Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

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Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio. Se ha postulado recientemente por la arqueología chilena la existencia de un centro urbano inca (o kallanka) bajo el centro de la actual capital chilena.

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Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de

los Incas a este territorio

Antonio Brunet Merino

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Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y

la llegada de los Incas a este territorio.

Autor: Antonio Brunet Merino

Período Agroalfarero Temprano

A partir de 300 años a.C., en Chile Central se puede identificar con claridad

la presencia de grupos humanos horticultores y alfareros, los que han sido

asignados por los arqueólogos al período Agroalfarero Temprano.

En la costa, entre los años 200 a.C. y 100 d.C., los arqueólogos han

encontrado los restos dejados por pequeñas comunidades agroalfareras. Es

posible que sean descendientes directas de los cazadores del Arcaico, pero ya

cuentan con cerámicas muy sencillas y, sólo hipotéticamente, con cultivos. Es el

caso de sitios como el excavado en los terrenos de la ENAP en Concón, y en los

valles del interior, tales como en el sitio Radio Estación Naval de la Quinta Normal,

en Santiago (Rivas Hurtado, 2003, passim)

Entre 250 a.C. y 600 d.C., se distingue otro grupo que los arqueólogos han

llamado Cultura Bato. Sus restos se han encontrado especialmente en lugares

como Papudo, Ritoque y San Antonio. Se trata de pequeñas unidades familiares,

cuyo modo de vida, si no fuera por la presencia de la tecnología alfarera y de muy

escasos cultivos, no se diferenciaba mucho de las antiguas poblaciones del

período Arcaico. Usualmente, este grupo enterraba a sus muertos en forma

aislada, bajo el piso de sus habitaciones. Su único ajuar mortuorio son los

tembetás, un adorno que insertaban entre el labio inferior y el mentón (Rivas

Hurtado, 2003, passim)

En la costa tiene su centro también el grupo de la Cultura Llolleo, sin duda

una de las sociedades mejor conocidas de este período. Esta es levemente más

tardía que las anteriores, con fechas que se extienden entre los años 150 y 900

d.C. Este grupo se caracteriza por detentar una mayor densidad poblacional y por

sitios habitacionales de mayores dimensiones. Sus restos se han encontrado en

lugares como Las Cruces y Algarrobo (Rivas Hurtado, 2003, passim).

Período Agroalfarero Intermedio Tardío

Hacia el año 900 d.C., cuando los grupos Llolleo y de otras tradiciones del

período Agroalfarero Temprano todavía dominaban el norte del territorio de Chile

Central, es posible verificar la presencia de un nuevo grupo. Los arqueólogos lo

denominan Cultura Aconcagua (siglos X al XV d.C.) y lo asignan al período

Agroalfarero Intermedio Tardío. Es probable que al principio compartiera el

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territorio con algunos pequeños grupos de horticultores, los que se mantuvieron en

sitios que presentan fechas finales posteriores al año 900 d.C. Ejemplos de éstos

se han estudiado en el Río Colorado del Cajón del Maipo y en el extenso

asentamiento encontrado en los terrenos del diario El Mercurio, junto al Río

Mapocho (Rivas Hurtado, 2003, passim)

El origen de la población Aconcagua no es todavía suficientemente claro,

existen cuatro hipotesis:

Una de las hipótesis propone que no descendería de los grupos del período

Agroalfarero Temprano, y muchos de sus elementos más característicos

parecerían ser antagónicos con el modo de vida reinante en la región en

tiempos anteriores (Rivas Hurtado, 2003, passim).

Mientras algunos estudiosos sostienen la ocurrencia de un movimiento

migratorio masivo a la región, desde el Noroeste Argentino o desde el

Altiplano Boliviano, otros no descartan la posibilidad de un cambio

revolucionario dentro de la misma sociedad, que se opuso a la antigua forma

de vida influenciada por nuevas ideas y tecnologías provenientes desde el

Norte (Rivas Hurtado, 2003, passim).

De hecho su forma de organización y administración es similar a la Inca. Así,

todo indica que estamos frente a un gran cambio en la prehistoria de esta

área (Rivas Hurtado, 2003, passim).

Este cambio podría dar cuenta de ciertos lazos con culturas del Noroeste

Argentino y del Altiplano de Bolivia, y se basan, principalmente, en

elementos de la decoración de las vasijas de cerámica y en determinados

aspectos de la organización social imperante en la Cultura Aconcagua (Rivas

Hurtado, 2003, passim).

La decoración de la alfarería permite suponer que dentro de la sociedad

Aconcagua existían al menos dos amplios grupos, uno asentado en la cuenca del

Río Aconcagua y el otro localizado en las cuencas de los Ríos Mapocho y Maipo.

Si bien ambos se reconocían como pertenecientes a la misma cultura, por razones

que aún se desconocen hicieron un esfuerzo por diferenciarse, utilizando para ello

la fuerza simbólica de la forma y distribución de los dibujos geométricos aplicados

en la cerámica. Este tipo de organización social dual recuerda a aquella imperante

en las sociedades andinas del Perú, Bolivia y el norte de Chile a la llegada de los

españoles (Rivas Hurtado, 2003, passim). Se caracterizaba esta organización

por la existencia de una división de la sociedad en dos mitades complementarias,

cada una con sus propios jefes, los que eran simbólicamente considerados como

hermanos.

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Estudios que abordan el análisis tipológico y estadístico de muestras

cerámicas de los más destacados sitios adscritos a la Cultura Aconcagua

postulan que “las colecciones se caracterizan por una referencia a los parámetros

fundamentales de la organización dual” (Durán, Massone, Massone, 1991. pp. 85,

86). El trabajo de Durán y Massone caracteriza a la Región de la Zona Central

Chilena entre los Ríos “Maipo y Mapocho” como el “centro gravitacional de la

organización territorial de la Cultura Aconcagua”, donde existirían organizaciones

sectoriales de carácter tripartitas diferenciadas en esencia por la existencia de

distintos elementos descriptores decorativos en la cerámica (Hidalgo et al., 1981).

Se observa además diferenciaciones regionales que podríamos caracterizar

como emblemáticas en la cerámica con el motivo “trinacrio”, en que existe una

oposición entre las cuencas de los Ríos “Maipo y Mapocho” con la del Río

Aconcagua, discriminada básicamente por la orientación de las aspas del

“trinacrio” (orientado preferentemente hacia la izquierda y combinada (es decir,

izquierda-derecha) para el valle de los Ríos “Maipo y Mapocho” y

mayoritariamente hacia la derecha en el valle del Río Aconcagua). (Durán et. al.,

1991; Sánchez et. al., 1995).

Del mismo modo, este principio organizativo se presenta en la disposición de

los entierros de los cementerios al poder discriminar dos parcialidades

diferenciadas por el número de ofrendas, además de la diferencia de orientación

del trinacrio según sexos y edad (Sánchez, 1995, p. 49; Thomas el al., 1994).

En todo lo anterior encontramos un correlato histórico en la postulación de la

existencia de una organización sociopolítica dual para estas poblaciones, lo que

viene a confirmar el esquema político dual propuesto por Jorge Hidalgo, para Chile

Central, comprendiendo los valles de los Ríos Aconcagua y Mapocho (Hidalgo,

1972, 1972-73, 1982, 1989).

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Figura N° 1: Botella perteneciente a la Cultura Aconcagua. Alto: 28 centímetros.

Colección Museo Nacional de Historia Natural. Posee decoración con el motivo del

“trinacrio” (Gómez, et al., 2012).

En las descripciones anteriores, los investigadores coinciden que la cerámica

local nos muestra dos momentos de contactos con comunidades del Norte Chico

(Chile Semiárido) que influyen en aportes estilísticos y formas cerámicas

identificadas como Diaguita fase II y Diaguita fase III (Véase. Vid. Figura Nº2)

Figura N° 2: Estilo Diaguita — Inca o tipo III. Caracterizado por el reticulado del

gollete. Fragmento de vasija del sitio arqueológico Cerro La Cruz, Valle del Río

Aconcagua. Zona Central de Chile (Gómez, 1999).

Los elementos decorativos nuevos van consolidándose en un estilo

reconocido como “trícromo engobado”, ubicado en zonas de carácter transicional

desde la Provincia de Petorca hasta la Provincia de Cachapoal, incluyendo aquí el

valle del Río Cachapoal que cruza esta última Provincia de oeste a este (Massone,

1978, p. 43).

A lo anterior podemos agregar que estos elementos de la influencia del Norte

Chico tienden a aparecer mezclados con tipos y formas Incas, siendo identificados

como Diaguita-Inca (Stehberg, 1981. p. 58), a modo de un estilo cada vez más

individualizado que pasa a constituirse en una reformulación de las formas

tradicionales hacia una nueva caracterización de estilos decorativos sincréticos

que nos habla de un contexto cultural diferente: el de la permanencia y

consolidación cultural e ideológica de la presencia del Imperio Inca, también

llamado Tawantinsuyu (Figura N°2).

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La diversidad de elementos decorativos en cerámica Diaguita-Inca en

desmedro del elemento emblemático más distintivo de la Cultura Aconcagua en

sitios adscritos a ella (Tipo cerámico negro sobre salmón con el motivo del

“trinacrio”), hacen diagnosticar un proceso de importantes cambios culturales

producto posiblemente de su complejización social-estructural y de todas esas

formulas sociales sobre las cuales se sustentaría el desarrollo de la diversificación

económica de la Cultura Aconcagua hacia su máxima expresión (Gómez, et al.,

2012).

De este modo, las influencias estilísticas y morfológicas de la cerámica de la

Zona de Chile Central —diversas a las expresiones de la Cultura Aconcagua—

fueron mediatizadas por grupos diaguitas, al mismo tiempo en que los vínculos

con los grupos huárpidos del área cuyana en la Argentina actual dinamizaban sus

contactos con la vertiente occidental andina, particularmente con las cuencas de

los Ríos Mapocho, Maipo y Cachapoal. De esta manera llegaron a la cuenca de

los Ríos “Maipo y Mapocho” grupos humanos que dejaron su impronta en restos

cerámicos de adscripción diaguita; los primeros aportando al cambio de la

cerámica Aconcagua monócroma y negro sobre salmón hacia el polícromo y

formas estilísticas Inca-Diaguita, y los segundos gatillando una reformulación de

Estilos Decorativos Huarpes trasandinos (argentinos) que toman formas y

elementos decorativos Incas y Aconcagua-Inca (Gómez, et al., 2012).

El interés en el área de la Cuenca de Santiago de parte del Tawantinsuyu, se

expresa en los dieciocho cementerios, seis fortalezas, dos tambos y dos puentes,

cuatro adoratorios, dos poblados y tres acequias registradas arqueológica y/o

documentalmente (Gómez, et al., 2012). A las comunidades Inca—Diaguita—

locales, asentadas en Colina, Quilicura, La Reina, Macul, Quinta Normal,

Marcoleta, El Asiento de Maipo, Pirque, Tango, Angostura de Paine y Chena, se

agrega las evidenciadas en la Plaza de Armas y en la Plaza Santa Teresa (Iglesia

Santa Ana), ambas en Santiago de Chile (Gómez et al., 2012, p.146). Ellas

apuntan a que la Cuenca de Santiago recibió abundante poblamiento de

contingentes de trabajos orientados hacia la producción, la recolección y el trabajo

minero- metalúrgico en calidad de “mitmakunas” Diaguitas o Huarpe, junto con las

Poblaciones Locales Aconcagua bajo la administración de las autoridades incaicas

y locales (Ibid, p.146).

La Zona Central de Chile se configura entonces como un conjunto de

espacios ecológicos que, comparados con la Escala Andina, son muy acotados,

sobre los cuales se efectúa —por parte de la “Representación Incaica”— una labor

de construcción de infraestructura que requirió un esfuerzo concertado de

contingentes de trabajos orientados hacia estas labores en calidad de

“mitmakunas” diaguitas o en su defecto huarpe y/o el esfuerzo comunitario de

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poblaciones locales de adscripción Aconcagua bajo la administración de las

autoridades locales (Ibid, p.147)

Aparentemente No Habría una Separación entre

(1) Grupos de influencia Inca,

(2) comprendiendo aquí los grupos diaguitas,

(3) y los grupos locales,

ya que elementos diagnósticos de las tres expresiones culturales nos

muestran su coexistencia y la mantención de los estilos cerámicos propios de la

Cultura Aconcagua, en la perspectiva de que la “cerámica que juega un papel de

Legitimización de la Cultura Dominante por medio de la Estandarización de

Componentes Simbólicos de los diseños” (González, 1995, p.232) y formas,

corres- ponderían a los Inca — Diaguita (Gómez et al., 2012, p.147)

Así la Manufactura de Estilos y Formas cerámicas corresponden a una

Interpretación Local de aquella Situación Sociopolítica que denota una Relación de

Poder a la que los artesanos son particularmente sensibles por sus vínculos entre

su labor y la identidad étnica o ideológica del grupo social. Los elementos de

Estandarización Inca juegan un papel de Identificación de Cierta Cohesión social o

política o ideológica, o algún tipo de autoreferente, que “reiteran a la dualidad y la

cuatripartición como principio subyacente a la organización de las culturas andinas

en el tiempo del Imperio Inca” (González, 1995, p. 233; Burgos, 2002).

Presencia del Tahuantinsuyu en Chile Central

Hacia el 800/900 d.C. y hasta la llegada de la Cultura Inca se desarrolló la

Cultura Aconcagua, que le dio cierta homogeneidad cultural a los territorios

situados entre los Ríos Aconcagua (Región de Valparaíso) y Cachapoal, (Río

ubicado al sur de las pequeñas ciudades de Angostura de Paine, y de San

Francisco de Mostazal, esta última en la Región de O’Higgins) (Rivas Hurtado,

2003, passim)

Entre otras características culturales se pueden mencionar los cementerios

de túmulos (sobre los cuerpos enterrados construían monolitos de piedras), su

alfarería denominada “Aconcagua Salmón” con el conocido motivo del “trinacrio”

(figuras geométricas de color negro sobre un fondo de color anaranjado o

salmón) y su economía agrícola.

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Chile Central: Mapa de las Tres Provincias que forman la Región de O’Higgins, al Sur de

Santiago. Se observa en el Mapa el curso o recorrido del Río Cachapoal.

Pequeñas ciudades de Angostura de Paine y San Francisco de Mostazal. Al Sur de ellas

se observa la Ciudad de Rancagua y el curso o recorrido del Río Cachapoal. Región de

O’higgins en Chile Central.

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Ubicación de los principales sitios arqueológicos de la Cultura Aconcagua. (siglos X-XV

d.C.). Zona Central de Chile. (Sánchez y Massone, 1995, p. 12.)

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Cementerio de túmulos de la Cultura Aconcagua, Bellavista, San Felipe (Sánchez y

Massone, 1995, p. 17.)

Motivo del trinacrio en la alfarería designada como “Aconcagua Salmón”. Cultura

Aconcagua. Chile Central (siglos X-XV d.C.), (Sanchez y Massone, 1995, p. 14.)

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A pesar de su escasez, se ha registrado cerámica característica de la

Cultura Aconcagua en asentamientos Inca o en sus cercanías, cuya datación es

de circa 1400 d. C., que corresponde a los inicios de la presencia del

Tawantinsuyu en el área.

La interpretación de las dataciones del Tawantinsuyu, en el valle de

Aconcagua, es coincidente con la de otros investigadores del fenómeno Inca en el

Kollasuyu, en el sentido de que la presencia del Tawantinsuyu debe retrotraerse

respecto a las fechas tradicionalmente aceptadas. Se ha planteado que una fecha

circa 1400 d. C., para el inicio de la presencia Inca en Chile Central, es coherente

e incluso conservadora (Sánchez, R. et al., 2004)

Los Incas en Chile Central: Período Agroalfarero Tardío

La aparente autonomía del desarrollo cultural de la región de Chile Central

tendría en el siglo XV un cambio rotundo, a partir de la incorporación de este

territorio y su gente al Imperio Inca o Tawantinsuyu, inaugurándose lo que los

arqueólogos denominan Período Agroalfarero Tardío. Como en muchas otras

partes de los Andes, este proceso ocurrió de manera bastante rápida y violenta,

significando para las poblaciones Aconcagua la pérdida de su independencia

política, así como una serie de cambios en su modo de vida.

De acuerdo a las crónicas escritas por los españoles, la conquista de estos

valles —incluidos lo que los Incas denominaron el Kollasuyu— se habría

verificado aproximadamente entre 1470 y 1493 d.C., durante el mandato en el

Cuzco del monarca Topa Inca Yupanqui. De acuerdo a algunas fuentes, los incas

llegaron en su avance hacia el sur hasta las riberas del Río Maule, lugar donde

su ejército habría sido frenado por las poblaciones que habitaban más al sur. Sin

embargo, las evidencias arqueológicas de este proceso expansivo no son del todo

coincidentes con los relatos de los cronistas. Existe una serie de indicios que

señalarían que los Incas arribaron a Chile Central unos 50 a 80 años antes de lo

que indican las fuentes escritas. Por otra parte, los lugares efectivamente

ocupados por representantes del Tawantinsuyu sólo se extienden por el sur hasta

el Cerro Grande de La Compañía, ubicado tan sólo unos kilómetros al norte de la

ciudad de Rancagua.

Se desconoce aún cuáles fueron las razones que tuvo el Tawantinsuyu para

expandir sus fronteras hasta estas regiones, localizadas a casi 3 mil kilómetros de

su capital. Entre las hipótesis que se han manejado se incluyen:

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1.- la necesidad constante de incrementar los recursos económicos para un

imperio que tenía como principal política económica la distribución de los recursos;

2.- los intereses de cada nuevo gobernante inca, quien estaba obligado a forjar su

propia riqueza;

3.- y la atracción de los recursos mineros de estos territorios (Véase. Vid. Nota 1)

Nota 1

Se habría planteado que la “estructura laboral en las comunidades locales

habrían generado el interés del Imperio para ser dedicados a los

lavaderos” de oro, o sea, se afirmaba la orientación de los grupos locales

anexados por el Inca hacia la actividad minera (Silva, 1977 p. 219).

Lavaderos como el de Estero Marga Marga habrían sido trabajados por

mitimaes procedentes del Norte Semiárido (Silva, 1977 p. 228), de modo que

ni los objetos de este material como las técnicas mineras-metalúrgicas fueron

desconocidos por los grupos locales, hacia la llegada a la Zona Central

Chilena de los Incas. La vinculación Cuzco-Zona Central de Chile se daría

mediante la existencia de funcionarios reales encargados de la obtención de

metales y piedras semipreciosas como tributo real, la fijación y solicitud de

tales tributos, y la retribución de la prestación de servicios.

De acuerdo a lo anterior, es posible problematizar los aspectos en que se

encuentra la dicotomía entre los esfuerzos personales del Inca y los

esfuerzos Imperiales por parte del Estado.

El etnohistoriador Osvaldo Silva (Silva, 1977 p. 232), sostuvo que la

presencia cuzqueña en esta región constituye “enclaves personales del

monarca” (Silva, 1982 p. 330), generados con el propósito de obtener

recursos materiales y humanos orientados exclusivamente a la “necesidad de

la autoridad Inca de hacerse su hacienda” (Silva, 1982 p. 328).

Sean cual fueren las razones que trajeron hasta aquí al Tawantisuyu, una de

las principales huellas de esta ocupación fue la construcción de obras viales y

arquitectónicas que hasta ese momento eran completamente desconocidas en

estas tierras. Especial mención merece el Camino del Inca (Hyslop, 1984;

1992), red vial que saliendo desde el Cuzco recorría todas las tierras bajo el

mando del Inca reinante. Esta red permitía administrar en forma eficiente uno de

los Imperios más extensos del mundo, ya que por él viajaban rápidamente las

noticias, se desplazaban los ejércitos y servía para el movimiento expedito de los

recursos económicos. Este camino contaba con una serie de tambos o posadas,

cuya función era prestar asistencia a los mensajeros y caravanas que circulaban

entre los diversos puntos del Imperio.

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Los arqueólogos han encontrado fragmentos de dicho camino

principalmente en la cordillera andina al norte del Río Mapocho. Las crónicas

españolas hablan de que el Camino del Inca llegaba, al menos, hasta la actual

ciudad de Santiago, entrando desde el norte por la actual calle Independencia

(Rivera y Hyslop, 1984, pp. 114-115, 116-117). Se han localizado también algunos

de los tambos. Generalmente, éstos consisten en una serie de recintos

rectangulares con muros de piedra y accesos abiertos hacia un pequeño espacio

central.

Aparte de esta red vial, el dominio de los conquistadores cuzqueños se

afianzaba merced a una serie de construcciones defensivas o Pukarás,

emplazados en las cimas de las colinas, desde donde era posible ver y controlar

un amplio espacio. Los Pukarás presentan muros defensivos que rodean un

reducto localizado en la cumbre, donde, presumiblemente, habitaban guerreros y

otros funcionarios que tenían por misión garantizar el dominio de los Incas. Los

mejor conservados de Chile Central se localizan en el Cerro Chena, cerca de San

Bernardo, y en el ya mencionado Cerro Grande de La Compañía.

Los Incas, sin embargo, no sólo trajeron a su ejército y a sus funcionarios a

esta nueva tierra. Trajeron también a sus sacerdotes y con ellos, una serie de ritos

y ceremonias que eran parte importante de la religión estatal. La evidencia más

clara de este aspecto, está reflejada en los santuarios que fueron erigidos en

algunas de las cumbres más elevadas de la cordillera andina. Entre otros ritos, en

ellos se realizaron ofrendas de personas en honor a Inti, el dios Sol (que fueron

denominadas por el Tawantinsuyu, Capac cocha, Capac hucha o Qhapaq

hucha. Vid. (https://es.wikipedia.org/wiki/Capac_cocha). En la cumbre del cerro El

Plomo, frente a Santiago, fue encontrado el cuerpo de un niño que, después de

haber sido embriagado con el alcohol de la chicha se adormecía lentamente en su

calidad de ofrenda elegida. Los Incas elegían niños porque eran símbolos de

pureza ante los dioses. De este modo, fue sepultado vivo junto con una serie de

otras ofrendas dentro de una cámara construida en el piso de una plataforma. El

niño de El Plomo sencillamente se quedó dormido y murió congelado, e igual

ceremonia se practicó cerca de la cumbre del cerro Aconcagua, la máxima

elevación de la Cordillera de los Andes (Rivas Hurtado, 2003, passim).

El Tawantinsuyu trajo también a estas tierras una serie de cambios en

materias económicas. La utilización de camélidos domésticos, especialmente la

llama, como animales de lana, carne y carga, fue tal vez una de las innovaciones

más significativas, ya que todas las evidencias disponibles en la actualidad indican

que, con anterioridad al arribo de los Incas, sólo existía la captura y amansamiento

de guanacos silvestres. Asimismo, la agricultura experimenta un importante

impulso con la llegada de técnicas mucho más sofisticadas, tales como mejores

sistemas de riego e incluso nuevos cultivos (Rivas Hurtado, 2003, passim).

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El impacto de la dominación Inca sobre la población local de raigambre

Aconcagua, se dejó sentir en distintos ámbitos de su vida. En primer lugar,

tuvieron que interactuar directamente con una nueva población, la que si bien

puede no haber sido muy numerosa, se encontraba en una situación ventajosa,

constituyéndose en fuente de nuevas ideas y costumbres. La alfarería, que

anteriormente había constituido un importante medio de expresión de la identidad

de la sociedad Aconcagua, incorporó una serie de rasgos propios de las culturas

Inca y Diaguita, proceso que supone la aceptación por parte de la población local

de elementos foráneos (Rivas Hurtado, 2003, passim). A juzgar por la rapidez con

que ocurrió, este proceso debió ser forzado por la dominación ejercida por el

Estado Incaico. Por lo demás, las poblaciones locales debieron pagar impuestos al

Tawantinsuyu, en la forma de bienes, especialmente minerales, y por medio de la

destinación de mano de obra para las empresas emprendidas por los cuzqueños.

La presencia de este Estado expansivo provocó la aparición de estructuras

sociales y políticas completamente nuevas. Se instauraron autoridades que

ostentaban un poder sobre la sociedad nunca antes conocido, representadas tanto

por los administradores de los intereses incas en la región, como por personajes

locales que, si bien existían previamente, ahora adquirieron un mayor

protagonismo. A la vez, estas diferencias socio-políticas debieron conllevar

distinciones económicas y de jerarquía entre los individuos y entre distintos

segmentos de la sociedad.

Etnohistoria: los Incas en Chile central

El largo y ceniciento cauce a través del cual el Río Maipo desciende y se

funde al mar, configuraba hacia la época final de la dominación cuzqueña en

Chile, la frontera austral del Tawantinsuyu. Las indagaciones etnohistóricas

ratifican al Río Maipo como línea fronteriza efectiva entre Incas y "aucas" chilenos.

Las excavaciones que se han llevado a cabo en la fortaleza del Cerro La

Compañía, cercano al Río Cachapoal, replantean el problema relativo al punto

máximo que alcanzó la expansión meridional del Tawantinsuyu. Sin embargo, de

ninguna manera cuestionan de modo definitivo la posición de la frontera tardía del

Imperio. (Téllez, 2001, passim).

En Chile Central, después de la muerte del soberano inca Huayna Capac, la

expansión meridional del Tahuantinsuyu debió estancarse. Las querellas

posteriores trocaron ese marasmo en deterioro. Parece pues indudable que en el

reinado de Huáscar la frontera austral se marchita y fenece. Antes que alcanzara

ese punto, la geografía política de Chile Central supeditada al incanato mostraba

Tres Focos de Implantación. Cada uno aparecía dotado de rango y funcionalidad

política diversas. La Primera de Aquellas Jurisdicciones se situaba en el Valle de

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Chile (Valle del Río Aconcagua); éste sirvió de sede al núcleo dirigente

encabezado por Quilicanta o Quilacanta, el más alto personero cuzqueño

residente en el centro del país. Ese dato acentúa la primada que Aconcagua tenía

en la distribución regional de poder. La Segunda Demarcación, localizada en el

Río Mapocho y su entorno, en un primer momento careció de un rango político

equiparable al del Río Aconcagua. Después de 1536 sirvió de asiento a la cúpula

del incanato que se trasladó a su perímetro. Pronto se erigió en contrapeso de las

autoridades locales de Aconcagua, por entonces alzadas contra aquellas que

representaban al Tawantinsuyu. Antes de este conflictivo episodio, el Río

Mapocho y sus términos parece haber constituido un activo centro de mitmaj,

“mitmakuna” o mitimaes (que eran grupos de familias confiables y fieles al Imperio

inca, trasladadas por este hacia las zonas de población conquistada) y

funcionarios estatales (Téllez, 2001, passim).

La Tercera y Última Faja, comenzaba al Sur del Radio del Río Mapocho,

extendiéndose hasta la Ribera Meridional del Río Maipo. A lo largo y en las

inmediaciones de ese cauce se eslabonaban algunos emplazamientos defensivos,

poblados y núcleos mineros (actual San José de Maipo) de frontera. Esta franja

constituía el área de seguridad en el borde ulterior del Collasuyo. Marcaba el

paréntesis de separación entre el Chile incanizado y el transpaís alzado contra el

imperio (Téllez, 2001, passim).

Sin duda, la empresa del conquistador español Francisco Pizarro estimuló

en las provincias periféricas del imperio tendencias separatistas. Chile y otras

regiones del Collasuyo no fueron excepción en ello. En Chile Central una

hostilidad creciente comienza a ganar a los nativos frente a los peruanos

afincados en el suelo ancestral. No en vano el gobernador Quilicanta, sus

mitimaes y "gentes de presidio" (Téllez, 2001, passim), entre las que se

encontraban tropas o “gentes de guarnición” residiendo en las fortificaciones,

llamadas también “presidios” (De Ramón, 2000, p.14, Nota 2), se ven obligados a

desalojar el valle del Río Aconcagua, después de 1536. A ello lo fuerzan el

hostigamiento de los habitantes locales de las que han sido posteriormente

denominadas habitual y frecuentemente como poblaciones de etnia Picunche

acaudilladas por Michimalonco, antiguo curaca del valle. Es evidente aquí un

sordo resentimiento étnico dirigido hacia los resabios de una dominación que

otrora fue resistida en Aconcagua. Se trata de una abierta insubordinación contra

la autoridad tradicional del Inca, encarnada en sus personeros. Esta vez en la

misma retaguardia de las avanzadas peruanas encargadas de una labor de

gendarmería en la explosiva frontera meridional del Tawantinsuyu (Téllez, 2001,

passim).

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Nota 2

En primer lugar, destacamos que los Incas nombraron un gobernador en

Aconcagua llamado Quilacanta o Quilicanta, el cual habría tenido a su cargo

“gente de guarnición” y colocaron otro en la cuenca de Santiago llamado

Vitacura, a cargo de “gente de presidio”. El primero habría tenido como

función representar a la autoridad imperial, mientras que el segundo debía

estar a cargo de la administración de los mitimaes. Ambos serían

cuzqueños y la traída de mitimaes significaría la acción colonizadora más

importante ejercida por los conquistadores incas en la cuenca de Santiago

(De Ramón, 2000, p.14).

La merma del potencial militar Incaico es visible. Se nota en la imposibilidad

de Ouilicanta y sus huestes para sostenerse en el Valle de Chile (Valle del Río

Aconcagua). Son compelidos a replegarse al Río Mapocho. Sin embargo, allí el

porvenir de la colonia se mostraba incierto. El cronista español Vivar cuenta cómo

al arribo de Valdivia se libraba una guerra "muy trabada" entre los jerarcas de

Aconcagua y Mapocho. Mientras sucedía esto, las estructuras defensivas de la

línea del Río Maipo se habían disipado. El pueblo Inca y el puente cercanos a la

actual pequeña ciudad de Angostura de Paine (ubicada en el límite entre la

Región Metropolitana de Santiago y la Región de O'Higgins, y no lejos de la

pequeña ciudad de San Francisco de Mostazal), se encontraban devastados.

Las fuerzas cuzqueñas y sus aliados locales se hallaban aglutinados en el valle

del Río Mapocho, defendiéndose del ataque de los aconcagüinos. En suma,

habían perdido el magnífico Valle de Chile y el tradicional cordón defensivo que

los protegía de los insumisos del sur. Como probaron en la misma época, los

ejércitos de la etnia que ha sido caracterizada etnohistóricamente como

Promaucae establecidos al sur del Río Maipo, estaban en posición de trasponer

este Río e ingresar en el mismo radio del Río Mapocho (Téllez, 2001, passim).

Los efectivos de Quilicanta constituían, por tanto, el último anillo incásico

subsistente en Chile Central. Contrariamente a lo afirmado en orden a que la zona

al sur de Angostura de Paine se encontraba en proceso de conquista por el

Imperio Inca, el movimiento de fuerzas sigue una dirección inversa. Eran los

"aucas" de la orilla austral del Río Maipo, de consuno o por separado de

Aconcagua, quienes estaban en posición de asediar los últimos reductos Incas del

Río Mapocho, e incluso, de ponerlos en riesgo. Acaso por ello es que Ouilicanta

se animó a pactar alianza con Valdivia en los comienzos. Si más tarde se volvió

contra éste, fue porque las condiciones objetivas se habían tornado propicias a

un entendimiento político con aconcaguas y promaucaes. A unos y otros les

Page 17: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

interesaba ahora degollar a los españoles más que a los peruanos. Todo el

conjunto étnico comarcano se inclinaba a formar liga contra los blancos y

extirparlos de raíz. Quilicanta vislumbró aquí la posibilidad de hacer saltar el yugo

hispano y restablecer el equilibrio político local, ingresando en la coalición. En una

palabra: traicionar a Valdivia. Se jugó en ello el doble o nada. Obtuvo únicamente

lo último. La espada de Inés Suárez, como sabemos, lo arrancó de esta vida

durante el masivo ataque de los americanos a Santiago, en 1541.

—donde se produce una convergencia en este ataque, entre aquellos americanos

presuntamente conceptualizados posteriormente como aborígenes Picunches, en

conjunción a través de una muy firme alianza con los contingentes del ejército

Imperial Incaico o del Tawantinsuyu establecidos en el Radio del Río Mapocho—

Con la extinción de Quilicanta abandonó la escena el último gran caudillo

cuzqueño en la extremidad sur del Collasuyo, si excluimos a Vitacura (Téllez,

2001, passim).

Antes que la muerte lo tomara, Quilicanta poseía todavía un contingente

respetable a su vera. Conservaba, además, parte del prestigio que su linaje de

noble cuzqueño le acordaba. Tanto es así que contaba con la nada despreciable

lealtad de 11 relevantes caciques del Valle del Río Mapocho y sus parcialidades

respectivas. Disponía asimismo de fuerza armada propia. Parte de ella —unos

400 hombres escogidos— fue ofrecida por el noble cuzqueño al curaca

Michimalonco, una vez que se determinó a confabularse contra Valdivia. Pero el

fasto y el poder de ayer habían pasado de este mundo. Descubierto y prisionero ni

su condición nobiliaria ni su capacidad negociadora pudieron evitar que se le

decapitara (Téllez, 2001, passim).

Mapocho incaico

Se ha postulado recientemente por la arqueología chilena la existencia de

solo un posible Centro Administrativo Inca de Importancia Alta llamado Mapocho

Incaico bajo el Casco Antiguo Central de la actual capital chilena. Se plantea que

la ciudad de Santiago de Chile fue fundada por el conquistador español Pedro de

Valdivia sobre lo que podría ser únicamente un centro administrativo y religioso

Inca, donde la actual Plaza de Armas y la actual Catedral Metropolitana de la

ciudad, ocupan el lugar de la antigua kancha y ushnu respectivamente.

El Ushnu es una construcción o plataforma en forma de pirámide que usaba

el Inca o el representante del Inca para presidir las ceremonias más importantes

del Tawantinsuyu. Algunas estructuras arquitectónicas de ushnus son de base

ortogonal con plataformas superpuestas (como pirámides truncadas). El Ushnu es

una pieza fundamental de la arquitectura ceremonial y administrativa Inca, así

como una herramienta política, religiosa y social de gran importancia. El Ushnu era

Page 18: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

también un importante punto de encuentro entre los dirigentes Incas y las

poblaciones de los nuevos territorios conquistados; en él se llevaban a cabo los

ritos y las observaciones astronómicas que servían para consolidar el poder de la

administración Inca. Se ha comprobado la posición de ciertos Ushnus incas en

relación directa con distintas posiciones del sol y las estrellas. De este modo,

estos altares eran un punto sagrado donde el Inca podía ejercer su posición como

intermediario entre los tres mundos: Hanan Pacha, Kay Pacha y Uku Pacha, es

decir, el mundo de arriba representado por los dioses y los astros, el mundo de los

hombres, del aquí donde se oficia el vínculo ceremonial, y el mundo del subsuelo,

mundo de los muertos y también de todo aquello que se encontraba bajo la

superficie terrestre, al que los hombres acceden a través de las ofrendas que se

filtran en la tierra (Zuidema, 1989, passim)

Ushnu de Sacsayhuaman, Perú, plataforma construida de piedra, baja por estar rodeada

de terrazas que facilitaban la visibilidad de los espectadores.

(https://renzopolo.lamula.pe/2010/12/30/que-son-los-ushnu/historiactual/)

Page 19: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

Ushnu de Vilcashuamán, Perú (http://jctellog.tripod.com/id13.html)

Estructura general de un ushnu. Vid. Texto — Paccha: objeto ritual andino.

(http://latitudsur.org/developpement/es/nos-missions/textes-de-reflexions/texte-paccha-

objet-rituel-andin/ — http://www.antoniobrunet.cl/culto-al-agua-y-el-ushnu/)

Vid. Texto – Los ushnus y la administración estatal Inca, por Luis Rodolfo Monteverde

Sotil

https://issuu.com/luis_rodolfo_monteverde_sotil/docs/los_ushnus_en_la_administraci_n_e

statal_inca_apach/1

Kancha Inca

Cerco rectangular que encierra varias estructuras arquitectónicas Incas —

templos, palacios o viviendas— alrededor de un patio. Este tipo de manzana

amurallada, encontraría su origen en la tradición arquitectónica del Imperio Chimú

(1100-1470 d.C.), una Socio-Cultura Imperial Pre-Inca, ubicada territorialmente en

la Costa Norte de Perú.

Page 20: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

Reconstrucción hipotética de una Kancha Inca (Carazas, 2001)

Kallankas Incas

Son grandes construcciones rectangulares, de hasta 70 metros de largo.

Estas estructuras, mencionadas como galpones en las crónicas de los españoles,

presentan por lo general varias puertas, nichos y ventanas, y habrían sido

cubiertas con un techo a dos aguas. Se cree que tuvieron múltiples funciones:

Fueron edificios públicos, que servían como hospedaje de mucha gente,

administradores o funcionarios.

Vinculadas a actividades ceremoniales. Administración de almacenes.

Page 21: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

Reconstrucción hipotética de una kallanka Inca (Alcázar y Cardona, 2016)

Crónica, Indagaciones e investigaciones en torno a la evidencia

arqueológica y etnohistórica obtenida por Rubén Stehberg

(arqueólogo) y Gonzalo Sotomayor (historiador) a favor de un

“Mapocho Incaico”, es decir, solo un Centro Administrativo de

Importancia Alta en la Zona Central de Chile

Se retoma una antigua discusión iniciada en los años 1976-1978 respecto a

las características que habría tenido la ocupación Tawantinsuyu en el valle del

Mapocho, las que varían desde una postura etnohistórica que visualiza el área con

serios vacíos estructurales con respecto a la organización introducida, donde se

percibe una dominación tenue, incompleta y tardía, hasta una visión más

arqueológica que reconoce la presencia en el Mapocho de la mayoría de las

instituciones clásicas incaicas y la existencia de un centro administrativo principal.

El Boletín número 61 del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago de

Chile incluyó interesantes artículos, entre ellos uno escrito por Rubén Stehberg,

Jefe del Área de Antropología del Museo y el historiador Gonzalo Sotomayor,

llamado “Mapocho incaico”.

Ante la magnitud de esta información, Rubén Stehberg relata el proceso

de investigación que generó su artículo. Todo tuvo como origen el trabajo

de tesis realizado por Stehberg en 1975, sobre asentamientos Incas,

específicamente el pucará de Chena. Desde entonces Stehberg perseveró en

desentrañar la presencia de los Incas en la zona del Mapocho. Además de esta

investigación de tesis, existen otros testimonios históricos que dan cuenta de

presencia Inca en la zona del Mapocho, como las primeras actas del Cabildo de

Santiago, de 1541. En ellas se hace referencia al “Tambo grande”. Este dato más

otros, como las crónicas de Jerónimo de Vivar, dan pie para postular la existencia

de lo que podría constituir un centro administrativo Inca bajo el casco antiguo, o

sea el centro de la actual capital chilena. Con todo, estas hipótesis nunca se

Page 22: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

desarrollaron, por lo que por mucho tiempo hubo un vacío de datos concluyentes

en este sentido.

Gonzalo Sotomayor y Rubén Stehberg asumieron el desafío de investigar

todas estas hipótesis insuficientemente desarrolladas, ya sea para probarlas, o

bien para refutarlas, lo que es equivalentemente importante. Stehberg se preocupó

de la dimensión antropológica y arqueológica del trabajo, mientras que Sotomayor

realizó una considerable y valiosa labor de recopilación documental en diversos

archivos, sobre todo archivos parroquiales. Estas pesquisas permitieron encontrar

una serie de documentos inéditos e información etnohistórica, como mapas y

planos.

Toda la información recopilada permite concluir que en el Valle del Río

Mapocho no sólo hubo asentamientos importantes, sino que también el camino del

Inca llegaba hasta la misma Plaza de Armas de Santiago. Estas conclusiones se

respaldan en mapas y otros documentos encontrados en el proceso de

investigación, que se incluyen en el artículo publicado en el Boletín del Museo

Nacional de Historia Natural de Santiago. Además este trabajo ha sido presentado

en otras instancias, como el XIX Congreso Nacional de Arqueología Chilena,

realizado en la ciudad de Arica en Octubre de 2012.

La presencia Inca y Mapuche en los valles de los Ríos Mapocho y

Aconcagua a la llegada de los europeos

Los Primeros Capitalinos no fueron los Españoles. Cuando Valdivia llegó a

lo que hoy conocemos como Santiago, se encontró con una población indígena

cercana a las 25 mil personas. Eran predominantemente Mapuches —tal vez de

la denominada con frecuencia etnia Picunche prehispánica—, pero había también

tribus traídas por los Incas desde Perú.

Esta población se encontraba dividida en dos grandes bandos: Los

habitantes del Valle del Río Mapocho, liderados por el gobernador Inca

Quilicanta y por Atepudo, que había tenido dominio sobre el pequeño Valle de La

Ligua (ambos eran fieles al Imperio Inca), y los habitantes del Valle del Río

Aconcagua (originales de la región), que eran dirigidos por los curacas

Michimalonco y Tanjalonco, (ambos asimilados e introducidos a la estructura

político – militar – y – sagrada de los Incas en su investidura como curacas). Los

pobladores del Valle del Río Mapocho concentraron los asentamientos en las

riberas de este Río (para poder mantener sus cultivos) y de él sacaron un canal

que regó el área de Conchalí, en las faldas del cerro San Cristóbal. Si nos fijamos

en el área que con la invasión europea del siglo XVI se convertiría posteriormente

en la actual ciudad de Santiago, los americanos precolombinos prehispánicos de

Page 23: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

la Zona del Centro de Chile, establecieron los poblados de Vitacura, Ñuñoa,

Tobalaba, Macul y Apoquindo. Un poco más lejos, estaban Lampa, Aculeo, Calera

de Tango, Talagante, Melipilla y Pomaire, por nombrar algunos.

Aparentemente, el valle de Estero Marga-Marga debió estar originalmente

bajo la jurisdicción de Tanjalonco [“Cabeza Partida” en mapudungun o

mapuzugun, la lengua mapuche], que mandaba sobre las tierras del Valle del

Aconcagua probablemente desde las puntillas del Romeral y la Calavera hacia el

mar. Michimalonco [“Cabeza Antorcha” en la lengua mapuche ancestral, el

mapudungun o mapuzugun] era el señor de las tierras situadas aguas arriba de

dichas puntillas, siguiendo más o menos la línea que separaba los dos antiguos

corregimientos en que los españoles dividieron el valle (Nota 3).

Nota 3:

Los señores de este valle son dos: el uno Tanjalongo; éste manda

de la mitad del valle a la mar; el otro cacique se dice Michimalongo;

éste manda y señorea la mitad del valle hasta la sierra. Éste ha sido

el más temido señor que en todos los valles se ha hallado. (Vivar,

1996)

Tanjalonco y Michimalonco, al decir de Jerónimo de Vivar, el cronista

hispano, eran hermanos. Y también serían hermanos de estos, dos Naglonco

[“Cabeza Inclinada” en lengua mapuche, el mapudungun o mapuzugun], señor de

Maipo —que aparentemente formaba una pequeña parcialidad perteneciente en

aquel entonces al valle de Aconcagua— y Painelonco [“Cabeza Azul” en lengua

mapuche, el mapudungun o mapuzugun]. El padre de estos habría tenido

excelentes relaciones con Quilicanta, gobernador Inca de Quillota.

Michimalonco habría nacido hacia 1500, y quizás entre 1514 y 1518 estuvo

en la Corte quechua, en el Cuzco, aprendiendo no sólo la lengua quechua, sino

que siendo educado en los usos y costumbres quechuas e incluso recibiendo al

menos rudimentos de lo que era la organización y funcionamiento del Imperio

bajo el reinado de Huayna Cápac. Parece ser que el padre de estos Lonco falleció

antes de 1530. Después de la muerte de su padre, Michimalonco habría sido

asimilado a la estructura político – militar – y – sagrada de los incas e investido

como curaca o jefe local de la parte superior del valle del Río Aconcagua.

Michimalonco se hizo con el poder efectivo en el valle, desde la Cordillera de El

Melón hasta la serranía de la Cuesta de Chacabuco al menos. Parece ser que el

poder efectivo, o al menos la influencia, de Michimalonco se extendió hasta el

Valle de Casablanca (Téllez, 2001, passim; Téllez, 1990, pp. 69-86)

Page 24: Prehistoria Agroalfarera de Chile Central y la llegada de los Incas a este territorio

Retiradas las fuerzas imperiales quechuas de ocupación comandadas por

un primo del Inca Huáscar a consecuencias de la guerra civil que enfrentó a

Atahualpa y a su hermano Huáscar en una lucha fratricida por el dominio de todo

el Tawantinsuyu, se encendió el levantamiento entre la población americana

precolombina prehispánica que ha sido habitual y frecuentemente denominada

como Picunche del Valle del Río Aconcagua y otras áreas. Sin embargo, quedaron

bolsones de presencia Incaica en la forma de tropas en los valles de los Ríos

Maipo y Aconcagua, lo que permitió al gobernador Quilicanta mantener el dominio.

Se han descubierto las ruinas de numerosos Pukarás en esta región, evidencias

de la ocupación quechua, y desde los cuales se podía mantener el dominio de los

valles.

Tras el arribo del Adelantado español Diego de Almagro, se produjo una

situación especialmente delicada, que terminó con el gobernador Quilicanta y su

corte y los efectivos guerreros que le permanecieron fieles forzados a abandonar

Quillota y a establecerse finalmente en Colina. Desde allí no cejó en su propósito

de combatir a los hermanos Lonco, haciéndoles la guerra. Comprendiendo

Michimalonco el odio que le tenía, pretendió liquidarlo. Esto determinó un

constante estado de guerra que se prolongaría hasta la conquista española del

territorio, efectuada por Valdivia (Téllez, 2001, passim; Téllez, 1990, pp. 69-86)

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