Población y Medio Ambiente

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1 Población y Medio Ambiente por Joan Alberich La interrelación entre población y medio ambiente La relación entre la población y medio ambiente, el impacto de la primera en este último, ha sido una cuestión largamente estudiada a lo largo de la historia. El continuo crecimiento de la población, especialmente intenso desde el inicio de la Revolución Industrial, ha sido la causa que numerosos científicos teorizan sobre los efectos de la población en el medio ambiente en general y en los recursos naturales en particular, partiendo, eso sí, de bases conceptuales diferentes. Por lo tanto, creemos necesario antes de proseguir en nuestra exposición, presentar, grosso modo, como han sido tratados los dos conceptos básicos con los que trabajamos: la población y el medio ambiente. A pesar de ciertas excepciones, en la mayoría de las aproximaciones realizadas en concepto de población está limitado al crecimiento demográfico, al aumento del volumen total de la población, sin atender otras variables demográficas de gran interés como la estructura por edad y sexo, los patrones migratorios, la distribución espacial de la población, las pautas de movilidad o la relación de los individuos con la actividad. Pocos autores son conscientes de esta carencia y algunos intentos para paliar esta situación, como el foro virtual organizado por Population and Environment Research Network a través de su página web, han resultado decepcionantes, derivándose el debate, un vez más, a la simple visión de la población como volumen total agregado de individuos. Otra omisión constante es la no consideración de los demás aspectos caracterizan las sociedades aparte de sus características estrictamente demográficas. En este sentido, diversos autores defienden que en su relación con el medio ambiente, hay que considerar los aspectos sociales y culturales de la población, de manera que para reducir la presión sobre los recursos no basta con poner en marcha políticas de control de la población (como es el caso, por ejemplo, de la actual política de China) sino actuar sobre otros factores como los culturales, los sociales y los económicos, destacando la importancia de elementos como la pobreza, las leyes del mercado o las políticas gubernamentales. Así, en contraste con la relación directa entre las demás especies y el medio ambiente, este punto de vista enfatiza la organización social y cultural humana, de modo que el cambio ambiental es entendido tanto como un proceso natural como social. Sin embargo, la idea dominante, simple pero no por ello menos cierta, de la mayor parte de los estudios es que el aumento de la población ejerce una presión creciente sobre el medio ambiente, por la necesidad, también creciente, de abastecerse de las materias primas necesarias para su propia supervivencia. De esta manera, el crecimiento de la población provoca una mayor presión sobre el suelo por el mayor requerimiento de tierras de cultivo y por la competencia existente entre las diferentes actividades económicas, el agotamiento de ciertos recursos minerales y fósiles por las mayores necesidades energéticas. El medio ambiente, por contra, ha sido definido de muchas maneras diferentes, que incluyen tanto zonas climáticas o localizaciones urbanas o rurales como, sobre todo, recursos naturales específicos (aire, agua, bosques y suelos principalmente). Clarke (1995) ofrece tres posibles definiciones de medio ambiente: Física / natural. El medio ambiente es entendido como las características de los paisajes (el clima, los suelos, la geología...) que no han sido modificadas por el impacto humano. Geográfica. Tiene en cuenta cambios producidos por el hombre, acostumbrándose a distinguir entre paisaje habitado / inhabitado, urbano / rural... En la actualidad, una de las principales líneas de investigación, como se verá más adelante, es cuantificar la importancia relativa de los factores humanos y naturales en los cambios medioambientales.

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Joan Alberich

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Población y Medio Ambiente por Joan Alberich

La interrelación entre población y medio ambiente

La relación entre la población y medio ambiente, el impacto de la primera en este último, ha sido una cuestión largamente estudiada a lo largo de la historia. El continuo crecimiento de la población, especialmente intenso desde el inicio de la Revolución Industrial, ha sido la causa que numerosos científicos teorizan sobre los efectos de la población en el medio ambiente en general y en los recursos naturales en particular, partiendo, eso sí, de bases conceptuales diferentes.

Por lo tanto, creemos necesario antes de proseguir en nuestra exposición, presentar, grosso modo, como han sido tratados los dos conceptos básicos con los que trabajamos: la población y el medio ambiente.

A pesar de ciertas excepciones, en la mayoría de las aproximaciones realizadas en concepto de población está limitado al crecimiento demográfico, al aumento del volumen total de la población, sin atender otras variables demográficas de gran interés como la estructura por edad y sexo, los patrones migratorios, la distribución espacial de la población, las pautas de movilidad o la relación de los individuos con la actividad. Pocos autores son conscientes de esta carencia y algunos intentos para paliar esta situación, como el foro virtual organizado por Population and Environment Research Network a través de su página web, han resultado decepcionantes, derivándose el debate, un vez más, a la simple visión de la población como volumen total agregado de individuos.

Otra omisión constante es la no consideración de los demás aspectos caracterizan las sociedades aparte de sus características estrictamente demográficas. En este sentido, diversos autores defienden que en su relación con el medio ambiente, hay que considerar los aspectos sociales y culturales de la población, de manera que para reducir la presión sobre los recursos no basta con poner en marcha políticas de control de la población (como es el caso, por ejemplo, de la actual política de China) sino actuar sobre otros factores como los culturales, los sociales y los económicos, destacando la importancia de elementos como la pobreza, las leyes del mercado o las políticas gubernamentales. Así, en contraste con la relación directa entre las demás especies y el medio ambiente, este punto de vista enfatiza la organización social y cultural humana, de modo que el cambio ambiental es entendido tanto como un proceso natural como social.

Sin embargo, la idea dominante, simple pero no por ello menos cierta, de la mayor parte de los estudios es que el aumento de la población ejerce una presión creciente sobre el medio ambiente, por la necesidad, también creciente, de abastecerse de las materias primas necesarias para su propia supervivencia. De esta manera, el crecimiento de la población provoca una mayor presión sobre el suelo por el mayor requerimiento de tierras de cultivo y por la competencia existente entre las diferentes actividades económicas, el agotamiento de ciertos recursos minerales y fósiles por las mayores necesidades energéticas.

El medio ambiente, por contra, ha sido definido de muchas maneras diferentes, que incluyen tanto zonas climáticas o localizaciones urbanas o rurales como, sobre todo, recursos naturales específicos (aire, agua, bosques y suelos principalmente). Clarke (1995) ofrece tres posibles definiciones de medio ambiente:

Física / natural. El medio ambiente es entendido como las características de los paisajes (el clima, los suelos, la geología...) que no han sido modificadas por el impacto humano.

Geográfica. Tiene en cuenta cambios producidos por el hombre, acostumbrándose a distinguir entre paisaje habitado / inhabitado, urbano / rural... En la actualidad, una de las principales líneas de investigación, como se verá más adelante, es cuantificar la importancia relativa de los factores humanos y naturales en los cambios medioambientales.

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Ecológica. Son las condiciones externas o ambientales en las que viven los animales y las plantas.

En la mayoría de los casos, la visión del medio ambiente se ve restringida al concepto de recurso ambiental. A pesar de la disparidad de sus definiciones, la más consensuada entre los autores, posiblemente por su amplio carácter, es la realizada por las Naciones Unidas, por la que los recursos naturales son «todos aquellos productos de la naturaleza que tienen una utilidad para la humanidad».

Esta definición, si bien es excesivamente general, contiene tres ideas básicas que se repiten en la mayoría de las definiciones: a) el hecho de que son parte o se obtienen a partir de un sistema natural, b) que satisfacen necesidades y c) que enfatizan el carácter pasivo de la disponibilidad de los recursos naturales, ignorando el proceso activo de apropiación y transformación de los recursos a través de la aplicación del conocimiento científico-técnico. De esta manera, por tanto, su consideración como tales puede variar a lo largo del tiempo y del espacio.

Así, no se puede considerar los recursos como un stock, ya que su valor depende de las necesidades y de la situación tecnológica de cada momento más que del recurso en sí mismo. De hecho, lo que se da es un flujo de recursos regulado por la dinámica de los fenómenos naturales y por la dinámica del sistema social, su capacidad de «crear» nuevos recursos que en sustituyan otros de obsoletos. Asimismo, el mismo autor destaca la diferencia existente entre los conceptos de recurso y reserva, ya que este último hace referencia únicamente a los depósitos conocidos, que pueden ser explotados con las tecnologías disponibles a precios corrientes, mientras que, como hemos visto, los recursos es un concepto bastante más amplio. Por otra parte, la división entre renovables y no renovables es empleada a menudo a pesar de su cierta ambigüedad, ya que no se tratan de dos categorías plenamente excluyentes la una de la otra.

Finalmente, las variables usadas para medir la degradación ambiental incluyen tanto medidas cuantitativas (la polución, la pérdida de suelo...) como cualitativas (la percepción de la población).

Otro aspecto a destacar los estudios sobre población y medio ambiente es la bidireccionalidad de las relaciones que se establecen entre estas dos conceptos. Así, una primera perspectiva es la que estudia la población como agente receptor de los cambios medioambientales, es decir, como la degradación del medio, los desastres naturales, etc. tienen consecuencias sobre la población, independientemente de que ésta pueda haber actuado, previamente, y de forma directa o indirecta, como agente causante de estos cambios. Mientras esta primera perspectiva ha sido desarrollada principalmente en los estudios centrados en los países del Tercer Mundo, los trabajos referentes a los países occidentales, por el contrario, la perspectiva dominante es la que considera la población (sus actividades económicas, la explotación y el consumo de recursos naturales...) como agente causante de la degradación ambiental.

Finalmente, antes de iniciar la exposición de las líneas de investigación que históricamente se han desarrollado sobre la relación entre población y medio ambiente, hay que hacer una referencia a la disponibilidad de los datos. La primera dificultad con que nos encontramos es la a menudo no comparabilidad de los datos demográficos por un lado y las ambientales para la otra, ya que a

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menudo no están referenciadas ni a un territorio ni a un período de tiempos similares. Una de las causas de este hecho es la recogida por separado de ambos tipos de datos, realizada con otros fines que la de analizar la relación entre población y medio ambiente.

En general, la base empírica para estimar la distribución, el crecimiento y el tamaño de la población es mejor que la que existe para el medio ambiente, gracias a la información recogida en los censos de población, sistemas de registro civil y encuestas por muestreo. En cuanto al medio ambiente, existen grandes diferencias entre países respecto a los siguientes temas: a) la disponibilidad de datos primarios, b) la calidad, comparabilidad y frecuencia de la recopilación de los datos y c) la calidad de los sistemas de información resultantes.

El estado actual del debate histórico

Como ya se ha dicho anteriormente, las ideas de los autores clásicos, y especialmente de Malthus, han tenido una cierta continuidad hasta nuestros días, por lo que actualmente aún siguen fuerza vigentes. Sin embargo, hay que puntualizar que el debate sobre los recursos ha derivado, más que hacia una reflexión sobre su escasez o no, hacia el estudio de los impactos de la población en el medio y cómo estos pueden afectar la disponibilidad real de los recursos naturales.

Así, la idea actualizada del pensamiento de Malthus es que el crecimiento de la población es la causa de la mayor parte de los problemas medioambientales globales actuales del planeta: el agotamiento de los recursos, la malnutrición, el incremento de la contaminación, la deforestación y la desertificación.

Esta idea es expresada gráficamente por Paul Ehrlich, autor del libro gráficamente titulado La Bomba Demográfica (1968). En él se plantea la fórmula E = PAT, según la cual el impacto ambiental (I) es el producto de la combinación del tamaño de la población (P), el nivel de riqueza o consumo per cápita (A), medida por el producto per cápita o por el nivel de consumo, y el nivel de tecnología o eficiencia de la producción (T). La fórmula, por tanto, relaciona los efectos independientes del tamaño de la población, el consumo y la tecnología como los principales determinantes del impacto ambiental.

La mayor crítica que ha recibido esta perspectiva es la reducción de un fenómeno complejo como es el del impacto ambiental a una generalización cuantitativa, se omiten las características a escala local del uso de los recursos, criticando, a la vez, el hecho de que la fórmula relaciona factores que no son independientes, sino que están vinculados entre sí de manera compleja. Otra crítica es la formulada por el economista Julian Simon que defiende, siguiendo las ideas de Ester Boserup, la bondad del crecimiento, rebatiendo las tesis de los neomalthusianistes argumentando que el precio de los recursos está bajando en la actualidad, de forma que el crecimiento de (P) provoca un aumento en (T) que minimiza (I), como por ejemplo la búsqueda de nuevas fuentes energéticas, la mayor cantidad de los rendimientos agrícolas, etc.

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El crecimiento cero: ¿una utopía deseable?

A pesar de estas críticas, la fórmula de Ehrlich ha gozado de cierto éxito en instituciones de carácter minoritario, ya que es la postura defendida por diversos grupos (principalmente, el Population Council de Chicago, el The Sierra Club de San Francisco, el Planned Parenthood World Population de Nueva York y el Population Connection» (el antiguo Zero Population Growth de Los Altos, California) y autores (René Dubos, George Borgström, Barry Commoner y Garret de Bell entre otros).

La solución que defienden todos ellos para reducir el impacto ambiental es el freno de la expansión demográfica hasta ponerla a cero, para reducir la presión que el crecimiento demográfico ejerce sobre los recursos naturales y sus efectos más concretos como la contaminación, la deforestación ... Algunos autores, incluso, van más allá y proclaman la bondad del crecimiento cero aplicado a la economía, alcanzable mediante un posible freno en el progreso científico y tecnológico.

En términos generales, este argumento tiene dos objeciones claras: en primer lugar, el proceso tecnológico es un proceso acumulativo, dinámico, que implica el abandono de ciertas técnicas y su sustitución por otras, beneficiándose así de los conocimientos y las experiencias adquiridos, motivos por los que nada hace pensar que este progreso se tenga que parar. Y en segundo lugar, esta perspectiva sólo tiene en cuenta la oferta, aunque no sólo ésta está sujeta a fluctuaciones y cambios de precios, costes y la tecnología, sino que también la demanda está afectada a estos mismos factores y, por tanto, puede ser también manipulada.

Otra crítica a los defensores del crecimiento cero es que no tiene en cuenta las consecuencias que esta falta de crecimiento de la población puede tener sobre el crecimiento económico, ya que se ha demostrado que ambos crecimientos siguen una evolución paralela, de modo que si uno tiende a cero, el otro también tenderá. Además, hay que tener en cuenta que el periodo temporal de fuerte crecimiento es relativamente corto y que puede tratarse de una situación transitoria y que no exige, al menos de momento, la toma de medidas efectivas para frenarlo.

Los límites del crecimiento

La polémica sobre el crecimiento cero enlaza con otro de los temas actuales de debate, como es la existencia o no de límites al crecimiento.

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Esta idea fue la principal aportación del informe ―Más allá de los límites― elaborado a principios de los años setenta por un grupo de especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts por encargo del Club de Roma sobre los principales «problemas» de la sociedad , y que popularmente es conocido como Informe Meadows.

Se desarrollan y enriquecen los conceptos maltusianos de límites absolutos de los recursos y el crecimiento exponencial de la población, con la consideración de los problemas de la contaminación, la desnutrición y el deterioro del medio ambiente natural en general. La metodología empleada en el análisis es la llamada «dinámica de sistemas» (o «circuito de retroalimentación»), que se basa en el papel de dos factores que actúan de manera opuesta y que condicionan la evolución del sistema. En el caso de la población, estos dos elementos son los nacimientos por un lado y las defunciones por la otra.

El supuesto básico adoptado el informe es la afirmación de que los recursos son limitados. En primer lugar, el suministro de alimentos se ve limitado por la superficie cultivable disponible y por los costes crecientes de incorporar nuevas tierras al sistema productivo. Este problema se ve agravado, además, por la pérdida de terrenos agrícolas derivada de la acentuación del proceso de erosión, la utilización del suelo agrícola para otras funciones (la construcción de infraestructuras de transporte, la edificación...) y la pérdida de fertilidad por la contaminación.

En segundo lugar, en referencia a los recursos naturales no renovables, y particularmente los minerales, se estima que, debido al ritmo de utilización y en función de las reservas conocidas en el momento de la redacción de la obra, sólo puede garantizar su suministro durante los próximos 250 años, hecho al que se habían de añadir los costes de capital para localizar y desarrollar nuevos recursos. Finalmente, otro aspecto medioambiental que se trata, pese a reconocer el poco conocimiento que se tenía de esta materia en el momento de la elaboración del informe, es la contaminación, de la que se afirma que experimenta un crecimiento exponencial, sin un límite superior conocido, y con una gran expansión territorial con efectos globales en todo el planeta..

Las principales conclusiones a las que llegaba el informe se pueden resumir en:

Si se mantienen las tendencias de crecimiento descritas obra referentes a la población mundial, la industrialización, la contaminación ambiental, la producción de alimentos y el agotamiento de los recursos, el planeta alcanzará sus límites de crecimiento en un plazo de cien años. El resultado más probable será un repentino e incontrolable descenso tanto de la población como de su capacidad industrial.

Es posible modificar estas tendencias de crecimiento y establecer unas normas de estabilidad ecológica y económica que puedan ser sostenidas en el futuro. El equilibrio global podría ser diseñado de manera que las necesidades básicas materiales de cada habitante de la Tierra puedan ser satisfechas y de forma que cada persona tenga las mismas posibilidades de realizar su potencial humano individual.

• Si la humanidad decide realizar este esfuerzo, es necesario que esto ocurra lo antes posible, ya que de esta manera sus posibilidades de éxito serán mayores.

La rotundidad de estas afirmaciones causó muy pronto una fuerte polémica sobre las conclusiones de la obra, con un aluvión de críticas tanto en sus aspectos metodológicos como conceptuales. Entre los primeros, se criticó que debido a que los modelos sólo se pueden incluir un número limitado de variables, las interacciones que se estudiaran fueron parciales, y que el grado de agregación utilizado era demasiado elevado. Asimismo, acusó el modelo de ser demasiado tecnócrata, sin tener en cuenta factores sociales críticos como los efectos de la adopción de sistemas de valores diferentes. Asimismo, su carácter global, planetario, no permite analizar específicamente las circunstancias diferenciales de los países ricos y pobres.

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Respecto a los aspectos conceptuales, las críticas coinciden en resaltar la poca importancia que el informe otorga a las posibilidades que representan los avances sociales y tecnológicos para la resolución de algunos problemas, como el desarrollo de los métodos anticonceptivos, la extensión del proceso de reciclaje, la producción artificial de proteínas o la posibilidad de encontrar nuevas reservas de minerales en áreas hasta entonces no exploradas que, si bien no permitirían eliminar la escasez de recursos, sí el aplazar.

Una segunda crítica es que el informe presupone un progreso técnico continuado y sostenido en la industria, que los rendimientos son decrecientes en las inversiones en agricultura y en recursos naturales y que no hay una mejora continua en la tecnología anticontaminación. Finalmente, algún autor ha destacado los fallos metodológicas, las insuficiencias científicas, la debilidad de la información empírica utilizada y el claro sesgo ideológico.

La capacidad de carga

Si admitimos como válidos los postulados de los defensores de la existencia de límites al crecimiento (centrándonos básicamente, en este caso, en la variable demográfica), la implicación evidente de esta afirmación es la existencia de un umbral poblacional en partir del cual las relaciones con el medio ambiente se convierten en insostenibles.

Este hipotético número máximo de habitantes se encuentra determinado por el que se ha llamado capacidad de carga.

Se trata de un concepto desarrollado a partir de los años setenta fruto de la revisión del pensamiento maltusiano y que ha convertido en el centro de numerosos debates y definiciones. De acuerdo con la mayoría los autores, la capacidad de carga puede ser definida como «el número máximo de personas que un determinado hábitat puede mantener indefinidamente sin una disminución en la disponibilidad y acceso de los recursos naturales».

Como puede deducirse de esta definición, esta cifra máxima de personas es un concepto bastante relativo, ya que varía en función de su determinado nivel de consumo de recursos naturales, el cual está muy condicionado por la organización cultural, productiva, económica... de las sociedades, así como de la escala de análisis.

Consiguientemente, muchos autores se han dedicado a intentar determinar ese hipotético número máximo de habitantes que el planeta puede acoger en relación, principalmente, a la producción de alimentos. Una rápida ojeada a las principales propuestas efectuadas muestra como desde las primeras estimaciones estudiadas (la más antigua de las cuales data de 1679) hasta las más actuales, los resultados obtenidos son realmente diferentes entre sí, ya que la mayor parte parten de estimaciones muy diversas sobre la capacidad real de la Tierra para producir alimentos, ya que ésta está superando cualquier expectativa. Para citar brevemente algunos ejemplos, la ONU estima en 12.300 millones el número máximo de personas que la Tierra puede mantener, cifra que

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se eleva a 50-60.000 según la FAO y 97.000 según un estudio realizado por la Universidad de Harvard.

Por este motivo, algunos autores critican la validez de estas estimaciones ya que, por definición, como hemos visto anteriormente, los recursos son variables a lo largo del tiempo y, por tanto, también lo es este hipotético valor poblacional máximo encuentra relacionado. Desde el punto de vista demográfico, otra crítica a estas estimaciones es la no caracterización individual de la población que se está proyectando: en la literatura consultada no encontramos ninguna referencia a cuál es la distribución por sexo y edad de esta posible población máxima , si bien es lógico pensar que según sea ésta, su impacto en el medio ambiente será diferenciado y, por tanto, también variará la capacidad de carga de la naturaleza.

La cuantificación del impacto de les actividades humanas: la «huella ecológica»

Con el objetivo de representar gráficamente el impacto de las actividades económicas e industriales, algunos científicos han elaborado el indicador ambiental denominado huella ecológica, que pone en relación la población con el territorio que ocupa, ya que se define como «la superficie de tierra productiva que se necesita para sostener la población de un territorio concreto en función de su nivel de vida y de consumo».

La necesidad de construcción de este indicador se debe a que «la localización ecológica de los asentamientos humanos ya no coincide con su localización geográfica», ya que actualmente las ciudades y regiones dependen de un amplio y creciente hinterland de territorios productivos para de abastecerse de recursos. En otras palabras, los asentamientos humanos no afectan únicamente el área donde se encuentran construidos

En las estimaciones de la huella ecológica interviene el consumo de alimentos, materiales y energía por parte de la población, en función de la superficie de tierras biológicamente productiva necesaria para obtener estos recursos o, en el caso de la energía, para absorber las emisiones de anhídrido carbónico, efectuándose la medida en «unidades de superficie», equivalentes a una hectárea de productividad media mundial.

El objetivo de este indicador es, pues, reflejar las diferencias en la demanda y consumo de recursos naturales, tanto en términos absolutos como per cápita, entre áreas con diferentes niveles de desarrollo.

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El informe realizado por las Naciones Unidas estima el consumo mundial en 2,85 unidades de superficie por persona, superior en un 30% a la disponibilidad ecológica (2,18 unidades), si bien pone de manifiesto unas claras diferencias regionales, ya que mientras los países de la OCDE tienen huella ecológica total de 7,22 unidades, más del doble que su capacidad biológica, la del resto de países era de 1,81 unidades, prácticamente igual a su capacidad (1,82).

Dicho en otras palabras, el impacto ecológico provocado por 1.100 millones de habitantes que viven en los países desarrollados se correspondería al provocado por 17.000 millones de personas según los estándares de la población de China o la India o 77.000 según las pautas de los habitantes de Bangladesh.

Algunas consideraciones finales: omisiones del pasado y líneas de investigación futuras

Finalizada la exposición de las principales líneas de investigación que históricamente se han desarrollado en torno a la relación entre la población y el medio ambiente, tanto en el contexto de los países en vías de desarrollo como los países occidentales, es el momento de resumir brevemente los Sus rasgos característicos generales para poder identificar las omisiones y apuntar las posibles futuras líneas de investigación.

Como ya se ha ido apuntando a lo largo de nuestra exposición y coincidiendo con lo que algunos autores han afirmado, sobre todo en ensayos teóricos sobre la materia o como conclusiones en obras colectivas o recopilaciones de ponencias, las principales conclusiones sobre la relación entre población y medio ambiente que creemos necesario destacar son las siguientes:

La perspectiva demográfica se ve reducida, en la mayoría de los casos, el crecimiento absoluto de la población, sin estudiar cada una de las variables (fecundidad, mortalidad, migraciones, estructura por sexo y edad ...) que lo determinan y cómo éstas se relacionan con el medio ambiente.

La explicación a esta situación, aparte de la propia complejidad de identificar el rol de las diferentes variables demográficas, hay que buscarla en que buena parte de los estudios consultados han sido realizados por investigadores externos al mundo de la demografía, en su mayoría procedentes de las ciencias sociales como la sociología, la economía o la política.

La interrelación entre la población y el medio ambiente no puede ser entendida sin el estudio de unas variables intermedias (las actividades económicas principalmente pero también otros factores como las pautas de consumo o las necesidades de movilidad) que determinan la magnitud y el alcance los impactos.

Los efectos de la presión demográfica sobre el medio ambiente presentan una variación territorial muy grande, en función de las condiciones sociales, culturales, demográficas, económicas y naturales de cada una de las regiones. Así, las generalizaciones sobre las interrelaciones entre la población, la tecnología, el estilo de vida y el medio ambiente son difíciles de hacer debido a las desigualdades en el desarrollo.

De esta manera, toman especial importancia factores como la pobreza, la equidad entre géneros, los niveles de consumo per cápita, la accesibilidad a los recursos, la tecnología ...

Los recursos son finitos pero abundantes y, en muchos casos, sustituibles por nuevas fuentes. El problema actual no es el agotamiento sino el abuso.

La sobrepoblación no es un estado absoluto sino relativo a las expectativas, los estilos de vida, las tecnologías y las necesidades creadas artificialmente, así como también al medio ambiente.

La presión demográfica, el sobreconsumo, la degradación del suelo, la deforestación, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de las aguas ... ha obligado a poner en práctica medidas, políticas pero también científicas, para reducir al máximo su impacto.

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En función de lo que se ha dicho anteriormente, de acuerdo con algunos autores creemos que las líneas de investigación futuras en la materia deberían ir dirigidas hacia:

La especificación y la concreción de la estructura conceptual ampliación de los conceptos, en el estudio de la relación con el medio ambiente mediante la incorporación de otras variables aparte del crecimiento de la población, como pueden ser la estructura por edad y sexo, la distribución espacial, la nupcialidad. las migraciones ..., así como la incorporación en los estudios de la percepción de la gente sobre el medio ambiente.

Reconocer las escalas de análisis y la necesidad de los estudios a micro escala. El estudio de las relaciones población - medio ambiente varían en función del ámbito geográfico estudiado: el Planeta, las regiones, los países, las comunidades, los hogares...

En concreto, una mayor proliferación de estudios a micro escala debería permitir un mayor conocimiento de las interrelaciones, ya que éstas dependen de condicionantes socioeconómicos, geográficos y medioambientales muy específicos, y es este tipo de estudios los que deben permitir la implementación de políticas eficaces en la materia, siguiendo el conocido eslogan «piensa globalmente, actúa localmente».

El logro de un mayor análisis causal y temporal y la necesidad complementar la visión transversal o cross-section de muchos estudios con otra que tenga más presente los mecanismos temporales y las relaciones causa-efecto.

La búsqueda de la compatibilidad en la futura recogida de datos, ya que existe un elevado potencial en el uso de las fuentes de información disponibles para analizar las relaciones entre población y medio ambiente.

El objetivo a alcanzar: el desarrollo sostenible

El concepto de desarrollo sostenible aparece formulado por primera vez en un documento oficial, «Nuestro futuro común», elaborado en 1987 por una comisión presidida por la que fue Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland por encargo de las Naciones Unidas.

El documento, que también se conoce con el nombre de Informe Brundtland, define el desarrollo sostenible como "aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Esta idea implica vivir dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas, de manera que los recursos renovables no se utilicen a un ritmo superior al de su generación, no se emita una cantidad de polución mayor que la que los sistemas naturales son capaces de absorber o neutralizar.

El concepto de desarrollo sostenible toma una extraordinaria difusión en 1992 con la «Cumbre de la Tierra» (la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992). Entre los documentos que se aprobaron, destaca la llamada «Agenda 21: La Alianza Global para el Medio Ambiente y el Desarrollo», que constituye un

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plan de acción para la primera parte del siglo XXI y es la base para a una nueva alianza global para el desarrollo sostenible y la protección ambiental.

Se trata de un documento extenso, de cuarenta capítulos, en forma de programa de actuación que fundamenta el desarrollo sostenible en tres aspectos básicos: el social, el económico y el ambiental. Sus acciones prioritarias son, entre otros, el fomento del crecimiento con criterios sostenibles, la lucha contra la pobreza, la compatibilización de la dinámica demográfica y la sostenibilidad, la utilización eficiente de los recursos (el mundo fértil), la gestión de productos químicos y de residuos y la participación y responsabilidad de las personas.

En su capítulo 28, la Agenda 21 insta a los poderes locales a ejercer su responsabilidad ya iniciar un proceso de diálogo abierto y participativo con sus ciudadanos, organizaciones y entidades para adoptar un plan de actuación ambiental y de desarrollo especialmente aplicado a los problemas, las oportunidades y los valores locales, y dirigido a que los municipios sean más sostenibles, más habitables y más justos..

La implementación práctica de esta idea se produce con la aprobación de la llamada «Carta de Aalborg», firmada por los municipios participantes en la Conferencia Europea sobre Ciudades Sostenibles, reunidos en Aalborg (Dinamarca) el mes de mayo de 1994, por los que los municipios europeos se comprometen a adoptar estrategias locales ya hacer de la sostenibilidad uno de los ejes fundamentales de su actuación. El compromiso de los signatarios de la Carta de Aalborg (entre los que hay más de 150 municipios catalanes) consiste en desarrollar procesos Agenda 21 a escala local siguiendo los principios que establece el propio documento.

Aunque la mayoría de los documentos legales en materia de medio ambiente consultados no contemplan las variables demográficas como uno de los factores importantes a tener en cuenta a la hora de la implementación práctica de políticas medioambientales, hemos podido localizar un interesante documento que contiene una serie de reflexiones al respecto a pesar de centrarse en el caso de Estados Unidos. En concreto, se trata del estudio, breve pero completo, de las variables demográficas a considerar a la hora de emprender cualquier política y que, concretamente, son: el tamaño de las poblaciones y su distribución, la estructura por edades (con especial interés por el envejecimiento), la composición étnica de las sociedades, el status económico, las migraciones y la composición de los hogares.

En concreto, la idea básica de las políticas medioambientales con perspectiva demográfica deberían ir dirigidas, en primer lugar, a estudiar si las evoluciones temporales de algunas variables significativas desde el punto de vista del medio ambiente, como por ejemplo el consumo de energía, las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero o el reciclaje, responden también a cambios en el tamaño, distribución y composición de las poblaciones, los comportamientos diferenciales de los individuos en función de su situación socioeconómica, etc., y, en segundo , a analizar si las diferencias territoriales (interregionales, interestatales) responden a un complejo de causas, entre las que figurarían las variables demográficas mencionadas.

Fuente: http://www.desenvolupamentsostenible.org/index.php?option=com_content&view=article&id=6&Itemid=5&lang=es

Joan Alberich: catedrático de la Universidad de Rovira I Virgili, Tarragona, Cataluña.