitación a la me-lancolía no tiene nada que envidiar a novelas de autores más conocidos, mejor promocio-

nados.

R. No te puedo decir si es buena o mala. No es un prurito de falsa modestia. Haces cosas y no sabes lo que has hecho. Yo no puedo valorar ob-jetivamente lo que ocurre. No puedo volver sobre textos ya hechos míos, pero sí sobre Invitación a la melancolía. Es de los pocos textos que pue-do releer. Hay mucha literatura en ella y también mucha vida. La autoficción te permite moverte en ese territorio ambiguo. Esa ambigüedad que

te permite ser sincero. ¶

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ola colmena, álbum

fotográficoSansón Carrasco

«La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colme-na… ¡Que Dios nos coja confesados!» (p. 301)1. El final del capítulo VI ilustra a la perfección lo que es la novela: un recorrido por unos pocos días del Madrid gris de posguerra. Un conjunto de celdas en que pequeños insectos van a llevar a cabo sus vidas insignificantes y resignadas. O, al modo tremendista que defendiera el autor en su novela anterior La familia de Pascual Duarte (1942), un cementerio («ese sepulcro») de muer-

1 Cito siempre por Camilo José Cela, La colmena, Madrid: Cátedra, 2010.

tos enterrados vivos, dialogando, pues, con poe-mas de esta misma década, como el famoso de Dámaso Alonso. Acercarse a esta obra, entonces, es elegir qué calles recorrer de esta ciudad em-pobrecida que elige retratar Cela como fotógrafo urbano, qué celdas visitar para, como entomó-logos, analizar minuciosamente los insectos que allí habitan. Y es, sobre todo, decidir en qué pá-ginas del álbum detenerse, como un testimonio magistral de lo que fue la más inmediata pos-guerra de nuestro país. Estas son las fotografías

que han impresionado mi mirada. La primera es la panorámica que, como verdadero y fino sociólogo, nos ofrece Cela. El café de doña Rosa que tiene importancia, sobre

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la colmena, álbum

...todo, en el capítulo primero, es un espacio que se dispone como representativo de todo el Madrid de la época. Allí se congregan los tipos sociales más variados, a los que les une, sin embargo, un mismo sentimiento de resignación y derrotis-mo: «en ese mundo que, ¡ay!, no fue lo que pudo haber sido, en ese mundo en el que todo ha ido fallando poco a poco, sin que nadie se lo expli-case, a lo mejor por una minucia insignifican-te» (p. 47). Por si no fuera suficiente, el narrador insiste: «los clientes de los cafés son gentes que creen que las cosas pasan porque sí, que no me-rece la pena poner remedio a nada» (p. 48). Hay, sin embargo, notas discordantes en esta foto pa-norámica: la más clara es la que aporta el perso-naje inolvidable de Martín Marco, quien a veces exclama «¿Así queréis que se arreglen las cosas? ¡Vais buenos!» (p. 118) o «¡este mundo es una mierda! ¡aquí todo Dios anda a lo suyo! (…) ¡Los que más gritan se callan en cuanto les dan mil pesetas al mes» (p. 238). Es un mundo derrota-do, «un edén algo sucio» (p. 227), donde sus ha-bitantes parecen abocados a la fatalidad: «hace falta suerte. Todo lo demás lo puede poner uno, pero la suerte no; la suerte viene si le da la gana, y lo cierto es que no le da la gana casi nunca» (p.

223). A Cela también le interesan los primeros planos. La siguiente página del álbum en que me detengo es la dedicada al mundo infantil. Dos pasajes me atrapan con fuerza. El primero es el famoso del niño que canta flamenco, La-zarillo contemporáneo, actualización del gitano lorquiano: «son muy pocos sus años para que el dolor haya marcado aún el navajazo del cinismo —o de la resignación— en su cara, y su cara tie-ne una bella e ingenua expresión estúpida, una expresión de no entender nada de lo que pasa» (p. 111). El segundo es el de los niños que, me-cánicamente, tratan de jugar al tren, intentan —probablemente no lo consiguen— ser niños en un ambiente que no admite la niñez: «son dos niños ordenancistas, consecuentes, dos niños que juegan al tren, aunque se aburren como os-tras, porque se han propuesto divertirse y, para divertirse, se han propuesto, pase lo que pase, jugar al tren durante toda la tarde. Si ellos no lo consiguen, ¿qué culpa tienen? Ellos hacen todo lo posible» (p. 62). Se adelantaba, pues, a la lite-ratura del recuerdo de la infancia, que tan pro-fundamente cultivaron los poetas de los años 60. En un rincón del café, entre cuartillas y

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omiseria, un poeta melenudo intenta escribir: «está evadido, no se da cuenta de nada; es la única manera de poder hacer versos hermosos. Si mirase para los lados se le escaparía la inspi-ración» (p. 54). Cela —no sin cierta ironía— tam-bién quiso reflejar en su álbum a un grupo de poetas que, en los años inmediatamente poste-riores a la Guerra Civil, trataron de negar la con-tienda, construir una torre de belleza entre tanta pobreza, ser Garcilaso en un mundo que no te-nía tiempo para sonetos. La colmena es todo lo contrario a esta poesía: es historia, documento, como su propio autor aclaró en varias ocasiones. Queda, no obstante, constancia de ese intento —cuestionable pero, también, encomiable— de evasión: «[la inspiración es] una mariposita que vuela al buen tuntún, a veces dándose contra las paredes, a veces más alta que las estrellas» (p.

259). El álbum no interesa simplemente por los personajes y los escenarios que la cámara del siempre atento fotógrafo captó. La técnica, el encuadre, el enfoque… Son todos aspectos que hacen que, de verdad, uno se maraville ante el objeto de arte que tiene en sus manos. La colme-na también es, pues, la mezcla de unos atinados

pasajes que han asimilado muy bien el stream of conciousness que Joyce fijara en su Ulysses: «Velázquez: más señoritas, da gusto. Este es un metro muy fino. ¿Vamos a la ópera? Bueno. ¿Has estado el domingo en los caballos? No. Goya: se acabó lo que se daba» (p. 111); de párrafos mag-níficos en su uso del estilo indirecto libre: «Pero su novio, la cosa era bien clara, no estaba para nada más que para estarse en la cama todo el día, sin hacer nada y casi sin hablar. ¡También era fatalidad!» (p. 205); y, en fin, de todas aque-llas intervenciones del narrador que, contrarian-do la corriente narrativa en que, a modo de plan-teamiento general podemos encuadrar la obra, la novela behaviorista que cultivaran los autores norteamericanos de la llamada generación per-dida, se introduce en su relato, imagina escenas («se nota en seguida que lo que están hablando es algo muy parecido a lo siguiente», p. 114), se compadece por sus personajes, en especial los femeninos («¿qué esperan, Dios mío?, ¿por qué las tienes tan engañadas?», p. 244). Tampoco se observa siempre el enfoque objetivo, distancia-do, realista. Al contrario, son muchos los pasa-jes que rozan el esperpento de Valle, las pinturas negras de Goya: «a don Pablo le sube a la cara

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la colmena, álbum

...una sonrisa de beatitud. Si se le pudiese abrir el pecho, se le encontraría un corazón negro y pegajoso como la pez» (p. 75). Y otros —menos abundantes— en que tiene cabida lo surreal y lo onírico-grotesco, como el pasaje inolvidable del sueño de Elvira: «el gato tiene el vientre abierto y rojo como una granada y del agujero del culo le sale como una flor venenosa y maloliente de mil colores, una flor que parece un plumero de fuegos artificiales (…) Dentro de la cama, multi-tud de enanos se masturban enloquecidos, con los ojos en blanco. El gato se cuela, como un fantasma, coge del vientre a la señorita Elvira, le lame la barriga y se ríe a grandes carcajadas, unas carcajadas que sobrecogen el ánimo (…)»

(p. 221). Pero —y digo esto sin ánimo de exagera-ción— La colmena, en su fragmentarismo y en la expresión que da forma a cada una de las to-mas que conforman este collage tremendista es,

ante todo, un poemario estupendo. Cela nos en-seña que también se puede fotografiar lo atroz, lo repugnante, y dar como resultado estampas líricas, poemas hermosos, igual que hacía Rafael Morales, cuando, en lugar de hablar de los temas tradicionalmente poéticos, elegía enfocar, por ejemplo, un cubo de basura. Es un libro, en fin, que se integra de manera legítima en la corriente lírica del existencialismo (en su nivel tanto me-tafísico como social) y que el propio autor cul-tivó en verso en obras como Pisando la dudosa luz del día (1945). Esa misma «dudosa luz» que amanece, en un verdadero poema en prosa, en los momentos finales de la novela: «la mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que ja-más descubren horizontes nuevos, paisajes nue-

vos, nuevas decoraciones» (p. 301). ¶

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recomendaciones de este número

librosPara acabar con Eddy Bellegueule de Édouard Louis

Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar

Pulp de Charles Bukowski

La invención de Morel de Bioy Casares

París-Austerlitz de Rafael Chirbes

Mommy dir. Xavier Dolan

Un día perfecto dir. Fernando León de Aranoa

The Danish Girl dir. Tom Hooper

Reservoir Dogs dir. Quentin Tarantino

Bad Lieutenant dir. Abel Ferrara

Find a way to care de John Mayall

Communion de Years and Years

The Metal Opera de Avantasia

Every Kingdom de Ben Howard

Space Oddity, Life on Mars de David Bowie

películas música

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agradecimientos

colaboradores de este número

agradecimientos especialesAl escritor Andrés Martínez Oria por compartirnos su obra y sus pensa-mientos, y acceder a ser la primera entrevista de nuestra revista.

Sergio Santiago Romero por su ayu-da en la entrevista al autor

Isabel Bravo de Soto Martín Marina Villaverde LópezLaura Mateos CandelarioSantiago BuenoDavid SaucedoLaura González NieblaTomás CaudalDalmiroSansón CarrascoAlberto Perdomo

Ángela Miranda IbarraFabiola del Rincón

Pablo Toussaint Noriega

Diseño editorial y de portada: Pablo Toussaint NoriegaFuentes: Ryman Eco, ECO OTF

Eloy Rubio por la fotografía del autor

créditos y agradecimientos

equipo editorialJavier Domingo MartínÁngela Miranda IbarraÁlvaro Rodríguez Sánchez

Pablo Toussaint NoriegaFabiola del Rincón

Ma Isabel Vidal Rodríguez

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