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POLÍTICA DE LA CULTURA DEL MARTINATO RAFAEL LARA-MARTÍNEZ

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  • Poltica de la cultura del Martinato

    Rafael laRa-MaRtnez

  • Editorial Universidad Don Bosco

    2011

    Lara Martnez, Rafael, primera edicin 2011

    Coleccin Investigacin

    Serie Bicentenario

    Apartado Postal 1874, San Salvador, El Salvador

    Diseo: Melissa Beatriz Mndez Moreno

    Hecho el depsito que marca la ley

    Prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra, por cualquier medio, electrnico o mecnico sin la autorizacin de la Editorial

    ISBN 978-99923-50-31-7

    C

    C

  • ndicePrlogo

    Palabras liminares

    Crnica de encuentro con el Pulgarcito de Amrica

    Armas y letras. Principios de la poltica de la cultura del martinato

    Salarru en Costa Rica (1935). Indigenismo en pintura y disemi-Nacin de la poltica cultural del martinato

    Poltica de la cultura. Martnez y el indigenismo

    ndice analtico

    I

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    147

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    207

  • Sobre Poltica de la cultura del martinato

    El largo perodo dictatorial del general Maximiliano Hernndez Martnez (1931-1944) ha dado pie a numerosos ensayos de interpretacin, sobre todo, en lo poltico. El trabajo que presenta hoy Rafael Lara Martnez propone aproximaciones novedosas al martinato desde una perspectiva cultural, que, sin lugar a dudas, puede ayudar a una comprensin de la complejidad de aspectos de la dictadura del general tesofo.

    En la investigacin de Rafael pueden verse las races intelectuales del martinato y de su poltica racial. Demuestra que no fue el producto de un puado de militares de inclinaciones fascistas, sino de un complejo entramado social que tuvo tambin su expresin intelectual en la produccin de la revista del Ateneo. De ah que las leyes que prohiban el ingreso de extranjeros al pas por motivos raciales no fuera un delirio de Hernndez Martnez sino el resultado de un pensamiento fascista que ya se iba configurando con anterioridad. Mencin especial tambin merecen los hallazgos del autor en cuanto a la tensin entre indigenismo y antiindigenismo en el martinato. Hay una coherencia interna entre el etnocidio del 32 y un indigenismo turstico, que se configura desde el poder y el cual sirve, por otra parte, para forjar una poltica de la cultura.

    La perspectiva de anlisis abierta en este libro sobre el martinato, permite ver las caractersticas de la modernizacin autoritaria en El Salvador. Armas y letras se llama uno de los captulos, que tambin podra llamarse Ilustracin y balas. La modernidad se impone en Latinoamrica mediante la modernizacin de una sociedad supuestamente atrasada (por factores raciales, como en Civilizacin y barbarie de Sarmiento) y amenazada por el fantasma del comunismo. As, la accin providencial de una lite ilustrada coludida con un hombre fuerte como Martnez permitira enderezar el rumbo de la barbarie a la civilizacin ilustrada mediante la represin y la normalizacin del indigenismo.

    Luis AlvarengaUniversidad Centroamericana (UCA), San Salvador

    I

  • Los ensayos que conforman este libro unen dos aspectos: el arqueolgico y el crtico. En lo tocante al aspecto arqueolgico, el autor emprendi una acuciosa investigacin en fuentes bibliogrficas y hemerogrficas del perodo, lo cual no s lleva al aspecto crtico: estos hallazgos posibilitan poner en duda, o al menos, matizar ciertas apreciaciones sobre los aspectos culturales del martinato.

    Uno de los aspectos ms interesantes y polmicos del libro es el aval de algunos intelectuales salvadoreos con Salarru a la cabeza y latinoamericanos como es el caso de Gabriela Mistral a la poltica cultural del dictador. Tambin lo es la determinacin de la fuente bibliogrfica de la que proviene la expresin El Salvador, Pulgarcito de Amrica (Julio Enrique vila y no Gabriela Mistral).

    En esta investigacin se puede apreciar que las ideologas tienen muchos matices y que no se pueden delimitar esquematizadamente. As como hay un antiimperalismo de izquierda, que es el que mueve a Farabundo Mart a unirse a la lucha de Sandino contra las tropas estadounidenses, tambin hay un antiimperialismo de derecha, el que motiva, segn lo documenta Lara Martnez, a que los dos artfices de la represin del 32, Hernndez Martnez y Toms Caldern, expresen abiertamente su apoyo a Sandino.

    Que las ideas y que los hechos admitan muchos matices, que la realidad sea multiforme y que se escape de las categorizaciones rgidas, es algo que se advierte en este volumen. Con seguridad, es ya una fuente importante de uno de los perodos ms oscuros (y oscurecidos) de la historia de El Salvador.

    II

  • PalabraS liminareS

    Resulta sintomtico de la manera en que se escribe la historia nacional salvadorea, lo selectivo que suelen ser las fuentes documentales primarias. La historia se convierte en una materia flexible y maleable al antojo del presente, el cual la emplea para propsitos polticos en boga. Adaptar lo desconocido a lo familiar, el pretrito a lo actual, precisa al instante la verdad de lo dicho.

    Interesa producir el asombro y la conviccin que seduce al pblico lector u observador de imgenes. El cuadro ntegro del pasado se halla ante s, sin ningn disfraz ni encubrimiento. Al evaluar esta adaptacin importa lo arbitrario de las fuentes primarias que sirven a la recreacin actual del pasado. Lo normal es hablar de un rgimen ocultando la documentacin primordial de su legado en el rubro de la poltica de la cultura.

    El libro que el lector hojea entre las manos no pretende nada ms que revelar una veta inexplorada de la historiografa salvadorea, documentos oficiales de la presidencia del general Maximiliano Hernndez Martnez (1931-1934, 1935-1944). Su ausencia en las investigaciones ms avanzadas confiesan un sntoma expreso, el silencio adrede y voluntario, que rige la conciencia histrica actual. Se trata de un tribunal bastante injusto, ya que le niega la palabra al acusado.

    Al respecto, existe un sano debate sobre la revuelta de 1932, sobre su organizacin y liderazgo, y sobre su represin. Pero esta afn por descubrir los movimientos sociales no se traslada an hacia un rigor semejante en el estudio de la produccin cultural, ni hacia el enlace entre el arte y la poltica. La historiografa sigue obrando como si la nacionalidad salvadorea se recortara en dos extremidades sin comunicacin.

    A un lado, existe lo histrico economa, sociedad y poltica al otro, lo etreo y hermoso, mito, arte y literatura. En la primera esfera viven los

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  • hombres pblicos; en la segunda, recluidos en su fantasa, los artistas. Entre el reino de este mundo y el del arte, no habra cabida a ningn enlace. Este terreno baldo se extiende tan amplio como un desierto despoblado por una razn muy sencilla.

    Los estudios sobre 1932 y el martinato borran reitero quizs adrede las fuentes primarias del rgimen, ante todo, las que describen el apoyo absoluto que recibe el general Martnez de todos los intelectuales salvadoreos a su proyecto cultural de nacin. El cuadro en mural divide a un rgimen militar y opresor de los intelectuales tesofos y alucinados en sus divagaciones imaginarias. As, en un mismo gesto contradictorio se declara: yo acuso al general de dictador, a la vez que defiendo su legado cultural para la reforma actual.

    No obstante, esta idea de escisin entre la poltica y el arte la niegan las revistas culturales de la poca, al igual que la documentacin primaria del rgimen del general Martnez que el presente libro rescata del olvido. No existira separacin entre el arte y la poltica; habra consonancia absoluta entre lo material y lo espiritual.

    El trmino que los unifica aparece en el Boletn de la Biblioteca Nacional en 1933: poltica de la cultura. Por esta nocin que el presente envidiara, el general Martnez recibe el apoyo incondicional de todos absolutamente todos los intelectuales salvadoreos, an de la red intelectual masferreriana, e incluso de movimientos revolucionarios extranjeros, como el sandinismo.

    Para hilar esta nica red de intelectuales tesofos, sirva como ejemplo sencillo que el hermano de la mejor poetisa salvadorea del siglo XX, Claudia Lars, el tocayo del general, Max. Brannon desempea altos cargos polticos. Antes de toda afinidad de pensamiento teosfico, existen filiaciones familiares que al presente oculta. Luis Alfredo Cceres Madrid, Miguel ngel Espino, Francisco Gavidia, el Grupo Masferrer y la viuda del maestro, Claudia Lars, Jos Meja Vides, Salarru, etc. apoyan el quehacer estatal por fundar una cultura nacional basada en el rescate artstico del indigenismo.

    A ellos se une el padre de Csar Augusto Sandino quien reconoce en el general

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  • Martnez un artfice de la paz en Centro Amrica. La paradoja que la actualidad elude es obvia y espinosa. Por un tiempo, Farabundo Mart lucha al lado de Sandino y luego se rebela contra el gobierno salvadoreo. Pero luego de 1932, su padre y sus seguidores que viven en El Salvador favorecen la propuesta nacionalista teosfica, indigenista y anti-comunista del martinato.

    Lo mismo sucede con el pensamiento del nico intelectual salvadoreo que denuncia la masacre de 1932, el de Alberto Masferrer. A la muerte del maestro, el ao siguiente de 1933, su esposa recibe un estipendio oficial, se funda el Grupo Masferrer que desarrolla una agenda indigenista en msica, danza y teatro, la cual refrenda la unidad cultural del rgimen en vigor.

    Sin este apoyo cultural sera incomprensible que el gobierno se mantuviera por tantos aos. A la tesis de una represin sin precedente en 1932, el libro que el lector ojea aade el apoyo del arte y de la literatura indigenistas, de los crculos teosficos, de los sandinistas y de los primeros masferrerianos al proyecto de poltica de la cultura que propone el martinato. La documentacin primaria est debidamente citada para mostrar el testimonio histrico an vigente.

    La resistencia a mi tesis la reitero es simple. Denuncio la represin de 1932 y la dictadura del general Martnez, con el objetivo de eximir a quienes lo apoyan intelectualmente; ellos son los cimientos de la cultura del cambio actual: los intelectuales del martinato. Este doble rostro denuncia de un rgimen; defensa de su cultura nacional el presente lo vive como flagrante contradiccin que oculta sus races histricas. La actualidad de la transformacin social defiende la cultura indigenista, nacionalista y popular de un gobierno que acusa de dictatorial. En nombre de Goya (1776-1828), viva el disparate! Defiendo la cultura de Martnez sin Martnez para que, en materia de poltica de la cultura, el cambio prometido de la izquierda sea la eterna repeticin de lo mismo.

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  • agradecimientoS

    De nuevo agradezco la aprobacin de la Universidad Don Bosco por publicar la presente obra, as como la labor artstica de Melissa Beatriz Mndez Moreno en el diseo original del libro. Hasta la ciudad de San Salvador, a todos ellos les remito mis mejores reconocimientos para que las flores del nopal broten, en todo su colorido, en Comala y en el trpico montaoso. Que el agave milenario se alce en las colinas de Cuzcatln y de Aztln RLM, Desde Comala siempre

  • La mueca rota (1936) de Salarru (Obsequio del autor a su amigo y colega tesofo general Maximiliano Hernndez

    Martnez)

    Obsequio del pintor Jos Meja Vides a su amigo y colega tesofo general Maximiliano Hernndez

    Martnez

  • 0. Obertura

    I. Pregunta

    II. Bsqueda

    III. Hallazgo

    IV. Parfrasis final del manuscrito transferido de Cuzcatln a Aztln

    V. Notas

    VI. Lista de ilustraciones

    VII. Anexos

    VII. 1. El Salvador de Gabriela Mistral

    VII. 2. El Salvador, el Pulgarcito de Amrica de Julio Enrique vila

    VII. 3. El Pulgarcito de Amrica, juicio crtico de Alfonso Mara Landarech

    VII. 4. htel fraternit de Hans Magnus Enzensberger

    VII. 5. Carta de agradecimiento del padre de Sandino a Maximiliano Hernndez Martnez

    crnica de encuentro con el Pulgarcito de amrica

    A Carlos Caas Dinarte, en aprecio por su saber historiogrfico y generosidad.

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  • 0. obertura

    Los escritores de la burguesa que han acuado para El Salvador el ridculo trmino de Pulgarcito de Amrica rehsan hablar de problemas [sociales,

    por lo cual hay que modificar su imagen de marca, atribursela a una poeta apcrifa famosa, para desconcierto de mis crticos]. El Salvador

    (monografa) (1965: 15 (segundo prrafo), no aparece en la primera edicin de 1963). Roque Dalton

    Palabras claves: Julio Enrique vila, Roque Dalton, Gabriela Mistral, historiografa literaria de El Salvador, historia como conciencia y olvido.

    Resumen/Prembulo: Centenares de citas repiten que El Salvador, Pulgarcito de Amrica, nombre literario del pas, lo forja la primera latinoamericana en recibir el Premio Nobel de literatura, la chilena Gabriela Mistral (1889-1957). No obstante, ni siquiera los trabajos acadmicos restituyen el escrito completo que bautiza la nacin centroamericana, la cual la poeta visita en septiembre/octubre de 1931. La fuente histrica privilegiada la constituye un libro en collage del salvadoreo Roque Dalton (1935-1975): Historias prohibidas del Pulgarcito (1974). Sin ensayo mistraliano original, a manera de crnica, el artculo resea la bsqueda y el hallazgo del documento potico original que justifica tal sobrenombre: El Salvador, Pulgarcito de Amrica (1937-1939/9-1946) de Julio Enrique vila (1892-1968). Como los eventos de 1932 que Mistral y sus anfitriones salvadoreos contemplan en silencio, la celebracin actual del seudnimo literario del pas deriva de una conciencia tarda que recrea los hechos desde la lejana ms discreta. Queda de leccin que la historia disfraza los archivos olvidados y suplanta a los clsicos que los lectores modernos consideran verdaderos y autnticos. La propuesta exhuma originales soterrados por aos que jams afloran a falta de una historiografa literaria salvadorea. Entre los documentos primarios la pesquisa recolecta la visita de Mistral a El Salvador, el papel central de vila durante la estada de la chilena y anteriormente del mexicano Jos Vasconcelos (18/noviembre/1930), el giro hacia la derecha de posiciones juzgadas de izquierda (sandinismo, anti-

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  • imperialismo e indigenismo) que no apoyan la revuelta de 1932, al igual que la confusin autorial que Dalton les hereda a crticos actuales.

    Keywords: Julio Enrique vila, Gabriela Mistral, Roque Dalton, Salvadoran literary historiography, history as consciousness and oblivion.

    Abstract/Prologue: Hundreds of quotes repeat that El Salvador, Tom Thumb of America, literary name of the Central American country, is coined by the first Latin American writer to receive the Nobel Prize of Literature, the Chilean Gabriela Mistral (1889-1957). Nonetheless, even academic and research publications obliterate to mention the original document in which she baptizes the country that she visits in September/October 1931. The historical source that justifies her authorship is found in a belated collage book written by the Salvadoran poet Roque Dalton (1935-1975): Historias prohibidas del Pulgarcito (Forbidden Stories of Tom Thumb, 1974). Lacking an original Mistralian essay, in the style of a chronicle, the article narrates the search and discovery of the original poetic document, which validates the epithet: El Salvador, Pulgarcito de Amrica (El Salvador, Tom Thumb of America, 1937-1938/9-1946) by Julio Enrique vila (1892-1968). As the 1932 events that Mistral and her Salvadoran hosts observe in silence, the current celebration of the literary name of the country derives from a belated consciousness, which recreates facts from a discret distance. It remains as a lesson that history falsifies forgotten archives and replaces classic authors that the modern naf reader considers real and authentic. The proposal exhumes original documents buried for years due to a lack of Salvadoran literary historiography. Among the primary sources the research collects the visit of Mistral to El Salvador, the central role of vila during the stay of he Chilean poet and, before her arrival, of the Mexican Jos Vasconcelos (18 November 1930), the conservative turn of positions judged as radical politics (anti-imperialism, Sandinismo, and indigenismo) which do not support the 1932 revolt, as well as the authorial confusion that Dalton inherits to his current critics.

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  • i. Pregunta

    La historia a narrar se inici con un correo electrnico inocente pero inquisidor. Sabes cul es el texto completo en el que aparece la frase de Gabriela Mistral El Salvador, Pulgarcito de Amrica? La pregunta me la dirigi la escritora salvadorea Carmen Gonzlez Huguet con quien sola intercambiar ideas con mediana frecuencia.

    Confesara que deb admitir mi ignorancia. Desconoca el texto de la poeta chilena, aun si haba ledo el artculo titulado El Salvador que public en el Repertorio Americano (vase: Ilustracin I). (1) De este ensayo me sorprenda el silencio que guardaba Mistral sobre los eventos de 1932, al tiempo que se preocupaba por catar el caf salvadoreo y compararlo al puertorriqueo. Presupona que su visita al pas del 19 de septiembre al 9 de octubre de 1931 en absoluto haba marcado la conciencia social de la chilena. Con lo cual no s qu me place ms entre mis tazas de cafs bebidas en tres meses de viaje por el reino del nctar negro, concluan sus reflexiones salvadoreas.

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    Ilustracin I: El Salvador de Gabriela Mistral, Repertorio Americano

  • Me pareca que exista una extraa laguna de mutismo entre sus artculos de defensa a Sandino y la falta de referencia al genocidio que ocurri al occidente de El Salvador en enero de 1932. (2) Sin embargo, esta reserva no se la atribua a una decisin personal. Su discrecin defina un espritu de la poca que la explicacin en boga, la represin poltica, no cerna a cabalidad. Entre las actividades literarias en el ao de 1932 destacaban exaltacin de Sandino de [Gustavo] Alemn Bolaos y la obra de Roberto Surez Fiallos Los indios tienen corazn de tema indigenista. (3)

    Para mi asombro, el apoyo al hroe de Las Segovias y al indigenismo significaban la oposicin a la revuelta de enero de 1932. Esta coincidencia temporal exaltaba la gran ofensiva [antiimperialista] mediante la cual [Sandino] espera alcanzar el triunfo de sus ideales patriticos a la vez que condenaba o, al menos, no apoyaba el levantamiento. (4) En suelo salvadoreo, el sandinismo se deslindaba de toda filiacin poltica con 1932.

    Mistral escribi sobre El Salvador desde Italia confinada por el gobierno de Mussolini pero publicaba con cierta libertad en Chile y Costa Rica. Su silencio lo comparta la mayora de intelectuales centroamericanos de los treinta quienes tampoco denunciaron, ni siquiera anunciaron los eventos de 1932. Me cuestionaba si de algo vala reconstruir hechos verdaderos cuando los autores intelectuales que los vivieron los haban percibido desde una ptica ajena a la nuestra: defensa de Sandino - silencio de 1932. Haba que proseguir la bsqueda, aun si los del Sur [jams] se acordaran de los dos mil de Sandino que se levantaban en armas al occidente de El Salvador. (5)

    El artculo del Repertorio Americano con temtica salvadoreo me enseaba que la historia no slo consista de hechos. Se formaba tambin de vacos que una conciencia tarda intentaba colmar horrorizada desde la lejana. En verdad, me repeta, si Mistral imagin El Salvador como Pulgarcito esa referencia no apareca escrita en su ensayo, como si una demora fuese caracterstica de nuestra identidad. Haba testimonios que perseguan mundos abolidos y difuntos desde la distancia.

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  • ii. bSqueda

    Mi primer recurso bibliogrfico lo juzgaba doble. Acud a la biblioteca de la Universidad de Nuevo Mxico (UNM) a revisar los estantes enteros que contenan los libros de Roque Dalton, por una parte, y los de Gabriela Mistral, por la otra. Ordenados por pases, los anaqueles de ambos autores se hallaban tan remotos como Centroamrica del Cono Sur.

    Para mi sorpresa, descubr que Historias prohibidas del Pulgarcito libro que se iniciaba con la cita de la chilena representaba uno de los libros ms estudiados del autor salvadoreo. (6) Sin embargo, ninguna de las mltiples respuestas crticas de la obra roqueana se tomaba la molestia de rastrear la procedencia documental de la famosa frase. Les bastaba repetir la mxima en cuestin para asegurarle al lector instruido, pero ingenuo, que la chilena era su autora original. Acaso, llegu a la conclusin semanas despus, ms que crticos seran censores del dato primario que researa hechos pretritos. Este nuevo silencio aliment an ms mi curiosidad. El ttulo mismo de la obra ms difundida de Dalton careca de un referente historiogrfico objetivo.

    Con mayor ahnco hurgu los estantes que contenan la obra mistraliana. A falta de una recopilacin completa en UNM, llev a casa la Antologa mayor de cuatro volmenes. (7) Pero antes, hoje minuciosamente la mayora de biografas sobre la autora. Me percat que casi ninguna resea inclua referencias directas de su viaje a El Salvador, ni mucho menos de la famosa frase con la cual bautiz al pas segn Dalton.

    Salvo un libro chileno de Virgilio Figueroa y otro puertorriqueo de Luis de Irrigoitia todos los dems ignoraban la presencia de la poeta laureada en el pas. (8) Para la conciencia histrica y literaria chilena, El Salvador era un hecho insignificante y eludible. Su famoso bautismo que haba calado tan hondo en el sentir nacional, en el Cono Sur quedaba en el silencio.

    Al tiempo que ojeaba una de las bibliografas ms exhaustiva de la autora, Vida y obra de la Antologa mayor (1992), enviaba correos electrnicos a colegas

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  • que haban escrito sobre Historias prohibidas aseverando que su pesquisa crtica los conduca a la maestra y poeta, aun si no citaban el documento original. Se me asegur que pronto resolveran la duda al enviarme la fuente primaria, la cual todava estoy a la espera de recibir luego de varios meses. Acaso se tratara de un nuevo silencio. Igualmente me sucedi con las fuentes de datos y fundaciones mistralianas que encontr en la red. Ninguna accedi a mi solicitud de informacin.

    La revisin de la bibliografa de la poeta me produjo una nueva sorpresa. No haba mencin alguna del testimonio de Pulgarcito en sus ensayos sobre Centroamrica, ni en sus poemas que lea a vuelo de pjaro en busca del oro filosofal. Me percat, sin embargo, que pese a la amistad que Mistral profesaba por Claudia Lars nunca haba escrito nada sobre su obra, mientras honraba la de Salarru en el mismo Repertorio Americano luego de su visita al pas, y exista indito en su archivo personal otro elogio crtico del cuentista salvadoreo. (9)

    **

    Por fortuna, me dispona a visitar El Salvador por un par de semanas, tiempo suficiente para consultar los peridicos que de 1931 se conservaran en la Biblioteca Nacional y en la del Museo de Antropologa. En la primera encontr el Diario Del Salvador (vase: Ilustracin II), El Tiempo, La Prensa y Diario Latino, mientras en la segunda se hallaba El Da. (10) Aun si la presencia de Mistral apareca en primera plana cada da de sus dos semanas de visita, no descubra rastro de la famosa frase.

    Al conversar con Manlio Argueta, Director de la Biblioteca Nacional, me sugiri que tal vez el flamante ttulo del pas expusiera un puro invento, semejante a la frase que el historiador Jorge Arias Gmez le atribuy al legendario Farabundo Mart si la historia no puede escribirse con la pluma, se escribe con el rifle pero que nadie localizaba discurso ni documento original que la enmarcaran. De nuevo, intua que una conciencia tarda sustitua hechos y decires pretritos.

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  • La interminable bsqueda se prestaba a una incitante digresin que del flamante ttulo Pulgarcito me conduca al silencio sobre la revuelta y matanza de 1932. Ambas temticas surgan simultneamente y se entrecruzaban en las fuentes. Transcriba cmo hacan eclosin las ms variadas posiciones polticas de izquierda anti-imperialismo, indigenismo y sandinismo para conjugarse con su contrapartida de derecha.

    Ilustracin II: Gabriela Mistral, Diario Del Salvador

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  • Con dedos ennegrecidos y sucios, en los peridicos de 1931 encontr la vindicacin que Mistral haca de lo indgena. En los albores de 1932, su defensa indigenista la secundaban Francisco Gavidia, la Universidad Nacional, la Asociacin de Estudiantes Universitarios y otros intelectuales que la reciban con honores (Mara de Baratta, Miguel ngel Espino, Pedro Geoffroy Rivas, Gilberto Gonzlez y Contreras, etc.), sin advertir que al mismo tiempo haba alzamientos en comunidades al occidente del pas y la Virgen del Adelantado incitaba a la revuelta. (11)

    En la Universidad Nacional (27/septiembre/1931), el discurso Origen indoamericano y sus derivados tnicos y sociales lo aplaudieron autoridades gubernamentales, estudiantes y los mismos escritores que luego se convirtieron en portavoces de 1932. A los asistentes los convenci el proyecto mistraliano de revelar la mitad ignorada de nuestra curiosa raza que yaca oculta desde la conquista: la indgena. (12) Velada[s] a la Mistral como la ofrecida en la Escuela Froebel que clausuraba con Sentimiento pipil cantado por la seorita Josefina Interiano exponan el hondo compromiso del indigenismo salvadoreo cuyo esencialismo se prolongara hacia octubre de 1932: los indios son los dueos naturales de estas tierras an sin apelativo pulgar. (13)

    Gobierno y Universidad mantenan polticas de rescate y promocin de la cultura de la regin de los Izalco que se prolongaran por aos en agendas intelectuales una patria donde el pobre indio irredento hasta hoy, (ob)tenga un Minimum vital (Radiodifusora Nacional, 24/octubre/1933) y en revistas oficiales. (14) Si la revuelta de 1932 no se reduca a su dimensin tnica, en crasa paradoja, el silencio estatal y el de los escritores vindicaba ese arraigo local en el occidente de un pas sin topnimo potico. (15) Durante las dos semanas de la estada de Mistral, el indigenismo en pleno lo explayaban poesa, prosa, baile, msica y arte en su honor. La presencia activa de ese ideario se convertira en poltica cultural de lo nuestro frente a toda ideologa social extraa, tal cual el comunismo que se perfilaba en el occidente del pas. (16)

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  • Haca menos de un ao (18/noviembre/1930), al exaltar al mexicano Jos Vasconcelos, el poeta y funcionario Julio Enrique vila haba predicho que slo un espritu eminentemente popular y democrtico podra redimir al indio e impulsar el arte autctono por un saber pos-racionalista en el cual conocer es ms que inteligir (vase: Ilustracin III). (17) Esta redencin cultural la pondra en marcha la labor conjunta de estudiantes, docentes y gobierno. Desde la Radiodifusora Nacional y Universidad (1933-1935), la agenda de liberacin de la mujer proletaria, del indio y conversin del Alma Mater en casa del pueblo, casa democrtica abierta a clases trabajadoras cobrara forma ideolgica durante el martinato. (18)

    Ilustracin III: Jos Vasconcelos, Diario Del Salvador

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  • Una suerte semejante, un giro hacia la derecha, correran las enseanzas anti-imperialistas de la Alianza Popular Revolucionaria (APRA), tras la breve presencia de Vctor Haya de la Torre (julio-septiembre/1928) y Esteban Pavletich en el pas (julio/1928). (19) Tal cual lo declaraba el apoyo del costarricense Octavio Jimnez Alpzar al golpe de estado del General Maximiliano Hernndez Martnez, este gesto enrgico pondra fin al tutelaje del amo yanqui en el futuro Pulgarcito. (20)

    En aulas y crculos poticos, se haba colmado todo abismo de silencio mohoso que distanciaba el indigenismo universitario conferencias sobre folklore indgena de la regin de Izalco de las regiones afectadas por los eventos a venir (1932). (21) No se perciba que hubiese lagunas de separacin entre el intelectual y la sociedad en un pas sin mote literario que respaldara su nombrada. El estudio de las costumbres de nuestros aborgenes demostraba que la Universidad no debe ser aristocrtica divorciada completamente del pueblo motivando a que los estudiantes se pregunten que han hecho por este sufrido pueblo salvadoreo. (22)

    Por este estrecho enlace oficial con el pueblo salvadoreo, para la conciencia literaria latinoamericana, el mar omnipresente de Sandino arda en sal como un grano pegado a la comisura, mientras 1932 se ocultaba tirado fuera del almud de la patria grande. (23) El vendaval huracanado de esa fecha clave como el Norte, viento que sopla por ciudades, pueblos y cantones en diciembre, el movimiento se dispers por la regin en 1930 y 1931 no conmovi la conciencia intelectual que presenciaba ese auge desmedido. (24) Las cadencias que visualizaban hechos no los calificaran de igual manera al situarse adyacentes a su vivencia, que al observarlos distantes en la extraeza. Con desafecto objetivo, casi slo la lejana refera la hecatombe olvidando la manera en que sandinismo, anti-imperialismo e indigenismo latinoamericanos revertan su orientacin poltica en suelo salvadoreo. Todas estas tendencias apoyaban al general Martnez.

    La cita ms cercana al cannico Pulgarcito rezaba en El Salvador se ha hecho en un mnimo de territorio un maximum de trabajo, aun si no figuraba entre los pases pequeos, pero musculados. (25) No obstante, la mayora de personas que consultaba me aseguraba la autora de la chilena remitindome a

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  • fuentes dispares que rebuscaba con mayor ahnco y lea infructuosamente. De nuevo, ya sonaba a estribillo sin sentido, se me impona el silencio o, acaso, la conciencia tarda de la experiencia que la poeta laureada y sus anfitriones haban vivido en el pas. Haca constar una distancia entre vivencia y palabra.

    ***

    Tambin en San Salvador, consegu el artculo que Claudia Lars escribi sobre su amistad con Mistral. (26) Su elogio de la poeta surea reiteraba el silencio de la tan citada frase. La contextura plstica que a Lars le impresionaba de la chilena cay en olvido de la conciencia histrica nacional. Estampas de piedra y fuego, llam a estas breves pginas que tienen pequeos rincones hmedos y aromados: los cafetales. Nadie hasta hoy, entre nosotros, ha ofrecido en el campo de las letras algo ms vivo y hermosamente terrible sobre nuestro reino de Plutn, conclua la resea larsiana.

    De nuevo, vislumbraba desfases entre la percepcin de quienes conocieron a Mistral historia como vivencia y nuestra conciencia tarda, historia como reconstruccin. La sublime sensibilidad del paisaje no estableca vnculo alguno entre el derecho [indgena] a un suelo que es suyo por ley natural y los eventos de 1932 acaecidos en el pequeo pas [] labrado como una joya por sus volcanes [en] Gnesis continuado y que no se cierra [por el permanente] reino del fuego. (27) En la chilena y su generacin, el adagio pulgar tambin se revesta de ausencia.

    Su ideal de democracia con libertad, es decir, su ideal anti-comunista modulaba todo juicio mistraliano y el del crculo salvadoreo que la recibi con gala. (28) A diferencia de la propuesta para el pueblo araucano nadie entrevea el enlace entre este ao de 1932, cuando mis discos me lo [= acento araucano] han trado a Europa a conmoverme [] de remordimiento y el despojo [izalqueo] de su tierra. (29) Entre quienes acogieron a Mistral con honores tampoco apareca la mxima cannica. La desconocan o les resultaba irrelevante.

    Anteriormente, por una antologa chilena, un escrito de Trigueros de Len me haba advertido que los poetas que presenciaron la llegada de Mistral al pas

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  • ignoraban el sobrenombre literario de El Salvador, a la vez que se conmovan ante la plasticidad de su prosa como una de las ms originales de Amrica. (30) Al igual que en Lars, posiciones que al presente calificaramos de silencio eventos acallados de 1932 en Mistral nuestros antecesores las elogiaban como verdadera revelacin y hallazgo. El Salvador debe agradecerle a quien supo descubrir sus ms apretados secretos. (31)

    El sufrimiento martirial de la poeta Cristo de carnes desgajadas y hendidas superaba toda tragedia local que jams emerga en la elipsis potica de una generacin. (32) Esta misma vena sacrificial de exclusivo corte individual y lrico la expona Alicia Lard de Venturino en su poema A Gabriela Mistral sin referencia alguna a lo poltico: mujer divina del corazn sangrante. (33) Todos ellos plasmaban exigencias de una poca que an no cernimos a cabalidad: una cristologa potica.

    El lapso entre juicio pretrito y presente no podra ser ms vasto ni flagrante, ya que el pasado y la actualidad se definiran por sensibilidades en ria. Si nuestros antecesores exigan fundar una geografa potica como cimiento de la literatura nacional, al presente slo nos interesara la poltica. Quizs obtendramos mayor conciencia social, pero se extraviara toda relacin ecolgica, mito-potica con el mundo. Segn actitudes clsicas, la conciencia social contempornea carecera de una subjetividad lrica, ya que imaginaba una historia sin espacio-tiempo. El siglo XXI pasa inadvertido ante la majestuosidad de nuestros volcanes, ante la belleza de nuestros lagos y ante la diafanidad de nuestro suelo, me ense un libro que posteriormente confirmara mi sospecha sobre la falta de autora mistraliana. (34)

    En su apata por lo nuestro, slo un orgullo posmoderno argumentara entender hechos que antecesores ignoraron. Quizs

    iii. HallazgoAl cabo, la persona que me condujo al hallazgo definitivo fue Carlos Caas Dinarte, a quien tuve la oportunidad de visitar la noche anterior de mi regreso a Aztln. Hablamos de temas diversos l se interesaba en mapas antiguos; yo, en otro silencio, literatura nhuat mientras compartamos un caf espeso

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  • y aromtico, no muy distinto del que saboreaba Mistral al concluir su escrito sobre El Salvador.

    Si este deleite haba fascinado al primer Premio Nobel latinoamericano de literatura, simple escribano en pena de Comala, yo poda permitirme tambin momentos similares de jbilo ante el nctar negro. Su intensidad viril y excitacin femenina infundan experiencias de las finas oscuridades de lo bajo, donde ramilletes de historia olvidada rojea[ba]n sin que nadie se percatara de su ardenta confesada en el verde austero. (35)

    Caas Dinarte me asegur tener copia del documento original con la frase cannica, repetida hasta el cansancio bajo la desinteligencia de Centro Amrica. (36) La letana no le corresponda a Mistral sino a un poeta e intelectual salvadoreo olvidado de la primera mitad del siglo veinte: Julio Enrique vila (1892-1968), la misma persona que haba recibido a Mistral y Vasconcelos en la Universidad Nacional en su exaltacin conjunta del indigenismo.

    De ser as, Dalton demostraba su amplio conocimiento de la historiografa literaria nacional, a la vez que confesaba que un libre arbitrio antojadizo guiaba su reescritura de la historia oficial. Haba que tergiversar clsicos, ante todo, los de la Amrica casi domstica, que es la Central. (37) O, quedara abierta otra hiptesis, Dalton recibi la mxima de rumores pblicos, anteriores a l, sin mayor rigor historiogrfico.

    No lo saba a ciencia cierta, pero un juicio roqueano indirecto levantaba toda sospecha. (38) El poeta comprometido perciba a su antecesor como burgus, como aquel burgus cuya agenda potica haba introducido el vanguardismo (1913), a la chilena Mistral en la Universidad Nacional (1931), y cuyo ideario poltico haba presentado a Vasconcelos y el indigenismo mexicano (1930), todo ello en pleno suelo salvadoreo. A lo mejor, Dalton intuy la manera en que por magia de transmutaciones antes referida, su antecesor y allegados haban convertido posiciones radicales de izquierda sandinismo, anti-imperialismo e indigenismo en defensa nacionalista contra 1932. Este sentimiento de seguro lo corroa sin cese.

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  • Al da siguiente, lo primero que hice al llegar a casa fue consultar las historiografas cannicas de la literatura salvadorea que tena a mano. Todas anotaban la existencia de un corto escrito intitulado El Pulgarcito de Amrica ms correctamente, El Salvador, Pulgarcito de Amrica pero no asentaban fecha exacta de edicin ni mencionaban la fuente en la cual apareca publicado. He aqu lo que referan sobre el autor y su obra del trpico como medida cabal de la riqueza terrestre siempre soterrada. (39)

    Hubo un Adelantado. Ya en Francia haba tomado alientos el cubismo [] en avance de vanguardia [] Julio Enrique vila lo haca aqu [] destroz mtricas y matrices [] as empieza en El Salvador la Vanguardia en el ao de 1913. (40)

    Si no pudo liberarse Julio Enrique vila (N 1892) de la consonancia, fue uno de los primeros que en Amrica elaboraron poesa amtrica, haciendo de lado la estructura modernista [] El Pulgarcito de Amrica, su patria, condensacin de afecto y realidad [] si vila es el precursor Geoffroy Rivas es quien planta la accin vanguardista en forma, contenido, y con una direccin. (41)

    Ilustracin IV: Julio Enrique vila, Hoja. Publicaciones de la Asociacin Amigos de

    la Cultura

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  • Julio Enrique vila [] El Pulgarcito de Amrica. (42)

    Julio Enrique vila (1892-1968) [] El Pulgarcito de Amrica (opsculo patritico). (43)

    Las cuatro fuentes verificaban la sospecha que Caas Dinarte me haba insinuado, la misma que intua Argueta sin conocimiento de causa, pero con instinto de escritor. Resultaba imposible demostrar la autora de Mistral con documentos primarios. O de encontrar una obra de la chilena, la vanguardia de vila ofrecera una intermediacin nacional olvidada, pero ineludible.

    Por casualidad, das despus encontr una referencia ms cercana al crculo potico en el cual se mova Dalton. En Hoja, publicacin de la propia generacin comprometida, Italo Lpez Vallecillos remataba el indicio de una autora irreconocida. La persona que invent el apelativo de su generacin le renda homenaje a Julio Enrique vila, con quien una larga amistad espiritual me une por su precoz vanguardismo potico (vase: Ilustracin IV). (44)

    En su Suplemento, esta misma revista transcriba una carta personal de Otto Ren Castillo a Roque Dalton (24 y 21) y una vindicacin de Aquino escrita por Jorge Arias Gmez (1-11). Si con el versolibrismo de Julio Enrique vila se inicia[ba]n en El Salvador las distintas modalidades de las escuelas de vanguardia, acaso este reconocimiento generalizado causaba un hondo escozor angustia de influencia? en quienes tardamente se reclamaran de tal tendencia. (45) Paulatinamente, se levantaba la sospecha que Dalton desconociera la obra de vila (vase: Ilustracin V).

    **

    La crtica actual, esfera acadmica que en EEUU se llamaba estudios culturales, operaba como historia sin historiografa. Los antroplogos remataran arguyendo que los estudios culturales se definiran como antropologa sin trabajo de campo. No haba bsqueda del dato pretrito directo ni vivencia de los hechos.

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  • En cambio, la investigacin crtica censuraba toda pesquisa del documento primario para sustituir el pasado por la ilusin poltica del presente. Tal cual lo prescriba Salarru, el inmenso nmero de errores [histricos] existentes bastan para comprender la necesidad de una rectificacin seria que [no la modificaran slo teoras en boga sino] la formacin de una historia fundada en el campo y archivos nacionales. (46)

    Por aos, todos repetamos deba incluirme en el error una autora nica equivocada y confundamos canjes arbitrarios, ficciones deliberadas, con hechos reales. Esta ausencia murmuraba un tropicalismo literario como palabra que hemos manchado a falta de rigor historiogrfico. (47) En su embrollo se mezclaba el panegrico el cielo tropical [que] es absoluto, de un absoluto teolgico con la crtica cultural. (48)

    Ilustracin V: A Roque Dalton, Hoja. Publicaciones de la Asociacin Amigos de

    la Cultura

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  • ***

    Posteriormente, en uno de esos ratos de ocio en que sola aburrirme en la oficina, revis un tomo de Cypactly. Revista de Variedades que diriga Carlos Martnez Molina con una asiduidad bastante extraa para la historia cultural del pas (1931-1952). En el nmero ciento cuarenta (140), correspondiente al noveno ao (IX) de su publicacin, se me volvi a deparar la sorpresa del hallazgo (Agosto 25 de 1939). El escrito de vila databa de siete aos antes de la versin que apareca en la revista Centro Amrica Ilustrada, a la vez que el ensayo demostraba su presencia reiterada en publicaciones nacionales. En esta revista, en su Loa a Gabriela Mistral, el mismo vila en absoluto aluda a la frase cannica de su propia factura. T [quien] no rehyes los maderos para tu crucifixin, por luminosos, por dulces siempre desconocers lo que, en su compromiso, el futuro inventar de ti. (49)

    La historia literaria salvadorea ofreca al menos dos referencias explcitas a la frase cannica cuyo verdadero autor yaca en el mximo olvido. En un pas mestizo, anticipando voz de los sin voz, la publicacin del opsculo en Cypactly se acompaaba de una ilustracin que retrataba a una mujer con rasgos africanos bastante definidos, como si la invencin del seudnimo potico nacional presupusiera exaltar etnias acalladas desde entonces (vase: ilustracin VI y VII). Juzgaba de una osada asombrosa exaltar lo africano en un pas que a esa etnia le negaba su existencia. Los primeros nmeros de esta revista me confirmaban que, durante su visita al pas, Mistral ignoraba el trmino consagrado que el futuro le atribuira. La resea de su breve estada en absoluto refera el famoso epgrafe de Historias prohibidas. (50)

    Me bast seguir desempolvando libros en mi desordenada biblioteca para advertir que el escrito de vila se haba reproducido por aos hasta el cansancio. Hojeaba la novena (IX) edicin de Lecturas nacionales de El Salvador de Sal Flores, la cual se iniciaba con el texto olvidado. (51) Como cuentista y poeta lrico influyente, vila apareca tambin en Antologa del cuento centroamericano de Hugo Lindo (Ed.) y Cuzcatln. Libro de lecturas nacionales de Francisco Espinosa (Ed.), quien lo consideraba uno de los poetas de mayor nombrada. (52)

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  • Al ignorar las reiteradas ediciones de la antologa de Flores, se repudiaba el saber elemental que cualquier estudiante salvadoreo de secundaria posea de la literatura nacional hacia mediados del siglo XX. Por desgracia, mucho ms hemos olvidado y ansiamos olvidar en nombre de una memoria que siempre lleva a cuestas y oculto a su antnimo complementario, el olvido.

    Ilustracin VI: El Salvador, Pulgarcito de Amrica de Julio Enrique vila, Cypactly.

    Revista de Variedades

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  • Sea que lo acuara vila o Mistral, ya no me quedaba duda que el primero haba popularizado el trmino en la conciencia literaria nacional de la primera mitad del siglo pasado. En aquel sentimiento nacional regionalista que la vanguardia comprometida extirpara para acceder a la (pos)modernidad revolucionaria, la difusin escolar de la frase cannica inculcaba un panorama de nuestro suelo que jams agotara una historia abstrada de su entorno geogrfico. La historia se alzaba entre el olvido y la tachadura.

    Semanas despus lleg a mis manos una lectura fulminante que me caus escalofro. A uno de los primeros crticos de la literatura del istmo, Alfonso Mara Landarech, lo desdeaba la prctica reciente de los estudios culturales centroamericanos. (53) A quien Dalton mismo honraba como profesor insigne en sus aos mozos, inclua un extenso captulo dedicado a vila. (54) A veinte aos que Landarech declarase y quin no conoce aqu a Julio Enrique? Figura prcer [] poeta de verso amplio, muy alegrico y original, en sentido catlico-marxiano, Dalton confesaba acepto que mi poesa no es ya la de antes, la que gustaba tanto al Padre Landarech. El bueno de Tapn insista en convencer a todo el mundo de que su querida oveja negra era el poeta lrico ms importante de la literatura nacional. Esto le gan el odio de Hugo Lindo y de otros poetas catlicos. (55)

    Por siempre dudara que Dalton desconociera el sentir esttico de su propio profesor, quien apuntaba como prximo a publicarse: El Pulgarcito de Amrica de vila e inclua una larga pgina que transcrib en los anexos como juicio de la obra en cuestin. (56) Sin embargo, esta ignorancia de los predecesores directos de Dalton caracterizaba la crtica de su obra a casi treinta y cinco aos de su trgica muerte. Habramos de olvidar lo que en el pasado ha hecho poca para afirmarnos en un presente original y posmoderno.

    El verdadero sentido de este olvido me lleg directamente de Santa Ana. Desde esos cafetales inverosmiles en pramos templados, fieles a la causa, antiguos alumnos me aconsejaban consultar Estudios histricos. (57) En epgrafe, el prlogo de Manuel Castro Ramrez anunciaba que todos nacimos medio muertos no slo en 1932. (58) Este fallecimiento nacional se repeta dcadas despus por el desdn de toda historiografa. Los pueblos se enlazan con la muerte el da en que se divorcian de su historia e ignoran a sus antecesores literarios primarios. (59)

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  • Luego de resear origen de la Universidad, al igual que de valorar la independencia patria y sus prceres, la recopilacin conclua con El Salvador, Pulgarcito de Amrica de Julio Enrique vila. (60) Su omisin actual la anticipaba el mismo Castro Ramrez al afirmar que El Salvador [] ha carecido de una verdadera obra histrica [] inspirada en el sentido de la crtica [ya que] sin documentos y sin tradicin no puede surgir la historia (61) No sera exceso de rigor reclamar que hagamos historia con documentos ms que con arte imaginativo, aun si la actualidad se negara a esa labor historiogrfica de recoleccin del pasado. (62) Se juzgaba pretrito por presente

    Ilustracin VII: El Salvador, Pulgarcito de Amrica de Julio Enrique vila, Cypactly. Revista de Variedades.

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  • y la bibliografa nacional de la primera mitad del siglo veinte quedara oculta para que la fantasa reemplazara el anlisis. Seguiramos por aos enlazados con la muerte

    Fueron meses despus que cre encontrar la publicacin ms temprana del escrito de vila. Directamente de la Biblioteca del Congreso recib los primeros cinco aos de una publicacin esencial de la presidencia del general Maximiliano Hernndez Martnez: La Repblica. Suplemento del Diario Oficial (1932-1937). Me pareci verdadera ficcin que la documentacin directa del rgimen se hallara ausente de casi todos los libros de historia que enjuiciaban su mandato.

    Ni siquiera los trabajos ms acabados sobre el crimen primordial que se le atribua a su rgimen la matanza o etnocidio de enero de 1932 en el occidente del pas se atrevan a explorar los expedientes primarios del implicado. (63) Si esa hecatombe el presente la juzgaba como alzamiento en la oscuridad, cunto ms lbrego calificara ocultar ese protocolo oficial! En ese archivo del martinato velado por la historia actual no slo se transcriba el escrito de vila sino tambin se implicaba a todos los intelectuales salvadoreos por su colaboracin inmediata con el rgimen luego de la masacre. (64)

    Para forjar una poltica de la cultura, la asistencia que Martnez recibi de escritores consagrados como Salarru, los seguidores de Alberto Masferrer, de pintores clsicos como Luis Alfredo Cceres Madrid y Jos Meja Vides, de grupos teosficos, e incluso del padre de Csar Augusto Sandino y de los grupos anti-imperialistas asentados en la capital mexicana, deber permanecer silenciada por aos. En su presunta originalidad, la exigencia cultural de la izquierda salvadorea del siglo XXI se arraigara en contenidos indigenistas y artsticos del mismo rgimen poltico del cual anhelara desprenderse y criticar. (65)

    ****

    Los libros, aun los reportes polticos son la ficcin [para] tender[le] trampas verbales al interlocutor [, lector y crtico]. RD (66)

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  • Argumentara que exista en Dalton una clara conciencia que haca de la historia ficcin. Por juego borgeano de espejos, los antnimos se intercambiaran volcando los hechos en las invenciones y viceversa. Los opuestos se diluan en una totalidad narrativa cuyo encanto y seduccin sobrepasaban cualquier exigencia de adecuacin a la realidad. He aqu citada la obligacin roqueana de alterar documentos originales por espurios en aras de su objetivo ltimo. El diseo poltico y potico del autor dictaba la concordancia entre archivo y hecho.

    Los textos reproducidos a lo largo del libro han sido extrados de las siguientes fuentes [] fuera de los textos y poemas originales tres han sido modificados para lograr los efectos perseguidos por el autor y dos textos aparentemente extrados de otras publicaciones son apcrifos, escritos tambin originalmente por el autor. Corresponde al lector descubrirlos. (67)

    Hasta el momento, no existan hiptesis vlidas que identificaran los cinco textos falsificados que el autor mismo sealaba como tarea inmediata de un lector con mirada aguda, ni tampoco abundaban los estudios que revelasen cada una de las fuentes historiogrficas reales que componan el collage de Historias prohibidas en su conjunto. Ante estos nuevos silencios se me impona descubrir originales sin alteraciones arbitrarias para reclamar autoras que el mismo Dalton sugera rastrear al final de su Pulgarcito. Sus lectores contemporneos nos negbamos a indagarlas, pensando que teoras crticas y culturales reemplazaran exigencias historiogrficas.

    Pero el intelectual el verdadero intelectual, porque el otro es un farsante debe oponerse a los prejuicios, a los dogmatismos, vengan estos de la izquierda o de la derecha [] el intelectual que necesitamos en Centro Amrica es aquel que no renuncia a la obligacin permanente de pensar y producir ideas [] es por naturaleza un inconforme [] porque viviendo en un mundo en crisis, debe tratar de resolver [los mitos y] problemas de la sociedad en que vive. (68) As juzgaba la generacin comprometida su difcil labor de crtica ante un medio social que mitificaba la historia y acallaba hechos. De igual manera, juzgaba mi quehacer al presente.

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  • Para revertir el silencio en boga, el lector encontrar en los Anexos el texto original de Julio Enrique vila titulado El Salvador, Pulgarcito de Amrica publicado en 1938/9 y 1946 (vase: Ilustracin VIII). Asimismo se reproduce un poema del escritor alemn Hans Magnus Enzensberger intitulado hotel fraternit (1972), el cual ofrece idntica estructura que el reconocido Poema de amor. Su versin espaola la elabora un colega cubano de Dalton, Heberto Padilla, a quien en su conferencia de prensa Roberto considera uno de los cuatro grandes de la poesa cubana (69). Tambin los anexos incluyen la carta de apoyo que el padre de Sandino le escribi al general Martnez.

    Si el primer texto aclara la autora del ttulo salvo que algn estudioso rescate un documento soterrado de Mistral el segundo revela la manera en que un poema celebrado por definir lo nuestro proviene de una reescritura de lo ajeno; deriva de una poesa para quienes no leen poesa. Las referencias declararan homenajes encubiertos a autores sin nombre en la bibliografa de la obra roqueana. Siempre se trabajara en silencio; pero el silencio previo sobre la historia social lo reemplazara el ocultamiento actual de la historiografa literaria. La mayor sorpresa me al deparaba el apoyo sandinista al martinato.

    A la semejanza formal de los poemas de Enzensberger y Dalton, se agregara la analoga en el diseo liberador del autor de Historias prohibidas con su antecesor acallado, doblemente borrado: Julio Enrique vila = Gabriela Mistral. De conocer el escrito burgus, Dalton no slo calc el ttulo y tach el nombre del verdadero ensayista, poeta conservador, defensor indirecto de regmenes que l mismo impugnaba. A la vez, el esquema libertador global de la obra lo encontraba esbozado en ciernes en vila: amor invencible por su libertad. vila sugera un clima de efusin y abundancia que situaba la soberana naturaleza de Amrica al [centro] de nuestra literatura, segn la exigencia mistraliana. (70)

    La derecha e izquierda polticas no se distinguiran por su objetivo explcito ltimo, como por los medios que utilizaran para lograrlo. En vila se trataba de los gobiernos civiles y luego militares de la primera mitad del siglo XX, con afanes de democracia electoral; en Dalton, de la lealtad al Partido Comunista Salvadoreo, primero, y a la guerra de guerrillas, en seguida.

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  • Ilustracin VIII: El Salvador, Pulgarcito de Amrica de Julio Enrique vila, Centro Amrica Ilustrada.

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  • No obstante, esta distincin drstica se resolva en la identidad de las posiciones polticas contrapuestas que en conjunto imaginaban la historia salvadorea como gesta heroica de un pueblo escogido en marcha severa hacia la conquista de su libertad, hacia el ideal de su verdadero nombre: Salvador. Para un mismo fin utpico liberacin nacional se cotejaban medios divergentes que implementaran su inevitable arribo: apoyo a los gobiernos en curso o democracia electoral vs. oposicin poltica radical y armada.

    En modesta hiptesis, recalcara la magnitud suprema del siguiente par de prrafos en el opsculo de vila, ya que sus lneas esbozaran el diseo global de Historias prohibidas como lucha constante de un pueblo hacia su liberacin nacional por venir. Por comn acuerdo, en la derecha e izquierda, la epopeya salvadorea se iniciara con la exaltacin de la defensa indgena de un territorio asediado por invasores extranjeros con distinto apelativo actual: comunismo internacional en unos, imperialismo estadounidense en otros. (71) Pero los contrarios se reuniran en su clamor unnime a altavoz por los pueblos oprimidos y rebeldes desde la invasin original de Pedro de Alvarado (1524). (72)

    Patria que desde su primer aliento de vida, desde su primer grito de independencia, se ha caracterizado por dos virtudes: primero, un amor invencible por su libertad; y segundo, una protesta viva y eterna a favor de los pueblos oprimidos. En estos dos aspectos est encerrada toda su historia, desde la conquista hasta nuestros das.

    En la conquista del viejo reino de Cuscatln hoy El Salvador, fue herido y derrotado por primera vez el valiente Capitn Don Pedro de Alvarado; y su cacique simblico Atlacatl, muri de tristeza en sus montaas, sin someterse al conquistador; y fue un noble varn salvadoreo, Jos Simen Caas, quien logr en la Amrica Central la redencin de los Esclavos. Y as hasta hoy. (vila)

    Por ello, me preguntara si cualquier escritor poseera los mismos derechos que se adjudicaba Dalton al modificar autores y documentos originales prosiguiendo una prctica literaria bastante borgeana o si este privilegio se lo reservara a los elegidos. De admitir que alteraciones ficticias nos

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  • perteneceran a todos, al ms comn de los mortales, tal vez en breve leeremos textos espurios que falsifiquen a su arbitrio el legado roqueano, de igual manera que l tergivers a sus antecesores.

    Ser roqueano a cabalidad significara fidelidad a los procedimientos antojadizos, a la ficcionalizacin de quien se reconoce como maestro. Por ejemplo, si con potestad oficial de Sub-Secretario de Instruccin Pblica, vila formaba parte del cortejo que en las primeras horas de la maana de ayer recibi a la maestra a su arribo a playas salvadoreas, en un instante a solas, el escritor le musit el honroso estribillo Bienvenida Gabriela a El Salvador, el Pulgarcito de Amrica a la vez que le declamaba fragmentos selectos de sus escritos. (73)

    Luego ella lo repetira sin citar a su inventor original, creando el mito que tanto nos embargara hasta el presente. El mismo adagio vila lo haba insinuado ya antes del Discurso pronunciado en la recepcin la Ldo. Jos Vasconcelos en la Universidad de El Salvador, afirmando una santa utopa de poetas e iluminados que, al desmaterializarse, formaran una raza csmica que no tiene cuerpo. (74)

    O quizs, segua dudando Dalton jams ley a vila como si fuese posible para un escolar desconocer Lecturas nacionales y a su propio maestro de literatura que lo encamin a la gloria de manera que las coincidencias esbozadas sugeran una simple unin poltica de los opuestos. Quizs

    Pero, de encontrar un documento mistraliano originario, esta implacable ley alqumica de la coincidencia oppositorum jams ocultara el giro histrico-nacionalista que vila le concedi al nombre literario del pas, tal cual lo recitaron miles de estudiantes que leyeron las lecturas nacional de Sal Flores por aos y tal cual el propio Dalton lo recibi de su profesor de literatura, el bueno de Tapn. El escrito aviliano nos ofrecera un eslabn perdido (1938/9-1946), una continuidad acallada sin la cual no existira ruptura, va de acceso hacia una revelacin: las Historias prohibidas del Pulgarcito (1974).

    *****

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  • No obstante, esta continuidad entre maestro y alumno apareca siempre encubierta por insulto y blasfemia como manera vanguardista de realizar una crtica literaria de ruptura, ahora recusada para mayor gloria del poeta que la ejerca. Su mayor ejemplo lo transcriba el captulo central de Pobrecito poeta que era yo III. Todos. El party el cual Dalton aadi luego de 1964 a su novela original Los poetas. (75) A reverencia y seriedad de los estudios culturales en vigor en medida estricta de su vanguardia potica el escritor opona irrespeto hacia los clsicos y desacralizacin por la injuria.

    El tacto riguroso y actual por la personalidad insigne del poeta guerrillero la sustitua un doble gesto sacrlego y obsceno. En primer lugar, en su festividad de palabras, todos los escritores comprometidos hacan tabula rasa del pasado. Como temtica recurrente de el party se repeta la ausencia de toda tradicin literaria y de modelo potico a imitar. Que se vayan mucho al infierno todos los gerifaltes de las generaciones anteriores a nosotros; nuestro problema es que no tenemos maestros, guas de juventud; a imagen y semejanza de quien voy a convertirme en un poeta comunista?; nuestra tradicin cultural es la cagada; somos nosotros solitos quienes tendremos que hacerlo todo. (76) La idea misma de ruptura reclamaba la inexistencia del legado literario nacional.

    En segundo lugar, al afirmar que gran artista ser [] quien pueda [inventar] un pasado, Dalton ultrajaba a todo antecesor que se sospechara haba influido en la composicin de sus escritos. Entre las afrentas ms relevantes, recitara las siguientes. Jorge Luis Borges (en la infamia), Francisco Gavidia (viejito loco [] pelo de indio [] que caste en un pas de tontos a tu medida), Pedro Geoffroy Rivas (en mierda [] bandose), Claudia Lars (vieja loca con aspecto de piano encostalado [] ltima vetarra), Alberto Masferrer (Viejuemierda con similares cultos homosexuales a los de Relaciones Exteriores), Pablo Neruda (sooliento), Nuncio Apostlico (verguiemos al Nuncio [] nos vamos a hacer famosos), Consuelito de Saint-Exupery (cuerito salvadoreo ms cosmopolita y culto), etc. (77)

    Segn requisitos autobiogrficos de su generacin, Dalton juzgara las injurias precedentes como disfraz que denunciaba su verdadera identidad disimulada, ms que verdad en s: puteada introductoria, terapia de emergencia del

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  • salvadoreo medio, punto de apoyo, mscara. (78) Haba que ocultar toda influencia literaria para asegurarse que el futuro lo juzgara segn cnones de ruptura. Pero, l mismo asegurara, qu es un escritor? [sino] un ladrn [de significados ajenos] (traductor: traidor) de formas elaboradas por otros. (79)

    En dilogo conflictivo con los clsicos, qu sera de una ruptura si no ocultara toda continuidad con sus antecesores por el insulto o la tachadura? Por ejemplo, al contradecir a Gavidia, los versos indigenistas roqueanos del poema Al maz yo no creo en la leyenda de tu origen/si fueras slo sangre de tapir/si slo sangre de serpiente fueras admitan su fuente primaria inmediata por siempre acallada: en la preparacin del maz entr la sangre del tapir y de la serpiente. (80) Insulto y negacin aclararan una ley reactiva de la potica roqueana segn la cual en El Salvador toda obra de arte se produce contra algo o contra alguien. (81) Antes de conversar con el indgena en s, el indigenismo de Dalton perjuraba de sus lecturas gavidianas lo cual, en su denegacin, filtraba estticamente su propio enfoque histrico.

    Sera previsible que la exigencia del ultraje se revirtiera contra la persona que forj la frase clave la cual, en su estupor, tanto fascinaba a Dalton hasta popularizarla. En efecto, la edicin mecanografiada, ligeramente revisada de Historia prohibidas, inclua un epgrafe adicional que rezaba as: Y entre oraciones broncneas labarosas, pendnicas, al Varn de Centroamrica, con fondo musical de esa inmortal idiotez llamada El Carbonero (me cruzo por los valyados, Santo Fuerte!), y entre aferramientos conmovedores como un archipilago recin bombardeado, no lo niego a la creencia de que todo lo bueno viene en frascos chiquitos (el Pulgarcito de Amrica, ay no, t, carajo, no hay derecho de que esa vieja cerota nos haya ninguneado as por el camino del muchacho a quien consolamos diciendo No, mijito qu va, vas a ser cabezn!) vamos ostentando (llamando a piedad, cherito, a piedad que ha tenido que aguantarse la risa) esta terrible naturaleza de enanos con demasiada sangre. (82)

    Si los seguidores de Dalton los roqueros jams revertirn la insolencia grosera hacia su padre espiritual, esta negativa demostrara una crasa traicin. Se tratara de infidelidad a principios desacralizadores de una vanguardia que, paradjicamente, declararan obsoleta y difunta. Al igual que la sustitucin

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  • de originales por apcrifos, el agravio poseera un papel central dentro de la economa potica roqueana del cual, al presente, se alejaran todos sus presuntos seguidores. Antes de la denuncia y de toda revolucin que vendr, en el principio exista el caos el cual se traduca en subversiones verbales destructoras previas a toda utopa de justicia social. (83)

    iV. ParfraSiS final del manuScrito tranSferido de cuzcatln a aztln

    Si la historia fue, la leyenda [de las Historias prohibidas] debera haber sido. JEA (84)

    En parfrasis mistraliana, la historia stmica la escribi el fuego de ajorcas rpidas que robusto, frentico y fino disolvi las coyunturas vidas del pasado en piedras amodorradas [] habla de ellas mismas como presente comprometido que permanecer sin lgrima por la prdida. (85) En la actualidad, este ardor disolvente que ignora las huellas de lo ocurrido prosigue su reinado bajo el mando de una historia terica sin historiografa.

    Ciertamente, es posible que toda esta crnica resulte una sencilla elucubracin ma sobre sustitucin de originales por copias espurias. Acaso el texto roquero legtimo no refleje escritos apcrifos que remitan a documentos desconocidos por crticos actuales: vila y su Pulgarcito. No obstante, pese al intenso sol que agobia a quienes vivimos en el infinito desierto de Aztln, con la humildad del polvo confieso lo siguiente.

    No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente intil [] Es lcito ver en [las Historias prohibidas] una especie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros Tenues pero no indescifrables de la previa escritura de nuestro[s antecesores] olvidados. (86) An en omisiones y errores, esta crnica incita a trasvasar la teora crtica de los estudios culturales hacia una historia salvadorea ms rigurosa en su labor historiogrfica: doce ediciones de El Salvador, el Pulgarcito de Amrica, nueve en la antologa de Sal Flores, una en Cypactly y otras dos en Estudios histricos y Centro Amrica Ilustrada, al igual que resea crtica de Landarech y otras menciones aledaas.

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  • Hasta el presente no habra hiptesis serias sobre los cinco apcrifos que Dalton mismo anuncia como tales, ni cotejos severos entre los fragmentos del collage y sus fuentes documentales primarias. Por ejemplo, las historias prohibidas se inician con un leit-motif de la literatura salvadorea tal cual lo estipulan Gavidia y vila, entre otros. (87) Tihuit tzuntzunat (Canto nhuatl de la zona de Sonsonate) calca a Mara de Baratta sin partitura, segundo cantar ni comentario de la autora. (88) De ella, el poeta retoma la confusin generalizada entre nhuatl o lengua mexicana y nhuat o lengua pipil salvadorea. 1932 en 1972 (Homenaje a la mala memoria) reescribe con asombrosa fidelidad una noticia partidaria de El Mundo, etc. (89)

    Ante el vaco de una historia sin historiografa, mi espejismo actual no resulta del todo vano. Su logro no lo medira apego a una verdad terica, sino bsqueda y restitucin de un olvido. De aquel olvido (lethe) que desde la antigedad clsica hasta el presente se exhibe en antnimo de verdad (a-letheia). Pero por la verdad la bella, desconozco quines se ofrendaran cada primavera en muerte crstico-pascual, marxista-guerrillera, ya que sin cordero mudo delante del que lo trasquila jams habr revolucin (90)

    notaS(1) Tomo XXVII, No. 9, sbado 2/septiembre/1933. Original no consultado:

    Santiago de Chile: El Mercurio, 29/mayo/1932. Versin distinta: Revista El Salvador de la Junta Nacional de Turismo, No. 10, marzo/1937: 17-20 (English version) y 24-27 (versin castellana). Vase: Ilustracin I y Anexo I que coteja tres versiones distintas. La publicacin tambin aparece un mes despus en El Salvador, lo cual demuestra el conocimiento que posea una generacin literaria sobre el escrito mistraliano (La Repblica. Suplemento del Diario Oficial, Ao I, no. 261, 16/octubre/1933). Esta conciencia deba enterrarse, olvidarse, para que las nuevas generaciones le atribuyeran a Mistral la autora del nombre literario del pas. Tal cual lo vaticinaba la publicacin nacional, los pases grandes [Chile] se comen el prestigio de los pequeos.

    (2) Sandino, contestacin a una encuesta (4/marzo/1928), La pobre ceiba

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  • (25/marzo/1928) y La cacera de Sandino (7/junio/1931), reproducidos en Mistral, Escritos polticos (Jaime Quezada (Ed.)), Mxico, D. F.: FCE, 1994: 228-232, 233-236 y 237-239.

    (3) Juan Felipe Toruo, Boletn de la Biblioteca Nacional, No. 12-13, enero/1934: 55 (Tomado de Revista del Ateneo de El Salvador, Ao. XX, Nos. 145, 1932: 101-105). En el periodista nicaragense Gustavo Alemn Bolaos se encarnaba el complejo conflicto que opona sandinismo y anti-imperialismo, por una parte, a revuelta de 1932, por la otra. Mientras le agradeca de viva voz al lder Farabundo Mart acompaar al general Sandino en Las Segovias, le reprochaba dirigir un alzamiento comunista, inspirado en ideologa extraa, El Da, 1/febrero/1932. El libro de Alemn Bolaos Sandino. Estudio completo del hroe de Las Segovias se public en Guatemala (Imprenta La Repblica, 1932), con Ediciones simultneas en Mxico y Buenos Aires. En otro contemporneo, Alberto Guerra Trigueros, se manifestara la misma paradoja de apoyo simultneo a Martnez (ver por fin reconocido el gobierno del general Martnez, por los gobiernos de Nicaragua, Guatemala y Honduras (1934), Poesa versus arte, San Salvador: Direccin de Publicaciones, 1998: 25) y a Sandino (En el aniversario de un muchacho, Repertorio Americano, Tomo XXXIII, No. 6, 13/febrero/1937: 92. Se acompaaba de una foto de Somoza y Sandino, al igual que de un recuadro Calendario. 21 de Febrero: Muerte de Sandino).

    (4) Cypactly. Revista de Variedades, No. 13, marzo 20 de 1932: 17. La defensa de Sandino se acompaa de su foto. La breve glorificacin confirmara que esta generacin entrevea vnculos estrechos entre el defensor de la soberana nacional de Nicaragua y Martnez, el de la salvadorea contra el comunismo. Alemn Bolaos (Sandino, 1932: 78) planteaba la existencia de enlaces indirectos por notas enviadas [de Las Segovias al] ministro de relaciones exteriores de El Salvador [sin] reconocimiento por Estados Unidos, las cuales se publicaron en Diario Latino. Ambas posiciones polticas el sandinsimo y el martinato compartan su oposicin nacionalista a toda ingerencia extranjera.

    (5) Mistral, Sandino: contestacin a una encuesta (4/marzo/1928), Escritos polticos, 1994: 231.

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  • (6) Mxico D. F.: Siglo XXI Editores, 1974. Vase: nota (67) sobre edicin mecanografiada del mismo libro.

    (7) Santiago de Chile: Cochrane, 1992.

    (8) La divina Gabriela, Santiago de Chile: Imprenta El Esfuerzo, 1933 y Pensamiento y forma en la prosa de Gabriela Mistral, San Juan: Universidad de Puerto Rico, 1989.

    (9) Repertorio Americano, Tomo XXIII, No. 15, 17/octubre/1931: 236 y Recado sobre libros: un cuentista centroamericano. La Patria, 4/mayo/1935: s/p. Archivo Gabriela Mistral en poder de Doris Dana, 169. Gabriela Mistral, Vida y obra. Santiago de Chile: Cochrane, 1992: 462. Entrada bibliogrfica 757.

    (10) Diario Del Salvador , 23/septiembre/1931.

    (11) Explotando a los incautos campesinos, La Prensa, 13/septiembre/1931 y Suceso Sangriento cerca de Zaragoza, Diario Del Salvador, 25/septiembre/1931 y El Da, 23/septiembre/1931, al igual que En Panchimalco estaban organizndose los comunistas, El Tiempo, 9/octubre/1931. Durante los festejos a Mistral, la presencia de poetas que a posteriori denunciaran la matanza la documentaban El Da (23/septiembre/1931) para Pedro Geoffroy Rivas cuyos poemas recit Jacinto Castellanos junto a los de Francisco Gavidia y Alfredo Espino y Virgilio Figueroa (La divina Gabriela, 1933: 234-242) para Gilberto Gonzlez y Contreras, quien declam su Loa a Gabriela Mistral en el Liceo Gabriela Mistral el 22/septiembre/1931. Hacia la misma fecha, albores de 1932, una defensa americanista de la contra-revuelta, Gavidia la esbozaba en La formacin de una filosofa propia, o sea latinoamericana (San Salvador: Talleres Grficos Cisneros, 1931).

    (12) Figueroa, La divina Gabriela, 1933: 239.

    (13) El Da, 3/octubre/1931. Ante el Presidente de la Repblica y el Gral. Jos Toms Caldern, la defensa del indgena a sus tierras ancestrales la

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  • realiz Jos M. Peralta en Alocucin en el Ateneo de El Salvador el 12 de octubre de 1932, sin aludir a la revuelta (Revista del Ateneo, Ao XX, No. 145, 1932: 18). En el ramo literario, la defensa indigenista la llev a cabo Marcos Gordoa, S. J. en Joyas viejas. La poesa lrica azteca (Divulgacin) (San Salvador: Tipografa La Unin, 1937). Primero, a travs de la Radiodifusora Nacional en el programa Alma Cuscatleca, y luego por la publicacin del folleto citado en agosto de 1937, le correspondera a Gordoa introducir a la conciencia potica nacional la existencia del manuscrito de los Cantares mexicanos y de la obra de ngel Mara Garibay cuyo legado desarrollara unos veinte o treinta aos despus Pedro Geoffroy Rivas en su poesa indigenista. Resultara paradjico anotar que el compromiso indigenista en poesa cuya genealoga entronca el noble Cuscatln (5) lo difundi un rgano oficial del martinato, antes de revestirse de aureola de protesta. Gordoa era tambin profesor y conferencista destacado en el colegio jesuita Externado de San Jos, en el pblico Instituto Nacional General Francisco Menndez, al igual que en la Academia Salvadorea de la Lengua y en el Ateneo.

    (14) Ral Andino, Seis conferencias, San Salvador: Biblioteca Nacional, 1937: 53 y Revista El Salvador, rgano Oficial de la Junta Nacional de Turismo (1935-1939) que difundi en publicacin bilinge, espaol e ingls, el quehacer potico indigenista de una generacin. Hacia finales del martinato, la accin indigenista gubernamental culmin con la edicin de Recopilacin de materiales folklricos salvadoreos (San Salvador: Imprenta Nacional, 1944) la cual se implement por Acuerdo Ejecutivo de fecha de noviembre de 1941 (Planes para la investigacin del folklore nacional y arte tpico salvadoreo, San Salvador: Imprenta Nacional, 1941).

    (15) J. L. Gould and A. Lauria-Santiago, They Call Us Thieves, Hispanic American Historical Review, 84.2, 2004: 195. El pensamiento indigenista de Mistral lo difundi Cypactly. Revista de Variedades El tipo del indio indoamericano (Ao. 2, noviembre 18 de 1932) quizs como manera de orientar a las masas descarriadas hacia la obra estatal que fundara una nueva nacionalidad.

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  • (16) 20 % [de indgenas en el] empadronamiento total del pas, La Repblica, Suplemento del Diario Oficial, 30/noviembre/1935, y ratificacin del Instituto Indigenista Interamericano en 1942. Faltara documentar las cualidades que acrediten una slida preparacin intelectual de los seores generales don Jos Toms Caldern y Max H. Martnez al ser recibidos en sesin solemne [] como socios del Ateneo en 1924 (Discurso del general Jos Toms Caldern, Revista del Ateneo, No. 92, enero-junio/1924: 1880 y 1862). Durante la dcadas de los veinte, su constante participacin en los crculos intelectuales salvadoreos les concedi una aureola artstica de letrados. Hacia enero de 1926, Caldern figuraba como vicepresidente y Martnez como prosecretario del Ateneo (Nos. 103, enero/1926: 4092). Acaso la configuracin de esta red intelectual aval el golpe de estado de Martnez en diciembre de 1931, al igual que se dispens de denunciar la matanza en enero de 1932. La propia actitud actitud anti-imperialista y pro-sandinista del general Martnez (vocal) la explicitaba su adhesin al manifiesto El Ateneo de El Salvador lanza su protesta ante el mundo civilizado por la conducta arbitraria e inhumana de los Estados Unidos (Revista del Ateneo, Nos. 116-118, enero-marzo/1927: 4571).

    (17) El alma popular de nuestra Universidad, San Salvador: Biblioteca Universitaria, 1941: 6 y Discursos pronunciados en la recepcin del Ldo. Jos Vasconcelos (18 de noviembre de 1930), San Salvador: Biblioteca Universitaria, 1930: 8 y 13 (Contiene: Discurso de Presentacin por el Dr. Julio Enrique vila, Secretario General de la Universidad (3-15) y Filosofa en la Universidad por el Licenciado don Jos Vasconcelos (17-27). Vase tambin: Jos Vasconcelos, Con los jvenes salvadoreos. El emprstito es el emisario de la escuadra. El eje del crdito est en el Estado no en el banquero, Repertorio Americano, Tomo XXIII, No. 13, 10/octubre/1931: 211. El mexicano declar que los emprstitos [] jams fueron respetuosos ni colaboradores de nuestro bienestar. Ante gran multitud [que] lo aclamaba, la llegada de Vasconcelos el 15/noviembre/1930 la report El Da (11/noviembre/1930) por medio de telegrama que dirigi directamente al poeta Julio Enrique vila [] de Tegucigalpa. Su posible salida la confirmara el Diario del Salvador (25/noviembre/1930) que anunciaba la falta de prohibicin de viajar

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  • a Guatemala. El da siguiente imparta su primera conferencia en Santa Ana (El Da, 26/noviembre/1930). Su temtica anti-imperialista, indigenista, anti-comunista, por la educacin popular y tcnica la aplaudi una enorme concurrencia (Diario del Salvador, 19/noviembre/1930).

    (18) Ral Andino, Seis conferencias, 1937: 49, 53 y 68.

    (19) Las fechas de Haya de la Torre en el pas del 30/julio-14/septiembre/1928 las deducira del artculo de Richard Salisbury, The Middle American Exile of Vctor Haya de la Torre (The Americas, Vol. 40, No.1, 1983: 8-9) y de Jussi Pakkasvirta, Vctor Haya de la Torre en Centroamrica (http://www.helsinki.fi/hum/ibero/xaman/articulos/200005/pakkasvirta.html). Durante su permanencia en El Salvador lo recibi Alberto Masferrer a quien Haya de la Torre juzgaba figura gloriosa, mientras Dalton lo tildaba de viejuemierda como si, antes de la fundacin del Partido Comunista Salvadoreo (marzo/1930), lucha anti-imperialista e izquierda local fuesen movimientos ftiles, desechables (Haya de la Torre, San Salvador bajo la opresin (25/octubre/1928), Obras completas 2, Lima: Editorial Juan Meja Baca, 1976: 154, y Dalton, Historias prohibidas, 1974: 103). El juicio despectivo contra APRA que se le atribuy a Miguel Mrmol no era an la bacinica que fue despus y sigue siendo (Miguel Mrmol, Mxico, D. F..: Ediciones Cuicuilco, 1982: 145, inicio de captulo IV, vase tambin: inicio de III sobre la Universidad Popular) no reflejara ms testimonio que una opinin personal de Dalton, bastante tarda. En el Cuaderno de notas (Cortesa de la familia), telegrficamente se asentaba: Asisti a la Universidad Popular dependia de la Federacion regional: politicas antimp. sandinista voceadores famos de El Martillo org ofic. regional (9) lo voceaba y reporta en S. Salv y su zona. 1926. Ah lleg Pavletich a dar conferencias Domingos alegres gran inquietud (10) el sandinismo el antiimperialismo creci brbaramente (12) (9-12).

    (20) Estampas. Si El Salvador capitula Urge ya el ejemplo viril. Ya no queremos ms el tutelaje del amo yanqui, Repertorio Americano, Tomo XXIII, No. 22, 12 de diciembre de 1931. El espritu anti-imperialista que gener el martinato cuyo gobierno no lo reconoci el estadounidense por varios aos no podra ser ms explcito. Una negativa presidencial

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  • propongo a la faz de la nacin que no consienta jams la contratacin de emprstitos (1937) aplicaba a la letra consignas anti-imperialistas que aconsejaba la izquierda ms radical (vase por ejemplo: Haya de la Torre, San Salvador bajo la opresin (25/octubre/1928), Obras completas 2, Lima: Editorial Juan Meja Baca, 1976: 154-157).

    (21) El Da, 30/septiembre/1931.

    (22) Telmaco, El Da, 2/octubre/1931.

    (23) Mistral, Elogio de la isla de Puerto Rico, Prosa, Santiago de Chile: Cochrane, 1992: 112 y 117.

    (24) J. L. Gould and A. Lauria-Santiago, To Rise in Darkness, Durham/London: Duke U. P., 2008: 132.

    (25) La Prensa, 20/septiembre/1931 y Mistral, El ritmo de Chile (19/septiembre/1936), Escritos polticos, 1994: 35.

    (26) Apuntes sobre mi amistad con Gabriela Mistral, Cultura, No. 57, julio-septiembre/1970: 94-109; vase adems: Un libro ejemplar, en: Mistral, Lecturas para mujeres, San Salvador: Ministerio de Educacin, 1961: 7-10 que tampoco menciona la frmula clave.

    (27) Mistral, Repertorio Americano, 25/noviembre/1933 y 2/septiembre/1933.

    (28) Mistral, Vasconcelos y Chocano, Prosa, Santiago de Chile: Cochrane, 1992: 475.

    (29) Mistral, El pueblo araucano (17/abril/1932), Escritos polticos, 1994: 47 y 49. Ntese la coincidencia entre los eventos salvadoreos acallados quizs por su trasfondo comunista y la defensa mistraliana de indgenas chilenos. Al igual que el sandinismo y el anti-imperialismo no se traducan en apoyo a la revuelta, el indigenismo tampoco expresaba una filiacin semejante; ni siquiera manifestaba un anuncio de la

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  • matanza. En cambio, la intencin indigenista-vasconceliana de Martnez la documentaba Alfonso Taracena (Jos Vasconcelos, Mxico: Editorial Porra, 1982: 103): en un banquete en la Legacin de El Salvador en Mxico, el secretario de Hacienda de ese pas, doctor Carlos Mndez de Castro, revel que [] haba sugerido al Presidente Martnez en San Salvador, llamar al licenciado Vasconcelos para que ocupara un puesto [] la proposicin fue atendida [] esto fue en agosto de 1933. Su negativa por aceptar el puesto y su actuacin anterior junto a vila en 1930 demarcaran distancias polticas obvias.

    (30) (Ricardo) Trigueros de Len. Recuerdo de Gabriela Mistral. Antologa general de Gabriela Mistral, Santiago-Chile: Homenaje de Orfeo, Nos. 23-27, 1967: 197. No aparece en sus Obras: poesa y prosa. San Salvador: DPI, 2007, la cual incluye la prosa Gabriela Mistral (181-182) del libro Labrando madera (1947).

    (31) Trigueros de Len, 1967: 27.

    (32) Trigueros de Len, Labrando en madera (1947), Obras, 2007: 181.

    (33) En: Alma y corazn: Antologa de las poetisas hispanoamericanas, Miami: Ediciones Universal, 1977: 76-77.

    (34) Sal Flores, Lecturas nacionales, San Salvador: Talleres Grficos Cisneros, 1940/1970: 3. La dedicatoria al general Caldern la borraron las ediciones recientes

    (35) Mistral, Elogio de la isla de Puerto Rico, Prosa, Santiago de Chile: Cochrane, 1992: 113.

    (36) Mistral, Discurso en la Unin Panamericana, Antologa mayor. Prosa, 1992: 76.

    (37) Mistral, La pobre ceiba (25/marzo/1928), Escritos polticos, 1994: 234.

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  • (38) Vase: epgrafe inicial el cual sugerira que el ttulo de Historias prohibidas (1974) se hallaba en la mente del escritor una dcada antes, aun si dudara que el autor ya le haba atribuido la frase en cuestin a Mistral quien, en sentido marxista estricto, no calificara de burguesa como vila por su distinta relacin a los medios de produccin. Ntese que la referencia a la frase cannica apareci en el segundo prrafo de la segunda edicin de El Salvador (monografa), La Habana: Casa de las Amricas, 1965. No se encontraba en la primera edicin de 1963.

    (39) Mistral, El trpico y Jos Mart (24/junio/1932), Escritos polticos, 1994: 216.

    (40) Juan Felipe Toruo, ndice de poetas de El Salvador en un siglo, 1840-1940, San Salvador: S/ed., 1941: 45.

    (41) Juan Felipe Toruo, Desarrollo literario de El Salvador. San Salvador: Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1958: 284 y 349. A diferencia de la actualidad, Toruo no habla de ruptura sino de su antnimo complementario, continuidad. Concibe una neta secuencia cronolgica para las distintas vanguardias histricas salvadoreas: vila-Geoffroy Rivas-generacin comprometida-Dalton.

    (42) Luis Gallegos Valds, Panorama de la literatura salvadorea. San Salvador: UCA-Editores, 1981: 216, quien le concede a vila un captulo independiente.

    (43) David Escobar Galindo (ed.), ndice antolgico de la poesa salvadorea. San Salvador: UCA-Editores, 1982: 256.

    (44) Lpez Vallecillos, Del homenaje a Julio Enrique vila, Hoja. Publicaciones de la Asociacin Amigos de la Cultura, Ao III, No. 3, noviembre de 1956: 10 (Caricatura de vila), vase: Ilustracin III. El juicio lo reitera Lpez Vallecillos en El periodismo en El Salvador, San Salvador: Editorial Universitaria, 1967: 247.

    (45) Gilberto Gonzlez y Contreras, Hombres entre lava y pinos, Mxico D.

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  • F.: B. Costa Amic Editores, 1949: 47. La seccin 12. La verdad de los intelectuales puede ser la verdad de Un libro rojo para Lenin (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1986: 57-58) estableca conexin directa entre el silencio de la generacin mistraliana sobre 1932 y el legado del general don Jos Toms Caldern en su idealizacin conjunta del pas. Adems, en ese apartado, al citar a Mistral, quien dijo que El Salvador es un pequeo pas que ha sido levantado como una joya, Dalton reconoca su lectura del nico artculo que la chilena escribi de su visita.

    (46) Crisol. Revista del Hogar dirigida por Salarru, 1/noviembre/1922: 2.

    (47) Arrigoitia, 1989: 106.

    (48) Mistral, Elogio de la isla de Puerto Rico, Prosa, Santiago de Chile: Cochrane, 1992: 112.

    (49) Cypactly, Ao IX, No. 137, 10 de mayo de 1939: 4. Leda el 27/septiembre/1931 en la Universidad Nacional.

    (50) Cypactly (Ao I, No. 4, Octubre 1 de 1931: 1, 5 y 13) inclua resea de la estada de Mistral, Breve visita a Gabriela Mistral, al igual que dos escritos suyos: El grito. En homenaje a la ilustre husped, Gabriela Mistral, reproducimos el presente artculo y Madre Granada. Cypactly se honra publicando esta composicin indita de Gabriela Mistral. La presencia de la chilena la resea tambin la Revista del Ateneo de El Salvador (Nos. 144, Ao XIX, 1931: 98-103), cuyo nmero se inicia con una foto del Sr. Gral. Don Maximiliano Hernndez Martnez, Presidente Constitucional. Ex-presidente del Ateneo.

    (51) Sal Flores, Lecturas nacionales, 1940/1970, fechado de 1938, proyecto que desde hace varios aos venamos acariciando la esperanza de ofrecer a nuestra patria.

    (52) Antologa del cuento centroamericano, Hugo Lindo (Ed.), San Salvador: Universidad Autnoma de El Salvador, 1949: 181-187 y Cuzcatln. Libro de lecturas nacionales, San Salvador: Ministerio de Cultura, 1959: 75-77,

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  • al igual que Cien de las mejores poesas lricas salvadoreas (San Salvador: Ministerio del Interior, 1951: 177-179), libro que por su dedicatoria al Teniente Coronel don Jos Mara Lemus, fervoroso promotor de la cultura nacional estableca compromisos entre arte y poltica. En la antologa Puo y letra (San Salvador: Editorial Universitaria, 1959: 5) de Oswaldo Escobar Velado (Ed.), clebre por su poesa comprometida temprana, vila figuraba como quinto poeta de la serie con La divina raz. Resultara obvio que Dalton no poda ignorar al primer poeta revolucionario nacional, aun si le renda homenaje al enemigo (Dalton, Pobrecito poeta que era yo, San Jos, CR: Educa, 1976: 181).

    (53) Estudios literarios. Captulos de literatura centroamericana, San Salvador: Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1959.

    (54) Julio Enrique vila, escritor y poeta, 1959: 114-139, pero fechado al final 8 de septiembre de 1949, es decir, el captulo estaba terminado antes de que Dalton se graduara de bachiller (1953).

    (55) Landarech, 1959: 114-115 y Dalton, Los hongos IX (1966-1971), En la humedad del secreto, San Salvador: Direccin de Publicaciones, 1994: 528. En la seccin anterior, Los hongos VIII, Dalton reconoca su continuidad con una condicin catlica que la militancia marxista nunca erradicara: rec en dos ocasiones. Aun si Landarech no juzg la escritura de Dalton, su criterio podra deducirse de lo que pensaba de Pedro Geoffroy Rivas: completamente comunistoide y anticlerical (Landarech, 1959: 49).

    (56) Landarech, 1959: 116 y 129.

    (57) Estudios histricos, San Salvador: Imprenta Nacional/Biblioteca Universitaria, 1941.

    (58) Dalton, Historias prohibidas, 1974: 128.

    (59) Estudios histricos, 1941: 3.

    (60) Estudios histricos, 1941: 342-344.

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  • (61) Estudios histricos, 1941: 5.

    (62) Estudios histricos, 1941: 5.

    (63) La publicacin oficial del martinato se hallaba ausente en los dos ltimos libros sobre 1932: Jeffrey Gold y Aldo Lauria-Santiago, To Rise in Darkness (Duke UP, 2008, al igual que en Hctor Lindo-Fuentes, Erik Ching y Rafael Lara-Martnez, Remembering a Massacre (UNM P., 2007). Pese a su diferencia de enfoque, ambos anlisis se acuerdan en ocultar la documentacin primaria del rgimen que implicara la colaboracin de la intelligentsia salvadorea en su conjunto en la legitimacin cultural del martinato.

    (64) El apoyo inmediato que recibi Martnez de todos los intelectuales ms destacados por su trayectoria potica, pictrica y poltica, la historia actual debera rastrearla en La Repblica desde finales de 1932.

    (65) El espectador actual apreciara la manera en que los ms diversos museos salvadoreos utilizan el pasado a su arbitrio poltico en el Museo de Arte (MARTE) y en el Museo de la Palabra y de la Imagen (MUPI). Por aos, ambos recintos celebrarn el legado cultural del martinato sin hacer alusin al marco poltico que lo sustentaba. Abstraer el arte de su contexto poltico inmediato ocultar la documentacin primaria del martinato esclarece el terreno comn de la museografa e historia nacional salvadorea en boga.

    (66) Dalton, Pobrecito poeta que era yo, San Jos, CR: Educa, 1976: 58 y 53.

    (67) Dalton, Historias prohibidas, 1974: 231-232.

    (68) Cuadernillo del Director, El INTELECTUAL como conducta moral, Hoja. Publicaciones de la Asociacin Amigos de la Cultura, Ao III, No. 3, noviembre de 1956: 1.

    (69) Dalton, Pobrecito poeta que era yo, San Jos, CR: Educa, 1976: 91 y 135.

    48

  • (70) Mistral, El trpico y Jos Mart (24/junio/1932), Escritos polticos, 1994: 217-218.

    (71) Ntese falta conjunta de una agenda indigenista estricta en ambos lados: el derecho a las tierras ancestrales que reconoca la corona espaola, pero que expropiaron las repblicas liberales independientes.

    (72) Como leit-motif de la literatura nacional, el mismo texto de Alvarado lo transcriba y poematizaba la historia gavidiana que inspir Los testimonios (1964: 113-114), La batalla de Acajutla en Obras completas I, San Salvador: Direccin de Publicaciones, 1974: 333-338 (Obras, 1913 y 1928). Igualmente, la carta de Alvarado la refera un documento bibliogrfico de El Salvador (monografa) (Casa de las Amricas, 1963, versin original), pero tachada ulteriormente a partir de 1965 (Gavidia, Historia moderna de El Salvador (1914), San Salvador: Direccin de Publicaciones, 1958: 22). El ttulo gavidiano que introduce la carta la epopeya de Cuscatln servira de gua al proyecto roqueano. Sera crasa ingenuidad creer que Dalton ley a Alvarado sin el filtro potico de sus antecesores: Gavidia, vila y, aadira, Mara B. de Membreo a quien vila introdujo, Herosmo indio, Literatura de El Salvador (San Salvador: Tipografa Central, 1959: 50-51).

    (73) Diario del Salvador, 20/septiembre/1931. La presencia reiterada de vila durante varios actos pblicos en honor a la poeta chilena el 22/septiembre en el Liceo Gabriela Mistral; en la Sociedad de Empleados de Comercio le entreg diploma de socia honoraria de la Academia de Profesores y el 27/septiembre en la Universidad Nacional la resea Figueroa, La divina Gabriela, 1933. La remocin de su cargo de Sub-Secretario de Instruccin Pblica el 2 de diciembre de 1931 la anunciaba Cypactly, No. 10, enero 20 de 1932: 4, junto a una foto de vila.

    (74) 18/no