Plinio el Joven y Plinio el Viejo un testigo y un mártir de la erupción del Vesubio del año 79

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n anteriores artículos le platiqué a usted nuestras dos visitas al monte y volcán Vesubio, ambas llenas de emoción debido a las catástrofes que ha provo- cado este monstruo de la naturaleza a través de los siglos. Hemos llegado exactamente hasta su cráter y nos hemos asomado a su profun- didad, conscientes de que es un dragón dor- mido que en cualquier momento puede des- pertar. Sólo el que desconoce su historia, sube a este monte sin aprensión, contempla el tapón de su cráter sin el mínimo temor. Pompeya quedó sepultada en el 79 por la ceniza de la erupción, Herculano por la lava posterior. Ambas han sido desenterradas en el siglo XVIII; la primera con relativa facilidad, la segunda con severas dificultades. Las ruinas de las dos ciudades romanas pueden ser visi- tadas por quienquiera, los cadáveres de huma- nos y de animales pueden ser vistos por todo el que quiera y pueda hacerlo. En la catástrofe de una y otra población, sobresalen los nombres de dos personajes emparentados, ambos próceres de la historia romana. Uno, Plinio el Viejo, militar, investigador y científico de su época, además de buen es- critor. Otro, su sobrino Plinio el Joven, político, escritor y cónsul que fue de la caricatura de república regida por el emperador Trajano. Los dos, ricos, pero valientes, enfrentaron el despia- dado ímpetu de la naturaleza. El primero, el Viejo, sucumbió valientemente al embate volcá- Enrique Puente Sánchez* Plinio el Joven y Plinio el Viejo: un testigo y un mártir de la erupción del Vesubio del año 79 44 E * LicenciadoenLetrasEspañolasporlaU.A.N.L.EstudiosdeMaestríaterminadosenlamismainstitución.Catedrático de Literatura, Español Superior, Latín y Griego clásico de la Facultad de Filosofía y Letras. También maestro de Español en la Escuela Preparatoria No. 3. nico; el segundo, el Joven, sobrevivió a la lava y la ceniza para narrarnos la hecatombe. A petición del historiador Cornelio Tácito (55-120 d. C.), la muerte de Plinio el Viejo es narrada por su sobrino en la primera de dos cartas que escribió acerca de la tremenda erupción. La salvación de Plinio el Joven es narrada por él mismo en la segunda de ambas epístolas; éstas fueron escritas con el intenso dramatismo de los trágicos sucesos que, pro- piamente, acabaron con la población de la ciu- dad pompeyana. A continuación sigo la narra- ción en latín de la primera misiva. I. Era el 24 de agosto del año 79 y aproxi- madamente la una de la tarde. En Miseno, ciudad y cabo al oeste del Golfo de Nápoles, se encontraban Plinio el Viejo a cargo de la flota romana; Plinio el Joven, sobrino del ante- rior y entonces de diecinueve años; y la madre de este último, cuyo nombre no aparece en nin- guna de las dos cartas. Fue la mujer quien vio antes que los dos Plinios, la enorme nube de ceniza que surgía del monte Vesubio y lo hizo notar al científico. Este, que se encontraba recostado y estudiando, pidió su calzado y subió a un lugar más alto para observar mejor el fenó- meno. Pronto se percató de que se trataba de un hecho natural espectacular y único, por lo

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n anteriores artículos le platiqué austed nuestras dos visitas al montey volcán Vesubio, ambas llenas de

emoción debido a las catástrofes que ha provo-cado este monstruo de la naturaleza a travésde los siglos. Hemos llegado exactamente hastasu cráter y nos hemos asomado a su profun-didad, conscientes de que es un dragón dor-mido que en cualquier momento puede des-pertar. Sólo el que desconoce su historia, subea este monte sin aprensión, contempla el tapónde su cráter sin el mínimo temor.

Pompeya quedó sepultada en el 79 porla ceniza de la erupción, Herculano por la lavaposterior. Ambas han sido desenterradas en elsiglo XVIII; la primera con relativa facilidad, lasegunda con severas dificultades. Las ruinasde las dos ciudades romanas pueden ser visi-tadas por quienquiera, los cadáveres de huma-nos y de animales pueden ser vistos por todoel que quiera y pueda hacerlo.

En la catástrofe de una y otra población,sobresalen los nombres de dos personajesemparentados, ambos próceres de la historiaromana. Uno, Plinio el Viejo, militar, investigadory científico de su época, además de buen es-critor. Otro, su sobrino Plinio el Joven, político,escritor y cónsul que fue de la caricatura derepública regida por el emperador Trajano. Losdos, ricos, pero valientes, enfrentaron el despia-dado ímpetu de la naturaleza. El primero, elViejo, sucumbió valientemente al embate volcá-

Enrique Puente Sánchez*

Plinio el Joven y Plinio el Viejo:un testigo y un mártir de la erupción

del Vesubio del año 79

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E

* Licenciado en Letras Españolas por la U.A.N.L. Estudios de Maestría terminados en la misma institución. Catedráticode Literatura, Español Superior, Latín y Griego clásico de la Facultad de Filosofía y Letras. También maestro deEspañol en la Escuela Preparatoria No. 3.

nico; el segundo, el Joven, sobrevivió a la lavay la ceniza para narrarnos la hecatombe.

A petición del historiador Cornelio Tácito(55-120 d. C.), la muerte de Plinio el Viejo esnarrada por su sobrino en la primera de doscartas que escribió acerca de la tremendaerupción. La salvación de Plinio el Joven esnarrada por él mismo en la segunda de ambasepístolas; éstas fueron escritas con el intensodramatismo de los trágicos sucesos que, pro-piamente, acabaron con la población de la ciu-dad pompeyana. A continuación sigo la narra-ción en latín de la primera misiva.

I.

Era el 24 de agosto del año 79 y aproxi-madamente la una de la tarde. En Miseno,ciudad y cabo al oeste del Golfo de Nápoles,se encontraban Plinio el Viejo a cargo de laflota romana; Plinio el Joven, sobrino del ante-rior y entonces de diecinueve años; y la madrede este último, cuyo nombre no aparece en nin-guna de las dos cartas.

Fue la mujer quien vio antes que losdos Plinios, la enorme nube de ceniza quesurgía del monte Vesubio y lo hizo notar alcientífico. Este, que se encontraba recostadoy estudiando, pidió su calzado y subió a unlugar más alto para observar mejor el fenó-meno. Pronto se percató de que se trataba deun hecho natural espectacular y único, por lo

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que primero ordenó que se le preparara unaliburna (barco birreme romano), aunque másadelante ya navegando, pidió un cuadrirreme.

Su propósito de dirigirse precisamentehacia el escenario de la erupción, fue interrum-pido por la petición de ayuda de un matrimonioamigo formado por Tasco y Rectina, cuya casaestaba al pie de la montaña. Plinio decidió auxi-liarlos no sólo a ellos, sino a todos sus vecinos.El autor de las cartas no dice si Plinio pudo cum-plir con el matrimonio citado. Prosigue con elrelato de la navegación y nos cuenta cómotodos los marineros sentían miedo de ir haciael peligro; Plinio, en cambio, sin el mínimotemor, tomaba notas y dictaba todos los detallesdel fenómeno.

Cuando el cuadrirreme fue invadido pri-mero por la ceniza caliente y luego por trozosde piedras ardientes, ante el consejo del pilotode regresar a Miseno, Plinio contestó: "La for-tuna ayuda a los audaces, dirígete a (dondevive) Pomponiano". Este era un amigo que seencontraba en Estabias, pequeña ciudad al surde Pompeya, muy cercana a la erupción. Llega-ron a ella y allí, ante el temor de sus subordi-nados por las tremendas llamas y explosionesdel Vesubio, Plinio dijo que eran fuegos abando-nados por quienes habían huido. Él se dedicóa dormir y los marineros no sólo oían su respira-ción, sino que escuchaban sus claros ronquidos.

Mientras tanto, desde la casa en queestaban, pudieron observar que la acumulaciónde ceniza era tanta, que si tardaban un pocomás en retirarse, ya después no podrían salir.Despertó Plinio, salió de su cuarto y reunió aPomponiano y a los demás que habían vigiladoalertas. Deliberaron si permanecían en la casao si salían ya a las calles, pues los fuertes tem-blores seguían, la casa se movía de un lado aotro, los techos parecían derrumbarse. Deci-dieron salir.

Habían cubierto sus cabezas con unoslienzos para protegerse de ceniza y piedras.

Obscurecía más y más hasta convertirse todoen tinieblas más negras y densas que cualquiernoche. Plinio y sus compañeros se acercaronal mar, el naturalista pidió agua fría y la bebióde un solo trago. De repente llamas y un fuerteolor a azufre excitaron más la curiosidad delsabio, pero los demás, asustados, se dieron ala fuga.

Plinio se enderezó apoyándose en dosesclavos, mas súbitamente cayó. El aire, yamuy cargado de ceniza, le bloqueó la respira-ción y la garganta, que él siempre tuvo estrechay delicada. Obviamente murió sofocado. Al díasiguiente su cuerpo fue encontrado íntegro eileso, bien vestido y con el aspecto de alguienque dormía, no de un cadáver. Falleció en Esta-bias, hoy Castellamare de Stabia.

II.

A continuación sigo el relato de la se-gunda carta, en la que Plinio el Joven narracómo escapó de la muerte. Hay que considerarque su tío, el naturalista, murió en Estabias,lugar muy cercano al volcán. En cambio, Plinio,el sobrino, permaneció en Miseno, ciudad dela que había salido el sabio investigador.

Esa noche, la del 24 de agosto del 79,el sobrino se retiró a su alcoba a dormir, perosu sueño fue inquieto y breve. Toda la nochetembló la tierra, y las cosas no sólo se movían,sino que eran derrumbadas al piso por los fuer-tes terremotos. Finalmente, su madre irrumpióen la alcoba y ambos salieron al patio próximoal mar. Todavía tuvo el valor de ponerse a leera Tito Livio, cuando un amigo de su tío, llegadode Hispania, se presentó de repente y acusóde temerarias su paciencia y tranquilidad. Erancomo las seis de la mañana, cuando pudieronver destruidas muchas casas vecinas. El miedoa una fuerte sacudida se apoderó de ellos.

Por lo tanto, decidieron abandonar lacasa en sus carros, pero éstos eran lanzadosde una parte a otra por los temblores. Ni siquiera

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con piedras pudieron apuntalarlos. El marparecía reducirse y muchos peces morían enla arena. Mientras llenos de miedo observabantodo esto, una nube negra y horrenda, conintensas llamas y relámpagos, se irguió haciael oriente.

El amigo llegado de Hispania insistió enla huida. La madre y el hijo se negaron a hacerlohasta tener noticias de lo que hubiera pasadocon el tío. El amigo no esperó más, corriendohuyó del peligro. Mientras tanto, la enorme nubede cenizas cayó a tierra y no sólo cubrió aMiseno, sino también a la lejana isla de Capri.Ahora era la madre la que pedía al hijo quehuyera y que la abandonara a su suerte. Eljoven Plinio se negó a hacerlo.

"Desviémonos —dijo— mientras pode-mos ver, antes que nos derriben por tierra yseamos aplastados por la turba en esta oscu-ridad". Pero apenas se habían sentado, cuandola oscuridad se convirtió en unas tinieblas impe-netrables. Nada se podía ver. Se produjo unhecho inenarrable. Los alaridos de las mujeres,los gritos suplicantes de los niños, los clamoresde los hombres, llenaron el espacio. Unosbuscaban a sus padres, otros a sus hijos, éstosal esposo o esposa, algunos se reconocían porla voz. Muchos elevaban las manos a losdioses, otros decían que ya no había dioses yque aquella era la última noche y el fin del mundo.

Poco después llegó algo de luz, perono era del día, sino de un fuego lejano. Des-pués, de nuevo tinieblas, de nuevo mucha ce-niza y bastante pesada. Todos se paraban y sela sacudían, pues de otra manera los hubieracubierto y hasta aplastado con su peso. Final-mente, aquella nube densa y la oscuridad sedisiparon, llegó un auténtico día y brilló el sol,aunque pálidamente. Todas las cosas habíancambiado. La ceniza, alta y espesa, cubría todocomo lo hace la nieve.

Regresaron a Miseno y pasaron unanoche angustiosa e incierta, pues persistían los

temblores. Y a pesar de las desgracias sufridasy quizá por sufrir, decidieron quedarse allí hastarecibir noticias del sabio investigador. Habíansalvado la vida.

III.

La erupción del 79 del volcán Vesubioes la primera registrada históricamente. Contoda seguridad, otras ocurrieron antes y nofueron registradas. La última fue la de 1944 enplena Guerra Mundial; la lava inundó las pobla-ciones de Somma, Atrio de Cevallo, Massa ySan Sebastián. Además incendió los vastosdepósitos de combustible que los aliados habíanalmacenado allí, lo cual causó el mayor dañoen esta ocasión.

Quizá la erupción más destructora hasido la de 1631, en la que murieron alrededorde 4,000 personas. Por supuesto que no es laúnica posterior a la del 79, pero provocó que elvirrey de Nápoles colocara cerca del volcán unagran placa instando a sus súbditos a retirarsede allí, si deveras apreciaban su vida.

Todos estos datos nos llevan a pregun-tar y saber cuál es la situación actual alrede-dor del Vesubio. Recordemos que las genera-ciones actuales no han vivido una erupción delvolcán, pues se cumplen exactamente sesentay tres años de la última en 1944. Todo lo queven quienes viven cerca de él es una montañatranquila y llena de árboles y arbustos. Única-mente los terrenos cercanos al cráter carecende toda clase de vegetación. Además, el cráterde este monstruo quedó taponado, así es queni humo sale de él, como sucede con el Etnade Sicilia.

Pero la experiencia de los siglos enseñaque la erupción puede producirse en cualquiermomento. Además existe un observatorio volcá-nico instalado en las faldas de la montaña, queregistra trescientos sismos por año. Su jefe ytodos los vulcanólogos italianos sostienen quecualquier día el monstruo puede despertar y

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causar nuevamente una gran catástrofe. En1895 la población en riesgo cercana al volcánera apenas de un millar de personas. En 2004ya se calculaba en 600,000, y en la actualidadse calcula en cerca de un millón. Algunas delas ciudades en riesgo son: Somma Vesubiana,Octaviano, San Giuseppe, Tersigno, Bosco-reale, Boscotrecase, Torre del Greco, Hercu-lano, San Sebastián, Cercola, Pollena Trochia,Santa Anastasia y la misma Pompeya.

La gran cantidad de temblores regis-trados al año, no asustan a la gente que estáacostumbrada a ellos. Lo mismo sucedió en lasdesgracias anteriores, Plinio el Joven lo diceen sus cartas: la población de Pompeya estabatan acostumbrada a los temblores, que nadatemían de aquella montaña tan hermosa. Elvolcán puede anunciar o no su próxima erup-ción, pero aun con el anuncio, será imposibleevacuar rápidamente a un millón de personas.

El gobierno italiano y el de la región deCampania están plenamente conscientes de lacatástrofe que puede suceder en cualquiermomento. En 2004 tenían novecientos millonesde dólares y ofrecieron 35,000 a cada familia

que aceptara alejarse de la zona de peligro.Dos mil setecientas aceptaron la oferta. Contoda seguridad, desde entonces otras habránhecho lo mismo. Pero son una inmensa mayoríalos que afirman que los vulcanólogos son alar-mistas. "Aquí nací y aquí me quedo, yo no letengo miedo al Vesubio. En mi opinión losexpertos son a veces demasiado alarmistas.Para mí el volcán es una montaña como cual-quier otra". Son palabras de Alessandra Espo-sito de la ciudad de Torre del Greco con casi100,000 habitantes. En 1794 Torre del Grecofue destruida por una erupción del volcán. En1980 el Vesubio provocó un terremoto queestremeció a Nápoles, murieron 2,570 per-sonas, medio millón intentaron escapar. Aquellofue un caos. En 1981 viajamos de Sorrento aNápoles. Nos estremecimos al ver los cerrosvolteados o derribados de cuajo por dichoterremoto.

Después de leer todo esto, saque ustedsus conclusiones. Mi esposa y yo hemos estadoen el cráter del Vesubio, como habrán estadomuchas otras personas. Cuando la presión delos gases y de la lava revienten el tapón de susfauces, no quisiéramos estar allí.

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